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ria universal.

Y todo lo que se encuentra alejado del ce ntro


de la sociedad aparece como extraño e impenetrable. Los
campesinos, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir y d
hablar, parcos, amantes de expresarse en formas y fórm ulas
tradicionales, ejercen siempre una fascinación sobre
hombre urbano. En todas partes representan el elemento
más antiguo y secreto de la sociedad. Para todos, excepto
para ellos mismos, encarnan lo oculto, lo escondido y que
no se entrega sino difícilmente, tesoro enterrado, espiga
IV que madura en las entrañas terrestres, vieja sabiduría escon­
dida entre los pliegues de la tierra.
Los hijos de La Malinche La mujer, otro de los seres que viven aparte, tamb ién es
ngura enigmática. Mejor dicho, es el Enigma. A semejanza
de! hombre de raza o nacionalidad extraña, incita y repele.
LA EXTRAÑEZA que provoca nuestro hermetismo ha Es la imagen de la fecundidad, pero asimismo de la m uerte.
creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro re­ En casi todas las culturas las diosas de la creación son tam­
celo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reser­ bién deidades de destrucción. Cifra viviente de la extrañeza
va hiela. Y las inesperadas violencias que nos desgarran, el el universo y de su radical heterogeneidad, la mujer ¿es­
esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a conde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso:.
a
la muerte, acaban por desconcertar al extranjero . La sensa­ ¿siente de veras?, ¿es igual a nosotros? El sadismo se ini .
ción que causamos no es diversa a la que producen los orien­ como venganza ante el hermetismo femenino o como te:n­
tales. También ellos, chinos, indostanos o árabes, son hermé­ 1d.tiva desesperada para obtener una respuesta de un cuerpo
ticos e indescifrables. También ellos arrastran en andrajos un que tememos insensible. Porque, como dice Luis Cern uda.
pasado todavía vivo. Hay un misterio mexicano como hay I deseo es una pregunta cuya respuesta no existe»'. A pe­
un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de sar de su desnudez -redonda, plena- en las formas de j¿
esas representaciones depende de cada espectador. Pero to­ mujer siempre hay algo que desvelar:
dos coinciden en hacerse de nosotros una imagen ambigua,
cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras Eva y Cipris concentran eL misterio
respuestas como nuestros silencios son imprevisibles, inespe­ deL corazón deL mundob•
rados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en e!
fondo de nuestra mirada. Atraemos y repelemos.
No es difícil comprender los orígenes de esta actitud. • Cita del poema "No decía palabras», de la sección IV, "Los pla=
Para un europeo, México es un país al margen de la Histo­ hibidos», de La realiMd y el deseo, del poeta español Luis ú rne'"
904·1963) .
. Versos 14-15 del poema de Rubén Daría (1867-1916) co n~
.:uD10 "Carne, celeste carne de la mujer.." de Cantos de vida y o~
a l.a ed.: "oO, muerte, el desenfreno de nuestras alegrías y de nuestros
: 9(5).
duelos, acaban por desconcertar al exrranjero» (pág. 71).
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tia universal. Y todo lo que se encuentra alejado del centro
de la sociedad aparece como extraño e impenetrable. Los
campesinos, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir y el
hablar, parcos, amantes de expresarse en formas y fórmulas
tradicionales, ejercen siempre una fascinación sobre el
hombre urbano. En todas partes representan el elemento
más antiguo y secreto de la sociedad. Para todos, excepto
para ellos mismos, encarnan lo oculto, lo escondido y que
IV no se entrega sino difkilmente, tesoro enterrado, espiga
que madura en las entrañas terrestres, vieja sabiduría escon­
Los hijos de La Malinche dida entre los pliegues de la tierra.
La mujer, otro de los seres que viven aparte, también es
ñ.,oura enigmática. Mejor dicho, es el Enigma. A semejanza
\. EXTRAÑEZA que provoca nuestro hermetismo b dd hombre de raza o nacionalidad extraña, incita y repele.
to la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro ~ Es la imagen de la fecundidad, pero asimismo de la muerte.
provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra rese:­ En casi todas las culturas las diosas de la creación son tam­
'da. Y las inesperadas violencias que nos desgarran. ¿ bién deidades de destrucción. Cifra viviente de la extrañeza
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lene, acaban por desconcertar al extranjeroa. La sellSé­ ronde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso?,
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También ellos, chinos, indostanos o árabes, son herm5­ romo venganza ante el hermetismo femenino o como ten­
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lo todavía vivo. Hay un misterio mexicano como h..:... sue tememos insensible. Porque, como dice Luis Cernuda,
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representaciones depende de cada espectador. Pero re.­ :SU' de su desnudez -redonda, plena- en las formas de la

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do no contradictoria: no somos gente segura y nuesnz
~ como nuestros silencios son imprevisibles, inespe­ Eva y Cípris concentran el misterio
;. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en ¿ del corazón del mundob•
[) de nuestra mirada. Atraemos y repelemos.
[) es diRcil comprender los orígenes de esta actituc..
Un europeo, México es un país al margen de la Histo­ • Cita del poema "No deda palabras», de la sección IV; «Los placeres
:rohibidos», de La realidad y el deseo, del poeta español Luis Cernuda
1:1904-1963).
; Versos 14-15 del poema de Rubén DarÍo (1867-1916) conocido
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t'd.: •... muerte, el desenfreno de nuestras alegrías y de nuest:n::s
acaban por desconcertar al extranjero» (pág. 71).
=0 "Carne, celeste carne de la mujer.,» de Cantos de vida y esperanza
1il905).

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Para Rubén Daría, como para todos los grandes poetas, El obrero moderno carece de individualidad. La clase es
la mujer no es solamente un instrumento de conocimien­ más fuerte que e! individuo y la persona se disuelve en lo
to, sino e! conocimiento mismo. El conocimiento que no genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación
poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva ignoran­ que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial.
cia: e! misterio supremo. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana -lo
Es notable que nuestras representaciones de la clase que no ocurrió con e! siervo- puesto que reduce todo su
obrera no estén teñidas de sentimientos parecidos, a pesar ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo he­
de que también vive alejada de! centro de la sociedad -in­ cho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía,
clusive físicamente, recluida en barrios y ciudades especia­ en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde,
les-o Cuando un novelista contemporáneo introduce un bruscamente y por razón misma de su estado social, toda
personaje que simboliza la salud o la destrucción, la fertili­ relación humana y concreta con e! mundo: ni son suyos los
dad o la muerte, no escoge, como podría esperarse, a un útiles que emplea, ni es suyo e! fruto de su esfuerzo. Ni si­
obrero que encierra en su figura la muerte de la vieja socie­ quiera lo ve. En realidad no es un obrero, puesto que no
dad y e! nacimiento de otra. D. H. Lawrence, que es uno de hace obras o no tiene conciencia de las que hace, perdido
los críticos más violentos y profundos de! mundo moderno, en un aspecto de la producción. Es un trabajador, nombre
describe en casi todas sus obras las virtudes que harían del abstracto, que no designa una tarea determinada, sino una
hombre fragmentario de nuestros días un hombre de ver­ función. Así, no lo distingue de los Otros hombres su obra,
dad, dueño de una visión total de! mundo. Para encarnar como acontece con e! médico, e! ingeniero o e! carpintero.
esas virtudes crea personajes de razas antiguas y no-euro­ La abstracción que lo califica --el trabajo medido en tiem­
peas. O intenta la figura de Mellors, un guardabosque, un po no lo separa, sino lo liga a otras abstracciones-o De ahí
hijo de la tierra'. Es posible que la infancia de Lawrence, su ausencia de misterio, de problematicidad, su transparen­
transcurrida entre las minas de carbón inglesas, explique cia, que no es diversa a la de cualquier instrumento.
esta deliberada ausencia. Es sabido que detestaba a los La complejidad de la sociedad contemporánea y la espe­
obreros tanto como a los burgueses. Pero ¿cómo explicar cialización que requiere e! trabajo extienden la condición
que en todas las grandes novelas revolucionarias tampoco abstracta de! obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un
aparezcan los proletarios como héroes, sino como fondo? mundo de técnicos, se dice. A pesar de las diferencias de
En todas e!las el héroe es siempre el aventurero, e! inte!ec­ salarios y de nivel de vida, la situación de estos técnicos no
tual o e! revolucionario profesional. El hombre aparte, que difiere esencialmente de la de los obreros: también son asa­
ha renunciado a su clase, a su origen o a su patria. Herencia lariados y tampoco tienen conciencia de la obra que reali­
de! romanticismo, sin duda, que hace del héroe un ser an­ zan. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad con­
tisocial. Además, e! obrero es demasiado reciente. Y se pa­ .emporánea, sería así el gobierno de los intrumentos. La
rece a sus señores: todos son hijos de la máquina. SJnción sustituiría al fin; e! medio, al creador. La sociedad
marcharía con eficacia, pero sin rumbo. Y la repetición del
::nismo gesto, distintiva de la máquina, llevaría a una forma
, Se refiere a Oliver Mellors, personaje de D. H. Lawrence en su cé­ desconocida de la inmovilidad: la de! mecanismo que
lebre novela El amante de Lady Chatterfey (1928). avanza de ninguna parte hacia ningún lado.

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Los regímenes totalitarios no han hecho sino extender y transparentes. Meras prolongaciones de nuestras manos,
generalizar, por medio de la fuerza o de la propaganda, esta no poseen más vida que la que nuestra voluntad les otorga.
condición. Todos los hombres sometidos a su imperio la Nos sirven ; luego, gastados, viejos, los arrojamos sin pesar
padecen. En cieno sentido se trata de una transposición a al cesto de la basura, al cementerio de automóviles, al cam­
la esfera social y política de los sistemas económicos del po de concentración. O los cambiamos a nuestros aliados o
capitalismo. La producción en masa se logra a través de la enemigos por otros objetos.
confección de piezas sueltas que luego se unen en talleres Todas nuestras facultades, y también todos nuestros de­
especiales. La propaganda y la acción política totalitaria fectos, se oponen a esta concepción del trabajo como es­
-así como el terror y la represión- obedecen al mismo fuerw impersonal, repetido en iguales y vacías porciones
sistema. La propaganda difunde verdades incompletas, en de tiempo: la lentitud y cuidado en la tarea, el amor por la
serie y por piezas sueltas. Más tarde esos fragmentos se or­ obra y por cada uno de los detalles que la componen, el
ganizan y se convierten en teorías políticas, verdades abso­ buen gusto, innato ya, a fuerza de ser herencia milenaria. Si
lutas para las masas. El terror obedece al mismo principio. no fabricamos productos en serie, sobresalimos en el arte
La persecución comienza contra grupos aislados -razas, difícil, exquisito e inútil de vestir pulgas'. Lo que no quiere
clases, disidentes, sospechosos-, hasta que gradualmente decir que el mexicano sea incapaz de convertirse en lo
alcanza a todos. Al iniciarse, una pane del pueblo contem­ que se llama un buen obrero. Todo es cuestión de tiempo.
pla con indiferencia el exterminio de otros grupos sociales y nada, excepto un cambio histórico cada vez más remoto
o contribuye a su persecución, pues se exasperan los odios e impensable, impedirá que el mexicano deje de ser un pro­
internos. Todos se vuelven cómplices y el sentimiento de blema, un ser enigmático, y se convierta en una abstrac­
culpa se extiende a toda la sociedad. El terror se generaliza: ción más.
ya no hay sino persecutores y perseguidos. El persecutor, Mientras llega ese momento, que resolverá -aniquilán­
por otra parte, se transforma muy fácilmente en persegui­ dolas- todas nuestras contradicciones, debo señalar que
do. Basta una vuelta de la máquina política. Y nadie escapa lo extraordinario de nuestra situación reside en que no so­
a esta dialéctica feroz, ni los dirigentes. lamente somos enigmáticos ante los extraños, sino ante
El mundo del terror, como el de la producción en serie, nosotros mismos. Un mexicano es un problema siempre,
es un mundo de cosas, de útiles. (De ahí la vanidad de la para otro mexicano y para sí mismo. Ahora bien, nada más
disputa sobre la validez histórica del terror moderno.) Y los simple que reducir todo el complejo grupo de actitudes
útiles nunca son misteriosos o enigmáticos, pues el miste­ que nos caracteriza -yen especial la que consiste en ser un
rio proviene de la indeterminación del ser o del objeto que problema para nosotros mismos- a lo que se podría lIa­
lo contiene. Un anillo misterioso se desprende inmediata­
mente del género anillo; adquiere vida propia, deja de ser
un objeto. En su forma yace, escondida, presta a saltar, la , Eco de un aorerior artículo de paz "El arre de vesrir pulgas" (9 de
iliril de 1943), en el que dice, eorre arras cosas: "Como no hemos podido
sorpresa. El misterio es una fuerza o una vinud oculta, que escubrir ningún nuevo coorinenre, ni invenrar el liberalismo o el comu­
no nos obedece y que no sabemos a qué hora y cómo va a ismo, ni la producción en serie, no nos ha quedado más remedio para
manifestarse. Pero los útiles no esconden nada, no nos pre­ disringuirnos que sobresalir en el difícil arre de vesrir pulgas". Ver PL,
guntan nada y nada nos responden. Son inequívocos y ?ágs.318-320.

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mar «moral de siervo», por opoSlClOn no solamente a b ás visibles que nunca debido a las sucesivas desilusio­
«moral de seño[», sino a la moral moderna, proletaria es posrevolucionarias, completarían esta explicación his­
burguesa. :ñrica.
La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que ciem. El defecto de interpretaciones como la que acabo de bos­
el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciono quejar reside, precisamente, en su simplicidad. Nuestra ~c­
psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos ' cirud ante la vida no está condicionada por los hechos hls­
nosotros mismos, son rasgos de gente dominada que tem e óricos, al menos de la manera rigurosa con que el mundo
y que finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimi­ de la mecánica, la velocidad o la trayectoria de un proyectil
dad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fies­ 5Ie encuentra determinada por un conjunto de factores co­

ta, el alcoholo la muerte. Esclavos, siervos y razas someci­ nocidos. Nuestra actitud vital---que es un factor que nun­
das se presentan siempre recubiertos por una máscara, son­ Gl acabaremos de conocer totalmente, pues cambio e inde­

riente o adusta. Y únicamente a solas, en los grando rerminación son las únicas constantes de su ser- también
momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas :::s historia. Quiero decir, los hechos históricos no son nada
sus relaciones están envenenadas por el miedo y el recelo. más hechos, sino que están teñidos de humanidad, esto es,
Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa de problematicidad. Tampoco son el mero resulta~o de
al otro, porque cada compañero puede ser también un trai­ otros hechos, que los causan, sino de una voluntad sIngu­
dor. Para salir de sí mismo el siervo necesita saltar barreras. lar, capaz de regir dentro de ciertos límites su fatalidad. ~a
embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testi­ historia no es un mecanismo y las influencias entre los dI­
gos. Solamente en la soledad se atreve a ser. versos componentes de un hecho histórico son recíprocas,
La indudable analogía que se observa entre ciertas de como tantas veces se ha dicho. Lo que distingue a un hecho
nuestras actitudes y las de los grupos sometidos al poder histórico de los otroS hechos es su carácter histórico. O sea,
de un amo, una casta o un Estado extraño, podría resolver­ que es por sí mismo yen sí mismo una unidad irreductible
se en esta afirmación: el carácter de los mexicanos es un a otras. Irreductible e inseparable. Un hecho histórico no es
producto de las circunstancias sociales imperantes en nues­ la suma de los llamados factores de la historia, sino una
tro país; la historia de México, que es la historia de esas realidad indisoluble. Las circunstancias históricas explican
circunstancias, contiene la respuesta a todas las preguntas. nuestro carácter en la medida que nuestro carácter también
La situación del pueblo durante el período colonial sería así las explica a ellas. Ambas son lo mismo. Por eso toda expli­
la raíz de nuestra actitud cerrada e inestable. Nuestra histo­ cación puramente histórica es insuficiente -lo que no
ria como nación independiente contribuiría también a per­ equivale a decir que sea falsa.
petuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que Basta una observación para reducir a sus verdaderas pro­
no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exas­ porciones la analogía entre la moral d~ los siervos y la ~ue~­
perantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de tra: las reacciones habituales del mexicano no son pnvatl­
luchas y experiencias constitucionales. El empleo de la vio­ vas de una clase, raza o grupo aislado, en situación de infe­
lencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de rioridad. Las clases ricas también se cierran al mundo
los poderosos -vicio que no ha desaparecido todavía- y exterior y también se desgarran cada vez que intentan
finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy abrirse. Se trata de una actitud que rebasa las circunstancias
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En suma, la historia podrá esclarecer el origen de mu­
históricas , aunque se sirve de ellas para manifestarse y se
chos de nuestros fantasmas, pero no los disipará. Sólo no­
modifica a su contacto. El mexicano, como todos los hom­
sotros podemos enfrentarnos a ellos. O dicho de OtrO
bres, al servirse de las circunstancias las convierte en mate­
modo: la historia nos ayuda a comprender ciertos rasgos de
ria plástica y se funde a ellas. AJ esculpirlas, se esculpe.
nuestro carácter, a condición de que seamos capaces de ais­
Si no es posible identificar nuestro carácter con el de los
larlos y denunciarlos previamente. Nosotros somos los úni­
grupos sometidos, tampoco lo es negar su parentesco. En
cos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la
ambas situaciones el individuo y el grupo luchan, simultá­
nea y contradictoriamente, por ocultarse y revelarse. Mas realidad y nuestro propio ser.
una diferencia nos separa. Siervos, criados o razas víctimas
EN NUESTRO lenguaje diario hay un grupo de palabras
de un poder extraño cualquiera (los negros norteamerica­
prohibidas, secretas, sin contenido claro, y a cuya mágica
nos, por ejemplo), entablan un combate con una realidad
ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o
concreta. Nosotros, en cambio, luchamos con entidades
sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras maldi­
imaginarias, vestigios del pasado o fantasmas engendrados
tas, que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos
por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales,
dueños de nosotros mismos. Confusamente reflejan nues­
al menos para nosotroS. Su realidad es de un orden sutil y
tra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las ilumi­
atroz, porque es una realidad fantasmagórica . Son intoca­
nan y las depresiones de nuestro ánimo las oscurecen. Len­
bles e invencibles, ya que no están fuera de nosotros, sino
guaje sagrado, como el de los niños, la poesía y las sectas.
en nosotros mismos. En la lucha que sostiene contra ellos
Cada letra y cada sílaba están animadas de una vida doble,
nuestra voluntad de ser, cuentan con un aliado secreto y
al mismo tiempo luminosa y oscura, que nos revela y ocul­
poderoso: nuestro miedo a ser. Porque todo lo que es el
ta. Palabras que no dicen nada y dicen roda. Los adolescen­
mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto:
tes, cuando quieren presumir de hombres, las pronuncian
el mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo.
con voz ronca . Las repiten las señoras, ya para significar su
En muchos casos estos fantasmas son vestigios de reali­
libertad de espíritu, ya para mostrar la verdad de sus senti­
dades pasadas. Se originaron en la Conquista, en la Colo­
mientos. Pues estas palabras son definitivas, categóricas, a
nia, en la Independencia o en las guerras sostenidas contra
pesar de su ambigüedad y de la facilidad con que varía su
yanquis y franceses . Orros reflejan nuestros problemas
significado. Son las malas palabras, único lenguaje vivo en
actuales, pero de una manera indirecta, escondiendo o dis­
un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de
frazando su verdadera naturaleza. ¿Y no es extraordinario
que, desaparecidas las causas, persistan los efectos? ¿Y que todos.
Cada país tiene la suya. En la nuestra, en sus breves y
los efectos oculten a las causas? En esta esfera es imposible
desgarradas, agresivas, chispeantes sílabas, parecidas a la mo­
escindir causas y efectos. En realidad, no hay causas y efec­
mentánea luz que arroja el cuchillo cuando se le descarga con­
toS, sino un complejo de reacciones y tendencias que se
tra un cuerpo opaco y duro, se condensan todos nuestros
penetran mutuamente. La persistencia de ciertas actitudes
apetitos, nuestras iras , nuestros entusiasmos y los anhelos
y la libertad e independencia que asumen frente a las causas
que pelean en nuestro fondo, inexpresados. Esa palabra es
que las originaron conduce a estudiarlas en la carne viva del
nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos
presente y no en los textos históricos.
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entre extraños y a ella acudimos cada vez que aflora a nues­ En la Anarquía deL Lenguaje en La América Española, Da­
tros labios la condición de nuestro ser. Conocerla, usarla, río Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las
arrojándola al aire como un juguete vistoso o haciéndola significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispa­
vibrar como un arma afilada, es una manera de afirmar noamericanos'. Es probable su procedencia azteca: chin­
nuestra mexicanidad. gaste es xinatfi (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel
Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda
una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría América y en algunas regiones de España, asociados a las
o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de bebidas, alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces
mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada! Verdadero que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en
grito de guerra, cargado de una electricidad particular, esta Oaxaca b llaman chingaditos a los restos del café; en todo
frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido con­ México se llama chínguere - D , significativamente, pique­
tra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. te- al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la
Nuevamente, con cierta patética y plástica fatalidad, se pre­ taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a em­
l
senta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en briagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol .
chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que termi­ Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y
nan nuestras canciones, y que posee la misma ambigua re­ Argentina se chinga un petardo, «cuando no revienra, se
sonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se frustra o sale fallido ». Y las empresas que fracasan, las fiestas
abre el pecho y se consume a sí misma. que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se
Con ese grito, que es de rigor gritar cada 15 de sep­ chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco.
tiembre, aniversario de la Independencia, nos afirmamos En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En
y afirmamos a nuestra patria, frente, contra y a pesar de casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chin­
los demás. ¿Y quiénes son los demás? Los demás son los gar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica
«hijos de la Chingada»: los extranjeros, los malos mexica­ como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo
nos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, agresivo, como puede verse por todas estas significaciones:
los «Otros». Esto es, todos aquellos que no son lo que descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chun­
nosotros somos. Yesos otros no se definen sino en cuanto guear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.
hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos
mismos.
¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una I Según J. Corominas, chingar es voz jergal derivada probablemente
Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chin­ del girano (índico) ringare (pelear, fasridiar, esuopear). Pero «no rodas las
gada es una de las representacines mexicanas de la Ma­ palabras casrellanas en ching- derivan de esre verbo, pues en América se
mezclan con algunos radicales aborígenes» (Diccionario critico etimológico
ternidad, como la Llorona o la «sufrida madre» mexicana
de la lengua castellana, Berna, 1954).
que festejamos el 10 de mayo. La Chingada es la madre que
ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e , Paz cira de Daría Rubio . Anarquía del lenguaje en la América españo­
infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la la, México. Confederación Obrera Mexicana. 1925.
b Esrado mexicano al sur del Disrriro Federal .
pena detenerse en el significado de esta voz.
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En México los significados de la palabra son innumera­ El poder mágico de la palabra se intensifica por su carác­
bles. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una ter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un ex­
inflexión apenas, para que e! sentido varíe. Hay tantos ma­ ceso de cólera, una emoción o e! entusiasmo delirante jus­
tices como entonaciones: tantos significados como senti­ rifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre
mientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un
los negocios, en la política, en e! crimen, con las mujeres). ve!o de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifesta­
un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tra­ :nos tales como somos de verdad. Las malas palabras hier­
mas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un ,'en en nuestro interior, como hierven nuestros sentimien­
chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impi­ ms. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma
de que la idea de agresión --en todos sus grados, desde e! de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos.
simple de incomodar, picar, zaherir, hasta e! de violar, des­ Desgarran.
garrar y matar- se presente siempre como significado úl­ Los españoles también abusan de las expresiones fuer­
timo. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y pene­ (es. Frente a ellos e! mexicano es singularmente pulcro.
trar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia
--cuerpos, almas, objetos-, destruir. Cuando algo se y la escatología, nosotros nos especializamos en la crue!­
rompe, decimos: «Se chingó». Cuando alguien ejecuta un ciad ye! sadismo. El español es simple: insulta a Dios por­
acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: «Hizo que cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una ora­
una chingadera». ión al revés a • El placer que experimentan muchos espa­
La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las ñoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a
expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es los detritos y mezclar la mierda con lo sagrado se parece
sinónima de! acto sexual; se puede chingar a una mujer sin un poco al de los niños que juegan con lodo. Hay, además
poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o e! el resentimiento, e! gusto por los contrastes, que ha en­
engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás ge ndrado e! estilo barroco y e! dramatismo de la gran pin­
lo hace con e! consentimiento de la chingada. En suma, ru ra española. Sólo un eSfañol puede hablar con autori­
chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculi­ dad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas,
no, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca !X>r e! contrario, no se advierte la dualidad española sim­
una amarga, resentida satisfacción en e! que lo ejecuta. bolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos
Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por opo­ - los pícaros, e! Quevedo c fúnebre y e! escatológico, sino
sición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El
chingón es e! macho, e! que abre. La chingada, la hembra,
la pasividad pura, inerme ante e! exterior. La relación en­ , «Hay blasfemia ... que se (rueca en oración», es una de las sentencias
tre ambos es violenta, determinada por e! poder cínico de! l.,.Juan de Mairena, el filósofo apócrifo de Anronio Machado.
6 Se refiere aJ personaje bíblico y aJ personaje legendario español, in­
primero y la impotencia de la otra. La idea de violación .:oo rraJizado en las obras de Tirso de Malina (E! burUuior de Sevilla) y José
rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de Zo rrilla (Don Juan Tenorio).
«10 cerrado» y «10 abierto» se cumple así con precisión casi r Se refiere a Francisco de Quevedo y Vil legas (1580-1645), escriror y

feroz. :xxta espaflOl del Siglo de Oro.

222 223
En México los significados de la palabra son innumera­ El poder mágico de la palabra se intensifica por su carác­
bles. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una ter prohibido. Nadie la dice en públic~. Solame~te un .ex­
inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos ma­ ceso de cólera, una emoción o el entuSIasmo delIrante JUs­
riees como entonaciones: tantos significados como senti­ tifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre
mientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un
los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifesta­
un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tra­ mos tales como somos de verdad. Las malas palabras hier­
mas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un ven en nuestro interior, como hierven nuesuos sentimien­
düngoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impi­ ros. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma
de que la idea de agresión -en todos sus grados, desde el de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos.
im ple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, des­ Desgarran.
garrar y matar- se presente siempre como significado úl­ Los españoles también abusan de las expresiones fuer­
rimo. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y pene­ tes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro.
trar por la fuerza en ouo. Y también, herir, rasgar, violar Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia
--cuerpos, almas, objetos-, desrruir. Cuando algo se y la escatología, nosotros nos especializamos en la cruel­
rompe, decimos: «Se chingó». Cuando alguien ejecuta un dad yel sadismo. El español es simple: insulta a Dios por­
aao desmesurado y conua las reglas, COmentamos: «Hizo que cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una ora­
una chingadera». ción al revés'. El placer que experimentan muchos espa­
La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las ñoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a
expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es los detritos y mezclar la mierda con lo sagrado se parece
. inónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin un poco al de los niños que juegan con lodo. Hay, además
oseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha en­
engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás gendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pin­
lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, tura española. Sólo un español puede hablar con autori­
chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculi­ dad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas,
no. activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca por el contrario, no se advierte la dualidad española sim­
una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta. bolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos
Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por opo­ y los pícaros, el Quevedo c fúnebre y el escatológico, sino
ición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El
h ingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra,
la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación en­ J "Hay blasfemia ... que se rrueca en oración », es una de las sentencias

rre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del de Juan de Mairena, el filósofo apócrifo de Antonio Machado.
b Se refiere al personaje bíblico y al personaje legendario español, in­
primero y la impotencia de la orra. La idea de violación
mortalizado en las obras de Tirso de Malina (E! burlador de SevilÚ1) y José
rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de Zorrilla (DonjUIJn Tenorio).
. 10 cerrado» y «lo abierto» se cumple así con precisión casi e Se renere a Francisco de Quevedo y Vi llegas (1580-1645), escritor y
feroz. poera español del Siglo de Oro.

~22 223
la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chin­ país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no bU
gar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerce, ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simpl
sobre lo abierto. asociación fonética lo comparamos a la China, que ~
La palabra chingar, con todas estas múltiples significa­ ~bién inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de u.so
ciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras de significaciones contrarias y del roce de labios colé ricof
relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. O entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus co meni¡
Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de dos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decil
ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a nada. Es la Nada.
la inversa. Esta concepción de la vida social como combate Después de esta digresión sí se puede contestar a la pm
engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y gunta ¿qué es la Chingada? La Chingada es la Madre ab¡e¡-·
débiles. Los fuertes -los chingones sin escrúpulos, duros e , violada o burlada por la fuerza. El «hijo de la Chi nga
inexorables- se rodean de fidelidades ardientes e interesa­ es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si SiC
das. El servilismo ante los poderosos --especialmente entre w mpara esta expresión con la española, «hijo de pUta
la casta de los «políticos», esto es, de los profesionales de los se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español b
negocios públicos- es una de las deplorables consecuen­ eshonra consiste en ser hijo de una mujer que vol un cu;a:
cias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la mente se entrega, una prostituta; para el mexicano, en seI
adhesión a las personas y no a los principios. Con fre­ ;ru to de una violación.
cuencia nuestros políticos confunden los negocios públi­ Manuel Cabrera me hace observar que la actitud o­
cos con los privados. No importa. Su riqueza o su in­ pa ñola refleja una concepción histórica y moraJ dd
fluencia en la administración les permite sostener una pecado original, en tanto que la del mexicano, más hon­
mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de da y genuina, trasciende anécdota y ética. En efectO. rO<b
,dambiscones» (de lamer). m ujer, aun la que se da voluntariamente, es desgarrad.a.
El verbo chingar -maligno, ágil y juguetón como un .:hingada por e! hombre. En cierto sentido todos somos,
animal de presa- engendra muchas expresiones que ha­ por e! solo hecho de nacer de mujer, hijos de la C hin­
cen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los nego­ gada, hijos de Eva. Mas lo característico de! mexicanQ
cios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con reside, a mi juicio, en la violenta, sarcástica hum illacio[]
los amigos. El soborno se llama «morde[». Los burócratas e la Madre y en la no menos violenta afirmación del
roen sus huesos (los empleos públicos). y en un mundo e. Una amiga -las mujeres son más sensibles a la 0 ; ­
de chingones, de relaciones duras, presididas por la vio­ lIañeza de la situación- me hacía ver que la admi ración
lencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y rodos po r el Padre, símbolo de lo cerrado y agresivo, capaz
quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo dlingar y abrir, se transparenta en una expresión que cm­
único que vale es la hombría , el valor personal, capaz de ?Ieamos cuando queremos imponer a Otro nuestra supe­
Imponerse. ;io ridad: «Yo soy tu padre». En suma, la cuestión del o .
La voz tiene además otro significado, más restringido. ~en es el cen tro secreto de nuestra ansiedad y angllilÍa...
Cuando decimos «vete a la Chingada», enviamos a nuestro aJe la pena detenerse un poco en el sentido que todo
interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al ~ o tiene para nosotros.

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la d icotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chin­ país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en
~ indica el triunfo de lo cerrado , del macho, del fuerte. ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple
~re lo abierto. . asociación fonética lo comparamos a la China, que es
La palabra chingar, con todas estas múltiples significa­ también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso ,
ciones. define gran parte de nuestra vida y califica nuestras de significaciones con trarias y del roce de labios coléricos
relacio nes con el resto de nuestros amigos y compatriotas. o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus conteni­
Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de dos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir
ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a nada. Es la Nada.
inversa. Esta concepción de la vida social como combate Después de esta digresión sí se puede contestar a la pre­
engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes \­ gunta ¿qué es la Chingada? La Chingada es la Madre abier­
.'- iJes. Los fuertes -los chingones sin escrúpulos, duros ~ GI , violada o burlada por la fuerza . El «hijo de la Chingada»

inexora bles- se rodean de fidelidades ardientes e interesa­ ~ el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si se
das.. El servilismo ante los poderosos --especialmente entre compara esta expresión con la española, «hijo de puta »,
casta de los "políticos», esto es, de los profesionales de los se advierte inmediatamente la diferencia. Para el español la
negocios públicos- es una de las deplorables consecuen­ deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntaria­
cias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la mente se entrega, una prostituta; para el mexicano, en ser
adhesión a las personas y no a los principios. Con fre­ fr uto de una violación.
cuenc ia nuestros políticos confunden los negocios públi­ Manuel Cabrera me hace observar que la actitud es­
os con los privados. No importa. Su riqueza o su in­ añola refleja una concepción histórica y moral del
Auencia en la administración les permite sostener una pecado original, en tanto que la del mexicano, más hon­
mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, d~ da y genuina, trasciende anécdota y ética. En efecto, toda
. lam biscones» (de lamer). mujer, aun la que se da voluntariamente, es desgarrada ,
El verbo chingar -maligno, ágil y juguetón como U!] chingada por el hombre . En cierto sentido todos somos,
J.fIimal de presa- engendra muchas expresiones que ha- or el solo hecho de nacer de mujer, hijos de la Chin­
en de nuestro mundo una selva: hay tigres en los nego­ oada, hijos de Eva. Mas lo característico del mexicano
ci • águilas en las escuelas o en los presidios, leones con reside, a mi juicio, en la violenta, sarcástica humillación
los am igos. El soborno se llama «mordeD>. Los burócra tas e la Madre y en la no menos violenta afirmación del Pa­
roen sus huesos (los empleos públicos). Yen un mundo re. Una amiga -las mujeres son más sensibles a la ex­
de h ingones, de relaciones duras, presididas por la vio­ rrañeza de la situación- me hacía ver que la admiración
le ia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos por el Padre, símbolo de lo cerrado y agresivo, capaz de
quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo ch ingar y abrir, se transparenta en una expresión que em­
uruco que vale es la hombría, el valor personal , capaz de nleamos cuando queremos imponer a orro nuestra supe­
im onerse. -oridad: «Yo soy tu padre ». En suma , la cuestión del ori­
L1 voz tiene además otro significado, más restringido. gen es el centro secreto de nuestra ansiedad y angustia.
Cuando decimos «vete a la Chingada», enviamos a nuestro -ale la pen a detenerse un poco en el sentido que todo
interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al ::sw tiene para nosotros .

225
Estamos solosa. La soledad, fondo de donde brota la an­ vida; por la otra, es e! principio anterior, e! Uno, de doníle
gustia, empezó e! día en que nos desprendimos de! ámbito todo nace y adonde todo desemboca. Pero, además , es d
materno y caímos en un mundo extraño y hostil. Hemos dueño de! rayo y de! látigo, e! tirano y e! ogro devorador de
caído; y esta caída, este sabernos caídos, nos vuelve culpa­ la vida. Este aspecto -Jehová colérico, Dios de ira, Sanu­
bles. ¿De qué? De un delito sin nombre: e! haber nacido. no, Zeus violador de mujeres- es e! que aparece casi ex­
Estos sentimientos son comunes a todos los hombres y no clusivamente en las representaciones populares que se hace
hay en ellos nada que sea específicamente mexicano; así e! mexicano de! poder viril. El «macho» representa el polo
pues, no se trata de repetir una descripción que ya ha sido masculino de la vida. La frase «yo soy (U padre» no riene
hecha muchas veces, sino de aislar algunos rasgos y emo­ ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguard.a.r
ciones que iluminan con una luz particular la condición o conducir, sino para imponer una superioridad, esto es.
universal de! hombre. para humillar. Su significado real no es distinto al de! verbo
En todas las civilizaciones la imagen de! Dios Padre chingar y algunos de sus derivados. El «Macho» es el G ran
-apenas destrona a las divinidades femeninas- se pre­ Chingón. Una palabra resume la agresividad, im pasibili­
senta como una figura ambivalente. Por una parte, ya sea dad, invulnerabilidad, uso descarnado de la viole ncia. "
Jehová, Dios Creador, o Zeus, rey de la creación, regulador demás atributos de! «macho»: poder. La fuerza, pero desli­
cósmico, e! Padre encarna e! poder genérico, origen de la gada de toda noción de orden: e! poder arbitrario, la volUIJ­
~ad sin freno y sin cauce.
La arbitrariedad añade un elemento imprevisto a la figu­
, l. a ed.: Esre oscuro sentimienro de culpa, fruro de nuestra soledad. ra de! «macho». Es un humorista. Sus bromas son en ormes..
de nuestro sabernos desprendidos del ámbiro marerno, es común a rodas
los hombres. El mexicano transfiere esa noción a la Madre y la condena.
descomunales y desembocan siempre en e! absurdo. Es
Al condenarlo, se afirma a sí mismo y afirma la excelencia de su cerrada nocida la anécdota de aquel que, para «curar» e! dolor
y arisca soledad. cabeza de un compañero de juerga, le vació la pistola en d
Sería curioso esrablecer un paralelo entre dos concepciones mexicanas cráneo. Cierto o no, el sucedido revela con qué inexorable
de la Madre: la Chingada y la Llorona. La primera es la Madre repudiada; rigor la lógica de lo absurdo se introduce en la vida.. El
la segunda, en cambio, reniega de sus hijos, los ahoga, y esrá condenada
a llorarlos por la erernidad. No sería «difícil que la Llorona sea una ver­ «macho» hace «chingaderas», es decir, actos imprevistos r
sión, baurizada y adulrerada de la Ciuareor! azreca, que cierras noches que producen la confusión, el horror, la destrucción. Abre
descendía a la tierra y en los parajes solirarios espantaba a los caminan­ al mundo; al abrirlo, lo desgarra. El desgarramiento p ro\"O­
res. Ambas representaciones nos dan una idea más clara de los verdade­ ca una gran risa siniestra. A su manera es justo: restablece d
ros sentimienros populares y de los conflicros que nos desgarran que la
que nos ofrece el moderno e hipócrira «culro a la Madre", que no es
equilibrio, pone las cosas en su sitio, esto es, las reduce 3
sino una devoción hueca. El hombre siempre ha visro en la Madre una polvo, miseria, nada. El humorismo de! «macho» es un
fuente de vida, pero rambién una porencia remible u odiosa. La Madre acto de venganza.
es la Mujer, representación de una pluralidad de encontradas significa­ Un psicólogo diría que el resentimiento es e! fond o de
ciones y rendencias: poder y piedad, rumba y matriz, dulzura y rigor, GlJácter. No sería difícil percibir también cierras iif­
casrigo y perdón.
Es significarivo que el «Viva México, hijos de la Chingada" sea un dinaciones homosexuales, como e! uso y abuso de la pis:¡o­
griro patriórico, que afirma a México negando a la Chingada y a sus hi­ la, símbolo fálico portador de la muerte y no de la vida. d
jos. Si la Chingada... (págs. 86-87). gusto por las cofradías cerrad amente masculinas, etc. Pero
")- ­
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~os solosa. La soledad, fondo de donde brota la ac­ vida; por la otra, es e! principio anterior, e! Uno, de donde
-- empezó e! día en que nos desprendimos de! ámbi rodo nace y adonde todo desemboca. Pero, además, es el
ano \' caimos en un mundo extraño y hostil. Hemos dueño de! rayo y de! látigo, e! tirano y e! ogro devorador de
~; ~. ~ta caida, este sabernos caídos, nos vuelve culpa­ la vida. Este aspecto -Jehová colérico, Dios de ira, Satur­
_¿De qué? De un delito sin nombre: e! haber nacido_ no, Zeus violador de mujeres- es e! que aparece casi ex­
lIS sentimientos son comunes a todos los hombres y no clusivamente en las representaciones populares que se hace
n eUos nada que sea específicamente mexicano; 3..S1 e! mexicano de! poder viril. El «macho» representa e! polo
no se trata de repetir una descripción que ya ha sido masculino de la vida. La frase «yo soy tu padre» no tiene
m uchas veces, sino de aislar algunos rasgos y emo­ ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguardar
ICS que iluminan con una luz particular la condición o conducir, sino para imponer una superioridad, esto es,
rasaI de! hombre. para humillar. Su significado real no es distinto al de! verbo
:n {odas las civilizaciones la imagen de! Dios Padre chingar y algunos de sus derivados_ El «Macho» es e! Gran
~ destrona a las divinidades femeninas- se pre­ Chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibili­
a como una figura ambivalente. Por una parte, ya sea dad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia, y
~-á. Dios Creador, o Zeus, rey de la creación, regulad r demás atributos del «macho»: poder. La fuerza, pero desli­
'co , e! Padre encarna e! poder genérico, origen de II gada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la volun­
tad sin freno y sin cauce.
La arbitrariedad añade un elemento imprevisto a la figu­
_' al. le oscuro sentimiento de culpa, f[Uro de nuestra soledad. ra del «macho». Es un humorista. Sus bromas son enormes,
lISIO sabern os desprendidos del ámbiro marerno, es común a rodo>
~ res . El mexicano rransflere esa noción a la Madre y la conderu..
descomunales y desembocan siempre en e! absurdo. Es co­
udenarlo , se afirma a sí mismo y anrma la excelencia de su cerrack nocida la anécdota de aquel que, para «curan> e! dolor de
cl"O!cdad. cabeza de un compañero de juerga, le vació la pistola en e!
na :uri oso esrablecer un paralelo entre dos concepciones mexi canas cráneo. Cierto o no, e! sucedido revela con qué inexorable
bJ.re: la Chingada y la Llorona. La primera es la Madre repudiad.;
rigor la lógica de lo absurdo se introduce en la vida. El
;:.:¡rda. en cambio. reniega de sus hijos. los ahoga. y esrá condenack
::u1os po r la erernidad. No sería «difícil que la Llorona sea una ver­ «macho» hace «chingaderas», es decir, actos imprevistos y
bautizada y adulrerada de la Ciuareor! azreca. que cierras nacho que producen la confusión, e! horror, la destrucción. Abre
DWa a la tierra y en los parajes solirarios espanraba a los camina ­ al mundo; al abrirlo, lo desgarra. El desgarramiento provo­
bas representaciones nos dan una idea más clara de los verdad e­ ca una gran risa siniestra. A su manera es justo: restablece e!
:mim ienros populares y de los conflicros que nos desgarran que b
laOS o frece el moderno e hipócrira «culro a la Madre". que no o
equilibrio, pone las cosas en su sitio, esto es, las reduce a
l1Il2 devoción hueca. El hombre siempre ha vis ro en la Madre u n ~ polvo, miseria, nada. El humorismo de! «macho» es un
:r de vida, pero rambién una porencia remible u odiosa. La Madr~ acto de venganza.
IUl er. representación de una pluralidad de encontradas signiflca­ Un psicólogo diría que e! resentimiento es e! fondo de su
:s "f rendencias: poder y piedad. rumba y marriz. dulzura y rigol_ carácter. No sería difícil percibir también ciertas in­
, \. perdón.
~<>nifi carivo que el «Viva México, hijos de la Chingada» sea ll.":é
clinaciones homosexuales, como e! uso y abuso de la pisto­
patrió rico. que afirma a México negando a la Chingada ya Sll5 ru­ la, símbolo fálico portador de la muerte y no de la vida, e!
¡ .! C hingada ... (págs. 86-87). gusto por las cofradías cerradamente masculinas, etc. Pero

227
cualquiera que sea el origen de estas actitudes, el hecho es pueblos abundan las esculturas de Jesús -en cruz o
que el arriburo esencial del «macho», la fuerza , se manifies­ biertas de llagas y heridas en las que el realismo desoUa<lo
ta casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquilar, de los españoles se alía al simbolismo trágico de los Ln­
humillar. Nada más natural, por tamo, que su indiferencia dios: las heridas son flores, prendas de resurrecció n. po
freme a la prole que engendra. No es el fundador de un una parte, y, asimismo, reiteración de que la vida es la
pueblo; no es el patriarca que ejerce la patria potestada; no máscara dolorosa de la muerte.
es rey, juez, jefe de clan. Es el poder, aislado en su misma El fervor del culto al Dios hijo podría explicarse, a po­
potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exte­ mera vista, como herencia de las religiones prehispán iQ!l
rior. Es la incomunicación pura, la soledad que se devora a En efecro, a la llegada de los españoles casi rodas las grandes
sí misma y devora lo que roca. No perrenece a nuestro divinidades masculinas --con la excepción de lláloc, niño
mundo; no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. y viejo simultáneamente, deidad de mayor antigüeda~
Viene de lejos, está lejos siempre. Es el Extraño. Es impo­ eran dioses hijos, como Xipe, dios del maíz joven, y H uj(ZJ­
sible no advertir la semejanza que guarda}a figura del lopochrli, el «guerrero del Sur». Quizá no sea ocioso
«macho» con la del conquistador español. Ese es el mo­ dar que el nacimiento de Huitzilopochrli ofrece m ás <1..
delo -más mítico que real- que rige las representacio­ una analogía con el de Cristo: también él es concebido sin
nes que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: contacto carnal; el mensajero divino también es un pájaro
caciques, señores feudales , hacendados, políticos, genera­ (que deja caer una pluma en el regazo de Coadicue); y. en
les, capitanes de industria. Todos ellos son «machos », fin, también el niño Huitzilopochrli debe escapar de la per­
«chingones». secución de un Herodes mítico. Sin embargo, es abusivo
El «macho» no tiene contrapartida heroica o divina. utilizar estas analogías para explicar la devoción a C risto.
Hidalgo b, el «padre de la patria»> como es costumbre lla­ como lo sería atribuirla a una mera supervivencia del cuJro
marlo en la jerga ritual de la República, es un anciano a los dioses hijos. El mexicano venera al Cristo sangrante y
inerme, más encarnación del pueblo desvalido frente a la humillado, golpeado por los soldados, condenado por los
fuerza que imagen del poder y la cólera del padre terrible. jueces, porque ve en él la imagen transfigurada de su pro­
Entre los numerosos santos parronos de los mexicanos pio destino. Y esro mismo lo lleva a reconocerse en C ua
tampoco aparece alguno que ofrezca semejanza con las témoc, el joven emperador azteca destronado, tonurado y
grandes divinidades masculinas. Finalmente, no existe asesinado por Cortés.
una veneración especial por el Dios padre de la Trinidad, Cuauhtémoc quiere decir «águila que cae». El jde me­
figura más bien borrosa. En cambio, es muy frecuente y xicano asciende al poder al iniciarse el sitio de México­
constante la devoción a Cristo, el Dios hijo, el Dios joven, Tenochtirlan, cuando los aztecas han sido abandonados
sobre todo como víctima redentora . En las iglesias de los sucesivamente por sus dioses, sus vasallos y sus aliados. As­
ciende sólo para caer, como un héroe mítico. Inclus ive _
relación con la mujer se ajusta al arquetipo del héroe j o\-en.
, Auroridad que rienen los padres sobre sus hijos. a un tiempo amante e hijo de la Diosa. Así, López Velarde
b Se refiere a Miguel Hidalgo y Casrilla (1753-1811), sace rdote}' pa­ dice que Cuauhtémoc sale al encuentro de Cortés, es de:c:U.
triora mexicano, líder de la revuelra del 16 de sepriembre de 1810. al sacrificio final, «desprendido del pecho curvo de

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mera que sea el origen de estas actitudes, e! hecho es, pueblos abundan las esculturas de Jesús -en cruz o cu­
ce d auibuto esencial del «macho», la fuerza, se manifies­ biertas de llagas y heridas en las que el realismo desollado
casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquila:, de los españoles se alía al simbolismo trágico de los in­
lUlllilJar. Nada más natural, por tanto, que su indiferenci dios: las heridas son flores, prendas de resurrección, por
! (: a la prole que engendra. No es e! fundador de un una parte, y, asimismo, reiteración de que la vida es la
IUeblo: no es e! patriarca que ejerce la patria potestada; no máscara dolorosa de la muerte.
~ r~', juez, jefe de clan. Es e! poder, aislado en su misma El fervor del culto al Dios hijo podría explicarse, a pri­
o(erlcia, sin relación ni compromiso con el mundo exte­ mera vista, como herencia de las religiones prehispánicas.
lo!. Es la incomunicación pura, la soledad que se devora:< En efecto, a la llegada de los españoles casi todas las grandes
misma y devora lo que toca. No pertenece a nuestro divinidades masculinas --con la excepción de Tláloc, niño
undo' no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. y viejo simultáneamente, deidad de mayor antigüedad­
I':me de lejos, está lejos siempre. Es e! Extraño. Es impo­ eran dioses hijos, como Xipe, dios de! maíz joven, y Huitzi­
e no advertir la semejanza que guarda la figura del lopochtli, e! «guerrero del Sup>. Quizá no sea ocioso recor­
o,. con la de! conquistador español. Ése es e! mo­ dar que e! nacimiento de Huitzilopochrli ofrece más de
-más mítico que real- que rige las representacio­ una analogía con el de Cristo: también él es concebido sin
es que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: contacto carnal; e! mensajero divino también es un pájaro
·q ues. señores feudales, hacendados, políticos, genera­ (que deja caer una pluma en el regazo de Coatlicue); y, en
s. capi tanes de industria. Todos ellos son «machos». fin, también el niño Huitzilopochtli debe escapar de la per­
:Jungones». secución de un Herodes mítico. Sin embargo, es abusivo
El - macho» no tiene contrapartida heroica o divina. utilizar estas analogías para explicar la devoción a Cristo,
lidalgo b, e! «padre de la patria», como es costumbre lla­ como lo sería atribuirla a una mera supervivencia del culto
tarlo en la jerga ritual de la República, es un anciano a los dioses hijos. El mexicano venera al Cristo sangrante y
renne, más encarnación del pueblo desvalido frente a la humillado, golpeado por los soldados, condenado por los
lM"'la q ue imagen del poder y la cólera del padre terrible. jueces, porque ve en él la imagen transfigurada de su pro­
rre os numerosos santos patronos de los mexicanos pio destino. Y esto mismo lo lleva a reconocerse en Cuauh­
poco aparece alguno que ofrezca semejanza con las témoc, e! joven emperador azteca destronado, torturado y
:andes ruvinidades masculinas. Finalmente, no existe asesinado por Cortés.
\-eneración especial por el Dios padre de la Trinidad, Cuauhtémoc quiere decir «águila que cae». El jefe me­
~ más bien borrosa. En cambio, es muy frecuente y xicano asciende al poder al iniciarse el sitio de México­
~ {e la devoción a Cristo, el Dios hijo, el Dios joven, Tenochtitlan, cuando los aztecas han sido abandonados
re roda como víctima redentora. En las iglesias de los sucesivamente por sus dioses, sus vasallos y sus aliados. As­
ciende sólo para caer, como un héroe mítico. Inclusive su
relación con la mujer se ajusta al arquetipo del héroe Joven,
a un tiempo amante e hijo de la Diosa. Así, López Ve!arde
. .....\J[oridad que rienen los padres sobre sus hijos.

~ Se ,mere a Miguel Hidalgo y Casrilla (I 753-1811), sacerdore y pa­


dice que Cuauhtémoc sale al encuentro de Cortés, es decir,
!lO mai cano, líder de la revuelra del 16 de sepriembre de 1810.
al sacrificio final, «desprendido del pecho curvo de la

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Emperatriz»a. Es un guerrero pero también un niño. Sólo -pues eso fue la Conquista para el mundo indio: el fin di!
que el ciclo heroico no se cierra: héroe caído, aún espera su un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado dn-¡.
resurrección. No es sorprendente que, para la mayoría de no-- produjo entre los fieles una suerte de regreso haca
los mexicanos, Cuauhtémoc sea el «joven abuelo)), el origen antiguas divinidades femeninas. Este fenómeno de vuelta a 11
de México: la tumba del héroe es la cuna del pueblo. Tal es entraña materna, bien conocido de los psicólogos, es si.;:
la dialéctica de los mitos y Cuauhtémoc, antes que una fi­ duda W1a de las causas determinantes de la rápida popukri­
gura histórica, es un mito. Y aquí interviene otro elemento dad de! culto a la Virgen. Ahora bien, las deidades indias (T"d
decisivo, analogía que hace de esta historia un verdadero diosas de fecundidad, ligadas a los ritmos cósmicos, los pro­
poema en busca de un desenlace: se ignora el lugar de la cesos de vegetación y los ritos agrarios. La Virgen católica el
tumba de Cuauhtémoc. El misterio del paradero de sus también una Madre (Guadalupe-Tonantzin la llaman aL!(
restos es una de nuestras obsesiones. Encontrarlo significa algunos peregrinos indios) pero su atributo principal 00 d
nada menos que volver a nuestro origen, reanudar nuestra velar por la fertilidad de la tierra sino ser el refugio
filiación, romper la soledad. Resucitar. desamparados. La siruación ha cambiado: no se trata ya
Si se interroga a la tercera figura de la tríada, la Madre, asegurar las cosechas sino de encontrar un regazo. La VilgeJl
escucharemos una respuesta doble. No es W1 secreto para na­ es e! consuelo de los pobres, e! escudo de los débiles, el ampa­
die que el catolicismo mexicano se concentra en el culto a ro de los oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos.
la Virgen de Guadalupe. En primer término: se trata de una Todos los hombres nacimos desheredados y nuestra condi­
Virgen india; en seguida: e! lugar de su aparición (ante el in­ ción verdadera es la orfandad, pero esto es particularme:o
dio Juan Diego) es una colina que fue antes sanruario dedica­ cierto para los indios y los pobres de México. El culeo a
do a Tonantzin, '<nuestra madre», diosa de la fertilidad entre Virgen no sólo refleja la condición general de los hombre3
los aztecas. Como es sabido, la Conquista coincide con e! sino una situación histórica concreta, tanto en lo es pirí~
apogeo del culto a dos divinidades masculinas: Quetzalcóad , como en lo material. Y hay más: Madre universal, la \"irg
el dios del autosacrificio (crea el mundo, según el mito, arro­ es también la intermediaria, la mensajera entre el hombn:
jándose a la hoguera, en Teotihuacan), y Huitzilopochtli, e! desheredado yel poder desconocido, sin roStro: e! Exuaño.
joven dios guerrero que sacrifica. La derrota de estoS dioses Por contraposición a Guadalupe, que es la Madre \-U­
gen, la Chingada es la Madre violada. Ni en ella ni en
la Virgen se encuentran rastros de los atributos negros
, Se refiere a versos del "Intermedio» del poema La suave patria, del Gran Diosa: lascivia de Amateratsu y Afrodita, cruelda
poeta mexicano Ramón López Velarde. La última estrofa dice: .\rtemisa y Astarte, magia funesta de Circe, amor por
sa ngre de Kali a. Se trata de figuras pasivas. Guadalup:: es
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de rus crías
el sollozar de rus mitologías , Figuras mitológicas femeninas; respectivamente: diosa j a poll~ .:d
la Malinche, los ídolos a nado, sol; diosas griegas del amor y de la sabiduría; diosa semítica de los ado5,
y, por enci ma, haberte desatado aJ ás conocida como Ishtar, protectora de las ciudades; hechicc:ra ~
del pecho curvo de la emperatriz desempeña un papel preponderante en la Odisea de Homero; dios;¡ ~
como del pecho de una codorniz. 1li de la energía.

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-pues eso fue la Conquista para el mundo ind.io: el flO de
raniz» . Es un guerrero pero también un niño. . ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divi­
.10 heroico no se cierra: héroe caído, aún espera no-- produjo entre los fieles una suene de regreso hacia las
1:COon. No es sorprendente que, para la mayoría antiguas divinidades femeninas. Este fenómeno de vuelta a la
aóca.nos, Cuauhtémoc sea el «joven abuelo», el ori =ntraña materna, bien conocido de los psicólogos, es sin
!rico: la tumba del héroe es la cuna del pueblo. T~ duda una de las causas determinantes de la rápida populari­
'ca de los mitos y Cuauhtémoc, ames que una Ii­ dad del culto a la Virgen. Ahora bien, las deidades indias eran
-S{órica, es un mito. Y aquí interviene otro elemen diosas de fecund.idad, ligadas a los ritmoS cósmicos, los pro­
~. analogía que hace de esta historia un verdad cesos de vegetación y los ritos agrarios. La Virgen católica es

a en usca de un desenlace: se ignora el lugar de b wnbién una Madre (Guadalupe-Tonanrzin la llaman aún

1 de Cuauhtémoc. El misterio del paradero de sm Jgunos peregrinos indios) pero su atributo principal no es

es una de nuestras obsesiones. Encontrarlo signifia dar por la fertilidad de la tierra sino ser el refugio de los

me os que volver a nuestro origen, reanudar nuestn desamparados. La situación ha cambiado: no se trata ya de

Óll . romper la soledad. Resucitar. J.Segurar las cosechas sino de encontrar un regazo. La Virgen

interroga a la tercera figura de la tríada, la Madre.. es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el ampa­

baremos una respuesta doble. No es un secreto para IU­ ro de los oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos.
~ el catolicismo mexicano se concentra en el culto 2 Todos los hombres nacimos desheredados Y nuestra cond.i­
i'g de Guadalupe. En primer término: se trata de llIl2 ción verdadera es la orfandad, pero esto es particularmente
11 india; en seguida: el lugar de su aparición (ante el in­ cierto para los indios y los pobres de México. El culto a la
~ iego) es una colina que fue antes santuario ded.ica­ Virgen no sólo refleja la cond.ición general de los hombres
ronanrz.in, «nuestra madre», diosa de la fertilidad en~ sino una situación histórica concreta, tanto en lo espiritual
necas. Como es sabido, la Conquista coincide con d como en lo material. Y hay más: Madre universal, la Virgen
te del culto a dos divinidades masculinas: Querzalcóa es también la imermediaria, la mensajera entre el hombre
liS del autosacrificio (crea el mundo, según el mito, arro­ desheredado Y el poder desconocido, sin rOStrO: el Extraño .
~ a la hoguera, en Teotihuacan), Y HuirzUopochtli, ¿ Por comraposición a Guadalupe, que es la Madre vir­
• dios guerrero que sacrifica. La derrota de estoS d.ioses gen, la Chingada es la Madre violada . Ni en ella ni en
la Virgen se encuentran rastrOS de los atributos negros de la
Gran Diosa: lascivia de Amateratsu y Afrodita, crueldad de
I!! rdlae a versos del «Intermedio» del poema La suave patria, deii Artemisa y Astarte, magia funesta de Circe, amor por la
, I:lCl1QIlO Ramón López Velarde. La última esnofa dice: sangre de Kali a • Se trata de figuras pasivas. Guadalupe es
Moneda esp iritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
• Figuras miwlógicas femeninas; respectivamente: diosa japonesa del
prisionera, e! azoro de tuS crías
sol; diosas griegas del amor Yde la sabiduría; diosa semítica de los cielos,
e! sollozar de tuS miwlogías
más conocida como Ishtar, protecwra de las ciudades; hechicera griega,
la Malinche, los ídolos a nado,
desempeña un papel preponderante en la Odisea de Homero; diosa hin­
y, po r encima, haberle desatado
de! pecho curvo de la emperatriz dú de la energía.
como del pecho de una codorniz. 231
la receptividad pura y los beneficios que produce son del De ahí el éxito del adjetivo despectivo «malin
mismo orden: consuela, serena, aquieta, enjuga las lágri­ cientemente puesto en circulación por los periódiOl
mas, calma las pasiones. La Chingada es aún más pasiva. Su denunciar a todos los contagiados por tenden cias al
pasividad es abyecta: no ofrece resistencia a la violencia, es rizantes. Los malinchistas son los partidarios de qu.e.
un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es ca se abra al exterior: los verdaderos hijos de la Mal
constitucional y reside, según se ha dicho más arriba, en que es la Chingada en persona. De nuevo aparece
su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su do por oposición a lo abierto.
identidad: es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie Nuestro grito es una expresión de la volun tad me
ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y sin embargo, es de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo. a
la atroz encarnación de la condición femenina. frente al pasado. En ese grito condenamos nuesrro
Si la Chingada es una representación de la Madre viola­ renegamos de nuestro hibridismo. La extraña pernu:
da, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue de Cortés y de la Malinche en la imaginación >, en
también una violación, no solamente en el sentido históri­ bilidad de los mexicanos actuales revela que son - <:
co, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la que figuras históricas: son símbolos de un co~
entrega es la Malinche", la amante de Cortés. Es verdad que creto, que aún no hemos resuelto. Al repudiar a 12 ­
ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, ape­ che -Eva mexicana, según la representa José I

nas deja de serie útil, la olvida. Doña Marina se ha conver­ Orozco" en su mural de la Escuela Nacional Prepa..ra.:¡
tido en una figura que representa a las indias, fascinadas, el mexicano rompe sus ligas con el pasado, renieg:¡¡
violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo origen y se adentra sólo en la vida histórica.
que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir El mexicano condena en bloque toda su tIad.ició
en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su es un conjunto de gestos, actitudes y tendencia.!
traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. POI
frente a nuestroS indios, estoicos, impasibles y cerrados. [esis hispanista, que nos hace descender de Cortés
Cuauhtémoc y doña Marina son así dos símbolos -anta­ dusión de la Malinche, es el patrimonio de unos el
gónicos y complementarios. y si no es sorprendente el cul­ extravagantes -que ni siquiera son blancos pura
to que todos profesamos al joven emperador -«único hé­ orro tanto se puede decir de la propaganda indigeuis
roe a la altura del arte", imagen del hijo sacrificado-, tam­ ram bién está sostenida por criollos y mestizos mao.i
poco es extraña la maldición que pesa contra la Malinche. sin que jamás los indios le hayan prestado ateOO
mexicano no quiere ser ni indio, ni españoL TaJ
qillere descender de ellos. Los niega. Y no se afirm.! 4
, Nombre histórico de Malinali o Maiíntzín (1504)-1527), india que :o que mestizo, sino como abstracción: es W1 homl
fue regalada en abril de 1519 por los tabascanos, junto con otras dieci­ ~ elve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo.
nueve, al conquistador Hernán Cortés como tributo a su victoria militar
sobre éstos. Asumiendo el nombre de Doña Marina, ptontO se convierte
en la intérprete personal de Cortés en su empresa de conquista; luego. • (1 883-1949) muralista mexicano; juntO con Dit:go Ri'.=-.
como amante suya, tiene un hijo con él. La Malinche es su nombre mes­ Giro Siqueitos son los «tres grandes» del movimien to m

tizo, clara deformación de su nombre náhuat!. [U ra mexicana.

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'dad pura y los beneficios que produce son ci­
De ahí el éxito del adjetivo despectivo «malinchista», re­
d ) : consuela, serena, aquieta, enjuga las Iágri­
cientemente puesto en circulación por los periódicos para
" pasiones. La Chingada es aún más pasiva.
denunciar a todos los contagiados por tendencias extranje­
es abvecta: no ofrece resistencia a la violencia. es
rizantes. Los malinchistas son los partidarios de que Méxi­
o ine'ne de sangre. huesos y polvo. Su manch~ es co se abra al exterior: los verdaderos hijos de la Malinche,
ional y reside, según se ha dicho más arriba, en que es la Chingada en persona. De nuevo aparece lo cerra­
~ asividad abierta al exterior la lleva a perder S1J do por oposición a lo abierto.
1: es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie Nuestro grito es una expresión de la voluntad mexicana
lfunde con la nada, es la Nada. Y sin embargo, es de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo, cerrados
IIClfTUción de la condición femenina. frente al pasado. En ese grito condenamos nuestro origen y
hingada es una representación de la Madre viola­ renegamos de nuestro hibridismo. La extraña permanencia
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violación, no solamente en el sentido históri­ bilidad de los mexicanos actuales revela que son algo más
:n carne misma de las indias. El símbolo de la que figuras históricas: son símbolos de un conflicto se­
la Maljnche", la amante de Cortés. Es verdad que creto, que aún no hemos resuelto. Al repudiar a la Malin­
\'oluntariamente al conquistador, pero éste, ape­ che -Eva mexicana, según la representa José Clemente
.. serie útil, la olvida. Doña Marina se ha conver­ Orozcd en su mural de la Escuela Nacional Preparatoria­
¡na fi gura que representa a las indias, fascina~ el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su
, seducidas por los españoles. Y del mismo mod origen y se adentra sólo en la vida histórica.
~ no perdona a su madre que lo abandone para ir El mexicano condena en bloque toda su tradición, que
de su padre, el pueblo mexicano no perdona su es un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en el
lla \1 ali nche. Ella encarna lo abierto, lo chingado. que ya es difícil distinguir lo español de lo indio. Por eso la
esuos indios, estoicos, impasibles y cerrados. tesis hispanista, que nos hace descender de Cortés con ex­
DOC \' doña Marina son así dos símbolos -anta­ clusión de la Malinche, es el patrimonio de unos cuantos
co~ plementarios. Y si no es sorprendente el cul­ extravagantes -que ni siquiera son blancos puros-o y
os profesamos al joven emperador -"único hé­ otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que
rura del arte», imagen del hijo sacrificado--, tam­ también está sostenida por criollos y mestizos maniáticos,
maña la maldición que pesa contra la Malinche. sin que jamás los indios le hayan prestado atención. El
mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco
quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tan­
;:USIÓriCO de Malinali o Malintzin (1504'-1527), india que to que mestizo, sino co}TIo abstracción: es un hombre. Se
I C!l abril de 1519 por los tabascanos, junto con Otras dieci­ vuelve hijo de la nada. El empieza en sí mismo.
DOUist:ador Hernán Cortés como tributo a su victoria militar
~(: I]do el nombre de Dona Marina, pronto se convierte
l"U ¡x-rsonal de Cortés en su empresa de conquista; luego. , (1883-1949) muralista mexicano; junto con Diego Rivera y David
u SUV:!. tiene un hijo con él. La Malinche es su nombre mes· Alfara Siqueiras son los "tres grandes» del movimiento muralista en la
~Ormación de su nombre náhuatl. pintura mexicana.

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Esta actitud no se manifiesta nada más en nuestra vida .mcas y de nuestros conflictos íntimos. México está tan
diaria, sino en el curso de nuestra historia, que en ciertos solo como cada uno de sus hijos.
momentos ha sido encarnizada voluntad de desarraigo. Es El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura
pasmoso que un país con un pasado tan vivo , profunda­ ':' negación. y, asimismo, como búsqueda, como voJ un~
mente tradicional , atado a sus raíces, rico en antigüedad por trascender ese estado de exilio. En suma, como \;"2
legendaria si pobre en historia moderna, sólo se conciba conciencia de la soledad, histórica y personal. La rusrori
que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuesrros
como negación de su origen.
Nuestro grito popular nos desnuda y revela cuál es esa sentimientos y de nuestros conflictos, sí nos puede moStrar
llaga que alternativamente mostramos o escondemos, pero ahora cómo se realizó la ruptura y cuáles han sido nuesrra.;
no nos indica cuáles fueron las causas de esa separación centativas para trascender la soledad.
y negación de la Madre , ni cuándo se realizó la ruptura.
A reserva de examinar más detenidamente el problema,
puede adelantarse que la Reforma liberal de mediados del
siglo pasado parece ser el momento en que el mexicano se
decide a romper con su tradición , que es una manera de
romper con uno mismo'. Si la Independencia corra los la­
zos políticos que nos unían a España, la Reforma niega que
la nación mexicana, en tanto que proyecto histórico, conti­
núe la tradición colonial. Juárez y su generación fundan un
Estado cuyos ideales son distintos a los que animaban a
Nueva España o a las sociedades precortesianas. El Estado
mexicano proclama una concepción universal y abstracta
del hombre: la República no está compuesta por criollos,
indios y mestizos, como con gran amor por los matices y
respeto por la naturaleza heteróclita del mundo colonial
especificaban las Leyes de Indias, sino por hombres , a secas.
Ya solas.
La Reforma es la gran Ruptura con la Madre. Esta sepa­
ración era un acto fatal y necesario, porque toda vida ver­
daderamente autónoma se inicia como ruptura con la fa­
milia y el pasado. Pero nos duele todavía esa separación.
Aún respiramos por la herida. De ahí que el sentimiento de
orfandad sea el fondo constante de nuestras tentativas po­

a Proceso de reesrrucruración legal y judicial del Esrado mex.icano, de


raiz liberal, iniciado por Beniro Juárez (1806-1872).
-.j }i
234
_lOcas y de nuestros conflictos íntimos. México está tan
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sino en el curso de nuestra historia, que en cie El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura
t ha sido encarnizada voluntad de desarraigo. Es .. negación. Y, asimismo, como búsqueda, como voluntad
que un país con un pasado tan vivo, profun<k­ po t trascender ese estado de exilio. En suma, como viva
adicional, atado a sus raíces, rico en antigüed.ac onciencia de la soledad, histórica y personal. La historia,
ri2 i po bre en historia moderna, sólo se concibz que no nos podía decir nada sobre la naturaleza de nuestros
~ ció n de su origen. sentimientos y de nuestros conflictos, sí nos puede mostrar
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.. rm a es la gran Ruptura con la Madre. Esta sepa­


era un acto fatal y necesario, porque toda vida ver­
me autónoma se inicia como ruptura con la fa­
: el pasado. Pero nos duele todavía esa separación.
::::spi ramos por la herida. De ahí que el sentimiento de
C1 sea el fondo constante de nuestras tentativas po-

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