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Alejandra Guevara Herrán

INFORME “MANUAL DE INSTRUCCIONES” DE JULIO CORTÁZAR

La idea central del texto y bajo la cual es posible interconectar e interpretar todas las
instrucciones es “la tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la
masa pegajosa que se proclama mundo”, el ladrillo de cristal contra el cual se libra una batalla
diaria, hace referencia a una vida consumida por el hábito, una realidad superflua que no se
piensa a sí misma, que acepta sin protestar la rutina. Es la rutina la que nos envuelve en su
manto protector, la que nos crea la ilusión del futuro, es ahí cuando caemos en el error de
planear, de esperar vanamente el mañana que, por desgracia, no va a ser distinto del hoy. Las
personas, al ser consumidas por el hábito dejan de pensar, solo actúan como autómatas,
ajenos a lo que hay más allá de su cubículo en el ladrillo de cristal, “hay un piso de arriba
donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y todos estamos en el ladrillo de cristal”.

Es por esto que Cortázar nos insta a negar el reflejo cotidiano, a que rompamos a diario la
ilusión de lo que llamamos vida, que nos olvidemos del futuro (únicamente validado por el
hábito) y vivamos el presente, vivirlo de verdad, aceptar que salir a la calle es como salir a
una jungla desconocida donde cualquier cosa nos puede pasar, que nuestra vida no está
comprada, que no existe ninguna razón para que mañana despertemos nuevamente, vivir es
un ejercicio mucho más complicado de lo que hacemos cotidianamente. Es mejor romperse
contra la pasta del ladrillo de cristal y tratar de vivir algo real, en vez de aceptar la “fácil
solicitud de la cuchara”.

Si se lee y se interpreta el resto de instrucciones bajo este preámbulo, es posible decir que en
las “instrucciones para llorar” las personas lloran la realidad de su ladrillo de cristal porque
no entra nadie, nunca. Las “instrucciones para cantar” dejan dos claras reflexiones, la
primera, que para cantar es necesario olvidarse de sí mismo, puesto que no es un acto
narcisista. Y la segunda, que, tras librarnos de nuestros prejuicios, cantar se convierte en una
herramienta para ablandar el ladrillo de cristal, es lograr oír los latidos de una polilla, es un
acto que nos quita el velo de los ojos.

Las “instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo” nos muestran que no importa el
objeto específico de lo que genera miedo, este puede tener muchas variaciones, no obstante,
la verdadera causa del miedo es otra, una más general: la inverosimilitud, la incertidumbre.
Es este el origen del miedo porque choca directamente contra el ladrillo de cristal, saca al
sujeto bruscamente de su “realidad”, de su cotidianidad, le recuerda la ilusión en la que vive.

El resto de la lectura gira en torno al mismo tema, haciéndonos caer en cuenta que el hombre
del ladrillo de cristal es un hombre hueco, crédulo por naturaleza, no cuestiona la autoridad,
ni la veracidad, no se cuestiona nada en general. Además, resalta el hecho de que ablandar el
ladrillo de cristal es una tarea únicamente personal, la acción tiene que nacer de uno mismo
para que algo cambie de verdad.

El “preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj” junto con las “instrucciones para
dar cuerda al reloj” exponen la idea de que nosotros no poseemos a las cosas, las cosas nos
poseen a nosotros, los objetos (en este caso un reloj) nos ligan inevitablemente a la rutina,
porque al momento de ser inutilizados pierden su valor, tan pronto como dejen de sernos
útiles, dejan de ser. “Dar cuerda al reloj” es volver a empezar todo de nuevo, recomenzar el
día a día, ser consciente de que allá en el fondo está la muerte y que ese hecho hace que dejar
para mañana lo que puedes hacer hoy, es matar el tiempo, aniquilarlo, si dejamos de correr
contra el tiempo, es acepar que la muerte ya no importa.

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