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1.

Según la Biblia, alabar a Dios es reconocer sus virtudes, quedarnos


impactados por ellas y alabarle por ellas.

Alabar es “elogiar, celebrar con palabras”. Alabamos a nuestros deportistas,


artistas y actores favoritos. Alabamos a las personas que más amamos. Alabar a
alguien es reconocer sus virtudes, quedarnos impresionados e impactados por
esas virtudes y alabarle por ellas.

Y alabamos al Señor por sus muchas y maravillosas virtudes, sea de forma


directa: “Señor, ¡qué grande eres!”; o de forma indirecta: “¡Qué bueno es el
Señor!”

Pero ¿es así como se está usando la palabra “alabanza” cuando se habla de
“líderes de alabanza” o de “tiempos de alabanza”? Pues, a veces, sí, y otras
veces, no, ¿verdad?

2. Según la Biblia, cantar a Dios y alabarle son dos cosas relacionadas


entre sí, pero distintas.

La letra de muchos de los himnos y canciones que cantamos es alabanza al


Señor: “¡Santo, santo, santo, Señor omnipotente!”; “¡Cuán grande es Él!”; “¡Grande
eres tú!; ¡grandes son tus obras!”; “¡Tu fidelidad es grande!”; etc.

Pero: (1) No todas las canciones o himnos son de alabanza: “¡Avívanos, Señor!”;
“¡Firmes y adelante!”; “¡Grata certeza!”; “Acéptame como ofrenda de amor”; “Como
el ciervo busca por las aguas”; “Hoy te rindo mi ser”; etc. (2)

Cantar al Señor no es la única forma de alabarle; también le alabamos orando,


hablando entre nosotros acerca de Él, y con nuestras vidas.

3. Según la Biblia, la adoración en la iglesia no vale para nada sin la


adoración en nuestras vidas.

Todos sabemos lo fácil que es pasarlo bien en la iglesia y lo difícil que es vivir
nuestra fe en el día a día. A veces parecemos dementes: una persona en la iglesia
y otra muy distinta fuera de la iglesia. Pero si no adoramos al Señor con nuestras
vidas, ¡lo que hacemos en la iglesia no es adoración verdadera!
El Señor tuvo que reprender a su pueblo Israel una y otra vez por la incoherencia
entre su (supuesta) adoración y sus vidas

(Isaías. 1:11-17;

¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado


estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre
de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
1:12 ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros
delante de mí para hollar mis atrios?
1:13 No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva
y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras
fiestas solemnes.
1:14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi
alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.
1:15 Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos;
asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre
vuestras manos.
1:16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis
ojos; dejad de hacer lo malo;
1:17 aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced
justicia al huérfano, amparad a la viuda.

Oseas. 6:6;

Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que


holocaustos.

Miqueas. 6:6-8

¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me


presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año?
6:7 ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?
¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi
alma?
6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti:
solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Y el apóstol Pablo habla de nuestro “culto racional” (Ro. 12:1-2)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional.

Lo que hacemos en la iglesia no es más que la punta del iceberg de la verdadera


adoración, la pequeña parte que más se ve; pero si no hay nada debajo de eso, si
no somos adoradores 24/7, ¡lo que hacemos en la iglesia no vale para nada!

Como dijo el Señor Jesucristo a aquella mujer samaritana, el Padre busca


verdaderos adoradores que le adoren. A fin de cuentas, él nos creó, nos dio la
vida, para eso: para que le adorásemos; y nos salvó para que lo hiciéramos “en
espíritu y en verdad”. ¡Que el Señor encuentre en nosotros los adoradores que él
anda buscando!
EL SER HUMANO FUE CREADO PARA ADORAR

Los antropólogos dicen que el hombre es un adorador por naturaleza; ¿qué significa
eso? Que si no adora a Dios, algún sustituto encontrará para adorar. ¿Qué es lo
que tú adoras? ¡Lo que más amas! Todos tenemos una lista de cosas que amamos,
y aunque no sepamos ordenarlas en nuestra mente, hay cosas que amamos más
que otras. Hay personas que descuidamos y hay otras que nos esmeramos en
atenderlas. Las que menos presente tenemos, son las que menos amamos, las que
más llaman nuestra atención, son las que más amamos, entonces, si Dios está en
primer lugar, él y lo que a él le agrada y lo que él quiere estará en primer lugar en
nuestra vida.

Si después de Dios está mi señora, amaré a Dios primero, luego a mi señora;


siempre hay un orden de prioridades aunque no nos demos cuenta de ello;
simplemente aquellas cosas que uno ama le dedica atención, tiempo y esfuerzo.
Cuando comienzas a desvalorizar algo, lo bajas de categoría; si te enojas con tu
esposa y ya no sientes lo mismo que antes por ella, ya la estás bajando de categoría
y estás poniendo otra cosa en su lugar… puede ser otra mujer u otra cosa, quizás
el trabajo, el auto, etc. Si no adoras a Dios, hay algo que ocupa el primer lugar en
tu vida en lugar de Dios. No te engañes: Si siempre estás cansado a la hora de leer
la Biblia, si estás cansado para ir a la iglesia, no digas que le amas, ¡eres un
mentiroso! Si tu no buscas a Dios y le das a él la prioridad por sobre todas las cosas,
no amas a Dios. Para que puedas decir que amas a Dios, le debe quedar claro a
todo el barrio que él es el primero en tu vida. Eso honra a Dios, y le da gloria. ¡Eso
es adorar a Dios!

Tengo que ver qué cosas son las que más atención le presto, que más tiempo,
atención, esfuerzo, inteligencia y sabiduría me llevan; si lo hago en Dios, le estoy
honrando y poniendo en primer lugar. ¡Esta iglesia se transformará en una iglesia
de adoradores, hasta la alfombra le dará la gloria a Dios! Todo lo que hacemos de
hecho o de palabra debe ser hecho para la gloria de Dios, tenemos que adorar a
Dios porque alguna otra cosa estará en su lugar y se convertirá en un ídolo. ¿No te
das cuenta que Dios es el postergado en tu vida? ¡Debes adorarle desde que sale
hasta que se pone el sol, desde ahora y hasta la eternidad! ¡El nombre del Señor
debe ser exaltado!

Es necesario que pongamos esta palabra en nuestro corazón y que venga a formar
parte de nuestros huesos; es necesario que la adoración sea un fruto natural de
nuestro ser. Hay que obligar a nuestra alma a adorar a Dios, así lo hacia el rey
David, de modo que cuando no tengas ganas, di: “Alma mía alaba, has sido creada
para alabar a Dios”. ¡Qué hermosa sinfonía habrá cuando todos alabemos a Dios!
Nadie puede alabar igual a otro porque cada alma es única y particular delante de
los ojos de Dios, él te ha dado características y dones únicos y tú le agradas a Dios
con esa característica que él te ha dado que es única.
Por lo tanto, cuando tú le alabas es como cuando llora un niño en el hospital: Hay
cientos de niños llorando, pero la madre sabe reconocer a su hijo en medio de los
otros llantos; igual es Dios, conoce exactamente cada hijo que le adora y le alaba.

Si reconoces que hasta hoy has vivido para ti, para tus propios deleites y no para
cumplir el propósito de Dios en tu vida, hoy es tiempo de cambiar, hoy es tiempo de
regresar a Dios. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:

“Señor, quiero agradarte con mis pensamientos, con mis palabras, con mis hechos;
quiero que todo el mundo sepa que te amo, no quiero avergonzarme de que te amo,
¡quiero que todos sepan que te amo! Quiero que seas el primero en mi vida, quiero
honrarte, quiero que transformes mi vida, mi corazón, que no sea el lugar de mi
adoración el culto o el templo, sino cada lugar donde voy. Que cada cosa que yo
haga que sea para ti, ayúdame que si estudio, estudie para tu gloria, que si trabajo,
trabaje para tu gloria. Transfórmame en un adorador, en una persona única, en una
persona que te ame. Hay quienes no se avergüenzan de adorar sus músculos, sus
casas, sus autos… Señor, no quiero avergonzarme de adorarte a ti, no solamente
en tu templo si no durante toda mi vida, desde ahora y hasta la eternidad, desde
que sale el sol hasta que se pone, ¡quiero adorarte! Quiero que obres en mí y que
mi adoración atraiga tu presencia y conmueva tu corazón. Transfórmame Señor,
hazme una nueva persona, conviérteme en un adorador, que te ame a ti más que a
todas las cosas, que el mundo sepa que tú eres mi primer amor, el deseado de mi
corazón, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

DIOS TE BENDIGA… gracias por leerlo sea de bendición para tu vida

ATT. ELIAS

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