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Comunidad Árbol de Vida

Motivación espiritual 2019

LO QUE TENGO TE DOY


(Hechos 3:6)

«Árbol de Vida, quiero que te des cuenta del tesoro que he puesto en medio tuyo.
Si te dieras cuenta del tesoro que te he entregado, estarías compartiéndolo y no
guardándolo, pues es un tesoro para compartir, no para guardar. Algo te enturbia la
visión y no ves que ese tesoro de vida que te he encargado se está desperdiciando y
perdiendo valor al no ser compartido.
Si tuvieras claridad de visión de que el valor único de ese tesoro, que me ha
costado tanto y tanto le ha costado a mi Hijo, radica en ser compartido, ¡qué no harías,
Árbol de Vida! Tus hijos y tus hijas saldrían a repartirlo cada uno a su prójimo, por las
casas, por las calles, en las oficinas y las aulas, con tus vecinos, con tus compañeros
oficinistas, profesionales o estudiantes, con el desconocido a quien yo te llevaría. No
tendrías ni pena ni vergüenza de hablarles de lo que yo te he dado. Esa vergüenza no
significaría nada, porque conocerías en tu interior el costo de mi salvación y un deseo
irrefrenable de compartirla con tu prójimo que está perdido, sin hambre ni sed de mí,
porque no le has mostrado ni dado lo que yo sí te he dado.
¡Date cuenta del costo de ese tesoro, que es la vida de mi Hijo Jesucristo dándose
sin límite para rescatarte y salvarte y para rescatar y salvar a tu prójimo! El precio de
ese tesoro es mi amor infinito por todos, manifestado en la muerte y resurrección de mi
hijo Jesucristo. Árbol de Vida, tenés que ir y compartirlo; Árbol de Vida, te mando ir.»
(Palabra recibida por Efraín Calderón en la asamblea comunitaria del 29 set 2018)

¡Consuelen, consuelen a mi pueblo! —dice su Dios—.


Hablen con cariño a Jerusalén:
¡Alza con fuerza tu voz!
Álzala, no temas; di a las ciudades:
«¡Aquí está su Dios!»
Is 40:1-2, 9
Este 2019 el Señor nos envía nuevamente a compartir con los demás lo que
hemos recibido. El mundo tiene sed, hay confusión, soledad y necesidad. Los
hombres y mujeres buscan una luz que ilumine y solo encuentran falsedad, ira,
traición, superficialidad y egoísmo. Tienen necesidad de ser confortados,
restaurados, de escuchar palabras de consuelo y esperanza, de recibir misericordia
y amor, de ser perdonados; pero solo se encuentran con la voz del acusador, del
mentiroso, del divisor.
Los que han sido perdonados se vuelven mensajeros de la misericordia; los que
han sido sanados se vuelven canales de salud; los que han sido sacados de la
oscuridad se vuelven luces que iluminan desde lo alto; los que han sido
enriquecidos comparten su riqueza.
Pedro, luego de ser perdonado por el Padre, redimido por Cristo y
transformado por el Espíritu Santo, sale con sus hermanos de su encierro y se lanza
a compartir el tesoro recibido. Ante la solicitud angustiante de un paralítico que le
pide limosna, Pedro responde con profunda sencillez, temeraria audacia y
poderosa confianza: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre
de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!” (Hechos 3:6).
Lo que tengo te doy... lo que tengo te doy... ¡lo que tengo te doy!

“Lo que tengo...” Dios me llama a ser consciente de lo que tengo, de ese tesoro
incalculable que llevo en mí como en una olla de barro, de esa perla de gran valor
por la que bien vale la pena venderlo todo. Dios me invita a mirar más allá de las
luces del mundo que me enceguecen, más allá de las sombras y nieblas que me
enturbian la visión. Me invita a ver, apreciar y valorar el tesoro de Cristo. Solo
cuando lo hayamos apreciado en su valor verdadero tendremos la audacia, el valor
y la urgencia de compartirlo.

“... te doy”. La frase tiene un sujeto tácito: ¡Yo! “Lo que yo tengo... yo te doy”.
No lo podemos delegar en otros hermanos o en nuestros movimientos
evangelísticos. Podríamos decir: “Yo te comparto a mi Cristo; ven a verlo con tus
propios ojos, ven a que él te sane como a mí me ha sanado, ven a que te ilumine
como a mí me ha iluminado, ven a que te perdone y te consuele como a mí me ha
perdonado y consolado, ven a que te transforme como a mí me ha transformado,
ven para que él le dé un sentido nuevo a tu vida, como lo ha hecho conmigo”. “Yo
soy testigo de su amor y de su poder”. “Yo te comparto a mi Cristo, te comparto lo
más valioso que tengo”.

“Lo que tengo te doy”.

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