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Libro: Clinical Social Workers as Psychotherapists

Compiladores: DSW. Florence Lieberman1


Autora: DSW. Florence Lieberman
Año: 1982
Editorial: Gardner Press: New York, United States
Capítulo 1: Psychotherapy and Social Work
Traducción libre y revisión (2018): Mg. Diego Reyes Barría2 | Ts. Johanna Ramírez Mellado 3

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Psicoterapia
y Trabajo Social
La señora Jones ingresó a psicoterapia después de su mastectomía. Cuando ella
recurrió a su seguro de salud (Group Health Incorporated) para reembolsar los
gastos de su psicoterapia, ella recibió la siguiente respuesta: “su contrato no
cubre aquella prestación a menos que sea suministrada en conjunto a un
diagnostico oftalmológico”. El señor Brown solicitó el pago de su psicoterapia,
la cual fue denegada por Metropolitan Life Insurance Compañy, así que un
equipo de derechos de la salud (Group Health Claims), entregó la siguiente
razón: “los medicamentos que se llevan a la casa no están cubiertos”.

¿QUÉ ES LA PSICOTERAPIA?

Hay una superabundancia de definiciones de psicoterapia. Sin embargo, a pesar de ello es


un término nebuloso; el campo de la psicoterapia, el cual todavía fluye, algunas veces se
vuelve caótico (Gunderson and Mosher, 1975; Bruch, 1974; Bergin and Strupp, 1972). En
el último tiempo se ha percatado que el concepto se ha ampliado de tal forma que casi todas

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La doctora Florence Lieberman es Master of Arts por el Smith College School of Social Work y Doctorate
in Social Work por la Columbia University School of Social Work. También es profesora asociada al Hunter
College School of Social Work.
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Trabajador social, Licenciado en Trabajo Social por la Universidad de La Frontera. Diplomado de Postítulo
en Psicoterapia Sistémica y Familiar por la Universidad de Chile. Diplomado Internacional en Prácticas
Narrativas: Para la Terapia y el Trabajo Comunitario por PRANAS Chile & Narrative Practice Adelaide
Australia. Magíster en Psicología Clínica de Adultos: Especialización en Psicoterapia Sistémica-Relacional
por la Universidad de Chile. Docente de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad de La Frontera y
Docente de postgrado de la Universidad Andrés Bello de Santiago. Co-Fundador de la Comunidad
Internacional del Trabajo Social Clínico. diego.reyes@ufrontera.cl ; www.trabajosocialclinico.com
3
Trabajadora Social, Licenciada en Trabajo Social por la Universidad de La Frontera. Postítulo en Mediación
Familiar y Comunitaria. Universidad de La Frontera.

1
las interacciones profesionales entre dos personas o un grupo de personas se le ha llamado
terapia (Bruch, 1974). En un preparativo para una reunión de la Asociación Americana de
Ortopsiquiatría en 1948; se recolectaron 40 definiciones de psicoterapia (Garrett, 1949); y
Wolberg (1977) enumeraba algunas más para esta discusión sobre psicoterapia. Ford y
Urban (1963) limitando en su comparación a los principales sistemas de psicoterapia de
acuerdo a la psicoterapia verbal individual, seleccionaron diez términos “para representar la
gran variedad de teorías existentes en el campo de la psicoterapia”. (p.VII) Después un
comentarista totalizó un mínimo de 100 tipos de psicoterapias (Marshall, 1980 a, b). Esto es
como si casi cada persona creara su propia definición.

La gran proliferación de psicoterapias puede ser atribuida a las tendencias culturales que
vienen influenciando las metas, tipos, y la propia naturaleza de este tratamiento. Marmor
(1978) delimitó tres movimientos culturales dentro de los últimos 25 años. Describiendo el
movimiento contracultural, el cual involucró desde las desilusiones con una tecnología que
amenaza la existencia humana con la aniquilación nuclear y la combustión de los recursos
naturales, como una forma anti-intelectual, anti-científica, y anti-tecnológica, sugiriendo
que se busquen respuestas fueras del paradigma científico e intelectual a través de una
variedad de formas de autoayuda o terapias emocionales. Además, hay un fuerte énfasis en
el conflicto que las tecnologías han producido ante las técnicas de bio-retroalimentación,
asistencia audiovisual, computarización, y las ayudas psicofarmacológicas. Finalmente, y al
mismo tiempo, las influencias culturales y económicas han desarrollado un aumento en la
aceptación sobre la relevancia de la psicoterapia para el tratamiento del estrés emocional,
potenciando el énfasis sobre los derechos al tratamiento, lo cual ha incrementado la
demanda para el acceso de las personas de diferentes estratos socioeconómicos.

Las psicoterapias más dominantes se agrupan en las psicodinámicas, humanistas,


fenomenológicas y conductuales. Las diferencias entre ellas han sido atribuibles a las
variaciones en las creencias y valores sobre las personas (Strean, 1978), desde un punto de
vista teórico (Bergin y Strupp, 1972; Ford and Urban, 1963), y en las definiciones
psicopatológicas. Estas a menudo se expresan por medio de una variedad de descripciones

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sobre el rol profesional, el entrenamiento, la educación, y las técnicas de la psicoterapia.
Las diferencias pueden ocurrir incluso dentro de las terapias que comparten la misma
orientación teórica, ya sea, en sus métodos y técnicas. Como un resultado de esto, se vuelve
evidente que los procesos de psicoterapia no son iguales ni comparten un espacio bajo un
término unitario (Truax and Carkhuff, 1967). Además, la mayor controversia ha sido
generada por la prevalencia de lo que se ha denominado “modelo médico” en psicoterapia;
se ha dicho que este modelo ha influenciado a los profesionales, a las personas que buscan
ayuda y a la sociedad en general.

La psicoterapia ha sido concebida como un campo aplicado más que una disciplina única
(Ford y Urban, 1963). Bibring (1949) declaró que no existe una psicoterapia propiamente
tal, sino más bien, concretamente, existen métodos más o menos definidos como
psicoterapia. Otras personas sugieren que la psicoterapia es una especialización de variadas
técnicas aplicables a una gran variedad de circunstancias específicas y a determinadas
condiciones (Strupp, 1973), como también un set de técnicas para aliviar el dolor y el
sufrimiento humano (Group for the Advancement of Psychiatry, 1978), o un conjunto de
actividades de curación estructuradas realizadas por un profesional que opera en términos
de una razón bien fundamentada mediante la relación terapeuta-paciente. (Frank, 1979).

A pesar de las diferencias existen puntos en común. Las variables que se repiten van
incluyendo conceptos de que la psicoterapia es como un tratamiento de trastornos mentales
(trastornos psiquiátricos y estrés mental) o de problemas relacionados con la vida (malestar
o inadaptación del yo u otros). Las metas de la terapia tienden a enfocarse en mejorar el
funcionamiento (ya sea la adaptación, los sentimientos o el balance psíquico) mediante la
construcción y el apoyo. Los métodos involucran procesos y técnicas subjetivas, todas las
cuales se basan en la relación entre un profesional formado y una persona que sufre o quién
también tenga vista una conducta patológica o desadaptativa.

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Los componentes emocionales son usualmente percibidos como inherentes al proceso,
otorgando roles y objetivos conmovedores y congruentes. Garrett (1949) escribió que la
psicoterapia ofrece sentimientos y emociones a la persona que consulta que le permiten
modificarse en un camino de aceptación entre la persona y el terapeuta. Frank (1979)
considera a la psicoterapia como un esfuerzo mayor que recaptura un sentido y un
significado, como también una afirmación del yo. Ford y Urban (1963, p.17) llaman a la
psicoterapia como “un procedimiento que consta de dos personas relacionadas para
prolongar una interacción de varias emociones-cálidas, mediadas primariamente por los
intercambios verbales, siendo su propósito el producir cambios en la conducta o en una
mismidad”.

Esto es un reconocimiento a que los psicoterapeutas están igualmente influenciados por


fuerzas emocionales (y algunas veces irracionales). A principios de 1910, Freud escribía
que los sentimientos despertados en los terapeutas, son un resultado de la influencia de las
personas con las cuales trabajan, despertando en los terapeutas sentimientos inconscientes,
llamando a este fenómeno: “contratransferencia”. Epstein y Feiner (1979) atribuyen que el
énfasis elevado en y para el desarrollo de teorías de contratransferencia tienen una finalidad
para cambiar las actitudes sociales hacia la autoridad, esto también ha ocurrido con la
humanización de los terapeutas por medio de teóricos como Sullivan, Fromm, and Fromm-
Reichmann. El terapeuta, sin embargo, no se le otorga la misma libertad para actuar sobre
estos sentimientos dentro de la relación terapéutica. La responsabilidad profesional, la
formación y la ética atribuyen a que las necesidades de la persona que se atiende son lo
central en este proceso. Como un resultado de esto, las emociones del profesional
simplemente son importantes, ya que aclaran la comunicación inconsciente de la persona y
pueden ser usadas solamente para las necesidades de la persona. Cuando estos sentimientos
expresan las necesidades del terapeuta, estos son considerados como anti-terapéuticos. Por
lo que la relación se describe comúnmente como un asunto profesional.

Strean (1978) llama a esto una relación controlada y dirigida exclusivamente a la vida
interna de la persona consultante. Hamilton (1947, p.16) señala que la psicoterapia está

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enraizada en una relación entre dos personas; la cual es, el terapeuta y la persona que
consulta, por lo cual la “terapia está controlada, siendo esta no un proceso de control”. Su
principal objetivo es que la persona sea consciente de sí misma y de su propia conducta.
Austin (1949) mencionaba que la psicoterapia que se basa en un diagnóstico total de la
personalidad y que tiene un lugar entre dos personas, intenta provocar alguna modificación
en el comportamiento y en las actitudes. Esto también ha sido llamado como un proceso
interactivo entre dos personas que se dirige a las dificultades internas que interfieren con la
capacidad de una persona para hacer frente al quehacer cotidiano y al estrés inherente en la
vida humana. (Bruch, 1974)

Otros referentes de esto son los procesos educacionales (Strupp, Fox y Lessler, 1969).
Estos tratan de aprender a aprender que las personas pueden incorporar nuevos hábitos y
pueden obtener nuevas visiones (Group for the Advancement of Psychiatry, 1978). Leifer
(1969) cree que muchos métodos de psicoterapia están realmente en la educación de la
biografía personal mediante el aprendizaje individual de las personas respecto a cómo son
conformadas por la sociedad en la que viven.

Es común asumir que una de las personas esta “cualificada” o “entrenada” para un proceso
particular y que los otros están buscando o requieren de ayuda y que conscientemente se
van involucrando a sí mismos en el proceso. La ausencia de una motivación consciente es
considerada una resistencia hacia el proceso, a pesar de que, la resistencia inconsciente es
aceptada como algo normal. Como un resultado de aquello, la psicoterapia es raramente
considerada como posible en un escenario autoritario. El profesional va comprendiendo que
el respeto, el interés, el apoyo y la aceptación contribuyen al bienestar de la persona y a la
utilidad de la relación terapéutica.

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EL MODELO MÉDICO

Las diferencias acerca de los modelos de intervención han generado controversias más allá
de la comunidad terapéutica y en grupos de profesionales. Hay una crítica del modelo
médico y de la influencia que resulta de enfocarse en la “enfermedad” para la psicoterapia.
Esto ha sido visto como un obstáculo en el proceso, como también en el rol del terapeuta,
en las afiliaciones profesionales y en el acceso del paciente. Algunas de las controversias se
centran ya sea o no respecto a si la psicoterapia es un abordaje médico.

Coleman (1949) declara que cualquier entrevista realizada por un psiquiatra es una
psicoterapia, sin embargo, otra opinión declara que la psicoterapia consiste en cualquier
esfuerzo médico considerado y competente dirigido hacia la mejora de la salud emocional
de una persona (Deutsch, 1949). Por lo tanto, esto podría incluir una variedad de
tratamientos somáticos bajo la rúbrica de la psicoterapia.

Si este término significa simplemente el tratamiento de desórdenes psíquicos hay nada que
discutir sobre esto. Por lo tanto, golpear al paciente en la cabeza con un martillo o
empaparlo con un cubo de agua helada (generalmente, la madre de la terapia
electroconvulsiva moderna) estas podrían pasar como una forma psicoterapia. Sí, no
obstante, el termino psicoterapia significa el tratamiento de trastornos mentales por medios
subjetivos, este hecho debe ser atribuido por una parte desde un desarrollo revolucionario,
el cual tiene ahora 75 años (obra de Freud), nada de lo psicológicamente nuevo o de los
avances alcanzados puede estar exenta de la obra psicoanalítica.

London (1964) enfatiza que la psicoterapia trata no solo la enfermedad médica por si
misma; los métodos de psicoterapia tienen pequeñas similitudes con el tratamiento médico.
No hay agujas ni alfileres, ni vendas, como tampoco una invasión al cuerpo por medio de
sustancias extrañas, y no hay un malfuncionamiento de órganos específicos. El Group for

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the Advancement of Psychiatry (1979, p. 13) diferencia la psicoterapia de otros tratamientos
médicos:

La llamada "enfermedad" del paciente generalmente no puede demostrarse mediante


pruebas de laboratorio, radiografías u "objetivas". Esta diferencia hace que sea esencial
aclarar las cuestiones humanitarias, de justicia social distributiva y de costo–beneficio que
relacionan esta forma de tratamiento con el resto de la medicina.

Goldberg (1980) clarifica la diferencia entre lo terapéutico y lo psicoterapéutico. El añadió


que todo tratamiento somático, tal como, el tratamiento por drogas, la hospitalización y
algún otro tratamiento podría ser terapéutico, sin embargo, declaró que no califican como
psicoterapia –la cual él define– ya que esta última es cualquier intervención psicológica
diseñada para aliviar alguna dificultad emocional.

Para otros, el vocabulario de la salud y de la enfermedad, del diagnóstico y la curación, se


considera tanto estrecho como engañoso (Leifer, 1969); Szasz (1961) estableció que la
enfermedad metal o la psicopatología es un mito. La designación de un comportamiento
como saludable y normal o como enfermedad y anormal, involucra un juicio social; ciertos
comportamientos, percibidos como socialmente inapropiados, los cuales luego son
integrados en un modelo médico o psiquiátrico como enfermedad (Slaby y Tancredi, 1975).
Brown (1977) cuestionó la idoneidad de una conceptualización de la enfermedad en mental
y de trastornos emocionales cuando el lugar de atención se ha trasladado desde el hospital,
es decir, de un entorno médico claro a la comunidad. Él sugiere que el modelo médico tiene
una dudosa validez en los programas comunitarios que enfatizan la prevención primaria
dentro de un contexto social.

Incluso el Group for the Advancement of Psychiatry (1978), de acuerdo a una revisión de la
historia del tratamiento de la enfermedad mental, afirma:

El desarrollo de los modelos biomédicos de enfermedades existentes, con una orientación


bioquímica total, ha sido incapaz de incluir factores psicológicos o sociales en la génesis
de la enfermedad (p.14)

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Actualmente existe un creciente reconocimiento del papel que juegan las variables sociales
en la formación y perpetuación de las dificultades personales y psicológicas. Teóricamente
esto se ha demostrado mediante el efecto del estrés en el comportamiento humano (Selye,
1956). El President’s Commission on Mental Health (1978) ha declarado que la pobreza, el
desempleo y la discriminación son atribuidas a la producción de problemas psicológicos.
En este sentido, Schorr (1979) hace una crítica a esta declaración, señalando que a pesar de
que ha habido un movimiento de hablar de la enfermedad mental con la finalidad de
preocuparse por la salud mental, el primero seguía siendo el modelo médico porque la
comisión había continuado con el tratamiento de la enfermedad en lugar del tratamiento de
la causa. Simultáneamente, entonces, el modelo médico fue rechazado por motivos causales
y aceptados por la naturaleza.

Ahmed, Kolker y Coelho (1979) creen que debido al reciente desarrollo en la medicina, la
salud mental y las ciencias sociales, los conceptos de trastorno y salud no pueden ser
definidos largamente bajo la pureza de términos médicos. El abrumador foco de la
medicina y la psiquiatría en los trastornos ha sido como una camisa de fuerza en las
perspectivas de la sociedad; definiendo así las búsquedas sobre lo sano. El resultado de esto
ha sido la exclusión de variables culturales y ambientales, como también de las
dimensiones psicosociales para el análisis de estas problemáticas. Debido a esto, la
promoción de la salud a través de lo ambiental y prevención social ha tomado medidas y
esto se ha integrado al tratamiento de todas las personas que han sido desprotegidas.

Robitscher (1979) dice que lo físico está en una posición inevitable de formas de establecer
clasificaciones que han sido aceptadas como tales debido a que lo médico se ha establecido
como una base de reconocimiento de cómo las enfermedades son fundadas y de como
deben ser. Esto es una condición mixta, tal como señala (p.217/2):

Los psiquiatras saben que muchas de las personas que consultan están mucho menos
“enfermas” que la mayoría de la población en general. Si estos pacientes, tienen la
capacidad de decidir que no son “pacientes” pero son “clientes” o “devotos” y que han
decidido llevar sus problemas a un Trabajador Social, un Consejero Pastoral o donde un
curandero, por lo tanto, ellos no habrían sido catalogados con un estigma que se pueda

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apreciar evidentemente. Por lo tanto, sus problemas en la vida no han sido definidos como
algo médico como tampoco por una enfermedad en su registro propio.

Se ha sugerido que la psiquiatría debe usarse para las personas con trastornos
psicopatológicos en contraposición de aquellos que están simplemente sintiendo un
malestar por las vicisitudes de la vida. Frank (1979, p. 406) introduce una razón económica
para no seguir haciendo esto:

Desgraciadamente la psicopatología no puede distinguir claramente su objeto desde otras


manifestaciones del malestar, y si las personas con problemas fueran excluidas de nuestras
oficinas, nuestra práctica no sería muy fácil.

En este sentido, hay otro psiquiatra que destaca la necesidad de dirigir a toda la persona a
un entorno global, Gordon (1979 p. 416) aclama una nueva perspectiva en los servicios de
salud mental desde los cuales:

La enfermedad es vista como el resultado de un desequilibrio entre una variedad de lo


social, lo personal y económico, como también de influencias biológicas y la curación es
un método para restablecer el equilibrio dentro de las personas, como también, en la
dimensión individual y el medio ambiente.

La perspectiva del Trabajo Social ha sido más uniforme y consistente. Hollis (1980) ha
dicho que la mayoría de los trabajadores sociales nunca negaría la importancia de la
perspectiva de la persona en su entorno. Siendo esta una de las características más
distintivas de la profesión, desde nuestros inicios, y que ha sido el tema central, lo que
precisamente intenta responder a estos dos aspectos de la vida –lo subjetivo y lo social–.
Hace más de 30 años atrás Coleman (1949) remarcó que en el área de las relaciones de la
persona en una situación de estrés o de malestar, los trabajadores sociales fueron
adquiriendo una certeza, una habilidad y una madurez profesional que ninguna otra
profesión ha tenido. De hecho, desde el inicio se involucró con quienes necesitaban
“caridad”, haciéndose muy claro para la profesión que lo social, lo económico y otras
influencias deprivadoras desarrollaron y exacerbaron los problemas físicos, mentales y las
dificultades emocionales. Sin embargo, incluso en el mismo Trabajo Social ha habido

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discusiones continuas acerca del modelo médico/no médico, y el relativo énfasis en
enfocarse en la personalidad y en las variables sociales. Simon (1977 p.386) pensó que era
necesario expresar lo siguiente:

Se ha señalado con certeza que las agresiones del medioambiente tienen un impacto
emocional y psicológico en la visión que el individuo tiene del mundo externo y de sí
mismo, lo cual puede afectar su comportamiento en el medioambiente. Por lo cual se debe
tomar en serio el mundo que provoca este impacto y se debe prestar atención a las
realidades de la condición humana. Al tomar atención seria a los efectos internalizados en
la personalidad de las deprivaciones ambientales y sociales, no constituye necesariamente
un “modelo de enfermedad” o una orientación psicopatológica para el Trabajo Social.
Esto significa, simplemente, que la profesión de Trabajo Social debe aceptar y desarrollar
más extensamente el elemento central de la función histórica que es la individualización.

El Trabajo Social siempre ha destacado una serie de valores que derivan de la


interdependencia de la persona y la sociedad. Estos valores reúnen las distintas necesidades
humanas. Esta tradición ha sido proporcionada por aquellos servicios que promueven,
restauran, mantienen o mejoran el funcionamiento de los individuos, tanto en su aspecto
personal o en las familias y los grupos; y, como también, respecto a cómo estos servicios
pueden prevenir las disfunciones. Aunque esto pueda involucrar la participación en el
planteamiento, desarrollo e implementación de políticas sociales que se relacionan con
servicios para las personas. A pesar de esto, el Trabajo Social nunca se ha asumido a sí
mismo el papel de cambiar la sociedad. El rol histórico ha sido la entrega de los servicios.

La profesión se hace cargo de la sociedad con la responsabilidad de reunir las necesidades


de todos sus miembros. Esto incluye algo más que solo suplir las necesidades básicas de
sobrevivencia. En este sentido, los seres humanos necesitan ser respetados y valorados
debidos a su valor individual intrínseco y a su dignidad inherente. Desde esto se origina el
derecho a la privacidad y a la confidencialidad, el derecho a compartir los recursos, y el
derecho de que todas las personas pueden determinar sus vidas, siempre que esto no
interfiera con los derechos similares que comparten con los demás.

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A comienzos de siglo XX, Mary Richmond (1917) señalaba que las propias esperanzas de
las personas, sus planes y sus actitudes que dirigen la vida, son lo más importante,
primando ante el mero registro de información; ella subrayaba la importancia de la familia,
pero señalando que las relaciones sociales de una persona no están limitadas solamente a su
familia. Ella amplificó esta perspectiva pocos años después (1922) refiriendo que el
desarrollo de la personalidad es lo central en la tradición del Trabajo Social con Casos.
También identificaba la relación persona–profesional como una herramienta muy
importante, expresando que el arte del Trabajo Social de Casos es descubrir y asegurar a la
persona el acceso a la mejor realidad social posible. Y además explicaba que este trabajo
consiste en los “procesos en los cuales se desarrolla la personalidad a través de ajustes
conscientes en las partes afectadas, individuo por individuo, entre el hombre y su entorno
social” (pp 98-99). El profesional no está solo ocupado de la anormalidad en el individuo o
en el ambiente, ni puede descuidar una parte en desmedro de la otra.

EL PROFESIONAL

La controversia ante el modelo médico se ha agudizado por la competencia entre los


variados grupos de profesionales que han querido ser reconocidos como los proveedores de
la psicoterapia. London (1964, p.152) refería que:

“Desde hace algunos años, los psicoterapeutas en este país han buscado la aprobación de
una legislación que incorpore a la psicoterapia bajo la existencia del arte de la práctica
médica, en el caso de los psiquiatras, o que se licenciaran o certificaran a los psicólogos.
Los esfuerzos de cada grupo profesional son, en parte, intentos por obtener una ventaja
competitiva sobre los otros, y del área de la superposición profesional casi completa, por
lo tanto, de la competencia en sí misma y de la psicoterapia. A algunos psiquiatras les
gustaría tener un monopolio en el mercado de la psicoterapia, al declarar a esta última una
rama de la medicina, y así, excluir a los psicólogos, que en su mayor parte, participan en
el mismo negocio pero sin ser médicos. Es así como algunos psicólogos les gustaría
mejorar sus competencias frente a los psiquiatras que estaban facultados legalmente, ya
sea como profesionales de la psicoterapia (por medio de licencias), o al menos como una
profesión especializada a la que solo hay un acceso limitado (certificación).

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En dos últimas décadas que han pasado desde esta declaración, la competencia se ha
convertido en algo más intenso debido al surgimiento de una serie de planes de seguros de
salud, y al desarrollo de “psiquiatría comunitaria”, como también de pagos
gubernamentales por servicios a quienes no pueden pagar por dichos servicios. London
aclara la posición del Trabajo Social ante este tema, simple e irreverentemente. Indicando
que los trabajadores sociales hacen más psicoterapia que los psiquiatras y psicólogos
juntos, pero no participan de este debate, debido a dos razones (p. 152):

1. Los problemas en su mayoría afectan a la práctica privada, y son pocos los


trabajadores sociales que están en la práctica privada.
2. El Trabajo Social ha sido tradicionalmente el sirviente de la Psiquiatría, y la
mayoría de los trabajadores sociales están contentos con la función de ser
supervisados por los psiquiatras. También solían ser miembros de la National
Asociation of Social Workers que aparentemente exigía que las clínicas en las
que trabajan estén dirigidas por psiquiatras.

No obstante, London parece haber leído muy poca literatura de Trabajo Social. De hecho,
el Trabajo Social tiene un interés histórico en la psicoterapia y ha estado involucrado en la
lucha por el reconocimiento ante aquello y para mantener una práctica independiente. Mary
Jarret abordó los problemas relacionados con la autonomía y la identidad en 1918, cuando
habló de aquello en la primera clase en el Smith School of Social Work (Reynolds, 1963,
p.62).

“…nuestra nueva especialidad, el Trabajo Social Psiquiátrico, tiene dos posibilidades; que
nosotros mismos nos pensemos como asistentes en la psicoterapia, trabajando bajo la
dirección de psiquiatras…o que nosotros desarrollemos la profesión en nuestro propio
derecho, llevando a la psicoterapia al punto de vista social y que las habilidades sean
desarrolladas por nosotras mismas, lo cual nos ubicaría junto a los psiquiatras como otro
profesional aliado pero diferente”.

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A lo largo de los años, el Trabajo Social ha luchado contra el problema de la dependencia
de la supervisión por parte de un miembro de otra profesión (a menudo según lo exigen las
leyes, regulaciones o políticas financieras), pero los trabajadores sociales tienen derecho a
ejercer de manera autónoma y estar en la práctica privada de la psicoterapia. Garrett (1949)
expresaba que los trabajadores sociales de casos, sintetizaron, y aplicaron el conocimiento
de muchos campos, ya sea el psicoanálisis, lo médico, lo sociológico, lo psicológico, y lo
cultural. Este conocimiento fue aplicado para nuestros propios propósitos profesionales,
usando nuestros propios métodos profesionales y nuestra propia supervisión. Ella observa
que algunos trabajadores se estaban concentrando en habilidades psicoanalíticas
seleccionadas bajo supervisión analítica para psicoterapia o para análisis laico, diciendo
que había un peligro de perder la identidad profesional o que podríamos convertirnos en "la
sirvienta de otra profesión" (p.225) En una obra retrospectiva, Helen Harris Perlman (1971,
p.x) recalcaba que:

“La preocupación por establecer al Trabajo Social con Casos como un área de práctica
particular y de experticia ha sido predominante en mi pensamiento profesional a lo largo
del tiempo. Esto no fue un problema para mí desde cuando practicaba y supervisaban la
práctica en las dos agencias familiares privadas que me iniciaron en el Trabajo Social y
que me brindaron durante muchos años una amplia y rica experiencia…pero las
incertidumbres surgieron y proliferaron cuando me mudé a la universidad en un hospital
psiquiátrico donde, para mi gran asombro, descubrí que muchas veces sabía mucho más
sobre su campo de que lo que muchos de los residentes de Psiquiatría sabían; de hecho, el
jefe de los psiquiatras me pidió a mí, una estudiante de trabajo social, que les enseñara, a
los estudiantes de Psiquiatría, cómo entrevistar con fines de diagnóstico y de tratamiento.
Luego, varios años más tarde...en una combinación de una Clínica de Orientación Infantil/
y en una Clínica de una Escuela de Trabajo Social, me sentí aún más inquieta, y esta vez
por fin...se difuminaron las funciones entre los miembros del "equipo".

El Trabajo Social es la única profesión que demanda una intensiva experiencia clínica para
terminar los estudios de grado, el Master of Social Work (M.S.W). Los dos años de
currículum están requiriendo la inclusión de un mínimo de 1.200 horas de práctica directa
con las personas. Dicho requerimiento no es así en el currículum de Medicina o Psicología.
Los profesionales de dichas disciplinas no están preparados después de terminar sus
estudios de pre–grado para ayudar a las personas en las relaciones con sus problemas
emocionales. La práctica de la Psiquiatría y de la Psicología Clínica necesitan
adicionalmente una formación. A pesar de esto, hay algunos profesionales que ejercen sin

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ninguna formación básica para estas especialidades. Incluso en el Trabajo Social, los
estudios de magíster no son una credencial barata para practicar la psicoterapia. Ya que
solo se considerará una base para estudios posteriores en dicha área.

Los escenarios en los cuales los trabajadores sociales ejercen su profesión son variados y
están tutelados. Muchas agencias son dirigidas bajo el liderazgo del Trabajo Social, pero
otros espacios están bajo la primacía autoridad de otras disciplinas: en los hospitales, la
medicina; en las escuelas, los profesores. Sin embargo, incluso en algunas agencias sociales
los consejeros psiquiátricos frecuentemente tienen una gran autoridad, aunque solo sea por
las regulaciones gubernamentales para los pagos de seguros de compañías. No obstante,
cada vez más psiquiatras se esfuerzan por promulgar pautas y hacerlas adoptar por los
reglamentos gubernamentales y de seguros para asegurar que los psiquiatras vean y
diagnostiquen a todas las personas, para que formulen planes de tratamiento, los deriven y
revisen el tratamiento periódicamente (Knoll, 1979). En muchos estados, los trabajadores
sociales graduados aún no tienen licencias como profesionales independientes. Como un
resultado de aquello, un trabajador social con alto nivel formativo y con muchos años de
experiencia es posible que deba omitirse de su opinión ante la opinión de un consejero
psiquiátrico con mucho menos experiencia.

Frank (1979) describe que en los centros comunitarios de salud mental existen graves
tensiones entre los profesionales. En relación a los pagos de compañías, siendo este el
punto en donde se han intensificado las competencias entre psiquiatras, psicólogos y
trabajadores sociales.

Cada profesión busca definir qué es lo que puede ser reembolsable, y esto implica excluir
a los miembros de otras profesiones que hacen lo mismo. Dado que no existe una manera
racional de resolver este conflicto, se está decidiendo en realidad por el poder político
relativo de las diferentes organizaciones profesionales. La batalla se libra principalmente,
podríamos decir, por psiquiatras y psicólogos, y los trabajadores sociales están
relativamente impotentes bajo el ataque de ambos (p.406).

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En un sentido similar, Leifer (1969) concuerda en que el significado principal de la
naturaleza médica/no médica de la psicoterapia es la que plantea y resuelve el problema de
a quién se le debe permitir practicarla.

Si la psicoterapia es una actividad médica, entonces debería ser practicada solo por
médicos. Si no es una actividad médica esta podría ser practicada por psicólogos,
trabajadores sociales y otros profesionales cualificados no pertenecientes al ámbito
médico. (p.147)

Yarmolisky (1978) expresa que donde han surgido preguntas sobre los límites de la
autoridad profesional, generalmente los tribunales y las legislaturas han reflejado el
equilibrio de poder entre las profesiones en competencia. Sin embargo, algunas realidades
importantes son descuidadas. En la actualidad, el control de la psicoterapia, qué es, cómo se
puede practicar y por quién, se ha convertido en el dominio de los burócratas y las
compañías de seguros. Por lo tanto, todas las profesiones pierden al ceder ese control; y
finalmente todas las personas que necesitan ayuda con su problemática biopsicosocial,
pierden. La necesidad, la prevención y la comprensión están supeditadas a los costos. Los
gastos actuales, con poca consideración a las consecuencias futuras, determinan el rango y
el alcance del servicio.

Los profesionales del Trabajo Social tienen problemas especiales. La profesión enfatiza y
refleja los ideales, los esfuerzos, la ética y los valores más desarrollados de la sociedad.
Towle (1954) y Rapoport (1968) sugieren que, por su propia naturaleza y función, el
Trabajo Social está comprometido con aquellos grupos que desde hace mucho tiempo han
necesitados ser protegidos y que a menudo requieren ser defendidos activamente. La
profesión desarrolló y continuó existiendo debido a que la comunidad ha tomado
conciencia sobre la población desfavorecida, incluso cuando se produce esta desventaja por
la desigualdad social. El Trabajo Social se ha convertido en la encarnación de la
consciencia de la sociedad.

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Ser consciente de esto no implica ser altruista; si estas las luchas por las demandas de la
consciencia tienen un objetivo simplista, conducen fácilmente al conflicto, a la
ambivalencia y a la ira. Es como un recordatorio acerca de lo no deseado ante los fracasos
de la sociedad, y aunque la profesión es numéricamente grande y creciente, su posición
frente a la sociedad es similar a la de un grupo minoritario. Como otra minoría, el Trabajo
Social sufre por las actitudes contradictorias de la sociedad ante sus propósitos y funciones.
Como resultado de aquello, los ataques a la profesión de Trabajo Social a menudo ocurren
cuando la sociedad está descuidando a quienes más necesitan los servicios. Ante esto el
Trabajo Social también es acusado por no tener éxito ya que se supone que la profesión no
ha resuelto los problemas sociales existentes de larga data. En otro contexto, cuando se
habla del desarrollo de la neurosis ante la responsabilidad de la sociedad, Freud (1910,
p.292) escribe que:

“Del mismo modo que hacemos de que cada persona sea nuestro enemigo al descubrir lo
que está reprimido en él, la comunidad no puede responder con simpatía a una exposición
implacable de sus efectos y deficiencias perjudiciales.

LAS PERSONAS EN LA PSICOTERAPIA

El “paciente” adecuado para la psicoterapia ha sido descrito como alguien que es


relativamente inteligente, con una capacidad de comunicación bastante racional, y
fuertemente insatisfecho con su estado de vida actual, pero decidido a mejorarlo (Harper,
1974). Un estudio acerca de las características que permiten a las personas utilizar una
ayuda interpersonal concluyó con éxito debido a que las personas tienen una buena
capacidad de afrontamiento o capacidad para resolver problemas, como además de
habilidades verbales, una capacidad para establecer relaciones con los otros y
responsabilidades emocionales (Frank et al., 1978). Con estas características, es difícil
determinar la "enfermedad", sin embargo, cuando las personas ingresan a la psicoterapia,
con bastante frecuencia se les llama y se les convierte en "pacientes". Además de que esto
sugiere enfermedades, existen guiones preestablecidos para el papel de la persona enferma
y para el sanador según lo establecido por la cultura (Parsons, 1951a, b).

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Diferentes creencias y contextos culturales han sido señaladas como actitudes
determinantes hacia la enfermedad mental y física. Para muchos, la enfermedad física es
privilegiada y comprendida, mientras tanto que el desorden mental o emocional es
incomprensible (Kleinman, 1979). El origen emocional de muchas quejas ha sido
observado en una gran población (Strole et al., 1962). Cuando la enfermedad es aceptada
como el modelo por la persona en psicoterapia, las expectativas de auto–actividades y las
actividades del médico pueden desviarse considerablemente de aquellas que la psicoterapia
considera necesarias para el proceso, a menos que la terapia esté centrada en el objetivo –
sentirse mejor y tener menos molestias– más que poniendo el foco propiamente tal en la
enfermedad o en el desorden.

Austin (1949) sugiere que las diferentes disciplinas frecuentemente tienen diferentes
pacientes–clientes. Las personas cuya principal queja se refiere a los síntomas tienden a ir
al psiquiatra (o bien ser derivados a ellos). Las personas que sufren alguna ruptura en sus
relaciones sociales, en su relación matrimonial, aquellos que tienen desajustes en sus
trabajos, y problemas en la relación entre padres e hijos, y quien tiene alguna consciencia
de componentes psicológicos podría buscar ayuda de cualquier psiquiatra o trabajador
social, pero aquellos quienes proyecten sus problemas interiores en dificultades sociales y
quienes actúen sus problemas, con más frecuencia encontraran su camino hacia la agencia
social. Hoy en día, estas personas también se ven en el entorno comunitario de salud
mental. Este último grupo, generalmente no tiene las características consideradas necesarias
para la psicoterapia. Generalmente, los grupos de personas que somatizan son aquellos que
no tienen educación y más frecuentemente aquellos que son pobres, esto es también
considerado inadecuado. Muchas personas pobres tienen a menudo la etiqueta de ser
incapaces de comunicarse, particularmente, con los profesionales de clase media. Además,
un gran número de estos casos es experimentado por los profesionales como "repulsivo"
(Lieberman and Gottesfeld, 1973). Estas personas son posteriormente rechazadas por los
profesionales, quienes tienden a verlos como ininteligibles para “darse cuenta” (insigth) del
proceso terapéutico y con resistencias hacia las intervenciones psicoterapéuticas. Tales
juicios son “el resultado de la incapacidad del terapeuta más que la inutilidad de la persona
para ser ayudada” (p. 22)

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Al parecer hay dos tipos de personas que necesita ayuda: estas son para quienes es
conveniente la psicoterapia y para quienes no es una práctica de ayuda. Para quienes es
incompatible la psicoterapia a menudo son medicados, sometidos a 5 –o 10– minutos por
hora o son enviados al ambiente psiquiátrico menos deseado, como por ejemplo el hospital
estatal. Es como si la comunidad psiquiátrica estuviera reacia a tratarlos. Por lo tanto, esto
queda para los trabajadores sociales.

LA PRÁCTICA DE LA PSICOTERAPIA DESDE EL TRABAJO


SOCIAL

Littner (1971) ha notado que los trabajadores sociales tienen más entrenamiento y una
profunda experiencia con individuos o familias que tienen muchas dificultades y con
aquellos que son “difíciles de tratar” más que cualquier otro grupo de profesionales. Es
también cierto que las personas que son pobres, o socialmente deprivadas, con menos
educación, con menos capacidades cognitivas son a menudo orientados a la acción. Esto
incluye desde la persona de clase trabajadora, y otros, sin importar la situación
socioeconómica hasta quien tiene problemas en las relaciones sociales y dificultades en las
respuestas emocionales.

La ética y los valores de la profesión demandan que a la persona le sea entregado un


servicio de acuerdo a sus necesidades. Lo implica “partir desde donde está la persona”
reconociéndose que el tratamiento depende en gran medida “de lo que la persona está
dispuesta a aceptar y a participar” (Hollis, 1964, p. 204). Se sugiere que la persona que
necesita ayuda cumpla con la forma de tratamiento que le proporcionará el mayor alivio y
avance. Además, la intervención y el profesional deben ser suficientemente flexibles para
adaptarse a las diferentes necesidades de los diversos grupos que tiene la población.

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Lo que los trabajadores sociales hacen ha sido llamado psicoterapia integral o
"psychotherapy plus" (Strean, 1978). Esto debido a que además de abordar la vida interna
de la persona, la atención es siempre direccionada hacia la interacción y transacción dentro
de la órbita social. Las personas con conductas conflictivas, tanto como, los elementos
perjudiciales dentro del entorno de la persona, pueden convertirse en objetivos de cambio,
según lo indicado. “La persona es siempre –e implícitamente– un complejo social, debido a
que él o ella es un producto social y también subjetivo, y cada una de estas variables se
preceden mutuamente” (Falck, 1978, p. 42)

El concepto psicosocial desde el punto de vista del Trabajo Social fue originalmente
utilizado para transmitir un puente entre las teorías psicológicas y sociológicas (Hollis,
1964). Hoy se transmite a diferentes orientaciones hacia la psicoterapia y está siendo
también adoptada por otras profesiones (Turner, 1978). La naturaleza social de la práctica
de la psicoterapia en el Trabajo Social es destacada en el término de preferencia; el cliente,
a pesar de que en muchos marcos interdisciplinares y comunicacionales con otros
profesionales, estos términos podrían ser difíciles de usar y no siempre comprendidos. Por
otra parte, hay que aceptar que el termino psicoterapia, terapia y terapeuta no están
sugiriendo aceptación de una enfermedad o patología. Sino que más bien se utilizan como
términos que implican hacerse cargo, responsabilidad, entrenamiento y autentificación
social (Turner, 1978).

La entrega de variados servicios –incluida la psicoterapia– es también un aspecto integral


de la identidad e historia del Trabajo Social. De esta manera, no es una sorpresa que los
trabajadores sociales sean responsables de la entrega de servicios clínicos que exceden el
total de todas las otras profesiones de ayuda combinadas. Desafortunadamente, las
condiciones de trabajo bajo presión proporcionan la menor cantidad de tiempo para la
sistematizar la experiencia clínica, lo cual es un medio para el desarrollo de conocimientos
y las habilidades. Independientemente de cómo, el Trabajo Social Clínico comprende la
necesidad de dedicar tiempo para estas actividades, como evidencia el éxito de la revista
Clinical Social Work Journal y además de la producción incipiente pero constante de los

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libros que producen trabajadores sociales sobre psicoterapia. Tal como este libro es uno que
contribuye a esta producción de conocimiento.

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