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Desterrando a un fantasma
La esposa de un hombre estaba muy enferma. En su lecho de muerte le dice, "¡Te amo demasiado!, no
quiero dejarte, y no quiero que me traiciones. Promete que no verás otras mujeres cuando yo muera o
volveré para rondarte.
Durante varios meses después de su muerte el marido evitó a otras mujeres, pero conoció a alguien y se
enamoró. En la noche que se comprometieron, el fantasma de su difunta esposa se le apareció. Ella lo
acusó de no cumplir con la promesa, y volvió todas las noches para atormentarlo. El fantasma le
recordaba todo lo que habían pasado él y su prometida ese día, hasta el punto de repetir, palabra por
palabra, las conversaciones que habían tenido. Esto lo trastornó tanto que no pudo dormir nada.
Desesperado buscó el consejo de un maestro Zen que vivía cerca del pueblo.
"Este fantasma es muy listo", dijo el maestro luego de oír la historia del hombre.
"¡Lo es!", contestó el hombre. "Recuerda cada detalle de lo que dije e hice. ¡Lo sabe todo!"
El maestro sonrió. "Deberías admirar a un fantasma así, pero yo te diré que hacer la próxima vez que
aparezca."
Esa noche el fantasma regresó. El hombre hizo exactamente lo que le había dicho el maestro.
"Eres un fantasma muy sabio", dijo, "Sabes que no te puedo esconder nada. Si puedes responderme una
pregunta, romperé el compromiso y permaneceré soltero por el resto de mi vida".
"Haz la pregunta", contestó el fantasma. El hombre sacó un puñado de frijoles de una gran mochila que
estaba en el piso, "Dime exactamente cuantos frijoles tengo en mi mano".
En ese momento el fantasma desapareció y no volvió nunca más.
El Maestro campana
Un nuevo estudiante se aproximó al maestro Zen y le preguntó como podía prepararse para su
aprendizaje. "Piensa que soy una campana", explicó el maestro. "Dame un golpe suave y tendrás un
pequeño sonido. Golpéame duro y recibirás un repique fuerte y resonante".
Libros
Había un reconocido filósofo y docente que se dedicó al estudio del Zen durante muchos años. El día que
finalmente consiguió la iluminación tomó todos sus libros, los llevó al patio y los quemó.
Buda cristiano
Uno de los monjes del maestro Gasan visitó la universidad en Tokio. Cuando regresó, le preguntó al
maestro si alguna vez había leído la Biblia cristiana. "No", respondió Gasan, "por favor léeme algo de
ella". El monje abrió la Biblia en el Sermón del Monte de San Matías, y empezó a leer. Después de leer
las palabras de Cristo sobre los lirios en el campo, se detuvo. El maestro Gasan permaneció en silencio
durante un largo tiempo. "Sí", dijo finalmente, "quien haya pronunciado estas palabras es un ser
iluminado. ¡Lo que acabas de leerme es la esencia de todo lo que he estado tratando de enseñarte
aquí!"
Un estudiante de artes marciales se aproximó el maestro con una pregunta. "Quisiera mejorar mi
conocimiento de las artes marciales. Además de aprender contigo quisiera aprender con otro maestro
para aprender otro estilo. ¿Que piensas de esta idea?" "El cazador que persigue dos conejos", respondió
el maestro, "no atrapa ninguno".
Una situación tensa
Un día mientras caminaba a través de la selva un hombre se topó con un feroz tigre. Corrió pero pronto
llegó al borde de un acantilado. Desesperado por salvarse, bajó por una parra y quedó colgando sobre el
fatal precipicio. Mientras el estaba ahí colgado, dos ratones aparecieron por un agujero en al acantilado y
empezaron a roer la parra. De pronto, vio un racimo de frutillas en la parra. Las arrancó y se las llevó a la
boca. ¡Estaban increíblemente deliciosas!
Concentración
Después de ganar varios concursos de arquería, el joven y jactancioso campeón retó a un maestro Zen
que era reconocido por su destreza como arquero. El joven demostró una notable técnica cuando le dió
al ojo de un lejano toro en el primer intento, y luego partió esa flecha con el segundo tiro. "Ahí está", le
dijo el viejo, "¡a ver si puedes igualar eso!". Inmutable, el maestro no desenfundo su arco, pero invitó al
joven arquero a que lo siguiera hacia la montaña. Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo
siguió hacia lo alto de la montaña hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un frágil y
tembloroso tronco. Parado con calma en el medio del inestable y ciertamente peligroso puente, el viejo
eligió como blanco un lejano árbol, desenfundó su arco, y disparó un tiro limpio y directo. "Ahora es tu
turno", dijo mientras se paraba graciosamente en tierra firme. Contemplando con terror el abismo
aparentemente sin fondo, el joven no pudo obligarse a subir al tronco, y menos a hacer el tiro. "Tienes
mucha habilidad con el arco", dijo el maestro, "pero tienes poca habilidad con la mente que te hace
errar el tiro".
Destino
Durante una batalla, un general japonés decidió atacar aún cuando su ejército era muy inferior en
número. Estaba confiado que ganaría, pero sus hombres estaban llenos de duda. Camino a la batalla, se
detuvieron en una capilla. Después de rezar con sus hombres, el general sacó una moneda y dijo, "Ahora
tiraré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Se es cruz, perderemos. El destino se revelará". Tiró la
moneda en el aire y todos miraron atentos como aterrizaba. Era cara. Los soldados estaban tan
contentos y confiados que atacaron vigorosamente al enemigo y consiguieron la victoria. Después de la
batalla, un teniente le dijo el general, "Nadie puede cambiar el destino"."Es verdad", contestó el general
mientras mostraba la moneda al teniente, que tenía cara en ambos lados.
Soñando
El gran maestro Taoísta Chuang Tzu soñó una vez que era una mariposa revoloteando aquí y allá. En el
sueño no tenía conciencia de su individualidad como persona. Era sólo una mariposa. De pronto, se
despertó y se encontró ahí acostado, una persona otra vez. Pero entonces pensó para sí mismo, "¿Era
antes un hombre que soñaba ser una mariposa, o soy ahora una mariposa que sueña ser un hombre?"
Egoísmo
El Primer Ministro de la Dinastía Tang fue un héroe nacional por su éxito como estadista y como líder
militar. Pero a pesar de su fama, poder, y salud, se consideraba un humilde y devoto Budista. A veces
visitaba a su maestro Zen favorito para estudiar con él, y parecía que se llevaban bien. El hecho de ser
primer ministro parecía no afectar su relación, que parecía ser la de un venerado profesor y un
respetuoso alumno. Un día, durante su visita usual, el Primer Ministro le preguntó al maestro, "¿Su
Reverencia, qué es el egoísmo de acuerdo al Budismo?" La cara del maestro se volvió roja, y con una voz
condescendiente e insultante, le respondió, "¿qué clase de pregunta estúpida es esa?" Esta respuesta
inesperada impactó tanto al Primer Ministro que se quedó callado y furioso. El maestro Zen sonrió y dijo,
"ESTO, Su Excelencia, es egoísmo".
El ciego y la lámpar
Cuando un ciego se despedía de su amigo, éste le dio una lámpara.
“Yo no preciso de la lámpara, pues para mí, claridad u oscuridad no tienen diferencia” -dijo el ciego.
“Conozco al respecto, pero si no la lleva, tal vez otras personas tropiecen con usted” -dijo su amigo.
-"Está bien"
Luego de caminar en la oscuridad tropezó con otra persona....
-“¡Huy!”-dijo el ciego.
-“¡Hay!” -dijo la persona chocada por el ciego en la oscuridad.
-“¿Usted no vio esta lámpara?” -dijo enojado el ciego.
-“¡Amigo! Su lámpara estaba apagada”
El mudo y el papagayo
Un novicio preguntó a Zu Shou: Digamos que un individuo se ilumina pero no consigue expresarse con
palabras, ¿con qué puede ser comparado?
-Con un mudo que prueba la miel.
-Digamos que un individuo todavía no ha alcanzado la Iluminación, sin embargo se expresa (al respecto)
con palabras floreadas, ¿con qué puede ser comparado?
-Con un papagayo parlanchín
El general y su reliquia
Había un general que estaba en su casa apreciando su colección de antigüedades, cuando de repente
casi se le cae un precioso jarrón.
-¡Oh! ¡Qué susto!
Pensó: "Ya he dirigido millares de soldados, enfrentando diversas situaciones de vida o muerte y jamás
me atemoricé. ¿Por qué será que hoy por causa de una vasija me asusté de esa manera?”.
Finalmente, él comprendió que el hecho de tener en su mente “deseo y rechazo” era la causa de su
miedo. Entonces simplemente arrojó la valiosa vasija y la quebró.
Ni más ni menos
Existía un hombre muy rico que a pesar de tener mucho dinero tenía una naturaleza mezquina. No
soportaba el hecho de gastar ni siquiera un centavo de su dinero.
Un hermoso día, el Maestro Ch`an (Zen) Mo (silencioso) Hsin (divino) fue a visitarlo.
-El monje dijo: “Suponga que mi puño estuviera cerrado así para siempre, desde el nacimiento hasta la
muerte, sin cambio; ¿cómo llamaría a esto?...”
-“Una anormalidad (deformación).”
-“Suponga que esta mano estuviera abierta así para siempre, desde el nacimiento hasta la muerte, sin
cambio; ¿cómo llamaría a esto?...”
-“Eso también sería una anormalidad.”
-“Sólo es preciso que usted comprenda lo que acabamos de conversar, para que se convierta en una
persona rica y feliz.
Verdadera riqueza
Un hombre muy rico le pidió a Sengai que le escribiese algo para la continuidad de la prosperidad de su familia, de manera que ésta
pudiese manterner su fortuna de generación en generación.
Sengai tomó una larga hoja de papel de arroz y escribió: "El padre muere, el hijo muere, el nieto
muere".
El hombre rico se indignó y ofendió: "¡Yo le pedí que escribiese algo para la felicidad de mi familia! ¿Por
qué realizó una broma de este tipo?".
Sengai explicó tranquilamente: "No pretendí hacer bromas. Sí antes de su muerte su hijo muriera, esto
lo heriría inmensamente. Sí su nieto se fuera antes que su hijo, tanto usted como él estarían destruidos.
Pero si su familia, de generación en generación, muere en el orden que le describí, ése sería el curso más
natural de la vida. Yo llamo a eso verdadera riqueza".
El Ahora
Un guerrero japonés fue capturado por sus enemigos y encarcelado. Aquella noche no podía dormir, porque sabía que al día siguiente iba
a ser interrogado, torturado y ejecutado. Entonces surgieron en su mente las palabras de su maestro Zen: "El mañana no es real. Es una
ilusión. La única realidad es el Ahora. El verdadero sufrimiento es vivir ignorando este Dharma (enseñanza)".
En medio de su terror, súbitamente comprendió el sentido de estas palabras, se sintió en paz y durmió
tranquilamente.
Bodhidarma:
Sermón del despertar
La esencia del Camino es el desapego. Y la meta de aquellos que practican es liberarse de las
apariencias. Se dice en los sutras: «El desapego es despertar porque niega las apariencias». La budeidad
significa atención sutil. Aquellos mortales cuyas mentes tienen atención natural alcanzan el Camino del
despertar y por ello son llamados Buddhas. Se dice en los sutras: «Aquellos que se liberan a sí mismos de
toda apariencia son llamados Buddhas». El aspecto de la apariencia como no apariencia no puede
apreciarse visualmente sino que únicamente puede conocerse mediante la sabiduría. Cualquiera que
escuche y crea esta enseñanza se embarcará en el Gran Vehículo y abandonará los tres reinos.
Los tres reinos son codicia, aversión y confusión. Abandonar los tres reinos significa regresar desde la
codicia, aversión y la confusión a la moralidad (el camino de la virtud natural sin culpabilidad),
Contemplación (con amor benevolente) y la sabiduría (inteligencia natural encontrada en las
enseñanzas). Codicia, aversión, y confusión no tienen naturaleza propia (sus aparentes raíces, son las
Identidades), son ilusorias y cualquiera capaz de reflexionar verá que la naturaleza de la codicia, aversión
y confusión es la naturaleza búdica.
Más allá de codicia odio e ignorancia no hay otra naturaleza búdica. Se dice en los sutras: « Los
budas sólo se han convertido en budas mientras vivían con los tres venenos y alimentándose del Dharma
puro». Los tres venenos son codicia, odio e confusión.
El Gran Vehículo es el más grande de los vehículos. Es el transporte de los bodhisattvas, que lo usan
todo sin usarlo y que viajan todo el día sin viajar. Así es el vehículo de los bodhisattvas. Se dice en los
sutras: «El no vehículo es el vehículo de los Buddhas».
Cualquiera que comprenda que los seis sentidos no son reales, que los cinco agregados son ficciones,
que ninguno de ellos puede ser localizado en parte alguna del cuerpo, comprende el lenguaje de los
Buddhas. Se dice en los sutras: «La cueva de los cinco agregados es el vestíbulo del Chan. La apertura del
ojo de la mente es la puerta del Gran Vehículo». No puede ser más claro.
No pensar en nada es Chan. Una vez que se sabe, caminar, estar de pie, sentarse o estirarse, todo lo
que se haga, es Chan. Saber que la mente es vacío es ver al Buddha. Los Buddhas de las diez direcciones
no tienen mente. Ver la no mente es ver al Buddha.
Renunciar a uno mismo sin pesar es la caridad más grande. Trascender movimiento e inmovilidad es
la mayor de las meditaciones. Los mortales no dejan de moverse, y los arhats permanecen inmóviles.
Pero la más elevada de las meditaciones trasciende tanto la de los mortales como la de los arhats.
Aquellos que alcanzan dicha comprensión se liberan a sí mismos de todas las apariencias sin esfuerzo y
curan cualquier enfermedad sin tratamiento. Tal es el poder del gran Chan.
Usar la mente para buscar la realidad es ignorancia. No usar la mente para buscar la realidad es
conocimiento. Liberarse uno mismo de las palabras es liberación. Permanecer sin mácula de polvo de
sensación es permanecer en el Dharma. Trascender vida y muerte es abandonar el hogar.
No sufrir otra existencia es alcanzar el Camino. No crear ignorancia es iluminación. No aferrarse a la
ignorancia es sabiduría. La no aflicción es el nirvana. Y la no apariencia de la mente es la otra orilla.
Cuando eres ignorante, esta orilla existe. Pero cuando despiertas, deja de existir. Los mortales
permanecen en esta orilla, pero aquellos que descubren el más grande de todos los vehículos no están ni
en ésta ni en aquélla. Son capaces de vivir en ambas orillas. Aquellos que ven la otra orilla como
diferenciada de ésta no comprenden el Chan.
La ignorancia significa mortalidad. Y el conocimiento significa budeidad. No son lo mismo y tampoco
son diferentes. Pero la gente distingue entre ignorancia y conocimiento. Cuando somos ignorantes hay
un mundo al que escapar. Cuando somos conscientes, no hay nada donde escapar.
A la luz del Dharma imparcial. los mortales no son diferentes de los sabios. En los sutras se dice que
el Dharma imparcial es algo que los mortales no pueden penetrar ni los sabios practicar. El Dharma
imparcial sólo es practicado por los grandes Buddhas y bodhisattvas. Ver la muerte como algo diferente
de la vida o el movimiento como algo diferente de la inmovilidad es ser parcial. Ser imparcial significa ver
el sufrimiento como algo no diferenciado del nirvana, porque la naturaleza de ambos es el vacío. Al
imaginar que pondrán fin al sufrimiento y entrarán en el nirvana, los arhats acaban atrapados por el
nirvana. Pero los bodhisattvas saben que el sufrimiento es esencialmente vacío y permaneciendo en el
vacío permanecen en el nirvana. Nirvana significa no nacimiento y no muerte. Está más allá de
nacimiento y muerte y más allá del nirvana.
Cuando la mente deja de moverse, penetra en el nirvana. Nirvana es una mente vacía. Cuando no existe
la ignorancia, los Buddhas alcanzan el nirvana. Cuando no existen las aflicciones, los bodhisattvas entran
en el lugar de la despertar.
Un lugar deshabitado es uno sin codicia, odio ni ignorancia. La codicia es el reino del deseo, el odio el
reino de la forma y la ignorancia el reino sin forma.
Cuando da comienzo un pensamiento se penetra en los tres reinos. El principio o fin de los tres
reinos, la existencia o no existencia de todo, depende de la mente. Esto es aplicable a todo, incluso a
objetos inanimados como rocas y palos.
Cualquiera que sepa que la mente es una ficción y está vacía de cualquier cosa real, sabe que su
propia mente ni existe ni no existe.
Eso es lo que significa que la mente ni existe ni no existe. La mente que ni existe ni no existe es lo
que se denomina el Camino Medio.
Vista con verdadera visión, la forma no es simplemente forma, porque la forma depende de la mente. Y
la mente no es simplemente mente, porque la mente depende de la forma. Mente y forma crean y
niegan una a la otra.
Lo que existe lo hace en relación con lo que no existe. Y lo que no existe no existe en relación a lo
que existe. Esta es la verdadera visión. Mediante dicha visión nada es visto y nada es no visto. Dicha
visión penetra en las diez direcciones sin ver: porque nada es visto; porque no es visto se ve; porque es
visto no se ve. Lo que ven los mortales son ilusiones. La verdadera visión está desapegada del ver.
La mente y el mundo son opuestos, y la visión aparece donde se encuentran. Cuando la mente no se
agita interiormente. el mundo no aparece exteriormente. La verdadera visión es cuando tanto el mundo
como la mente son transparentes. Y esta comprensión es verdadera comprensión.
Ver nada es percibir el Camino, y comprender nada es conocer el Dharma, porque ver no es ver ni no ver
y porque comprender no es comprender ni no comprender. Ver sin ver es verdadera visión. Comprender
sin comprender es verdadera comprensión.
La verdadera visión no es sólo ver viendo, también es ver sin ver. Y la verdadera comprensión no es
sólo comprender comprendiendo, también es comprender no comprendiendo. Si lo comprendes todo
entonces es que no comprendes. Sólo cuando comprendes nada es verdadera comprensión.
Comprender es ni comprender ni no comprender
Se dice en los sutras: «No apartarse de la sabiduría es estupidez». Cuando la mente no existe, tanto
comprender como no comprender son verdad. Cuando la mente existe, comprender y no comprender
son falsos.
Cuando comprendes, la realidad depende de ti. Cuando no comprendes, eres tú quien depende de la
realidad. Cuando la realidad depende de ti, lo que no es real se convierte en real. Cuando eres tú quien
depende de la realidad, lo que es real se convierte en falso. Cuando dependes de la realidad, todo es
falso.
Cuando la realidad depende de ti, todo es verdad. Así pues, el sabio no usa su mente para buscar la
realidad, o la realidad para buscar su mente, o su mente para buscar la mente, o la realidad para buscar
la realidad. Su mente no hace que aparezca la realidad. Y la realidad no hace que aparezca su mente. Y
porque ambas, su mente y la realidad, son inmóviles, está siempre en samadhi»
Cuando aparece la mente mortal, desaparece la budeidad. Cuando desaparece la mente mortal,
aparece la budeidad. Cuando la mente aparece, desaparece la realidad. Cuando la mente desaparece,
aparece la realidad. Quien sepa que nada depende de nada habrá encontrado el Camino, Y quien sepa
que la mente depende de nada siempre está en el lugar de la iluminación.
Cuando no comprendes estás equivocado. Cuando comprendes, no estás equivocado. Es así porque
la naturaleza del error es el vacío. Cuando no comprendes, lo cierto parece equivocado. Cuando
comprendes, lo equivocado no es equivocado porque lo equivocado no existe.
«Nada cuenta con una naturaleza propia». Actúa. No cuestiones. Cuando cuestionas estás
equivocado. La equivocación es el resultado del cuestionar.
Cuando alcanzas una comprensión así, los hechos equivocados de tus vidas pasadas quedan
borrados.
Cuando vives en la ignorancia, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del sufrimiento
y la mortalidad.
Cuando despiertas, los seis sentidos y las cinco sombras son los causantes del nirvana y la
inmortalidad.
Alguien que busca el Camino no busca más allá de sí mismo pues sabe que la mente es el Camino.
Pero cuando busca la mente no encuentra nada. Y cuando encuentra el Camino no encuentra nada. Si
crees que puedes utilizar la mente para encontrar el Camino es que vives en la ignorancia. Cuando se
vive en la ignorancia existe la budeidad. Cuando eres consciente no existe tal cosa. Y es así porque la
conciencia es la budeidad.
Si buscas el Camino, el Camino no aparecerá hasta que desaparezca tu cuerpo. Es como descortezar
un árbol. Este cuerpo kármico experimenta continuo cambio. No cuenta con realidad fija. Practica de
acuerdo con tus pensamientos. No odies vida y muerte ni ames vida y muerte. Mantén cada uno de tus
pensamientos libre de ignorancia y en vida presenciarás el principio del nirvana» y en la muerte
experimentarás la seguridad de no renacer.
Ver la forma sin ser corrompido por la forma o escuchan un sonido sin ser corrompido por el sonido es la
liberación.
Los ojos que no se aferran a la forma son las Puertas del Chan. Los oídos que no se aferran al sonido
son también las Puertas del Chan. En pocas palabras, aquellos que perciben la existencia y la naturaleza
de los fenómenos y permanecen sin aferrarse son liberados. Aquellos que perciben la apariencia externa
de los fenómenos están a su merced. Liberación significa no estar sujeto a la aflicción. No hay otra
liberación. Cuando se sabe cómo mirar la forma, la forma no da paso a la aparición de la mente y la
mente no da paso a la aparición de la forma. Ambas, forma y mente, son puras.
Cuando está ausente la ignorancia, la mente es la tierra de los Buddhas. Cuando la ignorancia está
presente, la mente es el infierno. Los mortales crean ignorancia. Y utilizando la mente para crear la
mente siempre se encuentran en el infierno.
Los bodhisattvas ven a través de la ignorancia y al no utilizar la mente para hacer aparecer la mente
siempre se encuentran en la tierra de los Buddhas. Si no utilizas tu mente para crean mente, todos los
estados mentales son vacío y cada pensamiento inmóvil; irás de una tierra búdica a otra. Si utilizas la
mente para crear mente, todos los estados mentales son intranquilos y cada pensamiento está en
movimiento: vas de un infierno al siguiente. Cuando aparece un pensamiento hay buen y mal karma,
cielo e infierno. Cuando no aparecen pensamientos, no hay ni buen ni mal karma, ni cielo ni infierno.
El cuerpo ni existe ni no existe. Por ello la existencia como un mortal y la no existencia como un sabio
son concepciones con las que un sabio nada tiene que ver. Su corazón está vacío y amplio como el cielo.
Cuando la mente alcanza el nirvana, no se ve el nirvana, porque la mente es nirvana. Si ves el nirvana
en algún sitio fuera de la mente, te engañas a ti mismo.
Cada sufrimiento es una semilla búdica, porque el sufrimiento impele a los mortales a buscar
sabiduría. Pero sólo puede decirse que el sufrimiento da origen a la budeidad. No puede decirse que el
sufrimiento sea la budeidad.
El Buddha de la mente es como la fragancia de un árbol. El Buddha proviene de una mente libre de
sufrimiento, al igual que la fragancia proviene de un árbol libre del deterioro. No hay fragancia sin el
árbol ni Buddha sin la mente. Si hay fragancia sin un árbol, se trata de una fragancia diferente. Si hay un
Buddha sin tu mente, se trata de un Buddha diferente. Cuando los tres venenos están presentes en tu
mente, viven en una tierra de inmundicia. Cuando los tres venenos están ausentes de tu mente, vives en
una tierra de pureza. Se dice en los sutras: «Si llenas una tierra de impureza e inmundicia, nunca
aparecerá ningún Buddha». La impureza e inmundicia remiten a la ignorancia y a los otros venenos. Un
Buddha remite a una mente pura y despierta.
No hay lenguaje que no sea el Dharma. Hablar todo el día sin decir nada es el Camino. Permanecer
en silencio todo el día y decir algo no es el Camino. Por ello ni la palabra de un tathagata depende del
silencio, ni su silencio depende de la palabra, ni su palabra existe separada de su silencio. Aquellos que
entienden tanto el habla como el silencio permanecen en el samadhi. Si hablas cuando sabes, tu palabra
es libre. Si permaneces en silencio cuando no sabes, tu silencio está encadenado.
Si la palabra no está apegada a las apariencias entonces es libre. Si el silencio está apegado a las
apariencias, entonces está encadenado.
El lenguaje es esencialmente libre. No tiene nada que ver con el apego y el apego no tiene nada que
ver con el lenguaje.
La realidad no tiene alto ni bajo. Si ves alto o bajo, entonces no es real. Una balsa no es real. Pero una
balsa de pasajeros sí. Una persona que maneje una balsa de ese tipo podrá cruzar a través de lo que no
es real. Por eso es real.
Según el mundo hay masculino y femenino, rico y pobre. Según el Camino no hay masculino e femenino,
ni rico o pobre.
Cuando la diosa realizó el Camino, no cambió su sexo. Cuando el mozo de establo desperté a la
Verdad, no cambió su posición. Libres de sexo o posición, comparten la misma apariencia básica. La
diosa buscó su feminidad durante doce años sin conseguirlo. Igualmente, buscar la propia masculinidad
durante doce años resultará infructuoso. Los doce años se refieren a las doce entradas
Sin la mente no hay Buddha. Sin el Buddha no hay mente. De igual manera, sin el agua no hay hielo, y
sin hielo no hay agua. Quien hable sin abandonar la mente no llegará muy lejos. No te aferres a las
apariencias de la mente.
Sin la mente no hay Buddha quiere decir que el Buddha proviene de la mente. La mente es el origen
del Buddha. Pero aunque el Buddha provenga de la mente, la mente no proviene del Buddha, al igual
que un pez proviene del agua, pero el agua no proviene del pez. Y cualquiera que vea un pez ve antes el
agua que el pez. Y cualquiera que quiera ver un Buddha verá la mente antes que al Buddha. Una vez que
has visto el pez te olvidas del agua, y una vez que hayas visto al Buddha te olvidarás de la mente. Si no te
olvidas de la mente, la mente te confundirá, al igual que te confundirá el agua si no te olvidas de ella.
Mortalidad y budeidad son como el agua y el hielo. Estar afligido por los tres venenos es la
mortalidad. Estar purificado por las tres liberaciones 7’ es la budeidad. Lo que en invierno se congela
dando paso al hielo se deshace en agua en verano. Elimina el hielo y no habrá agua. Si te deshaces de la
mortalidad no habrá budeidad. Está claro que la naturaleza del hielo es la naturaleza del agua y la
naturaleza del agua es la naturaleza del hielo. Y la naturaleza de la mortalidad es la naturaleza de
budeidad. Mortalidad y bu-deidad comparten la misma naturaleza. igual que wutou y futzu comparten la
misma raíz pero no la misma estación. Es sólo a causa de la ilusión sobre diferencias por lo que tenemos
las palabras mortalidad y budeidad.
Cuando una serpiente se convierte en dragón no cambia sus escamas. Y cuando un mortal se
convierte en sabio no cambia su rostro. Conoce su mente mediante la sabiduría interna y cuida de su
cuerpo mediante la disciplina externa.
Los mortales liberan Buddhas y los Buddhas liberan mortales. Eso es lo que significa imparcialidad.
Los mortales liberan Buddhas porque la aflicción crea conocimiento y los Buddhas liberan mortales
porque el conocimiento niega la aflicción. No hay otro remedio que la aflicción y no hay otro remedio
excepto el conocimiento. Si no fuese por la aflicción no habría nada de lo que crear conocimiento. Y si no
fuese por el conocimiento no habría nada para negar la aflicción. Cuando se vive en la ignorancia, los
Buddhas liberan mortales. Cuando se vive en el conocimiento, los mortales liberan Buddhas. Los
Buddhas no se convierten en Buddhas por sí mismos. Son liberados por mortales.
Los Buddhas ven la ignorancia como su padre y la codicia como su madre. Ignorancia y codicia son
nombres diferentes de la mortalidad. Ignorancia y mortalidad son como la mano izquierda y la mano
derecha. No existe otra diferencia.
Cuando se vive en la ignorancia se está en esta orilla. Cuando se está consciente se está en la otra
orilla. Pero una vez que sabes que tu mente es vacío y no ves apariencias, estás más allá de ignorancia y
conocimiento. Y una vez que se está más allá de ignorancia y conocimiento, no existe la otra orilla. El
tathagata no está en esta orilla ni en la otra. Y tampoco está en mitad de la corriente. Los arhats están en
mitad de la corriente y los mortales en esta orilla. En la otra orilla está la budeidad.
Los Buddhas tienen tres cuerpo de transformación, un cuerpo de recompensa y un cuerpo real. El
cuerpo de transformación también es llamado cuerpo de encarnación.
El cuerpo de transformación aparece cuando los mortales realizan buenos actos, el cuerpo de
recompensa cuando cultivan la sabiduría y el cuerpo real cuando se hacen conscientes de los sublime. El
cuerpo de transformación es el que puede verse volar en todas direcciones rescatando a otros allí donde
puede. El cuerpo de recompensa pone fin a las dudas. La Gran Iluminación sucedida en los Himalayas se
convierte repentinamente en verdad. El cuerpo real no hace ni dice nada. Permanece perfectamente
inmóvil. Pero en realidad, ni siquiera existe un cuerpo de Buddha, y mucho menos tres. Este hablar de
los tres cuerpos está simplemente basado en la comprensión humana, que puede ser superficial,
moderada o profunda.
La gente de comprensión superficial imagina que acumula méritos y confunde el cuerpo de
transformación con el Buddha. La gente de comprensión moderada imagina que está poniendo fin al
sufrimiento y confunde el cuerpo de recompensa con el Buddha. Y la gente de profunda comprensión
imagina que experimenta la budeidad y confunde el cuerpo real con el Buddha. Pero la gente con la
comprensión más profunda mira en su interior, sin ser distraída por nada. Como una mente clara es el
Buddha, alcanzan la comprensión de un Buddha sin utilizar la mente. Los tres cuerpos, como todas las
además cosas, son inalcanzables e indescriptibles. La mente sin estorbo alcanza el Camino. Se dice en los
sutras: «Los Buddhas no predican el Dharma. No liberan mortales. Y no experimentan la budeidad». Eso
es lo que quiero decir.
Los individuos crean karma; el karma no crea individuos. Crean karma en esta vida y reciben sus
frutos en la siguiente. Nunca escapan a ello. Sólo alguien que es perfecto no crea karma en esta vida y no
recibe frutos. Se dice en los sutras:
«Quien no crea karma obtiene el Dharma». Este es un dicho vacío. Se puede crear karma, pero no
puedes crear una persona. Cuando creas karma, renaces junto con tu karma. Cuando no creas karma,
desapareces junto con tu karma. Por ello, siendo el karma dependiente del individuo y el individuo
dependiente del karma, si un individuo no crea karma, el karma nada puede con él. De la misma manera:
«Una persona puede ensanchar el Camino. El Camino no puede ensanchar a una persona».
Los mortales no dejan de crear karma y equivocadamente insisten en que no hay retribución. ¿Pero
acaso pueden negar el sufrimiento?
¿Pueden negar que lo que siembra el estado mental presente no es lo que recoge el siguiente estado
mental?
¿Cómo pueden escapar?
Pero si en el presente estado mental no se siembra nada, nada se recogerá en el siguiente estado
mental. No entendáis mal el karma.
Se dice en los sutras: «A pesar de creer en Buddhas, las personas que imaginan que los Buddhas
practican austeridades no son budistas. Lo mismo vale para aquellos que imaginan que los Buddhas
están sujetos a retribución de riqueza o pobreza. Son icchantikas, Son incapaces de creer».
Alguien que comprende las enseñanzas de los sabios es un sabio. Alguien que comprende la
enseñanza de los mortales es un mortal. Un mortal que puede desprenderse de la enseñanza de los
mortales y seguir la enseñanza de los sabios se convierte en un sabio. Pero ¡os locos de este mundo
prefieren buscar sabios muy lejos. No creen que el sabio es la sabiduría de su propia mente. Se dice en
los sutras: No prediquéis este sutra entre hombres sin comprensión». Pero la gente sin comprensión no
cree en su propia mente ni que mediante la comprensión de esta enseñanza puede convertirse en sabia.
Prefieren buscar un conocimiento lejano y anhelar cosas en el espacio, imágenes búdicas, luces,
inciensos y colores. Caen presas de la falsedad y la locura.
Se dice en los sutras: «Cuando ves que todas las apariencias no son apariencias, entonces ves al
tathagata». Las miríadas de puertas hacia la verdad provienen de la mente. Cuando las apariencias de la
mente son tan transparentes como el espacio, desaparecen.
Nuestros sufrimientos ilimitados son las raíces de la enfermedad. Cuando los mortales están vivos se
preocupan de la muerte. Cuando están saciados se preocupan del hambre. Suya es la Gran
Incertidumbre.
Pero los sabios no consideran el pasado y no se preocupan acerca del futuro, tampoco se aferran al
presente y siguen el Camino momento a momento. Si no has despertado a esta gran verdad lo mejor es
que busques un maestro en la tierra o en los cielos. No agraves tu propia deficiencia.
TEXTOS
No pidas más.
Limítate a escuchar el rumor de los pinos
cuando el viento está en calma
Ryokwan
Ryokwan
Dogen
He aquí la historia de Tokujo, el barquero, y de su discípulo Kassan. Durante veinte años
Tokujo recibió educación del Maestro Tosen practicando za-zen con él. Antes de morir,
Tosen le dio el shiho. Entonces Tokujo se hizo barquero y durante treinta años estuvo
aguardando al verdadero discípulo. El poema dice:
Para hacerse sus cañas de pescar había cortado todos los bambúes de la selva y se
disponía a replantarlos cuando, un día, un hombre llamado Kassan llegó a la orilla del
río. Inmediatamente Tokujo comprendió que este hombre era «el» gran pez.
- Za-zen me ha educado.
Un gran mondo tuvo lugar. Tokujo quería conocer a fondo al nuevo discípulo y, a guisa
de respuesta a las palabras de Kassan, Tokujo le echaba cada vez al agua.
- Tus respuestas, aunque sean exactas, no son justas, es lo mismo que golpear a un
asno.
Y de un puntapié, Tokujo echaba a Kassan al agua. Cuando Kassan abría la boca para
responder, Tokujo gritaba:
Y plof... volvía a echarlo al agua. Kassan obtuvo un gran satori. Entonces Tokujo lo sacó
del agua y, dulcemente, le tomó de la mano.
Era una respuesta sincera, y el maestro sabía desde el principio de qué se trataba. A
continuación, sin embargo, añadió:
- Todos los seres están confundidos, están siempre persiguiendo los objetos externos,
sin encontrar el yo real.
Seccho comenta:
Joshu respondió:
- «Por encima de los cielos y por debajo de los cielos yo soy el Único Reverenciado»
D. T. Suzuki
El Zen y la cultura japonesa
Dos seguidores del zen estaban un día discutiendo sobre la doctrina. Uno, llamado
Chokei, decía:
- Incluso de un arhat plenamente iluminado puede decirse todavía que abriga algo de
las tres pasiones que envenenan (avaricia, ira y locura), pero en cuanto a Buda, nunca
hace una afirmación errónea. Cualquier cosa que afirme es la verdad absoluta. ¿Qué
dices a esto?
Hofuku respondió:
Transformación de la lámpara
Mi maestro, Harada Roshi, dio a conocer ocho puntos importantes del estudio del
budismo, a los cuales llamaba la Creencia Correcta en el Budismo. Son sencillos pero
sin embargo, se refieren directamente a la esencia de la enseñanza. Si uno comprende
con claridad estos ocho puntos puede decir que sabe lo que es el budismo. Los ocho
puntos son:
La Naturaleza Búdica
La Vida Eterna
La Ley de la Causalidad
El Camino a la Budeidad
Por haber sido su discípulo durante unos 30 años, al menos logré abrir el ojo de mi
Mente en cierto grado y es por esto por lo que le estoy muy agradecido.
La Naturaleza Búdica
Primera Parte
Aunque he dicho que existen ocho puntos respecto al estudio del budismo, eso no
quiere decir que hay ocho cosas diferentes que existen separadamente ante nosotros.
Sólo hay una verdad pero para ayudarnos a entenderla intelectualmente podemos
considerar ocho perspectivas diferentes. Cada una de éstas se relaciona no sólo con las
demás, sino que también contiene dentro de sí misma las otras siete. Por lo tanto, si
una persona puede entender una, naturalmente entiende las otras. En cambio, si una
persona no puede entender alguna de estas perspectivas, aunque diga que comprende
las demás, todavía no ha logrado una comprensión profunda. Esto se debe a que la
esencia o la raíz de todos estos ocho puntos es la naturaleza búdica misma. En el Sutra
del Nirvana Shakyamuni Buda dijo: "Todos los seres vivientes tienen naturaleza
búdica''. "Todos los seres vivientes'' no sólo se refiere a los seres humanos, sino
también a los animales, las plantas e inclusive los objetos inanimados. De hecho la
naturaleza búdica es el otro nombre de todas las existencias en este mundo. Ya que se
dice que todos los seres vivientes contienen naturaleza búdica, por supuesto que no
existe diferencia alguna entre un hombre blanco y un hombre negro, entre un hombre
y una mujer; todos tienen naturaleza búdica. Cuando el futuro Sexto Patriarca conoció
al Quinto Patriarca, éste último le preguntó si era verdad que la gente que habitaba al
sur de la montaña carecía de naturaleza búdica. El Sexto Patriarca respondió diciendo
que si bien existen norte y sur, en cuanto a naturaleza búdica se refiere ninguno de los
dos existe, ni el norte ni el sur. Por esta respuesta él pudo convertirse en estudiante del
Quinto Patriarca.
Dogen Zenji, el famoso maestro zen japonés del siglo XIII, interpretó el significado de
esta cita del Sutra del Nirvana de la siguiente forma: Todos los seres vivientes son la
naturaleza búdica misma y ninguna otra cosa. Por eso no se trata de si existe o no, lo
que importa comprender es el hecho de que toda la existencia es la naturaleza búdica.
Sin embargo, aunque repita lo anterior muchas veces, si el contenido no está claro se
vuelve meramente un juego de palabras. Así que empecemos por analizar y apreciar la
naturaleza búdica.
El funcionario Chiku preguntó al maestro zen Chosha: "Cuando partimos en dos una
lombriz, ambas mitades siguen retorciéndose. Entonces, ¿cuál de las dos mitades
contiene la naturaleza búdica?''. El maestro le regañó diciendo: "¡No seas tonto!''. No
obstante Chiku insistió: "¡Pero las dos mitades se mueven!''. Chosha le replicó:
"¡Porque la lombriz todavía está viva!''.
A veces el notable maestro chino Joshu decía: "el perro tiene naturaleza búdica'' y
otras veces "el perro no tiene naturaleza búdica''. Obviamente su intención principal al
decir a veces "sí'' y a veces "no,'' era simplemente hacernos comprender que la
naturaleza búdica yace más allá de sí o no. No sólo toda la existencia es la naturaleza
búdica misma, sino que todo el universo es naturaleza búdica. Hablar de esta
naturaleza búdica es explicar las cosas multitudinarias del universo; hablar de esta
naturaleza búdica es revelar la naturaleza real de nosotros mismos. Podría repetir esto
sin cesar pero en vez de hacerlo señalaré una de las características fundamentales de la
naturaleza búdica y trataré de aclararla. La llamamos ku (shunyata, vacío). Esta es la
condición de no-entidad-fija y a pesar de cualquier ilusión egoísta contraria, es la
condición esencial de todo el universo. El Dr. Junjiro Takakusu, uno de los filósofos
budistas recientes más destacados, le llamó la teoría de la nada.
Ku es la esencia de toda la existencia. La expresión suprema más simple y más directa
que confirma este hecho es la escrita por Nagarjuna: "Todos los dharmas (fenómenos)
son el resultado de la causa: los llamo ku.''
Casi todas las religiones, a excepción del budismo, creen en un Creador separado de su
creación y afirman que El hace todas las cosas. Si comprendo bien así sucede entre
ciertos chinos, así como en el judaísmo, el cristianismo, el islamismo y el hinduismo. Sin
embargo, el budismo enseña que todos los fenómenos son el resultado de la ley de la
causalidad. Si la causa cambia también ocurre un cambio correspondiente en el efecto;
si la causa desaparece por completo, el efecto naturalmente se esfuma. Por lo tanto
ningún fenómeno cuenta con una entidad fija propia. Además, la causa y el efecto no
son divisibles.
Si yo explicara esta enseñanza mediante ejemplos más concretos podría decir que un
hombre bueno no tiene la entidad específica de `'lo bueno'', pues tal vez por las
circunstancias se vuelva un hombre malo; un hombre malo tampoco tiene una entidad
específica de "lo malo'', si la causa cambia posiblemente se convierta en un hombre
bueno. Lo mismo puede decirse de la gente pobre y la gente rica, de la gente sana y
enferma, burda y civilizada. También puede decirse de la felicidad y la infelicidad, de la
paz y la guerra, del cielo y del infierno. Otro ejemplo es la interacción entre carbono y
diamante; sometido a la presión suficiente, el carbono se transforma en un diamante.
Por otra parte, bajo las circunstancias adecuadas, el diamante se reconvertirá en
carbono. El punto principal de esto es que nada tiene una entidad fija propia. Cada
cosa se encuentra en su estado inmediato en virtud de causas determinadas, en un
estado temporal de no especificidad llamado ku.
Ahora explicaré la naturaleza búdica de un modo diferente. Todas las existencias son
perfectas como son. Tal perfección se demuestra como un círculo. La pata de la garza
es larga y es perfecta en su longitud, mientras la pata del pato es corta y es perfecta en
su cortedad. Perfección no implica que debemos tratar de acortar la pata de la garza o
alargar la pata del pato a fin de conseguir que cada ave se conforme a nuestra noción
preconcebida de una apariencia más agradable. El verdadero significado de la
perfección es que las cosas son perfectas como son. La persona alta es perfecta como
alta, la persona baja es perfecta como baja. No es necesario que una persona baja use
tacones altos. La persona negra es perfecta como es y la blanca también; el elefante es
perfecto como es y la hormiga, aunque pequeña, también es perfecta. Claro que una
hormiga no puede hacer las cosas que un elefante, pero tampoco un elefante hace las
cosas que hace una hormiga. No hay motivo para que un hombre rico sea altanero por
ser rico, ni hay tampoco motivo alguno para que una persona pobre se sienta inferior.
Uno y otro son perfectos como son.
La Naturaleza Búdica
Segunda Parte
Ahora estudiemos la naturaleza búdica más a fondo. Es posible decir que la naturaleza
búdica es otro nombre del instinto humano. Hace aproximadamente tres años, al dar
una conferencia en una universidad americana, alguien me preguntó: "¿Acaso el
budismo niega el deseo humano?''. Respondí que el budismo no niega el deseo
humano pero sí enseña la manera correcta de canalizar todos los deseos. Insistente, mi
interlocutor me preguntó si el budismo no era como el estoicismo. Me di cuenta que
en occidente esta idea superficial acerca del budismo es bastante común, por lo tanto,
explicaré el instinto humano desde la perspectiva budista.
Todas las cosas vivientes tienden naturalmente hacia la conservación de la vida. En los
seres humanos esta tendencia puede considerarse como el instinto de conservar la
vida y se puede decir que a partir de ese instinto se deriva todo lo que llamamos el
deseo humano.
Los dos deseos más fuertes son el deseo de comer y el deseo sexual. Ambos son el
resultado del instinto de conservación. Al enfermarnos perdemos temporalmente
nuestro apetito, e incluso a veces no deseamos comer, pero el impulso de vivir no
desaparece. En realidad de acuerdo con el instinto de conservación, el deseo de comer
es controlado por la condición del organismo. El deseo sexual es fuerte cuando uno es
joven y se tiene mucha energía. Queremos trasmitir nuestro instinto de conservación a
la generación siguiente a fin de perpetuar la vida. Naturalmente, el deseo sexual
desaparece cuando enfermamos de gravedad y disminuye cuando envejecemos, pero
el instinto de conservar la vida siempre permanece. En ocasiones, el apego se debilita,
pero el deseo de vivir todo el tiempo posible sigue igual durante toda la vida. Puede
suceder que un anciano diga a un joven: "Ya soy muy viejo, no me importa morir.'' Eso
es tan solo un gesto y no su verdadero sentimiento. Si tú haces eco a sus palabras y le
dices: "Adelante, muérete'', seguramente lo ofenderás. Yo cuento con 80 años de edad
pero no quiero morirme sino que quiero vivir el mayor tiempo posible y trabajar lo más
que pueda.
Alguna gente preguntará: "Entonces, ¿por qué hay tantos suicidios?''. Una persona se
suicida no sólo porque quiere morir. Si lo hace por ese motivo sin duda está
desquiciado. Quien no está desquiciado pero se quita la vida es alguien que no puede
vivir como quisiera vivir. Un suicidio así es una expresión de resistencia y es otra forma
del instinto del que hablo.
Por ejemplo, cuando uno se enferma y sufre mucho dolor puede pensar que es mejor
morir y tal vez dirá: "Déjenme morir.''. Si pudiera liberarse de su dolor, sintiendo
nuevamente alegría y paz, con certeza diría: "Qué bueno que no me morí, ahora quiero
vivir todo el tiempo que pueda.'' Aun así, puede haber quien pregunte por qué hay
tantos suicidios en los países escandinavos, particularmente en Noruega y Suecia,
donde la seguridad social está muy establecida y los ancianos pasan sus días
cómodamente jubilados en asilos. De nuevo nos encontramos con el mismo instinto en
otra forma. Estas personas sienten que no vale la pena seguir viviendo porque no
encuentran significado en la vida, por lo que el suicidio es una rebelión contra una
existencia insípida y tediosa.
Este precepto sobre no matar aparece en la tradición mahayana, por ejemplo, en los
diez Siksapada para monjes y en los cinco preceptos para legos. Si no me equivoco, uno
de los Diez Mandamientos de Moisés es: "No matarás''. Si Moisés quería decir que uno
no debe matar ni a un hereje, ni a un enemigo, ni a un insecto, eso es exactamente lo
mismo que el precepto budista. Uno no debe matar ninguna cosa viviente. Si todos los
seres humanos siguieran este precepto, no habría guerras. El budismo enseña a buscar
la paz. Durante toda la historia del budismo, los budistas no han propiciado guerras
religiosas. Si un budista enfrenta la situación de "matar o ser matado'', será matado.
Gandhi, si bien no fue budista, se vió muy influido por la tradición india de no matar y
facilitó la independencia de su país por medio de la resistencia no-violenta. Los
sacerdotes budistas en Vietnam del Sur se prendían fuego a fin de proteger el budismo.
Ambos son buenos ejemplos del precepto de no matar.
En japonés son llamados: shoin bussho, ryoin bussho y enin bussho. Shoin bussho es la
naturaleza búdica misma, la realidad esencial de la que he hablado hasta ahora y
significa literalmente causa fundamental.
Aunque tenemos tanto shoin bussho como ryoin bussho, para poder llevar a cabo tal
potencial es necesario que se dé alguna causa, alguna condición, pues nada sucede
accidentalmente. Por ejemplo, llegar a conocer al maestro adecuado y recibir la
orientación más apropiada es una causa buena. Esta se llama enin bussho y por fortuna
también la tenemos. Enin significa causa cooperante y al decir enin generalmente
pensamos en algo exterior a nosotros, pero después de todo, el yo y los otros no son
dos entidades separadas. Si algo existe fuera de nosotros con toda seguridad existe
también dentro de nosotros. Estos tres aspectos de la naturaleza búdica son tesoros
pertenecientes a los seres humanos que hacen posible la vía del despertar.
Si ya sabemos con certeza que es difícil nacer como ser humano, no hay que perder la
actual oportunidad que tenemos para cultivar la aspiración y determinación correctas
de despertar a esta maravillosa naturaleza búdica. Esto es lo importante.
El secreto del Zen
(SELECCIÓN)
Pero si se nos dice que la verdad del Zen es evidente, que está delante de nuestros ojos
en todos los momentos del día, esto no habrá de llevarnos muy lejos. No parece que
los acontecimientos del día tengan algo de notable; no parece que haya nada en eso de
vestirse, comer la comida o lavarse las manos que pueda indicar la presencia del
Nirvana o el estado de Buda. Sin embargo cuando un monje le preguntó al maestro
Chao~chou "Qué es el Tao?", él le contestó: "La vida común es el Tao mismo". El monje
volvió a preguntar: "Cómo podemos ponernos de acuerdo con él?" (o sea, "Cómo
podemos ponernos en armonía y unidad con él?"). Chao~chou contestó: "Si tratas de
ponerte de acuerdo con él, te apartarás de él"; pues la vida, tomada como la serie
común de acontecimientos diarios variados, es algo esencialmente evasivo e
indefinible; jamás permanece igual ni por un momento; nunca podemos hacer que se
quede quieta para analizarla y definirla. Si tratamos de pensar sobre la rapidez con que
pasa el tiempo o cambian las cosas, la mente se nos transforma en un torbellino.
Mientras más nos esforcemos por aferrar el momento, de apoderarnos de una
sensación placentera o de definir algo en forma tal que resulte satisfactorio en
cualquier momento para todos, más evasivo resulta. Se ha dicho que definir es matar, y
que si el viento se detuviera por un segundo para que pudiéramos apoderarnos de él,
dejaría de ser viento. La misma cosa ocurre con la vida. Las cosas y los acontecimientos
están moviéndose y cambiando perpetuamente; no podemos apoderarnos del
momento presente y obligarlo a que se quede con nosotros; no podemos traer de
vuelta el tiempo pasado, ni conservar para siempre una sensación pasajera. Cuando
tratamos de hacerlo, todo lo que conseguimos es un recuerdo muerto; la realidad no
está allí, y no puede derivarse de ello satisfacción alguna. Si repentinamente nos damos
cuenta de que somos felices, mientras más tratemos de pensar en algún medio para
conservar nuestra felicidad, más rápidamente se nos escapará. Tratamos de definir la
felicidad con el fin de poder saber cómo hallarla cuando nos sintamos desgraciados. Un
hombre piensa: "Soy feliz ahora por poder permanecer en este lugar. Por lo tanto la
felicidad, para mí, es venir y quedarme en este lugar". Y la próxima vez que se sienta
desgraciado tratará de aplicar esta definición; irá de nuevo a ese lugar, y descubrirá que
no lo hace feliz. Sólo existirá el recuerdo muerto de la felicidad, y la definición ya no
sirve. La felicidad es algo así como los pájaros azules de Maeterlink: si se trata de
capturarlos pierden su color; es algo así como tratar de encerrar agua dentro de las
manos: mientras más fuerte se apriete, más rápidamente se desliza entre los dedos.
Por ello, cuando a un maestro Zen se le preguntó: "Qué es el tao?", respondió de
inmediato: "Sigue andando!", pues solamente podemos enterder la vida andando a la
par con ella; mediante una completa afirmación y aceptación de sus mágicas
transformaciones e interminables cambios. Es gracias a esta aceptación que el discípulo
Zen se siente invadido por una gran admiración, pues todas las cosas se renuevan
permanentemente. El comienzo del universo se produce ahora, pues todas las cosas se
están creando en este momento, y el fin del universo es ahora, pues todas las cosas
están muriendo en este momento.
Se define en ocasiones al Zen como "ir rectamente hacia delante", o "ir derecho
adelante", pues el Zen significa moverse con la vida sin tratar de detener e interrumpir
su flujo. Es un conocimiento inmediato de las cosas mientras viven y mueren, que se
diferencia de la simple comprensión de las ideas y sentimientos acerca de las cosas,
que son símbolos muertos de una realidad viva. Por ello el maestro Takuan dice en
relación con el arte de la esgrima (Kendo) --arte fuertemente influenciado por los
principios del Zen:
Esto --lo que podría denominarse una actitud mental de "no interferencia"-- constituye
el elemento más vital del arte de la esgrima, como asimismo del Zen. Si queda lugar
para que quepa aunque sea un pelo entre dos acciones, esto es interrupción.
Con esto quería decir que el contacto entre un acontecimiento y la reacción ante el
mismo no debiera de ser roto por el pensamiento discursivo, pues, continúa diciendo:
Cuando se golpean las manos, el sonido se produce sin pensarlo ni por un instante. El
sonido no espera ni piensa antes de salir. No existe interrupción; un movimiento sigue
al otro sin ser interrumpido por la mente consciente. Si se siente molesto y medita
sobre qué hacer, frente al adversario que está a punto de derribarlo, usted le da lugar,
es decir, una feliz oportunidad para su mortífero golpe. Deje que su defensa siga al
ataque sin la menor interrupción, y no habrá entonces dos movimientos separados
conocidos como ataque y defensa.
[...] La vida Zen no se mueve dentro de carriles; es la libertad del espíritu, libre de las
trabas de las circunstancias externas y las ilusiones internas. Su naturaleza íntima es de
tan especial carácter que no puede ser descrita en palabras, y lo que más puede
acercarnos a ella es la analogía. Es como el viento que se mueve sobre la superficie de
la tierra, sin detenerse jamás en ningún lugar determinado, no apegándose nunca a
ningún objeto particular, adaptándose siempre a los progresos y retrocesos de la tierra.
Si tales analogía dan la impresión de un soñoliento laissez faire , es necesario recordar
que el Zen no siempre es una suave brisa, como el Taoísmo decadende; con bastante
frecuencia es una ráfaga violenta que barre implacablemente todo lo que encuentra a
su paso, un ventarrón de hielo que penetra hasta el corazón de todo y lo atraviesa de
lado a lado. La libertad y pobreza del Zen es abandonar todo y "seguir adelante", pues
esto es lo que la vida misma hace, y el Zen es la religión de la vida.
Hasta hace poco tiempo el Budismo Zen era casi totalmente desconocido en Occidente,
con excepción de unos pocos orientalistas cuyo interés por el tema era principalmente
académico. [...]
Una vez que se provoca curiosidad, no es fácil aplacarla, pues el Zen ejerce una
particular fascinación sobre las cansadas mentes de la religión y la filosofía
convencionales. Desde un comienzo el Zen se aparta de toda forma de teorización,
instrucción doctrinaria y formalidades desprovistas de vida; éstas son tratadas como
simples símbolos de la sabiduría, y el Zen está fundado en la práctica y en una
experiencia íntima, personal, de la realidad que la mayoría de las formas de la religión y
la filosofía no encaran más que como una descripción emocional e intelectual. No se
quiere decir con eso que el Zen es el único camino verdadero que lleva a la
iluminación; se ha dicho que la diferencia entre el Zen y otras formas de religión reside
en que "todos los otros caminos trepan lentamente por las laderas de la montaña, pero
el Zen, al igual que un camino romano, arroja a los lados todos los obstáculos y se
mueve en línea recta hacia la meta". Después de todo, los credos, los dogmas y los
sistemas filosóficos son solamente ideas acerca de la verdad, del mismo modo que las
palabras no son hechos sino que hablan acerca de los hechos; mientras que el Zen es
una vigorosa tentativa de ponerse en contacto directo con la verdad misma, sin
permitir que teorías y símbolos se yergan entre el conocedor y la cosa conocida. En
cierto sentido el Zen es sentir la vida en lugar de sentir algo acerca de la vida; no
muestra ninguna paciencia hacia la sabiduría de segunda mano, hacia la descripción
que haga cualquier persona sobre una experiencia espiritual, o las meras concepciones
y creencias. Si bien la sabiduría de segunda mano es valiosa como cartel que señala el
camino, con demasiada facilidad se la confunde con el camino mismo, y hasta con la
meta final. Son tan sutiles las formas en que las descripciones de la verdad pueden
presentarse como la verdad misma, que el Zen es con frecuencia una forma de
iconoclastía, una destrucción de las simples imágenes intelectuales de la realidad
viviente, cognoscible solamente a través de la experiencia personal.
Pero el Zen no trata de ser inteligible, es decir, de poder ser comprendido por el
intelecto. El método del Zen es desconcertar, excitar, intrigar y agotar al intelecto hasta
que se perciba que la intelección es solamente acerca de; habrá de provocar, irritar y
volver a agotar a las emociones hasta que se vea claramente que la emoción es
solamente sentir acerca de , y luego discurrir, cuando el discípulo haya sido sometido a
una impasse intelectual y emocional, sobre cómo salvar la brecha que existe entre el
contacto conceptual de segunda mano con la realidad y la experiencia de primera
mano. Para lograr esto pondrá en juego una facultad más elevada de la mente,
conocida como intuición o Buddhi, denominada en ocasiones "Ojo del Espíritu".
Resumiendo: el Zen aspira a concentrar la atención sobre la realidad misma, en lugar
de hacerlo sobre nuestras reacciones intelectuales y emocionales ante la realidad;
siendo la realidad ese algo siempre cambiante, siempre creciente, que conocemos
como "vida", que jamás se detiene ni por un instante para que nosotros la hagamos
encajar satisfactoriamente dentro de un rígido sistema de casilleros e ideas.
Es así como cualquiera que haga la tentativa de escribir sobre Zen, tiene que
enfrentarse con dificultades insólitas: no puede jamás explicar, sólo puede indicar; tan
sólo puede ir planteando problemas y proporcionando indicios que, cuando mucho,
apenas alcanzaran a acercar al lector a la verdad, pero en el mismo instante en que
trata de llegar a una definición exacta, la cosa se le desliza de las manos, y la definición
termina siendo nada más que una concepción filosófica.
Las cualidades que distinguen el Zen o Ch'an con respecto a otros tipos de Budismo son
bastante difíciles de precisar cuando llega el momento de expresarlas con palabras;
pero el Zen, tiene un "aroma" bien definido e inconfundible. Aunque el nombre Zen
significa dhyana o meditación, otras escuelas budistas dan tanta importancia a la
meditación como el Budismo, o aun más. Y por otra parte a veces parecería que para el
Zen no fuera necesaria la práctica de la meditación formal. Tampoco es peculiar del Zen
el hecho de "no tener nada que decir", el hacer hincapié en que la verdad no puede
expresarse en palabras, porque eso mismo es lo que enseña el Madhyamika y también
Lao-tzu.
Quienes saben no hablan;
quienes hablan no saben. (56)
Quizá el especial aroma del Zen consiste en tener algo de peculiarmente directo. En
otras escuelas de Budismo el despertar o bodhi parece remoto y casi sobrehumano,
algo que puede alcanzarse sólo tras muchas vidas de pacientes esfuerzos. En cambio en
el Zen existe siempre la sensación de que el despertar es algo muy natural, algo
sorprendentemente obvio, que puede ocurrir en cualquier momento. Si implica alguna
dificultad, es que resulta demasiado simple. El Zen es también directo en su manera de
enseñar, porque apunta directa y abiertamente a la verdad sin perder el tiempo en
símbolos.
El acto de apuntar directamente (chih-chih) consiste en demostrar abiertamente lo que
es el Zen mediante actos o palabras no simbólicos que a menudo al no iniciado le
parecen referirse a los temas seculares más comunes, o completamente absurdos. En
respuesta a una pregunta acerca del Budismo, el maestro hace una observación casual
acerca del tiempo o realiza algún acto sencillo que no parece tener nada que ver con
asuntos filosóficos o espirituales. Pero es difícil hallar muchos ejemplos de este método
antes de llegar a mediados de la dinastía T'ang, cuando el Zen ya estaba bien
establecido, si bien está muy de acuerdo con lo que subrayaban los primeros maestros
acerca del súbito despertar en medio de los asuntos cotidianos.
Nadie ha podido encontrar ningún rastro de una escuela específicamente dhyana en el
Budismo indio, pero como carecemos de documentación histórica, este hecho no
prueba que no haya existido. Si la nota característica del Zen es el súbito o instantáneo
despertar (tun wu b) sin pasar por etapas preparatorias, hay sin duda muestras de su
existencia en la India. El Lankavatara Sutra afirma que hay maneras graduales y
maneras repentinas (yugapat) de despertar; las primeras por la purificación de las
efusiones o proyecciones (ashrava) mancilladas de la mente; las segundas por
paravritti: un instantáneo "giro" dentro de las profundidades de la conciencia, que
desecha las concepciones dualistas. Se lo compara a un espejo que refleja de
inmediato cualquier forma o imagen que aparezca ante él. [1] Hay también una clara
relación entre la idea del despertar inmediato y la enseñanza del Vajracchedika, o
"Sutra Cortador de Diamantes", acerca del hecho de que alcanzar el despertar no es
alcanzar nada. En otras palabras, si nirvana ya está realmente aquí y ahora, de modo
que buscarlo es perderlo, no será adecuado tomar conciencia de él mediante una serie
de pasos sucesivos.
Aunque sus orígenes son probablemente posteriores a los del Zen en China, hay
también una tradición de esta especie en el Budismo tántrico, y nada indica que haya
habido una influencia inversa proveniente del Zen chino. En una obra tántrica del siglo
X debida a Saraha se encuentran textos paralelos a los dichos del Zen:
Si ella [la Verdad] ya se ha manifestado, ¿para qué sirve la meditación?
Y si está oculta, estamos midiendo las tinieblas. (20)
Mantras y tantras, meditación y concentración,
son todas causa de autoengaño.
No mancilles en la contemplación el pensamiento que es puro por su propia naturaleza,
sino quédate en la gloria de ti mismo y deja de atormentarte. (23)
Todo lo que ves es ello,
delante, detrás y en las diez direcciones.
Aún hoy deja que tu maestro ponga fin a la ilusión. (28)
La naturaleza del cielo originalmente es clara,
pero a fuerza de mirarlo la vista se oscurece. (34) [2]
También el Budismo tibetano comprende una tradición del Sendero Breve, al que se
considera como un ascenso rápido y pronunciado al nirvana para quienes poseen el
coraje necesario, aunque en los "seis preceptos" de Tilopa se encuentra una doctrina
que recuerda al Zen por la importancia que concede a lo natural e inmediato:
La inmediata liberación sin ningún plan o intención especial aparece también en la idea
tántrica de sahaja, el estado "natural" o "cómodo" del sabio liberado.
No es este el lugar adecuado para discutir la verdadera significación del súbito
despertar y de la naturalidad, pero los ejemplos que hemos señalado muestran que la
tradición de un sendero directo existía también fuera de China y sugiere como fuente
original el Budismo indio. Una razón evidente de la falta de documentación sería el
hecho de que un principio de esta clase se expone fácilmente a ser mal interpretado y
podría haber sido guardado como "doctrina secreta" y discutido abiertamente en
épocas posteriores. En realidad, la tradición zen sostiene que el súbito despertar no es
comunicado por las sutras sino que ha sido transmitido directamente de maestro a
discípulo. Esto no implica nada tan "esotérico" como una experiencia comunicada por
telepatía, sino algo mucho menos sensacional. Así, cuando los pandits hindúes
subrayan que la sabiduría no se obtiene de las escrituras sino sólo del maestro o guru,
quieren decir que los textos como el Yogasutra contienen sólo los subtítulos de la
doctrina, y que la explicación completa requiere alguien que la haya aprendido por
tradición oral. A esto habría que añadir que como la tradición es primordialmente una
experiencia, las palabras no pueden comunicarla, como no pueden comunicar ninguna
otra experiencia.
Sin embargo, no es necesario suponer que alguna vez existió en la India una cierta
Escuela dhyana. La creación del Zen puede explicarse suficientemente por el contacto
de taoístas y confucianistas con los principios fundamentales del Budismo mahayana.
Así es que casi tan pronto como las grandes sutras mahayanas pudieron leerse en la
China, puede advertirse la aparición de tendencias muy próximas al Zen. Esto ocurrió
gracias a la obra del gran monje y erudito indio Kumarajiva, que tradujo las sutras en
Ku-tsang y Ch'ang-an entre los años 384 y 413, cuando uno de sus más destacados
discípulos era el joven monje Seng-chao (384-414), que había comenzado como copista
de los textos confucianos y taoístas.
Seng-chao se había convertido al Budismo después de leer el Vimalakirti Sutra, texto
que ha ejercido considerable influencia sobre el Zen. Aunque Seng-chao se hizo monje,
este sutra es la historia de un seglar, Vimalakirti, que superó a todos los discípulos del
Buddha por la hondura de su entendimiento. Fue más lejos que todos los demás
discípulos y Bodhisattvas al contestar una pregunta acerca de la naturaleza de la
realidad no dual con un "tronante silencio", ejemplo que frecuentemente siguieron los
maestros zen. Vimalakirti "en su silencio de trueno" es también un tema favorito de los
pintores zen. Pero la importancia principal de este sutra para la China y para el Zen fue
el punto que afirmaba que el perfecto despertar era compatible con los asuntos de la
vida cotidiana, y que, en realidad, la culminación consistía en "entrar en el despertar
sin exterminar las impurezas" [klesa].
También había aquí algo atractivo para la mentalidad confuciana y taoísta. El acento
que ponía el Confucianismo sobre la importancia de la vida familiar no simpatizaba
fácilmente con un Budismo de tipo rigurosamente monástico. Aunque los maestros
budistas chinos eran generalmente monjes, tenían gran número de estudiantes
avanzados seglares, y el Zen en particular siempre ha dado gran importancia a la
expresión del Budismo en términos formalmente seglares: en artes de todo tipo, en
trabajos manuales, y en la apreciación del universo natural. Tanto los confucianos
como los taoístas estarían muy de acuerdo con la idea de un despertar que no
implicara el exterminio de las pasiones humanas, expresión que también puede
utilizarse para traducir el término klesa. Ya hemos observado que estas dos filosofías
profesaban una peculiar confianza en la naturaleza humana. Sin embargo, no
exterminar las pasiones no significa permitirles florecer indómitas. Significa
abandonarlas más bien que luchar contra ellas, sin reprimirlas ni complacerse en ellas.
El taoísta no es nunca violento, pues alcanza sus fines por medio de la no interferencia
(wu-wei), que es una especie de judo psicológico.
Los escritos de Seng-chao, así como su comentario al Vimalakirti Sutra, están llenos de
citas y frases taoístas, pues parece que seguía el ejemplo de monjes menos
importantes aunque más antiguos, como Hui-yüan (334-416) y Tao-an (312-385) al
utilizar la "extensión de la idea" (ko-i c) para explicar el Budismo mediante paralelos
taoístas. Este hecho sugeriría la equivalencia de ambas tradiciones hasta tal punto que
a fines del siglo V Liu Ch'iu podía decir:
Desde las montañas K'un-lun hacia el Este se utiliza el término (taoísta) "Gran Unidad". Desde
Cachemira hacia el Oeste se utiliza el término (budista) sambodhi. Ya anhelemos el "no-ser" (wu) o
cultivemos la "vaciedad" (sunyata), el principio implícito es el mismo.[4]
Dos de las doctrinas de Seng-chao parecerían haber tenido cierta importancia para el
desarrollo posterior del Zen: su concepción del tiempo y del cambio, y su idea de que
"prajna no es conocimiento". El capítulo sobre "La inmutabilidad de las cosas" en su
Libro de Chao es tan original y tan asombrosamente similar a la sección sobre el tiempo
que aparece en el primer tomo de Shobogenzo, obra de Dogen, que el célebre filósofo
zen japonés sin duda debió de haberlo conocido.
Las cosas pasadas están en el pasado y no van de allí al presente, y las cosas presentes están en el
presente y no van de allí al pasado... Los ríos que compiten entre sí para inundar la tierra no corren.
El "aire errante" que sopla no se mueve. El sol y la luna que giran en sus órbitas no dan vueltas.[5]
Del mismo modo Dogen señalaba que la leña no se convierte en cenizas y que la vida
no se vuelve muerte, corno el invierno no se torna primavera. Cada momento del
tiempo es algo "quieto y completo en sí".[6]
Seng-chao trató también la aparente paradoja de que prajna es una especie de
ignorancia. Como la realidad última carece de cualidades y no es una cosa, no puede
convertirse en objeto de conocimiento. Por tanto prajna, la visión directa, conoce la
verdad mediante el no saber.
La sabiduría no conoce, pero ilumina la más profunda hondura. El espíritu no calcula, pero responde
a las necesidades del momento dado. Como no calcula, el espíritu brilla en gloria solitaria en lo que
está más allá del mundo. Porque no sabe, la Sabiduría ilumina el Misterio (hsüan) más allá de los
asuntos humanos. Sin embargo, aunque la Sabiduría se halla fuera de los asuntos, nunca carece de
ellos. Aunque el Espíritu se halla más allá del mundo, siempre se queda dentro de él.[7]
Este es uno de los principales eslabones entre el Taoísmo y Zen, pues el estilo y la
terminología del Libro de Chao es completamente taoísta, aunque el tema es budista.
Los dichos de los primeros maestros zen, tales como Hui-neng, Shen-hui, y Huang-po,
abundan en estas mismas ideas: que conocer verdaderamente es no conocer, que la
mente despierta responde de inmediato, sin calcular, y que no hay incompatibilidad
entre el conocimiento búdico y la vida del mundo cotidiano.
Aun más próximo al punto de vista del Zen estaba Tao-sheng (360-434), compañero de
estudios de Seng-chao, que fue el primer e inequívoco expositor de la teoría del
despertar instantáneo. Si al nirvana no se lo puede hallar aferrándose, no puede
hablarse siquiera de aproximarse a él gradualmente, por el lento proceso de acumular
conocimientos. Hay que tomar conciencia de él mediante un solo relámpago intuitivo,
que se llama tun wu o, en japonés, satori, que es el término zen corriente para
designar el súbito despertar. Hsieh Ling-yün [8] al tratar la doctrina de Tao-sheng llega a
sugerir que el despertar instantáneo es más apropiado a la mentalidad china que a la
de la India, y habla en favor de la calificación de Suzuki que dijo que el Zen era una
revolución china contra el Budismo indio. La doctrina de Tao-sheng, por desusada y
asombrosa que fuera, tiene que haber encontrado considerable aceptación. Vuelve a
ser mencionada más de un siglo después en una obra de Hui-yüan (523-592), que
asimismo la relaciona con el maestro Hui-tan, que vivió hasta aproximadamente 627.
La importancia de estos primeros precursores del Zen reside en que dan una pista de
los comienzos históricos del movimiento, si no aceptamos la historia tradicional de que
llegó a la China en 520 con el monje indio Bodhidharma. Eruditos modernos como
Fung Yu-lan y Pelliot han expresado serias dudas acerca de la verdad de esta tradición.
Sugieren que la historia de Bodhidharma fue una piadosa invención de tiempos más
recientes, cuando la Escuela zen necesitaba autoridad histórica para apoyar su
pretensión de ser una transmisión directa de la experiencia del Buddha mismo, aparte
de los sutras. Bodhidharma aparece como vigesimoctavo en una lista un tanto
fantástica de patriarcas indios que se inicia con Gautama y luego sigue en directa
"sucesión apostólica".[9]
En el estado actual de la investigación es difícil decir si las concepciones de estos
eruditos deben ser tomadas en serio y si son otro ejemplo de la moda académica que
consiste en poner en duda la historicidad de los fundadores de religiones. La narración
tradicional de la Escuela zen acerca de su propio origen cuenta que Bodhidharrna llegó
a Cantón proveniente de la India alrededor del año 520, y que siguió viaje hasta la
corte del Emperador Wu de Liang, entusiasta patrón del Budismo. Sin embargo, la
doctrina de Bodhidharma y su actitud brusca no agradó al Emperador, de modo que se
retiró por varios años a un monasterio situado en el estado de Wei, donde pasó el
tiempo "mirando la pared" hasta que finalmente encontrón un discípulo adecuado en
Hui-k'o, que luego se convirtió en el Segundo Patriarca del Zen en la China. [10]
Desde luego, la llegada de un gran maestro budista procedente de la India en este
período no tiene nada de improbable. Kumarajiva había llegado poco antes del año
400, Bodhiruci poco después de 500, y Paramarha estuvo en la corte de Liang
aproximadamente en la misma época que Bodhidharma. ¿Tiene algo de sorprendente
el hecho de que no queden pruebas de su existencia hasta poco más de cien años
después de sus días? En esos tiempos no había diarios ni "Quién es Quién", y aun en
nuestro tiempo, con su excesiva documentación, hay gente que ha hecho importantes
contribuciones al saber y a la cultura y que puede quedar sin reconocimiento público
hasta años después de su muerte. También en este caso parece que debemos aceptar
la historia de Bodhidharma hasta que haya datos realmente abrumadores en su contra,
reconociendo que las ideas de Seng-chao, Tao-sheng y otros, también podrían haber
sido tributarias a la corriente del Zen.
Una de las razones para sospechar de la historia de Bodhidharma es que el Zen es tan
chino por su estilo que parece improbable que tenga origen indio. Sin embargo, el muy
taoísta Seng-chao fue discípulo de Kumarajiva, como lo fue Tao-sheng, y los escritos
atribuidos a Bodhidharma y a sus sucesores hasta Hui-neng (638-7I3) muestran la clara
transición de una concepción india a una concepción china de dhyana.[11]
La ausencia de toda huella de una Escuela dhyana en la literatura budista india, o de
Bodhidharma en relación con ella, se debe quizá al hecho de que nunca hubo una
Escuela dhyana o zen ni siquiera en China hasta unos doscientos años después de la
época de Bodhidharma. Por otra parte, habría habido una práctica casi universal de
dhyana —es decir, de ts'o-ch'an d (en japonés: za-zen) o meditación en posición
sentada— entre los monjes budistas, y los instructores especiales que supervisaban
esta práctica recibían el nombre de maestros en dhyana, cualquiera fuera su escuela o
secta. Había igualmente maestros vinaya, o instructores de la disciplina monástica, y
maestros dharma, o instructores de doctrina. El Zen se convirtió en una escuela distinta
sólo cuando promulgó una concepción de dhyana muy diferente de la práctica
generalmente aceptada.[12]
La tradición zen representa a Bodhidharma como un sujeto de aspecto feroz, de barba
tupida y ojos penetrantes, muy abiertos, donde había, sin embargo, el esbozo de un
guiño. Una leyenda cuenta que una vez cayó dormido mientras meditaba, y que se
puso tan furioso que se cortó los párpados, los que al caer al suelo ascendieron dando
origen a la primera planta de té. Desde entonces el té ha proporcionado a los monjes
zen protección contra el sueño, infundiendo tanta claridad y vigor a la mente que se ha
dicho que "El sabor del Zen (ch'an) y el sabor del té (ch'a) son lo mismo". Otra leyenda
dice que Bodhidharma estuvo sentado meditando tanto tiempo que se le
desprendieron las piernas. De aquí nace el agradable simbolismo de los muñecos
japoneses Daruma que representan a Bodhidharma como un personaje rechoncho con
un contrapeso en su interior para que siempre vuelva a levantarse cuando se lo voltea.
Un poema popular japonés dice del muñeco Daruma:
Jinsei nana korobi
ya oki.
Asi es la vida:
siete veces abajo,
¡ocho veces arriba
quería.
—No tengo paz en mi espíritu [hsin] —dijo Hui-k'o—. Te ruego que lo pacifiques.
—Trae tu espíritu aquí y ponlo ante mí —replicó Bodhidharma— y te lo apaciguaré.
—Pero cuando busco mi espíritu no lo encuentro —dijo Hui-k'o.
Y también:
El Patriarca sabía que sólo Hui-neng podía haber escrito esto, pero a fin de evitar celos
borró el poema con su zapato y llamó a Hui-neng a su cuarto en privado, de noche. Una
vez allí le confirió el patriarcado, el manto, y la escudilla, y le pidió que huyera a las
montañas hasta que los otros monjes hubieran apaciguado sus sentimientos heridos y
Shih-t'ou (700-790), discípulo de Hsing-ssu, en la línea del Zen soto, era aun más
directo:
Mi enseñanza, que ha sido transmitida desde los antiguos Buddhas, no depende de la meditación
(dhyana) ni de ninguna diligente aplicación. Cuando uno alcanza la intuición tal como la alcanzó el
Buddha, uno se da cuenta de que la mente es Buddha y que Buddha es la mente, y que la mente,
Buddha, los seres sensibles, bodhi y klesa son una y la misma substancia con distintos nombres.[30]
Su curioso nombre, que significa "Cabeza de piedra", se atribuye al hecho de que vivía
en lo alto de una enorme roca cerca del monasterio de Heng-chou.
Con Nan-ch'üan (748-834) —discípulo de Ma-tsu—, y su sucesor Chao-chou (778-897),
la enseñanza del Zen se hizo particularmente animada y perturbadora. El Wu-men
kuan (14) cuenta que Nan-ch'üan interrumpió una disputa entre sus monjes, que
discutían acerca de quien era el dueño de un gato, amenazándolos con partir al animal
con su espada si ninguno de los monjes era capaz de decir una "buena palabra", es
decir, de dar una inmediata expresión de su Zen. Hubo un silencio de muerte y el
maestro cortó al gato en dos. Más tarde Nan-ch'üan contó el incidente a Chao-chou,
quien en seguida se puso sus zapatos sobre la cabeza y salió del cuarto. "Si tú hubieras
estado allí —dijo Nan-ch'üan— el gato se habría salvado."
Se dice que Chao-chou tuvo su despertar después del siguiente incidente con Nan-
ch'üan:
Chao-chou preguntó:
—¿Qué es el Tao?
El maestro replicó:
—Tu mente ordinaria [es decir, natural] es el Tao.
—¿Cómo podemos volver a ponernos de acuerdo con él?
—Queriendo ponerte de acuerdo con él inmediatamente te desvías de él.
—Pero si no lo intento, ¿cómo puedo conocer al Tao?
—El Tao —dijo el maestro— no pertenece ni al saber ni al no saber. Saber es
interpretar mal; no saber es ciega ignorancia. Si realmente comprendes al Tao más allá
de toda duda, es como el cielo vacío. ¿Por qué introducir en él el bien y el mal? [31]
Cuando a Chao-chou le preguntaron si un perro tenía naturaleza búdica, lo cual se
afirma en la doctrina mahayana corriente, contestó con una sola palabra: "¡No!" (Wu, w
en japonés: Mu).[32] Cuando un monje le pidió instrucción se limitó a preguntarle si
había comido sus gachas, y luego añadió: "Vete a lavar la escudilla." [33] Cuando le
preguntaron acerca del espíritu que queda cuando el cuerpo se ha descompuesto,
observó: "Esta mañana hay viento otra vez." [34]
Ma-tsu tuvo otro notable discípulo en Po-chang (720-814), que se dice había
organizado la primera comunidad de monjes puramente zen, y establecido sus reglas
basándose en el principio de que "día sin trabajo, día sin comida". Desde entonces las
comunidades zen se caracterizan por la importancia que conceden al trabajo manual y
a cierto grado de autarquía económica. Conviene observar que no se trata
exactamente de monasterios en el sentido occidental. Son más bien escuelas de
entrenamiento, que uno puede abandonar en cualquier momento sin ser criticado.
Algunos miembros siguen siendo monjes toda la vida, otros se hacen sacerdotes
seglares a cargo de pequeños templos; otros aun pueden volver a la vida laica. [35] A Po-
chang se le atribuye la famosa definición del Zen: "Cuando tengas hambre, come;
cuando tengas sueño, duerme." Se dice que experimentó su satori cuando Ma-tsu le
gritó y lo dejó sordo por tres días. También se dice que tenía el hábito de indicar la vida
zen a sus discípulos con el dicho: "No te apegues, no busques." Cuando se le preguntó
acerca de cómo buscar la naturaleza del Buddha contestó: "Se parece mucho a
cabalgar un buey en busca del buey."
Huang-po (muerto en 850), discípulo de Po-chang, tiene también mucha importancia
en este período. No sólo fue el maestro del gran Lin-chi sino también el autor del
Ch'uan Hsin Fa Yao, o "Tratado sobre los fundamentos de la doctrina de la mente". El
contenido de su obra es esencialmente el mismo cuerpo de doctrina que se encuentra
en Hui-neng, Shen-hui y Ma-tsu, pero incluye algunos pasajes de notable claridad y
también algunas francas y cuidadosas respuestas a preguntas que se le hacen al final.
Con el acto mismo de buscarla [a la naturaleza búdica] producen el efecto contrario de perderla,
porque eso es utilizar el Buddha para buscar el Buddha, y utilizar la mente para agarrar la mente.
Aunque hagan todo cuanto puedan para lograr un kalpa completo, no podrán alcanzarlo (1)
Si quienes estudian el Tao no despiertan a esta substancia mental, crearán una mente por encima de
la mente, buscarán al Buddha fuera de sí mismos y quedarán apegados a formas, prácticas y
ejecuciones, todo lo cual es dañino y ajeno al camino que lleva al supremo conocimiento. (3) [36]
Parece, sin embargo, que la instrucción personal de los discípulos de Huang-po no era
siempre tan explicativa. Lin-chi (en japonés: Rinzai), muerto en 867, nunca pudo sacarle
una palabra. Cada vez que intentaba hacerle una pregunta Huang-po le pegaba, hasta
que desesperado dejó el monasterio y buscó el consejo de otro maestro, Ta-yü, que lo
reprendió por ser tan ingrato con la "amabilidad de abuela" que Huang-po le había
dispensado. Esto despertó a Lin-chi, que volvió a presentarse ante Huang-po. Pero esta
vez fue Lin-chi quien dio el golpe diciendo: "No hay gran cosa en el Budismo de Huang-
po, después de todo." [38]
El documento donde constan las enseñanzas de Lin-chi, el Lin-chi Lu (en japonés, Rinzai
Roku), lo muestra como un personaje de inmensa vitalidad y originalidad, que da clase
a sus discípulos utilizando un lenguaje popular y algo "picante". Parecería que Lin-chi
tratase de utilizar toda la fuerza de su personalidad para producir en el estudiante un
inmediato despertar. Una y otra vez los regaña por no tener suficiente fe en sí mismos,
por dejar que sus mentes "galopen" en busca de algo que jamás perdieron, y que "está
ante ti en este mismo momento". El despertar para Lin-chi parece ser primordialmente
un asunto de "fibra", de tener coraje suficiente para "abandonarse" sin más trámite a
la inconmovible fe en que nuestro natural y espontáneo funcionamiento es la mente
del Buddha. Su actitud ante el Budismo conceptual, ante la obsesión del estudiante por
las etapas a alcanzar y las metas a alcanzar es despiadadamente iconoclasta.
¿Por qué hablo aquí? Sólo porque vosotros los seguidores del Tao seguís galopando en busca de la
mente y no sois capaces de detenerla. En cambio los antiguos actuaban con calma, adecuándose a
las circunstancias (a medida que se presentaban). ¡Oh vosotros los seguidores del Tao! Cuando
alcancéis mi punto de vista estaréis sentados sobre las cabezas de los Buddhas. Los que hayan
completado las diez etapas parecerán mequetrefes, y los que hayan llegado al Supremo despertar
parecerá que tienen cangas en torno a sus cuellos. Los arhans y los pratyeka-buddhas son como una
letrina, bodhi y nirvana son como postes para sujetar mulas.[39]
Sin duda las respuestas dadas fueron las réplicas originales a las preguntas, pero luego
el problema comprende tanto la pregunta como la respuesta, pues el estudiante debe
percibir la relación que existe entre ambas y que, como es fácil ver, no es nada
evidente. Por el momento bastará decir que cada koan tiene un "punto" que es algún
aspecto de la experiencia zen, que este punto a menudo queda oculto por el hecho de
ponerlo mucho más de relieve de lo que uno esperaría, y que los koans se interesan no
sólo por el primer despertar al Vacío sino también por su posterior expresión en la vida
y en el pensamiento.
El sistema koan fue desarrollado en la Escuela zen Lin-chi (Rinzai), pero encontró
oposición. La Escuela soto consideró que era demasiado artificial. Mientras los
defensores del método koan utilizaban esta técnica como un medio para alentar la
abrumadora "sensación de duda" (i ching f) que consideraban esencial como condición
del satori, la Escuela soto sostenía que se prestaba demasiado fácilmente a esa
búsqueda del satori que lo aleja o —lo que es peor— que produce un satori artificial.
Los partidarios de la Escuela rinzai a veces dicen que la intensidad del satori es
proporcional a la intensidad de la sensación de duda o ciega búsqueda que lo precede,
pero para los soto este hecho significa que satori tiene carácter dualista, y que por
tanto no es más que una artificial reacción emotiva. Por ello la concepción soto
afirmaba que el dhyana adecuado consistía en la acción sin motivos (wu-wei), en
"quedarse sentado nada más que para estar sentado", o en "caminar nada más que por
caminar". Por tanto estas escuelas recibieron, respectivamente los nombres de k'an-
hua Zen (Zen observador de la anécdota) y mo-chao Zen (Zen iluminado en silencio).
El monje T'ien-t'ai, en japonés llamado Eisai (1141-1215), que estableció monasterios
en Kyoto y Kamakura bajo patronato imperial, introdujo en Japón en 1190 la Escuela
rinzai del Zen. La Escuela soto fue introducida en 1227 por el extraordinario genio de
Dogen (1200-1253), que estableció el gran monasterio de Eiheiji, rehusando, sin
embargo, aceptar favores imperiales. Hay que observar que el Zen llegó al Japón poco
después de iniciarse la era Kamakura, cuando el dictador militar Yoritomo y sus
samurai arrebataron el poder que estaba en manos de la nobleza decadente. Esta
coincidencia histórica proporcionó a la clase militar de los samurai un tipo de Budismo
que les resultaba muy atractivo por sus cualidades prácticas y terrenales, y también por
su modalidad sencilla y directa. Así surgió la peculiar forma de vida llamada bushido, el
Tao del guerrero, que consiste esencialmente en la aplicación del Zen a las artes de la
guerra. La asociación de la doctrina pacifista del Buddha con las artes militares siempre
ha sido un enigma para los budistas de las demás escuelas. Parece implicar un
completo divorcio entre el despertar y la moralidad. Pero hay que hacer comprender
que, en su esencia, la experiencia budista consiste en liberarse de toda clase de
convenciones, inclusive de las convenciones morales. Por otra parte, el Budismo no es
una rebelión contra la convención. En sociedades en las que la casta militar es parte
integrante de la estructura convencional y se acepta el papel del guerrero como una
necesidad, el Budismo hará posible que el guerrero cumpla su papel como budista. No
menos enigmático debería ser para un cristiano pacifista el culto medieval de la
caballería.
La contribución del Zen a la cultura japonesa no se limita de ningún modo al bushido.
Ha ingresado a casi todos los aspectos de la vida del pueblo: a su arquitectura, poesía,
pintura, jardinería, juegos atléticos, oficios y profesiones; ha penetrado en el habla y el
pensamiento cotidianos de la gente más ordinaria. Gracias al genio de monjes zen
como Dogen, Hakuin y Bankei, de poetas como Ryokan y Basho, y de pintores como
Sesshu, el Zen se ha hecho muy accesible a la mentalidad común.
Dogen, en particular, hizo una aportación de incalculable valor a su país natal. Su
inmensa obra, el Shobogenzo ("Tesoro del ojo de la verdadera doctrina") fue escrito en
lengua vernácula y abarca todos los aspectos del Budismo, desde su disciplina formal
hasta sus intuiciones más profundas. Explica su doctrina del tiempo, del cambio y de la
relatividad, con ayuda de las más atractivas imágenes poéticas. Es de lamentar que
hasta ahora nadie haya tenido tiempo y talento para traducir esta obra al inglés. Hakuin
(1685-1768) reconstruyó el sistema koan y se dice que instruyó a no menos de ochenta
sucesores en la doctrina zen. Bankei (1622-1693) inventó un método para presentar el
Zen tan fácil y sencillamente que parecía casi demasiado bueno para creer que fuera
verdadero. Hablaba a grandes grupos de granjeros y campesinos, pero parece que
ninguna persona "importante" se atrevió a seguirlo.[44]
Entretanto el Zen continuó prosperando en China hasta bien avanzada la dinastía Ming
(1368-1643), época en que comenzaron a borrarse las divisiones entre las diferentes
escuelas del Budismo, y la popularidad de la Escuela de la Tierra Pura, con su "método
fácil" de invocar el Nombre de Amitabha, comenzó a unirse a la práctica koan y
finalmente a absorberla. Unas cuantas comunidades parecen haber sobrevivido hasta
hoy, pero, en la medida en que he podido estudiarlas, parece que se inclinan hacia la
Escuela soto o hacia las preocupaciones "ocultistas" del Budismo tibetano. En
cualquiera de esos casos tienen una concepción del Zen entremezclada con una
doctrina compleja y cuestionable acerca de la anatomía psíquica del hombre, que
parecería derivar de ideas de la alquimia taoísta. [45]
La historia del Zen chino plantea un problema fascinante. Tanto el Zen rinzai como el
Zen soto, tal como hoy los encontramos en los monasterios japoneses, dan enorme
importancia a za-zen o meditación en posición de sentado, práctica que siguen durante
varias horas del día haciendo hincapié en la postura y el método de respiración
correcta. Practicar Zen es, de hecho, practicar za-zen, a lo cual la Escuela rinzai añade
sanzen, la visita periódica al maestro (roshi) para presentarle la presunta solución del
koan. Sin embargo, el Shen-hui Ho-chang l-chi registra la siguiente conversación entre
Shen-hui y un cierto Ch'eng:
El Maestro preguntó a Ch'eng:
—¿Qué método hay que practicar para ver el interior de nuestra propia naturaleza?
—Ante todo es necesario aplicarse a la práctica de sentarse con las piernas cruzadas en samadhi.
Una vez obtenido el samadhi, mediante el samadhi uno t¡ene que despertar prajna dentro de sí.
Mediante prajna uno puede ver el interior de su propia naturaleza.
Shen-hui. — Cuando uno practica samadhi, ¿no es esto una actividad deliberada de la mente?
Ch'eng. — Sí.
Shen-hui. — Entonces esta deliberada actividad de la mente es una actividad de la conciencia
restringida, y ¿cómo puede producir una visión del interior de nuestra propia naturaleza?
Ch'eng.— Para ver el interior de nuestra propia naturaleza tenemos que practicar samadhi. De lo
contrario ¿cómo podríamos verla?
Shen-hui. —Toda práctica de samadhi es una concepción fundamentalmente equivocada. ¿Cómo
puede ser que practicando samadhi uno puede alcanzar el samadhi? (1. 111)
Ya hemos mencionado la anécdota de Ma-tsu y Huai-jang, en la que este último
comparó la meditación en posición de sentado con el pulir una baldosa para hacer un
espejo. En otra ocasión Huai-jang dijo:
Si te ejercitas en la meditación en posición de sentado [za-zen] te ejercitas para ser un Buddha
sentado. Si te ejercitas en za-zen (debes saber que) el Zen no consiste ni en estar sentado ni en estar
de pie. Si te ejercitas para ser un Buddha sentado (debes saber que) el Buddha no es una forma fija.
Como el Dharma carece de morada (fija) no es cuestión de elegir. Si (te conviertes) en un Buddha
sentado, precisamente matas a Buddha. Si te adhieres a la posición de sentado no alcanzarás el
principio (del Zen).[46] gg
Esta parece ser la doctrina que se repite en todos los maestros T'ang desde Hui-neng a
Lin-chi. En ninguna de sus enseñanzas he podido encontrar ninguna instrucción o
recomendación del tipo za-zen que hoy consiste en la principal preocupación de los
monjes zen.[47] Por el contrario, esa práctica es discutida una y otra vez en la forma
aparentemente negativa de las dos citas que acabamos de transcribir.
Podría suponerse que za-zen formaba parte de la regla de vida normal del monje zen al
punto de que nuestras fuentes no se molestan en discutirla, y que sus enseñanzas se
dirigen a los estudiantes aventajados que han llegado a dominar za-zen de tal modo
que ya es hora de ir más allá. Pero esa suposición no concuerda muy bien con las
referencias a los enormes grupos de clérigos y de laicos que escuchaban algunos de los
discursos, pues sería bastante fantástico suponer que China estaba llena de yoguis. Los
discursos con frecuencia comienzan diciendo, de una manera bastante breve y directa,
que sus enseñanzas van dirigidas a aquellos que ya han adquirido las virtudes budistas.
Pero esto podría significar simplemente que van dirigidas a la gente madura que
domina las convenciones morales y sociales corrientes, y que por tanto no corre peligro
de utilizar el Budismo como pretexto de rebelión contra la decencia común.
Por el contrario, podría suponerse que el tipo de za-zen criticado se practica con una
finalidad: la de "obtener" el conocimiento búdico en lugar de "sentarse nada más que
por sentarse". Esta suposición concordaría con la objeción que hace la Escuela soto a la
Escuela rinzai por su método de cultivar el estado de "gran duda" mediante el koan.
Aunque los soto no son muy justos con los rinzai en este punto, ello sería una plausible
interpretación de la doctrina de los primeros maestros. Sin embargo, hay varias
referencias a la idea de que permanecer sentado por largo tiempo no es mucho mejor
que estar muerto. Desde luego, hay situaciones en que es adecuado estar sentado —lo
mismo que ocurre con el estar de pie, el caminar o el yacer—, pero imaginar que la
posición de sentado contiene alguna virtud especial es "apego a la forma". Así en el
T'an-ching Hui-neng dice:
Un hombre vivo que se sienta y no se acuesta;
un hombre muerto que yace y no se sienta.
hh
Después de todo ambos son sólo sucios esqueletos. (8)
Aun en el Zen japonés encontramos a veces una práctica zen que no concede especial
importancia a za-zen, sino que más bien subraya la utilización de nuestro trabajo
habitual como medio de meditación. Este fue sin duda el caso de Bankei [48], y en este
principio se basa la aplicación corriente de artes tales como "la ceremonia del té", el
tocar la flauta, el dibujo a pincel, la ballestería, la esgrima y el ju-jutsu como métodos
de practicar el Zen. Acaso la exageración del za-zen en tiempos más recientes forma
parte de la conversión del Zen monástico en una escuela de varones. Tener a los
muchachos sentados durante horas seguidas bajo la mirada vigilante de monitores
armados de estacas es sin duda un método seguro para evitar que hagan diabluras.
Con todo, por más que el za-zen pueda haber sido exagerado en el Lejano Oriente,
acaso una cierta dosis de "sentarse nada más que por sentarse" fuera lo mejor para las
mentes nerviosas y los cuerpos agitados de los europeos y americanos. Siempre, claro
está, que no se les ocurra utilizarlo como un método para convertirse en Buddhas.
[1] Lankavatara Sutra, II. 14, en Suzuki (3), págs. 19-51. Según la tradición este era el sutra favorito de Bodhidharma, el
semilegendario fundador del Zen en China. En Suzuki (2), págs. 11-63 se encontrará una detallada discusión de sus relaciones con
el Zen.
[2] Saraha's Treasury of Songs, traducido por David Snellgrove, en Conze (2), págs. 224-39.
[3] El original dice así:
Mi-mno, mi-bsam, mi-dpyad-ching,
Mi-bsgom, mi-sems, rang-babs-bzhag.
La traducción se basa en la aclaración del pasaje que me dio el señor Alex Wayman, de la Universidad de California. Mi-mno
equivale aproximadamente a los términos zen wu-hsin o wu-nien, "no-mente" o "no-pensamiento". Bsam es el equivalente del
sánscrito cintana, es decir, el pensamiento discursivo acerca de lo que se ha oído, y dpyad equivale a mimamsa o "análisis
filosófico", Bsgom es probablemente bhavana o el chino hsiu, "cultivar", "practicar", o "intensa concentración". Sems es cetana o
szu, en el sentido de intención o volición. Rang-babs-bzhag es literalmente "auto-colocar-establecer" y "auto-colocar" parece ser el
equivalente casi exacto del tzu-jan taoísta que significa "auto-asi", "espontáneo" o "natural",
[4] Citado por Fung Yu-lan (1), vol. 2, pág. 210, tomado de Seng-yu: Ch'u San-tsang Chi-chi, 9.
[5] Liebenthal (1), pág. 49.
[6] Aún antes de Dogen el maestro zen Ma-tsu († 788) utilizó la misma idea: "Así ocurre con los pensamientos anteriores, los
pensamientos posteriores y los pensamientos intermedios: los pensamientos se siguen unos a otros sin estar concatenados. Cada
uno está absolutamente tranquilo." Ku-tsun-ksü Yü-lu, 1. 4.
[7] Liebenthal (I), págs. 71-72.
[8] 385-433. Su "Tratado de los fundamentos" (Píen Tsung Lun) es nuestra principal fuente de información acerca de las ideas de
Tao-sheng. Véase Fung Yu-lan (1), tomo II, págs. 274-84.
[9] Hu Shih (1) y T'ang Yung-t'ing han sugerido que Bodhidharma es tuvo en China en una fecha anterior: de 420 a 479. Véase
también Fung Yu-lan (1), t. II, págs. 386-90, Pelliot (1) y Dumoulin (2).
[10] Las fuentes tradicionales son Tao-hsüan: Sung-kao Seng-chuan (Taisho 2061), compuesto entre 645 y 667, y Tao-yüan: Ching
Te Ch'uan Teng Lu (Taisho 2076), escrito alrededor de 1001.
[11] Se encontrarán obras atribuidas a Bodhidharma en Suzuki (1), tomo I, págs. 165-70, y Senzaki y McCandless (1), págs. 73-84.
El estilo es siempre indio y carece de sabor taoísta.
[12] El Tan Ching de Hui-neng, por ejemplo, registra varios casos de entrevistas del Sexto Patriarca con maestros de dhyana que
evidentemente no pertenecían a su "escuela súbita" de dhyana. Además, la Escuela Zen no tuvo monasterios propios hasta la
época de Po-chang (720-814) o aún más tarde. Véase Dumoulin y Sasaki (1), pág. 13.
[13] Ch'uan Teng Lu, 3. 112
[14] Suzuki (I), t. I, págs. 170 71.
[15] Wu-men kuan, 41.
[16] En chino moderno los dos primeros caracteres significan algo así como "mundano" o "exterior a la congregación". En el
presente contexto se los interpreta generalmente en el sentido de que la verdad del Zen no puede expresarse en ninguna forma de
doctrina, o que un maestro no puede hacer más que mostrar cómo obtenerla uno mismo. Sin embargo, la maravillosa ambigüedad
del chino podría permitir intencionalmente ambos sentidos. Considérese la forma predominantemente "secular" de la expresión
zen, y dichos como: "¡Lávate la boca cada vez que digas 'Buddha'!"
[17] Se encontrarán traducciones en Suzuki (I) , t. I, Pág. 182, revisadas en Suzuki (6), Pág. 91. Otra por Arthur Waley se encuentra
en Conze (2), Pág. 295.
[18] Las dos últimas líneas tienen el mismo significado que la entrevista de Hui K’o con Bodhidharma
[19] Ch'uan Teng Lu, 3.
[20] Ídem, ibid.
[21] Ta-ch'eng: Chih-kuan Fa-men, Taisho 1024.
[22] T'an-ching, 1. El título completo de la obra que registra la vida y doctrina de Hui-neng es Sutra-plataforma del Sexto
Patriarca, o Liu-tsu T'an-ching, Taisho 2008. En la Bibliografía se indican traducciones por Wong Mou-lam y Rousselle.
[23] Reina gran confusión entre los autores que escriben sobre el Zen, acerca de los nombres de los grandes maestros T'ang. Por
ejemplo, el nombre completo de Shen-hui es Ho-tse Shen-hui, que en japonés se pronuncia Kataku Jinne. Shen-hui es su nombre
monástico, y Ho-tse designa su localidad. Los autores japoneses generalmente lo llaman Jinne, usando su nombre monástico
personal. Por otra parte, Hsüan-chüeh es Yung-chia Hsüan-chüeh, en japonés Yoka Genkaku. Pero los autores japoneses
generalmente emplean su nombre de localidad: Yoka. En general, Suzuki usa nombres de localidad y Fung-Yu-lan nombres
monásticos. Suzuki a veces da la forma japonesa, a veces la china, pero utiliza una manera algo distinta de la de Fung (o, más bien,
de la de Bodde, su traductor) para romanizar el chino. Lin-chi I-hsüan (Rinzai Gigen) aparece en Suzuki la mayor parte de las veces
como Rinzai y en ocasiones como Lin-chi, pero en Fung ese mismo personaje lleva el nombre de Yi-hsüan. Dumoulin y Sasaki tratan
de mantener cierta uniformidad utilizando sólo las formas japonesas, pero naturalmente en ese caso es imposible a primera vista
distinguir individuos chinos de japoneses. Así, quien estudia el Zen sin recurrir a las fuentes originales se encuentra en una
situación que torna extremadamente difícil la claridad histórica. Suzuki ha sido tan leído que la mayor parte de los que estudian
Zen en Occidente están familiarizados con su manera de citar, por contradictoria que sea. Por mi parte no deseo aumentar la
confusión intentando mayor coherencia, por ejemplo dando a Hui-neng su nombre de localidad: Ta-chien. Todo lo que puedo hacer
es presentar un índice con todos los nombres. Para peor, hay también gran confusión con respecto a las fechas. Para Shen-hui,
Fung da 686-760, Gernet 668-760 y Dumoulin y Sasaki 668-770.
[24] Este período ha sido tratado detalladamente en Dumoulin y Sasaki (1). Demiéville (2) ha traducido un manuscrito Tun-huang
(Pelliot 4646) sobre un debate que tuvo lugar en Lhasa alrededor de 792-794 entre un maestro de la Escuela Súbita Ch'an y un
grupo de eruditos budistas indios. Al maestro Ch'an se lo identifica sólo por el nombre de "Mahayana" y aparentemente nada lo
vincula con la tradición proveniente de Hui-neng. Su doctrina parece ser más quietista que la del Sexto Patriarca. El hecho de que
los eruditos indios quedaran asombrados y disgustados por su enseñanza sugiere que era de origen puramente chino.
[25] Shen-hui Ho-chang I-chi. El texto chino fue publicado a cuidado de Hu Shih en Shanghai, 1930.
[26] Es decir, el Dharmakaya, acerca del cual véase más arriba, pág. 96. En Suzuki (6) y Senzaki y McCandless (1) se encontrarán
traducciones completas del Cheng-tao Ke (en japonés: Shodoka).
[27] Ch'uan Teng Lu, 5.
[28] Ku-tsun-hsü Yü-lu, 1.6.
[29] Ibid.. I, 4.
[30] En Suzuki (6), pág. 123.
[31] Wu-men kuan, 19.
[32] Ibid., 1.
[33] Ibid., 7.
[34] Chao-chou Yü-lu, en Ku-tsun-hsü Yü-lu, 3. 13.
[35] La palabra "monje", aunque se presta a fácil confusión, parece ser la obligada traducción de seng,x aunque yun shui, y "nube
y agua" es el pintoresco y revelador término corriente con que se designa al estudiante del Zen que "se desliza como una nube y
fluye como el agua". Pero no veo cómo traducir ese término con una expresión concisa.
[36] En Chu Ch'an (1), págs. 16 y 18. Otra traducción parcial aparece en Suzuki (6), págs. 132-40.
[37] En Chu Ch'an (1), págs. 42-43.
[38] Ch'uan Teng Lu, 12.
[39] Lin-chi Lu en Ku-tsun-hsü Yü-lu, 1. 4, págs. 5-6.
[40] Ibid., pág. 7.
[41] Ibid., pág. 11.
[42] Más detalles en el capítulo "Za-zen y el koan", pág. 191. En su forma japonesa Koan, las silabas se pronuncian
separadamente: Ko-an.
[43] Jen-t'ien Yen-mu, 2.
[44] Como me propongo tan sólo presentar la historia del Zen en la medida suficiente para comprender sus doctrinas y sus
prácticas, no entro en detalles acerca de su historia en el Japón. En otro lugar nos ocuparemos de la obra de Dogen, Hakuin, Bankei
y otros.
[45] Un ejemplo de esta fusión puede verse en el T’ai I Chin Hua Tsung Chih, tratado de la dinastía Ming o acaso de la Ch'ing, para
la cual consúltese Wilhelrn (1).
y trataremos de des-focalizar.
Simplemente desfocalizamos.
Permanece ahi,
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MÁS SOBRE LA MEDITACION CHAN, ZEN O
TANTRICA:
FOCO ABIERTO
Copyrigth 1998: Jorge Luis Altimiras Escuder
http://www.geocities.com/Athens/Academy/9059
Sientate una vez al dia, por no mas de 20 minutos,ni menos de 10, con
la espalda recta.
Procura colocar tu cuerpo en una postura comoda y relajada.
Si te sientas en una silla, manten los pies planos en el suelo.
Si te sientas en el suelo, la postura del loto es muy adecuada.
Sientate mirando al este.
En cualquier postura que adoptes, relaja tu cuerpo.
Deja que tu respiracion sea tranquila y suave y se regule por si sola.
Comienza a practicar la desfocalizacion o foco abierto. Da la misma
importancia a todos los puntos de tu campo visual. Procura no centrar
tu atencion visual en nada en concreto.
Si te distraes y focalizas en algo, sea interno (ideas) o externo (luces,
colores, formas, sonidos) no te culpabilices. Simplemente vuelve a la
desfocalizacion.
Los primeros dias es bastante dificil. No te desanimes y practica al
menos una vez cada dia.
Si te es posible, al principio de tu practica, medita en la naturaleza.
Esto facilita pero no es imprescindible.
El silencio ayuda, pero no es imprescindible.
Si tu mente interrumpe tu practica con frecuencia, no te preocupes, es
normal. Toma nota de la interrupcion y vuelve a la desfocalizacion.
Cuanto mas a menudo te interrumpa tu mente, mas beneficios
obtendras con la practica. Persevera.
Tras un mes de practica deberias ser capaz de obtener periodos de al
menos un minuto de silencio mental y de desfocalizacion
ininterrumpida.
Cuando esto suceda comienza a practicar la desfocalizacion siempre
que te acuerdes, en cualquier lugar o situacion.
Recuerda que la practica no puede ser sustituida con la charla.
Si eres practicante de artes marciales o de tai chi chuan, introduce el
foco abierto durante el tiempo que dediques a tu practica.
ENTRENAMIENTO ZEN
Introducción del editor.
Aquellos occidentales que desean practicar el Zen y que sin embargo carecen de un maestro calificado se
enfrentan con una gran desventaja: La ausencia de información escrita sobre qué es el zazen y cómo
comenzar a practicarlo., Pero esta ausencia no es exclusiva del idioma inglés y otros idiomas europeos.
En los antiguos escritos de maestros Zen chinos y japoneses que nos han sido legados hay muy poco
sobre la teoría del zazen
o sobre la relación de la práctica del zazen con la iluminación. Tampoco existe información detallada
sobre temas tan elementales como las posturas para sentarse, la regulación de la respiración, la
concentración de la mente y la incidencia de visiones y sensaciones de naturaleza ilusoria.
Esto no es raro. Sentarse a hacer zazen o meditar ha sido aceptado como el camino de emancipación
espiritual en los países asiáticos, de modo que no había que convencer a ningún budista zen de que a
través del zazen desarrollaría sus poderes de concentración, alcanzaría la unificación y tranquilidad
mental, y eventualmente, si su aspiración era pura y fuerte, llegaría a la auto-realización. Por lo tanto,
como aspirante, se le daban unas cuantas instrucciones orales sobre cómo colocar las piernas, regular su
respiración, y concentrar su mente. A través del doloroso proceso de la prueba y el error y a través de
encuentros periódicos (dokusan) con su maestro, eventualmente aprendía de forma totalmente
experimental no solamente la forma correcta de sentarse y de respirar sino el sentido interno y
significado del zazen.
Pero, como dice Yasutani-roshi, el hombre moderno carece de la fe y el ardor de sus predecesores en el
Zen. Necesita un mapa en el que su mente pueda confiarse y que guíe todo su viaje espiritual, antes de
que pueda caminar con confianza. Por estos motivos Harada-roshi el maestro del propio Yasutani-roshi
diseñó hace unos cuarenta años una serie de pláticas introductorias sobre la práctica del Zen, material
que forma la base de las pláticas de Yasutani-roshi.
La presente traducción es una compilación de una serie de pláticas que Yasutani-roshi ha dado a
principiantes en los últimos años. Ningún estudiante nuevo puede recibir dokusan hasta que las ha
escuchado todas.
Estas pláticas son mucho más que un compendio de instrucciones sobre los aspectos formales del zazen,
es decir sentarse, respirar y concentrarse. Son una exposición fundamentada de los cinco niveles de Zen,
y de las metas y elementos esenciales del zazen y de la inmensa importancia de la relación entre zazen e
iluminación. Con esto por mapa y brújula el anhelante buscador no tendrá que internarse por los
caminos peligrosos de lo oculto, lo psíquico y lo supersticioso, ya que son una pérdida de tiempo y a
veces hasta resultan dañinos, sino que puede proceder directamente sobre un camino delineado y con el
conocimiento de una meta garantizada.
Aquí no se encontrará la relación de la historia y el desarrollo del Zen; no hay interpretaciones del Zen
desde el punto de vista filosófico o psicológico, ni tampoco hay evaluaciones sobre la influencia del Zen
en el tiro con arco, el judo, o el haiku o cualquier otro arte japonés. Por más valiosos que puedan ser
estos estudios, no tienen un lugar legítimo en el entrenamiento Zen y solamente cargarían la mente del
aspirante con ideas que lo confundirían en cuanto a sus metas y lo alejarían de su deseo de practicar.
Por ello Yasutani-roshi las omite deliberadamente.
El énfasis que Yasutani-roshi pone en el aspecto religioso del Budismo Zen, es decir en la fe como
requisito para iluminación, puede representar una sorpresa para el lector occidental acostumbrado a las
“imágenes intelectuales” de los estudiosos del Zen que carecen de una verdadera penetración del Zen.
Esto proviene en su mayor parte de las enseñanzas de Dogen-zenji, una de las personalidades religiosas
más importantes de la historia japonesa que trajo las doctrinas de la secta Soto del Budismo Zen desde
la China al Japón. Sin tener por lo menos un pequeño conocimiento de las circunstancias
1. Zazen no es “meditación” y por ello utilizamos dicha palabra a través de todo el texto. Su
significado preciso se aclarará a medida que se avanza en el libro.
de la vida de Dogen que lo llevaron a convertirse en un monje Zen y a viajar a la China donde alcanzó el
Gran Camino, sería muy difícil comprender la doctrina Zen Soto que forma la base de las enseñanzas del
propio Yasutaniroshi.
Miembro de una familia aristocrática, desde pequeño Dogen demostró tener una mente brillante. Se
cuenta que a los cuatro años ya leía poesía china y a los nueve había leído una traducción china de un
tratado sobre el Abhidharma. El dolor que sintió a la muerte de sus padres -su padre cuando solamente
tenía tres años y su madre a los ocho, sin duda imprimieron sobre su mente sensible la impermanencia
de la vida y lo motivaron a convertirse en monje. A una temprana edad se inició en la vida monacal
budista y comenzó su noviciado en el Monte Hiei, centro del Budismo escolástico del Japón medieval, y
durante varios años estudió las doctrinas Tendai del Budismo. A los quince años una pregunta ardiente
se había convertido en el núcleo alrededor del cual giraba su esfuerzo espiritual. “Si, como dicen los
setras, nuestra Naturaleza-esencial es Bodhi (perfección) ¿por qué todos los Budas tienen que luchar por
la iluminación y la perfección?” No satisfecho con las respuestas que recibió en el Monte Hiei
eventualmente fue a ,ver a Eisai-zenji que había traído de la China al Japón la enseñanza de la secta
Rinzai del Budismo Zen. La respuesta de Eisai fue “ningún Buda está consciente de su existencia (es decir
de su Naturaleza-esencial), mientras los gatos y los bueyes (es decir, los tremendamente equivocados) lo
están.
En otras palabras, los Budas, precisamente por ser Budas, ya no piensan en tener una Naturaleza-
perfecta. Solamente los equivocados piensan en estos términos. Ante estas palabras Dogen tuvo una
realización interna que resolvió su enraizada duda.
Muy probablemente este intercambio sucedió en un encuentro formal (dokusan) entre Eisai y Dogen.
Hay que considerar que este problema seguramente inquietó a Dogen durante algún tiempo, sin darle
tregua alguna, y que lo único que necesitaba eran las palabras de Eisai para disparar su mente hacia un
estado de iluminación.
A partir de entonces Dogen comenzó lo que habría de ser un breve periodo de estudio como discípulo
de Eisai, que murió un año después y fue sucedido por su más antiguo discípulo, Myozen. Durante los
ocho años que Dogen estuvo con Myozen pasó un número considerable de koans y finalmente recibió
inka.
A pesar de este logro, Dogen seguía sintiéndose insatisfecho espiritualmente. Esta inquietud lo llevó a
emprender el entonces peligroso viaje a China en busca de una paz mental absoluta. Se alojó en todos
los monasterios conocidos, practicando con muchos maestros; sin embargo su sed de liberación no
estaba saciada. Eventualmente, en el famoso monasterio T’ient-t’ung que contaba con un nuevo
maestro, alcanzó el despertar total, es decir la liberación de cuerpo y mente. a través de las palabras que
pronunció el maestro Juching: “abandona cuerpo y mente.”
Se dice que Ju-chíng dijo estas palabras al comenzar el zazen formal de la mañana mientras caminaba
inspeccionando a los meditantes. Al ver que uno de los monjes cabeceaba, el maestro lo reprendió por
su débil esfuerzo. Entonces, dirigiéndose a todos los monjes, continuó: “deben esforzarse con todas sus
fuerzas, incluso arriesgando sus vidas. Para realizar la iluminación perfecta deben dejar caer cuerpo y
mente (es decir, vaciarse de todas las concepciones de cuerpo y mente). Cuando Dogen escuchó esta
última frase, el ojo de su mente se expandió de pronto inundándose de luz y comprensión.(2) Después
Dogen fue a la habitación de Ju-ching, prendió una varita de incienso (gesto ceremonial reservado
generalmente para ocasiones notables) y se postró ante el maestro en la forma acostumbrada. “¿Por qué
prendes incienso?” preguntó Ju-ching. Huelga decir que Ju-ching, un maestro de primera que muchas
veces había recibido a Dogen en dokusan y por lo tanto conocía el estado de su mente, pudo de
inmediato percibir por la forma de caminar de Dogen, sus postraciones y su mirada de comprensión, que
había alcanzado una gran iluminación. Sin embargo Ju-ching sin duda quería oír la respuesta a esta
pregunta aparentemente inocente para conocer la profundidad del satori de Dogen.
“He experimentado el abandono de cuerpo y mente” respondió Dogen. Ju-ching exclamó: “ ¡Has
abandonado cuerpo mente, y cuerpo y mente han sido abandonados de verdad!
2. En la pág. 119 aparece una explicación sobre lo significativo de una palabra o frase para precipitar la
iluminación.
Pero Dogen protestó. “No me des tu sanción tan de prisa”.
“No te estoy sancionando en seguida”.
Cambiando los papeles, Dogen exigió: “Muéstrame que no me estás sancionando en seguida.
Y Ju-ching repitió: “Esto es cuerpo y mente abandonados.” Y lo demostró.
Con lo cual Dogen se postró nuevamente ante su maestro en gesto de respeto y gratitud. “Eso
es ‘abandonar’ lo abandonado”. Agregó Ju-ching.
Hay que añadir que incluso después de esta profunda experiencia Dogen continuó su entrenamiento de
zazen en China durante dos años más antes de regresar a Japón.
Cuando Dogen alcanzó su gran despertar estaba practicando Shikan-taza,3 una forma de zazen que no
involucro ni un koan ni contar ni seguir las respiraciones. La base del shikan-taza es la fe inamovible de
que al sentarse como lo hizo el Buda, con la mente vacía de toda concepción, de toda creencia o punto
de vista se actualiza o descubre la Mente-bodhi inherentemente iluminada con la cual todo ser está
dotado. Al mismo tiempo, en esta práctica uno se sienta con la fe de que algún día esto culminará en la
percepción repentina y directa de la verdadera naturaleza de esta Mente, en otras palabras la
iluminación. Por lo tanto esforzarse conscientemente para alcanzar satori o algún otro beneficio del
zazen es algo innecesario y hasta indeseables En el shikan-taza auténtico no es posible prescindir de
estos dos elementos de fe. Excluir el satori del shikantaza implicaría necesariamente que los grandes
esfuerzos del Buda por lograr la iluminación no tuvieron sentido y fueron incluso masoquistas,
repugnándose lo mismo con respecto a las dolorosas luchas de los patriarcas y de Dogen. Esta relación
del satori con el shikan-taza es muy importante. Desgraciadamente con frecuencia se ha mal entendido
sobre todo por aquellos a quienes les resultan inaccesibles las obras completas de Dogen. Por tanto no
es raro que estudiantes occidentales lleguen a un templo Soto o a un monasterio que utiliza koanes en
su enseñanza y se muestren reticentes a trabajar en koanes, argumentando que, puesto que todo, los
seres están intrínsecamente iluminados, no tiene sentido buscar el satori. Así pues, piden practicar
shikan-taza, que suponen no implica la experiencia de la iluminación.
4. El pensamiento consciente “debo iluminarme” puede ser un impedimento tan fuerte como cualquier
otro pensamiento.
Esta actitud revela no sólo una falta de fe en el criterio del maestro sino una concepción
fundamentalmente errónea tanto de la naturaleza como de la dificultad del shikan-taza, por no
mencionar los métodos de enseñanza empleados en los templos y monasterios Soto. Una cuidadosa
lectura de estas pláticas introductorias y de los encuentros de Yasutani-roshi con diez occidentales
mostrará con claridad por qué el novicio no puede emprender con éxito el shikan-taza genuino. Ya que
primero debe aprender a sentarse con estabilidad y ecuanimidad y su ardor debe verse fortificado
regularmente por la meditación en comunidad o por el apoyo del maestro y, ante todo, debe establecer
una fe firme en su propia Mente-bodhi unida a una fuerte resolución de experimentar su realidad en la
vida diaria. Los maestros de Zen dicen que hoy en día los devotos en general no tienen tanta sed por la
verdad y que los obstáculos que pone la vida moderna para practicar son más numerosos, por
consiguiente muy rara vez un maestro Soto asignará shikan-taza a un principiante. Prefieren que éste
unifique su mente concentrándose en la cuenta de sus respiraciones, o si el principiante tiene un fuerte
deseo de iluminación pue de agotar el intelecto discursivo a través de un tipo especial de problema Zen
(es decir un koan), preparando así el camino al kensho. Por lo tanto, el sistema de koanes de ninguna
manera está restringido a la secta Rinzai, como muchos suponen. Yasutani-roshi es solamente uno de
una serie de maestros Soto que utilizan los koanes en su enseñanza. Genshu Watanabe-roshi, antiguo
abad de Soji-ji, uno de los dos principales templos de la secta Soto en Japón, empleaba koanes con
regularidad, y en el monasterio Soto de Hosshin-ji, del cual el ilustre Harada-roshi fue abad durante su
vida, los koanes se empleaban ampliamente. Incluso Dogen mismo, como hemos visto, se disciplinó con
el Zen de koanes durante ocho años antes de ir a la China y practicar shikan-taza. Y aunque al regresar al
Japón escribió mucho acerca del shikantaza y lo recomendaba a sus propios discípulos, no debemos
olvidar que estos discípulos eran dedicados buscadores de la verdad, para quienes los koanes eran un
aliciente innecesario a su práctica. Sin menospreciar este énfasis en el shikan-taza, Dogen compiló
trescientos koanes muy conocidos agregándole a cada uno su propio comentario. A partir de esto y del
hecho de que su obra más importante, el Shobogenzo (Tesoro del ojo del verdadero Dharma), contiene
un número de koanes, podemos suponer que los utilizó en su enseñanza.
El despertar-satori, como Dogen lo veía no era el todo ni el fin de todo. Más bien lo concebía como los
cimientos de una magnífica construcción cuya superestructura de diversos pisos correspondería al
carácter y personalidad perfeccionadas del individuo desarrollado espiritualmente, el hombre de virtud
moral, de compasión, de sabiduría y que todo lo abarca. Dogen enseñaba que una estructura tan
importante podría erigirse solamente a través de años de fiel zazen establecido sobre la sólida base del
conocimiento interno inmutable que confiere el satori.
Entonces, ¿qué es el zazen y cómo se relaciona con el satori? Dogen enseñaba que el zazen es la “puerta
de la liberación total”, y Keizanzenji uno de los patriarcas japoneses Soto, expresó que solamente a
través del Zen sentado “se ilumina la mente del hombre”. Dogen también escribió, que “hasta el Buda,
que nació sabio, se sentó durante seis años en zazen hasta alcanzar su iluminación suprema, y una figura
espiritual de la superioridad de Bodhidharma se sentó durante nueve en a la pared”.
Por medio del ordenamiento e inmovilización de pies, piernas, manos, brazos, tronco y cabeza en la
posición tradicional del loto, y la regulación de la respiración, el freno metódico de los pensamientos y la
unificación de la mente a través de formas especiales de concentración, el desarrollo de un control sobre
las emociones y el fortalecimiento de la voluntad, y el cultivo de un silencio profundo en los rincones
más hondos de la mente, en otras palabras, a través de la práctica del zazen, se establecen las
precondiciones óptimas para mirar la mente- corazón y descubrir ahí la verdadera naturaleza de la
existencia.
1. 6. En Nempyo Sambyakií Soku (Trescientos koanes con comentarios)
2. 7. En su Fukan Zazengi (Promoción universal de los principios del zazen).
3. 8. Sieuiendo el ejemplo de Bodhidharrna los devotos Soto miran hacia una pared o
cortina al hacer zazen. En la tradición Rinzai los practica se sientan de cara los unos a los otros en dos
filas, con la espalda hacia la pared.
Aunque el fundamento del zazen es sentarse, no se trata de un sentarse ordinario. No solamente debe
estar la espalda erecta, la respiración regulada apropiadamente, y la mente concentrada más allá del
pensamiento sino, según Dogen, uno debe sentarse con un sentido de dignidad y grandeza como una
montaña o un pino gigantesco, y con un sentimiento de gratitud hacia el Buda y los patriarcas, quienes
hicieron manifiesto el Dharma. Y debemos estar agradecidos por nuestro cuerpo humano, por medio
del cual tenemos la oportunidad de experimentar la realidad del Dharma en toda su profundidad. Este
sentido de dignidad y gratitud no se limita a sentarse, sino que debe ser parte de cada actividad, pues en
la medida en que cada acto surge de la Mentebodhi, cuenta con la pureza y dignidad inherentes a la
budeidad. Esta dignidad innata del hombre se manifiesta fisiológicamente en su espalda recta, puesto
que solamente él, de todas las criaturas, tiene la capacidad de sostener la espina dorsal vertical. Una
espalda recta también se relaciona en otras maneras importantes a la forma apropiada de sentarse, de
esto se hablará más adelante en esta sección.
En un sentido amplio, el zazen abarca más que sentarse correctamente. Involucrarse totalmente en cada
actividad con atención absoluta Y con clara conciencia no es un zazen menos importante. El consejo
Para lograr esto lo dio Buda mismo en uno de los primeros sutras: “En lo que se ve sólo debe haberlo
visto; en lo que se escucha sólo debe haberlo escuchado; en lo que se percibe (como olfato, sabor y
tacto) solamente debe haberlo percibido; en lo que se piensa solamente debe haberlo pensado”.
La importancia de esta mente única, de esta atención desnuda, se ilustra en la siguiente anécdota:
Cierto día un hombre común le dijo al Maestro Zen lkkyu:
“Maestro ¿podría escribirme algunas máximas sobre la más alta sabiduría?”.
lkkyu inmediatamente tomó su pincel y escribió la palabra “Atención”.
¿Eso es todo?”, preguntó el hombre. “¿No podría agregar algo más?”. lkkyu entonces escribió:
“Atención, atención . “Bueno”, comentó el hombre algo irritado. “No veo mucha profundidad o sutileza
en lo que ha escrito”
Entonces lkkyu escribió: “Atención, atención, atención”.
Enojado el hombre exigió: “En todo caso, ¿qué significa la palabra atención?”.
lkkyu contestó suavemente: “Atención significa atención”.”
10. Udana 1, 10 (traducción por Nyanaponika Thera).
Para el hombre ordinario cuya mente es un tablero de ajedrez de reflexiones cruzadas, opiniones,
prejuicios, la atención desnuda es virtualrnente imposible; por tanto, su vida no está centrada en la
realidad misma sino en la idea que tiene sobre ésta. Al concentrar totalmente la mente en cada objeto y
acción, el zazen le desembaraza de pensamientos externos y le permite acceder a una identificación total
con la vida.
El zazen sentado y el zazen en movimiento son dos funciones igualmente dinámicas y que se refuerzan
mutuamente. El que a diario se sienta con devoción, con la mente libre de pensamientos
discriminatorios, se relaciona más fácilmente y de todo corazón con sus labores diarias, y aquél que
realiza cada acto con una atención total y con conciencia clara encontrará menos difícil vaciar su mente
durante los periodos de meditación.
Para el estudiante, la práctica del zazen comienza por contar sus inhalaciones y exhalaciones mientras se
encuentra en la postura inmóvil del zazen. De modo que es el primer paso en el proceso de inmovilizar
las funciones del cuerpo, acallar el pensamiento discursivo y fortalecer la concentración. Se asigna como
el primer paso debido a que al contar las respiraciones, inhalando y exhalando, en su ritmo natural y sin
forzarse, la mente tiene un andamio que la sostiene. Cuando la concentración en la respiración se
transforma de modo que la atención en la cuenta se vuelve clara y no se pierde, el siguiente paso es
ligeramente más difícil. Entonces hay que seguir las inhalaciones y las exhalaciones con el ojo de la
mente, de nuevo, dentro de un ritmo natural. El maravilloso estado que surge de la con la concentración
en la respiración y el valor de respirar en términos de un desarrollo espiritual son expresados con lucidez
por el Lama Govinda: “A partir de este estado de perfecto equilibrio mental y físico y de armonía interna
resultante, surge la serenidad y felicidad que inunda el cuerpo por completo con un sentimiento de
suprema felicidad, como la frescura de un manantial que penetra el lago de una montaña... La
respiración es el vehículo de la experiencia espiritual, el mediador entre el cuerpo y la mente. El primer
paso hacia la transformación del cuerpo de un estado de órgano físico que funciona más o menos pasiva
e inconscientemente, a un vehículo o una herramienta de una mente perfectamente desarrollada e
iluminada, como lo demuestra el resplandor y perfección del cuerpo de Buda... El resultado más
importante de la práctica de concentrarse en la respiración, es la realización de que el proceso de la
respiración es un vínculo entre el consciente y el subconciente, entre un material fino y un material
burdo, entre las funciones voluntarias e involuntarías, y por tanto la más perfecta expresión de la
naturaleza de toda la vida”. Hasta aquí hemos estado hablando del zazen sin koan. El zazen que se
practica con un koan involucro tanto el zazen sin movimiento, donde la mente intensamente busca
penetrar el koan, y el zazen en movimiento, donde continúa la absorción en el koan mientras uno
trabaja, juega, o está dormido. A través de un intenso auto-cuestionamiento preguntando, por ejemplo:
“¿Qué es Mu?”, la mente gradualmente se va desnudando de sus ideas erróneas que al principio
obstaculizan sus esfuerzos de ser uno con el koan. A medida que estas nociones abstractas van cayendo,
la concentración en el koan se fortalece. Podría preguntarse: “¿cómo puede uno concentrarse
devotamente en un koan y al mismo tiempo enfocar la mente en el trabajo de una naturaleza exacta?”
Lo que sucede al practicar es que una vez que el koan se fija en el corazón y en la mente y su poder de
fijarse está en proporción a la fuerza de la urgencia de liberación, la pregunta continúa incesantemente
en el subconsciente. Mientras la mente se ocupa de un trabajo en particular, la pregunta se borra de la
conciencia, surgiendo naturalmente en cuanto la acción termina, como un arroyo que desaparece de la
superficie para volver a aparecer y reasumir su curso abierto sin interrumpir su flujo de corriente.
12. Foundations oif Tibetan Mysticism por Lama Govinda (New York; E. P. Dutton, 1960) pp. 151-152 El
zazen no debe confundirse con lo que tradicionalmente se conoce como meditación. La meditación
implica poner algo en la sea una imagen, una palabra sagrada que se visualiza, en el que se piensa o se
reflexiona, o ambos. En ciertos tipos de meditación, el meditante visualiza, o contempla y analiza ciertas
formas mentales, sosteniéndolas en la mente y excluyendo todo lo demas puede contemplar en estado
de adoración una imagen de un Buda, Bodhisattva, esperando evocar en su propia mente estados
paralelos. Puede reflexionar sobre cualidades abstractas como la bondad rosa y la compasión. En el
Budismo Tántrico las mandaras contienen diversas sílabas básicas del alfabeto sánscrito -como om,
ejemplo- que se visualizan o que se piensan de cierta manera. Las mandaras que consisten en arreglos
especiales de Budas, bodisattvas y otras figuras, también se emplean para propósitos de meditación.
La particularidad del zazen es la siguiente: la mente se libera del lazo que la ata a todas las formas de
pensamiento, visión, objeto y mas imaginativas, por más sagradas y elevadas que sean, y se transporta a
un estado de vacuidad total desde el cual un día ha de percibir su propia verdadera naturaleza, o la
naturaleza del universo. Ejercicios iniciales como contar y seguir la respiración, no pueden estrictamente
hablando, llamarse meditación, puesto que no involucran la visualización de un objeto o la reflexión
sobre una idea. Por mismo, el zazen con koanes no puede llamarse meditación. Si uno buscando la
unidad con un koan, por ejemplo, o preguntándose intensamente “¿Qué es Mu?”, en el sentido técnico
de la palabra no meditando.
El zazen que lleva a la autorrealización no es un ensoñamiento ocioso ni una inactividad vacía, sino una
forma interna e intensa de ir ejercitando control sobre la mente para después utilizarla, como un
proyectil silencioso, con el fin de penetrar la barrera de los cinco sentidos y del intelecto discursivo (es
decir, el sexto sentido). Exige energía, determinación y valentía. Yasutani-roshi lo llama “una batalla
entre fuerzas opuestas del engaño y el bodhi”.13 Este estado mental ha sido vívidamente descrito en las
palabras que se dice fueron pronunciadas por Buda mientras, sentado bajo el árbol Bo, hacía su supremo
esfuerzo; palabras que se repiten con frecuencia en el zendo durante sesshin: “Aunque no queden sino
mis huesos, tendones y piel, aunque mi sangre y mi carne se sequen, y se marchiten, no me moveré de
este sitio hasta no haber alcanzado la iluminación absoluta”. El deseo de la iluminación, por una parte se
nutre de sentir un doloroso lazo interno -una frustración en la vida, un miedo a la muerte o ambos- y por
otra parte, de la convicción de que a través del despertar uno alcanzará la liberación. Pero es en el zazen
que la fuerza y el vigor del cuerpo-mente se agrandan y movilizan para nacer en ese nuevo mundo de
liberación. Las energías que antes se malgastaban en deseos compulsivos y acciones sin sentido, ahora,
al sentarse correctamente en zazen se conservan y canalizan hacia una unidad. y en la medida en que la
mente logra una concentración en un solo objeto a través del zazen, consigue dejar de dispersar su
fuerza en la proliferación incontrolado de pensamientos ociosos. Todo el sistema nervioso se relaja y
calma, se eliminan las tensiones internas, y se refuerza la tonicidad de todos los órganos. Además, se
han hecho electrocardiogramas y otros estudios a individuos después de practicar zazen durante uno o
dos años, y se ha demostrado que el zazen proporciona una mayor estabilidad del cuerpo-mente a través
de una regulación del corazón, el pulso, la respiración y el metabolismo. 14 En pocas palabras, al
realinear las energías física, mental y psíquica por medio de una respiración adecuada, la concentración
y el zazen, se establece un nuevo equilibrio de cuerpo-mente que tiene su centro de gravedad en el
hara. Hara literalmente quiere decir el estómago, el abdomen y las funciones de digestión, absorción y
eliminación relacionadas con estas zonas. Pero tiene también un paralelo psíquicos y un significado
espiritual. Según los sistemas yogi, hindú, budista, existen una serie de centros psíquicos en el cuerpo
por medio de los cuales fluye la fuerza vital cósmica o energía. De los dos centros que se encuentran en
el hara, uno se asocia con el plexo solar, cuyo sistema nervioso gobierna los procesos digestivos y los
órganos dg eliminación. El hara es por tanto
1. 13. Esta afirmación se hace desde el punto vista de la práctica o el entre miento. Desde el
punto de vista
2. 14. Psychological Studies on Zen editado por Yoshiharu Akishige.
3. 15. “Psíquico” no se refiere aquí a los fenómenos o poderes extrasensoriales sino a la energía y
a los estados de cuerpo-mente que no pueden ser clasificados como fisiológicos o psicológicos.
una fuente de energías vitales psíquicas. Harada-roshi, uno de los más celebrados maestros de su
tiempo,” al exhortar a sus discípulos a concentrar el ojo de su mente (es decir, la atención, el punto
donde se suma el ser total) en su hara, decía: “Deben realizar es decir, hacer real que el centro del
universo es su vientre”.
Para facilitar su experiencia en esta verdad fundamental, el novicio en el Zen recibe instrucciones de
enfocar su mente constantemente en lo profundo de su hara (específicamente entre el ombligo y la
pelvis) y radiar todas las actividades mentales y corporales desde esa región. Con el equilibrio del
cuerpo-mente centrado en el hara, gradualmente se establece ahí un foco de conciencia, un centro de
energía vital que influye sobre todo el organismo.
Esa conciencia de ningún modo está limitada al cerebro, como lo demuestra Lama Govinda al escribir:
“Mientras que, según la concepción occidental, el cerebro es el asiento exclusivo de la conciencia, la
experiencia yogi muestra que nuestra conciencia cerebral es una entre muchas posibles formas de
conciencia y que éstas, de acuerdo a su función y naturaleza, pueden localizarse o centrarse en órganos
diversos del cuerpo. Estos órganos que recogen, transforman y distribuyen las fuerzas que fluyen por
ellos, se llaman chakras o centros de fuerza. De ahí se radían corrientes secundarias de fuerza psíquica,
comparables a los rayos de una rueda, o de un paraguas, o a los pétalos del loto. En otras palabras,
estos cakras son los puntos donde las fuerzas psíquicas y las funciones corporales se unen las unas con
las otras. Son los puntos locales donde las energías cósmicas y psíquicas, se cristalizan en cualidades
corporales, y donde las cualidades corporales se disuelven o trasmután de nuevo en fuerzas psíquicas .18
Asentar el centro de gravedad del cuerpo abajo del ombligo, es decir, establecer un centro de conciencia
en el hara, automáticamente relaja las tensiones que surgen del hábito de levantar los hombros, tensar
el cuello y apretar el estómago. A medida que la rigidez va desapareciendo, se experimenta una mayor
vitalidad y un nuevo sentido de libertad en todo el cuerpo y mente, que más y más se van sintiendo
como una unidad. El zazen ha demostrado con claridad que con el ojo de la mente concentrado en el
hara, la proliferación de pensamientos disminuye y que se acelera el proceso de concentración de la
mente en un punto único, debido a que tiene lugar un riego de sangre de la cabeza al abdomen que
refresca el cerebro y calma el sistema nervioso autónomo. Esto a su vez, conduce a un mayor grado de
estabilidad mental y emocional. Por lo tanto, la persona que funciona desde el hara no es afectada
fácilmente por las circunstancias. Es además, más capaz de actuar con mayor rapidez y decisión en
cualquier emergencia, debido al hecho de que su mente, anclada en el hará, no vacila. Con la mente en
el hará, el pensamiento estrecho y egocentrico es superado por una visión más amplia y una
magnanimidad de espíritu. Esto se debe a que la forma de pensar producida desde el centro vital del
hará, libre de la mediación del limitado intelecto discursivo, es espontánea y tiene un carácter de
aceptación total. La percepción desde el hará, tiende hacia la integración y la unidad en vez de la división
y la fragmentación. En resumen es un pensar que ve las cosas con quietud y totalidad.
La figura del Buda sentado en su trono de loto, sereno, estable, que todo lo sabe y todo lo abarca,
radiando luz y compasión ilimitada es el más alto ejemplo del hara expresado a través de la iluminación
perfecta. El Pensador de Rodin, por otra parte, una figura solitaria, perdida en el pensamiento y
corporalmente contorsionada, remota y aislada de sí misma tipifica el estado opuesto.
La capacidad de pensar y actuar desde el hará, está, como el joriki, indirectamente relacionada con el
satori y no es su sinónimo. El satori es “voltear la mente”, una experiencia psicológica que confiere
sabiduría interna, mientras que el hara no es otra cosa sino lo que ya se ha indicado. Los maestros de las
artes tradicionales japonesas han logrado actuar y pensar desde el hará, de no ser así no merecerían el
título de “maestro”, pero muy pocos alcanzan el satori sin un entrenamiento Zen. ¿Por qué no?, porque
ellos cultivan el hara esencialmente para perfeccionar su arte, y no para lograr el satori, cuya obtención
presupone, como lo dice Yasutani-roshi en sus pláticas introductorias, una fe en la realidad de la
iluminación del Buda y en su propia Naturaleza-búdica inmaculada.
Con el cuerpo y la mente consolidados, encauzados y activados, las emociones responden con
aumentada sensibilidad y pureza, y la voluntad se ejerce con mayor fuerza. Ya no somos dominados por
el pen
18. Foundations of Tibetan Mysticism p. 135.
samiento a expensas del sentimiento, ni arrastrados por las emociones sin dominio del pensamiento o la
voluntad. Eventualmente el zazen lleva una transformación de la personalidad y el carácter. La
sequedad rigidez y egocentrismo dan lugar a una calidez que fluye, una flexibilidad y una compasión,
mientras que la autoindulgencia y el miedo se convierten en el control de uno mismo y en valentía.
Debido a que los maestros japoneses conocen este poder transformador del zazen durante siglos de
experiencia, han dependido de él para inculcar la conducta moral en sus discípulos en vez de imponer
desde fuera una serie de preceptos. En realidad tanto los preceptos como el zazen, basados en la
Naturaleza búdica idéntica, fuente de toda pureza y bondad se refuerzan mutuamente. Una resolución
más fuerte de mantener los preceptos, en el mejor de los casos funcionaría sólo esporádicamente si no
se sustentara con el zazen; y el zazen divorciado de una vida disciplinada que se nutre de su sincero
esfuerzo de obse var los preceptos, no puede ser sino débil e incierto. En todo caso, contra lo que se
cree en algunas sectas del budismo, los preceptos no son simples mandamientos morales que cualquiera
puede entender y observar fácilmente. En realidad, su sentido relativo-absoluto no puede capta se
como una realidad viviente excepto después de un zazen largo y dedicado. De aquí que a los estudiantes
de Zen no se les de normalmente el libro de problemas llamado Jujukinkai que trata de los diez
preceptos cardinales desde el punto de vista de las doctrinas Hinayana Mahayana, de la Naturaleza-
búdíca misma, desde el punto de vista Bodhidharma y de Dogen, hasta el final de su entrenamiento
cuando su iluminación y poder de zazen han profundizado y madurado. En verdad los maestros
japoneses y chinos subrayan que solamente con una iluminación total puede uno en verdad conocer el
bien del mal y a través del poder del zazen traducir esta sabiduría en acciones cotidianas. Yasutani-roshi
hizo ver muy claramente que un fuerte sentido social y una responsabilidad personal son inherentes a la
libertad espiritual del hombre que ha alcanzado el satori; cuando respondió a la pregunta que le
plantearon un grupo de estudiantes norteamericano “Si, como se nos ha dicho, el satori aclara que el
pasado y el futuro no son reales, ¿no puede uno vivir libremente el presente, sin preocuparse del pasado
e indiferente al futuro?” Como respuesta, Yasutani-roshi dibujó un punto en una pizarra explicando que
ese punto aislado representaba el concepto de “aquí y ahora”. Para mostrar la parcialidad de esta visión
dibujó otro punto sobre el cual trazó una línea horizontal y una vertical. Entonces explicó que la línea
horizontal representaba el tiempo del pasado sin principio y del futuro sin fin y que la línea vertical
representaba el espacio ilimitado. El “momento presente” de] hombre iluminado que se encuentra en
esta intersección abarca estas dimensiones de tiempo y espacio. Del mismo modo, la realización por
medio del satori de que uno es el foco de tiempo pasado y futuro del espacio, inevitablemente produce
un sentido de hermandad y responsabilidad hacia la familia y la sociedad en su totalidad tanto en lo que
respecta a los que ya pasaron como a los que han de venir. La libertad del hombre Zen liberado está
muy lejos de la “libertad” del hombre Zen libertino impulsado por sus deseos ególatras incontrolados. El
vínculo inseparable con todos los seres humanos que la persona verdaderamente iluminada
experimenta, excluye este comportamiento centrado en uno mismo.
Además de enriquecer la personalidad y fortalecer el carácter, el zazen ilumina las tres características de
existencia que proclamó el Buda: primero, que todas las cosas (incluso nuestros pensamientos,
sentimientos y percepciones) son impermanentes, y surgen cuando causas y condiciones particulares las
hacen surgir; asimismo éstas desaparecen al surgir nuevos factores casuales; segundo, que la vida es
dolor; tercero, que era última instancia nada es autosubsistente, que todas las formas en su naturaleza
esencial están vacías, es decir, son patrones de energía en flujo mutuamente dependientes y al mismo
tiempo tienen una realidad provisional
o ilimitada en el tiempo y el espacio del mismo modo que las acciones de una película tienen una
realidad sólo en los términos de la película misma, pero que de otra manera son insustanciales e irreales.
A través del zazen la primera verdad vital -que todas las cosas son efímeras, nunca las mismas de un
momento al siguiente; manifestaciones pasajeras en un caudal de transformación incesante-, se
convierte en una cuestión de experiencia personal directa. Llegamos a ver la concatenación de nuestros
pensamientos, emociones y estados de ánimo; cómo surgen, cómo florecen momentáneamente y cómo
mueren. Llegamos a saber que esta muerte es la vida de todo, así como la vida de la vela está
constituida por la llama misma que la consume.
EI hecho que nuestro sufrimiento está enraizado en un aferramiento egoísta y en miedos y temores que
surgen de la ignorancia de la verdadera naturaleza de la vida y la muerte, resulta claro para cualquiera
motivado por el zazen a enfrentarse al desnudo consigo mismo. Con la misma claridad, el zazen
demuestra que lo que llamamos “sufrimiento” es nuestra evaluación del dolor, del cual estamos
separados; pero el dolor cuando se acepta con valentía es un medio de liberación puesto que libera
nuestras simpatías naturales y nuestra compasión y a la vez nos permite experimentar el placer y la
alegría con nueva profundidad y pureza.
Finalmente, con la iluminación, el zazen trae consigo el conocimiento de que el sustrato de la existencia
es una vacuidad de la cual surgen incesantemente todas las cosas, y a la cual incesantemente regresan;
que este Vacío es positivo y está lleno de vida y de hecho no es otro que la vitalidad de un atardecer o las
notas de una gran sinfonía.
Este surgimiento en la conciencia de la Naturaleza-búdica resplandeciente representa el “tragarse” el
universo, el arrasar con todo sentimiento de oposición y separación. En este estado de subjetividad
incondicional, Yo sin yo. Yo, soy supremo. De esta forma Shakyamuni Buda pudo exclamar: “A través del
cielo y la tierra, sólo yo soy El Reverenciado”. Sin embargo, ya que el despertar significa también dar fin
a la posesión de la idea del yo, también se trata de un mundo de objetividad pura. Por tanto, Dogen
escribió: “Aprender el Camino del Buda es aprender sobre uno mismo. Aprender sobre uno mismo es
olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es experimentar el mundo como un objeto puro.
Experimentar el mundo como un objeto puro es abandonar el propio cuerpo y mente y el cuerpo y,
mente del yo-otro”
Para ayudarnos a despertar a este mundo de Naturaleza-búdica, los maestros Zen emplean otra
modalidad de zazen: los cantos de dharanis y sutras. El dharani se ha descrito como “una cadena de
palabras o nombres más o menos sin significado que tienen el poder mágico de ayudar al que las repite
en ‘un momento de necesidad extrema”2’. Los dharanis, como trasliteraciones fonéticas de palabras
sánscritas, sin duda han perdido mucho de su significado profundo por la inevitable alteración de los
sonidos originales. Sin embargo cualquiera que los ha recitado durante tiempo considerable sabe que su
efecto sobre el espíritu no es insignificante. Al cantarse con sinceridad y energía imprimen sobre el
corazón-mente los nombres y virtudes de Budas y Bodhisattvas que enumeran, limpiando los obstáculos
para hacer zazen y dando al corazón una actitud de reverencia y devoción. Los dharanis también son una
expresión simbólica en forma de sonido y ritmo de la verdad esencial del universo que yace detrás del
intelecto discriminativo. Son valiosos igualmente para entrenar la mente, dejar de aferrarse a su modo
dualístico de pensar en la medida en que la mente discursiva cese de operar al recitarlos.
El canto de sutras, otra modalidad de zazen, cumple también con otro propósito. Como son las palabras
y sermones del Buda, los sutras de alguna forma ejercen cierto atractivo sobre el intelecto. De modo que
para aquellos cuya fe en el Camino del Buda es superficial, el canto repetido de los sutras eventualmente
les da una medida de comprensión, que fortalece la fe en la verdad de las enseñanzas del Buda.
En otro sentido, el canto de sutras puede compararse a una pintura oriental a tinta, digamos de un pino,
donde la mayor parte de la pintura consiste en espacio blanco. Este espacio vacío corresponde a los
niveles más profundos de significado de los sutras; más allá de las palabras.
Del mismo modo que en la pintura, nuestra mente toma mayor conciencia del espacio blanco gracias al
árbol, al recitar los sutras Podemos ser conducidos a la realidad que yace más allá de ellos; a la vacuidad
hacia la cual apuntan.
Durante el canto de sutras y dharanis, cada uno de los cuales varía en ritmo, los que cantan pueden estar
sentados, de pie, arrodillarse y hacer postraciones o hacer circunvalaciones por el templo.
Con frecuencia la entonación de sutras y dharanis es acompañada por el golpe acompasado del
mokugyo, o realzado por la sonora reverberación del keisu. Cuando el corazón y la mente son
verdaderamente uno con ellos, esta combinación de cantos y palpitación de los instrumentos puede
despertar los sentimientos más profundos y hacer surgir un sentido de conciencia vibrante y elevado.
Igualmente estos cantos representan una variedad en lo que podría convertirse una disciplina sombría y
rigurosa de Zen sentado sin descanso. En una semana de sesshin muy pocos podrían soportar estar
sentados hora tras hora. Aunque no fuese terriblemente difícil, sin duda sería muy aburrido, excepto
para los más ardientes. Al ofrecer varios tipos de zazen -es decir sentado, caminando, cantando y
haciendo labor manual- los maetros Zen no solamente reducen el riesgo de aburrimiento sino que
además aumentan la efectividad de cada clase de zazen.
Dogen confería gran importancia a las posturas, gestos movimietos adecuados del cuerpo durante el
canto, así como a todas las otras modalidades de zazen, debido a la repercusión que tienen sobre la
mente. En el budismo tántrico se evocan ciertas cualidades de los Budas y Bodhisattvas al adoptar con
las manos ciertas posiciones (llamadas mudras) así como ciertas posturas corporales, y este aspecto de
la enseñanza de Dogen probablemente se deriva del tantra. En todo caso estas posturas inducen a
estados relacionados con la mente. De Modo que, al cantar Las Cuatro Promesas de rodillas y con las
manos en gassho (palma con palma), como se hace en la secta Soto, se evoca un estado mental de
reverencia que se sentirá menos al recitar estas mismas promesas sentado o de pie, como se hace en la
secta Rinzai. De igual manera, al tocar ligeramente los pulgares cuando se está sentado en zazen, se crea
un sentimiento de equilibrio y serenidad que no se alcanzaría fácilmente con las manos entrelazadas.
De modo que cada estado mental también provoca en el cuerpo su propia respuesta. El acto de
postrarse ante un Buda sin nociones ególatras solamente es posible bajo el ímpetu de la reverencia Y la
gratitud. Esta “horizontalización del mástil del ego” limpia el corazón-mente haciéndolo flexible y
expansivo, abriendo el camino a la comprension y a la apreciación de la mente exaltada y de las
innumerables virtudes del Buda y los patriarcas. De modo que surge en nosotros un deseo de expresar
nuestra gratitud y mostrar nuestro respeto ante sus figuras mediante los rituales apropiados. Cuando se
accede a estas devociones de manera espontánea, con una mente no discriminativa, la figura del Buda
cobra vida; lo que antes era sólo una imagen se convierte ahora en una realidad viva con el poder
singular de borrar la conciencia del yo y del Buda en el momento de la postración. En este gesto no
pensado nuestra Mente-bodhi resplandece; nos sentimos refrescados y regenerados. A la luz de estas
observaciones sobre la interacción del cuerpo y mente podemos ahora considerar con mayor detalle las
razones por las cuales los maestros Zen siempre han hecho hincapié en una espalda erecta y en la clásica
posición de loto. Es bien sabido que una espalda encorvada evita que la mente tenga la tensión
adecuada y entonces es invadida rápidamente por pensamientos e imágenes al azar; en contraste, una
espalda erecta, al fortalecer la concentración, disminuye la incidencia de pensamientos azarosos y por
tanto acelera el samadhi. Así, cuando la mente se libera de las ideas, la espalda tiende a enderezarse sin
ningún esfuerzo consciente. Si la espalda está encorvada, con la consecuente multiplicación de
pensamientos, la respiración armoniosa con frecuencia es sustituida por una respiración acelerada y
discontinuo, dependiendo de la naturaleza de los pensamientos. Esto se refleja rápidamente en
tensiones nerviosas y musculares. En estas pláticas Yasutaniroshi también hace notar cómo una espalda
encorvada mina el vigor y la claridad de la mente induciendo a la fatiga y el aburrimiento.
Esta rectitud de la espalda tan importante y la tensión paralela de la mente son más fáciles de mantener
durante largos periodos si las piernas están en una postura de medio loto o de loto completo y cuando la
atención se concentra en la región que está justamente debajo del ombligo.
Además, ya que el cuerpo es el aspecto material de la mente y la mente el aspecto inmaterial del cuerpo,
al unir manos, brazos, pies y piernas en una unidad, en un punto central donde las manos unidas
descansan sobre los talones de las piernas entrelazadas, como sucede en postura de flor de loto, se
facilita la unificación de la mente. Finalmente, la postura del loto donde las rodillas y el asiento forman
una base triangular de gran estabilidad, crea un sentido de arraigo en la tierra junto con un sentimiento
de unidad que lo abarca todo, vacío de sensaciones de fuera o dentro. Esto es cierto, sin embargo, sólo
cuando puede adaptarse esta posición y mantenerse sin incomodidad.
Por todo esto, el Zen, la personificación de la enseñanza y la práctica esencial del Buda, ha seguido a
través de su larga historia el método del Buda de sentarse corno la forma más directa y práctica de
alcanzar la vacuidad de la mente y en última instancia, la iluminación.
Esto no implica que el zazen no pueda practicarse o que no se llegue a la iluminación a menos de que
uno se siente en las posturas de medio loto o loto completo. El zazen de hecho puede ser efectivo
incluso en una silla o en un banquillo, de rodillas, siempre y cuando la espalda permanezca erecta. En
última instancia, lo que asegura el éxito en la búsqueda de la iluminación, no es una postura en
particular sino un intenso deseo de la verdad por la verdad misma, que por sí sola lo lleva a uno a
sentarse regularmente en cualquier postura y a realizar los actos de cada día con devoción y con una
clara atención. Pero el zazen siempre se ha considerado como una disciplina fundamental del Zen
simplemente debido a que la experiencia de siglos demuestra que es la forma más sencilla de acallar la
mente y de llevarla a una unidad de concentración de modo que pueda emplearse como un instrumento
de autodescubrimiento. En la larga historia del Zen, miles y miles de personas han llegado al despertar a
través del zazen, mientras que muy pocas experiencias de iluminación
genuinas se han dado sin éste. Si incluso el Buda y Bodhidharma, como nos recuerda Dogen, tuvieron la
necesidad de sentarse, con seguridad ningún aspirante puede prescindir del zazen. Kensho (o satori) no
es
sino la primera visión de la Verdad, y ya sea que se trate de un leve asomo o de una profunda y aguda
vista,
puede ampliarse inmensamente a través del zazen. Además, se debe recordar que a menos de que se
fortalezca con el joriki, -es decir la fuerza del samadhi, el poder particular que se desarrolla por medio
del
zazen- la visión de Unidad que se alcanza con la iluminación, especialmente si no fue una experiencia
muy
profunda, con el tiempo se nubla y eventualmente se borra y se convierte en un recuerdo agradable en
vez de
permanecer como una realidad omnipresente que moldea nuestra vida diaria. Sin embargo, lo que no
podemos perder de vista, es que el zazen es más que un medio para la iluminación o un método para
sostenerla y ampliarla; es la actualización de nuestra Verdadera naturaleza. De aquí su valor absoluto.
Yasutani-roshi aclara este punto vital en estas pláticas así como en sus encuentros con diez occidentales.
No hay duda de que para la mayoría de los occidentales que por naturaleza parecen ser más activos e
inquietos que los asiáticos, sentarse perfectamente quietos en zazen, incluso en una silla, es doloroso
tanto
física como mentalmente. El no querer soportar este dolor y esta incomodidad aunque sea por períodos
de
tiempo muy cortos, proviene sin duda de una convicción muy arraigada de que no solamente es absurdo
sino
masoquista aceptar el dolor deliberadamente cuando existen formas de escapar de él o de mitigarlo. No
es
raro, que algunos comentadores que obviamente desconocen el Zen en profundidad, traten de
demostrar que
el sentarse a hacer zazen no es indispensable a la disciplina Zen. En su obra The Way of Zen (pp. 101,
103),
Alan Watts trata de probar, citando un diálogo muy conocido, que los maestros Zen han impugnado el
sentarse. He aquí nuestra traducción de ese diálogo:
Ma-tsu diariamente hacía zazen en su choza en el Monte Nan-yueh. Al observarlo un día, Huai-jang, su
maestro, pensó:
“Honorable señor, ¿qué tratas de lograr sentándote? Matsu respondió: “Trato de convertirme en Buda”
Entonces Huai-jang tomó un pedazo de teja y empezó a tallarlo contra una piedra.
Huai-jang respondió: “Si estuvieras conduciendo una carreta y ésta no se moviera, ¿golpearías a la
carreta o al
buey?’,
Ma-tsu no respondió.
Huai-jang continuó: “¿Te estás entrenando en zazen? ¿Estás esforzándote para ser un Buda sentado? Si
te
estás entrenando en zazen déjame decirte que la sustancia del zazen no es sentarse ni acostarse. Si te
estás
entrenando para ser un Buda sentado déjame decirte que Buda no tiene forma como sentarse. El
Dharma, que
no tiene permanencia fija, no permite distinciones. Tratar de convertir en un Buda sentado, es no menos
que
matar al Buda. Si te aferras a la forma sentada, no obtendrás la verdad esencial”.
Al escuchar esto, Ma-tsu se sintió tan refrescado como hubiera bebido un néctar exquisito.
A su propia traducción el Sr. Watts añade (página 113): “Esta parece ser la doctrina consistente de todos
los
maestros T’ang desde Hui- neng (el sexto Patriarca) hasta Lin-chi (Rinzai). En ninguna parte de sus
enseñanzas he podido encontrar instrucciones o recomendaciones del tipo de zazen que es hoy la
ocupación
principal de los monjes Zen. Es evidente que Watts pasó por alto La enseñanza Zen de Huang (según la
traducción de John Blofeid), donde encontramos a Huan Po, que murió en 850, aconsejando (página
131):
“Cuando practique el control de la mente (zazen o dhyana) siéntense en posición correcta permanezcan
completamente tranquilos y no permitan que el menor movimiento de sus mentes los distraiga”.
Ciertamente, esta es una prueba clara de que el zazen como se lleva a cabo hoy en Japón era un práctica
establecida en la época T’ang, como de hecho también lo era en tiempos del Buda.
Aún más, interpretar el diálogo arriba citado como una condenación del zazen es violentar el espíritu
completo del koan. Lejos de implicar que sentarse en zazen es tan útil como tratar de hacer un espejo
puliendo una teja -aunque es fácil para quien nunca ha practicado el Zen llegar a esa conclusión- Huai-
jang de hecho trata de enseñarar a Ma-tsu que la budeidad no existe fuera de él como un objeto por el
cual hay que luchar, ya que todos somos Budas desde el principio.
Es obvio que Ma-tsu, quien más tarde fue un gran maestro, en ese momento estaba bajo la ilusión de
que la budeidad era algo diferente a él. De hecho, Huai-jang está diciendo: “¿Cómo podrías convertirte
en Buda sentándote si no fueras Buda desde el principio? Esto sería tan imposible como tratar de hacer
un espejo puliendo una teja”. En otras palabras, el zazen no otorga la budeidad; descubre una naturaleza
búdica que siempre ha existido. Más aún, a través del acto de pulir la teja Huai-jang concretamente le
revela a Ma-tsu que pulir es en sí la expresión de su naturaleza búdica, que trasciende todas las formas,
incluso la de sentarse, pararse o acostarse.
Para prevenir que los discípulos se aferren a la posición sentada, los maestros Zen incorporan el zazen en
movimiento a su entrenamiento. Es totalmente falso que, como declara el Sr. Watts, hoy la principal
ocupación de los monjes Zen es sentarse. Excepto por un total de más o menos seis semanas al año en
las que están en sesshin, los monjes Zen japoneses que están entrenándose pasan la mayoría de su
tiempo trabajando, no sentados. En Hosshin-ji, que es representativo de los monasterios Zen japoneses
en este sentido, los monjes en general se sientan una hora y media en la mañana y de dos a tres horas
en la noche. Y ya que normalmente duermen como cinco o seis horas las otras doce o trece horas del día
las pasan haciendo labores como trabajar en los campos de arroz y en las hortalizas, cortando leña y
bombeando agua, cocinando, servir la comida y limpiar el monasterio. Otras veces atienden las tumbas
del cementerio adjunto al monasterio y cantan sutras v dharanis por los muertos en las casas de los
devotos y del monasterio. Adicionalmente, los monjes Zen pasan muchas horas caminando por las calles
mendigando comida y otras cosas para aprender la humildad y la gratitud, como parte de su
entrenamiento religioso. Todas estas actividades se consideran como práctica de zazen en movimiento,
ya que deben hacerse con atención, con un total involucramiento. La famosa expresión de Hui-hai: “Un
día sin trabajar es un día de no comer” anima el espíritu de los monasterios Zen de hoy con más fuerza
que nunca.
Sin el zazen, ya sea su variedad estática o móvil, no podemos hablar de entrenamiento Zen, disciplina o
práctica. El Koan de Huai-jang y todos los demás apuntan a la mente búdica con la cual estamos dotados,
pero no enseñan cómo realizar la realidad de esta Mente. La realización de esta gran verdad exige
dedicación y esfuerzo sostenido, es decir, una práctica pura y ferviente de zazen. El intento de descartar
al zazen como no esencial es en el fondo una racionalización de no estar dispuesto a esforzarse por la
verdad con la obvia implicación de que de hecho no existe un deseo real por la verdad. En el
Shobogenzo Dogen señala a aquellos que se identifican con los más altos ideales de Buda y que sin
embargo evaden el esfuerzo que se requiere para ponerlos en práctica:
El gran camino del Buda y los patriarcas implica la forma más alta de esfuerzo que va incesantemente en
ciclos desde la primera aurora de verdad religiosa a través de la prueba de disciplina y práctica, a la
iluminación y el Nirvana. Es un esfuerzo sostenido que avanza sin interrupción de ciclo en ciclo...
Este esfuerzo sostenido no es algo que los hombres de este mundo amen o deseen naturalmente y sin
embargo, es el último refugio. Sólo a través del esfuerzo de los Budas en el pasado, el presente y el
futuro, los Budas del pasado, el presente y el futuro se convierten en realidad. Por este esfuerzo se
realiza la budeidad y aquellos que no se esfuerzan cuando pueden esforzarse son los que odian al Buda,
odian servirlo y odian el esfuerzo; no desean vivir y morir con Buda, no lo quieren como maestro y
compañero...”
LA COMPRENSIÓN CORRECTA
Cuando uno trata de lograr la iluminacíón, se crea karma que nos gobierna y se está
perdiendo el tiempo en el cojín negro.
Las dos cosas más importantes de nuestra práctica son la postura física y la manera de
respirar. No nos interesa tanto la comprensión profunda del budismo. Como filosofía, el
budismo es un sistema de pensamiento muy profundo, amplio y firme, pero al Zen no
le interesa la comprensión filosófica. Nosotros ponemos el énfasis en la práctica.
Debemos comprender bien por qué tiene tanta importancia nuestra postura física y
nuestros ejercicios de respiración. Más bien que comprensión profunda de la
enseñanza, lo que realmente necesitamos es profunda confianza en ella, la cual dice
que originariamente tenemos naturaleza de Buda. Nuestra práctica se basa en esta fe.
Antes de la ida de Bodhidharma a China, casi todas las palabras corrientes y bien
conocidas del Zen estaban ya en uso. Por ejemplo, se tenía ya la expresión "iluminación
repentina". "Iluminación repentina" no es la traducción adecuada, pero la usaré por
ahora. La iluminación nos llega de repente. Ésta es la verdadera iluminación. Antes de
Bodhidharma, la gente creía que la iluminación repentina venía después de una larga
preparación. O sea, que la práctica del Zen era una especie de entrenamiento para
lograr la iluminación. En realidad, hoy en dia mucha gente sigue practicando el zazén
con esa idea. Pero esta no es la comprensión tradicional del Zen. La comprensión
trasmitida desde Buda hasta nuestro tiempo es que, cuando se comienza el zazén, hay
iluminación, aun sin ninguna preparación. Practíquese o no el zazén, se tiene siempre
naturaleza de Buda y, porque se la tiene, hay iluminación en la práctica. En lo que
ponemos énfasis no es en el estado que alcanzamos, sino en la firme confianza que
tenemos en la naturaleza original y la sinceridad de nuestra práctica. Debemos
practicar el Zen con la misma sinceridad que Buda. Si tenemos desde el principio
naturaleza de Buda, practicamos el zazén para comportamos como Buda. Transmitir
nuestro camino es transmitir nuestro espíritu, que nos viene de Buda. Por lo tanto,
debemos armonizar nuestro espíritu, nuestra postura física y nuestra actividad con el
camino tradicional. Se puede alcanzar cierto estado en particular, desde ya, pero el
espíritu de la práctica no ha de basarse en una idea egoísta.
Antes de alcanzar la iluminación, Buda hizo todos los esfuerzos posibles por nosotros y
al final logró una comprensión plena de los diversos caminos. Quizás se piense que
Buda alcanzó algún estado en el cual se encontraba libre de la vida kármica, pero no
fue así. Buda solía contar muchas historias sobre lo que le acaeció después de alcanzar
la iluminación. No era nada diferente de nosotros. Cuando su país estaba en guerra con
un poderoso vecino, les hablaba a sus discípulos de su propio karma y de cómo sufría al
ver que su país iba a ser conquistado por el rey vecino. Si Buda hubiera alcanzado una
iluminación sin karma, no habría tenido motivo para sufrir de ese modo. Y aún después
de alcanzarla continuó realizando el mismo esfuerzo que nosotros estamos haciendo.
Pero no tenía una noción vacilante de la vida. Su perspectiva vital era estable y
observaba la vida de todos, incluso la propia. Se observaba a sí mismo y observaba a
otros de igual modo que a las piedras, a las plantas o cualquier otra cosa. Su
comprensión era muy científica. Ése fue su plan de vida después de alcanzar la
iluminación.
Transitoriedad
Sin aceptar el hecho de que todo cambia, no es posible hallar la serenidad perfecta.
Pero lamentablemente, aunque esto es lo cierto, resulta difícil de aceptar. Como no
podemos comprender la verdad de la transitoriedad, sufrimos. De modo que la causa
del sufrimiento es la no aceptación de esta verdad. La enseñanza de la causa del
sufrimiento y la enseñanza de que todo cambia son, por decirlo así, las dos caras de la
moneda. Pero subjetivamente, la transitoriedad es la causa de nuestro sufrimiento.
Objetivamente, esta enseñanza es sencillamente la verdad básica de que todo cambia.
Dogen-zenji dijo: "Toda enseñanza que no parezca que está imponiendo algo no es
verdadera enseñanza". La enseñanza en sí es verdadera y de por sí no nos impone
nada, pero la tendencia humana es recibirla como si se nos estuviera imponiendo algo.
Mas, nos guste o no nos guste, esta verdad existe. Si nada existe, esta verdad no existe.
El budismo existe debido a cada existencia en particular.
Por lo tanto, hasta que logremos la fuerza que nos permita aceptar la dificultad como
un placer, tendremos que continuar con este esfuerzo. En realidad, si uno logra
suficiente sinceridad, suficiente franqueza, no
resulta tan difícil aceptar esta verdad. Puede cambiarse un poco la manera de pensar.
Es dificil, pero esta dificultad no será siempre la misma. A veces será difícil y otras no lo
será tanto. Si se sufre, se derivará cierto placer de la enseñanza de que todo cambia.
Cuando se experimentan problemas es muy fácil aceptar la enseñanza. Si éste es el
caso, ¿por qué no aceptarla en otras ocasiones? Es lo mismo. Tal vez, a veces uno se ríe
de uno mismo al descubrir lo egoísta que es. Pero, nos guste o no nos guste, lo
fundamental es cambiar la manera de pensar y aceptar la verdad de la transitoriedad.
Cuando se hace algo, si se fija la mente en la actividad con cierto grado de confianza, la
calidad del estado mental es la actividad misma. Cuando uno se concentra en la calidad
del propio ser, está preparado para la propia actividad. El propósito del zazén es
alcanzar física y mentalmente la libertad de nuestro ser. Según Dogen-zenji, cada
existencia es un destello que penetra el vasto mundo fenoménico. Toda existencia es
una expresión más de la calidad del ser en sí mismo. Por la mañana temprano, suelen
verse, frecuentemente, muchas estrellas. Las estrellas no son otra cosa que la luz que
ha viajado muchas millas a gran velocidad desde los cuerpos celestes. Pero para mi, las
estrellas no son seres veloces, sino calmos, estables y pacíficos. Suele decirse "en la
calma debe haber actividad y en la actividad, calma". En realidad, son la misma cosa.
Decir "calma" o decir "actividad" es simplemente expresar dos interpretaciones
distintas de un mismo hecho. En nuestra actividad hay armonía y, donde hay armonía,
hay calma. Esta armonía es la calidad del ser. Pero la calidad del ser, asimismo, no es
otra cosa que la actividad veloz.
Cuando nos sentamos en zazén, nos sentimos muy calmados y serenos, aunque en
realidad no sabemos qué clase de actividad está desarrollándose dentro de nuestro ser.
Existe una completa armonía en la actividad de nuestro sistema físico y entonces
experimentamos la calma que hay en él. Aunque no la sintamos, la calidad está ahí. Por
lo tanto, no hay que preocuparse por la calma o la actividad, la quietud o el
movimiento. Cuando se hace algo, si se fija la mente en la actividad con cierta
confianza, la calidad del estado mental es la actividad misma. Cuando se concentra en
la calidad del ser, uno se está preparando para la actividad. El movimiento no es más
que la calidad de nuestro ser. Cuando practicamos zazén, la calidad de nuestro estar
sentados con calma, estabilidad y serenidad es la calidad de la inmensa actividad del
ser en sí mismo.
Hoy estoy sentado en Los Altos. Mañana por la mañana estaré en San Francisco. No
hay conexión alguna entre el "yo" de Los Altos y el "yo" de San
Naturalidad
Para una planta o una piedra, ser natural no es problema. Mas para nosotros presenta
algún problema, y muy serio por cierto. Ser natural es el producto de una elaboración.
Cuando lo que hacemos proviene simplemente de la nada, nos sentimos de un modo
completamente nuevo. Por ejemplo, cuando se siente apetito, comer algo es
naturalidad. Uno se siente natural. Pero cuando se tienen demasiadas expectativas,
comer algo no es natural. No se siente nada nuevo. No se experimenta ningún aprecio
de ello.
En la verdadera práctica del zazén, sentarse es como tomar agua cuando se tiene sed.
Ésa es la naturalidad. Cuando se tiene mucho sueño es muy natural dormir la siesta.
Pero dormir la siesta porque se es un haragán y como si fuera un privilegio del ser
humano, no es naturalidad. Uno piensa "mis amigos, todos ellos, están durmiendo la
siesta; ¿por qué no yo? Si ninguno de los otros está trabajando, ¿por qué he de trabajar
tanto yo? ¿Por qué ellos tienen tanto dinero y yo no?". Esto no es naturalidad. La
mente se enmaraña con alguna otra idea, con la idea de otra persona, y uno no es
independiente, no es uno mismo, no es natural. Aunque esté sentado en la posición de
piernas cruzadas, cuando el zazén no es natural, su práctica no es verdadera. Cuando
se siente sed no hay que esforzarse por tomar agua; uno siente satisfacción al tomarla.
Cuando se siente alegría en el zazén, ése es el verdadero zazén. Pero aún cuando haya
que hacer un esfuerzo para practicar el zazén, si lo que se siente en la práctica es algo
bueno, eso es zazén. En realidad, no es cuestión de imponerse algo o no. Aunque se
tenga alguna dificultad, cuando se quiere tenerla, eso es naturalidad.
Esta naturalidad es muy difícil de explicar, pero si uno puede simplemente sentarse y
experimentar en la práctica la realidad de la nada, no hay necesidad de explicación
alguna. Cuando proviene de la nada, cualquier cosa que se haga es natural y ésa es la
verdadera actividad. En ella se tiene la verdadera alegría de la práctica, la verdadera
alegría de la vida. Todo el mundo proviene de la nada momento tras momento.
Momento tras momento tenemos la verdadera alegría de la vida y podemos decir shin
ku myo u, "de la verdadera vacuidad surge el ser maravilloso". Shin es "verdadera", ku
es "vacuidad", myo es "maravilloso", u es "ser": de la verdadera vacuidad, el ser
maravilloso.
Sin la nada no hay naturalidad, no hay ser verdadero. El ser verdadero procede de la
nada, momento tras momento. La nada está siempre allí y todo procede de ella. Pero,
en general, olvidándose por completo de la nada, uno se comporta como si tuviera
algo. Lo que se hace se basa en alguna idea posesiva o concreta, y eso es natural. Por
ejemplo, cuando se escucha una disertación no se debe tener ninguna idea de uno
mismo. Cuando se escucha a alguien, no se debe tener una idea propia. Hay que
olvidar lo que se tiene en la mente y limitarse a escuchar lo que esa persona está
diciendo. No tener nada en la mente es naturalidad. Así se entenderá lo que esa
persona dice. Pero cuando se tiene alguna idea que comparar con lo que se está
oyendo, no se escucha todo bien. La comprensión será unilateral: eso no es
naturalidad. Cuando se hace algo, se debe estar absorto en la tarea. Uno debe
consagrarse por entero a ella. Por lo tanto, si en la actividad no hay verdadera
vacuidad, no es natural.
La mayoría insiste en alguna idea. Desde hace algún tiempo, la generación joven habla
del amor. ¡Amor! ¡Amor! ¡Amor! Tienen la mente llena de amor. Y cuando estudian el
Zen, si lo que digo no concuerda con la idea que ellos tienen del amor, no lo aceptan.
Son muy testarudos; aunque no todos son así, los hay con una actitud sumamente
inflexible.
Hágase lo que se haga, es necesario mantener esta actitud. A veces solemos decir ñu
nan shin, "mente blanda o flexible". Ñu es la sensación de lo blando. Nan es "algo que
no es duro". Shin es "mente". Ñu nan shin quiere decir, pues, mente suave y natural.
Cuando se posee esa mente, se tiene alegría de vivir. Cuando se pierde, se pierde todo.
No se tiene nada. Aunque se piense que se tiene algo, no se tiene nada. Mas cuando
todo lo que se hace emerge de la nada, entonces se tiene todo.
Vacuidad
Para comprender bien el budismo, es necesario abandonar por completo toda idea
preconcebida. Se ha de empezar por descartar la idea de la existencia o de que todo es
substancial. La noción usual de la vida está basada firmemente en la idea de la
existencia. Para la mayoría, todo existe; piensa que todo lo que ve y todo lo que oye
existe. Desde ya, el pájaro que vemos y oímos existe, pero lo que quiero decir en este
caso puede no ser exactamente lo mismo que lo que otro quiere decir. La comprensión
budista de la vida incluye a la vez la existencia y la no existencia. El pájaro existe y no
existe al mismo tiempo.
Para nosotros, la noción de la vida basada exclusivamente en la existencia es herética.
Tomar las cosas demasiado en serio, como si existíeran substancial o
permanentemente, está considerado una herejía. Es posible que la mayoría sea
herética. Para nosotros, la verdadera existencia viene de la vacuidad y vuelve
nuevamente a la vacuidad. Lo que aparece a partir de la vacuidad es la verdadera
existencia. Hay que pasar por el portón de la vacuidad. Esta idea de la existencia es
muy difícil de explicar. Actualmente se comienza ya a sentir, por lo menos
intelectualmente, la vacuidad del mundo moderno, la contradicción manifiesta de su
cultura. En el pasado, por ejemplo, los japoneses sentían una firme confianza en la
existencia permanente de su cultura y de su forma de vida tradicional, pero después de
perder la guerra se han vuelto bastante escépticos. Hay quienes piensan que esta
actitud escéptica es horrible, pero en realidad es preferible a la vieja actitud.
Mientras se tenga cierta idea definida del futuro o alguna esperanza respecto de éste,
no es posible tomar totalmente en serio el momento actual. Se dirá "puedo hacerlo
mañana o el año que viene", en la creencia de que algo que existe hoy existirá mañana.
Aunque uno no está esforzándose mucho, se espera siempre que si se sigue cierto
camino, se alcanzará algo prometedor. Pero no hay camino fijo que exista
permanentemente. No hay un camino establecido para nosotros. Tenemos que
encontrar el propio camino en todo momento. Cualquier idea o camino establecidos
por otra persona, por muy perfectos que sean, no son el verdadero camino para
nosotros.
Cada uno debe trazarse su verdadero camino y, una vez trazado, él expresará el camino
universal. Éste es el misterio. Cuando se comprende cabalmente una cosa, se
comprende todo. Cuando se trata de comprender todo, se acaba por no comprender
nada. Lo mejor es entenderse uno mismo y así se comprende todo. En cambio, cuando
uno se esfuerza en trazar su propio camino, ayuda a los demás y éstos lo ayudarán a
uno. Antes de trazar el propio camino, no podemos ayudar a nadie, y nadie puede
ayudarnos. Para ser independientes en el verdadero sentido, hay que descartar todo lo
que se tiene en la mente y descubrir algo enteramente nuevo y diferente, momento
tras momento. Asi es como se vive en este mundo.
Disposición, atención
En el Sutra Prajña Paramitá, la cuestión más importante es, desde ya, la idea de la
vacuidad. Antes de comprender la idea de la vacuidad todo parece existir
substancialmente. Pero después de que nos damos cuenta de la vacuidad de las cosas,
todo se vuelve real, no substancial. Cuando nos damos cuenta de que todo lo que
vemos es parte de la vacuidad, dejamos de tener apego a la existencia, nos damos
cuenta de que todo es mera forma y color relativos. A la vez, comprendemos el
verdadero significado de la existencia relativa. Cuando oímos decir por primera vez que
todo es una existencia relativa, la mayoría nos sentimos contrariados. Pero esta
contrariedad proviene de una noción equivocada del hombre y la naturaleza. Y esto se
debe a que nuestra manera de observar las cosas está profundamente arraigada en
nuestras ideas centradas en el propio ser, y por eso nos sentimos contrariados cuando
descubrimos que todo tiene sólo una existencia relativa. Sin embargo, cuando nos
damos cuenta cabal de esta verdad, no experimentamos ningún sufrimiento.
Este sutra dice: "El Bodhisattva Avalokiteshvara observa que todo es vacuidad, por eso
él desecha todo sufrimiento". No fue después de comprender esta verdad cuando
superó el sufrimiento: advertir esta realidad equivale de por sí a una remoción del
sufrimiento. O sea que la comprensión de la verdad es la salvación misma. Decimos
"advertir" o "comprender", pero la comprensión de la verdad está siempre al alcance
de la mano. No es después de practicar el zazén cuando nos damos cuenta de la
verdad; aún antes de practicarlo, la comprensión está en nosotros. La iluminación no se
alcanza después de entender la verdad. Darse cuenta de la verdad es vivir, existir ahora
y aquí. No es, pues, cuestión de comprensión o de práctica. Es un hecho esencial. En
este sutra, Buda se refiere al hecho esencial que enfrentamos en todo momento. Esta
cuestión es muy importante. Éste es el zazén de Bodhidharma. La iluminación está ahí
aún antes de que lo practiquemos. Mas, por lo general, solemos comprender la
práctica del zazén y la iluminación como dos cosas distintas: aquí está la práctica como
un par de anteojos y, cuando ejercemos la práctica, que es como ponernos los
anteojos, percibimos la iluminación. Ésta es la comprensión errónea. Los anteojos
mismos son la iluminación y ponérselos es también la iluminación. Por lo tanto, hágase
lo que se hiciere, o incluso si no se hace nada, la iluminación está ahí siempre. Así es
como comprende la iluminación el Bodhidharma.
La creencia en la nada
Cuando se tiene dolor de cabeza, hay razones para ello. Si se conoce la causa de ese
dolor de cabeza, uno se siente mejor. Pero cuando no se sabe, uno tal vez se diga "¡oh,
qué dolor de cabeza tengo! Tal vez se deba a que mi práctica es mala. ¡Si mi meditación
o mi práctica zen fueran mejores, no tropezaría con esta clase de inconvenientes!".
Cuando las condiciones se interpretan de esta manera, no se logra una completa fe en
sí mismo, o en la propia práctica, hasta tanto no se alcanza la perfección. En este caso,
es tan grande la preocupación por salir adelante que me temo que no habrá tiempo
para lograr la práctica perfecta. ¡De esa manera, no se librará uno del dolor de cabeza!
Esta clase de práctica es más bien tonta, y no da resultado. Pero, cuando se cree en
algo existente antes del dolor de cabeza, y se conoce la causa que lo motiva, entonces
uno se siente mejor, naturalmente. Tener dolor de cabeza está bien porque significa
que se tiene bastante salud como para experimentarlo. Si se tiene dolor de estómago,
es porque el estómago tiene bastante salud como para sentir el dolor. Pero si el
estómago se acostumbra a estar mal, no se sentirá dolor. ¡Eso es terrible! Llegar al final
de la vida por un dolor de estómago.
Por eso es absolutamente necesario creer en la nada. Mas esto no quiere decir
vacuidad. Hay algo, pero ese algo está siempre preparado para tomar alguna forma en
particular, y en su actividad sigue ciertas reglas, teorías o verdades. Esto se llama
naturaleza de Buda o el Buda mismo. Cuando esta existencia se personifica, la
llamamos Buda; cuando la comprendemos como la suma verdad, la llamamos Dharma
y, cuando aceptamos la verdad y actuamos como una parte del Buda o conforme a la
teoría, nos llamamos a nosotros mismos Sangha. Pero aunque haya tres formas de
Buda, se trata de una existencia que no tiene forma ni color y que siempre está
dispuesta a tomar forma y color. Esto no es una simple teoría. No es meramente la
enseñanza del budismo, sino la absolutamente necesaria comprensión de nuestra vida.
Sin esta comprensión, nuestra religión no nos ayudará. Estaremos atados a nuestra
religión y tendremos mayores inconvenientes por culpa de ella. Si ustedes se
convierten en víctimas del budismo, quizás yo me sienta muy contento, pero ustedes
no lo estarán tanto. Por eso es muy, muy importante esta clase de comprensión.
Cuando se practica el zazén en la oscuridad, es posible que uno oiga la lluvia que cae
del techo. Después, la niebla maravillosa se deslizará por entre los árboles y más tarde
aún, cuando la gente comience a trabajar, verá las hermosas montañas. Pero algunos
se disgustarán al oír la lluvia mientras están acostados en la cama por la mañana,
porque se olvidan de que luego verán salir el radiante sol por el oriente. Cuando
concentramos la mente en nosotros mismos, tenemos esta clase de preocupación.
Pero cuando nos aceptamos a nosotros mismos como la personificación de la verdad o
la naturaleza de Buda, no tenemos preocupación alguna. Pensamos "ahora está
lloviendo", pero no sabemos qué pasará después, y a la hora de salir a la calle, tal vez el
día sea hermoso o haya tormenta. Y como no sabemos, lo mejor es gozar por ahora del
sonido de la lluvia. Esta actitud es la más correcta. Cuando uno se ve a sí mismo como
personificación temporal de la verdad, no tiene dificultad alguna. Apreciará lo que lo
rodea y se apreciará a sí mismo como parte maravillosa de la gran actividad de Buda,
incluso en medio de las dificultades. Éste es nuestro modo de vivir.
Inclinación, no inclinación
Dogen-zenji ha dicho: "Aunque todo tiene naturaleza de Buda, nosotros amamos las
flores y no nos gusta la maleza". Esto es cierto en cuanto a la naturaleza humana. Pero
el que nos inclinemos a lo bello es de por sí parte de la actividad de Buda. El que no
nos guste la maleza es también actividad de Buda. Conviene entenderlo así. Si se
entiende así, está bien gustar de algo. Cuando gustamos de Buda, ésa no es una
inclinación negativa. En el amor debe haber odio o no atracción. Y en el odio debe
haber amor o aceptación. Amor y odio son una misma cosa. Pero no hay que inclinarse
solamente al amor. Hay que aceptar también el odio. Hay que aceptar la maleza, pese a
lo que sintamos acerca de ella. Si no gusta, no se la ama; si se la ama hay que amarla
bien.
Generalmente, nos criticamos a nosotros mismos por tender a la injusticia con lo que
nos rodea; nos culpamos por esta actitud de no aceptación. Pero hay una diferencia
muy sutil entre la manera usual de aceptar las cosas y nuestra manera de aceptarlas,
aunque quizás parezcan ser iguales. Se nos ha enseñado que no hay interrupción entre
la noche y el día ni entre el tú y el yo. Esto significa unidad. Pero no recalcamos ni
siquiera la unidad. Si hay unidad, no es necesario recalcarla.
Así es cómo hemos de entender la vida. De esta forma, no hay problemas. Al recalcar
cualquier cuestión en particular, siempre se presentan inconvenientes. Por eso
debemos aceptar las cosas simplemente como son. Ésa es la manera de entenderlo
todo y de vivir en este mundo. Este tipo de experiencia es algo que va más allá de
nuestro pensamiento. En el terreno del pensar, hay diferencia entre la unidad y la
variedad, pero en la experiencia real, la variedad y la unidad son la misma cosa.
Cuando se crea cualquier idea de unidad o variedad, la idea lo posee a uno. Y hay que
continuar con el pensamiento interminable, aunque en realidad no hay necesidad de
pensar.
Emocionalmente solemos tener muchos problemas, pero no son problemas reales. Son
algo creado. Son problemas provocados por nuestras ideas o puntos de vista centrados
en el propio ser. Hay problemas porque señalamos algo. Pero, en realidad, no es
posible señalar algo en particular. La felicidad es pesar y el pesar es felicidad. Hay
dificultades en la felicidad y felicidad en las dificultades. Aunque nos sentimos de
distintas maneras, no hay real diferencia. En esencia son la misma cosa. Ésta es la
verdadera comprensión venida de Buda a nosotros.
La calma
Hay un poema Zen que dice así: "Después que el viento deja de soplar, veo una flor
que cae. Por el pájaro que canta percibo la calma de la montaña". Hasta que algo no
viene a perturbarla, no percibimos la calma. Sólo cuando surge una perturbación en
ella, solemos descubrir la calma. Según un refrán japonés, "para la luna hay la nube;
para la flor, el viento". Cuando vemos una parte de la luna cubierta por las nubes o por
un árbol o cualquier maleza, nos damos mejor cuenta de lo redonda que es. Pero
cuando vemos la luna clara, sin nada que la cubra, no percibimos su redondez de la
misma manera que al verla a través de cualquier otra cosa.
Experiencia, no filosofía
Hay algo de blasfemia en decir que el budismo es perfecto como filosofia o enseñanza,
sin saber lo que realmente es.
Aunque hay muchas personas en este país interesadas en el budismo, pocas de ellas
se interesan en la forma pura. La mayoría está interesada en estudiar las enseñanzas o
la filosofía del budismo. Al compararlo con otras religiones, aprecian lo satisfactorio
que es intelectualmente. Pero que el budismo sea o no filosóficamente profundo o
bueno o perfecto no viene al caso. Nuestro propósito es mantener nuestra práctica en
su forma más pura. A veces me parece que hay algo de blasfemia en decir que el
budismo es perfecto como filosofía o enseñanza, sin saber lo que realmente es.
Para el budismo (y para nosotros) la práctica del zazén en grupo es lo más importante,
porque esta práctica es la forma original de vida. No se puede apreciar el resultado de
los esfuerzos de nuestra vida sin conocer primero el origen de las cosas. Nuestros
esfuerzos han de tener cierto significado. Una vez conocido ese significado, ya se
puede encontrar la fuente original. No conviene preocuparse por el resultado de
nuestros esfuerzos sin determinar antes su origen. Si ese origen no es claro y puro,
nuestros esfuerzos no serán puros, y el resultado no será satisfactorio. Cuando
tornamos a nuestra naturaleza original y hacemos incesantes esfuerzos sobre esta
base, apreciamos el resultado de ellos de momento en momento, día tras dia, año tras
año. Asi es como hemos de apreciar nuestra vida. Los que se interesan únicamente en
el resultado de sus esfuerzos no tienen la oportunidad de apreciarlos, porque no
obtendrán nunca ningún resultado. Pero si en todo momento surge el esfuerzo desde
su origen puro, todo lo que se haga saldrá bien y uno estará satisfecho de todo lo
hecho.
En la práctica zazén, tornamos a nuestra forma pura de vida, más allá de toda idea de
provecho y más allá de toda fama o ganancia. Mediante la práctica, mantenemos
sencillamente nuestra naturaleza original tal cual es. No es necesario intelectualizar
acerca de lo que es nuestra naturaleza pura original, porque está más allá de nuestra
comprensión intelectual. Y no hay ninguna necesidad de apreciarla, porque rebasa los
límites de nuestra apreciación. Así es, pues, que nuestra práctica consiste simplemente
en sentarse, sin ninguna idea de ganancia y con la más pura de las intenciones, y
permanecer tan tranquilos como nuestra naturaleza original. Ésta es nuestra práctica.
Thomas Merton
“El koan de los champiñones”: Este es el Koan original del Maestro Dogen, y que
nos lo cuenta T. Deshimaru. Comienza así: El Maestro había ido a China para encontrar
la verdadera sabiduría, para comprender el Zen. Pero no había conseguido
comprenderlo, a pesar de haber estudiado muchas cosas. La civilización buddhista zen
estaba por esa época muy extendida en China y él había recorrido templo tras templo.
Sin embargo, no estaba satisfecho de la enseñanza que le habían dado y quería volver a
Japón. Un día llegó a un templo pequeño. Era verano, hacía mucho calor. Encontró a un
monje muy anciano que estaba trabajando bajo el sol. Su trabajo consistía en secar
champiñones. El anciano, a pesar de su edad, bajo un sol abrasador, extendía los
champiñones por el suelo. Al ver esto, el Maestro Dogen le hizo la siguiente pregunta: –
Usted es un monje anciano y superior, ¡por qué trabaja? Hoy hace mucho calor, hágalo
otro día.
Dogen era entonces muy joven. Pero la siguiente contestación del anciano
monje, muy interesante, se convirtió en una respuesta histórica del Soto Zen. Y así fue
como el Maestro Dogen obtuvo el Satori.“Joven, usted ha venido del Japón. Es
inteligente y comprende el buddhismo, pero no comprende la esencia del Zen. Si no
hago esto, si no trabajo aquí y ahora, ¿quién podría hacerlo? Yo no soy usted, yo no soy
los demás. Los demás no son yo. Por eso los demás no pueden experimentarlo.
Si no trabajo, si no experimento aquí y ahora no podré compréndelo. Si un
joven me ayudara a trabajar, si yo me limitara a mirarle, no podría tener esa
experiencia de secar champiñones. Si yo dijera: haz esto o aquello, ponlo aquí o allá, no
podría experimentarlo yo mismo. No podría comprender el acto de que esté aquí y
ahora (...) Yo no soy los demás y los demás no son yo.”
Descartes dijo: –“Pienso, luego existo”. Yo digo: –“No pienso, luego existo”. Si se
hacen categorías, si se piensa demasiado, nuestra propia conciencia queda encerrada
en los límites de nuestro pensamiento. Nuestra conciencia es profunda como el
cosmos, está
Pero, se piense o no se piense (dice Deshimaru) se existe. Esta actitud del Zen
de sentarse y, en silencio, concentrarse a meditar, de algún modo, yo creo que guarda
similitud con la siguiente recomendación del Abad Macario, el egipcio, que se
encuentra en Vida y dichos de los padres del desierto: “Resulta que después de
celebrar la asamblea en Scitia, Macario decía a los monjes: –¡Huid, hermanos! Uno de
los ancianos le preguntó: “¿A dónde podemos huir más lejos de este desierto? El Abad
se puso un dedo sobre la boca diciendo: –¡De esto tenéis que huir!” Cistercium nº
228/9.
Las guerras son incidentes psíquicos que tienen su origen en el alma humana.
Nos gusta echarle la culpa a nuestro chivo expiatorio de turno, tanto si es el
imperialismo, el nacionalismo, el comunismo o el capitalismo, todo lo que se nos
antoje. Ninguna de estas cosas ni todas ellas son realmente responsables; somos
nosotros, personas inofensivas que queremos pensar que odiamos la guerra y todos
sus horrores.
Tal vez no hemos tenido nada que ver con las aguas fanganosas de la política o
de la economía, tal vez ni hemos escrito artículos ni cartas para inflamar pasiones
raciales, nacionales o comunitarias, pero todos compartimos esa responsabilidad.
Cada sentimiento de ira, odio, envidia o venganza que nos hemos permitido en
el pasado, independientemente de la persona a la que iba dirigido y por más justificado
que lo hayamos considerado, ha sido un puñado de pólvora arrojado al polvorín que,
antes o después, tiene que estallar.
Pero no es la persona que encendió la cerilla la responsable de un mundo en
llamas, sino nosotros, que hemos ayudado a engrosar el polvorín. Porque ¿Qué es lo
que hemos hecho? Los sentimientos de odio, de miedo, etc., que han entrado en
nuestro corazón y que hemos cobijado son, como siempre, invitados intolerables.
Queremos expulsarlos en seguida, queremos dejarlos pegados, como un poster, en el
primer muro que encontremos. Es cierto que ese muro tenía algo en su naturaleza que
lo hacía apto para ese poster en particular, pero igualmente, el poster lo mandamos
nosotros y fuimos nosotros los que lo pegamos allí.
Esto no quiere decir que la responsabilidad de todas las naciones sea la misma,
ni tampoco la de todos los individuos.
Algunos de nosotros hemos pecado más profundamente que otros, pero valorar
esta responsabilidad nunca resulta fácil. Es más importante y provechoso recordar que
todos los odios, los miedos, las envidias y los deseos agresivos, por parte de cualquier
persona y aunque se produzcan de forma privada, han constituido el combustible que
preparó la llama y que la sigue manteniendo.
Cada vez que sentimos una sensación de triunfo por la destrucción del
«enemigo», vamos añadiendo leña al fuego, porque cada vez que eso sucede estamos
convirtiendo a alguien en un chivo expiatorio del mal que hay en nosotros.
Normalmente esa bestia alimenta su vida subterránea con los restos de fantasía
y sueños que se filtran hasta la guarida donde mora, relamiéndose con los actos de
violencia y crueldad con los que pueda vengarse por su confinamiento; y cada vez que
nos entregamos a soñar con odios y venganzas, esos pensamientos van cayendo allí y
refuerzan su feroz energía. A veces podemos sentir la fuerza con la que empuja las
rejas de su celda, pero en tiempos normales, «Dios» y la policía la tienen encerrada, y
sólo es ocasionalmente cuando se escapa y escandaliza al mundo con algún acto de
crueldad atroz. Cuando esto ocurre, la sociedad decide que la jaula de esa persona es
demasiado débil para mantener la bestia y, temiendo que cunda el ejemplo, si la dejan
escapar impunemente, se apresuran a destruir a los dos, al ser humano y a la bestia.
Hay que añadir aquí que la bestia no se destruye con la muerte del cuerpo que
le servía de jaula. Sigue vagando por ahí sin ser vista, libre ya de su jaula de carne, libre
para entrar en el corazón de todo aquél que le de cobijo temporal y a quien empujará
para cometer las fechorías que ama. Si la gente en general fuera consciente del grado
en el que esto ocurre, no tendría tanta prisa por matar a los que cometen crímenes
atroces, ni a sus enemigos personales tampoco.
Como tales, quedarán atrapados dentro de la red del karma que están tejiendo,
una red que, invariablemente, hará que, en el siguiente conflicto que se produzca,
caiga sobre ellos el pesado fardo del sufrimiento. De todos ellos puede decirse que
aquél que tome la espada con el pensamiento y la fantasía perecerá con la espada
verdadera.
Nadie puede evadirse, porque toda la vida es una. Igual que el dedo meñique
no escapa a la fiebre que se apodera de todo el cuerpo, tampoco nadie puede escapar
de la interrelación que existe en toda la vida. Tanto el objetor de conciencia, como el
pacifista o el sannyasi que renuncia al mundo, ninguno de nosotros puede evadir la
parte de responsabilidad que nos corresponde en un estado de cosas que nuestros
propios pensamientos han contribuido a crear; porque ni la distancia geográfica ni
ningún decreto gubernamental de neutralidad, ni el rechazo personal a llevar armas
puede aislar una parte del todo en el que esa parte está enraizada.
Es en los mundos internos del deseo donde se originan las guerras y a partir de
esos mundos internos se van manteniendo. Lo que percibimos como una guerra en el
físico no es sino la sombra de esas luchas internas, un espectáculo fantasmagórico de
acontecimientos que ya han tenido lugar en el mundo interno, cenizas muertas que
señalan el sendero destructivo del incendio del bosque, la estela turbulenta e
inalterable de un barco cuya proa surca los mares hasta lejanos confines.
Pero los rezos y los llantos son igualmente inútiles: «Ni es en las regiones
aéreas, ni en las profundidades de los océanos; ni en las cavernas de las montañas, ni
en ningún punto de la tierra, existe un lugar donde el hombre pueda escapar del fruto
de sus malas acciones». En los mundos internos hemos creado la guerra: en esos
mismos mundos internos hemos de crear la paz, porque: «La mente es la precursora de
todas las cosas, y con la mente se hacen todas las cosas. A todo aquél que, con una
mente llena de deseo, piense o actúe mal, le seguirá el dolor como sigue la rueda al pie
del buey.» (Dhammapada).
Es una realidad digna de ser seña lada el que esa energía extraordinaria a la que
damos el nombre de Vida se manifiesta siempre bajo las limitaciones de una forma,
tanto que ésta sea sumamente organizada y compleja, como sencilla y rudimentaria.
Esto podría
no ser tan remarcable desde una posición materialista la cual sostiene la teoría
tan superficial de que unas determinadas combinaciones de moléculas dan origen a la
vida. Presentando una objeción, si bien un tanto elemental, a esta hipótesis, podríamos
preguntar: ¿Cómo puede producir vida la materia puesto que se nos aparece como de
categorías completamente distintas? Podría pensarse quizás que la materia es
transmutable en energía tal como lo enseña la actual investigación científica. De eso
podría deducirse esa otra clase superior de energía que es la vida. Pero es una visión
excesivamente simplista; las fuerzas de la materia actúan siempre mecánicamente y en
formas fijas. Pero la Vida, que evoluciona a la par con la conciencia demuestra una
inteligencia que en el ser humano brota y se ramifica de una manera completamente
libre que puede considerarse extraordinaria.
La ruina del cuerpo físico no sólo es el resultado del deterioro que éste va
sufriendo. Es un proceso del que no está exenta ninguna estructura material. Esto
tiene un significado fundamental dentro de lo catastrófico que parece ser el
acontecimiento.
Sus consecuencias pueden subsistir durante algún tiempo para aquello que
sobrevive, y son aquellos aspectos del cambio que se precipitan en la entidad que
desencarna con la destrucción de su base física los que son importantes por tener una
relación con la vida, lo mismo antes que después de la muerte.
La separación del pasado, aunque tenga lugar en el plano físico por la disolución
de este cuerpo que en ese nivel es la muerte, está muy lejos de completarse en el
hombre como ser psíquico. Este proceso de la muerte psíquica sólo empieza en el
momento de desencarnar.
Cuando esos factores son anulados, la disolución de la nube tiene que significar
un cambio en la condición psíquica que tiende hacia la libertad, para que la vida que
ahí mora ponga de manifiesto su naturaleza esencial, así como el colorido inherente a
la conciencia, con la cual la vida siempre está interconectada.
El apego, que siempre es una sensación del pasado, una fase del tiempo que se
renueva constantemente desde este presente hacia adelante, tiene que llegar
necesariamente a un fin. Los cambios provocados por los acontecimientos separan,
inevitablemente, ese momento presente en el que existen la vida y la conciencia del
pasado al que estamos vinculados por ese proceso psicológico.
Desde el punto de vista de la forma o del organismo a través del cual la vida
actúa, la muerte, según palabras de Eliphas Levi, es: “La necesaria disolución de
combinaciones imperfectas.” Cada forma, cada estructura, por más admirable que ésta
sea, es una combinación que consta de partes o elementos, así como de fuerzas que
operan en ella. La vida siempre es una en la multiplicidad, una en sí misma, pero
actuando invisiblemente a través de fuerzas diferentes en muchas direcciones. Es las
dos cosas, una naturaleza de unicidad y una naturaleza de multiplicidad o pluralidad en
la acción. La naturaleza de unicidad se refleja en la síntesis o en la coordinación
perfecta de esas fuerzas. Pero esa unidad sólo es asequible en la conciencia en la que
está infundida la vida.
Sin embargo, sean cuales fueren las condiciones del cuerpo físico, en la
naturaleza interna del hombre puede existir un estado de armonía perfecta, es decir,
como entidad psíquica. Pero hay muy pocos individuos en los que se den esas
condiciones. Porque así como el proceso del cuerpo físico se halla en manos de la
Madre Naturaleza y en ella es un organismo que se regula por sí mismo, el campo
psíquico constituye terreno abonado para las propensiones mecánicas más variadas y
para la existencia de una mente ignorante, absolutamente incapaz de entenderse a sí
misma.
Pero el proceso de esta muerte lleva más tiempo debido a los apegos y a las
experiencias acumuladas, que pueden ser muy intensos. Entonces, lo que queda, sólo
puede ser aquella naturaleza de la Vida que mora en el ser, y a la que podríamos llamar
correctamente naturaleza espiritual; una naturaleza de armonía, cada uno de cuyos
movimientos pone de manifiesto la evidente cualidad de libertad, no de apego
mecánico o de constricción.
La conciencia con la cual está asociada la vida que en ella mora puede reflejar
esa totalidad y esa armonía. La cualidad de la energía que entonces se manifiesta en
ella llega a parecerse a una llama sin humo. Esa llama, como el carácter, florece en
formas variadas de expresión y de acción. El árbol de los trópicos conocido como ‘la
Llama del Bosque’ se recubre en verano de flores doradas y de un espléndido escarlata.
Así también, una belleza tan resplandeciente puede manifestarse en los planos
psíquico y espiritual. Porque sólo muere el cuerpo, lo mismo el físico que el de las
impresiones y apegos, y la vida sigue incólume semejante a una llama. Cuando ha
tenido lugar una muerte así, el amor sigue perdurando porque constituye la esencia del
alma espiritual que vive como una totalidad y no desaparece. En efecto, lo que no se
extingue en el proceso del morir es el alma. En la verdadera naturaleza del amor puro
no hay separación, no hay posesión. El deseo y el amor común son algo que implica
anhelo, que brota de las experiencias pasadas, mientras que el amor puro no surge
de .lugar alguno, sino que es lo que el místico llamaría las fuentes ilimitadas del Bien
Divino y de la Gracia Divina.
Mientras que el amor puro se parece a la luz, el deseo es oscuro, cargado con el
recuerdo. Esa luz del amor puro se parece a la que se insinúa en el nacimiento del alba
y sus colores tornasolados, y es una luz que en su pureza es una con la vida o la
conciencia. El morir para el pasado es, a la vez, enfrentarse al futuro puesto que ello
forma parte del avanzar de la vida y su renovación.
Es la reunión espiritual y del amor con todo lo que de dicha infinita pueden
significar esa libertad y esa unión. Tan sólo es el Amor el que puede cruzar las barreras
que separan esa cara de la existencia de la otra.
Tampoco puede ignorar los valores éticos. Lo único que pretende es limpiar
meticulosamente su corazón de todas las impurezas arraigadas en el conocimiento,
“que nos fue dado al comer el fruto del árbol prohibido”. Cuando en el Jardín del Edén,
donde campea la Inocencia, despierta el Conocimiento, tiene lugar la diferenciación del
bien y del mal. Del mismo modo, el pensamiento emana misteriosamente del Vacío de
la Mente, y allí está el mundo de las multiplicidades.
Para el Dr. Suzuki, el bien y el mal juegan papeles antagónicos sobre un campo
que permanece neutral, indiferente, abierto al vacío. Es como la lluvia que tanto cae
sobre el justo como empapa al injusto. O como el sol, cuyos rayos calientan igual al
bueno que al malo. Pero el hombre, perdida su Inocencia a cambio del Conocimiento,
diferencia a los justos de los injustos, el bien del mal, lo cierto de lo equivocado, los
amigos de los enemigos. Por lo tanto, ya no es inocente, ni perfecto, sino intensamente
moral.
En este punto, el sabio japonés ilustra sus tesis con un ejemplo extraído de La
Vida de los Padres del desierto. Aunque él no cita el nombre del eremita que intervino
en el suceso, nosotros sabemos que se trata del Abad Poemen. El relato, tomado de
Vida y dichos de los Padres del desierto (Desclée de Brouwer, 1994), y que en casi nada
difiere del traducido por el Dr Suzuki , es como sigue: Había un gran hesycasta en el
monte de Athlibis. Le asaltaron unos bandoleros, el anciano gritó; sus vecinos, al oírle,
cogieron a los ladrones y se los mandaron al gobernador, que los metió en la cárcel.
En cierto modo así parece confirmarlo el apotegma que sigue al citado relato.
Dice el Abad Poemen: –“No es monje el que se lamenta, no es monje el que devuelve
mal por mal, no es monje el que se encoleriza” (X.54).
Por su parte, el Dr. Syzuki saca la conclusión de que “la íntima bondad del ‘gran
ermitaño’, que libera a los criminales de su prisión puede producir resultados más bien
indeseables (pues altera el orden social). Inocencia y Conocimiento requieren un
razonable equilibrio. Para esto es necesario que el Conocimiento se someta a una
disciplina y que, al mismo tiempo, el valor de la Inocencia sea estimado en adecuada
relación con el Conocimiento (...)”.
La pobreza de este año es absoluta. En la pobreza del último año había lugar
para la cabeza de un alfiler. Tal es la pobreza de este año que hasta el propio alfiler ha
desaparecido. Por supuesto esto es absolutamente simbólico. Quiere decir que “uno ha
muerto para sí mismo”. En este sentido, en uno de los versos que se atribuyen al
Buddha (dichos en el momento del satori o iluminación) se dice: “La Mente marchó a
su disolución”. Los apetitos han llegado a su disolución.
Ejo
Siento un profundo respeto, que nace desde lo más recóndito de mi compasión, por
vosotros que continuáis la práctica de zazen en el estado de espíritu que voy a
describir: sin intentar obtener nada, sin ninguna meta; sin dejaros influir por vuestra
inteligencia personal; sin mostrar suficiencia por la experiencia que habéis adquirido en
el doyo.
Con toda la energía de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu, penetrad totalmente en
komyozo, sin daros vuelta hacia atrás para mirar el tiempo. No busquéis el satori. No
escuchéis los fenómenos ilusorios (mayoi):
No detestéis los pensamientos que aparecen, tampoco los améis, y, sobre todo, no los
mantengáis. De todas maneras, sea lo que sea, debéis practicar la gran postura sentada
aquí y ahora. Si no mantenéis los pensamientos, éstos no vendrán por sí mismos. Si os
abandonáis a la espiración y dejáis que la inspiración venga en un armonioso ir y venir,
no hay más que un zafú bajo el cielo vacío, pesado como una llama. Si no esperáis nada
de lo que hacéis, si no consideráis cosa alguna, podéis cortar con todo, solamente por
zazen.
Aunque los ochenta y cuatro mil bonno (deseos, ilusiones) vayan y vengan, si no les
dais importancia, si los abandonáis a sí mismos, en ese momento, de cada uno de ellos,
de uno tras otro y de todos juntos, podrá surgir el maravilloso misterio del granero de
la gran
sabiduría.No existe solamente el komyo del momento de zazen. También está aquel
que, paso a paso, acto tras acto, os hacer ver progresivamente que cada fenómeno
puede realizarse inmediata, automática, independientemente de vuestra inteligencia
propia y de vuestros pensamientos personales. Tal es la verdadera y auténtica
certificación que existe sin molestar la manifestación de komyo.
Es el poder espiritual del no actuar por la luz que se ilumina por sí misma. Este komyo
es originariamente no sustancia, no existencia. Por ello, aunque muchos Budas lo
realicen en este mundo, no son de este mundo. Y, estando en el nirvana, no están en el
nirvana.
En el instante de vuestro nacimiento, komyo no existía. En el de vuestra muerte, no
desaparecerá.
Desde el punto de vista de Buda, no aumenta. Desde el punto de vista de los sentidos,
no disminuye.
Así como cuando tenéis ilusiones o dudas, no podéis hacer la pregunta correcta,
cuando tenéis el satori no podéis expresarlo. En ningún momento consideréis nada con
vuestra conciencia personal. Durante las veinticuatro horas del día, tened la calma y la
gran tranquilidad de los muertos. No penséis en nada por vosotros mismos. Así, al
practicar la espiración y la inspiración, vuestra naturaleza profunda y vuestra naturaleza
sensitiva, inconsciente y naturalmente, serán no saber, no comprensión.
Entonces, todo podrá volverse naturalmente calmo, esplendor de komyo, en la unidad
del espíritu y del cuerpo. Por eso, cuando lo llamamos, debería responder
rápidamente. Un solo y mismo komyo armoniza en un todo a la gente del satori y la de
las ilusiones.
Así, aunque os pongáis en movimiento, este último no debería perturbaros. Y el
bosque, las flores, las briznas de hierba, los animales, los seres humanos, todos los
fenómenos (ya sean largos, cortos, cuadrados o redondos) podrán realizarse inmediata,
automática, independientemente de vuestra inteligencia propia y de la acción personal
de vuestro pensamiento.
No estéis apegados ni a las ropas ni al alimento ni a la casa. No sucumbáis al deseo
sensual o al apego del amor que son prácticas animales.Inútil interrogar a los demás
sobre komyo, pues su komyo no tiene utilidad alguna para vosotros.
En el origen, este samadhi es el santo doyo, el océano de todos los Budas. Es entonces
el más grande y el más santo de todos los asientos transmitidos directamente de Buda
en Buda a través de la santa práctica universal. Puesto que ahora sois discípulos de
Buda, debéis hacer zazen tranquilamente en su asiento.
No os sentéis en el zafú infernal, el zafú gaki, animal o asura, ni tampoco en el de los
shomon o de los engaku. Practicad solamente shikantaza. No perdáis el tiempo. Es lo
que se llama el auténtico espíritu del doyo, el verdadero komyo samadhi, el maravilloso
y espléndido satori.
Este texto sólo debe ser leído por los verdaderos discípulos del Maestro Dogen,
aquellos que están autorizados a entrar en su habitación.
Lo he escrito para mis compañeros de zazen, para que no haya puntos de vista
erróneos, para perfeccionarme a mí mismo y para educar a los demás.
Escrito por Ejo, bajo el reinado del emperador Gouta. Con el más profundo respeto, en
el templo Eihei-ji el 28 de agosto de 1278.
Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: "¿Existe el infierno? ¿Existe
el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?".
Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin
matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna
doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el
cielo. Hakuin le respondió de un amanera que sólo un guerrero podía haber entendido.
El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto
de matar a Hakuin cuando éste le dijo": Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te
abren la puerta".
Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la
espada en su cinto y Hakuin dijo: Aquí se abren las puertas del cielo".
El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma
inconsciente, estás a las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del
cielo.
La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos.
Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no
están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren…en un segundo se
puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno.
http://www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/LISTADOTITULOSZEN.htm