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La civilización urbana y no urbana industrial moderna exige a las personas dos requerimientos
básicos (a) capacidad para desarrollar habilidades de alta especialización y (b) capacidad para una rápida
adaptación a un escenario social y económico que se encuentra en constante modificación. En ese
contexto se enmarca la familia, quien debe cumplir con dos objetivos: uno a nivel interno, que implica
la protección psico-social de las/os integrantes de ésta y un nivel externo que implica la acomodación a
una cultura y la transmisión de la misma. Gracias a la familia, la persona es capaz de construirse en base
al sentido de identidad y separación, elementos que se desarrollan dentro del grupo familiar.
Minuchin señala que la familia “renuncia” a la socialización de los niños y niñas a una edad cada
vez más temprana y que la sociedad no ha logrado desarrollar fuentes extrafamiliares adecuadas de
socialización y apoyo. Este enunciado puede ser válido para la sociedad chilena actual, sin embargo, es
necesario explicitar que la renuncia a la socialización por parte de la familia a los y las niños y niñas es
una imposición del sistema neoliberal, más que una opción o decisión que puedan tomar las familias.
Esta imposición se produce debido a que en la realidad chilena la mitad de sus trabajadoras/es gana
trescientos cincuenta mil pesos o menos y que ese monto no es suficiente para sustentar de un techo,
alimento y educación a una familia, por lo que en su mayoría las personas que dan el sustento económico
se ven en la necesidad de tener más de un trabajo o trabajar horas extras que confluyen en una separación
de la familia. En este contexto, es necesario hacer un análisis de las distintas formas en que las familias
van cambiando, a su vez, de ir pensando en estrategias sociales o de políticas públicas que faciliten un
mayor bienestar y seguridad social a las familias.