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Desde 1908 a 1921, Guérin y Calmette se esforzaron por producir cepas cada vez
menos virulentas del bacilo. Hacia 1920 concluyó su tratado “La Infección bacilar y
la tuberculosis”, que marcó el punto de partida de las investigaciones que emprendió
en París. Poseedor de la cepa de bacilos bovinos con virulencia atenuada y con
caracteres fijos e inmutables –que luego se transmitían por herencia–, desde 1912
sus colaboradores Boquet y Négre volvieron a comenzar las investigaciones
confirmando su inocuidad absoluta y la imposibilidad del bacilo tuberculoso de
volver a su virulencia primitiva, de dar lesiones tuberculosas evolutivas. Esta cepa
de bacilos se bautizó con el nombre de BCG (Bacilo Calmette-Guerin).
En 1921, consiguieron usar un concentrado de BCG para vacunar con éxito a recién
nacidos en la Charité de Paris. Desde entonces las vacunaciones se sucedieron con
rapidez tanto en París, como en resto de Francia y también en el extranjero. Hubo
polémica sobre la eficacia de la vacuna BCG; esta investigación tuvo tantos
defensores como detractores.
Calmette siguió paso a paso los debates y se esforzó por demostrar que el bacilo
era incapaz de volver a ser virulento. Esta cepa se mostró eficaz en la vacunación
de los bóvidos contra la tuberculosis. Fueron Bernard Weill-Halle y Turpin, que
trabajaban en hospital de la Charité de París, los primeros en aplicarla al hombre en
1921, en concreto, en el caso de un recién nacido criado por una abuela tuberculosa
y fatalmente condenado al contagio. El niño fue vacunado con tres dosis sucesivas
de BCG por vía oral (6 mg cada vez) y se salvó. La primera comunicación oficial de
Calmette y Guerin sobre el BCG se presentó el 29 de junio de 1924 en la Academia
de Medicina de París y fue firmada por Calmette, Guerin, Weill-Halle, Turpin y Leger.