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1. UN POCO DE HISTORIA
2. EN TORNO A LA CONCEPTUALIZACIÓN
3. EL TERAPEUTA: ACTITUDES Y HABILIDADES
4. ÉTICA Y DEONTOLOGÍA EN LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA
1. UN POCO DE HISTORIA
La mayoría de los historiadores señalan que las sociedades prehistóricas contemplaban las
conductas anormales como la obra de los malos espíritus. En particular, veían el cuerpo y la mente
humanos como un campo de batalla entre las fuerzas externas del bien y del mal. El
comportamiento anormal era visto como una victoria de los malos espíritus, y la cura obligar a éstos
a salir del cuerpo de la víctima.
Se ha dicho que este punto de vista sobrenatural comenzó ya en la Edad de Piedra, hace
medio millón de años. Se han descubierto cráneos en Europa y América del Sur, que muestran
evidencia de una operación denominada trepanación en la que se utilizaba un instrumento de
piedra para cortar una sección circular del cráneo con el fin de liberar los malos espíritus que se
creían eran la causa del comportamiento anormal grave (ej.: alucinaciones y melancolía).
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a) Ceremonias para la restauración: parten de la creencia de que el hombre posee una especie
de doble o alma cuya presencia en el cuerpo es necesaria para su buen funcionamiento. No
obstante, este alma puede abandonarlo cuando se dan ciertas condiciones específicas (miedo
intenso, sustraída por fantasmas). La curación se produce cuando el hechicero encuentra el
alma perdida y la devuelve al cuerpo al que le pertenece.
b) Prácticas exorcistas: se enmarcan en la creencia de que los espíritus malignos han penetrado
en el cuerpo de la persona, tomando posesión de ella y provocando un cambio en su
identidad. Se plantean tres formas básicas de liberal al sujeto de una posesión: 1) a través de
procedimientos mecánicos (ruidos, malos olores, golpeando a la persona poseída); 2)
transfiriendo el espíritu maligno a otro ser, normalmente un animal, y 3) extraer el espíritu por
medio de conjuros o procedimientos psíquicos. Ésta es la forma que la Iglesia Católica recogió
y normalizó.
c) Confesiones.
d) Curaciones por incubación.
Entre los años 500 AC. a 500 DC, en las florecientes civilizaciones griega y romana, los filósofos
y médicos comenzaron a ofrecer una explicación alternativa a los diferentes trastornos mentales
que identificaban (melancolía, manía, demencia, histeria, ignorancia, y alucinaciones). De hecho,
podemos decir que el origen de la psicoterapia actual hay que buscarlo en Grecia, donde surge el
pensamiento racional y la tradición filosófica y médica. Paralelamente se produce el desarrollo del
alfabeto y la transición de la tradición oral a la escrita.
Laín Entralgo (1958) comenta la transición entre los métodos de la medicina mágica y la
incipiente mentalidad racional. Así, cabe citar el famoso “conócete a ti mismo” de Sócrates (470 AC-
399 AC), así como las observaciones de su discípulo Platón (427 AC-347 AC) acerca de los efectos de
la palabra sobre la vida anímica (“Si el discurso es bello, produce un estado de armonía en todas las
partes del alma”). La obra de Platón contiene reflexiones sobre las pasiones, los sueños y el
inconsciente que pudieran considerarse como antecedentes del pensamiento freudiano. En la obra
de su discípulo Aristóteles (384 AC-322 AC), se establecen los distintos usos de la palabra utilizada
en Grecia con fines curativos. Aristóteles denominó “ensalmo” a la palabra persuasiva, indicando
que el hombre cambia de condición bajo su influencia.
Grecia es también una de las cunas de la tradición médica occidental, en donde se asientan
las raíces de los tratamientos psicológicos modernos. Por ejemplo, Hipócrates (460 AC-370 AC), en
contraposición con las concepciones mágicas, afirmaba que las enfermedades mentales tenían su
origen en causas naturales. Más concretamente, planteaba que estas afecciones tenían su causa en
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los desequilibrios de las cuatro sustancias básicas o humores que se encuentran en el cuerpo
humano (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) y que se asocian a temperamentos específicos
(sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). La salud era concebida como un estado de armonía
o equilibrio (crasis) entre los cuatro humores, mientas que la enfermedad se entendía como
desequilibrio (discrasis). Por ejemplo, un exceso de bilis amarilla causaría la manía, mientras que la
abundancia excesiva de bilis negra desataría la melancolía. Los tratamientos propuestos incluían el
celibato, una dieta vegetal, y el ejercicio físico.
Los esquemas básicos de la medicina hipocrática fueron desarrollados por Galeno (129 DC200
DC), cuya obra determinó la práctica médica hasta la edad moderna. Galeno distinguió dos clases
de pasiones: las “sanas” (competencia de la moral) y las “enfermizas” (competencia de medicina).
Para curar éstas, Galeno acude a la razón, imponiendo a estos enfermos una especie de tutor,
pedagogo, censor y guardián porque entendía que “el consejo resulta insuficiente en la mayoría de
los casos”.
Esta tradición desapareció en la Edad Media (años 500 a 1350), en la que Europa se sumió en
el oscurantismo, y la religión ocupó el lugar de la ciencia, aún rudimentaria (Espina, 1988). Una vez
más, el comportamiento anormal fue atribuido a un conflicto entre el bien y el mal, en particular,
entre Dios y el diablo. La actitud de la Iglesia católica ante la enfermedad mental y ante todo
pensamiento libre durante la Edad Media fue despótica e inhumana, como se hacía patente en
muchas ocasiones en las prácticas inquisitoriales propias de la época.
Fue un periodo caracterizado por las terribles condiciones de guerra, insurrección urbana,
enfermedad (peste) que afectaron a las vidas de muchas personas. Durante este tiempo de estrés,
de ansiedad y lucha por la supervivencia, hubo brotes de locura masiva, en la que un gran número
de personas compartían delirios y las alucinaciones. Por ejemplo, en el trastorno denominado
“tarantismo”, grupos de personas empezaban repentinamente a saltar, bailar y convulsionarse. Se
creía que los que padecían este desorden habían sido mordidos y envenenados por una araña lobo
(tarántula). Nuevamente, el exorcismo a cargo de los clérigos se hizo popular. La hidroterapia era
otra forma de tratar a los pacientes "poseídos": eran llevados "de nuevo a sus sentidos" al ser
sumergidos en el agua helada.
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Una excepción viene representada por el padre Gilaberto Jofré, a quien se le atribuye la
fundación de la primera institución de atención psiquiátrica en el mundo, en Valencia en el año
1410. En dicho hospital se trataba a los enfermos con dietas, ejercicios al aire libre y terapia
ocupacional. Su enfoque tenía influencias de la medicina oriental, con una concepción holista del
ser humano y una forma ecológica, preventiva, psicosomática e ideográfica (centrada en la
naturaleza única de cada individuo) de entender la enfermedad y la relación terapéutica.
El cuidado de las personas con enfermedad mental continuó mejorando. En Inglaterra, los
enfermos mentales eran capaces de quedarse en casa mientras sus familias eran ayudadas
financieramente por la parroquia local.
Por desgracia, las mejoras comenzaron a desvanecerse. Los santuarios sólo podía albergar a
unos pocos residentes a la vez y los hospitales médicos eran muy pocos y distantes entre sí. Hacia
mediados del siglo XVI, los monasterios y hospitales fueron siendo convirtiendo en asilos,
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instituciones con el propósito principal de dar cobijo y tratamiento a grandes cantidades de
enfermos mentales. Los asilos pronto comenzaron a desbordarse, convirtiéndose en prisiones
virtuales donde los pacientes eran mantenidos en condiciones insalubres y tratados con gran
crueldad.
En el año 1769 el médico y químico escocés William Cullen acuñó el término neurosis, uno de
los más influyentes en la psiquiatría y psicología de los siglos posteriores. Para Cullen la neurosis
consistiría en irritabilidad, nerviosismo, estado de ánimo deprimido y otros síntomas similares
producidos por la alteración del sistema nervioso o, en su propia terminología, de los fluidos
neurales. Su concepción era parte de la llamada moda neurocéntrica que se dio en la segunda mitad
del siglo XVIII y que conceptualizó los trastornos emocionales como alteraciones del sistema
nervioso.
Existen cuatro puntos básicos que pueden resumir su teoría en la que sigue las modas
científicas de su época (la electricidad, el magnetismo y la astronomía):
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a) Existe un fluido físico que es el vehículo de unión entre el hombre, la tierra y los astros
y también entre el hombre y el hombre.
b) La enfermedad se origina a causa de una distribución desigual del fluido en el cuerpo.
c) Con la ayuda de ciertas técnicas el fluido puede canalizarse, almacenarse y transmitirse
a otras personas.
d) Se pueden provocar “crisis” en los pacientes y curar las enfermedades.
En Francia, Liébeault (1823-1904) representa la figura de transición entre los viejos y los
nuevos métodos, empezando a tratar a sus pacientes mediante hipnosis. Fundador de la famosa
escuela de Nancy o “Escuela de la Sugestión” (para distinguirla de la escuela de Salpêtrière de
Charcot, o “Escuela de la Histeria”). La escuela de Nancy sostenía que la hipnosis era un fenómeno
normal inducido por sugestión, en contraste con otras escuelas de pensamiento que consideraban
los trances hipnóticos como manifestaciones del magnetismo, la histeria o fenómenos
psicofisiológicos. Freud estudió en ambas escuelas y participó activamente en la polémica acerca
de la hipnosis.
Por su parte, la Escuela de Salpêtrière estuvo encabezada por Charcot (1825-1893) y Janet
(1859-1947) quienes sostenían que la hipnosis era sólo una variedad provocada de la histeria,
siendo la base de ambas una alteración patológica localizada en el sistema nervioso. Charcot
comenzó a estudiar en 1870 la histeria y el hipnotismo, sugiriendo que en las histéricas la condición
hipnótica se presentaba siguiendo tres etapas sucesivas: letargo, catalepsia y sonambulismo.
Consiguió demostrar que la histeria no era una enfermedad exclusiva de las mujeres (encontró
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síntomas similares en hombres) y que las parálisis histéricas podían reproducirse mentalmente
mediante hipnosis lo que implicaba que también podrían eliminarse a través de este procedimiento.
Consideraba que todos los cuadros clínicos debían tener como base una lesión neurológica
específica y que la hipnosis solo servía para activar la lesión neurológica de las histerias traumáticas.
De hecho sostenía que la susceptibilidad hipnótica por sí misma ya era un signo de degeneración
neurológica.
Pierre Janet inició su carrera desde la filosofía y aprendió la técnica hipnótica para estudiar la
“mente subconsciente”. Invitado a trabajar con Charcot en la Salpêtrière, sus procedimientos
terapéuticos se anticiparon en muchos aspectos al método catártico, publicando en 1886 el “caso
Lucile”, considerado como la primera cura catártica de la historia.
Hacia final del siglo XIX, el término psicoterapia se utilizaba para hacer referencia al
tratamiento por sugestión y, por extensión, se convirtió en el término aceptado para todos los
procedimientos de curación por medio de la mente.
Sigmund Freud (1856-1939) contaba con una sólida formación neurológica. Los pacientes que
acudían a su consulta por lo general tenían “problemas nerviosos”. Sus síntomas eran similares a
los producidos por las lesiones neurológicas, pero el examen neurológico descartaba la existencia
de dichas lesiones. La histeria era la enfermedad de la época y Freud comenzó a aplicar la hipnosis
a estos pacientes. Su primera teorización sobre la histeria se basaba en la idea de que el deseo de
realizar una acción suscita dos representaciones opuestas (la de realizar la acción y la contraria, no
realizarla). La persona sana reprime o inhibe la voluntad contraria, pero las personas que tienen una
inseguridad subjetiva no consiguen reprimirla, existiendo un conflicto entres estas dos fuerzas
opuestas. La sugestión hipnótica actuaría reforzando el deseo de la voluntad consciente.
El paso decisivo para la creación del psicoanálisis fue el método catártico que supone la
transición desde los viejos métodos de la sugestión hipnótica al nuevo método psicoanalítico. El
método catártico fue usado y desarrollado por J. Breuer y S. Freud entre 1881 y 1895 como terapia
contra los síntomas de las afecciones histéricas. El método y su técnica fueron ilustrados por los dos
autores en su tratado clínico Estudios sobre la histeria, publicado en 1895, donde se explica que fue
Breuer el primero que lo utilizó en una terapia con una paciente histérica llamada Bertha
Pappenheim (Anna O.) en 1881 y 1882. Anna O. ha pasado a los anales de la historia del psicoanálisis
como un caso paradigmático, debido a la extravagante y sorprendente variedad de síntomas que
presentaba. Fue la propia Pappenheim quien denominó la terapia limpieza de chimenea o cura del
habla, aludiendo al efecto de limpieza y liberación del ánimo de la suciedad que la bloqueaba.
Así, Freud pensó que el método catártico podía curar los síntomas de la enfermedad pero no
modificaba la predisposición a la histeria, de modo que los síntomas podían volver a aparecer.
Además, no todos los pacientes eran hipnotizables ni reaccionaban con la descarga emocional
deseada. Freud había descubierto los fenómenos clínicos de resistencia y transferencia, lo que le
llevó a desarrollar el método de asociación libre: con el paciente sobre un diván, le proponía un
tema de su biografía sobre el que debía hablar sin ejercer ningún control. Cuando la corriente de
ideas se agotaba utilizaba el apremio. Suponía que la fuerza de la resistencia ante la sugerencia era
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idéntica a la fuerza de la defensa o represión. Freud desarrolló el psicoanálisis, la primera escuela
específica de psicoterapia, alrededor de la vuelta del siglo, e hizo contribuciones profundas en el
campo con sus descripciones del inconsciente, la sexualidad infantil, la utilización de los sueños, y
su modelo de la mente humana. Freud comenzó centrándose en problemas que no parecían tener
una base orgánica discernible, y teorizó que tenían causas psicológicas originadas en experiencias
infantiles y en la mente inconsciente. El tratamiento, principalmente a través de escuchar al
paciente y proporcionar interpretaciones, traería estas memorias al primer plano, disminuyendo así
los síntomas. Muchos teóricos y clínicos, incluyendo a Anna Freud, Alfred Adler, Carl Jung, Karen
Horney, Otto Rank, Erik Erikson, Melanie Klein y Heinz Kohut, entre otros, se basaron en las ideas
fundamentales de Freud y desarrollaron sus propios sistemas de psicoterapia los cuales pasaron
más tarde a categorizarse como “psicodinámicos”, haciendo alusión a aquello implicado en la
influencia que la mente consciente e inconsciente tiene sobre las relaciones externas y el self.
Otros desarrollaron el enfoque, como Fritz y Laura Perls en la creación de la Terapia Gestalt,
Marshall Rosenberg, fundador de la comunicación no violenta, y Eric Berne, creador del Análisis
Transaccional. Posteriormente estos campos de la psicoterapia vendrían a ser reconocidos en la
actualidad como psicoterapias humanistas.
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a menudo de años de tratamiento. A medida de que la disponibilidad de la psicoterapia fue
ampliándose, se hizo hincapié en una forma más breve de tratamiento. Esta tendencia fue
impulsada aún más por la llegada de los planes de atención de seguros y las limitaciones a la
cobertura en temas de salud mental. Hoy en día, prácticamente todas las modalidades terapéuticas
ofrecen algún tipo de terapia breve diseñada para ayudar a la persona a enfrentar problemas
específicos.
Las Psicoterapias postmodernas: A partir del último cuarto del siglo XX han surgido
nuevas formas de pensar en la psicoterapia que cuestionan muchos de los supuestos en los
que se ha basado esta disciplina a través de su historia. Este cuestionamiento ha resultado en
el desarrollo de prácticas terapéuticas que han recibido diferentes nombres, entre otros: terapias
“posmodernas”, “terapias narrativas”, “terapias discursivas”, “terapias postestructuralistas”,
“terapias colaborativas”. Cada uno de estos términos subraya algún aspecto importante de estos
abordajes ya que éstos:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ellenberger, H. (1970).The Discovery of the Unconscious: The History and Evolution of Dynamic
Psychiatry. New York: Basic Books.
Espina, A. (1988). Proyecto docente de la asignatura “Técnicas de Psicoterapia”. Manuscrito no
publicado. Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.
Laín Entralgo, P. (1958). La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Madrid: Revista de
Occidente.
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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz
1. Introducción
5. Perspectivas de futuro
6. El tratamiento psicoanalítico
6.3.1. El encuadre
1. INTRODUCCIÓN1
1Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 51-52). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.
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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz
se desarrolla en gran manera a partir de él, aunque no ha nacido, como abusivamente se sugiere,
con el psicoanálisis. Los elementos fundamentales que amplían la comprensión de las
perturbaciones psíquicas radican en el descubrimiento del inconsciente, la noción de conflicto
intrapsíquico patógeno y el concepto de mecanismos de defensa, que permiten la mejor
adaptación a las agresiones y sufrimientos psicológicos. La patología encuentra su comprensión
y explicación en las fuerzas inconscientes de la personalidad.
Las posturas teóricas sustentadas dentro del psicoanálisis han sido y son muy variadas, y
precisamente por ello se hace necesario clarificar cuáles son los ejes conceptuales que sustentan
el modelo. La adhesión acrítica al modelo trazado por Freud y las perspectivas de plena
integración con otros modelos teóricos (Wachtel, 1977; Elderyi, 1985; Ollendick, 1998) en
función del contexto de intervención y las variables socioculturales del momento serían las dos
posiciones más extremas entre un abanico de posibilidades. Factores externos como la
convivencia e integración con otras disciplinas que operan con puntos de vista diferentes sobre
lo humano, la salud y la enfermedad, unido a factores internos como la propia disciplina de
trabajo, estudio, reflexión y autocrítica de la comunidad psicoanalítica, han operado
transformaciones en la teoría y clínica psicoanalítica dando lugar a que surjan formas nuevas de
entender el trabajo clínico con las personas. Ambos aspectos son importantes porque la
integración sin reflexión crítica confundiría y haría perder identidad, pero la conservación a
ultranza de los postulados iniciales bajo una pretendida fidelidad, como dice Schutt (1991),
transformaría en dogma de fe postulados discutibles. Por ello podemos afirmar que en la
actualidad la teoría psicoanalítica ha permanecido fiel a sí misma en los principios básicos, pero
ha incorporado aquellos «saberes» que otras ciencias con las que convive aportan a su propio
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saber. El modelo psicodinámico del diagnóstico que resulta de esta tradición, debe entenderse
desde esta perspectiva de enriquecimiento y transformación en base al diálogo interdisciplinar.
Los desarrollos teóricos fundamentales del mismo tienen que ver con el planteamiento
de la denominada “teoría topográfica” o primera tópica y la elaboración de la primera teoría
pulsional.
La Teoría Topográfica fue desarrollada alrededor del año 1900 a través del análisis de
los sueños y por medio del método desarrollado por el mismo. Siguiendo aquí a Anguera y
Giménez (1994), Freud plantea que el sueño “contiene en quintaesencia toda la psicología de
las neurosis”. Elaborará entonces “La interpretación de los sueños”(1900). Los sueños son para
Freud, actos psíquicos completos, cuyo sentido hay que desvelar y cuyo mecanismo hay que
explicar. Para ello se sirve del modelo topológico del aparato psíquico que le permite situar las
tres instancias, Inconsciente, Preconsciente y Consciente, que constituyen la primera tópica y
explicar la represión. Todo ello pone de manifiesto la dinámica que se establece entre el deseo
inconsciente y la censura que sobre tal deseo impone el sistema consciente cuyo resultado es el
contenido manifiesto del sueño. Pero esta dinámica no es exclusiva del sueño. En
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1904) mostrará que la represión es siempre un efecto de
la resistencia que se opone al avance de una idea hacia la conciencia y está en la base de la
formación de los actos fallidos y de los síntomas neuróticos. Unos y otros son productos
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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz
resultantes de la transacción entre los impulsos, deseos y fantasías inconscientes y las exigencias
de la conciencia.
El concepto central de esta primera tópica es que la mente humana constituye una
compleja estructura que opera en diferentes niveles, en relación con el grado de conciencia
mantenido sobre los diferentes acontecimientos. Establece tres niveles posibles de conciencia:
Inconsciente, Preconsciente y Consciente que ejercen tres grados de control sobre la conducta
humana.
Este desarrollo transcurre en dos fases: la infantil (que abarca hasta los 6 años
aproximadamente y que se subdivide en oral, anal y fálica, por la prevalencia de cada una de
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estas zonas corporales como fuente de placer y tensión) y la genital o adulta. Entre ambas sitúa
el aparentemente tranquilo periodo de latencia.
- La etapa fálica. Es denominada así por ser la región genital fuente de placer y tensión.
Se evidencia y constata la diferencia de los sexos y se establece el Complejo de Edipo.
El papel estructurante que tiene el Complejo de Edipo en la personalidad es definitivo
para comprender cada estructura patológica por sus modalidades de resolución. De la
relación con los objetos, figuras parentales, devienen fuertes sentimientos de amor y
odio, envidia y rivalidad, identificación y oposición, que configuran una etapa difícil
para el niño, y en la que las fuerzas represoras juegan un papel decisorio en su
finalización.
- La etapa de latencia cubre desde los 6 años hasta la pubertad. En ella se internalizan
las identificaciones psico-socio-sexuales con los miembros del propio sexo a través de
las identificaciones con los padres, y se desarrollan las sublimaciones que permiten las
adquisiciones escolares, recreativas, lúdicas y culturales.
El progreso normal de una a otra fase puede ser alterado por defecto o exceso de
gratificación en cada uno, pudiendo quedar el niño fijado en alguna de ellas, lo que puede llevar
a que cuando sea adulto desempeñe determinados patrones característicos de conducta o
personalidad, así como distintas alteraciones conductuales. De las posibles fijaciones en el
desarrollo psicosexual del niño, la más significativa es la que ocurre en la fase fálica, ya que según
Freud, en ella se encuentra la base de los trastornos neuróticos. En esta fase fálica es donde
situará Freud, más adelante, el complejo de Edipo. En la superación del mismo, aceptando las
normas y preceptos impuestos por los padres, estará el origen del Superyó (teoría estructural).
Esta diferenciación en fases y los avatares del deseo sexual presentes en la ya citada
“interpretación de los sueños” puede entenderse como el primer bosquejo de la teoría Edípica
que se convertirá en piedra angular del psicoanálisis.
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Encontramos avances hacia esta nueva formulación de la teoría de las pulsiones, en varias
obras de Freud, tales como “Introducción al narcisismo” (1914) en donde, tras ocuparse del
autoerotismo, la libido narcisista y la libido objetal, diferencia el Yo Ideal del Ideal del Yo,
reafirmándose así en la primera teoría pulsional, pero abriendo la brecha que desembocará más
tarde en las identificaciones y su papel en la formación del Superyó. Por otra parte, no debemos
olvidar que entre 1914 y 1918 se desarrolló la I Guerra Mundial. Los sentimientos de pérdida, la
crueldad y la capacidad humana para la destrucción se manifiestan con particular intensidad en
la conflagración. Freud escribe varios textos a propósito de aspectos psicológicos relativos a la
guerra, pero el tema de fondo es la agresividad y destructividad humanas. El tema del
masoquismo que había parecido adscrito a la feminidad en “La aflicción y la melancolía” (1917),
reaparece en 1919 en “Pegan a un niño”. Este tipo de perversiones, junto con la observación del
juego infantil y la tendencia a la repetición constatada en la clínica, conducen a Freud a postular
en 1920 la existencia de la pulsión de muerte. La introducción de este concepto implica un
cambio teórico fundamental, puesto que supone la reelaboración de la teoría pulsional que,
desde “Más allá del principio del placer”, se concreta en la dualidad pulsión erótica y pulsión de
muerte, en la oposición Eros-Thanatos.
Otro tema destacado en las consideraciones teóricas de Freud en esta década es, sin duda
alguna, el de la transferencia. En “La dinámica de la transferencia” (1912), la actualización de los
deseos inconscientes infantiles sobre la persona del terapeuta es interpretada como un
mecanismo al servicio de la resistencia y en este sentido como un obstáculo terapéutico, pero
en 1915, en “Observaciones sobre el amor de transferencia” sostiene que ha de ser puesta al
servicio de la cura constituyendo uno de sus ejes fundamentales.
En los primeros años de esta década se produjo un giro en la elaboración teórica de Freud.
La publicación de “La psicología de las masas y análisis del yo” (1921) y “El yo y el ello” (1923),
dan cuenta de que Freud ha continuado trabajando en el estudio de la dinámica del Yo y ha
completado su visión acerca del Ello y el Superyó, es decir la segunda tópica (Teoría estructural).
- El Ello es fuente de toda energía y sede en donde radican los instintos. En el principio de
la vida la persona está configurada por el Ello, energía que tiende a descargarse y buscar
satisfacción. La búsqueda de satisfacción se denomina "principio del placer". El principio
primero y básico de funcionamiento es éste. Si no se consigue la satisfacción inmediata
deseada no se descarga la energía y queda un remanente de energía que produce
malestar en el sujeto y provoca el conflicto. Se explica la no satisfacción por las fuerzas
represoras del Yo que entran en contraposición con las demandas sociales. El Ello, al ser
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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz
Es posible el conflicto entre estas tres instancias, y en base al tipo de conflicto y a los
mecanismos de defensa que se propicien, Freud explica la estructura y funcionamiento de los
trastornos psíquicos.
Por otra parte, su aportación clínica más importante en este periodo es tal vez la que
aparece en “Inhibición, síntoma y angustia” (1925) en donde va más allá de su primera versión
basada en la teoría pulsional, en la que conceptualizaba la angustia como libido transformada
por efecto de la represión, la explica ahora a partir del Yo que, amenazado por los impulsos del
Ello o por la presión del Superyó, emite sus señales a fin de desarrollar sus procesos de defensa,
uno de los cuales es, desde luego, la represión.
Al margen de estos nuevos conceptos que completan el conjunto teórico freudiano, Freud
sigue profundizando los aspectos técnicos en obras como “Análisis terminable e interminable”
(1937) y “Construcciones en psicoanálisis” (1937).
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Por metapsicología se hace referencia al número mínimo de supuestos en los que se basa
la teoría psicoanalítica (Rapaport y Gill, 1959). Siguiendo a Greenson (1978), en realidad, Freud
sólo formuló explícitamente tres puntos de vista metapsicológicos (el tópico, el dinámico y el
económico). El punto de vista genético parecía lógico. Aunque no definió el punto de vista
estructural, dio a entender que podría reemplazar al tópico. El punto de vista adaptativo está
también implícito y es esencial para el pensamiento psicoanalítico.
Las implicaciones clínicas de la metapsicología indican que para comprender un suceso psíquico
cabalmente es necesario analizarlo desde seis puntos de vista: tópico, dinámico, económico,
genético, estructural y adaptativo.
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• El punto de vista Dinámico entiende que los fenómenos mentales son resultado de la
interacción de fuerzas. Según el mismo, los fenómenos psíquicos se definen como la
manifestación de tendencias que aspiran a un fin definido y operan, a veces, en una
misma dirección y, otras, en direcciones opuestas. Este supuesto es la base de todas
las hipótesis relativas a los impulsos instintivos, las defensas, intereses y conflictos del
yo. La formación de síntomas, la ambivalencia y la sobredeterminación son ejemplos
de la dinámica.
• El punto de vista Estructural supone que el aparato psíquico puede dividirse en varias
unidades funcionales duraderas (Ello, Yo y Superyó). Está implícito siempre que
hablamos de conflictos interestructurales como formación de síntomas o de procesos
intraestructurales como la función sintética del yo.
De acuerdo con Maganto (2009, p. 55), “como síntesis diremos que el psicoanálisis tiene
un corpus teórico con entidad propia y una técnica muy específica (el tratamiento psicoanalítico
convencional), mientras que bajo la etiqueta de modelo psicodinámico se da la convergencia de
modelos teóricos explicativos de base psicoanalítica, en los que el psicoanálisis es el marco
conceptual básico, pero no la única teoría conceptual explicativa de su quehacer clínico, ni sus
técnicas se ajustan a las propias del tratamiento psicoanalítico convencional. La distinción que
estamos trazando excluye entrar en la polémica entre lo que es propiamente psicoanalítico y lo
que no, y acepta como idea de trabajo la diferencia entre el psicoanálisis como método de
autodescubrimiento y abordaje al inconsciente que se efectúa en una relación singular y las
amplias y muy variadas intervenciones clínicas y comunitarias que desarrollan los clínicos con
formación psicoanalítica, y que rotularemos como psicodinámicas. Pero no aceptamos un uso
muy amplio del término psicodinámico que incluya los abordajes humanistas, fenomenológicos,
existencialistas, rogerianos o incluso sistémicos. El término psicodinámico queda para nosotros
restringido a todo lo basado y derivado principalmente – aunque no exclusivamente- del
psicoanálisis, y que queda bien reflejado en la expresión “de orientación psicoanalítica”. En los
enfoques psicodinámicos la noción de conflicto intrapsíquico tiene un papel central.