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La experiencia de la Pascua Juvenil en cada una de las parroquias de nuestra Diócesis es una
oportunidad para enfocar nuestra mirada no sólo en el Misterio de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús sino también en los principales destinatarios de ella: los jóvenes,
quienes muchos de ellos, hoy en día como los discípulos de Emaús están en la sociedad y
caminan por ella temerosos, llenos de dudas, desilusionados, tristes, dejando que todo esto
vaya opacando su vida pero también su corazón, cegándolos a tal grado que no son capaces
de recocer a Jesús quien camina y está siempre con ellos.
Tomando en cuenta este contexto, queridos jóvenes, es que ponemos en sus manos
este subsidio que, bajo la mirada especial puesta en ustedes pueda brindar las herramientas
para propiciar un verdadero encuentro con Jesús, y además, hacer que la experiencia de la
Pascua permita redescubrir que Jesús, Muerto y Resucitado quiere permanecer con
nosotros y ser como con los discípulos: nuestro compañero de jornada.
Y si Jesús nos acompaña al igual que lo hizo con los discípulos de Emaús nuestra
tarea primordial será identificarlo en el camino; pero para ello, debemos conocerlo primero
para luego encontrarnos con Él, puesto que si somos sus seguidores tendremos la
posibilidad de reconocerlo y así, no sólo dejar que Nuestro compañero actúe en nosotros
sino también nosotros comenzar a actuar y convertirnos en compañeros de camino de otros
jóvenes. Lograr lo anterior implica adentrarnos en el misterio Pascual desde una perspectiva
juvenil brindando verdaderas experiencias a los jóvenes donde sean capaces de redescubrir
que Jesús, en los momentos culminantes de su vida terrena nos amó hasta el extremo
invitándonos con ello a asemejarnos a Él.
Jóvenes ¡Cristo Vive! Y está presente en cada momento de nuestra vida, Él nos ama,
nos escucha y acompaña por el camino, es momento de redescubrir su presencia. No se
olviden de María, ella lo escuchaba y guardaba todo en su corazón, acompañó a Jesús hasta
la Muerte, es Nuestra Madre, y junto con su Hijo nos da la muestra de que es posible
escuchar a Dios, responderle generosamente y convertirnos en verdaderos compañeros de
nuestros hermanos.
Que la preparación de la Pascua Juvenil los impulse a transformar sus vidas y las de
otros jóvenes para que sean capaces de abrir su corazón al Señor Jesús, de escucharlo para
luego, en el contexto del Año del Anuncio en nuestra Diócesis ser jóvenes que anuncian al
Resucitado en su caminar cotidiano.
El Domingo de Ramos marca el inicio de la semana santa. Se le llama así debido a que se
conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cuando la multitud lo recibió con
hojas de palma.
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un
burrito y lo montó. Antes de entrar, la gente tendía sus mantos por el camino y otros
cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los
reyes.
Entró a Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, mucha
gente, niños y adultos, lo acompañaron y lo recibieron como a un rey con palmas y ramos
gritándole “Hosanna” que significa “Viva”. La gente se preguntaba ¿quién es éste? y les
respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” (Cf Mt 21, 10-11). Algunas de
estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus
parábolas.
Jesús entra a la ciudad en medio de personas que lo recibieron con gritos y aplausos,
podemos pensar en ellos como la voz del hijo perdonado, del enfermo curado, de los
olvidados, de los marginados, de los alejados, de los oprimidos, de los que no han
encontrado sentido a su vida y que de una forma u otra han sido tocados por Jesús, por su
amor y su misericordia, ellos gozan y viven desde su interior ese regocijo de compartir la
euforia de proclamar a un Rey, a un Salvador.
Mientras esto sucedía, todo este cúmulo de emociones también era motivo de irritación y
enojo por parte los sacerdotes judíos quienes buscaban pretextos para meterlo a la cárcel,
pues les dio miedo el ver cómo la gente lo amaba cada vez más y cómo lo habían
aclamado al entrar a Jerusalén, y buscaban de manera contundente desprestigiarlo y
llevarlo hasta la máxima pena: la muerte.
En la actualidad, existen muchas maneras de volver invisibles a los jóvenes, para que no
hagan ruido, que sus sueños no tomen vuelo, que se vuelvan prisioneros de sus propios
miedos e inseguridades, que se mantengan tranquilos y no se involucren en lo que está
sucediendo a su alrededor, sin embargo, un joven alegre es difícil de manipular, un joven
que se envuelve en el amor de Dios es muy complejo mantenerlo en silencio.
Es por ello que este día, es la gran oportunidad de proclamar a Jesús como nuestro Rey,
como centro de nuestras vidas, de sentirnos llamados por Él y seguirlo a costa de lo que
sea; es día de exclamar ¡“Viva Cristo Rey”!
Está en ustedes la decisión de gritar, está en ustedes el decidirse por el “Hosanna” del
domingo para no caer en el “Crucificalo” del viernes, está en ustedes el no quedarse
callados, si los demás se callan, si los mayores y los dirigentes callan, si el mundo calla y
pierde la alegría, les pregunto: ¿ustedes gritarán? Por favor, decidirse antes de que griten
las piedras (Papa Francisco).
Dinámica
1. Hacer equipos de 9 a 10 personas (a conveniencia) y pedirles que compartan entre
ellos cómo imaginan esta “entrada triunfal” en la actualidad (cómo imaginan que
llamaría la atención al entrar, cómo lo recibiría la gente y qué harían los que no lo
querían).
2. Darles material (papel, tijeras, pegamento, etc.) a los jóvenes para que ellos de
manera actual reciban a Jesús, con la misma alegría que en aquella época.
3. Pedirles que hagan una pequeña demostración de cómo imaginaron el momento y
lo compartan con el resto de los muchachos.
Materiales:
• Hojas
• Plumas o lápices
Instrucciones:
1. Repartir una hoja de papel a cada joven y realizar las siguientes preguntas brindando
cinco minutos para que las contesten (no es necesario que la hoja contenga el
nombre de quien escribió):
Si hoy fueras rey de una nación y tuvieras recursos en abundancia a tu alcance y
servicio ¿Qué harías con esos recursos?, ¿Qué lujo te darías?, ¿Qué vehículo te
comprarías?, ¿Qué ropa usarías? (Puedes agregar otras preguntas).
2. Las respuestas de los jóvenes servirán más adelante para reflexionar.
Dinámica 2: “Recreando en Plastilina”
Materiales
• Plastilina
Instrucciones:
1. Entregar un pedazo de plastilina a cada joven y pedirles que realicen una figura de
lo que conocen del Domingo de Ramos o lo que es más representativo para ellos de
esta celebración. Hacer hincapié en que sólo debe ser una figura.
2. Se dan 10 minutos para que el joven a su creatividad realice la figura de lo que
conoce o considera más importante del Domingo de Ramos.
3. Una vez terminada la figura, se les pide a los jóvenes o sólo a algunos si es un grupo
numeroso, que expliquen por qué hicieron dicha figura y qué significado tiene para
ellos.
4. El expositor sin adentrase ayuda para que se digan la mayoría de los elementos del
Domingo de Ramos.
Será muy interesante toparnos con figuras tal vez de un burro, palmeras, una imagen de
Jesús, ramos, mantos, etc. También será muy enriquecedor lo que piensan los jóvenes de
los diferentes elementos que se pueden vivir y observar en una celebración como lo es el
Domingo de Ramos.
Esta dinámica servirá para irnos adentrando en el tema a través de lo que el propio joven
conoce y también para darnos cuenta de qué tanto conocen del Domingo de Ramos y que
sepamos cómo será llevado nuestro tema para una mejor comprensión.
Puede haber jóvenes que no conozcan del tema y no puedan plasmar algo entonces será
importante en el siguiente apartado de este tema explicar a detalle el pasaje bíblico de la
entrada a Jerusalén y los elementos que se pueden apreciar.
De igual forma se hará una reflexión de cómo esos diferentes elementos y acontecimientos
vividos en la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén aplican hoy en nuestra vida de jóvenes.
Se sugiere en primer lugar hacer una o dos veces la lectura general del pasaje bíblico y
después ir analizando los puntos marcados en negritas como reflexión para que el joven
vaya comprendiendo su sentido y la forma en que desde su realidad ahora se viven dichos
momentos y elementos.
Es de vital importancia para desarrollar nuestro tema, basarnos en las citas bíblicas, ya que
la biblia debe ser nuestra fuente principal de información y así evitemos confusiones en los
jóvenes y en nosotros mismos. Ya como otras opciones podemos utilizar fuentes como el
Catecismo, Docat, CAPyM, YouCat y páginas de internet confiables católicas.
Lucas
Capítulo: 19
Versículos: 28-44
Discípulo es un seguidor de Jesús que sigue sus enseñanzas, las pone en práctica, las
vive y las enseña.
¿Si nosotros fuéramos esos discípulos de Jesús cumpliríamos los requisitos para
serlo?
¿Hemos seguido a Jesús?
¿Hemos puesto en práctica todas esas enseñanzas que nos ha dado?
(mandamientos, obras de misericordia, etc.)
¿Hemos compartido con los demás el evangelio, la vida de Jesús y sus enseñanzas?
¿Hemos predicado con el ejemplo?
O simplemente ¿No seriamos aptos para ser discípulos de Jesús?
Como jóvenes también debemos reflexionar que, en estos tiempos de tanto ajetreo,
donde la vida es acelerada, donde todo es subjetivo, donde hay tantos problemas
sociales, donde el joven tiene muchas tentaciones, también en estos momentos
Jesús nos invita a ser sus discípulos, ser esos jóvenes que hagamos la diferencia, ser
esos jóvenes discípulos que llevemos luz a quien no la tiene, llevemos esperanza al
más necesitado, prediquemos con nuestro ejemplo y ayudemos al prójimo. Aún en
estos tiempos se puede ser Santo y Discípulo de Jesús.
En Jesús se cumple la profecía del libro de Zacarías, “Digan a la hija de Sión: Mira
que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un
animal de carga” (Zac 9, 9).
Es muy triste ver en nuestros tiempos cómo la riqueza de nuestro país está mal
distribuida y cómo personas con poder político, social, deportivo o cultural se
aprovechan de su autoridad y cargo para enriquecerse a costa del pueblo, para hacer
menos al prójimo y para hacer mal uso de su poder.
Muchas veces como jóvenes nos afanamos en cosas materiales, y desde muy
pequeños nos enseñan a que el dinero lo puede todo, la televisión no se cansa de
día a día mostrarnos que las personas más importantes son las personas que tienen
más dinero y más poder.
Jóvenes: luchemos por un mundo mejor, luchemos por conseguir nuestros sueños,
luchemos por seguir a Cristo, claro que se vale luchar por tener dinero, claro que se
vale luchar por tener un puesto político importante, claro que se vale luchar por
tener poder, pero cuando lo logremos pongamos los pies en la tierra y humildes
como Jesús encomendemos nuestro trabajo y servicio a Dios ayudando siempre al
prójimo, porque sólo así lograremos cambiar nuestro país y construir un mundo de
paz.
• Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». Y ellos
respondieron: «El Señor lo necesita».
Jesús toma el burrito, que después devolvería a su dueño, pero ese burrito era de
alguien que tal vez el mismo Jesús no conocía.
Jesús nos demuestra con esto que Él es el Rey, que Él todo lo puede, que debemos
confiar en su amor y en su misericordia, que Él es el dueño de cuanto existe.
Así como estos ejemplos, Jesús día a día incluso sin que nos demos cuenta nos pide
tantas cosas y muchas veces nuestra respuesta es un rotundo NO. Jesús nos pide
amor, nos pide que ayudemos al prójimo, nos pide que lo sigamos, nos pide que
cumplamos sus mandamientos, nos pide que lo sirvamos, Jesús nos pide mucho
pero en la mayoría de los casos le damos poco o le damos lo que nos sobra.
Jóvenes: Jesús lo vale todo, lo dio todo por nosotros, entonces es momento que le
respondamos de la misma forma, dándolo todo por Él.
¿O acaso existen otros reyes en los cuales creemos y en los cuales confiamos?
¿Será que tenemos reyes falsos que nos prometen una felicidad pasajera y que lo
único que provocan es un vacío interior?
• Todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por
todos los milagros que habían visto.
El entusiasmo de los discípulos que acompañaban a Jesús era tanto que gritaban de
júbilo con aclamaciones festivas.
Ese jubilo al reconocer a su Rey, en el que habían confiado al ver los milagros que
hacía, en el que habían puesto su fe y su esperanza por el ejemplo que predicaba,
esa felicidad de saber que Jesús los salvaría porque habían visto sus maravillas y su
actuar.
¿Será que nosotros como jóvenes no hemos visto los milagros que Jesús día con día
hace en nuestras vidas y por eso no nos hemos animado a darle un Sí sostenido al
Señor?
o Tengo vida
o Tengo salud
o Tengo una familia
o Tengo amigos
o Tengo un trabajo o estudio
o Tengo una casa digna
o Tengo alimento
o El lindo amanecer
o Los hermosos paisajes
o La lluvia
o El mar
o El sol
No terminaríamos esa lista de tantas cosas que Dios nos ofrece. Si yo como joven
ahora reconozco todos esos milagros que Dios hace por mí, que me da, que me
permite hacer, ¿no son justificación perfecta ahora si para reconocerlo como mi
único Rey, para seguirlo, para agradecerle y así como aquellos discípulos que lo
seguían y lo glorificaban también hacerlo nosotros desde nuestra juventud?
Jóvenes, veamos las maravillas que Jesús nos da por amor, para que seamos felices
y para que lo reconozcamos como nuestro Rey y confiados en su amor lo sigamos.
Los Fariseos no querían que los que seguían a Jesús lo aclamaran, no querían que
siguieran su ejemplo, no creían en el poder salvador de Jesús y buscaban el mínimo
error de los discípulos y del mismo Jesús para difamarlos y hacer que la gente se
alejara de Él.
Jesús les responde con una respuesta muy contundente: “Les aseguro que, si ellos
callan, gritarán las piedras”. Una respuesta que demuestra el poderío de Jesús, que
demuestra a los fariseos que sus discípulos confiaban totalmente en su amor y en
sus promesas. Y sin duda, la alegría que Jesús contagiaba en todos los que lo seguían
era motivo de enojo e irritación en muchos.
Hacer callar a los jóvenes es una tentación que siempre ha existido. Los
mismos fariseos increpan a Jesús y le piden que los calme y silencie.
No permitamos jóvenes que nos manipulen para no hacer las cosas o para hacerlas
mal, en la actualidad hay tantas formas de hacer que el joven no sobresalga, hacer
que el joven no proponga, que no cumpla sus sueños. Hay tantas maneras que el
mundo actual utiliza para que el joven no sea el motor de cambio de nuestra
sociedad.
o La drogadicción
o La pornografía
o La soledad
o La prostitución
o La televisión
o El narcotráfico
o La delincuencia
o El suicidio
o El soborno
o El aborto
o Las diferentes ideologías
o El pecado
o Las redes sociales mal usadas
o La música que daña
o Las malas amistades
Luchemos entonces por seguir a Jesús y pedirle su ayuda y misericordia para no caer
en esos problemas y tentaciones que nos pone el mundo que lo único que provocan
es callar al joven y convertirlo en una persona sin paz, sin amor, en una persona que
no le interesa el bienestar común y que no le importa tener un mundo mejor.
Luchemos también por ayudar al prójimo que se encuentra en estas situaciones tan
complicadas, ayudémoslo a salir de este vacío tan grande y oremos para que
tengamos un mundo mejor.
• Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú
también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz! Pero ahora está
oculto a tus ojos.
En el nuevo testamento se relatan algunas veces que Jesús llora, por ejemplo, con la
muerte de su amigo Lázaro (Juan 11, 32-36). De igual forma cuando Jesús entra a
Jerusalén llora por el rechazo de muchos y al ver los pecados tal vez pasados y futuros
su corazón se rompe hasta llegar al llanto.
En estos episodios de llanto, Jesús siendo Dios, muestra su lado humano, muestra
que aún siendo Dios quiso ser como nosotros, con sentimientos, con miedos y en
ese aspecto humano de Jesús nos muestra la preocupación por un pueblo que no lo
reconoce, por un pueblo que lo crucificará a tal grado de llorar por esas situaciones.
Nosotros como jóvenes cuantas veces hemos hecho llorar a tantas personas:
o A mis padres por desobedecer, por no seguir sus consejos, por hacer cosas
que me ponen en peligro y sólo los mortifican.
o A mis familiares, por no ser ese hermano o familiar fraterno que ayuda, sino
que siempre está buscando la forma de pelear por cualquier motivo.
o A mis maestros, por ser una carga y hacerles pesada la clase en lugar de
poner dedicación y empeño.
o A mis amigos, por no ser esa persona en la cual ellos han puesto su confianza
o por llevarlos a situaciones de peligro.
o A mi pareja, por no ser fiel ante una relación.
o A mis compañeros de trabajo, por tal vez ser únicamente una piedra en su
camino en lugar de contribuir al trabajo en equipo.
Reconozcamos a Jesús en nuestro prójimo y seamos mejores personas día con día
desde nuestra realidad juvenil. Jesús está en nuestro prójimo y en el más necesitado,
entonces seamos mejores seres humanos viviendo en fraternidad con los demás.
Domingo de Ramos
Una vez analizado el pasaje bíblico sobre la entrada Triunfal de Jesús a Jerusalén, se sugiere
reflexionar y vivir lo propio del Domingo de Ramos.
139. "La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos "de la Pasión del
Señor", que comprende a la vez el triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión".
Se sugiere realizar esta dinámica antes de la procesión para que los jóvenes participen con
sus ramos o palmeras junto con la comunidad. Si el tema no se realiza el Domingo de
Ramos se puede recrear la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en donde los jóvenes
puedan vivir ese momento y reflexionarlo desde su realidad.
Materiales:
• Trozos de palmeras pequeños, ramos de olivo, (pueden ser naturales o hechos de
papel)
• Postits pequeños de tiras
• Plumas o lápices
Instrucciones:
1. Se entregan varios postits pequeños a los jóvenes y su pluma o lápiz
2. Se pide que en los postits apunten las respuestas de lo siguiente:
o ¿Si hoy recibieras a Jesús en tu vida qué cosas malas encontraría en ti? (qué
problemas tienen en la familia, problemas personales, pecados que no te
han dejado estar en gracia, defectos, dificultades, malas actitudes, daño que
has hecho, etc)
o ¿Si hoy recibieras a Jesús en tu vida qué cosas buenas encontraría en ti? (tus
cualidades, virtudes, tus sueños, anhelos, agradecimientos, triunfos, cosas
buenas que has hecho por el prójimo, etc.)
3. Se entrega a cada joven un pedazo de palmera o un pequeño ramo
4. Se pide que en la palmera o ramo ya sea natural o de papel peguen de un lado los
postits donde pusieron las cosas buenas y del otro lado las cosas malas.
Al terminar, el expositor reflexionará junto con el grupo que, así como en aquellos tiempos
un pueblo con defectos y virtudes recibió a Jesús, ahora también nosotros como jóvenes lo
recibimos con todos nuestros defectos y con todas nuestras virtudes.
Se reflexiona también que este día de Domingo de Ramos se viven dos momentos
importantes: La entrada triunfal en donde la gente aclama al Señor con gritos de HOSANNA
y el contraste de la lectura de la Pasión de Jesús donde nos topamos con otros gritos
totalmente opuestos de CRUCIFÍCALO.
Con mis acciones de joven ¿Soy de los que le gritan HOSANNA o soy de aquellos que le
gritan con odio CRUCIFÍCALO?
Es momento de reflexionar qué rol estoy tomando como joven dentro de la sociedad, si
realmente mis acciones ayudan al prójimo, si realmente lo que hago es bueno o daña a los
demás.
Todo eso bueno y malo Jesús lo hace suyo en su pasión, para sanar, para curar, para
convertirnos y para morir por nuestros pecados.
Hacer énfasis en que Dios nos perdona, pero tenemos que ser los primeros en estar
convencidos de seguir a Cristo y confiar en su plena misericordia para día a día ser mejores
jóvenes que ayudemos a tener una civilización cimentada en el amor.
Señor Jesús, con este mismo ramo te acompañamos hoy a recordar tu entrada en Jerusalén,
con nuestra presencia en el templo dijimos que somos tus seguidores y que tú eres el rey
de los reyes. Ahora te pedimos que protejas a nuestra familia de todo mal y nos conviertas
en testigos de tu amor y tu paz, para que un día podamos reinar contigo en la Jerusalén
celestial, donde vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
• Homilías del Papa Juan Pablo II y Papa Francisco del Domingo de Ramos:
o http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2017/documents/p
apa-francesco_20170409_omelia-palme.html
o http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2016/documents/p
apa-francesco_20160320_omelia-palme.html
o http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2015/documents/p
apa-francesco_20150329_omelia-palme.html
o http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/p
apa-francesco_20140413_omelia-palme.html
o http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2013/documents/p
apa-francesco_20130324_palme.html
o http://w2.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/homilies/1986/documents/hf_jp-ii_hom_19860323_domenica-
palme.html
Objetivo
Que en este día, los jóvenes se adentren al misterio pascual por medio de todos los
elementos que podemos contemplar: el lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía
y del Sacerdocio, así como la agonía del Getsemaní.
Nos reunimos para acompañar a Jesús a la Cena de Pascua con sus Apóstoles, que en aquel
tiempo era una costumbre, ya que año con año se celebraba la liberación ante los egipcios.
Los Apóstoles siguen las indicaciones del maestro y preparan todos los detalles para la que
sería la Última Cena del Señor Jesús; por lo que debemos nosotros esperar junto a Él la hora
de inicio de su Triduo Pascual; así como de recordar tres elementos fundamentales para la
vida del creyente; por lo que la Iglesia repite estos gestos del Maestro.
El lavatorio de los pies y la cena familiar en donde quiso quedarse entre nosotros en el pan
y vino, dejándonos su Cuerpo y su Sangre al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Y al
terminar dicha cena, salió a orar al Huerto de los Olivos, donde fue entregado por Judas
Iscariote.
1.- El lavatorio de los pies. El jueves siguiente a la entrada en Jerusalén –nos referimos al
Domingo de Ramos-, era día de Fiesta en el país. Jesús también quiso tener una cena con
sus discípulos, pero como no tenía casa en esa ciudad, tuvo que pedir prestada una sala
grande para poder reunirse con ellos; pero antes de cenar, Él tomó un recipiente con agua
y una toalla, acción totalmente impensable para un judío ya que sólo los esclavos lo
realizaban… ¡pero se trata del Señor Jesús!, que sin importarle lo anterior se arrodilló y les
fue lavando los pies a sus doce amigos, pies que estaban sucios de tanto caminar por las
calles polvorientas.
¿Por qué crees tú que Jesús les lavó los pies a sus amigos como si hubiera sido un criado de
ese tiempo?..
Siempre hemos dicho que Dios es amor y es algo tan real ya que el amor se ha manifestado
en Jesús, que nos ha amado tanto hasta entregar la vida por nosotros. Se trata de un amor
que debe de reinar en cada uno de nosotros, en tu familia, en tu escuela, en tu trabajo, en
el mundo entero para vivir así la fraternidad, el reconocernos todos como hijos de Dios,
hermanos de Cristo y de todos los seres humanos.
El gesto de “lavar los pies” por parte de Jesús refleja la actitud de amor y servicio hacia los
demás, que quiere enseñarles a ellos y a todos nosotros que debemos servir a cualquier
persona en cosas que a veces no nos gustan.
Y tú, ¿Qué entiendes por fraternidad?, ¿te atreverías a hacer lo mismo con tus amigos y
familiares?, ¿le lavarías la ropa a un vagabundo de la calle, lo peinarías?, ¿te atreverías a
perdonar a aquel amigo que se burló o habló mal de ti?, ¿dejarías tu orgullo para llevarte
mejor con tus papás y hermanos?... Ciertamente que Jesús bañaría, abrigaría, peinaría a las
personas que duermen en las calles... no se diga lo demás.
El lavatorio de los pies nos deja de manifiesto un nuevo mandamiento, el mandamiento del
amor que se manifestó a través de dicha acción en donde ¡el Señor, el Maestro, el Rey, el
Dueño del Universo se hace siervo (servidor) para lavarle los pies a sus discípulos!
2.- La institución de la Eucaristía. Ese mismo día, al anochecer, Jesús y sus discípulos
comieron la Cena Pascual, pero se trató de una cena distinta y muy especial ya que fue a
manera de despedida… te has preguntado alguna vez ¿qué es la Eucaristía?, ¿qué es lo que
celebramos en la Eucaristía? y ¿por qué le tenemos que dar importancia a la Eucaristía?
Cuando llegó la hora de cenar, todos se sentaron a la mesa pero en un momento de la cena
Jesús cambió las cosas… tomó un pan, dio gracias a Dios y lo partió para compartirlo con
todos. Del mismo modo lo hizo con una copa de vino, dio las gracias a su Padre por ella y la
compartió con sus discípulos. ¡Todos comieron y bebieron del mismo pan y del mismo vino!
Pero al repartir el pan Jesús dijo: “Este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes” y
cuando compartió la copa de vino dijo: “Esta es mi sangre, que será derramada para
salvarlos”. ¿Te das cuenta que sólo a Jesús se le pudo haber ocurrido la idea de permanecer
en el pan y en el vino transformados en su Cuerpo y su Sangre para poder quedarse para
siempre con nosotros?
Precisamente eso es lo que hacen los sacerdotes al celebrar la Santa Misa para cumplir el
mandato del Señor: “Hagan esto en conmemoración mía”. ¿Te has fijado que en un
momento de la Misa el sacerdote levanta un pequeño pan blanco y redondo para enseguida
también levantar una copa para que todos lo adoremos? Se trata del momento justo en que
el mismo Jesús se hace presente sobre el altar en la forma de pan y vino.
La Misa no es un juego, la Eucaristía no es un símbolo. Es por esto que cada vez que pasamos
a recibir el cuerpo y la sangre de Cristo debemos ir preparados adecuadamente, -con un
buen examen de conciencia y luego acercarnos a la confesión sacramental, que no se trata
de un capricho por parte del Papa o de alguno de los sacerdotes, fue establecido por Cristo
en Juan 20, 21-23, debemos tener en cuenta que es la presencia real de Jesús. De lo
contrario sólo encontraremos vacío al asistir a la Misa.
San Pablo en una de sus cartas nos dirá: “El que come y bebe indignamente, come y bebe
su propia condenación por no reconocer el cuerpo. Y por esta razón varios de ustedes están
enfermos y débiles y algunos han muerto.” (1 Cor 11, 29). De modo que para estar
correctamente preparados a la hora de recibir a Cristo lo que tenemos que hacer es
acercarnos al sacramento de la confesión; ya que no puede haber una verdadera comunión,
sin arrepentimiento y sin una confesión; es por esto que el que lo recibe indignamente se
come su condenación.
De esta manera podemos decir que la Eucaristía es y debe ser siempre el centro de la vida
de fe de un creyente; ya sabemos que se trata de la presencia real y verdadera de Jesucristo
en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; de ahora en adelante, cuando entres a un templo
saluda al Señor, que siempre está dispuesto a un encuentro personal con cada uno de
nosotros, siempre nos espera en el sagrario para escuchar nuestras alegrías, nuestras
penas, nuestros planes, nuestros propósitos… ¡te espera a tí!
3.- La institución del Sacerdocio. En esa misma cena que vamos a conmemorar este día, el
Señor Jesús también instituyó el Sacerdocio como sacramento.
Todos tenemos en claro que el Señor eligió a un grupo de personas para que lo siguieran de
una manera muy especial, ya que compartían con Él la mayor parte del día, por lo que
fueron testigos presenciales de su predicación, de sus prodigios, de su manera de actuar y
de las promesas hechas por Él.
Pues ese grupo que pasó a ser de discípulos a amigos, fueron también elegidos para
continuar la obra del mismo Maestro; para poder manifestar al mundo la buena noticia que
es la presencia de Dios en el mundo que Él creó y que ama de manera especial; además de
administrar el alimento de la Vida Eterna que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así como el
mismo perdón de nuestros pecados que sólo Dios nos puede otorgar.
De tal manera, creo que sería muy sencillo responder a la pregunta ¿Quién instituyó el
sacerdocio? Y ¿Cuándo lo instituyó?; pero sería interesante que nos detuviéramos a pensar
sobre otra pregunta… ¿Con qué propósito lo hizo?
Se quiso quedar entre nosotros, en todo el mundo, hasta el fin de los tiempos. De modo
que le comparte esta tarea a algunos de manera especial y poder hacerse presente a través
de ellos en cada acción a ejemplo suyo. Y tú, si bien no eres sacerdote pero eres seguidor
del Único Maestro… ¿Cómo son tus pensamientos, tus palabras, tus sentimientos, tus
acciones?... ¿Se podría decir que actúas y haces presente a Cristo donde quiera que tu
estés?
Ya que el denominador común de estos tres acontecimientos –el lavatorio de los pies, la
Eucaristía y el Sacerdocio–, es el amor de Dios a los hombres en Jesús de Nazaret, ya que al
lavar los pies instituye un signo de encuentro con Él, a través del Pan y del Vino trasformado
en su Cuerpo y Sangre; a lo que elige a algunos de entre su pueblo para seguir presidiendo
la Eucaristía e impartir su Amor y Perdón.
Los discípulos prepararon lo necesario para su Cena Pascual; nosotros también debemos de
realizar nuestra propia preparación a ese banquete que Jesús te invita y que al igual que los
apóstoles desea que estés preparado, que asistas con mayor disposición a la Santa Misa
para aprender las enseñanzas de Cristo, o tal vez, visitar con más frecuencia el Sagrario
aunque sea un minuto; en otras palabras, que trates de manera personal al Señor para que
crezca en ti el amor hacia Él y poder llevarlo a quien lo conoce erróneamente o lo desconoce
completamente… además, es un tiempo propicio para acercarte al sacramento de la
penitencia y recibir el mismo Cuerpo de Cristo.
Él los amó hasta el extremo, sólo el Señor pudo hacerlo de tal modo, más allá de la muerte,
hasta lo que algunos considerarían locura porque la medida del amor es amar sin medida;
ya que se pone a los pies de los demás para servirlos, enseñándonos desde ahí, desde el
servicio y el ejemplo.
Pero para poder amar primero es necesario dejarse amar; para poder perdonar hay que
vivir el perdón; para poder servir el reconocer que Dios es el mayor servidor de todos siendo
el Señor. De modo que te podrías preguntar: ¿Cuál de las anteriores te falta practicar?
Para saber amar y servir necesitas quitar de tu corazón, de tu mente, de tu vida entera…
todo anhelo de protagonismo, de rivalidad, de soberbia.
Luego de cenar, Jesús invitó a Pedro, Santiago y Juan a pasear por el Huerto de los Olivos.
El Señor se sentía angustiado ante la cercanía de su muerte, sus amigos tenían mucho sueño
y pronto se quedaron dormidos mientras que Jesús estaba arrodillado orando al Padre del
cielo… su angustia y su pena aumentan al darse cuenta que sus amigos no habían sido
capaces de acompañarlo en esas horas de tanto sufrimiento y angustia, sintiéndose solo y
abandonado. Y tú, ¿crees que los buenos amigos acompañan y están cerca cuando uno
sufre?
Jesús es arrestado
Al ver que sus amigos no fueron capaces de mantenerse despiertos los despertó con tristeza
cuando algunos hombres llegaron con gritos y antorchas para apresarlo con palos y espadas
como si fuera un delincuente, Pedro quiso defenderlo pero Jesús no se lo permitió, se dejó
arrestar sin poner resistencia y de ahí lo llevaron al tribunal donde sería juzgado. Sus amigos
llenos de temor huyen y lo abandonan.
Que los jóvenes comprendan a la luz del mandamiento del amor que, así como Jesús, ellos
están llamados a amar a Dios y a su prójimo para que se conviertan en verdaderos
acompañantes en su vida real.
Hacer un panel donde un representante de cada equipo pase y exponga, desde el punto de
vista de su equipo los sentimientos e intereses que el personaje que se les asignó tenía
aquel jueves (Yo soy Jesús, mis sentimientos eran…, yo soy Judas, en mi corazón en esos
momentos habitaba…)
Reflexionar acerca de que todos los corazones de los discípulos eran diferentes y a pesar de
ello, Jesús los amó, no le importó, fue amigo, los conoció, los escuchó y los acompañó hasta
demostrarles su amor en esta cena.
Luego de los cuestionamientos se sugiere dar a conocer el objetivo del tema, enfatizando
que se reflexionará para poder conocer qué cambios necesita hacer a su corazón para
poderlo transformar en uno que lata por amor.
El contenido doctrinal del tema gira en torno al amor, para luego, analizar el amor a Dios y
al prójimo como el mandamiento más importante que nos dejó Jesús, para luego
relacionar ello con lo acontecido el Jueves Santo en la Última Cena y finalmente crear
conciencia en los jóvenes por trasladar ese amor a su vida personal y social, de manera
que le permita, escuchar y acompañar a sus hermanos.
Se sugiere tener preparado un corazón grande para que esté a la vista de todos y sobre el
cual se irán pegando algunas frases que el tema sugiere.
Para abordarlo, puede solicitar que los jóvenes se reúnan en equipos y entregarles cada
subtema del juzgar, así podrán analizar y conocer más para posteriormente, de manera
ordenada expliquen a los demás a través de distintas estrategias el contenido de cada
subtema (exposición, canción, representación, imagen, grafitti, entre otros de acuerdo a la
creatividad y posibilidades de los jóvenes; además se puede dar el tema trasladando éste a
una conferencia, donde al explicar el expositor sea capaz de involucrar a los jóvenes a
reflexionar, participar y finalmente tomar compromisos en referencia al amor).
El papel del expositor en este sentido será complementar la información que los jóvenes
mencionan a fin de lograr el objetivo propuesto. Se diseña de esta manera para hacer un
tema vivencial, dinámico y llamativo para los jóvenes. Pero, sólo son sugerencias que el
expositor deberá considerar y si él lo requiere modificar de acuerdo a la propia realidad del
centro pascua y de los jóvenes a quiénes dará el tema.
¿Qué es el amor?
El término “amor” se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de
las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes (…) se habla de
amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres
e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo,
en toda esta multiplicidad de significados destaca, por excelencia, el amor entre el hombre
y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le
abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del
cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor. Se plantea, entonces, la
pregunta: todas estas formas de amor ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la
diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien
de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?
(Benedicto XVI)
La respuesta a la pregunta anterior pareciese clara: una misma palabra que es utilizada para
indicar realidades diferentes, cada joven, cada persona interpreta el amor a su manera y en
muchas ocasiones a su propia conveniencia, considerando esto ¿eso es amor?
Indudablemente no lo es, amor es y debería ser una palabra con un mismo sentido y
significado para todos. Tomando como referencia el CIC podemos definir que “el amor es
la vocación fundamental e innata de todo ser humano” (FC 11) , el amor es la dinámica
escencial del ser humano, es la única razón que justifica la existencia de todos y cada uno.
El universo entero se creó por amor. El amor es el acto supremo de la libertad, la actividad
reciamente humana por la que una persona elige y realiza el bien del otro.
Si fuimos creados por amor, el amor es y deberá ser para uno y para todos una misma cosa:
nuestra vocación, por tanto, estamos llamados a dar ese mismo amor a los demás. En este
contexto ¿qué es lo que debe contener el corazón de cada uno de nosotros? No otra cosa
sino amor. (primer palabra o frase que se deberá escribir o pegar en el corazón que está a
la vista de todos los jóvenes).
¿Amar a quién?
Si ya se ha dicho que nuestra vocación es el amor, entonces nuestra vida debe girar en torno
a una acción indispensable: amar, pero ¿a quién?. Esta pregunta resulta ser muy sencilla
puesto que rapidamente se puede dar respuesta a ella: a mis padres, mis hermanos, mi
novia, mi novio, mis amigos, en fin, la respuesta biene definida por aquellas personas con
las que hemos compartido buenos buenos momentos, pero ¿qué pasa con aquellos con los
que no convivimos, con los que no hemos vivido buenas experiencias, aquellos con los que
me encuentro en el transporte, en la calle, en el parque, en el gimnasio, en la escuela? a
ellos ¿no debo amar? ¿Qué pasa con Dios?
Jesús nos dice que los dos mandamientos más importantes son que amemos a Dios con
todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con todas nuestras
fuerzas, y que amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por tanto la respuesta
a aquién amar es: a Dios y a nuestro prójimo, considerándo que el prójimo es todo aquel
con el que convives, aquel que te ama, el que te odia, el que no te habla, el que ves a diario
en el camino, el prójimo, querido joven somos todos.
En este momento se agregan dos frases más al corazón: amar a Dios y amar a nuestro
prójimo.
¿Cómo amar a Dios y amar al prójimo?
Jesús sabe que el amor no es fácil. Hay personas que no son agradables y que no son fáciles
de amar. Pero su amor nos llama a ir más allá de nuestra propia comodidad, de nuestros
propios prejuicios.
Por eso Jesús conecta el amor de Dios con el amor al prójimo. Porque Jesús sabe que no
podemos realmente decir que amamos a Dios si no amamos a nuestro prójimo. Cuando
cerramos los ojos a las necesidades de nuestro prójimo, cerramos nuestros corazones a
Dios.
Y no debe preocuparnos cuánta ha de ser la intensidad del amor a Dios y del amor
al hermano. A Dios hemos de amarle incomparablemente más que a nosotros
mismos; al hermano como nos amamos a nosotros; y cuanto más amemos a Dios:
más nos amamos a nosotros mismos. Con un mismo amor de caridad amamos a Dios
y al prójimo, pero a Dios por Dios, a nosotros y al prójimo por Dios. (San Agustín. La
Trinidad, VIII, 12)
Por tanto, se puede amar a Dios y también al prójimo, el mandamiento del amor que Jesús
nos da, no es un mandato que no podamos cumplir, sino que gracias a un verdadero
encuentro con Dios, seremos capaces de amar también a nuestros hermanos.
Benedicto XVI en su primera carta encíclica “Deus Caritas Es” expresa que amar a Dios y
amar al prójimo es posible a partir de un encuentro íntimo con Dios. Entonces aprendo a
mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva
de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su
anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través
de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al
verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias:
puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible
interacción entre amor a Dios y amor al prójimo (N. 18)
Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo
solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi
vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo “piadoso” y cumplir con mis
“deberes religiosos”, se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una
relación “correcta”, pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para
manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis
ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama
Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos
viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así pues, no se trata ya de
un “mandamiento” externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor
nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente
comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es “divino” porque proviene
de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un
Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final
Dios sea “todo para todos” (cf. 1 Co 15, 28). (En este momento se agrega una frase más al
corazón que puede ser la que aparece líneas arriba en negritas u otra que el expositor
considere relevante agregar).
Los gestos hablan más que las imágenes y las palabras. Los gestos, mencionó el P.
Franciscoen su homilía de la Cena del Señor (2016). Jesús estaba cenando con los suyos en
la Última Cena y, dice el Evangelio: “Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre”. Sabía que lo habían traicionado y que Judas lo habría entregado esa
misma noche. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo”. Dios ama así: hasta el extremo. Y da la vida por cada uno de nosotros, y se
enorgullece de ello y lo quiere así porque Él tiene amor: “Amar hasta el extremo” . No es
fácil, porque todos nosotros somos pecadores, todos tenemos límites, defectos, tantas
cosas. Todos sabemos amar, pero no somos como Dios que ama sin mirar las consecuencias,
hasta el extremo. Y nos da el ejemplo: para enseñarlo, Él que era “el jefe”, que era Dios,
lava los pies a sus discípulos. Yo no os digo hoy que os lavéis los pies unos a otros: sería una
broma. Pero el símbolo, la figura, sí: os diré que si podéis dar una ayuda, prestar un servicio
al compañero o a la compañera, lo hagáis. Porque esto es amor, es como lavar los pies. Es
ser siervo de los demás. (P. Francisco, Celebración de la Cena del Señor, 2017).
Los gestos son pues la prueba y el ejemplo de que Jesús, siendo Dios cumplía durante la
Última Cena el mandamiento que Él mismo había dado: amar a Dios, puesto que era Dios,
había tenido un encuentro y era cercano a Él y al mismo tiempo, amar al projimo, porque
amó a cada uno de sus discípulos, a pesar de conocer las intenciones más profundas de sus
corazones. Amor a Dios y amor al prójimo son las dos caracrerísticas del Corazón de Jesús
presentes en la Última Cena.
Se sugiere que cada jóven usando un trozo de papel o postit escriba una acción concreta
que le ayude en su vida diaria a poner en práctica el mandamiento más importante.
Posteriormente pasará al frente y lo pegará alrededor del corazón que el expositor ha
preparado.
Reflexionar en torno a que los sentimientos que cada joven ha pegado y plasmado son
acciones que se deben llevar a la vida diaria, y así, asemjarse a Jesús en la Última Cena.
Porque sólo y unicamente con esos sentimientos podrá acompañar y escuchar a su
hermano. Sin amor a Dios y sin amor al hermano no es posible escuchar ni acompañar a
mis hermanos. Es insdispensable transformar nuestro corazón para ser capaces de amar
y ser amados, de ser escuchados y acompañados y así dar a los demás de lo que nosotros
estamos llenos, es decir, de amor.
Se sugiere entregar a cada joven un corazón que contiene en cada mitad los términos
analizados en el juzgar, es decir: amar a Dios y amar al prójimo y junto con ello un lápiz.
Meditar por un momento lo que el tema lo ha invitado: amar a Dios y amar al prójimo y
reconoce qué debe hacer desde su propia realidad familiar, social, profesional, académica
y personal para llevar a cabo ese mandamiento escribiendo en el corazón las acciones
concretas que deberá realizar a manera de compromiso.
El expositor deberá fomentar la reflexión de los jóvenes de tal manera que los ayude a
establecer la siguiente relación:
Quien tiene un corazón que late por amor (a Dios y al prójimo) escucha, y al escuchar es
capaz de acompañar a sus hermanos amándolos de tal manera que está siempre atento a
sus necesidades, porque, llevar a la práctica el mandamiento del amor es escuchar y
acompañar permanentemente a todos por igual.
Utilizando un trapo (franela) los jóvenes van pasando éste (que debe estar enrrollado)
diciendo “te vendo un pato” mientras el otro joven contesta “te lo compro” así
sucesivamente hasta que la franela enrrollada se doble o pierda su estado vertical. A quién
se “le muera el pato” se le realizará una de las siguientes preguntas para revisar que el
contenido del tema haya quedado bien asimilado.
El Concilio Vaticano II enseñó sabiamente que “el divorcio entre la fe y la vida diaria de
muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época”
(Gaudium et Spes. 43). Desde entonces tal expresión se volvió famosa y entró a todos los
ámbitos de la vida religiosa, percibimos tal divorcio en muchos ámbitos de la vida y más en
los jóvenes católicos que viven a base de eventos y no de procesos, porque los eventos son
atractivos, pero sin darnos cuenta que a veces son pecaminosos, por eso son atractivos;
mientras los sucesos implican esfuerzo, superación, continuidad.
Ahora, si nos dejamos guiar por lo primero, por los eventos, podemos decir que hemos
abrazado la mediocridad como un estilo de vida espiritual, ha ganado el divorcio, ya que no
nos gusta que Dios nos pida lo que debemos hacer y peor aún, no nos gusta lo que estamos
invitados a llegar a ser; nos agrada más pedirle a Dios lo que Él debe hacer como si no
supiera. En cambio, si abrazamos lo segundo, optamos por seguir creciendo, como un
alumno que día a día sin saber cómo, va avanzando por el camino de la ciencia. Por eso,
vale la pena recordar aquella frase que recoge la película “El extraordinario viaje de T.S.
Spivet: “La mediocridad es el moho de la mente. Hay que luchar constantemente contra ella
o se filtra por los lados”. Para ello es preciso y urgente saber si padecemos mediocridad, ya
que tenerla llega a ser asfixiante, nos nubla la inteligencia y podríamos hacer nuestra la
tentación de no aceptar que así somos.
¿Pero y cómo darme cuenta de que esto está sucediendo en mi vida, es decir, darme cuenta
que he abrazado la mediocridad y que ha triunfado en mí el divorcio entre fe y vida?
Vamos a recordar diez características de las personas mediocres, según Cáceres. Podría
fungir como un “test”. Para ello se requiere una seria autoevaluación, yo agrego una como
punto cero, que podría por ello no tener validez, y esta es: “la flojera, la desidia, el no desear
autoevaluarme, porque no quiero cuestionarme y darme cuenta de que puedo ser
mediocre”. Es la tentación de ver en otros lo que a continuación se va a describir.
Para tal actividad se sugiere que se escriban las diez frases en diez grandes pancartas y
que las traigan en la mano diez jóvenes, o bien que diez pequeños grupos o parejas
previamente elegidos expresen actuando de forma sencilla o exponiendo dichas frases con
ejemplos de la vida ordinaria en la que los jóvenes han caído en la mediocridad de la vida
ordinaria, consecuencia del rompimiento que han hecho para con la fe.
De un Dios que no me pida lo que debo hacer, a un Dios que me pida lo que debo ser.
“Pasar del me gusta al me ayuda”.
Partimos de la cita bíblica en la que el Apóstol y evangelista san Juan nos refiere que Cristo
se ha dado todo a todos. “Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y
al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34).
Celebrar el misterio pascual es celebrar a un Dios que no se ha quedado con nada, que se
ha entregado todo por amor a cada ser humano que vive en este mundo, celebrar que en
la cruz no hay lugar para la venganza, para el resentimiento. Hoy viernes santo somos
invitados a contemplar este misterio de la cruz que abrazó Cristo, pero no como un acto de
violencia, de destrucción donde murió Jesucristo, sino que somos invitados a ver la fuerza
de la cruz, de la entrega, esto es algo fuerte, es la fuerza del amor, es a lo que nos invita el
relato de la pasión que escuchamos hoy en la Celebración de la Palabra, cuando Cristo dice
estando ya en la cruz “todo está cumplido” (Jn 20,30), da entender eso, que Él cumplió todo
porque se había entregado todo, sin reservas y era el momento de morir.
Entregarlo todo en nuestra vida cristiana, no significa ensalzar el sufrimiento, la miseria, el
dolor, las crisis y la muerte, ni es contemplar el fracaso del hombre hasta quedarse sin nada
y merecer ser burlado para poder ganar el cielo.
Entregarlo todo es un signo de salvación. Entregarse es contemplar un signo de triunfo y
amor. En la Sagrada Escritura el amor es representado por el vino, recordemos, en el mismo
texto del evangelio, san Juan nos ofrece el relato del primer milagro de Jesús en las bodas
de Caná (Cfr. Jn 2, 1-11), en él Cristo convierte el agua en vino, lo ordinario en
extraordinario, lo habitual en amor. A eso estamos llamados en nuestra vida a transformar
todo lo cotidiano en amor.
Es más, ¿a quién le gusta que se le dé poco? A nadie. A todos nos gusta que se nos dé todo,
queremos todo el amor de papá y mamá, queremos todo el amor de la familia, del novio o
la novia, el amor sincero y completo de los amigos, queremos todo, todo el amor, pues en
eso nos parecemos a Dios, Él nos quiere todos completos; pero, por el contrario, quien no
quiere darlo todo se hace semejante al maligno. Pero, viéndolo que Dios lo quiere todo, ¿no
será un acto egoísta de este gran Dios que quiere todo para sí? Por su puesto que no, Él lo
hace para que nos demos cuenta que cuando nos damos todo a todos, todo a Él en los
demás estamos dispuestos a querer todo el cielo, toda la salvación, la felicidad completa. El
darse todo es una oportunidad para ganarlo todo. Cristo al quedarse en la cruz sin una gota
de sangre, sin vino, quiere expresar que nos ha dado todo, todo su amor. Transformó lo
ordinario de la cruz en un instrumento de salvación.
Pero volvamos al texto, ¿qué es aquello que se cumple en la Cruz? En Cristo aquello que se
cumple es su vida terrena, la obra que el Padre celestial le confió. La Cruz es el cumplimiento
del amor, y hoy todos estamos llamados a experimentar ese cumplimiento de amar a los
demás, a darlo todo, hasta quedarnos sin amor. Por eso lo que hoy celebramos es un mismo
acto que se prolonga hasta la resurrección. La Pascua es amor.
Para ello es preciso hacer a un lado las egoístas frases “si me das, te doy”, “yo solo quiero
al que me quiere”, ¿“qué voy a ganar con eso”? “Como me traten así será como trate a los
demás”.
Seamos más prácticos, para lograr el cometido de darlo todo, de quedarnos con Dios y no
con el mundo, es preciso recuperar la unión permanente de la fe y la vida. Por ello vale la
pena preguntarse ¿cuándo hice en mi vida ese divorcio, de en el templo soy uno, pero
afuera en el trabajo, en la escuela, en el noviazgo, con los amigos soy otro? Yo soy católico
en el templo, voy a Misa cuando me nace, pensando así que eso es darlo todo. Eso no es
darlo todo, es un grave error, eso es mediocridad, mejor dicho. Por eso muchos ya no creen
en los católicos. ¿Cómo lograr tal unión entre mi fe y la vida cotidiana?
Intentemos responder con algunos ejemplos, que consisten en pasar del “me gusta al me
ayuda”. Primero está nuestra personalidad, dejar de ser tóxicos, dejar de pensar que no se
puede, dejar de culpar a todos de mi forma de actuar, el deber ser jovial, ese es el papel
principal de un joven, ser jovial, “Dios es siempre joven”, y no cualquier dios, “mi Dios es
joven”, el Dios en quien crees. Dios no juega a ser Dios, él asume su papel de Dios, así los
jóvenes, no jueguen a ser jóvenes, sean jóvenes mientras les toca ser jóvenes.
Empezar a darlo todo, es darme a Cristo en esta Pascua, ¡ya! es dejarse encontrar, como
Zaqueo el del evangelio, aprovechar cada tema, cada dinámica, cada celebración, cada
silencio, cada acontecimiento de estos días, pues “Dios nos ama y murió por nosotros”, a
Dios no le importa nuestro pasado, le importa abrazarnos y vivir con él el futuro, y si nos
cuesta trabajo cortar con el pasado es porque lo estamos haciendo solos, sin Dios, y si no
creen los demás en que quieres dejar de hacer lo que te hace infeliz, Dios sí confía en que
lo lograrás. A Dios le gusta abrazar al pecador. ¿Qué pide él? Docilidad.
Para ello es necesario, lo repito, pasar del “me gusta al me ayuda”. ¡Ser radicales! ¿Cómo?
Dando saltos, unos grandes, otros pequeños, pero siempre dando saltos.
Hay que dar continuamente desde nuestro interior impulsos, pasar del ser tóxicos al ser
antídotos para los demás; del querer quedar bien con todos a granjearse a Dios; del vivir el
momento a desear corregir el pasado y enfrentar con valentía el futuro; del ver siempre los
defectos de los demás a vivir con paciencia sus limitaciones y descubrir lo bueno que Dios
ha hecho en ellos; del vivir quejándose de todo a encontrar la bondad de las cosas y las
circunstancias; del hacer lo que me toca a intentar ayudar al otro y dar el plus; de la violencia
justificada a la serenidad y a la paz; del querer siempre aparecer a vivir en silencio; del
orgullo a la sencillez; del querer hacer lo que yo quiero a lo que Dios me dice en cada
Eucaristía, en cada confesión, en las palabras sabias y a veces duras pero virtuosas de papá
o mamá; pasar de los lazos afectivos con amistades que me destruyen a la vida nueva con
personas que antes yo mismo maltrataba o criticaba; de la tentación de volver atrás y darle
más importancia al pasado al saber que adelante está algo nuevo, mejor y más valioso
aunque no lo vea, eso es crecer en la esperanza; de la tristeza al compartir la alegría; del no
querer ayudar a estar dispuesto a colaborar como la Virgen María; del saber que nuestros
dones no son para nosotros sino para Dios (aprender a no tener miedo a aparecer en las
cosas de Dios de la Iglesia); del tener nuestra habitación desordenada a hacer el intento día
a día a tender nuestra cama y ordenar la habitación; del hacer la tarea en el salón a hacerla
en casa; del tener malas notas a mejorar la calificación; del no ser honesto en los exámenes
a estudiar y aprobarlos por mi propia cuenta; del siempre traer caretas a ser sincero consigo
mismo y así serlo con los demás; del siempre quererle hablar a Dios a intentar escucharlo;
de la intención de faltar a Misa por cualquier motivo que para mí es importante a ir lo más
que pueda, no solo los domingos; de la intención de confesarme cada año o cada seis meses
a dejar experimentar la misericordia de Dios que me abraza y me comprende
constantemente. En ambos sacramentos está Dios, hasta que sienta en mí la incomodad de
no recibirlo constantemente. Del sentir vergüenza a profesar la fe delante de los demás a
formar un club de amigos de Dios o de algún grupo apostólico en la parroquia; del ser vulgar
por quedar bien a ser respetuoso; del deseo de ser siempre el centro y atractivo de todo a
pasar a ser parte de la periferia; del apetito sexual desenfrenado a abrazar la castidad; del
tener amigos con derechos al tener amigos sin placer; del noviazgo placentero y vacío al
noviazgo lleno de amor entregado; del ocuparme de mis cosas a ocuparme de las cosas de
Dios; del dedicar poco tiempo para Dios a dedicarle cinco minutos más para que no esté
solo (a solas con el Solo); del hacer mis planes sin Dios a planear siempre con Él; del guardar
algo para mí a entregarlo todo; en conclusión hacer mío el cántico de san Francisco de Asís,
que donde falte algo lo ponga yo… Si muchos lo han hecho ¿Por qué nosotros no?
Arriesgarme a dejar a Dios ser Dios en mi vida
Todos nos hemos dado cuenta de algo, a los jóvenes les gusta arriesgarse, les encanta la
adrenalina, pues seguir a Cristo y darlo todo, es eso, adrenalina pura, adrenalina celestial,
Cristo se arriesgó a dejar el seno del Padre, para hacerse carne; en cada uno de nosotros
consiste en dejar de tener el control de la propia vida y dejar que Dios la guie, como a Él le
plazca, Él nos ayudará a saber quiénes somos y lo que estamos llamado a ser. Solo en Cristo
el Verbo encarnado podemos descubrir el misterio que se encuentra en cada uno (Cfr. GS
22).
La Pascua juvenil es el tiempo propicio para volver a Dios. Es tiempo de corregir nuestra
vida, es tiempo de aplicar algunos remedios para dejar de lado la mediocridad y ser
plenamente católicos.
El primer remedio más fácil para salir de la mediocridad es la gracia de Dios, dejase abrazar
por Él, lo podemos hacer al recibir los sacramentos y los sacramentos son siete, no sólo el
Bautismo y la Eucaristía, en los siete sacramentos Dios actúa haciendo brillar en la
conciencia, en la inteligencia la belleza de las cosas buenas, al vivir los sacramentos nos dan
ganas de darlo todo. Por ejemplo, hoy no se quieren casar por la Iglesia, eso no es darlo
todo, vivir en unión libre es ser mediocres.
Otro remedio es la generosidad, a no sentir nostalgia de lo que perdimos, la motivación
interna nos favorece bastante, compitamos con nosotros mismos y luchemos por siempre
dar más. Dejar de lado la ley de la regla, que consiste en medir, siempre medir, porque
puede llegarnos la tentación como a los Apóstoles de preguntarle al Maestro “y nosotros
que lo hemos dejado todo, ¿qué nos va a tocar?” (Cfr. Lc. 18, 28). Eso es reclamarle a Dios,
como si no se diera cuenta de lo que damos, querer corregir después ya será quizá muy
tarde.
Un remedio más es el esfuerzo, sabiendo que la fortaleza viene del Espíritu Santo como un
don, luchar siempre, pues el cansancio, el decaimiento, manifiestan que hubo lucha, quien
no se cansa, es porque no se da, pero no podemos permanecer en ese estado, en una de
esas caídas, porque una mediocridad muy cultivada puede convertirse en tibieza. En
resumen, como dice Cristo, consiste en ser fieles en las cosas pequeñas.
Quizá en este momento al joven le cueste trabajo responderse estas preguntas. Basta con
que conteste una, pero que sea antes de terminar el encuentro Pascua, que esté atento a
lo que Dios le va a responder, Él no es complicado, responde de muchas y por tanto variadas
formas, pero sus respuestas siempre vienen acompañadas de paz, de alegría, con un deseo
inmenso de arriesgarse. Sino están estas características, quien respondió no fue Él. Porque
no todos los deseos, incluidos los más espirituales vienen necesariamente de Dios; pueden
venir de la misma persona, o del Enemigo del alma, de la imprudencia o de la vanagloria. Lo
más grande para un joven será salir del encuentro Pascua convencido de que Dios lo quiere
transformar porque lo ama, pero lo quiere libre, lo quiere pleno.
Gozosos porque hemos descuboerto a un Dios que me ama no porque yo sea bueno, sino
porque Él es bueno.
Se sugiere para concluir, entregarles a todos los asistentes la letra de la oración de san
Francisco de Asís “hazme un instrumento de tu paz”, que se ha convertido en un himno o
canto. Que el grupo de música lo cante y que todos los jóvenes se unan. Que lo sientan
suyo, como coronación y muestra de la disposición que tienen de servirle a Dios.
Se propone sensibilizar a los jóvenes para adentrarlos a lo que en tema analizarán, para
ello se sugiere el canto “Mi Getsemani” que puede encontrarse en el siguiente link:
https://www.youtube.com/watch?v=roqagx7VbzE&feature=youtu.be
Los jóvenes tendrán la consigna de meditar el canto mientras lo escuchan. Posteriormente
el expositor deberá interactuar con los jóvenes acerca de los puntos que a continuación se
mencionan (puede utilizar algunos ejemplos de la vida real para fomentar una mayor
reflexión de los asistentes).
• En ocasiones como jóvenes sentimos que nuestra vida no tiene sentido, y nos
hacemos la pregunta ¿soy feliz? ¿Me siento pleno con lo que hago?
• Siento que a mi alrededor sólo existen problemas y dificultades insuperables, ¿Por
qué siento carencias en mi corazón, que me hacen sentir un profundo vacío?
¿Nuestra experiencia de felicidad nos llena de paz?
La respuesta a nuestras preguntas anteriores no está a la mano sin que consultemos nuestra
propia experiencia personal, ¿Cuál será la felicidad que nos llena de verdadera paz?
Podemos partir de una realidad cotidiana, no disfrutamos cada momento de nuestra vida,
sentimos cansancio de vivir, ignoramos nuestro alrededor, porque sentimos que
encontramos que en nuestro entorno no hay ningún amigo en quien podamos poner
nuestra seguridad en plenitud.
Cada uno se encuentra preocupado por sus propios problemas y difícilmente toma en
cuenta el dolor o el sufrimiento oculto que padece nuestro corazón. Rehuimos el
sufrimiento, nos cuesta aceptar la experiencia del dolor, y cuando tenemos que hacer frente
a alguna pena, no sabemos cómo reaccionar, nadie nos ha enseñado a convivir con el dolor
y sacar provecho de él. Sentimos vacío en el corazón, y tendemos a recurrir a cualquier cosa
que intente suplir nuestros vacíos, en ocasiones no pueden ser la mejor opción, pues puede
tratarse de algo momentáneo o ficticio y que termina siendo hasta dañino para nuestra
persona y tristemente en algunos casos culmina con el acto desesperado de consumar la
propia vida.
Como jóvenes, no sabemos cómo actuar ni cómo reaccionar, no hemos aprendido a vivir el
sufrimiento como una etapa de crecimiento, pues no nos enseñaron el esfuerzo de buscar,
de resistir a las dificultades, de enfrentarnos a las negatividades. Es por eso que nos da
miedo el sufrimiento y ni siquiera queremos escuchar hablar de él, sólo lo sobrellevamos
porque no podemos eliminarlo. Pensamos que el sufrimiento tiene un sentido de castigo o
es consecuencia de alguna culpa, pero en realidad el sufrimiento tiene carácter de prueba
y siempre conlleva enseñanza en nuestras vidas, para hacernos volver nuestra mirada a
Dios, pues en esos momentos es cuando desde el fondo de nuestro corazón volvemos los
ojos al cielo; en cada prueba vivida el alma sale más fortalecida para las diferentes pruebas
que tendrá que sobrellevar durante su vida, pruebas que purificarán y refinarán nuestro
corazón, que nos fortalecerán el espíritu y nos darán temple. Así se ejercitan las almas
grandes.
Ninguna vida está exenta de dolor ya sea que optemos por el bien o por el mal, el
sufrimiento siempre será nuestro compañero de viaje, con la diferencia de saber que, en
los momentos que el sufrimiento toma un sentido sobrenatural en nuestra vida, adquiere
un gran valor, pues nos asemejamos a Áquel que quiso vivir, sufrir y morir sólo por nuestro
amor.
Ante el panorama de nuestra vida, muchas ocasiones podemos llegar a sentir miedo ante
las exigencias que se presentan, pues presupondrán desprendimientos, penas y
desconsuelos, en estos momentos no debemos perder de vista que en la historia de la
salvación todos han pasado por momentos de pruebas, desde los antiguos profetas hasta
los discípulos, junto con María Santísima; el mismo Jesús experimentó gran angustia en su
Corazón ante la Voluntad del Padre que lo llamaba a dar su propia vida en la cruz. “Porque
tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga la vida eterna”. (Jn. 3, 16)
Ese momento es el que recordamos en este día especial. Aquella tarde, víspera de la Pasión,
gran día del amor, en que Jesús realizó el hermoso portento de querer quedarse con
nosotros, donde manifestó su gran ternura en la institución del gran Sacramento de la
Eucaristía para ser Compañero, Amigo y Hermano de nuestras almas por medio del
Sacrificio de su vida que comenzará al encaminarse al pie del monte de los Olivos, en el
Huerto de Getsemaní, ahí en la pequeña gruta, tiene lugar su agonía, la amargura que
experimentó es inexplicable, y fue tan fuerte la pena de su Corazón que su Cuerpo Santísimo
fue bañado en sudor sangriento, al grado de exclamar: “Padre, si es posible pase de Mi este
cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mt. 26,42).
Cuán grande es su amor por nosotros, ¿quién sería capaz de demostrarnos su amor como
lo ha hecho Él? y lo que más nos asombra que habiéndonos podido salvar sin padecer ni
morir, eligió una vida de trabajos, humillaciones y padecimientos, una muerte amarga e
ignominiosa hasta morir voluntaria e inocentemente por nosotros en la cruz; por tanto no
debemos de temer, cuando sintamos tristeza en nuestro corazón, la mayor pena que
podemos sentir, decíamos, es no sentirnos amados, pero ante esta enorme prueba de amor
¿Cómo podemos dudar del amor que Jesús, Dios hecho Hombre tiene por cada uno de
nosotros? No existe amor más grande ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no haya
hecho? “Nada falta” ¡Todo lo ha cumplido! Por tanto, con esta seguridad, nuestro corazón
jamás deberá sentir pena o abandono, Él está con nosotros y nos ama. Nos enseña a vencer
las penas con la oración y el santo abandono a su divina voluntad, ya que por medio de la
oración podemos encontrarnos con Él cara a cara y desahogar todo cuanto hay en nuestro
corazón ¿Cómo no podrá comprendernos y darnos el consuelo que necesitamos?
Cuando nuestras almas se encuentren tristes hasta la muerte sin saber a dónde volver los
ojos, cuando nuestra fe se debilita, se obscurece la esperanza y pareciera que Dios está
escondido, recordemos que Él es el Amigo fiel y leal, el único que sabrá ampararnos y dar
alivio a nuestras almas. Por medio de la oración se fortalecen nuestras almas, y nuestra vida
cobra sentido. Ocupémonos de las cosas de Dios, en esos encuentros de profunda amistad
donde podremos desahogar nuestro corazón y Él se ocupará de todo aquello que nos
preocupa y agobia, de todo lo que concierne a nuestra vida, ¿Quién mejor que Él para
ocuparse de nuestra vida? Él nos creó y nos conoce más que nadie en el mundo.
¿Cómo pagaremos tanto amor? Amor con amor se paga; consolemos su Corazón, ante tanto
desamor e indiferencia, seamos agradecidos y demos la verdad de nuestro ser a Quien tanto
nos ama y nos ha manifestado su infinito amor sin condiciones.
No desperdiciemos nuestros sufrimientos, ya que son un medio muy poderoso para ayudar,
si lo ofrecemos por la salvación de las almas y para disminuir las penas de nuestros
hermanos de la Iglesia purgante, no existe gesto de amor más grande que poder ayudar a
quien lo necesita y en este gesto de donación encontramos la verdadera alegría sabiendo
que estos pequeños sufrimientos voluntarios o involuntarios, físicos o morales,
proporcionan un gran consuelo. Cuando sufrimos podemos crecer en el amor y ganar
méritos, tenemos con esto un caudal de gracias, el ofrecimiento confiere un valor
extraordinario a nuestros sufrimientos, y más aún cuando los vivimos con paciencia, unidos
a los sufrimientos de Jesús por manos de María Santísima. Ella es quien mayor provecho
podrá sacar de ellos, Nuestra Buena Madre sabrá recompensarnos a la hora de nuestra
muerte, ¿vemos cómo los sufrimientos son nuestro tesoro más preciado en el mundo? Hay
que recordarnos unos a otros esta hermosa verdad, para alentarnos cuando suframos,
repitiendo continuamente desde el fondo de nuestro corazón: “Jesús confío en Ti”, porque
sé que padeciste por mí y me darás la fuerza necesaria para sobrellevar cuanto me pides.
Al encontrar nosotros la plenitud de nuestras vidas en Dios y en Él la fuente de nuestra
alegría, no podemos quedar indiferentes ante todos aquellos hermanos nuestros que no
han tenido la oportunidad de experimentar la grandeza del amor de Dios. Lo que hacemos
por el hermano, lo hacemos por el mismo Jesús, pues en ellos vemos el Rostro de Cristo
crucificado, a medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de
Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. Con el testimonio de nuestra
vida manifestemos que el sacrificio y las penas son una escuela de vida, en donde
encontramos la Belleza, que colma todos los anhelos, y que hace sentir en el fondo del
corazón, cómo lo que antes atraía y era considerado como consuelo momentáneo ante las
pruebas de la vida, ahora es pérdida y basura, pues reconocemos que nada en este mundo
puede darnos la verdadera felicidad, Dios es el Único necesario y Quien da sentido pleno a
nuestro existir.
El don de la fe pasa a través del sacrificio, la mejor manera de manifestar nuestro amor, es
por medio de la entrega de la propia vida, los mártires nos dan ejemplo con el testimonio
de su vida hasta la muerte; es probable que a nosotros nunca llegue a pedírsenos la entrega
de nuestra vida hasta tener que derramar nuestra sangre, pero la entrega de nuestra vida
puede darse en un “sí” cotidiano, en fidelidad día a día al amor de Dios, a imitación de
Nuestra Madre Santísima, que supo estar siempre junto a su amado Hijo, aún en los
momentos de gran dolor, pues comprendió que la cruz es redención y camino seguro para
dar gloria al Padre y consuelo y ayuda a nuestro prójimo. “Vivan una vida llena de amor,
siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a Sí mismo como sacrificio por
nosotros, como aroma agradable a Dios.” (Ef. 5,2)
La cruz es la imagen de la confianza y del abandono de sí, nada como el don de nosotros
mismos, una vida de entrega nos hace felices, con una felicidad verdadera y perdurable que
no acaba jamás, pues está cimentada en la verdad de todo un Dios que nos dio ejemplo de
amor hasta la entrega de su propia vida por cada uno de nosotros. Dios es la Alegría que
sobrepasa todo gozo y deseo que podamos anhelar. Es la Salvación y Esperanza de todos
los que nos acogemos a Él. ¡Cuán grande es su amor y su infinita Misericordia!
Se proponen cuatro pasos para concretizar cómo poner en práctica la búsqueda de felicidad
aún en medio de nuestras propias cruces cotidianas.
Hacer el compromiso de compartir con los jóvenes de mi entorno lo aprendido en este tema
y concretizar en acciones hechas vida, la manera de ayudar a los demás a sobrellevar los
sufrimientos de su vida.
Referencias
Sagradas Escrituras
Carta Apostólica Salvifici Doloris
Homilías del Pbro. James William Irwin Tona.
Sem. Juan Felipe Tavares de la Torre
Objetivo
Que el amor demostrado por Jesús en este día nos mueva a no permanecer indiferentes
ante su entrega y responder a ese mismo amor amando, entregando nuestro corazón
entero, sin límites, tal como lo hizo Cristo con los brazos abiertos en la Cruz.
I. Introducción
Actividad 1
Leer la siguiente historia de manera dramática.
Hubo un hombre que trabajaba como controlador del puente ferroviario de una
ciudad. Tenía un hijo al que amaba entrañablemente. Su hijo amaba observar los
trenes y a las personas que viajaban en ellos. Algunas personas vivían en soledad,
con ira, egoísmo, con heridas en el corazón y adicciones. Cierto día de trabajo, un
trágico error ajeno, lleva al hombre a una terrible elección… dejar que todos en el
tren mueran o tirar del control y permitir que su hijo muera aplastado por el puente.
El corazón del hombre se aceleraba, se le nublaban los ojos por la presión sentida y
sus manos temblaban porque sabía que la muerte estaba al acecho.
Continúa la reflexión
Hoy, Viernes Santo, recordamos el cumplimiento de la frase evangélica: "Porque tanto amó
Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Hoy recordamos cuando Jesús muere en la cruz para
salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. Recordamos aquel acto de amor tan grande
por parte de Dios Padre que envió a Jesús, su Hijo, a este mundo para abrirnos las puertas
del cielo con su muerte en la Cruz. Una muerte para bandidos, cuando Él era inocente. Una
muerte donde extendió sus brazos de extremo a extremo en señal de que la salvación es
para todos los que creen. Una muerte que nos muestra el alto precio que hay que pagar
para salvaguardar la vida de los verdaderos amigos. Una muerte a la cual estamos expuestos
día con día con el simple hecho de decir: “Creo en Dios, creo en Jesús, soy católico”.
II. Experiencia de la Pasión
Domingo de Ramos, Jesús entra a Jerusalén y es recibido por gran cantidad de personas que
se acercan para alabar a Dios por la llegada del Mesías. Un solo hombre, montado sobre un
burrito, es rodeado de mucha gente que únicamente quería verlo, contemplarlo y gritar:
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Viernes Santo, Jesús entra a Jerusalén, después de orar en Getsemaní, pero esta vez… solo.
Esta vez, abandonado por sus amigos y discípulos. Esta vez, rodeado de algunos cuantos
que lo jalonean y golpean, abofetean y escupen para únicamente humillarlo, lastimarlo y
gritar: ¡Tú que te crees Rey y Mesías, dinos quién de nosotros te ha golpeado! ¡Anda,
levántate maldito!
Todo esto por amor a mí, por amor a ti, por amor a todos.
Jesús, te dejaste acusar por los fariseos y Caifás, el sumo sacerdote. Hablaste con
verdad diciendo: “YO SOY, el Hijo de Dios, el Mesías.” ¿Y qué recibiste a cambio? Te
golpearon la cara, te escupieron, te traicionó Pedro, te gritaron maldiciones y tú
nunca te defendiste. Solamente llorabas y sufrías aquellos ultrajes contra tu divina
persona… todo esto por amor a mí, por amor a todos.
Jesús, que después de no dormir toda la noche, ser retirado a la fuerza de los tuyos
y estar de pie en la prisión, los judíos te llevaron ante Poncio Pilato. Tú que nada
hiciste y eras inocente de toda culpa, fuiste condenado a recibir latigazos como
primer castigo. Como cordero fuiste llevado al matadero… todo esto por amor a mí,
por amor a todos.
Tuviste que cargar un madero de 80 kilos por más de medio kilómetro, del pretorio
al Gólgota, y fuiste clavado en la cruz con clavos de 15 cm de largo. Cada martillazo
era un tremendo dolor, pero tú solo repetías una y otra vez: “Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen”. Sufriste sed, el desgarramiento de tu cuerpo, las
burlas de tus enemigos. Todo esto para finalmente decir: “Todo está cumplido.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, e inclinando la cabeza, moriste ...
todo esto por amor a mí, por amor a todos.
Continúa la reflexión
III. Viernes Santo no fue hace 2000 años
Seguramente vienen muchas ideas a nuestras mentes. Ideas de tristeza, dolor, rareza,
reflexión profunda, silencio, entre otras. Pero una de ellas es quizás la de la indiferencia.
Me refiero a que creemos que lo anterior, la Pasión de Cristo, fue hace dos mil años. Algo
del pasado remoto que no vale la pena recordar y que ni siquiera sabemos el por qué
profundo que nos explica el vivir año con año la Semana Santa, especialmente hoy, Viernes
Santo. También viene a nosotros la idea de ser “criticones”. ¡Qué mala onda los judíos! ¿no?
Reciben y festejan a Jesús un día, y a los cinco días lo crucifican. ¡Qué mala onda los fariseos!
¿Qué les hizo Jesús como para llevarlo a muerte, pero antes maltratarlo como animal,
dejándolo todo ensangrentado? ¡Qué cobarde Poncio Pilato! ¿Acaso no tenía el poder para
liberar a Jesús? Realmente veía que la situación era injusta y aun así lo condenó.
¿Estás seguro que la Pasión fue hace dos mil años? ¿Crees que las autoridades y personas
que condenaron a Jesús ya no existen?
Hoy, Viernes Santo, vemos un Dios que experimenta dolor, que sufre, que fracasa, que es
abandonado por sus amigos. Un Dios que muere. ¿Qué pasa con la inmensa feligresía que
llenaba hasta el último pasillo del templo el Domingo de Ramos? Ya no se ven niños, son
pocas las familias que vienen, más bien vemos personas solas (en su mayoría adultos
mayores) que están con mirada solemne, avergonzada, cabizbaja.
Hoy en día, ¿repetimos la misma historia? Aunque haya pasado hace mucho tiempo,
créeme… somos muchos los que todavía seguimos tomando las mismas actitudes contra
Jesús. Yo lo escupí, yo me reí en su cara, yo blasfemé en su contra. Lo he mirado con
desprecio al ver su rostro deforme y he sacado cuentas con avaricia al mirar su túnica hecha
de una sola pieza. Yo estuve ahí. Aunque las metidas de patas son de ahora, dolieron ahí,
golpearon ahí, mataron ahí. Todo esto cuando criticamos a los demás, cuando no hacemos
caso a su invitación de acercarnos a Él en los sacramentos, cuando nos olvidamos de Dios
en nuestra vida. Cuando nosotros como jóvenes preferimos lo fácil y rápido, lo placentero
y lo superficial, en lugar del compromiso, esfuerzo, la felicidad plena y el amor. Preferimos
al mundo en vez de a Dios.
Sabemos que Cristo murió por nosotros, murió por mí, murió por ti… pero ¿cuántas veces
hemos sido agradecidos por este gesto tan grande de amor? Cristo murió por ti, y tú, ¿qué
has hecho por Él?
Ahora, somos invitados a recordar día con día que Jesús entregó su vida para que todos
nosotros tuviéramos salvación eterna y algún día estemos con Él en el cielo. Un lugar donde
ya no habrá más dolor, ni sufrimiento, ni muerte, pues Cristo la ha vencido para siempre.
Cristo se levantó, no sólo tres veces, sino que, ante las muchas caídas hacia el Calvario,
siempre mantuvo la constancia y se levantó. ¡Te invito a levantarte! Levanta la cabeza ante
las dificultades de la vida. Levántate ante las diversas caídas que puedas tener. Levanta la
mirada hacia aquellos que sufren y necesitan ser amados por Jesús, necesitan ser amados
por ti. Levanta tus ánimos y sueños para luchar cada día para realizarlos, porque todo se
puede en Cristo que ha soportado todos nuestros males y pecados.
Qué libertad nos da el saber que Jesús cargó con nuestros pecados, los cuales nunca
seremos capaces de cargar, nos liberó de la esclavitud a la cual nos someten nuestras malas
decisiones, logró lo que nos parece imposible, pero a la vez borró, curó, sanó y limpió las
heridas de nuestro corazón pecador. Como dice San Pedro: “Por sus heridas hemos sido
sanados” (Pedro 2, 24). Cada una de las heridas de Jesús en la Cruz tienen nuestro nombre
y el nombre de cada uno de nuestros pecados. Cada una de las gotas de sangre que derramó
en este viernes de dolor están llenas de la esperanza del perdón. Tan valiosa es la vida del
hombre que costó la propia vida de Dios.
¿Por qué Jesús siendo Dios no escogió un camino menos doloroso, si pudo habernos salvado
de otra manera? De todas las explicaciones que podemos dar al respecto, creo que la que
mejor resume el sentido de este hecho es el Amor. Jesús tomó el camino de la Cruz, por el
gran amor que tiene por el hombre, Él quiso tomar sobre sus hombros el gran peso que
tiene nuestro pecado, porque al asumir el sufrimiento Jesús se hizo uno como nosotros en
el dolor que experimentamos día con día, o en momentos específicos a lo largo de nuestra
vida. La lógica de su pedagogía es la humildad. ¡Qué gran muestra de misericordia de Dios
Padre de regalarnos a su Hijo para que tengamos vida!, ¡qué amor más grande el de Jesús
al ofrecer su vida por cada uno de nosotros!
Sabemos que la historia no termina con la Pasión: después del sufrimiento y de la Cruz viene
la gloriosa Resurrección. Jesús vive, Jesús triunfa sobre el poder del mal.
Referencias:
• Páginas web Catholic-Link y Catholic.net
• Biblia de Jerusalén
Que a ejemplo de los personajes del viacrucis, el joven se comprometa a acompañar a Jesús
en su camino de manera más profunda y reflexiva y que este acontecimiento lo mueva a
tener un encuentro personal con Él y con los hermanos necesitados.
San Juan Bosco fue un sacerdote italiano, el cual logró ser ordenado después de vivir una
niñez áspera. Su pasión eran los jóvenes, sobre todo los más pobres y abandonados. Reunió
a un grupo de ellos los cuales los llevaba a rezar, a jugar y a menudo a comer con él. Don
Bosco, como le decían de cariño, se ganó el amor y el respeto de muchísimos jóvenes en
situación de completo abandono y soledad, ya que él les ofrecía lo que el mundo de aquel
entonces les negaba a jóvenes como ellos. Formó un espacio donde les enseñaba oficios
para que pudieran aprender a trabajar, los formaba en el arte y sobre todo en la vida
cristiana.
Se dedicó con todas sus fuerzas a acompañarlos en todos los aspectos de su vida. “Sus
jóvenes”, como él decía, eran lo más importante para su ministerio. Don Bosco gastó dinero,
energías, salud, paz, comodidad, todo para poder acompañarlos en su camino de vida. “No
basta amar a los jóvenes, es preciso que ellos se den cuenta que son amados”
Después de ver el video se proponen una serie de preguntas para profundizar con los
jóvenes. Estas preguntas se pueden adaptar según la realidad que se viva en la comunidad.
Se recomienda hacerlo en forma de plenaria para que todos los participantes puedan dar
su punto de vista.
• ¿Qué cosas puedes resaltar de la actitud de Don Bosco hacia el joven preso?
• ¿Qué es lo que se merecía el joven después de lo que hizo?
• ¿Don Bosco juzgó o perdonó al joven?
• ¿Qué respuesta tuvo el joven hacia Don Bosco cuando vio que no fue juzgado por
él, sino escuchado, comprendido y perdonado?
• ¿Creen que si ustedes tuvieran a alguien que los acompañara en sus problemas las
cosas serían más fáciles y diferentes?
Después de analizar todo lo que conlleva el acompañamiento, nos damos cuenta que no es
nada fácil realizarlo. San Juan Bosco sufrió muchísimo para dar acompañamiento a tantos
niños y jóvenes que pasaban por momentos difíciles y de sufrimiento en sus vidas.
El joven no quiere ser juzgado, quiere ser acompañado, ser escuchado, sentir que le interesa
a alguien. Lo más fácil para la sociedad, es juzgarlos, pero si de verdad quisiéramos hacer
algo importante por ellos, lo que deberíamos hacer es acompañarlos.
¿Cómo acompañamos en sus sentimientos a los que sufren? Muchas veces nos abstenemos
de apoyar a quien sufre porque no sabemos qué decir ni cómo actuar.
Cuántas veces el acompañamiento es la única forma de apoyar a alguien que sufre. Tal vez
suena algo inútil, pero no lo es. Cuántas veces tenemos la necesidad de que alguien esté
junto a nosotros en los momentos difíciles y tristes de nuestra vida, aunque no nos digan
nada, pero que simplemente estén allí. Es difícil soportar el dolor solo, sobre todo cuando
es tan grande que no se ve la manera de cómo superarlo. Pero ese dolor se vuelve llevadero
cuando sientes la presencia de alguien más para acompañarte.
Esto mismo vivieron los apóstoles cuando apresaron a Jesús la noche del Jueves Santo, al
no saber cómo actuar frente a ese acontecimiento y ante el dolor de Jesús, prefirieron
dejarlo solo, pues no sabían qué hacer. Los evangelios de Mateo y Marcos cuentan, de
manera similar, como los discípulos huyeron y dejaron solo a Jesús. (Mt. 26, 56) (Mc. 14,
50).
Imagínate en una crisis pidiéndole a tus mejores amigos que te acompañen mientras luchas
por superarla. Todos prometen estar contigo, pero te abandonan y terminas enfrentándola
solo/a. Los amigos de Jesús hicieron lo mismo.
Dice el Papa Francisco en su homilía del 03 de octubre de 2017: “Jesús estaba solo. Nadie lo
acompañó en esta decisión porque nadie comprendía el misterio de Jesús. Jesús estuvo solo
en el camino hacia Jerusalén hasta el fin. Pensemos en el abandono de sus discípulos, (en la
traición de su amigo Judas, en aquel pueblo que pocos días antes lo alababa con cantos y
palmas), en la negación de Pedro…Estaba solo. ”
La única manera que encontraron unos pocos de hacerle saber su amor y hacerle saber que
no estaba solo en este suplicio fue el de acompañarlo. Un acompañamiento silencioso, pero
enriquecedor y lleno de amor para Él.
El acompañamiento que tuvo Jesús por parte de ellos fue un acompañamiento sencillo, sin
palabras, sin hechos notables, fue un acompañamiento que nació del más puro amor: te
acompaño porque te amo. Los acompañantes de Jesús estuvieron con él todo el tiempo, a
distancia, mirándolo, estando, escuchando en silencio, mostrándose para que simplemente
los viera, quedándose hasta el final. Lo único que podían hacer era eso: responderle a su
amor acompañándolo.
Dos de esos acompañantes eran Juan y María Magdalena. Ellos habían experimentado el
amor de Jesús de manera personal y habían tenido un profundo encuentro con Él. Se
pudiera decir que su gran amistad con Jesús fue la que los movió a acompañarlo en esos
momentos de dolor para él. Pues, ¿quién de ustedes no acompañaría a sus amigos en
momentos difíciles?
La mayoría de nosotros reaccionamos de esta manera con nuestros amigos. Es fácil
demostrarles nuestro afecto acompañándolos en momentos duros para ellos. A ejemplo de
Juan y María Magdalena, los acompañamos muchas veces sin decir nada, simplemente
estando allí y haciéndoles saber que nos interesan con nuestra sola presencia. Eso es mucho
para ellos. ¿Cuántos de nosotros hemos experimentado un acompañamiento así de un
amigo?
Es aquí donde un hombre llamado Simón, originario de Cirene, entra en el drama de Cristo,
aun sin quererlo. Se dice que Simón estaba de paso por Jerusalén ya que había ido a vivir
las fiestas de la Pascua Judía. Su camino se cruzó con el de Jesús esa trágica mañana y
después ya nada fue lo mismo.
Su encuentro con Jesús, “dado por la casualidad” ese día, le cambio la vida. El evangelio nos
dice que venia del campo con sus hijos, es decir, venía de trabajar. Cuando lo obligan a
cargar la cruz de Jesús, lo más probable es que lo haya hecho con miedo, con enojo, con el
cansancio encima. No podemos determinar cuánto tiempo ni que distancia recorrió con la
cruz, lo que si podemos afirmar es que Simón, al momento que llega al final de su recorrido,
es otro. Es que cuantos colaboran con Cristo terminan identificándose con Él, llegando a
amarlo y comprometiéndose con su vida.
Es fácil suponer que el cambio en el corazón del Cireneo se debió tal vez a una mirada de
Jesús que le despertó simpatía, una palabra que le cambio el ánimo, o la simple presencia
de estar junto al Hijo de Dios. El desagrado por cargar la cruz pronto se le convirtió en una
afición por ayudar a Jesús. Es increíble como un encuentro no tan grato e inesperado con
Jesús como el que tuvo el Cireneo, le transformo la vida.
Cuantos de nuestros jóvenes no requieren ponerse en los zapatos del Cirineo para que
puedan ver sus dificultades con otros ojos, con otra perspectiva que los haga darse cuenta
que en lo malo de sus vidas también pueden encontrarse con Dios, ese Dios que permite
eso para poder transfórmarlos.
Vemos que para la soledad y la angustia que sintió Jesús en su camino con la cruz, hubo
distintas formas y maneras de acompañarlo y de acompañar con ellos también al hermano.
Si tu familia o amigos sufren, no los abandones. Tu sola presencia basta para sentirse
apoyados. Si después se abren contigo, compréndelos y aliéntalos. Eso es todo y aunque no
lo creas, es mucho.
La oración perseverante nos ayuda a enfrentar el dolor con fe en que su amor nos dará
fuerzas para aceptar el sufrimiento y seguir adelante en la vida. Cuando sufres tienes la
opción de vivir amargado, culpándote a ti mismo, culpando a Dios o a otras personas el
resto de tu vida, o tienes la opción de aceptar el sufrimiento como un desafío a superar.
También puedes sentirte víctima, manipular a otros con tu dolor o entrar en una apatía ante
la vida que perdura largo tiempo, o vivir el sufrimiento como un proceso de purificación y
madurez.
¿Cuál es tu actitud frente al sufrimiento? ¿Qué frutos da el vivir el misterio del sufrimiento
de la mano de Dios? ¿Qué efectos tiene el abandonarlo cuando estamos inmersos en
fuertes sufrimientos? ¿Estás dispuesto a seguir con tu relación con Dios en momentos de
intenso dolor? ¿Por qué si? ¿Por qué no? ¿Cómo te ayuda a llevar tu sufrimiento la
contemplación de Jesús en la Cruz?
Se entregara una hoja en blanco a los participantes, los cuales escribirán en ella las
respuestas a las siguientes preguntas de manera personal. Antes de contestarlas, se puede
escuchar el Canto de Jesús Adrián Romero “Si hubiera estado alli” para poder lograr una
mayor reflexión en las preguntas.
Que ha ejemplo de los personajes que hemos revisado, nos comprometamos a acompañar
a Jesús en su Víacrucis de manera más profunda y reflexiva y que este acontecimiento me
lleve a tener un encuentro personal con Él y con los hermanos que necesitan de mí.
Señor, tu sabes lo que es ser golpeado, burlado, despreciado y rechazado. Por eso me
atrevo a confiar en ti en mi debilidad, angustias y mis temores.
A veces se burlan de mí, me rechazan por alguna razón y me critican por mis creencias.
Con frecuencia me siento solo/a y abandonado/a, y a que nadie me entiende.
Ahora sé que tu si me comprendes, Señor. Tú experimentaste lo mismo y me enseñas qué
hacer en esos momentos difíciles.
Tú que pudiste tolerar ese tormento, ayúdame. Dame fuerza para vencer mi
desesperación, fe para abandonarme en las manos de Dios como tú lo hiciste y esperanza
en una vida nueva más allá de los momentos de dolor.
AMEN
Fuentes:
• Biografía de San Juan Bosco: http://es.catholic.net/op/articulos/32170/juan-bosco-
santo.html#modal
• “La Soledad de Jesús”: http://www.arbil.org/111.serr.hmt
• Simón de Cirene: http://www.preguntasantoral.es/2015/04/san-simon-cireneo/
• Biblia Católica para Jóvenes
Que los jóvenes por medio de la contemplación de la muerte de Jesús, de su entrega al dar
la vida por nosotros en la cruz, aprendan también a entregarse a sus hermanos, en sus
diferentes realidades y necesidades, pero sobre todo por medio de la compañía y la
escucha.
Jesús, desde su cruz, estaba triunfando sobre la terrible maldad humana. Su amor era más
grande que el odio; su vida, más fuerte que la muerte, su paz, más poderosa que la violencia.
Más que un ajusticiado, parecía todo un señor victorioso.
Entonces sucedió: una torrente de luz me invadió en medio de las tinieblas que se habían
formado y, cuando Jesús expiró, yo vi… ¡sí, vi y creí! ¡Verdaderamente este hombre era hijo
de Dios! (Mc. 15, 39). Exclamé. Caí de rodillas y lo adore.
Escuchamos y contemplamos la Palabra del Señor que nos ayudará a comprender la muerte
de Cristo como el acto de entrega para la humanidad.
Mt. 27, 45-50. Jn. 19, 28-30. Mc. 15, 33-39. 1ª carta de Juan 3, 16.
El amor es lo que el Padre manifiesta por medio de su Hijo Jesucristo, así encontramos una
imagen del amor divino que los hermanos manifiestan como hijos de Dios”. (Youcat, p. 219)
El amor es entrega, servicio, escucha, respeto, compañía; el amor es aquello que recibimos
del corazón traspasado de Jesús: perdón y misericordia.
Para ti desde este momento de tu vida ¿Qué es el amor? ¿Qué tipos de amor conoces?
¿Cómo manifiestas el amor? ¿Has experimentado el amor de Dios en un momento de tu
vida?
La muerte de Jesús nos ayuda a saber darle un nuevo sentido a la palabra amor; no es un
amor hueco, superficial como el que en nuestros tiempos se quiere imponer, no es un amor
de conveniencia, es un amor de entrega y total, un amor único que estamos llamados a
manifestar en este momento de nuestra historia, en las diferentes realidades de nuestros
tiempos, en las que la indiferencia, la manipulación, la soledad y el desánimo se quieren
apoderar del corazón de los hombres.
Dios nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, desde esa experiencia estamos
llamados a dejar penetrar nuestro corazón con el amor del corazón de Jesús, de ese amor
que transforma y nos impulsa a la entrega.
¿Qué es la ENTREGA?
Es estar abiertos con libertad a la gracia de Dios, a su amor, a los proyectos que Dios nos
pide a ejemplo de Jesús que se entregó en la cruz por nosotros, para que así nuestra vida
dé frutos abundantes en los corazones de los hermanos. Damos fruto si nos entregamos,
no si nos reservamos buscando nuestro propio deseo, sino buscando el bien del otro.
La entrega a los hermanos a ejemplo de Jesús nos permite ser personas con consciencia de
paz y cumplir con la voluntad de Dios. Retomando el Evangelio de San Mateo 10, 42: “Y
cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es
discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” De esta manera, en el servicio
y en la entrega cumplimos con lo que Dios quiere y le demostramos nuestro amor al ver a
su Hijo en la entrega hacia el otro.
El verdadero amor a Dios se vive realmente en el prójimo. Jesús nos lo dice claramente
“Lo que hiciste a mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste”. Esta caridad brota
naturalmente del amor a Dios
Dinámica “Desde lo más íntimo de mi corazón”
Esta dinámica nos hará reflexionar como está dividido el amor que hay en mi corazón, y así
ver qué tanto soy capaz de entregarlo a mis hermanos.
Se les reparte a cada uno de los jóvenes dos corazones, uno debe ser el corazón traspasado
de Jesús y otro elaborado de papel de un tamaño considerable, de modo que al ir
desarrollando los cuestionamientos los jóvenes vayan fraccionando (cortando con o sin
tijeras) el corazón considerando diferentes porcentajes según las preguntas (porcentaje que
tenga de amor de acuerdo a las preguntas que se hacen).
Viendo el corazón traspasado de Jesús y fraccionando el que tienen hecho de papel nos
preguntamos: ¿Cuánto amo a Jesús? ¿Cuánto amo a mi prójimo? ¿Qué tanto me entrego a
la voluntad de Dios? ¿Cuánto me entrego a mi hermano?
Después, cada uno une ambos corazones (el que representa al corazón traspasado y la parte
que le quedó del que frangmentó) formando uno sólo que entrega a alguno de los ahí
presentes como signo de su compromiso para tener un corazón que día con día se asemeje
mñas al de Jesús y así pueda tener una entrega desinteresada a los demás.
En este momento que contemplo la muerte de Jesús en la cruz y que descubro que yo
también estoy llamado a asemejarme a Cristo en su entrega generosa:
Meditando sobre la Pasión, el filósofo Blaise Pascal escribió un día estas palabras: “Cristo
agoniza hasta el final del mundo: no hay que dormir durante este tiempo”. Hay un sentido
en el que estas palabras se aplican a la persona misma de Jesús, es decir a la cabeza del
cuerpo místico, no sólo a sus miembros. No, a pesar de que ahora está resucitado y vivo,
sino precisamente porque está resucitado y vivo. Pero dejemos a parte este significado
demasiado misteriosos para nosotros y hablemos del sentido más seguro de estas palabras.
Jesús agoniza hasta el final del mundo en cada hombre y mujer sometido a sus mismos
tormentos. “¡Lo han hecho a mí!” (Mt, 25, 40): esta palabra suya, no la ha dicho solo por los
que creen en Él; la ha dicho por cada hombre y mujer hambriento, desnudo, maltratado,
encarcelado que necesita de nosotros. ¡Como Cristo, atrévete a dar la vida por los
hermanos!
Descubrir a María como regalo de Jesús desde la cruz para qué, su fe se fortalezca y su
compromiso por el Reino se haga vida.
Alrededor del lugar de la reunión se colocan hojas grandes de papel bond y dos o tres
plumones por cada hoja. Los participantes pasarán a escribir, la realidad de los jóvenes de
su comunidad. Al terminar, darán lectura de lo que los demás escribieron.
Preguntas para la reflexión:
En María aparecen bien definidos los rasgos propios de la juventud de todo tiempo:
generosidad, entrega, compromiso arriesgado, ilusión, disponibilidad, apertura a lo
nuevo… Todo un ejemplo de cómo ser joven cristiano en el mundo actual.
El mismo autor propone que: “estaban, junto a la cruz, en el latín, indica que
permanecían de pie, que se mantenían firmes” (p. 954). Así María, la Madre,
seguramente “desgarrada por el dolor, estaba allí, entera, despierta para asumir
la tremenda herencia que iban a encargarle.” (p. 954)
Este pasaje y la reflexión que hace Martín Descalzo (2008), son imágenes que
confrontan interna y profundamente la propia vida. La vida de los jóvenes, esta
parte de la Humanidad necesitada de figuras valientes que sostienen, que están,
como María, acompañando en el momento del dolor, de la cruz, del desánimo
que parece habitar su corazón por tanta falta de oportunidad para despertar y
responder con todo su potencial a aquello para lo que fueron llamados.
El joven necesita encontrar en María una mujer que tuvo la oportunidad de vivir
en su juventud, cualidades de los jóvenes de todos los tiempos: “generosidad,
entrega, compromiso arriesgado, ilusión, disponibilidad, apertura a lo nuevo…
Todo un ejemplo de cómo ser joven cristiano en el mundo actual.”
Objetivo: experimentar la presencia de María, que sigue alentando nuestra vida en las
luchas de nuestra vida diaria.
Materiales: imagen de la Virgen María; Cirio, encendedor, canción de Hna. Glenda “Ahí
tienes a tu Madre” (u otro canto apropiado), sonido, texto “María” tomado del Libro
“Testigos del Señor Jesús” de Enrique Ponce de León Sj.
▪ Puestos en círculo, se invita a los participantes a imaginar a María en la escena del
Calvario al pie de la cruz, acompañados del siguiente texto:
“Es más de media noche y hay gran alboroto en toda la casa. Juan, con el rostro
desencajado, me buscaba para decirme que a mi hijo lo habían tomado preso y lo había
condenado a muerte.
Era la hora.
Yo debía estar con él.
Corrimos juntos hacia la torre Antonia.
Por el camino me contó Juan más detalles. Me habló de la oración en Getsemaní: ahí había
vencido al miedo y a la angustia. Y con rostro sereno se entregó a sus enemigos.
Lo juzgó el consejo de ancianos y delante de todos se proclamó Hijo de Dios: ¡Dios mismo!
Sí, Jesús, mi hijo, había mostrado el verdadero rostro de Dios: el que conocí en Belén y
durante todos sus años en Nazaret; porque Dios se manifestó en plenitud en la humildad y
sencillez de Jesús.
Se detuvo por unos instantes y me vio. Me vio con una ternura infinita. Y yo le dije con mi
mirada todo el amor que le tengo.
Va sereno, en medio de su sufrimiento, rumbo al Calvario.
Mi hijo no es un hombre caído, sino alguien que siempre se levanta y con paso firme se dirige
al sacrificio.
Yo debo de seguirlo, también, con fortaleza, en medio de mi espantoso dolor de madre.
Después de escuchar el texto, dos personas pasarán frente cada uno con la imagen y el cirio
encendido respectivamente, permaneciendo un momento mientras otra persona le dice en
voz alta: “Mi hijo no es un hombre caído, sino alguien que siempre se levanta”. Se les invita
a experimentar que esa voz es la de María, su Madre, que los acompaña en sus dolores y
angustias, alegrías y éxitos.
Se termina rezando un Ave María tratando de saborear cada palabra de la oración.
Referencias bibliográficas:
Biblia Católica para Jóvenes
Martín Descalzo J. L. (2008). La cruz y la gloria. En Vida y misterio de Jesús de Nazareth (953-
956). Salamanca: Sígueme.
Ponce de León E. (2005). María. En Testigos del Señor Jesús (pp. 329-331). México: Buena
prensa.
Consejo Episcopal Latinoamericano. (2007). Familia, personas y vida. En Documento de
Aparecida (p. 204) Aparecida: CEV.
Rodríguez J. E. (2014). La Virgen María, modelo para los jóvenes de hoy. febrero, 19, 2019,
de Asociación de fieles Sitio web: https://corredentores.wordpress.com/organizacion/
Hna. Ana Laura de Santos Juárez
Discípula de Jesús Buen Pastor
El Sábado Santo, está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Este es en verdad el día del
fundamento de nuestra Fe.
* Reconociendo el dolor de María. El ambiente de silencio del Sábado Santo, nos invita a
reflexionar sobre el dolor que debió haber sentido la Virgen María por la pérdida de su
hijo y nos mueve a acompañarla desde el silencio de nuestro corazón. (Via Matris).
Primero el lucernario o rito de fuego y de la luz. La preparación del cirio pascual, que se
enciende con el fuego nuevo y es llevado en procesión.
Liturgia Bautismal. Después de la homilía la Iglesia, engendra en este día nuevos hijos en
virtud del Espíritu Santo, se hace la renovación de las promesas bautismales.
Liturgia de la Eucaristía. Tiene un encanto especial como anuncio eficaz de la muerte del
Señor y proclamación gozosa de su Resurrección en la espera de su venida.
Preparar la celebración de la Vigilia Pascual para que el encuentro con el Resucitado nos
lance al testimonio como agentes evangelizadores, que lleven la buena noticia del
Resucitado y así, como los discípulos de Emaús afirmemos: “con razón nuestro corazón
ardía cuando nos explicaba las escrituras” (Lc 24, 32), hoy este ardor será transmido, en la
alegría de sabernos salvados y enviados.
Dinámica
2. Ahora tratemos de pensar en el dolor que estas situaciones causan también al corazón
de la Virgen María, pues Cristo nos la ha dado como Madre, y así como la muerte de su
hijo Jesús le ha dolido, le duele también los padecimientos que cada uno de nosotros sus
hijos vivimos en el mundo.
3. Comprometernos a vivir este día un silencio interior ofreciéndolo a la Virgen María por
las diferentes problemáticas que hemos descubierto. Haremos nuestro compromiso
poniendo nuestra mano derecha sobre el corazón, y con los ojos cerrados, rezando juntos
el Ave María, expresándole nuestro amor filial y nuestra esperanza en la Resurrección de
su Hijo.
Que los/las jóvenes conozcan el momento de soledad, tristeza y dolor por el que pasó María
después de la muerte de su Hijo, para que sean conscientes de que ellos, desde su ser y
realidad de jóvenes la pueden acompañar y junto con ella acompañar también al hermano.
Opción 1
❖ Por medio de preguntas indagar los conocimientos y experiencias de los jóvenes con
relación a la realidad de dolor, sufrimiento y soledad por la que están pasando tantas
personas.
• ¿Sabes si actualmente hay algunas personas que sufren en soledad
experiencias de dolor?
❖ El ponente comparte una experiencia personal en la que vio como una madre vivió
la muerte de su hijo/a.
• ¿Qué significaría para esta madre vivir ese momento doloroso acompañada?
• Y ¿Qué significaría para esta madre vivir ese momento doloroso sola?
• De las personas con las que convives ordinariamente ¿Te das cuenta si alguna está
pasando por una situación similar o por cualquier otra situación difícil? ¿Lo viven
solas o acompañadas?
• ¿Quién las puede acompañar?
Opción 2
Hacer consciencia de cómo María también perdió a su Hijo. Se puede observar el video “El
diario de María” (encontrado en: https://www.youtube.com/watch?v=b2yLvl1QL80)
María también pasó por situaciones de dolor, soledad, tristeza… las vivió acompañada (Jn.
19, 25-26 Junto a la Cruz de Jesús estaban…) y se volvió acompañante en aquel momento
concreto de la historia y hasta hoy en día sigue siendo compañera de camino.
María puede ser compañera de camino porque decidió escuchar a Dios (Lc. 1, 26-38 Hágase
en mí según tu Palabra) y le dijo sí al proyecto de amor que Él tenía para ella, decidió
escucharlo en cada momento de su vida y que su palabra fuera lo que iluminara su caminar
(Mt. 12, 50 Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre…) claro que esto le implicó afinar
todos sus sentidos para poder descubrir lo que Dios le decía por medio de las situaciones
que pasaba y por las que pasaba su pueblo, sus hermanos. Empleaba todo lo que estaba a
su alcance para descubrir qué le decía Dios en la vida cotidiana.
En su reciente Exhortación Apostólica el Papa Francisco dedica nada menos que cinco
puntos a un solo tema: El acompañamiento personal de los procesos de crecimiento (La
alegría del Evangelio, nn. 169-173). Podemos leer las enseñanzas del Santo Padre de dos
maneras, no excluyentes entre sí sino complementarias. Por una parte, todos (sacerdotes,
laicos, padres o madres de familia, amigos de nuestros amigos) tendremos ocasión y
muchas veces el deber de acompañar a otros en su proceso de crecimiento. Por otra parte,
todos (sacerdotes y laicos, simplemente cristianos) tenemos la necesidad de ser
acompañados personalmente en nuestro caminar.
«La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este “arte
del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la
tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador
de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo
sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana», leemos en el n. 169 de la Exhortación
Apostólica del Papa Francisco “Evangelii Gaudium” y en el n. 171: «Más que nunca
necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento,
conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de
esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de
los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar,
que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón
que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual».
Nota: Las etapas de actuar, revisar y celebrar se proponen realizarlas ante Jesús
Eucaristía. El expositor puede adecuarlas teniendo en cuenta la realidad propia del centro
pascua.
Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXXIII Jornada Mundial de la Juventud
(Domingo de Ramos, 25 de marzo de 2018)
Al terminar el compartir se les pedirá que cierren sus ojos y que vayan respondiendo
en su interior a las siguientes preguntas: ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está tu corazón?
¿Es importante darnos la oportunidad de caminar acompañados? ¿Qué
decido/decides hacer para salir de tu estado de confort/conformismo y dejarte
acompañar y acompañar en la vida cotidiana? (Parte 2 del actuar). Plasmarlo en una
huella. Hacer hincapié de la importancia de dejarnos acompañar y poder acompañar
a en lo ordinario de la vida.
Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXXIII Jornada Mundial de la Juventud
(Domingo de Ramos, 25 de marzo de 2018)
❖ Hay alguien que nos ha acompañado a lo largo del camino, que siempre ha estado
con nosotros y siempre lo estará. En este momento acercar a Jesús Eucaristía a
donde están los jóvenes, que ellos puedan disfrutarlo de cerca (Celebrar) En el
transcurso de este espacio poner cantos que favorezcan el encuentro, para ello
tomar en cuenta la realidad de los jóvenes.
❖ En plenario compartir que significó esta experiencia, los sentimientos que surgieron
al compartir/escuchar y de qué se dieron cuenta.
Es increíble cómo un órgano tan pequeño como lo es el corazón, sea tan indispensable e
importante para el buen funcionamiento del cuerpo. Si el corazón deja de latir,
sencillamente nos morimos. Uno puede vivir sin brazos, piernas y ojos; puede faltarte tal
vez un riñón y si el otro funciona, podrás vivir. Pero el corazón es una pieza irremplazable e
insustituible.
Es de vital importancia que guardemos nuestro corazón físico, pero si es tan importante el
corazón físico para la vida; es también igual de importante o aún más, proteger nuestro
corazón interiormente; pensamientos, sentimientos etc., ya que el corazón es el lugar de
donde pueden nacer las guerras, los pecados, las malas acciones y los deseos.
De nuestro corazón aflora la vida. Vida que es nuestra, pero que también compartimos con
otros, por eso debemos cuidar lo que hay dentro del corazón porque será lo que
compartimos y somos.
Desde el inicio del tema se tendrá un corazón al centro; se pretende que sea un corazón
grande y que se pueda romper y volver a pegarlo. Puede ser un corazón de unicel, o cada
quien con su imaginación lo puede hacer mejor.
1.- MOMENTO.
Después de terminar las preguntas, se les pedirá que escriban en un pequeño papel
(postits) que previamente se les habrá entregado, las cosas (sentimientos, acciones etc.)
que cada uno considere le afectan para tener un corazón dispuesto a Dios.
Posteriormente irán pasando a pegar en el corazón lo que escribieron.
Preguntas
¿Qué crees que haya en el corazón de una persona que decide asesinar?
¿Qué sentimientos tendrá unos jóvenes que solamente esperan el fin de semana para
emborracharse?
Un joven que engaña a su novia o viceversa, ¿Tendrá un corazón dispuesto a amar a una
sola persona toda la vida?
Alguien que se la pasa perdiendo el tiempo durante su día en las redes sociales. ¿Qué tendrá
en lo profundo de su corazón?
Hoy en día, en nuestra Diócesis de Aguascalientes, tenemos una generación llamada “los
embarazados”, porque van a misa, o se acercan a Dios “hasta que les nazca”. ¿Qué
consideras que hay en el corazón de estos jóvenes?
Finalmente
¿Qué consideras que hay en tu corazón que no te permite entregarte por completo a Dios?
Los discípulos llenaron su corazón de Jesús porque vivieron la experiencia de la Pascua del
Señor, traduciéndola posteriormente en su vida cotidiana. En la Biblia encontramos
diferentes ejemplos que nos pueden ayudar a situar nuestro corazón en cuanto a la
disposición positiva o negativa en respuesta a Dios. Los primeros discípulos fueron los
seguidores de Jesús en el camino: los que vieron sus milagros, escucharon sus palabras y
recibieron sus mensajes. Ellos nos enseñan a disponer el corazón para hablar de una
experiencia fundamental y ser testigos del acontecimiento más importante de la historia,
la Resurrección del Señor. Para nosotros jóvenes que hemos vivido estos días la Pascua
Juvenil, ahora será momento de confrontarnos y prepararnos para dar un paso más hacia
Dios, no podemos quedarnos al margen, el Señor necesita jóvenes valientes a ejemplo de
los discípulos que dispusieron su corazón y siguieron a Jesús Resucitado.
Evidentemente de un momento a otro no fue que los discípulos siguieron al Señor, sino
que su corazón se fue disponiendo poco a poco, ellos fueron descubriendo lo que Jesús les
pedía hasta llegar a darse por completo a él. Un elemento fundamental para poder dar
ese paso tan importante en su vida, fue sin duda alguna la resurrección, porque es ante
todo una experiencia de fe, supieron poner su confianza en el Señor, se abandonaron en
sus manos, ya que la resurrección da esperanza, saber que existe una vida más allá en
donde tenemos un lugar que nos espera; un lugar lleno de gozo que no se termina, un
gozo como cuando vamos a tomar un buen café con alguien especial, un gozo como
cuando nuestro equipo favorito anota un gol y lo gritamos fuertemente, un gozo de esos
momentos con los amigos, en fin un gozo mucho mayor porque será estar ante Quien da
las mejores alegrías, Jesús.
Vayamos a los textos bíblicos para que ellos nos muestren los tipos de corazones que
tuvieron algunos personajes y así nos den luz para poder seguir al Señor que quiere entrar
en nuestro corazón.
2. UN CORAZÓN INCRÉDULO
Estando reunidos los diez pues faltaba Tomás sin abrirse las puertas, se apareció ante ellos
en el Cenáculo y les dijo: “La paz sea con vosotros”. Quedaron sobrecogidos y llenos de
miedo, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: ¿Por qué se turban y por qué dudan sus
corazones? Vean mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no
tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Como siguiesen incrédulos por la alegría y
admirados, añadió: ¿Tenéis algo que comer? Y ellos le dieron un trozo de pez asado. Él lo
tomó y comió delante de todos (Lc 24, 26-43) San Marcos precisa que les “reprendió por
su incredulidad y dureza de corazón, pues no habían creído a los que le habían visto
resucitado de entre los muertos” (Mc 16, 14).
Cada equipo tendrá un momento para planear la manera en que representará ahora de
forma actual, es decir, como se vive ese tipo de corazones hoy día, pretendiendo hacer
notar que podemos vivir con un corazón semejante a los que encontramos en las Sagradas
Escrituras. La forma de representar cada tipo de corazón será con mímica, de forma que
cada equipo al hacer su representación, el resto tendrá que identificar qué tipo de corazón
es el que están presentando.
4 elementos para tener dispuesto nuestro corazón a Dios
1. Dejarnos enamorar
Antes que nada debemos dejarnos fascinar por Dios, dejarnos sorprender, vaciarnos de
todo lo malo que hay en nuestro corazón para llenarnos del amor de Dios. Dicen que un
clavo saca a otro clavo, Dios quiere sacar todo lo malo que pudieras tener en tú corazón
para poner lo que más te hace falta para ser feliz. Démosle “chanza” a Dios de que nos
seduzca, déjate enamorar por Dios, repasa todo lo que te ha dado en todo este tiempo y
descubre su amor, no le digas que no, abre tu corazón.
3. Siempre adelante
Después de haberte encontrado con Jesús, por favor “ya no vuelvas atrás”, deja los
pretextos, ármate de valor, decídete por Jesús, “no tengas miedo”. ¡Seguir a Jesús es lo
más apasionante que pueda haber! Es momento de dejar atrás lo que te aleja de Dios.
Dios te creó para ser feliz, para tener plenitud de vida, para encontrar la verdad,
solamente en él tendremos vida eterna, porque él es el camino, la Verdad y la Vida.
4. Hablar de Jesús
A Jesús no se le debe esconder y luego sacarlo cuando lo ocupo, a Jesús se le lleva en la vida
diaria, llevarlo al trabajo, al estudio, a las convivencias. Debemos presumirlo no como mera
propaganda, sino como mi verdadera felicidad. Platicar no sólo de la vida de Jesús, sino de
la mía junto a él. Y si aún no tengo un encuentro tan profundo con él, hacerme acompañar
de alguien que ya se ha encontrado con Jesús.
Consecuencias de la pascua en mi vida
La Resurrección de Jesucristo para nosotros los jóvenes, es algo que al igual que a los
discípulos, nos debe cambiar nuestra forma de pensar, de creer, de sentir, y de actuar.
Nos debe tener un corazón dispuesto a Dios. Después de ésta Pascua Juvenil ¿Qué
compromisos me llevo?
• Silicón frío con brillantina de color amarilla. La idea es que sean varios tubos
pequeños. (El silicón significará la gracias de Dios).
• El corazón que se utilizó en el primer momento (VER).
• Música de fondo.
https://www.youtube.com/watch?v=JfE_0BHJAnU
https://www.youtube.com/watch?v=f5Gp9igysL4
https://www.youtube.com/watch?v=Lp5trbSL0dw
En ese momento el expositor del tema dirá a quien rompió el corazón que está muy
equivocado y comenzará a decir la siguiente reflexión:
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las
grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve
más hermoso.
Así es Dios con nuestros corazones, los repara con su gracia, nos quita el pecado cometido
y nos vuelve nuevas creaturas, haciéndonos más fuertes. Quizá muchas veces podemos
caer en pecado y manchar nuestro corazón de malos sentimientos, pero donde abunda el
pecado, sobreabunda la gracia. San Pablo se gloriaba de sus debilidades, porque cuando
se sentía débil, era más fuerte porque sabía que la gracia de Dios es más fuerte que
cualquier pecado humano.
Dios restaura las heridas del corazón para que amemos más y mejor.
Restaurar significa, volver a poner una cosa en el estado en que encontraba antes; pero
Dios va más allá, él es capaz de hacer brillar nuevamente nuestros corazones, su gracia
vuelve a los corazones dispuestos a seguirlo.
En este momento se pone música de fondo y se les invita a pasar a restaurar el corazón.
Se propone que los jóvenes traigan a su memoria las emociones que provoca la noche y la
oscuridad y las cosas que se pueden hacer en la oscuridad. Se puede hacer la dinámica del
cuchicheo, donde los jóvenes dialoguen entre dos las siguientes cuestiones:
• Partimos de la experiencia de estar en la noche, en la oscuridad. ¿
• Cuáles son los sentimientos y emociones? En ciertos contextos se experimenta
miedo, inseguridad, incertidumbre. O en otros, serenidad, silencio o calma.
• ¿Qué cosas son propicias para realizar en la noche? Se puede hacer una fiesta, pero
también algo malo, como un robo, un asesinato. Pero también es el tiempo propicio
para el encuentro de dos que se aman. Puede ser para el descanso, el reposo. Y
también, es el momento donde puede crecer y desarrollar una semilla, una vida.
Meditación: Las mujeres va a ungir el cuerpo de Cristo, más aún el cadáver. Pero es
completamente fuera de las costumbres de los hebreos. Los hebreos nunca han ungido un
cadáver, sólo rarísimas ocasiones. Por ejemplo, en 2Cr 16,14 es prácticamente el único
ejemplo donde se unge un rey como muerto.
Entonces estas mujeres van al sepulcro con una fuerte convicción que él era el rey esperado
desde todos los siglos. Que era el rey de su padre David, y no obstante que era un rey
fracasado, era de todas maneras el rey mesiánico esperado. Y, no importado que la
apariencia de Jesús era de muerte, ellas dentro de su corazón sienten el deber de hacerle
un gesto que sólo se le hace a un rey, porque era esperado como mesías.
Llegan al sepulcro lo ven a abierto, surge la pregunta: ¿quién abriría la tumba?... por el
evangelista Mateo sabemos que era un Ángel, en Lucas nos dice que eran dos hombres
«vestidos refulgentes». Ahora podían entrar para ver a Cristo, pero a Cristo como cadáver;
sin embargo, han visto un hombre de blanco. Si tomamos el libro de los colores, en el
Apocalipsis, el blanco es la gloria de Dios. Por tanto, el ambiente de la tumba ha sido
realmente transfigurada, porque no han visto un cadáver, sino que ha visto el color de la
gloria de Dios, y han escuchado el mensaje: «¡No teman!». Ustedes buscan a Jesús de
Nazaret, el Crucificado», este es el título de Cristo, «ha resucitado. No está aquí», si quieren
verificar, aquí está el lugar donde lo pusieron: está vacío. «Vayan ahora a decir a sus
discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había
dicho».
Este era el mensaje. Es interesante que el mensaje comienza diciendo: «¡No teman! ¡No
tengan miedo!». El miedo es el signo de ser aún esclavo. Podemos recordar al pueblo de
Israel antes de atravesar el Mar Rojo, Moisés tenía que espantar del pueblo el miedo,
porque era totalmente inútil atravesar el Mar Rojo, y, por tanto, permanecer esclavo. Hasta
que no se libera alguien del miedo, no vive libre, permanece esclavo, y, por tanto, no se vive
como hijo. En efecto, el Hijo no tiene miedo, porque tiene al Padre, el Padre lo acompaña.
Volviendo al Evangelio, hay algo extraño después de recibir la fuerza de este mensaje: «¡No
tenga miedo!», ellas salen corriendo llenas de temor y de espanto. Pero aún, ¿Cómo es
posible que se hayan espantado después de ver a un joven así bello y vestido de Blanco, con
un mensaje tan extraordinario? ¿Por qué se asustaron?... Y esto es curioso, quizá ellas
dentro se preguntaban: ¿y si este joven tuviera razón? Y entonces, ¿quién nos defenderá?...
Viene seguramente un silencio largo, las ganas de revancha o de venganza, después de las
ofensas, de los insultos de las humillaciones… y viene la interrogante: ¿Y si este joven
tuviese razón? ¿Y si es verdad que la naturaleza humana sólo se puede salvar si viene
penetrada por un amor que hace de ella un don, que no pide nada para sí, que no toma
venganza, que aún y cuando tiene razón se traga la saliva? Entonces esto para tener miedo,
todavía más es para espantarse, porque todo eso que ha sido escrito en toda la grande
literatura del mundo de como el hombre pequeño se transforma en uno grande y vence, si
este joven tiene razón, todo es falso, tanto que las mujeres se han espantado demasiado.
Nosotros seguramente hemos vivido algo similar: te sucede una cosa terrible, te han herido,
no has podido dormir, tienes ganas de vengarte, y sucede que en la mañana alguien te ve y
te dice: no sirve para nada todo eso, porque se vive muriendo, se vive perdiendo, se obtiene
donando; y tú, obviamente te reusas a pensar así.
Así sucedió con las mujeres, que se han espantado, pensaban en su interior: - y si este joven
tiene razón, que el único camino de pasar, es aquella de amar esta naturaleza que nos ha
sido dada que después del pecado vivimos mal, pero que Dios en Cristo nos da un nueva
posibilidad de penetrarla con el mismo amor que Cristo a experimentado de su Padre,
porque él es el Hijo amado del Padre, entonces, ahora con el mismo amor que ha
experimentado del Padre se dirige a la humanidad que él ha asumido, que ha hecho suya, y
se ha dejado derrotar, vencer, más aún traspasar.
Jesús lo había dicho: «Quien quiera salvar la propia vida», (cf. Mc 8,35) es decir, quien tenga
ganas de vivir afirmándose a sí mismo, «arruinará la propia vida», no sólo la perderá, la
arruinará. En Mc 15, 30 se burlan de Jesús diciéndole: «has salvado a tantos, pues ¡sálvate
a tí mismo!». Dentro de cada uno de nosotros está el efecto del pecado, queremos pasar
como si fuéramos dioses, salvándonos a nosotros mismos. Por eso no se puede entender
que él ha venido a perderse a sí mismo, a donarse a sí mismo.
El Padre Marko Ivan Rupnik escribe: «Puedo decir que soy una copia perfecta de mi papá,
cuando él ha muerto, yo era un joven de 17 años. Después de muchos años que regresé a
mi casa cuando aún había vecinos vivos que conocieron a mi papá, me dijeron: - pero mira
nomás cómo te pareces a tu Padre. La misma facha, el mismo físico, el mismo modo de
hablar, de caminar, el tono de voz. En realidad, me veían a mí, pero cuando uno tiene algo
del otro, está en el otro: «como yo en el Padre, como ustedes en mí» (Jn 14,20). Esto es
nuestra resurrección.
Pensemos en nuestra muerte. Nuestro cuerpo será puesto en una tumba, después de no
existirá nada, ni huesos. Sin embargo, todo eso que en la vida hicimos, en el amor, aquel
amor que nos hace consumir por los demás, que nos hace ser don y no un obstáculo, se
asemejará a Cristo, por lo tanto, estará y existirá en Cristo. Ahora bien, el cuerpo estará
muerto, pero el grano germinará porque llegaremos a ser muy semejantes, en la muerte y
en la gloria de Cristo, esto es el amor Pascual que nos hace llegar poco a poco a la semejanza
del Hijo, donde nuestra humanidad nosotros la reconocemos en el bautismo como aquella
de Cristo, y si nuestros gestos se asemejan a Cristo, entonces entraremos en la memoria de
Dios. Por fin llegaremos a ser semejantes a Cristo.
En las lenguas eslavas el santo, es decir, san Antonio, San Juan, etc., no significa «hecho
santo», sino que significa «semejante al santo», y a María se le dice que es la «más
semejante». ¿Por qué? Porque su carne llegó a ser la de su Hijo, por eso es la más semejante
de todos.
Entonces, esto es nuestra resurrección: «Que nuestra vida se transforma en una memoria
de Cristo, porque hemos entrado en la memoria del Padre». Es lo que sucederá la noche de
la vigilia pascual, se hará la renovación del bautismo, la memoria bautismal: «vivimos en
Cristo». Después veremos en la Eucaristía cómo el pan, natural, cómo nuestra naturaleza
humana entra en el Cuerpo de Cristo, se transforma en cuerpo de Cristo. Esto es justamente
nuestro pan: nuestra vida y nuestra ofrenda. Es justamente así que se cumple nuestra
resurrección.
La última cosa curiosa del Evangelio que estamos meditando es que las mujeres
permanecieron calladas, no decían nada. Es interesante puesto que alguna vez algún
católico decía, casi nadie dice nada de la resurrección… también nosotros callamos.
Creo que nosotros todavía tenemos miedo. Más aún, no hablamos de la resurrección,
porque no hemos hecho la experiencia, nos falta la experiencia de la resurrección, de la
semejanza, de este paso del pan en el cuerpo. Preferimos hablar de los valores, negociables
o no negociables, buenos o no tan buenos, hasta ponemos nuestra escala de valores. Y no
hablamos de este pasaje abierto: ser semejantes a Cristo.
Veamos la última imagen de la liturgia de esta noche: el encendido de las velas y de las
luces. Recuerden como han pasado los hebreos por el mar Rojo: cuando se hizo de noche,
se creía que el sólo entraba en el mar, después en la noche pasa debajo del mar y en la
mañana regresa de nuevo a la otra parte, es decir, al oriente. Los hebreos pasan del
occidente hacia el oriente. Cuando entraron en el mar, que era propiamente al caer el sol,
la columna luminosa se hace hacia atrás, porque ellos preceden al sol, pues entraron antes
que el sol. Ahora el sol entra debajo del mar y los lleva hasta el otro lado. Cuando los
hebreos salen al otro lado, ellos ven el sol, y entonces Moisés dice: «ahora cerramos el
mar». Esto es hermoso, por eso es así de luminosa esta noche porque nosotros tenemos
esta noche a Cristo, el sol de la justicia, que pasa través de nuestra noche, con la finalidad
que nosotros podamos vivir verdaderamente como hijos, ahí donde todos piensan que no
se puede, precisamente ahí, en la oscuridad, en lo subterráneo, en la tumba, donde están
los demonios, las fuerzas oscuras, las bestias de todas las especies. Los cristianos han hecho
el sol el cielo bajo la tierra.
Por lo tanto, esta es una noche grandiosa, donde cada uno sabe donde está la oscuridad.
¡Jóvenes, estén atentos, porque hay detrás de ustedes un grande sol que los empuja a
seguir adelante, porque tenemos un amor tan grande en nuestros hombros que nos
empuja!
Por todo esto, esta noche cantamos:
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?