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Jean-Pierre Vernant

04-033-154
MITO Y RELIGIÓN
8 copias EN LA GRECIA ANTIGUA

EDITORIAL ARIEL, S. A.
BARCELONA

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INTRODUCCION
Título original: Intentar bosquejar el cuadro de la religión griega
Mime et rcligion en Grece ancienne en un breve ensayo, ¿no parece una apuesta perdida
de antemano? Desde que se toma la pluma para es-
Traducción de
SALVADOR MARIA DEL CARRIL
cribir, apenas seca la tinta, surgen tantas dificulta-
des, se plantean tantos problemas ... ¿Tenemos dere-
1. a edición: enero 1991 cho a hablar de religión en el sentido que nosotros
© Editions du Seuil, 1990, collection LA llBRAIRlE DU XXc SIECLE la entendemos? El politeísmo de los griegos no tiene
dirigée par Maurice Olender, pour la venion frans;aise et l'introduction. lugar en el «retorno de lo religioso» que, para ale-
grarse o para deplorarlo, hoy nos sorprende a todos.
© Macmillan Publisrung Company, 1987. Dans sa version anglaise,
ce texte a été publié le titre .. Greek Religion .. Porque se trata de una religión muerta, es cierto,
daos le 6e volume de The Enciclopedia oE Religion, Mircea Eliade (éd.), pero también porque no puede ofrecer nada a las
New York et Londres. Macm.illan. 1987, p. 99-118. esperanzas de quienes buscan la salida de una fe ín-
Derechos exclusivos de edición en castellano
tima en una comunidad de creyentes, en un encua-
reservados para todo el mundo dramiento religioso de la vida colectiva. Desde el pa-
y propiedad de la traducción: ganismo hasta el mundo contemporáneo, lo que ha
© 1991: Editorial Ariel, S. A.
Córcega, 270 - 08008 Barcelona
cambiado es el propio sign ificado de la religión, su
papel y sus funciones, su lugar en la conciencia in-
Diseño colección: Hans Romberg dividual y en el grupo. A.-J. Festugiere - tendremos
ISBN: 84-344-1096-6
ocasión de revisarlo más extensamente- excluye de
la religión helénica todo el campo de la mitología,
Depósito legal: B. 600 - 1991 pese a que prescindir de él nos coloca en una posi-
Impreso en España
ción difícil para concebir a los dioses griegos. Según
ese autor, en la religión que nos ocupa el culto reem-
Ninguna parte de esta publicaci6n, incluido el diseño de la cubierta, puede ser plaza a lo religioso; el culto o, mejor dicho, lo que
reproducida, almacenada o transmitida en maner:a alguna ni por ningún medio, ya
sea eléctrico, químico, mecánico, 6ptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso como buen monoteísta Festugiere cree poder pro-
previo del editor. yectar de su propia conciencia cristiana sobre los
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LA RELIGIÚN C1VICA

Entre los siglos XI y VIn, época en qu e se incor-


poran los cambios técpicos, económi cos y demográ-
ficos que condujeron a la «revolución es tructural»
de la que habla el arqueólogo inglés A. Snodgrass , y
cuyo reSllltado es la ciudad-Estado. el mismo sistema
¡;'ligioso se reorganiza profundamente en es trecha
conexión con las nuevas formas de vida social que
representa la ciudad, la palis. En el marco de una
religión que en adelante será esencialmente cívica,
creencias y cultos, remodelados, satisfacen una do-
ble y complementaria exigencia. Responden, en pri-
mer lugar, a las particularidades de cada grupo hu-
mano que, como ciudad ligada a un territorio defi-
nido, se coloca bajo el patronazgo de los dioses que
le son propios y que le confieren su peculiar fiso-
nomía religiosa . Toda ciudad tiene, en efecto, su o
sus divinidades políadas, cuya función consiste en
cimentar el cuerpo de ciudadanos para convertirlo
en una auténtica comunidad; .Q!...!!~-EU¡E~~-
dad el conjunto del es acio cívico, con su centro
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urbano su chora, su zona rural; en velar, en defi-
nitiva, por la integridad del Estado -hombres y te-
rruño- frente a las otras ciudades. Pero, en segundo!
lugar, también se trata de instaurar o acomodar en
el plano religioso las tradiciones legendarias, los ci-
clos de fiestas y un panteón reconocido igualmente

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por toda la Hélade, a través del desarrollo de una instalados en sus templos, la comunidad establece
literatura épica despojada de toda raíz local, de la entre hombres y terruño una suerte de simbiosis,
construcción de grandes santuarios comunes y de la como si los ciudadanos fueran hijos de una tierra de
institución de los juegos y las panegirias pan helé- la que en el orIgen surgIeron ya como indígenas.
nicos. vi t d de esta ínti a Ji a I 01' u'el e ha itan, I
Sin pretender hacer un balance de las innovacio- esa área se e eva al ran o de «( ticr ~a~.
nes religiosas que aporta la época arcaica, hace falta ASl se explIca la aspereza e os connic~
al menos, señalar las más importantes. Y, ante todo, os slg os VIII VI opusieron a~s vecinas para
la aparición del tem lo como construcción in de en- aooderarse de los lugares ~!l'O,"~
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diente el hábitat humano, pa acio real o casa par- ces comunes a ambos Estado'. La ocupacion ael san-
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ticular. Con su recinto que delimita un área sagrada tuano y su IncorporacIón cultual al centro urbano,
(temenos) y su altar exterior, el templo constituye tiene valor de posesión legítima. Cuando funda sus
! desde entonces un edificio separado del espacio pro- templos para asegurar un cimiento inquebrantable
fano. Sus dioses van a residir permanentemente en a su base territorial. la polis implanta sus raíces en
el templo por intermedio de su gran estatua cultual el mundo divinQ.
~trop~morfa allí entronizada. Esta «casa del dios»,
contranamente a los altares domésticos, a los san-
tuarios privados, es cosa ública, bien común a to- Los DIOSES Y LOS HÉROES
as os ciudadanos. Consagrado a la divinida , e
templo no puede pertenecer a nadie que no sea la Otra novedad, cuya significación es en parte aná-
misma ciudad, que lo ha erigido en los lugares pre- loga, marcará profundamente el sistema religioso.
cisos para señalar y confirmar su dominio legítimo En el curso del siglo VIII se desarrolla rápidamente
·..,tff<--':>:'s'obre su territorio: en el centro de la ciudad, acró- la costumbre de rehabilitar las construcciones micé-
polis o ágora; en las puertas de os muros que deli- nicas, más frecuentemente funerarias, caídas en de-
mitan la a lomeracion urbana res ecto de su eri- ;;:;s; durante siglos. Rescatadas, sirven de lugar de)
ena inmediata, esa zona el agros y de as ese atí"';¡, culto para las honras fúnebres rendidas a personajes
de las tierras salvajes y de los confines, que separa legendarios, sin relación con estos edificios durante
t;;-da ciudad griega de sus vecinas. La construcción mucho tiempo, pero de quienes se reivindican los
'1Fe una red de santuanos urbanos, sub y extra urba- linajes, gene nobiliarios o grupos de cofrades. Estos
nos, jalonando el espacio con lugares sagrados, fijan- antepasados míticos que, como los héroes épicos cu-
do desde el centro a la periferia el recorrido de las yos nombres llevan, pertenecen a un pasado lejano,
procesiones rituales, que movilizan a fecha fija, de a un tiempo distinto del presente, constituirán des-
ida y de regreso, a toda o a parte de la población, de entonces una categoría de Potencias sobrenatura-
tiende a modelar la superficie del suelo siguiendo un les diferenciada tanto de los Iheoí, los dioses pro-
orden religioso. Por mediación de sus dioses políadas piamente dichos, como de los muertos ordinarios.
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M,,, ""11que el culto a los dioses, incluidos los po- Los primeros son ajenos al tránsito hacia la mue~
_--;;>~ liada s, el de los héroes tiene un valor a la vez cívico que define la condición de la exi stencia de los segun-
l territorial. Está asociado a un lugar preciso; por dos. Los dioses son los al hanaloi, los Inmortales;
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ejemplo, una tumba con la presencia subterránea de los hombres, los brotoi, los perecederos, condenados
un difunto cuyos restos a veces se han ido a buscar a las enfermedades, la vejez y la muerte. También
a países lejanos para trasladarlos a ese sitio. Tumbas las honras fúnebres rendidas a los muertos se sitúan
y cultos heroicos, a través del prestigio del personaje en un plano distinto que los sacrificios y la devoción
que se honra, cumplen para la comunidad el papel exigida por los dioses como su parte de honra, como J
de símbolo glorioso y de talismán. Su lugar a veces privilegio que les está reservado . Las bandas de tela
se guarda en secreto, porque de ello depende la sal- que adornan las tumbas, las ofrendas de pastel es al
I
vació n del Estado. Instalados en el corazón de la muerto, las libaciones de agua, leche, mielo vino
ciudad, en plena ágora, otorgan entidad al recuerdo deben ser renovadas al t ercero, noveno y trigésimo
del fundador más o menos legendario de esa ciudad, días de los funerales y, luego, cada año en la fie sta
héroe arquegeta o, en el caso de una colonia, ecista. de los Genesia, en el mes de Boedromion (septiem-
Desde allí ejercen el patronazgo de los diversos com- bre): pero más que un acto de veneración hacia los
onentes del cuerpo cívico: tribus, fratrías y demos. poderes superiores, tales conmemoraciones parecen
11 >- Diseminados en diversos puntos e errit no con-
sa ran as afinidades articulares que unen a los
una prolongación temporal de las ceremonias fúne-
bres y de las prácticas de duelo . Abriendo al difunto
miem ros e os sectores rura es e las aldeas de las puertas del Hades, se trata de hacerlo desapare-
las X;;;;:;ai. E'j;(odos1c;;; casos su función es reunir a cer para siempre de este mundo, donde él ya no

!--------- tiene lugar. Sin embargo, gracias a los diversos pr~


un grupo en torno a un culto del que tiene la exclu-
siva y que está estrictamente implantado en un pun- cedimientos de conmemoración (desde la estela, con
to preciso del suelo. epitafio y figura del muerto, hasta los regalos depo-
La difusión del culto heroico no responde sola- sitados en su tumba), este vacío, este no ser del
mente a necesidades sociales nuevas que surgen con muerto, puede adoptar la forma de una presencia en
la ciudad. La adoración de los héroes tiene un sig- la memoria de los supervivientes. Presencia ambigua,
nificado propiamente religioso. Por su doble vertien- es cierto, paradójica, como puede ser la de un ausen-
te, la institución heroica repercute sobre el equili- te relegado al reino de las sombras y del que todo el
brio general del sistema cultual: de un lado con el ser, en adelante, se reduce a esta condición social de
culto divino, obligatorio para todos y de carácter muerto que el ritual fúnebre le ha hecho adquirir,
permanente; por el otro, con los ritos funerarios re- pero que está destinado a desaparecer, engullido por
servados al estrecho círculo de los parientes, y de el olvido, a medida que se renueve el ciclo de las ge- I
uración limitada. Entre los dioses que son los bene- neraClOnes.

C ficlanos del culto y los hombres que son sus servi-


dores, hay para los griegos una oposición radical.

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Los SEMIDIOSES amorosos entre divinidades y humanos de ambos se-
xos. Como dijo Hesíodo, ellos forman «la raza divi-
Todo lo anterior se presenta de forma distinta en na de héroes que llamamos semidioses (hemitheoi)>>.
el caso de los héroes. Ciertamente, ellos pertenecen Si su nacimiento les otorga a veces una ascendencia
a la especie humana y han conocido, por tanto, los divina, su muerte también los coloca más allá de la
sufrimientos y la muerte. Pero, hasta en la muerte condición humana. En lugar de descender a las tinie-
se distinguen por una serie de rasgos de la multi tud blas del Hades, son «arrebatados», transportados por
de muertos ordinarios. Han vivido en una época que gracia divina -algunos aún en vida; la mayor parte
constituye para los griegos ,dos viejos tiempos» ya después de su muerte- a un lugar especial, diferen-
pasados, y cuyos hombres eran diferentes de los ac- te: a las Islas de los Bienaventurados, donde conti-
tuales: más corpulentos, más fuertes, más bellos. núan gozando, en una permanente felicidad, de una
Cuando se parte en busca de los huesos de un héroe vida comparable a la de los dioses.
se lo podrá reconocer por su estatura gigantesca: Sin cubrir la infranqueable distancia que separa
Esta raza de hombres, ahora extinguida, es aquella a los humanos de los dioses, la condición heroica
cuyas hazañas canta la poesía épica. Celebrados por parece abrir así la perspectiva de una elevación del
los aedas, los nombres de los héroes, contrariamen- mortal a una situación si no divina, al menos pró-
te a los de los otros muertos que se funden bajo la xima a lo divino. Pero durante todo el período clá-
tierra en la masa indistinta y olvidada de los no- sico, esta posibilidad queda estrictamente confinada
numnoi -los «sin nombre»-, permanecen vivos a un estrecho sector. Queda contrarrestada, por no
para siempre, radiantes de gloria, en la memoria de decir inhibida, por el mismo sistema religioso. La
todas los griegos. La raza de los héroes constituye piedad, como la sabiduría, ordena, en efecto, que no
el pasado legendario de la Grecia de las ciudades se pretenda igualarse a los dioses. Los preceptos
de Delfos "Sabe quién eres», "Conócete a ti mismo»
[ las raíces con la~ cuales enlazan las familias, los gru:
pos, las comullidades de los helenos. Siendo hom- no tienen otro sentido. El hombre debe aceptar sus
bres, estos antepasados se consideran más próximos límites. La heroización se restringirá entonces, apar:
a los dioses, menos alejados de lo divino que la hu- te las grandes figuras legendarias como Aquiles, Te-
manidad presente. En esos tiempos pasados, los dio- seo, Orestes o Heracles, a los primeros fundadores
. ses se mezclaban de buena gana con los mortales, se de colonias o a los personajes que han adquirido .>-
invitaban a sus casas, compartían su mesa en comi- un valor simbólico ejemplar a los ojos de una ciu-
das comunes, se deslizaban hasta sus lechos para dad, como Lisandro en Samas o Timoleón en Sira
unirse a ellos y engendrar hijos hermosos, cruzando ;;usa. Los casos de heroización de la época clásica
así las dos razas, la perecedera y la inmortal. Los que conocemos son sumamente raros. Jamás con-
personajes heroicos, cuyos nombres han sobrevivido ciernen a un personaje todavía vivo, y sí a un muerto
y cuyo cuIta se celebra en sus tumbas, se presentan que aparece, después, como portador de un numen,
muy a menudo como el fruto de estos encuentros de un poder sagrado temible, sea en razón de par-
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ticularidades físicas extraordinarias -es tatura fuer- rejada una estricta especialización . Muchos héroes
za, belleza-, sea por las circunstancias misU:as de no tienen otra realidad que la estricta función a la
su muerte si ha sido herido por el rayo o ha desapa- que es tán destinados y que los definen por completo.
recido sin dejar rastros, o bien por fechorías atri- En Olimpia, en torno a la pista, hay una tumba sobre
buidas a su fantasma, al que es necesario apaciguar. la cual los concursantes ofrecían sacrificios: es la
Un soja ejemplo: En pleno s iglo v, el pugilista Cleo- del héroe Taraxippos, terror de los caballos. De la
medes de Astipalea, poseedor de una fuerza excep- misma forma se encuentran héroes médicos, porte-
cional, nlató a s u adversarjo durante un combate. ros, espantamoscas, un héroe de la comida, de la
Privado del premio por decisión de los jueces, regre- haba, del azafrán y un héroe de la mezcla del agua y
sa a su casa ciego de furor. En una escuela, arremete el vino o de la molienda del grano.
contra una columna que sostiene el techo. El tejado Si la ciudad ha podido reagrupar en una misma
se derrumba sobre los niños. Perseguido por la mul- categoría cultual a las figuras bien individualizadas
titud que pre tende lapidarl o, se esconde en el san- de los héroes de antaño, cuya biografía legendaria
tuario de Atenea, encerrándose en un cofre. Por fin fue fijada por la epopeya, a los contemporáneos ex-
se logra forzar la tapa : el cofre está vacío. Ni ras- cepcionales, a los difuntos anónimos de los que no
tro de Cleomedes, ni vivo ni muerto. Consultada la queda más que el monumento funerario y a una es-
Pitia, recomienda instituir un culto heroico en honor pecie de demonios funcionales, es porque desde sus
de este pugilista cuya fuerza, furia, fechorías y muer- tumbas respectivas manifiestan las mismas relacio-
te lo colocan fuera de lo común: es necesario sacri- nes con las potencias subterráneas, porque compar-
ficarle «como si no se tratara de un marta]". Pero el ten idéntico carácter de localización territorial y
oráculo señala su reserva proclamando, al mismo pueden ser utilizados igualmente como símbolos po-
tiempo -como informa Pausanias- que 'Cleomedes líticos. Instituido por la ciudad naciente, ligado a
es «el último héroe». terruño que protege, a los grupos de ciudadanos qu
Nadie debe llamarse a engaño. A través de los ho- patrocina, el culto de los héroes no desembocará, en
nores que se les rinden, los héroes constituyen una época helenística, en la divinización de personajes
categoría de seres sobrehumanos; su papel, su po- humanos ni en el establecimiento de un culto de los
der y los ámbitos en Jos que intervienen no in ter- soberanos : estos fenómenos revelan una mentalidad
fiere~ los de los dioses . Se sitúan en otro plano y religiosa diferente. Solidario con la ciudad, el culto
Jamas asumen el papel de intermediarios entre tierra a los héroes declinará al mismo tiempo que ella.
y cielo. Son potencias «indígenas» ligadas al punto Pero su advenimiento no habrá sido en vano . Por
del suelo donde tienen su morada subterránea ' su su novedad, el culto heroico condujo a un esfuerzo
e~cacia se, vincula a su tumba y a sus huesos. Hay de categorización y definición más estrictas de las
heroes anommos a íos que se designa solamente por diversas potencias sobrenaturales . Hesíodo es el pri-
el lugar donde está su tumba, como en el caso de mero, en el siglo VII, que distingue de manera clara
los héroes de Maratón. Este carácter local lleva apa- y nítida, como lo señalará Plutarco, las diferentes
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clases de seres divinos repartidos en cuatro grupos :
dioses , demonios, héroes y muertos . Retomada por
los pi tagóricos y por Platón, esta nomenclatura de
las divinidades a las que los hombres deben venera·
ci ón es lo bastante corriente, en el siglo IV, como
para figurar entre las preguntas que los consultantes
dirigen al oráculo de Dodona. En una de las inscrip-
ciones que se han haJlado, cierto Euandros y su mu- DE LOS HOMBRES A LOS DIOSES:
jer interrogan al oráculo para saber «a cuál de los EL SACRIFICIO
dioses , héroes o demonios» deben sacrificar y dirigir
sus súplicas .
Para orientarse en la práctica cultual, el fiel debe
tener, pues, en cuenta el orden jerárquico que pre-
side la sociedad del más aJlá. En la cúspide, los
theoi, los dioses grandes y pequeños que forman la
raza de los Bienaventurados Inmortales. Son los
Olímpicos, agrupados bajo la autoridad de Zeus. Se
trata, por tanto, de divinidades celestes principales,
aunque algunas de ellas implican aspectos ctónicos,
como Poseidón y Deméter. Es cierto que hay un dios
del mundo subterráneo, Hades , pero precisamente él
es el único que no tiene templo ni culto. Los dioses
se hacen presentes en este mundo en los espacios
que les pertenecen: en primer lugar, en los templos
donde residen, pero también en los lugares y los ob-
jetos que les son consagrados y que, especificados
como hiera -sagrados- pueden ser objeto de prohi-
bición: bosque (alsos), bosquecillo, fuente, cima de
un monte, terreno delimitado por una cerca o por
mojones (temenos), encrucijada, árbol, piedra, obe-
lisco. El templo permanece reservado al dios como
su domicilio, no sirve como lugar de culto donde los
fieles se reúnen para celebrar los ritos . Esta función
la ejerce el altar exterior, el bomos, un bloque cua-
drangular de mampostería: en torno a él y sobre él
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