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AL-ÁNDALUS: POLÍTICA,
SOCIEDAD Y CULTURA.
1- INTRODUCCIÓN.
2- ENTRE LA CONQUISTA DE LA PENÍNSULA Y LA PROCLAMACIÓN DEL
CALIFATO.
3- ABD-AL RAHMAN III Y EL CALIFATO DE AL-ÁNDALUS.
4- DECADENCIA DEL CALIFATO
5- LA SOCIEDAD MUSLÍMICA EN AL-ÁNDALUS.
6- LA CULTURA EN AL-ÁNDALUS.
7- BIBLIOGRAFÍA
1- Introducción.
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simplemente hábitos cotidianos (como la vida centrada en la calle) legó la cultura de Al-
Ándalus.
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puertas sin oponer resistencia, acogiéndolos como a salvadores. Muchos habitantes de
ciudades pactaron su capitulación. Los nuevos gobernadores musulmanes, que
establecieron su capital en Córdoba, pactaron con los nobles godos que les habían ayudado
a entrar en la Península, respetando sus posesiones y privilegios. Aunque el Islam pasó a
ser la religión oficial del nuevo Estado, llamado Al-Ándalus, no se obligó a nadie a
convertirse. Por el contrario, se permitió a los cristianos y judíos practicar sus religiones,
compartiendo en un principio incluso los mismos templos antes de edificar sus mezquitas.
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supervivientes.
Mérida, Toledo, Zaragoza, Lérida y Bobastro fueron los focos rebeldes más
importantes. Estas rebeliones favorecerán al campo cristiano, con el que se aliaron
frecuentemente los rebeldes. Los Banu-Qasi, muladíes de ascendencia visigoda, fueron
enconados en su rebelión y mantuvieron el valle del Ebro en franca independencia hasta
que fueron eliminados por un enviado del emir. La familia sobreviviente reanudó la
sublevación frente a Córdoba a fine s del siglo IX.
Sin embargo, la rebelión más peligrosa para el emirato hispano fue la de Omar
ben Hafsún, que llegó a dominar la mayor parte d la alta Andalucía manteniendo en
humillantes condiciones al emir de Córdoba. Esta rebelión decayó al convertirse Omar al
cristianismo y ser abandonado por sus partidarios musulmanes. Abd-al Rahman II venció
fácilmente a sus hijos en el año 929 y arrasó Bobastro.
El emir que logró dominar esta situación dejando abierto el camino para una
nueva etapa de la España musulmana fue Abd Allah, nacido en el 844. Gracias al apoyo del
clero musulmán, que se consideró un hombre observante (aunque muchos historiadores le
consideran un hombre violento y cruel), tuvo suficiente astucia y paciencia para conocer a
fondo las situaciones y dominarla.
De esta manera, cuando Abd-al Rahman sucedió a su abuelo poco quedaba para
la pacificación en la Península. Su abuelo le prefirió como heredero a su propio hijo,
hombre prudente y gran guerrero que se convirtió en el consejero y gran apoyo de Abd-al
Rahman sin sentir celos de su papel secundario.
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En el campo cristiano, en esos tumultuosos años de fines del siglo IX y
primeros del X, reinaba Alfonso III en el reino de Asturias, se empezaba a desarrollar
Castilla, Wifredo el Belloso conseguía independizar de Francia a la Marca Hispana, en la
que se instalaron entonces muchos mozárabes, y Sancho I se proclamaba rey de Navarra.
La ambición de los descendientes de Alfonso III tuvo sus últimos años de vida.
Para no provocar la ruina de los cristianos abdicó en sus hijos, quienes se repartieron el
reino. Eran años de repoblación, de avance hacia el Sur. No se puede aún hablar de
ciudades, aunque sí se iban formando grandes aldeas de agricultores y ganaderos, sobre
todo en el valle del Duero.
En el 929, a los diez años de acceso al poder, empieza una gran campaña para
acabar con los últimos núcleos de resistencia. Con la caída de Toledo en el 932 se puede
dar por sometida a Córdoba toda la España musulmana.
Tras estas victorias su prestigio había ascendido a cotas míticas. En el año 929
Abd-al Rahman III asumió los títulos de califa y emir. Dio solidez a su situación y
consumó la total independencia de la España musulmana frente a Bagdad. Al reunir a todos
los grupos de musulmanes, se convirtió en señor con todos los poderes: se proclamó juez
supremo, generalísimo del ejército, padre de los creyentes: se establece el Califato de
Córdoba.
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Otorgó los cargos entre sus incondicionales, pero sin carácter vitalicio para
evitar la formación de grupos de poder, y sin hacer distinción de raza ni religión al
concederlos.
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maravillas de Córdoba, donde también llegarán los embajadores del rey italiano y de
Provenza Hugo, y los de la reina viuda de Carlos el Simple de Francia.
Abd-al Rahman III reinó 50 años. En las crónicas de su reinado se comenta que
fueron años de victorias y que fue amado por sus súbditos, aunque el propio califa
reconocía que sólo halló catorce días de su vida exentos de amargura, en medio de un
contexto histórico de progreso pero de tensión latente.
Pero al morir en el 976, se sucederá un niño, Hisham II, con el que acabará en
realidad el gobierno de los califas. Quien gobernó en realidad durante toda la ida de
Hisham II fue Abu Amir, Almanzor. Empezó por reprimir una conspiración que tenía por
objeto la muerte de Hisham II, a quien reservará sólo el poder religioso, asumiendo El los
restantes mandos: el califa fue un dorado prisionero en su palacio de Medina Azahara.
Nadie podía verle sin permiso de su madre y de Almanzor, quien mientras tanto iba
aumentando su prestigio en las victorias y conquistas. Se habla de 52 campañas, poseído de
un gran espíritu destructivo (la leyenda dice que juró acabar con los cristianos españoles).
Firmó una paz con los africanos, que le reportan tropas, emprendiendo en el 977 sus
primeras incursiones por territorios cristianos: llegó a Galicia, donde saqueó, incendió e
hizo numerosos cautivos, volviendo a Córdoba triunfante.
Sus planes consistían en preparar dos campañas anuales por tierras cristianas,
cayendo donde menos se les esperase: en el 981 arrasó Zamora, logrando un gran botín, en
cautivos sobre todo: formó un ejército de 200.000 jinetes y 600.000 infantes.
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Córdoba destrozando a su vuelta Sahagún, Simancas y otras poblaciones.
Con la llegada en el año 1000 del niño Alfonso V al trono, Almanzor organizó
la guerra con grandes preparativos bélicos. León, Castilla y Navarra firmarán una alianza
para defenderse, entrándose en combate en el 1002, en la batalla de Calatañazor (Soria),
donde Almanzor será herido, muriendo en Medinaceli. Contra lo que la idea popular
considera ("En Calatañazor Almanzor perdió el tambor"), dicha batalla no resulto una
victoria clara para ninguno de los contendientes, siendo fortuita la muerte del general
árabe.
A la muerte de Almanzor, tomó el mando Abdelmelik, que heredó todos los poderes
de su padre (primer ministro o Hagib). En el 1003 alcanzó una victoria cerca de Lérida.
Tras una paz entre 1005 y 1007, se sucederán las hostilidades: Abdelmelik invadió Castilla,
desmantelando Ávila, Gormaz, Osma y otras fortalezas que habían sido tomadas por los
cristianos. Tras un intento de invasión de Galicia, morirá en 1008. A partir de su muerte, la
política de su ambicioso hermano provocó un alzamiento de los partidarios omeyas y de los
parientes de esta dinastía que aún quedaban. A partir de ese momento se suceden las
conspiraciones en la España musulmana: se suceden efímeros califas que no son respetados
(se accede al Califato por asesinato). Con las rebeliones en África, conjuras y católica
situación general, se liquida el Califato. Los walíes vieron la total decadencia de la familia
Omeya, declarándose independientes.
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del mundo, por eso sus monedas eran cuadradas en lugar de redondas. Pero su poder
decaerá a partir de su derrota en la batalla de las Navas de Tolosa, frente a las tropas aliadas
de Castilla, Aragón y Navarra, tras la cual empezó a debilitar su poder. Por tercera vez Al-
Ándalus se vio dividida en varios reinos Taifas. Aprovechándose de las luchas entre los
reyes mores, la Reconquistas avanzó con paso seguro. Acorralado, el Reino Nazarí de
Granada sobrevivió durante casi dos siglos y medio, gracias a la protección natural que le
ofrecían las sierras a su alrededor. Pero acabó como estado vasallo de Castilla, y tuvo al fin
que rendirse a los Reyes Católicos, cerrando así la historia de casi ocho siglos de la España
musulmana.
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eunucos alcanzaban puestos altos en la administración. Los esclavos tenían ciertas
posibilidades de conseguir la libertad: podían ir a la guerra en sustitución de sus amos, y
convertirse en libertos.
Los soberanos podían administrar justicia, pero normalmente dejaban esta tarea
en manos de distintos jueces: el principal era el cadí, cargo honorífico dado a hombres
virtuosos y que conocían bien la ley. En cada ciudad había uno, siendo el de Córdoba el
juez supremo: su autoridad en materia religiosa pasaba por encima del mismo Sultán. El
cadí juzgaba en la Mezquita Mayor, sentando en una alfombra y rodeado de secretarios con
documentos judiciales y listas de pleitos por resolver. Otro tipo de juez era el Prefecto de la
ciudad, quien juzgaba asuntos criminales y dirigía un cuerpo policial para velar por la
seguridad urbana. Un tercer tipo era el almotacén o inspector de mercado, quien intervenía
en pesos y medidas y en cuestiones de moralidad pública.
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Las sanciones podían ser multas, apaleamiento, un vergonzoso paseo a lomos
de asno por la ciudad, destierro y muerte. Las ejecuciones se hacían en lugares públicos o
en descampados a las afueras de las ciudades, y atraían a verdaderas muchedumbres.
Aunque la ley era severa en muchos aspectos (renunciar al islamismo era castigado con la
muerte), no lo era con los borrachos, con quienes consumían porcino, etc.
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cerraban por la noche para evitar robos. Policías armados, acompañados de perros y
provistos de un farol, hacían la ronda nocturna.
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persona y a emanciparse al morir su señor.
Uno de los bienes más preciados en Al-Ándalus fue el ganado equino: alcanzan
fabulosos precios los caballos, así como las mulas de Baleares, aunque también crían
bueyes para las explotaciones agrícolas, y búfalos indios para la fabricación de quesos. El
camello no aparece en Al-Ándalus hasta el siglo X. Se dice que los bereberes pudieron
iniciar la trashumancia, tal como ahora se conoce. A pesar de la prohibición islámica, el
cerdo tenía gran importancia, tanto para consumo propio como para su exportación.
6- La cultura en Al-Ándalus.
La religión sirvió para unir a las familias españolas, ya fueran de origen árabe o
hispanogodo. Los varones tenían obligación de acudir 4 veces diarias a la mezquita. La
mujer sólo tenía que ir los viernes, día festivo, en el que era preceptiva la oración común a
mediodía en la Mezquita Mayor. El moecín o almuédano (funcionario subalterno
encargado de anunciar las cinco plegarias cotidianas) llamaba a la oración desde lo alto del
alminar o torre de la mezquita. Tras la ablución, entraban descalzos al templo, situándose
los hombres a un lado y las mujeres al otro. El rito musulmán es sencillo: se repiten una
serie de gestos para ellos sagrados. Pero la mezquita era también un centro de reunión
social para los hombres, donde se divulgaban los edictos del gobierno y las principales
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noticias, además de corte de justicia y universidad.
Los cursos no tenían una duración determinada. Cada estudiante elegía las
asignaturas que deseaba estudiar, y podía cursar una misma materia con dos o más
maestros. Cuando el maestro consideraba al alumno preparado en una materia, le entregaba
una licencia que le autorizaba a ejercer tal profesión o a enseñarla a otros. La enseñanza se
basa en la memoria, por lo que los alumnos debían aprenderse libros enteros de memoria,
siendo corriente que cualquier hispanomusulmán de clase media supiera recitar ciertas
obras importantes. Las materias cursadas, además de las leyes islámicas, eran poesía,
historia, prosa, gramática, lengua, filología, geografía, medicina, astronomía, etc.
Los hispanomusulmanes fueron expertos productos de pergaminos, pero ya en
el siglo X empezaron a utilizar el papel. Al siglo siguiente ya lo producían, convirtiéndose
Játiva en el centro de la industria papelera. También copiarán la imprenta china, existiendo
una gran pasión por la posesión de libros.
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La huella dejada por la lengua árabe en el castellano, sólo superada por el latín,
es uno los principales legados de la civilización hispanomusulmana. En castellano hay más
de 3.000 palabras de origen árabe (incluyendo topónimos). La lengua oficial y protocolaria
en Al-Ándalus era el árabe clásico, Pero en la vida cotidiana se usaban dos lenguas: un
dialecto del árabe con mezcla de palabras latinas y romances (adoptadas por los
mozárabes) y un dialecto vulgar romance, tan extendido que incluso lo hablaban los
mismos sultanes, cortesanos, jueces y funcionarios.
Los árabes transformaron gradualmente la ciencia y la técnica en la Península.
La expansión del Imperio Islámico y las relaciones comerciales que éste mantenía con
Extremo Oriente hicieron evolucionar a la civilización árabe. Como Al-Ándalus estaba en
relación constante con el mundo árabe, se benefició también de todos los adelantos
técnicos que introdujeron en el Oriente Medio los califas Abbasíes de Bagdad.
Al-Ándalus era una tierra fértil, pero con grandes zonas secas difícilmente
cultivables. Los hispano-musulmanes, expertos agricultores, perfeccionaron el sistema
romano de riego. Aunque seguían usando algunos adelantos introducidos antiguamente por
los romanos, como el rastrillo y el arado, tirados por bueyes, en el siglo X hicieron un
descubrimiento que les permitió convertir amplias zonas en ricos regadíos: la utilización de
las aguas subterráneas. Para la extracción de la aguas de pozos creaban grandes túneles
hasta los campos subterráneos, construyendo pozos artesanales. Para extraer aguas de los
ríos construían grandes ruedas hidráulicas, que movía la propia corriente. De los pozos
sacaban el agua con norias movidas por asnos y con elevadores que tenían un cubo en un
extremo y un contrapeso en el otro. El agua así recogida se vertía en albercas o estanques,
desde donde la distribuían a los regadíos por medio de acequias o canales. Para llevar el
agua potable a las ciudades aprovecharon los acueductos romanos existentes y
construyeron otros nuevos, de ladrillo, cuyos canales revestían de betún para hacerlos
impermeables. Uno de ello proporcionaba agua a Córdoba, donde era almacenada en
grandes aljibes o depósitos en la parte alta de ciudad.
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velas de barco que hacían girar un eje vertical, usando para moler grano.
Los albañiles tenían moldes para fabricar los ladrillos de barro cocido, que
dejaban secar al sol. Como las calles solían ser estrechas y no aptas para el tránsito de
carros, recurrieron a la invención china de la carretilla.
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que utilizaban para estudiar la refracción de los rayos de luz en cámaras oscuras y para
encender fuego a la luz del sol.
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Tras la caída de Granada, se procuró eliminar en España todo resto de la
cultura musulmana. A los moriscos se les prohibió ciertas vestimentas. Cuando Felipe II
ordenó la expulsión definitiva de moriscos y judíos, abandonaron la Península incontables
sabios, médicos, astrónomos, matemáticos y científicos.
7- BIBLIOGRAFÍA
ARIE, R: La España musulmana. Colección "Historia de España", tomo III, Labor,
Barcelona, 1984.
BOSCH, J. et al.: El reino de Granada. Cuadernos de Historia 16, nº 4. Madrid, 1985.
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y VINCENT, B.: Historia de los moriscos. Alianza Editorial,
Madrid, 1984.
PÉRES, H.: Esplendor de Al-Ándalus. Hiperión, Madrid, 1983.
VALDEÓN, J.: El Califato de Córdoba. Cuadernos de Historia 16, nº 25. Madrid, 1985.
WATT, M: Historia de la España islámica. Alianza Editorial, Madrid, 1981.
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