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América : Cahiers du CRICCAL

Ricardo Rojas y la argentinidad


Nilda Diaz

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Diaz Nilda. Ricardo Rojas y la argentinidad. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°3, 1988. Les mythes identitaires en
Amérique latine. pp. 233-253;

doi : https://doi.org/10.3406/ameri.1988.939

https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_1988_num_3_1_939

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RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD

Nilda DIAZ

Llntroducciôn

A lo largo de una vida dedicada al estudio, a la consulta de


bibliotecas y al cotejo de documentos, Ricardo Rojas ofrece en su obra un
vasto campo de anâlisis, si no desdefiado totalmente por la critica - omision
imposible - realizado con no pocos prejuicios, como si los afios al pasar
hubiesen cavado un profundo abismo entre ese nombre, su época, las
exigencias de su contorno, o lo que él viviô como taies, y las generaciones
posteriores.
Rojas enlaza la obra cultural de la época colonial y del siglo XIX con
la del XX ; mâs aûn : inscribe ese conjunto de realizaciones en un proceso,
siendo como es, mâs que hombre de monografîas, constructor de
panoramas asentados sobre la sustancia viva de la historia y de la geograf fa. Utiliza,
en la medida en que sus propias convicciones se lo permitfan, los logros
cientificos de su época ; es hijo del historicismo, sobre todo de Hegel, sin
menoscabo de las ensefianzas que extrae de la detenida lectura de Hipolito
Taine, a quien acusa sin embargo de excesivo determinismo1.
En Argentina, sus trabajos, tanto si se atiende a la ambiciôn como
a las realizaciones concretas, solo pueden ser comparados con la tarea que
a sf misma se adjudicô la generaciôn de 1837. Refiriéndose a ese grupo,
afirma Rojas :

« La obra colectiva se individualize después segûn los


temperamentos, pero, en su conjunto, Echevema y la
generaciôn literaria por él despertad'a trajeron a la cultura argentina
très fuerzas nuevas : el sentimiento de la naturaleza, el
sentimiento de la libertad y el sentimiento de la nacionali-
dad»2.
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El critico argentino se propone extender, modificândolo si fuese


necesario, ese legado. En aquellos afios, que se clausuran con la
publication de Eurindia en 1 924, lo primordial parece ser rescatar el principio de lo
nacional sumergido, segun la opinion corriente entonces, por el aluviôn
inmigratorio, adhiriéndolo a la tierra que es su imprescindible sustento, a la
vez que su maxima fuente de inspiraciôn. En cuanto a la libertad, Rojas
estaba convencido de la solidez de la democracia. El desengafïo no sera
sino mayor en 1930.
No se puede afirmar que entre 1 837 y comienzos del siglo XX nada
ha sucedido en Argentina. Lo ciertos es, no obstante, que hasta 1880 los
problemas polfticos, cuando no militares, ocupan la mayor parte de las
energias. Sobreviven aûn los hombres de la época anterior : Sarmiento,
Alberdi, Gutierrez, Mitre. El importante esfuerzo de Vincente Quesada y de
su hijo no sera apreciado como lo merecfa, y cabe preguntarse si idéntica
despreocupaciôn no subsiste en la actualidad. La obra de Martin Garcia
Mérou, muerto en 1905, es importante pero fragmentaria, sin tender a esa
perspectiva de conjunto que encontramos en la Ojeada retrospectiva sobre
el movimiento intelectual en el Plata de Echeverrfa, y que convenfa perfec-
tamente a la formaciô n intelectual de Ricardo Rojas. Paul Groussac, por otro
lado, de amplias miras en su labor tanto histôrica como crftica parece haber
suscitado, mâs alla de un reducido nûcleo de amigos, abundantes anti-
patias. Su Santiago de Liniers{ 1907) sera acerbamente criticado por Rojas
en distintas ocasiones.
Natural es, pues, que este encuentre en la generaciôn del 37 una
invalorable fuente de inspiraciôn. Si esos hombres se proponîan desarrollar
una conciencia nacional abrevândola en las jornadas de mayo de 1810,
Rojas y sus contemporâneos pretendian resucitar, restaurar, la tal
conciencia, maltrafda por la irrupciôn de una importantfsima poblaciôn extranjera.

2. La época

Varias Ifneas del pensamiento argentino se modifican a fines de


siglo ; otras nuevas aparecen. No siempre son convergentes, pero van
dibujando el rostro de una época. Una importante obra histôrica revisionista,
cuyo precursor es Adolfo Saldîas, quien en 1881 , 1884 y 1887, publica el
primero, segundo y tercer tomo de Historia de Rosas y su época, cuya
version definitiva en cinco tomos de 1892 Ileva el tîtulo de Historia de la
Confederaciôn Argentina. Ernesto Quesada le sigue en 1 898 : La época de
Rosas, su verdadero carâcter histôrico ; finalemente, el Estudio sobre las
guerras civiles argentinasde Juan Alvarez, de 1912, clausura una primera
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etapa. Se asiste a una revalorization de lo espafiol y, segûn los casos, del


catolicismo, a un redescubrimiento del campo y de la apacible y pura vida
del interior. Justamente, el hombre objeto de este estudio es provinciano ;
nacido en Tucuman en 1882, la mayor parte de su nifiez y adolescencia
transcurre en Santiago del Estera, y de esas perdurables impresiones
infantiles nacerâ El pais de la selva de 1907. Varios libros ejemplifican el
amor a Espafia : El aima espaOola (1907), Cervantes (1935), Retablo
espanol (1938).
En 1903 Ricardo Rojas forma parte, en tanto que encargado de la
bibliografia, del equipo de redaccion de la revista Ideas que Manuel Gâlvez
funda con Ricardo Olivera3. De la importancia acordada por Rojas a esa
colaboracion da cuenta la insistencia con que menciona Ideasa Unamuno,
y el envfo de varios ejemplares al escritor espafiol4. Esta experiencia le sirve
de aprendizaje, de afirmaciôn en ciertas ideas, tales como la confianza en
un mesurado liberalismo, colocândose en oposiciôn a la ideologfa galvecia-
na, tanto desde el punto de vista polîtico como religioso. Rojas es hombre
de bibliotecas mas que de cenâculos, de investigaciôn erudita mâs que de
tertulias. Esta primera etapa no caracteriza al hombre, pero sirve quizâ para
esbozar un ambiente intelectual, preocupaciones que conocen el mismo
origen, pero que encuentran soluciones diferentes segûn la personalidad e
ideologfa de cada uno. A ese respecto es util escuchar a Gâlvez :

« Fue también mi generation la primera que mirô hacia


las cosas de nuestra tierra. Es verdad que Sarmiento, Lucio
Lôpez, Julian Martel, Payrô y Lugones hicieron obra argentina.
Pero sus trabajos fueron aislados, y cada uno de ellos perte-
neciô a una generaciôn diferente. Mi generaciôn, pasado el
europefsmo initial, fue ardientemente «nacionalista», dandoa
esta palabra un vasto significado, no el restringido que tiene
ahora. Dos escritores de nuestro grupo, Ricardo Rojas en La
Restauraciôn Nacionalista, libro aparecido en 1909, y
Manuel Gâlvez en El diario de Gabriel Quiroga, publicado
en 1910, serfan los primeros en preconizar un nacionalismo
argentino»*

Nada mâs discutible que ese liderazgo que Gâlvez otorga a Rojas
y a si mismo, pero en fin, no es menos cierto que en ese comienzo de siglo
la obra de ambos subraya una trayectoria similar, aunque disîmiles en su
conclusiones6.
El libro al que se refiere Gâlvez, La Restauration Nacionalista
(1909) junto con Blason de Plata (1910) y La Argentinidad (1916) consti-
tuyen la filosof fa del sentimiento national. Posteriormente, se agrega a esta
trilogfa Eurindia de 1924. Entre los très primeros y este ultimo median los
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afios que Rojas consagra a la redacciôn de su Historia de la Literatura


Argentina cuyos tomos se van escalonando entre 1917 y 1922. Con
permanente fidelidad a un nûcleo de ideas, desarrolla en esa producciôn la
concepciôn que tiene de la identidad nacional, a nivel de la educaciôn, de
la historia, de la cultura en general y, mâs especîficamente, de la literatura.

3. Argentinidad y educaciôn

Es quizâ de Unamuno de quien Rojas toma la palabra argentinidad7.


En crônicas que aparecen en La Naciôn y son luego recogidas en Contra
esto y aquello en 1912, Unamuno afirma lo siguiente :

«La restauraciôn nacionalista con que Rojas suefïa,


como toda restauraciôn nacional - y aquf la nuestra, la es-
panola, tan amenazada por lo torcidamente que se entiende
eso de la europeizaciôn - tiene que empezarpor la escuela ;
la escuela debe ser ahf la cuna de la argentinidad, como la
escuela debe ser la cuna de la espafiolidad. Y en la
argentinidad es donde tiene que buscar la Argentina su universali-
dad»a.

Ricardo Rojas utilizarâ este sustantivo como titulo de un libro de


1916, pero desde La Restauraciôn Nacionalista constata las carencias de
la educaciôn para cumplir la misiôn, que debiera ser la suya, de creaciôn y
desarrollo de una conciencia nacional.
El Ministerio de Justicia e Instrucciôn Pûblica le habfa pedido la
elaboraciôn de un proyecto sobre la ensefianza de la historia con vistas a
organizar la educaciôn nacional. De alli nace La Restauraciôn Nacionalista.
Su libro es a la vez un anâlisis de la ensefianza de esta disciplina en la
Argentina de entonces, un balance de lo que en esa materia se hacia en los
diferentes paises de Europa - para lo cual pasa un tiempo en el Viejo Mundo
-, y un conjunto de sugerencias para la organizaciôn de los estudios
histôricos en la escuela primaria.
Una convicciôn resalta a lo largo de este extenso libro : la historia
es una disciplina formadora, sin la cual un pueblo carece de memoria, es
decir de pasado, y sin cuyo conocimiento todatradiciôn nacional se évapora.
Disciplina eminentemente educativa, sin ser la moral, proporciona
a esta el material y la experiencia.
«La nacionalidad - afirma - debe ser la conciencia de una persona-
lidad colectiva» 9. La historia propia asi como el estudio de la lengua comûn
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darian la conciencia «delpasado traditional, o sea delyo colectivo»". Insiste


en que a pesar de las mutaciones impuestas por el paso del tiempo, existe
una sustancia «intrahistôrica» que sobrevive, y que ella debe ser salvada
si*
para que un pueblo se reconozca a mismo.
El peligro que el erudito argentino percibe en la ensefianza de su
tiempo es la proliferaciôn de escuelas particulares. En esa designaciôn
incluye las escuelas dependientes de congregaciones internacionales,
como las del Sacré-Coeur y del La Salle ; escuelas pertenecientes a colonias
extraderas, por ejemplo las alemanas e italianas; escuelas sectarias como
las protestantes o catôlicas ; escuelas de empresarios o sociedades
particulares, «con fines de granjerfas» ; escuelas de propaganda acrâtica y,
finalmente, escuelas judîas11.
Obvia decirque en elfondo de taies consideraciones se encuentra
ei candente problema de la inmigraciôn. Entendâmonos, Rojas pertenece a
una generaciôn no comprometida con el proyecto de poblar el desierto y con
las medidas que lo acompafïaron para poblarlo efectivamente (sin haberlo
logrado hasta el dfa de hoy). Su actitud es, por lo tanto, la de quien corrige
los errores de otros, pero es también la de quien acepta un hecho,
difîcilmente negable para quien se paseara por las calles de Buenos Aires
en aquellos afios del Centenario, e intenta si no contrariarlo, encauzarlo,
obrar de manera tal que esa poblaciôn, o al menos sus hijos, se asimile.
Su doctrina es la siguiente :

« No const ituy en una naciôn, porcierto, muchedumbres


cosmopolitas cosechando su trigo en la llanura que trabajaron
sin amor. La naciôn es ademâs la comunidadde esos hombres
en la emotion del mismo territorio, en el acento de la misma
lengua, en el esfuerzo de los mismo destinos» 12.

Llevado por un permanente anhelo de objetividad, no siempre


logrado, matiza aseveraciones como la précédente :

« Cuidemos sin embargo, de que nuestro afân morali-


zante no se convierta en fanatismo dogmâtico y nuestro
nacionalismo en regresiôn a la bota de potro, hostilidad a lo
extranjero o simple patrioterfa litûrgica» 13.

No se trata, pues, de restaurar las costumbres gauchas, puesto que


el progreso, siguiendo la lecciôn de Hegel segûn la cual la historia es el
progreso en la conciencia que se tiene de la libertad, las destruye. Lo que
el investigador quiere, y lo dice a lo largo de bien equilibradas paginas14,
constituidas por una série de afirmaciones desgranadas en forma de
enumeraciones anafôricas, es que los capitales, las ovejas, los hijos de
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extranjeros, sean argentinos gracias al discernimiento civico que solo


pueden aprender en la escuela argentina, concebida con métodos
argentinos, en donde se ensefie el lenguaje, la geografia y la historia argentinos,
por maestro argentinos. Y concluye con esta declaration :

«Qulere que la education nacionalista sea el hogar de


esa conception, y que prepare a la juventud para las mâs
nobles funciones de la ciudadanfa. Quiere que la ciudadanfa
llegue a constituir por sf sola una aristocracia moral»™.

Plantea otro problema al indicar que solo la inmigraciôn conspira


contra la conservation del espfritu nacional. Analiza los males de la
ensefianza argentina, comenzando por el enciclopedismo, continuando por
el menosprecio hacia lo argentino que se ha apoderado de las clases altas,
cuyo papel tutelar Rojas no discute, aunque quisiera que lo asumiesen mâs
consecuentemente.
Si la finalidad es elevada y el propôsito loable, en su época el libro
suscitô aprehensiones de las diferentes colectividades extranjeras. Muchos
afios después, en un homenaje a Ricardo Rojas, Roberto F. Giusti no puede
acallar la existencia de un perdurable malestar :

«(...) pero siempre tuve la impresiôn de que entre el


apologista de la indianidad, de antigua estirpe hispanoameri-
cana, y el argentino de la primera generation, de procedencia
«gringa», existfa una desinteligencia espiritualde fondo» 16.

En efecto. Por lo demâs, no cabe duda que distribuir la tierra hubiera


sido una excelente manera de asentar la inmigraciôn y de asimilarla. Muy
poco se hizo en ese aspecto, escasos fueron los que se pronunciaron en tal
sentido.
Con todo, la propuesta de una verdadera escuela laica y obligatoria
como la defensa de las escuelas normales creadas por Joaquin V.
Gonzalez, duramente atacadas por el muy catôlico Gâlvez en Maestra
Normal (1914), inscriben la acciôn de Rojas en una perspectiva igualitaria
y progresista a la cual la buena escuela argentina de otrora debiô mucho17.

4. La historia de la argentinidad

Consecuente con la importancia acordada a la historia, Ricardo


Rojas se pondra a escribirla : Blason de Plata primero, La Argentinidad
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después.
Blason de Plata fue publicado por La Naciônen 1910, como of renda
a la patria en su Centenario. Esta obra quiere ser la respuesta a la pregunta
formulada por Sarmiento en Conflicto y Armonfas de las razas en America
(1884) : « i Argentinos ? Desde cuândo y hasta dônde; bue no es darse
cuenta de ello» . Blason de Plata es un libro herâldico; su autor se propone
establecer el ârbol genealôgico de los argentinos, enarbolar sus blasones,
convirtiendo al Rio de la Plata, que of rece su gentilicio al territorio que riega,
en punto de convergencia de todas las rutas.
Es una historia romanceada, que va de la época precolombina
hasta 1810. Apoyândose en. los testimonios de los cronistas, y otros de
fndole diversa, el argentino Ilega a la conclusion siguiente :

«(...) nuestra America precolombina se nos aparece


coronada por la misma gloria de las grandes civilizacionnes
antiguas. No falta y a a sus prestigios ni la organizaciôn de las
teocracias ilustres, ni la iniciaciôn de los ritos védicos, ni la
arquitectura y pompa sensual de los mas viejos imperios» 1fl.

Si el presupuesto indianista del que parte Rojas implica la valoriza-


cion de las civilizaciones americanas, la conception positiva de la conquista
le exige precisiones en lo que respecta al Rio de la Plata (no todas
discutibles, por otra parte) :

« En las Pampas que descendfan al mar, en la cuenca de


sus acaudalados nos, en la costa delpropio Atlântico, vegeta-
ban pueblos retardados o de un tipo inferior» 19.

La dificil conciliaciôn del indio resignado y bueno y del espafiol


entrando a saco en sus dominios, Rojas la logra a costa de distorsiones del
material historico que, por cierto, habfa lefdo atentamente. Quizâ el término
distorsion sea inadecuado, quizâ hubiese que encontrar la palabra para dar
cuenta de cômo opera Rojas, vaciando los sujetos de la oposiciôn de sus
efectivos contenidos historicos, rellenândolos de lirismo y enfrentando, en
suma, dos idealizaciones :

« La Cruz abrfa sus dos brazos de amor, entre un cfrculo


de indios y de aceros, ambos desnudos. La brisa del mar
propicio hacfa tremolar, sobre las cabezas descubiertas, los
estandartes de Castilla, su cruz de seda verde, sus iniciales de
oro. Al monôtono son de las plegarias, respondfale, con su
coro litûrgico, la voz antigua del océano» 20.
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Nadafalta : la religion y Castilla, a través de Castilla el idioma. El aire


y el agua que se enlazan uniendo el murmullo de los rezos catôlicos a las
antiguas tradiciones religiosas indias. La magnificencia del escenario le
sirve doblemente, como decorado y como fuerza plasmadora que vencerâ
finalmente al conquistador.
La tercera idealizaciôn Ilega en la figura del criollo. Necesita para
ello el austero Rojas, en paginas de antologfa, justificar, cuando no discul-
par, los impulsos erôticos de los espafioles :

«El espanol fué hacia ella [la mujer india], porque trafa,
varon excelente, sus instintos desnudos como su espada» 21.

De esa copula de amor, la expresiôn le pertenece, nace el criollo.


Por eso Rojas pide para aquel conquistador no el juicio que merece todo
nombre, sino el reconocimiento que se debe como «sembrador de pueblos,
de criaiuras, de mieses y de esperanzas» 22.

Falta el ultimo protagonista : el territorio. Es esa tierra la que


hermana a los contrarios ; es en ella donde se nutre la tradiciôn indiana,
adjetivo que construye a partir de la primera denominaciôn de America. La
conjunciôn de poblaciones primitivas, de espafioles y territorio da como
resultado la indianidad que, a pesar de la pobreza de un pueblo como el
nuestro, insufla la fraternidad y el patriotismo, engendrando jornadas como
Iasdemayode1810.
Rojas no crée, y lo repite con insistencia, en el concepto de pureza
de la raza. No hay razas puras, lo que hay es una emociôn de la tierra, un
lenguaje que la expresa, una concienci a colecti va que va creândose a través
del fluir de la historia. Dicha conciencia esta destinada a enriquecerse con
aportes de nuevos pueblos o etnias que volverân a comunicarse gracias a
la pasiôn de la tierra, madré y tumba. Y el escritor le pide a los inmigrantes
que amen a esa tierra que no ha podido ser su cuna, pero que cubrirâ un dfa
sus huesos muertos.
Porque le huele a «odio unitario» 23, rechaza la célèbre dicotomîa de
civilizaciôn y barbarie. No se acerca, sin embargo, a la sfntesis, propone un
par de opuestos que, en su opinion, resumen mejor la problemâtica
argentina : exotismo e indianisme Es decir, lo importado y lo raizal.
Si para Rojas el exotismo es la tara de la civilizaciôn argentina, en
federal de ley, habiéndose nutrido sin duda en las lecciones del revisionismo
histôrico, afirma ya desde La Restauraciôn Nacionalista que existfan mâs
afinidades entre Rosas y su pampa, entre Facundo y su montafta, que entre
Rivadavia y Garcia y el pais que pretendfan gobernar24.
Rojas cae siempre en la trampa de una ecuanimidad artificial que
lo conduce, luego de haber disecado el problema, a otorgar su bendiciôn a
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tirios y troyanos. Por otro lado, reemplazar colonialisme» por exotismo


consiste en suplantar un término con Claras significaciones histôricas,
polfticas y econômicas por otro, que esta lejos de poseer tales alcances.
Idénticas réservas pueden formularse con respecto al indianismo : el indio
esta ausente. El crftico argentino Canal Feijôo, en una sarcâstica reflexion,
afirma que Rojas prefiere habérselas con fantasmas y no con seres de carne
y hueso25. José Ingénieras en 1913 le hace notar que una cosa es el
patriotismo y otra la tradiciôn hispano-indfgena26, distinguiendo entre una
Argentina feudal que se extingue y una nueva que se va europeizando.
Mâs alla de la manifestaciô n de creencias que profesô toda la vida,
se puede ver en su teoria el trasunto del optimismo obligado de aquellas
festividades, a pesar de los graves acontecimientos de 1909 y del mismo
afîo 1910. Rojas no finge, crefa que la tierra americana modelaria a los que
acababan de Ilegar como modelô y aprisionô al espafiol. Su teoria de la
indianidad expresa ese mensaje.
La Argentinidad es de mâs dificil acceso, porque exige un conoci-
miento minucioso de la historia argentina, ya que su autor se coloca aquî
decidida y casi exclusivamente en ese terreno. Los elementos que consti-
tuyen la argentinidad los va desgajando del anâlisis de documentos de
archivo jujefio, entre otros.
No obstante cierta propension a mezclar el grano con la paja,
gracias a la cual inflige al lector una inextricable discusiôn sobre la prioridad
en la jura de la bandera, la tesis fundamental de este libro de 1916 es la
afirmaciôn de que la argentinidad es un sentimiento de autonomîa nacional
y de libertad democrâtica que las provincias mediterrâneasfueron las ûnicas
en encarnarentodasu pureza. Eligecomoejemplo la Intendenciadel Norte,
«porque es elnûcleo mâs antiguo de nuestra nacionalidad» 27, aclarando que
si no ve en Artigas al bandolero que pinto Lopez, tampoco lo considéra el
paladin de nuestra democracia.
En aquellas provincias, al trente de las cuales coloca a Jujuy y a su
représentante Juan Ignacio de Gorriti, arraiga desde la época colonial, por
medio de la institution capitular, el espiritu federal, que considéra como
componente esencial de las ideas de independencia.
Procediendo a un detenido anâlisis de ciertos documentos, coloca
en la misma li'nea, centralizadora, unitaria y déstructura de los idéales de
Mayo, a Saavedra, Rivadavia y al Deân Funes. Opuestos a ellos : Moreno,
Gorriti y Monteagudo.
Si se prescinde de algunos adjetivos muy mal elegidos (es
Rivadavia el principal destinatario), Rojas plantea, a su manera, un problema
interesante y que es aûn hoy motivo de estudio y de polémica. Al oponer el
federalismo del interior al del litoral descubre el antagonismo indiscutible,
que en ocasiones se transformé en alianza transitoria, existente entre zonas
exportadoras y zonas artesanales. Desde ese punto de vista, y sin desme-
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dro de las justificadas razones que obligaron a Artigas a levantarse contra


Buenos Aires, era el interior el principal perjudicado por una polftica que sus
caudillos, y las sucesivas guerras civiles, fueron incapaces de torcer.
AI mismo tiempo, la elecciôn de esas provincias a donde la civiliza-
ciôn no llegaba del este, sino del norte, por el camino del Alto Peru, permite
entroncar el sentimiento de la argentinidad con lo que la tradiciôn indfgena
ofrecia de mâs prestigioso. Si las tribus del Atlântico, segûn lo afirmado en
Blason de Plata, eran pobres en realizaciones, Rojas piensa lo contrario de
la gran civilizaciôn conquistada por Pizarro. Concede armas de nobleza al
indianismo argentino. Afïos mâs tarde elaborarâ en su obrateatral Ollantaf*
el mito de la creaciôn de Argentina, haciendo descender a sus fundadores
del Imperio Inca.
Creo inûtil detenerme mâs tiempo en este libro cuya detallada
erudiciôn histôrica puede escapar a quien no conozca al dedillo los mean-
dros de la historia argentina entre 1 81 0 y 1 81 6. Cito como conclusion la frase
que resume las certezas de Rojas :

«Asi, la argentinidad Ilevaba en germen el ideal de


nuestros cabildos provincianos y sus claros mentores : la
confederation progressa de toda la America» 29.

Se habrâ advertido, al cabo de esta primera parte del trabajo, que


el gaucho brilla por su ausencia. Asî es ; présente como montonera,
individu alizado como poncho que se levanta en tanto que estandarte
opuesto a las levitas unitarias, las referencias mâs concretas, dentro de lo
que cabe, son muy escasas. Es la Historia de la Literatura Argentina la que
le otorgarâ un papel protagônico.

5. Literatura y argentinidad

La Historia de la Literatura Argentina30 esta construida sobre un pilar


fundamental que es el estudio de la literatura gauchesca. Tal elecciôn
implicaba un método que eludîa el desarrollo cronolôgico, sin descartarlo,
por lo demâs, en el interior de casa conjunto. Rojas ve el escollo, intenta
zanjarlo, en realidad lo contomea, pero no abandona su proyecto. Se trata
de estudiar la literatura, que es funciôn de cultura, y para tal trabajo es
menester algo mâs que los lapsos cronolôgicos, afirma ; éstos, en su
concepciôn, se introducen por medio del insoslayable estudio de las
escuelas literarias. El trasfondo de su insistencia es la decision de poner el
acento en lo gauchesco, généra primitivo, independiente de fuerzas
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 243

exôticas, segûn su explicita definition.


Fiel a su teoria del indianismo, ve en la raza un pueblo forjado por
la tierra, entendiendo por raza las razas antropolôgicas31, asi como lo que
hoy llaman'amos las nacionalidades, a lo que agrega el concepto de raza
psicolôgica32. El resultado es la definition siguiente :

«(...) empleo aquf la palabra raza (de radix,


radicis) tomândola en el sentido de pueblo o comunidad nacio-
nal, nombres de origen o «raiz» comûn por la cuna patria,
cuando no por e/tronco atâvico» 33.

Poco antes ha afirmado :

«E/ genius loci [en el concepto de Rojas fuerzas


invisibles que necesitan del hombre para manifestarse] obrarâ
enfonces plasmando al habitante segûn su medio, hasta crear
una raza ; y plasmando ese medio segûn su raza, hasta crear
una nacionalidad» 34.

Ese grupo se expresa en un idioma que no le pertenece en


exclusivad, pero al que otorga las peculiaridades de sus vocablos y de su
acento.
Todo ello se manifiesta en formas culturales que en la opinion del
erudito argentino son una prâctica de la historia al mismo tiempo que su
teoria35, demostrando esa aseveraciôn cuânto debe este hombre, como
otros argentinos ilustres, a la filosofîa de la historia, apreciândola en
sustancia, como un sistema que permite aprehender el sentido de esa
historia que horrorizaba al mâs genial de sus contemporâneos.
Apoyândose en ese conjunto de ideas, en la sobreetendida premisa
viquiana que ve en Homero al mismo pueblo griego cantando su historia a
medida que la va haciendo, Rojas emprende el estudio de los gauchescos
considerando esa literatura como «algo muy anâlogo a lo que es para la
naciôn francesa la Chanson de Roland y e/Cantar de M fo Cid para la naciôn
espanola (...)» x. Asegura que el folklore oral argentino contiene las formas
épicas mâs prestigiosas y, citando a Hegel, ve alli el manantial donde un
pueblo adquiere conciencia de sf mismo37.
Procediendo con su habituai sincretismo, que en ocasiones tiende
a la confusion, establece una filiation que a partir de las tradiciones indias
pasa por el romance espafiol, para culminar en la literatura de cielitos y de
payadas con nombres tan prestigiosos como el de Ascasubi, Estanislao del
Campo y Hernandez ; no f alta tampoco el Echeverrîa de La Cautiva, en tanto
que El Matadero encuentra su lugar, junto con la otra obra, en Los
Proscriptos.
244 Nilda DIAZ

Se advierte que Rojas pone en ese calif icativo de gauchesca


infinidad de tradiciones, de bailes, de escritos, que comûnmente serian
considerados como folklore, ya del norte, ya de la pampa o, en el mejor de
los casos, como literatura pampeana, pero no gauchesca. Esa amplitud de
miras es exigida por la afirmaciôn de que tal literatura constituye el primer
estrato geolôgico sobre el cual se apoyan los posteriores.
Desde luego, Martin Fierroes el producto Optimo de la gauchesca.
Sin crear nada original, reune todo el fragmentarismo que la tradiciôn
payadoresca habîa venido cantando :

« Por su técnica, nada ha creado o introducido en el


género, que no estuviese ya empleado en alguno de los
poemas anteriores. Si a todos los supera, es por el contenido
psicolôgico y por el auténtico acento gaucho de la expresiôn ;
todo ello dentro de una composition que ensambla enpoema
cfclico las anteriores formas fragmentarias» M.

Por lo mismo, «Hernandez no es un retôrico que remeda, sino un


payador que canta» 39. Es decir, el aeda por cuya voz se escuchan las
multiples voces de la raza. A diferencia de las otras epopeyas no hay
principes ni dioses en Martin Fierro . Es un poema del pueblo, es «la
epopeya de la democracia» , epopeya de una repûblica de pastores y
payadores40. Lo que équivale a afirmar, me parece, que el poema
corresponde a una forma econômica que se encuentra en toda su pureza solo en
el siglo XIX.
Bien conocidas son las conferencias que en mayo de 1913 dicta
Lugones en el teatro Odeôn. Elias serân reunidas en 1916 con el tîtulo de
El Payador. El 7 de junio de 1913, Ricardo Rojas, al hacerse cargo de la
Câtedra de Literatura Argentina creada el afio anterior, pronuncia un
discurso que, con ligeras varientes, constituye parte de la IntroduccionaLos
gauchescos. Difîcil es acordar la prioridad a uno u otro escritor, pero puede
verse que circulaban por aquellos afios ciertas ideas, que serân sistemati-
zadas de manera diferente por ambos hombres.
Con todo, esas preocupaciones intelectuales no presuponfan el
consenso ; prueba de ello es la formidable polémica que el discurso
inaugural de Rojas suscita y que incita a la comisiôn directiva de la revista
Nosotros a proponer una encuesta sobre el particular. Las respuestas van
del decidido rechazo, pasando por toda la gama de reticencias, a algunas
adhesiones fervorosas41. Para esa época, pues, la teorîa de Rojas no
encontraba la unanimidad, pero ya de una manera de mâs en mâs
perceptible se iba esbozando la evoluciôn que culminarîa en la concepciôn del
poema como depositario del secreto de la argentinidad, como clave de la
realidad nacional.
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 245

Posteriormente, cuando se publica el primer tomo de su Historia de


la Literatura. Los gauchesœs, algunas de las reacciones Ilegan al paroxis-
mo, cuando no alcanzan el ridfculo :

« Porque yo habfa incluido nuestra poesfa popular en mi


Historia, el senor Paul Groussac me «fulminô» diciendo que
eso era «confundir el rancho con la arquitectura». Porque en
la Universidad estaba yo comentando el Martfn Fierro y expli-
cando su genesis histôrica, el senor Juan de la Cruz Puigpidiô
que mi câtedra fuera intervenida por la Academia, pues yo
estaba profanando con esas obras bàrbaras la cultura clâsi-
ca»AZ.

Rojas que habiâ afirmado en La Restauraciôn Nacionalista el


carâcter formador de la literatura, necesitaba la obra gauchesca. No la
inventa, ella existia ; le otorga, eso si, significados y alcances que los
miembros de la intelectualidad de entonces discutian. Debido a esa misma
necesidad, récupéra al gaucho, ese personaje algo olvidado en su obra
anterior, i Que podia exhibir como producciôn de la literatura indiana ?
Vidalitas y bailes folklôricos no bastaban. Que se me comprenda bien :
Martfn Fierro merecia y sigue mereciendo todos los elogios, elevarlo a
dignidad homérica (dixit Lugones) es harina de otro costal, y vale la pena
subrayarlo ; en cuanto a Rojas, el investigador de hoy no puede menos que
advenir lo forzado de ciertas relaciones, la arbitrariedad de algunas compa-
raciones.
Del mismo modo, el sistema elegido para organizar la historia de la
literatura es discutible. En tanto que Los Coloniales, Los Proscriptosy Los
Modernos se enlazan entre ellos, mostrando la continuidad de un proceso,
Los Gauchescos estudian una literatura que se desarrolla en forma paralela
a la analizada en los otros tomos, fundamentalmente los dos primeros. El
ejemplo, antes citado, de dos obras de Echeverria que figuran en dos
volûmenes diferentes, es elocuente. i Porque Ascasubi en Los
Gauchescos y no en Los Proscripios, siendo como fue un unitario, también persegui-
do y desterrado ? Y si La Cautiva intégra Los Gauchescos, i por que no
Facundo î43. Huelga decir que hay un problema de clasificaciôn. Gauchesco
es un apelativo que puede, sin dificultad, ser considerado como literario ;
proscrito es un vocablo politico ; colonial es histôrico ; con la palabra
moderno se refiere a los escritores posteriores a la organization nacional,
la utiliza en sentido histôrico, pero la mutila al negarse a incorporar a sus
contemporâneos. Lo que salta a la vista es que Los Gauchescos rompen la
lôgica del sistema. Estân allî como una excepcionalidad que se desarrolla,
segûn creo, al margen de la literatura oficial y no como estrado fundador,
segûn pretendia Rojas.
246 Nilda DIAZ

Pienso que el critico se apoya en un pasado que esta muriendo con


el claro designio de encontrar el fondo espiritual de la argentinidad, la
memoria de lo que él llama el alma de la naciôn. A pesar de sus repetidas
afirmaciones, segun las cuales el espfritu nacional asimilarâ las nuevas
formas culturales, entreveo en él la certeza de que esas formas son
agregados que no modifican sustancialmente la esencia de lo argentino.
Quizâ se encuentre aquf la explicaciôn de los limites temporales impuestos
a Los Modernos.
Rojas asevera que el aliento vital de la literatura gauchesca se
prolonga en las manifestaciones contemporâneas. No cabe duda, pero no
es menos cierto que la literatura de la década de los afios veinte, aquella que
sefîalarâ derroteros futures, no es la que Rojas pudiera calif icar de
gauchesca.
Subsiste, y es énorme, la prodigiosa labor Ilevada a cabo por este
nombre : de rescate de documentos, de anâlisis, de publicaciôn. Llego a una
câtedra sin tradiciôn para dictar una asignatura sin bibliograf fa, como lo dice
él mismo. Todo lo hizo a partir, poco mas o menos, de la nada. Creô el
Instituto de Literatura Argentina en 1922, no solo para el estudio de tal
asignatura sino para ayudar a la conservaciôn de documentos y manu-
scritos. Con la colecciôn Biblioteca Argentina, paralela a la Cultura
Argentina de Ingénieras, y gracias al apoyo del editor Juan Roldân, difundiô libros
que de otra manera no hubiesen Ilegado al comûn de la gente. Su historia,
a pesar de sus defectos, de sus errores, sigue aûn sefîalando rumbos
inéditos de investigaciôn. Afirmarque el investigador contemporâneo puede
encontrar en ese monumental trabajo fuente de inspiraciôn es quizâ el ûnico
homenaje que hubiese deseado Rojas.

6. El templo de la argentinidad

La palabra Eurindia con la que Rojas bautiza su libro de 1924 esta


formada, a semejanza de Eurasia, por la union de Europa e India. El tîtulo
completo es : Eurindia. Ensayo de estética fundado en la experiencia
histôrica de lasculturas americanas. A pesar del ambicioso proyecto que
esta formula traduce, el ensayo se refiere casi exclusivamente a Argentina.
No percibo, en las trescientas sesenta paginas que lo componen, ideas
nuevas y originales con respecto a la obra anterior. Este libro se apoya en
su Historia de la literatura, cuyo ultimo tomo se publicô, como se sabe, en
1922. Es a la vez su justificaciôn, la afirmaciôn de principios allî desarrolla-
dos y, en muy menor medida, su correcciôn. Déplora, por ejemplo, que la
literatura argentina no haya dado la expresiôn capaz de universalizarse44,
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 247

cuando afirmaba lo contrario en Los Gauchescos.


Insiste, nuevamente, en que toda literatura es la expresiôn de una
conciencia nacional y agrega la definiciôn siguiente que, con ligeras
variantes, ha ido dando desde La Restauration Nacionalista :

«(...)La conciencia nacional estriba en una cenestesia


colectiva : el territorio y la poblaciôn, y en una memoria
colectiva : la tradiciôn y la cultura. Recogen estas nociones la
geograffa y la polftica, la historia y la filosoffa. Mediante las
intuiciones de tales disciplinas, constitûyese una sfntesis
intuitiva que llamo la conciencia de la nacionalidad» 4S.

Es decir que la nacionalidad se apoyarfa en el sentimiento e


intuiciôn que se tiene de pertenecer al mismo cuerpo social, con un territorio
como marco. Tal sentimiento fluye de una memoria colectiva que se nutre
de tradiciôn y de cultura, dinâmicas ambas, imponiéndoles el pensador
argentino, asî y todo, la obligaciôn de preservar el nûcleo nacional.
Rojas utiliza en Eurindia una simbologfa ausente hasta entonces en
su obra46, en parte al menos, aunque las ideas habian sido desarrolladas
precedentemente :

«La Tierra me dio elsfmbolo de la materia ; elArbolme


dio el simbolo de la vida ; el Templo me dio el sfmbolo del
Arte»A7.

El sfmbolo de la Tierra48 es el de los estratos geolôgicos al que nice


referencia mâs arriba. El del Arbol remite a la cultura nacional. Retomando
su Historia de la Literatura, ve en el folklore, poesfa payadoresca y literatura
criolla, las rafces que se nutren en la tierra. Los coloniales son el tronco, por
donde sube la sabia ; los proscriptos son las ramas de la copa del ârbol, y
los modernos la fronda rumorosa49.
Finalmente, el Templo es el sfmbolo del arte que para Rojas es
universal :

«Los ritos de esta basilica pertenecen todos a una


religion de belleza» 50

Este trfptico simbôlico compléta la evoluciôn del escritor hacia el


espiritualismo. En el Templo de Eurindia, donde la luz es tenue, la historia
argentina se anima como en la pantalla de cine. El simil utilizado es el de las
naves : naves de los incas, de los espafioles, de los patricios, de los
modernos. Todos estân allf : vfctimarios, dioses y seres humanos ; Viraco-
cha y Atahualpa, Almagro y Gaboto ; héroes de la independencia, hombres
248 Nilda DIAZ

de letras, cientificos, etc. La amalgama en una palabra, y la confusion51.


Por ûtimo, analiza las diferentes evoluciones de la danza, de la
mûsica, de la arquitectura, de la escultura, de la pintura y de la poesiâ. En
todos los casos establece un mismo esquema : 1. Poesfa primitiva ; 2.
Poesfa colonial ; 3. Poesfa cosmopolita ; 4. el nacionalismo en poesîa. Los
gauchescos estân incluidos en los primitivos (recuerdo que El gaucho Martin
Fierroes de 1 872 . . .). El nacionalismo daria sfntesis que entreve en algumas
paginas de Lynch, de Fernandez Moreno, de Juan Carlos Dâvalos ; una
sensibilidad que, con técnica eurindiana, lograrîa la equilibrada fusion, a la
vez que superaciôn, de lo europeo y de lo indio.
Este esquema, aceptando que sea vâlido para Argentina, no me
parece fâcilmente aplicable al resto de America. Las mismas réservas
emitidas sobre el término exotismo se pueden extender a cosmopolitismo e,
incluso, suponiendo que taies reticencias fueran absolutamente desacerta-
das, i cômo se podria aplicar el adjetivo de cosmopolita a sociedades que
no conocieron el gran trasplante inmigratorio que se dio en Argentina ?
Esta reflexion es suscitada por el subtftulo de Eurindia. En realidad,
su americanismo se reduce a escasas consideraciones destinadas a
establecer una diferencia entre America, que incluirîa a todos los paises del
mismo continente, y la America hispânica, que se expresa en una misma
lengua y que posée una tradiciôn y cultura similares. Es desde ese punto de
vista que la America espafiola puede ser considerada como una naciôn y
sus literaturas como expresiones régionales. Recalca, por cierto, las dife-
rencias :

«Solo elyanqui que nos desdene o el europeo que nos


ignore podrân englobarnos en vagos nombres y equfvocas
alusiones. Caracteriza a cada una de las democracias hispa-
noamericanas el sentimiento de la propia autonomfa y la
nociôn del lazo que a todas las ata en haz de pueblos
fraternales» 52.

No duda que para llegar a lo americano hay que partir de la propia


patria :

«America es la primera via de nuestra expansion inte-


lectual ; mas para llegar a ella se ha de partir de la propia
nacionalidad» M.

La confederation de los pueblos hispanoamericanos es, para este


admirador de Monteagudo, un ideal al que deben convocarse los esfuerzos.
Como suefia con lo grande, amplia el proyecto :
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 249

«y si a esto se agrega que la aversion contra los Est ados


Unidos deINorte nunca tuvo en nuestropafs la forma colectiva
o violenta que por razones obvias alcanza mas allé de
Panama, habremos dicho que nuestro hispanoamericanismo
tiende sin esfuerzo a mâs amplias esteras de
panamericanismo» 54.

Lejos estamos del perentorio juicio formulado en La Restauraciôn


Nacionalista sobre los Estados Unidos : sociedades bârbaras ajenas al
verdadero proceso de la civilization55. Muy lejos de aquel comienzo de siglo,
cuando la expansion norteame ricana suscité alarmas, protestas y no pocas
paginas indignadas56.
Como ha sido dicho, multiples afirmaciones de Eurindia explicitan
las preguntas que algunos se hacîan sobre la capacidad del pais para digerir
los importantes contingentes de poblaciôn extranjera que en forma ascen-
dente f ueron Ilegando al pais entre 1 880 y 1 91 457. Son las transformaciones
sufridas por Argentina, innegables desde luego, las que constituyen el
resorte fundamental del pensamiento de Rojas, asf como determinan no
pocas de sus conclusiones. Es quizâ esa obsesiôn la que, en definitiva,
falsea su juicio. En el afio 1924 ve en Dâvalos o en Lynch el esbozo de la
sîntesis que desea para la literatura de su pafs. A menos que fuese vidente
no podia presentir la obra futura de Roberto Arlt, pero una lectura minuciosa
de Fervor de Buenos Aires ( 1 923) o de Veinte poemas para ser leidos en el
tranvfa (1922) le hubiese demostrado que el futuro de la gran literatura
argentina no estaba donde él creia.

7. Conclusion

Por esas razones, me parece ver en el crîtico argentino mâs al


hombre que clausura una etapa, que al iniciadorde algo nuevo. En efecto,
sus observaciones, en ocasiones pertinentes, son a menudo anacrônicas.
Y ello se advierte, sobre todo, en Eurindia. Se dirîa que la historia ha ido
haciendo su trabajo, mientras él cavilaba sobre tiempos muertos y un templo
helado en su escritorio.
Su intuicionismo y esencialismo son indiscutibles. Al ubicar la
esencia de lo argentino a lo lejos, se vedô en parte, la posibilidad de aceptar
que la tradiciôn nacional, que consideraba como la memoria colectiva, y
cuyas peculiaridades régionales admitîa, asimilase en el futuro la de los
nuevos pueblos que Ilegaban a Argentina.
En otro aspecto, siguiô la evolution de su época. Es util recordar
250 Nilda DIAZ

que en 1901 el Himno Nacional pierde, por decision gubernamental, sus


estrofas anti-espafiolas. Espafia no constituia ya un peligro ; por lo demas,
su derrota de 1898, si bien daba la independencia a Cuba - y a que precio
- es vivida con aprehensiôn en America debido al papel que en ella
desempefiaron los Estados Unidos.
Rojas es un provinciano, circunstancia que al mismo tiempo que lo
ponia en contacto con algunas tradiciones indias (Cf. : El pais de la selva),
lo alejaba del cosmopolitismo portefio ubicândolo en el extremo opuesto de
la élite gobernante y de los grupos de intereses que giraban a su alrededor.
Esos orfgenes explican sus convicciones federates. Su adhésion
permanente a los ideates democrâticos y republicanos, con todas sus contradic-
ciones, muestra cuânto lo sépara del Lugones de siniestra versatilidad y del
Manuel Gâlvez que aplaudia frenéticamente el cuartelazo de Uriburu.
Injusto es que el tftulo de La Restauraciôn Nacionalista haya sido
utilizado, con una equitati va ignorancia del libro y del sentido de las palabras,
como sinônimo de reacciôn nacionalista. Pretendia restaurar no solo el
derecho sino también la obligaciôn de una educaciôn igualitaria y laica.
Entendfa nacionalista como sinônimo de nacional, que ése era el significado
que ténia tal vocablo por aquel entonces.
Se le debe haber proseguido, en ciertos aspectos, la obra llevada
a cabo por Juan Maria Gutierrez de quien es, a pesar de los afios que los
separan, legîtimo heredero. En ese fervor por el mâs insignificante docu-
mento, en el trabajo y la energfa gastados para salvar de la destruction
papeles y archivos, la memoria de un pueblo como decia con razôn, creo ver
su principal mérito.

NOTAS

Sobre el positivismo en general su juicio es negativo ; califica sus elucubracio-


nes de «baratijas pseudofisiolôgicas», in : La Restauraciôn Nacionalista
Informe sobre Educaciôn, 1a éd., Buenos Aires : Ministerio de justicia é
Instruction Publica, 1 909, p. 332. En todos los casos respetaré laortografîa de
la ediciôn utilizada.
Ricardo ROJAS, Eurindia. Ensayo de Estética fundado en la experiencia
histôrica de las culturas americanas, 1a éd., Buenos Aires : Librerfa La
Facultad, Juan Roldân y Cîa., 1924, p. 30.
H.R. LAFLEUR ; S.D. PROVENZANO ; F. ALONSO, Las Revistas Literarias
Argentinas, 1893-1960, Buenos Aires : E.C.A., 1962, p. 38-39. Su primer
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 251

numéro aparece el 1 de mayo de 1 903, Ricardo Oliverafirmaba el liminar : « Es


necesidad nacional que grita su urgencia, réunir el esfuerzo de lajuventud al
de las generaciones anteriores y de polarizar todas las energias hacia la
gestaciôn de un ideal para el pueblo argentino». Ningûn numéro de esta revista
existe en la Biblioteca Nacional de Paris, pero dada la heterogeneidad
ideolôgica de intégrantes y colaboradores, es licito suponer que ese ideal
argentino debîa tener contornos mâs o menos evanescentes.
4 Manuel GARCIA BLANCO, Ricardo Rojas y Unamuno, Extracto de la Revista
de la Universidad de Buenos Aires, Va Epoca, Ano III, num. 3, s/f.
5 Manuel GALVEZ, Recuerdos de la vida literaria. Amigos y maestros de mi
juventud, Buenos Aires : Hachette, 1961, p. 37-38.
6 Sobre el nacionalismo argentino se puede consultar con provecho el libra de
Marysa NAVARROGERASSI, Los nacionalistas, Buenos Aires : Ed. Jorge
Alvarez, 1968.
7 Veâse lo afirmado por Paul VERDEVOYE en Identidad y literatura en los
pafses hispanoamericanos, Buenos Aires : Ed. Solar, 1984, p. 16.
8 Manuel GARCIA BLANCO, Ricardo Rojas y Unamuno, op. cit., p. 428.
9 Ricardo ROJAS, La Restauraciôn Nacionalista, op. cit., p. 42.
10 Ibid., p. 43.
11 Ibid., p. 336-337.
12 Ibid, p. 352.
13 Ibid, p. 358.
14 Ibid, p. 358-59-60.
15 Ibid, p. 360.
16 Revista Iberoamericana. Homenaje a Ricardo Rojas, Numéro 46, Julio-Dic.
1958, Universidad de lowa, p. 242.
17 Sin disminuir la importancia de los elementos puramente argentinos que
entran en la composiciôn de La Restauraciôn Nacionalista, creo ver la
inf luencia de la escuela histôrica f rancesa conocida con el nombre de escuela
metôdica. Multiples son las menciones de Monod, Seignobos, Lavisse, etc.
Rojas tiene, como estos senores, la convicciôn de que es necesario ligar los
estudios histôricos a lo que se ensena en las escuelas, de que el investigador
debe relacionarse con el mundo de la ensenanza, incluso confeccionando
manuales histôricos. Comparte asimismo con dichas personas la concepciôn
de la historia como una continuidad que permitirîa reencontrar en cualquier
momento el nûcleo de la nacionalidad, asi como un republicanismo que lo
conducirâ en 1930 a pasar unos frîgidos meses en Ushuaia y , por ultimo, un
patriotismo que, por momentos, cae en el patrioterismo. Sobre la escuela
metôdica consûltese : Guy BOURDE, Hervé MARTIN, Les écoles historiques,
Parîs : Ed. du Seuil, 1983.
18 Ricardo ROJAS, Blason de Plata, 3a éd. Bs. As. : Losada, 1 954, p. 58.
19 Ibid., p. 58.
20 Ibid., p. 61-62.
21 Ibid, p. 83.
22 Ibid, p. 86.
23 Ibid, p. 104.
24 La restauraciôn nacionalista, op. cit., p. 304.
252 Nilda DIAZ

25 Revista Iberoamericana, op. cit., p. 223.


26 Citado por Luis Emilio Soto en «Ricardo Rojas y la Americanidad», in : Revista
Iberoamericana, op. cit, p. 322-23.
27 Ricardo ROJAS, La argentinidad. Ensayo histôrico sobre nuestra conciencia
nacional en la gesta de la emancipaciôn, 1810-1816, 2a ed. Buenos Aires :
Librerîa La Facultad. Juan Roldân y Cfa., 1 922, p. 1 1 .
28 Ollantay. Tragedia de los Andes es una obra teatral de 1939. Ver : 4a éd.,
Buenos Aires, Losada, 1949, 218 p.
29 La argentinidad, op. cit., p. 292.
30 La Historia de la Literatura Argentina de 1917-1922 comprende : 1. Los
gauchescos ; 2. Los coloniales ; 3. Los proscriptos ; 4. Los modemos.
31 Ricardo ROJAS, Historia de la literatura argentina. Los gauchescos, Buenos
Aires : Ed. Guillermo Kraft, 1960, p. 87.
32 Ibid., p. 88.
33 Ibid., p. 87.
34 Ibid., p. 85.
35 Ibid., p. 57.
36 Ibid., p. 55.
37 Ibid., p. 202.
38 Ibid., p. 5-iO.
39 Ibid., p. 512.
40 Ibid., p. 546.
41 Debo estos datos a la amabilidad del senor Leon Sigal.
42 Historia de la Literatura argentina. Los modemos, Buenos Aires : Ed. Losada,
1949, p. 647.
43 « Elparentesco de "La cautiva"y el "Facundo"con el "Martin Fierro", parece tan
évidente que no necesita demostracion» in Eurindia, op. cit., p. 31 .
44 Eurindia, op. cit., p. 41 .
45 Ibid., p. 129.
46 Rojas se ref iere al ocultismo en la Introduction de Eurindia. Un estudio en ese
sentido es el que realiza Adolfo de Obieta en : «Zonas investigables en la vida
y obra de Ricardo Rojas» in :Testimonios sobre Ricardo Rojas, Buenos Aires :
Univ. de Bs. As., Fac. de Filosofîa y Letras, 1984, p. 125-136.
47 Eurindia, op. cit., p. 226.
48 Ibid., p. 114-115.
49 Ibid., p. 147-148
50 Ibid., p. 361.
51 Veâse la opinion de Canal Feijôo en el artfculo antes citado : «Pero esos dos
simbolos [el de la Tierra y el del Arbol] eran lopropio delindio ;la "superaciôn"
quepromete eltercero, el del Templo, encerraba para elindio - constructor de
grandes muros de piedra y techos deleznables - sutilmente un nuevo sepulta-
miento», in Revista Iberoamericana, op. cit., p.. 225.
52 Eurindia, op. cit, p. 83.
53 Ibid., p. 90.
54 Ibid., p. 85.
55 La Restauraciôn Nacionalista, op. cit., p. 447.
56 Sin olvidarque Argentina jugé un papeldiplomâtico de primera importancia en
RICARDO ROJAS Y LA ARGENTINIDAD 253

aquella época.
57 Enefecto,comoconsecuenciadelaguerralainmigraci6nbajaapartirde1914.
Recomienza en 1 920, pero nunca volverâ a alcanzar las cifras de aquel ano.

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