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La Casa Presidencial del Fuerte de San Juan de Manzanillo, conocida como la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena

de Indias, descansa detrás del viejo Fuerte de San Juan de Manzanillo, construcción de origen español, en el extremo de
la península que forma la estrecha entrada al interior de la bahía de Cartagena. El sitio y los terrenos de la casa hacen
parte de la Academia Naval de la Armada Colombiana. Construido a mediados del siglo XVII, el Fuerte era la única
característica en el paisaje antes de la construcción de la casa y de la adaptación de sus terrenos. Restaurado por
Germán Téllez, se convirtió en parte integral de la casa presidencial.

Este proyecto de Rogelio Salmona es el resultado de una cuidadosa intervención en el paisaje, respetando y resaltando
la silueta de Manzanillo y creando un nuevo paisaje allí donde antes había un sitio árido ocupado por ruinas. Para
lograrlo, Salmona utilizó aquí principios pragmáticos simples derivados de la tradición hispano-morisca y también de
fuentes prehispánicos. La casa consiste en un complejo formado por siete patios. Los aposentos para el presidente, sus
huéspedes y el personal de compañía han sido cuidadosamente dispuestos alrededor de estos patios. Entre las otras
habitaciones se cuentan una sala, un comedor, salas de reuniones, una biblioteca y las áreas de servicio.

Accedemos al complejo a través de una plaza ceremonial que desemboca en un patio delimitado por un muro de piedra.
El patio nos recibe con una entrada, semejante a un nicho, en la cual agua, luz, vegetación, piedra y ladrillo estimulan
nuestros sentidos. La piedra coralina, ubicuamente utilizada, es del mismo tipo que los españoles emplearon en la
construcción de Cartagena y sus fortificaciones. La piedra se combina con ladrillo y tejas rojas, materiales tradicionales
de construcción en Colombia. Una cascada de helechos, vegetación exuberante y nativa, que se descuelga desde el
techo, da la bienvenida al visitante en el vestíbulo. El agua cobra presencia visual y acústica. Como en la Alhambra, se
encuentra por doquiera en este proyecto.

Del vestíbulo se puede acceder a un primer patio localizado en una de sus esquinas. El acceso a todos los demás patios
de la casa se encuentra previsto de la misma forma. Tanto dentro del patio como alrededor de las galerías que lo
rodean, la sensación de recinto es definitiva. La casa, a semejanza de un fuerte, actúa como un dominio defensivo,
protegiendo a sus ocupantes del clima y las miradas indiscretas.

A partir del patio de la recepción una red de seis patios adicionales, galerías y cámaras, algunas más privadas que otras,
va extendiéndose a medida que el visitante se mueve por la casa. La presencia permanente de árboles, arbustos y agua
permite la interacción con la naturaleza. En cada patio el agua brota de fuentes en los muros y fluye a través de la
geometría de las atarjeas, pequeños canales de ladrillo encastrados en un piso de baldosas de piedra. La presencia del
agua moviéndose en las atarjeas sirve como mecanismo de orientación, pues uno se desplaza siempre en el sentido de
la corriente o en contra de ella.

Cada patio ha sido bautizado según una característica natural que lo distingue de los otros: el patio de la entrada, el
patio del agua, el patio de los helechos, el patio de los buganviles, el patio del árbol de caucho, el patio del roble morado
y el patio de la fuente. La preocupación de Salmona de integrar arquitectura y naturaleza resuena incluso en los
nombres asignados a los espacios del complejo.

Los materiales de construcción utilizados persistentemente en la casa son ladrillo, teja, roca coralina, concreto y
maderas duras. Los cuartos, aunque varían en proporción según su función, mantienen una unidad continua. La
diferenciación, evidente en todas partes, ha sido establecida con sutileza extrema. La casa presidencial, elocuente en su
sobriedad, se convierte en una lección sobre el uso restringido de los materiales y las formas.
Los espacios en bóveda de ladrillo aquí utilizados evocan la Maison Jaoul, de Le Corbusier, sin que al cabo sean
corbusianos. Son la representación que Salmona hace de un tema espacial recurrente en la historia de la arquitectura
desde tiempos inmemoriales.

En la casa presidencial los tejados son terrazas. Pasearse sobre ellos es como pasearse sobre las murallas de Cartagena o
las viejas ruinas mayas. Salmona ha logrado reactivar la misma experiencia arquitectónica que se disfruta al caminar
sobre las formas arquitectónicas sólidas que constituyen la urdimbre del tejido histórico.

Una caminata sobre los tejados-terrazas de la casa presidencial ofrece vistas de cada patio en que, al mismo tiempo, se
involucra el horizonte. Tal caminata nos permite una nueva percepción de nuestra verticalidad en tanto que seres
humanos, dado que ÒarribaÓ y ÒabajoÓ adquieren una dimensión maravillosa.

La caminata finaliza en el extremo de la península, en donde se encuentra el fuerte restaurado. Desde allí es posible
contemplar, en la lejanía hacia el norte, la ciudad histórica de Cartagena de Indias. Más cerca, hacia el noroeste, los
grandes edificios de Bocagrande, la Miami Beach de Colombia, sobresalen en el horizonte. Por fortuna, la expansión
urbana y los recientes desarrollos turísticos se han llevado a cabo en esta franja de tierra, lejos del núcleo histórico
central, salvaguardándolo así de una eventual destrucción.

La Casa Presidencial del Fuerte de San Juan de Manzanillo, conocida como la Casa de Huéspedes Ilustres de Cartagena
de Indias, descansa detrás del viejo Fuerte de San Juan de Manzanillo, construcción de origen español, en el extremo de
la península que forma la estrecha entrada al interior de la bahía de Cartagena. El sitio y los terrenos de la casa hacen
parte de la Academia Naval de la Armada Colombiana. Construido a mediados del siglo XVII, el Fuerte era la única
característica en el paisaje antes de la construcción de la casa y de la adaptación de sus terrenos. Restaurado por
Germán Téllez, se convirtió en parte integral de la casa presidencial.

Este proyecto de Rogelio Salmona es el resultado de una cuidadosa intervención en el paisaje, respetando y resaltando
la silueta de Manzanillo y creando un nuevo paisaje allí donde antes había un sitio árido ocupado por ruinas. Para
lograrlo, Salmona utilizó aquí principios pragmáticos simples derivados de la tradición hispano-morisca y también de
fuentes prehispánicos. La casa consiste en un complejo formado por siete patios. Los aposentos para el presidente, sus
huéspedes y el personal de compañía han sido cuidadosamente dispuestos alrededor de estos patios. Entre las otras
habitaciones se cuentan una sala, un comedor, salas de reuniones, una biblioteca y las áreas de servicio.

Accedemos al complejo a través de una plaza ceremonial que desemboca en un patio delimitado por un muro de piedra.
El patio nos recibe con una entrada, semejante a un nicho, en la cual agua, luz, vegetación, piedra y ladrillo estimulan
nuestros sentidos. La piedra coralina, ubicuamente utilizada, es del mismo tipo que los españoles emplearon en la
construcción de Cartagena y sus fortificaciones. La piedra se combina con ladrillo y tejas rojas, materiales tradicionales
de construcción en Colombia. Una cascada de helechos, vegetación exuberante y nativa, que se descuelga desde el
techo, da la bienvenida al visitante en el vestíbulo. El agua cobra presencia visual y acústica. Como en la Alhambra, se
encuentra por doquiera en este proyecto.

Del vestíbulo se puede acceder a un primer patio localizado en una de sus esquinas. El acceso a todos los demás patios
de la casa se encuentra previsto de la misma forma. Tanto dentro del patio como alrededor de las galerías que lo
rodean, la sensación de recinto es definitiva. La casa, a semejanza de un fuerte, actúa como un dominio defensivo,
protegiendo a sus ocupantes del clima y las miradas indiscretas.

A partir del patio de la recepción una red de seis patios adicionales, galerías y cámaras, algunas más privadas que otras,
va extendiéndose a medida que el visitante se mueve por la casa. La presencia permanente de árboles, arbustos y agua
permite la interacción con la naturaleza. En cada patio el agua brota de fuentes en los muros y fluye a través de la
geometría de las atarjeas, pequeños canales de ladrillo encastrados en un piso de baldosas de piedra. La presencia del
agua moviéndose en las atarjeas sirve como mecanismo de orientación, pues uno se desplaza siempre en el sentido de
la corriente o en contra de ella.

Cada patio ha sido bautizado según una característica natural que lo distingue de los otros: el patio de la entrada, el
patio del agua, el patio de los helechos, el patio de los buganviles, el patio del árbol de caucho, el patio del roble morado
y el patio de la fuente. La preocupación de Salmona de integrar arquitectura y naturaleza resuena incluso en los
nombres asignados a los espacios del complejo.

Los materiales de construcción utilizados persistentemente en la casa son ladrillo, teja, roca coralina, concreto y
maderas duras. Los cuartos, aunque varían en proporción según su función, mantienen una unidad continua. La
diferenciación, evidente en todas partes, ha sido establecida con sutileza extrema. La casa presidencial, elocuente en su
sobriedad, se convierte en una lección sobre el uso restringido de los materiales y las formas.

Los espacios en bóveda de ladrillo aquí utilizados evocan la Maison Jaoul, de Le Corbusier, sin que al cabo sean
corbusianos. Son la representación que Salmona hace de un tema espacial recurrente en la historia de la arquitectura
desde tiempos inmemoriales.

En la casa presidencial los tejados son terrazas. Pasearse sobre ellos es como pasearse sobre las murallas de Cartagena o
las viejas ruinas mayas. Salmona ha logrado reactivar la misma experiencia arquitectónica que se disfruta al caminar
sobre las formas arquitectónicas sólidas que constituyen la urdimbre del tejido histórico.

Una caminata sobre los tejados-terrazas de la casa presidencial ofrece vistas de cada patio en que, al mismo tiempo, se
involucra el horizonte. Tal caminata nos permite una nueva percepción de nuestra verticalidad en tanto que seres
humanos, dado que ÒarribaÓ y ÒabajoÓ adquieren una dimensión maravillosa.

La caminata finaliza en el extremo de la península, en donde se encuentra el fuerte restaurado. Desde allí es posible
contemplar, en la lejanía hacia el norte, la ciudad histórica de Cartagena de Indias. Más cerca, hacia el noroeste, los
grandes edificios de Bocagrande, la Miami Beach de Colombia, sobresalen en el horizonte. Por fortuna, la expansión
urbana y los recientes desarrollos turísticos se han llevado a cabo en esta franja de tierra, lejos del núcleo histórico
central, salvaguardándolo así de una eventual destrucción.

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