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En efecto, como señala John MacArthur, “a excepción de la bendición final (v. 18),
los versículos 11 hasta el último son en gran parte una descarga de cañonazos de
despedida en contra de los judaizantes, cuyas actividades herejes fueron el motivo
principal para escribir la carta. Ellos se dedicaban a enseñar un evangelio falso de
fabricación humana que en realidad no tenía una sola buena noticia para los
hombres (1:6–7), porque insistía en que el hombre podía salvarse por obras [las
cuales siempre serán imperfectas e insuficientes] y vivir bajo el gobierno de la ley
[lo cual resulta imposible para la naturaleza humana caída], en contradicción
completa al evangelio divino de la salvación por gracia y la vida en el Espíritu que
Pablo había predicado durante su ministerio en Galacia”.
Pero antes de exponer los motivos impíos de los judaizantes para predicar el
evangelio falso de la salvación por medio de las obras hechas en el esfuerzo
humano (en la carne), el apóstol expresa de nuevo el gran afecto por los creyentes
de Galacia– reflejando su enorme preocupación por los errores a los que habían
sido expuestos, y en los cuales muchos habían caído, causándole mucho pesar–,
de modo que dice: “Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia
mano” (v. 11), es decir, “Tomad nota de la extensión de esta epístola y del hecho
de que está escrita de mi propia mano”; con lo cual quiere señalar la importancia
que le asigna al mensaje que les dirigía.
Así lo interpreta Lutero, quien, siguiendo a Erasmo, opina que la carta entera fue
escrita por el apóstol de su propia mano. Y afirma que «con ello, Pablo demuestra
su ferviente preocupación, como si dijera: “Nunca acostumbro escribir de mi propia
mano; pero ¡ved qué carta más grande escribí de mi propia mano en bien de la
salvación vuestra!”».
Algunos han querido ver en estas palabras una supuesta alusión al hecho de que
a partir de este punto el Apóstol toma la pluma de mano del escriba o amanuense
y él mismo escribe el resto de la epístola, pero yo no veo evidencia para esta
suposición aquí; lo que sí es un hecho es que en todos los demás lugares en el
Nuevo Testamento donde aparece en griego el aoristo activo e indicativo graphō
(escribo) se refiere a algo que ya ha sido escrito, no algo que falte por escribir. Por
lo tanto, la frase puede traducirse “he escrito”, y en ese caso haría referencia a la
carta como un todo, en toda su extensión, y no solo a unas cuantas letras finales
que se disponía a añadir al final.
Con carne Pablo se refiere a las obras y el esfuerzo propios de los seres humanos
aparte del Espíritu. Todo lo cual se combina en que no les interesaba agradar a
Dios con la justicia interna que el Espíritu obra en el corazón creyente sino
impresionar a los hombres con el legalismo externo practicado en el esfuerzo y
poder propios.
Así que Pablo resalta también aquí otra de las motivaciones ocultas de los
judaizantes: su cobardía. Tales personas quieren evitar las consecuencias
negativas que sufren los cristianos por creer en Jesús como el Mesías: Solamente
para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo; “quieren evitar la
persecución de la gente por aceptar el mensaje cristiano de salvación”.
Pablo se gloriaba en la cruz porque el sacrificio del Señor Jesucristo en ella era la
fuente de su propia justicia y aceptación delante de Dios así como la de todos los
demás creyentes, y ella había puesto fin a la frustración y la desesperanza de
tratar de llegar a Dios por medio de las obras. En expresó la esta razón en otras
de sus cartas cuando dijo: “Al que no conoció pecado, [Dios] por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21).
Para Pablo, no sólo los motivos en los que los judaizantes se gloriaban no valen
nada, sino también aquel rito al que tenían en tan alta estima, al punto de
considerarlo como una necesidad para alcanzar la aprobación divina.
Lo único que importa ante Dios es “una nueva creación”, es decir, la vida nueva, la
vida de la regeneración que el Espíritu Santo opera en el corazón. Esa “creación”
es “nueva” en contraste con la naturaleza vieja y corrupta del hombre (la carne) en
cuyos esfuerzos y obras tanto se apoyaban o confiaban los judaizantes, y la cual
es como nada ante los ojos de Dios.
La vida antigua o en la carne no vale nada delante de Dios porque no tiene nada
bueno para agradar y servir a Dios (Rom. 7:18). Por esta razón es vital, esencial
que el hombre tenga una nueva naturaleza o una creación nueva para tener un
compañerismo con Dios y gozar las bendiciones espirituales. Y esta creación sólo
es hecha en el poder de Cristo (2 Cor. 5:17); no es algo que el hombre pueda
producir de sí mismo o por sí mismo.
Lo que Pablo está diciendo aquí es que en Cristo Jesús la única circuncisión que
cuenta es la circuncisión realizada sobre el prepucio del corazón (Col. 2:11; Ro
2:29); fuera de eso nada vale para ser contado como parte del pueblo de Dios. Por
eso Pablo va a decir en el v. 16: “Y a todos los que anden conforme a esta
regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios”. Es decir, a todos los
viven de acuerdo a esta norma o criterio espiritual que acaba de afirmar sobre la
nueva creación: se refiere, por tanto, a los miembros de la nueva humanidad
guiados por dicho principio, en contraste con los que mantienen la validez de la
circuncisión y requisitos legales parecidos.
La iglesia de Cristo es el Israel de Dios (3:28, 29). Los que enseñan que Pablo
tiene en mente la supuesta “salvación futura de Israel” (según la carne) le hacen
contradecir toda la carta. La promesa hecha a Abraham es solamente para los que
son de Cristo (3:26-29); esta es la misma gente que “anda por el Espíritu” (5:16) y
que es “dirigida por el Espíritu” (5:18). Además, para aclarar bien su significado, el
apóstol puso atención especial en el hecho de que Dios concede sus bendiciones
a todos los verdaderos creyentes, sin importar la nacionalidad, raza, posición
social o sexo; pero no haber nacido judío o ser descendiente físico de Abraham.
Por medio de una alegoría (4:21–31) volvió a enfatizar esta verdad. Desde luego,
esta bendición es para todos los judíos que dejen de permanecer “en incredulidad”
(Ro. 11:23), pero de ninguna manera sobre aquellos que no (o: que todavía no)
andan conforme a la regla de poner su confianza exclusivamente en Cristo
crucificado.
Lutero, citando uno de los sentidos que San Jerónimo le asigna al texto, dice «que
el apóstol quería adelantarse a los altercados con gente ansiosa de contradecirle.
Las palabras de Pablo tendrían, pues, este sentido: “Yo dije lo que es correcto y lo
que corresponde a la verdad. Pero si hay alguna persona que está más dispuesta
a discutir que a dejarse instruir, y que no quiere avenirse a la verdad sino que
anda en busca de una réplica, sepa que no merece una respuesta”. En términos
similares escribe el apóstol a los corintios: “Si alguno quiere ser contencioso,
nosotros no tenemos tal costumbre, ni la iglesia de Dios (1 Co. 11: 16)”».
Mientras los maestros rivales estaban orgullosos de la circuncisión —la señal que
supuestamente era garantía de pertenencia al pueblo del pacto—, Pablo tenía
como credencial no sólo esa señal sino muchas otras señales que había ido
adquiriendo a lo largo de muchos años de servicio apostólico genuino y que daban
cuenta de la verdadera transformación que Dios había hecho en su corazón. Él sí
estaba marcado como siervo de Cristo con marcas indelebles, no sólo en su
cuerpo, sino en toda su vida.