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De 1833 a 1852
En las dos décadas siguientes las exportaciones del Perú presentan las mismas tendencias que las
del período precedente. La recuperación del "cortex peruvianus" y el impulso generado por la
exportación del salitre invierten la coyuntura comercial, produciéndose una progresión
ininterrumpida hasta 1851. Pero dentro de esta uniformidad ocurre una modificación en la
composición de las exportaciones. Otros productos aparecen revistiendo una importancia
económica decisiva: el algodón, el cobre, el salitre, y principalmente el guano. El primero empieza
a ser cultivado de manera intensiva en los valles de la costa norte, particularmente en Paita,
anunciando así una lenta pero irreversible recuperación de la agricultura de la costa.
Hasta estas fechas el guano había sido utilizado, desde los incas, sólo para el incremento de la
agricultura de la costa. Es en 1840 que empiezan a avizorarse sus posibilidades comerciales,
procediéndose al envío de algunas muestras a Londres. Después de estos primeros ensayos y
reconocida su gran utilidad como fertilizante, el gobierno peruano otorgó al consorcio comercial
Quiroz, Aquiles Allier y Myers Bland Co. de Liverpool las primeras licencias de venta el 10 de
noviembre de 1840 y el 8 de diciembre de 1841. Por razones de la estructura agraria de la
Inglaterra victoriana, el mercado británico se constituyó en el mercado dominante de las ventas
del abono peruano. Esto fue posible por la introducción en la agricultura inglesa de un conjunto de
innovaciones tecnológicas tendientes a la elevación de la productividad agraria. La utilización del
guano como fertilizante contribuyó así al advenimiento del highfarming inglés. Los elevados
precios, 24 y 28 libras esterlinas por tonelada, testimonian la expansión de su demanda. De esta
manera se refuerza una estrecha solidaridad entre dos economías, la que se manifiesta en la
expansión y en la contracción comercial del Perú ligada a la expansión y a la contracción del
mercado británico.
Desde 1847 hasta 1888 el guano constituirá el producto dominante dentro de las exportaciones
del Perú, al punto que la coyuntura comercial de estos 33 años será la coyuntura del guano. De
este hecho surge otra exigencia. Puesto que las crisis periódicas que aparecen en el desarrollo
comercial se explican casi fundamentalmente por la expansión o por la contracción en la
explotación del guano, la intensidad de esta explotación y su mayor o menor impacto en la
economía peruana a su vez dependió de la acción de los siguientes factores:
El prodigioso desarrollo de las exportaciones peruanas, ya esbozado con el ingreso del guano en
1841, se consolida en estos 23 años. Las exportaciones pasan, en precios constantes, de 1'995,795
a 10'265,934 libras esterlinas, con un promedio aproximado de 4'600,000 libras esterlinas anuales.
¿Por qué este crecimiento y por qué precisamente en el tercer cuarto del siglo? Una respuesta
correcta a estos interrogantes exige no un inventario de las riquezas potenciales del Perú, que
existieron siempre, sino una mirada atenta a la marcha de la economía internacional, y de manera
particular a la dominante economía británica. El desarrollo del comercio y de la economía
peruana, en efecto, estuvo orientado y dirigido en función de las exigencias de la economía
británica, en razón de su permanente complementariedad. Hemos visto en las páginas anteriores
que el guano representó entre el 60 y el 70% del total de las exportaciones de 1841 a 1852. Esta
proporción se mantiene a lo largo del presente período, pero se acentúa considerablemente si a
las exportaciones del guano se añaden las del salitre, utilizado también como fertilizante y en
menor escala para la fabricación de explosivos. Las inflexiones de estas exportaciones, como en
1858 y en 1876, siguen determinando las inflexiones del comercio exterior. Las exportaciones de
guano aumentan y las del salitre de 27,447 toneladas a 213,554 toneladas entre las mismas
fechas. Ahora bien, la utilización de ambos productos no sólo preludia la extraordinaria revolución
agrícola que se opera en los campos ingleses, sino que la acompaña en su gestación y en todo su
desarrollo. Los fertilizantes llevados desde las costas del Pacífico fueron necesarios e
indispensables para el incremento de la productividad agrícola, para satisfacer la demanda de un
mercado en rápida expansión por el aumento de la población y el acercamiento de las ciudades
gracias a las vastas redes ferroviarias.
He aquí la razón esencial del vigoroso desarrollo comercial peruano. Las consecuencias que de
esta situación van a derivarse comprometieron definitivamente el desarrollo ulterior de la
economía peruana. La implantación de un complejo dispositivo económico destinado a la
explotación y venta del guano configuró tanto su actual especialización como una economía
complementaria y dependiente. Así, sobre las ruinas de una explotación de tipo colonial, empezó a
estructurarse una nueva vinculación hacia los países económicamente más avanzados. Los
beneficios obtenidos con este comercio se reparten entre los comerciantes extranjeros y
nacionales, los acreedores de un Estado en permanente déficit financiero y las arcas fiscales. De
esta manera se forman los capitales necesarios para sufragar la abolición del tributo de los indios,
la manumisión de los esclavos y la implantación de una prodigiosa línea de ferrocarriles. Pero la
"edad del guano" no fue solamente aquello. La fortuna de todo un grupo enteramente nuevo, y
que pasará a disputar el liderazgo político de los caudillos militares, emerge con la explotación del
guano. Para muchos, por los rezagos feudales en su mentalidad, aquella es el soporte de un estilo
de vida ostentoso. Pero lo que acá nos interesa es la inversión productiva de este capital. Los
capitales nacionales que emergen con la explotación del guano inician el equipamiento de las
grandes haciendas de la costa, preparándolas de esta manera para una producción en gran escala.
Por las rutas del guano ingresan las crecientes exportaciones de algodón y azúcar. La Guerra Civil
Americana, en el caso del primero y la crisis del Caribe, en el azúcar, señalan el punto de partida
del espectacular renacimiento agrícola. Pero, al igual que el guano y el salitre, este prodigioso
crecimiento tuvo poco o nada que ver con las necesidades reales de la economía interna, sino que
respondieron a una exigencia objetiva de las economías hegemónicas. En el fondo, la producción
agrícola peruana no hizo sino colmar los vacíos dejados en el mercado británico por las otras
economías complementarias. De ahí la inestabilidad de su crecimiento. Es interesante notar,
además, que hasta 1866 entre el 70 y el 80% de las exportaciones de algodón estuvieron
destinadas a alimentar el desarrollo textil francés (Lévy-Levoyer 1964: 66-95). Sólo a partir de esta
fecha Gran Bretaña pasa a ser el mercado dominante. De esta manera los valles del norte y del
centro de la costa peruana se convierten en el eje director de la economía agrícola
A la prosperidad económica de las dos décadas precedentes sucede, desde 1876 hasta 1893 una
profunda depresión. En la medida en que el guano y el salitre configuraron la coyuntura comercial
desde 1841, la contracción de este período es también la contracción de las exportaciones de
estos productos. Dos hechos pueden explicar este fenómeno:
El fin de las reservas del guano comenzó a ponerse en evidencia desde 1876. Dada la hipoteca que
sobre ellos pesaba, el volumen de los yacimientos fue objeto, desde los comienzos de su
explotación, de continuas evaluaciones por encargo de los acreedores ingleses foreing
bondholders.
Además, la utilización de los fuertes ingresos producidos por la explotación del guano acentuó esta
dependencia hacia el exterior, en lugar de favorecer un desarrollo autónomo. Desde que el
conjunto de la economía peruana estuvo, por así decirlo, organizado en función de su vocación
exportadora la recesión golpeó, duramente también, las otras actividades productivas. Con
excepción del algodón, que incrementa sus exportaciones entre 1876 y 1893 de 2,887 a 6,060
toneladas, y de las lanas y cueros que mantienen aproximadamente su nivel exterior. En cambio
hubo una caída de todos los demás rubros del comercio exterior. Sobre este malestar de fondo la
Guerra del Pacífico acentuó y prolongó esta recesión económica.