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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA
SOCIOLOGÍA ESPECIAL: URBANA
Juan Fernando Garcés; David Giovanny Silva
MEMORIAS COLECTIVAS, NARRATIVAS HISTÓRICAS:
LA CIUDAD DESDE EL ÁLBUM FAMILIAR EN EL MUSEO DE BOGOTÁ.

INTRODUCCIÓN.

El Museo de Bogotá es una institución fundada en 1969 con el objeto de servir como sitio
para preservar el patrimonio de la ciudad, tanto material como cultural. Se presenta como un
espacio en el cual se hace un ejercicio de memoria histórica de la ciudad, en el que se busca
transmitir una mirada histórica de la ciudad desde diferentes perspectivas. Asumiendo al
museo como una heterotopía, el Museo de Bogotá es un sitio en el que se busca una visión
totalizante ya no de la sociedad colombiana sino específicamente de la capitalina, de su
pasado, presente y futuro. Así, la importancia que tiene el Museo dentro de las dinámicas de
la ciudad es la de brindar a los habitantes bogotanos la posibilidad de entrar en contacto con
múltiples objetos, perspectivas y análisis de lo que ha sido, es y será Bogotá, de lo que la
institucionalidad considera vale la pena conservar como memoria.

La exposición actual que se encuentra en el Museo se titula “¡Yo también tengo esa foto!”. El
álbum familiar de Bogotá”. Su planeación como proyecto inició desde el 2009 con el
objetivo de construir el álbum familiar más grande de Bogotá a través de la recolección de
fotografías familiares de los habitantes de la ciudad.
“La experiencia que propone la exposición es similar a caminar por un espectacular
álbum familiar en tres dimensiones. Las formas de transportarse, las celebraciones,
los oficios, la escolaridad, los cambios en la moda, son solo algunas de las temáticas
que nos muestran los álbumes [...] Al mirar hay posibilidad de encontrar al otro y de
encontrarse en el juego, de transitar desde lo desconocido hasta lo similar y darse
cuenta de que en esta ciudad que compartimos tal vez somos más familiares que
extraños.” ("¡Yo también tengo esta foto!”, Museo de Bogotá, 2019)
Por lo tanto, la visión institucional de este proyecto lo presenta como un descubrimiento de
Bogotá a través de la familia, de lo que estas han considerado vale la pena ser inmortalizado
con una foto; la exposición da cuenta de la repetición de tipos de fotos, situaciones

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fotografiadas y espacios en los que estas se toman, generando una imagen de Bogotá a través
de las experiencias comunes de sus ciudadanos en diferentes momentos históricos del siglo
XX.

La presentación institucional que se hace del proyecto es bastante clara; no obstante


consideramos que la expresión que se da de Bogotá a través de esta exposición está
completamente abierta a la discusión y desborda la perspectiva institucional, no sólo por el
hecho de que una revisión sociológica de lo estético permite ampliar perspectivas sino
porque además en lo no-mirado, lo no dicho en la exposición, que se hace evidente
justamente por su ausencia, se puede determinar hasta dónde llega la Bogotá del álbum
familiar propuesto por el Museo. Nuestro interés al revisar esta exposición es saber cuál es la
expresión, si se quiere la construcción que se hace de Bogotá a partir del proyecto “Yo
también tengo esa foto” en el Museo de Bogotá, teniendo en cuenta que este funge como
institución encargada de crear la memoria histórica oficial de la ciudad, de caracterizarla a
partir de narrativas que entrarán a ser parte de lo institucional.

LO VISTO, LO VIVIDO.

La exposición “¡Yo también tengo esa foto!” del Museo de Bogotá surge de un proyecto de
la alcaldía de Bogotá, a través del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural que, desde 2009,
buscó consolidar un fondo fotográfico desde los aportes de las familias capitalinas (IDPC,
2019). La experiencia en el museo es corta, pero con un mayor impacto que otro tipo de
exposiciones en los museos de la ciudad. El acercamiento que pretende este proyecto,
mediante fotografías traídas de los álbumes fotográficos familiares, es directo y en un sentido
lógico logra su objetivo: llevar a los visitantes a sus propias memorias familiares enmarcadas
en lo que era la ciudad de Bogotá en la época de la fotografía análoga.

Desde el 21 de diciembre de 2018, la exposición ha procurado mostrar desde la fotografía


las dinámicas familiares en Bogotá; desde las fotos de rituales establecidos como el
matrimonio, hasta las fotos desde los hábitos como el caminar por el centro de la ciudad,
entre otros. Además, de tener un espacio propio para las máquinas y las personas que
hicieron posible plasmar materialmente la experiencia de la ciudad, los fotógrafos y las
cámaras. Ahora, de esta exposición se desprenden varias cuestiones que vamos a profundizar
basados en nuestra experiencia en el museo, lo cual tiene una doble intensión.

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Primeramente, generar una idea más detallada de lo que es la exposición desde su intención,
y, en un segundo momento, reconocer las dinámicas detrás de lo que significaba la Bogotá
expuesta allí.

Así pues, vemos distintos elementos los cuales podrían constituir la base museográfica desde
la cual se constituyó la exposición en su materialidad, los cuales es necesario explorar en
tanto serán fundamentales para el desarrollo de este trabajo. En este sentido, el papel de la
fotografía es central, lógicamente, en lo que es la noción material de las memorias familiares
tanto de los aportantes como de los visitantes. Sin embargo, la cuestión que dinamiza el
contenido expuesto se remite a los marcos culturales que representan la sociedad bogotana
en el siglo XX; la familia es, siguiendo la línea discursiva de la exposición, este marco desde
el cual se puede evidenciar la experiencia en la ciudad. Teniendo en cuenta estos dos pilares,
de ellos surgen algunas cuestiones y tensiones, que juegan en la tras-escena simbólica y
cultural de una ciudad que a lo largo del siglo XX enfrentó grandes cambios no solo físicos
sino, económicos, sociales, políticos, etc., que se hallan englobadas en esta constantes
construcción de memoria que ahora se entromete en la vida familiar bogotana.

El carácter de la fotografía es sin duda especial dentro de lo que significan las memorias
familiares. Tengamos en cuenta, que el mayor grupo de fotografías expuestas se hallan entre
los años 40 hasta mediados de los años 80 del siglo pasado, el carácter técnico y económico
que implicaban medios como las videograbadoras en esta época dejan a la fotografía como el
medio por el cual la familia expresa sus vivencias. En ese sentido, estamos de acuerdo con
Susan Sontag al decir que “coleccionar fotografías es coleccionar el mundo. El cine y los
programas de televisión iluminan las paredes, vacilan y se apagan; pero con las fotografías la
imagen es también un objeto, ligero, de producción barata, que se transporta, acumula y
almacena fácilmente” (2006, p.16) y los álbumes familiares son esa forma de realización
fotográfica popular, la cual de alguna forma es la que interpela al visitante que aún recuerda
por medio de uno.

Es, entonces, el álbum familiar ese punto de encuentro entre los dos pilares y que hace
material todo el entramado de relaciones de las cuales se compone la familia, y, así mismo,
las intenciones de enunciación visual de la experiencia humana, en este caso, que gira en
torno a un grupo. En este sentido, el álbum como lo muestran en tal exposición pretende

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reconocer que la fotografía obtiene su sentido de forma exterior a ella, que está determinada
por su relación efectiva con su objeto (lo que muestra) y con su situación de enunciación
(con el que mira) (Silva, 2012). Por lo que, en este caso, el carácter discursivo de la
exposición la que renueva el carácter significativo y simbólico de las fotografías expuestas, por
medio de una narrativa más visual que textual sobre lo que sucede allí, dejando abierto el
debate, como ya lo habíamos dicho sobre los propios límites narrativos. El abrir espacio a
esta ambigüedad es lo que da la oportunidad de reflexionar más allá de lo que es un álbum
familiar, y hablar específicamente de las experiencias que se agruparon dentro de una
narrativa que atravesaba el carácter íntimo y memorial de los álbumes familiares.

Si bien, en la exposición abierta por el Museo de Bogotá se muestra a través de las formas
rituales de la familia bogotana, si no es que alcanza a ser colombiana; para nosotros y el
enfoque de este trabajo es importante el reconocer que, siendo el museo de la ciudad el que
lleva al público una exposición sobre la familia en este mismo espacio, todo se halla
enmarcado materialmente en la ciudad y, así mismo, el hallarse enmarcado allí establece en
si misma unas dinámicas, tensiones y formas de entender la ciudad no solo desde sus
edificaciones sino desde sus habitantes, en lo que pensamos como la experiencia urbana. Por
lo que, empezamos por pensar la ciudad desde su materialidad, y lo urbano como esa forma
de vivir la ciudad. Conceptos que se transforman entre sí, mediante las prácticas y los
discursos, y que, en nuestro caso, desde otros tiempos siguen modificándose en este juego
entre lo vivido y lo recordado.

El pensarnos el espacio que muestra la exposición, no puede expresarse en sus términos más
básicos y sobre todo inertes. El espacio que debe ser pensado, debe serlo desde el objeto que
lo trae a colación, la cámara fotográfica. Es más que claro que hablar de espacio puede no
llegar a ninguna respuesta clara, sin embargo, cuando esta se halla atravesado por otras
formas como lo son los sujetos, o los objetos encontramos que, como lo dice Michel de
Certeau pensado por Manuel Delgado (1999) el espacio es, más que todo, un lugar
practicado. Cuando pensamos en la Bogotá de mitad de siglo XX, que se encuentra en
medio de transformaciones muy grandes en torno a ese interés por la modernización, y, así
mismo, transformaciones desde lo demográfico que responden a las dinámicas políticas,
económicas y agrarias de la Colombia rural, debemos pensar en un espacio cuyas prácticas
están en constante cambio, al igual que su forma física. Por lo que, este proceso de memoria,

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que se presenta en un primer momento como familiar, se transforma, también en una forma
de memoria sobre la ciudad, que es vivida desde la familia y que encuentra asidero dentro de
los diversos lugares que son captados por la cámara. Pues, en lo vertiginoso de la
modernidad, las cámaras se convierten, desde lo popular, en esa máquina que es capaz de
captar la destrucción de formas naturales y artificiales, sociales y culturales (Sontag, 2006),
para darle paso a una nueva idea de ciudad, y que en nuestro caso vemos en fotografías que
se dan en la vieja carrera 7ma, o el desaparecido Lago Gaitán, el antiguo Aeropuerto El
Dorado, o el tradicional Sears (IDPC, 2019).

La memoria que ronda sobre lo familiar se establece dentro de las prácticas en las que se
generaban los encuentros y las experiencias dignas de ser fotografiadas (Bourdieu, 2003). En
este sentido, por si no ha quedado suficientemente claro, podríamos pensar en la experiencia
del individuo dentro de la ciudad, la cual esta mediada por relaciones con objetos y otros
individuos; sin embargo, lo decía María Clara Méndez, mediadora de la exposición y
miembro del equipo de educación del museo de Bogotá, la intención de la exposición es ver,
eventualmente, la experiencia del sujeto familia, en donde esta genera sus propias dinámicas
en la ciudad y experimenta lo urbano de una forma completamente distinta al individuo.
Entonces, cuando vemos que la exposición reconoce diversas prácticas familiares dado
diversos espacios y objetos, podemos ver esta constante correspondencia que delimita lo
urbano, en torno a un trabajo de lo social sobre si, que se produce una y otra vez (Delgado,
1999). Y es lo fotográfico lo que es capaz de enmarcar esta producción en un momento
específico en el cual, nuestro sujeto familia, produce lo urbano en el espacio que afecta y que
surge de esta misma producción.

Vemos, así, la apropiación de diversos espacios de maneras muy diferentes pero que tienen
como referente un nivel de importancia tal como para ser fotografiado. Es el caso, por
ejemplo, del “septimazo” a mediados de siglo, este acontecimiento propio de los fines de
semana bogotanos refiere a dos momentos y significaciones: El primero, al carácter social
que implicaba transitar un espacio de confluencia de casi toda la sociedad bogotana, pues, en
muchas de las fotos, su nivel de importancia se expresaba desde el vestir. Una forma de
relacionamiento indirecta con el espacio y quienes lo transitan desde los objetos y las
representaciones alrededor de ellos, que se expresan en las fotografías a blanco y negro de
los años 40 y 50. En un segundo momento, desde el carácter mismo de transitar la carrera

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séptima los fines de semana, entender este mismo acto simplemente desde el placer de la
movilidad, en tanto el significado que se le atribuye a tal espacio en medio de una ciudad que
en esos momentos estaba en plena expansión y que ve en tales experiencias un
mantenimiento de lo tradicional. Es as, como en este ejemplo, podemos pensar en unas
formas estéticas de movilidad (Jensen, 2009) que, contienen todo este juego de
significaciones, expresiones y tensiones los cuales también se pueden ver, desde los autos, las
bicicletas, etc., y que hacen de la ciudad y su espacio una confluencia constante de
significados y posibilidades (Delgado, 1999).

Es importante, entonces, pensar que en medio de las reflexiones que surgen desde la
experiencia museística, hay unas dinámicas internas y alternas a lo expuesto que es
importante definir, en tanto el develar la ciudad que se muestra en realidad desde las
narrativas familiares. Bogotá, se nos muestra como una ciudad compleja en tanto, desde la
propia exposición establece su esencia en sí misma, desde la constante y paralela relación
entre lo sujetos, los objetos y los espacios que entran a interactuar y a constituir desde ella el
familiar bogotano. Sin embargo, este ser familia bogotana se atraviesa por formas que iremos
develando y desde las cuales también hallaremos la ciudad visibilizada.

LA FAMILIA BOGOTANA Y SU BOGOTÁ.

Al utilizar el álbum familiar como herramienta de memoria se pone a la familia como


principal sujeto de la exposición, es la creación de memoria que hace la familia la que se va a
tomar como principal referencia de perspectiva histórica de Bogotá que se desea mostrar en
la exposición. Para María Clara, al establecer el foco en las familias bogotanas se da a la
ciudadanía la oportunidad de tener un contacto real con el Museo, puesto que el contenido
museográfico no requiere de una base de conocimientos que puedan crear barrera y en
cambio dan la posibilidad de reconocer vínculos directos entre los observadores y lo
observado.

La pretensión del Museo es que el álbum familiar pueda servir como encuentro para el total
de la ciudadanía bogotana, asumiendo que fue un elemento común en las prácticas familiares
de la capital; no obstante, consideramos necesario establecer a través de la observación
sociológica de las fotografías cuál es el sujeto familia bogotana que se muestra en la
exposición, y que contiene, como ya se había dicho, prácticas y experiencias propias, que

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depende enormemente de sus condiciones reales de acuerdo al período histórico en el que
vivieron, algo que se ve reflejado en el registro fotográfico que hacen y en las formas como
se constituyen determinadas memorias.

La familia bogotana que se ve reflejada en la exposición decidió crear registros de sus


experiencias de vida en lugares que pueden ser pensados, hasta cierto nivel, como públicos o
como privados. Hasta cierto nivel porque los límites muchas veces son difusos, en tanto esto
juega con las formas de apropiación y así mismo las dinámicas del habitar el espacio
determinado, incluyendo, entre otras cosas formas ligadas a una cultura o clase; donde,
además, la espacialidad es asumida dentro de esta tensión entre lo privado y lo público en
tanto se asume desde la situación vivida; y, por último, porque existen espacios (y objetos)
retratados que en las fotografías hacen pensar en una sobreposición entre los dos. En suma
“cada uno de estos espacios evoluciona con su lógica propia, pero existen intersecciones en
las cuales se influencian mutuamente; esto determina que, de cierto modo, los espacios
privados sean articulados por los espacios públicos y viceversa” (Pardo, 2008, pág. 44),
siendo las fotografías tanto la evidencia visual como una forma propia en la intersección entre
lo público y lo privado.

Si algo deja en claro la exposición es que el álbum familiar funciona no sólo como objeto de
memoria sino también como bisagra entre lo público y lo privado en la ciudad, porque a
través de la revelación de situaciones de la intimidad familiar se pueden descubrir
apropiaciones comunes de diferentes tipos de espacios, ya sean sitios públicos en los que a
través de la fotografía se crea un registro de presencia individual en la ciudad, o rituales en
espacios íntimos que se generalizan a todas las familias, demostrando una ciudadanía que
comparte prácticas y valores, y además, toda una construcción de una memoria colectiva
entre sujetos familia sobre los espacios públicos bogotanos, aspecto que profundizaremos
más adelante.

Ahora, teniendo en cuenta tanto el papel del álbum como punto de intersección entre lo
público y lo privado; y, además la capacidad de captación de una realidad urbana ahora
transformada por parte de la fotografía. Pensemos en los espacios públicos como los lugares
emblemáticos de la ciudad de acuerdo a la época los que más hacen presencia en la
exposición, cuya presencia histórica ha sido constante en la ciudad, como la Plaza de Bolívar

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o Monserrate; así mismo, lugares que sin haber desaparecido han sufrido profundas
transformaciones históricas que han cambiado la significación que la ciudadanía,
transformando también sus prácticas ahora evidenciadas por su ausencia fotográfica al
desaparecer del registro familiar, como la Carrera Séptima. Lo cierto es que el punto en
común de estos lugares es que su estatus de emblema, para la época, los convierte en
locaciones deseables para mostrar a la familia, para crear memoria de la familia; en otras
palabras, son lugares en los que se presenta la mejor cara posible de la ciudad.

Para María Clara, una de las reglas no escritas que sigue el álbum familiar es el privilegiar
momentos festivos, el sólo incluir situaciones en las que las familias están alegres, de acuerdo
con lo planteado por Bourdieu anteriormente. Siguiendo tal idea, consideramos que
privilegiar este tipo de fotos implica también una búsqueda de lo estético, de lo más
presentable o más bien lo que merece ser presentado tanto en el plano individual (ropa,
acción de acuerdo a la situación, etc.) como en el plano espacial -como lo hicimos con el
ejemplo de las fotografías sobre la séptima-. El registro, histórico respecto a la intensión del
museo, que se ve a través del álbum familiar es el de una Bogotá en la que se evita por
completo su cara vergonzante, en la que se seleccionan como espacios fotografiables aquellos
que de acuerdo al momento histórico son, además de emblemáticos, en algunos casos parte
de la cotidianidad de un sector con capacidades económicas relativamente favorables en
determinados momentos históricos; es por esto que se pueden distinguir dos tipos de fotos
en estos espacios: las que hacen evidente que se trata de una ocasión familiar, de un acto en
familia con una connotación especial - como “dominguear” - (ilustración 1) o, las más
comunes, las que reflejan la cotidianidad de la familia o algunos de sus miembros en ese tipo
de espacios (ilustración 2).

Al revisar los espacios públicos en los que las familias bogotanas decidieron crear memoria
se evidencia por una parte la intención de incluir únicamente sitios públicos en los que
valiese la pena dejar sello de la presencia como familia en la ciudad; de dejar un registro que
demostrase que la familia además de vivir en Bogotá hacia parte de esta ( “Algo que sabemos
de oídas pero de lo cual dudamos, parece demostrado cuando nos muestran una fotografía”,
decía Susan Sontag), registros que evidenciaran que se podía estar en los espacios de
afluencia y congregación porque contaba con los medios para ir a estos, ya fuese en
ocasiones especiales o porque estos espacios eran parte de su cotidianidad. Por lo tanto, una

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de las primeras delimitaciones que podemos hacer de este, bien o mal llamado, sujeto familia
bogotana que presenta la exposición es que corresponde a una que sólo muestra los lugares
que vale la pena ver, y sobre todo que vale la pena estar cuando se está en el espacio público
bogotano, lo que da cuenta de una necesidad de presentar un relato histórico conectado a lo
recalcable positivamente de Bogotá.

En el ámbito de lo privado, teniendo en cuenta lo que ya se dijo sobre la relación entre lo


público y lo privado, tomamos como ejemplo un tipo de fotografía que llama la atención por
su especificidad muy enmarcada en el contexto histórico bogotano (nos atrevemos a decir
que de todas las grandes ciudades colombianas) y es la foto junto al carro recién comprado
(ilustración 3). Curiosamente, María Clara refiere a lo particular de este tipo de fotografía en
tanto a unos visitantes chilenos les causó mucha curiosidad esta parte de la exposición, no
comprendían por qué la gente se tomaba ese tipo de fotos. En estas se puede ver a la familia,
especialmente a los niños, que con poses que demuestran orgullo y satisfacción capturan al
vehículo como un objeto con un importantísimo significado para la familia, sólo superado
por la casa. El que la foto junto al carro sea tan común aquí, una práctica que, aunque
privada se generalizó a tal punto de que a día de hoy sea infaltable en cualquier álbum
familiar, da posibilidad a múltiples comentarios. Este tipo de fotos, que normalmente
corresponden a la segunda mitad del siglo XX, hacen evidente un momento histórico en el
que se apuesta por el automóvil como principal forma de transporte en la ciudad. Por otra
parte, dan cuenta del carro como símbolo de estatus y de movilidad social ascendente en la
sociedad capitalina. Además, demuestran la necesidad de las familias de dejar plasmada en
su memoria un suceso que marca su inserción en un mejor ámbito económico y en lo
moderno.

La foto con el carro da cuenta de una familia bogotana que incluye en su memoria un objeto
cuyo peso va más allá del uso que se le da, un objeto que representa un hito en la vida
familiar que merece ser inmortalizado, que es causa de alegría para todos los integrantes y
que va a ser parte del relato de la historia familiar; cuando se esté mostrando el álbum, al
llegar a la foto del carro se va a rememorar cómo fue la compra del vehículo, claro está, pero
además se van a recordar todas las anécdotas que se dieron alrededor de éste, las
particularidades que lo hacían su carro a pesar de que hubiesen n unidades del mismo
modelo. Este tipo de fotografía demuestra una familia bogotana inmersa en el proyecto de

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modernización de la ciudad, que logra ingresar en una esfera económica que los aleja de “los
pobres” pero sin estar en los sitios de poder de la sociedad capitalina; entendiendo también
las dos dimensiones que ya mencionamos en la experiencia por la carrera séptima.

En este juego entre lo público y lo privado, también se debe pensar en términos de lo que no
entra allí. Un último factor para determinar a la familia bogotana viene precisamente de lo
no-mostrado, lo que no tiene presencia en la exposición. Al entrar se puede ver un mapa
(ilustración 4) en el que se señalan las zonas de la ciudad en las que más se ubican las fotos
de la exposición. La mayoría se encuentran concentrados marcando el centro de Bogotá,
algo comprensible por el período histórico recogido, por la cantidad de sitios emblemáticos y
monumentos que hay en este como ya se dijo, por las instituciones que históricamente han
funcionado en este, etc.; después del centro el resto de los puntos se van encontrado hacia el
noroccidente, aunque ya mucho menos concentrados, propio además de las dinámicas de
expansión de Bogotá. Lo que llama la atención es que hacia el sur no hay evidencia
fotográfica, o su presencia es mínima en la exposición.

EL trabajo museográfico de “¡Yo también tengo esa foto!” deja por fuera a los sectores
marginales y tradicionalmente excluidos de la capital, y cuando son incluidos no es en los
espacios que habitan, se hacen presentes es en los espacios emblemáticos, los de la buena
cara de Bogotá. Claro, no se está queriendo decir que esto es una acción deliberada por
parte del Museo de Bogotá puesto que el proyecto se construye a partir de las fotos que la
ciudadanía decide donar; las razones para que estos sectores con sus espacios y prácticas no
entran con mucha fuerza dentro del álbum familiar pueden explicarse en las propias
características económicas y sociales de la ciudad. Por un lado, el costo de una fotografía en
épocas anteriores a las cámaras más asequibles; por otro lado, también hay que pensar en el
tipo de fotos que se incluyen en el álbum que tratan de mostrar, porque la práctica del álbum
y de la foto no puede generalizarse a todos los sectores sociales en tanto ni siquiera se puede
hablar de una misma forma de concebir la familia.

Habiendo dejado esto en claro, María Clara apunta a otro fenómeno dentro de la misma
problemática; una de las razones por las que no haya fotos de sectores marginales puede que
ver con el hecho de que el Museo es al fin y al cabo es un sitio turístico, para mostrar, por lo
que tal vez no sería producente mostrar este tipo de imágenes. Este comentario con el que

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María Clara se separa por un momento de su rol como trabajadora del museo esclarece la
situación: aunque no lleguen fotos de sectores marginales, tampoco se hace ningún esfuerzo
por buscarlas puesto que no está dentro de los intereses del Museo, como relator de una
memoria histórica oficial de la ciudad, el incluir la cara vergonzante de esta a través de la
exposición justamente de la cotidianidad de quiénes más la han sufrido.

La familia bogotana que se presenta en la exposición como sujeto narrador de la memoria


histórica de la ciudad es una que busca mostrar siempre la mejor cara, lo más alegre y lo más
bonito, que busca incluir en sus recuerdos visuales y narrativos únicamente aquellos sucesos
con una connotación positiva. Esto implica que la Bogotá que se plasma a través del álbum
familiar es la de una ciudad que a pesar de los sucesos históricos que la han atravesado
mantiene siempre prácticas a través de las cuáles la ciudadanía puede articularse, con
espacios emblemáticos que guardan gran significado para sus habitantes, con sectores que
pueden soñar con mejorar sus condiciones de vida, con toda la carga emocional que esto
trae; es en fin, una ciudad en la que se puede ser optimista.

Así, pensamos que el álbum como objeto de memoria histórica merece ser revisado. En las
paredes de una de las salas del museo se puede ver múltiples definiciones del álbum familiar
(ilustración 5), entre las cuales se afirma que es un “dispositivo de memoria y emotividad”. El
álbum es la posibilidad de una mirada memorial en la que lo visual se conecta directamente
con la necesidad de la narración; es entonces, entendiendo el sujeto familia, la exposición el
punto de encuentro de las memorias que en su afán por constituir una evidencia histórica lo
que muestra es la constitución de una memoria colectiva -entre familias- desde las cuales se
genera un marco narrativo (Eyerman, 2011) que, en la forma como se direccionó desde el
museo, es paralela al acontecer socio-histórico de la ciudad, pues, en medio de tales
narrativas encontramos acontecimientos fundamentales para hablar de la Bogotá de siglo
XX, y que en la caracterización ambigua de toda la exposición (como ya se había
mencionado) da con el carácter móvil de tales narrativas, entendiéndose como una
producción constante entre lo vivido y lo recordado. Esto implica que el museo deja de ser
un espacio de construcción fija o fijada de la ciudad para darle paso a una construcción
constante y renovable de la ciudad y su historia que se da cada vez que una persona recorre
las fotografías y reconoce en estas conexiones de su biografía con la de otros ciudadanos, de

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espacios y prácticas compartidas, siendo precisamente en estas conexiones donde se puede
observar una de las muchas posibilidades de lo que ha sido y es Bogotá.

CONCLUSIONES.

La expresión de Bogotá que se ve reflejada en la exposición “Yo también tengo esa foto” está
lejos de poder representar a la percepción de Bogotá que tiene la totalidad de sus
ciudadanos, empezando por el hecho de que lograr tal representación es una tarea titánica,
sino imposible. De lo que no queda duda es que el proyecto del álbum es ante todo un
intento de generar una memoria histórica popular oficial, por lo que la Bogotá que se busca
plasmar - así sea a través de las biografías de los ciudadanos - es la de una ciudad que se ha
transformado pero que nunca ha perdido la posibilidad de que se generen fuertes vínculos
afectivos entre sus habitantes, por más situaciones adversas que ocurran (siendo la adversidad
un supuesto del observador nunca mostrado en las fotografías). Es una Bogotá sin tensiones
explícitas, de gente “echa’ pa’ lante”, bastante reducida y enfocada principalmente en un
sector social que se podría llamar medio. Es, además, intento de construir una perspectiva
ciudad a partir de los bogotanos de toda la vida, de los nacidos en Bogotá cuyos padres y
abuelos también nacieron en esta ciudad, por lo que para la gente que ha llegado a la ciudad
muchas cosas se le pueden tornar ajenas, sin ser parte de la noción que se han formado de
Bogotá. Como ya se dijo, es una Bogotá en la que no tienen mucha presencia los sectores
marginales, pero curiosamente tampoco las élites; por ejemplo, la fotografía del carro es
inimaginable en el álbum de una persona de la clase alta más alta. Esta falta de las élites en el
álbum familiar puede explicarse por razones similares a las expuestas en el caso de los
sectores marginales, a la cual se le agrega otra: las experiencias de ciudad de las élites son
completamente desconocidas para el grueso de la población, por lo que incluirlas en el
álbum hubiese causado un sentimiento de desconexión completamente en contravía al
espíritu de este proyecto.

Por otra parte, las nociones generales que surgen de la exposición y de este trabajo lleva a
pensar en una de esas tensiones implícitas que cargan con todo un juego casi interactivo en la
cual se sumergen las experiencias urbanas bogotanas evidenciadas en el álbum familiar de
Bogotá. Particularmente, en un primer momento esta tensión se puede dar desde el efecto
dicotómico, y claramente problemático, lo cual llevaría a reconocer estas dinámicas
intermedias que hacen de esta tensión más una constante interacción y juego entre las
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mismas. Es, pues, evidente en todo lo visto una constante correspondencia entre lo
tradicional y lo moderno, por un lado, está el carácter tradicional familiar, el cual se
constituye en una institución cuyo carácter redunda en los lazos de sangre que, en la
exposición trasciende para caracterizarse como un ente propio, cuya experiencia, en el
museo no está mediada por la individualidad, sino que se es presentada completamente por
la perspectiva familiar. Y por otro lado está el carácter moderno que se presenta de diversas
formas, tanto en la adecuación de una máquina que introduce formas modernas de percibir
la vida y, así mismo, la ciudad; como dentro de los contenidos fotográficos, está la noción
cosmopolita que tiene un espacio como la carrera séptima, con la publicidad y las formas de
vida urbana lejos de toda concepción rural y así mismo, lejos de diversas dinámicas de clase,
evidenciado también, en las fotografías sobre los autos, y su significación como objeto de
distinción y así mismo como objeto que en medio de su carácter privado es capaz de darle
sentido a lo público y sus espacios de tránsito.

En este sentido, posicionándonos en este juego de intermediación como lo hizo el álbum


familiar entre lo público y lo privado, este juego entre lo moderno y lo tradicional hace parte
de las tensiones implícitas y que por medio de la exposición vemos que giran en torno a las
dinámicas de apropiación y a la hibridación constante entre las dos formas. Las prácticas
familiares se transformaron en torno a estos objetos propios de unas formas globales de lo
moderno; y la significación de tales objetos modernos se adecuaron a prácticas las cuales
reforzaron el carácter tradicional de lo familiar. El carácter nostálgico, desde la constitución
de una historia con las memorias familiares, expone la predominancia actual de las actitudes
modernas sobre las tradicionales, un abandono constante de las prácticas familiares, que sin
duda han también afectado las formas como se vive la ciudad; siendo el caso de la séptima,
ya mencionado, uno de los cambios que trajo consigo las pretensiones modernizantes sobre
el espacio y las prácticas.

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REFERENCIAS.

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S. (Compilador). Bogotá fílmica. Ensayos sobre cine y patrimonio cultural. (pp.96-121)
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ILUSTRACIONES.

Ilustración 1

Ilustración 2

15
Ilustración 3

Ilustración 4

16
Ilustración 5

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