Sei sulla pagina 1di 156

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 1

Sentidos y construcciones para el trabajo comunitario

© CORPORACIÓN CALETA SUR


Registro de Propiedad Intelectual Nº
Santiago de Chile, diciembre 2002

Diseño portada: Ricardo Bustos / Matsuga


Diseño interior: Lucía Paz M.
Impreso en: Mercado Negro

web: www.caletasur.cl
e-mail: caletasur@caletasur.cl

2 • Programa Caleta Sur


Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 3
4 • Programa Caleta Sur
Índice

Presentación 7

Introducción: El sentido del trabajo comunitario 11

Primera parte
Seminario Trabajo comunitario 15
1. De miradas e insinuaciones; retroalimentación
del seminario «Vigencia y perspectivas del trabajo
comunitario en Chile». 17
Elena de la Aldea y Alejandro Irurzun (argentinos)

2. El trabajo comunitario y sus distintos derroteros 22


a) Modelos de participación y cambio social. 22
b) Pobreza y condiciones de vida. 23
c) Modelos de educación y aprendizaje. 25
d) Intervención en usuarios de drogas. 26
e) Conflicto social. 28

3. Miradas y aportes desde la Sociedad Civil 30


I. Trabajo Comunitario en la actual Neo
modernización chilena. 30
Miguel Santibáñez, Acción A.G.
a) Trabajo Comunitario, intelectuales y desarrollo. 30
b) Debilitamiento de las ONGs. 34
c) Consecuencias actuales de la Sociedad Civil. 36
d) El nuevo desarrollo organizativo. 37
e) Modalidades y metodologías innovantes. 38
f) Dos ideas para terminar. 40

II. Perspectiva de la Sociedad Civil en el trabajo comunitario.


Corporación Caleta Sur 43
4. Políticas Nacionales de Participación: Miradas del estado. 49

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 5


Segunda parte
Concurso de ensayos «Luis Weinstein Crenovich» 53

Primer Lugar: 55
1. Víctor Muñoz (Camelido de los Andes Septentrionales).
«Sobre Diccionarios, apuestas de vida y conflicto
social; el trabajo comunitario con jóvenes y
sus ejes temáticos»

Segundo Lugar: 73
2. Cristóbal Duran (Pablo Mármol)l
«Pensar las drogas en el mas allá del mercado»

Tercer Lugar: 84
3. Ximena Birkner y Marlene Holländer
(Francisca de Lima y Antonia Urrutia)
«Trabajo Comunitario, Identidad Cultural y Globalización:
Entre lo propio y lo ajeno»

Mención Honrosa: 102


4. Giannina Muñoz y Miguel Pérez (Camilo Antú).
Unión comunal de organizaciones sociales de Putaendo
«Una experiencia de trabajo comunitario hacia el
Fortalecimiento de la Organización Autogestionada»

Mención Honrosa: 112


5. Loreto Guzmán y Mauricio Alvarez (Raimon)
«Grupos Operativos en Intervenciones Comunitarias»

Mención Honrosa: 124


6. Norman Saniter (Abdul Al Azif).
«Juventud y cuarto sector»

6 • Programa Caleta Sur


Presentación

Expresamos nuestros agradecimientos principalmente a Tierra de Hom-


bres de Suiza, representada en la persona de Gisella Raschke, quienes
han permitido que esta actividad se realice por vez primera y pueda,
además, extenderse hasta el año 2004, pensamos que el aporte para
realizar este tipo de iniciativas es de vital importancia dada la necesidad
sentida a nivel comunitario y no gubernamental de reflexionar, discutir
y hacer una producción de conocimiento que tenga que ver directamen-
te con los actores y actrices involucrados en los procesos comunitarios.

En la misma dirección, agradecemos su colaboración al Señor René Do-


noso, jefe de la Unidad de Apoyo a la Transversalidad, Ministerio de
Educación de Chile (MINEDUC); a ACCION A.G., Broederlijk Delen de
Bélgica; Plataforma Komiunity Chile, Pro Niños Pobres de Luxemburgo,
Universidad Bolivariana y Universidad Alberto Hurtado, por haber res-
paldado la realización de estas iniciativas y por entender que la reflexión,
la producción de saberes y construcción de conocimientos es una tarea
urgente por estos días.

De la misma manera, queremos expresar nuestro agradecimiento para


con las personas que asumieron el rol de jurado en el Concurso de Ensa-
yos «Luis Weinstein Crenovich», con quien nos unen antiguos lazos de
colaboración y que este se realizara con su presencia; el jurado colabora-
dor estuvo compuesto por: Domingo Asún, Psicólogo; Bernardo Arroyo
G., Antropólogo; Francisco Javier Román, Trabajador Social; Ana María
Mediolli, Asistente Social; Martín Hopenhayn, Filósofo. Asimismo a to-
dos y todas aquellas personas que con su participación y empeño apor-
taron su tiempo y sus reflexiones a la experiencia del Seminario.

Un capitulo especial para aquellos y aquellas que se hicieron participes


del concurso de Ensayos, para todos y todas quienes participaron de la
experiencia de vaciar y depositar generosamente sus conocimientos, sen-
tires y reflexiones, para todos y todas ellas, gracias.

Nos parece importante y necesario relevar que con estas dos iniciativas
(Concurso de ensayos y seminario sobre Trabajo Comunitario) Caleta Sur

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 7


abre un ciclo dedicado a la producción de saberes y construcción de co-
nocimientos desde las distintas y diversas experiencias que pueblan y
habitan el amplio mundo de lo comunitario, es en estos sentidos, una
invitación, también una provocación a pensarnos y reflexionarnos para
una acción conjunta y para una producción colectiva de conocimiento.

Nos acecha la certeza que los esfuerzos realizados en este ámbito cuen-
ta con las complicidades de quienes ven en el trabajo comunitario, mas
que un acción, una posibilidad, una oportunidad para refundar viejas y
gastadas palabras y recobrar antiguas y vitales practicas.

Finalmente, en todo lo que significó la producción de ambas actividades


participaron variadas personas desde distintos aportes; es así como en la
organización estuvieron Javier Román y Antonio Favreau; en el aspecto
logístico estuvieron apoyando fuertemente Juani Mella y Paula Yáñez.
Posterior a la realización de ambas experiencias en el rol de ordenado-
res y sistematizadores estuvieron Mario Moya y Mónica Bonnefoy; mien-
tras que en la elaboración de la edición final estuvieron Antonio Favreau
y Oskar González.

Programa «Caleta Sur»

Santiago, diciembre de 2002.

8 • Programa Caleta Sur


Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 9
10 • Programa Caleta Sur
Introducción seminario
«Vigencia y perspectivas del trabajo
comunitario en Chile»

El sentido del Trabajo Comunitario.

El año 2001, representó - por diversas circunstancias - un año en que la


temática del Trabajo Comunitario se instaló sistemática y profundamen-
te en el programa siendo este año la continuación de una preocupación
permanente, en términos del quehacer, del Programa.

Entendiéndolo como parte definitoria de nuestro quehacer, habíamos


carecido de la oportunidad - y porque no decirlo, de la decisión - de
posicionar en el espacio público un debate en torno a lo comunitario,
asumiendo que se trata de una estrategia de acción que muchas organi-
zaciones - de distintos sectores - asumen como lógica de trabajo. La
valoración del Trabajo Comunitario como un atributo a ser incorporado
en los programas sociales y que garantiza criterios de eficacia y eficien-
cia, pareciera indiscutible; no obstante, aproximarse desde dentro al
debate, permite constatar que esos lugares inapelables de acuerdo y
consenso, comienzan a relativizarse. Una cosa es el discurso con énfasis
comunitario y otra distinta, la práctica comunitaria.

La realización en noviembre del año 2001 del Seminario «Vigencia y Pers-


pectivas del Trabajo Comunitario en Chile» organizado por nuestro Pro-
grama, auspiciado por Tierra de Hombres (Suiza) y el Ministerio de Edu-
cación, y patrocinado por un sinnúmero de organizaciones, representó
un primer paso en este proceso. Junto con ello, la realización del Primer
Concurso de Ensayos sobre Trabajo Comunitario Luis Weinstein Crenovich
(en homenaje a una de las personas que más contribuciones ha efectua-
do a esta temática en el país) permitió, también, ampliar el espacio para
el intercambio y la reflexión. Estas iniciativas nos han permitido como
Programa abrir un espacio para el debate, asumiendo que la práctica del
Trabajo Comunitario constituye y ha constituido una importantísima
contribución al abordaje de las problemáticas sociales de nuestro país,
abordaje que, por lo demás, no sólo ha sido privativo de la instituciona-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 11


lidad - gubernamental o no gubernamental - sino que forma parte de la
memoria histórica y la tradición de muchos movimientos sociales, inclu-
so, de principios del siglo XX.

Como una forma de disponer de una herramienta de difusión en torno a


estos contenidos y como un mecanismo para poner en circulación mu-
chos aportes recogidos e intercambiados en estos espacios, decidimos la
publicación de estos trabajos. Así, este texto contiene dos grandes apar-
tados. En el primer apartado, se presentan las ideas centrales produci-
das en el marco del seminario sobre trabajo comunitario, además de
presentar algunas miradas articuladas desde la Sociedad Civil y desde el
Estado en torno de las distintas temáticas que cruzaron al seminario; en
el segundo apartado se presentan los trabajos que fueron reconocidos
con distinción de honor y con premiación en el marco del Concurso de
Ensayos año 2001, reflexiones que aportan nuevas perspectivas y retroa-
limentan la reflexión y la práctica.

Producto de estos esfuerzos es que consideramos que más que buscar la


confluencia de una gran respuesta o una gran construcción conceptual,
es condición necesaria - en esta parte del camino - reconocer aquellas
interrogantes que hoy tensionan estas experiencias, de qué manera el
Trabajo Comunitario actúa en un contexto social y cultural determinado
y cuál puede ser su horizonte de sentido. Mirado de esta forma, el inter-
cambio asume la validez de distintas miradas, de diversos saberes acuña-
dos al calor de muchas y ricas experiencias. Lo importante será, enton-
ces, configurar estos mapas, pesquisar estas ideas para ir diseñando los
trazos de un cuadro que posee múltiples manos, pinceladas y colores,
pero que tiene el desafío de capturar una armonía que le otorgue senti-
do. Esperamos que esta herramienta pueda contribuir en esa dirección.

En consecuencia, el presente documento de registro y sistematización


recoge las impresiones y miradas que se dejaron deslizar en las dos expe-
riencias antes mencionadas, esta edición se pretende, por tanto, como
una secuencia de instantáneas que vayan posibilitando una construc-
ción cuyos derroteros comenzamos a acechar y a advertir, es, entonces,
la posibilidad de recoger en papel tamaño carta todas aquellas cosas
que transcurrieron a manera de impresiones, visiones y reflexiones acer-
ca del trabajo comunitario, en una especie de recorrido que se constitu-
ye desde los variados hablas que en ambas experiencias se dieron en-
cuentro.

12 • Programa Caleta Sur


Con el deseo de que la información, comentarios y preguntas que se
expusieron en la discusión sobre el sentido del trabajo comunitario en
estas dos instancias no queden sólo en los decires del grupo de discusión
o en opiniones dentro de la asamblea, las cuales suelen diluirse en el
recuerdo de las generalidades, decidimos rescatar los aspectos más so-
bresalientes de estas experiencias; esto, bajo la convicción de que pue-
dan darnos pistas para comenzar a explorar o profundizar sobre ámbi-
tos, enfoques o miradas que no habíamos considerado, como a su vez,
manifestando el deseo de ir fortaleciendo nuestra práctica como traba-
jadores comunitarios.

Se presenta, por tanto, a través de estos intentos la posibilidad de darle


una perspectiva de continuidad, a partir de los hitos señalados, a un tipo
de quehacer que tiene que ver con la necesaria producción y elabora-
ción de conocimiento que debe constantemente crearse en términos del
trabajo comunitario, dado que la continuidad de los temas vertidos en
estos espacios pueden tener mayor impacto en la medida de seguir de-
sarrollándolos, cultivándolos, recreándolos, en la perspectiva de ir cons-
truyendo una reflexión mas profunda acerca de las distintas visiones y
sentires que pueblan lo comunitario.

Una de los aspectos reiterados y relevantes en los espacios de asamblea


que comprendió el seminario de trabajo comunitario, tanto en sus po-
nencias como en los grupos de discusión, manifiestan como aspectos
preocupantes los relacionados con la situación social y política que en la
actualidad se viven en la sociedad chilena, como también y consecuen-
temente con ello el impacto con que se manifiesta en las distintas locali-
dades.

Dado que la cosa explicada nunca es la cosa en si, existen en los concep-
tos por todos manejados una multiplicidad de interpretaciones, lo que
imposibilita contar con una definición que, por una parte, no nos haga
perder de vista los objetivos de trabajo, y por otro, contar con una defi-
nición funcional, a la vez compartida por todos, que posibilite miradas
complementarias e integrales.

Estas son cuestiones por las cuales resulta importante reconocer en el


trabajo comunitario aspectos que nos permitan identificar y compren-
der formas discursivas diferentes, otras narrativas sociales, con otras
maneras de comprender el bienestar, la calidad de vida, las relaciones
sociales, en definitiva contar con una mirada que se articule bajo otros
valores sociales.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 13


14 • Programa Caleta Sur
Primera Parte:
Seminario Trabajo Comunitario

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 15


16 • Programa Caleta Sur
1. De miradas e insinuaciones; retroalimentación del
seminario «Vigencia y perspectivas del trabajo co-
munitario en Chile».
Elena de la Aldea, argentina, psicóloga, docente, miembro del Colectivo
«La Runfla».

Alejandro Irurzun, argentino, psicólogo, director grupo RED, miembro


del Colectivo «La Runfla» (Grupo de profesionales vinculados a nivel del
Cono Sur).

Este apartado representa la devolución o más bien retroalimentación


que Alejandro Irurzun y Elena de la Aldea hicieron acerca de lo discutido
y vivido en el seminario, es este, el texto, mas que una devolución, una
invitación a mirarse en respecto de nuestras practicas y nuestras respec-
tivas discursividades. Ponemos este texto al inicio porque entendemos
que da cuenta de una mirada cualitativa acerca de procesos que suelen
estar teñidos de una racionalidad dura, es por tanto un intento de posi-
cionar el conocimiento, sus diversas y heterogéneas reflexiones desde
un lugar en el cual no suelen estar.

Alejandro y Elena:

Nosotros somos una parte de todos que se diferencia por un rato, se


queda en silencio y se mira, me parece imprescindible para cualquier
equipo, que alguien o algo del equipo salga, mire y vuelva adentro con
lo que miro desde el silencio y desde la perspectiva que da otra distan-
cia.

Esto de la observación remite mas bien a una invitación, -siempre nece-


saria, imprescindible- a la auto observación, porque precisamente en las
propias practicas siempre esta al acecho esto de creer que la realidad
que construimos es la realidad; cuando, en verdad, siempre nos vamos
encontrando, en el mejor de los casos, con lo que es una construcción: es
decir ideas que se ordenan en nuestras cabezas.

Nos proponíamos, primero, mirar como estaban diferenciados los espa-


cios: de trabajo, de juegos, de alimentación, que serenidad o no había
en cada lugar, cuanto del espacio generaba un cierto clima.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 17


El segundo punto era con respecto al tiempo. En el caso del tiempo que-
ríamos detenernos en como estaba organizado, en función de los obje-
tivos, como era la distribución en los pequeños grupos, en la asamblea,
en los recreos, en los encuentros de tiempo informal, quien marcaba los
tiempos y de que manera. Si se respetaban o no, si había tiempo para
cerrar los procesos abiertos, como era este proceso temporalmente ha-
blando, si había tiempo de despliegue, de apertura, si había elaboración
de la síntesis, etc.

El tercer punto era el clima emocional en el cual trascurría el encuentro;


como se percibía el ambiente: alegre, formal, entusiasta, rígido, colabo-
rador, participativo, burocrático. Que pasaba con el clima que se gene-
raba entre la gente, si era distinto en los subgrupos del grupo grande,
como se registraba la diferencia de los espacios y clima emocional. Como
se relacionaban entre si los organizadores, y estos con los participantes,
si había variaciones a lo largo del Encuentro, como eran los vínculos
dentro de los subgrupos.

El cuarto punto que nos habíamos propuesto observar era la coordina-


ción, Coordinadores en general, como se veía el funcionamiento de los
coordinadores en los subgrupos, a diferencia de la coordinación gene-
ral. Si la coordinación estaba centrada en el tema, si estaba centrada en
la dinámica de grupo, si había un espacio después del seminario, si esta-
ba centrada en tratar de generar un encuentro entre los participantes
de todo el evento, o de los subgrupos en particular. Si el tipo de coordi-
nación era autoritaria, democrática etc.

El quinto y último punto en el cual nos proponíamos detenernos era el


tema de los participantes; observar la actitud de los participantes, la dis-
ponibilidad, la participación, las procedencias profesionales, regionales,
de genero, institucionales, Como estos asumían el seminario: como un
proyecto propio o como un proyecto impuesto, al cual uno asistía nada
mas. La relación de pertenencia de cada participante y el tipo de partici-
pación que tenía. La implicación en la que estaba jugando, la relación
con los objetivos propuestos por el seminario. El modo de realizarlos y el
modo de acercarse.

Con todas estas ideas nosotros empezamos a mirar, por eso andábamos
de allá para acá, Ahora, lo que nosotros les queremos contar son algu-
nas ideas que nos parecieron fuertes desde el primer momento, algo de
esto es lo referido al clima del grupo, a la serenidad con que funcionó, a

18 • Programa Caleta Sur


la sensación de que la gente estaba participando comprometidamente
en lo que hacía, el clima de trabajo que se desarrolló, no solamente los
encuentros de trabajo, sino también en los pasillos, mientras se comía se
seguía trabajando, pensando juntos.

De hecho era muy difícil en los espacios de no trabajo dejar de trabajar,


dejar de hablar de lo que a uno le pasaba con el trabajo, tanto en el
pequeño grupo como en el gran grupo y esto para nosotros habla del
clima que se iba generando. Había una apropiación del seminario al que
cada uno venia como invitado y donde se articulaban las propias practi-
cas y la necesidad de compartir con otros y el seminario era un canal,
para poder llevar adelante este tipo de cuestiones, lo mismo en el come-
dor, donde no había quien no estuviera hablando de trabajo, a nosotros
también nos paso.

También lo que percibimos era un buen nivel de conceptualización con


respecto a las propias prácticas. Por lo menos, la experiencia que noso-
tros tenemos de otros Encuentros de este tipo, aun les diría con mis alum-
nos de la maestría, en la Universidad, este no tenia nada que envidiar en
el nivel en el cual se planteaban los problemas, esto nos parecía que
indicaba un grado de madurez de los trabajadores comunitarios en rela-
ción a su trabajo, en el momento actual.

A Serrat, a veces le hacen preguntas tontas y el da respuestas inteligen-


tes. Muchas de las preguntas que se formulaban a las Mesas tenían un
alto nivel de cuestionamiento y también con las respuestas dadas entre
si y estas reflexiones criticas venían de las propias practicas cotidianas
de los participantes. En vez de ser un Seminario donde la gente sola-
mente venia a nutrirse, (de hecho esto ocurre), fue un Seminario que fue
planteado y esta siendo usado para plantear los propios conocimientos,
las propias dudas, los propios dolores. Esto tiene que ver para nosotros
con el compromiso que se tiene con la tarea; por eso predominaba un
clima latente de acción, de discusión pertinente y necesaria, del poder
del pensar.

Esto llevo en algún momento, a pensar que la metodología de trabajo


de un Seminario de este tipo, hay que plantearla al revés: que primero
haya todo un trabajo de talleres y la producción de los actores y prota-
gonistas de su trabajo y que las personas que vienen de afuera vengan a
agregar algo sobre lo que se trabajó, o sea invertir el mecanismo. No
escuchar primero a los que se supone que saben y después producir,

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 19


sino producir y comparar más de igual a igual. Lo que ustedes proponen:
la horizontalidad en el trabajo comunitario. Me parece que se trabajo
mucho tiempo con el tema del poder. Se mezclo el poder como concep-
to, como sustantivo: como de un botín que yo me apropio y un poder
como verbo, acción que yo ejerzo. «Poder para hacer» o «tengo el po-
der» que son dos posibilidades por las cuales se armaban muchas discu-
siones que quizás hablan de cosas que no significan para nada lo mismo.
A nosotros nos enseñaron el poder como botín y nosotros tenemos que
desarrollar el poder como verbo. Todos tenemos poder, mientras este-
mos vivos. Si nos matan es otra cosa, aunque hay gente que ha usado su
muerte como un hecho de poder, y hay algunos muertos que siguen
otorgando poder... Entonces me parece que en relación al poder, hay
distintas maneras de abordarlo.

La otra cosa interesante a señalar es la utilidad de algunos conceptos


que han quedado como envejecidos, que están cargados de otra signifi-
cación. Cuando hablamos de trabajo comunitario esto requiere de tan-
tas caracterizaciones, condiciones, explicaciones que lo transforma de
pronto en un concepto poco operativo.

Cuando a distintas cosas se las llama de la misma manera, es porque hay


algo que está ocurriendo con la utilización de las palabras que remite
en principio a un concepto o a dos, pero termina siendo tan amplia que
no se sabe de que se esta hablando. Es muy útil redefinir que estamos
diciendo, cuando decimos lo que decimos; para no quedar encerrados
en teorizaciones sino ver qué conceptos emergen del propio trabajo, de
las propias practicas.

Hay una definición de crisis, que dice: crisis es algo que todavía no termi-
na de morir y algo que no alcanza del todo a nacer.- En este momento,
esta disciplina que es trabajo comunitario, tiene algunas crisis de desa-
rrollo: lo que se hacía ya no va mas, pero todavía lo nuevo no esta plas-
mado lo suficientemente. Son los momentos más ricos, porque es en
ellos donde emergen las posibilidades de transformación, cuando todo
esta bien nada se transforma y cuando todo esta mal no se puede hacer
nada. En los momentos de crisis es justamente cuando aparece la rique-
za y las posibilidades de cambio y crecimiento.

Lo que tenemos a mano, en general, es un pensamiento dicotómico en


términos de estado, sociedad civil, comunidad o blanco o negro, si es
bueno o malo, ricos y pobres. Organizaciones sociales v/s trabajadores

20 • Programa Caleta Sur


comunitarios, profesionales v/s no profesionales. En situaciones de cri-
sis donde no sabemos donde pararnos la idea es no seguir pensando
dicotómicamente. Así hemos sido educados: seguimos pensando como
pensó Aristóteles y no sabemos que estamos pensando como el pensó,
entonces vaya desafió, esto se planteo en mas de una ocasión, en estos
días. La idea es tomar otro camino, en realidad hay que construirlo y
asumir el carácter de nuevo, de lo que no esta, de lo que va siendo,
pensar las propias practicas y de ahí partir. Se nos queman los papeles
viejos y tenemos que escribir otra.

Durante todo el encuentro se ponía el acento mas en la observación


critica de las instituciones, del Estado, del gobierno, de los otros; que en
una revisión autocrítica de las propias instituciones en las cuales se esta
inserto, de la propia lógica de funcionamiento, de la propia motivación,
del saber porque uno hace este trabajo.

Pensamos que si cada uno lo hace por que le gusta es una cosa, pero si
lo hace solamente por el bien de los otros vamos mal, Es necesario que
yo este presente en mi decisión y en mi acción, tiene que ser porque yo
quiero, por que lo deseo, por que a mi me sirve, por que yo me transfor-
mo y crezco haciéndolo y así nos sirve a todos, a los otros y a mi... si no
estoy implicado en mis intervenciones no me sirve ni a mi ni a los otros.

Había muchas mas miradas puestas sobre el exterior, que hacia el inte-
rior es decir miradas auto evaluativas, miradas sobre el como están fun-
cionando mis objetivos, mis principios, mi organización, para que quiero
hacer y que quiero hacer y porque quiero hacerlo. Nos parecía que esto
también tiene que ver con esta función de nuestra observación es decir
la necesidad de un trabajo de este tipo, de un trabajo de pensar repen-
sándose ya que es mucho mas difícil cambiar el aparato de pensar los
pensamientos que los pensamientos mismos. Nosotros estamos mas acos-
tumbrados a cambiar lo que pensamos: si es cambio social o transforma-
ción social o crisis social. Vamos cambiando los conceptos, nosotros en
los 90, como lo señalaba un compañero y en el 2000 mucho mas, tene-
mos que cambiar el aparato de pensar los pensamientos. Con este apa-
rato que tenemos es mas difícil pensar algo nuevo. Decían en la Argen-
tina: «con un pensamiento derrotado (el de 1976) no se puede pensar la
derrota, hay que pensarla desde un pensamiento nuevo» y me parece
que esta es la función y el objetivo de estos Encuentros: el poder juntar-
se para pensar un pensamiento nuevo y esto solo es posible en situación

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 21


de confianza y de experiencia compartida si falta alguna de las dos es
imposible pensar lo nuevo, uno solo no puede pensar nuevo, uno nece-
sita pensar con otros y sobre una practica real. El pensamiento es una
producción colectiva.

En este mismo sentido, estábamos allá abajo en la sombra tratando de


escribir o esbozar algo de esto y empezaron las presentaciones de cada
uno de los subgrupos, y sentimos mucho alivio, por que el tema de que
hay que pensar algo diferente, de que lo viejo no nos sirve, fue algo que
apareció casi en todas las presentaciones de los subgrupos. Resulta per-
tinente preguntarnos como vivimos esto de no tener nuevo pensamien-
to, Creemos que es inevitable en primer lugar la angustia ya que todos
necesitamos estar apoyados en algún lugar, en alguna certeza. Es im-
prescindible estar situado en esa angustia y en ese conflicto para poder,
desde ahí, crear nuestro nuevo pensamiento.

Hay un filósofo que plantea, que lo importante es sostener la problema-


ticidad del problema, no resolverlo demasiado rápido, sostener el punto
de problema, para no caer de nuevo en las respuestas ya hechas.

2. El trabajo comunitario y sus distintos derroteros


A continuación se presentan, a modos de síntesis, los aspectos centrales
rescatados a propósito de las discusiones acontecidas en los distintos
grupos y plenarios del seminario, esta parte recoge una síntesis minori-
taria de todo lo discutido en un afán de sistematizar los principales apor-
tes arrojados por la gente que entusiastamente participo de los días de
seminario.

a) Trabajo Comunitario, Modelos de Participación y Cambio


Social.

Hablar de cambio social, es hablar de cambio de sistema, de un mejora-


miento de la calidad de vida o un cambio cultural individual.

Este cambio no siempre depende solamente de los agentes internos o


externos de la comunidad, si no que es un cambio en que la respuesta
surge del gobierno. Se desprende de esto una crítica a las organizacio-

22 • Programa Caleta Sur


nes sociales, en el sentido que estas organizaciones no siempre generan
las acciones para poder tener los recursos y seguir adelante en los pro-
yectos.

Dentro de todo esto, el cambio social es una de las cosas importantes


que surge del trabajo comunitario y nos parece importante destacar que
no todo trabajo que se hace en la comunidad es un trabajo comunitario.

Hay quienes definen que el trabajo comunitario parte de un sujeto in-


terno es decir, desde el poblador, la gente que esta en la comunidad son
las personas que generan alternativas de vida y potencian el recurso
humano, otros piensan que también es de un sujeto externo, que en
este caso seria un profesional, el cual establece la relación desde su rol
de profesional. En si, todo se tiene que dar con una concientización y
una autogestión, es decir, poder llegar a la participación, a través de una
homogenización del conocimiento, que exista una relación igualitaria y
un sentido de pertenencia.

El trabajo comunitario parte de la creación de vínculos, es decir, redes de


apoyo, redes sociales, etc. Estas redes no siempre son nutritivas, por que
surgen quiebres a través de los problemas políticos actuales que se pro-
ducen en la interacción con el modelo económico neoliberal. De este
todo estamos insertos en un sistema en el cual todos tenemos estas ca-
racterísticas; individualistas, consumistas. En este sentido, cuando se ha-
bla de transformación social, primero tenemos que cuestionar el sistema
social en su conjunto, en segundo lugar intentar hacer un esfuerzo por
aprehender que es lo que tiene que cambiar y por ultimo, volcar hacia
nosotros mismos el protagonismo en estos procesos. Que no solo el cam-
bio social opere en los sectores populares. Todo esto se complejiza aun
más cuando en la actualidad estamos viviendo un proceso histórico, en
el cual nosotros no alcanzamos a ver totalmente lo que nos esta ocu-
rriendo como sociedad, como comunidad, como mundo.

b) Trabajo Comunitario y Pobreza, Condiciones de Vida

En relación con este tema aparecen dos elementos con bastante fuerza,
el primero de ellos es el tema de la confianza que derivó hacia varios y
distintos caminos y el otro fue el de los valores. Agregamos un tercer
tema que dice relación con la superación de la pobreza. De esta forma
es posible armar tres dimensiones o categorías de análisis.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 23


En una dimensión cultural está la confianza y la desconfianza o la con-
fianza traducida en desconfianza, por otro lado, en una dimensión eco-
nómica está la superación de la pobreza y, finalmente, una dimensión
ética.

En términos de la dimensión cultural, planteamos el elemento de la con-


fianza versus la desconfianza y nos parece que la expresión más central
hoy día, respecto de la confianza es que esta se expresa en la descon-
fianza, es decir, la desvinculación.

La lógica de la seguridad ciudadana es uno de los elementos que mas


fuertemente han contribuido en la sociedad de los 90 a generar este
clima de desconfianza y por tanto desvinculación, es de hecho en los
sectores de mayor pobreza, donde existe una perdida de la confianza en
la superación mediante el esfuerzo propio.

En este momento se habla de la superación solamente en términos eco-


nómicos, y producto de esta perdida de confianza, es importante tener
en cuenta la desvalorización del trabajo y de la educación. Ambos ele-
mentos probablemente junto con otros, han ido progresivamente desva-
lorizándose, en esta pérdida de la confianza en las capacidades propias.

En términos de la dimensión económica, cuando se habla de la supera-


ción de la pobreza generalmente es solamente desde un criterio econo-
mista, sujeto a cánones neoliberales.

La idea de dejar de ser pobre va acompañada hoy, a diferencia de antes,


ya no solo de dejar ser pobre en términos económicos, si no dejar atrás
una serie de dinámicas comunitarias y sociales que están en la base de la
convivencia en los sectores populares. El tema hoy no es solo dejar de ser
pobre si no ojalá irse del lugar, es decir, perder los vínculos. En este tema,
como en otros, nos parece que hay un cambio cualitativo.

En términos de los valores, en la dimensión ética; los valores son muta-


bles, son particulares, son fragmentarios y dispersos. En relación a una
sociedad que avanza enormemente en su complejización en términos
de la comprensión de los fenómenos sociales, estos valores también han
avanzado o han ido mutando, es decir, se han ido relativizando en tanto
las dinámicas sociales han ido perdiendo la vitalidad que las caracteriza-
ba para trasformarse en unas relaciones en que las dimensiones éticas se
adelgazan en pos de una relaciones superfluas, vacías de sentido.

24 • Programa Caleta Sur


En las dinámicas actuales, la comunidad no es y no volverá a ser proba-
blemente, lo que en algún momento fue, por que sus dinámicas son
otras, por que sus vínculos son otros, por que sus prioridades también
son otras, por ejemplo toda la paranoia por la seguridad ciudadana que
ha invadido poblaciones, villas y condominios.

Producto de este quiebre, de las dinámicas comunitarias, nosotros pusi-


mos un nudo no resuelto por el trabajo comunitario, este estaría repre-
sentado por la incapacidad hoy día del trabajo comunitario para res-
ponder a la comunidad cayendo en definitiva en la trampa de las políti-
cas sociales y toda su lógica de los proyectos y metas.

Como apuesta de todo este cuadro, toda esta síntesis, pensamos que el
desafío del trabajador comunitario actual, es recuperar la confianza en-
tre las personas. Creemos que re-vincular en un nivel básico y elemental
no es necesariamente trabajar en recuperar la confianza en la institu-
ción democrática, no es trabajar en recuperar la confianza en el mundo
político, no es esa participación la que creemos que debiera interesar a
los trabajadores comunitarios, no es la participación en los canales for-
males por las políticas públicas, vía proyectos, todo esto por una razón
muy simple, por que los temas asociados a los sectores populares no
pueden ni deben ser tema de proyectos concursables, la droga no puede
ser proyecto Concursable, la sexualidad de los jóvenes chilenos no pue-
de ser proyecto Concursable, eso es, por lo menos, una aberración. En
este punto esta la tensión, esta el nudo que sentimos que en tanto inter-
ventores sociales, ONG’s, y organizaciones sociales tenemos instaurado,
por lo tanto, nos parece que LA TAREA es, revincular, reconstruir los
vínculos a nivel de las personas.

c) Trabajo Comunitario, Modelos de Educación y Aprendizaje.

La educación es entendida como un todo. En torno a esto, es importante


considerar que la escuela se hace en la calle y en todo lugar donde se
conversa de las experiencias que han tenido, etc. El trabajo comunitario
y el modelo de educación, son construcciones que se levantan día a día
junto con distintas necesidades de donde están puestas. En este mo-
mento tenemos la necesidad de definir educación logrando la siguiente
definición:

Es un proceso de retroalimentación, entre personas diversas, que dura


toda la vida, donde se transmiten vivencias, valores, conceptos, cultura,

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 25


costumbres, significados y emociones, que promueven un aprendizaje
consiente e inconscientes, individual y colectivo de manera que existe
un desarrollo humano completo para todos los ámbitos de la vida.

Dentro de todo esto es importante reflexionar sobre el uso del poder


dentro de la educación, donde el educador o lo que el representa como
educador desde cualquier ámbito, salud, educación popular, la educa-
ción formar del colegio o cualquier otra forma que genere educación,
existe como una autoridad sobre el que está diciendo algo. Creemos que
la educación necesita un cambio, un cambio en relación con transfor-
marse en una herramienta que nosotros queremos en tanto sujetos.
Cuando enfrentamos la palabra educación, se habla que es retroactiva y
volvemos a darnos cuenta que el cambio que se sufre es de ambos o de
los que participan e interactúan.

El análisis del sistema educacional, no es enfocado a un modelo educa-


cional formal si no cómo nosotros recuperamos el colegio, no como un
ente cerrado, concreto, estable y formal, si no que recuperar ese espa-
cio, como un espacio comunitario por y para la educación, donde todos
participen, donde no exista solamente el mandato a los alumnos, si no
que el colegio pertenezca y se transforme en escuela, en una educación
abierta, participativa y autogestionada.

d) Trabajo Comunitario e Intervención en Usuario de Droga.

En un intento de vincular una temática, una problemática, bastante es-


pecífica como el consumo de droga a lo comunitario, intentando imagi-
nar las dimensiones en que se podría materializar. Es importante consi-
derar que el fenómeno droga desde una mirada comunitaria es funda-
mental. Es intentar comprender la droga como un fenómeno sociocultu-
ral, es decir, ¿cómo se articula lo comunitario en el abordaje del fenóme-
no droga? A partir de esta mirada de la droga como un fenómeno socio-
cultural identificamos al menos tres niveles o dimensiones desde lo co-
munitario:

• En primer lugar, corresponde a lo que directamente significa traba-


jar con los usuarios de droga. Generalmente pareciera ser que los
modelos o propuestas de trabajo con personas consumidoras han
prescindido en la historia de una mirada comunitaria, recordemos
que durantes muchos años el tema droga estuvo en manos de mira-
das siquiátricas, mas biomédicas que evidentemente no consideran

26 • Programa Caleta Sur


estas dimensiones como parte de los procesos. Fundamentalmente
hacer trabajo comunitario con personas usuarias de droga, supone
trabajar con aquella población que demanda atención y aquella que
no, también el ofrecer espacios de apoyo, de participación a quienes
demandan ayuda frente al problema supone dejar al margen una
franja importante de la población de chiquillos y personas mas adul-
tas que por distintas razones nunca van a demandar ayuda y tam-
bién son personas que tienen sus derechos vulnerados, que tienen su
calidad de vida deteriorada.

• En segundo lugar, el trabajo comunitario supone trabajar en sus es-


pacios naturales intentando establecer algo que en el tema droga es
fundamental; el involucramiento afectivo. La construcción de con-
fianzas, el compartir vivencialidades con las personas usuarias de dro-
ga, es un aspecto fundamental para acompañar el proceso de reha-
bilitación o de atención con personas usuarias. El trabajo comunita-
rio tiene que tener un componente de cercanía en el sentido de ir
donde esta el joven y construir vínculos de confianza, o de recuperar
estos vínculos. Otro elemento fundamental en la dimensión comuni-
taria es trabajar con ellos en el tema de restitución y promoción de
derechos sociales vulnerados. Los usuarios de droga son una pobla-
ción altamente estigmatizada incluso al interior de su propia pobla-
ción, la correlación que existe entre drogadicto, pobreza y delincuen-
cia, es una correlación bastante perversa y presente en las visiones
sociales frente al fenómeno y eso hace que los usuarios de droga
sean personas que tengan sus derechos vulnerados cotidianamente
en toda las dimensiones, por lo tanto, lo comunitario supondría la
posibilidad de restituir, estos derechos en distintos ámbitos.

• La tercera y última idea, dice relación con el tema del trabajo con
usuarios de droga, el cual, es relativamente nuevo. Existen experien-
cias en otros países, que dan cuenta de este proceso donde solo exis-
te la intención de favorecer a los propios jóvenes, como actores en su
problemática.

Esto es lo relevante de insistir en el trabajo con la población usuaria de


droga. Desde la posibilidad de construir vínculos, siendo esta la idea cen-
tral de esta primera parte, después el otro ámbito, es la comunidad, ahí
coincidimos plenamente, con lo que el grupo de pobreza señalaba, es
fundamental trabajar en tratar de recuperar la convivencia social. Fun-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 27


damentalmente existe una visión más o menos común de concebir esta
idea que la calle se la tomaron los drogadictos y traficantes y las perso-
nas replegadas a la vida privada.

La posibilidad desde lo comunitario de recuperar el espacio público no


para expulsar a los jóvenes que usan droga, sino que para resignificar los
vínculos sociales, la convivencia humana a nivel comunitario y esa es una
posibilidad a desarrollar y por otro lado, todo este tema que de alguna
manera ya lo hemos dicho de construcción y fortalecimiento de la res-
puesta comunitaria frente al problema.

El tercer nivel acerca del cual se han dicho bastante, se refiere a la clien-
tización de las relaciones con la comunidad vía los fondos concursables.
El predominio de una lógica que enfatiza la gestión por sobre la cons-
trucción de procesos sociales, la gestión supone tener énfasis en los pro-
cedimientos burocráticos y la implementación de fondos concursables,
en criterios de accesibilidad en la normativa pero no hay una voluntad
para poder generar o abrirse a la posibilidad de construcción social de
los actores de la comunidad.

e) Trabajo Comunitario y Conflicto Social

Al hablar de conflicto social implica situarlo y visualizarlo en el orden


estructural de la sociedad; el conflicto social tiende ha ser in visibilizado,
por lo tanto, tiende intencionadamente a ser encubierto. Entendiendo
que el conflicto social estaría fundado en la asimetría de las relaciones
de poder dentro de la sociedad, es decir, como elemento base del con-
flicto social, estaría esta distinción en como se ejerce y se distribuye este
poder dentro del orden social. Tomando en cuenta este elemento surge
la pregunta, ¿Donde estaría situado el poder?, por que efectivamente
un tema es hablar de poder y el otro tema es preguntarse, ¿Quien ejerce
el poder ?. Dónde esta situado el poder en última instancia.

El poder esta situado en los grupos económicos, por lo tanto dependería


de la posición económica que se ocupe dentro de la estructura social, la
posibilidad que tenga para hacer ejercicio de poder. Por otra parte se
vislumbra que estaría el estado y el poder político, siendo visto como
modelos fácticos por que son poderes secundarios o que estarían más
bien al servicio de un poder estructural dado por el modelo económico
que sería en última instancia la fuente de poder dentro de la sociedad.

28 • Programa Caleta Sur


Haciendo estas distinciones entre poder económico y poder fáctico cabe
preguntarse ¿cual es el poder que le compete o puede ejercer efectiva-
mente la sociedad civil y la ciudadanía? En la conceptualización de con-
flicto social, el grupo sostiene que el conflicto seria un elemento funda-
cional de la sociedad por lo tanto no se puede pensar en consenso social.
En este sentido, el modelo económico viene hacer un efecto de las rela-
ciones de poder de las élites políticas, económicas e intelectuales que
son, a nuestro juicio la que si concentra el poder en la sociedad chilena,
por lo tanto, este modelo económico como un efecto de esas relaciones
de poder.

El discurso del poder en la actualidad, está debilitado precisamente por


la desvinculación, es decir, no hay discurso de poder, por que los habi-
tantes de las comunidades están desempoderados, por efectos de la des-
vinculación.

En el tiempo de Dictadura, muchas cosas se dejaron de hacer, como por


ejemplo, enfrentar los conflictos como un concepto de crecimiento. En
la actualidad los conflictos son producto de un sistema, que ha llevado a
que la gente se guarde en su rincón, y esto es extrapolable a los aspectos
sociales, políticos, económicos, culturales en todo sentido.

Hoy en día los jóvenes también tienen conflictos y ¿cómo los manifies-
tan?, si nosotros vamos a un estadio ahí están manifestándose con una
terrible agresividad. Nos están diciendo algo, por que ya se le cerraron
las puertas, no hay entrada en ninguna parte, no tienen salida, no hay
respuesta de ningún tipo. El conflicto se manifiesta en forma agresiva es
decir «¡putas aquí estoy! cachai?, en onda, esta es mi manifestación y
escúchame ya?» El sistema ha promovido el conflicto para que la gente
diga que el conflicto no es, el conflicto es negativo, no te ayuda a crecer,
no construye, se instala por lo tanto la negación de la posibilidad de
discutir en tanto la racionalidad dominante o lo «políticamente correc-
to» han terminado por imponerse como relaciones sociales legitimadas
y naturalizadas por la población.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 29


3. Miradas y aportes desde la Sociedad Civil.

I. «Trabajo Comunitario en la actual neo modernización chilena».


(Miguel Santibáñez, Acción A.G.)

a) Trabajo Comunitario, Intelectuales y Desarrollo,

Primero que nada si concebimos al trabajo comunitario como una disci-


plina social que tiene la intención de intervenir en la realidad local me-
diante el uso de metodologías que fortalezcan la asociatividad y refuer-
cen a las comunidades locales para mejorar la calidad de vida, considera-
mos que esta práctica tiene por una parte una relación directa con la
teoría social más general y por la otra, con el marco general de determi-
naciones mutuas que la estructura política, económica y cultural de la
sociedad impone. Podemos construir la hipótesis de que a ese tipo de
consideraciones (las del desarrollo), se ajustan ideológicamente los acto-
res cuando diseñan sus intervenciones, primero los intelectuales y luego,
los actores institucionales del «trabajo comunitario» (los partidos políti-
cos, y el campo de las instituciones sociales, políticas, religiosas, y el Esta-
do). Actualmente dentro de la diversidad natural de enfoques en este
campo de acción, podemos decir que uno puede entender la evolución
del trabajo comunitario en el Chile de los últimos años, como la evolu-
ción del conflicto de visiones ideológicas que han intentado hacerse
dominantes, en particular en la definición de la política social. Existe
una variedad de posturas en relación justamente con las definiciones o
más críticas respecto del desarrollo imperante o visiones más cercanas a
lo que uno puede llamar la corriente dominante neo liberal.

En este esquema uno podría afirmar que la popularidad de la adscrip-


ción del trabajo comunitario a la corriente crítica en el Chile actual, co-
rresponde más bien a una postura minoritaria. Ello se observa sobreto-
do, ante la derechización del discurso político, el dominio de la oferta
pública de proyectos «consultoriales» (licitaciones y fondos concursables),
a la retirada de los Partidos Políticos de las acciones de mediación, y el
debilitamiento y/o «desfallecimiento» de las ONGs. A esto debemos agre-
gar que las condiciones institucionales que impone el sector público,
impiden que se desarrollen dinámicas consistentes en el ámbito de un
trabajo comunitario crítico, y este es determinado cada vez más por la

30 • Programa Caleta Sur


lógica de la política social dominante. Por lo tanto, el trabajo comunita-
rio que opera en el Chile de hoy, regido - en su versión institucional -,
bajo un estricto apego a los dictados de la política neo liberal, se en-
cuentra a lo menos contaminado por esa esfera de determinaciones es-
pecíficas que impone el pensamiento dominante.

Por ello, cualquiera haya sido la orientación que adquirió el trabajo co-
munitario durante los años 90s, su evolución debe ser pensado como
pugna de intereses, visiones políticas y valores culturales, en la cual, las
perspectivas de intelectuales y trabajadores sociales más proclives a la
percepción histórica popular han sido derrotadas, en un periplo que tie-
ne su primera batalla entre 1986 y 1989, y su segunda en lo primeros
años de los gobiernos de transición. Por ello, para comprender esta rela-
ción durante los años 90s -en la cual la corriente dominante ha impuesto
sus creencias -, debemos analizar su evolución como escenarios hegemo-
nizados por nuevas correlaciones de fuerzas.

Por otro lado, si concebimos al trabajo comunitario como la relación de


agentes externos de origen diverso con los sectores populares organiza-
dos, tenemos el surgimiento de una interrogante sobre el tipo de rol
concreto que han desarrollado los intelectuales en la sociedad chilena
en los últimos años, y en particular en su relación con la sociedad popu-
lar. Se trata de un vínculo donde los aspectos políticos, el marco institu-
cional y la definición de los instrumentos metodológicos cambiaron ra-
dicalmente.

Tenemos entonces que la evolución del trabajo comunitario en Chile


alumbra un problema más central de orientación de la sociedad. Las
formas de solidaridad interclasista, donde nuevas formas de clientelis-
mo son utilizadas por la derecha, constituyendo una forma tecnocrática
y populista de hacer política y que arrastran a grupos importantes de la
concertación. A pesar de ello, parece más interesante observar el itine-
rario de la corriente critica del trabajo comunitario, dada la existencia
de orientaciones que alientan la posibilidad de una transición protago-
nizada por una ciudadana activa, y versiones más ligadas a la preserva-
ción de una subordinación más que secular.

El 11 de septiembre de 1973 junto con el horror y el quiebre democráti-


co se acaba con esas visiones optimistas y queda sellado el fin del para-
digma de la modernización nacional, concluyendo ese ciclo sistémico de
acumulación.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 31


Se cuela por la historia otro par de aspectos que me parecen muy signi-
ficativos. Se cierra para Chile algo muy importante que va a tener impli-
cancias posteriores y a lo cual no se le ha dado la suficiente importancia,
la esperanza social de construcción de una sociedad homogénea y con-
cluye además la alianza de intelectuales y grupos populares bajo el pro-
yecto optimista de construcción de una «sociedad homogénea».

Se origina -para el caso chileno -, la base material para el rompimiento


entre el progresismo y los sectores populares, precisamente por la insta-
lación en la subjetividad colectiva de que el proyecto político que impul-
sa la disminución de la desigualdad social, no es más que una quimera.
La profundidad de esta convicción que opera a nivel de la subjetividad
tanto de intelectuales y clases medias como de grupos populares tiene
ribetes psicoanalíticos. Se trata de una convicción que opera en los gru-
pos populares de que - como lo expresa Wallerstein -, la gente ya no cree
en la «ilusión» que se pueda disminuir la brecha entre ricos y pobres.
Ello es el fracaso de una tesis política que tiene alcances históricos y
mundiales, se trata de la derrota y fracaso del liberalismo político tanto
social demócrata, demócrata cristiano, y como el representado por la
vieja izquierda. Incredulidad que surge a partir de ese momento y que
no era tan evidente en el período anterior.

Lo que viene después es conocido. La metáfora más neta de esta ruptura


entre intelectuales y pueblo esta expresada en el poema de Mauricio
Redolés «Los Tangolpeando». Se trata de la «viejecita» que asume en los
años 60 como valido el discurso intelectual de que sus problemas se ve-
rán resueltos cuando llegue el socialismo. Por ello la «viejecita» conti-
núa pasados ya muchos años interpelando a los mismos dirigentes de
entonces:

«Y la viejecita hizo barricadas, expropiaciones, recuperaciones,


puso bombas, hizo llamadas falsas, sapió a los sapos.
Estuvo en las barricadas del 83, repartió panfletos
Tuvo una bistataranietosobrino que fue preso político
La viejecita le tiró una botella de vino al cura Hasbún
¡Oye! ¡Putas que huevió la vieja, oye!
Y siempre suspirando y diciendo:
¡Cuando llegará el Socialismo!
Y toito fue pa’ pior, ¡Hijuna!
No llegó el Socialismo... llegó la Alegría,

32 • Programa Caleta Sur


Y con la Alegría llegaron de nuevo los mismos
Líderes del Socialismo.
Bajaban de los aviones enfundados en sus ternos blancos
Comprados en nuevayork, sus calcetines italianos,
Sus gabardinasfucasiamarrón, sus gamulanes de Dinamarca, sus pañue-
los de Milán...
Bajaron los Líderes.
La viejecita que creía en el Socialismo los vió y los reconoció de inmediato.
Estaban un poco más gordos y más gastados
Pero eran los mismos Líderes.
En el aeropuerto no volaba ni una mosca cuando la viejecita los encaró:
Psssstttt, compañeros ¿Y cuándo llegará el socialismo?».

A mi juicio ahí (en ese momento) germina esta ruptura entre intelectua-
les y sectores populares, que se va a reiterar en el tiempo, sobretodo en
los años 90s.

Los comienzos de los años 90s determinan una derechización del discur-
so político y en el campo del trabajo comunitario, este se inscribe pro-
gresivamente en el debate sobre la disminución de la pobreza y el rol
que cumple la política social, su pertinencia en comparación a otras
formulas para disminuir la pobreza tales como el control de los indica-
dores macro económicos, y el crecimiento económico.

La privatización de aspectos sustantivos de la política social es algo que


continua.../ Una visión más bien instrumental de la política social... No se
instala el trabajo comunitario que se había concebido en los años 80s.
En definitiva se diseña una visión de tecnocracia del tema de la pobreza,
de la focalización, de las políticas públicas... basado en el sistema políti-
co institucional y en el crecimiento económico.

Se construye entonces la visión de la crisis en el mundo popular como


amplias zonas potencialmente peligrosas para el éxito de la transición,
las masas populares pueden poner en riesgo la estabilidad de la demo-
cracia, y podríamos sufrir una regresión autoritaria. Se escribe en la épo-
ca que podríamos tener tomas masivas de terrenos urbanos. Por ello es
necesario establecer políticas territoriales que aminoren ese riesgo. Y
por cierto que las nuevas políticas no solo van a tener éxito en aminorar
ese riesgo, sino que van a destruir amplios paños de tejido social existen-
te, tal como la organización popular urbana.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 33


Progresivamente lo popular comienza ser estigmatizado en asociación
con la droga y la violencia. Es la lectura de lo popular que ya no lo ve
como sujeto social, sino como pobres dominados por la anomia social, la
desestructuración, la competitividad en las poblaciones..., esta es una
visión interesada que trae como consecuencia la visión de la filantropía,
la focalización de la política pública y el control, la seguridad ciudadana
y la vigilancia. Es una visión neo fascista que tiene una conclusión muy
clara en la ciudad.

Esa es la base teórica que opera durante los años 90s en los gobiernos
democráticos. El corolario más notorio de esta política, dice relación con
la institucionalización del distanciamiento de intelectuales y sectores
populares.

Se trata de una composición particular de las elites en nuestro país du-


rante los años 90s. Esta elite va a jugar un papel central, se trata de un
grupo de poder transversal entusiasta de la actual modernización, como
dice Gonzalo de la Maza una elite unida más «por lazos de parentesco
que por unidad ideológica». Salazar afirma que «la nueva capa intelec-
tual se integra más al Estado y al Mercado que a la Sociedad Civil» (Sala-
zar, 1995, p. 74).

Tampoco podemos olvidar que esto es una disputa entre élites. Repre-
sentadas por grupos medios articulados al Estado, y enfrente grupos
poderosos articulados a la transnacionalización de la economía. Esto
corresponde a una disputa muy circunscrita o limitada del poder. Es la
disputa por el aparato estatal, el cual se encuentra en este período de
globalización, jibarizado y menguado.

b) Debilitamiento de las ONGs.

Los años 90s marcan un cambio de escenario fundamental para las ONGs,
esto es que de la nula relación con el Estado pasan a establecer una
relación muchas veces intensa con el Estado. Demás está decir que las
expectativas que estas tenían no se cumplieron y debieron transitar un
camino complejo y difícil.

El contexto de cambio fundamental se encuentra en un proceso nunca


bien clarificado, el intento de captura de fondos que tradicionalmente
eran canalizados a las ONGs, ahora hacia la acción gubernamental.

34 • Programa Caleta Sur


Por una parte el alejamiento progresivo de las Agencias europeas de
cooperación internacional, Eso junto a las nuevas exigencias de las Agen-
cias europeas en torno a obtener «aportes locales», o en algunos casos a
que generen iniciativas «empresariales» para el autofinanciamiento,
impone un cuadro estructural distinto; y por la otra comienza a formu-
larse una critica no siempre abierta respecto del papel de las ONGs, la
pertinencia de su aporte en el tipo de desarrollo que se asumía. La criti-
ca a las ONGs desde la esfera de lo político y gubernamental, que co-
mienza a operar desde el momento mismo en que se inicia el Gobierno
de Patricio Aylwin. Esta crítica adquiere variadas formas, y viene de dis-
tintos sectores. En algunos casos adquiere la forma del discurso de la
necesaria «profesionalización» que deben asumir los funcionarios de
ONGs. Se observa que el tema de la escala

Paralelamente comienza a imponerse una realidad que se avizoraba en


el período anterior, pero ahora se hace mucho más clara. Las ONGs con-
fiaban, y desarrollaron expectativas de que el gobierno democrático aco-
gería un conjunto de sus posturas y propuestas. Sin embargo, la lectura
más conservadora de la «renovación», y los sectores que habían hecho
una utilización más bien temporal y pragmática del mundo de las ONGs
se aprestaban para instalarse en el gobierno.

Pero esta no es una situación nueva, la negociación con el Estado co-


menzó hace años; precisamente cuando las ONGs dejaron de ser «anti
gubernamentales» en 1990, en los inicios de los gobiernos de la concer-
tación; se efectuaron encuentros con Aylwin en ese encuentro en Las
Condes de comienzos de 1990; en 1996 entre Bengoa y Rodrigo Egaña,
en que se estableció la apropiación por parte del Estado de una parte
importante de los de los fondos que antes eran canalizados por el canal
no gubernamental. Luego con Luis Maira, en que se definió finalmente
que el camino de las ONGs era el de las licitaciones y los fondos concur-
sables, que imponían la lógica consultorial y el de la competencia entre
ellas, y a partir de ahí, la competencia con las propias organizaciones
sociales.

Este ha sido un camino de compleja negociación en que las ONGs han


sido estoicas y persistentes, muchas de ellas sin embargo sucumbieron
en el camino. La mayoría ha tenido que adecuar sus esquemas a las po-
líticas públicas, muchas de las cuales habían sido abominadas por las
propias ONGs en el período anterior. El campo que se definió entonces,
no es simple.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 35


Una segunda crítica proviene de intelectuales, algunos de ellos que in-
cluso trabajan en ONGs, someten a una crítica severa a las ONGs que
claudican de sus principios por sobrevivir. Esta crítica adquiere su punto
máximo en las posturas de G. Salazar; quien habla de «domesticación»,
y considera finalmente un hecho positivo el que estos intermediarios o
ya no existan o deban competir por recursos con las organizaciones des-
naturalizando así la base de confianza que existía anteriormente.

c) Consecuencias Actuales en la Sociedad Civil.

Las consecuencias sociales de esto podemos agruparlas en cuatro:

a) A nivel del trabajo comunitario, tenemos una realidad de «desfalle-


cimiento» de las ONGs.

b) El resultado a nivel de conciencia ciudadana es lo que se ha llamado


en ciencias sociales la individuación, la comunidad no se restablece
con la democracia y las instituciones de la democracia...., inseguri-
dad, sensación de falta de control y poder sobre la propia vida, y
temor, miedo y angustia. Esto esta suficientemente documentado en
el estudio del PNUD del año 1998. (Aquí hay dos lecturas la posmo-
dernista, de Brunner, Tironi, que dicen que es normal que la gente se
sienta insegura cuando hay cambios, y la lectura critica, que afirma
que la inseguridad es consecuencia de la erosión social profunda que
está provocando el propio modelo).

c) En 1999 y comienzos del 2000, comenzamos a vivir algunas de las


consecuencias políticas de la despolitización, el liderazgo neopopu-
lista conservador de Joaquín Lavín se cuela en el margen que deja el
quiebre de la alianza entre votantes populares y la vieja izquierda y
la democracia cristiana, .... se termina el monopolio histórico de la
centroizquierda en los reductos populares. Lavin le da consistencia
política al descontento, obtiene un 48% de los votos y se muestran
síntomas claros de agotamiento del sistema político que fue diseña-
do a finales de los años 80..., luego en el año 2000 esta tendencia se
incrementa y nuevos municipios populares en el Gran Santiago pa-
san a ser controlados por la derecha.

d) Esto implica que hay una suerte de agotamiento de las formas tradi-
cionales de participación ... Despolitización, Critica y desprestigio
creciente a los políticos, Clientelismo instrumental y oportunista ante

36 • Programa Caleta Sur


el municipio, vinculadas al Estado, que son contaminadas... uno no
sabe si lo que opera es el «todo vale» (Carlos Soto), el discurso que
hace la madre pobladora del protagonista de la película «Caluga o
Menta» de Gonzalo Justiniano, mujer que ante la oferta del alcalde
de áreas verdes, («si nos traen pasto «pasto queremos», si son bicicle-
tas, «bicicletas queremos»), etc.

Esto puede ser entendido como el ritual que faltaba a la neo moder-
nización chilena, un signo histórico, se rompe con los actores clásicos
de la modernización nacional. Se trata de la banalización de la polí-
tica, da lo mismo quién gobierne si este me resuelve los problemas
concretos que yo tengo.

d) El Nuevo Desarrollo Organizativo.

Una consecuencia adicional, podemos caracterizarla como las nuevas


formas de asociatividad que emergen, y con ello resaltar que no todo es
negativo;

No es que no exista acción colectiva, existe mucha experiencia de varia-


do tipo..... (Gonzalo de la Maza), esto se encuentra estudiado en el in-
forme del PNUD del año 2000, donde se dice que la gente sueña y se
organiza. Cita de Gonzalo de la Maza:

«Hay una enorme cantidad de iniciativas locales de diverso tipo, me-


diante las cuales los ciudadanos y ciudadanas asumen sus carencias y
necesidades y desarrollan una activa intervención social. Especialmente
a nivel popular las organizaciones, sostienen la sociabilidad amenazada
por la creciente presencia del mercado en las relaciones sociales; subsi-
dian la ineficiencia del aparato público asumiendo funciones que van
desde lo asistencial hasta la organización de la demanda social; son es-
pacios de recreación cultural de amplios sectores; intervienen, experi-
mentan e innovan en las más diversas áreas de acción; cofinancian pro-
gramas sociales en áreas críticas; vivifican la democracia a través de la
participación directa, limitando la influencia del marketing como instru-
mento de socialización política; entre muchos otros roles importantes.»
Gonzalo de la Maza, El utopista pragmático, Diario La Nación, Nº5)

El problema dice De la Maza es que se trata de acciones defensivas, cuyo


ámbito de acción es extremadamente reducido y carecen de referentes

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 37


de concertación social, etc. La tarea es que estas organizaciones se cons-
tituyan en dinámicas ofensivas... como dice Castells, ante al avance de la
globalización...

La visión optimista la da Salazar cuando afirma que Lo primero es que se


ha impuesto a nivel local es la política de un clientelismo directo («ojalá
sin ONGs ni mediaciones de ningún tipo»), ya que «los pobladores de
hoy no se comportan como masa seguidora bajo la autoridad o detrás
de ciertos líderes de tipo populistas, sino como una ‘asociación ciudada-
na’, algo laxa e incluso inorgánica, pero con memoria de lo que ellos
han hecho» (Salazar, 2000, p.186).

Ello es recordemos, consecuencia directa de las propias «desilusiones»


históricas anteriores, «creer que podíamos cambiar el mundo». Ahora
no creemos en aquello, ahora queremos semáforos, calles pavimenta-
das, multicanchas, sedes comunitarias.

e) Modalidades y Metodologías Innovantes.

Que cosa novedosas y persistentes a nivel metodológico se están desa-


rrollando en este nuevo contexto de movilizaciones sociales, en tanto
trabajo social popular en general, y que pueden significar perspectivas
futuras necesarias de ser observadas con mayor atención:

• En primer lugar diversas expresiones de lo que actualmente se cono-


ce como fortalecimiento de ciudadanía activa. Esto es acompañamien-
to de procesos socio culturales a nivel popular, y empoderamiento de
ellos. Aquí tenemos una gran cantidad de movimientos y organiza-
ciones no gubernamentales comprometidas en estos procesos. Por
ejemplo lo que ha hecho La Caleta Sur en La Pintana, corresponde a
una experiencia clásica de este tipo. Probablemente las nuevas for-
mulas en torno a activar un voluntariado social, promovido desde la
DOS, pueden ser eventualmente dirigidas en esa perspectiva.

• Existe una movilización a nivel mundial, con luchas sociales incluidas


en torno a debates globales, a nivel de la OMC, de las reuniones del
Grupo de los 8, del banco mundial y el FMI, el seguimiento de los
acuerdos de libre comercio. Este corresponde al movimiento que se
denomina contra la globalización, para defender derechos sociales
de los actores que no son los transnacionales. En Chile corresponde a

38 • Programa Caleta Sur


un movimiento incipiente radicado en instituciones especializadas
en el tema. Sin embargo en el último período se han estado efec-
tuando esfuerzos reales para constituir movimientos más amplios en
este sentido. Defensa de derechos a nivel nacional, regional, y local,
donde las ONGs han jugado un rol en la conceptualización de los
Derechos Económicos Sociales y Culturales, trabajo con mujeres, ni-
ños, adultos mayores... minorías...,

• Memoria, Nueva Historia, la voz de la gente...., la reconstrucción de


sistemas simbólicos a nivel colectivo. Aquí hay toda una suerte de
nuevas metodologías, Antropología cultural, estudios etnográficos.
Arqueología urbana, vagabundeo, Simbólica urbana, trazos, huellas,
marcas, vestigios, monumentalidad popular. Las experiencias.

- «Mil tambores» desde los cerros de Valparaíso al plano... arte y


cultura en la calle y en los espacios públicos...

- Experiencias en sedes comunitarias... Una de las experiencias co


rresponde a los «lugares de la memoria»,

- Lugares de la MEMORIA, Villa Grimaldi, Puente Bulnes, Lonquén,


casa de José Domingo Cañas, en que se establecen trazas urbanas
de recuerdo y de memoria viva...

• Conflictos urbanos, se trata de movilizaciones defensivas y que res-


ponden a una dinámica de respuesta ante externalidades negativas
provocadas por proyectos privados o acciones públicas en el nivel
territorial de la ciudad o barrial. Lucha contra la instalación de verte-
deros, lucha contra la instalación de carreteras, lucha contra la mala
calidad de las viviendas sociales, contra las antenas para telefonía
celular, etc.

• Hay otros grupos que operan con gérmenes de proyecto o de identi-


dad ofensiva como la llama Castells, movilizaciones mapuches, a ni-
vel urbano, es interesante lo hecho por el movimiento «No a la Cos-
tanera Norte», por los «Furiosos Ciclistas», experiencias a nivel Plani-
ficación Urbana, Consejos ecológicos, en que comienza a surgir un
germen de proyecto de cómo se quiere que se hagan las cosas.

• Hay una gran dinámica de acción social en el marco de las políticas


públicas, sobre lo que existen muchas interrogantes... y experiencia...

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 39


existen muchos sectores de actividad que son diferentes entre sí... en
materia de vivienda social, con infancia, prevención de adicciones.
Este es un espacio de trabajo comunitario que se encuentra en pleno
desarrollo, ¿qué podemos decir en términos más generales?, al pare-
cer los actores sociales y los operadores de esas políticas están modi-
ficando los sentidos y generando creatividades en la propia práctica.
Sin embargo - a juicio de De La Maza-, estas creatividades populares
son escasamente reconocidas en la modificación de la política. A pe-
sar de ello existe una persistencia y voluntad por generar marcos de
participación y de innovación.

f) Dos ideas para terminar.

Para concluir quisiera colocar un par de ideas finales; la primera referida


a lo que me parece corresponde la gran ausencia en el trabajo comuni-
tario actual, y la segunda a una reflexión más general de corte político
de acuerdo al enfoque que hemos asumido en esta presentación.

La ausencia que es un desafío al mismo tiempo, se refiere a la falta de


trabajo comunitario en la nueva escenografía en que actualmente se
despliega el campo poblacional popular. Me refiero particularmente
como nueva escenografía al territorio poblado de viviendas sociales cons-
truidas por el Estado, en particular, el de las viviendas básicas tipo C, el
más numeroso programa público de hábitat social producido en los años
90s, miles de unidades regadas por el país, donde habitan miles de fami-
lias. Se trata de situaciones que sabemos como se postula, el tipo de
solución habitacional, el estándar mediocre y la deficiente calidad cons-
tructiva, el escaso equipamiento urbano que traen consigo, pero no sa-
bemos en detalle las formas de vida que están generando, como viven,
como se organizan, se trata de áreas críticas que debieran tener mayor
atención... porque hay poca o escasa intervención y no hay estudios aca-
démicos respecto de ello. Adquieren visibilidad sólo a través de la televi-
sión, por el problema de la mala calidad constructiva de aquellas vivien-
das.

Surgen estudios no convencionales, algunos «estudios etnográficos de


caso» mostrados por el arte o por el periodismo. En la película «El Cha-
cotero Sentimental» (en su tercera historia) se muestran las dificultades
que tiene las familias habitantes de un bloque de viviendas básicas tipo
C, ellos deben esforzarse para efectuar las más elementales prácticas

40 • Programa Caleta Sur


cotidianas de una pareja. El programa periodístico de TVN «El Mirador»
de hace algunas semanas, nos presentó lo difícil que puede significar
vivir en un bloque con escalera de tijeras por el medio y con una docena
de departamentos que se enfrentan, se escuchan el menor ruido y se
observan el día y la noche.

Pocas intervenciones sociales en el área, últimamente tenemos algunas


experiencias de ONGs (Cordillera y JUNDEP, con SERVIU), en el tema Con-
dominios Sociales, pero no hay estudios etnográficos.. Las poblaciones
Claudio Arrau, Travesía, El Volcán, Los Morros, y centenares de estas
nuevas poblaciones estatales... por todas partes, en Melipilla, en Rengo,
en Concepción, en La Serena, en Temuco, en Santiago. Si los 60s y co-
mienzos de los 70s fueron los pobladores quienes fundaron una ciudad,
esta vez se trata de una ciudad estatal de miniaturas, interminable, re-
petitiva y monótona, la que requiere un esfuerzo analítico importante.

La segunda idea

Lo segundo tiene que ver con cuestionar el hecho el que en Chile se ha


instalado la idea de que la acción de los intelectuales y trabajadores
populares es irrelevante en el trabajo comunitario, y que basta o con el
crecimiento económico, o con las políticas sociales de corte neo liberal.

En la actualidad tenemos grupos populares que operan bajo el prisma


de la incredulidad en los proyectos progresistas, entonces el trabajo co-
munitario se concentra en «cosas» sin referencia a visiones de desarrollo
que actúen como productoras de sentido con un horizonte estratégico
que vaya más allá que la solución de problemas puntuales. Esto implica
un ascenso por una parte de las orientaciones tecnocráticas y despoliti-
zadas, y por la otra, las de una ruptura crítica entre base popular e inte-
lectuales y ONGs.

Las formas institucionales en que se desarrolla la intervención social,


corresponde a una que fomenta la competición entre grupos de profe-
sionales, consultoras, ONGs, Universidades, y Organizaciones Sociales.
Lo que ha implicado un incremento de las desconfianzas y un debilita-
miento de las complicidades.

Implica además que la dimensión sociopolítica de los intelectuales ha


sido desechada por lo popular.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 41


Paradójicamente, esta contradicción ha llevado a plantear lo mismo y de
una manera brutal, surge el discurso de que la acción de intelectuales y
profesionales corresponde a una práctica en que un grupo de personas
se apropian de los recursos que debieran ser apropiados por las organi-
zaciones sociales directamente.

La pregunta es de si en el actual esquema los intelectuales deben jugar


un rol o deben ser desechados de la acción política a nivel popular, y si la
«soledad popular» puede ser productiva a nivel de la actual política co-
sista en que están empeñados instituciones locales. Sería mejor que la
gente hiciera por si misma todo, «que se prepararan para sustituir a los
políticos y a los profesionales que hacen de intermediarios pero para
beneficiarse a si mismos?» (Salazar, 2000, p188).

Entonces la «ruptura-abandono» de los intelectuales respecto de lo po-


pular iniciada en 1973 y consolidada en 1989, ¿puede considerarse defi-
nitiva?

La propia historia nos enseña que la participación de intelectuales orgá-


nicos es necesaria si queremos pensar en un cambio social; no como una
historia en limpio, perfecta, sino como una historia siempre imperfecta
y siempre sorprendente. Como lo plantea incluso el autor que se ha trans-
formado en nuestro contradictor, Touraine, quien dice que «finalmente,
hay que reconocer la responsabilidad particular de los intelectuales.
Depende de ellos, mas que de cualquier otra categoría que la protesta
se desgaste en denuncia sin perspectiva o por el contrario, que ella con-
duzca a la formación de nuevos actores sociales e, indirectamente, a
nuevas políticas económicas y sociales»1.

Si lo anterior es cierto, el problema para Chile entonces si nos preocupa


el cambio social es doble, es de donde surgirá una nueva generación de
intelectuales, y en que contexto institucional se podrá desarrollar, sa-
biendo que en la actual base institucional para la reproducción del tra-
bajo intelectual critico se encuentra cancelada.

1 TOURAINE, Alain. 1999. «Comment sortir du libéralisme». Editorial Fayard. Ci-


tado por SUBCOMANDANTE INSURGENTE MARCOS, 2000. «La derecha inte-
lectual y el fascismo neoliberal». Le Monde Diplomatique. Agosto 2000, pp.
21.

42 • Programa Caleta Sur


II. Perspectiva de la Sociedad Civil en el Trabajo Comunitario
Antonio Favreau, Caleta Sur
El tema de la sociedad civil es un tema importante y sumamente comple-
jo. En esta última idea, la complejidad de poder definir la sociedad civil,
radica en las distintas y diversas concepciones que existen sobre este
concepto. Por una parte, podría ser entendida como un componente
que esta fuera del Estado, las organizaciones no gubernamentales. Pero
dentro de esta concepción quedan fuera otros actores, entre ellos el
mundo privado con intereses públicos sin fines de lucro, el mundo polí-
tico (donde existe participación de los ciudadanos), los sindicatos, los
servicios voluntarios, las instituciones privadas de asistencia y desarrollo
en las cuales están las ONG’s, las fundaciones y corporaciones, las orga-
nizaciones sociales de bases, las juntas de vecino, clubes deportivos, gru-
po juveniles, empresa con fines sociales, las cooperativas, todo tipo de
organizaciones económicas populares de micro empresas, las organiza-
ciones gremiales de establecimientos educacionales, etc. En torno a esto,
se propone la siguiente definición que dice: tendemos a la sociedad civil
como un conjunto de actores o grupos de mundos diversos, organizados
voluntariamente en torno a intereses específicos, con autonomía y sin
fines de lucro en espacios sociales, culturales y ciudadanos determina-
dos y que tienen una dimensión de movimiento o intención comparti-
das.

Existe una serie de interrogantes sobre ¿qué es?, ¿qué busca?, que bus-
can solucionar problemas, integrar a un grupo marginado a un determi-
nado modelo, se busca desarrollar potencialidades, se busca superar
pobreza, con todas las conceptualizaciones que esta pueda tener, se busca
mayor participación, mayor eficiencia, disminución de costo, generación
de capital social, todo eso sale cuando uno esta hablando de trabajo
comunitario, se busca potenciar a hombres y mujeres para asegurar que
participen en las decisiones fundamentales de su vida, desarrollar sus
puntos mas fuertes, se busca generar capacidades en las personas y fa-
milias pobres y oportunidades en su entorno.

Existen intervenciones sociales que privilegian definitivamente eso, se


trabaja en red, se privilegia a nivel local en cuanto a espacio privilegiado
de participación, trabajo y oportunidad para la superación de la pobre-
za, se fortalecen los derechos ciudadanos en ese trabajo comunitario,
pero ¿quien lo realiza?, ese es otro espacio donde uno comienza a hacer

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 43


preguntas, ¿se entiende trabajo comunitario, como una intervención
de profesionales en un determinado espacio? o ¿es trabajo comunitario
lo que cada grupo hace ahí sin una intervención externa?

¿Qué estamos entendiendo por trabajo comunitario desde esta perspec-


tiva?, ¿cómo podemos distinguir entre trabajo social, trabajo comunita-
rio y trabajo político? Son tres planos que convergen, en ocasiones se
repelen, en ocasiones se encuentran. El trabajo comunitario es distinto
al trabajo social y al trabajo político, pero hay trabajo social y político
que puede constituirse en trabajo comunitario. El trabajo comunitario
en si tiene que ver con lo social y lo político y es un trabajo social y
político también. El trabajo social, muchas veces es político, pero no siem-
pre es comunitario, hay todo un juego que hay que pensarlo, en síntesis,
pensado en lo comunitario, yo me quedaría con varios elemento de es-
tos tres antes mencionados.

Es necesario definir en el trabajo comunitario, la importancia de la orga-


nización, no hay comunidad sin intervención, sin cultura y sin un propó-
sito común, por lo tanto cuando se trabaja, cuando se dice estar hacien-
do trabajo comunitario, se está haciendo un trabajo de generación de
comunidad y generación de organización que tenga un propósito co-
mún, que signifique compartir entre sus integrantes un horizonte cultu-
ral que tenga pertinencia para quienes vivencian y experimentan el de-
sarrollo de las acciones del trabajo comunitario; propendiendo al for-
talecimiento de valores y la generación de poder radicada en la propia
dinámica organizacional, y por otro lado fortaleciendo la ejemplaridad
de la experiencia en tanto identificar los nudos y tensiones en los planos
éticos, de cooptaciones e instrumentalizaciones que se generan en la
vida de la organización comunitaria, especialmente cuando la confianza
se constituye en un factor que debilita las relaciones sociales en un nivel
básico de convivencia.

En una organización efectiva, tampoco hay trabajo comunitario sin par-


ticipación, por lo tanto este es un componente fundamental, no hay
organización que subsista si no hay un amplio espacio de participación,
si no es de verdad participativa y democrática.

Es importante entender que el trabajo comunitario tiende a propiciar


que las personas adquieran poder para crecer personalmente y comuni-
tariamente. Creemos que es muy importante las dos dimensiones, dado
que una aislada de la otra pierde potencialidad, se crece personalmente

44 • Programa Caleta Sur


y comunitariamente, para ser mas libres al final. El tema del poder, el
cual nos acerca al tema de la sociedad civil y el Estado, existen tres ele-
mentos de poder cuando un grupo sin poder se une.

La sociedad civil toda, requiere del trabajo comunitario y el trabajo co-


munitario requiere el soporte de la sociedad civil donde se agrega la
interdependencia entre sociedad civil y Estado. Hay una clara relación
de interdependencia entre uno y otro. El Estado no es completo si no
tiene a la sociedad civil como contra parte. La sociedad civil requiere de
esa contra parte que es el Estado y que le da su definición. Con todo esto
cabe preguntarse, ¿que es lo que requiere el estado de la sociedad civil?
requiere que efectivamente la sociedad civil sea eficiente, colabore en el
diseño y la implementación y el control de los proyectos y programas,
tanto como ejecutores, o destinatarios de los programas.

Es importante tener en cuenta que el movimiento social siempre tuvo


vocación de poder, siempre estuvo presente en la contradicción cambio
versus transformación o reforma versus revolución. La derrota política
militar a fines de los 80 y la salida negociada del dictador, provoco el
repliegue del movimiento social lo que incide en la actualidad en la ato-
mización de las organizaciones sociales, culturales y políticas. ¿Los nive-
les de politización son altos, falta una mirada país, existe realmente el
sujeto de cambio? cuando se habla de una sociedad informada mas que
la sociedad poblacional o de las organizaciones poblacionales, entonces
cuando las organizaciones poblacionales efectivamente se transforman
en un agente de cambio pasan a ser un elemento peligroso, por lo tanto
se comienza a competir con una serie de otras cuestiones, con el proble-
ma de los recursos, el paternalismo, etc.

Con todo lo anterior, podemos reflexionar en torno al futuro de las Ong’s.


En este sentido, es un tema que puede tener una doble lectura. La pri-
mera es que durante los años 90, lo que ocurrió fue una contracción de
apoyo internacional y las Ong’s tradicionales que surgieron en el tiempo
de la dictadura tuvieron que transformarse, modificarse estructural y
financieramente. Hoy en día muchas de las Ong’s ya no tienen financia-
miento internacional que apoyen su actividad o si lo tienen es relativa-
mente reducido. Las Ong’s, tanto en su estructura financiera como el
tipo de actividades que hacen, el tipo de procesamiento «metodológi-
co» de lógicas de alianzas que establece ha girado hacia una dependen-
cia política y financiera que le ha restado autonomía, por lo tanto ha

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 45


mermado la capacidad para crear y reflexionar y proponer libre y autó-
nomamente la postulación de un «país distinto».

A fines de los años 80, surgió un debate que en que se planteaba que la
educación popular no propendia a una dinámica de fortalecimiento de
la sociedad civil y esto fue levantado precisamente por una intelectuali-
dad que planteaba otra lógica, el fortalecimiento del sistema institucio-
nal y dejar el trabajo popular, finalmente eso se impuso.

Dicen que hoy día ya no se hace educación popular, es algo que se aban-
donó desde las Ong’s, dado que estas ya no tienen la capacidad o la
posibilidad, por el sistema estructural de financiamiento, de seguir ha-
ciendo educación popular con un sentido estratégico mas de corte polí-
tico en la sociedad.

La única manera de resolver este tipo de dificultades, es tratando de


modificar ese tipo de sistema de financiamiento para restablecer las dis-
tintas experiencias en términos de una lógica mas referencial y coordi-
nada.

En base a lo anterior, nos parece que cuando hablamos de perspectivas,


de alguna manera nos estamos poniendo en un punto de fuga, decir en
un hoy, en un aquí, en un presente, donde ese punto de fuga, en algún
sentido, tiene dos componentes, uno social civil y otro comunitario. De
alguna manera parece contradictorio, en el transcurso de estos 10 años,
particularmente en la década de los 90, se ha desarrollado un giro verti-
ginoso, un proceso de institucionalización para fortalecer la estructura
del Estado nacional de la democracia. Este giro modernizador desde el
Estado a estado centrado en la asociatividad. Sin embargo cuando noso-
tros rastreamos la historia de la organización social y popular en Chile,
en el siglo XX podemos descubrir que esta centrado fundamentalmente
en la sociatividad, es decir, con un tipo de identidad claramente defini-
da, que uno la podía percibir centrada en características de clase.

En la década de los 90, se produce una articulación entre la educación


popular y el trabajo comunitario producido por un conjunto de factores
al interior del proceso de institucionalización democrática, van a favore-
cer, una desconceptualización, una resignificación del quehacer del tra-
bajo social. En ese sentido, el trabajo comunitario va a portar nuevos
instrumentos, mecanismos, nuevos conceptos a la luz de la experiencia
de muchas personas que trabajaban con estrategias y concepciones de

46 • Programa Caleta Sur


educación popular que aportan en este nuevo contexto. El trabajo co-
munitario va ir desarrollando un acervo conceptual para el «que hacer»
como enfoque, pero también como método, es decir una manera que
no va estar mediatizada por conceptualizaciones e ideologías o plantea-
mientos políticos mas o menos sesgados. En ese sentido se va a desarro-
llar un proceso de reflexibilidad al interior del trabajo social y en el tra-
bajador comunitario en particular en ese aspecto, en una suerte de filo-
sofía social constructuvista.

Desde la experiencia de «Caleta Sur», que en algún sentido también


trata de conservar este enfoque, esta concepción con ciertas practicas
pedagógicas y metodológicas que se han dado en el transcurso del siglo
XX. El trabajo comunitario busca de alguna manera reconocer lazos, vín-
culos humanos que son básicos, como una forma de resignificar la vida,
de resignificar las relaciones en el contexto que hoy día nos corresponde
vivir. Dos conceptos: estar y poder van a ser dos dimensiones de reflexión
y acción simultáneamente en los sectores en los cuales los trabajadores y
las experiencias comunitarias están desarrollando su quehacer. Estas re-
laciones cara a cara, vinculan afectivamente en algún sentido a estas
concepciones de intervención social centradas en métodos, en visiones
que son externas. Quien va a generar relaciones de poder entre el «in-
terventor» y la dinámica cotidiana; en la dinámica comunitaria estas re-
laciones de poder estuvieron centradas en otro tipo de prácticas sociales
de tipo económico, religiosa, político-ideológico.

Es importante mencionar el rol que habían jugado en los años 80, la


alianza que se había producido entre un sector de la intelectualidad en
Chile y los sectores populares, rol que juega el conocimiento como me-
canismo de dominio y poder con otros, no sobre otros. Estas relaciones
de poder se van a materializar en prácticas metodológicas, conceptuali-
zaciones y acciones que se comparten cara a cara en el cotidiano estar
en las comunidades.

En la actualidad como se conceptualiza lo comunitario tiene que ver


fundamentalmente con el cambio que al parecer estamos vivenciando
en términos culturales, hablamos de globalización, hablamos de un pro-
ceso de involucramiento, de la inserción de Chile en el mundo y eso de
alguna manera va trastocando las dinámicas sociales; en ese sentido pa-
reciera que cuando nos preguntamos por el trabajo comunitario y la
cultura y su relación sabemos de lo que estamos hablando y sabemos

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 47


por que lo sentimos, lo vivenciamos y lo compartimos con el que esta al
lado, pero cuando nos preguntamos, también, estamos reconociendo
que sabemos pero también que no sabemos lo suficiente.

En este sentido cabe profundizar compartidamente, profundizar junto


a otros esa posibilidad de mirar al otro que tengo al lado como un otro,
como un si mismo, que tiene valor en cuanto a sujeto, en cuanto perso-
na, tiene una connotación valórica e ideológica distinta en los 90, res-
pecto de los 80.

Existe hoy una ciudadanía que esta dada desde aquellos que son deno-
minados bárbaros y los otros civilizados. El primero no tiene espacio, no
tiene cabida y si es bárbaro es lógico. Pero, ¿que es la sociedad civil? o
¿quiénes somos la sociedad civil?, frente a otra sociedad civil que es bár-
bara. Existe una construcción desde fuera, desde el poder económico,
desde el poder político militar, desde el poder del conocimiento acadé-
mico, desde el poder mediático que produce la realidad que se quiere
producir, es decir, produce al drogadicto, produce al delincuente produ-
ce a ese otro bárbaro, ese otro bárbaro que difícilmente tiene alternati-
vas de dejar de ser bárbaro, para avanzar v en otras ideas, esto de algu-
na manera también nos refiere al tema de construcción de sentido, otro
termino que en este trabajo y en este que hacer pareciera ser un aspecto
una dimensión irrelevante.

Frente al escenario actual, respecto del ser y estar en la construcción de


una nueva dinámica social, el norte, el sentido es y la direccionalidad, en
consecuencia es una posibilidad que no va emerger desde fuera, no va a
emerger de algún pensador iluminado o desde alguna trama que se
construya en alguna realidad virtual, sino que va emerger justamente
de la dinámica de las relaciones humanas que se establecen cotidiana-
mente en cada una de nuestras comunidades, barrios o poblaciones, eso
es lo que en alguna forma es absorbido por este conocimiento internali-
zante profesionalizante, este conocimiento que rescata y no absorbe lo
que esa comunidad y esa dinámica posee. Esta dinámica social que hoy
día nosotros significamos como trabajo comunitario tener que ver fun-
damentalmente con que las comunidades, los actores y actrices que ahí
están son los que generan el conocimiento que no somos capaces de
apreciar y relevar como lo que es, producción de conocimiento para la
acción .

48 • Programa Caleta Sur


4. Políticas Nacionales de Participación;
las Miradas del Estado.
Ministerio Secretaria General de Gobierno, MSGG, Ana María Correa
(asesora)

Consejo Nacional para el control de estupefacientes, CONACE, Carolina


Bruce.

En cuanto a la sustentabilidad de las redes sociales, existe una amplia


rotación en las redes, como a su vez, una amplia rotación en la comisión
comunal. En lo concreto aun no logramos sistematizar estrategias para
superar la rotación de las redes y darles sustentabilidad, pero los coordi-
nadores comunales de nuestros programas, han ido superando esto en
un trabajo temático y en un trabajo sectorial. Dan mucho énfasis al traba-
jo cara a cara, un trabajo temático en donde prevalecen los acuerdos y
los avances que han tenido las personas que se van sumando o rotando.

Algunos tienen el compromiso de transmitir los conocimientos a las per-


sonas que se integran en búsqueda de mecanismos como reuniones bi-
laterales con apoyo específico para integrarse al trabajo y no detenerlo,
en su afán de re-socializar el programa, ya que estos acuerdos son más
bien de funcionamiento de las mesas de trabajo, los cuales han servido
para ir superando este tema.

El tema de las confianzas, el de entregarles mayores capacidades a la


gente para que no entienda o sienta que nosotros lo invitamos a partici-
par solo de reuniones, si no que le estamos diciendo, «diga cual es su
problema» o «como lo podemos abordar», es que los proyectos comuni-
tarios, básicamente que se desarrollan en las comunas se ha ido imple-
mentado este programa, donde en definitiva ellos deben considerar cual
es la intervención que debieran tener CONACE.

Cuando hacemos un análisis comparativo de la percepción de confianza


de distintos países, entre ellos Chile, es posible generar redes asociativas
y relaciones de confianza mucho más poderosas. Sin duda nuestra tarea
de la participación de la red asociativa va acompañada con el tema de
empleo o el tema de distribución de ingreso y de pobreza que acechan a
Chile. Éstos no son temas que están completamente separados y pasa
justamente que hay tipos de formas asociativas que se desarrollan en

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 49


países como los nuestros donde abiertamente tiene que ver la situación
de vulnerabilidad que viven las personas que habitan y por ello nuestro
tema que queremos desarrollar, la preocupación fundamental del Mi-
nisterio Secretaria General de Gobierno, y en realidad del Presidente
Lagos, es como provocar mayor participación; conceptos que han sido
bastantes manipuladas, como a su vez, poco considerados, ya que no a
tenido el estatus técnico en los diseños de políticas públicas que debiera
tener. Siempre la participación se vive más bien como una forma de ges-
tión, preguntando a la gente, «Hagamos un focus grup», y veamos que
percepción tienen y no tienen.

Compromisos

• Política de voluntariado.

• Centros de voluntariados en todo Chile que van a estar en la 4ta,


5ta, región metropolitana y 8va, donde su función va hacer la admi-
nistración de la oferta y demanda de voluntarios. Por ejemplo, un
museo necesita 15 voluntarios, un centro de adulto mayor necesita
20, los info-centros (los cuales estarán con conexión a Internet) van a
necesitar 10 voluntarios y así sucesivamente. Estos centros van a reci-
bir a la gente que quiere ser voluntario y segundo van a derivar a
esas personas a los lugares donde los necesitan. Contaran con un
subsidio para la organización para que reciba a estos voluntarios y
un subsidio a la persona para que se movilice y se alimente. Este
programa sin duda alguna no va a resolver el tema de la confianza,
pero será un avance en materia de como generar apropiación ciuda-
dana en torno al proceso publico y proceso de la comunidad que
ustedes bien conocen.

El énfasis pro positivo y público que ha hecho el gobierno del presidente


Lagos a sido un énfasis en la participación ciudadana, en la medida que
las comunidades logran apropiarse de su espacio público y logran to-
marse este espacio. Todas las estadísticas muestran que bajan las tazas
delictivas, es decir ese famoso plan de Giuliani en Nueva York iba enca-
minado a eso, a la toma de los espacios a partir de amplios campeona-
tos de basketball que habían en el Bronx de Nueva York, lo mismo pasó
en Barcelona que las tazas de delincuencia bajaron cuando se abrieron
una cantidad de espacios públicos y de recreación. Los espacios de bohe-

50 • Programa Caleta Sur


mia aumentaron. Esa visión no es hegemónica y no es la que toma los
medios de comunicación.

La política nacional y transversal de participación tiene 3 componentes:


- Fortalecimiento de la sociedad civil
- Política nacional de voluntariado
- Estrategia comunicacional.

Estos 3 componentes tienen una cantidad importante de licitaciones,


que de aquí al 2000, deben ser ejecutados hasta el 2003.

La política de voluntariado propone que no sea una verticalidad de la


reacción de ser voluntario sino una horizontalidad, por ejemplo, todos
aprenden de todos, fortaleciendo a todos, para un fin común. La parti-
cularidad de este proceso de experiencia, es poder seguir conociendo
experiencias que van a surgir a partir de este año y el próximo. En este
sentido creemos que no es tarde, ya que existirán momentos donde
todas las experiencias de voluntariado en Chile van a ser expuestas en
su particularidad y en el momento histórico de esta.

Una política de voluntariado no suple lo que es la dirigencia social, es


una forma o tipo de red participativa donde personas sin fines de lucro,
van a poder dar un servicio a personas que así lo necesiten. Desde la
horizontalidad antes mencionada, la política de voluntariado no suple
los liderazgos emergentes de las zonas sociales, territoriales que necesi-
tamos hoy en día para fortalecer la democracia. Se requieren dirigentes
y una sociedad civil poderosa, fuerte y contestataria que regule al Esta-
do y por tanto tenga la vocación de rebatir, por tanto el voluntariado
no tiene nada que ver con el tema de dirigencia social, son dos temas
que son trabajados de manera separada.

La discriminación de los sectores populares no es necesariamente la dis-


criminación que el gobierno está haciendo, muchas veces corresponde
a procesos culturales que nosotros estamos trabajando, destinando ho-
ras/hombre para trabajar con policías, carabineros, y todo tipo de orga-
nizaciones que están vinculadas con este tema.

En este momento se tiene que avanzar en esa materia, pero sin duda
alguna, nuestro énfasis esta en la participación asociativa y desde allí
plantearse la política de seguridad ciudadana.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 51


En este sentido, CONACE a tenido una constante evolución, donde a ido
cambiando su forma de intervención, esperando que aquí en adelante,
estar mas consolidado en lo que se refiere a intervención en las comunas
e intervención comunitaria. En cuanto a Previene o Siscop, parte siendo
un programa implementado por CONACE. La modalidad de interven-
ción es hacer un convenio con los municipios donde le traspasan recur-
sos financieros al municipio.

El concepto de prevención que nosotros usamos, es un tema de preven-


ción específico, abordando los factores específicos que puedan o no in-
cidir en el consumo de droga. Ahora bien, nosotros entendemos que el
trabajo que realizan otras instituciones, va mucho mas allá de la preven-
ción específica, que es el trabajo con la gente directamente. Como
institución tenemos el mandato de coordinar todos aquellos sectores,
instituciones gubernamentales, que puedan aportar al tema de la pre-
vención y entonces efectivamente nosotros como institución podemos
aportar para un programa, un proyecto de prevención especifica, facili-
tando todas las coordinaciones que necesiten.

52 • Programa Caleta Sur


Segunda parte:
Concurso de Ensayos
«Luis Weinstein Crenovich»

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 53


54 • Programa Caleta Sur
En esta segunda parte del texto se dan a conocer los seis trabajos que
obtuvieron los tres primeros lugares y las tres menciones honrosas en el
concurso de ensayos «Luis Weinstein C», los textos que a continuación se
presentan están en su versión original y se presentan in extenso para la
lectura total de los planteamientos y reflexiones de aquellos y aquellas
que entusiastamente participaron en en esta convocatoria.

Primer lugar:
Víctor Muñoz (Camélido de los Andes Septentrionales)

«Sobre diccionarios, apuestas de vida y conflicto


social. El trabajo comunitario con jóvenes y sus ejes
temáticos».

«Porque no engraso los ejes me llaman abandonao.


Si a mi me gusta que suenen, pa que los quiero
engrasao».

Atahualpa Yupanqui.

Toda gestión a nivel comunitario supone lecturas de realidades y apues-


tas de transformación o conservación de determinados aspectos de esta.
En tales gestiones son vitales aquellos conceptos que aparecen como
ejes temáticos de los proyectos impulsados tanto desde asociaciones co-
munitarias como institucionales.

Pero los conceptos no son simples palabras. Son las palabras en su con-
texto cargado de subjetividad, son las palabras en una constante dispu-
ta social donde cada pronunciación involucra tanto comprensión y lec-
tura de realidad, como apuesta de realidad a construir.

Por todo ello, en el trabajo comunitario con jóvenes no basta enunciar


los ejes temáticos del accionar, sino que es necesario clarificarlos, ha-
ciendo sentir y vivir el significado que se desea intencionar.

Trabajo comunitario, comunidad, juventud, ciudadanía, prevención,


sexualidad, amor, familia, placer, legitimidad y participación, entre otros,

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 55


suelen ser términos que acompañan las gestiones con y desde los jóve-
nes a nivel comunitario. Pero no son estos términos por si solos los que
nos dan cuenta de las intencionalidades del accionar, pues a la vez, el
accionar mismo llena de contenido los términos. Cada uno de nosotros
tiene en sus mentes su propio glosario conceptual filtrado por historias y
apuestas sociopolíticas. Aquí los conceptos no son objetivos, sino que
navegan en su particular historicidad. Al tener las palabras múltiples
significados en pugna, uno de los principales desafíos del trabajo comu-
nitario es el hacerse entender, clarificando sus ejes conceptuales. El sen-
tido de los ejes es que «suenen» y sean instrumentos para construir rea-
lidades sociales. La principal preocupación teórico práctica de los suje-
tos, es el sonido que se desea obtener.

1. Juventud como término en disputa. Imágenes aso-


ciadas y posicionamientos para un trabajo comuni-
tario desde, para, y con los sujetos sociales.
a) Imagen Primera. La juventud según Garrido.

Hace años atrás Garrido boxeaba en el teatro Caupolicán. Escuchaba los


gritos de la gente mientras cubría su rostro, movía sus pies y buscaba el
momento oportuno para dar un golpe. Cuando desde las esquinas sa-
lían las muchachas de minifalda anunciando con letreros el próximo
round, Garrido fijaba sus ojos en ellas. Gustaba de las mujeres, y aun
cansado y concentrado en la pelea, no se olvidaba de ello. Tenía que ser
así porque Garrido era un hombre. Nunca un gesto amanerado, nunca
flaqueando aunque estuviera en la lona, y lo que era muy importante,
luciendo como un hombre. Jamás dejó, como otros, que su pelo sobre-
pasara el cuello de su camisa. Siempre corto, siempre peinado, como los
caballeros, como los militares que tanto admiraba.

Cuando los años le fueron pesando, Garrido dejó el boxeo. Salió un tiem-
po de la escena publica hasta que unos hombres de terno le ofrecieron
una posibilidad para, desde otro trabajo, volver a sentir los gritos de
aliento y el sabor del triunfo materializado en derrotados contendores

56 • Programa Caleta Sur


que dejar a su paso. Los nuevos manajer le hablaron de un buen respal-
do económico, lo que lo llevó a aceptar aun sin ser conocedor de los
movimientos de pies y manos de su nuevo deporte. Todo resultó como
se planificó, cuando sonó la campana los jueces contaron los votos y
entregaron a Garrido el cinturón de la alcaldía de independencia.

Tiempo después el alcalde ya daba que hablar. Algunos jóvenes de su


comuna acudían a la prensa reclamando que en el liceo «Gabriela Mis-
tral» eran amenazados con la expulsión si no cortaban sus cabelleras.
Garrido defendía la posición asumida en los colegios de su distrito, ape-
lando a una evidente relación entre masculinidad y pelo corto. Un pe-
riodista entraba a su despacho y lo interpelaba: ¿No será esto una deter-
minación en contra de los derechos de los jóvenes? Garrido no perdió la
calma, lo miró detenidamente y lanzó una certera derecha, la misma
derecha que lo había llevado a la alcaldía. - No me parece que se hable
de los derechos de los estudiantes - diría entonces -, estos jóvenes antes
que derechos tienen deberes, el deber de estudiar y formarse para así
ayudar en el futuro a su país. Dictada la sentencia el alcalde se reclinaba
en su asiento. Después de todo, el servicio público también le provocaba
cansancio, y era necesario mantenerse atento y con buenos reflejos. La
sociedad se lo agradecería, los jóvenes lo entenderían algún día, quizás,
cuando dejen de serlo.

b) Imagen Segunda. Sociologías de la juventud en Chile. Tironi


y Valenzuela versus Jorge González y Los prisioneros.

No era fácil ser joven poblador en la década de los ochenta. Generacio-


nalmente se había recibido más educación formal que los padres, y con
ello, la promesa de una inserción social más óptima2. Sin embargo, la
crisis de 1982 ahogaba tales sueños de promoción social, y los índices de
cesantía juvenil, así como los precarios programas de empleo mínimo,
afectaban profundamente a la juventud popular. Sin canales institucio-
nales en que expresar su rechazo al sistema que salvaguardaba el capital

2 Mientras que para 1960, los jóvenes que cursaban su educación hasta los 18
años en secundaria cubría un 62,8%, hacia 1970 llegaba a un 81,9% y en
1980 a un 88,2. En Holly Jonson. La juventud popular en Chile y el movimien-
to social. Página 21. FLACSO, Santiago de Chile, 1985.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 57


financiero y hacía pagar brutalmente los costos de la crisis a los más
pobres, los jóvenes vieron en las convocatorias de protesta nacional, la
posibilidad de dar un grito desde los no considerados, desde los que
para el estado y el mercado parecían sobrar.

Fuera de la universidad, pero produciendo intelectualmente, las sociolo-


gías intentaban conocer la situación y el accionar de los jóvenes pobla-
dores. La marginalidad estructural era evidente, pero, qué pasaba con
los proyectos, las apuestas de sociedad distinta, y el deseo de generar
cambios positivos en sus vidas y en el país. Para sociólogos como Euge-
nio Tironi y Eduardo Valenzuela, la marginalidad en la objetiva estructu-
ra, determinaba marginalidad subjetiva. Los jóvenes de las protestas no
podían ser sujetos porque estaban dañados psicosocialmente, no cabía
en ellos proyecto alguno porque no había cuota mínima de optimismo
histórico. En la exclusión sistémica sólo había espacio para la incerti-
dumbre, el sentimiento de degradación y extrañamiento social. Cuando
tiraban piedras sólo expresaban rabia, rabia que no tenían clara contra
quien era, rabia que no podía ser racional pues la racionalidad, esta
juventud sólo la podía obtener en el sistema social. Si se estaba fuera de
él, se era irracional, si se estaba fuera de él, no cabía protagonismo algu-
no, si se estaba fuera de él, los jóvenes pobladores pasaban a ser incluso
peligrosos. Tironi y Valenzuela tomaron prestado un concepto de
Durkheim, un autor clásico, y llamaron a esta condición de los jóvenes
«anomia»3. En la vuelta a la democracia no cabía ningún rol para esta
juventud dañada. Cuando llegara el momento se les tendría que pagar
la «deuda social», pues la anomía es una «enfermedad» que sólo se cura
desde donde se genera, es decir, desde la estructura sistémica, al mar-
gen de los sujetos sociales. En los ochenta la juventud popular era, des-

3 La anomia de Durkheim se refería al sentimiento de degradación, extraña-


miento social, decepción y desesperanza que caracterizaría a los sujetos tras
la irrupción de la modernidad y la perdida de la vieja comunidad. La aplica-
ción de Tironi y Valenzuela se refiriría a las mismas características subjetivas
en relación a las condiciones sociales en que quedaban los sectores sociales
sobre los que caía el peso de la modernización autoritaria del gobierno de
Pinochet. El texto más importante en esta línea es: Valenzuela Eduardo. La
Rebelión de los jóvenes. Ediciones Sur, Santiago 1984.

58 • Programa Caleta Sur


de esta óptica, doblemente marginal. Marginal del sistema, marginal de
la historia.

Lejos de estas divagaciones, los jóvenes vivían diariamente sus conflic-


tos. Los recuerdo en unos block de San Miguel cuando mi madre les
habría la puerta para que se escondieran de los pacos. Recuerdo a Ma-
nuel Valencia, más tarde ejecutado en Corpus Christi, como se miraba el
cuerpo para ver si no tenía balas. Eran los mismos jóvenes que en la
semana, tanto para mis padres como para los vecinos, eran los de la
esquina, vagos o marihuaneros que no hacían nada. El día de la protes-
ta eran los héroes que corrían por aquellos que sus cuerpos ya no se los
permitía hacer de forma ágil. Vagos y marihuaneros por un lado, hé-
roes por otro. Extraña dualidad.

A mitad de la década aparecería el grupo de rock «Los prisioneros».


Objetivamente «Los prisioneros» no eran músicos virtuosos. En un co-
mienzo su vocalista Jorge González desafinaba increíblemente. Sin em-
bargo llenaban estadios sin tener la más mínima aparición en la televi-
sión. Sus temas más emblemáticos caracterizaban a su generación: «La
voz de los ochenta» «El baile de los que sobran». «En plena edad del
plástico, seremos fuerza seremos cambio» decía el primero, «A otros
entregaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llama-
da educación. Ellos pedían esfuerzo, ellos pedía dedicación, y para qué,
para terminar bailando y pateando piedras» decía el otro. ¿Se puede
ser la voz de los ochenta y bailar el baile de los que sobran al mismo
tiempo? Tironi y Valenzuela dirían que no. Recuerdo a los muchachos
de las esquinas entre piedras, balas y lacrimógenas y me inclino a pensar
que si. Lástima que Jorge González no estudiara sociología en París.

c) La juventud como sujeto de la historia. O una oportunidad


para el cambio social.

En tanto categoría elaborada para comprender y moldear la realidad, el


concepto de juventud ha sido definido por múltiples sujetos sociales.
Estos sujetos han portado diversos proyectos históricos y nociones de
sociedad que han quedado plasmados en tales definiciones. Debido a
ello, la delimitación y definición de juventud ha sido motivo de constan-
tes luchas a lo largo de la historia, luchas en que ha estado en juego

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 59


imponer materializaciones sociales de la misma forma que representa-
ciones de la sociedad y de sus actores4.

El campo de lucha de la definición de juventud y adultez, tiene vital


importancia para la proyección de las sociedades, pues la conservación
y el cambio de órdenes dependerá en gran medida del modo como in-
gresen las nuevas generaciones a relacionarse socialmente. Al definirse
las características de los jóvenes, en tanto distintos de los adultos, hay
atributos, potencialidades y derechos que se les otorgan y otros que se
les niegan, delimitándose con ello las esferas de acción de ambos.5

En el mundo moderno, las definiciones de juventud elaboradas desde


los grandes poderes sistémicos, han tendido a marginar de ciertos espa-
cios a los que están bajo su definición, y a homogeneizar en el concepto
a una heterogeneidad marcada por desigualdades sociales, económicas
y políticas.

Desde estas definiciones se ha asociado la categoría de adulto a una


mayor incumbencia en los asuntos públicos y la gestión económica, mien-
tras a los jóvenes se les considera menos aptos para tomar decisiones en
tales niveles. El accionar de los jóvenes se limitaría, entonces, a la espera
de una inserción en un orden social ya definido, pues no estarían en
condiciones de proponer ni efectuar cambios en las relaciones sociales
existentes. Con ello se entiende que una inserción óptima de la juven-
tud, debe cumplir con la reproducción de las estructuras socioeconómi-
cas.

Es así como lo que produce la juventud desde si misma: sus actitudes,


percepciones y proyectos, suelen ser representados como muestras de
idealismo pasajero, rebeldías que pudiendo ser «bellos sueños» o «peli-
grosas desviaciones» , no contienen un carácter propositivo con poten-
cial de construir orden social. Los jóvenes son valorados como un futuro

4 El sociólogo Pierre Bourdieu sostiene: « ...en la división lógica entre jóvenes y


viejos está la cuestión del poder, de la división (en el sentido de repartición)
de los poderes. Las clasificaciones por edad (y también por sexo, o, claro, por
clase) vienen a ser siempre una forma de imponer límites, de producir un
orden en el cual cada quien debe mantenerse, donde cada quien debe ocu-
par su lugar.» Bourdieu Pierre, «La juventud no es más que una palabra», en
Sociología y Cultura. Grijalbo, Méjico, 1990. Pág. 164.

60 • Programa Caleta Sur


que debe esperar su turno para ser efectivo socialmente, una vez que
«sienten cabeza», y adquieran la responsabilidad, seriedad y actuar ra-
cional que se adquiere con la inserción sistémica.

En síntesis, las representaciones hegemónicas que se construyen respec-


to a la juventud, suelen presentar a los jóvenes como un eterno proble-
ma social. La tarea de la inserción aparece como una constante que su-
giere responsabilidades colectivas: Para los jóvenes, el insertarse ade-
cuadamente; para la sociedad en su conjunto, velar por que la inserción
se efectúe. Se estima a la vez, que de no desarrollarse de forma óptima
tal inserción, ocupando los nuevos adultos lugares específicos en las re-
laciones socioeconómicas, el problema juvenil adquiriría connotación de
amenaza al orden vigente.

Un trabajo comunitario que desee potenciar sujetos críticos dispuestos a


construir la sociedad en que desean vivir, no puede asumir las concep-
tualizaciones hegemónicas de juventud que tienden a un enajenante
conservadurismo. Se debe estar consiente que en nuestra historia, nin-
guna traba inmutable de tipo social o biológica, ha limitado las poten-
cialidades de los jóvenes de situarse como sujetos históricos plenos. Sus
luchas por tal objetivo se han manifestado desde la tensión individual al
proyectar metas y sueños en sus vidas, a asociaciones en que se compar-
ten socialmente tales tensiones y se imaginan futuros colectivos. Desde
micro realidades construidas al margen de lógicas sistémicas en la apa-
rente invisibilidad de los espacios propios, o en el espacio público de la
calle y las asambleas, los jóvenes han sido sujetos históricos, se han pro-
puesto ser efectivos socialmente y se han resistido a una espera pasiva.

Un trabajo comunitario que apueste socio políticamente a que los suje-


tos ejerzan su principal derecho humano, el derecho de hacer la historia,
debe recoger estas representaciones historicistas que nos hablan de las
juventudes como sujetos plenos que cumplen un papel fundamental en
la lucha por proyectar futuros sociales.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 61


2. Participación, ciudadanía y política. De qué estamos
hablando.
a) Imagen. ¿Cómo entender a los jóvenes?

Agosto de 1997. Se acercan las elecciones parlamentarias y los registros


electorales cierran las puertas, quedando un millón de jóvenes sin ha-
berse inscrito. La campaña patrocinada por el ministerio del interior les
había dicho «La elección es tuya», y los jóvenes elegían no participar de
la elección. Diez años atrás, jóvenes eran los principales tiradores de pie-
dras contra la dictadura y copaban las calles pidiendo democracia. Con-
seguida esta última, los jóvenes de los noventa no se motivaban a retirar
el certificado de su ciudadanía. ¿Cómo entender a los jóvenes?

Desde los medios de comunicación, personeros públicos y dirigentes par-


tidistas intentaban dar múltiples explicaciones a lo sucedido. Para algu-
nos era una herencia de la dictadura, una apatía que continuaba en la
democracia. Para otros era el signo del individualismo de la juventud,
que centrada en el consumo y sus asuntos personales, no le interesaba el
bien común. Para los más optimistas era un signo de bienestar social, ya
que si el país marchaba bien, los jóvenes asumían la actitud irresponsa-
ble, pero entendible, de dejar que las cosas siguieran su curso.

José Joaquín Bruner culpaba al régimen militar que «Perjudicó fuerte-


mente la cultura cívica de la población que se impartió escasamente en
los establecimientos educacionales del país»6. El diputado socialista Feli-
pe Valenzuela coincidía con él, definiendo la dictadura como un perio-
do «sin conciencia cívica, no había centros de alumnos, federaciones es-
tudiantiles ni ningún tipo de organización que mantuviera el concepto
de ciudadano»7. Y es que la democracia no podía ser culpable del desin-
terés por votar. Se concluía entonces, que los jóvenes que crecieron en
dictadura, si hoy no votaban, era porque nunca se motivaron mayor-
mente por ejercer ciudadanía, que el gobierno militar los había dañado
en su interés por participar e incidir en la sociedad.

6 El Mercurio, miércoles 13 de Agosto de 1997. Cuerpo C, pág. 4.

7 La Nación. Lunes 18 de Agosto de 1997.

62 • Programa Caleta Sur


Desde esta perspectiva era mejor olvidar el movimiento social protago-
nizado por jóvenes de fines de los 70, la vida cultural de la ACU (agrupa-
ción cultural universitaria), y los festivales y talleres de las poblaciones.
Mejor olvidar a los jóvenes pobladores de las protestas nacionales, las
marchas multitudinarias de los universitarios y secundarios. Mejor olvi-
dar la música, los poemas, la expresión cultural de una juventud que
manifestaba su deseo de ser protagonista. Pues si en esa época no se
votaba, no había ninguna posibilidad de que las nuevas generaciones
entendieran lo que era ciudadanía, acción política y participación. Me-
jor pensar que los jóvenes son y han sido apáticos, que hay que educar-
los mejor. Pues si no se hace pronto, la irresponsabilidad pasa a ser peli-
grosa.

b) Ciudadanía, política y acción social. Mas que las urnas, el de-


recho a construir la historia.

Los conceptos de ciudadanía y política, muchas veces tienden a presen-


tarse como asociados a los mecanismos formales de participación insti-
tucional, negando su carácter social inherente a lo comunitario y en tan-
to pertenecientes a los sujetos sociales independientemente de la confi-
guración sistémica de estos. Una cosa es reconocer como ejercicio ciuda-
dano la participación en los canales institucionales de decisión política y
otra muy distinta, es considerar tal participación como la única.

Lamentablemente estas concepciones de política y ciudadanía son las


hegemónicas, y relegan el accionar social a una particularidad que nada
tendría que ver con los proyectos de construcción de país. Se separa lo
social de lo político como la ciudadanía de lo comunitario. En tales con-
cepciones se encuentran orientaciones conservadoras que ven en las
estructuras sistémicas los motores de la historia y no así en sus sujetos
sociales. Por eso que la dictadura se representa como periodo de sujetos
silenciados o dañados, y el rechazo a participar de mecanismos institu-
cionales en el Chile de hoy, como un desinterés que no involucraría nin-
guna crítica seria al modelo de transición política por el cual se optó,
pues sólo se podría ser crítico desde los mecanismos establecidos.

Todo trabajo social comunitario debe posicionarse ante estas definicio-


nes y apuestas sociopolíticas. ¿Qué valoración política se da a lo comuni-
tario? ¿Existen en él proyectos de nueva sociedad o sólo apuestas parti-
culares de gestión? ¿El accionar social se asume como poder político?

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 63


¿Es ciudadanía lo que se ejerce desde él?

En mi opinión, es necesario no ceder los conceptos y asociar la gestión


social comunitaria a la política y a la ciudadanía. No existe una sola
política como tampoco existe una sola democracia. Cuando se constru-
yen académicas universalizaciones vestidas de objetividad científica, lo
que se hace es ejercer poder a partir de tales conceptos. Es necesario
estar consciente de ello, pues las luchas sociales también se libran en los
planos conceptuales. Se precisa de conceptos para la gestión social co-
munitaria. Conceptos que se sepan políticos y no únicos, pero que se
construyan horizontalmente y, por tanto, tengan la legitimidad de lo
propio.

3. Prevención y drogas. Entre la imagen del dañado


social y el sujeto social.
a) Imagen primera. ¿Y si la droga golpea tu puerta?

La droga mata, la droga amenaza, la droga te daña, la droga acompaña


la delincuencia, la droga destruye la familia, la droga aparece donde
menos se le espera, ¿Estás seguro que tu hijo no consume?, ¿Qué harás
si la droga golpea tu puerta? Todos estos mensajes aparecen una y otra
vez en los colegios, en muchos de ellos, hoy se revisan las mochilas de los
jóvenes en nombre de la prevención. Ello se justificaría pues muchos
jóvenes consumen drogas, y por tanto, el ser joven es motivo de sospe-
cha. En los discursos hegemónicos, la droga escoge a sus víctimas, apare-
ce como una fuerza extraña que domina cuerpos, transforma personas y
vuelve sin futuro a quienes lo tenían. Una animación con un perro de
impermeable aparece a diario por televisión advirtiendo del THC de la
marihuana y llamando a los niños a huir de un espectro verde que sale
de los basureros para ofrecer papelillos. El perro sería la imagen de la
prevención por excelencia, pues da «mordiscos» a la delincuencia y la
drogadicción. El perro previene porque muerde. Además, habla claro -
Si fumas tus ojos girarán, no sabrás ni quien eres y te pondrás cada vez
más feo.

Desde estas imágenes nunca se apela a los contextos sociales, pues el

64 • Programa Caleta Sur


fenómeno droga parece escapar de lo social. Es casi su antagónico. So-
ciedad versus droga, sociedad versus delincuencia. El perro de imper-
meable (pues tiene algo de detective) sería el mejor amigo de esa socie-
dad u orden social sin culpa. Cuidaría a la sociedad de los malvados, y de
paso, la cuidaría de los cambios.

b) Imagen segunda. El silencio de los pastabaseros. La vivencia


social del consumo como uno entre otros silencios.

«Todo se fuma y se quedan todos callados. Uno queda así callada, no


conversa. Después, cuando te empieza a bajar el efecto, ahí empezai a
conversar, pero todo sobre lo mismo: Como hacer otras monedas pa
comprarte otro papelillo». Así se refería Marcela, una joven de la co-
muna de La Granja, a su experiencia consumiendo pasta base. Contaba
que era notoriamente diferente al consumo de marihuana en tanto es-
pacio de sociabilidad «Con la marihuana conversai y te reí, con la pasta
te vai pa’ adentro». Cuando le preguntábamos de su futuro Marcela
decía que no pensaba en el futuro. Comentaba que sabía que la pasta
era algo malo, pero en su momento, cuando la fumaba, le gustaba.

En la realidad social de muchos jóvenes pastabaseros, se vive un quiebre


con su pasado al romper con aquellos seres queridos con que entra en
conflicto a causa del consumo. Nada es igual, y hasta se despoja a si
mismo de sus pertenencias que se reducen a papelillos de la droga. Su
presente es el deseo imperioso de conseguir nuevamente la sustancia, y
su futuro es una pregunta que ni siquiera se formula. Su identidad entra
en crisis, pero su mundo social ligado a la pasta no es refugio para com-
partir las angustias, pues en el momento del consumo no hay interac-
ción, solo silencio en el pequeño lapsus de goce y desconfianza de aquel
que puede aspirar mucho y no entrega prontamente la pipa. Luego solo
un tema posible: Cómo conseguir más.

No es fácil entender la opción por el consumo de pasta. Pero lo claro es


que ésta no constituye una opción tomada libremente. Los «Zombis» de
la angustia representan el ejemplo más dramático de la marginación
social de la juventud popular. Siéndoles negadas múltiples expectativas,
los angustiados trocan sus vidas por los pocos segundos de plenitud que
les otorga la pasta base. En este lapso fugaz, la droga aparece más gene-
rosa que el excluyente sistema social. ¿Cuál es el problema? ¿Qué la Dro-
ga golpee la puerta o lo que hay fuera y dentro de tales puertas?

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 65


c) La prevención como potenciación de sujetos. O cómo cam-
biar las angustias, por luchas individuales y colectivas por vi-
das mejores.

En el trabajo con jóvenes, la prevención en drogas, en rigor no sería


prevención en drogas. Sería prevención de desesperanzas, anulación de
sujetos, desencanto y limitación de las expectativas de vidas a construir
por parte de los jóvenes, en donde el consumo de drogas y su dramática
vivencia social constituye una variable importante. Lo que se previene
no es que las drogas «golpeen las puertas», sino que en su consumo
socialmente vivido, se corten las posibilidades de los sujetos juveniles.

La prevención estaría entonces ligada a la potenciación de sujetos, y al


posicionamiento de la comunidad en torno a que las trabas sistémicas
pueden dificultar, pero no destruir nuestras vidas. La prevención pasaría
por fortaleces los lazos identitarios de los jóvenes con sus pasados sus
presentes y sus futuros. La prevención pasa por asumir que el entorno
puede verse plasmado por nuestro propio accionar, y que el poder no es
exclusivo de las estructuras, sino que también puede ser poder social
desde los espacios comunitarios.

La prevención es recordar la historia de los espacios sociales, asumir que


no todo está perdido y disponerse a proyectar y materializar proyectos.
La acción preventiva no es revisar mochilas, sino otorgar confianza a los
pares y desconfiar de aquellos canes de impermeable con sobredosis de
dictadura.

4. Sexualidad, amor, familia, placer y responsabilidad.


El trabajo comunitario con jóvenes y los ejes valóri-
cos..
a) Imagen 1.- Mentalidades resistentes. Para amar, para el sexo;
la novia y la puta.

Es una jornada de conversación en sexualidad en la comuna de Pedro


Aguirre Cerda. En el círculo de personas, unas veinte, son casi todas
mujeres salvo tres hombres. Una mujer toma la palabra y valora la pre-

66 • Programa Caleta Sur


sencia de los tres varones. Que bueno - dice - así podemos hablar con el
otro sexo y que nos escuchen. Otra lamenta que su presencia sea tan
escasa, piensa en una oportunidad en que el número de estos fuese
mayor. La conversación va tomando un carácter cada vez más experien-
cial, una mujer toma aire y empieza a contar su historia.

A los diecisiete años sintió que su príncipe azul la pedía en matrimonio.


Un hombre de treinta y tantos años aparecía como un padre que la cui-
daría y la alimentaría de amor. Ella de blanco en el altar, pura para ese
varón que sin duda sería el de su vida. El, al parecer, también la veía
pura en ese entonces. Con los años le reprocharía los efectos que los
hijos tendrían en su cuerpo y como el tiempo se llevaba a la niña que
conoció. Sin embargo, aunque para él ella ya no era tan bella, no desea-
ba que fuera de otro. Controlaba sus amistades, pocas y sólo mujeres,
ningún hombre que pudiera hacer peligrar la pureza blanca que solo él
había visto entregarse al sexo. Aunque los años pasaran seguiría siendo
la novia de blanco. Le hablaba que no le debía importar que el tuviera
otras mujeres, porque sólo ella era su esposa. También le planteaba que
no soñara con que en la cama fuese tan lejos como con sus amantes,
pues a ella, en contraste con las demás, le debía respeto.

En otro lugar un grupo de jóvenes son reunidos para expresar artística-


mente sus percepciones de la sexualidad. Dos jóvenes muestran un pa-
nel con dos fotografías. A la izquierda aparece la imagen de una novia.
Blanca y radiante como en la canción de Antonio Prieto, sonriente mien-
tras sostenía el ramo. Una inscripción con una flecha indicaba «Esto hay
que hacerlo con amor». A la derecha aparecía una mujer voluptuosa.
Ella, hermosa, se mostraba de rodillas, mirando con rostro de pasión a
quien quisiera mirarla, exhibiendo sin pudor aparente las redondeces
de su cuerpo, claramente expuestas en estrechos pantalones y una cami-
sa que caía del hombro mostrando dos mitades de sus senos. No había
inscripción al lado de ella, pero el joven que expone el panel plantea el
sentido de su presencia. «Esta es una mujer para acostarse, en cambio la
otra es para amarla. No es lo mismo lo que se hace con amor que lo que
se hace por el sólo placer». Escucho esas palabras y recuerdo la historia
de aquella mujer que tenía más de cuarenta años que aquel joven. Me
retiro y se repiten todas esas imágenes. La mujer mayor recordando cuan-
do era la novia, el joven que separaba esa mujer para amar de aquella
hermosa que mostraba su cuerpo. Pienso en lo terrible que debe ser
vivir separando a esas dimensiones, amor, placer. Pienso en mi propia

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 67


novia. Le pongo un vestido rojo, se lo bajo hasta el hombro, le abro el
escote, me pongo de rodillas y le pido que también lo haga. Luego le
sugiero que tire el ramo, no faltará alguien que lo quiera tomar.

b) Imagen segunda: El siempre relegado placer.

El lienzo colgaba en una de las esquinas más importantes de la comuna.


Toda frase que surgía para promover el proyecto de educación sexual
para adolescentes en que trabajábamos, era detenidamente analizada
con la comunidad. Estábamos caminando con una compañera del tra-
bajo, cuando vimos la tela y su mensaje. Nos pareció que en esta opor-
tunidad un aspecto había pasado inadvertido. El concepto que no ha-
bíamos revisado debidamente había sido el del placer. El siempre rele-
gado placer.

Un óvulo le decía al espermatozoide «No sólo placer, también responsa-


bilidad». Nuevamente el postergado placer aparecía como un elemen-
to secundario, pudiéndose leer en la frase que el goce debía ser contro-
lado para una sexualidad responsable. Como si se partiese de la base
que el sexo de madres y padres adolescentes fue siempre placentero,
como si no fuese un problema igual de grave el que hombres y mujeres,
en nombre de la responsabilidad, postergaran a diario sus sensaciones,
callándose las insatisfacciones. «Una vez les dije a mis hijos, a ustedes yo
no los hice, me los hicieron», de esta forma se expresaba una mujer en
una de las actividades del proyecto, para decir que vivió una sexualidad
de la que no se sentía parte y que no le reparaba goce. Ella, por mante-
ner el hogar sin conflictos y no romper la familia, se calló por años sus
sentimientos en nombre de la responsabilidad.

Bajo el lienzo recordábamos ese momento y nos incomodaba el apare-


cer avalando que el placer no constituyese un punto tan importante
como la responsabilidad ante el embarazo. Como si no fuese responsa-
bilidad el esforzarse por vivir una sexualidad que valiese la pena ser vivi-
da. Como si no fuese coherente decir que la sexualidad no sólo es res-
ponsabilidad, sino que también es placer.

68 • Programa Caleta Sur


c) Lo comunitario y lo valórico. Desde la toma de posiciones,
hacia un trabajo comunitario por la toma de decisiones.

Hoy en día, cuando en la transición política (transición interminable que


nadie se atreve a decir hacia que transita) se ha representado la política
como esfera técnica ligada a la administración de «especialistas», en
donde nada puede ser cambiado radicalmente y es de buena educación
el consenso y anacrónico el disenso; los temas valóricos aparecen como
indicador clave para reconocer quien es quien. «No voy a hablar de eso
porque no son temas que le interesen a la gente» mencionaba un parla-
mentario hace algunos días. ¿Y cómo sabe usted lo que piensa la gen-
te?, - Lo sé, en campaña converso diariamente con cientos de personas,
y a la gente le preocupa el trabajo y la delincuencia, pero no el divorcio
ni la pastilla del día después». La actitud tenía motivaciones claras,
¿Por qué arriesgarse a perder votos si con poco esfuerzo las cosas pue-
den seguir como están? Pero los temas valóricos son tan claves en las
apuestas de sociedades, que hasta en la opción por no tratarlos y no
pronunciarse, se encuentra un claro posicionamiento.

El trabajo comunitario desde instituciones u organizaciones sociales no


puede eludir una posición. Aun cuando se trabaje desde la óptica de
aceptación de la diversidad, los posicionamientos delimitarán las gestio-
nes, las intencionalidades y los temas que se quieren relevar. Además,
por mucha tolerancia que se practique ¿Cómo ser tolerante con la into-
lerancia, el autoritarismo y la violencia? No se puede confundir toleran-
cia con no disentir, y lo valórico exige pronunciamientos claros. El traba-
jo comunitario debe tomar posiciones, o si no ganarán los que fingen no
tener opinión mientras nos ahogan con su conservador neo liberalismo.

Reflexión final. Sobre diccionarios y apuestas de vida, o la lucha mate-


rial y conceptual por construir sociedad. Las ciencias sociales, la técnica
y el trabajo comunitario con jóvenes.

Las llamadas ciencias sociales y los conceptos que acuñan, suelen preten-
der situarse al margen del mundo de las apuestas de sociedad. Es decir,
se plantea la idea de sociologías objetivas que pueden universalizar in-
dependiente de las cargas ideológicas de quien las sustenta, psicologías
que dan cuenta de normalidades y anormalidades en tanto estados in-
cuestionables y absolutos, o historiografías que temen al presente en
tanto algo de la humanidad del historiador pudiese verse reflejada en

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 69


sus textos. Tal conducta, acompaña a estas disciplinas desde el momento
en que estas se asumen ciencias, y sueñan dar cuenta de realidades tan
objetivas como la división de los átomos o las relaciones entre masa,
peso y velocidad.

Tal pretensión la tuvo Marx cuando se distanció de los anteriores socia-


listas calificando la teoría propia como científica, y pasó de la búsqueda
de la naturaleza histórica de lo humano a la pretensión de construir
leyes de la historia. Así el socialismo llegaría y esto era una certeza tan
cierta como la tectónica de placas, la teoría de la evolución y la órbita de
los cometas. El pensamiento humano se alejaba de la religión repro-
chando el dogma pero no la necesidad de certezas. El paraíso dejaba de
ser dogma de fe bíblica y era reemplazado por el constante progreso de
lo moderno, la certeza, ahora «científica» de que todo futuro sería mejor.

Las vertiginosas transformaciones de las últimas décadas trajeron caídas


de conservadoras revoluciones, achicamiento de los estados y el creci-
miento de diversos, mutables y multinacionales poderes económicos. Los
grandes poderes se volvían cada vez más difusos y también más inmen-
sos. Las resistencias eran múltiples y en ellas las identidades fuertes no
sólo eran las económicas. A muchos no sorprendió que la última década
del siglo se iniciara con unos indígenas mexicanos que a «años luz» del
«Che Guevara», aparecían como revolucionarios que no aspiraban a to-
marse el estado. En este contexto las certezas y universalizaciones en
que se fundaron las ciencias sociales, como era de esperar, se resintie-
ron. Algunos llamaron a esto posmodernidad, otros aun absortos no
tienen como llamarlo.

Hoy en día muchos sociólogos, psicólogos e historiadores no temen de-


cir que lo suyo es subjetivo y que la forma de abordar su disciplina y sus
conceptos se ven filtrados por sus propias concepciones. Otros no lo
reconocen y aun asumen que desde su pedestal «aséptico» de las apues-
tas sociopolíticas, se puede sustentar la verdad pura universal y objetiva.
Sería fácil para muchos si a los primeros lo identificáramos con un pensa-
miento social de izquierda y a los segundos los asociáramos a la derecha
histórica, pero la realidad no es tan fácil. Las actitudes tienden a ser más
transversales y en eso se nos diluye lo que solemos entender por progre-
sismo (¿a dónde va el progreso?), izquierda, derecha, libertario y fascis-
ta (desde que vimos que los fascistas no solo usaban suástica, y es más,
podían portar banderas rojas).

70 • Programa Caleta Sur


En estos días debemos caminar con nuestros propios diccionarios expli-
cando lo que entendemos por cada cosa. Tanto los conceptos como las
disciplinas se disputan en una lucha en que cada cual desea no solo en-
tender el mundo, sino que manipularlo. La psicología social puede ser
tanto aquella que busca dar herramientas a los sujetos para conocerse a
si mismos y actuar críticamente ante el mundo, como aquella que lima
asperezas en la empresa buscando que los operarios se identifiquen con
ella y valga mas ser elegido el empleado del mes, cantar el himno de la
compañía y lucir sus poleras, que el sueldo y las horas de trabajo. Mien-
tras Tomás Moulián habla de una sociología que delate al sistema como
el niño que grita que el emperador camina desnudo, Eugenio Tironi
dice que el rol de la ciencia social ya no es la transformación del mundo
sino la conservación de las sociedades.

El trabajo comunitario no escapa a estas luchas conceptuales. Porque


¿Qué implica trabajar en el espacio comunitario? ¿Es fortalecer el poder
popular en tanto potencial de autogestión?, ¿Es entregar recursos o in-
formación?, ¿Es hacer consultas respecto a las administraciones locales?
El trabajo comunitario tiene múltiples definiciones dependiendo de cómo
asuma la gestión y sus perspectivas. Lo importante es clarificar para evi-
tar confusiones, no perder de vista los objetivos, ni ceder sin discutir, a
cualquier orientación por el sólo hecho de que esta se auto denomine
comunitaria.

Otro aspecto importante es que aquel trabajo que se proyecte sociopo-


líticamente como apuesta de nueva sociedad, asuma que sus ejes temá-
ticos no son universales ni objetivos, sino que contienen una particular
apuesta e intención sociopolítica.

Un caso en que desde el trabajo comunitario se opera con universaliza-


ciones ajenas, es cuando los ejes temáticos ceden a la tecnificación de la
gestión, suponiendo que ciertas técnicas provenientes de la formulación
y evaluación de proyectos sociales son herramientas para operar «asép-
ticas ideológicamente». Si se subordinan los ejes a lógicas tecnicistas,
estas inciden no sólo en la forma de operar, sino en los enfoques e inten-
ciones que se plantee la gestión. Las técnicas forman parte de las reglas
del juego, cualquier proyecto social que pretenda tener éxito por vía
institucional deberá considerarlas, pero si estas plasman todos los aspec-
tos de la gestión, esta subordinará sus propios enfoques a apuestas de
construcción social que se desprenden de las técnicas.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 71


El trabajo comunitario se mueve en la diversa, contradictoria y conflicti-
va realidad humana. Tal humanidad no es reducible a indicadores obje-
tivos, pues es la subjetividad la que constituye sus ejes motores. ¿Cómo
tecnificar un enfoque sobre el derecho de hacer la historia, vivir una
sexualidad placentera o fortalecer las solidaridades colectivas? Y es que
lo comunitario es más complejo que los «Árboles de Problemas» y los
«Marcos Lógicos». Las fuerzas sociales no siempre se movilizan por «Pro-
blemas Cuantificables» ( de hecho, la superación de los problemas no
detiene la necesidad de asociarse), ni en pro de un impacto con fuentes
de verificación. Las luchas sociales sobrepasan los límites de los gráficos,
sus fortalezas no se miden en montos y las esperanzas y desesperanzas
que su accionar involucra no las podemos entender con indicadores «cien-
tíficos». Sin embargo, la tecnificación de las gestiones pasa por alto es-
tos aspectos, pues su configuración apuesta a determinados modelos de
sociedad en que las instituciones y el mercado sean los principales deter-
minadores del devenir histórico, controlando o cooptando a los movi-
mientos sociales.

Las lógicas comunitarias son distintas a las que emanan desde el estado,
el mercado y las orientaciones económicas internacionales para la foca-
lización de la pobreza. Es posible tomar las técnicas y trabajar con ellas,
pero si se cree ingenuamente que tales técnicas son sólo eso, técnicas, lo
más posible es que la gestión social comience a movilizarse por objetivos
y enfoques impuestos y no propios, dejando afuera un sin número de
aspectos importantes para los sujetos que actúan desde las bases socia-
les.

Hay que defender la humanidad e historicidad del trabajo comunitario


a fin que este no sea absorbido por lógicas y ejes ajenos. La gestión sin
ejes temáticos propios, reflexionados y asumidos por los trabajadores
comunitarios, queda convertida en técnica al servicio de los grandes
poderes estructurales. Para que ello no ocurra, hay que procurar que los
ejes «suenen», fuerte, a ras de tierra, donde el sonido de produce, don-
de el sonido lucha por hacerse escuchar.

72 • Programa Caleta Sur


Segundo lugar
Cristóbal Duran R. (Pablo Mármol)

«Pensar las drogas en el más allá del mercado:


Una mirada inicial»

Introducción

Si bien la droga como lugar y como problema posee una larga trayectoria
a través de la historia de las distintas culturas que han ido poblando al
planeta, en Chile se ha vuelto un foco de especial interés para la opinión
publica desde la década recién pasada. Trataremos de sugerir a través del
siguiente trabajo como es que la droga nos permite hablar de algo que
va más allá de ella misma y que al mismo tiempo la contiene para locali-
zarla y posteriormente codificarla como problema social en permanente
urgencia.

El presente trabajo tiene por objetivo proponer la reflexión en torno a


las relaciones entre la droga, Chile y la totalidad de la sociedad mundial,
en un momento histórico en el cual existe consenso frente a la llamada
globalización, sea en un ámbito puramente económico, puramente cul-
tural o bajo las reflexiones que contemplan ambos ámbitos. En este sen-
tido, se busca problematizar el tema de las drogas a la luz de las relacio-
nes de articulación posibles entre los sujetos de una sociedad globaliza-
da. Simultáneamente, el presente texto intenta esclarecer ciertas temáti-
cas relacionadas al tema drogas que permitan cuestionar la cada vez más
estrecha relación entre las temáticas drogas y seguridad, problema de
importancia práctica dado el desplazamiento del problema de las drogas
a un área en la cual es considerada casi exclusivamente según su carácter
de «delictual». Es este cuestionamiento el que nos permite repensar el
modo de inserción de las comunidades involucradas directamente en el
tema y posteriormente, acercar distintas reflexiones que concuerden en
un posicionamiento definido frente al trabajo en la mencionada temáti-
ca, en el sentido de pensar los distintos ejes generales a tener en cuenta
para la intervención en drogas.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 73


Elementos para una discusión

La droga como problema de pertinencia actual ha transitado por la


lógica de las polaridades. Por un lado, desde el polo de la salud men-
tal, ceñido por la lógica médica que sitúa al problema en el nivel de
lo epidemiológico. Por otra parte, se sitúa al problema desde lo jurí-
dico, abordándose desde temáticas relacionadas con la seguridad
ciudadana y la criminología. Claramente la temática se ha desplaza-
do hacia el tema seguridad, recurriéndose en algunos casos a la epi-
demiología como modo de apoyo más técnico en terrenos en que
no cabe el problema de lo criminal, como en el tema de la preven-
ción. Sin embargo, las polaridades referidas aparecen como momen-
tos de un movimiento continuo que contempla a un público-ciuda-
dano específico hacia el cual va dirigido el mensaje y el momento
coyuntural en el que tiene lugar y que en muchos casos aparece
como referente escondido, tal como es el caso del lugar de la discu-
sión del tema drogas en momentos de elecciones municipales.

La droga es concebida casi unánimemente como un problema que se


extiende a través de toda la estructura social (cfr. Plan nacional de pre-
vención y control de drogas CONACE), como un problema que ya no es
privativo de ciertos sectores sociales marginados, que se han transfor-
mado en un punto de rechazo a la normativa social vigente, tanto del
marco legal como de las relaciones de convivencia. Así, lo atestiguan los
distintos informes sobre el consumo de drogas en la población chilena
efectuados por CONACE (cfr. Síntesis de los mas actualizados..., 2001) A
partir de esto, y dada la magnitud universal del problema, va a ser rele-
vante involucrar a los actores que participan de ella de un modo más o
menos directo, en una lógica preventiva en la cual cualquiera puede
llegar a ser un actor directo en varios sentidos. Así, la Política Nacional
de prevención y control de drogas del CONACE busca la inserción de la
familia y de la comunidad en el problema y no solamente la relación
entre organismos externos y los usuarios directos de drogas.

Es relevante señalar que CONACE aparece como un organismo guberna-


mental (dependiente del ministerio del interior) que viene a ligar la pro-
blemática de las drogas al tema de la seguridad (CONACE, 2001), tema
bastante preocupante para el país en los últimos años tal como lo ha
difundido la opinión pública en su relación con los medios de comunica-
ción y como se ha elaborado a través de las distintas políticas en torno a

74 • Programa Caleta Sur


temas relacionados con la delincuencia. A través de esta, en el mismo
sentido común y, creemos que de algún modo, en las misma lógicas de
intervención que operan sobre esta relación problemática no deja de
aparecer el fantasma del delincuente, imagen cautiva que captura en
un sentido al narcotraficante y en otro sentido a aquel que bajo su ópti-
ca inversa pareciese ser su víctima, el usuario de drogas, aquel que parti-
cipa del intercambio mas del lado del consumo que de la producción o
del intercambio más inicial.

La imagen del «drogadicto-delincuente» que se produce en las relacio-


nes cotidianas a través de espacios públicos como los medios de comuni-
cación, va homologando las figuras del narcotraficante y del enfermo,
en una relación bastante difusa, una relación en la cual el sujeto involu-
crado pareciera tener gran parte de la responsabilidad (de hecho, es un
«irresponsable»); siendo en gran parte su opción personal optar o no
por el consumo. De todos modos, se recurre a mantener un énfasis en
una cierta constante definida entorno a la carencia al hablar de las dro-
gas: pobre = exclusión = drogadicto o traficante. Dando un paso más
acá, es importante hacerse una pregunta: ¿Cómo es este delincuente,
que se define en medio de la relación drogas-seguridad?8 El delincuente
de este problema global que son las drogas termina apareciendo como
un sujeto sin rostro, sin referente, que, parafraseando al teórico eslove-
no Slavoj Zizek, actúa como un imperativo que está en todas partes y en
ninguna, y que posee un cuerpo pero podría eventualmente no poseer-
lo: no se sabe quien ostenta el flagelo y, peor aun, quien lo podría osten-
tar, lo cual le confiere su carácter de ominoso: el problema está en todas
partes, en medio de cada uno de nosotros, en la esquina más próxima o
en el mismo aire que respiramos. Así queda sellada la relación: el «dro-
gadicto» es delincuente precisamente por el hecho de tomar parte de
este trafico ilegal de drogas ilícitas. Así, la claridad de esta difusa figura
queda estatuida.

Frente a lo anterior, y frente a esta certeza bastante borrosa que define

8 El sujeto que aparece en los intersticios de los planes propulsados por orga-
nismos como Paz Ciudadana.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 75


la relación, ¿Cómo se saca afuera un problema que no tiene un lugar
definido y claro? El problema se focaliza en un sector de la población,
sector que hace interferencia con los beneficios que promete el sistema
social, promesa fallida de bienestar en base a las opciones de cada indi-
viduo. Frente a esta tan difundida idea hay que hacer una aclaración: no
es que existan grupos sociales en los que falla el lazo social, generándo-
se anomia y múltiples salidas una de las cuales sería la droga (su trafico y
su consumo), la clásica óptica de «falla una pieza» y la falencia que esta-
ría dando cuenta de un problema en la homeostasis social. De todos
modos, la lógica funcionalista del mal endógeno de la sociedad no deja
de tener razón: algo parece no funcionar y pese a que la sociedad no es
ni un rompecabezas ni una masa homogénea y uniforme, uno podría
sostener que es justamente esta pretendida falencia la cual permite ge-
nerar una cierta estabilidad global en el sistema, «que marche cojo pero
marche al fin y al cabo». Con estas disquisiciones, queremos enfatizar
que hay sectores de la población integrada que son consumidores de
drogas y que no podemos dudar de que posean relaciones con produc-
tores de llamadas drogas ilícitas. Sin embargo, estos sectores no repre-
sentan una amenaza inmediata para el sistema social en su conjunto.
Siguiendo a Castel, es justamente lo que ocurre en el ámbito de la inte-
gración aquello que no representa un problema social. En el caso de la
droga, existe una clara no visibilidad, una omisión de los consumos y de
los intercambios menores de la población integrada, una suerte de dro-
ga integrada. Si bien sabemos, podemos pensarla incluso, en la figura
del delincuente de cuello y corbata, la imagen más frecuente, prototípi-
ca diríamos, del delincuente es más bien la figura de un delincuente de
extracción popular y por sobre todas las veces más bien joven (Ramos A.
y Guzmán de Luigi, 2000). Simultáneamente, tampoco es un problema
conferido únicamente por el estatuto de pobreza, ya que es posible ha-
blar de una pobreza integrada, en el sentido clásico (Castel, p.37).

Cabe preguntarse si acaso es puramente contingente esta sutura entre


lo delictual-marginal y las drogas. Situándose en el escenario mundial
con respecto al tema, lo cual nos permitirá arrojar otras luces sobre el
problema, aparece la «Guerra contra las drogas», la cual se instala de
manera radical a través de iniciativas frente a la droga en distintos paí-
ses y a través de intervenciones tales como el Plan Colombia, en el cual
se establece una nueva articulación de las relaciones internacionales que
permite a EEUU tomar control de parte de los territorios de América

76 • Programa Caleta Sur


Latina, tomando como referente el problema de la droga y la delincuen-
cia que ella acarrea. Se estructuran relaciones mundiales en relación con
el problema de la droga. Se importa el modelo mundial de la tolerancia
cero con respecto a la delincuencia y a la droga, modelo que justifica la
implantación de políticas cada vez más severas y con un mayor nivel de
control frente a la droga. Aquí se hace patente de un modo flagrante, la
identificación de la sociedad marginal con las drogas, y por sobre todo,
las drogas como un modo «inadecuado» y condenable públicamente de
acceso al mercado, de acceso al mercado del intercambio de los bienes
accesibles en una sociedad. Creemos aquí reside la problemática funda-
mental.

Al ser un problema eminentemente internacional, se debe llevar a cabo


una ofensiva sobre las drogas y los delitos conexos a ellas, ofensiva que
compete a distintos organismos y Estados (Declaración de Santiago II
CUMBRE DE LAS AMERICAS. Abril 1998), debiendo repensar el tema a la
luz no de problemáticas puramente locales o contingentes, sino que a la
luz de las relaciones de los distintos gobiernos, en una época en la cual
el Estado se transforma en gran medida en un mero coordinador de
acciones que organismos privados y sociales transnacionales ejecutan y
desarrollan distintas políticas con respecto a los problemas mas atingen-
tes de cada uno de los países involucrados9. La política general de mane-
ra global va a establecer la búsqueda de «...estrategias nacionales e in-
ternacionales que reduzcan tanto la oferta como la demanda ilícitas de
drogas.» (Declaración política de la ONU ratificado por el gobierno de
Chile en Junio 1998, p.1. Pagina CONACE) como marco, en el cual se
contemplan intentos de disminución que consideran modalidades que a
nivel nacional se traducen, en muchas ocasiones, en medidas como el
reforzamiento del aparato policiaco y burocrático (incremento del per-
sonal de carabineros en el OS-7), o la aparición de políticas más fuertes
en relación a las drogas (la ejemplar ley 19.366 vigente desde 1995, don-
de se hace cada vez más difusa la diferencia entre el narcotraficante y el
consumidor a nivel de las penas que ambos deben recibir), sin olvidar la

9 Podríamos decir que hoy el mercado vale en otro nivel de complejidad lo que
en la modernidad más temprana valían los Estados nacionales. Creemos que
este cambio de función obliga a pensar otros escenarios con relación a los
problemas sociales, entre ellos la droga, casi el paradigma del problema in-
ternacional, global.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 77


preponderancia de la pareja drogas-seguridad en la cada vez mas enfa-
tizada discusión de los distintos sectores políticos en la cual cada sector
busca captar de una mejor manera a la opinión publica, con resultados
de endurecimiento en las acciones sobre la droga cada vez más profun-
dos («barrer con la delincuencia y las drogas») Claramente, estas políti-
cas aparecen como un endurecimiento frente a los posibles «excesos»
de una sociedad democrática que parecía haber eliminado sus controles
más explícitos. En Europa, por ejemplo, la política de la Tolerancia cero
es suavizada, a través de las políticas de la tercera vía que buscan en
muchos casos mejorar la calidad de vida y de los espacios públicos del
drogodependiente o de los sectores de mayor riesgo. Sin embargo, al
rozar el limite de lo criminal, el problema de la droga se hace objeto de
otras consideraciones que también ha adoptado la llamada nueva iz-
quierda: la mano dura contra la delincuencia y el control riguroso de la
criminalidad (Giddens, 2001).

Con estas alternativas, aparecen distintos posicionamientos para pensar


las drogas, posiciones que ponen en cuestión los modos de acción de la
«guerra contra las drogas», teorías que buscan una solución desde las
políticas de gobierno al tema de las drogas y posiciones más críticas so-
bre las drogas que piensan a la comunidad al interior del problema.

El mismo mundo que produce la tolerancia cero como política general


asumida por gran parte de la opinión publica, opone frente a la lógica
competitiva de ésta una política basada en la solidaridad, acciones y teo-
rías que bajo la mirada de la inversión y del capital social (la inversión en
grupos capaces de desarrollarse productivamente) buscan superar la pura
lógica de la seguridad a la que se liga frecuentemente el tema de la
droga.

La discusión se instala, así, en dos extremos. Por un lado, un Estado poli-


cial con un cada vez más fuerte control y, por otra parte, la posible y
paulatina re ciudadanización (replantearse la apertura de los espacios
públicos en los cuales el sujeto drogodependiente pueda tener acceso a
otras alternativas de vida, ya que según la ONU el enfoque integral que
se debe utilizar pasa en parte por considerar que nunca es posible acep-
tar el consumo de drogas ilícitas como forma de vida (ONU, p.2).

Si se concibe a la droga como la quiebra de la ciudadanía y de los dere-


chos sociales de los grupos vulnerables (cfr. Rodríguez Cabrero), es decir

78 • Programa Caleta Sur


de aquellos sectores de la población que más allá de ser integrados son
susceptibles de caer en la marginalidad producto de la desafiliación de
sus vínculos sociales, tanto laborales como de inserción relacional10, en-
tonces lo principal es el modo de insertar a aquellos involucrados direc-
tamente en el tema y hacer desde ese lugar un esfuerzo por producir
una política que potencie el tema de la solidaridad por sobre el de la
seguridad. Sin embargo, aquí nos encontramos con un problema fácti-
co: la transformación del ya completamente difundido discurso alarmis-
ta antidroga se trueca en violencia colectiva (ídem; Ramos A. Y Guzmán
de Luigi, 2000): el problema de la comunidad es combatido desde ella
misma pero con la instalación de modos de acción y de discursos emi-
nentemente policíacos: la lucha mundial se trueca en muchos casos en
una guerra intracomunitaria en manifestaciones que terminan finalmente
marginando a aquellos que se pretende integrar.

Retomando el tema que hemos delineado anteriormente en torno al


mercado mundial y a sus relaciones con la droga (sea producción, tráfico
o consumo) creemos que aquí reside la pregunta principal sobre las rela-
ciones entre la droga y la globalización. Creemos que la relación adquie-
re nuevos sentidos redefiniendo en gran medida sus términos.

El mercado global, es decir, la relación entre los distintos mercados mun-


diales articulados en torno a puntos nodales tales como las economías
norteamericana y japonesa, ha definido el modo en que se realizan los
intercambios entre los distintos países. Por ejemplo, el caso de Latinoa-
mericana es bastante aclarador. Existe aun un marcado proteccionismo
de parte de EEUU, dejando a los países latinoamericanos como una re-
gión exportadora de capitales a través del mecanismo de la deuda exter-
na (Romaní, 1993). Simultáneamente a esto se generan sectores infor-
males de la economía que generan intercambios entre los países par-
tiendo en muchos casos de los países de América latina. Un caso ejem-
plar de esto es la droga la cual se produce en Latinoamérica para su
consumo en países como EEUU.

10 Que dan cuenta, incluso, de la incapacidad de adaptarse a los progresos de


una sociedad protectora (hacia el lugar por el cual van encaminadas gran
parte de las políticas de seguridad social a escala mundial)

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 79


La comercialización y la producción de drogas que es claramente un medio
de supervivencia, consta en muchos casos con grupos excluidos social-
mente en el lugar de mano de obra en el trafico y de consumidores.

Por otro lado, EEUU muestra que el consumo de su país es producto de la


importación más que de los propios norteamericanos, lo cual da pie en
muchos casos a acciones tales como el Plan Colombia, en la cual EEUU
puede tener acceso a la intervención militar y a posicionarse de áreas de
control en esta guerra, que deja mas víctimas humanas y bajas políticas
que el mismo consumo (de Rementería, en Programa Cono Sur-Chile, p.49).

Conclusiones para un posicionamiento

¿Qué hacemos con todo esto? Podemos establecer ciertos lineamientos


críticos que nos permitirán tomar una posición con respecto a la reali-
dad de la droga dentro de un marco de economía y cultura llamada
global, con todas las consideraciones que se deben anteponer a este
calificativo11. Sólo desde allí es posible hacer un intento por pensar la
intervención desde este nuevo posicionamiento.

La realidad que hemos tratado de esbozar basándonos en ciertos pun-


tos definidos en el apartado anterior nos deja en el lugar de incontrola-
bilidad del problema de las drogas. El mercado de la droga, el comercio
de ésta es una realidad, lo que deja patente que la salida de establecer
discursos moralistas sobre éstas dista mucho de ser sensata. Más aún, el
discurso basado en la prohibición de la droga, criminalizador y de conte-
nido medicalizante (Romaní, p.119), solo focaliza a un sector de la po-
blación en vistas a su exclusión, constatando el poco control que se pue-
de ejercer finalmente sobre el mercado de las drogas, discurso alarmista
también contraproducente desde el punto de vista de la salud pública.

El negocio de la droga, del intercambio tanto del microtráfico como del


macrotráfico se transforma en un apéndice del mercado en general (glo-
bal), apareciendo como una otra cosa del mercado mismo. Sin embargo,
es un mercado que se realiza en su promesa de competitividad, mercado

11 Creemos que la globalización es una manera simplista de referirse a una so-


ciedad en la cual se hegemoniza un modo de hacer la vida, con la concomi-
tante implicancia del distinto acceso a ciertos bienes y a los grados de «pobre-
za existencial» entre distintos sectores del globo.

80 • Programa Caleta Sur


en el que como todo mercado hay que matar para no morir (solo que
aquí se hace el énfasis de manera cabal en los riesgos de participar acti-
vamente en este mercado, prevaleciendo el intercambio y la superviven-
cia del mercado). En esta línea, una sociedad libre de drogas no podría
ser sino una sociedad libre del mercado que la produce, mercado inter-
no de un mercado que afianza la identidad de los sujetos (individuales y
colectivos) alrededor de una competencia por llegar al lugar tan desea-
do del éxito y del más allá del bienestar. La imagen del delincuente ter-
mina constituyendo a ese delincuente en una suerte de guerra de des-
confianza infundada, en una suerte de combate que constituye a ambas
partes y en las que cada uno se apropia de dicha posición para no perder
la identidad que la opinión publica confiere a los distintos sujetos invo-
lucrados.

Cada ciudadano es cliente y debe responder al mercado desde esta posi-


ción, mercado que busca un tipo adecuado de sujeto, que muchas veces
se encuentra en el competitivo negocio de las drogas. Dado lo anterior,
no podemos reducir el problema en sus versiones psicologizantes ni en
sus versiones puramente sanitarias: Las drogas son por sobretodo efecto
y en menor medida causa (Rodríguez Cabrero). El mercado subterráneo
que componen, con miembros que no forman parte del proceso produc-
tivo (recordemos que en muchos casos prima el desempleo o los trabajos
esporádicos mas bien precarios), es claramente efecto de un mercado
permitido que no permite de manera cabal unos otros mercados como
el de las drogas ilícitas.

Al homogeneizarse sin diferencias como hemos venido señalando, la


relación entre la drogodepedencia y el narcotráfico, no se distingue cla-
ramente la relación entre las acciones de tratamiento y rehabilitación y
el tema del control, de la oferta y de la represión del tráfico ilícito. Casi
no hay alternativa dentro de la intervención en drogas y más aun cuan-
do la opinión publica, la propaganda política y los medios de comunica-
ción juegan en contra de una conceptualización como la elaborada. Esta
es una dinámica de la cual en gran parte no pueden escapar los organis-
mos dedicados al trabajo sobre las drogas no por deficiencias propias de
dichos organismos sino por la enorme propaganda en contra. Lo inicial
es tratar de descriminalizar el problema de la droga, sin caer en el polo
de lo puramente sanitario. Es preciso considerar el trafico como una iden-
tidad, un negocio que se genera al interior de sectores sin posibilidad de
negociar en ninguno de los sentidos posibles.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 81


Pensar la intervención debe pensar a sus principales actores, pero no
desde la lógica del control ni de la enfermedad, tratar de elaborar una
teorización sobre la autonomía de las comunidades que están involucra-
das y desde ahí interrogarse si el problema no ha estado también desde
los limites de los equipos de intervención, que no ha podido pensar la
creación de derechos comunitarios y sociales mas allá de la domestica-
ción.

Hay que preguntarse en este sentido, si el trabajo comunitario fomenta


o no un control desde las políticas desde las cuales se ejerce y que piensa
para resolver las certezas que operan en el sentido común. En lugar de
anteponer lógicas técnicas de participación debe tratar de preguntarse
que elementos dispone la comunidad para organizarse frente al tema
desde una óptica que deseche la lógica del mal y de la enfermedad que
debe ser reprimida y controlada. Si se profesa la gobernancia sobre los
procesos locales y la responsabilidad de los actores, uno debe poner en
cuestión lo que se esta anteponiendo al trabajo y que emerge de un
discurso colectivo casi unánime en torno a una democracia que busca
modernizar a condición de mantener algún tipo de exclusión social. La
pregunta de Castel aquí es clara ¿Qué proceso abrió alrededor de los
excluidos un vacío social? Una respuesta tentativa en la línea que hemos
tratado de desarrollar: El mercado del microtráfico de drogas -un nuevo
mercado al interior del mercado- también reproduce los aspectos de dis-
tribución de riquezas que aparecen en la sociedad total (genera y man-
tiene un orden de ingresos): la misma exclusión se produce como la lógi-
ca de la inclusión que le es externa pero en un nivel micro

Es posible sostener que «...el asunto drogas puede ser un fructífero tema
de debate público sobre la tolerancia cultural y la democracia política
para resolver los problemas de marginación social en la época contem-
poránea...» (p.53. De Rementería), un problema que da cuenta que la
modernización requiere de procesos de exclusión para mantenerse en
pie, procesos en los cuales el trabajador comunitario debe posicionarse
no solo como una víctima sino también como un cómplice (Pablo Tapia,
en Programa Cono Sur-Chile, p.65). Las propuestas quedan abiertas y no
se resisten a distintas tentativas.

82 • Programa Caleta Sur


Referencias Bibliográficas

Castel, Robert (1991). La Dinámica de los procesos de marginalización:


de la vulnerabilidad a la exclusión. En: El Espacio Institucional 1. Buenos
Aires: Lugar Editorial.

CONACE. Plan y Política nacional de prevención y control de drogas. En:


www.conace.cl

CONACE (2001). Síntesis de los más actualizados datos diagnósticos res-


pecto al fenómeno de la droga en Chile. Junio de 2001. En: www.conace.cl

Declaración de Santiago II CUMBRE DE LAS AMERICAS. Abril 1998. En:


www.conace.cl

Emmerich, Norberto (2000). El plan Colombia y la violencia. Iniciativa


Socialista 59, invierno 2000/2001. En: www.inisoc.org

Giddens, Anthony (2001). La Tercera vía y sus críticos. Madrid: Taurus.

Programa Cono Sur-Chile (1999). Un ángulo diferente. Para pensar y ac-


tuar en el campo de las drogas ilícitas. Santiago de Chile: Dolmen Edicio-
nes.

Ramos A., Marcela y Guzmán de Luigi, Juan A. (2000). La Guerra y la Paz


Ciudadana. Santiago de Chile: Lom Ediciones.

Rodríguez Cabrero, Gregorio. Drogodependencia y exclusión social des-


de la reflexión sociológica. Apunte de curso electivo Repensar las Dro-
gas. Prof. Mauricio Sepúlveda. Segundo Semestre 2001. Escuela de Psi-
cología. Universidad Diego Portales. Santiago de Chile.

Rogazzy, Mariana (2000). La Política social como una práctica discursiva:


análisis de discurso de la estrategia de política social. Tesis para optar al
grado de licenciado en Psicología. Escuela de Psicología. Universidad
Diego Portales. Santiago de Chile.

Romaní, Oriol (1993). Dependencia, migraciones y drogodependencias:


el sistema de control social de las drogas. En: Provansal, D. (Coord.) Mi-
graciones, segregación y racismo. Acta VI Congreso antropología, vol.7.
Tenerife.

Organización de Naciones Unidas. Declaración política de la ONU ratifi-


cado por el gobierno de Chile en Junio 1998. En: www.conace.cl

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 83


Tercer lugar
Ximena Birkner y Marlene Holländer (Francisca de Lima y Antonia
Urrutia)

«Trabajo Comunitario, Identidad Cultural y Globalización:


Entre lo propio y lo ajeno»
El fenómeno globalizador ha despertado inquietud en diversas áreas
de las disciplinas sociales dada la creciente presión que viene ejerciendo
una universalización radical sobre espacios culturales, societales y ecoló-
gicos a partir de referentes y estándares occidentales. Para algunos his-
toriadores tal fenómeno respondería a que en determinados momentos
civilizatorios procuraría instaurarse un proceso de universalización, en-
tendiendo éste como la tentativa concertada por consolidar una variada
gama de actividades económicas y políticas, bajo un control más centra-
lizado .1

Recientemente, el 18 de octubre de 2001, desde Ciudad de México, Ri-


goberta Menchú Tum, - Premio Nobel de la Paz y Presidenta de la Inicia-
tiva Indígena por la Paz señaló:

«Tuvieron que ser necesarios los dolorosos sucesos del 11 de septiem-


bre para que todos (...) se dieran cuenta de que el mundo en que habi-
tamos todos es uno solo.» 2

Más adelante califica las acciones posteriores como

«(...) un acto de represalias absurdas, que busca reafirmar por la vía de


las armas la sinrazón de la fuerza (...)» (Ibid.)

Añadiendo que

«No nos extraña - aunque nos asusta - la peligrosa unanimidad de los


que quisieran ver su orden civilizatorio no sólo como legítimo, sino
como el único posible.» (Ibid) Menchú no elude manifestar «un públi-
co rechazo al terrorismo criminal», pero, con no menos fuerza, denun-
cia «la prepotencia belicista que hoy busca reafirmar su hegemonía

84 • Programa Caleta Sur


bombardeando a un pueblo indefenso, cuyas víctimas comparten con
otros 800 millones de hambrientos la indigna categoría - estadística,
no humana- de ‘daños colaterales’.»(Ibid)

Las palabras de la Nobel nos parecen interpelar una concepción lineal


de progreso universal, con requisitudes impositivas que habrían venido
consolidando un imaginario determinista y excluyente de orden y desa-
rrollo; una comprensión autorreferida de la cultura, reduciendo la di-
versidad a categorías de estadística y análisis, direccionando sus cotidia-
nos sin llegar a constituir legítimos e indispensables espacios de alteri-
dad.

Según las etnólogas Breindenbach y Zukrigl habitamos una sociedad


mundial sin fronteras donde migrantes, jóvenes, artistas, científicos e
internautas forman comunidades transnacionales, unidas entre sí por
elementos sociales, profesionales y espirituales comunes (2000:p.42) Sin
embargo, y por lo familiar que esto viene resultándonos, a veces pare-
ciera quedar en el olvido que el fenómeno de la pluriculturalidad siem-
pre ha sido parte de la Humanidad, con momentos de mayor o menor
aceptación. Por otra parte, la comprensión de la cultura, no la estática ni
monolítica, sino la que conduce a un flujo de significados heterogéneos
- donde el cambio y la transformación le son propios - ha promovido en
diversos autores la necesidad de revisar los procesos históricos de cons-
trucción y consolidación de Occidente como modelo civilizatorio.

Las autoras ya citadas, hacen hincapié en que el ocaso de formas de vida


y cosmovisiones no es algo nuevo. El impacto de lo nuevo estaría en la
velocidad que imprime el cambio en esta llamada época de la globaliza-
ción, dando cuenta de una monologización estructural y asimétrica pues-
to que «las estructuras de la cultura global, no se han formado con la
misma participación de todas las culturas» (Ibid.) puesto que «en tanto
algunas se recalcan otras se ignoran»(Ibid.) Cabe considerar entonces
que aquello llamado «lo Occidental» ha contenido de igual modo una
multiplicidad de versiones culturales, recibiendo unas un énfasis mayor
siendo otras subvaloradas.

La institucionalización del neoliberalismo como modelo único de creci-


miento económico ha generado un clima de soledad y desamparo, la
universalización monologizante ha dificultado la construcción de un
mundo más justo reduciendo el sentido de la existencia a la libertad de

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 85


consumo como un único satisfactor, sin dar respuesta a búsquedas y ne-
cesidades más constitutivas de lo humano, como la necesidad del víncu-
lo, de la solidaridad, del compromiso, de la imaginación, de la creativi-
dad y la esperanza.

Desde una perspectiva holística proponemos voces del «sentido común»


y de lo «docto», reflejando impactos individuales y colectivos en un
comunitario que sitúa el habla desde sus cotidianos. En este ejercicio
encontramos voces cuyas narrativas testimoniales nos convoca a reflexio-
nar los imaginarios que rondan esta entrada de milenio aciaga e incier-
ta, reduciendo lo identitario a una lógica de guerra entre lo propio y lo
ajeno.

Finalizamos compartiendo algunas reflexiones desde nuestra propia ex-


periencia en lo comunitario ante lo que estimamos como una realidad
emergente que buscaría la incorporación de viejos y nuevos significa-
dos, reelaborando imaginarios más adheridos a las necesidades huma-
nas, gestando nuevos modelos participativos y de encuentro comunita-
rio.

Voces e Imaginarios

En 1992 Ailton Krenak, entonces Coordinador de las Naciones Indias del


Brasil señaló la dramática situación de los Pueblos Originarios america-
nos:

«Cuando el gobierno se apropió de nuestras tierras en el Valle de Río


Dulce, quiso ofrecernos otro lugar donde vivir, pero ni el estado ni el
gobierno comprenderán jamás que no tenemos ningún lugar dónde ir.
El único lugar donde nos corresponde sembrar vida plena y justa está
en América. Y vemos ahora, que la guerra del saqueo se amplía en la
Amazonia y en la Antártida (...)» 3.

Y es que una globalización que avasalla con «metas», «pautas» y nive-


les de consumo», al estilo de «los países desarrollados», acostumbra sos-
layar hechos que confirman que esto sólo ha venido siendo posible por
una parte, sobre la base de la sobrecarga energética del planeta pero
que además, y no menos grave, resultan ser los sostenidos impactos en
los cotidianos individuales y colectivos, muchos de los cuales vienen ex-
presando con creciente fuerza su no disposición para correr esta mara-
tón. Tal sentimiento nos parece reflejar la artesana Rose Marie: 4

86 • Programa Caleta Sur


«...Yo no concibo la vida sin la artesanía... no tengo más zapatos que
estos... estos pantalones y estos chalecos los conchavo [trueco] por pla-
tería... yo no estoy dispuesta a la elegancia... no estoy dispuesta...»

Una de las estrategias recurrentes para «colonizar imaginarios», ha sido


la de «silenciar», «velar», «encubrir» otras miradas; domesticar la creati-
vidad de los actores, frenando y encauzando a la imaginación conforme
a los patrones dominantes (Gruzinski,1991)

Creemos que la lectura acostumbrada de un Occidente lineal y homo-


géneo, podría devenir de la cristalización de ciertos imaginarios en
desmedro de otros, traducidos en discursividades y praxis hegemónicas,
silenciando otras narrativas propositivas y de resistencia, velando trans-
gresiones y «transcripciones» 5, cuyo olvido haría de la monologización
histórica un desencanto de sí mismo.

Mikhail Bakhtin describe al mercado como principal espacio de cuestio-


namiento a gozaban de pleitesías. Más tarde la transcripción oculta se
desplazaría en Europa a, bares, tabernas, bodegas, cabarets y cafés,
fomentándose en ellos la cultura popular a través de «juegos, cancio-
nes, apuestas, blasfemias y desordenes», contraviniendo la cultura ofi-
cial promovida desde el estado e iglesia, instituciones que consideraban
dichas prácticas como subversivas.6

El sentido del trabajo impuesto hegemónicamente a partir de la Inter-


vención paternalista desde la Ilustración Europea, ha sido quizás uno de
los mecanismos decisivos para instalar una visión uniformizante del cons-
tructo occidental de Hombre. Un ejemplo de ello es el quiebre impuesto
por el capitalismo en su fase expansiva a las instituciones tanto sociales,
económicas, políticas como religiosas, preexistentes en el continente
americano. Esto transformaría la producción de utensilios, herramien-
tas, instrumentos rituales en un valor de cambio; las tierras se tornaron
apropiables y transferibles por renta y herencia en tanto el trabajo, en
cualquiera de sus sistemas: mita, encomienda, arriendo, esclavitud, obra-
jes, artesanía, se convirtieron en un medio de acumulación de valores.

Un nuevo imaginario va silenciando otros: se impone y expande la con-


cepción de «el hombre como amo de la naturaleza» que junto a la del
trabajo hará parte de un complejo engranaje acelerando exógenamen-
te vastos procesos de reelaboración identitaria. El poder creador de
criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, comienza a ser transferi-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 87


do a nuevas dimensiones, la riqueza, el poder y el consumo van siendo
transformados en aspiraciones y nuevos signos de valoración social.

Los soportes discursivos de igualdad y libertad individual, se tornan trans-


oceánicos, la ejecución del trabajo se realiza bajo contrato, sujeto a la
ley de oferta y demanda. El imaginario de Progreso se expresa en un
insaciable anhelo de crecimiento, de desarrollo infinito, cuyo marco ideo-
lógico cruza transversalmente dimensiones teológicas, filosóficas, cien-
tíficas y políticas, dando fundamentos de «verdad», redireccionando
las necesidades humanas en función de las demanda que impone «la
máquina», en contraposición y diferenciación con relación a la natura-
leza.

Kenneth J. Gergen señala que «para los psicólogos norteamericanos, en


particular, la imagen de la máquina, suministró la metáfora predomi-
nante para la persona con frases que connotaban esencialidad mecáni-
ca como, implantación de hábitos, estructura actitudinal, estructura de
pensamiento etc. « (Gergen 1992:60)

«Cuando permitimos que nos traten como un medio, sea la empresa,


las organizaciones intermedias la sociedad misma, permitimos que nos
cosifique. Si somos cosas, no podemos tener dignidad». (Juan, trabaja-
dor de empresa) 7

Tras la primera guerra mundial se evidenciaría una inquietud creciente


sobre la riesgosa «empresa» en la cual se estaba queriendo embarcar a
toda la humanidad. La conmoción de Valery quedará de manifiesto al
escribir:

«nosotros, las civilizaciones, ahora sabemos que somos mortales...»

ya anteriormente había alertado diciendo:

«Nuestra civilización está adoptando (...) la estructura y las cualidades


de una máquina (...) Esta máquina no admitirá nada que no sea un régi-
men mundial» (Gergen 1992: Ibid.)

Mucho antes William Blake manifestaba serias discrepancias con las


«ideas-fuerza» de su época: «estaba furioso con Newton y de paso con
Bacon, a quienes acusaba de mantener a capa y espada un punto de
vista brutal, mecanicista, culpándolos de la deshumanización de la natu-
raleza» 8

88 • Programa Caleta Sur


Para el poeta un ave enjaulada sería la metáfora que describiría al siste-
ma newtoniano ¡Natura Vexata! Y al nuevo paradigma que se consoli-
daba.

Su lírica refleja la búsqueda y comprensión de un paradigma más inte-


grador enfatizando la idea de totalidad:

«Ver el Mundo en un Grano de Arena


Y el Cielo en una Flor Silvestre
Retener el Infinito en la palma de la mano
Y la Eternidad en una hora.» 9

Era a comienzos del Romanticismo cuando Blake dudaba sobre el valor


de la mera experiencia. Para él, lo percibido sensorialmente no era lo
relevante sino lo imaginado. Por tanto, a la Naturaleza no era posible
aproximarse a través de la imaginación [puesto que ella era imagina-
ción]» Así el mundo no era « ... más que una sola y continua visión de la
fantasía o la imaginación.» (Ibid)

Lo que recibimos son las voces de una visión llamada «romántica» que
no se limitaba al discurso. Ellas buscaron también plasmarse en la ac-
ción, y aunque sus inspiradores no llegaron ni a constituirse ni a plan-
tearse en términos de desafíos revolucionarios, las miradas y acciones
de artesanos románticos y radicales se opusieron con tenacidad a la anun-
ciación del «Hombre Ávido». Esto llevaría al historiador social inglés E.
P. Thompson, a calificarlos como «un movimiento de resistencia».
(Rosaldo. R, 1991:169)

Para Nemeth-Baumgartner habría operado un ordenamiento «de corte


civilizatorio» siguiendo la lógica de lo que llama una «geometría con-
ductual», donde la imposición a grandes transformaciones e impactos
culturales estarían en directa relación con interpretaciones que llegan a
tornarse dominantes ( Baumgartner:1993 pp. 31-32)

Según la autora una expresión de tal concepción puede leerse en: «La
Constitución Norteamericana [que] se crea adoptando un modelo mecá-
nico, es decir una máquina para gobernar, donde sus componentes de-
ben funcionar como un aparato de relojería». (Ibid, p. 98)

En otro contexto, significados relacionados a la tesis de Baumgrtner pue-


den encontrarse al comparar expresiones decorativas celtas y el estilo

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 89


adoptado por los griegos. En tanto las primeras parecen nacer de un
impulso imaginativo, de un anhelo de fluidez, el estilo geométrico grie-
go intenta imponer su propio orden a la naturaleza, lejano a todo vita-
lismo, autoreferido en su rigidez.

Desde el concepto de imaginario y desde la «geometría conductual»


vemos el intento por incorporar a la comprensión del tema una síntesis
sobre la reelaboración epistemológica a partir de la física y la biología,
siendo posible reconocer a los grupos humanos como diseñadores de
realidades, las que se cristalizarían en dinámicas cotidianas con alcances
a niveles micro y macro.

Otro ángulo que complementa lo ya dicho aparece en las ideas vertidas


por el Nobel Ilya Prigogine, para quien todo sistema operaría con la
propiedad básica de la divergencia, poniendo en cuestionamiento el
principio clásico de trayectoria única donde se impone la linealidad y el
determinismo y que por tanto la llamada tradición occidental no sería
más que una sedimentación de retazos, trozos de relecturas comenta-
das, interpretadas y por tanto abierta a nuevas reinterpretaciones. 10

Pensamos que nos encontramos habitando un tiempo donde resulta


imprescindible repensar el pasado de manera crítica, proponer y partici-
par del debate, renunciando a la ilusoria postura de «verdades absolu-
tas». Estar dispuestos a un diálogo ininterrumpido, sin clausuras, admi-
tiendo que hacemos parte de complejas realidades históricas, naturales
y cósmicas, que aun cuando tornan irreversible las trayectorias recorri-
das, cabe el sentido de asumir que las bifurcaciones están por construir-
se (Prigogine,1996)

El Metro de Santiago, nos parece condensar el cansancio y la frustra-


ción. Allí el rostro se esconde para no comprometer el gesto, el asiento,
la mirada o la sonrisa... o simplemente un algo indefinido. Allí hay que
asegurar bolsos y carteras. El despistado provinciano se va de bruces... y
el gesto de simpatía o solidaridad rara vez llega. ¿Estaremos además
perdiendo el sentido de lo lúdico? La desconfianza se instala junto a los
televisores: Parece que hay una banda organizada de 300 carteristas ace-
chando diariamente a inocentes usuarios. Ah, y ¡Ojo con los celulares!
Los fines de semana son voces de niños, diversidad y colorido, la ciudad
pareciera recobrar un ritmo provinciano...

90 • Programa Caleta Sur


Nos detenemos en la Estación Universidad de Chile: Acá la plástica de
Toral11 activa la memoria dejando «tarea para la casa»: «[¡]Qué gana-
mos con levantar hermosos edificios, fabricar aviones veloces, artefactos
que llegan a otros planetas si no tenemos hombres felices que viajen y
los habiten [!]» Entonces nos prometemos «¡esta semana sí que será dis-
tinta!»

Pero las mejores intenciones se diluyen frente al requisito de competen-


cia transformada en un valor legítimo, en un bien estimulante y benéfi-
co para el conjunto de la sociedad, exigiendo que el Hombre aprenda a
proyectarse abandonando el aquí y el ahora.

El tiempo es mañana porque el presente ha de ser de planificación, de


cálculo conducente hacia objetivos y metas considerando, como convie-
ne, costos y beneficios en el logro de productos según la oferta-deman-
da y otras leyes de mercado. Nos convertimos en productos más o menos
rentables, de duración definida, de mayor o menor demanda.

Qué lo tuyo qué lo mío: Un reencuentro con lo holístico.

Un paradigma holístico del griego «holos» (total) ha venido cobrando


fuerza en el propio Occidente, caracterizado por considerar a cada ele-
mento de un campo, como un evento que refleja y contiene todas las
dimensiones de dicho campo, en metaforización de un holograma (Weil,
1990)

Para los griegos, Gea representaba a la diosa «Tierra», de allí que el


Nobel de literatura William Goldin, sugieriera a Lovelock (1985) para
llamar así a su hipótesis Gaia. Según esta, el conjunto de los seres vivos
de la tierra, de las ballenas a los virus, de los robles a las algas, puede ser
considerado como una entidad viviente, capaz de transformar la atmós-
fera del planeta para adecuarla a sus necesidades globales, y dotarla de
facultades y poderes, que excederían con mucho, a los que poseen sus
partes constitutivas.

Esta concepción de la tierra, como un ser vivo, que posee la capacidad


de generar un estado de homeostasis recurrente, a fin de preservar el
equilibrio global del planeta, trasunta en la concepción de Madre Natu-
raleza tenida por la gran diversidad de pueblos indígenas. Allí lo senti-
mental y lo emotivo; representan ingredientes que se incluyen en la mi-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 91


rada y en la relación que se establece con el medio: Al decir Madre al
conjunto, implica que se sabe parte de una totalidad, facilitando y esti-
mulando relaciones vinculares, las que tienden a adquirir una fuerte
relevancia.12

En la revista Kürrüf Newentüaiñ «Voz de la Tierra que habla en el Vien-


to», elaborada por el colectivo Mapuche que lleva el mismo nombre, se
distingue una visión occidental en la que el hombre se comprendería a sí
mismo sobre la tierra, superior a ella, pudiendo ésta ser vendida, arren-
dada así como usurpada bajo cualquier método. En diferencia y com-
prensión Mapuche el hombre es parte de la Tierra. La CHE (gente) toma
por orientación la búsqueda de un vivir más armonioso, en equilibrio
con ella, por constituir un elemento que compone su Ser. El valor no
radica entonces en la acumulación de riquezas y el futuro mira siempre
hacia la memoria para ir construyendo presente.

Orientaciones más holísticas pueden facilitar el rescate de la dimensión


ética en el sentido más profundo, un mayor compromiso con la humani-
dad en la preservación de la naturaleza y con el establecimiento de una
relación «revolucionaria» entre hombres, animales y plantas, en una pro-
puesta de vida integral, ideal que sin embargo aparece ya en el pensa-
miento presocrático.

No es difícil encontrar voces en nuestro continente que expriman este


sentimiento, como lo hace Atahualpa Yupanqui en los versos:

«La partícula cósmica que navega en mi sangre es un mundo infinito


de fuerzas siderales / Vino a mí tras un largo camino de milenios cuan-
do, tal vez, fui arena para los pies del aire / Luego fui madera, raíz
desesperada / hundida en el silencio de un desierto sin agua / Después
fui caracol quién sabe dónde. Y los mares me dieron su primera pala-
bra. Después la forma humana desplegó sobre el mundo la universal
bandera del músculo y la lágrima...»

Lo comunitario: senderos para un presente.

Con lo dicho hasta aquí, por una parte hemos querido puntualizar que
las ideas no son neutras, ellas resultan dependientes del lugar donde se
producen y a la vez impactan de manera diversa. Si aceptamos esto nos
cabe pensar nuestra situación social más inmediata, en donde atender a

92 • Programa Caleta Sur


imaginarios resulta tarea pertinente e indispensable para quienes he-
mos optado por el quehacer comunitario.

Nuestra cultura se halla condicionada por la técnica en la medida en que


su poderío no sólo ha intentado dominar las fuerzas de la naturaleza,
sino también la vida social. Los imaginarios que se han impuesto a partir
de la consolidación Estado-naciones permean con afán homogeneiza-
dor el mundo social mediante complejos manejos políticos e ideológi-
cos, donde las diferencias pasan a ser vistas más como un «problema»,
que como mapas de orientación a nuevos significados.

Entenderlo de este modo, puede contribuir a reconocer e incorporar a la


subjetividad como parte de la comprensión de la realidad social, sin que
metodológicamente se la juzgue como factor perturbador. El Hombre
en su condición de actor, no puede observarse de manera neutra, esta-
bleciendo por ello una relación mucho más compleja que la enunciada
por la ciencia clásica positivista.

Quienes actuamos como facilitadores comunitarios compartimos esta


complejidad, puesto que hacemos parte de ámbitos y dimensiones so-
cioculturales en nuestro tránsito por comunidades diversas. Apresarnos
en ideas reducidas y/o idealizadas de comunidad, puede dificultar la vi-
sión de que somos parte de un proceso desde el cual emergen propues-
tas con nuevos y viejos acentos, donde el énfasis pareciera orientarse a
la búsqueda y construcción de lo vincular, lo afectivo, de la colabora-
ción, del diálogo.

En nuestra experiencia comunitaria nos hemos reconocido como parte


de un espacio por construir y significar. Esto se ha facilitado por una
resignificación de lo pedagógico, donde se intenta ir incorporando las
síntesis personales y colectivas, estimulando así lo testimonial en cada
uno de los Talleres de formación. Lo transdisciplinario viene siendo un
desafío de difícil tránsito, pero que entre sus frutos, ha propiciado una
perspectiva crítica frente a las dificultades y desafíos que plantea el tra-
bajo comunitario.

Como parte de los supuestos ontológicos, hemos ido aprehendiendo al


ser humano como constructor de conocimientos sobre la realidad, así
como un permanente intérprete de realidades complejas y dinámicas.
Por tanto el equipo en colaboración, ha diseñado aproximaciones de

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 93


trabajo desde las singularidades que lo configuran, vale decir, conscien-
te que en esto inciden desde historias de vida personales, experiencias
disciplinarias de formación, posicionamientos teóricos particulares que
buscan i orientándose más a lo ecléctico que al sesgo ideológico y disci-
plinario.

En este aspecto el reconocimiento del «sí mismo» ha sido un facilitador


para comprender al otro no desde una condición de «sujeto anómico,
carenciado, beneficiario» como suele entenderse desde lo institucional,
si no abiertos a un conocimiento - que pensamos - debiera surgir como
resultado de una experiencia construida entre sujetos/personas, en inte-
rrelación e intersubjetividad.

No obstante, queremos hacer hincapié en que no existiría apenas un


modelo de desarrollo local aplicable a todos los contextos puesto que
entendemos a las comunidades como sistemas dinámicos y complejos,
contenedoras de realidades múltiples. Esto impone una perspectiva tal,
que junto al asumir una actitud ética, incorpore como parte sustancial
de ella el reconocimiento a la experiencia histórico y sociocultural que la
configura, tanto en su singularidad, como en las redes sociales intra y
extra comunitarias, ambas dimensiones que a su vez la conectan con
otras realidades.

De hecho, nos parece que al situar el trabajo comunitario desde la pers-


pectiva del reconocimiento y valoración a un vasto caudal de bienes
sociales contenidos en la comunidad, permitiría reconstruir y fomentar
dinámicas de organización local. A su vez, esto contribuiría a promover
una canalización de argumentos y medidas propositivas hacia las autori-
dades con relación a las necesidades, tanto las llamadas reales como sen-
tidas - al fin y al cabo, necesidades cuya diferenciación hace parte de un
proceso que debiera ser esclarecido por las propias personas involucra-
das, todo esto si realmente queremos que el sentido comunitario se vea
fortalecido en la ejercitación de iniciativas autónomas de acuerdo a sus
propias motivaciones.

Al respecto, consideramos como uno de los mayores obstáculos que en-


trampa y suele dificultar el trabajo comunitario lo constituye el imagi-
nario «proyectivo». Etimológicamente la palabra «proyecto» «proviene
del latín «proyectu» que implica un «hacia delante», demandando ajus-
tar «estrategias» a «los objetivos» imprimiendo con esto una «actitud

94 • Programa Caleta Sur


proyectista», la que no pocas veces se contraviene y contrapone a los
ritmos comunitarios, haciendo de la participación una obsesión de parte
de los profesionales en la búsqueda de «resultados» para dar cumpli-
miento a las instituciones, cuando no constriñendo la voluntad de al-
canzar una coherencia metodológica de trabajo.

El eje articulador de la temática sobre «calidad de vida» y su «mejora-


miento», que aparece como argumento explícito o implícito en todos
los proyectos llamados de «Intervención Social», suele tener como tras-
fondo el tema del desarrollo, focalizándose actualmente, en lo que se
denomina «desarrollo local». En este marco, y de manera reciente, nue-
vos modelos conceptuales y también de intervención social, han venido
a interpelar una premisa que, de modelo interpretativo de la realidad,
estaría pasando a convertirse en una finalidad en sí misma.

Otra puntualización que estimamos pertinente, y a modo de ejercicio


reflexivo, guarda relación con la nominación de «actores sociales». Ac-
tualmente, dicha categorización resulta recurrente, no obstante se omi-
te el hecho que la condición de tal, ocurre no sólo cuando se es «escu-
chado» (beneficios de la democracia formal) sino cuando se cuenta con
«poder de hacer» (espacio de una democracia real y plenamente partici-
pativa).

Por tanto, un diagnóstico auténticamente participativo, debería dar cuen-


ta de los espacios reales que estarían permitiendo la constitución de
actores sociales o «sujetos de derecho». En este caso, pensamos que un
autodiagnóstico puede contribuir a generar un espacio de reflexión, con
relación a las posibilidades reales conque como comunidad, miembros
comunitarios y dirigencias, cuentan para ello.

La utilización de la metodología eminentemente cualitativa, se relacio-


na con el hecho de ser la que mejor logra dar cuenta del «proceso de
vivir» de las personas o sujetos sociales. Profundizando en el sentir de la
gente, generando a la vez, un espacio formativo por considerar a cada
miembro comunitario como un potencial participante activo de su pro-
pia cultura y responsable directo de los cambios culturales a los que co-
lectivamente pudieran aspirar.

Como ya lo señaláramos en el trabajo anterior, el eje articulador de la


temática de la «calidad de vida» y su «mejoramiento», argumento explí-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 95


cito o implícito en todos los proyectos llamados de «Intervención So-
cial», tiene como trasfondo el tema del Desarrollo, focalizándose ac-
tualmente, en lo que se denomina desarrollo local.

En este marco, y de manera reciente, nuevos modelos conceptuales y


también de intervención social, han venido a interpelar una premisa que,
de modelo interpretativo de la realidad, ha pasado a convertirse en una
finalidad en sí misma.

En tal sentido, queremos hacer hincapié en que no existiría un modelo


de desarrollo local aplicable a todos los contextos. Esto implica el reco-
nocimiento de las comunidades como sistemas dinámicos y complejos.
Contenedoras de realidades múltiples, lo que impone una perspectiva
tal, que junto al asumir una actitud ética, incorpore como parte sustan-
cial de ella, el reconocimiento a la experiencia histórico y sociocultural
que la configura, tanto en su singularidad como en las redes sociales
intra y extra - comunitarias que la conectan con otras realidades.

Lo anterior resulta clave para comprender al otro no desde una condi-


ción de «sujeto anómico, carenciado, cliente o beneficiario», todas ellas
visiones estáticas y reducidas de la condición humana. Se trata, en cam-
bio, de reconocer en las personas su condición de portadores de síntesis
culturales propias.

De manera colectiva hemos ido perfilando el trabajo comunitario que


queremos, desde cómo vemos y valoramos a las personas (integrales,
capaces de crear estrategias de vida, potencialidades) reconociendo como
procesos de construcción relevantes: los afectos, compromisos, confian-
za, conversación, horizontalidad, presencia y acompañamiento, sensibi-
lidad, y crítica de lo establecido institucionalmente.

Pensamos entonces, que no podemos desentendernos de una mirada


social tanto macro como micro, donde el predominio de la lógica de
mercado bajo la instalación de la competitividad, como único y legítimo
mecanismos de logros, «niega al otro» estableciendo un conflicto de
racionalidades que complejizan hoy, de forma particular el trabajo co-
munitario.

Una propuesta que nos resulta de particular interés es la del colombiano


Juancarlos Gamboa, historiador de vasta experiencia en el tema comu-

96 • Programa Caleta Sur


nitario y para quien se hace necesario distinguir entre las orientaciones
implicadas en la perspectiva del «desarrollo» y la que señala como «Plan
de Vida».

Para Gamboa, « pese a la apariencia [de] ambas posturas teórico-meto-


dológicas» estas «no sólo son bien diferentes, sino que llegan a excluirse
mutuamente» puesto que «la diferencia fundamental estriba en que
mientras la primera se funda en el desarrollo -al que usualmente acom-
pañan con calificativos como sustentable, sostenible, participativo, des-
de abajo, alternativo, endógeno... o, al que anteponen los prefijos de
etno o eco-, la segunda, parte de un crítica estructural y profunda a la
noción misma de desarrollo, intentando desnudar las consecuencias per-
versas que ha traído para las culturas no occidentales y los ecosistemas
en que perviven.»13

Por el contrario «Los Planes de Vida [sería] la estrategia privilegiada que


tienen los pueblos indígenas para plantear alternativas al desarrollo desde
sus cosmovisiones particulares.» Entendido así «los Planes de Vida apun-
tan a garantizar el devenir y la pervivencia de los pueblos indígenas en
consonancia con sus opciones civilizatorias propias».14

Siguiendo el ritmo de la reflexión, constatamos no sólo desde lo teórico


sino también desde la práctica, un quehacer comunitario tensionado por
múltiples aspectos. Más aun si aceptamos que el ser ciudadano, no pasa
por el mero hecho de tener cédula de identidad.

Este «mundo de la globalización» la Internet sorprende a muchas co-


munidades sin haberse apropiado aún de tal espacio, sin contar con ele-
mentos adecuados que se requieren para construir en ella un espacio de
intercambio y traspaso de información, de participación en función de
demandas colectivas que los Pueblos y comunidades desconocen, inclu-
so, respecto de sí mismas.

Por otra parte y como representantes de Género Humano, cabe pregun-


tarnos cuál es el tipo de «comunicación» que pudiéramos estar globali-
zando: ¿acaso el no saber escuchar?, ¿no expresar emociones, sentimien-
tos, afectos? Pensamos que quizás esté muy lejano el sueño de construir
un mundo mejor, pero esto bien puede revertirse si nos esforzamos por
comenzar a respetarnos en el cotidiano y hacer de la diversidad una
mirada clave del trabajo comunitario.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 97


Queremos finalizar como empezamos, dando continuidad a un ejercicio
de reflexión y escucha. Para esto la voz de Rigoberta vuelve a tomar la
palabra para orientar los pasos del sendero:

«Los convoco, en fin, a continuar ocupando, con dignidad y sentido pro-


positivo, los espacios ya abiertos en el debate internacional y a abrir
otros nuevos en todos los ámbitos de nuestras actividades y preocupa-
ciones. Aprovechemos este maravilloso instrumento de la tecnología para
multiplicar nuestros intercambios y busquemos los recursos y oportuni-
dades para ampliar, tanto como nos sea posible, la comunicación y la
participación de nuestras organizaciones y comunidades.»15

98 • Programa Caleta Sur


Notas y referencias

1 Ver: Rifkin, J.: «Entropía: Hacia el Mundo Invernadero», Edit. Urano,


Barcelona, España 1990.

2 Mensaje de Rigoberta Menchú en la Video Conferencia. Segui-


miento de La Conferencia Mundial Contra el Racismo. Ciudad de
México 22 de Octubre, 2001 Seminario electrónico del Semana-
rio uruguayo Inchalá [«hermano» en lengua charrúa] Nro.131
inchala@internet.com.uy

3 En palabras pronunciadas por A. Krenak Coordinador de las Nacio-


nes Indias de Brasil, durante 1992 en el Estado de Minas Gerais en un
Encuentro sobre Educación y Cultura. Krenak pertenece a la etnia
Pataxó y Krenak.

4 Rose M. Broggsitter en entrevista con motivo de la Feria Artesanal,


Parque Bustamante, Santiago - Chile, 1997

5 Mediante el término «transcripción», James Scott (1990) expresa las


críticas al poder haciendo dos distinciones: La «transcripción oculta»,
aquella que ocurre en privado y como «transcripción pública», en
abiertas manifestaciones contrarias a las relaciones de poder. En:
Antropología. Una Exploración a la Diversidad Humana. Kottak,
Conrad Phillips. Mc Graw-Hill, España, 1994 pp.455-456.

6 Ibid., p.456

7 En carta dirigida «para Amigos y Colegas» por Juan, un trabajador


tras haber sido despedido de una empresa en Santiago de Chile.

8 Ver en: artículo «Vidas Paralelas» Carlos Chimal Revista Sacbé V1 N° 0


p.89, México, 1993 pp.88-89

9 En: «El Yo Saturado», Gergen J. Kenneth cap.2 Edit. Paidós, España,


1992 p.45

10 Ver en: Documento: «Orden y Caos Prensa Científica» de Fernández


A. Rañada, Libros de Investigación y Ciencia. Introducción: Universi-
dad Complutense de Madrid, 1997.

11 Bombardeo de La Moneda Mario Toral, Estación Metro Universidad


de Chile Santiago, Chile

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 99


12 Van Kessel. J señala que el pueblo andino, fiel a sus raíces y cristiani-
zado por la fuerza expresa en el culto a la Virgen, Madre Universal
de los cristianos una re-creación del culto a la Pachamama, Madre
Universal de los pueblos andinos aceptando la confrontación del mito
de la modernización y el progreso que invade el Altiplano preser-
vando la sacralidad y ritualidad productiva evitando lo que llama «la
despachamización de la tierra» puesto que la cosmovisión compro-
mete al sistema cultural en su conjunto. En: Cuadernos de Investiga-
ción en Cultura y Tecnología Andina N° 6 (p. 1-39) CIDS, Perú, 1993.

13 En: Documento Una Aproximación Teórica Preliminar a los Planes


de Vida De Los Pueblos Indígenas, Juancarlos Gamboa Martínez Ase-
sor Dirección General de Asuntos Indígenas, Ministerio del Interior,
Bogotá, D.C., Agosto, 1999.

14 Ibid, Gamboa

15 Ibid, Menchú

Bibliografía

Berman, Morris: El reencantamiento del mundo, Edit. Cuatro Vientos,


Santiago, Chile, 1992.

Breindenbach J. e Ina Zukrigl En: «Modernidades Paralelas Diálogo de


las culturas» Revista Deutschland De Política, Cultura, Economía y Cien-
cias J e Ina, D20029F N° 3/2000 Alemania 2000 pp. 40- 43

Echeverría, Rafael: El Búho de Minerva, Santiago, Chile, 1998: Ontología


del Lenguaje, Edit. Dolmen, Santiago, Chile, 1995.

Eisler, Riane: El Caliz y la Espada. Nuestra Historia, Nuestro Futuro, Edit.


Cuatro Vientos, Santiago, Chile, 1991

Fabello, José R. Documento: A propósito de un anunciado conflicto en-


tre civilizaciones ABC Cultural, España, 1993.

100 • Programa Caleta Sur


Fernández Rañada, Antonio Documento: Orden y Caos Prensa Científi-
ca. Libros de Investigación y Ciencia. Introducción: Universidad
Complutense de Madrid, 1997.

Foucault, M: Las palabras y las cosas: Una arqueología de las ciencias


humanas Edit. Siglo XXI, México, 1978.

Gergen J. Kenneth: El Yo Saturado», Edit. Paidós, cap.2 España, 1992.

Gruzinski, S.: La colonización de lo imaginario. Sociedades Indígenas y


Occidentalización... Edit. FCE, México, 1991

Guidieri, Remo: La Abundancia de los Pobres, FCE, México, 1989.

Kottak, Conrad Phillip: Antropología, Edit. Mc. Graw-Hill, España, 1994.

Lechner, Norbert: Los patios Interiores de la Democracia, FLACSO, FCE;


Chile, 1990.

Nemeth-Baumgartner, Antonia: Macrometanoia, Edit. Sudamericana,


Santiago, Chile, 1993.

Fernández Rañada: En: Documento «Orden y Caos». Prensa Científica


Física Teórica, Libros de Investigación y Ciencia, Universidad Complutense
de Madrid. 1997.

O Gorman, E: «La Invención de América» Siglo XXI, México, 1979.

Prigogine, Ilya. El Fin de las Certidumbres. Madrid, Taurus, 1997.

Rifkin, J.: «Entropía: Hacia el Mundo Invernadero», Edit. Urano, Barcelo-


na, España 1990.

Rosaldo, R : «Cultura y Verdad, Nueva Propuesta de Análisis Social» Edit.


Grijalbo, México, 1991.

Van Kessel, J.: Cuadernos de Investigación en Cultura y Tecnología Andi-


na N° 6. CIDSA, Perú, 1993.

Weil Pierre: «Holística una nueva visión y abordaje de lo Real», Edit.


Palas Athena San Paulo, Brasil, 1990.

Zukav, Gary: La Danza de los Maestros. La Física Moderna al alcance de


todos, Edit. Argos Vergara, S.A. Barcelona, España, 1981.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 101


Mención Honrosa
Gianinna Muñoz y Miguel Perez (Camilo Antú)

UNIÓN COMUNAL DE ORGANIZACIONES SOCIALES DE PUTAENDO


Una experiencia de trabajo comunitario hacia el
Fortalecimiento de la Organización Autogestionada

1. Contextualización de la organización social: distintas lógicas


acerca de la participación.

Para presentar las distintas lógicas que subyacen a la comprensión de la


organización social y la participación ciudadana en el contexto chileno
contemporáneo, es imprescindible remitir brevemente al Régimen Mili-
tar y a las consecuencias de este período en lo que se refiere a los aspectos
que impactaron profundamente la vida de los sectores populares y condi-
cionaron las experiencias de las comunidades y de las organizaciones.

Sin duda, el miedo es uno de los rasgos más significativos de este perío-
do, además de la sensación de inseguridad y precariedad que provenían
tanto de la política represiva como de la política económica. «La política
represiva fue continua y combinó formas ‘selectivas’ y ‘masivas’, apuntó
no sólo a destruir las organizaciones políticas, sino también sociales y a
paralizar por el miedo las posibilidades de articulación de los sectores
populares (...) al miedo provocado por la represión se sumó así este otro
miedo, más cotidiano y más extendido: el miedo de la inseguridad, de la
precariedad de la vida; el miedo que golpeaba provocando abatimien-
to y desesperanza; el miedo que cotidianamente hacía perder la autoes-
tima a miles de pobladores.» (Castillo en Correa & Noé, 1998).

Desde otro punto de vista, la imposición del Régimen Militar constituyó


una ruptura histórica con los procesos en que se encontraban los movi-
mientos sociales, ruptura que se materializa debido a la presión que el
régimen ejerció sobre el movimiento popular. Al respecto, Salazar (1990)
señala que esta ‘Revolución Liberal’, paradójicamente implicó el fortale-
cimiento y dinamismo de las organizaciones sociales en cuanto a su opo-
sición al régimen imperante «El régimen establecido por los militares no
ha hecho desaparecer las condiciones estructurales que se habían esta-

102 • Programa Caleta Sur


do generando. Más bien creó una situación todavía más crítica que la
que esa clase tenía antes de 1973.» (Salazar, 1990: 352).

A partir de 1990 el escenario político, económico y social chileno sufre


algunas transformaciones que impactan en la constitución y desarrollo
de organizaciones sociales y en las dinámicas de participación. Los Go-
biernos de la Concertación asumen los cambios y desafíos de este perío-
do, reconociendo que los procesos de transición y consolidación de la
democracia política se enmarcan en una crisis que consiste en la trans-
formación profunda de la matriz de constitución de actores sociales.

Las motivaciones para participar en organizaciones sociales y en otras


instancias de participación, decaen notablemente desde la instauración
de los Gobiernos de la Concertación. Las organizaciones sociales han
dado cuenta de la ausencia de una hipótesis revolucionaria que guíe su
accionar (Garretón, 1990). Esta ‘desmotivación’ ha traído consigo el que
algunas organizaciones sociales desaparezcan de la arena política, mien-
tras que las organizaciones sociales que persisten, buscan alcanzar otro
tipo de objetivos que ya no guardan relación con la oposición y resisten-
cia política, puesto que el contexto ha cambiado y ya no presenta los
mismos desafíos.

Desde 1990 se ha observado que la clase política de los gobiernos de la


Concertación ha estado intentado esfuerzos para fomentar la participa-
ción de las organizaciones sociales, participación orientada a la apertura
de los espacios políticos y sociales que permanecieron cerrados durante
la gestión del Régimen Militar. Sin embargo, este período de transición
política de régimen autoritario a ‘democrático’, tiene un dudoso impac-
to en el fortalecimiento de la participación y la ciudadanía , porque esta
transición política se visualiza más bien como un pacto - o una especie
de tregua - entre los bandos políticos en conflicto, de modo de lograr
generar una nueva ‘normalidad’ nacional. (Correa, 1998).

Desde esta perspectiva, la lógica de los Gobiernos de la Concertación con-


tinúa entendiendo la idea de participación desde una lógica que se sus-
tenta en la visión de la elite política, es decir, la toma de decisiones sigue
centralizada en un pequeño grupo con gran poderío. La organización
social es reducida a instrumento de colaboración para las políticas del
gobierno tanto a nivel central como a nivel local. Así, el lema de las insti-
tuciones que fomentan la organización que contribuya al resguardo de la

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 103


‘normalidad nacional’, se sustenta en la búsqueda de una mejor calidad
de vida para ‘la gente’, denominación viciada y sobreexplotada por parte
ciertos sectores políticos, para referirse a los agentes de la sociedad civil,
dejando en el pasado el término ‘pueblo’ o ‘sector popular’.

Dentro de los avances a reconocer por parte de la gestión de los Gobier-


nos de la Concertación en materias de fomento de la participación de las
organizaciones sociales, se destaca el hecho de que en 1990 se dicta la
Ley 18.893, en la cual se establece la otorgación de personalidad jurídi-
ca por parte de los Municipios a las organizaciones sociales de base de
cada comuna, así como la elección democrática de los dirigentes de
cada organización.

Esta ley facilita el surgimiento de nuevas organizaciones sociales, sin


embargo, a pesar de la concreción de esta importante medida, la lógica
autoritaria y centralista se repite en todo su articulado. Esto se mani-
fiesta, por una parte, en que la nueva normativa continúa sometiendo a
las organizaciones al control social y a los procesos burocráticos del go-
bierno. Por otra parte, es el dirigente organizacional quien asume el
protagonismo y no necesariamente las bases de cada organización, así
se sigue reproduciendo la lógica autoritaria que obstaculiza la participa-
ción activa de las personas.

De esta forma, los dirigentes se integran a las políticas de gobierno y


pasan a ser meros gestionadores de las aspiraciones materiales de su
sector, permaneciendo las bases como receptores pasivos de los benefi-
cios de dicha gestión.

2. Unión Comunal de Organizaciones Sociales de Putaendo: Par-


ticipación y democracia como fin último de la gestión social.

La comuna de Putaendo es una de las más extensas de la Provincia de


San Felipe en la Quinta Región. Fundamentalmente su economía esta
basada en la pequeña agricultura que explota 6000 hectáreas de bajo
riego. En forma cíclica se dan períodos de alta sequía.

En esta comuna, la población rural representa el cincuenta por ciento de


la población total, y según el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (2000), la comuna de Putaendo es la décimo tercera comuna
más pobre a nivel nacional.

104 • Programa Caleta Sur


Entendiendo la pobreza como un fenómeno que abarca mucho más que
las carencias materiales de la población, es posible señalar que esta si-
tuación se agudiza aún más con la estigmatización acerca de las capaci-
dades de las personas para desarrollar y fortalecer organizaciones auto-
gestionadas.

De ahí que la necesidad de demostrar que las comunidades pobres po-


seen valores compartidos, tradiciones, sabiduría acumulada, redes de
solidaridad, expectativas de reciprocidad y de cooperación, etc., se im-
pone como un desafío para las diversas organizaciones comunales en
general.

Estas y otras capacidades de la comunidad demuestran que, a pesar de


la situación de pobreza, existe un potencial capital social dispuesto a ser
explotado por los mismos sujetos «La idea de «capital social» de crecien-
te difusión rompe categóricamente los mitos sobre las comunidades
pobres. Una comunidad puede carecer de recursos económicos, pero siem-
pre tiene capital social. Cuando logran movilizar ese capital social los
resultados pueden ser impotantes, ya que a diferencia de otras formas
de capital, el capital social es el único que aumenta con su uso». (Kliksberg,
1999: 168) Una de las experiencias más destacadas acerca del fortaleci-
miento del capital social de la comuna de Putaendo se representa en el
surgimiento de la UCOSP, la que se ha configurado a través de una for-
ma de organización social que releva la participación como un instru-
mento de materialización de la ciudadanía y la democracia, entendien-
do que las bases de cada organización son los actores claves en la ges-
tión organizacional.

La UCOSP se comenzó a perfilar como tal desde el año 1998, cuando la


Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Putaendo realiza una convoca-
toria para realizar el Primer Congreso Comunal de Organizaciones So-
ciales de la zona. En esta instancia se desarrolló una amplia discusión
con respecto a la ‘crisis’ de participación que afectaba a las organizacio-
nes sociales de la comuna, destacando como punto principal, la progre-
siva centralidad que las organizaciones funcionales habían adquirido.

Esto, que en un principio enriquecía la pluralidad y diversidad de expre-


siones de la comunidad, en cierto sentido debilitaba el funcionamiento
y el fortalecimiento de las Juntas de Vecinos y generaba un escenario de
disgregación y de apatía social.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 105


Como propuesta para abordar esta crisis de participación, se resolvió
trabajar para la creación de una orgánica que coordinara a las distintas
organizaciones de la comuna, lo que implica no reducir la idea de orga-
nización a las Juntas de Vecinos, ni a ciertas organizaciones de carácter
funcional, sino que considerar la gran variedad de organizaciones que
existen en la comuna.

Así, la UCOSP surge como resultado del trabajo en este Primer Congre-
so, comprometiéndose como una instancia autogestionaria que unifica
y coordina las diferentes organizaciones sociales de la comuna, capaz de
efectuar un trabajo comunitario con organizaciones territoriales y fun-
cionales en conjunto (Fundación Nacional para la Superación de la Po-
breza, 2000).

En el año 2000 se concretó la aprobación de los estatutos de la UCOSP,


los que contemplan la conformación de Consejos Directivos de Organi-
zaciones Sociales por Sector, en la perspectiva de proponer al Concejo
Municipal la transformación de dichos sectores en diez Unidades Veci-
nales . Actualmente, la totalidad de estos sectores conforman veintiuna
Unidades Vecinales, según la Ley de JJ.VV y Organizaciones Sociales en
vigencia.

La idea de contar con diez Unidades Vecinales apunta a facilitar las re-
des de comunicación entre una organización y otra, ya que como se
señaló, la comuna está conformada por amplios sectores rurales en los
cuales se ve obstaculizada la comunicación debido a las distancias. Así, el
Consejo Directivo local abarcará diez sectores geográficamente estraté-
gicos, de tal manera que se logre una mayor fluidez en la comunicación
entre los sujetos de las organizaciones y el poder central coordinador y
ejecutor de las demandas de las bases. Los Presidentes de cada Consejo
Directivo Local, conformarán el Consejo Directivo Comunal.

Con la lógica que se pretende implementar, se rescatan las discusiones


presentes en las bases de cada organización que conforma un sector,
permitiendo y fomentando una comunicación constante y fluida entre
éstas y la Directiva de la UCOSP, lo cual a su vez, apunta a la construcción
de formas de participación más democráticas.

Analizando lo anterior bajo el planteamiento de Sáez, es posible afir-


mar que la UCOSP se orienta hacia una participación activa y directa de
la comunidad y de las organizaciones, que reconoce la dignidad y la

106 • Programa Caleta Sur


capacidad como el mejor recurso que tiene la sociedad para hacer posi-
ble el logro de resultados exitosos en distintas iniciativas autogestiona-
das «La calidad de las soluciones depende, tanto o más que de las capa-
cidades técnicas puestas al servicio de la comunidad, de la capacidad de
desatar energías sociales que permitan desarrollar esfuerzos e iniciati-
vas propias, incentivando la creatividad y la solidaridad, convirtiendo a
las personas en actores de su destino y no en receptores pasivos de ofer-
tas externas.» (Sáez en Correa & Noé, 1998: 65 - 66).

Además, la gestión realizada por la UCOSP es considerada novedosa por


su gran capacidad de convocar, acoger y coordinar diversas organizacio-
nes en su estructura actual, la cual está conformada aproximadamente
por ciento cuarenta organizaciones, tanto de carácter territorial como
funcional. La UCOSP cuenta con treinta y ocho Juntas de Vecinos, vein-
tiún Clubes Deportivos, dieciséis Comunidades Cristianas, dieciséis Clu-
bes de Adulto Mayor, nueve Clubes de Rodeo Laboral, siete Comités de
Adelantos, seis Centros Juveniles, dos Centros de Madres. Además parti-
cipan las Federaciones Nacionales de Trabajadores del Hospital Psiquiá-
trico y Hospital San Antonio, el Centro Padres del Liceo Manuel Marín
Fritis, el Colegio de Profesores, el Centro Popular de Putaendo, la Orga-
nización de Tejenderas, el Consejo Local de Deporte, la Corporación Cul-
tural, la Mutual de Seguridad Veintiuno de Mayo, la Línea de Colective-
ros de Putaendo, la Línea de Microbuses Puma, la Asociación Gremial de
Agricultores de Putaendo, la Asociación de Fútbol de Putaendo, la Unión
de Clubes de Rodeo, el Parque Escultórico Cementerio de Carretas, la
Asociación de Artesanos de Putaendo, entre otras.

Lo anterior deja en evidencia la capacidad de la UCOSP de articular la


pluralidad de demandas y de visiones con respecto a la organización
social y a las estrategias más pertinentes para la consecución de una
participación más democrática, así como la capacidad de trabajar reco-
nociendo la diversidad que subyace el debate en torno a eventuales te-
mas, como por ejemplo la actitud y reacción de la UCOSP frente a de-
mandas o conflictos con otras entidades.

Relacionado estrechamente a lo anterior, cabe destacar que dentro de


los principales lineamientos de la UCOSP se encuentra el debate acerca
de las políticas implementadas por el gobierno a nivel local en lo que
respecta a la superación de la pobreza, educación, salud, empleo, etc.
Además, la demanda en contra de los abusos de empresas monopólicas
de servicio a la comunidad, como las empresas de energía eléctrica y de

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 107


agua potable, ha presentado la oportunidad de generación de propues-
tas sobre éstas y otras materias. Ambas instancias de reflexión y debate
fomentan uno de los principales objetivos de la UCOSP, que tiene rela-
ción con devolver las capacidades y el poder a las bases, para romper
con el paternalismo clásico que se presenta como una ‘herencia’ del ré-
gimen militar.

Desde esta perspectiva, la participación democrática que es fomentada


y fortalecida por la UCOSP, contribuye a que los miembros de las organi-
zaciones potencien su capacidad de empoderamiento para tener opi-
nión fundada y posibilidades de efectuar críticas y proposiciones inno-
vadoras de gestión social «El proceso participativo ha tenido un enorme
impacto en el empoderamiento, en la habilidad de los ciudadanos para
responder a los retos organizadamente, como comunidad, y en la capa-
cidad de trabajar en forma conjunta para mejorar la calidad de la admi-
nistración pública y en consecuencia, la calidad de la vida». (Kliksberg,
1999: 170). Es importante recalcar que a través del trabajo comunitario
que efectúa la UCOSP, que se sustenta en la categorización de sujetos
activos en los procesos de toma de decisiones, se está potenciando una
mirada desde las capacidades y potencialidades de las personas, evitan-
do caer en la lógica tradicional de encapsular a las personas desde sus
carencias y problemas. Por el contrario, la UCOSP orienta el trabajo ha-
cia el fortalecimiento de la comunidad, apoyando, desde las interrela-
ciones de reciprocidad, la competencia y la apropiación del poder por
parte de los miembros de las organizaciones. Es un trabajo para que la
comunidad se adjudique más poder.

Otra iniciativa que ha sido desarrollada por la UCOSP se refiere a la


gestión integral que ha logrado mantener con otros programas y con
otras organizaciones e instituciones, de modo de atender demandas con-
cretas acerca de los fenómenos emergentes en la comunidad, como por
ejemplo el aumento de los suicidios juveniles. Actualmente se está desa-
rrollando un programa de prevención en salud de acuerdo a las políti-
cas de la UCOSP y no tan sólo ‘acatando’ pasivamente las consideracio-
nes y lineamientos diseñados por el Ministerio correspondiente.

Esto último es de gran relevancia, porque el hecho de que la UCOSP


articule dimensiones de su intervención social con organismos guberna-
mentales, no implica que asuma una posición de subordinación ante
éstos. La UCOSP ha logrado hacer valer su visión y sus alternativas de
intervención ante el fenómeno, pero cabe considerar también que este

108 • Programa Caleta Sur


logro se concretizó después de intensas sesiones de debate entre los
distintos miembros de la organización y también con los representantes
del Ministerio de Salud, lo que constituye una evidencia que ejemplifica
lo señalado en torno al tema del empoderamiento. La UCOSP lucha en
cada instancia por la apropiación de los espacios de decisión política que
afectan la capacidad de gestión organizacional y por supuesto, la cali-
dad de vida de la comunidad en general.

3. Reflexiones en torno a la experiencia de la UCOSP

Todas estas experiencias protagonizadas por la UCOSP confirman que, si


bien ésta es una organización relativamente nueva que aún tiene mu-
chos desafíos, tiene también grandes posibilidades de fortalecerse en
forma creciente. Desde este punto de vista, es importante mencionar
que la mayoría de los documentos acerca de la gestión local, proponen
que la participación ciudadana debe ser potenciada a partir de una vo-
luntad política de las autoridades gubernamentales, tanto a nivel local
como central. Contrariamente, la UCOSP, ha constatado a través de su
experiencia, que a pesar de la voluntad política de las autoridades muni-
cipales que obstaculizaron su surgimiento y desarrollo, además de salir
adelante, logró imponerse como una organización capaz de enfrentar
horizontalmente a la autoridad municipal, debido principalmente a la
legitimidad que ha alcanzado la organización en el ámbito comunitario.

En este sentido, cabe la reflexión acerca de que la búsqueda de una


sociedad democrática no depende exclusivamente de la autoridad, por
el contrario, este horizonte tiene mayor legitimidad si surge como de-
manda de la propia comunidad.

La potenciación de los distintos actores que son capaces de alzar la voz


ante el desacuerdo, haciendo valer sus derechos ciudadanos, puede cons-
tituirse en el levantamiento de un proyecto político que oriente su ac-
cionar hacia un modelo de sociedad diferente. Un proyecto político que
sea capaz de mirar retrospectivamente, concretizando aprendizajes orien-
tados a la búsqueda de una organización social para actuar y vivir la
comunidad desde los principios de solidaridad y sociabilidad.

Lo anterior tiene relación al fin último que persigue la UCOSP con res-
pecto a la organización, no reduciéndola a la calidad de medio para
alcanzar un fin, - como por ejemplo la satisfacción de las necesidades
materiales de la organización - sino que otorgándole un sentido mucho

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 109


más amplio y más profundo. Es decir, la organización social constituida
como fin en sí mismo, organización orientada al fortalecimiento de la
ciudadanía y de la democracia que apunten a la devolución del poder a
las bases sociales, para que de esta manera, a través del poder local se
fortalezca el capital social.

Las características generales que se han presentado permiten dejar abierta


la interrogante acerca de la posibilidad de replicación de esta experien-
cia de trabajo comunitario en otras localidades, considerando que la
provisión de experiencias positivas de autogestión y empoderamiento
puede constituirse como un gran aporte para pensar intervenciones so-
ciales que se sustenten en experiencias exitosas incorporando estrate-
gias de innovación para situaciones o fenómenos particulares.

110 • Programa Caleta Sur


Bibliografía

• Carmona, E. Gestión Participativa Local: Posibilidades y Limitaciones.


En: Estudios Sociales, Corporación de Promoción Universitaria, 1997.

• Correa, E. & Noé, M. Nociones de Una Ciudadanía que crece. FLACSO,


Chile, 1998

• Fundación Nacional para la Superación de La Pobreza. Caminos de


Innovación en Ciudadanía. Programa Ciudadanía y Gestión Local,
2000.

• Garretón, M. ¿Reforma del Estado o Cambio en la matriz socio polí-


tica? Documento de trabajo, FLACSO - Programa Chile Serie de Estu-
dios Sociales Nº 30 Santiago, 1992.

• Kliksberg, B. El rol del capital social y la cultura en el proceso de


desarrollo. En: Kliksberg, B (Compilador) «Capital Social y Cultura.
Claves estratégicas para el desarrollo». Ediciones Fondo de Cultura
Económica. Buenos Aires, 2000. Pág.19 a 58.

• Kliksberg, B. Seis tesis no convencionales sobre participación. En:


Kliksberg, B (Compilador) «Capital Social y Cultura. Claves estratégi-
cas para el desarrollo». Ediciones Fondo de Cultura Económica. Bue-
nos Aires, 2000. Pág.167 a 196.

• Moulian, T. Chile Actual: Anatomía de un Mito. Ediciones LOM, San-


tiago, 1997.

• Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Desarro-


llo Humano en Chile 2000. Editorial Pilar Velasco Carvallo. Santiago,
2000

• Rondeau, G. Empoderamiento y la Práctica Social. Cannadian


Association of Social WorK. Montreal, 2000. Pág. 239 a 246

• Salazar, G. «Violencia Política Popular en las ‘Grandes alamedas’»,


ediciones SUR, Santiago 1990.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 111


Mención Honrosa
Loreto Ramírez y Mauricio Alvarez (Raimon)

Grupos Operativos en Intervenciones Comunitarias

Introducción
Si se revisan los objetivos con que se planteaba la Psicología Comunita-
ria en sus inicios, y especialmente en Latinoamérica, aparece la Autoges-
tión como uno de los principales. En este sentido, podemos encontrar
un gran número de psicólogos comunitarios, que declaran que uno de
los roles de la disciplina es el de facilitar procesos autogestivos (Monte-
ro, M.; Asún, D.; etc.): «La autogestión aparece unida a la concepción
misma de Psicología Comunitaria adoptada en América Latina, que ape-
nas surgida definió los principios que la orientan...» (Montero, M. 1993).

Ahora bien, es necesario saber de qué estamos hablando cuando se pro-


pone la autogestión como uno de los ejes en torno de la cual debe girar
la acción del psicólogo comunitario. Edvard Kardelj propone que la idea
de la autogestión es «resultado de aspiraciones permanentes del hom-
bre en pro de la libertad y de la libre creación, por el dominio de las
leyes objetivas de la naturaleza y de la sociedad, por una vida mejor»
(Kardelj, E. 1980). Es decir, que se trata de un concepto referido a la
organización del hombre o de una comunidad en torno a la transforma-
ción activa del medio material, donde se haría real la posibilidad de ges-
tionar, en forma autónoma, los medios, condiciones y productos del tra-
bajo. En este sentido, la autogestión es entendida como en contraposi-
ción a la participación, pues si consideramos, como dice Tomasetta, que
«...participar significa contribuir a la consolidación y supervivencia de
un sistema ordenado de valores ajenos a los verdaderos intereses de los
productores (y que incluso transforman a estos en consumidores perma-
nentes del propio trabajo enajenado)...» (Tomasetta, L. 1979), podemos
decir que la autogestión es justamente lo contrario, ya que aquí la orga-
nización es producto directo de las relaciones que se establecen al inte-
rior de un determinado grupo o comunidad.

112 • Programa Caleta Sur


Cabe preguntarse, entonces, en qué medida el rol del psicólogo comuni-
tario ha cumplido con los objetivos que tienen que ver con la autoges-
tión. De acuerdo a Domingo Asún (1993), es muy baja la representativi-
dad de psicólogos en procesos autogestivos, más probable es encontrar
administradores, educadores y médicos, sin embargo propone que «...las
habilidades sociales, habilidades de flujo de decisiones, habilidades de
control, de realización de acciones transformables, autodeterminación,
autodirección, identidad como grupo, todos esos son procesos psicoso-
ciales que tienen que ver con la autogestión» (Asún, D. 1993), y que por
lo tanto pueden ser estudiadas y asumidas por el psicólogo comunitario
como variables importantes a la hora de intervenir.

La idea que aquí pretendemos desarrollar es que si bien la Psicología


Comunitaria como disciplina se ha visto dificultada en la tarea de facili-
tar procesos autogestivos en las comunidades, esto puede ser superado
a través de la utilización de técnicas grupales. Lo cual, en todo caso, no
debe ser entendida como una cuestión sólo metodológica, sino que debe
considerarse como una ampliación de los marcos referenciales con los
cuales se cuenta en dicha disciplina.

En este sentido, consideramos importante la técnica y teoría de grupos


operativos propuesta por Enrique Pichon-Rivière, pues si tomamos en
cuenta la noción de sujeto que se halla a la base de su teoría y propuesta
técnica: «El sujeto es sano en tanto aprehende la realidad en una pers-
pectiva integradora, y tiene capacidad para transformar esa realidad,
transformándose a la vez él mismo (...) está activamente adaptado en la
medida que mantiene un interjuego dialéctico con el medio» (Pichon-
Rivière, 1970), podemos considerarla como una cuerpo teórico y técnico
donde la autogestión es una posibilidad real, al menos a partir de sus
supuestos. Por otro lado, si consideramos al grupo como el punto donde
se articula lo social con lo individual, o dicho de otra forma lo eminente-
mente político y lo psicológico, podemos proponer al grupo como el
lugar por excelencia donde debiera intervenir el psicólogo comunitario.

El problema que se nos presenta entonces, es el de cómo ampliar el cam-


po teórico con el cual cuenta actualmente la Psicología Comunitaria,
permitiendo la utilización de conceptos y nociones psicoanalíticas, lo que
permitiría cuestionar la idea de que estas sólo pertenecen al campo de
la clínica. Es decir, lo que pretendemos plantear es que es posible pensar

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 113


en un transito, tanto en el plano de la práxis como de lo meramente
teórico, desde el psicoanálisis a la psicología social-comunitaria.

Por otro lado, es relevante mencionar que la reflexión en torno al traba-


jo comunitario, y específicamente el trabajo a través de grupos, permi-
te abordar y desarrollar una de las principales discusiones de la psicolo-
gía social y de las ciencias sociales en general, esto es la tensión indivi-
duo/sociedad. En el plano de lo grupal es posible trabajar sobre aquello
que Mendel define como la regresión de lo político al plano de lo psico-
lógico, pues «...el plano de lo psíquico aparece como aquel que se orga-
niza según las estructuras de parentesco y sus conflictos subjetivamen-
te vividos (en particular en la escena primaria inconsciente). El plano de
lo político, en cambio, se organiza según la distribución en clases socia-
les objetivamente conflictivas» (Mendel, G. 1973).

Intervención Comunitaria a través de Grupos


Ana María del Cueto considera que una intervención comunitaria debe
tomar al grupo como unidad básica de análisis e intervención. En los
grupos se articularían una serie de variables que posibilitarían la eficacia
de la intervención, considerando que desde ese lugar -inevitablemente-
se opera en al menos tres planos: lo individual, lo propiamente grupal, y
lo comunitario o institucional.

Por otro lado, considerando aportes más recientes que integran al tra-
bajo grupal contribuciones de la teoría desarrollada por Guattari, pode-
mos decir que, además, las intervenciones comunitarias en grupo repre-
sentan una buena alternativa en la búsqueda del cambio social, pues se
ha entendido al grupo como «el lugar por excelencia de producción sub-
jetiva, de creación y reproducción de sentidos» (Del Cueto: «Grupos, Ins-
tituciones y comunidad», pág. 29), ya que en los grupos sería posible la
elaboración y aprendizaje de nuevos conocimientos, ocupando un lugar
estratégico en un espacio intermedio entre instituciones y organizacio-
nes. Por otro lado, en el grupo operan inscripciones históricas que evi-
dencian las significaciones imaginarias de una comunidad. Esto aparece-
ría a través de lo que se ha llamado imaginario grupal, el cual daría
cuenta del imaginario social instituido, es decir, de aquello que le otor-
garía identidad a una determinada comunidad, aquellas concepciones y
producciones que han sido cristalizadas y perpetuadas por los sujetos,

114 • Programa Caleta Sur


los grupos y las instituciones, y que de un modo u otro obstaculizan la
posibilidad de cambio al interior de la comunidad.

Es en esta dirección en que se habla del grupo como un lugar de crea-


ción de nuevos sentidos, ya que en ellos sería posible la aparición de lo
instituyente, aquello que Castoriadis entiende como lo que otorga las
fuerzas necesarias para cambiar una institución, para modificar o reem-
plazar el orden de lo instituido. En este punto es urgente tratar el tema
de cómo entenderemos el concepto de institución y su relación con el
concepto de comunidad.

Entendemos la institución como «...un conjunto de normas y pautas y


actividades agrupadas alrededor de valores y funciones sociales» (Bleger,
J. 1970). En este sentido, la institución implica de una u otra forma la
rigidización de ciertas normas; normas que tienen su origen en el en-
frentamiento de problemas concretos, pero que se tornan en una for-
malidad incuestionable, que toma vida por si misma, lo que la vuelve
una organización completamente burocratizada. Cabe señalar el aporte
de los institucionalistas franceses, para quienes la institución debe cum-
plir con dos objetivos básicos: perdurar en el tiempo y respaldar al Esta-
do, por lo que la institución sería el principal obstáculo frente a las posi-
bilidades de plantear un cambio en el orden social.

Por otro lado, sostenemos que es prácticamente imposible hacer una


distinción entre institución y comunidad, pues a lo sumo ésta última
puede ser entendida como un subconjunto de las primeras, con ciertas
particularidades geográficas, históricas y temporales que le dan el carác-
ter propio de comunidad, pero en lo profundo mostraría el mismo tipo
de dinámicas y características que cualquier institución.

Las Demandas

La Demanda Histórica:

Antes de entrar a describir y analizar cómo es entendida la demanda


propiamente tal realizada por una comunidad hacia un equipo de inter-
vención, es necesario hacer un breve recorrido donde sea posible evi-
denciar las condiciones históricas que posibilitaron por un lado las pro-
puestas teóricas y técnicas grupales, así como también el desarrollo de la
psicología comunitaria en Latinoamérica.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 115


Con respecto a los trabajos con grupos, Ana María Fernández* distingue
dos demandas bastante distintas: por una lado aquella realizada a los
microsociólogos empresariales norteamericanos alrededor del año 1930,
la cual podemos establecer incluso como punto de partida de la escuela
de las Relaciones Humanas en psicología organizacional. En ese momen-
to las condiciones imperantes en el mundo empresarial estaban deter-
minadas por la administración científica del trabajo, por lo que la de-
manda en ese momento podría conceptualizarse como «mantener y
mejorar la producción de la gran empresa» por un lado, y por otro más
amplio y explícitamente político: «reforzar los ideales democráticos».
Ante lo primero, tenemos como experiencia central la intervención en la
Western Electric Company llevada a cabo por Elton Mayo. Frente a lo
segundo, encontramos a Kurt Lewin con su teoría del campo, otorgán-
dole mayor relevancia al tema de la discusión y participación grupal,
definiendo al grupo a partir de la interdependencia entre sus miembros.
Ambos desarrollos teóricos y técnicos convergen en lo que podemos
denominar la escuela de Dinámica de Grupos. Esta disciplina abordará
temáticas tales como el liderazgo, los roles, toma de decisiones, proce-
sos de cambio, etc. y serán aplicadas a los más diversos campos de inter-
vención: lo organizacional, lo educacional, estudios de mercado, etc. Es
necesario destacar que estos trabajos operan sobre un plano eminente-
mente explícito, lo que dejaría afuera una serie de aspectos de suma
relevancia para entender e intervenir en un grupo que se encontrarían
en un nivel más bien implícito.

Por otro lado, Fernández propone que en Latinoamérica se habrían ve-


nido dando procesos de movimientos sociales y luchas populares alrede-
dor de los años de 1960, lo cual es particularmente en Argentina toma-
do por Pichón-Rivière como una demanda sobre todo en el contexto de
los estudiantes universitarios, cansados de la jerarquía dentro de las es-
cuelas de medicina y al interior de la APA (asociación psicoanalítica ar-
gentina). Es en estas circunstancias en que la experiencia Rosario ad-
quiere tanta importancia. A través del trabajo en Grupos Operativos se
pretendía crear las «condiciones para que palabras y cuerpos sofocados
en las jerarquías instituídas pudieran ponerse en movimiento» (op. cit,
p.76). En este sentido, Pichón-Rivière vendría a entregar herramientas
para poder ver la inscripción institucional y los procesos inconscientes
que se ponen en juego en las dinámicas grupales, o dicho de otra forma,
poder hacer explícito lo implícito. Si para Lewin lo que definía al grupo
era la interdependencia de sus miembros, para Pichón-Rivière será la

116 • Programa Caleta Sur


tarea (y las dificultades en su abordaje) el centro del trabajo en grupo
operativo.

Ahora bien, con respecto a la Psicología Comunitaria en Latinoamérica,


podemos decir que ésta surge bajo el mismo contexto que la teoría de
los grupos operativos de Pichon-Rivière, sin embargo a ello se le agre-
gan demandas propias de la disciplina de la Psicología Social, que para
entonces se encontraba en la denominada crisis de relevancia. Así, por
ejemplo, podemos encontrar que para Maritza Montero, la Psicología
Comunitaria surge cuando el paradigma positivista ya está entrando en
crisis, con la clara idea de trabajar «en, con y para la comunidad», lo que
implicaba redefinir el objeto, método, teoría y rol profesional. Si bien el
trabajo en comunidades ya era realizado por otras disciplinas como la
antropología y la sociología, la psicología aún en los 70` no se incorpora-
ba formalmente a dichas líneas de trabajo.

De esta forma, podemos decir que la Psicología Comunitaria viene a res-


ponder a la demanda social de una disciplina que cubriera teórica, me-
todológica y profesionalmente las urgencias de una América latina atra-
vesada por problemas de pobreza, marginalidad y contextos políticos
en transformación. En ciertos países antes (Puerto Rico: 1975), en algu-
nos después (Brasil: mediados de los 80‘), surge la Psicología comunita-
ria desde la psicología social, como una disciplina con una orientación
fundamental hacia el cambio social, para lo cual se abre a los aportes de
una gran gama de teorías y metodologías**.

En la Psicología Comunitaria convergen los más diversos modelos de in-


tervención, y en más de una oportunidad se adaptaron teorías y técni-
cas desarrolladas en Estados Unidos y Europa para ser aplicadas a la rea-
lidad Latinoamericana. Cabe destacar una propuesta realizada por Mon-
tero para intervenir en grupos, la cual incorpora aspectos de la disciplina
de Dinámica Grupal mencionada anteriormente. Divide la intervención
en cinco etapas: una primera de observación y diagnóstico; luego una
etapa de sensibilización; más tarde una del desarrollo del grupo como
comunidad, siendo esta la más relevante en la cual se debe reforzar la
membrecía, intentar que se produzca la generación de normas propias,
etc.; luego una etapa de detección y formación de líderes; por último, la
etapa de Acción Grupal para el logro de objetivos, donde cobra gran
relevancia la valoración y explicitación del aporte de los distintos miem-
bros (Montero, 1980).

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 117


A partir de la forma en que Montero entiende la intervención grupal,
podemos ver cómo a la base se haya una noción de sujeto (grupal) pasi-
vo, pues es quien interviene el que debe reforzar principalmente la mem-
brecía (o pertenencia al grupo), cuestión que también resulta cuestiona-
ble, pues no es a través de una práxis transformadora donde se genera-
ría dicha pertenencia, sino a partir de una propuesta en abstracto insta-
lada por el psicólogo comunitario.

La demanda en el contexto de intervenciones comunitarias.

Para hablar de la demanda desde la teoría de Pichon-Rivière, es necesa-


rio hacer referencia a la noción de necesidad y su satisfacción. Para este
autor, «la crítica de la vida cotidiana consiste en el análisis del destino de
las necesidades de los hombres en una organización social determina-
da(...), ese análisis apuntará a determinar de qué manera esa organiza-
ción social y material de la experiencia de los sujetos promueve en ellos
el aprendizaje, la salud mental, o por el contrario se constituye en un
obstáculo para una adaptación activa a la realidad» (Pichon-Rivière, E.:
«Análisis de la vida cotidiana», p.12). De esta manera, es necesario resal-
tar que al abordar una determinada demanda social, desde el enfoque
pichoniano se realiza una lectura intentando develar lo implícito, por lo
que la demanda será interpretada por el equipo a cargo de la interven-
ción; «...la demanda no es la enunciación textual de la necesidad, aun-
que siempre tiene que ver con ella. A la necesidad muchas veces hay que
diagnosticarla, construirla, inferirla» (Adamson, 1990).

Por otro lado, podemos ver que en la Psicología Comunitaria la deman-


da es abordada teniendo en cuenta ciertos supuestos básicos respecto
de la comunidad, los cuales han sido tomados de Fals Borda: «Autono-
mía del grupo; es decir, que es necesario que lo esencial de la acción lo
realicen personas pertenecientes a la misma comunidad (...), priorida-
des, que como consecuencia de lo anterior, consiste en reconocer que
las comunidades deben declarar por sí mismas, sin coacción, cuáles son
las necesidades que tienen y señalar la prioridad de los problemas que
deben solucionarse...» (Montero, 1993). En este sentido, la demanda se-
ría leída en forma más bien literal (o directa) por el equipo de interven-
ción, asumiendo una posición de corte colaborativa en pos de lograr los
objetivos que la propia comunidad ha señalado como los más relevan-
tes.

118 • Programa Caleta Sur


De esta forma, podríamos decir que hay una clara diferencia entre am-
bos sistemas de lectura de la demanda, aunque no por ello debemos
divorciarlas inconciliablemente, pues sostenemos que precisamente pue-
den ser tomadas como aspectos complementarios en el abordaje de las
demandas realizadas por una determinada comunidad. Así, vemos cómo
es posible integrar la realización de un grupo operativo dentro de un
proceso de diagnóstico comunitario, siendo una técnica complementa-
ria a la realización de encuestas y asambleas generales, por ejemplo.

El Proceso de Intervención en Grupo Operativo


Respecto del proceso de intervención a través de grupos operativos, es
necesario al menos señalar ciertos conceptos claves utilizados en el pro-
ceso grupal así como en su evaluación y análisis posterior.

En primer lugar, es relevante mencionar que los grupos se constituyen


con un máximo que varía entre 10 y 12 personas, además del equipo de
coordinación, que generalmente está constituido por el coordinador y
un observador, cuyas tareas serán esclarecidas más adelante.

En el trabajo en grupo operativo, uno de los conceptos centrales es el de


Emergente, que puede ser entendido como aquello que «permite desci-
frar el proceso latente» (Foladori, 1990). El emergente es el material, ya
sea verbal o no-verbal sobre el cual el grupo (en colaboración con la
coordinación, que señala posibles significaciones del aspecto emergen-
te) elaborará aquello que opera en un nivel implícito, haciéndolo cada
vez más explícito, posibilitando un abordaje más operativo de la Tarea.
El emergente es «traído» por el grupo a través de un Portavoz, noción
que se refiere a «aquel que en el grupo, en un determinado momento
dice algo, enuncia algo, y ese algo es el signo de un proceso grupal que
hasta ese momento ha permanecido latente o implícito, como escondi-
do dentro de la totalidad del grupo» (Pichón-Rivière, 1975).

Es la noción de portavoz la que permite evidenciar la articulación de lo


Vertical (la historia, experiencia y circunstancias personales) con lo Hori-
zontal (que en palabras de Pichón-Rivière sería aquello compartido cons-
ciente o inconscientemente por todos, al interior del grupo). Esta articu-
lación de la verticalidad con la horizontalidad cobra relevancia si consi-
deramos que es justamente en este punto donde la dicotomía indivi-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 119


duo/sociedad, o más específicamente, la distancia entre los procesos in-
dividuales y colectivos, se hace estrecha y prácticamente insostenible.
Pues el emergente traído en un determinado momento por un portavoz
no es ni solamente individual o vertical, ni sólo grupal u horizontal.

Dentro de esta misma línea del desarrollo teórico de Pichón-Rivière, se


hace relevante el concepto de Chivo emisario o Chivo expiatorio, pro-
puesto originalmente por Taylor en 1950. El chivo emisario se «haría
cargo» de las depositaciones grupales, de aquello que el grupo no está
dispuesto a asumir como propio, de modo que este sujeto es el que en-
ferma por ejemplo, o al cual son asignadas todas las responsabilidades
que pueden dar cuenta más bien de un operar estereotipado del grupo.

Ahora bien, la evaluación del grupo puede ser realizada en forma perió-
dica por el equipo de coordinación, la cual se centra en el análisis del
proceso grupal en torno a seis vectores: afiliación, cooperación y perti-
nencia por un lado, y comunicación, aprendizaje y telé, por otro. Dichos
vectores también resultan útiles permanentemente como pauta para la
observación del grupo.

La afiliación es entendida como el sentimiento de los miembros de per-


tenecer a un grupo determinado, identificándose con los procesos gru-
pales en referencia a la tarea. La cooperación es el «cómo» van adqui-
riendo, grupalmente, una misma dirección para la tarea, es decir en qué
medida se han co-pensado las problemáticas que van emergiendo. La
pertinencia se relaciona con la idea de ubicarse direccionalmente sobre
la tarea, la sensación tanto grupal como individual de que se ha trabaja-
do sobre la tarea.

Por otro lado, está el vector de la comunicación, muy vinculado con la


cooperación, en el cual se trata de ver en qué medida la información
circuló en forma fluida al interior del grupo, lo que se vincula con que
todos y cada uno de los miembros hayan tenido posibilidades de apro-
piarse, en un sentido instrumental, de los conceptos e ideas trabajadas,
en que el lenguaje no haya sido un obstáculo para el aprendizaje. Uno
de los vectores más centrales es el del aprendizaje, que es entendido
como la posibilidad de abordar un determinado objeto, adquiriendo la
posibilidad de operar activamente con ese conocimiento. El último vec-

120 • Programa Caleta Sur


tor, tomado del psicodrama de J.L. Moreno, es la Telé, que se vincula con
la capacidad para trabajar con otros, los posibles reconocimientos, en-
cuentros, reencuentros y desencuentros que irán constituyendo el clima
afectivo que imperará en el proceso grupal.

Es importante destacar que estos vectores son considerados como varia-


bles que influyen, ya sea en forma implícita o explícita, sobre la posibili-
dad de superar las resistencias al cambio. Dichas resistencias, de acuerdo
a la teoría de Pichón-Rivière, están siempre relacionadas con dos miedos
básicos: el miedo a la pérdida y el miedo al ataque. Miedo a la pérdida
de los antiguos esquemas que, aunque muchas veces estereotipados,
han permitido adaptarse al medio; y por otro lado, miedo frente a lo
desconocido, frente al aprendizaje de nuevas formas de trabajo y de
abordaje de la realidad cotidiana.

El objetivo principal que se intenta cubrir con este sistema de evaluación


grupal, es el de ver cuáles son los principales obstáculos y dificultades
con que el grupo se enfrenta a lo largo del proceso grupal y poder po-
nerlas en forma explícita frente a las temáticas que se van abordando.
Por otro lado, la idea es poder ver cuáles de dichos problemas u obstácu-
los, fueron superados y cuáles no, de modo de que los miembros pien-
sen la posibilidad de seguir trabajando en ellos, ya sea en forma grupal
o individual. Por otro lado, lo que permite este sistema de evaluación es
la sistematización explícita de cuestiones que fueron atravesando el acon-
tecer grupal, pero siempre de un modo implícito, por lo que es más pro-
bable que el grupo y sus miembros tomen conciencia de dichas temáti-
cas, y se planteen la posibilidad efectiva de trabajar en torno a ellas y de
modificarlas.

De esta forma, podemos plantear que la lectura que se va construyendo


a lo largo del proceso grupal posibilita el abordaje de una tarea concre-
ta, la cual sin embargo puede devenir en proyecto (en la medida en que
se trabaje sobre aquello que usualmente opera a un nivel implícito), lo
que implica desbordar tanto temporal como espacialmente las fronteras
del grupo, siendo así posible la constitución de proyectos autogestivos
al interior de la comunidad a la cual el grupo pertenece.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 121


Conclusiones
Hemos abordado el tema de las intervenciones en Psicología Comunita-
ria y la posibilidad de integrar dentro de su campo metodológico y teó-
rico la técnica de Grupos Operativos de Enrique Pichón-Rivière. Vimos
que a través de dicha técnica es posible el trabajo en torno a problemá-
ticas no resueltas en psicología social, como lo es la tensión individuo-
sociedad, o la posibilidad de trabajar en torno a proyectos autogestivos.
Por otro lado, hemos intentado hacer posible el ingreso al campo de la
psicología comunitaria una perspectiva que históricamente ha sido vin-
culada al campo de la clínica.

Entendemos que la comunidad, ya sea como objeto de estudio o como


campo sobre el cual se requiere intervenir, requiere de una reflexión y
una práxis interdisciplinar, en tanto se trata de fenómenos que implican
diversos niveles de complejidad. En este sentido, sostenemos que el aná-
lisis y el trabajo en torno a problemáticas de corte comunitario no pue-
de ser abordado desde un marco teórico-metodológico simple y único,
lo que a su vez nos presenta la problemática de operar desde marcos
epistemológicos disímiles. Nuestra propuesta es que un análisis en el
nivel de lo explícito o manifiesto no es excluyente de una interpretación
de lo latente o implícito, solo que ambas lecturas deben ser realizadas
desde técnicas distintas, ya que pertenecen a niveles o ámbitos diversos
de la realidad, ambos necesarios para la práctica y avance teórico de la
Psicología Comunitaria.

122 • Programa Caleta Sur


Bibliografía

• Adamson, G. (1991): Trabajo Comunitario. Artículo publicado en «Por-


tavoz Pichoniano», Escuela de Psicología Social del Sur (Argentina).

• Asún, D. Y cols. (1993). Psicología comunitaria y Salud Mental en Chi-


le. Santiago de Chile: Ed. Universidad Diego Portales.

• Bleger, J. (1970). Temas de Psicología (Entrevista y Grupos). Buenos


Aires: Ed. Nueva Visión.

• Del Cueto, Ana M. (1999). Grupos, instituciones y comunidades. Bue-


nos Aires: Lugar Editorial.

• Fernández, Ana M. (1997). El campo grupal: notas para una genealo-


gía. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión.

• Foladori, H. (1990). Hacia una teoría de lo emergente en Grupo Ope-


rativo. En : Revista Ilusión Grupal Nº 3.

• Kardelj, E (1980). «El sistema de la autogestión socialista en Yugosla-


via». En: Boscovic y Dasic (Ed.), La autogestión socialista en Yugosla-
via (1950-1980). Belgrado: Ed. CAS.

• Mendel, G. (1973): Sociopsicoanálisis. vol.1. Buenos Aires. Ed.


Amorrortu.

• Montero, M.: «Vidas paralelas: psicología comunitaria en Latinoamé-


rica y en Estados Unidos». Página web de la Universidad Veracruzana,
Venezuela.

• Montero, M. (1980): «La psicología social y el desarrollo de comuni-


dades en América latina» Revista Latinoamericana de Psicología. 1980,
vol.12 - Nº 1.

• Monero, M. (1993): «Entre el asistencialismo y la autogestión: la psi-


cología comunitaria en la encrucijada». Conferencia dictada en el
«Encuentro de Psicología», Rosario; Argentina, Septiembre de 1993.

• Pichon-Rivière, E (1975). El proceso grupal. Buenos Aires. Ed. Nueva


Visión.

• Pichon-Rivière, E.; Pampliega de Quiroga, A.: Psicología de la vida


cotidiana. Buenos Aires. Ed. Nueva Visión.

• Tomasetta, L. (1979): «Participación y Autogestión». Ed. Amorrortu.


Buenos Aires.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 123


Mención Honrosa
Norman Saniter (Abdul Al Azif)

Juventud y cuarto sector

Resumen:
En este ensayo se exponen conceptos clave a partir de los cuales se cons-
truye una propuesta dirigida a identificar un Cuarto Sector de la Socie-
dad Civil, y dentro de este específicamente a la Juventud Marginal a fin
de exponer la situación general de un asociacionismo juvenil Alternati-
vo que se da en los sectores juveniles urbano-populares de fines de los
90’s, así como algunas características clasificatorias de grupos y repre-
sentaciones sociales que circulan en torno al sujeto joven en tanto suje-
to social participativo y alguna propuesta metodológica de acercamien-
to a ellos desde lo promocional.

La propuesta apunta a generar disposiciones para admitir en los demás


una manera de ser, obrar o pensar diferente de la propia, formas de
Alteridad donde prime el respeto a la diversidad. Y contribuir con el
concurso de todos a generar una sociedad más justa, incluyente y tole-
rante.

I. Cuarto sector:
A pesar de su creciente importancia en términos de tamaño e influencia
en la sociedad, no existe todavía en la actualidad una definición común-
mente aceptada del Tercer Sector de la sociedad civil, menos aún la exis-
te en el Cuarto Sector. Esto se debe a la gran cantidad y variedad de
organizaciones e iniciativas que los conforman, y que al parecer se trata
de conceptos nuevos que se encuentran en elaboración.

La denominación de este Tercer Sector permite, al menos, diferenciarlo


de los otros dos tradicionalmente existentes, y que se designan según su
grado de ejercicio del poder, y/o del acceso a la toma de decisiones con
respecto a los asuntos del país en los distintos ámbitos: el Sector Público

124 • Programa Caleta Sur


(organismos y empresas estatales), que es el Primer Sector, y el Sector
Privado (empresas de la economía de mercado), como Segundo Sector.
Así, el Tercer Sector estaría conformado por las «Organizaciones No Lu-
crativas» (ONL) o sin ánimo de lucro. Bajo esta última etiqueta genérica
encontramos a las Asociaciones, Fundaciones, Corporaciones, ONGs, Co-
legios Profesionales, Sociedades de Ayuda Mutua, Agrupaciones o Fede-
raciones de oficios, clubes sociales, entre otras.

Un concepto básico en el ámbito solidario o filantrópico del Tercer Sec-


tor es el de «Voluntariado», que puede definirse como la acción de ofre-
cer trabajo, experiencia o calificación de uno mismo o de un colectivo
para la realización de un esfuerzo beneficioso para la comunidad en
general o una parte específica de ésta que, a su vez, beneficie a la comu-
nidad.

En el ámbito teórico, se están realizando importantes contribuciones y


esfuerzos para delimitar de forma más precisa este sector. En este senti-
do cabe destacar la aparición del concepto de Economía Social que hace
referencia a un espacio y unas necesidades tradicionalmente cubiertas
por el Estado y que, de forma creciente, está siendo ocupado fundamen-
talmente por las ONL y, en menor medida, por empresas privadas que
prestan servicios a las anteriores o realizan alguna labor o servicio social.

Esto último podría aproximarnos a un currículum oculto del 3er Sector


donde podemos apreciar una visión «interesada», en la medida que pue-
de posicionar a sus organizaciones en un status de verdaderas «empre-
sas sociales» donde todo tema o problema psicosocial que genere alta
sensibilidad pública, tales como la pobreza, la discapacidad, la juventud
marginal, la cesantía, drogadicción, género, etnias, etc. pueden atraer
la filantropía de sectores de la sociedad dispuestos a entregar recursos
sobrantes o destinados efectivamente para diversas causas, sin contar
con los recursos que provienen del mismo estado y que se dirigen ambos
a la población por la vía de este tercer sector.

Aquí podemos encontrar voluntades inspiradas por diversos motivos,


entre los cuales se encontrarían: la generación de puestos de trabajo o
ingresos, generación de negocios y recursos, política, intereses persona-
listas o búsquedas de poder, entre otros. Ampliando nuestra visión res-
pecto a lo que mueve al tercer sector, reconocemos que junto con la
motivación (sincera o no, según el observador) de mejorar las condicio-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 125


nes en que viven las personas a las que se dirigen sus trabajos, la presen-
cia de las motivaciones descritas anteriormente generan la representa-
ción de este sector como un sector interesado o acomodado en el siste-
ma y que funciona desde, por y para este. Donde los grupos o sectores
desposeídos pasan a ser el material preciado; no para generar necesaria-
mente cambios reales en su condición, sino que se les instrumentaliza
para publicitar que se está trabajando para superar estos problemas.

Ahora, al hablar del Cuarto Sector nos referimos a aquel otro sector de
la sociedad, no incluido en ninguno de los tres anteriores; exclusión dada
por falta de oportunidades, o por «opción» (ideológica, cultural, etc.),
en aquellos actores sociales caracterizados por un alto desencanto con
el sistema sociocultural y por una opción social alter-nativa. Como se
muestra en el siguiente cuadro.

Cuadro Nº 1: Opinión de los jóvenes sobre las razones de su inactivi-


dad, según sexo, edad y nivel socioeconómico, 1994-
1997

Razones Año Total Sexo Edad Nivel Socioeconómico


Hombre Mujer 15-19 20-24 25-29 Alto Medio Bajo
Cuidado 1994 47.8 17.4 50.9 19.6 40.6 60.9 n.s. 49.0 48.9
niños 1997 38.6 9.0 41.4 27.4 26.7 54.6 s.d. 49.1 36.8
Falta de 1994 8.7 26.1 6.9 7.7 7.0 9.8 n.s. 7.7 8.5
Oportunidades 1997 14.7 10.7 15.1 23.5 12.4 14.1 n.s. 4.4 18.5
Por Opción 1994 25.8 22.5 26.2 46.0 26.0 19.4 n.s. 30.1 22.0
1997 14.5 52.3 10.9 23.7 12.2 13.6 n.s. 24.5 8.5
Falta 1994 4.0 2.0 4.2 6.4 6.5 1.7 s.d. 2.6 5.1
capacitación 1997 5.3 8.4 5.0 9.2 2.2 7.0 s.d. 5.4 5.4
Fuente: Segunda Encuesta Nacional de Juventud 1997 (fragmento) ii.

En términos generales, nos referiremos al Cuarto Sector como el sector


marginal o alter-nativo, en la medida que, como forma de organización,
está «al margen de la norma o de la oficialidad», no está integrado ple-
namente en el sistema, (por oportunidad u opción), situándose en la
periferia o en el límite. Tampoco «participan» iii en forma expedita o no
gozan plenamente del sistema de bienes y servicios (salud, educación,
trabajo, etc.)

126 • Programa Caleta Sur


En la actualidad, el término participación es utilizado para explicar la
incidencia de individuos y grupos sociales en las diferentes etapas en las
que se resuelven asuntos de interés público, es decir, en la consulta, dis-
cusiones, planteo de propuestas, en algunos casos, la gestión de recur-
sos. Así, el concepto en sí mismo, por su imprecisión, ha corrido igual
suerte que el de movimientos sociales, sociedad civil, o tercer sector:
pretenden abarcar todo un universo de asociaciones o agrupaciones del
ámbito social que actúan sobre lo social.

Además a la luz de lo anterior, se privilegia un uso del concepto partici-


pación ciudadana como restringido a aquellos casos que representan
una respuesta -individual o colectiva- desde lo social a una convocatoria
realizada por parte de las autoridades gubernamentales en aquellos es-
pacios institucionales que éstas designan o crean iv.

El Cuarto Sector, en cambio, nos muestra la perspectiva de formas alter-


nativas de participación social, de organización, de construcción de suje-
tos sociales distintos al común (Tribus urbanas, minorías étnicas, jóvenes
marginales, refractarios laborales, discapacitados, vendedores informa-
les, indigentes, «caletas» de niños vagos, entre otros) y en ocasiones,
rechazados por el sistema de manera tanto formal como informal. Por
ejemplo con prejuicios que generan actitudes y conductas abiertamente
discriminatorias. Minorías estadísticas y demográficas de fuerte impacto
social en lo cotidiano y en lo local, y a veces en la prensa. Pero de escaso
lugar en las agendas públicas y menos aún en las agendas privadas.

«Son sumamente recurrentes en el discurso de estas asociaciones, las


opiniones de lo que ellos denominan «las consecuencias» del modelo
imperante, en términos de la desigualdad en el acceso a oportunida-
des, la deshumanización de las relaciones sociales (las personas como
unidades de consumo o como portadoras de problemas privados), la
imposición de pautas normativas y de conducta, el desprecio y margi-
nación del diferente (el indio, el homosexual, el pobre), o la subvalora-
ción de las facultades productivas, sociales y afectivas de quien se ha
vuelto viejo».v

Entendemos que esta división de la sociedad en sectores, determina la


acción política de cada uno de ellos en torno al poder, así como también
una diversificación en el ámbito de la cultura; ante una estructura de
poder aparentemente centralizado que establece las reglas desde un
lado, surgiendo, en consecuencia, la dinámica de organización de los

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 127


denominados «marginales» por el otro, de una manera multifacética y
que también establece sus reglas, sus propios instrumentos políticos (zo-
nas liberadas, ocupaciones, manifestaciones culturales alternativas, etc.)
de los cuales emanan nuevas formas organizativas, reglamentos, etc.,
que configuran el otro derecho y la descentralización del poder.

«Las nuevas asociaciones emergen en el contexto de la transición de-


mocrática y tienden a criticar el modelo de desarrollo imperante. Plan-
tean que existe una distancia entre la política partidista y las experien-
cias de participación social. Distancia que no era visible anteriormente,
porque durante el régimen militar los esfuerzos de todas las organiza-
ciones, sociales y partidarias, estuvieron destinados a la ‘recuperación
de la democracia’»vi.

Es necesario asumir que estas nuevas dinámicas organizacionales se es-


tán dando por fuera de los ritmos oficiales que dictan los estatutos de
constitución formal de una organización, así como tampoco por las for-
mas que se dictan desde el «sentido común», representado por la opi-
nión pública en los medios de comunicación, los personajes públicos y
otros actores sociales con influencia en la opinión, aludiendo a los «de-
ber ser», de la vida social.

«...las nuevas formas asociativas en nuestro país no se presentan como


un fenómeno homogéneo. Las organizaciones, redes de organizacio-
nes y movimientos emergentes, se inscriben en esquemas de acción y
propuestas de cambio diversas. El espectro es amplio y no aparece vin-
culado con ninguna temática o sector en particular: cada discurso es
una sorpresa» .vii

A pesar de esta informalidad organizacional, la marginalidad percibida


en cada sujeto, grupo, barrio, zona liberada, toma, comunidad, por
mencionar algunos tipos de territorios, tiene sus problemas específicos
locales, que son los que llevan a este sector a organizarse por lo que les
es concreto; sin entrar en lo que el sistema oficial llamaría la ausencia
de normas, ilegalidad, desviación, o anormalidad. Se trata de la ejecu-
ción de otro sistema normativo. Un acuerdo de asamblea (o los presen-
tes en el momento de la decisión) es una regla, es la unanimidad o una
decisión de mayoría. Es el ejercicio de la función legislativa directa del
sujeto portador de la soberanía popular. Se trata de la autoregulación
de los marginados para conseguir sus objetivos y de sus formas de rela-

128 • Programa Caleta Sur


cionarse con las estructuras dominantes. Es la construcción objetiva de
la nueva institucionalidad, del poder alternativo que se autoregula con
las normas mas apropiadas para la localidad y para la época, que pue-
den ser modificadas en cualquier momento por los propios sujetos de-
mocráticos.

Su génesis desde la marginalidad puede también describirse como la


forma en la que nacen muchas de las organizaciones del Tercer Sector,
quienes ven la posibilidad de generar o asimilar recursos a sus causas en
la medida que van formalizándose. Posibilidad esta última que se da en
muchos casos de lo que se denominaría como «paso de una organiza-
ción informal a ser una organización formal», abandonando aparente-
mente su carácter de marginales e ingresando al sistema, en lo que res-
pecta a jugar el juego de gestionar la solidaridad, la filantropía o la
caridad, en un mercado social que busca reclutar clientes.

Sin embargo, cabe aclarar que en algunos casos la sola formalización u


obtención de la Personalidad Jurídica no termina por definir a una orga-
nización de Cuarto Sector en organización de Tercer Sector, ya que dicha
formalización sola no garantizará el incremento de recursos, el surgi-
miento de una «empresa social», ni representa necesariamente un gesto
de reducción del descontento por el sistema (ni asimilación o acultura-
ción). Además que decíamos que la denominación de Cuarto Sector pro-
viene en algunos casos mas bien de los propios postulados, de la causa
ideológica (opción) de las organizaciones o proviene de su falta de opor-
tunidades, falta de experiencia (en el caso de los jóvenes), de su pobre-
za, de su escasez de recursos de negociación. En el Cuarto Sector tene-
mos organizaciones que siendo tanto formales como informales viven
de todos modos efectos tanto de exclusión como de automarginación.

Cabe mencionar que Cuarto Sector no es necesariamente contracultura


y sería interesante tal vez plantear que existiría un Quinto Sector vincu-
lado a la asociación ilícita o delincuencia, mafia, u otra denominación
referida a grupos organizados que no comparten una propuesta de ac-
ción dirigida al bien común, como postulan formalmente los Primer, Ter-
cer y Cuarto Sectores, sino que su marginalidad es valórica y legal, tal
que no descarta acciones tales como su penetración perversa de todos
los sectores de poder, e incluso el financiamiento de obras benéficas
para lavar dinero.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 129


En el Cuarto Sector, por el contrario, se conservan estructuras valóricas
que van a depender de las propias realidades locales, aspirando siempre
a una propuesta mas o menos estructurada o coherente de cambio u
opción de vida diferente a la imperante y que se refieren a la figuración
de un mejor modelo de convivencia entre actores diversos.

II. Asociacionismo juvenil marginal


Diremos marginales a jóvenes que «no ‘participan’ viii en forma expedita
del sistema de bienes y servicios del sistema social, situación originada
principalmente por falta de acceso a las oportunidades que existen, o
por opción» ix. En el cuadro N° 1, presentado mas arriba, podemos ver
que en la realidad chilena ambas alternativas son reconocidas por los
jóvenes como factores que producen inactividad entre 1994 y 1997.

En el primer caso, la falta de oportunidades, hacemos referencia a secto-


res dentro de los jóvenes que aspiran efectivamente a una integración
social como culturalmente se espera: a través del estudio, el trabajo, la
salud, vivienda, espacios públicos, participación social, etc. Pero que en
la práctica se frustran por diversas trabas, percibidas (subjetivas) o rea-
les, de tipo burocrático, por la saturación de los servicios públicos (como
salud o educación), entre otros factores. Lo que acompañado al hecho
de que los jóvenes comúnmente tienen baja tolerancia a la frustración y
evitan las colas, trámites y otros procedimientos formales complejos que
les demandan dichos servicios (sistema tributario, proyectos concursa-
bles, etc.), por no mencionar la falta de dinero para gestionarlos (como
locomoción, inscripción a la Prueba de Aptitud Académica y otras ins-
cripciones y matrículas). Elemento que también mina la pretensión de
convertir a sus grupos en organizaciones formales (con personalidad ju-
rídica) o «adaptativas», formalidad que además resta espontaneidad a
las relaciones del grupo.

Luego de experimentar sucesivas frustraciones en el ámbito de las opor-


tunidades, los jóvenes urbano populares se sienten también objeto de
represión por parte de un estado y mundo adulto x, contra distintos
elementos y símbolos de su expresión cultural, como son los eventos,
tocatas, fiestas, vestimenta, lenguaje, aspecto, actitudes, prácticas (como
el graffiti y el skate), discurso libertario, irreverencia, etc. Representacio-
nes negativas que alimentan la creación de leyes tales como la deten-
ción por «sospecha» ( a nivel político-legislativo).

130 • Programa Caleta Sur


Lo anterior se acompaña de una imagen promovida por los medios de
comunicación adultos en el que últimamente se representa a los jóvenes
como problema, vinculado con delincuencia, drogadicción xi o apatía.
Discurso que a esta imagen deplorable oponen otra de una juventud
«ideal» consumista, acrítica, (sobre todo para el mundo publicitario),
que «no da problemas».

Además de esta representación mediatizada, el mundo adulto refleja


aún con buenas intenciones, una representación de la juventud con dos
caras, una de sombras y otra de luces xii, donde la primera, como decía-
mos mas arriba, nos figura al pandillero, delincuente y drogadicto y, por
el otro, al promotor de acciones juveniles histriónicas de contenido eco-
lógico, deportivo, religioso, entre otras, donde sin desmerecer la impor-
tancia de dichos temas, se refieren mas bien a acciones de tipo superfi-
cial, donde en efecto la motivación central es mas bien grupal, la re-
unión con pares. Dos caras desencontradas, asociadas una a la amenaza
y la otra a la seguridad.

Tal vez mas allá de esta visión maniquea o polar, un enfoque estadístico
nos mostrará que en este actor social, los(as) jóvenes, así como en todos
los demás actores sociales, los polos de bondad y maldad de distribuyen
normalmente (tipo campana de Gauss), con minorías ubicadas en ambos
extremos de la escala valórica. Cuestión esta que embarga un cuestiona-
miento de orden filosófico que desarrollamos en la tercera parte de este
ensayo.

Al revisar el asunto, pero desde la perspectiva de los mismos jóvenes


veremos que la juventud más que una juventud polarizada, se nos va a
presentar como un mosaico de «juventudes». En esta re-visión ellos per-
ciben las opiniones anteriores como emanadas de personas que tienen
influencia o poder en la opinión pública, pero que no conocen la histo-
ria cotidiana de los jóvenes en sectores populares, sus paisajes cotidia-
nos, los lugares en que habitan, los que entre otras condiciones inclu-
yen: sitios eriazos, contaminación, hacinamiento, falta de áreas verdes,
cesantía, dificultad para encontrar trabajo honrado o en su defecto, la
experiencia de trabajos que no les gustan, que son temporales, trabajo
infantil o familias disfuncionales, entre otros factores de riesgo.

La sociedad - adultista y formal - al percibirlos como «pobres y jóvenes»,


con su actitud los hace sentir doblemente discriminados, (mas aún si
agregamos las condiciones de indígena o mujer), tratados de maneras

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 131


irritantes cuando asisten a algún trámite («como te ven, te tratan») en
esta, una sociedad a la que señalan como clasista e intolerante, que in-
cluso los culpa de la violencia social y la drogadicción, como si los jóve-
nes no fueran la expresión de la violencia sino su causa. Esto nos lleva a
pensar que seguimos luchando contra los síntomas sin hallar las causas
xiii ya que a los jóvenes se les percibe como sujetos no encauzados so-
cialmente o indeseables. Desde estas visiones los jóvenes son estereoti-
pados y sus formas de organización identificadas como problemáticas,
desarrolladas fuera del marco legal, a la vez que culturalmente desde el
mundo adulto se está interactuando mas con la representación o este-
reotipo del joven, que con su persona.

Es así como cabe citar a Cristian Matus, cuando dice que «el asociacio-
nismo juvenil marginal surge como una respuesta asociativa alternativa
a un sistema en el que no se sienten reconocidos. Esto sumado al hecho
de que en sistemas sociales abiertos como el nuestro, en procesos cre-
cientes de globalización y cambio en la calidad de las relaciones sociales,
se desarrollan crecientemente a su vez procesos de cambio sociocultural
marcado por la tensión entre la masificación y el desarrollo de microgru-
pos o «Tribus», fenómeno que trasciende al tema juvenil, pero que en su
particularidad da cuenta de verdaderas ‘tribus urbanas’ como nuevas
formas de agrupación juvenil en las ciudades latinoamericanas» xiv.

Sería interesante averiguar cuanto de cierto puede haber en los estereo-


tipos cuando los definimos desde la práctica barrial, es así como entre
los grupos juveniles podemos encontrar desde los más antisistémicos a
los más adaptados. A continuación trataremos de caracterizar algunas
de estas formas de agrupación xv, para caricaturizar algunas representa-
ciones sociales:

Los sombras (Grupos de Riesgo) xvi


El grupo de calle.

Es la forma de agrupación más elemental e informal de los barrios sobre


todo en sectores populares, donde la matriz social comunitaria se en-
cuentra mas conservada que en clases sociales más altas. Aún así estos
son grupos primarios que según clase social y subcultura van a adquirir
distintas formas.

132 • Programa Caleta Sur


Este tipo de grupos representa el lugar donde el joven comparte con
otros jóvenes algunas de sus expectativas, inquietudes o momentos de
esparcimiento. La amistad es el lazo que los une, así como también el
territorio, se encuentran alrededor de la música, el baile, el deporte, el
licor (droga legal) o algunas drogas ilegales (aunque no siempre).

El punto de encuentro puede ser entre otros una esquina, el almacén de


la cuadra, la cancha de fútbol o las salidas de los colegios.

Frecuentemente estos grupos configuran una presencia incómoda para


los vecinos del lugar de reunión, por el ruido y daños que provocan a
veces (rayados, chapas y graffiti o destrozos de juegos infantiles o ban-
cas en las plazas, etc.) En una clara expresión del conflicto con las gene-
raciones adultas, que sólo ven en estos grupos a «los muchachos desor-
denados».

Pandillas

El grupo de calle puede, según los objetivos que se proponga, convertir-


se en pandilla a partir de una mínima organización, caracterizada por
una actividad de consecución de recursos económicos y de dominio de
un territorio, con un micropoder en el barrio que los encuadra en una
categoría de grupos de Alto Riesgo.

Generalmente buscan recursos económicos para consumo de drogas y


«carretes», comprar ropa de moda o música de su gusto. Se financia,
entre otros, por medio del robo «doméstico» (atraco a transeúntes o
robo a casas de su propio barrio) o «mechero» ( robo en tiendas o distri-
buidores), microtráfico de drogas (reventa y/o «burreo») o el «mache-
te» agresivo (exigiendo monedas o cigarrillos a los transeúntes. En el
caso de los grupos de esquina o de barrio, no se da con tanta vehemen-
cia, mas bien pueden incluso pedir las monedas amablemente). En las
sociedades estos jóvenes son vistos como los «muchachos peligrosos» y
cabría destacar en este punto que estos grupos, por sus prácticas abier-
tamente antisociales, ya no pertenecen al Cuarto Sector, sino que se
encuadrarían dentro del concepto de contracultura, cercano a la delin-
cuencia, sector de actividad o asociatividad social que mencionamos an-
teriormente como «Quinto Sector», o asociatividad ilícita xvii, aunque de
menor monta.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 133


Los Luces

Frente a estas imágenes anteriores de juventud, se puede exponer otro


estereotipo de jóvenes que «no dan problemas», generalmente consu-
mistas y acríticos. Cuando derivan en acción social (lo cual escasamente
ocurre), se les ve participando en acciones efímeras como de caridad,
ecológicas, deportivas, entre otras, que son mas bien organizadas ple-
namente por terceros, quienes suelen ser grupos de adultos que dirigen,
forman y «guían» grupos de jóvenes. Esta juventud estudiosa, acrítica y
casera se ve promovida en los medios de comunicación, donde se refuer-
zan representaciones sociales sobre la juventud, donde la juventud no
está con su complejidad, dinamismo e irreverencia. Si no que se asiste al
estereotipo de una juventud disciplinada, que es común oírlos denomi-
nar por los demás jóvenes como los «pernos» o «nerds».

Grupos Prosociales

Existen en el sector marginal, a pesar de todos los factores de riesgo


reunidos en su ambiente psicosocial, otros jóvenes articulados por inte-
reses en común de tipo artístico, recreativo, deportivo, religioso, socio-
político, entre otros. La iniciativa para crear estas asociaciones parten de
los mismos jóvenes, aunque también en ocasiones con el apoyo de un
grupo de adultos de una institución o de cualquier formalidad (como
facilitadores), pero cuyo rol de apoyo no implica una relación de repre-
sión como en «los sombras», ni de control o subordinación como en «los
luces». Su ámbito de acción es generalmente local.

Estos grupos buscan crear un sentido de pertenencia a un colectivo juve-


nil, en el cual se afirmen rasgos que los diferencien de los adultos o de lo
que los adultos preferirían para ellos, puesto que generalmente confor-
man espacios sociales donde se promueven explícitamente valores, sen-
tidos de vida o formas de organización animados por un proyecto dife-
rente al proveniente de los sistemas económicos o políticos vigentes, o
de autoridad o como alternativa de solución a los vacíos que generan
dichos sistemas.

En estas organizaciones el arte y la recreación han jugado un rol agluti-


nador y canalizador de discursos y acciones (Pintura, baile, música, mala-
barismo, zancos, batucadas, o tribus urbanas, entre otros), como mani-
festaciones de una cultura propia que valoran, que no se centra sólo en

134 • Programa Caleta Sur


el reclamo, sino que también en el hacer cosas, inicialmente sin ningún
recurso externo; ellos cuentan como recursos con su motivación, expe-
riencia, mano de obra, con sus compromisos, con la infraestructura y
apoyo humano que puedan recolectar en la población, o con el desarro-
llo de equipo. Su accionar cultural en sí les brinda esperanza y un senti-
do liberador, autónomo, desde la autogestión o la co-gestión (más co-
múnmente).

Se proponen «mejorar la sociedad», o al menos a través de su entorno


inmediato mejorado contribuir a un mejoramiento más general. Tam-
bién se proponen sentirse «alguien», generar espacios comunitarios nue-
vos y ricos que rompan la rutina barrial, entre otros propósitos.

Estos grupos pueden ser también grupos de barrio, pero se diferencian


por ser prosociales, también pueden haber jóvenes que vienen de vuelta
de pandillas o haber transitado en sus búsquedas por distintos grupos
de jóvenes en su sector. Son grupos abiertos, por lo que sus miembros
rotan constantemente, salvo los líderes naturales que tienden a una
mayor permanencia.

Es a través de acciones colectivas donde los jóvenes satisfacen ciertas ne-


cesidades, motivaciones e interese, dándose para ello las formas de parti-
cipación y ejecución particulares y as u vez, es uno de los espacios propi-
cios para la sociabilidad e interacción en el ámbito de la subjetividad
juvenil, posibilitando procesos identitarios en lo individual y colectivo.

Este es un fenómeno que podemos apreciar claramente también el caso


de la neotribalización o aparición de tribus urbanas y bandas de jóvenes
identificados con ciertas corrientes ideológicas foráneas en su mayoría,
como los Hip-Hop, Punks, Hard Core, Reggae, Góticos, Rockeros,
Skinheads, Barras Bravas, Andinos, entre otros, asilados a la cultura ju-
venil criolla. Existen numerosos grupos, pandillas, bandas o simplemen-
te agrupaciones de jóvenes que visten en forma similar y llamativa, que
poseen hábitos comunes y hasta lugares fijos de reunión que podrían
caber en esta denominación, los que se pueden tribalizar justamente
desde estructuras organizacionales como las descritas.

Esto nos lleva a formular que los grupos juveniles no son sombras ni
luces, que los grupos juveniles poseen características diversas en su for-
ma y un denominador común que trasciende lo que hemos llamado «las

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 135


dos caras» de la juventud. Esto es la necesidad de agrupación, de com-
partir intereses comunes, de crear una identidad. En este espacio está la
mayoría de los jóvenes y/o grupos juveniles organizados mas allá de la
formalidad o la informalidad.

Convocatoria

Quien suele trabajar con jóvenes en el ámbito comunitario, puede reco-


nocer que generalmente el contacto inicial con los grupos juveniles in-
formales (sin Personalidad Jurídica), puede realizarse a través de las mis-
mas organizaciones formales del sector, o por contacto directo con ellos
en los lugares descritos donde se juntan o a través de «agentes clave»
(dirigentes o líderes de la comunidad).

En un principio el joven puede verse motivado a ver que pasa en la re-


unión, para salir de la rutina, conocer gente nueva, hacer lo que les
motiva, cosas que les haga sentirse independientes, o simplemente para
ver «qué onda» (curiosidad).

Suelen quedarse al encontrar un grupo de pares para compartir e inter-


cambiar gustos, inclinaciones y experiencias, ver la posibilidad de conse-
guir algún recurso no existente, ampliar sus redes naturales (sociales e
interpersonales), por un sentido de pertenencia, reconocimiento, acep-
tación, compañía, creación de lazos afectivos, empatía con los organiza-
dores o líderes, etc.

Una vez conformados, los grupos podrán emprender a lo menos dos


destinos, uno es ser grupos transitorios y el otro trascender y durar mas
en el tiempo, desarrollando una creciente capacidad de organización.

En el primer caso, cuando los grupos tienden a ser transitorios se cumple


un ciclo vital, de nacimiento, desarrollo y muerte, en el se presentan
fenómenos como la rotación y la deserción de los miembros.

Entre los motivos que los lleva a la larga o a la corta a retirarse de los
grupos está la falta de tiempo, problemas de permiso con sus padres,
(los catalogan de «vago», porque en vez de estar «perdiendo el tiempo»
en la calle, podría estar estudiando o ayudando en la casa), también si el
grupo de alguna manera no satisface las motivaciones iniciales, dificul-
tades con el o los líderes, o debido al mismo carácter transitorio de la
etapa juvenil, entre otros motivos.

136 • Programa Caleta Sur


Es importante destacar que para el facilitador el tipo de relaciones que
se establece con el grupo, debe ser desde la empatía, el compañerismo y
amistad, la negociación de los tiempos, espacios, tareas, responsabilida-
des, etc. Alguna sensación de presión los ahuyenta, el trabajo debe ser
muy atractivo para sus intereses y según sus intereses. A través de espa-
cios y procesos de organización y participación que ofrezcan alternati-
vas reales frente al pandillismo, abuso de drogas, vagancia, apatía o so-
ledad.

En el caso de los grupos que trascienden y permanecen en el tiempo,


que desarrollan en forma creciente su capacidad organizativa, el grupo
puede relacionarse de grupo a grupo con otros similares o complemen-
tarios, tejiéndose espontáneamente una estructura reticular, y se con-
vierte, como nodo, en «Organización».

Nuestra experiencia con grupos juveniles se ha fortalecido a través de la


animación sociocultural, asesoría y apoyo constante a las iniciativas ju-
veniles (como tocatas, deportivas, simultáneos, escuelas de rock, talleres
culturales diversos, comunicación y recreación) promoviendo una convi-
vencia más sana y propositiva en sus localidades. El trabajo gira en torno
a diversas propuestas, actividades, iniciativas, eventos y acciones nacidas
por iniciativa de ellos, lo que brinda posibilidades para generar autoges-
tión a través de procesos de organización, participación directa y el ejer-
cicio de la expresión juvenil (radios, periódicos, murales, afiches, etc.).

Se debe planificar no intencionando acciones, procesos, u otros fenóme-


nos, ni poniéndose metas ajenas, mientras no surjan desde las realida-
des que enfrenta paso a paso la dinámica comunitaria, a través de sus
autodiagnósticos y planes de acción, donde es tan variable el curso o la
evolución de los procesos y donde nuestras sugerencias u opiniones téc-
nicas, (léase asesorías) no son ni pueden ser indicaciones directas del
quehacer, en la medida que la horizontalidad que supone el trabajo
promueve y requiere procesos de reflexión y acción colectivos.

Es así también como por ejemplo, desde las nociones clásicas de preven-
ción en drogas (provenientes de los modelos médico y legalista), se tien-
de a enfocar la actividad preventiva hacia un marco de evitación o erra-
dicación de la incidencia de problemas específicos. Desde estas perspec-
tivas la prevención está en enseñar a los jóvenes a decir simplemente
«NO» a las drogas en términos genéricos; cuando sin embargo, la reali-

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 137


dad cotidiana hace difícil instalar conductas evitativas de este tipo ante
fenómenos como el uso de drogas, que resulta parte del paisaje habi-
tual en las poblaciones. Incluso a partir de estos mensajes preventivos un
joven que experimente por curiosidad con drogas sentiría que «ha falla-
do» y que ya comienza a desarrollar un rumbo desviado del deber ser.

Desde nuestra perspectiva, al trabajar con jóvenes, más que enseñarles a


estar diciendo NO, debe tener lugar una noción propositiva, centrada
mas bien en el desarrollo de potencialidades psicosociales, en acompa-
ñar a los grupos en pos de fijarse metas, desarrollar iniciativas de mayor
alcance y apoyar la movilización en torno a sus motivaciones, mostrán-
doles caminos mas que cerrándolos, esto les permite visualizar aquellos
recursos que no se percataban concientemente.

El efecto de esto último está en que en vez de tener un grupo de jóvenes


rodeados de miedos, fantasmas y mitos, se fomenta el desarrollo de su-
jetos con actitud crítica y a la vez propositiva, concientes de su condición
y activos en sus motivaciones, para satisfacer sus necesidades a partir de
lo local.

III. Alteridad y origen: Alter-natividad


(Sobre la diversidad y la tolerancia o «Por la Razón o la Fuerza)

Un planteamiento epistemológico común en torno a la realidad es que


ésta posee una existencia independiente del observador, y que ésta es
una realidad objetiva, asume además optimistamente que el ser huma-
no está constituido de tal modo que puede tener acceso a esta «realidad
objetiva» y conocerla tal cual es.

Lo que a continuación se desea analizar y desarrollar, son las consecuen-


cias de aceptar o tomar como verdad fundamental este planteamiento
epistemológico. Es decir, qué cosas suceden y qué cosas no suceden, en
el ámbito del trabajo comunitario si aceptamos la existencia de una rea-
lidad objetiva y la capacidad de conocer esta realidad objetiva por parte
del ser humano, en su condición de «realidad objetiva».

Es así como recurriendo a Menanteau xviii, quien en 1979 formula la


pregunta: «Las cosas, ¿Son porque las percibimos o las percibimos por-
que son? xix, intentaremos a continuación desarrollar primeramente una
síntesis de las afirmaciones que implicarían ambas respuestas o afirma-
ciones:

138 • Programa Caleta Sur


1) «Las cosas las percibimos porque son»: La primera tesis (recién anun-
ciada) es que existe una única e indivisible realidad y por lo tanto en
consecuencia sólo una verdad absoluta, que es la descripción y explica-
ción de la realidad objetiva. Si no pueden haber dos o más realidades,
no pueden haber tampoco dos o más verdades.

Hasta aquí, para la mayoría de las personas, estas afirmaciones rayarían


en lo obvio. Pero la disparidad de ideas constatada en la experiencia
cotidiana, los evidentes desacuerdos, no nos hacen pensar que existen
muchas realidades o muchas verdades, sino distintas explicaciones de la
realidad, de las cuales unas son correctas, válidas o ciertas; es decir, refle-
jo o aprehensión de la verdad y otros errores, equivocaciones o lisa y
llanamente ignorancia.

Desde esta postura, lo que podríamos esperar como ideal de sociedad,


proviene o se relaciona con lo que denominaríamos, en palabras de M.
Bakunin, una «moral absoluta». Desde esta perspectiva el discurso se
plantea como conocedor de la verdad y por lo tanto, de las propuestas
correctas, en oposición con el resto de las propuestas, que caerían en
error y que incluso pueden ser destructivas.

Muchas de estas propuestas de «deber ser», provienen de estructuras


mas profundas, vinculadas a una opción moral, ideológica, y cultural
que acarrea inmediatas consecuencias en su decir y quehacer político,
económico, y social.

Cuando nuestras proposiciones surgen como en relación no sólo a la


humanidad, sino en relación con el resto de los seres, con la totalidad
infinita de los mundos, o de la verdad -aquella que nos es eternamente
desconocida-, se es consecuente con una idea de «moral absoluta».

Esta moral absoluta la encontramos en germen en todos los sistemas de


moral que se han producido en la historia, como luz latente, que por lo
demás no se ha manifestado mas que por reflejos tan inciertos como
imperfectos, y que se ha puesto en práctica a través de distintos mode-
los absolutistas donde entre otros se nos presentan absolutismos reli-
giosos, económicos, militares o científicos; no siempre exentos de bue-
nas intenciones, pero que en su mayoría representan procesos de ensa-
yos y error de sistema ideal, cuya consecuencia es la legitimación de la
violencia o represión de manifestaciones distintas a la «moral absoluta»
que se propone.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 139


«Las cosas son porque las percibimos»: Así, el otro planteamiento epis-
temológico sería que el ser humano tiene la capacidad constitutiva de
conocer la realidad, pero que esta capacidad no se manifiesta en la apre-
hensión total y completa de ésta, como afirmamos mas arriba, sino que
muy por el contrario, se accede al conocimiento de esta realidad por sus
características, por una parte y por las características del ser humano
que la percibe, por otra, a través de un difícil, engorroso y muy gradual
proceso. Al no haber cualidades sin un percipiente y al no haber cosas
sin cualidades, el argumento nos conduce a que sin un percipiente no
hay cosa alguna en el mundo. Aún mas, el argumento de Berkeley nos
conduce a concluir que el único percipiente soy yo, que con mi percep-
ción creo el mundo, y a esto se llama solipsismo.

En esta segunda perspectiva efectivamente podemos identificar entre


otros al «Solipsismo Científico», a la postura científica-experimental, en
lo que respecta al desarrollo del conocimiento.

«Más aún, sería tan gradual y lento este acceder o conocer la realidad
que no sólo no se agota en la evolución de un ser humano individual,
sino que éste es un proceso evolutivo intergeneracional, que postula
que el conocimiento de esta realidad requiere no sólo la interacción
transversal de los seres humanos en el proceso de conocer la realidad,
tarea de todos, sino que exige un corte longitudinal. Los seres huma-
nos le van entregando a las nuevas generaciones el conocimiento al-
canzado con la creencia de que éstas darán un paso más en este cono-
cimiento y así sucesivamente acrecentando la construcción de la ver-
dad y disminuyendo el error y la ignorancia». (Fernando Coddou. (1997).
«La Violencia en la ideología» xx.)

Las implicancias que podemos inferir de ambos supuestos epistemológi-


cos en el ámbito cultural pueden abarcar, entre otras cosas, distintas
representaciones sociales, actitudes frente a temas sociales, posturas ideo-
lógicas o cosmovisiones, que afectan directamente la convivencia social
en distintos ámbitos, tanto desde la política central, las relaciones loca-
les entre distintos actores comunitarios, así como la performance psico-
lógica de las personas en tanto entes sociales.

Desde esta perspectiva, Fernando Coddou xxi nos presenta el ejemplo


del lema de nuestro escudo patrio, el que representa una síntesis ideoló-
gica de la primera posición: «Por la razón o la fuerza». En este aspecto
parecería implícito que la fuerza sería para defenderse o protegerse,

140 • Programa Caleta Sur


justamente, de la violencia destructora del otro, con lo cual la fuerza
queda validada como su uso inevitable por el «quiebre» del respeto a las
normas «infringido» por el otro.

Más que reflejar un territorio, esta idea del uso de la fuerza representa o
es fiel, a la aceptación de la objetividad; es coherente con la defensa de
la verdad que o es aceptada por su evidente razonabilidad o no nos
queda más que imponerla con el uso de algún tipo de fuerza, para pro-
teger esa verdad y protegernos todos del error, la equivocación o la fal-
sedad. Infortunadamente, esto se traduce, si examinamos la historia, la
macro y la micro historia, en cómo la verdad y la razón tienden a estar en
manos de los poderosos y los equivocados y malos tienden a ser los débi-
les. Perfilando así una relación inevitable entre conocimiento y poder.

En el caso de Foucaultxxii, éste entiende el poder no como personalizado


en el sujeto del rey o en una institución, sino como las sujeciones múlti-
ples que tienen lugar y funcionan dentro del cuerpo social donde el
poder circula y funciona «en cadena» y se ejerce a través de una organi-
zación reticular; por lo tanto lo que interesa es el problema de la domi-
nación y la sujeción; para ello es necesario:

a) Tomar al poder no solo desde su centro económico, sino desde mas


allá, donde inviste a las instituciones, toma cuerpo en técnicas y se da
instrumentos de acción material que pueden ser violentos, en sus
formas más extremas y regionales, sobretodo ahí donde escapa al
derecho.

b) Por otro lado, estudiarlo desde su intención, que cuando la hay, se


manifiesta en prácticas reales y efectivas, donde hay una relación
inmediata, directa y observable, donde adquiere formas de repre-
sión y control.

c) Por último no considerar al poder como homogéneo y compacto; no


es algo que alguien tenga y otro no; A pesar de que el poder circula
no quiere decir que está repartido en forma equitativa entre los hom-
bres.

Incluso en la aparente racionalidad de la ciencia, es demasiado frecuen-


te que las «verdades científicas», sobre todo aquellas impuestas, tienen
que ver con poderes económico-políticos de aquellos que las sustentan,
más que con la consensualidad de sus afirmaciones.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 141


Por otro lado, si se asume que Kuhn divide claramente la historia de la
epistemología en dos períodos diametralmente diferentes, es necesario
reconocer que con sus ideas se consagra en el escenario intelectual la
tesis de que la ciencia es un hecho social y que resulta incomprensible sin
el manejo de categorías de esa índole. El propio Kuhn cuenta que, de
haber reescrito La Estructura de las Revoluciones Científicas, no se ha-
bría centrado en el concepto de’ paradigma’ sino en el de ‘comunidad
científica’.

¿No sería necesario preguntarse sobre la cuestión de poder que implica


esa necesidad de ser ciencia?, o, ¿Qué tipos de saber se descalifican al
preguntarles si son ciencia?, ¿Qué vanguardia teórico-política se enfati-
za hoy para separarla de las otras formas discontinuas de saber?

A este respecto diremos que lo que hace que un cuerpo sea identificado
como un individuo es ya un efecto del poder, por ejemplo, hacia fines
del siglo 18 se instaura una medicina cuya función será la higiene públi-
ca; posteriormente se añaden los seguros, ahorros, y otros servicios so-
ciales para protegernos de peligros externos e internos. Se produce una
asistencia masiva a diversas anomalías del existir humano, al momento
que aparece un elemento nuevo: la noción de población, desde donde
los fenómenos se tornan «colectivos», afectan al hombre especie u hom-
bre masa, ya no importa si como persona tengo o no tengo dinero, lo
que importa es la cifra país. A partir de lo anterior podemos hablar de
una bio-política en la medida que, como decimos anteriormente, sobre
el concepto de cuerpo se va a ejercer cierto nivel de control de masas.

La tecnología del poder bio-político instaura mecanismos que intervie-


nen a nivel global, se trata primero de hacer previsiones, estimaciones
estadísticas y medidas globales, destinadas a «mantener la media», ver
cual y como es el equilibrio. Ya no es el poder hosco del rey, ahora es un
poder continuo y científico.

Existen mecanismos disciplinarios de control del cuerpo en la subdivi-


sión de los hombres mediante la distribución de grupos etáreos. Existe
una sumisión de los individuos a la visibilidad en la medida que ciertos
comportamientos no se hacen en público, (por ejemplo la masturba-
ción), es decir una normalización de los comportamientos.

Luego tenemos una serie de mecanismos reguladores que permiten o


inducen determinados comportamientos (como estudiar, trabajar, aho-

142 • Programa Caleta Sur


rrar, casarse, etc). Así los diversos temas que nos competen como especie
están intervenidos tanto por la disciplina como por la regulación.

Volviendo a Foucault xxiii, el Racismo, a pesar de ser muy anterior al


biopoder, sienta bases para la aparición de este, debido a su estructura
de funcionamiento. A partir de la teoría evolucionista, que establece un
continuum biológico de la especie humana, unas razas pasarían a ser
mejores que otras (la propia obviamente), así tenemos entonces que
una de las primeras funciones del racismo es fragmentar, introducir rup-
turas en este continuum biológico que el biopoder pretende gestionar.
Una segunda función se manifiesta en que el racismo permitirá estable-
cer una relación entre mi vida y la muerte del otro; es decir que mientras
mas razas «inferiores» desaparezcan, mientras mas «anormales» o «de-
generados» salgan de la vida social, tanto mas «pura», y por tanto mejor
y mas sana será la raza, «mi» raza.

Desde el momento en que el estado funciona sobre la base del biopo-


der, la función homicida sólo puede asegurarse por el racismo, éste re-
presenta el derecho de matar, de quitar la vida o de no asegurarla, o de
matar «políticamente».

Este es un mecanismo que no sólo se aplica a los «adversarios» de otras


razas, sino también existe la posibilidad de eliminar y/o excluir a los «nues-
tros», a los locos, los anormales, los drogadictos. O cambiar su foco de
repudio hacia clases distintas, preferencias distintas o cualquier otra
manifestación alternativa a la propia.

Podemos ver en la definición de amor de Humberto Maturana, que el


amor es justamente la aceptación del otro en su condición de legítimo
otro. También es el camino del establecimiento de la verdad válida para
el ser humano, aquella aceptada por todos los que la comparten. No
puedo seguir diciendo que soy poseedor u ostentador de la verdad si el
otro no la comparte conmigo, sólo podré concluir que es mi verdad, por
ende si luego de intentar por vía de la invitación a que el otro comparta
mi verdad, para convertirla en nuestra verdad no lo logro, no tengo
argumentos morales ni racionales para destruir o aniquilar al otro por el
uso de la fuerza, en la imposición de la verdad.

Ciertamente aquí radica la esencia de la democracia, el otorgarle espa-


cios de existencia a todas las minorías que no comparten la verdad de las
mayorías, pero es terriblemente cierto, también, que estos espacios se

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 143


ven inmediatamente imposibilitados si no es la voz de las mayorías la que
se esgrime como argumento, sino la voz de la verdad, de la «fuerza» xxiv.

Y si bien se reconoce que pese a tal complejidad, se dan en toda cultura


patrones unificadores que tienden a estandarizar ciertos elementos, para
un funcionamiento armónico de las estructuras sociales, y generar un
sistema común para comunicarse. Se instituye como consecuencia un
discurso ordenador, que rige tanto en lo normativo y legal, como en
criterios éticos de «sentido común» acerca de los usos o de lo que es el
«deber ser» de la vida social. Generando un marco cultural denominado
«cultura de la normalidad».

Asimismo, a partir de este discurso normalizador es que se define mas o


menos consuetudinariamente y más o menos por escrito, lo que se inter-
preta como «desviado» o «anormal».

Pero vale la pena preguntarse si al construir aquellos discursos unitarios,


y al invitarnos a sumarnos a él, ¿En qué dirección va la unidad?, ¿A quién
favorece el pensamiento globalista? . He aquí el aspecto aplastante que
puede generar el discurso unificador, consensual o global. Que por su
efecto se producen a cambio los que Foucault llamaba los «saberes so-
metidos», o por qué no, «conocimientos subordinados».

En la definición de estos deber ser, operan poderes fácticos y formales,


como son las instituciones del estado, de la civilidad, el mercado, los
medios de comunicación, partidos políticos, iglesias, entre otros, con
hegemonía en los espacios de influencia en la opinión pública, en la
información y en la cultura, y que operan en forma reticular.

Tal distinción de lo correcto en un sistema socioeconómico estable, (por


su persistencia en el tiempo), como el sistema Neoliberal, manifiesta tam-
bién una clara postura ideológico-moral. Y es el caso, una «Ideología
Dominante». Dominante por su poder discriminador, por basarse en una
idea de moral absoluta y por su capacidad para establecer distinciones
entre lo que es lo verdadero y lo que es lo falso, el que además crea una
falsa sensación de libertad para elegir, donde en nuestro país las dos
grandes alternativas políticas nos dan como posibilidades un neolibera-
lismo moderado o un liberalismo extremo. Este fenómeno es conocido
como doble vínculo o ilusión de opuestos, de tal manera que sea cual
sea la elección, nos enfrentamos al mismo modelo, pero con distintos

144 • Programa Caleta Sur


matices o acentos xxv y que en definitiva nos conducen a una propuesta
de «moral absoluta».

Por lo demás, la modernización del país tiene aspectos negativos que no


se pueden ignorar. El Informe de 1998 del PNUD xxvi mostró de modo
fehaciente que tras los difusos malestares de la población existen serios
problemas de seguridad humana. La desconfianza en las relaciones per-
sonales, las deficiencias de las instituciones destinadas a la seguridad
social y las dificultades para otorgar sentido y orientaciones a los proce-
sos en marcha son algunas de las inseguridades que sufren los chilenos,
además del escaso espacio abierto al sentir de la gente a partir de su
realidad local.

Se señaló entonces la necesidad de prestar a la subjetividad de la gente


una atención similar a la que se brinda al desarrollo económico e institu-
cional. Sólo una complementariedad adecuada entre ambos momentos
permite que el Desarrollo Humano en Chile sea socialmente sustentable.

He aquí en parte la disfuncionalidad que, a partir de la discontinuidad,


representa para el sistema el Cuarto Sector, en el sentido que con res-
pecto a «Alteridad y Origen», y repasando algunos conceptos a la luz
del diccionario Encarta 1998 xxvii, se define la palabra «Alter» como una
persona o cosa distinta a aquella de que se habla («El otro»). Y por otro
lado la palabra «Nativo» para designar algo relativo al lugar donde uno
ha nacido. Natal. Innato. Así, de la fusión de ambos conceptos surge el
de «Alter-nativo» que significa «otro - origen» o bien, que se ofrece una
«opción diferente».

Cuando decimos alter-nativo nos referimos a un «Otro» que se identifi-


ca con patrones culturales diferentes a los patrones oficiales, sin que
esta diferencia signifique necesariamente anormalidad, desviación, con-
tracultura, delincuencia, enfermedad o maldad; sino que representarían
mas bien saberes sometidos.

El Cuarto Sector, en este contexto, comparte con el concepto de alterna-


tividad diversos elementos, sobre todo porque es en dicho sector de la
sociedad civil de donde provendrán opciones distintas de convivencia y,
por que no, de asociatividad.

Estamos hablando de un sistema sociocultural diverso, donde conviven


distintos actores sociales, distintas corrientes culturales, etnias, distintas

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 145


clases socioeconómicas y también distintos orígenes, aquello de donde
un actor social procede o proviene en el momento de su nacimiento o
de su socialización en sus referentes culturales alter-nativos, y que iden-
tifica a los grupos con distintas formas de ver el mundo.

Es en este mundo alternativo donde diversos grupos sin mayor influen-


cia política formal han ido manifestando otras opciones en lo que res-
pecta a lo económico (otro comercio), la identidad étnica, la participa-
ción local, la identidad sexual, expresión juvenil, e incluso distintos sen-
tidos del humor. Y es precisamente ahí, desde ciertos «saberes someti-
dos» donde una porción creciente de jóvenes comienza a vivir tal vez
una nueva sociedad, sin permiso, violentada muchas veces y rebelde por
esto mismo.

¿De qué manera puede el estado acercar recursos a este sector si no es a


través de su propia institucionalidad burocrática o a través del segundo
o tercer sector?, En los segundos casos, ¿no se distancia cada vez mas el
estado de la gente?. Dejamos abierta la discusión acerca de cómo cons-
truir una sociedad mas tolerante a pesar de la diversidad y por esto mis-
mo, cómo promover un desarrollo humano en Chile con la participación
de todos.

146 • Programa Caleta Sur


i El presente ensayo se basa en un trabajo anterior (inédito) del autor,
denominado «Hacia Un Retrato Psicosocial De La Juventud, Desde El
Cuarto Sector»

ii Instituto Nacional de la Juventud (1997). «Segunda Encuesta Nacio-


nal de Juventud». Santiago de Chile. En Centro Interamericano de
Investigación y Documentación sobre Formación Profesional
(Cinterfor/OIT). «Caracterización de la realidad juvenil de los noven-
ta».

iii Decimos «participan» para diferenciar de una relación pasiva de «be-


neficiario receptor» de los bienes y servicios. Aquí al decir que no
participan nos referimos a quienes no resultan activos o no son efec-
tivos en la búsqueda o consecución de lo que necesitan.

iv «Los dilemas de la participación en gobiernos locales», Silvia Bolos,


Ponencia del SEGUNDO CONGRESO IGLOM Gobiernos Locales: de-
mocracia y Reforma del Estado. Querétaro, 26 y 27 de abril de 2001.
Universidad Iberoamericana - Santa Fe. México.

v Gobierno de Chile. División de Organizaciones Sociales. (2001) «Aso-


ciacionismo Emergente en Chile. Estudios y Reflexiones» (N° 118.911),
pp. 19. Santiago de Chile.

vi Ibíd., pp 15

vii Ibíd., pp 16

viii Montero, Maritza (1984). «La Desviación Social». Universidad Cen-


tral de Venezuela y Asociación Venezolana de Psicología Social. Méxi-
co, Ciudad de México. Capítulo XI pp 355-379.

ix Si bien se reconoce que se han abierto nuevas oportunidades para la


juventud en la última década; estas resultan desde la perspectiva de
los jóvenes insuficientes. Desde la opción por lo marginal encontra-
mos a jóvenes desencantados del sistema, con una desesperanza
aprendida en su relación con estos servicios, tema que desarrollamos
mas adelante.

x Mundo adulto expresado en los padres, vecinos, dirigentes vecinales,


profesores, policía, guardias privados, etc. Quienes muchas veces ven
en las manifestaciones juveniles algún nivel de amenaza.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 147


xi Asunto que en el caso de nuestro país según diversos estudios, pa-
rece ser mas grave su representación social que su prevalencia. Caso
que sí se da efectivamente como un problema estadístico en el
alcohol, droga legal...

xii Rivera, N., «Los Grupos Juveniles», en «De Mentes Jóvenes», (1998).
UCPI. Alcaldía Mayor de Santa Fe de Bogotá. Pp 35.

xiii Si comparamos en el caso de las drogas la cantidad de jóvenes con-


sumidores arrestados por la policía, con relación a la cantidad de
traficantes arrestados veremos que la estadística muestra una ma-
yor concentración de detenciones en los consumidores, reflejando
una mayor represión a la demanda que a la oferta.

xiv Matus, C., (2000). «Tribus Urbanas: entre ritos y consumos, el caso
de la discoteque Blondie». En «Última Década» N° 13, pp 98. Viña
del Mar: CIDPA Ediciones. También se encuentran referencias al
tema en: Varios autores (1998). «De Mentes Jóvenes», UCPI. Alcal-
día Mayor de Santa Fé de Bogotá.

xv Rivera, N. (1998). Op. Cit. Pps 36-37

xvi La siguiente descripción recoge elementos mencionados por Nuvia


Rivera (ver bibliografía), referidos a la realidad juvenil colombia-
na, modelo que el autor ha ajustado, a la realidad juvenil chilena.

xvii Cabe destacar que en el presente ensayo no hemos querido desta-


car la situación de jóvenes de Quinto sector de clases altas o delin-
cuentes de «cuello y corbata», puesto que por la complejidad para
formularlos sería materia de otros ensayos.

xviii Menanteau, Ramón. (1979), «El Idealismo Filosófico: Cuatro ver-


siones fundamentales». Editorial Universitaria. Santiago de Chile.
Pp. 12.

xix Dicha pregunta que en esa oportunidad formula respecto al Idea-


lismo Filosófico, a través de las perspectivas de Hegel, Kant, Des-
cartes y Berkeley. Nos permite esta vez formularla, como decíamos
mas arriba, respecto a las consecuencias que una u otra respuesta
o afirmación trae a la práctica comunitaria en el cuarto sector.

148 • Programa Caleta Sur


xx Coddou F. & otros (1997). «La Violencia en la ideología» en «Vio-
lencia en sus distintos ámbitos de expresión». Santiago de Chile.
Dolmen Ediciones. Pág. 66.

xxi Op Cit. Coddou F. & otros (1997).

xxii Foucault, Michael (1992), «Genealogía del Racismo». Ediciones La


Piqueta. Madrid. España. Cap. I.

xxiii Op. Cit. Foucault, Michael (1992), Cap. II

xxiv Coddou F. & otros (1997). «La Violencia en la ideología» en «Vio-


lencia en sus distintos ámbitos de expresión». Santiago de Chile.
Dolmen Ediciones. Hasta aquí en los últimos párrafos se hizo refe-
rencia a Maturana a partir de este texto de Fernando Coddou.

xxv Considerando que el fenómeno de Doble Vínculo puede generar


en las personas trastornos mentales de tipo psicótico, lo menos que
podemos decir a nivel psicosocial, es que el doble discurso lesiona
también la convivencia nacional, generando una serie de trastor-
nos en los sujetos sociales.

xxvi Informe Desarrollo Humano en Chile - Año 2000. «Más Sociedad


para Gobernar el Futuro» Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo. Sinopsis. Pág. 1

xxvii Enciclopedia Microsoft(r) Encarta(r) 98 (c) 1993-1997.»VOX Diccio-


nario General de la Lengua Española» Microsoft Corporation.

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 149


150 • Programa Caleta Sur
Listado de participantes seminario 2001

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 151


Asistencia seminario
Nº Nombre Institución Teléfono
Participante
001 Leonardo Arena Centro cultural Casa: 2935711
«Aporte Kolektivo Celular: 09-471.66.63
Independiente» (AKI)
002 David Saavedra Vicaría Pastoral Social 238.78.75
238.78.38
003 Loreto Rebolledo Vicaría Pastoral Social 777.58.34
Fax: 777.78.95
004 Víctor Rus Vicaría Pastoral Social 521.37.85
521.64.21
005 Paola Ossandon Vicaría Pastoral Social 672.53.92
Fax 671.70.59
006 Héctor Rojo Vicaría Pastoral Social 695.66.17
681.47.58
007 Omar Ceron Vicaría Pastoral Social 776.12.11
776.20.69
008 Esteban Martínez Corporación «Arma Mater» 555.76.67
009 Elena Vergara Consejo Defensa del Niño Fono Fax: 521.3778
Vallejos Centro de atención
(diurna Roxanne)
010 Anaid Zilci Consejo Defensa del Niño Fono Fax: 521.3778
Centro de atención
(diurna Roxanne)
011 Andrea Huerta Consejo Defensa del Niño Fono Fax: 521.3778
Centro de atención
(diurna Roxanne)
012 Caterine Blanco Consejo Defensa del Niño Fono Fax: 521.3778
Centro de atención
(diurna Roxanne)
013 Oscar González CEPPAC 681.01.10 (Casa)
Centro de Profesionales 561.50.97 (Ofic.)
para la acción Comunitaria

152 • Programa Caleta Sur


014 Enrique Aliester Corporación «Arma Mater» 555.76.67
015 Katam De Jalab Centro de Investiugación (32) 622.576
Social Aplicada Personal
y Multicultural
016 Roxana Toro Centro de Investiugación (32) 622.576
Social Aplicada Personal
y Multicultural
017 Ruth Simeone CONACE V Región (32) 22.45.19
018 Carolina Bastías Policlínico Enrique Alvear 5341300
019 Bárbara González Policlínico Enrique Alvear 641.40.38
020 Esperanza Facéndez Policlínico Enrique Alvear 278.09.16
021 Marcela Hernández Previene La Florida
022 Juan Carlos Gómez SERPAJ 697.20.01
Fax: 672.76.08
023 Irene Escribano CONASIDA 630.06.73
630.06.74
630.06.80
024 Claudio Venegas CONASIDA 630.06 .73
630.06.74
630.06.80
025 Macarena Villaroel 09-843.86.27
026 Eduardo Bauza UAHC
027 Catherine Alfaro UAHC 641.60.88
028 Ximena Matus Escuela Las Américas-Maipú 534.86.85 (casa)
029 Adelina Espinoza Área Trabajo Comunitario 776.05.05 anexo 386
Hogar de Cristo 640.06.85 casa
030 Marcela Rodas Área Trabajo Comunitario 776.05.05 anexo 386
Hogar de Cristo 640.06.85 casa
031 Francisco Toledo Área Trabajo Comunitario 547.33.07
Hogar de Cristo
032 Wilfredo Marcelo 227.42.31
033 Gustavo Bustos UAHC 531.75.35
034 Cristina Retamal EMAUS 773.56.21

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 153


035 Manuel Gavilan EMAUS 773.84.76 Fax
036 Sebastián García Junta de vecinos Nº 7, Santiago 635.15.63
(periodista área social) Fax: 638.7795
037 Catalina Littin Menz Corporación Chilena Fono/ Fax: 341.49.4
Pro Naciones Unidas 274.31.50
038 Delia Soto Equipo Tratamiento Infancia Fono: 564.03.88
«Caleta Sur» Fax: 564.48.39
039 Oriana Lengue Colegio Asistencia Social 736.46.22
040 Sebastián Segovia Equipo Tratamiento Infancia Fono: 564.03.88
«Caleta Sur» Fax: 564.48.39
041 Anita Noranbuena Equipo Tratamiento Infancia Fono: 564.03.88
«Caleta Sur» Fax: 564.48.39
042 Sonia Rojas Niños Para Cristo 776.49.10
043 Blanca Tite Suni Colegio Asistencia Social 669.57.92
044 Mariana González P.E.T Asistente Social 858.50.30 (casa)
688.77.61
045 Douglas Contador INACAP 530.28.17
046 Carolina Ordenes INACAP 324.10.02
047 Karin Ketter I. INACAP 743.66.86
048 Catherine INACAP 530.28.17
Hernández
049 Daniela Campos INACAP 530.28.17
050 Natalia González INACAP 530.28.17
051 Miguel Fonseca INACAP Asistente Social 530.28.17
(profesor)
052 Ronaldo Araos UAHC 314.79.23
Morales
053 Pedro Pablo Salinas EDUK 279.84.91
054 Soledad Iturrieta EDUK 279.84.91
055 Katrin Cortés JUNDEP 697.22.79
697.24.89
056 Jorge Gaete JUNDEP 697.22.79
697.24.89

154 • Programa Caleta Sur


057 Max Müller Hogar de Cristo 688.50.67
058 Carolina Mery 343.00.11
059 Julie Donoso F. Instituto Carlos Casanueva 288.51.77
09-358.99.17
060 Andrés Vera Q. JUNDEP 09-227.47.03
061 Cristina Bentos R. Asistente Social 548.51.00 (casa)
698.59.38
(Colegio Asist. Soc.)
062 Eric Lombaert SENAME 389.42.42
063 Rosa Gasmuri Unidad Móvil La Pintana 542.10.23 (fax)
Hogar de Cristo
064 Cecilia Cariqueo Unidad Móvil La Pintana 542.10.23 (fax)
Hogar de Cristo
065 Claudio Vásquez Centro Comunitario 516.29.62
«El Galpón» 541.59.28
066 Cecilia Braña Consultorio Huamachuco Fono / Fax: 641.10.20
Renca
067 Lucía Palma H. Grupo Salud El Bosque 548.02.09 (casa)
068 Loreto Frutealba P. JUNDEP 558.96.49
069 Cecilia Flores G. Caleta Sur Fono: 564.03.88
Equipo Tratamiento Fax: 564.48.39
070 Karina Retamal Emaús 645.43.72
071 Alexis Cornejo Fundación CREDHO
072 Luis Muñoz Centro Comunitario 516.29.52
«El Galpón» 541.59.28
073 Marco Echeverría Centro Comunitario 516.29.52
«El Galpón» 541.59.28
074 Chila Azar Centro de Apoyo Juvenil 514.19.71
«El Umbral» 514.01.40
075 Andrés Baseur ONG La Esquina 545.77.44 Fono /Fax
076 Jonathan Rubio ONG La Esquina 545.77.44 Fono /Fax
077 Flor Arendaño S. Colegio Asistentes Sociales 764.24.60
078 Vanessa Ubeira G Colegio Asistentes Sociales 09-327.68.65

Sentidos y Construcciones para el Trabajo Comunitario • 155


079 Yesca Hidalgo A. Colegio Asistentes Sociales 622.11.65
080 Claudia Ambruchi Colegio Asistentes Sociales 266.97.42
081 María Mónica Colegio Asistentes Sociales 310.84.62 (casa)
Sandoval
082 María Angélica Hogar de Cristo 09-216.31.55
Asistente Social 641.24.32
083 Carlos Badilla Caleta Sur Equipo Fono: 564.03.88
Reducción de Daños Fax: 564.48.39
084 Francisco Avilés Caleta Sur Equipo Fono: 564.03.88
Reducción de Daños Fax: 564.48.39
085 Claudia Hormazábal INACAP Estudiante 772.25.40
Trabajo Social
086 Henry Herrera Centro Belen 282.19.76 fono/fax
087 Claudia del Río Municipalidad de la Florida 636.50.30
Dir. Programa Joven
088 Claudia Muños Programa Droga 689.24.68
Municipalidad Santiago
089 Leslie Flores Colegio Asistentes Social 698.59.38
090 Alejandro Reyes Centro Económico de 772.23.10
Capacitación CEC
091 Reveca SERPAJ (33) 41.51.60
092 Egmundo Mercado UAHC (Trabajo Social) 699.10.46
Puente 5
093 Cristian Silva COSAN La Florida Comunidad 286.49.84
Terapéutica Los Castaños
094 Norman Saniter M. Programa Drogas 689.24.68
Municipalidad de Santiago
095 Angelica López Caleta Sur Equipo Fono: 564.03.88
Tratamiento Infancia Fax: 564.48.39
096 Juanita Muñoz
097 Nelson Arellano 26.99.36
098 Vania Rammy Municipalidad de Santiago, 689.29.68
Programa Drogas

156 • Programa Caleta Sur

Potrebbero piacerti anche