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Tratamientos Psicológicos Tema 1: Introducción a los Tratamientos Psicológicos (Historia) Prof.

Bárbara Torres Gómez de Cádiz

FACULTAD DE PSICOLOGÍA PSIKOLOGI FAKULTATEA


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Departamento de Personalidad, Evaluación Nortasun Ebaluaketa eta


y Tratamiento Psicológico Psilologi-Tratamendurako Saila
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Avda. de Tolosa, 70 Tolosa Etorbidea, 70


Fax 943 015670 Fax 943 015670
Tfno. 943 018000 Tfno. 943 018000
20018 SAN SEBASTIÁN 20018 DONOSTIA

TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

Apuntes creados por la Profesora: Bárbara Torres Gómez de Cádiz

DOCUMENTACIÓN DE APOYO A LA DOCENCIA TEÓRICA

TEMA 1: INTRODUCCIÓN A LOS TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

1. UN POCO DE HISTORIA
2. EN TORNO A LA CONCEPTUALIZACIÓN
3. EL TERAPEUTA: ACTITUDES Y HABILIDADES
4. ÉTICA Y DEONTOLOGÍA EN LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

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Tratamientos Psicológicos Tema 1: Introducción a los Tratamientos Psicológicos (Historia) Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1. UN POCO DE HISTORIA

La historia de los tratamientos psicológicos se halla ligada a la evolución experimentada en


la manera de considerar el comportamiento anormal. Podemos hablar de un estadio pre-racional
en el que la anormalidad se explica a partir de la voluntad de algún agente sobrenatural (dioses,
demonios), y una fase en la que la anormalidad es vista como motivada por causas naturales.

La mayoría de los historiadores señalan que las sociedades prehistóricas contemplaban las
conductas anormales como la obra de los malos espíritus. En particular, veían el cuerpo y la
mente humanos como un campo de batalla entre las fuerzas externas del bien y del mal. El
comportamiento anormal era visto como una victoria de los malos espíritus, y la cura obligar a
éstos a salir del cuerpo de la víctima.

Se ha dicho que este punto de vista sobrenatural comenzó ya en la Edad de Piedra, hace
medio millón de años. Se han descubierto cráneos en Europa y América del Sur, que muestran
evidencia de una operación denominada trepanación en la que se utilizaba un instrumento de
piedra para cortar una sección circular del cráneo con el fin de liberar los malos espíritus que se
creían eran la causa del comportamiento anormal grave (ej.: alucinaciones y melancolía).

Sociedades más tardías atribuyeron también el comportamiento anormal a la posesión


demoníaca. Los escritos de los egipcios, chinos y hebreos expresaban la desviación psicológica de
esta manera. El tratamiento para el comportamiento anormal en estas sociedades primitivas era a
menudo el exorcismo. La idea era convencer al demonio o espíritu maligno que dejara el cuerpo
de la persona afectada. Un chamán o sacerdote realizaba estas sesiones recitando oraciones,
suplicando al espíritu maligno, insultándolo, haciendo magia, o haciendo que el poseído bebiera
una poción.

Ellenberger (1970) ofrece una sistematización de las prácticas curativas o “tratamientos


psicoterapéuticos primitivos”:

a) Ceremonias para la restauración: parten de la creencia de que el hombre posee una especie
de doble o alma cuya presencia en el cuerpo es necesaria para su buen funcionamiento. No
obstante, este alma puede abandonarlo cuando se dan ciertas condiciones específicas
(miedo intenso, sustraída por fantasmas). La curación se produce cuando el hechicero
encuentra el alma perdida y la devuelve al cuerpo al que le pertenece.
b) Prácticas exorcistas: se enmarcan en la creencia de que los espíritus malignos han penetrado
en el cuerpo de la persona, tomando posesión de ella y provocando un cambio en su
identidad. Se plantean tres formas básicas de liberal al sujeto de una posesión: 1) a través
de procedimientos mecánicos (ruidos, malos olores, golpeando a la persona poseída); 2)
transfiriendo el espíritu maligno a otro ser, normalmente un animal, y 3) extraer el espíritu
por medio de conjuros o procedimientos psíquicos. Ésta es la forma que la Iglesia Católica
recogió y normalizó.
c) Confesiones.
d) Curaciones por incubación.

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Entre los años 500 AC. a 500 DC, en las florecientes civilizaciones griega y romana, los
filósofos y médicos comenzaron a ofrecer una explicación alternativa a los diferentes trastornos
mentales que identificaban (melancolía, manía, demencia, histeria, ignorancia, y alucinaciones).
De hecho, podemos decir que el origen de la psicoterapia actual hay que buscarlo en Grecia,
donde surge el pensamiento racional y la tradición filosófica y médica. Paralelamente se produce
el desarrollo del alfabeto y la transición de la tradición oral a la escrita.

Laín Entralgo (1958) comenta la transición entre los métodos de la medicina mágica y la
incipiente mentalidad racional. Así, cabe citar el famoso “conócete a ti mismo” de Sócrates (470
AC-399 AC), así como las observaciones de su discípulo Platón (427 AC-347 AC) acerca de los
efectos de la palabra sobre la vida anímica (“Si el discurso es bello, produce un estado de armonía
en todas las partes del alma”). La obra de Platón contiene reflexiones sobre las pasiones, los
sueños y el inconsciente que pudieran considerarse como antecedentes del pensamiento
freudiano. En la obra de su discípulo Aristóteles (384 AC-322 AC), se establecen los distintos usos
de la palabra utilizada en Grecia con fines curativos. Aristóteles denominó “ensalmo” a la palabra
persuasiva, indicando que el hombre cambia de condición bajo su influencia.

La tradición filosófica iniciada en Grecia aporta a la psicoterapia una concepción racional y


métodos para que la parte racional del ser humano predomine sobre la parte pasional/animal
que, dejada en libertad, haría imposible la convivencia. A este respecto pueden distinguirse dos
doctrinas éticas:

a) La aristotélica, según la cual, toda acción es fuente potencial de placer si se ejerce


conforme a la naturaleza del ser que la realiza que, en el caso del hombre, dicha
naturaleza es el ser racional.
b) La estoica, de acuerdo a la cual es preciso prescindir de las pasiones por ser
consideradas excesos irracionales que pueden hacer que el alma enferme. Los
estoicos aprendían a controlar las pasiones por medio de ejercicios escritos y verbales
de concentración y meditación, practicando también la consolación (discurso dirigido
a una persona afligida).

Grecia es también una de las cunas de la tradición médica occidental, en donde se asientan
las raíces de los tratamientos psicológicos modernos. Por ejemplo, Hipócrates (460 AC-370 AC), en
contraposición con las concepciones mágicas, afirmaba que las enfermedades mentales tenían su
origen en causas naturales. Más concretamente, planteaba que estas afecciones tenían su causa
en los desequilibrios de las cuatro sustancias básicas o humores que se encuentran en el cuerpo
humano (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) y que se asocian a temperamentos específicos
(sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). La salud era concebida como un estado de armonía
o equilibrio (crasis) entre los cuatro humores, mientas que la enfermedad se entendía como
desequilibrio (discrasis). Por ejemplo, un exceso de bilis amarilla causaría la manía, mientras que
la abundancia excesiva de bilis negra desataría la melancolía. Los tratamientos propuestos
incluían el celibato, una dieta vegetal, y el ejercicio físico.

Los esquemas básicos de la medicina hipocrática fueron desarrollados por Galeno (129 DC-
200 DC), cuya obra determinó la práctica médica hasta la edad moderna. Galeno distinguió dos
clases de pasiones: las “sanas” (competencia de la moral) y las “enfermizas” (competencia de
medicina). Para curar éstas, Galeno acude a la razón, imponiendo a estos enfermos una especie
de tutor, pedagogo, censor y guardián porque entendía que “el consejo resulta insuficiente en la
mayoría de los casos”.

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Esta tradición desapareció en la Edad Media (años 500 a 1350), en la que Europa se sumió
en el oscurantismo, y la religión ocupó el lugar de la ciencia, aún rudimentaria (Espina, 1988). Una
vez más, el comportamiento anormal fue atribuido a un conflicto entre el bien y el mal, en
particular, entre Dios y el diablo. La actitud de la Iglesia católica ante la enfermedad mental y ante
todo pensamiento libre durante la Edad Media fue despótica e inhumana, como se hacía patente
en muchas ocasiones en las prácticas inquisitoriales propias de la época.

Fue un periodo caracterizado por las terribles condiciones de guerra, insurrección urbana,
enfermedad (peste) que afectaron a las vidas de muchas personas. Durante este tiempo de estrés,
de ansiedad y lucha por la supervivencia, hubo brotes de locura masiva, en la que un gran número
de personas compartían delirios y las alucinaciones. Por ejemplo, en el trastorno denominado
“tarantismo”, grupos de personas empezaban repentinamente a saltar, bailar y convulsionarse. Se
creía que los que padecían este desorden habían sido mordidos y envenenados por una araña
lobo (tarántula). Nuevamente, el exorcismo a cargo de los clérigos se hizo popular. La hidroterapia
era otra forma de tratar a los pacientes "poseídos": eran llevados "de nuevo a sus sentidos" al ser
sumergidos en el agua helada.

Una excepción viene representada por el padre Gilaberto Jofré, a quien se le atribuye la
fundación de la primera institución de atención psiquiátrica en el mundo, en Valencia en el año
1410. En dicho hospital se trataba a los enfermos con dietas, ejercicios al aire libre y terapia
ocupacional. Su enfoque tenía influencias de la medicina oriental, con una concepción holista del
ser humano y una forma ecológica, preventiva, psicosomática e ideográfica (centrada en la
naturaleza única de cada individuo) de entender la enfermedad y la relación terapéutica.

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Hacia la mitad de la Edad Media, empezaron a desarrollarse hospitales en las regiones


urbanas y las opiniones médicas sobre la anormalidad comenzaron a volver a tomar auge.

En el Renacimiento (Siglos XV y XVI), un período de prosperidad en la actividad cultural y


científica, las visiones de la enfermedad mental basadas en la demonología siguieron
disminuyendo. Paradójicamente, el siglo XVI coincide con el periodo más activo de “caza” de
brujas, demonios, fantasmas y diablos.

Sin embargo, algunos médicos comenzaron a apoyar el uso de otras intervenciones


terapéuticas. Paracelso (1493-1541) abogó por la psicoterapia para el tratamiento de los
enfermos mentales, favoreciendo que se otorgara a las personas mentalmente enfermas el
estatus de “individuos enfermos”. El médico alemán Johann Weyer (1515-1588), estuvo entre los
primeros médicos en publicar en contra de la persecución de las brujas, abogando por la idea de
que la mente humana era tan susceptible a la enfermedad como el cuerpo.

El cuidado de las personas con enfermedad mental continuó mejorando. En Inglaterra, los
enfermos mentales eran capaces de quedarse en casa mientras sus familias eran ayudadas
financieramente por la parroquia local.

En toda Europa, los santuarios religiosos se dedicaron a un tratamiento más humanitario de


las personas con trastornos mentales. En realidad, el santuario mejor conocido fue establecido
siglos antes en Geel (Bélgica). A comienzos del siglo XV, la gente acudía allí desde todas partes del
mundo para recibir curación psíquica. El sanatorio de Geel fue el precursor de los actuales
programas comunitarios de salud mental.

Por desgracia, las mejoras comenzaron a desvanecerse. Los santuarios sólo podía albergar a
unos pocos residentes a la vez y los hospitales médicos eran muy pocos y distantes entre sí. Hacia
mediados del siglo XVI, los monasterios y hospitales fueron siendo convirtiendo en asilos,
instituciones con el propósito principal de dar cobijo y tratamiento a grandes cantidades de
enfermos mentales. Los asilos pronto comenzaron a desbordarse, convirtiéndose en prisiones
virtuales donde los pacientes eran mantenidos en condiciones insalubres y tratados con gran
crueldad.

Si bien hubo referencias dispersas al valor de "hablar" en el tratamiento de problemas


emocionales, el psiquiatra inglés Walter Cooper Dendy (1794–1871) introdujo por primera vez el
término "psico-therapeia" en 1853.

El “tratamiento moral” introducido por P. Pinel (1745-1826) supuso también un paso


importante en la humanización de la enfermedad mental. De acuerdo con Espina (1988), se
convierte en un precursor de la psicoterapia al atribuir los trastornos mentales a tensiones
psicológicas y emocionales e intentar reducir esa tensión por medios psicológicos, entre los que
destacaba la relación médico-enfermo. Este movimiento terapéutico se apoyaba en dos
elementos: a) la reforma de la asistencia psiquiátrica que siguió a la Revolución Francesa y b) una
concepción optimista de las enfermedades mentales que veía en las pasiones las causas más
importantes de la locura. Pinel recomendaba ambientes placenteros, compañías agradables,
música, ejercicio, contacto con la naturaleza, consuelo del enfermo, manejo de las pasiones
suscitando otras fuerzas que se opusieran a las causantes de la enfermedad y procurando ejercer
el dominio de la razón sobre las ideas mórbidas que las originaban. Pinel fue el primero en
proponer la eliminación del encadenamiento a las paredes de las personas aquejadas de
trastornos mentales. En realidad el tratamiento moral suponía un tratamiento más humanitario
que psicoterapéutico.

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En el año 1769 el médico y químico escocés William Cullen acuñó el término neurosis, uno
de los más influyentes en la psiquiatría y psicología de los siglos posteriores. Para Cullen la
neurosis consistiría en irritabilidad, nerviosismo, estado de ánimo deprimido y otros síntomas
similares producidos por la alteración del sistema nervioso o, en su propia terminología, de los
fluidos neurales. Su concepción era parte de la llamada moda neurocéntrica que se dio en la
segunda mitad del siglo XVIII y que conceptualizó los trastornos emocionales como alteraciones
del sistema nervioso.

El tratamiento psicológico o psicoterapia en sentido estricto surge durante el último cuarto


del siglo XIX. En este sentido, la importancia de la hipnosis reside en que representa el vínculo de
unión entre las curaciones prepsicológicas de la antigüedad y el psicoanálisis, entre los fenómenos
de posesión por el “Otro” (ej.. el diablo) y los fenómenos de posesión por el “otro” (el
inconsciente).

La historia moderna de la hipnosis comienza con el “magnetismo animal” cuyo precursor lo


encontramos en Van Helmont (1579-1644), aunque la figura esencial de esta doctrina fue Franz
Mesmer (1733-1815), padre del hipnotismo moderno, quien abogaba por la capacidad de toda
persona para curar a su prójimo usando el hipotético “magnetismo animal”. Según señala Espina
(1988), esta teoría afirmaba que los astros ejercían una influencia sobre los cuerpos terrestres,
que éstos se influían mutuamente, y que todo ser humano emitía unas partículas de influencia
que afectaban a los demás. Mesmer sostenía que las personas podían focalizar su energía
magnética y dirigirla hacia personas u objetos. La curación provenía del influjo del magnetismo
animal, que corregía un desequilibrio del mismo en el paciente. El proceso de curación quedaba
fuera de la conciencia y del autocontrol del paciente, el cual se sometía a las poderosas fuerzas
que le enviaba el terapeuta.

Existen cuatro puntos básicos que pueden resumir su teoría en la que sigue las modas
científicas de su época (la electricidad, el magnetismo y la astronomía):

a) Existe un fluido físico que es el vehículo de unión entre el hombre, la tierra y los astros
y también entre el hombre y el hombre.
b) La enfermedad se origina a causa de una distribución desigual del fluido en el cuerpo.
c) Con la ayuda de ciertas técnicas el fluido puede canalizarse, almacenarse y
transmitirse a otras personas.
d) Se pueden provocar “crisis” en los pacientes y curar las enfermedades.

En un primer momento Mesmer experimentó con las posibilidades terapéuticas del


magnetismo, haciendo uso de imanes, pero abandonó paulatinamente esta técnica al entender
que el poder curativo no residía en los imanes, sino en su propio fluido magnético. Sostuvo la tesis
de que este fluido se concentraba en las personas (en unas más que en otras) y que podía
transmitirse a otros mediante contacto (“conducción”). Obtuvo éxitos terapéuticos,
particularmente en pacientes histéricos. Entre los seguidores de Mesmer se produjo una división:
a) los “fluidistas” que atribuían los poderes curativos a la existencia del fluido magnético y b) los
“animistas”, seguidores del marqués de Puységur (1751-1825) para quien los poderes curativos
tenían que ver con el poder psicológico de la fe. Este aristócrata francés, mientras estaba
magnetizando a un joven campesino, identificó un tipo extraño de trance en el sueño que no
había sido visto antes en la historia del mesmerismo. Dándose cuenta de la similitud entre este
estado y el caminar dormido (sonambulismo) lo denominó “sonambulismo artificial”. En la
actualidad se identifican estados de trance muy similares con el nombre de hipnosis, aunque este
término fue acuñado más tarde por el escocés James Braid en 1842, quien intentó ofrecer una
explicación científica de este fenómeno utilizando la neurofisiología de su tiempo y presentándola

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como un estado de “sueño nervioso”. Para Braid, este tipo de fenómenos se debían a la acción de
los nervios paralizados en respuesta a las sugerencias del operador.

En Francia, Liébeault (1823-1904) representa la figura de transición entre los viejos y los
nuevos métodos, empezando a tratar a sus pacientes mediante hipnosis. Fundador de la famosa
escuela de Nancy o “Escuela de la Sugestión” (para distinguirla de la escuela de Salpêtrière de
Charcot, o “Escuela de la Histeria”). La escuela de Nancy sostenía que la hipnosis era un fenómeno
normal inducido por sugestión, en contraste con otras escuelas de pensamiento que consideraban
los trances hipnóticos como manifestaciones del magnetismo, la histeria o fenómenos psico-
fisiológicos. Freud estudió en ambas escuelas y participó activamente en la polémica acerca de la
hipnosis.

Bernheim (1840-1919), admirador de Liébault, desarrolló un programa de investigación


acerca del potencial terapéutico de la hipnosis a la que consideraba producto de la sugestión
(aptitud para transformar una idea en un acto). Bernheim hipnotizaba a un sujeto y le daba la
orden de que cinco minutos después de despertar hiciera algo y olvidara que había recibido dicha
orden. Freud interpretó esto como signo de la existencia de poderosos procesos mentales que, sin
embargo, permanecían ocultos a la consciencia de los hombres.
Poco a poco Bernheim fue abandonando la hipnosis ya que aseguraba que los resultados se
podían alcanzar también mediante sugestión en estado de vigilia, procedimiento que la Escuela
de Nancy denominó “psicoterapia”.

Por su parte, la Escuela de Salpêtrière estuvo encabezada por Charcot (1825-1893) y Janet
(1859-1947) quienes sostenían que la hipnosis era sólo una variedad provocada de la histeria,
siendo la base de ambas una alteración patológica localizada en el sistema nervioso. Charcot
comenzó a estudiar en 1870 la histeria y el hipnotismo, sugiriendo que en las histéricas la
condición hipnótica se presentaba siguiendo tres etapas sucesivas: letargo, catalepsia y
sonambulismo. Consiguió demostrar que la histeria no era una enfermedad exclusiva de las
mujeres (encontró síntomas similares en hombres) y que las parálisis histéricas podían
reproducirse mentalmente mediante hipnosis lo que implicaba que también podrían eliminarse a
través de este procedimiento. Consideraba que todos los cuadros clínicos debían tener como base
una lesión neurológica específica y que la hipnosis solo servía para activar la lesión neurológica de
las histerias traumáticas. De hecho sostenía que la susceptibilidad hipnótica por sí misma ya era
un signo de degeneración neurológica.

Pierre Janet inició su carrera desde la filosofía y aprendió la técnica hipnótica para estudiar
la “mente subconsciente”. Invitado a trabajar con Charcot en la Salpêtrière, sus procedimientos
terapéuticos se anticiparon en muchos aspectos al método catártico, publicando en 1886 el “caso
Lucile”, considerado como la primera cura catártica de la historia.

Hacia final del siglo XIX, el término psicoterapia se utilizaba para hacer referencia al
tratamiento por sugestión y, por extensión, se convirtió en el término aceptado para todos los
procedimientos de curación por medio de la mente.

Sigmund Freud (1856-1939) contaba con una sólida formación neurológica. Los pacientes
que acudían a su consulta por lo general tenían “problemas nerviosos”. Sus síntomas eran
similares a los producidos por las lesiones neurológicas, pero el examen neurológico descartaba la
existencia de dichas lesiones. La histeria era la enfermedad de la época y Freud comenzó a aplicar
la hipnosis a estos pacientes. Su primera teorización sobre la histeria se basaba en la idea de que
el deseo de realizar una acción suscita dos representaciones opuestas (la de realizar la acción y la
contraria, no realizarla). La persona sana reprime o inhibe la voluntad contraria, pero las personas
que tienen una inseguridad subjetiva no consiguen reprimirla, existiendo un conflicto entres estas
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dos fuerzas opuestas. La sugestión hipnótica actuaría reforzando el deseo de la voluntad


consciente.

El paso decisivo para la creación del psicoanálisis fue el método catártico que supone la
transición desde los viejos métodos de la sugestión hipnótica al nuevo método psicoanalítico. El
método catártico fue usado y desarrollado por J. Breuer y S. Freud entre 1881 y 1895 como
terapia contra los síntomas de las afecciones histéricas. El método y su técnica fueron ilustrados
por los dos autores en su tratado clínico Estudios sobre la histeria, publicado en 1895, donde se
explica que fue Breuer el primero que lo utilizó en una terapia con una paciente histérica llamada
Bertha Pappenheim (Anna O.) en 1881 y 1882. Anna O. ha pasado a los anales de la historia del
psicoanálisis como un caso paradigmático, debido a la extravagante y sorprendente variedad de
síntomas que presentaba. Fue la propia Pappenheim quien denominó la terapia limpieza de
chimenea o cura del habla, aludiendo al efecto de limpieza y liberación del ánimo de la suciedad
que la bloqueaba.

En resumen, el método catártico consistía en ayudar a la paciente a revivir y descargar


(“purgar”) las emociones patógenas vinculadas con los recuerdos traumáticos. Aunque su práctica
partió de los mismos presupuestos que la sugestión hipnótica, implicaba una estrategia
terapéutica distinta: en la sugestión hipnótica se aborda el síntoma directamente mientras que en
la catarsis se aborda la supuesta causa del síntoma.

Así, Freud pensó que el método catártico podía curar los síntomas de la enfermedad pero
no modificaba la predisposición a la histeria, de modo que los síntomas podían volver a aparecer.
Además, no todos los pacientes eran hipnotizables ni reaccionaban con la descarga emocional
deseada. Freud había descubierto los fenómenos clínicos de resistencia y transferencia, lo que le
llevó a desarrollar el método de asociación libre: con el paciente sobre un diván, le proponía un
tema de su biografía sobre el que debía hablar sin ejercer ningún control. Cuando la corriente de
ideas se agotaba utilizaba el apremio. Suponía que la fuerza de la resistencia ante la sugerencia
era idéntica a la fuerza de la defensa o represión. Freud desarrolló el psicoanálisis, la primera
escuela específica de psicoterapia, alrededor de la vuelta del siglo, e hizo contribuciones
profundas en el campo con sus descripciones del inconsciente, la sexualidad infantil, la utilización
de los sueños, y su modelo de la mente humana. Freud comenzó centrándose en problemas que
no parecían tener una base orgánica discernible, y teorizó que tenían causas psicológicas
originadas en experiencias infantiles y en la mente inconsciente. El tratamiento, principalmente a
través de escuchar al paciente y proporcionar interpretaciones, traería estas memorias al primer
plano, disminuyendo así los síntomas. Muchos teóricos y clínicos, incluyendo a Anna Freud, Alfred
Adler, Carl Jung, Karen Horney, Otto Rank, Erik Erikson, Melanie Klein y Heinz Kohut, entre otros,
se basaron en las ideas fundamentales de Freud y desarrollaron sus propios sistemas de
psicoterapia los cuales pasaron más tarde a categorizarse como “psicodinámicos”, haciendo
alusión a aquello implicado en la influencia que la mente consciente e inconsciente tiene sobre las
relaciones externas y el self.

El Conductismo se desarrolló a partir de 1920, y la modificación de conducta como terapia


se popularizó entre los años 1950 y 1960. Autores que contribuyeron notablemente al mismo
fueron Joseph Wolpe en Sudáfrica, M. B. Shapiro y Hans Eysenck en Inglaterra y John B. Watson y
B. F. Skinner en los Estados Unidos. Los enfoques de la terapia conductual se basan en los
principios del condicionamiento clásico, condicionamiento operante y la teoría del aprendizaje
social para lograr un cambio terapéutico en los síntomas observables. Durante los años 1950
Albert Ellis creó la Terapia Conductual Racional Emotiva y unos pocos años más tarde el psiquiatra
Aaron T. Beck desarrolló una forma de psicoterapia conocida como Terapia Cognitiva. Ambas
suponían generalmente una terapia breve, estructurada y centrada en el presente dirigida a
identificar y cambiar las creencias, evaluaciones y patrones de reacción de la persona, en

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contraste con el enfoque más largo y basado en el insight de los enfoques psicodinámicos y
humanistas. Los enfoques cognitivos y conductuales se combinaron y fueron agrupados bajo el
encabezamiento denominado Terapia Cognitivo-Conductual en los años 1970.

Algunos enfoques terapéuticos se desarrollaron a partir de la escuela Europea de Filosofía


Existencial. Preocupados principalmente por la capacidad del individuo para desarrollar y
mantener un sentido de significado y propósito a lo largo de la vida, los principales contribuyentes
al campo en los EE.UU. (por ejemplo, Irvin Yalom, Rollo May) y Europa (Viktor Frankl, Ludwig
Binswanger, Medard Boss, R.D Laing , Emmy van Deurzen) y posteriormente en los 1960 y 1970
tanto en el Reino Unido y en Canadá.

Un campo de pensamiento relacionado en la psicoterapia se inició en la década de 1950


con Carl Rogers. Basándose en el existencialismo y en las obras de Abraham Maslow y su jerarquía
de las necesidades humanas, Rogers desarrolló la Psicoterapia Centrada en la Persona en la que el
requisito principal es que el cliente debe recibir las tres principales "condiciones" de su consejero
o terapeuta: la consideración positiva incondicional, la congruencia [autenticidad / autenticidad /
transparencia] y la comprensión empática. La meta al utilizar estas condiciones centrales es
facilitar el cambio terapéutico dentro de una relación no directiva que conduzca al incremento del
bienestar psicológico del cliente.

Otros desarrollaron el enfoque, como Fritz y Laura Perls en la creación de la Terapia Gestalt,
Marshall Rosenberg, fundador de la comunicación no violenta, y Eric Berne, creador del Análisis
Transaccional. Posteriormente estos campos de la psicoterapia vendrían a ser reconocidos en la
actualidad como psicoterapias humanistas.

El estilo principal siguiente de la psicoterapia no se desarrolló como resultado de las nuevas


ideas, sino debido a problemas económicos. Tradicionalmente, la psicoterapia era un proceso
largo, a menudo de años de tratamiento. A medida de que la disponibilidad de la psicoterapia fue
ampliándose, se hizo hincapié en una forma más breve de tratamiento. Esta tendencia fue
impulsada aún más por la llegada de los planes de atención de seguros y las limitaciones a la
cobertura en temas de salud mental. Hoy en día, prácticamente todas las modalidades
terapéuticas ofrecen algún tipo de terapia breve diseñada para ayudar a la persona a enfrentar
problemas específicos.

El modelo sistémico irrumpe en el panorama de los tratamientos psicológicos en la década


de los años 50, apoyándose en la teoría general de sistemas y en la cibernética como marco
orientador de su práctica y conceptualización. Se concibe a las disfunciones y trastornos como
expresión de las alteraciones en las interacciones, estilos relacionales y patrones de comunicación
humanos. Este enfoque tiene sus orígenes en la terapia familiar, aunque aquí no es preciso que la
familia sea el foco de la intervención.

Una “tercera ola” de terapias cognitivas y conductuales se ha ido desarrollando más


recientemente incluyéndose aquí la Terapia de Aceptación y Compromiso y la Terapia Conductual
Dialéctica, la Psicoterapia Analítico-Funcional o la Terapia Cognitiva basada en el mindfulness
(ejercicios de mindfulness también son habitualmente incorporados, por ejemplo, en la ACT y la
Terapia Conductual-Dialéctica).

Las Psicoterapias postmodernas: A partir del último cuarto del siglo XX han surgido
nuevas formas de pensar en la psicoterapia que cuestionan muchos de los supuestos en
los que se ha basado esta disciplina a través de su historia. Este cuestionamiento ha
resultado en el desarrollo de prácticas terapéuticas que han recibido diferentes nombres, entre
otros: terapias “posmodernas”, “terapias narrativas”, “terapias discursivas”, “terapias
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postestructuralistas”, “terapias colaborativas”. Cada uno de estos términos subraya algún aspecto
importante de estos abordajes ya que éstos:

– ven la terapia como un proceso conversacional o discursivo;


– se interesan en la forma en la que las personas creamos narraciones o historias
sobre nuestras vidas;
– proponen que el conocimiento y la identidad se construyen a través de la
interacción con los otros;
– no piensan en las dificultades humanas en términos de estructuras «profundas» o
subyacentes,
– y conciben la terapia como una relación de colaboración entre clientes y
terapeutas.

Ejemplos de enfoques terapéuticos posmodernos: Terapia Colaborativa (Anderson y Goolishian),


la Terapia Narrativa (White y Epston) y la Terapia Centrada en Soluciones (De Shazer y Kim-Berg).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ellenberger, H. (1970).The Discovery of the Unconscious: The History and Evolution of Dynamic
Psychiatry. New York: Basic Books.
Espina, A. (1988). Proyecto docente de la asignatura “Técnicas de Psicoterapia”. Manuscrito no
publicado. Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.
Laín Entralgo, P. (1958). La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Madrid: Revista de
Occidente.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

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TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

Apuntes realizados por la Profesora: Bárbara Torres Gómez de Cádiz

DOCUMENTACIÓN DE APOYO A LA DOCENCIA TEÓRICA

TEMA 2: MODELO PSICOANALÍTICO

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

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TEMA 2: MODELO PSICOANALÍTICO

1. Introducción
2. El modelo psicoanalítico: aspectos conceptuales básicos
3. El diagnóstico desde el modelo dinámico
4. Aportaciones psicodinámicas a la clasificación psicopatológica
5. Perspectivas de futuro
6. El tratamiento psicoanalítico
6.1. Breve perspectiva histórica del desarrollo de la terapia psicoanalítica
6.2. La teoría de la técnica psicoanalítica
6.3. Los protagonistas del encuentro terapéutico: Terapeuta y Paciente
6.3.1. El encuadre
6.3.2. El analista: Reglas básicas, técnica y contratransferencia
6.3.3. El analizado: Alianza terapéutica, Transferencia y Resistencias
6.4. Factores favorecedores del proceso de cambio
6.5. Factores que obstaculizan el proceso psicoterapéutico
6.6. Fases o etapas del análisis

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1. INTRODUCCIÓN 1

El modelo psicoanalítico, cuyo máximo representante es Sigmund Freud, deviene, como su


fundador, del campo médico-clínico, y, a pesar de las críticas provenientes de los facultativos de la
salud, tanto de sus coetáneos como de sus sucesores, nunca se ha desprendido totalmente de sus
raíces, es más, el psicodiagnóstico que propugna está contaminado por este ámbito del saber. De
hecho, mantuvo los conceptos médicos y psiquiátricos tradicionales, y habla de paciente y
curación, abordando la tarea clínica en base a términos de diagnóstico, pronóstico y tratamiento.

Surge en un momento en que el auge se centraba en el descubrimiento de las causas


orgánicas de las enfermedades mentales, denominada organogénesis. La innovación de Freud
consistió en defender que otras fuentes psíquicas, emocionales y afectivas provenientes del
propio individuo, eran los fenómenos causales de las enfermedades mentales. La psicogénesis se
desarrolla en gran manera a partir de él, aunque no ha nacido, como abusivamente se sugiere,
con el psicoanálisis. Los elementos fundamentales que amplían la comprensión de las
perturbaciones psíquicas radican en el descubrimiento del inconsciente, la noción de conflicto
intrapsíquico patógeno y el concepto de mecanismos de defensa, que permiten la mejor
adaptación a las agresiones y sufrimientos psicológicos. La patología encuentra su comprensión y
explicación en las fuerzas inconscientes de la personalidad.

La importancia concedida a los fenómenos psíquicos fue trasvasada de la comprensión de


la enfermedad al propio tratamiento terapéutico. Con el psicoanálisis se modifica igualmente el
concepto de curación. El cambio en la personalidad lo hace posible el tratamiento psicoanalítico,
sin que sea de todo punto necesario el conocimiento de las estructuras orgánicas responsables de
la enfermedad. A pesar de propugnar la curación sin medicación y el concepto de causa psíquica
con prevalencia a la orgánica, este modelo se desarrolló en el ámbito médico y puede ser
considerado, como Bernstein y Nietzel (1982) afirman, (Cf.Hilman y Krasner 1975), una derivación
de él. A ello ha contribuido que la mayoría de los psicoanalistas han sido médicos, y que en
Norteamérica, como indica Ávila Espada (1987), al difundirse el psicoanálisis, éste haya estado
unido a prácticas psicodiagnósticas propias del modelo clínico-médico.

Por ello, el psicoanálisis surgió como una aproximación psicológica a la comprensión y


explicación del comportamiento humano normal y patológico a través de la constante
interrogación que Freud hace sobre lo psíquico, dando lugar a un método de investigación, una
clínica y una teoría. A lo largo del siglo de historia que ya ha cumplido, desde el psicoanálisis se
han producido permanentes contribuciones que han venido enriqueciendo y transformando la
escena clínica y en particular la diagnóstica, tanto a nivel teórico aportando modelos para
comprender el origen y la dinámica de los trastornos, ubicándolos estructuralmente en una teoría
descriptiva del sujeto y posibilitando el desarrollo de nosologías propias, como
instrumentalmente al ofrecer las bases para el desarrollo de una amplia variedad de técnicas de
evaluación que han contribuido a enriquecer la escena psicodiagnóstica. El modelo psicoanalítico
es especialmente rico para la generación de hipótesis que interesan al clínico que quiere contar
con una visión del sujeto en la que el comportamiento funcional y disfuncional está integrado en
una perspectiva estructural e integradora del ser humano total con el que interviene.

Las posturas teóricas sustentadas dentro del psicoanálisis han sido y son muy variadas, y
precisamente por ello se hace necesario clarificar cuáles son los ejes conceptuales que sustentan
el modelo. La adhesión acrítica al modelo trazado por Freud y las perspectivas de plena
integración con otros modelos teóricos (Wachtel, 1977; Elderyi, 1985; Ollendick, 1998) en función

1
Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 51-52). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.

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del contexto de intervención y las variables socioculturales del momento serían las dos posiciones
más extremas entre un abanico de posibilidades. Factores externos como la convivencia e
integración con otras disciplinas que operan con puntos de vista diferentes sobre lo humano, la
salud y la enfermedad, unido a factores internos como la propia disciplina de trabajo, estudio,
reflexión y autocrítica de la comunidad psicoanalítica, han operado transformaciones en la teoría
y clínica psicoanalítica dando lugar a que surjan formas nuevas de entender el trabajo clínico con
las personas. Ambos aspectos son importantes porque la integración sin reflexión crítica
confundiría y haría perder identidad, pero la conservación a ultranza de los postulados iniciales
bajo una pretendida fidelidad, como dice Schutt (1991), transformaría en dogma de fe postulados
discutibles. Por ello podemos afirmar que en la actualidad la teoría psicoanalítica ha permanecido
fiel a sí misma en los principios básicos, pero ha incorporado aquellos «saberes» que otras
ciencias con las que convive aportan a su propio saber. El modelo psicodinámico del diagnóstico
que resulta de esta tradición, debe entenderse desde esta perspectiva de enriquecimiento y
transformación en base al diálogo interdisciplinar.

2. ASPECTOS CONCEPTUALES BÁSICOS

El concepto de Psicoanálisis, siguiendo a Freud (1922, “Psicoanálisis y Teoría de la


libido”), y también a Laplanche y Pontalis en su “Diccionario de Psicoanálisis“ (1968, p. 316)
engloba un amplio campo de trabajo que abarca tres grandes áreas (tres órdenes de
cuestiones bajo una misma denominación):

 Un método de investigación, que consiste esencialmente en evidenciar la


significación inconsciente de las palabras, actos y producciones imaginarias (sueños,
fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las
asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La
interpretación psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas
para las que no se disponen de asociaciones libres.
 Un método psicoterapéutico basado en esta investigación y caracterizado por la
interpretación controlada de la resistencia, de la transferencia y del deseo. En este
sentido se utiliza la palabra psicoanálisis como sinónimo de cura psicoanalítica (“cura
tipo”).
 Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que sistematizan los
datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y tratamiento.

Los supuestos básicos de la teoría psicoanalítica parten de los estudios de Freud,


pudiéndose distinguir tres etapas o teorías desarrolladas secuencialmente, según la propia
evolución del pensamiento de Freud (1858-1939). Siguiendo a Anguera y Giménez (1994)
podemos distinguir los tres periodos siguientes:

Primer Periodo: 1900-1909

Los desarrollos teóricos fundamentales del mismo tienen que ver con el planteamiento
de la denominada “teoría topográfica” o primera tópica y la elaboración de la primera teoría
pulsional.

La Teoría Topográfica fue desarrollada alrededor del año 1900 a través del análisis de
los sueños y por medio del método desarrollado por el mismo. Siguiendo aquí a Anguera y
Giménez (1994), Freud plantea que el sueño “contiene en quintaesencia toda la psicología de
las neurosis”. Elaborará entonces “La interpretación de los sueños”(1900). Los sueños son para

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Freud, actos psíquicos completos, cuyo sentido hay que desvelar y cuyo mecanismo hay que
explicar. Para ello se sirve del modelo topológico del aparato psíquico que le permite situar las
tres instancias, Inconsciente, Preconsciente y Consciente, que constituyen la primera tópica y
explicar la represión. Todo ello pone de manifiesto la dinámica que se establece entre el deseo
inconsciente y la censura que sobre tal deseo impone el sistema consciente cuyo resultado es
el contenido manifiesto del sueño. Pero esta dinámica no es exclusiva del sueño. En
“Psicopatología de la vida cotidiana” (1904) mostrará que la represión es siempre un efecto de
la resistencia que se opone al avance de una idea hacia la conciencia y está en la base de la
formación de los actos fallidos y de los síntomas neuróticos. Unos y otros son productos
resultantes de la transacción entre los impulsos, deseos y fantasías inconscientes y las
exigencias de la conciencia.

El concepto central de esta primera tópica es que la mente humana constituye una
compleja estructura que opera en diferentes niveles, en relación con el grado de conciencia
mantenido sobre los diferentes acontecimientos. Establece tres niveles posibles de conciencia:
Inconsciente, Preconsciente y Consciente que ejercen tres grados de control sobre la conducta
humana.

 El Inconsciente: es el principal, según Freud, nivel en el control de la conducta, sobre


todo la patológica. En él estarían el almacenamiento de imágenes, sucesos y recuerdos
infantiles no accesibles al sujeto en estado normal de consciencia. Esta región de la
mente tiene sus propias reglas de funcionamiento (ilógicas, inconexas, atemporales y
fantásticas) llamadas procesos de pensamiento primarios (la energía circula libre y
tiende a la descarga sin trabas), para distinguirlos de los procesos secundarios que
serían los lógicos, normales y ordenados. Estos contenidos están sometidos a los
mecanismos específicos de estos procesos primarios: condensación (una
representación única representa por sí sola varias cadenas asociativas, en la
intersección de las cuales se encuentra) y desplazamiento (el acento, el interés, la
intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras
representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una
cadena asociativa).
 El Preconsciente: es una región vagamente definida y con funciones intermedias entre
inconsciencia y consciencia. Determinados contenidos inconscientes pueden
ocasionalmente traspasar la barrera inconsciente y entrar en el preconsciente, por
ejemplo, cuando el sujeto tiene la sensación de recordar algo molesto o preocupante.
Tiene contenidos no presentes en el campo de la conciencia pero accesibles a ella a
través de un esfuerzo de atención por parte del sujeto.
 El Consciente: es la parte racional del sujeto, identificada con el propio Yo, responsable
de las actividades cognitivas y de relación con el exterior y encargada de mantener
fuera de ellas las ideas reprimidas en el inconsciente, a través de determinados
procesos llamados “mecanismos de defensa”. Éstos son un aspecto importante de la
teoría psicoanalítica, siendo los responsables de impedir que lleguen a la conciencia los
continuos conflictos y su ansiedad, generados por la interrelación dinámica entre las
distintas instancias de la personalidad.

Por otra parte, el carácter sexual de lo reprimido y su relación con la etiología de la


neurosis había sido uno de los postulados freudianos más tempranos. Pero la constatación, a
partir de 1897, de que la escena de seducción relatada por las pacientes histéricas pertenece al
orden de las fantasías, la conclusión de que el amor infantil hacia la madre y los celos hacia el
padre constituyen un fenómeno general, así como el trasfondo sexual que encuentra en los
sueños, propios y ajenos, había cambiado radicalmente su perspectiva de la sexualidad.
Efectivamente, en 1905 publica “Tres ensayos para una teoría sexual”, donde esboza los

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principales conceptos sobre el tema. Frente al origen instintivo de la sexualidad propugnado


por la biología y la Psicología de su tiempo, Freud propone una sexualidad basada en las
pulsiones. A partir de ellas y en razón de los cambios relativos a su fuente y objeto, se irá
desarrollando la sexualidad hasta arribar a la posición sexual definitiva.

Este desarrollo transcurre en dos fases: la infantil (que abarca hasta los 6 años
aproximadamente y que se subdivide en oral, anal y fálica, por la prevalencia de cada una de
estas zonas corporales como fuente de placer y tensión) y la genital o adulta. Entre ambas
sitúa el aparentemente tranquilo periodo de latencia.

- En la etapa oral las gratificaciones provenientes de la boca simbolizan además el tipo


de relación de objeto que el bebé establece con el mundo exterior, casi
exclusivamente la madre. La actividad prioritaria de succión conlleva la incorporación
del alimento y la incorporación simbólica de los objetos. Posteriormente se establece
una relación más ambivalente: succionar y morder el seno.

- En la etapa anal las actividades prevalentes derivan de actividades de expulsar o


retener, en respuesta a la educación esfinteriana propia del momento. La relación
objetal se establece en estrecho paralelismo a la relación del niño con la materia
fecal y con las exigencias educativas paternas.

- La etapa fálica. Es denominada así por ser la región genital fuente de placer y tensión.
Se evidencia y constata la diferencia de los sexos y se establece el Complejo de Edipo.
El papel estructurante que tiene el Complejo de Edipo en la personalidad es defi-
nitivo para comprender cada estructura patológica por sus modalidades de
resolución. De la relación con los objetos, figuras parentales, devienen fuertes
sentimientos de amor y odio, envidia y rivalidad, identificación y oposición, que confi-
guran una etapa difícil para el niño, y en la que las fuerzas represoras juegan un papel
decisorio en su finalización.

- La etapa de latencia cubre desde los 6 años hasta la pubertad. En ella se internalizan
las identificaciones psico-socio-sexuales con los miembros del propio sexo a través de
las identificaciones con los padres, y se desarrollan las sublimaciones que permiten
las adquisiciones escolares, recreativas, lúdicas y culturales.

- La etapa genital, que se inicia en la pubertad-adolescencia, enlaza con la edad adulta.


La prevalencia de la gratificación vuelve a la zona genital, reestructurándose la
personalidad. La maduración progresiva del desarrollo heterosexual orienta al Yo a
buscar nuevos objetos amorosos, diferentes de los padres, y a establecer un vínculo
libidinal personal.

El progreso normal de una a otra fase puede ser alterado por defecto o exceso de
gratificación en cada uno, pudiendo quedar el niño fijado en alguna de ellas, lo que puede
llevar a que cuando sea adulto desempeñe determinados patrones característicos de conducta
o personalidad, así como distintas alteraciones conductuales. De las posibles fijaciones en el
desarrollo psicosexual del niño, la más significativa es la que ocurre en la fase fálica, ya que
según Freud, en ella se encuentra la base de los trastornos neuróticos. En esta fase fálica es
donde situará Freud, más adelante, el complejo de Edipo. En la superación del mismo,
aceptando las normas y preceptos impuestos por los padres, estará el origen del Superyó
(teoría estructural).

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Esta diferenciación en fases y los avatares del deseo sexual presentes en la ya citada
“interpretación de los sueños” puede entenderse como el primer bosquejo de la teoría Edípica
que se convertirá en piedra angular del psicoanálisis.

Posteriormente, en “Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento


psíquico” (1910) establece la oposición entre las pulsiones eróticas y las del yo o de
autoconservación, completando así la primera teoría pulsional. Esta formulación teórica se
mantendrá básicamente igual hasta 1920, con la publicación de “Más allá del principio del
placer”.

Segundo periodo: 1911-1920

Encontramos avances hacia esta nueva formulación de la teoría de las pulsiones, en


varias obras de Freud, tales como “Introducción al narcisismo” (1914) en donde, tras ocuparse
del autoerotismo, la libido narcisista y la libido objetal, diferencia el Yo Ideal del Ideal del Yo,
reafirmándose así en la primera teoría pulsional, pero abriendo la brecha que desembocará
más tarde en las identificaciones y su papel en la formación del Superyó. Por otra parte, no
debemos olvidar que entre 1914 y 1918 se desarrolló la I Guerra Mundial. Los sentimientos de
pérdida, la crueldad y la capacidad humana para la destrucción se manifiestan con particular
intensidad en la conflagración. Freud escribe varios textos a propósito de aspectos psicológicos
relativos a la guerra, pero el tema de fondo es la agresividad y destructividad humanas. El
tema del masoquismo que había parecido adscrito a la feminidad en “La aflicción y la
melancolía” (1917), reaparece en 1919 en “Pegan a un niño”. Este tipo de perversiones, junto
con la observación del juego infantil y la tendencia a la repetición constatada en la clínica,
conducen a Freud a postular en 1920 la existencia de la pulsión de muerte. La introducción de
este concepto implica un cambio teórico fundamental, puesto que supone la reelaboración de
la teoría pulsional que, desde “Más allá del principio del placer”, se concreta en la dualidad
pulsión erótica y pulsión de muerte, en la oposición Eros-Thanatos.

Otro tema destacado en las consideraciones teóricas de Freud en esta década es, sin
duda alguna, el de la transferencia. En “La dinámica de la transferencia” (1912), la
actualización de los deseos inconscientes infantiles sobre la persona del terapeuta es
interpretada como un mecanismo al servicio de la resistencia y en este sentido como un
obstáculo terapéutico, pero en 1915, en “Observaciones sobre el amor de transferencia”
sostiene que ha de ser puesta al servicio de la cura constituyendo uno de sus ejes
fundamentales.

Tercer periodo: 1920-1939

En los primeros años de esta década se produjo un giro en la elaboración teórica de


Freud. La publicación de “La psicología de las masas y análisis del yo” (1921) y “El yo y el ello”
(1923), dan cuenta de que Freud ha continuado trabajando en el estudio de la dinámica del Yo
y ha completado su visión acerca del Ello y el Superyó, es decir la segunda tópica (Teoría
estructural).

La mente humana se considera ahora compuesta por tres estructuras interrelacionadas:


el Ello, el Yo y el Superyó que se desarrollan a través del proceso de interacción social y
crecimiento del niño en el progreso por los diferentes estadios del desarrollo psicosexual.

- El Ello es fuente de toda energía y sede en donde radican los instintos. En el principio
de la vida la persona está configurada por el Ello, energía que tiende a descargarse y

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buscar satisfacción. La búsqueda de satisfacción se denomina "principio del placer". El


principio primero y básico de funcionamiento es éste. Si no se consigue la satisfacción
inmediata deseada no se descarga la energía y queda un remanente de energía que
produce malestar en el sujeto y provoca el conflicto. Se explica la no satisfacción por
las fuerzas represoras del Yo que entran en contraposición con las demandas sociales.
El Ello, al ser de naturaleza instintiva, no se rige por la razón, la lógica y el orden. Es de
naturaleza inconsciente. Su contacto con la realidad se vehiculiza a través del Yo.

- El Yo es básicamente consciente y su función primordial es establecer algún control


sobre los impulsos del Ello, adaptándose a las limitaciones y demandas externas y
operando a través del Principio de Realidad, para satisfacer, a pesar de todo, sus
necesidades e impulsos básicos. El Yo atempera y/o modula las demandas instintivas
del Ello en función del contexto social, procurando dar satisfacción a ambas fuentes de
exigencia: pulsionales y sociales. Se va desarrollando evolutivamente y madurando a
través de la interacción con el mundo externo, en un progresivo proceso de
identificación que parte del juicio comparativo entre imágenes externas e internas,
hasta lograr ser la instancia que regula y controla la personalidad madura. Los
complejos procesos psicológicos cognitivos, como la atención, memoria, percepción
etc., son propios del Yo y ejercen de mediadores entre el Ello y el mundo exterior. Sirva
de aclaración la expresión que recoge Bermúdez (1985, pag. 237): "El Yo es la región
del Ello modificada por la influencia del mundo exterior que se ejerce a través de la
percepción, la cual es para el Yo lo que los instintos para el Ello".

- El Superyó surge en el proceso de socialización del niño y se desarrolla a través de la


resolución del conflicto edípico, adoptando e internalizando las normas y valores
paternos. El Superyó tiene por fin la adaptación a los imperativos morales y culturales
del medio y constituye la llamada “conciencia moral”. El Superyó viene a ser para
Freud el código moral desarrollado por la internalización e identificación de figuras y
normas parentales y sociales, que se reciben a lo largo de la historia individual, y de
donde derivan el sentido de censura-culpa o el sentido de satisfacción.

Es posible el conflicto entre estas tres instancias, y en base al tipo de conflicto y a los
mecanismos de defensa que se propicien, Freud explica la estructura y funcionamiento de los
trastornos psíquicos.

Por otra parte, su aportación clínica más importante en este periodo es tal vez la que
aparece en “Inhibición, síntoma y angustia” (1925) en donde va más allá de su primera versión
basada en la teoría pulsional, en la que conceptualizaba la angustia como libido transformada
por efecto de la represión, la explica ahora a partir del Yo que, amenazado por los impulsos del
Ello o por la presión del Superyó, emite sus señales a fin de desarrollar sus procesos de
defensa, uno de los cuales es, desde luego, la represión.

Al margen de estos nuevos conceptos que completan el conjunto teórico freudiano,


Freud sigue profundizando los aspectos técnicos en obras como “Análisis terminable e
interminable” (1937) y “Construcciones en psicoanálisis” (1937).

Siguiendo a Maganto (2009, pp.52-53), “como presupuestos básicos generales se subrayan


los siguientes:

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- La conducta es considerada como síntoma, es una manifestación externa de un conflicto


intrapsíquico, que se origina por la pugna entre las tres instancias psíquicas dotadas de
energía, Ello, Yo y Superyó, que actúan según diferentes procesos, inconsciente,
preconsciente y consciente.

- El comportamiento sería en realidad una muestra del intento de adaptación conseguida,


con mayor o menor éxito, al mundo externo. Los aspectos y recursos adaptativos y
patológicos son objeto de estudio en la dinámica comprensiva del sujeto. Si bien es cierto
que el diagnóstico se formula con clasificaciones tradicionales nosológicas, se orienta
preferentemente a lo dinámico y adaptativo.

- La conducta es fruto de las pulsiones internas que han determinado la estructura de la


personalidad. Esta se ha ido gestando a lo largo del desarrollo infantil priorizando una
determinada zona erógena.

- Siguiendo a Coleman (1986), el conflicto intrapsíquico se origina en la lucha entre


impulsos inconscientes y deseos conscientes, es decir, entre las demandas provenientes
de uno mismo y las exigencias sociales. Los mecanismos de defensa salen al paso para
resolver la tensión. Mecanismos que se cristalizan con mayor fuerza en los fallos
derivados de no resolver las crisis evolutivas de naturaleza psicosexual o psicosocial,
generándose una fijación en alguna de ellas, en la que uno se ancla o a la que regresa en
momentos de mayor estrés y ansiedad.

- En la base de la conducta, y como motor que impulsa la misma, está el concepto de


organismo, (C= f(O)), entendido, no como compendio de funciones biofisiológicas, sino
incluyendo funciones psíquicas cuya perturbación es el origen de los trastornos.

- La actividad psíquica se pone en funcionamiento por la pulsión, concepto a caballo entre


lo corporal y lo psíquico. La pulsión es una energía que busca desde sus raíces
corporales-biológicas y a través de representaciones a veces mentales, satisfacción
también psíquica.”

Metapsicología del psicoanálisis

Por metapsicología se hace referencia al número mínimo de supuestos en los que se basa la
teoría psicoanalítica (Rapaport y Gill, 1959). Siguiendo a Greenson (1978), en realidad, Freud sólo
formuló explícitamente tres puntos de vista metapsicológicos (el tópico, el dinámico y el
económico). El punto de vista genético parecía lógico. Aunque no definió el punto de vista
estructural, dio a entender que podría reemplazar al tópico. El punto de vista adaptativo está
también implícito y es esencial para el pensamiento psicoanalítico.

Las implicaciones clínicas de la metapsicología indican que para comprender un suceso psíquico
cabalmente es necesario analizarlo desde seis puntos de vista: tópico, dinámico, económico,
genético, estructural y adaptativo.

• El punto de vista Tópico: descrito por Freud en 1900 en la “Interpretación de los


sueños”, donde expone los diferentes modos de funcionamiento que rigen los
fenómenos conscientes e inconscientes. El proceso primario gobierna el material
inconsciente y el proceso secundario dirige los fenómenos conscientes. El material
inconsciente sólo tiene un objetivo: la descarga. No hay sentido del tiempo, orden ni

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lógica, y las contradicciones pueden existir sin anularse unas a otras. La condensación y
el desplazamiento son otras características del proceso primario. El designar un
acontecimiento psíquico como consciente o inconsciente implica más que una mera
diferencia de cualidad. Los modos de funcionar arcaicos y primitivos son característicos
de los fenómenos inconscientes.

• El punto de vista Dinámico entiende que los fenómenos mentales son resultado de la
interacción de fuerzas. Según el mismo, los fenómenos psíquicos se definen como la
manifestación de tendencias que aspiran a un fin definido y operan, a veces, en una
misma dirección y, otras, en direcciones opuestas. Este supuesto es la base de todas las
hipótesis relativas a los impulsos instintivos, las defensas, intereses y conflictos del yo.
La formación de síntomas, la ambivalencia y la sobredeterminación son ejemplos de la
dinámica.

• El punto de vista Económico concierne a la distribución, las transformaciones y los


gastos de energía psíquica. Conceptos como ligazón, neutralización, sexualización,
agresivización y sublimación se basan en esta hipótesis.

• El punto de vista Genético concierne al origen y desarrollo de los fenómenos psíquicos.


No sólo trata de cómo el pasado está contenido en el presente, sino también de por
qué, en ciertos conflictos se adoptó una solución determinada. Estudia los factores
biológico-constitucionales tanto como los experienciales.

• El punto de vista Estructural supone que el aparato psíquico puede dividirse en varias
unidades funcionales duraderas (Ello, Yo y Superyó). Está implícito siempre que
hablamos de conflictos interestructurales como formación de síntomas o de procesos
intraestructurales como la función sintética del yo.

• El principio Adaptativo, aunque no formulado explícitamente por Freud, está implícito


en las proposiciones de Freud acerca de la coordinación entre pulsión y objeto, así
como en otros autores como Hartmann y Erikson cuando hablan acerca de “la
preparación innata para una serie evolutiva de ambientes medios probables”. Todas las
proposiciones acerca de la relación con el medio ambiente, los objetos de amor y odio,
las relaciones con la sociedad, etc. se basan en esta hipótesis.

De acuerdo con Maganto (2009, p. 55), “como síntesis diremos que el psicoanálisis tiene
un corpus teórico con entidad propia y una técnica muy específica (el tratamiento
psicoanalítico convencional), mientras que bajo la etiqueta de modelo psicodinámico se da la
convergencia de modelos teóricos explicativos de base psicoanalítica, en los que el psicoanálisis
es el marco conceptual básico, pero no la única teoría conceptual explicativa de su quehacer
clínico, ni sus técnicas se ajustan a las propias del tratamiento psicoanalítico convencional. La
distinción que estamos trazando excluye entrar en la polémica entre lo que es propiamente
psicoanalítico y lo que no, y acepta como idea de trabajo la diferencia entre el psicoanálisis
como método de autodescubrimiento y abordaje al inconsciente que se efectúa en una relación
singular y las amplias y muy variadas intervenciones clínicas y comunitarias que desarrollan los
clínicos con formación psicoanalítica, y que rotularemos como psicodinámicas. Pero no
aceptamos un uso muy amplio del término psicodinámico que incluya los abordajes
humanistas, fenomenológicos, existencialistas, rogerianos o incluso sistémicos. El término
psicodinámico queda para nosotros restringido a todo lo basado y derivado principalmente –
aunque no exclusivamente- del psicoanálisis, y que queda bien reflejado en la expresión “de

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orientación psicoanalítica”. En los enfoques psicodinámicos la noción de conflicto intrapsíquico


tiene un papel central.

Siguiendo y desarrollando la idea de Russ (1998, citado en Maganto, 2009), las


principales diferencias entre modelo psicoanalítico y modelo psicodinámico son las siguientes:

MODELO PSICOANÁLITICO MODELO DINÁMICO

Cambio: se define como algo estructural. Cambio: delimitado a un foco o a unas pocas
áreas.
Duración del trabajo clínico: más de 4 años. Duración de la intervención: de 6 a 12
sesiones o periodos breves
Intensidad del tratamiento: 5 días por semana. Intensidad del trabajo clínico: no más de 1 día
por semana.
Entrenamiento del profesional clínico: Formación del clínico: 2 a 4 años.
superior a 6 años.
Hay pocos.
Actitud del clínico en la relación: “pasiva”, Actitud del profesional: más activa, más
neutra, no directiva, “atención flotante”... directiva y focalizada.
Objetivo: conocer los orígenes de los Objetivo: comprender y cambiar los síntomas.
problemas
Marco conceptual: exclusivamente Marco conceptual de trabajo: psicoanalítico,
psicoanalítico. pero más flexible, integrando otras
perspectivas teóricas

Como señala Maganto (2009, p. 56-61), “aunque aparentemente las diferencias pueden
tener importancia, sin embargo los aspectos comunes son indudablemente más relevantes
como rasgos de identidad compartidos. Los presupuestos conceptuales teóricos y técnicos
comunes se han mantenido a lo largo de sus más de 100 años de historia, y a pesar de las
controversias, críticas y reformulaciones que fuera y dentro de la comunidad psicoanalítica han
existido. Estos presupuestos conceptuales son los siguientes:

a) La unión de teoría y práctica. Este es un aspecto fundamental desde sus orígenes. El


psicoanálisis es una teoría, un método y una técnica, que en todos sus niveles implica una
articulación teórico-práctica, de lo contrario se convierte en un discurso dogmático alejado
de la práctica o en una práctica ritualizada disociada de la teoría. Hasta en los escritos
más teóricos y aparentemente especulativos de Freud hay siempre una referencia explícita
o implícita a la práctica (Shutt, 1991). El modelo psicodinámico mantiene esta misma
vinculación en el trabajo clínico.

b) El por qué del síntoma o la causa del malestar. El psicoanálisis es un modelo clínico
basado en la psicopatología, en el trastorno y el malestar psíquico, es decir, fuertemente
vinculado en su historia a un quehacer que busca las causas del “trastorno” como
explicación científica de los hechos clínicos. Entre sus limitaciones, aceptadas en la
actualidad como inherentes al propio modelo (Tizón, 1995) están el no ser un modelo que
se plantea la prevención. Es más, considera que puede ser inútil su esfuerzo. Sin embargo
plantea desde su constructo teórico la promoción de la salud, concepto éste que difiere del
anterior en aspectos significativos y que no vamos a abordar en esta ocasión.

c) El concepto de infancia como tiempo en el que se integra la estructura del sujeto. En el


concepto de infancia se integran cuatro aspectos claves para el psicoanálisis: estructura,

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sexualidad infantil, trauma y neurosis. Consideramos de interés detenernos en este


aspecto por la importancia que tiene en la teoría psicoanalítica. En la infancia está el
origen estructural de los trastornos, el desarrollo de la sexualidad infantil y sus
implicaciones, las experiencias con las figuras significativas y la matriz de la posterior
transferencia. La conceptualización de la infancia es la piedra de toque para la aceptación
o las resistencias al psicoanálisis.

La infancia es concebida desde un parámetro diferente al de otros modelos teóricos. Ésta


se entiende (Bleichmar, 1966) como el tiempo de estructuración del aparato psíquico, a
través de la construcción del vínculo intersubjetivo mediante la relación con la madre-
ambiente y el espacio potencial que ésta genera para el desarrollo (Winnicott, 1965). La
infancia para el psicoanálisis no es un concepto cronológico, en el sentido de etapas de
evolución en el desarrollo, aunque haya unos momentos de seriación temporal, sino de
posiciones diferenciadoras que expresan momentos estructurales, modos de integrar el Sí
mismo y situarse ante el Otro. Para Freud las posiciones tienen que ver con los momentos
de satisfacción vinculados a zonas de desarrollo que estructuran el significado de la
relación, si bien las fases de la libido es una de las cuestiones teóricas que en psicoanálisis
requieren revisión a la luz de los conocimientos actuales sobre el desarrollo psicológico.

El psicoanálisis no considera la infancia desde una perspectiva cronológica, pero esto no


significa que para el psicoanálisis y el modelo psicodinámico la temporalidad y
secuenciación del desarrollo no sea importantes. A diferencia de los modelos
esencialmente biologicistas, madurativos o sociológicos pone su eje en completar una
comprensión del sujeto que pivota sobre lo psíquico-estructural, aunque toma las
aportaciones que hacen esas otras perspectivas.

Las propuestas de Lacan (1966), al reactualizar el pensamiento freudiano, sugieren


especialmente dos momentos bien diferenciados en el desarrollo de la subjetividad: el
Estadío del Espejo, como momento fundante en la diferenciación del yo y del otro, lo que
constituye la relación imaginaria, y la Función del Padre actuada en el complejo de Edipo,
y constituyente de la función simbólica.

Siguiendo a Catalá (1991) sabemos que en los primeros momentos de la vida, el niño y su
madre constituyen una unidad de percepción en la que inicialmente no hay diferencia. La
repetida experiencia de «presencia - ausencia» permite adquirir la percepción de dos, la
diferencia entre uno y otro, la progresiva identidad diferenciadora.

Ese primer momento de unidad indiferenciada se supone como una relación en la que la
madre proporciona al niño todo lo que éste le pide. En el momento en que el niño necesita
algo y la madre no acude, o se retrasa, es decir, cuando por cualquier razón no hay
respuesta inmediata aparece un intervalo entre la demanda del niño y su satisfacción,
aparece la ausencia, la falla materna (Winnicott, 1958, 1965), el otro no está, está
separado. El niño puede darse cuenta de que eso que le viene, le viene del otro:
alimentación, cuidados, protección. «Así no es por la presencia que sepamos de la
ausencia, sino porque hubo ausencia en algún momento, sabemos de la presencia»
(Catalá, 1991 p. 17). Y porque no hay un objeto que nos complete totalmente es por lo
que podemos desear, pero es también por lo que aparece la frustración. El deseo se
dirigirá interminablemente, tal como comprobamos cada día en nuestra existencia, de un
objeto a otro y a otro, y a otro... con el deseo de sentir la completud.

El estadío del espejo configura la subjetividad humana. En ese lugar donde se reflejan las
cosas, una imagen se privilegia sobre las demás: su propia imagen que desde el espejo le

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

mira. Esta escena de dos, la imagen del espejo que le mira y él, produce efectos de
estructura. Su vivencia previa de ser fragmentado y parcializado, se vuelve totalizadora,
globalizante, unificante. Además, la madre que aparece para introducirle en el lenguaje y
decirle «ese del espejo eres tú», le propicia el reconocimiento entre el otro y él mismo. De
este modo, para el psicoanálisis, la configuración de la imagen humana se realiza por la
intervención del otro. Ese otro completo del espejo permite la identificación primera,
elicita llegar a ser ese otro que ahora no es. Es el inicio de la agresividad entendida como
la rivalidad consigo mismo. Para lograr ser ese ser completo que la mirada le devuelve y la
palabra le confirma, debe dejar de ser ese ser fragmentado que es, se tiene que perder la
dimensión en que ahora se experimenta. Constituirse en ese otro, a partir de otro, lleva
siempre una pérdida, se paga un precio. Pero hay además dos factores que se vinculan a la
estructura de este estadío: la envidia (Klein, 1975) y los celos. La envidia encuentra su
basamento en la mirada, en la visión de algo que se desea y no se tiene. Ese ver al otro
como ser completo llena de regocijo en un primer momento, pero la fascinación que
produce deja «paralizado» al niño, lo inmoviliza. De la «función escópica proviene el deseo
de ser o tener lo que el otro es o tiene. Mirada y fascinación van unidos a la envidia»
(Catalá, 1991). La salida de la identificación imaginaria ocurre cuando la mirada del niño
se vuelva a otro lugar, a otra cosa, cuando su deseo se dirija a desear algo más allá de su
imagen. Es el paso a la «terceridad», si se puede llamar así. La madre mira a otra cosa
porque desea algo más que su propio hijo, y el niño mira a otro lugar porque quiere saber
cuál es el deseo de la madre, quién es ese otro que la madre desea. Así, los celos, rompen
la relación especular, dual, y permiten salir de la identificación primaria. Es este uno de los
factores que preludian el estadío del complejo de Edipo (Catalá, 1991).

El Edipo puede definirse como un universal que hace estructura. Hay que pensarlo como lo
prohibido frente a un objeto. Hace estructura porque coloca lo prohibido en la constitución
del sujeto humano. En este sentido es universal. Aunque no en todas las culturas sea la
madre lo prohibido, siempre hay algo que lo está para la constitución de sujeto frente a
esa prohibición. No vamos a desarrollar aquí el devenir del complejo de Edipo y sus
vicisitudes y salidas, pero sí apuntar los rasgos que intervienen en la propia constitución de
estructura. La función materna y paterna (no el padre y madre reales) intervienen en su
devenir, el hijo como función de ambos es el tercer elemento, y la función del falo-poder
(no el pene, ni el clítoris, ni ningún órgano) es el cuarto elemento que cuadrangula la
estructura, y que funciona como un eje organizador alrededor del cual se ordenan todos
los intercambios. Es el elemento que organiza, estructura, marca diferencias por presencia
y ausencia. La ausencia señala la falta, la castración, la limitación humana. La posición
ante ésta estructura al sujeto. Esta función paterna, es esencial para la estructuración del
mundo simbólico, y el que permite la salida de la fascinación del espejo y de la creencia en
la omnipotencia materna, que Winnicott (1958, 1965) propuso desde el lado materno
como la importancia de ciertas fallas en el sostenimiento materno para hacer viable el
desarrollo.

Decimos posiciones estructurantes porque las diferencias de estructura provienen de aquí.


Si la función paterna no «funciona», la psicosis es la estructura. Si actúa, la neurosis
deviene como estructura básica. Si la perversión es la estructura, significa que, en esa
estructura que se rige en el «como si», algo organiza la función paterna, pero no es
propiamente tal. Algunos prefieren llamarla estructura límite, a caballo entre neurosis y
psicosis, tema éste controvertido en la literatura e investigación clínica actual. Por lo que a
la infancia respecta, la fobia sería ese paso anterior a la constitución de una estructura
neurótica, pudiendo identificarse como el paso previo a las posiciones estructurantes del
proceso nombrado como “complejo de Edipo”.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

d) La sexualidad infantil. En términos generales, las etapas de desarrollo psicosexual


designan el proceso a través del cual un organismo biológico se constituye como sujeto
psicológico que es, en su base un sujeto cultural, o sea, un sujeto organizado por
categorías fundamentales cuya razón de ser no radica en la biología misma. Según Freud,
en sus comienzos, la vida del organismo responde a un principio fundamental (o instinto)
que es el de la preservación de su propia existencia. Tal preservación se expresa en el
deseo de repetición de aquellas experiencias que satisfacen sus necesidades. Al instinto
de vida Freud le llamó Eros y a la energía ligada a aquellas experiencias que satisfacen el
instinto de vida la llamó libido. Estos términos hacen pensar que en Freud la sexualidad
tiene un significado muy especial; y es así. Esto se debe a que ese impulso adquiere un
significado muy especial en los seres humanos ya que la constitución del sujeto
psicológico se hará en función de la manera en que se ordene en el orden simbólico su
sexualidad (o sea, como quede definido en categorías lingüísticas como hombre o
mujer)categoría fundamental que mediará toda la actividad psicológica consciente (en
tanto toda la actividad psicológica consciente es actividad hilvanada alrededor del Yo, que
se identifica como tal en función de una identidad sexual).

La sexualidad está en la base del desarrollo evolutivo en el psicoanálisis, entendida ésta no


como genitalidad, sino ampliada al interés por todas las zonas erógenas que articulan el
binomio deseo-placer propuesto en un sentido amplio, y que evoluciona en sus formas de
definición y satisfacción a través de la conformación de la relación de objeto. El choque de
estas ideas con la cultura de su tiempo produjo un rechazo ideológico de sus teorías.
También en la actualidad existen serias resistencias a admitir la sexualidad en el origen del
desarrollo del sujeto humano, a entender ésta como un aspecto estructurante de la
psicología del sujeto, y a concebir la neurosis como constituida por un trauma de origen
sexual infantil.

e) El concepto de trauma y su vinculación con la neurosis. Freud sostuvo (1926), expresado


en términos muy concisos, que algún acontecimiento de carácter sexual en la vida del niño
produjo un trauma, y que éste es el origen, la causa, de la neurosis. El particular trauma
y/o la particular manera de procesarlo (pensarlo, reprimirlo, olvidarlo, transformarlo en lo
contrario, fantasearlo, negarlo, idealizarlo, etc.) ocasiona la especificidad del sujeto y la
necesidad de su análisis (trabajo clínico) personal para elaborarlo. Este trauma se
configura como una escena, y esta escena, aunque se cuente en una simple frase, es
susceptible de ser dramatizada y representada. La forma visual de la misma ocupa un
espacio en el recuerdo. En esa escena se articula tanto el deseo inconsciente como las
defensas o la represión.

El modo de abordar clínicamente el trauma infantil ha sido objeto de modificaciones e


innovaciones en función de múltiples variables. La asociación libre es la vía por excelencia,
pero las técnicas proyectivas vienen también, como veremos al hablar del diagnóstico, a
cumplir esta función. Recientemente, por ejemplo, Miller (1996) ha aplicado al ámbito
infantil las ideas de Kohut que revolucionaron la psicoterapia psicoanalítica en su
momento. Demuestra, ejemplificándolo con casos clínicos, cómo cada niño tiene en sí
mismo una poderosa fuerza creativa y curativa que empuja y tiende a la integración y
maduración del yo, especialmente en su proceso de formación, en la infancia y
adolescencia. El concepto de neurosis tiene, por consiguiente un sustrato histórico,
«implica el reconocimiento de que algo del pasado insiste en su carácter repetitivo y
busca modos de ligazón y organización transicionales a partir de la constitución de un
síntoma. Aquello del pasado que insiste no deja lugar a dudas en la teoría freudiana: se
trata de algo «fijado, del orden del inconsciente, e inscrito en forma permanente a partir
de la sexualidad infantil reprimida» (Bleichmar, 1996, pág. 113).

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Siguiendo a la misma autora, los síntomas que los padres definen como conflicto «con» el
colegio, conflicto «con» los compañeros, «con» el aprendizaje, deberían nombrarse como
conflictos «entre» representaciones amorosas y representaciones hostiles, «entre»
representaciones competitivas y agresivas y representaciones inhibidas, «entre» deseos
epistemofílicos y la inhibición por temor que imposibilita su ejercicio para el aprendizaje,
etc.

f) El concepto de síntoma y el funcionamiento inconsciente. Aceptar la sexualidad infantil es


aceptar también un modo de hacer síntomas. El concepto de síntoma está vinculado a una
situación traumática infantil de origen sexual, y es entendido como expresión de lo
reprimido. Por ello se contempla la «comprensión» del mismo desde la asunción del
inconsciente. El síntoma expresa un deseo inconsciente que encuentra su vía de salida a
través de la disfunción en el cuerpo, el pensamiento, el aprendizaje, las relaciones sociales,
los hobbies, los ideales, el placer en las cosas, el deseo de crecer y de independizarse, etc.
Al modelo picodinámico le interesa y trabaja el doble registro de lo manifiesto y de lo
latente (Szpilka, 1996), la queja manifiesta y el deseo inconsciente que la mantiene. Lo que
se dice y lo que se oculta, porque lo que se disfraza, tapa, niega o transforma en lo
contrario, al final produce el malestar que impele a pedir ayuda, a realizar una demanda,
a solicitar un tratamiento.

La comprensión del síntoma no es sólo la descripción del mismo en categorías


taxonómicas, sino que incluye las dimensiones de significado y estructura. Esto tendrá sus
consecuencias a la hora de «etiquetar» una conclusión diagnóstica, como veremos más
adelante. El síntoma es un lenguaje simbólico con el que se expresa que hay un malestar.

Además cada cultura genera sus propios «malestares». Ya lo apuntó Freud en el


«Malestar en la Cultura» (1930). Por ello los síntomas cambian, aparecen con expresiones
distintas e incluso desaparecen unos y aparecen otros. Los índices de prevalencia e
incidencia cambian en función de las épocas y en función de las culturas en una misma
época.

Sabiendo que, como dice Sales (1995), no hay cultura sin malestar, pero no todo malestar
es una enfermedad, el diagnóstico está al servicio de conocer los malestares de la cultura
que nos toca vivir y las respuestas que en la sociedad se propugnan. Debido a que en
nuestro momento «cultural» actual el médico de atención primaria recibe las «quejas» de
dicho malestar, la medicalización de la salud mental se ha incrementado, y desde el
biologicismo se da respuesta a dicho malestar. La farmacología es la respuesta al síntoma.
Y por eso es crucial no reducir el diagnóstico a lo médico sino considerar los dos planos:
biológico y psicológico, ambos expresados socialmente.

Los estudios llevados a cabo con los síntomas del malestar actual, abuso y maltrato físico y
sexual, los trastornos de alimentación, los desórdenes de la personalidad antisocial, los
problemas de violencia juvenil o racismo, las adiciones en cualquiera de sus
manifestaciones, el cáncer, el SIDA... han sido objeto de trabajos empíricos desde esta
perspectiva teórica y el modo de abordaje clínico ha demostrando ser de utilidad tanto a
nivel diagnóstico como terapéutico.

Por último, el concepto de síntoma lleva implícito el de causalidad. Buscar y conocer el


origen del trastorno y promover su erradicación o modificación esencial es la motivación
primigenia del corpus teórico y el cimiento que establece la relación terapéutica. Conocer
las causas de los hechos clínicos es al diagnóstico como promover el cambio es a la
psicoterapia. Así pues, tratándose de plantear qué diagnóstico y para qué en el modelo

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

dinámico, el primer rasgo de identidad es el de la causalidad de los hechos, el origen del


trastorno, el rastreo del por qué de los síntomas. Dejar hablar a los síntomas y no
enmudecerlos prematuramente posibilita llegar a los núcleos conflictivos del sujeto y a las
fallas por déficit en la integración de la identidad.

g) La transferencia. Se considera una herramienta de trabajo común al psicoanálisis y al


modelo psicodinámico. Se entiende por tal la repetición, por actualización, de los deseos o
conflictos inconscientes y fallas en los vínculos fundantes con las figuras significativas en el
proceso de construcción e integración del Sí mismo. Hay un consenso en considerar la
transferencia como la actualización en el aquí y ahora (con el profesional) de los vínculos
intersubjetivos más significativos, a través los cuales la psicopatología se organiza y
expresa. Estudios empíricos han mostrado la importancia del trabajo clínico realizado a
partir del análisis de la transferencia y contratransferencia para la continuación del
proceso de integración del Self, reduciéndose el funcionamiento del falso Self y la
producción de síntomas en los planos cognitivo, emocional e interpersonal. Esto es posible
al trabajar procesos inconscientes a través de las actuaciones transferenciales que ya
muestran los niños en tratamiento (Cohen, 1997). En la relación con el sujeto la
transferencia mediatiza y orienta el trabajo clínico. La interpretación que de ésta realiza el
profesional moviliza la represión y posibilita la toma de conciencia del verdadero conflicto.
Y el plano de la contratransferencia (Aburto y cols, 1999) nos permite considerar tanto el
valor como la interferencia de la subjetividad del clínico en su relación con el sujeto al que
diagnóstica y con el que interviene.”

3. EL DIAGNÓSTICO DESDE EL MODELO DINÁMICO 2

Entre las características propias del diagnóstico en el modelo psicodinámico están las
siguientes:

a) El diagnóstico como conclusión. Gómez-Franco (1996) plantea que el diagnóstico es una


conclusión, que implica un procedimiento para llegar a ella. En el inicio existe una
demanda y la demanda es una queja. La diferencia entre el modelo psicodinámico y los
demás modelos es que para los segundos se escucha la demanda como síntoma. El
sumatorio de síntomas y la combinación de los mismos deciden la conclusión
diagnóstica nosológica, de acuerdo al manual de uso en vigor. Se pregunta por los
síntomas para etiquetarlos e intervenir sobre ellos directamente. Para el modelo
dinámico el síntoma no es concluyente, aunque sí importante. Refleja tanto el malestar
de la cultura actual como el malestar particular de un sujeto. Por ello, hay que permitir
que el paciente hable del síntoma, que habla a su vez del sujeto que lo expresa. Solo
cuando el síntoma es parte central de la estructura pasa a ser foco de atención en sí
mismo, como sucede en los cuadros psicopatológicos graves que se manifiestan en las
organizaciones límite y psicótica de la personalidad.

b) Diagnóstico de estructura. El diagnóstico en la comunidad psicoanalítica y psicodinámica


ha tenido siempre una considerable importancia. Se realiza en dos momentos
esenciales: el momento inicial para orientar el trabajo clínico, donde se concluye con un
diagnóstico de estructura, y un momento procesual, diagnóstico como proceso, en el
que la tarea diagnóstica es de permanente confirmación y reelaboración mientras se
trabaja terapéuticamente con el paciente. Este diagnóstico de proceso permite precisar

Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
2

teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 61-64). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

y concluir sobre la particularidad del sujeto en dicha estructura. Ambos aspectos del
diagnóstico tienen efectos subjetivos en el profesional. Por ejemplo, la etiqueta
«psicosis» produce alerta, inhibe o invita al trabajo clínico, pero especialmente el
diagnóstico específico tiene efectos en dicho profesional porque no sólo se concluye
sobre la estructura de la persona, como dirá Soler (1996, p. 24) “sino sobre la estructura
del material clínico que el paciente presenta”. En este caso, sí merece la pena realizar un
diagnóstico» porque es una permanente fuente de orientación sobre el consecutivo
trabajo clínico.

c) Diagnóstico ideográfico. Los psicólogos orientados a la conducta suelen limitar su


evaluación a las conductas que soportan las contingencias estudiadas. Los psicólogos de
orientación familiar entienden los problemas como síntomas de un sistema familiar
desestructurado. Los psicometristas piensan en términos de medición de rasgos en tests
convenientemente estandarizados, mientras que el modelo que nos ocupa trabaja con
la idea de una estructura de personalidad que sostiene los síntomas, por lo que
privilegia las entrevistas libres o semi-estructuradas y las técnicas proyectivas por su
carácter ideográfico, así como otras de método y propósito similar. El diagnóstico puede
entenderse en tres sentidos. En un sentido estricto, Diagnóstico Formal, vendría a
responder a las categorías vigentes de una clasificación nosológica actual, como puede
ser la ICD-10 o bien la DSM-IV o, más recientemente, la DSM-V. En un sentido amplio,
Formulación Diagnóstica haría relación a las conclusiones sobre la naturaleza o las
causas de un problema. En un tercer sentido, Proceso Diagnóstico, se entendería como
los procedimientos de obtener datos, las fuentes de los mismos, la manera en que los
profesionales los combinan e integran y las inferencias que se concluyen de ellos
(Achenbach, 1998). En el caso que nos ocupa, el interés prioritario estriba en el Proceso
Diagnóstico, dándole especial relieve a la Formulación Diagnóstica, es decir a las causas
del problema, y utilizando, como más adelante veremos, una taxonomía basada en la
posición estructural del sujeto.

El foco de atención prioritaria es el propio sujeto, su singularidad e idiosincrasia. Los


diagnósticos, como el trabajo terapéutico, devienen en lo que se ha denominado el
«uno a uno» (Escrivá, 1997; Di Caccia, 1997). Por ello el interés es esencialmente
ideográfico (enfoque ideográfico de la personalidad: cada personalidad es única, de
forma que cada persona debe ser estudiada individualmente y la comparación de los
individuos no tiene sentido), para desde allí, interesarse por lo nomotético (este
enfoque, si bien reconoce que cada personalidad es única, sostiene que lo único puede
ser explicado a partir de dimensiones comunes a todas las personas, esto es, los rasgos
de personalidad). Las leyes que explican el funcionamiento de la psicopatología y del
tratamiento provienen del estudio de los casos clínicos, pero éstos concluyen en
programas inequívocos y homogéneos para trabajar con el nuevo paciente con similar
trastorno. Ni el diagnóstico ni la psicoterapia son paquetes de programas
automáticamente aplicables a otro sujeto, como ocurre en otros modelos teóricos, no
son, podríamos decir utilizando un símil actual, «Programas Dolly». La singularidad de
cada sujeto ordena y articula la relación terapéutica. La conclusión diagnóstica a la que
nos referíamos previamente define qué tipo de estructura tiene un sujeto, y la
especificidad sintomatológica hace relación al diagnóstico psicopatológico ideográfico.

d) La vinculación diagnóstico - tratamiento. Esta es la respuesta del modelo psicoanalítico al


para qué del diagnóstico, esta es su razón de ser. El diagnóstico orienta el trabajo clínico.
Incluso las mismas técnicas instrumentales pueden ser utilizadas en ambos momentos
del proceso, porque en definitiva el proceso es único. Hay una continua interrelación

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

entre diagnóstico e intervención. Las entrevista iniciales y las técnicas instrumentales se


plantean como un momento de intervención terapéutico en sí mismo.

En la revisión que Ávila-Espada et al. (1994) realizan sobre las perspectivas de la


evaluación psicológica en España se indicaba ya este vínculo inseparable entre
diagnóstico y tratamiento.

Casualmente éste ha sido un punto objetado al psicoanálisis, bien la ausencia de


diagnóstico o la falta de relación del tratamiento con el mismo, criticándolo por realizar
un diagnóstico desligado del tratamiento. Cabe pensar que el opina así opina no conoce
el psicoanálisis si no a través de una lectura parcial de los textos o que no tiene
experiencia del mismo. Como dice Baldiz (1996) es necesario si quiera el establecimiento
de una hipótesis como condición necesaria para el inicio de un tratamiento, que guíe el
trabajo posterior en el que dicha hipótesis debe ser confirmada.

En el modelo psicodinámico la focalización de los problemas, la mayor directividad en el


proceso de evaluación y la brevedad de la intervención, como ya indicamos, hace que
haya un tiempo para la definición diagnóstica y un tiempo para la intervención, pero
inclusive en estos casos la evaluación no está ausente del proceso terapéutico y el
proceso diagnóstico hace señalamientos de carácter terapéutico.

Esto nos lleva a hacer explícita la idea de que el tiempo del diagnóstico no se «acaba» en
una valoración sintomática ni en una etiquetación de estructura, sino que a lo largo del
trabajo clínico sigue la confirmación de cómo un sujeto ha articulado ambos aspectos.
En su devenir histórico y en su situación actual. Por ello se habla con más frecuencia de
trabajo clínico que de trabajo diagnóstico porque el primero incluye el proceso continuo
de valoración diagnóstica y de intervención terapéutica.

e) El diagnóstico sobre la «analizabilidad». Éste es un concepto utilizado para pronosticar


hasta qué punto un paciente se beneficiará de un trabajo clínico de orientación
psicodinámica. Una concepción clásica de “analizabilidad” concebida como
cumplimiento o no de criterios definidos para aprovecharse con éxito del tratamiento,
viene siendo sustituida por la idea de “Accesibilidad al tratamiento”, que implica tanto
los criterios como las vías para promover que sujetos que inicialmente no son accesibles
a la intervención, puedan llegar a serlo.

La evaluación de la analizabilidad/accesibilidad tiene más de una dimensión. Para


Zimmerman (1982) es entendida desde dos puntos de vista complementarios: el punto
de vista dinámico, basado en los datos obtenidos en las entrevistas preliminares, y el
punto de vista genético, basado en los datos obtenidos de la primera infancia del sujeto
a través del estudio de la calidad estructural de la relación que establece con el
profesional. El objeto de este último es determinar hasta qué punto será viable
promover los cambios psíquicos en el paciente.

En el constructo de analizabilidad están implícitos varios criterios clínicos que hacen


referencia al sujeto. El trabajo diagnóstico (y terapéutico) exige del sujeto que reúna
todos ellos al menos en alguna medida para ser considerado «analizable», es decir,
sujeto para un encuadre psicodinámico. Éstos son:

• Experiencia de malestar psíquico, de sufrimiento, que se traduce en una demanda


personal.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

• Preguntarse por las causas de lo que le ocurre, incluida alguna “teoría” o


“representación” sobre su malestar.
• Que el sujeto se sienta implicado o concernido por el problema. Significa la
aceptación de que él o ella tiene algo que ver, alguna participación o
responsabilidad en lo que le ocurre, aunque no esté claramente representada.
• Deseo de cambio y esperanza de recibir ayuda, que hace viable el establecimiento
de un vínculo de confianza básica suficiente con el clínico.

4. APORTACIONES PSICODINÁMICAS A LA CLASIFICACIÓN PSICOPATOLÓGICA 3

En la actualidad dos clasificaciones nosológicas son utilizadas a nivel internacional: las


ICD y las DSM. Esta clasificación responde a criterios estadísticos de sumatorio y combinación
de síntomas, en un tiempo e intensidad determinados. Son guías diagnósticas que se
reformulan en función de confirmaciones o refutaciones de investigaciones de intención
experimental y de estudios controlados. Es perfectamente válida y útil su utilización para los
fines a los que dirige.

Los clínicos actuales, independientemente del modelo teórico al que se adscriban,


pueden servirse de ella, y de hecho lo hacen, en su trabajo cotidiano. Sin embargo, el modelo
psicodinámico considera que, además, se debe apuntar más allá: a la «comprensión» dinámica
del síntoma del paciente para no plantear un trabajo terapéutico «a los síntomas del DSM»,
sino a un paciente concreto, idiosincrático, singular y único en su malestar.

La crítica que desde el modelo psicoanalítico se hace a estas guías es la de ser utilizadas
como fines absolutos y no como medios para ser completadas con otras perspectivas. Se han
convertido para muchos en una especie de esperanto de la salud mental, una lengua única que
homogeneiza y que no da lugar a ningún saber más allá de la estadística (Gómez-Franco,
1996).

El problema de estas guías no es que sean exclusivamente categorías descriptivas, sino


el concepto de salud mental que tras ellas se asoma. En el momento actual, la preocupación
por la salud mental de la comunidad, y a la vez el gasto público que ésta conlleva, obliga a
planes de reforma con un criterio prioritario: reducir gastos. La salud mental ha pasado a
formar parte de una concepción más global, biopsicosocial según fue auspiciado por la OMS,
pero del que sólo la primera parte se cumple. Hasta el punto de que la mediación o filtro de la
Atención Primaria está ocasionando, como ocurre en Cataluña, una saturación de la Atención
Primaria por consultas de Salud Mental (Sales, 1995). Así la psiquiatría mayor, las psicosis,
sigue teniendo sus circuitos específicos asistenciales, pero la «psiquiatría menor» se ha
convertido en salud pública. Es evidente que esto prioriza lo «bio» en detrimento de lo
«psicosocial». La medicalización que conlleva ha sido denunciada en nuestro país por Tizón
(1992) como una forma progresiva de cronificación y iatrogénica, ya que como consecuencia
aumenta la dependencia de los servicios del aparato sanitario al reducir las capacidades
elaborativas del paciente y no dotarle de recursos personales para su mejoría o cura. No son
sino formas de dependencia y consumo que en otro orden de cosas también denuncia Sales
(1995). «El peligro de la inadecuada utilización no se circunscribe sólo al ámbito de la salud
mental, sino que son utilizadas dichas clasificaciones por expertos de compañías de seguros,
bancos, tribunales, etc.» (Gómez-Franco, 1996, pág. 18).

Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
3

teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 64-66). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

¿Cuál es entonces la posición del psicoanálisis respecto a las clasificaciones? Colette


Soler (1996) realiza una excelente reflexión releyendo los textos clásicos de Freud y Lacan en
relación a este tema. A su juicio, no son en absoluto reacios a utilizar nosologías descriptivas.
Es más, apenas Lacan hizo comentarios a la aparición de las DSM de su tiempo. Según él, no
hay un salto cualitativo entre la nosología psiquiátrica clásica y la nosología actual. Ambas
comparten la especificación de síntomas a nivel descriptivo. Lacan, como Freud, aceptan una
clínica descriptiva, aunque su interés es construir la estructura de los tipos clínicos descriptivos
(Soler, 1996).

Ir más allá de la nosología sintomática es apuntar a la estructura. El psicoanálisis y el


modelo psicodinámico se preguntan por la estructura de funcionamiento del sujeto. Las
estructuras, ya se ha indicado, provienen de la infancia, del modo de posicionamiento ante la
castración, entendida ésta como lo que uno siente que le falta, lo que no se tiene o posee,
aquello que desea tener y no es posible o se prohíbe. La castración entendida desde un
sentido más amplio o riguroso siempre apunta al reconocimiento de la incompletud y al deseo.
Las posiciones tomadas en la infancia troquelan la estructura, y ésta hace relación a los modos
de funcionamiento globales de un sujeto: cognitivo, emocional, relacional, social, sexual... todo
aquello con lo que el sujeto vive y se configura, y que va a entrar a entrar a formar parte
significativa en la dirección de la cura o del trabajo terapéutico.

No obstante lo dicho anteriormente, se utilizan dichas guías diagnósticas para


finalmente hacerse la pregunta clave ¿cuál es la estructura de este sujeto? Porque en el
objetivo de la cura y en la relación terapéutica el diagnóstico de estructura guía al profesional
de forma decisoria. Las clasificaciones son necesarias porque diagnosticar es hallar la especie
general dentro de la cual se inscribe la singularidad del caso (Vicens, 1996).

Por ello los psicoanalistas y psicoterapeutas dinámicos las conocen, las utilizan, pero han
solicitado que se incorpore un eje donde codificar los factores dinámicos. Estas formulaciones
enriquecerían la comprensión de los sujetos y ayudarían a focalizar los objetivos terapéuticos.
De lo contrario la sola utilización del DSM aporta diagnósticos de homogeneidad, no de
singularidad. Como Cantwell dijo en 1980 el DSM es un libro sobre desórdenes, no un libro que
describe personas (adultos o niños).

Clasificación estructural: La clasificación en la psicopatología dinámica clásica se


organiza en tres niveles cualitativamente diferentes (Psicosis, Perversión, Neurosis) según la
estructura, aunque se haya debatido la hipótesis de un continuum (Menninger, 1963) bajo la
teoría de la enfermedad única, y deriva de los presupuestos teóricos ya expuestos y en la
investigación de los mismos a través de los casos clínicos.

Desde el punto de vista de la teoría de las relaciones de objeto internalizadas (Kernberg,


1976) se asumen tres niveles de organización de la personalidad (Neurótica, Límite y Psicótica)
en base a las características que derivan de tres criterios (nivel funcional del juicio de realidad,
operaciones defensivas predominantes, cualidad de la integración de las representaciones del
sí mismo y del objeto). Psicosis, neurosis, perversión y estado límites son “niveles
estructurales” que nos sitúan respecto de posiciones del sujeto frente al objeto dependientes
del nivel de integración y diferenciación de las representaciones de sí mismo y del otro. De
esta forma «el diagnóstico estructural nos conduce a una conclusión lógica en la que las
premisas no están establecidas previamente sino que es necesario que se construyan en el
terreno de la transferencia. No se trata de encajar el fenómeno en la quilla de la guía, sino de
que el fenómeno se subjetivice en el síntoma que, al hablar, irá desplegando la estructura»
(Gómez-Franco, 1996, p. 50).

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

En la última década se ha formalizado un sistema de diagnóstico y clasificación


psicopatológica que intenta conciliar las necesidades propias de la conceptualización
psicodinámica con los sistemas multiaxiales que han venido dominando la escena diagnóstica
en psiquiatría desde el DSM-III. Se trata del Diagnóstico Psicodinámico Operacionalizado
(OPD), un novedoso e interesante sistema diseñado por Hoffmann (1996) en Alemania y
orientado a la exploración de adultos que cuenta con cinco ejes (Experiencia del paciente con
la enfermedad y las condiciones previas al tratamiento; Valoración del estilo relacional del
paciente; Conflictos intrapsíquicos; nivel de integración estructural (según Kernberg); y
diagnóstico sindrómico según la ICD-10/DSM-IV).

En el ámbito de los niños y adolescentes la aportación más novedosa es la Clasificación


Francesa de los Trastornos Mentales del Niño y del Adolescente (CFTMEA) (Mises y colbs.
1988). Es una clasificación biaxial que ofrece una visión global del niño. En el Eje I se incluyen
las categorías clínicas de base, y en el Eje II los factores etiológicos asociados: orgánicos,
ambientales.

5. PERSPECTIVAS DE FUTURO 4

Al finalizar el siglo es común la pregunta acerca del futuro en cualquier ámbito, también
en nuestro contexto. Es difícil, dice Etchegoyen (1993), predecir el futuro del psicoanálisis por
la vitalidad que desarrolla, por las discusiones e incluso divisiones que se generan dentro del
propio movimiento que le imprimen la capacidad de reflexión crítica necesaria para avanzar.
Por otra parte, la expansión del mismo a geografías culturales tan diversas, transidas por
diversas culturas científicas asociados a lenguajes distintos, con metodologías y técnicas
diversas, explica la riqueza de revisiones y reformulaciones que se hacen y continúan
haciéndose a este modelo conceptual (Cassini de Vázquez, 1997). Se recogen aquí algunas de
las respuestas sobre el futuro o bien algunas de los signos actuales que permiten sugerir
predicciones.

Perspectivas de evolución conceptual

Algunos aspectos han sido objeto de especiales controversias, por lo que siguen en
permanente estudio, revisión e investigación. Son temas que no están «acabados». Citamos
los de mayor discusión en la actualidad, porque presumiblemente serán objeto de
reformulaciones y precisiones en el futuro.

Para Etchegoyen, a las puertas del 2005, un siglo después de la publicación de «Tres
ensayos sobre la teoría de la sexualidad», es hora de revisar la teoría sexual del psicoanálisis.
Hay que valorar cómo ésta ha influido en la cultura de nuestro tiempo y cómo debe ser
comprendida en un mundo tan diferente al que se escribió. Analizar este constructo a la luz de
las variables de nuestro momento histórico caracterizado no por la ocultación de la sexualidad,
sino por la invasión de la violencia y sexo en los medios de comunicación, en el que el
concepto de familia se ha roto y los niños sufren de «ocupación parental», en un momento en
que las diferencias entre ricos y pobres, como personas individuales y como naciones, es cada
vez mayor, y donde la irritación y la intolerancia se incrementan a todos los niveles. Debemos,
esta es una tarea de futuro, repensar y reformular los presupuestos teórico-conceptuales a la
luz del contexto social y mejorar nuestra identidad y eficiencia profesional (Etchegoyen, 1993).

Este apartado ha sido extraído íntegramente del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos psicológicos. Modelos
4

teóricos y Ejercicios de Rol Profesional (pp. 66-73). Donostia-San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Directamente relacionado con la infancia el propio concepto de sexualidad infantil y la


atribución del origen de los conflictos a la misma como causa originaria y única. Hoy se acepta
que hay que situar los conflictos, «entre otras cosas» en la sexualidad infantil y en el
inconsciente articulado a partir de todas las vivencias vinculadas en su entorno.

Tyson (1996) también plantea la necesidad de reformular algunos conceptos claves en el


psicoanálisis. A lo largo de los años, el concepto de neurosis y la neurosis de transferencia, que
es una pieza clave para el psicoanálisis, ha sido objeto de una variedad de significados en
función de autores, teorías dentro del modelo psicoanalítico, e incluso países. Actualmente las
opiniones se dividen entre abandonar definitivamente el término neurosis de transferencia o
bien abandonar incluso el concepto de neurosis en la infancia. Para Tyson, ambos conceptos
refieren fenómenos clínicos significativos y más que abandonarlos hay que redefinirlos a la luz
de las teorías contemporáneas del desarrollo. Quizá, como Tyson (1996) ilustra en un caso
clínico, no siempre el complejo de Edipo ocupa una posición central en la investigación
psicoanalítica y sea necesario reformular la organización de estructura en la evaluación sobre
la neurosis. Esta redefinición de neurosis ha sido también realizada por Grotstein (1995). El
desplazamiento del foco en la patología del conflicto a la patología del déficit (Killingmo, 1989,
1995).

El debatido tema entre los clínicos de la psicología del yo y de la preferencia por los
factores inconscientes, proveniente ya de la división entre Ana Freud y Melanie Klein,
pretendiendo diferenciar los límites entre fantasía inconsciente y realidad psíquica, no ha
acabado, aunque las contribuciones en este punto se incrementan en los últimos años (King
and Steiner, 1991; Rangell, 1988; Blum, 1988; Wallerstein, 1988; Brenner, 1993; Laplanche,
1992).

El tema de realidad psíquica ha sido debatido en los últimos años desde una perspectiva
nueva. Las imágenes interactivas de la realidad virtual con la posibilidad de navegar por un
mundo creado por el propio sujeto, desdibuja la idea de realidad y fantasía. La revisión de este
concepto por parte de Pragier y Faure-Pragier (1995) abren una perspectiva de
reconceptualización de estos términos muy interesante. El goce de la fantasía inconsciente
proviene de elementos libidinales y eróticos, así como de figuraciones sádicas y agresivas que
el sujeto recrea a su deseo, aunque éste no sea deliberadamente consciente. La «inmersión»
en la virtualidad de los juegos que se presentan abunda en estas mismas fantasías, pudiendo
destruir miles de enemigos con armas supersofisticadas o tener relaciones con partenaires
virtuales. «Las combinaciones llamadas «Piel inteligente», que contiene millares de captadores
microvibradores y sensoriales, constituyen una red de telecomunicación que permite instalar a
los protagonistas en una situación de simulación en la que el sujeto puede realizar sus
fantasmas más improbables ¡y hasta encontrarse consigo mismo y gozar de su propio clon!»
(Pragier y Faure-Pragier, 1995, p. 55). Varias preguntas se abren en esta reflexión. Por una
parte la diferencia entre realidad física y realidad psíquica, funcionando lo virtual en el espacio
«transicional» de ambas según el concepto de Winnicott. Quizá el inconsciente, es así mismo
una realidad virtual, ya que ambos están estructurados como un lenguaje simbólico, y en el
caso de la realidad virtual este simbolismo cae del lado de la cibernética.

Además, al igual que el inconsciente, la realidad virtual escapa al tiempo y al espacio y


admite las contradicciones lógicas. Y finalmente, parafraseando a Pragier y Faure-Pragier
(1995, p. 68), «lo virtual es torneado por las mociones pulsionales: ampliar el dominio por el
conocimiento, jugar con los propios fantasmas sin temor a la prohibición, amar sin ser
rechazado, matar virtualmente sin destruir de veras. El progreso técnico cambia la puesta en
escena, la realidad psíquica permanece y se refleja en los mundos virtuales».

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Shapiro y Esman (1992) repasan los 25 últimos años de avances psicoanalíticos sobre el
desarrollo infantil y concluyen que muchas cosas han cambiado desde Freud hasta el momento
actual. En los 100 años de evolución los cambios han sido significativos especialmente en los
aspectos que siguen:

El concepto de relación de objeto y las consecuencias de la interacción madre-hijo en la


formación del yo, sosteniendo que el niño no es en absoluto una tabla rasa al nacer y que las
interacciones tempranas, más que los objetos en sí mismos, se internalizan formando la
estructura psíquica infantil (Loewald, 1978; Tolpin, 1986).

La teoría sobre la formación de síntomas. Se ha comprobado que otras variables forman


parte de la formación de síntomas, como las interacciones tempranas primarias (Shapiro y
Esman, 1992), lo que tendrá sus consecuencias en el concepto de transferencia y
contratransferencia. En los trastornos infantiles con un componente cognitivo importante,
como el autismo, lejos de buscar una única vía de explicación causal con raíces en el complejo
de Edipo, se integran explicaciones multivariantes, incluyendo las biologicistas, pero
integrando también la manera que el sujeto tiene de resolver las situaciones triangulares que
reestructuran la mente infantil. Los estudios de Hobson (1990) y Shapiro y Hertizg (1991)
enfatizan estos resultados.

El concepto de relación de objeto y las relaciones tempranas enlazan con el concepto de


transferencia, donde el lugar del clínico viene redefiniéndose en su papel de objeto
transicional del sujeto (Winnicott, 1958) y más recientemente como objeto transformacional
(Bollas, 1987) con el que se dan planos de transferencia y relación real que también puede ser
aprovechada con ciertos límites para los objetivos terapéuticos.

El concepto de «neutralidad» en la relación analítica vinculado al concepto de


contratransferencia (Gill, 1992). Parece demostrarse que la interpretación no es ajena al
profesional en el que juegan un papel indiscutible sus preferencias teóricas, su propio proceso
de formación y el análisis personal, entre otras variables. Este constructo se prevé que va a ser
reformulado a la luz de éstas y otras variables, como la redefinición del concepto de
abstinencia (Killingmo, 1999).

El futuro debe contestar a la pregunta de si el concepto de empatía juega un papel


fundamental en la relación terapéutica o no es sino un instrumento al servicio de obtención de
datos como primer paso de la interpretación analítica, como sostiene Kohut (1971, 1984). La
revisión y reconceptualización de este tema ha sido realizado, entre otros, por Wasserman
(1999) enlazándolo con el de neutralidad. No comparte Wasserman la idea de que los
«hechos» descubiertos por medio de la comprensión empática reflejen de modo neutro las
vivencias del paciente, sin un mínimo de contaminación por parte del clínico. En contra de las
posturas de Renik (1996) y de Hoffman (1996) la empatía viene condicionada por factores
transferenciales y contratransferenciales en los que, a su juicio, está implicado el propio
profesional. Es evidente, según Wasserman (1999) que están vinculados los conceptos de
neutralidad y empatía con el concepto de contratransferencia.

El concepto de contratransferencia ha enfrentado a la propia comunidad psicoanalítica,


por lo que es imposible exponer aquí una visión unitaria de la misma. Sin embargo, una serie
de artículos van a ser expuestos en el International Journal of Psychoanalysis a partir del año
1999 intentando mostrar las variaciones de este concepto desde perspectivas culturales
distintas. El primero de ellos escrito por Jacobs (1999) aborda el tema de la revisión del
concepto en el pasado y en el momento presente. Los autores que más han contribuido a la
clarificación de este concepto (cf. Jacobs, 1999) son : Gill (1982) analizando el término desde la

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dimensión del paciente (1986); Boesky (1990) resaltando la inevitabilidad de la misma e


incluso la «ganancia» del paciente a través de la interpretación; Chused (1991) revisando la
actuación del profesional y sus consecuencias en la interpretación de la misma; Stolorow
(1992) insistiendo en la importancia de las relaciones de objeto más que en la sexualidad
temprana para la comprensión de la misma; Renik (1993) puntualizando los conceptos de
neutralidad, abstinencia y objetividad en relación a la contratransferencia indicando que es
imposible mantenerlos como hasta el presente se comprendían; Ogden (1994) comprendiendo
este concepto como una valiosa fuente de información del sujeto tanto para el paciente como
para el profesional; Schafer (1997) insistiendo más en lo que significa en el aquí en el ahora,
siguiendo la línea de investigaciones americanas, más que en reactualización de relaciones del
pasado; finalmente Jacobs (1999) enumera algunos de los investigadores que están
incorporando tecnología audiovisual e informática al análisis de este concepto, como los
bancos de datos, las grabaciones de sesiones en cassette o vídeo y las interpretaciones (Reiser,
1997; Waldron, 1997; Dahl y clbs., 1998). Desde la investigación y reformulación teórica del
papel que tiene la contribución de la subjetividad del clínico a la intervención psicoanalítica
(Aburto y cols., 1999) se abre un amplio horizonte de posibilidades.
Kumin (1996) plantea abiertamente, en la excelente revisión y exposición del concepto
de relación pre-objetal, el desarrollo del vínculo entre la madre y el bebé en la infancia
temprana, y ofrece con honestidad una crítica sobre las interpretaciones erróneas y sus
consecuencias en la situación de análisis. Estas autocríticas comienzan a ser publicadas con
más asiduidad por los profesionales de este paradigma con el fin de avanzar en el modelo
psicodinámico sin la omnipotencia del que cree que el propio análisis le garantiza que nunca
yerre. En el futuro se avanzará por esta línea de revisión y autocrítica.

Perspectivas de diálogo e integración

Las investigaciones sobre cómo logran los niños las representaciones mentales de la
realidad han abierto un camino entre psicoanalistas y cognitivistas. Para Climan (1991) hay una
relación directa entre algunos psicólogos cognitivistas y las ideas de Freud acerca de cómo
«repetir» es una manera de «recordar», y cómo la repetición nos abre el camino para la
memoria. Se sabe que los niños son capaces de hacer cosas aunque no sean capaces de
explicar cómo lo hacen. Estas representaciones mentales han sido trabajadas en terapia de
juego sabiendo que pueden no ser pensamientos conscientes, pero que su repetición puede
llegar a hacerlos conscientes. Similar división ofrece la psicología cognitiva entre memoria
episódica y semántica con evidencia de que la primera se almacena como visualización y no
como pensamientos verbales. Al intentar poner en palabras estas representaciones el
psicoterapeuta ofrece reestructurar los patrones existentes que provocan en el niño malestar
o sufrimiento. Las proposiciones verbales propuestas por el terapeuta tienen efectos
beneficiosos incluso en niños orientados preferentemente a la acción. Cuando son incapaces
de nombrar sus sentimientos, el terapeuta dirige su atención a nombrar esos sentimientos
como una manera de «cortocircuitar» su acción impulsiva (Shapiro y Esman, 1992).

El interés creciente por integrar variables explicativas de algunos trastornos, como


variables neurológicas, temperamentales, ambientales, ecológicas, culturales, entre otras, y
conocer el papel que juegan los afectos como motivadores conductuales y moduladores de las
interacciones, han sido determinantes sobre los cambios habidos en el concepto de
transferencia y contratransferencia en la psicoterapia infantil.

Otro punto de interés que apunta a un futuro cercano, en el que ya se han dado pasos
importantes, es la investigación empírica de presupuestos conceptuales desde otros
paradigmas teóricos.

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El cognitivismo, protagonista en el escenario teórico actual, no es un modelo unitario,


homogéneo y unívoco en la explicación de su objeto de estudio. Ha crecido rápidamente en un
contexto donde demasiadas ciencias afines se entrecruzan en la explicación los hechos, por
ello, se ha visto obligado a confrontar sus propios presupuestos desde otros paradigmas. El
interés por dar respuesta sobre los procesos más controvertidos y confusos para las teorías
psicológicas, y que son a su vez el objeto de mayor interés para el sujeto humano, como son
los procesos cognitivos de la emoción, la emergencia de la psicopatología, la multicausalidad
socio-familiar-ambiental, la influencia de variables de orden psicofisiológico, etc. ha impelido a
los investigadores sociocognitivos a volver sobre «viejos» conceptos para redescubrir, o al
menos leer con más atención e interés, las teorías mentalistas de la psicología psicoanalítica
(Strauman, 1994).

Un ejemplo de colaboración interdisciplinar entre modelos teóricos fue la publicación en


1994 de un número monográfico del Journal of Personality integrando el paradigma
psicoanalítico y el socio-cognitivo. Cada artículo da cuenta de un aspecto teórico de la
investigación planteada, realizada con muestras diversas, con técnicas provenientes de varios
modelos teóricos y con diseños metodológicos apropiados a cada concepto. La diversidad
instrumental y metodológica en el estudio de los conceptos puestos a prueba permite concluir
acerca de la riqueza de la colaboración interparadigmática y de la posibilidad de
demostrabilidad de algunos conceptos freudianos presumiblemente indesmostrables. Se
recoge aquí textualmente la síntesis que sobre este monográfico hizo Garaigordobil (1998) por
la correcta concreción y precisión de la misma:

«Andersen y Baum (1994) reexaminan el concepto freudiano de transferencia a la luz del


procesamiento de la información, concluyendo que este fenómeno puede ser demostrado en
el laboratorio a través del uso de técnicas cognitivas bien validadas. Desde su punto de vista el
objetivo de la investigación consiste en «identificar y examinar empíricamente los procesos
mentales básicos implicados en la transferencia» (Andersen y Baum, 1994, pág. 461),
definiendo la transferencia como un proceso que implica una representación de un otro
significativo y una idiosincrática experiencia que puede aplicarse inapropiadamente a otros. En
relación a este aspecto Kihlstrom (1994, pp. 689-690) señala que «el estudio experimental de
Andersen y Baum pone de manifiesto el fenómeno de la transferencia, sin embargo estos
resultados no apoyan la más radical hipótesis freudiana, porque este estudio no señala el rol
de las relaciones arcaicas, ya que los otros significativos pueden no haber sido los padres o
figuras parentales». No obstante, la metodología experimental utilizada por Andersen y Baum
muestra que las representaciones de gente significativa en la vida de uno realmente «tiñen»
las nuevas relaciones sociales. Kihlstrom señala que siendo éste un gran avance, en el análisis
final es importante conocer si esto es algo más que un caso de generalización de estímulos.

Crits-Christops y otros (1994) estudian cómo los individuos tienden a percibir temas
particulares en función de diferentes ambientes o escenarios. Presentan un nuevo método
para evaluar temas personalmente significativos que ocurren durante la terapia, aportando
«evidencia del concepto de repetición de temas interpersonales» (p. 499). Discuten la
extensión del contenido de la repetición y su relación con el tipo de terapia.

Horowitz y sus colegas aplican un modelo integrativo de los procesos de control


defensivos al estudio de una psicoterapia. Estudian los procesos de la mente y su relación con
procesos cognitivos de control. Los autores presentan evidencia de la «existencia de relaciones
entre estados emocionales que se caracterizan por específicos procesos defensivos» (Horowitz
y otros, 1994, pág. 527). Utilizando técnicas de evaluación multidimensional subrayan procesos
mentales en la psicoterapia.

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Hughes y otros (1994) también presentan una nueva metodología para estudiar cómo la
expresión de emociones y el uso de estrategias defensivas diferentes podrían ser reflejados a
través de cambios momentáneos en la actividad del sistema nervioso autónomo. Los
resultados de su estudio presentan sugerencias concernientes a la «asociación entre procesos
de control y fisiología con implicaciones para la salud psicológica y física (Hughes y otros, 1994,
pág. 565).

Weinberger y Davidson (1994) realizan diversos estudios empíricos sobre la represión,


tratando de diferenciarla de otros estilos de inhibición de la expresión emocional. Usando
experimentalmente tareas de laboratorio los autores concluyen la existencia de una diferencia
entre ambos conceptos.

Desde su punto de vista, «los represores aparecen para inhibir su expresión de


emociones con la finalidad de controlar su conciencia de afecto, más que en orden a
maximizar la autorepresentación» (Weinberger y Davidson, 1994, pp. 587). En esta línea,
Wegner y Zanakos (1994) intentan establecer que la inclinación hacia la supresión de
pensamientos es un fenómeno distinto de otros regulatorios procesos cognitivos. Estos
autores destacan la existencia de «una relación entre la supresión crónica de pensamientos y
variables relevantes clínicamente como obesidad, reactividad emocional, y afectos depresivos
y ansiosos» (p. 615).

Finalmente Khilstrom (1994) sustentándose en la psicología cognitiva y en la cognición


social, presenta su propio punto de vista sobre la integración del psicoanálisis y la cognición
social, sugiriendo que las dos perspectivas representan una rica fuente de inspiración e
hipótesis. Para Kihlstrom (1994, p. 682) «el intento de vincular el psicoanálisis a la psicología
científica es siempre interesante, pero existen muchas diferentes formas de psicoanálisis, y
además muchos modos de hacer conexiones». Desde su punto de vista, la psicología cognitiva
contemporánea ha redescubierto el inconsciente psicológico, pero la naturaleza de la vida
mental inconsciente, es muy diferente a la que Freud planteó (Kihlstrom, 1994, p. 693).

Es demasiado pronto para decir si esta actual tendencia a la integración de enfoques


acerca del sí mismo, del afecto y de la psicopatología, finalmente liderará una más sofisticada
comprensión de cómo la gente trata con aspectos emocionalmente significativos de sus vidas.
(Strauman, 1994, p. 451).

El trabajo clínico desde parámetros teóricos y técnicos diversos plantea la cuestión del
eclecticismo y/o la integración. En nuestra opinión hay una diferencia esencial entre el
eclecticismo diagnóstico y el diagnóstico desde la integración psicodinámica. Al eclecticismo no
se le presupone una adscripción preferente, directriz, e integradora de los datos obtenidos
desde un paradigma teórico. Se usa lo más útil, beneficioso, más adecuado para este caso, etc.
integrando los resultados desde el objetivo diagnóstico y las técnicas preferentes que hayan
sido empleadas. A la integración desde un modelo teórico se le presupone que los objetivos
diagnósticos, las técnicas preferentes (aunque use otras necesarias en un caso concreto), el
método de trabajo (aunque requiera una metodología específica y diferente en un momento
del proceso), los presupuestos conceptuales en los que se basa (aunque realice hipótesis
complementarias provenientes de otros marcos teóricos), las clasificaciones nosológicas que
tiene in mente (aunque se sirva también de las taxonomías estadísticas no psicodinámicas), y
especialmente el modo de integrar los datos, con las inevitables inferencias que se hacen
sobre los mismos, así como las orientaciones terapéuticas consecuentes, provienen del marco
teórico conceptual psicodinámico. La integración no sólo no desdibuja la identidad, sino que la
reafirma. En el eclecticismo no se plantea este punto, se plantea la riqueza y capacidad de
integración desde lo tecnológico y metodológico, no desde lo conceptual. Los resultados son

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diferentes en ambos casos y no valorables en términos de bondad científica, al menos en el


momento presente.

Limitaciones del modelo psicodinámico

Siguiendo el esquema que ha mantenido este artículo, podríamos decir que existen
puntos débiles en cuanto a presupuestos conceptuales, en cuanto a las técnicas y metodología
y en cuanto a la propia investigación. No se trata de inventariar todas ellas a modo de índice,
sino de subrayar aquellas que son relevantes a éstos.

Los límites epistemológicos del psicoanálisis deben ser reconocidos de forma explícita,
dice Tizón (1995). Entre otros cabe señalar el propio conocimiento que aporta y el que no
aporta y esto se hace evidente en su convivencia con otras ciencias. El psicoanálisis no aporta
conocimientos biológicos o sociológicos, dos grandes grupos de ciencias con las que se
relaciona. Podrá proporcionar apuntes, datos, hipótesis, modelos, metáforas a esas ciencias y
recibirlos de ellas, pero tales aportaciones psicoanalíticas no tendrían el carácter de datos
científicos (comunicables y verificables) hasta no haber sido procesadas por la metodología
específica de esas ciencias.

Un segundo límite vendría de la consideración del psicoanálisis como una tecnología,


por supuesto una tecnología blanda y del grupo de las tecnologías psicosociales (Tizón, 1995).
Los tratamientos psicoanalíticos, por ejemplo, aunque no sea directamente el tema que nos
ocupa, están siendo objeto de investigaciones rigurosas en varios ámbitos (Kächele y Thomä,
1993; Poch y Ávila-Espada, 1998) y se prevé que los hallazgos en este campo van a abrir una
vía de investigación/confirmación de este paradigma. No obstante, le queda un camino por
recorrer a fin de lograr la confirmación procedimental de otras ciencias.

6. EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO

6.1. Breve perspectiva histórica del desarrollo de la terapia psicoanalítica

De acuerdo con Greenson (1978) una forma de aproximarnos a lo esencial de la terapia


psicoanalítica es acercarnos a su evolución histórica, identificando los principales cambios
producidos en los procedimientos técnicos y los procesos terapéuticos. Siguiendo esta
perspectiva, es preciso realizar una distinción terminológica entre:

• Procedimiento técnico: una medida, un instrumento, un modo de obrar, unos medios a


que recurren el terapeuta o el paciente con el fin de favorecer los procesos
terapéuticos (ej.: hipnosis, sugestión, asociación libre y la interpretación).

• Proceso terapéutico: una serie interrelacionada de sucesos psíquicos dentro del


paciente, una continuidad de fuerzas y actos psíquicos dentro del paciente, una
continuidad de fuerzas y actos psíquicos que tienen un fin o efecto reparador (ej.:
abreacción, la recuperación de recuerdos y el insight).

Cambios en los procedimientos técnicos:

Al iniciar Freud su actividad profesional en 1886 utilizó los procedimientos


acostumbrados en su época: estimulación eléctrica, hidroterapia, el masaje, etc. Pero pronto
se percató de la inutilidad de los tratamientos que había aprendido en su formación médica,

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viéndose por ello abocado al uso de la hipnosis (diciembre de 1887) alcanzando resultados
positivos, aunque inestables, en el alivio de la sintomatología neurótica. Pero esta práctica
aburrió pronto a Freud, pues tenía que dedicar mucho tiempo a la repetición de las
sugestiones curativas, por lo que pasó a utilizar el método catártico que Breuer había
descubierto en el caso Anna O. Tras sumir a la paciente en el trance hipnótico, Breuer la
incitaba a hablar de sus síntomas, haciéndole rememorar todas las circunstancias que habían
rodeado su instauración, observando que esto conducía a la sucesiva eliminación de ellos, si el
recuerdo se acompañaba de las emociones retenidas. En 1889, Freud trató a Emmy von N.,
caso en el que por primera vez empleó la hipnosis con fines catárticos: hipnotizó a la paciente
y le ordenó que hablara del origen de cada uno de sus síntomas. La paciente respondió
sacando una serie de recuerdos, acompañados a veces de una gran cantidad de afecto. Al final
de algunas sesiones sugería a la que paciente que olvidara los inquietantes recuerdos surgidos.

Según dice Erdelyi (1985) el método catártico es fundamentalmente una técnica contra-
amnésica facilitadora de la recuperación para la consciencia de recuerdos inhibidos, así como
la descarga de emociones ligadas a ellos (abreacción). La catarsis, pues, no es similar a la
sugestión hipnótica, aunque entre ellas existan ciertas semejanzas: aquella puede estimarse
como un tosco prototipo del psicoanálisis, dado que su objetivo es eliminar las vivencias
traumáticas ocultas, olvidadas o reprimidas a través de la recuperación amnésica y de la
abreacción; la sugestión hipnótica implica justo lo contrario, ya que trata de desactivar las
causas que aparentemente originaron los síntomas, procurando que éstos se diluyan por la
influencia cognoscitiva y afectiva que deriva de lo que acontece en la relación terapéutica.

Para 1892 Freud comprendió que su capacidad de hipnotizar pacientes era muy limitada
y hubo de decidirse entre abandonar el tratamiento catártico o intentarlo sin llegar al estado
de sonambulismo. Para justificar este modo de proceder recordó que Bernheim había
demostrado cómo se podía lograr que los pacientes recordaran acontecimientos mediante la
sugestión en estado de vigilia. Así, se basó en la suposición de que sus pacientes sabían cuanto
tenía una importancia patógena y que sólo se trataba de hacer que se lo comunicaran.
Mandaba a sus pacientes a acostarse, cerrar los ojos y concentrarse. Aplicaba presión en la
frente en momentos dados e insistía en que aparecieran los recuerdos. Se penetra entonces en
el método de los apremios o la técnica de la concentración. Elisabeth von R. (1892) fue la
primera paciente que Freud trató por completo mediante la sugestión en estado de vigilia.

Para controlar la oposición de los pacientes a comunicar contenidos psíquicos


repudiados (resistencias que aparecieron al estar el yo del sujeto presente, dado el estado de
vigilia), añadió la instrucción de que desestimaran toda clase de autocrítica o autocensura,
insistiéndoles en que debían expresar absolutamente todo lo que apareciera en la mente,
incluso lo inconveniente o aparentemente absurdo: se estaba consolidando la técnica de la
asociación libre, regla básica de la técnica psicoanalítica. Ya entre 1896 y 1904, Freud sólo
mantuvo de la práctica catártica y de los apremios la petición de mantener los ojos cerrados
mientras se asociaba libremente. A partir de entonces, la asociación libre ocupó un lugar
central en el trabajo terapéutico, partiéndose para ello de algún síntoma importante, hábito
favorecido por el análisis de los sueños, donde se hacía en relación con algún componente
destacado del texto manifiesto de los mismos. Esto fue igualmente dejado de lado poco a poco
después para indicar sencillamente al sujeto que contase todo lo que surgía en su consciencia.
Freud verificó que, con este proceder, además de acceder a recuerdos más o menos
aparentemente olvidados, lograba romper mejor las resistencias a referir temas escabrosos y
rechazados. Si bien la asociación libre permitía ir superando muchas resistencias, otras
persistían. Aunque Freud intentó al principio eliminarlas con actuaciones directivas, pidiendo
al paciente su colaboración consciente, pronto cayó en la cuenta de que el único camino válido
era diluirlas a través del trabajo propiamente analítico, esto es, apoyándose tanto en la misma

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asociación libre como en la interpretación, que había tomado protagonismo tras “La
interpretación de los sueños” (Freud, 1900). El procedimiento de la asociación libre se hizo
conocido como la regla básica o fundamental del psicoanálisis y ha seguido siendo el método
básico y exclusivo de comunicación para los pacientes en el tratamiento psicoanalítico. Y la
interpretación es todavía el instrumento decisivo y definitivo para el analista.

Cambios en la teoría del proceso terapéutico:

En los primeros años (ver “Estudios sobre la histeria”), los procesos terapéuticos eran la
abreacción y el recuerdo, con preferencia por la abreacción. “Los distintos síntomas histéricos
desaparecían inmediata y definitivamente en cuanto se conseguía despertar con toda claridad
el recuerdo del proceso provocador, y con él el afecto concomitante, y describía el paciente
con el mayor detalle posible dicho proceso dando expresión verbal al afecto”. Freud y Breuer
pensaban entonces que sólo por la abreacción podía un paciente lograr cabalmente un efecto
“catártico” y liberarse así del síntoma histérico.

Freud iba comprendiendo más y más que dentro de la paciente había una fuerza que se
oponía al tratamiento. Llegó a la conclusión de que aquella fuerza, que era una resistencia al
tratamiento, era la misma que impedía a las ideas patógenas hacerse conscientes. El fin era
defensivo. La tarea del terapeuta, para Freud, consistía en vencer esa resistencia y lo hacía
mediante el “apremio”, presionando, apretando la frente, interrogando, etc.

Reconocía Freud que la influencia personal del médico podía tener gran valor y proponía
que el terapeuta hiciera de elucidador, de maestro, de padre confesor... Pero también
comprendía que en ciertas condiciones la relación del paciente con el médico podía quedar
“perturbada” y ese factor convertía la relación en el “obstáculo más grave que puede oponerse
a nuestra labor”. Así descubrió Freud los fenómenos de la resistencia y la transferencia pero,
en lo esencial, los consideraba obstáculos para su labor. El objetivo principal era conseguir la
abreacción afectiva y recobrar los recuerdos traumáticos. Las reacciones de transferencia y las
resistencias tenían que evitarse o superarse.

Al principio, en “Estudios sobre la histeria”, Freud enfocaba sus esfuerzos terapéuticos


sobre los síntomas individuales de la paciente. Posteriormente, ya en 1901 con el caso Dora
(aunque publicado en 1905), ya no trataba de hacer desaparecer los síntomas uno por uno.
Dejaba entonces que la paciente escogiera el tema de la sesión y empezaba a trabajar con
cualquier superficie del inconsciente que la paciente presentara en ese momento. Así, Freud
pareció comprender que un proceso terapéutico no podía efectuarse en una sola operación
porque los síntomas neuróticos tenían múltiples causas. La hipnosis y la sugestión ocultan las
resistencias y obstruyen la visión que el médico tiene de las fuerzas psíquicas. La tarea
terapéutica consiste en vencer las resistencias, anular represiones y entonces se colman las
lagunas de la memoria. Aquí se da un cambio en la teoría del proceso terapéutico: de la
importancia de la abreacción de los afectos a la superación de la amnesia. Ahora había mayor
interés por volver consciente lo inconsciente, suprimir la amnesia y recobrar los recuerdos
perdidos. La resistencia se convirtió en una piedra angular de la teoría psicoanalítica y se
relacionaba con las fuerzas que habían producido la represión. El analista aplicaba el arte de la
interpretación para vencer las resistencias.

Así, hasta 1905 Freud no se había planteado el tema del significado de la transferencia y
la necesidad de su tramitación analítica, por lo que las curas no eran consistentes e incluso
podían ser explicadas a la luz de la mera relación personal que se establecía en el encuentro
terapéutico. Freud vislumbró la importancia nuclear de los fenómenos transferenciales en el

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“caso Dora” (Freud, 1905), enfrentándose a tales hechos de igual forma que antes lo había
hecho con las otras resistencias, esto es, tratando de obviarlas con recomendaciones directivas
o no prestándoles atención analítica. Pero cuando cayó en la cuenta que constituían el campo
de batalla fundamental donde debía librarse la lucha por la recuperación de la salud mental,
cambió radicalmente de estrategia: “La transferencia, destinada a ser el mayor obstáculo del
psicoanalista, se convierte en su más poderoso auxiliar cuando el médico consigue adivinarla y
traducírsela al enfermo” (1905, p.117).

A partir de 1912 el análisis constante de la transferencia y la resistencia se convirtió en


el elemento central del proceso terapéutico. Advierte contra las satisfacciones de la
transferencia por parte del analista, aconsejando que éste fuera para sus pacientes como un
espejo y conservara su carácter anónimo. Acuña el término “neurosis de transferencia” para
denotar que durante el psicoanálisis el paciente remplaza sus neurosis ordinarias por su
implicación con el analista. Sólo tras el óptimo desarrollo y el paralelo análisis de lo que se
llamó neurosis transferencial podía alcanzarse la cura.

En 1912 Freud categorizó la transferencia en positiva y en negativa, subdividiendo la


primera en una porción consciente o susceptible de fácil conscienciación, saturada de
sentimientos tiernos y amistosos (aproximadamente lo que los psicólogos del yo denominarían
alianza terapéutica) y, por otra parte, en una porción inconsciente, de naturaleza sexual,
origen de importantes resistencias. En cuanto a la transferencia negativa, igualmente
inconsciente, acogía actitudes de tipo hostil, siendo también fuente de duras resistencias. Con
posterioridad, Freud (1915) se ocupó con mayor detalle de la transferencia sexual, iniciando
por entonces sus aportaciones sobre la contratransferencia, llamando la atención sobre la
necesidad de seguir las reglas de la neutralidad por parte del analista y de la abstinencia por
parte de éste y el analizado, para no contaminar los fenómenos transferenciales con las
conflictivas inconscientes del terapeuta ni con hechos procedentes del presente.

Todo lo anterior exigía del analista un buen conocimiento de su inconsciente e incluso


un presunto estado de equilibrio mental. Por ello, Freud (1910) ya había indicado que cada
psicoanalista sólo llega hasta donde le permiten sus propios complejos y resistencias,
exigiendo que se iniciase la actividad profesional con un autoanálisis que debía profundizarse
de manera ininterrumpida durante los tratamientos con los enfermos. Por esta época también
alertó sobre el daño que podía hacerse a los pacientes practicando el psicoanálisis sin la debida
preparación, para decantarse finalmente por la obligatoriedad de seguir un análisis didáctico,
realizado por un profesional experto (Freud, 1919). Al final de su vida llegó a afirmar que todo
analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente quizás cada 5 años, sin
avergonzarse por ello (Freud, 1937).

Otra innovación aparece cuando en “Introducción al psicoanálisis” (1916) Freud indica


que la labor de interpretación, que transforma lo inconsciente en consciente, ensancha el Yo a
costa del inconsciente. Más tarde, en “el yo y el ello” (1923) expresa esto sucintamente “el
psicoanálisis es un instrumento que ha de facilitar al Yo la progresiva conquista del Ello”. En
1933, decía Freud que los efectos terapéuticos del psicoanálisis están destinados a “robustecer
el Yo, hacerlo más independiente del Superyó, ampliar su campo de percepción y desarrollar
su organización, de manera que pueda apropiarse de nuevas partes del Ello”. En definitiva, el
fin del psicoanálisis es aumentar la fuerza relativa del Yo respecto del Superyó, el Ello y el
mundo exterior.

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6.2. La teoría de la técnica psicoanalítica

La técnica psicoanalítica, como la teoría, se basa esencialmente en los datos clínicos


procedentes del estudio de las neurosis. La terapia psicoanalítica es una terapia causal, trata
de contrarrestar las causas de la neurosis, incluso las neurosis infantiles que sirven de núcleo a
la neurosis adulta. El objetivo es resolver los conflictos neuróticos y esto significa reunir con el
Yo consciente aquellas porciones del Ello, Superyó y Yo inconsciente excluidas de los procesos
de maduración del resto sano de la personalidad total.

El psicoanálisis aborda los elementos inconscientes por sus derivativos. Todos los
componentes repelidos del Ello y el Yo producen derivados, “híbridos” no conscientes pero
altamente organizados de acuerdo con el proceso secundario y accesibles al Yo consciente. El
procedimiento que el psicoanálisis quiere que el paciente emplee para facilitar la
comunicación de estos derivados es la Asociación Libre (llamada “regla básica” o “regla
fundamental” del psicoanálisis). Estos derivados aparecen en las asociaciones libres, los
sueños, los síntomas, los lapsus y las actuaciones (acting out) del paciente.

Se pide al paciente que trate dentro de lo posible de dejar venir las cosas y decirlas sin
importarle la lógica ni el orden; ha de comunicar incluso lo que le parezca trivial, vergonzoso o
descortés, etc. Dejando que las cosas le vengan a la mente, se produce una regresión al
servicio del Yo y tienden a salir a la superficie los derivados del Yo inconsciente, el Ello y el
Superyó. El paciente procede del pensamiento de proceso secundario estricto en dirección del
proceso primario. La tarea del analista consiste en analizar estos derivados.

Pero aunque el paciente con neurosis llega al tratamiento con deseos de cambio, hay
dentro de él fuerzas inconscientes que se oponen al cambio y defienden la neurosis y el status
quo. Estas fuerzas se oponen a los procedimientos y procesos y se llaman resistencias. Estas
resistencias proceden de las mismas fuerzas defensivas del Yo que forman parte del conflicto
neurótico. En el curso del tratamiento el paciente repetirá todas las diferentes formas y
variedades de las maniobras defensivas que empleó en su vida pasada. El análisis de estas
resistencias en una de las piedras angulares de la técnica psicoanalítica. Como la resistencia es
una manifestación de la función defensiva y desfiguradora del Yo, es la resistencia lo primero
que trata de analizar la técnica psicoanalítica. Sólo puede ser efectivo el insight si el paciente
puede tener y mantener un Yo razonable. Las resistencias interfieren con el Yo razonable y han
de ser analizadas antes de que pueda hacerse ninguna otra buena labor analítica.

Además de las resistencias, los pacientes neuróticos establecen relaciones


transferenciales. La transferencia es una de las más valiosas fuentes de material para el
análisis, una de las motivaciones más importantes, así como el mayor obstáculo para el éxito.
La frustración instintual del neurótico tiende a hacerle buscar inconscientemente objetos hacia
los cuales desplaza sus impulsos agresivos y libidinales. El paciente tiende a repetir su pasado,
en términos de relaciones humanas, para obtener satisfacciones que no tuvo o para dominar
tardíamente alguna ansiedad o algún sentimiento de culpa. La transferencia supone volver a
vivir el pasado y no entender el presente por querer entenderlo en función del pasado. La
importancia principal de las reacciones transferenciales en la teoría de la técnica se debe al
hecho de que si las reacciones de transferencia se manejan debidamente, el paciente sentirá
en la situación del tratamiento y en relación con el psicoanalista todas las relaciones humanas
importantes de su pasado que no son conscientemente accesibles a él.

La situación psicoanalítica está estructurada de modo que se facilite el desarrollo


máximo de las reacciones de transferencia. La actitud frustrante del psicoanalista y su relativo

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incógnito contribuyen a hacer aparecer toda la gama de sentimientos y fantasías


transferenciales. La transferencia es también la fuente de las mayores resistencias durante el
análisis. Un paciente puede trabajar mucho al inicio del análisis para caerle bien al analista. Es
inevitable que el paciente se sienta rechazado en alguna forma porque todos nuestros
pacientes han sentido el rechazo en su pasado y la actitud del analista es por esencia nada
gratificante. Los sentimientos hostiles del pasado reprimido o los anhelos sexuales prohibidos
de la infancia o la adolescencia provocarán en el paciente fuertes tendencias a luchar
inconscientemente contra la labor analítica.

Conviene, llegados a este punto, señalar algo acerca de las actitudes relativamente no
neuróticas, racionales y realistas del paciente para con el analista: la alianza de trabajo. Es esta
parte de la relación paciente-analista la que permite al paciente identificarse con el modo de
ver del analista y trabajar con él a pesar de las reacciones neuróticas de transferencia.

La técnica psicoanalítica apunta directamente al Yo, porque sólo éste tiene acceso
directo al Ello, al Superyó y al mundo exterior. Nuestro fin es hacer que el Yo renuncie a sus
defensas patógenas o que halle otras más propias. La defensa nueva, diferente, o la ausencia
de defensa podrán permitir alguna efusión de los instintos sin sentimientos de culpa o
ansiedad. La descarga del Ello reducirá la presión instintual y el Yo tendrá entonces una
posición relativamente más fuerte.

El psicoanalista espera inducir los aspectos relativamente maduros del Yo del paciente a
contender con lo que antes desterrara de la conciencia por considerarlo demasiado peligroso.
El analista espera que bajo la protección de la alianza de trabajo y la transferencia positiva no
sexual el paciente considerará con una mirada nueva lo que antes le pareciera demasiado
amenazador, podrá reevaluar la situación y al fin osará probar nuevos modos de habérselas
con el antiguo peligro. Lentamente, el paciente comprenderá que los impulsos instintivos de la
infancia que eran abrumadores para los recursos del Yo infantil y deformados por el Superyó
pueden verse de otro modo en la vida adulta.

El trabajo psicológico que se hace después de obtenido un conocimiento intuitivo y que


conduce a un cambio estable de comportamiento o actitud se llama translaboración (working
trhough). Consta de procesos como la utilización y la asimilación del insight y la reorientación.

6.3. Los protagonistas del encuentro terapéutico: Terapeuta y Paciente.

El psicoanálisis supone un encuentro particular entre dos seres humanos en los que los
aportes de uno, el que solicita ayuda (transferencia), se combinan con los del otro, el que la
brinda (contratransferencia y técnica), y en base a un acuerdo entre ambos (alianza de trabajo)
se produce un resultado que, en principio, se espera que sea beneficioso para aquel que
demanda la ayuda (y, cómo no, para el terapeuta que la ofrece) (Talarn y Maestre, 1994).
Los recursos técnicos de los que dispone el terapeuta están al servicio de los aspectos
emocionales sobre los que pivota la relación entre el terapeuta y paciente, contratransferencia
y transferencia, respectivamente. La comprensión y la dinámica de la relación que se crea
entre terapeuta y paciente es la base fundamental del psicoanálisis en cuanto tratamiento. Por
ello, conviene abordar para una comprensión mínimamente adecuada del tratamiento
psicoanalítico los “aportes” del terapeuta y los del paciente.

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6.3.1. El encuadre

Definimos el encuadre, denominado también comúnmente contexto o setting como las


condiciones formales donde se va a desarrollar el proceso terapéutico. Estas condiciones
tienden a ser constantes y se enumeran a continuación: espacio, tiempo, honorarios y uso del
diván (opcionalmente). La aceptación de estas condiciones y el compromiso libremente
aceptado entre el terapeuta y el paciente, de reunirse según dichas condiciones para tratar,
según el método o técnica de trabajo del terapeuta, el problema que se ha planteado en la
demanda es lo que constituye el acuerdo o contrato terapéutico.

Partimos del siguiente axioma: no hay terapeuta sin encuadre, no hay paciente sin
encuadre, luego tampoco hay proceso terapéutico sin encuadre. Todos los modelos
terapéuticos (no sólo los psicoanalíticos) tienen el propio, más o menos explicitado.

Al margen de considerar los elementos ya enumerados, que constituyen el encuadre


externo, es importante considerar la actitud del terapeuta, o lo que se ha dado en llamar «el
encuadre interno» (Escario, 1988; Miró, 1988). El terapeuta debe convertirse en un
intermediario válido entre los constructos teórico-técnicos y su paciente, es decir, que pueda
hacer un uso operativo y terapéutico de su conocimiento para favorecer al paciente, sin que
éste quede alienado a la teoría.

A) Elementos que constituyen el encuadre y su función

Lo primero que el paciente percibe en su trato con el terapeuta es el contexto o


encuadre. Vamos a tratar cada uno de los elementos que lo constituyen. En primer lugar vale
la pena señalar que no hay unas condiciones regladas y universalmente aceptadas por todos
los terapeutas psicoanalíticos. La polémica en torno a determinadas condiciones del encuadre,
especialmente la referida al número de sesiones para que el tratamiento sea considerado un
psicoanálisis sigue viva entre los psicoanalistas. Voy a describir una determinada forma de
concebir el contexto de trabajo sin que esto suponga invalidar otras formas en que éste pueda
organizarse y justificarse.

El espacio (que controla el terapeuta), el tiempo (frecuencia de las sesiones, duración de


las mismas y períodos de vacaciones), el acuerdo económico opcionalmente el diván y los
juguetes en psicoterapia con niños.

El significado de estos elementos transciende lo puramente físico, tomará un sentido


relacional, participan de la realidad y de la fantasía, en el sentido que son investidos,
inconscientemente, por el paciente en función de sus proyecciones.

• El espacio, dentro del estilo personal, si se trata de un despacho privado, es


recomendable que no delate nada de la intimidad del terapeuta, sea referente a su
familia o adscripciones políticas, religiosas, etc. Esta condición es coherente con la
actitud de neutralidad que ha de mantener el terapeuta. Si pretendemos facilitar la
emergencia de fantasías y proyecciones del paciente, cuanto menos expongamos
nuestras referencias reales, más facilitaremos sus construcciones imaginarias y con
ellas entramos en su mundo interno. Al respecto Strachey (1948) enunciaba: «Es un
hecho paradójico, pero verdadero, que el mejor procedimiento para asegurar que el yo
sea capaz de distinguir entre fantasía y realidad, es el de apartarlo de ésta tanto como
sea posible» (p. 971). El ámbito donde se desarrolla el encuentro terapéutico, más allá

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de lo estrictamente físico, representa o simboliza el espacio interno mental del


terapeuta, la expresión externa de su capacidad de contención y así lo vive el paciente.

• El tiempo se ha de mantener con absoluta rigurosidad, evitando cambios e


improvisaciones. Los cambios no previstos actúan a modo de artefacto introducido por
el propio terapeuta. Nos interesa que el proceso esté condicionado por los estímulos
que procedan del paciente y no por los que procedan del cambio del encuadre. La
frecuencia de las sesiones tiende a ser un criterio diferenciador entre psicoanálisis
propiamente dicho —entendido como «cura tipo»— y la psicoterapia psicoanalítica. En
el primer caso se intensifica el número de sesiones semanales que pueden llegar a 4 ó
5 (según recomendaciones de la IPA); en esa modalidad se considera recomendable la
máxima intensidad. En psicoterapia psicoanalítica el número puede oscilar entre 1 ó 2
semanales. Las interrupciones y reencuentros impuestos por la secuencia de las se-
siones o por las vacaciones permitirán observar y comprender corno el paciente siente
la separación y los aspectos defensivos que se movilizan.

• El diván, se usa siempre en tratamiento psicoanalítico convencional y opcionalmente


en psicoterapia. La ventaja del diván es que facilita la asociación libre y en general un
discurso más regresivo, visual e imaginativo. En la medida que el paciente pierde parte
del control perceptivo de la realidad externa, especialmente porque pierde el acceso
visual sobre el terapeuta. Esta pérdida de elementos objetivos facilita la emergencia de
lo interno y de la fantasía. Permite una mayor tolerancia al silencio, dado que es mucho
más difícil aguantarlo en la situación convencional de estar sentados cara a cara. Esa
pérdida de control sobre la realidad hace que el diván pueda estar incluso
contraindicado en determinados casos en los que el exceso de angustia o las
características borderline amenazan con una desorganización confusional. La situación
de permanecer sentados cara a cara acostumbra a ser la más usual en psicoterapia. En
ella se visualizan ambos sujetos dando una base de apariencia más real a las
percepciones y supuestos que cada uno se forma del otro. En el proceso de interacción
comunicativa actuamos en un continuo feedback registrando y analizando la expresión
de nuestro interlocutor que nos orienta respecto a comprender su mensaje y a nuestra
siguiente emisión expresiva. La situación cara a cara resulta más tranquilizadora y,
contrariamente a lo que sucede con el diván, facilita el diálogo convencional. El diálogo
analítico no tiene por qué encuadrarse en las reglas de lo convencional.

• El acuerdo económico toma también una dimensión relacional aparte de su función


objetiva obvia de por sí. Lo económico marca la clara diferenciación entre la relación
amistosa y la profesional. Como principio general, aun considerando las posibles
excepciones que se puedan tener en cuenta, el paciente ha de abonar las sesiones
aunque falte a la cita. Establecer esta condición desde el inicio como norma, evita el
riesgo de posibles manipulaciones futuras.

Estas condiciones se han de mantener con absoluto rigor y esto es lo que vamos a justificar a
continuación.

B) Justificación técnica del encuadre

Cuanto más estable sea el marco donde se desarrolla el proceso terapéutico, más fácil
será observar las variaciones que aporta el paciente y que son las que interesa comprender.
Cuando el contexto externo es variable o imprevisible deviene una fuente de estímulos
procedentes del exterior, nos interesa los cambios que acontecen provocados por los
estímulos internos del paciente. Las funciones fundamentales del contexto son:

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La contención en el sentido de dar seguridad o estabilidad al paciente, lo cual facilitará


su vínculo de confianza (Quinodoz, 1988). Un terapeuta imprevisible en cuanto a fallos en su
asistencia u otras irregularidades, tiende a desestabilizar al paciente.

La contención en el sentido de controlar las posibles manipulaciones o actuaciones


(acting out) del paciente o del propio terapeuta (Bleger, 1971).

Es importante que las reglas del compromiso terapéutico, se diseñen y mantengan al


margen del deseo —no tiene por qué ser, por principio, contrarias a éste— tanto del paciente
como del terapeuta y una vez establecidas rigen por igual para ambos. A veces el paciente
tiende a pensar que las normas sólo le frustran a él y que el terapeuta se las ha ingeniado sólo
para su comodidad, con esto está negando que para el terapeuta son también un compromiso
más allá de sus apetencias momentáneas.

Si establecemos el encuadre al margen del imperativo del deseo o impulso, fácilmente


se convertirá en frontera o límite donde éstos (deseos e impulsos) se van a manifestar y a
debatir y desde ahí el paciente puede interpelar: «¿por qué usted señala cuándo tomaremos
vacaciones? ¿por qué su reloj marca el final de la sesión sin preguntarme si necesito más o
menos tiempo? ¿por qué vengo yo a su despacho y nunca viene usted a casa?, etc.».

C) Conflictos que moviliza en el paciente y cómo se manifiestan

La estabilidad y rigor del contexto terapéutico y del proceder del terapeuta es (o puede
ser) sentido por el paciente de forma ambivalente. Por un lado da seguridad y por otro le
despierta oposición y conflicto. Desde su posición más racional y madura, o a veces más
sumisa, el paciente acepta que este tema propuesto por el terapeuta es su técnica o
instrumento de trabajo como tal lo admite; pero puede también sentir el rigor del contexto
como unas reglas de juego impuestas por el terapeuta para controlarlo (en un sentido de
dominio). Esto despierta los viejos conflictos frente a las normas y poder parental. En la
rebelión del paciente seguramente hay algo de conflicto infantil inconsciente que se expresa
más o menos revestido de formas o sutilezas adultas. La transgresión del contexto puede ser
una manifestación más de su conflicto neurótico.

La prescripción estricta del espacio y tiempo que le corresponden, puede desvelar el


sentimiento de carencia, de querer o necesitar más de lo que concede el terapeuta; de rechazo
en cuanto a sentir que necesita menos o nada del terapeuta; puede, asimismo, movilizar
aspectos de curiosidad infantil (edípica), ¿qué hace cuando yo no estoy, a quién atiende, con
quién pasa su tiempo, se acuerda o no de mí cuando no estoy en la sesión...? ¿ésta debe ser su
vivienda o sólo su lugar de trabajo? ¿qué debe haber en las otras habitaciones a las que nunca
tengo acceso' Estos interrogantes tan fácilmente asimilables a los interrogantes del niño frente
a sus padres, expresan esta curiosidad, nunca satisfecha, que el niño vive frente a lo que
tienen y hacen los adultos. Vemos también cómo estos interrogantes nos llevan sobre la pista
de los celos: «Sí no está conmigo, está con otro». Ahí el otro (que en la realidad actual pueden
ser otros pacientes, la familia del terapeuta, etc.) evoca al progenitor de la infancia o a los
hermanos.

El factor tiempo moviliza también las dificultades relacionadas con la separación y el


reencuentro. Las transgresiones características referidas a esta condición son los fallos de
asistencia a las sesiones o el retraso. En cuanto a las transgresiones del elemento espacial, son
más excepcionales en el adulto que en los niños, pero, aun así, ¿cuántas veces podemos
encontrar al paciente situado en el umbral de la sala de espera controlando entradas y salidas?

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Todas estas conductas serán debidamente consideradas por el terapeuta en vistas a ser
interpretadas o no, según el significado —sintomático, transferencial— que puedan tener.

El diván tiende a despertar angustia relacionada con la pérdida de control e indefensión,


sobre todo por el hecho de que el paciente no puede ver al terapeuta y en cambio se siente
observado por él. Tendremos muy en cuenta las fantasías que aparecen en torno a esta
situación que pueden ser diversas, entre otras, puede sentirse asaltado por la espalda o
cuidado como un bebé en la cuna.

El acuerdo económico puede constituir desde la perspectiva más infantil o neurótica una
especie de herida narcisista para el paciente aunque como adulto entiende que ha de pagar y
lo hace. El pago le confronta, no obstante, con la evidencia de que el trato que recibe tiene
que ver con lo profesional. Los infantiles desearían borrar la frontera de lo profesional y
mezclarlo lo amistoso, afectuoso o erótico. En tales condiciones el terapeuta podría ser amigo
o amante pero perdería su rol profesional y su capacidad terapéutica.

Las transgresiones más habituales referidas a esta condición son, evidentemente, no


pagar o retrasar los pagos. Se sobreentiende que estos fallos se tratarán como acting out
cuando sean debidos a conflictos neuróticos respecto al pago, pero también pueden darse
otros condicionantes externos a considerar. A veces la protesta en relación al dinero puede
expresarse con conductas de apariencia opuesta al conflicto, por ejemplo, un paciente que al
llegar las vacaciones o si el día de pago coincidía con el día antes del fin de semana, adelantaba
el pago a la víspera. Al preguntarle acerca de este avance, su respuesta fue que tenía miedo de
olvidarse si lo dejaba para el último día. Nos preguntamos ¿y por qué este miedo a olvidarse?

La función del terapeuta es la de mantener su rol y reinstaurarlo cuando se ve


descolocado por el paciente, si el terapeuta pierde su rol ya no es tal. En definitiva la mejor
manera en que el terapeuta puede pensar y ejercer es dentro de su contexto.

Si pasamos someramente revista a las transgresiones más fácilmente observables, nos


remitiremos a aquellas que se manifiestan conductualmente, por ejemplo: los fallos en asistir a
las sesiones, retrasos en el horario, no pagar cuando está establecido o cualquier otra
conducta que atente contra los límites del contexto. El hecho de que se trate de conductas
observables y evidentemente conscientes para el paciente, no significa de ninguna manera que
admita el significado inconsciente que el terapeuta pretende darle.

Por lo que se ha venido explicando hasta ahora vemos que las normas que establece el
terapeuta pueden chocar con las expectativas del paciente o con la idea que él se había
forjado respecto de lo que sería el trato terapéutico. Esto hace que se produzca una
confrontación entre dos encuadres distintos: el del terapeuta y el del paciente. Ambos tienen
que articularse o someterse el uno al otro o coexistir. Dentro de la flexibilidad y posibilidades
de adaptación del terapeuta (por ejemplo, en cuanto a horario, precio, usar el diván o cara a
cara, etc.) el marco dominante ha de ser el del terapeuta. A veces nos encontramos con
elementos que ha aportado el paciente y que llegan a formar parte del encuadre de forma más
o menos parasitaria. Imaginemos, por ejemplo, el paciente que por sistema paga con retraso o
llega con retraso pero que esto se ha instaurado como norma a la cual el terapeuta se adapta y
por lo tanto ya no cuestiona ni interpreta, o el paciente que tiene que ir al baño antes o
después de la sesión, o respecto al tuteo o trato de usted, que a veces viene impuesto por el
paciente al margen del uso y costumbre del terapeuta, podríamos seguir enumerando
ejemplos. Estos elementos tienen algo —o mucho— de acting in pero se mantienen por la

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tolerancia o dificultad del terapeuta para tratarlos, llegando a impregnar el propio encuadre o
a formar un encuadre paralelo.

6.3.2. El analista: Reglas básicas, Técnicas y Contratransferencia

A) Reglas básicas del analista

Si en el pacto terapéutico la regla fundamental del paciente es asociar libremente,


también al analista atañe una escucha especial: la atención flotante. El terapeuta no debe
privilegiar ningún elemento del discurso del paciente, su escucha debe ser desprejuiciada.
Freud decía en “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico” (1912) “Del mismo modo
que el analizado ha de comunicar todo aquello que la introspección le revela, absteniéndose de
toda objeción lógica o afectiva que intente moverle a realizar una selección, el médico habrá
de colocarse en situación de utilizar, para la interpretación y el descubrimiento de lo
inconsciente oculto, todo lo que el paciente le suministra, sin sustituir con su propia censura la
selección a la que el enfermo ha renunciado”.

Así, dado que las manifestaciones del inconsciente salen disfrazadas, deformadas, la
atención flotante constituye la única técnica objetiva para desenmascarar un discurso
esencialmente camuflado.

Por otra parte, Freud llegó a partir de 1915 a la conclusión de que la transferencia es
nuclear en el proceso de la cura y consecuentemente con ello estableció la regla de la
abstinencia para el terapeuta que hace referencia a que el analista no debe gratificar los
deseos del paciente (especialmente los sexuales), no debe avalar las satisfacciones sustitutivas
del paciente, ni imponerle un modelo de vida acorde con el del terapeuta.

B) Las técnicas o herramientas del analista

Siguiendo a Etchegoyen (1986), distinguiremos cuatro grupos de instrumentos de los


que se vale el psicoterapeuta psicoanalítico en su trabajo.

a) Instrumentos para influir sobre el paciente:

El psicoterapeuta dispone de varios instrumentos para ejercer una influencia directa


sobre el paciente con el propósito de hacer que cambie, que mejore. Este cambio puede
consistir en que los síntomas se alivien o desaparezcan, que su estado mental se modifique,
que su conducta se haga más adaptada a la realidad en que vive, etc. Entre los procedimientos
existentes para alcanzar estos fines, están el apoyo, la sugestión y la persuasión.

Todos ellos se proponen alcanzar un cambio directo, inmediato, que apunta más a la
conducta que a la personalidad y se diferencian de los otros métodos que estudiaremos
porque están al servicio de la “psicoterapia represiva”. No tienen como finalidad abrir el
campo o levantar la represión, sino todo lo contrario. Aunque tengan un carácter limitado,
pueden tener un efecto curativo.

• Apoyo: entendemos por apoyo la acción psicoterapéutica que trata de darle al


paciente estabilidad o seguridad. Existen diversos tipos de apoyo, como las medidas
que tienden a aliviar la ansiedad tratando de alejarla de la conciencia (represión,
negación), las que tienden a reforzar la buena relación con el otro para lo cual el
psicoterapeuta se coloca en el lugar de un objeto (Superyó) bueno, así como las que

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tienden a subrayar (tendenciosamente) ciertos aspectos de la realidad. El apoyo es el


instrumento más común de la psicoterapia, el que está más al alcance del médico
general o de todo aquél que tenga que ver con relaciones interpersonales y el que se
usa más libremente. A pesar de ser el más común, no es probablemente el más
adecuado, ya que puede crear una situación viciosa, porque estimula una dependencia
difícil de resolver y, en cuanto que no es verdadero, puede aumentar la inseguridad.
Lógicamente, esto depende de a qué vamos a llamar apoyo. Si entendemos por apoyo
como algo que se ofrece al paciente desde afuera para mantenerlo a toda costa en
equilibrio o, en cambio, entendemos por apoyo una actitud de simpatía, de cordialidad
y de receptividad frente al paciente. En este último caso, el apoyo es desde luego un
instrumento ineludible de toda psicoterapia. Para diferenciar estas dos alternativas
suele utilizarse para referirnos a la segunda de contención (holding), siguiendo a
Winnicott (1958). Como señala Glover (1955), el apoyo a veces está fuertemente
determinado por la contratransferencia en el sentido de la influencia de la angustia
contratransferencial en la necesidad de dar apoyo. El analista no debe confundir el
apoyo que se da coyunturalmente con algo que pretende ser de valor perdurable. Para
Schmideberg (1934), el apoyo es un método de dosificar la ansiedad y como tal
legítimo en psicoanálisis si se lo usa prudentemente y se lo combina con la
interpretación.

• Sugestión: El fundamento del método sugestivo es introducir en la mente del paciente,


subyacentemente de lo que piensa, algún tipo de juicio o afirmación que pueda operar
luego desde adentro con el sentido y la finalidad de modificar una determinada
conducta patológica o desadaptada. Según Bibring (1954), la sugestión está relacionada
con la inducción de ideas, emociones e impulsos en un paciente, independientemente
del pensamiento realista del paciente o con exclusión del mismo. De acuerdo con
Greenson (1978), la sugestión se halla en todas las formas de psicoterapia porque se
deriva de la relación entre padre e hijo, y las personas acongojadas fácilmente adoptan
la posición emocional de un niño con respecto del terapeuta padre. Para este autor la
sugestión en psicoanálisis es válida siempre que ayude al paciente a entrar en la
situación analítica y trabajar en ella. Así, por ejemplo, en el curso del análisis hay
ocasiones en que es aconsejable animar a un paciente a que trate de soportar algún
dolor o frustración. Es mejor si se puede explicar la razón de esta actitud. A veces uno
sólo puede decir algo así: “Usted podría sentirse mejor si se encarara con ello” o
“Cuando ya no tema recordará sus sueños”. La sugestión tiene dos peligros principales:
uno es el de servirse de ella innecesariamente y seducir al paciente para que se
acostumbre a ese medio regresivo de apoyo. El otro es el de emplearla sin darse
cuenta. Entonces no se analizará la influencia sugestiva del analista y el paciente
adquirirá, de hecho, un nuevo síntoma neurótico con las sugestiones no analizadas de
su analista. Esto sucede por ejemplo cuando se dan las interpretaciones como un
dogma. Entonces los pacientes se aferrarán a la interpretación como a una idea
obsesiva. Para algunos autores, el psicoanalista ejerce una forma sutil e indirecta de
sugestión y Freud mismo siempre mantuvo esa idea. Decía que, en definitiva, la
diferencia entre la psicoterapia psicoanalítica y las otras es que utiliza la influencia del
médico, es decir la sugestión, para que el paciente abandone sus resistencias y no para
inducirle determinado tipo de conducta.

• Persuasión: apunta a la razón y asume distintas modalidades, intercambiando ideas,


argumentando y hasta polemizando con el paciente. Dubois trató siempre de
diferenciar su método del apoyo y la sugestión, afirmando que la persuasión está
ligada al proceso racional, a la razón del paciente.

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• Manipulación (no señalada por Etchegoyen, sino por Greenson): se refiere a una
actividad evocadora que emprende el terapeuta sin conocimiento del paciente. Suele
emplearse para fomentar diversos procesos que se suscitan durante un análisis clásico.
Según Greenson (1978) es manipulación quedarse callado durante la consulta para
dejar que un afecto se robustezca hasta hacerse más demostrable. Es manipulación no
analizar la transferencia para dejarla alcanzar cierta intensidad o reducirse. Es
manipulación no mencionar la partida próxima cuando el paciente no la menciona.
Pero todas estas manipulaciones tienen un objetivo analítico indirecto, que es
favorecer el insight.

b) Instrumentos para recabar información:

A continuación trataremos dos grupos de instrumentos que, opuestos en sus objetivos,


son hermanos en su fundamento, que es la información. En primer lugar abordaremos los que
sirven para obtener información del paciente y luego los que sirven para ofrecer información a
éste.

• Preguntas: la pregunta es el instrumento de recogida de información más sencillo y


directo. Cuando no hemos escuchado, no hemos entendido o deseamos conocer algún
dato que nos parece pertinente a las asociaciones del analizado, así como cuando
creemos necesario saber qué significado le da el paciente a lo que está diciendo,
corresponde preguntar (siempre que no haya elementos que aconsejen interpretar o
simplemente callar). Es importante tener en cuenta que cada vez que uno pregunta
debe estar atento para ver si está realmente recabando información o si se ha dejado
llevar a una situación que merecía ser analizada en sí misma. Por ejemplo: una
situación en la que el paciente desea poner al analista en situación de observador y
responde a las preguntas de forma peculiar exigiendo constantemente nuevas
preguntas por parte del analista, de forma que la función es la de ser observado por el
terapeuta. En el caso regular, la pregunta tiene por finalidad obtener una información
precisa y se entiende que se la formula sin otros propósitos, sin segundas intenciones,
porque de lo contrario ya estaríamos haciendo otra cosa, influyendo sobre el
analizado, manejándolo, apoyándolo, etc. Justamente, una de las dificultades
asociadas al preguntar es que, sin darnos cuenta, tengamos segundas intenciones y/o
que el analizado nos las adjudique (de hecho esto último se puede analizar). Otro
inconveniente de preguntar es que, alguna medida, perturbamos la asociación libre.
Las preguntas tienen un lugar legítimo en la técnica para obtener detalles y
precisiones, pero sólo en casos especiales se justifica interrumpir el flujo asociativo
para preguntar. Algunos autores como Olinik (1954) consideran legítimo emplear las
preguntas con un propósito distinto al de obtener información. Por ejemplo, cuando
un paciente está angustiado o confundido, cuando no puede hablar libremente, este
autor aboga por utilizar las preguntas bien para dar soporte al yo o reforzar su
contacto con la realidad, o bien como un intento de mejorar el nivel de colaboración
del paciente, preparándolo eventualmente para la interpretación.

• Señalamiento: también suele denominarse observación. El señalamiento señala algo,


circunscribe un área de observación, llama la atención, con el objetivo de que el
paciente observe y ofrezca más información. El señalamiento implica siempre, es
cierto, un grado de información que el analista le da al paciente al llamar su atención
pero, lo que define este instrumento es que busca recibir información. El señalamiento
u observación tiende a hacerse diciendo algo del estilo de “fíjese” o “note que”
señalando un hecho, algo, que no ha sido advertido por el analizado y que no sabemos

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si es consciente para él, aunque pueda serlo. Lo característico del señalamiento es que
contribuye a circunscribir un área determinada para la investigación ulterior. En los
actos fallidos el señalamiento cumple a veces simultáneamente la misión de llamar la
atención del analizado y de hacerlo consciente, de informarle que tuvo un lapsus que
él no advirtió. En el señalamiento el analista no lleva el propósito de informar
específicamente al paciente sino de hacerle fijar la atención en algo que ha aparecido y
que, en principio, el terapeuta mismo no sabe qué significado puede tener. Si el
analista conoce con seguridad de qué se trata, entonces el señalamiento es superfluo y
debe interpretar. Ejemplo, cuando luego de contar su primer sueño Dora ofrece sus
asociaciones, Freud le dice “Le ruego que tome buena nota de sus propias expresiones.
Quizá nos hagan falta. Ha dicho que por la noche podría pasar algo que la obligase a
salir” y acto seguido, al pie de página, explica Freud por qué subraya estas palabras, es
decir, por qué hizo a Dora este señalamiento (ambigüedad del material y que dicha
ambigüedad puede conducir a las ideas todavía ocultas tras el sueño).

• Confrontación: La confrontación muestra al paciente dos cosas contrapuestas con la


intención de colocarlo ante un dilema, para que advierta una contradicción. Ejemplo
de Etchegoyen: una paciente decía que estaba muy bien y cerca por tanto del fin del
tratamiento, mientras expresaba fuertes temores de morir de un infarto de miocardio.
Otro paciente que quería sinceramente dejar de fumar, cada vez que se ponía a
analizar el problema encendía un cigarrillo. El terapeuta en una de esas ocasiones, lo
confrontó con ese hecho diciéndole que la situación era singular, que quería analizar
su hábito de fumar para dejar de hacerlo, y mientras tanto encendía un cigarrillo. No
siempre es fácil discernir la confrontación del señalamiento, ya que la primera puede
considerarse un caso especial de este en que llamamos la atención sobre dos
elementos contrapuestos. Otros autores no incluyen en su visión de la confrontación
este matiz de “señalamiento de opuestos”. Por ejemplo, Talarn y Maestre (1994, p.
305): “en la confrontación el terapeuta trata de hacer percibir a su paciente
determinados aspectos de su conducta o de sus palabras sobre las que el paciente no
se ha percatado claramente. La confrontación se dirige a aspectos conscientes o muy
próximos a la consciencia del paciente. No se trata de que el terapeuta le descubra
nada nuevo al paciente sino que se le estimule a reflexionar sobre sí mismo, tarea
primordial en la psicoterapia psicoanalítica”. En esta misma línea parece situarse
Coderch (1987), cuando señala que el uso de la confrontación resulta especialmente
útil cuando:
• En el relato del paciente se detectan lagunas, omisiones o contradicciones
importantes.
• El paciente pasa por alto aspectos importantes de su discurso.
• Se producen alteraciones graves de las reglas básicas del tratamiento
(honorarios, horarios, ausencias, silencios excesivos, etc.)
• La conducta del paciente es francamente desadaptativa y perjudicial para
él mismo. Mediante la confrontación se trata de aumentar la percepción
de las consecuencias negativas que ciertas conductas tienen sobre su vida.
• El paciente deja de utilizar recursos que posee o no contempla todas las
alternativas de que dispone para encarar determinadas situaciones.
• Se da una conducta francamente deshonesta y/o tramposa por parte del
paciente.

Advierten Talarn y Maestre (1994) que, puesto que el terapeuta usará la confrontación
en estos casos, en los que hay desajustes entre la conducta del paciente y su propia
percepción de la misma, el terapeuta deberá estar especialmente atento para no caer

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en actitudes de “juez” de la conducta del paciente. Si esto se da el paciente se sentirá,


quizás con razón, perseguido o acusado por su terapeuta más que ayudado; juzgado y
criticado más que comprendido. Ahora bien, comprender y aceptar no significan
aprobar. El terapeuta debe poder mostrarle a su paciente sus contradicciones, sus
deficiencias comportamentales y sus alteraciones en la relación con los demás de una
manera franca y sincera. Naturalmente, la confrontación no excluye el posterior
análisis de los motivos inconscientes que han conducido a la situación descrita en la
misma.

c) Instrumentos para ofrecer información al paciente:

• Información: ésta funciona, según Etchegoyen, como un auténtico instrumento de


psicoterapia si la ofrecemos para corregir algún error. En un sentido estricto, la
información se refiere a algo que el paciente desconoce y debería conocer, es decir,
intenta corregir un error que proviene de la deficiente información del analizado. Se
aplica en su opinión, por definición, a conocimientos extrínsecos, a datos de la realidad
o del mundo, no del paciente mismo. Así delimitada, la información incrementa el
conocimiento del analizado, pero no se refiere específicamente a sus problemas, sino
a un desconocimiento objetivo que de alguna forma lo influye. Si el terapeuta ofrece
una información con el objeto de que el paciente tenga un dato que le hace falta y del
que carece por motivos que fundamentalmente le son ajenos, esa información es
pertinente y puede ser útil. Etchegoyen se refiere a un desconocimiento del analizado
que no tiene que ver con el contrato, con el encuadre (como preguntas sobre días de
fiesta, vacaciones, honorarios, etc.) porque en este caso es claro que la información es
ineludible. Se refiere a cuestiones que no tienen que ver con las constantes del
encuadre y sobre las que el analista puede no sentirse en la obligación de informar
(ofrecer información de tipo médico, suspensión de una actividad externa...). En
muchos casos se le plantea al analista una situación delicada, porque estas fallas
“objetivas” de información son frecuentemente producto de la represión, la negación
u otros mecanismos de defensa. En estos casos es desde luego más adecuado
interpretar que él sabe algo que no quiere ver (represión), cuya existencia niega
(negación) o que quiere que el terapeuta sepa por él (proyección, identificación
proyectiva). Realmente, no hay regla fija en estos casos. Todo depende del momento,
de las circunstancias, de muchos factores. No estaremos en falta si lo que buscamos es
informar al analizado y no congraciarnos con él, apoyarlo o influirlo, y siempre que
pensemos que su déficit de información debe ser corregido directamente y no
interpretado, que de esta manera ampliaremos el diálogo analítico en lugar de
cerrarlo.

• Esclarecimiento o clarificación: Etchegoyen (1986): busca iluminar algo que el


individuo sabe pero no distintamente. El conocimiento existe, pero, a diferencia de la
información, aquí la falla es algo más personal. No es que le falte un conocimiento de
algo extrínseco, sino que hay algo que no percibe claramente de sí mismo. En estos
casos la información del terapeuta está destinada a poner en claro lo que el paciente
ha dicho. Talarn y Maestre (1994): la clarificación pretende definir mejor la
comunicación con el paciente. Para ello el terapeuta puede resumirla y sintetizarla,
transmitiéndole al paciente lo esencial de lo que está comunicando. En otras palabras,
se le dice al paciente lo mismo que él está diciendo pero de un modo más claro y
conciso, vinculando su discurso con los sentimientos o motivaciones que lo animan.

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• Interpretación: Siguiendo a Talarn y Maestre (1994), interpretar es, desde el punto de


vista psicoanalítico, el proceso de deducción del sentido inconsciente existente en las
manifestaciones verbales y comportamentales del paciente. En el proceso
psicoanalítico o psicoterapéutico entendemos, también, por interpretación, la
comunicación de esta deducción que se le brinda al paciente con miras a hacerle
accesible ese sentido inconsciente (Laplanche y Pontalis, 1983). Para Etchegoyen
(1986), la interpretación se refiere, siempre, a algo que pertenece al paciente pero de
lo que él no tiene conocimiento. Para este autor, la interpretación no puede referirse a
algo que no pertenezca al individuo como, por ejemplo, algo relativo a su ambiente
(familiares, amigos, compañeros de trabajo...). Cuando esto se hace, son
interpretaciones “silvestres” y, en todo caso, opiniones (que es algo que pertenece al
que la emite no al receptor). Sólo se puede referir al paciente porque ni
metodológicamente ni éticamente nosotros podemos saber lo que hace el otro.
Nosotros sólo sabemos lo que pasa en el aquí y ahora, sólo nos consta lo que dice el
paciente. Esta posición no cambia en absoluto si el analista pudiera tener acceso a la
realidad exterior (objetiva), ya que esa realidad no es pertinente, lo único pertinente
es lo que proviene del analizado.

B) La contratransferencia

Dado que la transferencia es un fenómeno universal, que se produce en todos nosotros


y en todas las situaciones, también le sucede al terapeuta, dentro y fuera de la consulta. No
obstante, nos interesa aquí hablar de la transferencia del terapeuta en la situación en la que
éste ejerce como tal (contratransferencia). Entendemos por contratransferencia el conjunto de
respuestas emocionales del terapeuta ante las comunicaciones de su paciente. Laplanche y
Pontalis (1983): “conjunto de reacciones inconscientes del analista frente a la persona del
analizado y especialmente a la transferencia de este”. Desde el punto de vista técnico, cabe
distinguir tres orientaciones:

Partiendo de la consideración de la contratransferencia como obstáculo, se tratará de


reducir todo lo posible las manifestaciones contratransferenciales mediante el análisis
personal, de tal forma que la situación analítica quede finalmente estructurada como una
superficie proyectiva, sólo por la transferencia del paciente.

Partiendo de la consideración de la contratransferencia como fenómeno inevitable,


utilizarla pero controlándola, en el sentido de una atención flotante. Según ésta, cada uno
posee en su propio inconsciente un instrumento con el que puede interpretar las expresiones
del inconsciente en los demás (Freud, 1912).

Partiendo de que las contratransferencias son instrumentos valiosísimos, guiarse para la


interpretación misma por las reacciones contratransferenciales, que se asimilan a las
emociones experimentadas. La resonancia de inconsciente a inconsciente, constituiría la única
comunicación auténticamente psicoanalítica.

El analista no formula interpretaciones sobre una base puramente intelectual, sino que
gracias al propio análisis ha de ser capaz de contener los sentimientos que el paciente suscita
en él en vez de descargarlos como hace el paciente, a fin de emplearlos en la tarea de
comprender el inconsciente de éste.

Estas respuestas emocionales del terapeuta son su aliado más fiel para entender,
“captar” y poder analizar la transferencia de aquél. Lo que viene a ser lo mismo que decir que

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es gracias, en parte, a la contratransferencia por lo que el terapeuta puede ayudar a su


paciente.

Ahora bien, planteadas así las cosas, ¿cómo se logra que la respuesta emocional del
terapeuta ante su paciente no esté en exceso influida por las vivencias personales y conflictos
no resueltos del terapeuta? ¿Cómo hacer para que sean lo más “neutrales” y “objetivas”
posibles y vinculadas a lo que el paciente está comunicando?. Si las respuestas emocionales
del terapeuta están ligadas a sus conflictos infantiles no resueltos se produce un sesgo que
imposibilita comprender al paciente; hablamos, entonces, de “reacciones
contratransferenciales” (Eskelinen, 1981) o de “contratransferencia anormal” (Winnicott,
1949).

El terapeuta dispone de dos recursos para no caer en estos errores y observar su


contratransferencia; para poder deslindar qué aspectos de la misma le pertenecen a él como
persona y qué aspectos han surgido como respuesta a la escucha del paciente. Uno es el
tratamiento personal (el análisis del terapeuta) y el otro la supervisión del trabajo terapéutico
con un profesional de mayor experiencia que la del propio terapeuta. Si mediante su análisis
personal el terapeuta ha podido observar y, en cierta medida, resolver sus conflictos infantiles
ello ayudará a esta deseable “objetividad” de la contratransferencia. Mediante la supervisión
podrá percibir aquellos matices de la comunicación del paciente que se hayan escapado a su
comprensión y perfilar mejor sus intervenciones, dirección y objetivo del tratamiento.

6.3.3. El analizado: Alianza terapéutica, Transferencia y Resistencias

A) Alianza de Trabajo o Alianza Terapéutica

Consideran Talarn y Maestre (1994) a la alianza de trabajo como un efecto de los


primeros encuentros entre terapeuta y paciente. Puesto que sin una adecuada alianza de
trabajo el resto de movimientos emocionales o de técnicas disponibles quedan muy
comprometidos en cuanto a su futuro, empiezan su exposición por este concepto. En efecto, la
alianza terapéutica no es un procedimiento técnico ni un proceso terapéutico pero es
necesaria para ambos y de gran importancia para el éxito o el fracaso del tratamiento.

Se han ofrecido muchas definiciones del término. Talarn y Maestre (1994) proponen la
suya: “la capacidad de colaboración a la que son capaces de llegar el terapeuta y el paciente
para trabajar conjuntamente hacia el objetivo primordial de toda psicoterapia psicoanalítica: la
investigación sobre el funcionamiento mental del paciente”. El terapeuta y el paciente, por
tanto, se ponen de acuerdo sobre lo que quieren hacer. Sin embargo, esto no quiere decir que
puedan acordar cualquier cosa, al menos si lo que pretenden llevar a cabo es una psicoterapia
psicoanalítica. Si ésta es la idea del paciente, deberá poder aceptar las reglas básicas y el
encuadre de la misma.

Una definición clásica de la alianza de trabajo es la de Greenson (1967) cuando la


describió como “la relación no neurótica, racional y razonable que el paciente tiene con su
analista y que le permite trabajar intencionadamente en la situación analítica”. Para intentar
favorecer la alianza de trabajo, el terapeuta se dirige a lo que Meltzer (1967) denomina “parte
adulta o parte sana” del paciente y, mediante su actitud, sus intervenciones y su método le
transmite al paciente algo así como:

“Mire, usted y yo vamos a ocuparnos de sus síntomas y dificultades mediante


un método laborioso que consiste en poder acercarnos a cómo es usted, y

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cómo funciona psíquicamente. Para hacerlo permitiremos que su manera de


ser se manifieste aquí y ahora precisamente, mediante la relación entre usted
y yo. Para esto será preciso que tenga paciencia, sea sincero y pueda decirme
aquello que le pase por la cabeza. Habrá momentos en que se le hará un
tanto arduo el proseguir con este método; sin embargo, es importante que
pueda comunicarme esa misma dificultad. Juntos pensaremos en todas las
cosas que usted traiga a la sesión y nos constituiremos en observadores de
usted mismo”.

Así, una parte del paciente, del yo del paciente, colabora con el terapeuta, es realista y
capaz de, identificándose con el papel del terapeuta, observar y criticar su propio
funcionamiento; aun a pesar de que otra parte del sujeto no sea realista, esté en exceso
ansiosa, no tenga esperanza o incluso se oponga al trabajo terapéutico.

La alianza de trabajo no se pacta en una sola sesión y de una vez por todas. Es un
proceso constante a lo largo de buena parte del tratamiento, si bien, sus bases se asientan en
los inicios del mismo.

Siguiendo a Greenson (1967) en la formación de una alianza terapéutica (relación de


trabajo la llama Greenson) contribuyen:

• El paciente: su disposición a realizar los distintos procedimientos psicoanalíticos y su


capacidad de trabajar con los insight dolorosos y regresivos que provoca. Necesita un
yo flexible para poder establecer una relación múltiple con el analista. Para
Etchegoyen (1986), la alianza de trabajo se establece sobre la base de una experiencia
previa en la que uno pudo trabajar con otra persona, como el bebé con el pecho de la
madre. Es decir, que la alianza de trabajo arranca de las relaciones tempranas de
objeto, de las experiencias previas de trabajo que cada persona ha tenido con otras
personas y en cómo estas experiencias han sido asimiladas y vivenciadas por el sujeto.
Coderch (1987, p. 211) va un poco más lejos añadiendo “es la disponibilidad por parte
del paciente para soportar el sufrimiento mental originado por el acercamiento a lo
más íntimo de sí mismo, su afán por conocer y la manera como elabora y utiliza
aquello que se le explica lo que permite perfilar la existencia de una verdadera relación
de trabajo”. De esto se deriva que la evaluación de la capacidad del paciente para
establecer y desarrollar una alianza de trabajo es fundamental para tomar las
decisiones más oportunas de cara al tipo de tratamiento adecuado para cada caso. Si
bien no es menester que toda psicoterapia psicoanalítica se inicie con una alianza de
trabajo en firme sí es necesario tratar de “pronosticar” mínimamente si la misma es o
no “desarrollable” en tal o cual paciente a lo largo del tratamiento.

• El analista: lleva a la alianza de trabajo su constante interés en entendimiento y el


insight, su continuo análisis de las resistencias, así como su actitud cordial, empática,
sincera y no juzgadora.

• El encuadre: facilita la formación de la alianza con la frecuencia de las sesiones, la larga


duración del tratamiento, el empleo del diván, el silencio, etc.

Entre los estudiosos de la alianza de trabajo ha surgido una intensa polémica acerca de
sus relaciones con la transferencia. Para unos la relación terapéutica se puede dividir en
“transferencial” y “no transferencial”, real, que se ubica en el presente y no es una repetición
irracional (lo que la distinguiría de la transferencia). En esta línea estaría Greenson y

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Etchegoyen. En cambio para otros, transferencia y alianza de trabajo serían prácticamente


inseparables, considerando que no es necesario recurrir a otro tipo de fenómenos mentales
distintos de la transferencia para explicar la alianza de trabajo (Corderch, 1987). Para este
ultimo autor, lo que ocurre es que en el transcurso del tratamiento este aspecto de la
transferencia que se denomina alianza de trabajo se va especializando progresivamente hasta
adquirir características que la diferencian de otros aspectos transferenciales.

B) La transferencia

La transferencia probablemente sea una de las palabras más pronunciadas, escritas,


definidas, estudiadas y explicadas en el mundo del psicoanálisis. De hecho, el fenómeno de la
transferencia es fundamental para el psicoanálisis (como teoría, investigación y terapia), hasta
el punto que, con Coderch (1987), el método psicoanalítico consiste en establecer una relación
entre analista y analizado, que permita el desarrollo y compresión de la transferencia.

Siguiendo a Laplanche y Pontalis (1983), transferencia “designa en psicoanálisis, el


proceso en virtud del cual, los deseos inconscientes, se actualizan sobre ciertos objetos, dentro
de un determinado tipo de relación establecida en ella, y de un modo especial, dentro de la
relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado
sentimiento de actualidad.

Siguiendo a Talarn y Maestre (1994) algunas ideas importantes a destacar en relación a


la transferencia son:

• La transferencia es un fenómeno universal, se da en todos y en toda situación.


• Se basa en la premisa de que, por definición, se conserva siempre algo de lo que se ha
vivido o sido con anterioridad.
• La transferencia supone una superposición de situaciones pretéritas a situaciones
actuales, quedando, entonces, estas últimas más o menos deformadas en función de
esta superposición.
• Por tanto, se da siempre transferencia en todas las relaciones humanas y, por tanto,
también en la relación que terapeuta y paciente establecen en la práctica de la
psicoterapia psicoanalítica.
• La transferencia y sobre todo el análisis (observación, comprensión e interpretación)
de la misma, serán los mejores vehículos para el estudio del funcionamiento psíquico
del paciente y, por tanto, será el fenómeno más importante en el seno de la
psicoterapia psicoanalítica.

Una vez que Freud descubrió la transferencia, se preguntó porqué se convertía en una
resistencia a la cura, pasando a analizar la esencia de la transferencia. Para Freud, el fenómeno
de la transferencia es esencialmente erótico. En la vida erótica del adulto encontramos dos
partes: Una parte consciente que es volcada hacia la realidad, formando parte de la
personalidad. Otra, rechazada por la personalidad consciente, pasa a la fantasía reprimiéndose
en el inconsciente y orienta representaciones libidinosas (inconscientes) hacia personas
nuevas, lo que posibilita la transferencia.

En el trabajo analítico se ve cómo la tendencia del proceso primario es la satisfacción del


deseo, es decir, la actuación del impulso reprimido en el presente. La libido al servicio de la
personalidad está siempre atraída por los elementos inconscientes de los complejos. Para
liberarla de esta atracción, es necesario levantar la barrera de la represión de los instintos y

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sus contenidos, y así poder vencer la atracción de los complejos inconscientes. Y es aquí donde
la transferencia empieza a constituirse en resistencia, fundamentalmente de dos modos:

- Haciendo coincidir el objeto de sus impulsos con el terapeuta, porque es más difícil
confesar un impulso a la persona hacia quien se siente.
- Transformando la transferencia en negativa, o de sentimientos hostiles por la frustración
por la negativa del terapeuta a entrar en la seducción de la transferencia positiva.
Rechazando así al terapeuta y todo lo que de él venga.

Al transferir a un objeto actual el deseo insatisfecho suscitado por otro objeto de otro
tiempo, permite hacer el duelo de tal deseo de satisfacción imaginaria.

A medida que avanza Freud en el trabajo analítico va constatando la compulsión a la


repetición: “la obsesión repetidora, sustituye al impulso a recordar” y se repite en el contexto
de la terapia y con el analista. Así, la transferencia queda ahora definida como técnica como
“un campo en el que pueda desarrollarse con libertad casi completa, la obsesión de repetición,
y en el que cumplirá la función de hacer surgir ante nosotros, todos los instintos patógenos
ocultos en la vida anímica del analizado” (Freud, 1914). En este sentido, lo que antes era
neurosis en la vida cotidiana se convierte en neurosis en el análisis y con el analista (NEUROSIS
DE TRANSFERENCIA) que es artificial pero de la que puede ser curado a través de la terapia,
por ser asequible a nuestra intervención en el aquí y ahora.

Siguiendo a Etchegoyen (1986) si la transferencia es la manera de repetir el recuerdo, es


que la transferencia está motivada por la compulsión a la repetición y el yo la reprime al
servicio del placer. Es decir, que la transferencia aparece al servicio de la pulsión de muerte
(fuerza elemental ciega que busca un estado de inmovilización, una situación constante, que
lleva a un estancamiento). Con lo cual “la transferencia que es por definición un vínculo, está al
servicio del instinto de muerte (que por definición no crea vínculos sino que los destruye). Se
puede ver así como la transferencia pasa a ser lo resistido, y no la resistencia, y el yo que se
opone a la repetición, reprime la transferencia porque la repetición es lo angustiante y
amenazante” (Etchegoyen, 1986, p. 115).

No obstante, Freud ni sus seguidores retoman esto porque, según Etchegoyen, no


ponen a la transferencia bajo la influencia de la pulsión de muerte.

Apoyándose en los principios de la Gestalt (efecto Zeigarnik), Lagache (1951), plantea


que en la repetición transferencial, late el deseo de completar algo que quedó incompleto, de
cerrar una estructura que quedó abierta. La transferencia, así, brinda la posibilidad de
encontrar una salida mejor negociada a los conflictos arcaicos, al ofrecer la posibilidad de
hacerlos conscientes reviviéndolos en la situación con el analista.

C) Las resistencias

Se denominan resistencias a todos aquellos actos y palabras del analizado que se


oponen al conocimiento de su inconsciente y, por extensión, resistencia al análisis. La
resistencia opera, por tanto:

 Contra el yo razonable del paciente.


 Contra el proceso analítico.
 Contra el analista.

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El concepto de resistencia es introducido por el psicoanálisis. La regla fundamental


permite un conocimiento y asimilación paulatina y progresiva de los contenidos inconscientes
reprimidos. Estos contenidos se van evidenciando a medida que se ponen de manifiesto las
resistencias que en formas diversas se oponen a la regla fundamental (asociación libre). Dicho
de otro modo, las resistencias anuncian contenidos reprimidos.

Las resistencias y el manejo de las mismas es lo que define diferencialmente a las


psicoterapias psicoanalíticas, desde el momento que se trata de desmontarlas, mediante la
comprensión de sus causas, para que el sujeto quede libre de sus ansiedades, inhibiciones y
síntomas.

En cambio, en otros tipos de psicoterapias, las resistencias no son consideradas y, o bien


se dejan de lado, y se trata de fortalecer los aspectos del yo que permitan al sujeto acceder a
la gratificación de sus propias necesidades, o bien, son especialmente reforzadas, para que
aquellos contenidos emocionales inconscientes, que amenazan el equilibrio del sujeto y cuyas
manifestaciones llegan a la conciencia en forma de síntomas y molestias del tipo que sean,
queden reprimidos con más fuerza y reduzcan así la amenaza que ejercen desde el interior.
Incluso en otro tipo de terapias, se trata de ayudar al sujeto a convivir con sus síntomas y
adaptarlos a las necesidades externas e internas (Coderch, 1987).

Pero es justamente esta característica diferencial del manejo de las resistencias lo que
supone también el riesgo de las psicoterapias psicoanalíticas. La eliminación inadecuada de las
resistencias, que hacían de diques de contención de la tensión psíquica, acompañada de un
insuficiente manejo de la transferencia y contratransferencia pueden generar crisis de
angustia, momentos de pánico o descompensaciones psicóticas.

D) Los Mecanismos de Defensa

Suelen definirse los mecanismos de defensa como procesos psicodinámicos


inconscientes a través de los cuales el sujeto trata de integrar armónicamente las demandas de
su mundo interno a las exigencias del mundo externo.

Entre los mecanismos de defensa que finalmente han quedado definidos como tales son
los siguientes:

• Represión: Es el proceso psicodinámico inconsciente mediante el cual el sujeto (Yo)


impide que los pensamientos ansiógenos entren el plano de la consciencia,
manteniéndolos inconscientes. Es el mecanismo más básico, estando en la base de los
otros mecanismos defensivos.

• Regresión: supone el retorno de formas de comportamiento y de satisfacción propios


de etapas anteriores del desarrollo que se creían superadas. Ejemplo: un niño de 5
años, tras el nacimiento de su hermana pequeña, comienza a hacerse pis y cacas
encima, a pesar de que tenía el control de esfínteres logrado desde los dos años.

• Aislamiento: consiste en separar la representación molesta de su afecto, pudiendo


permanecer a nivel consciente pero privada de toda conexión asociativa. Impide la
relación angustiante entre el objeto y los pensamientos. Ejemplo: un sujeto que acude
a urgencias con síntomas de ansiedad pero no los relaciona con nada; al preguntarle si
le ha sucedido algo últimamente, contesta que hace un mes que ha fallecido su padre
y le han despedido del trabajo.

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• Formación reactiva: Los pensamientos o impulsos inaceptables se reprimen y se


expresan a través de los opuestos. Así, el dique de la represión se eleva hasta tal punto
que el sujeto lleva a cabo la conducta opuesta a la que le hacía tender su deseo
pulsional. Ejemplo: un individuo que se siente incapaz de expresar o manifestarse
como deprimido, reprime estos sentimientos y se manifiesta de forma eufórica.

• Formación sustitutiva: consiste en la represión de una representación intolerable y se


genera otra sustitutoria consciente que permite satisfacer de forma disfrazada el
placer prohibido asociado a la primera representación. Ejemplo: un individuo se
enfada con su pareja, pero como el enfado es una emoción que le resulta intolerable
con respecto a su pareja, reprime dicho enfado y, a continuación, le empieza a doler la
cabeza. El dolor de cabeza sería la representación consciente (formación sustitutiva)
que evocaría el enfado, aunque éste permanece a nivel inconsciente y el sujeto no se
percata de esta relación.

• Proyección: El sujeto expulsa fuera de sí y sitúa en otros ciertos deseos, sentimientos,


etc., que la censura moral repudia en uno mismo. Así, la persona sitúa en el otro
características propias no reconocidas por su cualidad ansiógena intolerable. Ejemplo:
una persona que está hipervigilante y muy pendiente de lo que hacen los demás, no
pudiendo tolerar en sí mismo esta actitud, la proyecta y piensa y siente que son los
demás los que le vigilan y están demasiado pendientes de él.

• Identificación Proyectiva: se refiere a las fantasías por las cuales el sujeto introduce su
propia persona o self (total o parcialmente) en un objeto para controlarlo, dañarlo o
poseerlo. Es una modalidad de proyección descrita por M. Klein. Se trata de un
mecanismo de defensa interpersonal que aparece característicamente en el trastorno
límite de la personalidad, donde se crea una escisión (división en partes, una buena y
otra mala) y se coloca en el otro una de estas partes, haciéndole sentir como si dicha
parte proyectada perteneciese realmente al otro. Ejemplo: una madre que ha
experimentado deprivación emocional en su infancia y cuando cuida de su bebé es
como si estuviera cuidando esa parte suya carenciada emocionalmente, es como si
hubiera colocado sobre su bebé esa parte deprivada de su self y actúa con el bebé
como si realmente dicha parte deprivada perteneciera al bebé y no a ella.

• Introyección: El sujeto se atribuye ciertas características de otras personas haciendo


de esta forma que se transformen en características del propio sujeto. Así, a través de
este mecanismo descrito por Ferenczi, la persona hace entrar fantasmáticamente los
objetos del afuera en el interior de su esfera de interés, es decir se atribuye a sí mismo
características de los otros, sin ser elaboradas ni ajustadas a su self. Ejemplo: un
individuo que observa que el “ser gracioso” ayuda a otros a tener más éxito social, de
forma que tomaría el “ser gracioso” para sí, pero como no es capaz de adaptarlo ni
integrarlo para sí, puede “hacerse el gracioso” en un funeral, sin percatarse de lo
inadecuado de esto en dicho contexto.

• Identificación con el agresor: El individuo introyecta alguna característica de la


persona u objeto que le produce angustia y elabora así una experiencia angustiosa que
le haya ocurrido, pasando así de ser la persona amenazada a la que amenaza. Fue
descrito por S. Ferenczi y A. Freud. Ejemplo: un niño que ha sido maltratado
físicamente en la infancia, experimentará angustia y temor durante estos sucesos

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violentos. Posteriormente, cuando se encuentre en una situación de temor y angustia,


reaccionará comportándose de forma violenta con otros.

• Intelectualización: el sujeto intenta dar una formulación discursiva a sus conflictos y


emociones con el fin de controlarlos. Se combina con el aislamiento emocional que
normalmente acompañaría a un acontecimiento doloroso, con una explicación
racional, por la que se despoja de la importancia personal y del sentido desagradable
del acontecimiento. Se relaciona con la racionalización, pero una de las finalidades
primordiales de la intelectualización consiste en mantener la distancia y neutralizar los
afectos. Se emplea sobre todo para designar una resistencia clara a la cura
psicoanalítica, como un medio para evitar las implicaciones de la regla fundamental.
Ejemplo: un paciente en vez de hablar de la relación con su padre habla de su
“oposición a la autoridad” con un discurso coherente y de contenido, pero alejado de
la implicación emocional del mismo.

• Racionalización: Se tiende a dar una explicación lógica a los sentimientos,


pensamientos o conductas que de otro modo provocarían ansiedad o sentimientos de
inferioridad o culpa. Fue descrito por Jones y, a diferencia de la intelectualización, no
implica una evitación sistemática de los afectos pero atribuye a éstos motivaciones
más plausibles que verdaderas, dándoles una justificación de tipo racional o ideal.
Ejemplo: justificación de un comportamiento sádico en tiempo de guerra,
justificándolo por las necesidades de lucha, el amor a la patria, etc.

• Conversión: el sujeto transforma el deseo repudiado en una manifestación de tipo


somático (ver ampliación más abajo). Ejemplo: habiéndose negado el esposo a llevar a
su mujer a un viaje de negocios que tiene que hacer a Italia, ésta cae enferma de
cualquier cosa de apariencia grave e impide el viaje. ¿Cómo podría el marido
abandonar a su esposa en semejante estado?

• Punición: el sujeto tiende a llevar a cabo ciertas conductas tendentes a compensar los
sentimientos de culpa originados por la existencia de ciertos comportamientos, etc.
que la conciencia moral repudia.

• Anulación: El sujeto realiza una actividad determinada con el fin de anular el


significado de otra llevada a cabo con anterioridad. Freud indica que es un proceso
activo consistente en “deshacer lo que se ha hecho”. El sujeto intenta hacer como si
un pensamiento o un acto no hubiese ocurrido. Es un mecanismo muy regresivo,
propio de la neurosis obsesiva y tiene un elemento “mágico” ya que el individuo
intenta borrar tanto las consecuencias de un acto, como el acto mismo. Esta defensa
protege al sujeto de un deseo inaceptable (normalmente obsceno o agresivo) pero
también permite que el deseo persista bajo ese mecanismo. Por ejemplo: una persona
que le han inculcado desde pequeña que el tener relaciones sexuales es algo malo y
sucio, después de tener relaciones sexuales con su pareja, pone en marcha un ritual de
lavado, que tendría como función “borrar” que ha mantenido relaciones sexuales
pero, al mismo tiempo, es la única manera que tiene de permitirse mantener sexo y
satisfacer estos deseos.

• Desplazamiento: consiste en separar la carga afectiva de la representación dolorosa


pasando esta a caracterizar otro contenido mental más o menos relacionado
simbólicamente con la representación molesta. Este mecanismo actúa en las fobias
ante el fracaso de la represión. En los sueños, la censura se torna más permisiva y el

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desplazamiento viene a suplir esta deficiencia. Ejemplo: un empleado de una oficina se


enfada con su jefe pero, como no puede expresar directamente el enfado a con él, lo
dirige hacia un compañero o subordinado, a modo de chivo expiatorio.

• Condensación: Evidenciada por Freud a propósito del sueño y consistente en que


varios elementos presentes en el sueño latente se conjugan y se unen en un mismo
elemento del sueño manifiesto. Pueden ser fragmentos de imágenes, frases o trozos
de ideas y estarán siempre unidos por elementos comunes de alguna forma y podrá
hacerse manifiesto durante el análisis del sueño mediante la asociación libre. Ejemplo:
cuando soñamos con una persona que reúne rasgos de diferentes personas que
conocemos, en un momento se presenta como una persona determinada y más
adelante, desempeña un papel que se corresponde con otra.

• Negación: se define como un proceso psicológico inconsciente mediante el cual una


representación molesta se excluye de la conciencia, rechazando la percepción
vinculada a esa representación. Se niega la realidad misma, es como si el suceso no
hubiera sucedido, produciéndose un bloqueo de los eventos externos a la consciencia.
Es un medio para tomar consciencia de lo que se reprime en el inconsciente y de esta
manera, “negándolo”, se libera de las limitaciones que le impone la represión. Por
ejemplo: el alcohólico que niega tener un problema con el alcohol, es como si
inconscientemente, de esta forma pudiera liberarse de la sanción del superyó por
depender del alcohol, porque esa representación la “expulsa” de su psiquismo.

• Disociación: consiste en escindir elementos disruptivos para el yo, del resto de la


psique. Esto se traduce en que el sujeto convive con fuertes incongruencias, sin lograr
conciencia de esto. Es una forma de lograr la coexistencia de dos defensas dentro del
yo (escindiendo así a éste): una contra la realidad (renegación), y otra contra la
pulsión. La disociación aparece en el fetichismo y la psicosis, y consiste en adoptar dos
actitudes independientes frente a la realidad exterior: una la tiene en cuenta, mientras
la otra, por influencia del instinto, la niega reemplazándola por la producción de un
deseo (realidad delirante). Por ejemplo, el fetichista frente a la realidad de la
castración, por un lado niega la percepción de la falta de pene en la mujer, pero por el
otro debe reconocer esa realidad.

• Sublimación: Se trata de un tipo de comportamiento o conducta en el que tendencias,


impulsos instintivos, deseos, etc. que son moralmente y culturalmente rechazables por
la conciencia y por la convivencia social se descargan canalizando su energía en torno a
comportamientos socialmente aceptables. Desplazamiento de la dirección del objeto
instintivo hacia un valor social más elevado. Transformar inconscientemente impulsos
inaceptables en otros más aceptables. La sublimación viene a ser como un medio de
alcanzar satisfacción en forma sustitutiva o imaginaria a las dos tendencias básicas de
nuestros instintos: la sexualidad y la agresividad. Todas las actividades científicas,
artísticas, intelectuales, religiosas y culturales, en general, son -según Freud-
consecuencia de la sublimación. Así, por ejemplo, ciertas tendencias sádicas se
descargan en actividades como las de cirujano, dentista, escultor, grabador, matarife,
luchador, cazador, etc., profesiones donde la agresividad sádica está justificada por su
beneficio a la colectividad.

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6.4. FACTORES FAVORECEDORES DEL PROCESO DE CAMBIO

A) El «insight»

La palabra insight en psicología psicoanalítica no es un término freudiano. Son los


analistas de lengua inglesa los que lo acuñaron y en la actualidad tanto el término como el
concepto que recubre son utilizados sin traducir en toda la literatura psicoanalítica
internacional para expresar algo muy presente en la obra de Freud, sobre todo en sus trabajos
de 1915. Así, según R. H. Etchegoyen (1986), «Freud bien podría haber dicho: El método
psicoanalítico tiene por finalidad hacer consciente lo inconsciente, y a esa toma de conciencia
la vamos a llamar “insight”.

Probablemente es el trabajo de Strachey (1934), «La naturaleza de la acción terapéutica


en psicoanálisis», donde describe la interpretación mutativa, el que mejor precisa el concepto
de insight.

La palabra inglesa insight, que es un término usual del lenguaje, está compuesta del
prefijo «in» y del término «sight». Literalmente insight quiere decir visión interna, visión hacia
dentro de las cosas y más allá de la superficie, discernimiento y perspicacia. Según el
diccionario, insight es el poder de ver con la mente dentro de las cosas, la apreciación súbita
de la solución de un problema. Insight significa conocimiento nuevo y penetrante. El insight
sería ese momento de novedad, de comprensión inédita, de creación.

Según Etchegoyen, la palabra insight sólo llega a adquirir el valor de un término teórico
del psicoanálisis cuando se la emplea en sentido restringido, distinguiéndolo de otros insights
o conocimientos que podemos adquirir. Es decir, cuando nos referimos a un conocimiento
personal. Insight es el proceso a través del cual alcanzamos una visión nueva y distinta de
nosotros mismos. Cuando se emplea la palabra insight en psicoanálisis hay que destacar el
prefijo “in”, porque el insight es un conocimiento sobre nosotros mismos, no un conocimiento
cualquiera. En psicoanálisis el insight debe considerarse conceptualmente intransferible: yo
sólo puedo tener insight de mí mismo.

En resumen, y coincidiendo con Etchegoyen (1986, p. 613), entendemos el insight en


psicoanálisis, y por extensión en psicoterapia psicoanalítica como: “un tipo especial de
conocimiento nuevo, claro y distinto, que ilumina de pronto la conciencia y se refiere siempre a
la persona misma que lo experimenta. Es un término teórico del psicoanálisis que pertenece a
la psicología procesal no a la personalística, en cuanto señala el proceso mental de hacer
consciente lo inconsciente, que fue siempre para Freud la clave operativa de su método”.

Aunque son diversas las tipologías sobre el insight, aquí sólo consideraremos, por su
utilidad posterior en el presente documento, el «insight» descriptivo y el «insight» ostensivo.
Esta distinción fue elaborada por Richfield (1954) después del Congreso de Edimburgo, punto
culminante de la investigación psicoanalítica sobre el insight, aunque ésta siga sin declinar la
actualidad.

Considera Etchegoyen que la clasificación de Richfield sobre el insight es la mejor. Parte


de la teoría de las definiciones de Bertrand Russell cuando afirma que las hay de dos tipos:
descriptivas, de palabra a palabra y ostensivas, de palabra a cosa. Hay, pues, dos tipos de
definiciones y por consiguiente de conocimiento. Con las definiciones verbales obtenemos un
conocimiento por descripción, siempre indirecto. Las definiciones ostensivas, en cambio, dan
un conocimiento directo, por familiaridad. Aplicando estos conceptos al insight, diremos que

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cuando se describen y comprenden con palabras los fenómenos psicológicos inconscientes hay
insight descriptivo, o verbal. Pero hay también un insight ostensivo en el cual la persona que lo
asume se siente de pronto en contacto directo con una determinada situación psicológica.
Estos dos tipos de insight, así como las dos formas de conocimiento a que se refieren, no sólo
no se excluyen sino que son complementarios e indispensables.

Avanzando y completando lo dicho hasta aquí sobre el insight nos parece oportuno
referirnos a M. Klein (1935, 1940) cuyos trabajos permiten relacionar el insight y la posición
depresiva infantil. Dentro de este marco insight queda definido como la capacidad de aceptar
la realidad psíquica con sus impulsos de amor y de odio dirigidos hacia un mismo objeto. El
insight resulta, pues, de la introyección del objeto y de la integración del yo, que caracterizan
la posición depresiva (Klein, 1950). En este trabajo la autora señala que el dolor depresivo es la
condición necesaria para que el insgiht alcance nueva comprensión de la propia realidad
psíquica (mundo interno), la cual contribuye a su vez a una mejor comprensión de la realidad
externa (mundo externo), ya que en cuanto el insight cambia la actitud del individuo frente al
objeto, aumenta su amor y su responsabilidad. Hanna Segal (1962) en la misma dirección de
Klein, señala que el insight consiste en adquirir conocimiento sobre el propio inconsciente, y
que opera terapéuticamente por dos motivos: en primer lugar, porque produce el proceso de
integración de las partes escindidas del yo y, en segundo lugar, porque transforma la
omnipotencia en conocimiento.

Para esta autora, el insight no sólo es conocimiento de las partes del self, que se habrían
perdido por identificación proyectiva, sino también incorporación de las experiencias pasadas,
lo cual refuerza el sentimiento de identidad y de fortaleza del yo. Al recuperar a través de
insight las partes perdidas de su self y las experiencias olvidadas y/o distorsionadas, el
individuo puede reestructurar y fortalecer su yo, confiar en los objetos buenos que pueden
ayudarlo y disminuir su omnipotencia y omnisciencia. De esta forma aumenta su salud mental
que le permite un mejor contacto con la realidad, interna y externa, así como poder aprender
de la experiencia y mejorar su mundo relacional.

En otro contexto teórico del psicoanálisis, la psicología del yo, pero en la misma línea de
relacionar el insight con los resultados terapéuticos, Kris (1956) señala que cuando el insight es
verdadero y genuino se le reconoce por sus frutos: decrece la tendencia al acting out y se
amplía el funcionamiento del área de la personalidad libre de conflictos, gracias al aumento de
la autonomía. El insight moviliza nuevos repertorios de conducta, con tendencia a producir
respuestas mejor adaptadas.

Otra forma de acercarnos al insight en psicología psicoanalítica es relacionarlo con el


conocimiento científico. En cuanto investigación del inconsciente, el método psicoanalítico es
una parte del método científico. Cuando el terapeuta trabaja, si lo hace cabalmente, no hace
otra cosa que aplicar el método científico; en esto consiste la búsqueda del insight. En este
contexto, podría compararse el psicoanálisis (cura tipo) a la investigación de laboratorio o
investigación pura y la psicoterapia psicoanalítica, en todas y cada una de sus modalidades, a
la investigación aplicada.

Podemos equiparar la adquisición del insight a la del conocimiento científico ya que en


el proceso terapéutico se investigan las teorías que el paciente tiene de sí mismo y se van
probando. Cuando estas teorías quedan fehacientemente refutadas, el paciente por lo general
las cambia por otras más adaptadas a la realidad. Si el paciente tiene tantas resistencias a
abandonar las teorías es porque las nuevas, casi siempre, le favorecen algo menos, al
menoscabar su omnipotencia.

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Mientras los hechos confirman la teoría del paciente, no hay insight pero, en el
momento que la teoría se refuta, el insight aparece, y surge un nuevo conocimiento. El insight
es siempre un descubrimiento, una nueva conexión de significado.

Con lo referido hasta ahora sobre el insight cabría pensar la idea de que éste sólo
aparece en el proceso psicoterapéutico, o a partir de él. Hay personas que sin haber conocido
ningún tratamiento psicológico tienen un conocimiento de la vida y de sí mismos que a
muchos profesionales de la salud mental ya nos gustaría poseer.

Existe una gran relación entre el insight y la elaboración (de la que se tratará a
continuación) pero conviene señalar aquí que el proceso, en general, se inicia con el insight
ostensivo que deriva hacia el descriptivo, y por tanto a hacerse conocimiento intelectual
gracias al lenguaje. Este proceso de avance es la elaboración, que nos permite vivir sin un
continuo sobresalto de emoción en emoción. A veces se confunde el insight, como
conocimiento intelectual, con la intelectualización como defensa, y no son en absoluto lo
mismo. El insight verdadero y real es a la par conocimiento intelectual y emocional, como
hemos venido subrayando.

El insight implica verbalización, lo que equivale a decir que el insight está íntimamente
vinculado al proceso de simbolización, porque lo que realizamos en el momento de la
aparición del insight es una forma de conceptualizar la experiencia. De ahí la importancia
técnica que tiene en todo proceso psicoterapéutico alcanzar la verbalización de los conflictos
mentales, y mientras eso no se produzca no puede finalizarse el tratamiento.

B) La elaboración

Como es sabido el concepto elaboración lo introdujo S. Freud en un ensayo de 1914


titulado «Recordar, repetir y elaborar». En este trabajo, Freud dice que: “ha de dejarse tiempo
al enfermo para ahondar en la resistencia, hasta entonces desconocida para él, elaborarla y
dominarla, continuando a su pesar el tratamiento [cuando la cura parecía haber quedado
estancada, como dice más arriba, conforme a la regla analítica fundamental”.

Únicamente al final de esta penosa labor llegarán a descubrir, analista y analizado, las
pulsiones reprimidas que alimentaban la resistencia. Teóricamente, según Freud, se puede
equiparar la elaboración a la descarga emocional (abreacción) por medio de la cual un
individuo se libera del afecto aprisionado por la represión, proceso descubierto por Freud y
Breuer en sus estudios sobre la histeria y sin el cual el tratamiento hipnótico no habrá tenido
eficacia alguna.

Desde el inicio del trabajo psicoanalítico hasta que el paciente reconozca dentro de sí el
material reprimido pasa un largo tiempo. Es el tiempo para la elaboración. Como le dijo a
Fenichel un analizado que finalmente había podido tomar contacto con sus deseos edípicos:
«Yo sabía que el psicoanálisis era cierto pero nunca llegué a pensar que fuera tan cierto.»

Al final de su ensayo de 1914, como hemos señalado, Freud dice que la elaboración es la
heredera de la abreacción del método catártico. En este sentido, algunos autores piensan que
entre abreacción y elaboración hay sólo diferencias de grado y que los momentos de
elaboración, en cuanto sumatorio, representan la descarga total del afecto del método
catártico. Etchegoyen (1986) no cree en absoluto que sea así, y nosotros tampoco lo creemos,
porque el concepto ha cambiado. Entre el método catártico (sin libertad asociativa) y el

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psicoanálisis (basado en la libre asociación) hay una diferencia esencial, la aceptación de la


teoría de la resistencia, un cambio de paradigma en el sentido de Kuhn (1962).

La relación entre insight y elaboración quedó de hecho planteada, en el momento en


que Freud (1914) introdujo el segundo de estos conceptos. En su trabajo, Freud describe la
elaboración como el intervalo que va desde que el paciente toma conciencia de algo que le
dice el terapeuta hasta que, venciendo sus resistencias, lo acepta convencido.

Etchegoyen entiende que en esta descripción están implícitos el insight descriptivo (lo
que el terapeuta dice) y ostensivo (lo que resulta del trabajo sobre las resistencias), aunque
Freud no utilizara estos términos. Lo que en 1914 Freud llama elaboración no es pues otra
cosa que el trabajo en el tiempo que el paciente debe recorrer desde el insight descriptivo al
ostensivo. En este punto, siguiendo a Etchegoyen, es donde se puede articular la investigación
de Strachey de 1934. Desde esta perspectiva el segundo paso de la interpretación mutativa
configura un momento de insight ostensivo, en que el paciente toma contacto directamente,
no sólo a través de palabras, con la pulsión y su destinatario original. Por esto, como ya hemos
dicho, sostiene Etchegoyen que la interpretación mutativa contiene la mejor teoría explicativa
de cómo se logra el insight a través de la interpretación, y también el mejor ejemplo de lo que
Richfield (1954) llama insight ostensivo. Desde este punto de vista se puede afirmar que sólo la
interpretación transferencial puede proporcionar un conocimiento directo, ostensivo.

Volviendo al proceso de elaboración, éste se produce cuando nos hacemos cargo de


nuestra pulsión, de nuestro deseo y sentimos el afecto consiguiente. Esto en el doble sentido
de revivir la emoción y asumir los sentimientos que ineludiblemente despierta esta toma de
conciencia, cuando el sujeto capta de pronto una relación que hasta entonces no le había sido
inteligible y que cambia el significado de su experiencia.

El movimiento que lleva del insight descriptivo al ostensivo es el que describió Freud en
1914 al describir el concepto de elaboración; ésta es solo la primera parte de un ciclo ya que la
elaboración tiene una segunda fase, donde estriba su radical diferencia con la abreacción. A
partir del momento crítico en que surge el insight, tomamos el camino que trata de dar
significado a nuestros afectos, ésta es la segunda fase de la elaboración, poniendo nuestras
emociones en palabras.

El momento del insight ostensivo es, sin duda, fundamental, pero para que perdure
debe manifestarse en palabras. Si este proceso no se cumple, insight ostensivo por muy
emocional y auténtico que sea queda como un proceso abreactivo que no lleva a la
integración. La primera fase de la elaboración tiene que ver con el proceso primario, con la
vivencia. La segunda fase al recubrirla de palabras, es integrarla al yo y al proceso secundario.
Las dos fases son indispensables para que la elaboración se dé y el proceso sea válido. La
elaboración es un proceso diacrónico, un proceso que tiene una duración en el tiempo. El
insight es un punto en este proceso, se trata de un fenómeno sincrónico.

En resumen, al considerar la dialéctica de este proceso, Etchegoyen ha podido


establecer una relación de doble vía entre el insight y la elaboración que permite ver ambos
conceptos con más claridad sin rehuir las complejidades de su sutil articulación. Coincide en
este sentido con el anterior trabajo de revisión sobre el tema de los Grinberg, Langer,
Liberman y los esposos Rodrigué (1966), donde el proceso de elaboración se explica como la
resultante dinámica de un movimiento dialéctico entre progresión y regresión. Una tesis
central de estos autores es que entre insight y elaboración no hay división tajante. El insight es
un momento específico del proceso de elaboración. Insight y elaboración son inseparables.

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Hasta ahora hemos utilizado el concepto de elaboración que Freud nos dio en 1914 y
que como hemos observado tiene que ver con el de resistencia. Este concepto, como veremos
a continuación, cambió en Freud a partir de su trabajo de 1920, Más allá del principio del
placer y que culminó en Inhibición, síntoma y angustia de 1926, donde ofrece una nueva
versión de la resistencia. El concepto de elaboración que surge en 1914 como el necesario par
dialéctico de la compulsión a la repetición, en 1926 viene a cumplir con la finalidad de
oponerse a la pulsión de muerte, por lo que conviene, como adivierte Etchegoyen (1986),
distinguir claramente estos dos conceptos distintos de elaboración.

Finalmente, cabe señalar que la mayoría de los autores están de acuerdo en comparar la
elaboración con el proceso de duelo. Es decir, la elaboración se realiza como el duelo, a través
de un proceso, de una labor. M. Klein va incluso más lejos al afirmar que el propio insight
supone un momento de duelo al reconocer el sujeto que el objeto bueno interno ha sido o
puede ser atacado y destruido.

6.5. FACTORES QUE OBSTACULIZAN EL PROCESO PSICOTERAPÉUTICO

A) «Acting out»

Los psicoanalistas ingleses tradujeron el verbo agieren, utilizado por Freud (1905) para
explicar el comportamiento neurótico de la paciente histérica, a quien dio el nombre de Dora,
por to act out y la forma sustantiva das agieren por acting out. Esta expresión inglesa ha hecho
fortuna fuera de los medios anglosajones y la han adoptado la mayoría de psicoanalistas
porque probablemente vehícula mejor que otras traducciones el concepto nuevo introducido
por Freud con el neologismo agieren. Es decir, se recurre más fácilmente al término acting out
que a expresiones como actuar, actuación, actualización, también utilizadas en lengua
castellana en un contexto psicoanalítico. Por otra parte, conviene señalar que los medios
psiquiátricos se han apropiado del término como sinónimo de paso al acto. Todo esto y los
equívocos del propio Freud, como señalan Laplanche y Pontalis en su Diccionario de
psicoanálisis, hacen de este tema uno de los más complicados, imprecisos, discutibles y
difíciles de resolver en psicoanálisis. Como dice Etchegoyen (1986, p. 646) con cierta dosis de
humor, parece que «el único acuerdo posible en este punto es que no haya dos opiniones
coincidentes». En el breve espacio que a continuación dedicamos a este tema no
pretendemos, pues, resolver la cuestión. Intentaremos, sin embargo, no añadir más equívocos
a los que solemos encontrar en los textos que tratan esta materia.

Empecemos comentando las observaciones de Laplanche y Pontalis a propósito del


verbo to act que en su forma transitiva significa representar, representar, por ejemplo, un
papel en una obra de teatro. La partícula out, detrás del verbo, es importante y tiene un doble
matiz. El primero es el de exteriorizar, de sacar fuera lo que se tiene dentro; y el segundo, de
acabar lo que se hace, de realizar algo hasta el final. Reducir, pues, out al sentido espacial ha
inducido erróneamente a algunos psicoanalistas a entender el acting out como un acto
realizado fuera de la sesión analítica, contraponiéndole acting in que se daría en el curso de la
sesión. Este es el caso, por ejemplo, no exento de ambigüedades, de J. Coderch (1987) quien
define el acting out por actuación del paciente fuera de la sesión terapéutica y acting in por
actualización en la terapia, concepto muy próximo al de transferencia.

Creemos (Bach i Comas y Notó i Brulles, 1994) en cambio, que el acting out debe
considerarse únicamente en el curso del análisis o de la terapia psicoanalítica, y aunque pueda

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aparecer fuera de la sesión no conviene contemplarlo desconectado de la transferencia,


concepto que permite situarlo y comprenderlo. En todo caso, debe distinguirse claramente del
paso al acto impulsivo, destructivo para el sujeto por sus implicaciones autopunitivas y
socialmente rechazables. Crimen, suicidio o atentado sexual, suelen ser los modos de actuar
patológico contemplados en la clínica psicopatológica y llamados a veces, abusivamente,
acting out.

Consideramos que esta importante cuestión teórica y técnica debería situarse dentro de
la problemática de los actos en general, de la capacidad humana de comunicación por el
lenguaje y del concepto de represión, descubierto por Freud. Como demuestra éste en
Psicopatología de la vida cotidiana, un acto puede ser una palabra ignorada, reprimida.

Esta referencia al registro de la palabra es esencial en cuanto no hay tratamiento


analítico fuera de la palabra, entendiendo la palabra auténtica que expresa aquello que la
motiva, y que promueve la regla fundamental del psicoanálisis y la correlativa de la
abstinencia. En este marco quizá puedan entenderse más fácilmente los diversos modos del
agieren freudiano, como son acting out, el paso al acto y, en cierto modo, la misma
transferencia. En realidad, el acting out y el paso al acto pueden considerarse como una
transgresión al tratamiento psicoanalítico, que según Freud (1916-1917) consiste en «una
conversación entre el sujeto analizado y el médico», a través de la cual, gracias a la duplicidad
estructural del lenguaje, se da la posibilidad de analizar los compromisos dialécticos entre
consciente e inconsciente.

Ausencia, pues, de palabras sería la característica común del acting out y de paso al
acto. Pero, contrariamente al neurótico en el que palabra y acción se hallan inicialmente
inhibidas, y han sido sustituidas por fantasías que buscan otras vías de expresión como
síntomas y sueños, en el sujeto psicópata, que pasa al acto, falla totalmente la inhibición. Su
acto criminal no encierra ningún tipo de ambigüedad y su duplicidad simbólica, caso de existir,
es totalmente ignorada por el sujeto. De aquí que la dinámica subyacente del deseo suela
articularse, en ambos casos, con el mito freudiano del parricidio primitivo. En el neurótico,
paradójicamente, el acto no ha lugar. Su inhibición es fundamental y originaria, mientras que
el criminal actúa porque fracasa la inhibición y el olvido. Sus actos compulsivos podrían
considerarse quizá parricidios simbólicos. En algunos casos, como dice Gori (1991), parece
como si «fuera necesario realizar aquello que la cultura y el lenguaje, lo religioso y simbólico,
el síntoma y el pensamiento, deben al mito freudiano del parricidio de la horda primitiva y a su
inhibición».

En el paso al acto criminal, el sujeto fracasa en su intento desesperado insertarse como


sujeto en el campo del lenguaje e induce en otro lenguaje, el jurídico, la objetivación de su
acto. En su agieren criminal lo ha dicho todo sin palabras. A partir de aquí serán los demás
quienes hablen. El entorno social hablará y comentará ad nauseam todo lo acontecido, como
observamos cada día en los medios de comunicación, y las instancias judiciales intentarán
objetivar aquello que el sujeto no pudo subjetivar, es decir, la tensión traumática de sus
pulsiones criminales. El sujeto criminal resuelve esta tensión realizando aquello que no pudo
ser hablado, lo cual indica, en su origen mismo, el fracaso y la imposibilidad de la relación
transferencial.

Aquí, probablemente, podríamos situar el punto de contacto con el acting out que se
produce en el transcurso de la terapia, ya que con su agieren el analizando intenta escapar del
campo de la palabra. El sujeto sale out, out del campo de la palabra. Como dice Freud en el
epílogo del caso Dora, antes mencionado, «la paciente vivió [Freud utiliza el verbo agieren,

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traducido impropiamente por López Ballesteros] así de nuevo un fragmento esencial de sus
recuerdos y fantasías en lugar de reproducirlos verbalmente en la cura». Desde el lugar mismo
en que se produce la situación terapéutica, el acting out puede y debe reinsertarse en el
campo de la palabra, inserción aparentemente imposible en el caso del psicópata.

Vamos a mencionar otras diferencias importantes que existen entre ambos conceptos.
El paso al acto criminal produce en los testigos fuertes sentimientos de estupor, horror y
consternación. El acting out, en cambio, induce cierta culpabilidad, desasosiego e impotencia
en el analista que se ve implicado en él, al fallar la regla fundamental. Esto es fácilmente
observable en sus reacciones ante casos nada excepcionales de actuación agresiva o seductora
por parte del analizando, o ante otros, menos frecuentes, de intentos fracasados de suicidio
histérico u otros tipos de provocación extraterapéutica. El mismo Freud lo reconoció
explícitamente en el caso Dora: «Antes de que descubriera la importancia de las tendencias
homosexuales en los neuróticos, había fracasado en muchos tratamientos o caído en un
desasosiego completo.»

El acting out representa, en el fondo, un intento de dinamitar la relación transferencial,


como lo atestigua el mismo concepto histórico de transferencia. Recordemos, por ejemplo, el
embarazo neurótico de Anna O. y la reacción de Breuer, o las mañas de aquella paciente
neurótica de Freud que se echa en sus brazos, al despertar del sueño hipnótico. La respuesta
reactiva de Freud a este acting out firma el acta de nacimiento del mismo concepto de
transferencia.

Se trata de un concepto defensivo (Szasz) ya que pone límites entre Freud y el acting out
de la paciente. Al crear el concepto, Freud se defiende del impacto de una emoción erótica y
de la solicitación amorosa, haciendo surgir entre su paciente y él mismo la virtualidad de una
tercera figura a la que el analista encarna y da consistencia.

El acting out, como apunta Gori (1991), es una mostración por la cual la paciente cree
reconocer en Freud un otro. Se trata de la figura de una reminiscencia obstaculizada, que se
actualiza ahora en la transferencia, ignorando su carácter infantil y repetitivo. La paciente va
hasta el final de lo que Freud llama agieren, es decir, de la traducción en actos, de la actuación
de un reconocimiento, como quien dice: «¡Es él!». Echarse en sus brazos es como decir: «Tú
eres él.» A lo que Freud, con su reacción, replica: «No, no soy yo, es otro; te equivocas de
persona.» Así se libera de la responsabilidad intersubjetiva inherente al método hipnótico,
como subyugación sexual y inventando el concepto de transferencia. Este descubrimiento
colocaba además en su sitio, en el campo de la palabra, en el espacio del tratamiento, lo que el
acting out intentaba excluir.

Siguiendo aún el perspicaz análisis de Gori (1991), señalemos que acting out y
transferencia tienen en común el hecho de resistirse al recuerdo en un movimiento sincrónico
pero contradictorio. El primero intenta excluir lo que el otro identifica. Aunque la transferencia
no es una acción propiamente dicha, sino aquello que permite una actuación en palabras, un
enunciado auténtico de verdad. En cambio, el acting out exterioriza el enunciado fuera, out o
de la palabra y agosta su virtualidad de expresarse en palabras de verdad. Esto constituye una
amenaza muy seria para la prosecución de la terapia. Es un intento de poner fin a la
frustración insoportable de la regla de hablar, que es regla de abstinencia. Es un intento de
poner fin a la obligación de traducir en palabras, en su duplicidad estructural, todo lo que no
es del orden del lenguaje y que se actualiza en la transferencia.

57
Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

El acting out sólo es posible cuando se ignora aquel tercer elemento, aquella tercera
dimensión, que el terapeuta hace surgir gracias al concepto de transferencia, como solución
urgente a las solicitudes actuales del paciente. Es la tercera figura que en la relación
intersubjetiva el acting out intenta ignorar. Por esto, el acting out es represión de esta tercera
figura. En el acting out el paciente intenta inducir al terapeuta a reaccionar más que analizar,
lo cual es precisamente su cometido. Es decir, intenta producir intersubjetivamente la
respuesta intrasubjetiva a su problema.

B) Reacción terapéutica negativa

La noción de reacción terapéutica negativa (RTN) fue descrita por Sigmund Freud en su
obra de 1923 El Yo y el Ello, aunque fue descubierta antes por este autor. Es un concepto más
preciso y menos controvertido que el de acting out gracias a la claridad expositiva del
fundador del psicoanálisis. La RTN es una vicisitud del proceso psicoterapéutico que hemos
denominado estrategias del yo en cuanto que no son sólo mecanismos defensivos
(resistencias) sino de ataque al proceso mismo. En la RTN se realiza la tarea psicoterapéutica y
se logra el insight, pero después sobreviene una respuesta que lleva estos logros hacia atrás.
La RTN sólo es posible cuando la tarea ha sido cumplida, cuando hay un logro. Es importante
señalar que este logro es reconocido generalmente por ambas partes. Pero lo decisivo es que
el paciente lo reconoce así explícitamente porque registra un cambio positivo. Es justamente a
partir de este momento de alivio y progreso cuando empieza una crítica demoledora, que lleva
a veces casi instantáneamente a una situación paradójica: lo que un momento antes ha
aliviado resulta ahora ineficaz.La RTN es, pues, un empeoramiento paradójico que sobreviene
en el momento en que ha existido un progreso, un avance en el tratamiento psicoterapéutico.

La primera explicación de Freud acerca de que la RTN tiene que ver con un sentimiento
de culpa que surge de un Superyó muy severo, sigue vigente como en 1923. A esto se agrega lo
que Freud dice un año después ya imbuido por la idea de la pulsión de muerte, respecto del
masoquismo primario. Idea que complementa y no se opone a la anterior. Un Superyó severo
demanda un Yo masoquista que se le someta y apacigüe.

En 1936 aparecen los artículos de K. Horney y J. Riviére sobre la RTN que amplían lo
aportado por Freud. Horney señala la fuerte rivalidad de estos pacientes y su temor a
despertar la envidia de los demás (y del terapeuta en particular) si progresa. Riviére enlaza el
sentimiento de culpa con el altruismo inconsciente y con una gran labilidad frente a la posición
depresiva, que incrementa desmedidamente las defensas maníacas.

La RTN transforma lo bueno en malo. Es lógico que en el curso del proceso


psicoterapéutico, cuando el terapeuta muestra algo desagradable del paciente, éste aumente
su resistencia y hostilidad. Esta reacción es la esperada tanto por el paciente como por el
terapeuta. La diferencia con la RTN es notoria, ya que la interpretación es reconocida como
eficaz en un primer momento pero después opera en sentido contrario. La RTN no tiene que
ver con el contenido de la interpretación sino con su efecto.

La consecuencia de esta compleja estructura caracteriológica (la RTN) es que el progreso


y el éxito implican un riesgo demasiado grande. El paciente teme despertar la rivalidad de los
demás si progresa y se siente despreciado si fracasa.

Melanie Klein en su trabajo Envidia y gratitud (1957) relaciona directamente la RTN con
la envidia. Nuestros pacientes nos critican por variadas razones, a veces justificadamente, pero

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

cuando sienten necesidad de desvalorizar el trabajo psicoterapéutico, que según su propia


vivencia les ayudó, es porque la envidia está presente.

A modo de resumen, sobre la RTN podemos decir que a partir de la clara definición de
Freud en 1923, donde nos la presenta como una de las vicisitudes del tratamiento, se
caracteriza por una respuesta paradójica donde el paciente empeora cuando tendría que
mejorar, y eso después de haber mejorado. Inicialmente Freud atribuyó la RTN al sentimiento
de culpa (Superyó severo y sádico), luego al masoquismo moral (yo masoquista) y por fin a la
pulsión de muerte, sin que estas explicaciones fueran excluyentes. Tampoco lo son las que
dieron después Karen Horney (rivalidad, temor a la envidia), Riviére (temor a una catástrofe
depresiva, altruismo inconsciente) y Melanie Klein (envidia). No sólo no son excluyentes estas
explicaciones sino complementarias como bien señala Horacio Etchegoyen (1986) quien
recoge además las aportaciones, entre otras, de Rosenfeld (1971, 1975), Betty Joseph (1975) y
sus compatriotas Fidias R. Cesio (1956) y José Bleger (1961), en el sentido de afirmar que la RTN
se produce por la acción conjunta de la envidia y el sentimiento de culpa, el cual surge de los
ataques al objeto por envidia, celos, rivalidad, etc. Los celos, la envidia y la rivalidad germinan,
por su parte, en la estructura narcisista y en la falta de autoestima que se potencian
recíprocamente produciendo confusión que es para Etchegoyen otro indicador importante y
discriminatorio de la RTN.

Las últimas explicaciones propuestas para comprender la RTN giran preferentemente


alrededor de los conflictos de la integración (Gaddini, 1981; Limentani, 1981; Pontalis, 1979) y
de la simbiosis madre/niño (Úrsula Grunert, 1981) que parten de las teorías del desarrollo de
Winnicott y Margaret Mahler.

C) La reversión de la perspectiva y el estancamiento (impasse)

La reversión de la perspectiva es el tercero de los fenómenos que hemos considerado


como obstáculos definidos y específicos, o vicisitudes negativas del proceso psicoterapéutico.
Con el acting out y la RTN, la reversión de la perspectiva pertenece a la misma clase de
fenómenos, y deben considerarse juntos, ya que tratan de impedir el desarrollo del insight y la
elaboración, o lo que es lo mismo evitar el dolor mental que este desarrollo produce
inevitablemente.

El acting out puede ser instrumentalizado como una forma de instaurar la RTN y ésta
puede conducir a su vez, a la reversión de la perspectiva. Este camino parece que sólo puede
transitarse en esta dirección, y no al revés, es un camino creciente.

La reversión de la perspectiva es un aspecto singular del proceso psicoterapéutico. Bion


introduce este concepto en Elementos de psicoanálisis (1963), cuando está estudiando el área
psicótica de la personalidad, no el proceso psicoanalítico. Es por tanto una noción teórica.

Quien va a definir la reversión de la perspectiva como un concepto técnico y clínico al


estudiar las vicisitudes del proceso psicoanalítico es Etchegoyen (1986), quien considera que al
cambiarla de contexto, del que inicialmente propuso Bion, en nada violenta su pensamiento,
ya que Bion pensaba que estas ideas tenían que ver con la práctica del consultorio.

Por reversión de la perspectiva entendemos los procesos de pensamiento vinculados a


un drástico intento de sacar de quicio la situación psicoterapéutica, de ponerla boca abajo.
También es un funcionamiento del área psicótica de la personalidad y es justamente lo
opuesto a la perspectiva reversible del insight. En la reversión el paciente está continuamente

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

reinterpretando lo que le dice el terapeuta para que haga juego con sus propias premisas, que
es también una forma de decir que las premisas de la psicoterapia tienen que ser calladamente
rechazadas. Calladamente, porque entre paciente y terapeuta hay un acuerdo manifiesto y un
desacuerdo latente, del que por lo general el terapeuta sólo se percata cuando advierte que el
proceso está totalmente estancado. Esto es, el impasse.

Terapeuta y paciente ven los mismos hechos pero con premisas diferentes. A nivel de
los hechos hay acuerdo, a nivel de las premisas nunca explicitadas el desacuerdo es total y
permanente. Esto es lo que singulariza a la reversión de la perspectiva, lo que la diferencia del
acting out y de la RTN, donde el desacuerdo es visible y las premisas no están sustancialmente
cuestionadas.

Las premisas que el terapeuta propone y las que acepta formalmente el paciente son las
que se establecen en el contrato psicoterapéutico, por esto Etchegoyen subraya que la
reversión de la perspectiva cuestiona y ataca el contrato. El paciente que revierte la
perspectiva contradice de forma permanente el contrato, y se atiene a otro que él mismo
establece sin por cierto explicitarlo, porque es inconsciente. Así se explica que la reversión de
la perspectiva aparezca de entrada.

Ésta se detecta cuando el terapeuta advierte que «todo va bien» pero el paciente sigue
igual. Es una buena definición de estancamiento o impasse.

Etchegoyen cree que este punto de la investigación de Bion nos lleva a uno de los
problemas más acuciantes de la investigación psicoanalítica de nuestros días: el narcisismo.

Para finalizar, una nota sobre el estancamiento (impasse). Éste es el resultado, o tiene
por causas el acting out, la RTN y la reversión de la perspectiva, que como se ha dicho se
producen en este orden y de forma creciente. Se puede definir el impasse como un concepto
técnico que comporta una detención insidiosa del proceso psicoterapéutico, tiende a
perpetuarse, el encuadre se conserva en sus constantes (externas) fundamentales, su
existencia no salta a la vista, arraiga en la psicopatología del paciente e involucra la contra-
transferencia del terapeuta. En este sentido, el impasse es un estancamiento crónico del
proceso psicoterapéutico e implica la colusión de la contratransfrerencia del terapeuta con la
negatividad transferencial del paciente.

Terminamos aquí la descripción de las estrategias del yo que actúan como vicisitudes
negativas en el proceso psicoterapéutico, las hemos diferenciado de las resistencias porque
éstas se inscriben en el amplio grupo de las modalidades y mecanismos defensivos. Estas
estrategias (acting out, RTN y reversión de la perspectiva) en cambio son modalidades más
complejas y globales porque incluyen modalidades defensivas y ofensivas, es decir, incluyen los
aspectos para atacar e impedir el desarrollo de la cura.

Al terminar esta revisión sobre las dificultades y obstáculos en el proceso de la


psicoterapia psicoanalítica no podemos olvidar la relación existente con la noción de
negatividad transferencial (Notó, 1986). Entendemos por negatividad transferencial todos los
aspectos antiprogreso y anticura que se dan en la relación psicoterapéutica.

La negatividad transferencial es el conjunto de todos los aspectos inconscientes de la


relación humana cuya finalidad es la destrucción de la relación y es contrario al progreso de
ésta. Es una noción técnica y clínica que arraiga en los aspectos funcionales y de manejo por
parte del sujeto de la relación, independientemente de su forma manifiesta. La noción de

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negatividad transferencial o su opuesta la positividad transferencial, siempre indisociables, son


distintas de los conceptos freudianos de transferencia positiva y negativa que atienden a la
manifestación afectuosa u hostil de la transferencia, no a su finalidad.

La negatividad transferencial sería origen y causa de los obstáculos y dificultades de la


psicoterapia psicoanalítica por parte del paciente, e incluiría nociones tan relevantes como la
perversión, la erotización, etc., de la transferencia.

6.6 FASES O ETAPAS DEL ANÁLISIS

Cuando se dice que en el tratamiento analítico hay etapas lo que se quiere significar es
que en la evolución del proceso psicoanalítico hay mentas con una dinámica especial que la
distinguen.

Las etapas que, clásicamente, se admiten como la típicas del tratamiento analítico son
las que delimitó Freud y que Glover (1.955) estudió en su conocido libro de técnica.

• 1ª Etapa o Apertura del análisis: Se inicia con la primera sesión y tiene una extensión
limitada que oscila entre dos o tres meses, según la mayoría de los autores, se
caracteriza por los ajustes que surgen entre el analizado y el analista, al plantear las
expectativas de ambos.

• 2ª Etapa o Etapa media: Es la más larga y creativa, comienza cuando el analizado ha


comprendido y aceptado las reglas del juego (Asociación libre, interpretación,
ambiente permisivo pero no directivo, etc.). Se prolonga por un tiempo variable hasta
que la enfermedad originaria (o su réplica, la neurosis de transferencia) ha desapare-
cido o modificado sustancialmente. Se caracteriza por continuas fluctuaciones del
proceso, con sus olas de progresión y regresión regidas por el nivel de resistencia.

• 3ª Etapa o Terminación del análisis: No dura mucho tiempo. Se presentan en ella la


pena por la despedida, la alegría por haber llegao a la meta y la incertidumbre por lo
que vendrá.

En la línea de Wenshel sobre el análisis de la resistencia como base del proceso analítico,
destaca el reciente trabajo de Abrams (1987). Este autor ubica el proceso en la mente del
paciente y atraviesa 4 fases sucesivas:

A) Resistencia de carácter: Cuando el paciente llega al tratamiento psicoanalítico acude con


unos rasgos de carácter, algunos inherentes y otros aparecidos en el curso del desarrollo.
El sujeto, mediante el carácter, intenta llegar a un equilibrio entre los requerimientos
internos y la realidad exterior. Cuando se da un desequilibrio, el sujeto intenta
reconstruirlo mediante el refuerzo de los rasgos de carácter, luchando contra ese
desequilibrio. El analista debe hacer frente a esta resistencia mostrando al paciente las
limitaciones y desventajas de ello y sus determinantes inconscientes. Si esto es
convenientemente negociado se pasa a una transición desequilibrante que conduce a la
segunda fase del proceso.

B) Resistencia a la consolidación de la transferencia (neurosis de transferencia): En esta


segunda fase, los rasgos anormales del carácter son transformados de forma regresiva en

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Tratamientos Psicológicos Tema 2: Modelo Psicoanalítico Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

sus componentes infantiles de los que surgieron. Cuando la transferencia está consolidada,
el sujeto se compromete en la labor analítica y encuentra un equilibrio de sí mismo en esta
situación. Esto constituye un obstáculo para el siguiente paso hacia la nueva
reorganización. Si éste nuevo equilibrio del paciente es retomado sistemáticamente por el
analista, aparece una nueva transición desequilibrante que nos lleva a la próxima etapa.

C) Resistencia del pasado revivido (Neurosis infantil): Aquí se revive el núcleo conflictivo de la
infancia. Mediante interpretaciones y reconstrucciones, el analista ayuda al paciente a
descubrir las experiencias hasta ahora relegadas al inconsciente o transformadas en rasgos
de carácter estructurado. Pero aunque esto es necesario e inevitable, puede llegar a
estabilizarse aquí el proceso y obstruir el camino hacia la curación, si se alienta de forma
permanente.

D) La consolidación post-analítica: La decisión de terminar el tratamiento, ayuda a romper la


resistencia del pasado revivida y aparece así, una nueva transición desequilibrante.
Cuando la perspectiva del final es finalmente reconocida pueden ser revividas todas las
resistencias, sin embargo gran parte de la reorganización de la patogenicidad infantil
ocurre después de que el tratamiento ha concluido. El tiempo necesario para esta
consolidación postanalítica varía, incluso no termina nunca.

62
Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

FACULTAD DE PSICOLOGÍA PSIKOLOGI FAKULTATEA


_________ _________

Departamento de Personalidad, Nortasun Ebaluaketa eta


Evaluación y Tratamiento Psicológico Psilologi-Tratamendurako Saila
__________ __________

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Fax 943 015670 Fax 943 015670
Tfno. 943 018000 Tfno. 943 018000
20018 SAN SEBASTIÁN 20018 DONOSTIA

TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

Apuntes elaborados por la Profesora: Bárbara Torres Gómez de Cádiz

DOCUMENTACIÓN DE APOYO A LA DOCENCIA TEÓRICA

TEMA 3: MODELO COGNITIVO-CONDUCTUAL

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

3. MODELO COGNITIVO-CONDUCTUAL

1. MODELO CONDUCTUAL
1.1. Introducción
1.2. Evolución en el enfoque conductual
1.3. Evaluación
1.4. Revisión crítica

2. MODELO COGNITIVO
2.1. Introducción
2.2. Presupuestos teórico-conceptuales básicos
2.3. Revisión crítica

3. MODELOS Y TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN


3.1. Técnicas de control de la activación
3.2. Desensibilización sistemática
3.3. Técnicas de exposición
3.4. Técnicas operantes
3.5. Otras técnicas
3.6. Entrenamiento en habilidades sociales
3.7. Inoculación de estrés
3.8. Entrenamiento en solución de problemas
3.9. Modelos de reestructuración cognitiva

______________________________________________________________________

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1. MODELO CONDUCTUAL

1.1. INTRODUCCIÓN

La Modificación de Conducta, denominación del enfoque terapéutico derivado del


modelo conductual, es definida por Kazdin (1978) como “la aplicación de la teoría y de la
investigación básica procedentes de la psicología experimental a la alteración de la conducta
con el propósito de resolver problemas de índole personal y social, y de mejorar el
funcionamiento humano en general”. Para Cruzado y cols. (1993), tiene como objetivo
promover el cambio a través de técnicas de intervención psicológica sobre el comportamiento
de las personas, de forma que desarrollen sus potencialidades y las oportunidades disponibles
en su medio, optimicen su ambiente, y adopten actitudes, valoraciones y conductas útiles para
adaptarse a lo que no puede cambiarse.

La modificación de conducta se desarrolló teóricamente sobre la base de las leyes del


condicionamiento clásico, desarrolladas por Pavlov (1848-1936) quien inició el estudio de las
neurosis experimentales con animales y extendidas por Bechterev (1857-1927) a toda la
psicología (desarrolló la reflexología para reemplazar a la psicología del momento), y la
formulación por parte de Thorndike de las leyes de asociación estímulo-respuesta en el
condicionamiento instrumental (de particular importancia, la denominada ley del efecto: todo
comportamiento está controlado por sus consecuencias).

En 1913 Watson (1878-1958) publica el artículo “Psychology, as the behaviorist views”,


que ha sido considerado como el manifiesto fundacional del Conductismo (Yela, 1980), donde
abogaba por el uso de métodos de investigación objetiva, argumentando que la conducta
podía investigarse estudiando los reflejos simples y sus combinaciones. Un poco más tarde, en
1920, Watson y Rainer aplican el condicionamiento directo a un niño, provocándole una fobia
a las ratas blancas. Sin embargo, como señala Maganto (2009, p. 110), “la crítica de Watson y
sus nuevos presupuestos conceptuales y metodológicos no barrieron inmediatamente la
psicología introspeccionista precedente, pero a partir de los años 30, veinte años más tarde en
España, cobra auge el modelo conductual erigido como panacea y contrapunto de los modelos
anteriores”.

Así, entre 1938 y 1958, etapa a la que Pelechano (1970) denomina periodo de latencia o
incubación, se desarrollan las grandes teorías neoconductistas del aprendizaje con autores
como Hull, Mowrer, Skinner y Tolman como más representativos. Los desarrollos de Hull
(1884-1952) suponen una influencia sobre el posterior trabajo de Wolpe en el desarrollo de su
psicoterapia por inhibición recíproca, publicada en 1958. Tolman (1896-1961), por su parte,
abrió las puertas a las orientaciones cognitivas. Skinner publica en 1938 su tesis doctoral en la
que establece el nuevo paradigma del aprendizaje conocido como “condicionamiento
operante”, según el cual el parámetro que gobierna el comportamiento reside en las
consecuencias que se siguen de éste o refuerzos (hechos ambientales que acompañan o se dan
con las respuestas y que cambian la probabilidad de que éstas aparezcan en el futuro).

Durante la década de los 50, la modificación de conducta va desarrollándose de forma


paralela en tres sitios diferentes: a) en los EE.UU. el grupo de Skinner, Solomon y Lindsey
utilizan por primera vez el término “terapia de conducta” al referirse a su aplicación de los
métodos operantes en su trabajo con esquizofrénicos; b) en Sudáfrica, Wolpe (1958) presenta
la desensibilización sistemática de los trastornos fóbicos, y c) en Inglaterra Eysenck, tras su
famoso trabajo de crítica a las psicoterapias (1952), impulsó la implantación de técnicas
derivadas de la psicología experimental del aprendizaje como alternativa.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

En los años 60 las técnicas de la modificación de conducta se aplican a una gran variedad
de problemas y campos, en los que los tratamientos tradicionales no parecían haberse
mostrado eficaces. Las aportaciones teóricas vienen de la mano de los autores del aprendizaje
social, que enfatizan la importancia de los aspectos cognitivos, mediacionales o de
personalidad en la explicación del comportamiento, siendo autores particularmente
relevantes: Bandura, Kanfer y Phillips, Staats y Mischel.

Durante los años 70, se incorporan las variables cognitivas en los modelos y técnicas,
surgiendo dos enfoques: uno más continuista en el sentido que considera que las variables
internas están determinadas por las mismas leyes que las conductas manifiestas, como resulta
patente en el Condicionamiento Encubierto propuesto por Cautela, y otro, más rupturista,
encarnado por los autores que consideran que las cogniciones tienen un papel causal en la
conducta y no se explican exclusivamente por factores de condicionamiento. Este último
enfoque dará lugar a las terapias cognitivas.

A continuación haremos un breve repaso de cada una de las cuatro orientaciones


principales que habitualmente se distinguen al hablar del modelo conductual: a) Conductismo
Radical o Enfoque Operante; b) Neoconductismo u Orientación Conductual Mediacional; c)
Orientación basada en el Aprendizaje Social y d) Enfoque Cognitivo-Conductual. No obstante,
antes de detenernos en cada una de ellas, señalaremos siguiendo a Berstein y Nietzel (1980),
las características esenciales compartidas por los modelos conductuales en la actualidad:

• Los procedimientos están fundamentados en la psicología experimental.


• La conducta normal y anormal se rigen por los mismos principios de aprendizaje.
Existen influencias de factores genéticos, constitucionales o de predisposición,
consideradas como base estructural sobre las que operan las variables del
aprendizaje en la determinación de la conducta.
• El objeto de la intervención es la modificación o eliminación de comportamientos
desadaptados, sustituyéndolos por otros adaptados. Se trata de producir un cambio
conductual observable y medible, directa o indirectamente, en cualquiera de las tres
modalidades de respuesta: motora, cognitiva y fisiológica.
• La interdependencia de la evaluación y el tratamiento.
• Los objetivos, el tratamiento, el contexto de aplicación y los métodos para evaluar su
eficacia se han de especificar de forma clara, objetiva, precisa y estructurada.
• La evaluación objetiva de la eficacia de los procedimientos de evaluación y
tratamiento en términos de coste/beneficio se lleva a cabo de forma continua.
• Se centra en el aquí y ahora, poniendo el énfasis en los determinantes actuales de la
conducta, siendo la historia pasada relevante en la medida en que informa de
variables que influyen en la conducta presente.
• La evaluación y el tratamiento se han de adaptar a cada tipo de problema, a las
características de cada caso y al contexto concreto en que se aplican, ya sea el nivel
individual, grupal o comunitario.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1.2. EVOLUCIÓN EN EL ENFOQUE CONDUCTUAL

Modelo Conductual Radical 1


Otras denominaciones por las que se conoce a este enfoque son “Análisis Conductual
Aplicado”, “Enfoque Operante” o “Análisis Funcional de la Conducta”. Tal y como indicábamos
antes, se considera a Watson (1878-1958) el fundador de la escuela de psicología conocida con
el nombre de Conductismo. Elaboró sus ideas a partir de 1908 y, en 1914, en su libro titulado
“Behavior”, expuso sus principios fundamentales:

Se acentuó el intento de objetividad propio de toda ciencia empírica. Lo importante para


el psicólogo es descubrir los estímulos que constituyen la situación y las respuestas del
organismo. Rechaza el añadido mental que no es susceptible de observación, cuantificación,
repetición y confirmación empírica. La psicología ha de ser una ciencia al estilo de las ciencias
físicas, y la regla básica es el experimento objetivo. Sin embargo, esto produjo un
reduccionismo que atrapó la propia investigación. Fue un error. Como dice Bergman (1956):
“El error de Watson fue que para demostrar que no hay mentes que interactúan, lo que es
verdad, creyó necesario afirmar que no hay mentes, lo que no sólo es falso sino estúpido
(silly)” (Cf. Yela 1989).

Manteniendo con rigor el objetivismo formal, crítico y riguroso, sosteniendo los criterios
de verificabilidad y las definiciones operacionales en la aplicabilidad, comienza a tomar cuerpo
una nueva forma de condicionamiento, el llamado condicionamiento instrumental u operante,
cuyo máximo representante es Skinner (1953, 1971). Su radicalismo no ha variado apenas
desde sus inicios pudiéndose connotar como: renuncia al método hipotético-deductivo; no
aceptación de pretensiones teoréticas de la conducta; comprobación, con el máximo rigor
experimental posible, la relación entre el estímulo y la respuesta, el aumento o disminución de
probabilidad de una respuesta. Rechazo a las variables intermedias que comenzaron a
defender algunos neoconductistas y que provocará una escisión en el movimiento conductista.

Se utilizó en los años 30, según Maciá (1984), la expresión Análisis de Conducta de modo
sistemático para dar nombre al estudio de las relaciones funcionales entre estímulos y
respuestas. Según Skinner (1972) descubrir las relaciones funcionales que prevalecen entre
aspectos medibles de la conducta y diferentes circunstancias y hechos de la vida del
organismo, es lo que busca el análisis experimental de la conducta. Se trata de comprobar la
probabilidad en términos de frecuencias o tasa de respuestas. El manejo de las variables
independientes modifica las variables dependientes, es decir, la conducta. El análisis funcional
de las relaciones entre ambas variables permite especificar el tratamiento.

Este enfoque ha posibilitado la creación de técnicas terapéuticas, y se ha denominado


“Análisis conductual aplicado”. Han sido especialmente utilizadas en niños pequeños o en
personas con capacidad intelectual limitada o deteriorada, así como en la modificación de
ámbitos familiares e institucionales, preferentemente escuelas y prisiones. En general, se ha
mostrado más eficaz para conductas sencillas y monosintomáticas. Asimismo, se han
encontrado dificultades para mantener el cambio conductual.

Las críticas de que ha sido objeto provienen de diversos enfoques y disciplinas,


calificándolo de simplista, de antiteórético, mecanicista, no contar con el organismo, etc...

1
Este apartado ha sido extraído del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos Psicológicos. Modelos teóricos y ejercicios prácticos
de rol profesional (pp. 110-112). San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Gersild y Holmer (1935) y Guthrie (1938) ampliaron el análisis conductual y tratamiento


a los miedos infantiles y conductas estereotipadas en niños. La aplicación de los principios
operantes a los niños autistas fue llevada a cabo por Ferster (1958) y por Ferster y Simons
(1966), Lovaas (1977), Lovaas y Simmons (1969). Las técnicas del análisis conductual aplicado
que más se han utilizado con niños han sido: Reforzamiento positivo, reforzamiento negativo
de escape y evitación, economía de fichas (manejo de contingencias), moldeamiento, tiempo
fuera, autorrefuerzo y autocastigo. Los problemas más frecuentemente tratados han sido:
conductas agresivas, impulsivas e indisciplinadas, perturbaciones, inhabilidades sociales,
autismo, control de esfínteres, robo, negativismo...

Resultaría una lista interminable intentar enumerar los autores que más han trabajado
con esta metodología, por citar algunos: Bijou y Baer (1963), Hersen y Barlow (1976), O ‘Leary
(1977), Kazdin (1972), Fox y Azrin (1973), Patterson (1976), Christophersen y otros (1972).

En síntesis podríamos concluir lo siguiente:

Un presupuesto básico es que la conducta está en función de la situación (C= f(S)) o,


como indica Pervin (1979), la conducta es producto del aprendizaje, y como consecuencia el
foco de estudio son los procesos de aprendizaje.

Cobra un relieve específico en este modelo la metodología experimental, en la que la


objetividad, el rigor y la verificación de las hipótesis son los fundamentos de la misma. Como
consecuencia del énfasis de la manipulación experimental, los estudios en el laboratorio se
consideraron como el lugar más idóneo para analizar la conducta.

El análisis de la conducta, al ser concebido bajo el esquema E-R, se establece como un


planteamiento molecular de la misma, llegando a explicar conductas complejas a través del
estudio de conductas simples. Las conductas son, por tanto, específicas de cada situación,
dependen de determinantes externos y ambientales, no de factores internos e intrapsíquicos
del individuo, por lo que la historia del sujeto carece de relevancia. “Con la posible excepción
de la inteligencia, no se ha podido demostrar la existencia de consistencias comportamentales
universales y, por tanto, es insostenible el concepto de rasgo de la personalidad concebido
como predisposición general a ciertas respuestas” (Mischel 1968 pg. 146).

La intervención terapéutica consiste en modificar el ambiente para modificar la


conducta. Además de Watson, Hull y Skinner mantuvieron, con algunas modificaciones
(condicionamiento instrumental o condicionamiento operante), los presupuestos que hemos
enunciado. Sin embargo, esta visión un tanto reduccionista de explicar la conducta en función
del ambiente, no daba explicación a la aparición de conductas complejas, conductas nuevas y
originales, conductas que aparecen con independencia del refuerzo, o aquellas que se
aprenden tiempo después de haber observado el modelo. Por tanto, se desarrollaron otros
presupuestos, teorías basadas en el análisis de lo que se denominó variables mediacionales
(Modelo Mediacional). Estas variables intermedias (emocionales y/o cognitivas) no son
directamente observables, sino que desencadenan respuestas observables. En esta línea se
encuentran también las teorías del aprendizaje observacional y social (Bandura y Walters;
Dollar y Miller; Rotter...).

Neoconductismo: Orientación Conductual Mediacional


Poco a poco se va abriendo paso la idea de que los dos tipos de condicionamiento, el
clásico o pavloviano y el operante o skinneriano, no pueden dar cuenta de toda la complejidad
de conductas humanas. Se ha de recurrir progresivamente a procesos centrales

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

psiconeurológicos y cognitivos. Así, en este enfoque se da especial importancia a los


constructos hipotéticos como procesos mediacionales entre E y R, en especial la ansiedad y el
miedo. No obstante, los procesos cognitivos sólo son tenidos en cuenta definidos de forma
operacional en términos de secuencia E-R, de forma que realmente no se les concede un
estatus cognitivo o, incluso, son explícitamente rechazados.

El campo de aplicación de este enfoque neoconductista se centra particularmente en los


trastornos relacionados con la ansiedad, fobias, agorafobias, trastornos sexuales, entre otros.
Las técnicas de tratamiento que se utilizan se basan fundamentalmente en el
condicionamiento clásico. De esta manera la ansiedad ha sido considerada, a partir del
condicionamiento clásico, clave en los denominados trastornos neuróticos, en donde un
estímulo neutro puede emparejarse con un estímulo amenazante provocador de ansiedad,
que supone la activación de un patrón de cambios fisiológicos, en el nivel del sistema nervioso
simpático.

Las limitaciones más importantes de la orientación conductual mediacional residen en:


a) la falta de objetividad de los datos utilizados (en la mayoría de casos se usan valores
subjetivos); b) la suposición de que los procesos mediacionales siguen las mismas leyes que las
conductas manifiestas, y c) los problemas en la generalización de las ganancias a nivel
encubierto al mundo real.

Orientación Basada en el Aprendizaje Social


La respuesta a la insuficiencia del condicionamiento clásico y operante para explicar el
comportamiento humano es aquí diferente, incluyéndose ahora otro tipo de aprendizaje, el
llamado aprendizaje vicario o por observación, también conocido como “modelado”. Según
este enfoque no sólo se aprende por recompensas y castigos, sino a través de la observación
de los premios y castigos que reciben otras personas por su conducta (Bandura 1969; Mischel
1981). Según el planteamiento de Bandura y Walters, el aprendizaje de conductas,
especialmente si son nuevas, proviene siempre de la imitación. El término modelado
(modeling) reemplazó posteriormente al de imitación. Interesó preferentemente la conducta
humana, no animal, y los mecanismos estabilizadores y reguladores de la misma.

Esta teoría propone que las personas son capaces de adquirir determinadas conductas a
través de la observación de la ejecución de las mismas por otras personas (un modelo). Tratan
de explicar el aprendizaje de nuevas y complejas pautas de conducta independientemente de
los refuerzos, y analizan los procesos de adquisición y ejecución de las mismas.

Para que se produzcan el aprendizaje y la ejecución por observación, es preciso que la


persona atienda a la conducta de un modelo, registre los estímulos relevantes y los transforme
en formas representativas adecuadas; y después esté lo suficientemente motivada como para
extraer las imágenes y los símbolos verbales pertinentes, de modo que las transforme en
conductas potentes (Pervin 1979, pág.386). Así, para Bandura (1971), el proceso de
aprendizaje implica: procesos de atención, procesos de retención, procesos de reproducción
motórica y procesos motivacionales reforzadores (relacionados estos últimos con las
consecuencias positivas o negativas de la imitación).

Este aprendizaje por observación (imitación, identificación y otros fenómenos similares)


es necesario para explicar el aprendizaje social que incorporamos progresivamente desde la
infancia, e implica aceptar procesos cognitivos, como la memoria, imágenes, codificación de
señales, para la comprensión del lenguaje oral y escrito, el aprendizaje del mismo y posterior
expresión verbal y escrita.

7
Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Además del énfasis puesto en el aprendizaje observacional, el otro punto importante en


esta orientación reside en la idea de que la determinación del comportamiento depende del
determinismo recíproco entre estímulos ambientales, físicos y sociales, procesos cognitivos y
patrones de conducta del sujeto que, al mismo tiempo modifican el medio. La influencia del
medio sobre el sujeto está afectada por los procesos cognitivos que determinan la percepción
o interpretación de aquél y/o por las variables del sujeto. Se pone el énfasis en los constructos
de autoeficacia (juicios personales acerca de la propia capacidad para realizar la conducta
necesaria para obtener el resultado deseado) y en la capacidad de autorregulación y
autocontrol (con connotaciones más cognitivas) del propio sujeto.

Se asume que el sujeto es parte activa y receptiva de su propia conducta. Cuando el


sujeto analiza o evalúa sus actos y las consecuencias de los mismos, concluye que, o bien
posee desde sí mismo un control sobre sus actos, control interno proveniente de sí mismo, o
bien son el resultado o fruto del azar o derivados de otros hechos, control externo o
proveniente de fuera de sí mismo. Esta es la dimensión “Locus of Control”, con la bipolaridad
Interno y Externo que ha dado pie a tantos trabajos y estudios posteriores (Pelechano y
Baguena, 1983; Rotter, 1966; Pelechano, 1983; Collins, 1974; Pelechano, 1975; Mischel, Zeiss y
Zeiss, 1974; Godoy, Rodríguez-Naranjo, Esteve y Silva, 1989).

Así, paulatinamente en la comprensión del progresivo aprendizaje humano, se va


acentuando cada vez más por parte de teóricos, investigadores y terapeutas, el peso
concedido a la intervención de los factores cognitivos, inclusive en la interpretación del
reforzamiento, pieza clave en terapia conductual. Se admite la intervención cognitiva en el
refuerzo en la línea de reconocer que el valor informativo (cognitivo) de los premios y castigos
contribuye al aprendizaje.

Enfoque Cognitivo-Conductual
La deriva hacia una mayor consideración de los factores cognitivos en la explicación del
comportamiento desemboca en la orientación cognitiva-conductual. Desde este enfoque, se
entiende que la actividad cognitiva juega un papel esencial en la determinación de la conducta,
admitiéndose asimismo un determinismo recíproco entre el ambiente (aprendizaje social), el
organismo (procesos cognitivos) y la conducta (manifestación externa).

Desde el enfoque cognitivo-conductual se pueden analizar respuestas más complejas


que admitiendo solamente las variables mediacionales anteriormente propuestas. La
propuesta situacionista es reformulada por Mischel (1973), dando al organismo un lugar
importante en la determinación de la conducta. Se acepta que la influencia del medio sobre el
sujeto está mediada por los procesos cognitivos que determinan la percepción e interpretación
del entorno (Torres, 1987). Los primeros autores representativos de esta concepción teórica
son, entre otros, Cautela (1967), Meichenbaum (1977), Bandura (1977), Mahoney (1974), y, en
España, Pelechano (1976), Fernández-Ballesteros (1979), Silva (1978, 1983, 1985), Fernández-
Ballesteros y Carrobles (1981), Mayor y Labrador (1984).

En su vertiente clínica, la terapia está diseñada para ayudar al paciente a identificar,


probar la realidad y corregir concepciones o creencias disfuncionales. La relación terapéutica
es colaborativa y se enfatiza el papel del cliente, utilizándose técnicas de reestructuración
cognitiva, solución de problemas, entrenamiento autoinstruccional, etc. El principal
inconveniente que suele achacase a este enfoque es la falta de precisión clara en las relaciones
entre cogniciones, respuestas emocionales y conducta.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1.3. EVALUACIÓN
El objetivo de los tratamientos conductuales es la modificación de la conducta
inadaptada. Para ello, antes de iniciar el tratamiento, se ha de realizar una evaluación
minuciosa de los parámetros y contingencias que controlan la conducta, donde se definen las
conductas en términos observables y se establecen sistemas de registro.

La evaluación conductual tiene como misión el proveer de toda la información necesaria


para configurar un diseño del plan de intervención (indicación y diseño de tratamiento,
primera fase o pretratamiento diagnóstico) y evaluar los resultados de la misma (control de los
resultados, fase de tratamiento y seguimiento).

Las fases y tareas del proceso de evaluación serían las siguientes:

1) Exploración en torno a las conductas problema y sus circunstancias. Se trata de definir


las conductas problemáticas de manera precisa, objetiva y cuantificable, así como de
delimitar las situaciones en las que aparecen.
2) Determinación de la línea base. Hay que prestar especial atención a la variabilidad de
las tasas de conducta y determinar la duración de la línea base de forma empírica
(hasta haber logrado una suficiente estabilidad de los datos en sentido no
terapéutico).
3) Exploración de los enlaces funcionales y postulación de un modelo explicativo (tarea
central de la evaluación).
4) Establecimiento de los objetivos a alcanzar.
5) Diseño del plan de intervención.

Para evaluar se entrena al sujeto o a las personas cercanas a él en la observación o auto-


observación y registro de las conductas problema, se realizan autoinformes, cuestionarios,
inventarios y escalas. Para ello la conducta a observar se ha de definir de forma clara, objetiva,
válida y completa. Las categorías de respuesta utilizadas al definir la conducta pueden ser
molares (respuestas amplias) o moleculares (respuestas específicas y concretas). La conducta
se puede definir de forma funcional (por sus efectos en el ambiente) y/o topográfica (según
sus características físicas).

Los métodos de medición más utilizados son: productos permanentes (la conducta se
mide a través del número de productos a los que da lugar), métodos de frecuencia (se registra
el número de veces en que aparece una conducta en un intervalo de tiempo, para conductas
discretas, en donde se puede determinar bien el principio y el final, y con una frecuencia de
emisión no muy elevada: ej. fumar), método de duración (la observación se centra en el
tiempo total que dura la manifestación conductual, en conductas discretas cuando lo que más
interesa es el tiempo durante el cual se mantiene la emisión de ésta, o en conductas cuya
duración es muy variable, ej.: tiempo de estudio), método de intervalos (se divide el tiempo
total de observación en intervalos temporales iguales, y en cada intervalo se señala la
presencia o ausencia de la conducta, útil en conductas no discretas o en conductas con tasa de
frecuencia muy alta).

La información a recoger debe ser descriptiva y relevante y los instrumentos utilizados


para su recogida deben seguir criterios de utilidad, calidad y económicos. Se ha de realizar un
análisis descriptivo recogiendo variables sociodemográficas, desarrollo del sujeto,
características físicas, variables del comportamiento, con el cual se elaboran las primeras
hipótesis.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Una vez definido el problema se realiza el análisis de secuencias (listado de


acontecimientos organizados temporalmente de forma que el final de uno de ellos coincida en
el espacio-tiempo con el principio del siguiente), donde se realizará un análisis cualitativo
sobre la organización de las secuencias (contexto, antecedente, organismo, respuesta,
consecuente) y un análisis cuantitativo (análisis de parámetros –frecuencia, duración e
intensidad- y un análisis de contingencias). Además se han de recoger las variables del sujeto
como las que reflejan determinantes biológicos, lejanos o próximos, y las variables que reflejan
repertorios de conducta del sujeto y se ha de realizar un análisis histórico, evaluando factores
predisponentes, inicio del problema y evolución.

Una vez realizado esto se lleva a cabo el análisis funcional, definido como la
identificación de relaciones funcionales causales, importantes y controlables aplicables a un
conjunto específico de conductas-meta para un cliente habitual. Las hipótesis propuestas,
especialmente las de mantenimiento, deben identificar las relaciones funcionales entre las
variables dependientes (conductas meta) y las independientes (determinantes).

1.4. REVISIÓN CRÍTICA2

La valoración positiva que justamente se le ha hecho a este enfoque es la siguiente: Es


digno de tener en consideración “el respeto al método científico y a la evidencia empírica
aducida en favor de la teoría” (Pervin 1979, pág. 425). La difusión y amplitud desde la teoría
del aprendizaje ha permitido la explicación de múltiples conductas y ha promovido
interesantes y complejas investigaciones.

La metodología experimental ha permitido verificar hipótesis y presupuestos teóricos


cada vez de mayor complejidad, y reformularlas. Hay que reconocer el mérito en la creación de
instrumentos debido al rigor metodológico en la creación de los mismos.

La vinculación evaluación-tratamiento como un proceso indivisible y continuo es uno de


los valores de este modelo. Ha mostrado ser tan eficaz para determinados tratamientos como
otros modelos, pero superior en economía y tiempo para extinguir determinadas conductas
problema. Debe valorarse el ser capaz de una revisión más o menos continua de los
presupuestos teóricos, formulando nuevos enfoques conceptuales y alternativas terapéuticas.

Los problemas que han tratado de forma eficaz han sido múltiples y les debe ser
reconocido. Para Mackenzie (1977), citado por Yela (1980), uno de los críticos más incisivos, el
conductismo ha entrenado a los psicólogos especialmente en el análisis experimental de la
conducta, para percibir con suma finura las unidades significativas del comportamiento.

Retomando el análisis que en varios artículos realiza Yela (1970, 1973, 1978) sobre el
conductismo y el “saldo” de su influjo en la psicología, cuatro puntos son de destacar:
1- El inmenso repertorio de conocimientos rigurosos que ha aportado a la ciencia
psicológica.
2- La aportación tecnológica teórica y aplicada.
3- El influjo que ha tenido y sigue teniendo en las demás corrientes psicológicas,
especialmente en su interés por lo observable.
4- El haber desplazado el acento verificador desde la conciencia privada a la conducta
patente.

2
Este apartado ha sido extraído del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos Psicológicos. Modelos teóricos y ejercicios prácticos
de rol profesional (pp. 116-118). San Sebastián: UPV/EHU.

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Sin embargo, también ha recibido críticas negativas sobre todo en sus primeras
formulaciones debido a, como dice Pervin (1979, pág. 426):

1- Supersimplificar la conducta.
2- Olvidar áreas importantes.
3- No ser tan objetivo y riguroso como pretendió.
4- Desde su perspectiva de la “caja negra”, se ignoran aspectos de la vida psíquica como
la conciencia, los sentimientos y los procesos cognitivos.
5- Reduce la experiencia a un simple registro y acumulación de datos.
6- Se basa en gran parte en la experimentación animal, extrapolando los datos al
hombre, convirtiéndose en una etología más que en una psicología humana.
7- Reducir al aprendizaje toda la vida psíquica, es demasiado reduccionista y supone
considerar al sujeto como pasivo, reactivo, y condicionado desde fuera (Seoane 1981).
8- Se le ha criticado de intentar “moldear” niños obedientes, sumisos, pasivos, etc...
convirtiéndolos en seres despersonalizados, sin tomar en consideración los estados de
desarrollo y concibiendo al niño no como agente sino como receptor-pasivo. Bijou
(1983) presenta una dura crítica en relación a este aspecto.
9- La aplicación de técnicas conductuales en manos de inexpertos propició aplicar la
tecnología con entusiasmo inapropiado y en situaciones no adecuadas, extrapolando
los resultados y formulando afirmaciones injustificadas.
10- Los resultados favorables de las técnicas de modificación de conducta están en
relación inversa a la complejidad del problema. Los cuadros monosintomáticos se
benefician más de estas terapéuticas que los complejos polisintomáticos.

Finalmente, la modificación de conducta se presentó como la alternativa de tratamiento


y evaluación de conducta que iba a arrumbar definitivamente con las escuelas. Casi al final de
siglo, no sólo no hizo desaparecer ninguna alternativa, sino que fomentó, evolucionando, la
aparición de otras.

Frente al exclusivismo polemista de enfrentamiento de la evaluación comportamental


y/o análisis funcional frente a la evaluación tradicional, creemos que debería defenderse, cada
vez con más fuerza, la evaluación psicológica donde caben éstos y otros acercamientos”
(Pelechano 1985, p.184).

2. MODELO COGNITIVO

2.1. INTRODUCCIÓN

Al enfrentar la tarea de sintetizar el modelo cognitivo es fácil experimentar la dificultad


de organizar la información debido al ingente desarrollo que ha tenido, derivado de la
evidencia empírica que ha acumulado en los últimos años y, debido también, a la diversidad de
ámbitos de aplicación a que ha dado lugar.

El mismo nombre “modelo cognitivo” da pie al equívoco, ya reconocido por numerosos


autores, de considerarlo como un modelo único, o un paradigma o una teoría. Sin embargo el
uso del término se aplica para referirse a realidades cognitivas muy diversas. Siguiendo a
Mayor, el enfoque o paradigma cognitivo está lejos de tener un estatus epistemológico bien
definido, confluyendo en él diversas ciencias como la lógica, la matemática, la psicofisiología,
la lingüística, etc. multiplicándose el trabajo interdisciplinar que queda reflejado en las

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múltiples conferencias, simposium, manuales y revistas que desde los años sesenta y setenta
se han ido desarrollando.

Sin embargo, como indica Rivière (1987), por muy interesantes que puedan ser los
índices cuantitativos de crecimiento, algunos sospechan que la Psicología Cognitiva tiene
profundos problemas epistemológicos de base sin resolver “como esos niños gorditos y de
mejillas rosadas, con buen peso y una anemia severa por debajo de tan reluciente desarrollo
(p. 18)”.

En principio, inclusive la definición y concepto de Psicología Cognitiva encierra en sí


misma dificultades de verificación y consenso. En general, se acepta que la Psicología Cognitiva
es “el enfoque cognitivo de la Psicología, es decir, el estudio de la conducta desde la
perspectiva cognitiva” (Mayor, 1980, p. 215). En este sentido amplio se integran enfoques
tales como el procesamiento de la información (Neisser 1967; Anderson 1975; Estes 1975,
1978), la psicolingüística (Chomsky 1968), el estudio de los procesos cognitivos desde la
psicofisiología (Luria, 1974, 1979; Whitaker y Whitaker,1976), los desarrollos ligados a la
epistemología genética (Piaget, 1969; Flavell, 1979; Cellerier, 1979), el papel integrador de la
conciencia surgida de la interacción biológico-social (Luria, 1975, 1977), y las aportaciones, por
finalizar este recorrido, de la orientación ecológica (Neisser ,1976).

Pero si la acepción anterior, estudio de la conducta desde la psicología cognitiva, aporta


enfoques multiparadigmáticos diversos, la otra concepción de la psicología cognitiva entendida
como el estudio de los procesos cognitivos, tampoco confiere unidad. Los procesos, aun
conociendo su mutua interacción, se estudian, investigan y conceptualizan a veces
aisladamente, dando lugar y justificando la diversidad terminológica tanto académica como
aplicada de psicología de la percepción, de la memoria, de la atención, del lenguaje, del
pensamiento, etc.

La vía integradora y unificadora ha de pasar inevitablemente por un reduccionismo,


intentado explícitamente por algunos autores como Neisser (1967); Estes (1978); Reynolds y
Flagg (1977) (citados por Mayor, 1980), eligiendo como prototipo el enfoque del
procesamiento de la información, o bien ha de lograr una síntesis que englobe todos los
submodelos y explique los datos aportados por ellos. Sabiendo que no es totalmente posible
lograrlo se acepta generalmente esta segunda vía de unificación reconociendo las limitaciones
que conlleva.

En su vertiente clínica, el rasgo más común que unifica, en un primer momento, de


forma más clara a los modelos cognitivos reside en la importancia que otorgan a las
cogniciones, tanto en la génesis de los trastornos psicopatológicos como en el proceso de
cambio terapéutico. Utilizan el método científico en los estudios de procesos y resultados
terapéuticos y en los modelos teóricos de psicopatología y psicoterapia, centrándose en el
estudio del funcionamiento de los procesos de conocimiento anormales ya sea en situaciones
naturales como artificiales.

Las terapias cognitivas surgieron, por un lado, de las aportaciones de pensadores


independientes de la terapia conductual como Beck, Ellis y Kelly, y, por otro, del desarrollo del
enfoque cognitivo-conductual. El descontento existente con los tratamientos procedentes de
modelos tanto psicoanalíticos como conductistas, la emergencia de la psicología cognitiva
como paradigma y el progresivo desarrollo de modelos clínicos sobre procesamiento de la
información, son algunos de los factores que han posibilitado la aparición de las terapias
cognitivas. No obstante, en paralelo a la multiplicidad de modelos teóricos adscritos a la
Psicología cognitiva, hemos de enfatizar que cuando hablamos de terapias cognitivas tenemos

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

que tener en cuenta que bajo esta etiqueta se encuentran modelos epistemológicos
diferentes.

A lo largo de su desarrollo histórico, podemos distinguir tres grupos de modelos dentro


de la terapia cognitiva:

a) Los modelos cognitivo-comportamentales, con origen en la terapia de conducta, tal y


como hemos visto anteriormente. Según Meichembaum (1995), este modelo se
asocia a la metáfora del condicionamiento.
b) Los modelos de reestructuración cognitiva. Para Meichembaum (1995), estas terapias
utilizarían el marco conceptual explicativo de la metáfora del procesamiento de la
información.
c) Los modelos construccionistas o evolutivos. Según Meichembaum (1995), la metáfora
aplicable a estos modelos es la de la narrativa constructiva: los seres humanos
conocemos de forma activa, creando una narrativa personal.

Los modelos cognitivo-conductuales y los de reestructuración cognitiva compartirían una


epistemología común basada en el racionalismo (paradigma clásico o racionalista). Aquí, siguiendo
a Feixas y Miró (1991), se incluirían en la perspectiva racionalista: 1) Entrenamiento en
habilidades: de autocontrol, de resolución de problemas, de afrontamiento, y 2) Reestructuración
cognitiva. Los modelos constructivistas defienden una epistemología evolutiva (paradigma
rupturista o evolutivo). Según Feixas y Miró (1991), en la perspectiva constructivista se incluirían:
1) Terapia de constructos personales, 2) Enfoques evolutivos: estructurales, procesos de cambio,
piagetianos.

2.2. PRESUPUESTOS TEÓRICO-CONCEPTUALES BÁSICOS

El primer punto al que conviene enfrentarnos es el referente a quién es el sujeto


cognitivo. Una característica en la que coinciden los sub-paradigmas cognitivos es la suposición
de que “el agente de la conducta no es un organismo vacío, ilimitadamente moldeable, sino
que se define funcionalmente por una cierta organización, una determinada estructura o
arquitectura” (Rivière 1987, p. 31). El sujeto de la psicología cognitiva es por naturaleza activo,
es un sujeto que procesa la información, es decir, que selecciona, codifica, transforma,
recupera, etc. tanto la información proveniente del exterior como la que proviene de su medio
interno (Ibáñez y Belloch, 1983).

Hacerse cargo activamente de la realidad y responder a ella se explica a través de dos


constructos hipotéticos: el de la competencia y el de la actuación. El sujeto posee un potente
sistema procesador de la información, el sistema nervioso central, capaz de activar funciones
cognitivas simples y complejas que se traducen en comportamientos observables. El lugar
destacado que ocupa la actividad en los presupuestos cognitivos se apoya en esta
consideración de los individuos como sujetos activos, constructivos y planificados, que
interactúan con el medio y procesan la información tomando finalmente decisiones.

De acuerdo con Sanz y Vázquez (1991), puede establecerse el siguiente sistema de


clasificación de los aspectos cognitivos que sirve para aglutinar los conceptos básicos de los
modelos cognitivos:

13
Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1) Estructuras cognitivas: se refieren a la arquitectura del sistema, a la manera en que la


información se almacena y se organiza internamente dentro de algún tipo de
estructura. La memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo son dos conceptos
que pertenecen a esta categoría.
2) Proposiciones cognitivas: se refieren al contenido de la información que es
almacenada y organizada dentro de alguna estructura. Incluye conceptos como el
conocimiento episódico o conocimiento semántico.
3) Operaciones cognitivas: se refieren a los procesos mediante los cuales el sistema
opera, e incluyen conceptos como la codificación de y recuperación de la
información, o los procesos atencionales.
4) Productos cognitivos: se refieren al resultado final de las operaciones que el sistema
cognitivo realiza sobre la información; son las cogniciones o pensamientos que el
individuo experimenta y de las que puede tener conciencia, como resultado de la
interacción de la información entrante con las estructuras, las proposiciones y las
operaciones del sistema. Las atribuciones o los pensamientos automáticos son dos de
los constructos que se incluyen en esta categoría.

Por supuesto que el interés por los procesos cognitivos es inherente al desarrollo
histórico del modelo, especialmente los procesos mentales superiores como la atención,
percepción, memoria, lenguaje, pensamiento, etc. Estos procesos no son directamente
observables, pero pueden ser estudiados inferencialmente partiendo de la metáfora del
procesamiento de la información y considerando las entradas y salidas como mecanismos
mentales (Torres, 1987). Estas entradas y salidas (input y output) no pueden ser asemejables al
antiguo esquema E-R. Ahora, como indican Pelechano (1.975) y Carpintero (1975), en lugar de
estímulo y respuesta se ha pasado a estudiar la situación estimular y la respuesta integrada y
significativa.

En definitiva, el papel activo del sujeto cobra relevancia en la interpretación del estímulo
y en la organización de la respuesta. Este modelo, además de las diferencias que venimos
exponiendo con el conductismo, trata de explicar los procesos intermedios entre el estímulo y
la respuesta, procesos que tienen lugar en el interior del sujeto. Le interesan específicamente
los procesos intermedios cognitivos.

2.3. REVISIÓN CRÍTICA 3


Una de las aportaciones que es preciso reconocer es la proliferación de modelos y la
acumulación de datos empíricos en diversos campos científicos. Ha abordado el complejo
tema de la inteligencia retomando los procesos mentales superiores en toda su complejidad.

En general toma en escasa consideración el estudio de la motivación y la emoción, así


como las diferencias individuales y la evaluación de contextos. Quizá una de las críticas más
repetidas es la de poseer una terminología inflada, poco precisa y válida operacionalmente.

Respecto a la metodología y técnicas, el análisis cronométrico es de gran utilidad al


tener en cuenta variables temporales como significativas en los procesos cognitivos, aunque
han de resolverse problemas concretos en torno a la conjunción del tiempo con la precisión y
resolución de una tarea.

3
Este apartado ha sido extraído del libro de Maganto, C. (2009). Tratamientos Psicológicos. Modelos teóricos y ejercicios prácticos
de rol profesional (pp. 120). San Sebastián: UPV/EHU.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Dos problemas concretos que plantea la metodología específica son la objetivación y la


generalidad. La objetivación, porque los procesos cognitivos se infieren a partir únicamente de
datos conductuales.

La generalidad hace relación a situaciones experimentales en las que predominan


micromodelos, microteorías casi “ad hoc” para la situación experimental, por lo que la
generalización es difícil. De esto resulta la reducción de las confirmaciones empíricas de las
teorías y modelos, sustituyéndose rápidamente una explicación teórica por otra.

Las principales dicotomías existentes: metodología flexible o metodología rigorista,


enfoque cognitivo de la conducta o dispersión multiparadigmática, lo estructural y lo funcional,
provocan incertidumbre y, en ocasiones escepticismo.

Ciertamente existen problemas epistemológicos sin resolver, y frecuentemente se


experimenta la confusión ante la falta de resultados generalizables y contundentes. Sin
embargo, Mayor (1980, p. 255) nos indica que “cabe adoptar una posición de confianza básica
en el progreso de la ciencia, aunque sea preciso un enorme esfuerzo crítico para reordenar
teórica y metodológicamente el campo de la psicología cognitiva”.

3. MODELOS Y TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN

3.1. TÉCNICAS DE CONTROL DE LA ACTIVACIÓN

La relajación puede considerarse como un estado de hipoactivación facilitado por diversos


procedimientos. Las investigaciones han demostrado la eficacia de los procedimientos en el
tratamiento del insomnio, hipertensión, cefaleas tensionales, asma bronquial, fobias y tensión en
general, así como tratamiento coadyuvante en diversas condiciones como ansiedad a hablar en
público, las fobias, ansiedad generalizada, colon irritable, dolor crónico y disfunciones sexuales.
Los efectos de las técnicas alteran significativamente procesos fisiológicos relacionados con la
ansiedad como: frecuencia cardíaca y respiratoria, consumo de oxígeno, la tensión muscular
tónica, la transmisión dérmica y la tensión arterial.

No obstante, la relajación puede provocar efectos no deseados en determinados pacientes,


tales como: incrementar los efectos de pérdida de control sobre la realidad, incluso estados
disociativos; aumentar los efectos de ciertas drogas y fármacos (como las benzodiacepinas),
inducir desactivación excesiva con aparición de estados de hipotensión o hipoglucémicos
temporales; fatiga y/o facilitar la recuperación de reacciones emocionales o pensamientos ocultos
(reprimidos).

Las técnicas más utilizadas son la relajación progresiva de Jacobson (1929) y el


entrenamiento autógeno de Schultz (1932). Otras estrategias cuyo objetivo puede ser la relajación
son: la respiración, la visualización, el biofeedback, el yoga, la meditación o la hipnosis.

Técnicas de relajación (adaptado de Olivares y Méndez, 2001)


Mecanismos de aprendizaje
Relajación progresiva Discriminación perceptiva de la tensión-
relajación
Entrenamiento autógeno Representaciones mentales de sensaciones
Respiración Interacciones del control vagal

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Biofeedback Condicionamiento instrumental


Meditación Repetición monótona de un mantra (frase
tranquilizadora)
Yoga Ejercicios postulares y de concentración
Hipnosis Percepción-concentración y bloqueo
perceptivo de estímulos

A) Relajación muscular progresiva

Este procedimiento de relajación, inicialmente desarrollado por Jacobson (1929), intenta


enseñar al sujeto a relajarse por medio de ejercicios en los que tense y relaje de forma alternativa
distintos grupos musculares. El objetivo es que la persona aprenda a identificar las señales
fisiológicas provenientes de sus músculos cuando están en tensión y ponga en marcha las
habilidades aprendidas para reducirlas. El procedimiento desarrollado por Jacobson requiere un
amplio periodo de tiempo para aprender a relajarse (56 sesiones). Posteriormente, diversos
autores han modificado el procedimiento recortando su duración de forma importante (por
ejemplo, Bernstein y Borkovec, 1973 y Labrador, 1995).

Jacobson señala la existencia de una interrelación recíproca entre el cerebro y las


estructuras periféricas del cuerpo, en especial el sistema muscular, de manera que el cerebro
podría disminuir su activación si se reducen las entradas sensoriales, en especial, dada su
importancia, las procedentes de los músculos. Los mecanismos a través de los cuales produce sus
efectos la relajación progresiva serían en primer lugar, el identificar las señales de tensión y
posteriormente la puesta en práctica de las habilidades para reducir la tensión.

Los supuestos básicos de la técnica son: principio de vigencia de contrastes (relajación vs.
tensión), relajación progresiva (se aprende paulatinamente a relajar los distintos grupos
musculares) y diferencial (la persona aprende a controlar la tensión de los diversos grupos
musculares).

En lo respecta al procedimiento, inicialmente al paciente se le hacen una serie de


consideraciones antes de comenzar con el entrenamiento: se le explica que la relajación se
aprende de forma progresiva, que es necesario desarrollar un abandono activo, que no deben
tener miedo a la pérdida de control, que deben concentrarse en las instrucciones y sensaciones,
adoptar una postura cómoda y reducir los estímulos, manteniendo los ojos cerrados. Cada
ejercicio debe hacerse dos o tres veces seguidas, alternando los periodos de tensión (no más de
10 segundos) con periodos de relajación (por lo menos tres veces más largos que los de tensión,
alrededor de unos 30 segundos).

Existen diferentes variantes de este entrenamiento, tales como la relajación diferencial


(aprender a tensar sólo aquellos músculos relacionados con una actividad y mantener relajados
aquellos que no son necesarios), relajación condicionada (asociar la relajación a una palabra que
el sujeto se dice a sí mismo), relajación pasiva (sólo se utilizan ejercicios de relajación de los
grupos musculares, sin tensarlos antes), relajación por evocación (el paciente entrena el
procedimiento estándar y en la última fase aprende a relajarse dando la orden a los diferentes
músculos de que se aflojen sin necesidad de tensarlos previamente), o el entrenamiento en
tensión aplicada (técnica específicamente indicada para el tratamiento de las fobias a la sangre,
heridas o inyecciones).

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B) Entrenamiento Autógeno

El entrenamiento autógeno de Schultz y Luthe (1932) consiste en entrenar al cliente para


que sea él mismo el que se autogenere la relajación; se basa en la idea de la unión cuerpo-mente,
según la cual, una adecuada representación mental generará el cambio corporal correspondiente
(como antecedente de esto tenemos las experiencias con la hipnosis). Se trata de conseguir una
desconexión general del organismo que suponga un determinado cambio de actitud y un cambio
en la forma de afrontar las demandas del medio, pero no es tan profunda como en la hipnosis y es
el propio sujeto quien la genera. La modificación de la tensión en una sensación de relajación y
tranquilidad se consigue por concentración interna en determinadas representaciones
preestablecidas a través de un aprendizaje progresivo. Se empieza tratando de conseguir generar
sensaciones corporales típicas como pesadez, calor, etc. Los ejercicios se dividen en dos ciclos
aunque lo habitual es entrenar al sujeto sólo en los ejercicios del grado inferior, siendo la
utilización del ciclo superior muy poco frecuente.

Según Luthe son tres los elementos básicos que subyacen a la eficacia de la técnica: la
reducción de la estimulación aferente durante un periodo de tiempo, la concentración pasiva y la
repetición mental de las frases.

Los ejercicios del ciclo inferior del entrenamiento autógeno son: relajación muscular (“mi
brazo pesa mucho”), regulación vascular (“mi brazo está caliente”), regulación cardíaca (“mi
corazón late tranquilo”), control de la respiración (“mi respiración es tranquila”), regulación de los
órganos abdominales (“mi plexo solar está caliente”) y regulación de la región cefálica (“mi frente
está fresca”). Los ejercicios del ciclo superior se centran en el control de las funciones mentales a
través de diferentes ejercicios (ej.: imaginar un color, centrarse en un sentimiento propio,
representar a una persona, etc.).

C) Control de la respiración

Una respiración correcta que permita la oxigenación del organismo se ve dificultada por las
posturas, los ritmos de vida, los tipos de ropa y las situaciones de estrés. Todo ello fomenta que se
desarrollen patrones de respiración acelerados y de escasa intensidad. Los ejercicios de
respiración diafragmática están dirigidos a ejercer un control voluntario sobre la respiración, de
manera que el cliente pueda disminuir la activación fisiológica excesiva. El entrenamiento consiste
en la práctica de la respiración caracterizada por tasas bajas de inspiración, volúmenes elevados
de aire y respiraciones predominantemente abdominales, lo que incrementaría el control
parasimpático, con descensos importantes en la tasa cardíaca. Una vez hecho esto se animará al
cliente a practicar en diversas situaciones y posturas con el fin de automatizar y generalizar esa
forma de respirar a la mayoría de situaciones de su vida, o que sea capaz de respirar de esa
manera en situaciones concretas, favoreciendo un control sobre la activación.

3.2. TÉCNICAS DE EXPOSICIÓN

La exposición en vivo a los estímulos fóbicos sin conducta de escape hasta que la ansiedad
remita de forma significativa es el tratamiento conductual más eficaz para hacer frente a las
conductas de evitación en los trastornos fóbicos. No obstante, parece ser que esta técnica no
obtiene resultados positivos en pacientes con trastornos de ansiedad generalizada o en aquellos
que presentan un ánimo deprimido.

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Existen diferentes modalidades de exposición:

- Exposición en vivo vs. en imaginación: aunque parece demostrado que la exposición


en vivo resulta más eficaz que la exposición en imaginación, ésta última puede ser de
interés en casos en los que la modalidad en vivo sea de difícil aplicación o como
forma de motivación adicional para pacientes que rechazan iniciar el tratamiento con
la exposición en vivo.
- Exposición individual vs. grupal: las evidencias existentes indican que los resultados
obtenidos con ambas son comparables. No obstante es importante tener en cuenta
que, aunque las tareas de exposición pueden ser planificadas y evaluadas
grupalmente, la ejecución de las mismas ha de ser individual. La presencia inicial de
una persona en las tareas de exposición debe ir desapareciendo gradualmente.
- Exposición vs. autoexposición: dado que los fóbicos tienden a ser muy dependientes,
si la influencia del terapeuta es un factor motivador central en la exposición ante las
situaciones fóbicas, el retiro de esta influencia puede detener el progreso previo. Los
objetivos de la autoexposición son reducir la dependencia del paciente, acortar el
tiempo de dedicación profesional y facilitar el mantenimiento de resultados.

3.3. DESENSIBILIZACIÓN SISTEMÁTICA

Se trata de un procedimiento creado por Wolpe (1958) que ha recibido gran atención
investigadora. La técnica se dirige a reducir respuestas de ansiedad y eliminar respuestas de
evitación. Se basa en la puesta en marcha de respuestas incompatibles con la ansiedad en el
momento en que ésta aparezca, impidiendo que se desarrolle.

Los componentes implicados en la técnica son: respuestas incompatibles (hay


determinadas respuestas que no pueden darse a la vez, de forma que cuando aparece una se
imposibilita que lo haga la otra), jerarquía de estímulos (una situación o configuración estimular
consta de una serie de estímulos que pueden ser organizados de distintas formas a fin de poder
jerarquizarlos en función de su capacidad para producir ansiedad), contracondicionamiento
(asociación del estímulo ansiógeno con una respuesta incompatible, comenzando con variaciones
de la situación ansiógena que no creen una respuesta ansiosa elevada) y generalización (cuando
se asocia una respuesta a una determinada situación, esta asociación se extenderá o generalizará
también, de manera más o menos completa, a las distintas variaciones de esta situación, tanto
más cuanto más similares sean a la inicial).

Aunque se han ido ofreciendo explicaciones alternativas (ej.: Lader y Mathews, 1968;
Lomont, 1965 y Emmelkamp, 1975, entre otros), de acuerdo con el creador de la técnica (Wolpe),
la desensibilización sistemática se explica mediante la inhibición recíproca y el
contracondicionamiento. La inhibición recíproca subyace al hecho de que en presencia de una
respuesta incompatible, el estímulo ansiógeno no puede provocar ansiedad. Por otro lado, al
asociarse el estímulo ansiógeno a la respuesta incompatible, facilita el condicionamiento de una
respuesta contraria a la ansiedad, es decir, el desarrollo de un proceso de
contracondicionamiento.

Con respecto a los pasos a seguir en el procedimiento:

1. Presentación de la técnica: en primer lugar se expone la lógica y el funcionamiento de la


técnica. A continuación se explican las características de la ejecución en cada fase dando
importancia al papel del cliente en ellas (practicar la relajación en casa, importancia de la
creación de una jerarquía, papel esencial de la consecución de imágenes mentales vívidas

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y concretas, esquema de comunicación con el terapeuta durante la presentación de los


ítems).
2. Entrenamiento en la respuesta incompatible con la ansiedad: la relajación progresiva es la
respuesta incompatible más utilizada, pero también se han desarrollado otras técnicas de
control de la activación (respuestas asertivas, hipnosis, imaginación emotiva…).
3. Construcción de la jerarquía de ansiedad: los estímulos han de ser realistas, concretos,
relevantes y aportados por el cliente. La jerarquía se cuantifica en una escala de Unidades
Subjetivas de Ansiedad (USA) de 0 a 100. Las jerarquías pueden ser espacio-temporales
(se ordenan los estímulos por la distancia o cercanía temporal a la situación temida),
temáticas (cuando todos los ítems están relacionados con un mismo tema) y mixtas (se
combinan criterios temáticos y espacio-temporales). Para construir la jerarquía se pide al
sujeto que ordene las situaciones generadoras de ansiedad, empezando por establecer el
anclaje superior, inferior y el punto medio. Después se le pide que indique situaciones de
distintos niveles, hasta disponer de unas diez situaciones de modo que no haya escalones
de más de 15 USA. El paciente, como tarea para casa, debe elaborar ítems de diversa
cuantía. En la siguiente sesión se vuelven a ordenar los elementos. Se seleccionan entre
10 y 15 ítems.
4. Evaluación y práctica en imaginación: antes de comenzar la aplicación de la técnica es
necesario comprobar que el cliente es capaz de imaginar de forma vívida las escenas de la
jerarquía. Esto se realizará pidiendo al sujeto que imagine algunas escenas
preguntándose acerca de los detalles de las mismas. Si el sujeto mostrase dificultades
para imaginar, sería necesario aplicar un entrenamiento específico en imaginación.
5. La desensibilización sistemática propiamente dicha: se trata de la presentación de los
ítems en imaginación mientras el cliente ha puesto en marcha la respuesta incompatible
(habitualmente la relajación profunda). Se comienza pidiéndole que imagine la primera
escena de la jerarquía, la que le suscita menos ansiedad, si siente ansiedad debe
comunicarlo al terapeuta mediante una señal previamente acordada, se le pide que
detenga la imagen y que retorne a un estado de relajación. Si no muestra ansiedad debe
seguir imaginando la escena entre 5-10 segundos, y después, en la segunda presentación,
entre 10-15 segundos. Se ha de continuar presentando el ítem hasta que dos veces
consecutivas el paciente informe de 0 USA, tras lo cual se pasará al siguiente ítem. Se
procede de igual modo con la siguiente escena. Si tras tres o cuatro presentaciones el
sujeto sigue dando respuestas de ansiedad, conviene pedirle que describa verbalmente el
contenido de la escena que está imaginando. Si el sujeto no ha hecho ninguna
deformación en la escena, convendría hacer un ítem intermedio o reformular la jerarquía.
Si no muestra ansiedad, debe seguir imaginando la escena durante 10 segundos, se repite
la escena dos veces más, y se procede de igual modo con la siguiente escena. Se
recomienda que la sesión de DS finalice con una escena que haya imaginado con éxito y
que en la sesión siguiente se comience por ella. Las sesiones suelen durar entre 30 y 40
minutos. Con el objetivo de fomentar la generalización, se pueden diseñar tareas a
realizar fuera de la sesión. El sujeto sólo puede exponerse a estímulos de nivel jerárquico
inferior a los que se ha desensibilizado. Sólo se deben indicar estas tareas cuando el
sujeto haya llegado a niveles medios o altos de la desensibilización.

Existen diferentes variantes del procedimiento básico de la DS que han sido desarrolladas
por diferentes autores (DS in vivo, práctica reforzada, escenificaciones emotivas, etc.).

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3.4. TÉCNICAS OPERANTES

Se han ido desarrollando una serie de técnicas terapéuticas basadas en los procedimientos
básicos del aprendizaje instrumental (reforzamiento positivo, negativo, castigo positivo y
negativo, extinción…). De manera muy resumida, podemos contemplar:

A) Técnicas operantes para desarrollar conductas

En el desarrollo de nuevas conductas hay que diferenciar dos formas de proceder básicas:
el moldeamiento y el encadenamiento. En ambos casos, se trata de disponer contingencias de
reforzamiento de manera que la conducta deseada sea reforzada en presencia de ciertas
condiciones discriminativas. En el caso del moldeamiento se realiza un reforzamiento de las
aproximaciones sucesivas a la conducta meta, promoviéndose un desarrollo gradual de la nueva
conducta, mientras que en el encadenamiento se refuerzan determinadas combinaciones de
conductas ya presentes en el repertorio comportamental del sujeto.

B) Técnicas de organización de contingencias

Básicamente podemos distinguir entre la “Economía de fichas” y los “contratos conductuales


o de contingencias”. Lo que caracteriza al primer procedimiento es la introducción de un
reforzador artificial generalizado intercambiable por los reforzadores habituales en el medio del
paciente. La emisión del reforzador está estrictamente controlada por el terapeuta y es
contingente a la emisión, por parte del paciente, de aquellas conductas que se desean
incrementar o mantener. El contrato conductual consiste en un documento escrito que explicita
las acciones que el cliente está de acuerdo en realizar y establece las consecuencias del
cumplimiento y del no cumplimiento de tal acuerdo. Esto implica el intercambio recíproco de
recompensas en relación a conductas específicas de los firmantes del contrato, aunque pueden
ser unilaterales (se explicitan únicamente las acciones a realizar por parte de una persona).

C) Técnicas operantes para la reducción de conductas

En general se aconseja utilizar aquellos procedimientos menos aversivos y más fáciles de


aplicar, siendo el orden de elección el siguiente: extinción (consiste en suprimir el reforzamiento
de una conducta previamente reforzada), reforzamiento diferencial (ej: reforzar al sujeto por
mantener una tasa de conducta más baja de la observada en la línea base, reforzar cualquier
conducta que emite el individuo a excepción de la conducta que se quiere eliminar…), costo de
respuesta (retirar un reforzador positivo de manera contingente a la emisión de una conducta),
tiempo fuera (se retiran las condiciones del medio que permiten obtener reforzamiento o se saca
a la persona de éstas, durante un determinado periodo de tiempo, de manera contingente a la
emisión de la conducta desadaptada), saciación (consiste en la presentación de un reforzador de
forma tan masiva que pierda su valor) y sobrecorrección (compensar en exceso las consecuencias
de la conducta desadaptativa).

3.5. OTRAS TÉCNICAS

Las denominadas técnicas aversivas, intentan asociar un patrón de reacción comportamental


no deseado y socialmente sancionado, con una estimulación desagradable, externa o interna, o
reorganizar la situación de tal manera que las consecuencias de este comportamiento no deseado
sean lo suficientemente desagradables para que el emisor del comportamiento deje de realizarlo.

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Por otra parte, a raíz de que Cautela en 1966 presentase el procedimiento de sensibilización
encubierta, se fueron desarrollando técnicas encubiertas (basadas en la imaginación), con el
objetivo de alterar la frecuencia de la respuesta a través de sus consecuencias (aplicación
encubierta de técnicas que se basan en el condicionamiento operante, como las expuestas
anteriormente). Entre dichas técnicas destaca la sensibilización encubierta, que es análoga al
procedimiento operante del castigo positivo y pretende la disminución de la probabilidad de
ocurrencia de una conducta por medio de la presentación de un estímulo aversivo imaginado
(habitualmente la sensación de vómito) inmediatamente después de la ocurrencia imaginada de
dicha conducta.

Igualmente cabe mencionar las técnicas de modelado, basadas en el proceso de aprendizaje


observacional, en las que un modelo actúa como estímulo para generar conductas, pensamientos
o actitudes semejantes en otras personas que observan su actuación.

3.6. ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES

Los orígenes del entrenamiento en HHSS suelen atribuirse a Salter (1949) quien fue el
primero en realizar una descripción de la conducta asertiva. Este autor señalaba varias técnicas
para aumentar la expresividad de los sujetos: expresión verbal y facial de las emociones, empleo
deliberado de la primera persona al hablar, estar de acuerdo cuando se reciben cumplidos o
alabanzas, expresar desacuerdo, y la improvisación y actuación espontáneas.

Por su parte, Wolpe (1958) utiliza por vez primera el concepto de conducta asertiva como
sinónimo de habilidad social al indicar que la ansiedad social excesiva impediría la ejecución de la
habilidad social.

Según Caballo (1986), la conducta socialmente habilidosa es ese conjunto de conductas


emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes,
deseos, opiniones o derechos de ese individuo, de un modo adecuado a la situación, respetando
estos comportamientos en los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos de
la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas. Por tanto, la
conceptualización de una conducta socialmente habilidosa implica la especificación de tres
componentes de la habilidad social: una dimensión conductual (tipo de habilidad), una dimensión
personal (variables cognitivas), y una dimensión situacional (el contexto ambiental).

Los componentes habitualmente contemplados en los programas de tratamiento de


habilidades sociales son los siguientes:

- Entrenamiento en habilidades:
o Instrucciones: se informa al observador sobre las conductas que realizará el
modelo. Se dan indicaciones concretas sobre los aspectos a observar.
o Modelado: el observador atiende a la ejecución de las conductas del modelo así
como a las consecuencias de las mismas.
o Ensayo de conducta: el sujeto reproduce las conductas observadas previamente en
el modelo. Una variante es el ensayo de conducta encubierto (realizar un ensayo
en la imaginación como paso previo a la ejecución en vivo).
o Retroalimentación: se ofrece información al sujeto para moldear y perfeccionar la
ejecución de las conductas aprendidas.
o Reforzamiento: se refuerzan los aprendizajes de las habilidades sociales
aprendidas.

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- Reducción de la ansiedad: normalmente se consigue de forma indirecta siendo la


conducta aprendida una conducta incompatible con la respuesta de ansiedad; relajación
y desensibilización sistemática.
- Entrenamiento en Solución de Problemas: percibir los aspectos relevantes, procesar
esos valores para generar respuestas potenciales, elegir una respuesta y realizarla. (Ver
subapartado 3.8).

- Reestructuración cognitiva (ver más adelante el subapartado 3.9).

Caballo (1991) considera cuatro etapas del entrenamiento:

a) Desarrollo de un sistema de creencias que mantenga el respeto por los propios


derechos personales y por los derechos de los demás.
b) Distinción entre conductas asertivas, no asertivas (pasivas) y agresivas.
c) Reestructuración cognitiva de la forma de pensar en situaciones concretas.
d) Ensayo conductual de respuestas asertivas en situaciones determinadas.

Son muchas las dimensiones de la conducta socialmente habilidosa que suelen recogerse
en los diferentes paquetes de entrenamiento, tales como: iniciar y mantener conversaciones;
hablar en público; expresar amor, agrado y afecto; defensa de los propios derechos; pedir favores;
rechazar opiniones; hacer y aceptar cumplidos; expresión de opiniones personales, incluido el
desacuerdo; disculparse o admitir ignorancia…

Asimismo, es importante tener en cuenta en el entrenamiento en HHSS una serie de


componentes moleculares del comportamiento interpersonal como, por ejemplo: la mirada
determina actitudes, sincronía, acompaña o comenta la palabra hablada; la expresión facial
provee de información emocional; los gestos acentúan el mensaje; la postura refleja actitudes y
sentimientos; la orientación señala el grado de intimidad/formalidad de la relación…

3.7. INOCULACIÓN DE ESTRÉS

Dentro de los modelos cognitivo-conductuales, la inoculación de estrés fue desarrollada por


Meichembaum (1977) con el fin de dotar a los clientes de diversas estrategias y habilidades
(conductuales, cognitivas y psicofisiológicas) que les permitan hacer frente a las situaciones
futuras que supongan estrés.

Suelen distinguirse las siguientes fases:

- Fase educativa o reconceptualización: se le proporciona al sujeto un marco


conceptual que le permita comprender cómo puede afectarle el estrés y cómo puede
hacerle frente utilizando una serie de estrategias comportamentales y cognitivas.
Resultado:
o Disponer de un modelo alternativo de mantenimiento de sus reacciones de
estrés.
o Identificando y aclarando los desencadenantes, distinguiendo los estresores
globales de los puntuales o situacionales y aquellos modificables de los que
no lo son.
o Aclaración de si el déficit de la persona se debe a una falta de competencia
(habilidades) o de ejecución (beneficios secundarios, creencias
disfuncionales, etc.).

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- Fase de ensayo o adquisición de habilidades: se le enseña y entrena en la utilización


de las habilidades y estrategias de afrontamiento del estrés, a través de técnicas
conductuales (exposición, entrenamiento en habilidades sociales, programación
conductual, etc.), técnicas cognitivas (solución de problemas, reestructuración
cognitiva, autoinstrucciones, etc.) y técnicas psicofisiológicas (respiración profunda,
relajación, entrenamiento en biofeedback, etc.). Categorías:
o Habilidades cognitivas: las principales estrategias a entrenar son la
reestructuración del pensamiento, la detención del pensamiento y las
autoinstrucciones.
o Habilidades de control emocional: la principal estrategia es la relajación que
puede conseguirse a través de diferentes técnicas.
o Habilidades conductuales: la principal es la exposición, aunque también se
recurre al modelado y ensayo conductual.
o Habilidades paliativas: las principales son la distracción, cambio de
perspectiva y las habilidades sociales (ej.: gestión del apoyo social
disponible).

- Fase de aplicación y consolidación: se da al sujeto la oportunidad de poner en


práctica las habilidades entrenadas en situaciones reales de estrés, a través de
técnicas de modelado y ensayos conductuales. Se somete al sujeto a niveles
moderados y controlables de estrés (inoculación) a modo de “vacunas”
conductuales. Estrategias:
o Modelado, metáforas y ensayo en imaginación.
o Ensayo conductual
o Exposición in vivo graduada.

3.8. ENTRENAMIENTO EN SOLUCIÓN DE PROBLEMAS

Entre los procedimientos empleados para la solución de problemas, el más aceptado es la


denominada “Terapia de solución de problemas sociales” (D’Zurilla y Nezu, 1982) que es una
técnica dirigida a entrenar a las personas en la resolución de problemas para mejorar su
competencia social.

El proceso consta de cinco etapas:

1) Orientación general hacia el problema: se pretende que el sujeto acepte el hecho de


que las situaciones problemáticas forman parte de la vida diaria y de que es posible
hacerles frente de modo eficaz, reconozca las situaciones problemáticas cuando ocurran
e inhiban la tendencia a responder de manera impulsiva o a no responder. Las variables
más importantes a tener en cuenta son: la percepción del problema (reconocimiento y
etiquetación del mismo); la atribución del problema; la valoración del problema (el
significado para el bienestar personal y social); el control personal; y el compromiso
tiempo/esfuerzo.
2) Definición y formulación: en esta fase se obtiene información relevante sobre el
problema, se clarifica la naturaleza del mismo, se establece una meta realista de
solución del problema y se reevalúa la importancia del problema para el bienestar
personal y social.
3) Generación de alternativas: el propósito de esta fase es tener tantas soluciones
alternativas como sea posible. Para ello se utilizan tres principios que se derivan del
método de “lluvia de ideas” de Osborn: el principio de cantidad (cuantas más

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soluciones alternativas se produzcan, más calidad de ideas estarán disponibles, y con


más probabilidad se encontrará la mejor solución); el principio de aplazamiento del
juicio (una persona generará mejores soluciones si no tiene que evaluarlas en ese
mismo momento), y el principio de variedad (cuanto mayor es el rango o variedad de
ideas de solución, más ideas de buena calidad serán descubiertas).
4) Toma de decisiones: en esta fase se anticipan las consecuencias de las distintas
alternativas de solución, se evalúan los resultados y se prepara un plan para la
solución.
5) Verificación: las tareas de esta fase incluyen: la realización de la conducta solución,
autoobservación de la conducta y/o del resultado, autoevaluación,
autorreforzamiento, investigar el proceso y hacer los cambios necesarios. La
ejecución de la solución es parte del proceso de verificación.

Por solución de problemas estos autores entienden un proceso cognitivo-afectivo-


conductual a través del cual un individuo o un grupo, identifica o descubre medios efectivos de
enfrentarse con los problemas que se encuentra en la vida de cada día. Es un proceso de
aprendizaje social, una técnica de automanejo y una estrategia general de afrontamiento.
Junto a la solución del problema se encuentra la ejecución o puesta en práctica de la solución y
la competencia social (habilidades sociales, competencias conductuales y conductas de
afrontamiento).

Suelen distinguirse tres niveles diferentes de ejecución de la Solución de Problemas:

a) Cogniciones de orientación al problema: representa el nivel más general y se trata de un


grupo de variables cognitivas que tienden a tener efectos generalizados o inespecíficos.
Es decir de aplicación a todo tipo de problemas, no incluyendo habilidades o
capacidades específicas necesarias para solucionar un problema concreto. Podríamos
hablar de variables metacognitivas que definen una orientación general del individuo
hacia los problemas de la vida, tales como: la percepción del problema, las atribuciones
causales, la valoración del problema, creencias sobre el control personal y valores
respecto al compromiso de tiempo y esfuerzo para solucionar problemas
independientemente.
b) Habilidades de solución de problemas específicas: se encuentran en un nivel
intermedio de especificidad. Implican una secuencia de tareas específicas dirigidas a
una meta que deberán realizarse para resolver un problema particular. Incluyen las
tareas de definir y formular un problema, generar una lista de soluciones
alternativas, tomar una decisión, implementar una solución y evaluar el resultado.
c) Habilidades de solución de problemas básicas: es el nivel más específico e incluye
habilidades cognitivas como la sensibilidad hacia los problemas (habilidad para
reconocer que un problema existe), el pensamiento alternativo, el pensamiento
medios-fines (habilidad para especificar qué medios se precisan para llegar a una
meta), anticipar consecuencias o el pensamiento consecuencial y la toma de
perspectiva (habilidad para percibir una situación desde la perspectiva de otra
persona).

Es preciso tener en cuenta que las variables emocionales pueden facilitar o inhibir la
ejecución de la Solución de Problemas, dependiendo de variables como la cualidad subjetiva o
valor de la respuesta emocional, la intensidad de la activación emocional y la duración del
estrés emocional. Pueden jugar un papel importante en el reconocimiento del problema, el
marco de la meta de la SP, la evaluación de solución de alternativas y la evaluación de la
ejecución de la solución.

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3.9. MODELOS DE REESTRUCTURACIÓN COGNITIVA

Las terapias de reestructuración cognitiva se desarrollaron por teóricos del enfoque


psicodinámico, tendiendo a destacar el papel del significado. Su marco conceptual explicativo es la
metáfora del procesamiento de la información, siendo la meta, por consiguiente, corregir en los
pacientes las distorsiones en dicho procesamiento. Estos modelos defienden que lo que una
persona piensa o dice no es tan importante como lo que cree, desarrollando estrategias para
examinar la racionalidad o validez de las creencias disponibles (Hollon y Beck, 1994). Así, Ellis
(1992) basaba su enfoque en la creencia de que la persona puede sustituir conscientemente los
pensamientos irracionales por otros más razonables, discutiendo, para ello, de forma activa y
directiva las filosofías en las que se inspiraban. Beck (1967), por su parte, encontraba que en los
sueños de sus pacientes depresivos, éstos se veían a sí mismos como personas derrotadas,
frustradas, desvalorizadas, anormales,… lo que le llevó a plantear que el depresivo tiene
pensamientos negativos acerca de sí mismo, el mundo y el futuro (tríada cognitiva de la
depresión), pudiéndose identificar tales pensamientos y ser modificados al cuestionar su validez.

A) Terapia Racional Emotiva

Ellis comenzó el desarrollo teórico de la TRE al observar limitaciones en el enfoque


psicodinámico. Una de las originalidades de este autor fue su énfasis en el cambio de filosofía del
paciente y el centrarse en las creencias básicas que mantiene sobre la realidad, más que en los
posibles errores que cometa al percibirla y responder a ella. Sus objetivos fundamentales son
ayudar a los sujetos a que aumentan la autoaceptación y la tolerancia a la frustración.

La TRE parte de una serie de premisas y valores, con una profunda base filosófica, sin cuya
aceptación no es posible entender la terapia. Ellis y Bernard (1990) definen a la TRE como “un
sistema de psicoterapia diseñado para ayudar a las personas a vivir más, minimizar sus trastornos
emocionales y conductas autoderrotistas, y realizarse a sí mismos para que puedan vivir una
existencia más feliz y gratificante”. De este objetivo general, se derivan una serie de objetivos más
específicos:

- Ayudar a las personas a pensar de manera más racional (científica, clara y


flexiblemente).
- Contribuir a sentir de un modo más adecuado.
- Fomentar que actúen de modo decidido, en el sentido de alcanzar las metas que se
proponen.

Para comprender la TRE se necesita familiarizarse con los conceptos básicos de la misma y
sus significados:

- Pensamientos racionales (creencias o ideas racionales): son las ideas que se sustentan
en un pensamiento científico o hipotético-deductivo, y que permiten al individuo ser
feliz en la medida que le posibilitan alcanzar, en la mayoría de los casos, las metas que
se propone mediante métodos eficientes, flexibles y lógicos.
- Sentimientos negativos adecuados: son aquellos sentimientos que se producen cuando
los deseos y preferencias humanos son bloqueados y frustrados (ej: la pena, la
lamentación, el malestar, la frustración o el desasosiego). Se consideran adecuados
porque ayudan, funcionando como un motor, a reducir los obstáculos que interfieren en
el cumplimiento de los deseos y las metas. Obviamente, los sentimientos positivos
adecuados son los que se producen cuando se alcanzan las metas deseadas o se
satisfacen los deseos o preferencias personales (ej: amor, placer, felicidad, curiosidad…).

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- Sentimientos negativos inadecuados: son emociones como la agresión, ansiedad,


desesperación, ira, etc. Al igual que los sentimientos positivos inadecuados (ej:
grandiosidad, paranoia, euforia maníaca, …) lo son porque interfieren en la
consecución de las metas y deseos personales y, por lo tanto, en el logro del
bienestar.
- Conductas inadecuadas o autoderrotistas: incluyen a todas aquellas acciones
humanas que interfieren seriamente y sin necesidad en la vida, y en la felicidad, y
más especialmente en las metas individuales a corto y a largo plazo. Aquí pueden
incluirse todos los actos rígidamente compulsivos, adictivos o estereotipados que
tienden a ir en contra de los intereses de la mayoría de las personas y de los grupos
sociales en las que se hallan; asimismo, aquellos actos que implican un severo
retraimiento, fobia y demora en la resolución de acontecimientos futuros.
- Creencias irracionales: éste es el aspecto más importante de la TRE, por lo que
volveremos sobre ellas más adelante. Para Ellis, las creencias irracionales, los
sentimientos inadecuados y las conductas autoderrotistas se influencian y se causan
mutuamente. Así, una persona que piensa “¡tengo que realizar perfectamente mi
trabajo!”, “¡Es terrible si no lo hago, me consideraré un inútil si esto ocurre!”,
tenderá a sentirse ansiosa, deprimida e inadecuada y probablemente actuará de
forma poco eficiente en una entrevista de selección de personal y, en general, en
cualquier situación laboral. A su vez, estos sentimientos inadecuados depresivos,
fomentarán que piense todavía más de manera irracional y rinda aún menos.
Finalmente, esto le llevará a desarrollar creencias irracionales más fuertes y globales:
“¡Nunca podré llevar a cabo bien ningún tipo de trabajo!”. Se plantea una
interrelación continua entra pensar, sentir y comportarse.

Además de trabajar en los círculos viciosos como el que se acaba de describir, la TRE
fomenta en los pacientes la adquisición de una serie de valores que considera imprescindibles
para alcanzar la felicidad personal. Estos criterios de salud serían los siguientes:

- Auto-interés: las personas sanas se interesan por sí mismas, en el sentido de que ponen
sus intereses ligeramente por encima de los de los demás. Son capaces de sacrificarse
por aquellos que estiman, pero no completa o totalmente hasta el punto de anularse.
- Interés social: es una consecuencia racional del interés por uno mismo. En la medida
en que quiero alcanzar la felicidad, me resultaría muy difícil conseguirla en un
entorno donde hay una falta absoluta de preocupación por los demás.
- Auto-dirección: las personas sanas se responsabilizan de sus propias vidas, y
consideran que la responsabilidad de sus metas recae fundamentalmente en ellas.
Aunque no necesitan o demandan un apoyo importante de los demás, suelen preferir
cooperar.
- Alta tolerancia a la frustración: los individuos racionales se permiten a sí mismos y a
los demás el derecho a equivocarse. Luchan por cambiar aquello que pueden
transformar y aceptan aquello que no pueden modificar, sin condenarse por ello.
- Flexibilidad: los sujetos sanos no establecen reglas rígidas e inamovibles acerca de
ellos mismos ni de los demás.
- Aceptar la incertidumbre: las personas sanas aceptan que se vive en un mundo donde
existe la incertidumbre y las certezas se manejan en términos de probabilidades. No
consideran esto como algo terrible y no exigen certezas absolutas ni garantías totales
en la persecución de sus metas.
- Pensamiento científico: Desde la TRE se apuesta por este estilo de pensamiento
objetivo, racional y científico, en el sentido de que permite sentir profundamente y
actuar de manera concentrada, al tiempo que regula las emociones y acciones,

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permitiendo reflexionar sobre ellas y evaluando sus consecuencias, en función de


hasta qué punto llevan o no a la consecución de las metas a corto y a largo plazo.
- Auto-aceptación: las personas sanas se aceptan a sí mismas por el simple hecho de
estar vivas y tener la capacidad de dirigirse hacia objetivos y disfrutar. No se evalúan
en función de sus logros o de lo que otras personas piensen de ellos. Simplemente
eligen aceptarse incondicionalmente y buscan disfrutar antes que el probarse a sí
mismas.
- Asumir riesgos: las personas sanas tienden a asumir una cierta cantidad de riesgos y
no consideran horrible no predecir con exactitud los resultados de sus conductas.
- Hedonismo en el sentido amplio: la persona sana busca el placer pero aceptando que
no es conveniente sacrificar la gratificación futura por las gratificaciones inmediatas.
- No-utopismo: las personas sanas aceptan que nunca van a conseguir todo lo que
desean, ni van a poder reducir o evitar totalmente todo dolor. Asumen objetivos
realistas en la búsqueda del placer, la felicidad o la perfección, así como en relación a
la desaparición de la ansiedad, depresión, autoderrotas y hostilidad.
- Auto-responsabilidad por el propio malestar emocional: los individuos sanos aceptan
la responsabilidad de su existencia, y no culpan (al menos totalmente) a los demás o a
las condiciones sociales por sus pensamientos, sentimientos y conductas auto-
derrotistas.

En el desarrollo de estos objetivos la TRE emplea numerosos procedimientos y teorías,


siendo la más famosa la teoría del ABC que desarrollaremos a continuación.

La TRE es conocida por su teoría del ABC sobre el pensamiento irracional y la


perturbación emocional. El propio Ellis reconoce la larga tradición filosófica que existe detrás
de esta teoría y cita a pensadores asiáticos como Confucio y Buddha, así como a filósofos
estoicos (ej.: Zenon, Cicerón, Séneca, Epicteto o Marco Aurelio). Ellis (1990) señaló que las
personas que realizan demandas de carácter absoluto sobre sí mismos, los otros y el mundo
generan tensión emocional que da lugar a dos tipos de perturbaciones:

- Ansiedad del yo: cuando una persona se condena a sí misma por no satisfacer las
peticiones absolutas que se autoimpone o cree que le imponen el mundo o los otros.
- Ansiedad perturbadora situacional: cuando no se satisfacen peticiones
supuestamente creadoras de bienestar y condiciones de vida cómoda, demandas que
el individuo se ha dirigido a sí mismo, a los otros o al mundo.

El nombre de ABC proviene de las denominaciones en inglés de los elementos de la


teoría: A (Activating Event): Acontecimiento activador; B (Belief): Creencia, y C (Consequences):
consecuencias emocionales, cognitivas o conductuales.

Las personas por lo general luchan por alcanzar sus metas en un determinado ambiente
y se encuentran con una serie de activadores y experiencias (As) que tienden a ayudarles a
alcanzarlas o, por el contrario, dificultan su consecución. En las primeras versiones de la TRE,
los As eran conceptualizados como hechos externos (acontecimientos de la vida cotidiana),
pero actualmente se acepta que pueden ser también pensamientos, sentimientos o conductas
relacionados con dichos acontecimientos, e incluso recuerdos o pensamientos de experiencias
pasadas.

Ellis plantea que existe una predisposición a responder a estos As de manera ineficaz y
por tanto a bloquear el logro de las metas personales. Esta predisposición tendría sus raíces
en:
- Predisposiciones biológicas o genéticas.

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- Antecedentes constitucionales.
- Aprendizajes interpersonales y sociales previos.
- Patrones de hábitos adquiridos.

Este manejo ineficaz de los As tiene que ver con las Bs o creencias que los seres
humanos mantienen acerca de los mismos. Son también estas creencias las que ejercen una
fuerte influencia sobre las consecuencias (Cs) cognitivas, emocionales y conductuales y, sobre
todo, sobre las perturbaciones emocionales. Aparentemente, los acontecimientos activadores
(As) causan directamente las Cs, pero esto raramente es así, sino que las Bs actúan casi
siempre como mediadores importantes entre los As y las Cs. La teoría ABC conecta fácilmente
con los principales elementos de la TRE que vimos anteriormente: así los pensamientos
racionales acerca de los acontecimientos activadores conducirán a sentimientos positivos o
negativos adecuados, mientras que los pensamientos o creencias irracionales causarán
sentimientos positivos o negativos inadecuados, así como conductas inadecuadas o auto-
derrotistas.

El término creencia en la TRE es muy amplio, en principio es conceptualizado como una


construcción hipotética que abarcaría tres clases de fenómenos cognitivos:
- Pensamientos creados por el sujeto y de los que es consciente en un momento
determinado.
- Pensamientos de los que el sujeto no tiene una conciencia inmediata.
- Creencias abstractas que el individuo puede manifestar en general. Serían aquellas
creencias que tienen las personas y que no suelen articular verbalmente, y que
constituyen un marco de referencia desde el cual se elaboran y se llegan a
conclusiones acerca de lo que les rodea, lo que les está ocurriendo a ellos mismos, a
los demás y al mundo en general.
Además de la diferencia esencial expuesta anteriormente entre creencias irracionales y
racionales (las primeras son responsables de los sentimientos y conductas inadecuadas), otra
característica que diferencia a ambas es que las creencias que hacen referencia a cualidades
absolutas o imperativas son irracionales, mientras las que reflejan cualidades relativas o
condicionales son racionales.

Aunque Ellis ha elaborado varios listados de creencias irracionales, todas ellas se pueden
agrupar en tres tipos básicos, con sus múltiples derivaciones:

1) Debo hacerlo bien y ganar reconocimiento, o de lo contrario, seré inútil.


2) Los demás deben tratarme con consideración y amabilidad exactamente de la
manera que deseo que me traten; si no lo hacen, la sociedad y el universo entero
debe condenarles por su falta de consideración.
3) Las condiciones en las que me desenvuelvo deben estar de tal manera arregladas
para que yo pueda tener todo lo que desee, confortable, rápida y fácilmente, sin
hacer prácticamente nada que no desee.

De las creencias irracionales se derivan cuatro modos comunes de pensamiento auto-


derrotista, que conducen a perturbaciones psicológicas:

a) Dramatización: la tendencia a resaltar en exceso lo negativo de un acontecimiento


(tremendismo): “es horrible que no esté haciendo lo que debo”.
b) No poder soportarlo: la tendencia a exagerar lo insoportable de una situación. “No lo
puedo soportar, no puedo resistir las cosas que me están pasando y que no debieran
ocurrir”.

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c) Inutilidad: la tendencia a condenarse o a condenar a los seres humanos o a la vida en


general como “subhumanos”, al comprometer su valor como personas como
consecuencia de su comportamiento (condenación). “Soy una persona que no vale
nada si no puedo hacerlo bien y ganar todo el reconocimiento que debo”.
d) Sobregeneralización: “Como he fracasado en esta tarea, en la que no debía fracasar,
siempre fracasaré y no tendré éxito nunca”.

No hay que confundir las Creencias que se manejan en la TRE con las interpretaciones,
expectativas o inferencias de la realidad. Éstas pueden ser erróneas o acertadas, y por tanto se
pueden someter a contrastación empírica, pero no son las responsables directas de las
perturbaciones emocionales. Por ejemplo, supongamos que un paciente comunica al
terapeuta que está hundido emocionalmente porque el día anterior se cruzó con un antiguo
compañero de clase que no le devolvió el saludo y ha anotado en el registro “no me saluda
porque doy asco a la gente”. Independientemente de que esta interpretación sea cierta o falsa
(su compañero podría ir pensando en las musarañas y no haberle visto), de acuerdo a la TRE,
es insuficiente para hundir emocionalmente al paciente. Es la valoración de esa interpretación
la responsable de su estado de ánimo, dicha valoración o creencia bien pudiera ser: “necesito
que los demás me quieran para sentirme a gusto conmigo mismo, es terrible que alguien
pueda pensar que soy asqueroso, no puedo tener respeto por mí si alguien de mi entorno
piensa que soy detestable”. Las creencias son, por tanto, las valoraciones y evaluaciones que
las personas hacen de sus interpretaciones, expectativas e inferencias de la realidad;
evaluaciones y valoraciones que en el caso de las creencias irracionales son absolutas y rígidas.

Procedimiento terapéutico

El estilo del terapeuta se caracteriza por seguir el Diálogo Socrático (el eje central de la
enseñanza socrática, o mayéutica, es que el maestro no indica al alumno el conocimiento, sino
que lo guía hacia su descubrimiento a través de preguntas inductivas, siendo el alumno quien
extrae el conocimiento a través de este proceso de diálogo), aceptando incondicionalmente a
sus clientes como personas fiables, intentando ser genuino en la terapia (abierto y facilitando
información personal si el cliente lo demanda), empático, activo y directivo (para discutir las
ideas irracionales), activo verbalmente y, a la vez, facilitando que el paciente se exprese; el
terapeuta es didáctico, actúa como un modelo racional de sentir y comportarse, se usa el
sentido del humor para combatir las exageraciones de las ideas irracionales de los clientes.
Pero estas características deben de manejarse en función de las características de los
pacientes, ya que se puede correr el riesgo de reforzar la necesidad de amor y aprobación que
tienen los clientes, así como la baja tolerancia a la frustración que éstos suelen presentar. Así,
por ejemplo, se debería evitar un estilo demasiado emotivo y amigable con los clientes
histéricos, un estilo intelectual con los obsesivos-compulsivos, un estilo directivo con los que
temen ser autónomos y un estilo demasiado activo con los clientes pasivos.

Fases del proceso

1) Explicación del esquema A-B-C al cliente.


2) Detección de las ideas irracionales.
3) Debate, distinción y discusión de las creencias irracionales.
4) Consecución de un nuevo efecto o filosofía.

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Métodos de intervención cognitivos:

Uno de los métodos principales de la TRE consiste en la técnica del debate racional-
emotivo. Esta técnica pretende que el propio paciente primero identifique, a partir de la
observación de sus sentimientos y conductas inadecuadas (Cs), las creencias irracionales (BsIr)
que está poniendo en juego ante los acontecimientos activadores (As) y que son responsables
de las perturbaciones emocionales y conductuales; en segundo lugar, el paciente debate activa
y racionalmente dichas creencias, demostrándose a sí mismo por qué son ilógicas y poco
realistas; en tercer lugar, sustituye dichas creencias irracionales (BsIr) por otras racionales
(BsRs). Por último, toma conciencia de los sentimientos y conductas adecuadas que surgen
gracias a la adopción de creencias racionales.

En el aprendizaje de este proceso el terapeuta analiza los problemas presentados por el


paciente a la luz del esquema ABC, persiguiendo el insight de éste acerca de las creencias
irracionales y racionales que mantiene, así como del papel de las primeras en sus
perturbaciones. Posteriormente, el terapeuta ataca mediante la lógica dichas creencias,
mostrándole al paciente cómo hacerlo. El proceso de aprendizaje puede definirse como un
modelado combinado de ensayos de conducta (se le pide al paciente que haga aquello que
teme o que suscita las ideas irracionales para que aprenda a atacarlas y cambiarlas). Para
conseguir la refutación de las ideas irracionales se entrena al paciente en la detección de las
mismas, en su discriminación (creencias irracionales vs. racionales) y en el debate. El terapeuta
utiliza diferentes tipos de argumentos, de tipo lógico, empírico y/o pragmático, para que el
paciente tome conciencia de la irracionalidad de sus creencias.

En la aplicación de estas estrategias de reestructuración el terapeuta puede optar por


utilizar un enfoque didáctico o uno socrático. En el enfoque didáctico el terapeuta enseña
directamente al paciente las alternativas racionales a sus creencias irracionales. Cuando el
terapeuta sigue un enfoque socrático va guiando al paciente a través de diversas preguntas de
tal modo que sea el propio paciente quien descubra las alternativas racionales.

En la técnica del debate racional-emotivo se suele emplear el autorregistro, donde el


paciente, entre consulta y consulta, registra las emociones y conductas inadecuadas, así como
el acontecimiento activador, para a continuación identificar las creencias irracionales que
están en juego y debatirlas activamente, con objeto de cambiarlas por otras más racionales
(adecuadas). En la siguiente consulta el autorregistro sirve para profundizar y supervisar el
desarrollo de la terapia.

Además del debate racional emotivo, Ellis utiliza otros métodos para lograr el cambio
terapéutico, aunque siempre con la misma finalidad: lograr la superación y sustitución de las
filosofías irracionales del paciente. Estos métodos pueden clasificarse en dos grandes
apartados según su énfasis esté en la emoción (emotivos) o en la realización de conductas
(conductuales).

Métodos emotivos:

- Imaginación racional emotiva: la técnica consiste en pedir al paciente que imagine


intensamente estar viviendo una Acontecimiento (A) que habitualmente le trastorne
(C). Cuando el paciente está sintiendo (C) las emociones inadecuadas (ira, depresión,
ansiedad, etc.) se le pide que intente, mientras sigue imaginando el acontecimiento
activador (A), cambiar este tipo de emociones por otras más apropiadas (enfado,
tristeza, frustración, etc.). En la base de esta técnica está el supuesto de que si el
paciente logra cambiar las emociones inadecuadas por otras más adecuadas, se

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deberá a que está cambiando algunas de las creencias irracionales acerca de (A) que
le causaban (C). Habitualmente se estructura la técnica estableciendo periodos de
práctica diaria y distintas situaciones activadoras. El objetivo final es que cuando el
paciente se encuentre en la vida diaria con los acontecimientos (A) imaginados, logre
experimentar automáticamente emociones adecuadas en lugar de inadecuadas, al
haber cambiado algunas de las filosofías irracionales.
- Proyección en el tiempo: se trata de una técnica en imaginación en la que se pide al
paciente que se imagine una situación valorada como catastrófica por él.
- Autoaceptación incondicional: En la TRE se insiste en que las personas pueden, y es
conveniente para su salud, aceptarse a sí mismas de manera incondicional
independientemente de que su comportamiento sea estúpido o inmoral. Se hace
énfasis en la condena o rectificación de los comportamientos/creencias, pero no se
comete el error de evaluar a la persona por sus actos. El terapeuta anima al paciente,
especialmente cuando haya actuado de manera alocada, a decirse a sí mismo
autoinstrucciones del tipo “Yo soy yo. ¡Yo no soy solamente mis actos! ¡Tengo
perfecto derecho a ser yo mismo, no importa lo imperfectos que puedan ser algunos
de mis actos! ¡No estoy aquí para probarme a mí mismo, sino para ser yo mismo y
disfrutar de mi persona!”.
- Ejercicios para vencer la vergüenza: estos ejercicios pretenden ayudar a los pacientes
a vencer emociones del tipo de la vergüenza, ansiedad social, culpa, sentimientos de
inferioridad, de ridículo, etc. De acuerdo con la TRE este tipo de sentimientos no
dependen del tipo de conducta que se ponga en marcha, sino que son creados por la
persona al insistir (decirse a sí misma) continuamente que todo lo tiene que hacer
absolutamente bien, que no tiene derecho a actuar mal, y que se es un idiota si se
actúa de determinadas maneras.
- Ejercicios de toma de riesgos calculados: se le pide al paciente que realice alguna
acción que evita hacer por el temor a las consecuencias anticipadas.
- Ejercicios de autorrevelación: el terapeuta anima al paciente, en sesiones de grupo o
bien fuera del grupo, a que cuente algunos “secretos” a determinadas personas (sin
influencia sobre el paciente) que siempre ha guardado y que a él le atemoriza contar
por miedo a la desaprobación o rechazo de los demás. El objetivo es de nuevo
identificar las creencias irracionales que está detrás del temor a la desaprobación de
los demás.
- Dramatización: en sesiones de grupo o individuales se representa la situación temida
de manera que, al tiempo que se perfeccionan habilidades, se pueden descubrir
ideas irracionales y discutirlas activamente.
- Autoafirmaciones violentas y dramáticas: se anima al paciente a que combata la
tendencia a dirigirse mensajes irracionales, con la construcción de mensajes
racionales enérgicos, a modo de autoinstrucciones personales y directas que pueda
usar en todo momento cuando se sienta atemorizado, ansioso o deprimido.
- Inversión del rol racional: busca que el paciente desarrolle argumentos para vencer
su “sí mismo” más irracional.
- Métodos humorísticos: por ejemplo a través de canciones racionales humorísticas,
para que el paciente en caso de sentirse mal se cante la canción, con el objetivo de
poder distanciarse y reírse de la situación, recordando que son esas ideas irracionales
las que están en la base de su malestar.

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Métodos conductuales:

- Ejercicios de desensibilización y de inundación: se enfatiza el aspecto cognitivo de


estas técnicas y se anima al paciente a enfrentarse a aquellas situaciones temidas
(tareas para casa).
- Técnicas de autocontrol: también se emplean procedimientos como el autorrefuerzo
y el autocastigo para lograr la ejecución de las tareas y el cambio de hábitos.
- Control de estímulos: en el tratamiento de trastornos como obesidad, insomnio,
dificultades sexuales, etc.
- Antiprocastinación: fomentar el cumplimiento de las tareas lo antes posible.
- Entrenamiento en habilidades: mediante ejercicios de role-playing se pretende
mejorar las habilidades de afrontamiento del paciente, al tiempo que identificar y
combatir las cogniciones responsables de sus inhibiciones y emociones inadecuadas.

Actualmente la TRE incorpora básicamente toda la gama de técnicas conductuales del


grupo de terapias cognitivo-conductuales. La diferencia básica y esencial con el resto de las
terapias de corte cognitivo es su énfasis filosófico, la insistencia en la modificación de las
filosofías básicas de la vida, a las que responsabiliza de los trastornos emocionales.

Siguiendo a Ellis (1983), parece ser que los sujetos que responderían mejor a la TRE
serían aquellos con una inteligencia elevada, que valoren los procedimientos del método
científico, y cognitivamente complejos. No se beneficiarían de ella sujetos que muestren
grandiosidad, ira frecuente y grave, con baja tolerancia a la frustración y que sean aversivos
para las otras personas, así como tampoco los individuos con trastornos de la personalidad.

B) LA TERAPIA COGNITIVA DE BECK

Esta modalidad terapéutica tiene su origen oficial en 1976 cuando Beck publica su obra
“Cognitive Therapy and the Emotional Disorders”. Tiene elementos comunes con la TRE de
Ellis, como derivarse de una insatisfacción con el modelo psicoanalítico y dar a las cogniciones
distorsionadas un papel central en la generación de estados emocionales adversos
(particularmente depresivos). No obstante, también el modelo de Beck presenta aspectos
distintivos frente al de Ellis, como son:

- Un análisis más detallado de los estilos cognitivos distorsionados y de los errores


cognitivos o distorsiones más típicas.
- Un mayor énfasis en el contraste empírico (pruebas de realidad) frente al debate
dialéctico o racional.
- Una mayor estructuración de la terapia, tanto en lo que se refiere a la distribución en
sesiones, como a la planificación de cada una de las sesiones.

Fundamentos teóricos:

La teoría cognitiva de Beck se integra dentro de un conjunto de teorías basadas en el


paradigma del procesamiento de la información en las que subyace la metáfora de que el
hombre es un procesador de información. El ser humano se halla en un entorno sujeto a
cambios que demanda capacidades adaptativas, donde el individuo construye activamente la
realidad mediante la selección, codificación, almacenamiento y recuperación de la
información. La información construida por el sujeto va a experimentar trasformaciones
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cognitivas y afectará tanto a las respuestas emocionales como conductuales (interdependencia


entre cognición, emoción y conducta).

El punto de partida de la teoría de Beck es la existencia en los trastornos depresivos de


una distorsión o sesgo sistemático en el procesamiento de la información. En la mayoría de los
individuos, la aparición de estresores en forma de pérdidas o fracasos, conduce a estados de
abatimiento y tristeza. Sucede que en las personas con trastornos depresivos aparece un sesgo
o distorsión en el procesamiento de los sucesos que implican una pérdida o privación. Se
impone una valoración excesiva de estos acontecimientos, desarrollándose la tríada cognitiva
negativa: una visión negativa del mundo, del yo y del futuro.

Este procesamiento cognitivo distorsionado conduce al resto de los síntomas afectivos,


conductuales, motivacionales y fisiológicos que se aprecian en los trastornos depresivos. No
obstante, Beck entiende que la depresión puede ser el resultado de muchos otros factores,
pudiendo estar implicados factores genéticos, evolutivos, hormonales, físicos y psicológicos.

En el modelo de la depresión de Beck, el procesamiento distorsionado de la información


aparece en la depresión como un factor próximo, aunque no único, de desencadenamiento y
mantenimiento de los síntomas depresivos. Precisamente por esta articulación de causas
próximas y distales, este tipo de modelos recibe el nombre de teorías de “diátesis-estrés”.
Entre todas las causas distantes que pueden conducir a un procesamiento distorsionado, la
teoría cognitiva de Beck, defiende que en muchos casos de depresión no endógena la etiología
se relaciona con la interacción de tres factores:

- Presencia de actitudes o creencias disfuncionales acerca del significado de


determinado tipo de experiencias.
- Una excesiva valoración de la importancia de estas experiencias que resulta de la
estructura de personalidad del sujeto.
- La existencia de un estresor específico en relación a los dos factores anteriores, esto
es, un suceso considerado importante y que incide sobre las actitudes disfuncionales
del sujeto.

Para Beck estas actitudes disfuncionales se almacenan en la memoria del individuo a


modo de “esquemas” o estructuras funcionales de representaciones relativamente duraderas
del conocimiento y la experiencia anterior. Estos esquemas van a guiar la percepción,
codificación, organización, almacenamiento y recuperación de la información de la realidad.
Aquello que sucede de acuerdo a los esquemas es elaborado y codificado, mientras que todo
lo que no sea consistente con los mismos es ignorado y olvidado. Esta simplificación en el
procesamiento implica una distorsión de la información que finalmente llega al sujeto. Todos
los seres humanos funcionamos con esquemas pero, en el caso de los depresivos, la
simplificación que imponen sus esquemas depresógenos conlleva un procesamiento
desadaptativo de la información y consecuentemente, una interpretación desadaptativamente
sesgada de la realidad.

Los esquemas depresógenos muestran además otras características que los diferencian
de los esquemas de los sujetos normales:

- Contienen reglas, creencias o actitudes establecidas acerca de sí mismo y el mundo


poco realistas.
- Establecen contingencias inflexibles para la determinación de la autovalía.

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- Generalmente están conectados con experiencias tempranas en la infancia.


- Mantienen una estructura rígida, impermeable y concreta.

Es la activación de estos esquemas la responsable del procesamiento distorsionado de la


información. Pero para que se produzca dicha activación, es necesaria la aparición de un
suceso estresante, que sea similar a los que originaron la formación de los esquemas durante
el proceso de socialización. En la teoría de Beck, los esquemas depresógenos, que pueden
permanecer latentes muchos años, constituyen el factor de vulnerabilidad cognitiva o diátesis
para la depresión. Por otro lado, existirían dos dimensiones básicas en los esquemas
depresógenos: sociotropía y autonomía.

Los esquemas sociotrópicos incluirían actitudes y creencias que otorgan excesiva


importancia a las relaciones interpersonales y una alta dependencia social en cuanto a la
determinación de la propia valía. Las personas con estos esquemas serían más proclives a
experimentar un episodio depresivo ante acontecimientos como la ruptura de pareja, la
pérdida de un familiar, el rechazo social, etc. Los esquemas autónomos incluyen actitudes que
priman la independencia, la libertad de acción, la vida privada y la autodeterminación. Estos
esquemas facilitan un episodio depresivo ante estresores como un fracaso laboral, la pérdida
de una meta, etc.

Las operaciones cognitivas a las que conducen los esquemas depresógenos, terminan
por cristalizar en el tipo de cogniciones que es conocido como la tríada cognitiva negativa. A
diferencia de los esquemas, estas cogniciones tienen correlatos directamente observables en
el sujeto, y aparecen principalmente de dos maneras: pensamientos o imágenes voluntarias y
pensamientos automáticos. Estos últimos son ideas o imágenes estereotipadas de aparición
repetitiva y no voluntaria que no son fácilmente controlables y parecen plausibles al individuo
en el momento de su ocurrencia. Ambos tipos de cogniciones constituyen el diálogo interno
del sujeto, son relativamente accesibles a la conciencia y son dañinos psicológicamente,
puesto que interfieren tanto con las actividades que el sujeto realiza en ese momento como,
evidentemente, con su estado de ánimo.

En la medida que estas cogniciones son productos de los esquemas activados, giran en
torno a los temas de pérdida, fallo, rechazo, incompetencia y desesperanza ("soy un inútil",
"no puedo hacer nada", "no valgo para nada", etc.), configurando la tríada cognitiva negativa.
Es este elemento el factor causal más próximo de la depresión. Esta tríada se define por:

- Visión negativa de sí mismo: el sujeto se ve como alguien inútil, sin valor, indeseable
y culpable de todas las circunstancias negativas que le rodean.
- Visión negativa del mundo: el entorno se percibe pleno de demandas excesivas e
insuperables, y se considera que el mundo está desprovisto de interés y
gratificaciones.
- Visión negativa del futuro: el sujeto considera que ninguno de los aspectos negativos
del presente va a cambiar, al contrario, anticipa que es posible que empeore. El
resultado es la desesperanza, siendo éste el factor más predictivo del suicidio.

El conjunto de los elementos que configuran el modelo de depresión de Beck no hay que
entenderlos como factores aislados, sino que habitualmente se forman espirales o círculos
viciosos, donde los pensamientos automáticos, producto del procesamiento distorsionado,
sirven para confirmar y reafirmar a su vez los esquemas depresógenos, responsables de la
distorsión cognitiva. La terapia cognitiva de Beck, que examinaremos a continuación, pretende
romper este círculo vicioso.

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Procedimientos

Al igual que la TRE, la TC incorpora varias técnicas emocionales y conductuales, cuando


es adecuado, como la inundación, el modelado, la representación de papeles (directa e
inversa), el ensayo conductual, la monitorización estructurada y las tareas graduadas para
hacer en casa. Cada etapa de la intervención está basada en la idea de que los pacientes deben
descubrir más formas constructivas de interpretar por sí mismos los acontecimientos. En
general, el propio Beck considera que una intervención basada en la TC de alrededor de quince
sesiones, durante un período de tres meses, es suficiente para producir un cambio
fundamental. En casos de depresión grave puede suceder que la intervención inicial deba ser
más conductual o medicamentosa que cognitiva. Es necesario aliviar ligeramente el estado
depresivo para que el paciente pueda ser más accesible. Una vez que se puede ver un poco de
luz al final del túnel, aumenta la motivación para hacer un esfuerzo terapéutico y pueden
introducirse estrategias cognitivas.

Técnicas conductuales:

En la TC de Beck este tipo de técnicas ocupa un lugar importante; como ya hemos


comentado, los individuos muy deprimidos, al inicio de la terapia, pueden considerarse a sí
mismos como inadecuados, incapaces de llevar a cabo hasta las labores más elementales. Esto
les sitúa en un estado de pasividad y falta de motivación que impide mejorar y progresar en la
terapia. En orden cronológico de aplicación y a medida que mejora el paciente, las técnicas
conductuales más empleadas son:

Asignación de tareas graduadas:


Mediante la técnica de asignación de tareas graduadas el terapeuta pretende disminuir el
estado de pasividad en que se encuentra el paciente; por otro lado, es una buena forma de
poner de relieve los principales pensamientos automáticos de aquél, responsables,
generalmente, de la pasividad inicial del paciente en las primeras fases de la terapia. El
fundamento de la técnica es asignar al paciente la realización de determinadas tareas; esta
asignación debe hacerse cumpliendo determinados requisitos que son los que van a
garantizar la eficacia de la técnica:

- Las tareas asignadas deben ser sencillas y han de dividirse en subtareas, comenzando
por las más fáciles.
- Las tareas deben prepararse para que supongan un desafío hacia las creencias del
paciente sobre su incompetencia personal; de esta manera los resultados de las
mismas pueden emplearse en la reestructuración cognitiva.
- Antes de llevar a cabo las tareas, paciente y terapeuta trazan un plan previo,
examinando los pasos que exige la ejecución de las mismas.
- Es preciso utilizar registros de expectativas de dificultad y de eficacia y grados reales
de dificultad y eficacia (ver Técnicas cognitivas). Esto permitirá desconfirmar
creencias previas que bloqueaban al sujeto.
- La tarea asignada debe tener una alta probabilidad de éxito, de este modo se
posibilitará la motivación en tareas futuras y permitirá al terapeuta reestructurar
ideas acerca de la valía y capacidad personal.
- La programación de tareas en la consulta debe aprovecharse para que salgan a la luz
las creencias o expectativas negativas del paciente. Esto permitirá una evaluación de
los pensamientos automáticos y las distorsiones cognitivas más comunes del
paciente.

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Las tareas graduadas deben extraerse de la vida cotidiana del paciente; son válidas acciones
sencillas como llamar por teléfono, arreglarse, preparar una comida sencilla, etc. Es muy
importante garantizar el éxito de estas tareas para romper la inhibición del paciente, y
ganar de él la suficiente motivación como para implicarse en actividades terapéuticas más
cognitivas.

Programación de actividades:
Terapeuta y paciente elaboran sobre un registro o agenda una programación completa (sin
que sea asfixiante) de las actividades del paciente en los días siguientes a la entrevista. Si es
necesario, en esta programación por escrito, se han de incluir tiempos estimados, horarios,
actividades alternativas, etc.

Esta técnica es útil en el inicio de la terapia, aunque requiere del paciente un nivel de
activación ligeramente superior al de la anterior técnica. El objetivo sigue siendo el mismo,
romper la inhibición del paciente e identificar aquellos pensamientos que están
interfiriendo en la ejecución de tareas.

Un beneficio adicional de esta técnicas es controlar/evitar la tendencia a las rumiaciones,


frecuente en los episodios depresivos. Las rumiaciones son más frecuentes en momentos
de inactividad. En algunos casos, sólo es necesario hacer una programación selectiva de
actividades en aquellos momentos o días en los que sea más probable que el paciente se
entregue a la pasividad o a las rumiaciones.

Programación de actividades placenteras:


Como su propio nombre indica esta técnica consiste en asignar o prescribir al paciente
aquellas actividades que le resulten más gratificantes. El objetivo es disminuir la
incapacidad para sentir placer o anhedonia del paciente. Éste suele comentar que ya no
disfruta con nada, y que no se le ocurre qué podría hacerle sentirse bien. El terapeuta
indica que el objetivo no es disfrutar al máximo, sino que aliviar o disminuir parcialmente el
grado de tristeza ya puede considerarse un éxito. Algunas estrategias en el empleo de esta
técnica serían:

- Plantear la tarea como un experimento, donde el sujeto va controlando su estado de


ánimo durante todo el tiempo que dura la actividad.
- Emplear alguna escala de actividades gratificantes como el Cuestionario de refuerzos
de Lewinshon.
- Frecuentemente, es útil recurrir a listados de actividades que eran consideradas
placenteras antes de que el sujeto comenzara con la depresión.
- Realizar registros de expectativas de placer y grado de placer real.
- Controlar la influencia negativa de las profecías autocumplidas (puede suceder que la
anticipación de fracaso por parte del paciente conduzca a que éste no ponga en
práctica conductas útiles, siendo el causante del propio fracaso en la actividad).

Programación de actividades de dominio y placer:


Esta técnica acompaña a las anteriores, en el sentido de que al paciente se le pide que
todas las actividades que realice, las tase de acuerdo a dos criterios:

- Grado de placer obtenido en las actividades gratificantes (0-5).


- Grado de dominio de todas aquellas tareas que inicialmente podían parecer difíciles o
en las que se ha superado un sentimiento de inercia o indecisión.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Los registros de placer y dominio permiten al terapeuta trabajar sobre las expectativas
negativas del paciente, las cuales pueden verse desconfirmadas por el placer y dominio
subjetivos registrados tras la ejecución de las tareas.

Ensayo cognitivo:
En consulta el terapeuta invita al paciente a imaginar que realiza todos los pasos de una
tarea, con dos objetivos principales:

- Identificar posibles dificultades en la ejecución de la misma, adelantando posibles


soluciones.
- Detectar pensamientos automáticos negativos que interfieren con las tareas.

En resumen, las tareas conductuales de la Terapia cognitiva de Beck cumplen dos objetivos
fundamentales:

1. Intervenir sobre la pasividad inicial del paciente (sobre todo en estados depresivos muy
graves), redundando en:
- Un aumento de la motivación por continuar en la terapia.
- Un incremento en el estado de ánimo, al proporcionar una fuente de reforzadores.

2. Evaluar los pensamientos automáticos negativos y las distorsiones que los mantienen, al
tiempo que los resultados de las actividades programadas pueden utilizarse para
desafiarlos.

Dentro de las técnicas conductuales pueden incluirse también otras como el "entrenamiento
en asertividad" o el "role-playing" tanto directo como inverso.

Técnicas cognitivas:

La TC pretende que el paciente:


- Identifique los pensamientos automáticos negativos que influyen directamente sobre
el estado de ánimo depresivo.
- Tome conciencia o insight de cómo se produce esta influencia.
- Identifique las distorsiones cognitivas que están detrás de los pensamientos
automáticos.
- Aprenda a debatir y cambiar estos pensamientos por evaluaciones más flexibles y
objetivas sobre sí mismo y la realidad.
- Conozca los esquemas disfuncionales que están en la base del procesamiento
distorsionado.
- Finalmente, modifique estos esquemas, en el sentido de disminuir su rigidez así como
las condiciones tan estrictas que imponen al paciente y a su entorno.
- Aprenda estrategias de prevención de recaídas.

En la consecución de estos objetivos la TC emplea una serie de técnicas "cognitivas",


siendo las más habituales:

Reatribución:
El objetivo de esta técnica es disminuir la culpabilidad sentida por los pacientes analizando
los distintos factores que han podido contribuir al suceso concreto.

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Registro de pensamientos automáticos:


En las primeras sesiones se entrena a los pacientes para que se den cuenta, capturen e
interrumpan los pensamientos automáticos.

Técnica de las tres columnas:


El objetivo fundamental de esta técnica es entrenar al paciente en "atrapar" las distorsiones
que comete con frecuencia. Se trabaja mediante un registro diario que es entregado al
paciente entre sesión y sesión. Existen muchos formatos de registros de "tres columnas".

PENSAMIENTOS PENSAMIENTO NEGATIVO DISTORSIÓN COGNITIVA


ALTERNATIVOS
Mis ideas pueden ser más o “En la reunión nadie me ha Pensamiento dicotómico: sólo
menos acertadas, y no escuchado, sólo digo tonterías” puedo decir genialidades o
solamente perfectas o tonterías.
tontas.
Inferencia arbitraria: no me han
Puede que lo que haya escuchado, luego sólo digo
dicho no interese a los tonterías.
demás en ese momento, y
eso no significa que diga
tonterías.

El registro de tres columnas es utilizado en la terapia como una herramienta para la


reestructuración cognitiva. El terapeuta puede hacer revivir al paciente situaciones
complicadas entre las sesiones, ayudarle a reestructurar los pensamientos y atribuciones y
potenciar el ejercicio de estas habilidades entre consultas.

Son posibles varios formatos de registro; en las primeras consultas se emplean formatos
muy sencillos, donde sólo se le pide al paciente que anote la situación, la emoción y los
pensamientos que tenía en ese momento. A medida que se van adquiriendo habilidades, se
van incluyendo más columnas hasta llegar a formatos más elaborados.

En este registro se pide al paciente que evalúe los resultados de la reestructuración,


anotando el grado de creencia del pensamiento racional, la nueva emoción y el grado de
creencia del antiguo pensamiento automático.

INCLUIR TABLA

Técnica de las cuatro preguntas:


El terapeuta modela las habilidades de identificación y reestructuración cognitiva del
paciente. Para ello, Beck suele emplear un método inductivo utilizando preguntas y pruebas
de realidad. Este método puede apreciarse en la técnica de las cuatro preguntas:
1) Diferencia entre pensamiento y realidad: ¿En qué medida tu pensamiento refleja la
misma realidad? (0-100).
2) ¿Cuál es la evidencia de esta creencia o pensamiento?: Definición de los términos de
la creencia. Análisis de las consecuencias de las pruebas de realidad (si se han llevado
a cabo).
3) ¿Hay alguna explicación alternativa?
4) ¿Hay algún elemento de realidad en la creencia o pensamiento alternativo?

Es posible que un pensamiento automático aluda a elementos reales (supongamos un


problema económico con un elemento de realidad, por ejemplo: una situación de paro

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Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

laboral); el terapeuta debe explorar con el paciente las consecuencias o implicaciones


realistas de esos elementos:

- Buscando la evidencia de que ocurran las consecuencias negativas que se anticipan


("¡Me moriré de hambre!", "¡No podré pagar el alquiler y me veré en la calle!"). Se
evalúa la probabilidad de que ocurran en una escala de 0 a 100. Se analiza si se
pueden impedir de alguna manera.
- ¿Qué podría hacer si finalmente sucede aquello que se teme? ¿Hay o quedan otras
cosas importantes en su vida?, ¿puede paliar su posible impacto negativo de alguna
manera?

Pruebas de realidad:
En la TC se otorga un peso importante al contraste empírico como método de cambio de
cogniciones. En ocasiones es más útil plantear al paciente un "experimento" para probar la
validez de una creencia que discutir o debatir lógicamente ese pensamiento en la consulta.
En definitiva, una prueba de realidad es un experimento donde:

1) Se define el pensamiento negativo como una hipótesis, la cual se va a someter a


experimentación, mediante el contraste con los hechos. Previamente es importante
trabajar para que el paciente no elabore el experimento con la intencionalidad de
probar obligatoriamente su hipótesis (profecía autocumplida).
2) Paciente y terapeuta diseñan una serie de actividades que sirven para confirmar o
desconfirmar la hipótesis pensamiento-negativo.
3) Se realiza la actividad o experimento (entre consultas).
4) Se recoge la información del experimento y se procede a evaluar si es compatible con
la hipótesis o bien la desconfirma.
5) Finalmente, si se ha desconfirmado, se reelabora la creencia de manera compatible
con el experimento.

Una prueba de realidad puede ser un ejercicio de asignación de tareas graduadas, un


análisis de los hechos sucedidos desde la última consulta, el diseño de una tarea específica
o la realización de una encuesta.

Registros de expectativas:
Las pruebas de realidad pueden ir acompañadas de los registros de expectativas de
ejecución o dificultad. Estos registros persiguen recoger información que cuestione la
validez de los pensamientos negativos. En estos registros se sigue la siguiente pauta:

- Al paciente se le pide que evalúe antes de llevar a cabo una tarea, el grado de
expectativa de eficacia que estima en la realización de la misma, así como el nivel de
dificultad, en una escala de 0-10.
- Se realiza la tarea acordada.
- Tras la realización de la tarea, se le pide que estime el grado de eficacia auto-
percibida en la ejecución real, así como la dificultad real que ha encontrado en su
ejecución. Se contrastan los valores esperados con los hallados.
- Es posible trasladar a un gráfico los dos grados (pre y post). Esto permite un registro
acumulativo de las diferencias entre las expectativas y los valores encontrados a
posteriori a lo largo de las diferentes pruebas de realidad que se abordan en la
terapia.
- Finalmente, estos gráficos pueden ser empleados en la terapia para que el paciente
saque conclusiones acerca de la fiabilidad de sus expectativas. ¿En qué medida

39
Tratamientos Psicológicos Tema 3: Modelo Cognitivo-Conductual Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

puede fiarse de sus expectativas para decidir si afrontar una tarea, si generalmente
son excesivas en relación a las percepciones durante la realización de la misma?

Estructura de la terapia cognitiva

Hasta ahora hemos expuesto las principales herramientas que se vienen empleando en
la TC de la depresión de Beck. Estas estrategias son extensibles a las demás patologías, puesto
que la finalidad es la misma, esto es, modificar los supuestos disfuncionales que están en la
base de la psicopatología.

Con objeto de apreciar cómo se conjugan las anteriores técnicas en un proceso


secuencial, a continuación se resumen las principales fases de la TC:

1. Intervención preliminar
• Ejercicios graduados
• Planes de actividad
2. Intervención cognitiva
2.1. Identificar pensamientos automáticos
2.2. Generar ideas alternativas
2.3. Pruebas de realidad
3. Modificación de supuestos disfuncionales (esquemas)
• Identificando temas recurrentes en el sujeto
• Relacionando estos esquemas con las distorsiones cognitivas
• Modificando los esquemas mediante pruebas de realidad, experimentos, etc.

Anteriormente señalábamos cómo uno de los rasgos distintivos de la TC de Beck era


precisamente su mayor sistematización. Entre las consecuencias positivas de esta
estructuración y definición de fases y elementos destaca una mayor facilidad para su
aprendizaje, así como su potencial de contrastación empírica.

Es preciso poner de relieve que la terapia cognitiva de Beck es uno de los


procedimientos psicoterapéuticos en el tratamiento de la depresión de eficacia probada, y con
un elevado potencial de prevención de recaídas. La terapia cognitiva (TC) que se desarrolló en
torno a los estudios de Beck acerca de la depresión y el modelo explicativo de la misma, no
obstante, se ha ido generalizando a otros trastornos, llegando a constituirse en un modelo
general de la psicopatología, cuyo objetivo es ayudar al paciente a que elabore un conjunto de
supuestos básicos más realistas, que le permitan hacer inferencias y evaluaciones de los
sucesos vitales más adecuados a sus objetivos. La evidencia de esta expansión de la TC la
encontramos en los propios trabajos de Beck que, en los últimos años, se han ido ampliando a
otros campos, tales como: terapia de pareja, abordaje del suicidio, terapia de los trastornos de
la personalidad, terapia cognitiva de los trastornos de ansiedad.

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FACULTAD DE PSICOLOGÍA PSIKOLOGI FAKULTATEA


_________ _________

Departamento de Personalidad, Nortasun Ebaluaketa eta


Evaluación y Tratamiento Psicológico Psilologi-Tratamendurako Saila
__________ __________

Avda. de Tolosa, 70 Tolosa Etorbidea, 70


Fax 943 015670 Fax 943 015670
Tfno. 943 018000 Tfno. 943 018000
20018 SAN SEBASTIÁN 20018 DONOSTIA

 
TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS 
 

 
 
Profesora: Bárbara Torres Gómez de Cádiz 
Curso Académico: 2015‐2016 

 
 
 
 
 
 
DOCUMENTACIÓN DE APOYO A LA DOCENCIA TEÓRICA 
 
 
 
 
 
 
 
TEMA 4: TERAPIAS DE FAMILIA Y MODELOS SISTÉMICOS 
 
 
 
 
 

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4. TERAPIAS DE FAMILIA Y MODELOS SISTÉMICOS 

1. Introducción: Aproximación histórica 
2. Conceptos básicos de la perspectiva sistémica en la Terapia Familiar 
3. Objetivos de la Evaluación‐Intervención 
4. Técnicas de intervención 
5. Revisión crítica 

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1. INTRODUCCIÓN: APROXIMACIÓN HISTÓRICA 

La  Terapia  Familiar,  tal  como  la  conocemos  actualmente,  comenzó  a  desarrollarse  en 
Estados Unidos, en la década de los 50. No obstante, conviene aclarar que la Terapia Familiar es 
un amplio campo de intervención que se ha llevado a cabo desde diferentes perspectivas teóricas, 
no  siendo  correcto  identificar  terapia  familiar  con  modelo  sistémico,  ni  tampoco  equiparar 
modelo  sistémico  a  terapia  familiar  ya  que  éste  tiene  sus  aplicaciones  en  ámbitos  ajenos  a  la 
familia como son la asistencia y bienestar social, las organizaciones o el ámbito educativo. 
 
Puede  decirse  que  los  que  suelen  considerarse  como  sus  pioneros  provienen  de  dos 
referentes  claramente  diferenciados  (el  psicoanálisis,  por  un  lado  y,  por  otro,  el  estudio  de  la 
comunicación)  que,  no  obstante,  en  bastantes  casos  convergieron  en  el  interés  por  un  mismo 
cuadro psicopatológico: la esquizofrenia. 
 
Así,  desde  el  propio  movimiento  psicoanalítico  algunos  autores  han  realizado 
aportaciones de interés al enfoque de la terapia familiar. Tal es el caso de Adler (1870‐1937) con 
la relevancia que otorga a la “constelación familiar”(la posición de los miembros de una familia 
con  relación  a  su  edad  y  rol)  para  el  desarrollo  psicológico  del  individuo.  Igualmente,  N.W. 
Ackerman (1908‐1971) ha sido  considerado como el precursor de la teoría de  que las actitudes 
actuales de los miembros de la familia pueden influir en los síntomas de uno de sus miembros. En 
su “terapia integrativa”, postula que el conflicto interpersonal precede al conflicto intrapsíquico, 
siendo  éste  el  resultado  de  conflictos  interpersonales  interiorizados.  Comenzó  a  trabajar  con 
familias  como  complemento  de  su  trabajo  como  psiquiatra  infantil.  En  1957  fundó  el  primer 
servicio  de  atención  familiar,  la  Family  Mental  Health  Clinic.  En  1960  fundó,  también  en  Nueva 
York el Family Institute, que tras su muerte adoptó su nombre, y que hasta la fecha ha sido uno de 
los principales focos de expansión de la Terapia Familiar. En 1961 se unió con Don Jackson de Palo 
Alto, para fundar la que ha sido y es en la actualidad principal revista de Terapia Familiar: Family 
Process.  
 
Varios  profesionales  del  campo  del  psicoanálisis  que  trabajaban  con  pacientes 
esquizofrénicos  con  los  que  no  obtenían  buenos  resultados  con  las  técnicas  psicoanalíticas, 
comenzaron a trabajar con la familia en su búsqueda por hallar nuevas formas de abordar esta 
patología.  
 
  Hasta los años 50, la teoría psicoanalítica, explicaba parcialmente la esquizofrenia como el 
resultado de una simbiosis madre‐hijo, producida por una madre sobreimplicada que no permitía 
la individuación del hijo. Esto sucede a nivel inconsciente, y el psicoanálisis tradicional no tomaba 
en  cuenta  el  aspecto  relacional.  En  1948,  Frieda  Fromm‐Reichmann,  acuña  el  término  Madre 
Esquizofrenógena (Fromm‐Reichmann, 1942, 1962), y tres años más tarde, en 1951, John Rosen 
dedica  al  término  un  capítulo  de  su  libro  Análisis  directo,  llamado  La  madre  perversa  (Rosen, 
1953).  Ambos  autores  van  a  tener  gran  influencia  en  el  desarrollo  de  la  Terapia  Familiar,  al 
plantear  dentro  del  psicoanálisis  no  sólo  los  aspectos  intrapsíquicos,  sino  también  los  aspectos 
interaccionales de la relación materno filial. El paso posterior dado por los pioneros arriba citados, 
va a consistir en pasar de la díada madre‐hijo a la tríada padre‐madre‐hijo, y por último a toda la 
familia. 
 
  Theodore Lidz, psiquiatra y psicoanalista, comenzó en 1951, junto con otros colegas, un 
estudio intensivo de 16 jóvenes esquizofrénicos y sus familias, dando lugar a una publicación en la 
que describían los hallazgos encontrados en la relación conyugal de los padres de esquizofrénicos. 
Esta relación, gravemente desestructurada, sería, al menos en parte, la responsable del trastorno 
de sus hijos. Lidz fue probablemente uno de los primeros psiquiatras en tratar familias completas, 
siempre dentro del campo de la Esquizofrenia. 

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  Lyman Wynne, también psiquiatra y psicoanalista, inicia en 1954 en el NIMH un programa 
de investigación a largo plazo sobre la familia de pacientes esquizofrénicos, que se plasma en un 
trabajo  en  el  que  se  describe  un  tipo  de  relación  encontrada  con  frecuencia  en  las  familias  de 
jóvenes  con  cuadros  psicóticos  agudos  (“pseudomutualidad”),  relación  que  tendría  parte 
fundamental en el desarrollo de esos cuadros. La relación de pseudomutualidad se caracteriza por 
el esfuerzo para mantener el acuerdo y evitar la confrontación emocional abierta, a expensas de 
la  diferenciación  de  la  identidad  de  las  personas  que  participan  en  la  relación.  La  relación  de 
pseudomutualidad implica un dilema característico: la divergencia se percibe como un factor de 
desquiciamiento de la relación, por lo cual es necesario evitarla, pero, al evitarla, se impide que la 
relación crezca. 
 
  Murray Bowen, psiquiatra y psicoanalista, ha sido señalado por varios autores como el de 
mayor influencia dentro de los provenientes del psicoanálisis. También se acercó al tratamiento 
de las familias desde su trabajo con niños psicóticos. En 1954 se unió al equipo del NIMH, donde 
conoció a Lyman Wynne. Ese mismo año comienza un estudio de las familias de esquizofrénicos, 
en el que, a lo largo de cinco años, internó a siete familias completas por períodos que oscilaban 
entre uno y tres años. Las familias eran observadas continuamente por un equipo de 20 personas, 
entre  psiquiatras,  asistentes  sociales  y  enfermeras,  en  turnos  de  ocho  horas,  siete  días  a  la 
semana.  En  principio  se  proporcionaba  diferentes  terapeutas  individuales  para  los  diversos 
miembros de la familia, pero progresivamente el modelo fue derivando, de manera inevitable, a la 
terapia familiar conjunta. A raíz de estos estudios, plantea que la esquizofrenia es un proceso que 
requiere tres o más generaciones para desarrollarse, y concluye que la psicosis es un problema 
familiar,  pero  en  muchas  formas  básicas,  debemos  referirnos  a  ella  como  si  se  tratara  de  una 
enfermedad del individuo. 
 
  Al  igual  que  los  anteriores,  Ivan  Boszormenyi‐Nagy  es  psiquiatra  y  psicoanalista,  y 
proviene también del trabajo con psicóticos. Fundador del Family Institute of Philadelphia junto 
con Framo, Zuk, Spark, Rubinstein y otros, que ha sido y es uno de los centros de formación en 
Terapia  Familiar  más  importante  de  los  EE.UU.  Fue  uno  de  los  autores  más  representativos  del 
llamado  Grupo  de  Filadelfia.  Su  trabajo  más  conocido  es  el  libro  editado  en  1973  Lealtades 
Invisibles,  en  el  que  desarrolla  una  teoría  familiar  basada  en  la  ética  y  en  la  óptica 
transgeneracional. Desarrolló su propia orientación, basada en unas técnicas terapéuticas que se 
agrupan  bajo  el  título  de  Terapia  Contextual,  y  que  contiene  tanto  bases  sistémicas  como 
psicoanalíticas. 
 
El  segundo  grupo  de  pioneros  se  configura  en  torno  a  la  figura  de  Gregory  Bateson, 
antropólogo interesado en el estudio de la comunicación quien, focalizándose en los trastornos de 
la  comunicación,  llegó  a  los  pacientes  esquizofrénicos  como  grupo  de  personas  que  presentan 
alteraciones muy significativas en esta área. Cuando Bateson logró una subvención para el estudio 
de la comunicación en esquizofrénicos, se trasladó al Hospital Psiquiátrico de Veteranos de Menlo 
Park (California), y comenzó a reunir un grupo de trabajo que llegaría a conocerse como el Grupo 
de Palo Alto. Con los primeros que contactó fue con Jay Haley, un experto en Comunicación, con 
John Weakland, un ingeniero químico reciclado a antropólogo, y con un psiquiatra, William Fry. 
Más tarde se unió al grupo, como consultor clínico, Don Jackson, psiquiatra y psicoanalista, que 
por  entonces,  bajo  la  influencia  de  Sullivan,  ya  había  desarrollado  algunas  teorías  interesantes 
sobre el funcionamiento familiar. La publicación por Bateson y otros en 1956 del artículo “Hacia 
una  teoría  de  la  Esquizofrenia”  tuvo  una  importancia  decisiva  en  el  desarrollo  posterior  de  la 
Terapia Familiar. Se postulaba una teoría etiológica de la esquizofrenia, basada en un trastorno 
comunicacional  llamado  Doble  Vínculo.  En  1959,  Jackson  funda  el  M.R.I.  (Mental  Research 
Institute) de Palo Alto (California), con la intención de dar continuidad al equipo del Hospital de 
Veteranos, ya que se les había terminado la beca de investigación. Bateson no se sumó entonces 
al proyecto, pero el resto del grupo continuó, sumándose posteriormente otros autores que han 

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Tratamientos Psicológicos                                                 Tema 4: Terapias de Familia y Modelos Sistémicos                      Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

tenido gran relevancia en el campo de la terapia familiar, tales como Virginia Satir, quien inició la 
fructífera participación de los trabajadores sociales en este ámbito, Jules Riskin y Paul Watzlawick. 
Posteriormente pasaron por el MRI entre otros, autores tan conocidos como Richard Fisch, Arthur 
Bodin, Antonio Ferreira, William Fry o Carlos Sluzki, y hoy en día continúa como un foco señero de 
la Terapia Familiar.  
El Grupo de Palo Alto, así  como  el  MRI y sus  diversas secuelas, se  va a caracterizar por 
tratar de plantear un nuevo paradigma explicativo de los trastornos de conducta, partiendo de la 
Teoría de la Comunicación, la Cibernética y la Teoría General de Sistemas. Quizá el mejor ejemplo 
sea  el  de  Jay  Haley,  fundador  de  la  Escuela  Estratégica,  que  se  ha  esforzado  durante  toda  su 
carrera en diferenciar el modelo sistémico de los otros paradigmas existentes en el campo de las 
Ciencias de la Conducta, especialmente del Psicoanálisis. 
 
  Durante  los  años  sesenta  y  setenta,  van  a  hacer  su  aparición  numerosas  escuelas  de 
Terapia Familiar, que van a ocupar un amplio abanico que oscila entre los sistémicos puros y los 
psicoanalíticos, pero aceptando todos como base la teoría sistémica del funcionamiento del grupo 
familiar. 
 
  Repasaremos las Escuelas más importantes, su origen y propuestas teóricas principales, 
clasificándolas  de  un  extremo  a  otro  del  arco  sistémico,  desde  las  sistémicas  puras,  a  las  que 
mantienen una mayor influencia del psicoanálisis. Dentro de las sistémicas puras tendríamos las 
Escuelas  de  Palo  Alto,  la  Estratégica  y  la  de  Milán.  Más  centradas  estarían  la  Estructural,  la  de 
Roma y la Suiza. En el lado más psicoanalítico, el Ackerman Institute, Whitaker y sus seguidores, el 
Grupo de Filadelfia, Bowen y su grupo, y la orientación Grupoanalítica. 

Orientaciones Sistémicas Puras: 
 
  La  Escuela  de  Palo  Alto,  es  el  nombre  dado  a  los  herederos  directos  de  la  Orientación 
Comunicacional  del  Grupo  de  Palo  Alto,  organizados  en  torno  al  MRI  creado  en  1959  por  D. 
Jackson como una división del Palo Alto Medical Research Institute, y que desde su creación hasta 
la  actualidad  se  ha  caracterizado  por  una  actividad  continuada  en  tres  niveles:  clínico,  de 
formación, y de investigación. En 1967 se crea el Brief Therapy Center (BTC), dirigido por Richard 
Fisch,  y  con  la  participación  de  Watzlawick,  Weakland  y  Bodin,  con  el  fin  de  investigar  los 
resultados de la terapia familiar breve. La duración del tratamiento se limitaba a un máximo de 10 
sesiones,  sin  selección  alguna  de  la  patología,  focalizando  las  intervenciones  en  el  problema 
presentado, con técnicas activas y muy directivas. Es el BTC el que va a poner la marca al modelo 
teórico comunicacional que se va a reconocer posteriormente como el de la Escuela de Palo Alto, 
cuya base teórica fue formulada por Watzlawick, Beavin y Jackson en otro libro de titulado “Teoría 
de la Comunicación Humana” (Watzlawick y cols, 1967). 
 
  El  fundador  de  la  Escuela  Estratégica  y  su  representante  más  cualificado  es  Jay  Haley, 
junto con su esposa Cloe Madanes. Es por lo tanto una escuela que tiene también sus raíces en el 
Grupo  de  Palo  Alto,  y  en  el  MRI,  y  que  recibe  una  influencia  decisiva  de  Milton  Erickson 
(hipnoterapeuta  de  gran  éxito,  que  utilizaba  además  técnicas  paradójicas  en  sus  tratamientos, 
que  fueron  muy  influyentes  en  los  autores  de  Terapia  Familiar  que  prestaron  una  atención 
especial  a  la  comunicación).  Haley  abandona  el  MRI  en  1967,  y  se  traslada  a  Filadelfia,  a  la 
Philadelphia  Child  Guidance  Clinic,  donde  se  encuentra  y  colabora  durante  muchos  años  con  el 
fundador  de  otra  escuela:  Salvador  Minuchin.  Este  encuentro  tiene  gran  importancia,  pues  de 
alguna manera simboliza el encuentro entre dos concepciones de la Terapia Familiar desarrolladas 
en  extremos  opuestos  de  Estados  Unidos:  el  Grupo  de  Palo  Alto  en  la  Costa  Oeste,  y  aquellos 
quienes, con una orientación más social y ecológica, venían trabajando en la Costa Este. Tras unos 
años  decisivos,  en  los  que  con  Minuchin  y  Montalvo  va  dando  lugar  al  modelo  estratégico‐
estructural,  Haley  se  traslada  a  Washington  (1976),  donde  funda  junto  a  Madanes  su  propio 

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Centro de Terapia Familiar. Otros autores clasificados dentro de esta tendencia son Lynn Hoffman 
y Duncan Stanton. 
 
  La  Escuela  de  Milán  comienza  su  andadura  cuando  en  1967  una  psicoanalista,  Mara 
Selvini Palazzoli "tomó la drástica decisión de terminar para siempre con la psicoterapia individual 
y fundar el Centro para el Estudio de la Familia" (Selvini, 1990). Paulatinamente van uniéndose al 
Centro otros psicoanalistas interesados por el tema, que van experimentando en el trabajo con 
familias,  y  van  estudiando  las  aportaciones  de  los  diversas  autores  norteamericanos,  desde  la 
Escuela de Palo Alto a la de Filadelfia, pasando por Minuchin y Bowen. Durante los primeros años 
el debate se centra en si continuar desarrollando las teorías familiares a partir del psicoanálisis, o 
romper  con  ese  modelo,  y  centrarse  en  la  Comunicación  y  la  Teoría  General  de  Sistemas.  Es 
finalmente esta segunda opción la que triunfa, lo que supone que en 1971 se produzca la primera 
de  la  larga  serie  de  rupturas  de  este  grupo,  quedando  el  cuarteto  más  conocido,  formado  por 
Selvini, G. Prata, L. Bóscolo y G. Cecchin, que se mantuvo unido durante siete años, hasta que en 
1978 se escindió en las parejas Selvini‐Prata, y Bóscolo‐Cecchin. 

Estas  tres  escuelas,  agrupadas  en  esta  etapa  dentro  de  las  sistémicas  puras,  tienen  en 
común, la elección, como objeto de estudio e intervención la unidad familiar, quedando relegado 
el  individuo  a  la  condición  de  miembro  del  sistema  familiar.  Lo  intrapsíquico  se  deja  de  lado, 
utilizando el concepto cibernético de “caja negra” para encajarlo en la dinámica comunicacional, 
sin  necesidad  de  tener  que  estudiarlo,  únicamente  interesan  las  comunicaciones  que  mantiene 
con  su  entorno.  Los  principales  fundamentos  teóricos,  así  como  el  lenguaje  que  utilizan, 
provienen  de  la  Teoría  General  de  Sistemas,  la  Cibernética,  la  Teoría  de  los  Juegos  y  la 
Comunicación.  La  base  es  la  Teoría  General  de  Sistemas,  formulada  por  el  biólogo  austríaco, 
Ludwig Von Bertalanffy, que desarrolló una organización de los seres vivos basada en los sistemas 
abiertos: Conjunto de elementos organizados en función de una finalidad, con características de 
isomorfismo,  equifinalidad,  etc.  La  cibernética  aporta  los  conceptos  de,  entre  otros, 
retroalimentación,  homeóstasis,  escaladas,  círculos  viciosos.  La  teoría  de  los  Juegos  de  Von 
Neumann  y  Morgenstern  suministra  los  conceptos  de  juego  relacional  tipo  suma  cero 
(estrictamente  competitivos  porque  cualquier  ganancia  para  un  jugador  siempre  se  equilibra 
exactamente  por  una  pérdida  correspondiente  para  el  otro  jugador)  o  suma  no  cero 
(cooperativos,  situaciones  en  donde  los  participantes  pueden  beneficiarse  o  perder  al  mismo 
tiempo).  La  Teoría  de  la  Comunicación,  por  su  parte,  los  de  intercambio  de  información, 
metacomunicación, redundancias, paradojas, etc. Una de las razones por las que el libro citado de 
Watzlawick, Beavin y Jackson “Teoría de la Comunicación Humana” ha tenido tanta repercusión 
es  porque  de  alguna  manera  ordenó  y  sintetizó  todas  estas  aportaciones  en  un  único, 
comprensible y accesible texto. 
 
  La  familia  es  un  sistema  abierto,  gobernado  por  reglas,  que  cumple  los  principios  de  la 
retroalimentación positiva y negativa. Las reglas son metáforas acuñadas por el observador para 
denominar secuencias redundantes de comportamiento, que caracterizan el funcionamiento de 
cada  sistema  familiar  concreto.  Las  familias  se  van  dotando  de  reglas  con  el  paso  del  tiempo  a 
través de ensayos y errores. Los síntomas son una forma más de comunicación, que surgen por la 
tendencia  cada  vez  más  rígida  a  repetir  compulsivamente  las  soluciones  memorizadas 
anteriormente. La observación de las redundancias conduce a la formulación de una hipótesis de 
funcionamiento familiar, y al diseño de una estrategia que dé como resultado la modificación de 
las reglas que no resultan útiles para un adecuado funcionamiento familiar. La terapia se centra 
en la solución del problema presentado, y en el aquí y ahora. La pregunta que se debe realizar el 
terapeuta no es por qué sucede, sino para qué. El paradigma causal deja de tener importancia, ya 
que en la hipótesis de funcionamiento cibernético, el efecto es causa, y la causa, efecto. El modelo 
de causalidad lineal da paso a la causalidad circular, que no tiene principio ni fin. Los terapeutas 
son  observadores  del  sistema  familiar,  que  promueven  el  cambio  desde  el  exterior.  La  terapia 

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consiste en un salto cualitativo de un sistema de reglas a otro, para lo que se hace necesaria la 
intervención  de  una  agente  externo.  Las  técnicas  más  utilizadas  son  la  connotación  positiva,  la 
prescripción de rituales, y la prescripción paradójica. 
 

Orientaciones Mixtas 
 
  Dentro de las Escuelas más equidistantes tanto del modelo sistémico puro como del más 
psicoanalítico, hemos nombrado a la Estructural, a la de Roma y a la Suiza. 
 
  Algunos autores datan el nacimiento de la Escuela Estructural en la publicación en 1967 
del  libro  "Families  of  the  slums:  An  exploration  of  their  structure  and  treatment”,  de  Minuchin, 
Montalvo,  Guerney,  Rosman  y  Schumer.  El  libro  describía  el  trabajo  de  un  grupo,  liderado  por 
Salvador Minuchin, que incluía a E. Auerswald y C. King, y más tarde a R. Rabkin y B.Montalvo, que 
obtuvo en 1962 una subvención gubernamental para experimentar con las teorías de la Terapia 
Familiar ‐entonces en plena expansión‐ en la atención a familiares de bajo nivel socio‐económico, 
en los guetos de Nueva York, concretamente en una escuela para jóvenes delincuentes llamada 
Wiltwick School. El abordaje de los problemas debía tener en cuenta no sólo los síntomas, sino 
también  el  contexto  en  que  éstos  aparecían,  en  familias  que  vivían  en  condiciones  notables  de 
pobreza  y  marginación.  Fue  este  contexto,  diferente  al  que  hasta  entonces  había  visto  el 
desarrollo de la Terapia Familiar, el que marcó una orientación diferente. Tras su etapa en Nueva 
York,  Minuchin  y  Montalvo  se  trasladan  a  la Philadelphia  Child  Guidance  Clinic,  donde  se  van  a 
encontrar  con  Haley  primero  y  Speck  después.  Ambos  van  a  influir  en  las  teorizaciones 
estructurales,  pero  especialmente  el  primero,  hasta  el  punto  que,  tras  la  etapa  en  común  sería 
más propio hablar de una orientación estratégico‐estructural. Posteriormente Minuchin volvió a 
Nueva  York,  y  en  los  últimos  años  ha  sido,  y  es  uno  de  los  principales  difusores  de  la  Terapia 
Familiar, dictando cursos y talleres por todo el mundo. 
 
  La  teoría  estructural  se  nutre  también  de  las  teorías  sistémicas  y  comunicacionales, 
poniendo  igualmente  el  acento  en  la  relación,  y  en  la  existencia  innata  de  estructuras  en  las 
relaciones humanas. Sin embargo, a diferencia de los sistémicos puros, no cataloga al individuo 
únicamente  como  miembro del sistema familiar, sino que lo  contempla  como un  "subsistema", 
con  su  propia  estructura  psicológica,  en  interrelación  con  los  otros  subsistemas  y  con  el  medio 
externo,  con  una  visión  ecológica.  La  estructuración  de  la  familia  se  basa  en  tres  dimensiones 
básicas:  Límites,  Alianzas  y  Jerarquía.  La  funcionalidad  de  la  familia  dependerá  de  la  adecuada 
organización de la estructura familiar a las "circunstancias". Estas circunstancias hacen referencia 
tanto a las necesidades individuales de sus miembros, como a la necesaria adaptación al medio 
externo. Los objetivos de la terapia serán, no sólo resolver el problema presentado, sino también 
modificar la estructura familiar disfuncional, a fin de que pueda enfrentarse con mejores defensas 
a los problemas futuros. Para conseguirlo, el terapeuta se une a la familia. Ya no es el observador 
externo, sino que se implica en el proceso familiar, actuando como agente de cambio, encargado 
de reestructurar el funcionamiento familiar. 
 
  Las  técnicas  utilizadas  son  primero  de  unión  a  la  familia  (Joining),  y  posteriormente  de 
Reestructuración,  con  maniobras  centradas  en  los  subsistemas  (adición  o  sustracción  de 
subsistemas),  en  el  síntoma  (focalización,  recalificación,  etc.)  o  en  la  estructura  (provocando 
conflictos,  reorganizando,  etc.).  El  mapa  familiar  se  va  a  utilizar  como  hipótesis  diagnóstica  del 
funcionamiento familiar, y como guía a lo largo del tratamiento. Se utilizan prescripciones, pero 
no de tipo paradójico. 
 
  Posición similar es la mantenida por la llamada Escuela de Roma, nombre con el que se 
suele conocer a Maurizio Andolfi y sus colaboradores (P. Menghi, A. Nicoló, C. Saccu y C. Angelo 

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principalmente),  aunque  en  Roma  hay  otros  núcleos  importantes  (agrupados  en  torno  a  Luigi 
Cancrini y Gaspare Vella como figuras más señeras, a quienes clasificaríamos en posiciones más 
cercanas al psicoanálisis). 
 
  Andolfi  fundó  su  Instituto  de  Terapia  Familiar  en  Roma  en  1974,  tras  unos  años  de 
formación en Estados Unidos. Se reconoce fuertemente influenciado por Haley y Minuchin, con 
quien  estuvo  trabajando  en  la  famosa  Philadelphia  Child  Guidance  Clinic,  aunque  también 
encontramos rastros de Whitaker, especialmente en el desarrollo de sus técnicas de provocación 
y desafío. Refuerza la idea defendida por Minuchin del terapeuta como agente de cambio, pero 
no  por  ello  deja  de  afirmar  que  debe  ser  la  familia  artífice  y  protagonista  de  su  propio  cambio 
fomentando  a  la  manera  de  Haley  las  potencialidades  terapéuticas  que  la  familia  guarda  en  su 
interior. La familia es un sistema abierto en constante transformación, activo, con capacidad de 
autogobernarse y abierto a la interacción con otros sistemas, y la patología surge cuando la rigidez 
familiar impide la necesaria adaptación a la evolución intra y extrafamiliar. La terapia consistirá en 
la búsqueda de un nuevo equilibrio dinámico entre la morfostasis y la morfogénesis. 
 
  Luigi Cancrini es otro de los psicoanalistas que entra en el campo de la Terapia Familiar sin 
abandonar  sus  raíces,  y  tratando  siempre  de  guardar  un  difícil  equilibrio  entre  ambas 
orientaciones.  Fundó  tardíamente  su  Centro  de  Studi  di  Terapia  Relazionale  de  Roma,  con 
destacados  colaboradores  como  Onnis,  Coletti  o  Grazia  Cancrini.  Dentro  de  la  Terapia  Familiar 
reconoce las influencias fundamentales de Watzlawick, Haley y Minuchin. 

  La  llamada  Escuela  Suiza,  se  muestra  como el  corolario  de  lo  que  va a ser el  desarrollo 
posterior de la Terapia Familiar, tomando los aspectos positivos de las diferentes orientaciones, y 
conformando  un  cuerpo  teórico  dentro  de  lo  que  se  ha  venido  en  llamar  eclecticismo.  Sus 
representantes  principales  son  L.  Kaufmann  y  O.  Masson,  y  se  agruparon  en  torno  a  la  revista 
Thérapie  Familiale.  Todos  ellos  provienen  del  Psicoanálisis,  y  tratan  de  conjugar  ambas 
teorizaciones.  Su  principal  aportación  se  centra  en  la  conjugación  de  las  técnicas  de  escuelas 
diferentes, desde la de Bowen y Nagy, a la de Minuchin, Haley, Watzlawick y Selvini, mostrando 
que todas ellas tienen aspectos positivos, y que no son excluyentes sino todo lo contrario. Otros 
autores señalados de ésta orientación son G.Ausloos, E. Fivaz y P. Caillé. 
 
Orientaciones psicoanalíticas: 
 
  La  característica  fundamental  de  las  escuelas  que  se  inclinan  más  hacia  el  polo 
psicoanalítico es que, aunque prestan una atención especial a la familia, no dejan de considerar al 
individuo en un primer plano. La familia está compuesta por individuos, cada uno de los cuales 
tiene su propia identidad y su propia historia. Estudiarán a cada individuo, y a las interrelaciones 
entre  ellos  dentro  de  la  familia.  Dentro  de  este  grupo  hemos  nombrado  al  Ackerman  Institute, 
Whitaker  y  sus  seguidores,  el  Grupo  de  Filadelfia,  Bowen  y  su  grupo,  y  la  orientación 
Grupoanalítica. 
 
  Como ya  hemos señalado, Natham W.  Ackerman fundó en 1960 el  Instituto  de Terapia 
Familiar que tras su muerte, ocurrida en 1971, llevaría su nombre. Así como en la Costa Oeste la 
Terapia Familiar se identificó con Bateson y su grupo, y con el MRI, en la Costa Este de Estados 
Unidos,  Ackerman  y  su  instituto  fueron  sinónimos  de  Terapia  Familiar  durante  muchos  años. 
Ackerman comenzó muy pronto a plantearse un abordaje familiar, y data de 1937 un artículo suyo 
sobre la familia como unidad bio‐socio‐emocional. 
 
  Ackerman  utiliza  un  lenguaje  psicoanalítico  para  desarrollar  sus  teorías,  y  presta  una 
especial atención al individuo. Sin embargo desarrolló un modelo terapéutico muy personal, en el 
que el terapeuta se muestra muy activo, y en ocasiones provocador, y en el que algunos autores 

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creen ver una línea precursora del estructuralismo. Tras su muerte, el Ackerman Institute se alejó 
del  extremo  psicoanalítico,  centrándose  en  el  espectro.  Por  sus  despachos  han  pasado 
importantes figuras, como D. Bloch, O. Silverstein o Peggy Papp. Estas dos últimas, junto con Betty 
Carter  y  Marianne  Walters  han  sido  las  principales  impulsoras  del  llamado  Proyecto  de  Terapia 
Familiar de las Mujeres como parte de un movimiento que ha dado lugar en Estados Unidos a una 
Terapia Familiar Feminista, que combate el ordenamiento jerárquico tradicional de la considerada 
"familia normal", tratando de aplicar la teoría feminista y sus valores a la Terapia Familiar. Papp ha 
destacado también por el desarrollo de una técnica relacionada con el psicodrama, denominada 
Escultura Familiar. 
 
Terapia  Familiar  Contextual  ha  sido  el  nombre  que  se  ha  dado  a  la  aproximación  a  la 
Terapia  Familiar  del  Grupo  de  Filadelfia,  liderado  por  Ivan  Boszormenyi‐Nagy,  que  trata  de 
integrar las teorías sistémicas y las psicoanalíticas.  
 
  En  1957,  Boszormenyi‐Nagy  y  sus  colaboradores  introdujeron  la  Terapia  Familiar  en  un 
proyecto de investigación sobre psicoterapia intensiva para pacientes psicóticos internados en el 
Eastern  Pennsylvania  Psychiatric  Institute.  La  orientación  inicial  era  la  Psicoanalítica  de  la 
Psicología del Yo, y se fueron introduciendo progresivamente aportes de la terapia Familiar. Para 
este  autor,  la  estructuración  de  relaciones  dentro  de  las  familias  está  sujeta  a  ley,  por  lo  que 
puede  deducirse  a  partir  de  su  regularidad,  reiteración  y  predictibilidad.  La  patología  está 
determinada  por  la  naturaleza  de  las  leyes  que  rigen  las  relaciones  multipersonales,  las 
características  psicológicas  ‐estructura  psíquica‐  de  los  miembros  considerados  en  forma 
individual y la relación existente entre esas dos esferas de organización del sistema. Cada familia, 
como cualquier organización social tiene su propio sistema de lealtades, que regula la pertenencia 
al  grupo.  En  ésta,  existen  no  sólo  los  compromisos  horizontales  de  lealtad,  entablados  con  la 
pareja,  hermanos  o  pares  en  general,  sino  también  los  verticales,  que  incluyen  a  otras 
generaciones anteriores o posteriores. Estos dos tipos de compromisos entran en conflicto muy a 
menudo, creando áreas conflictivas. Cada familia tiene su Libro Mayor, en el que a modo de un 
libro  de  cuentas  se  anotan  las  deudas  y  los  méritos  de  sus  miembros.  Este  libro  tiene  la 
característica  de  que  se  transmite  de  generación  en  generación,  debiendo  pagar  los 
descendientes,  debido  a  los  compromisos  verticales  de  lealtad,  las  deudas  contraídas  por  sus 
antecesores. Esta óptica Transgeneracional es la que caracteriza la Terapia Contextual, en la que 
el trabajo con el Genograma, será una de sus técnicas más utilizadas. 
 
Aportaciones  importantes  a  la  Terapia  Contextual  se  han  realizado  desde  Europa, 
concretamente  con  la  inclusión  en  este  campo  de  Helm  Stierlin,  Profesor  de  la  Universidad  de 
Heildeberg, con aportaciones tan importantes como el desarrollo de los conceptos de Delegación, 
Retención y Expulsión, como modos de explotación paterno‐filial, que estaría en la base de buena 
parte de la psicopatología. 
 
El nombre que ha recibido el abordaje familiar de Carl Whitaker, es el de Terapia Familiar 
Simbólico  Experiencial,  aunque  en  realidad  se  ha  asociado  siempre,  más  que  ningún  otro  (a 
excepción del de Bowen, probablemente) con la personalidad de su autor. Como la mayor parte 
de  los  psiquiatras  de  su  generación  se  formó  en  Psicoanálisis,  trabajando  en  principio  en 
Psiquiatría Infantil, y posteriormente con todo tipo de pacientes.  
 
  Whitaker  ha  desarrollado  unas  técnicas  muy  particulares.  Se  define  a  sí  mismo  en  la 
terapia como una "madre simbólica", y utiliza con frecuencia técnicas de confusión, provocación o 
relatos  de  sueños  (dormirse  unos  minutos  durante  la  terapia  y  luego  contar  el  sueño  que 
casualmente tiene que ver con la familia en algún aspecto difícil de comunicar). Whitaker quizá ha 
sido, junto  con Boszormenyi‐Nagy,  el autor que más  puso el acento en  la Coterapia,  es decir la 
presencia conjunta de dos terapeutas delante de la familia. 

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Tratamientos Psicológicos                                                 Tema 4: Terapias de Familia y Modelos Sistémicos                      Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Terapia  de  los  sistemas  familiares  es  el  nombre,  muy  genérico,  que  se  le  ha  dado  al 
modelo  desarrollado  por  Murray  Bowen.  En  1959,  Bowen  abandona  el  NIMH,  y  se  traslada  al 
Departamento de Psiquiatría de la cercana Georgetown, donde va a desarrollar sus teorías, y va a 
fundar su Escuela de Terapia Familiar.  
 
La base teórica la encontramos en una exposición "anónima" de Bowen en una reunión 
nacional  de  terapeutas  familiares  que  tuvo  lugar  en  Filadelfia  en  1967  (Bowen,  1989).  En  ella 
explica el trabajo realizado a lo largo de varios años, tratando de aplicar sus teorías a su propia 
familia,  y  esforzándose  en  conseguir  no  ser  absorbido  por  el  sistema  emocional  de  su  propia 
familia de origen. Se basa en seis conceptos básicos interrelacionados: la escala de diferenciación 
del self, el sistema emocional de fusión del self en la familia nuclear, los procesos de proyección 
familiar, los procesos de transmisión transgeneracionales, el perfil fraternal, y el funcionamiento 
en triángulos.  
 
La escala de diferenciación del self es un esfuerzo de clasificación de todos los niveles de 
funcionamiento humano, que trata de medir el yo de base de cada persona, es decir la parte del 
yo  que  no  se  encuentra  en  fusión  emocional  en  un  yo  común  con  los  otros:  masa  yoica 
indiferenciada. Esta escala no tiene una significación patológica directa, pero cuanto más bajo se 
está en la escala, es decir, cuanto más bajo es el grado de diferenciación, los individuos son más 
vulnerables a las tensiones y la resolución de los síntomas es más difícil. En la familia nuclear es 
donde  más  potente  se  da  el  yo  colectivo  familiar  indiferenciado,  que  puede  absorber  mayor  o 
menor cantidad del self de los individuos que la conforman. Cuanto menos self propio disponga el 
individuo, más difícil será su funcionamiento autónomo, y esto está determinado por los procesos 
de proyección familiar, por los cuales los padres proyectan una parte de su inmadurez sobre uno o 
varios de sus hijos, proceso que puede repetirse a través de varias generaciones (desarrollo del 
modelo de Hill, por el cual hacen falta al menos tres generaciones de proyección y transmisión de 
inmadurez para que aparezca un esquizofrénico en la familia). 
 
El trabajo desarrollado con su propia familia es el que aplica Bowen en la formación de los 
Terapeutas  Familiares  de  su  escuela.  Es  pues  una  terapia  personal  experiencial,  que  se  centra 
sobre la investigación familiar y el rol jugado por el paciente en la propia familia, el aprendizaje del 
funcionamiento familiar mediante la observación de la familia propia, y la búsqueda de los medios 
para modificar sus propias reacciones emocionales en el sistema familiar. Una variación de este 
mismo modelo, adaptado a cada situación tipo, es el que utiliza en el trabajo terapéutico con los 
pacientes. 
  
  La  Orientación  Grupoanalítica,  tiene  su  principal  representante  en  A.  Robin  Skinner, 
fundador  del  Instituto  de  Terapia  Familiar  de  Londres  en  1976.  Como  los  anteriores,  trata  de 
conjugar las teorías sistémicas con las psicoanalíticas, éstas últimas especialmente influidas por J. 
Bowlby y especialmente por S. Foulkes. Al ser su inicio más tardío, tiene también gran número de 
influencias  tanto  de  las  escuelas  familiares  más  psicoanalíticas,  como  de  las  estructurales, 
estratégicas  y  comunicacionales.  A  partir  de  ahí  desarrollaron  un  modelo  de  trabajo  muy 
personal,  con  un  fuerte  pragmatismo  en  su  desarrollo,  que  introduce  también  el  modelo  de 
desarrollo ecléctico que se va a generalizar a partir de la segunda mitad de los años setenta. 
 
Durante los años 70 y 80, se inicia el gran debate que ha estado presente a lo largo de 
estos años, el establecido entre los que defendían una línea de continuidad con el psicoanálisis, y 
los  que  eran  partidarios  de  una  ruptura  total,  defendiendo  que  las  teorizaciones  sistémicas 
conforman un nuevo paradigma explicativo de la conducta humana, excluyente de los demás. Ha 
sido  un  debate  complejo,  frecuente,  y  que  no  ha  desaparecido  aún  del  campo  de  la  Terapia 
Familiar.  Sin  embargo,  la  evolución  hacia  abordajes  más  eclécticos  e  integradores,  lo  ha 
desactivado  en  parte.  Aún  así,  los  modelos  eclécticos  más  manejados,  se  dividen  entre  los  que 

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manejan  conceptos  de  origen  psicoanalítico,  y  los  que  tratan  de  ceñirse  únicamente  a  lo 
sistémico.  Estos  últimos,  manejan  un  modelo  que  podíamos  denominar  estructuro‐estratégico‐
comunicacional,  mientras  que  los  primeros,  además,  utilizan  abordajes  transgeneracionales  y 
dinámicos.  
 
Por  otro  lado,  la  práctica  de  la  Terapia  Familiar,  sin  la  necesidad  de  guardar  fidelidad 
estricta  a  una  u  otra  escuela,  provoca  que  paulatinamente  comiencen  a  definirse  indicaciones 
para las diversas técnicas, llegando a la conclusión más o menos consensuada, de que algunas de 
ellas  son  más  útiles  en  determinadas  patologías,  y  que  en  otras  es  necesario  utilizar 
conjuntamente técnicas de diversas escuelas. 
 
Desde  la  evolución  del  pensamiento  sistémico  viene  también  un  proyecto  unificador, 
basado  en  las  Dimensiones  de  los  sistemas.  Cualquier  sistema  tiene  cuatro  dimensiones, 
complementarias  entre  sí:  Génesis,  Función,  Proceso  y  Estructura  (Giacomo,  1986).  Si  las 
aplicamos  a  la  conducta  sintomática,  podríamos  poner  el  foco  en  la  Génesis  del  síntoma,  en  el 
Proceso  requerido  para  que  la  conducta  sintomática  aparezca,  en  la  Función  que  cumple  el 
síntoma, o en la Estructura que la sustenta de manera repetitiva. Así, según donde se ponga el 
acento,  encontraríamos  a  las  escuelas  más  Psicoanalíticas  (Génesis),  a  la  Comunicacional 
(Proceso), a la Estratégica (Función), y a la Estructural (Estructura). 
 
  La evolución de otro de los pilares de la Teoría Sistémica, la Cibernética, va a dar lugar a 
un  replanteamiento  teórico  general.  Las  aportaciones  de  Maruyama,  Prigogine  y  Von  Foerster 
(Maruyama,  1973;  Prigogine,  1983;  Foerster,  1988),  van  a  dar  lugar  a  la  denominada  Segunda 
Cibernética. En el planteamiento inicial en la Primera Cibernética, el observador externo estudiaba 
el sistema, tratando de deducir las reglas disfuncionales para, desde fuera o dentro, impulsar el 
cambio de las reglas o la estructura familiar. Sin embargo, se dejaba de lado la influencia ejercida 
por el observador sobre el sistema. Esta influencia inevitable, modifica el funcionamiento familiar, 
que se adapta a la nueva situación. En parte, esta evolución teórica se apoya de nuevo en la física, 
en concreto en la Física Cuántica, que estudia las partículas subatómicas, y que había llegado a la 
sorprendente conclusión de que algunas partículas sólo existen cuando alguien está mirando. La 
objetividad se demuestra finalmente imposible de alcanzar, y aquellos estudios que no tengan en 
cuenta la influencia del observador sobre el contexto, carecen de validez. Este principio, conocido 
por el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, físico alemán dedicado al estudio de la mecánica 
cuántica, implica en palabras de G. Zukav, que “no podemos observar algo sin afectarlo. No existe 
el  observador  independiente  que  pueda  mantenerse  al  margen  observando  como  la  naturaleza 
sigue su curso sin afectar al objeto observado” (Zukav, 1991, p. 123). La reflexión que se produce 
en  torno  a  estas  teorizaciones,  trae  consigo  una  vuelta  a  Bateson,  y  una  revitalización  de  las 
teorías  comunicacionales,  dando  lugar  a  la  aplicación  a  la  Teoría  Familiar  del  Constructivismo, 
posición epistemológica desarrollada en diversas orientaciones científicas. La afirmación básica es 
la  de  que  la  realidad  no  existe  como  tal  verdad  absoluta  a  la  que  se  aproximan  los  individuos 
intentando descubrirla, sino que ésta es construida por cada uno de nosotros en nuestro contexto 
social. Familia y Terapeuta forman una unidad que intentará construir una nueva realidad en la 
que la conducta sintomática sea redefinida de manera que ya no resulte necesaria. 
 
El Constructivismo: 
 
  Según  algunos  autores  (Effran  y  Cols,  1988),  el  Constructivismo  ha  cambiado  la  Terapia 
Familiar  más  que  ninguna  de sus orientaciones anteriores. De acuerdo  con  Manrique  (1990), el 
Constructivismo  constituye  un  marco  general  en  el  que  se  inscriben  las  teorías  e  ideas 
desarrolladas en torno a la 2ª Cibernética, las teorías de los sistemas observantes y de los sistemas 
autónomos. Un sistema observante es aquel que incluye al observador como parte del sistema, 
por lo tanto, éste participa en la definición de lo observado, lo que significa que no hay posibilidad 

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de  que  las  observaciones  sean  “objetivas”.  El  terapeuta  “construye”  una  realidad  junto  con  la 
familia, por lo que el sistema así formado, “el sistema terapéutico”, será la unidad de tratamiento. 
 
El  Constructivismo  es  una  posición  epistemológica  bastante  antigua,  que  influye  sobre 
numerosas disciplinas, y que ”ha tomado, en las últimas décadas, una nueva importancia debido a 
los excesos del positivismo por un lado y al apoyo que determinados conceptos de la física cuántica 
le  han  proporcionado”  (Manrique,  1990,  p.205).  El  Constructivismo  pone  en  cuestión  nuestra 
percepción  de  la  realidad.  Defiende  que  no  hay  una  realidad  única  y  objetiva,  sino  que  cada 
observador configura su propia interpretación de la realidad, su personal manera de entender el 
mundo. 
 
  El terapeuta no aborda entonces un problema que le trae la familia, como algo objetivo, 
externo a él, sobre el que hay que intervenir para modificarlo (1ª Cibernética), sino que selecciona 
lo que le parece relevante de lo que cuenta la familia, no porque sea lo verdadero, o lo evidente, 
sino  porque  le  parece  que  puede  resultar  útil  para  modificar  la  visión  del  mundo  del  sistema 
terapéutico de la manera que sea más satisfactoria para todos. “Los significados y no la conducta 
se  convierten  en  el  eje  del  trabajo  terapéutico”  (Manrique,  1990,  p.p.  205‐206)  y  los  mitos 
familiares devienen el eje en torno al cual se organizan los síntomas y el trabajo terapéutico. 
 
La Narrativa: 
 
La utilización de narraciones, historias, etc., como metáfora para describir las relaciones 
familiares es antigua en la Terapia Familiar, aunque su evolución y desarrollo es reciente. Bóscolo 
y Bertrando (1993) hacen referencia a Ferreira y su descripción de los mitos familiares como base 
del  desarrollo  de  las  narraciones  (Ferreira,  1971).  El  mito  familiar,  según  Ferreira  describe  una 
serie  de  “creencias  bien  sistematizadas  y  compartidas  por  todos  los  miembros  de  la  Familia 
respecto de sus roles mutuos y la naturaleza de su relación” (Ferreira, 1972, p. 156).  
 
La  base  de  las  teorías  del  funcionamiento  familiar  basado  en  las  narrativas  es  que  las 
narraciones que hacemos construyen nuestra realidad, hasta el punto de que pueden llegar a ser 
la  realidad  misma.  La  familia  deviene  así  en  una  historia  contada  por  sus  protagonistas,  los 
miembros  de  la  familia,  y  en  la  que  se  integra  todo  lo  ocurrido,  lo  que  hubiera  podido  ocurrir, 
todas las personas, contextos y situaciones pasadas, presentes (o incluso futuras) que llegan a ser 
significativas para ese grupo familiar. Además de la historia de la familia, cada miembro tiene su 
propia historia, que se entrelaza con las historias del resto de los miembros, construyendo entre 
todos la vida familiar. Los conflictos surgen cuando se producen discordancias entre las diversas 
historias.  
 
  El desarrollo de las teorías y técnicas basadas en la narrativa se ha producido en los años 
80  con  los  trabajos  de  White  y  Epston  (White  y  Epston,  1980),  que  proponen  una  concepción 
narrativa basada en la capacidad de las personas para desarrollar historias alternativas. Cuantas 
más  historias  distintas  sea  capaz  de  aceptar  un  sistema  familiar,  más  posibilidades  tienen  sus 
miembros de crecer, individualizarse, y desarrollar sus capacidades emocionales e intelectuales, y 
también con los de Sluzki centrados en las visiones del mundo (Sluzki, 1983) y en sus posteriores 
desarrollos que integran las Narraciones Familiares en contextos más amplios (Sluzki, 1996). 
 
El abordaje psicoeducativo: 
 
  Aunque algunos descalifican este modelo desde el campo de la Terapia Familiar, lo cierto 
es que ha supuesto una revitalización del trabajo familiar en el tratamiento de la Esquizofrenia, 
cuando tras las esperanzas que inicialmente había despertado la Terapia Familiar en este campo, 
se había llegado a una época de pesimismo en cuanto a su utilidad. Por otra parte, el modelo se 

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ha  introducido  desde  el  principio  en  el  campo  de  la  psiquiatría  tradicional,  favoreciendo  la 
popularización de los abordajes familiares.  
 
El  modelo  se  basa  en  nuevos  estudios  sobre  la  comunicación  en  las  familias  de 
esquizofrénicos. Tras los estudios iniciales de Bateson y su grupo, Wynne, Lidz, Bowen, etc. con 
sus respectivos equipos, que no dieron los frutos apetecidos, los nuevos estudios realizados en los 
EE.UU.  se  esfuerzan  en  conseguir  instrumentos  de  investigación  sistematizada  para  estudiar  la 
interacción  en las familias  de transacción esquizofrénica. Así Wynne y Singer (1965)  desarrollan 
uno para estudiar lo que llaman la Desviación Comunicacional en la comunicación de los padres 
de  esquizofrénicos,  y  Doane  y  otros  (1981)  elaboran  otro  que  mide  el  Estilo  Afectivo  de  las 
relaciones paterno‐filiales. Ambos estudios, con ser de gran interés, no se han traducido hasta la 
fecha en aplicaciones concretas para el tratamiento de las familias con pacientes esquizofrénicos.  
Paralelamente,  en  Gran  Bretaña  se  estaban  desarrollando  estudios  de  corte  más  sociológico  y 
económico, encaminados a encontrar el modo de disminuir el gasto hospitalario que suponía el 
ingreso continuo de esquizofrénicos, que se descompensaban a pesar de seguir ‐supuestamente‐ 
un tratamiento ambulatorio. En el curso de estos estudios descubrieron, no sin cierta sorpresa, 
que los pacientes que registraban un mayor número de recaídas eran aquellos que, tras el alta, 
volvían a convivir con sus familias, en comparación con los que vivían solos, en una pensión, en un 
piso  protegido,  etc.  Escarbando  un  poco  más  comprobaron  que  esto  sucedía  especialmente  en 
familias  en  las  que  las  críticas  al  paciente  eran  frecuentes,  tales  como  descalificaciones 
especialmente  agresivas,  con  amenazas  de  abandono,  o  bien  en  aquellas  otras  excesivamente 
sobreprotectoras.  Definieron  a  estas  familias  como  de  Alta  Expresión  Emocional  e  hicieron  un 
importante  esfuerzo  para  tratar  de  medir  este  constructo  de  la  manera  más  objetiva  posible. 
Crearon  así  una  herramienta,  que  consiste  en  una  entrevista  semiestructurada,  llamada 
Camberwell Family Interview, que se utiliza para medir la Expresión Emocional de las familias, y 
como predictor de las recaídas de los pacientes esquizofrénicos. Así, pacientes en cuyas familias 
se  registra  un  alto  nivel  de  expresión  emocional,  tienen  más  riesgo  de  descompensación  que 
aquellas otras en las que su nivel de expresión emocional se califica como bajo. 
 
El  constructo  Emoción  Expresada  ha  producido  una  cantidad  ingente  de  literatura, 
primero  en  torno  a  su  capacidad  pronóstica  y  después  en  torno  a  qué  se  podía  hacer  para 
disminuirla.  Así,  se  ha  desarrollado  un  gran  número  de  intervenciones  familiares,  agrupadas  de 
manera  genérica  bajo  el  epígrafe  modelo  psicoeducativo  (Leff  y  otros,  1982  y  1985;  Anderson, 
1983; Falloon y Liberman, 1983; McFarlane, 1983). La base teórica se centra en que la etiología de 
la Esquizofrenia sería multifactorial: genética, biológica y ambiental. La conjugación de estos tres 
factores  no  sólo  explicaría  la  aparición  de  la  psicopatología  esquizofrénica,  sino  también  sus 
recaídas  y  remisiones.  La  manifestación  de  síntomas  psicóticos  en  un  individuo  "vulnerable", 
puede aparecer bien al aumentar la vulnerabilidad biológica, o cuando los acontecimientos vitales 
desborden las defensas del individuo, o cuando los soportes sociales disminuyen. La reagudización 
de sus síntomas, en el curso de la esquizofrenia, parece claro que está relacionada con el aumento 
del  estrés  ambiental,  identificándose  fundamentalmente  dos  tipos:  contexto  estresante,  que  se 
refiere  sobre  todo  al  medio  familiar,  y  acontecimientos  vitales  estresantes,  que  preceden  al 
cuadro en un corto espacio de tiempo.  
 
Quizá  lo  que  resulta  más  novedoso,  y  haya  dado  lugar  al  sufijo  “educativo”,  sea  la 
explicación clara y extensa a la familia sobre la enfermedad esquizofrénica, cuestión discutida y 
verdadero  tabú  durante  mucho  tiempo.  Sin  embargo,  estos  abordajes  han  demostrado 
claramente  la  utilidad  del  trabajo  familiar  para,  en  este  caso,  disminuir  las  recaídas  en  los 
pacientes esquizofrénicos (Goldstein y otros, 1978). 
 
 
 

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2. CONCEPTOS BÁSICOS EN LA PERSPECTIVA SISTÉMICA DE LA TERAPIA FAMILIAR 
 
Las  distintas  escuelas  de  la  Terapia  Familiar  Sistémica  se  apoyan  en  una  epistemología 
rica, aunque no siempre homogénea debido a que algunos de sus conceptos básicos provienen de 
ámbitos  relativamente  independientes.  Tal  y  como  ya  hemos  señalado,  son  diversas  las  teorías 
que han estado relacionadas con la aparición y desarrollo del modelo sistémico:  
a) La Teoría de los Juegos (Von Neumann y Morgnstern, 1944) que desarrolla modelos para 
predecir el comportamiento de los jugadores en una situación de juego, en función de la 
búsqueda de obtención de las máximas ganancias. Supone tener en cuenta las estrategias 
del otro jugador y cómo éstas afectarán a las propias. Bateson cita esta teoría en varias 
ocasiones para referirse a los juegos de alianzas y coaliciones en la familia.  
b) La Teoría de la Información (Shannon y Weaver, 1949) que aborda los aspectos formales 
de la  comunicación,  independientemente de su  contenido  (Fuente/codificador/mensaje 
canal/decodificador/destino). 
c) La Teoría de los Tipos Lógicos (Whitehead y Russell, 1910) que se origina como forma de 
resolver  el  problema  de  las  paradojas  lógicas,  para  lo  que  distingue  entre  dos  tipos 
lógicos, las clases y sus miembros. Es una de las más influyentes en Bateson, ya que es la 
base de su formulación de los niveles de comunicación.  
d) La  Teoría  General  de  Sistemas  (von  Bertalanffy,  1954)  teoría  acerca  de  los  sistemas  o 
estructuras  de  elementos  en  interacción  y  su  funcionamiento,  que  ha  tenido  gran 
transcendencia sobre las ciencias naturales, aplicadas y las ciencias sociales.  
e) La Cibernética (Wiener, 1948), el estudio interdisciplinario de los sistemas regulados. Se 
centra  en  las  funciones  de  control  y  comunicación,  con  especial  atención  a  los 
mecanismos de autorregulación. 
f) La Teoría de la Comunicación Humana (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1967).  
 
Además, los conceptos procedentes de enfoques evolutivos (p.e., Haley, 1981) y estructurales 
(p.e., Minuchin, 1974) resultan claves para la concepción sistémica de la familia, por lo que los 
hemos  incluido  junto  a  las  fuentes  anteriores.  La  resultante  de  estas  aportaciones  teóricas 
aplicadas a la psicoterapia familiar constituye el denominador común de la Terapia Familiar 
Sistémica. 

Conceptos de la Teoría General de Sistemas: 
 
La terapia familiar sistémica postula que ni las personas ni sus problemas existen en el vacío, 
sino que ambos están íntimamente ligados a sistemas recíprocos más amplios, de los cuales, el 
principal es la familia.  
 Un SISTEMA es un conjunto de elementos en interacción dinámica en el que el estado de 
cada  elemento  está  determinado  por  el  estado  de  cada  uno  de  los  demás  que  lo 
configuran. Para entender el comportamiento de un sistema, hay que tener en cuenta sus 
elementos, sus propiedades y sus interacciones.  
 Un sistema es CERRADO cuando no intercambia materia, energía y/o información con su 
entorno,  esto  es,  está  aislado  de  las  influencias  ambientales.  Ejemplo:  Hay  pocos 
ejemplos de sistemas cerrados en la naturaleza, dado que la mayoría están en interacción 
dinámica  con  su  entorno.  Aun  así,  una  reacción  química  en  un  tubo  de  ensayo 
herméticamente sellado sería un caso de sistema (relativamente) cerrado. 
 Un  sistema  es  ABIERTO  cuando  intercambia  materia,  energía  y/o  información  con  su 
entorno. Por lo tanto, un sistema abierto es modificado por su entorno y al mismo tiempo 
lo  modifica.  Ejemplo:  Todos  los  seres  vivos  son  sistemas  abiertos  ya  que  las 
organizaciones celulares intercambian energía, materia e información con su entorno. 
 TOTALIDAD o NO  SUMATIVIDAD: "El  cambio  en  un  miembro  del  sistema  afecta  a  los 
otros, puesto que sus acciones están interconectadas mediante pautas de interacción. Las 

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pautas  de  funcionamiento  del  sistema  no  son  reducibles  a  la  suma  de  sus  elementos 
constituyentes"  (Feixas  y  Miró,  1993,  p.  258).  Ejemplo:  La  independización  de  un  hijo 
puede  desequilibrar  las  relaciones  entre  sus  padres  si  éste  cumplía  la  función  de 
mediador  en  los  conflictos  que  se  producían  entre  ellos  (totalidad).  Sin  embargo,  por 
separado  ninguno  de  los  miembros  del  sistema  familiar  desempeña  el  rol  que  le 
caracteriza en el sistema familiar (no sumatividad). 
 CIRCULARIDAD:  Debido  a  la  interconexión  entre  las  acciones  de  los  miembros  de  un 
sistema, las pautas de causalidad no son nunca lineales (en el sentido que una "causa" A 
provoque un "efecto" B), sino circulares en el sentido que B refuerza retroactivamente la 
manifestación  de  A.  Así,  entre  las  conductas  de  los  miembros  familiares,  existe  una 
codeterminación  recíproca,  con  cierta  tendencia  a  la  repetición  (redundancia),  lo  que 
lleva a la noción de secuencia de conductas. Ejemplo: Las demandas de mayor intimidad 
de  un  miembro  de  una  pareja  pueden  chocar  con  las  reticencias  del  otro,  cosa  que 
aumenta las demandas del primero y así sucesivamente. 
 EQUIFINALIDAD: Un sistema puede alcanzar el mismo estado final a partir de condiciones 
iniciales distintas, por lo que no resulta aconsejable buscar una única causa. Es decir, los 
cambios  observados  en  un  sistema  abierto  no  están  determinados  por  las  condiciones 
iniciales  del  sistema,  sino  por  la  propia  naturaleza  de  los  procesos  de  cambio.  Esta 
definición no es válida para los sistemas cerrados, ya que éstos vienen determinados por 
las condiciones iniciales. Ejemplo: Por cuestiones meramente pragmáticas o contextuales, 
dos parejas pueden llegar a una forma de organización doméstica sumamente similar a 
pesar  de  que  las  familias  de  origen  de  los  cuatro  miembros  que  las  componen  sean 
extremadamente diferentes. 
 EQUICAUSALIDAD: En un sistema familiar, una misma condición inicial puede dar lugar a 
estados finales distintos. Como consecuencia, hay que centrarse en el momento presente 
y la evaluación se ha de dirigir a conocer los factores que contribuyen al mantenimiento 
del problema. 
 
Conceptos de la Cibernética: 
 FEEDBACK  o  RETROALIMENTACIÓN:  En  un  sistema,  las  acciones  de  cada  miembro  se 
convierten  en  información  para  los  demás,  de  forma  que  favorecen  determinadas 
acciones  en  ellos  (feedback  positivo)  o  las  corrigen  (feedback  negativo).  Ejemplo:  Una 
pareja  presta  especial  atención  (feedback  positivo)  a  su  hijo  adolescente  cuando  éste 
manifiesta  una  actitud  de  oposición.  De  esta  forma,  consciente  o  inconscientemente, 
favorecen el mantenimiento de la actitud opositiva. Sin embargo, le ignoran o reprenden 
(feedback negativo) cuando plantea temas con connotaciones sexuales, corrigiendo así al 
sistema en cuanto a su desviación de un parámetro del tipo "en esta familia no se habla 
de sexo". 
 HOMEOSTASIS o MORFOSTASIS: Tendencia del sistema a mantener su unidad, identidad y 
equilibrio  frente  al  medio.  Proceso  de  mantenimiento  de  la  organización  del  sistema  a 
través de feedback negativo. Ejemplo: El incremento de la intensidad de las discusiones 
entre  una  pareja  parental  puede  ser  detenido  por  la  demanda  de  ayuda  de  un  hijo 
sintomático (por ejemplo, mediante la manifestación aguda del síntoma). De esta forma, 
el  feedback  negativo  que  proporciona  el  síntoma  mantiene  la  organización  del  sistema 
familiar  impidiendo  que  las  discusiones  entre  la  pareja  parental  alcancen  un  punto  de 
ruptura. 
 MORFOGÉNESIS:  Tendencia  del  sistema  a  cambiar  y  a  crecer.  Proceso  que  facilita  el 
cambio en la organización de cualquier sistema mediante feedback positivo. Ejemplo: Los 
miembros  de  una  familia  apoyan  activamente  la  decisión  de  una  hija  adolescente  de 
marchar un año al extranjero por cuestiones de estudios, cosa que fomenta una postura 
de mayor independencia mutua. 

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 PROCESO  ESTOCÁSTICO  o  LIMITACIÓN:  Cuando  el  sistema  adopta  una  determinada 


secuencia  de  interacción,  disminuye  la  probabilidad  de  que  el  sistema  emita  otra 
respuesta diferente, haciendo que se reitere en el tiempo. 
 
El  funcionamiento  adecuado  del  sistema  familiar  requiere  un  equilibrio  dinámico  entre  la 
homeóstasis y la morfogénesis. 
 
Conceptos de la Teoría de la Comunicación: 
 
 ES  IMPOSIBLE  NO  COMUNICAR:  En  un  sistema,  todo  comportamiento  de  un  miembro 
tiene un valor de mensaje para los demás. Ejemplo: El silencio tenso y la mirada perdida 
de  dos  desconocidos  que  coinciden  en  un  ascensor,  a  pesar  de  su  intencionalidad  no 
comunicativa  (o  precisamente  debido  a  ella)  transmiten  una  gran  cantidad  de 
información:  "no  me  interesas",  "no  estoy  de  humor  para  entablar  conversación", 
"prefiero  ignorarte"…Así,  aunque  no  puede  haber  una  situación  de  no‐comunicación, 
pueden  existir  situaciones  en  las  que  se  intenta  evitar  el  compromiso  inherente  a  toda 
comunicación  y  pueden  dar  lugar  a  la  utilización  de  un  amplio  rango  de  técnicas  de 
descalificación y utilizar el “síntoma como comunicación”. Las técnicas de descalificación 
aluden a comunicarse de forma que el propio mensaje o el del otro quede invalidado y se 
puede  conseguir  de  diferentes  formas,  como  perderse  en  cuestiones  tangenciales,  no 
acabar las frases, generar malentendidos, etc. Watzlawick señala la similitud entre estas 
conductas incoherentes y la sintomatología psicopatológica. 
 En toda comunicación se ha de distinguir entre ASPECTOS DE CONTENIDO (nivel DIGITAL) 
que  se  refiere  al  contenido  semántico  de  la  comunicación  y  ASPECTOS  RELACIONALES 
(nivel ANALÓGICO) que rotula o califica la información contenida en el mensaje a través 
del  lenguaje  no  verbal  y  paraverbal,  esto  es,  el  nivel  analógico  cualifica  cómo  se  ha  de 
entender  el  mensaje,  es  decir,  designa  qué  tipo  de  relación  se  da  entre  el  emisor  y  el 
receptor.  Ejemplo:  El  mensaje  "Cierra  la  puerta  de  una  vez"  transmite  un  contenido 
concreto  (la  instrucción  de  cerrar  la  puerta),  pero  a  la  vez  cualifica  al  tipo  de  relación 
entre emisor y receptor (de autoridad del primero). En este sentido, "¿Podrías cerrar la 
puerta, por favor?" transmite la misma información en el nivel digital, pero muy diferente 
en  el  nivel  analógico.  Toda  definición  de  una  relación  lleva  consigo  una  definición  de  sí 
mismo, porque es como si la persona estuviera diciendo “así es cómo me veo en relación 
contigo”. Además, la capacidad de METACOMUNICAR de forma adecuada, esto es, hablar 
sobre  la  propia  relación  definida  en  la  comunicación,  constituye  una  condición 
indispensable  para  la  comunicación  eficaz  y  está  estrechamente  relacionada  con  el 
problema de la percepción de uno mismo y del otro. 
 REGLA DE  RELACIÓN:  En  todo  sistema,  existe  la  necesidad  de  definir  cuál  es  la  relación 
entre  sus  componentes.  Las  reglas  hacen  referencia  a  las  interacciones  preferidas  y 
“prohibidas”  en  un  determinado  sistema  como,  por  ejemplo,  a  quién  hay  que  pedir 
permiso o con quién hablar para conseguir algo. Estas reglas no suelen ser explícitas. 
 La INCONGRUENCIA ENTRE ESTOS DOS NIVELES de la comunicación da lugar a mensajes 
paradójicos. Bateson aplicó la Teoría de los Tipos Lógicos al análisis de la comunicación y 
sugirió  que  el  nivel  de  relación  (clase)  supone  un  orden  lógico  superior  al  nivel  de 
contenido  (miembro),  produciéndose  diferentes paradojas: paradoja  de  autorreferencia 
(cuando un miembro de la clase afirma algo sobre la clase, p.ej.: “Epiménides, cretense, 
afirma que todos los cretenses son mentirosos”), paradoja lógica (incongruencia entre el 
nivel lógico y el nivel de los miembros, como por ejemplo, colocar un cartel en una pared 
que dice “no fijar carteles”) y la paradoja pragmática (manifestada en contenidos digitales 
incongruentes con la definición analógica, base de la Teoría del Doble Vínculo), existiendo 
dos  tipos:  las  instrucciones  paradójicas  (orden  que  se  debe  obedecer  pero  también 

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desobedecer  para  poder  cumplirla  como,  por  ejemplo,  “sé  espontáneo  y  no  seas  tan 
obediente”) y las predicciones paradójicas (se hace una predicción que sólo se cumple si 
no se cumple y no se cumple si se cumple). 
 La  definición  de  una  interacción  está  condicionada  por  la  PUNTUACIÓN  DE  LAS 
SECUENCIAS  DE  COMUNICACIÓN  ENTRE  LOS  PARTICIPANTES.  Los  sistemas  abiertos  se 
caracterizan  por  patrones  de  circularidad,  sin  un  principio  ni  un  final  claro.  Así,  la 
definición de cualquier interacción depende de la manera en que los participantes en la 
comunicación  dividan  la  secuencia  circular  y  establezcan  relaciones  de  causa‐efecto.  El 
término  “puntuación”  designa  la  forma  de  organizar  los  hechos  para  que  formen  una 
secuencia ordenada. La falta de acuerdo en puntuar provoca conflictos en las relaciones. 
Ejemplo: Una hija adolescente se queja de que su madre la trata como a una niña porque 
intenta  sonsacarle  información  y  ella  reacciona  ocultándole  todo  lo  que  puede. 
Obviamente, la puntuación de la madre es diferente: se queja de que su hija no confía en 
ella y de que le oculta  cosas  porque  no es lo  bastante  madura  como para  gestionar su 
propia vida. Como resultará evidente, la puntuación de una refuerza la puntuación de la 
otra  de  forma  que  resulta  imposible  decir  quién  es  la  "responsable"  del  problema 
interaccional. 
 Toda relación es SIMÉTRICA o COMPLEMENTARIA, según se base en la igualdad o en la 
diferencia,  respectivamente.  Cuando  la  interacción  simétrica  se  cronifica  hablamos  de 
escalada  simétrica;  cuando  se  cronifica  la  interacción  complementaria  se  habla  de 
complementariedad rígida. Desde este punto de vista lo disfuncional no es un tipo u otro 
de relación, sino la manifestación exclusiva de uno de ellos. Ejemplo: Una pareja puede 
basar su relación en la igualdad de estatus profesional (relación simétrica) de forma que 
cualquier  mejora  en  las  condiciones  laborales  de  uno  de  sus  miembros  obliga 
subjetivamente al otro a igualarlo. En el caso de una escalada simétrica, la competencia 
entre ambos puede llegar a desestructurar el sistema. Por otra parte, algunas parejas se 
estructuran en roles complementarios tales como "racional" versus "emocional". Si esta 
complementariedad se rigidifica puede dar lugar a una relación disfuncional en la que uno 
de  sus  miembros  debe  siempre  actuar  de  forma  racional  (y  por  tanto  no  se  puede 
permitir  expresar sus emociones) y el otro debe siempre actuar  de forma emocional  (y 
por lo tanto no se puede permitir reflexionar sobre sus acciones). 
 
Conceptos Evolutivos: 
 
 La FAMILIA como sistema atraviesa una serie de FASES más o menos normativas y propias 
de  su  CICLO  VITAL  (noviazgo  y  matrimonio;  procreación;  adolescencia,  maduración  y 
emancipación de los hijos; nido vacío). 
 El  sistema  familiar  se  adapta  a  las  diferentes  exigencias  de  los  diversos  estados  de 
desarrollo  por  los  que  atraviesa,  a  fin  de  asegurar  la  continuidad  y  el  crecimiento 
psicosocial  de  sus  miembros.  La  importancia  de  las  nociones  evolutivas  en  la  Terapia 
Familiar Sistémica no radica sólo en cada fase en sí misma, sino en las crisis a que puede 
dar lugar el paso de una a otra. En este sentido, el proceso óptimo de superación de tales 
crisis  consiste  en  MODIFICAR  la  ESTRUCTURA  del  sistema  familiar  MANTENIENDO  su 
ORGANIZACIÓN. 
 
Conceptos estructurales: 
 
 ORDENACIÓN JERÁRQUICA: En todo sistema familiar existe una organización dotada de 
una jerarquía, existiendo miembros de la familia que poseen más poder y responsabilidad 
que  otros,  pero  también  están  jerarquizadas  las  conductas  de  apoyo,  protección, 
consuelo, etc. 

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 Un sistema se compone de SUBSISTEMAS entre los que existen límites que tienen como 
objetivo proteger la diferenciación del sistema y facilitar la integración de sus miembros 
en  él.  Ejemplo:  En  un  sistema  familiar  se  dan  los  siguientes  subsistemas;  (A)  Conyugal: 
entre los miembros de la pareja funciona la complementariedad y acomodación mutua: 
negocian, organizan las bases de la convivencia y mantienen una actitud de reciprocidad 
interna y en relación con otros sistemas. (B) Parental: tras el nacimiento de los hijos, el 
subsistema  conyugal  ha  de  desarrollar  habilidades  de  socialización,  nutritivas  y 
educacionales. Se ha de asumir una nueva función, la parental, sin renunciar a las que se 
caracterizan  al  subsistema  conyugal.  (C)Filial:  la  relación  con  los  padres  y  entre  los 
hermanos  (D:  Fraternal)  ayuda  al  aprendizaje  de  la  negociación,  cooperación, 
competición y relación con figuras de autoridad y entre iguales. 
 Los  LÍMITES  o  fronteras  familiares  internas  son  identificables  por  las  distintas  reglas  de 
conducta  aplicables  a  los  distintos  subsistemas  familiares.  Ejemplo:  Las  reglas  que  se 
aplican a la conducta de los padres (subsistema parental) suelen ser distintas de las que 
se aplican a la conducta de los hijos (subsistema filial). Así, normalmente los padres tienen 
más poder de decisión que los hijos. 
 Los límites pueden separar subsistemas del sistema familiar o a la totalidad del sistema 
del  exterior.  En  este  último  caso,  los  límites  exteriores  se  denominan  FRONTERAS.  Las 
fronteras  del  sistema  familiar  vienen  determinadas  por  la  diferencia  en  la  conducta 
interaccional que los miembros de la familia manifiestan en presencia de personas que no 
forman parte de la familia. 
 Los  límites  entre  subsistemas  varían  en  cuanto  a  su  GRADO  de  PERMEABILIDAD, 
pudiendo  ser  DIFUSOS,  RÍGIDOS  o  CLAROS.  Límites  difusos  son  aquellos  que  resultan 
difíciles de determinar; límites rígidos son aquellos que resultan difíciles de alterar en un 
momento dado; límites claros son aquellos que resultan definibles y a la vez modificables. 
Se considera que los límites claros comportan una adaptación ideal. 
 Los  límites  difusos  caracterizan  a  las  FAMILIAS  AGLUTINADAS;  los  límites  rígidos 
caracterizan  a  las  FAMILIAS  DESLIGADAS.  Las  familias  aglutinadas  no  tienen  límites 
establecidos  claramente  y  no  saben  cuál  es  el  rol  de  cada  uno  de  sus  miembros.  Las 
características  generales  de  las  familias  aglutinadas  son:  (a)  exagerado  sentido  de 
pertenencia; (b) ausencia o pérdida de autonomía personal; (c) poca diferenciación entre 
subsistemas  con  poca  autonomía;  (d)  frecuente  inhibición  del  desarrollo 
cognitivo/afectivo  en los  niños;  (e)  todos sufren  cuando  un  miembro sufre;  (f) el estrés 
repercute  intensamente  en  la  totalidad  de  la  familia.  Las  familias  desligadas  se 
caracterizan por límites internos muy rígidos de forma que prácticamente cada individuo 
constituye un subsistema. Comparten muy pocas cosas y, por lo tanto, tienen muy poco 
en  común.  Las  características  generales  de  las  familias  desligadas  son:  (a)  exagerado 
sentido de independencia; (b) ausencia de sentimientos de fidelidad y pertenencia; (c) no 
piden ayuda cuando la necesitan; (d) toleran un amplio abanico de variaciones entre sus 
miembros; (e) el estrés que afecta a uno de los miembros no es registrado por los demás, 
(f) bajo nivel de ayuda y apoyo mutuo. 
 El concepto de TRÍADA RÍGIDA se refiere a las configuraciones relacionales paterno‐filiales 
en las que el hijo se usa rígidamente para desviar o evitar los conflictos parentales. Según 
Minuchin (1974), se pueden dar tres configuraciones de tríada rígida. (A) Triangulación: 
cada uno de los cónyuges trata de obtener el respaldo del hijo en su conflicto con el otro. 
(B)  Coalición:  Uno  de  los  progenitores  respalda  al  hijo  en  un  conflicto  planteado  entre 
éste  y  el  otro  progenitor;  esta  situación  tiene  el  efecto  de  crear  un  vínculo  entre  el 
progenitor  defensor  y  el  hijo  para  ir  en  contra  del  otro  cónyuge.  (C)  La  desviación  de 
conflictos, que se produce cuando se define a un hijo como "malo" y los padres, a pesar 
de sus diferencias mutuas en otros aspectos, se unen en su esfuerzo para controlarlo o 
cuando se le define como "enfermo" y se unen para cuidarlo y protegerlo. 

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3. OBJETIVOS DE LA EVALUACIÓN‐INTERVENCIÓN 

Las  diferentes  orientaciones  o  escuelas  de  la  Terapia  Familiar  presentan,  sin  duda, 
formulaciones diversas a la hora de plantear los objetivos del trabajo con la familia. No obstante, 
dada la imposibilidad de diferenciar aquí los planteamientos a este respecto de cada una de ellas, 
tratamos en este apartado de presentar algunas cuestiones que, con ciertas matizaciones, pueden 
considerarse como elementos comunes en la práctica de la Terapia Familiar. 
 
A  diferencia  de  otros  enfoques  tradicionales  en  los  que  la  evaluación  y  el  tratamiento 
pueden  ser  separados  en  diferentes  fases  o  incluso  en  diferentes  esfuerzos  en  los  que  un 
profesional  puede  encontrarse  inicialmente  con  los  clientes  y  después  un  terapeuta  diferente 
puede  ser  asignado  al  caso,  la  evaluación  y  el  tratamiento  son  llevadas  a  cabo  de  manera 
simultánea en la terapia familiar desde el comienzo. La evaluación es, por supuesto, un proceso 
continuado  en  el  que  el  terapeuta  hace  observaciones  e  intervenciones  y  subsiguientemente 
cambia su  evaluación y  percepciones  a  medida  que  va recibiendo  el  feedback  en su  contacto e 
interacción con el sistema familiar. 
 
Asimismo, a diferencia de lo que sucede en el diagnóstico y la intervención tradicionales 
en los que los problemas se consideran en términos lineales, de causa‐efecto, y la comprensión e 
intervención sobre los mismos recae en el individuo afectado, en la Terapia Familiar el PACIENTE 
IDENTIFICADO (miembro de la familia que es designado o etiquetado por ésta como el que tiene 
problemas), sus “síntomas”, tienen un significado y cumplen una función para el sistema familiar. 
Así,  el  interés  de  la  evaluación  se  centra  en  lo  colectivo,  en  la  observación  de  las  interacciones 
entre los miembros de la familia, no en lo individual, es decir, en la explicación del caso tomado 
aisladamente. Tampoco interesa como objetivo de evaluación la reconstrucción de la historia del 
sujeto, el ir hacia atrás para rastrear orígenes explicativos, sino el analizar qué relaciones existen 
aquí y ahora en el sistema familiar, aunque los datos se vinculen a la historia de la familia en un 
mapa sistémico. 
 
También es bastante frecuente que en lugar de usar el concepto de síntomas o etiquetas 
diagnósticas…  muchos  terapeutas  familiares  prescindan  de  este  tipo  de  formulaciones  o,  en 
determinados  casos,  se  refieren  a  ello  como  “reacciones  patológicas”.  De  acuerdo  con  Framo 
(1972)  la  psicopatología  (o  conducta  patológica),  no  tiene  que  ser  vista  como  un  conflicto 
intrapsíquico,  sino  como  un  tipo  de  relación  específica  o  peculiar  entre  personas  íntimamente 
relacionadas. Las reacciones de ansiedad, depresión, y otras, incluyendo las psicosis, por ejemplo, 
ocurren con frecuencia cuando los esfuerzos evolutivos del individuo se encuentran con presiones 
opuestas  de  una  familia  disfuncional.  Así,  muchos  terapeutas  familiares  rechazan  la  noción  de 
diagnóstico,  porque  es  un  constructo  basado  individualmente  que  entra  en  conflicto  con  la 
comprensión  sistémica  del  comportamiento  humano.  De  hecho,  no  intentan  clasificar  a  los 
individuos en categorías de enfermedad, sino que procuran determinar o estimar la significación o 
el valor de lo que observan con una familia y sus miembros. 
 
Como muchos otros terapeutas, los terapeutas familiares en sus encuentros iniciales con 
los clientes están preocupados por tomar contacto y establecer una relación de trabajo, averiguar 
las  dificultades  presentadas  por  el  cliente  así  como  los  recursos  del  cliente  para  afrontarlas  y 
formular metas y objetivos a corto y largo plazo. 
 
En  general  los  terapeutas  familiares  utilizan  la  entrevista  y  la  observación  como 
herramientas  de  evaluación.  Consideran  que  el  mejor  modo  de  conocer  el  sistema  es  verlo  en 
acción dentro de la sesión terapéutica. No hay una forma estandarizada de conducir las primeras 
entrevistas,  aunque  la  mayoría  de  terapeutas  familiares  probablemente  desearían  tener  a  la 

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familia  nuclear  al  completo  o  al  menos  a  tantos  miembros  como  fuera  posible  en  la  primera 
sesión (aunque esto no es generalizable a todas las escuelas de Terapia Familiar). 
 
La entrevista como técnica sistémica se ajusta a un proceso cuasi‐experimental y cumple 
una función interactiva ya que posibilita:  
 
a) Activar intercambios comunicativos entre los miembros.  
b) Percibir información sobre estructura, roles, funcionamiento, comunicación y reglas. 
c) Formular hipótesis sobre las secuencias funcionales y disfuncionales. 
d) Definir objetivos terapéuticos. 
e) Intervenir en las secuencias transaccionales controlando variables en la transacción, a fin 
de poder evaluar los efectos de la intervención. Se convierte en mecanismo de feedback, 
ya que al observar las reacciones de la familia se reinicia el proceso de nuevo. 
 
Los  conceptos  principales  para  una  evaluación  y  formulación  en  la  terapia  familiar  han 
sido identificados por Dare (1985) como los siguientes: 

1. Ver la familia como teniendo una estructura general. 
2. Entender el síntoma como teniendo una función potencial. 
3. Entender la ubicación de la familia dentro del ciclo vital. 
4. Comprender la estructura intergeneracional de la familia. 
5. Realizar una formulación global uniendo los cuatro aspectos anteriores. 
6. Ligar la formulación con intervenciones apropiadas. 
 
Típicamente, una evaluación por parte de un terapeuta de familia está relacionada con explorar si 
existe: 
 
 Demasiado  distanciamiento  entre  los  miembros  de  una  familia  que  pueda 
potencialmente conducir a un aislamiento emocional o una deprivación física. 
 Excesiva  cercanía  entre  los  miembros  de  la  familia  que  pueda  potencialmente 
ocasionar una sobre‐identificación y pérdida de la individualidad. 
 Una  incapacidad  para  trabajar  sobre  los  conflictos,  resolver  problemas  y  tomar 
decisiones. 
 Una incapacidad por parte de los padres para formar una alianza y trabajar juntos, 
con efectos negativos en el matrimonio y/o en los hijos. 
 Una  alianza  a  través  de  las  generaciones  (transgeneracional)  que  perturba  la  vida 
familiar, como cuando un abuelo/a interfiere con las decisiones de la crianza de una 
madre. 
 Pobre comunicación entre los miembros. 
 Un fracaso en responder apropiadamente a los sentimientos de cada uno. 
 
  Los  terapeutas  familiares  recurren  con  frecuencia  a  la  elaboración  del  GENOGRAMA 
FAMILIAR  que  constituye  una  representación  gráfica  de  una  constelación  familiar  multi‐
generacional (por lo menos tres generaciones), que registra información sobre los miembros de 
esa familia y sus relaciones. Su estructura en forma de árbol proporciona una rápida "gestalt " de 
las  complejas  relaciones  familiares  y  es  una  rica  fuente  de  hipótesis  sobre  cómo  un  problema 
clínico puede estar relacionado con el contexto familiar y su evolución a través del tiempo. Por lo 
general el genograma se construye durante la primera sesión y luego se lo revisa a medida que se 
obtiene más información. El genograma ayuda al terapeuta y a la familia a ver un "cuadro mayor", 
tanto desde el punto de vista histórico como del actual: es decir, que la información sobre una 

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familia  que  aparece  en  el  genograma  puede  interpretarse  en  forma  horizontal  a  través  del 
contexto familiar y vertical a través de las generaciones. 
 
El  objetivo  prioritario  y  final,  común  a  todos  los  modelos,  es  operar  un  cambio 
significativo  en  el  sistema  relacional  funcional,  cambio  que  incida  en  todos  los  miembros  del 
sistema,  proporcionando  modelos  transaccionales  nuevos  que  eliminen  los  comportamientos 
sintomáticos. 

4. TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN 
Nuevamente nos encontramos con la dificultad de plantear las principales técnicas a las 
que  suelen  recurrir  los  terapeutas  familiares,  sin  referirnos  a  las  diversas  Escuelas  de  Terapia 
Familiar  existentes.  No  obstante,  entendiendo  que  nuestro  objetivo  es  posibilitar  un  primer 
acercamiento a este enfoque de  tratamiento,  comentaremos  de  forma genérica las  técnicas  de 
intervención más frecuentes de las que se sirven habitualmente muchos terapeutas familiares. 
 
El  terapeuta  familiar  suele  convertirse  en  una  persona  que  ayuda  a  la  familia  en 
momentos de crisis, teniendo en cuenta no sólo las dificultades o déficits en el funcionamiento 
familiar,  sino  también  los  puntos  fuertes  y  los  recursos  que  poseen  los  miembros  de  la  familia 
para crear una expectativa interna en ésta de la posibilidad de cambiar y solventar por sí mismos 
los problemas que sufren. Con frecuencia, el terapeuta familiar basa su forma de trabajar en el 
planteamiento de hipótesis relacionales previas y su posterior confirmación y/o replanteamiento. 
En líneas generales, el trabajo terapéutico no busca modificar la conducta problema (“síntoma”), 
sino las pautas relacionales que provocan la conducta disfuncional o el estancamiento relacional 
presente  en  el  sistema  familiar.  Habitualmente,  el  terapeuta  familiar  tiende  a  mantenerse 
equidistante  respecto  a  los  diferentes  miembros  de  la  familia,  para  evitar  posibles  alianzas  con 
algún  miembro  (salvo  que  éstas  se  busquen  con  una  intencionalidad  terapéutica)  y  respetar  la 
causalidad circular. 
 
Entre los recursos técnicos más utilizados, encontramos: 
 
 Acomodación: hace referencia a las acciones del terapeuta tendentes directamente 
a  relacionarse  con  los  miembros  de  la  familia,  y  a  las  adaptaciones  del  terapeuta 
tendentes a lograr la alianza. De acuerdo a Minuchin, tres tipos de intervenciones 
forman parte de la acomodación: 
‐ Mantenimiento:  Mediante  esta  técnica  proporcionamos  un  apoyo 
programado  a  la  estructura  familiar,  tal  como  el  terapeuta  la  percibe. 
Ejemplo:  cuando  dirigimos  las  primeras  preguntas  a  los  padres  ya  que  así, 
reconocemos y confirmamos la posición ejecutiva del subsistema parental, o 
cuando  se  destaca  una  metáfora  adecuada  que  un  miembro  de  la  familia 
utilizó, o se elogia la habilidad con la que alguno enfrentó una situación. 
‐ Rastreo:  Mediante  la técnica  del rastreo el  terapeuta  sigue  el  contenido  de 
las  comunicaciones  y  de  la  conducta  de  la  familia  y  los  alienta  para  que 
continúen.  Convalida  a  la  familia  tal  como  es  estimulando  y  aceptando  sus 
comunicaciones. Así, por ejemplo, cuando repetimos la última frase que un 
miembro de la familia ha dicho; cuando se hace un comentario que estimula 
la  prosecución  de  lo  que  se  dice;  cuando  realizamos  una  pregunta  para 
clarificar lo que un miembro ha dicho, etc. 
‐ Mimetismo:  comprende  las  intervenciones  que  buscan  potenciar  algunos 
elementos de similitud entre terapeuta y familia, de forma verbal o no verbal. 
Así,  por  ejemplo,  cuando  el  terapeuta  adopta  el  ritmo  familiar  de 

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comunicación, disminuyendo su ritmo, por ejemplo, en una familia habituada 
a pausas prolongadas y lentas respuestas. 

La familia se modifica solamente si el terapeuta ha logrado incorporarse al sistema de un 
modo  sintónico  a  éste.  Debe  "acomodarse"  a  la  familia  e  intervenir  de  un  modo  que  la  familia 
pueda  aceptar.  En  cambio,  las  operaciones  de  REESTRUCTURACIÓN  son  las  intervenciones 
terapéuticas  que  una  familia  debe  enfrentar  en  el  intento  de  lograr  un  cambio  terapéutico.    El 
terapeuta  debe  acomodarse  a  la  familia,  pero  también  debe  mantenerse  en  una  posición  de 
liderazgo dentro de la unidad terapéutica. Debe resistir su absorción dentro del sistema familiar. 
Debe  adaptarse  en  grado  suficiente  a  la  organización  familiar  para  ser  capaz  de  incorporarse  a 
ella,  pero  también  debe  conservar  la  libertad  de  intervenir  de  un  modo  que  cuestione  la 
organización de la familia, obligando a sus miembros a acomodarse a él de un modo que facilitará 
el  movimiento  en  dirección  de  los  objetivos  terapéuticos.  Mencionaremos  a  continuación 
distintas técnicas reestructurantes: 
 
 Intervención  en  las  pautas  transaccionales:  Puede  ser  sumamente  útil  que  la 
familia actúe en lugar de describir. Con este tipo de técnicas se busca modificar la 
forma en la que la familia se comporta habitualmente. El terapeuta actuará o dará 
instrucciones a la familia para bloquear determinadas pautas de interacción (“no le 
digas a tu madre lo que te molesta, habla con tu padre de ello”, en la situación, por 
ejemplo,  de  una  madre‐hija  enzarzadas  en  una  discusión).  Particularmente,  este 
tipo de técnicas minimiza la tendencia de la familia a centralizar en el terapeuta la 
solución de los problemas y ayuda a los miembros de la familia a experimentar sus 
propias  transacciones  con  una  mayor  conciencia.  Desde  el  punto  de  vista  del 
terapeuta, también lo ayuda a ver cómo los miembros de la familia se comportan 
unos con otros. Asimismo, la redistribución geográfica de los miembros de la familia 
en la sesión puede ser otra forma de intervenir en las pautas transaccionales de la 
familia.  Por  ejemplo:  Si  el  terapeuta  desea  crear  o  consolidar  un  límite,  puede 
conducir a los miembros de un subsistema al centro de la habitación y ubicar a otros 
miembros  de  la  familia  detrás,  de  tal  modo  que  puedan  observar  pero  no 
interrumpir. 
 Intensificación del estrés: Las familias que acuden a tratamiento han desarrollado 
habitualmente pautas transaccionales disfuncionales para enfrentarse al estrés. La 
habilidad  del  terapeuta  para  producir  estrés  en  diferentes  partes  del  sistema 
familiar  le  proporcionará  a  él,  y  en  algunos  casos  a  los  propios  miembros  de  la 
familia,  un  indicio  acerca  de  la  capacidad  de  ésta  para  reestructurarse  cuando  las 
circunstancias cambian. Se distinguen dos formas básicas de crear estrés durante la 
sesión:  a)  Obstrucción  del  flujo  de  la  comunicación  a  lo  largo  de  sus  canales 
habituales (p.ej.: que el hermano menor pida los permisos a los padres a través del 
hermano mayor) y b) aliándose de forma temporal a un miembro o subsistema de 
la  familia  (desequilibración).  Este  tipo  de  técnica  requiere  del  terapeuta  una 
cuidadosa  planificación  y  la  habilidad  para  desligarse  posteriormente  de  tal  modo 
que recupere la neutralidad y no sea absorbido por los conflictos familiares. 
 Reencuadrar  o  Reformular,  que  consiste  en  cambiar  el  marco  conceptual  o 
emocional en el que se produce la situación. Se busca introducir un nuevo contexto 
en el  que  los hechos puedan  explicarse  de un  modo  alternativo. Lo que  cambia  a 
resultas  del  reencuadre  es  el  sentido  atribuido  a  la  situación,  y  no  los  hechos‐
concretos correspondientes a ésta. Algunas formas concretas de reformulación son. 
‐ Redefinición:  consiste  en  proporcionar  una  lectura  relacional  distinta  de  los 
hechos que cuestiona la estructura del sistema. Se desafía las definiciones dadas 
por  la  familia,  entre  las  que  se  incluye  el  rol  del  paciente  identificado, 
cuestionando así su visión de la realidad. Por ejemplo, en vez de decir “¿cuáles 

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creen  Vds.  que  son  las  razones  por  las  que  su  hija  padece  una  anorexia 
restrictiva?  Puede  preguntarse  “¿por  qué  creen  Vds.  que  su  hija  ha  decidido 
ponerse en huelga de hambre en casa?” Típicamente la redefinición va asociada a 
una connotación positiva del síntoma o problema. 
‐ Connotación  positiva:  atribuir  un  significado  positivo  a  la  conducta  problema  o 
síntoma, a menudo en términos de un sacrificio generoso por parte del portador 
del problema, ligándolo al contexto relacional donde adquiere su funcionalidad. 
Ejemplo: una mujer agorafóbica cuya conducta de permanecer en casa sin salir de 
la misma es redefinida como un enorme sacrificio para garantizar que todo en la 
casa  funcione  a  la  perfección,  aliviando  así  al  resto  de  la  familia  de  esa 
responsabilidad. 
 Intervención  paradójica:  El  uso  de  la  paradoja  terapéutica  está  motivado  por  el 
hecho de que existen con frecuencia familias que solicitan ayuda pero que al mismo 
tiempo  parecen rechazar  todo ofrecimiento en  este  sentido; el  terapeuta  termina 
por lo tanto envuelto en un juego en el cual su intento de ubicarse como agente de 
cambio es anulado por el grupo familiar. Es como si la familia diera el mensaje de 
“Ayúdenos  a  cambiar  pero  dejando  todo  como  está”.  El  terapeuta  prescribe  de 
forma controlada y específica aquello que constituye el problema. Algunas formas 
de hacerlo son la “petición de cambio lento” (mejor cambios pequeños advirtiendo 
del  peligro  de  cambiar  rápidamente),  la  “prescripción  de  no  cambio”  (el  experto 
afirma que no es deseable un cambio y que la situación es aceptable como está) y la 
“prescripción  del  síntoma”  en  coordenadas  situacionales  diferentes.  Por  ejemplo: 
en el caso de un niño que tiene la costumbre de chuparse el dedo pulgar de la mano 
derecha,  podría  prescribirse  el  síntoma  de  la  siguiente  forma:  en  presencia  de  su 
madre,  se  le  explica,  con  un  lenguaje  claro  y  persuasivo,  que  vivimos  en  una 
democracia  en  que  todos  tenemos  los  mismos  derechos  y  que,  por  tanto,  no  es 
posible  chuparse  un  solo  dedo,  en  perjuicio  de  los  nueve  restantes.  En  adelante 
deberá chuparse también los otros dedos, y todos por el mismo espacio de tiempo; 
si es preciso la madre deberá vigilar con reloj en mano, para que a cada dedo se le 
conceda  el  mismo  espacio  de  tiempo.  Lo  que  hasta  ahora  era  una  conducta 
placentera, que reportaba la ventaja adicional de que los padres nada podían hacer 
contra  ella,  toma  ahora  el  aire  de  un  deber,  cuyo  cumplimiento  de  pronto  se 
convierte en una carga. 
 Ilusión de alternativas: consiste en dar a elegir entre dos opciones, pero se trata de 
una elección que, o bien es ilusoria porque ninguna de las dos es adecuada, o por 
cualesquiera  otras  razones  es  imposible  en  la  práctica.  “¿Cuándo  prefieren  que 
hablemos de la salida de su hija de casa, al principio o al final de la sesión?”.
 Ordalía: Consiste  en  imponer  una  ordalía  (medio  o  prueba  que  se  utilizaba  en  la 
Edad  Media  para  comprobar  si  una  persona  era  culpable  o  inocente  o  si  decía  la 
verdad,  p.  ej.,  pruebas  que  en  su  mayoría  estaban  relacionadas  con  torturas  con 
fuego o agua) adecuada al problema que la persona quiere cambiar y que, a la vez, 
sea más severa que el problema mismo. Por ejemplo, un paciente con insomnio al 
que se le ordena que cuando se vaya a la cama piense en las cosas más terribles que 
pueda.
 Uso de analogías o metáforas: Cuando el terapeuta oye a un miembro de la familia 
que habla del problema, tiene presente que éste está refiriendo hechos y opiniones 
al respecto, pero que al mismo tiempo está comunicando indirectamente algo que 
no se puede decir de un modo explícito (Ej.: el terapeuta puede oír cómo uno de los 
padres se refiere al problema del niño en dos niveles: como afirmaciones sobre el 
hijo,  pero  también  como  declaraciones  concernientes  al  otro  cónyuge  y  al 
matrimonio).  El  terapeuta  habla  de  un  problema  con  similitud  metafórica  con  el 

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problema  planteado  por  los  clientes,  siendo  idéntico  en  su  significación,  como 
forma  indirecta  de  abordar  una  resistencia.  Ejemplo:  En  el  caso  de  un  niño  que 
temía  a  los  perros,  el  terapeuta  averiguó  que  lo  habían  adoptado  siendo  aún  un 
bebé;  aparentemente  el  niño  ignoraba  esta  circunstancia,  que  los  padres  no 
deseaban revelarle. Partiendo del supuesto de que el niño sabía que era adoptado, 
el terapeuta se propuso abocarse a la cuestión de la adopción y también hacer que 
la familia  trajera un  perro  al  hogar.  Le  habló al  niño  de  "adoptar"  a un  perro  que 
tenía  el  problema  de  ser  muy  miedoso  y  luego  discutió  con  él  varios  posibles 
problemas, entre ellos que el perro se enfermara y tuvieran que llevarlo al "médico" 
(situación análoga a la del niño adoptivo que es llevado al psicólogo). Cuando el niño 
dijo que la familia tal vez debería deshacerse del perro si este se enfermaba y había 
que pagar las consultas, el terapeuta insistió en que, una vez adoptado el animal, la 
familia  quedaba  comprometida  a  cuidarlo  y  debía  tenerlo  con  ella  y  pagar  los 
honorarios del médico pasara lo que pasara. 
 Prescripción de tareas: consiste en solicitar a la familia o a varios miembros de la 
misma  que,  siguiendo  las  directrices  del  terapeuta,  hagan  algo  o  dejen  de  hacer 
algo. Pueden utilizarse para obtener información, intentar que los miembros de la 
familia se comporten de forma diferente, intensificar la relación entre el terapeuta y 
la  familia,  promover  que  se  formen  alianzas  alternativas  a  las  existentes,  etc.  Se 
distinguen  entre  las  prescripciones  directas  (ordenar  a  alguien  que  deje  de  hacer 
algo, pedir que se haga algo diferente) y prescripciones paradójicas, ya comentadas. 
 La Dramatización, es decir, la actuación de la situación conflictiva en el contexto de 
la sesión, lo que implica recreación de los canales de comunicación y manipulación 
del espacio. 
 Escultura  familiar: La  escultura  familiar  es  un  instrumento  de  diagnóstico  y  una 
técnica  terapéutica  a  través  de  la  que  se  visualizan  y  se  experimentan,  espacial  y 
concretamente,  las  configuraciones  relacionales  de  la  familia.  En  la  escultura 
familiar  queda  simbolizada  la  posición  emocional  de  cada  miembro  de  la  familia 
respecto de los otros. La escultura consiste en solicitar a un miembro de la pareja o 
familia  que  represente  espacialmente  las  relaciones  familiares  actuando  como  un 
escultor  que  modela  actitudinalmente  y  sitúa  en  el  espacio  a  los  diferentes 
miembros  de  la  familia,  creando  un  grupo  escultórico  que  muestra  cómo  ve  las 
relaciones entre ellos. 
 
Aunque no en todas las Escuelas de Terapia Familiar, es frecuente el uso de la Coterapia 
(dos  terapeutas  interviniendo  con  una  misma  familia).  Entre  las  ventajas  propias  de  esta 
estrategia  se  encuentran  el  hecho  de  que  dos  terapeutas  pueden  acumular  datos,  hacer 
observaciones  y  registrar  las  interacciones  más  fácilmente.  Asimismo,  si  los  terapeutas  son 
hombre  y  mujer,  los  coterapeutas  pueden  ser  modelos  de  rol  para  los  padres.  No  obstante,  es 
importante  que  los  coterapeutas  tengan  resuelta  su  propia  relación  y  sus  roles  en  el  espacio 
terapéutico  estén  claros.  También  en  ocasiones,  y  de  acuerdo  a  una  perspectiva  ecológica,  los 
terapeutas de familia incluyen en la terapia a personas significativas para la familia nuclear, sean 
éstos familiares (p.ej.: familia extensa) o no (maestros, compañeros de trabajo, etc.). 

5. REVISIÓN CRÍTICA. 

El modelo sistémico de terapia familiar ha aportado una nueva perspectiva en el ámbito 
de la psicología clínica, pudiendo considerarse como una forma de intervención sobre la familia 
iluminando los conflictos desde la interacción de sus miembros y liberando al niño, identificado 
con los problemas de su condición de chivo emisario. 

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Tratamientos Psicológicos                                                 Tema 4: Terapias de Familia y Modelos Sistémicos                      Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Además ha evidenciado la importancia de los subsistemas, con su organización, reglas y 
estructuras, en la manifestación de las disfunciones del propio sistema. También ha mostrado la 
relación existente entre los problemas de esa familia específica y los de otros núcleos sociales, "en 
un intento de romper el círculo vicioso del ostracismo social", Andolfi (1987, p. 35). 
 
Sin  embargo,  se  menciona  en  sus  críticas  que  se  termina  por  caer  en  un  enfoque 
nuevamente lineal de causa‐efecto, en el cual la familia es el motivo culpable de las dificultades 
expresadas  por  el  niño.  También  se  ha  criticado  el  descuidar  las  características  del  individuo, 
aduciendo como argumento que las respuestas anoréxicas, fóbicas u obsesivas que se cronifican, 
reflejan también tendencias del individuo que requieren atención individual. 
 
En  lo  que  se  refiere  a  la  investigación  sobre  la  eficacia  de  la  terapia  familiar,  como  es 
característico de la investigación sobre los principales modelos psicoterapéuticos, la eficacia global 
del modelo sistémico se considera probada. Los estudios metaanalíticos realizados hasta la fecha 
(Hazelrigg  et  al.,  1987;  Markus  et  al.,  1990;  Shadish  et  al.,  1993)  demuestran  que  las  familias 
tratadas con terapia familiar mejoran más que el 67% de las no tratadas. Este tamaño del efecto 
es  compatible  (si  bien  menor,  debido  probablemente  al  menor  número  de  estudios)  con  el 
resultado  de  estudios  metaanalíticos  sobre  la  eficacia  de  la  psicoterapia  en  general,  que  indica 
que un 80% de los clientes tratados con psicoterapia mejoran más que los no tratados (Lambert, 
1986).  
Como es también habitual en la investigación sobre la eficacia genérica de la psicoterapia, 
ningún modelo de Terapia Familiar ha demostrado una eficacia diferencial general superior a los 
otros.  
La investigación de resultados en Terapia Familiar se centra actualmente en la cuestión de 
qué  tipo  de  intervenciones  familiares  funcionan  mejor  con  qué  tipo  de  problemas  clínicos  y  en 
qué condiciones. La investigación de procesos, por su parte, se centra en intentar elucidar qué es 
terapéutico en la Terapia Familiar, y cómo se relaciona el proceso de cambio con el resultado de la 
terapia. 

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

FACULTAD DE PSICOLOGÍA PSIKOLOGI FAKULTATEA


_________ _________

Departamento de Personalidad, Nortasun Ebaluaketa eta


Evaluación y Tratamiento Psicológico Psilologi-Tratamendurako Saila
__________ __________

Avda. de Tolosa, 70 Tolosa Etorbidea, 70


Fax 943 015670 Fax 943 015670
Tfno. 943 018000 Tfno. 943 018000
20018 SAN SEBASTIÁN 20018 DONOSTIA

TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

Profesora: Bárbara Torres Gómez de Cádiz

DOCUMENTACIÓN DE APOYO A LA DOCENCIA TEÓRICA

TEMA 5: MODELOS HUMANISTAS-EXISTENCIALES

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

5. MODELOS HUMANISTAS-EXISTENCIALES

1. Introducción: Precursores de las terapias humanistas-existenciales


2. Conceptos y principios básicos de las psicoterapias humanistas-existenciales
3. Psicoterapia centrada en el cliente
4. Psicoterapias existenciales
5. Terapia Gestalt

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

1. INTRODUCCIÓN: PRECURSORES DE LAS TERAPIAS HUMANISTAS-EXISTENCIALES

Los denominados modelos humanistas-existenciales proceden de dos grandes influencias: De


la tradición filosófica fenomenológica-existencial europea y del enfoque de la psicología
humanista norteamericana. El surgimiento de las teorías psicológicas y psicoterapias
englobadas dentro de lo que se ha dado en llamar tercera fuerza de la psicología se produce
en una época, los años 60, como alternativa al psicoanálisis y al conductismo que, por
entonces, permanecían como las escuelas teóricas y terapéuticas más influyentes en la
psicología.

Dentro de la etiqueta humanístico-existencial suelen englobarse diferentes enfoques o


modelos terapéuticos, con múltiples influencias mutuas, así como con desarrollos peculiares
propios.

En lo que respecta a las psicoterapias humanistas, éstas tienen sus raíces en sistemas
terapéuticos que se remontan a los comienzos de 1900, especialmente representados en las
figuras de Otto Rank, Alfred Adler, y el análisis existencial.

Otto Rank (1884-1939) fue el discípulo más cercano de Freud y sirvió como secretario de la
Sociedad Psicoanalítica de Viena. No obstante, rompió con Freud y el psicoanálisis en 1926. La
Terapia de la Voluntad de Rank, con su énfasis relacional y existencial, influyó en muchas de las
personas que luego se convertirían en fundadores y líderes en el campo de las psicoterapias
humanistas, incluyendo a Carl Rogers, Rollo May, Pauld Goodman, Frederick Allen, Carl
Whitaker e Irvin Yalom. Muchas de sus ideas anticiparon futuros desarrollos en psicoterapia,
incluyendo: a) un énfasis en la experiencia consciente y en la emoción, especialmente el miedo
y la culpa; b) el “aquí-y-ahora”; c) conciencia, elección, responsabilidad y auto-dirección; d)
creatividad y voluntad en el desarrollo del self; e) la relación “real” como el núcleo de la
terapia en oposición a la relación transferencial; y f) el miedo a vivir y el miedo a perder la
individualidad de uno y a volverse indefenso (miedo a morir). Rank veía la meta básica para el
cliente como “la aceptación del self con su ego individual y su autonomía volitiva y emocional”.

Carl Rogers reconocía que Otto Rank y sus seguidores, como Jessie Taft y Frederick Allen,
habían influido en su pensamiento. En particular, fue más influido por una de las estudiantes
de Rank, Jessie Taft, cuyo enfoque terapéutico ella identificó como Terapia Relacional. Rogers
comentaba que el mayor valor del enfoque de Taft era su énfasis en la no-interferencia y la
confianza en la tendencia del propio individuo hacia el crecimiento. Rogers también recogió de
Rank el énfasis en la postura de apoyo y aceptación del terapeuta y en el valor otorgado al self-
insight del cliente.

Rollo May quedó impresionado por el énfasis de Rank en la importancia de la libertad y la


responsabilidad, y lo que Rank denominaba voluntad creativa en la psicoterapia, así como por
la creencia de Rank de que la meta de la psicoterapia era el desarrollo del self.

Asimismo, Erving y Miriam Polster reconocieron la influencia de Rank en la terapia Gestalt. En


particular, el planteamiento rankiano de que la principal batalla de la vida es lograr la
individualización personal, lucha en la que el sujeto debe esforzarse para integrar sus miedos
polarizados en torno a la separación y la unión. Yalom citaba a Rank en relación a la
importancia de la voluntad, recogiendo su idea de que la tarea del terapeuta es funcionar de
una manera tal que la voluntad del paciente no se vea rota si no fortalecida.

Las ideas de Alfred Adler (1870-1937) tuvieron un impacto en varios de los padres fundadores
de la psicología humanista, entre otros, en Rollo May, Carl Rogers, Abraham Maslow y Viktor

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Frankl. Rollo May estudió con Adler en Viena en los veranos de 1932 y 1933 y le cita
frecuentemente en su libro The Art of Counseling. May daba particular crédito al énfasis de
Adler en la empatía como medio por el cual el consejero llega a conocer y a identificarse con el
otro y a la postura de no juzgar a ningún otro ser humano. Estos dos esfuerzos terapéuticos, el
deseo de entender y la aceptación sin juicios, constituyen dos de los pilares básicos sobre los
que todas las psicoterapias humanistas están basadas.

Es sorprendente que Adler no tuviera una influencia más directa en el desarrollo de las
terapias humanistas porque anticipó muchas de las ideas, actitudes, y respuesta terapéutica
que luego los humanistas adoptarían. Estas características comunes incluyen: la subjetividad,
el holismo, la libertad, el énfasis en el significado, la fenomenología y empatía, el
existencialismo y el énfasis en la relación terapéutica.

Puede situarse el inicio propiamente dicho de la Psicoterapia Humanista en la conferencia


dada por Carl Rogers el 11 de diciembre de 1940 en la Universidad de Minnesota y cuyo título
fue Newer concepts in Psychotherapy. Rogers, entonces con 38 años, fue especialmente crítico
con muchos de los métodos usados en la psicoterapia por aquél entonces: aconsejar, el uso de
la sugestión, la persuasión, la exhortación y la interpretación. Identificó el enfoque novedoso
por el que abogaba de la siguiente manera:
“la meta de esta nueva terapia no es resolver un problema particular, sino ayudar al
individuo a crecer de forma que pueda hacer frente a su problema actual… Se apoya de manera
más clara en el impulso del individuo hacia el crecimiento, la salud y el ajuste… Esta nueva
terapia pone mucho más énfasis en los elementos emocionales… que en los aspectos
intelectuales… Presta mayor atención a la situación inmediata que al pasado del individuo…
Finalmente este nuevo enfoque pone énfasis en la relación terapéutica en sí misma como
experiencia de crecimiento”.

Su conferencia suscitó muchas y diversas reacciones, algunas de sorpresa, otras críticas, otras
de alabanza… Lo que en un principio aparecía como una crítica a los métodos
psicoterapéuticos largamente usados, se convirtió a partir de los años 40 en una nueva escuela
de pensamiento.

En cuanto al enfoque existencial en psicoterapia, está fundamentado sobre concepciones


acerca de la condición humana que han sido elaboradas por diversos filósofos existenciales
quienes, como grupo, afirmaban que es más importante comprender la conducta humana que
la naturaleza inanimada o el cosmos, y que dicha comprensión se alcanza mejor al centrarse en
la experiencia subjetiva de las personas, en lugar de en las fuerzas objetivas de la naturaleza.
Una vez colocada la persona en el centro del universo, los filósofos existenciales pasaron a
explicar la estructura y proceso de la experiencia inmediata.

Entre los filósofos existencialistas podemos destacar a S. Kierkegaard (1813-1855), quien


enfatizaba la manera en que las personas construyen el significado de sus vidas a través de las
decisiones acumuladas que han ido haciendo. Consideraba la experiencia interna como la
verdadera realidad, y aportó una interpretación vívida de la ansiedad, la culpa, la
responsabilidad y la alienación humanas. Más tarde, W. James (1842-1910), entendía la vida
como una lucha, en la que el mundo era un caos hasta que la interpretación humana lo dotaba
de orden.

Karl Jaspers (1883-1969) fue uno de los líderes del existencialismo alemán. Jaspers, filósofo y
psiquiatra, estuvo muy influenciado por el pensamiento de Nietzsche y Kierkegaard. Era un
absoluto defensor del subjetivismo planteando que la experiencia personal es la única fuente
de información sobre la realidad. Desarrolló y abogó una fenomenología descriptiva y enfatizó

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la importancia del “entendimiento introspectivo” y de “adentrarse en las experiencias de los


pacientes”. Además, Jaspers creía que uno solo puede descubrir el auténtico self de uno a
través de un encuentro y reflexión con el self auténtico de otro. Distinguía dos estados del ser:
Dasein y Existenz. Dasein se refiere a la vida ordinaria, cotidiana, mientras Existenz se refiere a
la riqueza del ser auténtico, incluyendo las experiencias de libertad, posibilidad infinita y
soledad. Enfatizaba la importancia de trascender las luchas de la vida a través de “ser uno
mismo”, lo que implica una auto-conciencia en la que uno se afirma a sí mismo a través de la
elección, auto-afirmación y decisión. Como otros filósofos existenciales europeos, Jaspers veía
que la gente es confrontada continuamente con las realidades del sufrimiento, muerte, culpa y
lucha, y creía que uno debía encontrar formas de trascender estos dilemas.

M. Heideger (1889-1976), concordaba con los anteriores en que es la interpretación humana


la actividad que crea significado, y distinguía entre la mentalidad convencional o vulgar
(dasman) y los niveles altos de consciencia e individualidad (dasein) que se alcanzan a través
de la capacidad para reflexionar sobre uno mismo, los otros y el mundo natural. Aunque el
dasein implica cierto malestar debido a la incertidumbre y a la confrontación, también es la
base para alcanzar un amor, un disfrute y una acción, activos y diferenciados. J. P. Sartre
(1905-1980), aceptó estas ideas y criticó a Freud por conceptualizar a la persona como una
víctima inconsciente de los impulsos biológicos y convencionalidades sociales, enfatizando el
“proyecto fundamental” o el propósito general que debe encontrarse en la vida de cada
persona.

2. CONCEPTOS Y PRINCIPIOS BÁSICOS DE LAS PSICOTERAPIAS HUMANISTAS-


EXISTENCIALES

Visión de la persona
Las terapias humanistas ven a la persona como auto-actualizante, dotada de una tendencia
inherente a desarrollar su potencial. Igualmente, se considera que las personas tienen
recursos, como teniendo la capacidad o el potencial para aprovechar sus experiencias internas
y recursos externos de manera que les conduzca al aprendizaje, al crecimiento y a un
comportamiento efectivo. Existe un optimismo implícito en la visión de la psicoterapia
humanista de la capacidad de la persona para el cambio constructivo. Aunque las terapias
humanistas, especialmente las existencialistas, no niegan los extremos de psicopatología que
existen en las personas o sus aspectos oscuros y destructivos, tienden a mantener su creencia
de que los clientes pueden ser habilitados para identificar y desarrollar sus recursos. Las
personas son vistas como resilientes y tenaces a la hora de manifestar su inclinación natural a
sobrevivir y crecer, incluso bajo las circunstancias más adversas.

Las terapias humanistas ven a las personas como auto-conscientes y libres de elegir cómo van a
vivir y responsables de las decisiones o elecciones que hacen. Aunque una variedad de factores
hacen difíciles y, en ocasiones, arriesgadas las elecciones de la gente, en la mayoría de los
casos experimentan la decisión y la agencia como formando parte de sus capacidades. Uno de
los principales esfuerzos de las terapias humanistas es fortalecer la creencia del cliente de que
puede ser autor de su propia vida. Las personas también son vistas, como limitadas, en alguna
medida por su constitución genética o física, circunstancias culturales y vitales, así como por
sucesos catastróficos.

La persona es vista holísticamente, como un organismo indivisible e interrelacionado que no


puede ser reducido a la suma de sus partes. Todos los individuos somos seres corporales, por
lo que no es posible entendernos considerando aparte los self emocionales y corporales.

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Igualmente, las personas somos seres contextuales, de forma que hemos de ser entendidos
considerando nuestra relación con otros y con el ambiente de nuestro espacio vital inmediato.

Cada persona es vista como una unidad única, diferente de cualquier otra persona que haya
existido o existirá nunca. En consecuencia, cada cliente es entendido en el contexto de sus
características y experiencias únicas, y es respondido de una manera personalizada.

Las personas necesitan dar sentido a sus experiencias y encontrar significado a sus vidas. Esta
premisa es la base del foco de las terapias humanistas en clarificar el significado personal de
las experiencias de los clientes y su búsqueda de objetivos (finalidad). Similarmente, las
personas construyen sus realidades a partir de sus experiencias inmediatas, recuerdos del
pasado, cultura y valores. Su capacidad para la creatividad les permite desarrollarse a lo largo
del ciclo vital y volverse seres más complejos y diferenciados que pueden concebirse a sí
mismos y a sus entornos de nuevas maneras.

Las terapias humanistas también ven a las personas como seres primordialmente sociales, que
tienen una poderosa necesidad de pertenecer, de tener un lugar en sus familias y grupos
sociales y de sentirse valorados. Uno de los aspectos más fundamentales de las psicoterapias
humanistas es la idea de que la relación terapeuta-cliente es la principal fuente del cambio
constructivo en el cliente. Las personas promueven el crecimiento de los otros por la manera
en que se relacionan con ellos.

Valores
Un valor fundamental de las terapias humanistas es su creencia de que las personas, tienen el
derecho, el deseo y la capacidad para decidir qué es lo mejor para ellas y determinar cómo lo
conseguirán. Propio de las terapias humanistas es el compromiso con los principios
democráticos a la hora de negociar las diferencias y de resolver los problemas cuando las
personas están en conflicto. Por tanto, los terapeutas humanistas están fuertemente
inclinados a implicarse en conductas colaboradoras y que proporcionen la libertad óptima a
sus clientes. Por el contrario, no son partidarios de usar métodos que sean directivos,
persuasivos o encubiertos.

Otro valor primordial de los terapeutas humanistas es su apreciación acerca de la diversidad


de perspectivas sobre la “realidad”. No existe la asunción de una realidad definitiva o
consensuada, sino la creencia de que las mismas experiencias pueden ser interpretadas de
múltiples maneras. La realidad no viene dada, es construida a partir de datos brutos de las
experiencias, moderada por las experiencias colectivas de uno en interacción con un contexto
concreto en un momento determinado por una persona en un estado mental específico.
Igualmente, los terapeutas humanistas consideran que hay muchas formas viables de ver el
mundo, diversos sistemas de creencias y estilos de vida a los que la gente puede adherirse y
que les permiten una vida funcional, satisfactoria y útil. En consecuencia, la psicoterapia debe
ser individualizada para ajustarse a las metas, preferencias y valores del cliente en proceso de
desarrollo. Por el contrario, se evitan los tratamientos manualizados o altamente específicos
para trastornos psicológicos abstractos (ej. DSM o ICD).

Tendencia Actualizante-Autorrealizadora
La premisa fundacional sobre la que se han construido las psicoterapias humanistas es que las
personas tienen una tendencia actualizante inherente, un fuerte impulso a mantener el self y a
desarrollar su potencial. El concepto rogeriano de tendencia formativa sugiere que en las
personas y en cualquier forma de vida existe un curso con una dirección inevitable hacia una
mayor complejidad, diferenciación, evolución, completud e integridad. Maslow desafió a la

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psicología a reconsiderar su visión de la persona y a considerar la magnificencia de lo que la


personas pueden llegar a ser. Al estudiar y describir personas auto-realizadas, Maslow mostró
que es posible que la gente alcance niveles extraordinarios de desarrollo y evolución. Adoptó
la posición de que, dándoles libertad de elegir, los niños tenderán a optar lo que es bueno para
su crecimiento y experimentarán satisfacción, placer y deleite al hacerlo. En otras palabras,
una tendencia al crecimiento es auto-mantenedora y auto-impulsora porque es naturalmente
satisfactoria para la persona e incrementa su sentido de bienestar.

Esta creencia en la tendencia a la autorrealización es fundamental en las terapias humanistas


debido a que sus esfuerzos se centran en desarrollar un clima relacional que permita a sus
clientes acceder y desarrollar esta enorme fuente vital de supervivencia y crecimiento. Su fe en
el potencial del cliente se asocia a la reticencia de los terapeutas humanistas a ser directivos y
su tendencia a actuar de maneras que permitan a sus clientes encontrar sus propias
direcciones, resolver sus propios problemas y desarrollarse en formas que sean congruentes
con ellos mismos.

Énfasis relacional
Cada cultura enfatiza que la forma en que la gente se trata entre sí tiene una relevancia crítica
para su bienestar y su capacidad de funcionar en la vida. 60 años de práctica e investigación en
las terapias humanistas han establecido la validez de la poderosa inducción al crecimiento de
la relación terapéutica. La meta principal de las terapias humanistas es, por tanto, la creación
de unas condiciones terapéuticas óptimas para sus clientes. Tal y como señaló Rogers (1980, p.
115): “Los individuos tienen dentro de sí mismos vastos recursos para la auto-comprensión, y
para alterar sus auto-conceptos, actitudes básicas, y conducta auto-dirigida, estos recursos
pueden ser utilizados si se les provee de un clima definido de actitudes psicológicas
facilitadoras”. Este clima definido incluye la honestidad, autenticidad, transparencia, o
congruencia y auto-revelación apropiada; aceptación, cuidado no-enjuiciador, simpatía,
aprecio, afirmación, respeto, consideración positiva incondicional, cordialidad no posesiva; un
deseo genuino de entender la experiencia del cliente y una comunicación empática acertada
de dicha experiencia.

Otras cualidades y actitudes relacionales recogidas por los terapeutas humanistas incluyen una
relación colaboradora caracterizada por la confianza, seguridad y apoyo; contacto y
compromiso, encuentro Tú-Yo; la presencia del terapeuta y su inmersión en la experiencia del
cliente; una alianza terapéutica, vínculo, diálogo auténtico y encuentro; una visión optimista
sobre la capacidad del cliente para el cambio constructivo. Con una relación continuada como
su base, los terapeutas humanistas buscan crear ambientes inter e intrapersonales de
aprendizaje, creyendo que los clientes identificarán lo que necesitan para aprender y
“aprenderán cómo aprender”.

Fenomenología
El campo de la fenomenología ha tenido una profunda influencia en la psicoterapia humanista.
Spiegelberg (1970, p. 810) ha definido la fenomenología como “la investigación directa de y la
descripción de los fenómenos tal y como son experimentados en la conciencia, sin teorías sobre
su explicación causal y de forma tan libre como sea posible de preconcepciones y
presuposiciones no examinadas”. Las psicoterapias humanistas, especialmente las
existencialistas, tienen sus raíces fenomenológicas en los conceptos y métodos filosóficos de
los filósofos alemanes E. Husserl (1859-1938) y M. Heidegger (1889-1976). Husserl,
considerado como el fundador de la fenomenología, desarrolló un método filosófico que deja
a un lado las presuposiciones en un esfuerzo por describir los fenómenos (las estructuras de
conciencia) centrándose en “las cosas por sí mismas” sin interés por sus causas. Desarrolló el

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

método fenomenológico en un intento de clarificar el papel de la experimentación consciente


en la creación de significado y en el desarrollo de un conocimiento más adecuado de la
realidad. Husserl creía que la tarea de la fenomenología era estudiar las esencias o cualidades
que definen algo.

El interés principal de Heidegger era la ontología, o el estudio del ser o la existencia. Utilizó el
método fenomenológico para descubrir lo que él consideraba las categorías fundamentales de
la existencia humana (ej.: ansiedad, culpa) y para abordar las cuestiones esenciales sobre la
experiencia del ser humano (ej: autenticidad, significado). El método fenomenológico, tal y
como lo describe Spinelli (1989), tiene tres pasos básicos que pueden ser aplicados al esfuerzo
terapéutico:

Paso 1: Suspensión (Epoché)


En este momento, el terapeuta realiza un esfuerzo consciente para suspender todas
las creencias, preconcepciones, inclinaciones teóricas, sesgos personales, hipótesis,
conocimiento o información previa, juicios, expectativas y asunciones con la intención
de minimizar la interpretación de la experiencia del cliente. Hasta logarlo, el terapeuta
deja de lado cualquier cosa que pueda interferir con su capacidad para atender a la
experiencia inmediata del cliente.

Paso 2: Descripción de la experiencia


La meta siguiente del terapeuta es describir, pero no explicar, la experiencia del
cliente. Aquí el esfuerzo del terapeuta es describir de manera ateórica el mundo
subjetivo del cliente. Tal descripción ha de ser concreta en lugar de abstracta y lo más
fiel posible a la descripción que el cliente hace de los sucesos, experiencias, recuerdos,
creencias, sentimientos y opiniones. Esto requiere por parte del terapeuta una
considerable disciplina y contención ya que el terapeuta, al igual que el cliente, está
naturalmente inclinado a dar sentido o a atribuir significado a la experiencia del
cliente.

Paso 3: Ecualización
Aquí el terapeuta se abstiene de asumir que cualquier experiencia revelada por el
cliente es más primordial o importante que cualquier otra. Por tanto, el terapeuta
evita asumir o actuar como si algunas de las experiencias del cliente fueran centrales y
otras fueran periféricas. En cambio, cada aspecto de la experiencia del cliente es visto
como si fuera potencialmente tan significativo como otros.

Es claro que la meta del método fenomenológico en la empresa terapéutica es iluminar el


mundo vivido del cliente, captar cómo es “ser” para el cliente. El deseo del terapeuta por
entender al cliente de forma exacta es crucial. Además, la capacidad del terapeuta para
responder al cliente con sensibilidad y empatía apropiada permite a los clientes reflexionar
más sobre su experiencia y refinar su comprensión de la misma. El terapeuta aprecia que hay
siempre múltiples perspectivas de la realidad y que el cliente es el experto en su vida y la
fuente última para determinar la exactitud de la comprensión que el terapeuta tiene.

En consonancia con este planteamiento, los psicólogos y psicoterapeutas humanistas tienden a


preferir métodos de la ciencia humana ideográficos y fenomenológicos para comprender a la
persona, aunque no rechazan las contribuciones de los enfoques de la ciencia natural
positivistas, nomotéticos, de prueba de hipótesis, basados estadísticamente, de causa-efecto.
Más bien acogen múltiples formas de conocer y reconocen las fortalezas y limitaciones de los
enfoques naturales y humanos de la ciencia para su mayor comprensión del proceso y
resultado terapéutico.

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

Empatía
La empatía del terapeuta es un factor crítico para iluminar, profundizar y enriquecer de forma
apropiada la experiencia del cliente. La empatía puede ser concebida como el deseo y esfuerzo
del terapeuta de entender cómo es ser como el cliente y comunicar de forma exacta esta
experiencia al cliente. A la luz de la orientación fenomenológica de los terapeutas humanistas,
la empatía es una herramienta vital para captar la naturaleza y significado de la experiencia
para el cliente. La empatía del terapeuta es una respuesta que tiene un impacto
multidimensional en el cliente. La empatía apropiada permite al terapeuta y al cliente
entender el aspecto cognitivo de la experiencia, particularmente las opiniones, creencias
centrales y significados personales del cliente. La empatía permite al cliente centrarse y
descifrar los aspectos no claros de sus estados sentimentales. Debido a que las emociones
pueden ser entendidas como impulsos a actuar, iluminar la experiencia emocional ayuda al
cliente a tener mayor claridad sobre sus motivaciones, deseos y necesidades. Socialmente, el
acto de atender de forma cuidadosa a otros de forma desprejuiciada con un deseo de
entender es una experiencia poderosa que típicamente produce un sentimiento de ser
valorado y apoyado.

El Self
Un concepto y foco central de la teoría y terapia humanista es el SELF, el “Yo” o “Me” de la
existencia de uno. Ya en 1940 el auto-concepto fue reconocido como un aspecto generalizado
y esencial de la experiencia del cliente. Como señaló Mahoney (1991, p. 235), “todas las
psicoterapias son psicoterapias del self”. Los principales intereses del terapeuta humanista son
la auto-exploración, la auto-definición, la reinterpretación del self y el desarrollo del auto-
conocimiento. La creencia de que la conducta cambia a medida que el auto-concepto es
alterado tiene una influencia enorme en el esfuerzo terapéutico porque alerta a los terapeutas
y centra su atención en el sentido del self inmediato y continuado del cliente y en el papel que
este juega en mediatizar sus percepciones y conductas. Como seres humanos, todos luchamos
por descubrir quiénes somos y para formar una identidad que nos proporcione dirección,
estabilidad y valía.

Probablemente no haya nada que ocupe nuestra mente más que nuestro self y las opiniones
imaginadas o reales que los otros tienen de nosotros. Consecuentemente, el self de uno juega
un papel crítico en la opinión de nosotros mismos y en la manera de relacionarnos con los
otros. Las amenazas al self producen nuestra tendencia a preservarlo y defenderlo. La relación
de uno consigo mismo, con los otros y con el mundo físico constituye la esencia de nuestras
vidas cotidianas. Como han observado muchas terapias humanistas, requiere valentía ser uno
mismo, descubrir y vivir la vida desde el núcleo de uno mismo. El concepto de congruencia
está íntimamente relacionado con el self de las teorías humanistas debido a que implica
correspondencia entre el auto-concepto y la experiencia y entre el self y el self ideal. Cuando
existe discrepancia entre estas experiencias, el malestar y la disfunción aparecen. Por el
contrario, cuando la gente está integrada en todos los aspectos de sus experiencias, conductas
y visión del self, es probable un estado de funcionamiento óptimo. Los terapeutas humanistas,
por tanto, se esfuerzan para ayudar a sus clientes a ser conscientes de sus incongruencias y
ayudarles a encontrar maneras de moverse hacia la integración y totalidad.

Emoción
Uno de los rasgos más característicos de las terapias humanistas es su énfasis en la
importancia de la emoción. Los investigadores y terapeutas humanistas han estado al frente
de expandir nuestra comprensión del papel crítico que la emoción juega en la conducta
humana. En lugar de ver la emoción fundamentalmente como algo que interfiere con el
funcionamiento, los terapeutas humanistas han adoptado la importancia de la naturaleza

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Tratamientos Psicológicos Tema 5: Modelos Humanistas-Existenciales Prof. Bárbara Torres Gómez de Cádiz

adaptativa de la emoción en la toma de decisiones y funcionamiento efectivo. Los terapeutas


humanistas se centran en la dimensión emocional y experiencial del funcionamiento humano
cuando ello facilita el diálogo que lleva a los clientes a niveles más profundos de sentir y
pensar.

Significado
El significado no es algo dado, sino que es construido a partir de los datos de la experiencia,
incluyendo la propia cultura, valores, perspectivas e historia personal. El dar sentido a la
experiencia parece ser una necesidad fundamental de todos los individuos. Las personas
tienen dificultades por lo que parece eludir su comprensión y buscan una forma de
entendimiento que les permita comprender sus conductas y sus vidas. A menudo el curso y los
propósitos de las vidas de los clientes son implícitos pero no claros. Los terapeutas humanistas
luchan por posibilitar que sus clientes logren patrones y significados más amplios de sus vidas.
El descubrir que hay hilos comprensibles de significado para sus vidas permite a los clientes
ganar un sentido de claridad, dirección y asentamiento. A medida que los significados y los
propósitos se vuelven claros, los clientes desarrollan un self más centrado y un sistema de
creencias y valores con los que funcionar.

El proceso de crear significado en el cliente ha sido informado por los teóricos y terapeutas
constructivistas cuyo enfoque es básicamente humanista. Los constructivistas humanistas han
basado sus ideas en la teoría de los constructos personales de G. Kelly que enfatiza que la
gente crea sus propios universos personales. Sobre la base de esta premisa, la meta de la
terapia es reestructurar el significado en el cliente. Existe un optimismo implícito en el
constructivismo porque el terapeuta adopta la posición de que los clientes tienen la capacidad
de crear nuevos significados y nuevas posibilidades de vivir.

Holismo
El organismo humano es concebido como interconectado de forma constante, como un todo
indivisible. La persona es vista como una gestalt, como un todo dinámico. Mente y cuerpo son
inseparables. Las visiones de las personas como “partes en funcionamiento”, tales como
cognición versus afecto o mente versus cuerpo, son conceptos usados por los psicólogos para
objetivos descriptivos y analíticos, en lugar de descripciones de los componentes reales de una
persona. Una visión holística de la persona esquiva las tendencias simplificadoras y
distorsionadas asociadas con la categorización y el reduccionismo. Cuando funcionan de forma
óptima, los clientes tienen la experiencia de sentirse “como un todo”, “de una pieza” e
integrados.

Ansiedad
La ansiedad es una parte inevitable de la vida y por tanto es de interés para los terapeutas
humanistas. Cada uno de nosotros debemos manejarnos de forma constante con las
incertidumbres de la vida y la realidad es que tenemos un control limitado sobre algunos
aspectos de nuestras vidas. Debemos lidiar con el temor de que nuestra vida es finita y que no
podemos predecir cuándo y cómo acabará. Si podemos crear nuestra vida en su forma actual,
entonces también podemos creerla de una forma distinta. Existe un optimismo inherente en
esta idea (ej: “Puedo cambiar mi vida”) pero también la posibilidad de la culpa existencial por
las oportunidades perdidas y de la ansiedad existencial por la incertidumbre. Los terapeutas
humanistas ven la ansiedad existencial como una fuente potencial de crecimiento que puede
incrementar la auto-reflexión y la motivación. Igualmente, aunque la ansiedad es vista con
frecuencia como amenazante y displacentera, también puede ser vista como un sistema de
alarma que nos alerta de peligros reales o imaginados para el self. Por tanto, atender a las
diversas manifestaciones de la ansiedad del cliente así como evaluar sus significados, es un

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esfuerzo crítico de las terapias humanistas. Antes que ver la ansiedad como simplemente algo
que es molesto y disfuncional, los terapeutas humanistas aceptan su presencia y luchan por
posibilitar que sus clientes hagan un uso constructivo de ella para el aprendizaje o para
manejarla de forma más efectiva cuando interfiere con su funcionamiento. Probablemente,
uno de los reconocimientos más frecuentes que los terapeutas humanistas hacen a sus
clientes es simplemente "tienes miedo".

Libertad-Elección-Responsabilidad
Los terapeutas humanistas ven a la gente como esencialmente libres para elegir la forma y
curso de su vida y su actitud hacia los sucesos. Al mismo tiempo que la gente es libre para
elegir, también son responsables de sus elecciones. Así, la libertad, la elección y la resultante
responsabilidad sobre nuestras elecciones están interconectadas. Cada elección significa
inevitablemente que otra elección no se ha realizado. Cualquiera que sea la elección de uno,
dicha elección y sus consecuencias no pueden ser evitadas. En la medida en que se posibilita a
los clientes a darse cuenta de que están constantemente eligiendo, en oposición a
simplemente dejarse llevar o reaccionar a sus experiencias, son empoderados. Reconocen que
otros caminos están disponibles para ellos. Cuestiones esenciales de las psicoterapias
humanistas tienen que ver con: " qué vida tengo" o "estoy siendo la persona que quiero ser".

3. LA PSICOTERAPIA CENTRADA EN EL CLIENTE

Las raíces de la terapia centrada en el cliente se remontan a los 1920, cuando Carl Rogers
estaba en formación como psicólogo clínico en Rochester, New York. Durante su periodo de
formación en Rochester de 1928 a 1939, Rogers trabajó en el Departamento de Estudios
Infantiles de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad a los Niños, llegando a ser su
director en 1929 con 27 años.

Rogers era un pragmático. Cuando se encontró a sí mismo enfrentado con un gran número de
niños y padres con problemas, su pregunta guía fue "¿esto funciona?". El enfoque de Rogers
en su trabajo clínico estaba basado en una observación sistemática cuidadosa en lugar de en el
ensayo y error. No contento con confiar en sus impresiones subjetivas, evaluó cuidadosamente
el efecto de su trabajo.

Un número de experiencias clínicas influenciaron el pensamiento de Rogers. Una fue la terapia


ambiental, que podía incluir la modificación del ambiente escolar o de vida del niño. Esto podía
significar el cambiar actitudes y comportamientos parentales, o incluso la retirada del niño de
su hogar si se pensaba que esto podía ser terapéutico. Rogers pensaba que "la mayoría de
niños, si se les proporciona un ambiente razonablemente normal que cubra sus necesidades
emocionales, intelectuales y sociales, tienen dentro de sí mismos suficiente impulso hacia la
salud para responder y hacer un ajuste cómodo a la vida". Parece así que una creencia
emergente en Rogers era la noción de que el crecimiento individual era más probable de
ocurrir en cierto tipo de entorno. Lo que Rogers llamaba entonces "impulso hacia la salud"
suena claramente a la tendencia actualizante, autorrealizadora, que quizás sea la asunción más
importante en la que se basa la terapia centrada en el cliente.

Hacia el final de sus años en Rochester, Rogers identificó en su primer libro, The Clinical
Treatment of the Problem Child (1939), algunos de los elementos básicos que formarían la base
de lo que luego se conocerá como la terapia centrada en el cliente. Tales elementos formarían
la base de lo que Rogers identificaría más tarde como las cualidades del terapeuta de
comprensión empática, consideración positiva incondicional y congruencia. Las experiencias

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de Rogers con niños y padres le llevaron a empezar a darse cuenta de que "Es el cliente quien
sabe qué le daña, a qué dirección ir, cuáles son los problemas cruciales... Empecé a darme
cuenta de que, al menos de que tenga una necesidad de demostrar mi propia inteligencia y
aprendizaje, haría mejor en confiar al cliente la dirección del movimiento en el proceso".

Rogers dejó Rochester y fue a la Ohio State University en 1939 como catedrático en el
departamento de psicología. Allí estableció un practicum en psicoterapia y consejo en 1940
para aprendices graduados, el cual fue aparentemente la primera formación supervisada
ofrecida en un contexto universitario. Mientras estaba en esta universidad, Rogers escribió su
libro Counseling and Psychotherapy: Newer Concepts in Practice (1942), un texto clásico sobre
cuestiones básicas en terapia, métodos, la relación terapéutica y el proceso de cambio.
Introdujo los términos "no directiva" y "cliente” para subrayar la creencia del terapeuta de que
la dirección y el locus de control en la terapia estaban claramente centrados en la persona que
busca ayuda. Esto suponía un cambio radical lejos de los métodos interpretativos y directivos
que entonces eran comunes.

Rogers y sus estudiantes fueron innovadores en los comienzos de los 1940, experimentando y
refinando los conceptos y métodos que luego emergerían como uno de los enfoques
terapéuticos más influyentes y controvertidos. En los primeros inicios del desarrollo de este
"nuevo" enfoque, un número de sus propuestas parecían centrarse en lo que Rogers pensaba
que el terapeuta no debía hacer o ser. Era firme en su creencia de que el terapeuta no debía
aconsejar al cliente, interpretar su conducta, o intentar dirigir o persuadirle para que llegara a
un determinado curso de acción. Rogers pensaba que la terapia centrada en el consejero
puede servir únicamente para hacer al cliente más dependiente, menos capaz de resolver
nuevos problemas de ajuste.

El enfoque terapéutico desarrollado por Rogers en los comienzos de 1940 tenía muchas
características propias, un número de las cuales continúan siendo básicas en la práctica de la
terapia centrada en el cliente y otros enfoques humanistas. Rogers hizo un cambio principal al
enfatizar en la terapia el centrarse en la persona del cliente en lugar de en el problema
expresado. Otro cambio fue el dar más importancia a los sentimientos expresados por el
cliente que a sus pensamientos. Las actitudes del terapeuta de respeto y confianza en la
capacidad del cliente para auto-dirigir su crecimiento produjo que el terapeuta desarrollara un
tipo de relación dramáticamente diferente con el cliente. Era una relación caracterizada por la
no intrusividad y la retención disciplinada. El terapeuta como individuo se mantenía fuera de la
relación. En cambio el terapeuta intentaba ser un oyente comprensivo y cuidadoso. Aunque la
aceptación del cliente por parte del terapeuta era considerada crítica, la exactitud y
efectividad de la reflexión y clarificación de sentimientos por parte del terapeuta eran
claramente el foco principal durante esta fase del desarrollo del enfoque.

Rogers y sus estudiantes fueron los primeros en estudiar el proceso de consejo en


profundidad. Grababan las sesiones en audio para la revisión de las mismas con fines de
formación y de investigación. Rogers fue el primero en desmitificar la psicoterapia llevándola a
ser abierta para objeto de estudio. Rogers fue un pionero en llevar a cabo y publicar estudios
de investigación en psicoterapia. Probablemente sea justo decir que él fue el principal
responsable de iniciar la investigación en el campo de la psicoterapia.

En 1945 Rogers dejó la universidad de Ohio para crear y dirigir el Centro de Consejo
(Counseling Center) en la Universidad de Chicago. Allí continuó desarrollando la teoría y
práctica de la terapia centrada en el cliente a la vez que realizaba investigaciones sobre su
efectividad.

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En 1951, Rogers publicó su tercer principal libro Client-centered Psychotherapy. En el mismo se


avanzaban aplicaciones de la terapia centrada en el cliente para la terapia de juego, terapia de
grupo, liderazgo y administración, enseñanza y formación de consejeros. En este periodo,
Rogers enfatizó las actitudes del terapeuta como fundamentales, en oposición a la técnica, así
como la capacidad del cliente para el cambio constructivo. Rogers y los terapeutas centrados
en el cliente se focalizaron en crear una relación que liberara la natural tendencia del cliente
hacia la autorrealización y crecimiento. Se puso un mayor énfasis en entender el mundo
fenomenológico del cliente y su significado.

Entre 1943 y 1957, se realizaron aproximadamente unos 200 estudios sobre la terapia
centrada en el cliente y sus aplicaciones a niños, grupos, educación, industria y liderazgo. En
1954, los resultados de un grupo de estos estudios fueron publicados en Psychotherapy and
Personality Change, coeditado por Rogers y Rosalind Dymond. Estos estudios ofrecían un
apoyo moderado a las hipótesis centradas en el cliente. Debido fundamentalmente a sus
contribuciones a la investigación en psicoterapia, Rogers, recibió junto a Kenneth W. Spence y
Wolfang Kohler, el primer Distinguisihed Scientific Contribution Award de la APA en 1956.

En 1956, Rogers añadió la congruencia a la comprensión empática y a la consideración positiva


incondicional como una condición importante para el cambio terapéutico. También en 1956,
Rogers desarrolló su formulación de lo que llamaría “Las condiciones necesarias y suficientes
para el cambio terapéutico de la personalidad”. Esta formulación, publicada primero en 1957,
representó la culminación de muchos años de desarrollo en el pensamiento de Rogers y sigue
siendo virtualmente la misma en la actualidad. Establece lo siguiente:

1. Dos personas están en contacto psicológico.


2. La primera, para quien usaremos el término cliente, está en un estado de
incongruencia, siendo vulnerable o ansiosa.
3. La segunda persona, a quien llamaremos terapeuta, es congruente y está integrado en
la relación.
4. El terapeuta experimenta una consideración positiva incondicional hacia el cliente.
5. El terapeuta experimenta una comprensión empática del marco de referencia interno
del cliente y se esfuerza por comunicar esta experiencia al cliente.
6. La comunicación del terapeuta al cliente sobre la comprensión empática y la
consideración positiva incondicional del terapeuta hacia el cliente se alcanza en un
grado por lo menos mínimo.

En la primavera de 1957, Rogers aceptó un puesto en la Universidad de Wisconsin. Rogers y


muchos de sus colegas sentían curiosidad para ver si sus hipótesis sobre las condiciones
necesarias y suficientes para el cambio de personalidad podían aplicarse a personas con
trastornos mentales serios. Así, en 1957 comenzó un proyecto de investigación ambicioso
sobre el tratamiento de individuos con esquizofrenia. Los resultados del estudio no mostraron
diferencias significativas entre el grupo de terapia y el grupo control, aunque existía una
correlación entre los niveles elevados de las condiciones de congruencia y empatía en el
terapeuta y un resultado exitoso. Aunque se aprendió mucho sobre la psicoterapia con
personas con esquizofrenia, la evidencia de investigación para la terapia centrada en el cliente
era modesta.

En 1959, Rogers publicó A theory of therapy, personality and interpersonal relationships, que
sigue siendo la formulación más completa de la posición de Rogers. El quinto y más influyente
libro de Rogers, On becoming a Person fue publicado en 1961. Contiene los artículos más

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conocidos e influyentes de Rogers, e incluye algunas de sus ideas más provocativas e incisivas
sobre psicoterapia, investigación en educación, filosofía de la ciencia, relaciones
interpersonales, vida familiar, creatividad, el proceso de crecimiento y el funcionamiento total
de la persona.

En el verano de 1963, abandona la Universidad de Wisconsin y se muda a California. Durante


varios años y comenzando en 1964, Rogers se implicó en el movimiento de los grupos de
encuentro y llegó a convertirse un líder nacional en el campo. En 1970 se publicó Carl Rogers
on Encounter Groups. En 1972, Rogers recibió la primera Distinguished Professional
Contribution Award de la APA, siendo el primer psicólogo en la historia que recibió tanto la
Scientific Contribution Award y la Professional Contribution Award de esta organización.

En los últimos 15 años aproximadamente de su vida, Rogers se volvió cada vez más interesado
en cuestiones sociales más amplias, particularmente en la paz. Empezando en 1974, él y su
mujer Natalie junto con otros colegas, iniciaron una serie de talleres con grupos amplios (entre
75 y 800 personas), a veces de 2-3 semanas de duración, para explorar las implicaciones del
enfoque centrado en la persona para construir comunidades. En 1980 se publica A way of
being que representa una colección de artículos representando la evolución del pensamiento
de Rogers en los años 70. En 1986, la revista académica “Person-Centered Review” fue
publicada por primera vez con David J. Cain como editor.

Desafortunadamente, Carl Rogers no fue capaz de continuar adelante con sus compromisos
más fuertes de sus últimos años: contribuir en todo lo que pudiera a la prevención de la guerra
nuclear y el logro de un mundo en paz. El 20 de enero de 1987, el día de su caída y
hospitalización (se rompió su cadera), Carl Rogers, con 85 años de edad, fue nominado por el
congresista Jim Bates para el premio nobel de la paz de 1987. Unas pocas semanas después, el
4 de febrero de 1987, Rogers moriría como esperaba hacerlo: “con las botas puestas” y
siempre mirando hacia delante. Había sido relativamente saludable y activo hasta su muerte.

Otras personas han hecho contribuciones sustanciales al desarrollo de la terapia centrada en el


cliente, tales como: Barrett-Lennard (1998), Bozarth (1998), Combs (1989), Gendlin (1996),
Gordon (1955), Hart and Tomlinson (1970), Patterson (2000), Rice & Greenberg (1984)…

4. PSICOTERAPIAS EXISTENCIALES

Las visiones contemporáneas de la psicoterapia existencial comparten un terreno común


considerable con sus antecesores. Muchos terapeutas existenciales contemporáneos se
describen a sí mismos como “existenciales-humanistas”, indicando que aunque sus raíces más
fuertes se encuentran en el existencialismo, han incorporado muchos aspectos de las
psicoterapias humanistas Norteamericanas. Algunos de ellos mantienen cierta conexión con el
psicoanálisis y otros simplemente se refieren a sí mismos como terapeutas existenciales (ej.:
Yalom).

En términos generales, los psicólogos existenciales han estado tan activamente inmersos en
sus tareas terapéuticas que se han conformado con disminuir el énfasis en la teorización, y han
ido tomando los conceptos de sus colegas filósofos a medida que los iban necesitando. Sin
embargo, las exigencias prácticas al hacer psicoterapia han estimulado a los psicólogos a
introducir diversas técnicas y conceptos asociados, según las cuales las personas pueden ser
ayudadas a enfrentar las crisis existenciales y a alcanzar un mayor desarrollo.

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El psiquiatra suizo Ludwig Binswanger (1881-1966) es a menudo considerado como el principal


antecesor de la psiquiatría existencial y como el fundador del Análisis Existencial. Fue influido
por el concepto de “ser-en-el-mundo” de Heidgegger y por los conceptos de Buber de la
relación “Yo-Tú” y la naturaleza dialogante de la existencia humana. Binswanger desarrolló una
forma de psicoterapia denominada Daseinanalyse (análisis del ser o existencia, análisis
existencial), que tenía el propósito de analizar la capacidad de la persona para dar significado a
sus existencia. Para Binswanger “ser-en-el-mundo” significaba que la gente no somos
entidades aisladas sino seres que estamos siempre en relación con otros y con el mundo físico
que nos rodea.

Con el foco en las visiones de sus clientes sobre el mundo y la experiencia inmediata,
Binswanger se esforzaba para posibilitarles captar el significado de su conducta, encontrar
dirección y descubrir una manera de vivir auténticamente en relación con el mundo, otros y
ellos mismos. Como terapeuta, Binswanger abogaba por la igualdad en la relación y por un
encuentro auténtico entre paciente y terapeuta. Consideraba que una relación Yo-Tú cariñosa
caracterizada por la mutualidad, apertura e inmediatez, en oposición a la técnica terapéutica,
promovía la expansión de la conciencia y el crecimiento del cliente. En contraposición,
Binswanger veía la pérdida de relación y el aislamiento como factores que hacen a las personas
vulnerables a la psicopatología.

Binswanger identificó tres dimensiones de la visión del mundo de una persona: a) Umwelt, el
mundo natural, incluyendo el mundo físico y nuestros estados corporales; b) Mitwelt, los
mundos interpersonales que habitamos en nuestros contactos cotidianos con otros, y c)
Eigenwelt, el propio mundo de uno, incluyendo la relación de uno consigo mismo y la
perspectiva personal de uno en relación a los significados de las cosas en relación al self.

La psicoterapia existencial se centra en las cuestiones y temas importantes de la vida. Pone un


énfasis primordial en la calidad de la relación terapéutica como agente curativo, con un énfasis
en el encuentro “Yo-Tú” y en el diálogo terapéutico. Como otras terapias humanistas, están
orientadas al descubrimiento, pero los terapeutas existenciales tienen mayor tendencia a
implicarse en la interpretación y a desafiar a sus clientes para que examinen sus vidas. Los
terapeutas existenciales se esfuerzan por posibilitar que sus clientes evalúen cómo su libertad
se ve disminuida, eliminen los obstáculos a su libertad, incrementen su sentido de elección, y
se impliquen en su voluntad. La terapia existencial acoge una actitud hacia el vivir que afronta
la realidad de la muerte, aboga por la búsqueda del significado y del sentido, y reconoce la
libertad para elegir y la consiguiente responsabilidad por las elecciones propias. Por tanto, el
conflicto es una cuestión central en la psicoterapia existencial debido a que existe un conflicto
inevitable entre la persona y los hechos de la vida. Los clientes son desafiados a lidiar con la
cuestión básica de cómo están viviendo, afrontar los hechos de su existencia, confrontar la
ansiedad asociada y aprender a vivir más plena, auténtica y responsablemente.

Rollo May (1909-1994) es considerado el fundador de la psicología y psicoterapia existencial en


los EE.UU. Como se ha indicado anteriormente, la psicoterapia existencial tiene sus raíces en
Europa en los trabajos de un número de psiquiatras y psicoanalistas que estaban insatisfechos
con los elementos impersonales, objetivos y reduccionistas de la práctica psicoanalítica en los
comienzos de 1900. En el primer capítulo de su libro Existence: A new dimension in psychology
and psychiatry, May (1958, p. 3) plantea: “¿Podemos estar seguros… de que estamos viendo al
paciente como realmente es, conociéndole en su propia realidad, o estamos viendo
únicamente una proyección de nuestras teorías sobre él?”. Además, May señalaba que los
métodos científicos tradicionales no sólo no hacen justicia a los datos, sino que realmente
tienden a esconder más que a revelar lo que está sucediendo en el paciente.

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Uno de los principales esfuerzos de May era hacer surgir la duda donde antes había
certidumbre y restaurar la esperanza donde hay cinismo. Un tema central del pensamiento de
May era el que la gente era tanto libre como limitada. Como terapeuta, el enfoque de May
estaba caracterizado por: 1) un foco en liberar al cliente dentro de las limitaciones naturales y
auto-impuestas de la vida; 2) un énfasis en la libertad y en la limitación en lugar de en los
conflictos conductuales o infantiles como el contexto fundamental a ser abordado; 3) énfasis
en las técnicas que encajan con el paciente en lugar de con el terapeuta; 4) insistencia en el
contacto experiencial (incluyendo el facilitado por la relación terapéutica) para promover la
curación óptima; y 5) énfasis en la conciencia experiencial (comprensión corporalmente total
de uno) antes que en el insight, la decisión y el compromiso.

Viktor Frankl (1905-1997), un psiquiatra nacido en Viena, estuvo profundamente influenciado


por sus experiencias en campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra
Mundial. Enfatizó la libertad de la persona a elegir y a encontrar sentido inclusive en las
circunstancias más restrictivas e inhumanas. En su obra de 1946 From Concentration Camp to
Existentialism, describió la esencia de la Logoterapia, que se basa en la creencia de que la meta
más fundamental de la persona es comprender el significado de su existencia, y pone el énfasis
en que se centra en el futuro, en los significados a ser completados por el paciente en su
futuro. Frankl enfatizaba la importancia de nuestros valores y de que estos valores nos
empujan y representan lo que luchamos por alcanzar como compromisos personales.
Desarrolló la técnica de la intención paradójica, cuyo propósito es permitir a los clientes
separarse de sus miedos, implicarse en su sentido del humor y reducir su ansiedad
anticipatoria. Es una técnica ampliamente usada en varias formas de terapia breve y desafía las
nociones de que el cambio duradero únicamente puede venir de un tratamiento largo y de que
el terapeuta debe conocer y abordar la etiología de un síntoma para aliviarlo.

Una paradoja es una declaración en apariencia verdadera que conlleva a una auto-
contradicción lógica o a una situación que contradice el sentido común. La intención
paradójica confronta nuestro sentido común ya que es un proceso mediante el cual el paciente
es animado a hacer, o a desear que ocurra aquello que precisamente teme. Se instruye al
paciente a que intente reírse de su propio sufrimiento y de esta manera afronte el temor que
le provoca la expectativa de fallar. Por ejemplo, bajo este enfoque se le pide a la persona con
insomnio hacer exactamente lo contrario a lo que intenta. El paciente con insomnio dice: "me
acuesto y trato de quedarme dormido pero, por más que lo intento, no lo logro". En la terapia,
con la intención paradójica, se le dice a la persona: "acuéstese y trate lo más que pueda de
mantenerse despierto". Por alguna razón, la atención invertida le permite dejar la batalla por
dormir puesto que la orden le dice: “manténgase despierto”. Dejando de luchar, el sueño llega
más rápido.

Según Frankl, al aplicar la intención paradójica se moviliza también la capacidad


exclusivamente humana del humor. Por ejemplo, un paciente que teme sudar en la
presentación de un discurso es animado a que muestre a los presentes cuánto es realmente
capaz de sudar, que moje de sudor a todo lo que se le arrime, que intente salpicar a todos los
presentes, pero al intentarlo, relata Frankl, el sudor paradójicamente nunca llega, y lo más
importante es que la angustia desaparece. La misión de la intención paradójica es "amortiguar
los miedos individuales de los pacientes". Este autor explica que el miedo patógeno es
sustituido entonces por un deseo paradójico. Se refiere a que a individuos con algún trastorno
de ansiedad lo que los bloquea es el miedo, pero no el miedo a algún objeto externo, sino el
miedo al miedo mismo, que entre más se piensa en él, más aumenta y, como consecuencia,
sobreviene el fracaso en lo que se intenta.

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Esta técnica ha sido utilizada en contextos diferentes donde lo único en común es la angustia
por la expectativa de fracaso o por la expectativa de colapsarse por no poder responder
adecuadamente a las situaciones que se presentan. Esto último, parece ser especialmente
cierto en algunos tipos de obsesiones y fobias caracterizados por su gran despliegue de
angustia.

Ronald D. Laing (1928-1989), psiquiatra británico, es probablemente mejor conocido por


establecer una comunidad terapéutica para individuos con trastornos mentales severos y por
su obra de 1969 The Divided Self: An Existential Study in Sanity and Madness. Laing fue uno de
los pioneros en explorar el significado de la experiencia psicótica y probablemente el más
radical y menos ortodoxo de los terapeutas existenciales. Tenía una capacidad extraordinaria
para estar presente y contactar incluso con las personas más perturbadas y recalcitrantes.
Particularmente, hacía un fuerte contacto con el rostro de su cliente como medio de
sintonizarse para “sentir” o “entonarse” con la persona. Era receptivo y alentaba la expresión
de los clientes de su experiencia inmediata.

James F. T. Bugental es visto por muchos como uno de los más prominentes portavoces de la
psicología humanista-existencial. Bugental abogaba por psicoterapia de larga duración. Central
a su terapia es su fuerte creencia en una “fuerza vital” tenaz en toda vida que permite
sobrevivir en las condiciones más extremadamente adversas y manifestar su potencial. El
trabajo del terapeuta es ayudar al cliente a despejar el camino de su fuerza vital para abrir
posibilidades a su ser auténtico. Enfatizaba la importancia de reclutar al cliente para movilizar
su fuerza vital. Consecuentemente, implicaba a los clientes a identificar y explorar
preocupaciones vitales importantes.

En sus pensamientos más recientes sobre la psicoterapia Bugental enfatiza que el terapeuta
centre su atención en la experiencia subjetiva inmediata del paciente en lugar de en la
información sobre el paciente, siendo su objetivo el intensificar y expandir la subjetividad del
cliente y su consiguiente consciencia. La lógica de Bugental para este énfasis en el presente es
que la conciencia aumentada de nosotros mismos en el momento presente incrementa la
efectividad de la auto-dirección y una mayor satisfacción con la vida.

La fuerza que mueve el cambio terapéutico para Bugental es la apertura de nuestros límites
perceptivos, viendo los aspectos vitales de la vida de uno de formas distintas, frescas. Bugental
veía los síntomas y quejas del paciente como constricciones: los clientes experimentan
malestar porque se sienten limitados en aspectos críticos de sus vidas. Por tanto, una meta
esencial de la terapia será ayudar al cliente a identificar y eliminar las constricciones en sus
constructos del self y del mundo.

Irvin Yalom es el autor del libro publicado en 1980 Existential Psychotherapy, un texto
considerado por muchos como la descripción más completa y profunda del enfoque existencial
en la psicoterapia. Yalom definía la psicoterapia existencial como un “enfoque dinámico en la
terapia que se centra en las preocupaciones que están enraizadas en la existencia del
individuo” (1980, p. 8). En concreto, identificaba estas “preocupaciones últimas” con las que
todos tenemos que lidiar como: a) la muerte, b) la libertad, c) el aislamiento y d) la falta de
sentido. Cada una de estas preocupaciones esenciales juega un papel crítico en la patología del
cliente y en el proceso terapéutico.

La Muerte representa la verdad inevitable de que la vida desaparece y que todos tememos
perder la vida. En la medida en que aceptamos esta verdad, nos abrimos a la posibilidad de
volver a priorizar nuestras vidas y vivir de forma más completa, auténtica y con sentido. La
Libertad de elegir el curso de la propia vida implica la responsabilidad por las propias

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elecciones. Un esfuerzo vital de la terapia existencial es que los clientes reconozcan y acepten
la responsabilidad por sus vidas y empeñen sus voluntades en convertir sus elecciones en
acciones y compromiso. El Aislamiento se refiere a la experiencia de separación y soledad que
son fuentes de ansiedad, temor e impotencia. La terapia existencial señala lo que el cliente
puede y no puede conseguir de otros y que la última fuente de curación está la relación. La
Falta de Sentido es vista por Yalom y otros existencialistas como Frankl y otros, como un
sustrato significativo de muchas formas de psicopatología. Un dilema universal al que todos
debemos de enfrentarnos es que mientras el significado y el propósito parecen esenciales para
vivir, no existe un significado inherente en la vida. Por tanto, cada persona debe pelear por
encontrar un significado personal en sus metas y forma de vivir. Así, una tarea fundamental de
los terapeutas existencialistas es posibilitar a sus clientes implicarse totalmente en sus propias
vidas a la vez que también buscan propósitos más allá de ellos mismos.

Yalom (1980) estableció un contraste útil entre la psicología humanista con sus raíces
americanas y la psicología existencial con sus raíces europeas, articulando sus diferencias:

La tradición existencial en Europa ha enfatizado siempre las limitaciones humanas y las


dimensiones trágicas de la existencia…Los Estados Unidos (y la psicología humanista allí
nacida) se bañó en una filosofía de expansividad, optimismo, horizontes ilimitados y
pragmatismo… El foco europeo está en los límites, en afrontar y llevar en uno mismo la
ansiedad de la incertidumbre y el no-ser. Los psicólogos humanistas, por otra parte,
hablan menos de los límites y contingencias que del desarrollo del potencial, menos de la
aceptación que de la consciencia, menos de la ansiedad que de las experiencias cumbre y
unidad oceánica, menos del significado que de la autorrealización, menos de la
separación y el aislamiento básico que del encuentro “Yo-tú”. (p. 19)

Yalom es mejor conocido todavía como su contribución incomparable en el campo de la


psicoterapia de grupo, de manera que su obra The Theory and Practice of Group Therapy es
considerada por muchos como el estándar en el campo. Su enfoque interpersonal en la terapia
grupal integra muchos aspectos de la terapia existencial.

Clark Moustakas es mejor conocido por sus contribuciones al desarrollo de la terapia infantil,
quien junto con Frederick Allen y Virginia Axline fueron pioneros en lo que luego sería
conocido como enfoques humanistas en la psicoterapia infantil. Moustakas demostró la
importancia del uso creativo del self del terapeuta como componente curativo de la terapia
con niños. En años recientes, Moustakas ha articulado un modelo fenomenológico-existencial
de psicoterapia compuesto por los siguientes procesos: a) compromiso inicial, el desarrollo de
un ambiente de apoyo, seguro y relajado que alienta la libertad de expresión del cliente; b)
suspensión (epoché), un proceso en el que el terapeuta intencionalmente aparta las pre-
concepciones e intenta ver al paciente y a su experiencia de la forma más nueva posible; c)
reducción fenomenológica, proceso de descubrimiento del tema o problema central del
cliente, el tema principal que hace molesta o preocupa a la persona; d) variación imaginativa,
un proceso de considerar posibilidades, perspectivas, direcciones que pueden proporcionar
marcos de referencia novedosos y significados nuevos que potencian el self y permiten al
cliente avanzar en su manera de vivir; e) síntesis, un proceso integrador que aúna la
experiencia y los significados; y f) plan de acción, que implica transformar el descubrimiento
personal en una acción efectiva.

Por el énfasis que la psicoterapia existencial da a problemas como la falta de significado y la


indecisión, podría parecer que este enfoque se limita en especial a clientes que experimentan
explícitamente este tipo de problemas. No obstante, la psicoterapia existencial está propuesta
como un modo general de tratamiento de desórdenes de todo tipo. Para los psicoterapeutas

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existenciales, todas las dificultades, síntomas y desórdenes psicológicos se pueden traducir a


problemas de falta de significado y de indecisión.

5. TERAPIA GESTALT

Frederick Perls (1893-1970) trabajó como ayudante de Kurt Goldstein cuya perspectiva de
psicología de la Gestalt, enfoque holístico y concepto de auto-actualización influyeron en su
pensamiento. Asimismo, la teoría de campo de K. Lewin, la fenomenología y el existencialismo
también influyeron en el desarrollo de la terapia Gestalt por Perls. Perls se entrenó como
psicoanalista en los Institutos de Psicoanálisis de Viena y Berlín. Su analista en esta formación
en los comienzos de 1930 fue Wilheim Reich, quien influyó en Perls para que se centrara en la
experiencia corporal de sus clientes y en su relación con sus problemas y vida cotidiana. Otros
analistas con los que se formó e influyeron en él fueron Helene Deutsch, Karen Horney y Otto
Fenichel. Tras trasladarse a Sudáfrica en 1934 con su esposa Laura debido al auge del nazismo,
estableció el Instituto de Psicoanálisis de Sudáfrica en 1935. Durante los 12 años que pasó allí,
tuvo contacto con Jan Smuts cuyo libro Holism and Evolution influyó en su creación de la
terapia Gestalt. También el filósofo Sigmund Friedlander afectó el pensamiento de Perls con
sus escritos sobre las polaridades y la importancia del equilibrio entre éstas para el
funcionamiento personal.

En 1946 Perls se trasladó a Nueva York. En su obra de 1947 Ego, Hunger and Aggression, en
donde mezclaba conceptos holísticos con el psicoanálisis, articuló la meta de la psicoterapia
como “despertar al organismo para una vida más completa”. Pocos años más tarde, en 1951,
publicó junto con su esposa y otros colegas el libro Gestalt Therapy, fundando un año más
tarde en esta ciudad el Instituto de Terapia Gestalt. El libro quedó como el referente básico de
la teoría y práctica de la terapia Gestalt. Perls posteriormente estableció varios institutos de
formación en Terapia Gestalt en EE.UU. y Canadá.

La esposa de Perls, Laura (1905-1990) contribuyó particularmente a la influencia que en la


terapia Gestalt tiene el existencialismo y la fenomenología. En contraposición a su esposo,
quien ponía un énfasis primordial en la conciencia del cliente, Laura Perls daba más
importancia al contacto y apoyo en la relación terapéutica.

Como muchos otros fundadores de las terapias humanistas, F. Perls reaccionó adversamente al
dogmatismo y restricciones del psicoanálisis clásico. Tomó de la psicología de la Gestalt la
noción de que la gente tiende a percibir de forma natural patrones globales en oposición a
trozos y piezas y que el todo no equivale a la suma de sus partes. Además, la percepción es
considerada como un proceso activo y creativo. Por tanto, para entender el comportamiento
de un individuo, uno debe comprender las percepciones subjetivas de la realidad de dicha
persona. El énfasis de la terapia Gestalt en aumentar la consciencia del cliente fue entonces un
paso crítico a la hora de entender la experiencia inmediata del cliente. Otro concepto
adoptado de la psicología de la Gestalt fue el de figura (lo que sobresale) y el de fondo (lo que
constituye el marco). Los terapeutas gestálticos implican a sus clientes en focalizar su
consciencia en lo que surge del fondo como una figura para ellos, con la asunción subyacente
de que lo que emerge a menudo representa una necesidad o algo que es problemático para la
persona. En contraste con el psicoanálisis, la terapia Gestalt practicada en sus comienzos (años
40 y 50) “enfatizaba el contacto con la realidad sobre la transferencia, la presencia activa sobre
la pantalla en blanco, el diálogo y la focalización fenomenológica sobre la libre asociación y la
interpretación, la teoría de campo sobre la teoría mecanicista, y la teoría del proceso sobre las
dicotomías newtonianas y aristotélicas” (Yontef, 1993, pp. 9-10).

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Durante los años 1960 emergió un nuevo modelo de terapia Gestalt, fundamentalmente
influido por F. Perls. Perls quien era un terapeuta con mucho talento que a menudo tenía un
impacto poderoso y constructivo sobre aquellos con los que trabajaba. Con frecuencia
elicitaba sentimientos de admiración y asombro por su brillantez, carisma y creatividad, pero
también suscitaba sentimientos de disgusto y rechazo. El estilo ostentoso de F. Perls se volvió
el modelo de la terapia Gestalt para mejor o peor. Su estilo terapéutico tendía a ser
confrontativo, dramático, basado en trucos, orquestado por el terapeuta, áspero, intenso e
insensible. No obstante, hacia el final de su vida Perls aparentemente llegó a reconocer el daño
que había causado la terapia Gestalt debido a sus extravagantes terapeutas y escribió: “Un
truco debería ser usado solo en un caso extremo… En la terapia Gestalt, estamos trabajando
para promover el proceso de crecimiento… y desarrollar el potencial humano. No hablamos de
un instante de alegría… [o] una cura instantánea. El proceso de crecimiento… toma tiempo”
(1969, p.2). Desde la muerte de Perls en 1970, la práctica de la terapia Gestalt se ha suavizado
y cambiado hacia un énfasis en la calidad de la relación terapeuta-cliente, diálogo,
sintonización empática, escuchando la sabiduría y recursos del paciente, una expansión de los
estilos terapéuticos y un desarrollo de la teoría, especialmente de la teoría de campo y la
fenomenología. Otro cambio iniciado en los 1970 y continuado posteriormente ha sido quitar
el énfasis en la técnica (ej.: silla vacía) que ha sido sobreidentificada con lo que era la terapia
Gestalt.

Características distintivas y contribuciones de la terapia Gestalt

Los terapeutas gestálticos han realizado contribuciones importantes a la teoría y práctica de


las psicoterapias humanistas. Algunas de las más relevantes incluyen las siguientes:

1. La importancia crítica del contacto con uno mismo, los otros y el ambiente de uno: En
la terapia Gestalt, el contacto se refiere al punto focal de la conciencia del cliente. La
experiencia de contacto implica un sentimiento de conexión con los otros, uno mismo
o el mundo externo, a la vez que se mantiene un sentido de separación. Los límites o
fronteras del contacto distinguen una persona de otra, entre la gente y los objetos, y
entre aspectos del propio self. El encuentro auténtico entre el cliente y el terapeuta
está en el corazón del proceso terapéutico. El terapeuta se relaciona con su presencia
e inmediatez, a veces compartiendo con el cliente su experiencia de éste/a. Se
entiende que la curación tiene lugar en este encuentro. Aparecen perturbaciones en
las fronteras de contacto cuando el límite entre el self y otros o entre el self y los
objetos se vuelve desdibujado o alterado, haciendo que el individuo pierda el
equilibrio y es frustrado por la no satisfacción de sus necesidades. Las perturbaciones
del contacto pueden adoptar la forma de aceptación de opiniones o valores de forma
acrítica (introyección), atribuir partes del self a otros (proyección), la inhibición de la
acción dirigiéndola hacia uno mismo: hacerse a sí mismo lo que querría hacerle a otro,
o hacerse a sí mismo lo que querría que otro le hiciera (retroflexión), evitación del
contacto en el sentido que se da un contacto frío, superficial (deflexión), o borrar o
minimizar las diferencias entre uno y los otros (confluencia). El ayudar a los clientes a
solventar las perturbaciones en el proceso de contacto es una meta básica de la
terapia Gestalt.

2. La importancia de la autenticidad en el diálogo y la relación: los terapeutas gestálticos


contemporáneos otorgan gran valor a la calidad del compromiso del diálogo. Una
meta esencial es “encontrarse” con el cliente donde él/ella está en ese momento y

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realizar un contacto empático con el cliente. Yontef (1998, p.87) comentaba “el
diálogo es una forma especial de contacto en el que la gente está en contacto entre sí y
comparten lo que experimentan sin buscar un resultado, cada uno apreciando al otro
como una fuente separada de experiencia y valor, ambos diciendo lo que quieren decir
y dando sentido a lo que dicen. En el contacto dialogante el encuentro no es una acción
instrumental dada con el fin de alcanzar alguna meta, sino que el contacto con la otra
persona es un fin en sí mismo”. Debe señalarse que en la terapia Gestalt el self del
cliente es relacional. No existe un “Yo” o “me” o un “self” de forma aislada del
contacto con otros. Más bien el self emerge del campo en el cual es una parte cuando
interactúa con otro o el ambiente físico. El diálogo en la terapia Gestalt implica
confirmación, inclusión y presencia. La confirmación se refiere al terapeuta
imaginando cómo es ser como el cliente a la vez que confirma al cliente como una
persona separada, independiente y distinta. La inclusión implica desarrollar un
“sentimiento por” el punto de vista del cliente y captar su experiencia, sin evaluación o
juicio, mientras se mantiene un sentido separado del self. La presencia del terapeuta
es manifestada a medida que el terapeuta expresa observaciones, preferencias,
sentimientos, experiencias personales y pensamientos con el cliente en la medida que
parecen relevantes y con una discriminación apropiada. La confirmación, inclusión y
presencia del terapeuta están firmemente arraigadas en la calidez, respeto y cariño del
terapeuta hacia el cliente.

3. Teoría del campo, fenomenología y conciencia: en la teoría del campo, los sucesos son
entendidos mirando al campo completo del cual el evento es una parte. El foco está en
la descripción de la relación de las partes una con otra y con el todo. Debido a que
todas las partes del campo afectan a todas las demás, uno no puede entender el
comportamiento sin comprender el campo que existe en el momento en el cual la
persona que se comporta. Consecuentemente, un enfoque fenomenológico es
esencial en la teoría del campo porque la conducta del cliente sólo puede ser
entendida comprendiendo las percepciones subjetivas del cliente en el campo dado.
Una meta de la terapia Gestalt es incrementar la conciencia del cliente de “lo que es”
para alcanzar el insight. Por insight los terapeutas gestálticos quieren decir un diseño
del campo perceptual que clarifica las realidades significativas para el cliente a medida
que éstas pasan a primer plano. Esto significa ver de maneras distintas y frescas
nuevas Gestalts que se forman y que abren posibilidades alternativas de comportarse.
La conciencia del cliente de su experiencia inmediata es central en la terapia Gestalt.
De acuerdo con Yontef y Simkin (1989, p. 327): “La única meta es la conciencia… que
incluye conocer el ambiente, la responsabilidad por las elecciones, el
autoconocimiento y la autoaceptación, así como la capacidad para contactar”. Los
terapeutas gestálticos se centran en la conciencia del cliente sobre sus sensaciones, el
estilo de expresión verbal, la conducta no-verbal y el lenguaje corporal, la experiencia
afectiva y la conciencia sobre los deseos y valores del cliente. Enfatizan la
experimentación y procesamiento de la emoción en oposición a hablar de la emoción.
El proceso terapéutico implica a menudo la intensificación de la experiencia, un
aumento de la conciencia que posibilita la emergencia clara de la emoción y las

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necesidades personales. Esta intensificación de la emoción proporciona energía y


ayuda a orientar al cliente hacia la acción que satisfará sus necesidades.

4. Foco terapéutico en el presente, en la experimentación en el “aquí y ahora” del cliente:


Los sucesos pasados y futuros son vistos a través de las lentes del presente. Así, la
terapia Gestalt busca facilitar que los clientes exploren su conciencia inmediata y
aprendan cómo construyen la realidad en el momento. El énfasis está en el qué y el
cómo (en oposición al por qué) de la experiencia. La meta es promover que el cliente
atienda a su conducta inmediata y su impacto, entienda sus formas de evitación, e
interaccione de forma más auténtica y efectiva en el momento. Aunque los terapeutas
gestálticos están centrados en el presente con sus clientes, también ven los contextos
más amplios de éstos, incluyendo patrones de personalidad persistentes en el tiempo
y en términos de la historia de vida continuada del cliente. Un concepto importante en
la terapia Gestalt es el de “asuntos no finalizados” del cliente, que hace referencia a
los sentimientos sobre experiencias previas que no han sido expresados o resueltos.
Trabajar con estos asuntos inconclusos significa traer el pasado al presente de tal
forma que se pueda completar la gestalt y cerrar la preocupación con la experiencia
previa. En este proceso, las partes separadas o renegadas del self y las relaciones
conflictivas con otros significativos son procesadas con el objetivo de reconstruir e
integrar estas experiencias.

5. El uso de experimentos activos creativos y espontáneos y ejercicios para facilitar el


aprendizaje terapéutico experiencial: los terapeutas gestálticos utilizan un número de
métodos para ayudar a sus clientes a iluminar sus experiencias y sus significados
personales. Han sido enormemente creativos al desarrollar un amplio rango de
ejercicios y experimentos. Un ejercicio es una técnica preparada cuyo propósito es
evocar emociones específicas, hacer que algo ocurra o lograr una meta (ej.: exagerar
un gesto). Un experimento es un procedimiento propuesto para la exploración
experiencial y el descubrimiento que surge naturalmente de la interacción terapeuta-
cliente. El experimento se propone con el espíritu de “vamos a intentar esto y ver qué
podemos aprender”. Los experimentos toman la forma de viajes guiados en los que lo
que puede ser descubierto es desconocido y puede ser una sorpresa para el terapeuta
y el cliente. Los terapeutas gestálticos se basan en su espontaneidad e inventiva para
desarrollar ejercicios y experimentos en los momentos que se revelan como
prometedores para facilitar la exploración fenomenológica. Los dos experimentos más
conocidos de la terapia Gestalt son la “técnica de la silla vacía”, que suele usarse para
resolver conflictos inconclusos con otros, y la “técnica de las dos sillas”, que es usada
para resolver conflictos entre diferentes aspectos del self. Los terapeutas gestálticos
otorgan gran importancia a que el cliente atienda a lo que está en su conciencia
inmediata. Con este fin, se pregunta con frecuencia a los clientes “¿de qué es
consciente ahora?” y se les alienta a “estar con ello”, seguido de “¿dónde está ahora?”
(o preguntas similares) para ayudarles en el procesamiento de su experiencia
inmediata. Aunque los terapeutas gestálticos usan una gran variedad de experimentos
y técnicas para facilitar el aprendizaje experiencial en el cliente, sería incorrecto
asociar la terapia Gestalt fundamentalmente con la técnica. Los terapeutas gestálticos
contemporáneos valoran mucho más la calidad de la relación dialogante y el foco en el

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procesamiento de la experiencia subjetiva. Erving y Miriam Polster han jugado un


papel esencial en el avance de la teoría y práctica de la terapia Gestalt. Han sido muy
importantes en la expansión del enfoque gestáltico a la terapia y en “suavizar” el estilo
del terapeuta. Por ejemplo, Miriam Polster ha desarrollado un modelo de crecimiento
del cliente como un proceso integrativo de tres fases: a) estadio de descubrimiento:
los clientes alcanzan nuevas comprensiones sobre sí mismos o ven los viejos
problemas o situaciones de nuevas maneras. El terapeuta proporciona un elevado
nivel de apoyo en este estadio; b) estadio de acomodación: los clientes reconocen que
tienen elección y empiezan a experimentar nuevas formas de comportarse. Los
clientes cambian su foco desde ellos mismos hacia las relaciones interpersonales; c)
estadio de asimilación: los clientes progresan desde elegir y probar nuevas conductas
hacia aprender cómo influir su ambiente y ser más activos, asertivos y efectivos en
conseguir lo que necesitan y quieren. La conciencia de los clientes es más aguda en la
medida en que se sienten más libres de actuar y moverse hacia la integración. Se
requiere menos apoyo del terapeuta en esta fase a medida que el cliente se vuelve
más competente.

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