Sei sulla pagina 1di 27

XX CAPÍTULO GENERAL

EL CLARETIANO
en el
proceso de renovación
congregacional
Roma, 1985
________________________________________________________________

PRESENTACIÓN

Durante más de un año, nuestras comunidades claretianas se han sentido


activamente implicadas en un examen crítico del estado de la Congregación y
en la búsqueda de unas indicaciones que pudieran orientar la vida y el servicio
de nuestros misioneros en los próximos años. Las páginas que siguen dan
concreción final a esta reflexión en su doble perspectiva; y este XX Capítulo
General las ofrece a todos los miembros de la Congregación, como conclusión
de sus trabajos y como parte de su propio servicio.

Este documento no intenta ser un texto doctrinal. Se limita


intencionadamente al nivel operativo. No tiene pretensiones de globalidad sino
que se circunscribe a aquellos puntos que, en el momento actual, requieren una
particular atención. Se coloca conscientemente en el interior del proceso de la
renovación conciliar, en el que la Congregación se guía por su conciencia de la
misión claretiana, que se ha ido explicitando más y más en los últimos Capítulos
Generales y, de cara a un próximo futuro, nos propone nuevas interpelaciones y
urgencias.

Pensamos que no es lo institucional o legislativo lo que reclama hoy la


principal atención de nuestra comunidad misionera. Es la persona misma del
Misionero Claretiano la que se pone como centro articulador del discernimiento
de esta hora y de las aspiraciones y esperanzas para el futuro. De ahí que este
pensamiento no pudiera menos de hacerse presente en estas páginas,
asegurándole una Justa perspectiva de comprensión.

Introducción

1. Desde el primer momento la Congregación ha hecho suya la consigna


de renovación lanzada por el Vaticano II (1). La reflexión congregacional
durante estos veinte últimos años y las experiencias vitales que le subyacen han
quedado recogidas en las Constituciones y en los Documentos elaborados en los
tres últimos Capítulos Generales. De ahí han aflorado algunas líneas de fuerza,
que han orientado e impulsado nuestra renovación. Queremos ofrecer a nuestros
hermanos las luces y sombras de ese proceso. Nuestro propósito no es
simplemente tomar conciencia de lo vivido en este lapso de historia; intentamos,
sobre todo, que, a partir de esta experiencia que ahora examinamos, la
Congregación se disponga a abordar los nuevos desafíos del momento
históricos, de modo que pueda seguir testificando en el futuro el Evangelio de
Jesucristo.

1. Líneas-fuerza que han impulsado nuestra renovación

2. La línea-fuerza que ha sido el fundamento y eje del proceso de


renovación congregacional, es la misión claretiana (2). Esta ha sido entendida
desde la óptica de nuestro carisma y patrimonio espiritual (3), como modo
peculiar de seguir a Cristo, Enviado del Padre y Evangelizador del Reino (4); ha
sido considerada de una manera más directa a partir de las interpelaciones de la
realidad en que vivimos (5). De esta línea-fuerza han surgido otras. De ellas
queremos destacar: la renovada comprensión del estilo apostólico de vida, de la
comunidad en cuanto comunidad misionera, de la actividad apostólica y de la
formación.

a) El estilo apostólico de vida

3. La conciencia de nuestro ser misionero ha afectado notablemente al


modo de concebir y vivir nuestro proyecto evangélico desde la castidad ,
pobreza y obediencia. Destacamos su motivación («por el Reino de Dios»), su
carácter representativo de Cristo, según el estilo de Claret (6) , y su dimensión
carismática.

b) Dimensión misionera de la comunidad


4. De la centralidad de nuestra misión hemos ido deduciendo una
comprensión renovada y un nuevo estilo de vida comunitaria, que no sólo debe
ser símbolo y realización del Reino, sino también, y de una manera específica,
«comunidad para la misión» (7).

c) Nuestra actividad misionera

5. La misión claretiana, como línea-fuerza, ha influido en nuestra


actividad misionera, principalmente en los siguientes aspectos:
-Inserción pastoral en la Iglesia: La convicción de que nuestra comunidad está
al servicio de la «única misión de la Iglesia» (8), según nuestro peculiar
ministerio carismático, ha impulsado nuestra renovación en la línea de una
mayor inserción pastoral en ella (9).

-Atención a los signos de los tiempos: Nuestro servicio específico como


claretianos, ha exigido una atención suma a los signos de los tiempos ya los
desafíos que provienen de la historia y de los procesos sociales de nuestros
pueblos; ahí descubrimos lo que para nosotros es, en cada tiempo y lugar, «lo
más urgente, oportuno y eficaz» (10).
-Opciones misioneras:.La observación del mundo desde nuestro carisma nos ha
llevado a comprometernos con una evangelización más misionera, inculturada,
profética y liberadora, realizada desde la perspectiva de los pobres y
multiplicadora de evangelizadores (11), ya elegir unos destinatarios
preferenciales .

-Revisión del estilo de vida, obras y posiciones.. Todo lo anterior ha motivado


un proceso de revisión de nuestro estilo de vida y de nuestras obras y posiciones
(12).

d) Formación para la misión

6. La centralidad de la misión ha impulsado y configurado estilos nuevos


en la formación de los claretianos; ha orientado y unificado todos sus aspectos,
tanto en la formación inicial como en la permanente (13).

2. Luces y sombras del proceso de renovación

7. Nuestro proceso de renovación, con sus luces y sombras, ha sido


complejo, y se ha realizado desde diferentes perspectivas. Ofrecemos una
síntesis panorámica del mismo.

a) Renovación de las Constituciones y del Directorio

8. Después de un tiempo experimental, nuestras Constituciones han


recibido la aprobación de la Iglesia y han sido acomodadas al Código de
Derecho Canónico. Hemos elaborado un nuevo Directorio, enriquecido con
material de nuestros Documentos Capitulares y adaptado a la legisla- ción de la
Iglesia.
b) Espiritualidad del misionero claretiano

9. Hemos recuperado notablemente en la Congregación la figura de


Claret, como modelo de identificación e inspiración en nuestra vida misionera.
Hemos descubierto, tras una lectura de los signos de nuestro tiempo, la
actualidad y fuerza del carisma que el Espíritu nos legó a través de él.

10. Desde la base de nuestro carisma claretiano, la Congregación ha ido


descubriendo en estos últimos años, en sintonía con el Pueblo de Dios,
elementos muy válidos para una nueva visión más integrada y dinámica de
nuestra espiritualidad. Nuestras Constituciones renovadas y los Documentos
Capitulares los expresan autorizadamente y nos interpelan para hacerlos vida.
Ante ello nos sentimos necesitados de conversión. Descubrimos en nosotros un
deseo de ser más radicales en el seguimiento de Cristo y más coherentes con el
mensaje que proclamamos.

11. Nos preocupa una cierta «mediocridad» espiritual en muchos de


nosotros, que se manifiesta en la falta de oración personal o en una oración
rutinaria, en un estilo de vida instalado, en la falta de dimensión contemplativa,
en una cierta insensibilidad ante mensajes morales y religiosos exigentes. Nos
dejamos influir por el ambiente secularizado, hedonista y pragmatista que nos
rodea. Criticamos justificadamente todo tipo de dicotomía entre acción y
contemplación, pero nos resulta difícil llegar a la unificación de ambos aspectos.
Deseamos una espiritualidad más encarnada en los problemas y aspiraciones de
nuestros pueblos, pero cuando esta encarnación se realiza sin criterios
evangélicos, imposibilita, entre otras cosas , la oración y la contemplación.

12. Una preocupación general entre nosotros es la de actualizar teórica y


vivencialmente la dimensión mariana de nuestro carisma. La exégesis bíblica, la
lectura crítica de las tradiciones mariológicas y los actuales planteamientos
mariológicos llevan a algunos de nosotros a cuestionar nuestra tradicional
doctrina cordimariana y sus expresiones devocionales; al mismo tiempo, han
enriquecido nuestra imagen de María y nos han ayudado a comprender más
dinámicamente su relación con la Iglesia y la Congregación.

c) Comunidad misionera
13. Nuestra comunidad claretiana tiene hoy una fisonomía bastante
distinta de la que presentaba hace veinte años. Está menos fundada en normas y
leyes; es más flexible y pluralista. Las personas se sienten en ella más valoradas
y libres. Las relaciones son más fraternales. Echamos en falta, sin embargo, una
mayor profundidad de relación, que nos lleve a compartir más y mejor nuestra
vida y misión.
14. Tenemos una conciencia más clara de que debemos ser una
comunidad para la misión, que comparte el mismo proyecto misionero. Otra
cosa es la práctica, pues de hecho muchas de nuestras acciones degeneran en
individualismo, o porque no se asumen dentro del proyecto comunitario, o
porque éste ni siquiera existe.

15. En estos últimos años, la Congregación ha ideado cauces muy válidos,


como la reunión plenaria y la planificación, para que cada claretiano, en
comunión con los demás, se convierta en agente corresponsable de la vida
misionera de la comunidad (14). Es preciso reconocer que hay una mayor
participación y corresponsabilidad en la programación y gobierno de nuestras
comunidades; pero también constatamos que los resultados obtenidos no son tan
positivos: muchas reuniones comunitarias han funcionado mal; las
planificaciones han sido insuficientes, superficiales y poco prácticas en no pocos
casos, o porque no se han realizado con la periodicidad necesaria, o porque se
han convertido en una formalidad rutinaria.

16. No podemos omitir una referencia alas comunidades de inserción en


ambientes de marginación y pobreza, o alejados de la fe y hostiles a la Iglesia,
que se han instituido en este período. Los resultados de estas experiencias han
sido diversos: en algunos casos han llegado a revitalizar y cuestionar a otras
comunidades y han abierto nuevos cauces misioneros; en otros,
lamentablemente, las personas que las llevaron a cabo se han alejado en
porcentajes altos de la Congregación, y, a veces, de la Iglesia, y aun de la fe.
Vemos este hecho como un reto para el futuro.

17. El proceso de renovación nos ha llevado a entender de una manera


nueva la función del superior y el compromiso de cada uno en la comunidad. Se
resalta su servicio de animación; se le pide que preste este servicio atendiendo
prioritariamente a las personas; se le reconoce como me- dio imprescindible
para crear comunión fraterna. Constatamos con todo un notable desconcierto,
tanto en los superiores como en los demás miembros de la comunidad, a la hora
de ejercer o acoger el servicio de gobierno e inhibición en los unos y falta de
corresponsabilidad en los otros a la hora de la actuación.

18. Es justo reconocer que el surgir entre nosotros de un nuevo modelo de


comunidad más
dinámica, más participativa, más orientada a la misión, ha sido favorecido por
nuestra inserción en el caminar del Pueblo de Dios.
19. Finalmente, detectamos cómo nuestras comunidades provinciales y
nuestra comunidad general han logrado, en sí mismas y en su relación mutua,
niveles apreciables de comunión y corresponsabilidad. Juzgamos positivas las
asambleas provinciales, las conferencias interprovinciales y las estructuras que
las han favorecido.

d) La formación en el proceso de renovación

20. En relación con la formación inicial queremos resaltar varios aspectos


que la han caracterizado en estos años:
21. El sector de la formación aparece como uno de los ámbitos donde más
vivamente ha influido la renovación congregacional, y donde, a veces, ha
resultado más arriesgada y dolorosa. Después de un primer tiempo de ruptura y
búsqueda, la formación se desarrolla a través de unas líneas fundamentales
ampliamente aceptadas.

22. Uno de los aspectos más característicos es la adecuación del proceso


formativo a la persona. La pastoral vocacional se entiende como
acompañamiento personal para que el joven madure su propia opción. Se intenta
que la formación inicial, en todas sus fases, esté centrada en la persona y la
integre en la comunidad. Nos parece una seria deficiencia el hecho de que no
todos los organismos hayan preparado personal para acompañar la pastoral
vocacional o para ser formadores
23. Otro rasgo característico es su planteamiento desde la perspectiva de
la misión. Sin embargo, todavía no hemos logrado trasvasar satisfactoriamente
todos los contenidos del programa de la misión a la formación inicial.
Constatamos la carencia de un plan sistemático de iniciación apostólica, que se
deja a la improvisación o no tiene la gradualidad y acompañamiento debidos.
Esta carencia repercute negativamente en el equilibrio de loS demás aspectos. A
esto se añade un insuficiente Compromiso con el estudio serio, tan necesario
para el ejercicio de nuestra misión .
24. En los centros de formación, nuestros jóvenes misioneros disponen,
por lo general, de
medios y ámbito adecuados para su formación espiritual, intelectual y humana.
Viven un fuerte sentido de comunidad. Son sensibles a la misión como centro
unificador de su proyecto vocacional; buscan la radicalidad evangélica. No
obstante, apreciamos una cierta incoherencia, un amortiguamiento del espíritu
de sacrificio y una falta de disciplina interior. Las experiencias de inserción de
algunas comunidades formativas han tenido, también, resultados diversos, que
deben ser tenidos en cuenta para el futuro.
25. Nos preocupa el alto número de jóvenes que salen de la Congregación
en algunos organismos. Aun conociendo la dificultad de los jóvenes para tomar
opciones definitivas, estas salidas cuestionan nuestra pastoral vocacional, la
formación que desarrollamos, el testimonio misionero de nuestras comunidades
y, tal vez , nuestra falta de conocimiento más profundo de la sociedad de donde
estos jóvenes proceden. Por otra parte, somos conscientes de que en el próximo
futuro la Congregación recibirá una revitalización con el aumento de vocaciones
en los nuevos organismos. Se añade a todo esto nuestra especial preocupación
por el descenso del número de misioneros hermanos y la falta de nuevas
vocaciones. Lo cual nos resulta más alarmante cuando en los organismos de
mayor florecimiento vocacional apenas existen .
26. Ha cristalizado en realizaciones interesantes la cooperación en el área
formativa entre los diversos organismos; los resultados son positivos. y animan a
ampliar este tipo de acciones .
27. En cuanto a la formación permanente, notamos que existe en la
Congregación preocupación por ella. Se han realizado diferentes iniciativas,
tanto a nivel general como provincial e interprovincial, que han supuesto un
gran estímulo para bastantes claretianos. Con todo, es mucho lo que nos queda
por hacer, pues muy pocos organismos mayores y comunidades locales han
elaborado su plan de formación. El deseo expresado en la última Asamblea de la
Congregación, de que cada claretiano haga su propio plan y lo someta a los
superiores y a la comunidad, no ha tenido apenas eco (15).
28. Progresivamente vamos entendiendo que la formación permanente no
debe reducirse a una renovación de ideas y de doctrinas , sino que debe tender a
la renovación de nuestra identidad misionera y de nuestra acción apostólica
frente a los desafíos de nuestro mundo y al momento histórico que vive la
Iglesia.
29. En orden a sensibilizamos ante la realidad circundante, a conocerla en
profundidad ya poder planificar adecuadamente, estamos convencidos de la
necesidad de estudios técnicos y de análisis críticos, que casi nunca hemos
puesto en práctica por falta de preparación o por desconfianza ante las formas
científicas de análisis de la realidad y planificación, o tal vez por miedo al
riesgo.
30. La Congregación está necesitando personas seriamente capacitadas
para comunicar con competencia el Evangelio al hombre de hoy, y para dar
seguridad, al mismo tiempo, a nuestra búsqueda de respuestas nuevas.
31. A lo largo de estos últimos años se hubiera necesitado una formación
permanente diferenciada, según los diversos modos de realizar la misma
vocación misionera (16). Algunos jóvenes misioneros, formandos y presbíteros,
han cuestionado la teología y espiritualidad del sacerdocio ministerial. Un
número significativo de presbíteros claretianos, por diversas causas, apenas
ejercen su ministerio en el servicio de las comunidades del Pueblo de Dios.
También se ha echado de menos un programa serio de formación inicial y
permanente para los Misioneros Hermanos, que les hubiera ayudado a vivir con
gozo su identidad misionera laical y les hubiese habilitado para el ejercicio de
los diversos ministerios laicales.

e) Estilo de misión y revisión de posiciones

32. La renovada conciencia de nuestra misión nos ha llevado a


comprometernos con una evangelización más misionera, al estilo de Claret, y
más adecuada a .las urgencias de la Iglesia. Sin embargo, las opciones que
caracterizan este compromiso ( 17) no son suficientemente operativas en
bastantes de nosotros, en nuestras comunidades y en nuestras obras.

33. Esta misma conciencia nos ha llevado en el último sexenio a señalar


como sujetos preferenciales los no-cristianos, los descristianizados, los pobres,
los nuevos evangelizadores, la familia y los jóvenes (18). Ha habido grandes
avances en la pastoral juvenil, en el empeño por formar nuevos evangelizadores,
tanto seglares como religiosos. Sin embargo, apenas hemos reforzado nuestra
presencia entre los no-cristianos. Han sido insuficientes los pasos dados hacia
una mayor presencia entre los pobres y hacia una pastoral familiar más eficaz.
Hay entre nosotros quienes no compren- den aún el papel del seglar en la
Iglesia.

34. En cuanto a las estructuras de evangelización, constatamos que


bastantes de nuestros organismos mayores iniciaron cambios muy significativos,
asumiendo zonas de misión y haciéndose presentes en zonas rurales o entre
clases populares. Por varias causas, entre las cuales está la falta de
disponibilidad personal, en estos últimos años algunas de estas iniciativas están
debilitadas y no llegamos a plasmar otras nuevas en la misma línea.

35. Durante el último sexenio hemos iniciado un plan de revisión de


nuestras posiciones y obras apostólicas desde una doble perspectiva: desde su
existencia y .ubicación, intentando confrontarlas con las necesidades de las
iglesias particulares y de la Iglesia universal, con las opciones características de
nuestra misión claretiana y con los sujetos preferenciales de nuestra
evangelización, para discernir si estaban o no justificadas ; desde el modo de
llevarlas, haciendo un discernimiento posterior sobre su organización y
funcionamiento en la línea de nuestras opciones.
36. Reconocemos que este plan de revisión ha sido positivo en la primera
perspectiva, en cuanto que ha logrado sensibilizamos. Desde el modo de llevar
nuestras posiciones y obras la revisión ha producido cambios positivos en
algunos casos, pero en otros se necesita todavía llevarlos a la práctica.

37. Nuestra apertura a la realidad nos ha llevado a una inserción más


plena en las iglesias particulares. A veces, se ha tratado de una presencia poco
carismática, acomodándonos a modelos de Iglesia poco renovados o con
tendencia a la involución, en los que no tienen el lugar que les corresponde las
pequeñas comunidades y el laicado. Otras veces se ha tratado de una inserción
auténticamente misionera y profética, llevando o manteniendo viva en las
iglesias particulares la inquietud por un modelo más comunitario, misionero y
ministerial de Iglesia. Pero esto no ha sido predominante. Muchas veces la
vitalidad de estas iglesias particulares ha dinamizado nuestra acción misionera y
nos ha obligado a sustituir por otras nuestras estructuras de apostolado ya
caducas.
38. Hemos avanzado en la apertura al laicado, principalmente en nuestras
estructuras misionales y en algunas que tenemos en ambientes populares. En
otros ambientes, y por parte de muchos claretianos, el avance ha sido menor. La
organización, animación y asesoramiento del Movimiento de los Seglares
Claretianos ha sido una realización positiva en esta línea, con perspectivas muy
prometedoras allí donde ha habido interés y compromiso, y con exigencia de
revisión de estructuras, de acompañamiento respetuoso y de atención formativa
a este sector de la familia claretiana.

f) Revisión de las estructuras económicas

39. El mundo actual está caracterizado por gravísimos problemas


socioeconómicos. Pensemos, por ejemplo, en las naciones pobres, en la enorme
cantidad de desempleados y en este dato escalofriante de los setenta millones de
personas que indefectiblemente mueren de hambre cada año. Frente a esta
realidad, nosotros, los claretianos, gozamos de una situación socioeconómica
privilegiada. Esta realidad no logra cuestionar suficientemente nuestro estilo de
vida, nuestras viviendas e inmuebles, nuestros recursos económicos y el empleo
que de ellos hacemos, nuestras seguridades, nuestra misma estructura y
organización económica, desde el nivel local al general.

40. En el uso de nuestros bienes hay aspectos positivos, como el


compartirlos en el interior de la Congregación y el ponerlos al servicio de la
evangelización. Pero hacemos compatible esto con una situación económica
bien asegurada y, a veces, con un estilo de vida confortable que puede
adormecer nuestro espíritu misionero e hipotecar nuestra libertad profética, y
con una falta de respuesta satisfactoria ala exigencia evangélica, común a todo
cristiano, de compartir sus bienes con los pobres.

3. Validez del proceso de renovación

41. La descripción que hemos hecho nos permite afirmar, con gozo y
agradecimiento al Señor, que el proceso de renovación congregacional, a lo
largo de estos veinte años, es positivo y esperanzador; reconocemos que no ha
estado exento de errores y de dolor, como fruto especial- mente de nuestras
limitaciones personales. En este caminar hemos sintonizado con la Iglesia de
nuestro tiempo, con sus experiencias de gracia y con las dificultades que le han
sobrevenido bajo el impacto de la crisis de valores o de las tensiones del mundo
actual.

42. Es alentadora la aceptación general que han tenido las Constituciones


renovadas, aprobadas por la Iglesia, como punto de convergencia y de partida,
que permite hacer más radical y fiel nuestra vida misionera. En la legislación
complementaria tenemos un rico patrimonio congregacional que nos impulsa a
continuar la renovación con más decisión y con mayor clarividencia.

43. En consecuencia, conscientes de interpretar el común sentir de


nuestros hermanos, reconocemos la validez del proceso de renovación , que
hemos seguido, y su concreción en los planteamientos prácticos y doctrinales de
la MCH. Nos comprometemos con toda la Congregación a continuar, en los
próximos seis años, el proceso de conversión personal, de discernimiento
comunitario y de revisión de posiciones, como instrumento válido de fidelidad y
de renovación. Este compromiso es para nosotros ineludible desde la radicalidad
evangélica de nuestra vocación y nos obliga a tomar postura frente a cualquier
intento de vuelta atrás, y a proseguir la asimilación del estilo misionero del
Padre Fundador.

4. Principales desafíos que se nos presentan

44. Somos 2.931 claretianos (149 novicios, 472 estudiantes, 362


hermanos, 3 diáconos, 1.931 presbíteros y 14 obispos) en 378 comunidades,
dispersos por 44 naciones en los cinco continentes (19). Durante estos últimos
veinte años, el número de los que dejaron la Congregación (1.799 en total),
sobre todo claretianos jóvenes, el descenso numérico durante un largo período
de nuevas vocaciones y la consiguiente elevación de nuestra media de edad, han
mermado nuestras fuerzas para la evangelización. Nos preocupa especialmente
el descenso, durante mucho tiempo continuado, del número de Misioneros
Hermanos. También constatamos que en la última década, mientras en zonas de
más antigua implantación congregacional continúa el descenso numérico y el
inevitable envejecimiento, en otras áreas, principalmente del tercer mundo, hay
un incremento de vocaciones que está contribuyendo al rejuvenecimiento y
universalización de nuestra Congregación.

45. Aunque la estadística anterior no puede captar las riquezas y


limitaciones de cada claretiano y de cada comunidad, nos ayuda a afrontar con
mayor realismo los principales desafíos que nos apremian y a los que hemos de
responder en el momento actual del proceso de renovación. Los indicamos a
continuación.

46. En relación con nosotros mismos, en cuanto personas llamadas a la


vida misionera, sabemos bien hacia dónde hemos de dirigir hoy nuestros
esfuerzos para ser fieles a la misión; tenemos claro el objetivo. Abundan en la
Congregación buenos documentos, buena doctrina, líneas de una organización
comunitaria renovada. Constatamos, sin embargo, en las personas una cierta
atonía espiritual y una falta de mística y de utopía evangélica a la medida de
nuestra misión. Nos damos cuenta de que no podemos secundar las opciones y
sujetos preferenciales de nuestra misión si cada uno no interioriza, en términos
de conversión personal, la experiencia única de la gracia vocacional, acogida y
cuidada en una vida espiritual seria y en una vida de comunidad siempre
disponible para dar respuesta a lo más urgente, oportuno y eficaz. El proceso de
renovación supone, como propia fuente, la novedad del Espíritu de Cristo.

47. En relación con nuestra misión como claretianos, persisten los grandes
desafíos detectados por el Capítulo General anterior y están presentes cada día,
de un modo más acuciante, en la realidad concreta en que vivimos. Desde esta
perspectiva congregacional, sentimos la urgencia de responder, sobre todo, al
clamor proveniente de la pobreza y de la injusticia que sufren gran parte de
nuestros pueblos y que engendran violencia; a los retos de la secularización con
sus implicaciones ya los del mundo no cristiano. Una respuesta adecuada a estos
y otros desafíos locales nos llevará a una auténtica revisión misionera de
nuestras posiciones, de nuestra economía y de nuestro estilo de vida, ya una
selección de nuestras obras.

(1) Cf Carta Circular del P. Schweiger, 23-10-1965, en Annales, XLVIII (1966), pp. 203-
239; Carta Circular del P. Schweiger, 6-1-1966, Annales, XLVIII (1966), pp. 353-356.

(2) Cf Const. 4,5,6; Dir. 103; PE 119.

(3) Cf DC 10,17,20; PE 10,12,20.


(4) Cf Const. 3-4; MCH 130,143-144.
(5) Cf MCH 4-48; 201-211.
(6) Cf Const. 3-5,20,23,28; Dir. 56,61,74; MCH 149.
(7) CfMCH 126 55.; Const. 4,13; PE 119.
(8) Cf AA2.
(9) Cf Const. 4-14,113; Dir. 101,105,109-110,277; DC 5,7; PE 3,4,107; MCH 140-141,212-
220. (10) Cf Const. 48,74; DC 12,24; 1 AP 7; MCH 161-166.
(11) CfConst. 14,44,46-48; Dir. 111-116; MCH 160-179.
(12) Cf Const. 48; Dir. 124-125; PE 123; 1 AP 9; 2 AP 91; MCH 132,176,182-183,229,238;
CA 30,35; AGT 1,58-70.
(13) Cf Const. 56,72-74; Dir. 150-155,162-163; 1 F 2; MCH 135.
(14) Cf Const. 110; Dir. 436-437,146.
(15) Cf AGT 92.
(16) Cf Const. 78.
(17) Cf MCH 160,179.
(18) Cf MCH 181-191.
(19) Cf Memoria Gubernativa, XX Capítulo General, p. 17.

XX CAPÍTULO GENERAL
(segunda parte)

Introducción

48. Hemos discernido nuestro proceso de renovación y queremos afrontar


el futuro de la Congregación con humildad y confianza. Bajo el lema, tan
claretiano, de “ungidos para ser enviados” (20), ofrecemos un programa de
acción. Somos conscientes de que, para realizarlo, necesitamos la gracia del
Espíritu Santo, que nos unge para la misión; y sabemos, asimismo, que cada
claretiano tiene en ello una indeclinable responsabilidad. A partir de estos
presupuestos han de interpretarse las líneas de acción que pretenden potenciar la
calidad y coherencia de nuestra vida personal y los compromisos de misión que
hemos considerado más urgentes.

1. La persona del claretiano de cara al futuro

49. La mayor riqueza de la Congregación son las personas .Cada una de


ellas es valiosa por lo que tiene de autobiográfico e intransferible. Desde la fe
descubrimos en la persona de cada claretiano la imagen de Dios (21), una
novedad insospechada del Espíritu (22), una vocación misionera que es gracia
para el mundo.
La persona crece y se plenifica abriéndose a la comunión, insertándose en
la historia. Por eso, sólo en la comunión y en la misión comunitaria
desarrollamos nuestra personalidad como claretianos.

50. Desde esta perspectiva queremos hacer posible que todos y cada uno
de los claretianos, en cuanto personas, se inserten con todos sus valores y su
responsabilidad en la misión de nuestra
comunidad, y logren así un mayor crecimiento personal. Para conseguirlo, nos
comprometemos a potenciar en el próximo sexenio la espiritualidad personal, la
dimensión comunitaria de la persona y la formación de cada claretiano como
proceso permanente .

a) Espiritualidad personal del claretiano


51. La animación de la espiritualidad personal será un objeto prioritario en
los puntos que indicamos a continuación.

52. Como marco de referencia es necesario enraizar, aún más, nuestra


espiritualidad en la perspectiva de la misión. Nuestras exigencias y opciones de
evangelización (23) forman parte integrante de la espiritualidad claretiana; la
configuran como espiritualidad misionera, inculturada, profética, que nos
identifica con los pobres, y multiplicadora de evangelizadores. Estas mismas
exigencias y opciones despiertan en nosotros actitudes de disponibilidad, éxodo,
itinerancia y docilidad al Espíritu.

53. Impulsaremos la vivencia de una espiritualidad más arraigada en el


Pueblo de Dios, más comprometida y compartida con él y con los agentes de
evangelización (24), dejándonos evangelizar por los pobres y por los valores
culturales y religiosos de los pueblos, con sus problemas y aspiraciones.
Buscaremos las iniciativas más adecuadas, según las diversas iglesias
particulares.

54. El estudio, la meditación y la contemplación de la Palabra ocuparán


un lugar fundamental en la vida de quienes tenemos como vocación en el Pueblo
de Dios ser ministros de la Palabra (25). Alimentemos en nosotros la actitud de
dejarnos interpelar por ella, escuchémosla como invitación a una vida nueva;
leámosla en clave carismática a la luz de los desafíos que reclaman nuestro
servicio misionero (26).

55. Deseamos que en los próximos años , en las acciones de gobierno y de


animación, se insista en la necesidad de dar respuesta personal a la llamada a la
santidad .Hemos de caminar y adelantar más decididamente en el camino del
Señor (27), sin hacer pactos con la mediocridad y el hedonismo, abrazando la
cruz del Señor, que es también la de nuestros hermanos, y situándonos en un
proceso de conversión permanente. La celebración periódica, personal y
comunitaria, del sacramento de la Reconciliación, a la vez que nos hará
reconocer nuestro pecado, nos estimulará a acoger los dinamismos de la Gracia
poderosa de Dios. La vivencia del Misterio Eucarístico a lo largo del día, tan
característica en nuestro Fundador, alimentará nuestra identificación con Cristo
y con su Espíritu, y nos habilitará para hacer frente a la presencia del mal en
nuestra historia (28).

56. Hemos de vivir una espiritualidad sin fisuras entre oración-


contemplación y actividad apostólica, al estilo de Claret. Para ello, además de
suplicar al Espíritu la gracia de ser contemplativos en la misión (29), hemos de
servirnos de medios como el «acompañamiento espiritual», en orden a nuestro
progreso en la vida misionera (30).

57. Para favorecer un compromiso más serio en la oración personal y


afianzarnos mutuamente en ella, hemos de crear ámbitos o momentos de
silencio, servirnos creativamente de las metodologías más adecuadas, realizar
con más sosiego la oración comunitaria, y compartir con nuestros hermanos la
Palabra de Dios y nuestras vivencias de fe. La comunidad, en su proyecto anual,
ha de programar la oración y su evaluación periódica (31). Ha de asegurar a
cada uno un tiempo inalienable para su oración personal diaria y la posibilidad
de participar en la oración comunitaria (32).
58. Los ejercicios espirituales, retiros, cursos, asambleas y otros
encuentros que se organicen, incluirán como objetivo prioritario impulsar y
orientar a cada claretiano en un conocimiento y, sobre todo, en una vivencia
profunda de su espiritualidad, según su propio estado en la Congregación (33).
59. Potenciaremos la dimensión mariana de nuestra espiritualidad,
viviendo y expresando, según las culturas de los pueblos a los que servimos,
aquella relación con María que nos piden nuestras Constituciones. Ella es para
nosotros madre, inspiradora de la Congregación (34), modelo de seguimiento de
Cristo (35) y de asociación a su obra salvadora (36), primera discípula de Cristo
(37) y formadora de apóstoles (38). El Gobierno General impulsará en los
próximos años la reflexión teológica sobre la dimensión cordimariana de nuestro
carisma y espiritualidad, y la renovación de las expresiones de culto a María en
nuestras comunidades y en el Pueblo de Dios.

61. Favorecer unas relaciones más profundas entre nosotros. Para ello
crearemos y respetaremos tiempos fuertes de encuentro comunitario, en los que
compartamos nuestras ideas, sentimientos, trabajos y, sobre todo, nuestra fe
(39); en los que disfrutemos también de una saludable distensión. Alentamos
algunas iniciativas que están surgiendo con la finalidad de hacer eficaces en bien
de las personas, los dinamismos de crecimiento comunitario; entre ellas
mencionamos el «día semanal de la comunidad» (40).

62. Para propiciar el crecimiento personal y comunitario (41) hemos de


reconocer y valorar el carisma y ministerio de cada persona (42); hemos de
emplear con discernimiento y discreción la corrección fraterna; se ha de buscar
el número adecuado de personas en cada comunidad (43).

63. En los próximos años, la reunión plenaria de la comunidad y el


proyecto comunitario se convertirán en los medios fundamentales para hacer
más eficiente nuestra vida comunitaria y misionera y para vencer el
individualismo, que nos empobrece. Para lograrlo debemos procurar que todos
participen activamente en la elaboración y evaluación del proyecto comunitario.
Cada comunidad empleará la metodología más apropiada para motivar a cada
persona (44). Se someterán también a la planificación y evaluación comunitarias
aquellos trabajos apostólicos que son realizados por una sola persona de la
comunidad.

64. Una característica básica de los superiores de nuestras comunidades


ha de ser su capacidad de diálogo y atención a las personas, particularmente a
los ancianos, enfermos y desadaptados. Se escogerán los medios más adecuados
para su nombramiento o elección (45) y para su capacitación en esta línea (46).

65. Se procurará elegir y preparar bien a las personas que han de formar
las comunidades de inserción. Además se programará el modo de acompañarlas
y de favorecer su relación. con las demás comunidades para su enriquecimiento
mutuo. Igualmente se deberá prestar particular atención a los claretianos que,
por razón de su acción misionera, tengan que estar alejados por algún tiempo de
su propia comunidad .

c) El claretiano en proceso permanente de formación


66. Situándonos en la perspectiva de la persona, la formación, tanto inicial
como permanente, deberá atender, en el futuro, a los puntos que seguidamente
indicamos.

67. Es imprescindible que cada uno de nosotros llegue a la convicción


personal de que necesitamos una formación continuada para realizar nuestra
vocación misionera (47). Para conseguir1o, los superiores , en todos los niveles,
han de buscar la pedagogía y los medios más adecuados. Cada uno de los
claretianos tendremos que hacer nuestro propio plan de formación o
compromiso de crecimiento personal, que atienda a la integridad de la persona
(dimensión espiritual, física, psicológica, intelectual y apostólico-ministerial) y
esté de acuerdo con la comunidad y los superiores (48).

68. La formación, tanto inicial como permanente, se realizará en la línea


de nuestro carisma misionero, de las opciones y sujetos preferenciales (49) y de
la sensibilización ante los problemas de la justicia y de la paz. Alguno de los
medios para llevarla a cabo serán: actuar un programa sistemático de iniciación
apostólica y realizar experiencias apostólicas intensas en el campo de la pobreza,
marginación o increencia, según la pedagogía global y progresiva de la
formación para la misión y el necesario acompañamiento que exigen.

69. A nivel interprovincial y generalicio se seguirán programando cursos


de formación permanente, de forma coordinada y progresiva. Habrá que
reorganizar sus contenidos y su metodología de cara a la vivencia personal de
nuestra espiritualidad misionera (50). Por su parte, cada organismo planificará
la formación permanente a partir de las necesidades de las personas que lo
constituyen (detectadas, por ejemplo, a través de un estudio científico previo),
de los desafíos de la realidad circundante y de las urgencias de la Iglesia y de la
Congregación. En esta planificación se atenderá específicamente a los que se
encuentran en la tercera edad. A nivel local cada comunidad hará constar en su
programación momentos dedicados a la formación, y no dejará de aprovechar
los medios y dinamismos de formación de otras comunidades cercanas, de la
iglesia particular o de los religiosos de esa zona 51.
70. Se impulsarán todas aquellas iniciativas, tanto de dentro como de
fuera de la Congregación, que puedan favorecer la apertura de cada claretiano a
la realidad circundante y universal, y el estudio crítico de esa misma realidad en
orden a responder a sus desafíos desde nuestro carisma misionero (52).
71. Como un servicio sumamente necesario a la Congregación para el
cumplimiento de nuestra misión en el mundo de hoy debemos fomentar la
calidad de la formación académica en el período inicial. Hemos de planificar
cuáles son las especializaciones más necesarias, preparando para ellas a las
personas más adecuadas (53). Atenderemos especialmente ala preparación de
formadores y profesores para nuestros centros de filosofía y teología .

2. Compromisos de misión más urgentes

72. El interés por la renovación de la persona del claretiano, ungido por el


Espíritu para la misión, nos lleva a fijar nuestra atención en algunas prioridades
que nos han preocupado seriamente en el sexenio anterior y que juzgamos deben
mantenerse y potenciarse en el próximo; ellas constituyen el ámbito en el que se
realiza la persona del claretiano. Estas prioridades son las derivadas de nuestras
estructuras apostólicas y económicas, y vienen exigidas por los desafíos de
nuestra misión y de la pobreza en el mundo.

a) Reafirmación de la «Programación de nuestra acción misionera» (MCH,


181-239)

73. Las opciones de evangelización y la programación de nuestra acción


misionera, tal como aparecen en la MCH, han de seguir inspirando y orientando
a la Congregación durante los próximos seis años. Para que resulten más
operativas en el futuro , pedimos::

74. que el, Gobierno General promueva estudios serios que profundicen la
fundamentación doctrinal de las opciones que definen nuestro compromiso
misionero (54) y las consecuencias que de ellas se derivan para nuestra acción
evangelizadora;

75. que, reafirmando como marco de referencia común y absolutamente


necesario las opciones de nuestro compromiso misionero (55), cada comunidad
provincial y local haga un discernimiento en orden a determinar los sujetos
preferenciales de su misión, dentro de los señalados a nivel general (56).

b) Revisión de nuestras estructuras apostólicas


76. El compromiso del último sexenio en un plan de revisión de nuestras
posiciones y obras apostólicas mantiene su vigencia. Para hacerlo más operativo
proponemos lo siguiente :

77. Como marco de referencial, será preciso insistir en que esta revisión
no nace de un inútil deseo de cambio continuo, sino de un intento serio de
coherencia de nuestro ser misionero y de realismo ante los desafíos de nuestro
mundo, será preciso, además, llegar a la convicción de que esta revisión no es
una tarea pasajera, sino una actitud, un estilo de vida que exige renuncia
evangélica a todo lo que dificulta nuestro servicio al Reino de Dios, como
claretianos que optamos por una evangelización de vanguardia (57).

78. Los gobiernos provinciales y el gobierno general tomarán como


responsabilidad prioritaria impulsar el proceso de revisión de posiciones y obras
(58), utilizando una metodología adecuada, procurando la participación de todos
y acompañándolos en el discernimiento. Para conseguirlo será necesario
promover la disponibilidad personal, a fin de responder a las necesidades de la
Congregación y de las Provincias.

79. El Gobierno General deberá incluir en el proyecto de gobierno, al


principio de su gestión, un plan de ayudas a las necesidades urgentes de la
Congregación y de la Iglesia universal que se presenten como prioritarias (59).

80. Cada organismo, sobre todo los ubicados en el tercer mundo, plasme
en realizaciones concretas nuestra opci6n misionera por los pobres, creando en
el futuro un mayor número de comunidades insertas en ellos, que compartan
realmente su situación y los acompañen en sus esfuerzos de promoción y
liberación, haciendo que cada claretiano actúe desde la perspectiva de los pobres
y sea un abogado creíble de su causa (60).

81. En los países del primer mundo tenemos que dar un nuevo rostro a
nuestro ser misionero frente ala increencia, a los alejados de la Iglesia, al mundo
de la marginación y de la droga y en solidaridad con los movimientos de defensa
de la vida, de los derechos humanos, de la paz, etc. Para ello promoveremos la
educación de la fe en los diferentes niveles y ámbitos con iniciativas apostólicas
adecuadas, o cooperando con aquellas que mejor respondan a nuestras opciones.
Esto nos va a exigir concentración de fuerzas, seria preparación y creación de
nuevos proyectos misioneros (61).

82. Debemos potenciar más nuestra presencia misionera en Asia y


América, donde se halla la mayoría de la población mundial perteneciente a
otras religiones; ofreceremos allí un testimonio activo que genere e impulse un
verdadero diálogo de vida y de fe con los grupos y pueblos en que vivimos. En
aquellos países donde el pueblo sufra regímenes totalitarios seremos testigos del
Dios vivo y libertador, acompañando la fe del pueblo a través de los medios de
evangelización más oportunos .
83. En el proceso de revisión habrá que tener muy en cuenta a las
personas , dándoles posibilidades de reactualización, para que se puedan
transferir, sin frustraciones, a otros lugares y servicios misioneros (62). En
atención a ellas, en casos excepcionales, como la edad avanzada, puede ser
conveniente mantener algunas obras en las que puedan prestar un servicio,
siempre que no se cause detrimento a la comunidad cristiana. En todo caso no
habrá que sacrificar para su continuidad a otras personas que deberían atender a
obras más prioritarias .
84. Cada organismo mayor ha de elaborar y llevar a la práctica un
proyecto de evangelización para todas nuestras obras, que corresponda a las
características de la misión claretiana y dé prioridad a los sujetos preferenciales
de la misma. Este proyecto será evaluado en las visitas provinciales y
generalicias (63).

85. Revisaremos nuestra presencia misionera en las iglesias particulares,


dando preferencia a aquellas obras y posiciones que tienden más directamente a
la evangelización del pueblo (64), a suscitar comunidades de fe (65) ya la
formación de evangelizadores cualificados (religiosos, seminaristas, laicos),
sobre aquellas en las que predominan las tareas de gobierno o de
sacramentalización (66). En relación con la Iglesia universal y, en su medida,
con las iglesias particulares, ejerceremos nuestro profetismo claretiano, siendo
en ellas vanguardia evangelizadora (67).
86. En esta hora de los seglares en la Iglesia, los claretianos nos
comprometemos a seguir suscitando y formando evangelizadores seglares -
hombres y mujeres- que asuman en la sociedad y en la Iglesia aquellas funciones
y responsabilidades que les competen (68). Creemos que hoy es especialmente
importante dar nuestro apoyo a los ministerios de la mujer. Queremos abrirnos
personal y comunitariamente a los seglares para enriquecernos mutuamente y
ayudarnos en el ser- vicio a la misión de la Iglesia (69). Renovamos el
compromiso de los Capítulos Generales anteriores con el movimiento de los
Seglares Claretianos (70).

c) Nuestro testimonio colectivo de pobreza

87. El anuncio del Reino no se hace creíble si no se practican sus valores


de fraternidad y solidaridad con los pobres. Nuestra opción por la
evangelización, desde la perspectiva de los pobres y necesitados, no puede
hacerse realidad desde una situación y desde unas estructuras económicas poco
transparentes y demasiado vulnerables a la crítica evangélica, que condicionan
no sólo a la comunidad, sino también a cada una de las personas. En orden a
potenciar nuestro testimonio colectivo de pobreza (71), a participar de una forma
más creíble en la condición de los pobres (72) ya compartir nuestros bienes con
ellos (73), proponemos lo siguiente:
88. Cada comunidad local y cada organismo mayor deberá realizar una
seria revisión y evaluación desde los criterios claretianos de pobreza, de su estilo
y nivel de vida y del empleo de sus recursos humanos y económicos. Habrá de
programar formas concretas de solidaridad con los pobres y marginados (74)
para estar más cerca de sus problemas y participar en sus esfuerzos por
cambiar su situación.

89. Los próximos capítulos provinciales y asambleas de las delegaciones


independientes deberán examinar la estructura económica con que cuentan para
atender a las personas ya las obras apostólicas, y discernir si están o no de
acuerdo con nuestra pobreza misionera.
90. El gobierno general, al principio de su gestión, trazará líneas concretas
de acción en este sentido, tomándolas como una prioridad, pues la credibilidad
de nuestra pobreza condiciona la eficacia de nuestro apostolado (75). Asimismo,
revisará y dará orientaciones y normas sobre la política de inversiones en la
Congregación, de forma que se rechace cualquier tipo de inversión en negocios
que aparezcan o sean realmente opuestos a los derechos humanos ya los valores
evangélicos.

91. A fin de impulsar la revisión de nuestras estructuras económicas y


lograr que las administraciones y economías estén al servicio de nuestra misión,
se fomentarán las visitas periciales a todos los niveles, ayudadas, si fuera
necesario, de la asistencia técnica externa.

CONCLUSIÓN

Al concluir esta comunicación, tenemos la in presión de que nos hemos


dirigido un mensaje exigente. Su dinamismo es capaz de renovar y cambiar
muchas cosas en la Congregación, pero sobre todo en nosotros mismos. Detrás
de las propuestas concretas sabemos que está la doctrina que hemos elaborado
en estos años de posconcilio, en profundo y enriquecedor contacto con el Pueblo
de Dios. Detrás de las exigencias hay una confianza grande en Dios Padre, que
llevará a plenitud la obra iniciada en nosotros.
Ante el futuro nos sentimos esperanzados confiados en la fuerza
transformadora y evangelizadora de nuestro carisma claretiano. Nos sentimos
humildes siervos, pecadores, pero, al mismo tiempo, no podemos negar que el
Señor, al fundar nuestra Congregación, comenzó una gran obra. Como
instrumentos de evangelización, estamos seguros de que el Espíritu de nuestro
Padre y de nuestra Madre hablarán y actuarán por medio de nosotros.

Roma, 24 septiembre 1985.


Saludo del P. General a Juan Pablo II

Santidad:
Los Misioneros Claretianos que estamos participando en el XX Capítulo
General de nuestra Congregación hemos acogido con alegría y entusiasmo esta
ocasión que se nos brinda de llegar
hasta aquí y de poder expresar al Sucesor de Pedro aquellos sentimientos de
reverencia filial, de comunión y de obediencia en la misión, que hemos heredado
de nuestro Fundador, San Antonio María Claret.
Después de haber hecho la acomodación de las Constituciones renovadas
al nuevo Código de Derecho Canónico, el Capítulo está haciendo la última
elaboración de un texto ya ampliamente
reflexionado por nuestras comunidades. Esta reflexión impulsa, por una parte, a
nuestro Instituto hacia posiciones más y más misioneras, al servicio de los más
humildes y lejanos; y, a la vez, nos reclama la atención sobre la persona misma
del misionero como sujeto que merece particular apoyo en la opción de
seguimiento de Cristo, que ha de enriquecerse con la fecunda experiencia de una
comunidad fraterna y que ha de ser respetado y favorecido en su continuo
crecimiento como hombre de Dios al servicio de los hombres.

Nos sostiene en el trabajo capitular el pensamiento de nuestros hermanos


esparcidos por el mundo, que sabemos tratan de vivir el Evangelio, que aman a
la Iglesia y que dan diariamente algo de sí en el anuncio del mensaje de Jesús.
Este mismo pensamiento nos acompaña ahora, Beatísimo Padre, pues hemos
venido hasta aquí en nombre de ellos para testificar lo que ellos y nosotros
creemos y para reafirmar la fidelidad y voluntad de servicio que a todos nos
anima.

Al implorar la Bendición Apostólica sobre nuestro Capítulo, ya en fase de


conclusión, queremos que esta bendición llegue también a todos nuestros
hermanos, a lo que hacen y a lo que padecen, a sus alegrías lo mismo que a sus
esperanzas. Estamos seguros de que el ministerio de Pedro, al que acompañamos
siempre con nuestra oración, será estimulante y alentador para nuestra familia
misionera, haciéndonos renovar la gracia de nuestra vocación de Hijos del
Inmaculado Corazón de María, que nos ha reunido en comunidad para buscar la
gloria de Dios, para ayudarnos en el camino de la santificación y para actuar en
servicio de la salvación de los hombres al estilo de los Apóstoles.
Discurso del Papa a los miembros del XX Capítulo General

Queridos Misioneros Claretianos, Hijos del Inmaculado Corazón de


María:

Es para mí motivo de particular complacencia tener este encuentro con


vosotros, Padres capitulares, que representáis las provincias, delegaciones y
casas generalicias de vuestro Instituto, y que habéis manifestado el deseo de
poder expresar a Papa vuestra reconocida adhesión, cercanía y obediencia con
ocasión del XX Capítulo General.

Agradezco sinceramente este filial y elocuente gesto que da testimonio de


la lealtad de la familia claretiana a la Sede Apostólica y, a la vez, os presento mi
más cordial saludo que deseo hacer extensivo a todos los hijos de San Antonio
María Claret.
Dieciocho años después del Capítulo Especial, celebrado por mandato del
Concilio Vaticano II, que vino a coincidir con vuestro XVII Capítulo General
Ordinario, os habéis reunido de nuevo para elegir el Gobierno General del
Instituto y realizar todas aquellas importantes funciones que el Capítulo está
llamado a cumplir en los Institutos religiosos. Vaya desde ahora mi felicitación
y mejores augurios al Rvdo. Padre Gustavo Alonso, a quien habéis elegido
Superior General para el próximo sexenio y a quien agradezco las amables
palabras que ha tenido a bien dirigirme. Asimismo expreso mis fervientes votos
a los miembros del nuevo Gobierno General.

En el presente Capítulo no estabais urgidos por la necesidad de definir


vuestro carisma ni por la redacción de un texto constitucional, cosa que ya
habíais hecho en los dos Capítulos anteriores. Pero, junto a la tarea de adaptar al
nuevo Código de Derecho Canónico las Constituciones ya aprobadas y el
Directorio, os habéis encontrado con otras urgencias: la de afrontar desde
vuestra vocación de misioneros los retos del momento presente y la de adoptar
un orden de prioridades apostólicas que haga eficaz vuestra acción eclesial hoy,
cuando las necesidades han aumentado enormemente sin que se haya
incrementado proporcionalmente el número de misioneros. Os veréis obligados
a revisar posiciones y lo habréis de hacer sin renunciar al espíritu universal del
Santo Fundador, antes bien partiendo de ese espíritu y fomentándolo. No deberá
cambiar la fuerza inmensa del celo por la gloria de Dios y la salvación de las
almas que caracterizó a San Antonio María Claret y a sus Misioneros. Ese celo
apostólico centraba y unificaba todos los intereses personales del misionero en
su misión de salvación al servicio exclusivo del Evangelio y de la Iglesia.
Otra característica irrenunciable de vuestro ser misionero claretiano,
íntimamente unida a ese celo ardiente, es la fuerza de la fe junto con la amplitud
y la seguridad de la doctrina. Durante más de un siglo, los Misioneros Hijos del
Corazón de María han sabido ser evangelizadores, gracias a una sabia armonía
entre predicación y estudio. La formación permanente, de la cual hoy se habla
con insistencia, era una realidad cotidiana para vuestros misioneros ya desde los
primeros años de la fundación; ello hacía su doctrina no sólo abundante, sino
también segura y constructiva. De este modo, la función del misionero , «fuerte
colaborador de los Obispos», como os definió vuestro Santo Fundador, se
traducía en una cooperación activa y ejemplar en la misión del Obispo como
Maestro del pueblo de Dios y testigo del Evangelio, con sentido de
responsabilidad eclesial y de fidelidad a Cristo Señor.

Por otra parte, celo apostólico y doctrina iban unidos con un espíritu que
podría describir como misionero de vanguardia, en el sentido de asumir con
prioridad aquellos ministerios que las circunstancias habían puesto en peligro, o
incluso habían hecho desaparecer en determinadas regiones; o bien aquellos
medios que hacían más eficaz la evangelización o preparaban más eficazmente
nuevos evangelizadores, comenzando por los sacerdotes diocesanos .

Son éstos unos temas que habéis examinado a fondo y que os pueden dar los
criterios fundamentales en orden a realizar las opciones necesarias en perfecta
fidelidad a vuestra misión y espíritu de familia religiosa.
Amados hermanos: sed siempre fieles al carisma claretiano y leales
continuadores de los genuinos valores de vuestra Congregación. Con la
confianza puesta en Dios, mirad esperanzados hacia el futuro. Con San Pablo os
exhorto a poner vuestros ojos no en las cosas temporales, sino en las eternas (cf
II Cor 4, 18). Amad la vida de oración, el recogimiento interior, la penitencia
voluntaria, la serena sumisión a los Superiores que son signos indicativos de la
voluntad de Dios.
Viviendo el misterio de Cristo en su dimensión eclesial encontraréis el sentido
auténtico a la vida comunitaria, y vuestra acción apostólica y misionera se hará
generosamente fecunda en la construcción del Reino de Dios.
No quiero terminar este encuentro sin recordar otra peculiaridad de
vuestro espíritu, que en vuestro Santo Fundador aparece constantemente con
fuerza singular y que debe continuar siendo un modo de ser y de sentir vuestro:
me refiero a su clara conciencia de ser Hijo del Corazón de María y de ser en
manos de Ella un instrumento de salvación. Sabéis perfectamente hasta qué
punto esta conciencia de filiación mariana está en la base, no solamente de la
actividad apostólica del Santo Fundador, sino también, y de manera específica,
como cimiento de la fundación misma de vuestro Instituto. A lo largo de vuestra
historia, este carácter de filiación mariana ha permanecido siempre como un
elemento importante de vuestra espiritualidad y acción evangelizadora. No
permitáis que se debilite. En la doctrina del Concilio Vaticano II sobre María,
Madre de Dios y Madre de la Iglesia, tenéis un fundamento doctrinal de ese
espíritu mariano que vuestros teólogos y maestros de espíritu deberán ahondar y
desarrollar aún más.

A la intercesión de vuestro Santo Fundador confío los trabajos de este


Capítulo mientras de corazón imparto la Bendición Apostólica, implorando la
constan te asistencia divina para toda la amada familia claretiana .

(L 'Osservatore Romano, 23-9-1985)

(1) Cf Carta Circular del P. Schweiger, 23-10-1965, en Annales, XLVIII (1966), pp. 203-
239; Carta Circular del P. Schweiger, 6-1-1966, Annales, XLVIII (1966), pp. 353-356.
(2) Cf Const. 4,5,6; Dir. 103; PE 119.
(3) Cf DC 10,17,20; PE 10,12,20.
(4) Cf Const. 3-4; MCH 130,143-144.
(5) Cf MCH 4-48; 201-211.
(6) Cf Const. 3-5,20,23,28; Dir. 56,61,74; MCH 149.
(7) Cf MCH 126 55.; Const. 4,13; PE 119.
(8) Cf AA2.
(9) Cf Const. 4-14,113; Dir. 101,105,109-110,277; DC 5,7; PE 3,4,107; MCH 140-141,212-
220. (10) Cf Const. 48,74; DC 12,24; 1 AP 7; MCH 161-166.
(11) Cf Const. 14,44,46-48; Dir. 111-116; MCH 160-179.
(12) Cf Const. 48; Dir. 124-125; PE 123; 1 AP 9; 2 AP 91; MCH 132,176,182-183,229,238;
CA 30,35; AGT 1,58-70.
(13) Cf Const. 56,72-74; Dir. 150-155,162-163; 1 F 2; MCH 135.
(14) Cf Const. 110; Dir. 436-437,146.
(15) Cf AGT 92.
(16) Cf Const. 78.
(17) Cf MCH 160,179.
(18) Cf MCH 181-191.
(19) Cf Memoria Gubernativa, XX Capítulo General, p. 17.
(20) Cf Lc. 4,18; Aut. 118,687; MCH 51-62.(21) Cf 2 Cor. 3,18.
(22) Cf ibíd.
(23) MCH 142-179.
(24) Cf Const. 46; MCH 223; AGT 24.
(25) Cf Const. 46.
(26) Cf Const. 34; MCH 148,165.
(27) Cf Const. 52.
(28) Cf Aut. 694-695.
(29) Cf Dir. 102; MCH 149.
(30) Cf Const. 54.
(31) Cf Dir. 92,437.
(32) Cf Const. 37; Dir. 85; 2 VR 33 y Anexo 5.
(33) Cf Dir. 155; MCH 137.
(34) Cf Const. 8.
(35) Cf Const. 20,23,28.
(36) Cf Const. 8,36.
(37) Cf Const. 61.
(38) Cf Const. 73.
(39) Cf Const. 12; 2 R 47.
(40) Responde a la experiencia de algunas comunidades y consiste en reservar un tiempo (un
día entero, una tarde, unas horas) para orar en común, planificar, evaluar , compartir
experiencias, recrearse. ..
(41) Cf Const. 54,55.
(42) Cf Const. 17; MCH 139.
(43) Cf Dir. 35.
(44) Cf Const. 110.
(45) Cf Const. 106.
(46) Cf Const. 30,104; AGT 54,56.
(47) Cf Const. 56; Dir. 150,152; 2 F 26.
(48) Cf Dir. 153; PE 139; AGT 92.
(49) Cf MCH 161-191.
(50) Cf 2 F 27; MCH 37; AGT 93.
(51) Cf 2 F 28-29.
(52) Cf Dir. 105-106; 1 F 158; MCH 202,211.
(53) Cf PE 140; MCH 218; MI 15.
(54) Cf MCH 161-179.
(55) Cf MCH ibíd.
(56) Cf MCH 181-191.
(57) Cf Const. 48; Dir. 108; PE 123; 1 AP 105; MCH 163-166.
(58) Cf AGT 62-63.
(59) Cf Dir. 317-320.
(60) Cf Dir. 119; MCH 183-184, 197-198,225.
(61) Cf Dir. 118; MCH 182,197,198,207,208.(62) Cf Dir. 152.
(63) Cf Const. 128,130; Dir. 140,141,437; MCH 239.
(64) Cf Const. 50.
(65) Cf Const. 47.
(66) Cf Const. 50.
(67) Cf Const. 48; FE 50; 1 AF 5; MCH 180,214.
(68) Cf Dir. 116; 1 AP 73-75; MI 32; MCH 115,177-179,234.
(69) Cf MCH 224; 1 AF 76-77.
(70) Cf Dir. 123; MCH 234; AS 1-3; MSC 5,13.
(71) Cf Const. 25.
(72) Cf Const. 26.
(73) Cf Const. 24.
(74) Cf Dir. 594.
(75) Cf Dir. 61; FE 75,76,84; MCH 176.

INDICE GENERAL
Abreviaturas más usadas 5
PRESENTACION 7
DÓNDE NOS ENCONTRAMOS EN EL PROCESO DE RENOVACIÓN

Introducción 11
1. Líneas-fuerza que han impulsado nuestra renovación 12
a) El estilo apostólico de vida 13
b) Dimensión misionera de la comunidad 13
c) Nuestra actividad misionera 14
d) Formación para la misión 15
2. Luces y sombras del proceso de renovación 15
a) Renovación de las Constituciones y del Directorio 16
b) Espiritualidad del misionero claretiano 16
c) Comunidad misionera 18
d) La formación en el proceso de renovación 21
e) Estilo de misión y revisión de posiciones 26
f) Revisión de las estructuras económicas 30
3. Validez del proceso de renovación 31
4. Principales desafíos que se nos presentan 32

UNGIDOS PARA SER ENVIADOS. UN PROGRAMA PARA EL FUIURO


Introducción 39
1.La persona del claretiano de cara al futuro 40
a) Espiritualidad personal del claretiano 41
b) El claretiano en la comunidad misionera 45
c) El claretiano en proceso permanente de formación 48
2. Compromisos de misión más urgentes 51
a) Reafirmación de la “Programación de nuestra acción misionera”
(MCH, 181- 239) 52
b) Revisión de nuestras estructuras apostólicas 53
c) Nuestro testimonio colectivo de pobreza 58
CONCLUSIÓN 60
AUDIENCIA DEL SANTO PADRE AL CAPÍTULO GENERAL
Saludo del P. General a Juan Pablo II 65
Discurso del Papa a los miembros del XX Capítulo General 68

Potrebbero piacerti anche