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TEMA 1: INTRODUCCIÓN A LOS TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

1. UN POCO DE HISTORIA
2. EN TORNO A LA CONCEPTUALIZACIÓN
3. EL TERAPEUTA: ACTITUDES Y HABILIDADES
4. ÉTICA Y DEONTOLOGÍA EN LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

1. UN POCO DE HISTORIA

La historia de los tratamientos psicológicos se halla ligada a la evolución experimentada en la


manera de considerar el comportamiento anormal. Podemos hablar de un estadio pre-racional en
el que la anormalidad se explica a partir de la voluntad de algún agente sobrenatural (dioses,
demonios), y una fase en la que la anormalidad es vista como motivada por causas naturales.

La mayoría de los historiadores señalan que las sociedades prehistóricas contemplaban las
conductas anormales como la obra de los malos espíritus. En particular, veían el cuerpo y la mente
humanos como un campo de batalla entre las fuerzas externas del bien y del mal. El
comportamiento anormal era visto como una victoria de los malos espíritus, y la cura obligar a éstos
a salir del cuerpo de la víctima.

Se ha dicho que este punto de vista sobrenatural comenzó ya en la Edad de Piedra, hace
medio millón de años. Se han descubierto cráneos en Europa y América del Sur, que muestran
evidencia de una operación denominada trepanación en la que se utilizaba un instrumento de
piedra para cortar una sección circular del cráneo con el fin de liberar los malos espíritus que se
creían eran la causa del comportamiento anormal grave (ej.: alucinaciones y melancolía).

Sociedades más tardías atribuyeron también el comportamiento anormal a la posesión


demoníaca. Los escritos de los egipcios, chinos y hebreos expresaban la desviación psicológica de
esta manera. El tratamiento para el comportamiento anormal en estas sociedades primitivas era a
menudo el exorcismo. La idea era convencer al demonio o espíritu maligno que dejara el cuerpo de
la persona afectada. Un chamán o sacerdote realizaba estas sesiones recitando oraciones,
suplicando al espíritu maligno, insultándolo, haciendo magia, o haciendo que el poseído bebiera
una poción.

Ellenberger (1970) ofrece una sistematización de las prácticas curativas o “tratamientos


psicoterapéuticos primitivos”:

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a) Ceremonias para la restauración: parten de la creencia de que el hombre posee una especie
de doble o alma cuya presencia en el cuerpo es necesaria para su buen funcionamiento. No
obstante, este alma puede abandonarlo cuando se dan ciertas condiciones específicas (miedo
intenso, sustraída por fantasmas). La curación se produce cuando el hechicero encuentra el
alma perdida y la devuelve al cuerpo al que le pertenece.
b) Prácticas exorcistas: se enmarcan en la creencia de que los espíritus malignos han penetrado
en el cuerpo de la persona, tomando posesión de ella y provocando un cambio en su
identidad. Se plantean tres formas básicas de liberal al sujeto de una posesión: 1) a través de
procedimientos mecánicos (ruidos, malos olores, golpeando a la persona poseída); 2)
transfiriendo el espíritu maligno a otro ser, normalmente un animal, y 3) extraer el espíritu por
medio de conjuros o procedimientos psíquicos. Ésta es la forma que la Iglesia Católica recogió
y normalizó.
c) Confesiones.
d) Curaciones por incubación.
Entre los años 500 AC. a 500 DC, en las florecientes civilizaciones griega y romana, los filósofos
y médicos comenzaron a ofrecer una explicación alternativa a los diferentes trastornos mentales
que identificaban (melancolía, manía, demencia, histeria, ignorancia, y alucinaciones). De hecho,
podemos decir que el origen de la psicoterapia actual hay que buscarlo en Grecia, donde surge el
pensamiento racional y la tradición filosófica y médica. Paralelamente se produce el desarrollo del
alfabeto y la transición de la tradición oral a la escrita.

Laín Entralgo (1958) comenta la transición entre los métodos de la medicina mágica y la
incipiente mentalidad racional. Así, cabe citar el famoso “conócete a ti mismo” de Sócrates (470 AC-
399 AC), así como las observaciones de su discípulo Platón (427 AC-347 AC) acerca de los efectos de
la palabra sobre la vida anímica (“Si el discurso es bello, produce un estado de armonía en todas las
partes del alma”). La obra de Platón contiene reflexiones sobre las pasiones, los sueños y el
inconsciente que pudieran considerarse como antecedentes del pensamiento freudiano. En la obra
de su discípulo Aristóteles (384 AC-322 AC), se establecen los distintos usos de la palabra utilizada
en Grecia con fines curativos. Aristóteles denominó “ensalmo” a la palabra persuasiva, indicando
que el hombre cambia de condición bajo su influencia.

La tradición filosófica iniciada en Grecia aporta a la psicoterapia una concepción racional y


métodos para que la parte racional del ser humano predomine sobre la parte pasional/animal que,
dejada en libertad, haría imposible la convivencia. A este respecto pueden distinguirse dos doctrinas
éticas:

a) La aristotélica, según la cual, toda acción es fuente potencial de placer si se ejerce


conforme a la naturaleza del ser que la realiza que, en el caso del hombre, dicha
naturaleza es el ser racional.
b) La estoica, de acuerdo a la cual es preciso prescindir de las pasiones por ser
consideradas excesos irracionales que pueden hacer que el alma enferme. Los estoicos
aprendían a controlar las pasiones por medio de ejercicios escritos y verbales de
concentración y meditación, practicando también la consolación (discurso dirigido a
una persona afligida).

Grecia es también una de las cunas de la tradición médica occidental, en donde se asientan
las raíces de los tratamientos psicológicos modernos. Por ejemplo, Hipócrates (460 AC-370 AC), en
contraposición con las concepciones mágicas, afirmaba que las enfermedades mentales tenían su
origen en causas naturales. Más concretamente, planteaba que estas afecciones tenían su causa en

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los desequilibrios de las cuatro sustancias básicas o humores que se encuentran en el cuerpo
humano (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) y que se asocian a temperamentos específicos
(sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). La salud era concebida como un estado de armonía
o equilibrio (crasis) entre los cuatro humores, mientas que la enfermedad se entendía como
desequilibrio (discrasis). Por ejemplo, un exceso de bilis amarilla causaría la manía, mientras que la
abundancia excesiva de bilis negra desataría la melancolía. Los tratamientos propuestos incluían el
celibato, una dieta vegetal, y el ejercicio físico.

Los esquemas básicos de la medicina hipocrática fueron desarrollados por Galeno (129 DC200
DC), cuya obra determinó la práctica médica hasta la edad moderna. Galeno distinguió dos clases
de pasiones: las “sanas” (competencia de la moral) y las “enfermizas” (competencia de medicina).
Para curar éstas, Galeno acude a la razón, imponiendo a estos enfermos una especie de tutor,
pedagogo, censor y guardián porque entendía que “el consejo resulta insuficiente en la mayoría de
los casos”.

Esta tradición desapareció en la Edad Media (años 500 a 1350), en la que Europa se sumió en
el oscurantismo, y la religión ocupó el lugar de la ciencia, aún rudimentaria (Espina, 1988). Una vez
más, el comportamiento anormal fue atribuido a un conflicto entre el bien y el mal, en particular,
entre Dios y el diablo. La actitud de la Iglesia católica ante la enfermedad mental y ante todo
pensamiento libre durante la Edad Media fue despótica e inhumana, como se hacía patente en
muchas ocasiones en las prácticas inquisitoriales propias de la época.

Fue un periodo caracterizado por las terribles condiciones de guerra, insurrección urbana,
enfermedad (peste) que afectaron a las vidas de muchas personas. Durante este tiempo de estrés,
de ansiedad y lucha por la supervivencia, hubo brotes de locura masiva, en la que un gran número
de personas compartían delirios y las alucinaciones. Por ejemplo, en el trastorno denominado
“tarantismo”, grupos de personas empezaban repentinamente a saltar, bailar y convulsionarse. Se
creía que los que padecían este desorden habían sido mordidos y envenenados por una araña lobo
(tarántula). Nuevamente, el exorcismo a cargo de los clérigos se hizo popular. La hidroterapia era
otra forma de tratar a los pacientes "poseídos": eran llevados "de nuevo a sus sentidos" al ser
sumergidos en el agua helada.

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Una excepción viene representada por el padre Gilaberto Jofré, a quien se le atribuye la
fundación de la primera institución de atención psiquiátrica en el mundo, en Valencia en el año
1410. En dicho hospital se trataba a los enfermos con dietas, ejercicios al aire libre y terapia
ocupacional. Su enfoque tenía influencias de la medicina oriental, con una concepción holista del
ser humano y una forma ecológica, preventiva, psicosomática e ideográfica (centrada en la
naturaleza única de cada individuo) de entender la enfermedad y la relación terapéutica.

Hacia la mitad de la Edad Media, empezaron a desarrollarse hospitales en las regiones


urbanas y las opiniones médicas sobre la anormalidad comenzaron a volver a tomar auge.

En el Renacimiento (Siglos XV y XVI), un período de prosperidad en la actividad cultural y


científica, las visiones de la enfermedad mental basadas en la demonología siguieron disminuyendo.
Paradójicamente, el siglo XVI coincide con el periodo más activo de “caza” de brujas, demonios,
fantasmas y diablos.

Sin embargo, algunos médicos comenzaron a apoyar el uso de otras intervenciones


terapéuticas. Paracelso (1493-1541) abogó por la psicoterapia para el tratamiento de los enfermos
mentales, favoreciendo que se otorgara a las personas mentalmente enfermas el estatus de
“individuos enfermos”. El médico alemán Johann Weyer (1515-1588), estuvo entre los primeros
médicos en publicar en contra de la persecución de las brujas, abogando por la idea de que la mente
humana era tan susceptible a la enfermedad como el cuerpo.

El cuidado de las personas con enfermedad mental continuó mejorando. En Inglaterra, los
enfermos mentales eran capaces de quedarse en casa mientras sus familias eran ayudadas
financieramente por la parroquia local.

En toda Europa, los santuarios religiosos se dedicaron a un tratamiento más humanitario de


las personas con trastornos mentales. En realidad, el santuario mejor conocido fue establecido
siglos antes en Geel (Bélgica). A comienzos del siglo XV, la gente acudía allí desde todas partes del
mundo para recibir curación psíquica. El sanatorio de Geel fue el precursor de los actuales
programas comunitarios de salud mental.

Por desgracia, las mejoras comenzaron a desvanecerse. Los santuarios sólo podía albergar a
unos pocos residentes a la vez y los hospitales médicos eran muy pocos y distantes entre sí. Hacia
mediados del siglo XVI, los monasterios y hospitales fueron siendo convirtiendo en asilos,

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instituciones con el propósito principal de dar cobijo y tratamiento a grandes cantidades de
enfermos mentales. Los asilos pronto comenzaron a desbordarse, convirtiéndose en prisiones
virtuales donde los pacientes eran mantenidos en condiciones insalubres y tratados con gran
crueldad.

Si bien hubo referencias dispersas al valor de "hablar" en el tratamiento de problemas


emocionales, el psiquiatra inglés Walter Cooper Dendy (1794–1871) introdujo por primera vez el
término "psico-therapeia" en 1853.

El “tratamiento moral” introducido por P. Pinel (1745-1826) supuso también un paso


importante en la humanización de la enfermedad mental. De acuerdo con Espina (1988), se
convierte en un precursor de la psicoterapia al atribuir los trastornos mentales a tensiones
psicológicas y emocionales e intentar reducir esa tensión por medios psicológicos, entre los que
destacaba la relación médico-enfermo. Este movimiento terapéutico se apoyaba en dos elementos:
a) la reforma de la asistencia psiquiátrica que siguió a la Revolución Francesa y b) una concepción
optimista de las enfermedades mentales que veía en las pasiones las causas más importantes de la
locura. Pinel recomendaba ambientes placenteros, compañías agradables, música, ejercicio,
contacto con la naturaleza, consuelo del enfermo, manejo de las pasiones suscitando otras fuerzas
que se opusieran a las causantes de la enfermedad y procurando ejercer el dominio de la razón
sobre las ideas mórbidas que las originaban. Pinel fue el primero en proponer la eliminación del
encadenamiento a las paredes de las personas aquejadas de trastornos mentales. En realidad el
tratamiento moral suponía un tratamiento más humanitario que psicoterapéutico.

En el año 1769 el médico y químico escocés William Cullen acuñó el término neurosis, uno de
los más influyentes en la psiquiatría y psicología de los siglos posteriores. Para Cullen la neurosis
consistiría en irritabilidad, nerviosismo, estado de ánimo deprimido y otros síntomas similares
producidos por la alteración del sistema nervioso o, en su propia terminología, de los fluidos
neurales. Su concepción era parte de la llamada moda neurocéntrica que se dio en la segunda mitad
del siglo XVIII y que conceptualizó los trastornos emocionales como alteraciones del sistema
nervioso.

El tratamiento psicológico o psicoterapia en sentido estricto surge durante el último cuarto


del siglo XIX. En este sentido, la importancia de la hipnosis reside en que representa el vínculo de
unión entre las curaciones prepsicológicas de la antigüedad y el psicoanálisis, entre los fenómenos
de posesión por el “Otro” (ej.. el diablo) y los fenómenos de posesión por el “otro” (el inconsciente).

La historia moderna de la hipnosis comienza con el “magnetismo animal” cuyo precursor lo


encontramos en Van Helmont (1579-1644), aunque la figura esencial de esta doctrina fue Franz
Mesmer (1733-1815), padre del hipnotismo moderno, quien abogaba por la capacidad de toda
persona para curar a su prójimo usando el hipotético “magnetismo animal”. Según señala Espina
(1988), esta teoría afirmaba que los astros ejercían una influencia sobre los cuerpos terrestres, que
éstos se influían mutuamente, y que todo ser humano emitía unas partículas de influencia que
afectaban a los demás. Mesmer sostenía que las personas podían focalizar su energía magnética y
dirigirla hacia personas u objetos. La curación provenía del influjo del magnetismo animal, que
corregía un desequilibrio del mismo en el paciente. El proceso de curación quedaba fuera de la
conciencia y del autocontrol del paciente, el cual se sometía a las poderosas fuerzas que le enviaba
el terapeuta.

Existen cuatro puntos básicos que pueden resumir su teoría en la que sigue las modas
científicas de su época (la electricidad, el magnetismo y la astronomía):

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a) Existe un fluido físico que es el vehículo de unión entre el hombre, la tierra y los astros
y también entre el hombre y el hombre.
b) La enfermedad se origina a causa de una distribución desigual del fluido en el cuerpo.
c) Con la ayuda de ciertas técnicas el fluido puede canalizarse, almacenarse y transmitirse
a otras personas.
d) Se pueden provocar “crisis” en los pacientes y curar las enfermedades.

En un primer momento Mesmer experimentó con las posibilidades terapéuticas del


magnetismo, haciendo uso de imanes, pero abandonó paulatinamente esta técnica al entender que
el poder curativo no residía en los imanes, sino en su propio fluido magnético. Sostuvo la tesis de
que este fluido se concentraba en las personas (en unas más que en otras) y que podía transmitirse
a otros mediante contacto (“conducción”). Obtuvo éxitos terapéuticos, particularmente en
pacientes histéricos. Entre los seguidores de Mesmer se produjo una división: a) los “fluidistas” que
atribuían los poderes curativos a la existencia del fluido magnético y b) los “animistas”, seguidores
del marqués de Puységur (1751-1825) para quien los poderes curativos tenían que ver con el poder
psicológico de la fe. Este aristócrata francés, mientras estaba magnetizando a un joven campesino,
identificó un tipo extraño de trance en el sueño que no había sido visto antes en la historia del
mesmerismo. Dándose cuenta de la similitud entre este estado y el caminar dormido
(sonambulismo) lo denominó “sonambulismo artificial”. En la actualidad se identifican estados de
trance muy similares con el nombre de hipnosis, aunque este término fue acuñado más tarde por
el escocés James Braid en 1842, quien intentó ofrecer una explicación científica de este fenómeno
utilizando la neurofisiología de su tiempo y presentándola como un estado de “sueño nervioso”.
Para Braid, este tipo de fenómenos se debían a la acción de los nervios paralizados en respuesta a
las sugerencias del operador.

En Francia, Liébeault (1823-1904) representa la figura de transición entre los viejos y los
nuevos métodos, empezando a tratar a sus pacientes mediante hipnosis. Fundador de la famosa
escuela de Nancy o “Escuela de la Sugestión” (para distinguirla de la escuela de Salpêtrière de
Charcot, o “Escuela de la Histeria”). La escuela de Nancy sostenía que la hipnosis era un fenómeno
normal inducido por sugestión, en contraste con otras escuelas de pensamiento que consideraban
los trances hipnóticos como manifestaciones del magnetismo, la histeria o fenómenos
psicofisiológicos. Freud estudió en ambas escuelas y participó activamente en la polémica acerca
de la hipnosis.

Bernheim (1840-1919), admirador de Liébault, desarrolló un programa de investigación


acerca del potencial terapéutico de la hipnosis a la que consideraba producto de la sugestión
(aptitud para transformar una idea en un acto). Bernheim hipnotizaba a un sujeto y le daba la orden
de que cinco minutos después de despertar hiciera algo y olvidara que había recibido dicha orden.
Freud interpretó esto como signo de la existencia de poderosos procesos mentales que, sin
embargo, permanecían ocultos a la consciencia de los hombres.
Poco a poco Bernheim fue abandonando la hipnosis ya que aseguraba que los resultados se podían
alcanzar también mediante sugestión en estado de vigilia, procedimiento que la Escuela de Nancy
denominó “psicoterapia”.

Por su parte, la Escuela de Salpêtrière estuvo encabezada por Charcot (1825-1893) y Janet
(1859-1947) quienes sostenían que la hipnosis era sólo una variedad provocada de la histeria,
siendo la base de ambas una alteración patológica localizada en el sistema nervioso. Charcot
comenzó a estudiar en 1870 la histeria y el hipnotismo, sugiriendo que en las histéricas la condición
hipnótica se presentaba siguiendo tres etapas sucesivas: letargo, catalepsia y sonambulismo.
Consiguió demostrar que la histeria no era una enfermedad exclusiva de las mujeres (encontró

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síntomas similares en hombres) y que las parálisis histéricas podían reproducirse mentalmente
mediante hipnosis lo que implicaba que también podrían eliminarse a través de este procedimiento.
Consideraba que todos los cuadros clínicos debían tener como base una lesión neurológica
específica y que la hipnosis solo servía para activar la lesión neurológica de las histerias traumáticas.
De hecho sostenía que la susceptibilidad hipnótica por sí misma ya era un signo de degeneración
neurológica.

Pierre Janet inició su carrera desde la filosofía y aprendió la técnica hipnótica para estudiar la
“mente subconsciente”. Invitado a trabajar con Charcot en la Salpêtrière, sus procedimientos
terapéuticos se anticiparon en muchos aspectos al método catártico, publicando en 1886 el “caso
Lucile”, considerado como la primera cura catártica de la historia.

Hacia final del siglo XIX, el término psicoterapia se utilizaba para hacer referencia al
tratamiento por sugestión y, por extensión, se convirtió en el término aceptado para todos los
procedimientos de curación por medio de la mente.

Sigmund Freud (1856-1939) contaba con una sólida formación neurológica. Los pacientes que
acudían a su consulta por lo general tenían “problemas nerviosos”. Sus síntomas eran similares a
los producidos por las lesiones neurológicas, pero el examen neurológico descartaba la existencia
de dichas lesiones. La histeria era la enfermedad de la época y Freud comenzó a aplicar la hipnosis
a estos pacientes. Su primera teorización sobre la histeria se basaba en la idea de que el deseo de
realizar una acción suscita dos representaciones opuestas (la de realizar la acción y la contraria, no
realizarla). La persona sana reprime o inhibe la voluntad contraria, pero las personas que tienen una
inseguridad subjetiva no consiguen reprimirla, existiendo un conflicto entres estas dos fuerzas
opuestas. La sugestión hipnótica actuaría reforzando el deseo de la voluntad consciente.

El paso decisivo para la creación del psicoanálisis fue el método catártico que supone la
transición desde los viejos métodos de la sugestión hipnótica al nuevo método psicoanalítico. El
método catártico fue usado y desarrollado por J. Breuer y S. Freud entre 1881 y 1895 como terapia
contra los síntomas de las afecciones histéricas. El método y su técnica fueron ilustrados por los dos
autores en su tratado clínico Estudios sobre la histeria, publicado en 1895, donde se explica que fue
Breuer el primero que lo utilizó en una terapia con una paciente histérica llamada Bertha
Pappenheim (Anna O.) en 1881 y 1882. Anna O. ha pasado a los anales de la historia del psicoanálisis
como un caso paradigmático, debido a la extravagante y sorprendente variedad de síntomas que
presentaba. Fue la propia Pappenheim quien denominó la terapia limpieza de chimenea o cura del
habla, aludiendo al efecto de limpieza y liberación del ánimo de la suciedad que la bloqueaba.

En resumen, el método catártico consistía en ayudar a la paciente a revivir y descargar


(“purgar”) las emociones patógenas vinculadas con los recuerdos traumáticos. Aunque su práctica
partió de los mismos presupuestos que la sugestión hipnótica, implicaba una estrategia terapéutica
distinta: en la sugestión hipnótica se aborda el síntoma directamente mientras que en la catarsis se
aborda la supuesta causa del síntoma.

Así, Freud pensó que el método catártico podía curar los síntomas de la enfermedad pero no
modificaba la predisposición a la histeria, de modo que los síntomas podían volver a aparecer.
Además, no todos los pacientes eran hipnotizables ni reaccionaban con la descarga emocional
deseada. Freud había descubierto los fenómenos clínicos de resistencia y transferencia, lo que le
llevó a desarrollar el método de asociación libre: con el paciente sobre un diván, le proponía un
tema de su biografía sobre el que debía hablar sin ejercer ningún control. Cuando la corriente de
ideas se agotaba utilizaba el apremio. Suponía que la fuerza de la resistencia ante la sugerencia era

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idéntica a la fuerza de la defensa o represión. Freud desarrolló el psicoanálisis, la primera escuela
específica de psicoterapia, alrededor de la vuelta del siglo, e hizo contribuciones profundas en el
campo con sus descripciones del inconsciente, la sexualidad infantil, la utilización de los sueños, y
su modelo de la mente humana. Freud comenzó centrándose en problemas que no parecían tener
una base orgánica discernible, y teorizó que tenían causas psicológicas originadas en experiencias
infantiles y en la mente inconsciente. El tratamiento, principalmente a través de escuchar al
paciente y proporcionar interpretaciones, traería estas memorias al primer plano, disminuyendo así
los síntomas. Muchos teóricos y clínicos, incluyendo a Anna Freud, Alfred Adler, Carl Jung, Karen
Horney, Otto Rank, Erik Erikson, Melanie Klein y Heinz Kohut, entre otros, se basaron en las ideas
fundamentales de Freud y desarrollaron sus propios sistemas de psicoterapia los cuales pasaron
más tarde a categorizarse como “psicodinámicos”, haciendo alusión a aquello implicado en la
influencia que la mente consciente e inconsciente tiene sobre las relaciones externas y el self.

El Conductismo se desarrolló a partir de 1920, y la modificación de conducta como terapia se


popularizó entre los años 1950 y 1960. Autores que contribuyeron notablemente al mismo fueron
Joseph Wolpe en Sudáfrica, M. B. Shapiro y Hans Eysenck en Inglaterra y John B. Watson y B. F.
Skinner en los Estados Unidos. Los enfoques de la terapia conductual se basan en los principios del
condicionamiento clásico, condicionamiento operante y la teoría del aprendizaje social para lograr
un cambio terapéutico en los síntomas observables. Durante los años 1950 Albert Ellis creó la
Terapia Conductual Racional Emotiva y unos pocos años más tarde el psiquiatra Aaron T. Beck
desarrolló una forma de psicoterapia conocida como Terapia Cognitiva. Ambas suponían
generalmente una terapia breve, estructurada y centrada en el presente dirigida a identificar y
cambiar las creencias, evaluaciones y patrones de reacción de la persona, en contraste con el
enfoque más largo y basado en el insight de los enfoques psicodinámicos y humanistas. Los
enfoques cognitivos y conductuales se combinaron y fueron agrupados bajo el encabezamiento
denominado Terapia Cognitivo-Conductual en los años 1970.

Algunos enfoques terapéuticos se desarrollaron a partir de la escuela Europea de Filosofía


Existencial. Preocupados principalmente por la capacidad del individuo para desarrollar y mantener
un sentido de significado y propósito a lo largo de la vida, los principales contribuyentes al campo
en los EE.UU. (por ejemplo, Irvin Yalom, Rollo May) y Europa (Viktor Frankl, Ludwig Binswanger,
Medard Boss, R.D Laing , Emmy van Deurzen) y posteriormente en los 1960 y 1970 tanto en el Reino
Unido y en Canadá.

Un campo de pensamiento relacionado en la psicoterapia se inició en la década de 1950 con


Carl Rogers. Basándose en el existencialismo y en las obras de Abraham Maslow y su jerarquía de
las necesidades humanas, Rogers desarrolló la Psicoterapia Centrada en la Persona en la que el
requisito principal es que el cliente debe recibir las tres principales "condiciones" de su consejero o
terapeuta: la consideración positiva incondicional, la congruencia [autenticidad / autenticidad /
transparencia] y la comprensión empática. La meta al utilizar estas condiciones centrales es facilitar
el cambio terapéutico dentro de una relación no directiva que conduzca al incremento del bienestar
psicológico del cliente.

Otros desarrollaron el enfoque, como Fritz y Laura Perls en la creación de la Terapia Gestalt,
Marshall Rosenberg, fundador de la comunicación no violenta, y Eric Berne, creador del Análisis
Transaccional. Posteriormente estos campos de la psicoterapia vendrían a ser reconocidos en la
actualidad como psicoterapias humanistas.

El estilo principal siguiente de la psicoterapia no se desarrolló como resultado de las nuevas


ideas, sino debido a problemas económicos. Tradicionalmente, la psicoterapia era un proceso largo,

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a menudo de años de tratamiento. A medida de que la disponibilidad de la psicoterapia fue
ampliándose, se hizo hincapié en una forma más breve de tratamiento. Esta tendencia fue
impulsada aún más por la llegada de los planes de atención de seguros y las limitaciones a la
cobertura en temas de salud mental. Hoy en día, prácticamente todas las modalidades terapéuticas
ofrecen algún tipo de terapia breve diseñada para ayudar a la persona a enfrentar problemas
específicos.

El modelo sistémico irrumpe en el panorama de los tratamientos psicológicos en la década


de los años 50, apoyándose en la teoría general de sistemas y en la cibernética como marco
orientador de su práctica y conceptualización. Se concibe a las disfunciones y trastornos como
expresión de las alteraciones en las interacciones, estilos relacionales y patrones de comunicación
humanos. Este enfoque tiene sus orígenes en la terapia familiar, aunque aquí no es preciso que la
familia sea el foco de la intervención.

Una “tercera ola” de terapias cognitivas y conductuales se ha ido desarrollando más


recientemente incluyéndose aquí la Terapia de Aceptación y Compromiso y la Terapia Conductual
Dialéctica, la Psicoterapia Analítico-Funcional o la Terapia Cognitiva basada en el mindfulness
(ejercicios de mindfulness también son habitualmente incorporados, por ejemplo, en la ACT y la
Terapia Conductual-Dialéctica).

Las Psicoterapias postmodernas: A partir del último cuarto del siglo XX han surgido
nuevas formas de pensar en la psicoterapia que cuestionan muchos de los supuestos en los
que se ha basado esta disciplina a través de su historia. Este cuestionamiento ha resultado en
el desarrollo de prácticas terapéuticas que han recibido diferentes nombres, entre otros: terapias
“posmodernas”, “terapias narrativas”, “terapias discursivas”, “terapias postestructuralistas”,
“terapias colaborativas”. Cada uno de estos términos subraya algún aspecto importante de estos
abordajes ya que éstos:

– ven la terapia como un proceso conversacional o discursivo;


– se interesan en la forma en la que las personas creamos narraciones o historias
sobre nuestras vidas;
– proponen que el conocimiento y la identidad se construyen a través de la
interacción con los otros;
– no piensan en las dificultades humanas en términos de estructuras «profundas» o
subyacentes,
– y conciben la terapia como una relación de colaboración entre clientes y
terapeutas.

Ejemplos de enfoques terapéuticos posmodernos: Terapia Colaborativa (Anderson y Goolishian), la


Terapia Narrativa (White y Epston) y la Terapia Centrada en Soluciones (De Shazer y Kim-Berg).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ellenberger, H. (1970).The Discovery of the Unconscious: The History and Evolution of Dynamic
Psychiatry. New York: Basic Books.
Espina, A. (1988). Proyecto docente de la asignatura “Técnicas de Psicoterapia”. Manuscrito no
publicado. Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.
Laín Entralgo, P. (1958). La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Madrid: Revista de
Occidente.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

TEMA 2: MODELO PSICOANALÍTICO

1. Introducción

2. El modelo psicoanalítico: aspectos conceptuales básicos

3. El diagnóstico desde el modelo dinámico

4. Aportaciones psicodinámicas a la clasificación psicopatológica

5. Perspectivas de futuro

6. El tratamiento psicoanalítico

6.1. Breve perspectiva histórica del desarrollo de la terapia psicoanalítica

6.2. La teoría de la técnica psicoanalítica

6.3. Los protagonistas del encuentro terapéutico: Terapeuta y Paciente

6.3.1. El encuadre

6.3.2. El analista: Reglas básicas, técnica y contratransferencia

6.3.3. El analizado: Alianza terapéutica, Transferencia y Resistencias

6.4. Factores favorecedores del proceso de cambio

6.5. Factores que obstaculizan el proceso psicoterapéutico

6.6. Fases o etapas del análisis

1. INTRODUCCIÓN1

El modelo psicoanalítico, cuyo máximo representante es Sigmund Freud, deviene, como


su fundador, del campo médico-clínico, y, a pesar de las críticas provenientes de los facultativos
de la salud, tanto de sus coetáneos como de sus sucesores, nunca se ha desprendido totalmente
de sus raíces, es más, el psicodiagnóstico que propugna está contaminado por este ámbito del
saber. De hecho, mantuvo los conceptos médicos y psiquiátricos tradicionales, y habla de
paciente y curación, abordando la tarea clínica en base a términos de diagnóstico, pronóstico y
tratamiento.

Surge en un momento en que el auge se centraba en el descubrimiento de las causas


orgánicas de las enfermedades mentales, denominada organogénesis. La innovación de Freud
consistió en defender que otras fuentes psíquicas, emocionales y afectivas provenientes del
propio individuo, eran los fenómenos causales de las enfermedades mentales. La psicogénesis

1Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 51-52). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

se desarrolla en gran manera a partir de él, aunque no ha nacido, como abusivamente se sugiere,
con el psicoanálisis. Los elementos fundamentales que amplían la comprensión de las
perturbaciones psíquicas radican en el descubrimiento del inconsciente, la noción de conflicto
intrapsíquico patógeno y el concepto de mecanismos de defensa, que permiten la mejor
adaptación a las agresiones y sufrimientos psicológicos. La patología encuentra su comprensión
y explicación en las fuerzas inconscientes de la personalidad.

La importancia concedida a los fenómenos psíquicos fue trasvasada de la comprensión de


la enfermedad al propio tratamiento terapéutico. Con el psicoanálisis se modifica igualmente el
concepto de curación. El cambio en la personalidad lo hace posible el tratamiento psicoanalítico,
sin que sea de todo punto necesario el conocimiento de las estructuras orgánicas responsables
de la enfermedad. A pesar de propugnar la curación sin medicación y el concepto de causa
psíquica con prevalencia a la orgánica, este modelo se desarrolló en el ámbito médico y puede
ser considerado, como Bernstein y Nietzel (1982) afirman, (Cf.Hilman y Krasner 1975), una
derivación de él. A ello ha contribuido que la mayoría de los psicoanalistas han sido médicos, y
que en Norteamérica, como indica Ávila Espada (1987), al difundirse el psicoanálisis, éste haya
estado unido a prácticas psicodiagnósticas propias del modelo clínico-médico.

Por ello, el psicoanálisis surgió como una aproximación psicológica a la comprensión y


explicación del comportamiento humano normal y patológico a través de la constante
interrogación que Freud hace sobre lo psíquico, dando lugar a un método de investigación, una
clínica y una teoría. A lo largo del siglo de historia que ya ha cumplido, desde el psicoanálisis se
han producido permanentes contribuciones que han venido enriqueciendo y transformando la
escena clínica y en particular la diagnóstica, tanto a nivel teórico aportando modelos para
comprender el origen y la dinámica de los trastornos, ubicándolos estructuralmente en una
teoría descriptiva del sujeto y posibilitando el desarrollo de nosologías propias, como
instrumentalmente al ofrecer las bases para el desarrollo de una amplia variedad de técnicas de
evaluación que han contribuido a enriquecer la escena psicodiagnóstica. El modelo
psicoanalítico es especialmente rico para la generación de hipótesis que interesan al clínico que
quiere contar con una visión del sujeto en la que el comportamiento funcional y disfuncional
está integrado en una perspectiva estructural e integradora del ser humano total con el que
interviene.

Las posturas teóricas sustentadas dentro del psicoanálisis han sido y son muy variadas, y
precisamente por ello se hace necesario clarificar cuáles son los ejes conceptuales que sustentan
el modelo. La adhesión acrítica al modelo trazado por Freud y las perspectivas de plena
integración con otros modelos teóricos (Wachtel, 1977; Elderyi, 1985; Ollendick, 1998) en
función del contexto de intervención y las variables socioculturales del momento serían las dos
posiciones más extremas entre un abanico de posibilidades. Factores externos como la
convivencia e integración con otras disciplinas que operan con puntos de vista diferentes sobre
lo humano, la salud y la enfermedad, unido a factores internos como la propia disciplina de
trabajo, estudio, reflexión y autocrítica de la comunidad psicoanalítica, han operado
transformaciones en la teoría y clínica psicoanalítica dando lugar a que surjan formas nuevas de
entender el trabajo clínico con las personas. Ambos aspectos son importantes porque la
integración sin reflexión crítica confundiría y haría perder identidad, pero la conservación a
ultranza de los postulados iniciales bajo una pretendida fidelidad, como dice Schutt (1991),
transformaría en dogma de fe postulados discutibles. Por ello podemos afirmar que en la
actualidad la teoría psicoanalítica ha permanecido fiel a sí misma en los principios básicos, pero
ha incorporado aquellos «saberes» que otras ciencias con las que convive aportan a su propio

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saber. El modelo psicodinámico del diagnóstico que resulta de esta tradición, debe entenderse
desde esta perspectiva de enriquecimiento y transformación en base al diálogo interdisciplinar.

2. ASPECTOS CONCEPTUALES BÁSICOS

El concepto de Psicoanálisis, siguiendo a Freud (1922, “Psicoanálisis y Teoría de la libido”),


y también a Laplanche y Pontalis en su “Diccionario de Psicoanálisis“ (1968, p. 316) engloba un
amplio campo de trabajo que abarca tres grandes áreas (tres órdenes de cuestiones bajo una
misma denominación):

 Un método de investigación, que consiste esencialmente en evidenciar la significación


inconsciente de las palabras, actos y producciones imaginarias (sueños, fantasías,
delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las asociaciones libres
del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La interpretación
psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas para las que no se
disponen de asociaciones libres.
 Un método psicoterapéutico basado en esta investigación y caracterizado por la
interpretación controlada de la resistencia, de la transferencia y del deseo. En este
sentido se utiliza la palabra psicoanálisis como sinónimo de cura psicoanalítica (“cura
tipo”).
 Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que sistematizan los
datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y tratamiento.

Los supuestos básicos de la teoría psicoanalítica parten de los estudios de Freud,


pudiéndose distinguir tres etapas o teorías desarrolladas secuencialmente, según la propia
evolución del pensamiento de Freud (1858-1939). Siguiendo a Anguera y Giménez (1994)
podemos distinguir los tres periodos siguientes:

Primer Periodo: 1900-1909

Los desarrollos teóricos fundamentales del mismo tienen que ver con el planteamiento
de la denominada “teoría topográfica” o primera tópica y la elaboración de la primera teoría
pulsional.

La Teoría Topográfica fue desarrollada alrededor del año 1900 a través del análisis de
los sueños y por medio del método desarrollado por el mismo. Siguiendo aquí a Anguera y
Giménez (1994), Freud plantea que el sueño “contiene en quintaesencia toda la psicología de
las neurosis”. Elaborará entonces “La interpretación de los sueños”(1900). Los sueños son para
Freud, actos psíquicos completos, cuyo sentido hay que desvelar y cuyo mecanismo hay que
explicar. Para ello se sirve del modelo topológico del aparato psíquico que le permite situar las
tres instancias, Inconsciente, Preconsciente y Consciente, que constituyen la primera tópica y
explicar la represión. Todo ello pone de manifiesto la dinámica que se establece entre el deseo
inconsciente y la censura que sobre tal deseo impone el sistema consciente cuyo resultado es el
contenido manifiesto del sueño. Pero esta dinámica no es exclusiva del sueño. En
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1904) mostrará que la represión es siempre un efecto de
la resistencia que se opone al avance de una idea hacia la conciencia y está en la base de la
formación de los actos fallidos y de los síntomas neuróticos. Unos y otros son productos

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resultantes de la transacción entre los impulsos, deseos y fantasías inconscientes y las exigencias
de la conciencia.

El concepto central de esta primera tópica es que la mente humana constituye una
compleja estructura que opera en diferentes niveles, en relación con el grado de conciencia
mantenido sobre los diferentes acontecimientos. Establece tres niveles posibles de conciencia:
Inconsciente, Preconsciente y Consciente que ejercen tres grados de control sobre la conducta
humana.

 El Inconsciente: es el principal, según Freud, nivel en el control de la conducta, sobre


todo la patológica. En él estarían el almacenamiento de imágenes, sucesos y recuerdos
infantiles no accesibles al sujeto en estado normal de consciencia. Esta región de la
mente tiene sus propias reglas de funcionamiento (ilógicas, inconexas, atemporales y
fantásticas) llamadas procesos de pensamiento primarios (la energía circula libre y
tiende a la descarga sin trabas), para distinguirlos de los procesos secundarios que serían
los lógicos, normales y ordenados. Estos contenidos están sometidos a los mecanismos
específicos de estos procesos primarios: condensación (una representación única
representa por sí sola varias cadenas asociativas, en la intersección de las cuales se
encuentra) y desplazamiento (el acento, el interés, la intensidad de una representación
puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco
intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa).
 El Preconsciente: es una región vagamente definida y con funciones intermedias entre
inconsciencia y consciencia. Determinados contenidos inconscientes pueden
ocasionalmente traspasar la barrera inconsciente y entrar en el preconsciente, por
ejemplo, cuando el sujeto tiene la sensación de recordar algo molesto o preocupante.
Tiene contenidos no presentes en el campo de la conciencia pero accesibles a ella a
través de un esfuerzo de atención por parte del sujeto.
 El Consciente: es la parte racional del sujeto, identificada con el propio Yo, responsable
de las actividades cognitivas y de relación con el exterior y encargada de mantener fuera
de ellas las ideas reprimidas en el inconsciente, a través de determinados procesos
llamados “mecanismos de defensa”. Éstos son un aspecto importante de la teoría
psicoanalítica, siendo los responsables de impedir que lleguen a la conciencia los
continuos conflictos y su ansiedad, generados por la interrelación dinámica entre las
distintas instancias de la personalidad.

Por otra parte, el carácter sexual de lo reprimido y su relación con la etiología de la


neurosis había sido uno de los postulados freudianos más tempranos. Pero la constatación, a
partir de 1897, de que la escena de seducción relatada por las pacientes histéricas pertenece al
orden de las fantasías, la conclusión de que el amor infantil hacia la madre y los celos hacia el
padre constituyen un fenómeno general, así como el trasfondo sexual que encuentra en los
sueños, propios y ajenos, había cambiado radicalmente su perspectiva de la sexualidad.
Efectivamente, en 1905 publica “Tres ensayos para una teoría sexual”, donde esboza los
principales conceptos sobre el tema. Frente al origen instintivo de la sexualidad propugnado por
la biología y la Psicología de su tiempo, Freud propone una sexualidad basada en las pulsiones.
A partir de ellas y en razón de los cambios relativos a su fuente y objeto, se irá desarrollando la
sexualidad hasta arribar a la posición sexual definitiva.

Este desarrollo transcurre en dos fases: la infantil (que abarca hasta los 6 años
aproximadamente y que se subdivide en oral, anal y fálica, por la prevalencia de cada una de

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estas zonas corporales como fuente de placer y tensión) y la genital o adulta. Entre ambas sitúa
el aparentemente tranquilo periodo de latencia.

- En la etapa oral las gratificaciones provenientes de la boca simbolizan además el tipo


de relación de objeto que el bebé establece con el mundo exterior, casi exclusivamente
la madre. La actividad prioritaria de succión conlleva la incorporación del alimento y la
incorporación simbólica de los objetos. Posteriormente se establece una relación más
ambivalente: succionar y morder el seno.

- En la etapa anal las actividades prevalentes derivan de actividades de expulsar o


retener, en respuesta a la educación esfinteriana propia del momento. La relación
objetal se establece en estrecho paralelismo a la relación del niño con la materia fecal
y con las exigencias educativas paternas.

- La etapa fálica. Es denominada así por ser la región genital fuente de placer y tensión.
Se evidencia y constata la diferencia de los sexos y se establece el Complejo de Edipo.
El papel estructurante que tiene el Complejo de Edipo en la personalidad es definitivo
para comprender cada estructura patológica por sus modalidades de resolución. De la
relación con los objetos, figuras parentales, devienen fuertes sentimientos de amor y
odio, envidia y rivalidad, identificación y oposición, que configuran una etapa difícil
para el niño, y en la que las fuerzas represoras juegan un papel decisorio en su
finalización.

- La etapa de latencia cubre desde los 6 años hasta la pubertad. En ella se internalizan
las identificaciones psico-socio-sexuales con los miembros del propio sexo a través de
las identificaciones con los padres, y se desarrollan las sublimaciones que permiten las
adquisiciones escolares, recreativas, lúdicas y culturales.

- La etapa genital, que se inicia en la pubertad-adolescencia, enlaza con la edad adulta.


La prevalencia de la gratificación vuelve a la zona genital, reestructurándose la
personalidad. La maduración progresiva del desarrollo heterosexual orienta al Yo a
buscar nuevos objetos amorosos, diferentes de los padres, y a establecer un vínculo
libidinal personal.

El progreso normal de una a otra fase puede ser alterado por defecto o exceso de
gratificación en cada uno, pudiendo quedar el niño fijado en alguna de ellas, lo que puede llevar
a que cuando sea adulto desempeñe determinados patrones característicos de conducta o
personalidad, así como distintas alteraciones conductuales. De las posibles fijaciones en el
desarrollo psicosexual del niño, la más significativa es la que ocurre en la fase fálica, ya que según
Freud, en ella se encuentra la base de los trastornos neuróticos. En esta fase fálica es donde
situará Freud, más adelante, el complejo de Edipo. En la superación del mismo, aceptando las
normas y preceptos impuestos por los padres, estará el origen del Superyó (teoría estructural).

Esta diferenciación en fases y los avatares del deseo sexual presentes en la ya citada
“interpretación de los sueños” puede entenderse como el primer bosquejo de la teoría Edípica
que se convertirá en piedra angular del psicoanálisis.

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Posteriormente, en “Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico”


(1910) establece la oposición entre las pulsiones eróticas y las del yo o de autoconservación,
completando así la primera teoría pulsional. Esta formulación teórica se mantendrá
básicamente igual hasta 1920, con la publicación de “Más allá del principio del placer”.

Segundo periodo: 1911-1920

Encontramos avances hacia esta nueva formulación de la teoría de las pulsiones, en varias
obras de Freud, tales como “Introducción al narcisismo” (1914) en donde, tras ocuparse del
autoerotismo, la libido narcisista y la libido objetal, diferencia el Yo Ideal del Ideal del Yo,
reafirmándose así en la primera teoría pulsional, pero abriendo la brecha que desembocará más
tarde en las identificaciones y su papel en la formación del Superyó. Por otra parte, no debemos
olvidar que entre 1914 y 1918 se desarrolló la I Guerra Mundial. Los sentimientos de pérdida, la
crueldad y la capacidad humana para la destrucción se manifiestan con particular intensidad en
la conflagración. Freud escribe varios textos a propósito de aspectos psicológicos relativos a la
guerra, pero el tema de fondo es la agresividad y destructividad humanas. El tema del
masoquismo que había parecido adscrito a la feminidad en “La aflicción y la melancolía” (1917),
reaparece en 1919 en “Pegan a un niño”. Este tipo de perversiones, junto con la observación del
juego infantil y la tendencia a la repetición constatada en la clínica, conducen a Freud a postular
en 1920 la existencia de la pulsión de muerte. La introducción de este concepto implica un
cambio teórico fundamental, puesto que supone la reelaboración de la teoría pulsional que,
desde “Más allá del principio del placer”, se concreta en la dualidad pulsión erótica y pulsión de
muerte, en la oposición Eros-Thanatos.

Otro tema destacado en las consideraciones teóricas de Freud en esta década es, sin duda
alguna, el de la transferencia. En “La dinámica de la transferencia” (1912), la actualización de los
deseos inconscientes infantiles sobre la persona del terapeuta es interpretada como un
mecanismo al servicio de la resistencia y en este sentido como un obstáculo terapéutico, pero
en 1915, en “Observaciones sobre el amor de transferencia” sostiene que ha de ser puesta al
servicio de la cura constituyendo uno de sus ejes fundamentales.

Tercer periodo: 1920-1939

En los primeros años de esta década se produjo un giro en la elaboración teórica de Freud.
La publicación de “La psicología de las masas y análisis del yo” (1921) y “El yo y el ello” (1923),
dan cuenta de que Freud ha continuado trabajando en el estudio de la dinámica del Yo y ha
completado su visión acerca del Ello y el Superyó, es decir la segunda tópica (Teoría estructural).

La mente humana se considera ahora compuesta por tres estructuras interrelacionadas:


el Ello, el Yo y el Superyó que se desarrollan a través del proceso de interacción social y
crecimiento del niño en el progreso por los diferentes estadios del desarrollo psicosexual.

- El Ello es fuente de toda energía y sede en donde radican los instintos. En el principio de
la vida la persona está configurada por el Ello, energía que tiende a descargarse y buscar
satisfacción. La búsqueda de satisfacción se denomina "principio del placer". El principio
primero y básico de funcionamiento es éste. Si no se consigue la satisfacción inmediata
deseada no se descarga la energía y queda un remanente de energía que produce
malestar en el sujeto y provoca el conflicto. Se explica la no satisfacción por las fuerzas
represoras del Yo que entran en contraposición con las demandas sociales. El Ello, al ser

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de naturaleza instintiva, no se rige por la razón, la lógica y el orden. Es de naturaleza


inconsciente. Su contacto con la realidad se vehiculiza a través del Yo.

- El Yo es básicamente consciente y su función primordial es establecer algún control


sobre los impulsos del Ello, adaptándose a las limitaciones y demandas externas y
operando a través del Principio de Realidad, para satisfacer, a pesar de todo, sus
necesidades e impulsos básicos. El Yo atempera y/o modula las demandas instintivas del
Ello en función del contexto social, procurando dar satisfacción a ambas fuentes de
exigencia: pulsionales y sociales. Se va desarrollando evolutivamente y madurando a
través de la interacción con el mundo externo, en un progresivo proceso de
identificación que parte del juicio comparativo entre imágenes externas e internas,
hasta lograr ser la instancia que regula y controla la personalidad madura. Los complejos
procesos psicológicos cognitivos, como la atención, memoria, percepción etc., son
propios del Yo y ejercen de mediadores entre el Ello y el mundo exterior. Sirva de
aclaración la expresión que recoge Bermúdez (1985, pag. 237): "El Yo es la región del
Ello modificada por la influencia del mundo exterior que se ejerce a través de la
percepción, la cual es para el Yo lo que los instintos para el Ello".

- El Superyó surge en el proceso de socialización del niño y se desarrolla a través de la


resolución del conflicto edípico, adoptando e internalizando las normas y valores
paternos. El Superyó tiene por fin la adaptación a los imperativos morales y culturales
del medio y constituye la llamada “conciencia moral”. El Superyó viene a ser para Freud
el código moral desarrollado por la internalización e identificación de figuras y normas
parentales y sociales, que se reciben a lo largo de la historia individual, y de donde
derivan el sentido de censura-culpa o el sentido de satisfacción.

Es posible el conflicto entre estas tres instancias, y en base al tipo de conflicto y a los
mecanismos de defensa que se propicien, Freud explica la estructura y funcionamiento de los
trastornos psíquicos.

Por otra parte, su aportación clínica más importante en este periodo es tal vez la que
aparece en “Inhibición, síntoma y angustia” (1925) en donde va más allá de su primera versión
basada en la teoría pulsional, en la que conceptualizaba la angustia como libido transformada
por efecto de la represión, la explica ahora a partir del Yo que, amenazado por los impulsos del
Ello o por la presión del Superyó, emite sus señales a fin de desarrollar sus procesos de defensa,
uno de los cuales es, desde luego, la represión.

Al margen de estos nuevos conceptos que completan el conjunto teórico freudiano, Freud
sigue profundizando los aspectos técnicos en obras como “Análisis terminable e interminable”
(1937) y “Construcciones en psicoanálisis” (1937).

Siguiendo a Maganto (2009, pp.52-53), “como presupuestos básicos generales se


subrayan los siguientes:

- La conducta es considerada como síntoma, es una manifestación externa de un


conflicto intrapsíquico, que se origina por la pugna entre las tres instancias psíquicas
dotadas de energía, Ello, Yo y Superyó, que actúan según diferentes procesos,
inconsciente, preconsciente y consciente.

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- El comportamiento sería en realidad una muestra del intento de adaptación


conseguida, con mayor o menor éxito, al mundo externo. Los aspectos y recursos
adaptativos y patológicos son objeto de estudio en la dinámica comprensiva del sujeto.
Si bien es cierto que el diagnóstico se formula con clasificaciones tradicionales
nosológicas, se orienta preferentemente a lo dinámico y adaptativo.

- La conducta es fruto de las pulsiones internas que han determinado la estructura de la


personalidad. Esta se ha ido gestando a lo largo del desarrollo infantil priorizando una
determinada zona erógena.

- Siguiendo a Coleman (1986), el conflicto intrapsíquico se origina en la lucha entre


impulsos inconscientes y deseos conscientes, es decir, entre las demandas provenientes
de uno mismo y las exigencias sociales. Los mecanismos de defensa salen al paso para
resolver la tensión. Mecanismos que se cristalizan con mayor fuerza en los fallos
derivados de no resolver las crisis evolutivas de naturaleza psicosexual o psicosocial,
generándose una fijación en alguna de ellas, en la que uno se ancla o a la que regresa
en momentos de mayor estrés y ansiedad.

- En la base de la conducta, y como motor que impulsa la misma, está el concepto de


organismo, (C= f(O)), entendido, no como compendio de funciones biofisiológicas, sino
incluyendo funciones psíquicas cuya perturbación es el origen de los trastornos.

- La actividad psíquica se pone en funcionamiento por la pulsión, concepto a caballo


entre lo corporal y lo psíquico. La pulsión es una energía que busca desde sus raíces
corporales-biológicas y a través de representaciones a veces mentales, satisfacción
también psíquica.”

Metapsicología del psicoanálisis

Por metapsicología se hace referencia al número mínimo de supuestos en los que se basa
la teoría psicoanalítica (Rapaport y Gill, 1959). Siguiendo a Greenson (1978), en realidad, Freud
sólo formuló explícitamente tres puntos de vista metapsicológicos (el tópico, el dinámico y el
económico). El punto de vista genético parecía lógico. Aunque no definió el punto de vista
estructural, dio a entender que podría reemplazar al tópico. El punto de vista adaptativo está
también implícito y es esencial para el pensamiento psicoanalítico.

Las implicaciones clínicas de la metapsicología indican que para comprender un suceso psíquico
cabalmente es necesario analizarlo desde seis puntos de vista: tópico, dinámico, económico,
genético, estructural y adaptativo.

• El punto de vista Tópico: descrito por Freud en 1900 en la “Interpretación de los


sueños”, donde expone los diferentes modos de funcionamiento que rigen los
fenómenos conscientes e inconscientes. El proceso primario gobierna el material
inconsciente y el proceso secundario dirige los fenómenos conscientes. El material
inconsciente sólo tiene un objetivo: la descarga. No hay sentido del tiempo, orden ni
lógica, y las contradicciones pueden existir sin anularse unas a otras. La condensación
y el desplazamiento son otras características del proceso primario. El designar un
acontecimiento psíquico como consciente o inconsciente implica más que una mera

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diferencia de cualidad. Los modos de funcionar arcaicos y primitivos son


característicos de los fenómenos inconscientes.

• El punto de vista Dinámico entiende que los fenómenos mentales son resultado de la
interacción de fuerzas. Según el mismo, los fenómenos psíquicos se definen como la
manifestación de tendencias que aspiran a un fin definido y operan, a veces, en una
misma dirección y, otras, en direcciones opuestas. Este supuesto es la base de todas
las hipótesis relativas a los impulsos instintivos, las defensas, intereses y conflictos del
yo. La formación de síntomas, la ambivalencia y la sobredeterminación son ejemplos
de la dinámica.

• El punto de vista Económico concierne a la distribución, las transformaciones y los


gastos de energía psíquica. Conceptos como ligazón, neutralización, sexualización,
agresivización y sublimación se basan en esta hipótesis.

• El punto de vista Genético concierne al origen y desarrollo de los fenómenos


psíquicos. No sólo trata de cómo el pasado está contenido en el presente, sino
también de por qué, en ciertos conflictos se adoptó una solución determinada.
Estudia los factores biológico-constitucionales tanto como los experienciales.

• El punto de vista Estructural supone que el aparato psíquico puede dividirse en varias
unidades funcionales duraderas (Ello, Yo y Superyó). Está implícito siempre que
hablamos de conflictos interestructurales como formación de síntomas o de procesos
intraestructurales como la función sintética del yo.

• El principio Adaptativo, aunque no formulado explícitamente por Freud, está


implícito en las proposiciones de Freud acerca de la coordinación entre pulsión y
objeto, así como en otros autores como Hartmann y Erikson cuando hablan acerca de
“la preparación innata para una serie evolutiva de ambientes medios probables”.
Todas las proposiciones acerca de la relación con el medio ambiente, los objetos de
amor y odio, las relaciones con la sociedad, etc. se basan en esta hipótesis.

De acuerdo con Maganto (2009, p. 55), “como síntesis diremos que el psicoanálisis tiene
un corpus teórico con entidad propia y una técnica muy específica (el tratamiento psicoanalítico
convencional), mientras que bajo la etiqueta de modelo psicodinámico se da la convergencia de
modelos teóricos explicativos de base psicoanalítica, en los que el psicoanálisis es el marco
conceptual básico, pero no la única teoría conceptual explicativa de su quehacer clínico, ni sus
técnicas se ajustan a las propias del tratamiento psicoanalítico convencional. La distinción que
estamos trazando excluye entrar en la polémica entre lo que es propiamente psicoanalítico y lo
que no, y acepta como idea de trabajo la diferencia entre el psicoanálisis como método de
autodescubrimiento y abordaje al inconsciente que se efectúa en una relación singular y las
amplias y muy variadas intervenciones clínicas y comunitarias que desarrollan los clínicos con
formación psicoanalítica, y que rotularemos como psicodinámicas. Pero no aceptamos un uso
muy amplio del término psicodinámico que incluya los abordajes humanistas, fenomenológicos,
existencialistas, rogerianos o incluso sistémicos. El término psicodinámico queda para nosotros
restringido a todo lo basado y derivado principalmente – aunque no exclusivamente- del
psicoanálisis, y que queda bien reflejado en la expresión “de orientación psicoanalítica”. En los
enfoques psicodinámicos la noción de conflicto intrapsíquico tiene un papel central.

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