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El Carácter del Discípulo – Parte 3

Mateo 5:6-7 6Bienaventurados los


que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán
saciados. 7Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.

En estos versículos, Jesús nos habla


metafóricamente de dos necesidades
básicas del ser humano: el hambre y
la sed. En el idioma original se hace
referencia a un hambre y una sed tan
intensas que casi nos llevarían a
desfallecer, las cuales serían saciadas
con pan y con agua. Por extensión, el
Señor nos habla de nuestra
necesidad de Dios, de nuestra
necesidad de Justicia.
La palabra que se traduce “Justicia”
es el término griego dikaiosúne, el cual
se refiere a las cualidades de rectitud
y justicia en el carácter. La Palabra
nos habla de que ambos rasgos
forman parte del carácter de Dios: es
recto y justo.
Cuando Jesús dice “Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de
justicia”, nos está hablando de un
rasgo de carácter que deben
desarrollar y mostrar sus discípulos.
Un Verdadero Discípulo tiene
hambre y sed de justicia, es decir,
desea ser recto y justo. Así se va
conformando a la imagen de Dios.
Otro significado de la palabra
dikaiosúne es Justificación.
¿Qué es la Justificación?
Es el acto por el cual Dios declara
absuelto, sin delito ni pecado, a
todo aquel que ha creído en el
sacrificio de Cristo. Él es Justo y
debe castigar el pecado, por el cual
nosotros deberíamos de haber sido
castigados, pero por amor a nosotros
envió a su hijo Jesucristo a que pagara
por nuestros pecados en nuestro
lugar.
Por lo que ahora la justicia de Dios es
satisfecha con el sacrificio de su hijo
Jesús en la cruz. Cristo fue entregado
por nuestras transgresiones, y
resucitado para nuestra justificación,
según Romanos 4:25

Un Verdadero Discípulo necesita


reconocer la justificación de sus
pecados: el castigo que
merecíamos ya fue pagado por
Cristo en la cruz.
Rom. 5.1 Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo.
Rom. 3.22-25 22la justicia de Dios
por medio de la fe en Jesucristo,
para todos los que creen en él.
Porque no hay diferencia, 23por
cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios,
24
siendo justificados
gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en
Cristo Jesús, 25a quien Dios puso
como propiciación por medio de la
fe en su sangre, para manifestar
su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia,
los pecados pasados,
2 Cor. 5.21 Al que no conoció pecado,
por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él.
Cuando una persona es
justificada, Dios empieza a
trabajar en su carácter. Así, es
llevada a obedecer, a hacer lo
recto y lo justo, a desarrollar y
manifestar un deseo intenso de
agradar a Dios.
Martin Lutero, el gran reformador de la
Iglesia en la Edad Media, sufría mucho
porque tenía un gran vacío en su
corazón. Sabía que iría al infierno al
morir. En medio de su necesidad
desesperada ingresó a un convento
donde se aplicaban castigos físicos
como método para limpiar los pecados
y conseguir el favor de Dios. Lutero
seguía vacío. Un día fue a confesarse
ante un sacerdote y duró 11 horas
declarando sus pecados; tampoco
pudo obtener la paz que necesitaba.
Tenía una carga inmensa y un gran
deseo de encontrar a Dios.
En esa búsqueda encontró a un
sacerdote, quien luego sería su tutor:
él le recomendó leer la Biblia y buscar
a Jesucristo, convencido de que sólo
en la Palabra de Dios encontraría la
paz y el perdón que necesitaba. Al
estudiar, Lutero encontró el texto que
dice: “El justo por la fe vivirá” y
entendió que creer en el sacrificio de
Cristo le daría la vida eterna, la
seguridad de la salvación y la paz que
tanto necesitaba. Fue así como Lutero
encontró la forma de relacionarse
correctamente con Dios, así como la
equidad y la justicia de su
carácter.

¿Afán, en el Verdadero Discípulo?


Mateo 6.31-34 No os afanéis, pues,
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué
beberemos, o qué vestiremos? Porque
los gentiles buscan todas estas cosas;
pero vuestro Padre celestial sabe que
tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas
os serán añadidas. Así que, no os
afanéis por el día de mañana, porque
el día de mañana traerá su afán. Basta
a cada día su propio mal.
El Verdadero discípulo debe
primeramente tener un hambre y
una sed intensas de hacer lo justo
para agradar al Señor. El resto Dios
lo dará como añadidura. Todos hemos
escuchado y hasta memorizamos este
texto, pero son pocos los discípulos
que lo practican.
La agitada vida del mundo nos ha
llevado a tener otro tipo de hambre: la
de una mejor posición económica y de
poder. Si nos descuidamos, podemos
vernos inmersos en la dinámica del
mundo que nos empujará a buscar
más y mejores cosas materiales.
Y Dios nos cuestiona…
¿De qué tienes hambre hoy?
¿Para qué trabajas?
¿Cuál es tu afán en la vida?
¿Cómo estás edificando tu vida
espiritual?
¿Cuál es tu prioridad?
Buscar el reino de Dios y su justicia es
una actitud del corazón del discípulo,
el cual tiene en ello su tesoro. Donde
está nuestro tesoro, está nuestro
corazón.
Preocupémonos por hacer ante todo la
voluntad de Dios y no nos afanemos
en buscar cosas terrenales. Buscar
primero lo material es la actitud de
cualquier incrédulo. Un verdadero
discípulo tiene como prioridad
buscar al Señor y hacer lo que Él
dice.
Debemos estar contentos con nuestra
situación actual, como decía Pablo en
Filipenses 4.12: Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia;
en todo y por todo estoy enseñado.
Muchos no están contentos con su
escasez, pero otros van incluso más
allá y, aunque poseen bienes, no están
contentos con lo que tienen porque
quieren más. Un verdadero
discípulo espera la provisión de
Dios y está conforme con ella,
independientemente de lo
abundante o lo escasa que ésta
sea.
Los Misericordiosos
Mateo 5:7 Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia.
Las primeras cuatro bienaventuranzas
nos hablan sobre el carácter de
Discípulo. En ellas el Señor nos
describe la pobreza de espíritu, el
llanto producido por la necesidad
de Dios, la humildad y la
mansedumbre, y luego del hambre
y la sed de Dios y su justicia. Esto
nos habla de un orden establecido por
Dios: primero forma nuestro carácter
y, una vez desarrollado, podemos ser
misericordiosos. Sólo así se formará
en el verdadero discípulo un corazón
que siente compasión por las miserias
y las tragedias de los demás.
Dios tuvo compasión cuando vio la
condición en la que estábamos:
muertos en nuestros delitos y
pecados. Él, grande en misericordia,
mostró su amor para con nosotros en
que siendo aún pecadores Cristo murió
por nosotros.
El Verdadero Discípulo sabe que
ha recibido misericordia de Dios y
que, por lo tanto, debe mostrar
misericordia y perdonar a los que
le ofenden.
Jesús nos cuenta una historia sobre la
misericordia:
Lucas 10.25-37 El buen
samaritano
Y he aquí un intérprete de la ley se
levantó y dijo, para probarle: Maestro,
¿haciendo qué cosa heredaré la vida
eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en
la ley? ¿Cómo lees? Aquél,
respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con todas tus fuerzas, y con
toda tu mente; y a tu prójimo como a
ti mismo. Y le dijo: Bien has
respondido; haz esto, y vivirás. Pero
él, queriendo justificarse a sí mismo,
dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó
en manos de ladrones, los cuales le
despojaron; e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto. Aconteció
que descendió un sacerdote por aquel
camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo, un levita, llegando cerca de
aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de
camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia; y
acercándose, vendó sus heridas,
echándoles aceite y vino; y poniéndole
en su cabalgadura, lo llevó al mesón,
y cuidó de él. Otro día al partir, sacó
dos denarios, y los dio al mesonero, y
le dijo: Cuídamele; y todo lo que
gastes de más, yo te lo pagaré cuando
regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te
parece que fue el prójimo del que cayó
en manos de los ladrones? Él dijo: El
que usó de misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo
mismo.
¿Cómo actuamos hoy ante
escenarios parecidos al que Jesús
nos describe en esta historia?
¿Reaccionamos como verdaderos
discípulos, haciendo el bien al
prójimo si Dios nos presenta la
oportunidad?
¿Nos compadecemos de nuestro
prójimo en su necesidad y
hacemos algo para ayudarle a
satisfacerla?
¿Qué tanto nos paremos a Jesús?
Reflexionemos en estas preguntas y
pidamos a Dios que produzca en
nosotros una profunda hambre y una
intensa sed de Él. Señor, forma tu
carácter en nosotros y danos un
corazón misericordioso. En el nombre
de Jesús. Amén.

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