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PRIMER GOBIERNO DE ALAN GARCIA

Aspecto Económico[editar]
El problema de la deuda externa[editar]
Fue durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) en que la deuda
externa creció en un nivel alarmante, debido en parte a la masiva compra de armamento
soviético, que convirtió por entonces al Perú en una potencia militar en la sub-región. El
gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez (1975-1980) tuvo que renegociar la
deuda, aceptando las severas condiciones que impusieron el FMI y los acreedores
internacionales. En el segundo gobierno constitucional de Fernando Belaúnde Terry (1980-
1985), la situación continuó agravándose, tanto así que en 1984, el Perú dejó de hacer
algunos pagos, aunque manteniendo siempre su voluntad de pagar.25 Eso sí, se pidió al
FMI ser más flexible en el cobro de los intereses y amortizaciones, exigiendo plazos más
largos y rebaja de tasas. De los 10 mil millones de dólares que se debía en 1980 como
herencia del régimen militar, se elevó a 14 mil millones en julio de 1985.
Tal era la situación al momento en que asumió el poder el gobierno aprista. En los
primeros días del gobierno, el ministro de Economía, Luis Alva Castro, siguiendo la política
trazada por García, anunció que se atendería el pago de la deuda externa sin sacrificar
más al pueblo y sin aceptar las condiciones propuestas por el Fondo Monetario
Internacional.[cita requerida]
En septiembre de 1985, García viajó a los Estados Unidos para presentarse en la
Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, donde dio un
discurso memorable. Allí reafirmó su voluntad de destinar solo el 10% de las exportaciones
peruana como amortización de la deuda externa. Pero hizo más: amenazó con retirar al
Perú de la organización si el sistema internacional no era reformado y dejara de servir solo
a los intereses de un solo país (esto es, los Estados Unidos). Esta posición, con lo que
pretendía a todas luces asumir un liderazgo tercermundista, le valió una exposición
mediática a nivel internacional: el New York Times le dedicó un titular a cinco columnas,3 y
en la primera semana de octubre de 1985, la revista Newsweek lo calificó como la estrella
política más importante que emerge en América Latina desde Juan Domingo Perón. En
diciembre, dicha revista colocó a García entre las diez personalidades más destacadas del
mundo.[cita requerida]
En noviembre de 1985, García asistió a la Asamblea bianual de la FAO en Roma, en
donde tuvo a su cargo la disertación en memoria de McDougall. En el discurso reafirmó su
tesis de la deuda externa, acusó al Fondo Monetario Internacional de ser el causante de la
crisis alimentaria en el tercer mundo y anunció que el Perú orientaría su economía a la
sustitución de los productos alimentarios extranjeros por propios.
Naturalmente, los países del orbe socialista saludaron complacidos aquella propuesta muy
atrevida. En cambio, el FMI declaró al Perú país “inelegible” (es decir, no propenso a
crédito) e “insolvente”. La marginación del Perú de la comunidad financiera internacional
traería graves consecuencias, tratándose de un país con urgentes necesidades de
financiamiento e inversión extranjera.26

Crecimiento económico 1985-1986[editar]


Inicialmente, García aplicó una política económica de corto plazo calificada de
“heterodoxa”. Contaba al respecto con asesores izquierdistas. De manera sencilla, García
explicó su plan: Para estabilizar y hacer crecer la economía, el punto de partida sería
aumentar el consumo de la población. Esto se lograría mejorando los salarios reales de los
trabajadores; con el aumento del consumo, las empresas y los productores agrarios
aumentarían sus ventas, y ello, a su vez, incidiría en un aumento en las utilidades, lo que
haría posible un aumento de la inversión, de la producción, de los puestos de trabajo y de
la recaudación fiscal. El plan parecía lógico, pero tenía un punto crítico: confiar en que los
empresarios no cayeran en prácticas especulativas y reinvirtieran sus ganancias en el país
(lo cual no ocurriría).27
Las medidas de corto plazo fueron las siguientes:2829

 Se aumentaron los salarios reales en un 18%;


 se congelaron los precios de los alimentos y los alquileres al valor que tenían al 27 de
julio de 1985;
 se redujeron las tasas de interés bancario de 280 a 110%;
 la moneda fue devaluada en 12%;
 se rebajaron los precios de los materiales de construcción y los medicamentos;
 se controló el tipo de cambio fijándose en 13.908 soles por dólar, instaurándose el
llamado Mercado Único de Cambios, MUC (pero surgió a la vez un mercado paralelo y
libre que llegó a cotizar el dólar en 20.000 soles);
 los certificados de divisas quedaron congelados por 90 días (pero se siguieron
cotizando en moneda extranjera);
 las tarifas de electricidad y teléfono subieron en 20%, pero se anunció que
permanecerían congeladas hasta fin de año.
Al mismo tiempo, se emprendió un programa de empleo masivo y de apoyo crediticio a la
agricultura.
En un comienzo, las medidas adoptadas dieron resultados positivos. Ya en setiembre de
1985, la inflación bajó a 3,5 % (comparado con 12,5 % en abril del mismo año). Hacia el
segundo trimestre de 1986, la economía dio señales de clara recuperación. Los sectores
que dependían de la demanda interna (manufactura, construcción, agricultura) crecieron,
no así los sectores dedicados a la exportación (minería, pesca). En 1986, la economía
creció 10 %. Fue el mayor crecimiento desde los años 50;30 con ello García disfrutó
entonces de una popularidad récord en América Latina (76% a fines de 198631). Cuando la
capacidad de gasto del estado fue agotada entonces comenzaron múltiples problemas.
El primer problema fue que a pesar de la reactivación económica, el Estado casi no
percibía mayores ingresos. Otro problema consistía en que, después del gran crecimiento
de 1986, la capacidad productiva de la modesta industria nacional estaba llegando a sus
límites. Hacían falta inversiones para instalar nuevas capacidades y así continuar con la
reactivación. Para ello, era necesario recurrir a inversiones y préstamos extranjeros.
La poca confianza de la ciudadanía en las políticas económicas del Gobierno condujo a
que, hacia fines de 1986, muchos cambiaron sus intis por dólares temiendo –y, al mismo
tiempo, originando– una devaluación del inti. El paquete de medidas adoptadas por García
incluía el congelamiento del tipo de cambio inti-dólar. Pero tal congelamiento tendía a ser
artificial en tanto la demanda real de intis iba perdiendo cada vez más terreno frente al
dólar. Este cambio se vio reflejado en la tasa de cambio libre, aquella de los cambistas de
la calle, paralela al cambio oficial.32

Peligro de crisis[editar]
En 1987, el peligro de una crisis en la balanza de pagos y en las reservas internacionales
era evidente. Sin embargo, el Estado Peruano siguió confiando en un crecimiento
económico rápido hasta 1988. Al mismo tiempo, se vio obligado a devaluar el inti, y a subir
los sueldos y los precios.33
En líneas generales, la política económica estatal empezó a caer en contradicciones. Por
un lado, el Gobierno buscaba el contacto directo con los empresarios importantes
(llamados los doce apóstoles, por ser solo una docena de grupos empresariales) con el fin
de persuadirlos a invertir en el desarrollo de la capacidad productiva. Por otro lado y en su
necesidad de aumentar los ingresos del Estado, supuestamente obligó, a comienzos de
1987, a las empresas a prestarle dinero al Estado.
En concreto, las empresas fueron forzadas a comprarle al Estado Peruano bonos
obligatorios por un valor que llegaba hasta el 30% de las utilidades brutas que las
empresas habían obtenido en 1986.34 Con esta medida, el Gobierno provocó airadas
reacciones en el sector empresarial. Al poco tiempo, algunas empresas fueron exoneradas
del pago obligatorio y finalmente el programa fue cancelado.
Este tipo de marchas y contramarchas, de reacciones sobre hechos ya consumados, de
pasividad frente a los peligros venideros contribuyeron a la percepción de que la política
económica del Gobierno estaba siendo improvisada y, sobre todo, perdiendo el control. La
situación se agudizó con la renuncia, en junio de 1987, del Ministro de Economía Luis Alva
Castro. A esas alturas la inflación ya resultaba agobiante.

Intento de estatización de la banca (1987)[editar]


A pesar de los beneficios que había traído la implantación del programa heterodoxo en los
primeros dos años de gobierno, este empezaba a mostrar ciertos límites. El incremento del
número de huelgas, paros y protestas ocasionó una fuerte presión para el gobierno, lo cual
llevó a una revaluación del programa económico y a ver la inversión como una prioridad
para cambiar la situación económica del país.35

Perú: Actividad huelguística, 1984-1989

Horas-hombre perdidas
(millones)
N° de N° de trabajadores
Año
huelgas involucrados (miles)
Total Industria Minería

1984 509 703 13,8 1,8 4,4

1985 579 238 12,2 2,8 2,5

1986 642 249 16,9 7,2 5,6

1987 720 310 9,1 3,2 3,1

1988 814 693 38,2 6,7 20,9

1989 667 114 15,2 3,2 3,4

Fuente: Crabtree (2005: 235)

El entorno presidencial y los equipos técnicos mostraron su opinión a favor de un nuevo


impulso del programa económico. Uno de ellos fue Daniel Carbonetto, asesor principal del
presidente García y uno de los principales promotores del modelo heterodoxo. Él había
empezado a mostrar su preocupación acerca del contexto económico por el que pasaba el
Perú. Además, manifestó la necesidad de contar con el apoyo del sector privado por medio
de la inversión, pues de esa forma se creía que se podría reactivar la economía en el país.
A partir de la postura de Carbonetto es que se empieza a erigir una relación más directa
con el sector privado. En especial, con los grandes grupos empresariales.36
El presidente García, de igual manera, empezó a mostrar esta posición públicamente a
través de sus discursos. Había mencionado la posibilidad de desarrollar un “proyecto
histórico” de largo plazo junto al sector privado. Para ello, manifestó su intención de
convencer al sector empresarial de que invierta y reinvierta su capital financiero,
reorientándolo al desarrollo de un proyecto nacional. Esto marcaba una clara diferencia
con “El Futuro Diferente”, en el cual el Estado tenía un rol esencial, pues era “el centro de
acumulación”, mientras que los circuitos financieros quedaban neutralizados.37
Para fomentar el proceso de crecimiento económico, las relaciones que planteó el
gobierno con el sector privado, buscó directamente a los grupos de poder de mayor
influencia. García creía que de esa forma podría generar confianza y credibilidad en todo
el empresariado, soslayando a los grupos económicos y empresariales mediados y
pequeños. Se llevaron a cabo diversas reuniones donde personajes del sector público
como del sector privado buscaban conciliar algunas políticas o algún programa de
inversión.38 Entre estos grandes grupos de poder se encontraban “los doce apóstoles”. Se
les llamaba así pues normalmente se reunían los doce. Entre estaban los Romero (los
máximos accionistas del Banco de Crédito), los Ferreyros, los Wiese, los Brescia, los
Nicolini, los Raffo, los Bentín, los Picasso, el grupo Lanata Piaggio, el grupo Oleachea
Álvarez-Calderón, y Cogorno.39
Desde el inicio de estas relaciones hubo una mutua desconfianza y credibilidad. Por un
lado, el gobierno temía que el sector privado no invierta toda la cantidad posible y
necesaria para financiar el proyecto gubernamental y que permitiera una fuga de capitales.
Por su parte, el sector privado se mostraba algo reacio a confiar en este intento de
concertación del presidente. Desde la prensa financiera hasta los mismos empresarios
habían sido algo recelosos ante la petición del gobierno de García de que el proyecto
gubernamental sea financiado por ellos. Además, dudaban de las intenciones reales del
gobierno, pues algunos consideraban que el APRA solo trataba de ocultar sus objetivos
socialistas.40
El punto de ruptura del gobierno de García fue su intento de estatizar los bancos, las
financieras y las compañías de seguros. La medida fue anunciada en el mensaje a la
nación del 28 de julio de 1987.41
La idea de estatizar la banca se formuló primero en el círculo más cercano a García. Entre
ellos estaban Daniel Carbonetto, Carlos Franco, Javier Tantaleán, Agustín Mantilla e
incluso Pilar Nores. Luego, se comunicó al Consejo de Ministros, en el cual solo Manuel
Romero Caro, Javier Labarthe Correa y Guillermo Larco (Ministro de Industria, Ministro de
Pesquería y Primer Ministro respectivamente) no coincidían con esta disposición. Sin
embargo, se le comunicó al gabinete esta noticia cuando la medida ya estaba decidida.
Previamente había existido algunas reuniones del entorno presidencial más cercano para
coordinar algunos aspectos generales, pero no hubo un trabajo concreto y anticipado en
donde se haya desarrollado un plan que expresara los pasos a seguir luego de haber
nacionalizado la banca.42
García explicó las razones de su medida: los empresarios, -y en especial los grupos de
poder económico-, pese a beneficiarse con las bondades de la política heterodoxa, no
habían tomado conciencia en invertir en el país, dedicándose a especular y sacar sus
capitales al exterior. Por lo que García creyó necesario, en aras del bien público, tomar el
control del principal mecanismo de captación y distribución de capitales: el sistema
financiero.43 Ya en 1982 había publicado un libro (El futuro diferente) en el que criticaba a
los bancos privados por excluir del sistema de créditos a los sectores informales,
campesinos así como las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Según García, era
necesario “democratizar” el crédito y, dado que el sector privado no estaba dispuesto a
asumir esa tarea, el Estado debía tomar las riendas.44
Con miras a la aprobación de esta medida, en el Congreso de la República del Perú los
apristas ganaron el apoyo de los representantes de la Izquierda Unida, con lo que lograron
una sólida mayoría, frente a los representantes del PPC y AP. García empezó a recorrer el
país, explicando con su oratoria convincente las supuestas bondades de su proyecto. De
otro lado, sectores altos y medios de la población se mostraron reacios al mismo, y se
agruparon en torno al Movimiento Libertad encabezado por el escritor Mario Vargas Llosa,
lo que marcó la aparición de la prédica liberal y antiestatista en el discurso político nacional
(hasta entonces dominado por los extremismos de izquierda y derecha). En las cámaras
del parlamento se discutió tempestuosamente la aprobación del proyecto, siendo
finalmente sancionado (se expropiaría hasta el 70% del capital social de los bancos y
financieras del sector privado). Sin embargo, esta ley, en la práctica, no se aplicó. Solo dos
comisiones interventoras se activaron, la del Banco de Crédito y la del Banco Wiese, pero
en la práctica no hubo mayor cambio.45 En definitiva, el intento de estatización de la banca
constituyó en otro de los fracasos del gobierno alanista.
La resistencia que mostraron los sectores liberales ante el intento de estatización de la
banca se expresó a través de una manifestación pública el 21 de agosto de 1987, la cual
aglomeró a una gran cantidad de personajes y organizaciones de derecha. Esto no ocurría
desde varias décadas atrás, pues no era común que este sector tuviera una gran cantidad
de partidarios o simpatizantes. Por ello, este fue un momento crítico en la política peruana,
ya que desde ese momento la derecha renace en el terreno político y obtiene un mayor
respaldo de alguna parte de la población. Por otro lado, los partidos de izquierda se vieron
tremendamente afectado, al igual que los partidos de centro. Tanto el APRA como
Izquierda Unida perdieron mucho apoyo popular y su imagen quedó mermada ante el
resurgimiento de la derecha.46

1988-1989: Crisis[editar]
Al finalizar el año 1987, la crisis ya era evidente: La inflación empezó a ascender
bruscamente (114,5 % en diciembre del 1987), la producción –y, por consiguiente, la
reactivación económica– se había estancado y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un
saldo negativo de 521 millones de dólares, el hueco más grande desde 1981.
Consecuentemente, las reservas internacionales siguieron decayendo. A falta de dólares,
el Banco Central se vio atado de manos en el control de la tasa de cambio (una demanda
creciente de dólares se puede contrarrestar poniendo en circulación los dólares ahorrados,
pero estos ya no había).
En octubre de 1987, el gobierno procedió a devaluar el inti en 24 %. Los llamados
paquetazos siguieron dándose, de forma periódica, a lo largo de un año, llevando a una
gran recesión económica. Pero García seguía sin aceptar la necesidad de una línea clara.
El equipo económico del gobierno presidido por Gustavo Saberbein intentaba persuadir a
García de la necesidad de un shock ortodoxo: Déficit cero a través de aumentos fortísimos
de impuestos y tarifas y la eliminación de subsidios. Pero García, temiendo el costo político
de tal decisión, no se decidía a resolver el problema de fondo.47
Finalmente, García, obligado por las circunstancias, decidió dar un cambio de rumbo,
recurriendo, a fines de 1987, al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco
Mundial (BM) en busca de préstamos. El experimento heterodoxo había llegado a su fin y
ahora el gobierno retomaba las políticas ortodoxas. Los organismos financieros
internacionales exigieron el pago previo de las moras, que ascendían a 1.500 millones de
dólares. Ya para entonces las reservas internacionales eran negativas. Fue recién hacia
mediados de 1988 que García se convenció de la necesidad de una “guerra frontal” contra
la crisis económica. El nuevo Ministro de Economía y Finanzas, Abel Salinas, tuvo la
ingrata tarea de anunciar, ahora sí, el shock o ajuste económico, el 6 de septiembre de
1988. Con ello se proponía detener la inflación y la recesión, acabar con la pérdida de
divisas y dar un contexto de estabilidad y confianza a los agentes económicos.48 Fueron
tan fuertes estas medidas económicas, que, sin exagerar, dejaron estupefactos a todos los
peruanos. Se dice que incluso Alan García, sabedor de lo que se venía, llegó a tantear la
posibilidad de renunciar la noche anterior, pero que luego recapacitó para no dar gusto a la
derecha que, según él, quería su cabeza.49
El plan, denominado Plan Cero, contribuyó a generar una inflación aún mucho mayor,
sobre todo en relación con los productos importados. Así, por ejemplo, el precio de los
productos farmacéuticos subió 600 % y el de la gasolina 400 %. Además, se eliminó el
sistema del control de precios con excepción de 42 productos básicos.50
A partir de setiembre de 1988, la inflación se convirtió en lo que los economistas
denominan hiperinflación. Ese mes, los precios subieron 114 %. Fue el mes con mayor
inflación en el gobierno de García y, probablemente, en la historia del Perú. En época
contemporánea, además del Perú, pocos países han caído en hiperinflación: Alemania,
Austria y Hungría en 1920 (países europeos que salían de un desastre bélico);51 y Bolivia y
Nicaragua, en Latinoamérica. El shock parecía llegar muy tarde. En todo caso, no pudo
controlar la inflación.
Un largo paro en la industria minera contribuyó a que las exportaciones cayeran aún más
agravando así el déficit comercial. Las reservas internacionales, por su parte, se
aproximaban a cero.
El 22 de noviembre de 1988, García lanzó otro “paquete” con medidas muy similares. Al
mismo tiempo, Abel Salinas presentó su renuncia por discrepancias con García.
Las esperanzas del APRA estaban ahora cifradas en el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional. Se enviaron diversas misiones a Washington D.C. para
renegociar la deuda y obtener un “préstamo puente” de 800 millones de dólares. Pero el
Perú no llegó a recibir préstamos, debido a que seguía siendo “inelegible” al no haber
contenido la inflación ni haber podido recuperar las reservas internacionales; recién en julio
de 1989 el FMI se comprometió a conseguir un préstamo. Para 1990, la deuda externa
ascendía a 16.720 millones de dólares.48
El aumento del desempleo y la caída drástica de ingresos fue el costo social del desastre
económico provocando el surgimiento de un sector informal de una dimensión nunca antes
vista. Además, el Estado en bancarrota ya no pudo cubrir sus obligaciones en materia de
asistencia social, educación, salud y administración de justicia.
Durante los años 1989 y 1990 no se produjeron cambios importantes. La economía se
recuperó levemente y las reservas internacionales también. Las importaciones se
contrajeron y las exportaciones subieron, sobre todo por el aumento de precio de los
minerales en el mercado internacional.
Bajo el mando del nuevo Ministro de Economía, César Vásquez Bazán, la inflación tuvo
una leve baja. La tasa anual de inflación fue de 3398.6% en 1989. Los últimos meses de
dicho año fueron usados en gastar las escasas reservas internacionales para reactivar en
algo la economía en vista de las próximas elecciones generales. Así, en marzo de 1990,
las reservas internacionales apenas llegaban a 190 millones de dólares.50
Los resultados del funesto experimento económico de Alan García están todavía en la
memoria colectiva de todos los peruanos: inflación a niveles astronómicos, escasez de
alimentos y otros productos básicos y el derrumbe de la aprobación del presidente a solo
un dígito, todo un récord nacional.

Corrupción pública[editar]
Uno de los puntos del inicial programa del alanismo expuesto en su mensaje inicial,
enfatizaba en la “moralización” de las fuerzas armadas y policiales, muy desprestigiadas
por sus relaciones con el narcotráfico y otros tipos de corrupción. Siguiendo esa línea, se
despidió y pasó al retiro a los funcionarios y autoridades involucradas en ilícitos y se
reorganizó la Guardia Civil, la Guardia Republicana y la Policía de Investigaciones. A
comienzos de 1986 fueron rebautizadas y puestas bajo el mando de una Policía Nacional
del Perú unificada (PNP).52
En los primeros años de gobierno, no hubo ninguna denuncia resonante de corrupción que
involucrase a las autoridades y funcionarios. Ello es entendible ya que los grupos
económicos que controlaban los principales medios de comunicación (diarios, revistas,
radios y televisoras), se hallaban en buenas relaciones con el poder político, pues se
beneficiaban del acceso privilegiado a los dólares MUC (dólar subsidiado por el gobierno y
usado en la importación de bienes y en pagos por servicios en el extranjero). Otros
procedían de igual manera, tratando sin duda de congraciarse con el mandatario para
recibir esos beneficios. Solo el diputado Fernando Olivera propuso una investigación
parlamentaria para investigar los ingresos y propiedades de García, pero fue rechazado
por la mayoría aprista de la Cámara de Diputados.53
Los primeros indicios de corrupción aparecieron cuando se hizo evidente la presencia cada
vez mayor de militantes y simpatizantes apristas ocupando puestos claves en la
administración pública, donde en vez de los méritos profesionales, pesaba más la filiación
partidaria. También muchos amigos y empresarios cercanos al mandatario se beneficiaron
del mal manejo de los dólares MUC. Pero solo fue tras el intento frustrado de la
estatización de la banca, que empezaron a salir a la luz los escándalos de corrupción,
cuando los medios de comunicación y la elite se convencieron de que debían oponerse a
la política de García. Funcionarios públicos se vieron involucrados en numerosos de esos
casos; por ejemplo, a mediados de 1988 el ministro de Agricultura Remigio Morales
Bermúdez debió renunciar a raíz del escándalo de la carne malograda, importada de
Argentina.54
Pero solo sería tras el final del gobierno en julio de 1990 en que se revelarían las más
importantes denuncias de corrupción, que involucraban a la persona del mismo presidente.
Se formó al respecto una Comisión Investigadora, integrada por Fernando Olivera
Vega, Pedro Cateriano y Lourdes Flores, que como primera medida lograron levantar la
inmunidad parlamentaria a García (ya que según lo establecido en la Constitución de
1979, los expresidentes ejercían una senaduría vitalicia). Los principales cargos
levantados en 1991 contra García incluían el enriquecimiento ilícito como funcionario,
debido a ingresos no declarados de dudoso origen y presumibles ganancias ilegales
provenientes de su participación directa en los casos de los aviones Mirage y el BCCI.
Adicionalmente, se incluyeron cargos de pedido y recepción de sobornos del consorcio
italiano encargado de la construcción del Metro de Lima (el “tren eléctrico”).55
El caso de los aviones Mirage consistió en lo siguiente: García había decidido, desde el
comienzo de su gobierno, reducir la compra de una flotilla de aviones Mirage 2000, a solo
14 aviones de los 26 que originalmente había contratado el gobierno anterior en 1982.
Aseguró que, como la compra se hallaba en trámite, era factible esa operación y que el
Estado se ahorraría dinero que sería destinado para fines más prioritarios. Como
negociador fue enviado a Francia Héctor Delgado Parker, empresario muy amigo del
mandatario.56 Dicho sea de paso, la decisión de reducir la compra la tomó García sin
consultar con las Fuerzas Armadas, como debió haber sido el procedimiento correcto.
Pero lo más grave fue que las investigaciones de la Comisión dieron indicios razonables
de que dicha operación tuvo otros fines, presumiblemente para beneficiar económicamente
al mandatario. Comenzando que, era inexacto que la compra se hallaba en trámite en
1985, sino que esta se había transado en 1982, estando programada la entrega de los
aviones en dos lotes: 16 aviones en 1986 y 10 aviones en 1988. Con la reducción de la
compra, el calendario de entrega se modificó, y según los datos proporcionados por las
Fuerzas Armadas, 4 aviones llegaron a fines de 1987 y 10 aviones en 1988. Sin embargo,
la Comisión descubrió que, para mediados de 1986, los aviones Mirage ya estaban
fabricados, y según la documentación revisada, fueron entregados al Perú ese mismo año,
pese a lo cual nunca llegaron al país en ese entonces. Ello llevó a la presunción de que
esos aviones fueron vendidos clandestinamente a otros países, lo que resultaría en un
gran negocio, ya que el valor de los Mirage se había triplicado desde 1982, debido a los
conflictos que estallaron en el Medio Oriente en esa época.57 La Comisión halló también
indicios que García había intervenido directamente en la operación, y recopiló testimonios
de que en el transcurso de la misma el mandatario se había reunido reiteradamente con
Abderramán El Assir, un acaudalado libanés cuyo oficio era ser intermediario entre
gobiernos compradores y fabricantes de armas, con altas comisiones de por medio.58
Presumiblemente ambos negociaron la venta de los aviones hacia un país de Oriente, para
lo cual se habría usado la intermediación del BCCI de Londres, un banco especializado en
falsificar documentación referente a ventas de armas.59 Hay que destacar que una de las
cláusulas del contrato de compra contemplaba la posibilidad de que el Perú pudiera
traspasar parte de la flota a un tercer país, previa autorización del gobierno francés, cosa
que inexplicablemente no se siguió, y aparentemente se optó por la venta clandestina que
obviamente beneficiaba por lo bajo a los participantes en dicha operación. La defensa de
García consistió en afirmar que no hubo intermediarios en la renegociación de la compra,
la misma que se hizo de gobierno a gobierno,60 y resaltó lo beneficioso que fue para el
país dicha operación. En cuanto a Abderramán El Assir, García admitió conocerlo, pero
negó que fuera un traficante de armas. No obstante, los analistas concuerdan en que la
decisión de renegociar la compra de los Mirage fue en realidad perjudicial al país,
calculándose las pérdidas en más de 250 millones de dólares.
El escándalo del BCCI, un banco internacional sindicado de prácticas de defraudación,
estalló al producirse su quiebra en 1991, salpicando a muchos gobiernos del mundo, entre
ellos el de Perú. Una de las prácticas de dicho Banco era captar depósitos pagando
sobornos y coimas a funcionarios de gobierno y funcionarios de bancos. El fiscal del
distrito de la ciudad de Nueva York Robert Morgenthau, en el curso de sus investigaciones
en torno a este caso internacional, reveló que parte de las reservas del Banco Central de
Reserva del Perú (BCRP) fueron depositadas en el BCCI, previo soborno de tres millones
de dólares a dos funcionarios del BCRP, Leonel Figueroa (presidente) y Héctor Neyra
(gerente general).61 Después se supo que el encargado de sobornar a estos dos fue el
peruano Brian Jensen, ex funcionario del BCCI y ex gerente general del BCRP en la época
del segundo belaundismo.62 Aunque el BCRP era en teoría autónomo, sin embargo, era
difícil de creer que el presidente García, por su estilo de gobierno, no habría estado al
tanto de sus manejos; los indicios apuntaban a que estuvo involucrado directamente en la
colocación de las reservas en el BCCI y que conoció de los sobornos. Todas estas
revelaciones causaron gran impacto en el Perú. La defensa de García consistió en afirmar
que nunca intervino en las decisiones gerenciales del BCRP y que el gran culpable de los
sobornos era Brian Jensen, que era acciopopulista.63
Si bien ambas cámaras, la de diputados y senadores, ante los indicios documentales y
testimoniales, votaron mayoritariamente por la acusación constitucional contra el
expresidente, errores procesales motivaron que el “caso García” no prosperara en el poder
judicial (allí se adujo falta de evidencias e imprecisión de los cargos criminales). Se afirmó
también que los jueces responsables del caso habían sido nombrados en el gobierno de
García o tenían vínculos estrechos con el APRA.64
A todo ello se sumó el autogolpe de Fujimori de 1992, que dio a Alan García la excusa
perfecta para fugarse del país y asilarse en Colombia, arguyendo ser un “perseguido
político” (luego pasaría a Francia). No volvería al Perú hasta el 2001, tras la caída de
Fujimori. Aunque a lo largo de esos años se intentó mantener en su contra las denuncias
de corrupción, estas finalmente prescribieron, figura a la que oportunamente se acogió
García. Fue así que pudo postular nuevamente a la presidencia en el 2001, al no tener
ningún proceso pendiente.65

Aspecto social[editar]
Artículo principal: Época del terrorismo en el Perú (1980-2000)

Terrorismo[editar]
Cartel de Sendero Luminosocelebrando cinco años de guerra popular, se puede apreciar la imagen
de Abimael Guzmánsosteniendo la bandera de dicho grupo terrorista.

Terroristas del MRTA en la zona del VRAEM durante el primer gobierno de Alan García.

La actividad terrorista llevada a cabo por Sendero Luminoso y el MRTA se había iniciado
durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry, pero se extendió y se
intensificó casi a nivel nacional bajo el gobierno de García. Extensas regiones como la
selva del Huallaga y casi todas las alturas de los Andes Centrales cayeron bajo control de
las huestes terroristas. Estos irrumpían de improviso en los pueblos, asesinaban con
extremada crueldad a los policías y las autoridades locales, reclutaban a la fuerza a los
pobladores y luego, ante la proximidad de las fuerzas militares, se retiraban a las alturas,
rehuyendo presentar combate frontal. Tales oponentes escurridizos e inasibles resultaban
muy difíciles de someter para las fuerzas del orden. Los terroristas también se dedicaron a
destruir todo signo de progreso en las regiones: puentes, plantas eléctricas e
hidroeléctricas, plantas experimentales de agricultura y ganadería, maquinarias, hasta el
ganado de las comunidades. Y ahuyentaron o asesinaron a los pequeños productores y al
personal extranjero de ayuda técnica.66 Cuando se hizo muy fuerte la presencia militar en
el campo, los senderistas optaron por otra estrategia: centrar su accionar dentro de las
ciudades, particularmente Lima. En ellas se hallaban infiltrados en las universidades y
sindicatos. Sus atentados nocturnos eran precedidos por voladuras de torres de alta
tensión que provocaban apagones; asimismo, acrecentaron sus asesinatos selectivos de
dirigentes populares, personal policial y funcionarios públicos. Un asesinato resonante fue
el de Rodrigo Franco Montes, dirigente aprista y presidente de ENCI (Empresa Nacional
de Comercialización de Insumos), en 1987.67 Hacia 1989 se calcula que la violencia
terrorista había causado la muerte a unas 20.000 personas, el 90% de los cuales eran de
origen campesino.3
El accionar del terrorismo produjo como reacción actos de represión militar, como la
matanza de senderistas amotinados en los distintos centros penitenciarios de Lima el 19
de junio de 1986 (Matanza en los penales) y la masacre de decenas de campesinos en el
pueblo ayacuchano de Cayara (provincia de Cangallo) en 1988. Aunque inicialmente Alan
García mostró interés en frenar las violaciones a los derechos humanos, tras el incidente
de los penales, permitió que continuase la violencia contrasubversiva de las Fuerzas
Armadas y se formaron escuadrones de la muerte, que amedrentaron a sospechosos de
terrorismo y a críticos de la política antiterrorista. Este grupo paramilitar adoptó el nombre
de Comando Rodrigo Franco (en alusión al dirigente aprista asesinado en 1987) y empezó
su accionar en 1988. Su primera víctima fue Manuel Febres, el abogado defensor
de Osmán Morote Barrionuevo, el cabecilla terrorista capturado en junio de ese año y
sindicado como el número 2 de Sendero Luminoso.68
A partir de 1988 y 1989 los grupos terroristas intensificaron su ola de atentados en Lima y
varias otras ciudades, frente a la impotencia gubernamental. Los estallidos de bombas y
los asesinatos selectivos ocurrían a diario. El inicio del proceso electoral de 1990 fue otro
motivo para que se desatara una escalada de crímenes selectivos, ya que la cúpula
terrorista consideraba de interés prioritario impedir la realización de las elecciones
generales. Un comando del MRTA dio muerte al ex ministro de Defensa Enrique López-
Albújar Trint, en una céntrica calle de Lima (9 de enero de 1990).3
De los dos grupos terroristas, era el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru el que se
mostraba más frágil en cuando a organización y clandestinidad, por lo que una labor de
inteligencia permitió la captura de sus principales dirigentes, entre ellos Víctor Polay
Campos, el "Comandante Rolando". Sin embargo, la controversia se dio cuando a menos
de veinte días de la transferencia al nuevo gobierno (julio de 1990), Víctor Polay y 47
militantes del MRTA lograron fugar del penal de "máxima seguridad" Miguel Castro Castro
a través de un túnel de 330 metros construido desde fuera del penal.69 La construcción,
muy precaria, carecía de instalaciones de servicios de alumbrado e incluso de un
respiradero que facilitaría el trabajo operativo. Más allá del hecho mismo, la repercusión
obtenida por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), a nivel nacional e
internacional, constituyó un duro cuestionamiento no sólo a la estrategia antisubversiva del
Gobierno Peruano, sino también a la capacidad operativa de las autoridades policiales y
penales del país.

Aspecto internacional[editar]
Se puede afirmar que con el anuncio del presidente García ante al Asamblea de la ONU
de destinar solo el 10% del valor de las exportaciones al servicio de la deuda externa, se
inicia la política internacional del gobierno aprista. La intención de García, al hacer una
prédica antiimperialista y antiestadounidense en el seno de la ONU, era evidentemente
asumir un liderazgo dentro de los llamados países no alineados o tercermundistas,
compitiendo así con el líder cubano Fidel Castro (quien, a propósito, tenía una posición
mucho más radical en torno al problema de la deuda externa: no pago). Esperaba sin duda
García que los países latinoamericanos afectados también por el problema de la deuda
externa se sumaran a su tesis, pero ello no se dio, de modo que el Perú quedó aislado.70
En julio de 1986 se llevó a cabo el XVII Congreso de la Internacional Socialista en la
Ciudad de Lima, siendo el primer congreso que la organización celebró en el continente
americano, aceptando la solicitud del presidente García. Fue el momento cumbre de la
política exterior peruana. En el congreso de la organización internacional, Alan García
estuvo acompañado por el ex canciller alemán, Willy Brandt (Premio Nobel de la Paz
1971), el expresidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, el revolucionario
nicaragüense, Bayardo Arce Castaño y el ex ministro español, Enrique Barón. Días antes
de la inauguración oficial, se produjo la Matanza de los penales, hecho ocurrido cuando las
fuerzas del orden retomaron a la fuerza distintos penales o centros de reclusión
controlados por terroristas, lo que dejó una gran cantidad de muertos y heridos
(oficialmente se habló de 300 muertos). Fue un duro revés para la política exterior del
Perú, del cual nunca se pudo recuperar.70
García asistió a la promulgación de la Constitución sandinista en Nicaragua (1987),
impulsó la formación del Grupo de Apoyo al Grupo de Contadora (que laboraba a favor de
la paz en Centroamérica) y se opuso a la invasión estadounidense de Panamá de 1989.70
La oposición al gobierno. Elecciones generales de
1990[editar]
La oposición al gobierno creció significativamente desde el intento de estatización de la
banca, una medida que fue sumamente impopular y disparó un enérgico movimiento de
protesta de la derecha encabezado por el escritor Mario Vargas Llosa. Este movimiento
finalmente evolucionaría en la alianza política FREDEMO (que incluía al Partido Popular
Cristiano, Acción Popular y al Movimiento Libertad) que postuló en las elecciones de
1990 con Vargas Llosa como candidato presidencial.71 De otro lado se presentó Luis Alva
Castro, como candidato oficialista, es decir, por el APRA. La izquierda, ya en crisis,
presentó dos candidatos: Alfonso Barrantes, el ex alcalde de Lima, por la Izquierda
Socialista; y Henry Pease por la Izquierda Unida.72 Sin embargo, faltando pocas semanas
para las elecciones, surgió una figura hasta entonces desconocido en política, el ingeniero
agrónomo y ex rector de la Universidad Nacional Agraria, Alberto Fujimori Fujimori, que
encabezaba un improvisado partido llamado Cambio 90. En las elecciones del 8 de abril de
1990 Fujimori quedó en segundo lugar detrás de Vargas Llosa, forzando así a una
segunda vuelta electoral. Esta se realizó el 10 de junio de 1990. Fujimori, apoyado por el
APRA y la izquierda, ganó abrumadoramente con el 62 % de los votos, frente al 38 % que
obtuvo Vargas Llosa.73
En el último mensaje a la nación que dio García el 28 de julio de 1990 ante
el Congreso recién electo,74 un nutrido grupo de parlamentarios interrumpió al mandatario
constantemente mediante carpetazos y pifias, ante el desconcierto de los presidentes de
diversos países de Latinoamérica y otros invitados ilustres congregados para asistir a la
toma de mando.75

Obras[editar]
La crisis económica motivó que no se realizaran grandes obras de infraestructura física,
pero sí se continuaron varias iniciadas en gobiernos anteriores, siendo algunas
terminadas.76

 En 1986 se reanudó la construcción de la central hidroeléctrica de Charcani V


(Arequipa). Esta obra se había iniciado en 1978, siendo culminada en 1988.
 También en 1986 se reanudó el proyecto de irrigación Chavimochic, un vasto plan de
irrigación de los valles de Chao, Virú, Moche y Chicama (La Libertad), aprovechando
las aguas del río Santa. Sería concluido en el siguiente gobierno de Fujimori.
 Continuó la represa de Gallito Ciego, entre La Libertad y Cajamarca, hasta su
inauguración en 1988. El costo de la obra fue de 125 millones de dólares.
 En 1989 se reanudó el proyecto hidroenergético de Olmos (Lambayeque), obra que
benefició a 25 mil familias.
 En 1987 se reanudó la central hidroeléctrica de Carhuaquero (Cajamarca).
 Se continuó el gran proyecto Majes (Arequipa), terminándose la construcción de la
presa de Condoroma y el canal de Majes.
 Se terminó el Centro Nuclear Óscar Miro Quesada de la Guerra en Huarangal (Lima).
 Se creó el Museo de la Nación, en el edificio donde antes funcionaba el Ministerio de
Pesquería y el Banco de la Nación.
 Se inició la construcción del Tren Eléctrico de Lima, un ambicioso proyecto de
transporte urbano, destinado a cubrir la distancia de 20.8 km, desde Villa El
Salvador hasta el Hospital Dos de Mayo, en el centro de Lima. Sin embargo, tras
invertirse grandes sumas de dinero, las obras fueron paralizadas sin haberse
culminado. La crisis económica, una serie de denuncias de corrupción en torno a la
licitación de la obra, así como intereses políticos, mantuvieron el proyecto en suspenso
durante dos décadas, reiniciándose ya avanzado el siglo XXI, bajo el segundo
gobierno del mismo García.
Algunas de sus medidas sociales, calificadas a veces como “populistas”, fueron las
siguientes:

 Se construyeron hospitales en algunos departamentos y se amplió la cobertura de


vacunación de los niños a nivel nacional.
 Se dio recursos al Banco Agrario, entidad estatal que se encargó de dar préstamos a
los campesinos, con “cero interés” en algunas regiones.
 Se crearon programas temporales para dar empleo a los más pobres, como el
Programa de Apoyo al Ingreso Temporal (PAIT).
 Para favorecer la alimentación popular se implementaron comedores populares y se
creó el llamado “pan popular”, un pan más barato, hecho a base de harina de trigo
menos refinada que el de uso corriente.77
En otros aspectos, se consideran como logros de la gestión aprista la Regionalización y la
simplificación administrativa.78

Aprobación presidencial[editar]
La aprobación de García en setiembre de 1985 fue de 90% según la encuestadora Apoyo;
en diciembre del mismo año, su aprobación estuvo en 82%. Empezó 1986 con una
aprobación de 72%, en abril del mismo año recuperó popularidad y su aprobación
ascendió a 85%, sin embargo en julio del mismo año bajó a 70%, conforme pasaron los
meses, a fin de año su aprobación bajó a 67%. En 1987 su aprobación siguió bajando,
siendo de 52% en junio, cinco meses después cayó a 38%. El siguiente año lo empezó
con 43%, pero a mediados de este bajó a 34% y continuó desplomándose hasta 13% (en
diciembre). En 1989 las cifras continuaron cayendo y empezó el año con 9% de
aprobación; a fines del mismo año su aprobación subió a 14% y durante 1990 continuó
subiendo, siendo en julio de 21%.

Fecha Aprobación

Agosto 1985 83%

Septiembre 1985 90%

Octubre 1985 88%

Noviembre 1985 86%

Diciembre 1985 82%

Julio 1986 70%

Diciembre 1986 67%


Julio 1987 50%

Diciembre 1987 42%

Julio 1988 39%

Diciembre 1988 13%

Julio 1989 13%

Diciembre 1989 14%

Fin del periodo presidencial Julio 1990 9%

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