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Savitri Devi: “El verdadero sentido de la Revolución

nacionalsocialista (pag.313-314 Recuerdos y Reflexiones de un


Aria): Cuando hablo de su “aspecto constructivo” (de Hitler, y del
nacionalsocialismo en general), no pienso en las realizaciones
espectaculares, materiales, sociales o culturales del III Reich
alemán: ni de la puesta en pie de la economía nacional, casi de un
día para otro; ni de las diversas iniciativas o instituciones que se
podrían llamar “filantrópicas” si los mismos dirigentes del régimen,
no las consideraran simples marcos de justicia social —la ayuda a la
madre y al niño; distribución de carbón a los viejos, en el invierno;
cruceros a las islas Baleares, organizados para obreros en
vacaciones pagadas, ni pienso tampoco en las autopistas de cuatro
vías, que se perdían de vista en el esplendor de los bosques
restaurados. Todos éstos no eran más que los signos de la
revolución victoriosa, que no habían hecho más que comenzar.
Otros signos, menos patentes, más sutiles, hacían ya su aparición
en todos los dominios de la vida. Los recién nacidos recibían, cada
vez más a menudo, bellos nombres germánicos, evocadores de un
pasado de leyenda. Los muebles — al menos en ciertos hogares
privilegiados, como los de los miembros de las SS, por ejemplo— se
decoraban con motivos simbólicos, cuya oculta influencia se hacía
sentir incluso, en aquellos que no se les explicaban. Pero,
cualquiera que fuera su importancia, eran signos solamente. No era
la revolución. La revolución verdadera, positiva, creadora —única,
entre los trastornos políticos de todos los siglos, desde la
Antigüedad— era el retorno a las fuentes, bajo el mandato de un
jefe y maestro cualificado: a la vez iniciado-estratega y detentador
supremo de la autoridad política; profeta de la doctrina “nueva” (o
más bien eterna) y fundador del orden visible correspondiente;
investido, como decía antes, con el “poder de las dos llaves” —
elegido por las fuerzas de la vida que militan con cada vez mayor
encarnizamiento impersonal, a contracorriente de las tendencias
fatales del ciclo que se acerca a su fin. La revolución verdadera era
el esfuerzo por la restauración de una sociedad tradicional,
jerarquizada según valores intangibles y eternos; sociedad que
reposa sólidamente en la tierra, al mismo tiempo que lleva a su
elite de raza, de carácter y de conocimiento, más allá de lo
humano, como la planta de largos tallos serpeantes, que mantiene
en la superficie del estanque, lejos de la boca que alimenta, a sus
lotos rústicos, abiertos a la luz.”

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