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Según Winnicott el bebé nace disuelto (fragmentado) y es el cuidado materno el que lo va a unir e integrar.
Winnicott: espacio transicional. La madre suficientemente buena hará un periodo regresivo y se va a
conectar con él bebe. Se necesita agresividad (sexualidad y agresión). Tiene que ver cómo te criaron. Se va
entretejiendo sexualidad y agresión (espacio, cuerpo). Según como haya sido la mama, como la toco, como
la agarro, es como el hombre va a relacionarse con las mujeres. Son bases futuras.
La subjetividad es un tejido que se construye por capas. Si fuimos respetados, fue construido, es la
construcción de vínculos, que voy entramando con el otro.
Atención: No confundir objeto transicional con fenómeno transicional. Este último son las manifestaciones
culturales como la música, el deporte.
SAPINO
El cuerpo de la madre es un espacio a recorrer. El cuerpo del niño según como sea tocado, mirado, va a
construirse su subjetividad.
La subjetividad se construye por capas. Y va a influir cómo ha sido respetado ese cuerpo, esa intimidad y
cómo se hayan tejido los vínculos con los otros.
En “intimidad creativa” plantea la intimidad como sujeto, como entidad en sí misma.
Adentro está la vida, se gesta. Y después se ve cómo se la tramita. Pero esos son nuestros ladrillos.
En “Más allá del principio de placer” en relación al FORT DA , dice que se plantea el juego como descarga
de una energía que de no ser descargada, se transforma en angustia.
Y que en el caso del FORT DA hay dos etapas, en la primera se da la elaboración, y en la segunda la venganza.
FREUD
¿Qué es el psicoanálisis?
¿Qué teorías desarrolla?
Teoría de la angustia
1. Primera teoría de angustia: fruto de la represión. Conflicto.
2. Segunda teoría de angustia: el yo es sede de angustia.
1. Primera tópica: El primer aparato psíquico de Freud está compuesto por sistemas (icc – prcc – cc)
Recordar: El funcionamiento psíquico depende del espacio y el tiempo. Y tiempo y espacio pueden estar
manejados por el proceso primario o secundario.
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Tres Ensayos sobre una teoría sexual. La sexualidad es la libido. Libido = energía psíquica.: - metamorfosis
de la pubertad. – Las perversiones – la infancia.
- La represión
- Introducción al narcisismo
- Lo inconsciente
- Duelo y melancolía
- Pulsiones y sus destinos.
Perverso polimorfo: oral de succión (incorporar) y mordaz (escuchar y criticar). Es aquel que tiene una
fijación en su momento del desarrollo. Por ejemplo, anal (amarrete). Hay objetos parciales de la pulsión,
después se ve cómo evoluciona.
Identificación: esta antes del CDE y durante. Hay que saber cómo se crea (con los significativos).
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Objeto para Freud: objeto de la pulsión, objeto del deseo. La pulsión tiene objeto (también meta, fin).
Objeto según Winnicot: objeto transicional.
Objeto según Kohut: objeto del self.
Agresión: fuerza para la pulsión
Pulsión escopica: mirar y ser mirado.
Pacto y acuerdo: patrimonio individual y patrimonio colectivo: Recetas. Lo que se considera del grupo, es
como un tesoro. Cuando hablamos del superyó van directamente al superyó cultural que es el entretejido
que sostiene.
Vínculo y relación: A diferencia de la relación, en el vínculo hay una permanencia en tiempo y espacio.
El vínculo contiene relaciones, pero no precisamente las relaciones tienen vínculos.
Cultura (Freud): Suma de producciones que nos diferencian de los animales y que sirve a dos fines. Uno es
proteger al hombre de la naturaleza (para eso están las invenciones, por ejemplo el pararrayos) y el
segundo, regular las relaciones sociales.
“LO VINCULAR” – BERENSTEIN Y PUGET
CAP. 3: LAS ENTREVISTAS PREVIAS A LA INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO
El para qué de las entrevistas iniciales
La decisión de iniciar un tratamiento psicoanalítico tiene su origen en algún momento de la vida de una
persona y por motivaciones que en determinada circunstancia se transforma en un motivo desencadenante
del deseo de tratarse. Éste se concreta en la búsqueda de un terapeuta y el encuentro establece como
comienzo un espacio – tiempo llamado “entrevistas”. El paciente será individual – adulto o niño – o vincular:
pareja, familia o un grupo. Esta noción ampliada de paciente agrega un sentido de las entrevistas, y por
disponer de varios encuadres, la función de indicación adquiere mayor significado. Tiene algo que ver con una
toma de decisión conjunta acerca de la factibilidad del proyecto terapéutico.
Para analizar una familia nombramos el conjunto o estructura vincular donde los yoes encuentran su lugar y
no solo las distintas personas que componen al conjunto que en el caso de una familia incluye el paciente
sancionado. “sancionado”, “castigado”, “aislado”, significa marcar conjuntamente un lugar y de parte del yo
cargar con un peso, una responsabilidad y transformarse en quien el grupo, la familia o la pareja intentara
mantener en ese lugar con el consiguiente precio emocional.
Establecer y organizar una decisión mutua con miras a desarrollar una tarea en común tiene su importancia,
dado que muchas resistencias se apoyan en la falta de claridad de algunas explicitaciones. Cuando circulan
engaños es necesario formular claramente los términos del contrato porque puede parecer natura concertar
entrevistas sin que algún integrante lo sepa.
Además de la dinámica ligada a engaño y mentira, otras situaciones llevan a excluir o mantener alejado de las
entrevistas a algún miembro. Cuestiones horarias, negativa de alguno, edad, etc., que darían cuenta de
escisiones profundas.
Las entrevistas incluyen la idea de conocer quién será el futuro paciente, así como darse a conocer como
futuro terapeuta.
Las primeras entrevistas sirven para evaluar la proximidad o el alejamiento de la conciencia de los conflictos
inconscientes. La entrevista muchas veces es vivida defensivamente como un mero trámite para dar
cumplimiento a una decisión implicamente tomada desde antes del encuentro inicial. Como causa del
movimiento resistencal está el temor a la irreparabilidad o la fantasía de ser rechazado por el terapeuta.
Un motivo latente del deseo de tratarse es el de ser aceptado y reconocido en tanto “yo” y avalar la bondad
del funcionamiento constitutivo ante la propia percepción de su deterioro y la persecución que este engrenda.
El tiempo de espera más o menos prolongado para la concreción del proyecto reparatorio puede deberse
cuando el paciente es vincular, a la repetición compartida que no es fácil de desalojar y es tenido como posible
fracaso de proyecto.
Cuando se trata de una estructura vincular, en una entrevista inicial las personas no solo conocerán como son
miradas, pensadas y registradas por ellas mismas, sino también conocerán como son miradas, pensadas o
registradas por los otros. La tolerancia a esta doble mirada suele ser bastante decisiva para detectar la
factibilidad de un análisis.
Cuando se trata de un conjunto de personas ligadas por relaciones de parentesco o reciprocas uno de los
objetivos de las entrevistas es detectar como el sufrimiento atraviesa el vínculo y como lo padecen quienes
ocupan un lugar en el. El malestar recorre en la familia tanto a la pareja matrimonial y su otra función como
pareja de padres, que a su vez se vinculan al os hijos, como a estos entre sí como hermanos.
Desde el punto de vista de Liberman un tratamiento psicoanalítico individual consistiría en crear las
condiciones para realizar una tarea de autoconocimiento. Si tomamos este criterio para los pacientes
vinculares, estos deberán ir conociendo poco a poco como construyeron su pertenencia al vínculo.
Ruffiot señala que en una conversación preliminar con una familia suele formular preguntas acerca de los
nombres y su importancia fantasmatica para la familia, o indaga como se expresa la inquietud o el estilo
emocional: por ejemplo, cómo vive la familia al estar triste o deprimido o como imaginan el porvenir. Así, trata
de que la conversación familiar se torne más asociativa y a la vez más alejada de las conversaciones cotidianas
y habituales de la casa.
Ruffiot interroga acerca de cómo se duerme y como se sueña en esa familia. Cada miembro es invitado a
contar el último sueño que recuerda o un sueño más antiguo.
Las entrevistas ofrecen la posibilidad de saber lo que cada uno puede esperar del otro y de sí mismo. Toda
estructura familiar y de pareja tiene normas, pactos, reglas y teorías inconscientes que determinaron la
elección tanto de objeto amoroso como de las sucesivas elecciones.
El terapeuta, es buscado tanto como alguien que reviste algún grado de familiaridad ilusoria o no, y mucho
más como algún personaje de la Estructura Familiar Inconsciente, del Zócalo Inconsciente de la pareja o del
sistema de ideales propios.
Las derivaciones no son todas iguales, algunas son el resultado de una indicación autentica, nominación que
las diferencia de aquella motivada por un error del terapeuta individual cuando confunde una crisis
trasferencial con un problema familiar o matrimonial de su paciente.
Cuando un paciente individual habla de “su familia”, describe de forma recortada ciertos y determinados
aspectos en desmedro de otros, pero no recibe del otro extremo un contrapeso ni otra visión. Por ese motivo,
consideramos a los comentarios de este tipo como una mutilación narcisista, porque solo se trata de un
conjunto de representaciones autogeneradas por el aparato mental.
Cuando se habla de “familia interna” creyendo que esta es un duplicado de la “familia externa” suele provenir
de una asociación de la defensa del paciente. Y si ello es el motivo de una derivación conlleva un posible
fracaso terapéutico vinculado a la confusión entre dos mundos de lógicas diferentes.
Levi y Ungierowicz definen como el periodo que transcurre entre el pedido de ayuda más o menos explícito y
el momento en que se decide la indicación más precisa, un periodo diferenciado y bien acotado. Se trata de
un tiempo distinto con objetivos específicos a cumplir y al que hay que organizar. Llaman a estas entrevistas
preliminares y no diagnósticas, dado que sus objetivos exceden ampliamente el propósito de delinear un
diagnóstico del funcionamiento vincular.
La primera entrevista de análisis vincular propone una paradoja inicial: que se pongan de acuerdo para pedir
la entrevista cuando por otro lado una familia o pareja – paciente sostiene un desacuerdo paralizante.
El pedido de entrevista comienza cuando el paciente construye una escena imaginaria de su relación con quien
vaya a ser su futuro terapeuta. El llamado telefónico es tan solo un hito específico: moviliza la fantasía y ubica
al otro en un cierto lugar, así como arroja información acerca de la probable estructura del vínculo.
El paciente niño es traído por los padres, quienes consideran ser portavoces de su sufrimiento y funciona como
intermediarios entre el niño y el analista. Cuando el proceso psicoanalítico se desarrolla adecuadamente, el
niño se apropia de su tratamiento, lo asume como suyo aunque, para algunos componentes de realidad
externa, dependa de sus padres. Cuando se producen conductas calificadas como posibles acting out, los
padres en tanto personajes reales externos reaparecen, sea como representante de la protesta hostil o
haciéndose cargo de la mente del niño.
En los pedidos de análisis de familia o pareja, el teléfono solamente puede llamar uno, solamente es uno quien
toca el timbre. Descubrir sobre en quien recayó la elección o quien elige hacer el movimiento activo provee
información al analista. También es útil saber, en una entrevista de pareja, si quien pide la entrevista arregla
el horario por su propia cuenta diciendo que el otro seguro también puede, o si hace esperar en el teléfono
para consultar con su pareja; se pueden ir diagramando situaciones ubicuas para un tercero: por ejemplo,
instalar allí al analista.
El pasaje de la situación de las primeras entrevistas a la del tratamiento marca la instalación incipiente de la
estructura tríadica mínima. Este pasaje – transformación del espacio da al trabajo analítico su status cabal.
La idea de según quien pide la entrevista, ofrece dos niveles de análisis. Uno, corresponde a una formulación
común, cercana a lo consciente, donde se expresa el deseo de menos sufrimiento. Otro proviene de la posición
inconsciente diferente no siempre complementaria e incluso divergente, si bien ha podido conformar
aparentemente un deseo compartido.
Cuando las primeras entrevistas no se trasforman en tratamiento, es probable que una de las causas sea que
el sufrimiento y el requerimiento de modificarlo este distribuido de forma tan asimétrica que vislumbrar la
probabilidad de una modificación puede resultar intolerable, o por lo menos, tornarse una grave amenaza
para el mantenimiento de la estructura vincular.
Los analistas partimos, por lo general, de un supuesto: todo paciente que pide tratamiento en un principio es
analizable y en caso contrario se trata de alguna de las resistencias atribuidas al paciente o alguna dificultad
nuestra para implementar una técnica adecuada para la instalación del tratamiento. Revisar esta creencia lleva
a cuestionar criterios de analizabilidad y descubrir zonas de incertidumbre.
Las entrevistas iniciales tienen algunos indicadores propios del encuadre temporal y de la fuerza dada por el
conocerse mutuamente. La diferencia entre tratamiento y entrevistas suele basarse en que las sesiones tienen
una conducta interpretativa, y se reserva para las entrevistas una conducta orientadora e indagatoria a la cual
se llama “intervenciones”.
Para que haya sesiones, el acuerdo mutuo pasara por una nueva formulación donde se formalice el ser tratado
y el querer tratar a ese paciente.
Los señalamientos son tradicionalmente conceptualizados como acceso a un nivel entre preconsciente e
inconsciente, algo equivalente a llamar la atención sobre algún fragmento de lo hablado o hecho. Un
subrogado de las intervenciones son las preguntas. Ello queda de manifiesto cuando el paciente se sorprende,
dado que nos ha investido de un presupuesto conocimiento. Otras preguntas son tan solo de apertura a esas
áreas de pensamiento, de duda, manera de crear un espacio en la mente del paciente.
Otro grupo de intervenciones se dirigen al tema de las indicaciones, mediante las cuales explicita como se
elige el encuadre adecuado: individual, pareja familia o grupo. Hablan entonces de una disponibilidad teórico
– técnica del analista e informan al paciente acerca de cómo fueron escuchados los datos convertidos en
material.
Por ser psicoanalista no es dable esperar consejos o medidas directivas tendientes a incluirlo como una figura
superyoica buena o mala. Tampoco se pueden esperar que de buenas o sanas directivas y por su parte no
debería tener ideas fijas o estereotipadas acerca de cómo deben ser las personas, familia o parejas.
En las entrevistas el analista dispone de un tipo de atención dirigida tan solo a evaluar conflictos sin ser aun
fuertemente investido como formado parte de ellos. Nuestra presencia ya produce un hecho novedoso.
Uno de los objetivos de las entrevistas es ampliar la capacidad observadora de uno y de los otros, sin el peso
de tener que producir interpretaciones a un supuesto paciente que aún no se ha definido como tal.
Las interpretaciones son aquellas que se dirigen a la estructura vincular profunda, llamada “zócalo de la
pareja” o estructura familiar inconsciente, y para el paciente individual las que se dirigen a sus motivaciones
y significados inconscientes.
Para cada encuadre el terapeuta dirige su atención hacia algo punto capaz de proveerle la información
necesaria para su proyecto. Por ejemplo, para un vínculo querrá conocer:
1. Modalidad del vínculo acorde con alguna tipificación en relación con pareja, en relación con familia y
en relación con grupo terapéutico.
2. Acuerdos y pactos inconscientes.
3. Ansiedades que impregnan el vínculo, en una amplia gama que va desde la vivencia de encierro hasta
la de caos, cuando el vínculo es sentido como incapaz de contener a sus miembros.
4. Las defensas frente a esas ansiedades.
5. El momento originario de constitución.
6. Los malentendidos predominantes.
7. Los personajes que pueblan el espacio – vincular.
El futuro terapeuta recoge indicios del conflicto inconsciente con los significados provenientes tanto del
mundo interno como de su participación en sus vínculos estables. Recaba información acerca de la situación
desencadenante del pedido de tratamiento y de la significación del relato de la historia personal; esto es, como
organizo los acontecimientos significativos de su vida y con qué hipótesis los organiza, olvida o recuerda,
modalidades de resolución del complejo de Edipo, constitución del yo, organizaciones narcisistas, etc. También
tendrá acceso a la significación de realidad y desmentidas de esta.
Llegará el momento de decidir la indicación: psicoanálisis individua, de pareja, de familia o de grupo, o alguna
combinación. Y si requiere medicación o internación, o las dos.
Volviendo a las entrevistas iniciales, si hay disidencia acerca de la indicación de tratamiento allí mismo se cierra
el ciclo. La disidencia es la expresión de un desencuentro entre el deseo del paciente que no fue y el deseo
del terapeuta que no pudo ser.
El tiempo que pueden llevar las entrevistas tiene una relación directa con la certeza de tener algo más para
decidir y además poder decirlo.
Cuando las entrevistas no se transforman en un tratamiento, es frecuente que el paciente utilice algún
mecanismo defensivo para eludir la presencia de ser ahora tercero intrusivo, queriendo evitar el sufrimiento
o la inquietud que conlleva el reconocimiento de la presencia de un deseo diferente del propio. No poder
soportar la escucha del analista, si bien se torna indicación, es también signo de la imposibilidad de iniciar un
tratamiento.
Para este, decidir por un analista es elegir un yo con capacidad y posibilidad de identificarse y desidentificarse
con un objeto o un aspecto del mundo objetal y/o vincular de aquel. Pueden elegirlo por rasgos pertinentes o
no pertinentes.
Los rasgos pertinentes son aquellos que conciernen a lo definitorio de la identidad del otro mediante una
captación del conjunto de sus rasgos relacionales latentes y fundantes. Es pertinente que un analista tenga
capacidad de contención acompañada por un proceso de pensamiento como opuesta a la acción inmediata.
Son rasgos no pertinente para la función analítica aquellos que no tienen un carácter definitorio, como por
ejemplo ser profesor en la universidad, el tipo de ropa que usa, los hábitos de vida, etc.
No paciente en significados inconscientes, no repetir los actos que fueron de los objetos parentales como
reacción a los del niño que habita en el paciente.
Los rasgos no pertinentes son aquellos inicialmente tomados por el yo como imagen de imitación y
sustentados fuertemente por la sugestión. Marcan el acortamiento de la distancia entre la persona buscada e
imaginada y el entrevistador.
Un tipo de restricción proviene con frecuencia del campo transferencial y se da cuando el analista responde
especularmente tomando el pedido en sentido literal.
En nuestra experiencia resulto útil tener varias – o al menos dos – entrevistas, con una experiencia de
separación significativa entre una y otra. Informa el recorrido de la mente del paciente de lo dicho tanto por
sí mismo como por el terapeuta, y permite evaluar si el relato del conflicto de modifico, por la emergencia de
nuevos elementos que dependen de la inclusión de un terapeuta y de su forma de intervenir, lo cual origina
un relato ampliado. Así, estos datos adquieren un valor pronóstico. Cuando en la segunda entrevista el relato
es una repetición de la primera, provee un indicador importante de estereotipia por la falta o desmentida del
registro de la experiencia – entrevista anterior.
Es de buena técnica hacer entrevistas en el menor tiempo posible, y con una separación entre ellas.
El encuadre también facilita la eclosión de conflictos en algunas zonas del relato donde no aparecían de forma
notoria, ello provee un nuevo indicador acerca de que es dable esperar en el futuro tratamiento y si ese
terapeuta es capaz de acompañar a su paciente.
Las primeras entrevistas funcionan como un marco donde se da la posibilidad de variar la percepción del
conflicto. Cuando un paciente decide consultar, sabemos que si bien su conflicto comenzó mucho tiempo atrás
y fue contenido de alguna manera, este es un momento con un valor agregado.
Pueden pasar muchos años hasta hacerse evidente el deterioro a nivel vincular o la modificación sintomática
en el psiquismo del paciente, que utilizo recursos extremos para evitar percibir el verdadero origen del
conflicto generador de un dolor mental a veces intolerable.
Otra finalidad de las entrevistas es la de medir la tolerancia entre la decisión de tratarse y la de esperar el
tiempo que se tomara el terapeuta para dar su perspectiva del conflicto. La posibilidad de curarse y la incierta
perspectiva que ello significa despierta diferentes defensas ligadas al sentimiento de incertidumbre.
El ser analizable dependerá en gran medida de la posibilidad de poner la capacidad de observación al servicio
del descubrimiento del significado de una estructura profunda. Es importante el registro de los impactos sobre
el terapeuta, los cuales tienen que ver ya sea con las acciones comunicativas o los actos comunicativos.
Terapeuta y paciente suelen tener diferentes modelos que pueden o no coincidir o ser compatibles. El del
primero es más explicativo desde el punto de vista científico porque
Es más inclusivo
Es refutable
Sus formulaciones se apoyan en un criterio de verosimilitud.
El modelo del paciente es más general, menos inclusivo, confirmatorio más que refutable.
En las entrevistas hay que tener en cuenta las etapas vital y sus crisis en el yo y en los vínculos, y si la resolución
de los conflictos inherentes a ellas fue exitosa o fracasada, o dejo remanentes en la estructura de relaciones
familiares. Las crisis vitales se dan en cualquier organización mental y vincular. En lo que se refiere a la pareja,
se dan desde su misma constitución y relación objetiva. Incluye los conflictos correspondientes a la posibilidad
de un tercero como proyecto primero y después la materialización a través de hijos reales o simbólicos
después puede tornarse crisis las distintas salidas de hijos de la familia, hasta llegar a su salida definitiva.
Cuando la pareja inicial vuelve a reencontrarse al cabo de la vida se produce el pasaje inverso al inicial, de
espacio de pareja de padres al de pareja matrimonial y sus conflictos pueden actualizarse y desencadenar una
crisis.
En algunas circunstancias pueden darse situaciones irreversibles. Cuando la familia o pareja acude por la
disfunción vincular o por los síntomas de alguno de sus miembros y estas situaciones aparecen coaguladas
tanto e sus síntomas como en sus concepciones sobre el conflicto, y en sus modelos explicativos. En este caso
el proceso terapéutico termina donde no alcanzo a empezar. Pero también puede suceder que a raíz de la
entrevista se tome conciencia del conflicto y haya una esperanza reparatoria.
CAP. 4 – EL ENCUADRE
1. ALGUNAS CUESTIONES GENERALES ACERCA DEL ENCUADRE
El encuadre se constituye como un conjunto de prescripciones y de prohibiciones que enmascara un límite de
espacio-tiempo donde es posible que se desarrolle una tarea, como puede ser la de habitar un vínculo en una
pareja o una familia, una institución, un tratamiento psicoanalítico u otros. Cualquier actividad humana en el
campo de la cultura requiere una zona delimitada entre lo prescripto y lo prohibido. La tarea habrá de ceñirse
a un principio que atañe al conjunto, y no al deseo y la voluntad de uno solo por sobre el de los otros. En la
sesión psicoanalítica el conjunto se constituye con el analista y el paciente, sea éste individual, pareja o familia.
Desde allí se puede considerar qué es y cómo se valora su cumplimiento o su transgresión, siendo lo primero
sólo una aproximación imposible de lograr.
El encuadre tiene varias razones: una es de tipo científico y se refiere a las condiciones de máximo rigor posible
para realizar una observación dada: tratar de tornar constantes algunos elementos, dando así lugar al
despliegue de las variables, que para nuestra tarea es el proceso psicoanalítico. También hay una razón
práctica, que es la de proteger tanto al paciente como al analista del surgimiento de cualquier tipo de
arbitrariedad dependiente del deseo de uno o de otro. Constituye un recurso de profundo respeto al tiempo
y el espacio de cada uno, de modo de dar un marco compartido para asegurar la posibilidad de entrar y,
especialmente, de salir del proceso regresivo propio de la sesión. Protege al paciente de las incursiones
regresivas de su analista y de sus propias ramificaciones inconscientes puestas en juego por la
contratransferencia, y protege al analista del invasor amor de transferencia.
El encuadre tiene una condición paradójica: procura dar estabilidad a la relación creando las mejores
condiciones para conocerse, lo cual incluye una facilitación para el desconocimiento porque transcurrido un
tiempo suele darse por sentado que el otro ya es conocido, con lo que se produce el ocultamiento de aspectos
que resultan sustraídos a la circulación del intercambio emocional. Todo encuadre estable tiene esta
particularidad. Tomemos, por ejemplo, en el análisis los comienzos de sesión. Se podría afirmar que cada
sesión es única en sí misma y diferente. Sin embargo, con el tiempo ocurre un proceso de rutinización tanto
para el paciente como para el analista, adquiriendo la sensación, seguramente errónea -y así lo afirman los
terapeutas-, de que los comienzos son todos iguales. Ciertamente cada persona tiene un estilo que resulta de
la combinatoria en el yo de las reglas retóricas con las que expresa su personalidad. No obstante, como cada
sesión es un momento de encuentro con otro, tiene un margen de incertidumbre que lo hace bastante original.
Verlo como igual a los otros caracteriza un trastorno en la capacidad de observación apoyado en dificultades
de origen inconsciente. Es muy frecuente el comentario, en las supervisiones, de que las sesiones “comienzan
como siempre”; al correrse de esa posición y volver a preguntar se observarán de inmediato algunas
particularidades novedosas de ese encuentro, aunque quizá sería mejor decir desencuentro, respecto de qué
paciente el terapeuta esperaba encontrar (el de la sesión anterior y no el de ahora) y qué terapeuta el paciente
esperaba ver (el de la sesión anterior y no el actual). Algo semejante ocurre, y lo hemos descripto; en la pareja
matrimonial, así como en las relaciones familiares establemente inestables por antonomasia.
Tomando como ejemplo las condiciones socioculturales en las que se despliega nuestra tarea, la larga
experiencia en nuestro país, hasta 1991, así como en otros de la alta inflación mensual, con su incidencia en
la inestabilidad del encuadre, observamos las situaciones clínicas que se desarrollaron precisamente en este
aspecto. Los casi permanentes cambios del valor de nuestra moneda llevaban a un cambio en los precios de
los productos; para tratar de mantener el poder adquisitivo de los honorarios, en el trabajo privado hacíamos
reajustes cuando los pacientes podían absorberlos, lo cual implicaba una constante acomodación de esta
dimensión del encuadre. Los conflictos referidos a la pertenencia social solían ser desplazados a la persona del
terapeuta, a quien se le requería sostener una estabilidad que bloqueara o negara toda inestabilidad social
angustiante. La ruptura de la idealización del terapeuta dejaba al descubierto brechas en relación con la
pertenencia tanto respecto de los objetos originarios, dadores de estabilidad y sostén, como en relación con
la representación del país que, además de la de los padres, son constitutivos de la identidad. Por lo pronto, si
el terapeuta no está advertido, lo estable del encuadre puede albergar y encubrir situaciones conflictivas que
escapan al análisis. Pero algo semejante ocurre con los tratamientos llevados a cabo en países de moneda
estable. Allí, cuando este aspecto económico es fijo, están dadas las condiciones para el silenciamiento de
significados inconscientes con potencialidad para despertar ansiedad.
Uno de los elementos del clásico trabajo de Bleger trata de la ubicación y fijación en el encuadre, dada su
condición estable, de los funcionamientos psicóticos que, por lo tanto, resultan silenciados, ya que pasan
inadvertidos para la observación. Todos aquellos que trabajamos tanto con pacientes individuales como con
pacientes-pareja o familia sabemos bien de la sutileza de los funcionamientos psicóticos o perversos que,
implantados en la vida cotidiana, resultan silenciados merced al encubrimiento.