En el estudio de los seres del mundo la Filosofía de la Naturaleza considera
el ser material en tanto que es ser físico y ser viviente. El ser físico se caracteriza esencialmente por estar sujeto al cambio. El cambio puede darse en varios órdenes (ontológico, moral, intelectual, psicológico, entre otros), aquí se tratará del cambio material en el ser físico o corpóreo. Puesto que el cambio en el orden material consiste en una sucesión de estados (por ejemplo, el paso de frio a caliente) se tiene que las cualidades que obtienen los cuerpos los constituyen en un nuevo tipo de seres. En efecto, el término del cambio material que afecta al ser mismo del ente corpóreo constituye el principio de su inteligibilidad, que hace posible la definición de un objeto por sus propiedades constitutivas. Este principio inteligible es llamado forma; no en el sentido geométrico, sino como la noción que designa la existencia de la realidad salida del cambio y lo que de ella puede comprenderse por el ejercicio intelectual. Para que la sucesión de estados sea posible, el ente corpóreo debe estar privado de la propiedad que es término final del cambio. Esta sucesión de estados necesita un sujeto que proporcione una especie de sustrato como subyacente a la sustitución. Esta exigencia pasa inadvertida en el ámbito físico y superficial, pues afecta a un cuerpo ya constituido; pero si se extiende la realidad del cambio al hecho de la aparición de un ser nuevo y totalmente distinto de los que le han dado nacimiento, se advierte la necesidad de un sustrato, que en sí mismo no es perceptible por los sentidos sino por la inteligencia que alcanza su existencia. Este principio, que es sujeto del cambio, es llamado materia prima. Por tanto, hay tres principios del cambio: la privación, la materia y la forma. Por el contrario, si se considera el ser ya constituido, realizado por el cambio, puede explicarse solamente por la forma y la materia ya informada, es decir, actualizada por la forma. Estos elementos del cuerpo físico no existen aislados. La forma –estructura inteligible del cuerpo- se da siempre en la materia. No es en sí, del mismo modo que la materia no puede existir en acto sin la materia; de ahí que la materia prima sea solo inteligible como existente en el sujeto y no de forma separada. La forma y la materia no son seres, sino principios de ser. Forma y materia son entre sí como la el acto y la potencia. La materia es principio pasivo, es pura potencialidad para recibir cualquier forma. I. Propiedades del ser físico El ente corpóreo manifiesta dos accidentes estrechamente ligados a los dos principios del ser; estos son, a saber, la cantidad y la cualidad. Pese a que no deben disociarse completamente estos dos accidentes, ambos son irreductibles entre sí. La cantidad refiere extensión, el ser mayor o menor y esto no incluye la idea de cualidad, que puede ser más o menos intensa. El origen de la cantidad es la materia y supone la posibilidad de expansión en el espacio, divisibilidad e indeterminación para futuras especificaciones. El origen de la cualidad es la forma, como perfeccionamiento del ser, como acto nuevo de una substancia. La experiencia ordinaria del mundo material confirma, como el dato más fundamental y fácil de objetivar, el carácter cuantitativo y mensurable del ser corpóreo. La presencia homogénea de este accidente en la naturaleza permite la medida, la comparación de magnitudes. La cualidad, por su parte, dice todo lo que se refiere a la percepción sensorial y, de modo más general, en tanto accidente de la substancia material, es significante de toda diferenciación o determinación por la forma substancial. La cualidad expresa modalidades diversas y por eso comprende un “gran número de especies”: 1. Disposiciones del sujeto: que en relación a la perfección de la forma se realizan con mayor o menor plenitud. Se dan en los seres vivientes y pueden ser buenas o malas en relación al progreso de realización de la forma. 2. Potencias: Son fuentes de dinamismo y de acción; en el ser viviente son las funciones orgánicas (nutrición, crecimiento, reproducción) y las facultades del alma. 3. Propiedades de la experiencia sensible en los cuerpos (color, humedad, dureza, características eléctricas etc.) 4. Figura o configuración cuantitativa: Son las cualidades dependientes de la cantidad, se manifiestan directamente por ella. Es independiente de la extensión o la magnitud y está representada por la figura geométrica. II. Condición espacio-temporal del ser físico El cambio en las estructuras formales de los seres naturales y en el ser de los mismos, se despliegan en una sucesión de instantes atravesados por la idea de duración y continuidad. La extensión espacial y la duración temporal se realizan simultáneamente en las partes constitutivas del ser y en la sucesión de las mismas. El espacio es un marco tridimensional y homogéneo en el que se sitúan los cuerpos; y el tiempo, un eje de referencia al que se “cuelgan los acontecimientos”. Ambas nociones no tiene contenido real; resultan de una abstracción a partir de la experiencia de lo real de la extensión y la duración. Anterior a la posesión de un ser cualquiera, el espacio el tiempo no son nada. Estas nociones, erigidas como absolutos, no poseen estatuto real pero no son simples creaciones de la mente; son entes de razón. Aunque el espacio y el tiempo no son reales, no dejan de tener un origen real y extramental, cuyo fundamento es la extensión y duración de las cosas y son sus propiedades objetivas. Tiene el mismo estatuto que los entes matemáticos. El tiempo, por su misma estructura, escapa mucho más a la tentativa de aprehensión raciona que el tiempo. Es una noción derivada del cambio, pues es percibido a propósito de este. El cambio no se reduce al movimiento, pues este último designa solo el cambio espacial, y en este caso es grande la tendencia a ligar el tiempo con el recorrido espacial, como la medida de su duración. El tiempo supone una conciencia capaz de captar la síntesis del cambio (no sus casos particulares) que, conservada por la memoria, reconoce el pasado y se hace historia percibida. Fuera de la conciencia no hay tiempo, sino duración cambiante. III. El ser viviente Se suele caracterizar la vida como la posesión de la capacidad de automovimiento. También suelen distinguirla una seria de funciones, algunas de las cuales se encuentran en todos los niveles de la vida; otras, son propias sólo de algunos vivientes. Todo lo natural se caracteriza por poseer un dinamismo propio que alcanza su expresión más acabada en los seres vivientes. Los vivientes son capaces de un auto-movimiento que establece una contraposición con lo no viviente que se comporta de modo pasivo y no tiene en sí un principio de movimiento y carece de la organización propia de los vivientes. Comprobada la realidad de la composición forma – materia del ser corpóreo, se tiene que la forma sustancial del viviente es el alma, principio de ser activo, acto del cuerpo viviente. Las diferentes funciones vitales de los seres vivos revelan la existencia de tres tipos distintos de almas cuyas funciones son asumidas en la forma sustancial (alma) de las formas de vida superiores. Estas son, a saber: - Alma vegetativa: Cuyas funciones son las de nutrición, crecimiento y reproducción. - Alma sensitiva: Asume en sí las funciones vegetativas y es principio de la funciones sensitivas: Conocimiento (hacerse presente del objeto) Apetito sensitivo, la sensibilidad y la locomoción. Es principio del movimiento. - Alma racional: Asume las funciones vegetativas y sensitivas. Es principio del conocimiento racional, del entendimiento (pensar), la voluntad (querer) y le apetito racional. Cuando se habla de alma de los vivientes es por referencia a su modo de ser, que ciertamente son peculiares. La nota común que caracteriza la vida es la capacidad de ejercer operaciones inmanentes, es decir, que empiezan en el sujeto y terminan en él. Aunque ningún alma es material, dependen, en mayor o menor grado, de la materia para el ejercicio de sus operaciones. El alma racional posee una emergencia mayor de la materia, por eso, en lo que respecta a su carácter inmaterial y espiritual deben hacerse las siguientes precisiones: El alma racional no es materia ni depende intrínsecamente de ella en su ser o en su obrar (aunque puede depender extrínsecamente de ella). Se dice que es positivamente inmaterial porque su operación no depende de la materia sino sólo accidentalmente, no en cuanto a su ser. La operación permanece aún sin la condición necesaria para actuar. Las formas vegetativas y sensitivas son materiales, pues dependen en su ser y en su obrar de la materia. Esta dependencia es intrínseca y en este sentido se dice que es material sin que el alma misma lo sea. IV. Aspectos fenomenológicos del ser viviente Los seres vivientes poseen una unidad e individualidad tal que permiten el mantenimiento de su actividad y el desarrollo del ser mismo que la ejecuta. El automovimiento de los vivientes de manifiesta en dos aspectos que son típicos de ellos: el desarrollo y la reproducción. La organicidad es otra característica del ser viviente y por la que poseen estructuras complejas y cooperativas que responden a la idea de la organización. Por la organicidad, se dan algunas características que hacen posible el mantenimiento de los vivientes en su ser como el metabolismo y la homeostasis. La generación se refiere al comienzo de la existencia del viviente que se forma como un ser individual y unitario a partir de otros vivientes. A la generación sigue el desarrollo gradual que tiene por término la realización de un tipo específico de ser. Finalmente, se da la muerte o desaparición del viviente que se transforma en un conjunto de material inorgánico. La reproducción es otra característica básica del ser viviente, que trasmiten de generación en generación las características típicas de cada especie. La herencia, es la base sobre la cual se dan las mutaciones que hacen posible la evolución de las especies. V. Origen del Universo y ordenación de sus causas El sacerdote católico Lemaitre, partiendo de las teorías de Friedmann, propuso la hipótesis de que la totalidad de los cuerpos celestes procediesen de un núcleo inicial o átomo primigenio. Si las tesis de Friedmann eran correctas y el universo se hallaba en expansión, al volver sobre el tiempo se debería llegar a un instante en que le tiempo (t) fuera igual a cero. En ese momento la materia del universo se hallaba concentrada en un solo punto, cuyos altos niveles de densidad y temperatura permitieron que explotara. Si el mundo material se da en una línea de tiempo desde el punto t=0, surge la pregunta acerca de lo que existía antes de ese momento. A este respecto, los principios de la metafísica pueden ser de gran ayuda. Partimos del hecho innegable de que el ser es lo que de alguna manera existe o puede llegar a existir. Si se afirma que antes del punto t=0 existía el no ser, es decir, la nada, lo que no existe ni puede llegar a ser, tendríamos el absurdo de pretender que de la nada surge el ser. Si antes no ha habido algo, la nada absoluta, no es posible que a partir de ella algo puede llegar a la existencia. Por el contrario, si sostenemos la existencia de la nada relativa, estamos aceptando que antes de t=0 no había nada de algo pero sí de otras cosas; la potencialidad del ser del universo, la posibilidad de que el universo fuera. La posibilidad es un tipo de ser que aún no es real, sino ideal, y como tal (como idea) debe existir contenida en una mente real que la pensó. Frente a esta mente tenemos dos opciones: o bien, comenzó a existir; o bien, ha existido siempre. La primera opción nos remite a una cadena causal ad infinitum de mentes reales que se pensaron una a otra. Si una mente a ha comenzado a existir, tenía que existir otra anteriormente, no pudo surgir de la nada y si comenzó a ser es porque el ser mismo le fue participado, pues nada da lo que no tiene. De ahí la necesidad de la existencia de una primera mente. Si es una mente, esto implica que es inteligente, única y que ha existido siempre. Sin límite, infinita, inmóvil, no gana ni pierde perfección alguna sino que es absolutamente perfecta, absolutamente necesaria. A la pregunta por el ser del universo se tiene que es el resultado de una acción creadora, pues participar el ser es su resultado. Su finalidad está en ordenarse al ser racional, pues solo él puede comprenderlo y darle sentido. El universo está hecho para el ser racional, es decir, el hombre, para hacer posible su existencia. 2.