Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Esta traducción fue hecha de fans para fans, sin ningún tipo de
ganancia. Hecho para promover la buena lectura y darle la posibilidad de 3
leer el libro a aquellas personas que no leen inglés. Puedes apoyar a la
autora comprando sus libros y siguiéndola en sus redes sociales.
Staff
MODERADORAS
ValeV Yani
TRADUCTORAS
Ana09 Astrea75 CJ Alex
4
CORRECTORAS
Yani ValeV Bibliotecaria70
LECTURA FINAL
Just Jen ValeV Yani
DISEÑO
R♥bsten
Índice
Sinopsis Capítulo 19
Prólogo Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28 5
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Epílogo
Él nos tiene por una razón, pero es una razón que no sabemos.
Jamás hemos visto su rostro, pero sabemos que algo profundamente roto
yace bajo la oscuridad. Con cada toque, cada castigo, lo conocemos.
Ahora lo quiero.
Un monstruo.
Mi monstruo.
Amarlo es un pecado, pero soy una pecadora. No voy a parar hasta que
vea cada una de sus partes. Incluso las partes que mantiene encerradas muy
profundo en su interior.
Mis botas hacen crujir las hojas amarillas de otoño mientras camino hacia el
patio de la escuela. Hoy no quería venir, pero mamá me dijo que no tenía opción.
Dijo que la escuela es para chicos inteligentes, y que, si no voy, entonces ¿cómo
me volveré inteligente alguna vez? Podría hacerme inteligente; el hombre de la
televisión me dice todo lo que necesito saber. Pero ella dice que no puedo hacer
amigos con el hombre de la televisión, y que la única forma de hacer amigos es
asistir a la escuela. Podría haberle dicho que no necesito amigos para ser exitoso,
pero ella solo me contestaría que estaba siendo tonto.
7
Así que vine a la escuela.
Mamá me dice que los bravucones eligen a los chicos que son víctimas.
Creo que está equivocada. No soy una víctima; solo soy un chico. Me eligieron
porque soy diferente. No miro a las chicas como ellos lo hacen; no trato de
escabullirme para asistir a fiestas. Solo tengo trece años. Solo estoy aquí para
aprender, luego me dirijo a casa y cuido de mi familia, porque soy el hombre de
la casa.
Como dije.
El líder del grupo, Marcel, avanza primero. Frunce su nariz con disgusto,
como si yo simplemente hubiera arrastrado mi cuerpo en una alcantarilla, como si
yo estuviera ofendiéndolo. Se inclina más cerca, y puedo percibir el olor de
cigarrillos en su aliento.
Fumar no es agradable.
—Sabes —brama, capturando mis ojos con los suyos—, el otro día escuché
a mi chica diciendo cuán atractivo eras. ¿Sabes cuánto apesta tener a mi chica
diciendo que un fenómeno es atractivo? Especialmente un fenómeno que tiene
solo, ¿qué? ¿Trece años de edad? Tu polla no debería ser más grande que un
maldito tubo de pintalabios, sin embargo, piensa que eres atractivo.
No sabría cuánto apesta tener a una chica diciendo eso porque no tengo
una chica.
La sangre llena mi boca, y mi nariz palpita con tanta fuerza que estoy casi
seguro de que puedo escuchar a mi propio corazón latir en mi cabeza. No quito
mis ojos de Marcel. Dicen que mirar al peligro justo a los ojos, te da poder y
fortaleza. No me siento poderoso en este momento. De hecho, realmente no
siento nada. Alguien como yo no pelea. Soy la víctima, y las víctimas son débiles.
Todo el mundo lo sabe.
—Ella dijo que eran tus ojos —comienza, trazando círculos perezosamente
en su palma con el frasco—. Comentó que eran los ojos más impresionantes que
alguna vez ha visto. Como el océano.
El dolor no es nada que alguna vez haya sentido. Las palabras son
incapaces de explicar el horror que siento mientras la oscuridad invade mi cuerpo.
Siento que el líquido se desliza por el costado de mi rostro hacia mi oído,
quemando todo a su paso.
10
Trato de liberar mis manos. Necesito limpiarlo. Dios, duele, alguien por
favor que lo saque. Sin embargo; no puedo liberar mis manos, los chicos me
presionan contra el suelo y son demasiado fuertes. Así que hago la única cosa
que puedo en mi último momento de pura desesperación. Giro mi cabeza,
muerdo la mano más cercana a mí, haciéndolo sangrar.
A través de mi visión borrosa, puedo ver que hay otras dos chicas
conmigo. Ambas se encuentran igualmente maltratadas. Puedo escuchar los gritos
estridentes procedentes de la caja a mi lado, el sonido hace que mi cuerpo
tiemble y se tense. Una sensación enfermiza aprieta mi estómago y trato de no
prestarle atención a la chica que grita, en su lugar intento escuchar lo que sucede
a mí alrededor. La información es clave, y en estas circunstancias, es probable
que pueda salvar mi vida.
Es inútil.
Número trece
Los dolores que se extienden a través de mi cuerpo me despiertan de la
bruma. Me toma un momento ser capaz de abrir mis ojos y parpadear. Cuando lo
hago, me doy cuenta de que me encuentro en una completa oscuridad. Trato de
mover mi cuerpo solo para notar que continúo atada, pero la mordaza en mi boca
ha desaparecido. Me obligo a sentarme, llorando por el dolor cuando mi cuerpo
se llena de una sensación de picazón. Mis brazos están adormecidos por la falta
de circulación, y cada ligero movimiento es una completa agonía. Eso solo
confirma que he estado en esta posición durante un largo tiempo, posiblemente
durante toda la noche.
Una vez que mis ojos se adaptan del todo, miro a mí alrededor,
observando a cada una de las chicas. Trato de encontrar alguna similitud que me
ayude a darle sentido a esto. No hay ningún parecido entre nosotras; lo único que
noto es que todas tienen un número en sus manos. Parece estar tatuado. Muy
curioso, bajo la mirada hacia mi mano, y veo en letras negras el número 13. Estiro
mi mano encadenada, y paso mi dedo sobre la piel abultada. Es doloroso, lo que
me dice que es muy real. Echo un vistazo a las otras chicas y todas se protegen.
La mayoría está observando sus manos, negándose hacer contacto visual.
Estudio sus manos y sus rostros. Número Uno es una pequeña chica
regordeta, sentada en el rincón más alejado. Su cabello es castaño claro, tiene un
esparcimiento de pecas sobre su nariz. No puedo ver sus ojos, debido a que no
me mirará.
Número Tres tiene lágrimas cayendo por sus mejillas pecosas. Posee el
cabello color rojo llameante y ojos azul pálido.
Número Cuatro es una chica morena con una piel que me recuerda a la
seda pura. Sus ojos son tan oscuros como su piel, y tiene mechones de cabello
muy rizado.
14
Número Cinco es una chica rubia pálida. No puedo ver sus ojos, pero
podría imaginar que son azules, ella es de ese tipo de bellezas. Su cuerpo es frágil
y pequeño, como si no hubiese comido en semanas.
Número Seis tiene el cabello color negro cuervo, con un corte de tipo
duendecillo. Sus ojos son de color verde esmeralda, y es probablemente una de
las chicas más impresionantes en la tierra.
Número Siete es una chica india, con cabello largo y grueso, ojos color
chocolate con leche. Tiene un pequeño punto entre sus ojos y cuando miro en su
dirección, siento una calidez instantánea hacia ella. Es la única que ha hecho
contacto visual conmigo.
Número Ocho es una chica alta y delgada con cabello castaño. Luce como
una atleta, y su cuerpo es extremadamente musculoso. Tensa y destensa su
mandíbula por la rabia.
Número Diez es una chica asiática, con un cuerpo pequeño y esa piel
asiática perfecta y hermosa. Se encuentra acurrucada en un rincón, sus manos se
voltearon lo suficiente como para poder ver su número, no se mueve, y no mira a
nadie.
Número Once es una chica que luce como marimacho. Tiene cabello corto
y negro, piel pálida y sus ojos son de color avellana, pero predominando más el
color marrón. Me observa fijamente cuando miro en su dirección, así que alejo
rápidamente mi mirada.
Número Doce me está mirando, también es una chica pequeña con cabello
color rojo oscuro y ojos verdes. Me da una sonrisa temblorosa que no me atrevo
a devolver.
Eso me deja a mí, Número Trece. No podría decirte cómo luzco, porque no
lo recuerdo. Sé que tengo cabello rubio, porque atrapé un mechón de éste en mi
visión. Tengo piel olivácea, puedo ver eso también. Soy demasiado pequeña
comparada con algunas de las otras chicas, más parecida a la chica duendecillo
en tamaño y peso. Soy lo que llamarían menuda. Incluso mis manos y mis pies son
versiones pequeñas de las de una persona normal.
¿Qué va a pasarme?
2
Número trece
Traducido por MadHatter
Veo que hay sangre seca sobre sus nudillos, y su rostro se encuentra rojo e
hinchado. Me siento mal por ella; es difícil no hacerlo. Se está haciendo daño, y 17
está aterrorizada. No sabe por qué se encuentra aquí, y en lugar de mantener la
calma, está perdiéndola. No puedo culparla en absoluto. Está tomando toda mi
fuerza de voluntad, el no acercarme y unírmele en la puerta. La única razón por la
que no lo hago, es porque en mi momento de plena claridad, quiero asimilar todo
lo que pueda. Si grito, lo más probable es que conseguiré que me droguen otra
vez, y me perderé algo vital.
Dejo que mis ojos viajen hacia ella, y luego regresen a Número Seis. Me
las quedo mirando a las dos. Número Once tiene sus puños apretados, y observa
a Número Seis, quien todavía grita, aunque con voz ronca, y patea la puerta.
Las otras chicas se hallan todas sentadas. Algunas lloran, y otras miran a
sus manos quietas, como si no se hubieran movido. Empujo mi cuerpo adolorido
para sentarme, y trato de murmurar un “detente” a Número Seis, pero mi
garganta se encuentra tan seca que solo suena como si chillara. Cierro mis ojos,
respirando profunda y dolorosamente. Escucho la cerradura de la puerta
desbloqueándose, y mi cabeza se levanta rápidamente. Todo el mundo observa
cómo la puerta se abre de golpe, y Número Seis es empujada hacia atrás.
Aterriza con un golpe al otro lado de la habitación, y cuando se coloca de
rodillas, sangra por su labio. Sus ojos se encuentran frenéticos, y al momento en
que dos de los guardias encapuchados entran, ella les cae encima. A pesar de
que sus manos se encuentran atadas, todavía lo intenta. No llega lo
suficientemente cerca como para hacerles daño, porque uno de ellos extiende su
mano de golpe, abofeteándola en el rostro. Un grito escapa de su garganta al
tiempo que su cabeza se tuerce hacia los costados, y aterriza con un fuerte golpe
sobre el suelo. Un guardia se abalanza sobre ella y la agarra por la parte trasera
de su camisa. La levanta en el aire, y la empuja hacia su amigo.
Entonces nada.
Giro mis ojos levemente hacia la derecha cuando subimos por unas
escaleras y entramos a un hogar inmenso, más que hermoso. Esto no es para
nada lo que esperaba. Pensé que nos encontraríamos en algún almacén
deteriorado, o bajo tierra, pero no esto.
»Las reglas son bastante simples, si las cumplen, serán recompensadas con
creces. Si las desobedecen, serán castigadas en consecuencia. Y chicas, les
aseguro, que el castigo no es algo que deseen experimentar.
—Su tiempo aquí no lo pasarán como si fuera un día de fiesta. Están aquí
para trabajar, para ganar su sustento. Cada una de ustedes tendrán deberes y
esos serán elegidos por su maestro, William.
—Los números de sus habitaciones y los grupos son los siguientes. Tomen
nota de sus compañeras, ya que si una de ustedes lo arruina, el resto también
serán castigadas. Así que sugiero que todas aprendan a trabajar juntas —dice,
entonces se acerca y deshace todas nuestras cadenas antes de pararse detrás de
nosotras y ordenar—: Números Uno, Cinco y Diez colóquense de pie por favor.
Caminan arrastrado sus pies hacia la izquierda, con sus cabezas gachas.
Pasamos por esto hasta que todas nos encontramos en un grupo. Estoy en
el grupo de cuatro, que necesariamente no es algo bueno, ya que nos da una
mayor posibilidad de arruinar las cosas. Tengo a Número Doce, Siete y Tres
conmigo.
Ahora que estamos emparejadas en grupos, un guardia camina delante de
todas, sus manos entrelazadas mientras nos estudia. Luego se da vuelta y camina
hacia el frente de la sala, levantando cierto tipo de dispositivo para hablar en su
mano y presionando un botón.
—Señor, todas están agrupadas. Eche un vistazo, decida cuál desea para
qué tarea, o si hay algún cambio que necesite ser hecho.
Escucho con atención, tratando de oír lo que sea que haya en la otra línea,
pero no puedo. El guardia baja el pequeño dispositivo y, a continuación, le asiente
a otro hombre con su cabeza. De repente, una luz de niebla brillante es
encendida, quemando justamente nuestros ojos. Los entrecierro y presiono mis
manos sobre mi rostro, tratando de bloquear la luz cegadora. Escucho un portazo,
pero no puedo ver nada. Si abro los ojos, lo único que logro es que me ardan.
Oigo pasos que se detienen delante de mí, una mano se extiende de golpe
y toma mis manos atadas. Jadeo, y me quedo mirando a la gran mano enroscada
alrededor de la mía. El desconocido gira mis manos, y pasa sus dedos por las
cicatrices desiguales en mi muñeca. No recuerdo cómo me hice esas cicatrices,
porque no recuerdo cómo llegué aquí. Parece que he intentado cortarme la
muñeca. El pulgar del hombre se presiona contra la cicatriz grande en mi muñeca.
Su agarre es fuerte, lleno de dominación, como si pudiera torcerme la muñeca, en
cualquier momento y aplastarla.
¿Está decidiendo que soy mercancía dañada? ¿Estas cicatrices en mi
muñeca harán que me lleve, como lo hicieron con Número Seis? Mis ojos arden
por las lágrimas, y no puedo respirar de manera constante cuando empiezo a
considerar todas las razones por las que estas tontas cicatrices podrían causar
que mi vida fuera interrumpida. Soy mercancía dañada, él no quiere mercancías
dañadas. ¿Quién compraría esclavos solo para tener que verlos lucir como locos?
Eso es lo que pensará, ¿no? ¿Qué estoy loca?
—Grupo tres, limpiarán la cocina una vez que el grupo uno haya cocinado
cada comida. También serán responsables de toda la lavandería en la casa,
asegurándose que todo se encuentre limpio, planchado y doblado de una manera
rápida y puntual todos los días. También serán responsables de la limpieza de la
piscina y del mantenimiento de los jardines. También se levantarán a las seis de la
mañana y empezarán sus deberes.
Cuando van por el décimo, ella ha dejado de rogar. Poco a poco me giro,
mirándola fijamente. Mis ojos arden cuando noto su espalda. Ronchas rojas
aparecen sobre su piel, hinchándose rápidamente. Los guardias la arrastran para
que se coloque de pie, ella llora en silencio, con su cabello cayendo sobre su
rostro. Mi corazón duele por ella, y quiero ir a consolarla, pero sé que no puedo.
Nos lleva a tirones hacia la puerta, y nos dirige al exterior, lejos de los
sonidos de la chica sollozante.
25
3
William
Traducido por MadHatter
O lo aparenta.
27
El guardia nos empuja dentro del espacio y bloquea la puerta. Me adentro
un poco más en la habitación, sintiendo cómo mis pies se hunden en la alfombra
costosa. Por instinto, dirijo mi mirada hacia las ventanas de inmediato, pero veo
que se encuentran totalmente cubiertas por barrotes. Una punzada de dolor
atraviesa mi pecho, y siento que un poco de mi esperanza desaparece, a pesar
de que la lógica me dice, que por supuesto, las ventanas no proporcionarían una
escapatoria. Avanzo un poco más, y me quedo mirando el gran baño en la
esquina izquierda de la habitación. Tiene una gran bañera, una enorme ducha con
una mampara de cristal y un tocador doble. Dejo que mi mirada se pose en el
espejo, y la repentina urgencia de mirarme es abrumadora.
—Sus ropas se localizan en los cajones; únicamente usen una muda por
día. No debe haber nada más que silencio después de las ocho de la noche, y
aquellas que desobedezcan, dormirán en el sótano sofocante y oscuro.
Me quedo mirando al guardia, tratando de asimilar todas estas reglas. No
tienen ni un poco de lógica para mí. Somos esclavas, y sin embargo, nos dan
cosas básicas que son cómodas y lo suficientemente agradables con el sentido
de mantenernos tranquilas y contenidas. Nos dicen que si somos buenas, seremos
recompensadas con cosas buenas, y si somos malas, no será así. Nada de esto
parece tener sentido, y cuanto más escucho, más difícil es procesarlo para mi
mente confusa.
Veo a otro guardia aproximándose. Es más joven que el otro, con cabello
largo de color rojo atado en su nuca. Es un hombre grande, y tiene ojos tan
verdes como esmeraldas. Parece un poco más amable, pero aun así no nos da ni
siquiera una mirada cuando se inclina, susurrándole algo a nuestro guardia.
Asienten, y murmuran entre sí, me esfuerzo por escuchar lo que hablan, pero no
puedo descifrarlo. El otro guardia se marcha, y el nuestro se da la vuelta hacia
nosotras con una expresión dura.
Bajo mi mirada hacia mi mano, como si revisara dos veces que realmente
me ha mencionado, aunque sé quién soy. Cuando veo el gran 13 negro y llamativo
en mi mano, mi estómago se aprieta, y la bilis se eleva por mi garganta. ¿Por qué
me eligió primero? ¿He hecho algo mal? ¿Me enviará lejos, como lo hizo con 28
Número Seis? ¿No soy suficiente? ¿Soy deficiente?
Tal vez soy terriblemente fea. Mi cerebro se siente como si latiera, cierro
mis ojos con fuerza y trato de recordar cómo luzco. Solo puedo encontrar
oscuridad. No hay nada allí.
Levanto mi cabeza de golpe, y sé que mis ojos se abren de par en par con
alarma. Las otras chicas me miran con clara confusión y simpatía en el fondo de
sus miradas. Sin embargo, también veo alivio, como si estuvieran contentas de no
ser ellas las elegidas. Poco a poco obligo a mis pies a dirigirse hacia el baño,
sintiendo que mi corazón palpita con fuerza al tiempo que entro. Voy directamente
hacia el espejo, y mis dedos se curvan alrededor del lavabo. Levanta tu mirada.
Descubre quién eres.
Levanto mi cabeza lentamente, y me miro en el espejo. Un par de ojos
color azul cielo me devuelve la mirada. Son ojos vacíos. Como si la chica que
debería estar allí no ha dejado nada más que cuencas huecas.
Mi cabello es largo, y cae más allá de mis hombros. Es de color rubio claro,
pero hay mechones más oscuros que lo atraviesan, dándole un aspecto veteado.
Mi nariz es pequeña y recta, y mis labios son carnosos. Levanto mis dedos,
pasándolos por mi piel. Es suave, y tiene un tinte rosado. Luzco casi frágil, algo así
como debería verse una muñeca sentada en un estante.
Me doy la vuelta, cubriendo mis senos a pesar que todavía estoy vestida.
Me quedo boquiabierta ante el guardia de pie en el baño conmigo, con sus
brazos cruzados sobre el pecho con rabia. Tiene un nivel de autoridad en sus
ojos, como si tomara demasiado en serio su trabajo.
Con la mayor voz de la que soy capaz, digo—: Lo… lo haré, pero tiene que
irse.
Inhalo.
—Harás lo que se te dijo.
Siento como que estoy de pie en ese lugar por horas antes de que una
mano se enrosque alrededor de la parte superior de mi brazo. Me estremezco, no
quiero que me toque. Oigo un murmullo apaciguador, y entonces siento que
empujan mi cuerpo hacia abajo. Esto es todo; va a violarme. No tengo
escapatoria. Ni siquiera puedo pelear. Estoy atada. Dejo escapar un ruego
desigual, y me resisto con más fuerza, sin querer darles más de mí a estas
personas… a estos monstruos.
Solo me doy cuenta que estoy llorando cuando su mano sube a mi cabello,
y acaricia con sus dedos los mechones largos y abundantes. Capto su esencia
cuando me toca, y huele a limpio, como a jabón. También capto una pizca de
whiskey. Paro de sollozar mientras continúa deslizando sus dedos por mi cabello.
¿Quién es este hombre? ¿Por qué me sostiene de esta manera? ¿Por qué no va a
hablarme? ¿Por qué no me dejará ver su rostro? Trato de librarme de su agarre
de un tirón, pero no sirve de nada. Me tiene en un férreo agarre, y es demasiado
fuerte para que pueda escapar.
Muerdo mi labio con tanto ahínco que la sangre llena mi boca por segunda
vez este día. La idea de tener las manos de un extraño en mi cabello me hace
sentir enferma, especialmente uno que no puedo ver. Tiene que haber una razón
por la que no me deje mirarlo, y eso me hace temerle más. Mis párpados están
cerrados con fuerza, y mi respiración sigue siendo profunda y acelerada. Trato de
calmarme lo suficiente para hacerle creer que me ha tranquilizado, pero no debo
de estar haciéndolo tan bien como tenía planeado.
¿Quién es él?
5
Número Trece
Traducido por Gasper Black
Todas están sentadas en sus camas, mirándome, con sus ojos cansados.
Me acerco a la que claramente ha sido dejada como mi cama, y lentamente me
siento, todavía tratando de procesar mis pensamientos. Es Número Siete la que
habla primero, su voz baja y suave. Me doy cuenta que es la primera vez que ha
hablado. Levanto mi mirada y la fijo en sus ojos color chocolate.
—¿Estás herida?
—No.
Número Tres nos mira desde su cama, y sus labios tiemblan. Es frágil; vi
eso desde el momento en que posé mis ojos en ella. Puedo ver el miedo en sus
profundidades; no sabe qué va a pasar, y no es un hecho con el que pueda tratar
fácilmente. Todas estamos asustadas, pero ella ha ido mucho más allá de eso.
Está petrificada. Trato de sonreírle, pero mi sonrisa es tambaleante y rota. No
tengo nada que darle. No puedo darle esperanza, porque tengo tan poco de ello
como las demás.
Sus preguntas son las que probablemente todas nos hemos hecho, y sabe
tan bien como yo que no tenemos las respuestas a ellas. Cierro mis ojos,
respirando profundamente, tratando de despertar un recuerdo, pero nada viene.
Estoy completamente en blanco, y la frustración aumenta en mi pecho. Fuerzo a 35
mi mente a alejarse del vacío, y miro de regreso a las otras tres chicas de mi
grupo. Con la mayor voz que puedo reunir, que sigue siendo apenas un susurro,
digo—: Todas estamos aquí, y no sabemos el porqué, pero podemos permanecer
juntas. Ayudarnos una a la otra. Estar ahí para cada una. Vamos a encontrar una
salida, pero si nos derrumbamos, no nos quedará nada.
Ahora estoy tan llena, pero recordando las palabras del guardia de comer y
beber todo, me acerco y tomo el vaso de leche. Está caliente, lo que me
sorprende. Respiro en esta antes de presionar el vaso en mis labios, y tragar el
líquido en cuatro grandes tragos. Me limpio el rostro con el dorso de mi mano, y
me giro para ver que las otras chicas también han terminado su comida y su
leche. Me levanto de la cama y camino hacia el armario, imaginando que nos
exigen cambiarnos antes de acostarnos. Tomo un camisón blanco normal, y entro
al baño para cambiarme y cepillarme los dientes.
Número Trece
—¡Levántense!
Coloco mis ojos en blanco y me giro hacia Número Doce y Número Siete,
ambas miran hacia el baño, sus rostros son una máscara de horror puro. Saben
que van a venir pronto, y también saben que no hay nada que puedan hacer al
respecto. Trago el bulto formándose en mi garganta, y me aproximo a las chicas,
colocando mi mano sobre el brazo de Número Doce. Ella salta, y se gira
rápidamente, con sus ojos frenéticos. —Está bien —digo, mi voz ronca por el
sueño—. Va a estar bien.
—Deberíamos vestirnos —dice Número Siete, sin mover los ojos de la
puerta—. No queremos hacerlo enojar.
1
También conocido como Müsli. Es una preparación de cereales, frutos secos y frutas.
Tengo que salir de aquí.
—Fórmense afuera.
Todas asentimos.
Asentimos. De nuevo.
Número Trece
Número Siete tiene dificultades podando algunos de los árboles a lo largo
de la línea de la valla, por lo que Número Doce y yo dejamos lo que hacemos
para ir y ayudarla. Todavía no es ni de cerca la hora de almorzar, y hemos estado
trabajando por lo que parece horas. El sudor cubre mi piel y quema mis ojos, y
mis ropas se encuentran empapadas con él. Estoy agradecida cuando llego a los
arbustos grandes y gruesos que pasan junto a las puertas, ya que ofrecen algún
escape del sol.
Miro hacia donde su mano ha señalado, y veo que detrás de los arbustos
está la valla. No hay nada inusual, hasta que veo la dirección que todas las
cámaras apuntan, y me doy cuenta que no hay ninguna apuntando a este lugar en
la valla. Mi corazón empieza a palpitar con fuerza, y empujo rápidamente a
Número Doce y a Número Siete fuera de los arbustos.
—¡Levántate!
La humanidad ha desaparecido.
Me encuentro con su mirada. —Se les dijo que si cometían errores serían
castigadas.
Número Trece
Me despierto lentamente, mi cabeza palpita mientras poco a poco abro mis
párpados. La primera cosa que veo es a mis piernas abiertas frente a mí. Al 44
levantar mi cabeza, siento un dolor en el cuello. Lloro y trato de bajar mis brazos,
solo para descubrir que se encuentran encadenados sobre mi cabeza. La realidad
se registra, y el pánico oprime mi pecho. Me retuerzo, pero es en vano. No puedo
liberarme de los pesados grilletes metálicos que rodean mis muñecas. Examino la
habitación, y veo que me encuentro en un sótano enorme.
Podría tener razón. Espero por Dios que esté equivocada, pero aun así,
podría tener razón.
Sus ojos hinchados y enrojecidos encuentran los míos, y sorbe por la nariz.
—Nunca saldremos de aquí. No te engañes.
—No sabes eso —le digo en voz baja, a pesar de que no creo que Número
Seis se encuentre bien.
Tiene razón, y me doy cuenta de que habló en voz muy baja para que las
46
cámaras no pudieran captarlo. Asiento hacia ella, dejándole saber que entiendo y
estoy de acuerdo. Si pasamos todo nuestro tiempo aquí abajo, nunca
encontraremos una salida. La única manera de escapar es comportándose
adecuadamente, para que tengamos la posibilidad de conocer muy bien los
alrededores. La vergüenza me invade, calentando mis mejillas. Antes fui
descuidada, no debí haber hecho lo que hice, pero tiempos desesperados
requieren medidas desesperadas.
Escucho el crujido de la puerta, y mis ojos miran hacia todos lados. Las
luces se apagan repentinamente, y me estremezco al percibir el modo en que la
sala parece enfriarse. Escucho pasos, luego la puerta se cierra de un golpe, y
permanecemos en silencio. Inclino mi cabeza, tratando de oír, pero no se escucha
nada por un largo momento. Entonces siento una presencia frente a mí, como si
alguien se hubiera agachado. Incluso me encuentro inclinando mi cabeza hacia
adelante, para ver si puedo percibir a alguien.
Se me eriza la piel.
Está aquí
Una vez más, se sienta tranquilamente, sin demostrarnos nada. La ira
burbujea en mi pecho, aunque sé que debo aplacarla.
—Nunca la tendrá —grito, antes que los guardias se acerquen y ajusten mis
grilletes.
—Número Trece había reglas establecidas, reglas que les fueron explicadas
muy claramente —dice el Maestro William en un tono cálido y sedoso. Como si no
le importara que estuviera a punto de ser azotada—. Soy un hombre de palabra.
Sigo adelante con mis promesas, y mis amenazas. Se te advirtió que si cometías
un error, todas en tu grupo serían castigadas.
—Tal vez sean chicas, pero también son seres humanos. Hay
consecuencias para cada acción. Si no deseas esas consecuencias, entonces no
cometas errores. Lo que estoy tratando de hacer aquí es enseñarles una lección.
Escucho cuando se aleja. Mi corazón late con fuerza; no quiero que azoten
a las otras chicas. Puedo escuchar sollozando a Número Tres. Esto la destrozará.
Puede terminar de destruirla. Tengo que detener esto, no puedo permitir que
sufran por mi mal comportamiento.
—Ya me escuchó. Cometí el error. Fui yo. Ellas no hicieron nada malo, por
lo que solicito tomar también su castigo.
Nos dejan aquí abajo durante veinticuatro horas. En ese tiempo, los
guardias vienen y toman a Número Doce. Se va por solo una hora antes de que
regrese, luciendo sonrojada. Inmediatamente después de ella, toman a Número
Siete, y sé que las llevan ante el Maestro William. No sé qué quiere, pero parece
estar buscando algo en nosotras. Eligió a este grupo por alguna razón, aunque no
puedo ver la suficiente similitud entre nosotras para saber cuál es ese motivo.
La única cosa que tenemos en común es que somos dóciles. Hay una clase 50
de fragilidad en todas nosotras.
¿Volverá a golpearme?
Lleva sus manos sobre mi piel, y roza la punta sus dedos sobre mi piel
amoratada. Me quejo cuando arde bajo su toque. Me silencia de nuevo, y
2
Belleza en rumano.
escucho un crujido antes de que sus dedos regresen, solo que esta vez están
cubiertos por un bálsamo frío. El alivio es instantáneo, y todo mi cuerpo se
estremece. Mueve sus dedos sobre mí hasta que mi piel se encuentra fría y
cubierta completamente, luego baja mi camisa y me levanta.
No responde. 52
—¿Por qué borras mis recuerdos?
—No tienes derecho a tenerlos cuando no causan nada más que dolor —
replica, aunque su voz todavía es suave.
—Es una calle de doble sentido —digo, en una voz suave—. Me das algo, te
doy algo. Te he dado una parte de mí, sentándome aquí sobre tu regazo. Ahora,
te pido que me respondas una pregunta. ¿Por qué trece chicas?
¿Qué es esto?
53
8
William
Traducido SOS por MadHatter
—Ben soy plenamente consciente de eso, pero tengo cosas urgentes con
las que lidiar en este momento.
Suspiro, frotándome las sienes. —Está bien, iré por una hora.
—¿Sí, Maestro?
—Tengo que irme y encontrarme con Ben. Estaré fuera alrededor de una
hora y media. Necesito que te asegures de que las chicas permanezcan
protegidas en sus habitaciones. No pueden salir hasta que regrese.
—Gracias, George.
WILLIAM
La reunión es en la empresa de mi padre en el centro de la ciudad. Está
muy bien ubicada, y posee sucursales por todo el país. Estaciono mi auto en un
lugar reservado, y me coloco el parche para el ojo sin el cual me niego a
aparecer en público. Enderezo mis hombros, salgo del vehículo y atravieso el
estacionamiento. Aquí hay un ascensor que me llevará directamente hasta la
recepcionista de mi padre.
No hay nadie, además de Ben, que me llame Will. Mi padre lo sabe, pero lo
hace de todos modos, porque disfruta lastimarme. El hombre me dirige su
expresión aburrida, y estudia mi rostro. —¿Qué te pasó?
Me tenso, pero al igual que en todas las otras ocasiones que hicieron esa
pregunta, Ben se entromete.
Yacer sobre esta cama duele, duele mucho. Para el momento en que
regreso a mi habitación y me ducho por la noche, estoy completamente agotada.
Me meto a rastras en la cama después de cenar, y lloro cuando las sábanas se
sienten como papel de lija contra mi piel. Ruedo hacia mi costado, y quito la
manta de mi cuerpo para que mi espalda quede expuesta al aire fresco. A pesar
de que el dolor es terrible, aun así me encuentro cayendo rápidamente en el
sueño profundo que me lleva cada noche.
57
A la mañana siguiente, nos despiertan temprano, los guardias abren nuestra
puerta y nos gritan que nos levantemos. Poco a poco, obligo a mi cuerpo dolorido
y fatigado a salir de la cama y miro hacia la puerta con mi visión borrosa. —
Ustedes chicas, hoy se encargarán de la cocina, así como de la lavandería.
Debido a su estúpido error de ayer al tratar de escapar, hoy se harán
responsables de las tareas del grupo tres.
Excelente.
Como zombis, todas salimos a rastras de la cama, con los ojos pesados,
con nuestras cabezas gachas. Comemos, nos vestimos, y luego marchamos con
los guardias. Mientras caminamos por los pasillos, pasamos las habitaciones de las
otras chicas. Veo que algunas de sus puertas se encuentran abiertas, y están
sentadas en sus camas. Me las quedo mirando, sintiéndome extrañamente
conectada, a pesar de que no hemos tenido la oportunidad de interactuar en
absoluto desde el primer día. Supongo que solamente es un nexo emocional,
porque todas entendemos algo acerca de la otra persona.
WILLIAM
58
—Chicas, arrodíllense, por favor —les ordeno.
—Han pasado un par de días desde que llegaron, y todas lo están haciendo
muy bien. Sé que entienden de dónde vienen, y saben que sus vidas eran
bastante más indeseables en comparación con esto.
—Esa respuesta es simple; quiero proporcionarte una mejor vida. Pero para
lograrlo, necesitas aprender a comportarte.
Esa palabra me enferma. Nunca, jamás infligiría ese tipo de dolor a otra
persona.
—Número Cuatro.
—Yo qui... quie... quiero saber acerca de mi hermana pequeña. ¿Ella... es...
está... mu... muerta?
59
Mi pecho se tensa. Prometí que contestaría a cualquiera de sus preguntas,
pero no todas tienen buenas respuestas.
—Sí —susurra.
—¿Número Cinco?
Les llevará mucho más tiempo del que había anticipado para que entiendan
la situación.
—¿Número Seis?
—¿Número Ocho?
No dice nada.
—¿Número Nueve?
Entiendo su temor. Pertenecía a un hombre que fue más bien brutal y cruel.
Se la vendieron hace poco más de cuatro años, pero ese fue tiempo suficiente
para que cambiara todo sobre ella.
Me enderezo. Número Once es una de las más brutales del grupo, pero
también ha tenido un pasado difícil.
61
10
Número trece
Traducido por MadHatter
Sin embargo, todavía le temo, porque hay algo en esta situación que
justifica el sentir una buena cantidad de miedo. En realidad, es la única emoción
que entendemos en este momento, por lo que nos aferramos a ella, como si fuera
la única cosa sobre la que tenemos control. Él es impredecible, y ninguna está
segura de que esto no sea más que un acto para ganar nuestra confianza antes
de que algo peor surja.
—Gracias.
Número Trece
Esta noche el maestro tiene un invitado para la cena, así que nos
designaron las tareas de la cocina para asegurarnos de que todo se encuentre
preparado y listo para funcionar. Es el día once, cuento cada día y lo marco en la
63
pequeña libreta que guardo junto a mi cama. Hemos estado trabajando en la
cocina todo el día, y está comenzando a hacer calor aquí. Ninguna habla
demasiado con las otras. Continuamos ensimismadas en nuestros propios
pensamientos desesperados.
—Hola ahí —casi ronronea—. No te he visto antes por aquí. ¿Trabajas para
Will?
—Yo, mmm, solamente trabajo para el Maes... quiero decir, para William. Lo
siento, simplemente estoy apurada —le digo, evitando la pregunta sobre mi
nombre.
—Benjamin —dice una voz detrás de mí, y mi cuerpo se tensa. Es el
guardia.
Número Trece
—¿Quién era? —susurra Número Doce, sentándose junto a mí en la cama
con sus manos sobre su regazo.
Todas nos sentamos en silencio por un momento antes de que las otras
chicas se unan a mí sobre la cama, y nos inclinamos estrechamente para que las
cámaras no puedan grabar lo que decimos. Vuelvo a hablar cuando todas se
encuentran acomodadas.
—Creo que nos podría ayudar. Si logro hablar con él, tal vez pueda contarle
que somos retenidas aquí en contra de nuestra voluntad.
—No lo sé, tal vez. Parecía muy amable —le digo, con voz esperanzada.
—Se hallaba familiarizado con el lugar. Creo que ha estado aquí un par de
veces.
Nos mira por última vez antes de salir y dar un portazo. Todas lentamente
caminamos hacia el carrito. Cuando lo alcanzamos, Número Siete se inclina. —
Tendrá invitados.
Me meto bajo las sábanas, y miro a las otras chicas. Como cualquier otra
noche, comen su comida, beben su leche, y luego se duchan rápidamente antes
de literalmente desmayarse. Entrecierro mis ojos, preguntándome por qué esta
noche no siento el influjo del sueño. Cierro los ojos mis todos modos,
preguntándome si simplemente tengo demasiado en mi mente. Trato de apaciguar
mi respiración, pero no parece calmarme lo suficiente como para atraer al sueño.
No abro los ojos, porque sé que si me ven moviéndome solo me causará más
problemas.
¿Otras tres? ¿Qué sucede con las otras chicas en esta casa? ¿Por qué solo
nosotras?
—Estas cuatro chicas son las más lastimadas; tienes motivos para pensar
que no necesitan sus recuerdos en este momento. Los otros miembros del grupo
son más fuertes. Son plenamente conscientes de sus vidas pasadas antes de
esto, así que, para ellas, esto de alguna forma es un lujo. Con este grupo de
cuatro, es muy diferente.
Esta mujer habla sobre nuestro grupo. No nos eligió al azar ese primer día,
había una razón para que formara nuestro grupo de esa manera, y parece que es
porque quiere que nos olvidemos de nuestras vidas. ¿Por qué alguien pensaría
que tiene el derecho de arrebatarle la memoria a otro? ¿Por qué las otras chicas
pueden recordar? ¿Por qué siquiera las retiene? No entiendo.
Casi abro mis ojos de golpe, hasta que escucho que William dice—: La
droga para dormir que les damos en la leche es bastante potente. A veces toma
un tiempo despertarlas, e incluso entonces se encuentran somnolientas.
Tienen que creer que he bebido mi leche. No sé cómo habrán actuado las
otras chicas, así que ¿cómo sabré si estoy haciendo lo correcto? Trato de pensar
en cómo me siento cuando la leche comienza a hacerme efecto. Mi cuerpo se
69
siente mareado y débil, mis ojos se vuelven pesados. Me resulta difícil levantar la
cabeza. Entonces, con esto en mente, poco a poco abro mis ojos nublados, pero
mantengo mi cuerpo flexible y débil.
Veo a la mujer frente a mí, pero por muy poco tiempo. La veo como en
una nebulosa. Tiene el cabello largo y rubio, y unos grandes ojos azules. Tiene un
rostro cálido, muy delicado. Comienza hablándome en voz baja, y, curiosamente,
como si mi cuerpo fuera consciente de lo que hará, comienzo a sentirme un poco
confundida. Muevo mis ojos cuando empiezo a sentir que voy a la deriva, y capto
una imagen de William sentado en la esquina. Mi corazón deja de latir.
No recuerdo mucho.
70
11
Número Trece
Traducido por Gasper Black
—Despiértense, chicas.
No me van a vencer.
Número Trece
Es la primera vez desde que hemos estado aquí que de nuevo nos hallamos
todas juntas en una habitación. Me quedo mirando a las otras chicas, y se
72
encuentran tan obedientemente de pie, mirando a la pared frontal. ¿Por qué son
así? ¿Tan débiles? Siguiendo cada una de sus órdenes. Ni siquiera tratan de
luchar; ni siquiera tratan de salir de aquí. ¿Por qué? ¿Por qué solo se dan por
vencidas y permiten que esto pase? Tal vez también han sido golpeadas; tal vez
tienen miedo. No lo sé, pero lo que sí sé es que jamás puedo dejarme lucir tan...
tan... resuelta.
—Hay mucho que hoy tiene que realizarse, la casa necesita ser limpiada.
Lo está.
—La lavandería necesita terminarse, nadie debe estar descansando por ahí.
No hay nadie.
—El comedor necesita prepararse.
Obviamente.
—Y la cena tiene que ser cocinada.
No me digas.
Sacudo mi cabeza, insegura de por qué mis pensamientos son tan...
francos. Siento como si se estuvieran llevando una parte de mí, y soy la única que
lucha por recuperarla. El guardia se acerca, y nos divide. Por primera vez, somos
separadas en grupos diferentes. Me asignan con Número Dos, la chica
latinoamericana, quien es realmente, realmente bonita. Las otras chicas conmigo
son Número Ocho, que es la chica alta y atlética que parece lo suficientemente
amable, y Número Once, la gran chica marimacho que me asusta un poco. Somos
asignadas a las tareas de cocina, así que supongo que mi día lo pasaré
cocinando. Hay cosas peores.
—Bueno, creo que deberíamos dividirnos y hacer una cosa cada una —
digo, haciéndome cargo como normalmente haría con mi grupo.
Mi corazón se detiene. No sé de lo que habla. ¿Por qué iba a ser tan cruel
conmigo? Ni siquiera me conoce. Mi respiración se acelera mientras enderezo mis
hombros. —No sé lo que has escuchado, pero no te conozco, y tú sin duda no me
conoces.
¿Grupo especial?
¿Qué? ¿Cómo iba a saber eso? ¿Cómo sabe algo de esto? La ira crece en
mi pecho mientras continúa provocándome. No dejes que te afecte. No permitas
que por su culpa de nuevo te coloquen a ti y a tu grupo en ese sótano. Ignoro sus
burlas, y me doy la vuelta, sin hacer contacto visual con las otras chicas que se
encuentran de pie en silencio en un rincón. No parece que son tan malas como
ella, pero también se ven lo suficientemente inteligentes como para no tratar de
defenderme. Decido tomar el plato principal, y comienzo a hacerlo. Tienen
gambas al ajillo en una capa de cuscús sazonado. Necesito preparar todos los
langostinos, para veinte o treinta personas, eso tomará un tiempo.
Un hombre alto con una mano sobre su rostro, con sus ojos tan hermosos
como un océano azul cristalino.
Patino hasta detenerme, jadeando. Una imagen destella en mi mente. No
sé qué o cuándo fue, pero es una imagen. Antes de que pueda procesarla, otra
me golpea. Más fuerte, más completa.
—¡Gallina! Juega conmigo —llora una pequeña niña, con sus coletas rubias
agitándose alrededor de su rostro—. Siempre jugamos cuando él no está. Mamá
se ha ido con él, por lo que ahora podemos cantar, y bailar.
Me agarro la cabeza, gritando mientras la memoria casi quema en mi
mente. Empiezo a correr de nuevo cuando escucho los gritos detrás de mí. Antes
de darme cuenta, estoy frente a la puerta del maestro. Ni siquiera sé por qué
corrí hasta este lugar, pero aquí estoy. Empiezo a golpear frenéticamente, fuera
de mí. No quiero sentirme así. Quiero las respuestas. Necesita decirme. Tiene que
explicarme por qué me está despojando de mis derechos.
—¿Qué está mal contigo? —grito—. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no me
lo dirás? No es justo. No puedes secuestrar a alguien y no decirle el porqué. Ella
me intimida, diciéndome que soy un fenómeno, que estoy jodida, que soy débil.
¿Por qué ella sabe de mí, pero yo no puedo? No es tu maldito derecho mantener
75
esto apartado de mí. No quiero estar aquí. Déjame ir.
—Sí señor.
—Hice algo mal, fui castigada. Ella hace algo mal, y no lo es.
—Dime por qué somos diferentes, por qué nos llaman fenómenos.
—Maldito seas…
—Sí señor.
—Hay un castigo para cada acto, algunos diferentes a los otros. Todos ellos
pensados en consecuencia, y esto, en mi opinión, encaja correctamente.
—Sí, las tengo todas listas. ¿Cuáles chicas ha decidido que servirán la
comida?
—Muy seguro.
79
Número Trece
La están convirtiendo en mi esclava. Mi cabeza da vueltas mientras la
observo, a Número Once, que me mira abiertamente.
Sus cejas se levantan, me mira fijamente por tanto tiempo que estoy
segura que se encuentra a punto de explotar en risas y decirme que “me vaya a
la mierda”. En su lugar, su rostro se suaviza un poco, y asiente.
¿Nos está permitiendo servir? ¿Nos está dejando interactuar? Han pasado
solo algunos días desde que llegamos a aquí, pero ya nos da la oportunidad de
probarnos. No puedo dejar que esto vaya mal. Necesitamos cada ocasión que
tengamos de ganar lentamente la confianza del Maestro. Será nuestra única
posibilidad de escapar.
—Muy bien —dice Bill—. El grupo está esperando por ti en la biblioteca con
los uniformes. Ve.
Asiento, sabiendo que la biblioteca se encuentra justo al final del pasillo.
Doy la vuelta y corro, emocionada y asustada. ¿Lo veré esta noche? ¿Será éste el
momento en que finalmente podré ver a William? No estoy segura de si eso me
asusta o me emociona. Mi estómago se llena con una extraña sensación oscilante
mientras corro. Pierdo el pasillo que conduce a la biblioteca, pero no me doy
cuenta hasta que llego al final del largo corredor. Suspirando, me giro, y empiezo
a retroceder.
Voy a dar la vuelta, sin querer atravesar otra vez la cosa de “¿Cuál es tu
nombre?” solo para darme cuenta mientras me voy, que su cabello es demasiado
largo para ser Benjamín. Se encuentra amarrado, y colgando por su espalda.
81
Benjamín tenía el cabello corto; lo recuerdo claramente. Me detengo, y mis ojos
se amplían mientras lo asimilo. Es exactamente tan alto como Benjamín, su cuerpo
tan musculoso y poderoso. Está vistiendo un traje que se esculpe perfectamente a
su cuerpo largo y robusto.
Ahora que lo pienso, este hombre luce exactamente como Benjamín. Solo
que su cabello es más largo, y es un poco más musculoso.
—Lo siento, pensé que usted era alguien más —murmuro rápidamente.
No puedo quedarme aquí; antes ya he sido atrapada encontrándome con
alguien. No quiero ocasionarme cualquier otro problema.
Me doy vuelta y empiezo a correr; cuando dice en un tono áspero tan bajo
que apenas puedo escucharlo—: No hay problema, frumusete.
No...
Patino para detenerme, y rápidamente me doy la vuelta, solo para ver su
espalda desapareciendo por el pasillo. El Maestro William. ¿Ése es el Maestro
William? ¿El Maestro William y Benjamín son gemelos? ¿Hermanos? Me quedo de
pie, mirando a su figura retirarse por el momento más largo, con mi boca abierta.
Se aleja rápidamente, como si no quisiera que descubra quién es. Abro mi boca
antes de que pueda pensar, y grito—: ¿William?
—Lamento haber tropezado contigo —me las arreglo para decir finalmente, 82
y luego antes de que pueda responder, desaparezco por el pasillo hacia la
biblioteca.
Froto mis sienes, incapaz de aliviar las punzadas detrás de mis ojos. Me vio.
Ella supo quién era. Esa chica está jugando con mi mente. Me desafía. Establezco
las tareas, esperando que reaccione y no lo hace; se ocupa de todo con tanta
gracia. Deja ir a Número Once. No profundizó en buscar la crueldad en su interior;
simplemente la dejó ir.
Me sorprendió.
Una extraña sensación de orgullo llena mi pecho. 83
Me impresiona con cada día que pasa. Hay momentos en los que siento
que ella no entiende lo que trato de enseñarle, y entonces como si de repente lo
entendiera, hace cosas sinceras y agradables, como lo hizo hoy con Número
Once. No me encuentro defraudado por sus decisiones, pero estoy destrozado
por ellas. Una gran parte de mí necesitaba que Número Once aprendiera su
lección, pero al mismo tiempo, creo que, sorprendentemente, lo hizo.
—Va a salir bien —trato de calmarla—. Solo presta atención a lo que haces,
y no te preocupes por nada ni nadie más. Vamos a terminar con esto de forma
84
eficiente.
Hay gente mezclándose por todas partes, todas ellas usando máscaras. Las
mujeres lucen elegantes, con vestidos hermosos y largos y máscaras delicadas.
Los hombres se ven masculinos y misteriosos, todos llevando trajes.
—Oh, gracias. —Una mujer pelirroja sonríe, y levanta un canapé con sus
uñas de color rojo brillante.
Llevo el plato alrededor del grupo, luego sigo caminando por la habitación.
Esto no es tan malo. Lo hago bien, y no lo he arruinado. Por lo que puedo ver,
tampoco las otras chicas.
Tan perfecto. 85
Levanta su mirada cuando me nota, y el ojo que puedo ver hace contacto
con los míos, causando que pequeños escalofríos recorran mi piel. No sonríe,
pero la mirada que me está dando es... intensa. Mantengo mis hombros rectos al
tiempo que les ofrezco a todos, algo de la bandeja. William se inclina hacia
adelante, sus labios bajando para rozar mi oído. Murmura—: Belleza estás
haciendo un trabajo impecable.
Cuando estoy colocando el último plato sobre una de mis mesas, escucho
un gran estruendo. Levantando mi cabeza de golpe, veo a Número Tres de
rodillas con un hombre alto agachándose para ayudarla. Ella rápidamente levanta
algunos platos rotos del suelo, murmurando algo. Trago saliva, volviendo mis ojos
hacia el Maestro William. Está observándola, pero no luce enojado.
Dirijo mi atención de nuevo hacia Número Tres mientras se coloca de pie y
retrocede. Justo cuando estoy a punto de dar la vuelta y de regresar mi bandeja
a la cocina, escucho una voz masculina profunda y gutural riendo ruidosamente.
Me quedo mirando al hombre que ayudó a Número Tres, y veo que tiene una
servilleta en su mano, y la está agitando en el aire. —¿William esto es una broma?
¿Qué ha hecho?
El hombre, quien debe estar en sus treinta, de cabello corto y castaño, con
unos cálidos ojos marrones, mueve la servilleta en el aire, y luego mira de nuevo a
Número Tres. Luego lee las palabras que claramente se encuentran escritas en el
pedazo blanco. Oh Dios. Ella no lo hizo... no lo hizo.
—Fue una broma —digo, aunque mi voz suena como nada más que un
chillido. William vuelve de golpe su mirada hacia mí, y todo el mundo en la sala se
detiene y me observa. Coloco mi mano sobre el brazo de Número Tres,
apretándolo para advertirle que deje de llorar—. Es un poco embaucadora, y le
gusta jugar con la gente. Lo siento mucho, señor, a veces lo lleva demasiado
lejos. Aquí solo somos del servicio. William solamente nos contrató para la noche.
Me disculpo.
William sigue mirándonos fijamente. Puedo sentir su mirada quemándome.
Agarro a Número Tres, murmurando un disculpen y la llevo a la cocina. Al
momento en que salimos, me giro hacia ella. —¿Por qué harías eso?
—Porque nos tiene aquí en contra de nuestra voluntad —llora, agitando sus
manos en el aire—. No quiero estar aquí. Todas ustedes han dejado de luchar; ya
hacen lo que les pide. Es un enfermo; ¿me escuchas? Nadie mantiene a chicas en
contra de su voluntad si no se encuentran enfermos.
Cierro mi boca, pero mis ojos arden por las lágrimas contenidas. Número
Tres es demasiado débil para soportar el castigo. Hay algo que falta en sus ojos,
puedo verlo. Dejó de luchar. Cree que de verdad no hay nada más para ella. No
puede ver la luz al final del túnel, y eso me asusta. Cuando te rindes, dejas de
luchar, y cuando dejas de luchar, no hay hacia dónde ir.
—¡Oh, no!
Trago saliva, y me quedo mirando a la puerta vacía.
88
14
Número trece
Traducido SOS por Astrea75
89
―Por supuesto ―susurro, levantándome.
―Mírame ―ordena.
―Si eres mala, eres castigada ―le contesto, casi como si fuera un robot―.
Si eres buena, eres recompensada.
―Es una regla simple ―espeta, su voz baja y ronca―. No es difícil. Les
daré lo mejor si se comportan, si no lo hacen, entonces son castigadas. He sido
muy claro. Tu amiga lo sabía; aún así tomó la alternativa de hacer lo incorrecto.
Esa fue su decisión. No la mía. Hizo su elección, colocándose en esa posición.
¿Crees que me gusta castigarlas?
91
modos no quiero hablar con ellas. No quiero hablar con nadie. Solo quiero que me
dejen sola. Me siento agotada y derrotada, esta lucha no tiene sentido. Me meto
a rastras en cama y ruedo hacia mi costado, mirando hacia la pared, sin ver a
ninguna de las chicas.
Envuelvo mis brazos alrededor de mis piernas con más fuerza, y trato de
llorar. El llanto está diseñado para ayudar, pero no tengo más lágrimas que
derramar. Me siento vacía, como si no hubiera más emociones dentro mi cuerpo,
como si me hubieran desnudado. Ya no me queda fuerza para luchar; de hecho,
me pregunto si tuve alguna para empezar, o si solo llegué así de dañada. Levanto
la mirada y observo las paredes vacías, y me doy cuenta que así será
probablemente el resto de mi vida.
Ya no quiero sentir nada más. No quiero la luz del sol, y no quiero la lluvia.
Solo quiero la oscuridad que se lleva todo lo que me carcome en el interior. No
puedo ser la esclava de algún hombre, y no puedo ser lo suficientemente fuerte
para las otras chicas que necesitan mi apoyo. Necesitan un vínculo que no sea
débil; necesitan uno que sí sostendrá sus manos y peleará a su lado.
Y no soy yo.
Me asusta.
93
Nuestro grupo está ayudando al grupo uno, y debemos dejar los jardines
preparados para el verano, asegurándonos de que todo esté arreglado
correctamente, que todas las flores estén perfectamente podadas. Hoy el sol se
encuentra alto y cálido en el cielo, el sudor se desliza por mi piel mientras
introduzco la pala en el suelo una y otra vez, tratando de desalojar una mala
hierba.
Levanto mi cabeza, y lo que veo hace toda mi sangre fluya por mi cuerpo
con más rapidez. Mi cuerpo entero hormiguea mientras veo el techo, en donde
Número Tres se encuentra de pie. No... no lo haría... justo ahora no se daría por
vencida. Tal vez no es lo que parece. Me levanto rápidamente, y corro en su
dirección. Las otras chicas ya se encuentran de pie y me siguen. Los guardias
están parados en el techo con ella, con sus rostros consternados. Tienen sus
brazos estirados.
—Dejen de mentir —se queja, dando un paso hacia atrás. Siento que mi
corazón da un brinco hasta mi garganta.
¿Va a saltar? Mis rodillas tiemblan y trato de abrir mi boca para llamarla,
para alentarla a que se aleje, pero todo lo que sale es un chillido desesperado. Mi
visión se torna borrosa, y puedo oír un pitido fuerte en mis oídos. Se forman
lágrimas en mis ojos, y escucho a Número Doce que comienza a convencer a
Número Tres para que baje.
—Necesito ser libre —grita—. Como un ángel, necesito dejarlo ir. Tienen
que dejarme ir.
94
Mira hacia abajo, con su expresión vacía. Es como si no quedara nada,
como si quienquiera que estuviera dentro se hubiera ido, y todo lo que queda es
una cáscara vacía. Se gira, y el alivio me inunda cuando lo que vemos es su
espalda. Va alejarse, va a permitirnos que la ayudemos. Oh, gracias a Dios.
Entonces estira los brazos como un avión y solo deja que su cuerpo caiga
de espaldas. Como si fuera en cámara lenta, se apresura hacia el suelo. Me
escucho gritar, pero no puedo forzar a mis piernas para que avancen. Mi cabeza
da vueltas, y destellos de recuerdos cruzan mi mente mientras finalmente consigo
moverme.
—¡Lanthie! —grito.
—Silencio, Belleza.
95
Comienzo a retorcerme en su agarre; es su culpa que esté muerta. Mi
Lanthie. —Déjame ir. No, todo es tu culpa. Me impediste llegar hasta ella —grito,
luchando.
—No —grito tan fuerte que mis propios oídos resuenan—. No, ¡no lo hagas!
Déjame ir, por favor, Dios, no la dejes morir. Por favor, todo es mi culpa, no llegué
a ella a tiempo. Por favor, déjame volver.
—¿La policía?
—Sí.
—Oh.
Sí, oh.
—Lo superaremos.
97
Número Trece
—¡Más rápido, más rápido! —grita Lanthie, sus cabellos rubios elevándose
mientras la hago girar.
—Voy tan rápido como puedo —grito.
—¡No me dejes caer! —dice en un arrullo.
—Nunca te dejaría caer. —Me río, deteniéndonos a las dos. Caemos al
suelo, sonriendo.
Bajo mi mirada hacia mi pequeña hermana menor, y ella me sonríe. Solo
está por cumplir tres años de edad. Me encanta cuando mi mamá no se
encuentra, porque eso significa que simplemente podemos jugar y divertirnos.
Significa que él no se acerca. Cuando él viene, siempre suceden cosas malas.
Abro mis párpados, y me toma un segundo darme cuenta de que no me
encuentro en mi propia cama. Levanto mis manos y froto mis ojos. Mis dedos
hormiguean, y mis manos están entumecidas y pesadas. Muevo mi cuerpo y gimo,
sintiéndome como si hubiera estado acostada en este lugar durante días. Me
incorporo, haciendo una mueca al tiempo que todo se tensa y se retuerce. Echo
un vistazo a la habitación, y noto que no la he visto antes.
¿En dónde me encuentro?
Escucho el crujido de una puerta, y levanto mi cabeza para ver que ésta se
abre y se cierra. Todavía se encuentra muy oscuro, así que no puedo ver quién ha
entrado.
—Soy yo.
El Maestro William.
La ira burbujea en mi pecho. ¿Cómo se atreve a venir aquí? ¿Cómo. Se
atreve? Es su culpa más que mía que Número Tres haya saltado. Si hubiera
dejado que recordara, si hubiera dejado que procesara sus propios recuerdos,
entonces esto nunca habría sucedido. Tomo una respiración para tranquilizarme,
pero la bilis se eleva por mi garganta.
—No están listas para procesarlos. Intento hacerlas más fuertes, trato de
fortalecerlas antes de dejarlas lidiar con algo así.
—Esa es una excusa pobre utilizada por un hombre con un fetiche enfermo.
Te dices lo que sea que necesites, William, ¡pero todas sabemos lo que eres!
—Un fenómeno.
—En lugar de gritarme en cada oportunidad que tienes, tal vez te detendrás
y te darás cuenta de lo que estoy haciendo aquí. No las secuestré chicas; las
salvé. A todas las saqué de una vida dolorosa y dura, colocándolas a mi cuidado.
Todo lo que pido es respeto. Esta es mi casa, y yo controlo lo que aquí sucede. Si
entendieran eso y simplemente escucharan, las cosas irían como necesitaban
hacerlo. Número Tres se encontraba dañada. Era frágil en su mente, y su vida
antes de esto era menos que deseable. Su mente se hallaba llena de cicatrices;
no importó lo mucho que le quité. Muy pronto aprenderás que si quieres mi
respeto y mi bondad, entonces harás lo correcto. Lo que hiciste allí fue una falta
de respeto, y un acto de intimidación. Desprecio a los bravucones. Ahora, serás
castigada por ello.
100
17
Número Trece
Traducido por yira patri
Estoy sedienta.
Todavía no explica por qué nos tiene aquí. ¿Por qué alguien quiere salvar a
trece chicas? ¿Por qué no dos, o veinte? Hay tanta gente rota en el mundo, así
que ¿por qué nos eligió? ¿Por qué nos hallábamos lo suficientemente bien como
para tratar de arreglarnos? Todo mi cuerpo se encuentra dolorido, y mi corazón
late con fuerza en mi pecho a un punto donde realmente lastima.
Cada vez que cierro los ojos veo a Número Tres saltando de ese techo.
Recuerdo sus palabras justo antes de que se diera vuelta y se dejara caer.
"Quiero ser libre."
Parecía un ángel caído, mientras con gracia se quitaba su propia vida.
Solo el pensar en ello provoca un grito de dolor que escapa de mis labios.
Muevo mi cabeza de un lado al otro, con ganas de que la imagen me deje en
paz. No la quiero allí. Mi cuerpo empieza a temblar mientras dejo que la realidad
de toda esta situación se asiente.
Pero parte de mí... solo una pequeña parte... se encuentra atraída por él.
103
18
Número trece
Traducido por Gasper Black
No voy a rendirme.
No voy a gritar.
No voy a dejarle ver que está ganando. Soy más fuerte que esto. Esto no
cambiará mi pasión; esto no cambiará mi determinación. Lo que hace aquí dentro
no es correcto, no importa cuántas veces trate de decirse que nos hace a todas
104
un favor. No es así, no, es cruel y despiadado. Un pequeño beso tonto no va a
cambiar mi opinión sobre eso. No lo dejaré. No dejaré que corrompa mi mente.
No lo haré.
Él me está agotando. Sabe que dejarme aquí por doce horas es suficiente
para llevarme al límite. Odio no poder ser capaz de hablar. No me gusta que mis
derechos me sean arrebatados más de lo que ya lo han sido. Sin importar lo
mucho que duela, sin importar lo mucho que quiera acurrucarme y rendirme, no lo
haré.
No, él no va a ganar.
Seis horas más tarde
Todo duele.
105
Dios, no lo hará.
Diez horas más tarde
Mi cabeza cuelga, mirando mis piernas cruzadas. Ya no puedo sentirlas, y
ni siquiera me importa. Cuál es el punto de luchar cuando ya no hay nada por lo
que pelear. Si hubiera escuchado desde el principio, en lugar de pensar en mí
misma, entonces podría haber salvado a la Número Tres. Me encontraba tan
ensimismada con escapar, y mira hacia dónde me llevó eso.
Yo soy un fracaso.
William
Se ha roto.
Si tan solo me dejara entrar, podría demostrarle que puede confiar en mí.
—¿Señor?
—Es Ben.
—Ben.
—Ocupado.
Es una mentira, pero no necesita saber lo que hago en este lugar. Nunca lo
entendería. Para pasar a los policías, se requirió una planificación muy rigurosa.
Estuvieron cerca de descubrir lo que hago aquí. No puedo permitir que eso
suceda de nuevo.
—Ella era infeliz; no había nada que alguien pudiera haber hecho.
Me gustaría que eso fuera cierto. Aparto hacia un lado el dolor que invade
mi pecho ante el pensamiento.
—En todo caso, aun así lo siento. Escucha, llamé porque el cumpleaños de
papá es en menos de tres semanas.
Mamá. Mi pecho se tensa mientras pienso en la frágil mujer rota que solía
ser mi madre. Ahora ya no lo es. Solamente es una cáscara vacía. Siento un cierto
nivel de culpa por eso, a pesar de que no debería. No es mi culpa que esto
ocurriera, sin importar lo mucho que mi padre piense que así es.
—Will no has ido a verla durante meses. Sabes que te adora. Voy a
organizar una cena. Ahora te estoy invitando, de antemano, porque vas a venir.
Eso dolió.
—Sí.
Habla de ella. De Número Trece. Miro fijamente hacia las cámaras, y veo
que la han regresado a su habitación. Se encuentra sentada en su cama, mirando
por la ventana. Su largo cabello rubio cae sobre sus hombros. Infiernos, a veces
parece que hay más cabello de lo que es ella en sí... es tan pequeña.
—Eso no va a pasar.
—Todas las buenas están tomadas —se queja—. Bueno, ¿puedo al menos
saber su nombre?
Su nombre.
Su nombre.
Cierro mis ojos. Ni siquiera ella sabe su nombre, no puedo simplemente
dárselo a mi hermano. No puede tener un pedazo de ella que nadie además de
109
mí, tiene.
Mi chica rota.
—Sí.
William
110
—Trae a Número Doce —le ordeno a George.
Tengo una extraña conexión con Número Trece. Me hace sentir, lo que es
algo que raramente me pasa. Me desafía, saca lo mejor y peor de mí, pero es
terca, y está muy decidida a pelearme con esto por siempre. Número Doce es
dulce, y poco a poco se está permitiendo confiar en mí. Está dejándome entrar,
pero lo hace muy fácilmente. Casi demasiado fácil.
—Sí, Maestro.
—Sí —dice.
—Estoy feliz.
—¿Maestro? —susurra.
—Yo... yo solo... sé que hemos estado haciendo esto por un tiempo, y creo
que sé lo que deseas de mí. Y yo quería... quiero decir...
—Quiero entregarme a ti. Confío en ti, y quiero dar el siguiente paso. Deseo
111
esto.
Tiembla, pero sus piernas se abren. Sostengo sus pantalones y los bajo,
antes de deshacerme de sus bragas. Se abre más para mí, y allí abajo es una
mujer muy hermosa. Es dulce, encantadora, y huele muy bien. Aparto cualquier
duda, y hago lo que tengo que hacer.
—Ahora voy a besarte —murmuro, y bajo mi cabeza.
112
19
Número Trece
Traducido por astrea75
Sin embargo, cada día que voy y me siento con él, me excito. He
empezado a ansiar sus dedos sobre mi piel. He aprendido a amar su olor. Está
llegando a mí.
La última vez que lo vi, nos sentamos uno al lado del otro. No habló, pero
tomó mi mano y la colocó sobre su regazo. La mantuvo allí por mucho tiempo, y
finalmente me encontré acercándome. El calor de su cuerpo me calmó. Antes que
mi tiempo hubiera terminado, se giró y presionó sus labios sobre mi frente,
calentándome de adentro hacia afuera.
Número Doce dijo que se comunica bien con ella, y por el rubor en sus
mejillas, lo disfruta tanto como yo. Ella tiene algo allí. Ya no se ve aterrorizada, no
se ve como si quisiera correr y escapar. En cambio, parece que espera que la
llame, como si ahora fuera su luz.
―Chicas.
―Debido a que todas se han comportado tan bien esta semana, serán
recompensadas. El Maestro William les da la tarde y la noche libre. Pueden vagar
libremente, disfrutar de lo que quieran. La biblioteca se encuentra abierta y bien
abastecida. Hay una sala de estar que contiene un televisor con una amplia gama
de películas. Si lo desean, pueden salir, nadar o pasear por los jardines. También
hemos colocado un paquete para cada una en el baño que contiene champú,
acondicionador y cremas hidratantes. Siéntanse libres de usarlos.
Todas nos sentamos y miramos hacia la puerta vacía, la que ha dejado 114
abierta. Parpadeo, confundida y me giro hacia Número Doce, que también mira
hacia la puerta. Número Siete sacude su cabeza suavemente, como si se negara a
creer que nos acaban de dar vía libre para recorrer la casa y el jardín.
¿Cierto?
―Vi pasar a los otros grupos, dijeron que van a la biblioteca ―dice
Número Siete, todavía sentada en su cama.
Le sonrío por última vez, y salgo por el pasillo. Me encuentro a las otras
chicas en la biblioteca, de pie, mirando hacia las cantidades masivas de libros que
cubren las paredes sobre los estantes de madera oscura. Percibo que se
encuentran inseguras, sin querer tocar realmente o hacer mal las cosas. Ninguna
está dispuesta a ser la primera en dar ese salto.
―Chicas.
Están viendo una película sobre una chica rica y un muchacho pobre que 116
se enamoran, pero sus padres prohíben su relación.
―Si continúan comportándose, esto ocurrirá cada vez más ―dice Bill,
recogiendo nuestras bandejas―. Buenas noches, chicas.
Drogaron el refresco.
117
20
William
Traducido por Just Jen
Fuego.
Otra pesadilla.
Lanzo mis piernas sobre la cama y enciendo la lámpara. Paso mis manos
por mi cabello despeinado y me trago la bilis que sube y baja por mi garganta.
Me coloco de pie y camino hacia la puerta, abriéndola y mirando hacia fuera.
Aunque sé que no hay nadie ahí. No importa. Tengo que volver a confirmarlo.
Necesito saber que este es mi espacio, que nada puede entrar aquí.
Tú tienes el control.
Nadie puede.
Número Trece
—Mi nombre es Josh y tomaré el lugar de Bill mientras no se encuentra.
Estaré con ustedes durante dos días.
No me agrada.
—Me han dicho que hoy estarán en la cocina, así que les sugiero que se
levanten y se muevan. Ahora.
119
No me agrada.
Salimos de nuestras camas y comemos nuestro desayuno antes de
vestirnos y seguir a Josh hasta la cocina. Debemos empezar tan pronto como
consigamos entrar, haciendo nuestros deberes habituales. Estamos con algunas
de las otras chicas, y charlamos tranquilamente mientras trabajamos. Ahora todas
nos hallamos acostumbradas las unas a las otras, y algunas de nosotras estamos
incluso formando buenas amistades.
—Cállense.
Ambas chicas asienten, pero a medida que pasan a mi lado, sus ojos se
ven preocupados. No las culpo; de repente me siento incómoda. Trago y envuelvo
los brazos a mí alrededor, preguntándome ¿por qué las envió a ellas y no a mí?
Cuando se han ido, Josh se dirige hacia mí, y sonríe. No es una sonrisa bonita.
—Pero…
—Solo vete.
Oh, Dios.
No.
121
No.
Levanto mi pie y conecta con su espinilla. Gime, soltándome el tiempo
suficiente para que pueda correr hasta donde alcanza la visión de la cámara.
Obviamente no lo ha visto, porque arremete, sujetándome y presionando su mano
sobre mi boca cuando empiezo a gritar. Me obliga a arrodillarme y empuja mi
cuerpo sobre la bañera. Se apodera de mi camiseta, tirándola hacia arriba.
Oh Dios, no.
Voy a enfermarme.
Enrosca sus dedos alrededor de mi mano y tira hacia esa… esa… cosa. No
tengo mucho tiempo; debo detenerlo. Sé tan bien como que me encuentro
segura, de que si hago eso, no solo va a obligarme a acariciarlo. Querrá más.
Tomará más de mí. En el momento que siento que coloca mi mano sobre su
erección, reúno todo lo que hay dentro de mí, y grito.
Por favor.
Alguien ayúdeme.
122
William
Me doy la vuelta en mi silla, levantando el control remoto para echarle un
vistazo a los canales. Hoy tenemos un guardia temporal, Josh, mientras que Bill
salió de la ciudad durante unos días. He estado controlándolo todo el día, y hasta
ahora todo parece bien. Echo un vistazo a las cámaras de la cocina y de la sala
de estar, todo parece estar bien en ellas. Observo los dormitorios, y la mayoría de
las chicas están sentadas, comiendo.
—¡Señor!
—¿Qué pasa?
Mis ojos se mueven hacia Josh, que ahora ha reducido a Número Trece y
se apresura a levantarse, metiendo su polla de nuevo en su pantalón. Me acerco
sigilosamente hacia él, con los puños apretados, jadeando por la rabia. Lo mataré.
Nadie toca a mis chicas. Nadie puede forzarlas. Nadie. Echo un vistazo a número
Trece, está sentada, mirando su mano como si estuviera en llamas. Las lágrimas
corren por su rostro y está temblando. Me mira, y su voz se quiebra—: Dejaste
que me lastimara.
No tengo tiempo para detenerme. Mejoraré esto para ella, pero por ahora,
tengo que hacer que este hombre le pida a Dios nunca haber venido a mi casa y
se aprovechara de mis chicas. Me lanzo en su dirección, tomándolo por el cuello. 123
Aprieto fuertemente.
—¡No era lo que parecía! —grita, respirando con dificultad—. Ella me llamó
hasta aquí.
Esto causa que tome su cabeza y la estrelle contra el costado del lavabo.
Oigo que su cráneo se quiebra, escucho a Número Trece gritar y veo la sangre
que comienza a brotar de la parte abierta de su cabeza. Josh retuerce su cuerpo,
dándome un puñetazo en el estómago. Doy unos pasos hacia atrás, gruñendo.
Arremete contra mí, y me escabullo de su camino en el último minuto. Lanza su
cuerpo hacia mí desde atrás, y su mano agarra mi parche para el ojo, lagrimeo
para limpiarme.
Ahora tiene sentido, como si todo lo que hemos pasado durante las últimas
dos semanas, finalmente encajara.
Está dañado.
Trató de violarme.
Las lágrimas pican en mis ojos, y siento que una parte de mí se encoge
profundamente en mi interior. Dejo caer mi cabeza y trato de detener las ganas
de vomitar. Me quedo mirando mi mano, la que con tanta furia limpié sobre una
toalla mientras William golpeaba a Josh. La mano con la que me hizo tocarlo. Todo
mi cuerpo tiembla, y envuelvo mis brazos a mí alrededor, sosteniéndome
firmemente.
—¿Te… te lastimó?
Mi William roto.
—No.
—¿Y te...?
Entrecierro mis ojos. —¿Es por eso que nos tienes aquí? ¿Alguien te
lastimó?
Se estremece de nuevo.
—Señor ha pasado más de una semana, ¿está seguro de que no quiere ver
a alguna de ellas?
127
—No estoy interesado —digo, apretando el alféizar de la ventana con mis
dedos.
—¿Ocurre algo?
Pienso en lo que ocurrió la última vez, y decido que les daré una segunda
oportunidad para probarse. No tiene nada que ver con el deseo de volver a verla.
—Sí, señor.
—¿Es eso todo? —murmuro.
—Sí.
Se ha ido antes de que pueda decir algo más. Regreso a la ventana y dirijo
mi mirada hacia Número Trece. Está riendo mientras se lanza por el balón. Está
creciendo feliz, aprendiendo que me encuentro aquí para protegerla. Todas lo
están haciendo. Pero sabe quién soy; sabe qué soy. Trató de explicarme que no le
importaba.
Mentirosa.
Número Trece
—Ahora está creciendo —escucho que murmura—. Le están comenzando a
crecer vellitos en su coño. Creo que es tiempo de moverme hacia su hermana 128
pequeña.
Mi estómago se retuerce. No, no Lanthie. No puede hacerle daño a ella de
la misma manera que trata de herirme. Jamás puedo permitir que eso suceda.
Observo mi cuerpo. Ahora estoy floreciendo. Tengo pequeñas
protuberancias en los pechos, y tiene razón, me están creciendo pequeños vellos
raros ahí abajo. No le gusta el cabello, y si no le gusta, le hará daño a mi hermana.
No puedo dejar que haga eso.
Corro hacia el baño, y tomo una rasuradora.
No dejaré que la lastime.
Me despierto jadeando con una mano apretada sobre mi corazón.
Otro sueño.
Tiro de mis piernas por un costado de la cama y voy de puntillas hasta las
puertas. Ahora no se encuentran bloqueadas, pero no importa, ya que todavía no
podríamos escapar. Toda la propiedad está asegurada. Doy un paso hacia el
pasillo, y me dirijo a la biblioteca. A veces, cuando no puedo conciliar el sueño,
vengo aquí y leo un poco. Eso me tranquiliza. Me ayuda a dormir. Una vez allí,
envuelvo mis dedos alrededor de la manija y lentamente empujo la puerta para
abrirla.
Anhelándolo.
—Quería leer un poco. No podía dormir —susurro en voz baja.
Entrecierra sus ojos, pero asiente y se gira, entonces camina hacia el sofá
y se sienta, levantando un libro. No me está echando. Está dejando que me
quede. Sintiendo que mi corazón late con fuerza, me dirijo hacia las estanterías y
tomo un libro de romance antiguo. Me encuentro a punto de ir y sentarme en otro
sillón, cuando atrapo a William mirándome, y me dirijo en su dirección.
No lo hace.
La calidez me inunda.
No se mueve.
Solo me sostiene.
—¿William? —susurro.
—Sí.
Sus dedos viajan por mis costados, rozando mis pechos. La sensación es
bastante intimidante. No recuerdo que alguien jamás me haya tocado así. Separo
mis labios con un gemido, y aprovecha la oportunidad para deslizar su lengua en
mi boca. Oh mi Dios. El beso se profundiza mientras desliza sus dedos por mis
costados hasta que alcanza mis bragas. Una corriente eléctrica pasa a través de
mi cuerpo, y me arqueo en su contra.
El placer es excesivo.
—Yo... he pensado mucho en eso, y creo que nos eligió para que pudiera
llegar a conocernos, y para luego, eventualmente escoger una amante.
¿Por qué importa eso? ¿Por qué siquiera dejo que esto me afecte? Nunca
debí haberme permitido ceder tan fácilmente. Trago saliva, y tomo una respiración
profunda y tranquilizadora.
—Continúa —susurro.
Encuentro su mirada.
—Entre tú y yo —continúa.
134
—Entonces, básicamente, quería preguntarte... ¿qué ha hecho... contigo?
—¿Una disculpa?
Parece escéptica.
—Me encadenó durante doce horas con una mordaza en mi boca, creo
que se disculpaba.
—S… sí.
Por un segundo aparta su mirada. —Como decía, casi como que esperaba
mi permiso. Se ganaba nuestra confianza, abrazándonos, haciéndonos ver que si
lo deseábamos, podíamos tenerlo, pero no nos iba a presionar si no queríamos
hacerlo.
—Y...
Parpadeo en su dirección.
Tengo celos.
Celos enfermizos.
—¿Qué? —susurra.
—Crees que sabes lo que haces aquí, pero hasta que no sepas todo
acerca de él, entonces no puedes quererlo de ninguna forma. Quieres
la idea de él. Son dos cosas diferentes.
Estoy enojada con William, pero no voy a mostrarle eso a ella. No quiero
que vea que me ha hecho daño, porque en realidad, no es su culpa. Él es el único
que está jugueteando, y juguetear es algo ante lo que no voy a ceder con
facilidad. No quiero estar con un hombre que no puede elegir, y sin duda no
pelearé por él si no se encuentra interesado en pelear por mí.
William
—Esta noche que venga Número Trece —le ordeno a George mientras
saco mi camisa y me agacho agarrando mis pantalones de pijama.
—Iré a buscarla.
—Gracias.
Algo va mal.
—Completamente.
—¿Te has abierto a mí? ¿Te has entregado a mí? ¿Eso es lo que intentas
decirme?
—Sabes de lo que estoy hablando —grita, acercándose aún más contra mí,
como si necesitara de mi consuelo a pesar de que se encuentra enojada
conmigo.
—Me temo que no sé de lo que hablas. Por favor, ilumíname.
—Yo tampoco.
—No finjas que no lo sabes. Estás haciendo que las dos nos sintamos
cómodas para que puedas aprovecharte de nosotras. Nos haces pensar que
139
importamos, pero no importamos, ¿verdad, William?
—Me molesta que todavía me llames para que venga hasta aquí, tratando
de acercarte a mí. Si la has elegido, si vas a hacer eso con ella, entonces deja
que me vaya y que me una a las otras chicas. No sigas llamándome para que
venga a pasar tiempo contigo. Carece de sentido.
Decido que la mejor manera de abordar esto es ser brutalmente honesto
con ella, así que eso es lo que hago. —Me pidió que le diera algo, se lo di. No me
hallaba seguro de lo que yo quería cuando eso sucedió. Tenía tres chicas que
quedaban en mi grupo; una de verdad no quería ceder ante mí. La otra era una
respondona cada vez que podía. Luego estaba Número Doce, dispuesta a ser
todo lo que quería.
Se tensa de nuevo, y sus manos se mueven entre sí. —¿Así que la elegiste
porque es fácil?
—Solo quiero que sepas —susurra—, que no soy del tipo de chica a la que
le gusta jugar. Está bien, en realidad no sé qué tipo de chica soy, pero sí sé que
aquí, en este momento, no me gusta ser con la que juegan. No quiero competir
contra Número Doce. No tengo ningún propósito o deseo de hacerlo.
—¿Y si no lo estoy?
Sostenemos las miradas del otro durante largos, largos momentos. —
Entonces creo que las cosas siguen como están.
—¿Y si te pido que seas mi amante, Belleza? —digo, sintiendo que mis
labios tiemblan.
—Nunca dije que iba a ser tu amante. Eso no era lo que hacía... yo... —
balbucea.
—¿Maestro?
141
—¿Sí, George? —digo entre dientes, preguntándome por qué me
interrumpió.
William
—Las chicas están listas para trabajar —dice George temprano a la mañana
siguiente, cuando entra con mi desayuno.
Me giro en mi silla y le hago un gesto con mi cabeza.
Mi pecho se tensa. Tiene razón, ahora debería salir más, no debería estar
escondiéndome aquí. Para ganar su confianza, tengo que mostrarles más de mí
mismo. Las otras chicas me ven por aquí y por allá, porque no son del grupo de
las que se encuentran dañadas, pero esas chicas, solamente me han conocido
como el que se esconde. Número Trece es la única que me ha visto
correctamente.
Asiente, dándome una breve sonrisa. Agarro el parche para el ojo, el que
tengo específicamente para cubrir todos los daños en mi cara. Entonces salgo. 142
Paso por los grupos uno y dos mientras me muevo por los pasillos. Me miran, con
sus bocas ligeramente abiertas. Me han visto antes, por supuesto, pero no me ven
a menudo. Les hago un gesto con mi cabeza, dándoles una pequeña sonrisa. Sus
rostros se iluminan. Mi pecho se hincha de orgullo.
143
23
Número Trece
Traducido por Lune
—¿Qué pasó?
Le regalo una sonrisa débil, luego me giro y continúo con lo que estoy
haciendo.
Ella dirige su mirada hacia mí, y le doy mi mejor sonrisa. Ahora luce más
frágil, su cabello canoso se ve ralo y fino. Tiene un par de lentes puestos, pero no
aplacan el impresionante color azul de sus ojos. Es pequeña, solo de un metro
sesenta más o menos, y es tan pequeña como vienen. Veo sus ojos llenarse con
lágrimas no derramadas mientras camina en mi dirección.
Dice eso cada vez que viene. Es como si olvidara que la ha visto antes.
Asiento, y dirijo mi atención a Ben. Me sonríe, y se acerca, dándome palmadas
sobre el hombro. —Gracias por hacer esto. Huele bien aquí.
—La comida estará lista pronto, así que entren, y tomaremos asiento.
—Entonces, ¿en dónde está nuestra cena? Tengo hambre. Pensé que ya lo
tendrías todo listo —pregunta mi padre.
Cierto.
Mi boca se abre. ¿Está siendo horrible con William por un vaso de agua
derramada? El hecho de que alguien pueda hablarle así a su propio hijo hace que
mi sangre hierva. ¿Cómo se atreve? William hizo tanto esfuerzo para hacer esto
bien, y le habla como si fuera un perro.
—Sí, solo derramé una bebida sobre el regazo de su padre. Y ese hombre
es horrible. 148
Número Siete sostiene sus entradas, y mi comentario hace que su rostro
palidezca un poco.
¿Él?
Cierro mis manos en puños, sintiendo que mi corazón late con fuerza
mientras trato de mantener mi rabia a raya. 149
—Él es tu hijo, y ésta es una oportunidad para todos nosotros de arreglar
una relación rota —gruñe Ben.
—¡Peter! —llora la madre de William, presionando las manos sobre sus ojos.
—¿Disculpa? —espeta.
—Debería irse —espeto—. Las personas como usted son débiles. Las
personas como usted molestan a otros porque los hace sentir mejor. Él no
necesita a alguien así en su vida. Usted es la clase de hombre que morirá viejo y
solo, porque alejará a todo el mundo. Eventualmente, dejarán de pelear por
arreglarlo.
William me observa, y hay algo en sus ojos. Algo intenso. Se gira hacia su
padre. —Sí, lo hago. Sabes en dónde se encuentra la puerta.
Asiente con la cabeza, y me agradece una vez más antes de irse. Me giro
hacia William, con la certeza de que va a castigarme por hablarle así a su padre.
Oh.
152
24
Número trece
Traducido por MadHatter
—Sé que es difícil de asimilar, pero poco a poco, tus recuerdos regresarán.
No serán nada agradables, Emelyn.
—William dijiste que me querías esta noche, pero necesitas saber que
tengo preguntas... no puedo entregarme a ti si no puedes confiar en mí lo
suficiente como para responderlas.
—No es mucho lo que puedo darte, Belleza. Necesitas decidir qué pregunta
necesitas que conteste. Solo responderé una.
Lo estudio por un momento, pero sé cuál es la pregunta que más necesito 154
que responda. Necesito conocer su respuesta para entender a William, o por lo
menos darle un poco más de sentido a lo que está pasando aquí, con nosotros.
Lo hace.
—Un día llegué tarde a la escuela, mamá había tenido una mañana difícil, y
yo no quería ir. Me obligó a hacerlo, diciéndome que tenía que ir a aprender. Hice
lo que me pidió, pero retrocedí, tomando un camino diferente, para poder llegar
155
más rápido. Marcel y su grupo de amigos me acorralaron en un callejón justo en
la parte de atrás de la escuela. Me contó que su novia encontraba hermosos a
mis ojos, y eso parecía molestarle muchísimo. Me dijo que nadie era guapo para
su novia, excepto él.
Ahora estoy llorando, nada puede detener las lágrimas que se derraman
por mis mejillas.
—Lo siento mucho —susurro. Es todo lo que puedo decir. ¿Qué más
puedes decirle a alguien a quien le han hecho algo tan absolutamente ruin? No
puedo devolverle su ojo, ni puedo cambiar lo que sucedió. Una disculpa es todo
lo que tengo, pero incluso eso, simplemente no es suficiente.
—¿Sí?
—¿Por qué?
Para mí no tiene sentido. ¿Por qué un padre amaría a un hijo y sin
embargo, trataría al otro con tanto odio? Son gemelos, lucen igual, infiernos,
tienen comportamientos similares. ¿Cómo podría alguien que se supone debe
amarte ser tan cruel?
—No puedo responder a eso, Belleza, porque no lo sé. Cuando era niño,
para mí no tenía sentido. Ben y yo éramos exactamente iguales en muchos
aspectos, sin embargo, él solo veía a Ben. Nunca me vio a mí. Jamás quiso
hacerlo.
También soy un trozo de vidrio irregular. Tal vez juntos podemos encontrar
una manera de encajar.
Dando un salto de fe que nunca supe que tenía, me elevo, y presiono mis
labios contra los suyos. Toma una bocanada de aire, pero pronto está
respondiendo, soltando mi mano y enredando sus dedos en mi cabello. Profundiza
el beso hasta que mi cuerpo se presiona contra el suyo, sin fuerzas y necesitado.
Se agacha, sujetado mi trasero. Sus grandes dedos se cierran sobre mi piel suave
y me atrae con más fuerza. Gimo, y mis dedos sujetan su camisa.
Lentamente nos guía hasta que chocamos contra su cama. Con un rápido
empujón, ambos caemos. Caigo primero sobre el colchón suave, y evita caer
sobre mí apoyando una mano junto a mi cabeza. Me quedo observando sus
músculos, admirando lo definidos que son. Es tan... fuerte. Sus labios abandonan
los míos, y bajan por mi cuello. Me estremezco, y dejo caer mi cabeza hacia atrás,
disfrutando de las sensaciones de ardor que recorren mi cuerpo.
158
Asiente, y luego continúa torturando a mi cuello con esos besos dulces y
lentos. Desliza sus dedos por mi cintura hasta que encuentra el final de mi blusa.
Poco a poco, los desliza por debajo de ella, arrastrándolos suavemente sobre mi
piel mientras los sube hacia mis pechos. Mi cuerpo comienza a temblar, y me
presiono con más fuerza en su contra, demostrándole lo mucho que lo deseo.
—Si hay un momento, por pequeño que sea, en el que quieras que me
detenga... me detendré.
Le creo.
¿Lo soy?
Por alguna razón, esto me confunde. Ni siquiera estoy segura de dónde
sale el sentimiento, pero hay algo que no parece encajar del todo bien. Alejo el
pensamiento, y me vuelvo a sumergir en el momento mientras William me penetra
por completo. Mi espalda se levanta de la cama, y desliza su mano para sujetar mi
cabeza. La utiliza, halándome suavemente al tiempo que sale, antes de volver a
empujarse una vez más.
El dolor desaparece.
Estoy sorprendida. ¿Por qué pensaría que iba a mentir sobre algo así? ¿No
ve que puedo ver más allá de ese pequeño y único defecto? —¿Qué te hace
pensar que estoy mintiendo? Tal vez me preocupo por ti, William. ¿Alguna vez
consideraste eso?
Se gira hacia mí, mirándome. —Por supuesto que sí. Soy tu dueño.
—¿Por qué piensas que no podría ver más allá del daño? —logro decir,
pasando mis manos sobre su cama para encontrar mi ropa.
—Si hubieras dicho creo que eres un buen hombre, lo habría aceptado. Si
hubieras dicho creo que eres un alma hermosa, lo habría aceptado. No aceptaré
que puedas encontrar esto —apunta su dedo hacia su rostro—, hermoso. No hay
nada hermoso en esto.
—¿No crees que esa es mi decisión? ¿No crees que dependa de mí si elijo
ver más allá de eso, y hallo la belleza que se encuentra allí? ¿No crees que tenga
algo que decir si decido amarte, William?
Se endereza y apunta su brazo hacia la puerta. —Vete, ahora.
>>Tú eres la luz del sol. Tu risa es la razón por la que algunas personas
siguen luchando cada día. Puedo abrazarte, puedo besarte, puedo acariciarte,
puedo reclamarte, pero no puedo amarte... 162
—Creo que te equivocas —logro decir, a pesar de que tiemblo tanto que
mis dientes castañean.
163
25
Número Trece
Traducido por Just Jen
Me doy la vuelta para ver a dos de las chicas; una rápida mirada me dice
que lidio con Número Uno y Número Once. Me sorprende que Número Once
tenga el descaro de venir aquí y empezar algo conmigo cuando sabe muy bien
que la línea en la que se encuentra es muy fina. Sin embargo, tiene un problema
conmigo. Lo tiene desde el principio. Empiezo a dudar si fue una buena idea
dejarla escapar tan fácilmente cuando William me dio la oportunidad de hacerle
pasar vergüenza.
—No sé lo que quieren de mí —digo, girando y continuando, a pesar que
mi corazón late con fuerza.
Empuja bruscamente mi cuerpo con tanta fuerza que mis dientes rechinan.
Me retuerzo, pero seamos sinceros; es el doble de mi tamaño y con el doble de
fuerza.
Unas horas después escucho un revuelo arriba, luego oigo la voz de William
de una manera que nunca la he oído antes. Resonante.
Lo miro. —No.
Lo pierdo.
Mi control.
Desaparece.
Se estremece ante mis palabras, pero se las arregla para dar un paso hacia
adelante, curvando su mano suavemente alrededor de mi brazo. —Dame un
número —casi sisea.
—No.
Sus dedos se deslizan por mis bragas, y sin esfuerzo las arranca. Levanta
mi vestido y sus dedos encuentran su pantalón. Lo baja, liberándose. Un bajo
gemido escapa de mi garganta y coincide con su gruñido áspero cuando presiona
su erección contra mi entrada empapada. Sé que estoy lista para él. Ahora no hay
nada que pueda detener mi deseo. Especialmente cuando me encaja en su polla,
deslizándose lentamente en mi interior.
—William —jadeo.
Su mano sube a mi cabello y presiona mi espalda con más fuerza contra la
pared hasta que puedo sentir que empieza a arder mientras comienza sus
empujes penetrantes y profundos. Tiro de su cabello más fuerte, y sisea, bajando
su boca para encontrar mis pezones. Los pellizca, provocando una pequeña
sensación de dolor que atraviesa de mi pecho. Aprieto mis piernas a su alrededor
mientras siento la calidez familiar difundiéndose a través de mi cuerpo.
Se detiene.
Me muerdo el labio; no puedo darle eso. Empuja de nuevo, solo que esta
vez encuentra mi clítoris, y lo aprieta entre su dedo pulgar y el índice. Jadeo, y
dejo caer mi cabeza hacia atrás, sintiendo que mi cabello cae por mi espalda.
Entierra su rostro en mi cuello, y espeta—: ¿Quieres correrte? Dame un número.
—N… n… número Doce y Uno —le digo, luego grito—. Oh Dios, voy a…
oh…
Me corro con tanta fuerza que mis rodillas se doblan. William envuelve sus
brazos alrededor de mi cintura, sosteniéndome mientras sigue empujando su polla.
Un momento después, escucho sus gruñidos cuando se corre con fuerza dentro
de mí, latiendo y temblando hasta que los dos nos hallamos totalmente aliviados.
Luego sale de mí, y me gira, presionando mi espalda contra la pared. Sus manos
se levantan y acunan mi rostro.
—Se encontraban celosas —le digo, dándole mis mejores ojos suplicantes—
. Tú me entregabas una parte de ti que ellas no recibían.
Se inclina más cerca. —Tienen un techo sobre sus cabezas, comida en sus
estómagos y una cama para dormir cada noche. Eso es más de lo que nunca
antes tuvieron. Soy el único que manda en esta casa; ellas no. Ve a tu habitación.
Me sonrojo, y sonrío.
Es... devastadora.
170
26
William
Traducido por astrea75
No dicen nada.
―¿Sí señor?
―Número Once debe ser tratada de la misma manera que trató a una de
las suyas. Llévala al sótano y dale veinte latigazos. Luego durante la siguiente
semana hará lo que demande Número Trece. Si desobedece a Número Trece,
será castigada de peor forma.
―Número Uno no golpeó a Número Trece, por lo que recibirá solo diez
latigazos por estar presente. Ella podrá volver, pero tomará todos los deberes de
la cocina esta noche, así como los de la lavandería. Diles a las chicas que tienen
una noche libre.
―Sí señor.
172
Número Trece
―Por favor déjame ir ―grito mientras sus dedos recorren mis muslos―.
Ella está sola ahí fuera, por favor.
―Silencio, no tenemos mucho tiempo antes de que tu mamá se encuentre
en casa.
―¡Lanthie! ―grito por debajo de él―. ¡Lanthie!
―No era más que una niña ―sollozo, sintiendo el ruido de mis dientes al
chocar mientras estoy a centímetros de un colapso total.
―No era más que un bebé ―grito, golpeando mis diminutos puños contra
su pecho.
Tiene razón.
174
27
Número Trece
Traducido por CJ Alex
Número Once ha sido mi "esclava" durante los últimos días, y no ha sido 175
fácil. No quiero decirle qué hacer, no quiero darle ese tipo de vergüenza, pero
William no me dio otra opción. Acabo de hacer que me eche una mano, y
lentamente ha dejado de mirarme fijamente como si quisiera golpearme. Es un
poco extraño, pero creo que ha ayudado a formar nuestra relación.
Las chicas han ido mejorando con cada día que pasa. Pasamos tiempo
interactuando, hablando de la vida en general y pasando el rato. Hay un vínculo
creciendo entre todas nosotras, a pesar de que las cosas han sido un poco
difíciles. William interactúa más con nosotras, y todas estamos progresando de
maneras que nunca creí posibles. Nunca pensé que él sería la razón por la que
empezamos a respirar con más facilidad.
Arrugo mi nariz. —En esta película lo es, no estoy tan segura de ninguna
de las otras.
—¿Cuál apariencia?
—¿Top Gun?
—Oh, no, solamente pasaba por aquí —dice, haciendo un movimiento con
su mano.
177
Número Trece
Bajo la cuchilla sobre mi piel, deseando que todo termine. Todo lo que
puedo observar es el rostro de Lanthie la última vez que la vi. Ella sonreía; sus
hermosos rizos rubios rebotando alrededor de su pequeño cuerpo. Era tan
inocente, tan libre. Presiono la cuchilla con más fuerza, hasta que la sangre sale
desbordándose. Es la única manera de aliviar el dolor.
No puedo continuar viendo su rostro cada noche cuando duermo.
Esto está destruyéndome.
Cierro mis ojos y me hago un ovillo. La sangre se acumula alrededor de mi
rostro en donde mis manos se encuentran, siento que el dolor ardiente en mis
muñecas empieza a aliviarse mientras mi cuerpo se vuelve ligero y mi mente
empieza a apagarse. Esta es la mejor manera; es la única manera. Nadie me
puede hacer daño si no estoy aquí.
—¡Emelyn!
Escucho la voz de mi madre, pero no grito su nombre o la llamo. Intentará
salvarme, tratará de decir que es su culpa y no la mía. Está equivocada; es mi
culpa. Debería haber luchado con más fuerza, debería haber intentado vencerlo.
Ahora ya no me puede salvar.
No quiero ser salvada.
—Con fuerza, con fe, con confianza. Aprenderás a aceptar lo que sucedió
en tu pasado, y aprenderás a luchar en su contra para convertirte en una mejor
persona. Esa chica, ya no eres tú.
179
28
Número Trece
Traducido por AleVi
—El Maestro William no se encuentra hoy, pero eres más que bienvenida
para disfrutar el día con el resto de las chicas —dice Bill, mientras caminamos por
los pasillos pocos días después de que William y yo pasamos la noche charlando
en el balcón con Número Diez.
180
Tuve una noche larga y horrible, mis emociones se sienten destrozadas.
Continúo soñando con Lanthie, aunque cada día aprendo a aceptarlo más, aún
lucho para hacerle frente a lo sucedido. Hoy, no tengo ganas de hablar con nadie.
Solo quiero estar sola, así que me dirijo al único lugar en donde sé que podré
tener mi paz, la biblioteca. William y yo coincidimos una gran cantidad de tiempo
en el enorme y cálido espacio. Es nuestro espacio. El único lugar en donde
podemos ser solo William y Emelyn. Me cuenta sobre su vida y allí, sonríe para mí.
Sonrisas reales. Sonrisas despreocupadas. Sonrisas que transforman su rostro.
No me atrevo. A William no le gustará que pase tiempo con Ben, estoy casi
segura de eso, pero de todas formas me encuentro caminando en su dirección.
Se da cuenta de mi expresión cautelosa y se ríe, palmeando el asiento a su lado.
—¿Te gusta?
—Es un ser bastante complejo —le digo, mirando los alrededores del
hermoso espacio.
Inclina la cabeza hacia un lado, sujetándome con esa intensa mirada azul.
Es tan parecido a William, sin embargo, tan completamente diferente. —Me
parece difícil de creer. ¿Qué hay de tu familia?
—No tuve una gran educación. Mi madre era pobre, y siempre consumía
drogas. Nunca le prestó atención a mi hermana, Lanthie, ni a mí. Yo era todo lo
que Lanthie tenía, solamente tenía tres años cuando murió, y siento como si fuera
completamente mi culpa. Me encontraba... atrapada cuando sucedió. No pude
llegar a ella, a pesar de que lo intenté. Subió a nuestro balcón y se precipitó hacia
su muerte. No pude llegar a ella, Ben... yo...
—Debería haber luchado con más fuerza. Debería haber hecho todo lo que
pudiera... debería haber…
Presiona un dedo contra mis labios. —Podrías haber hecho de todo, podrías
haber luchado con todo lo que eres, y ella aún podría haberse dirigido al balcón.
O tal vez la hubieras salvado, y se podría haber escapado un día cuando no
estuvieras allí. No es tu culpa, ángel; tienes que creer eso.
—Y no la decepcionaste —susurra
—Siempre estaré aquí para hablar, Emelyn. Solo tienes que pedírmelo.
183
—Benjamin.
Escucho el alto tono demandante, y salgo de los brazos de Ben para ver a
William de pie en la puerta. Mi corazón salta en mi garganta cuando observo lo
mal que esta situación se puede interpretar. Uno, estoy en los brazos de Ben, y
dos, le confié una parte de mí con mucha facilidad. William no me dirige la mirada
mientras entra, de pie frente a nosotros. Ben se mantiene tranquilo, sonriendo
como si nada hubiese sucedido.
—Solo pasaba por aquí para ver cómo te encontrabas, pero George dijo
que te hallabas fuera. Te esperaba aquí cuando Emelyn apareció.
—Yo no...
Se voltea hacia mí, entrecerrando sus ojos con algo más que solo ira. Sus
hombros se estremecen con cada respiración trabajosa que toma.
—Lo tocabas.
—Solamente me hallaba...
—No fue...
—Confiaste en él.
—No hacía nada malo —lloro—. Entiendo que te sientas herido, pero no
rompí ninguna regla.
—Es por todo lo que hemos compartido que estoy haciendo esto —dice
con rudeza.
Número Trece
Está tan oscuro aquí abajo, ahora ha anochecido y la casa se ha hecho
más silenciosa. No puedo escuchar nada más que el sonido de mi propia
respiración. Me abandonó aquí. Simplemente me envió a este lugar, sin darme la
oportunidad de explicarle. Se encontraba enojado; entiendo eso. Si tan solo me
hubiese escuchado, entonces habría entendido que se hallaba equivocado. Sé
que me abrí a Ben por un momento, pero ¿qué espera? Me ha hecho daño, me
ha ocultado cosas, me ha castigado.
Cierro mis ojos, intentando que el sueño me lleve, pero no tengo suerte.
No puedo caer en la inconsciencia cuando me encuentro encadenada a esta
pared. Si hubiera hecho algo mal, podría haberlo reconocido y pedir disculpas,
pero ese no fue el caso. Eso es a lo que se reduce. Hablé con un amigo; me dejé
llevar por un pequeño momento, pero eso no es un crimen. Sin embargo no voy a
llorar. No puedo. Me llenan tantas emociones que llorar solo causaría que me
rompa todavía más.
186
29
William
Traducido por Gasper Black
Paseo por la habitación, con mi pecho apretado con ira. Si soy honesto
conmigo mismo, admitiré que siento más que solo dolor. Me siento traicionado. Le
dio a Benjamin una parte de sí misma. Lo dejó entrar; dejó que la abrazara. Me he
esforzado mucho para ganarme ese tipo de confianza. Me he esforzado mucho
para demostrarle que las personas buenas son recompensadas y las malas son
castigadas, ¿y a él solo le basta entrar en la habitación para que le dé todo?
Duele. 187
Paso mis dedos por mi cabello, gruñendo. Hice lo correcto castigándola; lo
hice. Debe entender que soy la única persona a la que puede acudir. Necesita
entender que puedo ser su todo. Se abrió a un extraño, dejó que la ayudara
cuando a mí no me lo permitía. Esta es mi casa; sabe cuán protector soy con las
chicas. Con ella. No tenía derecho a...
—¿William? —susurro.
188
sonido de una llave siendo abierta, y finalmente logro enfocar mi visión lo
suficiente como para verlo sentado sobre el borde de la bañera, solo mirando
hacia el agua. Se encuentra avergonzado; puedo verlo en su expresión. Aprieta su
mandíbula, forma puños con las manos, y su cuerpo se encuentra tenso. Me
arrodillo y me le acerco.
—Yo también.
—Lo arruiné —grita, sujetando los costados de su cabeza—. Estoy aquí para
hacer algo, y he fallado.
Me levanto sobre mis rodillas, acercándome para tomar su rostro. —No has
fallado.
Me acerco más, presionando mis labios contra los suyos. Hace un sonido
estrangulado y toma mi rostro entre sus manos, profundizando el beso. Luego se
retira y cierra la llave del agua antes de tomar mi camiseta, y levantarla
suavemente sobre mi cabeza. Se lo permito. Sé que necesita esto. Cuanto más
pienso en ello, incluso creo que yo lo necesito.
—Silencio —murmura.
Pasa el paño sobre mis pechos otra vez antes de deslizarlo hacia abajo,
entre mis piernas. El placer me recorre, y extiendo mis muslos. Levanta sus ojos
hacia los míos, un poco sorprendido, pero también totalmente excitado. Sus labios
se separan ligeramente, y su mirada se desplaza hacia mis muslos entreabiertos.
Me arriesgo, sujetando su mano, y deslizando sus dedos entre mis piernas. El
agua caliente que fluye alrededor de mi sexo solo aumenta mi excitación.
—¿Q... qué significa eso? —jadeo mientras sus dedos se deslizan por mi
carne.
Nena.
Mi corazón palpita con fuerza.
—Emelyn —gime.
Separo mis labios, y deslizo mi boca sobre él. Sus caderas se sacuden, y
su respiración es entrecortada. Mi corazón late con fuerza mientras deslizo mi
boca hacia arriba y hacia abajo, no del todo segura de lo que estoy haciendo.
Estiro una mano, y la envuelvo alrededor de la base, acariciando suavemente pero
con firmeza. Por los sonidos que salen de la boca de William, supongo que lo
estoy haciendo bien. Así que continúo.
Normal.
192
30
Número Trece
Traducido por Lune
—¿Por cuánto tiempo crees que nos mantendrá aquí? —pregunta Número
Doce mientras caminamos por el pasillo a la mañana siguiente, nuestros brazos
llenos con ropa para lavar.
—Realmente no lo sé. Ni siquiera creo que él lo sepa. Nos tiene aquí por
cualquier razón, pero ahora mismo no estoy segura que dejarnos ir, se encuentre
en la parte superior de su lista.
—Probablemente no pudo solo haber secuestrado trece chicas. ¿De dónde 193
nos sacó? ¿Crees que tenemos familias que nos buscan?
Sacudo la cabeza. —No, honestamente no. Creo que William nos salvó de
alguna manera.
Siento que mi corazón palpita con fuerza. Debió habernos oído. Es la única
razón por la que haría tantas preguntas. Me siento mal del estómago mientras
trato de idear una explicación para los números raros en nuestras manos.
Sorpresivamente, es Número Doce la que habla.
—Está en su oficina.
Pasa a nuestro lado sin responder. Dejo caer mis hombros y me giro hacia
Número Doce. —¿Te encuentras bien?
—¡Emelyn!
Dirige sus ojos hacia Número Doce y se suavizan notablemente. —¿Y quién
es esta encantadora dama?
Sus mejillas enrojecen aún más, y parpadea. —Ah, S... Samantha —dice,
copiando el nombre que le acabo de dar a su padre.
—Sam —ronronea—. Hermoso. Soy Ben, el hermano de William. Gemelos,
en caso de que todavía no lo hayas notado.
195
Número Trece
—Estás enferma —murmura William, retirando mi cabello húmedo de mi
frente.
—Pero... —comienzo.
Sonrío, sintiendo que mis ojos arden. —Creo que nadie me ha cuidado
nunca.
—Después de esto, toma una ducha y luego duerme el resto del día. Es lo
mejor que puedes hacer.
Número Trece
Observo por la ventana, sonriendo, sintiendo que mi piel hormiguea
mientras veo a William involucrándose en un partido de voleibol en el patio. Todas
las chicas se encuentran ahí afuera, y todas están disfrutando, sonriendo y riendo
mientras juegan. No comenzó de esa manera. Cuando al comienzo las hizo salir,
tenían dudas. Se mantuvieron alejadas, observando, jugando cuidadosamente,
pero sin disfrutar. Entonces lentamente logró convencerlas.
Ahora todas están riendo y divirtiéndose, igual que él. Está usando un par
197
pantalón viejo de correr y una sudadera. Luce tan normal, solo un hombre
disfrutando la compañía de algunas amigas. Están pasándolo bien, claramente
disfrutando poder pasar tiempo con él. No puedo culparlas. Cuando conoces a
William, es asombroso. Es tan complicado y aun así tan amable y cariñoso.
Deslizo mi silla hacia atrás y presiono mi rostro contra el cristal, veo los
portones abrirse y luego seis autos patinan hasta detenerse. Todas las chicas se
amontonan juntas, y sus manos se entrelazan mientras observan con rostros
pálidos a los policías saliendo rápidamente de los autos. William camina hacia
adelante, y los policías le gritan algo, sacude su cabeza, y repentinamente se
encuentra sobre el suelo, un policía grande se cierne sobre él, tirando sus brazos
detrás de su espalda.
Me empuja hacia un auto, y dirijo mi mirada hacia William. Está boca abajo
contra la tierra, su mirada sobre mí. Mi corazón se rompe, y me deshago de los
brazos del oficial, corriendo en su dirección.
—¡William! —lloro.
William levanta su cabeza, mirándome a los ojos. —Está bien, Belleza. Todo
estará bien. Ve.
—No —lloro, sintiendo que las lágrimas caen por mis mejillas—. No voy a
dejarte.
198
—Está bien —dice de nuevo.
—¡Lo sabía!
Me giro para ver a Peter entrando, su rostro rojo y sus manos apretadas.
Fue él; sabía que había sido su culpa. Ben está detrás de él, con sus ojos abiertos,
y su rostro es una máscara de sorpresa.
—Te lo dije, Benjamin —espeta Peter—. Sabía que había algo extraño. ¡Está
comprando mujeres y usándolas como esclavas sexuales!
Los ojos de Ben se giran hacia mí, y puedo ver la confusión en ellos. —
¿Sabes por qué estás aquí?
—Lo siento, Emelyn. No puedo hacer nada hasta saber qué está pasando
aquí.
199
Me derrumbo sobre el asiento mientras la puerta se cierra. Coloco las
rodillas contra mi pecho y sollozo como loca hasta que siento que el auto
comienza a moverse.
200
—Emelyn —contesto, en un tono carente de toda emoción.
—¿Y su apellido?
—No lo sé —murmuro.
—No.
—¿Cuánto de ella?
—Lo suficiente.
—Sí —espeto.
Mi cuerpo se tensa.
—William.
Cierro mis párpados, tratando de recordar, pero no hay nada más que
pequeños destellos. —No —susurro.
Niego con la cabeza, tragando la bilis que sube por mi garganta. —Se
equivoca.
—Emelyn —dice con voz calmante, casi como si estuviera hablando con un
niño.
—Emelyn una última pregunta por esta noche, y necesito que me responda 202
honestamente. ¿Escogería estar con William?
WILLIAM
—Tenemos tu nombre, William —dice el policía, caminando por la
habitación.
No contesto.
—Nos consta que esas chicas fueron vendidas como esclavas y que
pagaste una buena cantidad de dinero para recuperarlas. Si nos dices todo lo que
sabes, podemos ser generosos contigo.
Golpea su mano sobre la mesa. Sé lo que busca. Intenta que admita que
compré a las chicas. Puede que tengan mi nombre, pero no tienen ninguna
prueba. Si las tuvieran, no estarían haciéndome preguntas. Si las tuvieran, ahora
mismo me encontraría en prisión, y no sería interrogado.
—Pues adelante.
Piensa que estoy dormida, pero no es así. No hay manera de que pueda
dormir. Abro mis ojos lentamente y veo que está paseando afuera de la
habitación, con sus puños apretados. No me muevo; solo observo fijamente.
Puedo ver que está enojado. Tiene un trozo de papel arrugado en su puño, y de
vez en cuando lo agita en el aire con un gruñido.
—¿Para qué crees que las consiguió? No tiene ningún sentido. Todas se
encuentran en perfecto estado; no han sido heridas. William es un hombre de
negocios muy conocido. No parece ser el tipo de persona que le hace daño a
alguien.
¿Nos salvó?
Las lágrimas llenan mis ojos, y pienso en todo lo que hemos pasado con
William. Todas sus lecciones. Todas sus reglas. Al principio, pensé que esas eran
una forma enfermiza de controlarnos, pero ahora que conozco nuestra historia,
entiendo algo mucho mejor. William trataba de levantarnos nuevamente. Intentaba
enseñarnos a ser buenas personas, y tener una estructura en nuestras vidas antes
de dejarnos volar por nuestra cuenta.
Nos salvó.
Número Trece
205
—Solicitaron que esta carta te fuera entregada —dice el oficial temprano a
la mañana siguiente—. La hemos aprobado.
Niega con su cabeza. —Las tendremos allí hasta que el caso sea cerrado o
se haya resuelto. Las necesitamos para ser interrogadas, y por ley se les exige
asistir a eso. Una vez que hayamos terminado, no hay mucho más que podamos
hacer. Sin la evidencia que necesitamos, no podemos obligarlas a quedarse.
Todas tienen más de veintiún años, por lo tanto son adultas. Hemos informado a
cualquier persona importante en sus vidas que han sido encontradas y que están
bien, y algunos de ellos quieren verlas.
—No podemos hacer que las vean; como ya he dicho, todas son lo
suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones. Nosotros, sin
embargo, recomendamos que se queden en la casa de seguridad por un tiempo
después de que la investigación cierre, vamos a darles el apoyo que necesitan.
—Mi nombre es Jaybelle —dice Número Doce, y luego lanza una risa
débil—. Me dijeron que fui una esclava sexual después de que mis padres
murieron, dejándome huérfana. Terminé en las calles. Supongo que de ahí me
raptaron.
—Soy Layla —dice Número Uno, con voz cansada y desgastada—. Era una
prostituta cuando William se encargó de mí. Me encontraba con la soga al cuello.
Me hallaba en la ruina y era pobre. No me quedaba nada.
Deja las cosas así, y no la presiono. Me darán mucho o tan poco como
sientan que lo necesitan.
—Soy Mackenzie —dice Número Cinco—. También soy una esclava, pero
no una esclava sexual. Trabajaba hasta el cansancio para un maestro horrible y
cruel.
Me duele el corazón por William al tiempo que me doy cuenta cada vez
más de lo que hizo por todas nosotras.
—Soy Katie —dice Número Nueve—. Estaba en pareja con Ellie. Venimos
desde el mismo lugar.
Todavía siente recelo hacia William, pero está claro que lo respeta lo
suficiente como para saber que hizo lo mejor para ella. Me quedo mirando al
grupo de chicas que se han convertido en todo para mí, y abro la carta, bajando
mi mirada hacia la hermosa letra. Con lágrimas en mis ojos, me las arreglo para
dejar salir las palabras.
Chicas,
Es probable que tengan muchas preguntas, y las preguntas son
perfectamente sanas. Hay tantas razones por las que me las llevé, pero en
realidad, se trata de mí. No soy un hombre que entrega su corazón con facilidad,
y por mucho tiempo he vivido en la oscuridad. Eso fue, hasta que las encontré a
todas. Han cambiado algo en mí. Mientras les enseñaba, también me enseñaba a
mí mismo. Nunca pensé que eso era algo que conseguiría en mi vida.
Verán, cuando fui herido como un pequeño, elegí no convertirme en un
monstruo, y en lugar de eso dar lecciones. Luego las conocí a ustedes chicas, y
supe que tenía que enseñarles, para demostrarles que con las elecciones
correctas, la vida podría ser hermosa. Ustedes hicieron que mi vida fuera
hermosa.
Sé que se preguntan por qué escogí trece. La razón es, que era un número
significativo para mí. También significaba que salvaba a más de una. No fue una
tarea fácil; tuve que enterrarme profundamente en un mal lugar para poder
salvarlas. Decidí desde el principio que les enseñaría sobre la vida. Las levantaría,
y yo sería ese alguien que nunca habían tenido.
Espero haberme convertido en ese alguien para ustedes.
Sé que a veces mis castigos no tenían sentido, y sé que merecen saber el
razonamiento detrás de eso. Es simple, y siempre se trataba de una lección.
208
Cuando las conocí por primera vez, se encontraban aterrorizadas. No sabían
quiénes eran. Habrían huido en la primera oportunidad que tuvieran, y necesitaba
tener algo para contenerlas. Necesitaban sentir ese miedo; era la única forma de
que pudiera llegar más allá de las paredes que todas habían construido tan alto, y
llegar a la esencia. Necesitaba su confianza, pero para ganarme eso, necesitaba
que vieran más allá de la bruma. Al minuto en que todas me temieron, se dejaron
a ustedes mismas frágiles. Trabajé con eso, y poco a poco me las arreglé para
demostrarles que las cosas buenas eran recompensadas, y si se comportaban
bien, podrían tener una vida feliz aquí, conmigo.
Todos aprendieron tan bien, y me hacían sentir orgulloso con cada día que
crecían.
No puedo comenzar a decirles las lecciones que he aprendido de todas
ustedes. He aprendido sobre la compasión, el respeto, la amistad y el amor.
Necesito que sepan eso; necesito que entiendan eso. Quiero que me recuerden
por lo que soy. Quiero que recuerden la lección que les enseñé. Quiero que
recuerden que siempre habrá un lugar en mi corazón para ustedes.
Ahora es el momento para que vuelen libremente.
Siempre permanecerán como una parte de mi alma, mis trece dulces
chicas.
William.
Levanto mis ojos borrosos y veo a las chicas con sus cabezas colgando,
algunas sollozando.
209
33
Número Trece
Semana uno
Traducido por Just Jen
Era una esclava; no del tipo sexual, pero una esclava de todos modos.
Trabajaba desde la mañana hasta la noche para un hombre cruel e implacable
que me castigaba de una forma mucho peor de la que William podría haber
utilizado nunca. Mi dolor nunca se detuvo. Si me encontraba enferma, trabajaba.
Si estaba triste, trabajaba. Si me hallaba destrozada, trabajaba. Mi maestro era un
hombre cruel, y cuanto más recuerdo mi tiempo con él, me duele más el corazón
por William.
Mantener la casa unida no ha sido fácil. Las chicas están lidiando con un
dolor profundo y desgarrador alojado de forma permanente en sus almas. Ha
habido peleas, momentos de silencio agonizante y momentos llenos de sesiones
de llanto y de crisis que nunca parecen terminar. Todas tratamos de encontrar el
camino, pero sin él, no parece haber ninguna manera.
Simplemente estamos vacías.
Número Trece
—No me jodas, Reign —grita Genevieve, lanzando su taza de café al piso.
—Si ese es el caso, ¡vete tú! —grita Reign, lanzando sus manos al aire.
—Chicas.
Todas nos encontramos tumbadas en la piscina cuando entra el oficial
Greg. Nos visita todos los días, y ha sido bastante amable con nosotras, a pesar
que intenta quitarnos la única cosa que amamos. Se detiene al lado de mi
tumbona y me mira, antes de dejar que sus ojos caigan sobre las otras chicas.
—Sí, pero solo pregunté cosas muy básicas. Ahora necesito más.
—De acuerdo.
—En primer lugar, necesito saber si están al tanto de ¿lo que pasó con la
chica que saltó del techo?
212
Mi corazón duele y me trago la bilis.
Él levanta sus cejas y nos estudia. —¿Y creen que eso fue todo? ¿No fue
por algo que él hizo?
Intenta confundirnos, para hacer que admitamos algo para que pueda
atrapar a William. Bueno, no se lo permitiré. No tiene ni idea de cómo es William,
o por qué hizo lo que hizo.
—¿Usted podría darse el lujo de comprar ropa para ese número de chicas?
Entrecierra sus ojos, pero opta por cambiar de tema. —Muy bien. ¿Qué hay
de las marcas en sus manos?
No tengo nada para eso. Siento que mi corazón comienza a latir con fuerza
mientras lucho por encontrar una respuesta. Es Genevieve quien habla,
salvándome antes de que colapse.
—No hay nada que dar. Era bueno con nosotras —le digo.
Frunzo el ceño, pero sé que no hay manera de salir de eso. Tengo que ir.
Me levanto, suspirando. —Terminemos con esto.
Número Trece
—Háblame de Lanthie —me pide Mary, la psicóloga.
—¿Cómo?
Rechino mis dientes. —Podría haber gritado, podría haber luchado, podría
haber hecho algo…
—Tal vez, pero ¿quién puede decir que no hubiera ocurrido otro día,
cuando no te encontraras allí?
—Es mi todo.
—No. 214
—¿William alguna vez te lastimó?
—Sí.
—Bueno, eso está bien. Creo que hemos hecho suficiente por hoy.
Lo quiero de regreso.
34
WILLIAM
Semana dos
Traducido por CJ Alex.
—Will ¡sé que estás ahí! —grita Ben, golpeando sus puños en la puerta una
y otra vez.
Lo miro fijamente.
Golpea la puerta con su puño. —Deja de hacer esto, no tienes por qué
ocultármelo.
—Usabas esclavas.
—No.
—Deja de mentirme, Will. Siempre me has culpado por eso —apunta con su
216
dedo a mi ojo—. No estuve allí. Fui el hijo favorecido. Me enviaron a otra escuela
mientras que tú debiste quedarte con nuestra madre dañada.
217
—¡Lárgate! —espeto.
No digo nada.
—Hola.
—Hola —murmuro.
Sonríe y señala sobre la carretera. —Hay uno ahí mismo, tus amigas pueden
encontrarte cuando terminen.
219
—Entonces, cuéntame sobre ti.
Asiente, luciendo un poco confundido. —Eso está bien. ¿Qué haces para
divertirte?
—Oh, a mí también —dice—. Solía ir allí todo el tiempo cuando era un niño.
Durante la siguiente hora, Tim sigue y sigue hablando sobre sí mismo. Estoy
incómoda y lucho para encontrar algún tipo de satisfacción en absoluto. Tim es
egocéntrico y sin ningún atractivo.
—Yo tampoco.
Suspiro, sintiéndome impotente. Las últimas dos semanas y media han sido
largas y agotadoras. Apenas estamos saliendo adelante. Vemos a Mary a menudo, 220
y a pesar de que nos está ayudando a dar sentido a nuestras vidas, sentimos que
no terminamos de encajar. Todo lo que hacemos, somos tratadas de manera
diferente. La gente nos mira como si fuéramos extrañas, como si no fuéramos uno
de ellos.
Semana Cuatro
—Ten otro más —me alienta Genevieve, empujando una copa de vodka
con naranja hacia mí.
—Ella no podría abrir las piernas aunque le pagaran por ello —se ríe el
hombre.
—Mírame, Jaybelle.
—Oh, mira —sonríe el hombre—. Dos de ellas.
222
36
William
Traducido por yira patri
He fallado.
223
Número Trece
—No puedo explicárselo —susurra Mary al oficial de policía—. Ojalá
pudiera, pero no lo entiendo. Él ha hecho por ellas lo que años de terapia no
conseguirían. De alguna manera, sanó algo en esas chicas. Confían en él. Lo
necesitan.
Estoy de pie en la sala, a la espera de mi sesión con Mary. Puedo
escucharla conversando, y mi corazón palpita con fuerza mientras sus palabras se
asientan. Lo necesitamos. Hace un mes podría haberles dicho eso.
—No tenemos nada, el caso está vacío —dice el oficial—. No hay nada
más que podamos hacer. Las chicas son libres de irse.
Me doy la vuelta y corro por los pasillos hasta la habitación en donde todas
las chicas esperan. Nos llamaron esta mañana y ahora sabemos el porqué.
—Él era como nuestra familia, salvó nuestras vidas. Podemos quedarnos
aquí y estar solas en el mundo, o podemos volver a su lado y tener nuevamente la
oportunidad de rehacer nuestras vidas por completo.
225
Epílogo
WILLIAM
Traducido por MadHatter
Han transcurrido unas cuatro largas semanas sin las chicas, y durante esas
cuatro semanas siento como si mi vida no existiera, como si hubiera desaparecido
en la nada. No puedo sentir nada. No puedo funcionar. Mi familia me traicionó.
Me arrebataron a mis chicas. Difamaron mi nombre. Aunque todo hubiera valido la
pena, si ellas estuvieran aquí conmigo.
Ben ha estado conmigo cada día, por eso me encuentro agradecido. Mi 226
padre, en cambio, me echó por completo de su negocio. Eso está bien; he
levantado mi capital lo suficiente durante los últimos diez años, lo que garantiza
que tengo la suficiente estabilidad financiera como para mantenerme a flote por
mucho tiempo. Sin embargo, eso no lo mejora. La persona que se suponía me
daría su lealtad, me repudió.
Parece que no hay nada que valga la pena por lo que luchar.
—¿Señor?
—Tiene un visitante.
¿Verlas?
Levanto mi cabeza, mirándolo fijamente a los ojos. Se encuentran brillantes.
Poco a poco me coloco de pie, y mis rodillas parecen inestables al tiempo que
camino hacia la puerta. George me sigue de cerca mientras camino por los
pasillos, sintiendo como si mi corazón estuviera a punto de ser arrancado de mi
pecho. No pueden ser ellas. No regresarían, ¿verdad? Extiendo mi mano cuando
llego a la puerta principal, temblando la tomo y la abro.
Las lágrimas arden en mis ojos cuando las veo.
Número Trece
El verlo, el observar su rostro, me rompe el corazón. Las lágrimas caen por
mis mejillas mientras suelto la mano de Jaybelle, y me acerco con las piernas
temblorosas hacia William. Cuando lo alcanzo, extiende su dedo y lo pasa por mi
mejilla. Como si creyera que no soy real. Sus ojos se encuentran vidriosos y su
mano tiembla ligeramente. Levanto mis manos, tomando sus mejillas y hago un
sonido ahogado, un sollozo.
Sacude su cabeza, y atrae mi rostro más cerca del suyo, presionando sus
labios sobre los míos. Lo beso largamente y con fuerza, sintiendo que mi mundo
comienza a unirse. Durante últimas cuatro semanas, las chicas se han sentido
vacías, como si no hubiera nada ahí afuera para nosotras. Nuestros mundos se
encuentran aquí. A su lado. Se aleja y me mira, dándome esa expresión que es
tan increíblemente poderosa.
Me giro hacia las chicas, sonriendo a través de mis lágrimas. William baja
por los escalones, observándolas a todas, con su rostro lleno de orgullo cuando
dejo que mis ojos viajen sobre él.
Todas las chicas dan un paso hacia adelante, con sus manos entrelazadas,
sus ojos aliviados y llenos de reconocimiento por el hombre delante de ellas. Poco
a poco, todos se agachan hasta que se encuentran de rodillas. William hace un
sonido ahogado porque sabe tan bien como yo que estas chicas se están
entregando a él. Están colocando sus vidas nuevamente en sus manos.
Comencé como Emelyn, la chica que vivía con culpa y dolor debido a la
vida que había tenido. Ya no soy esa chica. Ya no soy la que tiene que luchar para
respirar cada día. Ya no soy la que tiene un futuro roto y un corazón vacío. No,
soy la chica que le pertenece a William. Soy la chica que se ha convertido en algo
de la nada. Soy la chica que cambió la forma en la que su vida se hallaba
destinada a ser.
Desde este día en adelante, soy la única cosa por la que he de luchar. Soy
mía. Soy suya.
FIN
229
Sobre la Autora
Bella es australiana, amante de la diversión y un éxito actual de ventas
múltiples en EE.UU. Pasa sus días en el Norte soleado de Queensland con su
esposo y sus dos adorables hijas. Ha estado escribiendo desde que tenía quince
años, y después de su primer éxito con su primera novela, Hell’s Knights, se ha
puesto manos a la obra, creando nuevas historias. Es la autora de la serie MC
Sinners, Number Thirteen, Enslaved by the ocean, Where Darkness Lies, Life after
Taylah, Angel’s in Leather, The Joker’s Wrath series y Til Death.
230
231