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La herencia contra el frío del neandertal

La especie nos transmitió los genes para metabolizar


las grasas y aguantar en un continente recién
deshelado

Una figura de un hombre del Neardental ante el Museo Neanderthals en Mettmann


(Alemania). / Horst Ossinger (Efe)
La mayoría de los paleontólogos creían hasta hace poco que los
neandertales y los humanos modernos eran dos especies aisladas desde
500.000 años atrás. La secuenciación del genoma del neandertal a partir de
huesos fósiles les ha desmentido: hubo cruces hace solo 40.000 años en
Europa y Oriente Próximo. Pero los últimos datos van mucho más allá al
revelar que esos cruces fueron más que el sueño de una noche de verano,
porque pasaron a los europeos genes importantes para el metabolismo de la
grasa.

La novedad no es que los neandertales se cruzaran con nuestros ancestros,


los primeros Homo sapiens que salieron de África hace tal vez 50.000 años
(los neandertales llevaban en Europa cientos de miles de años). Es cierto
que esta idea resultaba una herejía para muchos paleontólogos hace solo
unos años, pero los datos parecen haber doblegado ya sus resistencias.

La novedad es que los genes que nos pasaron los neandertales durante esos
contactos ocasionales han resultado ser importantes para la adaptación del
Homo sapiens, aquel recién salido de África, a los entornos fríos del recién
deshelado continente europeo. En botánica, esto se llama vigor híbrido: una
ventaja en los hijos mestizos que no posee ni su madre ni su padre. Un
premio genético a la falta de prejuicios raciales.

Philipp Khaitovich, del laboratorio CAS Key de biología computacional de


Shanghai, junto a colegas de Moscú, Leipzig y Potsdam, informan en
Nature Communications de que los genes neandertales implicados en el
catabolismo de lípidos están representados en exceso —respecto a otros
tramos de ADN neandertal— en el genoma de los europeos modernos, o
más exactamente, de las personas actuales que tienen ancestros europeos.

Los ‘Homo sapiens’ pudieron aclimatarse sin más que practicar sexo

La emigración fuera de África que extendió al Homo sapiens por el mundo


hace 50.000 años fue seguramente un fenómeno homogéneo, que amplificó
en varios órdenes de magnitud a una pequeña población de humanos
modernos que hasta entonces habían residido en las estepas africanas. Pero
los humanos antiguos que encontraron durante su éxodo estaban
diferenciados geográficamente: neandertales en Europa y Asia central, pero
denisovanos u otros descendientes del Homo erectus —la primera estirpe
humana que salió de África— en la mayor parte de Asia. Por eso las
contribuciones neandertales al genoma humano actual se restringen a la
población europea o de origen europeo.

Khaitovich y sus colegas han sometido a los tramos de ADN heredados por
los europeos de los neandertales a toda la batería de técnicas matemáticas
que los genetistas y los bioinformáticos han desarrollado en años recientes
para deducir el pasado: las comparaciones entre las secuencias de ADN de
los neandertales y las de los humanos modernos de todo el planeta que
permiten a los científicos saber dónde se originó una especie y cómo se
propagó por los continentes a lo largo de la prehistoria.

Y su principal conclusión es que “las variantes genéticas que evolucionaron


en los neandertales pudieron dar una ventaja selectiva a los humanos
anatómicamente modernos que se asentaron en las mismas áreas
geográficas”. La hibridación es una forma rápida de evolución: los
neandertales tardaron cientos de miles de años en adaptarse a las latitudes
frías, pero los Homo sapiens pudieron aclimatarse sin más que practicar
sexo: un vehículo evolutivo mucho más eficaz que el tiempo.

El hombre actual tiene menos del 4% de los genes de aquellos europeos

Nadie está seguro sobre cuándo se originaron los neandertales, aunque los
datos genéticos indican que sus ancestros salieron de África hacia Eurasia
entre 400.000 y 800.000 años atrás. Es posible que parte de su evolución
ocurriera en tierras europeas, porque su tipo exacto de anatomía no se ha
encontrado en África hasta el momento.

Lo que sí se ha encontrado en África —y en concreto en el sur del


continente— son los precedentes de la cultura humana moderna, con sus
herramientas avanzadas, su arte simbólico y los primeros signos de la
creatividad humana moderna, con culturas de la piedra y el hueso que
varían entre yacimientos separados por unos pocos kilómetros, o por unos
cuantos años. En contraste, los yacimientos neandertales que han aparecido
por toda Europa y Asia central reflejan una cultura muy similar, pese a
estar separados por miles de kilómetros y cientos de miles de años de
datación.

La aportación neandertal al genoma moderno no fue extensiva, tal vez


reflejando la escasez de las experiencias de hibridación cruzada entre
ambas especies; esto no quiere decir, sin embargo, que esas escasas
contribuciones carezcan de importancia. En un europeo típico de la
actualidad, las secuencias neandertales dan cuenta de menos del 4% de su
genoma, pero el presente estudio indica con fuerza que ese ADN primitivo
fue importante para que el Homo sapiens, novato en tierras europeas,
lograra adaptarse a las necesidades energéticas de la zona.

No deja de ser curioso que cruzarse con una especie antigua le pueda
ayudar a uno a progresar en la evolución. En genética, el pasado y el futuro
parecen ser regiones solapantes de la realidad.

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