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EL HELENISMO: EPICUREÍSMO

Epicuro fue uno de los grandes filósofos de la antigüedad, aunque sus ideas fueron poco o
mal comprendidas fuera de su círculo de discípulos. Fuera de Roma, el epicureismo tuvo
uno de sus más ilustres representantes en Lucrecio, autor del poema filosófico De rerum
natura. El epicureísmo alcanzó su máxima difusión durante los primeros siglos del
cristianismo, atrayendo enormemente a pensadores como San Agustín. Después fue
cayendo paulatinamente en el olvido, rodeado de malentendidos. Sólo en el s. XVII se
volverían a poner de moda algunas de sus ideas, a través de Pedro Gassendi (1592-1655).
El epicureísmo tenía una finalidad claramente práctica: los epicúreos entendían la filosofía
como una medicina del alma. La filosofía no se estudiaba para adquirir cultura, sino para
ser feliz.

Su obra principal es la Carta a Meneceo. Vivió entre el 341 y el 270 a.C. Fue el fundador
de la escuela llamada "El Jardín", situada en un huerto de Atenas.

1. Filosofía
Para él la filosofía es un instrumento para conseguir la felicidad en la vida, liberarnos y
apartarnos del temor. Y la felicidad es la mayor cantidad de placer posible (hedonismo).
Con placer, Epicuro se refiere a los placeres corporales, que son muy importantes, y
también a los del alma. Pero el placer no debe buscarse de cualquier manera, sino de
forma que no vaya contra la paz interior. Hay que buscarlo con moderación para no
perder la tranquilidad (ataraxia). Así que debe buscarse con
prudencia, moderándose mediante el uso de la razón con la virtud de la templanza.

La filosofía de Epicuro se caracteriza por situarse en el lado opuesto a la filosofía platónica:


afirma una sola realidad, el mundo sensible; niega la inmortalidad del alma y afirma que
ésta, al igual que todo lo demás, está formada por átomos; postula el hedonismo en la teoría
ética y como modo de vida y rechaza el interés por la política, optando por un estilo de vida
sencillo y autosuficiente encaminado a la felicidad.

2. La Canónica
La canónica es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos y la manera
de distinguir lo verdadero de lo falso.
Según Epicuro la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce cuando las
imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación
el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos, que son la
base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces se graban en la
memoria y forman así lo que Epicuro denomina las "ideas generales" (diferentes a las
platónicas).
Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas
de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán al error.
Diógenes Laercio, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales,
menciona un cuarto proceso de conocimiento: las proyecciones imaginativas, por las cuales
podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no
sean captados por los sentidos.
Todos esos aspectos, sin embargo, son sólo los principios que rigen nuestro modo de
conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la
naturaleza que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea.

3. La Física
La física epicúrea se inspira en Demócrito y es materialista. Los dos principios básicos en
esta física son:
“Nada nace de la nada” y “El Todo consiste en átomos y vacío, y es infinito”.
Según la física de Epicuro toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales.
De un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el vacío, que no es
sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.
Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos.
El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está
formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero no
por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere
con él.
Con respecto a la totalidad de la realidad Epicuro afirma que ésta, como los átomos que la
forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento inicial.
Este interés por parte de Epicuro en salvaguardar la libertad es fruto de la consideración de
la ética como la culminación de todo el sistema filosófico al cual se han de subordinar las
restantes partes.

4. La ética
Epicuro distingue entre placeres naturales y necesarios, placeres naturales pero no
necesarios, y placeres que no son ni naturales ni necesarios. Pensaba que sólo los primeros
hacen realmente feliz a un ser humano, y que las personas prudentes intentan escapar de
los demás.
Su ética es hedonista, en cuanto identifica la felicidad, el bien del hombre, con el placer. La
bondad del placer no requiere demostración, es algo innato en todos los seres vivos: todos
persiguen el placer y evitan el dolor.

Placer y dolor son contradictorios, la presencia de uno significa la ausencia del otro. No hay
término medio. Por eso Epicuro define el placer como ausencia de dolor: es la ataraxia o
imperturbabilidad. Llama placer en movimiento al proceso de eliminación del dolor (comer
cuando se siente la picazón del hambre), que acaba en sensaciones placenteras (saciado el
hambre), y el placer en reposo, que consiste en el estado así conseguido.
Un cálculo racional nos hace preferir los segundos, por su mayor duración. De ahí que el ideal
sea llevar una vida sencilla, para evitar el dolor de no poder satisfacer deseos con medios
desproporcionados. La moderación favorece la paz mental. Deben, pues distinguirse entre los
placeres naturales y necesarios, los naturales y no necesarios y los vanos (ni naturales ni
necesarios). Ceñirse a los primeros, sin buscar añadidos superfluos, es la garantía de la felicidad
del hombre.

Y entre los placeres en reposo son preferibles los placeres espirituales, pues no se agotan con
la sensación inmediata, sino que se retienen en la memoria y se anticipan por la imaginación.
Cuando Epicuro muere en medio de grandes sufrimientos siente compensado ese dolor por el
placer de recordar pasadas conversaciones filosóficas.
Epicuro admite la existencia de los dioses; los considera seres inmortales y antropomorfos,
que viven en los espacios intermundanos, felices y sin intervenir en absoluto en la marcha
del mundo. Para Epicuro, blasfemar no es negar que los dioses existan, sino aceptar los
caracteres que la gente común les atribuye. Todas las teorías de Epicuro tienen
una intención ética. Intentaba eliminar los mitos y las supersticiones para conseguir que
los hombres pudieran vivir felices y sin miedo. Por eso polemizó contra la religión popular y
la teología astral de Platón. Negaba que la Naturaleza tuviese carácter «divino» o que
hubiera sido creada por los dioses para provecho del ser humano. No creía que los dioses
pudieran intervenir en los acontecimientos naturales. Consideraba que los fenómenos de
la naturaleza podían ser explicados por causas naturales, más verosímiles y aceptables que
los mitos. Afirmó que los dioses no tienen por qué inspirar miedo: «es absurdo pensar que
seres tan perfectos y felices puedan experimentar sentimientos de ira o venganza. Y nada
hay detrás de la muerte: el alma se disipa con el cuerpo y no debe sentirse amenazada por
los horrores de ultratumba».
Lo que se debe evitar:
La lucha contra las diversos miedos que atenazan y paralizan al ser humano es parte
fundamental de la filosofía de Epicuro; no en vano, ésta ha sido designada como el
"tetrafármaco" o medicina contra los cuatro miedos más generales y significativos:

1) Del temor a los dioses. Estos no influyen en la vida humana, que tampoco tiene un
destino obligatorio. Los epicúreos no negaban que los dioses existieran.

2) Del temor a la muerte. No debemos temerla porque cuando nosotros estamos ella no
está presente, y cuando ella aparece nosotros ya no estamos. Por tanto, no tiene sentido,
según Epicuro, temerla.

3) Del temor a no alcanzar el bien y el placer (fracaso), porque se pueden alcanzar


ambos.

4) Del temor a que los males y dolores no terminen. Todos tienen fin. Expresiones como
"no hay mal que cien años dure" tienen mucho que ver con esta idea de Epicuro.
Lo que se debe perseguir:
Con respecto a aquello que la filosofía de Epicuro considera bueno y valioso no puede
ensalzarse lo suficiente el placer y la amistad.
1. En la búsqueda del placer es necesario distinguir aquellos deseos que son naturales y
necesarios (como el placer de calmar el hambre o la sed), de aquellos que son naturales
y no necesarios (como el placer de seguir comiendo y bebiendo aunque el hambre y la
sed hayan sido satisfechos), y también de aquellos que no son ni naturales ni necesarios
(como el placer de obtener glorias, honor, etc.). Epicuro siempre sostuvo la importancia
de distinguir entre los placeres aquellos que eran verdaderamente beneficiosos de
aquellos que podían generar una dependencia y que terminaban por causar
insatisfacción, bien porque fuesen irrealizables o bien porque eliminaban la autonomía
del individuo.
2. Epicuro exalta la amistad entre los seres humanos como una de las mayores virtudes
y uno de los mejores placeres de los que se puede gozar. La amistad proporciona un
apoyo en un mundo hostil y extraño. Es una ayuda no tanto por lo que los amigos hagan
efectivamente por uno, como por el hecho de saber que podamos contar con ellos, en
caso de ser necesario. La amistad llevó a Epicuro a fundar su propia escuela entendida
como un lugar de encuentro, de disfrute, de diálogo y de estudio así como de recuerdo
gozoso de los amigos que ya han desaparecido.
La clave del modo de vida epicúreo, de tener que ser resumida en tres palabras, vendría a
ser: gozar, saber y compartir. Esos tres factores, como nos muestran las palabras de Epicuro,
están íntimamente relacionados: Gozar el placer de estar vivo, saber discernir lo que es
verdaderamente valioso, y compartir en la amistad tanto la vida como el conocimiento.
De todos los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida entera, el mayor
con mucho es la adquisición de la amistad.

5. Teoría del conocimiento.


Los sentidos son la única forma válida de conocimiento. Tres criterios de verdad:
1. La sensación: Es una especie de contacto directo con los objetos o cuerpos que
percibimos, pues mediante los sentidos captamos los átomos que proceden de los objetos
exteriores. Siempre es verdadera y posee una evidencia absoluta. El error no procede de la
sensación, sino del juicio sobre la sensación, que puede ser corregido por sensaciones
posteriores, para que haya conocimiento las sensaciones deben ser clasificadas.
2. La anticipación: Es una especie de imagen general producida por la acumulación de
sensaciones semejantes. Podemos evocarla mediante las palabras, para anticipar así
objetos lejanos o futuros. Para ser verdadera, la anticipación debe estar confirmada por la
sensación, aunque algunas expresiones sugieren que podía incluir anticipaciones de cosas
bastante alejadas de la sensación («proyecciones»).
3. La afección: Placer y dolor son las respuestas inmediatas del cuerpo a la sensación, y por
eso fiables.
Epicuro decía que era importante que el resultado placentero de una acción fuera evaluado
siempre con sus posibles efectos secundarios. Si alguna vez te has puesto mala por haber
comido demasiado chocolate, entenderás lo que quiero decir. Si no, te propongo el
siguiente ejercicio: coge tus ahorros y compra chocolate por valor de 200
coronas (suponiendo que te guste el chocolate). Es muy importante para el ejercicio que te
comas todo el chocolate de una sola vez. Aproximadamente media hora más tarde
entenderás lo que Epicuro quería decir con «efectos secundarios».
Epicuro también decía que un resultado placentero a corto plazo tiene que evaluarse frente
a la posibilidad de un placer mayor, más duradero o más intenso a más largo plazo. (Por
ejemplo si decides no comer chocolate durante un año entero porque eliges ahorrar todo
tu dinero para comprar una bici nueva o para unas carísimas vacaciones en el extranjero.)
Al contrario que los animales, los seres humanos tienen la posibilidad de planificar su vida.
Tienen la capacidad de realizar un «cálculo de placeres». Un chocolate delicioso es,
evidentemente, un valor en sí, pero también lo son la bicicleta y el viaje a Inglaterra.
No obstante, Epicuro señaló que el «placer» no tenía que ser necesariamente un placer
sensual, como, por ejemplo, comer chocolate. También pertenecen a esta categoría valores
tales como la amistad y la contemplación del arte. Condiciones previas para poder disfrutar
de la vida eran los viejos ideales griegos tales como el autodominio, la moderación y el
sosiego, pues hay que frenar el deseo. De esta manera también la calma nos ayudará a
soportar el dolor.
Al contrario que los estoicos, los epicúreos muestran poco interés por la política y la vida
social. «¡Vive en secreto!», aconsejaba Epicuro.
Después de Epicuro muchos epicúreos evolucionan en dirección a una obsesión por el
placer. La consigna fue:
«Vive el momento». La palabra «epicúreo» se utiliza hoy en el sentido despectivo de vividor.
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Epicuro instaló su escuela, llamada el Jardín; en la que permitió la entrada a mujeres e


incluso a esclavos. El principio básico de su filosofía era el placer (que conducía a la
felicidad). Es importante mencionar, que para Epicuro el placer (hedoné) no era más que la
ausencia de dolor; en algunos casos su filosofía fue mal interpretada e incluso confundida
con el hedonismo cirenaico, pero en realidad lo que el epicureismo recomendaba era que
se escogieran los placeres con prudencia.
A diferencia de los estoicos, Epicuro no se enfocó tanto en la parte de la lógica; ya que su
mayor interés era la ética. Él planteaba que era sabio escoger los placeres tomando en
cuenta lo que podrían acarrear en el futuro. Es decir, que si un placer momentáneo traía
mayores sufrimientos en un futuro; lo más sensato era evitarlo. Asimismo, si un sufrimiento
momentáneo, traía consigo un placer mayor en el futuro; bien valía la pena padecerlo.
Aunque Epicuro no podría considerarse ateo, ya que no negaba la existencia de los dioses;
sí se interesó bastante en que las personas perdieran el miedo a éstos, del mismo modo en
que también buscaba que dejaran atrás el miedo a la muerte.
Afirmaba que los dioses no tenían interés en intervenir en las cuestiones humanas y que de
nada servían los sacrificios y supersticiones de la gente. Decía también que para alcanzar la
felicidad, primero eran necesario alcanzar la ataraxia (vivir sin preocupaciones).
La filosofía ética epicúrea era egocéntrica, ya que buscaba el placer y bienestar individual,
sin embargo, Epicuro le dio gran importancia a la amistad y en la práctica se destacó por ser
muy apreciado entre sus discípulos.
Para los epicúreos, a diferencia de los cirenaicos, el sufrimiento moral era peor que el
sufrimiento físico; ya que sostenían que el cuerpo sufre los males presentes, pero el alma
sufre hasta con los recuerdos.
Para alcanzar la felicidad, Epicuro proponía que se tuviera preferencia por los placeres del
alma antes que por los del cuerpo. Sin embargo, no rechazaba ni condenaba a los segundos.
En conclusión, la filosofía de Epicuro estaba centrada especialmente en la práctica, más que
en la parte teórica.
Su teoría era empirista, ya que afirmaba que todo conocimiento proviene de los sentidos y
que en ellos es que se debe confiar. Decía que la fuente de los errores no estaba en los
sentidos, sino que los juicios que se formulaban.
El epicureísmo perduró durante mucho tiempo, hasta la llegada del Cristianismo. Fue una
filosofía ampliamente aceptada y que tuvo a muchos seguidores. Epicuro se caracterizó por
su amabilidad y por su apertura en cuanto al hecho de permitir mujeres y esclavos (algo no
muy común) en su Jardín.
Epicuro tiene una concepción del «sabio» muy distinta de la que tienen los estoicos:
"sabio" no es quien se abstiene de todo placer, sino el que sabe gozar moderadamente de
lo natural y necesario. Prefería la soledad o la compañía de unos pocos amigos íntimos en
lugar del ambiente cosmopolita que los estoicos consideraban ideal para desenvolverse.
Entendía que los procesos naturales no estaban sometidos a un determinismo férreo, como
pensaban los mecanicistas, porque los átomos se mueven libremente en el vacío y esta
ausencia de necesidad hace posible que cada persona pueda ser dueña de su destino. No
temía a la muerte ni vivía angustiado pensando en el final de la vida. Creía que los dioses no
intervienen en la vida humana y que por esa razón era absurdo pensar en la posibilidad de
un castigo presente o futuro, resultado de la cólera divina.

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