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Reflexión

El efecto violento.

Docente
Norbey Ruiz

Presentado por:
Deicy Quejada Agualimpia

marzo de 2019
Universidad Minuto de Dios
Apartado Antioquia
Resolución de conflictos.
INTRODUCCION
El conflicto es parte consustancial a la vida cotidiana, inevitable a la vez que importante para
encontrarle solución productiva a los problemas que enfrentamos a diario. Su impacto en la
salud y el bienestar de las personas resulta decisivo, pero más trascendente aún, es la forma en
que se manejen. El aprendizaje de habilidades sociales para conducirlos deviene entonces, en
tema mucho más importante que la presencia e intensidad del conflicto en sí mismo.
Ejemplo de ello lo podemos ver reflejado en el efecto

EL EFECTO VIOLENTO.
Los efectos de los conflictos pueden resultar sumamente nocivos para la salud y el bienestar
de las personas tanto en el plano psicológico como en el de la salud y las relaciones
interpersonales. Los conflictos mantenidos y no resueltos generan ansiedad, depresión,
incertidumbre, crisis existenciales en el plano de la subjetividad; pero también generan
dificultades en las relaciones interpersonales con daño en los vínculos afectivos con personas
significativas; y también el organismo “cobra” su propia cuenta con insomnio, problemas
gástricos, cardiovasculares, etc.
El psicólogo Zimbardo afirma que cualquier persona, en el momento de tomar decisiones, es
influida por tres poderes: el del sistema, el situacional y el personal. Es el poder del sistema el
que con sus fuerzas poderosas y complejas crea las situaciones, y son ellas las que, en últimas,
conforman nuestra conducta. En términos de Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”.
En tal sentido, para construir mi yo deseado, debo actuar sobre el entorno que nos constriñe y
abruma, expresado en las instituciones caducas que generan inequidad y oprobio en nuestras
relaciones sociales.
Zimbardo nos lleva a pensar en conceptos como la ética, la moralidad, el humanismo y, en
definitiva, el bien y el mal. Nos dice que la maldad “consiste en obrar deliberadamente de una
forma que dañe, maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes, o en hacer
uso de la propia autoridad y del poder sistémico para alentar o permitir que otros obren así en
nuestro nombre”. Esa es una de las características de la política con armas que tanto daño nos
ha causada y que debemos comprometidamente superar mediante cambios en nuestra ética
social.

Leyendo el libro comprendí en mejor forma escenas de mi propia vida. Recapacitando sobre el
proceso ocurrido en el experimento de Stanford, pude entender la débil barrera que separa la
maldad y el heroísmo. También el riesgo de ser injustos con los cientos de militares privados
de la libertad, por acciones que efectuaron como personas inducidas por el poder de la
situación o del sistema, también me permitió comprender por qué Colombia siendo un país de
gente buena y laboriosa en una tierra rica y promisoria, atraviesa por momentos tan críticos.
Al igual que los estudiantes que se sometieron al experimento de Stanford, las consecuencias
de los entornos situacional y sistémico equivocados. Un ejemplo nos lo da Campang, cuando
afirma que, si el principio del bien común es sustituido por el del bien particular, la
consecuencia obligada es la corrupción.
Vale la pena, entonces, resaltar que en muchas ocasiones el problema estriba, no en el
conflicto en sí mismo, sino en la forma de responder ante él. No se puede decir que haya una
forma única, idónea, de responder a los conflictos.
De igual manera que hay diversidad de individualidades hay diversidad de situaciones
conflictivas, pero sí hay algunos elementos comunes que resultan importantes:
Un primer requisito necesario para dar solución o salida eficaz a un conflicto es reconocer y
aceptar su existencia. Muchos especialistas en el tema han insistido en la importancia
del carácter perceptual del conflicto, en que las personas entiendan y reconozcan que existe
una situación de antagonismo, entre las partes implicadas, en torno a determinado fenómeno
de su realidad cotidiana. Sobre todo, porque cada una de las partes tiene una percepción
diferente de la situación de conflicto, de cómo esta les afecta o perjudica, e incluso una
percepción diferente de cómo puede el conflicto ser resuelto.

Un requisito posterior presupone la voluntad de solucionar el conflicto; un conflicto sólo


puede ser productivo si las partes quieren solucionar la situación existente. Si las personas
perciben el conflicto, pero no tienen la voluntad o los deseos de cambiar el estado de cosas
existente, prolongarán indefinidamente este estado que tiende, lógicamente, a empeorar pues,
como le gusta decir a una buena colega: “los problemas no se disuelven ¡se resuelven!”. Por
otra parte, una situación de conflicto reconocida y mantenida en el tiempo, impacta día tras día
la salud y calidad de vida de los seres humanos implicados e ella.

Tener la voluntad de solucionar el conflicto presupone entonces que las personas hayan
arribado a la convicción de la necesidad de búsqueda de una solución efectiva. Al llegar a este
punto, y si se quiere lograr una solución constructiva, juegan entonces un importante papel
las creencias y convicciones , muy en particular la flexibilidad para creer y estar convencidos
de que las personas (incluido uno mismo) pueden cambiar, con lo que están preparadas para
asumir una posición colaborativa de búsqueda de conciliación de intereses comunes, a partir
del presupuesto, según Cheryl A. Picard de que “las personas tratan de mejorar una situación
negativa si se les brinda una oportunidad justa para hacerlo”.

CONCLUSIONES
Partiendo de la reflexión anterior con base en el libro “El efecto lucifer” podemos concluir
diciendo que a pesar de el ser humano siempre esta en un constante lucha entre el “yo” interior
que cada persona siempre tiene una parte conflictiva que la que lucha día a día, muchas veces
nos dejamos envenenar nuestra mente y corazón con los actos sociales denigrantes que día a
día vemos en nuestra sociedad y en allí cuando empiezan los conflictos cuando queremos
tomar mano propia en asuntos impunes que nos indignan y quebrantan nuestra impotencia la
violencia nunca va ser el camino para solucionar los conflictos en nuestra sociedad aunque el
ser humano sea partidario de el efecto lucifer nos deja claro debemos luchar cada día contra
ese “yo” contrario en cual despierta esta macabra sociedad.

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