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El plan maestro de Bergoglio

Luis FernandoValdés
2 diciembre 2013
Sección: Blog, Fe y razón

El Papa acaba de publicar la obra programática de su Pontificado, que ha sido


recibida muy bien recibida. Pero, ¿qué novedades contiene el texto de
Francisco? ¿Reformará o no el papado y a la Iglesia?

Con motivo de la clausura del Año de la Fe (24 noviembre), el Santo Padre


publicó la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (‘La alegría del
Evangelio’), cuyo contenido “tiene un sentido programático” del nuevo
Pontificado (n. 25).

Sobre este rico documento se pueden comentar muchos aspectos. Veamos los
más generales. En primer lugar, esta Exhortación muestra la autenticidad del
pensamiento de Francisco. En ella encontramos frases llenas de sentido, que él
ya usaba desde su época de Cardenal en Buenos Aires y que sigue empleando en
sus homilías diarias.

Por ejemplo, la expresión: Dios “primerea”, que equivale a decir “que el Señor
tomó la iniciativa”, pues ha amado primero a sus discípulos. Es simpático que
en el documento el Papa pide disculpas por utilizar este neologismo (cfr. n. 24).

O esta otra frase: que los obispos y sacerdotes deben ser pastores “con olor a
oveja”, es decir, guías espirituales que están en contacto con los problemas de la
gente, que tocan “la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (cfr. n. 24).

Un elemento clave del documento es que Francisco pone como punto de partida
la alegría del encuentro con Cristo. Y, desde la Escritura, muestra ejemplos vivos
del gozo de quienes dejan entrar a Dios en sus vidas (cfr. nn. 2-8). Así, el
Pontífice muestra que el cristianismo es ante todo una afirmación alegre y no un
mero código de preceptos negativos.

Otro punto central es que el Papa latinoamericano propone a toda la Iglesia que
es hora de que los fieles salgan a buscar a los que no frecuentan la práctica
religiosa. Y lo hace con palabras que ya empleaba en Argentina: “prefiero una
Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”
(n. 49).
Ha llamado la atención en los medios la claridad con la que el Papa Francisco
denuncia tanto los males del mundo actual (una economía que excluye a los
pobres, la idolatría del dinero, la violencia, etc.); como también los problemas
de los hombres de Iglesia: el egoísmo, el “pesimismo estéril”, la “mundanidad
espiritual”, etc. (cfr. nn. 52-109).

Por otra parte, el nuevo estilo del Santo Padre, su cercanía con la gente, su
sencillez para decir lo que piensa, han dado oxígeno al mensaje de la Iglesia, de
manera que el Papa presenta aquí la doctrina católica de siempre sobre el aborto
(nn. 213-214), la homosexualidad (n. 64) y el sacerdocio sólo para varones (n.
104), sin que haya levantado protestas en los medios.

La reforma que propone el Papa Bergoglio no consiste en cambios doctrinales,


sino en el modo de ejercer el gobierno en la Iglesia, empezando por el
pontificado romano (n. 32) y el de los obispos que deben estar más cercanos a la
gente (nn. 30-31); y a la descentralización: que el Papa no “reemplace a los
episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se
plantean en sus territorios” (n. 16).

Hay que destacar que este documento es fruto de la amplia experiencia pastoral
del Papa argentino, que desde hace años ha buscado el acercamiento de la
Iglesia con el mundo contemporáneo y ha ofrecido soluciones prácticas a los
profundos sufrimientos sociales, y que ahora pide a la Iglesia entablar un
diálogo con la sociedad multicutural y multirreligiosa.

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