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La palabra de Dios en la Biblia

La palabra profética confluye con la palabra creadora y ambas se identifican con sabiduría,
fuertemente personificada y abarca, también, las características del espíritu de Yhavé.

Al hablar al hombre, Dios entra en diálogo con él y lo coloca en la dinámica de Alianza. Es un diálogo
amistoso y al mismo tiempo comprometedor. En este diálogo, lo que nos interesa, no es tanto el
contenido que se transmite, sino la relación que se establece entre locutor y el oyente; la palabra
es el último análisis. Dios mismo que llama al hombre a una comunión de vida con él. Al hablar al
hombre, Dios espera de él una reacción.

Su revelación no es una verdad abstracta que Dios nos comunica, ni un conjunto de verdades
conceptuales, y sí es un Dios-Persona que nos habla, nos busca, nos llama, nos convida y espera de
nosotros una respuesta. Esta respuesta reacciona y es ante todo, la escucha. La espiritualidad bíblica
es primeramente la actitud de escucha. “Escucha, Israel” (Dt 6,4), “ojalá escucharais hoy su voz” (Sal
95,7). Salomón dio prueba de gran sabiduría cuando en su oración, no pidió riqueza, ni y larga vida,
ni la muerte de sus enemigos, sino un corazón que escucha.

Dios establece relaciones de Padre a Hijo con su pueblo “en los libros sagrados, el Padre que está
en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Dios es fiel lleno
de ternura, misericordioso, liberador y justo. El hombre es amado por Dios, Dios es el Padre.

La palabra de Dios no tiene por objeto, en primer lugar, el comunicar verdades conceptuales y sí
establece relaciones.

Esto es de particular importancia para el testimonio en la evangelización y para la fe, como respuesta
a la palabra de Dios. Nuestra fe se apoya más en Dios-Persona que nos llama y se entrega a nosotros,
que en su autoridad que no puede engañar lo que decide nuestra postura de fe. Es más el amor de
Dios que se revela, que su autoridad que enseña. Quién dialoga respeta al otro, valora al otro, se
inserta en la vida del otro. Nada de imposición, nada de manipulación o distorsión por medio de la
palabra. Por medio del diálogo estamos en el aspecto de la inculturación de la Palabra de Dios ya
bastante acentuada en el Antiguo Testamento y, hoy particularmente, es exigida como uno de los
mayores desafíos de la evangelización. La palabra inculturada exige un largo proceso de inserción,
una actitud constante del diálogo.

La palabra de Dios en el Nuevo Testamento, es el hecho de que Cristo es la palabra eterna que se
hizo visible-perceptible en su Encarnación. La palabra eterna se hizo palabra humana y Cristo se
encarna en la acción evangelizadora de la iglesia. Por medio del Espíritu Santo, que hace comprender
y asimilar la palabra de Dios, la iglesia procura llevar su misión evangelizadora todos los pueblos
haciéndolos discípulos de Cristo

El evangelio tiene como contenido el advenimiento del Reino de Dios, como aparece en los
Sinópticos y en Hechos de los Apóstoles. Para Pablo, el evangelio significa la obra salvífica de Cristo,
que tiene como centro del Misterio Pascual. No sólo esto para Pablo, el mismo Cristo es el evangelio.
Pero su Evangelio no era anunciado en forma de historia acerca de lo que Jesús dijo e hizo. Para el,
Jesucristo es el evangelio. Para Pablo, no sólo atestigua un acontecimiento salvífico, sino él mismo
es el acondicionamiento salvífico, que puede al mismo tiempo, entenderse como objetivo y
subjetivo: Cristo es el sujeto y el contenido del Evangelio.
Evangelio significa la Buena Nueva, la buena noticia del advenimiento del Reino de Dios, que tiene
como centro la obra salvífica de Cristo.

Los apóstoles son ante todos los testigos oculares de Cristo resucitado, dar testimonio mediante la
palabra y mediante la acción, coherencia de vida son dos aspectos de particular importancia, porque
estos aspectos manifiestan la identidad entre palabra y realidad.

El testimonio es el alma de la verdadera evangelización. Las palabras de Cristo son palabras del
Padre; en ella se cumple la obra del padre (Jn 3, 34; 4, 17) Por tanto quien escucha las palabras de
Jesús, escucha la palabra de Dios (Jn 5, 24; 12, 48; 48; 14, 24; 17, 14, 17). La palabra de Cristo es
verdad, salvación es vida, si alguno me ama guardará mi palabra, y mi padre lo amará y vendremos
a él y haremos morada en él. El poder de la palabra de Jesús se muestra en los relatos de las
curaciones que Jesús realizó. “yo te digo levántate… y el paralítico se levantó”; Jesús expulsó a los
demonios con su palabra (Mt 8,16) A Jesús le bastó decir una palabra y el siervo del centurión quedó
curado. Los vientos y el mar obedecen a la voz de Jesús.

Existe unidad entre la palabra y la acción de Jesús.

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