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LECTURA Nro. 1
ECONOMÍA Y POLÍTICA ECONÓMICA
Hoy en día existe sin duda un mayor consenso que en el pasado sobre muchas
cuestiones de la microeconomía y en determinados temas de la macroeconomía. Sin
embargo, es evidente que cuando se analizan problemas como el crecimiento
económico y sus factores clave, la distribución de la renta o el comercio internacional,
entre otros, las divergencias entre distintos planteamientos persisten.
En el ámbito teórico cabe señalar tres razones para que surjan discrepancias. En primer
lugar, las premisas y supuestos de cualquier análisis condicionan el valor de sus
conclusiones o resultados; en segundo lugar, en economía resulta muy difícil evitar la
introducción de los juicios de valor del autor en los planteamientos de cualquier teoría o
modelo, y finalmente, las leyes que los economistas son capaces de deducir tienen
carácter estadístico/probabilístico, y no causal. Las valoraciones, opiniones y
preferencias ideológicas acompañan siempre a las propuestas de actuación que se
pretenden llevar a cabo o que se estiman más recomendables para resolver un
determinado problema.
Suelen integrase todas aquellas áreas científicas que se caracterizan por el hecho
de que tato su enfoque básico como sus estructuras son esencialmente formales,
no precisas del contraste con la realidad. Por el contrario, lo que caracteriza al
sector de las ciencias empíricas es su referencia obligada a esa realidad que
llamamos mundo, para plantearse problemas como para contrastar las teorías y
explicaciones. Toman como punto de partida la realidad y validación de las hipótesis
y de las leyes de comportamiento que en cada caso acaban requiriendo la prueba
experimental o la aportación de pruebas factuales suficientes. Las tres
características más destacables son:
Además de explicar y predecir, las leyes, las teorías y los modelos que
construyen los científicos permiten disponer de una base que resulta cada vez
más sólida para poder operar sobre una determinada realidad.
Resulta útil revisar, por ejemplo, qué tipo de aportaciones se han hecho en el campo
económico en las últimas décadas y, sobre todo, con qué orientación.
David Hume figura casi siempre entre quienes primero defendieron la necesidad de
separar claramente el campo del “ser”, es decir, de lo que es, del mundo del “debe
ser”. La llamada “regla de hume”, que implica la prohibición de discurrir
directamente del ser al debe ser, se convirtió muy pronto en un punto de referencia
para definir hasta dónde podía y debía llegar el economista y cuál es el terreno que
es propio ya del “arte”.
Por otro lado, John Neville Keynes, es quien realmente suele considerarse como el
punto de arranque de la moderna demarcación del campo científico de la economía.
Este autor propuso distinguir claramente entre la economía política, considerada
como ciencia positiva, y economía aplicada, el llamado “arte”, que debía definirse
como una rama de la filosofía política y social interesada en las cuestiones
económicas.
Con carácter general, lo que actualmente se admite es que, si bien las aportaciones
teóricas deben procurar mantenerse en el ámbito de lo positivo, la economía
aparece como una ciencia con una doble vertiente.
Una vez desligada la economía política de la filosofía y del tronco común de las
ciencias sociales, el avance científico fue convirtiéndola en un campo de
conocimiento cada vez más amplio, complejo y, sobre todo a partir de las
aportaciones de los marginalistas, cada vez más sistemático.