Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
«Árbol de Vida, quiero que te des cuenta del tesoro que he puesto en medio tuyo.
Si te dieras cuenta del tesoro que te he entregado, estarías compartiéndolo y no
guardándolo, pues es un tesoro para compartir, no para guardar. Algo te enturbia la
visión y no ves que ese tesoro de vida que te he encargado se está desperdiciando y
perdiendo valor al no ser compartido.
Si tuvieras claridad de visión de que el valor único de ese tesoro, que me ha
costado tanto y tanto le ha costado a mi Hijo, radica en ser compartido, ¡qué no harías,
Árbol de Vida! Tus hijos y tus hijas saldrían a repartirlo cada uno a su prójimo, por las
casas, por las calles, en las oficinas y las aulas, con tus vecinos, con tus compañeros
oficinistas, profesionales o estudiantes, con el desconocido a quien yo te llevaría. No
tendrías ni pena ni vergüenza de hablarles de lo que yo te he dado. Esa vergüenza no
significaría nada, porque conocerías en tu interior el costo de mi salvación y un deseo
irrefrenable de compartirla con tu prójimo que está perdido, sin hambre ni sed de mí,
porque no le has mostrado ni dado lo que yo sí te he dado.
¡Date cuenta del costo de ese tesoro, que es la vida de mi Hijo Jesucristo dándose
sin límite para rescatarte y salvarte y para rescatar y salvar a tu prójimo! El precio de
ese tesoro es mi amor infinito por todos, manifestado en la muerte y resurrección de mi
hijo Jesucristo. Árbol de Vida, tenés que ir y compartirlo; Árbol de Vida, te mando ir.»
(Palabra recibida por Efraín Calderón en la asamblea comunitaria del 29 set 2018)
“Lo que tengo...” Dios me llama a ser consciente de lo que tengo, de ese tesoro
incalculable que llevo en mí como en una olla de barro, de esa perla de gran valor
por la que bien vale la pena venderlo todo. Dios me invita a mirar más allá de las
luces del mundo que me enceguecen, más allá de las sombras y nieblas que me
enturbian la visión. Me invita a ver, apreciar y valorar el tesoro de Cristo. Solo
cuando lo hayamos apreciado en su valor verdadero tendremos la audacia, el valor
y la urgencia de compartirlo.
“... te doy”. La frase tiene un sujeto tácito: ¡Yo! “Lo que yo tengo... yo te doy”.
No lo podemos delegar en otros hermanos o en nuestros movimientos
evangelísticos. Podríamos decir: “Yo te comparto a mi Cristo; ven a verlo con tus
propios ojos, ven a que él te sane como a mí me ha sanado, ven a que te ilumine
como a mí me ha iluminado, ven a que te perdone y te consuele como a mí me ha
perdonado y consolado, ven a que te transforme como a mí me ha transformado,
ven para que él le dé un sentido nuevo a tu vida, como lo ha hecho conmigo”. “Yo
soy testigo de su amor y de su poder”. “Yo te comparto a mi Cristo, te comparto lo
más valioso que tengo”.