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INTRODUCCION

1. La Metódica es una parte de la lógica; y cuando ella se toma en toda su generalidad, se


puede decir que sea la lógica sin más, puesto que nada se enseña en la lógica, que no tenga
por objetivo establecer el método para ajustar nuestros razonamientos.

Pero la presente obra no considera el método en toda la extensión de significado, del cual
puede ser susceptible la palabra; y sin embargo debemos decir que sobre el principio QUAI
CONFINI ponemos nuestro tratado.

2. La mente humana tiene por objeto la verdad, y en relación a su objeto nobilísimo, ella
ejercita diversos oficios.

Algunos de estos oficios, resguardando la verdad ya conocida, en otros se esfuerza en conocer


la verdad todavía no conocida.

3. Los oficios de la mente que versan sobre la verdad conocida se pueden reducir a tres, que
son: 1° el comunicarla a otros; 2° el defenderla; y 3° separarla de los errores.

4. Los oficios de la mente sobre la verdad no conocida aun, y que busca conocer, se reducen
prácticamente a tres, a saber: 1° a encontrar la demostración de las verdades conocidas; 2° a
encontrar las consecuencias que se siguen de las verdades conocidas al explicarlas y al
aplicarlas; y 3° finalmente, a sacar con nuestros sentidos, mediante observaciones y
experiencias, nuevos datos sobre los cuales podamos instituir nuevos razonamientos.

5. Cada uno de estos oficios de la mente humana tiene su método, que es un complejo de
reglas directrices de la mente misma para seguir su oficio; por lo cual se pueden distinguir seis
especies de métodos, pues son distintos los seis oficios de la mente respecto de la verdad.

6. Hay un método expositivo, que enseña a comunicar a otros del mejor modo nuestros
conocimientos; hay un método polémico, que enseña a defenderla rebatiendo a los asaltantes;
hay un método crítico, que enseña a separar lo que es verdadero de lo que es falso: esto son
los tres primeros métodos que presiden a los oficios respecto de la verdad ya conocida. Los
otros tres son: un método demostrativo, que da la regla apropiada para formar las exactas
demostraciones; uno inductivo, que enseña el modo de donde se puede de lo que se conoce,
inducir y concluir lo que todavía no se conoce, a lo que todavía no se conoce, desarrollando los
conocimientos que tenemos, al modo de pocas semillas en relación a los muchos otros que no
tenemos; y finalmente hay un método que llamare perceptivo-inductivo, el cual no se contenta
con inducir y deducir, de ciertos datos que se tienen, varios nuevos conocimientos, sino que
nos conduce a encontrar otros completamente nuevos, mediante nuevos fenómenos que él
diestramente hace nacer y aparecer a nuestros sentidos. Estos son los tres métodos, que
presiden los oficios de la mente respecto de la verdad por conocer. Este último no es más que
el método experimental, el método baconiano, al cual se le debe el inmenso progreso hecho
por la física en los modernos tiempos. (1)

(NOTA AL PIE (1) Es un error el creer que cada uno de estos métodos tenga una manera
particular de argumentar. Equivocadamente Bacon afirma que en el método perceptivo-
inductivo se debiera sustituir la inducción al silogismo; sin embargo, la sentencia inexacta de
Bacon fue repetida de un extremo al otro de Europa, como el eco que repite su sonido en un
valle, sin que nadie lo cuestionase. La verdad es que cada inducción contiene un silogismo y
que el silogismo es la forma intrínseca de todos los razonamientos humanos por igual, y no
constituye una particular argumentación, sino que es la argumentación común a todos los
métodos; sin embargo, hay un trasfondo verdadero en la doctrina baconiana, aunque sea
errónea la expresión; y he aquí en lo que consiste. Es verdadero: 1° que para exponer las cosas
físicas y experimentales no es necesario exponerlas en la forma silogística, la cual resulta larga,
tediosa y pedante; 2°que esto que más hace progresar la ciencia física no son las
argumentaciones, sino los nuevos datos, los nuevos fenómenos que se descubren con
observar y experimentar, y que el argumentar debe servir principalmente a guiar al observador
y experimentador para llevar a cabo el descubrir los hechos nuevos que el busca.)

7. Ahora, de todos estos métodos ninguno excepto el primero, que prescribe la regla para
comunicar la verdad a otros, forma el argumento de nuestra presente obra; los otros tres
exigen de un tratado aparte. Todos los abarca, como decíamos, la lógica, ciencia de la cual
nuestro escrito no pretende ser, por decir algo, más que una pequeña parte.

Pero, más allá de ser una pequeña parte de la ciencia del arte lógica, es algo nuevo, digo algo
más.

8. El método expositivo, del cual se ocupa la ciencia del recto razonar, contiene la regla según
el cual alguno puede adecuadamente comunicar a otros el propio conocimiento, y es el
método que preside la enseñanza en general. Dado este método, un maestro o instructor
cualquiera está obligado a aplicarlo sin más en la escuela que hace; y esta aplicación, este uso
de la regla del método que debe seguir el maestro con sus discípulos, es ella misma un arte, y
tiene ella misma principios fijos y muy útiles que han de saberse distintamente. El reunir estos
principios, el ordenarlos y simplificarlos es lo que constituye a la pedagógica, ciencia que
contiene los fundamentos del gran arte de educar a la juventud. Es sobre la pedagógica que
volvemos nuestros pensamientos. Poco nos mueve el deseo de exponer, mediante sutiles
razonamientos, las leyes meramente especulativas del pensar; se lo dejamos con mucho gusto
a quien este provisto de mayor ocio, que no somos nosotros, un tal asunto, si no se tratase de
nada más. Pero nos restringe grandemente la necesidad de tantos buenos maestros, que cada
tanto confiesan andar a tientas, privados de un suministro para el basto y peligroso campo de
la enseñanza; nos restringe sus lamentos, sus amplias dificultades. Nos mueve el afecto por la
querida juventud y la caridad por el género humano, que pereciendo por el vicio y el paso de
los años, renace fresca e incorrupta en las nuevas generaciones; las cuales, como verdes brotes
de una antigua cepa, prometen al principio todo tipo de encantos en belleza a la vista y
abundancia en frutos, pero pronto también ellas se bastardean y se disecan por falta de arte,
de manos hábiles capaces para protegerlas de las amenazas externas, para sostenerlas, para
desarrollarlas sin vicio, no dejándolas caer míseramente por tierra, perdiéndose y ahogándose
entre arbustos, marchitándose; quedando todavía la humanidad igual que la primera, o peor.

9. Cierto es que en nuestro siglo se siente universalmente la necesidad de que la escuela


proceda con un método claro y seguro, y se busca ofrecer, para todos, el principio del método
deseado; y parte de la reflexión de los más agudos ingenios, parte de la experiencia de los más
celosos educadores se encuentra y complementan; lo que debe ser una invitación a trabajar
juntos con todas sus fuerzas por el mismo fin, para a todos aquellos que se encuentran en el
mismo campo, o que esperan prestar alguna ayuda entre tanta necesidad. Pero resulta que en
el mismo tiempo la diversidad de opiniones y objetivos, las vías diversas por las cuales cada
educador se encamina, como también por las disputas entre ellos, demuestran que el arte del
método está todavía esperando un firme fundamento aceptado por todos, y el cual pueda, al
ser entendido, ni uno pueda no admitirlo. Incluso los que están a cargo de dirigir la educación,
y que poseen la autoridad requerida, siguen procediendo con pasos poco acertados; y por otro
lado, en estas naciones en las cuales la instrucción está dirigida por la autoridad pública, y se
lleva adelante con mayor regularidad, por el otro, las escuelas que están bajo uniformes e
incambiables reglas, son casi siempre las ultimas en admitir estas mejoras, o se oponen a
cualquier intento de introducirlas, excluyendo las pruebas que podría llevarlos a ellos, o, si
algún extraño descubrimiento es adoptado, solo se toma su forma externa, dejando de lado su
núcleo y su espíritu. Estas son las razones, por las que intentamos que la índole de la obra
presente sea más pedagógica que lógica; y que si ella, considerada en cuanto se propone
señalar las reglas principales del método expositivo, es una rama del arte del pensar,
considerada en cuanto ella se propone proveer estas mismas reglas para la aplicación de la
instrucción de la juventud, se debería considerar como una parte del arte de la educación.

10. Si con este trabajo nosotros habremos alcanzado nuestro intento, no nos corresponde el
afirmarlo, y solo el tiempo, el cual suele desarrollar las semillas de las doctrinas esparcidas por
los escritores en la sociedad, como aquella planta entregada por el agricultor a la tierra, podrá
decidirlo con los frutos mismos. En tanto, si solo un mínimo de ayuda saldrá de estas páginas
para la buena formación de nuestra juventud, yo creo haber gastado muy bien mi tiempo y mis
pensamientos. En caso contrario pues, no será inútil el haber intentado una discusión de
buena fe sobre las cuestiones atenientes a tan importante materia. En el peor de los casos,
aun cuando fuese nulo cuanto diga en beneficio del mundo, aquellos que quieren con
sinceridad lo mismo que yo, sabrán valorar las intenciones que me hacen emprender esta
dificultad, y reconocerán que el latido de su corazón responde al mismo que el mío. Vengo
ahora a exponer brevemente, de cuales aspectos yo creo deber reguardar la materia para no
repetir demasiado aquello que ya fue rectamente dicho por muchos, y para conducir los
razonamientos a aquella unidad donde siempre reside la evidencia, y se encuentra la primera y
pura fuente de cualquier disciplina.

11. Que muchas pueden ser las reglas especiales las cuales subyacen al método expositivo, no
es un punto ignorado. Pero, nos parece a nosotros, que no solo mayor claridad se le da a cada
una de ellas, cuando todas se pueden referir a una sola, sino también mayor facilidad de
observar puntualmente aquel método, cuando en vez de en muchas, nos concentremos en
una. Y con una fiel aplicación de esa podremos encontrar lo que buscamos, a saber, la
metódica andadura de nuestro razonar, sin preocuparnos en exceso. De donde nosotros
estimamos volver principalmente nuestra búsqueda a encontrar el principio supremo del cual
todo el método expositivo desciende, el que no lo sabemos realizado hasta ahora por ningún
otro. Así el tratado se reduce a estado y condición de ciencia: porque en ninguna discusión
puede haber científica exactitud y verdadero sistema, si no se ordenan los conocimientos más
especiales bajo los más generales, y los generales bajo aquel generalísimo que de todos es la
cabeza y madre fecunda. En este último encuentra solamente su reposo la mente humana, que
no se apaga jamás, sin no encuentra en el último anillo de la cadena, la última simplísima y
absoluta razón.

Que si alcanzara tanta altura, mas que aburrimiento y fatiga, tendrá como resultad
recreamiento y dileccion en contemplar los inmensos planos que están por debajo, los cuales
serán abarcados en su unidad en vez de en su complejidad, en su orden, en su bellísima
variedad, y podremos a nuestro gusto considerara todas las partes, medirlas y parangonarlas.

Quiero decir, que la mente, poseedora de un alto principio de ciencia, domina, por decir así, la
escena e las innumerables, siempre nuevas, conclusiones que de aquel principio se derivan, y
puede extraer a su voluntad y ordenarlas como mejor le parezca, y encontrar su valor tras
compararlas. Este es sin más la causa por la que emprendemos esta búsqueda principal, de la
cual todas las cosas, que en adelante queden por decir, las recogeremos de mano en mano,
como conclusiones muy fáciles.

LIBRO I
Del principio supremo de la metódica.

12. “Vieja sentencia común a todo es aquella, que si alguno quiere aprender rectamente las
cosas grandes, debe primero considerar las pequeñas y fáciles, y no en su máxima
amplitud.”(1) (CITA DE PLATON DEL DIALOGO SOFISTA).

Esta regla del método daba Platón, y a su tiempo la afirmaba ya vieja y un tanto común, cuanto
que ella es en sí misma evidente. Nada menos que grandes errores habría por no atender a
una sentencia por ser trivial. Además, costumbre de los mejores y más profundos intelectos es
e encontrar la sabiduría más exquisita en aquellas verdades más comunes que todos saben,
que todos dicen, que ninguno puede refutar, ninguno no ver. Pues conviene a este efecto,
aplicar la mente mucho en las luces de la comunísima verdad, y ALLOR solamente en esto que
es vulgar se divisa algo más de íntimo y potente, que es totalmente lo contrario a vulgar, y que
es además la base, la razón verdadera de todo esto que pasa por científico. Por el contrario,
como son pocos y raros los que saben medir la importancia de aquellas trilladas sentencias que
rigen el sentido común de los hombres, lo que sucede, es que las verdades primarias, si bien
evidentísimas, poco se emplean como norma del pensamiento y de la acción; se emplean,
quiero decir, con poca constancia y eficacia. Y si sucede que son conocidas, luego se
abandonan en busca de otras más nuevas y más especiales; las cuales, provistas de menos
luces, PER CIO APPUNTO SI TENGONO PIU CARE, COME PIU PEREGRINE. En el que se encauza
facilísima la razón DEL COME ESSENDOSI CONOSCIUTO DA TANTI SECOLI, que el método del
buen enseñar y del bien exponer es aquel que debe proceder de lo pequeño a lo grande, de lo
fácil a lo difícil, de lo conocido a lo desconocido con una graduación imperceptible. Incluso hoy
dia, en pleno resplandor de las ciencias, es raro encontrar libros conformados para la
enseñanza de los jóvenes que procedan con fidelidad al orden natural y fácil; es igual de raro
encontrar profesores que adapten sus lecciones a las mentes de sus pupilos, conduciéndolos
como de la mano, de lo fácil a lo arduo, por una agradable y gentil pendiente, que
insensiblemente se levanta hacia las regiones elevadas DEL GELO E DEL PERPETUO SERENO. El
método falla en las pruebas prescriptas por quienes gobiernan la educación, y en las lecciones
de los preceptores, porque cada uno feliz de aprobarla verissima, la deja de lado al punto que,
exponiendo sus lecciones, tienen necesidad de tenerla a mano y consultarla, como a un
infalible oráculo, aunque PLEBEO, fino obre cada sentencia que pronuncia. Pero la rechazan
aquellos que se tienen por muy encima del vulgo, de donde por ambicioso amor por la ciencia
se les escapa de las manos muy a menudo el sentido común; y la juventud que ellos deben
guiar a lo alto, van marcha hacia el fondo del valle, o la parte mas generosa yace con las
piernas rotas en mitad de camino.
13. Cierto es que la aplicación de un principio así de simple no es para nada simple, y que no
poca meditación exige y, sobre todo, una inflexible constancia en la aplicación a cada mínima
parte del discurso que se adopta para instruir a la juventud; pues ni una sola una oración, o
mejor dicho, ni una sola palabra, debe apartarse un ápice de las leyes del método. Y es en esta
perseverante e ingeniosa aplicación que se complacen los más valiosos intelectos que llegan a
escribir cosas extraordinarias al servicio de la edad juvenil, y que se vuelven valiosos
instructores. Si bien sus nobles trabajos en conformar constantemente la palabra que quieren
transmitir a sus discípulos al dicho principio, volviéndose su trabajo fecundo por su gran
utilidad y llevando gran provecho a sus alumnos, sin embargo, su arte en su mayoría va
perdiendo respeto entre los maestros e instructores….. (FALTA TERMINAR EL 13.)

CAPITULO I

De la graduación necesasria A MANTENERSI ESATTAMENTE en las operaciones mentales, que


se hacen realizar a los niños.

14. Tal investigación existe manifiestamente que se establezca E DICHIARI: que cosa sea fácil
de entender a la juventud y cual difícil; y se de un indicación y como un instrumento medidor
preciso de todo los grados de facilidad y dificultad que puedan tener las distintas partes de
cualquier disciplina. En los que se prescinde de los dotes y virtudes de los diversos ingenios, los
cuales se distinguen mucho uno de otros, ya sea en una mayor o menor prontitud para psar de
una idea a otra, o visceversza, en cuanto a la torpeza con la cual se mueven en este pasaje. De
donde los mas torpes se se quedan atrás las mas de las veces, no porque las ideas que se les
intenta comunicar sean superiores a su propia capacidad, sino porque llegan tarde, y mientras
que tratan de ascender algún grado, el maestro, que no los espera, continua delante, ED ESI
RESTANO SENZA IL FILO E COME COLUI CHE IN LUONGO VIAGGIO NON EDE LA GUIDA
FRETTOLOSA DI SOVERCHIO DA LUI DILUNGATA. Sucede muy seguido, por no decir siempre,
que los intelectos que se dicen mas pequeños y débiles son tales únicamente porque no
pueden seguir la serie de ideas con la común velocidad común, y perdiendo un anillo de la
cadena, se detienen únicamente, porque quedan sin la idea del medio, sin la cual son como los
que les falta un puente para pasar sobre un rio o un valle. Tal hecho da lugar luego a la opinion
errónea sobre las doctrinas superiores a cierta capacidad intelectiva, cuando lo cierto es que
esa intelingencia no arriba a tal doctrina únicamente porque VIEN LORO TOLTA DINANZI o fue
interrumpida su ruta, y no porque no tuviese capacidad para comprenderla, aun si le fuese
dado hacer cómodamente todos los pasos necesarios de la via que a aquella conducen.

15.Establecere por tanto todo esto: cual sea la gradación natural de la idea, como el espiritu
pasa de una idea a otra, cuales sean aquellas ideas se llegan a captar, por decir asi,
inmediatamente, y cuales se capatn a partir de estas, y asi hasta las mas remotas.

Es evidente que nos encontramos sobre el terreno de la ideología, y que es de esta ciencia que
depende la solución lucida y fecunda del problema propuesto. Yo doy por conocida la doctrina
de la ideología por mi publicada, a la cual este escrito se agrega y continua, como un desarrollo
y una aplicación. Pero, teniendo en cuenta a aquellos que carecen de tal conocimiento, y para
que puedan seguirlo, introduciré las nociones ideológicas principales, resumiendo cuanto he
dicho en la obra de ideología, DA PER TUTTO DOVE IL VOGLIA LA CHIAREZZA DEL RIAGIONARE.
CAPITULO II

………

CAPITULO III

Del orden natural, en el cual los objetos se hacen presente a la mente humana. Se comienza a
ver esto en las clasificaciones.

20. Buscamos pues como los objetos se hacen presentes al espíritu, cuales primero y cuales
después, y con esto habremos encontrado el orden natural y necesario del tema que
indagamos.

21. Si yo veo primero una rosa BIANCO-GALLA, no podre clasificarla entre las plantas con
flores, sin antes distinguir las plantas con flores de todas las otras. Aquel pensamiento mío, con
el que clasifico la rosa entre las plantas con flores, no podría presentárseme a la mente, sino a
condición de que yo primero haya hecho otra reflexión, en la cual haya separado en mi mente
las plantas floreadas de todas las otras plantas. Si yo después además digo, que aquellas flores
pertenecen a la familia de las plantas rosáceas, yo demuestro con esto que he distinguido las
plantas con flores de las otras plantas, y las rosáceas de otras flores. Si mi mente no hubiese
alcanzado antes estos dos juicios, no estaría capacitada para emitir este tercero, y jamás
habría dicho “esta flor pertenece a la familia de las rosáceas”.

Y si tras las rosáceas yo paso a distinguir las rosas, es evidente que debo haber hecho al menos
tres juicios antes que este, puesto que no podría distinguir las rosas de las rosáceas, si no he
distinguido primero las rosáceas de las flores y las flores de las otras plantas. Tras tal discurso
nos encontramos con que yo no puedo afirmar que aquella sea una rosa del Bengala si no hago
una distinción más, que supone todas las otras precedentes. No puedo finalmente reconocer
que la rosa que yo veo, sea de entre las bengalesas aquella que es llamada por los jardineros
Adelaide DI COMO, si no hago dos distinciones además de las otras precedentes.

22. Notese que estoy hablando de conocimientos claros y que no se contentan solo con saber
el nombre, ignorando la cosa nombrada; es cierto que yo puedo saber que el objeto blanco
que yo veo se llama Adeilaide Di Como sin saber que sea una rosa bengalesa, ni una rosa, ni un
rosáceo o una flor o una planta. Sin embargo no puedo afirmar, con clara inteligencia de lo que
afirmo, que aquello que me dilecta la vista es una Adelaida d Como sin saber antes que sea
una planta y que una planta de flores de la familia de las rosáceas, y propiamente una rosa
bengaleza, y que además esa rosa entre otras rosas, y aunque fue nombrada caprichosamente
por los jardineros asi, todo esto significa la denominación de aquel objeto como Adelaide di
Como.

CAPITULO IV

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