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Gancho. Las radios escolares no son legales en el país, así la historia haya
demostrado que cotidianamente comunican, crean participación, abren
espacios y mejoran entornos. En esa labor, de construir país, los protagonistas
son niños, niñas y jóvenes, docentes, algunos directivos docentes y
organismos de gobierno y Estado y, en ocasiones, sus aliados naturales, las
radios comunitarias y ciudadanas. Esta es la historia de un mundo en el que se
expresan preocupaciones y deseos, y que intenta ser un retrato de la Colombia
joven del siglo XXI.
Con buen humor, algún habitante cuenta que por allá “entran dos emisoras del
Tolima”, pero que prácticamente “todos los mensajes son de Cundinamarca y
Bogotá, del centro del país. ¿Y eso de qué le ha servido a la gente?”, se
pregunta. Muy sencillo, responde este colombiano de aproximadamente 50
años: “para querer y cuidar su emisora, La Voz del Campo”.
Pero esta no es una historia sobre esa situación, así suenen en ella
helicópteros, revoloteen en manada los orejiamarillos cuando oyen el primer
disparo, se vean desplazados y autoridades de gobierno que no quieren o
pueden “ejercer desde allá, sino desde Ibagué”. Aquí lo que importa es que la
radio escolar vive para construir, y que quienes así lo quieren son seres reales,
de carne y hueso: estudiantes, docentes, comunidad y uno que otro
colombiano más.
“Doctor, hay una parte bien importante en esto de La Voz del Campo”, recalca
el profesor Jesús Pareja. “La emisora nunca… ni para un lado ni para el otro.
Aunque estamos en una zona de alta conflictividad y todavía en una etapa
difícil, no se ha prestado para decir: ‘Aquí se mataron tantos guerrilleros y
murieron tantos otros soldados’”.
Los equipos nuevos llegaron el 14 de julio de 1999, hace algo más de diez
años. “Lo recuerdo tanto porque esa noche fue la toma guerrillera que marcó
muchísimo a Roncesvalles y a buena parte de lo que es la cordillera de la zona
suroccidental de Colombia. Usted conoce lo terrible que fue la muerte de
policías y lo bastante terribles que fueron los días posteriores. Ese día yo
estaba esperando al señor rector Luis Alberto Carmona Suárez, para ayudarle
a llevar los equipos… pues desde el parque hasta el colegio -ubicado en la
zona rural-, siempre son como diez cuadras”. Era la culminación de múltiples
peripecias.
“Es así como nos damos cuenta de algo que la gente ha aprendido por sí
misma: se visualizan los problemas pero, a nosotros, nos toca darle forma a la
solución. Entonces, rapidito, con las pilas puestas, se instalaron los equipos; no
duramos más de cuatro horas y estábamos al aire. Y el mismo párroco, Juan
David, dinámico, comenzó a decir no cosas sobre violencia sino para elevarle
el ego a la misma población, desde el punto más sensible. Créame, doctor, que
muchas veces estábamos emitiendo al aire en medio de balas, y colocando
música y diciendo: ‘que este fin de semana tenemos reunión, que los
estudiantes del grado tal deben mejorar’… Cuestiones para sacar a la gente de
ese marasmo que causa una confrontación. Y hay que decirlo claramente:
nunca se criminalizó o descalificó; es que si se dice ‘emisora educativa y
comunitaria’, eso da otro carácter, otro estatus.
“Cuando las autoridades tuvieron que gobernar desde fuera, la emisora le dio
vida a una estructura que en ese momento estaba decaída”, recuerda un
habitante. En otro sentido, ayudó a rescatar la institucionalidad: “es que la
estructura del Estado era la misma emisora; allí era adonde llegaba el usuario
que buscaba la Alcaldía”.
Pero también es muy importante La Voz del Campo, porque fue asumida por
los estudiantes como propia. “Nosotros, los civiles, no tenemos velas en estos
enfrentamientos”, les decían a los oyentes. Y al fondo se oían los disparos. “Así
tengamos miedo, no hay por qué escondérnosle a nadie”, afirmaban. “Tampoco
queremos que nos corten del aprendizaje”, asegura haberle oído el profesor
Pareja a un estudiante: “el aprendizaje es nuestra forma de combatir”.
Así, de una u otra forma, el manejo resulta similar a lo que ocurre en la emisora
Risalda Estéreo del colegio que lleva el mismo nombre, en Chaparral, Tolima, y
en la que los jóvenes, en palabras de un profesor, han decidido que “los del
conflicto están allá con su mundo, y nosotros acá con el nuestro, netamente
educativo. Comprendemos que existen, pero nos respetamos”.
A ritmo de champeta
Sentarse bajo una ceiba con el calor del Caribe colombiano, es un placer. Pero
lo es más cuando los estudiantes de grados 8°, 10° y 11° de la Institución
Educativa Santa Ana -Erlina, Arnovis, Derly, Wendy y Verónica- explican lo que
quieren hacer con su incipiente experiencia en radio escolar, que en 2009
cumplió un año de existencia.
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Segunda historia colegial. Innovar y crear a partir de una remolacha, como un
ejercicio para fomentar el juego como instrumento pedagógico, propone el
profesor de educación física. Algunos muchachos construyen pistolas y otros
deciden “pegarse remolachazos en los recreos”. Ahora, todo el colegio anda
armado. Se prende la radio y en los recreos -de lunes a viernes- abren un
espacio para la discusión. Toda una semana de debate en torno a los valores,
la autoestima, el trabajo en equipo, la convivencia… Así, los muchachos y los
docentes construyen.
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Tercer momento institucional. Sube la música del CD 21, track 10. Tema del día
para hoy: “la depresión, porque los jóvenes están inconformes, se dejan
reprimir o se doblegan ante el primer obstáculo. La depresión atrae adicciones
al alcohol y los fármacos, y lleva a la tendencia del suicidio. Hay que dejar los
pensamientos negativos de lado”. Sube y baja la música. No hay que perder las
esperanzas. Siempre va a haber algo que recompense nuestras lágrimas… “Y
que nuestro tema del día les sirva de reflexión para la toma de decisiones. Los
esperamos mañana en una nueva emisión de Audio-arte”. Sube la música, se
diluye la música del CD 66, track 06.
“Sabemos que existe la hacienda, explica otro alumno, porque está ahí y la
vemos diariamente cuando venimos al colegio. Pero hoy también vamos a La
Pichosa”, como llaman a la que fue una quebrada de aguas cristalinas que en
los mapas aparece como Chiguaza, y que todos imaginan cuando una señora
de la hacienda la describe como ‘el lugar en donde había piedritas de colores
que brillaban. Aquí, en la hacienda, les cuenta, se casó uno de los presidentes
de Colombia’. Y el grupo entra a la casona de más de 200 años, y ve los
“mismos muebles, los libros viejitos pero en su lugar, empolvados, cuadraditos”.
“Un recurso para entender la historia”, recalca la maestra. Después, los
estudiantes elaboran los libretos para la radio escolar, que refuerzan con las
declaraciones en vivo. “La radio nos ayuda para que todos entendamos que los
Morales también hacen parte de esta memoria colectiva”.
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Era el año 2004 y Carmen, en los Montes de María, “había puesto el 13.5% de
toda la población desplazada de Colombia; la situación resultaba tremenda por
las masacres y por las luchas territoriales entre paracos y guerrillos”, recuerda
González. “Acabábamos de salir de ser Zona de Rehabilitación y Consolidación
(decretada por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez el 21 de septiembre de 2002),
y todo lo que pasaba era ilegal”.
Allí, habían comenzado a circular unos panfletos diciendo que algunas niñas de
distintos colegios se prostituían… “y hasta se podía conseguir un video.
Tocamos el tema en la emisora y la gente llamaba para decir ‘que no era de
hombres difundir ese tipo de cosas’”. Constelación alimentó el debate que
alcanzó a producir un movimiento social grande, “una movilización por la
población que terminó en un amplio apoyo a las niñas”.
La emisora estuvo al aire algunos meses más, contando las intermitencias,
“pues a veces apagábamos para que no nos cerraran”. Y llegaron a transmitir
desde el parque, con un teléfono inalámbrico, hasta que un día arribó la Policía
y confiscó lo que tenían: la videocasetera de la vecina, el micrófono de un
aficionado al canto, el teléfono de Doña Belky, en fin… Ante las demandas de
sus dueños, que salían de las casas a reclamar lo que tres jóvenes habían
tomado sin su consentimiento, lo único que pudieron confiscar las autoridades
fueron 40 metros de alambre y el oscilador”, recuerda González.
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“A nosotros la radio escolar nos dio muy buenos resultados en las zonas rojas,
de violencia y alto peligro”, asegura Fabiola Pardo, miembro de la Secretaría de
Educación de Cundinamarca. “Fue una manera de meter a los muchachos en
otra cosa totalmente diferente a la que proponían los medios”.
Esa es una de las ideas centrales del encuentro anual de Radio 24 Horas que
organizan el colegio privado Gimnasio del Norte, de Bogotá, y la asociación
Aire Colombia, cuya tercera transmisión se realizó en octubre de 2009. Temas:
jóvenes y conflicto armado, la importancia del juego como motor de vida y, en
2009, hablamos por el Planeta. Ahí llegan colegios y radios educativas de
Chile, Argentina, España, Estados Unidos y Colombia, por mencionar algunas,
en una maratón de intercambios que dura 24 horas seguidas.
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En la web y con las redes, la radio escolar une y conecta al norte, sur, oriente y
occidente. “Estamos en todas las horas del mundo, y a una hora en cualquier
parte del planeta”, explica Mauricio Romero, cabeza de la experiencia del
Gimnasio del Norte.
Próxima entrega:
Radios escolares en Colombia: un camino al mundo de los jóvenes (II)
“Soñamos la radio como la queríamos”