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La Ética del nuevo funcionario encargado de controlar el

monopolio legítimo de la fuerza en Venezuela

Por: Isabel Olivar Tascón | Lunes, 31/03/2008 08:35 PM | Versión para imprimir

El presente artículo constituye un extracto de los principales elementos que


intervienen en el desenvolvimiento profesional de los cuerpos policiales y de seguridad
del Estado, frente al nuevo reto de construcción de un funcionario motivado por valores
altruistas, comprometido con la construcción de una sociedad más justa.

Es importante para efectos de la comprensión de este artículo entender cómo son


percibidos los derechos humanos y cómo se genera la ética del cumplimiento del deber;
en el contexto del imaginario social de los funcionarios y funcionarias de seguridad del
Estado. De este modo se logrará entender las razones por las cuales algunos cuerpos
policiales en el desempeño de sus funciones pueden llegar a vulnerar la integridad física
de los ciudadanos, a través de la utilización excesiva de la fuerza, infringir tratos crueles,
inhumanos, y degradantes, participar en actos de extorsión entre otros comportamientos
similares.

Las carreras policiales y en general, las actividades ligadas a la seguridad y defensa,


han servido en Venezuela para albergar a los estratos sociales más bajos de la población,
(inclusive los componentes de las Fuerzas Armadas Nacionales1) a diferencia de otros
países de la región. En nuestro país dichas carreras se encuentran integradas por jóvenes
provenientes de las clases económicas menos privilegiadas, y por ende, el desarrollo de su
vida personal y laboral ha estado rodeado de mayores vicisitudes. La falta de poder
adquisitivo llevó a muchos venezolanos y venezolanas a incursionar en la carrera militar y
policial, por tanto, esto era visto como una opción apenas digna para salir de la pobreza2.
En aquellos años la seguridad ciudadana no estaba enfocada hacia una actividad científica,
y no se presentaba como una alternativa atractiva en términos profesionales,
intelectuales o financieros. En los nuevos tiempos se ha incurrido progresivamente en la
profesionalización de los órganos de justicia y seguridad del Estado.
La intención del presente artículo no es desacreditar las instituciones policiales y
de seguridad ciudadana de los años anteriores, pues efectivamente dichas estructuras
actuaron como un mecanismo de movilidad vertical ascendente; el hecho es que estos
jóvenes estuvieron expuestos a muchas penurias características de la pobreza, y ello de
alguna manera marcó y trastornó su imaginario social y sus escala de valoración del bien y
del mal.

Muchos de los funcionarios que hoy en día entregan lo mejor de sí para garantizar
la seguridad ciudadana, sufrieron a lo largo de su vida violaciones a sus derechos
humanos, desarrollaron perturbaciones cognitivas como consecuencia de la mala
alimentación, les fue negado el derecho a poseer una vivienda digna, se desenvolvieron en
núcleos familiares disfuncionales, entre otras tantas tragedias particulares.

En función del reconocimiento de las necesidades que han tenido que sufrir
nuestros funcionarios públicos, el Estado se encuentra en la obligación de restituir en el
mediano y largo plazo la dignidad y la calidad de vida de cada uno de ellos, en la medida
en que se combata la exclusión social a la que por tantos años se condenó a este grupo de
trabajadores, mayores serán las posibilidades de verlos comprometidos con el resguardo
del orden público y la seguridad de la nación de una manera eficiente.

En fin, como puede ser compatible la exclusión social y la eficiencia de los


funcionarios públicos. En materia de seguridad ciudadana, son muchos los avances que
viene realizando el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, y es
importante reconocer que en este momento los órganos adscritos a esta entidad operan
con una visión altruista de la sociedad, marcando una verdadera diferencia con épocas
anteriores3. No obstante es importante evaluar a nivel de cada funcionario, cuáles son las
motivaciones que conllevan a asumir o apartarse del bien y de la ética policial.
Para la construcción del nuevo funcionario apegado a la moral y la justicia social es
necesario cumplir ciertas prerrogativas:

Los cuerpos de seguridad del Estado estarán integrados por hombres y mujeres en
pleno desarrollo de sus habilidades creativas, contando con el tiempo necesario para el
desarrollo total de su estado físico y mental. Podrán hacer deporte, el Estado deberá
proveerles de un salario suficiente para asegurar la calidad de vida de su núcleo familiar
más cercano. Todo ello constituye una prerrogativa para la existencia de la dignidad
humana.

Habitarán una vivienda decente, contando con las necesidades básicas cubiertas,
tendrán tiempo suficiente para ver crecer a sus hijos e involucrarse en sus procesos de
aprendizaje para hacerlos futuros hombres y mujeres de bien. Todo esto apunta a la
obligación del nuevo Estado Socialista de proveer la mayor cantidad de felicidad posible a
todos los ciudadanos.

Los mejores docentes deberán estar a cargo de la educación de los futuros


guardianes de la república, las mejores infraestructuras deportivas y de entrenamiento en
general, las mejores aulas, los mejores libros. Es hora de demostrar que en el ámbito de la
seguridad todo debe ser de calidad, en este sentido se reconoce la labor de la DISIP, del
Instituto Universitario de Policía Científica y el proyecto de construcción de la Universidad
de la Seguridad que adelanta el Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores
y Justicia, que contribuye con la excelencia y profesionalización del Estado.

Por último, se menciona la importancia de mantener estabilidad afectiva y


psicológica de nuestros funcionarios, la asistencia psicológica y psiquiátrica les permitirá
mantener controlado su propio mundo circunstancial: el tiempo para la valoración de la
vida en todas sus manifestaciones permitirá que florezca el respeto por ella.

olivartascon@yahoo.com

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