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Psicólogia genética

JEAN PIAGET

Objeto de estudio: Estructuras cognoscitivas

Método: Clínico experimental

Objetivo: Ver cómo el ser humano pasa de un estado de menor


conocimiento a uno de mayor conocimiento.

Contexto: Ginebra - 1950

Explica cómo las estructuras mentales de un niño recién nacido se van


transformando hasta llegar a las formas del pensamiento adolescente.

Para Piaget el conocimiento no es un estado sino un proceso activo, en


el cual tanto el sujeto que conoce como el objeto a conocer se
transforman en el proceso de interacción.

Al interesarse en el niño de manera general, (ya que quiere explicar el


proceso general del desarrollo cognoscitivo). La finalidad será poder dar
cuenta de cómo se construyen las categorías cognoscitivas y cómo se
determina el mecanismo de formación de esas categorías asi como el de
las estructuras. Para esto va a tomar a la psicología como la ciencia que
le aporta las leyes generales del comportamiento del ser humano.

Sujeto EPISTÉMICO

Es un constructo teórico, es un sujeto ideal, no real. En vez de ocuparse


de las diferencias individuales se va a ocupar de lo que hay en común
en todos los sujetos que están en el mismo nivel de desarrollo.

Piaget propone una concepción unificada: el de la construcción de la


inteligencia a partir de las acciones del sujeto sobre el mundo.

Aplica análisis estructural (unifica lo diverso, sintetiza), que se realiza


sobre los datos que arroja el análisis clínico (interrogatorio que se realiza
al niño con el fin de conocer su sistema intelectual). Y el análisis
psicogenético consiste en la reconstrucción del modo de formación de
esos sistemas cognoscitivos.
Esto le permite buscar las relaciones para comprender los sistemas
cognoscitivos que utiliza el niño y la naturaleza de esas relaciones,
comprender las justificaciones que el niño da a su accionar, y explicar el
mecanismo por el cual los sistemas se producen unos a partir de otros.

Asimilación, acomodación y adaptación

La inteligencia debe entenderse a partir de la continuidad de las formas


elementales de adaptación cognoscitivas y las organizaciones
superiores del pensamiento.

Cada estructura expresa una forma de equilibrio, ordenándose de


manera sucesiva de acuerdo a una ley de evolución que asegure un
equilibrio cada vez más estable respecto a las anteriores. Se realizan
intercambios continuos con el medio. En ellos se producen
desequilibrios y el individuo acciona, opera para restablecer el equilibrio,
la inteligencia se constituye como el instrumento para regular los
intercambios entre el sujeto y el mundo, es poder adaptar medios a fines

Se piensa a la inteligencia como un proceso de adaptación.

Adaptación: equilibrio entre las acciones del organismo sobre el medio


y las acciones inversas. Por lo tanto, este proceso implica dos
momentos:
Asimilación: corresponde a las acciones del sujeto sobre el objeto que,
al operar sobre él, lo modifica imprimiéndole cierta forma propia y lo
incorpora a sus esquemas de conducta.
Acomodación: corresponde a la transformación de los esquemas
preexistentes del sujeto para adecuarse a las exigencias del medio.

La asimilación y la acomodación, constituyen la base de los estados de


equilibrio adaptativos que se van dando sucesivamente a lo largo de la
evolución mental.

Tiempo orden y sucesión


Existe un orden secuencial según el cual la construcción de las
estructuras intelectuales va atravesando períodos sucesivos, a los que
Piaget va a denominar estadios del desarrollo intelectual.

Cada estadio se caracteriza por ser una estructura de conjunto, estas


estructuras son integrativas. Se convierten en parte integrante de las
estructuras siguientes y no se sustituyen unas a otras, sino que se
integran a modo de subestructuras conservando sus propiedades.
El conocimiento y los recursos de cada estadio se complejiza, tienen una
duración estimada y una sucesión. Son integradores, las estructuras son
flexibles y dinámicas.

Estadio Edad Juego Nociones adquiridas Pensamiento


Sensorio-motriz 0-2 Copia-acción Objeto espacio-tiempo. No hay
(copia es Acción.
inmediata)
Preoperatorio 2-7 Imitar (imagen Permanencia, función Incorpora el lenguaje a
(representaciones) mental) simbólica, lenguaje, dibujo, partir de la función
pensamiento simbólica
Operaciones 7-12 De reglas, Reversibilidad, clasificación, Reversible
concretas didáctico seriación
Operaciones formales 12 en Problemas de Lógica formal del A partir de hipótesis
adelante deducción, pensamiento hipotético
proyección deductivo

Factores generales del desarrollo mental:

Factores biológicos: crecimiento orgánico y la maduración son factores


explicativos de conductas como por ejemplo la coordinación de la visión.
La herencia.
Factores del equilibrio de las acciones: el desarrollo es función de una
serie de actividades de ejercicio, de experiencia y de acción del individuo
sobre el medio, que van deviniendo cada vez más coordinadas y que se
generalizan. La equilibración es la compensación por reacción del sujeto
a las perturbaciones exteriores.
Factores de la coordinación interindividual: corresponde a las
interacciones y transmisiones sociales espontáneas que intervienen en
el proceso de socialización de los niños.
Factores de transmisión educativa y cultural.

Estos 4 factores, son solidarios con el desarrollo de la afectividad y


motivación. Para Piaget, la afectividad es la dimensión energética de
todo comportamiento, ya que no existe ninguna conducta humana, que
no implique factores afectivos. Inversamente, no existe ningún
comportamiento afectivo sin la intervención de procesos cognoscitivos.

Tipos de desarrollo
Psicosocial: todo lo que el niño recibe desde afuera, aprende por
transmisión familiar, escolar o educativa.
Espontáneo: psicológico, que es lo que el niño aprende o piensa,
aquello que no se le ha enseñado pero que debe descubrir por sí solo, y
esto es lo que toma tiempo.

NOCIONES
Conservación

Conservación de materia, peso y volumen.

Argumento de identidad: “no se ha sacado ni se ha agregado nada”


(entiende la conservación de la materia, pero aún no la del peso y
volumen)

Argumento de reversibilidad: “si se vuelve a convertir en lo anterior, es lo


mismo”

Argumento de compensación:”la plastilina es más larga, pero más


angosta”.

La noción de conservación supone una lógica, un razonamiento que se


refiere a las transformaciones. Se puede aprender, por ejemplo,
mostrándole al niño reiteradas veces a través de una balanza que el
peso es el mismo. De esta manera existiría un aprendizaje del resultado,
pero este resultado se limita a este caso en particular, es decir, una cosa
es aprender un resultado y otra es formar el instrumento intelectual, una
lógica necesaria para la construcción del resultado.

El tiempo es necesario también en tanto orden de sucesión. Este orden


jamás se revierte. Este orden se debe a que para que el peso que
conserve hace falta evidentemente la material. Este orden muestra que
para construir un nuevo instrumento lógico, son necesarios siempre
instrumentos lógicos preexistentes, es decir que la construcción de una
nueva noción supondrá siempre subestructuras anteriores. Esto le dará
pie a los estadios.
PSICOLOGÍA HISTÓRICO-CULTURAL

VIGOTSKY

Objeto de estudio: Procesos psicológicos superiores

Método: Análisis genético experimental

Contexto: Unión Soviética. Principio del S XX.

Para Vigotsky estudiar los fenómenos como procesos en constante


movimiento y cambio, dinámicamente, es la clave. La tarea que el autor
se plantea, es la de reconstruir ese proceso, dando cuenta de su origen,
el desarrollo de la conducta y de la conciencia.

Se quería desarrollar una metodología general de la psicología, aislar los


principios explicativos generales y construir, a partir de ellos, categorías
y principios concretos. Se basa en 4 premisas:

Instrumentos y signos empleados en la acción mediada:


Los procesos superiores, emergieron con una nueva forma de
comportamiento en que los objetos materiales son modificados por los
humanos como medio de regular su interacción con el mundo físico y
humano, a estos objetos materiales se los llama instrumentos. La
posibilidad de incorporar estímulos artificiales, a los que el hombre
asigna el valor de signo, para recordar algo representa una conducta
mediada. Para Vigotsky el signo actúa como un instrumento de actividad
psicológica, al igual que la herramienta lo hace en el trabajo. Es decir, la
actividad mediada es el uso de instrumentos. Luego, el signo consiste en
modificar la conducta del hombre a través de él mismo. La función de la
herramienta sirve para modificar los objetos del mundo con el fin de
cambiar una respuesta. Los signos son convenciones sociales, creadas
en el desarrollo histórico de la evolución cultural, y cada niño recrea en
su relación con otros el proceso de co-construcción de los instrumentos
semióticos. Vigotsky establece la diferencia entre los procesos
elementales, regulados externamente por estímulos del mundo exterior,
con los procesos superiores que suponen un vínculo intermedio entre el
estímulo y la reacción. Los comportamientos complejos, al utilizar signos
que funcionan como mediación, inhiben la tendencia a reaccionar al
mismo tiendo en que se produce el estímulo (E-R). El comportamiento
mediado, no es una respuesta o una reacción pasiva y automática, sino
que es una conducta activa que transforma al medio al mismo tiempo
que transforma al propio sujeto.
Las funciones psicológicas superiores tienen origen en la vida social:
toda función psicológica superior tiene origen en las interacciones con
otros humanos. Como dije Marx, no es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino que es su ser social lo que determina su
conciencia. Esta visión focaliza la atención en el papel que cumplen los
adultos en la crianza de los niños, a través de la cual van permitiendo
construir las funciones psicológicas siendo asistidos por ellos, hasta que
puedan dominarlas de manera conciente y autónoma. A esto se lo llama
“La ley de doble formación”: en el desarrollo del niño, toda función
aparece dos veces, primero a nivel social y más tarde a nivel individual.
Primero entre personas (interpsicológica) y luego en el interior de cada
niño (intrapsicológica). La conducta del adulto cobra importancia al
interpretar las acciones del niño y actuar en consecuencia a ellas.
Concepción histórica del desarrollo: los seres humanos, además de usar
herramientas y signos, generan formas culturales, tradiciones y
costumbres. Vigotsky explica el comportamiento humano a partir de la
síntesis de las fuerzas biológicas y culturales. El desarrollo cultural es
explicado por la creación de nuevas formas de comportamiento, de
carácter mediado, a partir de la utilización de recursos culturales que
potencian las limitaciones biológicas de nuestra especie.
Análisis genético: los proyectos de investigación de Vigotsky estaban
centrados en dos grupos: la génesis y desarrollo de las funciones
superiores en el niño y en la influencia de las variables transculturales en
la naturaleza de los procesos cognitivos. La idea que inspiró al primer
gripo era querer explicar los procesos de construcción de las funciones
mentales y no describir su estado final. El segundo grupo, consideraba
que si las funciones superiores tienen un origen social y cultural,
entonces las particularidades sociales y culturales, ofrecerían
variabilidades en los procesos de construcción de las funciones
mentales.

La investigación psicológica no debería desconectarse de las


actividades prácticas ligadas al mundo real, evitando la elaboración de
modelos sofisticados de laboratorio que no reflejen los contextos
cotidianos en que las funciones psicológicas se desarrollan: “validez
ecológica”.

Método

El método genético experimental se caracterizó por tres rasgos


fundamentales:

Implica en análisis de procesos y no de productos terminados. En el


laboratorio, se creaban las condiciones experimentales para poder
comprender las principales fases de construcción de los procesos
psicológicos.
Se dirige a realizar un análisis explicativo de la conducta y no
meramente a la descripción de rasgos externos. El método introspectivo
no era capaz de sobrepasar la mera descripción de las funciones.
Se quiere estudiar el proceso mismo de la formación de conductas en
lugar de conformarse con los productos ya cristalizados. Por lo que
decimos que este método es dinámico. Consistía en plantear a los
sujetos tareas que estaban más allá de sus capacidades de solución
inmediata, y se les ofrecían medios que podían tomar el valor de signos,
capaces de favorecer la realización de las tareas. A este procedimiento,
Vigotsky lo llamó método de la doble estimulación.
El investigador, era entendido como un sujeto que por su interacción,
permitía objetivar los procesos de adquisición y desarrollo de las
funciones superiores. El investigador era considerado representante de
la cultura y grupo social, que en su interacción proporcionan al niño los
instrumentos culturales con los que logra regular y controlar las
funciones psicológicas superiores.

Vigotsky dice que lo biológico está relacionado con lo cultural. No es que


uno se da primero y otro después, sino que el niño desde que nace,
aprende. El docente es el instrumento que le permite al sujeto aprender.
Si no hay interacción con la sociedad, no hay posibilidad de desarrollo.
Vigotsky encuentra profundas relaciones entre desarrollo y aprendizaje
ya que considera que ambos están íntimamente relacionados, dentro de
un contexto cultural que le proporciona la “materia prima” del
funcionamiento psicológico: el individuo cumple su proceso de desarrollo
movido por mecanismos de aprendizaje accionados externamente. Así
mismo y aunque en la relación del individuo con el medio, los procesos
de aprendizaje tienen lugar en forma constante, cuando en éste existe la
intervención deliberada de un otro social, enseñanza y aprendizaje
comienzan a formar parte de un todo único, indisociable, que incluye al
que enseña, al que aprende y la íntima relación entre ambos.

Zona de desarrollo próximo

Un hecho establecido es que el aprendizaje debería equipararse en


cierto modo, al nivel evolutivo del niño. Sin embargo, recientemente se
ha dirigido la atención al hecho de que no podemos limitarnos
simplemente a determinar los niveles evolutivos si queremos descubrir
las relaciones reales del proceso evolutivo con las aptitudes del
aprendizaje. Por eso se delimitan dos niveles evolutivos:

Nivel evolutivo real: el nivel de desarrollo de las funciones mentales de


un niño. Se supone que únicamente aquellas actividades que los
pequeños pueden realizar por sí solos son indicativas de las
capacidades mentales. Es el nivel de desarrollo realmente alcanzado.

Nivel de desarrollo potencial: es el que se supone que el niño podrá


hacer en un determinado momento. Si a los 3 años puede realizar una
actividad con ayuda, se presupone que a los 8 ya podrá manejar esa
actividad.

La zona de desarrollo próximo, es la distancia entre el nivel real de


desarrollo, determinado por la capacidad de resolver
independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial,
determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un
adulto o en colaboración de otro compañero capaz. Es el espacio en que
gracias a la interacción y la ayuda de otros, una persona puede trabajar
y resolver un problema o realizar una tarea de una manera y con un
nivel que no sería capaz de tener individualmente

El nivel real de desarrollo, define funciones que ya han madurado, es


decir, los productos finales del desarrollo. Nos permite trazar el futuro
inmediato del niño, así como su estado evolutivo dinámico.

Psicoanalisis
En la Introducción a “Las lecciones introductorias al Psicoanálisis”,
artículo de 1915, Freud presenta al psicoanálisis como un tratamiento
especial del padecimiento neurótico que guarda diferencias esenciales
con el modo de abordaje propuesto por la medicina y la psiquiatría.
Este tratamiento “especial” adquiere su particularidad a partir de una
teorización acerca de los procesos psíquicos radicalmente diferente a la
que existía hasta ese momento. La singularidad del descubrimiento
freudiano implica no sólo una manera distinta de abordar los síntomas
neuróticos sino que produce a su vez una nueva concepción acerca de
la subjetividad.
Las formulaciones freudianas abren una nueva vía al considerar que el
sufrimiento, el padecimiento presente en los “síntomas neuróticos”
responde a un proceso esencialmente “psicógeno”, es decir, a procesos
anímicos independientes de la dimensión orgánica-anatómica. (Freud,
1925/1979a, p. 229) La medicina y la psiquiatría le otorgaban una
preponderancia exclusiva a los factores anatómicos, físicos y químicos,
a la vez que compartían un supuesto dominante propio del discurso
científico de la época: “las cosas psíquicas no admitían un tratamiento
exacto y científico”.
Freud no cuestiona, en principio, los postulados materialistas y
positivistas sobre los que se asienta la ciencia de su época, sino el
enfoque fragmentario que la lleva a desestimar tanto el factor psíquico
como la posibilidad de que éste pueda ser interrogado desde una
perspectiva científica.
Los procesos psíquicos, desde la perspectiva freudiana, se
prestan a una “observación” que no se asienta en lo visible, en lo
aprehensible por la mirada, sino en aquello que se hace oír a través de
los síntomas.
“El tratamiento psicoanalítico aparece como un intercambio de palabras
entre el paciente y el analista”, (Freud, 1915/1973, p. 2129) intercambio
que tampoco admite la posibilidad de ser presenciado, ya que el
absoluto resguardo de la intimidad del paciente forma parte de las
condiciones de su relato. No habiendo nada para ver ni tampoco nada
para mostrar, la enseñanza de sus principios no se adecua a las
exigencias y a los criterios de validación propios de las ciencias
experimentales.
El psicoanálisis sostiene la existencia del inconciente, es decir de
pensamientos que se piensan sin un pensador que se reconozca como
tal, pensamientos que tienen una incidencia decisiva en la vida del
sujeto. Estos pensamientos no sabidos no sólo destituyen la ilusión del
hombre como amo de sus actos sino que además son testimonio del
papel fundamental que la sexualidad y la muerte juegan en relación al
campo de la subjetividad. Ambos ordenes, sexualidad y muerte,
adquieren este papel en consonancia con la marca que hace del ser
humano el habitante de un universo determinado por la incidencia de lo
simbólico.
La perspectiva freudiana, en oposición a una concepción que pretenda
reducir el destino del sujeto a una causalidad meramente biológica, al
sostener una praxis que aborda el sufrimiento a través de la palabra
como modo de interrogar y elaborar su origen, resulta aún hoy
controvertida.

La singularidad del descubrimiento freudiano implica la construcción de


un método para el abordaje de los síntomas neuróticos y a su vez una
nueva concepción acerca de los procesos anímicos Estas hipótesis son
precisamente las que dan cuenta de la ruptura entre el psicoanálisis y el
discurso sostenido por la psicología y la medicina de la época, y
permiten un abordaje diferente de los síntomas neuróticos.
Oposición a la aceptación de la identidad entre lo psíquico y lo
conciente. Para su compresión es necesario ubicar sucintamente las
acepciones que cobran la conciencia y lo psíquico.
Dentro de los desarrollos freudianos, el interés en torno a los síntomas
neuróticos ocupa un lugar preponderante. Freud los define como actos
nocivos que llevan a experimentar sensaciones displacenteras y/o
dolorosas: pensamientos, temores, dolencias corporales que escapan a
la voluntad del sujeto aunque no respondan a una determinación
orgánica. Producen daño al sujeto, fundamentalmente derivado del
esfuerzo psíquico que implica la lucha entre tendencias que llevan a
esas conductas y otras que intentan impedirlo. Esta lucha suele
concentrar toda la energía psíquica del paciente e incapacitarlo para
dedicarse a toda actividad
Freud sostendrá que estos fenómenos -síntomas, olvidos, sueños, actos
fallidos, chistes- tienen un sentido, que responden a una legalidad que
los vuelve abordables no sólo a través de la teoría sino también por la
práctica psicoanalítica ya que lo que en ellos se deja oír atañe al sujeto.
Los procesos psíquicos son en sí mismos inconcientes, y que los
procesos concientes no son sino actos aislados o fracciones de la vida
anímica total.
Freud plantea que existen un pensamiento y una voluntad inconciente y
considera que “la aceptación de los procesos psíquicos inconcientes
inicia en la ciencia una nueva orientación decisiva” (Freud, 1915/1973, p.
2130), una nueva concepción del sujeto y del saber.
Freud sostiene la existencia de un pensamiento que se piensa sin un
pensador que se reconozca como tal, es decir, la existencia de un saber
no sabido por el sujeto de la conciencia, que ejerce consecuencias en la
vida de la persona, un saber que, el sujeto, “no sabiendo que lo sabe,
cree ignorarlo” (Freud, 1915/1973, p. 2180).
“determina-das “mociones pulsionales que no pueden designarse
sino como sexuales, en sentido estricto y en sentido lato, desempeñan
un papel enormemente grande, hasta ahora no apreciado lo suficiente,
en la causación de las enfermedades nerviosas y menta-les. Y, más
aún, que esas mismas mociones sexuales participan, en medida que no
debe subestimarse, en las más elevadas creaciones culturales, artísticas
y sociales del espíritu humano” (Freud, 1915/1979a, p. 20).
Un saber no sabido que influye considerablemente en las intenciones
concientes, que se inmiscuye en el decir y en el hacer de un sujeto, que
se deja oír enigmáticamente en sus síntomas o, cotidianamente, en sus
sueños, sus olvidos, sus fallidos, sus ocurrencias. Cadenas de
pensamientos que se piensan en una escena que no es la escena de la
conciencia, gobernada por otra lógica, entramados a la sexualidad.
Ajenos a su intención conciente pero, sin embargo, íntimamente ligados
a los deseos del sujeto. Surge mencionada en una dimensión diferente
a la que exclusivamente la conecta con el coito, o la que alude a lo
obsceno, a lo moral. Se la presenta portando el poder de generar
sufrimiento, de ser la causa de perturbaciones anímicas, pero también
de intervenir en las creaciones artísticas y culturales.
Histeria
La palabra histeria deriva del griego hystera (matriz, útero); se trata de
una neurosis caracterizada por cuadros clínicos diversos. Se destacan
las manifestaciones corporales: crisis paroxísticas (ataques de llanto,
risa, convulsiones, desmayos, alucinaciones) y/o síntomas duraderos
(por ejemplo: anestesias, parálisis, contracturas, ceguera). Para los
antiguos, sobre todo Hipócrates, la histeria era una enfermedad orgánica
de origen uterino, y por lo tanto específicamente femenina. Este prejuicio
permaneció arraigado por muchos siglos en la concepción médica. En
la Edad Media la sintomatología histérica fue atribuida a la intervención
del diablo: un diablo engañador, capaz de simular las enfermedades y
entrar en el cuerpo de las mujeres para "poseerlas". Las histéricas
pasaron a ser denominadas poseídas y acusadas de brujería. La
hoguera fue en muchas ocasiones su destino. Hacía fines del
Renacimiento muchos médicos comenzaron a sostener que la
enfermedad provenía del cerebro, las histéricas pasaron a ser tratadas
como alienadas. Hacia finales del siglo XIX, las investigaciones de
Charcot y de la Escuela de Nancy contribuyeron a propiciar su abordaje
dentro del campo de las neurosis. (Roudinesco, 2000). Estas
investigaciones, además de cuestionar que esta fuese privativa de la
feminidad, permitieron atisbar la legalidad que comanda los fenómenos
histéricos.
En 1896 Freud se instala en Viena como especialista en enfermedades
nerviosas. En su “Presentación autobiográfica” señala las pocas armas
de las que se disponía entonces para abordar la cura de estas
enfermedades: la electroterapia, la hidroterapia eran sólo paliativos
momentáneos. Dentro de este panorama la hipnosis, fenómeno que
concita la atención de algunos científicos de la época, parecía ofrecer
otras perspectivas. (Freud: 1925/1979b, p. 16). El hecho principal del
hipnotismo consiste en que se puede poner a un ser humano en un
estado semejante al dormir en el que guarda una especial conducta
respecto del hipnotizador. Sólo oye, responde, comprende y obedece las
órdenes que provienen de éste. “La influencia de la vida anímica sobre
lo corporal se eleva extraordinariamente en el hipnotizado”. A través de
la orden sugestiva, en estado hipnótico, se pueden producir o suprimir
síntomas en el paciente (Freud, 1890/1986, p. 126). Su experiencia en
la Salpêtriere y el pasaje por la escuela de Nancy, donde Liébeault y
Bernheim utilizaban la sugestión -con o sin hipnosis- con fines
terapéuticos, lo adentraron en esta práctica. Ésta se le presenta a Freud
como un recurso terapéutico para influir beneficiosamente sobre el plano
anímico del enfermo ya que a través de la misma se lograban suprimir
síntomas no asociados a causas anatómicas.
Freud señala sin embargo que desde el comienzo practicó la hipnosis
con otro fin, diferente de la sugestión hipnótica. Se servía de ella para
averiguar acerca de la génesis, el origen del síntoma del enfermo, sobre
todo en la medida en que los pacientes no podían comunicar demasiado
acerca de ello. La hipnosis le permitía recuperar cierto saber que en
estado de vigilia no se encontraba disponible. Freud consideraba que
este saber acerca del ocasionamiento del síntoma lo orientaría respecto
del origen del fenómeno patológico. (Freud: 1925/1979b, p.19).
Tal como lo relata el mismo Freud, el proceso a través del cual se
intenta averiguar los factores que llevaron al ocasionamiento de los
síntomas, se devela en sí mismo como un método terapéutico respecto
de esos síntomas. Resaltamos entonces que desde el comienzo el
camino que conduce a la construcción de la teoría psicoanalítica se
presenta fundamentalmente como la teorización de una praxis, es decir
la construcción de los principios y supuestos que permitan explicar y
abordar aquello con lo que Freud se va encontrando en su práctica.
Freud no deja de mencionar la importancia que ejercieron sobre él las
comunicaciones del Dr. Joseph Breuer (1842-1925) acerca del
tratamiento de una muchacha en un caso de histeria. “Cuando Breuer la
tomó a su cargo, presentaba un variado cuadro de parálisis con
contracturas, inhibiciones y estados de confusión psíquica. Una
observación casual permitió al médico discernir que era posible liberarla
de esa perturbación de la conciencia si se la movía a expresar con
palabras la fantasía afectiva que en ese momento la dominaba. De esta
experiencia, Breuer obtuvo un método de tratamiento. La ponía en
estado de hipnosis profunda y hacía que le contara cada vez lo que
oprimía su ánimo. Tras superar de esa manera los ataques de confusión
depresiva, aplicó el mismo procedimiento a cancelar sus inhibiciones y
perturbaciones corporales. En estado de vigilia, la muchacha no sabía
más que otros enfermos acerca del modo en que se habían generado
sus síntomas, y no hallaba lazo alguno entre ellos e impresiones
cualesquiera de su vida. En la hipnosis descubría enseguida la conexión
buscada. Resultó que todos sus síntomas se remontaban a vivencias
impresionantes que tuvo mientras cuidaba a su padre enfermo.” (Freud,
1925/1979b, p. 20).
Este procedimiento fue denominado por Breuer método catártico; Freud
comienza a aplicar el método catártico en los casos de histeria y
propone la siguiente hipótesis: la causa de la histeria debe buscarse en
un “trauma psíquico”.
En esa época, en la que aún no disponía de la conceptualización del
aparato psíquico, parte de una tesis solidaria con la significación que le
otorga a la noción de trauma: Si un ser humano experimenta una
impresión psíquica en su sistema nervioso se acrecienta “algo” que, por
el momento, llamará «suma de excitación”. Conjetura que para
conservar la salud, en todo individuo, existe la tendencia a
empequeñecer esa suma de excitación.
Nos plantea un ejemplo ilustrativo: Un hombre sufre una ofensa, le dan
una bofetada, frente a ello surge la inclinación a aminorar enseguida esa
excitación acrecentada; devuelve la bofetada, y de ese modo queda más
aliviado. Existen para el hombre otros modos de reacción.
La palabra, marca del universo humano, deviene un sustituto posible de
la acción. Al respecto Freud nos recuerda la observación de un autor
inglés: “el primero que en vez de arrojar una flecha al enemigo le lanzó
un insulto fue el fundador de la civilización” (Freud, 1893/1979, p. 37)
El procesamiento asociativo, es decir el pensar, constituye otro modo de
tramitar los afectos. Volvamos al ejemplo, si el ofendido no devuelve la
bofetada ni insulta, puede sin embargo aminorar el afecto despertado
por la ofensa evocando en su interior representaciones sobre su propia
dignidad en contraposición con la poca dignidad del ofensor. Pero: “Si un
ofendido no puede devolver la afrenta, ni dando a su vez una bofetada ni
por medio de un insulto, se crea la posibilidad de que el recuerdo de ese
suceso vuelva a convocarle el mismo afecto que estuvo presente al
comienzo. Una afrenta de-vuelta, aunque sólo sea de palabra, se
recuerda de otro modo que una que se debió tolerar, y es característico
que la lengua llame «mortificación» a este padecer tolerado
calladamente” (Freud, 1893/1979, p. 53)
A partir de estas consideraciones sostendrá que toda vez que la
reacción frente a una impresión psíquica resulte obstaculizada fracasará
también la posibilidad de la tramitación del afecto. Freud concluye que
toda impresión que el sistema nervioso se vea imposibilitado de resolver,
a través de alguna de las vías mencionadas, se convertirá en un trauma
psíquico.
Junto con estas premisas advierte que los estados psíquicos suelen
expresarse mediante uno corporal, más allá de la función comunicativa
de las palabras, el uso lingüístico -a través de los múltiples sentidos que
la materialidad fónica de las palabras permite- ofrece puentes que
posibilitan esa modalidad de expresión.
Freud sostendrá que en la base de los síntomas histéricos existe una
historia de padecimientos que esconde vivencias teñidas de afecto,
estas valen como trauma. Las representaciones, los pensamientos
despertados por el trauma, han sido arrojados fuera de la conciencia del
enfermo, en la medida en que, por diversos motivos - miedo al dolor
psíquico, cuestiones morales, coerción social, incapacidad del aparato
para enfrentar su resolución- no le resultan aceptables, impidiendo, por
consiguiente, la tramitación del afecto.
Partiendo de estos presupuestos, utilizará el método catártico. El
objetivo de la cura apuntaba a lograr la desaparición del síntoma
mediante la “abreacción”, es decir a propiciar la tramitación del afecto
producto de la situación traumática. Para ello era necesario recuperar -
con el recurso de la hipnosis- el recuerdo vívido de la escena que había
quedado fuera de la memoria conciente del paciente, su recuperación
posibilitaba expresar y tramitar, a través de las palabras, el afecto que
en su momento quedó coartado, anulándose así el poder patógeno de
la situación traumática.
Al aplicar el método catártico a otras neurosis encuentra que también es
posible solucionar otros síntomas, tales como los correspondientes a las
neurosis obsesivas. Formaliza entonces el mecanismo psíquico que
comanda no sólo la producción de los síntomas histéricos sino también
otros síntomas propios de las neurosis.
En “Las neuropsicosis de defensa” examina ciertos casos de fobia y de
neurosis obsesiva a las que pone en serie con la histeria, señala “esos
pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el
momento en que sobrevino un caso de inconciabilidad en su vida de
representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia,
una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso
que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con
su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa
representación inconciliable le oponía”….. “Sólo sé que en los pacientes
por mí analizados ese «olvido» no se logró, sino que llevó a di-versas
reacciones patológicas que provocaron una histeria, o una
representación obsesiva” al buscar ““lograr convertir esta representación
intensa en una débil, arrancarle el afecto” (Freud, 1894/1979, p. 49).
En la histeria: “el modo de volver inocua la representación inconciliable
es trasponer a lo corporal la suma de excitación (producto del afecto)”, a
este mecanismo lo denomina conversión. (Freud, 1894/1979, p. 49).
En la neurosis obsesiva y en cierto tipo de fobias, la representación
debilitada queda aislada de toda asociación dentro de la conciencia,
“pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no
inconciliables, que en virtud de este «enlace falso» devienen
representaciones obsesivas”. (Freud, 1894/1979, p. 53)
En los comienzos de su práctica Freud conjetura en el origen de las
neurosis la existencia de un trauma real: un acontecimiento penoso de
carácter sexual ocurrido en la infancia del paciente con la participación
de un adulto o de otro niño mayor. Si bien mantendrá el concepto de
trauma su significación se irá modificando a lo largo su obra. La
denominada “teoría traumática o teoría de la seducción” será
prontamente abandonada, esto implicará un giro decisivo en la
construcción de la teoría psicoanalítica y del método terapéutico.

Freud advierte las limitaciones del método catártico y señala su


insuficiencia: si bien permitía el descubrimiento de los traumas iniciales
que habían dado lugar a ciertos síntomas, estos persistían pues
acabaron por no depender de los mismos sino de una larga cadena de
recuerdos a ellos asociados. Por otra parte el efecto terapéutico era
poco duradero pues dejaba intacta la capacidad del paciente para
enfermar bajo la acción de nuevos traumas. Además, no todos los
pacientes eran pasibles de ser hipnotizados. Produce un primer cambio
en el método al sustituir la hipnosis por la orden sugestiva. Le asegura a
los pacientes que bajo la presión de su mano, aplicada sobre la frente,
aparecerán recuerdos ligados a la producción del síntoma. Esta
modificación en la técnica será decisiva respecto de la invención del
método psicoanalítico y del descubrimiento del inconciente.
Freud relata que a partir de entonces tropezó con obstáculos que
dificultaban la recuperación de los recuerdos. Postula, entonces, la
noción de Resistencia, es decir, la existencia de una fuerza que se
opone e impide el surgimiento de recuerdos. En ella funda su
concepción de los procesos psíquicos en las neurosis: “Las fuerzas que
en el tratamiento se oponían, en calidad de resistencia, a que lo olvidado
se hiciese de nuevo conciente, tenían que ser también las que
anteriormente habían producido tal olvido y expulsado de la con-ciencia
los sucesos patógenos correspondientes” (Freud, 1909/1973, p. 1542).
Establece una relación entre la resistencia a recordar y el proceso
defensivo que desencadenó el síntoma. La defensa se ejerce ante
representaciones de índole sexual que resultan inconciliables con el
círculo de representaciones que constituyen el yo. Como modo de evitar
un conflicto, se genera entonces un grupo psíquico separado, escindido
de la conciencia; esta escisión es efecto de la defensa.
Se afirma una hipótesis que posteriormente dará lugar a la
conceptualización del inconciente. Una representación de índole sexual
que resulta inconciliable con el yo se torna patógena a consecuencia de
haber sido expulsada de la conciencia al servicio de un proceso
defensivo.
Paralelamente se produce el abandono de la teoría traumática. Freud
pone en cuestión sus primeras intuiciones. Las supuestas escenas
sexuales de seducción ocurridas en la infancia del paciente, cuya
tramitación se buscaba lograr a través del método catártico, podían no
haber ocurrido en la realidad, sin embargo aparecían en el relato de los
pacientes, se trataban entonces de fantasías. En lugar de desestimarlas,
Freud les otorgará un papel relevante en relación a la constitución del
psiquismo. Las fantasías, ligadas a deseos inconcientes, participan en la
producción de los síntomas neuróticos así como también de los modos a
través de los cuales el sujeto aborda la realidad. Estos desarrollos
permitirán situar y designar “otra realidad” que es determinante para la
existencia humana: la realidad psíquica.
La represión es definida como el proceso que expulsa de la conciencia
a determinadas representaciones que conllevan “una moción de deseo
que se encuentra en aguda oposición a los demás deseos del individuo”
y por ello resulta ser inconciliable con las exigencias éticas y estéticas
de la personalidad. (Freud, 1909/1979, p. 21)
Consecuentemente con estas teorizaciones hallará una vía que permite
sustituir la utilización de la hipnosis y de la sugestión: “las ocurrencias de
los pacientes”, es decir pensamientos involuntarios que perturban el
relato intencional y que en general son silenciados por el paciente.
Considerará que estas ocurrencias surgen de los productos psíquicos
reprimidos. Esta modificación en la técnica dará lugar al método
psicoanalítico propiamente dicho, caracterizado por la utilización de la
asociación libre, como vía de acceso a los pensamientos inconcientes.
El procedimiento que permite avanzar desde las ocurrencias hasta lo
reprimido, sin recurrir a la hipnosis, volviendo asequible lo inconciente es
denominado interpretación. (Freud, 1904/1973, p. 1004). Ya no se
tratará de que el paciente recupere bajo presión el recuerdo una
supuesta escena, sino de colegir, a través de la interpretación, deseos
inconcientes -inherentes al sujeto pero inconciliables con su yo- que se
están en la base del proceso represivo.
Frente al conflicto, la represión es un modo, no sin consecuencias, de
intentar ahorrar el displacer que este conflicto ocasiona. La represión
será planteada, a lo largo de la obra de Freud, como un mecanismo
estructural del aparato psíquico que se lleva a cabo de un modo
inconciente para el sujeto. Los síntomas serán considerados como la
expresión simbólica de un conflicto psíquico.
Defensa, represión, deseo inconciente, conflicto, resistencias, son
términos centrales dentro de la teoría psicoanalítica.
La tarea del método psicoanalítico apuntará a esclarecer los efectos
enigmáticos de la vida psíquica al deshacer todas las represiones a fin
de imposibilitar la prosecución de la enfermedad y su nueva formación.
A partir de 1900 Freud se aboca a producir un ordenamiento que permita
dar cuenta del modo de funcionamiento del aparato psíquico. Propondrá
pensar al aparato psíquico como un instrumento compuesto por
sistemas o instancias que responden a una determinada serie temporal
más que espacial y que no se corresponden con un correlato anatómico.
Freud postulará un primer esquema del aparato en el que diferencia el
polo perceptivo del polo motor y dos sistemas: el inconciente, ubicado
detrás de otro sistema: el preconciente- conciente, que regula el acceso
a la motilidad.
Caracterizará luego el modo de funcionamiento de estos dos sistemas a
través de diferenciar el proceso primario, propio del sistema inconciente,
del proceso secundario atinente al sistema preconciente- conciente.
Utilizará la referencia a la energía libre para dar cuenta del
desplazamiento y la condensación como modos de funcionamiento del
proceso primario.
En 1915 formaliza distintas acepciones del término inconciente:
descriptiva, dinámica y sistemática.
El término inconciente en sentido descriptivo alude al estado de
una representación que está ausente de la conciencia. Una
representación ausente de la conciencia pero susceptible de ella es una
representación latente, que pertenece a la instancia “preconciente”; el
modo de funcionamiento de este sistema seguirá las leyes propias de
los procesos ligados a la conciencia.
El sentido dinámico del término inconciente designa a representaciones
intensas y eficaces que no logran devenir concientes efecto de un
proceso represivo llevado a cabo anteriormente, por lo tanto estas
representaciones no devienen concientes a causa de su debilidad sino
porque una fuerza, efecto de la represión, se opone a ello. Esta fuerza
actuará a modo de una barrera, denominada por Freud “censura”, que
impide el pasaje de la representación reprimida a la conciencia. Estas
representaciones –que son reprimidas en tanto están en relación con un
deseo inconciente que resulta inconciliable con el yo- tienen poder
patógeno, inciden desde lo inconciente en la vida del sujeto y son las
que se hallan en la base de los síntomas y de las restantes formaciones
del inconciente. Desde esta perspectiva, lo reprimido pasará a ser
modelo de lo inconciente.
Freud señala que es necesario plantear la existencia de un sistema
“inconciente”, es decir una instancia estructural de lo anímico, que se
rige por una legalidad propia, diferente a la de la conciencia, esa
legalidad se sustenta a través de dos mecanismos -desplazamiento y
condensación- y opera en la producción de las diferentes formaciones
del inconciente: los síntomas, los olvidos, los sueños, los actos fallidos,
los chistes.
El desplazamiento es un mecanismo por el cual el acento, el sentido de
una representación que resulta inconciliable con el yo, se separa de la
misma y se desliza sobre otra representación próxima a la primera pero
originalmente nimia o indiferente para la vida anímica. La representación
inconciliable es reprimida pero el afecto -el sentido-, asociado a ella,
permanece enlazado a una nueva representación sustitutiva. La
condensación, cuya condición es un desplazamiento previo, permite que
en una única representación confluya el sentido derivado de distintas
representaciones.
El lenguaje cobra importancia aquí para que las representaciones
sustitutivas se enlacen con el afecto, el sentido, que se ha desprendido
de la representación inconciliable
Freud plantea que en el inconciente la asociación entre
representaciones se lleva a cabo regida por una lógica diferente a la
lógica de la conciencia, los enlaces se producen a través de cadenas de
representaciones en las que preponderan la materialidad fónica, este
tipo de asociación, caracterizada por prescindir de la significación
conceptual, se denomina “asociación externa”; en contraposición, la
lógica que rige el sistema preconciente –conciente exige que las
asociaciones entre representaciones se establezcan a partir de su
relación conceptual, propia de las denominadas “asociaciones internas”.

Sexualidad
Represión
Pulsión
Freud intuye desde los comienzos el importante papel que la sexualidad
desempeña en la origen de los síntomas neuróticos, sin embargo será
recién alrededor de 1905 con la publicación de “Tres ensayos para una
teoría sexual” que podrá comenzar a formalizar y fundamentar el lugar
determinante que esta tiene en la vida anímica. Esta formalización
supone una operación decisiva: Freud diferenciará la sexualidad de la
genitalidad; este movimiento es condición necesaria para poder
entender la afirmación freudiana respecto de la existencia de la
sexualidad infantil y los alcances de un concepto ligado de modo
indisoluble a esta temática: la pulsión.
Otra noción central para la compresión del psiquismo: la fantasía Freud
señala que existe una opinión vulgar acerca de la sexualidad instalada
en la sociedad y compartida por la ciencia de su época que concibe a la
sexualidad desde ciertas representaciones establecidas: surge en la
pubertad, su objeto es el sexo opuesto, su meta la unión sexual. Freud
considera que esta concepción está plagada de errores, imprecisiones y
conclusiones apresuradas.
La pulsión deviene como otro concepto fundamental en el andamiaje
teórico del psicoanálisis para comprender la sexualidad. Se diferencia
taxativamente del instinto ya que este implica una conducta preformada
y heredada -propia del comportamiento animal- dirigida a la
conservación y la reproducción de la especie.
Un análisis detenido de la sexualidad humana devela que existen
numerosas conductas que se apartan tanto del objeto, hacia el cual
supuestamente se dirige la tendencia sexual, como de su fin o meta. Se
detendrá a describir y examinar el campo de las llamadas perversiones
sexuales, campo que había ya suscitado el interés de la ciencia pero
desde una mirada meramente descriptiva. Estas conductas sexuales
que se apartan de la norma nos enseñan que la relación al objeto y al fin
de la pulsión sexual en el ser humano no se caracteriza por la fijeza
propia del instinto. El término perversión, que no reviste en este contexto
una connotación moral, circunscribe la característica distintiva de
prácticas sexuales en las que se ha renunciado a la meta de la
reproducción, constituyéndose en su lugar la ganancia de placer como
meta autónoma.
No se puede establecer con anterioridad ni garantizar que es lo que
suscitará la atracción sexual en el sujeto humano. A diferencia de lo que
sucede con la conducta animal determinada por el instinto, no podemos
afirmar de manera universal qué objeto despertará el deseo sexual para
cada sujeto; las condiciones eróticas que rigen la relación al objeto
sexual y que a su vez participan en el registro del amor son
absolutamente singulares: un tono de voz, una mirada, un color, un
rasgo de personalidad puede desencadenar una irresistible atracción
que no se presta sin embargo a ser elevada a la categoría de universal.
El objeto amado suscita deseos que no se limitan al terreno de la
genitalidad; los besos, las caricias, las miradas, las palabras, otras
zonas del cuerpo forman parte del juego amoroso o deviene en sí
mismas meta de la satisfacción sexual.
Incluso el acto de la masturbación de innegable carácter sexual no
involucra al otro sexo ni tiene como fin la unión sexual.
Freud se centra en demostrar que la sexualidad no se restringe a la
genitalidad, que estos no son términos equivalentes; la genitalidad
pertenece al campo de la sexualidad pero la sexualidad no se limita a
ella. Separados ambos términos Freud resaltará el papel primordial que
cobra la obtención de placer, más allá del objeto o del fin a través del
cual se logre. Este movimiento amplía de manera considerable la
extensión del término sexualidad.
La noción de zona erógena esclarece la orientación de sus
conceptualizaciones: diversas zonas del cuerpo participan en la
producción y obtención de placer, independientemente de la realización
del acto sexual, y constituyen también una sede de la excitación sexual.
Por su parte el término libido nombra la fuerza en la cual se exterioriza la
pulsión sexual.
Desde estas perspectivas Freud sostiene que la experiencia del placer
sexual está presente prácticamente desde los comienzos mismos de la
vida humana. Su existencia cuestiona el prejuicio que sitúa el comienzo
de la vida sexual en la pubertad.
Desde esa perspectiva Freud afirma que si el niño tiene una vida sexual
esta no puede ser sino de índole perversa, ya que le falta lo que
convierte a la sexualidad en la función de la reproducción. La sexualidad
en el niño se limita por consiguiente a la práctica de una serie de
pulsiones parciales que, independientemente unas de otras, buscan
ganar placer, en parte en el cuerpo propio, en parte en un objeto
exterior. (Freud, 1917/1979, p. 287)
Freud distingue tres fases: oral, anal, fálica de acuerdo a la
preponderancia de la zona erógena en juego y a las pulsiones
correspondientes a cada una de ellas. Estas fases si bien siguen un
orden sucesivo, a la vez se superponen y coexisten. En el transcurso de
la etapa fálica adquieren relevancia los genitales. Sin embargo Freud
advierte que el niño carece de la representación que permite abordar la
diferencia de los sexos. En esta etapa se producen operaciones
decisivas para la constitución psíquica y la determinación de las
modalidades psicopatológicas propias de las neurosis. El complejo de
Edipo y el complejo de castración, términos asociados de modo
universal a los desarrollos freudianos, cobran su significación en relación
a esa etapa. .
Freud le otorga un lugar relevante a la investigación sexual y a las
teorías sexuales propias de ese periodo, ellas atestiguan que el niño no
cuenta de entrada con un saber acerca de la diferenciación de los sexos.
Con la pubertad se produciría la subordinación de las distintas pulsiones
parciales bajo el primado de los genitales posibilitando la unión sexual y
con ella la reproducción.
Sin embargo Freud no deja de advertir que los modos de satisfacción
privilegiados en la infancia, ligados a la historia individual, dejan sus
marcas e inciden de manera decisiva en la sexualidad del adulto, al
punto que la función de obtener placer y la función sexual que garantiza
la procreación “a menudo no llegan a coincidir íntegramente” (Freud,
1938/1973b, p. 3384)
La sexualidad tiene un papel decisivo en la constitución del psiquismo y
en el origen de las perturbaciones anímicas. El encuentro con la
sexualidad, unido a la falta de un saber natural que oriente al ser
humano en el camino de la sexualidad, deviene traumático.
En 1915, Freud define el término pulsión como un representante
psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo, que se
manifiesta como una fuerza constante (es decir, que no responde a los
ciclos y ritmos que regulan la conducta instintiva); su meta es la
satisfacción –la cual sólo se alcanza cancelando el estado de
estimulación en la fuente de la pulsión, es decir el cuerpo propio- y su
objeto es aquello por lo cual puede alcanzar su meta. Este es variable y
no se halla enlazado a la pulsión originariamente. (Freud, 1915/1979c, p.
118)
El niño experimenta desde los comienzos sensaciones en el cuerpo
propio, estas sensaciones ligadas al placer sexual surgen
fundamentalmente en el seno de la relación con aquellos que se
encargan de su cuidado. El niño, en tanto objeto de amor de la madre,
recibe sus cuidados y su atención, estos cuidados, que incluyen
ocuparse del cuerpo del niño y de sus necesidades, al vehiculizar un
deseo, dejan inevitablemente sus marcas en el psiquismo del niño. La
madre, o quien ocupe ese lugar, con sus caricias, sus mimos, sus
atenciones, sus palabras, erogeniza el cuerpo del niño, esa
erogenización es fundante para la constitución del psiquismo pero a su
vez desencadena sensaciones en el niño sin que él disponga aún de
representaciones que le permitan simbolizarlas. Ese no saber
constitutivo propio de la sexualidad humana es el campo fértil en el que
surgen y proliferan las fantasías. Freud considerará que la práctica
sexual infantil (sea espontánea o provocada) marca la dirección que
seguirá la vida sexual tras la madurez. Los síntomas ya no serán
concebidos como productos directos de los recuerdos reprimidos de
vivencias sexuales infantiles, sino que entre los síntomas y las
impresiones infantiles se intercalan las fantasías (invenciones de
recuerdos) de los enfermos, casi siempre producidas en los años de la
pubertad. Estas fantasías se construyen a partir de los recuerdos
infantiles, rebasándolos, y trasponiéndose directamente en los síntomas.
Lo determinante respecto del origen de la neurosis no son, por lo tanto,
las excitaciones sexuales que un individuo experimenta en su infancia,
sino, sobre todo, su reacción frente a estas vivencias y las fantasías a
ellas encadenadas: es decir si responde o no con la «represión» a esas
impresiones. (Freud, 1906/1979, p. 266)

Otro concepto caracteriza a la clínica freudiana. Se trata de la


transferencia, esta designa la especial relación que se establece entre el
analista y el paciente. El lugar que el analista ocupa en la cura -ligado al
saber que se le atribuye respecto de lo inconciente- propicia que se
reediten en la escena analítica, en torno a la persona del analista, los
modos y las demandas de amor a través de los cuales el sujeto se ha
dirigido a los otros de su historia. En ese marco transcurre la cura. Freud
señala que toda la energía psíquica del neurótico, es decir su libido, está
en principio empeñada en sus síntomas. Efecto de la entrada en un
análisis, ésta pasa a concentrarse en la “persona del analista”. La
“batalla” en torno a las resistencias, que contribuyeron a la causa de la
neurosis y que dificultan y obstaculizan la curación, se libra en el marco
de la transferencia

Parcial Modelo
Tema 1
1- Manu y Juan toman chocolatada, Juan cambia la chocolatada de su
vaso a uno más largo y angosto y le dice a Manu que él tiene más y
Manu se larga a llorar. Explicar esta situación desde la teoría de Piaget.
2- ¿En qué consiste la terapia psicoanalítica propuesta por Freud? 3-
¿Cuáles son los métodos que utilizó el autor mencionado hasta llegar a
la metodología final?
4- ¿Qué entiende Vigotsky por Zona de Desarrollo Próximo (ZDP)?
Defina, desarrolle y ejemplifique

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