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La estabilidad democrática y la institucionalidad chilena ha sido una de las

construcciones político-académicas que más se ha trabajado durante el siglo XX. Dicha


estabilidad fue adjudicada a los partidos políticos, catalogados como un caso que
presentaba altos niveles de estructuración programática y de clivajes en la región,
aproximándose a las características de los sistemas de partidos europeos (Dix, 1989; Scully,
1992; Coppedge, 1998).
El sistema político chileno desde un principio adquiere características únicas en América
Latina, donde las fuerzas políticas desde un primer momento se definieron en tres bloques
ideológicos (Scully, 1996), con partidos que están en polos opuestos y al menos uno en el
centro. Estos tienen la misión de canalizar y dar forma a los distintos intereses de
ciudadanía, siendo fundamentales para el funcionamiento de una sociedad plural con
distintas opiniones (Dalh, 1997) recogiendo las demandas ciudadanas y haciéndola
participar activamente. En sociedades tan complejas y diversificadas es necesario la
representación de diferentes intereses siendo una misión fundamental de los partidos
políticos. Por lo tanto, los partidos deben articular y representar los intereses de la
población para que puedan ser tomados en cuenta debidamente en las decisiones políticas.
Los partidos en Chile contenían un componente identitario de clases sociales, creando
canales de soluciones democráticas en un Estado de Derecho, sin embargo, en la actualidad
ha perdido su peso y fuerza, quedando fragmentados y privilegiando una imagen individual
de candidato más que a una propuesta programática.
El siguiente ensayo tiene por objetivo analizar la conformación de los partidos, sus
principales características y su fragmentación. Para ello en primera instancia daremos una
panorámica histórica indicando los cambios que han reestructurado el rol de los partidos,
para continuar con la fragmentación de ellos y la nueva forma de hacer política: sin
partidos.
En un primer momento, desde 1830 Chile logró implantar un sistema democrático,
mediante el triunfo de la facción conservadora, la que impulsó medidas como la
Constitución de 1833 la cual tenía un fuerte presidencialismo. Sin lugar a duda, el sistema
democrático de ese entonces corresponde más bien a un acuerdo entre las elites, cuya
finalidad fue consolidar un centro político fuerte y una clara identidad nacional. La
supremacía constitucional fue directamente vinculada a la estabilidad política.
Según (Faúndez, 2011) desde 1831 hasta 1891, los presidentes fueron elegidos
regularmente y, con los años, cada vez más responsables ante un congreso más influyente y
activo. La presencia imponente de una oligarquía rural relativamente homogénea (Scully,
1996), permite explicar la transición rápida hacia una república en comparación con los
países vecinos, y cuyo sustento se encuentra en la Constitución de 1833, la que proporcionó
un marco legal para los próximos cien años
En este periodo son más bien facciones de la oligarquía en competencia que partidos
políticos en sí mismos, los cuales mediante la institucionalidad buscaban establecer reglas,
y juegos democráticos, en donde adquieren mayor protagonismo.
El alto nivel de apogeo de las clases más influyentes se debe como afirma (Faúndez, 2011)
“al notable éxito político y económico de la élite las cuales les permitió desarrollar un
apego temprano a la noción de gobierno constitucional y al principio de legalidad.”
Es en el año 1850 donde se da la fisura clerical- anticlerical “la cuestión del sacristan” en
donde por primera vez los partidos políticos se organizaron. Como consecuencia el sistema
político quedó dividido en cuatro partidos conservadores, liberales, radicales y los
nacionales (Scully, 1996). Esta fractura provocó que los presidentes chilenos se vieran
obligados a gobernar formando coaliciones, adquiriendo los partidos políticos un gran
poder. Era necesario una negociación previa si se quería gobernar.
Posteriormente con el advenimiento del periodo parlamentario el congreso adquiere una
gran fuerza debido a que fue consiguiendo amplias facultades como aprobar el presupuesto
anual, fijar los impuestos sobre la tierra, el tamaño y gastos de las fuerzas armadas (Heise,
1954) permitieron la parlamentarizacion, restándole poderes al ejecutivo y ampliando los
derechos civiles como sociales. En tanto que el poder judicial carecía de recursos efectivos
para proteger a los ciudadanos del abuso por parte del ejecutivo.
El panorama político del periodo conservador presidencial se fue transformado hacia un
sistema multipartidario de tipo parlamentario, incrementando el espacio para las disputas y
oposición, lo que trajo consigo que los partidos formarán coaliciones y alianzas. Lo que
origino que en las elecciones parlamentarias de 1894 y las las elecciones parlamentarias de
1894 y las presidenciales de 1896, los partidos se alinearon en torno a dos grandes pactos o
combinaciones políticas: la Alianza Liberal y la Coalición Conservadora. (citar de
biblioteca).
Es en este periodo donde se origina un sistema electoral libre de la interferencia
gubernamental directa (Valenzuela, xxxx), obligando a los partidos a movilizarse en
búsqueda de votos. Esto provocó que los partidos fortalecieran y realizaran redes de
influencia y apoyo a lo largo del país, posicionando a líderes quienes asumieron un rol
preponderante ya que debían posicionarse en elecciones altamente competitivas.

Durante este periodo el conflicto clerical-anticlerical se trasladó hacia el conflicto de clases


en el sector urbano (Scully, xxxx). Las coaliciones y negociaciones políticas que se habían
mantenido por décadas comenzaron a fragmentarse, siendo la elite política incapaz de
resolver los desafíos de la cuestión social. Ante el fracaso de los partidos políticos
tradicionales para captar la demanda de los trabajadores, surgen partidos de clase
trabajadora, quedando el sistema político conformado por comunistas, socialistas, radicales,
conservadores y liberales.
Los cambios en la fuerza laboral provocaron el origen de sindicatos, sociedades de socorros
mutuos y otros tipos de organizaciones de carácter popular, cuyo eje era la organización y
publicación de actividades sobre su condición social llevo a tener un amplio debate público.
Con un amplio espectro de grupos y partidos existentes, al término de la republica
parlamentaria el sistema era muy volátil. Sin embargo, es evidente que se incorpora un
nuevo polo a la izquierda cuya conformación provenía de los grupos proletarios. Con la
conformación del Partido Comunista brindo un cimiento al ala izquierda, y un clivaje
ideológico sustentado por las clases sociales
La reforma a la constitución en 1925 y los cambios sustanciales respecto a la vuelta al
régimen presidencial y la separación entre la iglesia y el Estado, hicieron que algunos
partidos no tuvieran mas propuestas programáticas como el es caso del Partido Liberal
demócrata
Por otro lado, al incrementarse el número de partidos políticos, comienzan a cobrar mas
fuerza las alianzas, tanto es asi que a medida que se acercaba el término del período
presidencial, las coaliciones partidarias quedaban determinadas más bien por la nueva
campaña presidencial (Valenzuela, xxxx)
En este periodo se produce un fenómeno interesante con la entrada de Carlos Ibáñez del
Campo, quien desprovisto de un eje ideológico - programático busca mediante alianzas con
distintos partidos imponer su liderazgo, teniendo como campaña carentes de principios y
equipado de frases simplonas (Valenzuela, xxx). Ibáñez logro llegar al poder mediante una
coalición de partidos que se sentían excluidos del sistema político.
El liderazgo en esta época es tomado por el partido radical quienes eran el partido centrista
por excelencia, siendo un centro más bien posicional por los polos extremos del sistema
político. Sin embargo esto cambio con la consolidación de la Democracia Cristiana quien
toma un rol más bien programático de centro
Durante los años 1932-1964 Chile tuvo un período de democracia de partidos (Manin,
1997). Los partidos políticos nacen en un momento de ampliación del electorado y de
extensión gradual del derecho a sufragio. Su objetivo era la “movilización de un electorado
ampliado… los ciudadanos votan por alguien que lleve sus colores políticos” (Manin,
2006).
Partidos políticos fuertes y con una vasta tradición republicana se transformaban en una
especie de columna vertebral (Garreton, xxxx) en la política chilena, que hacían impensado
el quiebre institucional y las proyecciones a futuro del populismo. Los partidos de masa
reflejaban la división de las clases sociales y se esperaba que se llegara a un mayor nivel de
inclusividad en el sistema político chileno en donde los mayores propulsores serían los
partidos.
Durante este periodo existe un marcado voto ideológico - programático hacia los partidos,
teniendo gran participación los dos partidos marxista, cuya labor se orientaba a la lucha
organizada con los trabajadores populares. Según (Przeworski, 1996) la democratización se
reconoce por la aparición de los grupos subordinados y el reconocimiento generalizado del
derecho a formar sindicatos.
A su vez, la constitución de 1925 adquiere una gran legitimidad con lo cual los partidos son
los grandes impulsores del sistema, alternándose y gobernando en distintas coaliciones,
siendo los gobiernos más receptivos a escuchar las demandas ciudadanas que tenían
derecho a voto. Estas captaciones de las demandas tiene su origen en los diferentes niveles
de ampliación tales como, el voto femenino en las elecciones municipales, y posteriormente
en 1949 se establece, el derecho a voto para elecciones presidenciales y parlamentarias,
siendo en la elección de 1952 la primera vez en ejercer este derecho.
Esta medida permitió ampliar el electorado y fomentar la democracia, cuyo fundamento es
poder establecer parámetros de igualdad entre los ciudadanos, sin importar, status social,
sexo, religión, etc. Otras medida para la ampliación de este derecho fue la introducción de
la cédula única electoral 1958, cuya finalidad era acabar con el cohecho, y la aprobación
del voto para los ciegos 1969. Sin embargo, a pesar de la alta inclusión en este periodo aún
quedaban muchos sectores excluidos, tomando como medida en 1970 la eliminación
del requisito de alfabetización.
El porcentaje de votantes con respecto de la población pasó de un 9,6% en 1933 a un 39,1%
en las elecciones de 1973, uno de los niveles más altos de la historia de Chile (Memoria
Chilena: Portal, 2017).
En el periodo siguiente los partidos políticos logran realizar conglomerados y alianzas con
la finalidad de evitar la llegada del socialismo, es en este periodo en donde se intensifican
las medidas en pro de los trabajadores.
Prueba de esto es que Durante el periodo de 1964-1973 se caracteriza por una democracia
radical, en donde los gobiernos de Frei y Allende tratan de realizar reformas estructurales,
estas administraciones tenían un objeto en común: “profundizar el proceso de
democratización mediante la inclusión y el empoderamiento de los grupos subordinados”
(Faúndez, 2011).

Ambos intentaron lograr mayores niveles de inclusión social a través de los registros
electorales, y la promoción de la sindicalización y organización de los trabajadores,
teniendo importantes logros como es el aumento al registro electoral, y la provisión de
salud y educación a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Sin embargo, la alta fragmentación y polarización de los partidos trajo consigo el


enfrentamiento entre los sectores opuestos, según (Dalh, 1997), cualquier sistema peligra
cuando se polariza en torno a diversos grupos declaradamente antagónicos. Los regímenes
competitivos que tienen que hacer frente a una polarización muy aguda están abocados al
colapso, al golpe de Estado o una guerra civil. Esta alta polarización se debió al problema
constitucional de 1925 en la cual los presidentes podían ser electos con mayoría relativa,
pudiendo tener como contraposición el congreso. En medio de esta ingobernabilidad se
encontró Allende quien tenía oposición en el congreso, agudizado por la fragmentación de
su coalición política.

Así en 1973 ocurre el golpe militar, quebrando el sistema democrático y tomando el poder
la Junta Militar quienes establecieron un gobierno autoritario. Entre las medidas inmediatas
están la clausura del Congreso Nacional, la declaración de receso de los partidos políticos y
la instauración de un Estado de Sitio en todo el país. Dichas medidas son totalmente
contrarias a un sistema democrático ya que el poder quedó sometido únicamente en la Junta
Militar, además de practicar una amplia represión política, labor que estuvo comandada por
la Dirección de Inteligencia Nacional, la cual ejecutó abusos e infringió los Derechos
Humanos afectando principalmente a los partidarios de la Unidad Popular.

Producto de este fuerte quiebre democrático se vuelve a una hegemonía cerrada, la cual
tiene “un bajo nivel de debate público y una baja participación” (Dalh, 1997). El debate se
clausura debido a que la Junta Militar tomaba decisiones mediante decretos leyes, con lo
cual la legitimidad y el constituyente quedan relegados.

El autoritarismo impuesto por Pinochet no solo destruyó aspectos democráticos


procedimentales, sino que también disgregó a los movimientos y organizaciones sociales,
además de anular a los partidos políticos, lo que se reafirma con el modelo económico
neoliberal cuyo principal triunfo es la individualización y atomización de la sociedad. Las
demandas ya no pueden ser captadas por los partidos políticos, sino que son producto de
necesidades individualizadas en niveles costo-beneficio de la ciudadanía.

Con el plebiscito de 1988, llega a su fin la dictadura militar, sin embargo los enclaves
constitucionales son muy claros y más que una vuelta a la democracia es una transición
bastante lenta. Estos enclaves son mecanismos que pretenden conservar el orden impuesto
cuyo concepto fue el de democracia protegida, explicada por (Guzmán, 1979) quien
establece que “debido a que Chile se convirtió en una democracia de masas, el sistema se
tornó inestable y la llegada del marxismo al gobierno es un desenlace inevitable… alcanzar
la calidad de país desarrollado es condición previa para que en nuestro país pueda
implantarse nuevamente al régimen democrático de gobierno.
La afirmación establecida por Guzmán determina la prioridad económica por sobre la
democrática, esta última sólo serían meros procedimientos para permitir el libre juego del
mercado, absteniéndose de ser una democracia participativa o radical.

La transición hacia la democracia fue un proceso difícil debido a los enclaves


constitucionales y al temor de la regresión autoritaria del gobierno militar, mediante la
fuerza o por las urnas.

La dictadura no solo impuso mediante la fuerza su pensamiento ideológico sino que a su


vez instauró una doctrina democrática, “sólidamente asentada, en el que se entienden que
las elecciones son el único sistema de selección de las autoridades políticas nacionales
…respetando sus resultados y esmerándose en hacerlas cada vez más transparentes siendo
condición fundamental para la democracia (Boeninger, 2007). Lo anterior nos indica que la
democracia se entiende como algo más bien de tipo procedimental que como forma
material por parte de la ciudadanía.

A su vez tras el fin de la dictadura, se generó una nueva forma de hacer política sustentada
en los liderazgos locales “Las relaciones clientelares entre los alcaldes y sus respectivas
comunidades, hizo que se tomaran en cuenta las demandas “desde abajo”, las que
privilegiaron un perfil de gestión comunal pragmática, alejada de los liderazgos político-
ideológico tradicionales”38, así se fue fortaleciendo una faz “apolítica” y “gerencial” de los
candidatos a alcaldes, donde “medidas contra la delincuencia, eficiencia en la gestión y la
solución de problemas concretos, fueron los principales tópicos que configuraron la política
municipal, que por su importancia ciudadana, terminó por trasladarse a nivel nacional”.
(citar, xxxx)

Si bien es cierto los partidos políticos vuelven adquirir una fuerza gravitante hacia el
periodo final de la dictadura esto se debió al enclave que provoco el plebiscito democracia/
no democracia, y es en base a esta fisura que se reconstituirán los partidos. Aquí se produce
un cambio substancial debido a que las demandas ciudadanas se verán cada vez más lejanas
entre el representante y el representado (Rosanvallon, xxxx), ya no existe el puente entre las
demandas de la sociedad civil y los partidos políticos. Comienza a fragmentarse y a
atomizarse la sociedad, tratando de cubrir ese vacío institucional la propia ciudadanía como
mediante los movimientos sociales, las redes de comunicación o manifestaciones masivas.

Los partidos políticos se invisibilizan y comienzan a aparecer candidatos individuales, la


elección recae en una persona de confianza por parte de los ciudadanos. El candidato
responde a la oferta electoral y es un experto en comunicación, lo que importa es la imagen,
las encuestas de opinión y la percepción que tangan la ciudadanía. La individualidad de los
candidatos parece ser uno de los factores esenciales de estas variaciones: las personas
parecen votar de modo distinto de una elección a otra dependiendo de la persona en
particular que compita por su voto (manin, xxxx). Los votantes entonces, tienden a elegir
en base a la persona más que en partido o programa político. Aquí se produce un cambio
substancial, ya que se desarraiga la percepción ideológica pragmática de la democracia de
partidos y pase a ser una democracia de audiencias en donde la persona vale más por su
individualidad que por sus programas.

Los medios de comunicación demuestran, ya no a un hombre notable sino que pasaron a ser
“personajes mediáticos”, personas que han adquirido mejor dominio de la comunicación
que otros y que por lo tanto resaltan sus cualidades retoricas. El político activista y el
burócrata de partido han sido reemplazado por una democracia de audiencias experto en
medio de comunicación (Manin,xxxx).

De la misma manera los partidos políticos han dejado de cumplir con el rol de formular y
desarrollar programas, a los candidatos les resulta incómodo las promesas detalladas y les
parece difícil y casi peligroso tratar de abordar un programa enfrentándose a imprevistos.
Los programas pasan a segundo plano y es más valorable las cualidades personas y sus
aptitudes para tomar buenas decisiones que atarse las manos con promesas concretas
(Manin, xxxx).

La conquista por el voto deja de ser una diferenciación ideológica entre partidos para captar
al votante. El candidato se preocupa de definirse a sí mismo y de definir a su adversario.
Esta situación ha llevado a que los algunos candidatos tengan cualidades populistas como
es la descripción con tintes dramáticos, un estilo de comunicación impregnado de
negatividad, indignación y de un espíritu cuasi- trágico que apela por la restauración del
orden. Ya no existe una propuesta contundente de soluciones y desafíos sino que se
exacerba la apelación al pueblo la exaltación contra las elites y el señalamiento de un
enemigo o antagonista envuelto en la emocionalidad (libro del profe, xxxxx). Aquí pasa a
ser central la figura del líder y su capacidad de desmantelar y sacar a los antiguos partidos y
formas de gobierno democrático dominado por las elites.

Los nuevos representantes buscan una nueva forma de relación, la iniciativa es puesta en la
división, tratando de encontrar los puntos de disyuntiva en el electorado y trasladarlas al
escenario público (Manin, xxxx). Estas divergencias entre los candidatos provoca una
fractura social y por ende la adhesión del electorado, los candidatos ya no son portavoces
de grandes proyectos nacionales sino que son buscan la personalización en la política.

En este tiempo la imagen lo es todo, los representantes no solo valoran la imagen personal
sino la de los partidos con los cuales están relacionados o incluso con las organizaciones
que trabajan, siendo Las encuestas de opinión una gran fuente de información en la política
actual. La campaña política entonces se compone de varias imágenes que se trabajan en
distintos niveles en donde se contrapone la definición del candidato, el ataque hacia el otro,
utilizando representaciones esquemáticas simplificadas.

Prueba de lo anterior es el debate presidencial en las primarias del 2017 de Chile Vamos,
en donde más que debatir ideas o propuestas programáticas se llevó a cabo un nivel de
discusión en entre los candidatos respecto de sus vidas personales, y a descalificaciones en
donde inclusive opinión publican pidió “elevar el nivel del debate”

Por otro lado, encontramos la mediatización y la elección de candidatos que están


involucrados en los medios de comunicación tal es el caso de Catherine Barriga alcaldesa
actual por la comuna de Maipú, Raúl Alarcón Rojas (Florcita Motuda) y Pamela Jiles
ambos diputados. Este tipo de candidatos considera a la política como un ámbito folclórico,
en donde los líderes y partidos utilizan los medios de comunicación para convencer a las
masas. En este tipo de populismo se alude a un “comportamiento político amateur y poco
profesional que apunta a maximizar la atención de los medios y el apoyo popular”. No se
respetan los códigos de lenguaje o vestimenta dando no solo una idea de ser novedosos y
rupturistas sino como unidos al “pueblo” luchando contra la oposición “la elite”.
Como consecuencia, lo que antes había unificado a la sociedad en torno a clivajes,
ideologías o programa actualmente solo se tiene la atomización de individuos y lo que es
más brutal: las personas ya no creen en la política como un fin en si mismo. La PNUD en
su informe estableció que existe un distanciamiento entre la ciudadanía y la política
institucional, expresando un malestar ciudadano con el funcionamiento de las instituciones
claves en democracia, como son los partidos políticos. Lo anterior se intensifica con los
problemas de corrupción y el declive de la confianza en las distintas instituciones. El
ciudadano actual se siente molesto, desligitima a las instituciones por los escándalos que
han sucedido, la perdida de confianza es innegable y por ende la clase política no logra
conquistar al electorado.

Los partidos políticos no son capaces de impregnar la identidad, de sus pensamientos y


creencias con los distintos sectores de las sociedad, pareciera ser que son un grupo aparte,
una elite que se dedica a ese tipo de labores tales como gobernar , los cuales ya no son
capaces de captar demandas ciudadanas.

Es necesario que el sistema político vuelva a reconocer a sus electores no solo mediante
creaciones de imágenes respecto a los candidatos, sino que capturando las demandas
ciudadanas que alguna vez fue parte de sus ejes programáticos. De lo contrario llegaremos
a un extremo en que la legitimidad de los representantes sea mínimas, en donde las
minorías más intensas pueden utilizar esta despolitización e instalarse mediante gobiernos
populistas que avalen medidas demagógicas.

En base al análisis de los partidos políticos y su fractura se puede determinar que el sistema
político chileno presenta el gran desafío de reconstruirse ya que se necesita de las fuerzas
políticas para poder canalizar los problemas de la sociedad, así como la conducción de un
país en una democracia legítima, es deber entonces de los partidos políticos volver a captar
al electorado.

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Referencias
Álvarez, Op.cit., 172. 39 Gino Germani, Política E Sociedade Numa Época de Transiçao:
Da Sociedade Tradicional À Sociedade de Massas, Sao Paulo, Mestre Jou, 1973; Octavio
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Coppedge, Michael. (1998). «The Dynamic Diversity of Latin American Party Systems».
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Dahl, R. (1997). La poliarquía : participación y oposición. Madrid: Técnos.


Rolando Álvarez, “A nova política no Chile pós-ditatorial: Passividade cidadã ou
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Dix, Robert. (1989). «Cleavage Structures and Party Systems in Latin America». Comparative
Politics, 22 (1): 23-37

Faúndez, J. (2011). Democratización, desarrollo y legalidad. Santiago-Chile: Ediciones


Universidad Diego Portales.

Heise, J. (1954). Historia constitucional de Chile. Santiago: Editorial jurídica.


Scully, T. (1996). La Reconstitución de la Política de Partidos en Chile. La Construcción de
Instituciones Democráticas: Sistema de Partidos en América Latina. CIEPLAN.

Scully, T. (1992). Rethinking the Center: Cleavages, Critical Junctures, and Party evolution
in Chile. Stanford: Stanford University Press.

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