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LA PROBLEMÁTICA ÉTICA DE LA
INSEMINACIÓN ARTIFICIAL.
“Hubo un estudio muy interesante hace unos meses. Preguntaron a los laboratorios
de fertilización in Vitro como se deshacen de los embriones humanos que sobran.
Mientras parece que muchos lo hacen en una forma muy casual, un número
insignificante habló de su reverencia en aquel momento. Algunos aún dicen
oraciones por los embriones y conducen una especie de servicio funeral. En su
profundidad los técnicos saben de que se trata: vida humana. No es como botar
pelo o uñas. Son pequeños seres humanos.”
Si una pareja no puede tener hijos, ¿Puede recurrir a la inseminación artificial? ¿Qué implicancias
morales conlleva la fecundación in vitro? ¿Se puede recurrir a algún tipo de fecundación asistida?
La fecundación artificial.
La fecundación artificial consiste en la colocación artificial del semen en el interior del útero de la mujer. La forma más conocida es
la fecundación in vitro (FIV).
Nota: Según las estadísticas, un 20% tienen gemelos, y un 20% de los que son transferidos al útero de la madre se echan a
perder, es decir, son abortados.
La fecundación artificial no está permitida éticamente por manipular artificialmente la vida con todos los riesgos
que ello implica. Mientras que los hijos tienen derecho a ser concebidos, gestados, nacidos y educados, por medio
de métodos naturales, por y con amor en una familia; los padres no tienen derecho a tener un hijo.
Por otro lado, nos encontramos con dos problemas a nivel ético: para que un embrión salga bien se ha asesinado
al resto de embriones o los han congelado. En el fondo es una técnica que promueve el aborto y
la eugenesia, pues sólo se escoge al “mejor” para que viva. Además, se dan muchos casos, en los
cuales los médicos no utilizan el esperma del padre para la inseminación artificial, por tener
problemas de esterilidad y cuentan con esperma de un banco de esperma o de una persona
anónima de la misma raza y características de los padres, incluso muchas veces sin comunicar a los padres.
La inseminación y la fecundación artificial son inmorales, porque disocian la procreación del acto conyugal con el que
los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de
la persona humana. Además, la inseminación y la fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que
implican a una persona extraña a la pareja conyugal, lesionan el derecho del hijo a nacer de un padre y de una
madre conocidos por él, ligados entre sí por matrimonio y poseedores exclusivos del derecho a llegar a ser padre y
madre solamente el uno a través del otro.”
El Catecismo de la Iglesia Católica (promulgado por el Papa Juan Pablo II en 1992) enseña la misma doctrina que su
posterior Compendio:
“2376. Las técnicas que provocan una disociación de la paternidad por intervención de una persona extraña a los
cónyuges (donación del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. Estas técnicas
(inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre
conocidos de él y ligados entre sí por el matrimonio. Quebrantan “su derecho a llegar a ser padre y madre
exclusivamente el uno a través del otro” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 2, 4).
2377. Practicadas dentro de la pareja, estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales homólogas) son quizá
menos perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables. Disocian el acto sexual del acto procreador. El
acto fundador de la existencia del hijo ya no es un acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que “confía la
vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el
origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e
igualdad que debe ser común a padres e hijos” (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 82).
“La procreación queda privada de su perfección propia, desde el punto de vista moral, cuando no es querida como el
fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos […] solamente el respeto de la
conexión existente entre los significados del acto conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una
procreación conforme con la dignidad de la persona” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 2,
4).”
Sin embargo, un documento de 1987 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Instrucción Donum vitae sobre
el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, parece sostener una doctrina parcialmente
diferente sobre la inseminación artificial homóloga:
“6. ¿Cómo se debe valorar moralmente la inseminación artificial homóloga?
La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir, salvo en el caso en que el
medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquél
alcance su finalidad natural.
Las enseñanzas del Magisterio sobre este punto han sido ya explícitamente formulados: ellas no son únicamente la
expresión de particulares circunstancias históricas, sino que se fundamentan en la doctrina de la Iglesia sobre la
conexión entre la unión conyugal y la procreación, y en la consideración de la naturaleza personal del acto conyugal
y de la procreación humana. “El acto conyugal, por su estructura natural, es una acción personal, una cooperación
simultánea e inmediata entre los cónyuges, la cual, por la misma naturaleza de los agentes y por la propiedad del
acto, es la expresión del don recíproco que, según las palabras de la Sagrada Escritura, efectúa la unión “en una sola
carne". Por eso, la conciencia moral “no prohíbe necesariamente el uso de algunos medios artificiales destinados
exclusivamente sea a facilitar el acto natural, sea a procurar que el acto natural realizado de modo normal alcance el
propio fin". Si el medio técnico facilita el acto conyugal o le ayuda a alcanzar sus objetivos naturales puede ser
moralmente aceptado. Cuando, por el contrario, la intervención técnica sustituya al acto conyugal, será moralmente
ilícita.
La inseminación artificial sustitutiva del acto conyugal se rechaza en razón de la disociación voluntariamente causada
entre los dos significados del acto conyugal. La masturbación, mediante la que normalmente se procura el esperma,
constituye otro signo de esa disociación: aun cuando se realiza en vista de la procreación, ese gesto sigue estando
privado de su significado unitivo: “le falta… la relación sexual requerida por el orden moral, que realiza, ‘el sentido
íntegro de la mutua donación y de la procreación humana, en un contexto de amor verdadero".
¿Cómo explicar esta aparente contradicción en el Magisterio de la Iglesia? Según el Catecismo de la Iglesia Católica
y su Compendio, la inseminación artificial es siempre inmoral. En cambio, según la instrucción Donum vitae se debe
distinguir entre la inseminación artificial heteróloga, que es siempre inmoral, y la homóloga, que es inmoral si
sustituye al acto conyugal y es moral si constituye una facilitación o ayuda al acto conyugal, para que éste alcance su
fin natural.
Una explicación propuesta por algunas personas es que la instrucción Donum vitae expresa la doctrina católica en
forma precisa, mientras que el Catecismo y su Compendio lo hacen en forma imprecisa, debido al carácter sintético y
no especializado de estos últimos documentos. Opino que esta explicación es inadmisible. Es muy temeraria la
suposición de que esos dos documentos (y sobre todo el primero) de altísimo valor doctrinal sacrifican la exactitud de
la doctrina en aras de la concisión. No creo que se pueda ofrecer ejemplos similares para fortalecer esta tesis. Tanto
el proceso seguido para redactar el Catecismo Universal (tan largo, cuidadoso y participativo) como el nivel de
conocimientos teológicos de sus redactores principales parecen excluir de por sí una imprecisión como la postulada
en esta primera explicación.
Por mi parte, propongo otra explicación: la de una diferencia terminológica. Con mejor lógica, el Catecismo no
considera como inseminación “artificial” al caso particular de inseminación artificial homóloga aceptado por la Donum
vitae. En efecto, si una técnica de inseminación en particular no sustituye al acto conyugal sino que lo facilita y ayuda,
no se trata, propiamente hablando, de inseminación “artificial”.
Un documento de 2008 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la instrucción Dignitas personae sobre algunas
cuestiones de bioética, parece respaldar esta segunda explicación:
“12. (…) A la luz de este criterio hay que excluir todas las técnicas de fecundación artificial heteróloga y las técnicas
de fecundación artificial homóloga que sustituyen el acto conyugal. Son en cambio admisibles las técnicas que se
configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad. La Instrucción Donum vitæ se expresa en este modo:
«El médico está al servicio de la persona y de la procreación humana: no le corresponde la facultad de disponer o
decidir sobre ellas. El acto médico es respetuoso de la dignidad de las personas cuando se dirige a ayudar al acto
conyugal, ya sea para facilitar su realización, o para que el acto normalmente realizado consiga su fin». Y, a propósito
de la inseminación artificial homóloga, dice: «La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede
admitir, salvo en el caso en que el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una
ayuda para que aquél alcance su finalidad natural».
13. Son ciertamente lícitas las intervenciones que tienen por finalidad remover los obstáculos que impiden la fertilidad
natural, como por ejemplo el tratamiento hormonal de la infertilidad de origen gonádico, el tratamiento quirúrgico de
una endometriosis, la desobstrucción de las trompas o bien la restauración microquirúrgica de su perviedad. Todas
estas técnicas pueden ser consideradas como auténticas terapias, en la medida en que, una vez superada la causa
de la infertilidad, los esposos pueden realizar actos conyugales con un resultado procreador, sin que el médico tenga
que interferir directamente en el acto conyugal. Ninguna de estas técnicas reemplaza el acto conyugal, que es el
único digno de una procreación realmente responsable.”
El numeral 12 de la Dignitas personae aplica a las técnicas de fecundación artificial homóloga el mismo principio
moral que la Donum vitae aplicaba a las técnicas de inseminación artificial homóloga: son ilícitas las técnicas que
sustituyen al acto conyugal y son lícitas las que constituyen una ayuda al acto conyugal. Pero así como esta
distinción no impide que la Iglesia rechace la fecundación artificial como intrínsecamente mala (y nadie discute que
ésa sea efectivamente la doctrina católica acerca de este punto), tampoco impide que rechace del mismo modo a la
inseminación artificial, puesto que toda técnica de fecundación o inseminación estrictamente artificial sustituye al acto
conyugal.
Además, el numeral 13 parece querer ilustrar, mediante algunos ejemplos, el tipo de técnicas moralmente lícitas a las
que la Donum vitae llamaba, impropiamente, “inseminación artificial”. A mi juicio, las dos últimas frases de ese
numeral, en sintonía con el Catecismo, impiden considerar como moralmente lícito al caso de inseminación artificial
homóloga en el que el esperma es obtenido por medio de un acto conyugal en el que el esposo utiliza un condón con
un orificio (así se obtiene esperma para la inseminación artificial a la vez que se evita el uso anticonceptivo del
condón). También en ese caso la técnica de inseminación artificial reemplaza al acto conyugal.