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Facultad de Derecho Canónico

LA DIMENSIÓN PERSONAL DEL PENITENTE Y SU CONDICIÓN JURÍDICA EN EL


DERECHO CANÓNICO

Pontificia Universidad
JAVERIANA
---------------- Bogotá------------------

DORIS GICELLY MONTAGUT RODRIGUEZ

Pontificia Universidad Javeriana


Facultad de Derecho Canónico
Maestría en Derecho Canónico
Bogotá; 2017
LA DIMENSIÓN PERSONAL DEL PENITENTE Y SU CONDICIÓN JURÍDICA EN EL
DERECHO CANÓNICO

DORIS GICELLY MONTAGUT RODRIGUEZ

Trabajo presentado como requisito para optar al título de


Magister en Derecho Canónico

DIRECTOR

PBRO. LEONARDO CÁRDENAS TÉLLEZ

Doctor en Derecho Can.ico

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA


FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO
MAESTRÍA EN DERECHO CANÓNICO
BOGOTÁ; 2017
Facultad de Derecho Canónico

PONTIFICA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Rector:

Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J

Vicerrector académico:

Ing. Luis David Prieto Martínez

Decano de la facultad de Derecho Canónico

Luis Bernardo Mur Malagón, SDB


Facultad de Derecho Canónico

Nota de aceptación

Presidente del Jurado

Jurado

Jurado

Bogotá, D. C., Enero de 2017


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DEDICATORIA

A Dios, por demostrarme su amor en cada proyecto que me ha permitido comenzar y terminar.

A mi amado esposo Silvestre Samuel Castilla Lobelo, que por amor, hace suyos mis sueños y me
ayuda a que se hagan realidad.

A mis hermosas Princesas Silvia e Isabela, quienes son en mi vida, fuente de amor, de
motivación, de inspiración.

A mis Padres Noel y Mery, por todo lo que desde siempre hacen por mí.

A mis hermanas Luz Alba, Fanny, Martha, Delmis y Deyla, por animarme a perseguir mis metas,
por tanto amor que traspasa tiempo y distancias.

A mis sobrinos, Leonardo, Nicolás, Daniel Felipe, Natalia, José David, Samuel, Alejandro y
Gabriel, con amor y gratitud por llenar mi vida de risas y de paz.

EL AUTOR
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Agradecimientos

A Dios por revelarme su propósito en mi vida.

A mi esposo y mis hijas, por permitirme repartir mi tiempo entre ellos y mi proyecto, por su
paciencia, por escucharme, opinar, corregir y sobre todo por animarme cada día a continuar.

Al Padre Luis Bernardo Mur Malagón, Decano de la Facultad de Derecho Canónico, profesor y
quien generosamente apoyo este proyecto como segundo lector.

A todos los profesores durante mi etapa de estudios, con sus orientaciones y su testimonio de
vida, edificaron, intelectual y espiritualmente, la mía.

Al Padre Leonardo Cárdenas Téllez, por aceptar ser mi director en esta investigación, dedicarle
tiempo y poner toda su disposición para su realización.

A Martha Martínez, apoyo incondicional de todos los que hacemos parte de la facultad de
derecho canónico.

A la Doctora Luz Marina y Padre Ángel Palma, con quienes en un comienzo nos unió una
meta, un proyecto, hoy nos une una hermosa amistad que traspaso las aulas de clase, siendo los
dos una bendición en mi vida.

A mis compañeros y a todas las personas que de alguna manera estuvieron vinculados a mi vida,
en los estudios y en la realización de este trabajo de investigación.
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Tabla de Contenido

Pág.

Siglas y abreviaturas 11

Introducción 12

Capítulo I. Del penitente en general 15

1.1 Sagrada Escritura 18

1.1.1 Antiguo Testamento 19

1.1.2 Nuevo Testamento 21

1.2 Praxis eclesial 24

1.2.1 Fundamento histórico 27

1.2.2 Contenido doctrinal 33

1.2.3 En la Liturgia Celebrativa 36

1.3 Síntesis 41

Capítulo II. Regulación jurídica actual 44

2.1 Antecedentes al CIC 1983 47

2.2 CIC 1983 73

2.3 Comentarios exegéticos 86

2.4 Síntesis 88

Capítulo III: Hacia una adecuada práctica del penitente 90

3.1 Criterios 90
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3.2 Muestreo 97

3.3 Conclusiones de la práctica 104

Conclusiones 107

Bibliografía 110

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Lista de Figuras

Pág.

Figura 1. Gráfica para la pregunta 1 del cuestionario. 100

Figura 2. Gráfica para la pregunta 2 del cuestionario. 100

Figura 3. Gráfica para la pregunta 3 del cuestionario. 101

Figura 4. Gráfica para la pregunta 4 del cuestionario. 101

Figura 5. Gráfica para la pregunta 5 del cuestionario. 102

Figura 6. Gráfica para la pregunta 6 del cuestionario. 102

Figura 7. Gráfica para la pregunta 7 del cuestionario. 103

Figura 8. Gráfica para la pregunta 8 del cuestionario. 103

Figura 9. Gráfica para la pregunta 8 del cuestionario. 104

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Lista de Tablas

Pág.

Tabla 1. Cambios en el sacramento de la penitencia y de la figura del penitente en las dos

legislaciones. 49

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Siglas y abreviaturas

Art: Artículo

Can. Canon

CCE: Catecismo de la Iglesia Católica

CECDC: Comentario Exegético al CIC

CIC: CIC

LG: Lumen Gentium

RP: Ritual de la Penitencia

Mand: Mandamiento

Hom: Homilía

OP: Orden Penitencial

PB: Pastor Bonus

Pbro: Presbítero

SO: Sacram entum Ordinis

Lv: Levítico

Esd: Esdras

Mc: Marcos

Mt: Mateo

Jn: Juan

Cr: Crónicas

Rom: Romanos

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Introducción

Es muy común y frecuente en nuestro círculo social, parroquial y pastoral, oír expresiones

como estas: “yo me confieso directamente con Dios”; “no confieso mis pecados a otra persona

más pecadora que yo”; “para que me confieso si vuelvo a cometer las mismas faltas”; nada más

alejado de la realidad y sobre todo, de la intención de la Iglesia, cuando sabiamente decidió darle

nombre a ese maravilloso gesto de Dios, tan divino pero tan humano, tan indescriptible pero tan

perceptible, tan maternal y tan perfecto como El mismo: el “Sacramento de la Reconciliación”.

Es en el amor y desde el amor que se puede entender el actuar de Dios en la vida de cada ser

humano que habita el mundo, todo lo bueno viene de Él, lo hace por ti, por mí, por nosotros;

infinitas cosas buenas nos da, infinitas bendiciones recibimos a diario; entre tantas que no

podríamos nunca terminar de enumerar, está, nuestra Santa Madre Iglesia Católica, cuya misión de

la salvación de las almas, cumple desde aquel momento en que le fue encomendada esta tarea.

Si bien es cierto hoy tenemos una Iglesia triunfante y victoriosa, no podemos desconocer que

muchos son los obstáculos y dificultades que a través del tiempo ha tenido que vencer, muchos

han sido los esfuerzos y que aún hoy hace para mantenerse fiel y firme a los mandatos de su

fundador.

La presente investigación, tiene mucho que ver con su actuar, con su misión, con su

normatización, específicamente en el tema del penitente, en el sacramento de la penitencia; nos

parece un tema de común interés, todos en algún momento nos hemos hincado de rodillas ante un

ministro, buscando la misericordia de Dios, buscando consolar el alma y necesitando oír que Dios

nos ama, sin importar que le hayamos fallado; ahí, en ese instante, en ese mismo lugar, sin saberlo,

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o tal vez sabiéndolo, pero sin percatarse, estamos dando vida a unas letras, que en algún momento

el legislador, guiado por Dios, plasmó en una norma.

Más allá, de esa imagen tierna, conmovedora, del penitente refugiado a los pies de su pastor,

que lo es; hay un arduo trabajo, un extenso, muy extenso recorrido a través del tiempo, para hoy

tener lo que tenemos contextualizado en relación al penitente en el sacramento de la

reconciliación.

Es esta la finalidad de esta investigación, conocer, analizar la situación del penitente en la vida

actual de la Iglesia, desde siempre; haciendo un recorrido por la historia desde la Sagrada

Escritura, la Iglesia primitiva, los concilios, documentos , la doctrina, hasta llegar a la legislación

actual en el CIC.

Tres capítulos conforman el cuerpo de este trabajo de investigación:

En el Capítulo I. se aborda el tema del penitente en la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo

como en el Nuevo Testamento; es ahí donde tiene su institución, su origen; también se plantea en

este capítulo, todo lo relacionado con la práctica Eclesial, abarcando las épocas más

representativas de la historia de la Iglesia, pero en este caso concreto, destacando lo más relevante

de la figura del penitente, dentro del sacramento de la penitencia. Y terminamos este capítulo con

una reseña doctrinal acerca del tema en cuestión, no sin reseñar lo que en la Liturgia Celebrativa

contempla acerca del penitente.

El Capítulo II, es meramente jurídico, en el que se plantea la regulación actual del sacramento

de la reconciliación, del penitente y los antecedentes a esta actual regulación; este capítulo es el

tronco de la investigación y es en él donde se detallan y analizan los actos del penitente; donde nos

familiarizamos con la figura del penitente, conoceremos los derechos que tiene, los deberes que le

obligan y el entorno jurídico que lo rodea, enmarcado dentro el sacramento de la Reconciliación.

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El capítulo III, lo denominamos Hacia una adecuada practica del penitente, siendo este el

momento de conocer la realidad de lo que sucede en la cotidianidad del penitente; bajo ciertos

criterios que se desprenden de lo enunciado en el segundo capítulo y con la cooperación de un

representativo número de personas.

El desarrollo de esta etapa práctica, se realiza mediante un trabajo de campo, abarcando cuatro

parroquias de la Arquidiócesis de Bogotá y de distinto nivel socio-económico, a través del

mecanismo de encuestas, logrando obtener información relevante que permita la culminación de

esta investigación.

De esta manera, lograremos concluir una investigación, que satisfaga las inquietudes que nos

planteamos en un comienzo y que nos proporcione resultados significativos en la concepción del

ejercicio del penitente en la vida activa de la Iglesia.

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Capítulo I. Del penitente en general

La palabra penitente se deriva del latín paenitens, y a su vez esta se deriva del verbo paenitere,

que traduce arrepentirse (Diccionario latín-español, unas, pag.220); esta traducción nos conduce a

la certeza de que hay una acción realizada, ejecutada, que según el criterio de quien la realizó ,

estuvo mal, causo malestar, incomodidad; no nos referimos entonces, a una acción judicial

específicamente, como tampoco a un pecado, simplemente arrepentirse en un primer concepto

abarca cualquier acción del ser humano que posteriormente ante ese hecho siente que no debió

cometerlo o hacerlo, ya sea porque con ello se lastimo a sí mismo, causo dolor o hirió a otros.

Enfocado ya en el tema de esta investigación, penitente se refiere única y exclusivamente a la

comisión de un pecado del que posteriormente tiene consciencia y se arrepiente de haberlo

cometido. Esta capacidad de reconocer que una acción o una omisión no está conforme a lo que

considera verdadero o justo, solo puede ser comprendida por la razón, lo que inevitablemente nos

conduce a plantear que solo el ser humano puede tener y desarrollar este tipo de análisis y

comprensión.

Antes de empezar hacer una reseña sobre la persona del penitente, consideramos de relevante

importancia, enfocar ciertos aspectos del comportamiento del ser humano que nos permitan

vislumbrar la razón de ser de unas y otras conductas tendientes a configurar el bien o el mal según

sea el caso.

Se hace entonces necesario abordar desde la antropología y la teología la condición humana

del penitente, esto necesariamente nos proporciona una relativa ubicación del ser humano en sus

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distintos comportamientos independientemente de si son buenos o malos, simplemente analizados

como actos, acciones, que desarrolla habitual y cotidianamente.

El hombre es el resultado de diversas influencias: económicas, sociales, culturales, religiosas,

de igual manera la persona humana también está constituida corporalmente, por lo tanto también

influyen en él condiciones fisiológicas, y psicológicas; todos estos aspectos internos y externos en

la concepción del ser humano, se reflejan en todo su comportamiento; estas influencias, de gran

injerencia, hacen que el hombre sea frágil por constitución, lo hace vulnerable, y susceptible a la

equivocación, “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, esta afirmación de Rousseau,

describe muy bien lo que acabamos de exponer.

Toda esta estructura humana tan compleja y finita es lo que conlleva a experimentar infinidad

de conflictos internos, que claramente trascienden a los demás, por el principio de que “somos

seres sociables por naturaleza” (Aristóteles). Así, pues el ser humano se cuestiona y aborda

existencialmente la razón de ser de su esencia humana, su yo interno que lucha por ser y hacer lo

correcto, lo que considera es bueno y rechaza lo que considera no lo es, una lucha incomprensible

y casi imposible, y es entonces cuando trasciende a una concepción sobrenatural que le permita

resolver esta dualidad en su ser interior; y ante esta incertidumbre solo puede haber un ser

superior, que rija el bien y otro de igual poder que rige el mal, la lucha no termina; tener

consciencia que existe la posibilidad de que hacer el bien es lo correcto y que para conseguirlo

Dios está al pendiente de este fin es alentador y, bastante motivador como esperanzador también.

Según la tesis Montesina la creación está regida por una ley natural que determina el

comportamiento de cada cuerpo o ser natural, esto es, que todos los seres de la naturaleza se

inclinan a realizar ciertas conductas ordenadas por su misma naturaleza, así, por ejemplo, el

cuidado de la propia vida, la procreación, el cuidado de los hijos, son conductas comunes a otros

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seres naturales, en cambio hay otras que únicamente le son posibles a los seres humanos. (Santo

Tomas, Suma Teológica).

Todas las conductas que el ser humano está en capacidad de desarrollar, como la inclinación a

la verdad, el conocimiento, la inclinación hacia lo trascendente o Dios, según Santo Tomas,

“descansan en la razón y se realizan a partir de la voluntad y la libertad”.

Ahora bien, las conductas que permiten la realización de las inclinaciones naturales son buenas

y las que sean antinaturales malas; Aquino interpreta la ley natural como la ley moral y la

identifica con la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el mal, al respecto dijo:

“La ley natural no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios, por ella

conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar”. Contiene los preceptos

fundamentales que rigen la vida moral, el primero de los cuales es “debe hacerse el bien y evitarse

el mal” y en el que se fundan todo los demás preceptos de la ley natural.

Muchos son los autores que se han referido a este tema, mucho se ha escrito al respecto, sin

embargo nadie tiene la última palabra, concretamos con dos autores que nos aportan sus

concepciones y queda en la percepción de cada individuo según sea su criterio sentirse

identificados con ella o al contrario tener las propias, que sin duda alguna, podrán también diferir

de los mismos.

Para san Agustín, “el mal no es un principio activo, sino una ausencia de virtud. Así como el

frio es ausencia del calor y la oscuridad ausencia de Luz, el mal es una insuficiencia de bien.”

Freud considera que “las malas inclinaciones” son inherentes al hombre y que solo por la

educación y el medio cultural, pueden serle desarraigadas y sustituidas por inclinaciones a hacer el

bien.

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1.1 Sagrada Escritura

Norma de normas, fundamento teológico, pastoral, jurídico de la Iglesia Católica, no se puede

concebir la vida de un cristiano sin la norma suprema de la fe, en su cotidianidad; La Sagrada

Escritura rige la vida de la Iglesia, desde ahí y hacia ella se circunscribe la razón de ser de la

comunidad eclesial, ella misma es Dios, y como siempre Dios donándose para nosotros , por su

amor infinito mostrándose a través de ella, con el único y firme propósito de mantenernos unidos a

su plan salvífico.

La figura del penitente como tal no aparece a lo largo de la Escritura, pero indiscutiblemente es

la fuente principal de su existencia, a lo largo del contenido de la Sagrada Escritura, numerosos

testimonios en muchos textos bíblicos, constituyen la razón de ser del sacramento de la penitencia

así como su dinamismo interno y el mismo proceso penitencial.

Las Escrituras son la raíz fundante de las estructuras penitenciales existentes, la disciplina

penitencial del nuevo testamento tiene sus raíces y antecedentes en la disciplina y praxis

penitencial del antiguo testamento.

En los libros del antiguo y del nuevo testamento, es relevante el encuentro de Dios con la

humanidad, el principal interés de Dios es exhortar al hombre a la oración y a la penitencia; el

Amor de Dios trasciende en el tiempo, desde siempre ha sido así; en las Sagradas Escrituras se

evidencian claramente los elementos que posteriormente van a configurar el sacramento de la

penitencia: el pecado, el arrepentimiento y el perdón.

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En el antiguo testamento se establecen tres clases de pecado el “pecado de inadvertencia” el

“pecado voluntario” y el “pecado de mano alzada” (Dionisio Borobio, pag.79); el pecado de

inadvertencia es aquel que se comete involuntaria e inconscientemente, y junto con el pecado

voluntario del cual se tiene plena consciencia, son perdonados por medio de la confesión de los

mismos: “EL que resulte culpable en cualquiera de estos casos, deberá confesar el pecado que

cometió...” (Lv. 5,5); puede también hacer una confesión ante otro: “David admitió ante Natán: he

pecado contra el Señor. Y Natán le respondió: el Señor no te va a castigar a ti por tu pecado y no

morirás” (2 Sam. 12,13).

Otra forma de expiar estos pecados era en una liturgia penitencial, confesando en común:

Mientras Esdras oraba y hacia esta confesión llorando y de rodillas ante el templo de Dios,

un grupo numeroso de israelitas, hombres, mujeres y niños, que lloraban también

amargamente, se juntó a su alrededor. Entonces Secanias, hijo de Jehiel y descendiente de

Elam, tomo la palabra y dijo a Esdras: nosotros no hemos sido fieles a nuestro Dios, porque

nos hemos casado con mujeres extranjeras, de naciones paganas, sin embargo, todavía hay

esperanza para Israel. Vamos a comprometernos a despedir a todas nuestras mujeres

extranjeras y a sus hijos, y que se cumpla la ley, tal como tú y quienes respetan el

mandamiento del señor nos aconsejan. Levántate, porque esto es algo que a ti te toca hacer;

nosotros te apoyaremos, anímate, y manos a la obra. Entones Esdras se puso de pie, e hizo

prometer solemnemente a los jefes de los sacerdotes y de los levitas, y a todos los israelitas,

que cumplieran su compromiso; y ellos lo prometieron. Luego Esdras se retiró del templo de

Dios para ir al cuarto de Johanán, hijo de Eliasib, donde paso la noche sin comer ni beber

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nada, porque estaba muy triste por la infidelidad de los que habían vuelto del destierro

(Esd.10. 1-6).

Otra forma de expiar este tipo de pecados en el Antiguo Testamento era por medio de las obras

externas de penitencia como el ayuno, la oración, los signos externos de vestiduras, saco y ceniza,

el gemido y el llanto.

Para los pecados de mano alzada que no son otros que suponen contumacia, rebelión, y lesión

seria de la voluntad de Dios y de la ley de Israel, el Antiguo Testamento nos relata otras formas

expiatorias como son los holocaustos, la ofrenda, la comunión, la expiación, el sacrificio solemne,

como lo es el rito o fiesta anual de expiación, llamado “yom Kippur”:

Cuando Aarón haya terminado de purificar el santuario, la tienda del encuentro y el altar,

mandara traer el chivo que aun, este vivo y, poniendo sus manos sobre la cabeza del animal,

confesara sobre él todas las maldades rebeliones y pecados de los israelitas de esta manera

pondrá los pecados sobre la cabeza del chivo, y una persona se encargara de llevarlo y

soltarlo en el desierto, , así al perderse el chivo en el desierto, se llevara todas las maldades

de ellos a tierras deshabitadas. Luego entrara Aron en la tienda del encuentro y se quitara la

ropa de lino que se puso para entrar en el santuario y la dejara allí, Allí mismo en el santuario

se lava con agua y, después de vestirse, saldrá para presentar su propio holocausto y el que

deben ofrecer por el pueblo, y así obtendrá el perdón por sus pecados y los del pueblo. La

grasa del sacrificio por el pecado la quemara en el altar. Y el que haya llevado el chivo, para

soltarlo a hazazel, se lavara la ropa y se lavara a si mismo con agua, y después todos entren

en el campamento. El becerro Y el chivo que fueron sacrificados por el pecado, y cuya

sangre fue llevada a santuario para obtener el perdón de los pecados, será llevados fuera del

campamento y su piel, carme y desechos serán quemados, la persona que los queme deberá

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lavarse la ropa y lavarse a sí misma con agua y después pondrá entran en el campamento.

Esta será una ley permanente para ustedes, el día diez del mes séptimo deberán ustedes

dedicarlos al ayuno y suspender todas labores, lo mismo los israelitas que los extranjeros que

vivan entre ustedes, pues en ese día se obtendrá el perdón de los pecados de ustedes delante

del señor (Lv.16, 20-30).

A lo largo del antiguo testamento se evidencia claramente y de manera contundente la fidelidad

de Dios, su compasión por el pueblo pecador, que muy fácil se olvida de su Dios, pero que

también reconoce su fragilidad, su pecado y se arrepiente; cualquier situación grave, una

epidemia, una sequía, una guerra perdida, cualquier calamidad era ocasión para que se realizara

una celebración de liturgia penitencial.

Una de las finalidades primordiales de esta ceremonia penitencial era la de provocar y

manifestar delante de Dios la conversión, el cambio de corazón. El oráculo de salvación o la

bendición le anunciaba al pueblo que la reconciliación se había llevado a cabo, que Yahvé

perdonaba a su pueblo y volvía a cuidar de Él ( Lipinski, la liturgie penitentielle dans la Bible,

115).

Muchos son los pasajes del antiguo testamento donde el sacramento de la penitencia tiene sus

raíces fuertes, donde se reconoce el penitente; él tiene identidad propia, desde siempre la ha tenido

y la iglesia así lo ha reconocido, razón ésta que la ha motivado a regular el sacramento, lo ha

resguardarlo como lo que es, el regalo más preciado de Dios a la humanidad.

1.1.2 Nuevo Testamento

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento Dios en su constante revelación, está

abierto al perdón y a la reconciliación, ya en el Antiguo Testamento se vislumbra la nueva alianza,

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Dios se revela en la persona de Jesús, y desde el refuerza el llamado, al amor, al perdón, a la

conversión y a la misericordia.

“ Convertios y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15; cf. Mt 4, 17), con este llamado Jesús inicia

su ministerio y anuncia la llegada del reino. Jesús no solo predica, Jesús mismo es testimonio de lo

que dice, con El comienza el reino, lo hace visible y real. Su ministerio se concentra en el perdón

y la misericordia, no desconoce la humanidad del hombre pecador, al contrario entiende esta

condición y hacia él es que va dirigida su atención, su amor, su perdón, su misericordia.

La conversión que predica Jesús, es una conversión de corazón, de verdadero arrepentimiento,

sin desconocer las liturgias penitenciales del antiguo testamento, no hace referencia a ellas para

conseguir esta gracia, al contrario no confía en los signos vistosos de arrepentimiento.

Jesús es “sumo sacerdote misericordioso” (Lc15 4-8), el perdón y la reconciliación de los

pecadores con Dios se ha realizado por el nombre de Jesús, en Jesucristo, por medio de Él, así lo

expresa Pablo en la carta a los hebreos.

La figura del penitente en el nuevo testamento podría perfectamente determinarse en la

samaritana, (Jn 4 6-42); el paralitico (Lc 5 17-26); la mujer pecadora (Lc 7 36-50); la mujer

sorprendida en adulterio (Jn.8 1-11); Zaqueo (Lc 19 1-10); el buen ladrón (lc 29 39-43); Pedro (Lc

22 54-62); Judas (Mt 26 21-25). En estos pasajes del nuevo Testamento, se muestra ya el

encuentro del Sacerdote con el pecador en el Sacramento de la confesión.

En la parábola del hijo prodigo (Lc 15,11-32), se encuentran todos los elementos propios del

proceso del sacramento de la penitencia, en donde la figura del penitente recae en el hijo prodigo;

en un primer momento se da el pecado, que en este caso está contemplado en la avaricia,

insolencia, abandono, vida contraria al mandato de Dios; un segundo momento que es la

conversión, que se plasma en el momento que es consciente de lo que ha hecho, en la capacidad de

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comprender y aceptar que su comportamiento ha estado mal, que ha ofendido a Dios; un tercer

momento que se da cuando se reconcilia y pide perdón; este momento trae consigo la alegría y el

compromiso de no volver a cometer el mismo error.

En los relatos de Jesús, en las tan conocidas parábolas, su mensaje central siempre es la

acogida al pecador, aun sabiendo que esto causaba gran desconcierto y malestar entre las clases

religiosas existentes; es su misión, rescatar al pecador, proporcionarle un alivio y reconciliarlo

con Dios, es así como lo percibimos en las parábolas de la oveja perdida (Lc, 15,3-7) la parábola

de la dracma perdida (Lc, 15,8-10), entre otras.

En el nuevo testamento es donde aparece más identificada la figura del penitente; la relación

más personal de Jesús con el pueblo, permite una mejor observación de este proceso de

reconciliación, de perdón de los pecados, de conversión, y de seguimiento; es en el nuevo

testamento que se recoge todo el plan salvífico de Dios, que nace en el antiguo testamento y que

continua pero con unos matices más individuales, reales y prácticos, más cotidianos y vivenciales.

La misión de Jesús, no es cambiar las estructuras penitenciales que se conocían en el Antiguo

testamento, su objetivo fue y ha sido siempre darle sentido a esas estructuras, donde lo importante

es rescatar el fin de ella, como lo son la reconciliación y el perdón.

Es importante resaltar en la vida de Jesús, que siendo El, el enviado, el que proclama la buena

nueva, el que anuncia el reino de Dios, el que muestra al padre ofreciendo misericordia y perdón

de los pecados a todo aquel que se arrepienta; Jesús mismo es el que se presenta perdonando:

Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm, En cuanto se supo que estaba en

casa, se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el

mensaje. Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralitico, Pero como había mucha gente y no

podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde Él estaba, y por la

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abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado. Cuando Jesús vio la fe que

tenían, le dijo al enfermo: Hijo mío, tus pecados quedan perdonados. (Mc 2,1-5).

Y como si todo esto fuera poco Jesús mismo es la justificación por el perdón de los pecados:

“En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por

nuestros pecados, según las Escrituras que lo sepultaron y que resucito al tercer día, también según

las Escrituras...” (1Cor 15,3-4).

Esto es, que el nuevo testamento constituye el fundamento bíblico, histórico, jurídico, pastoral,

mas verídico y transcendental del sacramento de la penitencia en la vida de la Iglesia Católica,

nada puede desvirtúalo y como siempre la Iglesia en obediencia al mandato divino, así lo ha

entendido y así lo ha plasmado en su práctica eclesial, en el tiempo y en la historia.

1.2 Praxis eclesial

La Iglesia desde siempre, desde todos los tiempos, no ha dejado de hacer un permanente

llamado a sus hijos a acercarse al sacramento de la penitencia. Fiel al plan salvífico de Dios,

contenido en la Sagrada Escritura; fiel al llamado de los profetas, ha mantenido su legado a través

del tiempo y de las distintas circunstancias por las que ha tenido necesidad de pasar, de sortear y

salir victoriosa y como si esto fuera poco, fiel a la metanoia de Jesús, su fundador y guía, vivo y

presente.

El llamado a que todo hombre debe arrepentirse, reconciliarse con Dios, es una exhortación,

una propuesta totalmente realista, pero que conlleva ciertas actitudes de la persona que acoge esta

invitación y que está dispuesto a realizarla con voluntad propia, y decisión firme, solo así puede

lograr experimentar la gracia y la misericordia de Dios, que no es otra cosa que la paz interior que

se ubica desde el corazón y que trasciende a la Iglesia que lo acoge y al mundo donde pertenece.

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La práctica del sacramento en la Iglesia, se ha renovado a través del tiempo y de la historia, no

podría ser de otra manera, somos seres cambiantes, evolutivos, en movimiento constante; sin

embargo esta renovación no le ha hecho perder el fundamento divino ni mucho menos su esencia,

ni su razón de ser, la forma ha variado por las razones expuestas, pero no significa esto que

también lo haya hecho en su esencia en su sentido y su fin.

Si somos conscientes que el sacramento ha tenido variaciones en su forma, también lo ha tenido

la persona del penitente, no se puede desconocer que la razón de ser del sacramento de la

penitencia, lo es el penitente, es por El y para el que Dios lo ha instituido.

En la práctica eclesial de la Iglesia primitiva, el bautismo introducía al creyente en la

participación del misterio penitencial eclesial, por este acto, la persona se configuraba en

penitente pero de una manera espiritual, y lo hacía ante Dios y ante la Iglesia. “El bautismo inserta

al hombre en el dinamismo de misterio pascual de Cristo y lo hacer morir al pecado y al dominio

del pecado” (Rom 6, 3-11).

Según Hermas, la praxis eclesial admite a la penitencia tan solo una primera vez después del

bautismo, pero no más, debido a que el final es inminente.

Pero yo te digo “después de aquella grande y santa llamada, si alguno es tentado por el diablo y

peca, tiene una penitencia. Si peca continuamente y se arrepiente, es cosa inútil para tal hombre.

Pues difícilmente vivirá” (Hermas, Mandamiento 4, 3,6).

En general en la Iglesia primitiva regia el principio de que “todos los pecados graves sin

excepción, tienen que ser sometidos a la penitencia canónica” (Ramos. El sacramento de la

Penitencia).

“En la Iglesia patrística hay una notable restricción en admitir la disciplina penitencial para los

pecados capitales: apostasía, homicidio y lujuria, con el fin de frenar un posible laxismo en las

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costumbres cristianas, es decir, por razones pastorales” (Funk,Rauchen, Amann). Esto trae consigo

la restricción de la absolución eclesial en determinados delitos, y de los que tiene que conocer la

disciplina eclesiástica, “no pueden ser perdonados en la iglesia” de forma total (Hermas, Mand,

.IV, 3,3 Tertuliano. Depoenit., 7,10; orígenes, Hom, in Ex, 6,9:).

Posteriormente se establece una disciplina para la penitencia eclesiástica, haciendo referencia a

los grados de exclusión de la comunidad eclesial, con su duración y con la readmisión solo parcial,

como la prohibición de forma perpetúa el acceso al clericato y las relaciones conyugales.

La iglesia de los primeros siglos toma consciencia de la necesidad de regular la vida cristiana

con normas canónicas, y de regular de forma jurídica y eclesiástica la figura de la excomunión.

Las cargas penitenciales como las mencionadas anteriormente causaron gran disgusto en la

comunidad penitente, dado que la ley canónica difícilmente se adecuaba a las preocupaciones

pastorales, “aplazar la penitencia eclesiástica para el lecho de muerte y la vejez” (Cesáreo de

Arles, semo 282,2; Avito de Vienne, Ep.18; III concilio de Orleans 538.c24).

La confesión privada como sacramento es el resultado de la necesidad de expresarse en un

campo distinto al jurídico de la excomunión eclesiástica; esta práctica centrada en la purificación

interior va creando una relación más individual entre el confesor y el penitente, que le permite una

interiorización en la consciencia que lo motiva a buscar el sacramento de la confesión como

instrumento para conseguir la paz interior y la salvación.

Para la Iglesia la dimensión del sacramento de la penitencia siempre ha sido de gran

importancia, ya en la época postridentina se hizo necesario poner límites a los confesores y les

prohibió absolver al penitente que no mostrara un verdadero arrepentimiento sincero.

“El Vaticano II, ha intentado orientar la penitencia armonizando mejor sus aspectos personales

y comunitario-eclesiales” (LG 11; SC 109).

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Facultad de Derecho Canónico

El Ordo Paenitentiae presenta la penitencia sacramental en su expresión mstónco-samfica

personal, intentando introducirla en un contexto integrador comunitario-edesiológico.

Es así como a partir del siglo XII-XIII termina el proceso histórico de la forma antigua de

penitencia publica y canónica y se introduce en la Iglesia la confesión individual o auricular

privada que se mantiene hasta hoy, es el resultado de una larga practica de distintas formas como

penitencia arancelaria, que además se practicaba con otras formas penitenciales a saber: la

peregrinación penitencial, las absoluciones generales y una forma de confesión genérica de los

pecados con sucesiva absolución general dentro de la celebración eucarística.

Siendo el Penitente el protagonista principal en el sacramento de la penitencia, el mismo ha

sido el objetivo de estos cambios formales, tanto pastorales como jurídicos en el transcurrir de la

historia de la Iglesia y por su puesto en la praxis eclesial de la misma. Nunca sin abandonar el

origen y la constitución divina de este sacramento, alimento y esperanza del que por distintas

circunstancias se ha apartado de Dios a causa de su pecado.

1.2.1 Fundamento histórico

El análisis del fundamento histórico del penitente, nos remite automáticamente al fundamento

bíblico; es en la Sagradas Escrituras donde encontramos la legitimidad divina del sacramento:

Luego Jesús les dijo: la paz con vosotros. Como el padre me envió, también yo os envío.

Dicho esto soplo sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los

pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Y a Pedro

dijo “a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedara atado en

los cielos, y lo que desates en la tierra quedara desatado en los cielos”, a los apóstoles dijo:

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Facultad de Derecho Canónico

“yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedara atado en el cielo, y todo lo que de

desatéis en la tierra quedara desatado en el cielo (Jn 20 21-22).

Tal cual lo hemos venido analizando, el sacramento de la penitencia desde su institución divina

en las Sagradas Escrituras ha tenido en su forma distintas variaciones importantes hasta llegar a lo

que hoy conocemos, para tener una mejor claridad a este respecto, vamos a situarnos por épocas,

para llevar un orden cronológico que nos proporcione una visión histórica de la praxis del

comportamiento del penitente a través del tiempo en la Iglesia.

La primera época la podemos ubicar en el siglo II, época de significativa importancia en lo

concerniente a la disciplina de la penitencia pública.

La Didache, la Epístola a Bernabé, la Carta de Clemente Romano y el Pastor de Hermas, son

los documentos que se rescatan de esa época, de donde se concluye que los actos de penitente son

una prolongación de lo que nos relata el Nuevo Testamento: el ayuno, la oración, la limosna, la

corrección fraterna, actos estos que realizaba el penitente de manera personal no sacramental:

“buscaras cada día el rostro de los santos para descansar en sus palabras. No fomentaras la

escisión, sino que pondrás en paz a los que se combaten, juzgaras justamente, sin acepción de

personas para reprender los pecados,”. (Didache 4,6; 4,14).

De gran importancia en esta época son los momentos cultuales del penitente frente a la

Eucaristía:

Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, después de haber confesado

vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel, empero, que tenga

contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado, a

fin de que no se profane vuestro sacrificio (Didache 14,1-2).

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Facultad de Derecho Canónico

Es este un periodo en que la confesión general ante la comunidad y la corrección fraterna que

nos muestra el Nuevo Testamento en las primeras comunidades son de gran importancia, también

se da una práctica de auto excomunión:

Te acordaras de noche y de día, del día del juicio, y buscaras cada día las personas de los

santos, ya en el ministerio de la Palabra y caminando para consolar un alma por la Palabra,

ya ocupado en el oficio, matinal, trabajaras para rescate de tus pecados (Ep. Bernabé XIX,

10).

La segunda época que abarca el siglo III, es un periodo importante en la Iglesia porque es

donde se institucionaliza la disciplina penitencial, dos personajes importantes sobresalen en esta

época que son Tertuliano y Cipriano, del primero en su etapa católica manifiesta:

Oh Jesucristo, señor mío, concede a tus servidores la gracia de conocer y aprender de mi

boca la disciplina de la penitencia, pero en tanto en cuanto les conviene y no para pecar, con

otras palabras, que después (del bautismo), no tengan que conocer la penitencia ni pedirla,

Me repugna mencionar aquí la segunda, o mejor decir, en este caso la última penitencia.

Temo que, al hablar de un remedio de penitencia que se tiene en reserva, parece sugerir que

existe todavía un tiempo en que se puede pecar (www.apologeticacatolica.org).

En su etapa montanista, Tertuliano niega que la Iglesia pueda perdonar todos los pecados, a no

ser corriendo el riesgo de contaminarse: “pecados remisibles” e “irremisibles” homicidio, adulterio

idolatría, “unos merecen el castigo, otros la condenación” De pudicittia 11,12-16.

San Cipriano por su parte adopta una poCICión netamente pastoral, y aun sin desconocer que

para el penitente que incurra en pecados graves de apostasía, adulterio u homicidio debe haber

una pena dura, no duda de que la Iglesia tenga poder perdonar, si se demuestra un verdadero

arrepentimiento.

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Facultad de Derecho Canónico

Os exhorto, hermanos carísimos, a que cada uno confiese su pecado, mientras el que ha

pecado vive todavía en este mundo, o sea, mientras su confesión puede ser aceptada,

mientras la satisfacción y el perdón otorgado por los sacerdotes son aun agradables a Dios

(San Cipriano, De Lapsis 15-18).

Tercera época, que abarca los siglos IV-VII, en este periodo es adoptada la penitencia

canónica, y es otorgada al fiel que reconociendo que ha pecado gravemente lo manifiesta al

obispo, quien le impondrá una acción penitencial; dos acciones importantes se desprenden de este

acto, que es condición necesaria: pedir la penitencia, dar la penitencia (Concilio de Agdes can. 15).

Este primer acto le permite al fiel entrar al grupo de los penitentes y da inicio al cumplimiento

de la penitencia impuesta por su obispo, dependiendo de la gravedad del pecado depende el tiempo

de duración de dicha penitencia.

Las penitencias que el penitente debe cumplir son de distinta categoría, una personal, como

ayunos, abstinencias, privaciones, mortificaciones; otras tienen que ver más con el aspecto

comunitario , como por ejemplo, privarlo de una relación normal con los miembros de una

comunidad, hacer tareas desagradables, y en casos muy graves la expulsión de la asamblea

Eucarística, y por último unas penitencias de carácter social, como prohibición de ir a la milicia,

ejercer cargos públicos, iniciar procesos judiciales, prohibición a recibir órdenes sagradas , y /o

tener relaciones conyugales si es casado o no poder casarse si es soltero.

El último paso en este proceso es la reconciliación que se da cuando se cumple el plazo de la

penitencia. Las características de esta penitencia son la unicidad por cuanto se celebra una sola vez

en la vida, la rigurosidad, y la excepcionalidad, pues es aplicada solo para pecados muy graves al

penitente.

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Facultad de Derecho Canónico

Una clasificación importante del penitente se da en esta época a saber: losflentes, quienes eran

los penitentes que estaban fuera de las puertas de las iglesias, vestidos de cilicio y cubiertos de

ceniza y entre lágrimas y gemidos pedían que rezasen por ellos; los audientes, estos penitentes se

hacían a la entrada de la iglesia, se les permitía escuchar la palabra de Dios pero en el momento de

la celebración Eucarística eran expulsados del lugar; los substrati, se les permitía asistir a la

celebración Eucarística pero tenían que hacerlo de rodillas o postrados en tierra; por último están

los consistentes quienes asistían a la celebración Eucarística de pie y no participan del ofertorio ni

la comunión (Ramos 1997 186).

La regla general era que cada pecador debía pasar por todas las etapas, pero también se podían

liberar de alguna de ellas, según fuera el resultado de su conversión.

La cuarta época la comprenden los siglos VII -XIII, y es la época de la penitencia tarifada, esto

es la tasación exacta de la penitencias que el penitente debe cumplir , según sea su pecado

cometido, esta tarifa la impone el sacerdote, ya no es solo el obispo, y otra innovación en cuanto a

la penitencia canónica es que el proceso puede ser repetido por el penitente, siempre que considere

que cae en pecado; otro aspecto importante es que ya no es un proceso público sino privado,

definitivamente desaparece la orden de los penitentes.

La tarifa arancelaria estaba consignada en los libros penitenciales, en donde se disponían las

tablas especiales para las conmutaciones, compensaciones o redenciones de las penas largas

mediante otras acciones breves que podían ser más rígidas.

La tarifa para cada pecado consistía en mortificaciones corporales, vigilias prolongadas, rezos

de oraciones, ayunos de diversas formas, abstención de carne, cerveza, comer alimentos secos,

entre otros, podían durar días, meses y a veces años.

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Quinta época, comprendida entre el siglo XIII al Concilio de Trento, significativos cambios en

el sacramento de la penitencia se suscitan en esta época, respecto del penitente la gran novedad

consistió en que la absolución es otorgada al penitente inmediatamente después de la confesión;

esto conlleva a convertir la misma confesión en satisfacción, y por ende las penitencias no son ya

de trascendental importancia.

Se definen claramente los actos del penitente como son contrición, confesión, satisfacción.

Otra innovación en este aspecto del penitente radica en que se estableció la confesión de laicos

y las absoluciones colectivas, con ciertas limitaciones como por ejemplo si los pecados eran graves

necesariamente se requería la absolución y esta es reservada a los ministros.

Aparece la peregrinación penitencial y la penitencia pública, esto para los pecados graves

públicos y escandalosos el penitente debe acudir al obispo quien es el único autorizado para

confesar y debe realizarse en cuaresma:

La penitencia publica solemne es la que impone el obispo por pecados gravísimos

escandalosos por ejemplo el homicidio sacrilegio, incesto cometidos por laicos no por clérigos y

que en continuidad con la penitencia canónica solo se puede celebrar una vez y se extiende a todo

el tiempo de cuaresma (summa de oetitentia et artirimonio III,32.3).

Dos conclusiones importantes se deducen de esta época a saber: encuentro individual del

penitente con el confesor y las obras penitenciales antes tan importantes ya no lo son ahora, cuenta

realmente es la confesión detallada del penitente y la absolución por parte del ministro.

Sexta época, que ubicamos desde el siglo IX-XVI, la confesión del penitente en este periodo es

una manifestación de comportamientos tanto individuales como colectivos, lo que ocasionó

consecuencias negativas por cuanto había una exageración de pecados, así mismo desencadeno en

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una ansiedad y angustia al penitente por el temor al juicio final y a la condenación eterna, también

se desarrolló un abuso de la misa privada y también de las indulgencias.

Es en esta época en que a raíz de los aspectos negativos de esta forma de confesión, se suscitan

muchas críticas entre las que se encuentran sobre todo las de Lutero, quien niega aspectos

fundamentales de una doctrina y una práctica ya consolidada y vigente en la Iglesia de esa época.

En el periodo comprendido desde Trento al Concilio Vaticano II, cabe resaltar lo más

sobresaliente respecto al penitente: confesión anual por pascua por parte del penitente, la confesión

frecuente, confesión por conversión, confesión Eucarística y la confesión por dirección espiritual.

A partir del Concilio Vaticano II, los muchos documentos penitenciales de la Iglesia entre otros

el Ordo Poenitentaiae, el CIC, la exhortación reconciliatatio etpoenitentia, el catecismo de la

Iglesia Católica, rescataron para el sacramento de la confesión el nombre de “sacramento de la

reconciliación “o “sacramento del perdón”, sacramento de la conversión.

El término reconciliación, cambia el sentido del sacramento, lo convierte en una estructura de

penitencia renovada, enfocada más al perdón de Dios, en una fórmula con contenido divino,

eclesial y más humano.

1.2.2 Contenido doctrinal

Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el

perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia,

a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y

sus oraciones (LG 11).

La doctrina de la Iglesia siempre fiel al mandato divino y al magisterio, no ha escatimado

esfuerzos, en lograr que en su proceso de evangelización el fiel tenga pleno conocimiento de la

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acción misericordiosa de Dios, en la práctica del sacramento de la reconciliación, y si bien es

cierto que estar abierto a la gracias de Dios, proporciona al fiel arrepentido la alegría y el gozo del

perdón, no es menos cierto que esta apertura, según la doctrina de la Iglesia necesita ciertos

compromisos y acciones por parte de quien por voluntad propia, desea obtener el perdón de los

pecados:

En un primer momento el sujeto-penitente, debe hacer un examen de consciencia, que no es

otra cosa que hacer memoria, recordar, reconocer que ha faltado a los mandamientos de la ley de

Dios y de la Iglesia, este ejercicio ha de hacerse con total sinceridad y diligente inquiCICión, para

que sean presentadas a Dios todas las faltas en que se ha incurrido. La Iglesia proporciona ayudas

al penitente para que este examen de consciencia sea en lo posible bien hecho, entre tantas

herramientas existen catálogo de pecados que se encuentran en los devocionarios.

Un segundo momento es tener una firme convicción de cambio, un propósito real de enmienda,

esto se da cuando existe gran dolor por haber cometido el pecado, por haber ofendido a Dios, este

dolor es lo que hace posible el arrepentimiento y es supremamente necesario para la reconciliación

sacramental

Entre los actos del penitente, la contrición Es "un dolor del alma y una detestación del pecado

cometido con la resolución de no volver a pecar" (Concilio de Trento: DS 1676).

En un tercer momento, la doctrina de la Iglesia nos presenta el propósito de enmienda, esta paso

o requisito hace referencia a la voluntad de no querer cometer el mismo error o pecado, es la

convicción de que hará lo posible para no caer nuevamente, de ayudarse mediante la oración y

demás instrumentos espirituales para mantenerse firme en su propósito, si bien no hay una garantía

cierta de que no vuelva a pasar, por lo menos la intención de que querer evitarlo, de querer vencer

la tentación, ya es una obra valerosa que sin duda Dios aprecia y sostiene.

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Facultad de Derecho Canónico

El cuarto paso hace referencia a confesar los pecados. El catecismo de la Iglesia en su numeral,

1450, dice "La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su

corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción"

(Catecismo Romano 2,5,21; cf Concilio de Trento: DS 1673) .

Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se

puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados

que han cometido.

Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando

ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el

enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que

ignora (Concilio de Trento: DS 1680; cf. San Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).

Es de gran valor el sacrificio que hace el penitente al confesar con su boca su pecado, la

humillación y humildad de corazón, es superior a cualquier vergüenza o rechazo que pudiera

obtener, independientemente del acto jurídico que se está configurando al ejercer este derecho, lo

que el penitente tiene en su corazón es un gran deseo de obtener la paz interior, a través del perdón

y la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

El quinto y último paso es la satisfacción o penitencia, es impuesta por el Ministro y la

intención es reparar por medio de ella la ofensa cometida.

“La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó”

(Concilio de Trento: DS 1712).

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Facultad de Derecho Canónico

El ritual de la penitencia de la Iglesia católica, contiene las etapas o los pasos que debe seguirse

para la celebración del sacramento, camino este que no termina con dicha celebración sino que

perdura durante toda la vida del penitente.

Tan importante como la celebración del sacramento, están también las celebraciones

penitenciales no sacramentales que según los praenotanda “

“son reuniones del pueblo de Dios para oír la palabra de Dios, por la cual se invita a la

conversión y a la renovación de vida, y se proclama, además, nuestra liberación del pecado

por la muerte y resurrección de Cristo” (RP 36).

Estas celebraciones pueden hacerse antes o después del sacramento de la Penitencia.

“Confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis” (Sant. 5,16).

En la celebración del sacramento de la Penitencia, el papel del confesor es de vital importancia

en la relación con el penitente; El Catecismo de la Iglesia Católica resume muy bien todas estas

tareas del confesor:

Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen

Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que

espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas

y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el

instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador (CSIG 1465).

El confesor se convierte entonces en el instrumento idóneo de la presencia de Padre, el medio

humano del amor de Dios, que penetra en el corazón del penitente, lo llena de esperanza y le

devuelve la dignidad de hijo de Dios, toda la celebración del sacramento, las formulas, los gestos

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Facultad de Derecho Canónico

rituales, son una manifestación viva del amor infinito de Dios, el reconocimiento de la fimtud

humana que se abre a la acción del Espíritu Santo para recibir la sanación y purificación del alma.

Dentro de los pasos que se indican para la celebración del sacramento de la Penitencia la Iglesia

nos presenta los siguientes:

ACOGIDA DEL PENITENTE, consignado en la rúbrica 83 del ritual, hace referencia al

sacerdote: “El sacerdote acoge con bondad al penitente y le saluda con palabras de afecto”. A

imitación del Padre que describe el evangelio de Lucas, en la parábola del Hijo Prodigo; que el

penitente vea en el sacerdote el rostro de Jesús, compasivo y misericordioso; El inicio del Ritual

de la Penitencia nos ayuda a comprender que Dios Padre celebra un “Jubileo” cada vez que un

pecador viene a este sacramento: “Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un

solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”

(Lc 15, 7).

Después de este momento tan especial de acogida, el penitente se hace LA SEÑAL DE LA

CRUZ diciendo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (RP 84). Este signo de

tan especial importancia para los cristianos nos recuerda el bautismo, que nos ha adentrado a la

experiencia de la vida divina, este signo ritual tan familiar, unido a las palabras, da inicio a la

liturgia, también lo estará al final del rito, en la absolución penitencial.

Las palabras que el confesor pronuncia acto seguido, deben inspirar en el penitente plena

confianza en Dios: “Dios, que ha iluminado nuestros corazones, te conceda un verdadero

conocimiento de tus pecados y de su misericordia” (RP 84).

Además de las antes mencionada, el Ritual de la Penitencia, en los parágrafos 85-86, nos

presenta otras fórmulas alternativas para dar inicio al Rito de la celebración del sacramento de la

Penitencia.

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Facultad de Derecho Canónico

Después de la acogida viene LA LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS, esta se caracteriza

por las expresiones que revelan la misericordia de Dios, e invitan a la conversión, “Les daré un

corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra y les daré

un corazón de carne...”. (Ezequiel 11, 19-20); “Está cerca el Reino de Dios: Convertios y creed la

Buena Noticia”. (Mc 1,14-15).

El tercer momento corresponde a LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS y la aceptación de la

satisfacción, esta parte constituye un momento muy especial en la celebración del Sacramento, así

pues, el penitente es llamado a confesar sus pecados, dados los pasos anteriores el penitente se

encuentra animado y dispuesto al arrepentimiento y a realizar con amor la penitencia que ha de

llevarlo a una verdadera reconciliación con Dios y con la Iglesia. Es vital la relación del sacerdote

con el penitente en esta etapa del proceso: “El sacerdote ayuda al penitente a hacer una confesión

íntegra, le da los consejos oportunos” (RP 94), este es el momento en que la presencia de Cristo a

través del sacerdote puede percibirse en un encuentro sobrenatural y sanador con el penitente: “ Lo

exhorta [el sacerdote al penitente] a la contrición de sus culpas, recordándole que el cristiano por

el sacramento de la penitencia, muriendo y resucitando con Cristo, es renovado en el misterio

pascual” (RP 94).

La Iglesia, pues, observando fielmente la praxis plurisecular del Sacramento de la Penitencia -la

práctica de la confesión individual, unida al acto personal de dolor y al propósito de la enmienda y

satisfacción- defiende el derecho particular del alma. Es el derecho a un encuentro del hombre más

personal con Cristo crucificado que perdona, con Cristo que dice, por medio del ministro del

sacramento de la Reconciliación: “tus pecados te son perdonados”; “vete y no peques más” (Juan

Pablo II. Enciclica Redemptor hominis.n.20).

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Facultad de Derecho Canónico

El paso siguiente es LA PENITENCIA impuesta por el confesor, dependiendo de la valoración

que El mismo haga en relación con los pecados que le han sido confiados.

Después de la penitencia impuesta, el paso siguiente es LA ORACIÓN DEL PENITENTE, en

este espacio el confesor invita al penitente “a que manifieste su contrición” con una oración (RP

95).

El Ritual propone varias oraciones, todas de gran contenido teológico-pastoral, una de las más

frecuentes se encuentra en el No. 101 conocida como “Acto de dolor”, y que a través del tiempo,

se ha mantenido: “Per meritapassionis Salvatoris nostri Iesu Christi, Domine, miserere ” (La

Misericordia que celebramos se fundamenta en los méritos de la Pasión de Jesucristo).

Las demás opciones propuestas en el Ritual de la Penitencia (95-100) están claramente

inspiradas en la Sagrada Escritura: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son

eternas...” (RP 96); “Lava del todo mi delito, Señor...” (RP 97); “Padre, he pecado contra ti, ya

no merezco llamarme hijo tuyo. Ten compasión de este pecador” (RP 98). «Padre lleno de

clemencia (RP 95).

El siguiente paso es la ABSOLUCION en el Ritual de la Penitencia, la oración del penitente y

la absolución del sacerdote figuran bajo un único título.

La fórmula litúrgica de la Absolución contiene un profundo significado, el gesto del sacerdote

y el cambio de postura para extender sus manos sobre la cabeza del penitente, manifiestan la

misericordia de Dios, invisible, pero inmensamente poderosa y presente sobre el penitente

arrepentido.

Las palabras pronunciadas por el sacerdote, son también de gran valor teológico y expresan el

significado central del sacramento:

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Facultad de Derecho Canónico

Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su

Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio

de la Iglesia, el perdón y la paz, Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN EL

NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.

El último momento de la proceso de celebración del sacramento de la penitencia es la ACCIÓN

DE GRACIAS Y DESPEDIDA DEL PENITENTE, El Ritual de la Penitencia dice con claridad:

“El penitente proclama la misericordia de Dios y le da gracias con una breve aclamación tomada

de la Sagrada Escritura; después el sacerdote lo despide en la paz del Señor” (RP 20). “El Señor ha

perdonado tus pecados. Vete en paz”, o “Vete en paz y anuncia a los hombres las maravillas de

Dios, que te ha salvado”.

Es también permitido en la Iglesia reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución

individual; el procedimientos es similar al rito individual, sino identifico, por tanto es necesario

que se preparen con la celebración de la palabra de Dios; acto seguido confiesan sus pecados

individualmente, reciben la absolución, después todos alaban a Dios por las maravillas que en

función del pueblo, realiza el Señor.

Otra forma de celebración es la de reconciliar muchos penitentes con confesión y absolución

general. Este tipo de celebración es llevada a cabo en casos especiales, como por ejemplo un

peligro de muerte en el que el sacerdote o los sacerdotes no tengan tiempo de oír la confesión de

cada penitente como es debido; también en el caso que de que exista una grave necesidad , como

cuando hay un gran cantidad de penitentes y no hayan suficientes confesores, lo que podría causar

que si culpa el penitentes se viera privado de obtener la gracias sacramental o la sagrada

comunión, estas situaciones es común que se presenten en la celebración de fiestas grandes o

peregrinaciones.

40
Facultad de Derecho Canónico

La celebración de este sacramento en estas condiciones, se deben cumplir ciertas reglas, en

relación al penitente, este debe comprometerse a realizar una confesión individual tan pronto le sea

posible, de todos los pecados graves que por las circunstancias evidentes no ha podido confesar.

Para el rito de la confesión y absolución general, después o dentro de la homilía se advierte a

los fieles que desean ser beneficiarios de este derecho, se dispongan como es debido,

arrepintiéndose de sus pecados y dispuesto a enmendarse de los mismos, se comprometa a reparar

el escándalo o los daños que con su pecado hubiese causado, y también se proponga confesarse

individualmente los pecados graves, de igual manera se debe proponer una satisfacción que todos

deben de cumplir , y si lo desean pueden imponerse otras más.

Los penitentes que deseen recibir la absolución manifiestan con un signo externo que están en

disposición de recibirla, ya sea inclinando la cabeza o de rodillas, y juntos proclaman la fórmula de

la confesión general “Yo confieso...”

Acto seguido el sacerdote recita la invocación al Espíritu Santo para el perdón de los pecados,

así mismo se proclama la victoria sobre el pecado por la muerte y resurrección de Cristo, y se da la

absolución sacramental a los penitentes.

Por último el sacerdote invita a la acción de gracias, bendice al pueblo y lo despide.

1 .3 S ín te s is

La figura del penitente, siempre ha estado presente desde la misma creación de la humanidad;

nace con la persona misma, se desarrolla y crece con la persona misma, porque es la persona

misma; Desde Adán y Eva, puede vislumbrase ya el sacramento de la Penitencia; si analizamos, si

observamos, desde la concepción canónica que hoy tiene la Iglesia, sin duda Adán y Eva han sido

los primeros penitentes en la historia del sacramento y de la Iglesia.

41
Facultad de Derecho Canónico

La categoría de Hijos de Dios, misericordia y perdón y reconciliación, son los constantes que a

lo largo de la historia de salvación, permanecen activos y pujantes; desde la sagrada Escritura,

desde las primeras comunidades y en todas las épocas de la Iglesia, lo que puede apreciarse es una

intensa labor para darle vida y mantener en el pueblo, en la Iglesia, la gracia sobrenatural de la

reconciliación y la conversión.

Es así como desde los años 60-160, ya aparecen los pasajes de la Didaje, documentos escritos

por cristianos que son un testimonio de la Iglesia Primitiva, y que aportan aspectos fundamentales

en cuanto al penitente, en el proceso de la reconciliación.

El pastor Herman a mediados del siglo II, hace un aporte bastante importante en este periodo,

en relación a la penitencia por única vez postbautismal y es así que a partir del siglo III, la

penitencia posterior al bautismo ya estaba totalmente organizada.

En el primer tercio del siglo IV es predominante las penitencias de tres a cinco años y en

ocasiones graves hasta toda la vida, a cargo del penitente, siendo el tiempo de cuaresma el tiempo

más apto para practicar la penitencia pública.

A partir del siglo V la penitencia entra en un estado de crisis debido a las cargas tan duras que

esta soportaba, en el VI, es relevante la penitencia privada, tomada de las practicas penitenciales

monásticas, y los libros penitenciales fueron la fuente de la penitencia tarifaria o arancelaria.

Tras los inconvenientes que trajo esta tipo de penitencia se hizo necesario regular a este

respecto, es de importante influencia el orden de la penitencia y los comentarios de Padres de

reconocida trayectoria como San Cipriano, San Agustín, Santo Tomas, entre otros, que aportaron

sus conocimientos y sabiduría en bien del sacramento de la Penitencia y finalmente el Concilio de

Trento es el protagonista fundamental en la regulación del sacramento de la penitencia y por

supuesto haciendo alusión al penitente.

42
Facultad de Derecho Canónico

Y por último, el Concilio Vaticano II, se constituye en una importante fuente canónica de lo

que hoy se regula en el sacramento de la penitencia, en la figura del penitente.

43
Facultad de Derecho Canónico

Capitulo II. Regulación jurídica actual

Consideramos necesario antes de abordar el tema central de esta investigación, sobre el

penitente, que nos adentremos un poco, de una manera muy general, en la potestad que tiene la

iglesia para regular en el orden jurídico, esto con el fin de que entendamos la legitimidad de lo

establecido en el orden legal acerca del sacramento de la penitencia y por ende el penitente.

La Iglesia católica como sociedad perfecta posee, la plenitud jurídica en el ejercicio de todos

sus poderes (Aguilar, 1947, pag.161), facultad esta que obtiene por tener la calidad de persona

jurídica (can. 113 CIC) y que la legítima para legislar en materias relacionadas con su misión.

Desde su fundación, la Iglesia católica está dotada de una organización propia, ha tenido su

propio ordenamiento jurídico, y es lo que conocemos como derecho canónico con sus fuentes

normativas en los cánones y acuerdos conciliares.

La ley en la vida de la Iglesia es algo muy sano, no es una forma vacía, ni un arma para tener

en un puño las conciencias, sino una razonable y sobrenatural ordenación, según la justicia, no es

un simple instrumento para mandar, sino una luz para el servicio de la Iglesia entera, para iluminar

a todos la senda del cumplimiento del gran mandamiento del Amor (San José María Escrivá).

El hecho de que la Iglesia, tenga la potestad de legislar sobre todos los temas que le competen

dentro de su estructura evangélica y misional, no pierde por esta causa el origen divino de ese

mismo mandato, dada por Jesucristo; dos potestades que le son propias y que son de necesario

cumplimiento para poder desarrollar a cabalidad su misión.

La Iglesia, pretendiendo un fin supremo en su orden, con justicia ha de ser sociedad

jurídicamente perfecta. Jesucristo al fundar su Iglesia ha puesto un fin supremo, el fin espiritual,

44
Facultad de Derecho Canónico

superior por naturaleza al fin temporal que lleva en si la idea de caducidad (Santo Tomas. summa

theologica, 1, 2, q ad tertium).

La gran preocupación de la Iglesia a través de su historia, como ya lo hemos reseñado

anteriormente ha sido lograr un equilibrio pastoral y jurídico en todos los ámbitos de su potestad;

muy tediosa ha sido esta tarea, muchas dificultades ha tenido, y por supuesto también muchas

equivocaciones, pero de ellas ha aprendido y el resultado ha sido de gran valor, tanto para los que

hacemos parte de la Iglesia, como para quienes no lo son; para la sociedad en general, las normas,

la regulación jurídica, solo redundan en beneficio de quienes hacemos parte de ella, solo así se

logra vivir en comunidad y solo así, se consigue vivir en orden y justicia.

En el tema particular que nos ocupa este capítulo, referente a la regulación del penitente, no

podemos abarcarlo individualmente, se hace necesario hacerlo, desde un contexto sacramental y

jurídico completo, de lo que se desprende, la importancia de analizarlo desde los sacramentos, y

particularmente desde el sacramento de la penitencia o sacramento de la reconciliación.

Ahora bien, si la Iglesia goza de la potestad y autonomía para regir y gobernar; en el

cumplimiento de esa autoridad no puede extralimitarse y desconocer el fin primordial por el que

Cristo la instituyó; no le es permitido que por cumplir una misión descuide la otra, o lo que es

peor y más delicado, cambie su loable fin y se extralimite en sus facultades y poderes.

A este respecto; la regulación actual es bastante clara y concisa, ya lo establece el can. 837, en

su parágrafo 1°.:

La acción litúrgica sacramental, por el hecho de ser acción de Cristo y de su Iglesia,

celebrada en la visibilidad de la comunión eclesial, no puede ser nunca una acción privada,

ni puede llevarse nunca a cabo atendiendo criterios meramente particulares.

45
Facultad de Derecho Canónico

En este orden de ideas hay situaciones, hechos, mandatos, que la iglesia no podrá modificar por

la naturaleza de su creación y fundación divina, pero en cambio, sí suelen presentarse ciertos

aspectos y elementos que le son permitidos modificar, dada las circunstancias de tiempo y lugar y

dependiendo de la conveniencia de hacerlo en función de sus fieles.

Aquí es donde se encuentra la base, no únicamente de una reglamentación jurídica de los

sacramentos, sino también de su progreso y evolución; El derecho sacramental-como todo el

derecho canónico-no debe olvidar nunca la finalidad pastoral de la legislación eclesial. En

consecuencia, sus normas, respetando efectivamente el derecho divino, han de dejar un margen

suficiente para las necesarias adaptaciones (3er.principio rector de la reforma del CIC).

En relación a los sacramentos la legislación de la Iglesia Católica en su can. 840, nos da, sino

una definición, sí una descripción de los sacramentos de la siguiente manera:

Los sacramentos del Nuevo Testamento, instituidos por Cristo nuestro Señor y

encomendados a la Iglesia, en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y

medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la

santificación de los hombres, y por tanto contribuyen en gran medida a crear, corroborar y

manifestar la comunión (Can. 840 CIC 1983).

El CIC, es la máxima regulación jurídica que tiene la Iglesia Católica en el momento actual, es

desde ahí que concentraremos el estudio de este capítulo en relación a la figura del penitente, nos

apoyaremos en la legislación anterior, y los documentos que sean necesarios para darle una mayor

fuerza interpretativa, pero siempre respetando lo que consagra la ley en el presente; así lo quiso el

legislador y así debe valorarse, interpretarse y aplicarse.

46
Facultad de Derecho Canónico

2.1 Antecedentes al CIC 1983

El antecedente más inmediato a la regulación actual contemplada en el CIC de 1983, es el

Concilio Vaticano II, por lo tanto no puede desconocerse su importancia e influencia en la

construcción del actual CIC.

Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el

perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la iglesia a

la que ofendieron con sus pecados. Ella-la Iglesia-los mueve a conversión con su amor, su

ejemplo y sus oraciones (LG, 11).

La renovación del sacramento de la penitencia en el Concilio Vaticano II, se da con el llamado

“movimiento litúrgico”. Esto es, un nuevo sentido comunitario de la penitencia que se enfoca en

unos criterios de renovación con mayor riqueza y claridad en el rito; también es relevante su

innovación en la formula, un importante desarrollo de la dimensión eclesial, comunitaria y social.

“Revísense el rito y las fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más

claramente la naturaleza y el efecto del sacramento” (Constitución, SC 72).

Las exigencias del Concilio Vaticano II, se ven plasmadas en el año 1973 en El Ritual de

la Penitencia, que fuera aprobado por el beato Pablo VI y posteriormente en el año 1984 en

el Sínodo Ordinario de los Obispos sobre el “Sacramento de la Reconciliación”. Las

conclusiones las recogió San Juan Pablo II en la Exhortación: “Reconciliación y penitencia”.

Este título ya manifiesta la nueva terminología que le dio el Concilio al llamarle

“Sacramento de la Reconciliación”.

Estas variaciones significativas, son el resultado a las exigencias de los cambios culturales

y antropológicos en lo que el cristiano en el transcurso de la vida se ve inmerso, esta es la

lectura que hace el Concilio Vaticano II, para que fiel a los principios de Jesús, la tradición
Facultad de Derecho Canónico

de los apóstoles, a los padres de la Iglesia así como a las distintos documentos y concilios,

sabiamente haya adaptado la celebración del rito a las necesidades de una Iglesia activa y

pujante.

Teniendo ya una referencia tan importante como lo es el Concilio Vaticano II, nos

enfocaremos entonces en los aspectos importantes para esta investigación en el contenido

del anterior CIC, el de 1917, y al que el citado Concilio le estructuro varios elementos

importantes en cuanto al sacramento de la penitencia y que competen particularmente al

penitente.

La estructura del sacramento de la penitencia en el anterior CIC, estaba organizado en el

Libro Tercero de la siguiente forma:

PRIMERA PARTE. De los Sacramentos

TITULO IV. De la Penitencia (can. 870)

Capitulo I. Del ministro del sacramento de la Penitencia (Cánones 871-892)

Capitulo II. De la reservación de los pecados (Cánones 893-900)

Capitulo III. Del sujeto del sacramento de la penitencia (cánones 901-901)

Capitulo IV. Del lugar para oír confesiones (cánones 908-910)

Capitulo V. De las indulgencias (cánones 911-936)

Mientras la nueva regulación de derecho canónico, tiene 25 cánones dedicados al

sacramento de la penitencia, el código de 1917, regulaba este sacramento en 41 cánones,

de los cuales siete se dedicaban a exclusivamente a la reservación de los pecados, tema

jurídico que hoy no se encuentra regulado en el nuevo CIC (De Diego Lora, 1983).

Consideramos que hacer un paralelo entre el CIC de 1917 y 1983, sobre el sacramento de

la penitencia, nos permite analizar los cánones que se mantuvieron en las mismas

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Facultad de Derecho Canónico

condiciones y aquellos que fueron objeto de cambios, así como los que fueron derogados y

los que se adicionaron.

Lo más importante de realizar esta transcripción de cánones es obtener una percepción

visual de los cambios en el sacramento de la penitencia y de la figura del penitente en las

dos legislaciones (Tabla 1).

Tabla 1. Cambios en el sacramento de la penitencia y de la figura del penitente en las dos legislaciones.

CIC 1983
CIC 1917

De la Penitencia Del sacr ament o d e l a penit en cia

Can. 870 En el sacramento de la penitencia, Can. 959 En el sacramento de la

por medio de la absolución judicial dada por penitencia, los fieles que confiesen sus

el ministro legítimo, se perdonan al fiel que pecados a un ministro legítimo, arrepentidos

este convenientemente dispuesto los de ellos y con propósito de enmienda,

pecados cometidos después del bautismo. obtienen de Dios el perdón de los pecados

cometidos después del bautismo, mediante

la absolución dada por el ministro, y, al

mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia,

a la que hirieron al pecar.

De la celebración del sacramento

Can. 960 La confesión individual e

integra y la absolución constituyen el único

modo ordinario con el que un fiel consciente

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Facultad de Derecho Canónico

de que esta en pecado grave se reconcilia

con Dios y con la Iglesia; solo la

imposibilidad fíCICa, o moral excusa de esa

confesión, en cuyo caso la reconciliación se

puede tener también por otros medios

Can. 961 §.No se puede darse la

absolución a varios penitentes a la vez sin

previa confesión individual y con carácter

general a no ser que:

1°.amenace un peligro de muerte, y el

sacerdote o los sacerdotes no tengan tiempo

para oír la confesión de cada penitente;

2°. Haya necesidad grave, es decir,

cuando teniendo en cuenta el número de

penitentes, no haya bastantes confesores

para oír debidamente la confesión de cada

uno dentro de un tiempo razonable, de

manera que los penitentes, sin culpa por su

parte, se verían privados durante notable

tiempo de la gracia sacramental o de la

sagrada comunión; pero no se considera

suficiente necesidad cuando no se puede

disponer de confesores a causa solo de una

50
Facultad de Derecho Canónico

gran concurrencia de penitentes, como

puede suceder en una gran fiesta o

peregrinación.

§2. Corresponde al Obispo diocesano

juzgar si se dan las condiciones requeridas a

tenor del §1, n2, el cual, teniendo en cuenta

los criterios acordados con los demás

miembros de la Conferencia Episcopal,

puede determinar los casos en los que se

verifica esa necesidad.

Can. 962 §1. Para que un fiel reciba

válidamente la absolución sacramental dada

a varios a la vez, se requiere no solo que

esté debidamente dispuesto, sino que se

proponga a la vez hacer en su debido tiempo

confesión individual de todos los pecados

graves que en las presentes circunstancias

no ha podido confesar de ese modo.

§2. En la medida de lo posible, también

al ser recibida la absolución general,

instrúyase a los fieles sobre los requisitos

expresados en el §1 y exhórtese antes de la

absolución general, aun en peligro de

51
Facultad de Derecho Canónico

muerte si hay tiempo a que cada uno haga

un acto de contrición.

Can. 963 Quedando firme la obligación

de que trata el c.989, aquel a quien se le

perdonan pecados graves con una

absolución general, debe acercarse a la

confesión individual lo antes posible, en

cuanto tenga ocasión, antes de recibir otra

absolución general, de no interponerse causa

justa.

Can. 964 § El lugar propio para oír

confesiones es una iglesia u oratorio

§2. Por lo que se refiere a la sede para oír

confesiones, la Conferencia Episcopal de

normas, asegurando en todo caso que

existan siempre un lugar patente

confesionarios provistos de rejillas entre el

penitente y el confesor que puedan utilizar

libremente los fieles que así lo deseen.

§3. No se deben oír confesiones fuera del

confesionario, si no es por justa causa.

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Facultad de Derecho Canónico

Del ministro del sacramento de la Del ministro del sacramento de la

penitencia Penitencia

Can. 871 Solo el sacerdote es ministro de Can. 965 Solo el sacerdote es ministro

este sacramento del sacramento de la penitencia

Can. 872 Para absolver válidamente de Can. 966 §1. Para absolver válidamente

los pecados se requiere en el ministro, de los pecados se requiere que el ministro,

además de la potestad de orden, potestad de además de la potestad de orden, tenga

jurisdicción ordinaria o delegada, sobre el facultad de ejercerla sobre los fieles a

penitente. quienes da la absolución.

§2. El sacerdote puede recibir esa

facultad tanto ipso iure como por concesión

de la autoridad competente, a tenor del

c.969

Can. 873 §1. Además del Romano Can. 967 §1. Además del Romano

Pontífice, los cardenales de la santa iglesia Pontífice, los Cardenales tienen ipso iure la

romana tienen jurisdicción ordinarían para facultad de oír confesiones de los fieles en

oír confesiones en toda la iglesia; el todo el mundo; y asimismo los Obispos que

ordinario del lugar, el párroco y el que hace la ejercitan también lícitamente en cualquier

las veces de este la tienen cada uno de ellos sitio, a no ser que el Obispo diocesano se

en su territorio. oponga en un caso concreto.

De esta misma jurisdicción gozan §2. Quienes tienen facultad habitual de

también el canónigo penitenciario, incluso oír confesiones tanto por razón del oficio

el de la iglesia colegiata, a tener del can. como por concesión del Ordinario del lugar

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Facultad de Derecho Canónico

401 §1, y los superiores religiosos exento de incardinación o del lugar en que tienen su

con relación a sus súbditos, conforme a las domicilio, pueden ejercer la misma facultad

constituciones. en cualquier parte, a no ser que el ordinario

Esta jurisdicción cesa con la pérdida del de algún lugar se oponga en un caso

oficio, a tenor del can. 183, y, después de la concreto, quedando en pie lo que prescribe

sentencia condenatoria o declaratoria, por la el c.974 §2y3.

excomunión, la suspensión del oficio y el §3. Quienes están dotados de la facultad

entredicho. de oír confesiones, en virtud de su oficio o

por concesión del Superior competente a

tenor de los cc.968 §2 y 969 §2, tienen ipso

iure esa facultad en cualquier lugar, para

confesar a los miembros y a cuantos viven

día y noche en la casa de su instituto o

sociedad; y usan dicha facultad también

lícitamente, a no ser que un Superior mayor

se oponga en un caso concreto, respecto a

sus propios súbditos.

Can. 874 §1. Para oír confesiones de Can. 968 §1. Dentro del ámbito de su

cuales quieras sean seculares o religiosos jurisdicción, por razón el oficio gozan de la

confiere jurisdicción delegada tanto a los facultad de confesar el ordinario del lugar,

sacerdotes seculares como a los sacerdotes el canónigo penitenciario y el párroco y

religiosos, aunque sean exentos, el ordinario aquellos que ocupan su lugar; el canónigo

del lugar en donde se oyen las confesiones; penitenciario y el también el párroco.

54
Facultad de Derecho Canónico

no deben, sin embargo usar de ella los §2. El virtud del oficio tienen la facultad

sacerdotes religiosos sin licencia, al menos de oír confesiones de sus súbditos o aquellos

presunta, de sus superior, quedando en vigor que moran día y noche en la casa, aquellos

lo que se prescribe en el can. 519. superiores de un instituto religioso o de una

§2. Los ordinarios locales no deben sociedad de vida apostólica clericales de

conceder habitualmente jurisdicción para oír derecho pontificio que según las

confesiones a los religiosos que no le sean constituciones, están dotadas de potestad

presentados por su superior propio; y a los ejecutiva de régimen, permaneciendo lo

que por él le sean presentados no deben establecido en el can. 630 §4.

negársela sin causa grave quedando a salvo

lo que prescribe en el can. 877.

Can. 875 §1. Si se trata de religión Can. 969 §1. Solo el ordinario del lugar

clerical exenta, para oír las confesiones de es competente para otorgar la facultad de oír

los profesos, de los novicios y de los demás confesiones de cuales quiera fieles a

de quienes se hace referencia en el can. 514. cualquier presbítero; pero los presbíteros

§1,007A confiere también jurisdicción que son miembros de un instituto religiosos

delegada el Superior propio de ellos no deben usarla sin licencia al menos

conforme a sus constituciones; el cual puede presunta de su superior.

así mismo concederlo a sacerdotes del clero §2. El superior de un instituto religioso o

secular o de otra religión. de una sociedad de vida apostólica al que se

§2. Si se trata de religión laical exenta, el refiere el can. 968 §2 es competente para

superior propone el confesor el cual necesita otorgar a cuales quiera presbíteros la

recibir la jurisdicción del ordinario del lugar facultad de oír confesiones de sus súbditos y

55
Facultad de Derecho Canónico

en donde radica la casa religiosa. de aquellos de moran día y noche en la casa.

Can. 876 §1. Para oír valida y lícitamente Can. 970 La facultad de oír confesiones

las confesiones de cuales quiera religiosas y solo debe concederse a los presbíteros que

novicias, necesitan jurisdicción especial los hayan sido considerados aptos mediante un

sacerdotes, tanto seculares como religiosas, examen, o cuya idoneidad conste de otro

de cualquier grado u oficio que sea, modo.

quedando revocados toda ley particular o

privilegio en contra y salvo lo que

prescriben los cánones 239, §1, número 1, y

522 y 523.

§2. Esta jurisdicción la confiere el

ordinario del lugar en donde radica la casa

de las religiosas, a tenor del can. 525.

Can. 877 §1. Ni los ordinarios locales Can. 971 El ordinario del lugar no debe

deben conceder la jurisdicción para oír conceder a un presbítero la facultad de oír

confesiones ni los superiores religiosos la habitualmente confesiones, aunque tenga el

jurisdicción o la licencia, si no es a aquellos domicilio o cuasi domicilio dentro del

que hayan sido hallados idóneos mediante ámbito de su jurisdicción, sin haber oído

examen, a no sé qué se trate de un sacerdote antes al ordinario del presbítero, en la

cuya doctrina teológica le sea conocida por medida que sea posible.

otro medio.

§2. Si después de concedida la

56
Facultad de Derecho Canónico

jurisdicción o la licencia tienen duda

prudente de si el sacerdote a quien antes

aprobaron sigue aun siendo idóneo, deben

llamarlo sufrir nuevo examen, aunque se

trate de un párroco o del canónigo

penitenciario.

Can. 878 §1. La jurisdicción delegada o Can. 972 La autoridad competente,

la licencia para oír confesiones pueden darse indicado en el can. 969, puede conceder la

con ciertas y denominadas limitaciones. facultad de oír confesiones tanto por un

§2. Eviten, sin embargo los ordinarios tiempo indeterminado como determinado.

locales y los superiores religiosos el

restringir demasiado la jurisdicción o la

licencia sin causa razonable.

Can. 879 §1. Para oír válidamente Can. 973 La facultad del oír habitualmente

confesiones es necesaria la jurisdicción confesiones debe concederse por escrito.

concedida expresamente por escrito o de

palabra.

§2. No puede exigirse nada por la

concesión de jurisdicción.

Can. 880 §1. El ordinario local o el Can. 974 §1. El ordinario del lugar y el

superior religioso no deben revocar o superior competente no deben revocar sin

suspender, a no ser por causa grave la cusa grave la facultad de oír habitualmente

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Facultad de Derecho Canónico

jurisdicción o la licencia a para oír confesiones.

confesiones. §2. Si la facultan de oír confesiones es

§2. Pero si hay causas graves, puede el revocada por el Ordinario del lugar que la

ordinario prohibir el ejercicio de confesar concedió, del que trata el c.967§2, el

aun al párroco o al penitenciario, salvo al presbítero queda privado de la misma en

derecho de recurrir en devolutivo a la Sede todas partes; si es revocada por otro

Apostólica. ordinario del lugar, queda privado de ella

§3. Mas, tratándose de una casa formada, solo en el territorio del que la revoca.

no puede lícitamente el obispo, sin consultar §3. Todo ordinario del lugar que revoca a

a la sede apostólica, quietar la jurisdicción un presbítero la facultad de oír confesiones,

justamente y a la vez a todos los confesores debe comunicarlo a l ordinario propio del

de una casa religiosa. presbítero por razón de la incardinación o, si

se trata de un miembro de un instituto

religioso a su superior competente.

§4. Si la facultad de oír confesiones es

revocada por el superior mayor propio, el

presbítero queda privado de la misma en

todas partes, respecto a los miembros del

instituto; pero si es revocada por otro

superior competente, la pierde solo para con

los súbditos del ámbito de la potestad de

este.

Can. 881 §1. Todos los sacerdotes de uno

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Facultad de Derecho Canónico

de otro clero aprobados para oír confesiones

en algún lugar determinado, tengan

jurisdicción ordinaria o delegada, pueden

validar y lícitamente absolver a un a los

vagos y peregrinos que acudan a ellos, desde

otras diócesis o parroquias, y lo mismo a los

católicos de cualquier rito oriental.

§2. Los que tienen potestad ordinaria de

absolver, pueden absolver a sus súbditos en

todo el mundo.

Can. 975 La facultad de que trata el

c.967§2, cesan no solo por revocación sino

también por perdida del oficio,

excardinacion o cambio de domicilio.

Can. 882 En peligro de muerte todos los Can. 976 Todo sacerdote, aun

sacerdotes aunque no es ten aprobados para desprovisto de facultad para confesar,

ori confesiones, absuelven valida absuelva válidamente y lícitamente a

ilícitamente a cualquiera penitente de toda cualquier penitente que esté en peligro de

clase de pecados y censuras, por muy muerte de cualesquiera censuras o pecados,

reservados y notorios que sean, aunque se aunque se encuentre presente un sacerdote

halle presente un sacerdote aprobado, aprobado.

59
Facultad de Derecho Canónico

quedando a salvo lo que se prescribe en los

cánones 884 y 2252.

Can. 883 §1. Todos los sacerdotes que

viajan por mar, si han sido debidamente

facultados para oír confesiones o por su

Ordinario propio, o por el Ordinario del

puesto por donde pasan en la travesía

pueden durante todo el viaje oír en la nave

las confesiones de todos los fieles que

navegan con ellos, aunque la nave en el

viaje pase o se detenga por algún tiempo en

varios lugares sometidos a la jurisdicción de

diversos ordinarios.

§2. Cuantas veces se detenga la nave en

el viaje, pueden oír las confesiones tanto de

los files que por cualquier causa suben a ella

como las de aquellos que, al bajar

transitoriamente los sacerdotes a atierra, les

piden confesión, y pueden validar y

lícitamente absolverlos aun de los casos

reservados al ordinario local

60
Facultad de Derecho Canónico

Can. 884 Fuera de peligro de muerte es Can. 977 Fuera de peligro de muerte, es

invalida la absolución del cómplice en inválida la absolución del cómplice en un

pecado torpe, y aun en peligro de muerte, pecado contra el sexto mandamiento del

fuera de un caso de necesidad, es ilícita por decálogo.

parte del confesor, a atener de las

constituciones apostólicas, y en especial de

la de Bendectio XIV sacramentum

Poenitentiae, de 1°.de junio de 1741

Can. 979 Al interrogar, el sacerdote debe

comportarse con prudencia y discreción,

atendiendo a la condición y edad del

penitente: y ha de abstenerse de preguntar

sobre el nombre del cómplice.

Can. 885 Aunque no son esenciales para

la absolución las preces que por la Iglesia se

ha añadido a la formula absolutoria, no

deben , sin embargo omitirse sin justa causa

Can. 892 §1. Los párrocos y todos

aquellos que por razón de su cargo tienen

cura de almas.

Can. 886 Si el confesor no puede dudar Can. 980 No debe negarse ni retrasarse la

de las disposiciones del penitente y este pide absolución si el confesor no duda de la

la absolución no puede aquel negársela ni buena disposición del penitente y este pide

61
Facultad de Derecho Canónico

diferírsela. ser absuelto.

Can. 887 Debe el confesor imponer Can. 981Segun la gravedad y el número

penitencias saludables y convenientes, de los pecados, pero teniendo en cuenta la

proporcionadas a la clase y numero de los condición del penitente, el confesor debe

pecados y a las condiciones del penitente; y imponer una satisfacción saludable y

este tiene la obligación de aceptarlas de conveniente, que el penitente está obligado a

buena voluntad y de cumplirlas él cumplir personalmente.

personalmente.

Can. 982 Quien se acuse de haber

denunciado falsamente ante la autoridad

eclesiástica a un confesor inocente del delito

de solicitación a pecado contra el sexto

mandamiento del decálogo, no debe ser

absuelto mientras no retracte formalmente la

denuncia falsa y esté dispuesto a reparar los

daños que quizá se hayan ocasionado.

Can. 888 §1. Acuérdese el sacerdote de Can. 978 § 1.Al oír confesiones, tenga

que, al oír confesiones, desempeña presente el sacerdote que hace las veces de

juntamente el oficio de juez y de médico, y juez y de médico, y que ha sido constituido

de que ha sido constituido por Dios ministro por Dios ministro de justicia y a la vez de

de la justicia divina y, al mismo tiempo, de misericordia divina, para que provea al

su misericordia, para que procure el honor honor de Dios y a la salud de las almas.

divino y la salvación de las almas. §2. Al administrar el sacramento, el

62
Facultad de Derecho Canónico

§2. Guárdese en absoluto de tratar de confesor, como el ministro de la Iglesia,

averiguar el nombre de cómplice o de debe atenerse fielmente a la doctrina del

entretener a alguien con cuestiones inútiles Magisterio y a las normas dictadas por la

o de mera curiosidad, especialmente acerca autoridad competente.

del sexto mandamiento del Decálogo, y

sobre todo de interrogar imprudentemente a

los jóvenes acerca de cosas que ellos

ignoran

Can. 889 §1. El sigilo sacramental es Can. 983 §1. El sigilo sacramental es

inviolable; guárdese, pues, muy bien el inviolable; por lo cual está terminantemente

confesor de descubrir en lo más mínimo al prohibido al confesor descubrir al penitente,

pecador ni de palabra, ni por algún signo, ni de palabra o de cualquier otro modo, y por

de cualquier otro medo y por ninguna causa ningún motivo.

§2. Están asimismo obligados a guardar §2. También están obligados a guardar

el sigilo sacramental el intérprete y todos secreto, el intérprete, si lo hay, y todos

aquellos quienes de un modo y o de otro aquellos que, de cualquier manera hubieran

hubiese llegado la noticia de la confesión. tenido conocimiento de los pecados por la

confesión.

Can. 890 §1. Le está prohibido en Can. 984 §1. Está terminantemente

absoluto al confesor hacer uso, con prohibido al confesor hacer uso, con

gravamen del penitente, de los perjuicio del penitente, de los conocimientos

conocimientos adquiridos por la confesión, adquiridos en la confesión, aunque no haya

aunque no haya peligro alguno de peligro alguno de revelación.

63
Facultad de Derecho Canónico

revelación. §2. Quien está constituido en autoridad,

§2. Ni los que son Superiores a la sazón no puede en modo alguno hacer uso, para el

ni los confesores que después fueren gobierno exterior, del conocimiento de

nombrados superiores pueden en manera pecados que haya adquirido por confesión

alguna hacer uso, para el gobierno exterior. en cualquier momento.

Can. 891 Ni al maestro de novicios y su Can. 985 El maestro de novicios y su

socio ni el Superior del Seminario o de un asistente y el rector del seminario o de otra

colegio deben oír las confesiones institución educativa no deben oír

sacramentales de los alumnos que vivan con confesiones sacramentales de sus alumnos

ellos en la misma cas, a no ser que los residentes en la misma casa, a no ser que los

alumnos, por una causa grave y urgente, alumnos lo pidan espontáneamente.

espontáneamente se lo pidan en casos

particulares.

Can. 892 §1. Los párrocos y todos Can. 986 §1. Todos los que, por su oficio

aquellos que por razón de su cargo tienen tienen encomendada la cura de almas, están

cura de almas tienen obligación grave de obligados a proveer que se oiga en

justicia de ori por si mismos o por medio de confesión a los fieles que les tan confiados y

otro las confesiones de los fieles que les que lo pidan razonablemente: y a que se les

están confiados cuantas veces estos dé la oportunidad de acercarse a la

razonablemente pidan ser oídos. confesión individual, en días y horas

§2. En caso de necesidad urgente, todos determinadas que les resulten asequibles.

64
Facultad de Derecho Canónico

los confesores tienen por caridad obligación §2. Si urge la necesidad todo confesor

de oír a los fieles en confesión; y en peligro está obligado a oír las confesiones de los

de muerte, todos los sacerdotes. fieles, y, en peligro de muerte, cualquier

sacerdote.

De la reservación de los pecados

Can. 893 §1. §1. Los que por derecho

ordinario pueden conceder la potestad de oír

confesiones o pueden decretar censuras,

pueden también, excepto el Vicario

Capitular y el Vicario General sin mandato

especial, avocar a si algunos casos para

juzgarlos ellos, limitando la potestad de

absolver de los inferiores.

§2. Esta avocación se llama reservación

de caos.

§3. Por lo que se refiere a la reservación

de censuras, obsérvese lo que prescriben los

cánones 2246 y 2247

Can. 894 El único pecado reservado a la

Santa Sede por si mismo es el de la falsa

delación por la que un sacerdote inocente es

acusado antes los jueces eclesiásticos del

crimen de solicitación.

65
Facultad de Derecho Canónico

Can. 895 Los ordinarios locales no deben

reservarse pecados si no se comprueba que

es verdaderamente necesaria o útil la

reservación, después de haberla discutido en

el Sínodo diocesano, o, si no hay Sínodo,

después de haber oído al Cabildo catedral y

a algunos de los párrocos más prudentes y

experimentados de sus diócesis.

Can. 896 Entre los Superiores de

religiones clericales exentas, solamente

pueden reservar los pecados de sus súbditos,

a tenor delo expuesto, el Superior general y

el Abad de monasterio autónomo con el

Consejo propio de cada uno, sin perjuicio de

lo que se prescribe en los cánones 518,§1, y

519

Can. 897 Los casos que se hayan de

reservar deben ser muy pocos, a saber, tres a

lo más cuatro, de entre los crímenes

externos más graves y atroces,

específicamente determinados; y no debe

mantenerse en vigor la reservación más

tiempo del que sea necesario para extirpar

66
Facultad de Derecho Canónico

un vicio público arraigado o para restaurar

la disciplina cristiana tal vez quebrantada.

Can. 898 §1.Una vez decretadas las

reservaciones que hayan juzgado

verdaderamente necesarias o útiles,

procuren los Ordinarios locales que lleguen

a conocimiento de sus súbditos de la manera

que juzguen más oportuna y no concedan a

cualquiera e indistintamente facultad para

absolver de reservados.

§2. Sin embargo, esta facultad de

absolver la tiene por derecho el canónigo

penitenciario, a tenor del can. 401, §1, y

debe concederse habitualmente por lo menos

a los arciprestes, con la facultad además,

principalmente en los lugares dela diócesis

más apartadas de la sede episcopal, de

subdelegar cada vez en los confesores de su

arciprestazgo siempre que recurran a ellos

para algún caso determinado de mayor

urgencia.

§3. Por concesión del derecho, pueden

absolver de los casos que los Ordinarios de

67
Facultad de Derecho Canónico

cualquier modo se hayan reservado tanto los

párrocos y los demás que en el derecho se

equiparan a ellos, durante todo el tiempo útil

para cumplir el precepto pascual, como cada

uno de los misioneros, mientras duren las

misiones que se tengan para el pueblo.

Can. 900 toda reservación cesa por

completo

1°. Cuando se confiesan enfermos que no

pueden salir de casa o novios que lo hacer

para contraer matrimonio.

2°. Cuantas veces el superior legitimo

haya denegado la facultad de absolver que

se le pidió para un caso determinado, o

cuando, a juicio prudente del confesor,

dicha facultad no se pueda pedir a aquel sin

incomodidad grave del penitente o sin

peligro de revelación del sigilo sacramental.

3°. Fuera del territorio del reservante,

aunque el penitente hubiera salido de el con

el fin exclusivo de obtener la absolución.

68
Facultad de Derecho Canónico

Del sujeto del sacramento de la Del penitente

penitencia

.Can. 901 El que después del bautismo a Can. 987 Para recibir el saludable remedio

cometido pecados mortales que todavía no del sacramento de la penitencia, el fiel ha de

le han sido perdonados directamente por las estar de tal manera dispuesto, que

llaves de la iglesia, debe confesar todos rechazando los pecados cometidos, y

aquellos de los que, después de un examen teniendo propósito de enmienda se convierta

diligente, tenga conciencia, y debe a Dios.

manifestar en la confesión las circunstancias

que cambien la especie del pecado.

Can. 902 Son materia suficiente, pero no Can. 988 §1. El fiel está obligado a

necesaria, del sacramento de la penitencia confesar según su especie y número todos

los pecados cometidos después del los pecados graves cometidos después del

bautismo, tanto los mortales perdonados ya bautismo y aun no perdonados directamente

directamente por la potestad de las llaves por la potestad de las llaves de la iglesia ni

como los veniales. acusados en confesión individual de los

cuales tenga conciencia después de un

examen diligente.

§2. Se recomienda a los fieles que

confiesen también los pecados veniales.

Can. 903 A los que no pueden confesarse Can. 990 No se prohíbe a nadie la

de otra manera, no les está prohibido que se confesión mediante interprete con tal de que

69
Facultad de Derecho Canónico

confiesen por medio de interprete, si quieren se eviten abusos y escándalos, sin prejuicios

hacerlo así, con tal que se eviten los abusos de lo que prescribe el can. 983, §2.

y el escándalo y quedando firme lo que se

manda en el can. 89, §2.

Can. 904 al tenor de las constituciones

apostólicas, y en especial la constitución de

Benedicto XIV, sacramentum poenitantiae,

del 1 de Julio de 1941, el penitente debe

denunciar en el plazo de un mes, ante el

ordinario local o ante la S. Congregación del

Santo Oficio, al sacerdote que sea reo del

delito de solicitación en la confesión; y el

confesor, bajo pena de pecado mortal debe

amonestarle acerca de esta obligación.

Can. 905 Todo fiel debe confesar sus Can. 991 Todo fiel tiene derecho a

pecados al confesor legítimamente aprobado confesarse con el confesor legítimamente

que fuere más de su agrado, aunque fuese de aprobado.

otro rito.

Can. 906 Todo fiel de uno u otro sexo, Can. 989 Todo fiel que ha llegado al uso

una vez que ha llegado a la edad de la de razón, está obligado a confesar todos sus

discreción, esto es, al uso de razón, tiene pecados graves al menos una vez al año.

obligación de confesar fielmente todos sus

70
Facultad de Derecho Canónico

pecados una vez por lo menos cada año.

Can. 907 El que hace una confesión

sacrílega o voluntariamente nula no cumple

con ella el precepto de confesar sus pecados.

Del lugar para oír confesiones

Can. 908 El lugar de la confesión

sacramental es la iglesia o el oratorio

público o semipúblico.

Can. 909 §1. El confesionario para oír

confesiones de mujeres debe siempre estar

colocado en un lugar patente y bien visible,

y ordinariamente en una iglesia, en un

oratorio público o en uno semipúblico

destinado a mujeres.

§2. El confesionario debe estar provisto

de una rejilla y con agujeros pequeños entre

el penitente y el confesor.

Can. 910 §1. Las confesiones de mujeres

no deben oírse fuera del confesionario, a no

ser en caso de enfermedad u otro de

necesidad verdadera y con las cautelas que

el ordinario del lugar juzgue oportunas.

§2. Las confesiones de hombres pueden

71
Facultad de Derecho Canónico

también oírse en las casas particulares.

Como resultado de la anterior comparación, en el tema del Sacramento de la Penitencia,

son evidentes varios cambios, de la misma manera que muchas supresiones y adiciones,

como ya se comentó anteriormente; en relación a los cánones de la persona del penitente, no

se observan cambios significativos, sin embargo hay aspectos importantes en el sacramento

en sí, que se refieren al penitente que si tienen cambios bastante notarios; es por esta razón

que el paralelo se hace con respecto al sacramento de la penitencia en general, de esta

manera se tiene una visión general del sacramento en las dos legislaciones, para una mejor

comprensión de la situación del penitente en las misma.

Es así como el capítulo IV que se refiere al lugar para oír confesiones y que abarcaba los

cánones, 908, 909 y 910 fueron suprimidos; estos cánones aparecen formulados de manera

muy distinta en el nuevo código de 1983, el can. 964 §1. El lugar propio para oír confesiones

es una iglesia u oratorio.

§2.Por lo que se refiere a la sede para oír confesiones, la Conferencia Episcopal dé

normas, asegurando en todo caso que existan siempre en lugar patente confesionarios

provistos de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles

que así lo deseen.

§3.No se pueden oír confesiones fuera del confesionario, si no es por justa causa.

Es importante resaltar en este asunto en particular, que la codificación actual no hace

relación a las mujeres sino a todos en general, y conserva el resguardo del penitente ante el

confesor, y exige también la norma varios confesionarios, con la intención de facilitar a los

fieles el acceso al sacramento.

72
Facultad de Derecho Canónico

Otra novedad en el nuevo código con respecto al anterior se encuentra en el can. 872, que

contemplaba: “Para absolver válidamente de los pecados se re quiere en el ministro, además

de la potestad de orden, potestad de jurisdicción ordinara o delegada sobre el penitente”; y el

can. 873 señalaba quienes tenían esa jurisdicción ordinaria.

En el código actual, quedó consagrado de la siguiente manera en el can. 966: “para la

validad absolución de los pecados se requiere que el ministro, además de la potestad de

orden, goce de la facultad de ejercerla en relación con los fieles a quienes imparte la

absolución”.

Esto conlleva a una importante conclusión, pues ya no son dos potestades: la de orden y la

de jurisdicción requeridas para la administración de sacramento al penitente, sino Una sola,

la de orden, respecto a la cual la iglesia regula unas veces ad liceitatem y Otras ad

validitatem la facultad de ejercitarla.

Otra novedad importante tal como lo señala J. Manzanares: es que se: “reafirma el sistema

de licencias ministeriales para confesar, pero modifica sustancialmente, de modo muy

acertado, el sistema que regula su concesión. Así mismo, hace desaparecer el capítulo de las

reservación de pecados en aras de una mejor acción pastoral.”

2.2 CIC 1983

Así, pues, confiado en la ayuda de la gracia divina, apoyado en la autoridad de los santos

Apóstoles Pedro y Pablo, bien consciente de lo que realizo, acogiendo las suplicas de los

obispos de todo el mundo que han colaborado conmigo con espíritu colegial, con la suprema

autoridad de que estoy revestido, por medio de esta Constitución que tendrá siempre

vigencia en el futuro, promulgo el presente código tal como ha sido ordenado y revisado, y

ordeno que en adelante tenga fuerza de ley para toda la Iglesia latina, y encomiendo su
Facultad de Derecho Canónico

observancia a la custodia y vigilancia de todos aquellos a quienes corresponde. Ya fin de que

todos puedan informarse más fácilmente y conocer a fondo estas disposiciones antes de su

aplicación, declaro y dispongo que tengan valor de ley a partir del primer día de adviento de

este año 1983, esto sin que obsten disposiciones, constituciones, privilegios incluso dignos

de especial y singular mención, y costumbres contrarias.

Exhorto pues, a todos los queridos hijos a que observen las normas propuestas con

espíritu sincero y buena voluntad; tengo así la esperanza de que vuelva a florecer en la

Iglesia una sabia disciplina y, en consecuencia, se promueva cada vez más la salvación de las

almas, bajo la protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia (Sacrae

Disciplinae Leges, San Juan Pablo II).

Con estas palabras y otras más promulgo, San Juan Pablo II, el nuevo CIC y al que nos

referiremos a continuación con respecto a la figura del Penitente, en el Sacramento de la

Penitencia.

Para una mayor comprensión del tema consideramos necesario hacer una localización de

los cánones en la estructura del CIC, lo que nos remite a la siguiente ubicación:

LIBRO IV. DE LA FUNCION DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA

PARTE I. DE LOS SACRAMENTOS

TITULO IV. DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (cánones 959-997)

Capítulo I. De la celebración del sacramento (cánones 960-964)

Capítulo II. Del ministro del sacramento de la Penitencia (965-986)

Capítulo III Del penitente (cánones 987-991)

Capítulo IV De la Indulgencia (cánones 992-997)

74
Facultad de Derecho Canónico

Así pues, la figura del penitente está contemplada en los cánones 987 al 991 de la actual

legislación canoníca, sin embargo, a lo largo de todo el título, están consagrados aspectos

importantes acerca del penitente, pues como ya lo hemos reseñado, es este parte fundamental

en el sacramento de la confesión, en tal sentido es necesario referirnos a los cánones en lo

que se tipifican cuestiones que consideramos necesarias para la comprensión del tema.

Es así, que el can. 959, establece jurídicamente dos de las condiciones requeridas para que

un fiel ostente la condición de penitente; este can., describe también, el requisito de

legitimad del confesor.

En el sacramento de la penitencia los fieles que confiesen sus pecados a un ministro

legítimo, arrepentidos de ellos y con propósito de enmienda, obtienen de Dios el perdón de

los pecados cometidos después del bautismo, mediante la absolución dada por el mismo

ministro, y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron al pecar (c.959

CIC).

Este can. Estaba contemplado en la anterior regulación en el can. 870: “por medio de la

absolución judicial dada por el ministro legítimo, se perdonan al fiel que este

convenientemente dispuesto, los pecados cometidos después del bautismo.”

La diferencia de estos dos cánones radica en que en el anterior no estaban estructurados

los actos del penitente, (la confesión de los pecados, el arrepentimiento, el propósito de

enmienda) como si lo hace el actual de 1983; también se plasma claramente la función de la

Iglesia con respecto a la absolución que ofrece el ministro, y el manifiesto perdón de Dios y

la reconciliación con la Iglesia.

75
Facultad de Derecho Canónico

Otra distinción, de estos dos cánones, tiene que ver con el carácter judicial del acto de la

absolución impartida por el sacerdote, que en el actual código no se califica como judicial

dicho acto:

La razón por la que se consideró conveniente suprimir el adjetivo judicial fue

precisamente el deseo de evitar que ese carácter judicial se restringiera solo a la acción

absolutoria, siendo así que es todo el signo sacramental el que esta penetrado de esa

dimensión. (Disciplina canónica del culto divino, T. Rincón -Pérez. P.520).

Este mismo can. exige que este acto sea realizado ante la autoridad competente, y de este

requisito se ocupa el capítulo II de este mismo Libro: Del ministro del sacramento de la

penitencia, por ser de relevante importancia.

Cabe resaltar, en este can. 959, también, el carácter marcadamente individual con su

proyección eclesial: Se comprende entonces porqué la acusación de los pecados debe ser

ordinariamente individual y no colectiva, ya que el pecado es un hecho profundamente

personal. Pero al mismo tiempo esta acusación arranca en cierto modo el pecado del secreto

del corazón y, por tanto, del ámbito de la pura individualidad, poniendo de relieve también

su carácter social, porque mediante el ministro de la penitencia es la comunidad eclesial,

dañada por el pecado, la que acoge de nuevo al pecador arrepentido y perdonado. (RP 31).

Los dos actos del penitente, que este canon consagra son la contrición y la confesión, el

tercero, la satisfacción, se ocupa el can. 981. “La contrición es el dolor del alma y

detestación del pecado cometido, juntamente con el propósito de no volver a pecar”

(Concilio de Trento, Dz. 897).

76
Facultad de Derecho Canónico

Varios son los comportamientos humanos que requiere la norma, sean ejecutados por el

sujeto que desea acceder al sacramento de la penitencia, son estos comportamientos, los que

condicionan al fiel para que ostente la condición de penitente.

Por lo tanto, no es suficiente la simple aceptación, sino que su conducta debe plasmarse

en una actitud exterior que demuestre que tiene verdadera intención de no volver a fallar, es

decir, el arrepentimiento ha de ser de tal magnitud y dolor, que trascienda en un firme

propósito de nunca más, desagradar a Dios.

Juega un papel muy importante en esta condición, la autonomía de la voluntad, la

disposición, la fe, todos juntos o en forma individual, mueven a la persona a sentir y a buscar

la tranquilidad y la paz del alma, a través de la gracia santificante, que ofrece el sacramento

de la reconciliación.

Concordante a este can. está el can. 987, que consagra: “para recibir el saludable remedio

del sacramento de la penitencia, el fiel ha de estar de tal manera dispuesto, que rechazando

los pecados cometidos y teniendo propósito de enmienda se convierta a Dios”.

Un aspectos jurídico importante se desprende de este can. citado, este es que no toda

persona puede recibir el mencionado sacramento, la ley estipula que debe ser el fiel, es decir

que ya debe haber cumplido un primer requisito, como es el exigido por el can. 204 §1: Son

fieles cristianos quienes incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de

Dios, y hechos participes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real

de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que

Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo.

De tal manera que cumplida esta exigencia, debe el fiel, estar completamente dispuesto a

recibir el sacramento, es pues, esta condición que la ley canónica le exige a quien desee

77
Facultad de Derecho Canónico

recibir el sacramento, es decir que su voluntad y razonabilidad (congregación para el culto

divino), no se encuentren afectadas por factores externos, que impidan hacer una verdadera

acción de introspección, encaminada a descubrirse pecador y desear profundamente no

faltarle más a Dios, por el contrario reconciliarse con El y evitar a toda costa, caer

nuevamente en pecado.

El concilio de Trento divide la contrición en perfecta e imperfecta (DH 1677); y el

catecismo de la Iglesia las define: 1452: Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas

las cosas, la contrición se llama contrición perfecta, (contrición de caridad). Semejante

contrición perdona las faltas veniales; contiene también el perdón de los pecados mortales si

comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental.

La contrición llamada “imperfecta” (o “ atrición”) es también un don de Dios, un

impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del

temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador.

Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que

culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por si

misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero

dispone a obtenerlo en el sacramento de la penitencia (Catecismo de la Iglesia Católica

1453).

La segunda condición que requiere el código se refiere a la confesión; La confesión no es

el sacramento de la culpabilidad, sino el sacramento del perdón. La humillación de la

confesión no es autocritica masoquista, sino la libertad de mostrar la verdad dela propia

debilidad y las heridas del corazón a quien ha recibido de Cristo el poder de curarlas en su

nombre. La confesión responde a la necesidad de expresar la propia conversión en lo que

78
Facultad de Derecho Canónico

tiene de comunión con Cristo y de sumisión a la Iglesia. (Félix María Arocena, Penitencia y

Unción de los Enfermos, p.253).

La confesión tiene una correlación directa con la contrición, una conlleva a la otra, la

necesidad de confesar, nace de la contrición, las dos se complementan de manera perfecta y

constituyen la primera parte importante, en el propósito del fiel, de convertirse en un

legítimo penitente, en el sacramento de la penitencia.

Con lo establecido en el can. 959, cumplen a cabalidad con las condiciones necesarias

para constituirse en un legítimo penitente en el sacramento de la penitencia.

En plena concordancia con este can., respecto a la condición de confesión, esta el 988,

que en relación al anterior Código, estaba contemplado en el 901, y la más notable variación

consiste en la inclusión de la cláusula “ni acusados en confesión individual”, esto a

consecuencia de que en el can. 961, contempla la absolución general, sin la previa confesión

individual.

Can. 988: §1. El fiel está obligado a confesar según su especie y numero todos los

pecados graves cometidos después del bautismo y aun no perdonados directamente por la

potestad de las llaves de la Iglesia ni acusados en confesión individual, de los cuales tenga

conciencia después de un examen diligente.

§2. Se recomienda a los fieles que confiesen también los pecados veniales.

Se plasma en este can. uno de los deberes del penitente, dentro del desarrollo del proceso

de la penitencia, este acto esencial, debe cumplirlo mediante una confesión individual y

detallada de todos sus pecados, tanto graves como leves, de ahí también la exigencia del can.

987 de que este bien dispuesto, pues solo en esta disposición podrá realizar un buen examen

de consciencia.

79
Facultad de Derecho Canónico

Esta manifestación tiene como finalidad un reconocimiento ante Dios y ante la Iglesia los

pecados concretos, configura jurídicamente una responsabilidad que asume voluntariamente

y con plena consciencia de pecador.

El hombre se enfrenta a los pecados de los que se siente culpable, asume su

responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin

de hacer posible un nuevo futuro (CIC, 1455).

Willin H, Stetson en su comentario del Diccionario canónico pag.838, hace una

descompoCICión de la siguiente forma:

a.- Confesión: no basta que los pecados sean reconocidos y que el penitente se adolezca de

haberlos cometido, es necesario que se manifiesten.

Acusar los pecados propios es exigido ante todo por la necesidad de que el pecador sea

conocido por aquel que en el sacramento ejerce el papel de juez, el cual deba valorar tanto la

gravedad de los pecados, como el arrepentimiento del penitente, y a la vez hace el papel de

médico, que debe conocer el estado del enfermo para ayudarlo y curarlo. Pero la confesión

individual tiene también el favor de signo, signo de encuentro del pecador con la mediación

eclesial en la persona del ministro, signo del propio reconocerse ante Dios y ante la Iglesia

como pecador, del comprenderse a sí mismo bajo la mirada de Dios. La acusación de los

pecados, pues, no se puede reducir a cualquier intento de autoliberacion pCICológica,

aunque corresponde a la necesidad legitima y natural de abrirse a alguno, la cual es

connatural al corazón humano, es un gesto litúrgico, solemne en su dramaticidad, humilde y

sobrio en la grandeza de su significado. Es el gesto del hijo prodigo que vuelve al padre yes

acogido por el con el beso de la paz, gesto de lealtad y de valentía, gesto de entrega de su

80
Facultad de Derecho Canónico

mismo, por encima del pecado, a la misericordia de Dios que perdona. (Juan Pablo II. RP, 31

III).

b. - De todos los pecados graves: la necesidad de que la confesión sea integra,

los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras

haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido

cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo, pues, a veces, estos

pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que ha sido cometidos

a la vista de todos (Concilio de Trento, recogidos por CIgC,1456).

c. - De los que es consciente: solo puede existir obligación en lo que es posible, por lo que el

fiel está obligado a confesar solamente aquellos pecados de los que tiene conciencia en ese

momento. Es la ya mencionada integridad formal, que si bien a través del diligente examen

debe acercarse lo más posible la material, es en sí misma suficiente para la validez de la

absolución.

d. - Aun no perdonados directamente por la potestad de las llaves de la Iglesia: los términos

precisos del can. abarcan: los pecados todavía no confesados ni perdonados, aquellos cuyo

perdón pudo ya ser obtenido a través de la contrición perfecta, previamente a la confesión, y

aquellos pecados graves que, por haberse involuntariamente olvidado en confesión valida,

fueron indirectamente perdonados, pero que no han sido todavía sometidos de modo directo

a la potestas claium.

e. -Ni acusados en confesión individual: es esta la única variación relevante respecto al can.

91 del CIC del 1917, que se explica por la posibilidad de la absolución colectiva sin previa

confesión individual del can. 961. Cuando se da este supuesto excepcional, el penitente

81
Facultad de Derecho Canónico

permanece vinculado sin embargo al recepto divino de la confesión integra e individual de

los pecados que habrá de hacer lo antes posible.

Ahora bien, el parágrafo segundo, constituye una recomendación pastoral de gran

importancia para la vida cristiana: la confesión llamada “de devoción”, de los pecados

veniales.

El sacramento de la penitencia: no solo es instrumento directo para destruir el pecado -

momento negativo-, sino ejercicio precioso de virtud, expiación el mismo, escuela

insustituible de espiritualidad, profunda labor altamente positiva de regeneración en las

almas. En este sentido, la confesión bien llevada es ya, por si misma, una forma altísima de

dirección espiritual. Precisamente por estar razones la práctica de acudir al sacramento de la

reconciliación no puede reducirse a la sola hipótesis del pecado grave, aparte las

consideraciones de orden dogmático que se podrían hacer a este respecto, la confesión

renovada periódicamente, llamada “de devoción”, siempre ha acompañado en la Iglesia el

camino de la santidad. (Allocutio, 33.i.1998, en AAS 73,pag,204).

Con relación a la frecuencia de la confesión, el can. 989 reza: “Todo fiel que haya llegado

al uso de razón, está obligado a confesar fielmente sus pecados graves al menos una vez al

año”.

Por tanto, el penitente, de la misma manera que tiene derechos, también debe cumplir con

ciertas obligaciones que la ley le impone, en pro de su propia santidad, el can. 989,

contempla la de la regularidad de la confesión, y específicamente habla de los pecados

graves, hace también una observación que se hace necesaria analizar, y nos referimos al uso

de la razón, “El menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin

uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tien e uso de razón”(can. 97 §2 CIC).

82
Facultad de Derecho Canónico

Es claro el canon en señalar que para confesar los pecados graves y recibir el sacramento

de la penitencia, se requiere un mínimo de madurez, en cuanto a confesar los pecados graves

por lo menos una vez al año, la Iglesia urge a los fieles la necesidad de sacramento, como

medio ordinario para el perdón de los pecados, así como los demás mandamientos de la

Iglesia “todo fiel, después de la primera comunión, está obligado a comulgar por lo menos

una vez al año” (can. 920 §1). 982.

No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar, “No hay nadie,

tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su

arrepentimiento sea sincero” (Catech R.1, 11,5). Cristo, que ha muerto por todos los

hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera

que vuelva del pecado (CF.Mt.18, 21-22).

Y en relación a este de derecho de confesarse el can. 990 permite lo extiende a aquellas

personas que presentan algún tipo de dificultad como en el caso de quienes no tienen el

mismo idioma del confesor: “No se prohíbe a nadie la confesión mediante interprete, con tal

de que se eviten abusos y escándalos, sin perjuicio de lo que prescribe el can. 983 §2.

Es de tal importancia la confesión sacramental y así mismo la Iglesia lo sabe que de

ninguna manera ha puesto obstáculo para que un fiel reciba este santo sacramento, al

contrario pone todas las herramientas posibles para que se pueda tener acceso a este

sacramento y pueda el fiel ejercer su derecho a ser oído en confesión.

Otro derecho del penitente lo prescribe el can. 991: “Todo fiel tiene derecho a confesarse

con el confesor legítimamente aprobado que prefiera, aunque sea de otro rito”.

La facultad que el derecho le concede al fiel para que escoja el confesor que sea de su

agrado, es un manifestación más, de lo que analizamos en el anterior can., que nada frustre al

83
Facultad de Derecho Canónico

penitente en su deseo de confesar su pecad os y recibir la sanación. “los ministros sagrados

no pueden negar los sacramentos a quienes los piden de modo oportuno, estén bien

dispuestos y no les sea prohibido por derecho a recibirlo” (can. 843, §1).

Otra cuestión relevante nos describe este can., y es con respecto a que el confesor debe

estar legítimamente aprobado para recibir el sacramento de la confesión, sea del rito

católico latino como oriental.

Es conocido que para que el sacramento de la penitencia sea válido se requiere que el

ministro no solo este válidamente ordenado, sino que además hace falta que tenga facultades

de confesar, se suele explicar comparando la confesión con un juicio: puesto que

efectivamente la confesión es un juicio. Y para que el juicio sea válido, hace falta que el juez

tenga jurisdicción sobre la causa. De modo que en el juicio de la confesión el Juez, que es el

confesor, debe tener las debidas facultades para esa confesión, Si no las tiene, la confesión

es nula, del mismo modo que ocurre con cualquier juicio (Pedro María Reyes Vizcaíno, El

sacramento de la penitencia).

La tercera y última condición, es la satisfacción, aceptada por parte del penitente y que

consagra el can. 981: Según la gravedad y el número de los pecados, pero teniendo en cuenta

la condición del penitente, el confesor debe imponer una satisfacción saludable y

conveniente, que el penitente está obligado a cumplir personalmente.

Por satisfacción sacramental se entiende las obras de penitencia impuestas al penitente

para expiar las “penas temporales” debidas por los pecados, penas que quedan después de

haberse perdonado tanto la culpa del pecado, como la pena como su castigo eterno. Para el

penitente, pues, la celebración del sacramento no termina con la acusación de sus pecados

ante ministro; el propósito de dar satisfacción, es un elemento, que ya está virtualmente

84
Facultad de Derecho Canónico

contenido en la verdadera contrición, es un elemento esencial, integrado en la estructura

sacramental del signo sagrado de la Reconciliación. (Feliz María Atocela, La Penitencia y la

Unción de los Enfermos, pag.262).

Corresponde al penitente la ejecución de las dos primeras condiciones: la contrición y la

confesión, corresponde entonces completar y engranar el proceso, a la Iglesia, en

representación del presbítero legitimado, a través de la penitencia impuesta y que el

penitente deberá cumplir a cabalidad.

La pasión de Cristo es en sí misma suficiente para destruir todo reato de pena no solo

eterna, sino también temporal, Y en la medida en que el hombre participe en la virtud de la

pasión de Cristo, así participara también en la absolución del débito de la pena. Ahora bien,

en el Bautismo, participa totalmente en la virtud de la pasión de Cristo, en cuanto que, a

través del agua y del espíritu, muere al pecado con Cristo y es regenerado en el a una nueva

vida. En el Bautismo, por tanto, el hombre consigue la remisión del débito de la pena. Pero

en la Penitencia participa en la virtud de la Pasión de Cristo según la medida de los propios

actos, que son la materia de la Penitencia, como el agua lo es del Bautismo. Y, por eso, no

queda remitido el débito de toda la pena en el instante mismo del primer acto de Penitencia,

por el que queda remitida la culpa, sino después de haber realizado todos los actos de la

Penitencia. (“Summa Theologica, III.q.86.a 4 ad 1).

La penitencia, no es un castigo, no puede analizarse desde esa perspectiva, aun a pesar

que le anteceda una mala obra, una mala acción, un pecado; el fin de la penitencia es ser

reparadora; es la medicina que sana; “La satisfacción debe enderezar el pasado y dar garantía

al futuro. Sera ocasión de acrisolar la detestación del pecado por medio de aquellos actos que

sanen y robustezcan la fragilidad del amor” (DH. 1692).

85
Facultad de Derecho Canónico

2.3 Comentarios exegeticos

El Ritual de la Penitencia, resume en seis convicciones el sentir del Sínodo de Obispos,

reafirmando las principales verdades de fe sobre el sacramento de la penitencia a saber:

-Para un cristiano el sacramento de la penitencia es el camino ordinario para obtener el

perdón y la remisión de los pecados graves cometidos después del Bautismo (RP, 31)

-La función del sacramento de la penitencia para quien acude a él, este es, según la

concepción tradicional más antigua, una especie de acto judicial; pero dicho acto se

desarrolla ante un tribunal de misericordia (RP, 31)

-Las realidades o partes que componen el signo sacramental, y entre los actos del

penitente se mencionan: el examen de conciencia, condición indispensable por la contrición,

y primer acto esencial por parte del penitente; el acto de la contrición, rechazo claro y

decidido del pecado cometido, junto con el propósito de no volver a cometerlo, por el amor

que se tiene a Dios; la acusación de los pecados, que tiene valor de signo del encuentro del

pecador con la medición eclesial en la persona del ministro confesor, a quien compete; a

imagen de Dios Padre que acoge y perdona, conceder la absolución; y la satisfacción que es

el último acto del penitente.

-El papa contrasta el aspecto individual-la soledad- del pecador en su culpa con la

dimensión eclesial del ministro sagrado, testigo y representante de la comunidad eclesial,

dos aspectos complementarios del sacramento, que la reforma progresiva del rito de la

penitencia especialmente la del Ordo Paenitentiae promulgada por Pablo VI, ha tratado de

poner de relieve y de hacer más significativos en su celebración.

86
Facultad de Derecho Canónico

-Un elogio al fruto más preciso del perdón obtenido en el sacramento de la penitencia,

Cada confesionario es un lugar privilegiado y bendito desde el cual, canceladas las

divisiones, nace nuevo incontaminado un hombre reconciliado, un mundo reconciliado.

El papa dirige una consideración a todos los sacerdotes como ministros del sacramento.

“la vida espiritual y pastoral del Sacerdote, como la de sus hermanos lacos y religiosos

depende, para su calidad y fervor de la asidua y consciente practica personal del Sacramento

de la Penitencia” (cfr. PO, 18).

En lo que se refiere a la figura del penitente, Willian H. Stetson, en su comentario

exegético manifiesta lo siguiente:

...hablar del derecho del penitente a la confesión sacramental y del correlativo deber de

los pastores, ha de ser entendido en los siguientes términos:

-El penitente rectamente dispuesto tiene derecho a ser absuelto, si bien, el juicio sobre si

existen esas disposiciones esenciales, corresponde emitirlo al ministro,

-Todo fiel tiene derecho a ser penitente, es decir, a ser oído en confesión y a recibir la

absolución de sus pecados por el único medio ordinario que es el sacramento de la

penitencia.

-El don de la salvación y del perdón son una acción graciosa de la misericordia divina, por

lo que, obviamente, el derecho del fiel no es concebible como una exigencia de la gracia

sobrenatural del sacramento, habida cuenta de que no puede exigirse en justicia algo que se

ofrece como un don gratuito,

-El que Cristo haya entregado ese don salvífico a la Iglesia, convirtiéndola en

dispensadora del mismo, por medio de sus ministros fundamenta el derecho del fiel a recibir

87
Facultad de Derecho Canónico

sacramentalmente el perdón, y el deber correlativo de todos los pastores a hacer posible y

accesible el ejercicio de ese derecho, que es sobre todo necesidad del alma.

Al ser el sacramento de la penitencia el único medio instituido por Cristo para perdonar

los pecados mortales cometidos después del bautismo, el alcance del derecho aquí

contemplado se mide en primer lugar por la necesidad que el alma tenga de reconciliarse con

Dios y con la Iglesia, Pero el sacramento confiere, además, una gracia especifica que ayuda

al cristiano a perseverar en la gracia, de ahí que le asista también el derecho a recibir

abundantemente esa gracia, aun cuando no tuviere conciencia de pecado mortal (T, Rincón

Pérez, pp542).

Repetidamente ha recordado el Romano Pontífice estas dimensiones de justicia a la

administración del sacramento, mencionad expresamente el derecho y el correlativo deber.

“muy frecuentemente he insistido no solo sobre el deber de la absolución person al, sino

también sobre el derecho que tiene cada uno de los pecadores a ser cogido y llegar a él en su

originalidad insustituible e irrepetible” (Allcutio 29.III, 1984). “A los pastores queda la

obligación de facilitar a los fieles la práctica de la confesión integra e individual de los

pecados, lo cual constituye para ellos no solo un deber, sino también un derecho inviolable e

inalienable además de una necesidad del alma”(RP,33).

2 .4 S ín te s is

La regulación jurídica de cualquier tema, en cualquier área es tan necesaria como fundamental,

así se regula el orden y la justicia en pro de la igualdad y la armonía de todos los que hacemos

parte de una sociedad.

88
Facultad de Derecho Canónico

Así lo considera la Iglesia también, como cualquier persona jurídica, tubo la necesidad de

hacerlo y lo ha logrado con excelentes resultados, en lo que se refiere al Penitente en el sacramento

de la penitencia, el actual CIC lo contempla de manera sencilla, organizada y práctica.

Son 25 cánones que tienen su fuente más cercana, en el anterior código de 1917, y en el

Concilio Vaticano y junto con el Catecismo de la Iglesia y el Ordo Paenitentiae, tiene el fiel un

apoyo de gran importancia y magnitud, para que de manera legal ejerza en la Iglesia su derecho al

sacramento de la Penitencia, pues a pesar de que no desconocemos, que este sacramento como

todos, son una gracia y que su fundación es de origen divino, el que se organice de manera

jurídica, no afecta de ninguna manera su creación ni su finalidad.

89
Facultad de Derecho Canónico

Capítulo III: Hacia una adecuada práctica del penitente

3.1 Criterios

El proceso penitencial, es más que la realización de un acto, como le hemos venido analizando

a través de este trabajo, con lleva cierta acciones de carácter jurídico, pastoral, ético, moral, social,

y por supuesto algunas formalidades tanto procedimentales exigidas por el derecho, como de

índole personal e individual que deben ser desarrolladas por el penitente; estas acciones por parte

del penitente, realizadas tanto de modo interno como externo, son las que el derecho en la iglesia

ha llamado la “práctica del penitente”.

En cuanto se refiere a la parte interna del proceso penitencial, se tiene un “haberse a sí mismo”

como vivencia de subjetividad espiritual, que lo lleva a verse tal cual es, con la consiguiente

aceptación de sí mismo ante Dios en su miseria espiritual, unida a la intención sincera de cambio y

plena de esperanza en el perdón y en la divina misericordia y amor de Dios. Es la etapa del

“examen de conciencia” tradicional, pero tomado en profundidad, en una verdadera vivencia

existencial de su ser pecador llamado a la más alta espiritualidad y unión con Dios.

Muchas son las herramientas que Dios a través de la Iglesia proporciona para que este examen

de conciencia sea un verdadero ejercicio introspectivo, que nos lleve a una verdadera conversión y

manifestación exterior de ese cambio.

Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a

la luz de la palabra de Dios. Los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y

en catequesis moral de los Evangelios y de las Cartas de los apósteles: Sermón de las montañas y
90
Facultad de Derecho Canónico

Enseñanzas apostólicas (Cf.12-15; 1Co 12-13: Ga 5; Ef. 4-6) (1454 Catecismo de la Iglesia

Católica).

Otra etapa de este proceso penitencial es el arrepentimiento, es reconocer que se ha ofendido a

Dios que, es sentir dolor ante lo hecho, es dolor del alma, tal cual lo expresa el Concilio de Trento

y reseñado anteriormente, detestación del pecado cometido y esto conlleva a no querer cometerlo

nuevamente; cuando este dolor nace del amor de Dios, de haberle lastimado, ofendido, se llama

“contrición perfecta” (1452 Catecismo Iglesia Católica), esta clase de contrición, perdona las faltas

veniales y también los pecados mortales, si lleva consigo la firme resolución de acudir pronto

como sea posible a la confesión sacramental.

“el principio y el alma de la conversión, liberación en lo más profundo de uno mismo y

recuperación de la alegría perdida” (Juan Pablo II, Ex.ap.RP.N.31).

Cuando el dolor es producto del temor a la condenación eterna, de la consideración de la

fealdad del pecado y demás penas con que es atemorizado el pecador, se llama “contrición

imperfecta”(1453 Catecismo de la Iglesia Católica).

Realizados los dos pasos anteriores, viene el “propósito de la enmienda” es un acto interno de

intencionalidad, con plena voluntad de conversión, un deseo de volver al Padre, de establecer una

relación de comunidad con Dios, en la que se concretizara la plenitud del amor y, por tanto, el

abandono definitivo del pecado y de todo lo relacionado con él.

El arrepentimiento es lo que concluye en el propósito de enmienda, es dejar el pecado, es volver

a Dios, a sus mandamientos. El arrepentimiento ha sido definido por el Concilio de Trento como

91
Facultad de Derecho Canónico

un acto interno de la persona en virtud del cual se hace un acto libre de reconocimiento de la culpa

y se restablece la voluntad en el bien mediante una conversión o vuelta a la ley de Dios.

Ahora bien, en lo que se refiere a la parte externa, como actos del penitente, están la

“confesión de boca” y la “satisfacción de obra”.

En la confesión de boca se considera el relato de las faltas cometidas, graves o leves,

reconocidas como tales, de las cuales se ha arrepentido previamente y tiene la intención de corregir

y reparar.

“.. .A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados, a quienes se los retuviereis, les

serán retenidos” (Jn.20,22-23), es indispensable entonces, que el confesor tenga conocimiento de

los pecados del penitente, y esto solo se logra a través de la confesión de boca y la escucha atenta

del confesor, si este no los declara, no se puede emitir un juicio acertado de perdonar o retener.

El Magisterio de la Iglesia declaró solemnemente en el Concilio de Trento: “Si alguno dijere

que para la remisión de los pecados en el sacramento de la penitencia no es necesario por derecho

divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales, sea anatema” (Dz.917).

Para lograr que la confesión sea sincera, ya desde el momento mismo de su preparación a través

del examen, ha de tenerse en cuenta que la acusación de los pecados debe ser natural, sencilla,

clara y completa, como recomienda el Catecismo Romano (cfr.II.v, 50):

-Natural: conviene emplear pocas palabras, las justas, a fin de decir con humildad lo que

culpablemente hemos hecho y omitido;

-Sencilla: no divagar, ni perderse en generalidades y detalles superfluos, señalando donde

radico nuestra voluntad de pecar;


92
Facultad de Derecho Canónico

Clara: sin manifestar circunstancias innecesarias, guardando la oportuna modestia en el modo

de hablar, pero permitiendo que el sacerdote entienda bien el pecado cometido:

- Completa: abarcando todos y cada uno de los pecados mortales cometidos desde la última

confesión bien hecha.

Además de sincera, debe tener en cuenta el penitente que además ha de ser integra, como se ha

expresado durante este trabajo, el sacramento de la penitencia tiene la estructura de un juicio, por

lo tanto el juez, que no es otro que el confesor, debe saber, tener pleno conocimiento de todos los

pecados mortales no confesados desde la última confesión, en su número, así como todas las

circunstancias que los modifican en su especie (Sada y Monroy, 1989, Curso de Teología Moral,

5.1.2).

La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de

la penitencia: “En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que

tienen consciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y

si han sido cometidos contra los dos últimos mandamientos del Decálogo (Cf.Ex20,17;Mt 5,28).

Pues a veces, estos pecados hieren más grave el alma y son más religiosos que los que han sido

cometidos a la vista de todos (CC. .de Trento: DS 1680).

En la confesión de los pecados como lo comentamos anteriormente se deben manifestar con

claridad, es decir, no basta acusarse de modo genérico de un pecado contra alguna virtud, por

ejemplo, contra la justicia, o contra la caridad, pues contra la justicia como es bien sabido puede

pecarse de muchas maneras, así pues, está la calumnia, el hurto, como lo estarían el escándalo, la

envidia, el odio, contra la caridad, es indispensable, entonces ser muy detallado en el tipo de

93
Facultad de Derecho Canónico

pecado en el que el penitente considera que ha incurrido y de esta forma confesarlo ante el

sacerdote.

En este mismo lineamiento el penitente debe señalar el tipo de conducta cometido, mas no está

en la obligación de describirla, a menos que para la comisión del pecado haya añadido una

consideración moral, es decir, si para robar empleó violencia, esto añade una gravedad que el

confesor deber considerar.

En cuanto a la confesión numérica de los pecados que nos exige el catecismo de la Iglesia, así

como la especificación de los mismos, constituye un medio practico insustituible, para que la

consciencia del penitente mejore progresivamente, evitar los escrúpulos al momento de confesar

sus pecados, y referir sin vergüenza lo que le atormenta, ya el confesor tiene la plena capacidad

moral, espiritual y jurídica de determinar lo que es pecado y lo que no es y en esta medida conoce

lo que debe hacer en relación a las orientaciones, consejos que requiera el penitente.

Las exigencias o todo derecho lleva consigo una excepción, en este caso particular, la

integridad de la confesión puede disculparse en caso de imposibilidad física, como es el caso de

que el penitente esta privado de los sentidos, como la mudez, se encuentre en peligro de muerte o

por falta de tiempo, cuando se desconozca el idioma o exista la imposibilidad de encontrar un

confesor que hable la misma lengua (can. 990 CIC), la misma disculpa puede tener el penitente

que se encuentre gravemente enfermo y no pueda confesarse íntegramente sin daño para su salud.

El que confiesa sus pecados actúa ya con Dios, Dios acusa tus pecados, si tú también te acusas,

te unes a Dios. El hombre y el pecador, son por así decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar del

hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo

ha hecho. Destruye lo que tú has hecho para que Dios salve lo que Él ha hecho.. .Cuando
94
Facultad de Derecho Canónico

comienzas a detestar lo que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan por que reconoces tus

obras malas. El comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la verdad y

vienes a la Luz (San Agustín. Ev.Jo.12.13).

Nos compete ahora, referimos a otra acción externa en el proceso del penitente durante el

sacramento de la confesión: cumplir la penitencia, con humildad y amor, es una acción indicada

por el sacerdote, en proporción a las faltas cometidas y llevada a cabo por el penitente como

reparación de sus pecados.

“Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo, (por

ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado,

compensar las heridas). La simple justicia exige esto, Pero además el pecado hiere y debilita al

pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el

pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (Cf CC. De Trento: DS 1712).

Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe

haber algo más para reparar sus pecados: debe “Satisfacer de manera apropiado o “expiar “sus

pecados. Esta satisfacción se llama también “penitencia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1459).

Se le conoce también como la satisfacción de obra y se refiere a las acciones externas

propiamente dichas de reparación del mal cometido, del daño a otros y de la ofensa a Dios.

La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y

buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de

todos los pecados cometidos. Puede consistir en una oración, en ofrendas, en obras de

misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación

95
Facultad de Derecho Canónico

paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configuramos con Cristo que,

el Único, expió nuestros pecados (Catecismo de la Iglesia Católica 1460)

Dentro de una adecuada práctica penitencial está el llamado Coloquio Penitencial que consiste

en un diálogo con el sacerdote, momento de reconciliación que es más amplio que el da la

confesión breve (lista de pecados y absolución por parte del sacerdote). Se empieza con la lectura

de una página bíblica, seguida de un triple momento denominado confessio laudis, confessio vitae

y confessio fidei.

La confessio laudis (confesión de alabanza) se reconoce, desde la última confesión, cuáles son

las cosas por las que se debe agradecer a Dios, cuáles aquellas con las que se ha sentido más

cerca de Dios, en cuáles se ha sentido más su presencia y su ayuda. Es una expresión de

agradecimiento y alabanza.

La confessio vitae se trata de responder, desde la última confesión, qué es lo que delante de

Dios no se quisiera que hubiera sucedido, qué es lo que más pesa; se trata de ver las situaciones

que se han hemos vivido, que se quisiera no hubieran pasado y que por eso se ponen delante de

Dios para quedar purificados.

La confessio fidei es la preparación inmediata para recibir el perdón. Es la proclamación delante

de Dios del reconocimiento de nuestra debilidad, de su fortaleza, de su capacidad de salvarse

como se es ahora. Es la expresión de confianza en El, de entrega en sus manos. Es tratar de vivir

la experiencia de salvación como experiencia de confianza, de alegría, del momento en que Dios

ice “vete en paz”.

96
Facultad de Derecho Canónico

Otra práctica externa del proceso penitencial radica en el hecho de que “Todo fiel llegado a la

edad del uso de razón debe confesar, al menos una vez al año, los pecados graves de los que tiene

conciencia” (CIC can. 989).

Sin embargo el sacramento de la reconciliación, trasciende el deber, la obligación, la ley; debe

buscarse por lo que representa, la gracia sobrenatural de Dios, el amor misericordioso y tierno que

ofrece el Padre para restaurar y liberar, conseguir tal como lo indica el Catecismo “Los efectos

espirituales del sacramento”:

- La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;

-La reconciliación con la Iglesia;

-La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales;

-La remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado.;

La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual:

-El acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

Razones suficientes tiene el cristiano católico para acudir al santo sacramento de la

reconciliación de manera frecuente, pero lo más importante, buscar por todos los medios de no

caer en pecado, de no trasgredir la ley de Dios y mantenerse en perfecta comunión con El.

3.2 Muestreo

Se llevara a cabo mediante un corto y sencillo cuestionario, a un número de 48 personas de

distinta edad, sexo y nivel socio-cultural, con el fin de determinar aspectos concernientes a las

97
Facultad de Derecho Canónico

prácticas penitenciales, que acostumbran realizar cuando acceden al sacramento de la penitencia o

reconciliación.

No se pretende indagar conocimientos técnicos, pero si hacer un sondeo de si los sabe o no; y

las preguntas están enfocadas a que sean cualesquiera que sean las respuestas, se pueda deducir

otra verdad cierta.

Este tipo de trabajo investigativo, tiene el riesgo de que las personas no estén dispuestas a

colaborar por el sentido tan personal y delicado del tema en cuestión, por tal razón, el número de

preguntas no es extenso, para no abrumar, ni indisponer al encuestado.

Otra situación que se ha tenido en cuenta es el espacio en el que se ejecuta la práctica, a pesar

de que bordar sorpresivamente al encuestado, es más difícil y complicado, el resultado es más

interesante que si se realizara en un escenario distinto, como un taller, actividad parroquial, u otra

actividad similar, por cuanto la espontaneidad y la sinceridad solo se consigue, cuando es incierta

la intención.

98
Facultad de Derecho Canónico

NOMBRE_______________________________EDAD______________
PARROQUIA______________________________GRADO
ESCOLARIDAD_________________

1. Con que frecuencia se confiesa


a. Más de una vez al año
b. Una vez al año
c. En fechas especiales
d. No se confiesa

2. En la preparación para la confesión usted se apoya


a. En la oración
b. En la Sagrada Escritura
c. En el Catecismo de la Iglesia
d. En todos los anteriores
e. En ninguno de los anteriores

3. Conoce los pasos para hacer una buena confesión


a. SI___ NO_______________
b. OTRA RESPUESTA__________________________

4. Conoce cuales son los derechos del penitente


a. Si__________ NO_____________
b. OTRA RESPUESTA__________________________

5. Conoce cuales son los deberes del penitente


a. Si__________ NO_____________
b. OTRA RESPUESTA___________________________

6. Cuando acude al sacramento de la confesión lo hace por


a. Necesidad espiritual
b. Por costumbre
c. Para acceder a otro sacramento
d. Por obligación
e. OTRA RESPUESTA____________________________

7. Cuando se confiesa
a. Siente alegría
b. siente en paz
c. No nota ningún cambio
d. OTRA RESPUESTA_________________________

8. Considera que es fácil acudir al sacramento de la confesión


99
Facultad de Derecho Canónico

a. SI____________ NO_____________
b. OTRA RESPUESTA______________________________

9. Conoce lo que regula el Derecho Canónico en relación al Sacramento de la


reconciliación
a. SI NO

¿Con qué frecuencia se confiesa?


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■ a. M á s d e u n a v e z al a ñ o

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■ c. En fe c h a s e s p e c ia le s

■ d. N o se c o n fie s a

E s tra to 2 E s tra to 3 E s tra to 4 E s tra to 5

Figura 1. Gráfica para la pregunta 1 del cuestionario.

En la preparación para la confesión


usted se apoya

■ a. En la o ra c ió n

■ b. En la S a g ra d a E s c ritu ra

■ c. En e l C a te c is m o d e la
Ig le s ia

■ d. En to d o s los a n t e r io r e s

■ e . En n in g u n o d e los
a n t e r io r e s

E s tra to 2 E s tra to 3 E s tra to 4 E s tra to 5

Figura 2. Gráfica para la pregunta 2 del cuestionario.


100
Facultad de Derecho Canónico

¿Conoce los pasos para hacer una


buena confesión?
10

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E s tra to 2 E s tra to 3 E s tra to 4 E s tra to 5

Figura 3. Gráfica para la pregunta 3 del cuestionario.

¿Conoce cuáles son los derechos del


penitente?
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Figura 4. Gráfica para la pregunta 4 del cuestionario.

101
Facultad de Derecho Canónico

¿Conoces cuáles son los deberes del


penitente?
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Figura 5. Gráfica para la pregunta 5 del cuestionario.

Cuando acude al sacramento de la


confesión lo hace por
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Figura 6. Gráfica para la pregunta 6 del cuestionario.

102
Facultad de Derecho Canónico

Cuando se confiesa
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Figura 7. Gráfica para la pregunta 7 del cuestionario.

¿Considera que es fácil acudir al


sacramento de la confesión?
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Figura 8. Gráfica para la pregunta 8 del cuestionario.

103
Facultad de Derecho Canónico

¿Conoce lo que regula el Derecho


Canónico en relación al Sacramento de la
reconciliación?
13

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Figura 9. Gráfica para la pregunta 8 del cuestionario.

3.3 Conclusiones de la práctica

La realización de la práctica se llevó a cabo en las Parroquias San Policarpo, ubicada en la

calle 48 cerca a la cárcel la Picota en Bogotá, de estrato 2; en la Parroquia San Juan María Vianey,

ubicada en el barrio Verbenal al norte de la ciudad de Bogotá, estrato 3; la Parroquia San Isidoro

de Sevilla, Ubicada en la calle 165 con novena al Norte de Bogotá, estrato 4 y la Parroquia Santa

Beatriz de Silva, Ubicada en el sector de Unicentro calle 122 con 15 al Norte de Bogotá, estrato 5.

Para la encuesta en cada sector se hizo con doce personas, de distinto sexo y en edades que

oscilan entre los 10 a 80 años.

Según la gráfica realizada de acuerdo a las respuestas obtenidas se puede concluir lo siguiente:

- el mayor número de personas acuden al sacramento de la confesión, unas con menos frecuencia

que otras, pero en todos los estratos se puede observar que lo han hecho más de una vez al año en

su mayoría.

104
Facultad de Derecho Canónico

-un porcentaje alto de personas que acceden al sacramento de la confesión se apoyan en la

oración para su preparación, siendo el estrato 2 el que más lo hace, y obvia completamente la

lectura de la sagrada Escritura, y es notable la total abstinencia para hacerlo con el Catecismo de la

Iglesia, en todos los sectores encuestados.

Es bastante alentador saber que la mayoría de los encuestados conocen los pasos para hacer una

buena confesión, sin embargo al preguntarles por los derechos y deberes del penitente la mayoría

los desconocen completamente.

También puede establecerse con certeza, que acuden al sacramento de la confesión motivados

por la necesidad de encontrar paz, y consecuencialmente es lo que obtiene la mayoría al confesarse

junto con la alegría por haber obtenido la gracia sacramental.

Es de relevante importancia anotar que la mayoría de los encuestados que manifiestan dificultad

para confesarse, todos concuerdan en que la razón de esta dificultad obedece a la ausencia de

confesores, y poca disposición de los pastores para hacerlo con frecuencia.

En cuanto a la pregunta del conocimiento que tienen sobre lo regulado por el Derecho

Canónico en relación con el sacramento, solo cinco personas de 48 encuestadas conocen el tema,

lo que nos da una explicación de porqué tan pocas personas han oído de los derechos y deberes del

penitente.

La experiencia del trabajo de campo fue bastante enriquecedora, dispendiosa pero gratificante,

y sin duda muchos temas, preguntas y respuestas no se pueden abarcar completamente, pues la

intención no es hacer un estudio exhaustivo, sino un pequeño muestreo de lo que el fiel conoce de

105
Facultad de Derecho Canónico

su condición como penitente, conocer las razones por las que se obtienen tales respuestas bien

podría ser tema para otra investigación.

106
Facultad de Derecho Canónico

Conclusiones

En este trabajo de Investigación sobre el penitente, se logró conocer el origen y el fundamento

jurídico de su condición dentro del sacramento de la penitencia, y de este dentro de la Iglesia

Católica, se estableció su origen divino y su fundamentación jurídica, teológica y pastoral, dentro

de cada contexto histórico, abarcado desde los orígenes en la sagrada escritura y a lo largo de toda

las épocas relevantes en la historia de la Iglesia.

El penitente en la Historia de Salvación ha sido siempre el protagonista, se pudo establecer en

el desarrollo de la presente investigación que todos los cambios que se suscitaron a propósito del

sacramento de la reconciliación, obedeció a las dificultades que se presentaron en la práctica por

parte del penitente; se hizo referencia a las distintas etapas por la que atravesó el sacramento, y en

cada una de ellas se referencio lo más relevante que afecto la persona del penitente.

Dentro de estas referencias, fueron notorias los avances que se lograron en cuanto a la práctica

del sacramento, es así como cambio la primera concepción de que solo el bautismo era el único

medio para perdonar los pecados, esto le dio la oportunidad al penitente de que pudiera tener

acceso al sacramento cuando lo considerada necesario dado que como ser humano está siempre

expuesto al pecado.

Las cargas penitenciales que le fueron impuestas al penitente, si bien mortificaron de gran

manera su integridad física, psíquica y espiritual, lograron que toda la estructura eclesial se

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moviera de forma absoluta, que las persona influyentes de la época, tomaran parte en los cambios

y la renovación del sacramento y que se consolidara una Iglesia, firme, viva y eficaz.

Desde una óptica jurídica, se plantaron, los actos del penitente; analizados desde la regulación

actual del derecho canónico: La contrición, la confesión y la satisfacción; los dos primeros como

actos individuales, ejecutados por el penitente y el tercero con intervención de la Iglesia a través

del Ministro, pero finalmente también llevada a cabo por el penitente.

De estos tres elementos, se desprenden aspectos generales, que también fueron objeto de

análisis en esta investigación, y que se estudiaron, partiendo del can. correspondiente, y paralelo a

ello en base también a la antigua regulación que sobre el mismo tema y materia se consagro a este

respecto.

Finalmente y como conclusión final de toda la investigación se hizo la practica con el penitente

en un trabajo de campo que arrojo información valiosa, referente al tema que durante toda el

desarrollo de la investigación fuera abordada; como primer punto concluido pudimos confirmar

que el católico acude al sacramento de la confesión, motivado por distintos móviles, en alguna

oportunidad de su vida ha frecuentado un sacerdote en el sacramento de la reconciliación.

Se pudo concluir como segundo punto que es a través de la oración que el penitente se prepara

para este sacramento y considera que no hay suficientes sacerdotes disponibles para atender a los

fieles que quieren confesarse. Y como tercer punto se comprobó que el penitente desconoce sus

derechos y deberes, que no conoce la regulación canónica en este sentido y por lo tanto del

sacramento de la confesión, sabe lo que pastoralmente ha recibido en su catequesis básica.

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Por lo expuesto anteriormente, podemos concluir diciendo, que lo consagrado por la Iglesia en

su legislación canónica, y en los documentos que la apoyan, tienen para el penitente todas las

garantías jurídicas necesarias para que sus actos, gocen de total legitimidad, y que la intención

del legislador, en su función de plasmar en ley, el mandato divino del perdón y la reconciliación,

ha sido de tanta responsabilidad, como así mismo lo es el mismo sacramento.

También se desprende de esta investigación el hecho de que el fiel si bien es cierto se

constituye en penitente por el hecho de cumplir los requisitos exigidos por el derecho, su

conocimiento de estas condiciones es prácticamente nulo, como también de sus derechos y

deberes, de lo que se concluye que aun cuando acude al sacramento no lo hace en torno al mandato

legal sino a su propia esencia como ser espiritual y necesidad de reconciliación con Dios.

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