Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
JEAN PIAGET
Sujeto EPISTÉMICO
Tipos de desarrollo
Psicosocial: todo lo que el niño recibe desde afuera, aprende por
transmisión familiar, escolar o educativa.
Espontáneo: psicológico, que es lo que el niño aprende o piensa,
aquello que no se le ha enseñado pero que debe descubrir por sí solo, y
esto es lo que toma tiempo.
NOCIONES
Conservación
VIGOTSKY
Método
Psicoanalisis
En la Introducción a “Las lecciones introductorias al Psicoanálisis”,
artículo de 1915, Freud presenta al psicoanálisis como un tratamiento
especial del padecimiento neurótico que guarda diferencias esenciales
con el modo de abordaje propuesto por la medicina y la psiquiatría.
Este tratamiento “especial” adquiere su particularidad a partir de una
teorización acerca de los procesos psíquicos radicalmente diferente a la
que existía hasta ese momento. La singularidad del descubrimiento
freudiano implica no sólo una manera distinta de abordar los síntomas
neuróticos sino que produce a su vez una nueva concepción acerca de
la subjetividad.
Las formulaciones freudianas abren una nueva vía al considerar que el
sufrimiento, el padecimiento presente en los “síntomas neuróticos”
responde a un proceso esencialmente “psicógeno”, es decir, a procesos
anímicos independientes de la dimensión orgánica-anatómica. (Freud,
1925/1979a, p. 229) La medicina y la psiquiatría le otorgaban una
preponderancia exclusiva a los factores anatómicos, físicos y químicos,
a la vez que compartían un supuesto dominante propio del discurso
científico de la época: “las cosas psíquicas no admitían un tratamiento
exacto y científico”.
Freud no cuestiona, en principio, los postulados materialistas y
positivistas sobre los que se asienta la ciencia de su época, sino el
enfoque fragmentario que la lleva a desestimar tanto el factor psíquico
como la posibilidad de que éste pueda ser interrogado desde una
perspectiva científica.
Los procesos psíquicos, desde la perspectiva freudiana, se
prestan a una “observación” que no se asienta en lo visible, en lo
aprehensible por la mirada, sino en aquello que se hace oír a través de
los síntomas.
“El tratamiento psicoanalítico aparece como un intercambio de palabras
entre el paciente y el analista”, (Freud, 1915/1973, p. 2129) intercambio
que tampoco admite la posibilidad de ser presenciado, ya que el
absoluto resguardo de la intimidad del paciente forma parte de las
condiciones de su relato. No habiendo nada para ver ni tampoco nada
para mostrar, la enseñanza de sus principios no se adecua a las
exigencias y a los criterios de validación propios de las ciencias
experimentales.
El psicoanálisis sostiene la existencia del inconciente, es decir de
pensamientos que se piensan sin un pensador que se reconozca como
tal, pensamientos que tienen una incidencia decisiva en la vida del
sujeto. Estos pensamientos no sabidos no sólo destituyen la ilusión del
hombre como amo de sus actos sino que además son testimonio del
papel fundamental que la sexualidad y la muerte juegan en relación al
campo de la subjetividad. Ambos ordenes, sexualidad y muerte,
adquieren este papel en consonancia con la marca que hace del ser
humano el habitante de un universo determinado por la incidencia de lo
simbólico.
La perspectiva freudiana, en oposición a una concepción que pretenda
reducir el destino del sujeto a una causalidad meramente biológica, al
sostener una praxis que aborda el sufrimiento a través de la palabra
como modo de interrogar y elaborar su origen, resulta aún hoy
controvertida.
Sexualidad
Represión
Pulsión
Freud intuye desde los comienzos el importante papel que la sexualidad
desempeña en la origen de los síntomas neuróticos, sin embargo será
recién alrededor de 1905 con la publicación de “Tres ensayos para una
teoría sexual” que podrá comenzar a formalizar y fundamentar el lugar
determinante que esta tiene en la vida anímica. Esta formalización
supone una operación decisiva: Freud diferenciará la sexualidad de la
genitalidad; este movimiento es condición necesaria para poder
entender la afirmación freudiana respecto de la existencia de la
sexualidad infantil y los alcances de un concepto ligado de modo
indisoluble a esta temática: la pulsión.
Otra noción central para la compresión del psiquismo: la fantasía Freud
señala que existe una opinión vulgar acerca de la sexualidad instalada
en la sociedad y compartida por la ciencia de su época que concibe a la
sexualidad desde ciertas representaciones establecidas: surge en la
pubertad, su objeto es el sexo opuesto, su meta la unión sexual. Freud
considera que esta concepción está plagada de errores, imprecisiones y
conclusiones apresuradas.
La pulsión deviene como otro concepto fundamental en el andamiaje
teórico del psicoanálisis para comprender la sexualidad. Se diferencia
taxativamente del instinto ya que este implica una conducta preformada
y heredada -propia del comportamiento animal- dirigida a la
conservación y la reproducción de la especie.
Un análisis detenido de la sexualidad humana devela que existen
numerosas conductas que se apartan tanto del objeto, hacia el cual
supuestamente se dirige la tendencia sexual, como de su fin o meta. Se
detendrá a describir y examinar el campo de las llamadas perversiones
sexuales, campo que había ya suscitado el interés de la ciencia pero
desde una mirada meramente descriptiva. Estas conductas sexuales
que se apartan de la norma nos enseñan que la relación al objeto y al fin
de la pulsión sexual en el ser humano no se caracteriza por la fijeza
propia del instinto. El término perversión, que no reviste en este contexto
una connotación moral, circunscribe la característica distintiva de
prácticas sexuales en las que se ha renunciado a la meta de la
reproducción, constituyéndose en su lugar la ganancia de placer como
meta autónoma.
No se puede establecer con anterioridad ni garantizar que es lo que
suscitará la atracción sexual en el sujeto humano. A diferencia de lo que
sucede con la conducta animal determinada por el instinto, no podemos
afirmar de manera universal qué objeto despertará el deseo sexual para
cada sujeto; las condiciones eróticas que rigen la relación al objeto
sexual y que a su vez participan en el registro del amor son
absolutamente singulares: un tono de voz, una mirada, un color, un
rasgo de personalidad puede desencadenar una irresistible atracción
que no se presta sin embargo a ser elevada a la categoría de universal.
El objeto amado suscita deseos que no se limitan al terreno de la
genitalidad; los besos, las caricias, las miradas, las palabras, otras
zonas del cuerpo forman parte del juego amoroso o deviene en sí
mismas meta de la satisfacción sexual.
Incluso el acto de la masturbación de innegable carácter sexual no
involucra al otro sexo ni tiene como fin la unión sexual.
Freud se centra en demostrar que la sexualidad no se restringe a la
genitalidad, que estos no son términos equivalentes; la genitalidad
pertenece al campo de la sexualidad pero la sexualidad no se limita a
ella. Separados ambos términos Freud resaltará el papel primordial que
cobra la obtención de placer, más allá del objeto o del fin a través del
cual se logre. Este movimiento amplía de manera considerable la
extensión del término sexualidad.
La noción de zona erógena esclarece la orientación de sus
conceptualizaciones: diversas zonas del cuerpo participan en la
producción y obtención de placer, independientemente de la realización
del acto sexual, y constituyen también una sede de la excitación sexual.
Por su parte el término libido nombra la fuerza en la cual se exterioriza la
pulsión sexual.
Desde estas perspectivas Freud sostiene que la experiencia del placer
sexual está presente prácticamente desde los comienzos mismos de la
vida humana. Su existencia cuestiona el prejuicio que sitúa el comienzo
de la vida sexual en la pubertad.
Desde esa perspectiva Freud afirma que si el niño tiene una vida sexual
esta no puede ser sino de índole perversa, ya que le falta lo que
convierte a la sexualidad en la función de la reproducción. La sexualidad
en el niño se limita por consiguiente a la práctica de una serie de
pulsiones parciales que, independientemente unas de otras, buscan
ganar placer, en parte en el cuerpo propio, en parte en un objeto
exterior. (Freud, 1917/1979, p. 287)
Freud distingue tres fases: oral, anal, fálica de acuerdo a la
preponderancia de la zona erógena en juego y a las pulsiones
correspondientes a cada una de ellas. Estas fases si bien siguen un
orden sucesivo, a la vez se superponen y coexisten. En el transcurso de
la etapa fálica adquieren relevancia los genitales. Sin embargo Freud
advierte que el niño carece de la representación que permite abordar la
diferencia de los sexos. En esta etapa se producen operaciones
decisivas para la constitución psíquica y la determinación de las
modalidades psicopatológicas propias de las neurosis. El complejo de
Edipo y el complejo de castración, términos asociados de modo
universal a los desarrollos freudianos, cobran su significación en relación
a esa etapa. .
Freud le otorga un lugar relevante a la investigación sexual y a las
teorías sexuales propias de ese periodo, ellas atestiguan que el niño no
cuenta de entrada con un saber acerca de la diferenciación de los sexos.
Con la pubertad se produciría la subordinación de las distintas pulsiones
parciales bajo el primado de los genitales posibilitando la unión sexual y
con ella la reproducción.
Sin embargo Freud no deja de advertir que los modos de satisfacción
privilegiados en la infancia, ligados a la historia individual, dejan sus
marcas e inciden de manera decisiva en la sexualidad del adulto, al
punto que la función de obtener placer y la función sexual que garantiza
la procreación “a menudo no llegan a coincidir íntegramente” (Freud,
1938/1973b, p. 3384)
La sexualidad tiene un papel decisivo en la constitución del psiquismo y
en el origen de las perturbaciones anímicas. El encuentro con la
sexualidad, unido a la falta de un saber natural que oriente al ser
humano en el camino de la sexualidad, deviene traumático.
En 1915, Freud define el término pulsión como un representante
psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo, que se
manifiesta como una fuerza constante (es decir, que no responde a los
ciclos y ritmos que regulan la conducta instintiva); su meta es la
satisfacción –la cual sólo se alcanza cancelando el estado de
estimulación en la fuente de la pulsión, es decir el cuerpo propio- y su
objeto es aquello por lo cual puede alcanzar su meta. Este es variable y
no se halla enlazado a la pulsión originariamente. (Freud, 1915/1979c, p.
118)
El niño experimenta desde los comienzos sensaciones en el cuerpo
propio, estas sensaciones ligadas al placer sexual surgen
fundamentalmente en el seno de la relación con aquellos que se
encargan de su cuidado. El niño, en tanto objeto de amor de la madre,
recibe sus cuidados y su atención, estos cuidados, que incluyen
ocuparse del cuerpo del niño y de sus necesidades, al vehiculizar un
deseo, dejan inevitablemente sus marcas en el psiquismo del niño. La
madre, o quien ocupe ese lugar, con sus caricias, sus mimos, sus
atenciones, sus palabras, erogeniza el cuerpo del niño, esa
erogenización es fundante para la constitución del psiquismo pero a su
vez desencadena sensaciones en el niño sin que él disponga aún de
representaciones que le permitan simbolizarlas. Ese no saber
constitutivo propio de la sexualidad humana es el campo fértil en el que
surgen y proliferan las fantasías. Freud considerará que la práctica
sexual infantil (sea espontánea o provocada) marca la dirección que
seguirá la vida sexual tras la madurez. Los síntomas ya no serán
concebidos como productos directos de los recuerdos reprimidos de
vivencias sexuales infantiles, sino que entre los síntomas y las
impresiones infantiles se intercalan las fantasías (invenciones de
recuerdos) de los enfermos, casi siempre producidas en los años de la
pubertad. Estas fantasías se construyen a partir de los recuerdos
infantiles, rebasándolos, y trasponiéndose directamente en los síntomas.
Lo determinante respecto del origen de la neurosis no son, por lo tanto,
las excitaciones sexuales que un individuo experimenta en su infancia,
sino, sobre todo, su reacción frente a estas vivencias y las fantasías a
ellas encadenadas: es decir si responde o no con la «represión» a esas
impresiones. (Freud, 1906/1979, p. 266)
Parcial Modelo
Tema 1
1- Manu y Juan toman chocolatada, Juan cambia la chocolatada de su
vaso a uno más largo y angosto y le dice a Manu que él tiene más y
Manu se larga a llorar. Explicar esta situación desde la teoría de Piaget.
2- ¿En qué consiste la terapia psicoanalítica propuesta por Freud? 3-
¿Cuáles son los métodos que utilizó el autor mencionado hasta llegar a
la metodología final?
4- ¿Qué entiende Vigotsky por Zona de Desarrollo Próximo (ZDP)?
Defina, desarrolle y ejemplifique