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Pero ¿es así como se está usando la palabra “alabanza” cuando se habla de
“líderes de alabanza” o de “tiempos de alabanza”? Pues, a veces, sí, y otras
veces, no, ¿verdad?
Pero: (1) No todas las canciones o himnos son de alabanza: “¡Avívanos, Señor!”;
“¡Firmes y adelante!”; “¡Grata certeza!”; “Acéptame como ofrenda de amor”; “Como
el ciervo busca por las aguas”; “Hoy te rindo mi ser”; etc. (2)
Todos sabemos lo fácil que es pasarlo bien en la iglesia y lo difícil que es vivir
nuestra fe en el día a día. A veces parecemos dementes: una persona en la iglesia
y otra muy distinta fuera de la iglesia. Pero si no adoramos al Señor con nuestras
vidas, ¡lo que hacemos en la iglesia no es adoración verdadera!
El Señor tuvo que reprender a su pueblo Israel una y otra vez por la incoherencia
entre su (supuesta) adoración y sus vidas
(Isaías. 1:11-17;
Oseas. 6:6;
Miqueas. 6:6-8
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional.
Los antropólogos dicen que el hombre es un adorador por naturaleza; ¿qué significa
eso? Que si no adora a Dios, algún sustituto encontrará para adorar. ¿Qué es lo
que tú adoras? ¡Lo que más amas! Todos tenemos una lista de cosas que amamos,
y aunque no sepamos ordenarlas en nuestra mente, hay cosas que amamos más
que otras. Hay personas que descuidamos y hay otras que nos esmeramos en
atenderlas. Las que menos presente tenemos, son las que menos amamos, las que
más llaman nuestra atención, son las que más amamos, entonces, si Dios está en
primer lugar, él y lo que a él le agrada y lo que él quiere estará en primer lugar en
nuestra vida.
Tengo que ver qué cosas son las que más atención le presto, que más tiempo,
atención, esfuerzo, inteligencia y sabiduría me llevan; si lo hago en Dios, le estoy
honrando y poniendo en primer lugar. ¡Esta iglesia se transformará en una iglesia
de adoradores, hasta la alfombra le dará la gloria a Dios! Todo lo que hacemos de
hecho o de palabra debe ser hecho para la gloria de Dios, tenemos que adorar a
Dios porque alguna otra cosa estará en su lugar y se convertirá en un ídolo. ¿No te
das cuenta que Dios es el postergado en tu vida? ¡Debes adorarle desde que sale
hasta que se pone el sol, desde ahora y hasta la eternidad! ¡El nombre del Señor
debe ser exaltado!
Es necesario que pongamos esta palabra en nuestro corazón y que venga a formar
parte de nuestros huesos; es necesario que la adoración sea un fruto natural de
nuestro ser. Hay que obligar a nuestra alma a adorar a Dios, así lo hacia el rey
David, de modo que cuando no tengas ganas, di: “Alma mía alaba, has sido creada
para alabar a Dios”. ¡Qué hermosa sinfonía habrá cuando todos alabemos a Dios!
Nadie puede alabar igual a otro porque cada alma es única y particular delante de
los ojos de Dios, él te ha dado características y dones únicos y tú le agradas a Dios
con esa característica que él te ha dado que es única.
Por lo tanto, cuando tú le alabas es como cuando llora un niño en el hospital: Hay
cientos de niños llorando, pero la madre sabe reconocer a su hijo en medio de los
otros llantos; igual es Dios, conoce exactamente cada hijo que le adora y le alaba.
Si reconoces que hasta hoy has vivido para ti, para tus propios deleites y no para
cumplir el propósito de Dios en tu vida, hoy es tiempo de cambiar, hoy es tiempo de
regresar a Dios. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:
“Señor, quiero agradarte con mis pensamientos, con mis palabras, con mis hechos;
quiero que todo el mundo sepa que te amo, no quiero avergonzarme de que te amo,
¡quiero que todos sepan que te amo! Quiero que seas el primero en mi vida, quiero
honrarte, quiero que transformes mi vida, mi corazón, que no sea el lugar de mi
adoración el culto o el templo, sino cada lugar donde voy. Que cada cosa que yo
haga que sea para ti, ayúdame que si estudio, estudie para tu gloria, que si trabajo,
trabaje para tu gloria. Transfórmame en un adorador, en una persona única, en una
persona que te ame. Hay quienes no se avergüenzan de adorar sus músculos, sus
casas, sus autos… Señor, no quiero avergonzarme de adorarte a ti, no solamente
en tu templo si no durante toda mi vida, desde ahora y hasta la eternidad, desde
que sale el sol hasta que se pone, ¡quiero adorarte! Quiero que obres en mí y que
mi adoración atraiga tu presencia y conmueva tu corazón. Transfórmame Señor,
hazme una nueva persona, conviérteme en un adorador, que te ame a ti más que a
todas las cosas, que el mundo sepa que tú eres mi primer amor, el deseado de mi
corazón, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ATT. ELIAS