Conflictos, solidaridades y resistencias civiles: Una Colombia de paz 1
CONTEXTOS E INTERVENCIÓN
CONFLICTOS, SOLIDARIDADES Y RESISTENCIAS CIVILES: UNA
COLOMBIA DE PAZ
JOSÉ ABSALÓN OROZCO SENA
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
MEDELLÍN
2019
Conflictos, solidaridades y resistencias civiles: Una Colombia de paz 2
ABSTRACT
En el presente artículo se quiere resaltar como las acciones de solidaridad se transforman en
diferentes prácticas de resistencia civil para lograr una Colombia de paz, que ha sido
avasallada por el conflicto armado por más de 60 años y sólo se buscan solución en los
actores de la violencia y la guerra.
La paz en nuestro país se logra en hacer protagonistas, especialmente a comunidades de
minorías que ha resistido a través de la unión, integración y rompiendo parámetros sociales
instituidos por el Estado. De cierta manera es un homenaje a esas personas, héroes cotidianos,
que dan dado su vida por la paz de Colombia.
Palabras Claves: Solidaridad, Resistencia civil, paz
ABSTRACT
In this article we want to highlight how solidarity actions are transformed into different
practices of civil resistance to achieve a Colombia of peace, which has been subjugated by
the armed conflict for more than 60 years and only seeks a solution in the actors of the
violence and war.
Peace in our country is achieved by making protagonists, especially minority
communities that have resisted through union, integration and breaking social parameters
instituted by the State. In a way it is a tribute to those people, everyday heroes, who give their
lives for the peace of Colombia.
Key words: Solidarity, civil resistance, peace
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INTRODUCCIÓN
La solidaridad es un valor social que trasciende la ayuda directa o indirecta de los más
necesitados en un determinado contexto. Se trata de un valor que permite trasladar recursos
de primera necesidad hacia puntos, zonas o regiones a las que no llegan programas oficiales o
de distintas organizaciones. De hecho, hay ejemplos de planes estructurados de atención que
en su momento fueron solo iniciativas concretas promovidas por particulares.
La solidaridad también constituye un impulso importante a acciones que ya están en
marcha o que se disponen a ser ejecutadas, sobre todo si tenemos en cuenta que en una
situación de crisis humanitaria es fundamental la ayuda que se les proporcione a las personas
en las 72 primeras horas tras producirse la situación de emergencia.
La solidaridad surge en momentos de “trauma”, especialmente de la guerra, generando
lo que hoy se llama “traumas culturales”. Un trauma cultural se produce cuando los
miembros de una colectividad se sienten sometidos a acontecimientos de horror que deja
marcas indelebles en la conciencia colectiva, marcando sus propias memorias para siempre
en un recuerdo insociable para siempre y cambiando su identidad futura de manera
fundamental e irrevocable
Para soliviantar el trauma colectivo, las comunidades recurren al valor de la
solidaridad, para identificar cognitivamente la existencia y las fuentes del sufrimiento
humano que padecen y también para asumir responsabilidad moral por ello. En la medida que
los grupos o comunidades identifican las causas del trauman y asumen su propia
responsabilidad moral, los miembros de la colectividad definen y defienden sus relaciones de
solidaridad que les permitan e incluso obliguen-en muchas ocasiones- compartir el
sufrimiento de otros.
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Las acciones de solidaridad a través del tiempo se han consolidado especialmente en los
grupos de poblaciones minoritarias que han sido las más afectadas durante el paso de la
guerra y la violencia, para transformarse en prácticas de resistencia civil que han perduran y
se replican, lenta y constantemente, en las comunidades
LA SOLIDARIDAD
La palabra solidaridad proviene del sustantivo latín soliditas, que expresa la realidad
homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de
igual naturaleza. La solidaridad es uno de los principios de la filosofía social.
La palabra solidaridad es una palabra de acción positiva, que revela un interés general
o universal por el bien del prójimo.
Las políticas neo - liberales y su globalización han generado una visión más conjunta
del mundo entero; un sentido de solidaridad mayor en la humanidad, especialmente en los
conflictos armados
La solidaridad es uno de los principios básicos de la dimensión humana y de la
organización social y política. Se constituye como el fin y el motivo primario del valor de la
organización social; y su importancia es radical para el buen desarrollo de una doctrina de
mejoramiento y progreso social.
SOLIDARIDAD: A TRAVÉS DE LA HISTORIA
En la historia de la Humanidad, se han realizado un sin número de guerras con el usufructo
de generar solidaridad entre las comunidades. Lo paradójico es que cada vez que las
comunidades se organizan y consolidan a través del valor de la guerra, empiezan procesos
organizativos para el desarrollo y progreso socio-económico y político para elaborar los
hechos traumáticos y garantizar en términos de cultura no repetir los hechos de guerra o
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traumáticos. Una vez que las comunidades, grupos o colectividades están fortalecidas como
sociedad, llegan nuevamente “los vientos de guerra” para ejercer sometimiento.
Acontecimientos de estos, son cíclicos en las diferentes épocas de la historia de la
humanidad, especialmente en el periodo de la modernidad.
En la segunda guerra mundial como hechos transcendental que marco a la humanidad por su
feroz violencia de exterminio de poblaciones, biotipos, naturaleza y ambiente. De igual forma
transformó el curso de la humanidad en las diferentes esferas que integran al individuo dentro
y fuera de la sociedad, entre muchos acontecimientos sociales.
La segunda Guerra Mundial generó uno de los acontecimientos sociales más importantes
en el mundo debido al trauma que generó la posguerra. Algunos actores sociales se han
identificado como agentes causales, la solidaridad moral se ha expandido, el universalismo
moral y la crítica social se han ampliado, y se han efectuado cambios institucionales y legales
fundamentales.
Uno de los más extraordinarios de estos desarrollos ha sido la identificación gradual de los
pueblos cristianos de Occidente con los millones de personas judías asesinadas por los nazis
en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Durante milenios, la civilización cristiana
había mancillado a los judíos tildándolos de ruines y subhumanos, excluyéndolos de la
sociedad civil, castigándolos en lo económico, persiguiéndolos cultural y políticamente y, en
ocasiones, con medidas de tortura, exterminio y discriminación.
El origen de este revés en la historia mundial, se ubica en la elaboración del trauma. Los
pueblos cristianos que no tuvieron directamente nada que ver con el Holocausto –
estadounidenses, británicos, franceses, escandinavos y austriacos entre ellos– llegaron a
sentirse indirectamente responsables del mismo. De este modo, se distanciaron de los
sentimientos y las prácticas antisemitas en las que alguna vez estuvieron profundamente
implicados. Los ciudadanos de naciones cristianas habían restringido y perseguido judíos en
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sus propios países; se habían mantenido al margen cuando Alemania instituyó las Leyes de
Núremberg en 1933 y organizó la Noche de los Cristales Rotos en 1938. Después, de
enterarse de la existencia de los campos de la muerte en 1943, los líderes aliados se rehusaron
a desviar la campaña de bombardeos para detener la vertiginosa masacre siquiera por un día.
En la primavera de 1945, millones de ciudadanos de países occidentales quedaron
horrorizados ante las noticias e imágenes de los campos de concentración y exterminio nazi.
Empero, los efectivos estadounidenses que tomaron estos campos, a menudo mostraban
mayor simpatía por los oficiales alemanes bajo arresto que por los judíos iracundos,
raquíticos, y de apariencia extranjera a los que liberaban. Y en los años inmediatamente
posteriores a la guerra, fue a los bárbaros nazis –no al pueblo alemán, y mucho menos a la
civilización occidental antisemita considerada de manera amplia– a quienes se responsabilizó
por el Holocausto.
Después del trauma, en efecto se delineó de manera muy estricta se empezó a constituir el
“nosotros”, lo cual tomó tres generaciones antes de que el pueblo alemán –y, aun así, solo
aquellos en la nación occidental reconstruida democráticamente– se hiciera cargo de un
sentido más amplio de responsabilidad, para separarse decididamente de las exculpaciones
auto - justificadoras de los primeros participantes, y de la identidad colectiva colmada de odio
propia de la versión anterior de la nación alemana.
En una de las transformaciones culturales más radicales en la historia moderna, con el paso
del tiempo Alemania se convirtió en amiga leal de Israel, la tierra que las víctimas judías del
nazismo ocuparon para escapar. La nación previamente nazi alberga hoy a la población judía
más grande de Europa central. En los Estados Unidos han sido incorporados escritores,
científicos, médicos y empresarios judíos a los núcleos de los grupos de élite que durante
siglos los habían rechazado.
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Esta transformación de la identidad cultural y del estatus social de uno de los grupos más
ferozmente denigrados del mundo fue consecuencia del proceso de elaboración del trauma. El
Holocausto vino a ocupar una posición central en la identidad colectiva de las sociedades
occidentales y, en el curso de esta creciente centralidad, la comprensión del asesinato masivo
de judíos cambió, de manera sutil pero decisiva.
El cambio de expresión cultural y fortalecimiento de la identidad a través de la solidaridad
ha sido la narrativa en sus diferentes formas de expresión del arte: literatura, escultura,
poesía, cine, entre otras. La que más se resalta es la literatura como por ejemplo en el caso del
Holocausto, el diario de Ana Frank, que se convirtió en lectura casi obligada para la
humanidad en la toma de consciencia del horror de la guerra y el valor de la solidaridad, por
cierta uno miles de ejemplos que se dio en Occidente. No siendo menor la pintura y la
escultura.
Dos décadas más tarde, durante las guerras políticas de los años 1960, las democracias
occidentales se vieron obligadas a ceder esta posición narrativa dominante. En esta ocasión –
en comparación con 1945– el control sobre los medios de producción simbólica cambió de
manos, más a causa de razones culturales que por la fuerza de las armas.
La Segunda Guerra Mundial, en décadas posteriores, también se humanizó a las víctimas de
esta destrucción masiva en cámara lenta, de manera que pudieran provocar identificación
cultural y empatía. Sus estilos de vestir, sus cuerpos tatuados y perforados, sus pinturas,
esculturas, música y danza han entrado recientemente a la médula de la imaginación moderna
contemporánea. Sus luchas por recibir alguna compensación han generado fuerte apoyo
político y, en momentos y circunstancias de lectura social, han provocado significativas
transformaciones institucionales.
Los grupos sociales a menudo se niegan a reconocer el sufrimiento de otros y, aun cuando
lo hacen, frecuentemente ubican la responsabilidad causal de infligir ese sufrimiento en
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eventos y actores ajenos a ellos mismos. Lo que se desprende de dicha negación es una falta
de identificación y empatía. Excluirse del proceso de creación del trauma evita la posibilidad
de adquirir una postura moral. Restringe la solidaridad, dejando que los otros sufran solos.
Las leyes no son modificadas ni las instituciones reparadas.
Los estragos que desencadenaron traumas anteriores quedan en su sitio, situación que puede
permitir que los eventos traumáticos originales se repitan.
LA SOLIDARIDAD: NACE Y SE ALIMENTA DEL CONFLICTO
En un sentido banal la solidaridad encuentra su alimento en el seno del conflicto. Se
puede estimar que la solidaridad es a menudo, y a lo mejor siempre, signo de un conflicto
real o latente, de un conflicto que saldría a la luz si no actuase una solidaridad preventiva. El
conflicto la alimenta a la solidaridad.
Con frecuencia, en el paroxismo del conflicto, de la negación hasta la muerte del
punto de vista o de la existencia del otro, se manifiesta, también hasta en la acometida, la
atención al otro, la máxima y heroica solidaridad. Como por ejemplo, la Cruz Roja, al mando
de Marie Curie, ejerció su mejor solidaridad, indiferente a la nacionalidad de los
beligerantes, en medio de las matanzas de la guerra de 1914-1918, con multiplicidad de
hechos y ejemplos similares durante toda la historia.
La solidaridad de las cosas y desacuerdo o conflicto entre los seres humanos podría ser
regla más bien que excepción. Precisamente porque hay solidaridad de hecho en las
consecuencias negativas de ciertos usos, el derecho a un uso ilimitado sólo puede reservase a
algunos, los más fuertes. Lo anterior expresa un absurdo, sin embrago se presenta
constantemente después de las guerras.
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SOLIDARIDA EN AMÉRICA LATINA: Algunos ejemplos
Desde los años 60 surgió una creciente conciencia de que los primeros ejercicios
imperiales no tuvieron lugar contra civilizaciones desarrolladas, sino contra los pueblos que
estaban allí antes que ellos. Sin embargo no fueron evidencias empíricas de alguna realidad
objetiva las que colocaron la aniquilación de los primeros residentes de América en el mapa
de la imaginación occidental. En 1962, Claude Levi-Strauss en su libro “el pensamiento
salvaje” afirmó que el genocidio más dramático de todos, y el más completo, fue el
exterminio de los primeros residentes humanos de la tierra. Los conquistadores españoles y
portugueses destruyeron culturas e instituciones originarias a lo largo del norte y del sur de
América, desatando procesos de destrucción que con el tiempo también ocasionaron la
muerte física de la mayoría de sus pueblos.
Partiendo de esa premisa, el continente Latinoamericano ha sido sometido por
diferentes culturas, entre ellas, la que más se destaca es el “autoritarismo”.
Este tipo de cultura socio-política de sometimiento se ha transmitido de generaciones
en generaciones en América Latina, construyendo desde estos referentes que ofrece unos
gobiernos con terribles crisis en la constitución de su legitimidad y credibilidad.
La subjetividad en nuestro continente latino se ha constituido en esta enorme crisis
humanitaria, que en su mayoría de veces desapercibida como consecuencia de la guerra que
se ha vivido al interior de cada país, desde la misma emancipación de los españoles y
portugueses, donde en la mayoría de las veces es desapercibida como consecuencia de la
guerra psicológica que logra neutralizar el uso de la violencia política para justificar la
desaparición de la diferencia y con intentos de feroces de desmoronar la solidaridad social.
En el “Cono Sur” el arraigo a la solidaridad se demuestran en los hechos que frente al
manejo ideológico de símbolos de la muerte y de la destrucción por quienes las decretaban,
en su momento: las dictaduras militares. Los medios que trasmitían estas imágenes de guerra,
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de horror, de barbarie, banalizan los efectos de la violencia hasta configurar colectivos
sociales “dormitados” que no establezcan lazos de solidaridad sino los propios del
adormecimiento. La falsificación de la realidad es una constante en un clima de violencia
política generalizada.
Hechos de solidaridad, por citar Argentina, Chile y Uruguay, en momentos de
dictaduras militares radicales, hicieron que profesionales y científicos en situaciones de
tortura, de temor a la muerte, de insurgencia produjeran apoyos y acompañamientos a
personas del común que no tenían este tipo de investiduras: Un profesional social y /o de la
salud “torturado” prestará apoyo y acompañamiento a un estudiante universitario o escolar
para calmar su dolor físico y mental; al mismo tiempo, en las mismas condiciones y lugares.
Estos acontecimientos hicieron que “la palabra de unos pocos no era la palabra de la
todos” por lo cual dio paso a la democracia y la legitimidad de ella misma.
DE SOLIDARIDAD A RESISTENCIAS CIVILES DE PAZ EN COLOMBIA
Colombia lleva más de 60 años en guerra y especialmente en los últimos 30 años donde
se presenta en su máxima expresión frente a los acontecimientos sociales y políticos del país;
se elucida que la paz no ha tenido protagonismo como tal. Se han direccionado las políticas
de gobierno a mitigar o “intentar” frenar la violencia través de acuerdos de paz.
De igual forma, se interviene la violencia para disminuir sus diferentes manifestaciones
y la repercusión que tiene sobre la población, especialmente las que presentan condiciones de
pobreza.
El Estado crea políticas para que los actores violentos, que son minoría en Colombia;
dejen las armas o se reincorporen a la vida social cotidiana con el objetivo de aminorar el
conflicto armado, retomar control hegemónico de las regiones azotadas por la violencia y
disminuya los desplazamientos forzados por ésta misma. Es decir, el Estado Colombiano ha
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tomado como protagonistas a los actores de la violencia para tratar de conseguir la paz o
disminuir la violencia.
Diferentes gobiernos en Colombia que van desde 1981 hasta el años 2012, han
intentado generar procesos de paz en con las guerrillas de izquierda y con los grupos armados
de ultraderecha para poder poner fin a décadas de conflicto armado en nuestro país. Sin
embargo, los acuerdos de paz con los diferentes grupos y actores generados del conflicto
armado en Colombia, demuestra que las víctimas y la población civil no participaron de los
acuerdo como mayoría de la población colombiana y con un conocimiento de posibles causas
y de vivenciar los efectos de la guerra. Esta población al ser “relegada” de los procesos de
paz, se da por entendido que la no tienen conocimiento para aportar a la construcción de la
paz. Siendo esta población la que ha experimentado las posibles causas y efectos del horror
de la guerra, tienen conocimiento de causa de cómo prevenir, mitigar o desarrollar procesos
de paz.
La poblaciones que han sido afectadas por la violencia y los efectos de la guerra, se han
movilizado en manifestaciones y peregrinaciones, en su diario vivir para trabajar por la
reconciliación, la convivencia pacífica y la reconstrucción de un nuevo país que ha quedado
en ruinas desde todas las esferas socio-políticas, económicas y culturales.
La resistencia de la población colombiana, que poco se conoce o difunde; es una actitud
mancomunada y liada que se irradia para cambiar el horror de la guerra y su cultura de
muerte. Esta actitud surge en principios de las acciones solidarias que hicieron frente a los
grupos armados ilegales.
Los actos solidarios se transformaron en prácticas de resistencia de una Colombia de
paz desconocida que han generado procesos de reconciliación y convivencia ciudadana.
Personas gallardas y resistentes al horror y el miedo de la guerra y sus actores, se dieron
cuenta que si era posible cambiar la mentalidad de las personas y de vivir en paz
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independiente de las diferencias étnicas, políticas y sociales, a través de generar alternativas
de equidad, moralidad, transparencia y de trabajo comunitario. De estas prácticas exitosas y
de permanencia en el tiempo (Samper, 2001) se pueden nombrar, a manera de síntesis:
1. Pie de Monte llanero (1998): Las comunidades de los municipios de Lejanía, El
Castillo, El Dorado, Cubarral, Guamal y San Martin se unieron a partir de
algunas actividades deportivas para hacer valer y respetar la vida de las mujeres,
hombres y niños, en el pie de monte llanero; ante los grupos armados ilegales
como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Las actividades deportivas empiezan celebrarse en 1992 uniendo a estos
diferentes municipios del pie de monte llanero, hasta consolidarse las prácticas
ciudadanas dinámicas basadas en el cambio de actitud frente a éstos grupos
armados ilegales y en el principio de que la población no hace parte de un
proceso de paz porque la misma población no está en guerra independiente de
las diferencias étnicas, políticas y sociales.
2. La Asociación Campesina del Valle de Cimitarra. Los búfalos de la paz: Surgió
como asociación para la recuperación de la tierra, una vida digna, se consagra la
vida y la construcción de paz; a través de proyectos productivos como la recría
de búfalos con el objetivo de mejorar las condiciones de vida la comunidad,
fomentar la propiedad comunitaria, seguir evitando la acumulación de tierra y
seguir luchando por la paz y la justicia.
3. La otra Barrancabermeja “Más allá del puente elevado”: Una resistencia
Cultural. La cultura como abanderamiento de la dignidad y reivindicación de
derechos: estimular la solidaridad y reforzar la resistencia pacífica con
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expresiones de los imaginarios colectivos y sus diversidades culturales y étnicas
para afianzar la identidad de paz y la “no negación del otro”.
4. Indígenas del Cauca: Los guerreros de paz. Estas comunidades indígenas han
sido generadoras de movimientos sociales indígenas en Colombia en toda
historia patria y especialmente en los últimos treinta años.
Su resistencia civil se basa en la recuperación, fortalecimiento y protección de
las culturas indígenas, el ejercicio de la autonomía y el desarrollo de un proyecto
político que ellos mismos identifican y nombran como “la construcción de un
nuevo país, un mundo posible y deseable a través de la paz.
5. Municipio de Granada (Antioquia): Se resistieron a los “hombres de la muerte”,
capacitando a la población para que sean micro empresarios o empresarios a
través del acompañamiento mutuo de procesos organizativos y acciones
humanitarias.
6. Bojayá: Las voces de un pueblo. El alabo es una expresión musical propio de la
región del Chocó de las comunidades afrocolombianas. El alabo consiste en
cantos ancestrales que se dedican a sus muertos como formas de darles un
último adiós y acompañarlos a otros mundos espirituales. Estos cantos a “sus
muertos” son un homenaje y hacen parte de la construcción de memoria y no
olvido de la masacre perpetuada en el año 2002 por las guerrillas de las FARC.
El recordar y acompañar a sus muertos en los “alabos” son una forma de resistir
a la violencia y consagrarse a la comunidad y al cuidado entre sí. El recordar a
sus muertos es una vivencia de paz ante tanta destrucción y muerte”.
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RESISTENCIA CIVIL EN LA CIUDAD DE MEDELLÍN
En la memorias de la guerra y conflicto armando en la ciudad de Medellín en su libro
En Medellín la solidaridad y protección dónde se manifiesta unas prácticas cotidianas, ante
la violencia y sus manifestaciones como “pan de cada día” y “ levantarse día tras día” era
“un acto heroico” de soportar la magnitud de la violencia en los barrios.
Las manifestaciones de algunas formas de solidaridad se hacían a través de los lazos
familiares, los lazos vecinales y los afectos entre sí, ayudaron a fortalecer actitudes de
solidaridad, fomentar la ayuda mutua y el sentido de pertenencia entre las comunidades. De
esta semilla de acciones solidarias, afloraron jornadas diarias de trabajo comunitario, -
especialmente por parte de las mujeres-, y en el encuentro cotidiano con el otro para afrontar
las dificultades individuales y colectivas de la guerra y sus actores armados. Esta forma de
resistir ante los actos violentos del conflicto armado en Medellín dio sus frutos como
condición de solicitar justicia al Estado y denunciar los actos violentos y sus protagonistas a
la manera de protección y “denuncia pedagógica” a presente y futuro.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Para finalizar, desde mi experiencia, los hechos de colectividad en minorías que
incluyen actores de la guerra y sus víctimas directas o indirectas, no tan aisladas y con mayor
acercamiento entre sí, han generado lazos de solidaridad y reconciliación, de perdón y de
reconstrucción social. Aún muy incipientes pero en progreso pro de mejores condiciones de
vida en las comunidades. Esto ha logrado neutralizar el uso de la violencia política en
muchas esferas y de la guerra psicológica para mitigar la diferencia social y sobre todo la
indiferencia entre semejantes. Por eso, es que estas pequeñas luces y apoyos solidarios vienen
generando “momentos de alegría” y espacios de democracia, en un sociedad marginada por
la guerra.
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Por último como reflexión y pregunta, si las comunidades minoritarias en condiciones
de vulnerabilidad socio, económicas, políticas y culturales han generado procesos de
transformación hacia la paz, porqué los profesionales sociales y de la salud se comprometen
no sólo en consolidar, acompañar y apoyar procesos, sino en crear e innovar desde sus
propias profesiones otros procesos de paz en nuestro país. ¿Qué es lo que pasa?
debe estar encerrado entre comillas dobles y debe ser incorporado en la estructura formal de
la sentencia. Una cita más larga de 40 palabras o más, debería aparecer (sin comillas) en
formato de bloque con cada línea con sangría de cinco espacios desde el margen izquierdo.1
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REFERENCIAS
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río Cimitarra.
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EYERMAN, Ron. Cultural Trauma: Slavery and the Formation of African American Identity.
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EYERMAN, Ron. The Cultural Sociology of Political Assassination. Palgrave MacMillan,
Nueva York (2011).
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LEFORT, Claude. La interrogación de lo político: el dispositivo simbólico de la democracia.
En: Andamios vol.2 no.4 México jun. 2006.
LEVI-STRAUSS, Claude. Pensamiento Salvaje. Editorial: Fondo de Cultura. México: 1968.
MEDELLIN. Memorias de una Guerra Urban. Centro Nacional de Memoria Histórica.
http://www.scielo.org.co/
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Notas al pie
Silva, Diego. Asociaciones campesinas en resistencia civil. Bogotá: Corporación
Universitaria Minuto de Dios, 2011, pág. 124.
1
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