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Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Gobierno del Estado de Colima


Secretaría de Cultura

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Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Rafael Tovar y de Teresa


Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Saúl Juárez Vega


Secretario Cultural y Artístico

Antonio Crestani
Director General de Vinculación Cultural

María Eugenia Araizaga Caloca


Directora General de Administración

Gobierno del Estado de Colima

Mario Anguiano Moreno


Gobernador Constitucional del Estado de Colima

Rogelio Rueda Sánchez


Secretario General de Gobierno

Rubén Pérez Anguiano


Secretario de Cultura

D. R. © 2014
Gobierno del Estado de Colima / Secretaría de Cultura
Calz. Galván Norte esquina Ejército Nacional s/n
Tel. (312) 31 3 06 08 / C.P. 28000 / Colima, Col.

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E l Mes Colimense de la Lectura y el Libro nació del sueño
de distribuir libros gratuitos, casa por casa, para su
disfrute social. En este sueño nos acompañaron, desde un
inicio, instituciones tan prestigiadas y vitales como el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes y el Fondo de Cultura
Económica, a las que confirmamos nuestro agradecimiento.

Para 2014 nos propusimos un doble reto: cumplir la meta


de distribución de libros en todos los municipios del estado
y difundir textos fundamentales de la literatura colimense.

La publicación y socialización masiva de este libro no


sólo constituye un esfuerzo de difusión literaria, sino la
materialización de nuestros esfuerzos cotidianos para
alcanzar la igualdad de oportunidades en el acceso a la
cultura.

Este año, que el Estado de Colima fue designado como


Capital Americana de la Cultura por el Bureau Internacional
de Capitales Culturales, aspiramos a que los colimenses
encuentren en la lectura el principal motivo para sentir
orgullo de su identidad.

Mario Anguiano Moreno


Gobernador de Colima

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E ste libro, “Del volcán a la mar”, reúne textos que se han
convertido en referentes literarios locales. Sus temas
comprenden elementos culturales, históricos, naturales,
arquitectónicos y sociales de la vida cotidiana en Colima.

El nombre surge, precisamente, de esa intención de


recopilar y difundir la literatura que nace inspirada en las
peculiaridades de Colima, desde el paisaje de los volcanes
hasta nuestras costas.

“Del volcán a la mar” es también un ejercicio de memoria


en torno a un esfuerzo realizado por diversas instituciones
colimenses hace algunos años.

Recordemos que distribuir de forma gratuita miles de libros


dedicados al placer de la lectura y entregarlos casa por casa
y mano a mano es un esfuerzo único en nuestro país y quizás
en el mundo.

Rubén Pérez Anguiano


Secretario de Cultura de Colima

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Por el Camino Real de Colima
Roberto Huerta Sanmiguel

C olima es un lugar afortunado, es tierra pródiga donde


todo crece, todo se da o se reproduce como tocado por
magia. Plantas infinitas cubren el paisaje de diversos tonos de
verde; árboles frondosos y venerables crecen como catedrales
medievales a la orilla de los ríos, y hacen llover el oro de sus
ramas puntualmente cada primavera, porque ahí han estado
desde siempre las parotas, las higueras, la lluvia de oro, las
primaveras, los tabachines y hasta los recios huizaches.

Ciudad de calles empedradas y casas de tejas rojas con


balcones largos y curvos para el amor, Colima es el hogar de
moradores que aún conviven con sus vecinos y que guardan,
en los patios de sus casas, pericos parlanchines y malhablados
que conocen los nombres y secretos de sus amos.

Colima es también el nombre de un estado luminoso con


un cielo azul donde no cabe la tristeza. Su gente alegre y
bullanguera baila, convertida en danzantes y sonajeros
fervorosos, en las festividades religiosas, como en las
peregrinaciones a Lo de Villa. Colima es tierra de pescadores,
de escultores de máscaras y fantasías, de tejedores de palapas
y de sueños, de poetas y de narradores de historias al caer
la tarde.

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Lugar de volcanes y de calores despiadados, de humedad,


de temblores y ciclones, de sol, de mar y de esperanza, el
territorio que actualmente constituye este estado estuvo
habitado, hace muchos siglos, por tribus desconocidas que
nos legaron pirámides construidas con tierra y piedras de
canto rodado, esculturas de barro cocido con figuras de perros
gordos, de chamanes mitológicos, de vasijas zoomorfas, de
aves y de personas del mundo real, simples y comunes como
nosotros.

Su población actual está conformada por la fusión y presencia
de diversos grupos humanos: indígenas, españoles, negros,
filipinos, alemanes, chinos, estadounidenses y franceses,
entre otros. Muchos de ellos son descendientes de viajeros
que durante siglos llegaron a Colima por tierra o por mar; por
esa vieja Mar del Sur surcada, en el siglo XVIII, por piratas
y bucaneros que perseguían al galeón de Manila en busca
del botín del Oriente; por esa mar desde donde zarparon las
naves del adelantado Miguel López de Legazpi con rumbo
a las Islas Poniente, travesía que, por cierto, quedaría como
una de las grandes hazañas de la navegación del siglo XVI,
al lograrse el ansiado tornaviaje a la Nueva España y el
establecimiento definitivo de los españoles en las Filipinas.

También por esta mar llegaron, a mediados del siglo XIX, los
barcos mercantes alemanes tras no poder arribar a su destino
acostumbrado –los puertos de Mazatlán y San Blas–, debido al
bloqueo militar llevado a cabo por las tropas estadounidenses
en los puertos mexicanos del Pacífico y del Golfo. Fue así,
que no quedándoles más remedio, los alemanes atracaron
en un olvidado puerto abundante en arbustos de manzanilla,
en donde por fin desembarcaron la carga que duró semanas
resguardada bajo la sombra de los árboles, en espera de su
transportación tierra adentro.

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Desde entonces, Manzanillo ha sido territorio de intenso


tráfico de arrieros que, a lomo de mula, llevan su mercadería
a las principales ciudades de la región. Actualmente, grandes
grúas descargan contenedores que son trasportados en
ferrocarril o por autopista.

La otra ruta de acceso a Colima ha sido por tierra, por el


llamado Camino Real de Colima, tan difícil de transitar;
quizá por eso quedaría plasmado para siempre en el folclor
mexicano, en esa epopeya inmensa que significaba el paso
de trajinantes entre desfiladeros infinitos y ríos turbulentos
que corren hacia el Pacífico, un camino casi imposible,
particularmente en esas siete barrancas entre Colima y
Tuxpan a las que los antiguos llamaban “los siete pecados
mortales”.

Viajar era un acto de heroísmo, ya fuera a lomo de mula,


a caballo o en carruajes incómodos y lentos que hacían del
recorrido un suplicio interminable. La gente estaba siempre
expuesta a la lluvia, al frío o al calor, a los animales salvajes,
a los asaltos de las gavillas, a un piquete de insecto, a la
mordedura de animal, a enfermarse, a pasar hambre y sed,
y a un sinfín de contratiempos que hacían del viajar una
verdadera aventura. La infinidad de viajeros, que en siglos
pasados pudieron contar en sus cartas y libros de viaje las
cosas raras o diferentes que pudieron admirar por estas
tierras, ahora lo hacen por aire y se pueden hospedar en
buenos hoteles.

Del mar, rumbo al volcán, se recorre de vieja ruta de arrieros


entre palmeras y atravesando los esteros de Manzanillo. En
el siglo pasado para llegar a Colima se cruzaba la Laguna
de Cuyutlán en lancha o en un pequeño vapor que facilitaba
un recorrido, que en estos tiempos se realiza en minutos por

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autopista. En este trayecto el primer sitio reconocible con el


que uno se encuentra es Cuyutlán. Este antiguo asentamiento
fue, desde tiempos prehispánicos, una importante sede
productora de sal, que se ha caracterizado por el incremento
del número de sus habitantes por la llegada anual de cientos
de salineros, y por elaborar un producto que “por ser de
más pronto cuajo y crecido grano” sirvió para los procesos
de la minería. La producción de sal fue, por más de 300
años, una de las actividades económicas más importantes del
estado. Hoy, aún quedan como testigos de esta importancia
los antiguos estancos de sal o bodegas que datan del siglo
XIX. Construidas con los sistemas y materiales de la región
como la madera de palma, los postes de mangle, los pisos
de arena y cal y las cubiertas de teja o palapa, estas bodegas
constituyen un género arquitectónico poco común. Una
de ellas fue habilitada como Museo de la Sal. La playa de
Cuyutlán, famosa por su ola verde, fue también, desde la
última década del siglo XIX, un importante balneario para
los paseantes de la región, por lo que desde 1889, contó
con una estación de ferrocarril –aún en pie– que impulsó
las actividades de este poblado. Por la misma ruta se pasa
por Tecomán e Ixtlahuacán, antiguos pueblos de indios y
actualmente productores de frutas. En Ixtlahuacán se ubica
la gruta de San Gabriel.

Más adelante, desde una loma, la de Juárez, se divisa ya


la ciudad de Colima. Lo primero que se mira es el volcán,
invariablemente humeante, con la amenaza de erupción
siempre latente sobre unos moradores absolutamente curados
de espanto; abajo, se distinguen apenas el caserío, las torres
de las iglesias y el perfil de algunos edificios. Es una ciudad
antigua, de las primeras fundaciones de la Nueva España,
que data desde que Gonzalo de Sandoval incursionó por
estas tierras, en 1523, para combatir a unos indios revoltosos

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que ya habían causado problemas a los españoles. Es una


ciudad vieja que en el transcurso de los siglos ha sufrido una
transformación periódica, constante, inevitable.

Por efecto de un suelo inestable e incierto, Colima ha


caído y se ha vuelto a levantar en innumerables ocasiones.
Su arquitectura pertenece a todos los tiempos y a la vez a
ninguno, porque los sismos, los ciclones, las erupciones
volcánicas y la fatalidad han dado cuenta de un patrimonio
que nunca terminó por heredarse. Construida una y otra vez
no trascendió su arquitectura virreinal y sólo se conservan,
en parte, las edificaciones de la segunda mitad del siglo XIX.

Las condiciones climáticas de la región han determinado,


en gran medida, las características de sus edificaciones, que
cumplen con proteger al habitante de los cuatro elementos:
del fuego de las erupciones volcánicas; del agua con sus
tormentas tropicales que por días interminables permiten
experimentar el diluvio universal; del viento del fin del
mundo que generan los huracanes y que desprenden árboles
de cuajo y degüellan tejados y palapas de las casas; y de
los sismos de la tierra que, también generosa, produce una
vegetación inacabable que todo lo devora, así como alimañas
de todo tipo.

La propuesta arquitectónica colimense ha sido muy simple:


se ha buscado la seguridad de la edificación y la frescura del
interior para resguardar a sus moradores del calor sofocante.
Los sistemas constructivos han jugado en ese sentido un
papel muy importante. Por un lado, tenemos los sistemas
tradicionales indígenas que se caracterizan por generar
espacios de proporciones acordes a los materiales, como son
horcones, latas, vigas, tijeras, palma de coco o palapas. Por
otro, tenemos la tecnología constructiva heredada de los

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europeos, consistente en techos planos con terrados, techos


inclinados con tejados y un sistema estructural de cubiertas
con enramados de madera, así como muros de adobe y
ladrillo reforzados con postes de madera y horcones. La
respuesta estructural de uno y otro sistema es sensiblemente
diferente en lo que a sismos se refiere, pues, por un lado,
el sistema nativo de la región ha soportado con mayor
éxito los temblores, por ser un sistema ligero y flexible, en
cambio el europeo, más rígido y planeado para durar más, es
paradójicamente el que menos ha resistido a las embestidas
de la tierra.

Algunas de las viejas casonas albergan, hoy, museos de gran


importancia por la calidad de las obras ahí expuestas. Entre
ellos se encuentran la Pinacoteca de la Universidad de
Colima, el Museo Regional de Historia, la Casa de la Cultura
en Cuauhtémoc o el Museo Alejandro Rangel, que junto con
el Museo Universitario de Arqueología de Manzanillo, la
Casa de la Cultura de Colima y el Museo María Ahumada,
resguardan lo mejor del arte y la cultura colimense.

Durante el virreinato, la ciudad de Colima fue un


asentamiento que no excedía las nueve manzanas, y no
fue hasta mediados del XIX, con la apertura del puerto de
Manzanillo que generó una mayor actividad económica, que
la capital del estado sobrepasó los límites de los ríos Colima
y Manrique. El desarrollo del comercio trajo consigo un
aumento de población, y con éste sobrevino el crecimiento
urbano. Surgieron entonces nuevos requerimientos para
la habitación, el trabajo, la administración, la salud y la
diversión.

Construcciones características de esa época fueron


realizadas, en su mayoría, por el alarife local don Lucio

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Uribe, quien a partir de 1860 inició una serie de trabajos


que dejarían a la ciudad con su fisonomía particular. De las
obras ejecutadas por Uribe en el centro histórico destaca, en
la plaza principal o Jardín Libertad, el Portal Medellín que,
con sus arcos trilobulados y las ojivas en las molduras, fue sin
duda la referencia estética para nuevas edificaciones, y es,
hoy, uno de los edificios más característicos de la ciudad. En
torno al Jardín Libertad se encuentran también los edificios
representativos de los poderes universales: la iglesia, el
gobierno y el comercio, que históricamente han marcado el
punto neurálgico de toda composición urbana. En Colima
esta trilogía místico-mundana convive hermanada. El
comercio alineó sus accesorias y establecimientos en tres
costados de la plaza, mientras que los edificios símbolo de
la religión y el gobierno comparten el costado restante, los
paseantes y las puestas de sol.

Cada poder tiene sus propias fiestas y sus días de guardar


que celebra con distintos ritos y fechas. Cada uno venera a su
propio entorno, aunque, desde el siglo XIX, comparta con
los otros dos la heredad de uno mismo constructor: Lucio
Uribe fue también el encargado de construir el Palacio de
Gobierno, en sustitución de la Casa Consistorial, y la Basílica
Catedral, en el lugar de la antigua Parroquia de Colima
que, entre otras peripecias, tuvo como oficiante huésped al
mismísimo cura Hidalgo.

Para la actual catedral, cuya edificación se empezó en 1875,


el alarife Uribe propuso una construcción de una nave
en forma de cruz latina, con fachada compuesta por una
portada, un par de torres y una cúpula que predomina en
el conjunto. La construcción fue terminada en 1894 y su
consagración reunió a toda la ciudad que arregló sus casas
con guirnaldas de flores blancas colgadas de los balcones,

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faroles de papel multicolor y banderas de la patria. Los postes


de las calles los vistieron con papel picado, musgo y flores y
fueron iluminados con cirios y veladoras que ardieron toda la
víspera. Sin embargo, este edificio duraría poco en pie, pues
en 1900 un sismo prácticamente lo destruyó, como lo harían
los sucesivos sismos de 1932 y 1941.

Antes de la intervención de Uribe, la Casa Consistorial o Casa


del Ilustre Ayuntamiento ocupaba un edificio macizo y austero
de dos niveles con una disposición en alzado muy similar
al actual Palacio de Gobierno. La construcción albergaba,
además, un departamento encargado de recibir la tributación
fiscal y la siniestra Cárcel del Estado, con una capacidad para
resguardar a 100 soldados y aproximadamente 150 presos.

La transformación de este edificio se inició en 1877, con la


colocación de la “piedra angular”, y se terminó en 1906,
durante la administración de Enrique O. de la Madrid.

Otra obra importante de este alarife fue el Teatro Hidalgo


o Santa Cruz, construido para albergar al entusiasta público
que no se perdía las presentaciones de las compañías
teatrales, circenses, de zarzuela, de magia y toda suerte de
artistas y saltimbanquis que arribaban por mar para dirigirse
a Guadalajara y de ahí a México para hacer temporada
en distintas ciudades del país. El paso por Colima no sólo
era obligado, sino necesario para descansar algunos días y
empezar a reunir dinero con el pago de las entradas de una
población ávida de diversiones.

Como consecuencia del crecimiento de la ciudad, se requirió


de la construcción de puentes para cruzar el par de ríos
que la atraviesan. Del siglo XIX proceden la mayoría de los
puentes colimenses: el del río Manrique, el de la calle de San

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Cayetano, el Puente de las Niñas, el de la calle de Hospital,


el Puente de la Paz, el Gildardo Gómez, el Matamoros o
Pamplona, el Puente Viejo y el Zaragoza. Este último ejemplo,
realizado por el maestro Uribe en 1873, es quizá una de las
más interesantes obras que este arquitecto, en virtud de
que resolvió algunos conflictos técnicos que anteriormente
habían impedido la edificación de puentes en ese punto.
El puente Zaragoza tiene 42 metros de largo por 11 metros
de ancho; está formado por arcos de tres puntos, coronados
cada uno por una clave, y con 10.6 metros de luz. Estos
arcos fueron construidos en ladrillo rojo recocido y luego
aplanados. Arrancan de dos recios contrafuertes centrales
y dos laterales. Los apoyos del centro están hechos, en su
mayor parte, de piedra braza mamposteada y rajueleada;
por el lado norte, en el sentido de la corriente, estos apoyos
terminan en aristas para conducir el paso de las aguas; las
quillas están revestidas de cantera rosa labrada.

Villa de Álvarez, conurbada con la ciudad de Colima, es


depositaria, en su centro histórico, de un valioso patrimonio
constructivo, ejemplo de la arquitectura regional. Este lugar
de calles empedradas todavía conserva frescas fincas de adobe
con techos de teja de barro y patios, que resultan pequeños
paraísos tropicales. Cada año en Villa de Álvarez se celebra
el día de San Felipe. En esta tradición heredada de la ciudad
capital, las actividades charrotaurinas se han convertido en el
centro de la fiesta que tiene por recinto uno de los ejemplos
arquitectónicos más singulares, no sólo de la región sino del
país mismo: la plaza de toros La Petatera, un paradigma del
conocimiento constructivo popular, de organización social,
de síntesis estética y de memoria colectiva.

Villa de Álvarez ofrece también un patrimonio rico


en carbohidratos y buenas dosis de colesterol con una

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gastronomía sumamente recomendable, que va desde


los dulces hasta las grasas, y cuyo prestigio ha traspasado
fronteras con los humeantes y sólidos ejemplos de sus famosos
sopitos, los generosos sopes gordos, las tostadas de lomo, el
pozole y las elegantes enchiladas dulces, que en complicidad
con las cocadas, los pellizcos, la tuba y el tejuino hacen que
la vida sea más llevadera.

Hacia el norte de la capital está Comala, un lugar que de


tan colimote, fue objeto de una declaratoria patrimonial por
parte de la presidencia. Y es que sus calles empedradas, sus
portales, su kiosko en un jardín donde los domingos pasean
las muchachas casaderas en sentido opuesto a los galanes,
su parroquia, sus casas con techos de teja y sus ventanas sin
rejas porque dicen que en ese pueblo no hay ladrones, ha
sido, desde hace mucho, inspiración y escenario de artistas
como Juan Rulfo, Alberto Isaac y Alejandro Rangel Hidalgo.
Si se toma como referencia el volcán y se viaja todavía más
al norte por un camino, que de tanto subir y subir, provoca
que la magia se desate y nos haga perder los sentidos, se
llega a Suchitlán, el pueblo de las flores y los curanderos,
de artesanos de máscaras, de buen queso, buena crema y
mejores tortillas recién torteadas, de café bajo los cafetos y
de ponches dulzones y traicioneros.

Por la misma carretera se llega a la hacienda de San Antonio,


que fue una de las principales fincas cafetaleras de mediados
del siglo XIX. Dos aspectos sobresalieron de esta hacienda:
uno, el enorme prestigio de producir uno de los mejores
cafés de la región, y el otro, el de haberse instalado en este
sitio la primera planta de energía eléctrica, compañía que
con el nombre de “Potencia Eléctrica de Colima”, abasteció, a
principios del siglo XX, a la ciudad de Colima con la energía

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suficiente para poder iluminarla puntualmente desde las seis


de la tarde hasta las cuatro de la mañana.

Sitio obligado de tránsito para los viajeros es la Calzada


Galván en la ciudad capital, que conduce hasta la Garita de
Guadalajara, para continuar desde allí por el viejo Camino
Real de Colima. Por esta calzada de árboles centenarios de
buenas sombras, que bajo sus ramas colgaron cristeros, en
manojos de rebeldía, y duraban pendiendo por varios días
para escarmiento de otros alzados, se llega a la Casa de la
Cultura y al Museo María Ahumada, donde se conserva
la primera colección arqueológica del estado. También
por esta calzada, en dirección a Guadalajara, se llega al
panteón de Las Víboras, cementerio del siglo XIX, donde
descanzan los restos de generaciones enteras de artesanos,
labradores, educadores, boticarios, médicos, saltimbanquis,
políticos, albañiles y comerciantes que, con su esfuerzo, sus
preocupaciones y su trabajo, contribuyeron a dejar la heredad
conocida por todos. Esa gente que transitó por las calles de
Colima, que labró sus campos y llenó de murmullos y risas
los patios arbolados de las casas colimotas, ocupa ahora
un lugar en ese sitio que, a partir de 1884, empezó a dar
albergue a todos los vecinos de la ciudad decimonónica: a
los amigos y enemigos, a ilustres y desconocidos, a perezosos
y esforzados, a pobres y a ricos que también en la muerte
llegan a diferenciarse por la calidad de sus monumentos
fúnebres y por su ubicación dentro de la necrópolis.

El último municipio del estado es Cuauhtémoc y fue fundado


a finales del siglo XIX. Cuando la fiebre amarilla llegó por
Manzanillo y causó la muerte de mucha gente, fue sitio
seguro para albergar a los fugitivos de esta enfermedad.

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Más allá están los volcanes, los viejos volcanes de fuego y de


nieve. Más allá principia Jalisco. El mar quedó atrás. Viajar
por Colima es un recorrido fácil y relativamente rápido, pues
se requiere de un par de horas para atravesarlo de lado a
lado. Durante el recorrido se pueden ver diversos paisajes
y experimentar un clima que varía minuto a minuto; se
puede iniciar el día nadando en el mar Pacífico tan azul de
Manzanillo o, a ratos, tan verde como el que forma la ola de
Cuyutlán, y pocas horas después subir por carretera entre
pinos hasta llegar a la cima de un volcán apagado, que, en
sus buenos momentos, sabe estar cubierto de nieve.

Mar y sol, fuego y nieve forman parte de este lugar de


permanentes contrastes y gente amable que habla con los
modos rulfianos de una región como salida de la fantasía.

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Camino Real de Colima
Enrique López Rivera

Viajero que vas pisando sílabas de mil leyendas,


sílabas blancas que forman a lo lejos serpentinas,
serpentinas en polvo blanco o rojo sangre de roca,
glóbulos de mi planeta de distancia remolida,
sílice que fuera monte,
coliguana,
siempreviva,
o un ejército de pinos
marchando hasta el infinito,
¡dime qué destino llevas que a tus pies se arremolinan
voces que quieren gritarte mil historias sucedidas!
Dime viajero qué sientes al recorrer el camino:
camino… viejo… ¡Camino Real de Colima!

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Pastizal azul celeste con ovejas esparcidas


en la hondonada poniente,
lumbre en el perfil del monte, allí,
donde es alcancía
para la moneda de oro que cae al morir el día.
Poncho que se va extendiendo
sobre los despeñaderos,
y sobre el lomo del cerro,
prenden faroles azules los abetos y los cedros.
Allá, en un triángulo verde que se va tornando negro
se va formando un enjambre de cocuyos y luceros
mientras un bronce murmura un rosario de recuerdos.
Salta la brisa de un cerro y rueda por las colinas
por donde va transcurriendo aquella blanqueada cinta:
camino… viejo… ¡Camino Real de Colima!

Ánimas de los arrieros con su tropilla de acémilas,


contornos fosforescentes
y anatomía transparente
avanzando por un polvo que no pisan y no sienten.
Relámpago de fusiles en la negrura de pinos
y ojos escudriñadores en los barrancos vecinos,
acecho de los cristeros que allí dejaron su esencia
entre los despeñaderos,
y a la sombra gigantesca del eterno pebetero,
lanzan vociferaciones en idioma de silencio.
Resbalándose en la nieve que causara la llovizna
van cayendo las estrellas con sus sonrisas de niña.
Camino… viejo… ¡Camino Real de Colima…!
Hay acero al rojo blanco sobre un rumbo transmontano
fraguas y metal fundido
con relampagueo de plata,
o vapores de un azogue que sobre el azul se estampa. Parvadas
de garzas negras huyen a otro continente,

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en la espínula del pino


cuelga guirnalda de vidrio;
el cielo se va blanqueando donde comenzó el camino
y los valles se deslumbran con la sonrisa del alba.
La recua va somnolienta por delante del arriero tropezando
con los bordes de la Barranca del Muerto. En el Altar de los
Tiempos hay fumarolas de incienso
y rueda por su gradería sangre de planeta tierno.
La vida va renaciendo por los valles y colinas
y vuelve el camino viejo a lanzar sus serpentinas…
Camino… Camino viejo… ¡Camino Real de Colima…!
Teje el arácnido un sueño con hilos y pedrería entre
las ramas musgosas del abeto y de la encina:
columpios de luz trenzada
luceros en pleno día
para deslumbrar las gasas y nervaduras más finas.
Se oye un rodar de cristales en un profundo escondite
multiplicados de verde el Paso de Atenquique;
sinfonía de verde tierno
y profundidades de vértigo
profundidad donde el verde se confunde con el negro
y un torrente se descuelga entre fragores y truenos.
El arriero va cantando viejos sones abajeños
con la música de fondo de calandrias amarillas
y hasta las piedras relumbran como si tuvieran vida…
Camino… camino viejo… ¡Camino Real de Colima!
Camino… Viejo camino que no he conocido en vida,
sin embargo están mis huellas eternamente esparcidas
por tus valles y colinas;
está grabado mi nombre
desde inmemorables tiempos
en cada tronco de pino, en la corteza del cedro
está mi sangre reseca flotando en tus remolinos.

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Mi espíritu ha cabalgado en acémila invisible


salvando desfiladeros,
viendo incinerarse el bosque con el tembloroso fuego
que brota de las luciérnagas y los azules luceros, santiguándose
en las sombras por el rumor de los muertos
que ofrecen al caminante
tantos tesoros secretos.
Camino… Viejo camino…, ya llévame a mi provincia,
quiero escuchar ese diálogo de las palmas y la brisa,
quiero respirar ese aire con aroma de marismas,
quiero besar esa tierra
a la luz de las estrellas
que chocan unas con otras en el cielo, agua marina,
quiero dejar para siempre mi fatigosa poesía
a la sombra de sus puentes o allá, por la Piedra Lisa,
quiero dormir para siempre bajo un laurel de la India.

¡Llévame, viejo camino… llévame en tus serpentinas


donde está mi corazón con su sangre remolida
agobiado de horizontes y de distancia infinita!

¡Llévame, viejo camino…! Camino Real de Colima.

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el LIBRO
Y SU lectura EN
COLIMA
Desde 2007 a la Las actividades También se logró
fecha se intensificó permanentes el impulso a una
en Colima el comprenden infraestructura
fomento a la lectura programas como especial dedicada al
y la distribución el llamado “Letras fomento lector, con
gratuita de libros. y trazos en la un diseño originado
Las actividades pared”, que consiste en Colima. Se trata
comprenden en la colocación de los llamados
desde la capital de breves textos Centros de Cultura
del estado hasta literarios en Escrita, de los cuales
las más pequeñas muros de calles ya existen cuatro en
comunidades y y avenidas de los la entidad.
se realizan en diez municipios,
espacios formales acompañados Durante el Mes
e informales, de ejercicios de Colimense de la
incluyendo calles y interpretación Lectura y el Libro,
jardines. pictórica de jóvenes un programa
artistas colimenses. diseñado en Colima
Los murales son de y celebrado cada
naturaleza efímera, año, se reparten
pero permanecen miles de libros mano
desafiando a mano y en los
posibilidades. A la hogares de miles
fecha superamos los de familias de todo
quinientos. el estado, en un
esfuerzo único en el
país y quizás en el
mundo.

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En abril de 2013, Durante el Mes En 2014, esta
por ejemplo, se Colimense de celebración se
entregaron 106,887 la Lectura y el realizará en mayo,
libros en igual Libro también se para lograr un
número de hogares pegan calcomanías mayor alcance de los
colimenses y vehiculares con programas debido al
11,647 en brigadas frases literarias periodo vacacional
especiales de reparto, y de fomento a de la semana santa
de lo cual existe una la lectura, que en abril.
constancia notariada, permiten difundir
pero además una letras dotadas de El libro que tienes en
forma de contraloría contenido diverso tu mano forma parte
social, pues en cada por las vialidades de estos esfuerzos
hogar visitado donde de la entidad. y su publicación se
se entregó un libro realizó como parte
también se pegó una de la celebración
calcomanía donde de “Colima, Capital
pudo leerse: “Aquí Americana de la
recibimos un libro”. Cultura 2014”.

COLIMA
es la única entidad del país donde se
celebra un mes al año dedicado a la lectura y el libro.

Cada año se entregan

miles de libros gratuitos casa por casa.

En Colima se pintan murales


y se colocan calcomanías vehiculares con un
contenido literario
y de difusión cultural.

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La “Rifa de Santos”
y el origen de una devoción
Miguel Galindo

E rupciones volcánicas, temblores e incendios, son


frecuentes. El temblor del 1609 aterrorizó a los habitantes
más que a otros, y por tal motivo se procedió a la elección de
una santo tutelar de la Villa de Colima que la librara de estos
fenómenos. Se reunió el Ayuntamiento para hacer una “rifa
de santos”, iba a comenzar la sesión, cuando un franciscano
se acercó al portero de la Casa Consistorial diciéndole que
fuera con los regidores y les dijera que pusieran las cédulas a
San Felipe (santo mexicano que fue franciscano), y si resultase
electo, les sería buen patrono. El portero cumplió el encargo,
se llegó sigilosamente a cada uno de los munícipes y les pasó
el recado del franciscano. Se verificó la rifa y por tres veces
seguidas el triunfo fue de San Felipe de Jesús. Se buscó al
franciscano que dio el consejo y no se le pudo encontrar;
no fue alguno de los existentes en la Villa. Alguien exclamó
sorprendido: “El Santo en persona vino a ofrecer sus
servicios a la población”. Esta noticia corrió luego por todo
el vecindario, cuya alegría y entusiasmo llegaron al delirio.
Ayuntamiento y vecinos juraron solemnemente festejar cada
año al Santo con las ceremonias de su culto, además con
procesiones, carros alegóricos, iluminaciones, etcétera.

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La emoción española y el lugar elegido
Miguel Galindo

H ermoso era el sitio, lo es todavía, escogido por los


españoles citados para formar su nueva y perpetua
residencia. El Río de Colima, que hoy atraviesa la ciudad,
era en aquel entonces de caudalosa corriente; sus márgenes
pintorescas y sinuosas formaban remansos que invitaban al
baño, tanto más tentador cuanto ardiente el clima; abundantes
árboles de espeso frondaje proyectaban fresca y bienhechora
sombra y ofrecían sus sabrosos frutos, lo mismo que las
esbeltas palmeras de penachos murmurantes. Tentador como
pocos era el paisaje, y con razón atrajo con su fecundidad
y hermosura a los guerreros que al pasar lo contemplaron.
Por eso se quedó una parte de ellos, se quedaron en los
que dominó el instinto agricultor al guerrero. Todavía en
algunas pinturas se percibe la esplendidez antigua del
paisaje en las vegas del río, hoy urbanizadas; los modernos
han destruido la obra de la naturaleza sustituyéndola con
obras de mala arquitectura; las arboledas frondosas se han
retirado de las márgenes del río en que dejaron la armadura
los conquistadores para ponerse a cultivar la huerta.

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Al volcán de Colima
Gregorio Torres Quintero

¡Salve, oh titán! ¡Gemelo de granito,


que al rumor del Pacífico, arrullado,
tienes por lecho, espléndido collado,
por cortinaje azul, el infinito!

Cuando retumbas con sonoro grito,


conmueves la ciudad, el valle, el prado,
y montes de vapor ensortijado,
levantas con estrépito inaudito.

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A tus pies, la asombrada muchedumbre


te contempla confusa y no se atreve
a robar una chispa de tu lumbre.

Sólo el invierno se te acerca aleve…


Mas viene Primavera a tu alta cumbre
¡y un beso inflama tu crespón de nieve!

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La conquista
Ernesto Terríquez Sámano

T ras la derrota de los mexicas, y con el propósito de


conocer la complicada estructura sobre la que se
cimentaba el imperio indígena, Hernán Cortés se dispuso
a examinar los códices, una multiplicidad de registros que
revelaban a detalle los tributos que rendían los indígenas, su
cuantía y la periodicidad con el que lo hacían. Por medio de
estos registros, Cortés logró formarse una idea general de la
geografía económica que constituía la base del gran imperio
mexica y descubrir la ubicación de los pueblos tributarios,
entre los que se encontraba Coliman. Ese fue el primer
conocimiento que tuvo sobre esta región.

La primera referencia explícita sobre Colima se encuentra


en un relato indígena purépecha, el cual narra que un grupo
integrante de la partida inicial que incursionó en Michoacán,
encabezado por Francisco Montaño y acompañado de un
numeroso grupo de indígenas, emprendió el viaje a Colima.
Con prudencia inusual se rezagaron y enviaron a los jefes y a
un pequeño contingente de tarascos a preguntar a los señores
de Colima si podían ir en son de paz hasta el lugar donde los
españoles se habían quedado. En respuesta, los colimotes los
sacrificaron a todos, ninguno regresó. Tal acto los desalentó
al grado que optaron por regresar a Michoacán. Al parecer
esta expedición fallida se realizó en la primavera de 1522.

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Meses más tarde hubo otra alusión sobre Colima. Juan


Rodríguez Villafuerte refirió que camino a Zacatula tuvo
noticias de una provincia llamada Coliman. A pesar de que
esta provincia estaba apartada del camino que debía llevar, se
dirigió allá sin el consentimiento de Cortés; iba acompañado
de su gente y de muchos de los amigos de Michoacán.

Rodríguez de Villafuerte realizó diversas incursiones en


las que se enfrentó con los naturales. Estos mataron a tres
españoles y a mucha gente de los michoacanos. Al final los
vencieron y echaron fuera de su tierra. Cuando Cortés se
enteró de este enfrentamiento castigó la inobediencia de
Rodríguez de Villafuerte.

Tras este acontecimiento, Cortés envió a Gonzalo de Sandoval


para que, con la gente que llevaba, y la que pudiera reunir
en Zacatula, fuera a la provincia de Coliman, en donde
habían derrotado al capitán Rodríguez de Villafuerte. Sus
órdenes consistían en que trabajara por convencerlos y, si
no se rendían, los conquistara. Sandoval emprendió la tarea
de inmediato, juntó cincuenta hombres de a caballo, ciento
cincuenta peones y a un numeroso contingente de tarascos
que reunió en Zacatula, con quienes marchó a Colima. Por el
camino pacificó algunos pueblos de Michoacán y llego a la
provincia de Coliman. En el lugar en el que habían derrotado
al otro capitán encontró un gran contingente de indígenas.
Entablada la batalla en el palenque de Tecomán, la victoria
favoreció a los españoles. Con esta derrota se estableció la
paz, no sólo en esta provincia, sino también en las de Alima,
Colimonte y Cihuatlán.

Cortés le ordenó a Sandoval que buscara un asiento que


fuera bueno y que ahí fundara una villa a la que nombrarían
Coliman. Así lo hizo el 25 de julio de 1523 en el pueblo

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indígena de Caxitlán. Asimismo, le pidió que visitara los


pueblos y le hiciera relación de los secretos de esas tierras,
mandato que cumplió con fidelidad.

Al término de la conquista realizada por Gonzalo de Sandoval


en 1523, el territorio que conformó la provincia de Colima
quedó integrado por las comarcas que había sometido
durante su recorrido desde la salida de Zacatula. El nuevo
territorio comprendía la costa de Michoacán, conocida
como Motines, que incluía Coalcomán, así como el triángulo
formado por los volcanes y la mar del sur, integrado por las
regiones llamadas Coliman, Alima, Colimotl y Cihuatlán.

Dos años después la expedición de Francisco Cortés de


San Buenaventura, realizada entre 1525 y 1526, aumentó
notablemente su territorio al incorporarle la región de
Autlán y una extensa zona que llegaba hasta el río Santiago
en Nayarit, incluyendo los pueblos establecidos en la costa de
la Mar del Sur. Esa extensa conformación duró poco tiempo,
pues fue arrasada por Nuño de Guzmán, quien sometió a
sangre y fuego esas regiones y las segregó de Colima para
incorporarlas a la Nueva Galicia.

Durante la visita de Lebrón de Quiñones, efectuada entre


1551 y 1554, la provincia de Colima estaba integrada
por los pueblos de Martín Monje, el valle de Milpa, el de
Autlán, el de Espuchimilco, el de Cihuatlán, la provincia de
Colimotl, los valles de Tecomán y Alima, además la provincia
de Tepetitango, la de Motines y la de Coalcomán. También
dependían de su jurisdicción las provincias anexas de Amula
y de Tuxpa, Zapotlán, Tamazula.

La provincia de Motines estuvo dividida en dos regiones:


Motines de Zacatula, que comprendía los ríos del Balsas al

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Cachán y Motines de Colima, que abarcaba de este último


río a la desembocadura del Alima; sin embargo, hacia
1560 se creó la alcaldía mayor de Motines de Colima, con
cabecera en el pueblo de Coalcomán. Por lo que respecta
a la provincia de Tuxpan, Zapotlán, Tamazula, en 1531 se
integró un corregimiento y para 1560 se elevó a alcaldía
mayor dependiente de la Nueva España. Distinto fue el caso
de Xilotlán, que permaneció sujeto a Colima y que no se
separó hasta 1821, después de la guerra de independencia.

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Romances de Colima
Fragmentos
Jorge Portillo del Toro

Ayer

Tienes sabor provinciano


de tuba compuesta y dulce
y te dan fama por buenos
el alfajor y los fustes.

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Desde el parque hasta la Villa


se extiende tu caserío
y es una costura el río
desde una a la otra orilla.

Hermana de tus volcanes,


de fuego uno, otro de nieve,
que velan tu sueño agreste
y embellecen los paisajes

Bien pudieran ser tu escudo,


que son prez de tu linaje.
Se dice que no son tuyos
pero tú los adoptaste.

Y es verdad, pues nadie atina,


vecino de otros lugares,
a imaginarte, Colima,
sin cocos y sin volcanes.

La fama tienes de inquieta


por tu volcanes gemelos.
Yo te he sentido, coqueta,
temblando por no ser menos.

Y con tantos movimientos,


que armas gritos y revuelos
a toditas las iglesias
les quitaste los sombreros.

En las mañanas serenas


te alegran los pregoneros.
Cantan de fruta las huertas
y circulan los tuberos.

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Pero nada se compara


con ir a la Piedra Lisa
con una morena guapa
que hace alarde de maciza.

Del centro a la Palma Gacha


anduve mucho el camino
por una linda muchacha
que tuvo amores conmigo.

¡Oh! mi Ciudad de las Palmas


que sabes a coco y sal.
Tienes tu santo, Felipe,
y tu padre Sandoval.

Tus mujeres y tu tuba,


tus huertas y tu alfajor.
Tus puentes y tus jardines
muy propios para el amor.

Qué tiempos aquellos eran


los que yo quiero contar.
Que ojalá y no fuera viejo
para volver a empezar.

Así oí cantar a un hombre


mucho más viejo que yo.
Y tanto escuché su canto
que el tiempo se me pasó.

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Hoy

Romances de mi terruño.
Mil ecos he de escuchar
mientras la noche se cierne
sobre el monte y sobre el mar.

Siluetas hechas baldosas


con la claridad lunar,
al capricho de las nubes
cambian de forma y lugar.

Por la planicie inclinada


me puse un día a caminar
y me encontré con mi suerte
por mi bien o por mi mal.

Me ofrecieron las palmeras


sus senos verdes de savia,
como cántaros abiertos
para una sed que abrasaba.

Mientras la vieja salina


donde había tierra mojada,
en los umbrales de mayo
con el sol se resecaba.

Fui a pescar a Salsipuedes,


pescando sin red ni caña
una sirena de bronce
que al rojo sol se adoraba.

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39

Un pescador se destaca,
torso de bronce cetrino,
sobre el espejo al agua
con recia estirpe de siglos.

Un sindicato de nubes
se declaró en huelga de agua
y todas las sementeras
fueron regadas con lágrimas.

Los hombres buenos fracasan.


Dicen que el campo se seca
por esas bombas que estallan
los malos que quieren guerra.

Remédialo San Isidro.


Cien cohetes porque llueva.
No lo escuchó San Isidro.
Se secó la sementera.

Quién pudiera ser profeta


y adivinar la verdad,
para ir sembrando en el cielo
estrellas de temporal.

¿Quién se ha bañado en pascuales?


¿Quién ha subido al Volcán?
¿Quién al Cerro Grande ha ido,
y a las salinas del Real?

Serpientes de los caminos


se quieren civilizar
con sus carpetas de asfalto
y sus puentes de metal.

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No me digas que eres santo


si te conocí nogal.
¿Qué secreto es el que guardas
que no me quieres contar?

Colima de los volcanes


bien pudieras encender
con tu calor una hoguera
y apagarla con mi sed.

Eres como las mujeres,


tornadiza y poco fiel
un albur jugué a tus cartas
para ganar o perder.

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el IMPULSO a la
creatividad
audiovisual
EN COLIMA
En Colima, desde colimotas”, que filmación de las
2007 a la fecha realizaron una cintas proyectadas,
se intensificó el incursión por las quienes charlaron
esfuerzo dedicado distintas expresiones con el público
a la creatividad de la cultura que abarrotó las
audiovisual, local, expresada salas. Este festival
mediante el diseño e en creadores fue totalmente
impulso de distintas individuales y rasgos gratuito para el
colecciones de comunitarios. público asistente,
videos documentales de forma coherente
producidos por En 2012, se realizó con la filosofía de
la Secretaría por primera vez un accesibilidad a la
de Cultura. Al proyecto largamente cultura en Colima.
respecto, destacan anhelado: el
las colecciones Festival Colima de También en 2012
“Voces de la Cine, en el cual se se logró una exitosa
cultura colimense” exhibieron doce convocatoria a un
y “Tradiciones películas mexicanas certamen nacional
de estreno y se contó de cortometrajes
con la presencia de de ficción, llamado
actores, directores, “Colima en
cinefotógrafos y corto”, que alentó
otros especialistas la creatividad
que formaron parte local y atrajo las
de los equipos de miradas de talentos
nacionales a la
entidad.

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En 2013, fueron a la adquisición ubicado en el
celebrados de de una pantalla Parque de la Piedra
nuevo el festival y el itinerante que Lisa de Colima,
certamen, con una conserva la calidad donde se estimulará
intensa participación de imagen y sonido la creatividad
y un mayor éxito. en exteriores. audiovisual de niñas
Además, se amplió y niños colimenses.
la capacidad de Un esfuerzo El estudio ya
asistencia social a las adicional es la está recibiendo
funciones mediante construcción e exitosamente a
proyecciones de inauguración, a decenas de nuevas y
algunas películas finales de 2013, nuevos creadores.
y cortometrajes de un Estudio
seleccionados del Interactivo
certamen en los de Radio y
diez municipios de Televisión, llamado
la entidad, gracias “Comunicarte”,

EN COLIMA
celebramos un festival de cine que brinda funciones
de calidad totalmente gratuitas.

Contamos con una pantalla itinerante que ofrece


funciones de cine gratuito en los 10 municipios del estado.

Tenemos un
certamen nacional de cortometrajes,
muy exitoso, llamado “Colima en corto”.

Colima es una de las pocas entidades donde existe un


estudio de radio y televisión
dedicado a niñas y niños.

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Cuadrilla*
Fragmento
Agustín Santa Cruz

L lega el jefe de la estación y todo el peonaje se pone de


pie. El jefe siempre anda borracho, para prevenir el
paludismo según él. Al sentarse saca una botella de mezcal,
de la que todos beben, limpiándola con el reverso de la mano
al pasarla.

—¿A qué hora murió?, pregunta al jefe. Hay que dar parte…
—Ya como al pardear…
—Bueno, a la seis y media… apunta: “Peón caminero Eulogio
Barbosa, cuadrilla 3, cabo Juan Alcántara. Murió martes 18,
a las seis y media de la tarde (18:30)”.
—Jefe, quisiera que me ayudara pa’ meter a mi hermano
en lugar del difunto, que en paz descanse –al nombrar al
muerto se lleva la mano al sombrero.
—Ya veremos. Cabo, he recibido instrucciones para dar paso
a una máquina arrastrando un tanque para regar la cuneta,
porque mañana pasan los gringos de vuelta y no quieren
tierra.
—Se habían de bajar a meterle el hombro un rato –dice “El
Tacuachín”… pa’ que vieran…
—Son millonarios…
Hacia la madrugada se van retirando del velorio; quedan las
mujeres y el muerto. Como a las dos, pasó la máquina y el

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tanque con los grifos abiertos a un lado y a otro de la vía. Los


perros ladraron a un tiempo; cuando se callaron, uno siguió
aullando lastimero, humano…

El muerto, al clarear la mañana, quedó solo con la mujer


llorosa, dormida, con la cabeza recargada sobre el brazo del
hombre. La mano de éste, lívida, como de cera, cruzada sobre
el pecho sumido; los ojos blanquecinos, opacos, abiertos,
mirando el techo. De la nariz le salía un líquido negruzco
y fétido y ya el estómago empezaba a hinchársele por la
descomposición rápida del trópico.

Los leños se habían apagado en el patiecito de afuera. El


perro sarnoso olía los pies rígidos del muerto. A lo lejos
comenzaron los mil ruidos del despertar mañanero. Un gallo
aleteó ruidosamente, cantó ronco, catarriento…

Por la vía cercana pasó el tren de los millonarios, con todas


las cortinas bajas.

Chirrió el armón sobre la vía, empujado por los peones


rumbo al trabajo. Salió el sol y comenzó la diaria tarea de
matar a los hombres y a las cosas.

*Revista Literaria, abril de 1940, s. p.

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Cómo fue la catástrofe en Cuyutlán*
Agustín Santa Cruz

“ Las escenas de terror que se desarrollaron son


verdaderamente crispantes. En los charcos flotaban los
niños. Ahogados o golpeados, y por doquiera se escuchaban
los ayes de dolor de los heridos o de los deudos de los
muertos desaparecidos”.

Todos los que presenciaron la fuerza demoledora del mar y


el hecho de haberse salido el mar, cosa que se había creído
imposible, quedaron abismados ante tanta desgracia y como
si no dieran crédito a lo que sus ojos habían visto. Ni los más
ancianos moradores de Cuyutlán habían tenido noticia de un
caso semejante en todo el siglo pasado.

Siguió una emigración dolorosísima de familias a pie que


clamaban pidiendo misericordia a Dios y llorando por los
deudos desaparecidos.

El tren que corría rumbo a Manzanillo no pudo llegar a


Cuyutlán por haberse desbordado el mar en Palo Verde,
donde se juntaron sus aguas con las de la Laguna de Cuyutlán.

El aeromotor de la casa del senador Aguayo fue convertido


en pedazos y lanzado a gran distancia, así como la planta de

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46

luz del señor Santa Cruz, quedó como a trescientos metros


de su lugar, habiendo sido arrancada de un cimiento de
cemento donde estaba fija con tornillos de dos pulgadas, que
fueron cortados cual si fueran de paja.

En su empuje tremendo, la ola gigantesca no respetó


absolutamente nada, barriendo las palmas como yerba y
destrozando cimientos.

La jefatura de guarnición de Manzanillo inmediatamente


ordenó se requisaran camiones en las calles sin excepción
y envió a Cuyutlán con toda rapidez y eficacia, dos tanques
de agua potable, cuarenta cajas de galletas, latería, mantas y
muchas cosas más que con el comercio de Manzanillo ofreció
espontáneamente.

Hasta la fecha se sabe con precisión que faltan tres niños


hijos del señor Pedro Rolón, que se encontraban junto
con sus papás en la playa, en la casa del licenciado J. Jesús
Ahumada, que desapareció. La mamá resultó muy golpeada,
temiéndose un fatal desenlace de un momento a otro y el
señor Rolón con serios golpes.

La familia del señor Ignacio Toscano que dormía en el Hotel


Ceballos, a la orilla del mar, fue arrollada con todo y casa,
perdiéndose una niña y resultando muy grave su hija mayor,
que perdió también un hijito de corta edad, amén de los
tremendos golpes que recibieron dicho señor y su esposa.

El señor Eligio Arellano, comerciante de Ciudad Guzmán,


Jalisco, fue encontrado bien muerto en el Hotel No. 1. La
familia del señor Luis Pinto, cuya hija no aparecía hasta ayer
y su esposa verdaderamente grave, y muchos más que fueron
conducidos al puerto de Manzanillo.

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El fenómeno abarcó una extensión de siete kilómetros, pues


en Palo Verde, a tres kilómetros de Cuyutlán, la ola entró
hasta la vía del ferrocarril que está a una distancia de tres mil
metros de la playa, dejando toda esa extensión convertida en
playa, sin una rama y a más de mil metros, árboles, plantas y
animales sobre la vía férrea.

*Ecos de la Costa, año 5, núm. 257, 26 de junio de 1932, p.1.

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En la playa
Balbino Dávalos

Sentémonos aquí, sobre la arena;


que la espuma tus pies bese al llegar.
¿No sientes la emoción que me enajena,
la voz oyendo del rugiente mar?

Mira esas olas que en turbión se agitan


y rápidas resbalan hasta aquí,
parece que se agolpan, que palpitan
y se atropellan por llegarse a ti.

¿Que qué son esas tablas?…Los despojos


de algún barco infeliz que naufragó;
mas no mires al mar: vuelve esos ojos,
nublados de misterio y de emoción.

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¡Qué fresca y luminosa tu sonrisa!


Sonríe así… ¡así!… ¡Qué hermosa estás!
¿No te causa molestia que la brisa
te agite los cabellos al pasar?

Me amas… ¡Verdad!… Lo siento, vida mía,


en la luz, en el aire, en todo- ¿Y yo?...
¡Una gota ese mar sólo sería,
comparado a lo inmenso de mi amor!

Ven más cerca de mí; dame tus manos;


tu aliento tibio déjame beber;
déjame, de tus ojos soberanos
en el sereno azul, mis ojos ver.

Dame tu boca; que a la mía se una


esta vez, y otra vez, y cien, y mil…
¿Oyes cantar esa ave? ¡Qué importuna!
¡Que se atreva a cantar junto de ti!

Háblame… Si supieras, cuando escucho


el verso de tu voz, ¡qué feliz soy!
Di que me quieres, que me quieres mucho,
¡tanto quizás como te quiero yo!

¡Pero, calla!... Del aura siento agravios…


Se lleva tus acentos hacia el mar.
Enmudezca tu voz; cierra tus labios;
háblame con los ojos nada más.

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COLIMA
es la única entidad del país
donde se crearon meses totalmente dedicados
a una forma de expresión artística:
la lectura, el teatro y la danza
son algunos ejemplos destacados.

Los festivales a lo largo del año son disfrutados de manera


gratuita por miles de familias colimenses.

En Colima los
festivales
artísticos
y culturales
comprenden más de
200 días al año.

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festivales
Y MESES DEDICADOS A UNA

EXPRESIóN
Muchos de los
artísticaartísticas de los los programas de
esfuerzos culturales municipios; el becas y estímulos
en Colima se llamado “Son a la expresión
agrupan en por la tradición”, artística presentan
festivales artísticos que atiende las los productos de su
que permiten una manifestaciones creación; el “Alfonso
mejor difusión y un musicales Michel” que rinde
mayor impacto en tradicionales homenaje al pintor
la sociedad. Una de pueblos y colimense Alfonso
breve relación de los comunidades; Michel (1897-
festivales realizados el Encuentro 1957) y en el que se
por la Secretaría Regional de Danza, realizan actividades
de Cultura puede donde se dan que comprenden
ser elocuente: el cita agrupaciones todas las expresiones
“Guadalupe López de danza de las artísticas; el
León”, dedicado entidades de la “Jesús Alcaraz”,
a las expresiones región Centro- en homenaje al
Occidente de creador del vals
México; el de “Sentimiento”,
Becarios, de originario de
naturaleza Coquimatlán; el de
interdisciplinaria, Coros, con una activa
donde los presencia en iglesias
beneficiarios de de la entidad y el
llamado “Tiempo
de Navidad”, que

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atiende a públicos federales, como
especiales situados el de monólogos
en albergues, centros llamado “Teatro a
de rehabilitación y una sola voz”; el
asilos de la entidad. “Colima de Danza”;
el de documentales
La Secretaría de llamado “Zanate”;
Cultura también “Guitarromanía” y
apoya la organización otros más.
de diversos festivales
municipales, como Una innovación
el de la Fundación colimense es la
de Colima y el del creación de meses
Centro Histórico especialmente
de Manzanillo e dedicados a una
interviene con expresión artística,
eventos artísticos y como es el caso
programas especiales del Mes Colimense
en todas las ferias de la Lectura y el
municipales, así Libro, en abril; el
como en la estatal, Mes Colimense del
llamada Feria de Teatro, en junio y
Todos los Santos, el Mes de la Danza,
sin olvidar su en marzo. No existe
participación en un esfuerzo similar
fiestas de barrio, de prolongación del
comunitarias y concepto de festival
parroquiales, así a un mes completo,
como diversos totalmente
eventos especiales de vocacionado, en
agrupaciones cívicas otras entidades del
y sociales. país.

Existen también
muchos festivales
más donde la
Secretaría de Cultura
une fuerzas con otras
instancias locales y

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Jardín de riqueza.
El oro blanco de Cuyutlán
Juan Carlos Reyes Garza

C orriendo el año de 1600, el 12 de abril, justo en plena


temporada de hacer sal, la que abarca de la “Pascua de
Resurrección a la de Espíritu Santo”, el virrey don Gaspar de
Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, otorgó merced a la
villa de Colima concediéndole los derechos sobre los asientos
de pesquería en la laguna de Cuyutlán. El señor virrey no
supo que con esa acción fundamentaba el litigio sobre
derechos que, iniciando un siglo más tarde, en 1734, habría
de ser el más largo de la historia local; tan largo fue, que se
debió esperar hasta la Revolución de 1910 para alcanzar su
resolución final.

Con 35 kilómetros de largo y no más de tres en su parte


más ancha, profundidad promedio menor a la estatura del
hombre, separada del Océano Pacífico por una estrecha
franja de arena, la laguna de Cuyutlán fue siempre descrita
como un sitio abominable, sofocante, peligroso. En sus
aguas, decían, reinaba el caimán, o mejor dicho, millares de
caimanes, y en sus riberas, oscurecidas por tupidos bosques
de cayaco, se enseñoreaba el tigre. Allí, en la temporada de
lluvias pululaban los mosquitos por millones, y en las secas,
a sus aguas pestilentes se atribuía el origen de las temidas
fiebres tercianas. No obstante tantos horrores, la laguna, por

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sus orillas al menos, era un sitio codiciado pues poseía algo


que desataba la ambición de los colonos de Colima: salitrales,
la fuente del oro blanco.

Agotado el escaso oro de rescate y sin más metales a la vista,


pocos de los decepcionados conquistadores se asentaron
en tierra colimota. Sólo quedaron aquellos que supieron
ver la riqueza en la tierra misma y en el trabajo de sus
indios. Los que optaron por asentarse, soldados convertidos
en rancheros, fueron prósperos cultivadores de cacao y
ganaderos, dueños de grandes hatos que la feracidad de la
tierra ayudaba a reproducir con ritmo extraordinario y casi
sin costo alguno. Para aquellos señores de tierras y ganados,
la sal no fue en principio un bien particularmente apreciado.
Relativamente abundante en la tierra entonces conocida, la
Mesoamérica, y más a lo largo de la costa de la Mar del Sur,
eran muchos los pueblos que producían sal, y tributaban la
suficiente para cocinas, ganados, curtidurías y salazones. En
resumen, no tenía precio. En Colima, a mediados del siglo
XVI, la sal que tributaban Tecpa y Petlazoneca, pueblos de
ancestral tradición salinera, puesta en almoneda alcanzaba
el precio apenas de 4 reales la fanega, y aunque poca, 36
fanegas, sumada a la que libremente mercadeaban los indios
salineros bastaba para cubrir las necesidades locales. Pero a
partir de la década de 1560 el rango de la sal iba a caminar.

El minero y metalurgista Bartolomé de Medina introdujo


en México en 1555 una mejora al proceso de amalgamación
de la plata, conocido en delante como beneficio de patio,
consistente en agregar sal a la torta de mineral molido. Así
pues, la adición de sal trajo grandes beneficios a los mineros
pues les permitió explotar minerales, de baja ley, antes
depreciados por incosteables, y recuperar una proporción
considerable del insumo minero más caro y escaso, el azogue,

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entonces importado de las minas de Almadén, España, y


distribuido acá bajo un estricto control de las autoridades
reales. La noticia de las bondades del beneficio de patio
se difundió rápidamente y, a los pocos años había sido
adoptado en todos los reales de minas, con el consecuente
e inmediato incremento en la demanda de sal; demanda
que siguió creciendo al ritmo del descubrimiento de nuevos
reales y ricas vetas argentíferas. La repercusión en Colima
fue inmediata. No tendría minas, pero sí algo que ahora los
mineros deseaban: sal en abundancia.

Los codiciados salitrales

Ante el surgimiento de este nuevo y demandante mercado


de la sal, los colonos españoles se aprestaron a buscar medios
para satisfacerlo. No pudiendo incrementar el tributo de los
indios, comenzaron a acaparar su producción, y a codiciar los
antes depreciados terrenos salitrales. Para los primeros años
del siglo XVII, la mayor parte de ellos ya había cambiado de
manos, o se encontraba en disputa entre indios y españoles;
e incluso entre uno y otro pueblos de indios, que poseían las
salinas en forma comunal.

Las salinas colimenses, antiquísimas unas y otras recién


abiertas, cubrían las playas de esteros y albuferas desde la
desembocadura del río Alima-Coahuayana hasta la del
Chacala-Marabasco. Eran las más famosas, de sur a norte:
Caimanes y Carrizal (hoy Chupadero), Las Manzanillas y
Cuautecomatlán-Lo de Vega (Ahijadero), Ichan-Tecuani
(Tecuanillo); Guazango, Petlazoneca y Tecpa (conjunto que
más tarde recibiría el nombre de Real de Salinas de San
Pantaleón, hoy Boca de Pascuales-El Real); en la laguna de
Cuyutlán las de Palo Verde, La Isla, Cuyutlancillo, Coalata
y Coalatilla; y más allá del puerto de Santiago de Buena

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56

Esperanza o del Manzanillo, las de Juluapan, Peña Blanca,


Potrero Grande y La Navidad.

Destacaron, por su importancia, las salinas del real de San


Pantaleón y las de la laguna de Cuyutlán. Las primeras tenían a
su favor la cercanía de la villa de Colima y la fácil comunicación
a través del camino real. Las segundas, consideradas como las
mejores por ser su sal “de pronto cuajo y más crecido grano”,
tenían el serio inconveniente de quedar en la otra banda del
río Grande de Armería. Para los arrieros de la sal, vadear un
río era siempre riesgoso; más cuando se trataba de uno como
el Armería de entonces, caudaloso. Además, bastaba con que
una bestia se asustara y resbalara, para que bestia y carga
desaparecieran, la primera en las fauces de los caimanes y la
segunda disuelta entre las aguas.

Pero había otra diferencia entre ambas salinas, y de


mayor peso. En las de Real de San Pantaleón, que habían
permanecido mayoritariamente en manos de los indígenas,
al primer auge salinero la propiedad se atomizó en cientos de
pozos de hacer sal, cada uno con sus respectivos y suficientes
salitres o tierras salitrales. Pero con tantos aspirantes a
salinero, la propiedad promedio entre los españoles vino a
ser de tan sólo tres pozos por individuo. Las de Cuyutlán,
en cambio, fueron desde el principio propiedad de un solo
hombre, Gonzalo de Talavera, “persona muy honrada”,
dicen en la nómina de vecinos y pueblos de Colima de 1532,
que habiendo participado en la toma de Tenochtitlan y las
guerras de la conquista de Michoacán y Colima, recibió a
cambio, en encomienda, los pueblos de la provincia indígena
de Tepetitango, de la que el pueblo de Cuyutlán formaba
parte. Pero Talavera no haría huesos viejos en Colima.

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57

Antes de mediar el siglo, los pueblos de Tepetitango habían


sido puestos en “cabeza del rey”. Es muy probable que el
pueblo de Cuyutlán haya sido sujeto de congregación, como
muchos otros, durante la segunda mitad del siglo XVI, a
consecuencia de su despoblamiento; y no sabemos cuándo
dejó de ser corregimiento, pero sí que en algún momento
posterior a 1554, sus estancias y salitrales fueron adquiridos,
posiblemente por la vía de “composición de tierras”, a un
puñado de colonos, entre los que se encontraban Agustín de
Alcalá y Gregorio Fernández de Tene.

Poseedores de los salitrales de mayor calidad y sabedores del


recién adquirido valor de la sal, los nuevos propietarios se
dieron a la tarea de labrar decenas de pozos, que después
sumarían cientos. Hacia finales del siglo XVII, Alcalá vendió
su parte al capitán Rodrigo de Brizuela, “en precio de 250
pesos”. Más tarde, el mismo Brizuela casó en segundas nupcias
con la hija de Fernández de Tene, doña Leonor Barroso, a
quien el padre dotó con la nada despreciable cantidad de
100,000 ducados de oro, entregados parte en pesos, parte
en otros bienes, que incluían salitres en Cuyutlán. De esta
manera don Rodrigo resultó poseedor y administrador de la
mayor y mejor parte del pastel de la sal.

Los Brizuela

En aquel tiempo nadie supo prever la importancia futura


de las salinas mejor que Rodrigo de Brizuela. Muestra de
su visión fue que al testar, en 1653, dejara explícitamente
asentada su voluntad de que las salinas de Cuyutlán, “de
ninguna manera y bajo ningún pretexto”, se pudieran
vender hasta que sus hijos –Nicolás, Gregorio, Leonor y
Bartolomé– tuvieran edad para administrarlas por sí mismos.
Finalmente, la responsabilidad cayó en el mayor, Nicolás,

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58

quien las heredó a su hijo Bartolomé notable miembro de la


tercera generación colimense de los Brizuela, que dedicó sus
esfuerzos a incrementar el patrimonio salinero de la familia.
Poco a poco fue adquiriendo y sumando los “sitios de salitral”
de Cuyutlán que por alguna razón se declaraban realengos,
se ponían en venta, o salían a la pública almoneda por un
censo o hipoteca no cubierto.

Don Bartolomé de Brizuela, quien ostentaba el cargo de


alférez mayor de la villa de Colima, llegó a ser uno de los
hombres más ricos de la provincia. Contaba entre sus muchos
bienes las haciendas de Cuyutlán, Cotán, Los Limones,
Montitlán y la estancia de la Armería; dicho literalmente,
podía caminarse del volcán a la mar sin salir de sus tierras.
Para apreciar el conjunto, valga saber que tan sólo las salinas
de Cuyutlán, compuestas de “dos sitios de salitral –en los
que se puede poner más de cuatrocientos pozos de sal, y
sitio y un cuarto en La Isla –como se conocía entonces a la
franja arenosa que separa la laguna del océano– en el que
se pueden beneficiar hasta cuatrocientos pozos”, en 1759
fueron valuadas en 37,000 pesos, y en 1766 en 56,000 pesos.
Pero no todo fue jauja para los Brizuela.

La creciente fortuna de don Bartolomé debió despertar


envidias entre los vecinos, de modo que uno de ellos encontró
la manera de obligarlo a repartir el pastel de Cuyutlán: la
merced que, en 1600, otorgara a la villa de Colima el virrey
Gaspar de Zuñiga y Acevedo.

Colima vs Bartolomé de Brizuela

Blandiendo la antigua merced como argumento, en 1734


el Cabildo de Colima entabló juicio contra Brizuela por
los derechos de explotación de “las salitreras y pozos de

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59

sal” de la laguna de Cuyutlán. Don Bartolomé se defendió


recordándoles que aquella merced sólo otorgaba derechos
sobre “los asientos de pesquería”, mas no sobre la tierra y
sus productos. Surgió así un curioso dilema: la laguna es el
agua y lo que en ella está, los peces, pero, ¿acaso también la
“caja” que contiene el agua, y por ende los productos de su
tierra? La pregunta era pertinente, pues la sal no se obtenía
directamente del agua de la laguna sino –como hasta la
fecha– de las tierras que en su ribera quedan descubiertas
durante las secas.

Llevado el pleito ante la Real Audiencia de México, el fiscal


dictaminó que las pesquerías eran de la villa, pero ni ésta
ni Brizuela tenían derecho particular sobre las salinas, pues
según una cédula real de 1609, la explotación de las salinas
era derecho común de todos los vasallos del rey. Ninguna de
las partes quedó satisfecha con el salomónico dictamen. La
mencionada cédula hacía referencias a las “salinas naturales”,
aquellas donde la sal cuaja de manera espontánea, pero
las de Cuyutlán, como todas las de Colima, no eran de esa
especie, eran “ salinas de beneficio”. Años antes, en 1684,
los salineros colimotes habían usado con éxito el mismo
argumento, aquella vez para eludir el pago de la alcabala
sobre la sal. Arguyeron entonces no estar obligados a pagar
el referido impuesto, “por no producir ni crearse en ellas la
sal como en minas y salinas naturalmente, sino a fuerza de
arte e industria”.

Por décadas, ambas partes se sostuvieron en pie firme.


El cabildo de Colima ordenaba al hacendado “no poner
embarazo alguno” a los vecinos que quisieran beneficiarse de
la sal en la laguna, y Brizuela defendía sus salitrales de la mejor
manera, explotándolos personalmente o arrendándolos a
quien estuviera dispuesto a pagar sin reclamar derechos.

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Como era de esperarse, las enemistades se enconaron.

Don Bartolomé de Brizuela falleció en 1764, dejando a sus


herederos tantas valiosas propiedades como crecidas deudas,
además del litigio en curso. Ante la demora en los pagos, los
acreedores de la ciudad de México solicitaron al Real Tribunal
del Consulado la incautación de sus haciendas en Colima y,
una vez ejecutada ésta, su venta en pública almoneda. Así se
hizo. Mas su cuantía no facilitaba el remate. Pasaron varios
años antes de que la hacienda y las salinas de Cuyutlán,
valuadas en 70,000 pesos, se remataran: pero al principio
sólo de arrendarlas en 500 pesos anuales. Fue hasta 1779
cuando el Consulado encontró cliente a propósito, y éste fue
ni más ni menos que el conde de Regla, don Pedro Romero de
Terreros, uno de los hombres más acaudalados de la Nueva
España. El remate de las propiedades de Brizuela coincidió
con el de los bienes que la Compañía de Jesús poseía en
Colima y en zonas vecinas de la Nueva Galicia. El conde de
Regla compró todo.

Las salinas del conde de Regla

Ante los tamaños del nuevo dueño de Cuyutlán, no quedó otro


remedio al señor alcalde mayor de Colima. Don Bernabé de
Riaza y Velasco, que acatar la orden y darle solemne posesión
de las salinas. Fue testigo presencial el albacea testamentario
de don Bartolomé, su hijo Atanasio Brizuela, el 16 de enero
de 1781. A los pocos meses don Pedro Romero de Terreros
fallecería, quedando como propietaria su esposa, doña María
Ignacia.

Pero la entrega de Cuyutlán no ocurriría sin incidentes.


Ventura Solórzano, procurador de la villa de Colima, elevó
enérgica protesta y, a pesar de haber sido invitado a testificar

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61

el acto de entrega, se negó a asistir. Aunque esté seca la


laguna, escribió al alcalde, “siempre lo que es la citada caja
es de esta villa y de ninguna manera de Cuyutlán”. Y el litigio
continuó, ahora, entre el Cabildo de Colima y los herederos
del conde de Regla. Mientras tanto, los herederos de don
Bartolomé aguardaban con la esperanza de recibir “cualquier
cantidad de reales” que, como producto de remate, pudiera
pertenecerles. En 1789 todavía seguían aguardando.

En 1824, pasada la guerra de Independencia, Colima


alcanzó categoría de Territorio de la Federación, y su capital,
la antigua Villa de San Sebastián de Colima, dejó de serlo y,
por decreto, se convirtió en ciudad. El flamante y Honorable
Ayuntamiento de Colima tomó la estafeta en el litigio por
los derechos sobre Cuyutlán. Don José María Verduzco,
representante de los Terreros en Colima, les aconsejó que
era de mayor provecho arrendar hacienda y salinas al
Ayuntamiento, que continuar peleando. En 1832 las partes
firmaron el contrato de arrendamiento. Al parecer, Verduzco
también convenció a sus patrones de vender al menos una
parte de los terrenos en litigio pues, para mediados del siglo
XIX, sumaban más de una docena los propietarios de pozos
salineros en terrenos de la laguna de Cuyutlán, entre ellos
Basilio y Herculano Brizuela, choznos del fundador, don
Rodrigo de Brizuela.

En 1856 Colima se erigió en Estado y el Ayuntamiento de


la capital, no obstante el arrendamiento pactado, reinició
el litigio. Una década más tarde sobrevino el episodio
del Segundo Imperio, y aprovechando el desconcierto
que causaba la existencia de dos gobiernos, el imperial
y el republicano, en 1866 el alcalde de Colima solicitó a
las autoridades imperiales que resolvieran en definitiva,
reconociendo los derechos del Ayuntamiento de Colima

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sobre la propiedad en disputa. La solicitud fue prontamente


atendida y el reconocimiento graciosamente concedido,
pero tan rápidamente revocado en cuanto Juárez ordenara
el fusilamiento de Maximiliano.

El desenlace

Correspondió a don Manuel de la Pedreguera Romero


de Terreros tomar la decisión de librarse de la engorrosa
propiedad. En octubre de 1873 vendió la hacienda de Salinas
de Cuyutlán al nuevo hombre fuerte de Colima, el coronel
Francisco Santa Cruz, Gobernador del Estado. Seis años más
tarde, Ayuntamiento y Santa Cruz llegarían a un acuerdo:
el primero desistía de “los derechos que ha creído tener”, a
cambio de una suma sospechosamente insignificante, 9,200
pesos, que se destinarían a la obra de renovación del Palacio
de Gobierno. Parecía el fin del asunto, pero resultó no ser
más que una breve pausa de 37 años.

El Gobernador Santa Cruz, conocido como “el don Porfirio


de Colima”, por su costumbre de reelegirse, falleció en 1902.
Fue su nieto, Francisco Santa Cruz Ramírez, quien habría de
enfrentar el ventarrón que en Colima levantara el general
Juan José Ríos, antiporfirista y anticlerical recalcitrante,
militar de inflamado espíritu revolucionario, que reveindicó
los añejos reclamos del Cabildo decretando, en 1917, la
expropiación de la hacienda de Cuyutlán y, una vez más, su
entrega al Ayuntamiento de Colima. Santa Cruz protestó y
el decreto fue revocado por instrucciones de la Secretaría de
Gobernación. Pero el golpe estaba dado. Dos años más tarde
el presidente Venustiano Carranza declaraba a las salinas de
Cuyutlán “propiedad de la nación”. Esta vez no habría vuelta
de hoja.

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Finalmente, reconociendo el derecho de los trabajadores


salineros, en 1925 el Gobierno federal otorgó a la Sociedad
Cooperativa de Salineros de Colima la primera concesión
para explotar las salinas de Cuyutlán; concesión que fuera
renovada y hecha definitiva en mayo de 1928, lo que hace
de ésta una de las cooperativas de producción de más larga
historia de México.

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Cuyutlán
Felipe Sevilla del Río

Romance que trajo el viento


en la noche tropical,
rumor del agua en la arena,
¡romance de Cuyutlán!

Por las rampas de las dunas


a la orilla de la mar,
las olas suben y bajan,
las olas vienen y van.

Verde color de las ondas,


verde como no hay igual,
verde el rayo del crepúsculo,
verde la montaña está.

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Por el Oriente, la luna


empezóse a desnudar
y brama el mar, poseído
de lujuriosa ansiedad.

En los palmares, el viento


pulsa su arpa magistral.
¡Cómo es propicia al ensueño
la noche plenilunar!

Cien hamacas, cien vaivenes


enhebrando un sueño están
para el alma que, sin opio,
quiera en la calma soñar.

La luna baja, la luna


sobre el agua dormirá.
El relente cae, colado
en cedazos de cristal.

Miradas de amor la niña


en el mar, clavando está.
Amor que las olas tornan
y que la hacen suspirar.

La espuma, flor del deseo,


sus plantas besa y se va.
¡Nunca vio ella caballero
tan galante como el mar!

Ávida la niña, goza


rara voluptuosidad,
tiembla el agua entre sus muslos,
en sus senos y en su faz.

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En los palmares el viento


pulsa su arpa magistral
y en cálida voz se mece
la dulzura de un cantar:

“A la orilla de un palmar
estaba una joven bella,
su boquita de coral
y sus ojos dos estrellas…”

La canción vuela en la brisa


ligera entre el cocotal,
y como un rocío, fresca,
en la flor del alma cae.

Romance que trajo el viento


sabor de coco y de sal,
rumor del agua en la arena,
¡Romance de Cuyutlán!

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tesoros
CULTURALES DE COLIMA
La Petatera de Tesoro del a los lugares
Villa de Álvarez, Patrimonio Cultural seleccionados
los Chayacates de la entidad. y elegidos. El
de Ixtlahuacán, ejercicio de votación
el municipio de La campaña de sirvió, igualmente,
Comala, las Salinas elección de los 7 para promover
de Cuyutlán en Tesoros de Colima la participación
Armería, el Teatro fue promovida ciudadana en
Hidalgo, el Ballet por el Gobierno procesos culturales
Folklórico de la del Estado de con el objetivo
Universidad de Colima y el Bureau de difundir en
Colima y el Paisaje Internacional de la entidad los
de los Volcanes Capitales Culturales, elementos que
de Colima fueron de manera otorgan identidad
elegidos en una coincidente con social.
votación ciudadana la designación de
como los 7 Tesoros la Entidad como Contamos con más
del Patrimonio Capital Americana tesoros que esperan
Cultural de Colima. de la Cultura 2014. ser valorados
Un total de 42 El objetivo de la y promovidos
candidaturas campaña, en la que por las y los
aspiraron a fueron emitidos colimenses. Como
convertirse en 23,476 votos, fue ejemplos podemos
promover y divulgar mencionar: La
el patrimonio Piedra Lisa de
cultural del Estado Colima; las bebidas
de Colima de una tradicionales, el
manera didáctica, pan y en general
pedagógica, lúdica la gastronomía
y motivar la visita colimense; fiestas
como la de
La Candelaria

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(Tecomán), la que aparecen
de la Virgen de en diversas
Guadalupe (Colima) comunidades del
y el Señor de la estado; el trabajo
Expiración (en de las bordadoras
Coquimatlán y el de Zacualpan; la
Rancho de Villa en Catedral Basílica
Colima); la cerámica Menor de Colima;
prehispánica los puentes
colimense (donde históricos de
destacan los Colima; las ruinas
magníficos perros arqueológicas e
de barro); las ferias incluso hoteles de
tradicionales como interesante historia
la De Todos los como Las Hadas,
Santos; los mariachis en Manzanillo.
tradicionales y sus
conocidos sones En fin, lo
regionales; el paisaje importante de ser
de las palmeras y Capital Americana
su cultura; paisajes de la Cultura
naturales como la durante 2014 es
cascada de El Salto, que los colimenses
en Minatitlán; volveremos a mirar
fiestas de profunda lo que somos,
raíz prehispánica sabiendo que
como la Danza poseemos mucho
de los Morenos para ser valorados
y Los Paspaques frente al resto del
de Suchitlán; el mundo.
famoso Camino
Real de Colima,
que comunicó a la
región con el país y
que cuenta con un
bello son dedicado
a su nombre;
las pastorelas
tradicionales

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EN COLIMA
contamos con
tesoros culturales como:

La Petatera
una plaza donde la definición
de bien cultural material
e inmaterial se combina.

Los Chayacates
una fiesta
producto del
sincretismo del
ritual de fertilidad
indígena y el afán
catequizador de
los conquistadores

Comala hispánicos.

un pueblo con
profundas resonancias
en la literatura
universal.

El Teatro
Hidalgo
un teatro centenario
colmado de actividades
artísticas.

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Las Salinas de
Cuyutlán
que combinan
productividad
con métodos
tradicionales.

El Ballet Folklórico
de la Universidad Universidad de Colima
de calidad mundial.

Y un paisaje asociado a los

volcanes
de Colima,
con profunda influencia en el cuento,
la poesía, la fotografía, la pintura
y la escultura.

libro. LETRAS COLIMENSES.indd 70 19/03/2014 02:49:15 p.m.


Los colgados
Griselda Álvarez

É ramos muy pequeñas cuando finalizaba la revolución


Cristera. Pasábamos las vacaciones en la ciudad de
Colima, ya huérfana de madre, en casa de una dulce y
solterona tía, hermana de papá.

Él se había quedado con el resabio de no tener descendencia


masculina y trataba de endurecernos el carácter desde la
infancia.

—Vivimos en un tiempo de revoluciones –alegaba– y ustedes


tendrán que defenderse por sí solas.

Y esta realidad no tardó mucho en darnos su cara trágica.

En la ciudad a diario ocurrían cosas que ignorábamos


por nuestra edad. Los simpatizantes de los cristeros eran
descubiertos y sentenciados en juicio sumario. Casi siempre
eran ahorcados y esto sucedía en la Calzada Galván, hermosa
avenida de frondosos árboles a orillas de la ciudad, donde
ahora se encuentran residencias de gran arquitectura.
Entonces era un paraje bello, un tanto desolado, con el
atractivo de la famosa Piedra Lisa, solitaria formación pétrea
de grandes proporciones, que fuera devastada en peldaños

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72

por uno de sus lados: especie de tobogán en que generaciones


de colimenses dejaron buena parte de sus pantalones.

Cierto día, al llegar mi padre de su hacienda, nos llamó a las


tres: tía y sobrinas.

—Voy a llevar a las niñas a dar un paseo. Verán a un


ahorcado que está en la Calzada Galván. Necesitan saber lo
que es un muerto porque nunca lo han visto y tienen que irse
curtiendo...

—¡Miguel! –arguyó débilmente mi tía.

Y fuimos. Bajamos del coche de la mano de papá. Nos


acercamos casi a dos metros. Otras personas miraban
también y una de ellas comentaba que le habían dado un tiro
porque en el último momento había querido tomar la reata
que lo ahorcaba, con las manos no atadas a la espalda como
era costumbre.

Me decidí a alzar la vista al tiempo que papá decía:

—Está muerto porque era enemigo del gobierno.

¿Quién era el gobierno?, pensé sin alcanzar la palabra.

Tenía los ojos semiabiertos; igualmente la boca, mostrando


la lengua.

Calzón y camisa blancos manchados de sangre.

El viento lo convertía en un lento péndulo, mientras los


pájaros desaguaban el río de sus trinos dentro del apretado
follaje tropical. El hombre era como un fruto podrido.

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73

Empezaba a oler.

Mi pequeña hermana comenzó a gimotear.

—¡Tonta! –dijo papá, y nos llevó al coche.

A la hora de la cena me pareció percibir el mismo olor. Y ya


en la cama cerré fuertemente los ojos para poder dormir.

Algunos días después, pese a los argumentos de mi tía,


regresamos al mismo sitio. Esa vez era un racimo. Colgaban
tres hombres de la inmensa parota.

Luego fueron otros.

De esto conservo detalles.

Días adelante –puesto que las cosas sucedían con frecuencia–


mi padre me ordenó subir al coche.

—Te llevo a ti nada más porque eres la mayor. Vas a ver cómo
se hace justicia.

Llegamos a la calzada. Había un grupo de hombres cerca de


un camión con las redilas bajadas. Alguno de ellos amarraba
las manos por la espalda a un joven pálido.

Nosotros permanecíamos en la banqueta de enfrente.

Después habría de saber que el muchacho era dependiente


de una tienda, La Marina Mercante. Le habían encontrado
en su casa unos rifles.

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74

El hombre fue subido a la parte superior posterior del


transporte. Luego le pasaron el lazo por el cuello. Otro
hombre subió al árbol y cruzó la reata por entre las ramas.
En seguida el camión fue puesto en marcha de un brusco
movimiento. Dio el individuo unos pasos desatentados sobre
el borde del vehículo y aún en el aire. Luego se sacudió
completo dos o tres veces.

Yo tenía la cara cubierta por mis propias manos, dejaba pasar


la escena por los intersticios que hacían mis pequeños dedos
abiertos, rejas naturales que querían aprisionar un poco o un
mucho de la infancia que se me escapaba.

Al regreso, ni mi padre ni yo pronunciamos palabra.

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Voz
De “Anatomía superficial”
Griselda Álvarez

Universo tu voz, quizá la clave


soplada en la garganta de la brisa,
aire torcaz como primer sonrisa
cuando pudiera sonreír el ave.

Universo tu voz asciende grave


por el oscuro túnel de la risa,
voz que con trueno y golpe se matiza,
caño de miel cuando discurre suave.

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Mejor armada cuanto más inerme


onda sonora que regresa un día
con piel de oveja para convencerme.

Tu relación tonal es melodía


compuesta sólo para complacerme
una octava más baja que la mía.

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De Colima me gusta
Guillermina Cuevas Peña

De Colima me gusta el rumor,


el mito y la leyenda,
el aire limpio de las tardes,
la aparente facilidad para alcanzar
fama y fortuna,
perpetuar la luz de un apellido.

Me gusta el orozuz, el rosicler, la aurora,


azules palabras en arcanos versos
a fulgores abiertos, consonantes,
la ironía feliz de algunos viejos,
la bucólica ansiedad por los concursos,
las plazas, las becas y las vacas.

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Me conmueve también
la insana y no correspondida pasión
que algunos tienen por las cosas
del espíritu,
este odio cordial, esta santa costumbre
de tomar café, de platicar el día.

De esta ciudad me duelen


los amigos sin tierra,
los que no han sabido en ella residencia,
los que dejan aquí su corazón
y vuelven triunfantes, inaccesibles.

Me duelen, por irrecuperables,


los reconocidos,
los que a destiempo sufren el amor,
los que proscriben, los que en vuelo de hamaca
se duermen temprano y para siempre.

A este pueblo, a este calor,
me atan ya dos muertos recientes,
la certeza del agua,
la luz del mediodía.

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A una colimense
Arcadio Zúñiga y Tejeda

Tienes un tallecito tan divino,


que yo, que no me fijo en pequeñeces,
al verte me he quedado muchas veces
loco, embriagado ¡sin probar el vino!

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Sólo por ti mi corazón se ablanda,


y por ti salto, me mareo y grito,
lo cual viene a decir que necesito
que me quieras, mujer, como Dios manda.

¿Sabes de qué proviene mi porfía?


Te ví una vez, y estabas de regalo;
y como no es mi corazón de palo,
se dijo: ¡Me saqué la lotería!

Y desde esa ocasión, sólo me alegra


dar vueltas por tu calle algunos ratos,
aunque esto lo resientan mis zapatos,
y sobre todo mi futura suegra.

Me gusta de tu tierra la armonía


y que el humor en ella se me suba;
pero diera los ponches y la tuba
por beberme tu aliento, vida mía.

Me gustan los cafetos, las palmeras


y los piñares de verdor eterno;
mas eso, junto a ti, no vale un cuerno,
y prefiero tus formas hechiceras.

(¡Oh abnegación sublime y sin ejemplo!)


Tú me has hecho salir de mis casillas,
y aguanto horas enteras, de rodillas,
¡por contemplarte cuando vas al templo!

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Si saliendo de misa, ni un minuto


detienes sobre mí tus ojos bellos,
me doy cuatro tirones de cabellos,
y con mucha atención me digo ¡bruto!

Mirando a los demás me vuelvo bizco,


y me causan envidia muchos beatos
que en la iglesia cometen desacatos,
y sacan cuando menos un pellizco.

¿Dudas aún del brete en que yo ando


y has de ver con enojo mi osadía?
¡Pues no faltaba más… eso sería
echarle lumbre al que se está quemando.

Si me rechazas tú con entereza,


si a llamada no responde tu alma,
soy capaz de subirme hasta una palma
y darme con un coco en la cabeza.

Conque vamos a ver: no hay que pensarte;


al pan llamemos pan y al vino, vino:
¿me puede consolar tu amor divino,
o me voy con la música a otra parte?

Si tú la luz de mi ilusión apagas,


dejo el paseo, la alegría, el baile;
me visto con la túnica de fraile,
¡y en el confesionario me la pagas!

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Puente viejo
Ismael Aguayo Figueroa

Puente viejo, retrospectivo viaje


a tu origen; suaves emanaciones
de canteras pulidas con canciones
en la espina dorsal de tu linaje.

Viejo puente, histórico andamiaje


curtido en el sudor de viejos peones,
lentas aguas, residuos de aluviones
te entregan el rumor de su lenguaje.

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Por tu hueco espectral, anacronismos


de brujas y de gnomos enlutados
se retuercen en negros paroxismos,

y en la pétrea frontera de tus vados


remojan sus furtivos escapismos
parvadas de muchachos encuerados.

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EN COLIMA
la infraestructura
brinda un soporte real
a los variados intereses culturales y artísticos de la sociedad.
No hemos concluido, pero estamos logrando nuevas obras
y consolidando las existentes.

Un ejemplo de la continuidad del trabajo lo ofrece el

Teatro Hidalgo, que desde su


remodelación se convirtió en un referente
indispensable de la actividad artística de la
entidad, con una nutrida agenda de eventos durante el año,
en su gran mayoría totalmente gratuitos.

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infraestructura
CULTURAL
En los últimos revitalización del remodelación de la
años en Colima Teatro Hidalgo; la Sala Alberto Isaac;
se fortaleció la remodelación del la construcción de
infraestructura Teatro al Aire Libre la Librería Miguel
dedicada al “Jesús Hernández” de la Madrid del
desarrollo cultural y de Casa de la Fondo de Cultura
artístico, facilitando Cultura de Colima; Económica; la
el acceso de la la construcción y Galería y Sala
sociedad a la oferta equipamiento del Virtual en Casa
que de manera Museo de Ciencia de la Cultura de
gratuita ofrece y Tecnología Colima; cuatro
la Secretaría de “Xoloitzcuintle”; Centros de Cultura
Cultura. Entre la construcción Escrita, dedicados
muchas otras del Estudio al fomento a
obras se pueden Interactivo de la lectura; la
mencionar las Radio y Televisión construcción del
siguientes: la “Comunicarte”; Teatro del Pueblo
construcción de la la remodelación en Villa de Álvarez;
Casa de la Cultura del Edificio de la remodelación
de Armería; la Talleres de Artes y del edificio del
remodelación y Artesanías en Casa Archivo Histórico
de la Cultura de del Gobierno
Colima, que incluye del Estado; la
un anexo para construcción de los
talleres especiales centros culturales
dedicados a Balbino Dávalos
personas con y Daniel Cosío
discapacidad; la Villegas, en la zona
oriente de Colima;
la construcción
del Centro
Cultural Salagua,

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en Manzanillo; Para 2014 están
la remodelación considerados
del centro nuevos centros
cultural situado de cultura escrita,
en Quesería, la creación de un
Cuauhtémoc; la museo arqueológico
creación de la en Manzanillo,
Sala Museográfica la construcción
del Petroglifo, en de un foro de
Cuauhtémoc; la usos múltiples
adquisición de en Minatitlán, la
un equipamiento remodelación del
completo para Teatro de Casa
el audio de de la Cultura y la
eventos masivos remodelación de
y la adquisición, salas museográficas
también, de diversas.
una pantalla
gigante para
proyecciones de
cine en exteriores,
entre muchas
otras acciones de
fortalecimiento de
la infraestructura
cultural del estado.

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Los compiladores usaron como referencias: “Lecturas de Colima” publicado
por el INEA en 1988; “Colima en letras”, editado por el sello “Libros del
rincón, SEP” / Gobierno del Estado de Colima a través de su Secretaría
de Educación en el año 2000; “Antología poética colimense” de Rigoberto
López Rivera publicada por la Universidad de Colima / Ayuntamiento de
Colima en 1991; “Colima”, Edición Especial, Artes de México; “Colima en
el espacio, en el tiempo y en la vida”, de Miguel Galindo, Club del libro
colimense, 1963; “Las ofrendas”, de Balbino Dávalos. Gobierno del Estado
de Colima / Instituto Nacional de Bellas Artes, 1987; “Cuentos colimotes”,
de Gregorio Torres Quintero. Gobierno del Estado de Colima / Secretaría
de Cultura / CONACULTA, 1997; “Agustín Santa Cruz. Obra Reunida”. Ada
Aurora Sánchez Peña y Marco Jáuregui. Primera edición 2008. Universidad
de Colima.

Las fotografías que ilustran esta publicación forman parte del acervo
conformado a partir de los Concursos de Fotografía Antigua convocados
por la Secretaría de Cultura de Colima.

Portada
Parroquia de la Sangre de Cristo, Colima, Col.
Propietaria de la fotografía: Guillermina Alicia Macedo de Vázquez Lara

Pág. 21
Calzada Pedro A. Galván, Colima, Col., 1934.
Propietario de la fotografía: Rafael Alberto Hernández de Aquino

Pág. 29
Mujeres lavando en el Río Colima, Col., 1930.
Propietaria de la fotografía: Martha Olivia Rodríguez Marié

Pág. 35
Fábrica de jabón “La Casa blanca”, Colima, Col., 1920.
Propietaria de la fotografía: Ma. Teresa de Lourdes Aguilar Trillo

Pág. 48
Paseantes en playas de Manzanillo, Colima, Col., 1925.
Propietario de la fotografía: Víctor Hugo González Rosas Moctezuma

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Pág. 64
Recolección de sal. Cuyutlán, Col., 1938.
Propietaria de la fotografía: María de Jesús Alcalá Fuentes

Pág. 75
Calle antigua en Coquimatlán, Col., 1944
Propietaria de la fotografía: Ma. Félix Aguilar Castañeda

Pág. 77
Vendedora de fruta en Cuyutlán, Col., 1960
Propietaria de la fotografía: Andrea Moreno Galván

Pág. 79
Señorita en la playa de Santiago, Col., 1948.
Propietario de la fotografía: Adrián González Gaitán

Pág. 82
Puente sobre río de Colima, Col.
Propietario de la fotografía: Víctor Hugo González Rosas Moctezuma

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Autores
Roberto Huerta Sanmiguel. Nació en Guadalajara, Jal., en 1955. Es
narrador, Doctor en arquitectura y delegado del INAH en Colima. Ha
escrito textos diversos sobre edificios históricos de la entidad.

Enrique López Rivera. Es necesario un recuerdo personal. No tenemos


precisión del año, pero en el Cine Colima, hoy desaparecido, a una edad
breve y en compañía de los padres, disfrutamos una película mexicana,
muy bella y bien lograda, llamada “El hechizo del pantano”. Al finalizar
la película, en los créditos, aparecía la siguiente leyenda (si es que la
memoria no falla): Basada en la novela “La mariposa del estero”, del
escritor colimense Enrique López Rivera.

Miguel Galindo. Médico, escritor, funcionario público, promotor cultural


y poeta, escribió una ponencia: “Colima en el espacio, en el tiempo y en la
vida”, para ser leída en una sesión de la Sociedad Mexicana de Geografía
y Estadística en 1928. De ella, extraemos algunos párrafos que revelan su
sensibilidad literaria, su erudición y su amor por esta tierra.

Gregorio Torres Quintero. Nació en Colima el 25 de mayo de 1866.


Maestro de prestigio nacional, escritor y político. Fue creador del famoso
método onomatopéyico para la enseñanza de la lectura y escritura, y
protagonista de brillantes debates sobre el futuro pedagógico del país.
Entre sus libros se encuentran las “Leyendas aztecas” y los bellísimos
“Cuentos colimotes”, donde se combina la descripción geográfica y
urbana, con la narrativa, el rescate legendario y la poesía.

Ernesto Terríquez Sámano. Nació el 7 de noviembre de 1938. Su


preparación la ha recibido en escuelas de Colima y Guadalajara. Ha
dedicado su vida intensamente al periodismo y a la historia. Ha colaborado
en diversos órganos periodísticos: “Ecos de la costa”, “Actualidades”,
“Umbral de la provincia”; en revistas literarias como “Viñetas liricas” y
“La uva literaria”.

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Jorge Portillo del Toro. Maestro universitario y normalista, se especializó
en la enseñanza de la filosofía. Publicó dos libros clave en la historia
literaria de la entidad: “Más allá de los ocasos”, una colección de poesías
líricas y meditaciones, y “Rapsodia en cero absoluto”, prosa que alcanza
momentos deslumbrantes por su agudeza y originalidad.

Agustín Santa Cruz. Abogado, orador, cuentista y poeta. Descendiente


de una rica y prominente familia en la segunda mitad del siglo XIX y
principios del XX. Desde niño, Agustín Santa Cruz Martínez gozó de
comodidades y abundancias. No fue un creador prolífico, pero sus poesías
indican un talento poco común y cierta audacia estilística que contrasta
con las tendencias de moda. Fue un apasionado de la vida y de aquellas
cosas alimentadas por el riesgo, la valentía y la imaginación.

Balbino Dávalos. Nació en Colima en 1886. Fue periodista, traductor,


diplomático y rector de la Universidad Nacional. Miembro de las más
prestigiadas academias y sociedades científicas de su época. Publicó
poesía, traducciones y ensayo literario. Durante años fue olvidado, por los
colimenses, quizá porque los mejores frutos de su talento conocieron la luz
en otros ámbitos, lejos de su adorada costa nativa.

Juan Carlos Reyes Garza. Originario de Tapachula, Chis., radicado en


Colima desde 1981. Fotógrafo e investigador del arte y cultura popular
de México e historia de Colima. Publicó artículos sobre estos temas en las
principales revistas especializadas de México y es autor de una veintena
de libros entre los que destacan “La sal en México” (2 vols.), “Sal. El oro
blanco de Colima”, “La antigua Provincia de Colima, siglos XVI al XVIII”
y “Al pie del volcán. Los indios de Colima en el virreinato”.

Felipe Sevilla del Río. Es reconocido como un historiador preciso. Su


visión es científica y parece desdeñar la especulación y la fantasía, vicios
que aquejan a algunos historiadores y cronistas, no sólo de Colima, sino de
cualquier otro lado. Entre sus principales textos de historia se encuentra el
“Breve estudio sobre la conquista y fundación de Coliman”, y la paleografía
de la ya famosa “Relación sumaria de Lebrón de Quiñones”.

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Griselda Álvarez. Licenciada en Letras Españolas, maestra y poeta, oficio
que desempeño magistralmente a la par de su otra pasión: la política.
Fue Senadora y Gobernadora de Colima (la primera en el país) publicó:
“Cementerio de pájaros”, “Desierta compañía”, “Estación sin nombre” y
“La sombra niña”, entre otros. En el prólogo de Anatomía superficial, el
maestro Andrés Henestrosa describe en una frase la calidad poética de
Griselda Álvarez: Griselda lo dice todo, sin que nada disuene.

Guillermina Cuevas Peña. Nació en Colima, Col., en 1950. Estudió en


la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima. Ha
publicado los poemarios “Otra vez la noche”, “Del fuego y sus fervores” y
“De ásperos bordes”, la novela “La piel de la memoria”, entre otros.

Arcadio Zúñiga y Tejeda. Nació en Atoyac, Jalisco, el 12 de enero de


1858. Murió en enero 29 de 1892. Autor de la canción popular “La barca
de oro”. Posterior a su muerte se publicaron sus poemas en el libro llamado
“Versos” que la imprenta del Gobierno del Estado de Colima publicó “bajo
los auspicios de la sociedad establecida con el nombre del autor y con
el exclusivo fin de dedicar el producto a la erección de un monumento
en su sepulcro”. Fundó los periódicos “Juan Soldado” y “El Hijo de Juan
Panadero”, opositores al gobierno.

Ismael Aguayo Figueroa. Maestro, abogado, cronista, poeta y funcionario


público, Ismael Aguayo Figueroa es una presencia indispensable en toda
antología literaria colimense. Se recuerdan, en especial, sus sonetos
dedicados a Colima y a ciertos personajes inolvidables, recuperados en
“Retrato nostálgico de una ciudad”, y su sabroso “Anecdotario político
colimense”, donde recupera para la historia las circunstancias de una
escuela política provinciana y divertida.

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Índice
9 Por el Camino Real de Colima
Roberto Huerta Sanmiguel

21 Camino Real de Colima


Enrique López Rivera

27 La “Rifa de Santos”
y el origen de una devoción
Miguel Galindo

28 La emoción española
y el lugar elegido
Miguel Galindo

29 Al volcán de Colima
Gregorio Torres Quintero

31 La conquista
Ernesto Terríquez Sámano

35 Romances de Colima
Fragmentos
Jorge Portillo del Toro

43 Cuadrilla*
Fragmento
Agustín Santa Cruz

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45 Cómo fue la catástrofe en Cuyutlán*
Agustín Santa Cruz

48 En la playa
Balbino Dávalos

53 Jardín de riqueza.
El oro blanco de Cuyutlán
Juan Carlos Reyes Garza

64 Cuyutlán
Felipe Sevilla del Río

71 Los colgados
Griselda Álvarez

75 Voz
De “Anatomía superficial”
Griselda Álvarez

77 De Colima me gusta
Guillermina Cuevas Peña

79 A una colimense
Arcadio Zúñiga y Tejeda

82 Puente viejo
Ismael Aguayo Figueroa

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Del volcán a la mar.
Capital Americana de la Cultura 2014
Selección de textos y edición:
Rubén Pérez Anguiano, Esaú Hernández Vargas, Victor Uribe Clarín.
se terminó de imprimir en marzo de 2014
con un tiraje de 000 ejemplares.
Diseño: Liliana Ivette Amezcua Fletes

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