Sei sulla pagina 1di 406

La Precarización del

trabajo en América Latina


Perspectivas del Capitalismo global
Claudia Figari (Org.)
Giovanni Alves (Org.)

La Precarización del
trabajo en América Latina
Perspectivas del Capitalismo global

Francisco Luiz Corsi


Roberto Leme Batista
Juan Montes Cató
Paula Lenguita
Tania Aillon
Marcelo Hernández
Christin Busto
Renan Araújo
Nuria I. Giniger,
Hernán M. Palermo
Paula Varela
Patricia Ventrici
Alessandro de Moura
Álvaro Quelhas
João Bosco dos Santos,
Marco Aurélio Alves,
Telma Bessa Sales
Regina Maciel

Editora Praxis
2009
Copyright do Autor, 2009

Conselho Editorial
Prof. Dr. Antonio Thomaz Júnior – UNESP
Prof. Dr. Ariovaldo de Oliveira Santos – UEL
Prof. Dr. Francisco Luis Corsi – UNESP
Prof. Dr. Jorge Luis Cammarano Gonzáles – UNISO
Prof. Dr. Jorge Machado – USP
Prof. Dr. José Meneleu Neto – UECE
Prof. Dr. Vinício Martinez - UNIVEM

Produção Gráfica
Canal6 Projetos Editoriais
www.canal6.com.br

E17
Economia, sociedade e relações internacionais: pers-
pectivas do capitalismo global / organização de: Francis-
co Luiz Corsi, José Marangoni Camargo, Marcos Cordei-
ro Pires e Rosângela de Lima Vieira – Londrina: Praxis;
Bauru: Canal 6, 2006.

228 p. ; 21 cm.

Inclui bibliografia.
ISBN 85-99728-12-1

1. Sociologia. 2.Economia. 3. Relações Internacionais.


I. Corsi, Francisco Luiz. II. Camargo, José Marangoni. III. Pires,
Marcos Cordeiro. IV. Vieira, Rosângela de Lima. V. Título.

CDD 301

Projeto Editorial Praxis


Free Press is Underground Press
http://editorapraxis.cjb.net

Impresso no Brasil/Printed in Brazil


2009
Sumário

9 Apresentação
Ricardo Antunes

11 Introducción
Claudia Figari y Giovanni Alves

13 A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global


Francisco Luiz Corsi

45 A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil. Notas


teórico-críticas
Giovanni Alves

69 Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural: desnaturali-


zación y crítica a la pedagogía empresaria
Claudia Figari

95 A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências


Roberto Leme Batista

123 Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder. La dialéctica


entre control y resistencia
Juan Montes Cató

151 Las relaciones de teletrabajo: una encrucijada jurídica entre las tendencias labora-
les protectorias y reformistas
Paula Lenguita

177 El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo


continuo: el caso de las empresas petroleras en Bolivia
Tania Aillón Gómez

5
207 Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias: el
caso de una empresa automotriz
Marcelo Hernández y Cristian Busto

235 O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo produti-


vo-social do capital à época contemporânea
Renan Araújo

253 Alcances y límites políticos de la lucha gremial: un análisis comparativo entre traba-
jadores petroleros y siderúrgicos
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

279 Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en la argentina post deva-


luación
Paula Varela

311 La construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de traba-


jo: la trayectoria política-organizativa del cuerpo de delegados del subterráneo de
Buenos Aires
Patricia Ventrici

335 Movimento operário do abc paulista: da disputa classista à disperção neoliberal


Alessandro de Moura

365 Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em contexto de explosão da


precarização do trabalho
Álvaro de Azeredo Quelhas

389 Precarização do que já é precário: o trabalho itinerante de médicos do SUS no Ceará


(Brasil)
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves, Telma Bessa
Sales e Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

6
L as investigaciones realizadas en la Argentina y su publi-
cación fueron financiadas por los siguientes proyectos
UBACYT, con sede en Facultad de Ciencias Sociales, Uni-
versidad de Buenos Aires: “Dispositivos de control social en
contextos de modernización empresaria. Conflictividad la-
boral, negociación e imposición/lucha de sentidos” (S808),
programación científica: 2006/09, dirección: Claudia Figari;
“TICs y Relaciones Laborales” (S607), Programación científica:
2008/10, directora Paula Lenguita; “Procesos de socialización y
disciplina en trabajadores jóvenes. Las relaciones laborales en
el sector servicio y comercio” (S815), programación científica:
2006/09, director: Juan Montes Cató.

7
Apresentação

Ricardo Antunes
UNICAMP – Brasil

E sse livro organizado por Giovanni Alves e Claudia Figari oferece um de-
senho de alguns dos mais importantes temas presentes nos estudos do
trabalho na América Latina dos dias atuais.
Sua contextualidade é dada pelo cenário marcado pela mundialização
do capital e suas complexas repercussões no mundo do trabalho. Seus temas
perpassam desde a constatação das mais diversas formas e mecanismos de pre-
cariedade do trabalho até a compreensão de alguns elementos constitutivos da
nova morfologia do trabalho em seus novos e multifacetados desenhos.
Reconhecem e tematizam a recente crise estrutural do capitalismo,
bem como as práticas das corporações em seus modos de garantir a disci-
plinarização do trabalho; exploram o estudo crítico dos sistemas de “metas
e competências” que pautam o universo empresarial, bem como os avanços
e limites da ação sindical e as ações de resistência e rebeldia, dentre outros
tantos pontos que são investigados empírica e analiticamente nos textos que
compreendem a coletânea.
O resultado oferecido é um inventário crítico dos estudos do trabalho,
em sentido amplo, em diferentes territórios do mundo laboral latinoameri-
cano (com destaque para algumas experiências no Brasil e Argentina), pro-
curando apreender as formas de sobrevivência dos espaços de trabalho rede-
senhados a partir da nova divisão internacional do trabalho vivenciada nas
últimas décadas.
Se o mundo taylorizado e fordizado caracterizou o universo do trabalho
ao longo do século XX, tanto no cenário industrial e de serviços, o objetivo
da melhor investigação, hoje, é conhecer o que é novo e o que se mantém no
universo produtivo atual, depois do monumental processo de reestruturação

9
produtiva do capital nesta fase de financeirização e crise, onde a desmedida do
capital aflora em sua monumental irracionalidade societal.
Bastaria tão somente citar a amplitude da desregulamentação do traba-
lho e os níveis de desemprego em escala global, ambos acentuando ainda mais
os elementos constitutivos desta lógica destrutiva hoje vigente. O resultado é
um quadro de precariedade sem paralelos em toda a história recente do ca-
pitalismo, que os textos presentes nesta coletânea possibilitam uma melhor
compreensão.

10
Introducción

Claudia Figari
Giovanni Alves

L as formas capitalistas de producción a fines de milenio y su incidencia en


los trabajadores, tienen efectos significativos en los diferentes países latino-
americanos, y aún se constituye en una asignatura pendiente una indagación
crítica que se nutra del esfuerzo mancomunado de los cientistas sociales latino-
americanos. Aún reconociendo las problemáticas específicas en cada país, las
tendencias predominantes exponen un contexto de precarización laboral, ajus-
te estructural y luchas sociales, muchas de ellas expresión de organizaciones
colectivas que requieren ser visibilizadas y articuladas en pos de una América
Latina que apueste por la emancipación de los pueblos sumergidos.
La perspectiva crítica nutre el esfuerzo analítico, capaz de poner en evi-
dencia la forma que asume la dominación social, pero también las expresio-
nes de resistencia organizada. Si el capital ha sofisticado su apuesta para su
expansión, la apuesta no puede ser menor en términos de las herramientas
analíticas empleadas para desnaturalizar y someter a la crítica los dispositi-
vos empleados para lograr efectos mitificadores sobre las formas de control
de la fuerza laboral.
El trabajo como espacio de problematización en nuestra América Latina
requiere ser mirado en su complejidad, sumando esfuerzos para abordar las
dimensiones estructurales del capitalismo de finales de milenio, las expresio-
nes que cobran en cada país de la región y en espacios situados en los que se
despliega el dominio del capital sobre el trabajo.
Este libro, que hemos coordinado Giovanni Alves y Claudia Figari, ha
sido posible a partir de un esfuerzo mancomunado de grupos de cientistas
sociales de Brasil, Argentina y Bolivia, orientado a recuperar un espacio de
reflexión crítica en torno de las manifestaciones tanto de la dominación
como de las acciones de resistencia organizada. La riqueza de los diferentes

11
intercambios realizados en Brasil y Argentina ha fructificado en este libro
que aúna las investigaciones que venimos desarrollando desde el Grupo de
Pesquisa Estudios de la Globalización de la UNESP (Marilia, San Pablo) y
la RET – Rede de Estudios del Trabajo – www.estudosdotrabalho.org (Brasil-
Argentina), y desde el Ceil-Piette del Conicet de Argentina y la Facultad de
Ciencias sociales de la Universidad de Buenos Aires –UBA-.
El libro expresa un esfuerzo por reflejar los aspectos estructurales que
matrizan las formas contemporáneas de la precarización en algunos países de
la Región. Pero también se nutre del análisis en contextos situados en el nivel
de los espacios laborales donde se despliega el proceso de trabajo.
Algunos artículos enfatizan en las modalidades que asumen los dis-
positivos de control laboral empleados por las corporaciones, los propósitos
que persiguen las lógicas de formación empresarial, la gestión de las compe-
tencias, que propician el desarrollo de nuevas matrices de disciplinamiento
cultural/laboral. La esfera del dominio capitalista en su expresión concreta se
expone también en dialéctica con las acciones de resistencia que anidan en la
recomposición de un sindicalismo de base en los lugares de trabajo.
Las formas capitalistas contemporáneas requieren focalizar tanto en
el análisis crítico de actividades tradicionales (la siderurgia, la industria
automotriz, neumáticos, la producción de hidrocarburos, transporte) como
de otros sectores emergentes (teletrabajo) o bien escasamente analizados en
profundidad desde las Ciencias Sociales del Trabajo (educación, salud). En
el primer caso, la apuesta no es menor al pretender someter al análisis las
expresiones que cobra el aggiornamiento de las formas de dominación sobre
el trabajo y los movimientos en lucha que reconocen la disputa tanto con el
accionar patronal, el sindicalismo corporativo y las políticas gubernamenta-
les. En el segundo caso, el desafío ha sido visibilizar actividades escasamente
estudiadas, que demandan ampliar la mirada respecto a las diferentes expre-
siones en que se concreta la opresión y la lucha.

12
1

A crise estrutural
e reconfiguração do
capitalismo global
Francisco Luiz Corsi1

D esde agosto de 2007, o capitalismo global vive uma crise estrutural de


grandes proporções, cuja causa imediata foi o estouro da bolha de títu-
los imobiliários nos EUA. O estouro da bolha se alastrou rapidamente para o
sistema financeiro e para a economia em escala mundial. O epicentro irra-
diador da crise é o próprio coração do sistema e não mais a periferia, como
nos anos 1990. A forte queda do movimento especulativo com ações na Nas-
daq, em 2000, foi o primeiro prenúncio de que a crise sistêmica tinha alcan-
çado o núcleo do capitalismo. Embora o contexto histórico seja bem diverso,
o desenrolar da crise atual guarda certas semelhanças com a de 1929, que foi,
pouco a pouco, se agravando e atingiu o auge em 1932 e 1933. Contudo, a atual
crise de sobreacumulação de capital não repete as que a antecederam. Cada
uma tem suas próprias e múltiplas determinações. Porém, como no passado,
o capitalismo, tudo indica, reagirá à crise se reestruturando.
A bolha especulativa foi gerada a partir da emissão de enorme volume
de títulos imobiliários norte-americanos. O mercado imobiliário norte-ame-
ricano sofreu forte expansão desde meados da década de 1990. Essa expansão
acelerou-se a partir de 2001 com base em taxas de juros relativamente baixas.
Os preços dos imóveis aumentaram persistentemente até meados de 2006,
quando passaram a cair. Entre 2001 e 2006, o montante médio anual de novas

1 Professor de Economia da Faculdade de filosofia e Ciências da UNESP.

13
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

operações foi de cerca de US$ 3 trilhões. Em 2001, foram aprovados US$ 2.405
trilhões de financiamentos imobiliários, sendo que desse montante US$ 190
bilhões (8,6% do total) representavam títulos subprimes. Cinco anos depois,
o montante de financiamento atingiu US$ 3.580 trilhões, sendo US$ 600 bi-
lhões em títulos subprimes (20,1% do total). 80,5% destes títulos foram secu-
ritizados. Em 2006 já existiam evidências de graves problemas no setor de fi-
nanciamento imobiliário, dado os altos índices de inadimplência. O aumento
da oferta de imóveis levou a queda dos preços, que exacerbou a inadimplência
e gerou a crise2. A exacerbação da inadimplência evidenciou que bancos, fun-
dos de investimento e pensão e companhias de seguros poderiam estar com
suas carteiras carregadas de títulos “podres”. A crise aberta em agosto de
2007 foi uma crise anunciada (COSTA, 2007; PINHEIRO, 2007a e b; BELLU-
ZZO, 2007; CHESNAIS, 2008; BORÇA JR. e TORRES FILHO, 2008).
Existem hoje nos EUA cerca de 12 trilhões de dólares em empréstimos
imobiliários, sendo parte considerável desse montante constituída de títulos de
solvência duvidosa. Para fugir do risco, os bancos e as instituições de crédito
imobiliário norte-americanas securitizaram esses títulos. Os títulos hipotecá-
rios foram agrupados com outros títulos de dívidas (cartão de crédito, credito
automotivo etc.), compondo novos títulos com variados graus de risco. Dessa
forma, buscava-se dissolver o risco. Esses títulos foram tomados como base
para o lançamento de derivativos, que foram vendidos para outros bancos e
para os fundos de investimentos pelo mundo todo. Muitas dessas instituições,
que adquiriram esses derivativos, utilizaram esses títulos como garantia de ou-

2 Cada vez mais tomadores de hipotecas imobiliárias ficaram em situação difícil, pois os
empréstimos eram tomados a juros flutuantes, que variavam ao longo do contrato. Al-
guns contratos estabeleciam períodos de carência e outros prestações inicialmente mais
baixas, que aumentavam depois de determinado período de tempo. Muitos devedores,
quando se viam diante de prestações mais altas, contornavam a situação tomando no-
vas hipotecas com base na elevação dos preços dos imóveis, com as quais saudavam as
hipotecas anteriores e voltavam a pagar prestações mais baixas por um novo período.
Também incrementavam o consumo com a diferença entre os recursos obtidos com as
novas hipotecas e os pagamentos relativos às velhas. Com o aumento da inadimplência,
os bancos retomavam cada vez mais imóveis e os colocavam novamente a venda, o que
resultou no incremento da oferta e na queda de preços. A queda de preços inviabilizava
a tomada de novas hipotecas e, portanto, levou milhares a situação de inadimplência.
Estava quebrado o circuito que sustentava o crescimento do mercado imobiliário e a es-
peculação que o acompanhava (BRENNER, 2006; BORÇA Jr. e TORRES FILHO, 2008).

14
Francisco Luiz Corsi

tros créditos e de empréstimos que serviam para alavancar aplicações em mer-


cados de ações, moedas e títulos. Formou-se uma cadeia de especulação com
base em papéis insolventes3. É possível dizer, dado o processo acima descrito,
que dezenas de trilhões de dólares em diferentes tipos títulos e ações, que ex-
pressam o capital fictício e encontram-se espalhadas pelo mundo, estão direta
ou indiretamente contaminados pelos títulos hipotecários insolventes, o que
coloca a possibilidade colapso de todo o sistema financeiro.
A crise atingiu um estado agudo em setembro e outubro de 2008 a partir
da falência do banco de investimentos Lehman Brothers. Não tanto pelo peso
que esse banco tinha no sistema financeiro norte-americano ou mundial, mas
muito mais pelo efeito simbólico, pois trouxe à luz a situação generalizada de
insolvência do sistema financeiro no centro do capitalismo (EUA e Europa). Si-
tuação que ainda não foi superada, consistindo em um dos nós górdios da crise.
Esse episódio desencadeou uma onda de pânico, que não se converteu em cor-
rida geral contra os bancos em virtude da rápida ação dos bancos centrais dos
países desenvolvidos, garantindo os depósitos e injetando centenas de bilhões
de dólares para evitar o colapso da liquidez do sistema financeiro4.

3 Detalhada descrição dos complexos mecanismos financeiros que criaram uma ca-
deia especulativa apoiada em títulos de financiamento subprime pode ser encontrada
em Borça Jr. e Torres Filho (2008) e Freitas e Cintra (2008).
4 Entre julho de 2007 e março de 2008, os bancos de investimentos dos EUA sofreram
perdas de 175 bilhões de dólares em seus patrimônios. Na Inglaterra, a insolvência do
Northerm Rock, importante banco hipotecário, gerou uma corrida aos bancos, o que
obrigou o governo a injetar 60 bilhões de libras no sistema, a declarar que os depósitos
estavam garantidos e a estatizar a instituição. Outros governos europeus tiveram que
seguir o exemplo britânico nas semanas e meses que se seguiram. No início da crise, os
governos dos países mais ricos lançaram pacotes de socorro que totalizaram 390 bilhões
de dólares. Em março, o Federal Reserve (FED) concedeu linha de crédito de US$ 29 bi-
lhões para JP Morgan Chese adquirir o Bear Stearns, que tinha quebrado. Nesse mesmo
mês, os bancos centrais da Europa, Japão e EUA injetaram mais 200 bilhões de dólares
no sistema para impedir o colapso da liquidez. Em julho de 2008, o governo norte-ame-
ricano, salvou da falência as agências Fannie Mae e Freddie Mac, que juntas possuíam
carteiras imobiliárias da ordem de US$ 5trilhões (40% do mercado de hipotecas), inje-
tando US$ 200 bilhões. Essas agências acabaram sendo estatizadas em setembro, devido
a continua deterioração da situação financeira. Nesse mês, o Lehman Brothers pediu
concordata. Em seguida, foi a vez da American Interregional Group (AIG) receber US$
85 bilhões para continuar operando e passou a ser controlada pelo governo, que ficou

15
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

Trilhões dólares de capital fictício na forma de ações e títulos foram


queimados. Subitamente os seus valores despencaram. Estima-se essa soma
em cerca de 30 trilhões de dólares desde o início da crise até janeiro de 2009
(DOWBOR, 2009). Essa desvalorização maciça de capital fictício não esva-
ziou a crise, pois a crise só terminará quando o excesso de capital constante
também for desvalorizado ou destruído. Os 4 trilhões despendidos pelos go-
vernos dos países desenvolvidos com o intento de salvar os especuladores e
o sistema são claramente insuficientes. Recursos que deixaram, pelo menos
em parte, de ser aplicados em gastos sociais. Continua em curso o desmo-
ronamento da cadeia especulativa formada a partir dos títulos imobiliários
norte-americanos, que abarcou as principais praças financeiras do globo, que
se expressa, sobretudo, pela quebra e pela fragilização de empresas, fundos de
investimentos e de pensão, companhias de seguros e bancos. O seu desmoro-
namento levou a crise global de crédito, que atingiu em cheio a produção e o
emprego. A falta de liquidez e o enorme peso dos títulos “podres” continuará
a deteriorar a situação dos bancos, dos fundos de investimentos, dos fundos

com 80% de suas ações. Logo depois, o JP Morgan e o Bank of America adquiriram, com
ajuda do FED, o Washington Mutual e o Meril Lynch respectivamente. Diante do quadro
catastrófico, o governo Bush lançou um pacote de emergência de USS$ 700 bilhões para
salvar o sistema bancário e para compra de títulos imobiliários ilíquidos. O pacote não
foi suficiente para acalmar os mercados. Em janeiro de 2009, o Bank of America preci-
sou de mais 117, 2 bilhões de dólares e Citigroup, após anunciar perdas de 8,29 bilhões,
dividiu suas operações em duas. A queda das ações dos bancos norte-americanos e
europeus foi generalizada depois dessas notícias. As ações do Barclays, um dos bancos
mais afetados da Inglaterra, despencaram 25%. Hoje, o Citi vale 10% de seu valor de
um ano atrás. Na Alemanha, vários bancos tiveram que ser socorridos. Estima-se que
os bancos alemães tenham cerca de 400 bilhões de dólares em títulos “podres”. Não por
acaso acabou de ser aprovada lei que confere poder ao governo alemão de estatizar os
bancos. O recém-eleito Barak Obama lançou pacote de estímulo à economia e ajuda
aos bancos de 789,5 bilhões de dólares. Inúmeros governos também laçaram amplos
programas de obras em infra-estrutura, aumento do salário desemprego e elevação dos
gastos sociais na tentativa de deter o progresso da crise. Estima-se que os 21 países mais
desenvolvidos do mundo farão um estímulo fiscal da ordem de 2 trilhões de dólares, o
que acarretará, sem dúvida, deterioração das contas públicas. Essas iniciativas tornaram
letra morta o cânone liberal de auto regulação da economia pelo mercado. Apesar de to-
das essas iniciativas, a crise não parece amainar, o que levanta dúvidas quanto a eficácia
das estratégias keynesinas para “salvar” o capitalismo (BLACKBURN, 2008; BORÇA JR.
e TORRES FILHO, 2008; Folha de São Paulo, B7, 18/01/2009 e B4 e B5, 08/02/2009) .

16
Francisco Luiz Corsi

de pensão, dos fundos mútuos e das Cias. de seguros, como também do setor
produtivo por falta de recursos para capital de giro e investimentos. Além
disso, muitas grandes empresas especulam nos mercados de ações, de títulos
e de câmbio e têm tido pesadas perdas. Bancos e empresas faliram e continu-
arão a quebrar. Nos países que estão no epicentro da crise o risco de um colap-
so do setor financeiro não está descartado. Apesar do relativo deslocamento
da valorização do capital fictício da produção de valor, as esferas produtivas
e financeiras continuam firmemente articuladas. A crise financeira rapida-
mente se desdobrou em crise econômica, sobretudo devido à forte redução do
crédito5. Ao atingir a produção a crise ganha nova dinâmica. As quedas na
produção, no emprego e nos investimentos alimentam a crise, que se propa-
ga e se aprofunda. A elevação do desemprego vai alimentar o processo, pois
muitos tomadores de empréstimos desempregados não terão condições de

5 A economia dos EUA começou a desacelerar em 2007, quando o PIB cresceu 2,0% contra
2,8% do ano anterior. Em 2008, o PIB cresceu 1,3%, sendo que o PIB retrocedeu 6,2% no
último trimestre em relação ao ano anterior. Estima-se uma retração de 2% em 2009. A
zona do Euro, que tinha crescido 2,7% em 2007, cresceu 1,0% em 2008 e a previsão do
FMI é que a região tenha uma retração de 2,0% em 2009. O Japão apresentou resultados
mais negativos, em virtude, sobretudo, da queda das exportações. Em 2007, cresceu 2,4%
e no ano seguinte -0,3%. No último trimestre de 2008, o PIB apresentou uma retração de
12,7% , o pior resultado desde 1974. As previsões não são alentadoras. Estima-se uma re-
tração de 2,6% do PIB em 2009. Os países do Leste europeu também sofrem com a desva-
lorização acentuada das moedas, a falta de crédito, o incremento da dívida externa, a fuga
de capitais e a queda na atividade econômica. Recentemente, Hungria, Letônia e Ucrânia
tiveram que pedir socorro ao FMI. O desempenho econômico os países em desenvolvi-
mento da Ásia também se deteriorou. A China cresceu 13,0% , em 2007, e 9%, em 2008.
No último trimestre deste ano, o PIB cresceu 6,8%. A Índia cresceu, em 2008, 7,3%, con-
tra 9,3% no ano anterior. No geral, os países em desenvolvimento da Ásia sofreram uma
desaceleram de 2,8% do crescimento do PIB entre 2007 e 2008. A situação deteriorou-se
bastante no último trimestre. A Coréia apresentou um crescimento negativo do PIB de
5,6% nesse período e Cingapura -3,7%. A América Latina também sofreu os impactos
da crise. Seu PIB, que cresceu 5,7% em 2007, desacelerou e cresceu 4,6%, em 2008. O
desemprego cresceu, acompanhando a redução da produção. Estima-se que na China
20 milhões perderam o emprego nos últimos seis meses. O desemprego generalizado
acarretará, sem dúvida, uma deterioração dos padrões de vida da classe trabalhadora em
escala global e alimentará a própria crise. O comércio mundial cresceu 4,1% em 2008,
uma queda de 3,1% em relação ao ano anterior (FMI, 2009; CEPAL, 2009a; FOLHA DE
SÂO PAULO, B3, 31/01/09; B4-B5, 25/02/09).

17
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

honrar suas dívidas e, portanto, a inadimplência aumentará. O aumento da


inadimplência de empresas e pessoas físicas reforça a degeneração do sistema
financeiro, o que por sua vez acelera a crise na produção. A queda da ativida-
de econômica leva a redução das receitas públicas e pode gerar também um
processo deflacionáro, que potencia a circulo cumulativo da crise. O pano de
fundo da crise é a sobreacumulação de capital em escala global.
A crise do sistema financeiro e a retração econômica generalizada colo-
cam em questão a solidez das moedas, em particular do dólar, que pode ser
crescentemente questionado como moeda chave da economia mundial, embora
observemos uma fuga em direção aos títulos do tesouro dos EUA. No curto
prazo, a necessidade das empresas, bancos, fundos e especuladores de cobri-
rem suas posições em dólares levou ao incremento da demanda por essa moe-
da, o que resultou em sua valorização. Mas o aprofundamento da deterioração
da economia, das finanças públicas e das contas externas dos EUA, pode, em
médio prazo, exercer pressões sobre a moeda, em um cenário onde os países
asiáticos, em especial a China, poderiam preferir desviar seus excedentes para
financiar programas anticíclicos, do que deixá-los desvalorizar na forma de
dólares acumulados. O financiamento dos desequilíbrios da economia norte-
americana poderia, nesse quadro, ficar comprometido. Para defender o dólar,
um dos pilares de sua predominância, o governo teria que majorar os juros, blo-
queando, ou na melhor das hipóteses retardando, a recuperação da economia
norte-americana e dificultando a aplicação de políticas keynesianas. No limite
a desvalorização do dólar poderá estilhaçar o padrão monetário internacional e
enfraquecer ainda mais a hegemonia norte-americana. Muitos, entre eles Har-
vey (2009), discutem o fim da hegemonia norte-americana e o surgimento de
um novo centro hegemônico no Leste Asiático, embora seja prematuro falar
nesses termos. A manutenção da hegemonia das EUA parece depender das res-
postas que este país dará a crise. Mas como assinala o referido autor, podere-
mos estar caminhando para um mundo multipolar.
A crise também colocou em questão o neoliberalismo. Governos liberais
estatizaram parte do sistema financeiro de seus países. Medidas protecionis-
tas são defendidas e adotadas. Em pouco tempo surgiu um clamor generaliza-
do por mais regulamentação das finanças globalizadas, como se a regulação
do capital financeiro associada a políticas keynesianas fossem a solução para
todos os males do capitalismo. As instituições multilaterais, como o FMI

18
Francisco Luiz Corsi

e o Banco Mundial, tão ativas quando se trata de disciplinar as economias


dos países pobres, impondo duras políticas recessivas, estão paralisadas, sem
condições e disposição de tentar reverter o quadro. Nesse contexto, abre-se
espaço para a regulação dos mercados e para posturas mais nacionalistas.
Vários analistas, entre eles Fiori (2008), assinalam que o “modelo chinês”,
estatizador, nacionalista, centralista e planejador tenderá a ganhar terreno.
Os países do Leste asiático, em especial a China, a Índia e a Coréia do Sul,
apresentaram acentuado crescimento nas últimas décadas, enquanto o con-
junto da economia mundial apresentou uma tendência de baixo crescimento
até o início da fase de acelerada expansão em 2003 (CORSI, 2008). O peso des-
ses países na economia mundial tem crescido sistematicamente, sugerindo
um gradativo deslocamento do centro do capitalismo para Ásia (ARRIGHI,
199x). Esse processo ficou evidente na recente fase de expansão (2003-2007),
quando, diferentemente da fase anterior, observa-se um crescimento econô-
mico concentrado sobretudo nos países em desenvolvimento, em especial na
China. Este país tornou-se um dos centros dinâmicos do capitalismo global,
embora fortemente articulado a economia norte-americana. A crise ao atingir
duramente o centro do sistema pode impulsionar esse deslocamento do cen-
tro dinâmico do capitalismo e abrir novas possibilidades de desenvolvimento
para a periferia. A compreensão desses processos implica em compreender
as outras razões profundas da crise e não apenas as questões relativas à bolha
especulativa imobiliária a partir de uma perspectiva histórica.

O padrão de acumulação baseado em bolhas especulativas


e a nova configuração da economia mundial

A crise atual, em parte, decorre de 30 anos de aplicação de políticas


neoliberais, em particular da desregulamentação comercial e financeira das
economias nacionais. Essa política expressa os interesses do capital financei-
ro e dos grandes oligopólios, que dominam a economia mundial. O mode-
lo de economia neoliberal, calcado sobretudo na idéia de auto-regulação da
economia pelo mercado, que saturou a academia, a mídia etc., entrou, tudo
indica, em declínio. Entretanto, a crise não pode ser creditada apenas ao neo-
liberalismo. Ela resulta também de contradições mais profundas do capitalis-

19
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

mo. Resulta, sobretudo, do predomínio do capital financeiro e de suas formas


de valorização, em particular das bolhas especulativas. A própria hegemonia
neoliberal só pode ser entendida no interior da proeminência do capital fi-
nanceiro desde a década de 1980. Para entendermos a crise atual em suas
múltiplas determinações é necessário retroceder a crise dos anos 1970 e a
reestruturação do capitalismo que a seguiu.
A crise de superprodução dos anos 1970, embora de forma muito desi-
gual, abriu uma fase de baixo crescimento na economia mundial que se es-
tendeu até 20036. A crise estava articulada a evidente dificuldade do padrão

6 A economia mundial apresentou um baixo crescimento a partir da segunda metade


da década de 1970, que se estendeu até 2003, em decorrência sobretudo da crise
de superprodução aberta em 1974, que tornou-se crônica (BRENNER, 2003; CHES-
NAIS, 1996). Nesse período, verifica-se também o fim da tendência à convergência
dos níveis de desenvolvimento presente entre 1950 e 1975 no plano mundial e a re-
tomada da velha tendência de desenvolvimento desigual (CHESNAIS, 2006). O G7
(grupo dos sete países mais ricos), na década de 1980, cresceu 3,0% a.a. e na seguinte
2,4% a a. , enquanto que entre 1960 e 1969 cresceu 5,1% a a (BRENNER, 2003, p. 93).
A Ásia foi uma exceção, cresceu mais na década de 1990 (7,3% a a) do que entre 1958
e 1973 (5,8% a a), cabendo destacar a China e a Índia, que cresceram em média por
ano respectivamente, na década de 1990, 10,5% a a e 5,5%.a a O Japão entrou em uma
fase de estagnação, cresceu em média por ano 1,3% nesse último período, depois de
ter sido o campeão do crescimento econômico na fase anterior. As demais regiões
também apresentaram nítida tendência ao baixo crescimento. A Europa Ocidental
cresceu, nos anos 1990, 2,0% aa, enquanto que entre 1958 e 1973 o crescimento mé-
dio do PIB tinha sido de 4,9% a a. Na Europa Central e Oriental, a situação foi mais
dramática depois da dissolução da URSS. A região apresentou crescimento negativo
de 3,2% entre 1991 e 2000, enquanto que no período 1958-1973 tinha crescido 4,5%
a a. Na Oceania também observamos tendência ao baixo crescimento, com uma
média anual de 3,2% a a entre 1991-2000. A situação da África também não foge ao
quadro geral; o crescimento médio anual do PIB alcançou a cifra de 2,9% nos anos
1990, contra um crescimento médio de 4,7% no período 1958-1973 (GONÇALVES,
2002, p. 111). O PIB latino-americano cresceu em média 5,5% por ano na década
de 1960 e 5,6% na década seguinte. Entre 1981 e 1990, esse incremento foi de 0,9%.
Entre 1990 e 1997, o crescimento médio anual do PIB foi de 3,3% (CANO, 1999, p.
294-311). Porém, a melhora observada na primeira metade da década de 1990 sofreu
forte reversão. De 1997 a 2002, quando a economia globalizada entrou em declínio,
depois da crise asiática seguida das crises russa, brasileira e argentina e do lento es-
touro da bolha especulativa de Wall Street, segundo dados apresentados pela CEPAL,
a economia latino-americana encontra-se estagnada. No referido período, o PIB da

20
Francisco Luiz Corsi

monetário internacional estabelecido em Bretton Woods se sustentar em vir-


tude, entre outros aspectos, dos crescentes problemas da própria economia
norte-americana, em especial da sua perda de competitividade ante a eco-
nomia japonesa e alemã. A crise do padrão monetário, que estabelecia uma
paridade entre o dólar e o ouro, criou as condições para o chamado padrão
dólar-flexível, importante elemento para a reafirmação da hegemonia dos
EUA e o predomínio do capital financeiro.
Todavia, as causas da crise de superprodução não podem ser reduzidas
as fraquezas da economia dos EUA e do padrão monetário internacional e
a acirrada concorrência intercapitalistas, embora esses sejam elementos de
grande importância. Uma das principais razões do esgotamento da fase de
expansão acelerada 1945-1973 foi a persistente elevação dos salários, fruto de
uma correlação de forças mais favorável a classe trabalhadora. Isso somava-
se a existência excesso de capacidade ociosa em vários setores. O resultado
foi a queda da taxa de lucro. O capitalismo reagiu à baixa na taxa de lucro
reestruturando-se. A reestruturação do sistema, levada a cabo pelos grandes
bancos, pelos fundos de pensão e investimentos, pelas grandes corporações
e pelos governos do núcleo orgânico do capitalismo, seguiu 4 linhas mestras,
fortemente articuladas entre si.
No núcleo orgânico do sistema, iniciou-se, sob a égide do neoliberalis-
mo, um processo de desmonte do Estado de Bem-estar Social, redireciona-
ram-se os gastos públicos, até então voltados prioritariamente para área so-
cial, para sustentar a valorização do capital financeiro, sobretudo por meio da
ampliação da dívida pública. A desregulamentação das economias nacionais
foi outra linha de reestruturação. A liberalização dos movimentos de capital
só pode ser entendida no bojo do processo de desregulamentação dos siste-
mas bancários e dos mercados financeiros nacionais, impulsionados pelas
políticas neoliberais. Esses processos também estão intimamente vinculados
com a crescente internacionalização dos processos produtivos.

região cresceu em média 1%, enquanto o crescimento demográfico foi de 1,5% , o


que acarretou uma queda do PIB per capita de 1,45% no período. O caso mais grave
foi o da Argentina, que, entre 1999 e 2002, teve uma retração de cerca de 20% do PIB,
de 10,9% só em 2002. Níveis comparáveis aos da Grande Depressão dos anos 1930
(CEPAL, 2003). Entre 1991 e 2003, o crescimento médio anual do PIB da América
Latina e do Caribe, segundo Singh (2005), foi de 2,8%.

21
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

Outro processo importante foi a chamada reestruturação produtiva, que


teve papel fundamental no enquadramento da classe trabalhadora e, portanto,
na recomposição da taxa de lucro. A introdução novas tecnologias (informáti-
ca, robótica, biotecnologia, etc. ), que poupam trabalho e aumentam a produ-
tividade, e de novas formas de organizar a produção, que implicam processos
flexíveis de produção, elevação do desemprego e vínculos variados e relativa-
mente frouxos entre capital e trabalho (trabalho temporário, trabalho parcial,
tercerização etc.), foram centrais para fragmentar a classe trabalhadora, enfra-
quecer os sindicatos, reprimir os salários e precarizar as condições de trabalho
em geral. A reestruturação produtiva só foi possível em virtude da elevação do
desemprego, da burocratização dos partidos de esquerda e dos sindicatos, da
fragmentação da classe trabalhadora, do fracasso do reformismo, da desilusão
com o socialismo e do posterior desmoronamento da URSS7.
Concomitantemente, o capital buscou, em um contexto de acirrada
concorrência, novos espaços de acumulação, onde pudesse contar com mão-
de-obra barata e altas taxas de lucro. Essa expansão só foi possível graças à
abertura das economias nacionais, à diminuição dos preços de transportes,
ao desenvolvimento das comunicações e do processamento de dados, que
permitiram as matrizes dos grupos transnacionais coordenarem e contro-
lar processos globais de produção, cujas fases encontram-se espalhadas ge-
ograficamente. Por meio de contratos e subcontratos de empresas em rede
as empresas transnacionais disseminaram processos produtivos fragmenta-
dos espacialmente, o que foi fundamental para retomada da rentabilidade8.
Também foi importante a desregulamentação financeira e comercial das eco-
nomias nacionais e a atuação de organismos internacionais, como a Orga-
nização Mundial do Comércio, com o objetivo de regular o funcionamento

7 Desenvolver esse ponto de grande importância fugiria ao escopo do presente capítulo.


8 Os fluxos privados totais (líquido) para os chamados países emergentes foram, em
1990, de US$ 45, 8 bilhões de dólares. Tenderam a subir até 1996, quando atingiram
US$ 224,2 bilhões e caíram após a crise asiática, atingindo a cifra de US$ 32 bilhões
em 2000. Esses fluxos para a América Latina subiram de US$ 10,3 bilhões, em 1990,
para US$ 68,1 bilhões em 1997, passando a declinar a partir daí. Boa parte desse
fluxo era composta por investimentos de porta-fólio, o que indica a vulnerabilidade
das economias da região. Em 1996, por exemplo, das entradas líquidas de US$ 62, 8
bilhões, US$ 38,0 corresponderam a esse tipo de investimento. (CARNEIRO, 202, p.
247-252).

22
Francisco Luiz Corsi

dos mercados, garantir os direitos relativos à propriedade intelectual e a não


interferência dos Estados. A mudança da inserção da periferia na economia
mundial foi sensível. Em 1960, os manufaturados representavam 7% do total
de suas exportações, em 1980, 20% e atualmente cerca de 70% (BASUALDO e
ARCO, 2006; CARNEIRO, 2007).
Esse processo levou a realocação regional de vários segmentos produti-
vos, que incorporou milhões de trabalhadores da Ásia à economia mundial,
remunerados com salários diminutos, o que também contribuiu para colocar
em xeque as conquistas do movimento operário nos países desenvolvidos. A
realocação espacial de segmentos da indústria, em especial no Leste Asiático,
induzida pela busca incessante de valorização do capital, contribuiu para abrir
uma nova fronteira de acumulação, que ganharia peso crescente na economia
mundial e redesenharia espacialmente o capitalismo. Mas isso agravava o
problema de excesso de capital. Esse processo também estava determinado
pelas transformações internas dos países da região e pelas suas políticas de
desenvolvimento. O peso do crescimento acelerado do Leste Asiático, sobre-
tudo o da China, ficaria evidente a partir de 2003, quando a economia mun-
dial retomaria um vigoroso crescimento.
Vários países asiáticos, entre eles a Coréia do Sul e a Índia, mas em par-
ticular a China, conseguiram, nesse contexto, ao contrário da América Latina,
em virtude de um conjunto de peculiaridades e determinações internas e ex-
ternas, adotar projetos de desenvolvimento que lhes possibilitou uma inserção
ativa no processo de mundialização do capital9, aproveitando “brechas” na es-
trutura da economia mundial para se desenvolverem. No entanto, grande parte
da periferia não tinha possibilidade de seguir esse caminho. Nesse mesmo perí-
odo, a América Latina e outras áreas da periferia viveram momentos de grande
instabilidade e crise econômica e social, apresentando uma inserção passiva na
economia mundial, como o caso do Brasil (GONÇALVES, 2002), o que reafirma
o caráter desigual e combinado do desenvolvimento capitalista.
Alguns países asiáticos vinham passando por um processo de acelerado
crescimento desde os anos 1950. Mas esse processo, centrado em estratégias
de desenvolvimento voltadas, sobretudo, para as exportações, não parecia
sobrepujar a industrialização via substituição de importações, seguida pela

9 No escopo do presente artigo não é possível desenvolver esse ponto. A esse respeito
ver, entre outros, Fiori (1999) e Corsi ( 2007).

23
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

América Latina, pelo menos até o início da década de 1980. Os casos do Brasil
e da Coréia do Sul, apesar de suas inúmeras peculiaridades, são ilustrativos.
Enquanto o Brasil, que tinha alcançado um patamar de desenvolvimento su-
perior ao coreano, entrou em uma fase de crise e estagnação a partir dos anos
1980, o país asiático conseguiu lograr um salto qualitativo no seu desenvolvi-
mento, que possibilitou uma inserção dinâmica na nova fase de mundializa-
ção do capital (COUTINHO,1999). O governo coreano e as classes dominantes
locais souberam aproveitar essas “brechas” abertas na economia mundial que
possibilitavam o desenvolvimento de penas algumas regiões periféricas10.
Não obstante as diferenças nacionais, o elevado crescimento dos países em
desenvolvimento da Ásia baseava-se, em geral, em projetos de desenvolvimento
inspirados no modelo japonês, marcado por ampla ação estatal na economia
e estratégias de crescimento voltadas para as exportações. Outros elementos
importantes eram a superexploração da força de trabalho e o uso intenso de
modernas tecnologias. Padrão de desenvolvimento que inicialmente abarcou os
chamados tigres de primeira geração (Coréia do Sul, Taiwan, Cingapura e Hong
Kong) e depois alcançou outros países da região, como Malásia, Tailândia e In-
donésia, no que Palma (2004), entre outros, denominou do padrão de desenvol-
vimento dos “gansos voadores”. Todavia, a experiência chinesa merece algumas
qualificações, pois suas especificidades são marcantes, em virtude sobretudo

10 O relativo sucesso da Coréia, pelo menos até a crise de 1997, em termos de cresci-
mento econômico, capacitação tecnológica, inserção dinâmica na economia mun-
dial, relativa autonomia na definição da política econômica e melhora em alguns
indicadores sociais se deve tanto as certas circunstâncias históricas e geopolíticas
favoráveis quanto às políticas econômicas adotadas e ao papel do Estado como co-
ordenador e fomentador do desenvolvimento. Esse salto qualitativo foi alcançado ao
longo da décadas de 1970 e 1980, antes, portanto, da desregulamentação da econo-
mia verificada a partir do início dos anos 1990. A reforma agrária, a reforma edu-
cacional, os pesados investimentos em educação e pesquisa tecnológica, a posição
estratégica na Guerra Fria, que garantiu a ajuda e o acesso privilegiado ao mercado
norte-americano, os fortes vínculos com a economia japonesa em termos de créditos
e fornecimento de tecnologia, particularmente na crucial década de 1980, a cons-
tituição de grandes grupos nacionais de porte global, as políticas de incentivo às
exportações, o fato do processo de industrialização ter iniciado quando da reorgani-
zação da economia mundial no pós-guerra e a ação do Estado como demiurgo do de-
senvolvimento constituem, uns mais outros menos, nas determinações que explicam
o fato da Coréia ter aproveitado a ‘brecha” histórica aberta na economia mundial.

24
Francisco Luiz Corsi

de sua fracassada tentativa de implantar o socialismo e de seguir a partir do


final dos anos 1970 uma via própria de desenvolvimento capitalista, que ainda
não está concluída e pode sofrer alterações decorrentes da atual crise. A China,
que em pouco tempo alcançaria a posição de centro da economia regional, des-
locando o Japão dessa posição, vinha implementando, desde a década de 1980,
um amplo programa de reformas capitalistas em sua economia, caracterizado,
entre outros aspectos, por modernização do setor agrícola, agressiva política ex-
portadora, atração de investimentos e tecnologia estrangeiros, forte concentra-
ção da renda, super-exploração da força de trabalho, acentuados desequilíbrios
regionais e profunda degradação ambiental.
Segundo Belluzzo (2005, p. 229):

A ação estatal concentrou-se no estímulo à agricultura familiar,


em maciços investimentos em infra-estrutura e na utilização
das empresas públicas como ‘âncoras’ para a constituição de
grandes conglomerados industriais. Tudo isso foi acompanha-
do de uma cuidadosa transição do sistema de preços da antiga
economia de comando para a ‘nova’ economia de mercado.

Essas reformas na China, que levavam sua economia crescer cerca de


10% ao ano desde o início dos anos 1980, estavam transformando-a na eco-
nomia mais dinâmica do mundo. A China e os outros países do Leste asiáti-
co passaram a constituir-se em nova fronteira de expansão capitalista, um
espaço aberto para ampla valorização do capital. Nesse momento, contudo,
a China não era ainda um pólo de crescimento mundial que viria a ser na
virada o milênio, quando o processo cumulativo de crescimento possibilitaria
um salto qualitativo de seu peso na economia mundial. Esse processo se deu
a partir de certa simbiose com a economia norte-americana, que continuava
determinando a dinâmica da economia mundial.
Formou-se, como um dos resultados da reestruturação do capitalismo,
um novo pólo dinâmico de acumulação na Ásia, mas ainda subordinado a
dinâmica do capital financeiro hegemônico no centro do sistema, como fica-
ria evidente na crise de 1997. Embora subordinado ao capital financeiro, esse
pólo dinâmico sustentava-se em capitalismos nacionais11.

11 Entendemos por capitalismo nacional o desenvolvimento capitalista controlado por

25
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

Esse conjunto de processos desencadeados pela crise de superprodução


da década de 1970 recompôs a taxa de lucro, que voltou a crescer a partir de
meados da década de 1980. Mas a taxa de investimento nos países desenvolvi-
dos, como aponta Chesnais (1998, p.9-18), não acompanhou esse crescimento,
o que significa dificuldade crônica de valorização do capital nessa região12.
Uma dsa razões disso está na dificuldade dos países centrais competirem com
os do Leste asiático. A pesar da maior exploração da força de trabalho, “a acu-
mulação não produz suficiente capital novo criador de valor e de mais-valia”
(CHESNAIS, 1998, p. 9)13. O ritmo lento da acumulação no centro do sistema
contribui para gerar um excedente de capital na forma dinheiro, inflando a
esfera financeira, que se deslocou cada vez mais da produção14.A constituição
de oligopólios internacionais em importantes setores (aprofundando sobre-
maneira a centralização dos capitais), a abertura das economias nacionais e a
formação de amplos mercados regionais também não se mostraram capazes
de recolocar a economia mundial no caminho do crescimento acelerado, ape-
sar do crescimento verificado no Leste Asiático. A retomada dos investimentos

forças políticas internas. Dessa forma, a política econômica é determinada pelos in-
teresses das classes dominantes nacionais. Isto, porém, não significa qualquer forma
de isolamento ou hostilidade em relação ao capital estrangeiro, que é bem vindo e
considerado importante para financiar, pelo menos em parte, o desenvolvimento,
embora a penetração de empresas multinacionais sofra algumas restrições, preferin-
do-se associações com empresas nacionais públicas ou privadas.
12 A existência de capital supérfluo, que encontra dificuldade de valorizar-se na produ-
ção, gera um excesso de capital na forma dinheiro que busca valorizar-se no mercado
financeiro a partir da especulação. Quando o capital fictício se desloca muito das
condições reais de valorização mais cedo ou mais tarde esse capital tem que ser des-
valorizado para recompor as próprias condições de valorização.
13 Nos países desenvolvidos, as taxas de lucro caíram de cerca de 17%, no início da dé-
cada de 1970, para menos de 10% em meados da década seguinte, quando passaram
a subir até a segunda metade dos anos 1990, mas sem atingir o patamar anterior a
crise. Os investimentos caíram até o início dos anos 1990 e subiram a partir de então.
O investimento bruto doméstico nos EUA, entre 1990 e 2004, cresceu de 895 bilhões
de dólares para 1,836 trilhão de dólares (CHESNAIS, 1998,17-18; LEIVA, 2005, 64).
14 Esse processo já podia ser detectado na década de 1980. Segundo Chesnais (1998,
p.14), a formação bruta de capital fixo do setor privado dos países da OCDE cresceu
em média por ano, entre 1980 e 1992, 2,3% enquanto que os estoques de ativos finan-
ceiros 6% no mesmo período.

26
Francisco Luiz Corsi

no início dos anos 1990 em algumas regiões, devido sobretudo ao incremen-


to da concorrência intercapitalista, sustentou a acumulação, mas ampliou a
capacidade excedente. A crise de superprodução no setor manufatureiro, que
se tornou crônica segundo Chesnais (1998) e Brenner (2003), está na raiz da
tendência ao baixo crescimento econômico entre o final da década de 1970 e
2003 e na geração das condições da hegemonia do capital financeiro.
O capital financeiro, segundo Chesnais (2005), sugaria capital da esfera
produtiva para as aplicações financeiras, dificultando dessa maneira a reto-
mada mais vigorosa dos investimentos, apesar das taxas de lucros terem se
recuperado a partir de meados dos anos 1980 depois de tenderem a cair desde
meados da década anterior. Estaria aí a causa central do lento crescimento.
Através do controle acionário, a burguesia, que teria se tornado uma classe
rentista e que teria, portanto, passado a apresentar um comportamento pa-
trimonialista, imporia uma “forma radical do direito de propriedade” que
submeteria as empresas e os assalariados a lógica de rentabilidade do capital
financeiro. A majoração dos dividendos e juros exigida pelo capital portador
de juros resultaria na redução dos lucros retidos para financiar os investi-
mentos e levaria a rejeição de projetos que não assegurassem as taxas reque-
ridas pelos acionistas. A tendência a redução dos salários somada à queda
dos investimentos levaria ao desempenho sofrível de boa parte da economia
mundial (CHESNAIS, 2006, p. 50-58)15.
A dominância do capital financeiro gerou uma dinâmica econômica
instável e baseada em bolhas especulativas. A postura dos gestores dos fun-
dos de investimento, dos fundos de pensão, das grandes corporações e dos

15 Chesnais (2005, p. 58 )assinala: “Boa parte da explicação desse resultados[o lento cres-
cimento global desigual] encontra-se do lado da repartição, em suas duas determinações
– divisão entre salários e lucros, e no interior dos lucros, entre a parte não distribuída e
reinvestida e a parte distribuída em juros, dividendos e ‘restituição do valor’ para os acio-
nistas, notadamente pela recompra de ações. O investimento é a variável determinante
do crescimento no longo prazo. No setor privado, ele é financiado pelos lucros retidos.
A taxa de lucro necessária para a realização das normas do ‘valor por acionista’ conduz
à rejeição de todos os projetos de investimento que garantirão a taxa exigida. No mo-
mento em que a participação dos salários nos resultados da produção se reduz e a parte
os rendimentos reservada aos investimentos também diminui, a taxa de investimento é
duplamente atingida – pela desaceleração do consumo dos assalariados e pela reduzida
propensão a investir A taxa de crescimento é lenta e o desemprego aumenta”.

27
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

bancos de buscarem resultados de curtíssimo prazo e a qualquer custo é, sem


dúvida, um dos elementos importantes que gera instabilidade e exacerba a
especulação (CINTRA, 2005). A formação e o estouro de bolas especulativas
têm caracterizado o padrão de acumulação do capitalismo globalizado.

Crises, bolhas especulativas e periferia

A instabilidade da economia mundial na fase de predomínio do capital


financeiro está intimamente vinculada às bolhas especulativas (BRENNER,
2003 e 2006). Entre 1990 e 2007, tanto os momentos de expansão quanto
os de retração estiveram determinados pela formação e pelos estouros de
bolhas especulativas. Nesse período, foram seis crises: recessão 1990-1991,
México-1994, Sudeste Asiático-1997, Rússia/Brasil/Argentina – 1998 e 1999,
recessão 2001-2002 e crise da bolha imobiliária 2007.
A instabilidade do novo padrão de acumulação começou a ficar eviden-
te já no final da década de 1980, quando da crise na bolsa de valores de Nova
York, em 1987, que se espalhou para as outras bolsas do mundo. Pouco depois,
estourou a bolha imobiliária e financeira no Japão, que acarretaria a recessão
de 1990-1991 e levaria este país a uma década de estagnação. Os governos dos
países desenvolvidos, em particular o dos EUA, reduziram os juros e amplia-
ram o crédito para enfrentar a situação. A saída para o capital financeiro, em
um contexto de baixa remuneração no centro do sistema, foi dirigir-se em
massa para a periferia, que passava por um processo de reestruturação de
suas dívidas externas e de abertura de suas economias nacionais, comandada
por governos que tinham abraçado o Consenso de Washington. Ao mesmo
tempo, vários países do Leste Asiático apresentavam elevadas taxas de cres-
cimento. Verificou-se um incremento dos investimentos externos diretos na
periferia. Esses capitais também sustentaram sua valorização, em boa medi-
da, especulando com ações, títulos, imóveis e moedas das economias periféri-
cas, que apresentavam taxas de juros superiores as dos países desenvolvidos,
decorrentes, muitas vezes, dos planos de estabilização econômica baseados
em âncoras cambiais. Também obtiveram enormes ganhos nos processos de
privatização das empresas estatais e na compra de empresa privadas.

28
Francisco Luiz Corsi

A intensa entrada de capital financeiro na periferia e a adoção de po-


líticas neoliberais seriam uma das principais causas da crônica instabilida-
de da região nos anos 1990. Os planos de estabilização calcados em âncoras
cambiais logo se mostraram insustentáveis. O primeiro a soçobrar foi o do
México, em 1994. A crise estourou quando este país não mais conseguiu fi-
nanciar seus pesados déficits externos. A forte elevação da taxa de juro não foi
suficiente para atrair um fluxo crescente de capitais capaz de fechar as contas
externas. O governo mexicano não resistiu à fuga de capitais e a especulação
contra o peso e declarou moratória. A crise que se seguiu ameaçava espalhar-
se rapidamente para o conjunto do sistema capitalista e só foi contida graças
à ação do governo Clinton e do FMI, que socorreram o México com cerca de
30 bilhões de dólares para salvar o capital financeiro do risco de colapso. A
crise foi estancada e suas conseqüências mais graves restringiram-se a Amé-
rica Latina. Brasil e Argentina, que também tinham adotado políticas de es-
tabilização calcadas em ancoras cambiais não alteram suas estratégias, o que
os levaria a enfrentar profunda crise no final dos anos 1990. Os custos sociais
e econômicos, em termos de desemprego, redução do produto, regressão da
estrutura produtiva, queda da renda etc., decorrentes da adoção de políticas
neoliberais foram elevados para esses países.
Entretanto, o momento mais agudo da instabilidade sistêmica foi a crise
asiática de 1997. Também intimamente vinculada à valorização fictícia do
capital e ao aprofundamento da superprodução crônica no setor manufatu-
reiro. Os países em desenvolvimento da Ásia passaram incólumes pelas tur-
bulências decorrentes da crise mexicana e continuaram apresentando acele-
rado crescimento econômico, beneficiados pelos crescentes déficits externos
norte-americanos e pelos robustos fluxos de capitais, atraídos pelo vigoroso
crescimento da região, que passou a ser uma nova fronteira de acumulação de
capital16. A desvalorização do dólar entre 1985 e 1995 beneficiou os países da

16 “Em 1996, o valor (em dólares) das exportações mundiais cresceu 56,7%, nos pa-
íses desenvolvidos cresceu 46,6%, no Sudeste da Ásia 132,7% e na China 178,0%.
No mesmo período, o valor (em dólares) das importações dos países desenvolvidos
cresceu 38,6%, no Sudeste da Ásia 130,6% e na China 193,2% [...] Estes dados reve-
lam o rápido aprofundamento da divisão de trabalho entre os países desenvolvidos
e a periferia chinesa e do SE asiático. Enquanto os primeiros exportam produtos que
incorporam tecnologia de ponta, os últimos vedem produtos industriais ’maduros’
tecnologicamente, inclusive muitos em que o uso ainda intensivo de mão-de-obra

29
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

região, que tinham atrelado suas moedas à norte-americana e com isso am-
pliaram suas exportações, particularmente para os EUA. Ou seja, observava-
se forte articulação entre essas economias e a norte-americana. O Japão tam-
bém teve papel central para o bom desempenho desses países ao transferir
tecnologia e ao intensificar seus investimentos na região, sobretudo na Coréia
do Sul e na China. As transferências de tecnologias, os IED e as importações
japonesas tornaram o Japão no centro da economia regional (PALMA, 2004).
Nesse contexto, o acirramento da concorrência intercapitalista na região
seria um dos fatores fundamentais da crise. A economia japonesa, estagnada
em virtude da valorização do yen e do estouro da bolha especulativa com ações
e imóveis em 1989 teve um alívio momentâneo com a valorização do dólar a
partir de 1995, que decorria, em parte, dos volumosos fluxos de capitais para
os EUA, atraídos pelas possibilidades de especulação no mercado de capitais
e com títulos da dívida pública, pois estava em curso febril especulação com
as ações das empresas da chamada nova economia. As exportações japonesas
cresceram e estimularam a retomada da atividade econômica. Mas essa reto-
mada impactou negativamente diversas economias em desenvolvimento da
região, pois muitas delas tinham atrelado suas moedas ao dólar agora mais
valorizado, o que reduziu a competitividade de seus produtos. Passaram a
enfrentar crescente competição dos produtos japoneses.
Ao mesmo tempo, esses países eram cada vez mais pressionados pela con-
corrência dos produtos da China, que tinha desvalorizado o yuan em 50% em
1994 e a partir daí estabilizado o câmbio. O elevado volume de investimento
na região, induzido pela abundância de capitais e pela acirrada concorrência,
elevou a capacidade produtiva do setor manufaturado em escala mundial, ve-
rificando-se ampliação da capacidade ociosa. Em conseqüência do excesso de
oferta, da concorrência acirrada e dos aumentos de produtividade, os preços
dos produtos manufaturados caíram 2,6% em 1996 e 7,3% no ano seguinte. Os

lhes oferece uma vantagem comparativa. Em complemento, um vasto excedente de


capitais dirigiu-se àquela parte do mundo, atraída obviamente por um crescimento
econômico excepcionalmente vigoroso [...] Em 1990-96, o maior incremento do PIB
foi o da China (86,2%), seguido pelo Sudeste da Ásia (42,7%), que contrastam com a
expansão muito menor nos países desenvolvidos(10,1% e na América latina 17,2%),
sem falar no encolhimento do PIB nas economias em transição da Europa Central e
Oriental (-31,7)” (SINGER, 1999, p. 28-29).

30
Francisco Luiz Corsi

lucros e o valor das exportações despencaram. A situação das contas externas


de vários países asiáticos se deteriorou. Na Coréia os lucros declinaram 75% em
1996 e foram negativos nos dois anos seguintes, com reflexos deletérios para a
acumulação de capital (BRENNER, 2003, p. 233-34).
Apesar da deterioração da situação econômica de vários países do Leste
Asiático fosse evidente, a região continuou a receber caudaloso fluxo de capi-
tais externos, em especial do Japão, com o objetivo de auferir enormes lucros
especulando com ações, imóveis e moedas da região. Esse fluxo de capitais,
possibilitado pela desregulamentação dessas economias a partir de finais dos
anos 1980, tornou-se paulatinamente vital para o fechamento das contas ex-
ternas e para a solvência de elevado número de empresas endividadas. No
período imediatamente anterior a crise, a economia mundial era impulsiona-
da por duas bolhas especulativas articuladas, uma na Ásia e outra nos EUA
(BRENER, 2003).
A crise estourou na Tailândia e propagou-se rapidamente para outros paí-
ses vizinhos (Malásia,Indonésia e Filipnas), que apresentavam também elevada
vulnerabilidade externa. O déficit comercial cada vez mais elevado gerou, como
no México, crescentes dificuldades de financiamento dos desequilíbrios exter-
nos e forte pressão para a desvalorização da moeda, até então presa ao dólar.
Em julho, a situação ficou insustentável e o governo tailandês desvalorizou o
bath, desencadeando uma fuga de capitais de curto prazo e o colapso do câmbio
e do mercado financeiro. A inadimplência generalizada, devido à forte elevação
dos custos dos empréstimos, gerou a uma onda de falências dos bancos17. Dada
a situação similar de outros países da região e a abertura de suas economias, o
contágio foi rápido, a fuga de captais se generalizou e arrastou um por um para

17 Inicialmente a entrada de capitais compensou os desequilíbrios nas contas externas.


Mas à medida que continuou o processo de deterioração das transações correntes,
pressionada crescentemente pela ampliação dos serviços decorrentes da própria en-
trada de capitais, passou a ser necessário absorver cada vez mais capitais externos.
Contudo, chegou-se a um ponto que os investidores passaram a considerar as neces-
sidades de financiamento externo excessivas, o que levou a diminuição da entrada
de capitais e depois a sua fuga, caracterizando um ataque especulativo. O governo
tailandês buscou reverter à situação injetando recursos das reservas no mercado de
câmbio até quase seu esgotamento e elevando desesperadamente a taxa de juros,
mas sem sucesso. As medidas adotadas resultaram em recessão, desemprego, crise
financeira, mais a fuga de capitais e desvalorização da moeda (KRUGMAN, 1999).

31
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

a crise. Logo em seguida a crise atingiu Taiwan, Singapura, Hong Kong e Coréia.
A queda da bolsa de Hong Kong, que sofreu forte ataque especulativo, levou a
uma queda generalizada das bolsas na região e no mundo, com forte repercus-
são na América Latina (CHESNAIS, 1998).
A crise mudou de patamar ao atingir a Coréia, país com uma econo-
mia industrial sólida e superavitário em termos comerciais. Uma onda de
falências atingiu importantes chaebols coreanos, que não conseguiram hon-
rar suas dívidas em decorrência do declínio do valor de suas exportações. A
crise rapidamente se espalhou. A inadimplência levou os fundos e os bancos
a cortar suas aplicações e empréstimos, retirando-se dos mercados em crise.
Os resultados imediatos foram a queda dos preços das ações e fortes pressões
para desvalorizar a moeda, alvo de movimento especulativo. Para evitar a
fuga de capitais e a desvalorização, o banco central queimou reservas e elevou
a taxa de juro, o que atingiu em cheio o setor financeiro e desencadeou um
processo de inadimplência no setor, o que por sua vez aprofundou ainda mais
a fuga de capitais e o declínio das ações e dos preços dos ativos em geral. A
crise do setor financeiro alimentou a crise do setor produtivo (BRENNER,
2003; CHESNAIS, 1998; KRUGMAM 1999).
No final de 1997, estimava-se que as dívidas duvidosas somavam na re-
gião cerca de 1 trilhão de dólares, dos quais cerca de 200 bilhões correspon-
diam às dívidas coreanas. O socorro do FMI e dos bancos internacionais, com
um pacote de emergência de cerca de 100 bilhões de dólares, impediu que a
crise se alastrasse de modo incontrolável para o resto do sistema. No entanto,
a postura do FMI, ao impor medidas fiscais e monetárias restritivas, contri-
buiu para aprofundar a crise na região, que se estenderia pelos anos seguin-
tes. O preço pago pela Coréia foi alto. O FMI, representando o interesse do
capital financeiro, impôs uma ampla abertura à economia, comprometendo
a sua experiência de desenvolvimento relativamente autônoma. (BRENNER,
2003; CHESNAIS, 1998).
A crise no Leste Asiático atingiu diretamente a incipiente recuperação
japonesa, pois a região tinha grande importância comercial e financeira para
o Japão ao absorver parcela ponderável das exportações e IED japonês. O Ja-
pão mergulhou novamente na recessão. A crise abriu, contudo, novas possibi-
lidades para a China, que manteve um alto grau de autonomia na determina-
ção de sua política econômica. A taxa nominal de câmbio em relação ao dólar

32
Francisco Luiz Corsi

não foi alterada e o impacto negativo decorrente da redução das exportações


foi compensado por um programa de investimentos públicos, liderado por
grandes empresas estatais, que continuam a ter um papel chave na economia
chinesa, e voltado sobretudo para construção civil e para a infra-estrutura.O
crescimento dirigido para o mercado interno passou a pesar mais a partir
desse momento. Dadas as suas enormes dimensões, o mercado interno chi-
nês, cada vez mais, poderá no futuro funcionar como um centro de gravidade
para a economia regional e mundial. A China aprofundou o deslocamento de
seus concorrentes asiáticos do mercado mundial, particularmente dos merca-
dos japonês e norte-americano, aproveitando o boom da nova economia nos
EUA para ampliar consideravelmente suas exportações de produtos relacio-
nados à tecnologia da informação. Também se tornou em importador líquido
para a Ásia, o que a fez assumir a posição de pólo de crescimento e estabiliza-
ção da região, diminuindo as influências japonesas e norte-americanas sobre
os países asiáticos (Medeiros, 2006). A China passou a ser um dos pilares de
uma dinâmica econômica triangular, na qual era superavitária em relação
aos EUA e deficitária em relação à Ásia. Mas naquele momento os EUA conti-
nuavam a ser o pilar central dessa dinâmica.
Embora as crises dos anos 1990, concentradas na periferia do sistema,
tenham queimado expressivo volume de capital excedente, não resolveram o
problema de sobreacumulação crônica e nem de excesso de capital fictício. A
economia não entrou em colapso em virtude de outra bolha especulativa que
se desenvolvia nos EUA com base na especulação com as ações das empresas
de alta tecnologia na Nasdaq, que inflou ainda mais o crescimento do capital
fictício, e pela continuidade do crescimento econômico dos EUA (com seus
crescentes déficit externos), da China e da Índia. A bolha especulativa na Nas-
daq contribuiu para que crise não atingisse com toda força o núcleo do siste-
ma e para estancar a crise na Ásia ao estimular as exportações para os EUA.
Na segunda metade da década de 1990, o PIB dos EUA cresceu em média
4,1% ao ano. Esse crescimento foi sustentado, em parte, pelos pesados investi-
mentos das empresas de alta tecnologia, que vinham financiando suas inver-
sões por meio de crescente endividamento e capitação de recursos no mercado
de capitais. A base dessa forma de financiamento era a elevação persistente dos
preços das ações, apesar dos lucros terem caído 20% entre 1997 e 2000 e de ex-

33
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

pressiva capacidade ociosa na indústria18. Observava-se excessivo deslocamento


dos preços das ações das condições de valorização do capital produtivo, o que
estimulou a maquiagem a e a fraude dos balanços das empresas. Outro fator
que sustentou o crescimento da economia norte-americana foi o incremento do
consumo, possibilitado pelo crédito fácil, pela taxa de juros baixa e pelo efeito
riqueza decorrente da elevação dos preços das ações. O resultado foi o endivida-
mento das famílias19, que cresceu, apesar da piora na distribuição da renda20. A
inflação foi contida graças às importações baratas da Ásia.

18 A utilização capacidade da indústria no período situou-se em torno de 81% (FOS-


TER, J. B. e MAGDOF, F. 2009).
19 O crescimento da economia norte-americana, nas últimas décadas, tem dependido,
em boa medida, do incremento constante do endividamento, como pode ser visto
pela tabela a seguir:

Table 1. Domestic debt* and GDP (trillions of dollars)

* The federal part of local, state, and federal debt includes only that portion held by the
public. The total debt in 2007 when the federal debt held by federal agencies is added is
$51.5 trillion.

Fonte: FOSTER, J. B. e MAGDOF, F., 2009, p. 9


20 O peso dos salários e ordenados como percentagem do PIB caiu durante quase todo o
período de predomínio do neoliberalismo. Em 1970, os salários e ordenados represen-
tavam 53% do PIB. Em 2007, 46,5%. Entre 1995 e 2000, o salário médio real cresceu
1,9% ao ano, enquanto a produtividade do trabalho 5,1%. Ou seja, os salários subiram
menos que o produto e a produtividade (BREENER, 2006; FOSTER, J. B. e MAGDOF,
F. 2009). Segundo Brenner (2008), “Os salários reais horários dos trabalhadores in-
dustriais e do pessoal que não exerce arefas de supervisão, 80% da força de trabalho,
permaneceram estagnados em torno dos níveis de 1979”. Ao mesmo tempo, verifica-se
a precarização das condições de trabalho ao longo desse largo período

34
Francisco Luiz Corsi

Enquanto a bolha especulativa com ações da nova economia envolvia as


economias centrais e era reforçada pela atração dos capitais que fugiam da pe-
riferia em busca de um porto seguro. Outras regiões periféricas viviam as con-
seqüências da crise asiática. Rússia, Brasil e Argentina sucessivamente foram
tragados pela crise entre 1998 e 1999. A fuga de capitais tornou a situação desses
países insustentável, não mais conseguiam financiar os rombos em suas contas
externas, até então cobertos, em parte, com capitais especulativos. As experi-
ências das estratégias de estabilização inspiradas no Consenso de Washington
tinham falido e o ônus pago pelas populações periféricas foi elevadíssimo.
Diante desse quadro, muitos países periféricos mudaram suas estraté-
gias de desenvolvimento, buscaram alternativas as propostas neoliberais. Na
América Latina, observou-se uma guinada para centro esquerda nos anos que
se seguiram. Em graus variados, muitos governos romperam com os planos
de estabilização e buscaram políticas alternativas às neoliberais. No Leste asi-
ático, a crise levou, como na América Latina, a desvalorização das moedas e,
depois de um forte ajuste recessivo, as economias da região passaram a recu-
perar-se, em grande medida, graças à expansão de suas exportações. A recu-
peração das economias em desenvolvimento da região e mais o dinamismo
do comércio chinês resultaram, entre outros aspectos, no acumulo acentuado
de reservas. Os elevados superávits em transações correntes acarretaram um
crescente acúmulo de reservas em dólares, sendo boa parte aplicada em títu-
los da dívida pública norte-americana21. O acúmulo de reservas recicladas
em dólares, em especial pela China, cujas reservas estão entre as maiores do
mundo, passou a desempenhar, cada vez mais, papel da maior relevância para
o equilíbrio da economia mundial, pois a aplicação desses recursos nos EUA
tornou-se fundamental para a economia norte-americana sustentar seu duplo
déficit (o externo e o fiscal) e para a própria sustentação do dólar. Nítido apro-
fundamento da simbiose entre as economias asiáticas e a norte-americana.

21 De maneira geral, observa-se um acumulo de reservas no conjunto da periferia capi-


talista. Os países periféricos buscaram reduzir a vulnerabilidade externa, que tanto
os tinha maltratado na instável década de 1990, por meio de acumulo de reservas.
Em 1990, 30% das reservas mundiais estavam em poder desses países. Quinze anos
mais tarde, esse número tinha saltado para 70%, montante superior ao das dívidas
externas dos países em desenvolvimento (CINTRA, 2005).

35
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

A bolha nos EUA estourou em fins de 2000, pois a valorização fictícia


não conseguiu resistir por mais tempo “a atração gravitacional da queda dos
lucros” nas empresas de alta tecnologia, que vinham caindo desde meados da
década de 1990. A crise que se seguiu ao estouro da bolha ampliou a capaci-
dade produtiva ociosa, que também tinha sido um dos elementos importantes
da crise asiática. Em 1997, o nível de ocupação da capacidade produtiva da
indústria norte-americana era de 82%. A utilização da capacidade caiu per-
sistentemente a partir dessa data até 20007, quando atingiu 78%. (BRENNER
2006, p. 122-124; FOSTER, J. B. e MAGDOF, 2009).
A crise se espalhou rapidamente e as perdas se generalizaram. A queda
das bolsas no mundo todo levou a queima de bilhões de dólares, capital fictí-
cio, que tinham uma existência virtual. A retração da economia norte-ame-
ricana afetou o conjunto da economia mundial. As economias do Japão e da
Europa perderam o fôlego, e acentuaram suas trajetórias de baixo crescimen-
to. Contudo, cabe observar que as economias em desenvolvimento da Ásia
sofreram relativamente pouco com a desaceleração nos EUA, continuaram
na sua trajetória de alto desempenho. A razão disso parece residir sobretudo
nas políticas econômicas adotadas pelos países da região, que reduziram sig-
nificativamente as suas vulnerabilidades externas, na diminuição moderada
do nível de atividade econômica nos EUA e a continuidade do crescimento
chinês, baseado nas exportações e nos investimentos dirigidos para o mer-
cado interno. A retração generalizada nas demais regiões rebatia nos EUA ao
atingir negativamente suas exportações22.
À época, muitos analistas de mercado e economistas esperavam uma
crise de amplas proporções, mas o estouro da bolha apenas abriu um período
de desaceleração do crescimento, que durou até 2003. A partir desse ano, a

22 A zona do Euro cresceu em média, entre 2001 e 2003, 1,2% ao ano. O PIB real japonês
cresceu em média no mesmo período 1,15% ao ano. Os países em desenvolvimento
da Ásia sofreram uma suave desaceleração. O crescimento médio anual do PIB real
foi de cerca de 7%. A China manteve suas elevadas taxas de crescimento. Esses dados
sugerem relativo deslocamento das economias dos países em desenvolvimento da
Ásia em relação ao desempenho da economia norte-americana já naquela época, em-
bora não tenha ocorrido propriamente uma recessão nos EUA, mas sim uma desace-
leração no crescimento. O caso da América Latina foi distinto. A região apresentou
uma retração considerável no período. O crescimento médio anual PIB da região foi
de 0,13%. (CEPAL, 2005, p. 85; FMI, 2006, p. 209-216).

36
Francisco Luiz Corsi

economia mundial entrou em uma fase de intenso crescimento, comparável


ao do período 1950-1973. Os temores de uma crise profunda e duradoura não
se concretizaram, em parte, em virtude da pronta ação do governo dos EUA
e do FED para evitar uma crise de grandes proporções e, em parte, devido a
processos, até então pouco visíveis, que estavam tornando a dinâmica da eco-
nomia mundial mais complexa. Ou seja, a China emergia como um dos pólos
de crescimento da economia mundial.
A ação do FED foi abrangente e rápida. Os juros foram reduzidos e o
crédito ampliado. Esperava-se com isso sustentar o consumo e estimular
os investimentos, bloqueando dessa forma a crise. O governo Bush baixou
um pacote fiscal que se baseava fundamentalmente em corte de impostos.
Esperava-se que um volume maior de dinheiro nas mãos dos consumidores
estimulasse o consumo. Em seguida, o governo majorou os gastos militares,
vinculados a guerra no Afeganistão e no Iraque, que subiram 6% em 2001
e 10% em 200223. Em 2000, havia ocorrido um superávit público de 236 bi-
lhões de dólares, que se transformou em um déficit de 450 bilhões em 2003.
O governo dos EUA adotou uma política anticíclica tipicamente keynesiana
(BERNNER 2006, p. 128-133).
No entanto, as medidas adotadas não surtiram o efeito esperado. A
economia continuava apresentando um desempenho sofrível. As empresas
estavam endividadas e sofriam com a acirrada concorrência externa e com
altos níveis de capacidade ociosa, já presentes mesmo antes da crise estou-
rar24. Nestas circunstâncias, as empresas não tinham condições de retomar
os investimentos, especialmente as da nova economia. As famílias também
estavam endividadas e, portanto, tinham uma capacidade limitada de incre-
mentar o consumo. O pacote fiscal era tímido, pois previa isenções e devolu-
ções fiscais da ordem de 35 bilhões de dólares para uma economia cujo PIB

23 “O crescimento das despesas militares foi responsável por um aumento total de, no
máximo, 0,75% do PIB em 2001 e 2002”(BRENNER, 2006, p. 131).
24 Em 2002, a margem de capacidade ociosa na indústria manufatureira norte-ameri-
cana era de cerca de 30%, sendo que nos setores produtores de semicondutores e de
componentes eletrônicos era de 35% e no setor de telecomunicações 50%. Essas mar-
gens de capacidade ociosa obstavam a retomada dos investimentos do setor indus-
trial, particularmente nos ramos de alta tecnologia, os mais dinâmicos da economia
dos EUA (BRENNER, 2003).

37
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

era de cerca de 11trilhões. O déficit público era insuficiente para impulsionar


a retomada da atividade econômica (BRENNER, 2006).
A desaceleração foi detida e a economia readquiriu dinamismo a partir
de meados de 2003, graças à formação de uma nova bolha especulativa com
imóveis, que começou a inflar quando o FED, percebendo os efeitos limitados
das reduções de juros de curto prazo, reduziu os juros de longo prazo. Os ju-
ros dos empréstimos hipotecários de 30 anos caíram, entre 2000 e 2003, 37%
(de 8,29% para 5,23%) e continuaram a cair até recentemente. Com a queda
dos juros das hipotecas, a demanda por imóveis se elevou acentuadamente e
os preços dos imóveis residências que vinham aumentando desde 1995. Os
preços dos imóveis subiram em média 7% ao ano entre 2000 e 2003 e esta
tendência manifestou-se até meados de 2006, quando começaram a cair de
maneira persistente. Apesar da queda do emprego, dos salários e da ativida-
de econômica, a redução dos juros e o aumento do valor das garantias dos
empréstimos (o valor dos imóveis) abriram a possibilidade de expandir ain-
da mais o endividamento das famílias, que já era elevado. Cerca de 85% dos
empréstimos realizados pelas famílias, nesse período, foram empréstimos
hipotecários para a aquisição da casa própria (BRENNER, 2006, p128-130;
BORÇA JR. e TORRES FILFO, 2008).
A valorização dos imóveis permitiu as famílias obterem novos finan-
ciamentos e recursos por meio de vendas das casas, de refinanciamento de
hipotecas e de segundas hipotecas e isso possibilitou o forte incremento do
consumo, que passou a puxar o crescimento da economia. Mas esse aumento
sustentava-se fundamentalmente em crescente endividamento25. Enquanto o
setor industrial permanecia mergulhado na crise, a economia se recuperava
com base na expansão do consumo, da construção civil, do setor de serviços,
do comércio e do setor financeiro26. Essa forma de recuperação se alimentava
da febril especulação imobiliária, que acabaria envolvendo o sistema finan-
ceiro global. (BRENNER, 2006).

25 Ver dados nota 19.


26 Segundo Brenner (2006, p. 130), a contribuição do consumo pessoal, entre janeiro de
2001 e maio de 2003, para um crescimento do PIB de 5,05% foi de 5,84%, enquanto
os investimentos e as exportações líquidas de bens e serviços contribuíam com –
3,36% e as despesas públicas federais e estaduais com 2,29%.

38
Francisco Luiz Corsi

A retomada do crescimento dos EUA27, acompanhada de déficits comer-


ciais cada vez maiores, que chegaram a 6,2% do PIB em 2006, beneficiou o
conjunto da economia mundial, mas sobretudo os países asiáticos. Parte do
crescimento mundial no período deveu-se aos efeitos do avanço da econo-
mia chinesa, em especial no que diz respeito ao consumo de commodities.
A forte expansão criou as condições para o início de uma bolha especulativa
com commodities, cujos preços dispararam. O auge da economia mundial se
sustentava na forte expansão econômica, em especial dos países em desenvol-
vimento e não apenas da China, e nos movimentos especulativos de alcance
global com imóveis e commodities. Essas bolhas especulativas, que levaram
a valorização do capital fictício às alturas, deslocando-a cada vez mais das
condições materiais de valorização, mais cedo ou mais tarde, se romperiam.
O próprio movimento de expansão preparou o terreno para a crise, que estou-
rou em 2007 e vem gradativamente se aprofundando, envolvendo o conjunto
da economia mundial
O centro do processo expansivo e da crise continua sendo a economia
norte-americana. Seus graves desequilíbrios, particularmente nas contas ex-
ternas, potenciam tanto a expansão quanto a retração. Os EUA só puderam
aumentar sistematicamente seu déficit em transações correntes porque o res-
to do mundo, em especial os países asiáticos, está disposto a financiá-los28.
Fazem isso devido os seus próprios interesses de ampliar suas exportações, o
que implica sustentar o excesso de consumo dos norte-americanos, e a falta
de opção em manter suas reservas em outra forma que não em ativos em
dólar, dado não existir ainda outra moeda de livre curso internacional e dado
também o fato do ouro ter sido desmonetizado. Ao adotarem essa política,
contribuem, de um lado, para manter suas moedas desvalorizadas e, de ou-
tro, estabilizam a economia norte-americana29, permitindo aos EUA adotar

27 O PIB real dos EUA cresceu 2,5% em 2003, 3,6% em 2004, 3,1% em 2005, 2,9% em
2006 e 1,9% em 2007(FMI, 2008).
28 A China, hoje, é a maior detentora de títulos púbicos norte-americanos, cerca de 1
trilhão de dólares.
29 Os relativamente baixos preços das importações norte-americanas contribuem para
impedir a elevação da inflação e, portanto, possibilitam a política de juros baixos e
expansão do crédito e do gasto púbico. Fundamental para o crescimento econômico,
sustentado, em grande parte, em de bolhas especulativas

39
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

políticas expansionistas, que contribuem para impulsionar a economia norte-


americana e, portanto, suas próprias exportações e produção. Dessa forma,
observa-se uma espécie de simbiose entre a as economias asiáticas e a norte-
americana30. (BELLUZZO, 2005; BIANCARELLI, 2006; BRENNER, 2006).
É essa forma de articulação que a crise atual coloca em questão e abre
novas possibilidades de reconfiguração da economia mundial e de expansão
do capitalismo. Um dos resultados possíveis da crise seria o deslocamento do
centro do capitalismo para a Ásia, em particular para a China. Isto, porém, não
significa que a China esteja imune a crise, apesar de seu enorme mercado inter-
no e do peso e controle que o Estado tem sobre a sua economia. O Estado tem
anunciado medidas voltadas para incentivar o consumo e os investimentos.
Mas não está clara, até o momento, a eficácia dessas medidas. O considerável
peso das atividades vinculadas às exportações torna a China relativamente vul-
nerável à crise mundial. A redução das exportações, que pode desencadear um
processo cumulativo de redução da produção, do emprego e dos investimentos,
vai acentuar um quadro de excesso de capacidade produtiva, bloqueando novos
investimentos com efeitos deletérios sobre o conjunto da economia, que podem
não ser compensados pelas medidas anticíclicas adotadas pelo governo, contri-
buindo para configurar uma ampliação da situação de superprodução não só na
China, mas em escala mundial. A redução do ritmo de crescimento econômico
chinês poderá agravar os problemas sociais do país e retardar uma retomada da
economia mundial. Mas as respostas a crise e os caminhos que serão trilhados
não estão previamente determinados. A história é um campo de possibilidades
condicionado pelas heranças do passado.

Considerações finais

Em 1929, a crise e a depressão que se seguiu abalaram o capital financei-


ro, que vinha se agigantando desde o final do século XIX, e contribuíram para

30 Esta espécie de simbiose entre as economias do Leste Asiático e os EUA se sustenta


em bases frágeis, pois ao aumentar o fosso entre as importações e exportações e so-
lapar o setor industrial norte-americano corroeria a capacidade dos EUA de pagar
suas dívidas, com efeitos deletérios para a economia norte-americana e para o resto
da economia mundial (Belluzzo, 2005; Biancarelli, 2006; Brenner, 2006).

40
Francisco Luiz Corsi

a eclosão da II Guerra. Criaram as condições para a retomada do processo de


acumulação em novas bases no pós-guerra. Fundadas no capital produtivo,
no Estado do Bem Estar social no centro do sistema e no desenvolvimentismo
na periferia. Hoje, parece que estamos diante de uma crise que recoloca a
possibilidade reestruturação do capitalismo. Mas os caminhos dessa reestru-
turação ainda são incertos
A crise aberta em 2007 abre a possibilidade de romper com a simbio-
se entre os dois pólos do capitalismo, até agora fortemente integrados sob o
predomínio dos EUA. As finanças norte-americanas estão no epicentro da
crise e podem dela sair bastante enfraquecidas, sem condições manter sua
hegemonia. A nova fronteira da acumulação, centrada na China, pode ganhar
mais autonomia. A China, que passa por uma transição para o capitalismo,
pode superar a crise redirecionando sua economia para o mercado interno,
no que seria seguida por vários outros países. O deslocamento do centro do
capitalismo para a Ásia, como defende Arrighi (1996), poderá se acentuar.
Mas a China, ou qualquer outro país da região, não parece ter condições de
firmar-se, em curto prazo, como novo centro hegemônico, pois isso não de-
pende apenas da força de gravitação da economia, mas passa também pela
liderança política, ideológica e militar. O modelo chinês não parece entusias-
mar as massas oprimidas do mundo e nem responder a crise ecológica que
se agiganta, tornando-se um problema de primeira grandeza para a humani-
dade. Pelo contrário, se baseia em um modelo de industrialização destrutivo
do meio ambiente. Dessa forma, uma das possibilidades que se colocam é de
caminharmos, como sugere Hervey (2009), para um mundo multipolar, onde
talvez se abram novas possibilidades de desenvolvimento para o conjunto da
periferia capitalista. A barbárie, na qual parte da população mundial já vive, é
uma possibilidade bastante palpável. O socialismo parece, hoje, algo distante,
não tanto pela falta das condições objetivas, mas muito mais pela questão das
forças sociais com capacidade de sustentar essa opção. Essas questões estão
em aberto.

41
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

Referências bibliográficas

ARRIGHI, G. - (1996) O longo século XX. Rio de Janeiro: Campus.

BASUALDO, E. M. e ARCEO, E. orgs.. Neoliberalismo y setores dominantes. Tendencias globales y


expereiencias nacionales. Buenos Aires: CLACSO, 2006. 360p. ISBN: 987-1183-56-9

BELLUZZO, L. G. M. (2005) “O dólar e os desequilíbrios globais”. In: Revista de Economia Política.


São Paulo: V.25, n. 3, jul-set.

____________________ (2007) “É capitalismo estúpido”. In: Carta Capita, 22/08/2007, p.26-


27.

BIANCARELI, A M (2006) “Países emergentes e ciclos internacionais” In: Política econômica em


foco. N. 7 nov.2005/abr.2006. Campinas:IE-UNICAMP. www.eco.unicamp.br

BLACKBURN, R. (2008) – “La crisis de las hipotecas subprime” In: New left review (Edição em
língua espanhola). Madrid, mai.jun.

BORÇA JR. G. R. e TORRES FILHO, E. T. (2008). “Analisando a crise subprime”. In: Revista do
BNDES. Rio de Janeiro, nº 30, dez.

BRENNER, R. (2003) - O Boom e a bolha. Os Estados Unidos na economia Mundial. Rio de Janeiro:
Record.

____________ (2006) “Novo boom ou nova bolha? A trajetória da economia norte-americana”.


In: SADER, E. (org.) – Contragolpes. São Paulo: Boitempo.

____________ (2008) “O princípio de uma crise devastadora” www.vermelho.org.


br.(06/02/09).

CANO, Wilson. Soberania e política econômica na América Latina. São Paulo: EDUNESP, 2000.
582p. ISBN: 85-7139-271-4

CARNEIRO, R. (2002) Desenvolvimento em crise. A economia brasileira no último quarto do


século XX. São Paulo: EDUNESP/EU-UNICAMP.

_____________ (2007) - “Globalização e integração periférica”. Textos para Discussão –IE/


UNICAMP/126 (julho), p. 2-45. www.eco.unicamp.br/publicacoes/texto_dese.html (16/08/2007).

CHESNAIS, F. (1996) – A mundialização do capital. São Paulo: Xamã.

____________ (1998) - ‘Rumo a uma mudança total dos parâmetros econômicos mundiais dos
enfrentamentos políticos e sociais”. Outubro, São Paulo, nº 1, p. 7 – 32, maio.

____________ (1998) – A mundialização financeira. São Paulo: Xamã.

42
Francisco Luiz Corsi

______________ (org.) (2005) - A finança mundializada. São Paulo: Boitempo.

______________ (2007) “Até onde irá a crise financeira”. In: Le Monde Diplomatique. www.uol.
com.br (consulta em 13/11/2007).

CINTRA, M. A M. (2005) “A exuberante liquidez global”. In: Economia Política Global: análise
estratégica. Campinas: IE-UNICAMP, n.5, abr./jun.. www.eco.unicamp.br

CORSI, F. L. (2006) – “Economia do capitalismo global: um balanço crítico do período recente”.


In: ALVES, G.; GONZALEZ, J L; BATISTA, R L (orgs.) – Trabalho e educação. Contradição do
capitalismo global. Maringá: Praxis.

___________ (2007a) – “A Economia mundial no período recente”. In: Corsi, F. L.; Camargo, J.
M.; Pires, M. C. E Vieira, R. L. (orgs.) – Economia, sociedade e relações internacionais. Perspectivas
do capitalismo global. Londrina: Práxis.

______________ (2007b) –“Bolhas especulativas e a economia brasileira” In: Corsi, F. L.; Alves,
G. A ; Camargo, José M. e Vieira, R. L. (orgs.). – Dilemas da globalização. O Brasil e a mundialização
do capital. Londrina: Práxis.

______________ (2008) –“Capitalismo global; crise, bolhas especulativas e periferia”. In:


Tumolo, P. S. e Batista, R. L. – Trabalho, economia e educação: perspectivas do capitalismo global.
Londrina: Praxis/Massoni, 2008.

COSTA, Antonio L M. C. (2007) – “A bolsa pede piedade”. In: Carta Capital, 22/08/2007, p. 18-21.

DOWBOR, L. “A crise financeira sem mistérios”. In: Le Monde Diplomatique, jan. 2009. www.
diplo.uol.com.br (11/02/09).

FIORI, J. L. (org.) (1999) “O mito do colapso americano”. São Paulo: valor Econômico, 08/10/2008,
p. A17.

FOSTER, J. B. e MAGDOF, F (2008) -“Financial implosion and stagnation. Back to the real
economy”. In: Monthly Review. New York, dez. www.monthlyreveiw.org, (14/02/09).

FUNDO MONETÁRIO INTERNACIONAL (2007-2009) Perspectivas de la economia mundial.


www.imf.org
GONÇALVES. R. (2002) - O vagão descarrilado. O Brasil e o futuro da economia global. Rio de
Janeiro: Record.

HARVEY, D. – “Resgatar o capitalismo dos capitalistas e de sua ideologia falsária”. In: Agência
Carta Maior, www. (19/02/09).

KRUGMAN, P. (1999) – Uma nova recessão? O que deu errado. Rio de Janeiro: Campus.

43
A crise estrutural e reconfiguração do capitalismo global

LEIVA, O C. (2005) – “Estados Unidos y China: locomotoras en la recuperación y las crisis cíclicas
de la economia mundial”. In: REYNO, J. E. (org.) (2005)– La economía mundial y América Latina.
Tendencias, problemas e desafios. Buenos Aires: CLCS.

MEDEIROS, C. A (2004) - “A economia política da internacionalização sob a liderança dos EUA:


Alemanha, Japão e China”. In: FIORI, J. L. (org.) (2004) O poder americano. Petrópolis: Vozes.

_____________ (2006) – “A china como um duplo pólo na economia mundial e a recentralização


da economia asiática”. In: Revista de Economia Política. São Paulo, v. 2, n° 3, julho-setembro de
2006.

PALMA, G. (2004) – “Gansos voadores e patos vulneráveis: a diferença da liderança do Japão e


dos Estados Unidos, no desenvolvimento do Sudeste Asiático e da América Latina”. In: FIORI, J. L.
(org.) - O poder americano. Petropólis: Vozes.

POLLIN, R. (2007) – “La resurrección Del rentista”. In: New Left Review. Madrid, nº 46, set/out.
(versão em espanhol).

REYNO, J. E. (org.) (2005)– La economía mundial y América Latina. Tendencias, problemas e


desafios. Buenos Aires: CLCS.

SINGER, P. (1999) – O Brasil na crise. São Paulo: Contexto.

SINGH, A (2005) El contexto mundial y la perspectiva regionales para América Latina y Caribe.
FMI, www.imf.org

WALKER, R. e BUCK, D. (2007) – “La vía China”. In: New Left Review. Madrid, nº 46, set/out
(Versão em espanhol).

44
2

A experiencia da precarização
do trabalho e a redundância
salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

Giovanni Alves

Introdução

Nosso objetivo é tratar da experiência da precarização do trabalho como


elemento compositivo do novo metabolismo social que emerge com a reestru-
turação produtiva do capital e constituição do Estado neoliberal no País. A base
objetiva da precarização do trabalho se caracteriza pela intensificação (e am-
pliação) da exploração (e espoliação) da força de trabalho, o desmonte de cole-
tivos de trabalho e de resistência sindical-corporativa; e a fragmentação social
nas cidades em virtude do crescimento exacerbado do desemprego de massa.
No tocante à metodologia de pesquisa, pode-se dizer que este ensaio é
produto de pesquisa bibliográfica e reflexão crítica a partir de dados quanti-
tativos obtidos nas estatísticas sociais do IBGE e DIEESE/SEADE, a partir do
qual buscamos organizar alguns elementos teórico-categoriais necessários para
a apreensão crítica do tema do “metabolismo social da precarização do trabalho
no Brasil” nas últimas décadas. Por isso, salientamos a importância de apreen-
dermos a precarização do trabalho enquanto “experiencia vivida” e “experien-
cia percebida” de individualidades pessoais da classe do proletariado.

45
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

A experiencia da precarização vivida por “sobreviventes” da dinâmica


reestruturativa e “desligados” das novas empresas reestruturadas (e “excluí-
dos” do mercado de trabalho) não se traduz imediatamente na consciência de
classe necessária. Pelo contrário, existe uma mediação complexa constituída
pela trajetória dos trabalhadores em suas várias inserções singulares. Na ver-
dade, a experiência da precarização pode assumir, de acordo com o “bloco
histórico” (no sentido de contexto politico-social e cultural-ideológico), ou-
tras formas de consciência social que emergem da temporalidade histórica
de precarização.
É importante destacar o rico significado para a análise das classes so-
ciais da categoria de experiência que utilizamos, segundo E.P. Thompson, tan-
to no sentido de “experiência vivida”, quanto “experiência percebida” (existe
um conjunto de controvérsias sobre o conceito de experiência em Thompson,
que não iremos tratar aqui (SAMUEL, 1992; WILLIAMS, 1979; ANTONAC-
CI, 1995). O historiador inglês usa o conceito de experiência para tratar da
“construção” da classe. Mas o que pretendemos é utilizá-lo para investigar a
sua “desconstrução” (a da classe como coletivo do salariato organizado).
Preferimos o conceito de experiência em virtude de sua capacidade heu-
rística em lidar com determinações concretas do novo objeto de investigação
social que propomos: a dinâmica espaço-temporal do “sujeito” dada pela sua
trajetória/percurso de vida (e de trabalho) enquanto trabalhadores “sobrevi-
ventes” (ou “desligados”) de empresas reestruturadas. Na verdade, experi-
ência remete à instância do “sujeito” negado ou individualidade pessoal de
classe portadora de uma narrativa de vida (e de trabalho).
Num primeiro momento, a experiência de precarização implica a expo-
sição de relatos de vida de sujeitos/agentes assalariados – assujeitados pelo sa-
lariato – em processo de reestruturação. Trata-se da “experiência percebida”
(que muitos identificam-na imediatamente à palavra “experiência”) e que se
move na direção do que Marx denominou “consciência social” (muitos afir-
mam que a “experiência percebida” é um meio imperfeito e falsificador, cor-
rompido por interferências ideológicas). Entretanto, como observa Thomp-
son, as regularidades no interior do ser social, com freqüência, resultam de
causas materiais que ocorrem de forma independente da consciência ou da
intencionalidade. Tais causas inevitavelmente dão ou devem dar origens à
experiência vivida, mas não penetram, como “reflexos”, na experiência per-

46
giovanni alves

cebida. No entanto, a pressão dessas causas sobre a totalidade do campo da


consciência, não pode ser adiada, falsificada ou suprimida indefinidamente
pela ideologia. Retomando argumentos expostos em “A Miséria da Teoria”,
Thompson assevera:

A experiência chega sem bater na porta e anuncia mortes, cri-


ses de subsistência, guerras, desemprego, inflação, genocídio.
Pessoas passam fome: os que sobrevivem pensam o mercado
de outra forma. Pessoas são presas: na prisão meditam na lei
de novas maneiras (...) Dentro do ser social ocorrem mudan-
ças que dão origem a uma experiencia transformada: e essa
experiência é determinante, no sentido de que exerce pressão
sobre a consciência social existente, propõe novas questões e
oferece grande parte do material com que lidam os exercícios
intelectuais mais elaborados. (THOMPSON, 1978)

E mais adiante observa:

A experiência I [experiencia vivida] está em eterna fricção


com a consciência imposta e, quando ela irrompe, nós, que lu-
tamos com todos os intrincados vocabulários e disciplinas da
experiencia II [experiencia percebida], podemos experenciar
alguns momentos de abertura e de oportunidade, antes que se
imponha mais uma vez o molde da ideologia.

Dessa forma, a experiência, “sem bater na porta”, constitui e nega, opõe


e resiste, estabelece mediações, é espaço de prática, intervenção, obstaculali-
zação, recusa, é processo de formação de identidades de classe e, poderíamos
acrescentar, de gênero, de geracional e de etnias. Processos dialeticamente ar-
ticulados que, ela, a experiência, expressa de forma privilegiada. Deste modo,
Thompson distancia-se, como se vêm do conceito vulgar de experiência que
estabelece sua equivalência com a empiria.
Desse modo, a experiência da precarização implica “experiência per-
cebida” e “experiência vivida”, processos dialeticamente articulados, que se
impõem aos sujeitos/agentes assalariados em processo de reestruturação. Pa-
rafraseando Thompson, pode-se dizer que “pessoas sofrem a experiencia de

47
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

precarização: os que sobrevivem (e os que são desligados) pensam o trabalho


assalariado de outra maneira”.
Enfim, como ele observou acima (e salientamos mais uma vez): “Dentro
do ser social ocorrem mudanças que dão origem a uma experiencia transfor-
mada: e essa experiência é determinante, no sentido de que exerce pressão
sobre a consciência social existente, propõe novas questões e oferece grande
parte do material com que lidam os exercícios intelectuais mais elaborados.”
[o grifo é nosso] (THOMPSON, 1978).
Portanto, a experiencia da precarização é, em maior ou menor medida,
uma “experiencia transformada” de individualidades pessoais de classe, ex-
periencia determinante capaz de ser apreendida pela história de vida como
história do trabalho de operários e empregados “sobreviventes” (ou “desliga-
dos”) do complexo reestruturativo do capital.
Ao contrapor “percebido” e “vivido” no plano da experiencia, contrapo-
sição dialeticamente articulada, Thompson traduz a idéia marxiana que nos
diz “eles fazem, mas não o sabem”. A experiência, diz Thompson, “sem bater
na porta”, nos provoca a dar respostas, ato ontologicamente primordial do ser
social (diz Lukács que o “homem é um ser que dá resposta”) (LUKACS, 1982).
A “experiência vivida”, quando irrompe, diz Thompson, nos faz expe-
rienciar momentos de abertura e de oportunidade, muitas vezes contrários
aos moldas da ideologia. Portanto, a “experiencia vivida” da precarização é
diruptiva, na medida em que expõe o que a ideologia (ou consciência impos-
ta) busca ocultar. Diz ele: “a experiencia vivida está em eterna fricção com a
consciência imposta”, isto é, com “os intrincados vocabulários e disciplinas
da experiência percebida”(THOMPSON, 1985).
Na verdade, nós lutamos, segundo ele, com (e contra) o lastro arraigado
de experiência percebida (o molde da ideologia) que nos impede de vislumbrar
abertura e oportunidades de resposta à dinâmica reestruturativa do capital.
Mais uma vez, o conceito de experiencia em Thompson é rico em contrapo-
sições dialeticamente articuladas que nos constitui enquanto sujeitos/agentes
assalariados em processo de reestruturação (ideologia versus vida, ou ainda,
fechamento/molde versus abertura/oportunidades).
Ora, o sujeito thompsoniano é um sujeito clivado de contradições aber-
tas para o novum (diz ele que, ao mesmo tempo, “lutamos com - e contra - a
ideologia”). Por isso, é um sujeito/agente – sujeito de experiencias vividas e

48
giovanni alves

agente de experiencias percebidas. O que significa que, o discurso do sujeito/


agente, enquanto relato de “experiencia percebida”, é um discurso ideológico
na mesma medida em que, enquanto “experiencia vivida”, é um discurso não-
ideológico, capaz de irromper para além do molde da ideologia (o que signi-
fica que, segundo ele, “ exerce pressão sobre a consciência social existente,
propõe novas questões e oferece grande parte do material com que lidam os
exercícios intelectuais mais elaborados”).

O homem thompsoniano
(sujeito/agente de classe)

Sujeito Agente

“experiencia vivida” “experiencia percebida”


(vida social) (Ideologia)

O paradoxo contraditório do homem thompsoniano decorre de uma on-


tologia histórica do ser social. Ele reconhece que existem regularidades no in-
terior do ser social, leis históricas tendenciais que, com freqüência, resultam
de causas materiais que ocorrem de forma independente da consciência ou da
intencionalidade. É a objetividade causal da vida social – o que Lukács conside-
ra como causalidades postas. Aliás, é o filósofo húngaro que desvela por meio
de sua ontologia dialética do trabalho, a natureza da praxis humano-social (por
meio de sua posição teleológica, o homem põem em movimento séries causais
de resultados desconhecidos). Lukács explica, deste modo, o sentido ontológico
da apreensão marxiana que diz “eles o fazem, mas não o sabem”.
Como Lukács, Thompson recupera o valor do sujeito na história hu-
mana, mas numa perspectiva dialético-ontológica. Como observou Marx no
“18 Brumário de Luis Bonaparte”: “Os homens fazem a história, mas sob de-
terminadas condições” (MARX, 1988) Talvez desta frase clássica de Marx,
E.P.Thompson tenha se inspirado para propor o conceito de experiencia como
experiencia vivida/experiencia percebida, na medida em que, “sob determi-
nadas condições” são as experiencias percebidas a partir do molde da ideo-
logia, enquanto o “fazer a história” dizem respeito a “experiencias vividas”.
Trata-se, deste modo, de elementos articulados dialeticamente, ineliminaveis
da praxis sócio-historica dos homens.

49
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

Portanto, o que Thompson considera como as causas materiais que


ocorrem de forma independente da consciência ou da intencionalidade dos
homens são as “causalidades postas” de Lukács, causas que, segundo o histo-
riador inglês inevitavelmente dão ou devem dar origens à experiência vivida,
mas não penetram como “reflexos” na experiência percebida.
Enfim, pode-se vive-las (e relatá-las), mas não percebe-las – “fazem,
mas o sabem”. Eis o significado de “experiencia vivida” em Thompson que
remete à dimensão da resposta que é próprio do homem - mais uma vez, lem-
bremos que, para o filósofo húngaro, o homem é um ser que dá resposta. E a
resposta é a experiencia vivida.
Mesmo que a experiencia vivida não penetre como “reflexo” na expe-
riencia percebida, pode-se relatá-la como processo experencial (por isso, a
possibilidade de sua apreensão pela história oral como história de vida/his-
tória do trabalho). Diz Thompson ainda que, a pressão das causas materiais
sobre a totalidade do campo da consciência não pode ser adiada, falsificada
ou suprimida indefinidamente pela ideologia. É a experiencia vivida que faz
a história, segundo ele. Isto é, ela irrompe o cotidiano como pseudo-concre-
ticidade, sob a pressão das causas materiais. Deste modo, a experiencia da
precarização, que é experiencia vivida (e experiencia percebida), “joga” – no
sentido existencial de “derrelição” - homens e mulheres no mundo do capital,
obrigando-os a dar uma resposta. É o sentido de “irrupção” que Thompson
sugere quando diz que ela chega “sem bater na porta”. Diz ele: “A experiência
chega sem bater na porta e anuncia mortes, crises de subsistência, guerras,
desemprego, inflação, genocídio”.
Aliás, o texto thompsoniano está permeado de uma linguagem que
traduz a situação paradoxalmente contraditória da experiencia. Diz ele: A
experiência I [experiencia vivida] está em eterna fricção com a consciência
imposta e, quando ela irrompe, nós, que lutamos com todos os intrincados
vocabulários e disciplinas da experiencia II [experiencia percebida], podemos
experenciar alguns momentos de abertura e de oportunidade, antes que se
imponha mais uma vez o molde da ideologia.” Eterna fricção, irrupção e luta
– eis o sentido da experiência que cliva os sujeitos/agentes assalariados em
processo de reestruturação.
Esta caracterização histórico-ontológica do homem que trabalha ou dos
sujeitos/agentes assalariados em processo de reestruturação pressuposta no

50
giovanni alves

conceito de experiencia de Thompson possui, como salientamos acima, im-


plicações onto-metodológicas.
Primeiro, coloca-se a necessidade da exposição objetiva das causas
materiais ou causalidades postas (Lukács), causas materiais que ocorrem de
forma independente da consciência ou da intencionalidade e que significam
– no nosso caso - a exposição da natureza objetiva da temporalidade histórica
da era neoliberal. Mesmo que operários e empregados não tenham consci-
ência do “complexo de complexos” (Lukács) que impulsionam os múltiplos
processos reestruturativos do capital, no qual eles e elas estão subsumidos,
tais causas inevitavelmente dão ou devem dar origens à experiência vivida da
precarização (que é, ao mesmo tempo, experiencia percebida, na medida em
que se traduz em formas de consciência social ou ideologias).
Segundo, a apreensão da experiência da precarização ocorre por meio de
relatos de vida (história oral de vida como história do trabalho) que “irrompe”
(como diria Thompson) no discurso de sujeitos/agentes assalariados em proces-
so de reestruturação. Nesse caso, como nos diz Antonio Gramsci, explicita-se
um senso comum, uma “consciência ideológica”, mesclada de novas questões e
ideologia (em Gramsci, como em Lukács, o conceito de ideologia não se reduz a
“falsa consciência”, como supõe Thompson, mas, no sentido de Marx de 1857,
ela é a materialidade do próprio campo de luta entre as classes).
Ora, o discurso experiencial de homens e mulheres é expressão de uma
luta com (e contra) todos os intrincados vocabulários e disciplinas da expe-
riencia percebida, onde, como observou Thompson, “podemos experenciar
alguns momentos de abertura e de oportunidade, antes que se imponha mais
uma vez o molde da ideologia.” (THOMPSON, 1963)
Por outro lado, a partir de Thompson pode-se dizer que pode-se rela-
tar sem perceber (como Marx diria, “fazem mas não o sabem”). Ou melhor,
relatar sem um determinada percepção que seja enquadrada pela ideologia
como falsa consciência O molde da ideologia que compõe a experiencia per-
cebida (Thompson pressupõe portanto uma percepção dominante) está em
fricção com a experiencia vivida que ainda não se constitui reflexivamente
como percepção/ideologia, mas que “entra sem bater”, irrompendo e ofere-
cendo material para uma nova percepção do mundo. Eis um traço distintivo
importantíssimo do sentido da experiencia, segundo Thompson.

51
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

A experiencia da precarização do trabalho no Brasil

A experiência da precarização do trabalho no Brasil decorre da sín-


drome objetiva da insegurança de classe (insegurança de emprego, de repre-
sentação, de contrato, etc) que emerge numa textura histórica específica: a
temporalidade neoliberal. Ela é elemento compositivo do novo metabolismo
social que emerge a partir da constituição do Estado neoliberal. Possui como
base objetiva, a intensificação (e ampliação) da exploração (e espoliação) da
força de trabalho e o desmonte de coletivos de trabalho e de resistência sindi-
cal-corporativa; além é claro, da fragmentação social nas cidades em virtude
do crescimento exacerbado do desemprego total e a deriva pessoal no tocante
a perspectivas de carreira e de trabalho devido a ampliação de um precário
mercado de trabalho (ALVES, 2007).
Na medida em que se rompem resistências sociais e políticas do traba-
lho organizado (politicamente, com a derrota da Frente Brasil Popular, em
1989; e socialmente, com a desagregação social da classe em virtude da re-
cessão da economia sob o governo Collor), ampliam-se as bases objetivas (e
subjetiva) da sua precarização, constituindo o que denominamos de síndro-
me da precarização do trabalho, complexo objetivo de determinações que dão
origem na década de 1990, às experiências vivida e experiências percebidas
da precarização do trabalho. Eis o sentido da globalização – a partir de 1990,
o Brasil incorpora-se na dinâmica de um processo estrutural de precarização
da classe do trabalho que marca a nova ordem sócio-metabólica do capital no
plano mundial.
Na virada para a década de 1990, as reformas neoliberais implemen-
tadas a partir do governo Collor e o cenário macroeconômico (recessão ou
baixo crescimento da economia num contexto de intensa reestruturação
industrial, juros elevados e abertura comercial com a intensificação da con-
corrência intercapitalista), contribuíram para a constituição de um cenário
de degradação do mercado de trabalho com alto índice de desemprego total
nas regiões metropolitanas e deterioração dos contratos salariais devido a ex-
pansão da informalização e da terceirização nas grandes empresas visando
reduzir custos.
O metabolismo social da precarização do trabalho, constituído pelo pro-
cesso objetivo de degradação salarial e pela pletora de experiências pessoais

52
giovanni alves

de desligamentos do salariato regulado, é marcada não apenas pelo cenário


interno de reformas capitalistas, mas pelo cenário externo de intensa reação
neoliberal de cariz politico-ideológica (os acontecimentos históricos da Que-
da do Muro de Berlim em 1989, e o fim da URSS, em 1991, tornaram-se ícones
midiáticos para a proclamação da vitória gloriosa da globalização capitalista).
É nessa época que se articula a hegemonia neoliberal na América Latina, com
o Brasil sendo elemento-chave do “Consenso de Washington”.
Aliás, o elemento ideológico é, em si, uma mediação fundamental (e
fundante) da experiência percebida da classe do trabalho, na medida em que
contribui para instaurar o conteúdo ideacional dos novos métodos de ges-
tão do trabalho de cariz toyotista, baseados no envolvimento participativo de
operários e empregados e, no plano da reprodução social, dos novos modos de
sociabilidade organizados a partir dos valores-fetiches, expectativas e utopias
de mercado. Na medida em que dissemina-se, sob a era neoliberal, a ideologia
de mercado, com suas implicações na prática social (e coletiva), “precariza-
se”, de certo modo, a “experiência percebida” (ou a consciência social) da clas-
se do proletariado.
No Brasil, a derrota do candidato da Frente Brasil Popular, Luis Inácio
Lula da Silva, do Partido dos Trabalhadores (PT), em 1989, e a vitória de Fer-
nando Collor de melo, explicita uma alteração qualitativamente nova do ce-
nário da luta de classes no país. Abriu-se espaço para o avanço do receituário
neoliberal em 1990, implementando-se políticas que impulsionaram a rees-
truturação capitalista no País. Para o mundo do trabalho, tornou-se bastante
adverso o cenário social e político devido a política autocrática do governo
Collor visando destruir o sindicalismo, principalmente de categorias orga-
nizadas que resistiam a medidas drásticas que atingiam direitos do trabalho
(no caso de empresas estatais e setor público).

O desmonte do sindicalismo do confronto

Na década de 1990 ocorre uma mudança substantiva na dinâmica (e


forma de ser) das greves no Brasil que apontam para tendências novas, em
contraste com a década anterior, indicando, deste modo, uma nova dinâmi-
ca da prática sindical-corporativa ou prática sindical propriamente dita. Na

53
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

verdade, as dificuldades de greves gerais por categoria e a disseminação de


greves por empresas no decorrer da “década neoliberal”, expressam condi-
ções objetivas adversas de precarização do mercado de trabalho e de ofensiva
do capital na produção.
A partir de 1990 ocorre uma inflexão significativa no total de greves no
Brasil (em contraste com o período de ascensão do sindicalismo, de 1985 a
1989). Ele aponta para uma conjuntura histórico-politica marcada pela políti-
ca neoliberal que articula controle social de mercado (a recessão da economia
brasileira do governo Collor, que ampliou o desemprego total nas regiões me-
tropolitanas, colocou sérias dificuldades para o movimento sindical classista)
e dispositivos autocrático-estatais de controle do sindicalismo público, um
dos pólos combativos de luta contra o neoliberalismo na década de 1990.
Após o descenso de 1991 e 1992, o total de greves tende a crescer relati-
vamente, a partir de 1993, embora não consiga retomar a dinâmica ascenden-
te da década passada. Na verdade, ocorre, nesse período, uma alteração sig-
nificativa na morfologia social das greves. É importante ressaltar que o Plano
Real, de 1994, que extinguirá a política salarial, coloca novos parâmetros para
a negociação coletiva no país.
Aliás, deste o início da década de 1990, os grandes empresários priva-
dos, acompanhando a ofensiva neoliberal no plano da gestão macroeconô-
mica e reorganização patrimonial do Estado brasileiro (com a privatização
das empresas estatais e abertura das Reformas do Estado: Reforma da Pre-
vidência, Reforma Administrativa, Reforma Tributária, etc, agenda política
que percorria a era neoliberal), promovem uma importante ofensiva nas ne-
gociações coletivas de trabalho que atinge o metabolismo social da luta sindi-
cal classista. A nova postura do grande capital é descentralizar o processo de
negociação e flexibilizar os conteúdos dos acordos e convenções coletivas de
trabalho (CAPPA, 2000).
A descentralização das negociações coletivas, que teve nas redefinições
do Grupo 14 da FIESP no início dos anos 1990, foi um dos principais sinaliza-
dores da ofensiva patronal que contribuiu para alterar de forma significativa
a morfologia social das greves, ativando tendências neocorporativas no seio
do movimento sindical, ou seja, práticas sindicais de natureza concertativa
circunscritas ao âmbito da empresa ou do local de trabalho.

54
giovanni alves

Assim, apesar de manter a negociação na mesma data-base, o Grupo 14


da FIESP subdividiu-se em três no inicio da década de 1990: I) O Grupo 5. que
reunia os sindicatos das montadoras, autopeças, parafusos, forjaria e fundi-
ção. II) Grupo 8, que reúne os sindicatos de maquinas, trefilação e laminação
de metais ferrosos, aparelhos eletricos e eletrônicos, refrigeração, condutores
elétricos, trefilação e laminação do metais não-ferrosos. indústria de metais
e equipamentos ferroviários e rodoviários e balanças, pesos e medidas: e III)
o Grupo 10, coordenado pela FIESP que reúne dez sindicatos pequenos como,
por exemplo, mecânica, funilaria e móveis de metal, reparação de veículos e
refrigeração. Progressivamente, a subdivisão dos grupos econômicos foi au-
mentada, pois, até fins de 1998. totalizavam sete: I) Grupo dos sindicatos das
montadoras; li) Grupo dos 3 (sindicatosdas autopeças, parafusos e forjaria).
Ill) Grupos 8 e 10 foram mantidos, e IV) os sindicatos das empresas de fundi-
ção, esquadrias metálicas e siderúrgicas optaram por estabelecer negociações
coletivas de forma isolada. (CAPPA, 2000)
Por isso, a “força das circunstâncias” da “década neoliberal”, caracteri-
zada pela desestruturação do mercado de trabalho por conta das políticas ma-
croeconômicas neoliberais, e pela fragmentação das negociações coletivas, im-
posta pelo patronato, obrigam o sindicalismo a abandonar as greves gerais por
categoria e voltar-se para greves por empresa. Apesar da retomada relativa das
mobilizações grevistas em 1993 (vide gráfico 1), diminui de forma paulatina,
o número de grevistas (tendência de decrescimento que percorre a década de
1990, intensificando-se na última metade da década passada) (vide gráfico 2).

Gráfico 1
Total de Greves no Brasil
(1985-1999)

Fonte: DIEESE (2002)

55
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

Gráfico 2
Grevistas no Brasil
Média mensal por Ano
1985-1999

Fonte: DIEESE (2002)

Na verdade, a nova temporalidade histórica do capital, marcada pela


precarização do trabalho no Brasil, tende a reconverter a “cultura de greve”
para o âmbito das empresas. Consolida-se um “defensivismo de novo tipo”
que irá marcar a cultura sindical sob a era neoliberal. A nova territorialidade
das greves, restritas à empresa e não mais à dimensão da categoria de traba-
lhadores assalariados (ou mesmo da classe social) é expressão da nova mor-
fologia social da precarização do trabalho. Esta “nova ordenação sócio-espa-
cial” das greves é um traço explícito do particularismo sindical-corporativo
em seus rebatimentos territoriais, que contribui para alimentar a ideologia do
sindicalismo propositivo (ALVES, 2007).
É importante destacar não apenas a nova “forma de ser” das greves, mas
o novo conteúdo das reivindicações sindicais. Elas também sofrem alterações
significativas que traduzem a ofensiva do capital na produção (a partir de 1994,
cresce o número de greves por não cumprimento de direitos). Tal como a nova
ordenação sócio-espacial das greves, o conteúdo das reivindicações sindicais
assumem, nesse período, traços do “defensivismo de novo tipo”. Na verdade, o
que se busca é preservar direitos ameaçados pela nova dinâmica da “acumula-
ção por espoliação” que é própria do Estado neoliberal (HARVEY, 2004).
A partir do Plano Real, em 1994, plano de estabilização monetário que
inaugura, de fato, sob a injunção neoliberal, a nova temporalidade histórica
do capital no País, retomam-se as greves, embora elas sejam restritas a greves

56
giovanni alves

por empresas, mobilizando um pequeno contingente de trabalhadores grevis-


tas. Na mesma medida, no período, crescem as greves por não-cumprimento
de direitos trabalhistas, demonstrando o avanço paulatino do processo de
precarização do trabalho em categorias assalariadas organizadas (segundo
o DIEESE, ao lado das greves por não-cumprimento de direitos trabalhistas,
crescem, no período de 1993 a 1999, as greves por emprego – de 12% para
28%; greves pela jornada de trabalho, de 3% para 10%; e greves por motivo
sindical, de 5% para 10%) (DIEESE, 2002).
Na verdade, tais indicadores dos motivos de greves explicitam os ele-
mentos compositivos da síndrome da precarização do trabalho que atinge
categorias de assalariados na década de 1990: usurpação de direitos traba-
lhistas, insegurança no emprego, usurpação do tempo de vida pelo tempo de
trabalho (conteúdo das greves por jornada de trabalho) e restrição do direito
de associação sindical (conteúdo das greves por motivo sindical).
Assim, as condições materiais objetivas (e subjetivas) instauradas pela
nova temporalidade histórica do capital, determinaram as condições de luta
sindical e política, como as negociações coletivas segmentadas e a fragmenta-
ção do estatuto salarial, agravando os “elementos de inércia” da lógica do par-
ticularismo corporativista intrínseco à estrutura sindical no Brasil (o que ex-
plica sua continuidade no decorrer da primeira metade da década de 2000).
Um dos elementos objetivos de ampla significação que marcam a pre-
carização do trabalho no Brasil foi a perda – no imaginário social - de re-
ferentes coletivos. Nesse sentido, a década de 1990 parece ser o reverso da
década anterior, sua antítese, isto é, negação da afirmação coletiva propiciada
pelo sindicalismo e associativismo dos anos 1980. Embora tenha ocorrido o
crescimento do número de sindicatos de trabalhadores no pais – segundo o
IBGE, ele cresceu 49,16% entre 1991 e 2001, ele não traduziu em efetiva re-
presentação política e constituição de referentes coletivos para o mundo do
trabalho. O crescimento de sindicatos nesta década atesta apenas o grau de
fragmentação sindical-corporativa que se exacerbou na “década neoliberal”
(embora segundo o IBGE, tenha aumentado em 0,8% o percentual de pessoas
sindicalizadas em relação ao total de trabalhadores: 26,01%, verifica-se, pelos
dados acima, a diminuição do total de grevistas e a alteração dos motivos das
greves) (IBGE, 2003).

57
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

Deve-se salientar também um dado estrutural relevante: a diminuição


no decorrer da década de 1990, de empregos gerados pelo setor industrial –
com destaque para o setor metal-mecânico. É na indústria, ao contrário dos
serviços e comércio, que temos os setores melhores organizados – geralmente
melhor pagos e melhor qualificados do mundo do trabalho (em 1989, os pos-
tos de trabalho no setor industrial representavam 33% dos postos de trabalho
na região metropolitana de São Paulo e, ao final do período analisado, esta
parcela reduziu-se para 20%; no caso do setor metal-mecânico na região me-
tropolitana de São Paulo, reduziu-se em quase 50% a geração de postos de tra-
balho). Foi na década de 1990 que o setor de serviços, que já era na década de
1980, o principal responsável no total de postos gerados passou de 41,3% em
1989, para 52,3%, em 2001 (a proporção das ocupações geradas no comércio
passou de 14,8% para 16,2%). Entretanto, no setor de serviços, há uma notável
exceção: os serviços crediticios e financeiros não elevaram sua participação
no total das ocupações de serviço, mas, pelo contrário, a reduziram, de 4,0
(em 1989) para 2,3 (DIEESE, 2002).

A economia da sociabilidade constrangida

A reforma neoliberal da economia brasileira a partir do governo Collor,


significou alterações substantivas na dinâmica da economia brasileira e por
conseguinte, da forma de ser do mercado de trabalho. O Brasil inseriu-se de
forma subalterna no processo de mundialização do capital. A adoção de políti-
cas neoliberais submeteu o país à lógica da financeirização vigente no capita-
lismo global. Constitui-se o que poderíamos denominar de “economia da so-
ciabilidade constrangida”, tendo em vista que, sob a “ditadura dos credores”,
os gestores da política macroeconômica colocaram como foco privilegiado, a
estabilização monetária por vias ortodoxas (juros elevados para atrair capital
estrangeiro e garantir o fechamento do balanço de pagamento) com impactos
perversos no crescimento da economia, e, por conseguinte, no mercado de
trabalho (a degradação do metabolismo social do trabalho e, portanto, a tessi-
tura de uma sociabilidade constrangida, expressou-se, como demonstraremos
a seguir, nos indicadores sócio-estatisticos do crescente desemprego total, ex-

58
giovanni alves

pansão dos contratos precários, queda dos rendimentos médios do trabalho e


perda de referentes coletivos).
A política neoliberal de abertura comercial do governo Collor, que pros-
segue no decorrer da década sob o governo Itamar e Fernando Henrique Car-
doso, significou a destruição de cadeias produtivas na indústria brasileira,
com empresas sendo fechadas por não conseguirem concorrer com produtos
estrangeiros, e, portanto o crescimento do desemprego de massa. Nesse pe-
ríodo, as grandes empresas foram obrigadas a intensificar a reestruturação
produtiva colocando o sindicalismo na defensiva diante do cenário hostil –
governos anti-sindicalistas e recessão econômica com desemprego crescente.
Depois do período recessivo do governo Collor (1990-1992), a economia
brasileira tem uma pequena retomada em virtude dos efeitos positivos da esta-
bilização monetária propiciada pelo Plano Real. Entretanto, o crescimento da
economia brasileira não se sustentou diante das vulnerabilidades da política
econômica neoliberal e influxos da crise dos mercados mundiais (a partir de
1995, com a crise mexicana e logo a seguir, em 1996, com a crise asiática). Por
isso, na década de 1990, o PIB tem trajetória incerta e crescimento medíocre.
Por conseguinte, na medida em que a política econômica neoliberal
constrange o crescimento e o investimento produtivo no mercado interno (o
que é a lógica da mundialização financeira), ela contribui para a degradação
paulatina do mercado de trabalho, como demonstra o crescimento significa-
tivo do desemprego total nas regiões metropolitanas.
Observa-se, no decorrer da década de 1990, três conjunturas da econo-
mia brasileira: a primeira, sob o governo Collor, marcada pela intensa reces-
são (1990-1992); a segunda, sob o governo Itamar (1993-1994) e primeiros
anos do governo Cardoso (1995-1996), é marcada por uma pequena retomada
da atividade da economia sob os influxos positivos dos primeiros anos do
Plano Real; e a terceira (1997-1999), nos últimos anos do primeiro governo
Cardoso, e o primeiro ano de seu segundo mandato presidencial, é marcada
pela crise da economia global, expondo, deste modo, as incertezas e vulnera-
bilidades da economia brasileira diante da conjuntura internacional.
É importante salientar que, no aspecto conjuntural, o Plano Real, de 1994,
imprimiu uma significativa inflexão no processo de desenvolvimento capitalis-
ta no País, na medida em que estabilizou a moeda corroída pela hiperinflação
crônica, alterando as expectativas dos agentes econômicos e, por conseguinte,

59
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

a morfologia da economia real. É com o sucesso do Plano Real em estabilizar a


economia brasileira que alterações estratégicas – e não mais defensivo-reativas
– ocorrem nas empresas, num cenário de intensa concorrência dos múltiplos
capitais. Nessa época, altera-se o ambiente de trabalho nas empresas (amplia-
se, por exemplo, a disseminação de novas práticas de gestão sob o espírito do
toyotismo e adotam-se novas tecnologias de produção). Instaura-se nas grandes
empresas no País, o que denominamos de “toyotismo sistêmico” (ALVES, 2000);
além disso, como salientamos acima, altera-se, a morfologia das lutas sindicais
das categorias de trabalhadores assalariados organizados, com a mudança de
conteúdo da pauta da negociação coletiva. Com a estabilização monetária e a
redução drástica da inflação, extingue-se a política salarial, colocando os sindi-
catos de trabalhadores diante de um menu reivindicativo centrado em deman-
das particularistas restritas à empresa (como, por exemplo, as negociações da
PLR - Participação em Lucro e Resultado). É claro que o cenário de desemprego
de massa coloca imensas dificuldades para a barganha sindical.
Na década de 1990, outro elemento objetivo da precarização estrutural
de classe do trabalho, foi o Programa Nacional de Desestatização (PND), cria-
do em 1991, que contribuiu para transferência de patrimônio social para o
setor privado. O processo de privatização que marcou a era neoliberal, como
elemento de reforma do Estado, significou o fortalecimento da acumulação
de capital no País, embora tenha contribuído, ao mesmo tempo, para a acu-
mulação por espoliação, que não implica necessariamente em investimento
produtivo (ela significou a degradação – ou mesmo extinção - do estatuto
salarial de importantes categorias de trabalhadores públicos, como bancários
de bancos estaduais, operários de siderúrgicas e mineradores estatais, traba-
lhadores do sistema de telefonia e em alguns casos do sistema de eletricidade,
etc). Por outro lado, a Reforma Administrativa do Estado sob a gestão neoli-
beral significou a precarização do trabalho do assalariado do setor público.

O espectro da redundância

Apesar da flutuação conjuntural da economia brasileira, verificada na


década de 1990, com impactos na variação anula do PIB, é contínua a linha
de degradação do mercado de trabalho, expresso, onde, a partir de 1995, veri-

60
giovanni alves

fica-se, de forma significativa, o crescimento do desemprego total nas regiões


metropolitanas (utilizamos como exemplo típico, a Região Metropolitana de
são Paulo (RMSP), uma das regiões mais dinâmicas da economia brasileira).
Nos anos de 1993 e 1994, verifica-se uma pequena queda do desemprego total
na RMSP (sem recuperar, no entanto, o patamar de 1989). Após 1995, ele dis-
para, mantendo-se num patamar elevado.
Utilizamos o índice de desemprego total ao invés do desemprego aberto
pela sua capacidade de expressar a amplitude da degradação do mundo do
trabalho metropolitano. O desemprego total expressa a soma dos desempre-
gos aberto e oculto. O desemprego aberto refere-se às pessoas que procura-
ram trabalho de maneira efetiva nos 30 dias anteriores ao da entrevista e não
exerceram nenhum tipo de atividade nos sete últimos dias. O desemprego
oculto corresponde às seguintes situações: a) desemprego oculto pelo tra-
balho precário: pessoas que, para sobreviver, exerceram algum trabalho, de
auto-ocupação, de forma descontínua e irregular, ainda que não remunerado
em negócios de parentes e, além disso, tomaram providências concretas, nos
30 dias anteriores ao da entrevista ou até 12 meses atrás, para conseguir um
trabalho diferente deste; b) desemprego oculto pelo desalento: pessoas que
não possuem trabalho e nem procuraram nos últimos 30 dias, por desestí-
mulos do mercado de trabalho ou por circunstâncias fortuitas, mas apresen-
taram procura efetiva de trabalho nos últimos 12 meses.

Figura 1
Taxa de desemprego total – Região Metropolitana de São Paulo (1985-2001)

Fonte: DIEESE (2002)

61
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

A partir de 1996, verifica-se um movimento de inflexão descendente e


queda significativa do rendimento real dos trabalhadores assalariados, num
cenário de estagnação da economia brasileira e crescente índice de desempre-
go total. Ocorre a queda paulatina dos rendimentos dos trabalhadores autô-
nomos, constituídos em sua maior parte por assalariados informalizados (na
medida em que ocorre um processo crescente de terceirização de atividades
industriais e serviços, o maior contingente de trabalhadores autônomos ex-
pressa tão-somente a crescente mancha de assalariados precarizados).
Portanto, sob a nova temporalidade do capital ocorre a expansão da man-
cha de trabalhos precarizados na década de 1990. Assim, por exemplo, no perí-
odo de 1989-2001, na Região Metropolitana de São Paulo, tivemos um pequeno
crescimento do trabalho assalariado. Ao mesmo tempo, verifica-se que o cresci-
mento deveu-se ao crescimento do trabalho assalariado sem carteira – a maior
parte deles no setor de serviços e comércio (o assalariamento sem carteira signi-
fica trabalhadores assalariados excluídos dos direitos trabalhistas).
Deste modo, no decorrer da “década neoliberal”, ao lado do crescimento
do desemprego total, constatamos a expansão significativa de contratos de
assalariamento precário (com impactos é claro, na queda dos rendimentos
médios reais). Assim, verifica-se que o crescimento de contratos assalaria-
dos sem carteira ocorre, de forma significativa, a partir de 1996, período de
inflexão descendente do índice de rendimentos real do trabalho assalariado.
Um detalhe: apesar da “década neoliberal”, o emprego assalariado no setor
público não apresentou, no período, uma queda significativa.
No período da “década neoliberal” ganhou força na RMSP, a terceiriza-
ção, com a contratação de empresas prestadoras de serviço e a de trabalha-
dores autônomos. Embora o maior percentual de contratação salarial ainda
sejam as contratações não-flexibilizadas (que decresceu de 79,1%, em 1989,
para 64,6%, em 2001), a contratação flexibilizada, no decorrer da década de
1990, cresceu mais de 50%.
É importante ressaltar que a contratação assalariada precária envolve não
apenas o assalariamento sem carteira (inclusive no setor público), mas a utiliza-
ção de formas flexíveis de trabalho nas empresas privadas e setor público. Mes-
mo no setor público, a estatística social constatou o crescimento em 50% de con-
tratação sem carteira assinada pelo setor público; o que talvez explique porque
o emprego assalariado não teve uma queda significativa no setor público. Isto

62
giovanni alves

é, o setor público, por conta das demandas sociais crescentes, não conseguiu
ser “enxugado” de forma significativa pelas gestões neoliberais. Entretanto, em
contrapartida, buscou-se precarizar o estatuto salarial do emprego público (o
crescimento de 50% nas contratações assalariadas sem carteira e o recurso aos
serviços terceirizados, que cresce também de forma significativa no período,
embora não seja discriminado entre setor privado e setor público, atestam com
vigor, a tese da precarização paulatina do emprego público na RMSP).
De fato, no período da década de 1990, estamos diante de uma tendência
de degradação do estatuto salarial (vide Tabela 1) que coloca no horizonte de
experiências da classe dos trabalhadores assalariados, a perspectiva (ou expec-
tativa) da precarização do trabalho. Na verdade, a “experiência da precarização
do trabalho” diz respeito não apenas a ocorrências que atingem hic et nunc (aqui
e agora) o estatuto salarial de homens e mulheres assalariados, mas envolve ex-
pectativas socialmente postas pelo desenvolvimento do mercado de trabalho.

Tabela 1
Salário mensal médio segundo setores de atividade econômica
Região Metropolitana de São Paulo (em reais de janeiro/2000)
Setores 1989 1999 Variação (em%)
Total dos Empregados (1) 1.020 828 - 18,8
Indústria 1.163 967 -16,8

C.Civil 964 757 -21,5

Comércio 847 646 -23,7

Serviços (2) 1.097 953 -13,1

Empregados Domésticos 257 324 26,1

Fonte: DIEESE, Os Rendimentos do Trabalho no Brasil, 2001


(1) Os empregados incluem os assalariados, os empregados domésticos assalariados e os empregados
domésticos contratados por tarefa. (2) Inclui a administração pública

O espectro da redundância que emerge com a sociabilidade constran-


gida na “década neoliberal” torna-se uma ameaça real ou imaginária para o
contingente de trabalhadores e trabalhadoras ainda sob contratos não-flexi-

63
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

bilizados. Por exemplo, mesmo que a contratação flexibilizada tenha atingido,


em 2001, o percentual de 35,4% da população ocupada (“apenas” 1/3 da força
de trabalho ocupada na RMSP – de qualquer forma, ainda não é a maioria), os
demais 64,6% sentem-se ameaçados pelo espectro da redundância crescente
do trabalho precário. No plano psicossocial, onde se constrói as experiências
vividas e experiências percebidas da precarização do trabalho, a ameaça –
mesmo que imaginária - é fator de medo, afeto regressivo que articula, no
âmbito da tessitura social, os consentimentos espúrios que ocorrem no plano
da sociabilidade constrangida (ALVES, 2007).
Além da contratação assalariada, elementos da precarização do trabalho
atingem a jornada de trabalho. Aliás, sob a década neoliberal, a delimitação da
jornada de trabalho tornou-se um campo de luta. A pressão por horas-extras
– muitas delas, não-pagas – e a extensão do tempo de trabalho consumindo
o tempo de vida pessoal-familiar tornou-se uma das preocupações candentes
dos trabalhadores assalariados da indústria, serviços e comércio.
No livro “Salário, Preço e Lucro”, Karl Marx observou que “o tempo é
o campo de desenvolvimento humano” (MARX, 1988). Na medida em que
tempo de vida se interverte em tempo de trabalho, ocorre a perda de espaços
de sociabilidade humano-social. A luta pela redução da jornada de trabalho
tornou-se luta fundamental pelo desenvolvimento humano-social. Na década
de 1990, sob a pressão do mercado, avassalou-se o tempo de vida social de
operários e empregados assalariados, na medida em que o tempo de traba-
lho – seja o “tempo de trabalho manifesto” (regulamentado pela legislação
trabalhista, que trata da jornada de trabalho; e constatado por meio das esta-
tísticas sociais), ou o “tempo de trabalho oculto”, em suas múltiplas formas,
do longo deslocamento do local de moradia aos locais de trabalho, às tarefas e
preocupações que acompanham os operários ou empregados assalariados em
seu tempo de descanso - colonizou o tempo de vida.

Jornada de Trabalho

Tempo de trabalho manifesto Tempo de trabalho oculto

Observa-se, segundo dados do estudo DIEESE/SEADE, citados em HO-


FFMAN e MENDONÇA, que embora tenha havido, na década de 1990, re-

64
giovanni alves

dução da jornada semanal media de trabalho (de 44 para 43 horas), - que,


de fato, expressa mais uma queda do dinamismo da geração de postos de
trabalho assalariado, que a melhoria da qualidade de vida dos assalariados - a
estatística das horas semanais efetivamente trabalhadas indicam, ao longo do
período (1989 a 2001), a persistência de elevada proporção, acima de 40% de
assalariados, trabalhando 45 ou mais horas semanais (HOFFMAN E MEN-
DONÇA, 2003).
Enfim, quase a metade dos trabalhadores assalariados na RMSP têm
o seu tempo de vida reduzido a tempo de trabalho – o que é deveras, indí-
cio visceral da precarização do trabalho (como observamos acima, não estão
incluídos na estatística social de contagem da jornada de trabalho, o tempo
de deslocamento do local de trabalho à residência, que consome, no caso das
metrópoles, como São Paulo, um tempo significativo da vida de operários e
empregados assalariados; muito menos, o tempo de trabalho que permeia o
tempo de vida pessoal de assalariados que se submetem irremediavelmente a
levar, para casa, tarefas e preocupações dos locais de trabalho).
Os elementos de precarização do trabalho indicados acima (perda do
poder de barganha sindical, crescimento do desemprego total, expansão dos
contratos de assalariamento precário/flexibilizado) se traduzem, no plano
da estatística social, na perda da participação do trabalho na renda nacional.
Por exemplo: no período de 1992 a 1998, a repartição do PIB entre trabalho,
capital e administração pública demonstra uma significativa inversão de po-
sições. Por exemplo, a remuneração dos empregados (trabalho) que em 1992
era de 44%, cai para 36%, em 1998. A proporção do excedente operacional
bruto (capital) que era de 38% em 1992, sobe para 44%, em 1998. O rendi-
mento dos trabalhadores autônomos estagnou-se no período em torno de 6%
(DIEESE, 2002). Enfim, são elementos objetivos de precarização do trabalho
que atingem o conjunto do proletariado brasileiro, alterando o metabolismo
social do trabalho no Brasil.
Ao mesmo tempo, a perda da participação do trabalho na renda nacio-
nal ocorreu num período histórico de crescimento exacerbado da produtivi-
dade do trabalho em setores industriais e serviços da economia brasileira,
com destaque para os locis de redundância do trabalho vivo, isto é, os setores
mais dinâmicos da indústria – por exemplo, a indústria automotiva; e os ser-
viços financeiros e creditícios.

65
A experiencia da precarização do trabalho e a redundância salarial no Brasil
Notas teórico-críticas

Apesar do índice de crescimento medíocre da economia brasileira na


década de 1990, cresceu, no período, tanto na indústria, como nos serviços
mais dinâmicos, como o setor creditício e financeiro, a produtividade do tra-
balho, por conta das inovações tecnológico-organizacionais de cariz sistêmi-
co. O que significa que, num contexto de perda de poder de barganha sindical,
exacerbou-se, numa dimensão inaudita, a extração da mais-valia relativa (ao
mesmo tempo, o crescimento das horas-extras atingiu amplos contingentes
de assalariados dos setores mais dinâmicas da economia brasileira – o que
significa que no Brasil, o hiper-moderno articula-se atavicamente com o atra-
sado, ou seja, a exploração através da mais-valia relativa articula-se, ontoge-
neticamente, com a extração por meio da mais-valia absoluta).

Considerações Finais

O que conseguimos apreender é que a reestruturação capitalista no Bra-


sil sob a era neoliberal constituiu, no decorrer da década passada, uma nova
morfologia social de acumulação capitalista baseada na lógica da redundância
do trabalho vivo (instaurada, seja por meio de cortes de pessoal, seja por meio
da contratação precária). Nessa perspectiva, torna-se necessário apreender as
novas experiências da precarização do trabalho - “experiência percebida” e
“experiência vivida”, processos dialeticamente articulados, que se impõem
aos sujeitos/agentes assalariados em processo de reestruturação. Na verda-
de, as mudanças estruturais da forma salarial dão origem a uma experiencia
transformada da condição salarial, e, como observa Thompson, “essa experi-
ência é determinante, no sentido de que exerce pressão sobre a consciência so-
cial existente, propõe novas questões e oferece grande parte do material com
que lidam os exercícios intelectuais mais elaborados.” (THOMPSON, 1963).

Referências bibliográficas

ALVES, Giovanni (2000). O Novo (e Precário) Mundo do Trabalho: Reestruturação produtiva e crise
do sindicalismo. São Paulo: Boitempo Editorial.

66
giovanni alves

____________________(2007). Dimensões da Reestruturação Produtiva. Londrina: Editora


Práxis.

ANTONACCI, Maria Antonieta (ed.). (1995) Diálogos com E.P. Thompson - Projeto História, 12,
PUC/SP: São Paulo.

CAPPA, Josmar (2002). “Balanço das Negociações Coletivas de Trabalho no Brasil nos Anos 90”,
Cadernos da FACECA, Campinas, vol.11, No. 1, 2002.

DIEESE (2002). A Situação do Trabalho no Brasil: Um balanço dos anos 90. São Paulo.

_______(2001). Os Rendimentos do Trabalho no Brasil. São Paulo.

HOFFMAN, M.B.P. E MENDONÇA, S.E.A (2003). “O mercado de trabalho na região metropolitana


de São Paulo”, Estudos Avançados, v. 17, n.47, USP, São Paulo.

HARVEY, David (1992). A Condição Pós-Moderna, Edições Loyola: São Paulo.

IBGE (2003). Sindicatos – Indicadores Sociais 2001. Rio de Janeiro.

LUKÁCS, Georg (1981). Ontologia Dell’Essere Sociale, 3 volumes, Editori Riuniti: Roma.

MARX, Karl (1988). Salário, Preço e Lucro. Editora Vértice: São Paulo..

SAMUEL, Raphael (1992) Reading the Signs (Part II). History Workshop Journal, v.33.

THOMPSON, Edward P. (1963). A Formação da Classe Operária Inglesa, Editora Paz e Terra: Rio
de Janeiro.

WILLIAMS, Raymond (1979). Marxismo e literatura, Editora Zahar: Rio de Janeiro.

67
3

Prácticas corporativas
empresariales y disciplinamiento
social/cultural:
desnaturalización y crítica a la
pedagogía empresaria

Claudia Figari

Introducción

Las formas capitalitas de producción contemporáneas han remozado las


lógicas de formación empresariales en un contexto de exclusión sistemática de
trabajadores de las fábricas, fragmentación y selectividad laboral. El imperio civi-
lizatorio en un sentido estructural, como base de la dominación cultural moder-
na, sofistica los mecanismos de co-acción, y afinca certeramente en los escenarios
laborales dando fisonomía al sujeto asalariado, subalternizado y precarizado.
Dentro y fuera de la fábrica, la hegemonía neoliberal, base de la domi-
nación capitalista de fin de siglo, ha complejizado sus herramientas de coloni-
zación cultural y material. Se expresa así la lucha permanente por domesticar
las subjetividades, enmascarando el conflicto capital/trabajo. El escenario
latinoamericano expone descarnadamente esta impronta, pero también abre-
van las múltiples expresiones en algunos de sus países por resistir y propiciar
una recomposición de las organizaciones colectivas que discuten al imperia-
lismo aún pregnante en la región. En ese contexto, las corporaciones no ses-

69
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

gan de sojuzgar afinando los dispositivos dispuestos para reforzar la formas


agiornadas del disciplinamiento social/cultural/material. La formación em-
presaria ha dado una dura batalla para imponer los sentidos legitimadores del
orden capitalista, propiciando con esta finalidad un nuevo orden pedagógico
con potencialidad para ganar eficacia en la transmisión y evaluación de los
saberes corporativos empresariales.
En este artículo nos proponemos producir la crítica a la formación em-
presaria, desmitificando los dispositivos variados, complejos y articulados
que propician las transposiciones y codificaciones de los saberes corporativos
empresariales.
Desde esta perspectiva sostenemos la importancia de desnaturalizar los
mecanismos manipulatorios que operan en tanto potentes mediadores que
vehiculizan el criterio de verdad imperante. El movimiento de la crítica re-
quiere poner en evidencia las conversiones de sentidos dispuestas para rei-
ficar el conflicto entre el capital y el trabajo, acallando las resistencias y las
formas del accionar colectivo. Así sostenemos que el esencialismo pedagógico
empresarial se entrama estratégicamente con las lógicas individualizantes y
fragmentadas del patrón corporativo empresarial. Y, es en este sentido que,
anclados en la materialidad del proceso de trabajo, propician la búsqueda sis-
temática de co-optaciones. El impulso de la crítica a la pedagogía empresaria
contribuye de esta forma a desmitificar los sentidos subyacentes a las formas
mitificadas: la máxima disponibilidad en clave de colaboración; la transfe-
rencia del riesgo empresario en clave de autonomía y participación; la reifi-
cación de las asimetrías invocando la igualdad y los objetivos compartidos.
Normalización y selectividad operan como dos caras de la misma moneda.
Cobra así expresión la unicidad de los saberes corporativos transpuestos y
la profundización de las selectividades imperantes en las valorizaciones de
los saberes técnicos y experiencia puestos en juego por los trabajadores en el
proceso de trabajo.
Es sobre la base de la crítica que la dialéctica disciplinamiento laboral y
resistencia cobra fuerza. La visualización de las fisuras en el orden hegemó-
nico empresarial corporativo, así como la desnaturalización y ejercicio de la
crítica propician condiciones para la recomposición de la resistencia y orga-
nización colectiva.
Las siguientes preguntas guiarán nuestro análisis:

70
Claudia Figari

¿Qué solidaridades se juegan entre prácticas corporativas y la Pedagogía


empresaria?
¿Cómo se transmiten los saberes corporativos?
¿Qué fisuras se perfilan en esa transposición?
¿Qué relaciones se expresan entre la formación empresaria y las lógicas
de individualización, fragmentación y selectividad como expresión de las re-
laciones entre capital y trabajo?
¿Cuáles son los vínculos orgánicos entre formación crítica, resistencia y
organización colectiva de los trabajadores?

Orden capitalista y proceso civilizatorio: claves de la


dominación material y cultural

El orden capitalista de producción va dando fisonomía a un sistema ide-


ológico que se impone en tanto patrón civilizatorio (Elías, 1979). Su trama se
expresa en tanto dominación cultural y opera en un dominio que encuentra
sentido al ser analizado en la lógica sistemática de la explotación capitalista.
Sin embargo, la ficción liberal se ocupó de escindir justamente los vasos co-
municantes entre el campo económico y el político, contribuyendo de esta
forma en la configuración de sujetos civilizados. Acumular y docilizar para
el progreso no ha sido una tarea sencilla, ha implicado una especialización
sistemática de agencias encargadas de transmitir y difundir eficazmente una
cosmovisión del mundo en consonancia con la doctrina de la economía de
tiempo. El orden civilizatorio moderno se sustentará en un conjunto de ideas,
discursos, ideologías que requieren ser solidificados en actitudes y compor-
tamientos de los sujetos. La “sociedad disciplinaria” que caracteriza exten-
samente Foucault (1984), tributaria de la dirección que cobra el proceso ci-
vilizatorio moderno, se nutre de una variedad de dispositivos institucionales
capaces de moldear (no sin resistencias) al sujeto moderno.
La fuerza de la civilización normaliza y es hacedora de sujetos discipli-
nados, las fuerzas del capital gobiernan así en un espacio /tempo conformado
técnica y socialmente para la ganancia y la productividad. La disciplina in-
dustrial reclama la docilidad que aporta civilidad. Si la maquinaria del capital
no se detiene tampoco lo hará la maquinaria civilizatoria al cobijar en su seno

71
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

formas novedosas de re-crear la “armonía y la paz social”. La fuerza regula-


dora del capital se expresa así en tanto fuerza reguladora de la civilización,
que anidará en un complejo entretejido entre dominación material y cultural.
(Figari, Dellatorre, 2005).
El orden civilizatorio se realiza en el hombre civilizado que aprende las
formas del autocontrol civilizado. Estas se encuentran íntimamente conecta-
das con la percepción sobre el tiempo. Esta percepción re-creada, reconfigu-
rada, y conformada al amparo de las hegemonías y sus prácticas instituciona-
les coadyuvan en la naturalización del tempo histórico, biográfico, ocultando
su fuerza directriz en el proceso de la civilización (Figari, 2000).
No hay posibilidad de desvincular la dirección del orden civilizatorio de
la fuerza reguladora de la temporalidad societal construida bajo el imperio de
capital. El tiempo mitificado adquiere un lugar de reflexión central en Elías,
para quien, como postula Heinich (1999): “el tiempo es un fenómeno social-
mente construido por los instrumentos mismos que lo miden”:

Y este carácter de “fetiche que tiene el “tiempo”, se agudiza to-


davía más en la naturaleza humana, porque la normalización
social del individuo, respecto del tiempo socialmente institu-
cionalizado, se implanta en su conciencia, con tanta mayor
fuerza y profundidad, cuanto las sociedades se hacen más
complejas y diferenciadas, y cuando con mayor frecuencia el
individuo necesita preguntar: ¿ qué hora es?, qué fecha es hoy?
(...) si antes quedan satisfechas las exigencias sociales con que
un pregonero las campanas convocaran por la mañana, el me-
diodía o la tarde, a los fieles para la oración, pertenece ya a otro
estadio ulterior de exigencias sociales el que los relojes públi-
cos señalen las horas, y a otro período subsiguiente del desar-
rollo de la sociedad que dichos relojes marquen los minutos y
los segundos (N. Elías: Sobre el tiempo, 1997: 117)

La temporalidad arbitraria regula conciencias, y se erige en mercancía. La


normalización de tiempo ha sido materia de análisis por diversos historiadores
de la técnica, antropólogos, quienes marcarán el pasaje lento pero sistemático
para afinar los instrumentos capaces de precisar las mediciones. La vida moderna

72
Claudia Figari

constituida a partir de esa medida arbitraria expresa, en definitiva, la marcación


civilizatoria de capital, dando fisonomía a los procesos de salarización.
Tal como postularon Mumford y Elías, la matriz disciplinadora de los
monasterios cobró una fuerza inusitada con la fuerza de capital. El discipli-
namiento civilizatorio ya no se traza en un locus determinado, se inscribe en
los múltiples espacios de despliegue de la vida moderna. Los flujos regulares
de la producción, que proveen en un sentido técnico los artefactos automati-
zados y la organización técnica y social de la producción en tanto maquinaria
industrial, incorporan al reloj como posibilitador de los flujos incesantes.
La economía de tiempo subyacente en la explotación material capitalista
requiere sofisticar mecanismos de control y disciplinamiento cultural, inci-
diendo certeramente en la conformación de subjetividades. De esta forma, la
dirección del control del proceso civilizatorio se expresa también como “eco-
nomía afectiva”1.
Detrás de la lógica de explotación capitalista y de la organización esta-
dual se definen también las formas esencialistas disciplinarias. La normali-
zación homogeneizante y las diferenciaciones, basadas en la competencia son
caras de una misma moneda y constituyen un certero criterio detrás del cual
se oculta el mutuo sustento de la dominación material/ simbólica.
De esta forma, diferenciación, regulación y control estarían indicando
la dirección del proceso civilizatorio. Y, en esta labor, las instituciones asumi-
rán un papel crucial.
La formas de la dominación material y cultural han desarrollado un
esfuerzo recurrente y sistemático en pos de homogeneizar y diferenciar, y esta
tarea significó sofisticar los mecanismos, agentes y en definitiva las formas
manipulatorias de las conciencias. Es en este sentido que las contribuciones
de la Pedagogía y Sociología del trabajo críticas proveen herramientas teóri-
cas fundamentales con el fin de desnaturalizar los sentidos reificados, las es-
trategias dispuestas por el poder, reconstruyendo las significaciones veladas y
atrapadas en la fuerza civilizatoria. La labor interpretativa crítica reclama dar
visibilidad a la trama que sostiene al “orden y al sujeto civilizado”.

1 Para Norbert Elías las formas del control externo se apoyarán en variadas autocoac-
ciones, es allí que cobran sentido las autorreferencias entre la sociogénesis y psico-
génesis. La educación y los aprendizajes en los anclajes institucionales constituyen
aspectos nodales en la internalización del control.

73
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

El sujeto civilizado es el sujeto “clausus”, confinado a su individualidad, es


el sujeto serial, aquel que ha deslocalizado su conformación del propio proceso
civilizatorio para reintegrarse a él, sin saberlo. Las mediaciones institucionales, lo
ciñen a su clausura y lo funcionalizan. El control social resulta deslocalizado y re-
localizado en el sujeto: el autocontrol supone este desplazamiento2. Ponerlo al des-
cubierto, desnaturalizándolo, implica una complejidad: generar condiciones para
el análisis crítico que, como tarea formativa implica desnudar a un sujeto social y
político que quedó atrapado en la serialidad, la fragmentación, la especialización
exacerbada desde las ideologías hegemónicas liberales y neoliberales.
Los procesos de escolarización contribuirán como modeladores fundamenta-
les de la nueva “economía emotiva y de tiempo”, sustentando la función de discipli-
namiento y control social. Es aquí donde el orden escolar resulta un eslabón central
para comprender la configuración societal burguesa. En este sentido, la escuela rea-
liza la función social de hacer concurrir el control externo con las formas de la auto-
coacción. Educar al soberano, reza el lema de Sarmiento, con una clara connotación
rousseauniana que realiza la ficción liberal, como postula Raúl Orza:

“Este análisis de la persona humana que desemboca en su


esencialización, al tener su apoyatura en el derecho natural, te-
oría que hace abstracción del hombre histórico/real y concreto,
hace que la doctrina política de Rousseau desemboque en una
solución ahistórica a pesar de la historicidad de su punto de
partida (...) la aplicación de los postulados rousseaunianos por
la casi totalidad de los modernos estados democrático-burgue-
ses, se debió al hecho de que permitía mantener nuevos privi-
legios bajo la máscara de tres objetos metafísicos: la libertad,
la voluntad general y el bien común” (R. Orza, (1973), Filosofía
del siglo XVIII: 12 y 13)

2 Una lectura crítica de Emilio y el Contrato social de Rousseau pone de manifiesto la


cautelosa formación que propone para Emilio, en tanto se juega la necesidad de con-
formar al sujeto civilizado, aquel “moralmente apto” para firmar el contrato social.
La educación de Emilio deberá proveer bases sólidas para forjar un sujeto autocon-
trolado, que introyecte “los límites que le imponen las cosas” y “los hombres”. Ver:
Figari, C., La concepción pedagógica-política de Rousseau: una lectura reflexiva de
Emilio y el Contrato social, Universidad Nacional de Luján, Secretaría de Extensión,
Departamento de Publicaciones e Imprenta, Luján, 2005.

74
Claudia Figari

El orden civilizatorio se hace orden escolar, tanto como la cuestión edu-


cacional moderna hegemonizará como cuestión escolar. El proceso de trans-
misión cultural expresa el peso civilizatorio de la reproducción cultural. Este
proceso ha dotado de legitimidad a la transmisión de saberes socialmente
considerados como válidos, en una relación de conocimiento que operaba
desde las generaciones adultas a las jóvenes (Durkheim, 1974). Asimismo,
lo anterior concierne al propio sentido adjudicado a la escuela, como ámbito
legitimado para la transmisión cultural, secundarizando una diversidad de
espacios que resultan sustanciales desde una lectura educacional crítica.3 La
escuela asume así un lugar estratégico, ya que provee bases sólidas para confi-
gurar al sujeto civilizado, moralmente apto para la división social y técnica del
trabajo y la ciudadanía. La socialización metódica de las jóvenes generaciones
por las adultas reenvía a la necesariedad del sistema escolar como formador
de conciencias, y al gobierno de la transmisión cultural. En el territorio de las
fábricas, las lógicas del disciplinamiento cultural afinarán sus dispositivos
para conformar a un sujeto que antes que nada se disponga a aceptar las re-
glas de juego que impone la maquinaria industrial.

Las formas del disciplinamiento laboral

El disciplinamiento laboral ha sido una vieja batalla cultural entre los


empresarios necesitados de una fuerza de trabajo que se disponga en pos de la
temporalidad fabril, y la incesante economía de tiempo. Esta situación, desde
los albores capitalistas supondrá la sofisticación de formas de adoctrinamiento
que se expresaron dentro y fuera de las fábricas. El proceso de trabajo capitalista
exigirá también la dominación cultural de la fuerza de trabajo. La formación del
salariado no ha sido una tarea menor, y ha exigido una articulación solvente en-

3 Desde esta perspectiva se interpelan las bases positivistas y neofuncionalistas que


subyacen en las concepciones pedagógicas esencialistas. Este enfoque asume una
visión autónoma, exterior y reproductora de la actividad educacional, despojando
la disputa de saberes de las formas de dominación capitalistas. No obstante, la he-
gemonía de este enfoque ha subsumido la cuestión educacional en tanto cuestión
escolar. Así, se silencian las bases reproductivistas de la dominación cultural en clave
civilizatoria.

75
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

tre disciplina y control empresarial. Solo a partir de este pre-supuesto la impo-


sición empresarial avanza ostensiblemente al acallar los focos de resistencia que
se multiplican con el capitalismo industrial4. Así, el disciplinamiento industrial
requiere de la estructuración del sujeto civilizado.
El orden fabril/civilizatorio provee bases sólidas para aceitar a la vez la
dominación material y cultural y se expresará certermente en la confección
de un sujeto a la vez asalariado y ciudadano. El orden civilizatorio moderno
especializará sus instrumentos hacia el siglo XX, cuestión que se expresa em-
blemáticamente en las modalidades que asume el disciplinamiento laboral
con la hegemonía tayloriana-fordiana. (Lopez Collazo, N., 2000)
El carácter universalizante/ homogeneizador del patrón civilizatorio mo-
derno, se constituye en un conector visible no sólo en el campo escolar, sino
también en la lógica del proceso de trabajo y de valorización del capital. La su-
balternización del saber y de la experiencia cultural ha concentrado la atención
del poder con el fin de normalizar patrones de transmisión y distribución cul-
tural. Normalizar el conocimiento socialmente válido y las formas de apropia-
ción, recoge un fuerte correlato en las formas en taylorianas de alcanzar eficacia
y eficiencia sobre la base de la extracción del saber obrero, y su normalización a
partir de lo que se denominó la “organización científica del trabajo”. En las pri-
meras décadas del siglo XX las concepciones manageriales de Taylor y de Ford
conjugan las formas del “progreso”, con la normalización del conocimiento en
la organización racionalizada. Los paradigmas taylorista y fordista, se inscriben
en la dirección de control del proceso civilizatorio, extremando las formas de
diferenciación sobre la base de una división técnica y social del trabajo llevada
al extremo. También, y en forma concurrente con lo anterior, las formas de la
normalización a través de una producción que se propone de grandes volúme-
nes y homogénea, logra un patrón homogeneizante en una “producción de ma-
sas para las masas”. Los correlatos entre normas de producción y de consumo,
consolidan las formas regulatorias del estado Keynnesiano con las economías
de tiempo extremadas del proceso de trabajo fordista.
La respuesta neoliberal a la crisis de los años 70 dinamiza nuevos me-
canismos regulatorios orientados a recomponer el patrón de acumulación y

4 Como postula E. Hobsbawn (1964), las reglamentaciones del vagabundeo, así como
la apropiación de todo medio de producción se constituyen en condiciones funda-
mentales para imponer como único medio de sobrevivencia el trabajo en la fábrica.

76
Claudia Figari

de dominación. Es en este sentido, que los conectores entre el taylorismo y


una neotaylorización suponen antes que nada poner en evidencia la recons-
titución de los mecanismos de control en el nuevo juego de interrelaciones.
Se trata de tomar en consideración concepciones corporativas empresariales
predominantes en el estado de desarrollo del capitalismo, en dialéctica con la
base técnica. Así, las diferencias cualitativas de una base técnica automatiza-
da con base en la electrónica requieren ser comprendidas en interrelación con
las formas de organización y las concepciones manageriales predominantes.
La complejidad sistémica que aporta una base técnica automatizada, se ex-
presa junto a recomposiciones operantes en las concepciones manageriales.
Es decir, la vía de la tecnificación y del control técnico se hace solidaria con la
reestructuración de las formas de control social imperantes.
En el toyotismo, las formas del control se especializan sobre la base de una
recomposición del orden empresarial recreado sobre la base de nuevos princi-
pios de organización. La nueva fisonomía de la dominación cultural se dispo-
ne a configurar nuevas subjetividades. Es decir, el nuevo control asociado a la
búsqueda de nuevos disciplinamientos. Y, allí también se verifica un andamiaje
que se sirve de lo técnico lo político y lo cultural. El requerimiento de nuevos
saberes se opera, no tanto en lo técnico, sino en cuanto a comportamientos y
adhesiones. En este escenario la compleja trama de sujeciones va delineando la
idea de un trabajador autónomo, que debe hacerse responsable, con un pues-
to extendido, y sobre todo, disponible. Esto involucra una recomposición del
espacio sociotécnico en el que el fortalecimiento de las interconexiones opera
a la vez, como instrumentación de controles y de las autocoacciones, y en un
contexto en el que el colectivo de trabajo aparece fuertemente mediado por el
reposicionamiento de las individualidades. En este sentido, el abordaje tanto de
la gestión de la calidad, de las políticas de formación (y de las nuevas “compe-
tencias necesarias”), como de las nuevas regulaciones orientadas a recomponer
la organización temporoespacial en el proceso de trabajo, conlleva, en definiti-
va, la instrumentación de nuevos mecanismos de control que coadyuvan en el
sostenimiento de nuevas matrices de disciplinamiento laboral.
Las estrategias orientadas a dotar de continuidad a los procesos, a la rá-
pida adecuación en términos de variedad y volúmenes, a la sensible reducción
del espacio necesario, a diferencia de las tecnologías de base mecánica, lo-
gran actuar certeramente en la superación de restricciones temporoespaciales

77
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

que imponía la organización taylorista y fordista. Esa superación se traduce


en una economía de tiempo que exacerba las intensificaciones del trabajo, a
partir de exigir crecientes disponibilidades y una la transferencia del riesgo
empresario hacia los trabajadores.
Las formas de explotación capitalistas, con la globalización, especiali-
zan, re-crean y sofistican los dispositivos para la dominación cultural. Las
actuales formas capitalistas de producción, y las prácticas corporativas em-
presariales5 con base en el toyotismo proponen así recomponer, adaptando a
los nuevos tiempos, el patrón de dominación material y simbólica. Es así que
emergen nuevas formas de disciplinamiento laboral. La ecuación que conjuga
el mérito, el esfuerzo personal, y la competencia con la conducta adaptativa y
disciplinada a las formas de autoridad, resulta camuflada tras la negación del
conflicto. El estudio de los sistemas corporativos empresariales y sus prác-
ticas aportan elementos potentes para el análisis, ya que la nueva dialéctica
entre lo técnico lo político y cultural estaría operando como nueva embestida
del control, solo que sofisticando la apuesta e invocando herramientas pode-
rosas en términos culturales: la comunicación, los dispositivos pedagógicos.
También, desde aquí se requiere analizar como se expresa la dialéctica entre
los soportes técnicos y los sentidos que se encauzan.

5 Por prácticas corporativas empresariales entendemos las formas materiales y simbóli-


cas a partir de las cuales de las empresas vehiculizan los principios estructurantes del
orden corporativo empresarial en la materialidad del proceso de trabajo. Nos referimos
a prácticas para dar cuenta de los vínculos orgánicos que se establecen entre los discur-
sos corporativos empresariales (que exceden las filiales locales, en el caso de empresas
trasnacionales) y la variedad, sofisticación y articulación de herramientas empresaria-
les que se constituyen en traductoras de los discursos corporativos en la cotidianeidad
del proceso de trabajo. En diversas investigaciones hemos avanzado sustancialmente en
esta conceptualización a partir de investigaciones realizadas en diversas empresas mo-
nopólicas, muchas de ellas trasnacionales: Proyecto PIP CONICET: “Reestructuración
de los mercados internos de trabajo y nuevas configuraciones profesionales. Perfiles,
Trayectorias educativas, profesionales y demanda de nuevas competencias”. Período:
2006/07, Ceil-Piette del CONICET “ (dirección Claudia Figari); Proyecto Ubacyt S808:
“Dispositivos de control social en contextos de modernización empresaria. Conflictivi-
dad laboral, negociación e imposición/lucha de sentidos“, Período: 2006/09, Facultad
de Ciencias Sociales, UBA “(dirección Claudia Figari).

78
Claudia Figari

Prácticas corporativas empresarias y lógicas de formaci-


ón: dispositivos pedagógicos empresariales

Las formas capitalistas contemporáneas, vía la globalización, afinan las


modalidades de control social en búsqueda de un re-disciplinamiento laboral
que se ajuste a los nuevos parámetros de competitividad y eficiencia. Así, se
puede constatar como tendencia en las empresas el impulso de matrices corpo-
rativas que, agiornadas a los nuevos tiempos, definirán reglas de juego claves
para derivar variados y heterogéneos dispositivos de control social y técnico.
Esas matrices corporativas, con claras filiaciones en la actual arquitectura del
capitalismo contemporáneo, especializan sin embargo sus prácticas corporati-
vas empresariales en contextos regionales y locales. Así la hegemonía neolibe-
ral junto a las formas toyotistas de explotación laboral (Antunes, 2005; Alves,
2006) se expresan a través de discursos y prácticas corporativas con concreción
en el proceso de trabajo. No obstante, un desafío para los estudios sociológicos
y pedagógicos críticos requiere hacer visibles las variadas mediaciones que se
constituyen en poleas de transmisión potentes para sostener la hegemonía em-
presaria sobre el trabajo. En este contexto, la problemática del control empresa-
rio sobre el trabajo se constituye en una problemática fundamental ya que opera
tanto en la esfera política-cultural como material para instalar formas proclives
a la colaboración y el consenso y acallar cualquier forma de resistencia obrera.
Como postula Edward, P.K; Scullion, Hugo (1977) cuando sostiene que el pro-
blema de la disciplina industrial es una cuestión central en la dirección empre-
saria, mucho más cuando aquella que se disponía en la organización tayloriana
y fordiana resulta no del todo adecuada.
La forma que asume la racionalidad instrumental (Horkheimer, M.,
2007) en el capitalismo contemporáneo, funda una certera estrategia a partir
de los fundamentos y herramental que provee la teoría del capital humano
(Frigotto, G., 1988) y el más potente pragmatismo traducido en una Peda-
gogía por objetivos tributaria de la tecnocracia más emblemática. Esa razón
instrumental recrea viejos dispositivos de control que operan como potentes
traductores de los saberes corporativos empresariales6. Así, las lógicas de for-

6 Las prácticas corporativas empresariales suponen una compleja red de agentes y


agencias con un rol significativo en la transposición de los saberes corporativos em-

79
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

mación corporativas, sustentadas en un esencialismo pedagógico, demandan


ser desnaturalizadas y sometidas a la crítica.
Las concepciones manageriales del “management participativo” y la
doctrina de la flexibilidad (laboral, tecnológica, productiva, organizacional)
se instituyen como principios normativos, en mancomunión, con el paradig-
ma de la calidad total -“sistema de mejora continua”- (Figari, 2004). Es desde
aquí que las prácticas corporativas se exponen especializando dispositivos de
control orientados hacia una esfera político-cultural y hundiendo su impron-
ta en la materialidad del proceso.
Los movimientos en la gestión del trabajo expresan el requerimiento empre-
sario de propiciar “un cambio cultural”. Es desde esta insistente recurrencia que se
pone de manifiesto la hegemonía empresaria, así como las articulaciones entre el
dominio cultural y sociotécnico. La cuestión pedagógica en tanto cuestión política
y técnica se constituye así en un potente codificador de los saberes requeridos, esto
significa también poner en evidencia las articulaciones entre los saberes técnicos y
aquellos de índole “moral reguladora”. La matriz de disciplinamiento reconoce estas
fuentes y demanda ser puesta al descubierto y sometida a la crítica.
La acción formadora en tanto acción política se constituye también en
una herramienta potente para la acción de resistencia y organización colecti-
va de los trabajadores. La formación crítica re-apropiada expresa un campo
de disputa por la imposición de sentidos y una batalla cultural capaz de dejar
al descubierto las formas manipulatorias para transponer los saberes corpo-
rativos, pero también para que se constituya en herramienta de transforma-
ción y lucha obrera.

presariales. Es decir, aquellos que sustentan al sistema de ideas imperante en tanto


principios estructurantes del orden corporativo empresarial. Se trata de la ideología
empresaria codificada. Los sentidos transpuestos, suponen un proceso pedagógico,
que opera en el nivel de las subjetividades provocando adhesiones y/o resistencias.
Los aportes de la Sociología y la Pedagogía crítica constituyen valiosas herramientas
teóricas y analíticas para desnaturalizar los mecanismos complejos que transponen
los saberes corporativos y los transforman en conocimiento oficial corporativo cons-
tituyéndose en el criterio de verdad que sostiene al orden empresarial. Desde nuestra
perspectiva, las prácticas corporativas empresariales presentan fisuras que requie-
ren ser visibilizadas por parte de los trabajadores. Más allá de la apuesta corporativa
empresaria, se desarrollan acciones de resistencia y modalidades de organización
colectiva que disputan con relación a las prácticas corporativas empresarias.

80
Claudia Figari

Colaboración(con la empresa) y competencia (entre tra-


bajadores). La producción de sentido corporativa

Las prácticas corporativas empresariales se sustentan en un conjunto de


saberes, agencias y agentes que posibilitan la difusión y sostenimiento del or-
den corporativo en la materialidad del proceso de trabajo. En este escenario,
la agencia pedagógica, área estratégica en la remozada gerencia de recursos
humanos, se constituye en un dispositivo potente ya que provee bases técni-
cas para transponer el conocimiento oficial corporativo.
De esta forma, la imposición de los saberes corporativos se expresa como
batalla política cultural pero también como proceso técnico. La meta se orien-
tará a buscar consenso y difundir los nuevos sentidos del disciplinamiento la-
boral. En esta apuesta empresarial, la batalla cultural se expresa también en la
apuesta hegemónica por convencer y conformar nuevas representaciones sobre
el trabajo y el sujeto que trabaja. La producción de con-senso reconoce una de
las batallas más claras para la creación y sostenimiento del nuevo orden em-
presario. Y de esta forma, los nuevos sentidos reconocen en la colaboración y la
competencia sus mejores aliados. Competir y colaborar resultan desde nuestros
hallazgos dos aspectos indisociables a transmitir a través de proceso técnico
codificador, que provee el dispositivo pedagógico (Figari, 2001).
Es aquí donde las raíces ideológicas que sustentan a la “alianza de la
nueva derecha” (como postula M. Apple) se encarnan logrando escindir su
operatoria conjunta. Es decir, las formas ideológicas del neoconservadurismo
y el neoliberalismo, más que resultar contrincantes, se sustentan mutuamen-
te y así serán capaces de operar, no sin fisuras, fortaleciendo los sistemas de
control social, y “liberando a los sujetos para fines económicos” (Apple, 1997;
Finkel, 1990). Si bien estas referencias deben ser leídas en el nivel de las for-
maciones sociales y de los procesos sociopolíticos y económicos de las últi-
mas décadas, en nuestros estudios localizados en grandes empresas se puede
constatar cómo estos sentidos son transpuestos a partir de mediaciones que
los especifican en contextos laborales situados. La tendencia individualizante
gobierna sólo si puede recrear, tras el autocontrol en el sujeto, o en la compe-
tencia entre trabajadores, la sujeción al nuevo orden empresario.
En la transposición de dichos sentidos se pone en juego un distancia-
miento entre sus correlatos, sustentada en una conversión conceptual que

81
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

encubre, tras el discurso valorizante del accionar instituyente de los trabaja-


dores, la macroinstitucionalidad que configura el sistema de control susten-
tado en los nuevos sistemas de gestión de la información. Si el autocontrol se
recrea en la “autonomía y la participación”, lo mismo acontece en la colabo-
ración invocada como máscara de la máxima disponibilidad por parte de los
trabajadores. Pero a su vez, la operatoria esencializante ajeniza autocontrol
y colaboración, opacando la síntesis ideológico-material más profunda. Más
que integración a la nueva institucionalidad empresaria, se trata de anticipar
la identificación, que debe ser capaz de medirse en las políticas de selección,
y también en los sistemas de formación del alto mando. La mitificación cor-
porativa gobierna en una recurrente disputa por distanciar los enunciados de
los propósitos subyacentes. Este distanciamiento que reifica sentidos y ocul-
ta necesita de un proceso técnico que traduzca las conversiones. Así, el mito
vela lo real, y configura un imaginario funcional a los propósitos encubiertos.
(Barthes, R: 1985; Adorno, 2007). El esencialismo corporativo encuentra en
las mitificaciones un aliado estratégico.
Resulta de interés poner de manifiesto con quien se colabora y con
quienes se compite: por un lado el comportamiento individual debe ceñirse
al empresario, y por otro, la colaboración debe expresarse en tanto competen-
cia entre trabajadores sustentada en el mérito y el esfuerzo individual en los
sectores de trabajo.
Las implicancias en el terreno de las relaciones laborales son contun-
dentes y su significación requiere de una lectura que las reconozca en el cam-
po de saber/poder en las organizaciones. La descolectivización construye un
nuevo colectivo bajo control empresario. En cambio la individualización de
las relaciones laborales no parece construir un nuevo colectivo entre los tra-
bajadores.
De esta forma, la colaboración y la competencia se “pedagogiza” en los
espacios de trabajo. Sin embargo, las fisuras gobiernan en un escenario que
multiplica las contradicciones derivadas del “management participativo” que
sustenta su accionar en la profusión de un control omnipresente, y se expresa
en la necesariedad de la completa disponibilidad e intensificación de a fuerza
laboral. La desnaturalización y crítica de las mitificaciones corporativas pro-
veen una vía fértil para la resistencia obrera.

82
Claudia Figari

Normalizar y diferenciar: jerarquías profesionales y “


distinciones simbólicas”

La colaboración y la competencia en tanto mitificaciones corporativas


encuentran en la normalización y la diferenciación otro anclaje estratégico
para enmascarar el conflicto entre el capital y el trabajo. Aquí las codificacio-
nes que provee el proceso técnico (que produce las conversiones conceptuales)
se encarnan en las clasificaciones. La clase supone la demarcación, la codi-
ficación, es la clave que reificará las diferencias naturalizando los criterios
de la demarcación. la legitimación es el proceso a través del cual se busca
aceptación y reconocimiento para el sostenimiento del sistema de clasifica-
ción imperante. Así, as distinciones simbólicas proliferan también desde las
propias matrices corporativas buscando líderes entre los operarios, y jóvenes
con potencial entre los profesionales.
La clasificación diferencia, la codificación homogeneiza universalizan-
do, es decir, oficializando el conocimiento al asignar un criterio de verdad.
Podríamos argumentar que aquello que sostiene el complejo proceso
técnico que define mecanismos de clasificación, codificación y legitimación,
se recuesta en definitiva en la búsqueda sistemática del control empresario
sobre el proceso de trabajo, que se expresa en tanto disciplinamiento labo-
ral. Es desde el control/disciplinamiento, que la síntesis material /política se
expresa: entre patrón de dominación y conocimiento oficial corporativo. Es
desde la lógica de control que se espera transformar, reproducir y sostener un
orden social/ profesional/ laboral. ¿Cómo se logra esto, y cómo opera la lógica
de control en la actualidad en el marco de lo que los empresarios denominan
la modernización empresaria o el cambio cultural?.
La capacitación y las configuraciones profesionales emergentes expli-
citan las nuevas jerarquías reificando la dialéctica entre normalización y se-
lectividad.
La “capacitación” constituye una potente herramienta corporativa y
queda asociada íntimamente a la instalación de un nuevo patrón discursivo
tendiente a conformar nuevas representaciones. La capacitación especializa
los dispositivos pedagógicos y se apoya para esto tanto en los conceptos “cor-
porativos” como “técnicos-gestionales”.

83
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

Más allá que se pretenda, desde el actor empresario, disociar la impronta


corporativa de la técnica, lo que queremos poner de manifiesto es la solvente
articulación entre ambas. Si la primera codifica y transpone la nueva filosofía
empresaria, “a todos”, la segunda tiene el objetivo de moldear las diferencias.
Y, tal como ya lo hemos anticipado, una lectura crítica supone reestablecer
los lazos “extraviados” entre ambas. La competencia técnica y disciplinadora,
transpone de esta forma, la dialéctica entre normalización (en lenguaje em-
presario, la apuesta por el “cambio cultural”), y selectividad en resguardo de
la disociación entre las funciones de ejecución, control y concepción desem-
peñadas sobre el proceso laboral.
El modelaje de los comportamientos deseados, no puede disociarse de la
formación técnico-especializada. Su disociación es el locus donde las posiciones
positivistas esencializantes abrevan, incluso en los análisis prolíferos que en la
última década se han ocupado de las competencias requeridas, en un sentido
técnico, pero disociadas de su contracara reguladora y disciplinadora.
Lo que resulta oculto en los análisis es aquello que ponía claramente al
descubierto Braverman en los años 70, apelando a la necesidad de ocuparse
más en los estudios sobre la división social del trabajo7.
El sello de “calificante” que se le atribuye a algunas empresas (junto a
las bondades del “aprendizaje organizacional” (Zarifian, 1994) parece señalar
un rumbo distante de su anclaje material y simbólico en el campo del saber/
poder. La positividad que asume la formación vela las articulaciones entre la
lógica técnica y social; distanciando el patrón disciplinador de las “nuevas
competencias tecnológicas-gestionales requeridas”.
En una diversidad de estudios realizados en grandes empresas localiza-
das en Argentina pudimos constatar una tendencia: “para todos” se impone
la capacitación corporativa y técnica-especializada, pero no, “para todos”, con
el mismo sentido y alcance. La especialización obrante resulta una labor cen-
tral para las estratégicas gerencias de recursos humanos. Desde nuestra tesis,
dicha diferenciación no puede considerarse disociada del orden clasificatorio
que se instituye, ni de la configuración de múltiples agentes pedagógicos a lo
largo de la estructura de mandos. Tampoco podría reconocerse en su sentido

7 La herencia de Naville y Touraine, en el tratado de Sociología del Trabajo reconocía


esta impronta, que resulta “opacada” en los estudios sobre aquello que se requiere
movilizar para ser “competitivos”.

84
Claudia Figari

más cabal si se la deslinda del impulso que asume la gestión individualizada


de las relaciones de trabajo y la descentralización de la negociación colectiva
llevada en el nivel de las empresas e incluso de los sectores de trabajo.
El desafío para la “nueva” gestión de trabajo es sostener a la vez un pa-
trón normalizador y producir las diferencias, fortaleciendo las selectividades.
La individualización de las relaciones de trabajo opera en este sentido bus-
cando adhesiones.
El imaginario que se promueve se expresa también como desafío para
la empresa: se debe correr el riesgo que el trabajador convertido en “colabo-
rador”, “piense y actúe desde su puesto como si fuera su propia empresa”. Lo
que aquí se pone al descubierto es cómo incluso opera una desconfianza en
la propia estrategia de enmascaramiento del conflicto. Y en este terreno la
capacitación se convertirá en un instrumento no sólo de enmascaramiento
sino también de vigilancia sobre los comportamientos que aún desde el cola-
boracionismo resulten disfuncionales.
De esta forma, la capacitación “para todos” esconde una capacitación
profundamente selectiva que contribuye en la arquitectura de las “nuevas cla-
sificaciones”. Resulta también de interés destacar, el grado de capitalización
que puede existir de la formación corporativa y especializada orientada a los
niveles inferiores, a los mandos medios o al alto management. Para los niveles
inferiores, se trata de una capacitación interna, asociada con las necesidades
más puntuales de los puestos. Son los profesionales, quienes deberán pedago-
gizar el nuevo sistema de gestión y difundirlo en tanto norma a ser aprehendi-
da por parte de los niveles inferiores de la estructura de mando.
El dispositivo pedagógico cobra centralidad por su potencialidad para
la codificación de los nuevos sentidos, que se traducen también en nuevas
configuraciones profesionales.
Asumir una visión crítica sobre la producción de sentido corporativa
y sus deslocalizaciones requiere de una posición no esencializada, capaz de
enhebrar el campo del saber/poder en el análisis de la racionalidad empresa-
ria que requiere, según hemos constatado, de la agencia pedagógica y clasifi-
catoria para el consenso.
La gestión por competencias reifica en su invocación generalista su sus-
tento en el nuevo orden clasificatorio que se instrumenta. El achatamiento
en las estructuras (que no significa evacuación de la estructura jerárquica y

85
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

de mandos) contribuye a la proliferación de “distinciones simbólicas” (en el


sentido que da P. Bourdieu, 1996) por fuera de las estructuras tradicionales de
clasificación profesional. Esas nuevas distinciones se expresan en tanto orden
clasificatorio derivado de las matrices corporativas.
La agencia pedagógica en las distintas categorías del mando tiende a
uniformizar o más bien a velar las distancias operantes de la división social
del trabajo: se dice: “son facilitadores en vez de supervisores, y son todos co-
laboradores, ya no trabajadores y gerentes”, por ejemplo. Pero esto se tensiona
al instalar en cada nivel jerárquico nuevas distinciones De esta forma, habrá
“líderes” (entre los operarios), o habrá profesionales con “más o menos po-
tencial” para entrar a programas definidos que les prometen el acceso a la
alta conducción. Las nuevas selectividades sumadas a las ya existentes son
aquellas que se expresan al interior de cada nivel jerárquico y grupo profe-
sional. Los sentidos de la “colaboración y la competencia” abrevan aquí con
fuerza resquebrajando la estructuración de grupos de trabajo constituidos in-
formalmente y/o tributarios de ciertas identidades colectivas.
La puesta en relación de los saberes requeridos (su naturaleza y alcance)
con el orden clasificatorio que se configura, explicita ciertos movimientos que
operan en las organizaciones modernizadas y que se sustentan mutuamen-
te. Nos referimos, por un lado, a las representaciones a configurar de “cola-
boración y competencia”, pero también a las modalidades de gestión y a los
contenidos de la formación expresados en la capacitación institucionalizada/
centralizada y descentralizada por un lado, y por otro en el sentido corporati-
vo y técnico respectivamente.
Estas contracaras en el orden de la capacitación, y de los sentidos a
construir operan dando arquitectura al movimiento / tensionamiento entre
homogeneización de la fuerza laboral y selectividad creciente. Lo que resulta
emblemático en la construcción del nuevo orden empresario es el extraña-
miento entre ambas facetas que requieren ser reintroducidas en el mismo
universo conceptual del cual son tributarias.
Las políticas y programas de capacitación, las representaciones a cons-
truir así como las políticas y gestión de la selección y movilidad de la fuerza
laboral, cada uno de estos aspectos (con sus facetas distanciadas) resultan a su
vez ajenizados en sus mutuas referencias. Su operatoria mancomunada permite
echar luz sobre las nuevas modalidades de uso y valorización del trabajo.

86
Claudia Figari

El cuadro que presentamos a continuación expone los aspectos más sig-


nificativos de las tendencias predominantes surgidas de nuestras investiga-
ciones. Asimismo se han querido reflejar las facetas disociadas concernientes
al uso y valorización del trabajo, analizadas.

Cuadro N º1 : La gestión de capacitación y el nuevo orden profesional


Modalidad de Naturaleza de Representaciones a Dinámicas de la
gestión la formación construir configuración profesional
Institucionalizada Corporativa Colaboración homogeneización
Descentralizada Especializada Autocontrol Selectividad

Formación crítica, resistencia y organización

Desde la Pedagogía y Sociología del Trabajo crítica la desnaturalización


y crítica a las matrices corporativas y el estudio de su incidencia en la fuer-
za laboral, exige intensificar las herramientas analíticas para desmitificar
aquellos sentidos que se velan enmascarando el conflicto entre capital y traba-
jo. Desde las prácticas corporativas empresariales, el proceso de naturalizaci-
ón se apoya en heterogéneos y variados mecanismos de manipulación que se
esfuerzan por distanciar los propósitos empresariales de los enunciados que
se esgrimen para provocar efectos de conciencia. Esos enunciados se expresan
en la prolífera producción de las áreas de recursos humanos, en las revistas
corporativas en los materiales de entrenamiento, pero también en los manu-
ales de procedimiento que derivan de las áreas ocupadas en las reingenierías,
los procesos y métodos de trabajo. Es decir, la efectividad que se espera lograr
sirviéndose de estos mecanismos manipulatorios, encuentra un anclaje polí-
tico cultural y técnico-productivo. Esta visualización es posible si se pone el
centro de atención en el proceso de trabajo de trabajo y valorización, y no se lo
sustrae de la disputa política analizada desde las relaciones de fuerza obrero-
patronales. Pero también, inscribiéndola en una disputa económica-política
fronteras dentro y fuera de las fábricas. Así, la Pedagogía empresarial puede
ser interpelada desde la Pedagogía crítica apropiada por los trabajadores or-
ganizados. Y, en este sentido se constituye en una herramienta solvente ya que
aporta bases conceptuales e instrumentales para la acción de resistencia. Des-
naturalizar los sentidos velados por el dispositivo pedagógico empresarial,

87
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

supone entonces evidenciar las operaciones político- técnicas que posibilitan


su transmisión. Así, la tecnicidad que habilita la transposición de saberes cor-
porativos, vehiculizada por los intelectuales orgánicos de las corporaciones
empresariales, conlleva tanto la identificación de las operaciones técnicas
que la posibilitan como la visibilización de las tecnologías materiales y sim-
bólicas que se emplean. El análisis crítico supone también la identificación
de las subversiones de sentidos que se operan en un proceso codificador que
posibilita esa subversión. Desde esta mirada, el proceso de sostenimiento de
la hegemonía empresaria se apoya en un proceso de producción de sentidos
corporativos que selecciona, transpone, distribuye y evalúa en que medida se
encarnan en los trabajadores los mensajes corporativos. El nuevo orden pe-
dagógico se sustenta en la producción de un “nuevo curriculum” que requiere
ser decodificado, y esta focalización se hace visible al analizar los soportes y
sentidos que le dan sustento. La pregunta por la “pedagogización del espacio
de trabajo” renueva, hoy más que nunca, la necesidad de distanciarse de los
esencialismos obstaculizantes para develar los múltiples recursos empleados
en el afán de sostener la hegemonía empresarial y acallar voces de resistencia
y organización colectivas.
El movimiento de la crítica antes descripto posibilita a su vez el reconoci-
miento de las fisuras que se derivan del montaje técnico-político operante para
sostener la hegemonía empresaria sobe el trabajo. Esas fisuras se expresan en
las formas que asume la subversión de sentido en la praxis laboral. Las ten-
siones, en tanto viejas tensiones, entre centralización/descentralización, indi-
vidualización y colectivización, homogeneización /diferenciación, igualación/
desigualación, gobiernan en la propia arquitectura del orden pedagógico, labo-
ral y profesional que se conforma desde las propias bases técnicas-productivas.
Asimismo, meritocracia, selectividad y competencia son caras de la misma mo-
neda cuando se enuncia la valorización de los recursos humanos y los saberes
necesarios (en tanto competencias), los modelos de profesionalización y gestión
de las carreras o la empatía necesaria para compartir un proyecto común con
objetivos comunes que unen a empresarios y trabajadores.
La formación crítica apropiada por los trabajadores en lucha se expresa
también en tanto batalla político-cultural y sienta condiciones para la resis-
tencia organizada. Desde esta perspectiva la formación político-gremial se
fortalece desde un esquema que provee insumos para un accionar colectivo.

88
Claudia Figari

Sin embargo, una precondición supone un trabajo analítico sistemáti-


co para develar las bases de sustento de la Pedagogía empresaria, entendida
como expresión de la dirección cultural-política que emana de las prácticas
corporativas empresarias y de la batalla por el sostenimiento del orden em-
presarial. La sofisticación de los dispositivos pedagógicos requiere, a su vez,
una agudeza en los análisis y una sofisticación de los recursos analíticos para
deconstruirla. Es decir, las formas que asume la explotación sistemática del
trabajo proveen los insumos indispensables para el análisis crítico y la acción
instituyente transformadora.
En síntesis, exponemos a continuación algunos de los puntos nodales
que, consideramos, requieren ser sometidos al análisis crítico:
Las condiciones de producción del nuevo disciplinamiento laboral
• El proceso de producción de sentidos corporativos, identificando
las operaciones técnicas y los sentidos que se transponen con la so-
fisticación del dispositivo pedagógico empresarial
• Los anclajes estructurales/materiales y políticos-culturales que po-
sibilitan la pedagogización corporativa del espacio de trabajo
• Las subversiones de sentidos que se posibilita partir del proceso
técnico-político que provee el dispositivo pedagógico
• Los efectos provocados en los trabajadores, con relación a la asignaci-
ón de sentidos que aportan con relación a las condiciones de trabajo
• Las fisuras que derivan del conjunto de dispositivos empresariales
corporativos que se orientan tanto hacia una esfera de intervención
política cultural como técnica productiva.
• La apropiación de la formación crítica por parte de los trabajadores
organizados
• Las formas de articulación entre la formación político-gremial crí-
tica y la praxis laboral
• La articulación entre formación crítica, acciones de resistencia y
organización de los trabajadores
• La lucha contra las corporaciones sindicales y empresariales, dentro y
fuera de la fábrica y en articularon con otros movimientos en lucha.

89
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

Conclusiones

La disputa corporativa empresarial por movilizar una nueva matriz


de disciplinamiento laboral se expresa en tanto disputa por sostener la he-
gemonía empresarial sobre el trabajo. Y, esta lectura no puede disociarse de
una mirada hacia el proceso histórico de largo alcance donde se expresa la
conjunción de la explotación material con la sofisticación de los modelajes
en los comportamientos adecuados vía la dominación cultural. Es desde esta
perspectiva que el debate por la matriz de disciplinamiento laboral no pude
despojarse de los fundamentos más estructurales del disciplinamiento social/
cultural en tanto expresión del patrón civilizatorio moderno.
De esta forma, la impronta recurrente de una racionalidad instrumental
teje su trama junto a la sofisticación de variados y sofisticados dispositivos de
control social y cultural y técnicos que se movilizan en múltiples espacios de
la actividad humana bajo el imperio del orden capitalista de producción.
El escenario fabril, y, en especial, la gran empresa concentrada se consti-
tuyen en un locus emblemático para dotar de visibilidad aquellos dispositivos
empresariales orientados al control de la fuerza laboral.
Las formas contemporáneas del capitalismo globalizado afinan así sus es-
trategias fortaleciendo la proliferación de prácticas corporativas empresariales que
orientan su accionar en una esfera técnico- productiva como político-cultural.
Las prácticas corporativas empresariales buscan efectividad con el fin de
dar sostenimiento al orden corporativo empresarial. Para ello se expresan nuevas
articulaciones entre la operatoria dispuesta en una y otra de las esferas señaladas.
Los mecanismos de control empresarial re-crean medios de encauza-
miento diferentes a aquellos que eran emblemáticos en las concepciones taylo-
rianas-fordianas. Entre esos mecanismos los dispositivos pedagógicos ganan
en eficacia a partir de su potencialidad codificadora. El carácter pedagógico
de la hegemonía, supone también aportar los mecanismos de manipulación
que proveen soportes potentes para transponer los saberes corporativos entre
los trabajadores. El movimiento operante de pedagogización del espacio labo-
ral demanda ser interpelado desde el análisis pedagógico y sociológico crítico.
Y, este movimiento se hace posible a partir de la conjunción de estrategias
descentralizadas de dominio y una importante centralización en los enclaves
que producen (recrean) las nuevas codificaciones.

90
Claudia Figari

Existe una acción mancomunada entre gerencias de recursos humanos, de


calidad y aquellas encargadas de las reingenierías, expresión de la importancia
asignada a la articulación entre enclaves de dominio que operan, no obstante,
hacia la esfera político cultural y hacia la materialidad del proceso de trabajo.
La desnaturalización y crítica de la pedagogía empresarial requiere ex-
plicitar sus fundamentos signados por una tecnocracia pedagógica que en-
cuentra base de sustento n las re-ediciones de la teoría del capital humano.
La racionalidad instrumental queda opacada, con el impulso que aportan las
formas manipulatorias que transponen los saberes corporativos y producen
subversiones de sentidos. Así, la “empatía” y la “co-participación” en la gesti-
ón del negocio aseguran el aprendizaje, en pos de la “mejora continua”. Tam-
bién, como hemos analizado la colaboración y la competencia se constituirán
en caras de una misma moneda que expresa los propósitos empresariales de
colaborar con la firma y competir con otros trabajadores.
El sostenimiento de la hegemonía empresaria instituye un nuevo orden
pedagógico-normativo, que es deslocalizado sobre la base de la existencia de
agencias y agentes que tributan en una particular división de trabajo de con-
trol político- cultural y tecno-productivo.
El estudio de los sentidos codificados y de los soportes codificadores
requiere distanciarse de la perspectiva esencialista que obtura la problemati-
zación sobre las concepciones ideológicas que dan sustento al orden estableci-
do. Nuestra mirada ha puesto de manifiesto las relaciones existentes entre los
sentidos a transponer (la colaboración y la competencia), las modalidades de
gestión (articulando centralización y descentralización) y los efectos sobre las
condiciones de empleo, trabajo y profesionalización (que operan en el sentido
de las exclusiones, normalizaciones y selectividades).
La Pedagogía del trabajo crítica aporta herramientas conceptuales para des-
naturalizar los sentidos velados tras la operación tecno-simbólica que provee el
dispositivo pedagógico empresarial. Asimismo, se constituye en una herramienta
eficaz para los trabajadores organizados en tanto articuladora de una formación
crítica orientada a una práctica transformadora de resistencia organizada.

91
Prácticas corporativas empresariales y disciplinamiento social/cultural:
desnaturalización y crítica a la pedagogía empresaria

Bibliografía

Adorno, TH,(2007), Dialéctica de la ilustración, Akal, Madrid

Alves,G. (2006), Crise Estrutural do Capital, Trabalho Imaterial e Modelo de Competencia: notas
dialeticas, En: Trabalho e educacao. Contradicoes do Capitalismo Global, Prometo Editorial Praxis,
Brasil.

Antunes, R (2005), Los sentidos del trabajo, Buenos Aires, Ed. Herramienta.

Barthes, R. (1985), Mitologías, Ed.Siglo XXI, México

Bourdieu, P. (1996), Cosas dichas, Gedisa Editorial, Barcelona Págs. 83-92: La codificación

Braverman, H. (1974), Trabajo y capital monopolista, Nuestro tiempo, México. Caps.1-3

Durkheim, E. (1974), Educación y Sociología, Schapire Ediciones, Buenos Aires

EDWARS, P.K. y SCULLION, H. (1987): La organización social del conflicto laboral. control y
resistencia en la fábrica, Ed. Centro de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,
Madrid.

Elías, N. (1993), El Proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas,


Ediciones FCE, Argentina

Elías, N. (1997), Sobre el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México.

Figari, C. (2000), El problema del orden y la construcción del sujeto en el discurso civilizatorio
moderno. Una lectura reflexiva retomando a Norbert Elías, Mimeo, Buenos Aires

Figari, C, (2001), “Lógicas de formación y de calidad en la modernización empresaria”, Revista


Estudios del Trabajo, Núm. 22-segundo semestre-, Asociación Argentina de Especialistas en
Estudios del Trabajo-ASET-, Buenos Aires.

Figari, C; Dellatorre, G. (2005), La cuestión educacional en la modernidad: discursos legitimadores


de la dominación cultural, Universidad Nacional de Luján, Secretaría de Extensión, Departamento
de Publicaciones e Imprenta, Luján.

Figari, C., La concepción pedagógica-política de Rousseau: una lectura reflexiva de Emilio y el


Contrato social, Universidad Nacional de Luján, Secretaría de Extensión, Departamento de
Publicaciones e Imprenta, Luján, 2005.

Figari, C. (2004), “Saberes, sujetos y posiciones en el nuevo orden empresario: Dispositivos de control
y configuraciones profesionales emergentes”, Tesis Doctoral, Universidad de Buenos Aires, Facultad
de Filosofía y Letras, Área: Ciencias de la Educación.

92
Claudia Figari

Finkel, S., (1990), “Crisis de acumulación y respuesta educativa de la “Nueva Derecha”“, Revista
Argentina de Educación, RAE N 14, Bs. As

Frigotto, Gaudencio (1988), La productividad de la escuela improductiva, IICE, Miño y Dávila,


Madrid.

Foucault, M., (1984), Vigilar y castigar, México, Siglo XXI.

Heinich, N. (1999), Norbert Elías. Historia y Cultura en Occidente, Nueva Visión, Buenos Aires.

Horkheimer, M. (2007), Crítica de la razón instrumental, Terramar, La Pata.

Kuenzer, A. (1989), Pedagogia da fabrica. As relacoes de producao do trabalhador, Cortez Editora,


3era Ed, Sao Paulo, Brasil.

Lopez Collazo, Nestor (2000), “Fordismo: un patrón de dominación social”, Revista Herramienta,
Bs.As.

Montes Cató, Juan y Pierbattisti, Damián (2007). “Relaciones de poder y disciplinamiento en los
espacios de trabajo. Un estudio sobre la dominación en empresas de telecomunicaciones. En:
Revista Estudios del Trabajo, Núm.33-primer semestre-, Asociación Argentina de Especialistas en
Estudios del Trabajo-ASET-, Buenos Aires

Mumford, L. (1963), Técnica y Civilización, Madrid, Alianza.

Orza R.(1973), La filosofía en el siglo XVIII, Antología, CEAL.

93
4

A reestruturação produtiva e
o imbróglio das competências
Roberto Leme Batista1

E ste texto analisa o contexto de emergência da noção de competências, ou


seja, o processo histórico em que ocorre um deslocamento do conceito de
qualificação para o de competências. A negação da qualificação e a afirmação
da noção de competências inserem-se na perspectiva neoliberal que elege o
indivíduo como sujeito principal das relações sociais, negando qualquer pos-
sibilidade do coletivo se afirmar. A noção de competências é “irmã siamesa”
do conceito de empregabilidade e, juntos constituem-se em conceitos chaves
da ideologia que norteiam as políticas públicas de formação profissional na
era neoliberal.

A mundialização do capital em processo

O contexto da mundialização do capital traz no lastro de seu metabo-


lismo sócio metabólico o processo de reestruturação produtiva, com um his-
tórico de extrema complexidade e desdobramentos heterogêneos. A mundia-
lização do capital é o processo de desenvolvimento do sistema do capital nas
últimas décadas, contexto de predominância absoluta do capital financeiro.

1 Roberto Leme Batista – doutorando em Ciências Sociais pela UNESP-Marília, prof. As-
sistente no Departamento de História da FAFIPA/Paranavaí – rlbatista07@uol.com.br

95
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

Cito Chesnais (2005, p. 21):

A consolidação da mundialização como um regime institucio-


nal internacional do capital concentrado conduziu a um novo
salto na polarização da riqueza. Ela acentuou a evolução dos
sistemas políticos rumo à dominação das oligarquias obce-
cadas pelo enriquecimento e voltadas completamente para a
reprodução da sua dominação.

Nesse sentido, o brilhante economista francês enfatiza que por processo


de acumulação financeira “entende-se a centralização em instituições espe-
cializadas de lucros industriais não reinvestidos e de rendas não consumidas,
que têm por encargo valorizá-los sob a forma de aplicação em ativos financei-
ros – divisas, obrigações e ações – mantendo-os fora da produção de bens e
serviços” (CHESNAIS, 2005, p. 37).
A mundialização do capital constitui-se em um processo de desenvolvi-
mento capitalista cuja hegemonia pertence a uma fração do capital, que para
Alves (2002, p. 1) é “capital financeiro no sentido de capital especulativo-pa-
rasitário que tende a imprimir sua marca sob as demais frações do capital”.
Nesse contexto impõe-se uma afirmação ideológica, segundo a qual, ha-
veria uma importância da educação básica para a formação profissional dos
indivíduos. Nesse sentido, ganha posição uma visão segundo a qual haveria
uma centralidade da educação, sobretudo porque a esta caberia a formação
da força de trabalho, construindo as “competências” para atender as necessi-
dades do mercado.
Essa ideologia uniformiza as mudanças no sistema produtivo, fazendo
crer na universalização do caráter sistêmico da reestruturação produtiva.
Documentos das agências multilaterais, como o Banco Mundial, UNESCO,
CEPAL, OIT/CINTERFOR recomendam, financiam e supervisionam as polí-
ticas educacionais dos países da periferia, que procuram adaptar-se de forma
subalterna à mundialização do capital.
Essas agências acabam sendo hegemônicas, pois suas políticas e ações
são endossadas nos âmbitos internos desses países por amplos setores da
sociedade. Ou seja, não só os Estados encampam as “recomendações”, mas
importantes organizações da sociedade, sobretudo as do capital, como é o

96
Roberto Leme Batista

caso da Confederação Nacional da Indústria - CNI no Brasil, encampam e


reproduzem em seus documentos as referidas “recomendações”, melhor seria
chamá-las de imposições.
O fato é que estamos diante de um acirrado debate sobre as novas exi-
gências para formação da força de trabalho no contexto da reestruturação
produtiva e das conseqüentes transformações que atingiram o mundo do
trabalho2. O debate atual no âmbito da sociologia do trabalho e da educação
retoma antigas questões sobre o problema da qualificação, ao mesmo tempo,
em que novas questões se colocam para serem investigadas.
A ideologia da educação profissional presente em diversos documentos ofi-
ciais que consolidam a legislação da educação e garantem a nova institucionalida-
de da educação profissional apresenta em síntese, os seguintes pressupostos:

Há um consenso nacional: a formação para o trabalho exige


hoje níveis cada vez mais altos de educação básica, geral, não
podendo esta ficar reduzida à aprendizagem de algumas habi-
lidades técnicas, o que não impede o oferecimento de cursos
de curta duração voltados para a adaptação do trabalhador às
oportunidades do mercado de trabalho, associados à promo-
ção de níveis crescentes de escolarização regular. Finalmente,
entende-se que a educação profissional não pode ser concebi-
da apenas como uma modalidade de ensino médio, mas deve
constituir educação continuada, que perpassa toda a vida do
trabalhador (Plano Nacional de Educação, MEC, 2000, p. 57,
grifos nossos).

Como se vê a educação profissional é apresentada como remédio para


os mais diferentes sintomas da sociabilidade, como o desemprego, sendo a
noção de competência, cujo foco é o indivíduo, que garante o lineamento ide-
ológico dessa panacéia. Disso trataremos na sequência.

2 Remeto os interessados em aprofundar o debate sobre as transformações do mundo


do trabalho aos seguintes autores: Alves (2000 e 2007), Antunes (1995 e 1999), Gou-
net (1999), Coriat (1994) e Harvey (1994).

97
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

A reestruturação produtiva e a emergência da noção de


competência

A noção de competência é um dos imbróglios das transformações que o


mundo do capital promoveu nas últimas décadas. Essa noção surge no espaço
da fábrica, no contexto da reestruturação produtiva, mas dissemina-se para
a totalidade social.
Essa noção aparece na esfera do trabalho nos últimos vinte anos, mas
obteve uma expansão extraordinária, pois se expandiu juntamente com a re-
estruturação produtiva. Dadoy (2004, p. 106) afirma que no mundo do tra-
balho essa noção é usada tanto no singular – competência –, como no plu-
ral – competências –, reiterando que no mundo do trabalho atual a noção de
competência foi emprestada da “ergonomia e da sociologia, após uma longa
evolução, (...) ao longo da qual a noção se aplicou a objetos diferentes, em con-
textos muito diversificados e com acepções particularizadas”.
Evidente que a história e também a trajetória da noção de competência varia
de um país para outro, assim como acontece com o complexo de reestruturação
produtiva. Embora Dadoy refira-se à França, é interessante notarmos que “... o
termo competência conheceu diferentes definições e empregos, matizados por
problemas concretos particulares, sem que os usuários se preocupassem muito
com a confusão que essas acepções específicas produziam” (idem, p. 106).
O uso da noção de competência na empresa difere com a acepção da
noção em outras esferas da sociabilidade. Na empresa essa noção diz respeito
a demandas de saberes específicos para o exercício da atividade profissional
no posto de trabalho, enquanto que em outras esferas a noção de competência
adquire um caráter genérico.
Na esfera do trabalho a primeira dimensão da noção de competência
diz respeito ao saber-fazer e três partes da gestão da força de trabalho são
mobilizadas, isto é,

a das capacidades profissionais exigidas pela organização do trabalho


e pelo processo de produção; a de sua localização e das modalidades
de sua construção; e a das modalidades de seu reconhecimento. Ou

98
Roberto Leme Batista

seja: (a) a questão da organização do trabalho; (b) a questão da for-


mação; (c) a questão da remuneração (idem, p. 107).

A noção de competência disputa espaço com a de qualificação, sobrepon-


do-se a essa última. De tal forma que estamos diante de um revigoramento des-
sa noção, que se afirma como a ideologia do capital tanto no âmbito da produ-
ção quanto na educação como instância privilegiada da reprodução social3.
Para Zarifian (2001, p. 56), ao contrário da maioria dos autores, a com-
petência não pressupõe a negação da qualificação, mas o reconhecimento do
valor desta. Nesse sentido, afirma que:

A competência não é uma negação da qualificação. Pelo contrá-


rio, nas condições de uma produção moderna, representa o ple-
no reconhecimento do valor da qualificação. (...) a competência
individual não é nada sem o conjunto de aprendizagens sociais
e de comunicações que a nutrem de todos os lados: a montante,
na formação do indivíduo e no preparo coletivo das situações de
trabalho; no imediato nas redes de comunicação que o indiví-
duo pode mobilizar para enfrentar uma situação algo complexa;
a jusante, nos balanços e nas avaliações conjuntas que podem
ser feitas pelas pessoas envolvidas na situação.

Para esse autor a lógica competência promove uma situação em que “o


trabalho reverte ao trabalhador” (idem). Nesse sentido promove uma ruptura
com o taylorismo, pois esse prendia o trabalhador no posto de trabalho, ou
seja, a qualificação estava no posto e o trabalho constituía-se de uma lista pré-
definida de operações que o trabalhador tinha que executar.

3 Entendemos a categoria de reprodução social na perspectiva do filósofo György


Lukács que afirma: “um dos resultados mais importantes a que chegamos é que os
atos do trabalho, necessária e continuamente, remetem para além de si mesmos. En-
quanto na vida orgânica as tendências para preservar a si e à espécie são reprodu-
ções em sentido estrito, específico, ou seja, são reproduções daquele processo vital
que perfaz a existência biológica de um ser vivo. Enquanto, portanto, neste caso só
mudanças radicais do ambiente provocam, via de regra, uma transformação radical
destes processos, no ser social a reprodução implica, por princípio, mudanças
internas e externas” (Lukács, 1981, p. 1, grifos nossos).

99
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

Mais ainda, afirma Zarifian:

a ruptura com a visão taylorista é virtualmente radical: onde o


taylorismo isolava (em cada posto, em cada função) e dividia
(a cada um, um fragmento específico de responsabilidade, um
território segmentado), a comunicação em torno dos eventos
e do serviço aproxima e leva a compartilhar (os saberes, as
ações, as responsabilidades, as avaliações) (idem).

O autor segue suas análises pondo ênfase à mudança radical que traz
a “lógica competência” focada no indivíduo em relação à qualificação, cujo
modelo se fundava no posto de trabalho, ou seja, à forma como essa se confi-
gurava no taylorismo-fordismo. Nesse sentido, afirma:

a competência é realmente a competência de um indivíduo (e


não a qualificação de um emprego) e se manifesta e é avalia-
da quando de sua utilização em situação profissional (a relação
prática do indivíduo com a situação profissional, logo, a maneira
como ele enfrenta essa situação está no âmago da competência)
(...) [que] só se revela nas ações em que ela tem o comando des-
tas últimas (...) Em outras palavras, a competência só se mani-
festa na atividade prática, é dessa atividade que poderá decorrer
a avaliação das competências nela utilizadas (p. 67).

Embora as competências sejam aquisições de habilidades essas passam


a constituir-se em atributos individuais, as mesmas constituem-se de conhe-
cimentos que se formam socialmente, pois, para esse sociólogo francês,

Competências apóiam-se em conhecimentos (em corpos de


saberes) que nutrem sua dinâmica de renovação. Ora, esses co-
nhecimentos formam-se socialmente e, (...) o êxito das ações
deve remeter a uma dialética de interdependência forte entre
competências e conhecimentos, mobilizada por fontes e atores
diferentes (p. 68).

100
Roberto Leme Batista

Zarifian afirma que a competência não é outra coisa senão a capacidade


que tem o indivíduo para tomar iniciativa e assumir responsabilidade diante
de situações profissionais concretas, com as quais o mesmo se depara.
O autor parte da premissa que com isso a prescrição cai por terra, e que
ocorre “a abertura de espaço para a autonomia e a automobilização do indiví-
duo” (idem). Nesse sentido, afirma que:
É indiscutível que a exigência de competência significa passar a um
novo patamar em matéria de envolvimento do indivíduo em seu trabalho.
(...) podemos enunciar esse envolvimento de modo positivo: o indivíduo pode
reencontrar plenamente o interesse por um trabalho no qual se envolve (idem,
p. 69, grifos nossos).
Entretanto, Zarifian não esclarece se o indivíduo é livre, se possui alter-
nativa, ou se está preso à imposição do capital, à lógica do exército industrial
de reserva, ou seja, do desemprego. Afinal, foge desses problemas esclarecen-
do-nos que não se trata “de saber em que medida ele [o indivíduo] é ou não
livre, [pois] não trataremos de saber se o indivíduo tem alternativa”. Enfatiza,
entretanto, a importância do envolvimento afirmando que “mesmo forçado,
o envolvimento pessoal do indivíduo (enquanto sujeito de ações) é essencial e
inevitável”, afinal, sem o envolvimento do indivíduo a mobilização por com-
petência não pode se efetivar.
Zarifian relata que a “a utilização da lógica competência”, as mudanças no
perfil e exigências de novas habilidades do trabalhador “recorre intensamente a
dois conceitos, muitas vezes empregados um pelo outro: o da competência social
e o do saber-ser”. Quanto ao primeiro conceito explicita o autor que o mesmo
constitui-se de “uma abordagem que enfatiza os traços de personalidade e as
aptidões do indivíduo” aptidões que seriam inatas principalmente aos olhos da
empresa e que permanecem estáveis ao longo do tempo, pois, “é a personalida-
de ‘profunda’ e estável do indivíduo que se procurará avaliar, considerando-se o
indivíduo em sua totalidade, em seu ‘ser’” (p. 146).
Quanto ao segundo conceito, segundo explicita Zarifian, constitui-se
de “uma abordagem que ‘enfatiza o comportamento e as atitudes, ou seja, a
maneira como um indivíduo apreende seu ambiente ‘em situação’, a maneira
como ‘se comporta’”. Essa abordagem, na visão do autor em questão, bus-
ca entender o indivíduo por meio de uma visão parcial e manifesta, já que
“supõe-se que o comportamento é adquirido e pode evoluir (...). Não é o ‘ser’

101
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

que se procura apreender, mas o modelo de conduta diante de dado ambiente”


(p. 147, grifos nossos).
Curiosamente uma concepção que visa apreender não o ser, mas o mo-
delo de conduta irá dizer “que alguém tem autonomia”, que revela através de
seu comportamento, saber conduzir-se de forma autônoma. Nessa concepção
o que dá sustentação e estabilidade ao comportamento do indivíduo é sua
atitude, a maneira como se comporta diante da realidade em geral e não ape-
nas diante de particularidades. Nesse sentido, a atitude é definida como um
comportamento que se manifesta individualmente, “mas admite-se, sem em-
bargo, que ela é social, não apenas porque foi produzida em um meio sócio-
cultural específico, mas também porque denota certa maneira de se posicio-
nar nas relações sociais” (idem, p. 147).
Razão pela qual para Zarifian é na perspectiva do comportamento e das
atitudes e não na dos traços da personalidade e das aptidões que a lógica com-
petência encontra sua legitimidade. Em síntese o indivíduo precisa mesmo é
saber-ser.
O deslocamento real da noção de qualificação para a noção de compe-
tência não é meramente um efeito discursivo, pois implica em transformações
no âmbito das empresas, “por uma modificação nos processos de definição
dos postos de trabalho, nos níveis de classificação e nos modos de recruta-
mento. As definições de postos são mais vagas e as descrições das atividades,
mais amplas (WITTORSKI, 2004, p. 76).
Esse fato é importante, pois revela que há um abandono dos sistemas
de descrição de tarefas específicas, típicas da fase fordista-taylorista. Portan-
to, no modelo das competências ocorre uma ruptura com os pressupostos da
certeza e com a previsibilidade dos comportamentos, os empregadores aban-
donam a antiga estrutura profissional dos operários fabris, assim como as
formas de qualificação tradicionais e põem foco na competência, na ação do
indivíduo ou do coletivo em uma dada situação concreta.
Entretanto, podemos afirmar que na história do processo de controle
do capital sobre o trabalho, em diferentes formas da organização e gestão do
trabalho, o capital sempre demandou uma força de trabalho dócil e adaptável
“capazes de se inserir em grupos de trabalho”. Nesse sentido, não há novidade
na ideologia do aprender a ser, ou do saber-ser, pois esta perspectiva de pensar

102
Roberto Leme Batista

a competência simplesmente reafirma o processo de dominação do capital


por meio da “captura” da subjetividade do trabalho.
A noção de competência é um dos mecanismos que permitem aos em-
pregadores aprofundarem o processo de “captura” da subjetividade dos indi-
víduos ou coletivos de trabalhadores, apropriando-se da afetividade.
Desta forma, no contexto da reestruturação produtiva, instaura-se a ló-
gica da competência comportamental e também relacional, os trabalhadores
passam através de seus grupos de trabalho a se comunicarem, trocarem in-
formações entre os grupos e também com a chefia. Nesse sentido, ora o cons-
trutivismo de Piaget, ora a teoria linguística são elementos fundamentais de
suporte teórico da noção de competência, pois a ênfase principal dessa noção
centra-se nos saberes comportamentais e relacionais.
Desde a instauração da crise de produção e acumulação do capital a
partir da década de 1970, os empregadores já demandavam trabalhadores
adaptáveis e com capacidades para se inserirem nos grupos de trabalho, de
tal forma que os chamados saberes relacionais sempre fizeram parte das qua-
lidades esperadas pelos empregadores, que mantêm o discurso focado sobre o
saber-ser no contexto da reestruturação produtiva.
Cito Dadoy (2004, p. 124):

Apesar das mudanças que afetaram os sistemas de produção


nos últimos 30 anos, apesar da introdução de novas tecnolo-
gias, apesar dos constrangimentos mais fortes nas exigências
de qualidades das prestações de serviços e dos produtos, apesar
da contenção dos efetivos e da intensificação do trabalho, ape-
sar do aumento dos níveis de formação, finalmente, o saber-ser
é sempre um dos primeiros requisitos entre as qualidades da
mão-de-obra em todos os postos de trabalho. É uma constante
do discurso patronal.

Entretanto, o que é surpreendente no contexto da reestruturação produ-


tiva é o fato dos empregadores falarem mais do saber-ser do que dos saberes
técnicos. Apesar dos chamados saberes comportamentais e relacionais serem
a base do trabalho coletivo, pois são determinantes nas atitudes dos sujei-
tos que trabalham – o processo de cooperação depende desses saberes – de

103
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

tal forma que as ditas qualidades comportamentais e relacionais (saber-ser)


constituíram em importantes requisitos no processo de trabalho, ou seja es-
ses saberes sempre foram complementos do saber-fazer. Apenas no contexto
recente os saberes comportamentais e relacionais adquiriram autonomia no
discurso do capital.
De tal forma que a ênfase extremada do discurso empresarial no saber-
ser, ou seja, nas competências comportamentais e relacionais em detrimento
do saber-fazer é sintoma de uma crise de sociabilidade que se expressa na
esfera do trabalho, sobretudo na dificuldade para as empresas recrutarem os
novos trabalhadores a serem contratados.
O próprio capital produziu essa crise de sociabilidade, pois conduziu o mun-
do dos homens a um sócio-metabolismo que se configura uma barbárie social.
Cito Alves (2007, p. 177):

A barbárie social tende a ‘dissolver’ as perspectivas transcen-


dentes da práxis cotidiana, sedimentando afetos regressivos na
subjetividade das individualidades de classe. Por isso, ela (1)
corrói a memória histórica e os laços com as experiências do
passado. Além disso, (2) submete os homens a formas agudas
de fetichismo, com destaque para os valores-fetiches e os trá-
ficos de afetos regressivos, como o medo, que sedimentam os
consentimentos espúrios exigidos pelo espírito do toyotismo
sob a ordem neoliberal.

No contexto da reestruturação produtiva, ao contrário do que ocorria


na época da produção taylorizada, em que as empresas visavam à contratação
de uma força-de-trabalho adaptável, por isso misturavam trabalhadores que
falavam línguas diferentes pois, com os trabalhadores imigrantes era possível
“alternar, nas esteiras rolantes, trabalhadores de nacionalidades diferentes, a
fim de impedir as discussões nefastas à cadência e suscetíveis de criar algum
tipo de solidariedade prejudicial à paz da empresa” (DADOY, 2004, p. 126).
Entretanto, essa autora ressalta que tal critério de seleção é impensá-
vel no contexto da reestruturação produtiva, razão pela qual as empresas, no
caso da França, buscam “a prática oral e escrita do francês, mas também as
qualidades que favorecem a coerência do coletivo de trabalho” (idem).

104
Roberto Leme Batista

Historicamente a formação da força de trabalho sempre ocorreu de for-


ma mais intensa no processo de trabalho, no local de trabalho, com os operá-
rios habilidosos mais antigos ensinando os mais jovens. Ou seja, o capital, no
contexto da organização do trabalho fundada no taylorismo-fordismo, apro-
veitava-se da qualificação decorrente dos saberes e dos saber-fazer desenvol-
vidos nos postos de trabalho. A assim chamada formação profissional ocorria
na base da produção, no chão da fábrica, ou seja, era no local de trabalho que
o saber-fazer era gerado e transmitido. Portanto, era no local de trabalho que
efetivamente se construía os saber-fazer.
No contexto da rigidez fordista-taylorista de organização do trabalho o
processo de recrutamento dos jovens a serem inseridos na profissão era fre-
quentemente feito por um operário qualificado ou então pelo contramestre,
que selecionava os jovens do ambiente social de sua convivência. Não havia a
necessidade de tornar explícitos os critérios de seleção, pois quase sempre os
recrutados pertenciam a reservas de emprego restritas, residindo próximos
da empresa. Dessa forma, “o empregador que contratava já conhecia, mais ou
menos, os jovens a serem selecionados, antes mesmo que tivessem colocado o
pé na empresa” (DADOY, p. 127).
Naquele contexto histórico o processo de socialização para o trabalho
era mais forte e intenso do que no contexto da reestruturação produtiva. O
processo de socialização para o trabalho ocorria desde a família.
Cito Dadoy (2004, p. 128):

não era raro o jovem adotar o ofício do pai. Uma preparação


para o trabalho e para o ambiente de trabalho operava-se, as-
sim, informalmente na família. Hoje, só raramente esse é o
caso (...) Hoje, a distância entre o trabalho do jovem e o tra-
balho de seus pais aumentou consideravelmente. O jovem se
encontra mais entregue a si mesmo.

Entretanto, a formação profissional efetivada nos postos de trabalho,


entra em crise com o processo de evolução constante dos postos, decorrentes
das profundas transformações do mundo do trabalho. Ou seja, com a crise
de acumulação do capital a partir dos anos 1970, a noção de qualificação vai
ser gradativamente questionada o que leva a um esvaziamento do conceito,

105
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

fundamentalmente em decorrência de uma perda de referências na definição


dos postos de trabalho (ROCHE, 2004, p. 39).
Doravante assistimos no contexto da reestruturação produtiva a uma
ênfase ao “recurso das dimensões pessoais” que implica nas formas de orga-
nização que exigem dos trabalhadores autonomia, iniciativa, responsabilida-
de e criatividade. Por mais que isso seja uma retórica ideológica é o que faz o
toyotismo e seus nexos organizacionais (Just-in-time, kanban, kaizen).
Para Helena Hirata (1994) a lógica competência possui a virtude de res-
pondendo à crise da noção de posto de trabalho, colocando em primeiro pla-
no o sujeito do processo de trabalho, isto é, põe-se a ênfase no trabalhador,
tirando a centralidade do posto de trabalho e colocando-a sobre o indivíduo,
suas virtudes e qualidades. Portanto, para Hirata haveria uma positividade
na lógica competência.
A reestruturação produtiva impõe um nível maior de exigência dos
saberes relacionais e comportamentais e um padrão mais alto de coopera-
ção. Os empregadores partem para esse tipo de exigências em decorrência
dos problemas relacionais e comportamentais presentes no atual estágio de
sociabilidade. Nesse contexto os saberes técnicos tornaram-se muito mais
abundantes e baratos, enquanto que os saberes comportamentais e relacio-
nais mergulharam numa crise sem precedentes.
A reestruturação produtiva impõe também um nível maior de responsa-
bilização dos sujeitos, uma interiorização dos objetivos da empresa, uma exi-
gência de participação nos círculos de controle da qualidade, de comunicação
com a hierarquia e com os colegas. O processo de reestruturação produtiva
impõe também gradativamente os usos dos termos “saber” e “competência”
em substituição aos termos “conhecimento” e “qualificação” que marcaram o
contexto taylorista-fordista.
A noção de competência, portanto se encaixa perfeitamente nos pressu-
postos e nexos organizacionais do toyotismo, que é o momento predominante
da reestruturação produtiva. Enquanto a noção de qualificação diz respeito à
visão estática do mundo do trabalho taylorista-fordista, a noção de competên-
cia é apresentada sempre associada a termos como “novo”, “inovação”, “mu-
dança”, “mutação”, “evolução”, ideologicamente aparece sempre associada a
idéia de “transformação” (ROCHE, 2004, p. 38).

106
Roberto Leme Batista

Portanto, a noção de competência diz respeito à forma que o capital adota


para responder à crise de produção e de acumulação. Essa noção é extremamen-
te recente, tendo surgido e evoluído na França depois de 1985. Pois, foi nesse
contexto que “a educação nacional [francesa], constatando que os empregado-
res preferiam falar mais de competência que de qualificação, decide renunciar
ao termo qualificação e adota o termo competência” (DADOY, 2004, p. 118).
Apesar de todo discurso ideológico em torno das políticas continuadas
de formação profissional, da competência e da empregabilidade nas décadas
recentes, verifica-se um crescimento do desemprego, seja nos países desen-
volvidos ou nos ditos emergentes. Dadoy (2004, p. 122) assevera que a noção
de competência, mais ou menos, sempre “esteve na base das modificações
das políticas de mão-de-obra por intermédio das novas ferramentas de gestão
da mão-de-obra revelou-se muito mais utilizada em favor dos interesses do
empregador, em detrimento dos interesses dos assalariados”.
Alves (2007, p. 185) apresenta-nos uma reflexão pertinente ao problema-
tizar a questão da “captura” da subjetividade do trabalho pelo capital, ressalta
que “é no interior da subjetividade humana que se deflagram as grandes lutas
pela hegemonia social”, afirmando que o capitalismo global é acima de tudo,
capitalismo manipulatório. Salienta que o eixo central dos dispositivos organi-
zacionais do toyotismo – “momento predominante” – do complexo de reestru-
turação produtiva se expressa nessa “captura”, que se torna indispensável para
o funcionamento dos dispositivos organizacionais do toyotismo (Just-in-time/
kanban, kaizen, CCQ etc) que sustentam a grande empresa capitalista.
De tal forma que, conforme nos demonstra Alves (2007, p. 185), os ditos
saberes comportamentais, fazem-se presentes cotidianamente na empresa,
pois “mais do que nunca, o capital precisa do envolvimento do trabalhador
nas tarefas da produção em equipe ou nos jogos de palpites para aprimorar
os procedimentos de produção”. Destaca ainda que isso acontece porque “a
organização toyotista do trabalho capitalista possui maior densidade mani-
pulatória do que a organização fordista-taylorista”.
Realmente, no contexto da reestruturação produtiva o capital lida com
a “captura” da subjetividade do trabalhador, exigindo enfaticamente cada vez
mais saberes comportamentais e relacionais.
Cito Alves (2007, p. 186):

107
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

Não é apenas o ‘fazer’ e o ‘saber’ operário que são capturados


pela lógica do capital, mas sua disposição intelectual-afetiva
que é mobilizada para cooperar com a lógica da valorização.
O operário é encorajado a pensar ‘pró-ativamente’, a encontrar
soluções antes que os problemas aconteçam (...) Cria-se, deste
modo, um ambiente de desafio contínuo, de mobilização cons-
tante da mente e corpo do operário empregado, onde o capital
não dispensa, como fez no fordismo, o ‘espírito’ operário.

Como os saberes comportamentais são os principais elementos que


compõem a noção de competência, afirmamos que a afetividade é um dos
motores da competência, pois o componente afetivo reagrupa três elementos
“a imagem de si, que pode ser valorizada ou desvalorizada; o investimento
afetivo na ação, ou seja, o fato de viver com prazer ou sofrimento aquilo que se
faz; e o engajamento, ou seja, a motivação” (WITTORSKI, 2004, p. 80).
Sulzer (2004, p. 93) ao refletir sobre a forma fenomênica adquirida pela
noção de competência, sobretudo a ênfase nas questões comportamentais e
relacionais que se expressam no saber-ser, entende que o uso da competên-
cia aplicado a diversos aspectos da atividade humana, em vez de enriquecer
o conceito, tende, ao contrário, a empobrecê-lo. Ou seja, “a imprecisão das
noções compreendidas na noção de competência, e em particular a noção de
saber-ser, parece provocar uma confusão entre a acepção científica e a do sen-
so comum, favorecendo, assim, o uso desse conceito como instrumento de
dominação simbólica”.
Ao analisar numerosos referenciais de competências de empresas e de
programas de formação, afirma que tais referenciais solicitam, na ausência de
uma definição universal da categoria competência, sua concepção segundo a
qual a mesma constitui-se como agrupamento de saberes em sentido muito
amplo. Essa ocorrência dá-se pelo fato inegável de que toda atividade humana
requer aptidões para sua consecução.
Cito Sulzer (2004, p. 94):

O fato intransponível, de que a atividade humana requer, em


todas as ocasiões, aptidões que se situam espontaneamente na
ordem dos conhecimentos adquiridos e da habilidade do com-
portamento de interação torna favorável o uso do termo ‘com-

108
Roberto Leme Batista

petências’ na sua declinação plural e na sua fragmentação em


categorias que remetem diretamente às aptidões supracitadas:
os ‘saberes’, o ‘saber-fazer’ e o ‘saber-ser’.

Para esse autor a noção de saber-ser é um elemento incontornável da


descrição das competências. Ressalta-se que o exercício de uma função com-
porta ou não uma dimensão relacional e que as competências úteis como, por
exemplo, as qualificações se tornariam, assim, cada vez mais ‘sociais’.
Os termos em questão, sobretudo o de criatividade, são difíceis de in-
corporar em referenciais analíticos das competências, “daí, identificar como
competência uma qualidade que não pode nem se definir nem se ensinar pa-
rece, a priori, de pouco interesse.” Pois, ensinar a alguém ser criativo é real-
mente algo muito complicado, já que não há receitas ou técnicas que indi-
quem com certeza um resultado positivo (SULZER, p. 95).
A noção de competência comporta uma diversidade de definições, sendo
que os tipos de saberes ocupam um lugar variável e são tripartidos em saber/
saber-fazer/saber-ser. Geralmente a competência é entendida como capacida-
de para realizar uma ação num dado contexto, em função de parâmetros e
objetivos definidos. Nesse caso, a competência é contextualizada, diz respeito
à realização de uma ação num dado contexto – saber-fazer, o que torna o
saber-ser numa característica genérica descontextualizada – “ser prestativo,
por exemplo” –, pois esse saber é atribuído ao indivíduo independentemente
da situação, tornando-se difícil aceitá-lo como elemento da competência.
Dessa forma, o problema está nas descrições das competências, ou seja,
nas empresas e nos programas de formação, que, ao distinguir, separar e trico-
tomizar saber/saber-fazer/saber-ser, acabam por gerar um imbróglio que não se
resolve facilmente. Essa confusão entre o saber, saber-fazer e o saber-ser encontra-
se muitas vezes em quadros de atividades profissionais específicas. Ora, tanto o
saber-fazer, como o saber-ser requerem conhecimentos e habilidades que exigem
para sua aplicação um domínio prático, pois “saber-fazer e saber-ser remetem,
tanto um como outro, ao cumprimento pelo indivíduo de certos comportamentos
observáveis e suscetíveis de serem reiterados, pois manifestam ‘disposições’ in-
corporadas” (BOURDIEU, apud SULZER, 2004, p. 97).
De modos que a distinção e separação entre o saber-fazer e o saber-ser
é totalmente descabível e injustificável, sendo próprio da ambiguidade da no-

109
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

ção de competência, inerente à evolução histórica desse conceito ao decliná-lo


em saberes de tipos diferentes. A diferença entre o saber-fazer e o saber-ser
situa-se apenas no nível da descrição dos atributos considerados para o tipo
de “saber”.
Cito Sulzer (2004, p. 98):

os saber-fazer são descritos na forma de sequências de ações


finalizadas, o saber-ser descreve um comportamento integra-
do, cuja produção pode, entretanto, ser considerada resultante
de um conjunto de ações mais ‘elementares’, suscetíveis de se-
rem objeto de uma descrição homóloga daquela usualmente
aplicada aos saber-fazer.

O uso da noção de saber-ser, de forma genérica, aleatória e difusa, cria


um imbróglio de difícil solução, pois não tem utilidade concreta, já que não se
materializa em ações efetivas, ou seja, a maneira como se apresenta “saber ser
criativo, saber ser prestativo...”. De tal maneira, que a noção de competência
é um mecanismo ideológico que serve à dominação, ao controle e “captura”
da subjetividade.
Cito Sulzer (2004, p. 101):

Revestindo de um aspecto objetivo a concepção ‘naturalista’ da


competência, a noção de saber-ser pode, assim, ser o instrumen-
to da legitimação racional de uma forma acabada de dominação,
essa que leva os dominados a pensar (e se pensar) por intermé-
dio das categorias de pensamento dos dominantes; a justifica-
tiva ‘científica’ que essa noção fornece ao arbítrio daqueles que
estão em posição de proceder à remuneração das posições só
pode repercutir sobre aqueles que concorrem para ocupá-las.

De tal maneira que a noção de saber-ser, apesar da fraqueza dos funda-


mentos teóricos que o norteiam, encontra a razão de seu sucesso exatamente
na vagueza do termo competência. A noção de saber-ser permite dissimular
as consequências de julgamentos subjetivos com a aparência. Sobretudo, a
noção de saber-ser vem sendo utilizada pelas áreas de recursos humanos no
processo de seleção e recrutamento da força de trabalho, uma vez esgotados

110
Roberto Leme Batista

os critérios objetivos formais da seleção, apelam para a intuição pessoal para


decidir entre os candidatos selecionados.
A dimensão do saber-ser aparece no Relatório coordenado por Jacques
Dellore para a Unesco sobre a Educação para o século XXI como um dos “quatro
pilares: aprender a conhecer, aprender a fazer, aprender a viver juntos, aprender a
ser”. Nesse sentido, entende-se que antes de saber-ser é preciso aprender a ser.
Cito Dellors (1999, p. 102):

Aprender a ser, para melhor desenvolver a sua personalidade e


estar à altura de agir com cada vez maior capacidade de auto-
nomia, de discernimento e de responsabilidade pessoal. Para
isso, não negligenciar na educação nenhuma das potencialida-
des de cada indivíduo: memória, raciocínio, sentido estético,
capacidades físicas, aptidão para comunicar-se.

A noção de competência aparece nas diferentes abordagens como um


termo que substitui a categoria conhecimento pelos alardeados jargões dos
saberes – saber, saber fazer, saber ser – espraiados pelos documentos dos or-
ganismos bilaterais (UNESCO, BIRD, BID, OIT/CINTERFOR).
Na perspectiva da UNESCO o trabalhador no contexto da reestrutura-
ção produtiva deve possuir competências não voltadas para um posto espe-
cífico de trabalho, pois, neste contexto, não se exige apenas o “saber-fazer”
do trabalhador, o que se exige são características gerais de caráter compor-
tamentais, as denominadas atitudes, ou seja, “saber-ser”. Esta retórica está
explicitada no Relatório da UNESCO, que retoma os relatórios anteriores, re-
cuperando conceitos e propostas daquela instituição. Este relatório enfatiza
a importância do capital humano, ou seja, o investimento educativo voltado
para a produtividade.
O referido relatório dá muita importância aos documentos do Banco
Mundial, o que é revelador da articulação entre as duas instituições. No ca-
pítulo quatro desse relatório deparamos com os denominados quatro pilares
da Educação, que seriam as quatro grandes necessidades que a educação deve
responder no século XXI: aprender a conhecer, aprender a fazer, aprender a
viver juntos e aprender a ser (DELORS, 1996, p. 90).

111
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

O capítulo quatro do Relatório da UNESCO possui um sub-ítem deno-


minado “Da noção de qualificação à noção de competência”, onde se explicita
que: “Na indústria especialmente para os operadores e os técnicos, o domínio
do cognitivo e do informativo nos sistemas de produção, torna um pouco ob-
soleta a noção de qualificação profissional e leva a que se dê muita importân-
cia à competência profissional...” (Ibid, p. 93, grifos nossos).
Esse relatório não deixa dúvidas o quanto essa ideologia vincula-se ao toyo-
tismo, pois, tomando-se por base “as empresas japonesas: uma espécie de tayloris-
mo ao contrário”, verifica-se a exigência de uma qualificação “...que se apresenta
como uma espécie de coquetel individual, combinando a qualificação, em sentido
estrito, adquirida pela formação técnica e profissional, o comportamento social, a
aptidão para o trabalho em equipe, a capacidade de iniciativa, o gosto pelo risco”
(Ibid, p. 94, grifos nossos).
Verifica-se, pois, que o referido relatório da UNESCO possui um viés toyo-
tista e uma vasta capacidade para propagar seus termos, conceitos e pressupostos
ideológicos, sendo capaz de influenciar não só as políticas de educação básica,
superior e profissional no âmbito do MEC, mas também a Educação Profissional
no âmbito do MTE/SPPE, ou seja, o PLANFOR4. Já que, o MTE/SPPE em sintonia
com o relatório da UNESCO, entende a dimensão da qualificação como compe-
tência mais que um estoque de saberes (saber-fazer e saber-ser). Nesse sentido,
entende o MTE que as referidas competências norteiam os denominados novos
perfis da qualificação, exigindo que o trabalhador seja capaz de:

...incluir necessariamente, a capacidade de enfrentar o impre-


visto e o imprevisível, de ir além do domínio de tarefas prescri-
tas (...) ou seja, a bagagem de conhecimentos e de habilidades
tenderia a perder importância, valorizando-se, em escala cres-
cente, a capacidade de domínio ou condução de situações im-
previstas – ‘acontecimentos’ ou ‘eventos’ (Brasil, 1999, p. 18).

4 Em nosso entendimento, apesar do PLANFOR ter sido um Programa de formação


profissional dos governos FHC, portanto, em tese expirou-se em 2002. Entretanto
a política de formação profissional desenvolvida pelo MTE, no governo Lula não
trouxe mudanças significativas em relação ao PLANFOR, razão pela qual afirmo que
esses pressupostos estão ainda em vigor.

112
Roberto Leme Batista

Com a universalização da reestruturação produtiva, tendo o toyotismo


como momento predominante, ocorreu a propagação de conceitos sobre os quais
se funda a produção flexível, tais como: reengenharia, controle de qualidade to-
tal, círculo de controle de qualidade, just-in-time, kanban, kaisen etc. Concomi-
tantemente a esse processo, ocorreu o bombardeio ideológico dos conceitos de
competência e de empregabilidade num fenômeno em que o Estado brasileiro,
através do MTE/SPPE e do MEC/SEMTEC, das instituições empresariais, fun-
damentalmente através do sistema S5, e de uma parte do movimento sindical
através das Centrais, adaptam-se à lógica dos organismos internacionais (FMI,
BIRD, BID, UNESCO, OIT/CINTERFOR), incorporando seus termos, conceitos
e ideologias, numa demonstração de subalternidade e dependência do capitalis-
mo periférico no contexto da mundialização do capital.
De tal forma que, no contexto da reestruturação produtiva, sob a lógica do
toyotismo e da mundialização do capital, saber-ser é mobilizar-se e colocar-se
por inteiro à disposição do objetivo do capital, ou seja, o trabalhador deve es-
tar sempre apto para realizar múltiplas tarefas, ser polivalente, multifuncional
e estar a serviço da rentabilidade e valorização do capital, por meio do enga-
jamento e da participação subalterna em torno das necessidades da empresa.
Competente é aquele que se comporta de forma a saber-ser de acordo com os
interesses da empresa, enquadrando-se de forma subalterna na perspectiva da
valorização do capital.
A noção de competência não é uma coisa nova, mas revigora-se com a
acumulação flexível, que tem como momento predominante o toyotismo e a
produção enxuta, seus princípios e nexos organizacionais. Nos últimos tem-
pos esta noção tem sido estrategicamente chave para a organização capitalista
do trabalho, mas, também da educação voltada para o mercado. Portanto,
o conceito de competência vincula-se à chamada pedagogia do “aprender a

5 O sistema S é o conjunto de instituições assistenciais e educacionais, de caráter não-go-


vernamental, administradas pelas entidades patronais dos setores da indústria, comércio,
transporte e agricultura. O sistema S desenvolve atividades de formação profissional, edu-
cação formal, ação social e cultural e é composto pelo Serviço Nacional de Aprendizagem
Comercial - SENAC, Serviço Nacional de Aprendizagem Industrial - SENAI, Serviço Social
do Comércio - SESC, Serviço Social da Indústria - SESI, Serviço Nacional do Transporte
- SENAT, Serviço Social do Transporte - SEST e Serviço Brasileiro de Apoio às Micro e Pe-
quenas Empresas - SEBRAE. Esse sistema tem origem na criação do SENAI e o SENAC pelos
decretos-leis n.º 4.048, de 22 de janeiro de 1942, e n.º 8.621, de 10 de janeiro de 1946.

113
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

aprender” e às ilusões da assim chamada sociedade do conhecimento (DU-


ARTE, 2001).
A noção de competências é portadora de um rol de habilidades – coquetel
individual –que a educação do trabalhador deve levá-lo a adquirir e desenvol-
ver. Nesse sentido, a noção de competências articula-se com os pressupostos
pós-modernos, tendo nesse um fundamento conceitual que explica e justifica as
exigências postas pelo mundo da produção ao trabalho e à educação.
Nota-se, portanto, que a noção de competência demanda a formação de
um indivíduo que possua a capacidade genérica de saber-ser, cujos pressupos-
tos fundamentam-se nas ciências cognitivas.

Noção de competências e o neopragmatismo

A noção de competências é um pressuposto ideológico que combina


também com a perspectiva neopragmática que despreza a relação sujeito-
objeto ao supor a superação da epistemologia. Tal perspectiva, segundo Ra-
mos (2003, p. 108), resume-se numa concepção naturalista de homem, já que
enfatiza a socialização das pessoas como um processo natural de “interação,
de adaptação, de busca de equilíbrio com o meio físico e social, de modo que
fatores internos e externos ao indivíduo se inter-relacionam continuamente,
formando uma complexa combinação de influências que concorrem para a
formação da personalidade dos indivíduos”.
O neopragmatismo parte da premissa de que as características internas e
inatas do indivíduo, o conhecimento, por exemplo, fazem a mediação “na rela-
ção entre o organismo vivo, a espécie a que pertence e seu meio” (idem). Assim,
ocorre a única possibilidade de relação que o neopragmatismo admite: a relação
de causação entre organismo-meio. Pois, para essa concepção ideológica:

O desenvolvimento psicológico e lingüístico dos indivíduos, as-


sim, equivaleria ao desenvolvimento dos mecanismos adapta-
tivos do comportamento humano ao meio material e social, ou
mecanismos de causação, que seriam as próprias competências.
Pela perspectiva do construtivismo e do pragmatismo clássico,
essas competências seriam de ordem cognitiva; enquanto para o

114
Roberto Leme Batista

neopragmatismo (...) esses mecanismos constituem a competên-


cia lingüística. Compreendemos, então, agora de uma forma mais
aprofundada, porque percebemos as referências teóricas à noção de
competência se apoiarem ora na teoria construtivista, ora na teoria
lingüística (RAMOS, 2003, p. 108, grifos nossos).

Ramos observa ainda que há uma coerência da concepção naturalista de


Homem e a concepção funcionalista da sociedade na qual “a ação dos indiví-
duos ocorre de acordo com as determinações naturalmente dadas, visando ao
equilíbrio natural e social” (idem, p. 109). Nesse sentido, referindo-se às com-
petências a autora afirma que as mesmas “constituem os parâmetros de seleção
natural e social, sob os quais se dissolvem as diferenças que definem as classes
fundamentais” (idem). Afinal, para os pragmáticos e neopragmáticos a realida-
de não é passível de explicação, sendo, somente possível experiênciá-la.
Portanto, a perspectiva neopragmática nega qualquer possibilidade
de se conhecer além das aparências das coisas e dos objetos, pois apenas “as
partes visíveis dos fenômenos – podem ser captadas/experienciadas” (idem).
Nesse sentido, essa perspectiva aprofunda o estranhamento, pois a aparência
oculta as contradições, que não pode ser captado pelo pensamento se este não
superar a aparência e apreender a essência da coisa, dos fenômenos e das rela-
ções sociais. Ou seja, é preciso “transcender o mundo experiencial”.
Outro autor que também analisa o problema em uma perspectiva semelhan-
te Silva Júnior (2002, p. 21) refere-se ao Parecer 15/98 (CNE/CEB) que estabelece as
Diretrizes Curriculares Nacionais para o Ensino Médio e os Parâmetros Curricula-
res Nacionais para o Ensino Médio afirmando que “os pressupostos cognitivistas e
neopragmáticos e a razão instrumental põem-se para o ensino médio, tornando-o
tão profissionalizante quanto a educação profissional de nível técnico”. O autor
reforça suas críticas em relação ao referido parecer.
Cito Silva Júnior (2002, p. 22):

acompanha de forma clara e explícita os documentos produzidos


pelas iniciativas da UNESCO, em geral com financiamento do
Banco Mundial, citando-os em momentos oportunos como argu-
mentos de autoridade. O documento apresenta uma orientação
tecnicista, ainda que argumente sobre a necessidade de contex-
tualização da análise, para a produção das diretrizes, ignorando

115
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

toda a complexa transformação e sua forma histórica de realizar-


se tal como buscamos mostrar até agora neste artigo.

Trojan (2005) afirma que é “através da radicalização do relativismo e da


negação da objetividade do conhecimento, próprias do discurso pós-moderno
[que] há uma retomada dos princípios utilitaristas do pragmatismo” (p. 4).
Também Moraes (2001, p. 5) enfrenta criticamente as teorias pós-modernas,
sobretudo o neopragmatismo, afirmando que é pela “virada neopragmática” que

se apaga de vez a distinção entre semântica e pragmática, analí-


tico e sintético, lingüístico e empírico, teoria e observação. Deste
ponto de vista, o que vale são os jogos de linguagem ‘em uso’ e o
que se propõe é a atitude ‘naturalista’, ‘behaviorista’ em relação
à linguagem. Razão, verdade e linguagem têm sua origem na
arbitrariedade e na contingência e nada mais seriam do que ‘fer-
ramentas’, recursos úteis que encontramos para lidar com a vida
cotidiana como diz Rorty. Enquanto tais, são essencialmente re-
lativas a finalidades e interesses também variáveis e contingen-
tes e são definidas pelo papel que jogam no contexto do debate.

Nesse sentido, mostra-nos ainda o quanto a concepção neopragmática


constitui-se em um retrocesso ao negar a teoria, pois trata-se “em última aná-
lise, de negar a possibilidade de uma razão capaz de alcançar um conheci-
mento objetivo sobre o humano”. Razão pela qual para o neopragmatismo “ser
racional é simplesmente ser capaz de alcançar, de argumentar, é simplesmen-
te discutir qualquer tópico, sem qualquer referência à objetividade do real
concreto e histórico” (MORAES, 2001, p. 6).
Moraes entende que as concepções pós-modernas, sobretudo o neoprag-
matismo de Rorty, não são outra coisa além de um outro disfarce para “o pesade-
lo da história”. Nesse sentido recorre a Jameson para afirmar que o ocultamento
“do escandaloso fato do trabalho sem dó e alienado e da irremediável perda e
desperdício de energia humana, um escândalo que não encontra sentido em
nenhuma categoria metafísica” (JAMESON, apud MORAES 2001, p. 9).

116
Roberto Leme Batista

Para não concluir

Uma análise de todo esse imbróglio que atinge o mundo do trabalho, re-
batendo sobre o complexo social educação não pode deixar de estabelecer seu
vínculo com o complexo de reestruturação produtiva, que tem no toyotismo
seu momento predominante. Pois, a ideologia das competências aproxima-se
da qualidade total, já que ambas exigem um novo perfil de trabalhador que
deve ser polivalente e multifuncional, possuidor de comportamentos e atitu-
des capazes de levá-lo a agir com “autonomia” diante da realidade em geral.
Segundo Alves (2007) é no contexto da globalização como mundialização do
capital que se desenvolve o regime de acumulação flexível, fundado no complexo
de reestruturação produtiva, cujo ‘momento predominante’, de caráter organiza-
cional, é caracterizado por um ‘novo modelo produtivo’, o toyotismo.
Cito Alves (2007, p. 245):

É por pertencer à lógica estrutural da mundialização do ca-


pital - que não está voltada para o crescimento e políticas de
pleno emprego – que o toyotismo e sua ideologia de formação
profissional (a empregabilidade) tendem a frustrar qualquer
promessa integradora do mundo do trabalho, tão comum na
era do capitalismo fordista pós-guerra.

Portanto, em nosso entendimento a noção de competência é uma das


formas pela qual o capital, no contexto de sua mundialização, efetiva uma
“captura” da subjetividade do trabalho. A noção de competência vincula-se à
perspectiva da reestruturação produtiva de caráter flexível. Ou seja, essa no-
ção encaixa-se perfeitamente com a desenvoltura do trabalhador polivalente
e multifuncional exigido pelo toyotismo.
Pois é na captura da subjetividade que ocorre o envolvimento mani-
pulatório do trabalhador, que têm que ser polivalente e multifuncional, do
contrário, de acordo com a ideologia do toyotismo, sua competência estará
comprometida. Aqui, mais uma vez recorreremos a Alves que nos apresenta
uma síntese interessante e esclarecedora sobre o toyotismo.
Cito Alves (2007, p. 247):

117
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

A preocupação fundamental do toyotismo é com o controle do


elemento subjetivo no processo de produção capitalista, isto é, com
a captura da subjetividade do trabalho pela produção do capital
e com a ‘manipulação’ do consentimento do trabalho através de
um conjunto amplo de inovações organizacionais, institucionais
e relacionais no complexo de produção de mercadorias, carac-
terizadas pelos princípios de ‘automação’ e de ‘auto-ativação’, ou
ainda, pelo just-in-time/kanban, a polivalência do trabalhador, o
trabalho em equipe, produção enxuta, os CCQ’s, programas de
Qualidade Total, iniciativas de envolvimento do trabalhador, a in-
serção engajada dos trabalhadores no processo produtivo.

Dessa forma, vemos que a subjetividade é objetivada/coisificada nas coisas do


capital. Entretanto, no campo teórico, os apologetas do sistema do capital promo-
vem a radicalização do relativismo pós-moderno, introduzindo conceitos do campo
artístico em outras áreas. É o que vemos no caso da educação profissional, quando a
noção de estética da sensibilidade, de ética da identidade e de princípios da autono-
mia aparece como arcabouço ideológico dos pareceres 15/98 e 16/99.
Portanto, podemos afirmar que os ideólogos da educação profissional
encrustados no Conselho Nacional de Educação, responsáveis pela consoli-
dação legal da noção de competências no Brasil, mesclam os textos legais,
tornando-os miscelâneos e ecléticos, porém com uma predominância da ide-
ologia pós-moderna que fragmenta o pensamento e radicaliza o julgamento
estético fundado no individualismo.
Nesse sentido, recorremos a Silva Jr. e González (2001, p. 56), que afirmam:

A prática que se encontra como central na noção de competên-


cias parece não considerar a racionalidade social, que dá sen-
tido à organização social existente. Opera, dessa maneira, no
âmbito da ideologia/política/cultura, legitimando os processos
de reprodução social, que vêm coisificando o ser humano, ao
mesmo tempo, que legitima essa ordem social historicamente
produzida. Opera, portanto, a naturalização de uma substân-
cia histórica, contribuindo para a produção da atual forma fe-
nomênica do capitalismo.

118
Roberto Leme Batista

Esses autores afirmam com propriedade que a noção de competências


assume um abstracionismo como conteúdo, pois, “parece existir uma in-
versão, uma lógica fechada e idealista que pretende emoldurar a história em
desenvolvimento em seu cotidiano, por meio das práticas sociais, tomadas
fenomenologicamente” (p. 67). Apontam ainda que nessa ideologia de forma-
ção ocorre “uma forte dimensão individualista, [e que], o ‘coletivismo’, como
um traço cultural cede lugar ao individualismo” (p. 69). Silva Jr. e González
indicam ainda que nesse contexto ocorre uma

adaptabilidade cognitiva às transformações em curso nos


últimos trinta anos, que já estariam postas desde sempre no
capitalismo e em seu progresso ou na reprodução social da
vida humana. Uma adaptação funcionalista, que não põe em
questão a naturalização da sociedade na consciência humana,
que não põe em questão uma natureza emigrada para a cons-
ciência humana, mas que a molda para pôr em movimento o
progresso ou a reprodução social, antes do que a humanidade
que o precede (p. 69).

Portanto, somente em uma perspectiva crítica e de enfrentamento teó-


rico com os pressupostos da adaptabilidade, do abstracionismo da autonomia
do indivíduo, da ideologia do aprender a aprender, enfim, da famigerada so-
ciedade do conhecimento é que efetivamente conseguiremos nos opor à no-
ção de competência e da empregabilidade.
Para o capital, o trabalhador deve estar sempre predisposto a incorporar
os novos atributos – coquetel individual – consoantes às necessidades da pro-
dução flexível, abrangendo as habilidades básicas e técnicas para enfrentar o
imprevisto por meio da participação, da comunicação em grupo, da multifun-
cionalidade e da polivalência, enfim, preparado para o exercício de múltiplas
tarefas em um mundo em permanente mutação, ao qual deve invitavelmente
adaptar-se. Esse é o discurso que aparece nos documentos oficiais (MEC e
MTE). É como se o processo de reestruturação produtiva fosse homogêneo e
simultâneo em todos os setores econômicos, de norte a sul e, de leste a oeste
do país, exigindo uma verdadeira revolução no sistema educacional e, conse-
quentemente, também na qualificação profissional.

119
A reestruturação produtiva e o imbróglio das competências

Nesse sentido, somente uma perspectiva de formação que aponte para


além do capital seria possível uma autonomia e identidade autêntica, pois es-
sas pressupõem a emancipação humana, como já apontou Marx na Questão
judaica. Pressupor autonomia, criatividade, identidade e cidadania na socie-
dade do capital, sob os signos dos nexos organizacionais do toyotismo é ide-
ologia rasteira.

Referências

ALVES, Giovanni. Dimensões da reestruturação produtiva: ensaios de sociologia do trabalho.


Londrina: Praxis, Bauru: Canal 6, 2007.

ALVES, Giovanni. Toyotismo, novas qualificações e empregabilidade: mundialização do capital e a


educação dos trabalhadores no século XXI. Educação, Macéio, v. 10, n. 16, p. 61-76, 2003.

ALVES, Giovanni. O novo (e precário) mundo do trabalho: reestruturação produtiva e crise do


sindicalismo. São Paulo: Boitempo, 2000.

ANTUNES, Ricardo. Os sentidos do trabalho – ensaio sobre afirmação e a negação do trabalho. São
Paulo: Boitempo, 1999.

ANTUNES, Ricardo. Adeus ao trabalho? – ensaio sobre as metamorfoses e a centralidade do


mundo do trabalho. São Paulo: Cortez, 1995.

CHESNAIS, F. (coord.) A mundialização financeira – gênese, custos e riscos. São Paulo: Xamã,
1998.

CHESNAIS, F. A mundialização do capital. São Paulo: Xamã, 1996.

CORIAT, B. Pensar pelo avesso. Rio de Janeiro: UFRJ, 1994.

DADOY, Mireille. As noções de competência à luz das transformações na gestão da mão-de-obra.


In: TOMASI, Antonio (org.). Da qualificação à competência: pensando o século XXI. Campinas,
SP: Papirus, 2004.

DELORS, J. (org.) Educação: um tesouro a descobrir. São Paulo: Cortez/Brasília: MEC: UNESCO,
1998.

DUARTE, Newton. As pedagogias do “aprender a aprender” e algumas ilusões da assim chamada


sociedade do conhecimento. Texto suporte para mesa redonda sobre as reformas educacionais no
Brasil, na Reunião da Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Educação. Caxambu,
mimeo, 2001.

120
Roberto Leme Batista

GOUNET, T. Fordismo e toyotismo na civilização do automóvel. São Paulo: Boitempo Editorial,


1999.

HARVEY, D. Condição pós moderna. São Paulo: Loyola, 1994.

HIRATA, Helena. Da polarização das qualificações ao modelo da competência. In: Ferretti, C. J.


et al. Novas Tecnologias, trabalho e educação: um debate multidisciplinar. 2. ed, Petrópolis: Vozes,
1994.

MORAES, Maria Célia Marcondes de. Os “pós-ismos” e outras querelas ideológicas. Educação on
line - http://www.educacaoonline.pro.br/os_posismos.asp?f_id_artigo=205. Texto capturado
em 23/01/2006

RAMOS, M. N. É possível uma pedagogia das competências contra hegemônica? Relações entre
pedagogia das competências, construtivismo e neopragmatismo. Trabalho, educação e saúde.
Março de 2003, vol. 1, n 1, p. 93-114. ISSN 1678-1007.

ROCHE, Janine. A Dialética qualificação-competência: Estado da questão. In: TOMASI, Antonio


(org.). Da qualificação à competência: pensando o século XXI. Campinas, SP: Papirus, 2004.

SILVA JUNIOR, João e GONZALEZ, Jorge. Reforma educacionais, competências e prática social.
Trabalho e Educação, JUL/DEZ/2001, n. 9, p.78-92.

SILVA JUNIOR, João dos Reis. Mudanças estruturais no capitalismo e a política educacional do
governo FHC: o caso do ensino médio. Educ. Soc., set. 2002, v. 23, n.º 80, p. 201-233. ISSN 0101-
7330.

SULZER, Emmanuel. Objetivar as competências de interação: crítica social do saber-ser. In


TOMASI, Antonio (org.). Da qualificação à competência: pensando o século XXI. Campinas, SP:
Papirus, 2004.

TOMASI, Antonio (org.). Da qualificação à competência: pensando o século XXI. Campinas, SP:
Papirus, 2004.

TROJAN, R.M. Pedagogia das competências e diretrizes curriculares: a estetização das relações
entre trabalho e educação. Texto apresentado na 28ª Reunião Anual da ANPEd, GT Trabalho e
Educação, 16 a 19 de out. 2005, CAXAMBU / MG -http://www.anped.org.br/28/textos/gt09/
gt09617int.rtf – capturado em 12/05.

WITTORSKI, Richard. Da fabricação das competências. In: TOMASI, Antonio (org.). Da


qualificação à competência: pensando o século XXI. Campinas, SP: Papirus, 2004.

ZARIFIAN, Philippe. Objetivo Competência – por uma nova lógica. São Paulo: Atlas, 2001.

121
5

Los espacios de trabajo como


configuración de relaciones
de poder. La dialéctica entre
control y resistencia
Juan Montes Cató

Introducción

Comprender los cambios que operan en los lugares de trabajo es una


de las tareas a las que las ciencias sociales dedicaron esfuerzos enormes en
los últimos años en vista de las fuertes tensiones y conflictos operados en él.
El desafío no es menor si se toma en cuenta las rápidas innovaciones organi-
zacionales y de procesos de trabajo, los cambios en las relaciones laborales y
en la propia cultura asociada al trabajo. Toyotismo, flexibilidad, trabajo in-
material constituyen sólo algunos de los tópicos utilizados para caracterizar
un fenómeno en proceso de definición. Nociones como estas -en el mejor de
los casos- contribuyeron a contar con un acervo de conceptos descripciones
que iluminan la dinámica de las organizaciones. Sin embargo, los análisis
derivados son limitados si se pretende comprender las relaciones sociales de
trabajo que posibilitan su instauración. A diferencia de otro tipo de relaciones
sociales, la de trabajo conlleva una relación asimétrica de base (eso no signifi-
ca que no puedan modificarse en vista de distribuciones de poder inestables).
En este sentido las relaciones de trabajo están condicionadas por relaciones de

123
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

poder. Para lograr reconstruirlas contamos con dos conceptos que expresan
la naturaleza de esa relación: control y resistencia. Se trata de conceptos que
conllevan en sí mismos la idea de interdependencia que los aleja de interpre-
taciones esencialistas. Lógicamente puede abstraerse uno de otro (a través de
un ejercicio analítico), pero sus límites se funden.
En este artículo nos interesa estudiar ambos conceptos para poder cons-
truir una herramentaje que permita analizar los fenómenos acaecidos en los
lugares de trabajo en tanto producto de relaciones de poder, de sus distribucio-
nes y fluctuaciones. En términos temáticos el campo de preocupaciones en que
se inscribe el texto es el de la comprensión de las formas contemporáneas de
explotación laboral y el de las respuestas de los trabajadores a esas condiciones.

Control y procesos de valorización

El capital tiene un imperativo de control tanto más necesario cuanto


que la lógica de la acumulación le obliga a revolucionar continuamente el pro-
ceso productivo y por lo tanto, a asegurarse que aunque las condiciones de
trabajo cambien, la extracción del esfuerzo va a estar bajo su control (Thomp-
son, 1995). Ahora bien, existe cierta controversia acerca de las maneras en que
dicho imperativo se concreta en la práctica en los centros de trabajo.
Inicialmente podemos decir que las técnicas puestas a punto para ha-
bituar al trabajador han variado en el tiempo y en el espacio. La simple des-
posesión de los trabajadores preindustriales, de un lado, y la posesión de los
medios de producción por parte de los patronos, de otro no permitió garanti-
zar el control efectivo del proceso de trabajo en el corto y largo plazo. Ese de-
sajuste pone en entredicho permanentemente el proceso concreto de extrac-
ción de plusvalía y de acumulación de capital. Para lograrlo fue necesaria la
aplicación de un conjunto de técnicas o dispositivos disciplinarios orientados
a crear un orden en la producción (Gaudemar, 1981a). Disciplinas en cuanto
desbordan las “ciegas leyes de la economía y las imperativas determinaciones
de la técnica. Disciplina por cuanto en segundo lugar las fábricas, su produc-
to, es algo más que economía y técnica. Disciplinas por cuanto, finalmente, la
fábrica es, ante todo violencia. Violencia ordenada, sistemas de relaciones de
poder entre hombres” (Sierra Alvares, 1990:15).

124
Juan Montes Cató

Como es sabido, los primeros capitalistas hubieron de enfrentar dos


problemas. El primero, fue resolver la cuestión del reclutamiento, que emer-
gió en cuanto debía movilizar y convertir en fuerza de trabajo esas masas
arrojadas del ámbito rural sin calificaciones para la industria y atraer a una
mano de obra artesanal cualificada y con fuertes vínculos horizontales. La re-
sistencia a la incorporación planteaba una desesperante paradoja para los ca-
pitalistas: existía una enorme oferta potencial de fuerza de trabajo ante ellos,
pero difícilmente dispuesta a dejarse transformar en oferta real1. El otro gran
problema refiere a la adaptación productiva de los trabajadores, es decir la
necesidad de imponer una determina orientación a esa adaptación quebran-
do las prácticas autónomas de oficio. De ahí que los medios para resolver ese
problema constituye un desafío enorme para los primeros capitalistas.
Los primeros pasos en pos de disciplinar a los trabajadores se pusieron
en marcha gracias a dos prácticas: la generalización del putting out system2; y
en aquellas ramas donde el primero no pudo ser instaurado, se implementó la
subcontración y/o el pago a destajo. A través del primero, el trabajador perdía el
control sobre el producto de su trabajo convirtiéndose el patrón en un mediador
clave entre los productores y el mercado. En cuanto al segundo, el patrón intro-
ducía una competencia sutil entre los sindicatos de oficio. Sin embargo, en am-
bas formas de disciplinamiento los trabajadores seguían poseyendo el control
del propio proceso de trabajo, lo cual implicaba para el joven sector capitalista
la imposibilidad de disponer medios adecuados y eficaces para controlar direc-
tamente el proceso de trabajo y fundamentalmente para intensificar el esfuerzo
de los trabajadores. De ese modo el potencial del trabajo humano estaba fuera
del alcance capitalista. La respuesta a este dilema vino de la mano del factory
system, empleado eficazmente sobre los trabajadores poco cualificado y exten-
dido de manera gradual sobre los trabajadores de oficio que guardaban celo-

1 Nos dice Sierra Álvarez (1990: 10) “Desarraigar, movilizar, atraer pasan así a cons-
tituirse en objetivos prioritarios de las estrategias patronales, en puntos fuertes de
sus prácticas. A ello se unirá bien pronto otro: el de fijar de nuevo a las poblaciones
movilizadas; fijarlas al trabajo, soldarlas a la fábrica”. De ahí la máxima sintética:
desarraigar para arraigar, movilizar para fijar.
2 Se trata de un sistema de producción manufacturera basada en el trabajo a domicilio.
El control por parte de los comerciantes se ejercía únicamente sobre el producto y no
sobre los elementos del proceso de trabajo o los sistemas y técnicas de producción.

125
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

samente un conjunto de saberes productivos fuera del alcance del empresario,


gracias al cual ganaban en autonomía. Sin lugar a dudas, la concentración de
los obreros en fábricas fue la consecuencia lógica del puttin-out system (o si se
prefiere, de sus contradicciones internas), y su éxito poco tenía que ver con la
superioridad tecnológica de las grandes máquinas.
El secreto del éxito de la fábrica, la razón de su adopción, es que arre-
bataba a los obreros y transfería a los capitalistas el control del proceso de
producción (Marglin, 1977: 71). La extensión de este nuevo sistema constituye
la piedra angular, el inicio de una larga historia por reducir los márgenes de
autonomía funcional y la herramienta de resistencia de los trabajadores, el
objetivo extender el control patronal al interior del proceso de trabajo. Esta
transición se presenta en la historia y supone para el trabajador la alienación
progresiva del proceso de producción y para los capitalistas emerge como el
problema de la administración y el control del proceso de trabajo.
Pero aún falta otro hito, en lo que constituye los orígenes históricos de la
disciplina y el control de los trabajadores. Este vendrá de la mano de la orga-
nización científica del trabajo promocionada por Frederick Taylor3 como una
respuesta a los problemas crecientemente complejos del control del trabajo
en las empresas capitalistas en crecimiento rápido4. Las técnicas taylorista
potencian un largo proceso de expropiación del saber obrero iniciado con la
transición de la cooperación simple de la manufactura a la fábrica, gracias a
la cual todo lo que los obreros pierden se concentra en manos capitalistas. En
efecto, la dirección empresarial no había podido aún controlar totalmente el
proceso de trabajo y los trabajadores contaban con márgenes relativamente
amplios para la ejecución de las tareas y los medios.
El saber hacer –savoir faire- no se encontraba aún codificado ni sis-
tematizado, por ello una de las claves del taylorismo será precisamente des-
componer las tareas a su mínima expresión buscando con ello reducir la “po-

3 Como lo ha atestigua numerosa bibliografía, Taylor logró constituirse en referente


obligado de este sistema productivo, aunque no el primero en implementar las técni-
cas de parcelación de tareas y de expropiación del saber obrero.
4 La organización científica del trabajo “investiga no al trabajo en general sino la adap-
tación del trabajo a las necesidades del capital. Se introduce en el lugar de trabajo no
como el representante de la ciencia sino como el representante de la administración
patronal enmascarada con los arreos de ciencia” (Braverman, 1980: 107).

126
Juan Montes Cató

rosidad” de la jornada de trabajo. De ahí, la búsqueda por disociar la pericia


del trabajador del proceso de trabajo; separar la ejecución de la concepción y
monopolizar el conocimiento para controlar el proceso de trabajo y el modo
en que se ejecutaban las tareas. El aumento de la división social del trabajo
aumentaba la capacidad de control de los empresarios y el poder de estos al
centralizar de forma sistemática el conocimiento y reducir el lugar de los tra-
bajadores a un mero factor productivo.
Por todo ello el proceso de trabajo para cumplir las exigencias de valo-
rización del capital a través de la extracción de la plusvalía requiere la puesta
en práctica de diversas técnicas de disciplina y control.

El control en los estudios del proceso de trabajo

Sin lugar a dudas será el texto de Harry Braverman –Trabajo y capital


monopolista- el que actualiza el problema a principios de la década de los
setenta. La aparición de ese texto supuso una recuperación de la perspectiva
marxista del proceso de trabajo colocando en el centro de atención las estra-
tegias de control patronal y la reducción de la calificaciones. El debate estaba
entablado con las corrientes que habían predominado fundamentalmente en
EEUU e Inglaterra durante la posguerra, representadas por Woodward (1958);
Blauner (1964); Kerr, Dunlop, Harbison y Myers (1967).
Para ellos el desarrollo tecnológico tendría consecuencias positivas en
las relaciones de trabajo en la medida que dicha evolución facilitaría a la di-
rección empresarial estructurar la organización de trabajo y por ende me-
joraría los sistemas de control al disminuir la necesidad de una supervisión
directa y aumentaría la armonía en los espacios laborales.
La hipótesis de Braverman se coloca en un lugar diametralmente diferen-
te al plantear que no se trata de la naturaleza de las tecnologías la que determina
las relaciones entre los trabajadores y los administradores de las empresas, sino
aspectos vinculados con el control y el poder de clase. De ahí que estudie el
modo en que se lleva a cabo el dominio del capital porque constituye la clave
para comprender el proceso de valorización. El aumento de la racionalización y
la parcelación de las tareas aumentaban el control empresario. La importancia
del abordaje de Braverman consiste en que coloca la atención en las formas de

127
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

dominación empresaria vinculando este hecho con las condiciones estructura-


les que sostienen el régimen de acumulación capitalista.
Si bien las técnicas de racionalización del trabajo analizadas por Braver-
man habían sido importantes para el despliegue del control patronal, no esta-
ban presentes en todas las actividades productivas. De ahí que los capitalistas
tendieran a desarrollar una variedad de estrategias destinadas a controlar la
fuerza de trabajo, constituyendo la taylorista solo un modelo posible. De esa crí-
tica se desprenderán los análisis de Andrew Friedman (1977) que propone dos
tipos de estrategia de control: el control directo era similar al planteado por Bra-
verman en cuanto prevalecía un uso extensivo de la supervisión y una reducida
responsabilidad de los trabajadores en la toma de decisiones; la segunda forma
denominada autonomía responsable, operaba bajo la lógica de un principio di-
ferente; pues buscaba la adaptabilidad de la fuerza de trabajo concediendo li-
bertad a los trabajadores y alentándolos a situaciones cambiantes de una forma
beneficiosa para la empresa. El status, la autoridad y la responsabilidad ocupan
un lugar de importancia en esta forma de control. Para Friedman, el desarrollo
capitalista no estaba asociado con el control directo sino con la proliferación de
la segunda forma de control (García Calavia, 1999).
En una línea similar en cuanto a detectar tipos o formas de control, el
importante estudio de Richard Edwards (1979), incorpora el tema de la resis-
tencia al sostener que el control se define como la capacidad de los capitalistas
para conseguir de los trabajadores la conducta laboral deseada dependiendo
del poder relativo de los trabajadores y de sus patronos.
A diferencia de Friedman que pone el acento en el grado de autonomía
para caracterizar las formas de control, la perspectiva radical y más precisamen-
te Edwards basa su planteo en los diversos mecanismos de autoridad empre-
saria. El control, en este sentido quedará supeditado a la coordinación de tres
elementos: a) dirección, constituye el método por el cual el empleador especifi-
ca las tareas que deben realizarse, el orden, el modo y el tiempo; b) evaluación,
alcanza la supervisión y avaluación del trabajo efectuado marcando errores y
corrigiéndolos; c) disciplina, o sea “un aparato que usa el premiar a los trabaja-
dores, para conseguir la cooperación e imponer el acatamiento de la dirección
del proceso de trabajo por parte del capitalista” (Edwards, 1983 [1979]: 150).
Tomando en cuenta estas consideraciones enfatiza que los modelos de control
han variado en función de las respuestas ensayadas por los empresarios a las

128
Juan Montes Cató

acciones de resistencia de los trabajadores. De ahí que proponga tres tipos de


modelos de control. El control simple es el que caracterizó la pequeña empresa
en los primeros tiempos del capitalismo, el patrón ejercía el poder directamente
y de forma personal al intervenir intimidando o amenazando y premiando a
los trabajadores leales. Actuaba como un déspota benévolo en algunos casos
y en otros no, esto derivó a medida que las empresas y fábricas crecieron en
magnitud en una ampliación del control a través de supervisores y capataces.
Los constantes conflictos con esta figura dieron paso al control técnico. Surgi-
do en los inicios del siglo XX la instauración de la cadena de montaje otorgó a
los empresarios un mayor grado de poder, pero las reacciones en la década del
treinta mostraron los primeros rasgos de agotamiento de este tipo de control.
Esto derivó, según Edwards, en el control burocrático basado en el principio
de insertar el control dentro de las relaciones sociales existente en el lugar de
trabajo y cuyo rasgo principal es la institucionalización del poder jerárquico.
La institucionalización consiste en reemplazar el mandato del supervisor por el
mandato de la ley en la empresa.
Un elemento de crítica a estas tipologías es que las empresas desarrollan
y apelan prácticas de control de la fuerza de trabajo con todos los recursos
que tienen a disposición; probablemente no cuenten con estrategias explícitas
y desplieguen en cada circunstancia las opciones que mejor se adecuen a sus
objetivos. Probablemente utilicen diversos medios para controlar el proceso
de trabajo en la medida en que el control surge de una combinación de ele-
mentos diversos y no están restringidos a la imposición de uno solo.
Por otra parte, muchas de las críticas a las perspectivas que componen
una imagen gracias a la cual los capitalistas posen un poder integral a la hora
de controlar los procesos de trabajo, no prestaron atención en que los empre-
sarios necesitan “fabricar el consentimiento”. Los trabajadores no son me-
ros espectadores pasivos ante las políticas de control. En esta línea el trabajo
más influyente será el de Burawoy, escrito a fines de la década de los setenta.
En el texto El consentimiento en la producción desarrolla su tesis basada en
que el proceso de trabajo es también un modo de encubrir la producción de
adhesiones de los trabajadores a los objetivos empresariales y sus prácticas,
estableciéndose compromisos implícitos entre los trabajadores y los patronos.
Esto se lleva adelante gracias a una secuencia en la cual los trabajadores inter-
nalizan los dictámenes de la empresa, adquieren acciones individualistas, no

129
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

perciben la opresión de la gerencia y los éxitos de la empresa son vividos como


propios. El gran merito de esta interpretación para la comprensión del modo
en que se entablan y desarrollan las relaciones de trabajo y en particular la ar-
ticulación de dispositivos disciplianrios es que introduce el tema de la subje-
tividad y retoma un tema clásico de la sociología como es el de la construcción
de la legitimidad al diferenciar los “pequeños actos de resistencia silenciosa”
y la “impotencia ante la opresión” del consentimiento. La sobreestimación
del papel de las gerencias sostiene Burawoy (1989), ignora el consentimiento
que los propios trabajadores brindan a las prácticas patronales. Esta crítica es
sustancial en cuanto retoma el papel activo que poseen los trabajadores
Sin embargo, como sostiene Katz (2000: 184) “Buroway contrapone el
consentimiento al control patronal, en lugar de partir de la necesidad del do-
minio patronal para analizar luego su grado de aceptación. Por eso indaga las
formas de sometimiento ideológico de los trabajadores omitiendo la dinámica
objetiva de la opresión”. La preeminencia del factor subjetivo coloca en un
punto de contacto la propuesta de Buroway con otros enfoques convenciona-
les en el que se insiste en abordar las percepciones de los trabajadores desta-
cando el grado de complacencia con las tareas, pero desvinculándolo de las
condiciones materiales en que se desenvuelven los trabajadores. En un punto,
el autor está preocupado más en estudiar los dispositivos de adaptación de los
trabajadores que en comprender el modo en que se vincula el consentimiento
con los intereses de rentabilidad capitalista.
Retomando los fundamentos marxistas y los provenientes de la pers-
pectiva foucaultiana, Gaudemar (1991 [1982]) propone una interpretación
alternativa al sugerir que muchos de los debates hasta el momento habían
descuidado la relación entre disciplina y acumulación interpretando a la
primera como secundaria5. La acumulación, se produce bajo relaciones so-
ciales –laborales- específicas y no puede comprenderse cómo se produce en

5 Por las exigencias constitutivas de la lógica del capital, la función directiva de las
empresas debe conseguir la continua activación de los medios de producción me-
diante la transformación efectiva y permanente de la fuerza de trabajo en trabajo
productivo. Castillo Mendoza (1991), siguiendo los planteos de Gaudemar (1991),
sostiene que es preciso una constante búsqueda y aplicación de los métodos más
idóneos para conseguir la mayor adecuación laboral posible de los trabajadores, así
como la neutralización de aquellas prácticas que pudieran afectar la consecución de
las previsiones establecidas.

130
Juan Montes Cató

los centros de trabajo si no se considera bajo qué condiciones. Para que se


lleve a cabo dicho proceso es necesaria la subordinación de los trabajadores
al capital. Por lo tanto, el estudio de la disciplina y de forma articulada la del
control permite evidenciar las complejas relaciones sociales que constituyen y
conforman el proceso de trabajo como instancia de valorización; y de tal ma-
nera explican los específicos supuestos que subyacen al diseño de su estruc-
tura y funcionamiento. La disciplina comprende “una estrategia reguladora
de su configuración y operatividad, estrategia múltiple y compleja dirigida a
conseguir la adecuación productiva del comportamiento de los trabajadores”
(Gaudemar, 1981a: 85).
La disciplina es siempre codificación explícita destinada a establecer o re-
producir un determinado orden. En el caso de los procesos productivos se trata
de orientar los factores del proceso de trabajo a fin de que operen como valoriza-
dores del capital. De ahí que suponga desarrollar y aplicar normas que regulen
el uso de los objetos, medios y fuerza de trabajo; además de configurar el poder
sobre los ejes de una división del trabajo jerárquicamente mediada. La discipli-
na ilumina el proceso por el cual se pretende construir y dar continuidad a un
determinado orden productivo, a un sistema de autoridad, dominio y jerarquía
aplicado a la producción. Para ello el cuerpo mismo -en sentido foucaultiano- se
constituye como un terreno de contienda para el control del trabajo en la media
que se buscan cuerpos productivos y a la vez dóciles.
De ahí que la productividad y la adecuación de los cuerpos no pueda su-
peditarse a la eficacia productiva sino que necesita apelar a otro componente
que refiere a la dominación simbólica. De este modo, el esfuerzo del capital
se encuentra dirigido por un lado a aumentar la productividad y por otro a
facilitar la interiorización de la disciplina. Estos últimos aspectos resultan
claves para la eficacia de las técnicas de disciplinamiento puesto que “se trata
de interiorizar en la propia estructura fabril las condiciones materiales y so-
ciales de la transformación de la fuerza de trabajo en trabajo productivo para
facilitar, sin las evidencias de lo que es exterior y explícito, los procesos del
capital” (Castillo Mendoza, 1991: 21).
De este modo las formas de producción y disciplina se articulan “ges-
tionando un adecuado equilibrio entre materialidad del orden y la eficacia
social de sus representaciones simbólicas, a fin de adecuar la tecnicidad de los
medios de producción, las funciones de los trabajadores y las combinaciones

131
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

sociales del trabajo a las necesidades del capital expresadas en una cuádruple
exigencia: permitir la continuidad del poder, obtener los máximos resultados
productivos, facilitar la minoración de los costes y lograr un control efectivo
del trabajo” (Gaudemar, 1981b: 43).

La metáfora de la gran familia y las trampas funcionalistas

Con la expansión de formas organizacionales asociadas con la calidad total,


team working, subcontratación, autonomía responsable, el tema del control y la
disciplina de la fuerza de trabajo ha reaparecido desafiando algunas de las consi-
deraciones previas. Varios autores han reparado en las consecuencias que tienen
estas formas de organizar el proceso productivo para el desarrollo de las relacio-
nes al interior del espacio de trabajo (Fantasia, Clawson y Graham., 1988; Cunni-
gham, Hyman y Baldry, 1996; Wilmott, 2001; Sewel, 2001). El discurso dominante
indica que estos modelos están promoviendo un aumento de la autonomía de los
trabajadores y una mayor participación que rompe con las rígidas divisiones del
trabajo y “humaniza” el proceso de trabajo. En principio, estas nociones contri-
buyen a explotar al máximo las capacidades individuales de lo trabajadores en la
medida en que el aumento de la productividad se logra gracias a una utilización
de la creatividad y los saberes puestos al servicio de la eficacia productiva. La clave
para los empresarios reside en que se reconoce el conocimiento y la experiencia
laboral de los trabajadores como un recurso productivo que puede tener un valor
productivo significativo y por ello es necesario que sea movilizado. De esta inter-
pretación emergerá la necesidad de mayor implicancia y participación como los
principios más relevantes al momento de determinar los estrechos vínculos de
estos nuevos conceptos con el problema de la disciplina y el control. Tal vez, sea
la noción de empowermet la que vincule de manera más clara ambas tendencias
(Harley, 1999; Staw y Epstein, 2000; Edwards y Collinson, 2002) y aglutine los
movimientos que se están produciendo en materia de políticas gerenciales por
lo menos en el plano discursivo puesto que su puesta en práctica es muy variada
según sectores y actividades (Edwards, 2000).
El empowerment tiene varias aceptaciones, por un lado significa auto-
rizar formalmente a un sujeto, otorgándole poder o autoridad para la realiza-
ción de un fin o un objetivo; por otro refiere al acto de posibilitar, potenciar

132
Juan Montes Cató

o hacer competente a los sujetos con los recursos y medios para obtener ese
objetivo. En el discurso managerial se lo utiliza en ambos sentidos pues enfa-
tiza la idea de otorgamiento por parte de la gerencia hacia los trabajadores de
determinados recursos para cumplimentar los objetivos empresariales y a su
vez, señala que el poder original reside en la propia gerencia (Lahera Sanchez,
2004). Lo que se busca a través de este supuesto aumento de la participación
y la delegación en la toma de decisiones es aumentar el compromiso de los
trabajadores e interiorizar los valores de la empresa alimentando la imagen
del trabajador-propietario.
La búsqueda de un compromiso moral se expresa claramente con las po-
líticas de calidad de producto y de proceso –total quality management, TQM-
. Estas incentivan la movilización y participación de los trabajadores creando
la ilusión de un mayor poder sobre los destinos organizacionales. A través del
aseguramiento y certificación de la calidad las empresas buscan configurar un
tipo de orden en la producción que permita legitimar disciplina y mejorar el
control de los trabajadores por medio de dispositivos participativos acordes
con los principios de lealtad con la empresa (Willmott, 2001). En este sentido la
participación pregonada por los empresarios entiende que los trabajadores de-
ben hacerse partícipes e implicarse en los valores y normas de la nueva cultura
organizativa de calidad, participando de los objetivos de la empresa mediante
su aceptación y afirmando la voluntad de actuar para su consecución (Lahera
Sanches, 2000). Por su parte para lograr la participación resulta vital la “im-
plicación entusiasta” con los valores que determina la organización de manera
que se tienda al autocontrol. La concreción de esta nueva forma disciplinaria de
autogestión individual supone la colonización de otro aspecto de su dimensión
afectiva, en este caso, de sus almas (Elmes y Smith, 2001).
Los refinados dispositivos de control en el trabajo están fundados y legi-
timados en el renovado lenguaje de la calidad y la implicancia que en muchos
casos supone la asignación de funciones de supervisón y vigilancia entre tra-
bajadores de un mismo equipo de trabajo (Garrahan y Steward, 1992; Sewel y
Wilkinson, 1992; Wright y Edwards, 1998; Fernández Steiko, 2001).
Lo que constituye una innovación es que las técnicas empleadas no están
solo dirigidas a buscar una aceptación de las normas empresariales sino que
el complemento fundamental a esta cuestión de la búsqueda del consenso por
parte del empresario es una mayor participación del obrero en los vínculos en-

133
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

tre los que se mueva la empresa y una contribución activa de aquél en el logro
de los objetivos empresariales. La implicación entendida como un alto nivel de
participación e involucramiento, puede generar un “sentido de propiedad y res-
ponsabilidad en los empleados y, consecuentemente, surge un mayor compro-
miso con la organización y una menor necesidad de sistemas de control directo”
(Calvo Ortega, 2001: 211). El trabajador implicado es el que de forma directa
o indirecta se encuentra identificado y fidelizado con la empresa en la que se
desempeña. Con estas técnicas el empresario no necesita apelar solamente a
métodos coercitivos para motivar y mantener la fuerza de trabajo disciplinada,
pues lo logra gracias a la implicancia, el consenso necesario para mantener al
trabajador ligado “voluntariamente” al proceso de trabajo. Lo que se espera es
un compromiso subjetivo, una implicación asumida como normalidad. En este
sentido la dominación en los espacios laborales opera en base a la utilización
permanente de la creatividad y de la subjetividad del trabajador que permite el
establecimiento de estructuras participativas. La dominación tiende a interio-
rizarse de modo que se crea un sentimiento de responsabilidad personal sobre
los destinos de la organización. En su extremo puede llegar a crear un “régimen
inculpatorio” en cuanto se culpabiliza al trabajador en términos individuales
por no alcanzar los objetivos fijados (Calvo Ortega, 2001).
Por otra parte, la ruptura de los vínculos horizontales entre trabajadores
se ve incentivado por la noción de cliente interno. El conflicto en cuanto con-
tracara de la disciplina es reemplazado por otras nociones que hacen hincapié
más en la idea de desacuerdos personales que en contradicciones estructura-
les, sometiendo así a los trabajadores a un entramado compacto que consolida
la dominación pues se basa en aspectos de orden material y simbólico.
Esta perspectiva está vinculada con lo que sostiene Dunlop (1978) en cuanto
que las relaciones industriales se desarrollan dentro de un marco armónico, don-
de el conflicto laboral constituye una manifestación superficial y secundaria; lo
que cuentan son las reglas en un contexto dado de relaciones industriales.
Kerr, Dunlop y otros (1967: 37) plantean que “el descontento de los tra-
bajadores, reflejado en formas explosivas de protesta, tiende a alcanzar su má-
ximo en las etapas iniciales de la industrialización y a declinar a medida que
los trabajadores se acostumbran más a ella (…) el trabajador aclimatado, más
familiarizado con las modalidades de la fábrica, con mayor comprensión de
los fundamentos de su trama de reglas, más conciliado con la vida fabril” es el

134
Juan Montes Cató

modelo de fuerza de trabajo en que están pensando estos autores. Las huelgas,
por lo tanto, obedecen a reacciones de índole irracional frente al proceso de
industrialización. En la medida en que los obreros se hacen más disciplinados
el uso de la huelga declina y deja lugar a formas institucionalizadas como pro-
cedimientos de queja, de resolución de conflictos, de mediación y arbitraje dis-
minuyendo así su potencial revolucionario. En la medida en que los sindicatos
son reconocidos cada vez más como elementos funcionales del sistema, “menos
necesario sería el uso del conflicto como medio táctico de presión para obtener
beneficios de la contraparte. Las huelgas se convertirían así en un fenómeno
transitorio dentro del proceso de negociación, cuya función se reduce a llamar
la atención sobre los puntos débiles del sistema de regulación de las relaciones
industriales, actuando como una especie de válvula de escape (de la tensión y
presión) y de seguridad para el mantenimiento del equilibrio general del siste-
ma. Por consiguiente, la conflictividad laboral sería cada vez más controlada y
regulada sindical y patronalmente” (Dithurbide Yanguas, 1999: 163).
Un rasgo importante de esta perspectiva es su concepción cerrada del
sistema de relaciones industriales, en particular de la empresa en la cual los
trabajadores y empleadores se relacionan de forma continua y en busca de
objetivos comunes. La organización económica se presenta como un sistema
que procesa imputs (factores de producción) para la producción de un outputs
(resultados) necesarios para el sistema social más amplio6. Los roles organi-
zan el sistema y le asignan su configuración contribuyendo de ese modo al
equilibrio del sistema. De esta manera, las relaciones establecidas es entre
roles y no entre sujetos, se trata de relaciones sistémicas más que de relaciones
sociales. En este marco la empresa se proyecta como un gran equipo que logra
su unificación gracias a un sistema institucionalizado de valores que trabaja
conjuntamente para el bien común. La empresa es así conceptualizada como
una “unidad cultural”.

6 En gran medida esta perspectiva retoma el llamado teorema arroviano de la racio-


nalidad, en referencia al teorema de imposibilidad enunciado por Keneth Arrow en
1951. Para Arrow, la “institución es simplemente una caja negra cuyos imputs son
las preferencias individuales, cuyo output es la preferencia social y cuyas reglas de
funcionamiento son indiferentes mientras satisfagan las condiciones axiomáticas
básicas, coherentes a la vez con la racionalidad económica y con la dimensión social
que se pretende adscripta a la regla” (Naishtat, 1993: 139).

135
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

La característica principal, sostiene Coller (1997) de la corriente funcio-


nalista es que presenta a las personas que trabajan en la organización como
los integrantes de un mismo equipo cuyas acciones coordinadas permiten ob-
tener un bien común. A pesar de la diversidad de roles ejercidos, todos ellos
poseen la misma importancia con respecto a su repercusión, positiva o nega-
tiva en el resultado final; idea que refuerza la noción de unidad.
Coincidente con estas réplicas, Paul Edwards (1990), ha manifestado
que la clave de este enfoque reside en comprender a las organizaciones de
trabajo como entidades donde todos comparten los mismos intereses y en el
cual la armonía es posible gracias a la colaboración voluntaria entre las partes
implicadas. El conflicto se interpreta como un problema patológico, como un
acontecimiento producto de la incomprensión o mala voluntad. Este enfoque,
por lo tanto, posee una fuerte asimilación de la dinámica social al funciona-
miento de los sistemas orgánicos. Uno de sus ejes de interpretación es que, en
las relaciones en el interior de las empresas, predomina la cooperación por
sobre el conflicto. En esta perspectiva el conflicto es de naturaleza individu-
al y en todo caso posee un lugar secundario. Cuando se da es interpretado
como una desviación patológica producto de conductas desviadas de indivi-
duos aislados. La consecuencia directa de esta afirmación conlleva a que deba
ser tratado solo en el plano de su dimensión psicológica. Precisamente esta
dimensión será retomada por la perspectiva conductista de la Escuela de Re-
laciones Humanas (Mayo, 1977). Desde esta escuela los conflictos y tensiones
dentro de las empresas son producto de la incomprensión e inadaptación por
parte del trabajador a la lógica empresarial, eje conductor de la racionalidad
económica marginalista.
Estas teorías que se desplazan desde los estados mentales individuales
hacia el plano colectivo, sin referirse a otros elementos que a los de la propia
interioridad tienen un problema al tener que determinar cómo el “perfil so-
ciológico” del huelguista típico es más “agresivo” respecto a los demás traba-
jadores que no se suman a una huelga. A su vez, por más situación de frustra-
ción en que se encuentren los trabajadores, no se deriva que se movilicen para
participar en una acción colectiva. Como examinamos en el apartado anterior
existen innumerables dispositivos de disciplina y control que tienden a hacer
los límites de identificación borrosos tornándose inadecuada la relación entre
frustración-acción.

136
Juan Montes Cató

En gran medida el individualismo metodológico, revitalizará más tar-


de este conjunto de teorías de raíz funcionalista, con su reformulación del
homo economicus. La perspectiva de Olson (1992) de la cooperación será una
de las principales propuestas de este enfoque en cuanto a la relación entre
acción individual y colectiva. Aquí el eje está puesto en la tención entre los
beneficios de la cooperación y los costos individuales de la participación. El
costo de la expectativa recaería sobre otros, obteniendo el free rider los bene-
ficios colectivos sin exponer su capital. Estos incentivos selectivos pueden ser
tanto monetarios o materiales como sociales o psicológicos (posición social y
aceptación social). Son motivaciones positivas porque son todos considerados
bienes individuales, no colectivos, a los que se puede recurrir para movilizar
a la gente. La lógica racionalista de la utilidad de la acción colectiva se con-
vertirá en eficaz instrumento si es articulada en la práctica por un pequeño
grupo, donde el control costos-beneficios es directo (Dithurbide Yanguas,
1999). Ahora bien, esta situación de la acción cuenta con dos características
distintivas: a) cada agente maximiza su utilidad marginal sino actúa coope-
rativamente, pero b) si todos los agentes actúan de ese modo, el resultado es
desfavorable si se lo compara con la utilidad que hubiesen obtenido si todos
los agentes hubiesen actuado cooperativamente. Uno de los problemas princi-
pales que posee esta perspectiva es el hecho que de existir un interés común a
los agentes no se desprende la acción colectiva como tal. Puesto que los agen-
tes tienden a operar de este modo, la solución olsoniana es la institucionali-
zación de premios y castigos de modo tal que para el agente no cooperante de
una acción colectiva los beneficios sean menores por no haber participado de
dicha acción colectiva (Naishat, 2005).
En resumen, la perspectiva funcionalista sobrevalora la capacidad de
autorregulación del sistema al entender que existe una convergencia ideológi-
ca en los actores que operan en el campo laboral, de ahí que el conflicto emer-
ja como algo marginal a las relaciones. Las tensiones que puedan producirse
en el sistema de relaciones laborales no son lo suficientemente importantes
para que el sistema pierda su equilibrio. Esto no implica que no existan ten-
siones, diferencias, pero muchas de ellas son efecto de escasos o inadecuados
canales de comunicación.

137
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

El institucionalismo y la reacción desde el marxismo

A finales de los años sesenta y principios de los setenta, se producen


luchas obreras -muchas de ellas de carácter espontáneo de los trabajadores y
sus representantes en el lugar de trabajo- que pusieron en cuestión la supuesta
“paz social” de las empresas (Crouch y Pizzorno, 1989; Rehfeld, 2000) y, a su
vez, marcaron el límite de la interpretación unitarista de las relaciones labo-
rales y el lugar secundario asignado al conflicto.
Estos acontecimientos y la reacción ante la hegemonía teórica funcio-
nalista, generará un conjunto de estudios en el campo laboral que tenderá a
consolidarse en lo que se dio en llamar la corriente pluralista. Autores ingle-
ses representativos de esta corriente como Clegg (1989), Flanders (1974) y Fox
(1979), miembros de la universidad de Oxford, consideran que para analizar
los espacios de trabajo tiene mayor capacidad explicativa el enfoque conocido
como de la “democracia industrial”.
El pluralismo institucional se caracteriza, en principio, por contar con
una visión más realista de las relaciones laborales en la medida en que no
sólo toma en cuenta los procesos de consenso y colaboración sino también de
conflictividad en la dinámica de las mismas relaciones laborales. Es decir, no
se parte de la premisa de la unidad de la sociedad, sino acepta que los intere-
ses de los trabajadores y empresarios son divergentes, de ahí que la oposición
de intereses se da por supuesta. Sin embargo, las relaciones laborales deben
ocuparse de las reglas que rigen el empleo (Clegg, 1975). Esta insistencia en
la centralidad de la negociación colectiva, como una forma de democracia in-
dustrial, constituye para esta visión el método más importante de regulación
y reequilibrio de las relaciones del empleo. De ahí que definan a las relaciones
industriales como el conjunto de normas que regulan el empleo de los traba-
jadores, así como los diversos métodos (negociación colectiva, ley) a través de
los cuales se establecen, se aplican y se modifican tales normas. Estas formas
de resolución de conflictos constituyen los métodos aceptados por los actores
que interactúan en tales relaciones, sobre la base de procesos en los que se dan
distintos grados de cooperación y conflictividad laboral.
En una línea similar, Fox (1979) argumenta que las divergencias entre
los trabajadores y empleadores no son lo suficientemente amplias y funda-
mentales que no permitan a los actores arribar a compromisos que posibiliten

138
Juan Montes Cató

la colaboración permanente entre las partes. Los conflictos pueden ser conte-
nidos y canalizados recurriendo a medios institucionales adecuados de nego-
ciación. Esto llevó a centrar el análisis de esta corriente sobre la negociación
colectiva, en las instituciones más formales de canalización del conflicto. A
pesar que varias de las críticas han estado destinadas precisamente a que esta
corriente deja de lado las innumerables negociaciones de carácter informal,
uno de los principales rasgos y de ahí su limitación a la hora de explicar la
dinámica del conflicto, es que centran su atención preponderantemente en el
conflicto que surge del choque de organizaciones formalmente instituidas7.
De ahí que este enfoque centre la atención en las instituciones formales y
sostenga que los conflictos inevitables surgidos de las relaciones laborales pue-
den matizarse apelando a medios institucionales adecuados. El conflicto no es
ciertamente patológico para este enfoque, sino que existen grupos que expe-
rimentan conflictos entre sí y que las instituciones apropiadas pueden encau-
zarlos por canales pacíficos. El problema reside en pasar de la valoración de su
base material a la valoración de cómo organizarlo y encauzarlo. Este enfoque ha
derivado en dos tendencias: a) concentrar la mirada más en los posibles medios
que canalicen el conflicto que en su propia naturaleza y b) sobreestimar el valor
de la negociación colectiva de trabajo como instrumento de resolución y dejar
de lado otros recursos de poder puestos en juego en las relaciones de trabajo,
como por ejemplo la acción en el campo político (Edwards, 1990).
Para Edwards, a su vez, el enfoque pluralista “no aborda el problema de
la naturaleza o de la base del conflicto; se limita a centrar la atención en lo que
sucede cuando ya se han articulado expresiones organizativas del conflicto”
(1990: 9). El problema que subyace a los enfoques pluralistas es que equiparan
el conflicto con las manifestaciones observables de descontento y no preten-
den identificar las bases de aquél con independencia de cualquier indicador
observable concreto. Pero otro problema a la hora de comprender el conflicto
es suponer que existen grupos de trabajo como entidades pre-establecidas de
antemano, en lugar de considerar las condiciones que permiten el desarrollo
de esos colectivos.

7 Esto se ve agravado si se define a la organización solo como aquellas que están for-
malmente constituidas, como los sindicatos, dejando de lado los comités de empresa
e incluso grupos de trabajadores que cuentan con una importancia significativa a la
hora de comprender la dinámica, origen y desarrollo de un conflicto.

139
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

Como respuesta a las perspectivas funcionalistas e institucionalistas el


marxismo ensaya herramientas analíticas capaces de responder a los cambios
ocurridos en la organización del trabajo y en las relaciones laborales. En la déca-
da de los ochenta y noventa tendió a consolidarse una corriente de pensamiento
preocupada por comprender desde una perspectiva marxista las relaciones de
trabajo –aunque varios de los autores más representativos venían produciendo
algunas obras de envergadura desde los años setenta-. Recordemos que muchos
de los ataques de los unitaristas habían tenido como blanco precisamente al-
gunos de los elementos de la teoría formulada por Marx, de ahí el desafío de
resituar este abordaje y aportar nociones y conceptos que permitan analizar la
especificidad de las relaciones de trabajo y el conflicto laboral. Tal vez, una de
las escuelas más representativas es la de Warwick en la que se han destacado
los estudios de Hyman (1981); Paul Edwards (1990, 2000); Edwards y Scullion
(1987). En su reconocido libro sobre las Relaciones Industriales. Un introducci-
ón marxista, Hyman apunta tempranamente que “los intereses de empresarios
y trabajadores están en conflicto de una manera tan radical y sistemática, y
las relaciones de poder entre ellos son también necesariamente conflictivas. La
frontera de control en un momento determinado representa un compromiso
insatisfactorio para ambas partes, y podemos esperar que se realicen intentos
para modificar esta frontera siempre que una de las dos partes piense que las
circunstancias están a su favor. El conflicto y el cambio son por lo tanto inse-
parables de las relaciones industriales” (Hyman, 1981:38). Esta línea de análisis
pone el énfasis en las relaciones antagónicas que definen a los sujetos, más allá
que adopten manifestaciones abiertas o visibles.
Paul Edwards retomará algunas nociones de la corriente denominada
radicals8. Varios son los exponentes de esta perspectiva y múltiples las formas
que ha adquirido. Para los fines de este artículo nos interesa seguir el desar-
rollo de Edwards en base al texto de Baldamus (1961). La cuestión central es
cómo identificar el conflicto cuando no existen manifestaciones explícitas,
este autor propone el concepto de negociación del esfuerzo. Su importancia

8 En el plano de la economía política, esta corriente de pensamiento busca articular


algunas de las premisas del marxismo con ideas del institucionalismo. Se trata de
una perspectiva que posee puntos de contacto con las teorías keynesianas y regu-
lasionistas, pero su originalidad reside en que aborda las relaciones asimétricas de
poder en la microeconomía (Féliz, 2005)

140
Juan Montes Cató

radica en que permite establecer una conexión entre la base del conflicto y los
comportamientos concretos. Infiere que por detalladas que sean las reglas,
normas e instrucciones, ningún empleador puede prever todas las eventuali-
dades, ni describir exactamente la forma en que debe actuar en cada caso. En
este sentido, existe una indeterminación del contrato de trabajo que se resuel-
ve en la interacción cotidiana. Precisamente en este proceso de interacción,
de negociación del esfuerzo, diría Baldamus, se extiende un área potencial de
conflicto en el proceso de producción
El planteo de Paul Edwards retoma esta preocupación por el estudio del
conflicto laboral más allá de las puras manifestaciones. De ahí que critique
aquellas perspectivas que solo pretenden clasificar las formas de conflicto sin
conectarlos con el contexto de producción y fundamentalmente con los com-
portamientos. Evidentemente, no existe correspondencia inmediata y directa
entre una acción como la ausencia injustificada y la idea subyacente de conflic-
to. La pregunta, en este sentido, es en qué medida estos episodios pueden afec-
tar la negociación del esfuerzo en un espacio laboral específico y de qué manera
los participantes perciben el sabotaje, ausencia injustificada, etc. como una ex-
presión del conflicto, poniéndose así en juego dos órdenes de cosas: el contexto
donde se despliegan las relaciones de trabajo y por otra parte, los significados
que poseen para los trabajadores y empresarios. Es decir, el comportamiento,
lo visible, no puede explicarse a través del estudio de lo manifiesto sino que
adquiere sentido a través del análisis del contexto social en que se produce y los
significados sociales que poseen para los sujetos participantes
Siguiendo el planteo desarrollado por Edwards, P. K. (1990) para sis-
tematizar analíticamente la complejidad que posee la cuestión del conflicto,
existen diferentes niveles de estudio. El primero, remite al nivel básico, deno-
minado antagonismo estructurado: existirá un antagonismo de estas caracte-
rísticas en todas las organizaciones de trabajo en las que la fuerza de trabajo
se materializa en la creación de un excedente (plusvalía) que pasa a manos de
otro grupo. A continuación resaltamos la organización de las relaciones labo-
rales en el centro de trabajo. En este momento “aparece la cooperación, pues
los empleadores necesitan persuadir a los trabajadores de que trabajen, para
lo cual no les basta con la coacción; análogamente los trabajadores no se en-
frentan totalmente a sus empleadores”. Finalmente, está el nivel del comporta-
miento concreto: qué formas de comportamiento son viables, hasta qué punto

141
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

reflejan el conflicto y hasta qué punto representan formas de adaptación a la


situación motivada por el carácter de las relaciones laborales en el centro de
trabajo en las que se producen.
Puntualicemos estas consideraciones: los niveles de análisis refieren en
cierto sentido a diferentes grados de abstracción. En el nivel más general se
hace referencia al modo de producción, junto a diversas formas de explota-
ción asociadas con él, es decir remite a las contradicciones o discrepancias bá-
sicas que pueden reflejarse no necesariamente en disputas manifiestas. Una
contradicción es una relación entre elementos que adquieren su identidad a
partir de ella, ellos existen en esa contradicción y la superación de esta supo-
ne la alteración de esas identidades. La dialéctica hegeliana-marxista opera a
partir de términos contradictorios. Este es el claro ejemplo entre el capital y
el trabajo. En primer lugar sus discrepancias son constitutivas de la relación
y la identidad de aquellos surge de ésta la contradicción existe más allá de
oposiciones manifiestas.
Para pasar de este nivel básico a la consideración de las formas especí-
ficas de organización de trabajo se requiere contemplar cierto grado de co-
operación (explícito o implícito) para que prosiga cualquier proceso social de
trabajo. En este nivel se pasa de la concepción de modo de producción a los
anclajes regionales o nacionales (aquí juegan un rol determinante las acciones
del Estado, la tradición de lucha y el posicionamiento de los actores sociales).
En el tercer nivel, dentro de cada país existe una gran variabilidad entre sec-
tores y actividades que potencian o desalientan determinados tipo de relacio-
nes de conflicto. En este sentido, las herramientas analíticas deben facilitar el
análisis de casos concretos de conflicto, es decir cómo surgen, qué es lo que
explica la aparición de una “forma” de conflicto y no otra, en qué medida un
determinado comportamiento observado, como el sabotaje, o la abstención,
son reflejo de un conflicto subyacente.
Comprender el conflicto en niveles favorece la indagación analítica al
no incurrir en interpretaciones que derivan directamente del antagonismo
estructurado conflictos abiertamente manifiestos. Un modelo de niveles de
conflicto “es inadecuado si implica que existe una simple cadena causal que
va del nivel más fundamental, al más próximo a la superficie. No es satisfac-
torio analizar las huelgas, por ejemplo, como si ‘reflejaran’ o ‘expresaran’ las
contradicciones más profundas del capitalismo” (Edwards, 1990).

142
Juan Montes Cató

Si bien este planteo constituye un punto de partida adecuado para el


análisis del conflicto laboral al poder diferenciar entre planos que derivan
en tres tipos de categorías, puede pensarce que se requieren otros elementos
analíticos para responder la pregunta acerca de cómo se constituye una acci-
ón conflictiva. En especial cuando se busca vincular las acciones discretas,
las prácticas cotidianas con acciones de oposición de mayor envergadura en
términos del número de trabajadores involucrados, profundidad de las de-
mandas y capacidad de revertir las condiciones en que se desenvuelven las
relaciones en los espacios laborales. Para ello, aportes de Fleming y Sewell
(2002); Edwards, Collinson y Rocca (1995); Jermier, Knights y Nord (1994),
llaman la atención sobre formas sutiles de subversión que en muchos casos
son imperceptibles a los propios supervisores9 pero que logran vincular en
una acción concertada a diferentes trabajadores. La importancia de estas
prácticas cotidianas de oposición al personal de vigilancia y supervisores de
las operaciones es en gran medida continuo y pueden constituir la manifes-
tación de actos de resistencia y de la conflictividad laboral más allá que no se
expresen a través de canales institucionalizados en la medida en que suponen
el quebrantamiento de las prescripciones normativas emanadas por las geren-
cias de las empresas (Fleming y Sewell, 2002). Se trata de aquellas prácticas
de “falsa conformidad”, “ignorancia fingida”, “disimulación” que permiten
entrever actos de desobediencia realizados en los espacios silenciosos de la
vida (Scott, 2000) en el trabajo.
Muchos estudios tendieron a centrarse en las prácticas visibles y explí-
citas de oposición, sin embargo existen muchas otras prácticas de oposición
que son a menudo sutiles, secretas y reservadas y en muchos casos con menor
nivel organizativo, pero con capacidad para expresar el conflicto (Edwards,
Collinson y Rocca, 1995). Para nuestro objetivo, esta dimensión de análisis
permite ampliar el abanico de posibles prácticas de trasgresión a las normas
que rigen los espacios de trabajo incluso bajo cierta hegemonía que es alcan-
zada en algunos espacios de trabajo producto de la asimetría de poder conso-

9 No se trata de las “pautas de indulgencia” a las que se refiere Gouldner (1954) cuando
aborda el tema de los mandos intermedios y los casos en donde se permiten ciertas
ilegalidades a cambio de mantener ciertos estándar de producción. Si bien denota
cierto arreglo informal, ambas partes conocen los términos y más difusamente los
efectos de la transacción.

143
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

lidado a través del discurso empresarial. De ahí que existan instancias inter-
subjetivas reservadas para la resistencia. Basta recordar que la subjetividad
es el mismo terreno que están disputando las formas de control que buscan
la interiorización de la disciplina, por lo tanto no es extraño plantear que los
trabajadores también en ese plano llevan adelante acciones de oposición. Par-
ticularmente importante es este tema cuando se analizan espacios de trabajo
donde no se observan manifestaciones colectivas del conflicto. Aquí el plano
subjetivo constituye una herramienta para indagar la existencia de colectivos
más allá que logren expresividad manifiesta y abierta.
Sin lugar a dudas, los trabajadores ensayan formas de resistencia, pero
difícilmente las acciones individuales logran imponer un cambio en el orden
dispuesto por las dirigencias empresariales. Las estrategias que los obreros
despliegan para sortear los controles institucionales podrían intepretarse
como actos de resistencia pero incapaces de significar una real amenaza a la
estabilidad de los parámetros de productividad fijados por las empresas. To-
mando en cuenta que las acciones individuales o los trucos no logran generar
cambios significativos en las relaciones de trabajo, es que centramos muestra
atención en las acciones colectivas. La construcción de contradiscursos por
parte de los trabajadores constituyen las expresiones menos visibles del con-
flicto, pero fundamentales para proyectar acciones colectivas reivindicativas
de carácter confrontativo. Si la disciplina y el control operan en la subjetivi-
dad, afirmamos que las acciones de resistencia no son ajenas a este plano de
la vida laboral. De allí la importancia de estudiar la existencia de una cultura
de oposición. La existencia de esa tradición no es suficiente para detener los
embates de la empresa pero puede lograr construir algunas barreras para ja-
lonar una acción abierta.

Elementos finales de reflexión

La historia de la regulación capitalista de la fuerza de trabajo se conci-


be bajo el principio de la productividad destinada a la valorización del capi-
tal gracias a la extracción de un plus-trabajo. Pero esto se logra gracias a la
subsunción del trabajo al capital “cuya adecuada consideración exige hacer
evidente la existencia de una organicidad del capital que desborda el restrin-

144
Juan Montes Cató

gido espacio productivo para adentrarse en la globalidad de un complejo ciclo


reproductivo desde el cual se debe considerar lo que la subsunción implica”
(Castillo Mendoza y García López, 2001).
De este modo, el proceso de trabajo está sobredeterminado por el pro-
ceso de valorización del capital en la media en que constituye un proceso que
transforma los valores generando un trabajo excedente más allá del trabajo
necesario. Esta dinámica lejos de circunscribirse al espacio productivo abarca
el resto de las modalidades de relacionamiento social, precisamente porque el
proceso de valorización del capital adquiere su dimensión no solo en el mo-
mento de la producción sino también en el de la circulación10.
De ahí que la noción de subsunción resulte una clave importantísima.
Tal como lo plantea Jean-Marie Vincent (1995: 77): “La subsunción no es sólo
sumisión a las directrices del capital en la industria, es más fundamental-
mente sumisión a procesos abstractos de socialización. Se trata, en primer
lugar, de sumisión al conjunto de las operaciones sociales que producen el
trabajo abstracto (constitución de la fuerza de trabajo, mercado de trabajo,
forma valor de los productos de trabajo, etc.). Se trata igualmente de sumisión
a la tecnología en tanto que ella induce los modos de relación en los medios
técnicos, comportamientos y modelos de acción, lugares en el proceso de tra-
bajo y relaciones con los otros. Se trata, finalmente, de sumisión a las formas
del intercambio mercantil que formalizan y dan contenido a una gran parte
de los intercambios humanos”.
La subsunción adopta dos modalidades. El fundamento de la subsunci-
ón formal está vinculado con el control exclusivo de las condiciones de trabajo
que posee el capitalista; en cambio la subsución real del trabajo al capital im-
plica el desarrollo y control de nuevos modos de producir plusvalor (relativo)
revolucionando las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo,

10 Resaltemos que en el modo de producción/reproducción capitalista, antes que el


operador active sus habilidades y conocimientos, en y sobre un proceso productivo
concreto, ha de ser producido bajo una forma social determinada, ha de ser produ-
cido en tanto “capacidad o fuerza de trabajo”. Bajo “una forma social determinada”
pues, ya que esta producción social específica del operador supone que el conjunto
de los presupuestos vitales de una actividad, así como los recursos y potencialidades
intelectuales que son su contenidos sean reguladas y colocadas a disposición de me-
canismos sociales generales (Castillo Mendoza y García López (2001: 12).

145
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

y por tanto el modo de producción mismo, la productividad del trabajo y la


relación entre capitalistas y el obrero colectivo (Marx, 1973 [1867]).
A pesar de esta doble subsunción y del carácter asimétrico de las relacio-
nes salariales, los trabajadores ensayan acciones para revertir las condiciones
en que se ejerce la extracción de plustrabajo (y los márgenes de apropiación de
este). Ahora bien los cambios dialécticos entre el control y resistencia pueden
ser pensados si comprendemos las relaciones como distribuciones de poder.
Sucintamente, lo que tratamos de hacer en este artículo es vincular los
conceptos de control y resistencia y ligarlos en el marco de una reflexión más
amplia sobre el poder. Partimos de la idea que existen formas definidas que
asume el trabajo (organización, procesos, normas) y relaciones de poder que
las atraviesan. Describir las formas es necesario, analizar las relaciones de po-
der imprescindible si se busca estudiar los procesos de explotación laboral y
el modo en que inciden las acciones de los trabajadores en su desenvolvimien-
to. Por ello es que consideramos que los conceptos de control y resistencia
constituyen observables que pueden guiar un programa de investigación que
concilie el estudio por los determinantes productivos con una teoría del poder
anclada en las relaciones de trabajo.

Bibliografía

Baldamus, p (1961), Efficiency and effort, Londres, Tavistock.

BLAUMER, R. (1964), Alienation and freedom, University of Chicago Press, Chicago

Braverman, H. (1980): Trabajo y capital monopolista, Editorial Nuestro Tiempo, México

Buroway, M. (1989): El consentimiento en la producción, Ministerio de Trabajo y Seguridad


Social, Madrid.

CALVO ORTEGA, F. (2001), “La organización del trabajo después de fordismo. Estrategias
empresariales y procesos de subjetivación”, en Fernández Steinko, A. y Lacalle, D. (eds.) Sobre la
democracia económica. La democracia en la empresa, El viejo Topo, Madrid.

CASTILLO MENDOZA, C. A. (1991): “Estudio Introductorio”, en Gaudemar, J.P., El orden y la


producción. Nacimiento y formas de la disciplina de fábrica, Ed. Trotta, España.

146
Juan Montes Cató

Castillo Mendoza, C. A. (1990): “Control y organización capitalista del trabajo. El estado de


la cuestión”, Sociología del Trabajo núm. 9, Revista cuatrimestral de empleo, trabajo y sociedad,
primavera 1990, Madrid, 1990.

Castillo Mendoza, C. A. y García López, J. (2001) Marx, entre el trabajo y el empleo.


http://eprints.ucm.es/6745/1/0123.pdf

CLEGG, S. (1989), Organisation theory and class analysis. New aproaches and new issues, Walter
de Gryter, Berlín.

COLLER, X. (1997), La empresa flexible. Estudio sociológico del impacto de la flexibilidad en el


proceso de trabajo, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid.

CROUCH, Colin y PIZZORNO, Alessandro (1991): El resurgimiento del conflicto de clases en


Europa Occidental a partir de 1968, Vol. 1 y 2, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid.

CUNNINGHAM, I; HYMAN, J. y BALDRY, C. (1996), “Empowerment: the power to do what?”,


Industrial relations journal, vol 27, nº 2, pp. 143-154.

DITHURBIDE YANGUAS, G. (1999), “Problemas en el análisis del conflicto laboral”, Castillo


Mendoza (coord.), Economía, organización y trabajo. Un enfoque sociológico, Ed. Pirámide,
Madrid

DUNLOP, J.T. (1978), Sistemas de relaciones industriales, Península, Barcelona

Edwards, R (1979), Contested terrain: the transformation of the workplace in the twentieth
century, New York: Basic Book.

EDWARDS, P.K. (1990): El conflicto en el trabajo. Una análisis materialista de las relaciones
laborales en la empresa, Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad social, España.

EDWARS, P.K. y SCULLION, H. (1987): La organización social del conflicto laboral. control y
resistencia en la fábrica, Ed. Centro de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,
Madrid.

EDWARDS, P. K. y COLLINSON, M. (2002), “Empowerment and Managerial Labor Strategies”,


Work and occupations,Vol.29 Nº 3: 272-299.

EDWARDS, P., KNIGHTS, D., DELLA ROCCA, G., (1995), “Workplace Resistance in Western
Europe: a Prelimiary Overview and a Research Agenda”, European Journal of Industrial Relations,
Vol 1 (3): 283-316.

Elmes, M. and Smith, C. (2001). Moved by the spirit: Contextualizing workplace empowerment
in American spiritual ideals. Journal of Applied Behavioral Science, 37(1), 33-50.

FANTASIA, R., CLAWSON, D. y GRAHAM, G. (1988), “A critical view of worker participation in


American industry”, Work and Occupations, vol. 15, nº 4, pp. 468-488.

147
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

FELIZ, M. (2005), “El mercado de trabajo en la economía política radical”, mimeo.

FERNÁNDEZ STEIKO, Armando (2001) “El sabor agridulce de los grupos de trabajo”, Cuadernos
de Relaciones Laborales UCM Nº 18, pp. 257-283Fleming y Sewell (2002);

FLANDERS A. (1974), Management and unions, Faber & Faber, Londres.

FOX (1979), Industrial sociology and industrial relations, HMSO, Londres.

FRIEDMAN, A. (1977), Industry and labor, Macmillan, Londres.

GARCIA CALAVIA, M. A. (1999), “Trabajo y capital monopolista, veinticinco años después: un


texto clásico todavía vigente”, Cuadernos de Relaciones laborales, nº 14, pp193-215.

Garrahan, P. y Steward, P. (1992), The Nissan enigma, Casell, Londres.

GAUDEMAR, J-P. (1991): El orden y la producción. Nacimiento y formas de la disciplina de fábrica,


Ed. Trotta, España.

GAUDEMAR, J-P. (1981a): “La crisis como laboratorio social: el ejemplo de las disciplinas
industriales”, Aglietta y otros, Rupturas de un sistema económico, Ed. Blume, Madrid.

GAUDEMAR, J-P. (1981b), “Preliminares para una genealogía de las formas de disciplinamiento
en e proceso del trabajo”, en Focucault y otros, Espacios de Poder, La Piqueta, Madrid

Gouldner, A. (1954), Patterns in industrial bureaucracy, New York: Routledge & Kegal Paul

HARLEY, B. (1999), “The myth of empowerment: work organization, hierarchy and employee
autonomy in contemporary Australian workplaces”, Work, employment and society, vol 13, nº 1,
pp. 41-46.

HYMAN, R. (1981), Relaciones industriales : una introducción marxista, Ed. Blume, Madrid.

JERNIE, J. M., KNIGHTS, D. y NORD, W.R. (1994): Resistance and Power in Organizations,
Routledge, Londres

KATZ, C. (2000): “La teoría del control patronal: balance de una discusión”, Época, revista
Argentina de economía política, año 2, nº 2, Buenos Aires.

KERR, Clarr, DUNLOPP, John, harbison, F.H. y myers, Ch (1967), Industrialismo y el hombre
industrial, Eudeba, Buenos Aires.

LAHERA SÁNCHEZ, A. (2000), “La emergencia de nuevos modelos productivos: la participación


de los trabajadores y la fabricación del consentimiento en al producción”, Revista de Dialectología
y tradiciones populares, Tomo LV, cuaderno segundo, pp.9-50.

148
Juan Montes Cató

LAHERA SÁNCHEZ, A. (2004), “La participación de los trabajadores en la calidad total: nuevos
dispositivos disciplinarios de organización del trabajo”, Revista española de investigaciones
sociológicas, nº 106, pp. 63-102

MARGLIN, S. (1977), “Orígenes y funciones de la parcelación de tareas: ¿para qué sirven los
patronos”, en Gorz, A. Crítica de la división del trabajo, Editorial Laia, Barcelona.

MARX, K. (1995[1867]): El Capital. Crítica de la economía política, Tomo I, Libro 3, Editorial Siglo
XXI, México.

MARX, K. (1997): Grundrisse, Editorial Siglo XXI, México.

MAYO, E. (1977), Problemas humanos en una civilización industrial, Nueva Visón, buenos Aires
NAISHTAT, F. (1993), “Preferencias sociales e institucionales democráticas: reflexiones acerca del
teorema de Arrow”, Sociedad Nº 2, Mayo

MONTES CATÓ, J.S. (2005), “La configuración del poder en los espacios de trabajo: dispositivos
disciplinarios y resistencia de los trabajadores”, Sociología del Trabajo Nº 54, España, pp. 73-100.

MONTES CATÓ, J.S. (2006), “Dominación y resistencia en los espacios de trabajo. Estudio sobre
las relaciones de trabajo en empresas de telecomunicaciones”, Tesis Doctoral defendida junio del
2006, Doctorado en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, UBA http://www.ceil-piette.
gov.ar/areasinv/reltrabajo/tesis/montescato

Olson M. (1992), La lógica de la acción colectiva. Bienes públicos y la teoría de grupos. Limusa,
México D.F

REHFELDT, U. (2000), Globalización, neocorporativismo y pactos sociales. Teoría y práctica de las


relaciones de trabajo, Lumen Humanitas y Ceil-Piette, Buenos Aires.

SCOTT, J.C. (2000), Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, Ediciones Era,
México

SEWEL, G. (2001), “What goes around, comes around. Inventing a mythology of teamwork and
empowerment”, Journal of applied behavioural sciences, vol 37, nº1, pp. 70-89.

SIERRA ALVAREZ, J. (1990), El obrero soñado. Ensayo sobre el paternalismo industrial (Asturias,
1860-1917), Siglo Veintiuno Espala Editores, Madrid

SEWEL, G. y WILKINSON, B. (1992), “Someone to Watch Over me: surveillance, discipline, and
just-in-time labour process”, Sociology, vol. 26, nº 2, pp. 271-290.

STAW, B.M.. y EPSTEIN, L.D. (2000), “What bandwagons bring: effects of popular management
techniques on corporate performance, reputation and CEO pay, Administrative Science Quarterly,
nº 45, pp. 523-55.

TAYLOR, F. W. (1957), La Direction Scientifique des entreprises, Dunod, París.

149
Los espacios de trabajo como configuración de relaciones de poder.
La dialéctica entre control y resistencia

THOMPSON, P. and ACKROYD, S. (1995) ‘All Quiet on the Workplace Front? A Critique of Recent
Trends in British Industrial Sociology’, Sociology 29(4): 615–33.

VINCENT, J-M (1995), “La légende du travail”, en Cours-Salies, P (coord.), La liberté du travail;
Syllepse, París.

WILMOTT, H. (2001), “Strength is ignorance: slavery is freedom. Managing culture in modern


organizations”, in Warwick Organizational Behaviour Staff, Organization Studies. Critical
perspective on business and management, Londres, Routledge, vol 1, pp. 386-426.

WOODWARD, J. (1958), Management and technology, HMSO, Londres

WRIGHT, M. and EDWARDS, P. (1998), “Does team working work, and if so, Why? A case study in
the aluminium industry”, Economic and industrial Democracy, vol. 19, pp. 59-90.

150
6

Las relaciones de teletrabajo:


una encrucijada jurídica entre
las tendencias laborales
protectorias y reformistas
Paula Lenguita

Introducción

El teletrabajo es un fenómeno escurridizo para las ciencias sociales. Las


disciplinas interesadas en comprenderlo no han logrado establecer una defi-
nición adecuada para todos los campos disciplinarios. Desde sus orígenes, la
vaguedad que acarrea se ha vuelto un obstáculo para producir conocimiento
sistemático y, porque no, estadístico de su evolución y alcances concretos ha-
cia la dinámica laboral general. Aunque ese círculo acompaña al fenómeno
desde las cuatro décadas de su existencia (como un sello distintivo del cual
parece no poder desprenderse) es posible sostener que, recientemente, se está
abandonando esa ambigüedad conceptual inicial. Produciéndose un despla-
zamiento de los interrogantes a un territorio distintos, las dudas se trasladan
al problema de la regulación del teletrabajo en nuestro país y en el mundo.
El único punto no controversial siempre fue el que delimita su emer-
gencia. Validándose su surgimiento en la década del setenta, tras la crisis
económica que desató como respuesta empresarial un recambio organizacio-
nal: contexto y circunstancia en donde nace el teletrabajo como “alternativa”

151
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

productiva frente al gigantismo empresarial. Sin embargo, su evolución se


retrasó dos décadas.
Fue el tiempo que demandó la estructuración de una tecnología apro-
piada a este modelo de trabajo a distancia, que en sus orígenes tan sólo con-
taba con recursos rudimentarios para establecer intercambios diferidos entre
miembros de una organización dispuesta segmentadamente. Por esa razón,
su lento y controversial desarrollo se debió a la estrecha relación que mantu-
vo con el propio desenvolvimiento de las tecnologías de la información y la
comunicación. Una vez alcanzado el máximo del potencial tecnológico de las
telecomunicaciones informáticas, su versatilidad parece volver presente los
vínculos que se desarrollan bajo una distancia física manifiesta. Más aún, la
instantaneidad de los intercambios dispuestos a través de los nuevos medios
de comunicación ha sido la clave explicativa del carácter integrador de las
tecnologías de la información y la comunicación en la vida cotidiana a escala
internacional. Ante esa extensión, las dudas que provocaba se trasladan hacia
las relaciones del teletrabajo. Los interrogantes hoy se asientan alrededor de
su especificidad para poder modificar la normativa laboral que no lo integra,
y abandonar así el camino de imprecisiones normativas que tanto condiciona
la realidad cotidiana de los teletrabajadores.
En este trabajo se consideran los parámetros generales de la actual in-
certidumbre normativa sobre el teletrabajo; los cuales reclaman atención, jus-
tamente, por la desprotección en la que se hallan abandonados los actuales
teletrabajadores. Sin una regulación especial, las condiciones de prestación
laboral se vuelven precarias, por ende, es urgente configurar una pauta gene-
ral para esta materialización del modelo laboral emergente, a fin de intervenir
sobre los abusos patronales que no son controlados por la normativa.

Dos décadas para el cambio de rumbo empresarial

Como se ha argumentado en otra oportunidad, los desacuerdos histó-


ricos sobre qué es el teletrabajo son, por lo menos hasta la década pasada,
consecuencia de una fisonomía extremadamente dependiente del ritmo verti-
ginoso con que han mutado las tecnologías informáticas y de la comunicación
(Lenguita, 2008). Precisamente, los altibajos que fraguaron los logros econó-

152
Paula Lenguita

micos de estas tecnologías son los que también han condenado a la inconsis-
tencia histórica del teletrabajo (Lenguita, Miano, 2005).
Para comprende esa dependencia inicial entre el modelo de trabajo y la
expresión versátil de las tecnologías “de la distancia”, en principio, se puede re-
conocer un origen histórico afín. Ambas experiencias son fruto de los esfuerzos
empresariales por buscar salidas a los callejones económicos impuestos por la
crisis del setenta. Así, cobran vida como una alternativa combinada para dar
sentido a un cambio de estrategia organizativa, que abandonase el gigantismo
fabril de los años anteriores. Básicamente, los medios informáticos eran un alia-
do estratégico del nuevo rumbo al que se quiere conducir a la estructura organi-
zacional, porque ofrecen la infraestructura necesaria para segmentar el espacio
de trabajo en islas integradas por redes electrónicas de comunicación.
Sin embargo, el reconocimiento histórico de la dependencia que el teletra-
bajo tiene respecto al ritmo de desarrollo técnico no alcanza para explicar, en su
totalidad, el porqué de su inconsistencia conceptual en todos los campos y lati-
tudes. Por lo tanto, es preciso reconocer también cuál es el contexto económico
que ha dado sentido a su emergencia y desarrollo gradual. Para configurar esta
transición, en el sentido histórico desplegado por el teletrabajo, se recuperan ar-
gumentos tendientes a definir la política empresarial que lo ha hecho posible.
Bennett Harrison, en su obra “La empresa que viene. La evolución del
poder empresarial en la era de la flexibilidad”, rescata una mirada histórica
sobre la estrategia empresaria de segmentación laboral. Señalando que la hi-
bridación de modelos productivos diversos, incluso con superposición de sus
estructuras, condiciona la falta de liderazgo de alguno de ellos para asumir
una posición hegemónica, y así poder cerrar de una vez la página del tayloris-
mo, si bien reconoce que:

En la nueva economía mundial, los pequeños y múltiples com-


petidores…son socialmente ineficientes, profundamente ines-
tables y tienden a ser tecnológicamente poco evolutivos. En
su lugar, las redes de producción (y de distribución) se están
convirtiendo en el principio organizativo dominante (Harri-
son, 1997:160)

En ese contexto, los requerimientos empresarios por modificar la órbita


de la producción se vieron interesados en el teletrabajo, como una alternativa

153
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

concreta frente a los diseños concentrados de la época fabril1. Por tal razón, da
sus primeros pasos en los Estados Unidos, tras la crisis del setenta. Más aún,
fue un ensayo de una logia empresaria, para idear un instrumento contra los
desequilibrios económicos de aquellos días, ofreciéndose como solución para
el abaratamiento de costos de mantenimiento empresarial.
Para situar la propuesta, Jack Nilles -quien llegó a ser considerado “el
padre del teletrabajo”- sostuvo, desde el principio, que se estaba frente a una
transformación de los parámetros concentrados de organización del trabajo.
Y, de tal manera, ideó un eslogan que ha logrado popularidad en los Estados
Unidos: “llevar al trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo” (Nilles,
1996). De tal manera, la primera definición, surgida en este ghetto de empre-
sarios, fue resonando bajo el símbolo de un “desplazamiento invertido”: del
trabajo al trabajador. Tanto es así que el término “telecommuting”, es decir,
teledesplazamiento en español, fue el que desde siempre se ha empleado para
designar el fenómeno en los Estados Unidos. En síntesis, la emergencia del te-
letrabajo es gestada entre las inquietudes empresariales por disponer de nue-
vos principios organizativos al capitalismo post-crisis, nuevos criterios que
básicamente afectan los costos ordinarios de mantenimiento empresario2.
Contrariamente a ese ideal, Bennett Harrison considera que, en la prác-
tica, las políticas empresarias no han sido homogéneas. Hallándose diferen-
cias significativas en la estratificación de las empresas: si bien las grandes
empresas fueron favorecidas por sus aciertos en la intensificación del recurso
informático, la reacción frente a la recesión no ha sido unánime hacia la adop-

1 Un reconocimiento detallado sobre las condiciones de emergencia del teletrabajo y


el retraso en su desarrollo, véase: Paula Lenguita, “Ideologías del teletrabajo. Nortea-
mérica y Europa en la disputa por el sentido político de la remotización laboral”, Ar-
turo Fernández (editor) Estado y sindicatos en perspectiva latinoamericana, Buenos
Aires, Prometeo, 2007, pp. 35-63.
2 Cabe admitir que entre los supuestos configurados por aquellos días, se introdujo adi-
cionalmente la idea de mejoría ambiental de estos esquemas de trabajo a distancia. La
limitación de los desplazamientos rutinarios de los trabajadores hacia sus lugares de
trabajo también implicaría consecuencias favorables respecto a los costos contaminan-
tes de la activación del transporte urbano. Tan sólo a modo ilustrativo, en el año 1984,
en los Estados Unidos se dispuso un programa denominado “Clean Air Act” (Acta del
Aire Puro) con el propósito de reducir un 25% los traslados de los empleados a sus
lugares de trabajo y mitigar así los riesgos de contaminación asociados.

154
Paula Lenguita

ción de redes de trabajo. Por ende, el autor no admite una relación “mecánica”
entre la crisis económica y la emergencia de los sistemas de producción seg-
mentados3.
Frente a esta evidencia empírica es posible sostener que, la estrategia
del teletrabajo ha debido soportar una serie de dilaciones. Retrasos que se ex-
plican en la todavía insuficiente respuesta ofrecida por los recursos técnicos
disponibles, y la configuración de un andamiaje organizativo que supliera las
estructuras tradicionales de las empresas. Si bien tras la crisis, los empresa-
rios ya advertían la necesidad de un cambio de rumbo productivo, la segmen-
tación laboral del teletrabajo debió esperar hasta la consolidación definitiva
de la rentabilidad técnico-operativa de la informática. En aquellos años de
apuestas germinales de empresarios norteamericanos aún no se habían dado
las condiciones infraestructurales suficiente como para poner en marcha al
teletrabajo. En síntesis, si bien el autor considerado es pertinaz en compren-
der la acción indirecta entre la crisis económica y la activación de estrategias
empresarias de segmentación productiva, es también propicio admitir que
entre una y otra manifestación existe un ciclo de largo plazo (tampoco sería
efectivo considerarlo a partir de la trayectoria interna de cada empresa, sea
esta transnacional, nacional, mediana o pequeña). Más aún, el autor admite
que entre sus registros existen empresas que al expandirse buscan el empleo
de fuentes externas de producción, con lo cual se podría seguir sosteniendo lo
dicho para el teletrabajo. Si bien las empresas tienen que adaptar sus recursos
frente a la recesión, esa acción todavía era gravosa y poco rentable en el me-
diano plazo. Por esa razón, los establecimientos que muestran un liderazgo
en este recambio productivo son los transnacionales, que tienen margen sufi-
ciente de inversión para asumir el riesgo financiero de este tipo de variación
organizacionales (así se puede dar el caso de otro tipo de estructuras que, sin
estas ventajas comparativas, opten por una salida a la recesión proclive a la
concentración más que segmentación productiva).
La ambigüedad conceptual, que caracterizo al fenómeno del teletrabajo
en las primeras dos décadas de desarrollo, es el resultado de una dependencia

3 Si bien como él mismo afirma, son las empresas transnacionales las que más se han
favorecido por el uso intensivo de los medios informáticos para el trabajo, es persis-
tente en sostener, en función de sus análisis, que tampoco estas compañías producen
“automáticamente” una reacción organizativa como ajuste frente a la crisis recesiva.

155
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

fundamental respecto al curso de las tecnologías informáticas. Una vez dis-


puestos los beneficios productivos de estas últimas, la sujeción del teletrabajo
se supera. Por ende, actualmente, la dependencia respecto a la versatilidad y
mutabilidad tecnológica está culminando, ese progreso se explica por la re-
ceptividad empresarial de la lógica de segmentación laboral. La evolución del
teletrabajo ahora está ligada a la resolución de otro tipo de consecuencias del
gigantismo productivo: los límites hoy están impuestos sobre una regulación
tradicional que se intentará ir dejando atrás. Dicho en otros términos, el tele-
trabajo logró una consolidación a la sombra de un desarrollo técnico que ha
superado con creces las proyecciones iniciales. Pero todavía su despliegue está
siendo detenido por los viejos regímenes de las relaciones laborales industria-
les, basados en el modelo de centralización productiva.

La política de flexibilidad laboral de los noventa

Dos décadas le llevó al teletrabajo mostrarse al mundo como una alter-


nativa del trabajo a distancia, más versátil y sofisticadas que las que existían
hasta el momento. Lentamente se iba ganado la simpatía de aquellos empre-
sarios norteamericanos, inquietos por adoptar sistemas de segmentación
productiva. Pero su expansión ha sido lenta, ya que sólo pudo alcanzar una
estructura “diferida” para los intercambios a distancia (que no establecían
marcados contrastes con el modelo tradicional de trabajo a domicilio). Sólo
ganó notoriedad cuando pudo adicionar variantes “flexibles” al anquilosado
mecanismo de distanciamiento productivo. El salto llegó cuando pudo su-
perar la distancia, por la vía de la versatilidad de intercambios simultáneos
entre los miembros de las empresas. Tal flexibilidad es validada por inter-
cambios electrónicos que “simulan” la disposición presencial de los ámbitos
tradicionales de trabajo. La interacción electrónica de los nuevos medios de
comunicación sumo un criterio de singularidad a esta innovación de los mo-
delos de trabajo.
Sin el carácter críptico de los primeros años, y con las ventajas asocia-
das a la posibilidad de distanciar de un modo flexible las estructuras de pro-
ducción, el teletrabajo logró una atención inédita entre los organismos más
relevantes a escala internacional. Rápidamente, la Organización Internacio-

156
Paula Lenguita

nal del Trabajo se vio exigida a calificar el carácter innovador del cambio en
curso, y lo hizo en los siguientes términos:4
Es una forma de trabajo donde la prestación se localiza en forma remota
de las oficinas centrales, produciendo una separación entre el trabajador y el
resto de los trabajadores de la empresa, mediante las nuevas tecnologías que
facilitan la comunicación (OIT, 1990:3)
Según dicha caracterización, para la OIT el teletrabajo afecta el espacio
de trabajo “distanciando” a los trabajadores. Pero, a su vez, ese alejamiento se
ve atenuado por los medios técnicos que “facilitan la comunicación”. Según
sostiene el organismo, en la década del noventa, el teletrabajo abandona su
dependencia hacia una tecnología que ya le había ofrecido todo sus encantos,
para volverlo definitivamente un trabajo a distancia distinto (cuya peculiari-
dad es derivada de la versatilidad y flexibilidad de recursos informáticos). El
teledesplazamiento de los primeros años de configuración fue perfeccionado
por medios instantáneos de intercambio, y ganó una singularidad que lo po-
pularizó, también en Europa, como telework.
Sin embargo, el carácter “flexible” adquirirá con el tiempo una conno-
tación distinta. No sólo se conformará al señalar la ductilidad de estas nuevas
estructuras de producción, sino también una maleabilidad entre los vínculos
laborales que materializa. Por esa razón, la década del noventa puede ser con-
siderada un punto de inflexión en la historia del teletrabajo, porque abando-
na las ambigüedades conceptuales de los primeros años y marca el inicio de
una nueva sinonimia: teletrabajo como un trabajo flexible a distancia, que
provocará nuevos debates y controversias ya no sólo entre los empresarios
(Lenguita, 2002).
En el desarrollo flexibilizador del teletrabajo, Europa ha ocupado un rol
fundamental. Además de un instrumento de política empresaria, esa región
ha mostrado cómo se puede utilizar esta variante productiva en tanto un me-
canismo de políticas de empleo. En comunión, una y otra estrategia, admiten
que se puede escribir todavía una nueva página sobre las formas de “flexibi-
lizar” al trabajo, y volver “empleable” aquello que el mercado desecha como
fuerza laboral. Sintéticamente, se pueden mencionar algunos programas de la

4 Se puede mencionar aquí un trabajo reciente del organismo que sigue sosteniendo la
misma definición, véase: Vittorio Di Martino, “El Teletrabajo en América Latina y el
Caribe”, Proyecto Puesta en Marcha del Teletrabajo, Ginebra, 2004.

157
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

Unión Europea que han tomado como instrumento fundamental entre las po-
líticas de empleo al teletrabajo: el Libro Blanco en 1984 (titulado “Crecimien-
to, competitividad y empleo. Retos y premisas para entrar en el siglo XXI”),
el Informe Brangemann en 1994 (titulado: “Europa y la sociedad global de
la información. Recomendaciones al consejo Europeo”) y los proyectos más
recientes de ADAPT, HORIZON, NOW, entre otros5. Mientras las dos décadas
iniciales sentaron la base para una delimitación del propio sistema de trabajo,
las décadas precedentes han permitido insistir (con el auxilio de entidades
empresariales y gubernamentales de Estado Unidos y Europa) en una flexibi-
lidad “contractual”, tan urgente para imponer este modelo productivo6.
Tal como sugirió la OIT, en sus primeras intervenciones, la innovación
del teletrabajo afecta las relaciones laborales tradicionales, y lo hace a través
de una atomización de los trabajadores, individualizando los vínculos labora-
les. El aislamiento laboral así configurado es un riesgo poco denotado por los
programas especiales de la Unión Europea. Una individualización que puede
incluso afectar las garantías jurídicas de los teletrabajadores; una fragilidad
que ha sostenido las políticas de empleabilidad europeas, dándose un paso
activo sobre la validación de la flexibilidad laboral. Los contenidos de los pro-
gramas europeos muestran un traslado en los debates hacia el terreno nor-
mativo. De tal manera establecen un ordenamiento renovado sobre las for-
mulaciones del régimen laboral, afianzando las pretensiones de maleabilidad
laboral de los empresarios. En correspondencia con la estrategia de segmen-
tación productiva, en Europa el teletrabajo se ubicó entre los programas de
“modernización ocupacional”. Para la Comisión Europea de Política de Em-
pleo, el teletrabajo fue la herramienta de intervención privilegiada hacia los

5 Para un reconocimiento más exhaustivo sobre estos programas europeos de privile-


gio del teletrabajo, véase: Commission European (1998, 1999).
6 Tal como ocurre con la noción de teletrabajo, el término de flexibilidad sufre los mis-
mo avatares; también ha soportado una reificación condenatoria, ambos supuestos
como desarrollos endógenos (a lo sumo, como hemos dicho, vinculado tan si quiera
a las tecnologías), sin un contexto político-económico en donde emerger y evolucio-
nar. Sin ningún grado de vinculación con intereses sectoriales, que pudiesen opacar
su condición evolutiva, pero que ha su vez dejan ocultas las condiciones objetivas
que le dan vida y vitalidad. Así se permiten el lujo de simbolizar “lo inevitable” en el
desarrollo de la globalización. El olvido en la mención sobre qué relaciones laborales
hacen posible una y otra manifestación es la guía de este trabajo.

158
Paula Lenguita

colectivos de difícil inserción laboral (mujeres de estratificación específica,


jóvenes y desocupados). En ese orden de circunstancias, la rigidez que debía
ser afectada ya no era la de los sistemas “concentrados” de producción, sino
los regímenes desarrollados para regularlos. La avanzada de la Unión Europea
se desplegó también en el resto del mundo. En aquellos años proliferaron las
políticas de flexibilidad laboral en América Latina, forzadas también por las
estrategias impuestas por los organismos internacionales de crédito. Ante la
tarea cumplida por los gobiernos europeos, el teletrabajo como herramienta
política avanzó sobre la administración pública regional7; dejando de ser juez
para pasar a ser parte en esta aletargada introducción del modelo “flexible”
de trabajo a distancia8)

El distanciamiento entre la segmentación y la subcon-


tratación

A mediados de los años noventa, se podían observar los cambios de rumbo


en los debates generados sobre teletrabajo. La capacidad de respuesta de las tec-
nologías había alcanzado su máxima expresión: se podía trabajar para emplea-
dores localizados en cualquier lugar del mundo. Por consiguiente, la ampliación
de los límites productivos de las empresas, por medio de la integración versátil
de núcleos segmentados de trabajo, señala un desafío nuevo ¿cómo regular esa
variabilidad creciente?. El interrogante deja de estar del lado de los esquemas
productivo y se dirige hacia las demandas jurídicas provocadas por la novedad
organizacional; transición que se presenta en un escenario donde la fuerza de
trabajo global no tenía un soporte internacional que la contenga legalmente,
razón por la cual la OIT señala los términos del problema:

Las empresas optan por una estrategia consistente en emplear


un número de trabajadores fijos y una periferia de trabajado-

7 Para una actualización de las políticas de la Unión Europea en materia de Teletrabajo,


véase: http://www.eurofound.europa.eu/
8 Los programas de evaluación y monitoreo se desactivaron en toda la Unión Europea
en los primeros años de la década pasada, para un conocimiento de los mismos véa-
se: http://www.etw.org/

159
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

res temporeros y ocasionales, de trabajadores externos o sub-


contratados9

Hace más de una década, la OIT señaló que la subcontratación laboral


afecta sustancialmente los parámetros tradicionales de reconocimiento legal
del vínculo contractual. Desde allí, las empresas ya no tenían que conformar-
se con emplear trabajadores propios, podían disponer de trabajadores subor-
dinados: frente a los cuales no asumen su responsabilidad tutelar, pero sí los
beneficios funcionales de dicha capacidad de trabajo. Entre los debates que
despertó esta intermediación laboral, se consideró un vocablo que expresa
los inconvenientes mencionados: se habla de “triangulación” de los vínculos
laborales. En tanto, una alternativa al esquema bilateral (capital-trabajo), que,
evidentemente, puede ser una oportunidad para “abaratar” costos salariales
en la medida que no se regule. El papel de estas intermediarias o subsidiarias
de trabajo es poner a disposición de una empresa principal trabajo subcon-
tratado. Por ende el trabajador mantiene con la empresa, que efectivamente
lo explota, un vínculo “ambiguo” de autonomía contractual y subordinación
funcional. Es fundamental la regulación de esta tercera empresa, para com-
prender en qué medida se establecen los nuevos requisitos de disposición
“mediada” de fuerza de trabajo, debido a que si no se logra un reconocimiento
exacto de estos comportamientos de cadenas productivas se desprotege a los
trabajadores que las integran. Como señala la Comisión Europea, en los he-
chos se hace ostensible los desequilibrios en el trato respecto a los trabajado-
res internos y los externos.

Una forma de organización y/o de realización de trabajo, uti-


lizando las tecnologías de la información en el marco de un
contrato o de una relación de trabajo, en la cual un trabajo que
podría ser realizado igualmente en los locales de la empresa se
efectúa fuera de estos locales de forma regular10

La consideración europea reciente, sobre los riesgos de fragmentar a la


fuerza de trabajo por la vía de la subcontratación, se establece a partir de cier-

9 OIT, Informe V (1), 1994, p. 9


10 Comisión Europea, Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo, 2001.

160
Paula Lenguita

ta evidencia registrada en los recorridos internacionales de las cadenas de


subcontratación. Por ejemplo, en el caso del teletrabajo transfronterizo se ob-
serva una contratación de trabajo hacia países periféricos que afecta negati-
vamente la situación de los países centrales (se cree que dicho desplazamiento
es consecuencia de los beneficios aportados por los costos salariales relativos).
En este contexto, surgió el término de “deslocalización” de la producción, que
delimita cierto grado de preocupación por la pérdida de atractivo laboral en
los países centrales, y el deterioro general que provoca la baja de cuotas pro-
tectorias en la contratación de trabajadores periféricos. En consecuencia, se
puede suponer que la fragilidad de los países centrales, frente a esa tendencia
a reducir sus nichos laborales y la fuga hacia “paraísos” periféricos, impuso el
abandono de las estrategias de promoción del teletrabajo, llevadas a cabo en
la década pasada, por una política local de implantación del teletrabajo en la
administración pública europea11.

Uno de los problemas que habrá que estudiar con detenimien-


to es el de cómo afecta en general esta modalidad de trabajo al
Estatuto de los Trabajadores, y en particular, en todos y cada
uno de los Títulos del Texto Refundido de la Ley del Estatu-
to de los Trabajadores como son: el de la relación individual
de trabajo, el de los derechos de representación colectiva y de
reunión de los trabajadores de la empresa, el de la negociaci-
ón y de los convenios colectivos y el de infracciones laborales
(Aguado-Muñoz Prada, 2006. 9).

Para observar ese viraje, que denota preocupación por parte de los paí-
ses centrales, es posible reconstruir los cambios de temáticas impuestas en la
academia europea especializada. Un paso prioritario en esa historia lo dio la
noción de “empresa red”, celebre designación sobre los nuevos cambios pro-
ductivos (Castells, 1997), recientemente definida en los siguientes términos:

11 Existe un trabajo reciente en el cual se señala el cambio de rumbo de la Unión Euro-


pea a parir de la configuración de un programa en el año 2005, titulado “i-2010- Una
Sociedad de la Información Europea para el crecimiento y el empleo”. En ese sentido
se muestra la evaluación de la práctica del teletrabajo incorporándola a la Comisio-
nes Ministeriales de la Administración Electrónica (Muños Prada, 2006).

161
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

La empresa red se caracteriza por la colaboración entre pe-


queñas empresas subsidiarias con una grande, conformando
un proceso de producción descentralizado pero concentrado.
La empresa grande o matriz ejerce el control y organiza la
subdivisión del ciclo productivo y las pequeñas empresas se
especializan en la ejecución de un segmento del ciclo. Pero es
importante insistir en que están unidas a través del mismo y
único ciclo productivo (Belzunegui Eraso, 2002: 92)

Según lo expuesto, se admite una “colaboración” entre empresas distin-


tas que, en conjunto, integran los flujos productivos segmentados en los que
se especializan. Pero, en términos contractuales la complejidad se reduce a
un intermediario del ciclo de trabajo ampliado, que hace posible formalizar
esa “concentración” de la descentralización. Por paradójico que parezca, la
empresa principal sigue conservando su poder de dirección sobre el conjun-
to del proceso organizativo y, por ende, del complejo sistema de explotación
segmentada impuesta sobre la fuerza laboral empleada; si bien puede ahora
abandonar, jurídicamente, su responsabilidad patronal respecto a los trabaja-
dores subsidiarios o periféricos. La intermediación contractual en sus oríge-
nes puede ser vista solamente a partir de la estructura de trabajo segmentada
que la hacía posible. Por tal razón se popularizó el tema de la externalización
productiva. Es evidente que tal popularización académica no hizo más que
señalar los aciertos en la innovación empresaria, potenciando la alternación
en los “desplazamientos” rutinarios del trabajador al trabajo. Pero esa reduc-
ción empresarial, tan mentada por sus dueños, también supone una bisagra
para los actuales regímenes normativos, ya que, con esta novedad productiva,
el trabajador puede estar sometido a dos tipos de sujeción, autónomas y com-
plejas en su articulación: por un lado, la que lo ata a su empleador en térmi-
nos formales, generalmente un subcontratista e intermediario de la relación
capital-trabajo; por otro lado, su ligazón operativa a una dirección empresaria
que, en términos de garantías formales, no tiene responsabilidad tutelar so-
bre ese trabajador. Para peor ambas subordinaciones, en la actual vigencia
normativa, se presentan con absoluta autonomía entre sí. Frente a lo cual es
fundamental establecer los criterios regulatorios de esta complejidad de com-
promisos y límites al “poner afuera” parte de la estructura de explotación la-
boral. Justamente, en el terreno normativo comienza a darse forma a la noción

162
Paula Lenguita

de “triangulación” de las relaciones laborales, y “tercerización” de las formas


de explotación del trabajo. Nociones menos populares en los Estados Unidos
pero más utilizadas en Europa y América Latina. Temas que ponen en duda
las certezas sobre las actuales reglas de juego normativas en materia laboral, e
insisten en una “modernización” de las relaciones de trabajo para contener el
fenómeno de “externalización” como norma y no como anomalía.

La actualidad de la división del trabajo internacional se asienta


sobre fórmulas de extracción de excedente por parte de las em-
presas de los países industrializados, contando a su favor con
sistemas de producción desarticulados y polarizados, estruc-
turas sociales fuertemente fragmentadas y políticas favorece-
doras de elites locales…el teletrabajo, como práctica organiza-
tiva, se adapta a las exigencias de las externalización produc-
tiva. Más aún, el teletrabajo transfronterizo forma parte de las
redes descentralizadas que organizan las empresas de distintos
sectores de actividad, como por ejemplo las que se dedican a la
producción de software (Belzunegui Eraso, 2002: 96)

Más aún, si como observan algunos registros, existe la posibilidad de


provocar una precarización creciente, a medida que se avanza en la cadena
de subcontratación, se podría estar generando una “individualización de las
relaciones laborales”, con su correspondiente pérdida de garantías colectivas
tan costosamente arrancadas al empleador. Básicamente, estas presunciones
no han sido convalidadas por la inexistencia de una normativa internacional
común en todos los casos (sin reglas contractuales generales los trabajadores
que se incorporan a estas tendencias están empujados a establecer condicio-
nes de prestación precarias). Recientemente, se han avanzado en regulaciones
“especiales” que tienen cortas atribuciones al nivel de la jurisprudencia inter-
nacional. Se pueden mencionar el Acuerdo Marco Europea sobre Teletrabajo
y la experiencia Argentina, que ha seguido similares criterios normativos - un
Régimen Jurídico del Teletrabajo en Relación de Dependencia y elaborado un
Proyecto de Ley sobre Teletrabajo-.
Resta dilucidar en qué medida la ambigüedad en las relaciones del tele-
trabajo es consecuencia de la norma vigente que no contiene esta novedad la-
boral, imponiendo situaciones de precariedad e invisibilidad jurídica para los

163
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

trabajadores involucrados. Incluso se puede presuponer que, el teletrabajador


está más expuesto a esta precariedad normativa en las regiones periféricas
que muestran sistemas de protección laboral debilitados.

Atributos de la explotación contemporánea

Ante los argumentos promovidos aquí cabe interrogarse todavía sobre


la asimetría de estas prácticas “triangulares” de subcontratación laboral12.
Es posible establecer el siguiente interrogante: en qué medida las estructuras
jerárquicas de la segmentación productiva provoca una degradación protec-
toria para los trabajadores, a medida que se desarrolla la cadena de subcontra-
tación laboral. La asimetría laboral tradicional hoy se ve profundizada por la
acción de estas estructuras intermediadas de explotación laboral, con fuertes
irregularidades para su validación jurídica. Sin esos límites, la situación de
arbitrariedad laboral es más peligrosa que en los trabajos registrados, por tal
razón, es necesario considerar esta precariedad actual cómo una expresión
del trabajo clandestino, que preocupa a los organismos internacionales que
promueven la innovación.
A partir de lo dicho hasta aquí, es fácil conjeturar que, el teletrabajo es un
modelo laboral consecuente con una estrategia de segmentación productiva que
tiende a desregular el trabajo, basado en “desplazamientos” de los productos la-
borales sin movilidad de la fuerza de trabajo. Así conformado es una vía más de
“dumping” social (en tanto abuso patronal o deslealtad mercantil).Arbitrarieda-
des que se escudan en el principio de descentralización productiva para ejercer un
poder disciplinario hacia el conjunto de los trabajadores (podría ser comparable
a lo que fue, en su momento, el desempleo generalizado). Esta omisión normativa

12 Es cierto que, la subcontratación laboral no surge sin su historia. Existe variadas


posiciones que señalan los antecedentes de modelos de trabajo a domicilio como
expresión marginal, que sobrevivió en las sombras del industrialismo fabril y con-
centrado. Incluso más, existen algunos especialistas que sostienen que la subcontra-
tación era una variante productiva anterior al sistema capitalista; según Enrique de
la Garza Toledo puede hallarse una experiencia medieval en la producción ibérica de
“maquila de trigo”, véase: “Antiguas y nuevas formas de subcontratación”, Relaciones
Triangulares de Trabajo (Subcontratación y/o tercerización) ¿Fin de la estabilidad la-
boral?, marzo, 2005, p.27.

164
Paula Lenguita

hoy es un aporte más al fenómeno de incertidumbre laboral y encrucijada inter-


nacional de las actuales relaciones del trabajo:

El teletrabajo puede ser utilizado también como una fórmu-


la encubierta de reducción de plantillas, de trabajo precario
y mal pagado que propicie la explotación de minorías menos
favorecidas, de rebaja de niveles de protección o de “dumping
social” mediante el desplazamiento de trabajo a países con
costos sociales más bajos (Thibault Aranda, 2000: 21)

Como se dijo, la capacidad de intervención productiva de las tecnolo-


gías de la comunicación a distancia fue tan vasta que permitió “ampliar” los
límites productivos de la empresa. Pero, frente a ese desafío, todavía resta
un obstáculo normativo que queda ligado a estructuras tradicionales de con-
tratación bilateral. Sin personal propio y con la posibilidad de disponer de
personal ajeno, y formalmente subcontratado para el ejercicio de la tarea,
las empresas se han desembarazado del lastre protectorio. Sin el riesgo de la
contratación directa, pero con los beneficios de disposición ampliada de la
fuerza de trabajo, la subcontratación (incluso en el ámbito transnacional) es
una cuestión problemática que debe ser principalmente resuelta en el terreno
jurídico, para conferir desde allí líneas de acción normativa que condicionen
los abusos patronales. Aún si se establecen acuerdos generales sobre la deli-
mitación de los márgenes de asimetría con que deberían contar la explotación
de trabajadores subcontratado, resta resolver el problema sobre sí es necesario
generar modificaciones a la regulación vigente, en cuyo caso es clave regla-
mentar las estructuras triangulares de los futuros contratos y determinar si
basta con reglas “especiales” para ello. Dicho en otros términos, la pregunta
es cuáles son los límites y posibilidad actuales con que se cuenta, en los pa-
rámetros normativos vigentes, para limitar los abusos del modelo tripartito
de explotación. La ambigüedad de las relaciones de teletrabajo impone una
clarificación jurídica urgente para determinar cuáles son los riesgos a los que
está expuesto el actual teletrabajador y considerar así el régimen tutelar en el
cual debe ser delimitado el trabajo subordinado, que se desarrolla bajo esta
modalidad particular. Si bien existe acuerdo sobre las distancias que impone
el teletrabajo a la rigidez normativa, configurada para el modelo fabril tradi-
cional, la opción asalarialda de esta modalidad reclama para sí instrumentos

165
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

especiales de encuadramiento jurídico. Sin embargo, aún no existe suficiente


evidencia empírica que permita considerar qué tipo de reformulaciones han
de hacerse para alcanzar un régimen del teletrabajo subordinado.

Intentar un análisis de las repercusiones que la introducción


del teletrabajo puede provocar en la relación de trabajo es, sin
dudas, un ejercicio arriesgado y provisional. Lo primero, por
su carácter proteiforme y por la ausencia de previsiones legales
o convencionales y resoluciones jurisprudenciales al respecto;
lo segundo, porque los rasgos sociológicos que se vislumbran,
sobre los que se asientan el análisis jurídico, son, en efecto,
inseguros, dado que estamos ante una transformación en
ciernes. Pero al mismo tiempo, éste es un ejercicio necesario
e irrenunciable si se quiere evitar que las sombras del ayer se
proyecten sobre las más prometedoras formas de organización
laboral del futuro (Thibault Aranda, 2000: 22).

Evidentemente, es fundamental determinar los marcos triangulares de


contratación para evitar aumentar la degradación de un trabajo sin garantías
legales consistentes. La explotación ampliada de trabajo ajeno es una condici-
ón con la cual no contaba el empleador, por ende, es necesario promover reglas
de funcionamiento institucional que limiten los abusos de poder empresario.
Evidentemente, el teletrabajo muestra cómo ese poder está avanzado hacia
formas sofisticadas de disposición laboral, en provecho de la inoperancia de
la tutela tradicional. En un contexto así planteado, las instituciones del traba-
jo parecen huir de su tarea, síntoma que se expresa en la figura de “deslabo-
ralidad”, creciente en las relaciones de trabajo y principio constitutivo de esta
lógica de triangulación contractual.

Por una crítica de las reformas presentes y pendientes.

¿Qué mecanismo puede explicar ese “abandono” jurídico de la condici-


ón de laboralidad? En principio, la subcontratación laboral es un terreno his-
tórico y ecónomo sumamente fértil para la unilateralidad de la iniciativa em-
presaria. Por lo cual, bajo esta reorganización laboral la urgencia esta en saber

166
Paula Lenguita

¿quién protege al teletrabajador? La inquietud señala un tipo de deliberación


que ya ha sido promovida por los especialistas en la materia. La preocupación
que despiertan las relaciones de teletrabajo se inserta en un debate académico
más amplio: los encuadramientos de innovaciones en los regimenes de vin-
culación laboral, y la valoración positiva de las nuevas formulaciones, está
provocando intensos debates sobre los criterios y claves de las transformacio-
nes en curso. Se verán aquí dos expresiones distantes de esos debates en los
cuales producir una síntesis sobre cómo pararse en esta flexibilidad laboral y
el crecimiento de los empleos atípicos.
Entre los debates se hallan algunos “modernistas”, seguidores de Micha-
el Piore13 y Charles Sabe, quienes valoran positivamente la flexibilidad laboral
“de hecho” por considerarla un incentivo al accionar jurídico consecuente, y
la modernización de empresas subsidiarias, gracias a esta vía de “colaboraci-
ón” con la empresa principal14. Son partidarios de atacar “de frente” la actual
tendencia a la proliferación de regímenes flexibles de contratación laboral,
innovando jurídicamente en la dirección que los cambios están imponiendo y
así, según lo piensa, lograr el tan mentado objetivo de “modernizar” las rela-
ciones laborales, que hoy no están siendo el reflejo de lo que sucede al interior
de las empresas.
En el otro extremo están las posiciones críticas que atenúan los presu-
puestos mecanicistas sobre las reformulaciones de la normativa. Consideran-
do en estas perspectivas a las provenientes de Latinoamérica: en particular
existe los trabajos recientes de Enrique de la Garza Toledo (2006) y Graciela
Bensusán (2007) que aportan sobradamente a la revisión de supuestos erró-
neos sobre la flexibilidad laboral, poniendo en evidencia las consecuencias
laborales negativas que resultaron de la implementación latinoamericana de

13 Actualmente el autor ha avanzado sobre la profundización de una “flexibilidad” sobre


las actuales instituciones del trabajo, en ese recorrido identifica algunas innovaciones
puntuales consecuentes con el modelo “ideal” de regulación alcanzado en los Estados
Unidos, véase: Michael Piore, “En busca de un sistema de regulación laboral flexible en
Latinoamérica y Estados Unidos”, Revista del Trabajo N.2, MTSS, 2006, 107-114.
14 Ambos autores, Michael Piore y Charles Sabe, reivindican la producción flexible por
considerarla como fuente de proliferación de innovaciones, que de otra manera no
hubieran llegado, para resolver las degradaciones laborales del modelo fordista de
producción, véase: La segunda ruptura industrial, Madrid, Alianza, 1990.

167
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

los regímenes modernos de trabajo. Si bien se los considera aquí críticos, en


un sentido literal, son más partidarios en “preservar” las actuales reglas de
protección laboral vigente. Consecuentes con una reconsideración de la ava-
ricia flexibilizadora de la última década, que hoy muestra sus “intensiones
ocultas”, tras balancear hacia el poder patronal y provocar el acrecentamiento
de una capacidad amplia de disposición de trabajo. Por ende, es una perspec-
tiva más enfocada sobre los comportamientos huidizos de las instituciones de
protección laboral, y sus integrantes son fervientes críticos del debilitamiento
en la capacidad de acción colectiva del trabajo.
La perspectiva modernista ha sido fuertemente cuestionada a la luz de
los hallazgos, surgidos por las investigaciones reciente, sobre las cadenas de
subcontratación laboral y externalidad de fuerza de trabajo (entre las cuales,
obviamente, se halla el modelo de prestación laboral del teletrabajo). Concre-
tamente, los estudios desarrollados por Consuelo Iranzo y Marcia de Paula
Leite (2006) muestran que en sus dos variantes la subcontratación no presen-
ta claridad sobre la tercerización en curso. Es indistinta la lógica de subcon-
tratación interna15 (los que prestan servicios a una empresa pero dependen
laboralmente de otra) o externa (los trabajadores a domicilio no autónomos),
en lo referente a la degradación protectoria. Por ende, no se puede establecer,
a partir de estos estudios, la relación directa entre subcontratación y lógica
protectoria de la triangulación o tercerización (como lo llaman los autores16).
Lo que sí se muestra de forma recurrente es la alta vulnerabilidad a la que está
expuesto el trabajador que ocupa el último eslabón en la cadena de subcon-
tratación (en muchos casos situándose en los márgenes de la “clandestinidad”
del trabajo no registrado).

La segmentación de la actividad de la empresa lleva a una me-


diatización entre el trabajo –esto es, la persona que lo ejecuta-
y el beneficiario de su prestación, lo que en muchos casos se

15 Se hace referencia a situaciones en las cuales esa combinación entre independencia


contractual y dependencia productiva se da en los casos de intermediación por em-
presas de trabajo temporal, cooperativas o empresas asociadas.
16 Puede verse incluso que la descentralización de la firma no necesariamente afecta
a la lógica de tercerización degradante desde el punto de vista del trabajador, véase:
Consuelo Iranzo, Marcia de Paula Leite, op. cit., p. 404.

168
Paula Lenguita

traduce en que a mayor distancia del núcleo empresario menor


sea el grado de protección del trabajador. Esta externalización
del trabajo puede obedecer a dos grandes grupos de razones
que, según que se vinculen o no con exigencias operativas de
la empresa, pueden ser calificadas como necesarias o ficticias
(Ackerman, 2007: 64)

La posición crítica es la más consecuente con los recientes estudios so-


bre las secuelas de la flexibilidad laboral, en cuanto señala el carácter “conser-
vador” de tales intervenciones modificatorias de los regímenes de regulación
laboral tradicionales. Más aún, sus señalamientos sobre la reformulación de
instrumentos, sin objetar la necesidad de la reforma, han avanzado en una
profundización del poder patronal (considerando el caso paradigmático de la
Argentina en la década pasada17). Según se pone en evidencia en las críticas
reseñadas, la implementación flexible de la regulación regional ha afectado
sustancialmente el régimen laboral hoy vigente. De modo que, su reestructu-
ración parcial privilegió las necesidades empresariales en detrimento del tra-
bajador. Incluso ampliando las libertades patronales tradicionales en lo que
hace a la disponibilidad del trabajador. Si bien esta degradación laboral puede
ser explicada a la luz del contexto histórico-económico de aplicación de tales
reformas, ese ambiente de deterioro de los órganos colectivos de protección
laboral se vuelve un factor determinante en la lógica de imposición de regime-
nes “degradatorios” de las relaciones formales de contratación. La caída de la
actividad económica con desempleo abierto y las presiones de los organismos
de crédito internacional fueron contundentes a la hora de apreciar a la distan-
cia sus desaciertos.
La experiencia histórica en la Argentina, debe servir como antecedente
para evaluar los márgenes de reformulación exigidos, si no se quiere caer nue-
vamente en una instrumentación que afectó los criterios tradicionales de tutela

17 Se señalan como indicadores de este proceso regresivo de regulación laboral los siguien-
tes momentos: el establecimiento del Decreto de Productividad y la Ley de Convertibi-
lidad, que impusieron todo un abanico de instancias de flexibilización contractual y sa-
larial del trabajo: con posiciones reaccionarias (por ejemplo, limitando las horas extras
y especiales) y imponiendo parámetros de aumento salarial con beneficios unilaterales
para el empleador; al ponerlo en relación con los márgenes de rentabilidad como único
parámetros de regulación, después de la ley de convertibilidad.

169
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

laboral. Es preciso no establecer pautas “reactiva” en la reformulación norma-


tiva que, por la vía de la flexibilidad, amplifiquen la degradación ocupacional
configurada en las cadenas de subcontratación. La atención de las próximas
reformas tiene que estar del lado de las garantías tradicionales del trabajo, ubi-
cando así la discusión en el carácter estable de los contratos ideados y poniendo
límites formales a la vulneración de los criterios protegidos por el trabajo ordi-
nario18. Las nuevas modificaciones tienen que ponderar los riesgos de los viejos
anhelos de flexibilización laboral, para anular la degradación de la negociación
colectiva y la imposición unilateral de decisiones empresarias en la reglamenta-
ción: proliferación de contratos no-registrados y formas encubiertas de dispo-
sición del trabajador (pasantías, períodos de prueba y/o aprendizaje, contratos
atípicos y temporales, subcontratación externa e interna, etc.).

La fragmentación de la clase trabajadora en la empresa se está


basando en la aniquilación de espacios comunes sobre los cua-
les poder articular estrategias colectivas. Así, las condiciones
de trabajo se diversifican al máximo para rentabilizar la es-
trategia de “divide y reinarás”. Por ejemplo, la heterogeneidad
de los salarios sirve para impedir la confluencia de intereses
comunes y de la formación de un sentimiento de pertenencia
entre asalariados susceptibles de verse expuestos a la amenaza
de la deslocalización del establecimiento (Belzunegui Eraso,
2002: 102)

La degradación laboral descripta, fuertemente vinculada con la emer-


gencia y proliferación de formas de contrato atípicos, es un recorte temático
que interpela directamente la situación particular del teletrabajador. Sin em-
bargo, su reconocimiento internacional todavía no alcanza una repercusión
suficiente como para producir declaraciones reglamentarias, acordes con la
realidad que padecen los que se someten a los parámetros modernos de tra-
bajo flexible a distancia.

18 Entre las posiciones críticas que se han considerado existe una perspectiva suma-
mente atenta a la relación de las reformas pasadas y las herramientas presentes para
hacer frente a las demandas modernistas de flexibilización laboral, véase: Graciela
Bensusán, “La distancia entre normas y hechos: instituciones laborales en América
Latina”, Revista del Trabajo N.2, MTSS, 2006, pp. 115-132.

170
Paula Lenguita

Desde hace años, Albert Recio viene considerando el fenómeno de la


precariedad laboral en el marco de una combinación de efectos encontrados.
En ese sentido, admite la combinación de una autonomización formal en los
vínculos contractuales junto con una dependencia ampliada de la disposición
laboral. Así establece la necesidad de considerar cuáles son las pautas en las
que emergen los recientes entramados del trabajo a distancia. Como espe-
cialistas del derecho laboral comparado, permitió establecer interrogantes
efectivos sobre cuáles son las formas de continuidades que tienen los “viejos”
riesgos del empleo a distancia19. El autor apunta a que, si bien la deslaborali-
dad es un fenómeno que supera la expresión particular del teletrabajo, cuan-
do contiene otro tipo de manifestación de la reciente expresión del empleo
atípico, la situación de contexto muestra cómo se materializa esa debilidad en
la estructura informal del teletrabajo.
El teletrabajo estaría configurando un tipo de vínculo autónomo desde
el punto de vista contractual y dependiente desde el punto de vista organi-
zacional, más allá del carácter fraudulento o formalmente constituido de la
regulación, señalando el problema jurídico de la comercialización del vínculo
laboral. En consecuencia, está en marcha una forma de control empresarial
por la vía de la individualización de las relaciones laborales, donde existen
distintos esquemas para la asignación de trabajo, la determinación de funcio-
nes y jerarquías al interior de un establecimiento económico, que cristaliza el
grado de determinación de la explotación de la fuerza de trabajo, su ritmo e
intensidad. Pero esta expresión interna en la disputa trabajo-capital está tam-
bién escenificándose en el escenario normativo. Por esa razón, los acuerdos
contractuales se vuelven informales e, incluso, se expresa de un modo fraudu-
lento en venta de servicios negando la asimetría de la relación laboral.
En la actualidad, la sujeción directa del trabajo al capital se enfrenta con
una multiplicación de formas contractuales, alcanzando incluso la expresión
comercial de la venta de fuerza de trabajo. Tal corrimiento del derecho laboral
al comercial responde, en principio, a una reducción de los costos laborales,

19 Sus aciertos jurídicos deben ser traducidos a otros ámbitos de las disciplinas del tra-
bajo, a fin de poner una atención común y plausible de comparar y delimitar el fenó-
meno en toda su extensión e implicancias, véase: Albert Recio, “La segmentación del
mercado de trabajo en España”, Faustino Migueles, Carlos Prieto (coord.) El empleo
en España, Madrid, Siglo XXI, 1999.

171
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

por la vía de la subcontratación, y objetiva una desintegración de los soportes


colectivos de las relaciones de trabajo. Parafraseando a una especialista críti-
co sabemos que “se abandona la dimensión colectivo del trabajo y su carácter
tutelar del trabajador individual”20; desconociéndose así la base asimétrica
sobre la que descansa la protección laboral cuando se coloca de un modo ar-
tificial la plataforma jurídica del vínculo capital-trabajo.

Palabras finales

La crisis económica desatada en la década del setenta fue un duro revés


para la lógica de acumulación del capitalismo. Un deterioro económico que
motivó distintos ensayos estratégicos sobre la dinámica productiva, tendien-
tes a reducir los costos de mantenimiento empresarial. Concomitantemente,
se amplificaron los usos y utilidades de las tecnologías de la comunicación y
la información. Como se pretendió mostrar aquí, el teletrabajo es la unión de
ambos procesos: la reestructuración productiva por la vía de la segmentación
laboral y la utilidad creciente de las tecnologías informáticas para permitir
intercambios a la distancia. Luego de dos décadas de consolidación hoy el
teletrabajo le plantea desafíos a la normativa laboral, que tiene que regularlo.
En parte como consecuencias de lógicas contractuales “triangulares” que mo-
difican los parámetros en la relación capital-trabajo, pero en parte también
por la clandestinidad de muchos de los vínculos laborales de trabajadores que
se hallan fuera de la unidad de producción.
En ese orden de argumentos se exploró la “ambigüedad” de las relacio-
nes de teletrabajo y en particular en lo que hace a todas las formas nuevas de
trabajo a distancia. Como se ha dicho, una vez superado los desacuerdos y el
abandono de la dependencia tecnológica, las dudas que el teletrabajo plantea
hoy están en el carácter “clandestino” de los vínculos laborales que proyecta.
Como otros modelos de trabajo a distancia, el teletrabajo muestra faltas en la
estabilidad y la protección laboral, en parte como resultado de la negación de
ámbitos formales y reales de configuración reinvindicativa. En conjunto, es-
tos desafíos son el síntoma de una nueva “disposición” de la fuerza de trabajo,

20 Montero, Cecilia, “La privatización de los sistemas de relaciones laborales”, III Congreso
Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Buenos Aires, 17-20 de Mayo, 2000.

172
Paula Lenguita

que supone una doble sujeción: sobre la dirección empresaria en términos es-
trictamente productivos y sobre la subordinación contractual respecto a una
empresa subcontratista. De tal manera, se observan dos elementos proble-
máticos: por un lado, el riesgo empresarial es trasladado al trabajador sin el
beneficio económico derivado y, por otro, la proliferación de formas “vulne-
rables” de trabajo a distancia que presentan como antecedente la precariedad
de los trabajadores a domicilio21. Lo formal no encuentra aquí un correlato
con la situación real de trabajo. Si bien, la individualización y deslaboralidad
de las relaciones de trabajo es un fenómeno que supera el caso del teletrabajo,
en él encuentra una manifestación paradigmática de su forma y contenido.
Por ende, es posible reconocer la necesidad de realizar modificaciones nor-
mativas que “modernicen” las relaciones de teletrabajo, pero sabiendo que
no se puede caer en una reformulación mecánica y despreocupada sobre el
contexto general de estas innovaciones.

Bibliografía

Ackerman, M. (2007) “El trabajo, los trabajadores y el derecho al trabajo”, Revista de Trabajo, Año
3, N.4.

Aguado-Muñoz Prada, F. (2006) “Teletrabajo: ¿Posibilidad de aplicación en la Administración


Pública?, Tecnimap, Sevilla, Mayo-Junio, p. 9.

Belzunegui Eraso, A. (2002) Teletrabajo: Estrategias de Flexibilidad, Madrid, CES.

Bensusán, G. (2006) “La distancia entre normas y hechos: instituciones laborales en América
Latina”, Revista del Trabajo N.2, MTSS, pp. 115-132.

------------- (2007) “La Subcontratación laboral y sus consecuencias: ¿problemas de diseño


institucional o de implementación?”, Alfonso Bouzas Ortiz (coord.) Propuesta para una reforma
laboral democrática, México, UNAM.

21 Existe un trabajo reciente que ofrece un recorrido general sobre la literatura acadé-
mica especializada en el tema de la “precariedad laboral” de nuevo tipo, en el cual
se incluyen estos dos factores mencionados, véase: Octavio Masa, “Trabajo precario:
notas para una aproximación conceptual”, Ana Drolas, Paula Lenguita, Juan Montes
Cató (comp.) Relaciones de poder y trabajo. Las formas contemporáneas de explotaci-
ón laboral, Buenos Aires, Poder y Trabajo, 2007, pp. 71-96.

173
Las relaciones de teletrabajo:
Una encrucijada jurídica entre las tendencias laborales protectorias y reformistas

Castells, M. (1997) “La Sociedad Red”, La Era de la información. Economía, sociedad y cultura,
Alianza, Madrid.

Comisión Europea (2001) Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo, 2001.

--------------- (1998) Telework 1998, ETD, Brussels.

--------------- (1999) Status Report on European Telework. New Methods of work, ETD, Brussels.

de la Garza Toledo, E. (2005) “Antiguas y nuevas formas de subcontratación”, Relaciones Triangulares


de Trabajo (Subcontratación y/o tercerización) ¿Fin de la estabilidad laboral?.

----------- (2006) Teorías sociales y estudios del trabajo: nuevos enfoques, México, Olañeta.

de Paula Leite, M.; Iranzo, C. (2006) “La subcontratación laboral en América Latina”, Enrique de la
Garza Toledo (coord) Teorías sociales y estudios del trabajo: nuevos enfoques, México, Olañeta.

Di Martino, V. (2004) “El Teletrabajo en América Latina y el Caribe”, Proyecto Puesta en Marcha
del Teletrabajo, Ginebra.

Harrison, B. (1997) La empresa que viene. La evolución del poder empresarial en la era de la
flexibilidad, Barcelona, Paidós.

Lenguita, P. (2002) “El teletrabajo como expresión renovada de la flexibilidad laboral. Apuntes y
resultados de un estudio comparativo”, Escenarios Laborales, 1, 2.

------------- (2007) “Ideologías del teletrabajo. Norteamérica y Europa en la disputa por el sentido
político de la remotización laboral”, Arturo Fernández (editor) Estado y sindicatos en perspectiva
latinoamericana, Buenos Aires, Prometeo, 35-63.

------------- (2008) “Teletrabajo: diez tesis sobre el control laboral en la era de la globalización”,
Salazar, R., Chávez Ramírez, A. (coords.) La globalización indolente en América Latina, Buenos
Aires, elaleph.com

Lenguita, P., Miano, A. (2005) “Las relaciones laborales invisibles del teletrabajo”, Arturo Fernández
(comp.) Estado y Relaciones Laborales: transformaciones y perspectivas, Buenos Aires, Prometeo,
121-144.

Montero, C. (2000) “La privatización de los sistemas de relaciones laborales”, III Congreso
Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Buenos Aires, 17-20 de Mayo

Nilles, J. (1996) “What does telework really do to us?, Work Transport Policy &Practice, 2, 1-2,
15-23.

Octavio Masa, “Trabajo precario: notas para una aproximación conceptual”, Ana Drolas, Paula
Lenguita, Juan Montes Cató (comp.) Relaciones de poder y trabajo. Las formas contemporáneas
de explotación laboral, Buenos Aires, Poder y Trabajo, 2007, pp. 71-96.

174
Paula Lenguita

OIT (1990) Conditions of Work, Digest on Telework, Vol.9 (1), Ginebra

--------- (1994) Informe V (1)

Piore, M. (2006) “En busca de un sistema de regulación laboral flexible en Latinoamérica y Estados
Unidos”, Revista del Trabajo N.2, MTSS, 107-114.

Piore, M. ; Sabe, Ch. (1990) La segunda ruptura industrial, Madrid, Alianza.

Recio, A. (1999)“La segmentación del mercado de trabajo en España”, Faustino Migueles, Carlos
Prieto (coord.) El empleo en España, Madrid, Siglo XXI.

Thibault Aranda, J. (2000) El teletrabajo. Análisis jurídico-laboral, CES, Madrid.

175
7

El control como freno a la


eficencia de la fuerza de trabajo
en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Tania Aillón Gómez

Planteamiento de la cuestión

En todas las formas que asume la organización capitalista del trabajo a


lo largo de la historia –aunque de distinta manera en cada una de ellas– se
hace evidente la tensión existente entre los métodos de explotación y subordi-
nación de la fuerza de trabajo, el control jerarquizado de la dirección empre-
sarial y el uso eficiente de dicha fuerza de trabajo. El presente artículo analiza
esta tensión dentro del proceso de reestructuración productiva en Bolivia,
proceso que se caracteriza por la correlación de fuerzas a favor de la patro-
nal1, la privatización de las empresas estatales y la automatización creciente
del proceso de trabajo. Concretamente, reflexionamos aquí acerca del mate-
rial empírico recogido –mediante el método etnográfico– en las compañías
petroleras Chaco y Andina2.

1 En este contexto, la patronal consiguió, incluso, imponer la prohibición de la formación


de sindicatos y la consecuente filiación sindical de los trabajadores como condición para
mantener sus puestos de trabajo. La patronal petrolera lideró esta prohibición en Bolivia.
2 Chaco y Andina son dos empresas petroleras que se forman como resultado del proceso de

177
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

La voluntad de liberar a la producción del control de la mano de obra di-


recta por medio de la automatización ha generado la integración creciente de
los sistemas productivos y el incremento de su complejidad. Debido a que los
parámetros del sistema automatizado son cada vez más numerosos y comple-
jos y se producen en intervalos de tiempo más cortos, el problema fundamen-
tal al que se enfrenta el trabajo humano es el evento, es decir, la posibilidad
de paros intempestivos del sistema (Zariffian, 1992; Wolf, 2000; De Terssac,
1992). Estos eventos le demandan a la fuerza de trabajo nuevas competencias
y saberes (Zariffian, 1992; De Terssac, 1992; Wolf, 2000), y esta demanda abre
una posibilidad de enriquecimiento a los contenidos del trabajo y a la fusión
del trabajo de concepción con el de ejecución. Pero, en el marco de relaciones
sociales de carácter capitalista, esta tendencia se enfrenta a dos estrategias de
la dirección empresarial: de una parte, a la estrategia de reducción de costos, y
de otra, a la estrategia del control, que garantiza que el proceso productivo se
ajuste todo lo posible a los intereses económicos y políticos de la patronal.
Ambas estrategias, paradójicamente, entran en tensión con los objetivos
del uso eficiente de la fuerza de trabajo. La necesidad de la patronal de asentar
sus ganancias de productividad en procesos de integración (recomposición del
trabajo de mantenimiento con el de fabricación y el de la oficina de métodos,
etc.) por medio del trabajo en grupo, la calificación colectiva, la movilidad de las
personas, la reducción jerárquica, el desarrollo de intercambios horizontales,
la mayor autonomía en la toma de decisiones3 –es decir, por medio de prác-
ticas que flexibilizan la división técnica del trabajo– (Kern y Schuman, 1989;
Durand, 2004; Zariffian, 1992; Veltz, 1993; Aballéa, 1993; Wolf, 2000; Porceni
Alaniz, 2000) entra en tensión con la necesidad de reproducir la división técnica
del trabajo y de la jerarquía, para mantener el control que legitima y permite,

privatización de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). En


1996, para facilitar la venta de acciones, YPFB se divide en sectores: Exploración y explotaci-
ón, Transporte, Refinado, Almacenamiento y Comercialización. Por medio de una licitación
pública se adjudica a la transnacional española Repsol-YPFB el 50% de las acciones puestas
a la venta por el Estado boliviano, para acceder a la exploración y explotación petrolera de
un área determinada. Con este fin se forma la empresa Andina. Dentro del mismo proceso,
otra área de exploración y explotación se adjudica a British Petroleum, Amoco-Orco (North-
American, una filial de Standard Oil), transnacional que crea la empresa Chaco.
3 Aspecto que para autores como De Terssac (1992) y Vatin (1987) es una condición
fundamental de la eficiencia de los procesos productivos.

178
Tania Aillón Gómez

de una parte, el ejercicio del poder (Marglin, 1977; Braverman, 1987; Linhart,
1978; Coriat, 1978) y de otra, la desigualdad en las condiciones laborales.
Este artículo, a la luz de las evidencias empíricas, vuelca una mirada crí-
tica tanto a las tesis que sostienen que han tenido lugar cambios profundos en
la división técnica del trabajo –es decir, que existe una fusión entre trabajo de
concepción y ejecución, o un proceso continuo de enriquecimiento del traba-
jo– (Veltz: 1993) como a las que no ven más que la reproducción de situacio-
nes anteriores bajo nuevas formas (Wood, 1993). Proponemos recuperar una
perspectiva que enfatiza en la imposibilidad de disociar los procesos de recua-
lificación –en plena era de la automatización– del marco de relaciones sociales
que, debido a su contenido de clase, son relaciones de explotación, hegemonía y
subordinación (Marx: 1985). Así, los procesos de recualificación producen, de
manera contradictoria, tanto espacios de fusión e integración del trabajo –con
miras al uso eficiente de la fuerza de trabajo– como también división y frag-
mentación del trabajo –para mantener el control jerárquico que caracteriza a
la organización de la producción capitalista–. Trataremos de mostrar cómo las
estrategias de gestión de la fuerza de trabajo de los managers de Chaco y Andina
reproducen la tensión entre eficiencia y control mediante la aplicación de sus
dispositivos de movilización y control de la fuerza de trabajo.

Estrategias de organización, movilización y control de


la fuerza de trabajo

La base técnica del proceso de trabajo en estas industrias está conformada


por un complejo de estructuras (tubos, depósitos, canalizaciones, etc.) que sostie-
nen el movimiento continuo del producto, que se desplaza de una fase de trans-
formación a otra. Debido a que la transformación de dicho producto se asienta en
una reacción química en cadena, cada fase requiere de ciertas condiciones de tem-
peratura, presión, grados de energía, etc., que excluyen toda intervención manual.
Estos procesos son conducidos y guiados a distancia mediante el uso masivo de
aparatos electrónicos de control, de comando, etc. Esta base técnica requiere, por
la misma naturaleza de los insumos y de los productos que elabora, de modalida-

179
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

des específicas de organización y gestión de la fuerza de trabajo4. Generalmente,


en este tipo de industria, el trabajo es percibido como gestión en la que la vigilan-
cia de un pequeño grupo de de obreros, de una parte del proceso, asegura el flujo
del producto y una serie de transformaciones (Linardt, 1978). En este caso, es más
apropiado hablar de misión que de tarea (De Terssac, 1992).
Para identificar las formas de gestión de la fuerza de trabajo en Chaco y Andi-
na, nos concentramos en las etapas de explotación y producción de hidrocarburos,
dentro de las cuales se distinguen dos actividades: la de operaciones y vigilancia del
proceso y la del mantenimiento de los equipos. El núcleo duro de trabajadores en la
fase de producción, tanto en Chaco como en Andina, está constituido por los opera-
dores de planta (dedicados a la guía y control del proceso) y por técnicos especiali-
zados en el mantenimiento de equipos. Este pequeño grupo5 está apoyado por otro,
mucho mayor, de trabajadores auxiliares que realizan los trabajos de desarmado y
limpieza de equipos, plomería, instalaciones, electricidad, etc.
La gestión organizacional de esta fuerza de trabajo es distinta en las
dos compañías, pese a que ambas desarrollan sus actividades en condiciones
tecnológicas e históricas similares. Esto permite una reflexión comparativa
respecto de las diversas formas que asume la tensión entre los métodos de
explotación y subordinación de la fuerza de trabajo, el control jerarquizado
de la dirección y el uso eficiente de la fuerza de trabajo, de acuerdo con los
dispositivos de movilización y control que se apliquen.

Chaco. Los útiles inspiración japonesa: entre la eficiencia


y el control

Chaco aplica diferentes estrategias de movilización y control según se tra-


te de trabajadores del núcleo duro o de aquellos que realizan tareas auxiliares.
Con el objetivo de garantizar el desempeño eficiente de la fuerza de trabajo de-

4 En el caso de la industria de procesos, la relación entre puesto de trabajo y tarea no


existe, y resulta extremadamente difícil, para un colectivo de trabajadores, establecer
una relación exacta entre su trabajo y una producción determinada.
5 En Chaco este grupo de operadores y técnicos de mantenimiento está formado por
ocho trabajadores; en Andina, por siete.

180
Tania Aillón Gómez

dicada a la guía del proceso automatizado (núcleo duro), la empresa genera las
bases materiales que faciliten su implicación con los objetivos de la compañía
mediante la firma de contratos por tiempo indefinido, acceso a todos los bene-
ficios sociales y condiciones preferenciales de vida en los campamentos (Vatin,
1987). Paralelamente, con el objetivo de disminuir costos y fortalecer la cohesi-
ón de este núcleo duro, subcontrata fuerza de trabajo, que es el que realiza todas
las tareas auxiliares. Nuestro análisis se concentra en el grupo de trabajadores
del núcleo duro, quienes garantizan el flujo continuo del proceso y forman la
columna vertebral de la organización del trabajo en este tipo de industrias.

La tensión entre la integración y el control

Para movilizar al núcleo duro de los trabajadores, los managers de Cha-


co aplican un dispositivo de inspiración japonesa, el Manejo Total de la Pro-
ducción (TPM por sus siglas en inglés). El TPM6 incita a la participación de los
trabajadores con su iniciativa y creatividad, y los motiva a que transparenten
sus conocimientos y experiencias mediante la formación de “grupos autó-
nomos”. Dentro de estos grupos, se discuten las causas de los problemas del
proceso productivo, las posibilidades del surgimiento de eventos y las alterna-
tivas para controlarlos. De esta manera, se abre un espacio de integración del
trabajo de operaciones con el de mantenimiento y del trabajo de concepción
con el de ejecución, en una dinámica de desarrollo de competencias colecti-
vas (Motmolin, 1997)7. Esta dinámica tiene efectos positivos sobre los reque-
rimientos del proceso. En términos de los propios trabajadores, el TPM es

6 Instrumento de gestión de la fuerza de trabajo que coordina el trabajo de operadores


de planta y técnicos de mantenimiento para enfrentar eficientemente la posibilidad
del evento mediante la capacitación de los operadores por parte de los técnicos de
mantenimiento en tareas básicas de mantenimiento y técnicas de diagnóstico, en el
seno de grupos autónomos.
7 La observación de varias reuniones de los grupos autónomos nos mostró que las
tareas de diagnóstico de una determinada anomalía en el equipo producen propues-
tas de solución que provienen de la reflexión colectiva de operadores y de técnicos
de mantenimiento; en este espacio, cada uno aporta con sus conocimientos y expe-
riencias, identifica problemas a través de procesos cognitivos, que forman síntesis
de experiencias (“lluvia de ideas”, “¿por qué, por qué?”, “espina de pescado”, etc.), de
saberes, desde el diagnóstico hasta la propuesta de solución y su aplicación.

181
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

considerado como una herramienta de transmisión de experiencias mediante


una comunicación fluida. Al respecto, un operador precisaba: “Aprendemos
unos de otros...”. Esta comunicación desarrolla una sinergia entre manteni-
miento y operaciones que hace más eficiente el desempeño laboral. Otro ope-
rador de planta se refería a una experiencia de trabajo:

La otra vez, con Gustavo [el instrumentista] no podíamos su-


bir temperaturas del sistema NAPCO (sistema de deshidrata-
ción), Gustavo probaba con el enriquecimiento de mezcla, no
daba..., regulaba el termostato, nada... sacamos el sensor elec-
trónico de temperatura, por si esté descalibrado, y no había
respuesta... La identificación del problema nació de ambos, yo
creo que, como yo estoy más en contacto con el equipo, co-
nozco mejor las líneas; entonces, vi que la línea de alivio del
tanque que comunicaba con la línea de gas combustible, que
tenía una válvula. Una vez identificado el problema, cerramos
ese rato la válvula y la llama y la temperatura subieron. Como
ve... ese grado de complementación es el resultado del TPM,
porque antes el operador le decía al instrumentista o mecáni-
co: ‘tu problema hermano... revisa el equipo, no sube la tem-
peratura...’; no se dedicaba tiempo a identificar el problema de
manera conjunta; siendo que tú... como operador... eres el que
más conoce el equipo, las líneas, tú estás todos los días ahí,
entonces... el TPM ayudó mucho a generar una inteligencia
colectiva, generó una cultura de trabajo que hace más fluido
el proceso...

Toda vez que el evento aumenta la necesidad de una respuesta inme-


diata, la rotación de puestos posibilita que todos los miembros del equipo de
operadores puedan suplirse unos a otros, en situaciones de emergencia o de
ausencia. Esta finalidad de la rotación se ve facilitada por la creación de com-
petencias colectivas que se producen en los espacios de integración, formados
a partir de la puesta en marcha del TPM. En este sentido, el TPM se desarrolla
como un espacio de flexibilización de la división técnica de trabajo dentro del
grupo de operadores, hasta el punto en que todos pueden cumplir las funcio-

182
Tania Aillón Gómez

nes de todos, con la excepción de la función del operador de sala, que sólo es
suplida temporalmente por el operador de pozos8.
La integración de tareas que requieren los procesos automatizados es
remarcada por un manager de Chaco:

Aquí lo que requerimos, es el especialista generalista, yo, como


mecánico, tengo un área de “expertis”, un área que es mi área
clave pero, además, conozco de manera general o a nivel de
aplicación básica, otros temas relacionados; aunque mi espe-
cialidad sea ésta...
Lo que yo les repito a nuestra gente es que ya no son mecánicos,
ni electricistas, ni instrumentistas, ahora son gente que hace
mantenimiento y mantenimiento implica algunas cosas más.

Por otra parte, en Chaco, el trabajo de concepción de proyectos es rea-


lizado por equipos de ingenieros especializados que no trabajan en la planta;
por este motivo, muchas veces sus diseños no responden a las exigencias téc-
nicas de las condiciones reales de trabajo. Esta situación acarrea interferen-
cias a la buena marcha del proceso. El TPM funciona como un dispositivo que
les permite a los operadores y técnicos de mantenimiento proponer a los inge-
nieros soluciones para adecuar los equipos a los requerimientos concretos de
la producción9. De esta forma, la tendencia a la integración del trabajo parece
superar el espacio de producción y llegar hasta la concepción del proyecto. Un
manager decía al respecto:

8 En este espacio de trabajo es posible hablar de un proceso de disolución de la división


técnica del trabajo como resultado de la práctica continua de la rotación. Durante el
trabajo de terreno, solía ver al operador de GLP realizando las tareas del operador de
pozos o al operador de pozos realizando tareas del operador de sala, o al operador de
planta realizando tareas del operador de pozos o, en algún momento, al operador de
laboratorio cumpliendo tareas del operador de pozos. Estos cambios se producían en
cualquiera de los turnos, o en cualquier momento de un turno, permanentemente.
9 A nivel de la ingeniería de detalle, los operadores analizan la capacidad de las ins-
talaciones en relación con los volúmenes de producto que se irán a transformar, el
número de separadores necesarios, las dimensiones de los equipos, los puntos de
medida, las válvulas reguladoras, el grado de apertura de las válvulas para dejar pasar
cierta cantidad de hidrocarburos, etc.

183
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Una de las demandas de los operadores es que ellos sean con-


sultados antes de que se presenten los problemas. En la prime-
ra parte del proyecto no participan mucho, pero intervienen a
nivel de la ingeniería básica, en la ingeniería de detalle, para
ver el grado de operabilidad del proyecto, para identificar cuá-
les son los cuellos de botella, qué pasa con el grado de presuri-
zación, las válvulas de alivio, la definición de puntos de trans-
ferencia y de control; toda la ingeniería de detalle depende
mucho de los operadores y técnicos de mantenimiento.

En este caso, la fusión entre el trabajo de concepción y el de ejecución


promovida por los útiles de inspiración japonesa, como el TPM, entra en ten-
sión con la permanencia de la organización jerarquizada de la división téc-
nica del trabajo, que sólo legitima como capaces de concebir proyectos a los
ingenieros; mientras que los operadores y técnicos de mantenimiento, aun
en el marco de aplicación del TPM, se confinan a dar sugerencias sobre la
ingeniería de detalle. Como hace notar Wolf (2000), la facultad de concepción
de ideas de estos operadores de planta se limita al mundo de la producción,
mientras la planificación y el modus operandi del trabajo continúan en manos
de la gerencia y sus técnicos.
Como dispositivo de control de la fuerza de trabajo, el TPM funciona
mediante la introyección de valores para constituir un tipo de trabajador que
responda a los requerimientos productivos (Gramsci, 1984; Wolf, 2000). Un
manager de Chaco define el TPM como:

Una filosofía del trabajo, que consiste en que tú te involucres


en el negocio, que tú aportes, que te preguntes sobre el impac-
to que tienes en el negocio; cuándo la empresa pierde o cuándo
la empresa gana; en este sentido, nosotros usamos herramien-
tas, digamos que, de alguna manera, traduzcan esa filosofía
del compromiso y el involucramiento de la gente, para los re-
sultados del negocio.

Para conseguir la implicación de los trabajadores, es importante que


ellos interioricen ciertos principios del TPM: 

184
Tania Aillón Gómez

El hombre es el causante de las fallas de los equipos; si el ra-


ciocinio y las actitudes del hombre cambian, es posible llegar
a que la falla del equipo sea cero; cambiando el raciocinio: “el
equipo es algo que falla” a “no permitiremos que el equipo fal-
le”, así es posible llegar a falla cero.

En este marco se inscribe la premisa del TPM:

… mejorar a nuestra gente para que nuestra gente mejore los


equipos y procesos.

La finalidad es lograr que el trabajador desarrolle un “sentimiento de


pertenencia” en relación con los equipos de la planta, como señala un mana-
ger, se trata de que el trabajador piense:

Voy a trabajar para cuidar este compresor, para que mantenga


su estado original, como si fuera mío... ese es el concepto.

Esta búsqueda de implicación se sustenta “trayéndola a tierra” por me-


dio de una política de bonos por logros de metas y objetivos anuales10. Es
necesario, en términos de un manager especialista en recursos humanos:

Que se dé un bono en función del logro de metas y objetivos,


ese es un mecanismo para traer a tierra un objetivo que, de no
hacerlo, quedaría ahí, en el aire; si tú quieres el compromiso de
los empleados... si tú quieres que cada uno aporte con su grani-
to de arena... si tú quieres el involucramiento de la gente, como
algo que ellos sientan que su compromiso realmente tiene un
efecto, es solamente en base a resultados.

10 Se ha establecido un bono de producción, al que llaman Otimsha, que es un bono en


equipo. Todos los años se establecen metas en todas las áreas: bajar índices de acci-
dentabilidad, bajar el número de días perdidos por incidentes, etc.; y, de acuerdo con
el porcentaje del logro de los objetivos estratégicos establecidos, se define el monto
de este bono.

185
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Se trata de encontrar los medios más adecuados para que los traba-
jadores compartan los objetivos de la compañía. Éstos son principalmente
económicos y son transmitidos a través de contenidos técnicos. Los objetivos
estratégicos generales se traducen en microobjetivos para que sean ejecutados
por estos grupos autónomos (Durand, 2004).
Estos dispositivos de movilización y control con los que las órdenes y
las prohibiciones parecen ser reemplazadas por procedimientos y principios
interiorizados de acuerdo con la lógica de la organización (De Gaulejac: 2005)
no están exentos de una racionalización e individualización sistemáticas de
las actividades que se desarrollan al interior de los grupos autónomos. Esta
individualización entra en tensión con la búsqueda de integración del tra-
bajo a través de la comunicación fluida (que es la condición de eficiencia de
los procesos automatizados). Existe un control burocrático (Edwards, 1979),
mediante un formulario de indicadores de gestión que individualiza a cada
miembro del grupo y que especifica el nombre, el número de tarjetas coloca-
das (que señalan la identificación de problema), el número de tarjetas retira-
das (que señalan que se le dio solución al problema). En el caso de las lecciones
de un punto11, además del número de lecciones impartidas, se identifica quién
dio la lección, se contabilizan las mejoras propuestas, las mejoras realizadas,
ASAS (identificación de incidentes) efectuadas por cada miembro del grupo.
Este instrumento de control que individualiza el desempeño laboral se
complementa con otro, el GD2 (Gestión del Desempeño 2) que consiste en un
formulario administrativo en el que se definen, individualmente, los objetivos
anuales de cada trabajador en relación con el crecimiento profesional y con
los problemas de la planta. En este formulario se especifican los indicadores
que medirán el logro de los objetivos. El GD2 es, entonces, una herramienta
de evaluación. Un operador de sala precisaba:

La compañía va a evaluar y, en función de aquello, va a dar una


retribución económica o verbal, es una herramienta obligato-
ria para una evaluación de la Compañía.

11 Se denomina así a las lecciones que se imparten a los operadores acerca del funciona-
miento de los equipos, en las instalaciones de la planta. Esta instrucción está a cargo,
generalmente, del grupo de obreros de mantenimiento.

186
Tania Aillón Gómez

Esta evaluación, al mismo tiempo, logra un efecto movilizador de la


fuerza de trabajo –en tanto implica una compensación o un castigo– toda vez
que permite visualizar la performance anual individual del trabajador (Bol-
tanski y Chiappelo: 1999).
La individualización de las competencias, gratificaciones y sanciones
ejerce el efecto de hacer a cada individuo el único responsable de sus logros
y fallas (Boltanski y Chiappelo: 1999) y, en consecuencia, el sólo responsable
de su nivel salarial que, dentro de este sistema, está en relación con el grado
de implicación del trabajador con los fines de la compañía. La mejor remu-
neración distingue no tanto las competencias de la fuerza de trabajo sino el
compromiso, como señala un manager:

Se trata de dar una mejor remuneración para distinguir justa-


mente eso, el compromiso.

Se distinguirá, según las palabras de un supervisor de Chaco:

A las personas que se preocupan de la mejora continua, que


se preocupan de la eficiencia, porque hay formas y formas de
operar una planta y mantenerla ocho o doce horas con sus
condiciones, sin importarles si les salió bien o les salió mal o
más o menos. Mediante algún cedazo, catalogamos a la gente;
digamos, sabemos quiénes se preocupan y, a lo que tendemos,
es a que todos trabajen con esa proactividad.

Este reconocimiento diferenciado del desempeño laboral para cada trabaja-


dor de los grupos autónomos no siempre es vivenciado por ellos como reconoci-
miento a sus competencias, sino que suele ser identificado como un instrumento
que genera desigualdades y discriminación al interior del grupo de trabajadores:

Sí, me siento explotado, siento que mi remuneración salarial es


la más baja de todos los operadores de mi equipo, tal vez por-
que no soy un “tirasacos”, mi salario es bajo para un operador
que hace 21 días en el campo con 10 días de trasnoche en el
sector, mi salario se sitúa entre los niveles más bajos (entrevis-
ta a un operador).

187
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

En contraposición, un operador del mismo equipo y turno de trabajo


que el anterior, que contaba con un salario más alto, decía:

Yo no me siento explotado, porque existe un marco de respeto


en todas las instancias y engranajes de la compañía, en el que
cada uno cumple sus funciones y, por otra parte, me siento
bien remunerado y la compañía me brinda un amplio espacio
de realización.

Esta diferente forma de percibir su situación laboral está asociada a las


desigualdades salariales que produce la aplicación del GD2.
La política salarial que lleva adelante la empresa entra en contradicción
con la demanda de contribución colectiva de la fuerza de trabajo en el marco
de la práctica del TPM, porque desmotiva a aquellos trabajadores que se perci-
ben como discriminados en el reconocimiento salarial y, de esta forma, atenta
contra el sentimiento de ser parte de un colectivo como el de los grupos autó-
nomos. Se trata de otra manifestación de la contradicción entre la necesidad
de que los trabajadores se impliquen en el proceso de integración del trabajo
–lo que requiere el manejo eficiente de los sistemas automatizados– y los dis-
positivos de control de la dirección que individualizan el desempeño.

La tensión entre autonomía y control

La otra demanda de los procesos productivos automatizados es la au-


tonomía de los trabajadores para tomar decisiones inmediatas con miras a
responder al evento. El TPM es una herramienta de gestión que coadyuva
a generar un importante margen de autonomía, porque contribuye a desar-
rollar las competencias que se requieren. Mediante esta herramienta, los tra-
bajadores captan que incentivan su iniciativa, su creatividad, su proactividad.
Un operador señalaba: 

Aquí cada día hay un problema, son fierros, debemos hacer


mantenimiento preventivo, predictivo, es parte de nuestra ru-
tina... Con el TPM hemos aprendido a organizarnos, a discipli-
narnos, hemos mejorado nuestra capacidad de análisis, hemos

188
Tania Aillón Gómez

aprendido el respeto a las ideas de los demás, nos ha ayudado a


estandarizar las rutinas de trabajo, mediante una metodología
para arreglar problemas.

La demanda de las cualidades intelectuales que debe desarrollar el tra-


bajador para prevenir y responder al evento es definida de la siguiente manera
por los managers: 

Ahora mantenimiento implica hacer una evaluación de sus ta-


reas, cuando haces mantenimiento, ¿por qué lo haces? Cuando
tienes una falla, tienes que analizar por qué ha fallado, y usas
algunas herramientas de calidad para determinar cuál es la
causa de la falla.

Se requiere un coeficiente de inteligencia aceptable, tiene que


ser una persona que se anticipe a los hechos, tiene que saber la
relación entre un cambio de parámetros y sus posibles efectos.
La persona, con los sistemas automatizados, debe ser más co-
activa, con mayor capacidad de razonamiento, porque las res-
puestas son inmediatas. Los sistemas que manejamos ahora
son en tiempo real. Cuando el sistema es neumático tenemos
tiempo para ver cómo se está efectuando el cambio, en sistema
digital es inmediato (entrevista a un supervisor).

El desarrollo de estas competencias intelectuales en situación de trabajo


se traduce en un espacio más amplio de toma de decisiones tanto para opera-
dores como técnicos de mantenimiento, es decir, en uno de mayor autonomía.
Al respecto, un manager de mantenimiento refería: 

El resultado de eso es que ahora la gente toma parte de las de-


cisiones, antes sólo recibía órdenes: “hay que hacer esto”. Aho-
ra ellos analizan, junto con algún especialista, con él opinan,
con toda la experiencia que tienen, y ellos mismos llegan a las
conclusiones, ya no es sólo una mano de obra, ahora es mano
de obra, más cabeza, análisis, cabeza.

189
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

A la vez, para garantizar que la autonomía sea utilizada en los marcos


establecidos por la compañía, el incentivo consciente de la dirección a la auto-
nomía del trabajador (al que nos referimos anteriormente) se combina con la
introducción de dispositivos de control de tipo burocrático que garantizan un
seguimiento minucioso de las actividades del grupo autónomo y de cada uno
de sus miembros; tal como lo indica el manager encargado de la coordinación
del equipo, estos indicadores se convierten en : “Libreta de presentación del
trabajador....”, así se ejerce un control riguroso sobre la forma en que el traba-
jador utiliza su espacio de autonomía. Un manager señala: 

Cada grupo se traza metas para los 21 días de trabajo en la


planta: un determinado numero de tarjetas, lecciones de un
punto, etc. Yo registro estos contenidos, reviso si necesito acla-
ración y llevo el control de estas planillas, a veces hay tarjetas
que no han sido retiradas mucho tiempo, pregunto por qué, de
repente es una reparación mayor.

Como se puede apreciar, la autonomía del grupo de ejecución –incluso


en el marco de estas herramientas de gestión participativa– es estrechamente
controlada por las direcciones (Durand, 2004).
De otra parte, el enriquecimiento intelectual del trabajador, que parece
ser la base de esta autonomía, encuentra sus límites en los dispositivos de con-
trol, porque el GD2 es un instrumento de gestión que delimita la formación
de la fuerza de trabajo a los fines de la compañía. Los objetivos anuales que se
proponen los trabajadores toman como criterio principal los problemas que
presenta el proceso de producción en la planta; como decía un operador de
sala: “Se busca que cada problema tenga su dueño”; se reparten y personali-
zan equipos para que cada trabajador defina objetivos en relación con darles
solución a los problemas que presentan:

Los objetivos deben estar dirigidos a optimizar el proceso, al


crecimiento operativo. Los conocimientos y experiencias que
uno se fija en sus objetivos de capacitación tienen que ser algo
concreto, el crecimiento de la persona debe de estar en relaci-
ón a aportar más a la empresa.

190
Tania Aillón Gómez

Si la mejora de las competencias de los ejecutantes se convierte en la con-


dición de una mayor eficacia del sistema de producción, dicha mejora es promo-
vida por los managers para que aumente la posibilidad de alcanzar los objetivos
de la producción (De Terssac: 1992). La concepción y aplicación de esta forma
de control entran en contradicción con las prácticas que responden a la nece-
sidad de integración del trabajo, debido a que unilateralizan la formación de
la fuerza de trabajo, sólo en relación con la optimización de los equipos y pro-
cesos de la planta. El trabajo creativo debe adaptarse a la demanda del trabajo
muerto (Marx, 1985; Wolf, 2000), pues toda capacidad que no se adapta a este
requerimiento pasa a ser considerada como irracional y contraproducente (De
Gaulejac, 2005). Los operadores perciben que el GD2 no siempre es un instru-
mento de crecimiento profesional en el verdadero sentido del término, porque la
formación debe estar ajustada a los requerimientos del puesto:

No me financian los cursos que quiero realizar, para mi proyec-


ción como profesional, lo que me limita.

En estos casos se hace evidente la contradicción entre los intereses de


crecimiento profesional que mueven a los trabajadores y los límites que im-
pone la división técnica del trabajo a dichas aspiraciones. Estos límites se
afianzan debido a los intereses de técnicos de alto nivel y managers por man-
tener sus prerrogativas jerárquicas y su posición de poder dentro la compañía
(Wolf, 2000; Zariffian: 1994 y 1999).
En concreto, la autonomía es sostenida por los managers en la medida
en que sea un espacio de producción de soluciones a los problemas emergen-
tes en el marco de las limitaciones establecidas por los objetivos, normas e
interdependencias organizacionales de la compañía. Se trata de un rasgo que
caracteriza a la autonomía denominada por Zariffian (1999) como autonomía
cooperación, y que también puede ser asimilada al concepto de autonomía
responsable12, porque considera las obligaciones implícitas de la producción

12 Esta autonomía se relaciona con la posibilidad de actuar operativamente de acuer-


do con criterios y decisiones que generalmente involucran a todo el equipo, dada la
fuerte dependencia organizacional que caracteriza al desempeño del trabajo en este
tipo de industria (Diani: 1984; Naville: 1961). De todas formas, los criterios que se
utilizan y las soluciones alcanzadas no se ajustan a las limitaciones impuestas por
procedimientos o prescripciones manageriales. Esta característica permite asimilar

191
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

(De Terssac, 1992; Durand, 2004). Lo que queda por precisar es que esta res-
ponsabilidad o cooperación, que se adecua a las obligaciones implícitas de
una producción, se debe ajustar también a los intereses de clase de la patronal.
Esta situación produce la subordinación del trabajo al control burocrático y a
la jerarquía de los managers, como nos muestra la evidencia empírica.

Andina: la subcontratación como freno a la eficiencia de


la fuerza de trabajo

En Andina se utilizan también dos estrategias de gestión de la fuerza de


trabajo, una de ellas, dirigida al núcleo de trabajadores de planta permanente
de Andina13, que cuentan con todos los beneficios sociales y un trato preferen-
cial en sus condiciones de vida dentro de los campamentos. Otra estrategia
consiste en la subcontratación de la fuerza de trabajo; desde el nivel de los
operadores de planta y técnicos de mantenimiento, hasta los trabajadores au-
xiliares (a diferencia de Chaco, que sólo subcontrata el trabajo de auxiliares).
El control directo de los trabajadores subcontratados se asienta en
los encargados del área de producción y del área de mantenimiento. Éstos
constituyen el núcleo estratégico de movilización de la fuerza de trabajo con
el que cuenta la empresa; su función es la del control del desempeño de los
trabajadores de las empresas subcontratistas, encargadas de la operación y
mantenimiento de la planta (son capataces, dentro de la lógica tayloriana). El
parámetro de control son los contratos que se firman entre la empresa madre
(Andina) y la empresa subcontratada. Se trata de hacer un seguimiento per-
manente para que el desempeño de los administradores y trabajadores de las
empresas subcontratadas se ajusten a las especificaciones del contrato. Nues-
tro análisis se concentra en la gestión de los trabajadores subcontratados, de-
dicados a la conducción de proceso y al mantenimiento de los equipos.

también dicha autonomía a la posibilidad de inventar nuevos modos operatorios y de


ponerlos en práctica (De Terssac: 1993).
13 El personal que pertenece a la compañía va desde los niveles jerárquicos hasta el de
encargados de producción y de mantenimiento en la planta petrolera; el resto del
personal es subcontratado.

192
Tania Aillón Gómez

La tensión entre precariedad e implicación de la fuerza


de trabajo

El núcleo duro a cargo del seguimiento del proceso en planta y del


mantenimiento de equipos está formado por trabajadores subcontratados en
condiciones precarias, y es esta propia precariedad la que se convierte en un
freno cuando se trata de conseguir la implicación subjetiva que requieren los
procesos de trabajo con alto grado de automatización.
La desigualdad de las condiciones laborales entre los trabajadores de
Andina y los trabajadores subcontratados provoca un sentimiento de discri-
minación entre estos últimos. Sentimiento que se capta en sus expresiones
cuando se refieren a su situación laboral, en comparación a la situación de
los trabajadores de la empresa madre. En relación con el sistema de turnos de
trabajo, dos operadores de la empresa Nuevo Cerro Dragón (NCD)14 dicen:

Los trabajadores de Andina tienen el sistema de 1 x 1 [N. de


la A.: una semana de descanso y otra semana de trabajo] y
nosotros de 2 x 1 [dos semanas de trabajo y una semana de
descanso]. Esto afecta nuestra vida familiar, ¿acaso nosotros
no tenemos la necesidad de familia como ellos?
No hay un trato parecido al que tienen los trabajadores en
otras compañías como Chaco y Andina; a nosotros nos pesa
el 2 x 1, pero no se puede reclamar mucho porque a uno lo
botan... a los que reclamaron los botaron15”.

La disconformidad con el sistema desigual de turnos, según los mismos


trabajadores, influye en la eficiencia del trabajo:

14 Nuevo Cerro Dragón, empresa subcontratista de Andina dedicada a prestar servicios


de operación de planta y trabajos auxiliares.
15 El temor al despido inmediato es la causa principal de la subordinación silenciosa
de estos trabajadores que, sin embargo, son los únicos del sector petrolero que han
realizado al menos dos intentos serios de reorganizarse en sindicato.

193
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

La segunda semana de trabajo, uno ya está preocupado... en re-


lación a como está la situación con la familia, la segunda semana
uno ya está cansado..., eso influye en la eficiencia; en YPFB era 1 x
1 y en Pegaso [la anterior empresa contratista] era también, 1 x 1.

La otra percepción que existe entre estos trabajadores es la de ser estafa-


dos por los managers de las empresas contratistas. Un operador de la subcon-
tratista NCD precisaba en este sentido: 

Sentimos molestia porque somos estafados, de 6.000 dólares


que recibe mensualmente la contratista por cada uno de los
trabajadores, sólo nos llegan unos 2.000 dólares... consideran-
do cotizaciones a la seguridad social y todos los descuentos,
con los otros 4.000 se quedan ellos.

El sentimiento de explotación en este espacio laboral es vivido de forma


cotidiana en el grupo de operadores y mecánicos de mantenimiento:

Se trabaja unas horas gratis, hay una parte de las horas de tra-
bajo que no nos pagan, hacemos horas de más y... ni siquiera
nos pagan la prima de producción...

El descontento se traduce en distintas formas de resistencia (trabajo a


desgano, hacer sólo lo estrictamente necesario, evitar dar las opiniones crea-
tivas que podrían surgir a partir de la experiencia de cada uno de los trabaja-
dores, dar información falsa, etc.) que perjudican el ajuste de los contenidos
del trabajo a las necesidades de la automatización. La gestión de la fuerza de
trabajo se desenvuelve en medio de la continua tensión entre resistencia y
control externo. Un encargado de mantenimiento de Andina se refería a su
trabajo de la siguiente forma:

Lo duro es que siempre hay que estar sobre los trabajadores y


sobre los contratistas, porque siempre quieren engañar por el
tema de costos; por ejemplo, te dicen que han cambiado una
bujía, cuando, en el fondo, no lo han hecho y esto debo de ano-
tar, para multarse.

194
Tania Aillón Gómez

Otro encargado decía:

Debo levantarme 5 de la mañana a chequear la medida de los


tanques de producción, porque hay operadores vivos, que ponen
una medida que no es, muestran oscilaciones leves de producci-
ón, para hacer pensar que todo está dentro de parámetros, pero
esto suele ser falso, entonces, debo estar sobre ellos.

Sin embargo, este control externo –propio de la organización tayloriana


del trabajo– tiene efectos contraproducentes si lo que se busca es conseguir el
compromiso e implicación que demandan los procesos automatizados, por-
que en muchos casos lo que se genera es una mayor resistencia. Lo que se
puede conseguir, como máximo, es que el trabajo se ajuste a ciertos requeri-
mientos técnicos, pero no la implicación del trabajador con el proceso. En este
sentido, un mando medio de Andina señala:

Repsol [Andina es subsidiaria de Repsol] da cursos al personal de


Andina y de NCD [la empresa subcontratista], para nivelar la cali-
ficación de la fuerza de trabajo a los requerimientos de la automa-
tización; pero hay algo que está fuera de control, es la motivación,
porque en la empresa subcontratista siempre está la posibilidad de
que el trabajo dure sólo lo que dura el contrato; entonces, la moti-
vación de los trabajadores no es la misma, no es fácil conseguir ese
“plus” de implicación, se puede exigir un parámetro de respuesta
técnica a las necesidades de la automatización; porque si no, no
tiene el puesto, pero ese “plus” no lo consigo.

Un encargado de mantenimiento de Andina confirmaba la percepción


del encargado de campo:

Si ellos [se refiere a los trabajadores subcontratados] tendrían


mejores condiciones laborales se podría esperar más de ellos, yo
creo que no dan todo, no rinden.

195
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

La tensión entre la subcontratación en cascada y la de-


manda de integración del trabajo

Pese a que este espacio laboral diferencia claramente a quienes dan ór-
denes y a quienes las ejecutan, las exigencias de la industria de procesos im-
ponen la discusión colectiva a fin de aportar soluciones a los problemas que
plantea el proceso productivo (De Terssac, 1992). En ausencia de una herra-
mienta de gestión como el TPM, las discusiones colectivas se realizan de ma-
nera informal entre los operadores y técnicos de mantenimiento (trabajadores
subcontratados) y los supervisores y encargados de Andina, para compartir
ideas, sacar conclusiones y proponer soluciones a los problemas. Los operado-
res se refieren a esta práctica de forma gráfica:

Normalmente, nosotros somos un equipo, nosotros debemos


tener buenas relaciones, porque nosotros entramos a jugar un
partido de fútbol, aunque seamos trabajadores de distintas em-
presas, es necesario coordinar, para que el proceso funcione.

La necesidad de la discusión colectiva entre trabajadores que tienen “di-


ferentes camisas” (N. de la A.: alusión de un trabajador a la pertenencia a
distintas empresas) proviene de la presión de una respuesta eficaz a los reque-
rimientos del proceso (De Terssac, 1992).
Esta necesidad de desarrollar el espíritu de equipo, sin embargo, en-
cuentra sus límites en la estrategia de las direcciones de gestionar la fuerza
de trabajo mediante la subcontratación en cascada16. Subcontratación que, si
bien produce condiciones favorables para el control de la fuerza de trabajo
por la patronal, al mismo tiempo frena el proceso de integración del traba-
jo, porque parcela tareas y responsabilidades por empresas. Al respecto, un
técnico de mantenimiento de Skanska (empresa subcontratista dedicada al
mantenimiento de equipos) opina:

16 En Andina una empresa se hace cargo de mantenimiento de equipos (Skanska), otra


empresa se hace cargo de operar el proceso y de los trabajadores auxiliares (NCD,
Nuevo Cerro Dragón) y, a la vez, estas empresas contratan a otras para servicios es-
pecíficos como tala de árboles, servicios de limpieza, etc.

196
Tania Aillón Gómez

La existencia de tanta subcontratación, con trabajadores de


distintas empresas, distintos horarios, formas de contrato, este
hecho perjudica la realización del trabajo, porque cada empre-
sa quiere tirar por su lado, para lo que le conviene; incluso en
términos de costos, entonces, unos echan la culpa a los otros;
los roces son permanentes; sobre todo con los supervisores de
Andina; las fricciones se convierten en parte del trabajo.

Un supervisor de mantenimiento de Andina dice:

Si para cualquier contingencia uno tiene que estar jugando


aquí y allá [entre una empresa y otra], yo pienso que seria me-
jor que Andina se haga cargo, el compromiso de trabajador
sería diferente, el trato es diferente, habría mayor estabilidad.

El responsable técnico de NCD (manager de la empresa subcontratista),


opinaba en este sentido:

El proceso sería más fluido si fuera una sola empresa, todo


sería más homogéneo, cambiaría la relación entre todos los
trabajadores; se coordinarían mejor los diagramas de turno,
los descansos. Ahora los diagramas de turno son diferentes
entre todas las empresas, mientras que, con una sola empresa,
se solucionarían los problemas de comunicación y ese tipo de
controversias. Hoy por hoy, no sé qué diagramas tiene la otra
contratista para cumplir su actividad; si no les pregunto, no
me lo van a decir, y tampoco tienen la obligación de decírmelo.
Uno se entera sólo horas antes acerca de que se va a realizar
una actividad y, como la responsable del resultado de ese pro-
ducto final es una contratista –en este caso, NCD–, la afectada
va a ser esa contratista.

El mismo responsable técnico se refiere con mayor precisión a las con-


troversias que surgen en la comunicación como producto de esta fragmenta-
ción del proceso laboral:

197
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Los operadores son los más afectados por el tipo de trabajo que
desarrollan. Muchas veces hay un paro de equipo, un desvío de
calibración en los equipos rotatorios. Cambios de equipos sin
que el operador sea comunicado; ese tipo de controversias se
producen por falta de comunicación, pese a que existen herra-
mientas para que no haya contradicciones, las responsabilida-
des están claramente definidas, pero en los hechos las contra-
dicciones surgen.

Por otra parte, las condiciones desiguales de retribución al trabajo, que


se profundizan con la subcontratación en cascada, provocan entre los trabaja-
dores menos favorecidos el sentimiento de ser relegados, en la medida en que
ellos miden y se miden a sí mismos en relación con el distinto trato laboral
que reciben. Este aspecto limita las posibilidades de implicación de los traba-
jadores con los objetivos de la empresa madre y con la necesidad de establecer
relaciones horizontales que permitan mejorar la comunicación colectiva. El
hecho de que el trato laboral desigual afecta el desempeño de los trabajadores
es captado por los managers, tanto de las empresas contratistas como de An-
dina. El responsable técnico de NCD decía, en este sentido:

Yo lo veo, yo lo observo, porque hay trabajadores que se fijan...


en términos de que le dan al otro contratista, si le dan ropa de
seguridad, la frecuencia de transporte, premios o primas. Esas
diferencias dejarían de existir si fuera una sola empresa la que
se haría cargo de todo el trabajo, porque esas diferencias crean
una inestabilidad emocional en el trabajador que es, en defini-
tiva, el punto más negativo, para el balance final del desarrollo
de una persona en el trabajo.

Así, la fluidificación de la producción (Vatin: 1987) que demanda la


eficiencia de los procesos automatizados encuentra sus límites en la subcon-
tratación en cascada, una estrategia fundamental de control de la fuerza de
trabajo en la etapa actual. Estrategia que, como se puede apreciar, en lugar de
contribuir a formar la sinergia productiva que surge de la integración, frag-
menta y contrapone a la fuerza de trabajo.

198
Tania Aillón Gómez

La tensión entre la necesidad de autonomía y el control


directo

La demanda de competencias a la fuerza de trabajo en el nivel técnico ope-


rativo en Andina se capta en la descripción de la misión, para un operador:

Ejecutar las actividades diarias de su área de trabajo de acuer-


do con los procedimientos establecidos y con las direcciones
fijadas por su área de mando17.

Dos características que debe tener la fuerza de trabajo operativa se des-


tacan en esta definición de misión: la disciplina y la obediencia, para garan-
tizar que el trabajo se ajuste a los procedimientos prescritos. Este espíritu de
gestión de la fuerza de trabajo –de inspiración netamente tayloriana– no deja
de sorprender al tratarse de una industria de procesos18. Este espíritu también
se expresa en la concepción de un manager de alto nivel cuando, respecto de
la función de los operadores, dice:

Los operadores operan, hay que controlar..., es mano de obra


directa.

Esta visión del control parece tener su origen en la aplicación generalizada


de la subcontratación que, debido a las condiciones de precariedad laboral que
produce, no puede lograr la implicación de los trabajadores con los objetivos de la
compañía. Implicación que es uno de los pilares del desarrollo de la autonomía en
el marco de la organización capitalista del trabajo. En el caso de Andina, las con-
diciones laborales exigen, más bien, un control directo que limita la autonomía de
operadores y técnicos de mantenimiento para que desenvuelvan su iniciativa de
forma abierta. Un mecánico de mantenimiento de Skanska señala:

17 Documento de definición de puesto, REPSOL-YPFB.


18 En estas industrias, donde, debido a las características de los procesos que se desar-
rollan, la organización del trabajo responde más al criterio de misión que de tarea,
sorprende la política managerial de tratar de controlar el desempeño laboral de la
fuerza de trabajo mediante criterios basados en el cumplimiento de órdenes prescri-
tas y tareas específicas.

199
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Se llama la atención al personal, porque no se ha hecho el traba-


jo como quiere Andina que uno haga, pero a veces uno lo hace
mejor... pero ellos quieren como ellos quieren... No escuchan su-
gerencias ni opiniones, mejor hacer el trabajo como ellos quie-
ren, para no tener problemas ni llamadas de atención.

Las prácticas de autonomía se abren paso a partir de las exigencias con-


cretas del trabajo. No encontramos en Andina la solicitud prescrita de toma
de decisiones acertadas frente a un evento; tampoco está prescrita la demanda
de comunicación y de coordinación. Pero estas prácticas son parte del desar-
rollo de las actividades en la medida en que son una necesidad que responde a
los requerimientos objetivos de la industria de procesos, incluso antes de que
se formalicen, racionalicen y se instituyan como herramientas de gestión de
la fuerza de trabajo. En este sentido, se puede decir que existe todo un espacio
de oscuridad, para retomar la metáfora de Borzèix y Linhart (1988), en la que
se recrea una autonomía no prescrita. Esta autonomía no prescrita es con-
sentida y hasta valorada por los mandos medios en la compañía, en tanto no
salga de los límites de la ejecución de las tareas de los operadores y/o en tanto
sea la respuesta a una urgencia inminente. Un supervisor de operaciones de
Andina se refería a las cualidades que se espera que desplieguen los operado-
res en esta situación:

Si hay una fuga de gas; por ejemplo, una detonación, la capa-


cidad de intervención del operador es determinante, porque
existe gente nerviosa que prefiere escapar en lugar de enfren-
tar el problema... Aquí es donde uno se da cuenta de la calidad
del operador, su reacción inmediata, porque él no puede per-
der tiempo para reflexionar... sólo tienen unos segundos para
bloquear y aislar el sector y reparar los equipos comprometi-
dos en el proceso.

Pero cuando se trata de cambiar los parámetros de operación de la plan-


ta, las decisiones las toma un ingeniero de alto nivel, el encargado de campo,
que pertenece a Andina. Este técnico analiza los datos introducidos al compu-
tador por los operadores y fija los nuevos parámetros de funcionamiento de la
planta. Así se reproduce –en el marco del manejo de la tecnología informati-

200
Tania Aillón Gómez

zada– una nueva división del trabajo, entre quienes se dedican al tratamiento
de signos –es decir, los operadores– y quienes se dedican al tratamiento de
sentido –los encargados de campo– (Boyer y Durand: 1993).
Paradójicamente, la ausencia de un incentivo abierto a la autonomía co-
existe con una política de capacitación permanente, que adecua las cualifica-
ciones de la fuerza de trabajo a los requerimientos de la automatización. Los
cursos se llevan adelante en el tiempo de descanso de los trabajadores pero
son obligatorios. Un operador señala: 

Hay que aprender programas antes de su implementación, si


uno no asiste al curso nos mandan correo, uno tiene que tener
voluntad.

Posteriormente, y como parte de la evaluación anual al desempeño19, se


toman exámenes prácticos en planta, que se relacionan con el contenido de
los cursos. Un mecánico dice:

Sí, nos dicen bien claro, los que vienen a pasar cursos de capa-
citación, ellos nos dicen... “Nosotros venimos a pasar cursos de
capacitación para que ustedes sirvan a la empresa, la empresa
nos paga para que nosotros les enseñemos a ustedes y ustedes
tienen que servir a la empresa... tienen que saber cómo hacer...
La empresa no puede gastar en vano”.

La puesta en práctica de los conocimientos obtenidos mediante cursos de


capacitación aparece como una obligación impuesta por medio del control di-
recto (toma de pruebas en la planta, por ejemplo); al mismo tiempo, la necesidad
de que la fuerza de trabajo capacitada ponga en práctica los nuevos conocimien-
tos en las tareas de producción entra en contradicción con la organización y el
control del trabajo. Un viejo operador del sector, que trabajó en Andina y en
Chaco, manifestaba las limitaciones para poder asumir una actitud abierta, de
participación, autonomía y creatividad en el trabajo en Andina:

19 Existe la evaluación al desempeño, evaluación individual que, según los managers


de NCD, está en relación directa con la calidad de servicio al cliente, y que se realiza
cada año.

201
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Usted tiene capacitación, pero tiene menos opciones de aplicar


la capacitación que uno tiene, porque en el sistema de Chaco,
uno habla, demuestra, participa... En Andina no, es todo un
protocolo más grande... un camino más largo para poder dar
su opinión, y muchas veces se queda ahí también... la trans-
misión de opiniones se da a través del encargado de turno, la
información, con intermediarios, va perdiendo la esencia de lo
que se quiere transmitir.

Consideraciones finales

Al inicio de este artículo planteamos que la necesidad de la patronal de


asentar sus ganancias de productividad en la integración de los trabajos de
concepción y ejecución y en el desarrollo de la autonomía del trabajador en-
traba en tensión con la necesidad de reproducir la división técnica del trabajo
y la jerarquía, para mantener el control que legitima y permite, de una parte,
el ejercicio del poder, y de otra, la desigualdad en las condiciones laborales.
En el caso de Chaco, el método de reducción de costos y de aumento de
la productividad del trabajo va por la vía de hacer más eficiente la fuerza de
trabajo del núcleo duro, para esto se les otorgan a estos trabajadores buenas
condiciones laborales y se aplican herramientas de gestión como el TPM. Esta
herramienta permite, como hemos visto, sacar a luz los conocimientos rete-
nidos por los trabajadores, para ponerlos al servicio del proceso de trabajo.
Por otra parte, el TPM incentiva la producción de competencias colectivas20,
con lo cual se logran efectos positivos sobre la marcha del proceso. Estas com-
petencias no le significan a la patronal ningún costo adicional –en tanto la
retribución salarial se calcula individualmente– pero sí le permiten contar

20 La estrategia de racionalización productiva, que permite el surgimiento de la noción


de competencia, se encuentra en consonancia con una de las tendencias del capita-
lismo apuntadas por Marx (1985) que señala que, a medida que el capitalismo se
extiende y acumula, tiende a reducir sus costos en fuerza de trabajo. La lógica de
la competencia, que aparece en la base de los útiles de movilización y control que
implementa Chaco, se dirige a reducir la inversión en fuerza de trabajo por el camino
de aumentar su productividad.

202
Tania Aillón Gómez

con una fuente virtuosa de extracción de trabajo potenciado mediante la cual


pueden valorizar sus inversiones. Este proceso encuentra sus límites en los
propios métodos de gestión de la fuerza de trabajo, que –dentro de relaciones
de explotación, hegemonía y subordinación– se convierten inmediatamente
en herramientas de control que neutralizan los efectos positivos que sobre la
eficiencia en la conducción de los procesos automatizados tienen las herra-
mientas de inspiración japonesa. Toda tendencia al desarrollo de la integra-
ción del trabajo y/o de la autonomía es enmarcada dentro de los límites del
control burocrático y jerarquizado o de la división técnica y jerarquizada del
trabajo. Esta delimitación provoca fragmentación y dependencia y pone gril-
letes a la creatividad de los trabajadores.
En el caso de Andina, las condiciones precarias de los trabajadores del
núcleo duro –que pertenecen a empresas contratistas– en relación con los
trabajadores de planta permanente de la compañía constituyen una fuente de
descontento que dificulta su implicación con los fines de ésta. Esta situación
hace indispensable el control directo sobre su trabajo. En el mismo sentido, la
subcontratación en cascada dificulta la generación de espacios de integración
y el fortalecimiento de la autonomía del trabajo que demanda el manejo efi-
ciente de la planta. Se puede decir, en este caso, que como método de gestión
de la fuerza de trabajo, la subcontratación atenta por todos los flancos a la
eficiencia productiva.
Es importante hacer notar que, en ambos casos, la tensión analizada se
reproduce de forma contradictoria; unas veces genera espacios de integración
y autonomía, otras, produce fragmentación, jerarquización y dependencia.
No se trata de una tendencia unívoca, ni del enriquecimiento e integración
absolutos del trabajo, ni de su empobrecimiento y fragmentación en todas las
situaciones. Se trata de un proceso combinado y contradictorio que muestra
que el capital sólo se puede reproducir de forma ampliada si abre posibilida-
des al aumento de la productividad y la eficiencia del trabajo pero, a la vez,
ajusta estos espacios a la medida del control requerido en función de garanti-
zar su hegemonía sobre el proceso de producción.

203
El control como freno a la eficencia de la fuerza de trabajo en industrias de flujo continuo:
el caso de las empresas petroleras en bolivia

Bibliografía

aballéa, F. (1993): Vers un nouveau modèle productif?, “Retour aux sources”, Paris, Siros, pp. 299-
317.

Alaniz Porceni, E. (2002): “Competência ou qualificaçao profissional: Noçoes que se opoem ou de


complementam?”, Trabajo presentado NOG GT9- Trabajo y Educacion, UNESP.

Braverman, H. (1987): Trabajo y Capital Monopolista, la degradación del trabajo en el siglo XX,
México, Nuestro tiempo.

Boltanski, L. y Chiapello, E. (1999): Le nouvel esprit du capitalisme, Paris, Gallimard.

Borzèix, A. y Linardt, D. (1998): Rev. Sociologie du Travail, No XXXI/88, “La participation: un clair-
obcur”, Paris, Dunod, pp. 37-53.

Boyer, R. y Durand, J. P. (1993): L’après-fordisme, Paris, Siros.

Coriat, B. (1978): Division du Travail, “Différenciation et segmentation de la force de travail dans


les industries de process”, Paris, Editions Galilée.

Coutrot, T. (1999): Critique de l’organisation du travail, Paris, La Découverte.

De Gaulejac, V. (2005): La societé malade de la gestion: Idéologie Gestionnaire, Pouvoir Managérial


et Harcèlement Social, Paris, Editions Seuil.

De Terssac, G. (1992): L’autonomie dans le travail, France, Presses Universitaires.

Durand, J. (2004): La Chaîn Invisible: Travieller Aujourd’hui: flux tendu et servitude volontaire,
Paris, Seuil.

Edwards, R. (1979): Contested Terrain: The Transformation of the Workplace in the Twentieth
Century, Londres, Heinemann.

Gramsci, A. (1984): Notas sobre Maquiavelo: sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos
Aires, Nueva Visión.

Kerst, H. y Michael, S. (1989): La fin de la division du travail?, Paris, MSH

Linardt, R. (1978): Division du Travail, “Procès de travail et division de la classe ouvrière”, Paris,
Galilée.

Marglin, St. (1977): “Orígenes y funciones de la parcelación de tareas; ¿Para que sirven los
patrones?”, en Critica de la división del trabajo, Barcelona, Laia, pp. 45-96.

Marx, K. (1985): El Capital, México, Siglo XXI.

204
Tania Aillón Gómez

Montmollin, M. de (1997): Sur le travail. Selección de textos (1967-1997), Toulouse, Octarès.

Vatin, F. (1987): La fluidité industrièlle: Essai sur la theorie de la production et le devenir du travail,
Paris, Meridiens Klincksieck.

Vatin, F. (1987): La fluidité industrièlle: Essai sur la theorie de la production et le devenir du travail,
Paris, Meridiens Klincksieck.

Veltz, P. (1993): Vers un nouveau modèle productif?, “Destabillisation et resistance du taylorisme”,


Paris, Siros, pp.144- 167.

Wood, St. (1993): Vers un nouveau modèle productif?, “Le modèle japonaise: postfordisme ou
japanisation du fordisme”, Paris, Siros, pp. 93-123.

Wolf, S. (2000): “Informatizaçao do trabalho e reificaçao: uma analise à luz dos programas de
qualidade total”, Argentina, Congreso de ALAST.

Zariffian, P. (1995): Le travail et l’evenenement; essai sociologique sur le travail indutrièle à l’époque
actuelle, Paris, L’Hartmattan.

Zariffian, P. (1999): “L’autonomie comme confrontation coopératrice à des enjeux”, en L’autonomie


dans les organisations, Quoi de neuf?, Paris, L’Harmattan.

Zariffian, P. (1992): La nouvelle productivité, Paris, L’Harmattan.

205
8

Organización de la
producción, imposición de
sentidos corporativos y
resistencias: el caso de una
empresa automotriz
Marcelo Hernández y Cristian Busto

… es un movimiento continuo y aparentemente lento: la cade-


na da una ilusoria impresión de casi movilidad al primer golpe
de vista, y es necesario fijar la mirada en un coche determina-
do para verlo desplazarse, deslizarse progresivamente de un
lugar a otro. Como no hay detención, son los obreros los que
tienen que moverse para acompañar al coche durante su ope-
ración. Cada obrero tiene, para los gestos que se le han asig-
nado, una zona bien definida aunque de fronteras invisibles.
{…} A veces, si ha trabajado rápido, le quedan unos segundos
de respiro antes de que se presente un nuevo coche: puede
aprovecharlos para descansar un poco o bien, por el contrario,
intensificar su esfuerzo y `remontar la cadena´ para acumular
un poco de adelanto, es decir trabajar más arriba de su zona
normal, simultáneamente con el obrero del puesto precedente.
Y después de una hora o dos, cuando haya reunido el fabuloso
capital de dos o tres minutos de adelanto, consumirá ese tiem-
po fumando un cigarrillo, voluptuoso rentista que mira pasar

207
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

su carrocería ya soldada con las manos en los bolsillos mien-


tras los demás trabajan. Felicidad efímera. El coche siguiente
ya se presenta. (Linhart, 1978)

Introducción

Históricamente las formas taylorianas-fordianas de organización del


trabajo han extremado las modalidades del control empresario a través de
la vigilancia panóptica y jerárquica, y de la racionalización sistemática de los
tiempos de producción, todo fundamentalmente en el espacio de trabajo. Los
sistemas corporativos contemporáneos, inscribiéndose en la misma búsqueda
de mayor productividad, apuntan a desarrollar dispositivos “más blandos”
que permitan ajustar el comportamiento obrero a las modernas pautas de re-
gulación requeridas en pos de una empresa “al servicio del cliente, con cali-
dad total, flexible y adaptable en tiempo y forma”.
Sin embargo, prestando atención a la cita inicialmente transcripta y con-
trastándola con el caso que pretendemos analizar, daríamos cuenta rápidamen-
te que una de las principales diferencias que divisamos respecto a los espacios
de producción referiría a que en la actualidad el obrero no puede fumar en su
puesto de trabajo; decisión mediante de la empresa, adoptada a razón del cui-
dado del medio ambiente. Tal afirmación no quiere significar desconocer los
cambios que se han producido en los últimos 30 años en las formas de organizar
y gestionar el trabajo; por el contrario, pretende dar cuenta de que los preceptos
abiertos por el ideario toyotista se entremezclan así, en nuestro presente, con las
vías de racionalización laboral de los esquemas fordistas.
Estas temáticas han sido materia de agudos debates y análisis en las
Ciencias Sociales alcanzando extremos conceptuales que van desde argu-
mentaciones que han llegado a sentenciar el fin del trabajo a enfoques que
minimizan los cambios acaecidos y sostienen la continuidad sistémica de los
modelos productivos. Sin embargo, y más allá de la prolífera bibliografía te-
mática existente, resta aún como asignaturas pendientes del debate crítico la
desnaturalización y un mayor nivel de análisis de los sofisticados dispositivos
a través de los cuales las nuevas lógicas corporativas vehiculizan y buscan im-
poner nuevos criterios de verdad; tendientes a desdibujar la relación capital/

208
Marcelo Hernández y Cristian Busto

trabajo y a legitimar sentidos que buscan instalar la idea de un sujeto trabaja-


dor “colaboracionista” con la firma y “competitivo” con sus pares.
En esta sintonía y campo de problemas, el presente artículo centra su
atención en el estudio de los dispositivos de control que se derivan de las ló-
gicas corporativas de una empresa automotriz emplazada en Argentina y con
sede central en EEUU. Específicamente, nos referimos al caso de uno de los
complejos industriales de la firma Ford filial argentina radicado en General
Pacheco. Se busca desentrañar así, reconociendo la doble existencia de un cir-
cuito que articula estratégicamente la organización del proceso productivo de
bienes y la imposición de sentidos hegemónicos, la dialéctica que se establece
entre la promoción de valores corporativos, la organización del sistema pro-
ductivo y las disputas que se generan en los espacios de trabajo. Tales cuestio-
nes, son abordadas previa contextualización del caso en estudio.
Cabe señalar, que los hallazgos que expondremos refieren a una línea
de investigación más amplia que tiene por propósito general estudiar los dis-
positivos de control social y cultural que vehiculiza la nueva matriz de disci-
plinamiento laboral en las empresas, y el posicionamiento de los trabajadores
frente a las nuevas formas que adquiere la organización del trabajo.
La metodología utilizada, se apoya centralmente en una perspectiva
cualitativa, habiéndose empleado como principales fuentes de información
materiales producidos por la corporación empresaria, entrevistas en profun-
didad realizadas a trabajadores operarios que se desempeñan en la línea de
fabricación directa y en sectores de mantenimiento, y conclusiones prelimi-
nares de grupos de discusión realizados con los trabajadores.

Nuevos sentidos, crisis y reconversión productiva

A comienzos de los años setenta el patrón de dominación y producción capi-


talista vigente en el mundo entró en una profunda crisis. La industria automotriz
argentina acreditaba un incipiente desarrollo, y el caso que específicamente nos
interpela daba cuenta apenas de una década de desarrollo en el país. Desde enton-
ces, muchas han sido las transformaciones en las relaciones laborales y los modos
de organizar el proceso productivo, las cuales no siempre han marchado de modo

209
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

exclusivo al ritmo del despliegue capitalista sino también al tono de distintas ac-
ciones y expresiones de resistencia por parte de los trabajadores1.
En este sentido, sin desconocer la importancia que los años de dictadura
tuvieron en el disciplinamiento de la fuerza de trabajo en Argentina impo-
niendo como lógica de dominación el terror, se debe decir que es recién a
partir de los años 90 que la industria automotriz comienza a delinear y mate-
rializar novedosas2 estrategias de producción que se alejan del desarrollo de
tecnologías de innovación y/o adaptación de acuerdo a los modelos tradicio-
nalmente adoptados.
En efecto, durante estos años la industria automotriz fue una de las ra-
mas de actividad que mayor dinamismo alcanzó. Se instalaron distintas ter-
minales en el país y se desarrollaron estrategias de producción a nivel regio-
nal en consonancia al avance de la relación entre los países del MERCOSUR.
De este modo, es que la búsqueda de nuevos modelos de producción
coincide con el auge neoliberal local y con un contexto normativo favorable
a partir de leyes que fueron habilitando viejas y nuevas formas de flexibili-
zación y precariedad laboral. También con una realidad que paulatinamente
fue beneficiando al sector empresarial, en tanto contexto disciplinador del
factor trabajo, debido a las crecientes situaciones de inestabilidad laboral que
se iban expresando en la proliferación de trabajos precarizados, el aumento
de los índices de desocupación y el empeoramiento de las condiciones de vida
de amplios sectores de la sociedad.
Tales condiciones, pese a las variaciones del mercado y sus efectos sobre la
producción, fueron convergiendo y posibilitando considerables cambios en las
relaciones laborales y la organización de la producción a nivel de las empresas.

1 Dos ejemplos emblemáticos, expresión del modo en que muchas de estas acciones
de resistencia se han desarrollado y han sido resueltas, lo representan los casos de
comisiones internas desaparecidas por la dictadura militar, y la toma por parte de
los trabajadores de una de las plantas de producción de General Pacheco durante la
presidencia de Alfonsín (1985), la cual fue sofocada mediante una acción de desalojo
forzoso que contó con la participación de más de mil efectivos de seguridad.
2 Con “novedosas” queremos hacer referencia al desarrollo de estrategias de produc-
ción que se alejan, o presentan diferencias importantes, respecto a los procesos de
innovación y adaptación de acuerdo al modelo tradicionalmente adoptado por las
empresas automotrices transnacionales en nuestro país.

210
Marcelo Hernández y Cristian Busto

De este modo, considerando relacionalmente diferentes aspectos que refieren a


momentos claves del desarrollo organizacional del caso que nos ocupa, es po-
sible realizar una periodización y distinguir diferentes etapas que se cristaliza-
rían posteriormente en la construcción del Sistema Corporativo de Producción
que actualmente rige en esta empresa. Un sistema interno de organización de
la producción que bajo la forma de un complejo dispositivo sistemático y peda-
gógico define el modo de gestionar la fuerza de trabajo promoviendo la parti-
cipación de los trabajadores alejados del conflicto y orientados exclusivamente
a la reducción de costos y la productividad. En nuestro caso, tal invención cor-
porativa estaría definida por la planificación diseñada bajo el Ford Production
System que la misma empresa define de la siguiente manera:

El Sistema de Producción Ford o FPS –Ford Production Sys-


tem–, es un sistema común de producción simplificado, fle-
xible y disciplinado, definido por un conjunto de principios
y procesos, que emplea grupos de personal capaz y facultado
aprendiendo y trabajando juntos de una manera segura, en la
producción, eliminando desperdicios y entregando productos
que consistentemente excedan las expectativas de los clientes
en calidad, costo y tiempo (Ford México, 2007).

En tal sentido, a continuación desarrollamos una periodización breve-


mente comentada que consideramos posibilita visualizar y comprender de
mejor manera momentos claves que atravesó el diseño, la instrumentación y
la aplicación del FPS en la firma subsidiaria Ford Argentina:

(1989 – 1994) Últimos días del fordismo clásico

En 1989 Autolatina Argentina S.A. firma con SMATA el Convenio Colectivo


de Trabajo que regularía la fusión de las subsidiarias Ford Argentina y Volkswa-
gen Argentina. En este periodo el complejo industrial estaría conformado por 5
plantas: Camiones, Motores, Montaje, Pintura y Estampado. En esta última plan-

211
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

ta se desarrollaría una importante automatización, y a partir del acuerdo automo-


triz3 firmado en 1991 se generaría un fuerte ingreso de personal.
En 1994 Ford y Volkswagen comenzarían a operar nuevamente por se-
parado, quedándose la primera firma con las plantas de: Motores, Estampa-
do, Pintura y Montaje. Hacia estos años, el personal estaría compuesto por
“viejos” operarios pertenecientes a Ford desde momentos previos a la fusión
del año 1987, y con una parte de los operarios contratados por Autolatina
Argentina S.A. en el período que va desde 1991 a 1994.

(1995 – 1996) Camino al toyotismo

En estos años Ford comienza a esbozar a nivel mundial el proyecto


“Ford 2000” con el objetivo de disputarle el liderazgo a la firma Toyota4. De
este modo, se delinean y realizan diferentes experiencias para desarrollar un
nuevo sistema de trabajo que permita modernizar sus modos de producci-
ón. Son características importantes de este período, la ausencia de ingreso de
personal y el cierre de la planta de Motores.
Estas cuestiones, por otra parte, se darían en un marco donde la gran
crisis financiera que eclosionó en la economía mexicana en el año 1995 re-
percutiría en mayor o menor medida en todos los países de la región. Tal he-
cho económico conocido como “efecto tequila” tendría considerables efectos
negativos tanto para el sector automotriz y la industria argentina en general,
como en el deterioro de los niveles salariales, las condiciones de trabajo de
numerosos trabajadores y el crecimiento de los niveles de desocupación.

3 Acuerdo firmado entre las empresas, el gobierno y los trabajadores (1991) que per-
mitió: a) la reducción de impuestos por parte del gobierno; b) reducción de techos en
reivindicaciones salariales por parte de los sindicatos; c) reducción en márgenes de
ganancias por parte de las concesionarias y d) reducción de los precios de los autos
por parte de las terminales.
4 La empresa americana Ford admitirá en diferentes documentos internos que el Ford
Production System (FPS) abreva en la fuente de la teoría toyotista como ejemplo de
empresa flexible basada en el Just in Time y en la calidad total como discursos fun-
damentales.

212
Marcelo Hernández y Cristian Busto

(1996 – 2002) La letra con sangre entra

En este período Ford decide el cierre de otra de sus plantas quedando so-
lamente con las correspondientes a Estampado, Pintura y Montaje. Además,
se consolida al interior de la firma el discurso y la introducción de criterios
organizativos toyotistas, dándose comienzo a las denominadas “áreas experi-
mentales de aplicación del Ford Production System –FPS”.
Cabe destacar, que en enero de 1999 se realizan 1440 “suspensiones”5, y
en el año 2002 se llevan adelante otras 200 suspensiones más.
Esta etapa encarna los años de mayor disciplinamiento laboral para la
imposición del Sistema Corporativo de Producción, situación que se verá re-
forzada y legitimada por un contexto de profunda inestabilidad social y eco-
nómica que golpea al país cuyo punto más álgido se alcanzaría con el estallido
social de diciembre de 2001.

(2003 – a la actualidad) La era de las tareas productivas y


corporativas

Estos años se caracterizan por la consolidación del sistema productivo y


organizacional delineado e instrumentado en los años anteriores. Asimismo se
registran nuevos ingresos de personal siendo condición excluyente de selección
la cualidad de “joven con secundario completo”. Es a partir de aquí que se sis-
tematiza un denominado proceso de “Inducción” en la filosofía de los grupos de
trabajo y el FPS para los nuevos ingresantes; y podríamos decir, los tiempos en
que el Sistema Corporativo adquiere la fisonomía básica definitiva.
Como se puede observar, la lógica corporativa de producción desarrolla-
da por Ford fue instrumentando una modalidad de racionalización laboral
consecuente con el paradigma de modernización corporizado en el Toyota
Production System –TPS–, apoyándose además, en un contexto socioeconó-
mico funcional y favorable a sus objetivos que se expresó recurrentemente en

5 De este modo fue presentado por el sindicato y la empresa, un acuerdo que al fina-
lizar el período de suspensión y los retiros voluntarios solo recuperó 48 de los 1440
puestos de trabajo.

213
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

la exclusión de trabajadores de las fábricas y el cierre de fuentes laborables.


La eliminación del 45% de los puestos de trabajo de todo el centro industrial6
durante el año 1999 resultó, en este sentido, no solo un enorme golpe para la
clase trabajadora, sino también un eficaz mecanismo disciplinador y facilita-
dor de las nuevas herramientas corporativas de gestión.
Por otra parte, los tiempos de fuerte crisis y recesión económica brindaron
el marco legitimador para dar lugar a diversas transformaciones en el proceso
de trabajo, hecho que posibilitó el incremento de los niveles de productividad
sin que ello se vea reflejado en la recuperación de fuentes de trabajo.

Antes de los despidos del año 99 en mantenimiento éramos 65 y


quedamos 30; y unos años antes, en el ´90, entre las plantas de
montaje y pintura éramos 420. (Operario de mantenimiento)

De este modo, para el caso en estudio, la década de los ´90 comenzó


con un proceso de incorporación tecnológica con el fin de modificar procesos
que se realizaban por debajo de los niveles y estándares de “productividad”
y “calidad” de otras plantas automotrices. Con los despidos posteriores fue-
ron desapareciendo sectores completos de producción, y junto a ello se iban
grupos de operarios que concentraban la mayor calificación y expertez en las
tareas, con un promedio de edades muy alto y trayectorias laborales que os-
cilaban entre los 30 y 40 años de trabajo en fábricas y talleres especializados.
Años después, con la reactivación de la actividad industrial, estas funciones
volvieron a ser imprescindibles y gran parte de estos trabajadores volvieron
a cumplir funciones para la firma, pero esta vez con una diferencia nada me-
nor: vinculados contractualmente empresas contratistas, con salarios inferio-
res y condiciones de trabajo flexibilizadas7.

6 Nos referimos específicamente a datos de elaboración propia correspondientes ex-


clusivamente a la planta automotriz localizada en General Pacheco, Gran Buenos
Aires, Argentina.
7 Lo que aquí señalamos para nuestro caso en estudio no es un proceso privativo o
específico del mismo. La metodología de organizar el proceso de trabajo y reincor-
porar al entramado productivo a trabajadores anteriormente vinculados a la empresa
mediante firmas contratistas o subsidiarias, y/o cooperativas de trabajo, ha sido una
política constante en los procesos de racionalización y tercerización de la producción
de las grandes empresas radicadas en nuestro país y pertenecientes a diferentes ra-

214
Marcelo Hernández y Cristian Busto

En las tareas de producción, la edad constituía para la empresa una


variable muy importante a la hora de realizar suspensiones o despidos. Por
ejemplo, en el caso del área de mantenimiento, se tendió a mantener a aquel
personal de mucha antigüedad que estaba en condiciones de sacar adelante
equipos sumamente específicos ante ciertas emergencias. Pero la apuesta des-
de inicios del proyecto Ford 2000, más allá de algunas decisiones extraordi-
narias pero funcionales al sistema, consistía en traspasar la mayor cantidad
de tareas posibles al área de producción promulgando el “mantenimiento au-
tónomo” (Figari y Hernández, 2008).
Podemos afirmar así, que la impronta de los sistemas corporativos a fines
de los años 90 significó un punto de inflexión en la búsqueda de “cambios cultu-
rales” que el nuevo gerenciamiento postulaba como necesario. Cambio cultural,
donde la empresa además, apostó estratégicamente a expulsar mano de obra
calificada y socializada en un mundo del trabajo regido por otros principios
y a incorporar jóvenes trabajadores con secundario completo cuyo habitus8 se
torna más funcional a los modernos requerimientos de la producción.

Acá se quejan los viejos porque vivieron épocas mejores. No-


sotros la verdad que si nos quejamos lo hacemos de empacha-
dos. ¿Dónde vamos a estar mejor que acá? (Joven operario
ingresado con posterioridad al año 2003)

Por otra parte, es posible observar que la entrada al nuevo milenio sig-
nificó la consolidación de un nuevo sistema corporativo de producción para la
empresa estudiada, que se constituye como un modelo aggiornado del Toyota
Production System y que, a pesar de ciertas revoluciones tecnológicas, man-
tiene como criterio organizacional central la cadena de montaje diseñada a
principios del siglo XX por Henry Ford.

mas de actividad. Como casos testigo podemos remitirnos a los procesos de raciona-
lización laboral desarrollados, por ejemplo, en grandes empresas como YPF (véase:
Palermo, 2008) o SOMISA (véase: Soul y Palermo, 2008).
8 La palabra habitus, en este contexto, es utilizada en clave bourdiana refiriendo al siste-
ma de códigos y de disposiciones duraderas para actuar, sentir y pensar, adquiridas y
encarnadas por los agentes sociales a lo largo de las trayectorias sociolaborales. Estas
disposiciones duraderas son pasibles de ser analizadas en estas prácticas y representa-
ciones que los agentes sociales construyen frente a las condiciones sociales objetivas.

215
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

Circuitos diferenciados, objetivos unificados…

Los circuitos S y P

La continuidad de la cadena de montaje y los ritmos extenuantes de pro-


ducción podría contribuir a sostener la tesis de que realmente es ahí donde
se encuentra la verdadera disputa entre el capital y trabajo, quedando el dis-
positivo pedagógico montado alrededor del FPS como algo que sólo sirve a
su propia lógica y que no tiene incidencia en el aumento de la productividad.
Contra eso, se busca polemizar en este artículo, pues entre la organización
jerárquica de la producción –P– y la organización propia del FPS –S– existe
un vínculo que resulta sumamente interesante analizar para observar cuáles
son las diferentes vías que facilitan la circulación del flujo de información y
que según nuestra mirada configuran espacios donde se intensifica y expresa
esta disputa en términos culturales.
Tomando la periodización realizada previamente en este trabajo, pode-
mos dar cuenta de que el comienzo de esta batalla por configurar los grupos
de trabajo en el caso que analizamos comienza a partir del año 19969; siendo
estos grupos, los espacios identificados como esenciales en la disputa por la
imposición de nuevos sentidos.
Es la misma empresa quien presenta dos organigramas por separado:
por una parte, aquella estructura que da cuenta del sistema P; y por otro lado,
y con los mismos actores, un organigrama específico para el FPS. Asimismo,
es importante resaltar que son los mismos actores los que aparecen en ambos
organigramas, y que los operarios, más allá de los principios de la fábrica
democrática (Hernández y otros, 2007) que se intentan sostener, aparecen en
ambos lados siempre en la base de la pirámide organizativa.

9 Los grupos refieren a una forma organizativa al interior de la empresa que responde
a una parcelación de las tareas productivas para cada una de las líneas de producci-
ón. Como ejemplo ilustrativo, podría considerarse el equipo de 30 operarios que se
ocupa del armado del piso de la línea de vehículos X. Este colectivo de trabajadores
dedicados en su conjunto a una fase productiva del vehículo X, a su vez, también
estará organizado en su interior en distintos mini-grupos de trabajo que se ocuparán
de ejecutar las tareas específicas que prescribe el FPS.

216
Marcelo Hernández y Cristian Busto

No resulta una tarea muy sencilla seguir el recorrido de ambos circuitos


por el piso de la planta pues el FPS busca la fusión de problemas que históri-
camente han sido tratados en forma separada. Antes un obrero se debía pre-
ocupar por su productividad y de la calidad se encargaban los responsables
designados para tal fin. Además eran preocupaciones muy lejanas para los
operarios el costo de sus tapones auditivos y la cantidad de jabón que utiliza-
ban en el baño. Por otra parte, si algún compañero se accidentaba existía un
interés por la evolución de su salud pero jamás por el costo material que esto
representaba para la empresa. La relación que primaba entre los trabajadores
se asemejaba más a la idea de cooperación que competencia.
Significa entonces, que bajo las características fordistas mencionadas,
los operarios actualmente tienen una función asignada en el circuito P, rela-
cionada con la tarea específica que el obrero desarrolla en el proceso de pro-
ducción de los vehículos; y además, otra función en el circuito S, asignada por
la empresa y que refiere a las actividades que los operarios deben realizar en el
Mini-grupo al que pertenezcan. En este último, se podrán encontrar distintos
grados de involucramiento pero siempre bajo el ojo vigilante del Big Brother10
que es representado por el Sistema Corporativo de Producción.
Tales pertenencias desdobladas se pueden graficar de modo esquemá-
tico de la manera que exponemos abajo, donde el único trabajador que tiene
una inscripción unívoca y con dedicación exclusiva a un único circuito –S– es
el líder del FPS de todo el centro industrial. De esta figura, es de quien depen-
derán todos los multiplicadores de cada una de las tres plantas de producción
que tiene este centro industrial, y en quien descansará la responsabilidad téc-
nica y pedagógica del sofisticado dispositivo de gestión y organización.

10 Todos los operarios están formalmente asignados a un Mini-Grupo de trabajo, y con


una serie de funciones asignadas en relación a las tareas del FPS que son posibles de
contrastar en la documentación exigida por los evaluadores.

217
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

Podemos observar, a partir del gráfico, como ambos circuitos se cierran


a manera de herradura organizativa sobre los operarios, siendo todos aquellos
que los anteceden en la línea vertical del circuito P los encargados de velar
para que cumplan con los programas de producción, y los que los anteceden
en el circuito S los engranajes a los que deben responder bajo la lógica de un
sistema continuo de información que regula el flujo simbólico del sistema
corporativo.

Los siete elementos

Desde nuestra perspectiva, la innovación empresaria se lleva adelante a


partir de dispositivos pedagógicos que suponen estrategias diferenciadas en

218
Marcelo Hernández y Cristian Busto

las empresas y la especialización de agentes en el campo de la producción y


el campo simbólico (Figari, 2004). En nuestro caso, estos agentes para el con-
trol simbólico son los denominados líderes del sistema corporativo tanto para
todo el centro industrial como para cada una de sus plantas. Su tarea es velar
por la implementación de todos los manuales y documentos corporativos vi-
gentes a través de la mediación de los coachs al que refieren los mini-grupos,
para llegar por esa vía a todos los grupos de trabajo.
Los mini-grupos de trabajo son los espacios educativos privilegiados y
constituídos diferencialmente en torno a un elemento en particular. Los ele-
mentos, refieren o son la temática a la cual se aboca cada mini-grupo, los cua-
les se encuentran organizados en esta empresa bajo una sistematización que
prevé siete tópicos en particular. A su vez, cada trabajador solo puede formar
parte de un mini-grupoen particular, y dicha inscripción es designada por la
empresa y por el tiempo que esta lo considere acorde.
En estos mini-grupos, se promueven comportamientos tales como:
aprender a hablar en voz alta ante el grupo, asumir responsabilidades por sus
propios pensamientos y acciones, recibir y expresar sentimientos positivos y
negativos, estar de acuerdo con el desacuerdo, decir que no si es eso lo que
uno siente y quiere decir, no tomar las cosas como algo personal, negociar
algo deseado, participar, contribuir con ideas y establecer objetivos, confiar
y aprender en otros miembros del grupo de trabajo, comunicarse en forma
efectiva, compartir y valorar las ideas distintas, considerar otros puntos de
vista, buscar alterativas con las que todos puedan estar de acuerdo y apoyar e
implementar las decisiones del equipo entre otras actitudes que se esperan de
los actuales trabajadores.
Realizamos a continuación una breve descripción de lo que caracteriza
a cada uno de los elementos alrededor de los cuales cobran entidad los dife-
rentes mini-grupos del centro industrial. Estos elementos que responden a
los principios de gestión y organización del trabajo prescripto por el FPS se
constituyen en las dimensiones racionalizadoras y rectoras del sistema cor-
porativo que impera en la empresa bajo estudio:
• Control de proceso en la estación de trabajo: otra denominación de
este elemento es “cambio rápido”, que trata de la necesaria flexibi-
lización que deben tener las estaciones de trabajo ante la variada

219
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

gama de modelos, el objetivo es reducir los tiempos muertos en los


cambios.
• Mantenimiento Total Productivo Corporativo: la filosofía y los obje-
tivos a los que apunta este elemento refiere a la búsqueda del tras-
paso de la mayor cantidad de tareas de mantenimiento posibles a
los grupos de trabajo.
• Materiales Industriales: por aquí circulan todos los saberes referi-
dos a los costos que administran los diferentes grupos.
• Seguridad: diversas investigaciones sobre los accidentes, indicado-
res, porcentaje de ausentismo vinculado a los accidentes, enferme-
dades. Problemas vinculados a los puestos de trabajo, etc.
• Gerenciamiento: el gran problema a resolver en este elemento son
aquellos pasos que no agregan valor al producto y por el cual el
cliente no está dispuesto a pagar, aquí la vedette es el “mapeo”; cada
grupo deberá elaborar una representación visual del valor comple-
to, donde se incluye el material, el producto y el flujo de informa-
ción. En los últimos tiempos se incorporó además un sub-grupo
de comunicaciones para los cuales existen también responsables de
colaborar en la circulación de información sobre auditorias, objeti-
vos, publicación de información que circula en formato electrónico,
etc.
• Ambiental: aquellos aspectos vinculados a temas como el transpor-
te de materiales contaminantes, el tratamiento de los desperdicios,
efluentes, etc.
• Entrenamiento: desde aquí se planifican, ejecutan y registran los
entrenamientos en las operaciones y en el FPS. Método de los cua-
tro pasos, etc.
Revisando lo desarrollado en este apartado podemos dar cuenta de que
entre las actitudes esperadas por la empresa destaca especialmente el involu-
cramiento de los trabajadores, siendo los diferentes contenidos conceptuales
el modo de organizar las voluntades esperadas, y los procedimentales la for-
ma en que dicho involucramiento se debe canalizar. Los líderes de cada gru-
po, a partir de involucrarse, se irán especializando en la administración de
cada uno de estos elementos, acumularán distintas modos de “saber hacer”,
darán lugar al diseño o a la corrección de diferentes procedimientos y colabo-

220
Marcelo Hernández y Cristian Busto

rarán en la reducción de los costos operativos de la empresa, entre otras cosas.


En fin, serán la polea de transmisión para motorizar un proceso contínuo de
racionalización productiva con objetivos cada vez más precisos y ajustados,
siendo los representantes orgánicos de los valores perseguidos por la firma.
Volviendo a los citados elementos podemos sospechar entonces, que
la estrategia final y organizacional diseñada a través de los mismos apun-
ta fundamentalmente a que los trabajadores internalicen una nueva cultura
corporativa a través de los grupos de trabajo. Grupos de trabajo que a su vez,
se tornan en los espacios específicos para “moldear” una nueva cultura de la
fuerza laboral mediante las nuevas formas de socialización que promueven,
y en dispositivos organizacionales que materialmente se traducen en una re-
ducción general de los costos productivos y simbólicamente en nuevas formas
de control.

La cadena de control simbólico

En los sub-apartados anteriores explicamos el modo en que la empre-


sa daba cuenta de un organigrama desdoblado. Asimismo, identificamos los
elementos alrededor de los cuales el sistema corporativo buscar agrupar a la
totalidad de los operarios del centro industrial. A continuación, trataremos
de aportar mayores elementos que contribuyan para el conocimiento de una
forma organizativa que integra diversas funciones y actores.
En cada una de las plantas (estampado, pintura y montaje) existen líne-
as diferenciadas para la producción de automóviles y camionetas. Cada par-
celación de una determinada área de trabajo que está bajo la responsabilidad
de un facilitador11, da origen a los diferentes grupos de trabajo cuyo número
de integrantes oscila entre los veinticinco y cuarenta operarios. Estos grupos
existen tanto en las líneas de producción, como en mantenimiento, calidad y
logística denominadas áreas “no productivas”.
Los elementos que describimos en el apartado anterior sirven para es-
tructurar los mini-grupos al interior de cada grupo, de ahí es que se van a
constituir siete mini-grupos por cada grupo de trabajo. Si volvemos al gráfico

11 Figura implantada en el año `99 que vino a remplazar al antiguo supervisor

221
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

que describe los circuitos S y P (gráfico Nº1) observamos que cada grupo debe
responder ante el facilitador de la línea en la que está comprendido por todos
aquellos aspectos vinculados a la producción y, por otra parte, los mini-gru-
pos deberán dar cuenta a la cadena de agentes de control simbólico a través
de su “multiplicador”12, quien se reúne semanalmente con los otros multipli-
cadores y el coach de su elemento (figura a quien se le reportan las diferentes
actividades y trabajos realizados). Por su parte, el coach debe dar cuenta ante
el asesor de la planta y éste ante el asesor del centro industrial.
En la anterior forma de organizar la producción que esta empresa utili-
zó el supervisor de la línea era el “cuello de botella”, por él pasaban los roles de
disciplinamiento pero también todo el flujo de la información, tanto de arriba
hacia abajo como viceversa. En el gráfico siguiente (Nº 2) representamos el
circuito de control simbólico que pone en relación grupos, mini-grupos, ope-
rarios multiplicadores y mandos medios que asumen el rol de coachs.

12 Nombre asignado al operario que asume el rol de líder en los diferentes mini-gru-
pos.

222
Marcelo Hernández y Cristian Busto

A partir de este ejemplo de dos grupos de trabajo conformados en áreas


de tapicería, representamos un modelo de organización que se repite en las
diferentes plantas de todo el centro industrial.
Como es posible observar, en cada unidad de trabajo se conforman
mini-grupos para todos los elementos previstos por el FPS. Los diferentes
multiplicadores –líderes– al ponerse en contacto con sus pares de otros mini-
grupos de la misma herramienta, se exponen a la circulación de sentidos que
la empresa quiere transmitir; como a la competencia que se promueve a partir
de diferentes indicadores y el desempeño de los múltiples grupos respecto a
los objetivos esperados. Por otra parte, se someten a los conflictos propios de
la relación proveedor-cliente que el FPS propone entre los diferentes grupos
de trabajo, aportando dichos conflictos una importante cantidad de informa-
ción a los coachs sobre las operaciones y las oportunidades de mejoras.
El coach de cada herramienta está relacionado con el líder de FPS de su
respectiva planta, pero con una frecuencia y funcionamiento diferente del que
presentan las reuniones semanales de los multiplicadores. Este tipo de víncu-
lo permite el seguimiento, las consultas y fundamentalmente la transmisión
de las políticas de la empresa.

La operativa grupal

El análisis del órgano de difusión interno “Noticias Ford” da cuenta de


la importancia que se le asigna a la difusión de las actividades llevadas ade-
lante por los grupos de trabajo y a las experiencias de involucramiento que
son presentadas como modelos a seguir por el resto de los trabajadores..
Sistematizamos una serie de preguntas que aparecen en una sección fija
de la revista durante el período 2004-2008, con el objetivo de recomponer
el esfuerzo de la empresa por difundir la puesta en marcha y consolidación
de diferentes experiencias que contribuyen a instalar al sistema corporativo
como un método de trabajo cotidiano orientado al aumento de la producti-
vidad.
A continuación brindamos un ejemplo del modo en que se organizan,
planifican y desarrollan los objetivos y el funcionamiento de los grupos de
trabajo a partir de información circulada por la misma empresa:

223
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

Grupo: línea elevada F (Montaje)


Integrantes: veintisiete operarios, un inspector reparador, un entrena-
dor, un coordinador de FPS, dos relevos y tres Green Belts13 certificados
Tareas productivas: son los responsables de la colocación de cañerías de
combustibles y frenos, tanque de combustible, paragolpes traseros y delante-
ros, y preparación del compartimiento de motor.
Tareas del sistema corporativo: Mantener el nivel implica hacer recor-
ridas de seguridad, monitorear los indicadores externos e intentar analizar
los costos del área todos los meses, solucionar temas de calidad, chequeo de
fábrica visual y llevar adelante un estricto control del medio ambiente. Todo
esto se realiza en equipo y con responsabilidad. Línea elevada F es un grupo
que se demuestra a si mismo que crece todos los días. Su base fuerte está en la
comunicación, recibe gran apoyo de su facilitador con el que llevan adelante
todo lo referido al FPS. En todas las auditorías cumplieron con los objetivos
y los felicitaron por ello. El grupo destaca el soporte de los coordinadores del
FPS y los asistentes de proveedores que los asesoran en cada problema.
Objetivos: En 2008 las expectativas estuvieron puestas en el lanzamien-
to del F. Trabajaron mucho en lo que refiere a ergonomía, realizando dispo-
sitivos para la colocación de tanques de combustible y caños de escape, así
también como para la automatización de la patinera. Como saben que con
eso no es suficiente, todas las jornadas trabajan para mejorar sus productos,
porque saben que eso no es suficiente, saben lo que quiere el cliente y una vez
que éste está satisfecho es ahí recién cuando el grupo de trabajo entiende que
ha alcanzado el objetivo.
Como se transparenta en el ejemplo citado, la empresa está clasificando
dos circuitos diferentes, por un lado describe las tareas productivas desar-
rolladas en los grupos y que tienen que ver con las operaciones realizadas en
esa área de trabajo –colocar cañerías, tanques de combustibles, etc. Se desta-
can por otra parte las funciones desarrolladas en el sistema corporativo y es

13 Jerarquía tomada de las artes marciales (cinturón verde) que es utilizada para quie-
nes alcanzan esta distinción. Entre los operarios se han promovido algunos a esta
categoría, en cambio los Black Belt (cinturón negro) sólo son los mandos medios me-
dios y superiores. Es sujetos son capacitados en la teoría de seis sixma que supone la
utilización de métodos estadísticos y diversos formas de sistematización que apuntan
a la prevención de fallas, y disminución de costos.

224
Marcelo Hernández y Cristian Busto

aquí donde la disputa de sentidos se presenta sin mayores sutilezas, en frases


como estas: “Todo esto se realiza en equipo y con responsabilidad”. “Su base
fuerte está en la comunicación, recibe gran apoyo de su facilitador con el que
llevan adelante todo lo referido al FPS. En todas las auditorías cumplieron
con los objetivos y los felicitaron por ello.” Si bien postulamos anteriormen-
te que los mini-grupos son los espacios pedagógicos privilegiados para este
tipo de disputa de sentidos, la revista junto a los televisores instalados en los
comedores y diversas carteleras existentes, “invitan” recurrentemente a los
trabajadores al involucramiento en pos de una empresa esbelta que sea cada
día más productiva y que desarrolle sus tareas cotidianas bajo los menores
costos posibles.

El Sistema Corporativo de Producción en trazos mayores

Liderazgo e intelectuales orgánicos

Al hablar de “nuevos patrones de dominación” estamos reconociendo


que la explotación no sólo se da en contextos de condiciones brutales, con
trabajadores en negro, sin cobertura social o con salarios por debajo de la
línea de pobreza. La empresa, en este caso, se dispone a poner en marcha
su propuesta organizacional y se propone legitimarla entre sus trabajadores
creando el consenso necesario para lograr la tan ansiada mejora continua a
través de un sofisticado dispositivo de dominación.
Consolidar esta hegemonía supone contar con cierto staff de intelectu-
ales especializados, no solo para instrumentar el nuevo mecanismo de do-
minación, sino para ir ajustándolo a las diversas resistencias que puedan ser
ejercidas tanto por oposiciones de clase, como por la negación a transformar
prácticas culturales adquiridas a través del tiempo.
Para indagar sobre el rol del intelectual orgánico dentro del FPS acudi-
mos a la concepción de líder, ya que ésta es una figura que adquiere una enor-
me centralidad a partir de la cual se conformará la red de la transformación
cultural. Una de las principales características que deben tener los líderes es el
de ser personas con poder de decisión, y esto abarca desde los gerentes hasta
los operarios que lideran los grupos de trabajo (multiplicadores). El poder de

225
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

decisión otorgado y demandado a los operarios está absolutamente asociado


al interés hegemónico y de ningún modo significa mayor autonomía para los
trabajadores, por el contrario, se busca cristalizar la máxima heteronomía
posible respecto al FPS. El poder de decisión es entonces una competencia
requerida, pero absolutamente regulada por la empresa.
El anclaje de la función intelectual en los grupos de trabajo es el invo-
lucramiento, hay instructivos diseñados para lograr reuniones efectivas, se
promueven reuniones permanentemente y no se trata de que los operarios se
pongan a pensar sobre cualquier cosa, hay que pensar y mucho pero sólo en
el universo de preocupaciones definidas por la empresa: cómo aumentar la
eficiencia, cómo bajar los costos, cómo eliminar problemas de calidad, cómo
satisfacer a la línea siguiente que es el cliente interno, etc. Cuando las reunio-
nes se traban y no llegan a buen puerto, cuando aparecen reivindicaciones
obreras, reclamos por categorías, condiciones de trabajo, etc, la conclusión es
siempre la misma: ¡es un problema cultural!

La organización que aprende

No sólo se le demanda al sujeto poder de decisión, debe estar a la vez


aprendiendo, enseñando y trabajando con su grupo. Resulta entonces que no
se trata de una suma de voluntades individuales, es necesaria una organizaci-
ón que facilite estas prácticas.
“Una organización que considera que su capacidad de aprendizaje es
el elemento mayor de su eficiencia, y en la cual el asalariado encuentra, no
solamente ocasiones de aprendizaje y de transferencia de ellos sino también
razones para efectuar estos aprendizajes” (Parlier, S/D).
La capacidad de aprendizaje de la organización es esencial para la flexi-
bilidad que se necesita al momento de responder a los cambios del mercado,
los incentivos premian a las innovaciones a la vez que se facilita la circulación
de diversos saberes vinculados a la mejora continua.
Que se plantee que existan razones para efectuar aprendizajes ¿significa
que a los trabajadores nunca les interesó aprender en situaciones de trabajo?,
en absoluto, la lucha por los saberes es inherente a la historia del capitalismo
y con un intenso cruce de intereses: del lado del capital por apropiarse per-

226
Marcelo Hernández y Cristian Busto

manentemente de aquellos conocimientos que le permitan aumentar la pro-


ductividad y del lado de los trabajadores por escaparle a la permanentemente
descualificación a la que se ven sometidos. El mayor problema para el capital
no ha sido entonces la oposición del obrero a aprender, sino la disposición de
éste a permitir la sistematización de todos sus saberes acumulados.
El mayor desafío para el FPS es ocultar, en la medida de sus posibi-
lidades, el conflicto que encierra la circulación de saberes en este modo de
producción. Para esta tarea hay dos figuras que son esenciales, el líder y el
grupo de trabajo; el grupo como el espacio privilegiado para el tratamiento
de los problemas y sus propuestas de solución, y por otra parte el líder como
“autopista” para que por un carril circulen los conocimientos que se generan
en los puestos de trabajo y por la otra viajen las pautas de una participación
absolutamente definida y acotada por la empresa.
Resulta paradójico que en otras etapas históricas ha sido profundamen-
te cercena la posibilidad de asociación entre los trabajadores junto a una ma-
nifiesta hostilidad hacia aquellos líderes que asumían su representación y no
cedían ante las presiones del capital. La actual promoción de grupos y líderes
sólo será posible mientras ellos estén al servicio de la consolidación de la he-
gemonía.

La evaluación

Como corresponde a un dispositivo pedagógico de estas características


la evaluación está presente, y si bien las auditorias son su máxima expresión,
existen también otras instancias. “Las reglas evaluadoras son constitutivas de
cualquier práctica pedagógica. Toda práctica pedagógica tiene una finalidad
transmitir criterios. De hecho, la práctica pedagógica es el nivel que produce
una guía reguladora para la conciencia” (Bernstein, 1998: 59)
Las auditorías y otros instrumentos como la máquina de mejoras, están
orientados a reforzar la regulación de la conciencia. Esta “máquina” la deben
elaborar los grupos para cuantificar el avance que han logrado respecto a los
objetivos de los distintos elementos. A la evolución del nuevo orden cultu-
ral - laboral hay que medirla; no se trata por ejemplo de que alguien afirme
“considero que los mini-grupos discuten bastante sus problemas ambienta-

227
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

les”, eso debe estar cuantificado, a la pregunta ¿el mini-gruporevisa, discute


y administra los Aspectos Ambientales Significativos? Se debe responder en
qué mediada lo están haciendo sí en un 20%, en un 50%, etc.
La evaluación no es un proceso abierto a la creatividad de quienes cum-
plan el rol de evaluadores, todo lo que ellos harán será velar por el cumpli-
miento de los fines establecidos y absolutamente detallados en los manuales
de cada elemento. Podemos asociar a estos manuales al currículo que corpo-
rifica fundamentalmente un “conocimiento oficial”, el cual expresa el punto
de vista de grupos socialmente dominantes (Tadeu da Silva, 1997)
Esta función de guía reguladora de la conciencia es donde la auditoría
viene a poner atención, todos saben que existen informes falsos, que muchos
gráficos son alterados, etc, pero es no es lo esencial, la clave está en que el dis-
curso se vaya filtrando, no importa si en su descripción el obrero no se ata a la
realidad, el salto es que se involucre, que se preocupe, que demuestre que el es
parte de un colectivo donde estas preocupaciones son cotidianas.
La evaluación también es utilizada para promover la competencia en-
tre plantas que la empresa posee en diferentes partes del mundo. La excusa
para llegar a determinados objetivos corporativos es alcanzar los niveles de
excelencia que se presentan como modelos. De este modo los evaluadores en-
viados cada fin de año, serán quienes califiquen a la planta en ese “ranking
mundial” del FPS.

El campo de disputas

Al referirnos a los circuitos de producción (P) y de disputas de senti-


dos (S) decíamos que ambos persiguen el mismo objetivo. Estos pueden ser
entendidos como producto de una transición que pretende lograr una fuerza
de trabajo que al momento de producir lo haga con este conjunto de normas
ya interiorizadas. Seguramente aquellos objetivos iniciales que en un primer
momento eran más ambiciosos respecto a la aplicación del sistema corpora-
tivo, tuvieron que ponerse en relación con las características propias de los
trabajadores; formados, en muchos casos, en otro modelo disciplinador. En
este sentido, lejos de presentar al FPS como algo sólido, sin ningún tipo de

228
Marcelo Hernández y Cristian Busto

fisuras y con la total aceptación por parte de los operarios, proponemos leerlo
desde las diversas tensiones que lo constituyen.
Los diseños de la casa matriz se difunden a través de las distintas plantas
radicadas en el mundo, lo que significa que lo que encontramos efectivamente
en funcionamiento en las distintas terminales tiene que ver con las mediacio-
nes propias que describe cada caso en particular respecto a los procesos de
resistencia entre los distintos actores.
En nuestro caso, al momento de definir las resistencias, partimos de
afirmar que no es posible observar una oposición político-sindical manifiesta
contra el dispositivo de disciplinamiento expresado en el sistema corporativo
de producción instaurado.
En el sindicato (SMATA), al menos al nivel de sus máximos dirigentes,
ha existido plena conciencia de las políticas postuladas por las empresas du-
rante la década del `90, las cuales fueron oportunamente aceptadas y acom-
pañadas. Como muestra de ello podemos ver a partir de diferentes convenios
celebrados el modo en que se ha habilitado legalmente condiciones favorables
a la extrema flexibililzación de los trabajadores junto a procesos de terceri-
zación que han ido involucrando miles de puestos de trabajo en las grandes
empresas. En el caso de Ford, a diferencia, el sindicato ha mirado para otro
lado y se dejó correr la implantación del FPS bajo un convenio que no lo con-
templa14.
Esto significa que este grado de participación de los trabajadores como
una forma de colaboración no es reconocido según el convenio colectivo ac-
tualmente en vigencia; y, por otra parte, que más allá de las diversas medi-
das de fuerza que se han desarrollado históricamente, no se ha planteado en
ninguna ocasión una actitud de abstención, boicot o resistencia sindical a las
múltiples tareas que cotidianamente se realizan en nombre del sistema cor-
porativo. Tareas que además, implican sobre-trabajo y significaciones que de
modo sofisticado debilitan los colectivos de los trabajadores15

14 Convenio Colectivo de Trabajo (1989) Autolatina - SMATA


15 Para una problematización de estas cuestiones véase Stankiewiks (1991), que presen-
ta un desarrollo problemático que consideramos, más allá de la distancia temporal de
sus desarrollos, sumamente útil para el análisis de las diferentes estrategias desplega-
das frente a los procesos de modernización empresaria.

229
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

Por su parte, en los sectores más críticos, o diferenciados del sindicato,


tampoco se dimensiona esta batalla por la construcción de sentidos, no pu-
diendo identificar, al menos en nuestros trabajos, cuestionamientos orgáni-
cos respecto a estos temas o al rol del sindicato en este terreno.
Sin embargo, el estado de aplicación del FPS es, como dijimos anterior-
mente, el resultado de objetivos de máxima planteados por la empresa y la
mediación que han sufrido sus formas de objetivación producto de múltiples
expresiones de resistencia, las cuales tratamos de diferenciar a continuación
mediante una breve tipología que permita entender los tipos de prácticas más
comunes que directa o indirectamente problematizan el normal desempeño
del sistema corporativo.
Operarios “sin competencias”. Trabajadores con una antigüedad mayor
a los quince años, que ingresaron con anterioridad a la exigencia de poseer
estudios secundarios completos. Entre este grupo de operarios es posible dar
cuenta de una ausencia de las “competencias” requeridas actualmente a los
ingresantes. Muchos de estos trabajadores ofrecen resistencia en el momento
de sentarse frente a una computadora, tener que cumplir trabajos administra-
tivos del sistema corporativo o expresarse oralmente ante auditores internos
y/o externos sobre el desempeño de su grupo de trabajo.
Jóvenes “desilusionados”. Operarios jóvenes que ingresaron con poste-
rioridad al año 2002 y que fueron “inducidos” desde el primer día en el S. C,
pero se encuentran abatidos por el desengaño. La democracia que le descri-
bieron no es tal, se han debilitado sus esperanzas de ver al puesto en la línea
de producción sólo como una estación de paso, algunos aportes que hicieron
no fueron reconocidos y sus energías por transformar a los “viejos” también
se han ido agotando.
Trabajadores “con oposiciones individuales conscientes”. Aquellos tra-
bajadores que cumplen con sus obligaciones del sistema P y que si bien no se
niegan a integrar distintos mini-grupos del FPS, no colaboran abiertamente
con él a partir de una decisión conciente de no involucrarse en los intereses
de la empresa.
Más allá de lo señalado, en el avance actual de nuestro trabajo de in-
vestigación no tenemos elementos que nos permitan dar cuenta de una re-
sistencia al sistema corporativo organizada desde la lucha político-sindical.
En cambio, sí es posible identificar múltiples resistencias que la misma em-

230
Marcelo Hernández y Cristian Busto

presa reconoce, que son producto de las prácticas arriba mencionadas, y que
expresan acciones de tipo individual, discontinuas y de carácter actitudinal
fundamentalmente. Podemos afirmar de este modo, que desde el año 1996 el
FPS se ha ido imponiendo en tensión con las resistencias pero sin oposiciones
que hayan acabado con él o lo hayan dañado severamente.

A modo de cierre: disputas de sentidos y aumento de las


ganancias. Una relación que no debe quedar oculta.

La industria automotriz luce con orgullo el aumento de la productividad


desarrollado durante los últimos años. En este trabajo se aportan elementos
para considerar que junto a la incorporación de tecnologías “duras”, han sido
ciertas transformaciones en la organización de la producción lo que ha posi-
bilitado esta situación actual de las empresas.
Describimos así, la puesta en juego de sofisticados dispositivos de disci-
plinamiento laboral que se orientan al objetivo siempre acostumbrado a guiar
las acciones del capital: el incremento de las ganancias.
Asimismo, tratamos de explicar que en la tan ansiada, desde los intere-
ses corporativos, reducción de costos, devino la instrumentación y aplicación
del sistema corporativo promovido por el gerenciamiento a través de los dis-
tintos elementos contemplados por el FPS y operados por los distintos grupos
y mini-grupos de trabajo.
En la convivencia de una línea de montaje perteneciente al fordismo
clásico y un dispositivo “modernizante” que apunta a la disputa de sentidos a
favor a la lógica empresarial, identificamos un modo de intervención sindical
que ha avalado mediante la omisión estas lógicas de control laboral.
Como ya lo hemos planteado anteriormente, el FPS busca ocultar el con-
flicto que encierra la circulación de saberes y la materialidad en este modelo
de producción. En este sentido, sin desconocer las diferentes formas de resis-
tencia, visualizamos determinados avances de la empresa en esta disputa.
Resaltamos la necesidad de construir un discurso y una acción que re-
conozcan las principales estrategias de la  hegemonía corporativa, la conside-
ramos como una de las tareas claves en la consolidación de una perspectiva

231
Organización de la producción, imposición de sentidos corporativos y resistencias:
el caso de una empresa automotriz

crítica que a partir del análisis y la comprensión aporten en el campo de las


resistencias.

Bibliografía

Antúnez, R. (1999) ¿Adiós al trabajo?, Buenos Aires, Ed. Antídoto, Colección Herramienta.

Bernstein, B. (1998) Pedagogía, control simbólico e identidad, Madrid, Morata.

Bourdieu, P. (1996) Cosas Dichas, Barcelona, Ed. Gedisa.

Braverman, H. (1974) Trabajo y capital monopolista, México, Nuestro tiempo.

Complejo Industrial Ford Cuautlitlán (2007) México. Disponible en internet en: http://www.
forddirect.com.mx/corp_plants_cuautitlan.asp?security=9393186%7C399845abf8b58a949a143b
a39470be32

Figari, C. (2003) 3er. Congreso ASET, “Los jóvenes profesionales y la formación del mando en
el nuevo orden empresario: agencia simbólica e itinerarios de profesionalización emergentes,
Buenos Aires.

Figari, C. (1998) Privatizaciones y relaciones laborales en la telefonía latinoamericana,


“Reestructuración de una empresa proveedora. El caso Siemens.”, Buenos Aires, EUDEBA.

Figari, C y Hernández, M (2008). Dispositivos de disciplinamiento laboral en una empresa del


sector automotriz. El “mantenimiento total” como espacio de disputa. IV Seminario de Trabajo,
Economía y Educación en el siglo XXI, UNESP. Marilía.

González Selmi, F. (2007) Mejora Continua a través de los grupos de trabajo. Disponible en Internet
en: http://dsostenible.com.ar/empresas/ceads/forde.html

Gramsci, A. (1984), Cuadernos de la cárcel, “Americanismo y fordismo”, México, Ed. Era, Cuaderno
Nº 22.

Palermo, H. (2008) Realidad Económica, “Del estado empresario al experimento neoliberal: De la


privatización de YPF a la organización de “Ypefeanos”, Buenos Aires, Instituto Argentino para el
Desarrollo Económico, Nº239.

Portelli, H. (1974) Gramsci y el bloque histórico, Argentina, Siglo veintiuno.

Gramsci, A. (2000) Los intelectuales y la organización de la cultura, Buenos Aires, Ediciones Nueva
Visión, pag. 183.

232
Marcelo Hernández y Cristian Busto

Hernández, M; Bacigalupi, D.; Echagüe, O.; Frisco, M., (2007), “¿La fábrica democrática? en la
era de la producción flexible.”, Iº Congreso Internacional de Relaciones del Trabajo, Carrera de
Relaciones del Trabajo, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

Holloway, J. (2003) La rosa roja de Nissan. En Keynesianismo una peligrosa ilusión, Buenos Aires,
Ediciones Herramienta, pags. 19-55.

Kuenzer, (1989) Pedagogía da fábrica. As relaçóes de produçáo e a educaçáo do trabalhador, Sao


Paulo, Ed. Cortez, Autores Asociados, pag. 203.

Linhart, R. (1974) De cadenas y de hombres, México, Siglo XXI Editores, pag. 205.

Rojas, E. (2005) El saber obrero y la innovación en la empresa. Uruguay: Cinterfor, Disponible en


internet en: http://www.cinterfor.org.uy/public/spanish/region/ampro/cinterfor/publ/rojas/index.
htm

Santella, A (2008). Trabajadores, sindicato y conflictos en la industria automotriz argentina. Un


estudio de caso (1989-2006). Tesis para optar por el título de Doctor en Ciencias Sociales Facultad
de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires. Mimeo

Soul, J. y Palermo, H. (2008) Revista de la Escuela de Antropología Volumen XIV, “Incertidumbre


y Consenso. Las prácticas de construcción de hegemonía en el proceso privatizador de YPF
y SOMISA”, Rosario, Ed. Universidad Nacional de Rosario Facultad de Humanidades y Artes,
Escuela de Antropología.

Stankiewics, S. (1991) Las estrategias de las empresas frente a los recursos humanos. El post-
taylorismo, Stankiewiks, F. (Comp.), “Las estrategias de las empresas frente a los recursos humanos:
El tiempo de las revisiones”, en PROITTE, CEIL, CREDAL-CNRS, Ed. Humanitas.

Tadeu da Silva, T. Desocolonizar el currículo: estrategias para una pedagogía crítica (Dos o tres
comentarios sobre el texto de Michael Apple). En Gentili, P (comp.). Cultura, política y currículo.
Ensayos sobre la crisis de la escuela pública. Losada. Bs. As, 1997.172p

Wilkis, A. y Battistini, O. (2003) 6º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo: Los trabajadores y el
trabajo en crisis, “Identidades disciplina cultural y social en el marco del empleo asalariado joven”,
Buenos Aires.

Williams, R. (1997) Marxismo y literatura. Barcelona. Ediciones península.

233
9

O metalúrgico jovem-adulto
flexível do ABC paulista e o
novo metabolismo produtivo-
social do capital à época
contemporânea
Renan Araújo1

A o defender a centralidade do trabalho enquanto categoria ontológica,


base sobre a qual se assentou (a) o processo de formação do homem en-
quanto ser histórico/social, Ricardo Antunes (1997) procurou analisar alguns
dos fenômenos sociais contemporâneos que, relacionados às metamorfoses
sofridas pela classe operária, denotavam sua fragmentação, a (des) recons-
trução da sua forma “símbolo” tal qual a conhecíamos quando do período de
hegemonia da clássica indústria taylorista/fordista.
Dessa forma, o autor enfatizou que o processo de desproletarização do
trabalho industrial, atestado pela contração numérica do operário fabril, não

1 Doutor em Sociologia pela Universidade Estadual Paulista - Unesp/Campus Arara-


quara. Professor Adjunto do Depto. de História da Universidade Estadual do Paraná
- Campus Paranavaí/Fafipa. Pesquisador Colaborador do Projeto OPT - Observatório
da Precarização do Trabalho: Unesp/Marília, cadastrado no CNPq. Membro da RET
- Rede de Estudos do Trabalho www.estudosdotrabalho.org . Co-organizador do livro
Desafios do Trabalho: capital e luta de classes no século XXI. Londrina: Práxis, 2003.

235
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

significou a superação do proletariado enquanto fonte necessária, insubsti-


tuível à criação do valor2.
Ao contrário, demonstrou que a expansão do trabalho assalariado pre-
cário, parcial, temporário, terceirizado; enfim, a subproletarização represen-
tou uma nova forma de exploração da força de trabalho de um expressivo
contingente de operários “expulsos” do espaço fabril tradicional, processo
decorrente da fragmentação disseminada pelo trabalho flexível3 com fortes
repercussões sociais de todo tipo.
A região do ABC - situada no Estado de São Paulo -, a partir de 1990,
vivenciou profundas transformações econômicas, sociais e políticas por ter
sido o berço da primeira “geração” das indústrias automobilísticas instaladas
no Brasil no período do governo Juscelino Kubitschek (1956-1961). Decorren-
te desse “modelo” de desenvolvimento se ergueu uma determinada forma de
ocupação espacial urbana que, centrada nas necessidades da indústria mono-
polista, converteu a região no locus, no espaço privilegiado de reprodução da
vida social4.

2 A partir dos estudos de Marx, João Machado Borges Neto (2004) salienta que “a lei
do valor pode ser entendida a partir de três versões sucessivas, em que elas se tor-
nam progressivamente mais complexa. A versão mais simples é a de lei da determi-
nação do valor pelo tempo de trabalho. A segunda versão é a de lei da distribuição
do trabalho social (o que também pode ser interpretado como lei do equilíbrio na
distribuição do trabalho social). O exame do impacto da concorrência intra-setorial
entre os capitais na economia capitalista conduz à terceira versão da lei do valor,
como lei da minimização do tempo de trabalho abstrato. Desta forma, a lei do valor é
uma lei dinâmica, base das leis gerais de desenvolvimento da economia capitalista.
Finalmente, no plano internacional, a lei do valor se apresenta como lei da geração
de super-lucros e do aprofundamento das desigualdades” (Borges Neto, 2004: 143).
3 O conceito de trabalho flexível é reconhecidamente amplo. Contudo, estudos têm
mostrado que no caso brasileiro predominam as tendências flexíveis próximas àque-
las iniciadas no Japão na metade da segunda década de 1950. Sobre as múltiplas fa-
cetas da flexibilidade toyotista ver o estudo descritivo realizado por Benjamin Coriat
(1994). Como contraponto, para uma análise crítica desse processo de flexibilização
“japonês”, ver Satoschi Kamata(1985).
4 A Região do Grande ABC é formada pelos municípios de Santo André, São Bernar-
do do Campo, São Caetano do Sul, Diadema, Mauá, Ribeirão Pires e Rio Grande da
Serra. Palco das greves de resistência ocorridas entre os anos de 1978 e 1980 contra
a política de arrocho salarial à época do regime militar, projetou no cenário político

236
Renan Araújo

Foi nesse contexto que, além do fechamento da Ford motores (1991),


o ABC assistia um processo de demissão em massa no setor. No conjunto
das montadoras foram demitidos mais de cinco mil trabalhadores: de 57.939
operários no ano de 1990, houve uma diminuição para 52.959 em 1992. Tal
redução refletiu-se imediatamente na cadeia produtiva, desencadeando um
total de 46.564 novas demissões entre os metalúrgicos do ABC (Dieese sub-
seção ABC, 2000). Em 1987, o Brasil havia exportado 346 mil veículos, e em
1991 esse volume despencou para 193 mil (Anfavea,1995:22)5.
É por isso que no Brasil, a partir da década de 1990, uma ampla produ-
ção intelectual vinculada à engenharia industrial, à economia e à Sociologia do
Trabalho tem procurado analisar a disseminação das estratégias do trabalho
flexível. Em especial, ganharam destaque os estudos sobre o processo de rees-
truturação produtiva nas empresas montadoras localizadas na região do ABC
paulista (Alves, 1998; Bresciani, 2001; Arbix, 1996; Comin, 1997; Zauli, 1997),
sobretudo, numa importante empresa fabricante de caminhão e ônibus, líder de
mercado no continente sul americano, aqui tomada referência de estudo.
Em relação à empresa aqui analisada mais especificamente, encontra-
mos autores que enfatizam a emergência de um perfil operário jovem que
goza de maior escolaridade, maior qualificação profissional e melhores sa-
lários6 quando comparados com a média brasileira (Tomizaki, 2007; Araújo,
2009).
Com base nos dados empíricos coletados em nossa pesquisa de campo
entre os anos de 2006 a 2008, é revelador do processo e do teor dessas mudan-
ças o nível de escolaridade existente antes e após 14 anos do início do processo
de reestruturação da fábrica. Nesse sentido, o quadro comparativo do nível

brasileiro o ex-metalúrgico e atual presidente da república Luis Inácio Lula da Silva.


5 Anfavea - Associação Nacional dos fabricantes de Veículos Automotores.
6 Para efeito comparativo, Gilberto Franca (2007) informa-nos que, tomando como re-
ferência o valor 100, em 2001, tanto nas indústrias automobilísticas já estabelecidas
no Brasil quanto aquelas que surgiram no bojo da guerra fiscal, na segunda metade
da década de 1990 e início de 2000, encontramos entre os horistas as corresponden-
tes faixas salariais: SBC/S.C.Sul (100), S.J. Campos (96,8), Curitiba (73,1), Sumaré
(55,6), Caxias do Sul (53,8), Indaiatuba (53,0), Betim, (48,6), S.J. dos Pinhais (47,7),
Resende/P.Real (43,0), Juiz de Fora (41,8), S. Carlos (41,4), Gravataí (41,1), Camaçari
(30,4), Sete lagoas (22,8), (Franca, 2007:109-110).

237
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

de escolaridade coletado, com base no Relatório Social referente aos anos de


1989 e 2004 nos traz as seguintes informações empíricas.
No ano de 1989, nos chama a atenção o fato de 72,63% dos trabalha-
dores, incluindo os vinculados à área administrativa terem até oito anos de
estudos relacionados ao ensino formal. Cabe considerar que, se rastreados os
operários vinculados diretamente à produção – o que é impossível com base
nas informações contidas no relatório social da empresa -, os números revela-
dos em 1989 provavelmente estariam acima dos 72,63%.
Observamos ainda que, no mesmo ano de 1989, um reduzido contingen-
te de 14,98% dos operários havia freqüentado alguma instituição de ensino
formal por até 11 anos, o equivalente ao ensino médio completo/incompleto
de hoje. Tendo como referência o quesito escolaridade estaríamos, portanto,
diante de uma fábrica de clássica composição taylorista/fordista, em que a
baixa escolaridade dos funcionários produtivos diretos, em geral, era com-
pensada pelos cursos profissionalizantes geralmente oferecidos por institui-
ções como o Senai ou escolas técnicas particulares, estaduais ou federais (Le-
ôncio Rodrigues, 1970).
Em sintonia com o processo de reestruturação produtiva, são revela-
dores os dados empíricos comparativos quanto à escolaridade, entre os anos
de 1989 e 2004. Como parte do mesmo movimento que diminui o quantum
de operários com até oito anos de estudos no ensino formal, de 72,63% para
24,79%, aumentou, por outro lado, de 14,98% para 46,74% o daqueles com até
onze anos de freqüência escolar. Os com formação superior saltam de 12,38%
para 28,45%, mais que dobrando em relação aos índices de 1989.
Com base ainda nos dados disponíveis em 2004 podemos aferir que a
reestruturação produtiva forçou tanto aqueles que permaneceram, quanto os
que ingressaram na fábrica no decorrer do processo de reestruturação a fre-
qüentarem por um período bem maior instituições de ensino regular com
vista à obtenção de diplomas do ensino médio ou superior, diminuindo dras-
ticamente para 24,79%, portanto para menos de ¼, o número daqueles com
até oito anos de estudo.
Da mesma forma, corroborando para o entendimento do perfil histó-
rico-social desse novo segmento metalúrgico, são relevantes as informações
trazidas pela pesquisa realizada por Iram Rodrigues (2005) quando indica-
nos que esse novo segmento metalúrgico possui excepcional poder de com-

238
Renan Araújo

pra, uma possibilidade ímpar de aquisição de diferentes bens de consumo,


inclusive os bens de consumo duráveis, como o automóvel (93%), ou ainda
serviços como telefone fixo (99%), computador (66%) e internet (55%). Os da-
dos referentes ao setor de serviços não só despontam, mas também, são eluci-
dativos do poder de compra do segmento jovem-adulto flexível7.
Contudo, o contexto contemporâneo do qual emerge o jovem-adulto
flexível encontra-se eivado de novas contradições. As transformações ineren-
tes ao complexo da reestruturação produtiva, trazem em si, uma dinâmica
com repercussões que extrapolam o universo fabril, pois, sua emergência é
reveladora dos novos nexos sociais do “metabolismo social da reestruturação
produtiva do Capital” (Alves, 2007), um processo que, iniciado na fábrica,
amplia-se para a vida social.
Nesse sentido, partindo da perspectiva analítica de Gramsci em Ame-
ricanismo Fordismo, é necessário salientar que o trabalho flexível, com seus
impactos na forma de ser, agir e pensar do “novo” segmento operário, se re-
veste de um conteúdo social indicativo de uma nova forma de ser, hegemônica
do capital.
Desse modo, parece-nos necessário reconhecer que, se a classe operária
tem se metamorfoseado com a disseminação do trabalho flexível, perdendo sua

7 Institutos como IBGE (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatísticas) consideram


jovens os segmentos da população que se encontram na faixa etária de 18 a 24 anos
de idade. Contudo, se tomássemos “ao pé da letra” essa referência metodológica im-
portante, incorreríamos no equívoco de prender o objeto analisado numa camisa de
força “etária” justamente num momento em que a expectativa de vida do brasilei-
ro, em curva ascendente, insiste em questionar os padrões etários então utilizados
nas estatísticas. Ora, considerando que o processo de reestruturação da empresa em
questão teve seu inicio em 1990, e a partir de 1992 assumiu formas mais contunden-
tes, nosso trabalho incorreria, dado às problemáticas que envolvem o objeto aqui
analisado, em grave erro histórico-metodológico, pois parte dessa juventude, situada
hoje entre os 18 e 24 anos de idade, nem sequer havia nascido. Por outro lado, o início
dos anos de 1990 foi justamente o momento em que a fábrica estava “pegando fogo”,
em que tudo acontecia: criação de células produtivas, introdução de novas tecno-
logias, demissões, contratações, lutas de resistências, etc,. Daí nossa denominação
um pouco mais ampliada de jovem-adulto flexível. Trata-se de um segmento que,
tendo em 2008, idade entre 15 e 35 anos, agrega uma parte considerável daqueles
que presenciaram as mudanças propriamente ditas, ou então foram “forjados” nesse
processo.

239
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

“unidade” anteriormente identificada na forma de ser (objetiva e subjetiva) do


operário de perfil fordista, conforme salientou Ricardo Antunes (1997), o mes-
mo aconteceu com o operário de ofício quando da sua superação pelo operário
executor de tarefas parcelizadas, que, como resultado da nova divisão do traba-
lho, tornou-se símbolo do perfil operário encontrado na indústria monopolista,
hoje metamorfoseado pela lógica do trabalho flexível, que busca recompor rea-
gregando funções ou tarefas antes executadas isoladamente.
Com isso, queremos ressaltar que mesmo reconhecendo as mudanças na
maneira como se realizam as tarefas no espaço produtivo, o artesão encontra-
do na manufatura, como o operário de oficio que remonta à transição dessa
modalidade de realização do trabalho para a grande indústria, ou o operário
parcelizado dos grupos monopolistas, ambos, nas suas respectivas épocas,
só existem na sociedade do capital enquanto produtores de mais-valia, base
indispensável à realização da acumulação (Marx, 1968).
Contudo, ainda que se mantenha esse traço histórico essencial da rela-
ção capital-trabalho, é preciso questionar as teses que durante muito tempo,
ao longo do século XX até a queda do muro de Berlim (1989) e fim da URSS
(1990), sustentaram o pressuposto de que o “operário”, por sua posição-con-
dição na sociedade, impunha-se como portador único do devir histórico, na
medida em que trazia dentro de si os códigos morais e sociais necessários à
emancipação humana.
Ungido pelo dogmatismo e sem ser informado dessa sua missão, o ope-
rário foi alçado à condição de negação “material” do capital, a “chaga e a cura”
segundo o ponto de vista de um “materialismo” muito peculiar. Em sintonia
com essa interpretação vulgar e “mecanicista da história”, manifestações “ar-
tísticas” vinculadas ao realismo socialista não mediam esforços em saturar
a visão do transeunte com suas grotescas estátuas de operários com punhos
cerrados e a placa logo abaixo anunciando: “eis aqui o futuro herói do povo,
de toda a humanidade”.
Nesse sentido, com o intuito de procurar reinterpretar e corrigir os ru-
mos é que surgiram as teses de Edward Palmer Thompson (1987) difundidas
no seu livro “A Formação da Classe Operária Inglesa”. Em Thompson, a his-
tória da classe operária não se encontra reduzida às formas abstratas - desejo/
idealização do proletariado – ao contrário, este é percebido a partir de sua
história, da sua experiência vivida num mundo repleto de contradições.

240
Renan Araújo

Com isso, temos que nada está dado por princípio; a classe operária,
por ser histórica, é algo mais complexo, pois é formada em meio às diferentes
concepções religiosas e de mundo. Suas ações “forjam” valores difusos, que,
premidos pelas contingências do cotidiano, não só são plurais, mas ainda,
passam por constantes realinhamentos e modificam-se de acordo com as cir-
cunstâncias, com a realidade objetiva.
Partindo da premissa analítica sugerida por Thompson (1987), faz-se
importante assinalar que, como parte de nossa contemporaneidade, ganha
relevância os estudos de Richard Sennett (1999), particularmente suas ins-
tigantes reflexões que procuram captar algumas das conseqüências pessoais
do trabalho no novo capitalismo quando indica-nos que:

As condições de tempo no novo capitalismo criaram um confli-


to entre caráter e experiência, a experiência do tempo descon-
juntado ameaçando a capacidade das pessoas de transformar
seus caracteres em narrativas sustentadas [...] O que é singu-
lar na incerteza, hoje, é que ela existe sem qualquer desas-
tre histórico iminente; ao contrário, está entremeada nas
práticas cotidianas de um vigoroso capitalismo [...] Talvez
a corrosão dos caracteres seja uma conseqüência inevitável
[grifo nosso]. Não há mais longo prazo, desorienta a ação a
longo prazo, afrouxa os laços de confiança e compromisso e
divorcia a vontade do comportamento (Sennett, 1999:32-33)

Todavia, ainda que Sennett consiga trazer aspectos relevantes para o


entendimento dos caracteres que podem vir a compor a identidade do jovem-
adulto flexível, contrapondo-se à sua resignação de certo modo fatalista, faz-
se fundamental recuperar a premissa que sustenta a tese segundo a qual a
burguesa só pode existir com a condição de revolucionar incessantemente os
instrumentos de produção; por conseguinte as relações de produção, e, por
extensão, o conjunto das relações sociais.
Indo, portanto, para além das contingências, Goldmann (1979) permite
que ampliemos o escopo da análise quando apresenta o conjunto dessas rela-
ções, submetendo o entendimento da sua dinâmica aos princípios fundantes
da sociedade capitalista. Para Goldmann

241
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

[...] a reificação – que insiste essencialmente na substituição


do qualitativo pelo quantitativo, do concreto pelo abstrato
e que está estreitamente ligado à produção para o mercado,
principalmente à produção capitalista – tende, paralelamente,
ao desenvolvimento dessa produção, a apoderar-se progres-
sivamente de todos os domínios da vida social (Goldmann,
1979:138).

Com isso temos que, se os comportamentos dos jovens-adultos flexíveis


se revestem de certo “individualismo-consumismo”, essas atitudes parecem
refletir alguns dos impactos que, conforme analisou Ricardo Antunes (1997),
são rebatimentos/reflexos resultantes da própria fragmentação material e so-
cial da classe operária, com fortes repercussões, inclusive, na forma de se per-
ceber enquanto operário que compõe um novo segmento da classe produtora
da riqueza social8.
Nesse caso, suas atitudes e seus comportamentos refletem, portanto,
aspectos das condições gerais do presente histórico, profundamente marcado
pelas metamorfoses do proletariado contemporâneo.
Dessa forma, o próprio acirramento do processo de disputas de todos-
contra-todos revela os sentidos e as particularidades das ações dos indivíduos
ou grupos que agem premidos pela dimensão objetiva imposta pelo cotidiano
alienado, como nos mostra Agnes Heller:

8 No chão da fábrica são nítidos os conflitos ocorridos entre o antigo perfil operário,
em geral, participante ativo dos grandes movimentos grevistas de fins dos anos 70 e
início da década de 80 do século passado e o jovem-adulto flexível contemporâneo,
os “filhos da reestruturação”. Esses conflitos emergem e são parte do processo de
dissensão das formas correlatas de emulação, quando da introdução do conceito de
empregabilidade, que, exigindo dos operários um conjunto de atitudes pró-ativas,
engajamento no cumprimento das metas de produção e das melhorias contínuas,
encontram guarida e são incorporadas mais facilmente pelos segmentos mais no-
vos, em especial, nos instantes em que se procura de todas as formas sair o mais
rápido possível da “purificação” por que passam no período em que se encontram
no “purgatório”, fase de experiência, momento em que é testada sua capacidade de
permanecer trabalhando na empresa (Araújo, 2009).

242
Renan Araújo

[...] as escolhas entre alternativas, juízos, atos, têm um con-


teúdo axiológico objetivo. Mas os homens jamais escolhem
valores, assim como jamais escolhem o bem ou a felicidade.
Escolhem sempre idéias concretas, finalidades concretas, al-
ternativas concretas. Seus atos concretos de escolha estão
naturalmente relacionados com sua atitude valorativa geral,
assim como seus juízos estão ligados à sua imagem de mundo
(Heller, 1999:14).

Vemos, pois, o quanto em nossa cotidianidade, dinâmica calcada na


imediaticidade desse turbilhão fetichizante/alienante - processo no qual o
jovem-adulto flexível encontra-se completamente submerso - há uma forte
tendência à fragilização dos laços de solidariedade entre segmentos, grupos,
parcelas ou classes como um todo.
Expressam, assim, e de forma acentuada, os novos significados das
manifestações da vida cotidiana alienada, reveladora de um novo conteúdo
“axiológico objetivo”, que atua como força capaz de reduzir parte significativa
da força de trabalho à condição de “rejeito humano”, uma vez que a consoli-
dação dos paradigmas técnico-organizacionais do trabalho flexível implica
também tornar descartáveis contingentes expressivos do proletariado, tal
qual o são os bens de consumo.
Porém, uma outra peculiaridade do sistema produtivo flexível decorre
da sua capacidade/necessidade nesta época de mundialização - momento em
que a composição do capital produtivo e sua lógica concorrencial adquirem
novos parâmetros -, de adequar o conjunto do sistema produtivo, particu-
larmente a força de trabalho, às novas necessidades de realização do valor
(Chesnais, 2001).
Para tanto, o capital procura criar mecanismos de controle-consenti-
mento operário concomitantemente ao uso de novas tecnologias que permi-
tam aumentar a taxa de mais-valia absoluta e relativa. Aliás, esse é um dos
grandes segredos do processo de reestruturação produtiva na sua forma con-
temporânea.
Nesse caso, uma particularidade dessa forma recente em relação ao
americanismo fordismo está no fato de que, se após o período de adaptação
aos mecanismos de controle da produção fordista o operário podia contar

243
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

com seu cérebro livre (por meio da fuga imaginética durante o próprio tra-
balho) para refletir, inclusive sobre sua condição operária, as estratégias de
gestão de pessoal e de recursos humanos nesta época do trabalho flexível
procuram ocupar em tempo continuum a “mente” e o “coração” do operário,
induzindo-o ao trabalho participativo, o que implica, entre outras coisas, na
sua entrega “total” à nova lógica produtiva e racional do trabalho.
Dessa forma, o jovem-adulto flexível premido pelas contingências -
como a necessidade de ser efetivado no emprego -, suas iniciativas se identi-
ficam tão-somente com as necessidades de encontrar respostas aos dilemas
apresentados pelo contexto fabril, os quais, espraiando-se, intercruzam (re)
definindo as diferentes situações do seu modo de “vida just-in-time”: vida
“móvel”, vida em “trânsito”, motivada e repleta de atitudes que, ao fim, rever-
tem-se em prol do capital, seja no interior ou fora da fábrica.
São posturas que, atendendo às exigências da produtividade, tal qual
salienta Dejours (2000), refletem de modo contundente práticas de adesão
“voluntária” às inúmeras estratégias da “guerra sã”, que, fundamentada na
inquestionável necessidade de se preparar para o acirramento da competiti-
vidade, impõe que se aceitem as inconveniências decorrentes das circunstân-
cias dadas.
Nesse caso, o modo de vida da força de trabalho é definido pelas exigên-
cias dessa “guerra sem trégua”, que induz certos comportamentos, um “estilo”
de vida que mesmo fora da fábrica deve coadunar-se à lógica-necessidade do
capital, na medida em que “fazer a guerra não tem por objetivo unicamente
defender a própria segurança e sobreviver à tormenta [...] consiste em polir as
armas de uma competitividade que lhes permite vencer o concorrente” (De-
jours: 2000,14).
Essa ideologia da “necessidade”, exaustivamente difundida, quando in-
corporada pelo segmento jovem-adulto flexível, mobiliza-o de tal forma que
sua vida fora do trabalho praticamente inexiste enquanto tempo “seu”, uma
vez que as determinações cotidianas conformam-se enquanto um continuum
e indissociável tempo de trabalho que lhe ocupa a cabeça, atormenta-o, do-
mina-o integralmente.
A favor de nosso argumento, vejamos o que nos diz um jovem operário
ingresso na fábrica na primeira metade da década de 1990. Trata-se de um
operário que estudou três idiomas (inglês, alemão e francês), freqüentou o Se-

244
Renan Araújo

nai na empresa, fez curso técnico em instituição pública e, por fim, formou-se
engenheiro em 2006. Sobre a correria do dia-a-dia, do seu modo de “vida just-
in-time”, Jorge nos informou, em depoimento coletado em janeiro de 2008:

[...] de segunda a sexta... eu sempre estudo algum idioma,


atualmente eu estou estudando francês, inglês... normalmen-
te faço aula na Usp duas vezes por semana, inglês eu faço no
sábado [...] Durante os períodos das aulas eu não tinha tempo
pra nada, quando eu estava na faculdade eu não tinha tempo
pra nada [...] Quando eu fazia faculdade não tinha tempo pra
muita coisa, eu saia da empresa... jantava ali na empresa mes-
mo, tomava um banho já ia direto pra faculdade. Eu chegava
na faculdade em torno de seis e vinte... chegava uma hora antes
preparava algum relatório que tinha que entregar... tinha mui-
to relatório pra entregar... muita lição, estudava alguma coisa.
As aulas começavam a sete e dez, ia até vinte duas e quaren-
ta. Quando chegava em casa eu preparava algumas coisas pro
dia seguinte... a faculdade foi muito corrido. Era neste horário
de segunda a sexta, aos sábados de manhã, da sete e vinte até
meio dia e quarenta. Sábado eu tinha aula de manhã, depois
ia direto pro curso de inglês [...] Eu gostava de fazer cursos de
matemática aplicada, então era domingo de manhã das sete e
meia ate duas horas e meia, três horas da tarde... tinha aula de
oito horas... tinha que levar marmita (risos....), [...] Isso foi de
1998 ate o ano passado (2006) [grifo nosso]. Inglês eu estudei
mais de sete anos, alemão quatro anos.

A trajetória desse operário parece-nos expressar de forma nítida o que


pretendemos demonstrar. De 1998 a 2006, portanto durante 8 anos, sua vida
foi um tremendo “vai-e-vem”, conforme seu relato. Mas, há ainda a fase ante-
rior, o período que remonta ao início da sua trajetória pelo Senai da empresa,
que, em tempo integral, deveria, durante a noite, ser complementado com os
estudos referentes ao ensino médio.
Nota-se, portanto, que essa recente modalidade flexível do trabalho exi-
ge uma entrega que, quase absoluta, faz do “ato de entrega” e da absorção
operária traduzir-se numa nova tessitura social, que agora procura englobar

245
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

o conjunto da vida social. Sob a égide do trabalho flexível, por exemplo, não
há mais a antiga distinção, existente na época fordista, que procurava separar
o universo do “lar” e o da “produção”.
Hoje, tudo deve estar integrado à lógica flexível, pois as metas produti-
vas das empresas são também metas sociais: devemos todos, indistintamente,
sem exceções, estar comprometidos com o desenvolvimento da empresa e da
sociedade. Temos aqui uma das formas contemporâneas do metabolismo de
reprodução material e ideológica do capital, exaustivamente analisada por
Mészáros (2002).
Se por um lado as mudanças relacionadas ao processo de reestrutura-
ção da fábrica, mais precisamente a nova qualificação/polivalência operária,
são parte do mesmo movimento que introduziu a flexibilidade na estrutura
de comando da “nova empresa”, cabe destacar que, por outro, subsumido no
conceito de “colaboradores”, amplamente disseminado, encontramos refor-
çada a idéia de que, atuando em diferentes áreas, todos operadores, técnicos-
administrativos, executivos e aprendizes, sem nenhuma exceção, fazem parte
de uma equipe vencedora, na qual desempenham relevante papel na consoli-
dação e manutenção da liderança da empresa no mercado.
Atuando no sentido de introjetar/firmar a idéia de que é preciso “assu-
mir compromissos”, é revelador dessa tendência que em seus boletins a em-
presa aqui tomada como referência, se refira ao coletivo operário recorrendo
constantemente à expressão “nossos colaboradores”. Seguindo a lógica do dis-
curso colaborativo, é no depoimento do presidente da companhia no Brasil
que se encontra a seguinte afirmação:

Os resultados obtidos foram bastante satisfatórios [...] Aumen-


tamos nossa produção significativamente devido, principal-
mente, ao incremento registrado nas exportações da empresa
[...] Tivemos importante participação também no mercado
interno [...] Ações da empresa foram realizadas com sucesso
devido ao talento e empenho dos nossos colaboradores (gri-
fo nosso) e parceiros empresariais (Relatório Social, 2004:03).

Se considerarmos a distância anteriormente existente no âmbito da em-


presa entre suas direções, gerenciamento do processo produtivo e o coletivo
operário, historicamente havia um abissal distanciamento estrutural imposto

246
Renan Araújo

pela lógica organizativa do trabalho taylorista/fordista, fundado na nítida se-


paração entre as esferas da concepção dos projetos e da execução das tarefas,
rigidez convertida gradativamente em obstáculo à valorização, à época da fi-
nanceirização e da correlata flexibilização do trabalho (Harvey,1992).
Atuar, portanto, diminuindo as “distâncias” entre capital e trabalho
tornou-se imperativo ao trabalho flexível, uma vez que essa nova postura, ao
incorporar de forma inédita o saber operário, permite ao capital não apenas
dinamizar, acelerando a produção, mas também finda por atingir índices de
qualidade e metas de produtividade compatíveis com as estratégias adotadas
por grupos transnacionais, em face da intensificação da acirrada concorrên-
cia “monopolizada” instalada no mercado mundial globalizado. No entanto,
e é isso que pretendemos frisar, os sentidos das novas relações de trabalho
flexíveis, findam por corporificar a nova forma de controle do capital.
Nesse caso, ganha relevância estudos como de Erving Goffman (1975). Se
tomarmos o indivíduo como sendo a personificação do capital, com base nas re-
flexões do autor é possível demonstrar que à época da disseminação do trabalho
flexível, há um novo conteúdo manipulatório inerente às estratégias adotadas
pelo capital na sua interação com o coletivo operário. Diz Goffman que,

[...] do ponto de vista do indivíduo que se apresenta a outros.


Pode desejar que pensem muito bem dele, ou que eles pensem
estar ele pensando muito bem deles ou que percebam o que
realmente sente com relação a eles, ou que não cheguem a ter
uma impressão definida; pode desejar assegurar harmonia su-
ficiente para que a interação possa ser mantida, ou trapacear,
desembaraçar-se deles, confundi-los, induzi-los a erro, opor-se
a eles ou insultá-los. Independentemente do objetivo particular
que o indivíduo tenha em mente e da razão desse objetivo, será
do interesse dele regular a conduta dos outros, principalmente
a maneira como o tratam. Este controle é realizado principal-
mente através da influência sobre a definição da situação que
os outros venham formular (Goffman, 1975:191).

As observações de Goffman (1975) são reveladoras quando vistas à luz


das novas relações capital-trabalho, das situações nas quais as fábricas pro-

247
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

curam se reestruturar incorporando os atuais paradigmas cooperativos e or-


ganizativos flexíveis.
A implantação do TQM (Total Quality Manegement) na empresa aqui
analisada, por exemplo, coadunam-se com as análises de Goffman, pois, à
medida que exige compromissos de todos os setores envolvidos com o pro-
duto (produção, projeto, fornecedores, assistência técnica pós-venda), a to-
talidade, bem como o fluxo das informações dessa rede interativa tem sua
dinâmica sob rígido controle do capital9.
Portanto temos que, como parte das novas práticas flexíveis, dá-se ino-
vadora valorização à participação operária e dos fornecedores, elementos
essenciais ao cumprimento das metas estabelecidas. Nesse caso mais espe-
cificamente, a insistência discursiva em nomear os colaboradores (termo es-
tendido também aos fornecedores) como componentes inegáveis para o bom
desempenho produtivo, seguem acompanhadas de incentivos para que esses
procurem melhorar a educação formal, adotando o hábito de aperfeiçoar-se
profissionalmente buscando treinamentos e cursos técnicos.
Ou seja, para alcançar uma nova organização produtiva flexível da
fábrica, em consonância com as necessidades postas pelas diversidades de
funções e tarefas, conquistas sociais como o incentivo às diferentes modali-
dades de estudo implicam cada vez mais a exigência de maior cooperação e
engajamento do operário na produção. As ditas contra-partidas, na verdade,
reforçam a idéia de comprometimento e responsabilidade de “todos” no cum-
primento das metas.
Trata-se de práticas adotadas no ambiente de trabalho, nas células de
produção mais especificamente, que criam um novo vocabulário (fazer 5s,
nossa equipe, etc.), o qual sorrateiramente invade os “lares”, sendo paulati-

9 A partir dos anos 2000, a empresa inaugurou um programa intitulado “programa de


apoio aos fornecedores”. Anualmente se reúnem representantes de diferentes seg-
mentos prestadores de serviços, que ouvem atentamente os objetivos e metas que
devem ser cumpridos em prol da empresa “mãe” (pois o sucesso resulta em bene-
fícios para “todos”). Ainda que realizado em meio a uma atmosfera de seriedade,
de cordialidade, ardilosamente a empresa transmite seus recados. Nessas palestras,
proferidas ora por um diretor de Centro de Custos, ora pelo próprio presidente da
empresa, ao fim prevalece a antiga máxima que diz: “Para um bom entendedor as
poucas palavras bastam”. Ou seja, quem não fizer exatamente conforme estamos de-
terminando, está fora do nosso circuito de relações e de negócios.

248
Renan Araújo

namente incorporados ao cotidiano operário determinando novas formas


de sociabilidade. Nesse sentido Gramsci tinha razão: “a hegemonia vem da
fábrica”.
Contudo, se Gramsci, incorporando o materialismo histórico, foi capaz de
nos mostrar alguns caminhos analíticos críticos fundamentais, devemos acres-
centar - conforme temos salientado - que a nova hegemonia capitalista contem-
porânea ancorada no trabalho flexível não distingue, mas procura incorporar
todos os espaços da vida social, da existência humana propriamente dita.
Em nossa contemporaneidade, “tudo e todos” devem comprometer-se,
irmanar-se com a produção. É como se a fábrica, rompendo com os próprios
muros, se instalasse permanentemente no meio de nossa sala de visitas, e, de
forma vigilante, insistentemente lutasse por fazer valer a máxima toyotista de
que “ao proteger a empresa estamos protegendo nossa família” (Satoshi, 1985).
É por isso que, apesar do necessário reconhecimento, ao refletirmos so-
bre a emergência do novo segmento operário jovem-adulto flexível, não pode-
mos ficar reféns de um enfoque que geracional, em geral, se impõe cunhado a
partir das linhas de tempo, que, estanques, tendem a dividir mecanicamente
o antes e o depois. A História, em sua contraditória processualidade, faz do
passado mais que uma herança, um passivo que, colocado sobre os ombros
das novas gerações, devem ser aceitos ou refutados.
Para nós, o agora, o tempo presente não constitui uma realidade indife-
rente em relação ao passado; pelo contrário, o presente é histórico, mas, dia-
leticamente se alimenta das formas pretéritas, sempre em processo de cons-
tante superação. A constituição do novo pressupõe de alguma forma, mesmo
negando, a incorporação do antigo, à luz, sempre, das novas contingências
históricas e sociais.
Se para alguns autores a juventude metalúrgica empregada nas monta-
doras do ABC paulista constitui uma nova geração (Tomizaki, 2007: 2005),
o que não negamos, do ponto de vista da História trata-se de um segmento
operário que, transformado, tem sua emergência relacionada à nova tendên-
cia de que o conjunto da classe operária convive com um processo de intensa
transformação.
Esse segmento metalúrgico formado pelos aqui denominados jovens-
adultos flexíveis, corresponde, portanto, ao perfil histórico-profissional-

249
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

social desse novo “núcleo duro”, o operário flexível que emergiu da fábrica
reestruturada.
Trata-se de um novo segmento operário em processo de formação, cujas
atitudes frente às novas provocações do capital à época do trabalho flexível,
de muitas maneiras podem influenciar nos rumos da luta de classes no Brasil,
ou, quem sabe, também além mar.
Tal insinuação não parece exagerada se considerarmos que sua gênese
relaciona-se às mudanças que, globais e dialéticas, em sua múltipla processu-
alidade comportam a possibilidade de novas fraturas ou contestações sociais
por fora das regiões até então conhecidas como sendo o epicentro da luta en-
tre capital e trabalho, particularmente o velho continente.
Vemos, pois, que o perfil operário jovem-adulto flexível expressa um
segmento da nova composição metalúrgica cuja gênese, representando um
processo contraditório, torna-o portador de novas possibilidades, de novas
promessas, que em muito pode contribuir no avanço da organização operária
na sua luta contra a sanha capitalista.
Contudo, é preciso insistir na premissa de que o entendimento dos seus
novos significados históricos e sociais exige concebê-los como segmento do
proletariado em profundo processo de transformação. Trata-se de mudanças
que de fundo, alteram a maneira de ser/perceber-se da classe operária, mas
que não suplanta a forma-síntese da modernidade, a saber; as contradições e
as lutas entre capital e trabalho.

Referências Bibliográficas

Alves, Giovanni. Trabalho e Subjetividade: ensaio sobre o metabolismo social da reestruturação


produtiva do Capital. Tese de Livre-docência. Unesp: Marília, 2007.

_____Reestruturação Produtiva e Crise do Sindicalismo no Brasil. Tese doutorado, IFCH/Unicamp


- Campinas, 1998.

Antunes, Ricardo. Adeus ao trabalho?: Ensaios sobre as Metamorfoses e a Centralidade do Mundo


do Trabalho. 4o ed. São Paulo: Cortez, 1997.

Araújo. Renan. O modo de vida just - in - time do novo perfil metalúrgico jovem-adulto flexível do
ABC: antigos dilemas, novas contradições e possibilidades. Tese Doutorado – Universidade Estadual
Paulista, Faculdade de Ciências e Letras: Araraquara, 2009.

250
Renan Araújo

Arbix, Glauco. Uma Aposta no Futuro: Os primeiros anos da Câmara Setorial da indústria
automobilística. São Paulo: Scritta,1996.

______A câmara banida. In - De JK a FHC, a reinvenção dos carros. São Paulo: Scritta, 1997.

Bresciani, Luís Paulo. O contrato da mudança: a inovação e os papéis dos trabalhadores na indústria
brasileira de caminhões. Tese Doutorado: Unicamp: Instituto de Geociências, 2001.

Chesnais, François. A Mundialização : o capita financeiro no comando.Revista Outubro n.5 :São


Paulo,2001.

Coriat, Benjamin. Pensar pelo Avesso: o modelo japonês de trabalho e organização. Rio de Janeiro:
Reva/ UFRJ, 1994.

Dejours, Christophe (2000). A banalização da injustiça social. Rio de Janeiro: Getúlio Vargas.

Dieese. Subseção Metalúrgicos do ABC. Modernização industrial: Os rumos recentes e alternativos


da indústria automobilística. São Bernardo do Campo, 1989.

______ Subseção ABC. Informação sobre salário e no da categoria metalúrgica do ABC. SBC,
2000.

Franca, Gilberto Cunha. O trabalho no espaço da fábrica. São Paulo: Expressão Popular, 2007.

Goodmann, Lucien. A reificação. In: Dialética e cultura. Trad. Luiz Fernando Cardoso; Carlos
Nelson Coutinho; Giseh Vianna Konder. 20 ed. Rio e Janeiro:Paz e Terra, 1979.

Gramsci, Antonio. Americanismo e Fordismo. In - Maquiavel a Política e o Estado Moderno. Rio de


Janeiro: Civilização Brasileira, 1968.

Harvey, David. Condição Pós-Moderna. Trad. Adail Ubirajara Sobral & Mara Stela Gonçalves.15o
ed. São Paulo: Loyola, 2006.

Heller, Agnes. O cotidiano e a História. Trad. Carlos Nelson Coutinho e Leandro Konder. 3oed. Paz
e Terra: Rio de Janeiro, 1989.

Marx, Karl. Crítica da Economia Política, livro 1. V.I. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1968.

Mészáros, Istvám. Para além do capital: rumo a uma teoria da transição. São Paulo: Boitempo,
2002.

Neto, João Machado Borges. As várias dimensões da Lei do Valor. Nova Economia, Belo Horizonte
14 (3),143 –158. Setembro-dezembro de 2004.

Rodrigues, Iram J. Martins, Heloisa Helena T. Perfil socioeconômico de jovens metalúrgicos. Revista
Tempo Social. Vol.17. no2, 2005. pp.3-25.

Rodrigues, Leôncio Martins. Industrialização e atitudes operárias. São Paulo, Brasiliense, 1970.

251
O metalúrgico jovem-adulto flexível do ABC paulista e o novo metabolismo
produtivo-social do capital à época contemporânea

Satoshi, Kamata. Japão: a outra face do milagre. Trad. Carlos Nelson Coutinho. São Paulo:
Brasiliense, 1985.

Sennet, Richard. A corrosão do caráter. Conseqüências pessoais do trabalho no novo capitalismo.


Rio de Janeiro: Record, 1999.

Tomizaki, Kimi A. Ser metalúrgico no ABC: transmissão e herança da cultura operária entre duas
gerações de trabalhadores. Campinas: Arte Escrita, 2007.

Thompson, Edward P. A formação da classe operária inglesa. Rio de janeiro: Paz e Terra, 1987.

Zauli.E. M.As condições sociais da emergência e decadência da Câmara Setorial da Industria


Automotiva no Brasil. São Paulo: Anna Blume,1997.

252
10

Alcances y límites políticos


de la lucha gremial
Un análisis comparativo entre trabajadores
petroleros y siderúrgicos

Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Introducción

Debatir sobre la conflictividad laboral implica explicitar y poner en tela


de juicio procesos que se desarrollan tanto en el seno de las organizaciones
empresariales como en las propias organizaciones de trabajadores. Las pers-
pectivas que postulan que las luchas gremiales reivindicativas acotadas a un
sector, rama o grupo de trabajadores tienen repercusión en el conjunto de la
lucha de clases, sigue siendo una discusión histórica, en la cual la política se
incorpora como elemento central.
Después de más de 20 años en los cuales la política, su praxis política y
hasta la misma palabra, asumieron implicancias negativas para el conjunto
de la sociedad y parecieran convirtirse en patrimonio exclusivo de “los políti-
cos”, vislumbramos hoy –después de la crisis de 20011- una rejerarquización,
al menos en algunos sectores populares, de la política –y, por lo tanto, en la
organización- como herramienta de transformación social.

1 Hacia 2001, la Argentina vivió una de sus más profundas crisis económicas, sociales
y políticas. Este proceso fue acompañado con un crecimiento de las luchas de dife-
rentes sectores sociales, que salieron masivamente a las calles, fracturando algunos
consensos neoliberales.

253
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

La acción gremial llevada adelante por los trabajadores y sus organi-


zaciones, supone toda lucha reivindicativa por mejoras en las condiciones
materiales de existencia de la fuerza laboral: aumento salarial, reducción de
la jornada laboral, mejora en las condiciones de higiene y seguridad laboral,
mejora en la situación de la vivienda, de la salud y la educación de los trabaja-
dores y sus familias. Asimismo, toda reivindicación en las condiciones mate-
riales es un hecho político y su alcance puede variar considerablemente.
Este artículo propone a partir del análisis de dos organizaciones de tra-
bajadores, petroleros y siderúrgicos, aportar al debate en torno de los alcances
políticos de la acción gremial.
En este sentido, distinguimos tres espacios en donde pueden inscribirse
las disputas gremiales: en las confrontaciones dentro de las propias organiza-
ciones de trabajadores; en la disputa con las empresas, que repercuten directa
o indirectamente en la situación de los trabajadores; y en el conflicto con el
Estado. Cada uno de estos fenómenos tiene implicancias y cualidades diferen-
tes, aunque se interrelacionan.2
La disputa política gremial dentro de las propias organizaciones de tra-
bajadores, refiriere precisamente a las disputas “por el poder”, a las disputas
de un grupo o facción por construir y sostener la hegemonía del conjunto de
la organización.
Asimismo, cuando una organización de trabajadores establece una lu-
cha por mejorar determinados elementos de sus condiciones de existencia,
confronta directamente con las estrategias empresariales de explotación
laboral, basadas centralmente en la acumulación de ganancia y una mayor
explotación de la fuerza de trabajo. Esta estrategia se convierte en políticas
precisas y en agentes específicos3 que llevan adelante los aspectos salariales,
de condiciones laborales, horarios, etc.

2 Al referiros a los tres espacios en los que puede iscribirse el conflicto gremial, no
estamos haciendo alusión a un desarrollo por etapas. Por el contrario, remarcamos
cualidades diferenciales del conflicto gremial, pudiendo interrelacionarse las tres di-
mensiones al mismo tiempo.
3 Ver Figari, Claudia y Palermo, Hernán M. (2009). “Prácticas hegemónicas, dispo-
sitivos de control laboral y valorización de la experiencia. El caso Repsol YPF”. En:
Revista Theomai, Estudios sobre Sociedad y Desarrollo, número 19, Buenos Aires, Ar-
gentina. (en prensa)

254
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Por último, la esfera propia de la confrontación estatal tiene algunos


puntos particulares a los que es importante hacer referencia: las empresas
capitalistas establecen un vínculo particular con el Estado. En este vínculo se
pone en juego tanto la articulación de los intereses de lucro y de sostenimien-
to del régimen social, así como también se ejerce la autonomía relativa con
que cuenta el estado (Poulantzas, 1979).
Las luchas y las organizaciones de trabajadores se han desarrollado his-
tóricamente de diversas formas tanto en términos de “praxis política” como
en lo que respecta a las modalidades organizativas. Y aunque la historia Ar-
gentina da cuenta de organizaciones sindicales con considerable poder4 en
los resortes y espacios del estado, las organizaciones de trabajadores no son
homogéneas.
En tal sentido, los casos investigados en este trabajo dan cuenta de esa
diversidad: por un lado, abordamos el caso de la Unión Obrera Metalúrgica
Seccional Villa Constitución5; y por otro lado, la Coordinadora General Mos-
coni6. Estos casos se tornan relevantes ya que se trata de dos organizaciones
de trabajadores distintas: por un lado, la UOM de Villa Constitución tiene
importancia ya que se trata de un espacio gremial con una historia particu-
lar; por otro lado, la Coordinadora Mosconi, expresa las resistencias de ex
trabajadores, organizados a partir de despidos y la privatización de una ex
empresa pública. Ambos casos grafican de diferentes formas los alcances y

4 Nos referimos especialmente a la tradición del sindicalismo corporativo argentino,


que ligó su historia a los vaivenes del estado.
5 La Unión Obrera Metalúrgica es el sindicato que reúne a los trabajadores metalúr-
gicos y siderúrgicos de la Argentina, desde 1943: “El enfoque negociador corporati-
vo, y el consecuente rol adjudicado al Estado, son constitutivos de la formación de
la UOM, así como las disputas internas entre distintos sectores del peronismo que
empezaban a reconocer a este sindicato como ámbito de influencia central dentro
del movimiento obrero y dentro de la estrategia peronista” (Giniger, 2008). La UOM
seccional Villa Constitución rompió su subsunción con la UOMRA a partir de 1974,
y –salvo el interregno dictatorial-, siempre se mantuvo por fuera de la hegemonía de
la UOM.
6 Actualmente esta conformada por ex trabajadores de las empresas privatizadas Ya-
cimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y Gas del Estado. Es a partir de la privatización
que diferentes expresiones de lucha obrera de ex trabajadores comienzan a organi-
zarse sin ningún vínculo con el sindicato de petroleros.

255
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

limitaciones de la acción gremial como lucha política. Los contornos políticos


de la acción gremial, se van delineando en relación a la tensión de los procesos
hegemónicos7 y las prácticas de resistencia organizada.
A partir de los casos analizados, demarcaremos puntos históricos de in-
flexión en donde se expresan distintos alcances políticos de la acción gremial

La UOM Villa Constitución y el alcance de la relación


político-gremial

En la historia de los últimos 30 años de la UOM de Villa Constitución,


encontramos claramente tres puntos de inflexión, que se sostienen en varias
direcciones e implican elementos de confrontación disímiles.
En los tres procesos que delimitamos, aparecen incorporados como
sujetos protagónicos el estado, el sindicato y la patronal, y los momentos de
inflexión suponen siempre algún nivel de crisis.
En primer lugar, determinamos el período que llamaremos “el Villazo”.
Este período culmina en la dictadura militar. En segundo lugar, está el perí-
odo del lock-out e implementación de las políticas de flexibilización y pre-
carización laboral, y la resistencia y las estrategias sindicales de lucha de los
trabajadores frente al lock-out. En tercer lugar, el período que se inicia con la
venta de la empresa y su transnacionalización, desde el año 2000 y finaliza
con las últimas elecciones sindicales desarrolladas en 2008.

7 El enfoque utilizado para este trabajo, retoma el concepto de hegemonía desde la


concepción gramcsiana, como eje de las relaciones de clase, pensando en términos
dialécticos la hegemonía en relación con las luchas políticas y resistencias, y donde
el aparato de la hegemonía política se encarna a través del Estado. Esta perspectiva,
nos permite abordar procesos ideológicos, culturales y políticos por un lado, y por el
otro, la dialéctica entre fuerza y el consentimiento, o dicho de otro modo, coerción y
consenso. De esta forma, se mantienen las relaciones de dominación y subordinación
de una clase sobre otra, constituyendo todo un cuerpo de prácticas y experiencias en
relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percep-
ciones definidas que tenemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

256
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Para problematizar sobre estos ejes de inflexión, desarrollaremos los


procesos que el sindicalismo metalúrgico villense atravesó durante todo este
período histórico.

1. El Villazo.

Acindar instala una planta de producción de aceros terminados en Villa


Constitución, en 1951. Hasta el año 1967, la corriente sindical –ligada a las 62
Organizaciones Peronistas- cuya hegemonía estaba en manos de la la Unión
Obrera Metalúrgica de la República Argentina (UOMRA), dirigía la seccional
de Villa Constitución.
Para 1974, luego de un proceso de conformación de una lista opositora
de orientación clasista8, la UOMRA convoca a elecciones para comisiones di-
rectivas y delegados al colegio electoral, entre el 4 y el 9 de marzo9. Sin embar-
go, en Villa Constitución nunca convocan al congreso de delegados, y por lo
tanto no se podía –estatutariamente- llamar a elecciones10. En marzo de 1974,
se produce una huelga con toma de fábrica exigiendo la fecha de elecciones,
que desborda los obstáculos legales puestos por la UOMRA y el Ministerio de
Trabajo para que los comicios no se realicen. Aquí comienza lo que se dio en
llamar “El Villazo”, que consistió en un proceso de organización en comités
de lucha de obreros y sus familias, con asambleas de seis mil y siete mil perso-
nas, y culminó con dos actas compromiso firmadas por las patronales sidero-

8 Por Sindicalismo clasista o clasismo, entendemos la praxis sindical de orientación


liberadora y emancipadora de la clase obrera, en un sentido de superación de las
relaciones capitalistas, es decir, socialista. Cómo se construye y cómo se define un
sindicato o agrupación sindical clasista es un debate histórico de la izquierda in-
ternacional. Por lo tanto, cuando utilizamos el calificativo clasista, nos referimos a
cómo los sujetos se asumen a sí mismos.
9 Clarín, 3 de enero de 1974
10 El armado de la Lista Marrón tuvo un proceso que comenzó a principios de los ’70 y
que tuvo su momento de mayor confrontación con la convocatoria a elecciones y la
lucha por la normalización de la seccional durante el año ’74 (Giniger, 2008)

257
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

metalúrgicas y el Ministerio de Trabajo, para la convocatoria a elecciones en


120 días11 y una movilización de 12 mil personas.
Desde el 1º de diciembre de 1974 hasta el 20 de marzo de 1975, la nueva
conducción de la seccional, encabezada por Alberto Piccinini, abrió un pro-
ceso de lucha y democratización sindical12. Probablemente la iniciativa más
significativa del período fuera la creación de un anteproyecto de Convenio
Colectivo de Trabajo (CCT) 13
El 20 de marzo de 1975, se desató el Operativo Serpiente Roja del Pa-
raná, represión planificada y articulada por las distintas fuerzas represivas,
patotas sindicales y empresariales en Villa Constitución y el corredor indus-
trial del Paraná. Hubo 300 detenciones y 20 desaparecidos (Del Frade, 2000).
Consideramos que esta represión se constituye en la antesala de lo que luego
va a ser el genocidio de la dictadura de 1976.
En este primer proceso que demarcamos, el alcance del accionar políti-
co-gremial tiene muchas aristas para ser abordada.
Por un lado, se presenta la confrontación intra-sindical, la disputa con el
poder sindical hegemónico, en la conformación de una lista opositora. En el
terreno de la disputa estrictamente gremial, se desarrolla una confrontación
con el poder sindical, que es fundamentalmente política (contiene objetivos
políticos distintos, que suponen la construcción de otro poder sindical).

11 Datos del Informe del Comité de Lucha de Villa Constitución (1975).


12 La experiencia que relatamos sólo tuvo la duración de cuatro meses, los cuales nunca
alcanzan para producir cambios significativos. Sin embargo, se estableció como “mito
fundacional” de una experiencia sindical, al que hoy se intenta darle continuidad.
13 Es de resaltar la creación de un anteproyecto de Convenio Colectivo de Trabajo
(CCT) en vistas a las discusiones paritarias previstas para el año del año 1975. Los
principales puntos allí incluidos tenían que ver con los ritmos de producción, las
categorías, los accidentes de trabajo, la insalubridad y un servicio médico de planta.
Según Andújar (2007), este anteproyecto se proponía controlar y democratizar la
participación en la UOMRA, encuadrar a todos los trabajadores (incluidos los de
empresas contratistas) dentro del convenio, limitaba la polivalencia funcional de los
trabajadores, y propugnaba la creación de una Comisión Obrera de Control de Segu-
ridad y Salubridad Industrial. Asimismo, se proponía la derogación del artículo 56
del CCT de 1973, que habilitaba a las patronales a modificar los métodos de trabajo
y la renovación de maquinaria sin injerencia del sindicato, ni opinión.

258
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Por otro lado, en la conformación de una lista opositora de carácter


clasista, la disputa en el terreno gremial está planteada desde una perspectiva
de confrontación con el sistema capitalista, es decir, política en el sentido de
confrontación con el Estado, el régimen y las relaciones de explotación en
su conjunto. Sin embargo, aquí aparece un elemento interesante a tener en
cuenta que es el de llevar adelante un proyecto de estas características sólo
desde la organización sindical (incluidos los límites planteados por ser sólo
una seccional), estableciendo articulaciones con otras corrientes sindicales
de izquierda, sin organización política partidaria. Esto es un eje histórico de
debate político entre los proyectos emancipadores. Sin ninguna intención de
resolverlo ni darle un cierre, consideramos importante dejarlo planteado.
Por último, si observamos las características del anteproyecto de Con-
venio Colectivo de Trabajo (CCT) propuesto por la seccional14, podemos ver
cómo éstas refieren a la disputa por el control del proceso de trabajo. En el
seno de esta disputa, se articula la confrontación con la patronal por estable-
cer los límites al control del proceso de trabajo. Además, se confronta con el
Estado, ya que los CCT tienen carácter de ley y están reglamentados y contro-
lados por organizamos estatales.

2. Lock-out patronal y resistencia sindical.

Un segundo momento es el período del lock-out y la implementación


de las políticas de flexibilización y precarización laboral. Aunque este pro-
ceso se inicia con la integración productiva de Acindar (producción de acero,
desmantelamiento de la Ley Savio15) y finaliza con la venta de la empresa, el
epicentro del conflicto se desarrolla alrededor del lock-out de 1991.
Para 1978, gracias a gestiones realizadas por el ministro Martínez de
Hoz desde antes del golpe de Estado, la empresa reconvierte y construye una
acería de reducción directa y colada continua, en la planta de Villa Constitu-

14 Ver nota al pie nro. 11.


15 La llamada Ley Savio, implementada en 1947, sancionó la articulación del Plan Side-
rúrgico Argentino (PSA) elaborado por el General Savio. El PSA sentaba las bases de
articulación entre el capital privado y el estatal para la elaboración y comercializaci-
ón de acero y productos siderúrgicos.

259
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

ción. A partir de este proceso, todo el plan siderúrgico nacional promulgado


por la Ley Savio se desmantela, y tanto Acindar como Techint16 entran en
un proceso de reconversión productiva, con centralidad en la producción de
acero y repartiéndose oligopólicamente el mercado local17.
Durante la década del ’80, la reconversión productiva significó la deslo-
calización de áreas de la empresa (púas y clavos a la provincia de San Luis) y
el cierre de otras (por ejemplo, ingeniería), y comenzaba a conquistar terreno
la idea del núcleo del negocio como eje de organización del trabajo.
Con el retorno de la democracia, la seccional de la UOM, intervenida
durante la dictadura militar, es recuperada en un proceso que comienza con
la declaración de huelga del 6 de diciembre de 1982, hasta las elecciones sindi-
cales de 1984, por un colectivo de trabajadores, muchos de los cuales habían
sido partícipes del proceso de recuperación sindical predictatorial, y presos
durante la dictadura.18
Desde el 6 de diciembre hasta el Plan Austral19 (1985), la experiencia
sindical posterior a la dictadura recuperó los elementos que habían quedado
truncos en la experiencia anterior. A partir de 1985, la ofensiva patronal re-
crudece y las respuestas sindicales se inclinan más hacia procesos de negocia-
ción, que de confrontación abierta.
Hacia 1989, el directorio de la empresa intenta incorporar –como fue-
ron denominados por ellos mismos- los Nuevos Métodos de Trabajo (NMT).
El sindicato de operarios (UOM), de supervisores (ASIMRA) y de personal
“fuera de convenio” (APSISA)20 comienzan a elaborar de manera conjunta la

16 Techint es el otro conglomerado siderúrgico localizado en nuestro país, con el cual


Acindar comparte el oligopolio.
17 Techint se especializó en tubos sin costura, mientras que Acindar lo hizo en aceros
para la construcción y el agro.
18 El recorrido carcelario de muchos dirigentes fue: Coronda, Rawson, Chaco, Caseros,
La Plata y luego la libertad vigilada en Villa Constitución (entrevistas a dirigentes).
19 El Plan Austral fue una medida monetaria para supuestamente contener el proceso
inflacionario, pero que implicó reducción salarial y un aumento de la dependencia
de las políticas del FMI y de los organismos internacionales de crédito, con el conse-
cuente aumento de la deuda externa.
20 A partir de la ofensiva de Acindar, se constituye APSISA, una organización sindical
de los “fuera de convenio”, de los mandos medios que debían llevar adelante la imple-

260
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

estrategia de resistencia sindical. El principal eje de dicha estrategia se centró


alrededor del mantenimiento de las fuentes de trabajo y “proteger a los traba-
jadores de las consecuencias de la crisis” (Angélico et al., 1992). Los sindicatos
proponen la creación de una Comisión Técnica para negociar los Nuevos Mé-
todos de Trabajo.
En abril de 1991, se desata un lock-out y se envían telegramas de despi-
do a 3200 de los 3600 (Angélico, et al., 1992) trabajadores de la planta. Se de-
sencadena entonces un conflicto de enorme envergadura, que se nacionaliza,
e incorpora a la UOMRA y al Ministerio de Trabajo. Recién el 11 de junio, se
llega a un acuerdo entre sindicato y la empresa, que establece la reincorpora-
ción de los despedidos, supeditado a la reactivación de la empresa; una políti-
ca de retiros voluntarios; el pago en cinco cuotas de las deudas salariales y 180
días de tregua en donde se discutirán las políticas de racionalización.
Con la reapertura de la planta, sin despidos, se produjo la reconversión
y la polivalencia laboral, así como la terciarización de determinados sectores
de producción. A partir de allí, la racionalización se consolida en la planta de
Acindar, respondiendo a una lógica de producción flexible (grupos de trabajo,
producción por demanda).
En este conflicto, la disputa gremial asumió características políticas,
propias de una confrontación que excede en mucho los límites de la disputa
sindical-patronal.
Aunque el debate en sí mismo nunca superó los límites de la cuestión
reivindicativa (sostenimiento de los puestos de trabajo y de las condiciones
laborales), la empresa Acindar delimitó la arena de un escenario más amplio:
la introducción de las políticas de flexibilización y precarización laboral, y la
legalización de estas condiciones en el marco de una ley21.
Asimismo, las condiciones de negociación y confrontación sindical de
este momento histórico quedaron delimitadas a partir de este conflicto apa-
rentemente local, que tomó dimensiones nacionales. Las características y el

mentación de los NMT (Angélico et al, 1992, . y Jabbaz, 1996)


21 El ministro de trabajo que participó de las negociaciones era Rodolfo Díaz, autor
de la Ley de empleo, que se discutía en ese momento en el Congreso Nacional. Este
conflicto sirvió de “caso testigo” para el debate legislativo. Asimismo, 11 días después
de firmada el acta acuerdo en el Ministerio, se rehabilitó el régimen de Promoción
Industrial Provincial, por el que venía peleando Acindar. (Jabbaz, 1996)

261
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

grado de organización y preparación para las contiendas de la clase obrera


para enfrentar la ofensiva empresaria quedaron evidenciados22. De la misma
forma, la capacidad política y técnica empresarial23 y su vínculo estatal tam-
bién quedó en evidencia.
Durante este proceso, la UOM de Villa Constitución se incorporó a ini-
ciativas político-sindicales nacionales y locales, de distinto tenor y magnitud,
que marcaron esta etapa de disputa como una búsqueda de constitución de
herramientas políticas que superen los obstáculos de lo meramente sindical.
En una entrevista a Piccinini, él mismo plantea esta situación:
“Nosotros queríamos participar en política porque nos encontramos
con limitaciones, porque veíamos que había un techo en lo sindical y que no-
sotros queríamos profundizar en la cuestión política”
De esta forma, se conformaron distintas propuestas políticas (la Pro-
puesta Política de los Trabajadores (PPT), el Frente Grande, el ARI y actual-
mente con el Movimiento de Unidad Villense -MUV-), en las cuales, distintos
dirigentes de la UOM local participaron como candidatos en distintas eleccio-
nes municipales y nacionales, legislativas y ejecutivas.
La participación en estos espacios políticos implicó -e implica- un de-
bate dentro del sindicato. En su momento, la resolución fue tomada, según
Picchinini, de la siguiente manera:

Nosotros entendíamos que ahora teníamos que comprometer-


nos. Llevamos la discusión para abajo, llevamos las discusio-
nes al seno de los compañeros, y bueno, los compañeros, en un
82%, nos apoyaron para que participáramos en política. Este
es el mecanismo que empleamos. Y no pienso que se puede

22 La lucha desarrollada por la UOM de Villa Constitución entre 1989 y 1991 fue memo-
rable, sin embargo y a pesar del involucramiento de la comunidad, de la solidaridad
de artistas y de otros sindicatos y agrupaciones políticas y gremiales, el sostenimien-
to de las carpas por más de tres meses en la puerta de la fábrica (con 3300 trabajado-
res sin salario), se hizo muy dificultoso (entrevistas a dirigentes sindicales, 2007).
23 Durante todo el conflicto, todas las veces que hizo falta cambiar la gerencia de RRHH
y los negociadores, así como hacer intervenir empresas consultoras para habilitar el
diálogo con el sindicato, la empresa lo hizo.

262
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

aceptar de ninguna manera que sea una decisión individual,


una cosa personal.

En el plano de lo sindical, la disputa con la UOM Nacional se desenvol-


vió en 1998 de forma tal que las seccionales Campana, La Matanza, San Nico-
lás y Villa Constitución de la UOM hicieron explícita su confrontación con la
conducción nacional, por el manejo de los fondos24. Siendo las seccionales con
mayor recolección de fondos, esta disputa aparentemente gremial, se torna en
una confrontación explícita de poder25.

3. Una nueva etapa de confrontación sindical

A partir de la venta de la empresa en el año 2000 y su transnacionali-


zación se inicia un proceso, aún con contornos difusos, que finaliza con las
últimas elecciones sindicales desarrolladas en 200826.
Desde fines de la década del ’90, la UOM desarrolló una política de
conformación y apoyo a cooperativas de trabajadores capaces de proveer a
Acindar de fases productivas que ésta tiene terciarizadas27. Sin embargo, las

24 Diario Clarín, 31 de julio de 1998.


25 Desde la muerte de Lorenzo Miguel, cada seccional administra sus fondos. Este le per-
mitió a la UOM Villa Constitución, entre otras cosas, establecer una continuidad con el
ciclo de lucha por el derecho a la salud, abierto antes de la dictadura, y conseguir la obra
social propia y un policlínico en la ciudad de Villa Constitución. Asimismo, la UOM
Villa Constitución fue partícipe en la creación de la Central de Trabajadores Argentinos
(CTA), y Victorio Paulón –quien fue dirigente de la seccional y secretario general de la
misma por 8 años-, forma parte de la dirección de la Central.
26 En el año 2000, la deuda de Acindar ascendía a 380 millones de dólares. En este mar-
co, comienza la compra de la empresa por parte de la Belgo Mineira, que finaliza con
la totalidad de las acciones, en 2003. Durante este lapso, la Belgo Mineira es adquiri-
da por el grupo Arcelor, principal vendedor de acero mundial. A su vez, este grupo,
durante 2007, se fusiona con el principal productor de acero del globo, Mittal.
27 Una de las consecuencias más palpables de la crisis de 1991, fue el proceso de ter-
ciarización de distintos sectores de la empresa, y por la tanto, la subcontratación
de los trabajadores. Para fines de siglo, la mitad del plantel estaba constituida por
trabajadores contratados y terciarizados de diversas formas (empresas contratistas,

263
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

diferencias entre los trabajadores de contratistas y quienes no lo son se pro-


fundizan. Esto quedó demostrado en la explosión de un horno que les costó la
vida a dos trabajadores muy jóvenes, que estaban realizando tareas de man-
tenimiento, en febrero de 2008. Sin embargo, la capacidad de movilización de
la seccional de la UOM sigue siendo muy importante:

Nos enteramos a las 10 de la mañana del sábado. Bajamos a planta y


decretamos un paro de 24hs. El día lunes, cerca de 250 compañeros
de empresas contratistas de donde eran los compañeros fallecidos,
no quisieron ingresar a trabajar, se auto-convocaron, marcharon al
sindicato y nos pidieron que los acompañáramos hasta los tribu-
nales provinciales, en el centro de Villa. Luego les planteamos vol-
ver al sindicato para realizar una asamblea y decidir cómo seguir.
Sí, hicimos un acto donde hablé yo y el compañero Pichinini.
Este acto fue el preludio de la movilización que al otro día paró
la ciudad

Estas muertes y otras cuatro que se sucedieron durante 2008, tuvieron


gran incidencia en el proceso electoral sindical, que se desarrolló en octubre
de 2008. La lista Marrón se dividió en dos, una encabezada por Victorio Pau-
lón y otra por Alberto Piccinini.
Uno de los elementos por los cuales los trabajadores metalúrgicos de
Villa Constitución votaron en casi un 70% la lista que representaba un corte
con la gestión anterior tuvo que ver con la actitud sindical respecto a los acci-
dentes laborales y a la seguridad.
Este elemento, por supuesto, no es el único que estableció el resultado
electoral. Las connotaciones la victoria de la Lista Roja, encabezada por Pic-
chinini, tienen muchas aristas, pero consideramos que principalmente, los
trabajadores sidero-metalúrgicos de Villa Constitución creyeron pertinente
recuperar un sesgo confrontativo frente a las patronales. Esto no es materia
de este artículo, ni podría serlo, ya que aún no han pasado 6 meses desde las
elecciones. Sin embargo, consideramos pertinente mencionarlo, y establecer
nuevamente la disputa intra-sindical como uno de los ejes de desarrollo de la
política sindical.

trabajadores eventuales contratados por Acindar, etc.).

264
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

En todo este proceso se pueden observar distintas cualidades político


sindicales ya mencionadas en períodos anteriores: 1) la fusión y transnacio-
nalización de Acindar refiere al plano de la política estatal y al proyecto de
país; 2) las terciarizaciones y muertes de trabajadores establecidas por la or-
ganización del trabajo propuesta por la empresa, se desarrolla en el plano de
la disputa patronal-sindical; 3) la confrontación intra-gremial descripta, nos
devuelve al plano de la política sindical.
De esta forma, los procesos contradictorios de lucha sindical van tran-
sitando límites políticos de confrontación, que establecen áreas de injerencia
de las políticas sindicales.

Privatización, consenso y resistencia: la organización de


la Coordinadora Mosconi

La historia de la Coordinadora Mosconi se encuentra íntimamente re-


lacionada a la historia de la ex petrolera estatal de Argentina Yacimientos Pe-
trolíferos Fiscales (YPF) y Gas del Estado. Los integrantes de la Coordinadora
forman parte de los ex trabajadores que fueron despedidos luego del proceso
privatizador de las ex empresas estatales. Estos se desempeñaban como tra-
bajadores en la zona de La Plata, provincia de Buenos Aires, aunque el grueso
provienen fundamentalmente de la Refinería de La Plata, propiedad de la ex
YPF estatal.
Fue en 1929 que se crea YPF28, siendo la primera empresa estatal en
Latinoamérica, condensando históricamente valores y sentidos relacionados
al “desarrollo nacional”29 acompañado de una fuerte retórica estatista. Estos

28 La creación de la empresa fue impulsada por un sector de oficiales del Ejército ar-
gentino que dinamizaron la intervención del mismo en la estructura productiva, con
objetivos vinculados a la soberanía nacional y la industrialización. La “autonomía
en la defensa nacional” y la “independencia económica” se constituyeron en fuertes
valores asociados a formas de intervención del Estado en la estructura productiva.
29 El surgimiento de YPF se vinculó con una fuerte retórica nacionalista y estatista
encarnado en gran parte en las facciones yrigoyenistas, tanto civiles como del
ejército. Su primer director fue el General Enrique Moscóni. Se organizó como
una empresa verticalmente integrada, y -- por las características de la explo-

265
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

valores políticos-ideológicos se vincularon discursivamente a la independen-


cia y la soberanía del país frente a las economías centrales.
Desde fines de lo años ’70 estos valores y sentidos vinculados a lo nacio-
nal comienzan a desestructurarse, surgiendo un profundo cuestionamiento
de las empresas estatales desde las mismas estructuras del Estado. Al mo-
mento de la privatización en los ’90, el consenso para la venta de las empresas
estatales al sector privado se encontraba instalado, consolidado por un argu-
mento de ineficiencia y corrupción tanto de las empresas estatales como de
los trabajadores30.
A partir de esta contextualización, podemos demarcar dos puntos de
inflexión en el accionar político-gremial de la Coordinadora Mosconi. Un
primer punto relacionado con la privatización de la empresa YPF y la con-
frontación con las políticas privatistas en el espacio del trabajo: pérdida del
empleo y retroceso en materia de derechos. Un segundo, momento luego de la
privatización de la empresa estatal, en donde se concreta la organización de la
coordinadora con un proyecto de re-estatización de la empresa.

1. El embate privatista y la resistencia de ex trabajadores

Durante la década de los ´90 se vivió en Argentina, al igual que en toda


Latinoamérica, una profunda racionalización laboral que alcanzó a todo el

tación petrolera -- a través de la expansión de YPF se desarrollaron regiones


alejadas de los grandes centros económicos y urbanos del país. Las localidades
que crecieron y se consolidaron a raíz del establecimiento de YPF generaron una
fuerte dependencia con la empresa, cuya organización estructuró y configuró el
espacio urbano.
La culminación de la estructuración de este proceso hegemónico se dará durante los
gobiernos peronistas, entre 1946 y 1955; En estos años se cristaliza la idea del Estado
como un aparato neutral, externo al conflicto capital-trabajo, relacionado a una ins-
tancia de conciliación de los intereses de clase en pos del “desarrollo de la nación”.
30 “Fue dentro de este esquema de razonamiento que se realizó la transferencia de las
empresas públicas a los capitales privados. La “retirada del Estado” representaba una
condición necesaria para el “buen funcionamiento” de las empresas estatales”. (Soul y
Palermo, 2008: 231).

266
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

ámbito del trabajo, y particularmente a las empresas propiedad del Estado31.


Este proceso dio cuenta de una sistemática política de despedidos de traba-
jadores, una creciente individualización de las relaciones de trabajo, poten-
ciando la informalidad (Antunes, 2006), traducida en la externalización de
trabajadores (Figari; Palermo, 2008). Esta se situó en el centro de las prácticas
corporativas empresarias al amparo de la legislación de la estructura del Es-
tado neoliberal.
La privatización de YPF tuvo su piedra fundacional en 199032, con la
conversión de YPF en Sociedad Anónima y el “Plan de transformación glo-
bal” a partir del decreto 2778/9033. Durante ese año se designa como interven-
tor de YPF al Ing. Estenssoro34, inaugurando un profundo proceso de presión
y persecución de trabajadores.
A partir de la intervención de Estenssoro, y en un contexto de hege-
monía de las políticas neoliberales y de claro debilitamiento del poder de los
trabajadores, se implementaron distintas políticas empresarias destinadas a

31 “La construcción de consenso social, en relación a las políticas neoliberales, se apoyó en


una serie importante de sentidos y valores que permearon en la sociedad. El discurso
de la necesidad de las privatizaciones ya había sido instalado desde los setenta, y fue
durante los noventa que tomó mayor impulso. El deterioro de las empresas estatales,
sumado al miedo de la hiperinflación y la estabilidad de precios, fueron sin dudas ele-
mentos significativos en la arquitectura de ese consenso.” (Palermo, Hernán M. 2008.
“Del estado empresario al experimento neoliberal: De la privatización de YPF a la or-
ganización de “Ypefeanos”. En: Realidad Económica número 239. Instituto Argentino
para el Desarrollo Económico pp. 76).
32 El proceso privatizador de la mayor empresa que tuvo el estado Argentino (por sus
ventas y extensión en el territorio) se concretó en 9 años. Las ventas y los cierres de
sectores ligados a la producción se iniciaron en 1989 con el decreto 2778 que dispo-
nía la conversión de YPF a Sociedad Anónima, concluyendo en 1998 con la compra
total de la empresa por capitales españoles.
33 Los principales instrumentos de estas políticas fueron la privatización de las reser-
vas, la profunda racionalización de personal, la desregulación de los precios, la eli-
minación de trabas al comercio exterior, la reducción de alícuotas impositivas a los
combustibles.
34 La designación del Ingeniero José A. Estenssoro al frente de YPF S.A. tuvo un alto
contenido simbólico, ya que se trataba de un empresario petrolero privado, con cla-
ras ideas liberales y estrechos lazos con la comunidad de negocios locales e interna-
cionales (Giniger y Palermo, 2006)

267
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

reducir el plantel de trabajadores de la empresa. Bajo un contexto de presiones


sistemáticas por parte de las jefaturas de la empresa en solidaridad con el
sindicato de los petroleros se puso en marcha un plan de “retiros voluntarios”
y jubilaciones anticipadas para aquellos trabajadores que ya no serían necesa-
rios para YPF. En un contexto de profunda desocupación en la Argentina, los
retiros voluntarios significaban para los trabajadores despidos en cubiertos.
Frente a estas políticas implementadas por la empresa35 y direccionadas por
el Estado, el sindicato de petroleros desempeñó un papel fundamental en los des-
pidos y en la contención de posibles organizaciones contra la política privatista.
Lo que los ex trabajadores denominan como “la huelga de la traición”,
fue un paro de actividades convocada por la Federación del SUPE36 en 1991.
Al día siguiente del paro el Ministerio de Trabajo dictamina la ilegalidad de la
medida de fuerza, abriendo el camino a despidos masivos de trabajadores:

No se fijaban si tenías dos hijos, tres hijos, cuatro hijos, no


les importaba nada. Iban y te echaban… La cuestión es que
era un viernes, el viernes salíamos todos al paro, y el lunes no
nos toma nadie (César, ex trabajador, despedido en “La Gran
Echada”37).

35 Otra de las políticas empresarias destinadas al alejamiento de los trabajadores de


sus puestos de trabajo, fueron los cursos de capacitación. A partir de los cursos los
trabajadores podían elegir entre diversos “oficios” para los que la empresa afrontaba
todos los gastos requeridos. Los cursos duraban aproximadamente un año en donde
la empresa pagaba el salario como si el trabajador se encontrara en el puesto de tra-
bajo. Una vez concluido el tiempo estipulado del curso se despedía a los trabajadores,
con el justificativo que estaban en condiciones de afrontar nuevos empleos a partir de
los cursos.
36 El SUPE es la sigla del el Sindicato Único de Petroleros del Estado. Cuando el estado
vende el total del paquete accionario a la empresa española Repsol , en 1999, modifi-
ca su nombre en Sindicato Unido del Petróleo e Hidrocarburos (SUPeH).
37 Así caracterizan los trabajadores la racionalización del personal de 1991 en la Refine-
ría La Plata. Ésta tuvo su punto más virulento en lo que los trabajadores denominan
“La Gran Echada”. Los trabajadores actuales y despedidos de la Refinería cuentan que
un día de 1991 llegaron a la puerta principal de la Refinería y se enteraron que había
una huelga en solidaridad con los trabajadores de Vespucio, Salta. Al día siguiente la
huelga fue declarada ilegal por el Ministerio de Trabajo dando lugar así a despidos
masivos.

268
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Esta práctica del sindicato expresa las políticas imperantes contra los
intereses de los trabajadores, en una acción gremial. Asimismo, el sindicato
impulsa los “emprendimientos”38, como forma de contener posibles resisten-
cias y garantizar que algunos trabajadores mantuvieran sus puestos de traba-
jo a través de la creación de empresas.
El proceso de privatización significó el despido de un gran número de
trabajadores. En toda la empresa, circunscripta en todo el territorio argenti-
no, se pasó de 50.000 trabajadores en el año 1991 a 7.000 en 1994.
Sin embargo, a pesar de las políticas empresarias y el accionar del sin-
dicato, este proceso tuvo acciones de resistencia de los trabajadores, muchos
de ellos excluidos de sus fuentes de empleo. Las expresiones de lucha de los
trabajadores de YPF frente a la privatización comenzaron a vehiculizarse por
fuera de la “fábrica” y fundamentalmente, por fuera del marco sindical del
SUPE. Es decir, comienzan a organizarse agrupaciones de ex trabajadores
de YPF pugnando por el mantenimiento de sus empleos. En un contexto de
avance de las políticas privatistas, “estalla” en 1991 en la ciudad de Ensena-
da, Pcia. de Buenos Aires, una de las primeras expresiones de lucha contra el
avance de los despidos: el “Ensenadazo”.

En esas reuniones pobladas, había más de 25 mil personas, con


amplia participación de la clase trabajadora (Carlos, secretario
general, Coordinadora Mosconi).

Esta fue una jornada de lucha fundamentalmente impulsada por tra-


bajadores de Astilleros Río Santiago39, en la cual se sumaron trabajadores de
distintas empresas y ex trabajadores de YPF, sin apoyo sindical. En ese año
también se producen distintas expresiones de luchas de los trabajadores des-
pedidos en YPF a lo largo de todo el país. Procesos similares al “Ensenadazo”

38 El personal despedido de YPF se organizó tomando distintas formas jurídicas -ya


sea como sociedades anónimas, cooperativas o SRL- para ofrecer el mismo trabajo/
servicio que antes hacían desde el interior de la empresa.
39 Astilleros Río Santiago, fue fundada en 1953 cuando crean los Astilleros y Fábricas
Navales del Estado. Ligada a YPF en la construcción de los buques petroleros que la
empresa estatal utilizaba para el transporte. Durante la época privatista de los ’90 la
férrea lucha de sus trabajadores impidió que la empresa fuera privatizada.

269
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

comienzan a producirse en distintas ciudades de la Argentina como en Cutral


Có y Plaza Huincul (Provincia de Neuquén), Tartagal y General Mosconi
(Provincia de Salta), la ciudad de Comodoro Rivadavia (Provincia de Chu-
but), etc.
Estas expresiones de lucha en gran medida impulsadas por diferentes
sectores de trabajadores afectados por el avance de las políticas neoliberales,
no lograron articularse de forma conjunta y coordinada en un frente opositor,
que se enfrentara al consenso privatista.
En este contexto, se consolidó un retroceso en los derechos adquiridos
por la clase obrera. El conflicto político traspasó los límites del espacio de la
fábrica articulando organizaciones sindicales, el gobierno nacional y los em-
presarios. En el espacio del trabajo, se implementó una profunda precariza-
ción impulsada desde el Estado-patrón, cristalizando en cada re-negociación
de los convenios colectivos una profunda pérdida de derechos logrados. En
contraste, se delineó un sistemático avance de “nuevas políticas” empresarias
(Figari; Palermo, 2007), en donde el sindicato por complicidad desempeño un
rol central40.
La privatización implicó la transferencia de la empresa más grande del
Estado argentino a sectores del capital concentrado, consolidándose como
actores hegemónicos del bloque de poder, en contraste con una desarticu-
lación de los espacios de organización de los trabajadores. La privatización,
entonces, en el marco de la Reforma del Estado, dio cuenta de un avance de

40 El sindicato SUPE (ahora SUPeH) fue un actor crucial en la construcción hegemoni-


ca del proceso privatizador. “Si en una aproximación retrospectiva, el accionar de los
sindicatos es referenciado en términos de ‘traición’ o sus dirigentes como ‘vendidos’; la
indagación de las prácticas que llevaban adelante en los espacios productivos comple-
jiza esta reconstrucción” (Soul; Palermo: 234). Las prácticas sindicales potenciaron
la construcción de la única opción: el “retiro voluntario”, transfiriendo la decisión a
una cuestión individual, haciéndose eco de los argumentos estatales y empresarios
que planteaban como inevitable la privatización de la empresa. A este argumento de
inevitabilidad, se sumo el de “al menos los emprendimientos salvaron algunos puestos
de trabajo”, aunque a la luz de tiempo transcurrido esta política de emprendimientos
evidencio las falencias del Supe por consolidarlas. En los momentos de licitación
muchos de estos emprendimientos perdieron los contratos frente a empresas más
competencia. Sumado a esto, el sindicato convalido la modernización empresaria
que se implementó en la empresa fundamentalmente en el período de Estenssoro
como intervenor.

270
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

las facciones del capital hegemónicas en el bloque del poder, y la cristalización


de sus intereses en las políticas de Estado y la imposibilidad de articular un
espacio de lucha de los sectores de la clase obrera.
Sin embargo, los procesos de resistencia a las políticas neoliberales du-
rante la década de los ’90, constituyeron una experiencia a partir de la cual
fueron moldeadas posteriormente las organizaciones de trabajadores.

2. De la fragmentación a la re-organización

A partir de 1999, habiendo culminado la venta total de la empresa a


capitales españoles, comienza a delinearse el reclamo por el pago de lo adeu-
dado por la empresa a partir de los despidos. En este sentido, el conflicto
con la empresa fue girando alrededor de los derechos vulnerados, el no pago
derivado del Programa de Propiedad Participada41. El sindicato de petrole-
ros no sólo no apoyó el reclamo por lo adeudado a los ex trabajadores, sino
que desempeñó el rol de obstaculizar a toda reivindicación por los derechos
reclamados42. Es así que se conforma lo que se llamó Coordinadora Berisso-
Ensenada. En tal sentido, la disputa con el sindicato resultó protagónica en los
reclamos y la lucha:

41 El programa de propiedad participada (PPP) posibilitaba a los trabajadores de


empresas privatizadas acceder a un porcentaje de participación accionaria. Este
programa otorgaba el 10 % de las acciones de la empresa a los trabajadores en
bonos. A su vez, los ex trabajadores ahora accionistas, podrían elegir un dele-
gado para formar parte del directorio de la empresa. El Programa de Propiedad
Participada se implementa en YPF a partir de 1997. Aquellos trabajadores que
sufrieron la racionalización durante los años previos al 97 no accedieron al pago
del 10% de las acciones, siendo estos los años de mayores despidos.
42 Uno de los fundamentos defendidos por la dirigencia sindical en no apoyar estos
reclamos, se relaciona directamente con los montos del dinero recibido. Actualmente
el SUPeH tiene gran cantidad de esos bonos que fue comprando a los trabajadores,
con lo cual si se ampliara el número de accionistas, el 10% se repartiría entre más
personas, perdiendo valor los bonos en su poder.

271
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

En vez de ponerse al frente de la lucha, le decían que no a los


trabajadores. Siempre el SUPE fue el elemento traidor a los tra-
bajadores de YPF (Coordinadora Mosconi).

En este contexto, en 1999 la Coordinadora abre una causa penal en con-


tra de la empresa Repsol YPF de capitales privados españoles, argumentando
la situación “anómala y viciada de nulidad por ilícitos cometidos” de la priva-
tización y en la asignación del Programa de Propiedad Participada. De esta
manera comienza a confluir el reclamo de lo adeudado por la empresa en
relación al Programa de Propiedad Participada, con la nulidad de la privati-
zación. A partir de la crisis de Argentina del 2001 y las fisuras que comenzaba
a vislumbrarse sobre el consenso privatista, se abre el camino a una profun-
dización del conflicto en donde no solo se puso en cuestión el reclamo de lo
adeudado sino la privatización misma, planteando junto con otras organiza-
ciones43 un proyecto de re-estatización de la empresa44.
El conflicto por los derechos vulnerados, tanto en relación con la
perdida de los puestos de trabajo como con lo adeudado a partir de los despi-
dos comienza a tomar una dimensión política distinta coordinando acciones
con otros sectores de ex trabajadores y particularmente con la Central de Tra-
bajadores Argentinos45. A partir del 2003, la autodenominada “coordinadora

43 La coordinadora comienza a afianzar lazos con otras organizaciones de trabajadores


y ex trabajadores como por ejemplo la Agrupación Moreno. La agrupación Moreno
está conformado por distintos actores sociales y ex trabajadores del sector energético
que en su mayoría supieron ocupar puestos de trabajo técnico-profesionales cuando
estas empresas eran estatales. Esta agrupación plantea en la actualidad un proyecto
estratégico de desarrollo energético sustentable y de estatización de varias de las em-
presas privatizadas.
44 El tema del planeamiento y el rol del Estado se tornan puntos nodales en la perspec-
tiva de esta organización. Se plantea al respecto una planificación energética centra-
lizada a nivel nacional que logre la recuperación del poder de gestión y regulación
del Estado sobre los recursos. Se cuestiona la provincialización en el manejo de los
recursos naturales. Su proyecto político se fundamenta en la re estatización de las
empresas privadas del sector energético y en la gestión centralizada de las mismas
por parte del Estado.
45 La CTA tiene un millón de afiliados y esta integrada en su mayoría por docentes
y estatales. Se creó en la década de los años ‘90 en oposición abierta a las políticas
neoliberales. La CGT (Central General de los Trabajadores), por su parte, pugna por

272
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Berisso-Ensenada-La Plata”, resignifica su nombre en “Coordinadora Mos-


coni”, llevando así, el nombre del creador de YPF con toda la carga simbólica
que ello conlleva.
En este período que hemos analizado de la coordinadora, la disputa gre-
mial en relación a derechos vulnerados fue tomando distintos ribetes políticos.
Es así que la disputa gremial transciende las cuestiones reivindicativas, dando
un salto cualitativo al momento que aporta una propuesta política que trascien-
de los límites de lo reivindicativo gremial. En tal sentido, se confronta directa-
mente con las políticas estatales junto a otras organizaciones, proponiendo “la
recuperación de la empresa”, lo que se traduce en una proyecto político concreto.
En un contexto en donde las políticas privatistas se encuentran cuestionadas, la
disputa gremial da un salto cualitativo aglutinando a distintos sectores vincula-
dos a un proyecto político que cuestiona la posesión de empresas estratégicas en
manos del capital privado. Ante este panorama, surge nuevamente un sentido
que vuelve a disputar el recurso del petróleo y el gas en términos de soberanía
nacional desde una perspectiva latinoamericana.
Las disputas gremiales, para el caso de la Coordinadora Mosconi, fueron
en un primer momento una alternativa de lucha frente al embate privatista,
consolidándose en la conformación del “Ensenadazo”. Esta acción de lucha, en
un contexto desfavorable, fue cristalizando un proceso de re-organización de la
disputa política gremial, donde a partir de los derechos vulnerados se evidencia
un salto en calidad en relación a la lucha de los ex trabajadores de YPF.

A modo de reflexiones finales

Los casos desarrollados en este trabajo nos permiten pensar y comple-


jizar los alcances y los límites de la disputa política gremial. Asimismo, ex-
presan experiencias y desarrollos distintos, permitiéndonos tender algunos
puntos de contrastación.
El caso de la UOM, es un sindicato, que refiere su experiencia como tal,
aunque intentando establecer rupturas explícitas con las tradiciones hegemó-

seguir siendo la única central obrera reconocida oficialmente, nucleando a los gre-
mios industriales y de servicios, con casi ocho millones de afiliados.

273
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

nicas sindicales de la Argentina46. En el caso de la Coordinadora, la organiza-


ción de desocupados rompe con la estructura sindical del SUPE y como orga-
nización de trabajadores se vincula a la Central de Trabajadores Argentinos
(CTA). Esto plantea una diferencia con otras organizaciones de trabajadores,
especialmente desocupados, que establecen mayores distancias con las tra-
diciones sindicales, o incluso las niegan como herramientas de organización
efectivas.
En relación a la disputa gremial, cabe realizar algunas comparaciones
en correspondencia a los casos: ambas experiencias cristalizan efectos en las
políticas estatales. El pago de las indemnizaciones por parte del Estado, lue-
go de una extensa lucha de la Coordinadora Mosconi, recompone intereses
de los trabajadores a través de las prácticas de resistencia, estableciendo un
antecedente importante en la conquista de los derechos que habían sido vul-
nerados por el propio Estado. En el caso de la UOM de Villa Constitución, la
aprobación de la Ley de Empleo y la recomposición del régimen de Promoción
Industrial Provincial, luego del lock-out de Acindar en 1991, son ejemplos
contundentes acerca de cómo las disputas gremiales tienen su correlato cla-
ramente político.
En segundo lugar, cabe resaltar la capacidad relativa de instalar debates
públicos por parte de cada una de estas organizaciones. La Coordinadora,
situando el foco de su horizonte en la recuperación de las empresas privati-
zadas, junto a otros sectores y en un contexto proclive dinamiza e instala la
polémica acerca de las posibilidades y los proyectos de reestatización. Estos
esfuerzos, que confluyeron con los de otras organizaciones sociales y políti-
cas, hicieron mella y han comenzado a fisurar los consensos privatistas de la
década del ’80 y ’90.

46 La experiencia sindical hegemónica argentina, nucleada alrededor de la Confederación


General del Trabajo (CGT), consolidó durante la segunda mitad del siglo XX un enfo-
que negociador, ligado directamente al movimiento peronista y al Partido Justicialista.
A partir de la última dictadura militar, se establece con mayor claridad una disputa
dentro de la CGT entre dos vertientes del sindicalismo peronista: la heredera de la ne-
gociadora y la colaboracionista. Ambas vertientes fueron desarrollando un ciclo de uni-
ficación y fragmentación, que fueron abriendo una brecha entre las cúpulas sindicales
y las bases de trabajadores, aún más, y desprestigiando la acción sindical.

274
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

En el caso de la UOM villense, los esfuerzos estuvieron dirigidos espe-


cialmente, aunque no sólo, a la cuestión reivindicativa, y encontraron mayor
dificultad en fracturar los consensos políticos y culturales. Sin ir más lejos,
las energías de la UOM Villa Constitución destinadas a abordar sindicalmen-
te a los trabajadores de sectores contratados (con mayores o menos grados de
éxito), no abonaron en el cuestionamiento de la existencia de distintos tipos
de trabajador. Por el contrario, estos esfuerzos aportaron en el sentido de re-
conocer la capacidad de los trabajadores de autogestionar de forma coopera-
tiva47 (u alguna otra forma) las empresas o sectores de empresas desguazados
por las patronales, en conjunto con muchas otras organizaciones sindicales,
sociales y políticas.
Estos ejemplos expresan un énfasis diferenciado entre las dos experien-
cias acerca de los alcances de la disputa política gremial.
La incidencia de las organizaciones del movimiento obrero en los deba-
tes públicos, en delimitar la agenda pública, depende de la fuerza para insta-
lar dichos debates, tanto dentro de las mismas organizaciones de trabajado-
res, de las empresas o del Estado. Estos énfasis suponen distintos puntos de
inflexión y de saltos cualitativos de la disputa gremial.
La acción gremial posee distintos alcances políticos en determinados
contextos históricos, en donde se entrecruzan diferentes espacios de disputa:
el interior de las organizaciones de trabajadores, las empresas y los intereses
patronales, y las políticas de Estado. Aunque toda acción gremial suponga
una reivindicación por condiciones materiales conforma un hecho político
que no queda circunscrito sólo a mejoras laborales, sino que puede tener dis-
tintos alcances y consecuencias.
Nuestra intención estuvo dada, a partir del análisis de estos dos casos,
en recuperar nuevamente un debate no resuelto acerca de los alcances políti-
cos de la acción gremial. Este trabajo sin ánimos de consolidar un punto final
al debate, enfatiza la necesidad de re-situarlo sobre la mesa, planteando al-
gunas premisas que posibiliten la apertura a nuevas preguntas y discusiones.

47 La UOM villense impulsó a fines de siglo la conformación de cooperativas de trabaja-


dores que brindan servicios que son contratados por Acindar, fundamentalmente, y
la negociación de los contratos estuvo mediada en sus comienzos por la UOM local.

275
Alcances y límites políticos de la lucha gremial

Bibliografía

Angélico, Hernández, Moreno, Rojo, Testa (1992) Reestructuración productiva y crisis del sistema
de relaciones laborales. Fundación Friedrich Ebert. Buenos Aires

Antunes, Ricardo, (2006), Riqueza e Miseria do Trabalho no Brasil. Ed. Boitempo, Brasil.

Basualdo, E. M., (2006), Estudios de historia económica argentina, Siglo XXI, Argentina, Buenos
Aires.

Del Frade, Carlos (2000) El Rosario de Galtieri y Feced. www.nuncamas.org/investig/frade76/


frade76_00.htm.

Figari, Claudia; Palermo Hernán M. (2007) “Tensiones y Fisuras en el Orden Hegemónico


Empresario. El caso de Repsol YPF”. En: 8to Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, ASET.

Figari, Claudia y Palermo, Hernán (2008). “Disciplinamiento laboral, precarización y subjetividades


en la industria petrolera”. En: Seminario de CLACSO Internacional: Trabajo, Identidad y Acción
Colectiva, 18 y 19 de septiembre, Escuela Nacional Sindical, Medellín, Colombia.

Figari, Claudia y Palermo, Hernán (2009). “Prácticas hegemónicas, dispositivos de control laboral
y valorización de la experiencia. El caso Repsol YPF”. En: Revista Theomai, Estudios sobre Sociedad
y Desarrollo, número 19, Buenos Aires, Argentina. (En prensa)

Giniger, Nuria y Palermo, Hernán (2006) Cadenas de oro negro. Cambios en el proceso de trabajo de
Repsol YPF. Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Mimeo

Giniger, Nuria (2007) Problemas sobre la cuestión sindical: el caso de la unión obrera metalúrgica.
En: 8to Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, ASET.

Giniger, Nuria (2007) Continuidades y rupturas en la Unión Obrera Metalúrgica de Villa


Constitución. IX Jornadas Rosarinas de Antropología Social, Rosario.

Giniger, Nuria (2008). Dominación y resistencia en la clase obrera argentina. Un esbozo histórico
sobre la Unión Obrera Metalúrgica, Seccional Villa Constitución (mimeo)

Gramsci, Antonio (1992) “Antología”, Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. Ed. Siglo
Veintiuno, México.

Jabbaz, Marcela (1996). Modernización social o flexibilidad salarial. Centro editor de América
Latina. Buenos Aires.

Miliband, R. (1988): El Estado en la sociedad capitalista, Siglo XXI, México.

Miliband, R. (1977): Marxism and politics, Merlin Press, London. [Versión en castellano: Marxismo
y política, 1978, Siglo XXI, México]

276
Nuria I. Giniger y Hernán M. Palermo

Palermo, Hernán M. (2008). “Del estado empresario al experimento neoliberal: De la privatización


de YPF a la organización de “Ypefeanos”. En: Realidad Económica número 239. Instituto Argentino
para el Desarrollo Económico

Poulantzas, N. (1971): Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, Siglo XXI, México.

Poulantzas, N. (1979): Estado, poder y socialismo, Siglo XXI, Madrid.

Santella y Andújar (2007) El Perón de la fábrica éramos nosotros. Las luchas metalúrgicas de Villa
Constitución 1970/1976. Editorial Desde el Subte. Buenos Aires.

Soul, Julia y Palermo, Hernán M. (2008) “Incertidumbre y Consenso. Las prácticas de construcción
de hegemonía en el proceso privatizador de YPF y SOMISA. En: Revista de la Escuela de
Antropología Volumen XIV. Ed. Universidad Nacional de Rosario Facultad de Humanidades y Artes,
Escuela de Antropología.

Winter, Jorge (1985) La lucha por la democracia sindical en la UOM de Villa Constitución. En:
Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. Editorial Experiencia, Buenos Aires.

277
11

Repolitización fabril.
El retorno de la política
de fábrica en la argentina
post devaluación
Paula Varela

E n este artículo proponemos abordar el retorno de la política de fábrica en


la Argentina post devaluación, desde un punto de vista particular: el de la
pregunta por sus características específicas, en el marco de su inscripción en
los fenómenos de lucha y organización de las clases subalternas desplegados
de 2001 en adelante en nuestro país.
La reactivación de la militancia gremial de base en las plantas indus-
triales reviste especial importancia por dos motivos. En primer lugar, porque
a nivel de la vida político-sindical de los trabajadores, la década del noven-
ta instaló, como tendencia general1, lo que hemos denominado las “fábricas

1 Es importante señalar que estamos caracterizando una tendencia general que no ex-
cluye casos de fábricas en las que, durante la década del 90, se hayan dado procesos de
organización gremial y/o luchas al nivel del lugar de trabajo. Pero, en tanto tendencia
general, los 90 implicaron la consolidación de la despolitización del ámbito fabril. Una
forma en que este fenómeno se manifiesta es a través del, en extremo, bajo porcentaje
de empresas en las que existe representación gremial a nivel del lugar de trabajo. Según
la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) elaborada por el Misniterio de –Trabajo de
la Nación, sólo el 12,4% de las empresas cuentan con al menos un delegado (Trajtem-
berg et al., 2005). Lo que es lo mismo que decir que en casi 9 de cada 10 empresas no
existen delegados gremiales. Este proceso de desindicalización del lugar de trabajo, se
combinó con casos –como el de FATE que hemos estudiado en profundidad–, en los

279
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

tumba” en tanto dinámica de eliminación de la política en el lugar de trabajo,


de ausencia de militancia gremial de base y de liquidación o neutralización de
los cuerpos de delegados y/o comisiones internas. Esta política de despoliti-
zación del ámbito fabril ha sido uno de los pilares para la implementación de
las contrarreformas neoliberales de los `90. Si, como señaló Adolfo Gilly en su
ya clásico trabajo “La anomalía argentina” (1990), una particular caracterís-
tica del movimiento obrero argentino era la fortaleza de sus organizaciones a
nivel de fábrica, la década del noventa significó la consolidación de la política
comenzada en la dictadura militar2, de liquidación de dichas organizaciones.
En segundo lugar, la reaparición de la política de fábrica es importante
también en el debate teórico, porque a nivel de la producción académica do-
minante, la década del noventa instaló la tesis de que la fábrica había dejado
de ser un espacio privilegiado para la organización y práctica política de las
clases subalternas, y que el locus de la política “desde abajo” había pasado a
ser el territorio local. Esta afirmación (que hasta ahora no ha sido revisada
convenientemente) se basó en la operación de presentar en forma unilateral
y, las más de las veces, irreversible, dos hechos de inobjetable existencia em-
pírica: la merma del peso relativo de los trabajadores industriales en el con-
junto heterogéneo de trabajadores asalariados; y la merma del protagonismo
político de los trabajadores industriales y sus organizaciones en el escenario
político nacional. La emergencia del fenómeno “piquetero” en la segunda mi-
tad de los noventa y su centralidad política post 2001 reforzaron, a su vez, esta

que, si bien el Cuerpo de Delegados y/o Comisión Interna se mantuvo, éstos operaron
como agentes de la despolitización a través de su transformación en “voceros” de la pa-
tronal frente a los operarios. Para un análisis de este proceso en la fábrica FATE, véase
“La debilidad de los punteros fabriles” en Varela, 2009.
2 El direccionamiento de la represión de la dictadura militar a las organizaciones de
base de los trabajadores ha sido analizada por Gilly (1990), como así también por
distintos trabajos específicos sobre la década del setenta como Insurgencia Obrera
en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la
izquierda de Ruth Werner y Facundo Aguirre (2007), La guerrilla fabril. Clase obrera
e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976)
de Héctor Lobbe (2006), Los compañeros. Trabajadores, izquierda y peronismo 1955-
1973 de Alejandro Schneider (2005), Los zapatos de Carlito de Federico Lorenz
(2007) dedicado a los trabajadores navales de la Zona Norte, particularmente los de
los Astilleros Astarsa.

280
Paula Varela

tesis y la tendencia a la búsqueda de la acción colectiva o de los fenómenos


de protesta fuera del ámbito fabril. La frase que mejor sintetiza esa idea, es la
acuñada por la CTA, “ahora la fábrica es el barrio”.
Sin embargo, a partir de 20043 se desarrollan una serie de conflictos
sindicales que pone a los trabajadores ocupados nuevamente en escena y en
los medios masivos de comunicación4. Y con ellos, comienza un reversión
relativa de la “fábrica tumba” a partir de casos moleculares –no en forma
generalizada– en los que emergen “jóvenes que se vuelven militantes de sus
derechos”5, es decir, una nueva militancia gremial de base en el lugar de tra-
bajo. Esta reaparición de la política de fábrica vuelve a poner sobre la mesa la
discusión acerca del lugar de trabajo como espacio de organización y lucha,
y abre también preguntas sobre las relaciones entre la experiencia territorial
y la fabril en las nuevas generaciones de trabajadores, tanto ocupados como
desocupados. ¿Cuáles son las características de esta nueva militancia fabril?
¿Cuáles son, si las hay, las relaciones entre esta militancia y los fenómenos de

3 Las condiciones de emergencia de esta reactivación de la actividad sindical no son


objeto de este artículo. Señalaremos, sin embargo que hay dos elementos centrales.
En primer lugar, el crecimiento económico alentado por la devaluación y el con-
secuente crecimiento del empleo, lo que habilita la incorporación de jóvenes a las
fábricas produciendo una renovación generacional notoria, al tiempo que erosiona
fuertemente el mecanismo disciplinador del desempleo masivo. En segundo lugar, el
“aliento desde arriba” a las luchas reivindicativas. Tanto desde el gobierno nacional
(con una fuerte retórica del “retorno de la cultura del trabajo”) como desde la cúpu-
la sindical, básicamente de la CGT, fueron alentadas las demandas reivindicativas y
alentadas, por ende, las expectativas de los asalariados respecto del mejoramiento de
su salario, en primer lugar, y de sus condiciones de trabajo, en segundo lugar. Estas
condiciones de emergencia de las luchas en los lugares de trabajo son analizadas en
el capítulo IV, “La expectativa de `ciudadanía industrial´”, en Varela, 2009.
4 Para análisis de las características de esta oleada de huelgas ver el dossier de la Re-
vista Lucha de Clases Nº5 “Disposición objetiva y subjetiva de las fuerzas de la clase
trabajadora” (2005), y los artículos de casos específicos en los Nº 6, 7 y 8 de la misma
revista; el dossier de la Revista Crítica de Nuestro Tiempo año XV, Nº34 (2007); el
trabajo de Celia Cotarelo (2007); los análisis de Julio Godio (2006, 2005) y los docu-
mentos de Héctor Palomino (2007, 2005).
5 Esta frase fue dicha por un delegado de la fábrica alimenticia Terrabusi, situada en la
Zona Norte del conurbano bonaerense, en una entrevista personal. Véase Collado y
Varela, 2008.

281
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

militancia social que cobraron centralidad en Argentina luego de las jornadas


de 2001? Estas son las preguntas que intentamos responder en el transcurso
del artículo.

La política en el lugar de trabajo6

La Semana Santa de 2004 anticipó la reaparición de los asalariados en


el centro de las luchas sociales a nivel nacional con una huelga de los tra-
bajadores del subterráneo de Buenos Aires, que duró 4 días –con toma del
lugar de trabajo y piquetes en las cabeceras– y que paralizó las cinco líneas
del subterráneo y el pre metro de la ciudad7. Diciembre de 2004 es también
testigo de la huelga de otro área de los servicios: los telefónicos encuadrados
en FOETRA Bs. As. Nueve días de paro con ocupación de edificios y de los
Centros de Transmisión Nacional de Telefónica de Argentina y de Telecom,
por aumento salarial del 25%. El comunicado de prensa de los delegados de
FOETRA afirmaba “el país está al borde de quedar incomunicado”. Clarín
del 5 de diciembre de 2004 refleja la huelga telefónica en el marco de otros
procesos huelguísticos:

El aumento conseguido por los telefónicos, el paro de los ma-


estros bonaerenses y los empleados estatales, las protestas de
los ferroviarios y los trabajadores del subte, la huelga de ca-
mioneros (....). En los últimos días, los reclamos gremiales pa-
recieron haber vuelto con fuerza y, según datos del Ministerio
de Trabajo, actualmente más de la mitad de los conflictos so-
ciales tienen origen sindical. (Clarín, 5-12-04)

6 Este apartado no pretende ser una descripción detallada de los procesos de lucha
sindical de 2004 a 2007 sino un breve recorrido por los casos más relevantes para
señalar a qué nos referimos con el retorno de la política de fábrica.
7 Para un análisis del proceso en el subte, véase en este mismo libro el artículo de Patri-
cia Ventrici. Véase también el libro Experiencias Subterráneas. Trabajo, organización
gremial e ideas políticas de los trabajadores del subte (Castillo et al.,2007).

282
Paula Varela

En abril de 2005 los aeronáuticos de LAFSA fueron reprimidos en el Ae-


roparque Jorge Newbery en el marco de una serie de movilizaciones. El reclamo
consistía en el pase de todos los trabajadores a la empresa LAN, ante la liquida-
ción de la empresa LAFSA. Y también por el reconocimiento de sus delegados
de base, como los representantes sindicales en las negociaciones. Al día siguien-
te de la represión, los trabajadores del Subte realizan un paro de 30 minutos
en solidaridad con los aeronáuticos reprimidos. Este breve paro de media hora
fue, sin embargo, de mucha importancia en la medida en que tuvo por objetivo,
únicamente, la solidaridad con otro sector de trabajadores. Esto marca el clima
de efervescencia de la actividad sindical, que los periodistas y analistas reflejan
en la prensa escrita. Promediando el año 2005, Julio Godio afirmaba

como hemos escrito en otros artículos, durante este primer se-


mestre de 2005, el actor social principal han sido los trabaja-
dores asalariados (...)Huelgas y otras modalidades de protestas
sindicales se están desarrollando en el país, en algunos casos a
través de sindicatos nacionales pero como conflictos a nivel de
empresas, otros a través de cuerpos de delegados y comisiones
internas de empresas sin el apoyo de los sindicatos nacionales.
Los sectores de trabajadores involucrados durante el primer se-
mestre del año son: empleados públicos, ferroviarios, maestros,
subterráneos, frigoríficos, automotriz, astilleros navales, salud y
otros. Todas las huelgas han sido por aumento de salarios,
pero algunas incluyen temas de seguridad ocupacional” (Go-
dio, 2005, destacado en el original).

En julio de 2005, un editorialista del diario La Nación del 19 de julio de


2005 señalaba con preocupación:

Nuestro país ha entrado en una nueva y lamentable etapa de


conflictividad laboral, provocada por reclamos salariales en
amplios sectores de la economía y el reacomodamiento polí-
tico frente al Gobierno de los grandes gremios a tres meses de
las elecciones y en medio de la división de la CGT (...). Junio
mostró cifras de paros por conflictos laborales superiores a
las registradas en ese mismo mes desde 1980 (...) Otro estu-

283
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

dio de Tendencias Económicas registró que en ese mismo mes


los despidos bajaron en 50% respecto de mayo último. Es una
señal que indicaría que en ese período la conflictividad laboral
se originó más en los reclamos salariales y en razones políticas
que en el rechazo a los despidos (...) Resulta inadmisible que
algunas de esas situaciones se prolonguen en el tiempo o se
vuelvan a repetir interminablemente, luego de efímeros arre-
glos. (La Nación, 18-07-05)

Según un estudio de la consultora Centro de Estudios de Nueva Mayo-


ría, durante el año 2005 se contabilizaron 819 conflictos, con un promedio de
99 medidas de fuerza por mes. Esta cifra es la más alta desde 1990, y en com-
paración con el año anterior (2004) significa un aumento de más del 300%, ya
que en 2004 se contabilizaron 249 conflictos8.

Muchas de estas huelgas tuvieron como característica el estar


encabezadas por conducciones disidentes con las direcciones
sindicales oficiales, como fueron los casos del subterráneo,
ferroviarios, aeronáuticos, del Hospital Garrahan o el más re-
ciente del Hospital Francés. En estas luchas fue distintiva la
reivindicación de la asamblea y otras formas de democracia
sindical, en contraposición a la metodología empleada por las
distintas expresiones de la denominada “burocracia sindical”
(Castillo, 2007: 14).

Respecto de esta particularidad, el Editor Adjunto de Clarín advertía,

hay conflictos por fuera de los sindicatos. Otros estallan


dentro, pero sin acatar a la conducción. Así, emerge un gre-
mialismo asambleísta y difícil de conducir. El sindicato surgió
precisamente para derrotar la asamblea, para darle disciplina
a la protesta. No hay disciplina en el asambleísmo. (Ricardo
Roa, Clarín, 20-05-2005, destacado en el original)

8 La medición de la conflictividad laboral presenta múltiples problemas a partir de que


no existen registros oficiales estables sobre huelgas u otras formas de conflictividad.
Para un análisis de este serio problema en la investigación, véase Ghigliani, 2008.

284
Paula Varela

En el año 2006 la cantidad de conflictos disminuyó a partir del compro-


miso entablado por las conducciones sindicales con el gobierno nacional y las
empresas, pactando aumentos de alrededor de 19% en las negociaciones pari-
tarias. Sin embargo, esta relativa calma se ve interrumpida por conflictos de
los trabajadores precarizados. En abril de 2006, los “tercerizados” del petróleo
de Las Heras (Provincia de Santa Cruz), junto a los efectivos que reclamaban
contra el impuesto a las ganancias, protagonizan una revuelta local por el
encuadramiento sindical. El reclamo de los tercerizados consiste en pasar de
la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina-UOCRA, al
Sindicato Unidos Petroleros del Estado-SUPE. Al mismo tiempo en la ciudad
de Buenos Aires se movilizaban los inmigrantes bolivianos denunciando la
superexplotación en los talleres textiles que había cobrado la vida de 6 traba-
jadores bolivianos, 4 de ellos niños9. En el subte, los reclamos gremiales de los
tercerizados habían comenzado ya en 2005 y durante 2006, tomarán el cen-
tro de la escena. Por su parte, los trabajadores de la empresa Catering World
(contratista de limpieza en el Ferrocarril Metropolitano –ex Roca-) cortan
las vías para ser incorporados como ferroviarios bajo convenio de la Unión
Ferrioviaria-UF. Los ferroviarios agrupados en la lista de oposición a la di-
rección del sindicato nacional, realizan cortes de vía y bloqueos de boleterías
en solidaridad con los tercerizados. En el sector telefónico, los tercerizado de
Atento (call center parte del grupo Telefónica Argentina) comienzan a exigir
el pase al convenio de FOETRA, y más tarde, comienzan a organizarse los
denominados “contratas”, empresas de instalación y reparación de líneas te-
lefónicas que fueron tercerizadas en el proceso de privatización de ENTEL.

Los obreros de la industria

Este es el marco general en que, durante el mismo 2006 comienzan a


verse procesos de lucha y organización en el sector de los trabajadores in-
dustriales concentrados en el conurbano bonaerense10. A diferencia de los

9 Esta masacre fue producto del incendio de un taller textil en el barrio de Caballito en el
que los inmigrantes bolivianos estaban encerrados bajo llave en calidad de esclavos.
10 Se denomina “conurbano bonaerense” al Gran Buenos Aires, cuya Zona Norte cons-
tituye la mayor concentración fabril de la Argentina. Como afirma Pablo Ciccolella,

285
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

conflictos en los servicios, en la industria son de muy baja visibilidad social


y política debido a que suelen quedar encerrados en la propia planta fabril o,
en caso de un conflicto duro, impactar sólo a nivel del territorio local. Sólo
obtuvieron algún grado de visibilidad (zonal o nacional) aquellos conflictos
que incorporaron, dentro de sus medidas de protesta, el corte de ruta o de
autopista. Si hubo un hecho que pudo saltar el cerco de la invisibilidad en la
industria, fue –en 2005– el corte de Panamericana de los trabajadores de la
VW encuadrados en el SMATA. Así lo resumía Julio Godio

Los medios de comunicación coincidieron que el 7 de junio


se había producido en Argentina un hecho político-sindical
de importancia cuando unos 5.000 trabajadores ocupados
mecánicos, encolumnados en el poderoso sindicato SMATA,
cortaron la ruta Panamericana, a la altura de General Pache-
co (alrededores de la Capital Federal). Durante tres horas los
trabajadores industriales en conflicto de las empresas Ford,
Volkswagen y Daimer-Chrysler se unieron a las calles el con-
flicto que sostienen con esas empresas reclamando un salario
para la categoría básica de 1.970 pesos. (Godio, 2005)

A diferencia de los conflictos a los que nos estamos refiriendo, con su


centro en el lugar de trabajo, el corte del SMATA estaba dirigido directamente
desde la conducción nacional. Dos años más tarde, los trabajadores de Terra-
busi y los de FATE, también de la Zona Norte retomarían la herramienta del
corte para hacerse escuchar, aunque con mucha menos repercusión mediáti-
ca. En la zona oeste del conurbano, los obreros de The Value Brand Co. –ex
Jabón Federal–, en el corazón de La Matanza, comienzan en 2006 un fuerte
conflicto que dura más de 50 días con piquetes y carpa en la puerta de ingreso
a la planta, en defensa de la organización sindical de base y contra la dirección
del sindicato jabonero. Los petroleros de la empresa Pride en Rincón de los
Sauces (Neuquén) salen al paro por fuera de la dirección sindical. Los obreros

“En los años sesenta y principios de los setenta, cerca del 50% de las inversiones
industriales se concentraban en la RMBA [Región Metropolitana de Buenos Aires,
NdeA]; en los años ochenta esa proporción cayó abruptamente al 20% y en los noven-
ta supera el 55%” (Ciccolella, 1999: 5). Dentro de estos porcentajes correspondientes
al conjunto de la RMBA, la Zona Norte absorbe más del 50% del total

286
Paula Varela

de la UOCRA de Siderar en San Nicolás se movilizan y eligen nuevos delega-


dos. A su vez, comienzan los conflictos en la textil Pagoda y Fibracentro de
San Luis.
En 2007 un hecho modificó el escenario de las luchas de asalariados.

Si bien en los comienzos del 2007 las negociaciones parita-


rias parecían encaminarse en relativa “calma”, con la firma de
subas salariales en torno al “techo” del 15% planteado por el
gobierno, la situación política nacional resultó conmovida por
el asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba. (Castillo,
2007: 15)

El año comenzó con importantes huelgas de docentes en Salta, Neuquén


y Santa Cruz que en los dos últimos casos se transformaron en conflictos
políticos, provocando la renuncia del gobernador santacruceño (provincia
en la que Néstor Kirchner fue gobernador durante el menemismo hasta que
es elegido Presidente de la Nación), y con el repudio generalizado a Sobisch
en Neuquén por el asesinato del docente Fuentealba. Ante la envergadura del
conflicto, la Confederación de Trabajadores de la Educación de la Repúbli-
ca Argentina-Ctera (que agrupa a la mayor cantidad de docentes en el país),
llama al primer paro nacional docente bajo el kirhcnerismo. Algunas de las
luchas de la industria surgieron incentivadas por este clima. Los marineros de
la pesca en Puerto Deseado, que habían expulsado a la dirección del Sindicato
de Obreros Marítimos Unidos –SOMU-, de la delegación local ya en 2005,
salieron a una lucha dura con quema de galpones de las empresas. Los petro-
leros de la contratista Empasa de Caleta Olivia cortaron la ruta ante la llegada
de un contingente de militantes kirchneristas a un acto oficialista. En Mar
del Plata, los fileteros reclaman por condiciones de trabajo y se enfrentan a la
dirección del sindicato, llegando a tomar su sede (luego fueron reprimidos).
En Rosario, los trabajadores del Lavadero Industrial Virasoro comienzan una
lucha que implica despidos y la instalación de carpas frente a la planta. En
la fábrica de neumáticos FATE, en marzo de 2007 comienza un conflicto de
9 meses que culminará con la elección de un nuevo Cuerpo de Delegados y
una nueva dirección de la Seccional San Fernando del SUTNA, en manos del
activismo del conflicto.

287
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

Este año –2007– marcaría, sin embargo, el comienzo de un punto de


inflexión en las luchas por aumento salarial y/o condiciones de trabajo que
venían dándose de 2004 en adelante. El modelo de acumulación post devalua-
ción en Argentina comienza a mostrar sus primeros signos de agotamiento11.
Desde el punto de vista de los conflictos obreros, este cambio puede verse bá-
sicamente en dos fenómenos: el endurecimiento de los empresarios a la hora
de negociar, y en el papel de las direcciones sindicales ante el surgimiento de
sectores de activistas que no acatan a la conducción o incluso la enfrentan.
Caso emblemático de esto último es el del Casino Flotante de Buenos Aires
cuya Comisión Interna (opositora al SOMU) encabezó un muy duro conflicto,
en el que fueron reprimidos 6 veces por Prefectura y tuvieron que enfrentar,
además de a la patronal, el insólito caso de seis direcciones sindicales (cor-
respondiente a los seis sindicatos que operan en el casino) que se declararon
en contra de la huelga, y que, además de amenazas y amedrentamiento a los
activistas del conflicto, justificaron los despidos dejando a los trabajadores
sin ninguna cobertura gremial. Otros casos que expresan el cambio en la con-
flictividad laboral fueron el intento de desafuero del delegado de subte Néstor
Segovia y la ofensiva de la dirección de la Unión Tranviarios Automotor-UTA
contra al Cuerpo de Delegados del subte en su conjunto12; el ataque por parte
de una patota de la UTA a los delegados y activistas de la línea 60; el ataque de
una patota de la UOM a los obreros de la autopartista Dana Spicer (ex Eaton);
y la muy dura lucha de los obreros de Mafissa (ex Hilandería Olmos) en el

11 Véase los análisis de Claudio Lozano (2008), Eduardo Basualdo (2007) y Paula Bach
(2008) al respecto. Sintomáticamente, a inicios de 2007, el gobierno nacional, a tra-
vés del Secretario de Comercio, interviene el Instituto Nacional De Estadísticas y
Censos –INDEC–, que otorga las cifras oficiales de inflación, a partir de las cuales
el gobierno, los empresarios y la CGT acuerdan los topes salariales –y a partir de las
cuales se establecen los índices de pobreza e indigencia–.
12 Hacia fines de 2008 la dirección de la UTA organiza elecciones para Cuerpo de De-
legados que son denunciadas por sus irregulares por los delegados del subterráneo
ante el Ministerio de Trabajo. El Ministerio, sin embargo, falla a favor de la dirección
de la UTA. En la actualidad hay un Cuerpo de Delegados surgido de esa elección
que no es reconocido por la inmensa mayoría de los trabajadores; y otro Cuerpo de
Delegados “de hecho” constituido por los delegados desplazados. En febrero de 2009,
el Cuerpo de Delegados “de hecho” impulsó un plebiscito entre los trabajadores para
la conformación de un sindicato propio por fuera de la UTA. El resultado fue mayo-
ritariamente a favor.

288
Paula Varela

Gran La Plata que, luego de acampar frente a la planta en protesta por despi-
dos, tomaron la fábrica y fueron desalojados por un operativo policial de más
de 700 efectivos para una toma realizada por 18 obreros. Esto por mencionar
los casos más relevantes13.
Como hemos intentado mostrar a través de este breve recorrido por las
principales luchas de trabajadores ocupados, 2004 señala el año de un resur-
gimiento de luchas sindicales “desde abajo” que modificó sustancialmente el
escenario de la política gremial al interior de los lugares de trabajo. Más allá
de la especificidad de cada uno de estos procesos, tres son sus características
comunes. La primera es la aparición de una nueva generación de obreros jóve-
nes14 que son quienes encabezan esta recuperación de la militancia gremial en
los lugares de trabajo. Como señaló un miembro del Cuerpo de Delegados (no
reconocido por el sindicato) de Terrabusi, “jóvenes que se vuelven militantes
de sus derechos”. La segunda característica es el carácter opositor a las con-
ducciones sindicales a nivel nacional de estas nuevas organizaciones de base.
Y la tercera, la utilización de la asamblea de trabajadores como el ámbito de
toma de decisiones del colectivo obrero y la legitimación de la acción directa
como herramienta para la obtención de los reclamos. Al respecto, Celia Cota-
relo destaca lo siguiente,

...se observan dos rasgos que aparecen con renovada fuerza en


el período [2004-junio 2007, NdeA]: la realización creciente de
asambleas para la toma de decisiones en las luchas y una im-
portante parte de éstas organizada y encabezada por conduc-
ciones sindicales -comisiones internas, cuerpos de delegados,
seccionales de sindicatos y algunos sindicatos locales y federa-

13 El años 2008 se presentará, directamente, como el comienzo de un nuevo momen-


to en el que merman los reclamos salariales “por abajo”, hasta llegar –hacia fin de
año– a luchas contra despidos y suspensiones como el caso de Gestamp e Iveco en
Córdoba, ambas pertenecientes al sector automotriz, el primero en recibir los efectos
de la crisis económica internacional.
14 Dentro de la categoría de “obreros jóvenes” diferenciamos dos grupos, los que van de
“20 a 25 años” la mayoría de los cuales ingresaron al mercado de trabajo post 2002,
ya en el período de crecimiento económico y del empleo; y los que van de “25 a 35
años”, que ingresaron al mercado de trabajo durante la década del noventa, aunque
muchos de ellos recién post 2002 obtienen su primer trabajo “en blanco”.

289
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

ciones- que se plantean como alternativa y en oposición a las


conducciones de los sindicatos nacionales –tanto los que inte-
gran la CGT como la CTA-, desde una posición que reivindica
una tradición antiburocrática y clasista (Cotarelo, 2007: 5).

Por su parte, Meyer y Gutierrez también destacan el papel de la asam-


blea en su análisis de la recomposición subjetiva de la clase obrera actual,

Lo “nuevo” son las asambleas como un fenómeno extendido


(aún con los obstáculos que tiene lograr instituirlas en la in-
dustria, tanto por el mando autoritario de la patronal como por
la acción de la burocracia) [...] En todas estas experiencias, el
rasgo común es que sus fuerzas vienen de las bases, mediante
un extendido “movimiento obrero asambleario”, que impone la
presión de discutir con el conjunto de los trabajadores que están
peleando las decisiones claves”. (Meyer y Gutiérrez, 2005: 45).

Fábrica y territorio

Ahora bien, como señalamos al principio del artículo, nuestro interés


en el proceso de repolitización fabril está puesto, además de en el fenómeno
en sí mismo, en su inscripción en el proceso más general de recuperación de
prácticas políticas y organizativas “desde abajo”. Es decir, en su relación con
lo que ha sido el foco de interés reciente de la gran mayoría de investigaciones
sobre la politicidad de las clases subalternas en Argentina: las experiencias de
tipo territorial. Nos interesa esta relación porque consideramos que una de
las debilidades a nivel de las investigaciones académicas dominantes, ha sido
la disociación entre los estudios del denominado “mundo del trabajo” y los
estudios de las denominadas “nuevas formas de acción colectiva o protesta
social”15. Lo que se ha configurado en un obstáculo epistemológico a la hora

15 Como hemos señalado en otros trabajos –véase Varela, 2009–, este obstáculo epis-
temológico encuentra su origen en la adopción de la tesis del “fin de la sociedad
industrial”, a partir de la cual se consolidó una idea común a la multiplicidad de

290
Paula Varela

de analizar las experiencias de politización, tanto territoriales como fabriles,


del conjunto heterogéneo de trabajadores de nuestro país; y sus fortalezas y
debilidades en tanto procesos de resistencia o enfrentamiento con las clases
dominantes.
Cuando Antonio Gramsci señala que “la hegemonía nace de la fábrica”16,
en esa breve frase afirma dos cosas muy importantes. Por una parte, que sin
la dominación de clase en el espacio fabril –es decir, sin garantizar la explota-
ción–, no hay hegemonía de las clases dominantes. Por otra, que con la pura
dominación fabril, no alcanza, es decir, que no hay hegemonía sin dominaci-
ón territorial. Esta segunda parte de la afirmación de Gramsci –la de la im-
portancia del territorio y sus instituciones y prácticas para la construcción de
hegemonía–, ha llevado, en gran parte de los análisis, a olvidar y negar la pri-
mera parte, la de la necesariedad de dominación en el ámbito de la producci-
ón. Más aún, ha llevado a olvidar –y a negar– la relación entre la dominación
fabril y la dominación territorial. Por eso, volvemos a Gramsci, porque en esta
breve frase el teórico y revolucionario italiano está diferenciando la fábrica y
la extra fábrica, al tiempo que está estableciendo su indisociable relación.
Considerados territorio y fábrica, como espacios de la política de los tra-
bajadores y de la lucha de clases, queremos establecer los puntos de contacto
entre la politización fabril y la politización territorial que ocupó el centro de
la escena argentina de 2001 a 2003 ¿Qué tienen en común las experiencias de
organización de jóvenes obreros en las fábricas, con los desocupados de los
barrios asistencializados que se organizaron en los movimientos piqueteros?

La ilusión de lo social

La emergencia de los movimientos de desocupados a nivel territorial tuvo


una peculiaridad. Por un lado, señaló un momento de repolitización de las cla-
ses subalternas en la medida en que recuperó instancias de militancia, orga-
nización, acción colectiva e, incluso, acción directa (básicamente los cortes de

teorizaciones, la del fin del trabajo asalariado como relación social estructurante del
conjunto de relaciones sociales (y por ende, de sus antagonismos).
16 Véase “Americanismo y fordismo”, Gramsci 1984.

291
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

ruta). Por otro lado, toda esta recuperación de la política “desde abajo” fue en
el marco del mantenimiento de un profundo rechazo a la actividad política en
general, y la partidaria, en particular. En este sentido, constituyó una repoliti-
zación acotada a lo social, como instancia legitimada de la militancia, frente a
una militancia política identificada con la corrupción, el arribismo, el enrique-
cimiento personal y en los barrios, fundamentalmente, el clientelismo político.
Daniel Bensaid denominó este proceso más general a nivel internacio-
nal como “ilusión social”.

Este repliegue de la cuestión política pudo traducirse en lo que


podríamos llamar simplificando una “ilusión social” (por si-
metría con “la ilusión política” denunciada por el joven Marx
en aquellos que creían ver en las emancipaciones “políticas”
–los derechos cívicos- la última palabra de “la emancipación
humana”). Hasta cierto punto, la experiencia inicial de los
Foros sociales desde Seattle (1999) y el primer Porto Alegre
(2001) refleja esta ilusión en cuanto a la autosuficiencia de
los movimientos sociales y al rechazo de la cuestión política,
como consecuencia de toda una primera fase de ascenso de las
luchas sociales a finales de los años 90. (Bensaid, 2006:1).

¿Qué ilusión encierra la “ilusión de lo social”? Bensaid elabora una suer-


te de categorización estableciendo tres vertientes de esta ilusión.

Es lo que llamo (simplificando) el “momento utópico” de los


movimientos sociales, ilustrado por distintas variantes: uto-
pías liberales (de un liberalismo bien regulado), keynesianas
(de un keynesianismo europeo), y sobre todo utopías neo
libertarias de poder cambiar el mundo sin tomar el poder o
contentándose con un sistema equilibrado de contrapoderes
(J. Holloway, T. Negri, R. Day). (Bensaid, 2006: 1).

Podríamos decir que en Argentina de 2001 encontramos dos de estas


vertientes17. Sin lugar a dudas, la que más fuerza cobró fue la “neo-libertaria”

17 En nuestro país, la vertiente de “utopías liberales”, encarnada por ejemplo en las

292
Paula Varela

de la mano de los movimientos de desocupados de tradición autonomista (los


Movimientos de Trabajadores Desocupados MTD), y también de algunas ex-
presiones académicas. La segunda, es la “utopía keynesiana” que aquí, de 2003
en adelante, se volvió “utopía kirchnerista”. La mejor expresión de esta vertien-
te son los movimientos territoriales encuadrados en la CTA, especialmente la
Federación de Tierra y Vivienda-FTV dirigida por Luis D´Elía. Lejos de la ne-
gación del Estado o del trabajo asalariado como horizonte de aspiración de los
“excluidos”, los movimientos piqueteros encuadrados en la CTA sostuvieron la
“emancipación” de la situación de marginación en un retorno a la “inclusión
salarial” perdida en la década del noventa. De allí que su alineación con el go-
bierno nacional y el discurso del retorno del trabajo, haya sido inmediata18.
Ahora bien, si esta “ilusión de lo social” fue una característica central de
la repolitización territorial, la pregunta que nos hicimos ante el surgimiento
de la nueva militancia gremial de base de fábrica, fue en qué medida esta
repolitización fabril mantenía esta ilusión, o si, por el contrario, rompía el
carácter “antipolítico” de las nuevas experiencias militantes; es decir, rompía
su momento utópico.
Nuestra respuesta –siempre provisoria– es que las nuevas experiencias
de repolitización fabril, que son de vital importancia tanto política como te-
órica, conservan este rasgo de “ilusión de lo social” bajo una forma sindical,
en la medida en que mantienen, hasta el momento, un fuerte componente
“antipolítico” en términos de lo que Bensaid llama el rechazo a la cuestión
política. Esto se expresa en tres dimensiones.
En primer lugar, en la apreciación que los propios trabajadores hacen
de su práctica19. Si bien, a los ojos de los obreros jóvenes que conforman esta

ONGs como “organismos de control” surgidos de la “sociedad civil”, a diferencia de


otros países de latinoamérica como Chile, nunca cobró peso.
18 En la actualidad, y con las divisiones internas que produjo el kirchnerismo al interior
de la CTA, la FTV ha quedado fuertemente ligada al gobierno nacional a través de
D`Elía, pero Barrios de Pie se ha alejado del gobierno nacional en 2008, en el mo-
mento en que el kirchnerismo apoyó al ex militar “carapintada” Aldo Rico en San
Miguel, al noroeste del conurbano bonaerense.
19 Lo que la antropología denomina la visión “nativa”. Nos basamos, para esta afirmaci-
ón en dos fuentes. La primera, la Encuesta Obrera que realizamos entre 2004 y 2007.
De conjunto, la investigación ha abarcado nueve estructuras de trabajadores, 2 de la

293
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

militancia gremial de base, ha cobrado legitimidad20 “el organizarse” y “el


luchar” –lo cual implica, de hecho, la legitimación de formas de la política–,
no sucede lo mismo con “el hacer política”. El “hacer política”21 continua aso-
ciado a una actividad que no es reivindicable en sí misma sino que permane-
ce, aún, colonizada por parte de los “políticos profesionales” y las prácticas
clientelares, corruptas o en beneficio de intereses individuales; o bien, todo
eso junto. Existe un extrañamiento respecto del ejercicio de la política, aún
para aquellos que la practican en el ámbito gremial. Este factor subjetivo es
importante al momento de analizar las características del proceso de politiza-
ción fabril porque constituye una dimensión de esa politización, la que refiere
a la conciencia que manifiestan los trabajadores respecto de lo que hacen y lo
que quieren hacer. Esta conciencia no es inmutable, por el contrario, cambia,
se modifica, se transforma, configurándose en la experiencia –mediata e in-
mediata– de las derrotas y los triunfos, y en la inscripción de esa experiencia
en tradiciones y programas políticos en disputa.

Ciudad de Buenos Aires y 7 de la provincia de Buenos Aires, que engloban en total


a unos 12.000 trabajadores, de los cuáles fueron encuestados unos 1000 aproxima-
damente. En todas ellas se aplicó un cuestionario común a una muestra represen-
tativa de trabajadores, teniendo en cuenta las especificidades de cada sector para la
construcción de la muestra. Para otros análisis basados en esta investigación véase
Castillo, C. et al. (2007).; Varela, P. (2007), Meyer, L. (2007); Colllado, A. y Feijoo, C.
(2007); Patalani, S. et al (2006); Patalani, S. et al (2005).La segunda fuente la cons-
tituyen entrevistas en profundidad realizadas a distintos dirigentes fabriles jóvenes
(véase, Collado y Varela 2008) y el trabajo de campo de tipo etnográfico realizado en
el caso de la fábrica FATE entre 2005 y 2008 (Varela, 2009).
20 Como hemos mencionado antes esta legitimación está relacionada con una fuerte
renovación generacional y, en el marco de crecimiento económico y legitimación
“desde arriba”, con el aumento de expectativas entre los trabajadores.
21 En el trabajo de campo que realizamos entre 2002 y 2003 en las zonas sur y oeste
del conurbano bonaerense, la constante en las entrevistas a miembros activos de las
organizaciones piqueteras, era la aclaración acerca de que “ellos no hacían política”.
Sólo en el pequeño sector dirigente (la gran mayoría de los cuales provenían de ex-
periencias militantes sociales y partidarias), la reivindicación de la política era un
discurso habitual. En el caso de entrevistas a trabajadores ocupados, como en FATE,
la participación en el proceso de organización del nuevo Cuerpo de Delegados y en el
proceso de lucha, aparecía, en la gran mayoría de activistas, como un hecho “extraor-
dinario” en sus vidas, forzado por el carácter “límite” de la situación en la fábrica.

294
Paula Varela

La segunda dimensión es, justamente, la relativa a las demandas y progra-


mas que se presentan como centrales en este proceso de repolitización fabril. Si
bien, cada lucha y proceso de organización de los desarrollados de 2004 en ade-
lante, presenta sus particularidades, hay dos reclamos que motorizaron la reac-
tivación sindical “desde abajo”: aumento salarial, en primer lugar, y condiciones
de trabajo, en segundo. En el marco de estos reclamos como tendencia general,
emergió otro objetivo de lucha que no se generalizó –sino que quedó confinado
casi exclusivamente a casos particulares en el sector de los servicios22–, pero
que tomaremos como ejemplo para pensar el proceso desde el punto de vista de
los fines: el pase a planta permanente y pase a convenio de los trabajadores pre-
carizados o de las llamadas “tercerizadas”. Este reclamo tiene la peculiaridad
de disparar contra uno de los principales mecanismos de disciplinamiento y
abaratamiento de la fuerza de trabajo en la década del ‘90: la división entre efec-
tivos y contratados, o lo que hemos denominado, la división entre “trabajadores
de primera” y “trabajadores de segunda”. Es decir, dispara contra una política
“de Estado” de las clases dominantes en su conjunto, política que forma parte
del núcleo duro de las contrarreformas neoliberales de los 90. En este sentido, el
reclamo de efectivización y pase a convenio –aún cuando se presenta como una
demanda en el ámbito del lugar de trabajo–, cambia el horizonte de la política
gremial e instala, potencialmente, la disputa política en el terreno estatal en la
medida en que la división entre efectivos y contratados ha sido legitimada y
legalizada como política de Estado a través de las leyes de flexibilización labo-
ral que rigen las relaciones laborales en nuestro país. Proyecta, en definitiva, la
disputa en un terreno en el que lo que se enfrentan son intereses de clase, ya no
a nivel del lugar de trabajo, sino a nivel del conjunto social. Como dijimos, este
reclamo por la efectivización y/o pase a convenio, no ha sido una característica

22 Como hemos dicho más arriba, ese reclamo estuvo presente entre los trabajadores
del subterráneo, los telefónicos y trabajadores del ferrocarril Metropolitano. Sólo en
los casos (subterráneo y ferrocarril) en que el reclamo nacido de los contratados, fue
incorporado como parte de la “agenda gremial” de los efectivos, el resultado fue la
efectivización y pase de convenio. En el caso de los trabajadores telefónicos, el resul-
tado fue más desparejo.

295
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

central23 de este proceso de repolitización gremial, menos aún en la industria24.


Pero, como ejemplo marginal que no se desarrolló, sirve para pensar los hori-
zontes de esta politización.
Una tercera dimensión25, es la referida al tipo de organización. El debate
acerca de la relación entre lo social y lo político a nivel organizacional, ha esta-
do centrada, generalmente, en la relación entre la forma sindicato y la forma
partido. Si bien consideramos que abordar esa relación es fundamental, no lo
tomaremos aquí, porque queremos resaltar que el “rechazo de la cuestión polí-
tica” del que estamos hablando no se reduce al antipartidismo –únicamente–,
sino que hunde sus raíces en el desdibujamiento del colectivo de trabajadores

23 Un caso en que el programa proyecta la política de base por fuera de los marcos de la
fábrica y de lo estrictamente gremial, es la definición por parte de la asamblea obrera
de la fábrica Zanon, de destinar mensualmente un porcentaje de la producción de
cerámicos, a los barrios populares o asentamientos de la zona. Con esta política, los
obreros de Zanon “capturan” un problema social como parte de su programa de fá-
brica. Otro caso, que aunque no se materializó en términos prácticos, implicaba una
dinámica similar fue lo que se denominó “campaña por las 6hs”, impulsada por el CD
de subte como fórmula para la reducción de la jornada laboral. Asimismo, el paro de
30 minutos del CD del subte en solidaridad con los aeronaúticos de LAFSA (ahora
LAN), constituyó, en esa práctica concreta, un “programa” cuyo eje estaba situado en
la solidaridad de clase más allá de la reivindicación sindical.
24 En la fábrica Terrabusi, cuya Comisión Interna es opositora a la dirección del sindicato,
se desarrolló una lucha en la que los operarios efectivos apoyaron el reclamo de los con-
tratados contra los despidos. Si bien, en dicha oportunidad lograron que los contratados
fueran efectivizados, fue un caso extraordinario que no volvió a repetirse en la planta.
25 A este respecto es importante señalar que el intento de rejerarquizar o revalorizar la
militancia política y político-partidaria ha comenzado a observarse, no como ten-
dencia general en las nuevas organizaciones de base de los trabajadores, sino por el
contrario, como apelación cada vez más frecuente “desde arriba”. El conflicto entre
las patronales del campo y el gobierno nacional ha abierto la puerta a un intento de
legitimación de la disputa entre programas políticos que compiten por el poder del
Estado. Esto se ha expresado en el llamado manifiesto, tanto de un lado como del
otro, a que “los jóvenes se involucren en política”. El advenimiento de la crisis inter-
nacional y la consolidación de la división entre el gobierno y el bloque de la oposición
sojera, ha profundizado esta tendencia “desde arriba”.

296
Paula Varela

como “sujeto peligroso”26 a nivel político27. La repolitización fabril expresa una


cierta reconfiguración de la peligrosidad de los trabajadores a nivel del lugar
de trabajo, de su fuerza colectiva en el ámbito fabril (que es justamente lo que
permite hablar de repolitización). Pero la búsqueda de la proyección de esa peli-
grosidad por fuera del lugar de trabajo, o la configuración del colectivo de clase
como sujeto que disputa proyectos políticos a nivel del conjunto de la sociedad,
no ha sido un rasgo del proceso hasta el momento. A nivel de las formas de
la organización que se dan estos nuevos sectores de trabajadores, la tendencia
general ha sido a la organización de base en el lugar de trabajo sin traspasar
esa frontera. Una excepción la presentaron los obreros de la fábrica Zanón bajo
gestión obrera, entre los años 2002-2003, con la conformación de lo que se llamó
la Coordinadora del Alto Valle que nucleaba al Movimiento de Trabajadores De-
socupados –MTD– de Neuquén, delegados opositores de la rama salud de ATE-
CTA, delegados docentes de distintas localidades de la provincia, organismos
de DDHH y centros de estudiantes locales. Esta experiencia que, durante el poco
más de un año de duración operó como aglutinador de dichas organizaciones
de base de la región, no se extendió como tendencia general.28.
En conclusión, la reactivación de la militancia gremial de base de 2004
en adelante se presenta como un proceso que combina, aspectos de recupe-

26 Antonio Gramsci en su análisis de “los diversos momentos de la conciencia política


colectiva”, establece una relación triádica entre conciencia, horizonte de la acción
política (o lo que él llama “fines”) y forma organizativa. En esta clave define tres
momentos que van de lo que denomina “económico-corporativo” a lo estrictamente
“político”. Sin ninguna concepción de compartimentos estancos ni de una evolución
lineal y por etapas entre un momento y otro, es interesante tomar esta tríada para
pensar hoy la politización de los trabajadores asalariados. Véase “Análisis de las situ-
aciones. Correlaciones de fuerza” en Cuadernos de la Cárcel, Gramsci, 1986.
27 Consideramos que una de las grandes derrotas que infringió el genocidio de clase en
Argentina ha sido borrar del horizonte de los trabajadores su tradición de “sujeto pe-
ligroso” en nuestro país. La recomposición de prácticas políticas de la que trata este
trabajo no ha revertido aún esa marca de la dictadura, pero presenta la posibilidad
política de hacerlo, y la necesidad teórica de pensarlo.
28 El CD de subterráneos impulsó la formación de lo que se llamó el Movimiento Inter-
sindical Clasista (MIC) que se constituyó más como un agrupamiento de corrientes
sindicales y/o políticas, que como un organismo de agrupamiento y/o coordinación de
organismos de base de trabajadores (Cuerpos de Delegados o Comisiones Internas).

297
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

ración de la política – como indicador de una ruptura con lo “viejo”–, con as-
pectos de continuidad del rechazo de la cuestión política que se consolidó en
los 90. En tal sentido, este proceso forma parte de lo que podemos denominar
un ciclo de repolitización parcial del conjunto de las clases subalternas, ciclo
que se despliega a partir de la crisis de 200129 (aunque tiene su comienzo en
forma fragmentaria en la segunda mitad de los noventa en las puebladas y
surgimiento de organizaciones piqueteras en el interior del país).

Un ciclo, dos momentos, una dinámica

En primer lugar, hablar de repolitización implica señalar un punto de


inflexión del ciclo de despolitización que se consolida en la hiperinflación de
1989 y se estabiliza en 1991. Hablamos de consolidación y no de comienzo de
este ciclo de despolitización en la década del noventa, en la medida en que tiene
su inicio en el golpe de estado de 1976 y la derrota física, política e ideológica
que significó la desaparición de miles de militantes y activistas, la mitad de los
cuales eran trabajadores industriales. Este ciclo de despolitización30 se encarnó,

29 Denis Merklen (2005) plantea una periodización de la nueva politicidad de las clases
populares que va desde 1983 hasta 2003. Consideramos que esta periodización pre-
senta algunas dificultades. En primer lugar, toma como punto de inflexión el retorno
de los gobiernos constitucionales. Si bien este hecho es de innegable importancia
para el ejercicio de la política (por ejemplo para la legalidad de los partidos políti-
cos), no presenta por sí solo una reversión del proceso comenzado con la dictadura
militar. Por el contrario, la politicidad que se manifiesta a partir de 1983 tiene el sello
de la derrota que significó de dictadura militar para el conjunto de las clases subal-
ternas, y no el sello de su reversión. En segundo lugar, al abarcar desde 1983 hasta
el 2003 como un solo período, desconoce la importancia de las jornadas de 2001 en
Argentina y lo que éstas implicaron para la politicidad de los sectores populares. Por
último, es llamativo que el fin del período sea el año 2003, y que Merklen no refiera
a los procesos de organización dentro de los lugares de trabajo que comenzaron a
hacerse visibles en 2004, como el caso de subte –por poner el ejemplo más renom-
brado–. Consideramos que esta ausencia en su periodización responde al obstáculo
epistemológico de disociación entre barrio y fábrica.
30 Vale aclarar, a los efectos de evitar falsas antinomias, que señalar un ciclo de despoli-
tización no significa, de ningún modo, negar resistencias atomizadas o lo que podría
denominarse “microrresistencias fragmentarias” tanto en los barrios como en las fá-

298
Paula Varela

durante la década del 90, en las “fábricas tumba” a nivel fabril y en los barrios
asistencializados o “instituciones totales de la miseria” (Grimson, 2003) a nivel
de los barrios de desocupados. Tomamos estas dos imágenes (“fábricas tumba”
e “instituciones totales de la miseria”) como expresión de los dos extremos com-
plementarios de un mismo proceso de despolitización que abarca al conjunto
heterogéneo de trabajadores en Argentina (aquellos que mantuvieron su empleo
en las fábricas y aquellos que quedaron desocupados).
La crisis de 200131 marcó una ruptura con este ciclo de despolitización, y
el comienzo del actual ciclo de recuperación parcial de la política “desde abajo”.
Este nuevo ciclo presenta dos momentos y una dinámica. Un primer momento
que transcurre desde de 2001 hasta 2003, y que denominaremos el momento
territorial de lo social, en el que la repolitización se expresó, fundamentalmen-
te, en el surgimiento y expansión de las organizaciones piqueteras32. Las fábri-
cas recuperadas, que también fueron parte de este primer momento, si bien no
constituyen un proceso de características territoriales, tampoco constituyeron
un proceso fabril generalizado aunque, en algunos casos, logró adquirir centra-
lidad política regional, como el caso de Zanon en la provincia de Neuquén.
El segundo momento de este ciclo de repolitización comienza en 2004
con la emergencia de las luchas de los trabajadores asalariados y constituye lo
que denominamos su momento sindical.

bricas. Sin embargo, la existencia de estos fenómenos aislados, no puede inducir al


error de considerar, bajo la idea de que “todo es política”, que lo que ha habido es una
mutación en la forma del ejercicio de la política de las clases subalternas. A nuestro
juicio, efectivamente ha habido un cambio en el ejercicio de la política de las clases
subalternas y su más clara expresión es la reducción de la política a la política clien-
telar. Pero la política clientelar expresa, justamente, el proceso de despolitización, en
la medida en que naturaliza el confinamiento de las clases populares a una política
de la subordinación.
31 Estamos tomando la crisis de 2001 en clave de procesos de politización y despoliti-
zación. Tomándola en su conjunto, el 2001 combina una crisis ecónomica de agota-
miento del modelo de acumulación de los ´90 y una crisis del régimen político (tanto
en lo que hace a las instituciones de la democracia constitucional, como al sistema
de partidos políticos), lo que configura, en términos de Gramsci, una crisis orgánica.
Véase, Gramsci 1984.
32 Proceso que confluyó, en los centros urbanos (particularmente la Ciudad de Buenos
Aires) con las denominadas asambleas populares o barriales.

299
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

Este movimiento que comienza en el territorio, por los trabajadores


desocupados, y emerge, luego, en los lugares de trabajo con la salida de los
asalariados, es lo que nos permite hablar de una dinámica del ciclo de repo-
litización que va del barrio a la fábrica. Dinámica que no fue lineal sino que
implicó una discordancia en los tiempos en cuanto que el primer momento de
repolitización fue disparado y expandido por la crisis de 2001, lo cual explica
algunos rasgos de radicalidad del proceso como la toma de las calles por los
piquetes (incluso con enfrentamientos con la policía, como el 26 de junio de
2002) o la toma de fábricas y resistencia a desalojos violentos como el caso de
Brukman en el barrio de Once. El segundo momento, por su parte, se inicia
con los comienzos de lo que será el proceso de cierre de la crisis de 2001, basa-
do en la recomposición la economía y del régimen político. Este contexto mar-
ca también un carácter de menor radicalidad en las medidas, y de emergencia
de tipo molecular (no masivo) de la repolitización fabril “desde abajo”.

Rasgos del ciclo de repolitización

Analizar el surgimiento de la repolitización fabril como parte de un


mismo proceso de recuperación parcial de la política del conjunto heterogé-
neo de trabajadores, permite establecer los rasgos comunes entre el momento
territorial y el momento sindical ¿Cuáles son los puntos de contacto entre el
momento territorial y el sindical?
En primer lugar, lo primero que salta a la vista es la recuperación de la
acción directa como herramienta de lucha. Tanto en el caso de los trabajado-
res desocupados, como de los asalariados, las medidas como los piquetes y los
paros, han introducido en el escenario nacional lo que podríamos denominar
la “dignidad de luchar”. Por supuesto, que la radicalidad de estas medidas de
acción directa dependen de un conjunto de factores que hacen a cada lucha
específica. Pero esta legitimación de la acción directa es, sin lugar a dudas, un
rasgo del ciclo en su conjunto. De hecho, la legitimación de la acción directa
puede verse más allá de los sectores de trabajadores (ocupados y desocupados)

300
Paula Varela

en las expresiones de protesta como los cortes de puente y ruta en la provincia


de Entre Ríos en rechazo de la instalación de la papelera Botnia33.
El segundo rasgo que encontramos en común entre el momento terri-
torial y el sindical, es la tendencia a la organización asamblearia. Como fuera
señalado por Maristella Svampa y Sebastián Pereyra (2003) en su análisis de
los movimientos piqueteros, el “asambleísmo” fue una marca de estas organi-
zaciones. Más aún, no sólo de las organizaciones piqueteras sino del conjun-
to de procesos que conformaron el primer momento de la repolitización: las
asambleas populares y también las fábricas recuperadas. En cada una de estas
experiencias, la asamblea, como el organismo de toma de decisiones, pero
también de intercambio de posiciones políticas fue una marca del conjunto y
una reivindicación de la democracia directa. En el caso del momento sindical,
como hemos dicho, también aparece este elemento. Si tomamos el ejemplo
de la fábrica de neumáticos FATE, la asamblea de trabajadores se transformó
en el lugar de la política fabril y operó, de hecho, como el germen de una
nueva dirección gremial de fábrica hasta el momento de las elecciones de
Cuerpo de Delegados y de la Seccional. El asambleísmo de estas experiencias
está estrechamente ligado a la necesidad de la toma de decisiones en mitad de
un proceso de lucha determinado, y constituye, de hecho, una contrapartida
al carácter clientelar, personalizado, individualizante, de la dominación del
Estado en los barrios; y al carácter también cllientelar, personalizado e in-
dividualizante, de las direcciones sindicales burocratizadas como parte del
entramado de la dominación fabril.
Si miramos estos dos primeros rasgos (acción directa y asambleísmo),
ambos constituyen una recuperación del carácter colectivo de la acción y, en
cierta medida, una primera respuesta (aún defensiva) “desde abajo”, a las es-
trategias de individuación y desmovilización, “desde arriba”.
El tercer rasgo común a este ciclo de repolitización en su conjunto es
la presencia de militantes de la izquierda política y social en los procesos de
reorganización territorial y fabril. La importancia de esta presencia militante
es destacada por Svampa y Pereyra (2003), y también por Alejandro Grimson

33 Paradójicamente, esta relegitimación de la acción directa fue utilizada por las clases
dominantes del sector agropecuario para realizar el lock out patronal en el denomi-
nado “conflicto del campo” de marzo a junio de 2008.

301
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

(2003) en su análisis de las organizaciones piqueteras34. En el caso de las re-


cientes experiencias sindicales, si tomamos el desarrollo de lo que la prensa
denominó “sindicalismo de base”35, encontramos que tanto en el sector de
los servicios (con el Cuerpo de Delegados del subte como referente), como en
sectores estatales, o en el fabril, el rol que juegan los militantes de la izquierda
política y social es significativo a la hora de analizar los procesos de recupera-
ción de comisiones internas o cuerpos de delegados. Esta presencia militante
tiene, a nuestro juicio, una doble explicación y efecto. Por un lado, la debilidad
del vínculo clientelar, tanto en el barrio como en la fábrica, que abre espacios
al surgimiento de dirigentes territoriales y sindicales de izquierda. Dicho de
otro modo, la clientelización de la política peronista36, y la inestabilidad de la
autoridad que esta clientelilzación provoca, ha ampliado las brechas por las
que emergen militantes de partidos u organizaciones de izquierda, o ex mili-
tantes y dirigentes de la izquierda social de la década del `80.
Por otro lado, y de vital importancia para nuestra reflexión, la impor-
tancia que asumen los militantes de la izquierda política y social se explica
por su carácter de “portadores” de una tradición política en la que inscribir los
procesos de repolitización. En su análisis del caso de Zanón, Aizicson dice

En esto residió el accionar del activismo de izquierdas y su rol


en la direccionalidad de este conflicto: dotar de sentido polí-
tico al proceso, inscribirlo en la tradición del pensamiento y
la praxis de izquierdas (el control obrero, el clasismo, la lucha
política) y reactualizar (proponiéndoselo, o no) aquellas expe-

34 Aizicson (2007), Rebón (2007) y Meyer y Chávez (2008) también destacan este punto
en su análisis de la experiencia de Zanon bajo gestión obrera.
35 A partir de la huelga de 4 días llevada adelante por el Cuerpo de Delegados del Sub-
terráneo de Buenos Aires y del surgimiento de otros sectores (en los servicios) que
realizaban medidas de fuerza por fuera de las direcciones sindicales a nivel nacional,
la prensa escrita comenzó a hablar de “sindicalismo de base” para designar el nuevo
fenómeno.
36 Hablamos de clientelización peronista, no porque consideremos que no ha sufrido
el mismo proceso la política referenciada en el radicalismo, sino porque nos concen-
tramos en el partido que ha sido, históricamente, la referenciación política de la gran
mayoría de trabajadores en nuestro país; es decir, el peronismo.

302
Paula Varela

riencias, formatos y teorizaciones no tan lejanos que comenta-


mos al comienzo. (Aziczon, 2006).

Efectivamente, si este ciclo de repolitización parcial –que comienza en


el territorio y continúa en la fábrica–, es una recuperación (aún inicial) de la
acción colectiva y la organización “desde abajo”, la importancia que cobran
los militantes de izquierda reside en que, en el marco del rechazo de la cues-
tión política que persiste como fondo dominante en el que se imbrican los
nuevos procesos, son ellos los que tienen la posibilidad y el capital político
para inscribir esa experiencia colectiva– y la constitución de ese colectivo que
no está predefinido en términos subjetivos37– en una tradición alternativa y
opuesta, al apoliticismo peronista. Como dice Aizicson, la no tan lejana tradi-
ción de las izquierdas clasistas.

La discordancia de los tiempos

Ahora bien, este ciclo de repolitización presenta una particularidad que


nos lleva a un cuarto rasgo del proceso en su conjunto: la discordancia de
los tiempos entre el momento territorial y el momento sindical. Como hemos
anticipado más arriba, la repolitización territorial, con antecedentes hacia
fines de los noventa, se despliega como parte de la crisis orgánica de 2001.
En el momento en que el movimiento piquetero alcanza su mayor presencia
social y política (y se instituye, de hecho, en referencia de sectores más allá de
los trabajadores desocupados, como sectores de las clases medias urbanas a
través del “piquete y cacerola, la lucha es una sola”), en el espacio fabril trans-
curría el cenit de lo que hemos denominado la “fábrica tumba”. Mientras los
barrios y las calles, se repolitizaban para los desocupados, las fábricas marca-
ban el pulso más alto de despolitización. La fábrica tumba la hemos definido,
básicamente, por un doble mecanismo de disciplinamiento: la erradicación
de la organización interna (o su transformación en punteros fabriles), a ni-
vel intra fábrica; y la desocupación masiva como mecanismo aterrorizador, a

37 Creemos, con Gramsci, que la constitución subjetiva de clase es el resultado de un


proceso de lucha de clases que depende de la relación de fuerzas entre las clases
antagónicas.

303
nivel extra fábrica. Pues bien, el año 2002 mostraba los más altos índices de
desocupación de la historia de nuestro país, y la sedimentación en el tiempo
(con altos grados de eficacia) de la desindicalización de los lugares de trabajo.
La politización territorial se encontró, objetivamente, con una fuerte frontera
entre la fábrica y el barrio; y subjetivamente, sin una estrategia política por
parte de las organizaciones de desocupados, para perforar esas fronteras38.
A su vez, cuando en 2004 comienza la repolitización en los lugares de
trabajo, alentada por el crecimiento del empleo y por la política gubernamen-
tal-sindical, la crisis en Argentina había comenzado a cerrarse sobre la base
de la devaluación y el proceso de reconstitución de las instituciones del régi-
men política (principalmente la presidencial), y tuvo como política expresa
sacar a los piqueteros de la calle a través del doble movimiento de cooptación
y criminalización. Por su parte, los organismos sindicales de base que co-
menzaron a gestarse no tuvieron una política activa hacia el movimiento de
desocupados, a excepción de algunos casos aislados como la política de la Lis-
ta Bordó del ex ferrocarril Roca, que realizó medidas conjuntas con organiza-
ciones piqueteras de la zona sur, a través de lo cual, lograron la incorporación
de desocupados al plantel del ferrocarril.
Es en este sentido que hablamos de discordancia de los tiempos, como el
desfazaje entre un momento y otro de la repolitización. Pero esta discordancia
no habla sólo de las temporalidades del proceso en sí mismo, sino también de
un efecto de consolidación de la semblanza de división absoluta entre el ter-
ritorio y la fábrica, entre desocupados (devenidos “excluídos”) y trabajadores
ocupados. Si el ciclo de despolitización (el neoliberalismo) instaló como senti-
do común una fuerte frontera entre ocupados y desocupados, la discordancia
de los tiempos en el proceso de repolitización, reforzó esa frontera, al tiempo
que mostró su naturalización, incluso en sectores de la izquierda militante
que dicotomizaron su práctica sindical de la territorial.
Esto es lo que constituye el cuarto rasgo de este ciclo de repolitización:
su confinamiento, en tiempos discordantes, al barrio y a la fábrica como ter-
ritorios dicotomizados39; es decir, como terrenos corporativizados. Un rasgo

38 La consigna de “trabajo genuino” que fue fuerte en las primeras expresiones piquete-
ras en el interior del país, como Cutral-Co, en las expresiones generalizadas en 2001,
se transformó más en una consigna en el papel, que una búsqueda en la acción.
39 Esta dicotomía tuvo su expresión y fue, a su vez, reforzada por la producción do-
Paula Varela

común en este proceso de polítización ha sido el de quedar circunscripto al


territorio (en el primer momento), o a la fábrica (en el segundo), sin poder
cruzar la frontera entre un ámbito y el otro, como espacios de politización y
de lucha de los trabajadores en su conjunto.
Este cuarto rasgo resulta central a la hora de preguntarse por la poten-
cialidad de este proceso de recuperación parcial de la política “desde abajo”.
Del mismo modo que no es posible comprender la hegemonía de las clases
dominantes sin el análisis del ejercicio de la dominación de clase en la fábrica
y en el territorio; no es posible, tampoco, concebir (teórica y políticamente) la
pontencialidad hegemónica de las clases subalternas, disociando el ámbito
de la producción del de la reproducción. De hecho, esta relación entre fábrica
y territorio en el ejercicio de la hegemonía de las clases dominantes está pre-
sente en el proceso que hemos denominado de “despolitización” de la década
del noventa: clientelismo barrial, en el ámbito de la reproducción, y “fábrica
tumba”, en el de la producción. El peronismo clientelizado ha sido expresión
de dicha hegemonía territorial y fabril.
Vale aquí una salvedad, afirmar que la tendencia dominante en ambos
momentos de la politización (el territorial y el sindical) ha sido la imposibili-
dad de perforar la frontera entre fábrica y territorio, no significa, de ningún
modo, que no haya habido destellos de grietas en dichas fronteras. Cuando
el movimiento piquetero se apropia de las rutas, se apropia de un espacio de
transición entre el barrio y la fábrica. Cuando los obreros de FATE cortan
la Panamericana, instalan temporariamente su politicidad en el territorio.
Cuando, por poner un caso emblemático de 2004 en adelante, los trabajado-
res del subterráneo paralizan los subtes, trascienden las fronteras de su lugar
de trabajo y se entrometen en la vida de la metrópoli con su impronta política.
Estos casos, muestran perforaciones esporádicas de las fronteras a través de
la acción (de hecho, la acción directa). Lo que no hemos visto (aún) es esa
perforación como propósito, como política, de las nuevas organizaciones de
trabajadores (ocupados o desocupados).

minante en ciencias sociales que disoció el “mundo del trabajo” y los fenómenos de
protesta y acción colectiva.

305
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

Un rastro en la historia

En la historia obrera del conurbano bonaerense hay un proceso especial-


mente significativo desde el punto de vista de las preguntas que recorren este
trabajo: la conformación de lo que se llamó la coordinadoras interfabriles, en
197540. Estas coordinadoras, surgidas de las comisiones internas y cuerpos de
delegados de base en las fábricas de la zona41, constituyó un organismo que
intentó un puente entre el proceso de politización de tipo sindical al interior
de los lugares de trabajo42, con la politización a nivel nacional que se había
desplegado con la crisis del peronismo en el gobierno, tras la muerte de Perón
y el fracaso del Pacto Social. En cierta medida, esta forma organizacional de
base y con método de democracia directa, vinculó el proceso fabril con el ex-
tra fabril, lo que se manifestó en el papel de las coordinadoras en las jornadas
de protesta que se conocieron con el nombre de Rodrigazo y que constituye-
ron la primera huelga general a un gobierno peronista.

Las coordinadoras fueron un fenómeno inédito en la produc-


ción social y política de la clase obrera argentina en la segunda
mitad del siglo XX. Operaron, hasta cierto punto, un intento de
reorganización de las fuerzas obreras que trascendía el marco
sindical y la lucha económica, convirtiendo las organizaciones
de base tradicionales del movimiento obrero (las comisiones
internas) en consejos y comités de fábrica, en el sentido que el
marxismo revolucionario del primer cuarto de siglo ha dado
a estas denominaciones. Organizando e impulsando la lucha
salarial por los convenios y las reivindicaciones obreras más

40 En la década del setenta hubieron otras expresiones de organización que combinaron


el territorio y la fábrica en América Latina como los Cordones Industriales chilenos,
hasta el golpe de 1973; o la Asamblea Popular boliviana en los años `70.
41 Para un listado de las comisiones internas y cuerpos de delegados que conformaban
las coordinadora interfabriles, véase Werner y Aguirre, 2007.
42 Al que Ricardó Balbín, dirigente de la UCR, se refirió como “guerrilla industrial”.

306
Paula Varela

sentidas, maduró la huelga política que quebró el Plan Rodrigo


y acabó con López Rega (Werner y Aguirre, 2007: 244)43.

Las coordinadoras fueron barridas, luego, por la dictadura militar y la


desaparición de comisiones internas (como en el caso de Astilleros Astarsa44)
o de delegados y activistas fabriles combativos45.
Aunque, en su corto tiempo de existencia, las coordinadoras no logra-
ron una fuerte inscripción territorial-barrial, en términos de constituir una
referencia política para los vecinos de los barrios populares o de constituirse
en una administración territorial alternativa a la estatal, permite pensar, a
partir de nuestro pasado, en formas organizacionales posibles que trascien-
dan la fábrica y el barrio, como terrenos corporativizados. Permite pensar
formas “desde debajo” de perforar la frontera que no se perforó en 2001 –des-
de el barrio hacia la fábrica–, y no lo ha hecho tampoco del 2004 en adelante
–desde la fábrica al barrio–. ¿Qué nuevas formas podrían emerger hoy, luego
de las experiencias territoriales y sindicales del ciclo de repolitización parcial
de 2001 en adelante? ¿Qué podrían configurar la acumulación de las expe-
riencias piqueteras, de tomas de fábrica y de militancia gremial de base de
estos años, como organismos que trasciendan las regiones dicotomizadas?

Interrogantes finales

Estas preguntas adoptan, a nuestro juicio, mayor importancia (más bien


urgencia) en la actualidad ante el escenario, ya en despliegue, de la crisis capita-
lista a nivel internacional. La crisis, cuyo análisis excede por mucho este escrito,
ha significado un nuevo punto de inflexión en el proceso de repolitización par-
cial de los trabajadores que intentamos definir. Ha modificado los pilares sobre
los que se erigió el proceso de retorno de la política de fábrica: crecimiento eco-
nómico, crecimiento del empleo (con sus pilares en la industria manufacturera

43 Para un lista de todas las coordinadoras existentes en el país, véase Werner y Aguirre,
2007, capítulo XI.
44 Véase Federico Lorenz (2007).
45 Véase Lobbe (2006), Werner y Aguirre (2007).

307
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

y en la construcción) y la política de aliento por parte del gobierno nacional y la


CGT del retorno a las negociaciones paritarias y firma de nuevos CCT, es decir,
aliento a la reactivación de la denominada “puja distributiva”.
Este cambio radical impacta en el “clima político” a nivel fabril y ha
cambiado el eje de las discusiones en dos sentidos claros. Por un lado, vol-
viendo a introducir la sombra del desempleo como horizonte posible entre
los trabajadores, lo que significa, al menos en términos relativos, un despla-
zamiento de la tendencia general de 2004 en adelante cuyo eje era aumento
salarial, en primer término, y condiciones de trabajo (esto último muy ligado
a la conquista de nuevas organizaciones gremiales de base), en segundo lugar.
Por otro lado, volviendo a poner en la superficie uno de los principales meca-
nismos de fragmentación y disciplinamiento de la fuerza de trabajo durante
la década del noventa: la división entre contratados y efectivos. En la mayor
parte de fábricas en las que ha habido despidos de operarios, éstos han recaído
sobre el personal con contrato temporario o el personal de las denominadas
“empresas tercerizadas”, lo que ha vuelto visible no sólo la existencia de “tra-
bajadores de segunda” en el mismo ámbito fabril, sino la aceptación por parte
de las direcciones sindicales de este status de un sector de trabajadores para
quienes los despidos serían resignificados como “fin del contrato de trabajo”.
Este cambio de la situación en el sector industrial en nuestro país abre
una nueva serie de preguntas que se suman a las ya formuladas. Una de ellas
es qué papel jugarán las experiencias de organización y lucha que han vivido
los jóvenes desocupados de los barrios y los jóvenes obreros, en este ciclo de
repolitización parcial que intentamos describir en este artículo. Si, como dice
Daniel Bensaid, la crisis “abre un agujero en la costra endurecida de las domi-
naciones”, nos preguntamos por el vuelco que puede pegar este ciclo de repo-
litización que hoy se encuentra en un umbral de la política. Nos preguntamos
también, si la crisis en curso, hará a una concordancia entre los tiempos de la
politización territorial y la politización fabril de los trabajadores. Al intento
de responder estas preguntas y a incidir en su respuesta, nos dedicaremos en
el tiempo por venir.

308
Paula Varela

Bibliografía

Auyero, Javier (2002) “Los cambios en los repertorios de protesta social en Argentina”, en
Desarrollo Económico vol. 42, Nº166, septiembre, Buenos Aires.

Auyero, Javier (2001), La Política de los Pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo. Buenos
Aires, Manantial.

Bach, Paula (2008) “El salario relativo en la Argentina de la devaluación” en Lucha de clases,
revista marxista de teoría y política Nº8, junio, Ediciones IPS, Buenos Aires.

Basualdo, Eduardo (2007), “La distribución del ingreso en Argentina y sus condicionantes
estructurales”, en http://www.iade.org.ar/modules/noticias/article.php?story:d=2239. Bensaid,
Daniel (2006) “Sobre el retorno de la cuestión política estratégica”, conferencia dictada en el
seminario ProjectK, mimeo, Paris.

Castillo, Christian et al. (2007) Experiencias Subterráneas. Trabajo, organización gremial e ideas
políticas de los trabajadores del subte. Ediciones IPS, Buenos Aires.

Ciccolella, Pablo (1999) Globalización y dualización en la Región Metropolitana de Buenos


Aires. Grandes inversiones y reestructuración socioterritorial en los años noventa. En Revista
EURE on line. V.25 Nº76, Santiago de Chile

Collado, A. y Varela, P. (2008) “Hoy la fábrica es como un mundo nuevo, surgen jóvenes que se
vuelven militantes de sus derechos”, en Lucha de Clases. Revista de teoría y política marxista, Nº8,
Junio. Ediciones IPS, Buenos Aires.

Collado, Adriana y Feijoo, Cecilia (2007) “Los trabajadores de la década del 80 y la primera
década del siglo XXI”, ponencia presentada en Jornadas de Sociología, FCS-UBA, Buenos Aires

Collado, Adriana y Feijoo, Cecilia (2005) “La situación de la clase obrera en Argentina. XII Tesis
en torno al trabajo”, en Revista Lucha de Clases N°5, Julio, Buenos Aires.

Frederic, Sabina (2004), Buenos vecinos, malos políticos. Moralidad y política en el Gran Buenos
Aires, Prometeo Libros, Buenos Aires.

Ghigliani, Pablo (2008) “Acerca de los estudios cuantitativos sobre conflictos laborales (1973-
2008): reflexiones sobre sus premisas teórico-metodológicas”, ponencia presentada las Jornadas
internacionales de problemas latinoamericanos, Mar del Plata, septiembre.

Gilly, Adolfo (1990) “La anomalía argentina (Estado, Corporaciones y trabajadores)” en El estado
en América Latina: teoría y práctica, Siglo XXI, México DF.

Gramsci, Antonio (1986) Cuadernos de la cárcel. México, Era.

309
Repolitización fabril. El retorno de la política de fábrica en
la argentina post devaluación

Gramsci, Antonio (1984). Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado Moderno, Buenos Aires,
Nueva Visión.

Grimson, A, (2008) “Introducción: clasificaciones espaciales y territorialización de la política en


Buenos Aires” en Grimson, A.; Ferraudi, C. y Segura, R. (comps.) (2008). La vida política en los
barrios populares de Buenos Aires. Prometeo Libros, Buenos Aires.

Löbbe, Héctor (2006) La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona
Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976). Ediciones ryr. Buenos Aires.

Lorenz, Federico G. (2007) Los zapatos de Carlito, Grupo Norma, Buenos Aires.

Lozano, Claudio (2008). “Una mirada sobre la coyuntura económica y social” informe del Instituto de
Estudios y Formación de la CTA, http://www.institutocta.org.ar/spip.php?article325.

Merklen, Denis. (2005). Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina,
1983-2003). Buenos Aires, Gorla.

Meyer, Laura (2007) “Los trabajadores de Siderca. Una identidad cruzada por el capital”, ponencia
presentada en ASET Nº8, Buenos Aires.

Meyer, Laura y Gutierrez, Gastón (2005) “Luchas obreras y recomposición de clase”, Revista
Lucha de Clases N°5, julio de 2005, Buenos Aires.

Svampa, Maristella. (2005). La sociedad excluyente. Taurus, Buenos Aires.

Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián (2003). Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las
organizaciones piqueteras. Editorial Biblos, Buenos Aires.

Trajtemberg, D.; Berhó, F.; Atorresi, P.; Lauphan, W. (2005) “Encuesta de Relaciones Laborales”,
ponencia presentada en el 7ºCongreso Nacional de Estudios del Trabajo, Buenos Aires.

Varela, Paula (2007) “¿La hegemonía nace de la fábrica? Notas sobre Siderca Campana I”,
ponencia presentada en ASET Nº8, Buenos Aires.

Varela, Paula (2008). “Rebeldía fabril: lucha y organización de los obreros de FATE” en Lucha de
Clases. Revista de teoría y politica marxista. Nº8. Junio. Ediciones IPS, Buenos Aires.

Varela, Paula (2009) Mundo obrero en la Argentina actual. La fábrica y el barrio como escenarios
de prácticas políticas en el norte industrial del AMBA. Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales de
la UBA, inédito.

Varela, Paula (2009b). “Los límites del territorio” ponencia presentada en el Primer Congreso
Nacional sobre Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos sociales en Argentina, marzo,
Buenos Aires.

Werner, Ruth y Aguirre, Facundo (2007) Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo,
coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda. Ediciones IPS, Buenos Aires.

310
12

La construcción de
la representación gremial
y la resistencia en el
espacio de trabajo
la trayectoria política-organizativa del cuerpo
de delegados del subterráneo de Buenos Aires

Patricia Ventrici

Introducción

El estudio de la cuestión sindical ha encontrado, a lo largo de su prolí-


fero desarrollo, múltiples abordajes que han enfatizado distintos niveles de
análisis de un fenómeno por demás complejo. La perspectiva escogida en este
artículo se ubica entre aquellas que postulan al examen de la dinámica inter-
na de las organizaciones gremiales como un nivel de observación fundamen-
tal para comprender sus objetivos y estrategias políticas y sus devenires a lo
largo de las diferentes coyunturas históricas (De la Garza Toledo, 2001, 2008;
Bensusán, 2000; Novelo, 1999; Fernández, 1998). Complementariamente, nos
interesa particularmente orientar la mirada hacia los procesos disruptivos,
de resistencia, que dan cuenta de la aparición de la espontaneidad, la demo-
cracia de las bases y nuevas formas de lucha que implican un desborde con
respecto a los canales institucionalizados y las reglas de juego establecidas.

311
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

Siguiendo la propuesta analítica de James (1981), creemos que estudiar las


“fisuras”, es decir los procesos de resistencia de los trabajadores a partir de
la conformación de sus organizaciones políticas en el lugar de trabajo, cons-
tituye un enfoque productivo para dar cuenta de la coexistencia e interacción
dinámica entre la apatía y la burocratización con sus opuestos, permitiendo
problematizar, a partir de las acciones desbordantes, la normalidad burocrá-
tica establecida y naturalizada. Este punto de vista rescata, en oposición a las
lecturas economicistas, el estudio de la táctica sindical entendiéndola como
fenómeno político con autonomía relativa (Torre, 2004), dotado de una espe-
cificidad derivada de sus procedimientos internos de construcción e integra-
ción dentro del aparato institucional.
La experiencia del Cuerpo de delegados del subterráneo (en adelante
CD) constituye un caso paradigmático en términos de resistencia y prácti-
ca gremial ofensiva en Argentina, y reúne un conjunto de particularidades
que lo convierten en un proceso muy atractivo para pensar la irrupción de
este tipo de fenómenos, sus desarrollos posibles y sus limitaciones. Empie-
za a gestarse como una experiencia de construcción de organización sindical
basista a mediados de los 90, es decir, en uno de los contextos más adversos
para la organización de los trabajadores por la plena vigencia del ideario neo-
liberal y los efectos materiales que se desprendieron de su aplicación. Sur-
ge, como los mismos protagonistas lo definen “a contrapelo de la historia” y
logra sostenerse durante una década. Además, tiene lugar al interior de un
tipo de empresa paradigmático de los cambios en las relaciones del trabajo
en las últimas décadas, en tanto combina políticas de privatización, dismi-
nución de la planta estable de trabajadores, tercerización y aplicación de una
nueva cultura gerencial que implicó un notable reforzamiento de las técnicas
de disciplinamiento. A la vez, refiere a un tipo de organización sindical que
pone a prueba las estrategias tradicionales de institucionalización del con-
flicto, ya que es conducida por una plataforma sindical que intenta romper
con la estructura y los procedimientos internos típicos del modelo sindical
burocratizado, enfrentada irreconciliablemente con la dirección del sindicato
que formalmente los representa, la Unión Tranviario Automotor (UTA). Es
innovadora, en el panorama de la acción sindical actual, en cuanto a su forma
de organización interna, sus formas de manifestación en la acción colectiva
y su articulación con otras organizaciones sindicales -pero también políticas

312
Patricia Ventrici

y sociales- y particularmente exitosa en las luchas por sus reivindicaciones,


que han sido especialmente diversas y abarcativas de diferentes aspectos de
las condiciones de trabajo, incluyendo desde la demanda salarial hasta la re-
ducción de la jornada, los criterios de ascenso, la jubilación, el mantenimiento
de la infraestructura del servicio y la incorporación de los trabajadores de
empresas tercerizadas al convenio colectivo del sector.
En función de estas características, creemos que este caso ilustra una
configuración posible de la resistencia, en la que adquiere radical importancia
el tipo de construcción de la representación gremial y su dinámica de fun-
cionamiento interno como factor de gran relevancia para dar cuenta de la
emergencia de la conflictividad en el espacio de trabajo.
Si bien, como es presumible, el desarrollo de este proceso estuvo signa-
do por una serie de ofensivas y contraofensivas, en las que la empresa asumió
un rol sumamente activo y fue ensayando diversos modos de intervención
para contrarrestar la organización colectiva, en este trabajo en particular nos
interesa resaltar concretamente la trayectoria, conflictos y modos de organi-
zación de los trabajadores en su estrategia de resistencia frente a las políticas
empresariales. En consecuencia, en el primer apartado se lleva adelante una
descripción del recorrido organizativo de esta organización de base desde sus
inicios hasta su consolidación, reparando en los conflictos hitos que marca-
ron su historia, para luego, -en la segunda parte- indagar a cerca de las vincu-
laciones entre la dinámica de organización interna, los procesos de conflicti-
vidad y la configuración de la resistencia en este caso puntual.

El recorrido organizativo del Cuerpo de Delegados: clan-


destinidad, “foquismo” y consolidación institucional

En enero de 1994 se concreta la privatización del servicio de subterráneos,


trayendo aparejado la implantación de un nuevo marco de relaciones laborales
sustancialmente distinto al vigente en la etapa inmediatamente anterior, bajo
control estatal. Para empezar, en la etapa de transición hacia la adjudicación
de la concesión al consorcio Metrovías tiene lugar un proceso de reducción de

313
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

las dotaciones de personal a través del despido de más de mil trabajadores, el


congelamiento de vacantes y la incitación al retiro voluntario1.
De esta manera, al momento de efectivizarse la concesión del servicio la
empresa contaba con un plantel notablemente reducido, que se vio sometido
además a una importante avanzada flexibilizadora que se tradujo en la exten-
sión de la jornada laboral, por primera vez, de seis a ocho horas y la imple-
mentación de un sistema de flexibilidad funcional2. Este nuevo contexto im-
puso un régimen laboral fuertemente disciplinario, signado por la amenaza
permanente de despido frente a cualquier acto de desobediencia o errores, por
mínimos que fueran, en el desempeño de las tareas. Claramente, la reducción
de la cantidad de trabajadores previa a la puesta en marcha de la explotación
del servicio a cargo del grupo Roggio, se llevó a cabo también en función de
criterios orientados a desmantelar las posibilidades de organización colectiva
en un espacio de trabajo, caracterizado además, por una notable tradición
histórica de lucha de, al menos, los últimos 30 años. La “purga”, en este sen-
tido, no fue fortuita, tuvo, entre otras cosas, un criterio político claro. Así lo
expresa un delegado del subte: “...ustedes imagínense que la gente que quedó
de la privatización es la que les decía que sí a todo lo que se hacía. El tipo que
levantó el dedo y dijo ‘yo no’, ese no estaba más.”3
En una lógica de arbitrariedades constantes, el clima de trabajo se tor-
naba opresivo: “Esos primeros años trabajar en el subte no era para nada fácil.
Todos los días había despidos, despidos encubiertos, presiones, no se podía

1 Entre 1990 y 1991, año en que comienzan los ajustes de personal, se despidieron
cerca de 1.000 trabajadores. Al 1º de enero de 1994, la plantilla de empleados de las
cinco líneas del subte era de 3.980, para noviembre de 1996 era de 2.500, incluyendo
al personal del ferrocarril Urquiza. Actualmente, con la ampliación de las líneas exis-
tentes y la creación de una nueva (la H) el número de trabajadores del subterráneo
alcanza los 4.500.
2 En septiembre de 1994 se firma un nuevo convenio colectivo de trabajo con la UTA
(nº 121) en el que se introducen una serie de pautas que delinean categorías laborales
notablemente polivalentes, normándose que el trabajador debe ejecutar (o estar en
condiciones de) diferentes tareas, ya sea del mismo nivel de calificación o de otro
(Vocos, 2007).
3 Entrevista a delegado del subte, sector Talleres.

314
Patricia Ventrici

hablar, no se podía reunirse..” 4 Es en este contexto en el que, motorizados por


un puñado de activistas, comienzan a generarse algunos espacios de reunión
entre los trabajadores que marcarán el inicio del proceso de organización co-
lectiva.

Los primeros movimientos: la clandestinidad

En el marco de este ambiente de trabajo post privatización, con una im-


pronta, como ya se ha dicho, fuertemente flexibilizadora y disciplinante, los
primeros espacios de reunión que comienzan a gestarse entre algunos grupos
de trabajadores deben ser organizados asumiendo la táctica de la clandesti-
nidad, tomando minuciosos recaudos tanto frente a la empresa como al sin-
dicato para preservar la supervivencia del colectivo. Este recurso táctico de la
clandestinidad, que tenderíamos a vincular a priori con las prácticas de los
períodos dictatoriales, contradictoriamente vuelve a convertirse, en este caso
como en tantos otros, en un elemento clave -ahora en el marco democrático-
para resguardar del despido y las represalias a los trabajadores cuando la or-
ganización no cuenta con la fortaleza necesaria para dar suficientes garantías
a los activistas5.
Las sanciones desmedidas y el uso indiscriminado del despido eran re-
cursos centrales dentro de las políticas de la empresa para ejercer el control
sobre la fuerza de trabajo.

...en el 96, empiezan a pasar ya algunas cosas, nos empezamos


a reunir las personas de más confianza en forma secreta [...]
nos reuníamos afuera, no hablábamos por el teléfono interno
porque sabíamos que nos escuchaban. En el laburo nos fre-
cuentábamos poco, cosa que no se dieran cuenta, porque tení-

4 Entrevista a delegado del subte, línea B .


5 Si bien carecemos de estudios agregados que puedan indicarnos si se trata de un
fenómeno extendido hemos podido corroborarlo en otro estudio sobre los trabaja-
dores telefónicos (Montes Cató, 2006), aparece señalado en Ghioni (2005) y también
se refleja en varias conversaciones de delegados y activistas de otros sectores produc-
tivos.

315
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

amos miedo de que si se daban cuenta de que nos estábamos


organizando para tratar de mejorar las condiciones de laburo,
nos echaran.6

Este primer impulso hacia la conformación de una organización sindi-


cal parecería haber estado motorizado principalmente por un grupo reducido
de activistas que se nucleaban en distintas agrupaciones generadas como ex-
presión sindical de algunos partidos políticos de izquierda vinculados ideoló-
gicamente al trostkismo. Desde el principio, a partir del recambio de personal
que se opera en la empresa con el pasaje a la gestión privada, va consolidándose
un grupo relativamente reducido de trabajadores muy jóvenes pero con cierta
experiencia militante tanto en espacios partidarios como sociales (centros de
estudiantes, organizaciones barriales, cooperativas, etc.) que se transformará
en el núcleo duro que sostendrá la tarea de la agitación política inicial para
instalar la problemática de la organización sindical en el espacio de trabajo y
e intentar promover la participación de otros trabajadores.
Los Topos, Trabajadores de Metrovías y El Túnel fueron desde entonces
las principales agrupaciones en el ámbito del subte. La primera constituía la
manifestación sindical del MAS (Movimiento al Socialismo) la segunda fue
impulsada por el Partido Obrero, de cuyos lineamientos políticos se nutre, y fi-
nalmente la tercera aglutinaba a ex militantes de izquierda –principalmente del
MAS- alejados a partir del rechazo de ciertas lecturas y procedimientos clásicos
de la concepción de la izquierda partidaria. Esta última será el espacio político
de formación de varios de los principales dirigentes del CD y se posicionará,
además, como el elemento más dinámico en el proceso de consolidación del CD,
promoviendo las primeras medidas de fuerza de la etapa Metrovías.
En el relato de los activistas que protagonizaron aquel primer período,
la diferencia generacional es uno de los factores de mayor importancia para
dar cuenta de la configuración de la dinámica política interna. La línea divi-
soria se establece entre los trabajadores que provenían de la gestión estatal,
a quienes les tocó transitar el proceso de la privatización, y aquellos trabaja-
dores nuevos –en su mayoría jóvenes además - que habían ingresado al sub-
terráneo en el marco de la nueva plantilla contratada por la administración
privada del grupo Roggio. A diferencia de lo que podría suponerse a priori, el

6 Entrevista a ex delegada del subte, línea A.

316
Patricia Ventrici

núcleo dinámico de la activación política no estuvo vinculado a aquellos tra-


bajadores antiguos con mayor experiencia y trayectoria de organización y lu-
cha sindical, sino que residió fundamentalmente en el grupo de “los nuevos”,
que además eran quienes venían sufriendo las peores condiciones de trabajo,
concentrados el sector más flexibilizado, el área de boleterías.
Las huellas subjetivas del desguace de la privatización aparecen identi-
ficadas como el principal obstáculo a partir su gran impacto desmoralizador
entre los trabajadores. En la historia que de sí mismo cuenta el CD, el miedo y el
ánimo de derrota inculcados y reactualizados –a menos de 20 años de la última
dictadura- a partir de la reestructuración que significó el arribo del concesio-
nario privado, fueron los grandes escollos que hubo que vencer para habilitar
el proceso de construcción colectiva. “La gran derrota que cargaban sobre sus
espaldas”, como dice una ex delegada, hacía que aún los viejos delegados, tradi-
cionalmente combativos, proclamaran el discurso de la resignación:

Compañeros derrotados por la privatización, que sin embargo,


quisieron seguir haciendo cosas, se presentaron como delega-
dos, pero ya tenían eso encima, de haber perdido, no querían
volver a perder [...] había un delegado que decía que la empresa
era Mike Tayson y que nosotros no podíamos hacer nada frente
a Mike Tayson, y que los soldados no estaban para la guerra.7

Progresivamente, el grupo de los nuevos activistas se fue armando una


impronta claramente diferenciada de los desprestigiados delegados históricos
del gremio, que hasta ese momento hegemonizaban la representación sindical
de la actividad, y fue generando paulatinamente una capacidad de reacción po-
lítica autónoma que empezará a expresarse ya en los primeros conflictos y que
abrirá, posteriormente, una nueva época política, inédita, en el subterráneo.
Quienes aparecen como los portadores del relato de los orígenes y deveni-
res del CD, generalmente delegados que estuvieron desde los inicios de la orga-
nización, asignan a este momento histórico una importancia estratégica, lo que
revela a la recuperación de esos sucesos en los que aparecen las primeras accio-
nes de resistencia como un elemento capital en la construcción de una identifi-
cación común. Por eso consideran indispensable la trasmisión de esa narración

7 Entrevista a ex delegada del subte, línea A.

317
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

a los trabajadores que se incorporaron posteriormente, como si en ese relato, en


el que siempre aparecen resaltados la valentía, la astucia, la convicción moral
y política, estuvieran sintetizados los principales rasgos de la ética política del
tipo de organización que el CD se propuso ser; volver a esa historia de los prin-
cipios, en los que algunos deciden autoorganizarse en las condiciones internas y
externas más adversas, es un modo de reafirmar sus capacidades, sus métodos
y el sentido último del proceso político que llevan adelante.

El hito fundacional

Necesario...como un grupo que toma la decisión de transfor-


mar la realidad el día que hay bronca y unos pocos compañe-
ros se animan a hacer foco...
“Un fantasma recorre el subte”, Virginia Bouvet.

En febrero de 1997, el proceso de organización incipiente encuentra su


primer punto de inflexión. Con el despido injustificado de un conductor por
un desperfecto que había sido responsabilidad de la empresa se produce la
primera huelga al consorcio Metrovías, sin el consentimiento del sindicato y
constituyéndose además en el primer paro llevado a cabo en el marco de las
empresas de servicios públicos privatizadas en Argentina. En la construcción
del relato de los trabajadores, este episodio marca un hito fundacional en sus
luchas por sus demandas específicas y fundamentalmente en la recuperación
de la herramienta gremial como instrumento para alcanzarlas.
Si bien un año antes se habían llevado adelante las primeras acciones co-
lectivas (entre ellas una movilización de cien personas a la sede de la empresa)
a partir de la decisión de la Metrovías de despedir, en una purga preelectoral,
a dos boleteros referentes en sus sectores y futuros candidatos a delegados, el
“paro de Varela” se presenta como un episodio determinante, un mojón que
marca un cambio de época en el desarrollo de las relaciones hacia el interior
del lugar de trabajo.
Además de la reacción frente a la arbitrariedad de la empresa, en este
conflicto se plantea, también por primera vez, la posibilidad de coordinar

318
Patricia Ventrici

medidas y consensuar estrategias de organización por fuera y en oposición


a los mandatos de la conducción del sindicato. En el marco de este conflicto,
como en tantos otros, la UTA cumplía un libreto prefijado: truncar las medi-
das de fuerza dilatando la decisión a la espera de una sistemáticamente pos-
tergada reunión del sindicato con la empresa; el resultado de esas gestiones
conducía al mismo desenlace, y el trabajador quedaba finalmente despedido.
Así, el sindicato quedaba reducido a los estrechos márgenes que supone “ad-
ministrar el descontento”. Como describe uno de los trabajadores:

Iba a ser como tantos despidos más donde la UTA terminaba


diciendo ´nos vamos, después nos reunimos´, después dicen
que vengamos pasado mañana y ahí nos van a responder. Pa-
sado mañana iban y dicen que `la semana que viene, porque lo
están estudiando´, y nunca pasaba nada.

En contraste con la estrategia evasiva de las líneas oficiales del sindicato,


la capacidad de actuar de manera inmediata, y sobre todo sorpresivamente,
fue el recurso primordial para asegurar cierta contundencia de la medida de
fuerza por parte de los delegados independientes. En esta primera etapa, la di-
námica organizativa interna reconocía ciertas particularidades; la incidencia
de los delegados afines a la conducción del sindicato era claramente mayorita-
ria y el nivel de dispersión entre los pocos activistas -especialmente del sector
tráfico- y delegados independientes era muy alto, no había organicidad entre
los diferentes sectores y líneas, por lo que los conflictos eran promovidos y
sostenidos principalmente por el núcleo reducido de los activistas más com-
prometidos. Por eso, una trabajadora, delegada en aquellos años, engloba la
dinámica de ese período bajo la denominación de “foquismo gremial”.

[En el conflicto de febrero del 97] diez personas paramos. Y


convencimos a los que iban llegando a ese sector, que durante
todo el día eran 70, de que a medida que fueran llegando, se
fueran sumando. Pero la decisión fue tomada por 10 personas,
más los 3 delegados que estábamos ahí [...] yo a toda esta épo-
ca le llamo foquismo gremial [...] Así fueron los primeros con-
flictos. Era imposible, impensable, que el cuerpo de delegados
se reuniera, o todos los laburantes de los distintos sectores se

319
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

reunieran y tomaran una medida de conjunto. Era impensable


porque el cuerpo de delegados estaba controlado por la buro-
cracia. Las reuniones plenarias eran todas de ellos. Termina-
ban ganándolas todas.8

A la iniciativa de paro de la línea E (donde trabajaba el conductor despe-


dido), y a partir del trabajo de difusión a través del teléfono interno y la recor-
rida por las boleterías de los militantes más activos, se fueron sumando pro-
gresivamente las demás líneas y para el mediodía de aquel 19 de febrero todo
el servicio estaba paralizado. Ese mismo día, Metrovías y la UTA acordaron
una conciliación obligatoria en el Ministerio de Trabajo y diez días después,
en la última audiencia conciliatoria, la empresa accedió a la reincorporación.
Tres meses después se produce el segundo paro, motivado por un despido
de una boletera a raíz de un faltante de $5 en su caja y un día de enfermedad no
justificado por la empresa. También esta vez la reacción fue rápida, se promovió
otra huelga, que tuvo un gran acatamiento y la trabajadora debió ser reincor-
porada al día siguiente. En ambos casos, la efectividad de las medidas, lejos de
vincularse con la puesta en acto de una red organizativa medianamente conso-
lidada, se sustentó básicamente en la habilidad política de algunos -muy pocos-
activistas claves que se mostraron capaces de canalizar cierta sensación de har-
tazgo generalizado y operativizar en el lapso de pocas horas una coordinación
con los sectores estratégicos de tráfico que permitiera parar el funcionamiento
de los trenes, forzando la paralización del resto de las áreas.
La contundencia de la respuesta y su carácter sorpresivo exigieron un re-
acomodamiento por parte de la empresa. Metrovías implementó entonces una
serie de políticas orientadas a retomar la iniciativa política y el control sobre el
espacio de trabajo. Por una lado, dispuso una reestructuración del sistema de
supervisión, una descentralización de la jefaturas y un rol más activo y par-
ticipativo de la Gerencia de Recursos Humanos en el desempeño cotidiano
del trabajo. Junto con estos recursos, de corte managerial, también se puso en
práctica un táctica represiva basada en persecuciones sistemáticas a los dele-
gados y activistas que habían quedado claramente identificados a partir de su
participación en los conflictos abiertos. También desplegó otros recursos para
desalentar el proceso de organización colectiva, como por ejemplo ofrecerle a la

8 Entrevista a ex delegada del subte, línea A.

320
Patricia Ventrici

boletera que había sido despedida en mayo del 97 y por quien se había llevado
adelante el segundo paro a la empresa, una indemnización del 160% a cambio
de su renuncia. La aceptación de esta oferta por parte de la trabajadora tuvo un
fuerte impacto negativo, desmoralizador, entre sus compañeros, cuyos efectos,
en cierta medida, se pusieron de manifiesto en el siguiente conflicto. En abril
de 1999, la empresa decide sancionar con el despido a un conductor de la línea
D por haber chocado un coche a partir de un fallo causado por un desperfecto
técnico de la formación. La respuesta fue la misma que en las dos ocasiones an-
teriores, es decir, la huelga exigiendo la reincorporación, pero la empresa tuvo
una reacción mucho más ofensiva, enviando telegramas de despido a doscientos
trabajadores que habían participado de la huelga. Luego de la intervención del
Ministerio de Trabajo y el dictado de la conciliación obligatoria, el consorcio
ofrece anular los despidos masivos pero sostener el despido del conductor, que
había iniciado el conflicto. La mayoría de los delgados, afines a la UTA decidió
someter a una consulta en las urnas la aprobación o no de ese acuerdo, y el voto
de los trabajadores convalido el canje.
A pesar de que indudablemente dentro del proceso de construcción de
la organización, los conflictos del año 1997 son asumidos como los hechos
bisagra, que sitúan el punto de partida de un camino ascendente en el logro
de mejoras en las condiciones de trabajo, los tres años posteriores dejan entre-
ver un período de cierto retroceso en cuanto a la capacidad política por parte
de los delegados y activistas independientes. Este reflujo, además de verse
plasmado en el despido del 99, se cristalizará en la firma, ese mismo año, del
Convenio Colectivo de Trabajo, en el cual la UTA acordará con la empresa, de
manera inconsulta, la incorporación y sobre todo la anulación de ciertas cláu-
sulas antes vigentes, que abrieron el camino a la flexibilización de las tareas
y la extensión de la jornada a ocho horas, además de pactar la instalación de
máquinas expendedoras de boletos.

El momento de la visibilización institucional

Probablemente porque la correlación de fuerzas internas obturaba otras


posibilidades de acción política, la estrategia inicial de crecimiento de los de-

321
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

legados inorgánicos a la UTA y autodenominados antiburocráticos9 fue la de


ir ocupando lugares en las listas de la dirigencia del sindicato para intentar
torcer la tendencia política del conjunto de ese cuerpo de delegados. Las elec-
ciones, que en el sector se realizan cada dos años, para 1998 registran una
primera modificación en la composición política de la comisión interna, a
partir del ingreso de cuatro delegados disidentes sobre un total de veintiún
representantes. Sin embargo, es en las siguientes elecciones, de septiembre
del 2000, donde de produce el gran salto cualitativo que consagra una nueva
dirigencia de base y reconfigura de lleno el entramado político en este espacio
de trabajo. Respaldados por un trabajo político de varios años, los delegados
independientes logran presentar listas opositoras en todos los sectores y ob-
tienen la mayoría de los votos, lo que le permite ganar doce cargos de los vein-
tiuno en juego. Por primera vez en el subterráneo gestionado por el consorcio
Metrovías se conforma un cuerpo de delegados mayoritariamente opositor a
la dirigencia de la UTA. Los nuevos delegados tenían representación en casi
todas las líneas y en uno de los talleres; de los doce electos cuatro provenían
de la línea A, tres de la D, tres de la E, uno de la C y uno del taller Rancagua. A
partir de entonces, la incidencia de la corriente opositora se irá acrecentando
aceleradamente: en los comicios de septiembre de 2004 los representantes del
CD obtienen el 72% de los votos válidos y dos años después ese porcentaje se
amplía al 90%. En cuanto a los niveles de asistencia, se registra una importan-
te participación que se traduce en una concurrencia del 78% del padrón en el
2004 y 61% en el 2006. De la comparación de ambos episodios se deduce que
mientras en términos absolutos la lista opositora (Lista 1) ha mantenido prác-
ticamente el número de trabajadores afines, la lista de la UTA pasó de contar
con 390 en el 2004 votos a 122 en el 2006, es decir ha disminuido su caudal
alcanzando sólo un tercio de los obtenidos en el 2004. Este último resultado se
explica fundamentalmente por el cambio en el voto de los trabajadores en la
línea A y B. Contando a ambas líneas, la lista oficial (Lista 2) perdió 263 votos.

9 Esta denominación que se autoadjudican los delegados se vincula a su identificación


con la corriente del llamado sindicalismo clasista o antiburocrático -de base, combati-
vo y enfrentado a las cúpulas dirigentes-, que alcanzó un gran protagonismo político
en las décadas del 60 y 70 en Argentina y cuyas expresiones más representativas fue-
ron, entre otras, el Sindicato de Luz y Fuerza de la provincia de Córdoba, conducido
por Agustín Tosco y las comisiones de las automotrices SiTraC (Concord) y SiTraM
(Materfer).

322
Patricia Ventrici

Las elecciones del 2006 demuestran que el proceso cristalizado en las eleccio-
nes del 2000 fue ratificado en el 2004. La lista 1 logra menguar todo atisbo de
oposición en el 2006 tanto en el subte como en el premetro. La sola excepción
es el taller Polvorín donde en ambas elecciones ganó la Lista 2. Si bien esto es
importante en cuanto se refleja en la obtención de dos delegados, en la com-
posición del cuerpo representa un porcentaje muy bajo y por lo tanto detenta
escasas posibilidades de incidir en las tácticas y estrategias de este órgano.

El conflicto emblemático: la pelea por las 6 horas.

..después del foquismo de la primera etapa empieza la segunda par-


te de la historia, que es la de las grandes hazañas colectivas, no?
Ex delegada del subte

La notable capacidad de acumulación política del proceso de organiza-


ción sindical en el subte puede vincularse, en gran medida, con la progresivi-
dad sostenida de las reivindicaciones alcanzadas que, con el paso del tiempo,
fueron abarcando un espectro amplio de problemáticas vinculadas a la vida
en el trabajo. Sin dudas, entre todas ellas, la pelea por la recuperación de la
jornada laboral reducida constituye el mayor salto cualitativo y la gran con-
quista histórica que colocará al CD como punto de referencia para buena par-
te de los trabajadores organizados en el país.
La disputa en torno al reconocimiento de la insalubridad de la actividad
y la necesidad de una jornada reducida tiene una raigambre histórica de larga
data. La jornada laboral de 6 horas fue establecida por primera vez en 1946 a
través de un decreto (N° 10.667) de Juan Perón que calificaba a la actividad
“bajo nivel” como insalubre, lo que implicaba también una reducción en la
edad requerida para la jubilación. En 1967, en plena dictadura de Onganía el
decreto 2067/67 dispuso el incremento de 6 a 7 horas de la jornada, anulando
además el decreto de la insalubridad. Con el retorno del peronismo al go-
bierno, en 1973, la resolución 241/73 del Ministerio de Trabajo reestableció el
reconocimiento de la insalubridad y las 6 horas, pero el arribo de la dictadura
de la Juntas en 1976 dispuso nuevamente la vuelta a la jornada de 7 horas.

323
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

La llegada de la democracia trajo cambios positivos en cuanto a la reducci-


ón horaria pero no tanto con respecto al reconocimiento formal del carácter
insalubre, ya que a pesar de que el Directorio del Subterráneo planteó que
la duración debía ajustarse a las condiciones de insalubridad, el Ministerio
de Trabajo, encargado de refrendar esta disposición para darle firmeza nun-
ca procedió dándole curso a los estudios correspondientes (Salud, 2007). En
un contexto de gran retroceso de las organizaciones de los trabajadores, el
gobierno menemista impone la obligatoriedad de la jornada de 8 horas para
todo el ámbito del subterráneo a partir del otorgamiento de la concesión pri-
vada en enero de 1994.
Desde que el CD empieza a instituirse como tal, la consigna de la recu-
peración de la jornada reducida se presenta como una de los grandes ejes de
consenso y movilización de los trabajadores, una bandera histórica presente
en todos los conflictos. Después de atravesar exitosamente -apenas electo el
nuevo CD opositor, en febrero del 2001- un conflicto para resistir la elimi-
nación del puesto de guarda a partir de un compromiso que la UTA había
asumido con la empresa, la organización cobró un fuerte impulso y el objetivo
central de la mayor parte de los dirigentes estaba puesto en la obtención de
la jornada de 6 horas. El modo de difundir la consigna y armar un discurso
convocante alrededor de esta demanda fue ampliamente discutido al interior
del CD y finalmente se estructuró un doble sentido propagandístico. Hacia
el interior del subte fue abordado especialmente desde la problemática de la
insalubridad, implementando, en este sentido, amplias campañas de difusión
y concientización explicando en los distintos sectores los perjuicios que las
condiciones de trabajo y el medio ambiente en que circulan le traían a la sa-
lud. Este énfasis en el tema de la insalubridad fue articulado, a su vez, con el
argumento de la reducción de la jornada como paliativo para el fenómeno del
desempleo, que por aquellos años presentaba índices crecientes sostenidos e
inéditos, transformándose en el problema social más grave de la época. “Tra-
bajar menos para trabajar todos” fue la consigna propagandística pensada
para transmitir esta propuesta política que permitió acercar a organizaciones
de diversas procedencias a la lucha particular del subte.
Las acciones colectivas en pos de esta demanda histórica se desarrolla-
ron a lo largo de más de tres años e incluyeron distintas modalidades de ex-
presión tales como acciones legales (cartas documento), firma de petitorios,

324
Patricia Ventrici

conferencias de prensa, movilizaciones callejeras, escarches a instituciones


de gobierno y huelgas.
En una primera etapa, el trabajo político estuvo prioritariamente aboca-
do a lograr la presentación de un proyecto de ley que dispusiera la disminuci-
ón horaria, para lo cual se empezaron a entablar contactos con los legisladores
y a hacer recorridas colectivas por la legislatura para intentar instalar el tema
en la agenda política del parlamento de la ciudad. Un primer proyecto presen-
tado fue impulsado por un diputado del Partido Socialista, seguido por otros
dos correspondientes a legisladores del Partido Obrero y de otra fracción del
Socialismo. Para agosto del 2002 se logró unificar los tres proyectos y el día 22
se le dio tratamiento sobre tablas, el cual se desarrollo con la presencia de cer-
ca de 800 trabajadores del subte en el recinto que habían llegado marchando
desde el obelisco y que festejaron encendidamente la aprobación mayoritaria
que finalmente obtuvo en esa sesión el proyecto de ley 871. Tres semanas des-
pués la ley fue vetada por el Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, quien en un mis-
mo movimiento, y presuntamente para descomprimir la situación, promulgó
el veto y dio curso al expediente de insalubridad en la Oficina de la Policía
del Trabajo. A través de la influencia ejercida por varios legisladores afines a
la causa y la presión de la movilización de los trabajadores se logró un nuevo
tratamiento de la ley que no alcanzará un apoyo mayoritario por la oposici-
ón de los legisladores oficialistas. En esa ocasión, los trabajadores también
realizaron una movilización a la legislatura, sólo que en esta oportunidad,
por primera vez en la historia de esa institución, no se le permitió el acceso al
público. Frente a los intentos de ingresar a pesar del cerco, la policía respondió
con represión a los manifestantes, dejando un saldo de varios heridos. En re-
pudió a esa agresión, el CD dispuso un paro para esa tarde que continuó hasta
la noche, aunque legalmente fuera insostenible porque se daba en el marco de
una conciliación obligatoria.
La segunda fase estuvo centrada en articular mecanismos de lobby ins-
titucional y movilización en contra del veto del Poder Ejecutivo. La coyuntura
electoral de la elección de Jefe de Gobierno en el 2003 fue aprovechada como
elemento de presión; se llevaron adelante varias reuniones con Aníbal Ibarra
e incluso se elevó una carta al presidente Néstor Kirchner que posteriormente
derivó en una reunión en Casa Rosada de un grupo de delegados con el propio
presidente en la que éste se mostró muy receptivo a la demanda planteada por

325
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

los representantes del CD, al punto de decirles que les tendía “un puente de
plata” y que lo supieran aprovechar. La lectura política de los delegados es que
la debilidad estructural con la que el kirchnerismo había llegado al poder ese
mismo año y por tanto, su necesidad imperiosa de consensuar y sumar secto-
res a la negociación para evitar un escenario de conflicto, terminó siendo un
factor determinante para decidir la confrontación a favor del reclamo de los
trabajadores. A la estrategias institucionales se sumaron también protestas en
actos oficiales del Gobierno de la Ciudad, escarches y jornadas de agitación
en el subte en las cuales llegaron a participar más de cuatro mil personas
convocadas por organizaciones de desocupados que acompañaban el planteo
de la reducción de la jornada de trabajo como una de las respuestas posibles
al crecimiento disparado de la desocupación. Prácticamente un año después
de vetada la ley, el 5 de septiembre del 2003 se consigue la firma del retorno
a la jornada de 6 horas por parte de Oficina de la Policía de Trabajo para el
área de túneles y talleres, al tiempo que se crea una comisión de investigación
para determinar si efectivamente existían condiciones de insalubridad en el
sector. Se trataba de una conquista parcial, porque la disposición excluía al
sector de boleterías, Premetro y algunos talleres, dejando a un total de casi
600 personas fuera de la resolución. A partir de entonces se inicia un tercer
período en el conflicto enfocado hacia la implementación efectiva de la norma
y la extensión de su alcance a todas las áreas. En un primer momento, ante
la negativa de la empresa a reorganizar la planificación horaria, el CD decide
impulsar la aplicación unilateral de la disposición, respaldándose en presen-
taciones legales hechas en base al decreto promulgado. Como cuenta una de
las delegadas:

La insalubridad sale porque nosotros metimos un recurso de


amparo antes del que metió Metrovías apelando. La ley salió
un viernes, nosotros metimos el sábado recurso de amparo.
El lunes Metrovías venía con 800 apelaciones con abogados
de 20.000 dólares la hora, llegaron tarde. Entonces nosotros
lo aplicamos, a partir del sábado contamos diez días y lo apli-
camos y ellos a partir de ahí no hacen más que apelar, apelar,

326
Patricia Ventrici

apelar y todas las Cámaras por las que pasó no hacen más que
ratificar nuestra insalubridad.10

En los meses siguientes la principal preocupación política del CD fue


lograr la igualación de la jornada para todos los sectores; en abril de 2004
este proceso se aceleraría forzando una resolución definitiva del conflicto. A
contramano de los objetivos políticos del CD, la UTA, de manera sorpresiva,
firma en el Ministerio de Trabajo un acuerdo con la empresa en el que se
estipulaba una jornada de 7 horas para los boleteros junto con la introducci-
ón de máquinas expendedoras de pasajes en las estaciones. La dirección del
sindicato tardó en comunicar a los delegados el contenido del acuerdo, pero
una vez difundido el CD promovió una huelga de manera inmediata. De esta
manera empieza lo que tiempo después será reconocido por los principales
militantes como el conflicto más importante en la historia del subterráneo. La
huelga duró cuatro días y se trató de un paro activo, que incluyó la toma y per-
manencia en el lugar de trabajo todo el tiempo que duró la medida de fuerza.
La llegada masiva de telegramas de despido después de unas horas de iniciada
la huelga y las amenazas de desalojo radicalizaron las decisiones, instalando
una disputa a todo o nada, en función de lo cual se resolvió la toma de las
cabeceras de las líneas para garantizar la efectividad de la protesta. Después
de 80 horas de paralización del servicio, en lo que fue la huelga más larga en
la historia del subte, se logra un acuerdo a favor de los reclamos planteados
por el CD. Los despedidos son reincorporados, se entabla el compromiso de
no instalar más máquinas expendedoras y se decreta la reducción horaria a
6 horas para todos los sectores (con la posibilidad de hacer 2 horas extras de
manera voluntaria).
A pesar de que los beneficiarios exclusivos de la derogación del acuerdo
eran los boleteros, varios delegados coinciden en señalar que este conflicto,
como muchos otros, fue motorizado por el área de tráfico, que a su vez es la
que mejores condiciones de trabajo detenta. “Las luchas más importantes las
llevaron adelante los sectores más acomodados” dice uno de los delegados de
la línea B y afirma: “la de 6 horas de boletería la gana el sector tráfico. Bole-
tería participó mínimamente. Los de tráfico pelearon para que lo boleteros
tengamos las seis horas”.

10 Entrevista a delegada de la línea A

327
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

Otro de los actores fundamentales en el desarrollo de este conflicto fue-


ron las mujeres trabajadoras del subte. Uno de los principales argumentos de
Metrovías para desestimar el tema de la insalubridad estuvo relacionado con
la prohibición del trabajo femenino en ámbitos insalubres dictaminado por
una ley de 1924. De acuerdo a esta argucia legal, la empresa postulaba que la
declaración de la insalubridad “implicaría la nulidad automática de todas las
relaciones de trabajo vigentes del personal femenino” 11, que en ese momento
ocupaba trescientos puestos de trabajo. Después de una serie de reuniones,
en septiembre del 2002 se conforma, por primera vez, una comisión de mu-
jeres trabajadoras del subte que coordinó varias actividades para difundir las
problemáticas de las trabajadoras y estableció contactos con distintas organi-
zaciones externas en apoyo a la reivindicación por las 6 horas, entre los que se
contaban distintas organizaciones de mujeres, medios de prensa y el propio
Congreso de la Nación. Éste último se pronunció, a través de un comunicado
de una Comisión especial de la Cámara de Diputados –creada por iniciativa
de varias diputadas de la izquierda- a favor de la reducción de la jornada y en
repudio a la amenaza de despido a las empleadas. La emergencia del prota-
gonismo de las mujeres es otro cambio cualitativo que se manifiesta en este
conflicto, en tanto se trata de un actor históricamente relegado (tardíamente
incorporado al servicio en 1981) en un ámbito fuertemente masculinizado
que por primera vez logra agruparse para forjar un espacio común, consigue
desandar los argumentos desmovilizadores de la empresa y ponerse –literal-
mente- al frente del reclamo por el reestablecimiento de la insalubridad.
El desarrollo de este conflicto fue el de mayor repercusión y significaci-
ón política en la historia del CD, constituyéndose en su mayor oportunidad de
articulación y proyección política. Especialmente en los últimos tramos de la
lucha por las 6 horas el CD fue afianzando su vínculo con distintas organiza-
ciones externas tanto gremiales como barriales, universitarias y partidarias,
y el desenlace positivo del conflicto aceleró la conformación de un espacio de
coordinación de estos diferentes sectores, dando lugar al denominado Movi-
miento Nacional por las Seis Horas, del cual participaron, además de los tra-
bajadores de Metrovías, delegados y trabajadores de la actividad ferroviaria,
docentes, estatales de distintas dependencias, trabajadores del ámbito de la
salud, ceramistas, telefónicos, junto con militantes de algunas organizaciones

11 Publicación interna de Metrovías, Año 5, N° 68, 31 de julio de 2002.

328
Patricia Ventrici

de desocupados como la FTC (Frente de Trabajadores Combativos) y CUBA


(Coordinadora de Unidad Barrial). A pesar del fuerte impulso inicial, esta
iniciativa no logró atravesar sin fragmentarse los cambios en la coyuntura po-
lítica nacional y fue perdiendo paulatinamente la capacidad de convocatoria
con la que había surgido.
Cuando los delegados y activistas más implicados llevan adelante una
narración en perspectiva de la trayectoria de la organización, el momento de
resolución positiva de esta reivindicación histórica de las seis horas es carac-
terizado como el período de mayor auge, el hecho consagratorio que terminó
de consolidar un sentido de pertenencia compartido y demostró la potencia
de la organización colectiva, fortaleciendo al unidad interna y dándole una
gran confianza en su propias capacidades. Subjetivamente se traduce también
como el episodio de más impacto en términos afectivos y emocionales, que
contribuyó fuertemente a reforzar los lazos de compañerismo entre quienes
llevaron adelante el conflicto. En definitiva, es percibido como el otro gran
hito constitutivo, no ya de fundación, si no más bien de autoafirmación de su
capacidad transformadora.
Así relata su experiencia una de las ex delegadas:

El desarrollo de la huelga fue increíble, compartir durante días


y noches la estadía en el lugar de trabajo ...el lugar donde du-
rante años habíamos acudido a desempeñar una tarea repe-
titiva para ganarnos la vida [...] y de repente estar reunidos
allí, voluntariamente, para otros fines, aquellos que nosotros
no habíamos fijado, estar allí día y noche inventando lo que
haríamos [...] fue como una revancha de la vida, después de
tantas humillaciones, de tener que obedecer órdenes arbitra-
rias bajo amenaza de sanción... Estar allí sin que nadie te esté
dando órdenes fue una experiencia de libertad compartida [...]
A mí me gusta creer que la experiencia de esa huelga provocó
un cambio en todos y que no nos damos cuenta del compañe-
rismo que todavía tenemos... (Bouvet, 2008).

A partir de este somero relato es posible observar en qué medida la re-


novación y activación de la organización gremial de base operó reconfiguran-
do las relaciones de fuerza al interior del espacio de trabajo. Este rearmado

329
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

habilitó una progresividad en las reivindicaciones en la que se destaca no sólo


la cantidad de reclamos planteados sino especialmente su diversidad y cuali-
dad. Como primer paso se desterró el despido como elemento disciplinador,
luego se detuvo el intento de reestructurar la organización del trabajo a través
de la flexibilización de ciertos puestos, se avanzó sobre la reducción de la jor-
nada y posteriormente sobre la incorporación a la planta estable de la empresa
de los trabajadores de empresas tercerizadas que operaban en el ámbito del
subte (limpieza, seguridad, administración). Paralelamente, se consiguieron
además importantísimos aumentos salariales, muy por encima del promedio
estipulado en términos generales a nivel nacional. Estos avances permitieron
desmontar el modelo de relaciones laborales planteado a partir de la privati-
zación, anulando los principales efectos negativos de este esquema sobre las
condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores.

Reflexiones finales. La representación gremial de base y


la configuración de la resistencia

Uno de los tantos modos de interrogar a este caso, para intentar dar
cuenta de algunas de las razones de su excepcionalidad, puede vincularse a la
relación entre el desarrollo de estas acciones de resistencia y las característi-
cas de la dinámica interna de la organización gremial, preguntándonos cómo
incide el tipo de construcción de la representación sindical de base en la con-
figuración de los procesos de conflictividad en el espacio de trabajo. Frente
a este interrogante creemos que una de las principales claves interpretativas
reside en el modelo de vinculación entre las bases y los delegados, asumien-
do que, en este caso, tiene lugar un proceso por el cual las relaciones entre
trabajadores-delegados-dirigencia sindical se modificaron constituyendo una
nueva configuración de los vínculos que determinan el “campo sindical” que
resignificó y potenció el alcance de las prácticas de resistencia. En función de
esto, hay algunos rasgos de la construcción política de esta organización de
base que resulta interesante resaltar. Los delegados y activistas del CD reivin-
dican como prácticas distintivas, en las cuales se funda su legitimidad entre
los trabajadores, la dinámica asamblearia y de intercambio permanente entre
representantes y representados y la independencia con respecto a la empre-

330
Patricia Ventrici

sa y a la conducción oficial del sindicato. Frente a lo que caracterizan como


la organicidad verticalista de la UTA, los delegados contraponen un mode-
lo de intervención sindical sustentado en un fuerte activismo de base, que
garantice niveles mínimos de participación del conjunto del colectivo y en
el cual el rol del delegado se convierte en el pilar fundamental de la organi-
zación. En la medida en que el CD, fuera de lo formal, no tiene ningún tipo
de integración a ninguna estructura sindical de mayor nivel, en los hechos
opera como un sindicato dentro del sindicato y la función del delegado se
resignifica ampliamente. Además de concentrar las ocupaciones relaciona-
das con la actividad cotidiana (gestión de condiciones de trabajo, licencias,
negociación de sanciones, etc.) se le agregan las tareas propias de la dirección
sindical, referidas a la elaboración de estrategias políticas a mediano y largo
plazo, las negociaciones con el Estado, la articulación con otros sectores, el
diseño de políticas comunicativas hacia la opinión pública, etc. Esto plantea
una limitación clara a partir de la falta de contención institucional porque la
función del delegado se vuelve demasiado amplia y requiere necesariamente
de la colaboración estrecha de un grupo de activistas afines. Sin el respaldo
de la estructura institucional, a partir de su enfrentamiento radical con la
dirección de UTA, la organización tiene como principal y exclusivo sustento
la presencia y activación en los espacios de trabajo a través de sus militantes,
por eso, el desafío primordial en el marco de una creciente incorporación de
personal a la empresa, es ampliar la cantidad de compañeros implicados en la
organización para facilitar el recambio de dirigentes.
En definitiva, se trata de un tipo de organización fuertemente descen-
tralizada, con altos niveles de autonomía y que necesariamente encuentra
en la participación y adhesión de los trabajadores de base su único sustento
y fuente de legitimidad para intervenir políticamente. Estas observaciones
abren una serie de interrogantes vinculados, por un lado, a dilucidar cuáles
son los factores que determinan el surgimiento de este tipo de fenómenos en
algunos sectores y no en otros, cuál es el alcance de este tipo de experien-
cias y cuáles son, en este sentido, los elementos que operan potenciándolas
o desalentándolas. Por otro lado, en referencia a la problemática del modelo
sindical, el caso reaviva la problemática de la relevancia política del rol y
el modo de integración de los delegados y organizaciones de base dentro de
la estructura sindical como un elemento que podría habilitar cierta apropia-

331
a construcción de la representación gremial y la resistencia en el espacio de trabajo

ción y resignificación de la práctica gremial por parte de los trabajadores y


una repolitización que reconfigure la dinámica de la intervención sindical.
En este plano, las características de esta experiencia hacen que el ejemplo del
subte reedite, en un contexto de renovado protagonismo de la conflictividad
laboral, problemáticas históricas referidas a las posibilidades y significacio-
nes actuales de la representatividad y la democracia sindical y a las especifi-
cidades de la estructura sindical argentina, fundamentalmente en relación a
las dificultades normativas y políticas para generar prácticas alternativas que
puedan forzar cierta apertura democratizante en los aparatos tradicionales
de los sindicatos.

Bibliografía

Bensusan, Graciela (2000), “La democracia en los sindicatos”, en De La Garza Toledo, E. (coord.)
Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, FCE, México.

Bouvet, Virginia (2008), Un fantasma recorre el subte, Ed. Desde el subte, Bs As.

De la Garza Toledo, Enrique, Democracia y Cambio Sindical en México, México, Plaza y Valdez,
2001.

De la Garza Toledo, Enrique, ¨Democracia, representatividad y legitimidad sindical¨, en http://


docencia.izt.uam.mx/egt/publicaciones/articulos/democracia.pdf, consultado junio 2008.

Fernández, Arturo (1998), Crisis y decadencia del sindicalismo argentino: sus causas sociales y
políticas, Buenos Aires, Editores de América Latina.

Ghioni, Gastón (2005), ¨Cambios en las relaciones laborales y respuetsas sindicales. La experiencia
de trabajadores agremiados en comercio, en Fernadez, A. (comp.) Estado y relaciones laborales:
transformaciones y perspectivas, Buenos Aires.

James, Daniel (1981): “Racionalización y respuesta de la clase obrera: contexto y limitaciones de la


actividad gremial en Argentina”, Revista Desarrollo Económico, vol. 21, Bs As.

Montes Cató, Juan (2006), “Dominación y resistencia en los espacios de trabajo. Estudio sobre las
relaciones de trabajo en empresas de telecomunicaciones”, Tesis Doctoral defendida junio del 2006,
en el Doctorado en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. http://www.ceil-piette.
gov.ar/areasinv/reltrabajo/tesis/montescato

Montes Cató, Juan y Ventrici, Patricia (2007) “Organización de trabajo, flexibilidad y respuesta
sindical en el Subterráneo de Buenos Aires”, Documento de trabajo num. 1, Editorial Poder y
Trabajo,2007,http://www.ceilpiette.gov.ar/areasinv/reltrabajo/rrttpub/07montesventricisubtes.pdf

332
Patricia Ventrici

Salud, Claudia (2007), Las trabajadoras del subte protagonistas de cambios, Ed. Desde el subte, Bs. As.

Torre, Juan Carlos, La formación del sindicalismo peronista, Buenos Aires, Legasa, 1988.

Torre, Juan Carlos, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976,
Siglo XXI, Bs As, 2004.

Vocos, Federico “Enfrentando la ofensiva empresaria: La construcción del anteproyecto de


convenio colectivo por los trabajadores del subte”, ponencia presentada en el 8vo. Congreso de
ASET, Buenos Aires, 2007.

333
13

Movimento operário do abc


paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal
Alessandro de Moura1

Introdução

A classe operária brasileira teve importante momento de desenvolvi-


mento na organização dos metalúrgicos do ABC paulista 2. O movimento ope-
rário do ABC tem seu período de maior desenvolvimento, organização e de
ofensiva contra o capital (e a burguesia) durante os anos 1978, 1979 e 1980.
Neste período a classe operária tem condições objetivas para aproximar-se
da formação de um projeto para si. Porém, com a derrota da greve de 1980,
somada a opção das direções sindicais do período em trilhar os caminhos das
disputas eleitorais, tal potencial é esvaziado. Tal processo aprofundou-se ain-
da mais com a nova conjuntura nacional e internacional posterior a 1989. Na-
cionalmente cabe considerar os efeitos da derrota eleitoral de Luis Inácio Lula
da silva – o Lula - em 1989 e a vitória de Fernando Collor, pois com isso tem-
se um novo período de investidas do capital e da burguesia nacional contra os

1 Mestrando em Ciência Sociais pela Universidade Estadual Paulista. Bacharel em Ci-


ência Sociais pela Universidade Estadual Paulista.
2 ABC é a sigla utilizada para referir-se as cidades: Santo André, São Bernardo e São
Caetano, as três cidades estão localizadas no Estado de São Paulo.

335
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

trabalhadores. Tal investida acabou por operar no sentido de desconstruir as


condições postas à classe operária enquanto classe para si3. Cabe destacar que
a classe operária continua sendo “classe”4 em relação à divisão social do tra-
balho (pois seus agentes ainda necessitam vender sua força de trabalho para
manter-se vivos enquanto corpo físico), mas deixa de ser classe no sentido
ético-político, agente com poder de transformação da realidade para si.

Das paralisações por fábrica à greve geral metalúrgica

O movimento dos operários do ABC é um dos muitos movimentos


sociais que eclodem durante a Ditadura Militar no Brasil, fruto da mesma
conjuntura, suas lutas caminham em paralelo com as de outros movimentos
sociais da década de 1970. Embora portador de especificidades, pois foi um
dos movimentos sociais que envolveu maiores contingentes de despossuidos
de meios de produção, que lhe possibilitou radicalizar a contraposição às de-
terminações do Governo Ditatorial. Abaixo segue-se a localização do ABC.

3 Por classe para si designamos relações que vão para além das relações com os meios de
produção. Trata-se da consciência da situação de classe, que possibilita agir de acordo
com um interesse de classe, fundado em experiências compartilhadas, vividas e per-
cebidas. Tal capacidade da classe para si envolve capacidade de mobilização política e
cultural para passar da submissão para a subjetivação negando a ordem dada.
4 Quando nos referirmos à “classe” enquanto descrição da posição na divisão social
do trabalho, como maioria estatística que vive da venda de sua força de trabalho, e
não enquanto agente político dotado de capacidade de transformação da sociedade
em contraposição a ordem burguesa (como forma de diferenciação nestes sentidos
específicos), colocaremos tal categoria entre aspas. (ALVES, 2007).

336
Alessandro de Moura

Figura I - Brasil/Estado de São Paulo/Grande ABC

Figura II - Grande ABC

Nesse sentido, pode-se dizer que o movimento operário do ABC paulis-


ta coroa um período de novos padrões de ação coletiva no Brasil. Período este
onde emergem novos sujeitos políticos em plena Ditadura Militar (SADER,
1991). Com isso abre-se um novo período de luta de classes no País marcado
pela ofensiva proletária5 sobre o patronato industrial no Brasil e seu Governo

5 Aqui utilizamos a definição de Engels apresentada no texto “Princípios básicos do


comunismo” de 1847, para o autor o proletariado é a “classe” em relação à divisão

337
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

autoritário (ANTUNES, 1992). Disso deriva a constituição de experiências co-


letivas organizativas compartilhadas. São novas articulações proletárias que
se desenvolvem a partir de experiências vividas e interesses comuns, como
solidariedade de classe. A “classe” marcada pela despossessão dos meios de
produção (e por isso, compulsoriamente obrigada a vender sua força de tra-
balho como mercadoria) de diversas formas organiza-se em ofensiva contra a
ordem burguesa brasileira em sua fase militarizada. Trata-se de um período
de rupturas com os padrões de legitimação da ordem Ditatorial, que defendia
os interesses do patronato.
A mobilização no ABC é crescente durante toda a década de 1970. Du-
rante o período muitas formas de pressão foram levadas a cabo pelo operaria-
do. Existia em São Bernardo uma pressão proletária para que o Sindicato não
fosse apenas um espaço físico, o sindicato era entendido por muitos operários
como um espaço de luta.

A Greve de 1978

A conjuntura de mobilização proletária, somada aos descontentamen-


tos dos operários serviu como base de insatisfação, rebelião e organização da
classe operária brasileira, o que culminou em 12 de maio de 1978, a partir dos
operários da Scania-Vabis, em São Bernardo em uma grande greve, a primei-
ra de uma longa série de greves que ficariam conhecidas como “greve dos bra-
ços cruzados, máquinas paradas”. Nesse tipo de greve, os trabalhadores per-
manecem nos seus postos de trabalho sem trabalhar. (C.f: ABRAMO, 1999:
ANTUNES, 1992: FREDERICO, 1978: CHASIN, 1980: VITO; NETO, 1991).
As greves e paralisações disseminam-se pelo mundo fabril, só no ABC,
os operários de 41 empresas entraram em greve. Em São Paulo são mais 6
empresas e em Osasco mais 3. Soma-se ainda, no segundo semestre de 1978,
a greve de autopeças, e, em dezembro do mesmo ano na Villares, um traba-

hierárquica do trabalho “[...] que tira o seu sustento única e somente da venda do
seu trabalho e não do lucro de qualquer capital; [aquela classe] cujo bem e cujo sofri-
mento, cuja vida e cuja morte, cuja total existência dependem da procura do trabalho
e, portanto, da alternância dos bons e dos maus tempos para o negócio, das flutua-
ções de uma concorrência desenfreada”.

338
Alessandro de Moura

lhador é agredido pela chefia e demitido, em solidariedade os trabalhadores


desta fábrica decretam greve. No mesmo mês houve outra greve por reajuste
na Resil. (ANTUNES, 1992). Totaliza-se na Grande São Paulo (onde se inclui
o Grande ABC) mais de 150 fábricas paralisadas e em greve, com mais de 167
mil operários em greve durante todo o ano de 1978 (ABRAMO, 1999)6.
Antunes (1992) destaca que as paralisações e greves de 1978 não tiveram
organização prévia, deram-se por meio de decisões súbitas dos trabalhadores.
Mas não por falta de capacidade organizativa, pois os processos de organização
e mesmo discussão eram obstruídos pela própria conjuntura repressiva do Es-
tado Militar-burguês. Por isso as ações dos trabalhadores tinham que ser rápi-
das e incisivas. O grande número de paralisações, em uma onda de reação pro-
letária dificultou sobremaneira as ações repressivas do Estado, embora, tenha
havido grande número de demissões (que caracteriza a repressão patronal).
As paralisações e greves de 1978 rompem com o silenciamento imposto
ao movimento sindical desde 1968 e do AI5 (Ato Institucional nº 5), que uti-
lizando-se de intensa repressão, deixou o movimento operário na defensiva e
amordaçado. Mas a luta operária não se construiu apenas com vitórias, após o
ciclo de greve de 1978 houve demissões em massa de operários, tanto no ABC
como na grande São Paulo. Na grande São Paulo a estimativa de demissões
em 1978 foi de 1.200 operários (SADER, 1991).
Porém, no plano organizativo, as greves e paralisações de 1978 abrem
as portas para outras manifestações e levantes operários, pois não escapam
a subjetividade operária, pelo contrário, foram incorporadas como experi-
ências vividas, percebidas e compartilhadas, servindo de substrato objetivo
para a nova onda grevista de 1979, que deu-se num plano organizativo mais
intenso e articulado consolidado por meio da greve geral metalúrgica.
Cabe frisar que não só os operários aprendem com a greve, o Estado
Ditatorial e o patronato também tiram lições das disputas com os trabalha-
dores. Com isso Estado e patronato preparam-se para o novo embate em 1979,

6 Porém cabe considerar que, mesmo entrando em greve em conjunto, não havia uma
articulação tática e política entre as greves. As demanda dos trabalhadores fabris e
suas formas organizativas são variáveis, não se trata de um todo homogêneo, altera-
se significativamente sua organização, coesão e combatividade. Embora possa-se di-
zer que o substrato da greve era comum, marcado pela rebeldia imediata com adesão
massiva e progressiva.

339
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

antecipam-se à reincidência do movimento grevista e lançam um pacote de


reajustes para dividir o operariado. A Federação da Indústria de São Paulo
(FIESP), órgão de representação patronal passa recomendações a seus filiados
de como proceder em caso de greve. As recomendações deixaram claro a dis-
posição e os métodos que seriam empregados. Entre eles:

2. Não pagar em nenhuma hipótese horas paradas e não esta-


belecer acordos e compensações, pois não existindo no Brasil
fundo para greve, esse será um excelente recurso para as em-
presas;
3. Tentar de todas as formas colocar os grevistas na via pública.
(...) Com esta providência teremos a possibilidade de envolver
o poder público. (...)
4. Suspender por um ou dois dias (disciplinarmente) aque-
les que entrarem na fábrica sob condições de trabalhar e não
cumprir o prometido. Em última instância dispensar um certo
número de pessoas por justa causa, após, junto com o respon-
sável pela área paralisada, pedir ao trabalhador que execute
uma determinada tarefa (a negativa caracterizará um ato de
insubordinação). Essa situação gera insegurança no pessoal.
Geralmente após essa prática ou os empregados ou o sindicato
pedirão a sustação das dispensas, propondo volta ao trabalho.
(SADER, 1991, p. 303).

A greve de 1979

Mas também entre os operários a capacidade organizativa avança mui-


to. A disputa com o patronato acirra-se, e no dia 12 de maio de 1979 o Sindica-
to declara paralisação. A greve começa na verdade a meia noite do dia 12 para
o dia 13 de maio de 1979, iniciando-se com o “turno da noite”. Os operários
em assembléia decretaram a Greve Geral, o próprio sindicato dos metalúrgi-
cos do ABC, mais uma vez, ficou para trás.

340
Alessandro de Moura

No primeiro dia de greve (13 de maio), só em São Bernardo 42 fábricas


e 90 mil operários estavam paralisados. Em Santo André totalizava-se 60 fá-
bricas e 38.622 operários. E, em São Caetano foram mais de 25 mil operários
que aderiram à paralisação. São Bernardo, Santo André e São Caetano juntos
somavam 155.000 operários em greve. A greve é decretada ilegal pelo Minis-
tério do Trabalho, mas, ainda assim permanece ativa como realidade objeti-
va. (ANTUNES, 1992: SADER, 1991). Lula e a direção do Sindicado mais uma
vez são colocados à frente da direção da greve sem estarem preparados para
ela. A insubordinação proletária vinha da base metalúrgica e não da direção
sindical.
Nesse ano a extensão da greve para fora do ABC é ainda mais visível do
que em 1978. As greves criaram uma fratura política-social que permitiam o
desencadear de novos movimentos contestatórios. Frente ao avanço do movi-
mento grevista, o Governo e o Patronato reagem, no dia 20 de maio de 1979
tem-se uma série de prisões de operários e militantes. No dia 21 as manifes-
tações públicas no estádio Vila Euclides e no Paço Municipal são proibidas
pelo Governo Militar-burguês. Tem-se certamente uma nova configuração
ofensiva da classe contra a política imposta pela ditadura e contra o patronato
industrial. A polícia vai para as ruas para dispensar, com pancadas, bombas e
tiros as aglomerações operárias.
No dia 23 de março (uma quarta-feira), após 10 dias de greve é proposto
pelo Ministério do Trabalho um “protocolo de intenções” aos operários em
greve, mas esta proposta fica a cabo da pauta dos metalúrgicos que recusam-
na. Foi o suficiente para a polícia intervir nos Sindicatos de São Bernardo,
Santo André e São Caetano. O Estado Ditatorial mostra a quem serve de fato,
para que classe trabalha. O operariado resolve enfrentar o aparato repressivo,
paus e pedras contra escudo, cacetete, cavalaria, camburão e bala. Os dirigen-
tes dos Sindicatos ficam à espreita, Lula, também despreparado, refugia-se
por 48 horas no sitio de seu sogro. O comando de greve assume a organiza-
ção do movimento. Mas a confiança em Lula, dirigente Sindical, havia se de-
senvolvido muito em seus dez anos de militância no ABC (1969-1979), dessa
forma, mesmo com todas as evidentes debilidades na sua forma de liderança,
tornou-se impossível substituí-lo naquele momento.
Amparada pelo clima popular de organização, a greve do ABC contou
com ampla solidariedade nacional. A burguesia responde a isso, lançando

341
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

uma campanha televisiva em favor do Governo Militar e do Patronato afir-


mando que os trabalhadores do ABC eram privilegiados, que tem os maiores
salários do País, etc (ANTUNES, 1992). Generaliza a situação de pequenos
grupos de trabalhadores superqualificados e com maiores salários para o res-
tante do operariado do ABC. Com isso pretendia-se minar o apoio popular
aos metalúrgicos.
Somou-se a isso, a ausência de Lula, direção carismática, por dois dias
que foi suficiente para aprofundar a desarticulação do movimento. O grande
contingente de trabalhadores (mais de cento e cinqüenta mil) está rebelado
e sem direção, sem saber ao certo o que fazer, era necessário dar direciona-
mento à massa de trabalhadores que queriam fazer algo. No dia 25 (Domin-
go) Lula é “forçado” a reassumir a dianteira do movimento, mesmo sob risco
eminente de prisão, pois não se encontrava alternativa para a condução do
movimento. Sua liderança deveria evitar erros e perdas para o operariado do
ABC. E Lula orientou: era necessária articulação do movimento de greve, in-
tensificação dos piquetes e não ingressar nas fábricas, e o fim do movimento
grevista só seria definido em assembléia geral plebiscitária. Mas os rumos da
greve já estavam comprometidos. Na segunda-feira (dia 26), mesmo com a
manutenção da paralisação, um grande contingente de trabalhadores volta-
ram ao trabalho, contrariando as orientações de Lula, evidenciava-se o reflu-
xo do movimento.
Com esse novo fato, o Comando de Greve - formado pela direção do
sindicato e a comissão de salários – precisou reavaliar o movimento. Na as-
sembléia geral de terça-feira (27 de março), completados 15 dias de greve, em
uma votação apertada, sob insistência de Lula a maioria decidiu pela volta ao
trabalho e uma “trégua” de 45 dias para que o patronato apresentasse uma
nova proposta. Mas houve retaliação do movimento pelo patronato, muitos
trabalhadores são demitidos.
A greve geral de 1979 teve importantes avanços organizativos, foi quali-
tativamente mais intensa e extensa que àquela de 1978, tanto em organização
quanto em alcance. Em 1978 ocorreram uma série de paralisações parciais e
greves, que ocorreram de forma dispersa e não coesa. Mas em 1979 a greve
foi geral da categoria metalúrgica. O movimento além de conquistar parte
de suas pautas, avançou também em sua organização e articulação, demons-
trando avanço não só quantitativo, mas também qualitativo, pois suas ma-

342
Alessandro de Moura

nifestações paralisaram, só no ABC, mais de 150.000 trabalhadores, e ainda


estendeu-se a outras categorias, Cidades e Estados. Somou-se um total de 436
greve no País com mais de 3 milhões de trabalhadores paralisados (ANTU-
NES, 1992, SADER, 1991).
Com as paralisações parciais de 1978 e a Greve Geral metalúrgica de
1979, a correlação de forças altera-se em favor dos trabalhadores. A onda pro-
letária estava em ascensão. Porém, ainda neste momento os metalúrgicos do
ABC não se entendiam enquanto vanguarda proletária.
O movimento mostrava-se forte o suficiente para determinar mudanças
político-salariais no País e influenciar outros movimentos insurgencionais,
como a greve puxada pela Oposição Sindical em São Paulo que envolveu mais
de 300 mil trabalhadores que exigiam a unificação com ABC para vingar a
morte de Santo Dias, operário grevista assassinado. Também os trabalha-
dores e professores da USP (Universidade de São Paulo) deflagraram greve
em 1979. Por tudo isso, o Governo Militar-burguês entendia como estraté-
gico derrotar o operariado organizado, e redefinir a autoridade das políticas
governamentais. Queria-se controlar totalmente o tipo de abertura que seria
permitida, restringindo e reprimindo as alternativas apresentadas pelos tra-
balhadores por via direta.
Internacionalmente desencadearam-se outros levantes radicalizados,
que o governo temia que pudessem ressoar no Brasil. No mesmo período em
outros paises também eclodiram ações proletárias radicalizadas, como na Ni-
carágua que em 17 de julho de 1979, os trabalhadores acabavam de derrubar
a ditadura de Samoza. Também na Polônia os trabalhadores desencadeiam
uma grande greve e insurreição política.
Com mobilizações operárias acontecendo dentro e fora do Brasil, diante
do risco premente da radicalização do movimento operário brasileiro, que se
organizara cada vez mais, o governo foi obrigado a ceder em alguns pontos
para neutralizar o risco de ser derrubado pela insurgência proletária. Assim,
como forma de desmobilizar os operários radicalizados, o Governo Militar
viu-se obrigado a fazer uma concessão parlamentar eleitoral, em dezembro
de 1979 modificou a legislação eleitoral e restabeleceu o pluripartidarismo
partidário, com isso o ARENA (partido do governo Militar) tornou-se Partido
Democrático Social (PDS). E o MDB tornou-se PMDB. As lideranças sindi-
cais do ABC, aliados com setores da igreja católica, sindicalistas e intelectuais

343
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

lançam o “movimento pro-PT”, tentando criar o Partido dos Trabalhadores


(PT). Além disso, outros partidos foram criados, como o Partido Democrático
Trabalhista PDT, o Partido Popular PP e o Partido Trabalhista Brasileiro PTB.
Os partidos comunistas e socialistas permaneceram proibidos. O PT não as-
sumiu a defesa de tais partidos.

A greve de 1980

Uma outra resposta do Governo Ditatorial foi definir uma nova política
salarial, com regime diferenciado de aumentos, com conseqüente diferencia-
ção de salários e correções periódicas. Com isso visava-se impor mais obstá-
culos à mobilização operária, o que por sua vez deveria reduzir os motivos e
as possibilidades de greve, pois dificulta-se a mobilização coletiva da catego-
ria. Ainda, com a política salarial do Governo, o operariado não poderia mais
definir seus próprios reajustes. Com isso, seria possível também desassociar
os aumentos de lucros do patronato, fruto do bom desempenho do setor, da
obrigatoriedade dos reajustes salariais dos operários. Facilitaria a acumula-
ção de capital dos industriais.
Porém, para surpresa do Governo Militar e do patronato industrial, a
proposta não teve aceitação no ABC paulista. Tendo como substrato as pa-
ralisações de 1978 e a Greve Geral Metalúrgica de 1979, estes resolvem dar
inicio novamente a uma campanha em separado da Federação dos Metalúr-
gicos do Estado de São Paulo (presidida por Joaquinzão pelego7) e do restante
dos metalúrgicos do interior. Esta mobilização dos metalúrgicos do ABC foi
pautada em um amplo processo de discussão, até 30 de março 1980, onde se
decidiu pela greve geral, foram realizadas cerca de 300 assembléias prepara-
tórias, onde se discutiu a construção da pauta e formas de mobilização, como
a “Comissão dos 400” eleita a partir das fábricas, ela deveria ser o centro po-
lítico da greve.

7 Pelego é um pedaço de pele de carneiro que é utilizado entre o arreio e as costas dos
animais de montaria. Os sindicalistas pelegos são aqueles que buscam impedir que
sua base, os trabalhadores, entrem em conflito com o patronato.

344
Alessandro de Moura

Seguindo deliberação de assembléia geral de 1980, com a presença de


cerca de 66 mil operários declara-se greve geral a partir de 1º de abril de 19808.
Participavam desta greve, num primeiro momento, mais de trinta sindicatos,
não só do ABC, mas também de Sertãozinho, Taubaté, Pindamonhangaba,
Guaratinguetá, Piracicaba, São José dos Campos, Sorocaba, Campinas, Santa
bárbara do Oeste, Araraquara, Américo Brasiliense, Ourinhos, Mococa, Jun-
diaí, Lorena (ANTUNES, 1992). O Tribunal Regional do Trabalho pronuncia-
se no mesmo dia sobre a greve geral, declarando-se incompetente para julgar
a legalidade ou não da greve dado o grande número de sindicatos e Cidades
envolvidas na greve, decisão que foi comemorada pelos metalúrgicos como
uma conquista da greve. Porém o Tribunal Regional do Trabalho lança uma
contraproposta em relação à pauta dos operários, e esta faz com que setores
dos metalúrgicos (principalmente do interior que tinham salários menores)
voltem ao trabalho. Mas o ABC ainda considera que o acordo ao propor piso
salarial para os metalúrgicos rebaixa o piso salarial no ABC, reafirmando
que o patronato do ABC pode conceder maiores aumentos, e que é possível
conseguir maiores reajustes. “Dos 140 mil metalúrgicos de São Bernardo e
Diadema, cerca de 90% permanecem em greve”. (ANTUNES, 1992, p.71).
Dada a intensa organização e debates que precederam a deflagração da
greve, os trabalhadores já estavam preparados para uma greve de longa dura-
ção, e mostravam-se predispostos a enfrentá-la. Durante a greve de 1980 procu-
rou-se não repetir os equívocos cometidos durante as greves anteriores, como,
por exemplo, não concentrar a função de liderança em poucas pessoas.
O ABC, também não era um bloco homogêneo, assim como a classe
operária também não o é, apenas oito dias depois de decretada a greve ge-
ral, em São Caetano a greve é encerrada. O Sindicato de São Caetano sai da
greve no dia 8 de abril de 1980, mas São Bernardo, Diadema e Santo André
mantiveram a greve. Neste momento permaneciam em greve cerca de 170 mil
operários. (ANTUNES, 1992, p. 72). No dia 14 de abril de 1980, pressionado
pelo patronato, pela burguesia e pelo Estado o Tribunal Regional do Traba-
lho declarou a greve ilegal, alegando que agora apenas dois sindicatos eram
responsáveis pela greve, o sindicato de São Bernardo e de Santo André, estes

8 Realizaram-se assembléias simultâneas em São Bernardo com 60 mil operários, em


Santo André, com 4 mil operários e em São Caetano, contando com a presença se 2
mil operários.

345
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

ficam em posição de isolamento. Ainda assim, os operários resistem, em as-


sembléia geral em São Bernardo, com cerca de 60 mil operários deliberou-se
pela manutenção da greve, e denunciam “Estão lutando contra os trabalhado-
res como se fôssemos inimigos da pátria, ladrões, assassinos. Patrões, polícia,
governo, tribunais, rádio, televisão, jornal, tudo enfim, é utilizado para mas-
sacrar homens e mulheres que pacificamente, lutam por reivindicações reco-
nhecidamente justas”. (“Ao Povo Brasileiro: Por que continuamos em Greve”.
Documento da Diretoria do sindicato dos trabalhadores, 15/04/80).
O Estado Ditatorial e o patronato reagem a esta declaração, e em 19 de
abril de 1980 é realizada a intervenção nos sindicatos. Uma das preocupações
do Governo Ditatorial, que justificaria suas ações, era de que as greves deses-
tabilizavam não só o Regime, mas também a economia favorecendo a crise
econômico-política. Por isso o Governo orientou o patronato a não ceder às
pressões dos trabalhadores, assegurando que o Banco Central e o Banco do
Brasil arcariam com todos os prejuízos da greve.
Com 19 dias de greve Lula e toda a diretoria do Sindicato de São Ber-
nardo (entre outros) é presa. Também são proibidas as reuniões e assembléias
operárias em prédios e espaços públicos, tal como o Estádio da Vila Euclides.
A prisão da direção do sindicato gerou impactos tanto sobre os trabalhado-
res como sobre o patronato, o patronato sentiu-se representado pelo Estado,
comemorando as prisões. Porém, a organização dos trabalhadores era tão
complexa que a prisão da diretoria não pode fazer a greve refluir, por con-
ta da “Comissão dos 400” qualquer trabalhador que fosse preso poderia ser
substituído rapidamente dando prosseguimento à greve.
Como estavam proibidas as reuniões e assembléias operárias em pré-
dios e espaços públicos, bem como no Estádio da Vila Euclides, nesse momen-
to os trabalhadores passam a realizar suas assembléias na Igreja da Matriz.
Mas sem dúvida estas proibições, somadas a prisão da diretoria do sindicato
acabaram gerando impactos importantes sobre os trabalhadores. Mas ainda
assim, no dia 23 de abril, decorridos 23 dias de greve, em São Bernardo 90%
dos operários mantém-se paralisados, em Santo André a porcentagem de pa-
ralisados chega a 70%. (ANTUNES, 1992).
A greve encontra apoio nos bairros operários. Mas, as prisões continu-
am, a cada nova assembléia operária novos contingentes de trabalhadores
são presos. Além disso, o patronato pressiona também psicologicamente os

346
Alessandro de Moura

trabalhadores, uma parte dos operários sucumbem e voltam ao trabalho. No


dia 1 de maio, Dia do Trabalho os operários do ABC fazem uma caminhada
nas ruas do ABC, são centenas de milhares de trabalhadores marchando e
cantando a música “caminhando e cantando”.
No dia 4 de maio encerra-se a greve em Santo André. Mas em São Ber-
nardo a greve continua, e se estende até o dia 11 de maio, completando 41
dias. Lula e a diretoria do Sindicato do ABC temiam a radicalização dos ope-
rários, por isso eram incapazes de fazer avançar o movimento, com tudo isso
os metalúrgicos ficaram isolados politicamente. Nesses momentos mais críti-
cos faltou também apoio de partidos de esquerda e outras instituições àqueles
operários mobilizados em greve (PCB, PC do B e MR8 procuravam abster-
se destes processos). Lula, já a partir de 1979, passou também a preocupar-
se mais com o processo eleitoral que se abriria. Talvez por isso não tivesse
intenção de estar à frente de um movimento radicalizado que impusesse as
demandas dos trabalhadores (reforma agrária, educacional, tributária, admi-
nistrativa, urbana e controle das remessas de lucros ao exterior, etc..), como
relata em entrevista sobre o 1º de Maio de 1980:

O que eu sei é que durante muitos momentos, entre 78 e 80,


não aconteceram coisas maiores no ABC porque a gente da
diretoria não deixava acontecer (...). Uma vez tive que segurar
um trabalhador entrando com bombas dentro da calça, a gente
tinha que pegar o cara convencer que aquela não era amaneira
correta naquele momento (...). Outra vez, o pessoal queria to-
car fogo na Brastemp, e a gente tinha que convencer as pessoas
politicamente que não era necessário fazer aquilo. Eu digo pra
você que, se alguém dá um tiro naquele 1º de maio, teria uma
carnificina em São Bernardo, não sei se estouraria uma guerra
civil, mas tinha muito trabalhador preparado, muitos traba-
lhadores que agente passava semanas tentando mostrar para
eles que esse caminho é o fim do que agente está pensando
em fazer, nós não temos como resistir se começar uma coisa
dessas. (LULA respondendo ao entrevistador José Arbex Jr.
Revista Caros Amigos, 2000).

347
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

Esta disposição latente dos trabalhadores poderia ter sito aproveitada


como ponto de partida para ações mais contundentes, que assegurassem o
atendimento de demandas históricas dos trabalhadores e do povo pobre bra-
sileiro. Mas não era esse o interesse de Lula e seus companheiros do sindicato.
Como isso se tornou um representante que não representava a radicalidade
que o movimento tinha potencial de assumir. A base estava muito a frente
da direção, ficando por isso sem representação. É claro que isto não impediu
que Lula e sua diretoria tornassem-se os representantes mais destacados do
“novo movimento operário” em oposição aos “antigos pelegos”. Porém, mes-
mo que Lula e as demais lideranças sindicalistas não vislumbrassem além das
ações sindicais-corporativas imediatas, a luta operária tinha cunho político
significativo, para além da luta local/regional do ABC paulista. Tratava-se de
manifestação explicita e continua da insubordinação da classe operária ao
governo, expressa em luta contundente contra a política econômica do Regi-
me Ditatorial.
Destarte, com a derrota da greve de 1980 interrompe-se o ascenso das
massas proletárias contra o regime militar-burguês. A partir daí teremos um
importante refluxo do movimento operário a partir do ABC, que até então
representava a vanguarda do combate operário. Para assegurar a continui-
dade do ascenso operário iniciado em 1978 era imprescindível a unificação
dos operários do ABC com os operários de São Paulo liderados pela Oposição
Sindical Metalúrgica. Esta articulação deveria ter sido empreendida desde o
inicio do movimento do ABC pelas lideranças sindicais.
Os impactos na subjetividade coletiva dessa da derrota objetiva da gre-
ve foram imensos, o que podemos compreender pelo intenso refluxo que se
seguiu. Mesmo com os avanços acumulados nos últimos três anos 1978, 1979
e 1980, a partir de então as greves não seriam retomadas nas mesmas propor-
ções e radicalidade. A greve de 1980 era muito mais ampla e articulada, todo o
desenrolar da greve baseava-se em assembléias plebiscitárias. Porém, embora
fosse um movimento amplo e abrangente, faltou programa político-social de
maior profundidade para que a organização não refluísse. Para vitória desta
greve faltou salto significativo como a articulação orgânica dos setores mais
combativos (ABC e Oposição Metalúrgica).
Segundo Ricardo Antunes (1992) as lideranças sindicais que dirigiam
o movimento não eram capazes de transcender a espontaneidade, também

348
Alessandro de Moura

não tinham maturidade política para conduzir um movimento para além do


local e do imediato, não se conseguiu construir um programa mais amplo. A
greve deveria ter transformado-se em um movimento nacional de trabalha-
dores por uma nova ordem social. Mas, a direção não estava preparada (ou
não tinha interesse) para conduzir um movimento com tal amplitude. A clas-
se, enquanto agente ético-político, ainda estava em construção de si mesma.
Para ampliar-se, o processo de desenvolvimento coletivo de ações radicais
necessitava ser intensificado e extrapolar o ABC paulista.

O movimento operário pós-ABC

A classe operária brasileira passa a ser vista nacionalmente com as


greves operarias do ABC decorrida a partir de 1978, 1979 e 1980, ainda que
aquém de sua potencialidade, a projeção da luta capital-trabalho ultrapassa
sua dimensão local influenciando uma série de outros movimentos sociais no
Brasil. Isso pode-se evidenciar pela organização da classe trabalhadora du-
rante toda a década de 1980, pois a legislação anti-greve passa a ser ignorada,
além dos metalúrgicos muitas outras categorias passam a fazer greve. Ainda
como desdobramentos das greves do ABC tem-se a fundação do Partido dos
Trabalhadores (1980), da Central Única dos Trabalhadores (1983) e do Movi-
mento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (1984).
A fundação do Partido dos Trabalhadores articulou em torno de si mem-
bros da igreja católica, lideres camponeses, sindicalistas, socialistas, anarquis-
tas, e trotskistas. Porém, internamente, mesmo o PT abarcando ainda outras
tendências políticas minoritárias organizadas9, o Partido dos Trabalhadores
será conduzido por Lula e pela articulação na mesma orientação política que
desenvolveram na gestão do Sindicato do ABC. Ou seja, a linha privilegiava
a luta econômica dentro da legalidade sem questionamentos profundos do
status quo e da composição de classes no Brasil. O Partido dos Trabalhadores

9 Além da Ala majoritária, denominada Articulação e que era composta principal-


mente por setores da Igreja católica e lideranças sindicais próximas a orientação de
Lula, havia ainda uma ala esquerda multi-fragmentada, composta pela Democracia
Socialista (DS); O Trabalho (OT) - que impulsionava a juventude da Libelu; Causa
Operária e Convergência Socialista (CS)

349
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

se propôs como instrumento de luta pela melhora das condições de vida da


“classe” trabalhadora, alavancando uma luta massiva em torno das deman-
das imediatas dos trabalhadores, pautando salários, condições de vida, habi-
tação, diminuição da jornada de trabalho (de 48 horas semanas para 44), lutas
importantíssimas num país de desenvolvimento prussiano-colonial, mas que
se dão nos marcos emancipação política10 dentro da ordem burguesa. Pois,
não colocava-se a tarefa de atuar na transformação profunda da estruturação
social do capitalismo brasileiro, ou pela busca da emancipação humana.
Nesse sentido, pode-se dizer que o movimento massivo dos trabalhadores,
que chegou a mobilizar 3 milhões de grevistas no País em 1980, não foi aprovei-
tado em toda sua potencialidade concreta, as direções do movimento poderiam
ter pressionado também pela retomada das “reformas de base” (reforma agrária,
educacional, tributária, administrativa, urbana e controle das remessas de lucros
ao exterior, etc.) nas necessidades históricas do proletariado brasileiro, porém
concentrou todas as forças no movimento pela “redemocratização do País”11. Ora,
não estamos nem sugerindo que Lula, o PT, a CUT deveriam lutar para dissolver
a sociedade de classes, abolir a propriedade privada e instituir um governo operá-
rio, mas que seria possível naquele momento (1980) centrar forças na realização
das demandas históricas da classe trabalhadora, por meio da construção de um
partido revolucionário. Ao invés disso, seguiram-se as demandas colocadas pela
pequena e média burguesia, sintetizadas no programa do PMDB.
Assim, embora o Partido dos Trabalhadores tenha se configurado como
uma alternativa partidária a mais, fortalecendo a luta pela “redemocratiza-

10 Por emancipação política entende-se as lutas sociais que se colocam a tarefa de lutar
por demandas sociais sem buscar transformar a ordem social-política e a divisão
social do trabalho, a emancipação humana seria única forma de dissolver a sociedade
de classes e extinguir a propriedade privada (MARX, 2009).
11 Além de Lula e Fernando Henrique Cardoso (FHC), dentre os mais destacados desta
campanha está Ulysses Guimarães, Tancredo Neves, Franco Montoro, Euclides Scal-
co e Leonel Brizola, entre outros. Por isso não nos parece equivocado afirmar que os
metalúrgicos do ABC deixam de ser os principais protagonistas das lutas na década
de 1980. A pequena burguesia retorna à cena política e conduz todo o País por uma
via de conciliação de classes. Restabelece-se a democracia, mas sem descaracterizar
o abismo entre ricos e pobres no Brasil. Sem realizar a reforma agrária, educacional,
tributária, administrativa, urbana ou estabelecer controle sobre as remessas de lu-
cros ao exterior, etc.

350
Alessandro de Moura

ção” buscando inserir medidas e discussões que pudessem favorecer os tra-


balhadores, a pauta operária foi rebaixada para a apelação “trabalhador vota
em trabalhador”, e para a reafirmação do PT como “Partido sem patrão”, o
que fortalecia a identidade do trabalhador brasileiro, mas não libera o traba-
lhador da condição de subsunção social da Divisão Social do Trabalho. O PT
com sua ala majoritária (a Articulação-PT), acabou por ceder ao trabalhismo,
a uma aliança operário-burguês conduzida de acordo com as demandas da
pequena e média burguesia, com isso, a representação dos trabalhadores é es-
vaziada. Acabou-se migrando dos conteúdos da ‘frente popular’ para a alian-
ça capital-trabalho, abandonando a luta intransigente contra a desigualdade
no Brasil, seguindo tal raciocínio pode-se pensar que desde suas primeiras
disputas eleitorais o PT já não era mais capaz de promover transformações
profundas na estruturação social brasileira.
A partir de 1980 o ABC, de certa forma, sai da cena política, deixando sua
posição de símbolo da resistência contra a ditadura, passa a figurar como apenas
mais um movimento reivindicativo, assim, perde a posição de vanguarda em
busca da transformação da ordem social e política. A significação deste proces-
so é relevante, pois do período dos levantes proletários até 1980 são os operários
que dirigirem o processo insurrecional e colocam suas demandas, a partir da
derrota de 1980 esse papel passa a ser exercido pela pequena burguesia. Agora
o movimento sindical é mais um movimento que apóia a “redemocratização” e
a “saída negociada” da ditadura militar, porém, nem mesmo é o condutor desta
luta, ela é conduzida agora pelo PMDB, caracterizado nas palavras de Fernando
Henrique Cardoso, um de seus fundadores, como “um partido composto pela
classe média, urbana e universitários”. Um partido pequeno-burguês.
Esta saída pactuada impediu a derrubada do regime militar-burguês
e da base que lhe garantia sustentação: a burguesia e o patronato. Impediu
assim o movimento operário de trilhar um desenvolvimento autônomo com
progressivo enfraquecimento das classes dominantes brasileiras. A burguesia
e o patronato, em busca da conservação hierarquia de classes, seriam agora
os condutores do proletariado e do povo pobre impedindo que os trabalhado-
res se articulassem como classe revolucionária contra a estruturação secular
que os subsume. A burguesia e o patronato agem novamente como forma de
dissolver a organização da classe operária. Com isso prolongam seu sistema
de dominação.

351
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

Também, durante a década de 1980 Lula e as demais lideranças sindi-


cais destacadas durante as greves concentrar-se-ão muito mais nas disputas
eleitorais. A opção das lideranças sindicais pela via eleitoral, acaba por exer-
cer forte ressonância também sobre a base do sindicato do ABC, que por fim,
em um processo cheio de nuances, tem como uma de suas principais conse-
qüências redefinir todo o rumo da militância no ABC, a luta maior agora era
pela construção do partido e das disputas eleitorais12, ou seja, referenda-se a
divisão social do trabalho. Esta máxima irá marcar todas as lideranças sin-
dicais do ABC ao longo da década de 1980, como se pode observar por exe.
Os intensos esforços na campanha a eleição de Lula para Governador de São
Paulo em 1982 (mas perdeu para Franco Montoro) e para Deputado Federal
em 1986, sendo um dos mais votados.
Soma-se a tudo isso, como elemento problematizador, que o Partido dos
Trabalhadores, é fundado justamente “em cima” do inicio do refluxo do mo-
vimento operário, com isso as disputas eleitorais são colocadas como uma
forma de reação pela positiva. As esperanças de um futuro melhor são ca-
nalizadas pela ala majoritária do PT para a disputa eleitoral representativa
distanciando-se do enfrentamento direto contra o Estado e o patronato, como
os trabalhadores fizeram em 1978, 1979 e 1980. Ou seja, o PT, que surge em

12 Grande parte dos integrantes do sindicato voltaram-se para as eleições, lançando-se


como candidatos à prefeituras, e deputados. Como exemplo podemos destacar o caso
de Djalma Bom, que era tesoureiro do sindicato de São Bernardo, liderança ativa
durante as greves, concorreu e foi eleito Deputado Federal pelo PT em 1982. Feijó,
metalúrgico da Ford da diretoria do sindicato do ABC, foi membro da 1ª comissão
de fábrica da Ford, também se candidatara a Deputado Federal em 1982. Benedito
Marcílio do Sindicato dos Metalúrgicos de Santo André, também candidatou-se a
Deputado Federal em 1982. Em 1982 Gilson Meneses será eleito o primeiro prefeito
do PT no Brasil, a frente da prefeitura de Diadema a partir de 1982. Jair Meneguelli,
ferramenteiro, presidente do sindicato de São Bernardo de 1981 a 1986, presidente
da CUT, de 1983 – 1994 será eleito Deputado Federal em 1995, reeleito em 1999,
ainda, passou ao executivo da FIESP. Vicentinho, vice-presidente do Sindicato de São
Bernardo em 1982, é eleito Deputado Federal em 2002 e reeleito em 2006. Luiz Ma-
rinho, que era pintor e que também foi companheiro de Lula em muitas das lutas
sindicais, em 2002 concorrera a eleição para vice-governador do Estado de São Paulo
vice de José Genuíno pelo PT. Lula disputa as eleições para Governador do Estado de
São Paulo em 1982 e para Deputado Federal em 1986, em 1989 disputa as eleições
presidenciais, o que se repete em 1994, 1998, 2002 e 2006.

352
Alessandro de Moura

meio à resistência proletária contra a ditadura e os impactos da derrota da


greve de 1980, ao invés de pautar-se pela derrubada da Ditadura e pelo esta-
belecimento de um novo governo de trabalhadores, acabou optando por lutar
pela abertura lenta e gradual, pela redemocratização, referendando ativamen-
te a estrutura eleitoral burguesa, apostando nas transformações sociais por
via parlamentar-burguesa.
O que se pode reter como elemento positivo é que mesmo a derrota do
movimento grevista de 1980 não pode reverter o desgaste que o governo e o
patronato foram expostos pela ação operária organizada. Os trabalhadores,
mesmo que em outros patamares de mobilização e de radicalidade, com a
pauta redefinida, continuam a se organizar. Dentro e fora das fábricas mobi-
lizações operárias continuavam a acontecer.
Salvaguardado a nova fase do desenvolvimento do capitalismo no Bra-
sil, o patronato e a burguesia retomaram a normalidade das dominações so-
bre os trabalhadores. Avançam a introdução de técnicas produtivas que pou-
pam mão-de-obra e geram demissões. O sindicato se dividia entre a luta pelas
“Diretas já” (iniciada em março de 1983)13 e o apoio às greves. O governo é
irresoluto, e em 1983 empreende mais uma intervenção no sindicato do ABC,
completando quatro intervenções neste sindicato. As políticas anti-proletárias
não param, mas já adentram no período de passarem quase “despercebidas”
pelas direções sindicais.
Embora ainda sobrevivesse certa disposição operária para a luta e
enfrentamento, não era mais essa a estratégia central das direções das alas
majoritárias do Sindicato do ABC, do PT ou da CUT. Porém, mesmo que o
caráter da ação política do ABC tenha mudado muito a partir da derrota da
greve de 1980, não se pode negar que a intervenção destes operários acabam
por re-inaugurar o período de organização social no Brasil. Com a eclosão
das greves no ABC a legislação que proibia as greves virou letra morta, prova
disso é que as greves continuaram acontecendo durante toda a década, mas a
legislação só foi alterada com a constituição de 1988.

13 Entre as principais lideranças desse movimento estavam as personalidades (além de


Luiz Inácio Lula da Silva): Ulysses Guimarães, Tancredo Neves, André Franco Mon-
toro, Fernando Henrique Cardoso, Mário Covas, Teotônio Vilela, José Serra, Eduardo
Suplicy, Leonel Brizola, Miguel Arraes e José Richa.

353
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

Mesmo com a ausência de lideranças combativas, as greves continua-


vam a eclodir, independente da vontade da ala majoritária do Partido dos
trabalhadores (a Articulação-PT), da Central Única dos Trabalhadores e da
direção do Sindicato do ABC. Porém não pode retomar a amplitude e comba-
tividade demonstrada pelo movimento operário anteriormente. A formação
da CUT, impulsionada pelo PT não pode ser descolada da forma de ser as-
sumida pelo PT. Sua perspectiva social-política estava em consonância com
as determinações do PT, porém cabe comentar um momento específico da
trajetória desta instituição, a deliberação pela mudança da estratégia de luta
da CUT em 1988, de uma estratégia entendida pela organização como sendo
confrontacionista para uma prática de cooperação conflitiva. Isso marcaria
uma nova fase de dialogo e busca de acordos como o patronato e com o Es-
tado. A tática de greve não chega a ser completamente abandonada, mas sua
importância é redimensionada.
Cabe ressaltar, que tal estratégia é adotada no III Congresso da CUT,
realizado ainda em 1988, quando ainda no Brasil não havia chegado os
impactos do refluxo mundial e nem o neoliberalismo. A base da CUT não
aceitou facilmente tal mudança de postura, porém a direção da organização
empreendeu intensos esforços para moldar a base do operariado nos marcos
do colaboracionismo de classe determinados por esta cooperação conflitiva.
Pode-se até mesmo cogitar se esta não era já uma estratégia para eleição de
Lula no ano seguinte.
Pode-se dizer que a partir deste momento intensifica-se a concentração
na saga do PT e da CUT pela eleição de Luiz Inácio Lula da Silva que concorre
às eleições presidenciais de 1989, formando a coligação “Frente Brasil Popular”
composta por PT-PSB-PC do B. O movimento pela eleição de Luís Inácio Lula da
Silva constituía estratégia principal do PT e da CUT naquele momento.
Mas mesmo com todos estes esforços Lula não fora eleito presidente em
1989. Para muitos sua eleição já não era sinônimo de um futuro melhor. São
muitos os elementos utilizados para explicar sua derrota em 1989. 1) sua po-
sição de isolamento com relação às alianças políticas, 2) somado a divisão do
eleitorado, inclusive no próprio ABC paulista (tabela 01), 3) com a vinculação
de Lula ao stalinismo pela oposição, 4) refluxo internacional decorrente da
derrubada do muro de Berlim e da derrocada das alternativas socialistas, que
gerou a desarticulação da esquerda a nível mundial, 5) somado a uma mídia

354
Alessandro de Moura

brasileira aliada a burguesia anti-estatal e contraria a eleição do sindicalista


(FONSECA, 2005), 6) a influência dos escândalos que envolveram Lula e o PT,
como a polêmica gerada com a entrevista da ex-namorada Mirian Cordeiro
acusando Lula de incentivar o aborto da filha Lurian, e ainda 7) o desempe-
nho de Lula no ultimo debate, 8) bem como as insinuações divulgadas a larga
manu de que os seqüestradores do empresário Abílio Diniz tinham ligação
com o Partido dos Trabalhadores.
Pode-se dizer que a somatória de tais elementos é que podem ter levado
Lula e o PT a morrerem na praia. Lula acabou, por um pequeno percentual
de diferença, sendo derrotado no segundo turno pelo governador de Alagoas
Fernando Collor de Mello do quase inexpressivo PRN (Partido da Reconstru-
ção Nacional), mas que apoiou-se em uma campanha milionária.
Collor acabou conseguindo ser respaldado pela burguesia brasileira
(mesmo que por falta de alternativa), e ainda por uma parte da própria base
do sindicalista. Como podemos observar, na a tabela 01, até mesmo a clas-
se operária ficou dividida na hora de eleger o candidato, pois o discurso de
Collor de Mello voltou-se também para os trabalhadores, Collor destacava
que governaria contra os “marajás” (que sugere a burguesia), e em favor dos
“descamisados”, (que sugere o proletariado brasileiro).

Tabela 01 – Votação presidenciais no Brasil e no ABC – 1989

Fonte: Jornal “Diário do grande ABC, 20/12/1989: 23/12/1989. Apud ALMEIDA 1996

Dada a composição de sua base e propostas, pode-se dizer que a derrota


de Lula representou, em determinada medida, a derrota da “ala dos trabalhista”

355
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

e assim da própria esquerda que se formava no Brasil durante a década de 1980.


A derrota de Lula nas eleições presidenciais abriu ainda um vácuo político-ide-
ológico importante que possibilitou o avanço do neoliberalismo14 no país.

A derrota da “esquerda trabalhista” e a virada neoliberal

Com a derrota de Lula, e de sua coalizão, materializa-se também a der-


rota política do setor mais próximo da classe operaria brasileira. Vencem as
propostas da burguesia, representadas na figura do candidato, então eleito,
Fernando Collor de Mello, que daria início à implementação do programa
neoliberal. Pois, com a derrota das propostas populares tem-se respaldo para
a implementação das políticas neoliberais também no Brasil. Comprometido
com as oligarquias do país e com a política neoliberal.
As reformas iniciadas no período do governo Collor e aprofundadas
por Fernando Henrique Cardoso atingem categorias assalariadas importan-
tes, como os metalúrgicos, base do sindicalismo organizado no país. Entre as
reformas do Estado, estimula-se a reestruturação produtiva, que acaba por
constituir uma investida do capital na produção debilitando ainda mais as
condições de articulação e de vida da “classe” trabalhadora, pois estabelece
novos níveis de precariedade no mundo do trabalho.
Na indústria brasileira, principalmente na indústria automobilística, uma
das mais importantes bases de sustentação da economia nacional e núcleo da
classe operária brasileira, desenvolve-se uma onda de demissões e falência de
empresas, principalmente autopeças e, em menor medida, montadoras. Só nas

14 O neoliberalismo seria, além do abandono das medidas keynesiana que marcaram o


pós-guerra nos E.U.A e países da Europa, fruto do compromisso estabelecido com a
classe trabalhadora. Com o aprofundamento do liberalismo, priorizam os lucros da
iniciativa privada, com minimização das barreiras para a mobilidade de capitais e de
comércio. Além disso, principalmente a partir do Consenso de Washington, busca-se
por meio dos programas de desestatização, o “Estado mínimo”, tal modelo aplica-se
também no que diz respeito aos gastos com serviços sociais e infra-estrutura. Trata-
se de “Uma nova ideologia que descarta os controles de capitais como instrumentos
relevantes, pois foram abandonados os fundamentos econômicos que o justificavam
– sistema de taxas de cambio fixas e da interdependência das políticas domésticas”.
(CARNEIRO, 2002, p. 118).

356
Alessandro de Moura

montadoras do ABC paulista tem-se, de 1990 á 1992 o fechamento de mais de


6000 postos de trabalho (LEITE, 2000). Passa a ocorrer ainda, com mais freqü-
ência, a adoção de técnicas do toyotismo. Segue-se uma serie de transformações
que envolvem desde políticas governamentais (como as Câmaras Setoriais) até o
chão-de-fábrica, com a reorganização das plantas produtivas, que implicariam,
de modo geral, no retrocesso de conquistas históricas do movimento dos meta-
lúrgicos do país, bem como a pulverização do movimento operário.
Cabe notar ainda, que setores do próprio movimento operário, princi-
palmente das montadoras de veículos, como no caso da Força Sindical, aca-
bam por apoiar a adoção do neoliberalismo com enxugamento dos gastos do
Estado e flexibilização da CLT.
As entidades representativas (CUT-PT e Força Sindical-PDT) passam a
assumir a postura de busca de “acordo” para o desenvolvimento (quase incon-
dicional) do capital, como forma de tentar recuperar o setor, exemplo disso foi
a opção da Força Sindical pelo “sindicalismo de resultados”. Embora a Força
Sindical tenha criticado a abertura comercial como geradora de desemprego,
acabou por defender a adoção do neoliberalismo no Brasil. Soma-se a isso,
como agravante, o posicionamento da CUT com a adoção do “sindicalismo
propositivo” em detrimento do “sindicalismo de confronto”. Tais mudanças
estratégicas acabam por conferir uma nova característica ao sindicalismo
brasileiro. Como explica Boito em relação a CUT:

Em 1990, a CUT, reunida em plenária nacional na cidade de


Belo Horizonte, adotou uma linha sindical que sua direção de-
nominou, seguindo uma terminologia já consagrada na Euro-
pa, sindicalismo propositivo. A antiga linha sindical, conheci-
da como sindicalismo de confronto, deveria ser substituída por
uma nova estratégia que passaria a valorizar o entendimento
com o governo e com os empresários, em torno de propostas
elaboradas pela CUT para os “problemas do país”. A estratégia
propositiva levou a CUT a desviar-se do combate à política ne-
oliberal e procurar, em inúmeros aspectos, uma acomodação
com essa política. (BOITO, A. 2002, p. 67).

Diante de tal turbilhão de transformações na relação capital-trabalho, e na


composição orgânica do capital, com aumento do desemprego, e reordenação

357
dos partidos de esquerda, os sindicatos mesmo os de herança mais combativa
passam a diagnosticar uma nova onda de refluxo no movimento sindical, bus-
cando, cada vez mais, ações “propositiva” e de “concertação social”. Com isso,
também os sindicatos tendem a optar, com mais facilidade, por uma postura
de negociação, ao invés do confronto com o capital, até mesmo o sindicalismo
dos metalúrgicos do ABC paulista, que se constituía como o mais organizado e
combativo do país segue a conciliação com o capital. Uma vez desarticulado o
movimento dos trabalhadores, com a “captura” dos trabalhadores e sindicatos
para o interesse do capital, somado ao acelerado aumento do índice de desem-
prego, tem-se um enfraquecimento amplo dos obstáculos aos novos padrões de
exploração e lucratividade que o capital pretendia impor.
Assim, as reformas neoliberais atingem categorias assalariadas impor-
tantes do Brasil, como o caso dos metalúrgicos, base do sindicalismo organi-
zado no país. Nesse sentido a reestruturação produtiva, somada ao neolibera-
lismo, acaba por constituir uma investida do capital na produção, debilitando
as condições de articulação e de vida da classe trabalhadora, pois estabelece
novos níveis de precariedade no mundo do trabalho, além disso, debilita-lhes
também a capacidade organizativa.

Fernando Henrique Cardoso e o aprofundamento do


neoliberalismo

Dando continuidade ao avanço das políticas neoliberais sobre a “classe”


trabalhadora, iniciado durante os dois mandatos (1994-2002) de Fernando
Henrique Cardoso, mantém-se o crescimento desenfreado do índice de de-
semprego. Segundo dados do DIEESE, o nível de desemprego passa, na Região
metropolitana de São Paulo de uma média de 6% em janeiro de 1990 para
uma média de 17% em janeiro de 2005 (SEADE E DIEESE/PED). Enquanto
que na indústria de São Paulo, é possível também verificar uma queda acen-
tuada no nível de postos de trabalho na indústria, que cai de um nível de
137,2 em janeiro de 1990 para 73,13 em outubro de 2004, ou seja, ocorre uma
diminuição em torno de 50% dos postos de trabalho.
A contrapartida, a população ocupada no setor de serviços, sem cartei-
ra assinada e com salários precários aumenta, segundo o Dieese, o número
Alessandro de Moura

de trabalhadores no setor de serviços passa de 7 milhões e meio em janeiro


de 1990 para mais de 9 milhões e meio em 2002, ou seja, aumenta mais de
30%. Porém são empregos com pouca estabilidade, e que corriqueiramente
não oferecem garantias aos trabalhadores como seguro desemprego, férias,
contribuição à aposentadoria etc.
Mesmo com bons resultados na produção, durante os governos neolibe-
rais no Brasil, houve acentuado decréscimo do nível de emprego, mesmo com
aumento considerável da produtividade e lucratividade em muitos setores o ní-
vel de emprego continuou em continuo declínio. Por outro lado, os sindicatos
procurando contornar o problema do desemprego, e por meio da assimilação de
posturas “propositivas” e “colaborativas”, acabaram sendo levados para à mesa
dos poderosos com cadeiras cativas. Os sindicatos, atingidos pelo refluxo da
esquerda trabalhista, com distanciamento da organização ofensiva, passaram
a negociar diretamente com o governo, empresários e industriais, afastando-se
das bases operárias. Busca-se agora um sindicalismo de resultados.

PT, Sindicato do ABC, CUT e Força Sindical

O que destacamos é que, a partir de declarações da direção do Sindicato


do ABC, que o próprio Sindicato de São Bernardo e a CUT, seguindo uma
continuidade com a política da ala majoritária do Partido dos Trabalhado-
res, entendem que a relação entre trabalho e capital avançou muito, talvez
até mais do que necessário, pois constantemente os trabalhadores têm seus
direitos assediados, e a CUT e o Sindicato abrem negociação com intuito de
minimizar perdas, mas a cada negociação esvaem-se direitos trabalhistas e
demais conquistas asseguradas durante a luta operária, para em troca manter
a fábrica instalada no ABC ou para cortar menos postos de trabalho.
Atualmente, as empresas já conhecem bem a estratégia do sindicato,
por isso elas, quando querem demitir para enxugar os postos de trabalho e
a folha de pagamentos anuncia que vai demitir 3000 trabalhadores, para ter
uma margem de manobra com o sindicato, quando se senta à mesa de nego-
ciações a empresa decide por demitir apenas 700.
Porém tais relações não decorrem sem conflito, pois aos poucos vai se
consolidando uma oposição à forma como o Sindicato do ABC encaminha

359
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

as negociações com as empresas. A eleição de parte dos trabalhadores que


compõe tal oposição para a Comissão de fábrica certamente aponta desgaste
da estratégia da “reestruturação negociada” e do “sindicalismo de parceria”
empregado pelo sindicato do ABC e pela CUT.
A direção do Sindicato do ABC tem se espelhado no ‘modo petista’ e no
‘modo cutista’ de militar’, ou seja, a direção sindical também não quer enfren-
tamento com a direção da fábrica, afinal entendem que capital e trabalho não
são mais inimigos como o foram no final da década de 1970 e inicio da década
de 1980. Nem mesmo a pauta conjunta da categoria tem sido construída pelo
sindicato. A Tribuna Metalúrgica, informativo do Sindicato do ABC tornou-se
um instrumento de propaganda do Governo Lula. Segundo um operário de
uma grande montadora do ABC, que foi por nós entrevistado “a nossa tribuna
virou jornal do governo Lula, o jornal da reeleição, acabou a eleição (2006),
mas eles continuam fazendo propaganda”. Ainda, as relações entre as fábri-
cas são feitas por estas ‘direções pelegas’, o que por sua vez contribui com o
discurso da desmobilização sui generis do proletariado brasileiro, selam-se
acordos por cima, das direções pelegas com o patronato e o governo. Mas a
base pressiona em todo momento de crise as direções, em busca de posturas
mais combativas, não se sabe por quanto tempo ainda tais direções, com tais
posturas colaboracionistas conseguirão se sustentar.

Considerações finais

Com a debilidade das entidades representativas e seus novos pactos po-


líticos, os trabalhadores se tornam cada vez mais desamparados; pela legisla-
ção trabalhista; pelo Estado brasileiro que passa adotar políticas neoliberais
e de redução de gastos. Bem como pelos sindicatos que tenderam, em pro-
porções cada vez maiores, à postura ‘propositiva’ e ‘conciliadora’ ao invés da
postura de enfrentamento e defesa inflexível dos direitos dos trabalhadores.
Essa desvalorização da mão-de-obra compõe o arcabouço necessário ao
novo período de desenvolvimento da valorização do capital e da acumulação
capitalista. Com a diminuição dos postos de trabalho e o engrossamento do
exército industrial de reserva, criam-se condições necessárias ao desenvolvi-
mento de um novo padrão de acumulação capitalista, e a investida do capital

360
Alessandro de Moura

na produção. Em meio a tal conjuntura o próprio movimento sindical (re-


presentado pela CUT; Articulação Sindical e pela Força sindical) acaba por
sustentar o status quo da submissão da classe-que-vive-do-trabalho.
A classe, enquanto agente ético-político transformador ainda não se re-
organizou e nem desenvolveu formas contundentes e vigorosas de combate a
essa nova hegemonia do sistema produtivo e social. Não conseguiu debelar as
direções entreguistas e conciliadoras. Mas a sociedade enquanto um metabo-
lismo vivo, e o ser humano, célula social dotada de potencialidades múltiplas,
sujeito social-histórico insaciável, embora subsumido pelo avanço do capital
na produção e pela precarização do trabalho não permanece passivo às trans-
formações no curso da história. Este nunca perde a potencialidade enquanto
sujeito transformador da realidade social, a classe encontra-se atualmente
numa condição de sujeito subalternizado. Mas, justamente por isso, respostas
são dadas a todo o momento.
Nesse novo período histórico que se abre, com a crise econômica mun-
dial, se faz necessário unificar forças combativas da sociedade contra a ordem
vigente. Seguramente as iniciativas levadas a cabo pela classe trabalhadora
lançam as bases para o futuro social. É claro que o sujeito coletivo da ação
revolucionária não existe a priori, pelo contrário, ele deve ser construído. Ne-
cessitamos contribuir para construção de um núcleo de ação coletiva radical,
um sujeito total, a partir dos despossuídos de meios de produção (o proleta-
riado). Falta-nos ainda constituir um núcleo organizado com cadeias radi-
cais a partir das diversas demandas dos trabalhadores pobres. Os esforços
necessitam ser canalizados para a construção de um partido que represente
os interesses históricos dos trabalhadores. Trata-se também nesse momento
da necessidade de constituir um partido operário revolucionário que consiga
articular em um todo social os trabalhadores anticapitalistas, antiburguêses,
antipatronais, e que se opunha ferreamente aos ricos, em busca de uma socie-
dade sem dominados e sem dominadores.

Referências

ABRAMO, L. O resgate da dignidade: greve metalúrgica e subjetividade operária. Campinas SP.


EDITORA da UNICAMP. São Paulo. Imprensa Oficial, 1999.

361
Movimento operário do abc paulista: da disputa classista
à disperção neoliberal

ALVES, G. Dimensões da reestruturação produtiva: ensaios sobre sociologia do trabalho. Praxis.


Londrina. 2007.

______. O novo (e precário) mundo do trabalho. São Paulo: Boitempo, 2000.

ANTUNES, R. A Rebeldia do trabalho, 2ª edição. Campinas: Ed. Unicamp, 1992.

BOITO, A. Neoliberalismo e corporativismo no Brasil. In: ARAÚJO, A. (org). Do corporativismo ao


neoliberalismo. SP: Boitempo, 2002, p. 59-87.

CADERNOS ESTRATÉGIA INTERNACIONAL BRASIL. “1964-1980 - A classe operária na luta


contra a ditadura. Edições Iskra. 2008.

CARNEIRO, R. Desenvolvimento em crise. São Paulo: Ed. da UNESP: UNICAMP/IE, 2002.

CHASIN, J. As máquinas param, germina a democracia. Revista Escrita/Ensaio nº 7. Escrita, São


Paulo, 1980. Disponível no site: http://www.verinotio.org/publicacoes_asmaquinasparam.htm.

ENGELS, F. Princípios básicos do comunismo. In: MARX, K., ENGELS. Obras escolhidas. Tomo I.
Edições avante. Portugual.1982.

FERNANDES, F. O pt em movimento. SP: Cortez: Autores associados, 1991.

FILGUEIRAS, L., GONÇALVES, R. A economia Política do governo Lula. Ed. Contraponto. 2007.

______. História do Plano Real: Fundamentos, impactos e contradições. São Paulo: Boitempo
Editorial, 2000.

FREDERICO, C.  A vanguarda operária. São Paulo: Símbolo, 1979.

GIANNOTTI, V; NETO, S.B. CUT ontem e hoje: o que mudou das origens ao IV CONCUT. São
Paulo. Vozes, 1991.

GRAMSCI, A. Cadernos do cárcere. Civilização Brasileira. Rio de Janeiro, 1999.

HIRATA, H. (Org). Sobre o modelo japonês. São Paulo: Editora Universidade de São Paulo, 1993.

LEITE, M. P. Sindicatos e Desenvolvimento Econômico: A experiência da Câmara Regional do Grande


ABC no Brasil. In: Enrique de la Garza Toledo. (Org.). Reestructuracion Productiva, Mercado de
Trabajo y Sindicatos en America Latina. 1a. ed. Buenos Aires: Clacso- Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales, 2000, v., p. 87-120.

LEITE LOPES, J. S. História e transformações do sindicalismo brasileiro. R. Theomai. 2009.

LENIN, I.V. Sobre os sindicatos. Col. Teoria e História. Editora Polis. 1979.

______. O estado e a revolução. Ed. Expressão popular. São Paulo

362
Alessandro de Moura

LISBOA, V. Algumas lições do Ascenso proletário dos anos 70 contra a ditadura e o papel da
esquerda. Revista Estratégia Internacional Brasil, nº 3. Ed. ISKRA, maio de 2008. p. 13-40.

LULA, L. I S. Entrevista A José Arbex Jr. Revista Caros Amigos. 2000.

MARONI, A.  A estratégia da recusa: análise das greves de maio/78. São Paulo: Brasiliense, 1982.

MARX, K. Para a questão judaica. Expressão popular. 2009.

______. A Ideologia Alemã. Boitempo, São Paulo, 2007.

______. Manuscritos Econômico-Filosóficos. Editora Boitempo: São Paulo, 2004.

______. O Capital – Crítica da Economia Política. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 1989.

OLIVEIRA, E. Toyotismo no Brasil. São Paulo, Expressão Popular, 2004.

PARANHOS, K. R. Era uma vez em São Bernardo: o discurso sindical dos metalúrgicos – 1971/1982.
Editora da Unicamp. 1999.

POCHMANN, M. Sindeepres 15 Anos - A superterceirização dos contratos de trabalho. S.E. 2007.

RAINHO. L. F. Os Peões do Grande ABC. Petrópolis. Editora Vozes.1980.

SADER, E. Quando novos personagens entraram em cena: experiências, falas e lutas dos
trabalhadores da grande São Paulo (1970-80). Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1991.

SALLES, E., MATOS, D. O processo revolucionário que culmina no golpe militar de 1964 e as bases
para a construção de um partido revolucionário no Brasil. In: Revista Estratégia Internacional
Brasil, nº 2. Ed. ISKRA, setembro de 2007. p. 108-188.

THOMPSON, E. P. A formação da classe operária inglesa. Paz e Terra. Rio de Janeiro, 1987.

______. A miséria da teoria, ou, Um planetário de erros. Rio de Janeiro: Zahar, 1981.

TROTSKY, L. História da Revolução Russa. Ed Shademann. 2007.

______. A revolução permanente. Ed. Expressão popular. 2007.

______. TROTSKI, L. Escritos sobre sindicato. São Paulo. Kairós Livraria e Ed. 1979.

VIANNA, L.W. Liberalismo e sindicato no Brasil. 2 ed. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1978, p. 62-85.

363
14

Trabalhadores da Educação
Física no segmento fitness
em contexto de explosão da
precarização do trabalho
Álvaro de Azeredo Quelhas1

Introdução

O início dos anos 1970 demarcou a eclosão de uma nova crise do capita-
lismo em escala mundial2, após um longo período de acumulação de capitais,
experimentado no pós II Guerra Mundial, durante o apogeu do fordismo e
das teses keynesianas. Em resposta a esta crise, se observou um movimento
de reorganização do capital e de seu sistema ideológico e político de domina-

1 Professor da Faculdade de Educação da Universidade Federal de Juiz de Fora (UFJF).


Doutorando em Ciências Sociais pela Universidade Estadual Paulista (UNESP)/Cam-
pus Marília. Mestre em Educação Física pela Universidade Federal do Rio de Janeiro
(UFRJ). Licenciado em Educação Física pela Universidade do Estado do Rio de Janei-
ro (UERJ).
2 Seus traços mais evidentes, segundo Antunes (1999), foram: (1) queda da taxa de
lucro; (2) esgotamento do padrão taylorista/fordista de produção; (3) hipertrofia da
esfera financeira; (4) maior concentração de capitais graças às fusões entre empresas
monopolistas e oligopolistas; (5) crise do welfare state ou do “Estado do bem-estar
social”; (6) aumento acentuado das privatizações.

365
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

ção, evidenciado no neoliberalismo, que resultou na privatização do Estado e


na desregulamentação do trabalho, além da desmontagem do setor produtivo
estatal. Paralelamente, se desenvolveu um processo de reestruturação da pro-
dução e do trabalho que buscou dotar o capital dos instrumentais necessários
para recompor seus patamares de expansão anteriores (ANTUNES, 1999).
O núcleo duro do sistema produtor de mercadorias, localizado na indús-
tria, foi afetado tanto nos países centrais, quanto nos periféricos. Houve uma
diminuição relativa da classe operária fabril tradicional em relação ao con-
junto dos demais trabalhadores, ao mesmo tempo em que a participação de
trabalhadores em unidades de subcontratação industrial e de serviços, carac-
terizadas por estatutos sociais precários, aumentou relativamente (ALVES,
2000). No Brasil, de acordo com Pochmann (2001), a ampliação percentual
do contingente de trabalhadores no setor de serviços é perceptível nos anos
de 1990, quando a taxa de ocupação na indústria foi próxima à verificada nos
anos 1940, época primitiva e muito restrita do setor.
Um segmento que tem se ampliado no interior do setor de serviços é o
das atividades físicas - também denominado segmento do fitness. Um dado
que merece destaque é o expressivo crescimento na quantidade de academias
de ginástica3. Esta expansão vem ampliando os postos de trabalho para pro-
fessores de Educação Física, o que tem incentivado a defesa apologética do
mercado das atividades físicas por parte de frações de representantes da área,
como saída para os problemas de inserção dos profissionais no mercado de
trabalho.
Esta inserção no segmento fitness, nas décadas de 1980 e 1990, esteve as-
sociada a um processo de reconfiguração do trabalho do professor de educa-
ção física. De um lado, acompanhando os ajustes estruturais do neoliberalis-
mo, houve a desvalorização do magistério e, no interior dessa desvalorização,
a secundarização da educação física escolar. Por outro lado, baseada na noção
de empregabilidade e empreendedorismo, vislumbrou-se a possibilidade de
atuação no campo das práticas corporais do meio não-escolar, atendendo aos
discursos da promoção de hábitos saudáveis com benefícios para a saúde, a
qualidade de vida, a auto-estima.

3 Aqui entendida como uma empresa privada que presta serviços na área de condicio-
namento físico, iniciação e prática esportiva. Em 1970, eram cerca de 1.000 unidades,
passando, em 2005, para aproximadamente 20.000 (BRASIL, 1971; COSTA, 2005).

366
Álvaro de Azeredo Quelhas

Este artigo tem por objetivo discutir o trabalho dos profissionais de


educação física do segmento fitness no Brasil, sob o ponto de vista do mate-
rialismo histórico-dialético. A discussão será travada, considerando que este
trabalho também está submetido aos processos de reestruturação produtiva
empreendidos pelo capital contemporaneamente. Partimos do pressupos-
to que os trabalhadores deste segmento, assim como o conjunto da classe,
estejam enfrentando as ofensivas do capital no sentido de ampliação da sua
exploração, o que vem constituindo segundo Alves (2007a; 2007b), um novo e
também precário mundo do trabalho, que se expressa tanto na precarização
do trabalho, quanto numa nova precariedade salarial.

A intensificação da precarização do trabalho sob a crise


da economia capitalista do último quartel do século XX

O mundo do trabalho tem sofrido expressivas transformações, com se-


veros ataques aos trabalhadores, desde que uma nova crise do sistema capital
irrompeu no início dos anos de 19704. Conforme o demonstrado pelas formu-
lações marxianas, a crise no modo de produção capitalista não é algo conjun-
tural, mas um elemento imanente que assume diferenciadas características
num determinado momento histórico. Representando o caráter contraditório
do capitalismo, a acumulação do capital, ao mesmo tempo em que proporcio-
na um ciclo de crescimento, gera os elementos desencadeadores de um ciclo

4 No período 1990 e 2001, a economia mundial se caracterizou por forte instabilidade


sistêmica, na qual o sistema mundial do capital submergiu desde meados da década
de 1970, vinculada à natureza da financeirização da riqueza capitalista como respos-
ta à sua crise de superprodução. Abriu-se uma fase de baixo e desigual crescimento
econômico na economia mundial que se estendeu até 2003. O predomínio do capital
financeiro resultado da reestruturação capitalista gerou uma dinâmica econômica
instável e baseada em bolhas especulativas, que tem determinado tanto os momentos
de expansão quanto os de retração entre 1990 e 2007. No final de 2008, o estouro da
bolha especulativa do setor imobiliário norte-americano, com o desabamento dos
mercados financeiros, queda nos investimentos e na produção, explicitou a natureza
contraditória do sistema mundial do capital sob a predominância da financeirização
da riqueza capitalista (CORSI e ALVES, 2009).

367
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

de crise pela diminuição na taxa de lucro5, aquela parte do valor total da mer-
cadoria em que se incorpora o sobretrabalho ou trabalho não remunerado
(MARX, 2001).
A tendência à queda da taxa de lucro é para Marx a lei mais importante
da moderna economia política e essencial para compreender as relações mais
difíceis no modo de produção capitalista. Foi Marx quem descobriu suas de-
terminações no caráter contraditório do próprio capital, permitindo com suas
formulações, compreender porque o mesmo sistema é capaz de desenvolver
de forma ilimitada as forças produtivas, ao mesmo tempo em que engendra
barreiras e obstáculos ao seu desenvolvimento (DANTAS, 2007; ROSDOLSKY,
2001). Sendo a crise um aspecto estrutural, a resposta do capital tem o intuito
de barrar a queda tendencial da taxa de lucro6 e recuperar os seus ganhos.
Segundo Carcanholo (2008), a reestruturação produtiva e o neolibera-
7
lismo são duas interfaces de uma mesma resposta do capital à sua própria
crise. Por um lado, o processo de reestruturação produtiva se encarregou da
rotação do capital, enquanto o neoliberalismo, como aspecto político, ideoló-
gico e econômico, teve o papel de garantir as condições de lucratividade: (a)
interna - pela desregulamentação e flexibilização dos mercados, principal-

5 No Capítulo XXIII de O Capital, Marx demonstra que o progresso da acumulação e a


concentração de capitais que o acompanha num período de expansão implicam numa
redução da taxa de lucro, em parte pela alteração na composição do capital. O aumen-
to da produtividade está intimamente relacionado com a queda tendencial da taxa de
lucro, pois provoca uma desproporção de valor na composição do capital, ou seja, no
aumento da parte constante – valor dos meios de produção (matérias primas, maqui-
naria, etc.) – e diminuição da parte variável – valor da força de trabalho (soma global
dos salários). Sendo o lucro proveniente da mais-valia extraída, a diminuição propor-
cional da parte variável implica na tendência de redução do lucro (MARX, 2001).
6 Netto e Braz (2007) reafirmam que a queda tendencial da taxa de lucro trata-se mes-
mo de uma tendência constitutiva do modo de produção capitalista, pois se ela se
realizasse integralmente, o sistema entraria em colapso. Assim sendo, o desenvolvi-
mento deste modo de produção é a história de como a classe capitalista, a burgue-
sia, tem desenvolvido seus meios para conservar a taxa de lucro, ou, reverter sua
tendência de queda: barateamento do capital constante; elevação da intensidade da
exploração; depressão dos salários abaixo dos seus valores; o exército industrial de
reserva; comércio exterior.
7 Uma síntese a respeito do neoliberalismo pode ser vista em Anderson (1995).

368
Álvaro de Azeredo Quelhas

mente o de trabalho8 e, (b) externa - pela pressão por desregulamentação e


abertura dos mercados comerciais e financeiros9.
A partir destas premissas é possível observar nos países capitalistas,
desde as últimas três décadas do século XX, expressivas transformações no
mundo do trabalho que resultaram das respostas do capital à crise. Este qua-
dro de transformações tem sido analisado criticamente por inúmeros auto-
res da área das Ciências Humanas e Sociais. Guardadas as especificidades de
cada estudo é possível identificar uma síntese analítica: a classe trabalhadora
tem vivenciado um conjunto de experiências que a tem afetado profunda-
mente, seja na esfera de sua materialidade ou na esfera da sua subjetividade,
nas relações entre as suas formas de ser e de existir da sociabilidade humana
(ANTUNES, 1999). O desemprego estrutural, o desassalariamento, o subem-
prego (POCHMANN, 2006), crescem paralelamente ao trabalho terceirizado,
temporário, informalizado e outras formas características de um novo pa-
drão de relações de trabalho (ANTUNES, 2004; ANTUNES e ALVES, 2004),

8 O Brasil, segundo Borges & Pochmann (2002), é apontado nos relatórios da Organi-
zação Internacional do Trabalho (OIT) como um dos recordistas mundiais em des-
regulamentação na década de 1990: (1) possibilidade de remuneração variável, via
participação nos lucros e resultados ou por meio de negociação na empresa; (2) am-
pliação das possibilidades de uso do contrato de trabalho por tempo determinado em
qualquer atividade da empresa; (3) desistência da Convenção 158 da OIT que obriga
justificar, por escrito, os motivos das demissões; (4) criação do contrato de trabalho
em regime de tempo parcial, com redução proporcional do salário e do tempo de
férias; (5) suspensão temporária do contrato de trabalho; (6) regulamentação das
cooperativas que foi absorvido pelo patronato e serve para evitar os encargos das leis
trabalhistas; (7) alteração de pagamento de horas extras, com o fim do adicional de
100% sobre a hora normal e com a criação do Banco de Horas.
9 Em termos de desempenho econômico, a década neoliberal no Brasil (anos de 1990),
teve um baixo dinamismo que se refletiu negativamente em diversos setores (CANO,
2000): (a) a participação da indústria de transformação no PIB caiu para 20%, cifra
similar deixada por Vargas na primeira metade da década de 1950; (b) a produção de
bens de consumo não-duráveis foi 30% menor em 1998 em relação a 1989 no ramo
têxtil, com fechamento de 43% de suas tecelagens e 32% de suas malharias. No ramo
de vestuário e calçados, no mesmo período, houve redução de 42%; (c) a indústria
mecânica do setor de bens de capital produziu em 1998, 18% a menos do que em
1989 e 25% a menos do que em 1980.

369
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

que expressam novas formas de exploração da força de trabalho, o que cons-


titui uma nova precariedade (ALVES, 2007a).
A ampliação do desemprego estrutral e a precarização do trabalho em
escala mundial são resultantes das mais importantes dos processos de rees-
truturação produtiva, como afirmam Antunes (2006a) e Mészáros (2006), en-
tre outros10. No caso brasileiro, segundo dados apresentados por Pochmann
(2008; 2006; 2001), o aumento do desemprego nos anos 1990 atingiu índices
jamais vistos, num crescendo que adentra o novo século. O país alcançou o
terceiro lugar no ranking do desemprego mundial e os valores encontrados
representaram um crescimento de quatro a cinco vezes da quantidade regis-
trada na década anterior11.
Além da ampliação do desemprego estrutural, outra dimensão impor-
tante do complexo de reestruturação produtiva é a emergência de um novo
e precário mundo do trabalho. A constituição ampliada do precário mundo
do trabalho deve-se ao crescimento exacerbado da terceirização na indústria
e serviços, além da disseminação de cooperativas de trabalho, constituídas
muitas vezes para burlar a legislação trabalhista. Somado a isso, observa-se
o crescimento das empresas de trabalhos temporários e de trabalhadores
domésticos, demonstrando a inserção crescente de um contingente massivo
de jovens, homens e mulheres, no mercado de trabalho de forma precária,
vendendo sua força de trabalho para indústria, bancos e comércio por tempo
parcial e determinado (ALVES, 2007a).
Elementos categoriais fundamentais apresentados por Alves (2007a;
2007b), permitem caracterizar este novo e precário mundo trabalho, na atual
fase de desenvolvimento do capitalismo global, especialmente no Brasil, onde

10 Alves (2000) assinala que com a mundialização do capital opera-se um deslocamen-


to lógico-epistemológico da categoria “população trabalhadora excedente”, tal qual
Marx assinalara em “O Capital”, para “população trabalhadora excluída”, que são as
massas dos desempregados (e subproletários) do sistema de exploração do capital,
que pelo desenvolvimento da produtividade do trabalho estão impossibilitados de
serem incluídos pela “nova ordem capitalista”.
11 No Brasil, não obstante as diferenças quando se entrecruzam a renda, o gênero, a
raça e a escolaridade, pode-se afirmar que o desemprego no Brasil atinge de forma
generalizada praticamente todos os segmentos sociais, inclusive profissionais com
experiência em níveis hierárquicos superiores e em altos padrões de remuneração.

370
Álvaro de Azeredo Quelhas

as novas tendências assumem dimensões candentes: (1) um processo com-


plexo de precarização do trabalho; (2) a constituição da nova precariedade
salarial; (3) a ampliação e disseminação da velha precariedade salarial.
A precarização da classe do trabalho é um elemento estrutural da “con-
dição de proletariedade” sob o capitalismo global, caracterizada pelo aumen-
to da taxa média de exploração, já que ocorre o aumento médio da taxa de
extração de mais-valia. Por outro lado, as experiências da precarização do
trabalho são vividas e percebidas de formas diferentes pelos contingentes
do velho salariato e pela nova geração imersa na nova precariedade salarial.
“Existe, neste caso, nos “novos coletivos de trabalho”, níveis discrepantes de
experiências vividas e percebidas da “condição de proletariedade” e do uni-
verso salarial” (ALVES, 2007b, p.36).
Avançando na compreensão, recorremos ao tratamento da categoria-
noção de precarização do trabalho elaborado por Alves (2007a). Em sua di-
mensão objetiva, a precarização se expressa por formas instáveis de salariato,
com mudanças no plano dos direitos e na forma de contratação; de alterações
qualitativamente novas na gestão do cotidiano dos locais de trabalho (organi-
zação e jornada de trabalho) e da própria perspectiva de carreira e de inserção
no mercado de trabalho, em virtude do crescimento do desemprego aberto.
No plano subjetivo da força de trabalho, esta desefetivação da inserção sala-
rial possui desdobramentos, que pode ser verificada também pelo surgimento
de novas doenças ocupacionais e do sofrimento psíquico dentro e fora dos
locais de trabalho.
É a partir de novos ambientes reestruturados das empresas capitalistas
que se desenvolve o processo de constituição de uma nova precariedade sala-
rial, que além de correr lado a lado à dinâmica da precarização do trabalho,
faz parte desta. A nova precariedade salarial, originada das novas condições
de exploração da força de trabalho, está comprometida com a reconstituição
dos coletivos laborais. A constituição de outros coletivos de novos trabalha-
dores adequados à nova sociabilidade de mercado, oriundos da era neoliberal,
surge no lugar de coletivos de trabalho que materializam memórias e experi-
ências de classe destruídas pela reestruturação produtiva (ALVES, 2007b).
A nova precariedade salarial vivida e percebida pelos jovens operários e
empregados, muitos contratados sob modalidades de contratos flexíveis dis-
seminados ao longo dos anos de 2000 no Brasil, é qualitativamente diferente

371
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

da experiência da precarização do trabalho de velhos operários e empregados


contratados há algumas décadas. “A nova precariedade salarial é a nova for-
ma de salariato adequado ao regime de acumulação flexível que se difunde
nas organizações do capital, privadas ou públicas” (ALVES, op. cit., p. 39).
Este novo salariato explica em parte as tendências de crescimento relativo
do emprego no Brasil na década de 2000 com inércia (ou rebaixamento) do
rendimento salarial, ou seja, aumento de postos de trabalho formal, embora
sejam de baixos salários.
A ampliação e disseminação da velha precariedade salarial é o terceiro
elemento categorial fundamental apresentado pelo autor, que permite carac-
terizar o novo e precário mundo trabalho. Ela recepciona os desligados do
mercado de trabalho formal, o resultado efetivo da precarização do trabalho,
que atinge o núcleo mais dinâmico do mercado de trabalho. Estão inseridos
nesta velha precariedade salarial de um lado, os que possuem alguma pro-
teção da rede de assistência social do Estado neoliberal, e por outro aqueles
imersos na informalização moderna (tercerização espúria) ou tradicional
(desemprego oculto).
No contexto dos processos de reestruturação produtiva, é visível nas eco-
nomias capitalistas deste início de século, a ampliação das ocupações no setor
dos serviços, muito embora, não term ocorrido a plena compensação da dimi-
nuição dos postos de trabalho no setor da indústria (POCHMANN, 2001).
Podemos observar, com base em diversos estudos apresentados12, que
também no interior do setor de serviços, é possivel observar em empresas
vinculadas a diferentes segmentos, processos de reestruturação produtiva
que vêm provocando intensas transformações sobre a força de trabalho. Neste
sentido, o caso do ramo bancário permite estabelecer conexões significativas
com o segmento fitness.
Jinkings (2006) aponta mudanças nas relações de trabalho, precariza-
ção e intensificação do trabalho para os bancários, como reflexos imediatos
da reestruturação dos sistemas bancários para enfrentar a intensificação da
concorrência nos mercados nacionais e internacionais. Esta reestruturação
passa necessariamente pela concentração e centralização de capital no setor,

12 Um inventário destas pesquisas pode ser encontrado em Antunes (2006) e Antunes


& Silva (2004).

372
Álvaro de Azeredo Quelhas

verificável pelas liquidações, privatizações, fusões ou incorporações de ou-


tros bancos. Outros elementos constitutivos desta reestruturação, indicada
por Jinkings (2004; 2006) e Silva (2006), também poderiam ser observados no
segmento do fitness, repercutindo na organização do processo de trabalho e
na constituição dos trabalhadores nele inserido. A princípio apontaria alguns
indícios desta correspondência: a adoção de novas tecnologias, exigindo o de-
senvolvimento de novas habilidades para a execução do trabalho; mudanças
na forma de contratação, que levaria à precarização das formas de inserção
no trabalho; a ocorrência crescente de fusões e franquias; novas formas de
mobilização da força de trabalho, exigindo do trabalhador habilidades e com-
petências fora do campo técnico-profissional.
Apoiados neste referencial teórico, no próximo bloco iremos discutir as-
pectos da precarização do trabalho no segmento fitness, considerando alguns
dados da realidade disponíveis até o momento.

Reordenamento do trabalho do professor de educação


física

Há setenta anos, no contexto do Estado Novo, surgia a primeira escola


de formação profissional em educação física no âmbito civil ligada à Univer-
sidade do Brasil. A constituição deste campo profissional esteve vinculada
ao sistema escolar, dada o interesse pela preparação da população para o tra-
balho, para o civismo e para a defesa da pátria13. Tal finalidade manteve-se
predominante na profissão, apesar do crescimento da relação da Educação
Física com o sistema esportivo e outras manifestações culturais no âmbito
das práticas corporais. Até meados dos anos de 1980, pode-se observar que
tanto a formação, quanto a intervenção profissional, estavam relacionadas,

13 De acordo com Horta (1994), a criação de uma escola padrão de formação na área da
Educação Física, consolidava uma postura intervencionista dos militares na socie-
dade, que desde o final da década de 1920, haviam intensificado suas preocupações
com a educação física como instrumento de “revigoramento da raça” e de “prepara-
ção física do futuro soldado”.

373
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

fortemente, com o exercício do magistério nos sistemas de ensino, inclusive


porque a diplomação era apenas de licenciados14.
A desvalorização da educação física na escola, durante a década de 1980,
esteve relacionada a necessidade de formação de um novo tipo de trabalha-
dor, que atendesse os processos em curso de reestruturação da produção e do
trabalho15. Esta nova formação requerida, que passa a requisitar o desenvol-
vimento de conteúdos no campo cognitivo e interacional, não colocava a edu-
cação física no currículo escolar imediatamente funcional. Em função disto,
a educação física que desempenhara, historicamente, um papel relacionado
à formação de um corpo disciplinado para obedecer, subordinada e adestra-
damente, a repetições de exercícios, portanto, funcional ao fordismo, passou
a ser secundarizada no projeto pedagógico dominante, que tem privilegiado
outras disciplinas escolares (NOZAKI, 2004).
Em paralelo, pôde-se observar uma expansão das práticas corporais,
que pela ausência de políticas públicas, foram cada vez mais mercantilizadas,
como no caso mais evidente das academias de ginástica16. Baseada na noção
de empregabilidade e empreendedorismo, vislumbrou-se a possibilidade de
atuação profissional no campo das práticas corporais do meio não-escolar,
atendendo aos discursos da promoção de hábitos saudáveis com benefícios
para a saúde, a qualidade de vida, a auto-estima17.

14 A Resolução nº 003/1987 do extinto Conselho Federal de Educação abriu a possibili-


dade da formação em curso de bacharelado. Esta possibilidade, no entanto, era ain-
da minoritária na metade da década de 1990, pois entre 128 cursos, somente cinco
eram de bacharelado, mantendo uma formação generalista que habilitava tanto para
os sistemas regulares de ensino (por se tratar de uma licenciatura), quanto para os
espaços não-escolares: clubes, academias de ginástica, recreação, outros. (QUELHAS
e NOZAKI, 2006)
15 Capacidade de abstração, raciocínio lógico, crítica, interatividade, decisão, trabalho
em equipe, competitividade, comunicabilidade e criatividade, dentre outras, passam
a ser valorizadas na formação do trabalhador. A esse respeito, ver Rummert (2000).
16 Segundo Novaes (1991), sob a influência da cultura de culto ao corpo norteamericana.
17 Com esta afirmativa, não quero dizer que antes dos anos de 1980 os professores de
educação física não trabalhavam no campo não-escolar. Destaco que é a partir de
um processo crescente de mercantilização das práticas corporais e da ausência de
políticas públicas para o setor, que o campo não-escolar passa a ser supervalorizado
tanto na formação quanto na intervenção profissional.

374
Álvaro de Azeredo Quelhas

Em concordância com Nozaki (2004), podemos afirmar que o trabalho


do professor de educação física passou por um processo de reordenamento
durante a década de 1980. Este reordenamento do trabalho em sua dimensão
histórica, que pouco teve de conteúdo de transformação, se refere a uma for-
ma de recomposição situada no interior da sobrevida do capital, e foi resul-
tado de dois grandes determinantes: a secundarização da educação física na
escola e a construção de uma visão de profissão liberal.
Em síntese, o que sustento é que o surgimento de novas possibilidades
de ocupação do chamado mercado de trabalho para o professor de educação
física está relacionado a um conjunto de mediações da profissão com o projeto
de reorganização do capital. O que importa considerar aqui é que há uma ten-
dência do campo não-escolar - aqui claramente vinculado ao setor de serviços
no segmento fitness (academias de ginástica) - caracterizar-se pelo trabalho
precário, desregulamentado e temporário, que tem atingido o conjunto dos
trabalhadores.
Os representantes do capital deste segmento do setor de serviços, os
chamados “empresários do fitness”, apostam na possibilidade de crescimento
do número atual de clientes de academias de ginástica, que hoje é de cerca de
2% da população brasileira ou 3,4 milhões de pessoas (MADRUGA, 2004).
O crescimento do segmento fitness foi acompanhado de um aumento
explosivo do exército de reserva, tal qual Marx (2001) enunciou18. No início
dos anos de 1970, existiam cerca de 10 cursos de formação profissional em
funcionamento, formando em torno de 600 novos profissionais. Em 1997, este
número saltou para 153 cursos com 6.200 egressos. No último Censo da Edu-
cação Superior, relativo a 2007, foram catalogados 690 cursos de graduação
na área, com mais de 30 mil concluintes no ano19 (BRASIL, 1971, 1997, 2007;
COSTA, 2005).

18 Desde o processo da acumulação primitiva, o capital demandou um contingente de


depossuídos dos meios de produção que pudessem ser largamente expolrados. No
capítulo XXIII do livro 1, volume 2 de O Capital, Marx demonstra que esse “exército
industrial de reserva” além de ser um produto necessário da acumulação ou do de-
senvolvimento da riqueza capitalista, é a alavanca da acumulação capitalista e, mes-
mo, condição de existência do modo de produção capitalista.
19 Segundo os dados do censo, 407 cursos são de formação de professores de educação
física e 280 da área da saúde. A fragmentação do curso foi recentemente estimulada

375
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

Apesar do segmento fitness ser apontado como promissor mercado de


trabalho na área, são os próprios representantes do capital que levantam dú-
vidas quanto às possibilidades reais de trabalho. Nas palavras do presidente
da Associação Brasileira de Academias (ACAD), a abertura desenfreada de
academias vem trazendo dificuldades para o setor, pois o mercado nunca es-
teve tão concorrido e com tantas dificuldades (ABREU, 2005).
Embora as academias de ginástica estejam presentes no país desde a
primeira metade do século XX, por meio de pequenos estabelecimentos, a
partir dos anos de 1970 ocorre um processo progressivo de empresariamento
deste segmento que se intensifica nos de 1980 e 1990 (BERTEVELLO, 2005).
Na atualidade verifica-se uma tendência para a formação de redes ou fran-
quias, com a presença de grandes empresários de outros setores que passam
a investir neste ramo de negócios. Em matéria de capa, a Revista Fitness Bu-
siness Latin America (2005) anuncia a mega fusão entre a A!cademia e Body
Tech formando a holding A!Body Tech, que ao ser criada totalizou 15 mil alu-
nos e ao no final do primeiro ano chegaria a 25 mil alunos.
Uma tendência também em crescimento é a das franquias, cuja expres-
são é a norteamericana Curves, a maior franquia de academias no mundo
(dez mil unidades em 50 países), com faturamento anual de 1 bilhão de dó-
lares. Está presente no Brasil desde 2003 e já possui 171 unidades abertas e
209 vendidas, com tendência de expansão de academias num novo modelo de
franquia voltado para o atendimento da faixa C e D de consumidores (Revista
Fitness Business Latin América, 2007).
Do que foi exposto até o momento, podemos tecer duas reflexões im-
portantes. Em primeiro lugar, o discurso dos representantes do capital deste
segmento demonstra uma preocupação com o acirramento da concorrência.
Tal preocupação é coerente com as análises marxianas já tratadas neste tex-
to, que relacionam o aumento da produtividade à queda tendencial da taxa
de lucro. Observa-se que este segmento vem sendo ocupado por empresários
que investem cada vez mais em capital constante (instalações, máquinas e
outros equipamentos, marketing, etc.). Em decorrência, podemos supor o

por ocasião do processo de regulamentação da profissão que criou a figura do profis-


sional de educação física. Não obstante as interferências dos conselhos profissionais
da educação física (federal e regionais), na prática o segmento fitness é ocupado tanto
pelos graduados quanto pelos licenciados em educação física.

376
Álvaro de Azeredo Quelhas

acirramento da concorrência inter-capitalista, que num primeiro momento


leva à quebra dos pequenos capitalistas e posteriormente dificuldades para
que os outros capitais mantenham ou elevem seus lucros. A alternativa mais
empregada pelo capital para recuperar sua taxa de lucro é o aumento da taxa
de exploração da força de trabalho, seja pela mais-valia absoluta (redução e
contenção de salários, restrição de direitos trabalhistas), seja pela mais-valia
relativa, por meio da intensificação do trabalho.
Passamos agora a analisar os movimentos de (re)organização do pro-
cesso de trabalho empreendidos pelo capital neste segmento econômico, ob-
servando como o uso de máquinas, recursos tecnológicos, novas formas de
gestão e de contratação do trabalho, estão sendo empregados no sentido da
valorização do capital.
Furtado (2007) constatou a utilização de equipamentos para exercícios
de musculação que possuem um sistema de tecnologia da informação, onde
cada aluno possui uma chave com um “chip” que armazena informações a
respeito do programa de treinamento do aluno: o número de séries, a carga, a
velocidade de execução, a amplitude de movimento, etc. As máquinas são dis-
postas em corredores onde há equipamentos dos dois lados, sendo que cada
professor fica responsável por um destes corredores, permitindo que um pro-
fessor possa supervisionar um maior número de máquinas ao mesmo tempo
e intervenha somente quando alguma situação anormal acontece com a má-
quina, ou quando um aluno lhe solicita atenção na execução da atividade.
O uso de equipamentos inteligentes permite menor dispêndio de tra-
balho vivo substituído pelas máquinas ou pelo emprego de trabalhadores em
situação precária (por exemplo: estagiários), já que o trabalho consiste em
“apenas” supervisionar o funcionamento das máquinas. Além disso, é possí-
vel rebaixar o valor da força de trabalho, visto que, como observado pelo au-
tor, se desloca boa parte da participação na produção do serviço vendido pela
academia da esfera dos conhecimentos profissionais para a esfera do aten-
dimento, pois a máquina agora realiza grande parte do trabalho que exigia
conhecimentos profissionais do professor.
As máquinas inteligentes possibilitam a empresa o controle do trabalho
dos professores por meio de um relatório mensal onde constam: a quantidade
de alunos nas aulas de ginástica de cada professor por dia e por horário; a
quantidade de alunos para qual cada professor de musculação elabora pro-

377
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

gramas de treinamento; índices de rotatividade de alunos por professor de


musculação; perfil predominante dos alunos que cada professor atende, ou
seja, a quantidade de alunos mais velhos ou mais novos e homens ou mulheres
por professor; quantos alunos e quantas revisões foram feitas por cada profes-
sor de musculação. Destas informações podemos apreender um movimento
de controle sobre os trabalhadores, que apontam para o estabelecimento de
metas de desempenho que guardam semelhança com os processos de con-
trole empregados no ramo bancário, que possibilitam uma intensificação do
trabalho pelo estabelecimento de metas a serem atingidas, e remuneração di-
ferenciada por produtividade.
Em outro trabalho (PINHEIRO e PINHEIRO, 2006), podemos observar
uma proposta de organização científica do trabalho no segmento fitness que se
utiliza de um modelo de ginástica produzido e desenvolvido por uma empresa
neozelandeza (Les Mills)20. O produto oferecido pela Les Mills compreende sete
subprodutos (modalidades de ginástica denominadas de programas), cada qual
correspondente a uma franquia independente, que visa atender às necessidades
e preferências de públicos específicos. A cada três meses são lançadas as novas
coreografias para todas as modalidades, constituindo um novo mix, que após
o devido treinamento conferido aos professores, são apresentados em eventos
quando os adeptos de cada modalidade são convidados a praticar todas as de-
mais. Os instrutores podem se credenciar em uma ou mais modalidades, e a
cada trimestre, somente após a conclusão e aprovação no programa de capaci-
tação, terão as suas credenciais renovadas e, dessa forma, continuar a exercer a
atividade em quaisquer das academias franqueadas.
Com relação a esse relato, percebe-se uma redução do papel do professor
ao de mero repetidor, já que há um total afastamento do momento da concepção

20 Para as academias que aderem na forma de franquia ao modelo único de ginástica,


é oferecido uma marca, uma identidade visual, músicas e projeto de marketing pró-
prios. As vantagens são anunciadas no website da Body Systems do Brasil, franqueada
da corporação neozelandeza: padronização do serviço; treinamento da equipe de
professores; associação da marca da academia à marca bem-sucedida da empresa;
direito à utilização do material de marketing dos programas de ginástica (a exemplo
dos pôsteres, CDs e jornais internos) e suporte técnico e administrativo à academia
(coordenados pela detentora da franquia no Brasil, a partir de São Paulo). Dez anos
após sua implantação no Brasil, o método já tem adesão de cerca de 1.700 academias
distribuídas em todos os estados.

378
Álvaro de Azeredo Quelhas

e do desenvolvimento da aula, pois estas são pré-elaboradas. Nesta perspectiva


se valoriza muito mais a sua motivação, a garra e a empatia estabelecida com
a turma, que passam a ser os elementos de distinção entre os profissionais no
mercado, do que os conhecimentos científcos e técnicos do professor. Pergunta-
mos: Qual a possibilidade concreta de manter a motivação, a garra e a empatia
após a realização de algumas aulas num dia, sem alguma dose de sacrifício físi-
co e psíquico, constituindo uma intensificação do trabalho.
Para além dessas questões, lembramos que o modelo único permite ao
empregador um menor grau de dependência da força de trabalho, visto que,
qualquer instrutor credenciado poderá desempenhar o mesmo papel perante
as turmas, dependendo somente de um bom grau de entusiasmo, empatia e
simpatia. Além disso, o sistema de credenciamento periódico mantém o tra-
balhador numa constante necessidade de qualificação, que é detida pelo dono
do capital. Portanto, percebemos que o emprego deste pacote, que incorpora o
desenvolvimento científico e tecnológico produzido socialmente, é apropria-
do privadamente pelo capital, ampliando a exploração sobre o trabalhador.
Na mesma direção, caminha o trabalho da professora de educação física
da rede Curves Brasil, franqueada da matriz americana Curves (MASCARE-
NHAS et. al, 2006)21. Por se tratar de um programa de exercícios pré-esta-
belecidos, nesta proposta o trabalho das professoras (somente são admitidas
professoras) também sofre uma desqualificação técnico-profissional, pois o
principal papel a ser desempenhado está relacionado com à “inovação caris-
mática”, fundamental estratégia na visão da empresa, para transformar as
alunas em “sócias” do clube. Na visão da empresa, a animação do ambiente é
que garante a motivação e permanência das “sócias”, cabendo às professoras,
responsabilizarem-se por isso. Aulas especiais temáticas para comemorar al-
gum fato ou data especial (onde as professoras se “fantasiam” para estimular
a motivação), além da organização de uma série de jogos e brincadeiras, (des)
qualificam o trabalho da professora, privilegiando a animação interna ao am-
biente da academia.

21 A proposta desta empresa consiste numa metodologia pensada e organizada especi-


ficamente para o público feminino, de treinamento aeróbico combinado ao treino de
força muscular, numa única série de apenas trinta minutos, três vezes por semana.
O treino consiste basicamente num circuito de exercícios onde há alternância em
aparelhos simples de força com outros exercícios de estímulo aeróbico.

379
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

Uma perda de autonomia no trabalho ocorre, visto que, o programa pre-


estabelecido substitui o trabalho educativo, limitando a interferência das pro-
fessoras na rotina de exercícios propostos às suas alunas. Cabe apenas atentar
para advertências de ritmo e correções posturais durante a sessão de treino,
animando, estimulando, e trocando o cd-rom que determina o tempo e o rit-
mo da atividade. Há um deslocamento do campo técnico-profissional para o
campo comportamental, pois a função da professora restringe-se, quase que
totalmente, a animação do ambiente.
Alguns aspectos relacionados às relações trabalhistas entre capital e tra-
balho no segmento fitness, podem ser observados com base na Convenção Cole-
tiva de Trabalho/Acordo Coletivo de Trabalho, assinada em 03 de julho de 2006
pelo Sindicato das Academias do Munícipio do Rio de Janeiro (SINDACAD/
RJ) e pelo Sindicato dos Empregados em Clubes, Estabelecimentos de Cultura
Física, Desportos e Similares do Estado do Rio de Janeiro (SINDECLUBES/RJ)
(ACAD, 2007). Esta Convenção fixou os seguintes pisos salariais a partir de 1º
de maio de 2006: R$ 380,00 (trezentos e oitenta reais) para os instrutores de
atividades físicas no regime mensalista; R$ 2,80 (dois reais e oitenta centavos)
para os instrutores de atividades físicas no regime horista. Como padrão de
comparação deve-se considerar que naquele mês o salário mínimo nacional era
de R$350,00 (trezentos e cinquenta reais) e um dólar americano estava cotado
em aproximadamente R$2,20 (dois reais e vinte centavos).
Além da admissão do contrato de tempo parcial, foi permitido ao empre-
gador, o pagamento de remuneração inferior ao piso profissional em decor-
rência da quantidade de horas trabalhadas pelo empregado, além de facultar
a redução da jornada de trabalho dos empregados contratados pelo regime de
tempo parcial, em razão de extinção de turma decorrente de baixa freqüência
da aula, assim considerada quando não atingir 25% de sua capacidade.
A figura do personal trainer22 foi regulada por mecanismos que isenta
de responsabilidades e compromissos legais o empregador, mesmo quando
este faz a intermediação dos proventos auferidos pelo instrutor. Para tanto,
basta que o instrutor: use uma identificação profissional diferenciada (nor-
malmente, um colete); não tenha horário pré-determinado pela empresa; e
não esteja subordinado diretamente às ordens desta. Os proventos auferidos

22 Personal trainer é um professor que orienta individualmente um aluno.

380
Álvaro de Azeredo Quelhas

desta forma não têm natureza salarial e ficam os instrutores responsabiliza-


dos por qualquer dano ou lesão decorrente de negligência ou imperícia que
ele ou o aluno der causa.
Por último, ficou estabelecido o banco de horas que desobriga as aca-
demias de pagar o acréscimo de salário se o excesso de horas de um dia for
compensado pela diminuição em outro, no prazo de um ano.
Os termos desta Convenção Coletiva apontam para uma precarização
do trabalho associada à nova precariedade salarial, percebidos também em
outros setores da economia e no próprio setor de serviços. Dado os valores es-
tabelecidos para os pisos salariais, constata-se uma brutal extração de mais-
valia absoluta. Além disso, a adoção do banco de horas representa a possi-
bilidade de ampliar a extração da mais-valia absoluta pelo não pagamento
do prolongamento da jornada de trabalho. A adoção do contrato de tempo
parcial e a regulação dada ao personal trainer expressam uma precarização
do trabalho dos trabalhadores/professores mais antigos, ao mesmo tempo
em que representa a nova precariedade salarial para os novos trabalhadores/
professores. Pode-se considerar ainda que o trabalho sob a forma de personal
trainer é uma forma de extração de mais-valia relativa, visto que a remune-
ração percebida não é computada para fins de pagamento de direitos traba-
lhistas como férias, décimo terceiro salário e aposentadorias. Além disso, o
trabalhador assume os riscos por eventuais acidentes e outros problemas que
venham a ocorrer23.
Em pesquisa recentemente concluída por Coimbra (2009), os entrevista-
dos apontam evidências bastante claras sobre a situação de exploração vivida
pelos trabalhadores da educação física no segmento fitness.
Entre os entrevistados se observa um elevado nível de ocorrência de lo-
cais de trabalho, ou seja, além de trabalharem em mais de um lugar, já passa-

23 Uma orientação postada na Revista Fitness Business Latin América (2006), veículo de
comunicação do empresariado do segmento fitness, simboliza bem a precariedade
do trabalho no segmento. Sob o título “Socorro, estou devendo!”, são apontadas as
seguintes orientações para controlar os custos: (1) reduzir o número de aulas,
se necessário for; (2) mesclar profissionais experientes com professores
iniciantes (salários menores e mais propensos a assimilar a cultura da
academia); (3) propor metas e premiar quem obtiver os melhores resul-
tados.

381
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

ram por várias academias de ginástica, o que denota uma alta instabilidade e
rotatividade no emprego. A baixa remuneração foi apontada como o principal
motivo para esta rotatividade no emprego. A grande maioria dos entrevista-
dos trabalhou e ainda trabalha sem carteira de trabalho assinada, e apenas
um deles tem o valor registrado em carteira igual ao valor efetivamente pago,
enquanto para os demais o valor registrado é menor que o recebido. Apesar de
não receber férias e décimo-terceiro salário, uma entrevistada relatou que as-
sinava o recebimento destes. Os contratos de trabalho são firmados em horas-
aula e com valores muito baixos. Segundo um dos entrevistados, a proposta
para assinatura de sua carteira de trabalho como instrutor de atividades fí-
sicas era no valor de R$2,31 (dois reais e trinta e um centavos), fato relevante
para demonstração da precarização destes trabalhadores, visto que se fossem
registrados como professores e representados pelo sindicato dos professores
do município (Juiz de Fora/MG) receberiam por hora-aula, um valor em tor-
no de R$15,00 (quinze reais).
A jornada diária de trabalho chega a se estender das seis e trinta da
manhã às vinte e duas horas, visto que, a remuneração é feita por hora/aula
o que leva ao fracionamento da jornada ao longo do dia em mais de um lo-
cal de trabalho, implicando em vários deslocamentos. Uma das entrevista-
das tinha carga horária semanal de cinqüenta e três horas e outra, chegou a
ministrar aulas durante treze horas em alguns dias. A jornada de trabalho é
ampliada pelo tempo de elaboração das aulas, apesar deste não ser remune-
rado. O sistema de rodízio de professores nos finais de semana, realizado em
algumas academias, faz com que uma das entrevistadas fique sem folga por
várias semanas. Ao longo da jornada de trabalho, não existem pausas para
que os professores possam se alimentar, e mesmo que houvesse não é possível
se alimentar nesse intervalo, pois não há locais em que os professores possam
se alimentar nas academias. É comum os professores se alimentarem no des-
locamento entre os locais de trabalho ou em pequenos lanches fora do local
de trabalho, quando estes se revezam.
O desgaste físico provocado pelo trabalho é bastante elevado, conforme
os depoimentos dados à pesquisadora. Vários professores relataram que ao
longo da jornada de trabalho, costumam ministrar um elevado número de
aulas, de diversas modalidades de ginástica, que resultam em grande desgas-

382
Álvaro de Azeredo Quelhas

te físico24. Uma das entrevistadas relatou que devido a grande intensidade de


sua jornada de trabalho, onde chega a ministrar dezessete aulas semanais de
spinning (bicicleta estacionária em ritmo ditado pela música), tem passado
freqüentemente por crises de stress e o som alto a incomoda tanto que fora do
horário de trabalho não escuta mais música. Vários entrevistados afirmaram
não ser possível trabalhar muitos anos num ritmo tão extenuante de traba-
lho, com um excessivo número de aulas e modalidades de ginástica onde há
grande desgaste físico.
Os elementos constitutivos do trabalho dos professores de educação físi-
ca inseridos no segmento fitness, que foram apresentados nesta seção indicam
com clareza uma grande exploração dos trabalhadores neste setor. Pode-se
observar o emprego de recursos tecnológicos e de gestão da força de trabalho
que buscam a redução do trabalho vivo e sua subsunção ao capital. No plano
das relações trabalhistas fica evidenciado uma elevada precarização, com bai-
xos salários, redução dos direitos e grande desgaste físico e emocional. Além
da precarização apontada por Alves (2007a; 2007b), é possível identificar a
conformação de uma nova precariedade salarial entre os novos trabalhadores
deste segmento do setor de serviços, pela ampla disseminaçao da remunera-
ção por hora-aula, contrato de tempo parcial, horários de trabalho flexíveis,
remunerações diferenciadas como a recebida pelo personal trainer.

Considerações finais

É imprescindível considerar, em primeiro lugar, que os professores da


educação física no segmento do fitness estão, como trabalhadores que são, inse-
ridos e submetidos ao movimento mais amplo de reprodução do capital em sua
busca por valorização e acumulação crescente e recorrentes períodos de crise.
O trabalho neste segmento está submetido às mesmas regras gerais de
transformações no mundo do trabalho, no que se refere às repercussões sobre
o conjunto da classe trabalhadora. Ou seja, os processos de reestruturação

24 Existe atualmente uma grande variedade de modalidades de aulas no âmbito da gi-


nástica praticada em academias: ginástica localizada, step, jump, musculação, spi-
ninng, entre outras. Além da condução das aulas, os professores executam os exercí-
cios ginásticos dirigidos à turma no mesmo ritmo e intensidade.

383
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

produtiva empregados pelo capital para a superação da crise tendem a se dis-


seminar por todo o conjunto da classe, respeitadas as devidas especificidades.
O processo de precarização do trabalho, onde se insere uma nova precariedade
salarial, parece também pertinente aos trabalhadores do segmento do fitness.
Encontramos indicadores objetivos bastante significativos desta situação nos
estudos e na Convenção Coletiva de Trabalho aqui apresentados. Importante
ainda ressaltar, uma correspondência entre os instrumentos empregados pelo
capital no enfrentamento da crise em outros segmentos do setor de serviços
com aqueles presentes no fitness.
Esperamos que as reflexões acerca do trabalho específico de uma ca-
tegoria profissional, que devem ser ampliadas e aprofundadas, possam se
agregar a outros estudos de base crítica, na direção do desvelamento dos pro-
cessos empregados pelo capital para a sujeição da classe trabalhadora aos seus
interesses particulares.

Referências

ABREU, Ricardo. Perspectivas para 2006. Revista da ACAD, Rio de Janeiro, nº 28, p. 4, nov-dez.
2005a.

ACAD. Convenção coletiva. Disponível em <htpp://www.acadbrasil.com.br>, Acesso em: 18 dez.


2007.

ALVES, Giovanni. A tessitura da redundância: elementos teórico-metodológicos para uma


investigação sobre a experiência da precarização do trabalho no Brasil. 31 Reunião Anual da
ANPOCS, Caxambu, 22 a 26 out – 2007a.

______. Trabalho, crise e dessubjetivação da classe. In: CORSI, Fancisco Luiz et alii (Org.).
Dilemas da globalização: o Brasil e a mundialização do capital. Londrina: Práxis; Bauru: Canal 6,
2007b, p. 25-45.

______. O novo (e precário) mundo do trabalho: reestruturação produtiva e crise do sindicalismo.


Sâo Paulo: Boitempo Editorial, 2000, 364 p.

ANDERSON, Perry. Balanço do neoliberalismo. In: SADER, E. & GENTILI, P. Pós-neoliberalismo:


as políticas sociais e o Estado democrático. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1995, p. 9-23.

ANTUNES, Ricardo. A era da informatização e a época da informalização: riqueza e miséria do


trabalho no Brasil. In: ANTUNES, Ricardo (org). Riqueza e miséria do trabalho no Brasil. São
Paulo: Boitempo, 2006a, p. 15-25.

384
Álvaro de Azeredo Quelhas

______. (Org.). Riqueza e miséria do trabalho no Brasil. São Paulo: Boitempo, 2006b.

______. Anotações sobre o capitalismo recente e a reestruturação produtiva no Brasil. In:


ANTUNES, Ricardo; SILVA, Maria A. Moraes (Org). O avesso do trabalho. São Paulo: Expressão
Popular, 2004, p. 13-26.

______ . Os sentidos do trabalho. Ensaio sobre a afirmação e a negação do trabalho. São Paulo.
Boitempo Editorial, 1999. 258 p.

ANTUNES, Ricardo; ALVES, Giovanni. As mutações no mundo do trabalho na era da mundialização


do capital. Educação & Sociedade, Campinas, vol. 25, n. 87, p. 335-351, maio/ago. 2004.

ANTUNES, Ricardo; SILVA, Maria A. Moraes (Org.). O avesso do trabalho. São Paulo: Expressão
Popular, 2004.

BERTEVELLO, Gilberto J. Academias de ginástica e condicionamento físico - desenvolvimento. In:


COSTA, Lamartine Pereira da (org). Atlas do Esporte no Brasil: atlas do esporte, educação física e
atividades físicas de saúde e lazer no Brasil . Rio de Janeiro: Shape, 2005, p. 176-177.

BORGES, Altamiro & POCHMANN, Marcio (2002). “Era FHC”: a regressão do trabalho. São Paulo:
Anita Garibaldi, 2002.

BRASIL. Ministério do Planejamento e Coordenação Geral/Ministério da Educação e Cultura.


Diagnóstico da Educação Física/Desportos no Brasil. Brasília, 1971.

BRASIL. Instituto Nacional de Pesquisa Educacional. Censo da Educação Superior 1997: sinopse.
Disponível em <htpp://www.inep.gov.br>, Acesso em: 14 jan. 2009.

______. Instituto Nacional de Pesquisa Educacional. Censo da Educação Superior 2007: sinopse.
Disponível em <htpp://www.inep.gov.br>, Acesso em: 14 jan. 2009.

CANO, Wilson. Soberania e política na América Latina. São Paulo: Editora UNESP, 2000.

CARCANHOLO, Marcelo Dias. Dialética do desenvolvimento periférico: dependência,


superexploração da força de trabalho e política econômica. Revista de Economia Contemporânea,
Rio de Janeiro, 12(2): 247-272, mai/ago, 2008.

COIMBRA, Tatiane Carneiro. O reordenamento no mundo do trabalho e a precarização do trabalho


do professor de educação física: mediações da mercadorização da cultura corporal. 2009, 225 p.
Dissertação de Mestrado (Mestrado em Educação). Universidade Federal Fluminense, Niterói,
2009.

CORSI, Francisco Luiz; ALVES, Giovanni Antonio Pinto. Crise financeira global e o capitalismo do
século XXI – uma perspectiva crítica. Revista HISTEDBR On-line, Campinas, n. Especial, p.16-25,
mai.2009 - ISSN: 1676-2584.

385
Trabalhadores da Educação Física no segmento fitness em
contexto de explosão da precarização do trabalho

COSTA, Lamartine Pereira da. Cenário de tendências gerais dos esportes e atividades físicas no
Brasil. In: COSTA, Lamartine Pereira da (Org.). Atlas do Esporte no Brasil: atlas do esporte, educação
física e atividades físicas de saúde e lazer no Brasil. Rio de Janeiro: Shape, 2005, p. 825-838.

DANTAS, Gilson. Aspectos teóricos da crise capitalista em Marx: os limites do capital e forças
destrutivas. In: NÓVOA, Jorge (Org.). Incontornável Marx. Salvador, São Paulo: EDUFBA/Editora
UNIESP, 2007, pp. 83-97.

FURTADO, Roberto Pereira. Novas tecnologias e novas formas de organização do trabalho do


professor nas academias de ginástica. Goiânia: Pensar a Práticca, 10/2: 307-322, jul./dez. 2007.

HORTA, José Silvério Baía. O hino, o sermão e a ordem do dia. Rio de Janeiro, Editora da UFRJ,
1994.

JINKINGS, Nise. A reestrutração do trabalho nos bancos. In: ANTUNES, Ricardo (Org.). Riqueza
e miséria do trabalho no Brasil. São Paulo: Boitempo, 2006, p. 189-205.

______. As formas contemporâneas da exploração do trabalho nos bancos. In: ANTUNES,


Ricardo; SILVA, Maria A. Moraes (Org). O avesso do trabalho. São Paulo: Expressão Popular, 2004,
p. 207-241

MADRUGA, Djan. Nosso marketing está errado: vamos atrás dos 55 milhões que não estão
conosco! Revista da ACAD, Rio de Janeiro, ano 3, nº 18, p. 6, mar. 2004.

MARX, Karl. O capital: crítica da economia política. 18 ed. Rio de Janeiro: Editora Civilização
Brasileira, livro I, volume 2, 2001.

MASCARENHAS, Fernando et alii. Acumulação flexível, técnicas de inovação e grande indústria do


fitness: o caso Curves Brasil. Goiânia: Pensar a Práticca, 10/2: 237-259, jul./dez. 2007.

MÉSZÁROS, István. Desemprego e precarização: um grande desafio para a esquerda. In:


ANTUNES, Ricardo (org). Riqueza e miséria do trabalho no Brasil. São Paulo: Boitempo, 2006,
p. 27-44.

NETTO, José Paulo & BRAZ, Marcelo. Economia política: uma introdução crítica. 2 ed. São Paulo:
Cortez, 2007.

NOVAES, Jefferson da Silva. Ginástica em academia no Rio de Janeiro: uma pesquisa histórico-
descritiva. Rio de Janeiro: Sprint, 1991.

NOZAKI, Hajime Takeuchi. Educação física e reordenamento no mundo do trabalho: mediações


da regulamentação da profissão. 2004. 367 p. Tese de Doutorado (Doutorado em Educação).
Universidade Federal Fluminense, Niterói, 2004.

PINHEIRO, Ivan Antônio; PINHEIRO, Rodrigo Reszka. Organização científica do trabalho


reinventa um mercado tradicional: o caso do fitness. Fundação getúlio Vargas: RAE- eletrônica - v.
5, n. 2, Art. 15, jul./dez. 2006

386
Álvaro de Azeredo Quelhas

POCHMANN, Marcio. O emprego no desenvolvimento da nação. São Paulo: Boitempo, 2008.

______ Desempregados do Brasil. In: ANTUNES, Ricardo (org). Riqueza e miséria do trabalho no
Brasil. São Paulo: Boitempo, 2006, p. 59-73.

______ O emprego na globalização: a nova divisão internacional do trabalho e os caminhos que o


Brasil escolheu. São Paulo: Boitempo Editorial, 2001, 151 p..

REVISTA FITNESS BUSINESS LATIN AMERICA. Gigante: A!Body Tech nasce da fusão entre
A!cademia Sports Club e Body Tech e opera sete academias no Rio de Janeiro. Revista Fitness
Business Latin América, São Paulo, nº 21, p. 34-36, set-out. 2005.

______. Expansão dos negócios, evolução do bem-estar: Curves. Revista Fitness Business Latin
América, São Paulo, nº 33, p. 34-38, set-out. 2007.

______. Socorro, estou devendo! Revista Fitness Business Latin América, São Paulo, nº 24, p. 24-
26, mar-abr. 2006.

ROSDOLSKY, Roman. Gênese e estrutura de O capital de Karl Marx. Rio de Janeiro: EDUERJ/
Contraponto, 2001.

RUMMERT, Sônia Maria. Educação e identidade dos trabalhadores: as concepções do capital e do


trabalho. São Paulo: Xamã; Niterói: Intertexto, 2000.

SILVA, Jair Batista. A face privada de um banco público: os experimentos flexíveis no Banco do
Brasil. In: ANTUNES, Ricardo (org). Riqueza e miséria do trabalho no Brasil. São Paulo: Boitempo,
2006, p. 207-236.

QUELHAS, Álvaro de Azeredo; NOZAKI, Hajime Takeuchi. A formação do professor de educação


física e as novas diretrizes curriculares frente aos avanços do capital. Revista Motrivivência: Editora
da UFSC, ano XVIII, nº 26, p. 69-87, jun/2006.

387
15

Precarização do
que já é precário
O trabalho itinerante de médicos do SUS no Ceará

João Bosco Feitosa dos Santos


Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales
Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

O trabalho e suas repercussões na vida social e dos indivíduos são motes


para criação e releitura de categorias e teorias que surgem ou se repa-
ginam nas condições de novos cenários e velhos problemas no mundo con-
temporâneo. Assim sendo, algumas situações, que aparentemente podem ser
explicadas por determinadas categorias analíticas, requerem outras interpre-
tações sobre a realidade analisada, embora não se chegue jamais a alcançá-la
plenamente.
A precariedade é uma categoria analítica vinculada a estudos da pobre-
za, e é retomada para análises do mundo do trabalho capitalista, na contem-
poraneidade. Uma de suas noções admite precariedade como um “estado”,
favorável a mudanças relacionadas à ordem sociometabólica do capital, espe-
cialmente orquestrada pela reestruturação produtiva, provocadoras de “pro-
cessos” de flexibilização e precarização do trabalho que, por sua vez, acentu-
am a condição de precariedade. Desse modo, a precariedade indica um estado
e a precarização surge como processo que acentua a precariedade (ALVES,
2005, 2007; SANTOS ET AL,2006; NOGUEIRA ET AL, 2004).
A discussão da precarização via trabalho está na ordem do dia e essa
categoria sempre se refere ao principal refém da relação capital trabalho: o

389
Precarização do que já é precário

trabalhador. Em alguns casos, entretanto, as instituições que precarizam


também são precarizadas pelos processos de reestruturação produtiva e flexi-
bilização do trabalho. Nesse sentido, não se tem suficiente reflexão a respeito
dos processos de precarização no âmbito dos sistemas compostos por insti-
tuições e trabalhadores, sobretudo porque se procura relacionar os processos
de precarização ao trabalhador individualmente.
A precarização do trabalho é denominada “um processo social de conte-
údo sócio-histórico, de natureza complexa, desigual e combinada, que atinge
o mundo do trabalho, principalmente setores mais organizados da classe do
proletariado”. (ALVES, 2007:115) Isto é intrínseco à dinâmica estrutural do
sistema mundial do capital de nossos dias”1. Nessa perspectiva, a precariza-
ção do trabalho é consequência de um fenômeno que se aprofunda com a cri-
se do capital e se alastra nos outros setores da vida, tornando, efetivamente, a
existência também precária em vários âmbitos.
Na tentativa de aprofundar e sistematizar as categorias precariedade e
precarização, Alves (2005) revela que a precarização é um atributo modal da
precariedade e que atinge os proletários sujeitos de direito e vítimas da fle-
xibilização do trabalho, sendo usurpado pelo poder das coisas e pelas leis de
mercado. Ora, aparentemente parece que o autor pensa a precarização como
algo inerente a categorias de trabalhadores proletários, tão-somente. Apro-
fundando sua reflexão, entretanto, o autor analisa que a precarização expli-
cita novos modos de alienação estranhamento e fetichismo da mercadoria
no mundo social, o que permite se pensar que, nesse ângulo de análise, a
precarização pode afetar também trabalhadores que não se enquadram na
condição de proletário. Isto posto, tenciona-se ampliar o entendimento des-
sa precarização, para além do individuo proletário, e verificar na categoria
profissional considerada por demais relevante na área da saúde, ou seja, os
médicos, as especificidades de processos de precarização de seu trabalho – o
que difere enormemente do trabalhador com perfil proletário, por exemplo –
e, sobretudo, como esse processo quase voluntário de precarização interfere
na precariedade do sistema de saúde do Ceará.

1 ALVES, Giovanni. Capturado no site, http://www.revistaautor.com.br/index.


php?option=com_content&task=view&id=276&Itemid=50 no dia 12 de dezembro
de 2006.

390
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

Diante do cenário de transformação do mercado de trabalho contem-


porâneo, falar em precarização do trabalho como processo e de precariedade
como estado requer um raciocínio circular dessas duas categorias aparente-
mente interdependentes. A precariedade que se quer estudar, no entanto, é a
do sistema formal de saúde e não do profissional médico, já estudado em ou-
tras oportunidades (SANTOS ET AL, 2007). O sistema, sim, está precisando
ser analisado, já que nas duas últimas décadas ele passou por inovações e de-
safios, com repercussões significativas no emprego do profissional de saúde
em sua natureza, operacionalização, remuneração, condições e organização
do trabalho e, principalmente, na gestão do sistema.
Em verdade, o sistema de saúde no Brasil transitou por intensivas modi-
ficações estruturais desde a década de 1980. A implantação do Sistema Único
de Saúde – SUS é resultante principal dessa mudança. Nascido de uma políti-
ca de descentralização e universalização da saúde no País o SUS foi assegura-
do pela Constituição de 1988 como proposta de ampliação do serviço de saúde
nos municípios brasileiros. O sistema consiste em disponibilizar aos vários
segmentos sociais, o acesso ao atendimento médico público de qualidade.
Posteriores, e não menos importantes à criação desse novo modelo de
saúde, novas políticas públicas foram sendo implementadas, como o Programa
Saúde da Família -PSF, criado em 1994. O Programa consiste numa estratégia
de ampliação e aplicação dos ideais do SUS, agora concretizados nesse espaço
definido. Voltado para a saúde básica, o sistema implantou várias unidades nos
pequenos municípios brasileiros. Conforme o Ministério da Saúde, em julho de
2004, dos 5.561 municípios do País, 4.701 (84,55%) tinham acesso ao PSF, repre-
sentando uma cobertura de 38,3% da população (CAMPOS ET AL, 2008).
Além de ampliar o serviço de saúde no Brasil, o PSF trouxe nova ideia
de atuação médica, privilegiando uma visão integral do paciente e de seu
contexto social. Suas unidades constituem-se de equipes de trabalho sob as
quais o paciente deveria, em tese, ser contemplado e acompanhado nas suas
deficiências de saúde, levando-se em consideração as dimensões familiares e
coletivas (com atendimento emocional e preventivo). A disseminação do PSF
nas Unidades da Federação brasileiras foi notável. Especificamente no Ceará,
em 1988, 83% dos seus municípios já contavam com equipes do Programa
(SANTOS ET AL, 2006:47).

391
Precarização do que já é precário

Essas mudanças ocorridas no sistema de saúde do País a partir de 1988


repercutiram diretamente no trabalho e na vida dos agentes envolvidos (pro-
fissionais, usuários e população em geral), que se explicitaram no cotidiano
dos serviços públicos prestados, como, por exemplo: o atendimento, supres-
são de demandas, condições físico-espaciais dos equipamentos, gestão e pla-
nejamento dos serviços, condições de trabalho dos profissionais etc.
A proposta de um Sistema Único de Saúde provocou amplas modifica-
ções nos antigos e tradicionais mecanismos de clientelismo e assistencialismo
político. Não obstante as intenções e ideais propagados pelo SUS, o estado de
precariedade permanece nas estruturas de saúde do País, revelado por indi-
cadores que demonstram deficiência da gestão e ausência de investimentos
públicos capazes de garantir serviço universal e eficiente.
De fato, a mundialização do capital realça a possibilidade de se pensar
uma precarização além do trabalho: Precarização da vida, que se manifesta
para alem dos “muros da fábrica”(relações familiares, sociais etc) e aquém
da epiderme humana (patologias e psicopatologias provocadas pelo trabalho).
Nessa perspectiva, a condição de proletário, mesmo sendo empregada no sen-
tido lato “despossuídos ou alienados das condições objetivas e subjetivas de
produção e reprodução da vida sócio-material” (ALVES, 2007:112), não im-
plica ser o proletariado exclusivo a tornar-se refém da precarização da vida.
Os médicos, por exemplo, sujeitos desta proposta de investigação, podem ter
um trabalho precarizado, na medida em que assumem compromissos labo-
rais que ultrapassem suas possibilidades objetivas de suporte físico e mental,
o que os diferencia de outras categorias precarizadas, sem oportunidade de
escolha. É verdadeiro, portanto, assinalar que, mediante a natureza do traba-
lho médico que possibilita o acúmulo de ocupações e cargos, a precarização
é voluntária.
Na ordem sociometabólica do capital em cenário de globalização, as
condições objetivas e subjetivas de sobrevivência estão cada vez mais precá-
rias na área de saúde, senão vejamos:
• o assalariamento do medico é uma realidade que impulsiona o
crescimento do multiemprego no sistema de saúde estadual;
• a flexibilização de contratos de trabalho permite a itinerância da
profissão, compreendida, aqui, como prática de o médico assumir
vários postos de trabalho em locais e/ou municípios diferentes, que

392
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

o fazem estar sempre em constante deslocamentos e exercendo a


profissão de forma itinerante; e
• as prefeituras procuram, por meio do SUS, remunerar os trabalha-
dores médicos com salários convidativos, sobretudo para jovens
“doutores” que assumem postos de trabalho em cidades pequenas
do Estado, embora sem nenhum tipo de segurança trabalhista.

Nesse cenário, o médico é tentado a assumir ocupações em estabeleci-


mentos e municípios distintos, dada a facilidade de trabalhar por horas ou por
plantão. Para tanto, esses profissionais tendem a usar táticas e estratégias (CER-
TEAU, 1994) que possibilitem alcançar suas metas de sucesso e riqueza, mesmo
que elas possam pôr em risco sua saúde e a do sistema que ele venha integrar.
Conforme Santos et alii (2006), um médico que se esforçou desde a mais
tenra infância para ser um profissional de sucesso, diferenciado dos demais,
não admite permanecer no patamar médio de rendimentos como grande par-
te dos profissionais liberais. A maioria aprende, desde antes do ingresso na
universidade, que devem ser profissionais de sucesso, que seu oficio lhes deve
proporcionar um status além de qualquer outro. Em verdade, para Machado
(1997:21), a categoria medica é “uma profissão autorregulada, com elevado e
complexo corpo de conhecimento científico e controle sobre o processo de tra-
balho”. É, portanto, em nome desse controle que muitos médicos precarizam
suas vidas e o sistema de saúde, assumindo postos de trabalho itinerantes.
Eles se desdobram em multiempregos para conseguir ter rendimentos
que lhes satisfaçam. Afinal, porém, como saber que o grau de satisfação de
um profissional da Medicina (ou qualquer outro!) pode ser saciado? Mesmo
os economistas mais perspicazes não conseguem definir o que é ter plenitude
de satisfação. Portanto, o profissional tende a querer sempre mais, na medida
em que a oferta de trabalho é pulverizada e múltipla, sendo, para eles, uma
tentação a busca de superar sua capacidade de trabalho. Ora, mesmo sendo o
mais bem remunerado profissional de saúde - o médico possui salário médio
de R$2.231,38, para trabalhar em torno de 26,35 horas semanais, conforme
dados do Ministério da Saúde (2007) - percebe-se que a maioria (80,00%) dos
médicos, além de procurarem auferir outras rendas complementares, como
contrato com empresas, seguros, medicina de grupo, cooperativas e convênio

393
Precarização do que já é precário

com o próprio SUS, continuam a manter consultórios (MACHADO, 1997).


Isso tudo torna o exercício da Medicina uma prática desgastante.
Com suporte nos estudos de Machado (1997:169), é possível perceber
que o Estado do Ceará está acima da média brasileira e nordestina em desgas-
te dos profissionais de Medicina. Enquanto no Brasil 80,4% dos profissionais
entrevistados disseram sofrer algum tipo de desgaste na sua pratica laboral
- no Nordeste assim afirmaram 78,8% - no Ceará esse percentual e de 82,9%,
ficando abaixo apenas de Pernambuco, que registrou 83,7%. Conforme o es-
tudo citado, o excesso de trabalho, a jornada prolongada e o multiemprego
foram responsáveis por 27% das respostas no País, seguidos de baixa remune-
ração (17%), más condições de trabalho (16%), área de atuação/especialidade
(9%) e excesso de responsabilidade, relação de vida e morte com os pacien-
tes (12%). Importante é reproduzir nota de rodapé da pesquisa de Machado
(1997:172) que ressalta “a) excesso de trabalho/multiemprego: agrega os có-
digos jornada de trabalho elevada, disponibilidade integral, ’24 horas no ar’,
dedicação continua, pouco lazer, pouco contato com a família, ‘não há hora
para parar’ etc (...)”. Resta perceber como esse fenômeno repercute na rede
de saúde como um todo. Afinal, esses profissionais são parte de um sistema
cheio de complexidades.
Em verdade, os médicos não são obrigados a aceitar trabalhos itineran-
tes e flexibilizados, tampouco são forçados a ter vários vínculos em lugares
diferentes, porém, a natureza da ocupação e a fetichização do ter-mais-do-
que-ser, provocada pela dinâmica do capitalismo, o induzem a aceitar situa-
ções de trabalho que podem desgastar tanto a sua integridade física e mental,
quanto a de todo o sistema de saúde, pelo aligeiramento dos atendimentos,
superficialidade nos diagnósticos e descontinuidade do acompanhamento,
quando o médico não mora no município e só atende em dias estabelecidos.
É notório, por exemplo, o fato de que os efeitos da flexibilização do tra-
balho atingem diretamente a vida dos profissionais médicos assalariados de
instituições privadas ou públicas. Estudos recentes (MACIEL ET AL, 2006;
MACIEL ET AL, 2008; SANTOS ET AL, 2006) apontaram para a atual situ-
ação de flexibilidade contratual a que os médicos em algumas UFs do País
estão sujeitos, especificamente no Ceará. A instabilidade e a insegurança nos
cargos e postos de trabalho temporários fazem com que esses profissionais se

394
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

utilizem de táticas cotidianas para suprir necessidades que consideram fun-


damentais, como o elevado padrão de vida que tentam manter.
O acúmulo de muitos cargos passa a ser a alternativa utilizada por eles
para suprir certas necessidades de consumo e manutenção de uma qualidade
de vida que excede o convencional. Conforme anúncios de ofertas de empre-
gos identificados em jornais de tiragem estadual, como O POVO2, certas pre-
feituras municipais estão oferecendo salários de até R$7.000 reais para car-
gos em unidades de saúde. Um número significativo de médicos, entretanto,
ainda opta por acumular elevados tetos salariais, mesmo cientes de que não
realizarão a carga horária estabelecida.
Essa opção é tida como voluntária, de modo que a escassez de mão-de-
obra na área médica estimula o profissional a acumular funções e postos de
trabalho. Identificamos a existência, atualmente, de 7.019 médicos atuantes
no Ceará3. Na sua maioria (30,59%), eles possuem apenas um vínculo empre-
gatício. Acrescenta-se ainda, que do universo total, 24,08% dos profissionais
possuem dois vínculos; 18,25% estão com três e 11,20% com quatro. Os cargos
estão atualmente lotados tanto no setor público como no privado. Identifica-
mos no mesmo levantamento, que, do total de profissionais, 15,30% possuem
de cinco a dez vínculos (1.072 médicos) e que 0,58% possui de 11 a 20 ligações
de trabalho, percentual representado por 39 profissionais. Detectamos um
caso extremo de que o profissional possuía 20 vínculos.
Além da grande quantidade de vínculos mantidos, os médicos também
desempenham inúmeras especialidades distintas. Consideramos que um
mesmo médico está lotado em diferentes instituições e desempenha em cada
local uma especialidade diferente. O quadro a seguir mostra as especialidades
em que existem os maiores números de vínculo atualmente no Estado:

2 Ver anúncios de ofertas de empregos para médicos no Caderno Cidade, de 28 de


fevereiro de 2009, página 12.
3 Médicos cadastrados no DATASUS (Banco de Dados da Secretaria de Saúde do Esta-
do do Ceará-2008)

395
Precarização do que já é precário

Tabela I4
Especialidades médicas no SUS do Estado do Ceará
Quantidade de vínculos
Especialidade médica na especiliadade Percentual
Médico em saúde da família 1.704 14,47%
Médico clínico geral 1.624 16,65%
Médico ginecologista e obstetra 1.092 11,20%
Médico pediatra 1.011 10,37%
Médico oftalmologista 479 4,91%
Médico ortopedista e traumatologia 439 4,50%
Médico anestesiologista 394 4,04%
Médico radiologista 322 3,30%
Médico cirurgião geral 261 2,67%
Médico psiquiatra 218 2,23%
Médico de medicina intensiva 191 1,95%
Médico cardiologista 179 1,83%
Médico otorrinolaringologista 162 1,66%
Médico urologista 138 1,41%
Médico dermoatologista 125 1,28%
Médico nefrologista 125 1,28%
Médico neurologista 124 1,27%
Outras4 1.791 13,71%
TOTAIS 9.749 100,00%
Fonte: DATASUS, 2008. Elaboração própria.

Conforme mostra a tabela, embora haja uma quantidade significativa


de profissionais médicos de Saúde da Família (profissão esta que exige uma
percepção social e médica do paciente) as outras especialidades predominam,
com 83,35%. Além desta situação, percebe-se que um número significativo de
médicos está exercendo várias especialidades concomitantes, o que caracteri-
za um novo processo de sobrecarga de saber.
Em uma palavra, a natureza da ocupação de medico favorece o mul-
tiemprego, e a política de empregos legitimada atualmente pelo SUS permite
ao médico acumular a quantidade de postos de trabalho que lhe for conve-
niente. Mesmo que algumas situações requeiram a presença mais permanen-

4 Em outras especialidades, estão: hansenologista, mastologista, homeopata, imunolo-


gista, geriatra, cirurgião pediátrico, médico do trabalho etc.

396
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

te, o profissional pode flexibilizar horários. O fato de a maioria dos profissio-


nais ser contratada mediante convênios com prestadoras de serviços, Ong’s
ou prefeituras, de o trabalho não ser fixo, favorece a busca de outros postos
de trabalho (MACIEL ET AL, 2006; MACIEL ET AL, 2008). Muitos deles al-
mejam os consultórios particulares e/ou empregos em municípios diferentes
(SANTOS ET AL, 2006; MACIEL ET AL, 2006), entretanto, são poucos os que
conseguem realizar seu negócio. No mesmo estudo, Santos et alii (2006) de-
tectaram o fato de que em sua maioria, os que possuem o próprio consultório
já passaram por muitos anos de experiência em trabalhos itinerantes.
A flexibilidade contratual e dos direitos trabalhistas são fatores intensi-
ficados pela reestruturação produtiva (ALVES, 2005; 2007), que, associada ao
Estado mínimo, estimulou a precarização não só da mão-de-obra constituinte
da saúde, mas, também, do próprio serviço, e, por consequência, do sistema.
A multiplicidade de vínculos que o profissional exerce impede o cumprimen-
to completo das cargas horárias estabelecidas pelos órgãos contratantes, o que
implica diretamente o não-atendimento das demandas e a baixa qualidade
das consultas, rapidez e pouca eficacia na produção de os diagnósticos e no
acompanhamento do quadro de saúde do paciente. Alguns desses médicos
comprometem os próprios objetivos da saúde integral e da família, pautada
na interdisciplinaridade e no atendimento contextualizado de cada indivíduo.
Ao optar pelas rotinas como essas, os médicos não conseguem proporcionar
ao paciente um acompanhamento mais intensivo (MACIEL ET AL, 2008).
Um clínico que trabalhou em Beberibe relatou, com humor, um episó-
dio que demonstra completo descaso em relação ao aprofundamento da con-
sulta e a necessidade de atendimento aligeirado:

Trabalhava às sextas-feiras naquele município. Tinha sempre


em torno de 22 pessoas para atender ate meio dia. A tarde
eu ia para Cascavel (município distante uns 20 km). Naquele
dia eu tinha dormido muito pouco, porque deixei para viajar
pra cá de noite. Quando cheguei, já tinha uma multidão e fui
atendendo automaticamente. De repente, veio a psicóloga com
uma senhora que eu tinha acabado de atender e me disse: - Dr.,
essa paciente está com micose na cabeça e não com proble-
mas psicológicos, você pode olhar? De fato a mulher havia me

397
Precarização do que já é precário

dito que estava “com problema na cabeça” e automaticamente


encaminhei para a psicologia porque imaginei que fosse psico-
lógico, pela forma como ela se referiu. Ora, porque não disse
logo que estava com coceira na cabeça, com curuba ou qual-
quer coisa assim?

Este fato ilustra dois processos interligados: a precarização do sistema


de saúde, com base na precarização do trabalho de um profissional. Atender
22 pessoas em quatro horas de trabalho significa que a consulta dura cerca de
dez minutos. Ora, nem sempre o paciente é explicito nas suas queixas. Muitas
vezes há que ser feita uma anamnese mais detalhada para compreensão do
quadro ou, quando muito, se pedem exames que possam esclarecer as pistas.
Em dez minutos, porém, é impossível realizar esse ritual de forma humani-
zada, sobretudo quando a pouca experiência de muitos desses profissionais
recém-formados não permite rapidez nos diagnósticos. Portanto, o medico
é instigado a objetivar o que ouve e vê e, nem sempre, a pressa permite uma
interpretação correta do quadro apresentado.
Para Franco e Merhy, o PSF intenta oferecer altos salários com a condi-
ção de que isso estaria incentivando o oferecimento de um serviço diferencia-
do por parte do médico (FRANCO E MARLY, APUD MACIEL ET AL, 2008:
88). É equívoco, entretanto, pensar assim, pois outras condições determinam
o tipo de serviço que é prestado. O Ministério da Saúde determina que o mé-
dico do Programa Saúde da Família deve prestar assistência integral a indi-
víduos de várias faixas etárias, sendo responsável por seu acompanhamento
contínuo. Espera-se que ele insira no atendimento aspectos emocionais, fami-
liares, sociais e preventivos. Deve realizar ações educativas, coletivas e comu-
nitárias junto a outros profissionais, além de participar do planejamento e da
organização do trabalho da equipe (CAMPOS ET AL, 2008: 348). Esta reali-
dade, contudo se mostra inviável em razão do número excessivo de vínculos e
da itinerância praticada, que impedem o profissional de disponibilizar dedi-
cação exclusiva às suas obrigações.
Considerando que precarização do trabalho é motivada por diversos fa-
tores tais como a flexibilidade salarial, perda de direitos (férias, 13°, auxílio-
doença etc.), desemprego estrutural, redução salarial etc (ALVES, 2005; 2007),
a precarização do sistema de saúde é um amálgama da precarização do traba-
lho do profissional de saúde, notadamente do médico, e de indicadores como

398
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

o multiemprego, deficiência nos indicadores básicos (alta mortalidade, pouca


aplicação de recursos na saúde, aumento dos fatores de risco etc.), infraestru-
tura deficiente (ausência de equipamentos de diagnóstico e trabalho), trabalho
itinerante. Em suma, a precarização do trabalho incide diretamente sobre a
precariedade da saúde e constitui um de seus elementos fundamentais.
Alguns indicadores de precariedade do sistema podem ser inventaria-
dos com arrimo na pesquisa realizada: a busca de rendimentos cada vez mais
elevados, em detrimento da vocação e realização pessoal; as distâncias entre
postos de trabalho; o absenteísmo elevado de profissionais; o atendimento
aligeirado e sem profundidade; os desvios de funções; alta rotatividade do
trabalho medico; não-permanência no município e compartilhamento ou de-
legação de tarefas com profissionais não credenciados a realizar procedimen-
tos, como é comum nos municípios menores, onde, sendo escassa a presença
do medico, outros profissionais de saúde fazem partos, suturas e pequenas
cirurgias, como demonstraram Medeiros et al (2008) e Santos et al (2007).
Em verdade, os indicadores aqui esboçados podem não ser ainda o ideal
para determinar a circunstância de precarização e precariedade do sistema
de saúde. Com base na pesquisa documental/exploratória, no entanto, em que
se identificou o fato de que as instituições gestoras da saúde no Ceara não
possuem indicadores de precarização do sistema, é nossa intenção contribuir
na indicação de alguns possíveis, identificados na pesquisa com profissionais
envolvidos no trabalho itinerante. Os técnicos da Secretaria de Saúde do Es-
tado contactados informaram que cada gestor municipal escolhe um modelo
específico com critérios particulares para avaliar a situação da saúde de seu
município. Ora, desse modo, a possibilidade de comparabilidade dos dados
entre municípios torna-se inviável. Ademais, visualiza-se, a partir daí, a falta
de uma gestão unificada e dialogada que possa lançar metodologias próprias
de avaliação da eficácia/eficiência da saúde no Ceará.
Há, portanto, alguns aspectos e indicadores que ajudem a refletir o grau
de precarização/precariedade da saúde no Estado, tomando como principais
eixos norteadores as condições objetivas e subjetivas que moldam a estrutura
da saúde, aprofundando-se, principalmente, na itinerância médica .
A busca de uma renda acima dos padrões normais, manifesta pelo nu-
mero de vínculos superior a seis, é o principal indicador de precarização do
trabalho para os médicos e profissionais de saúde em geral. Neste aspecto,

399
Precarização do que já é precário

concordamos com Mendes e Caldas Júnior (MENDES ET AL. APUD MACIEL


ET AL, 2001), quando, ao analisar as condições de trabalho dos profissionais
de saúde, afirmaram que

(...) a remuneração leva os profissionais a buscar soluções para


melhoria de suas condições econômicas, as quais, muitas ve-
zes, implicam em sobrecarga de trabalho, tendo sido citadas
(pelos profissionais) vinculação a vários empregos e aumento
de jornadas de trabalho. Outros tomam decisões que signifi-
cam recusa às atividades que remuneram mal, como o aten-
dimento de doentes do SUS. (MENDES et al. apud MACIEL
et al, 2001: 24).

Analisando qualitativamente a situação dos profissionais de saúde em


Fortaleza, Sobral e Juazeiro do Norte, Maciel et alii (2006) constataram que
a necessidade de remuneração para a sobrevivência dos trabalhadores e de
suas famílias suplantava qualquer nível de fadiga. Assinalam que a falta de
recursos humanos se relaciona com os baixos salários para os que não são
graduados, o que os levaria a acumular mais de um emprego, prejudicando
sua saúde e a prestação dos serviços para os quais foram contratados (MA-
CIEL et al, 2006: 105). Esta situação é vivenciada de forma diferente de acordo
com o grau de formação e posição do profissional

No caso do pessoal menos qualificado, o segundo emprego ainda


é exercido em outro horário, chegando-se a jornadas exaustivas
de 12 ou 14 horas por dia, ou à realização de plantões sem o de-
vido descanso. No caso dos profissionais graduados, no entanto,
o segundo emprego nem sempre é exercido em outro horário,
sendo que o profissional se ausenta do serviço ou termina a sua
“quota” rapidamente para poder comparecer ao outro emprego.
Jornadas que deveriam ser de 6 ou 8 horas (...) Nos estabeleci-
mentos estudados, esse cenário também ocorre nos hospitais e
clínicas especializadas. (MACIEL et al, 2006: 105).

Nesse sentido, na busca por conseguir renda elevada, os médicos não


têm nenhum problema de escolher lugares mais distantes, ou mais lotados

400
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

de pacientes, mesmo que fiquem por poucos dias no serviço e encontrem me-
canismos de substituição, como subcontratar outros médicos mais jovens,
recém-formados para lhes substituir ou, simplesmente, faltam ao trabalho,
deixando várias pessoas à espera nas filas.
Conforme a pesquisa, identificamos o fato de que os médicos itinerantes
chegam a percorrer, em casos extremos, de 400 a 500 km de distância em
viagens de um município a outro. Levando-se em consideração o tempo gasto
nestas viagens, constar-se-ía que, em média, estes médicos passam de quatro
a cinco horas se deslocando de uma localidade a outra (sem considerar o tem-
po de retorno para os locais de partida inicial). O tempo perdido no trajeto e
o cansaço da viagem repercutem na qualidade do atendimento, portanto pre-
carizam o sistema da saúde do local ao qual ele está vinculado. Sendo assim,
as distâncias percorridas pelo profissional colocam-se como segundo fator de
precarização do sistema de saúde, a partir do trabalho médico.
Tendo dificuldade de deslocamentos, os absenteísmos são fatores de
grande repercussão na qualidade do atendimento. Portanto, a ausência recor-
rente de um profissional médico é o terceiro fator de precarização do sistema
de saúde. A precariedade dos contratos e a não-garantia dos direitos traba-
lhistas estão entre as queixas mais comuns dos médicos (MACIEL et al, 2006:
87). Enfatiza:

Os profissionais que trabalham em municípios da região me-


tropolitana de Fortaleza relatam o desperdício de tempo no
deslocamento até o destino final, muitas vezes distritos dis-
tantes. No entanto, nos discursos dos participantes, observa-se
que os profissionais passam pouco tempo no local de trabalho
e não cumprem a carga horária (MACIEL et al, 2008: 88)

Reforçando a situação em estudo semelhante, Maciel et alii (2008) citam


os diferentes tipos de contrato a que os profissionais de saúde dos PSF’s do Es-
tado do Ceará são submetidos. Entre eles estão: concurso público, vínculos da
prefeitura com ONG’s ou cooperativas, contrato mediante empresas, licitação
(terceirização), contrato temporário renovável por até quatro anos e cargos
em comissão (estabelecendo vínculo temporário com a Administração Públi-
ca). O quadro exposto ilustra a situação de flexibilidade contratual a que estão
submetidos os profissionais da área de saúde, incluindo os médicos, como

401
Precarização do que já é precário

quarto fator de precarização. Não se identifica, porém, qualquer monitora-


mento das presenças para possíveis punições do seu descumprimento. Em
alguns municípios a instituição contratante sequer toma conhecimento, seja
da ausência do profissional, seja da subcontratação que ele próprio realiza.
Os desvios de função comuns a médicos que, conforme o local de traba-
lho mudam de especialidade e dificultam um maior aperfeiçoamento em uma
só área de conhecimento, situa-se como quinto fator precarizante do sistema
de saúde. Além da variação de vínculos em vários municípios, percebe-se que
esses profissionais costumam assumir para cada vínculo especialidades dife-
rentes. Não é raro encontrar casos como o de uma médica que tem sete víncu-
los assim distribuídos: é pediatra em um município, noutro é ginecologista,
num terceiro é cirurgiã geral, em três é clinica geral e no sétimo é medica do
Programa Saúde da Família.
A não-permanência do profissional no local de trabalho por muito tem-
po faz com que ele não participe das decisões sobre melhorias infraestruturais
dos locais de trabalho por não ter conhecimento do cotidiano do estabeleci-
mento, sobretudo quando ele assume cargo do PSF que requer maior dedica-
ção às famílias e à comunidade. Diante do sexto fator precarizante, discutir
a melhoria de infraestrutura nos hospitais e postos de trabalho muitas vezes
fica a critério dos gestores que nem sempre estão na ponta, acompanhando
as demandas e as carências naturais de um serviço de saúde. Para Maciel
et alii (2008), a instabilidade do vínculo trabalhista e, consequentemente, a
insegurança que esta provoca no profissional são os principais responsáveis
pela alta rotatividade dos médicos que atuam nas equipes do PSF (MACIEL et
al, 2008), aqui identificada como sétimo fator de precarização.
Esse pouco envolvimento do médico com os municípios interfere na rela-
ção médico/paciente pela redução do tempo de contato com as pessoas da equi-
pe de saúde local. Este é um fator de conflito entre os profissionais que veem o
médico como alguém que não se posta no mesmo nível dos demais profissio-
nais de saúde no que se refere a pensar a saúde da população com todas as fa-
cetas necessárias para compreensão de que saúde está atrelada a outros fatores
econômicos, políticos, culturais, ambientais etc. Como o médico que fica um
dia ou uma manhã, apenas, em um município pode conhecer e compreender os
problemas locais? Até porque o tipo de contrato provisório, geralmente usual,
não aufere qualquer sentimento de pertença a esse profissional.

402
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

A natureza intinerante do trabalho (oitavo fator precarizante do sistema


de saúde) faz com que o profissional não crie nenhum vínculo com o estabele-
cimento, de modo que aquele ou outro lugar não representa nenhuma impor-
tância afetiva para ele. Nesse sentido, o trabalho lhe parece um meio de vida
e não um espaço de realização pessoal. Ora, sem encarar o trabalho como
realização pessoal e vocacional, como pode o profissional ter algum anseio de
mudança a partir de seus esforços em transformar o espaço de trabalho num
locus de prazer e realização?
Mediante esses indicadores, pode ser verificado que sua existência in-
terfere para precariedade do sistema de saúde e, sobretudo, porque a proposta
do SUS e do PSF é ter um profissional dedicado, participando de equipe multi-
disciplinar e discutindo e trocando saberes com profissionais que trabalham
conjuntamente para uma população. Nesse sentido, o médico deveria ver sua
clientela como parte de um todo e não como individualidades ambulantes
que transportam uma queixa passível de ser resolvida com uma medicação
ou tratamento despersonalizado e generalista.
Tais dificuldades são percebidas desde o momento em que o SUS não
consegue atrair e fixar profissionais, manter serviços qualificados e alocar re-
cursos financeiros em suas áreas mais precárias e deficientes. Estão marcadas
no estado de precariedade, que impede o desenvolvimento social e a garantia
de direitos na saúde aos cidadãos, intensificando a disparidade entre o desen-
volvimento econômico e o desenvolvimento social. A saúde, como direito do
indivíduo e obrigação do Estado, mostra-se como um tipo ideal inalcançável
no contexto brasileiro. São muitos os obstáculos que impedem e distanciam
cada vez mais a população usuária (seja de beneficiários consumidores, seja
de beneficiários profissionais) dos seus serviços de qualidade.
O Sistema Único de Saúde é o caso emblemático de que a precarização
está intensificando a precariedade da saúde no País. Apesar de suas propostas
de interiorização, universalização e integração de ações e políticas de saúde,
são muitas as contradições entre o ideal do serviço e a situação real em que se
encontra de precarização do que já é precarizado.

403
Precarização do que já é precário

Bibliografia

ALMEIDA, P. C. de; RAMOS, I. Mª. B.; FONSECA, Mª I. F; OLIVEIRA, S. C. COELHO, V. M. C..


Trabalhadores de Saúde IN: SANTOS, João Bosco Feitosa dos (org). Recursos Humanos em Saúde:
diagnósticos e reflexões. Fortaleza: EdUECE, CETREDE (distr.), 2008.

ALMEIDA, P. C. de; RAMOS, I. Mª. B.; FONSECA, Mª I. F; OLIVEIRA, S. C. COELHO, V. M. C..


Trabalhadores de Saúde. A participação da força de trabalho em saúde no desenvolvimento das
ações e serviços na macrorregião do Cariri/Ceará IN: SANTOS, João Bosco Feitosa dos (org.).
Observatório de recursos humanos em saúde – estação CETREDE/UFC/UECE: reflexões de
pesquisas; Cetrede – Fortaleza: EdUECE, 2006.

ALVES, Giovanni. Dimensões da reestruturação produtiva: ensaios de Sociologia do Trabalho. 2ª


Edição-Londrina: Práxis; Bauru: Canal 6, 2007.

ALVES, Giovanni. O novo (e precário) mundo do trabalho: reestruturação produtiva e crise do


sindicalismo. Boitempo Editorial. FAPESP. São Paulo, 2005.

ALVES, Giovanni. O Novo (e Precário) Mundo do Trabalho: reestruturação produtiva e crise do


sindicalismo. São Paulo: Boitempo, 2005.

ALVES, Giovanni. Trabalho e Globalização. Capturado no site, http://www.revistaautor.com.br/


index.php?option=com_content&task=view&id=276&Itemid=50 no dia 12 de dezembro de
2006.

ALVES, Giovanni. Dimensões da Reestruturação Produtiva: ensaios de sociologia do trabalho.


Londrina:Práxis; Bauru: Canal 6,2007.

ATKINSON, S. “Restructuring Health Care: Tracking the Decentralization Debate”. Progress in


Human Geography 19 (4), pp. 486-503. 1995.

BRASIL, Ministério da Saúde, Sistema Único de Saúde. Descentralização dos Serviços de Saúde: a
ousadia de cumprir e fazer cumprir a lei. Brasilía, MS/SUS, 1993.

BRASIL, Ministério da Saúde. As Vantagens da Municipalização da Saúde. Brasília, MS, 1997.

BRASIL, Ministério da Saúde. Contribuições Pragmáticas para a organização dos recursos Humanos
em Saúde e para a História da Profissão médico no Brasil: à Obra de Maria Cecíla Donnangelo.,
André Mota et al (org). Brasília: Ministério da Saúde, 2004.

BRASIL, Ministério da Saúde. Norma Operacional Básica do Sistema Único de Saúde/NOB-SUS 96.
Brasília, MS, 1997.

BRASIL, Ministério da Saúde. Observatório de Recursos Humanos em Saúde: estudos e Analises.


BARROS, André F. R. et al (org). Brasília: Ministério da Saúde, 2004.

404
João Bosco Feitosa dos Santos, Marco Aurélio de Andrade Alves
Telma Bessa Sales, Regina Heloisa Mattei de Oliveira Maciel

BRASIL, Ministério da Saúde. Programa Atenção Básica (PAB): parte fixa. Ministério da Saúde/
Secretaria Executiva - Brasília, MS, 2001.

BRASIL, Ministério da Saúde. Programa Saúde da Família (PSF). Ministério da Saúde/Secretaria


Executiva - Brasília, MS, 2001.

CAMPOS, Cláudia Valentina de Arruda; MALIK, Ana Maria. Satisfação no trabalho e rotatividade
dos médicos do Programa Saúde da Família IN: Revista de Administração Pública, Rio de Janeiro
42(2): 347-68. MAR/ABR 2008. Extraído do sítio: http://www.scielo.br/pdf/rap/v42n2/07.pdf .

CERTEAU, Michel de. A invenção do Cotidiano: 1. artes de fazer. Petrópolis, RJ: Vozes, 1994.

CERTEAU, Michel de. A invenção do Cotidiano: 2 morar, conzinhar. Petrópolis, RJ: Vozes, 1996.

COLLINS, C. “Decentralisation” In Janovsky (ed.) Health Policy and Systems Development. (chapter
10), pp. 161-178. WHO Geneva.1996.

DESLANDES, S. F. “Concepções em pesquisa social: articulações com o campo da avaliação em


serviços de saúde”. Cadernos de Saúde Pública, 13 (1), pp. 103-107. 1997.

GIRARDI, S.N. La Fuerza de Trabajo em el Sector Salud: elementos Teóricos y Evidências


Empíricas. Education Medicina e Salud, 25 (1): 37-47, 1991.

Jornal O POVO. Novo Drama, Velho Problema. Caderno de Politica: a crise na saúde. Fortaleza, 2
de setembro de 2007.

Jornal O POVO. Anúncios de ofertas de vagas para médicos. Caderno de Cidade. Fortaleza, 28 de
fevereiro de 2009.

LEBAS, J et CHAUVIN, P. Precarité Et Santé. Paris: Falammarion Medicine-Sciences, 1998.

MACHADO, Maria Helena (cood). Perfil do Médicos no Brasil: análise preliminar/coordenado por
Maria Helena Machado. Rio de Janeiro: FIOCRUZ/ICFM-MS/PNUD, 1996, Volume XXV – Ceará.

MACHADO, Maria Helena (cood). Perfil dos Médicos no Brasil: um retrato da realidade. Rio de
Janeiro: FIOCRUZ, 1997. 244p.

MACIEL, Regina Heloisa Mattei de Oliveira; AGUIAR, Andréa Silvia Walter; ALBUQUERQUE,
Ana Maria F. Costa Albuquerque; LIMA, Ana Flávia Araújo; SANTOS, João Bosco Feitosa dos.
Condições de trabalho e cultura dos estabelecimentos de saúde do SUS Ceará IN: SANTOS, João
Bosco Feitosa dos (org.). Observatório de recursos humanos em saúde – estação CETREDE/UFC/
UECE: reflexões de pesquias; Cetrede – Fortaleza: EdUECE, 2006.

MACIEL, Regina Heloisa Mattei de Oliveira; AGUIAR, Andréa Silvia Walter; ALBUQUERQUE,
Ana Maria F. Costa Albuquerque; LIMA, Ana Flávia Araújo; SANTOS, João Bosco Feitosa dos.
Multiprofissionalismo e interação: equipes do PSF IN: SANTOS, João Bosco Feitosa dos (org).
Recursos Humanos em Saúde: diagnósticos e reflexões. Fortaleza: EdUECE, CETREDE (distr.), 2008.

405
Precarização do que já é precário

NOGUEIRA, R. P. Características Econômicas da Medicina Liberal. Educatión Médica y Salud,


25(2) :118-125, 1991.

NOGUEIRA, R.P., BERALDI, S. E RODRIGUES,V.A. Limites das noções de Precariedade e


Desprecarização do Trabalho na Administração Pública. IN: BRASIL, Ministério da Saúde.
Observatório de Recursos Humanos em Saúde: estudos e Analises. BARROS, André F. R. et al
(org). Brasília: Ministério da Saúde, 2004.

OLIVEIRA, F. A. “Antropologia nos serviços de saúde: integralidade, cultura e comunicação”.


Comunicação, Saúde, Educação. 6 (10), pp. 63-74. 2002.

RIBEIRO, José M. e SCHARAIBER, Lilia B. A autonomia e o trabalho em medicina. Cad. Saúde


Pública. [online]. abr./jun. 1994, vol.10, no.2 [citado 21 Fevereiro 2006], p.190-199. Disponível
na World Wide Web: <http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0102-
311X1994000200006&lng=pt&nrm=iso>. ISSN 0102-311X.

SANTOS, J.B.F; Andrade, J. T.; MENELEU NETO, J.M; RODRIGUES, R. L.; PINHEIRO, C.H.L. O
Trabalho do Médico: de profissional liberal a assalariado. In: SANTOS, J.B.F.(Org) Observatório de
Recursos Humanos em Saúde estação CETREDE/UFC/UECE: reflexões de Pesquisas. Fortaleza:
EdUECE, 2006.

SANTOS, João Bosco Feitosa; ANDRADE, João Tadeu de; MENELEU NETO, José; RODRIGUES,
Rosana Lima; PINHEIRO, Carlos Henrique Lopes. O trabalho do médico: de profissional liberal a
assalariado In: SANTOS, João Bosco Feitosa dos (org.). Observatório de recursos humanos em saúde
– estação CETREDE/UFC/UECE: reflexões de pesquias; Cetrede – Fortaleza: EdUECE, 2006.

SAYEG, M. A. O mercado de Trabalho dos Médicos e do Pessoal de Enfermagem. In: MÉDICI,


a. c. (Org) Textos de Apoio: Planejamento I Recursos Humanos em Saúde. Rios de Janeiro. Rio de
Janeiro: PEC/Ensp?Fiocruz, 1987.

SCHRAIBER, Lilia B. O trabalho médico: questões acerca da autonomia profissional. Cad. Saúde
Pública, jan./mar. 1995, vol.11, no.1, p.57-64. ISSN 0102-311X.

SILVERMAN, D. Interpreting Qualitative Data: Methods for Analysing Talk, Text and Interaction.
London, Sage. 1993.

SMITH, B. C. Decentralization: the Territorial Dimension of the State. London, Allen & Unwin

VIANA, Ana Luíza D’Ávila; ELIAS, Paulo Eduardo M. Saúde e Desenvolvimento. Departamento de
Medicina Preventiva. Faculdade de Medicina, USP. São Paulo, 2007. Extraído do sítio: http://www.
scielo.br/pdf/csc/v12s0/02.pdf.

WEIL, C. D. E. et al (1990). The Impact of Development Policies on Health: a review of the literature.
World Health Organization (WHO), Geneve.1990.

406

Potrebbero piacerti anche