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El cocodrilo bondadoso

En un enorme bosque lleno de árboles, ríos y pantanos vivían Doris, Arturo y Tomas.

Todas las mañanas debían levantarse muy temprano, pues para ir al colegio era necesario cruzar un
ancho río. Quien los transportaba por las aguas, era su amigo el cocodrilo Lucas.

Lucas siempre estaba durmiendo y roncando; le encantaba descansar.

- Despierta Lucas – decía Doris, la ratoncita.

- Tenemos que ir al colegio – gritaba Arturo el sapo.

- Apúrate – chillaba el pato Tomas.

- ¿Otra vez? – decía Lucas - ¡Todos los días lo mismo!

Lucas nunca se enojaba; ronroneando se despertaba y cruzaba a sus tres amigos.

Pero estos le gritaban y lo trataban muy mal.

- ¡Derecho Lucas, no te desvíes! – decía Doris.

- ¡No te muevas tanto, que me caigo! – gritaba Arturo.

- ¡Más rápido! – chillaba Tomas.

Lucas, siempre callado, no decía nada; los cruzaba por las mañanas y luego volvía a dormirse hasta
la tarde. A esa hora los llevaba de vuelta a la otra orilla.

- ¡Más rápido!

- ¡Apúrate, tenemos hambre!

- ¡No nos mojes lo libros!

Hasta que un día, los tres animalitos llamaron y llamaron a Lucas, pero este no aparecía.

- ¡Lucas!

- ¡Lucas!

- ¡Lucas! ¿Donde estas?

Al no oírlo roncar, lo empezaron a buscar entre las plantas, cerca de los troncos, por todas partes.
Sin embargo, no aparecía.

Muy enojados, pues llegarían tarde a clases, seguían llamándolo a gritos.

Entonces Lucas paso nadando sin detenerse, solo les dijo que había decidido tomar vacaciones de
cocodrilos, pues estaba cansado de que le gritaran. Ni él sabia cuanto duraría el descanso.
- ¿Qué haremos? – murmuraron los tres a coro.

Muy preocupados, encontraron una solución.

Conseguirían cuatro tortugas, las pondrías a lo ancho del río y pisando una y otra llegarían al otro
lado.

Así Doris, Arturo y Tomas se disponían a saltar.

- ¡Uno!

- ¡Dos!

- ¡Y…!

¡Plaff! ¡Se cayeron!

La cuarta tortuga se había dedicado a bucear.

- ¡No sirve, estamos todos mojados! – gritaron los tres, furiosos.

Hasta que Arturo, el sapo, decidió llevarlos sobre su lomo.

Así, subidos sobre el sapo empezaron a cruzar.

- ¡Más a la derecha! – decía Doris

- ¡Cuidado con la rama! – chillaba Tomás.

- ¡No te muevas! – gritaban a coro.

Arturo, entonces, se cansó, pensó en su amigo Lucas y luego dio un gran salto, a causa del cual sus
amigos cayeron de boca al agua.

Cuando trataban de nadar, sintieron algo debajo del agua.

¡Era Lucas! ¡Qué alegría! Lucas entonces los llevó a pasear.

- ¡Qué bien lo haces! – decía Doris.

- ¡Navegas muy bien! – gritaba Arturo.

- ¡Me encanta como nada Lucas! – exclamaba Tomás.

Desde ese día, Lucas trabajó y tuvo vacaciones igual que sus amigos, a quienes ayudaba feliz para
que fueran a estudiar.

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