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DÍA DEL SEÑOR MISIÓN SAN JERÓNIMO DE BELÉN

—LITURGIA DOMINICAL—
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p RITO ANGLICANO Año "C" — 4 Cuaresma — 2019 — Color morado

ORACIÓN COLECTA
Padre bondadoso, cuyo bendito Hijo Jesucristo
descendió del cielo para ser el pan verdadero que da
vida al mundo: Danos siempre este pan, para que él
viva en nosotros y nosotros en él; quien vive y reina
contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por
siempre. Amén

LITURGIA DE LA PALABRA

LECTURA DEL ANTIGUO TESTAMENTO Josué 5:9–12


Ven, Espíritu Santo de la verdad; condúcenos a toda la verdad.
El Señor le dijo a Josué: «Con esta circuncisión les he quitado la vergüenza de los
egipcios.» Por esta razón, aquel lugar todavía se llama Guilgal.
Los israelitas acamparon en Guilgal, y el día catorce del mes, por la tarde,
celebraron la Pascua en los llanos de Jericó. Ese mismo día comieron panes sin
levadura y trigo tostado, pero al día siguiente comieron ya de lo que la tierra
producía. Desde entonces no volvió a haber maná, así que los israelitas se
alimentaron aquel año de lo que producía la tierra de Canaán.

Palabra del Señor.


Demos gracias a Dios.

Salmo 32 Beati quorum

1 Bienaventurados aquéllos cuyas transgresiones son perdonadas,


y quitados sus pecados.
Bienaventurados a quienes no atribuye culpa el Señor,
y en cuyo espíritu no hay engaño.
2 Mientras callé, se envejecieron mis huesos
porque gemí todo el día;
Porque de día y de noche pesó sobre mí tu mano;
se volvió mi verdor en sequedad de verano.

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3 Mi pecado entonces te declaré,
y no encubrí mi culpa.
Dije: “Confesaré a ti mis transgresiones”;
y luego tú perdonaste la culpa de mi pecado.

LECTURA DEL NUEVO TESTAMENTO 2 Corintios 5:16–21


Señor, santifícanos en la verdad: tu Palabra es la verdad.
Nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo; y aunque
antes pensábamos de Cristo según tales criterios, ahora ya no pensamos así de
él. Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas
pasaron; se convirtieron en algo nuevo. Todo esto es la obra de Dios, quien por
medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la
reconciliación. Es decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo
al mundo, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres; y a nosotros nos
encargó que diéramos a conocer este mensaje. Así que somos embajadores de
Cristo, lo cual es como si Dios mismo les rogara a ustedes por medio de nosotros.
Así pues, en el nombre de Cristo les rogamos que acepten el reconciliarse con
Dios. Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo
pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo.

Palabra del Señor. Demos gracias a Dios.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
PROCLAMACIÓN DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 15:1–3,
11b–32
¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de


mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo. Los fariseos y los
maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: —Éste recibe
a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les dijo esta parábola: […]
«Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la
parte de la herencia que me toca.” Entonces el padre repartió los bienes entre
ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con
ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida
desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez
de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un

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hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de
llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin
se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida
de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre,
y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme
tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” Así que se puso en camino y
regresó a la casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a
su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: “Padre mío, he
pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” Pero el padre
ordenó a sus criados: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también
un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y
mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba
muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.”
Comenzaron la fiesta.
»Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de
la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó
qué pasaba. El criado le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha
mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.” Pero
tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo
que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he
servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito
para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo,
que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más
gordo.”
»El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo
es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu
hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos
encontrado.”»
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.
SANTORAL Y CITAS BÍBLICAS PARA LA SEMANA
Lunes Is 65.17–21; Sal 30.1–5, 8, 11–13; Jn 4.43–54 Federico Denison Maurice
Martes Ez 47.1–9, 12; Sal 46.1–8; Jn 5.1–3, 5–16
Miércoles Is 49.8–15; Sal 145.8–18; Jn 5.17–30 Ricardo, Obispo de Chichester
Jueves Ex 32.7–14; Sal 106.19–23; Jn 5.31–47
Viernes Sab 2.1, 12–22; Sal 34.15–23; Jn 7.1–2, 10, 25–30

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Sábado Jr 11.18–20; Sal 7.1–2, 8–10; Jn 7.40–52
SANTO DE LA SEMANA: John Frederick Denison Maurice, teólogo anglicano, nació
en Normasnton, cerca de Lowestoft, a 32 kilómetros al sudoeste de Norwich,
Suffolk, Inglaterra, el 29 de agosto de 1805 y murió en Londres el 1 de abril de
1872.
Se matriculó en Cambridge en 1823, pero se fue en 1827 sin obtener una
titulación porque no pudo suscribirla; pero se fue a Oxford en 1830 y fue
ordenado para el ministerio de la Iglesia anglicana en 1834. Fue capellán de Guy
Hospital, 1836-46; profesor de literatura e historia inglesa en King College,
Londres, 1840; fue conferenciante Boyle, 1846-47 y Warburton, 1846; fue
capellán en Lincoln Inn, 1846; ayudó en la fundación de Queen College, 1848, y
del instituto para trabajadores, Londres, 1854, del que luego sería rector; fue
designado para St. Peter, Vere Street, Londres, 1860; fue profesor Knightbridge
de casuística, teología moral y filosofía moral en Cambridge, 1866, conservando
el cargo de St. Peter hasta 1869; fue nombrado para St. Edward, Cambridge,
1870, y fue predicador Cambridge en Whitehall, 1871-72. Maurice venía de una
familia unitaria y sus primeros pasos en su carrera se vieron perjudicados por los
escrúpulos y limitaciones que ello suponía. Pero bajo la influencia de los escritos
de Coleridge encontró su camino hacia una posición evangélica, aunque los
cambios en su actitud personal le indispusieron siempre para asociarse con
ninguna facción en la Iglesia. El resultado fue que durante su vida la
independencia de su pensamiento, expresada a veces polémicamente, así como
su disidencia hacia los extremos de las dos ramas en la Iglesia anglicana, le
ocasionaron muchas molestias por los ataques a los que se vio enfrentado. Tenía
una aptitud natural para la metafísica y en el desarrollo de su teología su
popularidad se vio a veces obstaculizada por la profundidad de sus
declaraciones. Fue uno de los hombres que influyeron profundamente en
Inglaterra y América. Ello se debió no sólo a que fue un voluminoso escritor sino
también a su sinceridad y seriedad, estando siempre dispuesto a dejar un puesto
antes que ser insincero en mantenerlo y por su disposición pacífica.
Una Iglesia nacional debe significar una iglesia
existente para purificar y elevar la mente de una
nación; para dar a aquellos que hacen y administran y
obedecen sus leyes un sentido de la grandeza de la ley
y de la fuente donde procede, para decir a los
gobernantes de la nación; y a todos los miembros de la
misma, que todos los caminos falsos son caminos
ruinosos, que la verdad es la única estabilidad de
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nuestro tiempo o de cualquier tiempo

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