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1.

En el estudio de los seres del mundo la Filosofía de la Naturaleza considera


el ser material en tanto que es ser físico y ser viviente. El ser físico se caracteriza
esencialmente por estar sujeto al cambio. El cambio puede darse en varios
órdenes (ontológico, moral, intelectual, psicológico, entre otros), aquí se tratará
del cambio material en el ser físico o corpóreo. Puesto que el cambio en el orden
material consiste en una sucesión de estados (por ejemplo, el paso de frio a
caliente) se tiene que las cualidades que obtienen los cuerpos los constituyen en
un nuevo tipo de seres. En efecto, el término del cambio material que afecta al
ser mismo del ente corpóreo constituye el principio de su inteligibilidad, que
hace posible la definición de un objeto por sus propiedades constitutivas. Este
principio inteligible es llamado forma; no en el sentido geométrico, sino como
la noción que designa la existencia de la realidad salida del cambio y lo que de
ella puede comprenderse por el ejercicio intelectual. Para que la sucesión de
estados sea posible, el ente corpóreo debe estar privado de la propiedad que es
término final del cambio.
Esta sucesión de estados necesita un sujeto que proporcione una especie de
sustrato como subyacente a la sustitución. Esta exigencia pasa inadvertida en el
ámbito físico y superficial, pues afecta a un cuerpo ya constituido; pero si se
extiende la realidad del cambio al hecho de la aparición de un ser nuevo y
totalmente distinto de los que le han dado nacimiento, se advierte la necesidad
de un sustrato, que en sí mismo no es perceptible por los sentidos sino por la
inteligencia que alcanza su existencia. Este principio, que es sujeto del cambio,
es llamado materia prima. Por tanto, hay tres principios del cambio: la
privación, la materia y la forma. Por el contrario, si se considera el ser ya
constituido, realizado por el cambio, puede explicarse solamente por la forma y
la materia ya informada, es decir, actualizada por la forma.
Estos elementos del cuerpo físico no existen aislados. La forma –estructura
inteligible del cuerpo- se da siempre en la materia. No es en sí, del mismo modo
que la materia no puede existir en acto sin la materia; de ahí que la materia
prima sea solo inteligible como existente en el sujeto y no de forma separada.
La forma y la materia no son seres, sino principios de ser.
Forma y materia son entre sí como la el acto y la potencia. La materia es
principio pasivo, es pura potencialidad para recibir cualquier forma.
I. Propiedades del ser físico
El ente corpóreo manifiesta dos accidentes estrechamente ligados a los dos
principios del ser; estos son, a saber, la cantidad y la cualidad. Pese a que no
deben disociarse completamente estos dos accidentes, ambos son irreductibles
entre sí. La cantidad refiere extensión, el ser mayor o menor y esto no incluye
la idea de cualidad, que puede ser más o menos intensa. El origen de la cantidad
es la materia y supone la posibilidad de expansión en el espacio, divisibilidad e
indeterminación para futuras especificaciones. El origen de la cualidad es la
forma, como perfeccionamiento del ser, como acto nuevo de una substancia.
La experiencia ordinaria del mundo material confirma, como el dato más
fundamental y fácil de objetivar, el carácter cuantitativo y mensurable del ser
corpóreo. La presencia homogénea de este accidente en la naturaleza permite la
medida, la comparación de magnitudes. La cualidad, por su parte, dice todo lo
que se refiere a la percepción sensorial y, de modo más general, en tanto
accidente de la substancia material, es significante de toda diferenciación o
determinación por la forma substancial. La cualidad expresa modalidades
diversas y por eso comprende un “gran número de especies”:
1. Disposiciones del sujeto: que en relación a la perfección de la forma se
realizan con mayor o menor plenitud. Se dan en los seres vivientes y
pueden ser buenas o malas en relación al progreso de realización de la
forma.
2. Potencias: Son fuentes de dinamismo y de acción; en el ser viviente son
las funciones orgánicas (nutrición, crecimiento, reproducción) y las
facultades del alma.
3. Propiedades de la experiencia sensible en los cuerpos (color, humedad,
dureza, características eléctricas etc.)
4. Figura o configuración cuantitativa: Son las cualidades dependientes de
la cantidad, se manifiestan directamente por ella. Es independiente de la
extensión o la magnitud y está representada por la figura geométrica.
II. Condición espacio-temporal del ser físico
El cambio en las estructuras formales de los seres naturales y en el ser de los
mismos, se despliegan en una sucesión de instantes atravesados por la idea de
duración y continuidad. La extensión espacial y la duración temporal se
realizan simultáneamente en las partes constitutivas del ser y en la sucesión de
las mismas. El espacio es un marco tridimensional y homogéneo en el que se
sitúan los cuerpos; y el tiempo, un eje de referencia al que se “cuelgan los
acontecimientos”. Ambas nociones no tiene contenido real; resultan de una
abstracción a partir de la experiencia de lo real de la extensión y la duración.
Anterior a la posesión de un ser cualquiera, el espacio el tiempo no son nada.
Estas nociones, erigidas como absolutos, no poseen estatuto real pero no son
simples creaciones de la mente; son entes de razón. Aunque el espacio y el
tiempo no son reales, no dejan de tener un origen real y extramental, cuyo
fundamento es la extensión y duración de las cosas y son sus propiedades
objetivas. Tiene el mismo estatuto que los entes matemáticos.
El tiempo, por su misma estructura, escapa mucho más a la tentativa de
aprehensión raciona que el tiempo. Es una noción derivada del cambio, pues es
percibido a propósito de este. El cambio no se reduce al movimiento, pues este
último designa solo el cambio espacial, y en este caso es grande la tendencia a
ligar el tiempo con el recorrido espacial, como la medida de su duración. El
tiempo supone una conciencia capaz de captar la síntesis del cambio (no sus
casos particulares) que, conservada por la memoria, reconoce el pasado y se
hace historia percibida. Fuera de la conciencia no hay tiempo, sino duración
cambiante.
III. El ser viviente
Se suele caracterizar la vida como la posesión de la capacidad de
automovimiento. También suelen distinguirla una seria de funciones, algunas de
las cuales se encuentran en todos los niveles de la vida; otras, son propias sólo
de algunos vivientes. Todo lo natural se caracteriza por poseer un dinamismo
propio que alcanza su expresión más acabada en los seres vivientes. Los
vivientes son capaces de un auto-movimiento que establece una contraposición
con lo no viviente que se comporta de modo pasivo y no tiene en sí un principio
de movimiento y carece de la organización propia de los vivientes.
Comprobada la realidad de la composición forma – materia del ser corpóreo, se
tiene que la forma sustancial del viviente es el alma, principio de ser activo,
acto del cuerpo viviente. Las diferentes funciones vitales de los seres vivos
revelan la existencia de tres tipos distintos de almas cuyas funciones son
asumidas en la forma sustancial (alma) de las formas de vida superiores. Estas
son, a saber:
- Alma vegetativa: Cuyas funciones son las de nutrición, crecimiento y
reproducción.
- Alma sensitiva: Asume en sí las funciones vegetativas y es principio de
la funciones sensitivas: Conocimiento (hacerse presente del objeto)
Apetito sensitivo, la sensibilidad y la locomoción. Es principio del
movimiento.
- Alma racional: Asume las funciones vegetativas y sensitivas. Es principio
del conocimiento racional, del entendimiento (pensar), la voluntad
(querer) y le apetito racional.
Cuando se habla de alma de los vivientes es por referencia a su modo de ser,
que ciertamente son peculiares. La nota común que caracteriza la vida es la
capacidad de ejercer operaciones inmanentes, es decir, que empiezan en el
sujeto y terminan en él.
Aunque ningún alma es material, dependen, en mayor o menor grado, de la
materia para el ejercicio de sus operaciones. El alma racional posee una
emergencia mayor de la materia, por eso, en lo que respecta a su carácter
inmaterial y espiritual deben hacerse las siguientes precisiones:
El alma racional no es materia ni depende intrínsecamente de ella en su ser o en
su obrar (aunque puede depender extrínsecamente de ella). Se dice que es
positivamente inmaterial porque su operación no depende de la materia sino
sólo accidentalmente, no en cuanto a su ser. La operación permanece aún sin la
condición necesaria para actuar. Las formas vegetativas y sensitivas son
materiales, pues dependen en su ser y en su obrar de la materia. Esta
dependencia es intrínseca y en este sentido se dice que es material sin que el
alma misma lo sea.
IV. Aspectos fenomenológicos del ser viviente
Los seres vivientes poseen una unidad e individualidad tal que permiten el
mantenimiento de su actividad y el desarrollo del ser mismo que la ejecuta. El
automovimiento de los vivientes de manifiesta en dos aspectos que son típicos
de ellos: el desarrollo y la reproducción.
La organicidad es otra característica del ser viviente y por la que poseen
estructuras complejas y cooperativas que responden a la idea de la organización.
Por la organicidad, se dan algunas características que hacen posible el
mantenimiento de los vivientes en su ser como el metabolismo y la homeostasis.
La generación se refiere al comienzo de la existencia del viviente que se forma
como un ser individual y unitario a partir de otros vivientes. A la generación
sigue el desarrollo gradual que tiene por término la realización de un tipo
específico de ser. Finalmente, se da la muerte o desaparición del viviente que
se transforma en un conjunto de material inorgánico.
La reproducción es otra característica básica del ser viviente, que trasmiten de
generación en generación las características típicas de cada especie. La
herencia, es la base sobre la cual se dan las mutaciones que hacen posible la
evolución de las especies.
V. Origen del Universo y ordenación de sus causas
El sacerdote católico Lemaitre, partiendo de las teorías de Friedmann, propuso
la hipótesis de que la totalidad de los cuerpos celestes procediesen de un núcleo
inicial o átomo primigenio. Si las tesis de Friedmann eran correctas y el
universo se hallaba en expansión, al volver sobre el tiempo se debería llegar a
un instante en que le tiempo (t) fuera igual a cero. En ese momento la materia
del universo se hallaba concentrada en un solo punto, cuyos altos niveles de
densidad y temperatura permitieron que explotara.
Si el mundo material se da en una línea de tiempo desde el punto t=0, surge la
pregunta acerca de lo que existía antes de ese momento. A este respecto, los
principios de la metafísica pueden ser de gran ayuda. Partimos del hecho
innegable de que el ser es lo que de alguna manera existe o puede llegar a existir.
Si se afirma que antes del punto t=0 existía el no ser, es decir, la nada, lo que
no existe ni puede llegar a ser, tendríamos el absurdo de pretender que de la
nada surge el ser. Si antes no ha habido algo, la nada absoluta, no es posible
que a partir de ella algo puede llegar a la existencia. Por el contrario, si
sostenemos la existencia de la nada relativa, estamos aceptando que antes de
t=0 no había nada de algo pero sí de otras cosas; la potencialidad del ser del
universo, la posibilidad de que el universo fuera. La posibilidad es un tipo de
ser que aún no es real, sino ideal, y como tal (como idea) debe existir contenida
en una mente real que la pensó.
Frente a esta mente tenemos dos opciones: o bien, comenzó a existir; o bien, ha
existido siempre. La primera opción nos remite a una cadena causal ad infinitum
de mentes reales que se pensaron una a otra. Si una mente a ha comenzado a
existir, tenía que existir otra anteriormente, no pudo surgir de la nada y si
comenzó a ser es porque el ser mismo le fue participado, pues nada da lo que
no tiene. De ahí la necesidad de la existencia de una primera mente. Si es una
mente, esto implica que es inteligente, única y que ha existido siempre. Sin
límite, infinita, inmóvil, no gana ni pierde perfección alguna sino que es
absolutamente perfecta, absolutamente necesaria.
A la pregunta por el ser del universo se tiene que es el resultado de una acción
creadora, pues participar el ser es su resultado. Su finalidad está en ordenarse al
ser racional, pues solo él puede comprenderlo y darle sentido. El universo está
hecho para el ser racional, es decir, el hombre, para hacer posible su existencia.
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