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FUNDAMENTOS DE LA PASTORAL SOCIAL.

El objetivo de la Pastoral Social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo,


sino eminentemente práctico y personal. Debería cambiar nuestras vidas y
ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto al bien
común, a la persona humana, tanto como individuo, y como sociedad,
especialmente por lo que tiene que ver con esa mayoría que está en necesidad.
Los fundamentos de la Pastoral Social, los encontramos en la Doctrina Social de
la Iglesia en tres elementos:

1.- su definición ¿qué es la Doctrina Social de la Iglesia?


2.- su naturaleza o el contenido de la enseñanza social católica,
3.- fundamentos de Pastoral Social: el mandamiento de Jesús de amar, la
dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad.
4.- líneas de acción.

1.- ¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?

"La Doctrina Social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora,


la difunde y la enseña. No es una prerrogativa de un componente del cuerpo
eclesial, sino de toda la comunidad: es expresión de la manera en que la Iglesia
comprende la sociedad y se relaciona con sus estructuras y cambios. Toda la
comunidad eclesial sacerdotes, religiosos y laicos contribuye a constituir la
doctrina social, según la diversidad de sus tareas, carismas y ministerios en su
seno. Las múltiples y multiformes contribuciones son expresiones del
sobrenatural sentido de la fe de todo el Pueblo son asumidas, interpretadas y
unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de
la Iglesia". (Cfr. Compendio Doctrina Social de la Iglesia No. 79).

La Doctrina Social Católica se enfrenta seriamente con las realidades y


estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a
las situaciones sociales, políticas y económicas, que atentan en contra de la
dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las
realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio.

La Doctrina Social Católica pertenece al marco de la teología y especialmente de


la teología moral. Según las palabras del magisterio, es la formulación exacta de
los resultados de la cuidadosa meditación de las complejas realidades de la
existencia humana en sociedad, y en un contexto internacional, a la luz de la fe
y de la tradición viva de la Iglesia. Es un conjunto de principios, criterios y
directrices de acción, con el objeto de interpretar las realidades sociales,
culturales, económicas y políticas, determinando su conformidad o
inconformidad con las enseñanzas del Evangelio sobre la persona humana y su
vocación terrenal y trascendente. La Doctrina Social Católica no es una utopía,
en el sentido de un proyecto social imposible de alcanzar.

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2.- Naturaleza y contenido de la Enseñanza social católica

"Con su enseñanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en


la compleja red de las relaciones sociales. No se trata simplemente de alcanzar
al hombre en la sociedad el hombre como destinatario del anuncio evangélico,
sino de fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio. La sociedad,
y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen
un ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al
mensaje y a la economía de la salvación. La sociedad, en efecto, con todo lo que
en ella se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son
el camino primero y fundamental de la Iglesia". (Compendio Doctrina Social de
la Iglesia No. 62)

El contenido de la doctrina social se expresa en tres niveles:

a).- Principios y valores fundamentales. La Doctrina Social de la Iglesia


adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las
ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la
dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación,
la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores
fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.

b).- Criterios de juicio: para valorar los sistemas económicos, instituciones,


organizaciones, etc., utilizando para ello el análisis de la realidad. Ejemplos:
valoración de la Iglesia acerca del liberalismo, el racismo, la globalización, los
salarios justos, etc…

c).- Líneas de acción: brinda opiniones contingentes sobre acontecimientos


históricos. Esto no es una deducción lógica y necesaria que surja de los
principios, sino el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la
percepción de la realidad; la opción preferencial por el pobre, la defensa de la
vida humana, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades
políticas, económicas y sociales.

3.- Fundamentos de la Pastoral Social

El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento


proclamado por Jesús de amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu
prójimo como te amas a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral
cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la Iglesia que es parte de esta
moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es sólo el primero y
más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o
compendio de todas las leyes de Dios y del mensaje de los profetas. La doctrina
social de la Iglesia proporciona por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Cómo
debo amar a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y
social? Debe impregnar nuestra vida entera y conformar nuestras acciones y
nuestro ambiente según el Evangelio. Éste es un principio muy importante para
superar la tendencia a ver la economía y la política como algo totalmente

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separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí donde un cristiano
hace que su fe influya en los asuntos temporales. El Mandamiento del amor es
por lo tanto, el fundamento general de la doctrina social de la Iglesia.

Unidos a este primer fundamento existen los cuatro principios específicos sobre
los que se apoya el edificio entero de la Doctrina Social de la Iglesia: la dignidad
de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad.

1).- La dignidad de la persona humana: El primer principio específico es el


de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los
derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la
economía y la cultura uno debe primero entender qué es el ser humano y cuál
es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios,
tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un
fin y no sólo como un medio. Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor,
hablaba de la oveja perdida, nos enseñaba lo que Dios piensa del valor de la
persona humana individual. El pastor deja a las 99 en el aprisco para buscar a
la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en masa, o en porcentajes, sino
como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable.

En su carta encíclica Centessimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayaba la


centralidad de este principio: "... toda la doctrina social de la Iglesia, es la
correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque el
hombre… en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma. En él
ha impreso su imagen y semejanza, confiriéndole una dignidad incomparable" (
Centessimus Annus, No. 11 ).

De ahí que la Iglesia no piense primero en términos de naciones, partidos


políticos, tribus o grupos étnicos, sino más bien en la persona individual. La
Iglesia, como Cristo, defiende la dignidad de cada individuo. Comprende la
importancia del estado y de la sociedad en términos de servicio a las personas
y a las familias, en vez de en sentido contrario. El estado, en particular, tiene el
deber de proteger los derechos de las personas, derechos que no son concedidos
por el estado mismo sino por el Creador.

2).- El bien común. El segundo principio específico de la doctrina social de la


Iglesia es el principio del bien común. El Concilio Vaticano II lo define como "el
conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y
a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia
perfección" ( Gaudium et Spes 26 y 74; y el Catecismo de la Iglesia Católica,
1906 ).

El hombre, creado a imagen de Dios que es comunión trinitaria de Personas,


alcanza su perfección no en el aislamiento de los demás, sino dentro de
comunidades y a través del don de sí mismo que hace posible la comunión. El
egoísmo que nos impulsa a buscar nuestro propio bien en detrimento de los
demás se supera por un compromiso con el bien común.

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El bien común no es exclusivamente mío o tuyo, y no es la suma de los bienes
de los individuos, sino que crea más bien un nuevo sujeto "nosotros" en el que
cada uno descubre su propio bien en comunión con los demás. Por ello, el bien
común no pertenece a una entidad abstracta como el estado, sino a las personas
como individuos llamados a la comunión.

3).- Principio de Subsidiariedad. El tercer principio específico de la Doctrina


Social es el principio de subsidiariedad. Fue formulado por primera vez bajo este
nombre por el Papa Pío XI en su carta encíclica de 1931 "Quadragesimo Anno".
Este principio nos enseña que las decisiones de la sociedad se deben tomar en
el nivel más bajo posible, por tanto al nivel más cercano a los afectados por la
decisión. Este principio se formuló cuando el mundo estaba amenazado por los
sistemas totalitarios con sus doctrinas basadas en la subordinación del individuo
a la colectividad. Nos invita a buscar soluciones para los problemas sociales en
el sector privado antes que pedir al estado que interfiera. Incluso antes de la
encíclica de Pío XI, el Papa León XIII mismo insistía "sobre los necesarios límites
de la intervención del Estado y sobre su carácter instrumental, ya que el
individuo, la familia y la sociedad son anteriores a él y el Estado mismo existe
para tutelar los derechos de aquél y de éstas, y no para sofocarlos" (Centessimus
Annus, 11).

4).- Principio de Solidaridad: el cuarto principio específico en que fundamenta


la Doctrina Social de la Iglesia fue formulado recientemente por Juan Pablo II en
su carta encíclica "Sollicitudo Rei Socialis" (1987). Este principio es el llamado
principio de la solidaridad. Al hacer frente a la globalización, a la creciente
interdependencia de las personas y los pueblos, debemos tener en mente que la
familia humana es una. La solidaridad nos invita a incrementar nuestra
sensibilidad hacia los demás, especialmente hacia quienes sufren.

Pero el Santo Padre añade que la solidaridad no es simplemente un sentimiento,


sino una virtud real, que nos permite asumir nuestras responsabilidades de unos
con otros: "no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas,
cercanas o lejanas, al contrario, es la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para
que todos seamos verdaderamente responsables de todos". (Sollicitudo Rei
Socialis 38).

4.- Líneas de Acción

"La doctrina social es parte integrante del ministerio de evangelización de la


Iglesia. Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres situaciones y
problemas relacionados con la justicia, la libertad, el desarrollo, las relaciones
entre los pueblos, la paz, no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa
si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre
el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Entre
evangelización y promoción humana existen vínculos profundos: vínculos de
orden antropológico, lazos de orden teológico, y vínculos de orden

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eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar
el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero,
el auténtico crecimiento del hombre?" (Compendio Doctrina Social de la Iglesia
No. 66).

La Iglesia Diocesana debe aplicar la Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia,


especialmente en las siguientes áreas del trabajo ministerial y apostólico:

1.- Leer y tener un conocimiento bueno y preciso de las enseñanzas sociales de


la Iglesia, para ser capaces de exponerlas con seguridad y claridad, y
cerciorarnos de que enseñamos en nombre de la Iglesia lo que efectivamente
enseña la Iglesia, no nuestras propias opiniones personales.

2.- Humildad, para no tener que saltar de principios generales a juicios concretos
definitivos, especialmente cuando se expresan de manera categórica y absoluta.
No debemos ir más allá de los límites de nuestro propio conocimiento y
competencia específica.

3.- Realismo en la determinación de la condición humana, reconociendo el


pecado pero dejando sitio para la acción de la gracia de Dios. En medio de
nuestro compromiso por el desarrollo humano, nunca perder de vista que la
vocación del hombre es sobre todo la de ser santo y gozar de Dios eternamente.

4.- Concentrarnos primero en nuestras propias vidas y en nuestras


responsabilidades personales, sociales, económicas y políticas, evitando la
tentación de usar la Doctrina Social de la Iglesia como un medio para juzgar.

5.- Los laicos son evangelizadores del mundo, son los verdaderos expertos en
sus campos de competencia y tienen la vocación específica de transformar las
realidades temporales según el Evangelio, respondiendo siempre y por encima
de todo a su llamado a la santidad.

5.- Hacia un Ministerio integrado en la Iglesia Diocesana de una Pastoral


Socio - Caritativa

1.- El Ministerio integrado en la Iglesia Diocesana: La referencia eclesial


de la Pastoral Socio - Caritativa ha de ser su realización en la Iglesia diocesana.
Es en cada Diócesis, en comunión con el obispo y pastor, donde Pastoral Socio
- Caritativa encuentra su lugar dentro de la Iglesia, actuando como un elemento
dinámico e integrador en la pastoral de conjunto.

Por ello, la Pastoral Socio - Caritativa no es en la Diócesis una organización


carismática optativa que, desde fuera, se pone a su servicio; ni una sucursal de
una organización supradiocesana. Es, más bien, un ministerio pastoral con el
cual, el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de su
Iglesia diocesana en la promoción, armonización y actualización de una
dimensión irrenunciable de la Iglesia que preside: la Acción Socio - caritativa,

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como parte esencial de la acción evangelizadora junto al Ministerio de la Palabra
- la Catequesis y la Acción Litúrgica.

La Iglesia existe para evangelizar y la evangelización define su misión e identidad


más profunda. La evangelización es, a un tiempo, contenido del Evangelio y
motivo de credibilidad y testimonio, en tanto en cuanto configura el modo de
vida del testigo.
El amor a los más necesitados a los que son menos, es ante todo, mensaje y
contenido esencial del Evangelio. Antes y más que imperativo moral es
Evangelio, buena noticia, motivo de alegría; porque es el anuncio del amor que
abraza, acoge y libera. Después y sólo por eso, es exigencia. Jesús anunció y
realizó este Evangelio.

2.- Dimensión evangelizadora de la Pastoral Socio-Caritativa: El


Testimonio

La acción socio caritativa de la Iglesia expresa con sus hechos los signos del
Reino de Dios: el trabajo por la justicia, la solidaridad con los últimos, la acogida
incondicional. A través de este testimonio, a veces sin palabras ni textos escritos
constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero muy clara y eficaz, de
la Buena Nueva.

El testimonio que reclama la evangelización, cuando se confronta con la situación


de nuestro mundo, es la opción preferencial por los pobres, que ha quedado
consagrada plenamente en las palabras del mismo Juan Pablo II: "La Iglesia en
todo el mundo... quiere ser la Iglesia de los pobres... quiere extraer toda la
verdad contenida en las Bienaventuranzas de Cristo y sobre todo en esta
primera: "Bienaventurados los pobres de espíritu..." Quiere enseñar la verdad y
quiere ponerla en práctica, igual que Jesús vino a hacer y a enseñar... los pobres
merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o
personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser
sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por eso, Dios toma
su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de
la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de
Jesús". (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 60)

3.- La Pastoral Socio - Caritativa dentro de la Pastoral de Conjunto

De la misma forma que la inculturación del Evangelio exige renovarse en el ardor


y la manera de anunciar a Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo, así
debemos adoptar los caminos y métodos más apropiados para hacer presente
el amor de Dios en el panorama actual de la pobreza y de los pobres. Es la hora
de una nueva 'imaginación de la caridad', que promueva no tanto y no sólo la
eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y
solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como
limosna humillante, sino como un compartir fraterno. (Juan Pablo II. Novo
millennio ineunte No.50). Individualmente, y desde nuestras comunidades
parroquiales e instituciones, estamos llamados a desarrollar la "diakonía", como

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ayuda, solidaridad, compartir fraterno, comunión. La imaginación de la caridad
supone ver a los pobres en la luz del misterio de Cristo y de su misión.

"Con su doctrina social la Iglesia se propone ayudar al hombre en el camino de


la salvación: se trata de su fin primordial y único. Esta misión configura el
derecho y el deber de la Iglesia a elaborar una doctrina social propia y a renovar
con ella la sociedad y sus estructuras, mediante las responsabilidades y las
tareas que esta doctrina suscita.

Al don de la salvación, el hombre debe corresponder no sólo con una adhesión


parcial, abstracta o de palabra, sino con toda su vida, según todas las relaciones
que la connotan, en modo de no abandonar nada a un ámbito profano y
mundano, irrelevante o extraño a la salvación.

Por esto la doctrina social no es para la Iglesia un privilegio, una digresión, una
ventaja o una injerencia: es su derecho a evangelizar el ámbito social, es decir,
a hacer resonar la palabra liberadora del Evangelio en el complejo mundo de la
producción, del trabajo, de la empresa, de las finanzas, del comercio, de la
política, de la jurisprudencia, de la cultura, de las comunicaciones sociales, en el
que el hombre vive.(Compendio Doctrina Social de la Iglesia No. 69 y 70).

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