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CAPÍTULO 1

Y como Moisés levantó la serpiente en el


desierto, así es necesario que el Hijo del
INTRODUCCIÓN
Hombre sea levan-tado, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque de tal ma-nera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el
mundo sea salvo por él. S. Juan 3:14-17

Dios amó al mundo eternamente, pero su


amor debía ser expresado por el hombre. Él
no sólo nos amó y nos ama, sino que nos
ama de una manera propia de su amor. Su
manera de amar la mani-festó enviando a
Jesucristo. La cruz fue la mayor expresión del
amor de Dios como Padre y la mejor noticia
que hoy podemos oír; fuimos justificados y
reconciliados para vivir en El.
El evangelio es de aquellas cosas que no
puede ser encapsulado en frases, conceptos ni
recetas humanas. Hablar con las palabras
correctas no nos asegura estar predicando el
evangelio. Es por eso
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EN CRISTO, EN SU CRUZ

que los apóstoles entendían que el evangelio debía ser


anunciado por medio de una acción directa del Espíritu Santo.
Oír una predicación co-rrecta del evangelio, puede marcar la
diferencia entre una vida de pleni-tud en Dios y Su realidad o
hacernos pasar la vida peleando con la carne intentando salir
de la ignorancia.
Como generación debemos reconocer la necesidad de alejarnos
de todo evangelio extraño. Cualquier evangelio que no sea el que
predica el Es-píritu Santo debe ser considerado como un
evangelio no genuino y au-tentico. La mayor y más exitosa
estrategia de las tinieblas para retrasar en el tiempo la
manifestación del propósito eterno de Dios fue, es y será
confundir y distorsionar el verdadero mensaje del evangelio. En
la medida que sean quitadas las mezclas, y nos exponemos al
evangelio vivo, vere-mos aceleración y avance en la carrera
propuesta por Dios.

EL EVANGELIO VIVO

Es de esperar que las expresiones verbales del evangelio de


Dios se oigan y entiendan como locura por aquellos que
carecen de fe genuina y ver-dadera. La esencia del evangelio
es una palabra espiritual que se dirige primeramente al
espíritu; es una palabra viva y eso es lo que dijeron los
discípulos a Jesús: “tus palabras son espíritu y vida”.
Necesitamos oír la palabra del evangelio verdadero que nació del
Espíritu de Dios y desechar todo otro evangelio. Hablamos de una
palabra car-gada de la vida de Dios. Así, en los días de la iglesia
primitiva surgieron otros evangelios pero ellos siempre fueron
considerados peligrosos tro-piezos para la madurez de la Iglesia.
(Gálatas 1:6-10, 2 Corintios 11:4)
Si el evangelio que hemos creído es el que proviene de Dios, se

volverá para nosotros la vida que nos sostiene y se abrirá camino

hasta que

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

demos los frutos que Dios espera de nosotros; pero, si


creemos en otro evangelio, sólo podremos llevar una vida
religiosa pero sin posibilidad de alcanzar la verdadera y
profunda madurez en Dios y así estaremos constantemente
peleando con los productos de nuestra naturaleza hu-mana,
apoyados en nuestras propias fuerzas.
Algunos piensan que oír o predicar el evangelio es una necesidad
que se plantea para una vez en la vida de las personas. Es decir,
oímos sobre el evangelio una vez, recibimos a Jesucristo como
salvador, confesamos su nombre y ya no hay más necesidad de
oír el evangelio. Si entendemos al evangelio como una palabra
viva que actúa en nosotros con poder, en-tonces sabremos que
necesitamos ser expuestos todos los días a su luz y
transformación. Nunca debemos permitir que nuestras mentes y
almas desvaloricen o menosprecien el valor de oír una y otra vez
las palabras del evangelio. Cuando le pedimos al Padre que nos
sea revelado el evan-gelio, las palabras pueden repetirse una y
otra vez, pero lo que sucede en nuestro interior es
extraordinariamente poderoso.

LA PALABRA DEL EVANGELIO.

El evangelio anuncia que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios,


quien murió en la cruz para sacarnos de la posición de muerte
en la que estábamos y nos trasladó a Su vida; fuimos llevados
de las tinieblas a la luz. Ante esta palabra de verdad sólo hay
dos resultados posibles: creer o no creer. Si creemos y la
confesamos con nuestra boca, seremos además, testigos de
dos grandes y sorprendentes milagros:
1- Del regalo de Dios a nuestras vidas: LA FE.
2- La resurrección de nuestro espíritu, la vida eterna y la
salvación de nuestras almas.

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

SER LIMPIOS DEL ENGAÑO

Vemos en nuestra generación serios obstáculos que se oponen a


la ma-durez espiritual verdadera. Sea que usted haya oído el
mensaje del evan-gelio hace años, o que para usted haya sido
una experiencia reciente, debe saber que aceptar las mezclas en
el evangelio, provocará siempre interrupciones en su crecimiento
espiritual. Es por eso que debemos pedir a Dios constantemente:
“Señor, hazme limpio de todo evangelio que no provenga de ti y
háblame el evangelio por medio de tu Espíritu Santo”. Esta es
una gran oración para hacer y repetir todos los días, hasta tener
la plena certeza de que la palabra del evangelio haya sido
absorbida por todo nuestro ser con entendimiento y poder
transformador de Dios.

EL ORIGEN DEL ENGAÑO

Debemos entender esto así; que la predicación incorrecta del


evangelio puede provenir sin embargo, de corazones bien
intencionados. De este modo, no le añade veracidad ni
disminuye su capacidad de causar daño, sino que expone el
origen de la ignorancia y el engaño que detiene ge-neraciones
enteras.
Cuando Jesús comenzó su ministerio llamó a sus discípulos y les
ense-ñaba su evangelio, pero no vimos verdaderos resultados de
transforma-ción en ellos hasta después que Jesús murió y
resucitó. La razón es clara y vamos con ella descubrir el origen
de este engaño; ellos no habían re-cibido vida en su espíritu la
vida y todas las palabras de Jesús, ellos las procesaban desde
una naturaleza humana muerta. Jesús enseñaba con parábolas a
las multitudes y él mismo confesó a sus discípulos que lo hacía
de esa manera para que la gente no entendiera lo que él quería
decir. Sin embargo las multitudes lo buscaban y lo seguían.
¿Porqué las

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

multitudes seguían a un maestro al que no podían entender?


La respuesta es muy sencilla: Jesús solucionaba sus
problemas. QUE PUEDA EXPLICAR por qué Jesús no quería que
entendieran.
Jesús antes de la cruz estaba ofreciendo cosas que la gente
estaba dis-puesta a demandar. Por esto, si usted tiene un
producto que todo el mundo necesita, seguramente
encontrará multitudes buscando lo que ofrece. Jesús sanaba
sus enfermedades, resucitaba muertos, les daba de comer
milagrosamente y era una fuente de asombro que alimentaba
sus necesidades de ver cosas nuevas. Sin embargo haciendo
todas estas cosas, el evangelio no había sido manifestado aún.
De hecho, Jesús en-tendía que ese aspecto de Su ministerio,
sólo lo acercaría más y más a la razón de su vida en la tierra:
ir la cruz. Recordemos así las palabras de Jesús a María en las
bodas de Caná, cuando ella le pidió que hiciera un milagro;
“mi hora no ha llegado aún”, una expresión que él usaba para
referirse que iría a la cruz.
El evangelio fue entonces expresado cuando Él fue a la cruz,
porque esa sí era la hora del Señor y allí se consumó la tarea de
Jesucristo. Ahora bien, observemos con detenimiento; ¿Cuántas
personas quedaron de todos ellos en el momento de la
crucifixión? Ni uno de ellos, todas aque-llas multitudes
desaparecieron, porque Jesús después de ir a la cruz ya no ofreció
ni ofrece soluciones. La única oferta del Padre estaba en la
muerte de Jesús en esa cruz; El Hijo de Dios estaba siendo
levantado para que todo el mundo pudiera creer en Él.
He aquí entonces, una llave para entender el evangelio de Dios;
nuestra alma nunca lo demandará ni cree necesitar el evangelio.
Este, sólo puede ser demandado desde el espíritu del ser
espiritual. Es por eso que nece-sitamos fe para creer en Él, pues
por la fe nos es dado el salir de la muerte y ser trasladados a la
vida, sólo por aceptar la oferta de Dios.

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

Pero en el afán de lograr mayor “éxito” en términos humanos,


las religio-nes crean mensajes que se parecen al evangelio,
sin serlo. Esos mensajes por lo general, comienzan con una
pregunta; ¿Qué necesitan las perso-nas? O más bien, ¿Qué
creen ellas necesitar?
Si aquello que nos liga a Dios es una necesidad personal y
humana, es cuestión de tiempo para que seamos robados,
distraídos o arrastrados por filosofías humanas. Pero si oímos el
evangelio que es predicado por el Espíritu Santo, para cada día
de nuestras vidas, sin duda llegaremos a expresar toda la
plenitud de la vida de Cristo en nosotros.

OTROS EVANGELIOS

- EL EVANGELIO DEL ESCAPE. EL CIELO Y EL INFIERNO.

Predicar que Jesucristo murió para salvarnos del infierno y


llevarnos al cielo tiene su atractivo sólo para el alma. Esta
predicación se conecta con el temor a la muerte, que opera en
todas las personas que no han sido alumbradas con la verdad.
Crea en las personas un sentimiento de “es-cape de la verdadera
realidad”. La vida, para las personas que han abra-zado este
evangelio, sólo les sirve para sobrevivir y soportar los días.
Generalmente aceptan este evangelio personas que atraviesan
una y otra vez situaciones difíciles y lo que les atrae de este
mensaje “evangélico” es que no les resulta necesario ofrecer
respuestas en esas circunstancias, ya que lo importante viene
después de la muerte.
Este evangelio nos habla de que nuestra vida en la tierra sólo
consiste en esperar pasivamente, el momento de nuestra muerte
en el cuerpo, o ex-perimentar la venida del Señor. Es un
evangelio que no nos propone nin-gún beneficio ni garantía de
alcanzar madurez, sino que sólo discute si la salvación se pierde
o no y cómo conservarla cuando fuera necesario.

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

Pero Jesús dijo: “yo edificaré mi Iglesia” y eso no tiene nada que
ver con enviar a personas al cielo después de la muerte. Para
algunas personas, ir al cielo es lo más importante, pero si oímos
el evangelio que predica el Espíritu Santo descubriremos que éste
se centra en la esperanza, en las expectativas y en las
intenciones del Padre y no de las nuestras. El verda-dero
evangelio no se ofrece al hombre para resolverle sus
necesidades, sino para proveer al Padre lo que Él espera.
Quienes creen en este tipo de evangelio experimentan
contradicciones en su alma continuamente. Estas personas
han sido llamadas a la vida, pero la desprecian día a día. No
hay una pasión por madurar y manifestar la vida que en Cristo
les fue dada. La santidad entonces, se convierte en un
objetivo que sólo se cree alcanzar con “sacrificios para ir al
cielo”, pero que sólo terminan resultando en apariencias.
Quienes anuncian este tipo de mensajes utilizan una y otra
vez el temor a las tinieblas y a la conde-nación, lo cual es
absolutamente contrario a lo que nuestro Señor Jesu-cristo
vino a expresar. Con esto no niego ni menosprecio la
existencia del cielo o el infierno, sino que estoy hablando de la
necesidad de oír más perfectamente el evangelio. Pidamos
ahora al Padre ser libres de este tipo de maneras de entender,
que han estorbado y postergado a toda nuestra generación.

- “CREA EN DIOS Y ÉL SOLUCIONARÁ SUS PROBLEMAS”.

Si la mala noticia que leemos todos los días son los problemas
que expe-rimentamos, entonces la buena noticia que
necesitamos es que dichos problemas puedan ser
solucionados. Es por eso que decirle a las personas que “Cristo
es la solución a sus problemas” pueda resultar muy popular y
como evangelio altamente demandado.

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

Sin embargo, esto tiene un problema sustancial: si los


problemas son so-lucionados, ya no necesitamos más
evangelio; y si los problemas no se solucionan, entonces es
que el evangelio no funciona.
Toda mi vida he experimentado el poder de Dios trayendo
soluciones a problemas puntuales de mi vida y he sido testigo
de eso en muchas per-sonas. Es atractivo anunciarle eso a las
personas que viven alejadas de Dios. Pero tan sólo contarles
esas experiencias y ofrecerles el producto como de “tres
simples pasos”, es creer que eso es lo que Dios nos está
pidiendo, sin darnos cuenta del retroceso que producimos en
nuestra ge-neración.
Cuando las personas toman conciencia de que este evangelio
te puede solucionar problemas, pero sin embargo te presenta
“mejores y mayores problemas”, esas personas ya entonces
no podrán entenderlo. Es de ob-servar que este abordaje y
entendimiento, produce una profunda traba a nuestra la
madurez. De esta manera nos damos cuenta y observamos
cómo las personas migran de congregación en congregación
buscando el “lugar ideal”, donde no se encuentren con tantos
problemas y obten-gan un mayor disfrute. Observe lo que el
Apóstol Pablo le dice a la iglesia en Corinto:
“Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para
que se hagan manifiestos entre vosotros los que son
aprobados”. 1 Corintios 11:19
Este tipo de pasajes no lo entienden las personas que han
tomado el evangelio como la noticia de una vida vivida con
mayor comodidad, o una vida plena juzgada así desde el
alma. El apóstol explica la importancia de los conflictos, ya
que el objetivo debe ser alcanzado; que los hombres y
mujeres lleguen a ser aprobados.

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

La Iglesia se edifica sólo con personas aprobadas, porque la

Iglesia no se mide en cantidad de personas, sino en cantidad de

Cristo manifestado.

- EL EVANGELIO DE LOS MILAGROS.

No entender la buena noticia del evangelio verdadero y genuino,


pro-viene de confundir la mala noticia que le precede. De ahí que,
por ejem-plo: si la mala noticia que le precede al evangelio
consistiera en una enfermedad, entonces crearíamos un mensaje
equivocado, que “venga a Dios que Él lo sanará”. He visto
carteles en locales evangélicos que anun-cian “Cristo sana”. La
pregunta es ¿Cristo sana? Y es claro que sí, pero ese no es el
verdadero evangelio. Por esta razón toda una nación como Israel,
habiendo recibido milagros y prodigios constantes de parte de
Dios en el desierto, sin embargo no lograron agradar a Dios. Si
bien recibían mu-chas sanidades y eran alimentados
milagrosamente, (calefacción de noche y refrigeración de día, sus
calzados no se gastaban) y sin embargo quedaron todos
desechados. El mensaje es claro; ninguna persona es
transformada por experimentar milagros de Dios. De ahí que, los
milagros de Jesús nunca fueron parte de la buena noticia y
solamente La cruz es la buena noticia: la vida en el espíritu del
hombre, la resurrección y la exis-tencia eterna.

- EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD.

Los pasajes bíblicos que hablan sobre abundancia, riquezas,


prosperidad y multiplicación, son abrumadores y así, tenemos
una serie de principios que “pudieran” ser correctos; que
tenemos un Padre Rico, somos hijos del Rey, Dios concede las
peticiones de nuestros corazones y otros argu-mentos más. Hasta
aquí todo esto es bíblico y correcto, pero para enten-

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

derlo debemos hacerlo desde un espíritu vivo y un evangelio


verdadero. Sin lugar a dudas la madurez espiritual nos aleja de la
pobreza humana y nos otorga una mente de abundancia y
riqueza. La madurez espiritual así mismo, nos hace confiables
para administrar todas las riquezas sin que éstas nos roben la
vida o nos distraigan. Es de advertir que hay quie-nes hacen de
esta interpretación, un evangelio verdadero y existe una razón; el
alma humana siempre está buscando vivir, tanto en riquezas
materiales como temporales. Y si a eso le ponemos excusas
bíblicas y apariencias espirituales, entonces seguramente será un
evangelio que muchos comprarán. En el plano terrenal, el secreto
de toda acción de marketing es conectar con necesidades
instaladas en las personas y pro-veerles una respuesta. Pero en
el nivel espiritual, los propósitos y las in-tenciones deben ser
otras.
Es por esta razón que el evangelio verdadero, nos prepara
para ser siem-pre ricos, aún cuando podamos atravesar
circunstancias financieras difí-ciles. Para una persona que está
en proceso de madurez y ha abrazado el evangelio que
predica el Espíritu Santo, aún encontrándose en circuns-
tancias temporales de limitación y escasez, sabe que es rico,
por realidad eterna.
Cualquier otro tipo de evangelio, crea ámbitos extraños al
propósito eterno de Dios, es de alto contenido humano y de
pocos frutos del Espí-ritu. A modo de ejemplo: quien ostente
resultados financieros favorables, podrá entender que ese
evangelio en la práctica le está funcionando, de igual manera
quien se vea en limitaciones podrá llegar a sentir que el
evangelio no le está funcionando. Sin embargo, terminan
siendo todas estas deducciones inexactas.
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EN CRISTO, EN SU CRUZ

- EL EVANGELIO QUE SE CONCENTRA EN LAS TINIEBLAS.

Cambiar el mundo es un impulso del alma humana. No se


requiere creer en Dios para querer cambiar el mundo. Las
religiones creen que el mundo puede ser cambiado con Dios y los
humanistas creen que el mundo sólo lo pueden cambiar las
voluntades humanas. El error radica en querer al-canzar un
objetivo válido y noble, (incluyendo a Dios), sin haber oído Sus
intenciones y propósito. Sin dejar lugar a dudas, el evangelio
activa un gran poder transformador, pero sus formas y objetivos
no tienen nada que ver con los que presentan las religiones y el
humanismo. Ambos tie-nen puntos de vista extremadamente
opuestos en algunos aspectos, sin embargo comparten una visión
del mundo; todo está sumido en caos, corrupción y tinieblas, y
eso debe revertirse.
Este tipo de evangelio pone en primera plana el accionar de las
tinieblas en la tierra. Todo el tiempo está observando a las
tinieblas para “dar una versión diferente” de lo que el hombre
debe consumir. De esta manera la soberanía de Dios, se
transforma sólo en un dogma que es estudiado en los institutos
bíblicos, pero que no es entendido, explicado, mucho menos
demostrado y manifestado en la vida diaria de las personas.

LA PALABRA DE LA CRUZ.

Muchos predicando el evangelio tienen expresiones como estas:


“Cristo murió en la Cruz, pero resucitó”. Ese “PERO” ESTÁ DE
MÁS, es un “pero” que menosprecia la muerte de Cristo y la hace
ver como un trámite in-termedio; eso no es lo que anuncia el
evangelio verdadero y genuino. Jesús dijo estas palabras:
“CONSUMADO ES” y eso no fue dicho luego de resucitar, en el
momento de estar Él en la cruz. Por esto, LA CRUZ ES LA
VICTORIA MISMA del Señor y es justamente lo que debemos oír
para re-

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

cibir el evangelio autentico. En consecuencia, si entendemos


el evangelio genuino y verdadero, no sólo tendremos un
testimonio de Su resurrec-ción, sino que seremos eternamente
una expresión de esa vida consu-mada por Él y que nos
impartió a nosotros.
En síntesis, la palabra de la cruz, entre otras cosas, nos habla
de:

· La reconciliación con el Padre.

· La justificación completa en la cruz.

· El ámbito de justicia que nos es ofrecida por el Señor.

· La Gloria de la Sabiduría de Dios.

· La obra completa y consumada eternamente por


nuestro Señor Jesucristo y la propuesta para nuestra
vida en la tierra: EL NUEVO PACTO.
· El camino abierto por Dios, para una nueva manera
de vivir nuestros días en la tierra.
· El parámetro de éxito de Dios para nuestras vidas.
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CAPÍTULO 2
El evangelio no pertenece al mundo de los
con-ceptos o dogmas, sino que su naturaleza
ELEVANGELIO
es espi-ritual, por lo tanto no puede ser
encapsulada en frases aprendidas. A
continuación, transitaremos un camino de
principios y pensamientos que nos
provocarán a un mayor entendimiento del
evan-gelio de Dios, pero siendo siempre
conscientes de que ese verdadero y vivo
evangelio nos debe ser anunciado por el
Espíritu Santo. Las palabras no siempe son
útiles para quitar estorbos en los pen-
samientos y en el corazón, pero lo vivo y
genuino sí proviene directamente de Dios.
Comencemos a desarrollar el tema desde las
siguientes escrituras:

1 Pedro 1:12 dice: “A éstos se les reveló


que no para sí mismos, sino para nosotros,
administraban las cosas que ahora os son
anunciadas por los que os han predicado
el evangelio por el Espíritu Santo
enviado del cielo; cosas en las cuales
anhe-lan mirar los ángeles”.

1 Corintios 2:13-14 dice: “lo cual también


habla-mos, no con palabras enseñadas por
sabid hu-mana, sino con las que enseña el
uría Espíritu,

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre


natural no per-cibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente”.

Cuando el evangelio es expresado con palabras espirituales


produce aceptación para los llamados a salvación o completo
rechazo para aque-llos que carecen de fe y no creen en La
Palabra. La esencia del evangelio es una palabra espiritual que se
dirige primeramente al espíritu.
Es por eso que para profundizar el entendimiento del
evangelio no ne-cesitamos un libro o escuchar una charla
sobre el tema, sino más bien clamar, pedir, suplicar, como
quien tiene hambre de entendimiento, por la obra del Espíritu
Santo en nosotros.
Nuestra generación necesita hombres y mujeres con
verdadera hambre espiritual, capaz de elevar el valor, la
importancia y la vigencia que merece el evangelio vivo,
verdadero y genuino.

LA VIGENCIA CONTINUA DEL EVANGELIO

Muchos podrían pensar que el evangelio es aquel mensaje que


oímos por primera vez, cuando nos fue presentada la
oportunidad de creer en Dios y confesar a Jesucristo como Señor
de nuestras vidas. Sin embargo, ese pudiera llegar a ser un
pequeño aspecto temporal del evangelio, sin lugar a dudas uno
importante (ya que tiene el poder de improntar la mente y el
corazón con ciertos pensamientos) pero, sin embargo el ver-
dadero evangelio es mucho más que un conjunto de sencillas
frases re-citadas a aquellos que no conocen ni han confesado
creer en Dios.
El evangelio es tan complejo, profundo y misterioso, que
debemos ca-minar en él todos los días de nuestras vidas,
profundizándolo y perma-

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

neciendo cada día en aquello que nos fue revelado por el


Espíritu Santo. Por lo tanto, para poder avanzar y madurarlo
necesitamos disponer un tiempo para quitarle a este
evangelio todo vestigio de humano menos-precio mental.

CRISTO CRUCIFICADO.

El evangelio que anuncia la Cruz de Jesucristo no contiene


sabiduría hu-mana, sino sólo la posibilidad de conectar con la
mayor expresión del poder de Dios; nuestra resurrección
por medio de Jesucristo, no siendo esta el resultado de un
razonamiento o producto de ninguna ló-gica humana sino
voluntad y sabiduría de Dios.
Esto se debe a que el hombre bajo su propia sabiduría, su
lógica y razo-namiento, no puede conocer a Dios; de ahí que el
evangelio, no pretende ser entendido bajo nuestros
parámetros humanos y es sólo revelación de Dios. Ante la cruz
entonces, nacen algunas preguntas y responderlas, nos hacen
abordar una vez más las escrituras:
Gálatas 3:1 dice: “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó
para no obe-decer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos
Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como
crucificado?”
Si el apóstol Pablo tenía extraordinarios testimonios para
contar… ¿Por qué predicaba a Cristo crucificado? ¿No había
visto a Jesús resucitado cuando perseguía a la Iglesia? ¿No fue
llevado al tercer cielo, donde pudo verlo glorificado?
1 Corintios 1:17- 19, 22- 24 dice: “Pues no me envió Cristo a
bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de
palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que
se salvan, esto es, a nosotros, es poder

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios,


Y dese-charé el entendimiento de los entendidos. […] Porque
los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para
los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y
sabiduría de Dios.”
1 Corintios 2:1- 2 dice: “Así que, hermanos, cuando fui a
vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con
excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no
saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste
crucificado.”
¿Crees que Él es el Hijo de Dios y Su muerte tiene el poder de
salvarte? Si así lo crees, tu fe te será contada por justicia.

A modo de conclusión, acerca del evangelio debes saber:

1- El evangelio correcto será una semilla que, siendo


alimentada, cla-mará y pedirá por crecer hasta dar
fruto; pues contiene todo lo necesario para alcanzarlo.
2- Cuando la palabra de la cruz es abortada en una
persona, se con-vierte en el primer tropiezo para
alcanzar su madurez.
3- El evangelio de Cristo crucificado no le ofrece nada a
nuestra hu-manidad, pero le ofrece todo a nuestro
espíritu. Una vez que co-menzamos a caminar en esa
nueva vida, ella nos proveerá todo lo necesario para
consumar el llamado de Dios.
4- A modo de ejemplo, Cristo resucitado fue presentado a sus
discí-pulos, pero ellos ya no necesitaban verlo resucitado,
sino necesi-taban ver la Cruz. Por lo tanto, no necesitamos
convencer al

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

mundo de Su resurrección, ya que sólo es necesario ver la


Cruz para avergonzar todo sistema humano. Cuando
recibimos la vida eterna por Su salvación, experimentamos
Su resurrección; no como un dato histórico, sino como una
verdad presente.
5- La cruz no debe ser vista como un símbolo, ni tampoco
ser con-siderada históricamente, sino debemos
entender su vigencia eterna.
6- Cuando predicamos a Cristo crucificado, lo hacemos
porque el evangelio no se ofrece como un conocimiento
histórico de la re-surrección del Señor, sino como la
vivencia real y verdadera de esa resurrección en
nuestras propias vidas (Filipenses 3:10, Roma-nos 6:5,
Efesios 1:19-20).

LA PALABRA DE LA CRUZ.

La Cruz es la victoria misma del Señor y es justamente lo que


debemos oír para recibir el evangelio. Si entendemos ese
evangelio, no sólo ten-dremos la historia de Su resurrección, sino
que seremos también una ex-presión de ella. Es por esa razón
que Pablo predicaba a Cristo crucificado.
Debemos entonces, oír por el espíritu, la palabra de la cruz.
Jesucristo murió en la cruz y ese sacrificio sólo puede ser
entendido y experimen-tado en la vida del espíritu.
La palabra de la cruz nos habla de:

1- La reconciliación con el Padre.

2- La justificación completa en la cruz.

3- El ámbito de justicia que nos es ofrecida por el Señor.


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EN CRISTO, EN SU CRUZ

4- La Gloria de la Sabiduría de Dios.

5- La obra completa y consumada eternamente y la


propuesta para nuestra vida en la tierra: EL NUEVO
PACTO.
6- El camino abierto.

7- El parámetro de éxito de Dios para nuestras vidas.

Filipenses 1:12-17 dice: “Quiero que sepáis, hermanos, que las


cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el
progreso del evan-gelio, de tal manera que mis prisiones se
han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los
demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el
Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la
palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por
envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos
anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando
añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor,
sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio”.

A medida que vamos creciendo en el conocimiento del


evangelio, en-tenderemos sus dimensiones y demandas. Este
evangelio necesita:
1- Ser Anunciado. Hechos 14:21

2- Ser Predicado. Romanos 15:20

3- Ser Creído. Hechos 8:12

4- Ser Ministrado. Romanos 15:16

5- Que se dé testimonio de él. Hechos 20:24


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EN CRISTO, EN SU CRUZ

6- Ser Defendido. Filipenses 1:17

7- Ser Confirmado. Filipenses 1:7

8- Progresar. Filipenses 1:12

9- Hombres y mujeres apartados para él. Romanos 1

10- Ser obedecido. Romanos 10:16

11- Llenarlo todo con él. Romanos 15:19

12- Engendrar Hijos en Cristo Jesús. 1 Corintios 4:15

13- Dar a conocer su misterio. Efesios 6:19

Pero el comienzo de todo eso es recibir por gracia su vida misma.


Reco-nociendo todos los días nuestra necesidad de oír más
perfectamente sus palabras hasta alcanzar el pleno
entendimiento, por la vida de Su Espíritu.
Le propongo; tome un momento para meditar en esto y
pedirle al Padre que Su Evangelio le sea revelado y pueda
usted despojarse de las fábulas humanas para recibir la
revelación de la Palabra de la Cruz de Cristo y en Cristo.

EL EVANGELIO COMO SUSTANCIA EN ACCIÓN

Anunciamos el evangelio al mundo, haciéndoles saber que


éste no se en-cuentra en las palabras que decimos, sino que
debemos ser llevados a verlo y experimentarlo todos los días
de nuestras vidas.
Gálatas 1:9-12 dice: “Como antes hemos dicho, también ahora lo
repito:
Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido,
sea ana-

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EN CRISTO, EN SU CRUZ

tema. (10) Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de


Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (11) Mas os
hago saber, hermanos, que el evan-gelio anunciado por mí, no es
según hombre; (12) pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre
alguno, sino por revelación de Jesucristo”.
Somos provocados por la predicación del evangelio y lo
anunciamos para provocar a otros a recibirlo. De esa manera,
nuestro Señor Jesucristo nos hizo partícipes de la
manifestación de esta gracia. Veremos madurez en nuestra
generación en la medida que el evangelio nos sea revelado,
para dejar atrás lo aprendido de hombres y vivamos cada día
edificando sobre el fundamento vivo: Jesucristo.

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

La palabra viva del evangelio nos separa de la


inexistencia eterna, de la muerte y de las tinieblas, y nos
traslada a la vida, para ser luz en Cristo Jesús.
Manifestamos la resurrección de Jesucristo, en quien
hemos sido incluidos, cuando la semilla de vida en
nuestro espíritu se abre ca-mino en el tiempo, en
nuestras almas, en pensamientos y palabras; por medio
de acciones y reacciones que tienen un solo origen:
nuestro espíritu. Esa vida requiere un solo tipo de
alimento: la pa-labra de Dios, permitiéndonos ser libres
de la influencia y gobierno de todo lo externo a nuestras
vidas.
20
CAPÍTULO 3
El evangelio es una palabra viva; no como
RECONCILIACIÓN
aquellas palabras que los hombres dicen,
cuyo único obje-tivo es transmitir ideas y
conceptos, sino una pa-labra que carga
poder y la misma naturaleza de Dios. No
busca obtener un espacio en la vida de las
personas o adaptarse a un ritmo de vida
asu-mido. La palabra viva del evangelio es
un llamado a la salvación de aquellos que
han de sumarse a Su propósito eterno,
perfeccionando y absor-biendo la existencia
de las personas en una nueva vida. Cuando
alcanzamos a entender la grandeza de ese
beneficio, comprendemos también que es
verdaderamente imposible de alcanzar con
cual-quier tipo de esfuerzo o sacrificio
humano. En la Cruz de Cristo nos fue
otorgada plena reconcilia-ción con Dios y
cada vez que el evangelio nos anuncia esa
reconciliación, somos provocados a vivir y
expresar dicha realidad.

LA CRUZ HABLA DE RECONCILIACIÓN

Los apóstoles entendían claramente que el


evan-gelio de Jesucristo estaba contenido en
su muerte en la cruz. La palabra de la cruz es
aquello que nos es anunciado a partir de la
muerte de Jesucristo en la cruz. Ellos no
estaba
n
interes
ados
en
contar

21
EN CRISTO, EN SU CRUZ

al mundo la historia de Jesús, porque creer una historia no


produce nin-gún cambio. Si pedimos al Padre oír por Su
Espíritu ese mensaje, sin duda una palabra que oiremos es
“reconciliación”. A continuación tomaremos un fragmento de
la carta del apóstol Pablo a los romanos y resaltaremos de qué
manera él anuncia el evangelio a través de la muerte del
Señor Jesucristo:
Romanos 5:6-11 dice: “Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente,
apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que
alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo, mucho más, es-tando
reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto,
sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

La cruz nos expresa que hemos sido reconciliados con el Padre y


que el poder de esa reconciliación es total y que no cuenta con
nuestros méritos. Esa sangre derramada es el precio pagado por
nuestra reconciliación y debe ser entendida así la profundidad y
el alcance de esa reconciliación.
La palabra “reconciliación” nos habla de un estado inicial que fue
perdido y está siendo recuperado. Pocas palabras tienen tanta
capacidad de des-cribir una realidad eterna. Lo que en la cruz
sucedió puede ser descripto en gran medida con esta palabra, ya
que habiendo sido destituidos de la Gloria de Dios, fuimos traídos
y atraídos nuevamente por medio de Je-sucristo. En la Cruz nos
es devuelta una posición que no es pasada, sino que es eterna.
Para entender la profundidad y la importancia de esta re-

22
EN CRISTO, EN SU CRUZ

alidad espiritual debemos contemplar el panorama de


enemistad en que vive el hombre sin Dios y de la necesidad
de estar crucificados juntamente con y en Cristo.

EL SISTEMA DEL MUNDO Y LA ENEMISTAD

La enemistad es la plataforma para que el mundo subsista y viva


sin Dios. No sólo esto trae destrucción a los sistemas operativos
de Dios, sino que contradice las intenciones del Padre y en esa
contradicción radica su poder. Debemos entender que el hombre
se encuentra contenido en un sistema de vida que le asegura su
subsistencia fuera de Dios y fuera del diseño para el cual fue
creado. Es por eso que el árbol de la ciencia del bien y del mal
producía un solo tipo de fruto, desobediencia al Padre y
enemistad con Dios. No tenía un fruto para el mal y otro para el
bien; en el mismo fruto estaba contenida la confrontación. Sin
embargo, la con-tradicción es aparente, pues ha sido diseñada
por Dios como un sistema con la capacidad de poder sustentar al
hombre aún alejado de Él. Por esto, ver los efectos nocivos de la
enemistad es muy sencillo, pero no vemos su aspecto
“humanamente positivo”. Ese aspecto aparentemente positivo de
la enemistad es el sistema que opera en el mundo para sus-
tentar al hombre. Este principio puede aplicarse tanto al rumbo
de las na-ciones, como a las más pequeñas y sencillas
interacciones sociales.
1- La libre competencia en los mercados es una aparente
señal de salud y prosperidad para una nación separada de
los diseños de Dios. Debemos observar así, que los
sistemas políticos y econó-micos considerados desde el
punto de vista humano, como los más exitosos de la
historia son aquellos que favorecen la compe-tencia (que
es otra manera de decir enemistad). Por ejemplo, el

23
EN CRISTO, EN SU CRUZ

comunismo es altamente atractivo desde un punto de


vista filo-sófico y teórico, pero nunca se ha conocido que
un sistema polí-tico sea operativo y funcional ni que pueda
reflejar lo que la filosofía de los libros prometen. Una de
las fallas más importantes de ese sistema es que al no
considerar la confrontación y la ene-mistad con Dios (la
competencia política y de los mercados), el país entra en
ineficiencia y en una decadencia sistemática que ter-mina
por colapsar. La resultante, es que el hombre necesita de
la enemistad para progresar.
2- Las guerras han provisto históricamente grandes
avances cien-tíficos en tecnología, medicina y otras
ciencias. Por eso, le animo a investigar acerca de esto y
se sorprendería saber cuántas de las cosas que usamos
diariamente y nos producen grandes benefi-cios, las
tenemos gracias a los avances tecnológicos impulsados
por las grandes guerras; pero sin entender el propósito
eterno de Dios y su justicia.
3- Si observamos detenidamente, descubriremos que el
éxito de los juegos del entretenimiento de hoy están
basados y hacen én-fasis sobre la enemistad; es difícil
encontrar una serie televisiva o una película en la que no
exista un lado bueno y uno malo. Así, podríamos decir que
desde el momento en que se comienza a ver una película,
nuestro cerebro busca identificar si los persona-jes
responden al perfil del lado bueno o el lado malo, y cuáles
son las confrontaciones que deben resolverse.
4- No existe ámbito humano, sea laboral, familiar,
deportivo, aca-démico, etc, que no refleje de una u otra
forma esta enemistad de la cual el ser humano no
puede escapar por sus propias fuer-zas, de ahí la
importancia de madurar y darle trascendencia al ser
espiritual.

24
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Debemos entender que el hombre no fue creado para vivir


separado de Dios, y de esa manera, al haber sido separado de Él
necesitó un sistema de sustento de vida altamente sofisticado;
por eso este sistema sólo se sustenta en la enemistad y se
conserva alimentándose de ella.

RECONCILIACIÓN POR GRACIA

Cuando somos expuestos a la realidad eterna de la Cruz de


Cristo, ese amor abrazador nos habla y nos ministra,
haciéndonos conocer nuestra verdadera realidad frente al
Padre Celestial: hemos sido reconciliados. Éramos enemigos y
toda separación fue abolida en la cruz, tan sólo por Su Gracia.
2 Corintios 5:17-21 dice: “De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de
la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconci-
liación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como
si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Recon-ciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él”.

En la cruz fuimos reconciliados con Dios; y sólo es necesario


caminar en esa reconciliación. Eso significa ser notificados de
aquello que ya hemos recibido en Cristo y experimentar esa
realidad plenamente.
Cuando el evangelio nos es predicado desde palabras religiosas
que no

25
EN CRISTO, EN SU CRUZ

se sustentan en la realidad eterna de la Cruz, esa reconciliación


no es en-tendida como plena y real. Las personas pasan años
creando actividades de aparente piedad, para recibir a cambio
una aceptación favorable con respecto a su comunión con Dios.
Intentar con nuestros méritos o entre-gas personales mejorar
nuestra comunión con el Padre, es un directo me-nosprecio a la
obra de la Cruz. La enemistad en la que estábamos antes de la
Cruz era imposible de revertirla; puesto que Jesucristo fue la
única moneda necesaria para Dios que permitiera pagándola,
reconciliarnos con Él. Por esta razón nuestra vida natural y
humana, nuestros esfuerzos, tiempo y recursos, no pueden pagar
ese precio. Lo único entonces que podemos hacer, es aceptar el
pago que nos fue otorgado por Gracia y Celebrar esa Gracia que
nos impulsa a la vida y nos garantiza alcanzar madurez, todos los
días de nuestras vidas.
Tito 3:4-7 dice: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios
nuestro Sal-vador, y su amor para con los hombres, nos salvó,
no por obras de jus-ticia que nosotros hubiéramos
hecho , sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual
derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro
Salva-dor, para que justificados por su gracia, viniésemos a
ser herederos con-forme a la esperanza de la vida eterna”.
Estos pasajes nos ayudan a entender que el único precio
posible para acercarnos al Padre es la Cruz de Cristo. Nada
que yo pueda hacer me acerca o aleja de Él. Nuestros
pensamientos deben ser “bombardeados” por esta realidad
espiritual. La potencia de esa reconciliación comienza
entendiendo cuán separados estábamos del Padre. Ninguna
obra de bien que nosotros hubiéramos hecho antes de la cruz
podía acercarnos al Padre. No importa cuán “buenas
personas” nos creyéramos ser, nuestra posición era extrema:
enemigos, absolutamente separados y distancia-dos.

26
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Ahora por la Cruz fuimos reconciliados y somos provocados a


la madurez. Esa reconciliación es un nuevo sistema de vida en
el cual debo edificar mi vida: no en mis fuerzas sino en los
méritos del Señor.

LA OBRA DE LA RECONCILIACIÓN

A medida que vamos entendiendo la gracia expresada en esa


cruz, su obra comienza a manifestarse. Recuerde que el
evangelio está vivo, y eso significa que trabajará en mi
persona hasta llevarme a la plenitud de la naturaleza que me
otorga.
Efesios 2:14-22 dice: “Porque él es nuestra paz, que de ambos
pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de
separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de
los mandamientos expresados en or-denanzas, para crear en
sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo
cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció
las bue-nas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a
los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los
otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así
que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos
de los santos, y miembros de la familia de Dios, edi-ficados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la
prin-cipal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo
santo en el Señor; en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu".
Todo tipo de enemistad y separación, como la realidad en la que

habitá-bamos antes de Cristo, fueron destruidas en la Cruz; fuimos

así regresados

27
EN CRISTO, EN SU CRUZ

a una posición: nuestro diseño eterno, la atmósfera de Gloria


del Padre y nuestra participación en Su propósito eterno.
Todo sentimiento del alma que pudiera expresarse en contra de
esta re-alidad sólo necesita un tratamiento: exponerse a la
verdad. Si nos senti-mos lejanos a Dios, o separados de Él, no
queda ninguna duda de que ese sentimiento es mentiroso,
engañoso y debe ser tratado como tal.
Debemos entender que las realidades espirituales son las
únicas que pue-den ser catalogadas como verdaderas. Cuando
queremos sentir, con sen-tir propio, por encima de todo lo que
Dios nos habla, cometemos el error de alimentar nuestro ser
interior con un alimento dañino. Nuestros pen-samientos
deben ser alimentados por la verdad presente de Dios que nos
es anunciada en su evangelio todos los días
Hemos sido reconciliados en la Cruz, y esa reconciliación que
no fue pro-ducida por nuestros méritos, no debe ser opacada
por errores propios ni tampoco pretender ser mejorada por
nuestras buenas acciones. Las bue-nas y malas obras, si bien
afectan nuestras vidas en otros aspectos, no pueden cambiar
el resultado de la Cruz como acción unilateral de Dios que ha
sido pensada para nuestro beneficio.
Ahora bien, esa vida que nos fue otorgada en la Cruz debe ser
aceptada, creída y abrazada, por todo nuestro ser, cuando
tenemos la intención de producir una profunda y completa
transformación.
Colosenses 1:21-23 dice: “Y a vosotros también, que erais en otro
tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas
obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio
de la muerte, para pre-sentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y
firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que
habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro”.

28
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Faltando la reconciliación en Cristo, somos enemigos de la


cruz; así los pensamientos de nuestra alma tampoco
experimentan la reconciliación de la Cruz, transformándose en
enemigos de ella. Pero en Cristo nos fue devuelta una
identidad y una posición frente al Padre, pero también nos
fueron dados nuevos pensamientos por la mente de Cristo
cargados de vida y luz.

DERRIBANDO TODA ALTIVEZ

Cuando cometemos errores por causa de nuestra debilidad, es


posible que nuestra mente nos acuse y las emociones se activen
en la dirección de hacernos sentir lejos de Dios. Debemos
entender que esos pensamien-tos y sentimientos son contrarios a
la realidad en que fuimos depositados por medio de Jesucristo. Si
creemos que nuestros errores nos alejan de Dios, también
creeremos que nuestros aciertos nos acercarán a Él. Es en-tonces
donde nuestro orgullo se interpone para que no podamos
alcanzar madurez. Nada podemos hacer que nos acerque o aleje
del Padre, porque no fue por nuestras obras o méritos que hemos
sido reconciliados, sino por la obra de Jesucristo en la cruz.
Por generaciones esta verdad ha sido catalogada por la
religión como “peligrosa”. Eso se debe a que, potencialmente,
una persona podría pen-sar que puede pecar libremente sin
que su posición cambie en lo absoluto delante del Padre. Ante
esa posición tengo la siguiente respuesta: el pe-cado no es
una acción de libertad, sino de absoluta esclavitud. Por lo
tanto, lo que debemos entender es que la Palabra de la Cruz
no es un conjunto de dogmas y principios que intentan regir
nuestras vidas, sino una realidad eterna a la que somos
expuestos. Necesitamos ver esa Cruz, en cuanto al amor que
allí se expresa y la potencia de su luz hacia nuestras vidas.

29
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Cuando pecamos o cometemos errores, la ley nos condena y


nos trata de pecadores, pero Jesucristo nos dice: “yo pagué el
precio”. Cuando vemos esa realidad somos santificados,
porque la cruz no nos trata de pecadores, sino de santos,
limpios y sin mancha por medio de Jesucristo. La cruz nos
dice: eres santo, por lo tanto, quítate esa vestidura
equivocada y deja de andar por la vida en el personaje falso y
ficticio que has repre-sentado hasta aquí.

RECONCILIACIÓN Y VIDA EN LA GRACIA

Muchos cristianos caminan su vida cristiana basados en recetas


humanas y religiosas, privándose así de las riquezas que nos
provee la verdadera vida en el espíritu. La oración, la lectura de
la palabra, la adoración, el congregarse, son una serie de
pequeños sacrificios que hacemos para Dios, los cuales nos
hacen sentir un poco más cerca. Esa estructura de orgullo debe
ser derribada, nada que hagamos puede acercarnos más a Dios.
Esas disciplinas espirituales deben darse en nosotros por disfrute
y por entendimiento de su verdadera realidad espiritual. No
oramos para que Dios vea que queremos ser mejores, oramos
porque es natural dis-frutar lo más valioso que nos ha sido
otorgado en nuestras vidas por medio de Jesucristo: acceso pleno
y confiable al Padre.
Es posible que por momentos el orar no sea algo que nuestra
carne o nuestra mente quieran hacer, porque nos cuesta
entender aún las reali-dades espirituales. Pero es de esperarse
que, en la medida que vamos madurando, el entendimiento
de nuestra reconciliación con el Padre nos active hacia una
manera de vivir en el espíritu, disfrutando hablar con Él y
atraídos a la congregación con los santos.
30
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

En el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo fuimos


reconciliados con Dios, de manera tal que tenemos
acceso pleno y confiable al Padre. Así como Jesucristo
fue glorificado en su resurrección y se sentó en lugares
celestiales, nosotros fuimos resucitados y sentados con
Él.
Manifestamos Su resurrección cuando nuestra alma
obedece a esa verdad eterna. Toda vana manera de vivir
humana, en la cual nues-tras almas parecieran permanecer
por un poco de tiempo, no es otra cosa que una mentira
que debe ser expuesta. Ya no somos es-clavos del pecado,
ni presos de nuestras debilidades.
Cuando nos exponemos de manera real y viva a nuestra
realidad de reconciliación con Dios, somos una expresión
de Cristo resuci-tado para caminar en santidad y correr
la carrera que nos fue con-cedida.
31
CAPÍTULO 4
La reconciliación se sustenta en el poder
justifica-dor de la cruz. La justificación es
JUSTIFICACIÓN
mucho más po-derosa que el perdón de
pecados. En Jesucristo no sólo hemos
recibido el perdón de pecados, sino que
además fuimos justificados.
Romanos 5:1 -2 dice: “Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo; por
quien también tenemos en-trada por la fe
a esta gracia en la cual estamos fir-mes, y
nos gloriamos en la esperanza de la gloria
de Dios”.
Tito 3:4-7 dice: “Pero cuando se manifestó la
bon-dad de Dios nuestro Salvador, y su amor
para con los hombres, nos salvó, no por
obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su mi-sericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo, el cual de-
rramó en nosotros abundantemente por
Jesucristo nuestro Salvador, para que
justificados por su gracia, viniésemos a ser
herederos conforme a la esperanza de la
vida eterna”.
Jesús enseñaba en una casa abarrotada de
gente. Muchos estaban allí atraídos por
diferentes aspec-tos de lo que Jesús
expre y eran atraídos por lo que Jesús hacía. Ellos
saba buscaban sus milagros,

33
EN CRISTO, EN SU CRUZ

sus enseñanzas y sus historias, pero rechazaban su naturaleza


divina. En medio de esa casa colmada de gente, deciden abrir
el techo y un paralí-tico es bajado por sus amigos con una
camilla. Esos amigos y ese paralí-tico no tenían nada especial;
ellos buscaban lo mismo que los demás. Ellos no querían otra
cosa que los beneficios de un hombre milagroso, sólo
buscaban revertir la parálisis.
Sin embargo, aquel paralítico que fue traído por sus amigos a
Jesús se llevó mucho más que su sanidad, pues Jesús le dijo:
“tus pecados te son perdonados”. Ante el enojo de los
escribas y fariseos, Jesús expresó su explicación clara y
contundentemente: “Pues para que sepáis que el Hijo del
Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
(dijo al pa-ralítico) “A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y
vete a tu casa”. (S. Lucas 5:24).
Jesús podía perdonar pecados, ya que esos pecados eran
agravios contra Dios. Si el agravio era contra Él, entonces
Jesús tenía poder y potestad de perdonar. De ahí que, No se
necesitaba la cruz para perdonar los pe-cados. Muchas
personas pasan hoy en sus vidas pidiendo perdón por sus
pecados, sin conocer, recibir ni entender la plenitud de lo que
les ha sido otorgado en la cruz.
Si Jesús podía perdonar pecados antes de la cruz, es
importante saber que en la cruz se ejecutó a nuestro favor
algo mucho más profundo que sólo el perdón. Es claro que
hemos sido perdonados, pero la realidad de la vida eterna que
recibimos en la Cruz de Cristo, es mayor que ese per-dón,
pues recibimos además la justificación.
Pues siempre luego del agravio viene el perdón. El perdón
resuelve el agravio, pero la justificación quita de en medio el
agravio de tal manera, que ya no es necesario recibir el perdón
de pecados, pues la cruz ha sido y es la paga del pecado, pues
en la cruz, la deuda no fue perdonada, sino

34
EN CRISTO, EN SU CRUZ

que fue pagada. De ahí que, si una deuda es perdonada, sin


embargo las actas obligatorias siguen escritas, pero cuando la
deuda es cancelada, ya desaparecen definitivamente esas
actas que mantenían la obligación de pagarla.
En esa cruz se quitó de en medio el agravio, de manera tal que el
perdón ya no se hizo necesario. Esa profundidad de redención
nos provee libertad respecto del pecado, que es el camino a una
vida de verdadera santidad. Eso nos lleva a entender que la
santidad que se espera de nosotros en el nuevo pacto no es
como la santidad que provee y es propia de la ley (las exigencias
externas de lo bueno y lo malo), sino la que se provee por medio
de la misma naturaleza de Dios. De esta manera alcanzamos san-
tidad cuando damos a conocer la vida del Ser Espiritual y nos
despojamos de las apariencias superficiales del viejo hombre.
Mientras la Ley nos dice: Has mentido, eres pecador. La Gracia
nos dice: Ese no eres tú, ya no tienes que caminar en
esclavitud, despójate del pe-cado y camina en la verdad de la
vida.

JUSTIFICACIÓN Y JUSTICIA

La gracia de Dios es un sistema legislativo de muy alta


complejidad y la cruz de Cristo, la manifestación de un sistema de
justica también alta-mente complejo. La ley de Moisés era tan
compleja, que la nación de Is-rael necesitaba contar con maestros
de la Ley. Ese puesto no podía ser elegido por cualquier persona
que lo pudiera simplemente desear, sino que sólo unos pocos
podían acceder y ser favorecidos a esta tan hono-rable función.
Pero hoy por la verdad presente, la Gracia de Dios es aún más
compleja y misteriosa, de tal manera que su comprensión sólo
puede darse por la revelación del Espíritu a través de la mente de
Cristo. De ahí

35
EN CRISTO, EN SU CRUZ

que la Gracia resulte un sistema legislativo vivo y eterno que


contiene los parámetros del Reino de Dios, al cual Santiago le
llama “la ley de la li-bertad”. Por todo esto, la muerte de
Jesucristo en la cruz no fue sólo un acto de misericordia, sino
que respondió y responde a un complejo sis-tema legal que el
hombre no puede comprender y lo llama “locura”.

EL PADRE A NADIE JUZGA

S. Juan 5:21-23 dice: “Porque como el Padre levanta a los


muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da
vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio
al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El
que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”.
Es de observar que esta expresión contiene un misterio de alta
relevancia; Jesús está en la tierra para dar a conocer la
estructura de Justicia en la que el Reino de Dios se sustenta. De
este modo, Jesús da a conocer que su función es juzgar, pero
recordando aquel escenario de Él enfrentado a los escribas y
fariseos, cuando le fue traída la mujer adúltera, Jesús les
presentó una propuesta: “El que de ustedes esté sin pecado sea
el pri-mero en arrojar la piedra contra ella”. Si sólo uno de ellos
hubiera estado libre de pecado el resto habría podido arrojar sin
culpa su piedra contra ella. ¿Cuántos de los que allí estaban,
daban el estándar que Jesús había levantado? ¿Ni uno solo? Si
hubiese habido uno con poder para arrojar la primera piedra,
Jesús hubiera condenado a muerte a aquella mujer. Él juzgando
así, no estaba haciendo un acto de benevolencia, sino que es-
taba expresando la Justicia que había sido enviado a expresar. La
gracia de Dios expresada así en Jesucristo obró la condenación
de la naturaleza de pecado que hoy nos hace libre para vivir en
Él.

36
EN CRISTO, EN SU CRUZ

La Gracia de Dios así, viene a ser condenación del pecado y


garantía eterna de nuestra libertad.

LA JUSTICIA DE DIOS INVADIÉNDOLO TODO

Cuando la justicia eterna que se da a conocer en la Cruz de


Cristo, invade todo nuestro ser; entonces se desmantela toda
justicia humana y personal para dar a conocer en vida la
soberanía de Dios, expresada desde la na-turaleza de Cristo
en nosotros.
Así entonces, cuando la justicia humana es desmantelada,
dejamos una geografía para acceder a otra. Estamos en el
mundo en cuanto al cuerpo y al alma, pero nuestra geografía
es Cristo. El apóstol Pablo lo expresa a los filipenses, y esto es
digno de verlo con atención:

Filipenses 3:8-10 dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas


como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el
poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos,
llegando a ser semejante a él en su muerte”.
Cuando nos aferramos a nuestra propia justicia, a lo que me
puede pare-cer bien o mal, lo que expreso y considero es justo,
pero no me permite expresar la justicia de la cruz de Cristo, sino
lo que consigue es hacerme permanecer fuera de Él. Así, cuando
somos expuestos a la verdad expre-sada por el evangelio que
anuncia la Cruz de Cristo, somos quitados de toda estructura y
sistema de justicia humana, para vivir bajo la nueva y

37
EN CRISTO, EN SU CRUZ

eterna justicia del Hijo de Dios.

Observemos que si alguien nos golpea, muchas reacciones


pueden de-satarse de acuerdo a los instintos del alma:
· Gritos, quejas o reclamos.

· Retribuir en igual o mayor fuerza el golpe recibido.

· Denunciar y reclamar legalmente por lo acontecido.

· Acciones premeditadas de venganza.

En ningún caso el alma tiene el impulso de “dar la otra


mejilla”; sólo una persona que ha muerto a su justicia propia
puede disponerse a ser gol-peado nuevamente. Pero así es la
vida de Cristo en nosotros, tiene el poder de absorber la
muerte y transformarla en vida.
Cuando Jesús estaba en la cruz dijo: “Padre perdónalos…”. Y
aunque el que recibía el agravio era Jesús, Él no tuvo que
perdonar, porque la cruz sepulta las injusticias personales. De
esta manera, no tenemos que per-donar, porque estamos
crucificados juntamente con Cristo; los muertos ya no reciben
ningún agravio y por lo tanto no necesitan perdonar. Más bien
somos UNO con el Padre y es a Él a quien le pertenece toda
ven-ganza. Por nuestro lado tenemos un sentir que hubo en
Cristo Jesús; aquellos que nos han agraviado y aún a nuestros
enemigos, amarlos. Es-tamos dispuestos a recibir el agravio y
hacerlo morir en nosotros para re-flejar una luz que sólo
puede ser explicada por la vida del Espíritu Santo de Dios en
nosotros.
38
EN CRISTO, EN SU CRUZ

BENEFICIOS Y RESPONSABILIDADES DE LA JUSTICIA DE


DIOS

Nuestra justificación en la Cruz de Cristo, nos introduce a la


Justicia de Dios, su gobierno y señorío. Todo sistema de justicia
nos asegura dere-chos o beneficios y nos exige responsabilidades
u obligaciones. Las res-ponsabilidades de la justicia de Dios de
ninguna manera serán sobre nosotros imposiciones externas que
intenten obtener conductas correctas desde nuestras fuerzas.
Recuerde que el sacrificio de Cristo nos tomó dé-biles y cortos. En
el Nuevo Pacto se nos otorga algo mucho más extraor-dinario: ya
no somos conducidos por leyes u obligaciones externas, sino que
Dios pone en nosotros mismos su ley en nuestra mente y
corazón. Estamos hablando de la Ley de Dios, lo cual es su propia
naturaleza, su propia voz cargada de vida. No es una lista de
requisitos, sino la voz misma de Dios en nosotros que nos lleva a
producirle agrado.
La gracia de Dios no es un “pase libre para pecar”. Algunos
piensan que, como el hombre no pudo cumplir con la ley de Dios
dada a Moisés, en-tonces en Jesucristo se bajaron los estándares
de exigencia para que ahora podamos “ir al cielo” sin tener que
cumplir tantas exigencias. Por el contrario, de hecho, la gracia de
Dios eleva cualquier estándar. Lo eleva a niveles tan altos que
son literalmente imposibles de cumplir, sino que sólo por gracia
los podemos alcanzar. De ahí que Jesús no vino en ningún
momento a rebajar las exigencias de la Ley.
Mat 5:21-42 dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No
matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22)
Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano,
será culpable de juicio; y cual-quiera que diga: Necio, a su
hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga:
Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. […] (27) Oísteis que
fue dicho: No cometerás adulterio. (28) Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella

39
EN CRISTO, EN SU CRUZ

en su corazón. […] (33) Además habéis oído que fue dicho a


los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus
juramentos. (34) Pero yo os digo: No juréis en ninguna
manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; (35) ni por
la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jeru-salén,
porque es la ciudad del gran Rey. […] (38) Oísteis que fue
dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo:
No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera
en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40) y al que
quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la
capa; (41) y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una
milla, ve con él dos. (42) Al que te pida, dale; y al que quiera
tomar de ti prestado, no se lo rehúses”.

Una pregunta válida que pudiéramos haberle hecho a Jesús si


hubiéra-mos estado allí habría sido: “Señor, si no pudimos
cumplir las exigencias de la Ley ¿Cómo podremos ahora
cumplir con este nivel de exigencias?”. La respuesta podemos
encontrarla en la Cruz de Cristo, que nos dice: No te doy una
lista de exigencias y ordenanzas, te doy la naturaleza que pro-
duce frutos esperados por mi Padre.
La Cruz nos habilita para una vida en la Gracia de Dios, lo cual
es una vida en la legalidad y el gobierno de Dios. La Gracia de
Dios es altamente legal, y el sacrificio de Cristo no es tampoco
un “último intento” de Dios con el hombre. La complejidad
legal de la Cruz es extremadamente alta y misteriosa. El
apóstol Santiago llama a la Gracia de Dios la “Ley de la li-
bertad”; es el perfecto ámbito legal de Dios que nos acepta,
nos trans-forma y nos perfecciona.
De todo esto debes saber que no puedes tan sólo elegir y
recibir los be-neficios de la Cruz. Debes abrazarlo todo y
dejarte abrazar hasta que se vuelva tu nueva manera de vivir.

40
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Todo esto sólo puede terminar siendo una vana descripción, si


no somos provocados a verlo a Él; no prives a tu alma de ser
expuesta a la realidad de la Cruz. Cuando veas al Cristo
crucificado, sabrás que también has sido justificado. El Justo
nos dio su justicia y nos hizo justos en Él; no por nues-tros
méritos o capacidades, sino por Su Gracia. Esa justicia nos
llama a salir de nuestras propias justicias personales; y así
entonces todo lo que consideramos justo, las exigencias que
nos auto-imponemos las expec-tativas que imponemos sobre
otros, así como nuestros juicios y senten-cias, todo ello debe
caer y eso sucederá cuando nos expongamos al evangelio.

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

En la Cruz de Cristo fuimos plena y eternamente


justificados. Esa justificación nos posiciona legalmente
irreprensibles delante de Dios. En Cristo, en Su
resurrección, somos una nueva creación, sin historial y
sin prontuario humano.
Manifestamos la resurrección de la cual fuimos hechos
parte, cuando nos entregamos a una vida de oración en
esa realidad, de plena confianza con Dios. Expresamos
nuestra resurrección, cuando nos despojamos de todo
aquello que nos detiene en nues-tra madurez, sabiendo
que sólo lo que hay de Cristo en nuestra vida puede ser
llamado verdad, todo lo demás sólo es una vesti-dura
que debe ser quitada.
41
EN CRISTO, EN SU CRUZ

42
CAPÍTULO 5

En una ocasión Pedro preguntó a Jesús


EL AMBITO DE JUSTICIA
Y EL REINO DE DIOS
sobre el perdón y su respuesta fue una
parábola acerca del reino de los cielos.
S. Mateo 18:23-24 dice: “Por lo cual el
reino de los cielos es semejante a un rey
que quiso hacer cuen-tas con sus siervos.
Y comenzando a hacer cuen-tas, le fue
presentado uno que le debía diez mil
talentos”.

En la parábola el siervo recibe el perdón,


pero al salir su conducta fue totalmente
diferente con aquellos que tenían deudas
para con su persona. Es de esperar que al
ser expuestos a la Justicia de la Cruz,
nuestras vidas expresen esa su justicia.
Cuando expresamos en nuestras vidas la
justicia que hemos recibido de Dios por
medio de Jesu-cristo, manifestamos el Reino
de Dios.

Es por eso que Pablo predicaba a Cristo


crucifi-cado, ya que sólo ese evangelio
puede acercarnos al poder transformador de
Dios y su justicia. Cuando oímos y vemos el
evangelio de Dios y por la fe somos
animado Espíritu; no sólo re-cibimos los beneficios de
s por Su su justicia, sino que ade-

44
EN CRISTO, EN SU CRUZ

más somos constituidos reproductores y exportadores de esa


justicia hacia todos los hombres.

MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

Los apóstoles hablaron y escribieron con una claridad de las


realidades espirituales que necesitamos experimentar. Ellos no
tuvieron las cartas que escribieron, pero aun así escribieron con
plena certeza de lo que en-tendían del evangelio. Cuando leemos
las escrituras no debemos hacerlo como quien quiere entender
un nuevo concepto. Un verdadero hijo de Dios no lee las cartas
apostólicas pretendiendo entender lo que se dice, sino más bien
queriendo ver lo que el apóstol está viendo.
Así es el entendimiento en el espíritu, se produce abriendo
nuestros ojos para experimentar las realidades de Dios como
propias y verdaderas. El apóstol Pablo no nos dejó un curso
acerca de la Justicia de Dios, sino que nos deja ver que él
mismo está habitando una realidad interior en la cual la Cruz
de Cristo lo dejó depositado. Veamos eso en los siguientes
pasa-jes:
Romanos 5:6-11 dice: “Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente,
apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que
alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo, mucho más, es-tando reconciliados,
seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también
nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por
quien hemos recibido ahora la reconciliación.

45
EN CRISTO, EN SU CRUZ

2 Corintios 5:17-21 dice: “De modo que si alguno está en Cristo,


nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos
reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio
de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la re-
conciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo,
como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él”.

Haber recibido el ministerio de la reconciliación nos compromete


a ex-presar la justicia que hemos recibido en la cruz. No sólo
fuimos justifica-dos, ahora fuimos constituidos embajadores de
esa justicia, preparados para expresarla y darla a conocer con
nuestra forma de vivir. Fuimos re-conciliados por gracia y esa
misma gracia siguió actuando en nosotros para hacernos
“agentes de reconciliación”. Eso no se produce sólo ha-blando
sino con nuestra manera de vivir y producto de nuestra madurez.
Recordemos cuál es la justicia que recibimos en la cruz:

- La cruz no nos condena sino que juzga al pecado y nos


hace libres de él. (ninguna condenación hay… Romanos
8)
- Jesucristo en la cruz no nos condena por desobedecer la
ley, sino que paga en sí mismo el precio del agravio.
- La cruz absorbe la muerte espiritual y la transforma en
vida.
46
EN CRISTO, EN SU CRUZ

ESTRUCTURA JUDICIAL INTERNA

Este ámbito de justicia a expresarse, comienza con una nueva


estructura judicial, jurídica y forense en nuestro ser interior
que terminará afectando todo lo externo a cada uno de
nosotros.
Gálatas 2:20-21 dice: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual
me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia
de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por
demás murió Cristo”.
Cuando oímos y vemos la palabra de la cruz entendemos Su
justicia. La fe en Cristo Jesús y su sacrificio nos ha justificado.
Creemos en él y le obedecemos, por creer que es el hijo de Dios
y murió para salvarnos.
Este evangelio de estar justificados en su justicia es una
nueva noticia que cuando la oímos y vemos correctamente
debe producir dos cosas:
* Nos quita el pecado, nos santifica y nos perfecciona en
el amor de Dios. No es como la justicia de la ley que te
obliga a no pecar, sino que el mensaje de la cruz
produce la naturaleza de Dios, que nos es otorgada por
el Espíritu en Su AMOR. Por esto cuando lo vemos y ese
amor nos absorbe también nos atrapa, y es por eso que
no pecamos.
* Nos propone y motiva a expresar un nuevo parámetro de
justicia al mundo. El mundo no necesita que le digamos lo
que está bien y lo que está mal. No hemos sido llamados a
recitar la biblia al mundo. No nos llamó Dios a declarar lo
que para él es agradable, sino a SER DE AGRADO PARA ÉL.
Por lo tanto expresamos la jus-ticia de la cruz cuando
experimentamos el sentir de absorber en nosotros la
injusticia y la enemistad con Dios

47
EN CRISTO, EN SU CRUZ

LA JUSTICIA DE LA CRUZ EXPRESADA

1 Corintios 6:7 dice: “Así que, por cierto es ya una falta en


vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué
no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien
el ser defraudados?”.
Filipenses 2:5-8 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir
que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
S. Lucas 6:27-30 dice: “Pero a vosotros los que oís, os digo:
Amad a vues-tros enemigos, haced bien a los que os
aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que
os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale
también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le
niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que
es tuyo, no pidas que te lo devuelva”.

La cruz nos beneficia directa y unilateralmente, otorgándonos


el beneficio de la vida y la salvación por el amor y gracia de
Dios nuestro Señor. En esa nueva vida somos invitados a vivir
bajo un nuevo ámbito de justicia, que sólo puede ser
experimentado cuando pasamos nuestra vida por la cruz.
La vida del nuevo hombre se encuentra absorbida en esa justicia.
Mani-festar esa justicia es el proceso que llamamos madurez.
Sufrir el agravio es manifestar la justicia de la cruz. Es asimilar el
mal, transformándolo en vida y luz. Poner la otra mejilla, llevar la
túnica una milla más, dar al que

48
EN CRISTO, EN SU CRUZ

pide; son algunas de las conductas que pertenecen a las


conductas que provienen de una naturaleza que se manifiesta
en Cristo.
Eso es posible porque el ámbito de justicia que habitamos en
Él es eterno y es en Cristo. Cuando recibimos el evangelio, lo
recibimos a Él y somos absorbidos en Él. Cristo así, es nuestro
ámbito de Justicia y eso nos con-viene. No podemos habitar
dos justicias, quedándonos con lo que pre-ferimos de ambas;
así como no es posible estar en dos países al mismo tiempo,
no podemos estar garantizados de la justicia de la Cruz y vivir
bajo los parámetros humanos de justicia por lo que es nuestra
justicia personal.
Vivir en el ámbito de justicia del evangelio de Jesucristo y del
Reino de Dios nos asegura expresar al mundo la vida de
Cristo. Somos contados como embajadores, porque estamos
en el mundo, pero el ámbito en el que nos movemos estamos
regidos por una justicia diferente; la del Reino de Dios.

ESTAR EN CRISTO ES ESTAR EN SU JUSTICIA

Filipenses 1:9- 11 dice: “Y esto pido en oración, que vuestro


amor abunde aún más y más en ciencia y en todo
conocimiento, para que apro-béis lo mejor, a fin de que seáis
sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos
de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y
alabanza de Dios”.
Filipenses 3:8- 10 dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo
por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no
teniendo mi propia justicia, que es por

49
EN CRISTO, EN SU CRUZ

la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de


Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando
a ser semejante a él en su muerte…”.
Estar en Cristo es habitar una atmósfera para la cual hemos
sido creados. La manera de vivir nuestras vidas para que eso
sea una realidad tangible en nosotros es una renuncia a
nuestra justicia personal. Todos los hom-bres habitan una
atmósfera interior cuya arquitectura y fundamento es la
justicia propia. Lo que cada persona considera como bueno o
malo; sus exigencias hacia sí mismo y hacia otros; las
expectativas que tiene de la vida y las conductas de quienes
le rodean. Esa atmósfera nos hace habitar un “lugar” que no
es físico, sino una habitación para el alma. Cuando vamos
dejando de lado nuestras justicias propias y siendo absorbidos
por la justicia de la Cruz, entonces dejamos una habitación
para habitar en Cristo.
¿Qué sucede cuando habitamos en Cristo? El sistema del
mundo y las ti-nieblas vienen a buscarnos y no nos hallan,
porque ellos esperan que es-temos en nuestras propias
justicias personales. Cuando el Padre nos busca nos halla en
Cristo. Ese era el anhelo del apóstol Pablo y debe ser nuestro
más profundo anhelo: ser hallados en Cristo.
50
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN
La muerte de Jesús en la cruz, es la puerta abierta al
hombre para que pueda regresar de aquel lugar del cual
fue quitado en Adán. Cuando entramos por la Puerta, por
la fe en nuestro Señor Jesu-cristo, el hijo de Dios, en su
resurrección somos introducidos a una nueva atmósfera
de verdadera vida.
Somos hechos partícipes de la manifestación del Reino
de Dios cada vez que desechamos la justicia que
cargamos en nuestras almas. Ya no juzgamos a las
personas con nuestras mentes y emo-ciones, sino que
expresamos la justicia que vimos en la Cruz de Cristo.
Esa expresión no se produce por esfuerzo o represión,
sino por la seductora y abrazante potencia del amor de
Cristo a la que somos expuestos cada día.
51
CAPÍTULO 6
Para los hombres la verdad puede ser un
LA OBRA COMPLETA
DE CRISTO EN LA CRUZ
conjunto de pensamientos o sentencias, pero
para el ser es-piritual, verdad es la persona
de Cristo. No debe-ríamos buscar “tener la
verdad”, sino estar en la verdad. El
resultado de la verdad en nosotros no es la
acumulación de información en nuestra
mente, ni la capacidad de responder a todas
las preguntas que nos puedan hacer. Sólo
sabemos que estamos en la verdad porque
podemos mani-festar Su naturaleza viva.
Cuando nos exponemos a la cruz somos
transformados por el amor de Cristo y Su
justicia nos absorbe. Si somos expues-tos a
la luz de la palabra de la Cruz, manifestare-
mos a los hombres esa realidad.

CORTOS, DÉBILES Y MENOSPRECIADOS

El evangelio es siempre coherente desde


la visión eterna del Padre. Aunque las
palabras que poda-mos expresar sobre
este evangelio son limitadas, el evangelio
de Dios contiene todas las respuestas
necesarias para producir en nosotros la
obra com-pleta. Puede pasar que al oír las
palabras del evan-gelio de Dios, nos
veamos demasiado lejos de vivirlo.
52
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Pues bien, este capítulo nos ayudará a entender más


claramente esas aparentes contradicciones entre lo que nos
anuncia el evangelio y lo que vemos en nosotros mismos.
1 Corintios 1:26-31 dice: “Pues mirad, hermanos, vuestra
vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo
escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo
escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo
que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él
estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sa-biduría, justificación, santificación y redención; para que,
como está es-crito: El que se gloría, gloríese en el Señor”.
El evangelio nos encuentra siendo menospreciados y débiles,
pero tiene todas las respuestas para dejarnos en sabiduría,
justificación, santificación y redención, por acción de la gracia
de Dios.
Es posible que esa obra la veamos como un proceso que, aunque
no ne-cesariamente debe llevar mucho tiempo, puede tardar en
manifestarse. Sin embargo, la obra de la cruz ha sido completa.
No hay más cosas que Dios tenga que hacer en nosotros, todo ha
sido incluido en la cruz.
San Juan 19:30 dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre,
dijo: Con-sumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó
el espíritu”.
Si oímos atentamente la palabra de la cruz, descubriremos que
nos habla de una obra completa. Después de la cruz no hay otra
cosa necesaria para completar el evangelio. En la medida que
somos introducidos en ese evangelio vivo y verdadero, esa obra
completa se manifiesta en no-sotros. En ese sentido, la
resurrección y la vida son consecuencia inevita-ble del precio
pagado en la muerte por nuestro Señor Jesucristo, cuyas

53
EN CRISTO, EN SU CRUZ

últimas palabras antes de morir en la cruz fueron “consumado


es”, es decir, “la obra ha sido completada”.
La Cruz no tiene problema con nuestra debilidad, porque contiene
la fuerza para santificarnos y llevarnos a una vida de santidad. Si
somos ex-puestos al evangelio verdadero y a la gloria de ese
amor eterno, será ine-vitable que la nueva vida que nos fue
otorgada se exprese cada día más y más. El evangelio no tiene
problemas con nuestra naturaleza corta e in-completa, porque
nos completa en Cristo. Cuando decimos que el evan-gelio no
tiene problema con eso, no estamos diciendo que lo acepta y lo
permite, sino que tiene toda la potencia para revertir nuestra
antigua ma-nera de vivir y llevarnos a una nueva vida.

EL SISTEMA DEL MUNDO Y SUS PENSAMIENTOS

Según la palabra de la Cruz, todo en nuestra vida ha sido


completado y ahora sólo queda darlo a conocer. El sistema del
mundo y la vida que vi-víamos antes de Cristo nos ha instruido
haciéndonos creer que estamos incompletos. Los hombres sin
Dios viven la vida como incompleta, bus-cando siempre obtener
algo que lo complete. Las personas compran ves-timenta, autos,
casas, hacen viajes, forman parejas, inician proyectos, se unen a
causas, todo para sentir que están un poco más completos que
ayer. Es por eso que el primer impacto que la Cruz produce en
nuestra mente es hacernos saber que todo ha sido consumado.
Dios no tiene que sanarnos, además de entender el mensaje de la
Cruz. El evangelio nos anuncia que ya hemos sido
completamente sanos por el sacrificio de Cristo y esa es una
realidad en nuestro espíritu. Es posible que además de esta
completa sanidad que es en el espíritu recibamos un milagro de
sanidad en el cuerpo; pero si entendemos que ya somos sa-
54
EN CRISTO, EN SU CRUZ

nados en nuestra realidad a espiritual, que es la realidad más


importante, entonces ni la salud ni la enfermedad podrán ser
tropiezo en nuestro cre-cimiento, madurez y avance en el
propósito eterno de Dios. Además de la Cruz, no necesitamos
ser prosperados. Algunos piensan que además de la salvación,
Dios tiene que cambiar sus familias, trabajos, parejas y tantas
cosas humanas más. Cuando esos pensamientos se
establecen en nosotros, ponemos un tropiezo a la obra y al
mensaje de la Cruz en no-sotros. Si somos expuestos al
evangelio que se predica por el Espíritu Santo todos los días,
esa obra completa deberá expresarse cada vez más en
nosotros.

¿CUÁL ES LA OBRA COMPLETA?

Un testimonio de que hemos oído verdaderamente el mensaje


del evan-gelio, es la comprensión de la obra completa que fue
consumada en la Cruz. Esa revelación debe ahogar todo
sentimiento de vacío o de nece-sidad en nosotros. Es posible
que nuestra realidad humana, natural y tem-poral exprese
necesidades, pero esas realidades no son más poderosas que
la realidad de nuestro espíritu.
Piense por un momento que a usted le entregan su casa recién
edificada. La empresa prometió una construcción con “llave en
mano”. Cuando le entregan esa casa usted no esperará entrar a
buscar su bebida preferida en la heladera. No tendrá la
expectativa de que las camas estén listas para dormir ni que la
mesa esté ya servida. La obra está completa, pero está
esperando que usted se introduzca en ella. Si aún no vemos con
nuestros ojos lo completo de la obra de la cruz, debemos
permanecer en fe y con-fianza, sabiendo que cada vez que
somos más y más absorbidos por el evangelio, expresaremos su
gloria y plenitud.

55
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Filipenses 4:12 -13 dice: “Sé vivir humildemente, y sé tener


abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar
saciado como para tener hambre, así para tener abundancia
como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”.
La obra completa de la cruz es una realidad que habitamos en el
espíritu y nos otorga la potencia necesaria para lidiar con todo
estado incompleto de nuestro exterior. Cuando vivíamos lejos de
la vida de Dios corríamos detrás de una plenitud sin sentido,
buscábamos saciar las necesidades del hombre natural,
ignorando nuestra muerte espiritual. Tan irracional es el hombre,
que se comporta como quien se empeña en poner com-bustible a
un automóvil que no tiene motor. Pero venida nuestra plenitud en
el espíritu, podemos estar en una posición desde la cual toda
realidad humana y natural puede ser gobernada.

EL REPOSO DE DIOS Y LA CRUZ

Así como la cruz no nos ofrece nada de manera natural,


tampoco nos exige nada a nivel de nuestras fuerzas humanas.
El evangelio sólo nos ofrece exponernos a la cruz, por medio
de la fe. Si en verdad creemos que Jesucristo es el hijo de Dios
y se entregó en esa cruz, entonces permane-ceremos
contemplándola en el espíritu y sin negarla.
Hebreos 4:1-3 dice: “Temamos, pues, no sea que
permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno
de vosotros parezca no haberlo alcanzado. (2) Porque también
a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos;
pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada
de fe en los que la oyeron. (3) Pero los que hemos creído
entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré
en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas
estaban acabadas desde la fundación del mundo”.

56
EN CRISTO, EN SU CRUZ

El escritor de la carta a los hebreos se esfuerza en explicar


aquello que había sido anunciado acerca del evangelio: que por
medio de este evan-gelio accederíamos al reposo de Dios.
Explica que, aunque Génesis des-cribe el séptimo día como la
culminación de la obra de Dios, él se reservó ese día de reposo
para que el hombre no pudiera entrar en él. La ley obli-gaba a
Israel a guardar el séptimo día de la semana para Dios, y
nosotros sabemos que ese rito era un anuncio de lo que vendría
en la Cruz. Cristo es nuestro reposo, y la cruz nos da acceso a Él.
Guardar un día a la semana para Dios no nos asegura estar
disfrutando el verdadero reposo de Dios, y de hecho así sucedió
con Israel. Quienes hemos alcanzado la salvación por medio de
Jesucristo, ya no necesitamos el anuncio del reposo que vendrá,
porque ya tenemos la sustancia de ese reposo en la cruz de
Cristo. De hecho, deberíamos de saber y pensar en esto: ya no
tenemos un día de reposo, sino que estamos completos en el
reposo de Dios por medio de Jesucristo todos los días de nuestras
vidas.
Pero todo esto puede volverse sólo filosofía o una hueca
sutileza si no experimentamos esa realidad, a la cual nos guía
el Espíritu Santo. Debe-mos ser expuestos a la Cruz de Cristo,
donde nos es revelado nuestro ac-ceso al reposo de Dios. Les
hago una recomendación: leer una y otra vez Hebreos 3 y 4,
hasta que esas palabras se encarnen en ustedes. La pro-mesa
de entrar en el reposo de Dios está vigente y nuestro acceso
queda liberado por medio de la fe. Si creemos lo que ven
nuestros ojos espiri-tuales, entraremos en el reposo. ¿Qué es
lo que veremos? Al cordero in-molado, al hijo de Dios, a Jesús
el Cristo entregando su vida por nosotros, no pidiendo ni
esperando nuestras acciones ni nuestro esfuerzo, sino pa-
gando él mismo el precio de nuestra redención, justificación y
santifica-ción.
En una ocasión, predicando la palabra de la Cruz, un pastor me

expresó su preocupación: - Pastor, yo evito hablar de la cruz

porque siento que

57
EN CRISTO, EN SU CRUZ

todo el tiempo hay que decirle a las personas que deben morir al
alma y que deben sufrir por el evangelio y no creo que eso sea
bueno para la iglesia. Le respondí: -Déjeme explicarle que la Cruz
no dice nada de eso. De hecho, hace todo lo contrario, nos
muestra la excelencia y gloria del amor de Dios para con
nosotros, exaltando la importancia y valor de la vida eterna. Sólo
necesitamos verlo y creerlo, y esa vida hará el resto por nosotros.
Esforzarnos por cambiar nuestras vidas o producir algún tipo de
sacrificio no tiene efecto alguno en términos del evangelio y de
hecho, intentar hacerlo o creer que eso tiene efectos positivos, es
una forma sutil de negar o menospreciar el mensaje de la Cruz.
Sin embargo, cuando somos expuestos a ese amor inexplicable e
inmensurable, somos absor-bidos y atraídos. Somos consumidos
por ese amor y no por esfuerzo per-sonal. Atrapados como un
cometa que se acerca demasiado al sol y su fuerza personal
queda demasiado pequeña frente al poder que lo atrae. Sería
como pretender correr dentro de un tren para ayudarle a hacer
mejor su trabajo. No podemos hacer nada por nuestra salvación,
absolu-tamente nada. Tampoco podemos por nuestras fuerzas
producir el fruto que este evangelio anuncia. Pero si ponemos
nuestros ojos en aquella consumación de amor, entonces ese
amor hará todo lo que sea necesario en nosotros y terminará la
obra que comenzó.

EL PODER TRANSFORMADOR DEL REPOSO

Nuestro organismo no está preparado para el estrés. En estos


días me ha llamado mucho la atención estudiar acerca de las
hormonas corporales. Una característica peculiar de las hormonas
es la manera en que reaccio-nan ante el medio ambiente en el
que nos desenvolvemos. Las suprarre-nales son pequeñas
glándulas localizadas justo arriba de los riñones, las cuales
secretan hormonas que regulan la reacción del organismo a todo

58
EN CRISTO, EN SU CRUZ

tipo de estrés: físico, emocional, ambiental y mental. Algunas


hormonas son secretadas por situaciones placenteras y otras por
traumas o mo-mentos de tensión. Esos momentos pueden ser
tan graves como un ac-cidente automovilístico o tan mínimas
como salir de casa sin desayunar. Las suprarrenales responden
tanto al estrés agudo del accidente como al estrés crónico de una
mala relación, un ambiente laboral desagradable o una situación
familiar apremiante. El asunto es que esas hormonas que
deberían de entrar en acción cuando nuestras vidas se
encuentran en pe-ligro, en realidad están todo el tiempo siendo
segregadas en nuestro or-ganismo por causa del estrés. 11 The
Fast Metabolism Diet Cookbook, Haylie Pomroy, Grijalbo Vital,
2013.

Hay tratamientos profesionales que ayudan a regular todo tipo


de de-sórdenes hormonales en nuestro organismo y de la
mente que llevan a las personas a alcanzar una mejor calidad
de vida. Este pequeño apartado no pretende innovar acerca
de aquello que los profesionales y expertos en el tema
dominan ampliamente, sino provocarnos a una conclusión im-
portante: nuestra realidad espiritual buscará darse a conocer
en el cuerpo y en el alma, a eso le llamamos madurez, a la
manifestación de nuestra vida espiritual a través de palabras,
gestos, acciones, expresiones del amor de Dios, el gozo del
Espíritu y Su paz.

La transformación de nuestra alma sólo es posible cuando el


evangelio verdadero es revelado y creído. Cuando nos exponemos a
la obra y al mensaje la cruz somos notificados del reposo de Dios
para nuestras vidas. La obra completa y el mensaje de la cruz nos
dice: todo ha sido consu-mado a nuestro favor. Dejemos que
esas palabras penetren nuestra alma, nuestros pensamientos,
nuestro cuerpo, se hagan parte de las pa-

59
EN CRISTO, EN SU CRUZ

labras que decimos y no permitan la entrada a cualquier otro


pensa-miento contrario. Por todo lo expresado, todos los días
necesitamos ser expuestos a la palabra de la Cruz.

El evangelio quiere darse a conocer desde nuestro espíritu


hacia el mundo de todas las maneras posibles. Es como una
semilla de luz que busca abrirse paso en un mundo de
oscuridad y tinieblas, hasta dar el fruto que Dios espera. De
esta manera, nuestras vidas no serán comunes ni depen-
derán de las mismas reglas del mundo. Si somos expuestos al
mensaje de la cruz, podremos enfrentar las mismas pruebas
que la vida terrenal nos presenta, pero desde una posición
imposible de alcanzar de manera carnal. El alma humana no
puede alcanzar el reposo de Dios si no es por medio de la Cruz
de Cristo.

Cada día, cuando te levantes toma un tiempo para orar y pedir


que este evangelio te sea revelado y que el Espíritu Santo te
anuncie la palabra de la Cruz. Si esto sucede, serás lleno del
conocimiento de esta verdad. No sólo hallará nuestro espíritu el
reposo de Dios, sino que además comen-zaremos a entenderlo y
experimentarlo. Puedo decirte que también afec-tará en plenitud
la administración de tu cuerpo y tu mente.
60
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

En la Cruz de Cristo ha sido completada la obra de


nuestro Señor Jesucristo, y en su resurrección fue
consumada nuestra esperanza de alcanzar verdadera
vida.
Manifestamos la obra completa de la cruz, cuando nos
ejercitamos en la verdad que es eterna y consumada.
Podemos vivir en la tierra y en el tiempo, rodeados de un
mundo fundado en la mentira y expresando mentira; pero
nosotros formamos parte de una cons-trucción fundada en
la verdad. Vemos el mundo que nos rodea como una
mentira a la cual le queda poco tiempo, pero nos es-
forzamos en la Gracia de Dios, para expresar la verdad que
fue con-sumada en la Cruz de Cristo y la potencia de Su
resurrección.
61
CAPÍTULO 7
Sólo Jesús podía ir a la cruz y que ese
sacrificio fuera significativo. No es la cruz
física la que tiene poder, ya que muchas
personas murieron con esa misma sentencia.
EL CAMINO ABIERTO

Sin ir más lejos, los ladrones a los lados de


Jesús habían sido crucificados, pero en esa
cruz se entregó una Vida a nuestro favor.
No fue tan sólo una vida natural y humana,
sino una vida infinitamente más valiosa.
Jesús pagó un precio por nosotros que sólo Él
podía pagar. Nues-tra muerte natural no
tiene el poder para pagar la deuda que
teníamos frente a la Vida. Porque aun-que
estábamos vivos en el cuerpo, estábamos
muertos en espíritu y a lo eterno. Estábamos
suje-tos al imperio de la muerte en nuestra
alma. Pero no así Jesús, él estaba limpio de
todo pecado, vivo en el espíritu, siendo él el
Hijo de Dios. Podemos decir que sólo él
contaba con la moneda acepta-ble para
pagar la deuda de la humanidad.
Exponernos a la Palabra de la Cruz debería
llevar-nos a entender más y más esta
realidad: Él lo hizo todo por nosotros.
Jesucristo no se reservó nada, e hizo aquello
que nosotros no podíamos hacer.
Ese instante transformador nos deja activos
y en movimiento. Ese movimiento ya no es
producto de nuestras fuerzas o capacidades
hum
anas
,
sino

62
EN CRISTO, EN SU CRUZ

que es el poder de atracción que la Cruz produce en nosotros.


Somos atraídos a él, porque la Cruz se ha vuelto un camino
abierto delante nues-tro, que lo podemos transitar por el
Espíritu e inevitablemente se llega a manifestar durante el
camino que transitamos en la tierra.
Gálatas 2:19- 21 dice: “Porque yo por la ley soy muerto para la
ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la
gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces
por demás murió Cristo”.
El apóstol Pablo nos refuerza esta realidad a la que somos
llevados frente a la Cruz de Cristo, mostrándonos la vigencia
eterna de ese sacrificio. Si nos entregamos completamente al
evangelio de Dios, nuestras vidas en la carne dejarán de ser
producto de nuestro esfuerzo o capacidades, a las cuales la ley
siempre está queriendo exigir y reclamar. Nuestra vida en la
carne comienza a ser producto de la fe del Hijo de Dios.

AMOR IRRESISTIBLE

¿De qué forma nos gustaría ver manifestado el amor de Dios


hacia nues-tras vidas? Quizá si Dios multiplicara Su riqueza de
manera tal que todos sus problemas se resolvieran de manera
milagrosa, pensaría: “¡cuánto me ama Dios!”. Tal vez esperaría
que Dios cuidara su cuerpo, lo sanara de toda enfermedad,
proveyendo sus necesidades, evitándole todo daño ex-terno,
otorgándole seguridad física superlativa para que ya nadie pueda
tocarle. Si Dios le hablara palabras hermosas todos los días a su
corazón y mente, sanando su interior por causa de todas las
dolencias que usted carga por las experiencias del pasado;
entonces, ¿estaría usted ya seguro de que Dios le ama?

63
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Quiero decirle que todas las escrituras demuestran que nada


cambia en el hombre cuando todas esas cosas suceden y son
concedidas. Si lee el antiguo testamento encontrará
evidencias de todas estas cosas hechas a favor de hombres
que lograron escribir historias sensacionales, pero nunca
vieron el verdadero amor de Dios. Claro que Él les amó, pero
nunca entendieron ese amor.
Es el amor de Dios el que nos perfecciona y libera del pecado.
Vivir en Cristo es conocer Su amor perfecto en la Cruz. Esta
vez sabemos que Dios nos amó, pero lo vemos claramente en
la entrega del Hijo de Dios hasta la muerte. Toda la Ley se
cumple en amar y nosotros éramos esclavos del pecado y por
la ley no podíamos amar. Pero llegada la cruz conocimos Su
amor y Su manera de amarnos. Ese amor vivo es irresistible y
nos lleva más y más para que todo lo que fuimos sin Dios se
lleve a la cruz. No sig-nifica que el evangelio nos pida morir; la
Cruz de Cristo no pide tal cosa. Sencillamente somos
atrapados por ese amor hasta ser absorbidos com-pletamente
por Él.

MADUREZ COMIENZA EN LA CRUZ

Gálatas 5:22- 25 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,


paz, pa-ciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”.
La madurez espiritual nunca es producto de un aprendizaje
racional, ni el esfuerzo personal de una persona extremadamente
auto- determinada. Sólo debemos asegurarnos de haber creído en
el verdadero evangelio que el Espíritu Santo anuncia. Es la
naturaleza de Cristo en nosotros la

64
EN CRISTO, EN SU CRUZ

que puede producir los frutos que evidencian madurez


espiritual. Esos frutos serán la mayor y mejor muestra del
poder de Dios en la tierra. Ya no hablamos de la manera en
que el hombre quiere ver el poder de Dios, sino de la manera
en que Él quiere darse a conocer al mundo.

LA RESURRECCIÓN COMO PARTE DEL CAMINO

El evangelio nunca fue ni será una propuesta de sufrimiento.


¡Todo lo contrario! El evangelio es TODO buenas noticias para
nosotros. Aquellos que por años hemos leído la biblia, intentamos
sin éxito reconciliar pa-sajes bíblicos “positivos y animadores”
con aquellos que aparentan cierta “negatividad”. También
cometemos el error de querer explicar con la bi-blia las malas
experiencias que nos presenta nuestra vida humana. En mis años
de cristiano he conocido todo esto y también aquellos que
siempre leen una parte de la biblia para predicar, pero otros
pasajes sencillamente no encajan en su mensaje. Todo esto es
producto de no haber entendido la realidad del evangelio vivo y
verdadero.
Recuerde que la Cruz no nos pide nada. No nos pide sufrir y
tampoco nos pide morir. Disfrutamos poder contemplar Su amor
en Su sacrificio y somos alumbrados. Esa luz no se queda quieta
en nosotros, sino que nos traslada del reino de las tinieblas,
somos quitados de la ignorancia, de la muerte para vivir en luz,
en el conocimiento y entendimiento de Dios.
Me he propuesto una y otra vez hablar de esa Cruz, y he sido
expuesto a todo tipo de respuestas. En ocasiones los cristianos
evangélicos me dicen: “¡pero pastor, Jesús ya no está muerto, Él ha
resucitado!”. Ha sido impac-tante para mí descubrir cuántas
personas conocen la historia de la resu-rrección, pero siguen
viviendo esclavos del pecado y sin vivir la plenitud de la vida en el
espíritu. Yo mismo estuve allí por demasiado tiempo,

65
EN CRISTO, EN SU CRUZ

hasta que tuve que despojarme de la memoria humana y


religiosa de las historias bíblicas. La pregunta que debe
desarmar nuestros pensamientos es: ¿Quieres conocer la
historia de Su resurrección, o quieres experi-mentarla?
Romanos 6:5-11 dice: “Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su re-surrección; sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado jun-tamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido
justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos
que también viviremos con él; sabiendo que Cristo,
habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte
no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado
murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero
vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Cuando el evangelio es entendido correctamente, oído


continuamente y entendido con madurez, la consecuencia es que
nos abre un camino de-lante de nosotros. El evangelio nos
propone un camino de vida, una ma-nera de vivir la vida. Hay
otras propuestas religiosas en las cuales el hombre puede seguir
viviendo su vida como lo desea, e intentando pro-poner a Dios
que intervenga de tiempo en tiempo. Pero el evangelio no nos
propone eso, sino que nos provocará a correr una carrera
propuesta para cada día de nuestras vidas. Nuestra madurez
espiritual se expresa cuando sumergimos nuestras vidas por
completo en la realidad de Dios, en Su propósito eterno y en la
esperanza de Su corazón.
66
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VEN

La Cruz de Cristo nos otorga beneficios completos, gloriosos y


sorpren-dentes, sólo por la Gracia de Dios. Dentro de esos
beneficios y por esa misma Gracia, somos invitados a ser
partícipes de tan excelente propósito eterno. El hecho de que
en nuestros días terrenales podamos entonces ser partícipes
de ese propósito eterno de Dios, nos debe despertar un gozo
inefable.
Cuando el alma del hombre oye la Palabra de la Cruz, oye una
cosa: Ven. Y es así como transitamos un camino de verdadera
madurez. Somos jun-tamente con él crucificados, sepultados,
resucitados y glorificados. Es po-sible manifestar cada día de
nuestras vidas esas realidades, cuando nuestras almas se rinden
para dejar de vivir esclavas de las voluntades li-mitadas de
nuestras mentes, para correr una carrera formada de decisio-nes,
acciones, reacciones, palabras y pensamientos que nacen de una
voluntad espiritual; sólo a eso llamaremos madurez.

Hebreos 12:1-2 dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en


derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de
todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia
la carrera que tenemos por delante, (2) puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante
de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios”.
67
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

El evangelio vivo nos habla y debemos oírlo diariamente.


Él nos dice una y otra vez todo lo que nos fue concedido
y completado en Cristo Jesús, nuestro Señor. En Su
resurrección nos convida a ser parte de Su vida misma y
nos propone correr una carrera.
Vivimos en la resurrección de nuestro Señor cuando nos
despoja-mos de toda carrera humana temporal y natural.
Quitamos nues-tros ojos de los objetivos que antes
absorbían nuestra atención y pasión, para enfocarnos en
lo verdadero y eterno. Nos vemos co-rrer esta carrera
con nuestra alma mirando a Jesús, el autor y con-
sumador de nuestra fe.
68
CAPÍTULO 8
La cruz rompe todos los esquemas y
parámetros de la sabiduría humana y todo
aquello que el hombre llama éxito. Es
imposible de entender para la mente carnal
el hecho de que el Señor fue a la cruz
DIO

LA

voluntariamente. La entrega que se


S

manifestó en la cruz del Señor es mucho


más profunda y va-liosa de lo que los
hombres puedan entender desde el
pensamiento religioso.
Los judíos nunca pensaron que “su cristo”
podría morir en la cruz. Sencillamente no era
compatible con su propia sabiduría y el
conocimiento natural que la ley y los profetas
les habían transmitido. Claro que habían sido
profetizados sus padeci-mientos y su muerte,
pero no pudieron enten-derlo, sencillamente
porque no era aceptable para su propia
sabiduría. Aún los discípulos daban muestras
de una expectativa tradicional del Cristo, a
pesar de que Jesús les decía una y otra vez
que su destino era la muerte. Pero la sabiduría
de Dios es infinitamente más alta que la de los
hombres. La muerte de Jesucristo en la cruz es
una muestra exacta y gloriosa de esa
sabiduría, y buscará en nosotros derribar y
avergonzar toda construcción de humana
sabiduría para que Su sabiduría sea la que se
exprese en nosotros desde nuestro espíritu.
70
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Cuando el evangelio verdadero es recibido, somos hechos


partícipes de esa sabiduría, que comenzará a abrir los ojos del
entendimiento más y más hasta producir frutos de verdadero
valor espiritual. ¿Qué vemos cuando somos llevados a la Cruz
de Cristo? Seremos expuestos a la gloria de la sabiduría de
Dios.

LA CRUZ Y LA SABIDURÍA DE DIOS

1 Corintios 1:17 dice: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino


a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para
que no se haga vana la cruz de Cristo”.

1 Corintios 1:22-25 dice: “Porque los judíos piden señales, y los


griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los
gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos,
Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato
de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es
más fuerte que los hombres”.

El Cristo crucificado es una expresión plena de la sabiduría de


Dios. La sabiduría no son las palabras que cuentan el suceso,
sino la vida misma que es contenida y expresada en la Cruz
de Cristo. Es importante resaltar que no hablamos del madero
ni del evento histórico temporal y lineal, sino de la expresión
eterna de la Cruz. Es importante aclarar esto, porque tener un
crucifijo colgado del cuello o su imagen en un cuadro no pro-
duce ningún beneficio. Creer en un símbolo o venerarlo es una
estrategia de la religión para mantener a las generaciones en
insensatez, necedad e ignorancia.

71
EN CRISTO, EN SU CRUZ

La muerte de nuestro Señor Jesucristo es mucho más que una


muestra de arrojo y valentía apasionada. La cruz no expresa la
pasión de Cristo, sino que contiene sabiduría e inteligencia
espiritual que no puede ser comprendida por el hombre natural.
Los hombres pueden sensibilizarse al ver imágenes de la
crucifixión, pueden llorar, emocionarse y hasta sentir
culpabilidad. El evangelio comienza a expresar sus frutos en
nosotros cuando creemos en Él y además comenzamos a
entenderlo. Es imposible entender el evangelio con nuestra
mente natural, pero con la vida que nos es otorgada, viene Su
Sabiduría.

LA SABIDURÍA DE LOS HOMBRES SIENDO EXPUESTA

Hay un aspecto de la cruz que para los hombres es insensatez y


para Dios es sabiduría. Mientras los hombres ven en esa cruz una
derrota, Dios le llama victoria. Los discípulos vieron la cruz y
creyeron que todo lo que Jesús había hecho con ellos se había
abortado por completo, pero Jesús dijo: “consumado es”. La obra
está terminada en la cruz, no abortada.
Según la sabiduría de los hombres, si tienes a un Jesús que hace
milagros y prodigios, cuyo poder se impone por encima del clima
y tiene la capa-cidad de multiplicar los recursos económicos,
nunca deberías de enviarlo a la cruz. Pero esa cruz pasó y vino la
resurrección luego de lo cual Jesús debió pasar 40 días con los
discípulos enseñándoles (Hechos 1:3). Pode-mos suponer que si
tienes a Jesús resucitado de entre los muertos, todo el mundo
debe verlo; debe verlo Pilato y el César, los fariseos y los sadu-
ceos, los sacerdotes y las multitudes. En la sabiduría de Dios, lo
único que el mundo debe oír y ver es a Jesucristo crucificado,
porque esa sabiduría deja en vergüenza a la sabiduría de los
hombres. Si esa sabiduría es reci-bida y aceptada, entonces la
resurrección de Jesucristo ya no será un punto más en la historia
de Jesús, sino una realidad operando…

72
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Los apóstoles predicaban a Cristo crucificado, aunque eso fuera


tomado como una locura por los griegos y los judíos. Ellos
mismos experimenta-ron ese menosprecio y sólo fue cuando sus
ojos se alumbraron por el evangelio que entendieron el plan
eterno de Dios para sus vidas. La sa-biduría de Dios no produce
corrientes, dogmas o filosofías, sino que pro-duce vida y luz en
las personas. El poder de Dios en la cruz no es una “evidencia de
milagros”, sino el traslado de muerte a vida de toda persona que
cree en Él. No queremos saber que Jesús resucitó, ni que alguien
lo demuestre, lo que queremos es vivir una idéntica resurrección
en noso-tros mismos: esto es sabiduría de Dios.

UNA VIDA QUE AVERGÜENZA A LOS HOMBRES

El evangelio no nos dejará nunca inactivos, porque es una


palabra viva que buscará abrirse paso en todo nuestro ser,
hasta expresarse en noso-tros y darle al Padre lo que Él
espera de nosotros como semilla. Nunca debemos aceptar un
evangelio que nos deje consumiendo, pero nunca dando. En la
muerte de nuestro Señor Jesucristo nos fueron otorgados
regalos eternos del más alto valor en la realidad de Dios. A
otros hombres en la tierra les tocó recibir milagros y prodigios,
principios y proverbios, profecías y promesas, en cambio a
nosotros nos fue dada la fuente de ese poder y esa sabiduría.
Cuando vamos a la Cruz y la vemos, entendemos que nada
hicimos para recibir tal muestra de amor y tales beneficios.
Vemos constantemente y cada día de nuestra vida que sólo en la
gracia de Dios podemos recibirlo y que aún siendo lo
menospreciado de los hombres, nos escogió para avergonzar lo
más sabio de los hombres. La Cruz no me pide nada de mis
pensamientos, experiencias, logros personales, estudios
cursados, tí-

73
EN CRISTO, EN SU CRUZ

tulos profesionales, o cualquier otra manifestación de sabiduría


humana. Primero ofenderá nuestra propia mente para lograr
Es de
abrirse paso. [ esperarse que los hijos de Dios estudien y
se capaciten, pero sin asom-brarnos del conocimiento humano,
sin idolatrarlo, y sabiendo que todo lo que es sabiduría para los
hombres se encuentra a la espera de ser ofen-dido y
avergonzado por Dios. Enviamos a nuestros hijos a estudiar, pero
los preparamos predicándoles el evangelio y haciéndoles saber
que para cada cosa que los hombres descubren y enseñan, Dios
tiene algo para decir y revelarnos a nosotros].
Tal es la potencia del evangelio y la Gracia de Dios, que nos
abraza, nos transforma, nos llena de beneficios, sin embargo,
no se queda allí; pues si no nos olvidamos del evangelio y
pedimos ser expuestos cada día de nuestras vidas a Su Luz,
entonces ese evangelio seguirá trabajando en nuestra mente
y con nuestras almas, hasta hacernos portadores y expre-
siones vivas de esa sabiduría al mundo. ¡Cuán gloriosa y
potente es esta Gracia!

TERMINEMOS CON UN EJEMPLO

Dos personas tienen un conflicto entre ellas (no siendo este un


ejemplo poco común); entonces si vamos a la sabiduría de los
hombres y le pre-guntamos qué hacer, tendrá mucho para
decirnos. Primero, esta sabiduría indagará en cada detalle del
problema, querrá juzgar las evidencias y dar un veredicto, o quizá
algún tratamiento. Así, nos podría hablar sobre la importancia de
ponernos en el lugar del otro, enfocarnos en el mañana, como así
también en lo que nos pueda convenir a ambas partes. Del
mismo modo, la psicología puede estudiar lo que sucede en la
mente de cada individuo, sus propios conflictos interiores,
descubrir si alguna pa-

74
EN CRISTO, EN SU CRUZ

tología podría estar siendo la causa de los problemas y de esa


manera, activar todo tipo de herramientas para revertir esa
situación.
Observando, la sabiduría de los hombres tiene muchos
objetivos, entre los que podemos encontrar:
* Mejorar la calidad de vida de las personas.

*Asegurar la provisión de todo lo necesario para la vida

y para la mayor cantidad de personas.


* Otorgar mayor seguridad para esa vida.

* Mejorar la sociedad en la que vivimos.

* Otorgarnos mayores niveles de éxito personal.

* Hacernos disfrutar más la vida.

* Mejorar las interacciones sociales.

* Quitar del mundo las situaciones indeseables,

procurando lograr un ideal de vida.


* Darle algún propósito de vida al hombre.

Si la presentamos así, no podríamos hablar mal de una sabiduría


como esta. Pues la sabiduría humana es venerada entre los
hombres, porque es extraordinaria. Quienes se acercan a ella
obtendrán en abundancia los beneficios que ella asegura. Así, las
dos personas que están en conflicto, en nuestro ejemplo, podrán
echar mano de ella y solucionar su problema. Es más, si no
buscan la sabiduría humana, probablemente sus conflictos vayan
creciendo, hasta producir más y más consecuencias negativas
para ellos y para otros. De hecho, han ocurrido en la historia
grandes guerras
75
EN CRISTO, EN SU CRUZ

entre naciones e imperios, que comenzaron tan sólo con


pequeños con-flictos entre dos personas.
Pero no opera así la sabiduría de Dios; pues la Cruz de Cristo nos
da ac-ceso a una sabiduría que los hombres no pueden producir
sin la vida misma de Dios. Cuando una persona es expuesta a la
Cruz, puede obser-var muchas cosas en ese lugar. En principio,
comienza mostrándome el estado desde el cual fui tomado y me
dice: “Siendo tú todo pecado, ene-mistad y habiéndome
agraviado yo (Jesucristo) determino absorber tu agravio. Yo llevo
el precio de tu pecado y tu muerte. Yo absorbo en mi propio
cuerpo la paga de todas tus ofensas a Dios y a ti mismo”. Es
cuando vemos esa realidad eterna y nos absorbe semejante
muestra de amor, que entonces esa justicia nos transforma.
Volvamos nuevamente al conflicto entre las dos personas
mencionadas. Las razones por las cuales ellas se enemistaron,
podrían ser muchísimas y cada una tener argumentos
absolutamente válidos para defender su posición y justificar sus
comportamientos. Pero en el supuesto, cuando encontramos que
una de ellas fue expuesta al evangelio. Esta persona no podrá
evitar reproducir la justicia y la sabiduría a la que fue expuesta en
la Cruz. Ante el agravio, determina absorber en sí mismo las
consecuen-cias, porque ahora puede y quiere amar. En su espíritu
porta un amor que no se alimenta de las experiencias externas, o
de las características de lo que ama, sencillamente ama por
naturaleza. ¿Cuál cree que será la con-secuencia? Le ayudaré con
esa respuesta: la consecuencia será sabiduría y poder de Dios.
La sabiduría de Dios tiene otros objetivos:

* No busca mejorar la calidad de vida de los hombres,


les hace ver que sus vidas en realidad son muerte y
vanidad, por lo que busca hacerles llegar a la vida
verdadera.

76
EN CRISTO, EN SU CRUZ

* Nos provocará a obtener bienes y tesoros eternos, ya


que nos permite entender que todo tesoro terrenal, no
importa su gloria o fama, es inútil, precario, ilusorio y
sin auténtica valía.
* Nos dará acceso a la provisión de verdaderas
necesidades: oír la voz del Padre cada día. Nos
expondrá al Camino de Dios y a participar en Sus
planes.
* Nos mostrará que nuestra vida espiritual es intocable
y alta-mente peligrosa para las tinieblas. Nos quita de
todo temor hu-mano. Nos establece en el temor de Dios
como fuente de sabiduría y al mismo tiempo nos hace
entrar en plena confianza delante de Él.
* No busca mejorar la sociedad de los hombres, sino
darnos ac-ceso al Reino de Dios y Sus diseños. Esa
realidad no es el producto de la imaginación humana de
una sociedad ideal, sino que es el ámbito para el cual
hemos sido creados. Nos vincula y conecta con
personas de manera muy poderosa y asombrosa. Esos
víncu-los no se basan en la fragilidad de las emociones,
o de sentirnos bien o mal con las personas, tampoco
busca que nos asociemos para pasar buenos
momentos, sino para expresar algo de verda-dero valor
eterno.
* La sabiduría de Dios buscará otorgarle a Él como Padre
los re-sultados que espera, buscando el éxito de Cristo en
nosotros. No le interesa mi éxito personal, sino el éxito de
la vida de Cristo en nosotros, el cual es madurez y fruto
del Espíritu. Es posible que el éxito en los términos de Dios
pueda tener apariencia de fracaso para los hombres. De
hecho, eso es justamente lo que sucedió en la Cruz, pero
recuerde: la sabiduría de Dios es locura para los hombres
y ellos no pueden entenderla.

77
EN CRISTO, EN SU CRUZ

* Nos permite disfrutar todos los beneficios espirituales y


eternos que nos fueron otorgados en la Cruz. Así mismo,
nos ayuda a vivir como verdaderas las realidades
espirituales, menospreciando así las físicas, temporales y
humanas. Nuestra máxima realidad es la que vivimos en
nuestro espíritu, todas las realidades humanas son
mentirosas, no importa cuánto queramos demostrarlas.
Las reali-dades de los hombres tienen gran apariencia de
veracidad, pero el tiempo siempre se encarga de
demostrar su falsedad. Eso per-tenece a la sabiduría de
Dios y nunca la sabiduría humana podrá poseer este
poder.
·* La sabiduría del evangelio de Jesucristo va quitando
de nosotros mismos lo que es mentiroso: todo pecado,
emociones, pensa-mientos, historia personal y acciones,
todas las cuales son vanas. Nos lleva a conocernos en
verdad, lo cual significa ver a Cristo en nosotros
mismos.
* La sabiduría de Dios expresada en la cruz nos hace
morir a los propósitos de vida personales e individuales.
Nos hace ser partí-cipes del propósito eterno de Dios.
78
EN CRISTO, EN SU CRUZ

VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

Es imposible para el hombre alcanzar a entender la


Palabra de la Cruz y su realidad eterna. Para la sabiduría
humana, esa palabra es locura. Pero el evangelio expone
la sabiduría de Dios que opaca toda sabiduría humana y
la expresión del poder de Dios actuando en aquellos que
se exponen a su Gloria.
La resurrección de nuestro Señor Jesucristo se da a
conocer en los santos cuando, desechando y humillando
el producto de toda sa-biduría humana y estructuras de
pensamiento, dan lugar al depó-sito de conocimiento
otorgado en el espíritu. La inteligencia espiritual es una
fuente de pensamientos, palabras, decisiones y acciones
que nos llevarán a la expresión de Cristo en toda
situación posible.
79
CAPÍTULO 9
DESDE LA CRUZ Entre las cosas que más se oponen a nuestra
EL PARÁMETRO DE ÉXITO
ma-durez espiritual se encuentran los
parámetros de éxito que el “viejo hombre”
(la vieja naturaleza en la que operábamos
antes de Cristo) ha aceptado. Nuestra
madurez espiritual requiere que permita-mos
que Dios cambie un aspecto altamente pro-
fundo de nuestro ser: aquello que
consideramos que nos hará exitosos. No
estamos hablando de ser o no ser exitosos,
sino de aquellos conceptos tan aprendidos
como adoptados en nuestra mente sobre lo
que llamamos éxito.
Si Dios nos dijera a qué Él llama éxito,
seguro nos sorprenderíamos humanamente.
Encontraríamos que muchas personas
exitosas según Dios no son vistos así por los
hombres. Muchos de aquellos que se
encuentran satisfechos con sus logros ma-
teriales o espirituales, en realidad no lo son
según la visión de Dios. La pregunta es:
¿Quiere usted ser exitoso en los parámetros
de Dios o en los suyos propios?
Uno de los más comunes y grandes errores
que nuestra generación ha cometido es
intentar en-causar los principios bíblicos para
alimentar los parámetros de éxito que busca
el alma no regene-rada. Pensamos que si son
bíblicos entonces nos dejarán depositados en
el
destino
correcto
y eso

80
EN CRISTO, EN SU CRUZ

es un error. Es decir, adaptamos los pasajes bíblicos, pero


continuamos buscando un éxito personal altamente enfocado
en cosas temporales y humanas. Si la verdad del evangelio no
puede quebrar nuestros paráme-tros de éxito personales,
entonces nunca podrá producir en nosotros una
transformación profunda y verdadera.
Normalmente escuchamos expresiones tales como: “muy linda la
palabra, pero ahora necesito que me funcione”. Es bueno querer
que la palabra funcione, la pregunta en todo caso sería: ¿Qué
significa para ti que la pa-labra funcione? ¿Significa que debes
prosperar económicamente? Los cristianos siempre dicen:
“Quiero que mi familia cambie”, “yo quiero cam-biar, quiero ser
diferente”. Cuando el alma busca cambios, lo hace en base a sus
expectativas de comodidad personal y no buscando suplir a las
ex-pectativas de Dios. El ser espiritual sabe que el propósito
eterno de Dios no está diseñado en función de una comodidad
personal, sino en función de los frutos que el Padre espera. Ser
exitoso según Dios es formar parte de Sus diseños dentro del
propósito eterno, expresando Su naturaleza y participando de sus
planes.

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS ANTES DE LA CRUZ

Cada vez que Jesús hablaba de la cruz a la que Él se dirigía, los


discípulos rechazaban rotundamente esa idea. Ellos no querían
saber nada con la muerte del maestro. El parámetro de éxito que
gobernaba sus pensa-mientos era que Jesús tomaría el poder al
entrar en Jerusalén. Todo es-taba listo para que eso sucediera, ya
que las multitudes estaban a su favor. Ellos tiraban palmas y mantos
a su paso. Ningún sacerdote se hubiera atrevido a contrariar una
multitud; y, de hecho, si Jesús hubiera impuesto su autoridad para
gobernar Jerusalén, entonces quizá hubieran creído

81
EN CRISTO, EN SU CRUZ

que Él verdaderamente era el Cristo. Pero Jesús rompía una y


otra vez los esquemas de ellos, de manera tal que cuando la
cruz fue levantada, ni si quiera los discípulos permanecieron
allí.
Quisiera que usted pueda verse siendo un discípulo de Jesús
antes de que fuera a la cruz. Todos estuvimos allí de alguna
manera, buscando los beneficios de tener al maestro a nuestro
lado, ayudándonos y solucio-nando nuestros problemas. Todos
estuvimos con el Jesús que responde a nuestras expectativas
personales, pero de la misma manera, todos le dejamos en la
cruz porque no entendimos lo que él hacía. Recuerde: El alma
viviente es altamente cíclica, repetitiva y predecible. Aunque
crea pequeños cambios aparentes en sus conductas, en
realidad no puede in-novar demasiado, ya que opera bajo la
esclavitud del pecado y de una mente reprobada.

LA HISTORIA ESCRITA SEGÚN DIOS

El alma se alimenta de los parámetros de éxito que provee la


historia hu-mana.
1- El impacto social de aquello que hago.

2- La cantidad de atención que atraigo hacia mí.

3- La cantidad de recursos que acumulo.

4- El poder que he logrado ostentar.

5- Las grandes hazañas deportivas, descubrimientos


científicos, obras de arte reconocidas, entre otras
expresiones de naturaleza humana.
82
EN CRISTO, EN SU CRUZ

Jesús renunció al protagonismo en la Cruz, para dar lugar al


protago-nismo del Espíritu Santo, pues Él impactaría al mundo
a través de Su Igle-sia. Esa es una tecnología del Espíritu: la
capacidad de desaparecer, para que Dios reciba toda Gloria. El
apóstol Pablo escribió a los corintios: “fui a ustedes sin
sabiduría ni excelencia de palabras, estuve entre ustedes con
debilidad, temor y temblor”.
La renuncia a los parámetros de éxito del hombre natural es
parte de nuestra circuncisión del corazón obrada por el
Espíritu. La herramienta espiritual que produce esta
circuncisión es la revelación de la historia que Dios escribe. No
todo lo que los hombres consideran importante es ver-
daderamente importante para Dios. Muchas veces la religión
pone las cá-maras en lugares donde Dios no tiene puestos sus
ojos.
El libro de la vida no es una lista de nombres con personas
salvas. Cuando comenzamos a ver la esperanza del Padre,
descubrimos que Su libro está lleno de eventos eternos. Claro
que la salvación de una persona es un gran evento de valor
eterno (ya que la vida que nos fue dada es eterna); pero eso
es sólo la presentación, la introducción de nuestras vidas en la
historia que Dios escribe. Pero de allí en adelante se espera de
nosotros que vivamos apasionados por encontrar la línea de
los eventos relevantes eternamente. Jesús dijo acerca de la
mujer que derramó su perfume: “esta mujer quedó pegada al
evangelio, ya que me ha ungido para la sepul-tura”.
Es mi anhelo, que el Espíritu de Dios circuncide tu corazón,
desechando lo que tu alma y el mundo presentan como éxito
y abraces aquello que el Padre llama éxito.
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EN CRISTO, EN SU CRUZ

LA CRUZ Y SU PARÁMETRO DE ÉXITO

A menudo escucho decir a los cristianos “Cristo murió, pero


resucitó”. Ese “pero” es trágico y peligroso, porque
menosprecia la importancia de la cruz. El éxito de Jesús no se
dio en su resurrección. Esa resurrección fue la consecuencia
de su verdadero éxito: pues Él triunfó en la cruz por su muerte
y porque estando en ella, sus últimas palabras fueron: “consu-
mado es”.
El mundo no puede entender esa muerte. Sólo conocen la
historia, pero no pueden explicar ni su poder, ni su sabiduría.
En aquella cruz fue ase-gurado nuestro acceso al Padre y a la
vida eterna. Por medio de esa muerte la muerte misma fue
vencida y las tinieblas despojadas de todo su poder.
Si Dios nos deja ver cuál es Su Esperanza acerca de nuestras
vidas, sere-mos absorbidos por la pasión de alcanzar aquello para
lo cual hemos sido llamados. Viviremos nuestros días en la tierra
corriendo detrás de aquellas cosas que pocos buscan: las que
tienen valor eterno. Seremos inexplica-bles e impredecibles para
el mundo. El mundo no nos encontrará porque no estaremos
donde se supone que debemos estar, pero estaremos exac-
tamente donde Dios nos viene a buscar: y esto es en Cristo.

LAS EVIDENCIAS DEL ÉXITO SEGÚN DIOS

Llegando al final del libro de Hechos, Lucas nos relata los últimos
sucesos de la vida del apóstol Pablo, su defensa ante el rey
Agripa y su viaje a Roma. Dentro de tan exquisito relato podemos
encontrar una perla que disfrutaremos para terminar este
documento. El viaje a Roma no podría ser peor de lo que fue. Para
comenzar, los vientos eran contrarios a la na-vegación. Vamos a
indagar con una mente religiosa esta información:

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¿Será factible que los vientos contrarios mostraran que Pablo


no debía ir a Roma?, ¿quizá los vientos se oponían a la
injusticia de que Pablo estu-viera preso? El mismo rey Agripa
lo dijo: “este hombre podría ser puesto en libertad”. De hecho,
Agripa dijo que Pablo sólo seguiría preso porque él mismo
apeló a Cesar, y no porque lo mereciera. En ese punto Pablo
podría pensar que cometió un error grave. “Estoy preso por
haber ape-lado a Cesar, y ahora los vientos son contrarios”.
¿Intenta Dios decirme que estoy en el camino incorrecto?
El camino sigue lentamente y avanzando a duras penas (así lo
describe Lucas). Frente a semejante escenario Pablo les insistía
que detengan el viaje, advirtiéndoles que todos ellos podían
morir, incluyéndose él mismo en esas posibilidades. En este
punto podríamos juntos decirle a Pablo: “¡Un minuto Pablo, tienes
a Dios de tu parte! ¿Cómo crees que unos vien-tos van a poder
quitarte la vida?”. Sin embargo, podemos observar mucha
seguridad y certeza en lo que Pablo dice y no encontraremos ni si
quiera un pequeño guiño de reproche de parte de Lucas al
describir este suceso. Es decir, ellos estaban completamente
convencidos de que si seguían adelante podrían morir en ese
viaje.
Y sucedió exactamente lo que usted está sospechando. El
centurión no oyó a Pablo ni a su consejo. Ahí está Pablo, el
apóstol de Jesucristo, sa-biendo claramente lo que hay que
hacer, pero siendo gobernado por un centurión romano. En sólo
tres días de este nefasto viaje, ya estaban ellos arrojándolo todo
al mar, para aligerar la nave y mejorar las probabilida-des. Una
vez más, pudiéramos hablar con Lucas (el escritor del libro de
Hechos) y decirle: “¡Lucas: eres un hijo de Dios, no nos interesan
las pro-babilidades! ¿Qué haces arrojando cosas al mar? ¡Deja
eso para los in-crédulos!”. La misma religiosidad que intenta
decirle estas palabras a Lucas, seguramente también se
preguntará “¿Por qué me está pasando esto? ¿Acaso no soy yo
un hijo de Dios? ¿No tiene mi Dios el poder para

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detener esta tormenta? ¿No creí en el Señor Jesucristo, el cual


reprendió la tempestad y se calmó?”. Seguramente descubrirá
que muchos gastan tiempo y energías gritando una y otra vez a
las tormentas y más aún, re-prendiendo a cuanta cosa les venga
a la cabeza sin obtener resultado.
Continuando el relato de este cuadro de desesperación y
amenaza de muerte, encontramos las siguientes palabras:
Hechos 27:21-26 literalmente dice: (21) “Entonces Pablo, como
hacía ya
mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo:
Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y
no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.
(22) Pero ahora os ex-horto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la
nave. (23) Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del
Dios de quién soy y a quien sirvo, (24) diciendo: Pablo, no temas;
es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha
concedido todos los que navegan contigo. (25) Por tanto, oh
varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será
así como se me ha dicho. (26) Con todo, es necesario que demos
en alguna isla”.

¿Está usted leyendo lo mismo que yo? Por favor, cerciórese de


que su bi-blia está diciendo lo mismo. Pablo está animando a los
que van con él y les dice que recibió una palabra de parte de
Dios: “te necesito en Roma”. En este momento pudiéramos
hablar con Dios: “Señor, si me quieres en Roma, ¿no será factible
que me pongas un vientito favorable?”. Sin em-brago, esa no fue
la oración de Pablo. De ninguna manera, él nunca cues-tionó la
inteligencia de su Dios. Pablo siempre tuvo en claro cuál es el
parámetro de éxito del Padre, porque muchas veces él fue
expuesto a la palabra de la Cruz. De hecho, en su corazón Pablo
estaba pidiendo algo; por los que navegaban con él. Pablo no
estaba pidiendo nada que lo de-

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jara más cómodo, pues es de observar que después de la


palabra que él recibió de parte de Dios, todo fue mucho peor.
Si observamos atenta-mente, ellos terminaron naufragando,
se quedaron varados en una isla y a Pablo le picó una
serpiente.

La religión siempre utiliza las escrituras para alimentar los


parámetros de éxito humanos. “Si estás con Jesús en tu vida, las
tormentas serán calma-das”. Lo cierto es que Jesús reprendió a
los discípulos por su falta de fe en la tormenta, antes de
calmarla. Porque la gloria de Dios expresada en nosotros, no
tiene nada que ver con los milagros y prodigios que antes de
Cristo se habían visto. Nada es más poderoso que un hombre
expre-sando la naturaleza de Dios. Aunque tu vida pudiera verse
gobernada en muchas maneras por las decisiones de los
hombres; aunque pareciera que todo a tu alrededor se levanta
para detener tu paso y oponerse a tu avance hacia lo que Dios te
envió a hacer, recuerda: tu verdadera carrera la corres en tu
espíritu. Nada puede prohibir que expreses la vida de Cristo que
te fue dada en la Cruz. Ese es el nuevo parámetro de éxito. Eso
es a lo que Dios llama éxito y eso debe absorber toda tu
atención. Nunca más persigas los aplausos de los hombres,
porque sin duda te distraerán. Disfruta los aplausos de Papá, de
nuestro Padre. Si los hombres te ven calmar una tormenta, te
aplaudirán, pero debes saberlo: mañana querrán matarte. Pero si
puedes permanecer en paz y en confianza, aún sabiendo que tu
vida corre peligro, o que te encuentras con sincera incomodidad,
no viendo salida para tu cuerpo o tu alma, entonces conocerás la
sensa-ción, los sentimientos, los pensamientos y el verdadero
gozo en tu espí-ritu al oír a nuestro Padre Celestial diciendo:
“Bien hijo, lo estás haciendo bien”.
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HAS SIDO CREADO PARA EL ÉXITO

Si eres hijo de Dios, el éxito es tu destino. De hecho, cuando


vas a la Cruz de Cristo, ella te dice que el éxito está asegurado
y te propone una cosa: participa de esta pelea ya ganada y te
haré parte de los premios. Cuando alguien te diga que naciste
para ser exitoso, recuerda en tu interior: ¡Eso es cierto! Pero
inmediatamente después permite que el Espíritu Santo de
Dios te recuerde lo que para Él significa éxito. Has esto cada
día de tu vida. Háblale a tu mente y a tu corazón del éxito
según Dios y en muy poco tiempo verás el fruto de tu propia
madurez y la de quienes te ro-dean.
Es de esperar que por momentos veas que muchas cosas te
salen bien. Es muy posible que los recursos materiales se te
acerquen y que personas quieran oírte. Probablemente te
encuentres por momentos viviendo cosas que los hombres
llaman éxito. Cuando eso suceda, descubrirás que estás
madurando porque tu alma comienza a despreciar aquellas
cosas. Pero hay una sola que el ser espiritual anhela ganar y
es a Cristo. Todo lo demás lo tendrá por basura.

Filipenses 3:7-9 dice: “Pero cuantas cosas eran para mí


ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
(8) Y ciertamente, aun es-timo todas las cosas como pérdida
por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo, (9) y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la jus-ticia que es de Dios por la fe…”.
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VIVIENDO EN SU RESURRECCIÓN

En la Cruz de Cristo se deshace toda esclavitud a la que


estábamos amarrados por causa de los deseos y
expectativas humanas, natu-rales y temporales.
La resurrección de nuestro Señor Jesucristo se da a
conocer en no-sotros cuando todo nuestro corazón y
pensamientos son absorbi-dos por la pasión de alcanzar
lo que Dios nos ha propuesto. Ya no somos atraídos por
aquellas cosas que atraen a los hombres en el mundo.
Ser testigos de nuestra propia madurez espiritual y cola-
borar con la madurez de otros, se vuelve nuestro
verdadero pará-metro de éxito diario y de vida. A eso le
llamamos “el vivir en la fe del Hijo de Dios”.
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