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Ludwig Wittgenstein
(1984. § 471)
1. REINHOLD: RECEPTOR E INTÉRPRETE
DE LA FILOSOFÍA KANTIANA
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que se convertiría progresivamente en el ambiente en el que
surgiría u n a serie de proyectos filosóficos de las m á s diversas
orientaciones y pretensiones.
El aparecimiento de Karl Leonhard Reinhold (1758-1823) en
el escenario de esta confrontación posee u n carácter y u n a sig-
nificación muy peculiares, porque en la fase de su filosofía en la
que mayor influjo ejerció sobre el medio académico-filosófico ale-
mán, 1 se p u e d e n apreciar ejemplarmente articulados dos de los
motivos que dinamizaron con mayor fuerza la evolución del de-
bate filosófico, tanto académico, como no académico, a finales
del siglo XVIII en Alemania. Estos dos motivos son, a saber: por
u n a parte, lo que podría denominarse el pathos de la Ilustración,
o tal vez mejor, la fervorosa convicción en el poder esclarecedor
de la razón en el campo teórico, y determinador del obrar en el
campo práctico. Y, por otra parte, la reconocida necesidad de
u n fundamento primero del conocimiento filosófico.
El principio de la autonomía de la razón deviene a fines del
siglo XVIII en definitivo combustible de la reflexión ética, e in-
cluso de la política programática en Alemania. 2 Sin embargo,
es en el debate acerca del status de la religión y de las "verda-
des" de la religión como determinadoras de la c o n d u c t a mora!,
esto es. en el debate acerca de las relaciones entre religión y
moral, en donde mejor cristalizará ese p a t h o s d e la Ilustración.
En el contexto de esa discusión d u r a n t e la s e g u n d a mitad del
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siglo XVIII en Alemania, lo m á s notable tal vez sea el famoso
débale sobre el panteísmo.'' Es en esta esfera, la de la relación
no poco t e n s a e n t r e la c a d a vez m á s r e c o n o c i d a y m á s
autoconsciente autonomía racional y el status de la creencia
religiosa y su influencia en las c o s t u m b r e s (Sitien), en la que
debe verse la acción del motivo ilustrado en la obra de Reinhold.
Asimismo, el mencionado debate sobre el panteísmo p u e d e ser
considerado en no poca medida como transfondo del compro-
miso ilustrador de Reinhold, sólo que, como m o s t r a r é m á s ade-
lante, concebido a través de u n a elaboración kantiana. 1
El segundo motivo teórico que anima el proyecto filosófico de
Reinhold, está ligado de u n a forma especifica a la problemática
de la fundamentación del conocimiento filosófico y a la de la
fundamentación filosófica en general. Este no es. por cierto, u n
problema nuevo en la historia de la filosofía moderna. Sabido es
que constituye u n a de las principales, si no la principal, preocu-
pación del pensamiento cartesiano y que no cesará de dejar su
impronta a lo largo de la evolución del pensamiento racionalis-
ta, al p u n t o que no sería en modo alguno u n a exageración con-
siderar el problema de orden lógico relativo a la fundamentación
del saber, y de s u relación con lo fundamentado en u n sistema
lineal de derivación axiomática, como u n o de los "problemas del
racionalismo" que da indistinguible aire de familia al movimien-
to filosófico que se conoce con ese nombre. 5
Sobre el debate del panteísmo cf. Scholz. 1916: Timm. 1974: Beiser. 1993,
caps. 2. 3 y 4, principalmente. Sobre la controversia en el ámbito de la reli-
gión como característica distintiva de la Ilustración alemana, véase Epstein.
1966. pp. 33 ss.: 112 ss. Sobre este punto también ha insistido W. Schneiders
(1974. pp. 36 ss.).
Reinhold piensa que t ocio el debate está resuelto en la Crítica de la razón pura (en
adelante: KrV). Di "polémica" entre Jacobi y Mendelssohn. "... al menos en lo
que ella concierne al fundamento de convicción [Überzeugungsgnuid] de ia exis-
tencia de Dios, ya estaba resuelta unos arios antes de que hubiera surgido
realmente." [Briefe i. pp. 120 s.). La referencia de Reinhold al escrito de Kant:
"Was lieífit: sich Um Denken orienlieren" ["¿Qué significa orientarse en el ¡jensa
miento?' Berliner Monatschrift. Oct. de 1786. En: AA VIH. pp. 131-147), en la
sexta carta, v el uso recurrente del concepto de u n a "fe racional kantiana"
[kantíscher Vemunftglauben) a p u n t a n en esta dirección. Sobre la influencia de
la disputa del panteísmo en Reinhold véase Gueroult. 1930. pp. 35 ss.: Teichner.
1976. pp. 205 ss.: 214 ss: Timm, 1974, pp. 385 ss.: 397 ss.: Heiser. 1993, p. 45.
S o b r e el c a r t e s i a n i s m o de Reinhold. v é a s e C a s s i r e r . i 9 2 3 . p. 4 3 : De
Vlecschamver. 1937, p, 5 0 1 : Lauth. 1989; Frank, 1997. pp. 165 ss. Del
parentesco del proyecto filosófico de Reinhold con el de Descartes fue. por lo
d e m á s , c l a r a m e n t e consciente Schulze. u n o de s u s primeros y m á s radicales
contradictores. Cf. Aenesidemus oder über die Fundamente der von dem Herm
P r o f e s s o r Reinhold in J e n a gelieferten E l e m e n t a r p h i l o s o p h i e . Berlín,
191 1(1792). i)i). 4 0 8 ss. (En adelante: Aenesidemus).
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Lo especifico del modo como está ligada la filosofía de
Reinhold al problema de la fundamentación primera del cono-
cimiento filosófico y a la fundamentación filosófica en general,
reside en la relación interna que asume su preocupación
fundamentadora con la filosofía critica de Kant. Y es esta rela-
ción interna, a su vez, la que definirá el significado que su
proyecto teórico adquirirá para la evolución del movimiento fi-
losófico llamado idealismo alemán, el cual, como es sabido, se
halla fuertemente caracterizado por problemas concernientes
a la fundamentación del saber filosófico en relación con el le-
gado teórico kantiano.
Para Reinhold, la filosofía de Kant puede considerarse
como la filosofía que ha resuelto, en lo fundamental, los pro-
blemas más apremiantes relativos a la posibilidad del saber
y a la validación, fundamentada, de los principios de una
cultura ilustrada; esto es, de los principios (o fundamentos
[Gründe]) de nuestros deberes y nuestros derechos en esta
vida y de los principios de nuestra esperanza en una vida
futura." No obstante, la filosofía kantiana ha asumido como
verdaderos (y verdaderamente existentes, por asi decir) cier-
tos hechos, principalmente el de la experiencia y el de los
juicios sintéticos apriori. 7 para preguntarse posteriormente
sobre su posibilidad, sin reparar en que la mera explicación
de un hecho [Faktum) presupuesto —la cual parece implicar
tácitamente la renuncia a la exposición del modo como el
hecho mismo surge—, disminuye tanto el potencial probato-
rio, esto es, fundamentador, como la genuina capacidad ex-
plicativa de la filosofía trascendental. Ahora bien, una filoso-
fía disminuida tanto en su potencial probatorio como en su
capacidad explicativa es una filosofía que se constituye en
presa fácil del escepticismo y del malentendido. De modo
que el proyecto teórico de Reinhold está movido por la ínti-
ma articulación mutua entre una intención esclarecedora.
ilustradora, y la convicción de que sólo una sólida fundamen-
tación sobre principios puede dar fin a los malentendidos a
los que la filosofía de Kant se ha prestado debido a la condi-
ción disminuida de su potencial fundamentador. Y de esta
condición disminuida es responsable, a su turno, el cúmulo
de presupuestos inexplicados del que ella parle.
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Los malentendidos producen, en filosofía, la proliferación
de partidos, la dispersión." Para Reinhold, la dispersión filo-
sófica no es. en lo tocante a los principios, ni deseable, ni
aceptable: pues ella nos condena a vivir en un campo de ba-
tallas sin cesar en el que lodos los partidos, que el mal enten-
dimiento ha permitido formar, se hacen la guerra de Lin modo
en cierto sentido ciego; esto es, sin atender al hecho de que es
forzoso reconocer algunos elementos, aunque mínimos y muy
generales, respecto de los cuales un acuerdo es necesario:
más aún, es-condición necesaria del debate mismo, si es que
se lleva a cabo un debate honesto.' 1 Este acuerdo debe ser.
justamente, sobre los principios o razones [Grimde) que han
dado lugar a la dispersión filosófica: sobre los principios o
razones que han de explicar la falsedad, verdad o imperfec-
ción etc., de un aserto [Behauptung) o de una convicción de-
terminados.
En lo que sigue, quisiera exponer la forma como Reinhold
lleva a cabo su proyecto de un acuerdo filosófico sobre lo funda-
mental a través de su peculiar orientación ilustradora. No será
ni una exposición exhaustiva, ni una presentación panorámi-
ca de la Elementarphilosophie.1" sino más bien una interpreta-
ción con una base textual y documental que considero sufi-
ciente y necesaria para hacer comprensibles las dos finalidades
principales que la animan: 1) La de aproximarse a la compren-
sión del sentido, de la significación (y no solamente histórica)
del desiderátum ilustrado y fundamentador de Reinhold. 2) La
de someter ese proyecto a una prueba que podría llamarse es-
céptica. El hilo conductor de esa prueba conecta temáticamen-
te este estudio con el siguiente, en cuanto dicha prLieba con-
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siste en examinar si los principales aportes que la Elemen-
tarphilosophie propone para eliminar el carácter aporético de
la filosofía trascendental, logran o no, efectivamente, dicho co-
metido.
Esta última finalidad puede considerarse como validada
histórico-filosóficamente. En efecto, se sabe que el más duro
crítico del proyecto relnholdiano fue Schulze-Aenesidemus quien
con su obra, Aenesidemus. en aquella época muy influyente,
intentó derribar las bases del optimismo de la Elementar-
philosophie en relación con las posibilidades de la teoría fun-
damental del conocimiento. Si, y en qué medida, tiene razón el
derrumbamiento propiciado por Schulze, es objeto particular
del segundo estudio del presente libro. Otro tanto vale para el
ataque "crítico eseéptico" emprendido por Salomón Maimón, al
cual me referiré en la cuarta parte.
Pero aparte de la validación histórico-filosófica, el examen
aquí propuesto de las ideas básicas de Reinhold también está
orientado por un cuestionamiento de carácter sistemático que
se desprende del interior mismo de las teorías que se han de
analizar. Así, si buena parte de la fundamentación kantiana
de la experiencia objetiva puede ser considerada como provee-
dora de una respuesta al cuestionamiento eseéptico de Hume,
pero ella parece, a su vez, deficitaria al querer cumplir esta
tarea —debido a su pobre potencial fundamentador y explica-
tivo—, entonces es evidente de suyo que la fundamentación
del conocimiento (filosófico) propuesta por Reinhold, la cual
pretende suplir ese déficit —y eso quiere decir que pretende
aumentar el potencial demostrativo de la filosofía trascenden-
tal, o mejor, que pretende dotarla de un verdadero potencial
demostrativo—, debe estar en condiciones de pasar incólume
un test de carácter eseéptico. o de hacer desaparecer la raíz en
la que se originan los cuestionamientos epistemológicos de tipo
eseéptico. En este sentido, la presente investigación tiene de
algún modo un carácter sesgado, pues si se aceptara como
cumplido el desiderátum de Reinhold, tendrían que desapa-
recer no sólo los cuestionamientos de tipo eseéptico, sino todos
los restantes partidos que se baten en el campo de batalla que,
según él. surge forzosamente ante la ausencia de fundamen-
tación estable y ante la acumulación de presupuestos no de-
mostrados ni evidenciados debidamente: presupuestos que
obran, así. como prejuicios. Y si no se aceptara como cumplido
ese desiderátum, entonces habría que reconocer el derecho a
la existencia de todos estos partidos, y no sólo el del escepticis-
mo filosófico. Para Reinhold, los principales de estos partidos
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son: el teísmo (dogmático), el s u p e r n a t u r a l i s m o . el ateísmo y el
escepticismo (dogmático)."
El carácter sesgado de la interpretación aquí p r e s e n t a d a no
se Justifica porque se considere al así llamado, por Reinhold,
escepticismo dogmático, como dotado de mayor importancia o
s i g n i f i c a d o q u e los o t r o s t r e s p a r t i d o s , s i n o p o r q u e el
cuestionamiento con el que se quiere examinar si el ejercicio
fundamentador de Reinhold dota a la filosofía trascendental
de u n potencial probatorio (en contra de la imposibilidad —
alegada por el eseéptico— de tal proyecto), es él m i s m o u n
cuestionamiento de carácter eseéptico; en u n a palabra, es u n a
p u e s t a en d u d a del éxito de tal empresa. Para Reinhold, las
consecuencias del escepticismo son, en lo que se refiere al es-
tablecimiento de u n fundamento del conocimiento en general y
del conocimiento filosófico, nocivas, y quizás fatales, p a r a el
proyecto de la Ilustración, por c u a n t o el escepticismo
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prospectiva, respecto de la evolución del movimiento filosófico
llamado idealismo alemán.
Aparte de la razón ya anotada para justificar este procedi-
miento, vale agregar lo siguiente: el escepticismo fue, como se
sabe, un factor decisivo en la evolución de la filosofía del idea-
lismo alemán. Fichte encuentra en Schulze-Aenesidemus y
en Maimón dos motivos inspiradores de su construcción teó-
rica, y Hegel, quien también se ocupó de Schulze. caracterizó
memorablemente a la Fenomenología del espíritu como un "es-
cepticismo que se consuma a sí mismo" (Píiáriomenologíe des
Geistes, p. 61). I2 Dentro de las preocupaciones de Reinhold
también juega un papel destacado la suya con el escepticis-
mo.1* Sin embargo, llama la atención que en ninguno de sus
escritos o comentarios sobre el escepticismo, Reinhold se en-
frente abiertamente a alguno de los filósofos escépticos post-
kantianos que, justamente, habían escrito contra él. El es-
cepticismo contra el que Reinhold se orienta sigue siendo el
de Hume que, según su interpretación, puede considerarse
como un "dogmatismo negativo", por cuanto niega la posibili-
dad del conocimiento objetivo sobre el supuesto de que este
sea tomado como el conocimiento de la cosa en sí. El
"dogmatismo positivo" de Leibniz afirma, en cambio, para
Reinhold, la posibilidad del conocimiento de la cosa en si so-
bre principios racionales; el de Locke, por su parte, la posibi-
lidad de ese conocimiento basado en la experiencia. Tanto el
dogmatismo negativo, como el positivo (en sus diferentes ver-
siones) comparten un supuesto falso, según Reinhold, y son
,32
claramente superados por la filosofía critica kantiana." Aun-
que haya algunas referencias implícitas al escepticismo de
Schulze y al de Maimón en el articulo sobre el escepticismo
de Beytrage 11, éstas son pocas y no parecen tener la inten-
ción de una confrontación directa. De ahi que pueda asumirse
que en 1794 Reinhold no contaba con una reacción contra el
"nuevo escepticismo" que había surgido como critica de la
"nueva" filosofía trascendental. Su punto de vista sobre el es-
cepticismo parece no haberse modificado esencialmente res-
pecto de la posición de 1789, ni de la expresada en Fundament,
de 1791. Por eso Reinhold puede sostener decidido aún en
1794 que "se conoce a la filosofías escéptica y crítica de un
modo tan igualmente superficial cuando se intenta combatir
esta por medio de aquella." [Beytrage II, p. 203). La Elementar-
philosophie debe tomarse como un proyecto fundamentador
que, al dotar de potencial probatorio a la filosofía trascenden-
tal (en cuanto fundamenta expresamente lo que ella ha deja-
do presupuesto), pretende superar al escepticismo moderno.
Esa pretensión justifica el orden propuesto en el titulo de este
estudio: "La filosofía elemental y el escepticismo", y no el or-
den inverso. Reinhold fue, con todo, el blanco principal del
ataque emprendido por el escepticismo post-kantlano. Eso
explica la inclusión de u n a presentación del proyecto
fundamentador de Reinhold en un libro que se ocupa de la
"recepción escéptica" de la filosofía trascendental durante la
ilustración tardía alemana y no de la alegada superación del
escepticismo por medio de la filosofía trascendental. Una in-
vestigación prospectiva, como la llamé, del papel del escepti-
cismo en el desarrollo del idealismo alemán tendría que cons-
tituir o bien otra historia, o al menos otra parte de esta.
14 Cf Beytrage II. pp. 195 ss.: 2 0 2 s.: "A la esencia de todo dogmatismo en
general pertenece la afirmación (asumida como establecida y que contiene en
sí misma u n a oculta contradicción), según la cual la verdad objetiva debe
consistir en la correspondencia entre la representación y la cosa en sí. Aquí
está el eseéptico. que tiene la verdad objetiva por inalcanzable, de acuerdo
con el dogmático positivo, que cree haberla encontrado o bien en la experien-
cia (a posterior!), o bien en la razón [a priori). El criticismo kantiano socaba
a m b o s tipos de dogmatismo en c u a n t o que lo que es asumido por a m b o s
como establecido, sin investigación, es dejado a u n lado en su propia inves-
tigación de la facultad de conocimiento. Y así. entonces, esa investigación no
es llevada a error por u n a presuposición infundada, como sí era el caso en el
empirismo de Locke. el racionalismo de Leibniz y el escepticismo de Hume,
que tenían en c o m ú n esa presuposición infundada."
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g 2. De la crítica d e la religión a la filosofía
elemental e ilustrada
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halla su plena expresión en las m u y famosas y celebradas en
su tiempo Cartas sobre la filosofa kantiana. u i
En la primera misiva que Reinhold, entre tanto ya como el
famoso autor de las Briefe, dirige a Kant, e n c o n t r a m o s u n va-
lioso documento personal que testimonia el modo como crista-
lizó en s u espíritu ilustrado el conflicto entre saber y creer con
ocasión del estudio de la KrV:
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medida programático. Lo característico de esa crítica a Kant es
que en ella queda claro que no surgió, en n i n g ú n momento,
como u n a s e p a r a c i ó n f u n d a m e n t a l respecto de la filosofía
k a n t i a n a , sino que, a n t e s bien, es concebida por Reinhold como
compartiendo m u y intimamente el mismo suelo. En la carta
que a c o m p a ñ a b a el envió de s u obra Versuch, Reinhold le d a a
conocer a Kant esta convicción de modo plástico: "Reciba Us-
ted, mi excelentísimo maestro y amigo, la joven r a m a florecida
que h a brotado del árbol que Usted h a plantado." [AAXI., p.
17). O m á s adelante; "No puedo imaginarme como posible u n a
c o m u n i d a d m á s íntima que la que reina entre n u e s t r o s espíri-
t u s . ¡Qué profundidad de ánimo la que yace p a r a mí en esa
convicción!" [ibid., pp. 17 s.).
La convicción de que es m á s lo que la Elementarphilosophie
tiene en c o m ú n con la filosofía crítica que lo q u e la s e p a r a de
ella, debe ser vista como el resultado del t e m p e r a m e n t o ilus-
trado de Reinhold y de su concepción de la Ilustración, de acuer-
do con la cual se moldea, por así decir, ese t e m p e r a m e n t o . Un
examen del modo como Reinhold concibió las t a r e a s principa-
les del proyecto de la Ilustración permite ver, en efecto, el ori-
gen de ese optimismo que m a r c a s u convicción acerca de su
c o m u n i d a d intima con la filosofía de Kant.
Bajo el titulo: "Gedanken über Aufklárung" ["Pensamientos
sobre la Ilustración") aparece en entregas, de julio a septiembre
de 1784, el primer ensayo que Reinhold publicaría en Der Teut-
sche Merkur. editado por Wieland en Weimar. Con el tiempo,
Reinhold llegaría a convertirse en coeditor de la revista y en
yerno del poeta. A Weimar había llegado Reinhold huyendo,
literalmente, de la presión católica en Austria. 1 7 Ese aconteci-
miento de índole biográfica reviste su importancia en el pre-
sente contexto. La adaptación de Reinhold al ambiente cultu-
ral y literario de la Alemania protestante que lo acogió, estaría
a c o m p a ñ a d a por s u distanclamiento progresivo de la fe católi-
ca, h a s t a desembocar en s u conversión definitiva al protestan-
tismo en 1786. Los "Gedanken über Aufklárung" se ubican en
el período en el que se gesta esa crisis interior de Reinhold. 1 8 El
p u n t o c u l m i n a n t e de ella está constituido, sin d u d a , por las
Briefe, en las que Reinhold no vacila en identificar lo que para
él r e p r e s e n t a el carácter revolucionario de la filosofía crítica
con su carácter reformador. Sugiero que es así como debe en-
17 Cf E. Reinhold, 1825,
18 Sobre este punto, véase Gliwitzky. 1974, pp. 60 ss
:
-
tenderse el hecho de que él se sirva expresamente del término
Reformation, b a s t a n t e cargado de connotaciones en Alemania,
p a r a valorar analógicamente el efecto radicalmente transfor-
m a d o r de la filosofía de Kant. 1 9
Zwl B a t s c h a (1977) h a llamado la atención sobre el hecho
de q u e l a s a s p i r a c i o n e s i l u s t r a d o r a s y r e f o r m a d o r a s de
Reinhold, inscritas dentro del espíritu del josefinismo austría-
co, sufren u n a transformación radical en 1786 t r a s s u conver-
sión al protestantismo. 2 0 A partir de 1786, y principalmente
con ocasión de la publicación de s u "Salvación del honor d e la
reforma en contra d e dos capítulos en la Historia d e los alema-
nes, escrita por el Consejero de la Corte y Archivador, el señor
M. J. Schmidt. Tomo 6". 2] se puede ver que, p a r a Reinhold, la
única posibilidad de u n a reforma del catolicismo consiste en la
radical "superación del sistema" de la iglesia r o m a n a :
37
Wissen). Así, lo que en la fase anterior a su conversión (sobre
todo de 1781 a 1784) puede interpretarse como crítica de la
religión, aparece transformado después de 1786 en una urgen-
cia de conciliación entre rozón y Je. 22 El efecto transformador
de la filosofía crítica debe ser visto sobre todo en la medida en
que ella contribuye a lograr esta conciliación, y no tanto por-
que ella avance por el derrotero de la crítica de la religión. Es
interesante notar, a este respecto, que en "Gedanken über
Aufklárung" —escrito cuando aún la conversión al protestan-
tismo no ha tenido lugar, pero que se sitúa en plena crisis—,
se oponen a la Ilustración el despotismo y la superstición y se
concibe aquélla como la edificación que debe ser construida
para proteger a los hombres de estos dos males, 23 "las peores
plagas con las que han sido infestados los hombres"..., "las
crías de la ignorancia y el error." ["Gedanken über Aufklárung",
p. 369).24 En las Briefe, y en todos los escritos pertenecientes a
la época de la Elementarphilosophie, se añadirá, en cambio, un
nuevo enemigo contra el que ha de luchar la Ilustración. A
saber: la incredulidad, vale decir, el ateísmo y su socio, el es-
cepticismo.
Cualquiera que sea el motivo por el cual se opera este cam-
bio de la crítica de la religión a la conciliación entre creer y
saber, se ha de notar que en la concepción reinholdiana de la
Ilustración expuesta en los "Gedanken über Aufklárung", se
encuentra ya claramente preparada su recepción, ella misma
conciliadora [vereinigend), de la filosofía crítica. Que a este ca-
rácter conciliador de su recepción de la filosofía crítica se ha de
añadir posteriormente un elemento fundamentalista es algo que
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eibe el proyecto de u n a Ilustración amplia y lo m á s difundida
posible con el propósito de convertir a las "naciones salvajes"
en "naciones morales" ["Gedanken über Aufklárung", p. 374),
por medio de la "educación racional" [Vemunftbüdung); al p u n t o
que u n a Ilustración no difundida, reservada a las élites o a
minorías, no es Ilustración en sentido estricto. La Ilustración
h a de consistir, así, en el cultivo y fomento' de las facultades
por medio de las cuales el hombre a b a n d o n a la ignorancia y la
oscuridad y se p r e p a r a p a r a la determinación de su obrar por
medio del conocimiento. Esto es lo que se halla formulado en
lo que Reinhold llama Ilustración en la "más amplia extensión"
del significado de esa palabra:
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la Elementarphilosophie con la filosofía critica k a n t i a n a . La idea
de que toda discusión o toda contienda filosófica a n i m a d a por
u n propósito honesto depende de u n malentendido, se b a s a en
este concepto de Ilustración. Por eso el verdadero oficio del
filósofo consiste en el esclarecimiento de los conceptos y en la
inequívoca construcción y derivación teórica a partir de princi-
pios. Si en el sistema kantiano se encuentra "la integra, comple-
tamente satisfactoria, teoría de la facultad del conocimiento
h u m a n o , la única fuente posible de principios válidos universal-
mente y el sistema de todos los sistemas, fundado en la n a t u r a -
leza del espíritu h u m a n o " (Versuch, p. 13), tal como cree la ma-
yoría de s u s admiradores, entonces ese sistema debe poder ser
reducido a u n a exposición tal que no dé lugar a la incompren-
sión ni a las contradicciones y que se presente como el sistema
único del conocimiento filosófico. Por estar convencido de que
tal es la situación respecto de la filosofía kantiana, la tarea que
Reinhold se propone es fundamentalmente u n a tarea de aclara-
ción o de ilustración de los p r e s u p u e s t o s básicos de la filosofía
trascendental. De ahí que p u e d a aplicarse a su relación crítica
con la filosofía trascendental k a n t i a n a lo que él mismo, en su
optimismo ilustrado y conciliador, había dicho en "Gedanken
über Aufklárung". de cara a la diversidad de conceptos existen-
tes de ilustración y a la necesidad de la aclaración de esos
conceptos:
41
el motivo teórico relativo a la crítica de la religión. En la
Elementarphilosophie se e n c u e n t r a , e n cambio, c l a r a m e n t e
modificado ese motivo.
Para Reinhold, la Ilustración con respecto al a s u n t o de la
religión es, t a n t o en este último como en aquél momento, el
m á s genuino espíritu d e s u época. 29 Pero en lugar de estar de-
t e r m i n a d a la cuestión del teísmo por u n ánimo crítico demole-
dor, Reinhold parte —haciendo suya la visión k a n t i a n a de este
asunto—, de la existencia de u n interés que legitima la convic-
ción en la existencia de Dios y retrotrae este problema al cam-
po preparado por la filosofía crítica, en c u a n t o no b u s c a dar
u n a r e s p u e s t a validada cognitivamente a dicho problema, sino
que lo reformula en términos meta-teóricos:
42
entonces el bien obrar; este optimismo, digo, deviene en u n a
investigación m á s bien precavida acerca de los limites y el ca-
rácter de la cognoscibilidad. Por otra parte, la adopción de ese
"nuevo" p u n t o de vista meta-teórico conduce necesariamente
a u n giro subjetivista que será la clave inspiradora del derro-
tero seguido por la Elementarphilosophie y en no poca medida
por la filosofía del idealismo alemán.
Para Reinhold, en efecto, la filosofía solamente puede aspi-
r a r a ser u n sistema del saber sobre los fundamentos del saber
—el cual se halla él mismo dotado de u n a evidencia que se
transfiere axiomática y f u n d a d a m e n t e desde los principios a
s u s proposiciones derivadas—, si ella radicaliza el giro subje-
tivista iniciado por la filosofía k a n t i a n a . De este modo, la filoso-
fía es propiamente u n a explicación (ilustración en el sentido de
Deutung) f u n d a m e n t a d a de la posibilidad de la cognoscibilidad,
o mejor, de la representabilidad 3 1 en general, de s u n a t u r a l e z a
y s u s límites, b a s a d a en u n a auto-reflexión del sujeto del cono-
cimiento o de la representación, que es el primer principio do-
tado de auto-evidencia.
En las Briefe, n u e v a m e n t e , e n c o n t r a m o s u n a formulación
programática de este giro, s a c a d a del contexto de la confronta-
ción meta-teórica con la problemática del teísmo:
43
como propósito fortalecer la filosofía trascendental de cara a la
posibilidad de u n escepticismo respecto del conocimiento y de
s u fundamentación. Pues sin semejante examen, difícilmente
p u e d e comprenderse la influencia y el carácter de la recepción
escéptica de la obra teórica de Kant.
§ 3 . El giro s u b j e t i v i s t a y la f u n d a m e n t a c i ó n d e u n a
filosofía t r a s c e n d e n t a l
A. E v a n g e l i o del c o r a z ó n y e v a n g e l i o d e la r a z ó n
44
conciliación u n aire aparentemente racional. Que la b ú s q u e d a
de la conciliación de dos polos opuestos en u n a contienda res-
ponda, casi por definición, a u n espíritu racional, no significa,
sin embargo, que lo defendido desde cada u n o de los polos en
cuestión sea ello mismo racional. Tal es, en principio, el caso de
la religión: no hay, y quizás no puede haber, u n a justificación
racional plena para reconocer su importancia y la importancia
de s u s motivos. Esta importancia parece residir, m á s bien, en la
necesidad de la razón de ir m á s allá del campo de lo que ella
puede justificar. Si esa necesidad, aparentemente no racional,
se acepta, se h a de aceptar al mismo tiempo u n interés de la
razón por resolver de algún modo los problemas a los que ella se
ve necesariamente abocada, pero que ella m i s m a no parece po-
der resolver teórico-racionalmente, esto es, en la forma de u n a
Justficación racional. Este, como es sabido, es u n o de los moti-
vos principales que yacen a la b a s e de la critica kantiana a la
metafísica especial tradicional.
Reinhold considera que la religión cristiana dota a la razón
de los motivos [Beweggründe) que d a n vida a u n a moral verda-
dera y utiliza el término "camino del corazón" [Weg des Herzens),
tomado sin d u d a de Jacobi, 3 5 p a r a designar el derrotero no ra-
cional por el que el cristianismo conduce a la acción h u m a n a ,
dotándola de significación moral. 3 6 Lo notable de la reforma fi-
losófica llevada a cabo por Kant es, p a r a Reinhold, que ella
establece el f u n d a m e n t o probatorio [Beweisgrund) de las ver-
d a d e s de la religión siguiendo el "camino de la razón" [Weg der
Vernunft). La KrV es el "evangelio de la razón pura" [Briefe I, p.
152). De lo que se trata, entonces, es de hacer compatibles
a m b a s vías:
45
en el cristianismo lo que este llevó a cabo, según el suyo, en la
moral a través del camino del corazón, entonces ella tiene que
devolverse de la moral a la religión por el camino de la razón. Es
decir: la filosofía tiene que derivar el fundamento probatorio de
la religión, no reconocida y puesta en duda, a partir de los prin-
cipios universalmente reconocidos de la moral: asi como el cris-
tianismo creó de la religión los motivos con los cuales la moral
se difundió y vitalizó. [Briefe I, p. 131).
46
ción, debido al hecho de que uno de los polos del circuito que he
llamado retroalimentador es aceptado previamente sin justifica-
ción racional. Pienso que la investigación histórico-cultural está
en mejores condiciones que la filosofía para ponderar adecua-
damente el grado de influencia m u t u a entre el cristianismo y
eso que Reinhold llamó "la religión p u r a de la razón", p e n s a n d o
en la vocación práctica de la filosofía kantiana.
A esta sugerencia se puede responder con la apreciación
r e i n h o l d i a n a s e g ú n la c u a l la filosofía c r í t i c a n o a c e p t a
irracionalmente las verdades esenciales de la religión cristiana
sino que, por el contrario, ofrece la clave p a r a comprender la
razón [Grund) de la creencia en Dios, en c u a n t o m u e s t r a que
esta razón está, j u s t a m e n t e , en la moral; es decir, en c u a n t o
m u e s t r a que se trata de u n a creencia práctica de la razón, o de
u n a "creencia moral". 3 " De este modo, "la r e s p u e s t a k a n t i a n a
(a la p r e g u n t a por Dios -LEH), deriva la convicción de la exis-
tencia de Dios a partir de la rozón y la conduce a la creencia"
[Briefe I. p. 117). en c u a n t o la creencia en Dios es concebida
como la creencia en u n "ser supremo" que vale "como principio
de las leyes éticas y físicas" y que garantiza, por tanto, la feli-
cidad de los seres racionales (creencia en u n a vida futura). Asi,
en cuanto la creencia en ese ser implica la creencia en u n a
r e c o m p e n s a futura o en u n castigo futuro, entonces ella es
esencial en la moral. Y u n a creencia tal se halla, para Reinhold.
claramente asistida por u n soporte racional:
47
B. Conciliación, punto de vista meta-teórico y
filosofía como ciencia estricta
48
presentado por el eseéptico dogmático, quien piensa que tam-
poco es defendible la revelación como principio del tener por
verdadero objetivamente. Este partido pone en cuestión tanto
el poder de la razón p a r a producir asentimiento, como la posi-
bilidad de obtener u n tener por verdadero que no sea en mayor
o menor medida p u r a m e n t e subjetivo. Su sentencia básica con
relación al problema del teísmo es "que la cuestión de la exis-
tencia de Dios no p u e d e ser respondida." [Briefe I, p. 114). 40
Para Reinhold, estos son los cuatro partidos que se baten en
la contienda del teísmo y esta contienda es, a su t u m o , u n fren-
te, quizás el principal, de los varios que constituyen la guerra
sin fin de la metafísica. Esta situación de dispersión y de con-
tienda permanente no sería por sí muy grave si no fuera porque
en ella se juega, como se h a dicho antes, el destino de la razón y
el de los bienes de la cultura ilustrada. Pues, dada la incapaci-
d a d de los partidarios p a r a ofrecer u n a solución al problema del
teísmo b a s a d a en fundamentos objetivos racionales; esto es, dada
la incapacidad del teísmo y del ateísmo p a r a solucionar definiti-
vamente el problema, se h a abierto la puerta p a r a que ingresen
la arbitrariedad y el fanatismo [Schwármerei), sea que se presen-
ten en la forma de u n s u p e r n a t u r a l i s m o supersticioso o que
hagan su aparición como perniciosa incredulidad.
49
Reinhold sostiene que no es posible que esta guerra halle
sosiego si se toma partido por alguna de las posiciones arriba
mencionadas, por más que se fortalezca su instrumentarlo
argumentativo, o intuitivo, o del tipo que sea, pero en todo
caso destinado a generar asentimiento. La toma de partido en
favor de alguna de las posiciones mencionadas siempre atrae-
rá, forzosamente, a las otras tres en su contra, que siempre
tendrán algo que reprocharle en conformidad con sus propias
convicciones. Así, por ejemplo, al partidario del teísmo raciona-
lista, el ateo le reprochará no que busque solucionar el proble-
ma por medio de la razón, sino que crea que la solución racio-
nal es afirmativa y no negativa; el supemaluralista le reprochará
no el hecho de que haya llegado a una solución afirmativa,
sino que crea que esta puede ser ofrecida por la razón; y el
eseéptico, por su parte, podrá siempre reprocharle al teísta el
que crea que se puede dar una solución satisfactoria al proble-
ma en cuestión.
La razón de esta caótica situación está en el hecho de que
ninguna solución al problema del teísmo se puede considerar
validada cognitivamente. Este es un resultado claramente pro-
veniente del criticismo kantiano. Puede verse que este resulta-
do es, como tal, muy similar al del así llamado eseéptico dog-
mático. Reinhold llamará a su posición, y a la posición crítica
kantiana escepticismo crítico.41 Lo que el escepticismo crítico
no puede tener de ningún modo en común con el así llamado
escepticismo dogmático es la renuncia a defender el funda-
mento, si bien subjetivo, pero no por ello arbitrario sino racio-
nal, de la creencia en un ser supremo. Ahora bien, si se atien-
de a la dificultad filosófica para ponderar adecuadamente el
influjo de la religión cultural, más o menos idiosincrática, más
o menos subjetiva y arbitraria, sobre la llamada creencia (reli-
giosa) racional, se podrá afirmar que esa diferencia entre el
escepticismo crítico y el escepticismo dogmático no es, prima
facie, más que una diferencia de palabras.
41 Cf. Versuch pp. 130; 140. Salomón Maimón, otro de los principales contradictores
de Reinhold en su época, insistirá, en cambio, en el carácter "dogmático-crítico"
de la filosofía de Reinhold. El ala escéptica de la filosofía critica será, según su
opinión, defendida por él mismo [Cf. S. Maimón. Gesammelte Werke (IGW/V. pp,
2 13-217, n.I). Si se entiende la apreciación de Maimón desde u n punto de vista
pirrónico, es necesario concederle la razón, pues la fundamentación filosófica a
partir de principios es u n o de los blancos predilectos del escepticismo pirrónico,
como se tendrá oportunidad de ver en el siguiente estudio (II) a propósito del
escepticismo de Schulze. Al análisis deí "escepticismo crítico" de Maimón está
destinado ei § 6 del IV estudio de este libro.
50
Pero, sea lo que fuere, la orientación criticista de Reinhold
lo lleva aqui a un punto de vista cuya plausibilidad filosófico-
conceptual es la que interesa tematlzar en este ensayo: se tra-
ta del análisis meta-teórico (o trascendental) que desemboca
en una teoría fundamental del conocimiento.
Del hecho de que ninguno de los partidos filosóficos que
están involucrados en la disputa metafísica en tomo al teísmo
esté validado cognitivamente, no se sigue simplemente una pos-
tura negativa respecto de las posibilidades cognitivas de la ra-
zón en general, sino una reformulación de la tarea de la filoso-
fía. La filosofía no debe ser una disciplina teórica que se ocupe
del conocimiento de este o aquel otro objeto, sino que debe ser
una teoría analítica sobre el carácter y los límites de la
cognoscibilidad en general; esto es, una teoría de segundo or-
den, como suele decirse hoy en día, una meta-teoría.
El análisis de la naturaleza y límites de la cognoscibilidad,
de lo que puede y de lo que no puede ser tenido como verda-
dero o validado cognitivamente, es concebido por Reinhold
como un "análisis de la facultad del conocimiento" (Versuch,
pp. 45 ss.). Sólo porque Kant propuso esa reformulación de la
tarea de la filosofía es que puede considerarse su solución al
problema del teísmo y de la metafísica en general como la
definitiva/12 Pues es esta reformulación de la tarea de la filo-
sofía la que permite demostrar que el "fundamento de convic-
ción" [Üherzeugungsgrund) en la existencia de Dios descansa
en un principio único y perfectamente compatible con cada
uno de los partidos en disputa: "el interés práctico racional",
o "la creencia moral racional". La pretensión de Reinhold con-
siste, asi, en mostrar que la renuncia a una búsqueda exte-
rior, o validada cognitivamente. al problema del teísmo, es
decir, la adopción de una empresa reflexiva basada en la con-
vicción de que el fundamento de creencia en Dios es interno,
subjetivo, es la que da la clave para solucionar la discusión
metafísica en torno al teísmo mediante una conciliación de
los partidos en disputa.
El modo como esta conciliación tiene lugar es aparentemente
muy sencillo: en la disputa en cuestión contamos, formalmen-
te, con cuatro posibilidades: 1) que uno de los partidos tenga
sólo él la razón en contra de los otros tres, 2) que algunos de los
partidos tengan la razón en contra de los otros, 3) que ninguno
de los cuatro partidos tenga la razón, y 4) que todos los parti-
51
dos t e n g a n la razón. Reinhold pretende mostrar que la situa-
ción descrita en 1) es la que vale p a r a el estado de la discusión
metafísica anterior al advenimiento de la crítica de la razón,
pero con el serio agravante de que se trata de u n a situación en
la que c a d a u n o de los partidos se halla a p e n a s convencido de
tener sólo él la razón sin poder e s t a r en condiciones de con-
vencer a los otros. Esta situación es la que h a llevado a la
eternización de los conflictos en filosofía y es por ella que la
conciliación racional no h a tenido lugar, lo cual a t e n t a serla-
mente contra el destino de la razón:
52
verdadero. Con esta p r o p u e s t a reflexiva se abre u n a n u e v a
perspectiva o u n nuevo p u n t o de vista que permite demostrar
cómo, vistas las cosas desde él. lodos los partidos tienen la
razón. Es la situación indicada en 4):
53
La nueva propuesta conciliadora es, entonces: "en lugar de
determinar la naturaleza y el alcance de la facultad del conoci-
miento por medio de objetos conocidos", [...] "todo intento de
determinar nuevamente la naturaleza y los límites de la
cognoscibilidad" [...] "tiene que, más bien, intentar determinar
la cognoscibilidad de los objetos mismos a partir de la mera
facultad de conocimiento." (Versuch, p. 46).
Esta propuesta es coherente, como he dicho, con la adop-
ción del punto de vista meta-teórico y analítico que es caracte-
rístico de la filosofía trascendental. Es exactamente así como
debe comprenderse el proyecto reinholdiano: como inscrito, en
principio, dentro del espíritu meta-teórico expresado programá-
ticamente en la famosa frase de Kant: "Llamo trascendental a
todo conocimiento que se ocupa en general no solamente de
objetos, sino de nuestro modo de conocer objetos, en cuanto
este ha de ser posible a priori." (KrV, p. B 25). Ahora bien, un
punto de vista meta-teórico presupone, él mismo, aquella teo-
ría de primer orden sobre la que reflexiona, lo mismo que un
punto de vista analítico presupone aquello sobre lo que se ejer-
ce el análisis, o aquello que debe ser descompuesto [zergliedert).
Es justamente en este punto en donde Reinhold se separa de
Kant. Más precisamente: es en la forma de asumir la relación
entre el carácter analítico y reflexivo de la filosofía trascenden-
tal y sus presupuestos donde Reinhold pretende dar un vuelco
a la filosofía kantiana, en cuanto a través de su esfuerzo ana-
lítico desea contribuir a dotar a esta última del potencial pro-
batorio que le hace falta, debido a la adopción no demostrada
ni evidenciada de sus presupuestos. 44 Pero es justamente esta
relación entre análisis y presuposición, relación que no puede
liberarse de una insoportable tensión interna, el origen de los
problemas más serios del proyecto reinholdiano de una
fundamentación primera y de un aumento del potencial pro-
54
batorio de la filosofía trascendental, de cara al desafío del es-
cepticismo filosófico.
El análisis o descomposición de los elementos que constitu-
yen el conocimiento es, para Reinhold, la clave de la compren-
sibilidad en filosofía. E s t a comprensibilidad tiene lugar en la
forma de la conciliación (en el ámbito meta-teórico) de las posi-
ciones que se hallaban en conflicto por pretender resolver el
problema de la cognoscibilidad aplicando teorías de primer or-
den, o teorías que, al moverse en el ámbito objetivo, presupo-
nían u n a de las cosas centrales que la teoría del conocimiento
h a de demostrar; a saber: qué es lo que constituye u n objeto de
conocimiento: en otras palabras, qué se p u e d e considerar, en
general, como cognoscible. Así, pues, si la teoría del conoci-
m i e n t o d e b e e n g e n e r a l a c a b a r con t o d a p o s i b i l i d a d de
malentendido en filosofía y lograr con esto el ideal de la com-
prensibilidad, entonces tiene que prescindir de presupuestos,
esto es, debe ser u n a teoría que no adquiere s u potencial pro-
batorio a partir del carácter a p a r e n t e m e n t e evidente del Faktum
que ella simplemente analiza, limitándose a p e n a s a exponer
las condiciones de la posibilidad de lo que es asi p r e s u p u e s t o
como verdadero o "válido universalmente"(aíígeme¿ngüít¡g) (los
conocimientos apriori), sino que ella debe estar en condiciones
de conferir evidencia por sí m i s m a y de asumir, en forma y en
contenido, el carácter de u n a teoría demostrativa y absoluta-
mente cierta. Esto es, debe ser ella m i s m a ciencia, o como
Reinhold lo dice: "ciencia estricta" [Begtráge I, pp. 341 ss.). La
filosofía debe ser u n a disciplina sintética y progresiva fundada
en u n principio autoevidente que, en c u a n t o tal, no debe ni
p u e d e ser derivado. Este principio debe transferir s u certeza a
las proposiciones derivadas mediante demostración. Sólo así
se puede considerar p l e n a m e n t e realizado el proyecto de u n a
filosofía t r a s c e n d e n t a l sin a m b i g ü e d a d e s y al mismo tiempo
comprobada.
Como es b a s t a n t e sabido, Kant considera en Prolegómenos
a toda metafísica futura (en adelante: Prolegómena) que él en-
frentó en la KrV la p r e g u n t a por la posibilidad de los juicios
s i n t é t i c o s a priori de u n m o d o sintético, m i e n t r a s q u e en
Prolegómena el procedimiento metódico p a r a resolver esta cues-
tión (y la de la posibilidad de la metafísica) es analítico. El mé-
todo sintético también es llamado progresivo y de él son carac-
terísticas dos cosas: la primera, que va del fundamento a lo
fundado, y la segunda, que no se apoya "en n i n g ú n hecho"
[Faktum), ni "pone a la b a s e n a d a dado, salvo la m i s m a razón",
sino que se desarrolla a partir "de s u s gérmenes originarios"
55
[AA IV, pp. 274 ss.). Esto último p u e d e comprenderse en el
sentido de que, en conformidad con el método sintético, la filo-
sofía t r a s c e n d e n t a l no p r e s u p o n e n a d a , sino que b u s c a de-
m o s t r a r a partir de principios la posibilidad de los conocimien-
tos a priori (y sintéticos a priori). El m é t o d o analítico, por
contraste, es regresivo. En él se parte de lo que "se b u s c a como
si fuera dado" (o sea, los conocimientos sintéticos apriori) "y se
asciende a las condiciones sólo bajo las cuales esto es posible"
[ibid., p. 276, n.). 45
El método analítico o regresivo trae consigo el problema de
que no parece m u y poderoso a la hora de d e m o s t r a r lo que
p r e s u p o n e . De ahí que ese procedimiento se exponga, entre
otros, al cargo de circularidad. 4 6 En la discusión analítica con-
t e m p o r á n e a sobre el modelo de argumentación trascendental
se h a insistido en la necesidad de que este sea sintético-progre-
sivo, si es que quiere m a n t e n e r "la pretensión trascendental de
u n a refutación del escepticismo" (Aschenberg, 1982, p. 261).
El método analítico-regresivo, en c u a n t o requiere de la apela-
ción a la realidad del Faktum del que él d e m u e s t r a s u s necesa-
rias condiciones de posibilidad, incurriría en u n a "gigantesca
petitio principié' [ibid.). Pero a u n q u e h a y a relativa u n a n i m i d a d
en este p u n t o , no se h a podido lograr u n acuerdo sobre si el
método empleado por Kant en la KrV (en la teoría de la expe-
riencia objetiva) es regresivo o progresivo, pese a que Kant diga
e x p r e s a m e n t e que se t r a t a de lo último. 4 7 Dado el carácter de-
ficitario de la teoría k a n t i a n a , como fundamentación filosófica
édtima sin supuestos de la experiencia, h a b r í a que p r e g u n t a r s e
si en esta discusión no se está pidiendo a Kant, y a s u modo de
-
filosofar, m á s de lo que él puede dar. o m á s de lo que él —en
c u a n t o filósofo critico—. cree que se puede dar. Aquí es impor-
tante, por lo pronto, llamar la atención sobre el hecho de que
Reinhold es consciente de la debilidad mencionada del método
analítico regresivo y la considera característica de la filosofía
crítica: y no sólo del modo de su exposición en los Prolegómeno
—cosa a la que contribuye el hecho de que Kant tome en la
edición B de la KrV a r g u m e n t o s presentados en Prolegómena
(principalmente en la Introducción y en la "exposición trascen-
dental" de los conceptos de espacio y tiempo). 4íi Así, el proyecto
reinholdiano de u n a filosofía como ciencia estricta o derivada
desde u n principio, esto es, de u n a filosofía sin s u p u e s t o s , apa-
rece, prima facie. como u n sistema sintético progresivo, abso-
lutamente demostrado y perfectamente derivado. Esto trae con-
sigo u n a conversión del p u n t o de vista meta-teórico en sistema
(filosófico) de primer orden. Con todo, la relación de retroali-
mentación de la exposición de la Elementarphilosophie respec-
to de los materiales de la filosofía crítica (que Reinhold acepta
como umversalmente válidos), no permite caracterizar a la pri-
mera como orientada por u n método sintético desprovisto de
las debilidades del método analítico. Sobre este p u n t o volveré
m á s adelante. 4 9
2. LA ELEMENTARPHILOSOPHIE
§ 4. L a p r o p o s i c i ó n d e la c o n c i e n c i a
57
En la conciencia, por medio del sujeto, la representación es
distinguida del sujeto y del objeto, y es referida a ambos
[Beytrage I, p. 167).50
58
queda (regresiva) de las condiciones de posibilidad del conoci-
miento, allí mismo debe empezar, ya no la filosofía crítica, o la
propedéutica de la metafísica, sino la filosofía sin epítetos [ohne
Beinamen), la Elementarphilosophie. 52
Sin embargo, si se observa con algo de cuidado el modo como
tiene lugar la construcción fundamentada del sistema, se hace
patente que la derivación de los elementos a partir del principio
establecido tiene lugar propiamente como u n a explicííación o u n
análisis reflexivo de la conciencia. 5 3 Esto vale ostensiblemente
para los mencionados conceptos de "representación", "objeto" y
"sujeto" que, como se dijo, son dependientes de la conciencia y
se hallan expresados mediatamente en el único principio que
expresa inmediatamente el hecho de la conciencia. Asi, dichos
conceptos, en c u a n t o dependientes de la conciencia, deben po-
der ser definidos, determinados o explicados con ayuda de la
proposición que expresa inmediatamente el hecho de la con-
ciencia. Y esa definición o explicación tiene lugar mediante el
sencillo procedimiento analítico y reflexivo de darle vueltas a la
proposición de la conciencia, como cuando se le da forma deter-
minada a la m a s a de u n a pizza. Asi, la "representación es aque-
llo que, en la conciencia, es diferenciado del sujeto y del objeto y
referido a a m b o s por medio del sujeto." [Begtráge I, p. 168). "El
objeto es aquello que, en la conciencia, es diferenciado del suje-
to y de la representación por medio del sujeto, y a lo cual es
referida la representación diferenciada del sujeto." [ibid., p. 170).
"El sujeto es aquello que, en la conciencia, es diferenciado de la
representación y del objeto por medio de sí mismo, y a lo cual es
referida la representación diferenciada del objeto." [ibid.. p. 171).
La proposición de la conciencia "expresa", así, el hecho de
la conciencia. Este hecho yace a la b a s e de aquella, pero en
c u a n t o sale a la luz por medio de ella, la proposición de la
52 Cf. Fundament. pp. 104 s. Que la filosofía crítica no sea filosofía primera,
sino sólo propedéutica de la metafísica, es algo que. por lo d e m á s , debe
considerarse y respetarse, p a r a Reinhold, como aspecto esencial de las ex-
presas intenciones de Kant: "Ni siquiera la expresa declaración de Kant en el
sentido de que su KrV no es m á s que la propedéutica de la metafísica, ha
podido impedir que ella fuera considerada por los kantianos, m á s fieles a la
letra que al espíritu de su doctrina, como la doctrina elemental d e laflosofia."
[Fundament. pp. 62 s.; cf. ibid.. pp. 115 s.).
53 A. Klemmt sostiene que lo m á s característico de la Elementarphilosophie es
que ella es u n análisis descriptivo del hecho de la conciencia, cosa que la
e m p a r e n t a notablemente con el proyecto fenomenológico de E. Husserl. [Cf.
Klemmt. 1958. pp. 58 ss.)
59
conciencia no sólo constituye su expresión, sino en cierto sen-
tido s u "fundamento", s u "razón de ser". 54 Ahora bien, el hecho
que es expresado por medio de la proposición de la conciencia
no es simplemente el de que hay conciencia, sino el hecho de
que la conciencia de, implica en sí: sujeto, objeto intencional y
acto consciente [representación). Todas estas tres cosas están
implicadas a la vez. o en uno, por así decir, en la conciencia, y
son concebidas como necesariamente diferenciadas por la re-
flexión, por la explicitación filosófica.
Por medio de este procedimiento de reflexión sobre la con-
ciencia, Reinhold pretende g a n a r u n concepto de representa-
ción que n o es el resultado de u n a abstracción a partir de los
diferentes tipos de representación, sino que yace a la b a s e del
concepto general y abstracto de representación que es c o m ú n
a t o d a s las representaciones: a la representación sensible, al
concepto y a la idea. E s t a s últimas "no son representaciones
porque tengan algo en c o m ú n sino porque a ellas es c o m ú n lo
que tiene lugar en la conciencia como representación; porque
representación sensible, concepto etc., es algo que es diferen-
ciado, en la conciencia, del objeto y del sujeto, y referido a
ambos." [Beytrage I, p. 169). De modo que sólo se comprende
lo que las diferentes representaciones tienen en c o m ú n c u a n -
do se comprende (por reflexión) la representación como u n ele-
mento de la conciencia. Es esta la m a n e r a como se determina
la representación y como se derivan las diversas representa-
ciones. Lo mismo vale con relación a las nociones de "objeto
representado" y de "sujeto representador" o "sujeto que repre-
senta", en c u a n t o constituyen lo que Reinhold llama las "con-
diciones externas de la representación" (Versuch, p. 202).
Del análisis de la representación también resulta el que ella
sea c a u s a d a , originada, o que tenga, por así decir, u n a raido
fiendi. A esta ratiofiendi de la representación, Reinhold le d a el
nombre de "facultad de representación" [Vorstellungsvermógeri);
60
La facultad de representación es aquello por lo cual la mera
representación —es decir, lo que en la conciencia se puede re-
ferir a objeto y sujeto, pero se diferencia de ambos— es posible;
y es aquello que en la causa de la representación, es decir, en
aquello que contiene el fundamento de realidad [Gnmd der Wirk-
lichkeit) de una representación, tiene que existir antes de toda
representación. [Beytrage I. pp. 175 s.).
61
r e p r e s e n t a c i ó n q u e no esté c o n f o r m a d a por a m b a s . P a r a
Reinhold, esta es u n a de s u s m á s importantes contribuciones
en cuanto, por u n a parte, está llamada a liberar a la teoría y a la
terminología k a n t i a n a s de fatales ambigüedades como, por ejem-
plo, la que surge de considerar a las formas de las representa-
ciones como representaciones p u r a s , o la que se origina al iden-
tificar el objeto, en cuanto fenómeno, con la representación. Pero,
por otra parte, la importancia de esta contribución también re-
side en que de ella se desprende el fundamental principio de la
"no-representabilidad" de la cosa en sí. 56 Este principio se deri-
va analíticamente de la noción de representación, entendida como
compuesta necesariamente de materia y forma:
if i
Para el propósito de este estudio interesa considerar si, y
en qué medida, del esfuerzo teórico de Reinhold resulta el efec-
tivo desenredo de este nudo aporético que caracteriza a la filo-
sofía trascendental kantiana.
64
"Principio".... "aunque tenga que ser demostrado debido a que
posee la propiedad especial de que él mismo hace posible su
fundamento probatorio; a saber: la experiencia, y siempre tiene
que ser presupuesto en esta." [KrV. p. A 737 = B 765. La última
cursiva es mía).
65
estar en condiciones de demostrar que él tenga que ser así. de
esa única manera. 5 -' Este es el meollo de la confrontación de la
filosofía trascendental con el escepticismo filosófico.00 Reinhold
es plenamente consciente de él, al sostener que los filósofos que
parten de u n concepto de la experiencia como correlación "va-
riable, contingente y relativa" de las percepciones (eslo es, los
filósofos escépticos de corte humeano) "son completamente irre-
futables por medio de la KrV, en cuanto esta a s u m e el concepto
de experiencia o de la 'representación de la correlación necesa-
ria de las percepciones sensibles' como base de su edificio doc-
trinal, por m á s sólida que sea en sí misma esta base. Para ellos,
la realidady la indispensabilidad de los juicios sintéticos apriori
no está demostrada." {Beytrage I, pp. 286 s.)
Reinhold pretende coadyuvar en esta situación por medio
de su fundamentación primera del s a b e r filosófico, esto es.
derivando la experiencia de u n f u n d a m e n t o primero que es
autoevldente y capaz, a s u vez, de transferir evidencia a las
proposiciones que se derivan de él. Pero u n proyecto semejan-
66
te no p u e d e ser considerado como logrado, sin m á s , h a s t a tan-
to no satisfaga a l g u n a s inquietudes que p r e o c u p a n al eseépti-
co o, en general, a toda actitud filosófica que mira con sospe-
cha las pretensiones del fundamentalismo en filosofía. Quiero
señalar dos de e s a s Inquietudes: a) El mismo fundamentalismo
reinholdiano está, y no puede m e n o s que estar, expuesto a la
circularidad; y b) él no parece capaz de establecer la derivación
científico-axiomática q u e p r o m e t e sin e n r e d a r s e aporética-
mente.
§ 6. A p o r i a d e la c i r c u l a r i d a d
67
Suponiendo que la proposición de la conciencia fuera realmente el
primer principio, válido umversalmente (allgemetngültig) y algún
día validado umversalmente [allgemeingeltend), de la filosofía ele-
mental, él podría ser descubierto, como poseedor de esa propie-
dad, por la vía analítica (que es la única posible en el primer des-
cubrimiento) sólo después del concepto de la mera representación.
y este último, a su vez, sólo después de los conceptos de las
representaciones de la sensibilidad, del entendimiento y de la ra-
zón. El descubrimiento de la consecuencia tiene que anteceder
necesariamente al descubrimiento del fundamento [Guiña); las
premisas científicas de un conocimiento sólo pueden ser busca-
das después del conocimiento existente, y el contenido esencial
de una ciencia tiene que ser encontrado primero, antes de que el
principio que le da su forma a la ciencia pueda venir a parar a la
conciencia. Si la KrV. por medio de las formas de la representa-
ción expuestas por ella, no hubiera descubierto completamente
las propiedades esenciales de las representaciones sensibles, de
los conceptos y de las ideas, la cuestión acerca de la propiedad
esencial de la representación en general no seria solucionable; es
más!, en cuanto ella no hubiera tenido un sentido determinado,
hubiera sido imposible. [Beytrage I, pp. 265 s.).
La E l e m e n t a r p h i l o s o p h i e a c e p t a la v a l i d e z u n i v e r s a l
[Allgemeingidtigkeií) de los principios de la filosofía k a n t i a n a ,
pero no reconoce que éstos h a y a n sido d e m o s t r a d o s por medio
de u n fundamento que valga umversalmente (ein allgemein-
geltender Grundsatz). o, diríamos, que h a y a sido ya, de forma
explícita, validado y aceptado u m v e r s a l m e n t e . E s t a diferencia,
a mi modo de ver e x t r e m a d a m e n t e sofisticada, entre lo "válido
umversalmente" (állgemeingi'útig) y lo "que se valida, o que vale,
u m v e r s a l m e n t e " , o h a sido ya "validado u m v e r s a l m e n t e "
[allgemeingeltend), es la clave de la contribución de Reinhold
p a r a dotar de potencial probatorio a la filosofía trascendental,
pero también s u cruz:
69
el h e c h o de que ella es el fundamento primero de la repre-
sentación. 6 5 Como puede verse, todo el meollo está en determi-
nar el tipo de dependencia m u t u a que existe entre el concepto
de "representación" (y los "tipos de representación"), por u n a
parte, y la "proposición de la conciencia", por la otra.
La proposición de la conciencia necesita, requiere, de la re-
presentación y de los tipos de representación en cuanto materia-
les de los que parte el análisis. Como quien dice: de n a d a no
viene nada. Pero la representación y los tipos de representación
necesitan o requieren de la proposición de la conciencia en cuanto
ella es la expresión filosófica de lo que aquellas son. La primera
necesidad o el primer requerimiento es, por asi decir, /ártico: se
trata del dato que sirve de p u n t o de partida. La segunda necesi-
dad o el segundo requerimiento es, por su parte, lógico, o lógico-
fidosófico; la proposición de la conciencia es la explicitación del
hecho que constituye el fundamento real de la representación y
de los tipos determinados de representación. Si la dependencia
m u t u a entre la representación (y los tipos de representación) y
la proposición de la conciencia se ve desde dos p u n t o s de vista
diferentes —como parece ser en ocasiones el caso en Reinhold—
se puede suprimir, o al menos morigerar significativamente, el
cargo de circularidad, p a r a dar paso a u n a comprensión de la
mencionada relación de m u t u a dependencia como u n a tensa,
pero fructífera, relación de m u t u a retroalimentación entre el ma-
terial del que se parte en u n sentido temporal y la eslntctwa de
ese material, descubierta por análisis, y que le sirve a él de prin-
cipio en u n sentido lógico-filosófico,
Pero esta liberación del cargo de circularidad en el caso de
Reinhold no puede tener lugar, d e s g r a c i a d a m e n t e . Primero,
porque en c u a n t o él reconoce, con razón, que el h a b e r partido
de s u p u e s t o s era lo que disminuía el potencial probatorio de la
filosofía trascendental, entonces el programa de u n a filosofía
como ciencia estricta tiene que prescindir por completo de ellos.
Se podría argüir aqui, claro está, que, como se dijo arriba.
Reinhold no critica la validez de los p r e s u p u e s t o s k a n t i a n o s
sino el hecho de que éstos no estén comprobados. En efecto, lo
que el proyecto de la Elementarphilosophie se propone, princi-
palmente, es convertir lo que en la KrV fue "presupuesto como
v e r d a d e r a m e n t e probado" en algo que puede ser a s u m i d o sin
vacilación como "probado verdaderamente" [Fundament. p. 129).
65 Cf Fundament. p. 79,
70
El problema está (y esto constituye la segunda razón a favor
del cargo de circularidad), en pretender que lo que es aceptado en
cuanto "presupuesto como verdaderamente probado" no contri-
buye para n a d a a su demostración filosófica como verdadero.
Este es u n problema muy serio. Es como si se pretendiera que la
lengua que usa la reina Isabel no contribuye a su tortuosa com-
prensión (pero comprensión, de todas maneras) de la gramática
con la que Nebrija quiso exponer la estructura de su lengua. Por
supuesto que nadie pretende que, en el último ejemplo, la com-
prensión (explicitación) de la base estructural que se halla implí-
cita en la lengua que usamos, no tenga lugar por medio de. y con
ayuda de, la misma lengua que es analizada. De ahí que ese
ejemplo muestre, ante todo, u n simple modelo auto-referencial
con u n m á s o menos claro carácter holistico. El problema, en el
caso de Reinhold, consiste en que s u aparente holismo 66 es en
realidad u n fundamentalismo extremado que va, sin parecer
notarlo, hacia su propio callejón sin salida, o mejor, que, sin dar-
se cuenta, se comporta como el barón de M ü n c h h a u s e n cuando
se tiró de s u propio cabello para poder salir del lodo movedizo. 67
Parece, entonces, que este fundamentalismo extremado no
avanzara demasiado respecto del procedimiento trascendental
de demostración destinado a dotar de comprobaciones a la fi-
losofía trascendental. En los momentos en los que se presenta
con m á s fuerza el potencial argumentativo de la filosofía tras-
cendental en la KrV (La Deducción y Las Analogías), se le puede
reconocer a Kant, al menos, que a u n q u e presuponga de hecho
71
la experiencia (concebida del modo determinado como él la con-
cibe), s u esfuerzo está encaminado a demostrar que esta expe-
riencia p r e s u p u e s t a tiene que ser el caso o, mejor, tiene que ser
necesariamente presupuesta. Y esto es así, porque, si no, toca
aceptar la hipótesis del eseéptico que, o bien choca con el hecho
aceptado, 6 8 o bien termina por ser inconsistente debido a que el
eseéptico se tiene que servir de aquello que pone en d u d a para
poder ponerlo en duda. 6 9 Independientemente de que se pueda
aceptar como concluyente u n modelo de argumentación seme-
j a n t e (yo no creo, en realidad, que lo sea), se puede al menos
72
reconocer que Kant no parece tener inconveniente en conside-
rar que la filosofía ha de partir, forzosamente, de supuestos. 7 0
Si Reinhold, a u n q u e a regañadientes o probablemente sin
notarlo, hace lo mismo, y no puede m e n o s que hacerlo, surge
entonces la pregunta: ¿dónde está la tan a n u n c i a d a ventaja de
a u m e n t a r el potencial probatorio de la filosofía trascendental
por medio de u n a construcción fundamentalista? La respues-
ta es: en el expediente (cartesiano) de la conciencia. Digo "car-
tesiano" porque se trata de u n recurso subjetivista llamado a
dotar de evidencia al sistema tanto desde el p u n t o de vista de
la forma de su derivación, como desde el p u n t o de vista del
contenido de lo que se deriva. Pero, ¿es este expediente sufi-
ciente en realidad?
§ 7. ¿ E s s u f i c i e n t e el e x p e d i e n t e d e la c o n c i e n c i a c o m o
r e c u r s o c o m p r o b a t o r i o d e la filosofía t r a s c e n d e n t a l ?
73
enuncia las condiciones m á s mínimas posibles de la representa-
ción y de la representabilidad en general.
Hasta ahí bien, y mal haría quien pretendiera quitarle evi-
dencia directa a u n hecho tan básico. De lo que se trata es de
mostrar si se puede reconocer con la misma evidencia que ya no
simplemente condiciones tan mínimas de la representabilidad
—como que la representación requiere u n portador (sujeto) y
algo que representa (objeto intencional)—, sino condiciones más
determinadas, menos mínimas, son necesarias p a r a que la re-
presentación tenga lugar. A este Upo de condiciones m á s deter-
minadas, o menos mínimas, de la representación pertenecen,
por ejemplo, la tesis de que espacio y tiempo son las formas
(condiciones subjetivas a priori) de la representación sensible, o
aquella otra según la cual la tabla kantiana de las categorías es
completa, indispensable (para tener conocimiento de objetos) y
única. Sólo si en el sistema de la filosofía se pueden retrotraer la
necesidad o indispensabilidad, la unicidad y la complelud del
cuadro que componen estas condiciones m á s determinadas, o
menos mínimas, a la m i s m a evidencia originaria con que la pro-
posición de la conciencia expresa las condiciones más mínimas
de posibilidad de la representación; sólo en tal caso, digo, puede
establecerse a ciencia cierta si la construcción filosófica de
Reinhold es la efectiva fundamentación. d e s d e un principio, esto
es. sin supuestos, de la filosofía trascendental.
A p a r t e de esto, el sistema de la Elementarphilosophie tam-
bién tiene que dar c u e n t a de dos importantes a s u n t o s que no
parecen contar, a primera vista, con el mismo grado de eviden-
cia con el que c u e n t a la proposición de la conciencia. Se trata,
primero, de la comprobación inequívoca de que los tipos de
representación de los que ha partido el análisis (representa-
ción sensible, concepto, idea) son, efectivamente, todos los ti-
pos de representación cobijados por el género "representación".
Más adelante ofrezco u n a r e s p u e s t a negativa a esta cuestión
b a s a d a en las serias e insalvables aportas que afectan al pro-
yecto reinholdiano de la derivación sistemática. 7 2 En segundo
lugar, el sistema debe m o s t r a r que el objeto correspondiente,
que es diferente de la representación, pero (o mejor, y) al que la
representación s e refiere, es. en el caso del conocimiento teni-
do por objetivo, algo m á s que u n mero objeto intencional, es
decir, algo m á s que aquello de lo que toda representación es,
72 Cf. infra. § 8,
74
en cuanto tal, representación y que puede ser meramente ideal
y no necesariamente real. En el último apartado de este ensa-
yo ofrezco un primer avance de este tópico, tan caro a la re-
flexión escéptica.
Examinemos brevemente lo primero, es decir, lo relaciona-
do con las condiciones mínimas de la representación sensible
(espacio y tiempo) y de los conceptos y formas del juicio. Si el
expediente de la conciencia, como fundamento probatorio que
es autoevidente, quiere avanzar sobre las condiciones más mí-
nimas posibles de la representabilidad (lo expresado en la pro-
posición de la conciencia) y demostrar con igual evidencia que,
además, la representación en general tiene que ser de este y de
este otro modo determinado (espacio-temporal y categorial, de
acuerdo con la especificación contenida en la tabla kantiana
de las categorías, ni más ni menos), entonces por medio de
dicho expediente se ha de demostrar que este determinado modo
de ser de la representación tiene que ser necesariamente el
caso para que la conciencia (y la representación en general)
tengan lugar. En el caso de la condición absolutamente míni-
ma de posibilidad de la representación, expresada en la propo-
sición de la conciencia, esta prueba no comporta mayor pro-
blema, pues con ella brota a la luz que, como quedó dicho
arriba, para que la representación, como representación, exis-
ta, se requiere una conciencia que la acompañe, un portador y
algo que ella represente. Pero que, además, para que ella exis-
ta, sea necesario el esquema conceptual determinado por la
filosofía trascendental como el único, es algo que no se deja
evidenciar, sin más. por medio de una reducción al hecho origi-
nario de la conciencia.
Para empezar: ¿en qué puede consistir esta reducción, esta
evidenciación? Algo es evidente cuando es claro y presente a la
conciencia. Para efectos de lo que aquí interesa: la reducción
al hecho originario de la conciencia consiste en que se hace
claro y presente a la conciencia el hecho de que determinadas
condiciones contenidas en un (el) determinado esquema con-
ceptual son indispensables y únicas. Al punto que sin ellas "la
conciencia en general sería imposible" [Begtráge I. p. 279). Pero,
por una parte, el recurso a la evidencia, a lo que es presente y
claro a la conciencia, es demasiado vago y, sobre todo, enor-
memente subjetivo como para poder ser aceptado como crite-
rio indiscutible para el reconocimiento de la indispensabilidad
y unicidad de un esquema conceptual. Por la otra parte, ade-
más, puede mostrarse que el ser consciente es un acto que
tiene lugar con tan pocas restricciones y condiciones, que no
75
se ve por qué el e s q u e m a espacio-temporal y categorial pro-
puesto por la filosofía trascendental sea siempre necesario para
que todo tipo de acción consciente tenga lugar. Piénsese, por
ejemplo, en el caso del sueño, donde se tienen representacio-
nes que p u e d e n estar, incluso, a c o m p a ñ a d a s por la concien-
cia, sin que ellas estén restringidas por el e s q u e m a de organi-
zación de la experiencia que es tenido como indispensable y
único por parte de la filosofía trascendental. 7 4
Cierto es que Reinhold piensa la evidenciación de la unici-
dad e indispensabilidad del esquema de condiciones de posibili-
dad propuesto (o descubierto) por la filosofía trascendental en el
contexto de la teoría del conocimiento y no simplemente de la
conciencia: esto es. en el contexto de la teoría de la conciencia y
de la representación restringida por el conocimiento de objetos.
Con todo, los momentos de esa teoría en los que se exponen la
indispensabilidad del esquema espacio-temporal para la repre-
sentación sensible 7 '' no permiten ver ningún a u m e n t o del po-
tencial probatorio de la filosofía trascendental. La exposición de
Reinhold se sigue b a s a n d o en la validez universal (Allge-
meingiílligkeil) —no p u e s t a en d u d a por él—, de las formas a
priori del espacio y el tiempo como condiciones de la intuición de
los objetos. La validación universal (Allgemeingellung), de la que
él pretende haber dotado a la teoría, está dada por la forma
analítica de la exposición, pero la e s t r u c t u r a probatoria con-
tinúa siendo la misma; de modo que la validación universal no
puede menos que retro-alimentarse de la validez universal toma-
da de Kant. Por su parte, el núcleo de la p r u e b a k a n t i a n a se
b a s a en que de la prioridad lógica de espacio y tiempo respecto
76
de los objetos (espacio y tiempo pueden ser pensados sin obje-
tos, pero los objetos no pueden ser pensados sin el espacio v el
tiempo), se sigue eo ipso su carácter apriori como formas de la
receptividad. 7 ''Y si de algo se demuestra su aprioridad, de eso
se demuestran, al mismo tiempo, dos cosas: su universalidad y
su carácter subjetivo (trascendental o. si se prefiere, para estar
a tono con Reinhold. formal).
Otro tanto vale para la tabla de las categorías. No entra den-
tro de los propósitos del presente ensayo la consideración deta-
llada del modo como Reinhold expone la deducción de las cate-
gorías, sino que interesa únicamente presentar el núcleo de su
propuesta con el objeto de mostrar si, y en qué medida, ella dota
a la filosofía trascendental del potencial probatorio prometido a
través del expediente de la conciencia.' 7 El núcleo de la pro-
puesta de Reinhold es, a mi modo de ver. el siguiente: él parte de
la base que en la conciencia, y por medio de los conceptos, tiene
lugar la "unidad objetiva" de lo múltiple representado en la in-
tuición: "La unidad objetiva es la forma del objeto en general, en
cuanto él es pensable." (Versuch. p. 431). Esta unidad es reali-
zada (hervorgehrachl) por el entendimiento de acuerdo a u n
determinado modo, es decir, no se produce arbitrariamente sino
que tiene lugar por medio de e s t r u c t u r a s determinadas del pen-
samiento de u n objeto en general. A e s t a s estructuras deter-
minadas, pero que operan a la vez como estructuras mínimas de
la unidad objetiva por medio del pensamiento, las llama Reinhold
"modificaciones determinadas de la unidad objetiva". Es eviden-
te que en este punto él tiene en mente las categorías, entendi-
das, j u s t a m e n t e , como "estas formas determinadas de los obje-
tos pensables." (ibid.. p. 441 ss.).
Una vez reconocido el hecho de que son necesarias determi-
n a d a s formas o e s t r u c t u r a s del pensamiento para que tenga
lugar la unidad objetiva, surge la pregunta ¿cuáles son esas
formas determinadas y por qué h a n de ser esas y no otras? Esto
es, surge la pregunta acerca del poder demostrativo con el que
se Justifica que el esquema conceptual determinado y mínimo.
77
indispensable para llevar a u n a unidad objetiva la diversidad de
lo representado en la intuición, no es arbitrario o contingente
sino que es, necesariamente, ese esquema determinado y no otro.
Este es, como se sabe, el problema que pretendidamente debe
resolver la filosofía trascendental k a n t i a n a por medio del así
llamado "hilo conductor para el descubrimiento de las categorías."
[KrV. pp. A 67-76 = B 92-101).
Kant obtiene el número determinado de categorías que expone
en s u conocida tabla siguiendo como hilo conductor la determina-
da estructura de lo que él llama la "función lógica del entendimiento
en juicios" (ibid., p. A 70 = B 95). Ahora bien, Kant acepta esta
estructura como determinada, única y completa basándose en el
simple hecho de que dicha estructura h a sido definitivamente es-
tablecida, del modo como él la adopta, por la lógica. La lógica es,
para Kant, u n a disciplina que —salvo algunas modificaciones me-
nores relativas al modo de exposición— transita con firmeza desde
la antigüedad por el "seguro sendero de la ciencia". Esto "se puede
hacer evidente en que a ella, desde Aristóteles, no se le h a podido
permitir dar u n solo paso hacia atrás" [ibid.. p. B VIII). Pero la
lógica üene de especial, al mismo tiempo, "que ella h a s t a ahora
tampoco h a podido dar u n solo paso hacia adelante, y, por tanto, a
Juzgar portas apariencias, parece estar cerrada y completa." (ibid.).78
Reinhold es uno de los primeros intérpretes y críticos de la filo-
sofía teórica kantiana que reconoce en este procedimiento de Kant
u n problema que afecta la sistemática de la filosofía trascendental.
Este problema, que ha dado lugar a intensos debates en la historia
de la interpretación de la filosofía kantiana, 7 9 puede ser identifica-
do como u n a suerte de inconsistencia relativa al tema de la llama-
da Deducción metafísica (KrV, p. B 159) de las categorías.
Esa inconsistencia puede expresarse con ayuda de tres decla-
raciones de Kant que se hallan en la versión de la Deducción tras-
cendental en la segunda edición de la KrV. En la u n a sostiene Kant
que "la unidad sintética de la apercepción es el punto supremo al
cual se tiene que adherir todo uso del entendimiento, incluso toda
¡a lógicay, tras ella, la filosofía trascendental. Es más, esa facultad
es el entendimiento mismo." (p. B 134, n. Cursiva mía). Esta decla-
ración, m á s la definición de juicio que Kant propone en el § 19 de la
78
mencionada edición; "Juicio" no es "otra cosa" "que el modo de
llevar conocimientos dados a la unidad objetiva de la apercepción"
[ibid., p. B 141), llevan a pensar en u n a dependencia sistemática
de las funciones del juicio respecto de la unidad de la apercepción,
de modo que esta podría considerarse como el principio a partir
del cual se deriva la tabla determinada de los juicios. Esto es, en la
apercepción tendríamos, por así decir, el "hilo conductor para el
descubrimiento del hilo conductor." 80
El optimismo de Reinhold en relación con el hecho de que
las d e t e r m i n a d a s formas del p e n s a m i e n t o de u n objeto (las
categorías) p u e d e n derivarse de las d e t e r m i n a d a s formas de
juzgar y estas, a s u vez, de la u n i d a d objetiva de la autocon-
ciencia, está e n n o poca medida inspirado por este concepto de
la apercepción como "punto supremo" [hóchster Punkt) del an-
damiaje sistemático por medio del cual se pretende explicar la
posibilidad del conocimiento de objetos. Sólo u n a derivación
de las operaciones del entendimiento por medio de las cuales
se determina la u n i d a d objetiva a través de los juicios y de los
conceptos contenidos en ellos a partir de la u n i d a d objetiva de
la conciencia, podría garantizar q u e las d e t e r m i n a d a s estruc-
t u r a s mediante las cuales se establece. J u s t a m e n t e , e s a uni-
dad objetiva ("las modificaciones de la u n i d a d objetiva") n o h a n
sido p r e s u p u e s t a s sin comprobación ni evidencia absoluta. Esta
garantía es la que, a s u vez, libra al sistema del cargo de estar
ciT-ií->\ra r i n (=»T~I i i n r^T-iT-ir>iT"\irt n r h i i t r r t r ñ n \ r nr\Tnfir-tní=>e\Í£> tVpnicainpn-
79
otras funciones de Juzgar, o por qué el tiempo y el espacio son las
únicas formas de nuestra intuición posible. [KrV, pp. B 145 s.).
81 Cf. Brandt. 1991. pp. 17 ss.: "Todo intento de elegir la unidad objetiva de la
apercepción como p u n t o de partida de la sistemática de la tabla de los juicios
está a t r a p a d o en este problema y en este círculo. Considero que con esto
queda revelado el necesario fracaso de tales intentos en la teoría k a n t i a n a
misma." [Cf. Ibid.. pp. 20: 26). Por lo d e m á s , u n a de las razones que Kant
alude en favor de la "no-ínvestigabilidad" de los fundamentos por los cuales
tenemos estas y no otras formas del juzgar, o estas y no otras formas de la
sensibilidad, es la inevitabilídad de caer en u n procedimiento circular. Véa-
se, por ejemplo, KrV. p. A 245: Prolegómeno § 36 [AA IV, p. 318): carta a Herz
del 2 6 de mayo de 1789 (A4XL, p. 51). Cf. Krüger, 1968. pp. 337: 341 ss.
82 G ü n t h e r B a u m ha llamado la atención sobre el parentesco del intento de
Reich de derivar las formas del juicio o funciones elementales del pensa-
miento a partir de la unidad objetiva de la apercepción trascendental, con el
80
Para Reinhold, a u n q u e el n ú m e r o de categorías debe coin-
cidir con el n ú m e r o de formas del juicio, la tabla de los juicios
no constituye, sin embargo, t a n sólo u n a guia o hilo conductor
para el descubrimiento de las categorías, sino que é s t a s últi-
m a s resultan de las diversas modificaciones del acto de juzgar
que son, a la vez, modificaciones de la unidad objetiva. Tabla
de juicios y tabla de categorías son, por así decir, derivadas
s i m u l t á n e a m e n t e a partir de la unidad objetivay teniendo como
único indicador la conciencia que. en c u a n t o resultado del aná-
lisis del concepto de representación, es en sí m i s m a acto cons-
ciente de u n sujeto que se refiere a u n objeto intencional.
En la u n i d a d objetiva está la clave, la base, de la derivación
simultánea de la tabla de los juicios y de la de las categorías
porque el juzgar es concebido como el acto por el cual "lo diver-
so de u n a intuición" es r e u n i d o "en u n a u n i d a d objetiva"
[Versuch, p. 435). 8 3 Ahora bien, las diversas formas lógicas de
los juicios no son m á s que "las modificaciones, d e t e r m i n a d a s
por la n a t u r a l e z a del entendimiento, de las formas m á s gene-
rales del juzgar, o de la acción correlacionadora, en la u n i d a d
objetiva." (ibid.. p. 441). Asi como la forma m á s general del
juzgar aparece diferenciada o modificada en las d e t e r m i n a d a s
formas lógicas de los juicios, así mismo la forma m á s general
de los objetos aparece d e t e r m i n a d a por las formas m á s especi-
ficas, "determinadas por la n a t u r a l e z a del entendimiento", "de
82
y predicado conectados se comportan con respecto a la unidad
objetiva como unidad y multiplicidad al mismo tiempo), "ellos
constituyen, tomados j u n t o s —un objeto que consta de varios
objetos—, u n a comunidad." [Versuch. p. 446). En este tercer caso
están ligados sujeto y predicado tanto interna como extema-
mente y el juicio es disyuntivo. Así obtiene Reinhold las formas
de la relación (de sujeto y predicado) en los juicios.
Sólo resta la obtención de la modalidad del juicio. Reinhold
la extrae de la otra m a n e r a como se determina la conexión de
sujeto y predicado en el juicio; esto es, de la consideración de la
relación del que conecta con el acto de conectar en la unidad
objetiva. El que conecta, o quien conecta, es el yo que represen-
ta, el sujeto del entendimiento. Este sujeto sólo puede ser repre-
sentado a través de la conciencia del acto de conectar. Así, la
relación de este sujeto con el acto de conectar consiste en la
relación entre la conciencia y ese mismo acto. Ahora bien, "la
conciencia se comporta con respecto a la acción correlacionadora
o bien como unidad, o bien como multiplicidad, o bien como
u n i d a d y multiplicidad al mismo tiempo." (ibid., p. 446.). E n el
primer caso, conciencia y acto de conectar están internamente
ligados; "el acto de conectar ocurre en la m i s m a conciencia", "se
conecta o correlaciona realmente, y el juicio es asertórico." (ibid.).
En el segundo caso, conciencia y acto de conectar están exter-
namente ligados; el acto de conectar "no antecede a la concien-
cia m i s m a sino que es representado como algo diferente de la
conciencia, no tiene lugar en la conciencia como acción, sino
como modo de la acción; no como algo real, sino como u n a ac-
ción meramente posible; el juicio es problemático." (ibid.. p. 447).
F i n a l m e n t e , como p u e d e e s p e r a r l o q u i e n conozca la t a b l a
k a n t i a n a de los juicios y ya se h a y a familiarizado con el juego de
derivación dlcotómica de Reinhold, "en el tercer caso, la acción
conectora o correlacionadora es conectada con la conciencia in-
terna y externamente; la m e r a r e p r e s e n t a c i ó n de la acción
conectora es inseparable de la acción conectora real; la acción
conectora representada en la conciencia se efectúa j u s t a m e n t e
por eso también en la conciencia; la acción real del conectar se
determina en la conciencia por su posibilidad, y el Juicio es apo-
dictico." (ibid.).
Reinhold no necesita, ni apela, en estricto sentido a u n hilo
conductor (Leitfaderi) p a r a deducir la tabla de las categorías,
sino que, como quedó dicho antes, las formas del juicio y el
n ú m e r o correspondiente de categorías (o formas del pensamien-
to de u n objeto) deben resultar de ese análisis dicotómico del
j u i c i o , el c u a l se h a l l a g u i a d o por el c o n c e p t o de u n i d a d
83
objetiva.85 Pero el hecho que no se vea en la superficie que él
necesita el hilo conductor de la forma lógica de los juicios, ya
preconcebida por la ciencia lógica, no quiere decir que su aná-
lisis escape al problema que se le presentaba a Kant por haber
presupuesto estos resultados de la lógica. A saber: el problema
relativo a la no-investigahilidad de las razones por las cuales
tenemos esta y no otra determinada forma de juzgar (objetiva-
mente). Y esto es grave, porque para el filósofo fundamentalista
la no-investigabilidad de una razón se confunde con la arbitra-
riedad. Es decir, él identifica el desconocimiento de las razones
con la falta de razones.
Que el resultado de la "Deducción" de Reinhold sea exacta-
mente el mismo de Kant8G no se explica sino porque él ha su-
puesto el resultado kantiano y sólo posteriormente puede lle-
varlo a una aparente demostración sistemática. Digo que esta
demostración, como demostración fundada en un principio y
sin supuestos, es aparente teniendo en mente preguntas como:
¿cuáles son las razones por las cuales cantidad y cualidad cons-
tituyen la materia, y en cambio relación y modalidad la forma?
¿cuál es la razón de ser del tercer miembro?, ¿o de la clasifi-
cación de las categorías en matemáticas y dinámicas? En la
mayoría de los casos se trata de las mismas razones dadas por
Kant, o, cuando aparecen "nuevas", parecen ser más bien el
resultado de una gimnasia lógica basada en la dicotomía y en
la necesidad de unidad de lo analizado dicotómicamente. (Este
es el caso de la tercera categoría, por ejemplo).
A esto se suma la dificultad de que en ninguno de los
casos se constata una explicación satisfactoria de la rela-
ción entre la dicotomía unidad, multiplicidad (y la posterior
síntesis de unidad y multiplicidad) y todas las formas deter-
minadas del juzgar (con sus correspondientes categorías),
las cuales se han pretendido deducir desde un principio. En
todo este ejercicio de derivación no puede permanecer ocul-
85 "Así como se comporta la forma general del juzgar con relación a la forma
general de los conceptos, o con relación a la forma de p e n s a r objetos, así
mismo se comportan las formas específicas del j u z g a r con relación a las
formas específicas de los concejDtos. o con relación a las formas de p e n s a r
objetos, las categorías." [Versuch. p. 449).
86 Salvo a l g u n a s pocas variaciones que sólo afectan, en realidad, a la forma.
Así. él no llama al tercer título de los juicios de la cualidad "juicios indefini-
dos", como Kant. sino "Juicios indeterminados". Asimismo, relaciona la cate-
goría de unidad con los juicios singulares y no con los universales. Final-
mente, a la tercera categoría de la relación no la llama "acción reciproca",
sino "concurrencia". [Cf. Versuch. p. 449),
84
to un tremendo tour de forcé. Lo único que parece venir en
ayuda de Reinhold en este punto es el reconocimiento de la
necesidad del expediente de la conciencia para dotar de al-
guna certidumbre a la explicación de las razones por las
cuales se establecen o se tienen estas y no otras formas de-
terminadas de juzgar, y estas y no otras determinadas for-
mas de pensar un objeto en general. Pero que este expedien-
te sea necesario en dicha explicación, no dice al mismo tiempo
que sea suficiente.
Este ejercicio de lógica dicotómica tiene, como se reconoce
usualmente. el valor histórico de ser el origen del idealismo
especulativo alemán. Para efectos de lo que aquí interesa es.
con todo, necesario reconocer que en la forma como Reinhold
lo presenta, no añade nada esencial a la argumentación tras-
cendental. Pues, mientras no se pueda resolver la tensión en-
tre lo dado (en este caso los resultados de la filosofía trascen-
dental kantiana) y la reflexión sobre estos resultados (la
Elementarphilosophie). no se puede de ningún modo asegurar
que esta última dote de comprobación a lo presupuesto por
aquella, o que lo aceptado como presupuesto no contribuya
ello mismo en el proceso demostrativo o no tenga que ver con
él de algún modo. Mucho menos se puede afirmar que el pro-
greso de Reinhold en relación con Kant consista en que la
pregunta fundamental de la Elementarphilosophie. a saber:
¿cómo puede ser asegurado como validado umversalmente
(allgemeingellend) lo que Kant, o la filosofía trascendental, ha
asumido como válido umversalmente (allgemeingüllig)?; no se
puede afirmar, digo, que esa pregunta fundamental "no se
puede seguir orientando a la reconstrucción y a la deducción
de las condiciones necesarias para la posibilidad de juicios
sintéticos a priori. sino al conocimiento directo de las estruc-
turas de sentido del conocimiento sintético apriori." (Teichner,
1976. p. 441.). Pues ese proceso de reflexión no produce nada
nuevo. De ahí que aceptar que la fundamentación reflexiva
de la filosofía trascendental que lleva a cabo Reinhold tiene
con Kant "solamente muy poco en común" [ibid.. 1976. p.
444), seria como aceptar cjue un ejercicio de sistematización
de nuestra lengua según reglas y principios, tiene poco que
ver con la lengua que es así sistematizada.
En íntima relación con esto se ha de añadir aquí que ni la
necesidad, ni la completud de las diferentes formas de juzgar y de
las diferentes determinaciones de la unidad objetiva, llamadas ca-
tegorías, queda demostrada por el hecho de que su "deducción"
tenga lugar al interior de una teoría de la conciencia que es a la vez
85
teoría de la constitución objetiva. 87 Pues u n hecho tan elemental y
tan general como el descrito en el análisis de la representación; a
saber: el que en ella estén implicadas la diferenciación y m u t u a
referencia (en la conciencia) de u n a acción enlazadora de juzgar
por parte de u n sujeto y de u n objeto intencional, no dice nada
acerca de que necesariamente sean estas y no otras las formas de
esa acción de Juzgar, o estos y no otros los modos como es pensado
ese objeto intencional, salvo que se haya previamente decidido ex-
traer dichas formas del sistema de la lógica heredado. Se puede
aceptar que ese sistema heredado de la lógica es, a su vez, el resul-
tado de u n análisis del uso lógico del entendimiento, de modo que
ese sistema contiene el conjunto de reglas explicitado que en tal
uso se hallaba —antes del análisis— implícitamente. De ahí no se
sigue ni que el sistema de reglas explicitado sea u n a invención, ni
que él no tenga nada que ver con aquello de lo que es explicitación.
El análisis reflexivo se halla en u n a relación tal de tensión o de
retroalimentación con aquello que es analizado por él, que no es
posible pedir de él que dé las razones de ser del hecho analizado,
p u e s eso s u p e r a los límites de la investigación analítlco-
reflexiva. 88 Reinhold no parece contar con el i n s t r u m e n t a r i o
metodológico que le permita escapar a la tensión propia de u n
proyecto filosófico como el suyo; a saber: la fundamentación, en la
conciencia, de la necesidad de determinado esquema conceptual a
partir del análisis reflexivo de la representación; pues este análisis
supone ya la forma estructurada de la representación (objetiva)
que tiene como base el esquema conceptual en cuestión. Como es
sabido, la filosofía especulativa post-kantiana se ocupó intensa-
mente en la conformación de ese instrumentario metodológico. Esa
es con seguridad u n a de las causas que explican la adhesión de
Reinhold a Fichte a mediados de los años noventa. 89
87
Por medio de esa exposición se añadió a la validez universal
(Allgerneingültigkeit) de s u s principios, u n a sólida validación
universal (Allgemeingeltung). La idea de Reinhold es que u n a
disciplina científica sólo puede ser considerada como sólida-
mente demostrada, libre de malentendidos y confusiones, cuan-
do, a d e m á s de contener principios válidos umversalmente, ha
alcanzado la validación universal. La física de Newton ha al-
canzado la validación universal gracias a su "evidencia mate-
mática" [Versuch, p. 20). De modo que esta analogía lleva a
p e n s a r que, en lo que se refiere a dotar al sistema de validación
universal, Reinhold es partidario de seguir u n método sintético
de demostración. Dos características de ese método son las de
ser progresivo y constmctivo, por así decir (a la m a n e r a de u n
edificio axiomático): a diferencia del procedimiento analítico,
que es regresivo.
Una interpretación semejante podría sugerir que, así como
quedó asociado el procedimiento sintético-progresivo con el lo-
gro de la validación universal, así mismo podría situarse el pro-
cedimiento analítico en relación con la obtención de la validez
universal. De hecho, la validez universal de los principios de la
filosofía trascendental, cuya validación universal es b u s c a d a por
la Elementarphilosophie, no es p u e s t a en d u d a por Reinhold.
Kant h a encontrado con acierto esos principios verdaderos y esto
es aceptado por Reinhold sin problemas. Pero la pretensión de
la filosofía de Reinhold es m u c h o m á s ambiciosa. Es lo que al
menos se sigue de declaraciones programáticas como la siguiente:
91 Cf. supra.. § 4.
92 Cf. Bondeli 1995. p. 111. Sobre eso. cf.: "En este caso no se está hablando de
derivar, o deducir [ablelten] en el sentido de probar sino en el sentido de un
desarrollo sistemático de u n orden de consecuencias indispensable para la co-
rrecta comprensión de las proposiciones. Esto sugiere u n a comprensión de la
En ese orden de ideas, Bondeli habla de u n a "derivación no
ingenua", o de u n a "linealidad reflexiva en la derivación" (Bondeli
1995, p. 22; también pp. 110 ss.). Pero esta es, a mí modo de
ver, u n a forma de escamotear el hecho de que el modo enreda-
do como Reinhold concibe la derivación es u n a estrategia para
eludir la paradoja de M ü n c h h a u s e n a la que se ve abocado su
proyecto fundamentalista-derivativo. Y esto se puede ver con
claridad a la luz de la inevitable retroalimentación o contraten-
sión entre lo aceptado como válido universalmente y lo que
goza de validación universal sólo d e s p u é s de ser desarrollado,
o expuesto, o de ser el resultado de u n a derivación reflexiva,
que también h a de ser demostrativa, por s u p u e s t o . Es evidente
que u n a retroalimentación entre lo aceptado, y que constituye
el material del "progreso analítico", y el p u n t o culminante al
q u e llega e s t e p r o g r e s o , c o m p r o m e t e el p r o y e c t o f u n d a -
mentalista; p u e s dicha retroalimentación lleva al reconocimiento
de que el primer principio, que se p r u e b a a sí mismo como do-
tado de validez y validación universales, no se pone, como tal,
a si mismo. 9 3 Pero esta paradoja de M ü n c h h a u s e n es Inevita-
ble, a m e n o s que se h a g a de la circularidad u n a virtud, opción
que parece estar contenida en la idea reinholdiana del desarrollo
sistemático; el primer principio de la filosofía, la proposición de
la conciencia, cumple con u n a función fundamentadora, pero
es al m i s m o tiempo núcleo de u n a derivación. Por medio de la
primera se determina y pone a sí mismo. A través de la segun-
da, se determina o se explica completamente, pero por medio
de u n a suerte de inferencia circular del primer principio a par-
tir de las proposiciones derivadas. 9 4
90
La relación de retroalimentación en la que se halla el pro-
yecto filosófico fundamentador de Reinhold respecto de la filo-
sofía trascendental que pretende fundamentar, h a de ser, con
todo, reconocida. Y esto no vale solamente con respecto al pro-
blema que resulta de pretender conferir evidencia al sistema
de la filosofía trascendental, y al e s q u e m a conceptual descu-
bierto por ella, mediante el expediente de la conciencia —el
cual opera, j u s t a m e n t e , como el s u p r e m o (oberste) y primer
[ersté) principio de la filosofía—. sino también con respecto al
problema de la determinación del concepto de representación,
como "concepto genérico" [Gattungsbegriff) cuya e s t r u c t u r a fun-
damental se halla por igual en cada u n a de s u s especies. De
este último hecho se h a de tener también evidencia mediante el
expediente de la conciencia.
Reinhold es consciente de la m e n c i o n a d a relación de re-
troalimentación:
91
de ser u n a proposición a u t o - d e t e r m i n a d a y auto-evidente por
el hecho de que el concepto genérico de la representación no
p u e d a existir sin las especies (pre-existentes). La pre-existen-
cia histórica, fáctica, de los tipos o especies de representación,
no aniquila la prioridad lógico-filosófica del género sobre s u s
especies. Lo primero que debe ocurrir es, entonces, algo asi
como u n a autoposición del principio. Pero lo segundo, y no
m e n o s importante, es u n a derivación de las especies, y de su
determinada estructura, a partir del género que, aparentemente,
h a sido g a n a d o en su plena determinabilidad de modo analíti-
co y reflexivo. Esta derivación debe tener lugar necesariamente
si se quiere d e m o s t r a r la prioridad lógica del concepto genérico
respecto de los conceptos específicos. De lo contrario habría
que r e n u n c i a r a ella y reconocer solamente u n tipo de priori-
dad: a saber, la histórica o fáctica. El reconocimiento de la
prioridad histórica y fáctica está envuelto en el a s u n t o de la
retroalimentación y ésta, a s u vez, envuelve el problema de la
no-investigabilidad de la e s t r u c t u r a (y origen) de la representa-
ción. Semejante declaración de no-investigabilidad se identifi-
ca, para el fundamentalista, con la arbitrariedad o contingen-
cia de esa e s t r u c t u r a . Y es por eso que el reconocimiento de la
no-investigabilidad de la e s t r u c t u r a y origen de la representa-
ción conduce, p a r a el fundamentalista, a u n a capitulación de
la investigación filosófica frente al escepticismo.
Ahora bien, si la filosofía no puede ser establecida como
ciencia estricta a partir de u n fundamento, peligra, para u n
fundamentalista como Reinhold, la b a s e m i s m a de u n a cultu-
ra ilustrada y racional:
92
dicho repetidamente, a sí mismo, pero esta especificación cons-
tituye el desarrollo pleno de lo que en él se halla lan solo con-
tenido como u n núcleo, u n a semilla. Reinhold piensa que la
derivación f u n d a m e n t a d a y comprobada de las diferentes for-
m a s de la representación tiene lugar a la m a n e r a de u n a deri-
vación de los diferentes tipos de la conciencia a partir de la
proposición de la conciencia, la cual contiene el concepto ge-
nérico y es a su vez la expresión del hecho incontrovertible de
la conciencia. Estos tipos de la conciencia son: la conciencia
de la representación, la conciencia del sujeto (o autoconciencla)
y la conciencia del objeto (o conocimiento). 9 5 La pretensión con-
siste en derivar la e s t r u c t u r a determinada de la representa-
ción a partir de este principio general cuyo despliegue, por así
decir, en estos tres m o m e n t o s , puede ser reconocido inmedia-
t a m e n t e como resultado de u n simple análisis de ese mismo
principio, como se indicó a n t e s . Llevar a cabo, a partir de u n
principio t a n general e indeterminado, u n a derivación de la
e s t r u c t u r a d e t e r m i n a d a de la representación sensible (la espa-
cio-temporalidad), de la e s t r u c t u r a determinada de la repre-
sentación conceptual (las categorías), etc. —tal y como las con-
cibe la filosofía trascendental—. no parece posible sin que nos
sirvamos ya de estas e s t r u c t u r a s como p r e e x i s t e n t e s . En po-
cas palabras, lo que valió p a r a el proyecto de dotar a la filosofía
trascendental de potencial argumentativo mediante la funda-
mentación primera, vale sin variación p a r a el programa de la
derivación demostrativa a partir de u n primer principio.
Pero j u n t o a este lío, al que a mi modo de ver no escapa el
proyecto reinholdiano de filosofía como ciencia estricta o filoso-
fía a partir de u n principio, la derivación de los tipos determina-
dos de la representación y de la representabilidad a partir del
concepto genérico de la representación, se las tiene que ver al
mismo tiempo con el problema de que lo particular no puede ser
inferido de lo universal. El hombre, como animal racional, está
contenido, por asi decir, en el género de los animales, pero no es
lógicamente viable derivar, o inferir, el concepto de hombre del
concepto de animal. Este lío h a sido visto con acierto por varios
intérpretes. 9 6 El mismo Reinhold parece consciente de él. 97 De
ahí que, para coadyuvar a la solución de esta dificultad, sosten-
93
ga que en su teoría de la derivación o desarrollo de lo particular
a partir de lo general no debe entenderse que lo particular está
contenido en, sino bajo lo general. 98 Siguiendo ese orden de ideas,
Reinhold pone a operar la distinción introducida entre materia y
forma de u n a proposición. La materia de u n a proposición se
define en este contexto como la significación de s u s términos y
la forma, a s u vez, como la conexión de esos términos en u n
juicio. Así, a u n q u e desde el primer principio no se p u e d a dedu-
cir la materia de u n a proposición, a partir de él sí se puede
deducir s u forma. 99 El problema es que la falta de legitimidad de
u n a derivación de la especie a partir del género también se ex-
tiende a la forma. Por otra parte, la solución p r o p u e s t a por
Reinhold a esta dificultad conduce a u n nuevo problema; a sa-
ber: él tiene que ser inconsistente con u n a exigencia metodológica
básica de la Elementarphilosophie. E s la exigencia de a c u e r d o
con la cual del primer principio se debe d e s p r e n d e r el conte-
nido de las proposiciones derivadas. Se t r a t a de la regla del
método de la filosofía como sistema, o desde u n principio,
según la cual no se p u e d e admitir n i n g ú n concepto cuyo signifi-
cado (contenido) no esté c o m p l e t a m e n t e d e t e r m i n a d o y no sea
c o m p l e t a m e n t e d e p e n d i e n t e del primer principio. El primer
principio es "principio de todos los principios" (Beytrage I, p.
358). "Para e s t a r a s e g u r a d o c o n t r a m a l e n t e n d i d o s todo los
que es a s u m i d o como d e m o s t r a d o requiere de u n principio,
tiene q u e ser, m e d i a t a o i n m e d i a t a m e n t e , d e t e r m i n a d o por
aquella proposición primera." [ibid., pp. 3 5 8 s.) Si esos significa-
dos de las proposiciones no p u e d e n ser derivados del primer
principio, serán vagos y d a r á n lugar a interpretaciones
conflictlvas, lo cual h a r á fracasar la idea de u n (único) siste-
m a de la filosofía en virtud del cual se obtiene consentimiento
universal y unívoco. 1 0 0
Dada la circunstancia aporética que h a sido caracterizada con
relación al proyecto reinholdiano de derivación sistemática (lo
98 Cf Beytrage I. p. 3 6 1 .
99 Cf Beiser, 1993, p. 246: también Bondeli. 1995. p. 22. pp. 110; 116 ss. En
este procedimiento está la clave de lo que Bondeli llama "derivación lineal
reflexiva o no ingenua" y que es prefiguración del desarrollo metodológico
circular del idealismo especulativo i n m e d i a t a m e n t e posterior a Reinhold.
100 De ahí que Beiser pueda formular con razón este dilema que afecta al proyecto
reinholdiano de la derivación, en los siguientes términos: "Si el primer princi-
pio no determina el contenido de la proposición, entonces el sistema de la
filosofía será vago y no riguroso; pero si el primer principio determina el conte-
nido, entonces es responsable de la falacia lógica que consiste en derivar con-
clusiones específicas a partir de premisas generales." (Beiser. 1993. p. 247).
94
concerniente al problema de la retroalimentación entre validez
universal aceptada y validación universal demostrada, por u n a
parte, y lo concerniente al asunto de la falacia de la inferencia de
la especie a partir del género, por la otra), es evidente de suyo que
no es posible pedir al sistema que dé certeza incontestable de que
los tipos o especies de representación base del análisis (represen-
tación sensible, concepto, idea) s e a n todos los tipos de re-
presentación posible derivados demostrativa y sistemáticamente
a partir del género "representación", asi se entiendan aquellos no
como contenidos sino como subsumidos en este último. La acep-
tación de estos tipos determinados de representación, y no de
otros, parece estar directamente relacionada con la aceptación de
u n hecho heredado de la filosofía kantiana.
§ 9. S o b r e el c o n c e p t o d e objeto
95
de la irreductible dicotomía entre "objeto" y "representación",
m o s t r a n d o que el primero está incluido en la s e g u n d a , asi
como t a m b i é n está incluido en ella su opuesto, el concepto de
u n "sujeto". "Incluido en" quiere decir aquí: " p r e s u p u e s t o por",
o. "implicado en".
Filosofía d e la unidad (o de la identidad) es, asi, en este
contexto, la filosofía que parte de la b a s e que 1) el objeto del
análisis, la representación, requiere de u n objeto y de u n sujeto
(las llamadas, por Reinhold, "condiciones e x t e m a s de la repre-
sentación") y contiene en si u n a materia y u n a forma (las lla-
m a d a s "condiciones internas de la representación"). Es decir,
los elementos básicos de la representación están en ella reuni-
dos y ella, como compuesto de ellos, debe entenderse como la
unidad elemental de todo hecho de la conciencia; al p u n t o que
ninguno de los elementos que constituyen la representación, o
son requeridos en ella, p u e d e ser concebido (o, si se quiere,
representado) por fuera del marco establecido por la composi-
ción de estos elementos en ella. E n u n a frase: n o p u e d e h a b e r
representación de la forma sin la materia, o viceversa; ni tam-
poco representación de u n sujeto sin objeto al que se refiera. 102
Pero el representacionalismo o idealismo de Reinhold es
también (y sobre todo) u n a filosofía de la identidad en c u a n t o
2) e n c u e n t r a en la conciencia u n a raíz única que permanece
invariable, por así decir, a través de la especificación k a n t i a n a
de las facultades de la representación (sensibilidad, entendi-
96
miento y razón) y de la duplicación del uso de la razón en teó-
rico y práctico.
Esta suerte de monismo, o identificacionismo, es crucial
como estrategia p a r a salvar a la filosofía crítica de esa n a t u r a -
leza aporética a la que la condena su carácter dualista. En el
presente acápite interesa ú n i c a m e n t e m o s t r a r el modo como la
filosofía reinholdiana de la representación objetiva, en c u a n t o
teoría de la identidad o de la unidad, pretende solventar uno
de los problemas m á s característicos de la filosofía critica: el
problema de la existencia de objetos por fuera del marco de la
representación objetiva. Este, como se sabe, es u n tópico deci-
sivo en el a s u n t o de la relación de la filosofía trascendental con
el escepticismo filosófico. En el presente contexto interesa in-
d i c a r en t é r m i n o s g e n e r a l e s y c o n c i s o s las r a z o n e s y la
inevitabilidad del problema al interior del marco teórico de la
Elementarphilosophie.
Algo que no puede p a s a r de ningún modo desapercibido al
considerar la teoría reinholdiana de la representación, como teoría
con intenciones unlficadoras o identiflcadoras. es el hecho de
que ella quiere establecer la identidad en la diferencia, la diversi-
d a d en la unidad. Los términos que constituyen la representa-
ción no pueden ser pensados sino como términos que poseen
u n a propiedad dependiente de la representación (lo representa-
do y el representante), o, si se quiere, como términos que no
p u e d e n ser p e n s a d o s sino al interior de los límites de la re-
presentabilidad. Pero, al mismo tiempo, son términos que se
diferencian entre sí y se diferencian de la representación en la
que se aunan.
Es este doble aspecto de la representación, como compues-
to que retine lo diferente, y que. en c u a n t o tal, también se dife-
rencia él mismo de los elementos que lo componen, el que per-
mite liberar al representacionalismo de Reinhold del cargo de
defender u n a posición idealista extrema como la de Berkeley,
según la cual los objetos materiales se reducen a (o identifican
con) s u s representaciones; 1 0 3 pues, por definición, los objetos
no son representaciones sino elementos constitutivos de ellas,
A la vez, es esta m i s m a concepción del objeto como constituti-
97
vo de la representación, pero diferente de ella y de su otro ele-
mento constitutivo (el sujeto que representa), la que protege a
la teoría reinholdiana de la representación contra el reproche
del escepticismo filosófico que consiste en señalar la imposibi-
lidad de acceder, mediante el conocimiento, a una esfera real
de los objetos, mientras se permanezca, y no se pueda menos
que permanecer, al interior de la esfera de la representación.
Este reproche del escepticismo se basa en el supuesto de un
ser en sí del cual la representación debe ser copia si es que ha
de tener lugar un conocimiento de objetos. Pero la semejanza
de este ser en sí y la representación es inverificable, luego la
posibilidad del conocimiento objetivo no se puede establecer
con base en la aceptación de este supuesto. Esto es lo que,
para Reinhold, constituye el elemento dogmático del por él lla-
mado escepticismo dogmático. La pretensión de Reinhold con-
siste en mostrar que este reproche deja de tener razón de ser y,
al mismo tiempo, el problema del conocimiento de un objeto
real correspondiente a la representación desaparece, si se en-
tiende que el supuesto del escepticismo dogmático descansa
en una concepción del objeto completamente equivocada, una
concepción dual en la que uno de los extremos es la facultad
(subjetiva) de la representación y el otro una esfera objetiva
que, al no estar comprendida en el concepto de la repre-
sentabilidad, no puede ser de ningún modo representada: se
trata de la cosa en sí. Esta concepción debe ser corregida me-
diante una corrección de los conceptos de "representación" y
de "objeto".104
La fórmula para evitar tanto idealismo dogmático (identifi-
cación del objeto con la representación) como escepticismo
dogmático (dualismo presupuesto entre cosa en sí y represen-
tación, con la intención de mostrar la imposibilidad de la refe-
rencia de esta a aquella) es, entonces, una teoría en la que se
establece, ciertamente, la dualidad 'objeto de conocimiento' -
'sujeto cognoscente', pero como formando parte de una unidad
en la representación. Ambos polos de la dualidad, o bien son
tenidos como condiciones extemas de la representación, o bien
se presentan como condiciones internas de ella en cuanto una
y otra (la materia y la forma) conforman el aspecto objetivo y el
subjetivo, lo dado y lo creado, respectivamente, en la represen-
tación. Pero por más que la genuina concepción reinholdiana
del objeto aparezca en la teoría del conocimiento, y no tanto en
99
mente. El giro subjetivo, como clave de la solución al proble-
ma de la posibilidad del conocimiento, presupone él mismo
la periferia objetiva, por así decir, y trae consigo, al mismo
tiempo, el problema de que él no está provisto de un anda-
miaje lógico y conceptual que le permita contrarrestar el cargo
de idealismo, en el sentido peyorativo de este último térmi-
no, pues dicho giro prohibe, por definición, que se pueda
abandonar la esfera de la representación, con el propósito
de constatar la existencia de aquello a lo que esta se refiere.
Y en esas circunstancias, nada impide que la referencia de
la representación sea otra representación, o mejor aun, nada
indica que se pueda saber algo acerca del componente obje-
tivo de la representación, como tal componente objetivo, pues
¿cómo se podría saber eso si todo saber es representacional,
o sea, centrado subjetivamente? Y, sin embargo, la episte-
mología centrada subjetivamente desea establecer las con-
diciones del conocimiento de la periferia objetiva. En esto
comparte Reinhold la misma suerte de toda la epistemología
clásica moderna desde Descartes. 106
Pero la imposibilidad de prescindir del supuesto de un ob-
jeto exterior a la representación, o mejor, la necesidad de la
dualidad "ámbito subjetivo de la representación" - "mundo
circundante objetivo" se puede divisar con claridad si se atien-
de a la ambigüedad de la que, según Reinhold, es presa el
concepto de materia (Stoff) de la representación, y a la distin-
ción introducida por él entre un objeto de la representación (u
objeto intencional) y un objeto kaf exqjen.
Reinhold sostiene que el concepto de "materia de una re-
presentación" es presa de una ambigüedad que afecta a la teo-
ría de la representación como teoría del objeto. "Materia de
una representación" puede referirse, por una parte, a aquello
que está en la mera representación como su contenido. Asi.
cuando me represento un árbol, la materia de esa representa-
ción es el árbol que constituye el contenido específico de la
representación "árbol", y por medio del cual diferencio esta re-
100
presentación de otras (por ejemplo, de la representación de
u n a casa). Pero, por otra parte, también suele comprenderse
bajo la expresión "materia de u n a representación" el objeto que
es distinto (verschieden) de la mera representación en c u a n t o
tal; en el ejemplo citado: el árbol mismo. Sólo el primer sentido
de la expresión "materia" o "contenido" de la representación es
el correcto. 1 0 7
Nótese que si a este concepto de materia o contenido de
u n a representación se le adscribe la característica de ser el
"componente objetivo" de la representación, o lo que corres-
ponde a lo "representado" en toda representación (en el len-
guaje de Reinhold: aquello que corresponde al objeto que se
diferencia, por medio de la conciencia, de la representación),
es porque se está entendiendo el contenido objetivo de la re-
presentación no por referencia a algo real (material), indepen-
diente de los contenidos mentales o representacionales, sino
sólo por referencia a lo que en la m e r a representación debe
figurar como contenido. De ahí que sea necesario distinguir las
dos significaciones m e n c i o n a d a s del término "materia de la
representación". Para Reinhold. la s e g u n d a es u n a significa-
ción impropia de ése término. En sentido estricto, lo que se
quiere significar con ella es lo que se h a de designar a d e c u a d a -
mente con el término "objeto correspondiente de u n a repre-
sentación", pero no en el sentido en el que suele entenderse el
objeto intencional de toda representación, sino en el sentido de
"objeto físico propiamente dicho". Reinhold ilustra esta distin-
ción valiéndose del mismo ejemplo a c a b a d o de referir:
101
dichos.108 Del objeto o contenido de una representación puede
decirse, sin más, que forma parte del concepto de representa-
ción, esto es, que él está "implicado en", "presupuesto por" o
"incluido en" el concepto de la representación. Lo mismo no
puede decirse, sin embargo, del objeto real. Pero Reinhold pre-
tende que esto último sí se puede decir cuando afirma que "la
existencia de los objetos fuera de nosotros es exactamente tan
cierta como la existencia de una representación en general."
[Versuch, p. 299). Esta proposición se halla fundada en la
mencionada implicación inmediata del contenido o materia de
una representación, en el concepto de esta misma: "Puesto que
la materia en una representación es aquello que corresponde
al objeto diferente de la representación, entonces la represen-
tación que posee una materia objetiva, una materia dada des-
de afuera, también ha de tener un objeto que se halla fuera de
la mente." [ibid.. p. 299). Con esta prueba Reinhold comete
una grave inconsecuencia, pues ella no respeta la propuesta
de solución de la ambigüedad de la que es presa el concepto de
"materia o contenido de la representación". Según esta pro-
puesta, el contenido o materia en una representación no debe
ser identificado con el objeto exterior existente. No quiere decir
esto, que del objeto real no pueda decirse que existe realmente
"fuera de nosotros", sino que esta existencia no se sigue de
suyo, como se sigue tan obviamente la de un contenido de la
representación a partir del concepto de esta última. Para afir-
mar que "la existencia de objetos fuera de nosotros es exacta-
mente tan cierta como la existencia de una representación en
general" se necesita algo más que la mera descomposición del
concepto de representación: se necesita probar, como sea, que
un elemento material-físico yace de algún modo a la base no
de cualquier representación, sino de la representación objeti-
va, pues es este elemento material el que constituye lo que
Reinhold llama, no del todo precisamente, la "realidad de la
representación". Esta especificación es importante si se quiere
distinguir la teoría de la representación en general de la teoría
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del conocimiento (o de la representación con valor objetivo). 109
Lo que constituye esta diferencia no es, en u n a palabra, otra
cosa que el hecho de que la teoría del conocimiento, en c u a n t o
teoría de la representación objetiva, s u p o n e el realismo.
Hay. además, otra cosa que puede decirse del objeto o conte-
nido de u n a representación y que no puede decirse del objeto
entendido como objeto exterior existente o real [kaf exqjen); a
saber: que el primero es completamente dependiente de las con-
diciones subjetivas del conocimiento, mientras que el segundo
no. Esto queda claramente expresado en el ejemplo del árbol,
citado arriba, que no es m á s que u n a versión abreviada de lo
que hoy se conoce como "argumento de la ilusión", pero que
forma parte desde hace m u c h o tiempo del modo de argumenta-
ción eseéptico. 1 1 0 Reinhold contrasta el carácter variable que
adopta el contenido de la representación de u n árbol, de acuer-
do con su dependencia subjetiva, con el carácter estable de este
mismo c u a n d o es considerado independientemente de las con-
diciones subjetivas de la representación, es decir, c u a n d o es
considerado en sí. La característica que se le atribuye al árbol,
considerado independientemente de las condiciones subjetivas
de s u observación y de su representación, no es, ni m á s ni me-
nos, que la de la identidad numérica. Sin el s u p u e s t o de la reali-
dad en si del árbol, independiente de la esfera de la representa-
ción, no podría ser asegurada esta propiedad, y si esta propiedad
no puede ser asegurada, no es posible identificar y re-identificar
objetos; 111 esto es, no es posible conocer. El ingenioso andamia-
je lógico conceptual de Reinhold no le permite prescindir del
realismo como u n a de las b a s e s p a r a establecer la posibilidad
del conocimiento objetivo. Al compartir esta misma suerte con
la epistemología clásica moderna, Reinhold también comparte
la suerte de estar expuesto al "juego" lógico-conceptual del es-
cepticismo filosófico, el cual debe su razón de ser. en este punto,
a u n p r e s u p u e s t o realista metafísico.
109 "Una representación posee realidad (no está vacía) c u a n d o a su objeto co-
rresponde el predicado de la realidad, el cual sólo puede ser investigado en
u n a teoría de la facultad del conocimiento." [Versuch. p. 234),
110 Cf. Ayer, 1961. pp. 1-11. Los famosos "diez tropos" escépticos, transmitidos
por Sexto Empírico, versan, en lo esencial, sobre lo mismo que se ha llamado
"argumento de la ilusión". Cf. Esbozos pirrónicos. I. 14 [36-1631.
1 1 1 Cf Strawson, 1959. pp. 31 ss.
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