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05 de julio de 2018
A lo largo de toda nuestra historia como especie, ha estado siempre presente, aunque
cambiante, el concepto de la belleza física humana, pues resulta una noción que es
connatural a nosotros. No obstante, es importante destacar que la manera en la que se
percibe lo bello es producto de diversas construcciones mentales, el contexto histórico y
distintos aspectos socioculturales. Consecuentemente, es natural que surjan los ya
conocidos cánones o estándares de belleza, normalmente establecidos por la industria
de la moda y la sociedad de consumo, y que sean éstos los que determinen la
apreciación física de las personas, tanto de hombres como de mujeres. Además, parece
inevitable que estos cánones se reflejen en todos los posibles sectores existentes de una
sociedad: empresarial, educativo, deportivo, entre otros. Así, al generar estos estándares
una clara diferenciación entre quien encaja y quien no, se catalogan automáticamente
como “feos” a todos aquellos que no lo hacen.
De esta manera, y para efectos de este ensayo, utilizamos como texto base el
maravilloso cuento del autor uruguayo Mario Benedetti, titulado “La noche de los feos”.
El mismo relata entonces el encuentro entre un hombre y una mujer, ambos
considerados “feos”, que luego de una grata conversación y pasar la noche juntos, se
permite la interpretación de que ambos aprenden a aceptar sus respectivas fealdades, a
entender que son más que ese adjetivo calificativo que los persiguió durante toda su
vida. Así, lo que encontramos más relevante en este cuento es la narrativa de Benedetti
al expresar de forma tan arrebatadora, mediante su protagonista, el sentimiento de cada
uno gracias a su aspecto físico: solos, desgraciados, juzgados y rechazados por los
demás. Esto no es más que el reflejo de una realidad del ser humano contemporáneo,
donde la mayoría suele rechazar a la gente que no encaja en los estándares
establecidos.
Por otra parte, también encontramos imprescindible resaltar que uno de los mayores
causantes de que se sigan limitando las oportunidades de estas personas es que la
discriminación hacia la fealdad pasa completamente desapercibida; como mencionamos
anteriormente, es silenciosa e hiriente. Por lo tanto, no se le da la relevancia que debería,
y esto trae consigo un problema mucho mayor: esta discriminación está destruyendo
interna y lentamente a estas personas, logrando que lleguen incluso al rechazo propio y
odio por su propio aspecto, lo cual resulta perjudicial para su salud mental, y
consecuentemente, para su vida. Lo vemos claramente en el relato de Benedetti (1968),
que es reflejo de una dolorosa realidad, cuando el protagonista dice: “tanto los de ella
como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación
con que enfrentamos nuestro infortunio (…). Me refiero al odio implacable que cada uno
de nosotros siente por su propio rostro” (p. 79).
Las personas con una desventaja estética tienen una vida mucho más difícil: se les
exige más y se les reconoce menos, (…) es equivalente o peor que una minusvalía
física pues nadie, en ningún lugar, tiene programas de integración para personas con
minusvalía estética.
No obstante, este tema se presta para una gran diversidad de opiniones y posiciones,
por lo que estamos conscientes de que algunos podrían acotar que la realidad de las
personas atractivas o bonitas tampoco es la más agradable de todas, ya que
eventualmente, igual sufren de ciertos prejuicios y rechazos por su belleza, además de
ser percibidas como personas superficiales o falsas. Por ejemplo, tal es el caso que se
explica al tratarse de las amistades de las personas consideradas “bonitas”:
Cuando se trata de amigos o amigas del mismo sexo, se tiende a pensar que estar
rodeado de gente atractiva hace ver al otro como alguien de una belleza menor o que
el amigo «bonito» se llevará el interés del resto. Todo esto lleva a que las personas
bonitas sufran rechazo social y exclusión de grupos. (Valenzuela, 2015).
Ante este tipo de argumentos, debemos aceptar que resulta inevitable que todos,
eventualmente, suframos algún tipo de rechazo, y es cierto también que las personas
atractivas pueden sufrirlo. Sin embargo, debemos poner las ventajas que les concede la
sociedad en una balanza y notar cuál problema es mayor. Cabe destacar que no
intentamos desestimar ni menospreciar la belleza humana, pero sí evidenciar lo injusto
que resulta esto al tratarse de igualdad de oportunidades. Supongamos entonces este
caso: una persona con significativas capacidades intelectuales, pero considerada fea
dada la una cicatriz que atraviesa su cara, consecuencia de un accidente que casi acaba
con su vida, postula a un empleo y, tras la entrevista, el empleador, pese a sus notables
capacidades profesionales, la descarta debido a su apariencia física.
Baer, D. (2014, noviembre). This Cognitive Bias Explains Why Pretty People Make 12%
More Money Than Everybody Else. Artículo de red. Recuperado de
http://www.businessinsider.com/halo-effect-money-beauty-bias-2014-11
Benedetti, M. (1968). La muerte y otras sorpresas (3° ed.) Buenos Aires: Editorial
Sudamericana
Ruffle, B. & Shtudiner, Z. (2010, febrero). Are Good-Looking People More Employable?
Paper académico. Recuperado de
https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1705244.
Valenzuela, I. (2015, octubre). Según los científicos, ser una persona atractiva también
te juega en contra. Artículo de opinión. Recuperado de
https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/8935/segun-los-cientificos-ser-una-persona-
atractiva-tambien-te-juega-en-contra