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Así le llamó el general José de San Martín.
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Abogado.
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Alfonso Reyes Carta prólogo a Mediz Bolio Cita de Gabriela Mistral.
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Oscar Tabernise y Silvia Vásquez – ambos argentinos – iniciaron una investigación que los llevó a recorrer
sitios increíbles y a descubrir detalles históricos nunca revelados hasta ahora.
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Después de tanto recorrer, los autores dicen que estaba claro por qué dos hombres
tan lúcidos como Belgrano y San Martín admiraban a los incas: “sus principios básicos
eran: no mientas, no robes, no seas haragán. Tenían un sistema social inclusivo en el que
no existía la pobreza. Todos los excedentes eran redistribuidos con igualdad. Creían que el
pueblo eran todos y todos trabajaban las tierras”, cuenta Vázquez.
Quien mejor les transmitió a estos investigadores la sabiduría y tradición de los
incas fue Juan Núñez del Prado. El antropólogo les habló de los pakos, sacerdotes que son
líderes sociales y espirituales.
Vázquez cuanta que uno de los principios que sugiere que se restablecerá esa “edad
dorada”. En el año del 2012.
¿Será entonces el regreso del Inca?
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Katia Gibaja5 corrige algunas fechas de la historia oficial, que ignora el proyecto de
la “Gran Nación Americana”. Según su investigación, Tupac Amaru estuvo en Argentina
cuando se fortaleció la lucha contra los realistas.
Para la investigadora Katia Gibaja, Juan Bautista Condorcanqui Tupac Amaru fue
mucho más que la figura elegida por Manuel Belgrano para el “Plan del Inca” un proyecto
que impulsaba la restauración de un descendiente de la casa de los Incas en el “trono de las
Provincias Unidas de Sudamérica”. Un anhelo en el que también se había embarcado José
de San Martín.
Para Gijaba, el último inca vivo arribado a Buenos Aires – casi por casualidad – fue
en realidad uno de los principales ideólogos del primer proyecto de integración
sudamericana surgido en los primeros años de 1800. Este episodio de nuestra historia,
omitido casi por completo en los libros de texto, comenzó a salir a la luz gracias al trabajo
de diferentes investigadores interesados en que se conozca la “verdadera identidad” de
Sudamérica.
La historia de Juan Bautista Tupac Amaru se representó en los inicios como un
complejo y raro rompecabezas que fue tomando forma con paso muy lento.
Juan Bautista había nacido en Tungasuca, provincia de Tinta (Cuzco) y era el
hermano menor de José Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru, líder de la mayor sublevación
indo americana, feroz intento que pagó con su vida. Fue asesinado. “Su muerte fue muy
cruel. Le arrancaron la lengua y después lo descuartizaron y enviaron sus miembros a
Surimana, Pampamarca, Cheqakupe y Tinta, para que todo el mundo aprendiera la
lección”.6
Ese 4 de noviembre de 1781 – fecha de la muerte de José Gabriel – toda la familia
Tupac Amaru corrió la misma suerte, pero hubo uno a quien el destino reservaba aún
nuevos papeles: Juan Bautista.
“Juan Bautista fue confundido con un reo común y se salvó del descuartizamiento.
Fue apresado y encerrado en el Cuzco; y el 22 de noviembre de 1783, fue enviado a un
calabozo del Callao. De ahí fue embarcado rumbo a Cádiz”7.
Después de pasar cuatro meses en condiciones infrahumanas en Río de Janeiro, los
prisioneros partieron rumbo a Cádiz, donde desembarcaron en 1785. Desde allí, Tupac
Amaru fue conducido al Castillo de San Sebastián, donde estuvo tres años. Luego fue
enviado a Ceuta (África), donde estuvo encerrado por más de treinta años.
“En 1813 llegó allí Marcos Durán Martel, religioso agustino y revolucionario
peruano, que lo ayudó a conseguir su libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires”, narra la
investigadora.
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Licencia en Psicología e historiadora peruana, autora de diversos trabajos de investigación, que ha vivido en
Salta, Argentina desarrollando sus investigaciones sobre el incariato. Gibaja es presidenta de la Fundación
Ecos de la Patria Grande y responsable del Centro de Información Andina del Museo de Arqueología de Alta
Montaña.
6
Katia Gibaja. Cit.
7
Id. Las pruebas de que el menor de los Tupac Amaru salió vivo de Cuzco se encuentran en el Museo Inka
de la Universidad Nacional de San Antonio Abad de Cusco. Allí existen las actas donde figuran las listas de
los reos deportados a España. Entre los nombres figura el de Juan Bautista y el de un tío suyo de avanzada
edad, quien también había sobrevivido a la matanza.
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El Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas en su publicación “Genealogía” (Buenos Aires, 1966) da
cuenta que el investigador doctor Gianello en su búsqueda señala como presunto candidato a Dionisio Inca
Yupanqui, nacido en el Cuzco: educado en el Seminario de Nobles de Madrid. Como militar llegó al grado de
coronel de un Regimiento de Dragones habiendo luchado contra los franceses.
Luis Guemes en su obra “Guemes Documentado” que un escrito procedente de Río de Janeiro, del 29 de
agosto de 1816, expresa que: “La persona que se supone tiene en vista el Congreso es un oficial del Ejército
Español que actualmente se encuentra en España, si es que no está en Madrid mismo”. Esta noticia hace
presumir, aunque no confirmar, que este habría sido el candidato por su elevada posición social y su
relevancia política al representar al Perú en las Cortes de Cádiz.
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Gibaja. cit
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intestina peregrina desilusionada, que pregunta en muchas partes hacia dónde debe ir.
Ingenua, sin conocer ni tener conciencia de misión propia…camina incesante entre ciento
de escollos y días tristes.
La identidad propia, la secuestrada por manos usureras durante siglos, es como “El
Dorado” que hace quinientos años buscó Pedro de Urzúa y el loco Aguirre, sin más
resultado que la tragedia. Muchos de los nuestros, seguramente, ni siquiera conocen el
hecho de que se busca nuestra identidad verdadera. Allí la raíz de nuestras confusiones, de
nuestras dudas, de nuestras contradicciones, de nuestras desavenencias, de nuestra
trucidaciones intestinas. Porque no puede alcanzarse la unidad entre hermanos despojados
de conciencia histórica, de memoria y de legado.
Se ha recordado (poquísimas veces) el caso de los tres niños de Llullaillaco, de
ascendencia inca del Siglo XV; aparecieron para mostrar quiénes fueron realmente los
famosos ‘indios’ (palabra inventada por el conquistador europeo)…en el corazón de
Buenos Aires aparece un inca de séptima generación que duerme oculto bajo los duros
cementos y mármoles de “la Recoleta”, protagonista de nuestra emancipación social y
cultural, y que aún puede hablarnos acerca de nuestra verdadera historia escudriñando más
entre sus huellas.
Don Manuel Belgrano, como buena parte de los grandes hombres de su época,
defendió el sistema de gobierno monárquico y no el republicano que se dibujaba al mundo
desde la coqueta Francia.
En 1815 aventuró, junto con Rivadavia, una misión hacia Europa, para conseguir un
monarca europeo para el Río de la Plata.
Realizaron gestiones para conseguir que Carlos IV autorizara a Francisco de Paula a
erigirse en monarca de la región sur de Hispanoamérica, pero la gestión fracasó frente a la
firme posición de Fernando VII que todavía esperaba -vana esperanza-, recuperar las
antiguas colonias de América que habían sido de los suyos por tres siglos.
Decepcionado ante la imposibilidad, Belgrano volvió a la capital del Plata, y pasó
entonces a sostener y defender una forma de gobierno monárquica sin rey ni monarca
extranjero sino propio. Un monarca americano, un descendiente de la antigua casa de los
Incas. Sus ideas políticas las expondrá en el Primer Congreso de Tucumán.
Declarada la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América – 9 de julio
de 1816 – (porque esa declaración tiene el enorme mérito, también oculto, de no pretender
la independencia de una u otra provincia o estado independiente, que como tales no
existían al entonces, como no existían esas fronteras y límites nacionales en los que nos
hemos encontrado encerrados, unos y otros, por doscientos años, privándonos de todo
destino superior), pareció necesario establecer la forma de gobierno.
La Independencia de las Provincias Unidas de Sud América comprendía un espacio
(más bien una dimensión) más vasta y profunda que lo que pudiera entenderse por la actual
República Argentina..
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Belgrano, recién había vuelto desde Europa, bajo los efectos de la desilusión del
fracasado proyecto de coronar, entre nosotros, a un monarca europeo.
Fue de este modo y por estas razones que propuso una “monarquía atemperada”,
bajo los modelos de la monarquía inglesa, pero bajo la cabeza de un soberano de origen
natural al nuevo reino, un emperador legitimo inca que, desde el punto de vista histórico
(en el que la Santa Alianza europea fundaba sus intenciones políticas de reposición de los
legítimos soberanos depuestos por las acciones napoleónicas en la Europa continental), no
podía ser otro que un miembro legítimo y directo de la antigua Casa de los Incas.
Expresó Belgrano: “…sería la Casa de los Incas la que debería representar la Soberanía
Nacional, única por que anhelo, tanto más cuanto se me ha hecho la atroz injuria de
conceptuarme un traidor, que trataba de vender mi patria a otra dominación extranjera”11/12.
10
Eduardo Astesano, Juan Bautista de América, el Rey Inca de Manuel Belgrano. Buenos Aires, Castañeda,
1979, p. 122.
11
Oficio del 12 de junio de 1816, la misma fecha en que se aceptaba la moción sobre el Inca en el Congreso.
En. Eduardo Astesano, ibídem, p. 276.
12
El asunto que motivó la especial atención del Congreso de Tucumán, antes y después de la declaración de
la independencia, fue la forma de gobierno. Con anterioridad al 9 de julio ya estaban de acuerdo la mayoría
de los congresales en implantar un régimen monárquico constitucional.
El 6 de mayo de 1816, después de la sesión ordinaria, el diputado presidente doctor Narciso Laprida, hizo
despejar la barra y el Congreso comenzó su sesión secreta. El general Belgrano, que en esos momentos tenía
sólido influjo en los congresales, fue convocado para que por sus conocimientos de los intereses de Europa
expusiese sus opiniones sobre el estado actual, de las Provincias Unidas, así como de las esperanzas que
pueden tenerse en cuanto a obtener su protección.
Belgrano fue claro y explícito al manifestar que el movimiento de Mayo de 1810 fue visto con simpatía en
Europa pero, que con el correr del tiempo, no ocurría lo mismo por el continuo estado de anarquía y desorden.
Dijo también que se había producido una mutación completa en Europa con respecto a las formas de gobierno
y que así como el espíritu general de las naciones había sido republicanizarlo, ahora se trataba de
monarquizarlo todo y que Inglaterra con su constitución de monarquía daba un ejemplo que se quería imitar y
ya lo habían imitado la Francia y la Prusia.
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Siguiendo su exposición afirmó que, de acuerdo con estos principios, la forma de gobierno más conveniente
para las Provincias Unidas era la monarquía temperada y que había que llamar a la dinastía de los incas por la
justicia que en si envuelve la restitución de esta Casa, tan inicuamente despojada del trono, que esto además
daría firmeza a la independencia que estamos a punto de declarar y que la sola noticia de la restauración de
los incas despertaría el entusiasmo general de los pueblos del interior.
13
Eduardo Astesano, op. Cit., p. 123.
14
Apenas terminó la reunión secreta, se reunieron los diputados de Buenos Aires. Escribieron en “La
Crónica Argentina” varias publicaciones contra la idea del inca, con la que saben que además de Belgrano
están de acuerdo José de San Martín y Martín Miguel de Guemes y que son tres hombres muy poderosos que
hay que contrarrestar.
Pero recién se abocaron a su tratamiento a partir de la sesión del 12 de julio, oportunidad que el representante
de Catamarca, el Presidente Manuel Antonio Acevedo propuso que se eligiera un monarca entre los
descendientes de los incas.
Entre las burlas de los periodistas de Buenos Aires, refiriéndose al posible soberano inca decían que “al rey
pata sucias habría que buscarlo en alguna pulpería o taberna del altiplano” o “que habría sacarlo borracho de
alguna chichería”. Por todos lados se descartaba que el futuro monarca debía ser un príncipe español o
portugués, o francés, o inglés. Era más patriótico coronar a uno de América.
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vastas una amenaza cierta para sus propios predominios. Por último, esa enorme mala
fortuna que como sombra perniciosa ha acompañado a los mejores proyectos de la América
del Sur, y que humedeció a las más grandes personalidades nuestras – Bolívar, San Martín,
O’Higgins y tantos otros notables – permitió que se inoculara en el fondo de nuestra
conciencia social el óxido de las divisiones.
De este modo, se hizo humo la oportunidad de crear un Reino que hubiese integrado
la Hispanoamérica del Sur, similar en extensión o superando al Brasil. Después, todo fue
un embarcarse en la teoría de las “patrias chicas”.
Que no se diga, pues, (esto al menos) que nuestra América del Sur no tuvo frente a
sí la hora feliz (esto es, la contraria de la “hora aciaga”) en que pudo escoger el camino que
la llevaría a ser una potencia unida, de proporciones incomparablemente mayores de todas
cuantas hemos conocido en los últimos doscientos años.
No es fácil llevar a la comprensión general (si es que esta comprensión existe y es
posible en días como los actuales en que la confusión ha tomado ese sitio por usurpación
desdeñosa) la idea monárquica del general Manuel Belgrano; mucho más cuando es dable
establecer que dicho proyecto era compartido con el mismísimo General San Martín,
Pueyrredón, Anchorena, O’Higgins y tantos otros célebres de ese momento crucial de
América.
Y, por supuesto, no es la monarquía como sistema de gobierno lo que interesa
destacar ni menos rescatar porque toda forma (y la monarquía no es más que una forma de
darse gobierno) es accesoria a la sustancia, por mucha importancia que se desee concederte
a las formas…que alguno efectivamente tienen.
Interesa más remarcar, en la sustancia del proyecto, dos cuestiones centrales que, al
día poseen el más alto grado de interés y actualidad: la integración efectiva de los pueblos
de Hispanoamérica (sobre la que todos hablan y nadie hace nada concreto y real) y, más
importante aún que lo anterior, el reconocimiento del valor de nuestra cultura propia
ancestral – la cultura de la mayor parte de los antepasados de los nuestros actuales (aunque
por ahí se lo niegue como si se tratara de una injuria atroz) – como fundamento de nuestra
identidad (lo que es lo mismo que decir…de nuestro futuro).
Con el óxido de la estúpida ironía mal empleada (que en nuestras clases altas opera
como lluvia de fuego que incinera y a la que casi nadie se anima a enfrentar tan solo por no
resultar “diferente” del resto del ganado), la publicidad rioplatense de la época denominó al
último inca como el “rey patas sucias”, al que había que buscar “en alguna pulpería o
taberna del altiplano”.
Un disparo de esta clase (conocemos otros tantos) sobre una sociedad blanda y
aparatosa como el merengue, de conciencia y voluntad desposeída de todo sentido de
autoridad y seguridad en sí misma, copista por estructura de cuanto influjo o moda
extranjera traigan los vientos (aún los vientos que preceden a los peores temporales) y, por
lo mismo, temerosa hasta la saciedad del “ridículo social” o de la llamada “vergüenza
ajena” (que es absolutamente propia), cayó como ceniza sobre Sodoma. Bastó lo de “patas
sucias” para que todos ruborizaran; y, del rubor mezquino se huyó, como siempre sucede
con los enclenques morales, hacia los distantes territorios de la indigencia, de la ingratitud,
cuya ciudad capital de llama “si te he visto no me acuerdo”.
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Tupac Amaru tenía un hermano, casi octogenario, preso en los calabozos de Cádiz y
otros parientes cercanos en su confinamiento de Tinta.
En uno u otro pensaban los diputados que llegaron a Tucumán.
Al tiempo de la Independencia, el grueso de la población argentina se concentraba
desde Córdoba al Norte, y miraba hacia Potosí, que era el gran centro económico de esta
parte de América. La población en esa amplia región no sólo era más numerosa, respecto
de la Argentina, sino más fuerte en ella los elementos culturales españoles, indígenas y
mestizos.
El proyecto de Belgrano atraía al pueblo, y era del pueblo de donde se nutría
principalmente el ejército naciente que sostuvo el proceso de Independencia en medio de
batallas que, en su conjunto, conformaron una verdadera guerra dura y encarnizada. En
Argentina, Chile, Perú y Alto Perú.
El límite Norte de todo este territorio –conforme a la conciencia social de aquella
época– no estaba en la Quebrada de Huma huaca, ni en el valle de Orán, ni en Arica, sino
en el Lago Titicaca.
La “patria chica” de los grandes hombres de nuestra Independencia era muchísimo
más vasta, amplia, de horizontes distantes, que no la reducida con que trabajan los
operadores políticos del momento.
La capital en el Cuzco propuesta por el diputado catamarqueño Acevedo, a la que
hoy se reconoce en todo el mundo como la joya cultural de nuestra América (en este caso
de toda la América, del sur, centro y norte, porque nada tienen los Estados Unidos, en su
inmensa riqueza pueda comparársele), hubiera significado el centro cultural e histórico de
la unidad de la Hispanoamérica del Sur.
Una Hispanoamérica del Sur… ¡unificada de hecho y de derecho en 1816.
Nada de lo que hoy se debate en nuestros ambientes internacionales o diplomáticos,
tendría hoy –y desde hace doscientos años – sentido alguno.
Bolívar, con razón, ha sido declarado el padre de la integración hispanoamericana,
expresión curiosísima desde que la integración aún no ha nacido y no se sabe el día que
nacerá, nadie ha reconocido en Belgrano al estadista americano que más lejos llevó el
último (más bien el único) proyecto concreto de integración hispanoamericana. Belgrano,
más que Bolívar, caminó hasta el punto de encontrarse a las puertas del milagro. (Porque
milagro es cuanto nace).
Belgrano alcanza por esta actuación suya – aunque se le haya sepultado bajo las
cenizas esparcidas en 1816 y 1817 – como un estadista de dimensión continental y “no sólo
al “buenazo” de la historia oficial con su proyecto”.
Al falsificar su historia, nuestros pueblos han falsificado también nuestra geografía
social y territorial y, hemos entregado al dominio de la confusión reinante todos los
aspectos esenciales de nuestra identidad como personas y pueblos.
¿Se conoce cuál fue el premio de consuelo que la blanda sociedad entregó a
Belgrano para no resentirlo con la nueva desilusión que sobre él se dejó caer?
El Congreso independentista de Tucumán, prontamente trasladado en sus funciones
y aparatos a la ciudad de Buenos Aires (que para el entonces no era más que una aldea)
determinó por amplia mayoría la creación del pabellón nacional argentino – como hoy le
conocemos – con el sol de los incas en su centro. Para eterno reconocimiento de la buena
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Gabriela. Croquis Mexicano. Una puerta colonial. Noviembre de 1922.
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