Sei sulla pagina 1di 6

Voces: CONSTITUCION NACIONAL ~ TRATADO INTERNACIONAL

Título: La Constitución reformada y los Tratados Internacionales


Autor: Ramírez Calvo, Ricardo
Publicado en: LA LEY1995-B, 773
Cita Online: AR/DOC/20921/2001
Sumario: SUMARIO: I. Introducción. -- II. La reforma autorizada. -- III. La estructura general. -- IV.
Tratados de derechos humanos enumerados en la Constitución. -- V. Tratados de derechos humanos a los
que se les otorgue con posterioridad jerarquía constitucional. -- VI. Tratados de integración. -- VII. Otros
tratados. -- VIII. Valoración final.
I. Introducción
La reforma constitucional de 1994 modificó drásticamente el régimen de los tratados internacionales. El
nuevo esquema, cuya técnica jurídica merece crítica, afectó no solamente los preceptos de nuestra Constitución
relacionados con dichas normas internacionales, sino también otros muchos aspectos que, a primera vista,
parecerían no estar relacionados directamente con los tratados. Como veremos más adelante, la estructura
creada por la reforma es complicada, lo que se agrava por la poco precisa redacción de las nuevas cláusulas
constitucionales. Todo este panorama ha dado lugar a un importante debate en la doctrina, el que refleja las
variadas interpretaciones que admite el nuevo texto constitucional.
Nos proponemos analizar la nueva situación de los tratados internacionales en nuestra Constitución,
señalando los inconvenientes que a nuestro juicio provoca el cambio operado, y determinar si dicha
modificación ha sido efectuada dentro de los límites impuestos a la Convención.
II. La reforma autorizada
El art. 3 de la ley 24.309 (Adla, LIV-A, 89), que declaró la necesidad de la reforma, habilitó a la
Convención a incorporar a la Constitución "institutos para la integración y jerarquía de los tratados
internacionales". La incorporación podía efectuarse por "incisos nuevos al art. 67 de la Constitución Nacional".
Como puede observarse, el texto citado no fue demasiado explícito y dejó a la Convención un amplio
espacio dentro del cual podría efectuar los cambios. Sin embargo, no debe olvidarse que el art. 7 de la ley
mencionada, prohibió a la Convención la introducción de modificaciones en la Primera Parte de la Constitución.
Con ello, la incorporación de los institutos para la integración y jerarquía de los tratados internacionales tenía
como límite la imposibilidad legal de afectar, directa o indirectamente, la parte dogmática de la Constitución.
Además, la reforma tampoco podía alterar ningún artículo de la parte orgánica de la Constitución cuya reforma
no estuviera expresamente autorizada.
III. La estructura general
Los cambios fueron incorporados en el art. 75 (antes 67) incs. 22 (antes 19) y 24 y en el art. 99 (antes 86)
inc. 11 (antes 14). La Constitución reformada mantiene la facultad del Poder Ejecutivo de negociar y firmar los
tratados o concordatos y la del Congreso de aprobar o desechar dichos tratados o concordatos.
Como principio general se establece que los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. Esta
disposición resulta inadecuada. Por imperio de la Constitución reformada, no puede hablarse ya de tratados en
general, sino de tratados de distinto tipo y con distinta jerarquía entre sí. La declaración citada parece soslayar
las diferencias que a continuación se efectúan en el articulado de la Constitución. Luego de la reforma, ya no
puede hablarse de una pirámide jurídica en cuya cúspide está la Constitución, luego de los tratados y más abajo
las leyes (1). Ahora, la jerarquía de normas distingue diferentes tipos de tratados y de leyes. Hay tratados que no
son solamente superiores a las leyes, sino también superiores a otros tratados. Es por ello que este principio
general, sin dejar de ser verdadero, no refleja adecuadamente la realidad constitucional.
El nuevo texto distingue cuatro tipos distintos de tratados o concordatos, a saber: a) tratados de derechos
humanos enumerados en la Constitución; b) tratados de derechos humanos a los que se les otorgue con
posterioridad jerarquía constitucional; c) tratados de integración; d) otros tratados.
IV. Tratados de derechos humanos enumerados en la Constitución
El inc. 22 del art. 75 enumera una serie de declaraciones y tratados de derechos humanos a los que otorga
jerarquía constitucional. La Constitución establece también que esas declaraciones y tratados rigen en las
condiciones de su vigencia, no derogan artículo alguno de la Primera Parte de la Constitución y deben
entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos.
El oscuro texto constitucional provoca no pocas dudas y discusiones en cuanto a su alcance. Una primera
controversia se refiere a si integran o no la Constitución. Colautti entiende que forman parte de la Constitución
formal (2), en tanto Sagüés expresa que no forman parte de la Constitución pero valen como ella (3). A igual
solución llegan los convencionales constituyentes Hitters (4) y Quiroga Lavié (5).
En nuestra opinión, los tratados enumerados en el inc. 22 no forman parte de la Constitución. El texto
reformado dice que las declaraciones y tratados citados tienen jerarquía constitucional, no que forman parte de

© Thomson La Ley 1
la Constitución. La distinción no es fútil, ya que de adoptarse una u otra solución, distintas serán las
consecuencias en cuanto a la interpretación de los tratados y de la Constitución. Por otra parte, no debe perderse
de vista que la Constitución autoriza al Congreso a dar jerarquía constitucional a otros tratados de derechos
humanos. Si esto implicara que los mismos se incorporan a la Constitución, se estaría facultando al Congreso a
reformarla mediante la adición de textos. Esto constituiría una modificación implícita del procedimiento de
reforma establecido en el art. 30 de la Constitución, lo cual estaba vedado a la Convención. Por lo tanto, de
aceptarse la tesis de que la "jerarquía constitucional" implica la incorporación a la Constitución, debería
concluirse que este aspecto de la reforma ha violado los límites impuestos por la ley 24.309 y es, en
consecuencia, inconstitucional.
Aclarado este punto, corresponde analizar el alcance de las limitaciones que el inc. 22 impone a las
declaraciones y tratados con jerarquía constitucional. En primer lugar, la norma señala que los instrumentos
internacionales rigen en las condiciones de su vigencia. Esto significa que deben tenerse en cuenta las reservas
que la República Argentina haya realizado al momento de su firma, ratificación, aceptación o aprobación(6).
No tan clara resulta la prevención de que los mismos no derogan ninguna disposición de la Primera Parte de
la Constitución y que complementan los derechos y garantías allí reconocidos. Esta reserva puede llevar a
equívocos al intérprete. A primera vista impresiona como una importante salvaguardia para la Constitución.
Pero a poco que se la analice con detenimiento, se advertirá que ella es fuente de inconvenientes.
Examinemos la cuestión de distintos ángulos. Si aceptáramos la teoría de que los tratados con jerarquía
constitucional forman parte de la Constitución, esta declaración carecería de sentido, ya que las normas de un
mismo cuerpo legal no pueden, lógicamente, contradecirse. Si este fuera el caso, es decir que los tratados
formaran parte de la Constitución y contradijeran otras normas de la misma, esa contradicción sería imposible
de resolver, toda vez que no habría forma de darle preferencia a alguna de las normas en conflicto (7).
Ahora bien, si aceptamos, como ya lo hemos dicho, que los documentos internacionales enumerados en la
Constitución no forman parte de ella, debemos determinar el alcance de la limitación antes citada. No cabe duda
de que aquéllos no afectan la Primera Parte de la Constitución. Pero para llegar a esa conclusión no era
necesario contar con la afirmación incluida en el texto de la Constitución. Recuérdese la limitación establecida
por el art. 7 de la ley 24.309. Si los tratados modificaran, directa o indirectamente, algún artículo de esa Primera
Parte, violarían ese límite y su inclusión en la Constitución sería, aunque suene paradójico, inconstitucional.
Hasta aquí el texto bajo examen sólo parecería ser una redundancia sin mayores consecuencias. Sin
embargo, la cosa no es tan sencilla como parece. Al establecer expresamente que los tratados enumerados en la
Constitución no modifican su Primera Parte, el art. 75, inc. 22 parece sugerir que sí podrían reformar la Segunda
Parte. Lo cual no es menos peligroso.
No es posible admitir que los documentos internacionales enumerados en el art. 75, inc. 22 de la
Constitución puedan derogar disposición alguna de su Segunda Parte. Recuérdese que el art. 27 de aquélla
determina que los tratados internacionales deben estar "en conformidad con los principios de derecho público
establecidos en esta Constitución". Esta disposición no ha sido reformada y no vemos la razón para que la
misma no sea aplicable a los tratados que estamos examinando, máxime si, como hemos aceptado, los mismos
no forman parte de la Constitución. Por otra parte, si la Convención hubiera querido reformar alguna
disposición de la Segunda Parte, lo hubiera hecho (siempre que estuviera habilitada al efecto), como lo hizo con
numerosos artículos. Si aceptáramos la posibilidad de que los instrumentos internacionales enumerados en el
inc. 22 puedan reformar la Segunda Parte de la Constitución, podría darse el absurdo de que éstos modifiquen
artículos que fueron reformados por la misma Convención de 1994. Este argumento nos hace rechazar de plano
esa eventualidad(8).
A mayor abundamiento, existe otro motivo para rechazar la idea de que los documentos en cuestión
prevalecen sobre la Segunda Parte de la Constitución. La ley que declaró la necesidad de la reforma, no habilitó
la modificación total de esa Segunda Parte, sino solamente de alguno de sus artículos. Por lo tanto, aun en el
caso en que aceptáramos que los tratados "jerarquizados" por la Convención modifican dicha parte, sólo podrían
hacerlo respecto de aquellos artículos cuya reforma estaba permitida a la Convención. Todo cambio de
disposiciones no incluidas en la ley declarativa, violaría los límites de la reforma y sería inconstitucional.
Lo expuesto nos permite concluir que la advertencia de que las declaraciones y tratados enumerados en el
texto constitucional "no derogan artículo alguno de la Primera Parte de esta Constitución y deben entenderse
complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos", es poco feliz y confunde en vez de aclarar.
En resumen, en nuestra opinión las normas internacionales a las que la Convención ha otorgado jerarquía
constitucional, enumerándolas en el texto de la Constitución, no forman parte de ésta y están por debajo de ella.
En consecuencia, no son aptas para modificar artículo alguno de la Constitución y pueden ser declaradas
inconstitucionales si alguna de sus cláusulas no se ajusta a los principios de derecho público de la misma.
Creemos que la frase "jerarquía constitucional" no ha sido utilizada correctamente, ya que sugiere al intérprete
que los tratados bajo examen se encuentran en un mismo plano con la Constitución. La interpretación armónica
de la Constitución nos convence de que la expresión referida coloca a esos tratados por debajo de ella, pero por

© Thomson La Ley 2
encima de todos los otros tratados internacionales suscriptos por nuestro país.
También es necesario echar un vistazo a la posibilidad de que las declaraciones y tratados con jerarquía
constitucional, tanto los enumerados en el art. 75 o los que con posterioridad apruebe el Congreso, puedan
contradecirse entre sí. La Convención ha soslayado esta posibilidad, abriendo así el camino a distintas
interpretaciones. Badeni sugiere que debe darse preferencia a la cláusula que, de manera armónica, brinde una
mejor tutela a la libertad y dignidad del hombre (9). Por nuestra parte, creemos que, desde que se trata de normas
de derecho interno argentino, no hay razón para no aplicar los principios de que la ley posterior deroga a la
anterior y que la ley especial deroga a la general.
La Constitución determina asimismo que los tratados de derechos humanos que se enumeran en el art. 75,
inc. 22, pueden ser denunciados por el Poder Ejecutivo con la aprobación previa de las dos terceras partes de la
totalidad de los miembros de cada Cámara.
Es decir, que el nuevo texto constitucional autoriza al Poder Ejecutivo, con aprobación del Congreso, a
quitar jerarquía constitucional y dejar sin efecto los tratados que la Constitución enumera en el art. 75, inc. 22.
Adviértase que la jerarquía constitucional ha sido impuesta a dichos tratados por la Constitución misma. Si el
Poder Ejecutivo, por vía de denuncia, pudiera privar de jerarquía constitucional a los tratados en cuestión,
estaría autorizado a modificar esa disposición. Esto implica una reforma indirecta del art. 30 de la Constitución,
lo cual estaba vedado a la Convención. Por imperio de la disposición bajo examen, el Poder Ejecutivo y el
Congreso se transforman en Poder Constituyente para este caso en particular. Esto ha llevado a algunos autores
a sostener que la Constitución Argentina ha dejado de ser rígida (10).
Dromi y Menem sostienen incluso que "la desconstitucionalización de un tratado por vía de denuncia [...] es
similar, en entidad jurídica, a la propia reforma de la Constitución (art. 30), pues las mayorías declarativas son
análogas, aunque para la desconstitucionalización de los tratados no haga falta Convención Constituyente"(11).
Hemos señalado en una anterior oportunidad(12), que toda reforma que se realice violando el procedimiento
establecido en el art. 30 de la Constitución es inconstitucional y debe ser declarada así por los jueces. Esto
incluye la reforma de aspectos no habilitados en la ley declarativa de la necesidad de la reforma. No cabe duda
de que en este aspecto en particular, se han violado las restricciones que impuso la ley 24.309 a la actividad de
la Convención, lo que torna inconstitucional a esta parte de la reforma. No obsta a lo expuesto el hecho de que
se exijan las mismas mayorías que para la declaración de necesidad de la reforma. Como lo reconocen los dos
inspiradores de la reforma citados en la nota 11, no se requiere aquí una Convención Constituyente, paso
esencial en toda reforma constitucional.
En nuestra opinión, la denuncia del tratado de acuerdo con lo dispuesto en el inciso citado, sólo implicará
que nuestro país ya no se encuentra obligado frente a los otros Estados que lo suscribieron. En el derecho
interno, los tratados enumerados en la Constitución seguirán teniendo jerarquía constitucional hasta tanto una
Convención Reformadora disponga lo contrario.
V. Tratados de derechos humanos a los que se les otorgue con posterioridad jerarquía constitucional
El mismo inc. 22 del art. 75 menciona la posibilidad de que el Congreso, luego de aprobar otros tratados y
convenciones de derechos humanos, les otorgue jerarquía constitucional mediante el voto de las dos terceras
partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara.
Nuevamente debemos señalar la imprecisión del texto reformado. No se entiende claramente si se trata de
un procedimiento doble o si el Congreso, en el momento mismo de la aprobación del tratado y como un solo
acto, puede, con las mayorías antedichas, otorgarle jerarquía constitucional. En nuestra opinión se impone un
procedimiento de doble aprobación, similar al establecido para los tratados de integración con países no
latinoamericanos. La Constitución dice claramente que aquéllos tratados "luego de ser aprobados por el
Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para
gozar de la jerarquía constitucional" (la bastardilla nos pertenece). Evidentemente el constituyente ha querido
separar el procedimiento de la aprobación del tratado de aquél que le otorga jerarquía constitucional (13). Sin
embargo, el texto no establece el plazo que deberá correr entre la aprobación y el otorgamiento de jerarquía
constitucional. Creemos que, por analogía, debería utilizarse el plazo establecido para la aprobación de los
tratados de integración con países no latinoamericanos que es de ciento veinte días.
Una interesante discusión ha surgido en cuanto a que, por intermedio de este procedimiento, el Congreso
podría modificar la Constitución. Ya hemos visto que, a nuestro juicio, los tratados con jerarquía constitucional
no forman parte de la Constitución. Por lo tanto, su elevación a la jerarquía constitucional o su denuncia, no
afectan el texto constitucional. En todos los casos, deberá respetarse la disposición contenida en el art. 27 de la
Constitución.
Cabe repetir aquí lo que señaláramos en oportunidad de analizar los tratados jerarquizados por la
Convención: los tratados con jerarquía constitucional no derogan artículo alguno de la Constitución. Si así
fuera, la Convención habría transferido al Congreso el ejercicio del poder constituyente en ciertos casos. Eso no
es viable, ya que la Convención no estaba habilitada para reformar el art. 30 de la Constitución. Consentir eso,
significaría tolerar una violación de la Constitución y abrir paso a la teoría de la soberanía de las Convenciones

© Thomson La Ley 3
Constituyentes.
La denuncia de estos tratados no está prevista por la Constitución, como tampoco se prevé algún mecanismo
de "desconstitucionalización". Por analogía, debería utilizarse el procedimiento establecido para la denuncia de
los tratados cuya jerarquía constitucional ha sido impuesta por la Constitución. En este caso, dicho
procedimiento no admitiría críticas, ya que la jerarquía constitucional no les ha sido otorgada a estos tratados
por la Constitución, sino por el Congreso. Por lo tanto, no habría aquí ninguna modificación del texto
constitucional.
VI. Tratados de integración
La Constitución regula en el art. 75, inc. 24 el procedimiento y jerarquía de los tratados de integración que
deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones supraestatales. A este efecto, el nuevo texto distingue
entre los tratados de integración suscriptos con países de "Latinoamérica" y los concluidos con otros países,
imponiendo procedimientos de aprobación distintos en cada caso.
Como comentario preliminar, creemos necesario señalar que el uso del término "Latinoamérica" nos parece
inadecuado. Esta expresión es de contornos difusos. En efecto, no es claro qué países forman parte de
Latinoamérica. Si nos atenemos al significado de la palabra, los sectores latinos de América incluyen a ciertas
partes de Canadá y a territorios colonizados por Francia. Si, como suponemos, se pretendió incluir solamente a
los países colonizados por España y Portugal, la expresión no fue feliz.
La Constitución establece que los tratados de integración con países de Latinoamérica requieren la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara para su aprobación. Aquellos tratados de integración
suscriptos con estados no latinoamericanos deben atravesar un procedimiento de doble aprobación. En primer
lugar, con la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara, se declara la conveniencia de la
aprobación del documento. Ciento veinte días después de la fecha de esa resolución, el tratado podrá ser
aprobado con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. En todos los casos, estos
tratados deberán cumplir condiciones de reciprocidad y respetar el orden democrático y los derechos humanos.
Encontramos aquí una nueva omisión de la reforma, ya que no se aclara qué sucederá en caso de que se
logre la declaración de conveniencia y no la aprobación de un tratado de integración con países no
latinoamericanos: ¿será necesaria una segunda declaración de conveniencia para intentar nuevamente la
aprobación, o la declaración anterior seguirá vigente? En nuestra opinión, debe reiniciarse todo el proceso. Se
trata aquí de un único procedimiento que requiere dos instancias distintas. Si alguna no es superada, es
necesario comenzar el circuito nuevamente.
Por otra parte, tampoco nos parece razonable la distinción entre tratados de integración con estados de
Latinoamérica y con otros países. Parece que la Convención ha entrado aquí a decidir cuestiones coyunturales
que son ajenas a la Constitución. Nadie puede asegurar que no sea más conveniente para la República concluir
un tratado de integración con un país no latinoamericano que con uno que sí lo sea. Por eso no se entiende muy
bien el por qué del agravamiento de los requisitos para el primero de ellos.
La Constitución dispone que las normas que se dicten en consecuencia de los tratados de integración que
deleguen competencias y jurisdicción a entidades supranacionales, tienen jerarquía superior a las leyes. No
queda claro a qué normas se refiere el artículo: ¿Serán aquéllas dictadas por las organizaciones supraestatales o
las que dicte la autoridad nacional a los efectos de poner en ejecución el tratado respectivo? Esta disposición
abre la puerta a una peligrosa interpretación. Supóngase nada más que el Ministro de Economía dicte una
resolución con el objeto de poner en práctica alguna disposición de un tratado de integración del tipo que
estamos analizando. ¿Esta norma, dictada en consecuencia de dicho tratado, tendrá jerarquía superior a las
leyes? Si así fuera, las leyes podrían ser reformadas por decreto o resolución. No es necesario advertir la
peligrosidad de esta conclusión.
Por último, la Constitución establece que los tratados de integración de este tipo, podrán ser denunciados
previa aprobación de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Queda la duda de si
la denuncia de esos tratados lleva implícita la derogación de las normas dictadas por las organizaciones
supraestatales.
VII. Otros tratados
La reforma ha sido muy escueta en cuento a los restantes tratados y concordatos. Ellos caen dentro de la
facultad general del Congreso de aprobar o desechar los tratados o concordatos. En virtud del principio general
incorporado en el primer párrafo del art. 75, inc. 22, estos instrumentos internacionales son superiores a las
leyes.
La Constitución reformada no establece ningún mecanismo especial para su aprobación o denuncia. En
cuanto a la aprobación, cabe concluir que la misma deberá efectuarse a través del procedimiento de formación y
sanción de las leyes regulado en los arts. 77 a 81 de la Constitución.
No tan sencilla resulta la solución de la denuncia de los tratados y concordatos comunes. No podemos
olvidar que los mismos son superiores a las leyes. Esto significa no solamente que en caso de conflicto

© Thomson La Ley 4
prevalecerá el tratado internacional, sino también que éstos no pueden ser dejados sin efecto por una ley. Sin
embargo, no es fácil imaginar qué procedimiento habría que utilizar para su denuncia. Badeni sugiere que la
denuncia de estos tratados no requiere mayorías diferentes a las establecidas para la sanción de una ley (14). Esta
interpretación, de ser cierta, implicaría en la práctica que los tratados y concordatos comunes pueden ser dejados
sin efecto por una ley. Sagüés entiende que la denuncia debería efectuarse a través del mecanismo previsto en el
mismo tratado (15). Sin embargo, los tratados no prevén el procedimiento interno en cada Estado a los efectos de
su denuncia. Simplemente contienen ciertos requisitos en el plano internacional. Por lo tanto, de adoptarse esta
solución, el tratado podría ser dejado sin efecto por una ley, con la condición de que se cumplan los demás
recaudos a nivel internacional.
En nuestra opinión deberían exigirse mayorías agravadas para la denuncia de un tratado, distintas de las
exigidas para la sanción de leyes. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que la solución que proponemos
no puede extraerse del texto constitucional y, en caso de adoptarse, tendrá cierto grado de dogmatismo.
VIII. Valoración final
Luego del análisis pormenorizado que hemos efectuado en los apartados precedentes, deseamos realizar una
reflexión general acerca de las reformas tratadas. Dejaremos de lado al efecto, la discusión acerca de la
conveniencia o no de la solución adoptada en cuanto a la relación entre el derecho interno y el derecho
internacional, ya que la misma no es obra exclusiva de la Convención, sino que había sido admitida por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación con anterioridad (16).
Lo primero que se revela a los ojos del intérprete es que la Convención adoptó un esquema nada sencillo. En
primer lugar no nos parece acertada su inclusión dentro de las atribuciones del Congreso. No puede soslayarse
que el art. 75 comienza diciendo: "Corresponde al Congreso". Es incongruente incorporar en este artículo toda
la estructura jerárquica de normas del derecho argentino. Muchas de las disposiciones que hemos analizado,
poco tienen que ven con atribuciones legislativas. Baste mencionar, como muestra, la declaración de que los
"tratados tienen jerarquía superior a las leyes". Esta disposición y otras muchas son declaraciones o principios
que deberían ser incluidos en la Primera Parte de la Constitución. Pero no es sólo de la Convención la
responsabilidad de este error. Recuérdese que fue la ley 24.309 la que dispuso que estas modificaciones fuesen
incorporadas en el art. 75. Si la reforma que el Congreso estimó necesaria era la que finalmente se realizó,
debería haber habilitado su inclusión en la parte dogmática. Si no lo era, su error consistió en no haber
especificado mejor sus alcances en la ley correspondiente.
Existe también una falla en la Constitución reformada desde el punto de vista del derecho internacional. Los
partidarios de la reforma han invocado repetidamente el principio de pacta sunt servanda que rige en materia
internacional, a los efectos de justificar la prevalencia del derecho internacional por sobre el derecho interno (17)
. En especial Bidart Campos se apoya en el art. 27 de la Convención de Viena (Adla, XXXII-D, 6412) sobre
derecho de los tratados(18), oportunamente ratificada por nuestro país, y sostiene que todo el derecho interno,
incluso la Constitución, deben adecuarse al derecho internacional. En primer lugar nos parece necesario señalar
que el art. 27 de la Convención citada, está sujeto a las disposiciones de nuestra Constitución, en virtud de lo
establecido en el art. 27 de la misma. Por lo tanto, puede aceptarse que las normas de rango inferior a la
Constitución deban adecuarse al derecho internacional, pero no puede admitirse que la Constitución misma esté
por debajo del derecho internacional. De ser eso cierto, el Poder Ejecutivo y el Congreso podrían, a través de la
firma, aprobación y ratificación de un tratado internacional, modificar la Constitución por un mecanismo
distinto del establecido en su art. 30. En consecuencia, hasta tanto no se modifique la Constitución para admitir
la posibilidad sugerida por Bidart Campos, ésta prevalecerá siempre por sobre las normas de derecho
internacional.
Ahora bien, la reforma constitucional de 1994, lejos de adecuarse al derecho internacional, ha introducido
disposiciones que lo contradicen expresamente. En efecto, la Constitución modificada ha establecido una
clasificación de tratados de distinta jerarquía. De tal manera, de acuerdo con nuestro nuevo régimen
constitucional, los tratados de mayor jerarquía prevalecen sobre los inferiores y, en consecuencia, podrían
dejarlos sin efecto si fuesen contradictorios en algún aspecto. En el derecho internacional no existen tratados
que tengan mayor jerarquía que otros. Todos están en un plano de igualdad. Incluso la pérdida de vigencia de un
tratado en virtud de otro tratado posterior sobre la misma materia, se encuentra sumamente acotada y puede
provocar responsabilidad por la violación de las obligaciones asumidas por los estados contratantes(19). Es decir
que la reforma constitucional del régimen de los tratados, que se efectuó con objeto de adecuar el derecho
interno al derecho constitucional, contraviene expresas disposiciones de este último derecho.
Como lo adelantáramos al comienzo de este trabajo, la reforma constitucional del régimen de los tratados
internacionales presenta inconvenientes. Las modificaciones han sido confusas y sus consecuencias
impredecibles. Es de esperar que los encargados de aplicar las reformas lo hagan con la prudencia necesaria
para evitar a la República males mayores.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).
(1)Esta estructura jerárquica se basa en la interpretación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a

© Thomson La Ley 5
partir del caso Ekmekdjian c. Sofovich, LA LEY, 1992-C, 543. No entramos a considerar aquí la corrección o
no de dicha interpretación.
(2)COLAUTTI, Carlos E., "Los Tratados Internacionales y la reforma de la Constitución", LA LEY,
1994-D, 1145.
(3)SAGÜES, Néstor P., "Los Tratados Internacionales en la Reforma Constitucional Argentina de 1994",
LA LEY, 1994-E, 1036.
(4)HITTERS, Juan Carlos, MARTINEZ, Oscar José y TEMPESTA, Guillermo, "Jerarquía de los tratados
sobre derechos humanos: fundamentos de la reforma de 1994", ED del lunes 31 de octubre de 1994.
(5)QUIROGA LAVIE, Humberto en Cartas de Lectores al diario La Nación el 23 de agosto de 1994.
(6)Véanse los arts. 19 a 23 de la Convención de Viena sobre derecho de los tratados.
(7)COLAUTTI, Carlos E., op. cit. en nota 2, expresa que la inclusión de nuevos derechos no puede derogar
aquellos que continúan en la norma constitucional.
(8)En contra: SAGÜES, Néstor P., op. cit. en nota 3, para quien, en caso de discrepancia entre un tratado
con jerarquía constitucional y algún artículo de la Segunda Parte de la Constitución, triunfaría el primero.
(9)BADENI, Gregorio, "Reforma Constitucional e Instituciones Políticas", p. 139, Ed. Ad-Hoc, Buenos
Aires, setiembre de 1994.
(10)TRAVIESO, Juan Antonio, "La reforma constitucional argentina de 1994 (Relaciones entre Derecho
Internacional, Derecho Interno y Derechos Humanos)", LA LEY, 1994-E, 1318.
(11)DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo, "La Constitución reformada", p. 257, Ed. Ciudad Argentina,
Buenos Aires, noviembre de 1994.
(12)RAMIREZ CALVO, Ricardo, "Los poderes del Congreso para limitar las facultades de las
Convenciones", LA LEY, 1994-C, 726.
(13)Coinciden con esta opinión: HITTERS, Juan Carlos y otros, op. cit. en nota 4; y TRAVIESO, Juan
Antonio, op. cit. en nota 10.
(14)BADENI, Gregorio, op. cit. en nota 9, p. 139.
(15)SAGÜES, Néstor P., op. cit. en nota 3.
(16)Véanse el ya citado caso Ekmekdjian c. Sofovich, LA LEY, 1992-C, 543 y Fibraca Constructora c.
Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, ED, 154-161.
(17)Véanse entre otros a BIDART CAMPOS J., "Los tratados internacionales de derechos humanos en la
reforma constitucional", ED del martes 16 de agosto de 1994; HITTERS, Juan Carlos y otros, op. cit. en nota 4;
DROMI, Roberto y otro, op. cit. en nota 11, p. 256. Estos últimos autores señalan, citando a Gordillo, que "en
materia de derechos humanos en general tenemos un orden jurídico supranacional y supraconstitucional que
cumplir, operativo, directa e inmediatamente aplicable también en el orden interno y por los jueces y demás
órganos nacionales del Estado".
(18)Este artículo, en su parte pertinente, dispone: "Una parte no podrá invocar las disposiciones de su
derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado".
(19)Véase el art. 30.4 a) y b) de la Convención de Viena sobre derecho de los tratados.

© Thomson La Ley 6

Potrebbero piacerti anche